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Estas palabras inspiradas por Dios no 

dejan lugar a dudas: Jehová quiere que seas feliz. Pero


no solo durante tu juventud, sino también cuando seas adulto. Ahora bien, muchos jóvenes
cometen errores tan graves que pasan el resto de su vida pagando por ellos. Hasta el fiel Job se
lamentó por “las consecuencias de los errores de [su] juventud” (Job 13:26). Lo cierto es que
durante tu adolescencia y los primeros años de tu vida adulta tendrás que tomar decisiones muy
importantes. Y si no eres sensato, podrías acabar con profundas heridas emocionales y con
problemas de los que tal vez no puedas librarte nunca (Ecl. 11:10).
2
¿Qué te ayudará a actuar con sensatez? Fíjate en lo que escribió Pablo a los corintios: “No se
hagan niñitos en facultades de entendimiento; más bien, [...] lleguen a estar plenamente
desarrollados en facultades de entendimiento” (1 Cor. 14:20). Así es, si sigues este consejo y
aprendes a pensar y razonar como un adulto, te librarás de cometer errores graves.
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Ahora bien, ten presente que alcanzar la madurez requiere esfuerzo. Pablo le dijo a Timoteo:
“Que nadie jamás menosprecie tu juventud. Por lo contrario, hazte ejemplo para los fieles en el
hablar, en conducta, en amor, en fe, en castidad [...], continúa aplicándote a la lectura pública, a la
exhortación, a la enseñanza. [...] Reflexiona sobre estas cosas; hállate intensamente ocupado en
ellas, para que tu adelantamiento sea manifiesto a todos” (1 Tim. 4:12-15). Como ves, se espera
que los jóvenes cristianos progresen, y que los demás lo noten
Conservo la alegría pese a las desgracias
Aunque he sufrido tantas desgracias en la vida, he aprendido a verlas como oportunidades de
demostrarle a Dios mi fe y lealtad (Santiago 1:13). Algo que me ha permitido tener un punto de
vista equilibrado es recordarme a mí mismo que “el suceso imprevisto” puede sobrevenirle a
cualquiera (Eclesiastés 9:11). También sé que vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”,
pues la gente es cruel y violenta y, además, carece de autodominio (2 Timoteo 3:1-5). Pensar en el
ejemplo de Job me anima mucho. Pese a todo lo que sufrió —la muerte de sus hijos, una grave
enfermedad y la pérdida de su medio de vida—, Job dijo convencido: “Continúe siendo bendito el
nombre de Jehová”. Y Dios lo recompensó por su lealtad (Job 1:13-22; 42:12-15). Así, gracias al
consuelo de la Biblia, he logrado conservar la alegría a pesar de las tragedias que me ha tocado
vivir.
¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su conducta excelente
sus obras con una apacibilidad que pertenece a la sabiduría.” (SANT. 3:13.)

SI SE le pidiera que mencionara a alguien muy sabio, ¿quién le vendría a la mente? ¿Su


padre? ¿Su madre? ¿Una persona de edad avanzada? ¿Un profesor universitario? En el concepto
que uno tenga de la sabiduría pueden influir factores como la crianza y las circunstancias.
Sin embargo, lo que más nos importa a los siervos de Jehová es lo que él piensa al respecto.
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No todo aquel a quien el mundo considera sabio lo es realmente a los ojos de Dios. Por
ejemplo, Job habló con unos hombres que creían tener esa cualidad y llegó a la siguiente
conclusión: “[Yo] no hallo a ningún sabio entre ustedes” (Job 17:10). El apóstol Pablo, por su parte,
escribió sobre algunos hombres que rechazaban el conocimiento de Dios: “Aunque afirmaban que
eran sabios, se hicieron necios” (Rom. 1:22). Y el propio Jehová dijo mediante el profeta Isaías:
“¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos [...]!” (Isa. 5:21).
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Como vemos, es necesario averiguar lo que se requiere para ser verdaderamente sabios y,
como resultado, recibir el favor divino. Proverbios 9:10 señala: “El temor de Jehová es el comienzo
de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es lo que el entendimiento es”. La persona sabia
debe tener un temor sano de Dios y respetar sus leyes. Y esto implica más que simplemente
reconocer que Dios existe y que ha establecido normas. El discípulo Santiago nos hace reflexionar
en este asunto (léase Santiago 3:13). Fijémonos en la expresión: “Que muestre por su conducta
excelente sus obras”. Así es, la verdadera sabiduría debe reflejarse en todo lo que hacemos y
decimos.
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Para ser sabios de verdad, hemos de tener buen juicio y utilizar el conocimiento y la facultad
del entendimiento de la mejor manera. ¿Cómo demostramos con nuestras obras que poseemos tal
sabiduría? Santiago enumera una serie de características que manifiestan quienes son sabios.
¿Cómo nos ayuda lo que él dijo a tener buenas relaciones con nuestros hermanos y con otras
personas la persona sabia se esfuerza por comportarse de acuerdo con las normas y principios
divinos.

Fuertes a pesar de las debilidades

QUIZÁS usted tenga debilidades que lo abruman, que se aferran a su personalidad, y crea que
nunca podrá superarlas. Tal vez se compare con otras personas y sienta que es indigno, que
no vale tanto como ellas. O puede que padezca una enfermedad que lo debilite y le quite las
fuerzas y las ganas de vivir. Sea cual sea el problema, le parece que no hay solución. Es posible
que sus sentimientos sean parecidos a los de Job, quien le pidió a Dios: “¡Oh que en el Seol me
ocultaras, que me mantuvieras secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un
límite de tiempo y te acordaras de mí!” (Job 14:13).
¿Cómo puede uno librarse de ese abatimiento? Aunque resulte muy difícil, es necesario apartar
por un momento los problemas de la mente y analizar, por ejemplo, las acertadas preguntas que
Jehová le hizo a su fiel siervo Job: “¿Dónde te hallabas tú cuando yo fundé la tierra? Infórmame, si
de veras conoces el entendimiento. ¿Quién fijó sus medidas, si acaso lo sabes, o quién extendió
sobre ella el cordel de medir?” (Job 38:4, 5). Meditar en lo que implican dichas preguntas
seguramente nos impulsará a reconocer que la sabiduría y el poder de Jehová son superiores y
que él tiene buenas razones para permitir la situación en la que se halla el mundo hoy día.
PEREZCA EL DÍA EN QUE NACÍ’
(Job 1:1–3:26)
Cierto día, Satanás cuestiona la fidelidad de Job. Jehová acepta el reto y permite que Satanás
aflija a su siervo con una calamidad tras otra, pero Job se niega a ‘maldecir a Dios’ (Job 2:9).
Tres compañeros de Job llegan para “condolerse de él” (Job 2:11). Se sientan a su lado sin
pronunciar palabra hasta que él rompe el silencio y dice: “Perezca el día en que llegué a nacer”
(Job 3:3). Job desea ser como los “niños que no han visto la luz”, es decir, que han nacido muertos
(Job 3:11, 16).
Respuestas a preguntas bíblicas:
1:4. ¿Celebraban los cumpleaños los hijos de Job? No, no lo hacían. En el idioma original,
los términos empleados para “día” y “cumpleaños” son diferentes (Génesis 40:20). En Job 1:4, la
palabra “día” designa el tiempo comprendido entre la salida y la puesta del Sol. Parece ser que los
siete hijos varones de Job organizaban todos los años una reunión familiar de siete días, formando
un ciclo. Cada hijo era el anfitrión del banquete que se ofrecía en su casa “en su propio día”.
1:6; 2:1. ¿A quiénes se les permitía presentarse ante Jehová? Entre aquellos que tomaban
su puesto delante de Jehová se contaban su Hijo unigénito (la Palabra), los ángeles fieles y los
hijos angélicos de Dios que habían sido desobedientes, incluido Satanás (Juan 1:1, 18). Estos
últimos no fueron expulsados del cielo sino hasta poco después del establecimiento del Reino de
Dios, en 1914 (Revelación [Apocalipsis] 12:1-12). Al permitirles estar en su presencia, Jehová
expuso delante de todas las criaturas espirituales el desafío y las cuestiones que planteó Satanás.
1:7; 2:2. ¿Habló Jehová a Satanás directamente? La Biblia no da muchos detalles sobre
cómo se comunica Jehová con las criaturas espirituales. No obstante, el profeta Micaya tuvo una
visión en la que un ángel conversaba directamente con Jehová (1 Reyes 22:14, 19-23). Por lo
tanto, parece que Jehová habló con Satanás sin un intermediario.
1:21. ¿En qué sentido podía Job regresar al ‘vientre de su madre’? Puesto que Jehová
formó al hombre “del polvo del suelo”, el término “madre” se usa aquí en sentido figurado para
referirse a la tierra (Génesis 2:7).
2:9. ¿En qué estado de ánimo se encontraba posiblemente la esposa de Job cuando le
dijo a este que maldijera a Dios y muriera? Ella había sufrido las mismas pérdidas que él. Le
debe haber dolido muchísimo ver a su esposo —que en un tiempo había sido una persona
vigorosa— abatido por una repugnante enfermedad. Además, había perdido a sus queridos hijos.
Todo esto debió dejarla tan consternada que no percibió lo realmente importante: la relación de
ellos con Dios.
Lecciones para nosotros:
1:8-11; 2:3-5. Como muestra el caso de Job, para ser íntegros a los ojos de Jehová no basta
con acciones y palabras adecuadas; también hay que servirle con el motivo correcto.
1:21, 22. Si somos fieles a Jehová en circunstancias tanto favorables como desfavorables,
probaremos que Satanás es un mentiroso (Proverbios 27:11).
2:9, 10. Al igual que Job, hemos de permanecer firmes en la fe, incluso si nuestros familiares
no aprecian nuestras actividades espirituales o nos presionan para que transijamos en asuntos
relacionados con la fe cristiana o para que renunciemos a ella.
2:13. Los compañeros de Job no tenían nada animador que decir acerca de Dios y sus
promesas porque carecían de visión espiritual.
“NO QUITARÉ DE MÍ MI INTEGRIDAD”
(Job 4:1–31:40)
En esencia, lo que los tres compañeros de Job enfatizan en sus discursos es que este tuvo que
haber hecho algo muy malo para merecer un castigo tan severo de parte de Dios. Elifaz habla
primero, seguido por Bildad, quien emplea un lenguaje más hiriente, y por Zofar, que lo trata con
mayor desprecio aún.
Job rechaza el razonamiento falso de sus visitantes. Incapaz de comprender por qué Dios ha
permitido su sufrimiento, se preocupa en demasía por defender su inocencia. Sin embargo, Job
ama a Jehová, por lo que exclama: “¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!” (Job 27:5).
Respuestas a preguntas bíblicas:
7:1; 14:14. ¿A qué se refiere la expresión “trabajo obligatorio”? La angustia de Job era tan
dolorosa que para él la vida era como un trabajo obligatorio, arduo y agotador (Job 10:17, nota).
Y puesto que el tiempo que el ser humano pasa en el Seol —desde que muere hasta que resucita
— es un período forzoso, Job lo asemejó a un trabajo obligatorio.
7:9, 10; 10:21; 16:22. ¿Dan a entender estas afirmaciones que Job no creía en la
resurrección? Estos comentarios hacen referencia al futuro inmediato de Job. ¿Qué significan
entonces? Tal vez él quiso decir que si moría, sus contemporáneos no lo verían más. Desde el
punto de vista de ellos, él no regresaría a su casa ni se le volvería a reconocer hasta que Dios así
lo dispusiera. O quizás Job dio a entender que nadie puede regresar del Seol por sí mismo. Job
14:13-15 deja claro que Job sí creía en una resurrección futura.
10:10. ¿Cómo procedió Jehová a ‘vaciar a Job como leche y a cuajarlo como queso’?
Esta es una descripción poética de cómo fue formado en el vientre materno.
19:20. ¿Qué quiso decir Job con la expresión: “Escapo con la piel de mis dientes”?
Cuando Job dijo que escapaba con la piel de algo que por lo visto carece de ella, quizás dio a
entender que había escapado prácticamente sin nada.
Lecciones para nosotros:
4:7, 8; 8:5, 6; 11:13-15. No debemos apresurarnos a concluir que la persona que sufre está
cosechando lo que ha sembrado y carece de la aprobación divina.
4:18, 19; 22:2, 3. Nuestros consejos han de estar basados en la Palabra de Dios, no en
opiniones personales (2 Timoteo 3:16).
10:1. Job, cegado por la amargura, fue incapaz de pensar en otras posibles razones para su
sufrimiento. Nosotros no debemos amargarnos cuando estemos sufriendo, sobre todo porque
poseemos un claro entendimiento de las cuestiones implicadas.
14:7, 13-15; 19:25; 33:24. La esperanza de la resurrección puede sustentarnos al afrontar
cualquier prueba que Satanás lance contra nosotros.
16:5; 19:2. Nuestras palabras tienen que animar y fortalecer a los demás en vez de irritarlos
(Proverbios 18:21).
22:5-7. El consejo basado en acusaciones carentes de fundamento es inútil y dañino.
27:2; 30:20, 21. Para ser íntegro no hay que ser perfecto. Por ejemplo, Job cometió un error al
culpar a Dios.
27:5. Job era el único que podía quebrantar su propia integridad, pues el que una persona sea
íntegra depende del amor que le tenga a Dios. Por tal razón, es preciso cultivar un profundo amor a
Jehová.
28:1-28. El hombre sabe dónde encontrar tesoros en la Tierra. En su búsqueda, el ingenio lo
lleva a galerías subterráneas donde no llega la visión de ninguna ave de rapiña. Sin embargo, la
sabiduría divina procede del temor a Jehová.
29:12-15. Debemos manifestar bondad amorosa de buena gana para con los necesitados.
31:1, 9-28. Job nos puso un buen ejemplo al evitar el flirteo, el adulterio, el trato injusto y
despiadado a su semejante, el materialismo y la idolatría.

EL PROBLEMA DE DECIDIR
Realmente, nadie puede suministrarte una lista que inmediatamente identifique qué música es
buena y cuál es mala. La razón es que entre todas las clases de música mencionadas no hay
ninguna que pueda ser marcada como “toda buena” o “toda mala.” Tienes que usar tu mente y
corazón para discernir su valor individual, guiado por principios como los que ya se han
considerado. Y tu selección indica a otros algo acerca de la clase de persona que eres.
“¿Acaso el oído mismo no prueba las palabras como el paladar gusta el alimento?” preguntó
Job hace mucho tiempo. (Job 12:11) Así, también, tu oído puede probar la música. Aun sin la letra,
a menudo puedes identificar qué clase de disposición de ánimo o espíritu está diseñada a producir
una pieza, qué clase de conducta estimula. Ese fue el caso con la música que Moisés oyó al
descender del monte Sinaí y acercarse al campamento de los israelitas. Como le dijo a Josué:
“No es sonido del cantar por poderosa hazaña [un canto de victoria], y no es sonido del cantar de
derrota [una canción fúnebre]; es sonido de otro cantar el que estoy oyendo.” El cantar realmente
reflejaba actividad inmoral desenfrenada e idolátrica.—Éxo. 32:15-19, 25.
Considere ejemplos más recientes. La música clásica, por ejemplo, por lo general tiene un
sonido dignificado, a veces majestuoso. Pero aunque gran parte de ella tenga un efecto algo noble
en los pensamientos de uno, otra parte de ella trata del lado sórdido o egoísta de la vida y hasta lo
glorifica. Vale la pena recordar que muchos compositores clásicos de fama llevaron vidas
inmorales, hasta disolutas. Y aunque por lo general escribieron para un auditorio que se supone
apreciaba las ‘cosas más bellas de la vida,’ es casi inevitable que algo de su punto de vista torcido
y emociones torcidas se filtrara en su música, con palabras o sin ellas. Por eso, sí queremos
guardar la salud de nuestra mente y corazón, aun la llamada música “seria” no puede tomarse muy
en serio o aceptarse indiscutiblemente
El paladar. El paladar es el cielo de la boca, y separa la cavidad bucal de las fosas nasales. La
parte posterior, llamada velo del paladar, separa la boca de la faringe. Hay veces que en las
Escrituras se usa el término “paladar” como sinónimo de “boca”. (Pr 8:7; Os 8:1, nota.)
Tanto Job como Elihú emplearon el término en sentido comparativo cuando asemejaron la
facultad del gusto que tiene el paladar con la capacidad de juicio del hombre para distinguir lo que
es recto y sabio. (Job 12:11; 34:3.) Decir que el paladar contribuye a detectar los sabores no es
erróneo, como a veces se ha afirmado. Este hecho puede apreciarse al examinar el cometido del
paladar en la deglución: la lengua presiona el alimento contra el paladar, lo extiende y dirige hacia
la faringe, conducto de forma cónica que conecta con el esófago y con las fosas nasales. De esta
manera se permite una mejor difusión del aroma del alimento en las fosas nasales, lo que
contribuye de forma notable al sentido del gusto.
Jehová responde a Job
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¡Qué asombrado debió quedarse Job cuando Jehová le habló desde la tempestad de viento!
Dios formó esta tempestad, que no fue como el gran viento que Satanás usó para derrumbar la
casa y matar a los hijos de Job. Este se quedó estupefacto cuando Dios le preguntó: “¿Dónde te
hallabas tú cuando yo fundé la tierra? [...] [¿]quién colocó su piedra angular, cuando las estrellas de
la mañana gozosamente clamaron a una, y todos los hijos de Dios empezaron a gritar en
aplauso?”. (Job 38:4, 6, 7.) Jehová le planteó a Job una serie de preguntas en cuanto al mar, las
nubes con que lo viste, el alba, las puertas de la muerte, la luz y la oscuridad, y las constelaciones.
Job no pudo contestar cuando se le preguntó: “¿Has llegado a conocer los estatutos de los
cielos[?]”. (Job 38:33.)
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Otras preguntas indicaron que antes de que el hombre fuera creado y recibiera el dominio
sobre los peces, las aves, las bestias y las criaturas que se arrastran, Dios cuidaba de ellas sin la
ayuda o el consejo del hombre. Las demás preguntas de Jehová tuvieron que ver con criaturas
como el toro salvaje, el avestruz y el caballo. A Job se le preguntó: “[¿]es por orden tuya que un
águila vuela hacia arriba, y que construye su nido en lo alto?”. (Job 39:27.) ¡De ninguna manera!
Imagínese la reacción de Job cuando Dios le preguntó: “¿Debiera contender de manera alguna un
señalador de faltas con el Todopoderoso?”. Con razón Job dijo: “¡Mira! He llegado a ser de poca
importancia. ¿Qué te responderé? Mi mano he puesto sobre mi boca”. (Job 40:2, 4.) Como Jehová
siempre está en lo cierto, si alguna vez nos vemos tentados a quejarnos de él, debemos ‘poner la
mano sobre la boca’. Las preguntas que planteó Dios también magnificaron su superioridad,
dignidad y fortaleza, que se evidencian en la creación.

NIEVE

Agua helada que desciende de las nubes sobre la tierra en pequeñas masas esponjosas o
copos, formados por cristales microscópicos. Los cristales de nieve que descienden limpian la
atmósfera y se llevan elementos como el azufre y el nitrógeno, y así contribuyen a la fertilidad del
suelo, al mismo tiempo que le suministra humedad. (Isa 55:10, 11.) La nieve puede ser una fuente
de agua limpia para lavar. (Job 9:30.) Aunque en ciertas zonas de Palestina es escasa o hasta
desconocida, a veces, durante enero y febrero, nieva en zonas montañosas, como Jerusalén.
(Compárese con 2Sa 23:20; 1Cr 11:22.) Durante la mayor parte del año hay nieve en las alturas y
las gargantas de la cordillera del Líbano, y el elevado monte Hermón está coronado de nieve casi
todo el año. (Jer 18:14.) El Salmo 68:14 dice que nevaba en Zalmón, lugar que forma parte del
monte Haurán (Jebel ed Druz), al E. del Jordán.
Jehová ha producido la nieve, de modo que puede controlarla. (Job 37:6; Sl 147:16.) Para
cumplir con su propósito, Dios ha almacenado nieve y granizo “para el día de pelea y guerra”. (Job
38:22, 23.)
Uso ilustrativo. En la Biblia la nieve se utiliza en algunos símiles para transmitir la idea de
blancura. (Éx 4:6; Nú 12:10; 2Re 5:27; Da 7:9; Mt 28:3; Rev 1:14.) A veces se asocia con la
pureza. (Isa 1:18; Lam 4:7.) Por ejemplo, David le rogó a Dios que le purificase del pecado,
lavándolo para que pudiera ser “más blanco que la nieve”. (Sl 51:7.)
Debido a que los tres compañeros de Job no fueron para él una fuente de consuelo, se les
asemejó a un torrente invernal, crecido por el hielo y la nieve que se derrite en las montañas, pero
que con el calor del verano se seca. (Job 6:15-17.) Se dice que el Seol arrebata a los pecadores tal
como la sequía y el calor lo hacen con las aguas de la nieve. (Job 24:19.) Así como no es natural
que nieve en verano, lo que podría dañar las cosechas, del mismo modo “la gloria no es propia
para el estúpido”. (Pr 26:1.) Sin embargo, un enviado fiel que cumpliera con su comisión hasta el
grado de satisfacer a los que le envían, es asemejado a una bebida enfriada con nieve de las
montañas, que trae refrigerio en un día caluroso de cosecha. (Pr 25:13.)

Potasa. La palabra hebrea bor se traduce en Job 9:30 “potasa” (CJ, LT, NM), “jabón” (FS, RH) y
“lejía” (CI, NC). El texto dice que se usaba para limpiar las manos. Se cree que este limpiador era
carbonato potásico o carbonato sódico. Potasa proviene de la palabra alemana Pottasche, que
alude a cómo se obtenía: primero lixiviaban ceniza (asche) de madera, y luego la solución se
hervía en una olla (pot).

Jehová habla desde una tormenta (38:1–42:6)


Jehová pregunta dónde estaba Job cuando Él creó la Tierra, y si entiende las maravillas de la
naturaleza. De este modo resalta la insignificancia del hombre en comparación con la
grandeza de Dios
Luego pregunta si Job tiene derecho a criticarle
Job admite que habló sin entendimiento; se arrepiente “en polvo y ceniza”
Cómo combatir los sentimientos negativos
Es posible que perder su privilegio le haya provocado sentimientos de vergüenza o tristeza. O
quizá tenga la tendencia a justificar su conducta. También podrían surgir sentimientos negativos si
los hermanos encargados de atender su caso determinaron, después de escucharle, que debía
dejar su privilegio. Pero si esos sentimientos lo dominan, limitarán su progreso y le harán más difícil
aprender de lo ocurrido. Veamos cómo pueden ayudarnos a combatir los sentimientos negativos
las experiencias de Job, Manasés y José.
Job tenía el privilegio de representar a otras personas ante Jehová y de ser anciano y juez en
una sociedad patriarcal (Job 1:5; 29:7-17, 21-25). Pero cuando mejor le estaba yendo en la vida, lo
perdió todo: su riqueza, su salud e incluso a sus hijos; además, su reputación quedó en entredicho.
“Se han reído de mí, aquellos más jóvenes que yo”, se lamentó él (Job 30:1).
Este patriarca, que se consideraba totalmente inocente, trató de justificarse ante Dios (Job
13:15). Sin embargo, esperó en Jehová, y eso produjo buenos resultados. Se dio cuenta de que
necesitaba que se le corrigiera, sobre todo por su manera de reaccionar ante las pruebas (Job
40:6-8; 42:3, 6). Al final, la humildad de Job resultó en que Jehová lo bendijera generosamente
(Job 42:10-13).
Tal vez usted perdió su privilegio debido a que cometió un pecado, y ahora se pregunta si
Jehová y los hermanos alguna vez lo perdonarán y olvidarán lo sucedido. Recuerde el ejemplo de
Manasés, uno de los reyes de Judá. Él “hizo en gran escala lo que era malo a los ojos de Jehová,
para ofenderlo” (2 Rey. 21:6). Sin embargo, la Biblia indica que al momento de su muerte Dios lo
consideró un rey fiel. ¿Por qué?
Porque Manasés terminó por aceptar la disciplina que recibió. En un principio había pasado por
alto las advertencias divinas, y Jehová había enviado contra él a los asirios, quienes lo
encadenaron y lo llevaron al exilio en la lejana Babilonia. Pero una vez allí, Manasés “ablandó el
rostro de Jehová su Dios, y siguió humillándose mucho a causa del Dios de sus antepasados.
Y siguió orando a Él”. Así es: este rey se arrepintió sinceramente y lo demostró con su conducta,
por lo que fue perdonado (2 Cró. 33:12, 13).
Cuando alguien pierde sus privilegios, rara vez le es posible recuperarlos todos a la vez. Por lo
general, los va recuperando poco a poco. Si usted acepta las tareas que se le encargan y las
cumple lo mejor que pueda, seguro que se le irán confiando más responsabilidades. Claro, este
no es un camino fácil; habrá obstáculos que superar. Pero si pone todo su empeño y persevera,
con el tiempo verá el resultado.
Veamos ahora el ejemplo de José, el hijo de Jacob. Cuando tenía 17 años de edad, sus
hermanos lo vendieron como esclavo (Gén. 37:2, 26-28). Sin duda, él no esperaba que los hijos de
su padre lo trataran así. No obstante, siguió adelante a pesar de sus circunstancias, y gracias a la
bendición de Jehová, “vino a estar sobre la casa de su amo” (Gén. 39:2). Posteriormente, José fue
encarcelado, pero también entonces se mantuvo fiel, y Jehová siempre le dio su favor. Con el
tiempo llegó a tener diversas responsabilidades en la prisión donde estaba (Gén. 39:21-23).
José no sabía que todos sus sufrimientos tenían un propósito. Él se limitó a hacer las cosas lo
mejor que podía. Pero gracias a ello, Jehová lo utilizó para preservar la línea genealógica de la que
vendría la Descendencia prometida (Gén. 3:15; 45:5-8). Aunque nosotros difícilmente vamos a
desempeñar un papel tan importante como el de José, el relato bíblico nos enseña que Jehová
interviene en los privilegios que reciben sus siervos. Por eso debemos imitar a José y estar
siempre listos para que Dios nos utilice.
Aprenda de las experiencias
¿Qué dice la Biblia? “Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, [...]
pues no hay actividad ni planes, ni ciencia ni sabiduría, en el Seol adonde te encaminas.”
(Eclesiastés 9:5, 10, Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)
Seol es una palabra de origen hebreo que se refiere a “la morada de los muertos” y que algunas
Biblias traducen por “infierno”. ¿Qué nos enseña este pasaje sobre el estado en que se encuentran
los muertos? ¿Están siendo atormentados en el Seol para pagar por sus pecados? No, pues el
versículo dice que “no saben nada”. En efecto, los muertos ni sienten ni padecen. Eso explica por
qué el patriarca Job, cuando estaba sufriendo una enfermedad muy grave, le pidió a Dios que lo
protegiera “en el infierno” (Job 14:13, Biblia Americana San Jerónimo). ¿Habría hecho esa petición
si el infierno fuera un lugar donde se torturara eternamente a las almas? Claro que no. En la Biblia,
el infierno (o Seol) es la sepultura colectiva adonde va la gente al morir, un lugar simbólico donde
no existe ninguna actividad.
Esta definición del infierno no solo concuerda con las Escrituras, sino que también es más
lógica. Al fin y al cabo, ¿qué horrible crimen podría cometer alguien para merecer que el Dios de
amor lo torturara por los siglos de los siglos? (1 Juan 4:8.) Ahora bien, si el tormento del infierno es
un mito, ¿qué hay del cielo?
El poder de la lengua

LA LENGUA de la jirafa llega a medir 45 centímetros [18 pulgadas] de longitud y posee la


agilidad y fortaleza necesarias para arrancar las hojas de las ramas de los árboles. La lengua de la
ballena azul pesa lo mismo que un elefante. ¡Imagínese la fuerza que se necesita tan solo para
moverla!
En términos de tamaño, peso y fuerza, la lengua humana es insignificante a su lado. Y, sin
embargo, es mucho más poderosa. “Muerte y vida están en el poder de la lengua”, afirma la Biblia
con respecto a este pequeño órgano (Proverbios 18:21). En efecto, ¿cuántas veces no hemos oído
que se ha utilizado el poder letal de la lengua para inventarse mentiras o dar falso testimonio,
ocasionando la ruina —y hasta la muerte— de víctimas inocentes?
Así mismo, viejas amistades se han ido a pique por comentarios hirientes, y las palabras duras
han dejado destrozadas a muchas personas. “¿Hasta cuándo seguirán ustedes irritando mi alma y
seguirán aplastándome con palabras?”, clamó Job, a quien tanto calumniaron sus falsos amigos
(Job 19:2). El discípulo Santiago describió con una gráfica imagen el poder destructivo de una
lengua sin freno: “La lengua es un miembro pequeño, y sin embargo hace grandes alardes. ¡Miren!
¡Con cuán pequeño fuego se incendia tan grande bosque! Pues bien, la lengua es un fuego”
(Santiago 3:5, 6).
Por otro lado, la lengua también tiene el poder de dar vida. Las palabras consoladoras y
comprensivas han rescatado a algunas personas de la depresión y el suicidio. Los buenos
consejos han salvado de una muerte prematura a no pocos drogadictos y matones de la calle.
Ciertamente, el fruto de la lengua del justo es “árbol de vida”, y “como manzanas de oro en
entalladuras de plata es una palabra hablada al tiempo apropiado para ella” (Proverbios 15:4;
25:11).
Con todo, la mejor manera de utilizar la lengua consiste en alabar a Jehová Dios, anunciar las
buenas nuevas de su Reino y enseñar a la gente las valiosas verdades de la Biblia. ¿Por qué?
Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios
verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3; Mateo 24:14; 28:19, 20).
Un consejero cortés y respetuoso
Elihú —quien seguramente era pariente lejano de Abrahán— contribuyó de forma determinante
a que Job tuviera un punto de vista equilibrado sobre su relación con Dios. Al dirigirse a él, fue
cortés y respetuoso. Esperó paciente su turno para hablar y, cuando le llegó, no se limitó a
aconsejar al patriarca, sino que también alabó su rectitud. ¡Qué distinto de los supuestos amigos
de Job, que solo se dedicaron a criticarlo! A diferencia de ellos, Elihú fue afectuoso y se dirigió a
Job por su nombre, mostrando así que de verdad se interesaba en él como amigo. Cortésmente le
pidió: “Oh Job, por favor, oye mis palabras, y a todo mi hablar de veras presta oído”. Además, se
puso en el lugar de Job y reconoció con respeto: “¡Mira! Yo soy para el Dios verdadero justamente
lo que tú eres; del barro fui formado, yo también”. Y más tarde lo elogió diciendo: “Si hay palabras
que decir, respóndeme; habla, porque me he deleitado en tu justicia” (Job 33:1, 6, 32).
Tratar a otros con cortesía y respeto es, en cierto modo, una forma de reconocer su valía.
El mensaje que transmitimos a quien nos escucha es: “Te valoro y por eso te trato con respeto”.
Así mostramos que le tenemos aprecio y que realmente nos interesa.
Ahora bien, la cortesía implica más que solo tener buenos modales. Para llegar al corazón de
los demás, la cortesía debe nacernos del corazón; debe estar respaldada por amor incondicional e
interés genuino.
Un hombre ejemplar que aceptó la corrección

“LOS cocodrilos devoran en Zambia a treinta personas al mes.” Esta noticia salió en un
periódico africano hace algunos años. Según un zoólogo que capturaba a estos reptiles para
estudiarlos, “se necesitaron doce hombres para sujetar un solo ejemplar”. Su fuerte cola y
poderosas mandíbulas hacen del cocodrilo un animal temible.
El Creador se valió de este “rey sobre todas las bestias salvajes majestuosas”, al que al parecer
se refirió como “Leviatán”, para enseñar una lección importante a su siervo Job (Job 41:1, 34).
Sucedió hace unos tres mil quinientos años en la tierra de Uz, probablemente en algún lugar del
norte de Arabia. Cuando describió este animal, Dios dijo a Job: “Ninguno es tan audaz como para
excitarlo. ¿Y quién es el que puede mantenerse firme delante de mí?” (Job 41:10). ¡Cuánta verdad
encierran estas palabras! Si tenemos miedo al cocodrilo, cuánto más debemos temer hablar contra
quien lo creó. Job demostró su agradecimiento por esta lección confesando su error (Job 42:1-6).
Cuando se menciona a Job, posiblemente recordamos el ejemplo fiel que dio al aguantar las
pruebas (Santiago 5:11). Lo cierto es que Jehová lo veía con agrado aun antes de que su fe fuera
sometida a una dura prueba. Para Dios, en aquel tiempo “no [había] ninguno como él en la tierra,
un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). Este hecho debería
motivarnos a aprender más sobre Job, pues hacerlo nos ayudará a ver cómo podemos nosotros
también agradar a Dios.
Lo primero es la relación con Dios
Job era rico. Además de oro, tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas asnas y mil
cabezas de ganado, así como una servidumbre muy grande (Job 1:3). Pero Job confiaba en
Jehová, no en las riquezas. Razonaba así: “Si he puesto el oro como mi seguridad, o al oro he
dicho: ‘¡Tú eres mi confianza!’, si solía regocijarme porque fuera mucha mi propiedad, y porque mi
mano hubiera hallado muchas cosas [...], eso también sería un error para la atención de los jueces,
porque habría negado al Dios verdadero que está arriba” (Job 31:24-28). Como hizo Job, nosotros
debemos valorar mucho más el tener una relación estrecha con Jehová Dios que las posesiones
materiales.
Trato justo al semejante
¿Cómo trataba Job a sus siervos? Sus propias palabras indican que estos lo consideraban justo
y accesible: “Si solía rehusar el juicio de mi esclavo o de mi esclava en su litigio conmigo,
entonces, ¿qué podré hacer cuando Dios se levante? Y cuando pida cuentas, ¿qué podré
responderle?” (Job 31:13, 14). Job apreciaba la misericordia de Jehová, y por ello era
misericordioso con sus esclavos. Qué magnífico ejemplo, sobre todo para quienes ocupan puestos
de superintendencia en la congregación cristiana. También ellos deben ser justos, imparciales y
accesibles.
Job tuvo asimismo interés por las personas ajenas a su casa. Sus palabras revelan la
preocupación que sentía por los demás: “Si yo solía retener de su deleite a los de condición
humilde, y los ojos de la viuda hacía fallar [...]; si yo agitaba mi mano de acá para allá contra el
huérfano de padre, cuando veía que se necesitaba mi auxilio en la puerta, que se caiga de su
hombro mi propia espaldilla, y que mi propio brazo se quiebre desde su hueso superior” (Job
31:16-22). Seamos nosotros igual de considerados con los desfavorecidos de la congregación.
Debido a su interés altruista por su semejante, Job era hospitalario con los desconocidos. Por
ello podía decir: “Allá afuera ningún residente forastero pasaba la noche; yo mantenía abiertas mis
puertas a la senda” (Job 31:32). Este es un magnífico ejemplo para los siervos de Dios de la
actualidad. Cuando las personas recién interesadas en la verdad bíblica van al Salón del Reino,
el que las recibamos con hospitalidad puede contribuir a su progreso espiritual. Por supuesto,
también los superintendentes viajantes y otros cristianos necesitan nuestra amorosa hospitalidad
(1 Pedro 4:9; 3 Juan 5-8).
Job tenía la actitud correcta incluso con respecto a sus enemigos. No le alegraba que sufrieran
calamidad quienes lo odiaban (Job 31:29, 30). Al contrario, estaba dispuesto a hacer el bien a tales
personas, como parece poner de manifiesto su buena disposición a orar a favor de sus tres falsos
consoladores (Job 16:2; 42:8, 9; compárese con Mateo 5:43-48).
Castidad
Job fue leal a su cónyuge, y nunca permitió que su corazón sintiera un afecto impropio por otra
mujer. Dijo: “Un pacto he celebrado con mis ojos. Por eso, ¿cómo pudiera mostrarme atento a una
virgen? Si mi corazón se ha dejado seducir hacia una mujer, y me quedé acechando al mismo paso
de entrada de mi compañero, muela mi esposa para otro hombre, y sobre ella arrodíllense otros
hombres. Porque eso sería conducta relajada, y eso sería un error para la atención de los jueces”
(Job 31:1, 9-11).
No dejó que los deseos inmorales le corrompieran el corazón, sino que siguió un proceder
recto. No es de extrañar que a Jehová le agradara este hombre fiel que luchó contra las
tentaciones inmorales (Mateo 5:27-30).
Preocupación por la espiritualidad de la familia
Los hijos de Job a veces organizaban banquetes a los que asistían ellos y sus hermanas. Una
vez pasados los días del banquete, a Job le preocupaba mucho que sus hijos hubieran pecado de
algún modo contra Jehová. Por eso, tomaba algunas medidas, pues dice el relato de las Escrituras:
“Ocurría que, cuando los días de banquetear habían hecho el circuito completo, Job enviaba y los
santificaba; y se levantaba muy de mañana y ofrecía sacrificios quemados conforme al número de
todos ellos; porque, decía Job, ‘quizás mis hijos hayan pecado y hayan maldecido a Dios en su
corazón’” (Job 1:4, 5). Cómo debió grabar esta acción en los miembros de su familia la
preocupación que él sentía por que tuvieran temor reverente a Jehová y anduvieran en Sus
caminos.
Hoy en día, los jefes de familia cristianos han de enseñar a su casa la Palabra de Dios, la Biblia
(1 Timoteo 5:8). Y no cabe duda de que es apropiado que oren por los miembros de su familia
(Romanos 12:12).
Aguante fiel bajo prueba
La mayoría de los lectores de la Biblia conocen las diversas pruebas que sufrió Job. Satanás el
Diablo había asegurado que Job maldeciría a Dios si pasaba por condiciones difíciles. Jehová
aceptó el desafío, y Satanás se apresuró a causar calamidad a Job. Este perdió todos sus
animales. Y peor aún, la muerte le arrebató a todos sus hijos. Poco después, Satanás lo hirió con
un divieso maligno de la cabeza a los pies (Job, caps. 1, 2).
¿Cuál fue el resultado? Cuando su esposa lo instó a maldecir a Dios, Job dijo: “Como habla una
de las mujeres insensatas, tú también hablas. ¿Aceptaremos solamente lo que es bueno de parte
del Dios verdadero, y no aceptaremos también lo que es malo?”. La Biblia añade: “En todo esto
Job no pecó con sus labios” (Job 2:10). Así fue: Job aguantó fielmente y de ese modo demostró
que el Diablo es un mentiroso. Aguantemos nosotros del mismo modo las pruebas y demostremos
que servimos a Dios por un amor puro a Él (Mateo 22:36-38).
Aceptó humildemente la corrección
Aunque Job fue ejemplar en muchos campos, no era perfecto. Él mismo dijo: “¿Quién puede
producir a alguien limpio de alguien inmundo? No hay ninguno” (Job 14:4; Romanos 5:12). Por
tanto, cuando Dios dijo que Job era sin culpa, quería decir que obraba en conformidad con todo lo
que él esperaba de uno de sus siervos imperfectos y pecadores. Este hecho resulta muy animador.
Job aguantó la prueba, pero esta dejó al descubierto un defecto. Tres supuestos consoladores
lo visitaron cuando oyeron de la calamidad que le había acaecido (Job 2:11-13). Alegaron que
Jehová lo estaba castigando por haber cometido pecados graves. Como es lógico, a Job le
dolieron aquellas acusaciones falsas, y procuró defenderse enérgicamente. Pero se desequilibró al
tratar de justificarse. Hasta dio a entender que era más justo que Dios mismo (Job 35:2, 3).
Como Dios amaba a Job, usó a un joven para señalarle su error. Dice el relato: “Pero se
enardeció la cólera de Elihú [...]. Contra Job se encendió su cólera por declarar este justa su propia
alma más bien que a Dios”. Como observó Elihú, “Job [había] dicho: ‘Yo ciertamente tengo razón,
pero Dios mismo ha apartado de mí el juicio[’]” (Job 32:2; 34:5). No obstante, Elihú no concluyó
equivocadamente, como los tres “consoladores”, que Dios castigaba a Job por sus pecados. Al
contrario, expresó su confianza en la fidelidad de Job y le recomendó: “La causa judicial está ante
[Jehová], y por eso debes esperarlo ansiosamente”. De hecho, Job debería haber esperado en
Jehová en lugar de apresurarse a hablar en su propia defensa. Elihú le aseguró: “El derecho y la
abundancia de justicia [Dios] no menosprecia” (Job 35:14; 37:23).
Había que corregir la manera de pensar de Job. Por tanto, Jehová le dio una lección de la
pequeñez del hombre en comparación con Su grandeza. Señaló a la Tierra, el mar, los cielos
estrellados, los animales y otras muchas maravillas de la creación. Finalmente le habló de
Leviatán, el cocodrilo. Job aceptó humildemente la corrección, y así nos da de nuevo un ejemplo
que imitar.
Aunque es posible que estemos sirviendo bien a Jehová, vamos a cometer faltas. Si una de
ellas es grave, Jehová puede corregirnos utilizando diversos medios (Proverbios 3:11, 12). Es
posible que recordemos un texto que despierte nuestra conciencia. O tal vez La Atalaya o alguna
otra publicación de la Sociedad Watch Tower diga algo que nos haga darnos cuenta del error.
También es posible que otro cristiano nos indique bondadosamente que no hemos aplicado un
principio bíblico. ¿Cómo reaccionaremos ante esa corrección? Job demostró un espíritu contrito al
decir: “Me retracto, y de veras me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6).
Recompensado por Jehová
Jehová recompensó a Job y le permitió vivir otros ciento cuarenta años. Durante ese tiempo
recibió mucho más de lo que había perdido. Y aunque finalmente murió, no hay duda de que Dios
lo resucitará en Su nuevo mundo (Job 42:12-17; Ezequiel 14:14; Juan 5:28, 29; 2 Pedro 3:13).
También nosotros podemos estar seguros de que contamos con el favor y la bendición de Dios
si le servimos lealmente y aceptamos toda la corrección bíblica que recibimos. Como
consecuencia, tendremos la segura esperanza de la vida en el nuevo sistema de cosas de Dios.
Y más importante aún: honraremos a Dios. Nuestra conducta fiel será recompensada y contribuirá
a probar que el pueblo de Jehová le sirve, no por razones egoístas, sino por amor de todo corazón.
¡Qué privilegio tenemos de regocijar el corazón de Jehová, como hizo Job, que aceptó
humildemente la corrección! (Proverbios 27:11.)
[Ilustraciones de la página 26]
[si] realmente tengo razón, no puedo alzar la cabeza, harto de deshonra y saturado de aflicción.

it-1 172

Aunque la tela difiere según la especie de araña que la construye, presenta una atractiva
disposición simétrica y un diseño geométrico complejo. En la hebra de seda de la tela se hallan a
intervalos equidistantes gotas de una sustancia pegajosa producida por la misma araña. Cuando
esta teje un tramo de hebra de un radio a otro, lo impregna de dicha sustancia, luego tira de él y lo
suelta, lo que resulta en ese agrupamiento equidistante. El pegajoso hilamen sirve para atrapar la
presa.
Las dos veces que se hace mención de la araña en las Escrituras es con motivo de una
ilustración. La primera de ellas la puso Bildad, cuando al hablar a Job, comparó al apóstata con
alguien que confía o se apoya en una “casa de una araña”, o tela de araña, algo que sería
demasiado frágil para mantenerle en pie. (Job 8:14, 15.) En la otra se asemejan las obras dañinas
y violentas de los israelitas infieles a la acción de tejer una tela de araña. Aquellas personas infieles
no podrían cubrirse a sí mismas con sus obras, como tampoco una tela de araña serviría de
prenda de vestir. (Isa 59:5, 6.)

¿Les resultó en un galardón su paciencia? Sí. Ante todo, estos profetas mantuvieron una
conciencia limpia delante de Dios y los hombres. Tuvieron el gozo de saber que su servicio
agradaba a Jehová Dios. Y, aunque ahora están muertos, viven desde el punto de vista de Dios, ya
que él tiene el propósito de resucitarlos. (Rom. 4:17) Verán cumplidas para sí las palabras que se
les dijeron al profeta Daniel: “Descansarás, pero te pondrás de pie para tu porción al fin de los
días.”—Dan. 12:13.
Como escribió el discípulo Santiago, el caso de Job ilustra bien que el Altísimo les tiene tierno
cariño a los que aguantan con paciencia. Jehová expresó su amor a Job reconociéndolo como su
siervo aprobado. A los tres compañeros falsos de Job, dijo: “Ustedes no han hablado concerniente
a mí lo que es verídico como mi siervo Job. Y ahora tomen para ustedes siete toros y siete
carneros y vayan a mi siervo Job, y tienen que ofrecer un sacrificio quemado a favor de ustedes
mismos; y Job mi siervo orará él mismo por ustedes. Solo el rostro de él aceptaré.”—Job 42:7, 8.
Jehová no solo mostró amor, sino también misericordia para con Job. En su compasión el
Altísimo contrapesó la calamidad que había permitido que Satanás le impusiera a este hombre fiel.
Y, aunque Job, según él mismo lo confesó, no glorificó plenamente a su Dios, se le mostró
abundante misericordia en virtud de su actitud de arrepentimiento. (Job 42:2-6) Informa la Biblia:
“Jehová empezó a dar adicionalmente todo lo que había sido de Job, en cantidad doble. . . . Él
bendijo el fin de Job después más que su principio.”—Job 42:10-12.
Aunque uno no fuese a experimentar un galardón completo por su aguante durante esta vida,
como Job, no quedaría sin la bendición de Jehová. Todavía tiene la expectativa de resucitar para
vivir bajo condiciones de justicia. Fue la fe firme en este galardón lo que hizo posible que muchos
en el pasado permanecieran leales en ocasiones en las cuales tuvieron la vida en peligro. Dice
Hebreos 11:35: “Otros fueron atormentados porque rehusaron aceptar la liberación por algún
rescate [alguna transigencia], con el fin de alcanzar una resurrección mejor.” Porque hay una
resurrección, no hay absolutamente nada que pueda impedir que uno reciba el galardón del
aguantar con paciencia.
Además de que está seguro de que en el futuro todas las circunstancias desfavorables
cambiarán a lo contrario, el que aun ahora pacientemente tolera lo desagradable recibe
galardones. Conserva una buena conciencia y se alegra de estar haciendo lo que le agrada al
Creador. También, el mantenerse uno restringido cuando se le provoca puede impedir riñas
violentas. Como declara Proverbios 15:18: “Un hombre enfurecido suscita contienda, pero el que
es tardo para la cólera apacigua la riña.”
Pero ¿cuál es el secreto que le permite a uno permanecer paciente cuando está bajo tensión
severa? El discípulo Santiago planteó una pregunta similar y luego dio la respuesta. Escribió:
“¿Hay alguno que esté sufriendo el mal entre ustedes? Que se ocupe en orar.”—Sant. 5:13.
Al suplicarle ayuda a Jehová Dios, ‘arrojamos nuestra carga sobre él.’ En cuanto al resultado de
hacer esto, Salmo 55:22 dice: “Él mismo te sustentará. Nunca permitirá que tambalee el justo.” El
estudio de la Palabra de Dios, aunado a la oración, nos suministra perspicacia en cuanto a por qué
las cosas son como son en el sistema actual. El resultado de esto es que evitamos perturbarnos
innecesariamente por cosas que no se pueden cambiar. Además, por medio de su espíritu, Jehová
Dios hace que recordemos puntos de su Palabra que hemos considerado y nos suministra el
consuelo espiritual que necesitamos para ejercer paciencia en medio de dificultades. Si el
problema se intensificara a tal grado que la situación pareciera desesperanzada, Jehová podría
usar su espíritu para impeler a otros a acudir en ayuda nuestra. Mientras confiemos en él, podemos
estar seguros de que él jamás permitirá que experimentemos ruina espiritual y perdamos el
galardón del aguante paciente.
Por lo tanto, continuemos ejerciendo paciencia en un mundo desaforado. Así podemos
conservar una buena conciencia delante de Dios y de los hombres, acallar las riñas, mantener
gozo a pesar de situaciones desfavorables y evitar la ruina de nuestra salud por perturbarnos
indebidamente en cuanto a asuntos que no podemos cambiar. Entonces, también, podemos mirar
adelante a la maravillosa expectativa de tener vida sin fin en medio de condiciones de justicia.
Verdaderamente el ser paciente paga un excelente galardón

Job 16 al 20

W90 15/3 27
Fortalezca con palabras
El que está gravemente deprimido no solo se siente triste; a esa persona probablemente le
parezca que no sirve para nada, y quizás no vea esperanza de un cambio. La palabra griega que
se traduce “almas abatidas” significa literalmente “de alma pequeña”. Cierto helenista define así la
palabra: “Alguien que experimenta tanta dificultad que pierde todo el ánimo”. Sí, se han secado por
completo sus recursos emocionales, y su amor propio ha decaído. (Compárese con Proverbios
17:22.)
El patriarca Job dijo: “Los fortalecería con las palabras de mi boca”. (Job 16:5.) La palabra
hebrea que se vierte ‘fortalecer’ se traduce a veces ‘fortificar’ o ‘reforzar’. Se usó para describir
cómo ‘fue fortalecido’ el templo por reparaciones estructurales. (Isaías 41:10; Nahúm 2:1;
2 Crónicas 24:13.) Las palabras que usted diga deben reedificar eficazmente —ladrillo por ladrillo,
por decirlo así— el amor propio del deprimido. Para hacer esto usted tiene que recurrir a la
“facultad de raciocinio” de la otra persona. (Romanos 12:1.) El número de La Atalaya ya citado dijo
esto sobre los deprimidos: “Porque carecen de [...] amor propio, hay que llevarlos adelante un poco
para poner de manifiesto las aptitudes que realmente poseen, para su propio estímulo y para la
bendición de toda la casa de la fe”.
El ejemplo bíblico de Elqaná y su esposa Ana, una víctima de la depresión, ilustra cómo puede
usted fortalecer con palabras a alguien como lo hizo Job. Elqaná tenía dos esposas. Una de ellas,
Peniná, tenía varios hijos, pero Ana era estéril. Probablemente Ana se consideraba inútil.
(Compárese con Génesis 30:1.) Como si aquella carga no fuera suficiente, Peniná la irritaba a tal
grado que Ana lloraba y perdía el apetito. Aunque Elqaná no sabía cuán profunda era su aflicción,
al notar su condición le preguntó: “Ana, ¿por qué lloras, y por qué no comes, y por qué se siente
mal tu corazón?”. (1 Samuel 1:1-8.)
Las preguntas bondadosas y no acusadoras que Elqaná hizo pusieron ante Ana la oportunidad
de expresarse en cuanto a lo que sentía. Sea que ella haya contestado o no, recibió ayuda para
analizar por qué, probablemente, se sentía inútil. Así, también, pudiera ser que un alma abatida o
deprimida le dijera: ‘Es que soy una persona mala’. Usted pudiera preguntarle: ‘¿Qué te hace
pensar eso?’. Entonces escuche detenidamente mientras la persona le revela lo que hay en su
corazón. (Compárese con Proverbios 20:5.)
Elqaná entonces le hizo a Ana esta pregunta sumamente fortalecedora: “¿No soy yo mejor para
ti que diez hijos?”. Le recordó a Ana el cariño que le tenía a pesar de que era estéril. Ella era
preciada para él, y por eso podía llegar a esta conclusión: ‘Pues, después de todo no soy tan inútil.
¡Mi esposo de veras me ama!’. Las palabras de Elqaná fortalecieron a Ana, pues empezó a comer
y fue al templo. (1 Samuel 1:8, 9.)
Los que desean ayudar a los deprimidos deben obrar como Elqaná, quien fue específico y
dirigió la atención de su esposa a una razón válida para que tuviera mejor estimación de sí misma.
Por ejemplo, una cristiana llamada Naomi dijo esto en cuanto a algo que contribuyó a que
recobrara su gozo: “Algunos amigos elogiaron la crianza que le había dado a mi hijo, la manera
como mantenía mi hogar y hasta el cuidado que daba a mi apariencia a pesar de mi depresión.
¡Cuánto me estimuló aquello!”. Sí, el encomio merecido ayuda al alma abatida a ver las buenas
cualidades que tiene y a estimar bien su valía de persona.
Si su esposa está deprimida, ¿por qué no trata de animarla usando palabras como las de
Proverbios 31:28, 29? Ahí leemos: “Su dueño se levanta, y la alaba. Hay muchas hijas que han
demostrado capacidad, pero tú... tú has ascendido por encima de todas ellas”. Con todo, una
esposa deprimida quizás no acepte tal evaluación, pues tal vez se crea un fracaso por no poder
atender los quehaceres domésticos tan bien como cree que debería hacerlo. Sin embargo, al
recordarle la clase de mujer que es por dentro y cómo era antes de experimentar la depresión
usted quizás pueda convencerla de que su alabanza no es adulación vacía. También pudiera
reconocer que lo que ella hace ahora representa

W89 15/6 5
¿‘Una tierra de donde no se regresa’?
Dios escogió la Tierra como lugar de habitación natural para el hombre. El salmista lo expresa
así: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de
los hombres”. (Salmo 115:16.) Las Sagradas Escrituras no indican que si Adán y Eva hubieran
permanecido fieles a Dios habrían vivido para siempre en un lugar que no fuera la Tierra. De
hecho, ¿no estaba “el árbol de la vida” aquí en la Tierra, en el Paraíso de que disfrutó la primera
pareja humana antes de su desobediencia a Dios? (Génesis 2:9; 3:22.) Puesto que Dios no
proveyó ninguna información que indicara lo contrario, sus siervos fieles que vivieron fuera del
jardín de Edén (desde Abel —el hijo de Adán que mostró temor a Dios— en adelante) por
necesidad habrían asociado una resurrección con el único lugar que conocían como hogar del
hombre... la Tierra.
‘Un momento —pudieran objetar personas que tienen algún conocimiento bíblico—, ¿no dijo
Job en el capítulo 16, versículo 22: “Por la senda por la cual no regresaré me iré”? Y en Job 7:9
dijo: “El que va bajando al Seol [la sepultura] no subirá”. Job añadió en el versículo 10: “No volverá
más a su casa, y su lugar no lo reconocerá más”.’
Pues, ¿no muestran esos versículos y otras declaraciones similares, como afirman algunos
eruditos, que para Job la muerte era ‘una tierra de donde no se regresa’? ¿Significan esas
declaraciones que Job no creía en una resurrección futura? Para la respuesta a eso tenemos que
considerar el contexto de estas palabras, y compararlas con otras ideas que expresó Job sobre
este asunto.
Job no sabía por qué estaba sufriendo. Por algún tiempo tuvo la idea equivocada de que Dios
era responsable de su tribulación. (Job 6:4; 7:17-20; 16:11-13.) Desanimado, pensó que el único
lugar de alivio inmediato para él era el sepulcro. (Job 7:21; 17:1; compárese con 3:11-13.) Allí,
considerando la situación desde el punto de vista de sus contemporáneos, nadie volvería a verlo,
él no regresaría a su casa, nadie seguiría extendiéndole reconocimiento, no se presentaría de
nuevo ante otros ni tendría tal perspectiva antes del tiempo señalado de Dios. Dejados a sí mismos
sin la intervención de Dios, tanto a Job como a todo otro descendiente de Adán se les hacía
imposible levantarse de entre los muertos. (Job 7:9, 10; 10:21; 14:12.)
La creencia de la resurrección
Sin embargo, no debemos concluir que la incertidumbre de Job en cuanto a su experiencia y
sus comentarios sombríos respecto a su futuro inmediato significaban que no creía en una
resurrección. De Job 14:13-15 se desprende claramente que sí creía en una resurrección futura.
En ese pasaje, Job dijo que deseaba ser ‘ocultado en el Seol’ y que después Dios ‘se acordaría de
él’. Además, en Job 19:25-27 este hombre de fe e integridad dijo que tenía un “redentor” y que
después ‘contemplaría a Dios’. Sí, Job creía que habría una resurrección. Creía que Dios podía
darle vida de nuevo, y lo haría, tal como antes Abrahán había estado convencido de que Dios
podía ‘levantar a los muertos’. (Hebreos 11:10, 16, 19, 35.)
Hasta estos mismos tiempos modernos los judíos han creído en una resurrección futura a la
vida en la Tierra. La Encyclopædia Judaica (1971) declara: “La creencia de que al fin los muertos
serán revivificados en sus cuerpos y vivirán de nuevo en la Tierra” está entre “las doctrinas
principales” del judaísmo. La enciclopedia continúa: “Esta idea se ha tomado tan en serio y
literalmente que judíos devotos suelen preocuparse por la ropa con que se les entierra, el entierro
completo de todos sus órganos, y el que sean enterrados en Israel”.
Es interesante que la Biblia no dice que en la resurrección Dios recompondrá los cuerpos
humanos ya descompuestos de los que han muerto. Los átomos de las personas que murieron
hace mucho tiempo se han esparcido

14
Estas situaciones no deben interpretarse como una prueba de que no se cuenta con el favor de
Dios. Recordemos el caso de Job y las muchas adversidades que sufrió. Era “un hombre sin culpa
y recto”. (Job 1:8.) Debió dolerle mucho que Elifaz lo acusara de obrar mal. (Job, capítulos 4,
5, 22.) No tenemos que apresurarnos a concluir que pasamos por calamidades debido a que
hemos fallado a Jehová de algún modo o a que él nos ha retirado su bendición. Pensar de manera
negativa cuando nos encaramos a la tribulación pudiera debilitar la fe. (1 Tesalonicenses 3:1-3, 5.)
Es mejor que cuando suframos meditemos en el hecho de que Jehová y Jesús están cerca de los
justos sin importar lo que ocurra.

Job mantuvo su integridad a pesar de mucha burla. No obstante, equivocó su punto de vista y
cometió un error, por el que se le tuvo que corregir. Elihú dijo de él: “¿Qué hombre físicamente
capacitado es como Job, que bebe el escarnio como agua?”. (Job 34:7.) A Job llegó a preocuparle
demasiado su propia justificación más bien que la de Dios, y magnificó su justicia en lugar de la de
Jehová. (Job 35:2; 36:24.) Consideró que la burla de la que era objeto por parte de sus tres
“compañeros” iba dirigida a él, no a Dios. En este sentido era como el que bebe agua con placer,
como el que permite ser objeto de escarnio y de burla y deriva placer de ello. Más tarde Dios le
explicó que estos burladores en realidad (en el análisis final) hablaban falsedad contra Él
Los que se apartan de la Fuente. La persona que escoge como derrotero la transgresión empieza
a dejar de lado a Dios cuando toma decisiones y hace planes. (Job 34:27.) Permite que su corazón
le ciegue al error de sus caminos y pierde perspicacia. (Sl 36:1-4.) Aun si afirma adorar a Dios,
pone los preceptos del hombre por encima, prefiriéndolos a los de Dios. (Isa 29:13, 14.) Justifica y
excusa su conducta relajada como un mero “juego”. (Pr 10:23.) Llega a pervertirse, embrutecerse y
hacerse necio en su razonamiento, hasta el extremo de afirmar que el Dios invisible no ve o
discierne su mala conducta, como si los poderes de percepción de Dios hubiesen fallado. (Sl 94:4-
10; Isa 29:15, 16; Jer 10:21.) Por su proceder y sus actos, dice en realidad: “No hay Jehová” (Sl
14:1-3), y no le tiene en cuenta para nada. Como no se guía por los principios divinos, no puede
juzgar los asuntos de la manera correcta ni ver las cuestiones con claridad, sopesando los factores
envueltos y llegando a decisiones correctas. (Pr 28:5.)

Cuando nos encontramos bajo prueba


8
El ejemplo de integridad de Job puede sernos de beneficio particularmente cuando nos
encaramos a pruebas severas. Job sufrió tanto que deseó morir y ser ocultado en el Seol, el
sepulcro común de la humanidad. (Job 14:13.) Algunas personas se han sentido de manera similar
hoy día, y han dicho que se han podido identificar con Job en su gran sufrimiento. Es posible que
usted se haya sentido así en alguna ocasión. Leer sobre los sufrimientos de Job puede ser como
recibir ánimo de un amigo que ha pasado por una prueba aún más severa que la nuestra. El saber
que alguien ha aguantado, y que nos entiende, ciertamente nos ayuda a aguantar a nosotros
también.
9
Conociendo nuestras necesidades, Jehová ha hecho que se escriba el libro de Job para
ayudarnos a mantener integridad tal como él la mantuvo. (Romanos 15:4; Santiago 5:10, 11.)
Jehová sabe que tal como una parte del cuerpo depende de otra, así también sus fieles siervos se
necesitan unos a otros. (1 Corintios 12:20, 26.) Recuerde las asambleas recientes “Mantenedores
de Integridad” a las que asistieron millones de lectores de esta revista. Los que estuvieron en ellas
recordarán lo bien que se sintieron en compañía de tantas personas cuyo principal propósito en la
vida es mantener integridad a Dios. ¡Cuánto les ayudó a mantener integridad a todos los asistentes
el saber que los muchos miles de compañeros que tenían a su alrededor —ya fuera en sus lugares
de trabajo, en la escuela o en sus propias comunidades— también estaban manteniendo integridad
bajo pruebas severas! (1 Pedro 5:9.)
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Por otra parte, puede que no siempre mantengamos la perspectiva apropiada, como tampoco
la mantuvo Job. Una persona que sufre mucho y llega a deprimirse puede decir: ‘¿Por qué me
hace esto Dios a mí? ¿Por qué permite que ocurra?’. Puede que hasta llegue al extremo de
preguntarse: ‘¿De qué vale servir a Dios?’. Al no darse cuenta de la fuente de su sufrimiento, Job
cuestionó el beneficio presente de ser justo, pues parecía que los buenos sufrían tanto, si no más,
que los malos. (Job 9:22.) Según Elihú, Job dijo: “¿De qué me ha servido, qué he ganado con no
pecar?”. (Job 35:3, Nueva Biblia Española.) No debemos permitir que la preocupación excesiva por
nuestros propios problemas nos haga perder de vista la perspectiva apropiada y cuestionar el valor
de servir a Dios.
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Elihú corrigió el punto de vista equivocado de Job, centrando su atención en la posición
mucho más elevada de Jehová. (Job 35:4, 5.) Elihú dijo que, independientemente de lo que
sucediese, nunca deberíamos llegar a la conclusión de que Dios no se preocupa por nosotros y
razonar que podemos causarle molestia o disgusto por lo que consideramos injusticias de Su parte.
“Si realmente pecas —preguntó Elihú a Job—, ¿qué logras contra él? Y si tus sublevaciones
realmente aumentan, ¿qué le haces?” (Job 35:6.) Sí, si queremos causarle disgusto a Dios
abandonando sus caminos y su servicio, solo nos estamos perjudicando a nosotros mismos, no a
Dios.
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Por otra parte, Elihú mostró que Jehová no se beneficia personalmente de que hagamos lo
que es correcto. Por supuesto, Dios se deleita en que mantengamos integridad, pero de ningún
modo depende de nuestra adoración, como indicó la pregunta que Elihú le formuló a Job: “Si de
veras tienes razón, ¿qué le das, o qué recibe él de tu propia mano?”. (Job 35:7.) Dios nos dio la
vida, y debido a él respiramos y nos movemos y existimos. ¡A él le pertenece todo! (Hechos 17:25;
1 Crónicas 29:14.) De modo que ni nuestra iniquidad ni nuestra justicia pueden afectar a Dios
personalmente. (Job 35:8.)

A todos debería interesarnos mucho hallar el sentido de nuestra existencia. Es posible que tan
solo admitir que existe un Creador, un Diseñador Maestro, y que dependemos de él no dé sentido
a nuestra vida, máxime cuando esta parece ser tan corta. Muchos piensan como el rey Macbeth de
una de las tragedias de William Shakespeare:
“¡La vida no es más que una sombra que pasa,
un pobre cómico que se pavonea y agita una hora
sobre la escena y después no se le oye más...;
un cuento narrado por un idiota con gran aparato,
y que nada significa!” (Macbeth, acto V, escena V.)
Muchas personas de todo el mundo se identifican con estas palabras; pero cuando se enfrentan
a una crisis personal, tal vez clamen a Dios por ayuda. Elihú, un sabio de la antigüedad, observó:
“A causa de la multitud de opresiones ellos siguen clamando por socorro; siguen gritando por
ayuda [...]. Y, no obstante, nadie ha dicho: ‘¿Dónde está Dios mi Magnífico Hacedor [...]?’. Él es
Aquel que nos enseña más que a las bestias de la tierra, y nos hace más sabios que hasta las
criaturas voladoras de los cielos” (Job 35:9-11).
Las palabras de Elihú ponen de relieve que nosotros, los seres humanos, no somos el
verdadero centro del sentido. Nuestro Magnífico Creador es el centro, y es lógico que el sentido de
nuestra vida tenga que ver con él y dependa de él. Para hallar ese sentido y la profunda
satisfacción que reporta, tenemos que conocer al Creador y armonizar nuestra vida con su
voluntad.
Los tratos de Jehová con la humanidad imperfecta. Todas las obras de Jehová, así como
sus palabras y acciones, son perfectas, no tienen falta alguna (heb. ta·mím, que se refiere a algo
sano, perfecto, intachable). (Dt 32:4, nota.) Por esta razón, y debido a su omnipotencia, Él puede
decir, como cuando corrigió a Job: “¿Debiera contender de manera alguna un señalador de faltas
[literalmente, “castigador; corrector; alguien que disciplina”] con el Todopoderoso?”. (Job 40:1, 2.)
El apóstol Pablo escribió que es prerrogativa de Dios tratar con sus criaturas como le place, tal
como un alfarero que produce la clase de vasijas que su voluntad le dicta. En consecuencia, Dios
ha tolerado la existencia de “vasos de ira” con un propósito —como en el caso de Faraón—,
mientras que ha sido indulgente con los “vasos de misericordia”, sin que nadie tenga el derecho de
cuestionar la actuación divina. (Ro 9:14-24.)
Por otra parte, las obras del hombre suelen ser imperfectas, y sus caminos, defectuosos; ha
recibido de Adán un legado de pecado y error. (Ro 5:12; Sl 51:5.) Pero Jehová, en quien no existe
tacha, es misericordioso, “conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos
polvo”. (Sl 103:13, 14.) Consideró al fiel y obediente Noé hombre “exento de falta entre sus
contemporáneos” (Gé 6:9), y a Abrahán le dijo: “Anda delante de mí y resulta exento de falta”. (Gé
17:1.) Aunque ambos, Noé y Abrahán, eran imperfectos y murieron, Jehová, que “ve lo que es el
corazón”, no les imputó falta alguna. (1Sa 16:7; compárese con 2Re 20:3; 2Cr 16:9.) A Israel le
mandó: “Debes resultar exento de falta con Jehová tu Dios”. (Dt 18:13; 2Sa 22:24.) Ofreció en
sacrificio redentor a su Hijo perfecto (Heb 7:26), y sobre esa base puede declarar “justos” o
perfectos a los que ejercen fe en dicho sacrificio y le son obedientes, sin que por ello se vea
afectada su posición de Juez justo e íntegro. (Ro 3:25, 26; véanse INTEGRIDAD; PERFECCIÓN.)

“LOS cocodrilos devoran en Zambia a treinta personas al mes.” Esta noticia salió en un
periódico africano hace algunos años. Según un zoólogo que capturaba a estos reptiles para
estudiarlos, “se necesitaron doce hombres para sujetar un solo ejemplar”. Su fuerte cola y
poderosas mandíbulas hacen del cocodrilo un animal temible.
El Creador se valió de este “rey sobre todas las bestias salvajes majestuosas”, al que al parecer
se refirió como “Leviatán”, para enseñar una lección importante a su siervo Job (Job 41:1, 34).
Sucedió hace unos tres mil quinientos años en la tierra de Uz, probablemente en algún lugar del
norte de Arabia. Cuando describió este animal, Dios dijo a Job: “Ninguno es tan audaz como para
excitarlo. ¿Y quién es el que puede mantenerse firme delante de mí?” (Job 41:10). ¡Cuánta verdad
encierran estas palabras! Si tenemos miedo al cocodrilo, cuánto más debemos temer hablar contra
quien lo creó. Job demostró su agradecimiento por esta lección confesando su error (Job 42:1-6).
Cuando se menciona a Job, posiblemente recordamos el ejemplo fiel que dio al aguantar las
pruebas (Santiago 5:11). Lo cierto es que Jehová lo veía con agrado aun antes de que su fe fuera
sometida a una dura prueba. Para Dios, en aquel tiempo “no [había] ninguno como él en la tierra,
un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). Este hecho debería
motivarnos a aprender más sobre Job, pues hacerlo nos ayudará a ver cómo podemos nosotros
también agradar a Dios.

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