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4 yy Seni aUSTaCe UT STe ster TTC 89 Reconsideracion moral de la arquitectura y la ciudad | 32 La residencia He dicho muchas veces —incluso en tono polémico— que la ciudad es el espa- cio publico y que, por lo tanto, ef disefio de la ciudad es, fundamentalmente, el disefio de ese espacio. Sin embargo, esa es una afirmacion demasiado simple y restrictiva, porque -ya lo hemos visto— el espacio publico viene definido for- mal y funcionaimente por la arquitectura que lo radea y le da significado, y, si hablamos de espacio colectivo -en un sentido mas amplio que el de espacio publico-, lo encontramos implicado en la misma arquitectura e incluso en los espacios privados. Hay muchas clases de arquitectura y muchos usos diver- 30s, y el de la vivienda es el que condiciona mas directamente la ciudad en el doble sentido formal y funcional. No es, por lo tanto, un exabrupto aftadir a “la ciudad es el espacio puiblico” otra afirmacién paralela: “la ciudad es el con- junto de sus establecimientos residenciales”, volviendo a enlazar con uno de los principios de las vanguardias -como he indicado en un capitulo anterior- y poniendo al dia la opinion de ViolletHle-Duc, citada a menudo por Aldo Rossi: “En el arte de la arquitectura la casa es ciertamente lo que caracteriza mejor las costumbres, los gustos y los usos de un pueblo; su orden, como su distribu: cidn, no se modifica si no es en un tiempo muy largo”; y, ademas de ser la mas permanente, la casa de pisos 0 aislada suele constituir, cuantitativamente, la gran masa de los edificios de la ciudad moderna. La mayor parte de los estudios del ultimo siglo sobre la vivienda se han cen- trado en consideraciones ensimismadas de caracter sacialogico, higiénico constructivo, econdmico, etc., y a menudo han hecho pasar a segundo plano la consideracién de su valor en la formacion y la significacion general de la ci dad, y, por tanto, de su espacio publico representativo. Las innovaciones mas radicales de los ultimos cien afios han ofrecido modelos auténomos respecto ala estructura urbana y, cuando han hecho referencia a ella, casi siempre han impuesto una disociacion entre la forma y la significaci6n del espacio publico y Ensanche Cerda, Barcelona la volumetria de la residencia. Sin los condicionantes de la forma urbana, los proyectos arquitectinicos podian resolver con mas libertad y autonomia los de- mas problemas internos, dando prioridad, por ejemplo, a la orientacion para el buen soleamiento sin depender de las calles y las plazas, a unos layouts con dimensiones no impuestas por el orden de las manzanas, a una serializacion constructiva sin interrupciones ni referencias concretas 0 a unos esquemas dis. tributivos desligados de los itinerarios urbanos. Es asi -con las sucesivas de- gradaciones~ como nacen los nuevos barrios residenciales antiurbanos, aisla dos, desligados de la continuidad de la ciudad, y negando, por lo tanto, las Cualidades de la urbanidad, pero ofreciendo un sistema rapido y barato para la comercializacion de las viviendas. Sin embargo, seria exagerado atribuir esos desastres solamente a la autonomia de la investigacién sobre las nuevas core diciones de la vivienda, tema al que, por otra parte, ya me he referido suma riamente en el capitulo 23 desde el punto de vista del espacio pubblico. Hay razones que provienen de la propia evolucién de los hechos urbanos. La gran masa residencial habia sido tradicionaimente la matriz organizado- ra de plazas y calles ~es decir, de la ciudad~ y la que establecia la continui- dad del espacio publico y el vinculo simbdlico y funcional entre los monumen: 162 tos, los servicios y las redes, tanto si se habia originado en las encrucijadas te rritoriales, en los margenes de los viejos itinerarios rurales ~ahora convertidos en calles-, como si era la consecuencia ya programada del proyecto previo de un nuevo espacio piiblico, de un nuevo asentamiento, o de su radical transfor. macién. No cuesta nada encontrar buenos ejemplos, desde los paisajes pin- torescos del Mediterraneo hasta las ciudades militares y los establecimientos ilustrados del siglo xv, y no podemos olvidar que la Roma de Domenico Fon- tana y, sobre todo, el Paris de George E. Haussmann y la Barcelona de lldefons Cerda son, en realidad, proyectos de alineamientos de residencias ~en rela- ci6n, a veces, con las implantaciones monumentales- cuando aquellas todavia no se habian independizado morfoldgica y tipologicamente de los itinerarios y las identidades urbanas. No obstante, y de modo evidente, el crecimiento y la transformacién de las ciudades -y de las areas residenciales correspondien- tes— es un fendmeno mucho mas complejo. Por una parte, los slums de las ciu- dades industriales establecieron una forma propia de degradacién que ha ge- nerado un tipo especial de periferias que todavia se mantienen y se crean. Por otra, las nuevas barriadas nacidas alrededor de una incitacion anterior identifi cable -punto geogratico, capilla, manufactura, residencia concreta, monumento, etc. pretenden incorporarse a una urbanidad a otra escala, pero aun afia- diéndoles los conjuntos dispersos de las ville de la aristocracia rural media no consiguen aproximarse a las caracteristicas urbanas hasta que se incorporan @ unos modelos de ciudad desurbanizada. A esos modelos se suman las ur- gencias incontroladas -o controladas solo por la gestién y la comercializacién faciles- de las épocas de las grandes inmigraciones y los crecimientos des- Hampstead Garden Suburb segin Rayriond Unwin y Bailie Scot, VR HA NILE CLASSEL n LESMILUES BEE MELE Le Corbusier. Esqueme de la Ville Redieuse en comparacidn con la estructura tradicional de ciudades ‘americanas y europeas. mesurados de las ciudades, primero las del mundo desarrollado y luego las del Tercer Mundo. Las formulas habituales corresponden a asentamientos de baja densidad que degeneran en chabolismo -de la autoconstruccién a la protec- cidn paternalista~ y a conjuntos de alta densidad que degeneran en poligo: nos-dormitorio. Hay que subrayar que la responsabilidad de esas dos formulas -las mas perniciosas por su artificialidad y por las hipocresias de unas urgen- cias deliberadamente mal atendidas- es basicamente politica. Quiero decir que son admitidas y organizadas por las administraciones, a diferencia de las ex- pansiones de los slums o de la integracién de las barriadas que responden a flujos mas naturales y autosuficientes. Quiza la adopcién -o la aceptacion— de esas dos formulas de suburbializacion es, en parte, consecuencia de una evo- lucion de dos propuestas que tuvieron buen predicamento en las teorias de nue. va ciudad de la segunda mitad del xx y la primera del xx. De ese modo, volve mos a relacionar ese escenario suburbializador con la ideologia -y las investigaciones sectoriales~ del movimiento moderno y sus antecedentes Efectivamente, se dice muy a menudo -tal vez con cierto reduccionismo que, no obstante, facilita la sintesis~ que los dos modelos mas radicales propues tos para otra ciudad moderna han sido sucesivamente la garden city y la ville ra dieuse -con tipologias como la casa unifamiliar, la casa pareada, el bloque la 164 minar, los redents, la torre en cruz, el rascacielos cartesiano, etc.-, sia cada uno de ellos le afiadimos distintas aproximaciones y muchas derivaciones y silo limitamos a los periodos fundacionales del movimiento maderno. Amibos acep- tan y apoyan la autonomia de la forma arquitecténica residencia! -consecuencia de la prioridad que adquiere el problema de la vivienda obrera-respecto a la for- ma de la ciudad, es decir, del espacio piblico. Son dos propuestas para recu- perar la ciudad europea neaconservadora, pero han derivado hacia formulas que ya no tienen nada que ver con sus principios ideolgicos y metodologicos: han derivado, respectivamente, hacia los conjuntos informalizados y despersonalt- zados de las llamadas urbanizaciones de baja densidad y hacia los “poligonos” de bloques-cuartel de alta densidad. Tanto las “urbanizaciones’ como los “poli- gonos” se han convertido en dos cénceres del crecimiento urbano y se han in- fitrado incluso en las viejas areas urbanas consolidadas con las formulas més enfermizas: el chabolismo horizontal y el vertical, dos agregaciones que se con- traponen a la ciudad, a la manera eficaz de vivir en la ciudad Ello no significa que no sea posible introducir esas tipologias arquitecténi- cas -alta 0 baja densidad en un tejido urbano consistente, sin perder los atri- butos impuestos por las vanguardias. La primera posguerra europea dio ejem- plos excelentes de ello en las dos lineas. Los hoffen austriacos eran una variante del bloque lineal adaptado a la tradicién de la manzana, simplemente adecuando la periferia del conjunto de bloques a la continuidad de la calle la “calle-corre- dor"- y organizando el vacio central como un espacio piiblico controlado por los usuarios del entorno. Resulta un modelo tan itil y tan adaptable que, post blemente, es el mas recurrente en los proyectos de los ultimos afios, cuando algunas ciudades europeas se han desengafiado de la discontinuidad y la dis- persion. En realidad, es la forma que en algin momento habria podido adoptar el Eixample de Barcelona: manzanas cerradas 0 semiabiertas con un gran pa- tio interior, de manera que la calle mantuviera la densidad de usos y la ima- gen de la compacidad, pero la baja densidad permitiera un alto porcentaje de jardines y otros servicios. Algunos barrios de Amsterdam reinterpretaron esa formula utilizando volu- metrias menos imponentes. En cierto modo, el famoso barrio Sur —segun la or- denacion de Hendrick P. Berlage, con arquitectura de todos los maestros del Wendingen- es una sucesidn de hoffen a una escala mas fraccionada y, por lo tanto, mas adaptable a tioologias menos colectivas. Lo mismo podemos de- cir del nucleo de Eigen Haard, una obra emocionante de Michel de Klerk. En el caso de Betondorp, ciertamente posterior pero hijo de ideas urbanisticas similares, se afiaden flexibilidad y alteraciones en la continuidad de las calles y la arquitectura adquiere un poco mas de autoforma ~aceptando referencias aa Re ae f i iii il alos dogmas de! movimiento moderno-, evitando las divisiones intermedias y ordenando el espacio en una sucesién de unidades que no abandonan, sin em- bargo, la definicion del espacio pliblico. Esa formula fue utilizada con frecuen- cia por el urbanismo fascista, como ocurre en el caso del interesantisimo barrio. La Garbatella de Roma, en el cual quedd bien claro que una residencia obrera proxima al centro, con identidades colectivas bien formalizadas, es un esce- nario adecuado para la politica -y, en este caso, para la revolucion antifascista, como quedé demostrado en los sucesivos combates y tumultos-, mucho mas que los barrios aislados en la periferia y sin identidad formalizada. El caso mas extremo en el intento de utilizar bloques sin perder la forma de las calles y las plazas debe ser la Stalin-Allee de Berlin Este ahora Karl Marx-Allee, para ser politicamente mas correcta-, que consiguid, no sabemos si de ida o vuel ta, una primera muestra de nueva urbanidad mientras en el Berlin Oeste insistian en la individualidad arquitectonica del Hansa Viertel, marcado de progresisno ame- ricanizante pero desurbanizado, bajo la bandera de una aparente democracia que queria lucirse contra el comunismo del Este. Han tenido que pasar bastantes afios hasta que la IBA de los ochenta se propusiera la reconquista de la urbanidad Los siedlungen alemanes parten, en cambio, del modelo mas expresivo y con cargas sociales mas especializadas que, como testimonio hist6rico, atribui- Mos sin demasiada exigencia cientifica a la garden city 0, por lo menos, alos intentos burgueses -a la vez comerciales y “caritativos"~ de resolver el pro- blema de la vivienda obrera sin poner en crisis las disfunciones urbanas y las dicotomias sociales que se derivaban de ellas. En la primera proclama de Le Phalanstére, los fourieristas, avanzados en esa tendencia, ya decian que las so- luciones que proponian habian de constituir el nlicleo de la nueva sociedad, “em- pezando por los proletarios, por los que tienen necesidades, sin exigir alos ricos ningun sacrificio y prometiéndoles un beneficio”. Hay que distinguir, ademas, dos tipos de siedlungen: los que fueron promovidos por la politica socialde- mocrata desde la propia administracion y los que ya adoptaron el tono de unas exposiciones de arquitectura en las que cada maestro hacia su propio nume- rito, siempre mas preocupado por la tipologia -y la ética y la estética conse- cuentes— que por el experimento de una ciudad nueva. Abreviando mucho, podriamos decir que esa es la diferencia, por ejemplo, entre el Hufeisen Sied- lung de Berlin-Britz y el Weissenhof de Stuttgart. Podriamos seguir poniendo ejemplos de esas formulas intermedias que acep- tan los canones de las vanguardias socialistas pero se adaptan criticamente a unas formas de vida ~y unas formas urbanas- reconocidas y consolidadas. Existe cierta linea identificable. A partir de la Segunda Guerra Mundial, los ejem- plos no son muchos, pero todos ellos resultan interesantes: la reconversion de algunas implantaciones fascistas como la EUR de Roma, convertida en un ni cleo plurifuncional; los barrios italianos capitalinos y, sobre todo, provinciales, en la linea del realismo; la reconstruccién de Le Havre de August Perret-‘cul- turalmente, la Ultima ciudad ochocentista’, decia Giorgio Piccinato, pero tam- bién ‘Ia que ha abierto las discusiones sobre la ciudad contemporanea"- la interesante aventura de la IBA de Berlin; las recientes edificaciones aglomera- das en el puerto de Amsterdam con referencias directas a la morfologia de la ciudad vieja; algunas reformas recientes en el centro histérico de Barcelona y en algunas de las construcciones olimpicas. Quizas haya que hacer también re- ferencia a aquellos arquitectos que, pasando 2 menudo por los peligros del pos- modernismo, han conseguido refrescar las condiciones urbanas tradicionales con tipologias nuevas. Citaré a Ricard Bofill porque me parece el més signifi cativo: en los afios sesenta y setenta, desarrollé la teoria de “la ciudad en el espacio”, en la que la compacidad tridimensional afadia nuevos valores a la convivencia y resolvia muchos problemas de escala. Los hermanos Leon y Robert Krier no se han desprendido del posmodernismo, pero han ensayado esquemas urbanos interesantes. Sin embargo, aparte de esos y otros ejemplos, hoy en dia la mayoria de las “urbanizaciones” y “poligonos”, ademas de ser morfolégicamente antiur- banos, acentiian un problema social, consecuencia de la propia tipologia y del emplazamiento: son zonas aisladas, monofuncionales, sin valor de centralidad, sin integracién en las identidades urbanas ni en los servicios colectivos; es decir, pueden convertirse -y a menudo lo hacen- en guetos que marcan graves pa- rentesis sociales. Eso solo puede evitarse devolviéndolos a la configuracién -a la mezcla y los conflictos- de fa ciudad, pero aun asi no basta para alcanzar el debido nivel de urbanidad, porque también hay que evitar las segregaciones enlos barrios integrados. Una decision politica fundamental deberia ser no aislar ‘con excusas burocraticas la vivienda publica o subvencionada de la que se des- tina al mercado libre. Todo viene a coincidir: cuando las administraciones han de promocionar residencia popular econémica, solo se les ocurre hacerlo en las periferias mas inadecuadas, con una morfologia antiurbana. Pese a las justi- ficaciones econémicas y de gestion, parece que quieren reforzar la segrega- clon de los mas segregados. Si queremos que los ciudadanos vivan realmente en la ciudad y que la ciudad sea ciudad, es preciso llevar a cabo una politica de mezcla: obligar 2 cada nuevo edificio residencial a la superposicién de esta- mentos econdmicos diferentes, con los diversos sistemas de proteccién social, en lugar de distinguir edificio por edificio 0 barrio por barrio Finalmente, una observacion importante que resume un poco todos esos pro- blemas: gnos damos cuenta de que casi ningin arquitecto famoso -arquitectos 168 del Hollywood star system, como dice Sandy Wilson- se dedica a pro viviendas? :Hay algiin premio Mies van der Rohe o Pritzker que haya conside- ido proyectos residenciales en las ciudades desarrolladlas o en los ambitos del Tercer Mundo en que esos problemas han de ser ? Ello sig nifica muchas cosas: que la cumbre ilustrada de la cultura arquitectonica lo con- a un problema poco importante, que los arquitectos solo quieren lucirs en obras que permitan el exabrupto publicitario, que hay un consenso interna val que tiende a despreciar las necesidades reales y perent iedad, que los promotores y las administraciones resp a los pobres y los marginados no le idad r tamos oprimir todavia ma Cuarto en los paises desa: rrollados— para mantener lo: samos las revist: c afios sesenta, veremos que a; hoy, el protagonismo e: alidade yectar las a de | erotis

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