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DERECHO A LA VIDA Y A LA

INTEGRIDAD

SESIÓN 4

EQUIPO DE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS HUMANOS


2016-II
UNIVERSIDAD PRIVADA CÉSAR VALLEJO - FILIAL LIMA
CONSTITUCIÓN Y DERECHOS HUMANOS

DERECHO A LA VIDA Y A LA INTEGRIDAD

1. EL DERECHO A LA VIDA

El derecho a la vida constituye uno de los derechos básicos del hombre, reconocido por los
ordenamientos jurídicos a nivel internacional, no siendo la excepción el ordenamiento civil
peruano, que presenta una posición personalista o humanista, más aún si se reconoce al
derecho a la vida como un derecho esencial de la persona y en tal sentido es objeto de
protección jurídica.

Nuestro ordenamiento concibe que el derecho a la vida detente un carácter irrenunciable y


además resulta inherente a la persona humana, en tal sentido resulta primordial entre los
demás derechos de la persona y sobre todo que constituye presupuesto de los demás. Es
evidente que si no existiera el derecho a la vida carecería de sentido pronunciarse con
relación a los demás derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico, es por ello que se
afirma que constituye un presupuesto de los demás, y bajo esta perspectiva ha sido así
tratado en los diferentes ordenamientos, como en el peruano.

El derecho a la vida es natural, primario u originario del que todo ser humano goza, desde
su existencia; aún más es incuestionable que la vida en sí misma es un suceso, originario e
irreversible; claro desde un punto de vista enteramente natural.

Sin embargo, debemos tener presente que cuando las Constituciones de los Estados o
aquellas normas o dispositivos legales de menor jerarquía consagran el derecho a la vida,
no es que estén creando un nuevo derecho, sino simplemente lo están reconociendo
(entiéndase en el sentido demostrarse conforme) y protegiendo; efectivamente así sucede
con todos los derechos de carácter primordial o esenciales del ser humano, con la salvedad
que en el caso del derecho a la vida se le ha concebido no sólo como primordial sino
también como indispensable presupuesto para todos los demás; así al respecto, Fernández
(1992, p. 34) señala: "El derecho a la vida es el primordial entre los derechos atinentes a la
persona y el presupuesto indispensable de todos los demás".

En este orden de ideas podemos colegir que el derecho a la vida es la fuente de donde
emergen todos los derechos inherentes de la persona humana. El reconocimiento del
derecho a la vida que efectúan los ordenamientos no sólo radica en impedir que los demás
atenten contra el individuo, pues comprenderlo así sería una visión parcial de su
concepción, es por ello que otros autores se inclinan por señalar además que este derecho
debe ser comprendido además como un derecho a vivir de tal manera que el ser humano
pueda realizar su proyecto de vida vital, es decir, que se den ciertas condiciones de vida ,
situación esta última que diferentes ordenamientos lo están tomando ya en cuenta y que
ha originado encontrados debates en los distintos órganos jurisdiccionales quienes
protegen el derecho a la vida en su más pura acepción como un derecho indisponible y
quienes conciben ya al mismo como un derecho disponible.

I.1. Amparo Civil del Derecho a la Vida

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Díez-Picazo (1982, p. 18) señala que la vida: "Es el bien básico y esencial de la persona,
fundamento y asiento de todos los demás. Pero el hombre no tiene un poder sobre su
propia vida total y absoluto, que en su formulación consiguiente legitimaría el suicidio. La
vida no posee un valor puramente individual, sino familiar y social. De ahí que el
ordenamiento jurídico debe negar a la persona el poder de quitarse la vida".

El Código Civil Peruano de 1984 recoge en su artículo 5º el derecho esencial a la vida, y en


concordancia con el artículo 1º del indicado cuerpo normativo; se puede colegir que se
recoge una tutela a:

El Concebido. Pues protege al nasciturus o aún no nacido que es considerado como ser
independiente y distinto de la madre, teniendo por tanto el derecho y amparo de la
ley, reconociéndolo como sujeto de derecho para todo lo que le favorece. Aunque si
bien es cierto no es aún una persona natural en razón que no se ha producido el hecho
del nacimiento, pero con ello no deja de ser ya una vida humana, es un sujeto de
derecho distinto y autónomo; por tanto, es un centro de referencia de derechos desde
el instante de la concepción. Ahora bien se debe tener en cuenta que nuestro
ordenamiento si bien le da al aún no nacido la condición de sujeto de derecho, será
solo centro de imputación o referencia de todo cuanto le favorece, situación muy
distinta que la persona individual o natural pues es centro de referencia normativo sin
limitación alguna salvo las dispuestas expresamente por ley; más aún en el caso del
concebido la atribución de derechos patrimoniales está condicionado a que nazca vivo,
con lo que se puede colegir que en cuanto a los derechos extramatrimoniales o no
patrimoniales (dentro de ellos el derecho a la vida) es evidente que no están sujetos a
condición. Así podemos apreciar que existe un tratamiento normativo especial en
cuanto al concebido para su debida protección.

Al ser ya nacido o la persona individual o natural. Protege a los sujetos de derecho


con acciones efectivas, en tal sentido el objeto de protección jurídica se encuentra en
el ámbito de la persona misma, lo que se busca tutelar es aspectos importantes
próximos al ser de la persona a fin de que ella se realice de acuerdo a su proyecto de
vida, en tal sentido la persona individual o natural será pues centro de referencia
normativo sin limitación alguna salvo las dispuestas expresamente por ley.

I.2. Problemáticas frente al derecho a la Vida

Resulta acertado sostener que “el derecho a la vida, al igual que otros derechos humanos,
no es un derecho absoluto o ilimitado; puede sufrir restricciones al colisionar o entrar en
conflicto con otros derechos. Esto puede ocurrir en determinadas circunstancias “límite”.
En tales circunstancias corresponde al legislador establecer cuáles serán los derechos que
deben prevalecer. Los límites que el sistema jurídico ha recogido en relación al derecho a
la vida de las personas, son la pena de muerte, la legítima defensa y el estado de
necesidad; en el caso del derecho a la vida del concebido, el límite es el aborto”.
Efectivamente la concepción, el nacimiento y la muerte han sido justamente denominadas
por ilustres tratadistas como "fronteras extremas de la vida". Dichas fronteras o límites, se

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encuentran en constante delimitación, y que en muchas ocasiones ha originado un


problema arduo e incluso difícil de resolver por sus complejas connotaciones e
implicancias.

I.2.1. Aborto

Etimológicamente deriva del término latino "abortus", formado por dos raíces ab (privar) y
ortus (nacimiento), es decir, "privar del nacimiento". Actualmente se entiende por aborto a la
interrupción prematura (sea esta natural o inducida, provocada) del embarazo y la
consiguiente expulsión del feto. Frente a esta situación existen dos posiciones:

A. Posición Mortícola. La cual afirma que la madre tiene pleno derecho sobre la vida de
sus hijos. Esta posición nacida del Derecho Romano sustenta la teoría que el concebido
es "viscerum matris", es decir, víscera de la madre.
Del Castillo (1976, p. 85) expresa que "el aborto legal viene a constituir un medio de
control de la natalidad, tornándose en el equilibrador entre crecimiento demográfico y
el factor económico"

Esta posición sostiene que como el ser humano tiene derecho de procrear, es decir, es
libre de tener relaciones sexuales, en consecuencia también es libre de determinar si
esa relación tiene como fin la concepción o solamente la satisfacción del instinto
sexual, decir partiendo de la antiquísima concepción que el feto es víscera de la madre
se lleva a sostener bajo una expresión mucho más refinada, que al ser la persona libre
en sus decisiones y sobre todo en tener o no relaciones sexuales en consecuencia
también podrá decidir libremente si esa relación sexual sostenida debe llegar a su fin
es decir a la concepción o al nacimiento del ya concebido.

B. Posición Vitalista. Sostiene que, al considerarse al concebido como sujeto de derecho


"para todo cuanto le favorece" (Cfr. Artículo 1º del Código Civil Peruano), éste es
titular, único e incondicional, del derecho a la vida, es decir es un ser independiente y
separado de la madre, y por tanto la madre no puede decidir ya sobre él.

Sin embargo, a pesar de protegerse al concebido, en diferentes legislaciones


contemplan causas atenuantes y eximentes del delito de aborto, teniendo en algunos
casos como requisitos el consentimiento de la mujer para salvar su vida o cuando se
desea eliminar el fruto de una violación, entre otros, esto no quiere decir que el
ordenamiento consienta el aborto sino que por el contrario lo sanciona, sin embargo
se establecen ciertas condiciones o causales que de cumplirse se dan atenuantes
(reducción de pena) o se exime (se releva o se perdona) de sanción.

I.2.2. Eutanasia

Otra dificultad vinculada al derecho a la vida es la eutanasia, proviniendo de las voces griegas
eu (bueno) y thanatos (muerte), es decir “muerte buena”. Este concepto se degeneró a tal

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forma que se pensaba que la población en exceso debía eliminarse, así como los miembros
menos necesarios, lo que recaía lógicamente en los viejos y los infantes.

El cristianismo se ha enfrentado a esta desviación y actualmente el problema de la eutanasia


conduce de manera directa a una controversia fundamental de la existencia humana, el de
propagar o no la suspensión de la vida de quien se encuentra afectado de un mal irreversible
y/o dolor insoportable (situación que en los últimos años ha causado encendidos debates con
rotundas manifestaciones tanto a favor como en contrario); esta puede ser: a) Eutanasia
Pasiva o Indirecta: Cuando se deja que el enfermo muera y b) Eutanasia Activa o Directa:
Cuando se mata al paciente.

Frente a la problemática de la eutanasia, debemos precisar entre la aplicación de un


tratamiento médico donde es inadmisible la eutanasia; y la prolongación artificial de la vida
humana, en donde lo único que cabe es que la naturaleza siga su proceso normal. El ser
humano nace, crece y muere. Es contrario al más elemental sentimiento de lo justo y lo bueno
prolongar la agonía de un enfermo, pero para proceder a ello, es necesaria, previamente, una
autorización judicial. Tal posición ha asumido la jurisprudencia comparada.

Para el caso peruano en nuestro Código Penal se regula el “homicidio piadoso” y lo tipifica en
su art. 112º del modo siguiente:"
“El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera expresa y
consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena privativa de
libertad no mayor de tres años".

Este tipo legal resulta una figura delictiva bastante atenuada, si la comparamos con el
homicidio simple (art. 106 del mismo cuerpo normativo) el cual condena al sujeto activo con
una pena privativa de libertad no menor de seis, ni mayor de veinte años.

Las legislaciones penales han abordado el problema de la muerte buena desde dos ángulos
primordialmente, ya sea sancionándola o eximiendo de responsabilidad. Actualmente muchas
tratadistas han contemplado que el derecho a la vida no se limita solamente al estado
biológico de la existencia, sino al de vivir con ciertas condiciones mínimas, y es por ello que en
determinadas circunstancias, la persona puede decidir tener una muerte digna, evitando la
prolongación artificial de la agonía.

Sin embargo, esto no resulta tan sencillo pues no siempre se puede hablar de sufrimiento del
enfermo, que es uno de los presupuestos del acto eutanásico; al respecto solo basta
imaginarse el caso referido al estado de coma prolongado donde el enfermo no está
consciente, y no es posible admitir si existe o no sufrimiento, y por lo tanto, poner fin a un
coma prolongado e irreversible no debería ser definido como "eutanasia".
Se afirma que: "de hecho, parece legítimo hablar de "derecho a la muerte", expresión que no
designa el derecho de procurarse o de hacerse procurar la muerte como se desea, sino el
derecho de morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana".

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La finalidad del acto eutanásico es aquel de provocar la muerte, mientras el dejar morir
significa no poner en obra aquellos medios terapéuticos que podrían sólo prolongar la agonía
del paciente, sin una razonable esperanza de suceso.

I.2.3. Feminicidio en el Perú

El feminicidio es un crimen que afecta únicamente la vida de las mujeres de todo el mundo;
nuevo término que está buscando un lugar en el discurso criminalistico y busca a su vez
visualizar una situación de violencia sistemática y silenciada por muchos siglos por la
indiferencia y tolerancia social. El feminicidio, es una categoría que debe abordarse como una
modalidad de violencia directa hacia las mujeres, como una alternativa a la neutralidad del
término homicidio visibilizando un trasfondo no reconocido: la misoginia en la muerte diaria
de mujeres. Es un problema social, político, cultural y es un problema de Estado.

El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condiciones históricas


generan prácticas sociales que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades
y la vida de las mujeres. En el feminicidio concurren en tiempo y espacio, daños contra mujeres
realizados por conocidos y desconocidos, por violentos, violadores y asesinos individuales y
grupales, ocasionales o profesionales, que conducen a la muerte cruel de algunas de las
víctimas.

No todos los crímenes son concertados o realizados por asesinos seriales: los hay seriales e
individuales, algunos son cometidos por conocidos: parejas, parientes, novios, esposos,
acompañantes, familiares, visitas, colegas y compañeros de trabajo; también son perpetrados
por desconocidos y anónimos, y por grupos mafiosos de delincuentes ligados a modos de vida
violentos y criminales. Sin embargo, todos tienen en común que las mujeres son usables,
prescindibles, maltratables y deshechables. Y, desde luego, todos coinciden en su infinita
crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres.*
El feminicidio muestra el real contexto de violencia y discriminación hacia la mujer; de este
modo se convierte en uno de los principales problemas sociales que tenemos que enfrentar,
pues es evidente que las construcciones sociales de nuestra sociedad toleran la violencia
basada en la discriminación de género.

I.2.4. La Pena de Muerte

Solís (1983, p. 22) apunta que: "La pena es la restricción o eliminación de algunos derechos,
impuesta conforme a ley por los órganos jurisdiccionales competentes, al culpable de una
infracción penal". Otros opinan que la pena es un mal jurídico con el que se amenaza a todas
las personas, y se aplica a los que delinquen en calidad de retribución de los actos cometidos,
cuyo fin primordial es el impedir la comisión de otro delito.

Dentro de la variedad de penas existentes encontramos la de muerte, que ha sido objeto de


porfiadas discusiones, creyéndose que la seguridad social se puede lograr por otros medios
compatibles con la vida de los criminales. El mencionado problema no puede ser resuelto en
un plano puramente jurídico y técnico, pues además se trata de una discusión moral cuya
solución servirá para la aceptación o no de la pena capital.

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En nuestros días encontramos dos posiciones contradictorias:

1) Los mortícolas, entre ellos Ruiz (1944, p. 45) expresa:


"Al analizar el fin básico de la pena nos daremos cuenta que es su carácter expiatorio,
significando que el malhechor merezca, antes que otra cosa, un castigo proporcionado al
mal que cometió, afirmando una equiparidad entre el delito y la pena por ser justo, no
cabiendo duda que ante la gravedad de ciertos delitos la muerte aparece, según ellos,
como lo más lícito logrando de esta manera la defensa social, explicado por el criterio de
peligrosidad".

2) Los abolicionistas, en contra de la pena capital. Quintiliano dice: "Si los culpables pueden
corregirse... será más útil a la República salvarlos que castigarlos con la muerte”. Esta
teoría ha ido ganando terreno y en la actualidad la tendencia de los países democráticos
es abolirla, por esta razón las Naciones Unidas, con la resolución No.2857 del 20 de
diciembre de 1971, vio la conveniencia de abolir la pena de muerte en todos los países.

En nuestra Carta Magna la pena de muerte, tal como lo prescribe el art. 140, " sólo puede
aplicarse por el delito de traición a la patria en caso de guerra, y del terrorismo, conforme a
las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte obligada". Es conocido que la finalidad de
las penas debe dirigirse a la readaptación del criminal. Es del todo inadmisible sostener que la
seguridad social de un Estado reposará sobre los cadáveres de los ejecutados por esta pena,
que no debe pasar de la oscura historia de la sociedad y del Derecho. La pena de muerte no
readapta al criminal.

II. EL DERECHO A LA INTEGRIDAD

La más caracterizada doctrina constitucional de nuestro país sostiene que el derecho a la


integridad se refiere a la intangibilidad de los diversos elementos que componen la dimensión
física de la persona humana.

Dentro de este concepto, la norma constitucional peruana en el inciso primero del artículo 2 o.
comprende, además del anterior, el derecho a la integridad síquica y moral. El derecho a la
integridad síquica se refiere a la preservación de todas las capacidades de la psiquis humana,
que incluyen las habilidades motrices, emocionales e intelectuales sin que ninguna de ellas
pueda resultar afectada por la aplicación de métodos técnicos o sicológicos.

El segundo tiene un sentido restringido muy importante que es la dimensión ética de la


persona. Como derecho quiere decir que cada ser humano puede desarrollar su vida de
acuerdo al orden de valores que conforman sus convicciones, desde luego todo ello dentro del
respeto a la moral y al orden público.

Por otra parte se ha definido este derecho como "aquella facultad de rechazar cualesquiera
agresiones corporales, estableciendo un deber general de respeto que alcanza validez erga

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omnes en el sentido de marcar una abstención común de cuantas actividades pudieran devenir
perjudiciales al organismo humano".

La efectiva protección del derecho a la vida exige el reconocimiento previo del derecho a la
integridad ya que en múltiples ocasiones la afectación del primero y fundamental se inicia con
el ataque al segundo.

Sostiene Quispe Correa que el derecho a la vida es, básicamente, la posibilidad real para
desenvolverse a plenitud, no es la vida del esclavo, no es la vida miserable, sino que es, aunque
resulte un pleonasmo, el derecho a vivir.

Cabe destacar que en la perspectiva de este autor se produce una extensión del derecho a la
identidad ya que toda persona goza de un conjunto de cualidades que las distinguen de otra y
que deben ser respetadas. El nombre, el sexo, su cultura, son, entre otros, rasgos distintivos de
una personalidad determinada y nadie puede usarla sin su autorización ni denigrarla
impunemente. La plenitud moral, síquica y física, que componen la integridad del sujeto, son
partes integrantes de esa identidad.

La consideración como bien de la personalidad, que se reconoce al cuerpo y a la integridad


corporal, resulta del valor mismo reconocido a la vida y todo aquello que produzca su
menoscabo o deterioro, bien por una afección, sustracción, disminución o alteración del soma
humano, implica un ataque a este derecho.

El reconocimiento de la integridad y la vida entre los derechos fundamentales así como el


derecho a la libertad han sido una constante en la jurisprudencia de nuestro máximo tribunal.
En este sentido se ha resuelto que "a través de distintos fallos o sentencias constitucionales se
ha establecido en forma uniforme la primacía y/o vigencia plena del derecho constitucional a
la libertad individual e integridad física, las mismas que indudablemente son derechos
fundamentales inherentes a la persona humana".

El derecho a la integridad física, de consiguiente, en cuanto a su verdadero alcance, si bien se


proyecta sobre la realidad somática de la persona, también debe encuadrar a aquellas de sus
facultades anímicas que, biológicamente enraizadas en su mismo ser, son parte indisociable
del individuo —compuesto, no se olvide, de corporeidad y espiritualidad o mundo de la
inteligencia—, de tal suerte que ambas, a la vez, deben constituir su exacto contenido, y, por
ende, estar protegidas de cualquier ataque o intromisión de cualquier agente.

Como quedara expuesto, la tutela alcanza tanto la salud física como la salud síquica, por lo que
consideramos mejor hablar de "derecho a la integridad corporal" que de "derecho a la
integridad física", sobre todo si partimos de que aquella integridad corpórea recoge las dos
realidades, la del cuerpo humano y la del espíritu.

Admitido lo anterior queda claro que resulta reprobable cualquier acto que produzca
perturbación mental o trauma, porque el daño a la salud síquica ha de ser considerado
indemnizable, tanto o más que el inferido a la salud física.

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Nuestro Tribunal Constitucional tiene resuelto que el contenido esencial del derecho a la
integridad personal, en su dimensión física, sólo tolera que se genere una disminución
permanente e irreversible de una función de un órgano del cuerpo humano, si con ello se
busca evitar un riesgo inminente y grave para ese valor superior y primario, que es la vida
humana.

De lo expuesto por el supremo intérprete de nuestra Constitución se deduce que concibe —


como lo hiciéramos supra— una doble vertiente para este derecho a la integridad (física y
sicológica). Adicionalmente deja establecido que sólo en caso de que se encuentre en riesgo la
vida puede tolerarse una disminución física permanente e irreversible, como la que representa
la esterilización quirúrgica6 (ligadura de trompas) en las mujeres.

En la misma sentencia se establece además que aun cuando la Ley 26530, prima facie, permita
(al no encontrarse prohibida) utilizar la esterilización como método de control de la natalidad,
debería llevar a este Colegiado a evaluar si aquella permisión tácita se compadece o no con el
derecho a la integridad corporal, que el inciso 1o. del artículo 2 o. de la Constitución reconoce
como derecho fundamental de toda persona.

Recuperado de: http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/cconst/cont/19/ard/ard8.htm

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fernández, C. (1992). Exposición de Motivos y Comentarios al Libro Primero del Código Civil
Peruano. Lima: cultural cuzco s.a. editores,
Diez-Picazo, L. (1982). Sistema de Derecho Civil, Madrid: Tecnos
Del Castillo, V. (1976). El Aborto, su Legislación en el Perú, Lima: Raíz
Solis, A. (1983). Ciencia Penitenciaria. Lima: Grafital
Ruiz, M. (1944). Criminología, Buenos Aires, Losada
Cavazos, M (2000) Palabra. México: Saltillo
Leandry,I (2010). Derecho vs. Religión: La nueva batalla intelectual. Madrid: Espacio Creativo.
Ferrajoli,L(1995) Derecho y razón, teoría del garantismo penal. Madrid: Coloquio
Millán,A (2003). El valor de la libertad. Madrid: Rialp
Omar Sar Suarez. Revista Mexicana de Derecho Constitucional

ACTIVIDAD

Explica el derecho a la vida y a la integridad a través de un Informe oral.

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