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ANTES:
Una tarde de verano, en Salamanca, se encontraba Tomé trabajando en su molino. El
paisaje que le rodeaba era muy agradable a la vista: praderas verdes y floreadas y un pequeño
riachuelo. Entre todo esto, también había un sendero muy transcurrido por los habitantes de
la zona que unía con el pueblo colindante, en el que vivía Antoña (posterior madre de Lázaro).
Tomé llevaba días viendo a la mujer pasearse por aquel camino y desde el primer momento le
había llamada mucho la atención, pero no quería incordiarla ni incomodarla por lo que no se
decidía a saludarla.
Unos meses después, tras una larga jornada de trabajo, estaba Tomé en un mesón en
el que, casualmente, también se encontraba Antoña trabajando. En ese momento, él se
decidió a hablarle y le propuso, educadamente, verse después de que terminase de trabajar, a
lo que ella respondió afirmativamente. A las nueve, él la estaba esperando y se fueron juntos a
cenar. Fue una velada muy romántica y ambos se rieron mucho. Desde ese día, él empezó a ir
diariamente al mesón para ver a Antoña.
Al cabo de dos años, él se enteró de todo y retó al dueño a una batalla a muerte en la
cual si perdía, cedía todo sus bienes a el señor. Tomé ganó el duelo y acabó quedándose con
todos los bienes del señor.