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TERTULIA POESÍA

CARLOS MARZAL

El pozo salvaje

Por más que aburras esa melodía


monótona y brumosa de la vida diaria,
y que te amansa;
por más lobo sin dientes que te creas;
por más sabiduría y experiencia y paz de espíritu;
por más orden con que hayas decorado las paredes,
por más edad que la edad te haya dado,
por muchas otras vidas que los libros te alcancen,
y añade lo que quieras a esta lista,
hay un pozo salvaje al fondo de ti mismo,
un lugar que es tan tuyo como tu propia muerte.
Es de piedra y de noche, y de fuego y de lágrimas.
En sus aguas dudosas
reposa desde siempre lo que no está dormido,
un remoto lugar donde se fraguan
las abominaciones y los sueños,
la traición y los crímenes.
Es el pozo de lo que eres capaz
y en él duermen reptiles, y un fulgor
y una profunda espera.
En tu rostro también, y tú eres ese pozo.

Ya sé que lo sabías. Por lo tanto,


Acepta, brinda y bebe.

De "Los países nocturnos" 1996

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Cojones duros

No bastan las veleidades, las furias y los sueños;


se necesita algo más: cojones duros.
C.P.
El extraño artilugio de un poema
es una imperturbable realidad
que soporta flemática, sin daño,
cualquier definición.

Es una joya
que resplandece en sus palabras justas,
las ágatas pulidas de una lengua.
Un silogismo para concebir
el hecho inconcebible de estar vivo.
Un camarada fiel que cobijamos
y en la noche del alma nos cobija,
Una semicorchea en el concierto
que interpretan los astros infinitos.

Y es una forma rara de aventura


que nos conduce hasta un país insólito:
esa estepa glacial de la emoción.

Para viajar allí, donde el poema,


un escritor requiere algunos víveres:
cierto devoto amor por los difuntos,
cierto olfato verbal, cierto talento,
cierta ebanistería del oficio,
cierto dios sabe qué de inexplicable.

Y en especial tener cojones duros,


para no sentir miedo de perderse,
para el delirio de apostar con fe,
para adentrase solo en tierra extraña,
para el forzoso puerto del fracaso.

Una fuerza moral.


Consiste en eso:
una fuerza moral contra el destino.

De "Metales pesados" 2001

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Los países nocturnos

Hay una geografía de la mente.


Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.

No es una nueva dimensión del mundo.


El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.

Estas desordenadas palabras en la niebla


no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.

Explorador sin suerte,


viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.

Hay una geografía de la mente.


Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.

Adivina quién fue invitado a los salones,


adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco.

De "Los países nocturnos" 1996

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BEGOÑA ABAD

A los cincuenta me nacieron alas.


Dejaron de pesarme los senos
y los pensamientos que cargaba desde niña.
A las alas les enseñé a volar
desde mi mente que había volado siempre,
y comprobé desde el aire
que mientras yo anduve dormida tantos años
alguien trabajaba afanosamente
recogiendo plumas para hacer esas alas.
Tuve suerte de que cuando estuvieron hechas
me encontraron despierta en el reparto.

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EL ACEITE

En lugar de decirme te quiero


mi padre me regalaba aceite
y mi madre me cosía la ropa.
Les domaron de niños de esta manera
y aún peor…
Nacer en aquel tiempo oscuro
en el que, a falta de pan,
se comían las palabras mejores
y olvidaban su significado.
Me ha llevado toda la vida
aprender su idioma,
pero me han quedado secuelas:
nunca coso por si acaso
y cuando miro el aceite
las manos me llevan a tu encuentro
y escribo poemas.
Para aprender a amar
hay que nacer muchas veces.

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Mi abuelo no salió de su pueblo.


El pueblo tenía cuatro casas,
cuatro calles, cuatro caminos,
cuatro vecinos, cuatro perros.
No había en él ni obispos, ni ministros,
ni putas, ni altos cargos,
no había empresas, ni banca, ni iglesia había.
En realidad no salió nunca de su molino.
Ya es casualidad que por aquel lugar,
remoto y olvidado,
acertara a pasar la vida.
Mi abuelo hablaba poco, pero sabía mucho,
todo lo aprendió mirando la muela
que, implacable, con el mismo eterno movimiento,
machacaba siempre el grano, hasta hacerlo polvo.

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Lejos de la excelencia y de la moda,


de los cánones aburridos y tristes,
escribo en sus márgenes
desvergonzadas verdades que recojo
en los bazares del pueblo,
en los lugares donde la gente se desnuda
borracha de injusticia y de asco
hasta dejarse las vergüenzas al aire.
Porque escribir me salva.

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Yo fui una niña mujer


y ahora soy una mujer niña.
Cuando debía jugar a las muñecas
ya sostenía niños de verdad en brazos
y me perdí el asombro de descubrir
que la vida es un infinito modo de caminar.
Ahora que debería sentir los brazos
cansados,
como me nacieron alas,
ando volando por encima del mundo que
me fue negado
y desde el aire puedo ver los atajos
que, ahora sé, llevan al mismo lugar.

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MÍRIAM REYES

SI el lugar es la parte del espacio


que un cuerpo ocupa
cuando digo eres mi lugar
¿significa que tú eres espacio
y yo un cuerpo que lo ocupa?
¿o que utilizo el lenguaje para
modificar la realidad?
¿o bien que con palabras pretendo
ordenar el mundo?
¿cambia algo en ti cuando me oyes
decir eres mi lugar?
¿y en mí?
de pronto me encuentro
¿o estoy perdida?

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La belleza es un mal. Algo que se te clava


como un gancho de carnicero.
Por su belleza soy un costillar colgado para la venta.
Roja es mi carne cuando lo miro vean
cómo me abro de garganta a sexo.
Podría pasar horas goteando
contemplando
la forma de su espalda en el colchón

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EDUARDO GALEANO

Un mar de fueguitos.

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
Y a la vuelta, contó.
Dijo que había contemplado, desde allá arriba,
la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
- El mundo es eso - reveló -.
Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales.


Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento,
y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman;
pero otros, otros arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca, se enciende.
El libro de los abrazos

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ANTONIO MACHADO

Caminante, no hay camino

Caminante, son tus huellas


el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

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Las moscas

Vosotras, las familiares,


inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces


como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío


en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

—que todo es volar—, sonoras


rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,


que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,


sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

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GLORIA FUERTES

Hago versos señores!

Hago versos señores, hago versos,


pero no me gusta que me llamen poetisa,
me gusta el vino como a los albañiles
y tengo una asistenta que habla sola.
Este mundo resulta divertido,
pasan cosas señores que no expongo,
se dan casos, aunque nunca se dan casas
a los pobres que no pueden dar traspaso.
Sigue habiendo solteras con su perro,
sigue habiendo casados con querida
a los déspotas duros nadie les dice nada,
y leemos que hay muertos y pasamos la hoja,
y nos pisan el cuello y nadie se levanta,
y nos odia la gente y decimos: ¡la vida!
Esto pasa señores y yo debo decirlo.

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Dos mariposas de alas rosas

Las mariposas preciosas


sólo viven unas horas

Dos mariposas
de alas rosas
estaban regañando

-Eres una polilla arrugada


-y tú eres un gusano con alas
-Ojalá te cace un niño y te clave un alfiler, mariposa horrorosa.
-Y a ti que te caiga la lluvia de costado y te quedes como papel mojado

¿Por qué discutís muchachas- dijo una rama llena de sabiduría- si vais a vivir tan sólo un
día?

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La abubilla y la avutarda

La abubilla y la avutarda,
dos aves de carne blanda,
se citan en una orilla.

-¡Cuánto tarda la avutarda!


-dice la abubilla.

-¿Se habrá perdido


en la estepa zamorana?
¿Se habrá comido una rana?
Aquí no hay vegetación,
ni matorrales,
ni hierba,
se ve bien a cuatro leguas
y no la veo por el aire,
no la veo por aquí.

-¡Cuánto tarda la avutarda!


-¿La habrá cogido un labriego?

- No espero más . ¡Hasta luego!

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MIGUEL HERNÁNDEZ

Elegía a Ramón Sijé

Yo quiero ser llorando el hortelano


de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas


y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.


Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,


un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,


lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,


y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,


temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,


no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta


de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,


quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte


y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:


por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.


Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,


y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,


llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas


del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido


más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,


a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo


de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza


a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente


la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,


y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja


masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,


y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es


más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde


en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento


como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,


y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo


menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

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LUCÍA SÁNCHEZ

Voy a verte

Tú, y esa maldita manera de hacerme feliz.


Tú, llenándolo todo de luz hasta cuando no sé sonreír.
Tú, cambiando mi mundo y llenando cada vacío que hay en mí.
Por qué tú, consigues hacerme reír cada día que estoy junto a ti.

Tú, que me regalas los mejores días de mi vida.


Tú, que me abrazas y cuidas si me siento perdida.
Eres tú, por quien lucho en mi día a día.
Solo tú, puedes darme en las malas toda esa alegría.

Tú, con quién daría la vuelta al mundo una y mil veces


Tú, que estuviste en las malas cuando nunca estuvo más gente
Tú, por quién no olvidaría todos los recuerdos que hay en mi mente
Eres tú, quien hace que siempre haya más primeras veces

Tú, que le pintas el sol a los días que llueve.


Tú, que me apoyas, me abrazas y dices que me quieres.
Tú, con el que pasaría mis atardeceres
Y que siempre seas tú, el que tenga a mi lado cuando me despierte.
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Me atormenta

Lo siento si no soy como debería


Me atormenta sentir de más
Me han hecho daño tantas veces
Que me atormenta volverlo a intentar

Lo siento si lloro sin motivo


Me atormenta perderte
Incluso después de haber pasado por tanto
Me atormenta que dejes de estar

Lo siento por derrumbarme delante de ellos


Me atormenta estar sola
Que con toda la gente que tu tienes
A mi me atormenta que en mi vida no están

Lo siento mucho por el miedo a volar


Me atormentan los recuerdos
De gente que debía quererme
Me atormenta que me repitan que yo no puedo soñar

Lo siento por equivocarme siempre


Me atormentan las primeras veces
Si después de repetir algo tanto tiempo
Me atormenta volver a fallar

Lo siento por no dar nunca del todo


Me atormenta volver a quedarme vacía
Porque yo dí todo por la gente que quería
Me atormenta que por eso se vuelvan a alejar

Lo siento por dejar de ser yo misma


Me atormenta que la gente se vaya
Que yo lo siento todo tanto
Que me atormenta que ellos no lo sientan igual

Lo siento,
Lo siento por todo.

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