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¿Cómo surge?
La personalidad del mentiroso compulsivo se manifiesta en la
juventud o la adultez, pero la tendencia a mentir comienza a
apreciarse desde la infancia.
La tendencia a mentir compulsivamente puede afianzarse como
resultado de los castigos recibidos en la infancia. Por eso,
una manera para evitar que las mentiras evolutivas den paso a
la mitomanía consiste en no castigar a los niños cuando dicen
pequeñas mentiras que nacen de su imaginación y/o forman parte
de su estadio evolutivo.
La mentira patológica es el resultado de la tendencia a eludir
las responsabilidades. Si los padres permiten que el niño falte
a la verdad para evitar las consecuencias de sus acciones y le
eche siempre la culpa a un amigo imaginario o al hermano más
pequeño, por ejemplo, las mentiras pueden terminar
convirtiéndose en un hábito.
Neurocientíficos de la Universidad de California del Sur
también hallaron que el cerebro de los mentirosos compulsivos
es ligeramente diferente de quienes suelen decir la verdad:
tiene hasta un 26% más de sustancia blanca en la corteza
prefrontal.
Tratamiento