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“EL NIÑO”, UN VERDADERO FENÓMENO


Sin dudas que el fenómeno de “EL NIÑO” ha sido el tema fundamental y casi
cotidiano en la vida de los goyanos en estos últimos meses, ya que desde sus primeras
apariciones, allá por octubre de 1997, nos ha provocado mas de un dolor de cabeza.

El fenómeno “EL NIÑO” es un evento climatológico que, con intervalos de


entre 3 y 8 años de tiempo, provoca una perturbación que afecta al océano y a la
atmósfera; comienza a manifestarse cuando las temperaturas de la superficie del mar, en
el centro y este del Océano Pacífico ecuatorial, superan los valores medios mensuales
normales (según estudios realizados teniendo en cuenta el período climatológico 1951 -
1980). Estas anomalías provocan un calentamiento progresivo del océano en dicha
región y extienden sus efectos sobre todo el globo durante mas de un año, comportando
unas características de intempestividad en el tiempo y anormalidades tales como pueden
ser sequías, lluvias intensas, períodos de frío o calor, o una alta tendencia en el número
de tormentas ciclónicas.

En realidad el origen del nombre “ EL NIÑO” deriva de un hecho curioso. La


corriente de Humboldt (o corriente del Perú) es un flujo de agua fría que corre hacia el
norte frente a las costas sudamericanas y, en las proximidades del Ecuador, vira hacia el
oeste dirigiéndose al interior del Océano Pacífico convertida en la Corriente Oceánica
Ecuatorial Sur (CES). A lo largo de la costa peruana, existen importantes ascensos de
agua fría desde una profundidad de 100 a 200 metros, aportando grandes cantidades de
elementos nutritivos en la zona eutófica, donde se desarrolla el fitoplancton. Este
fitoplancton representa un amplio reservorio de alimentos que permite el crecimiento de
importantes poblaciones de peces (anchoas, sardinas, etc.). Esto ha permitido el
desarrollo de poblaciones de pescadores, quienes bautizaron con el nombre de “EL
NIÑO” a la débil corriente cálida costera proveniente del norte que, en la época de
Navidad, circula a lo largo de las costas peruana y ecuatoriana. Obtiene su nombre de la
fiesta de Navidad, ya que “EL NIÑO” se refiere al Niño Jesús. Esta corriente transporta
hacia el sur las aguas calientes que vienen desde el norte del Ecuador, lo que marca el
inicio de la estación de precipitaciones. Ciertos años, este flujo de agua es
habitualmente fuerte y los pescadores constatan que los peces emigran y que las aves de
mar mueren en gran cantidad debido a la falta de alimento. Estas aguas anormalmente
calientes se extienden lejos hacia el sur a lo largo de las costas del Perú, donde las
aguas, habitualmente e incluso en el verano, son frías. Este suceso es acompañado de
lluvias torrenciales sobre las regiones costeras de Ecuador y Perú.

El recalentamiento próximo a las costas sudamericanas es debido al


debilitamiento de los vientos Alisios y de la Corriente Oceánica Ecuatorial Sur (CES), e
intensificación de la Contracorriente Ecuatorial Norte (CCEN). En consecuencia, se
produce la elevación del nivel del mar y la profundización de la termoclina (interfase o
línea de separación entre dos masas de agua de diferente densidad) en las costas
americanas, mientras que en las costas de Indonesia y Australia ocurre todo lo contrario,
es decir, un descenso en el nivel del mar y el ascenso de la termoclina.

En resumen, “EL NIÑO” constituye la respuesta del Océano Pacífico

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ecuatorial a un aumento prolongado de la fuerza de arrastre de los vientos y se


manifiesta en los siguientes términos: “Fuertes vientos alisios del sudeste soplan
durante mas de dieciocho meses, llevando una acumulación de agua caliente en le
Pacífico Oeste, una elevación del nivel del mar y un hundimiento de la termoclina.
Cuando los vientos se debilitan, el agua acumulada tiene tendencia a retornar hacia el
Pacífico este, lo que provoca una elevación en el nivel del mar y un descenso de la
termoclina a lo largo de las costas sudamericanas. Esta llegada de agua caliente a lo
largo de las costas suplanta los efectos de surgencia de aguas frías y marca el
comienzo de un fenómeno Niño” (Wyrtki, 1979).

“EL NIÑO” está fuertemente asociado a las variaciones de presión entre el


anticiclón del Pacífico sudeste y el del océano Indico, oscilación de presión entre las
costas sudamericanas e Indonesia, y que es denominado SOUTHERN OSCILATION
(SO) que significa “OSCILACIÓN DEL SUR”.

Normalmente existe un sistema cerrado de bajas presiones (centro ciclónico) que


se ensancha latitudinalmente y se profundiza sobre un gran área que abarca Indonesia,
Nueva Guinea y el norte de Australia. Esta región, en el verano, experimenta
normalmente una fuerte precipitación. Para el norte de Australia, esta es la estación
lluviosa o monzónica de los climas tropicales secos y húmedos. En la costa peruana y
ecuatoriana, por otra parte, el clima desértico prevalece a lo largo del año, siendo enero
el mes con menor precipitación.

Pero, en algunos años, el sistema de bajas presiones de Indonesia y Australia es


reemplazado por uno de alta presión, mientras que aquel otro se ubica en el extremo
oriental del Océano Pacífico, dentro de la vaguada ecuatorial (línea de baja presión que
separa dos anticiclones de alta presión). La presencia del anticiclón ocasiona sequías en
la región del Pacífico occidental mientras que en el lado oriental, el ciclón asociado a la
corriente de “EL NIÑO”, ocasiona abundantes precipitaciones.

Entonces, lo que ocurre es un fenómeno acoplado océano - atmósfera,


denominado ENSO (EL NIÑO - OSCILACIÓN DEL SUR). El ENSO es un evento de
amplitud planetaria, es decir que tiene influencia de diversa índole sobre todo el planeta.
EL “NIÑO” es un evento regional propio de América del Sur, producto de un
recalentamiento de las aguas superficiales del Pacífico oriental. El ENSO actuando en
forma conjunta ocasiona desastres en todas partes del mundo (pérdida de cosechas,
lluvias extraordinarias, destrucción de la cadena trófica, sequías, etc.). El fenómeno de
“EL NIÑO” tiene influencia directa sobre las costas peruanas y ecuatorianas donde, por
un lado, destruye la cadena alimenticia al hacer desaparecer las colonias de anchovetas
que sirven de alimento a las aves; por otro lado, genera lluvias torrenciales que
provocan inundaciones y aludes de lodo en las poblaciones ubicadas sobre las laderas de
las montañas.

El efecto de “EL NIÑO” sobre la cuenca del Plata es indirecto; para que se
produzcan condiciones climáticas como las que vimos y vivimos en estos últimos
meses, “EL NIÑO” debe venir acompañado de una fuerte y continua entrada de
humedad desde el Atlántico. Esta entrada de humedad se centra sobre la alta cuenca del
río Paraná y sobre la del río Iguazú, generando, en la etapa de desarrollo intenso de “EL
NIÑO”, lluvias extraordinarias sobre esa zona y sobre el litoral argentino. Estas lluvias
luego se transforman en escurrimiento a través de los cursos de agua, ocasionando

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crecidas extraordinarias con efectos desvastadores sobre las poblaciones ribereñas


situadas en áreas inundables, como es el caso de nuestra ciudad de Goya, que se sitúa
dentro del valle de inundación del río Paraná.

Entonces podemos concluir diciendo que estamos condicionados a vivir


pendientes de estos cambios climáticos, que son el resultado de la acción del hombre
sobre su Medio Ambiente; Y NUESTRA CIUDAD, EN PARTICULAR, NO ESTÁ
PREPARADA PARA RESISTIR ESTOS EMBATES DE LA NATURALEZA. Por lo
tanto, DEBEMOS SEGUIR LUCHANDO Y RECLAMANDO POR MEDIDAS QUE
TIENDAN A MITIGAR ESTOS EFECTOS, BUSCANDO LA MEJOR SOLUCIÓN
PARA ATENUAR EL IMPACTO SOCIAL Y AMBIENTAL QUE PROVOCAN
ESTOS FENÓMENOS.

Gustavo Fabián Micelli (*)


Ing. en Recursos Hídricos

(*) Profesor de las cátedras de Geomorfología, Hidrografía y Climatografía del


Profesorado de Geografía del Instituto Privado Superior “Pbro. Manuel Alberti”.

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