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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

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-ERASMODE
ROTTERDAM
- Vida y obra

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

CRÍTICA

 Desiderio Erasmo
, i4 ¡ 5 jY > i fue en ¡da a?¡a jibara
i >’?(rn:  crtida lo ha süvm do siendo /jas!.;
Si !<>>luteranos le re- hay ana n como pupisi.-. 
-vergonzante, los cal alíeos le reprochaban 
 haber ¿ido el precursor del luí eran/ <r>;o y 
va ciaban de su plulosoph ia C hrisii  como a
>b: inquietante caballo de Troya. La 
 historiografía católica de nuestros días, /jai 
em ite ya jnidos favorables a Latera, no
 revalorizado la figura de ira sn io , de (¡mea 
 sigue desconfiando [no olvidemos que has:. 
lytiJ todas sus obras permanecieron en el  
 Indice). En este libro, Comelis Augusiqn, 
 profesor de la Universidad U bre tic 
 Amsterdam, nos ofrece, en cam bio, elnitia< -
 retrato de un hombre que, en el corazón 

 mismo
 por de una
integra r el revolución religiosa,en
método humanista sela 
eslío  •
 teología y por renovar la Iglesia y la sociedad  
 de >// tiempo, orgulloso de ofrecer su labor a 
una Europa en la que circulen libremente /
ideas y los libros. Como ha escrito el gran 
 Marccl Baiaillon, - elpensamiento de Era
influyo mas am pliamente que el  
 de Entero o el de Calvino en la 
evolución intelectual, social y
 religiosa de Lis sociedades 
 occidentales m odernas».
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CORNELIS AUGUSTIJN

ERASMO DE ROTTERDAM

Vida y obra

Traducción castellana de 


OCTAVI PELLISSA

Revisión de 
CARLOS GILLY

EDITORIAL CRÍTICA  
BARCELONA

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cial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos ia reprografía
y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alqui
ler o préstamo públicos.

Titulo original:
ERASMUS VON ROTTERDAM. LEBEN - WERK - WIRKUNG

Cubierta: Enríe Satué


© 1986: C. H. Beck’sche Verlagsbuchhandlung (Oscar Beck), Munich
© 1990 de la traducción castellana para España y América:
Editorial Crítica, S.A., Aragó, 385, 08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-480-8
Depósito legal: B. 39.240 - 1990
Impreso en España
1990. — NOVAGRÁFIK, Puigcerdá, 127, 08019 Barcelona

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PREFACIO

Si empiezo diciendo que con este libro me propongo familiari


 zar a! lector con la actualidad de la fig ura de Erasmo, no cabe 
duda de que me quedo corto. Evidentemente, ese es uno de mis 
 propósitos y espero que este escrito introductorio le sea útil a al
guien en sus estudios y le estimule en su quehacer con la historia 
de! humanismo y de la Reforma. Aunque no fuera más que po r  
las transformaciones de fo n d o que se operan en la sociedad, aque
lla ¿poca es fascinante. En muchos aspectos entonces se pusieron  
los cimientos de la cultura occidental de nuestros días.
Pero mi intención va más lejos. Tengo una determinada imagen 
de Erasmo, una imagen que se ha venido form ando durante la lec
tura de las publicaciones más diversas sobre él y, sobre todo, con 
el estudio de las propias obras de Erasmo. Quiero mostrar al lector  
las cosas que veo en Erasmo y en la época en la que vivió. Espero 
 
haber
resabiosencontrado 'un camino que eluda tanto la atonía como los
de la erudición.
 En el texto en general sólo hago referencia a los escritos de Eras
mo. Ocasionalmente, a la bibliografía, cuando una cita resulta difí
cil de encontrar sin esta mención. Las abreviaturas generales que 
utilizo se explican en el último capítulo; el resto de las abreviaturas  
se aclaran en la bibliografía de los diferentes capítulos que se inclu
 ye al fin al del libro. Las referencias bibliográficas comprenden, ade
más, una serie de importantes publicaciones sobre las cuestiones 
tratadas en los correspondientes capítulos. El único criterio de se
lección es que en ellas estén representados puntos de vista muy dis
tintos y evidentemente opiniones discrepantes de la mía, siempre 
que estén bien fundamentados. Ello no quiere decir que muchas  
de las obras que no cito no las considere valiosas, sólo significa

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que, dada la copiosísima bibliografía actualmente existente, es obli


gado prescindir de una parte de ellas. Aquellos lectores que quieran 
ahondar en el análisis de la figura y la obra de Erasmo encontrarán 
indicaciones específicas en el último capítulo.
Quiero expresar m i agradecimiento a! traductor, Octavi Pellissa, 
 por su excelente trabajo, y al doctor Gilly (Basilea), por haber leído 
cuidadosa y críticamente esta traducción castellana, y por haberme 
 proporcionado muchas valiosas sugerencias.

C . AUGUSTIJN

Amsterdam, octubre de 1990

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1. INTRODUCCIÓN

«Erasmo es único en su género.» Este juicio lo encontramos


en la segunda parte de las  Epistolae obscurorum virorum  (Bómer,
2, 187, 25), en las que en 1517 los reformadores humanistas la em
 prenden con mordacidad contra el orden establecido en la sociedad,
la Iglesia y la ciencia. Erasmo, opinan, escapa a toda clasificación,
sigue su camino en solitario.
Más tarde, Lutero le llamó anguila y añadió: «nadie puede apre
henderlo, sólo Jesucristo puede hacerlo» (Wa Tr I, 55, 32-33). De
hecho, en Erasmo se esconde algo inaprensible, y ello debe ser to
mado en consideración por cada uno de sus biógrafos. No se trata
de que escaseen las fuentes. Erasmo escribió mucho, y muy poco
después de su muerte sus más fieles amigos cuidaron de la edición
de sus obras completas, recopiladas siguiendo sus indicaciones y
en parte con textos todavía revisados por él mismo. La edición apa

yreció entre
1706, se 1538 y 1540
publicó en nueve
en Leiden una voluminosos
nueva edicióntomos. Entre 1703
que todavía hoy
sigue siendo para la mayoría de sus obras la edición modelo.
La moderna investigación erasmiana empieza con la edición, a
 partir de 1906, de las cartas de Erasmo por Percy Stafford Alien
y su mujer y con la biografía de Johan Huizinga publicada en 1924.
La edición de los Alien es excelente y constituye una base firme
en la que por primera vez se pueden asentar las tareas de investiga
ción.
de su Huizinga,
biografía incluso,
que les llega
ofrecea decir a losdeAlien
un ramo floresencortadas
la dedicatoria
en el
 propio jardín de los esposos. No sin razón, pues, como es sabido,
Huizinga pone el acento en el joven Erasmo. Para los años poste
riores faltaban hasta la fecha fundamentos sólidos: los Alien no
habían ido hasta entonces más allá de 1521. Por otro lado, si bien

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10 ERASMO DE ROTTERDAM

es cierto que las flores procedían del jardín de los Alien, el ramo,
en cambio, lo hizo Huizinga con sus propias manos. Con toda jus-
ticia, el libro de Huizinga se ha convertido en un clásico. Dentro
de una grandiosa concepción unitaria, califica a Erasmo de genio,
de gran personalidad. Su actitud ante Erasmo no es, en modo algu-
no, acrítica, a pesar de toda la admiración que le profesa: su po-
quedad a veces le irrita tanto como le fascina su grandeza. Percibe
intensamente lo inaprensible en Erasmo, a quien califica de «maes-
tro de la cautela», una cautela que no achaca a mera circunspección
o miedo, sino que la considera un atributo que estaba en la base
misma de sudeesencia.
A pesar que la obra de Huizinga fue traducida al alemán
 por Werner Kaegi y de que fue muy elogiada, no ha ejercido ningu-
na influencia en el ámbito lingüístico alemán. El juicio sobre Eras-
mo había sido pronunciado mucho tiempo atrás y la imagen surgi-
da entonces no ha sufrido ninguna modificación. De hecho, cabe
hablar de una doble imagen, en cierto modo superpuesta: la imagen
de Erasmo la determina Lutero; Erasmo viene a representar la con-
trafigura. Muchos ven en Lutero, ante todo, al «Hércules alemán»,
tal como aparece representado en la obra de un artista de Basilea
(tal vez a partir de un boceto de Holbein): un luchador solitario
que se rebela en Alemania contra la tiranía de Roma. En esta figu-
ración, Lutero es quien denuncia los abusos de la Iglesia, el único
que se atreve a levantarse contra ellos. ¿Y Erasmo? Él reconoció
los errores con una agudeza que no iba a la zaga de la de Lutero
e, incluso, lo hizo con anterioridad a éste; asimismo, alzó su voz
contra ellos, fustigó los abusos y escarneció a la Iglesia. Pero no
es un hombre de acción. Es timorato y cobarde, por sus venas no
fluye sangre de mártir y reniega contra sus propias convicciones
de las verdades que él mismo ha descubierto. Lutero es el héroe
de la fe, Erasmo el traidor.
Para otros, por el contrario, Lutero es, sobre todo, el hombre
que ha rebatido a los maestros de la Iglesia de su tiempo, que ha
descubierto que el porque
atacó a la Iglesia hombreoscurecía
sólo se justifica a través
esta verdad, de medida
en la la fe y que
exigía obras en lugar de fe. Para estos, Erasmo es el hombre del
«cristianismo del sermón de la montaña» para el que la vida prácti-
ca, según las normas de la moral estricta, era la suprema exigencia
y que no entendió nada de los verdaderos propósitos de Lutero.

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INTRODUCCIÓN 11

Quienes aceptan este punto de vista hacen sobre todo hincapié en


el antagonismo de los respectivos escritos de ambos acerca del libre

albedrío y sudenegación.
mo: carece auténticoCon elloentambién
rigor materiasereligiosa.
desenmascara a Eras-
En Francia, Agustín Renaudet, en la década de los treinta, ofre-
ce una imagen completamente distinta de Erasmo. En la medida
que se apoya predominantemente en las cartas de Erasmo de la
década de los veinte, expone sus relaciones tanto con los reforma-
dores como con los adalides del viejo orden eclesial y esboza una
imagen sugestiva, que como acentúa la peculiaridad de Erasmo re-
cuerda el punto de vista de Huizinga. El tema central de la obra
de Renaudet es, no obstante, la figura del viejo Erasmo y su posi-
ción independiente, alejada tanto de Roma como de Wittenberg.
Renaudet se refiere al «modernismo» de Erasmo, un concepto más
 bien ambiguo, que interpreta como si en Erasmo se anticiparan ideas
de la Ilustración del siglo xvm y del modernismo católico de la
segunda mitad del siglo xix.
Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo de transcurrir un
 buen lapso de tiempo hasta que Erasmo volviera a suscitar el inte-
rés de los investigadores. En las numerosas obras aparecidas a par-
tir de la década de los sesenta, surge un nuevo Erasmo. Este Eras-
mo es fundamentalmente teólogo, esto es, un teólogo a tomar muy
en serio. Esta tendencia surge, sorprendentemente, tanto entre teó-
logos católicos como entre teólogos protestantes, a pesar de que
desde hacía mucho tiempo Erasmo no había sido precisamente re-
conocido comomedieval
ción teológica teólogo. yEntonces se le sitúa
se le considera en la líneadedelasla diatri-
un conocedor tradi-
 bas acerca de la doctrina del pecado y de la gracia y se le atribuye
un interés por las finezas teológicas. Esta boga del interés por Eras-
mo se debe también a la nueva edición de las obras completas que
desde 1969 aparece a un ritmo acelerado, así como a la publicación
de sus cartas y escritos en francés, alemán e inglés.
Entonces, ¿qué sentido tiene una nueva biografía en una situa-
ción en la que la imagen de Erasmo se contempla desde ángulos
tan diversos? Me he propuesto abordar cuatro puntos. En primer
lugar, quisiera intentar hacer un cotejo de las más recientes investi-
gaciones en las diferentes zonas lingüísticas. Aunque esto puede que
se sobreentienda, hay que tener en cuenta que, en la práctica, la
investigación en francés, alemán e inglés todavía sigue discurriendo

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12 ERASMO DE ROTTERDAM

sin la menor coordinación. Es particularmente notorio que los lo-


gros de las investigaciones francesas y alemanas se obtienen igno-

rándose
que casi completamente.
alcance a integrar toda De modo que he moderna.
la investigación pensado en un libro
En segundo lugar, no aspiro a medir a Erasmo con nadie, sino
a poner en relieve los rasgos de su propia personalidad. Desafortu-
nadamente, siempre se le midió con Lutero y no es de extrañar
que saliera mal parado. Ahora bien, cuando se produjo la primera
aparición pública de Lutero, Erasmo rebasaba la cincuentena, un
hecho que a menudo se ha pasado por alto. Cierto es que Erasmo
habla necesitado mucho tiempo para encontrarse a si mismo y para
saber con exactitud lo que quería. Pero no cabe duda de que en
1518 y 1519, cuando el mundo oye por primera vez el nombre de
Lutero, Erasmo contaba ya con importantes publicaciones y se ha-
 bía trazado un claro objetivo que debe ser valorado según sus pro-
 pios merecimientos. Ello es mucho más cierto todavía en lo que
toca a la singularidad de Erasmo respecto a la Ilustración. Una
cosa es que la Ilustración incorpore ideas que emergen de su pensa-
miento; ahora bien, la comparación inmediata con una época histó-
rica posterior, así como la comparación con Lutero, adquiere todo
su sentido sólo cuando se sitúa a Erasmo dentro de su contexto
histórico.
En tercer lugar, estimo que entre 1500 y 1520 la posición de
Erasmo es importante. Durante este periodo, en el que ha prepara-
do y realizado en gran parte la obra de su vida, Erasmo no es,
en modo alguno, una figura solitaria en la sociedad. Era parte del
mundo humanista y en el curso de los años se convirtió en una
de sus figuras clave. Un mundo de una esfera superior aislada del
resto de la sociedad, cuyos miembros se podían encontrar tanto
en las universidades como en las cortes de los príncipes o de los
magnates eclesiásticos; algunos pertenecían al patriciado de las ciu-
dades, otros, en cambio, vivían completamente apartados, todos
ellos plenamente consagrados al ideal de las bonae litterae,  a la
cultura de la Antigüedad clásica, que había resucitado y había de
renovar la sociedad. La resistencia que opusieron los doctos esta-
 blecidos, sobre todo los teólogos y dialécticos, a estas concepciones
sólo sirvió para consolidar el ánimo común que les inspiraba. La
imagen de Erasmo acentúa su perfil si se le contempla en este con-
texto y si se presta atención a ese específico grupo de humanistas,

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INTRODUCCIÓN 13

del que él formaba parte, el círculo de los humanistas de la Biblia.


En el último punto que abordo en esta biografía, quisiera desta-
car la especificidad de Erasmo: más que detenerme en detalles bio-
gráficos, quisiera mostrar en qué consiste su contribución a la cul-
tura de su tiempo. Su mayor logro personal fue la integración del
método humanístico en la teología y la ruptura que esto provocó
en el pensamiento teológico. Pero no se le puede atribuir a él solo
todo el mérito, pues, como ya hemos dicho, ello fue la obra de
un grupo de personas animadas por los mismos sentimientos. Aho-
ra bien, dentro de este círculo, Erasmo se elevó a un rango único
que le distinguió
afirmación de losque
que estima demás. Ahí esradica
Erasmo únicola en
verdad de la añeja
su género.

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EL MUNDO EN TORNO A 1500 15

mesura intelectual, que, acaso, según Erasmo, haya de atribuirse


a la vida suntuosa, quizás también a las normas entonces en vigor:
una existencia decorosa cuenta más que muchos y descollantes co
nocimientos.
Entre 1500 y 1521, la vida de Erasmo, mientras permanece en
los Países Bajos, transcurre, en el sur, esto es, en lo que es hoy
Bélgica y Luxemburgo. Allí vivían, más o menos, el mismo número
de habitantes que en el norte, es decir una población de unas 800.000
a 900.000 personas. La vida era mucho más intensa que en el norte:
aquí residía la mayor parte de la nobleza, cuyo papel en la segunda
mitad del siglo xv fue muy relevante. Bruselas era el centro admi
nistrativo; en Malinas se concentraba toda la actividad judicial; Am-
 beres, con sus 50.000 habitantes, era una ciudad con auténtica pro
yección internacional, un emporio comercial donde florecía la
industria; Lovaina era el único centro universitario. En las décadas
de los ochenta y noventa, el destino de los Países Bajos empieza
a asociarse al del imperio de los Habsburgo. Los Países Bajos caen
 paulatinamente —el ducado de Güeldres es el ultimo después de
muerto Erasmo— bajo la férula de Carlos V. En efecto, ya en 1492,
el propio Erasmo recibió las órdenes sacerdotales del obispo de
Utrecht, David de Borgoña, un hijo natural de Felipe el Bueno,
 bisabuelo de Carlos V.
La evolución de los Países Bajos refleja en modo concentrado
el desarrollo histórico de la Europa occidental. En esta época se
 perfila la unidad del Estado, o ya se ha constituido, como en el
caso de España, Francia e Inglaterra. En estos estados, enraizó la
conciencia nacional, en gran parte como consecuencia de las ince
santes guerras entre Francia e Inglaterra, así como entre España
y los moros. La unidad significa centralización, cuya encarnación
reconocida por todos es la figura del príncipe y su corte. Durante
los dos últimos años de la vida de Erasmo, Europa se halla sujeta
a la voluntad de los tres grandes príncipes: el rey de los franceses,
Francisco 1, desde 1515, el rey de los ingleses, Enrique VIII, desde

1509,deyAustria
casa Carlos yV,señor
rey de
de los
España,
Paísesheredero del 1515-1516,
Bajos desde patrimonio elegi
de la
do emperador de Alemania en 1519. El Sacro Imperio Romano Ger
mánico se componía de numerosas ciudades y estados soberanos,
que sólo a partir de la década de 1520 alcanzaron un cierto grado
de cohesión gracias a la autoridad imperial. El 90 por 100 del terrí-

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16 ERASMO DE ROTTERDAM

torio era todavía agrario, las ciudades eran pequeñas, en el plano


social, financiero y político la Iglesia ejercía un poder mucho ma
yor que el que tenía en cualquier otra parte. La región del Alto
Rin, que a partir de 1514 desempeñaría un papel muy importante
en la vida de Erasmo, era muy próspera y ocupaba un lugar pree
minente en la vida cultural: en ella se encontraban, además de la
sede arzobispal de Maguncia, las sedes episcopales de Constanza,
Basilea, Estrasburgo, Spira, Worms y Wurtzburgo como centros
de irradiación cultural, las ciudades universitarias de Basilea, Fri-
 burgo, Tubinga, Heildelberg y Maguncia; escuelas, círculos huma
nísticos e imprentas en Schlettstadt, Estrasburgo, Pforzheim y en
la mayoría de ciudades universitarias.
Las ciudades, aunque pequeñas, ocupaban un lugar relevante
en la estructura social: Rotterdam, la cuna de Erasmo, probable
mente contaba con unos 7.000 habitantes, su querida Basilea alre
dedor de 10.000; Amberes y París, por el contrario, se considera
 ban grandes ciudades. Poseían una unidad administrativa propia,
con uno o varios burgomaestres, con un concejo o un gran concejo
y un pequeño concejo, y la progresiva influencia de los gremios
en el gobierno de la ciudad no cesó de crecer. Gracias a esta estruc
tura administrativa, la población pudo ejercer una cierta influencia
en el gobierno de la ciudad. Ello no obstante, no sería oportuno
hablar de democracia. El contemporáneo asociaba este término a
anarquía; para él, el término de referencia era aristocracia. Este
concepto se ajustaba mucho más a la realidad. El poder en las ciu
dades estaba en manos de un pequeño grupo unido por vínculos
familiares e intereses financieros. Muy pronto, sin embargo, empe
zaron a insinuarse serias alteraciones de este esquema. Precisamente
en este tiempo, en muchas ciudades, los gremios, cuyos miembros
 pertenecían a una capa de población con menos capital a su dispo
sición, exigen participar en el gobierno de la ciudad. La ciudad
adquiere cada vez mayor importancia en el terreno económico. En
realidad, no existía ninguna separación absoluta entre campo y ciu
dad, pero el comercio y la industria se concentraban en las ciuda
des, consecuencia de ello fue que en los centros urbanos también
se inició un proceso de formación de capital. Las ciudades, gracias
a su poderío económico, llegaron a constituir un cierto contrapeso
al poder de los príncipes, aunque a la larga resultaran ser las perde
doras en la confrontación. De hecho, la vida cultural seguía todavía

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EL MUNDO EN TORNO A 1500 17

concentrándose mayoritariamente en las cortes de los príncipes y


de los nobles; de todos modos, paulatinamente, las ciudades fueron

conquistando
dación de lasimportantes posiciones,
universidades, sobreinstituciones
que fueron todo a partirtípicamente
de la fun
urbanas. A ellas siguieron las escuelas, y al socaire de la prosperi
dad los artistas ganaban influencia. A partir de la segunda mitad
del siglo xv, las imprentas desempeñan un importante papel. De
modo que la vida cultural de la ciudad a menudo se concentra en
torno a diferentes instituciones: las universidades, las escuelas, el
obispo y el cabildo, las imprentas, los artistas. Ello se pone espe
cialmente de manifiesto en algunas ciudades que jugaron un papel
en la vida de Erasmo. Amberes, por ejemplo, fue una ciudad sin
universidad, pero con una intensa vida cultural caracterizada por
la actividad de los artistas y de las imprentas. Lovaina estaba plena
mente dominada por la vida universitaria. Basilea contaba con una
universidad, pero el círculo formado, después de 1500, en tomo
al tipógrafo Johannes Amerbach y algo más tarde en tomo a Jo-

hannes
literaria Froben, constituye
y científica el auténtico
que se hizo semillero
famosa mucho másdeallá
la de
producción
las fron
teras de la ciudad.

Por aquellas fechas, el mayor poder lo representaba la Iglesia,


y ello en un triple aspecto: como aparato de gobierno, como factor
económico y como autoridad espiritual. Roma y el papado consti
tuían la médula de la organización gubernamental y en Italia encar
naban, a la vez, una poderosa fuerza política y militar. Poco des
 pués de que Erasmo llegara al norte de Italia en 1506, el papa Ju 
lio II entraba victoriosamente en Bolonia al mando de su ejército.
El papado había llegado a su punto más bajo. Sobre León X
(1513-1521), el sucesor de Julio II, pocas cosas positivas se pueden
decir como guía espiritual del cristianismo occidental. Erasmo, sin
embargo, contrariamente a lo que hizo con Julio II, del que jamás
dijo nada bueno, le ensalzó con entusiasmo como papa de la paz
y protector de las «bonae litterae», la auténtica cultura que resulta
del estudio de la Antigüedad clásica. Los juicios que emitió acerca
de Adriano VI (1522-1523) y de Clemente VII (1523-1534) deriva
 ban de la actitud que adoptaron en el conflicto con Lutero y sus
 partidarios y de la protección personal que ambos le brindaron.
Lo dicho sobre los papas se puede aplicar igualmente a los obispos:

2. — b r a s mo

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18 ERASMO DE ROTTERDAM

el caudillaje espiritual era la cualidad que menos contaba; las sillas


episcopales las ocupaban predominantemente los hijos de las fami-

lias desecular
 poder la nobleza, y consecuencias
acarreó la fusión de la dignidad eclesiástica
desastrosas. con el
Un típico ejemplo
de ello lo constituye el único obispo a cuyo servicio estuvo Erasmo,
Heinrich von Bergen, obispo de Cambrai, en el extremo meridional
de los Países Bajos. Procedía de una familia de la nobleza que se
había encumbrado al servicio de la casa de Borgoña, se le destinó
a la carrera eclesiástica y nunca se arredró cuando quiso imponer
 por la fuerza sus legítimos o pretendidos derechos. En su calidad
de canciller de la orden del Toisón de Oro, era el más alto dignata-
rio del clero de la corte de Borgoña, y en calidad de tal hizo política
habsburguesa y cumplió, entre otras tareas, misiones diplomáticas.
Un potentado eclesiástico de estas características nada tenía que ver
con la vida de los fieles.
A ello cabe añadir el poder económico y financiero de la Iglesia.
Esta poseía inmensas propiedades territoriales, en algunos lugares
hasta la mitad de todas las tierras. A tal efecto habían contribuido
los constantes y crecientes ingresos de todo tipo obtenidos a lo lar-
go de tres siglos. Todo el sistema administrativo de la Iglesia se
mantenía a base de dinero: había que pagar por cada nombramien-
to, cualquier intervención eclesiástica costaba dinero; la acumula-
ción de sinecuras eclesiásticas en una sola mano acentuaba todavía
más las lacras del sistema. La avidez de dinero de la Iglesia no
tenía límites y se manifestaba en todos los terrenos. Nadie se le

escapaba, puessancionaba
indulgencias, bautizaba atestamentos.
los niños, casaba a las
A pesar de parejas, concedía
todos los planes
y de los intentos de reforma, hasta el concilio de Trento, la Iglesia
se vio en la imposibilidad de cambiar nada. Quien haya hojeado
los Coiloquia se acordará de las grotescas historias que cuenta, unas
historias que casi le hacen olvidar a uno que una gran parte de
los ingresos de Erasmo a lo largo de toda su vida procedían, directa
o indirectamente —por ejemplo, a través de donaciones de prelados
eminentes—, de estas fuentes.
Pero ello no significa que el bajo clero también participara en
el festín. Naturalmente que en los niveles inferiores también se po-
dían obtener buenas prebendas, pero estas soba apropiárselas el alto
clero rico. El alto clero era un coto cerrado al que sólo muy excep-
cionalmente lograba acceder el bajo clero. La Iglesia concedía poca

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EL MUNDO EN TORNO A 1500 19

importancia a la formación teológica. La mayoría de los aspirantes


eran ordenados sacerdotes tras un cursillo de formación acelerada
o, incluso,
ingreso sin pasar
consistía por prueba
en una un período de instrucción;
superficial el examen
de conocimientos de
míni-
mos. Las perspectivas de futuro de los ordenados eran francamente
malas. A comienzos del siglo xvi, sólo una tercera parte de los
5.000 sacerdotes del obispado de Utrecht se dedicaban a la labor
 parroquial; los demás servían únicamente como «altaristas», cuyo
trabajo consistía en decir una serie de misas. Además, no hay que
olvidar a los miembros de los conventos. En la sociedad de las pos-
trimería de la Edad Media, las órdenes monacales ejercieron una
considerable influencia, y no sólo por el elevado número de sus
miembros. En el obispado de Utrecht, a comienzos del siglo xvi,
había unos 13.000 frailes y monjas. Estas 18.000 personas, es decir,
aproximadamente un 3 por 100 del conjunto de la población, vi-
vían, aunque no llevaran un gran tren de vida, a costa de la socie-
dad, que soportaba su lastre con muchas dificultades. En las ciuda-

des, particularmente
 participación en las de
en el conjunto sedes episcopales,
la población su alcanzar
podía porcentaje de
hasta
un 10 por 100. Las perspectivas del clero regular tampoco movían
a entusiasmo. Cuando en el curso de la década de los ochenta Eras-
mo entró, o fue llevado al convento, su futuro era previsible: una
vida de subordinación y sometimiento, la posibilidad de acceder
al cargo de prior, acaso una sobrepaga en concepto de estudios
obtenida a costa de adulaciones y falsedades, con mucha suerte un
 puesto subordinado en la cancillería de un dignatario eclesiástico.
En lo que que acabamos de mencionar, se pone de manifies-
to una parte del poder religioso de la Iglesia. Las torres de las igle-
sias marcaban la silueta de la ciudad. Los recintos sagrados, los
conventos, las capillas, el clero secular, los frailes y las monjas,
imprimían carácter a la ciudad. Era la realidad emblemática de la
vida religiosa. Jamás estuvo tan extendida la devoción popular, se

sucedían unosantos
ción de los tras otro
y delasla procesiones y los
Virgen María peregrinajes,
arrastraba la adora-
multitudes, las
hermandades, consagradas a fines estrictamente religiosos, eran po-
 pulares, y los predicadores, generalmente clérigos menores, reunían,
en los tiempos de abstinencia, a un público absorto hasta el paro-
xismo; cada gremio poseía su propia capilla en las iglesia, su propio
sacerdote y su fiesta patronal; en las iglesias de mayor enjundia,

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

20 ERASMO DE ROTTERDAM

diariamente se celebraban misas en sufragio de los difuntos en to


dos los altares. Algunos santos eran objeto de una veneración muy

especial; en se
cuyo gracia el imploraba
siglo xv, lo
eneran principalmente
determinados casos, los catorce
como santos,
se invocaba
a san Erasmo en caso de dolor de tripa. La vida religiosa discurría
entre la exaltación y la multiplicidad de ceremonias, y en ese discu
rrir quedaba reflejada la intensidad de la devoción. El infierno y
el cielo eran realidades tangibles, la existencia humana se movía
entre la creación y el juicio final, entre principio y fin del mundo.
El principio de la historia tenía fecha, el paraíso tenía su lugar en
el mapa, el cielo, como morada de Dios y de los bienaventurados,
era tan real como las llamas del infierno. Este desarrollo servía
a la Iglesia para ejercer su agobiante dominio. Sólo la Iglesia poseía
el monopolio de la salvación y podía otorgarla a los creyentes a
través de los sacramentos. Era un servicio que prestaba a las perso
nas, las cuales esperaban mucho de la comunidad eclesiástica y de
sus servidores. Ello contribuyó a que la Iglesia llegara a acumular
un poder inaudito: la Iglesia incautó la vida y la conciencia de las
 personas. El abuso estaba al alcance de la mano y fue practicado
sin el menor escrúpulo. El ejemplo más conocido es el modo como
se concedían las indulgencias, que rebasó todos los límites impues
tos por la doctrina oficial de la Iglesia y degeneró en una ignomi
niosa granujería de cortabolsas que invocaban el amor que la gente
 profesaba a los miembros de su familia recluidos en el purgatorio.
Ahora bien, ni la Iglesia ni la religión se encontraban en una fase

de descomposición.
cundía el clamor queDe todosuna
exigía modos, desde hada
renovación más
radical de un
tanto siglo,
en la ca
 beza como en los miembros de la Iglesia. Ello no obstante, todavía
eran raras las tomas de posición contra la Iglesia.

En una gran parte de los Países Bajos y de Renania, el clima


espiritual en torno a 1500 seguía caracterizándose por el movimien
to y la espiritualidad de la devotio  moderna. Su creación fue obra
del diácono Gerard Groóte (1340-1384), de la pequeña ciudad de
Deventer, en la parte septentrional de los Países Bajos. Mucho más
conocida es la obra  La imitación de Cristo,  en la que Tomás de
Kempis (c. 1380-1471) formula, sobre premisas clásicas, el ideal de
religiosidad del movimiento, el camino que conducía desde las ma
nifestaciones de la experiencia del culto en común a Dios al so

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL MUNDO EN TORNO A 1500 21

siego de la propia alma. La vida afectiva, siguiendo nuevos derrote-


ros, no alcanzaba su eclosión en las profundidades de una vigorosa
mística, sino, más bien, replegada de la vida terrenal, en el gozo
del trato recóndito con Dios. Característico de la devotio   moderna
son las resoluciones redactadas por Gerard Groóte en la época de
su conversión: no aspirar nunca a una prebenda, nunca servir a
un dignatario eclesiástico por razones financieras, jamás querer po-
seer un título teológico para obtener ganancias, cargos bien remu-
nerados o fama. ¿Es eso una crítica a las instituciones eclesiásticas?
Implícita no cabe duda, aunque, de todas formas, se situaba a la
 propia vida en un primer plano; a la sazón apenas hubieron mani-
festaciones de crítica abierta a la Iglesia. Los partidarios de la devo
tio moderna respetaron íntegramente la legislación eclesiástica, aun-
que en última instancia sólo se sintieron vinculados al Evangelio.
 No era imprescindible que ambas exigencias de acatamiento entra-
ran en colisión, puesto que las manifestaciones externas de la Igle-
sia y la experiencia del trato íntimo con Dios se concebían como
dos mundos separados. En tiempos de Erasmo, la devotio  moderna
ya había perdido su lozanía original. Había declinado hacia una
espiritualidad y una forma de vida legalista, prosaica, ajena a la
realidad de las cosas, incapaz para estimular la inspiración. Erasmo
sufrió en propia carne sólo sus aspectos negativos: una vida mona-
cal lóbrega y mezquina, caracterizada por reglas arbitrarias, por
una obediencia servil a unos preceptos enunciados con la mayor
 pedantería, mala comida y una disposición corporal acomodada a
una vida de renuncias (preceptivamente, la vista siempre había de
dirigirse al suelo).
Si se quiere aludir al clima intelectual de una determinada épo-
ca, se ha de incluir en él a las universidades, esto es, a la teología,
si la época de referencia es el periodo que gira en torno a 1500.
Evidentemente, no eran tiempos de esplendor, pero no es justo ha-
 blar tampoco de la «teología de la decadencia» como hicieron algu-
nos historiadores. Los grandes conflictos teológicos de las postri-
merías de la Edad Media ya se habían dirimido, y apenas quedaba
sedimento para proceder a una auténtica renovación. En París, donde
estudió Erasmo, a pesar de la excelente reputación de su universi-
dad, la situación no era ciertamente mejor que en otras partes. Como
en todos sitios, las dos principales corrientes de la teología eran
la exégesis de la Biblia y la teología sistemática. El estudio de la

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22 ERASMO DE ROTTERDAM

Biblia no experimentó ningún progreso digno de mención y los co


mentaristas trabajaban siguiendo el modelo legado por las grandes
obras exegéticas de la Edad Media. Pero, incluso, dentro del cua
dro de estos estudios, la actividad en París era escasa. Es significa
tivo que en París los más relevantes comentarios medievales al texto
de la Biblia publicados en la segunda mitad del siglo xv se edita
ran tarde o no se editaran en absoluto. Lo mismo sucedió con las
obras de los Padres de la Iglesia. La teología sistemática también
se hallaba en una fase de estancamiento. Desde el punto de vista
metodológico, tanto en París como en cualquier otro lugar, se per
manecía anclado en la teología escolástica. Esta poseía una respeta
 ble tradición y durante algunos siglos había trabajado con el archi-
 probado método de la «quaestio» y de la «summa». La quaestio 
 parte de una cuestión teológica que se clarifica en una conversa
ción, en una disputa de pros y contras que desemboca en una deter
minada conclusión donde se da una solución que, al mismo tiempo,
da respuesta a los argumentos contrarios. En la summa, las cuestio
nes se ordenan sistemáticamente. Con este procedimiento no se quería
hacer una
sistema construcción
abierto rígida,
susceptible sino
de ser que se pretendía
completado desarrollar
y corregido. un
Pero tam
 bién a este respecto, a finales del siglo xv, se había agotado la
vena creadora en la Universidad de París. La forma se imponía
al contenido, el método se aplicaba al pie de la letra, sin innovacio
nes de ningún tipo; la única cuestión de contenido que ocupaba
a los teólogos parisienses era la inmaculada concepción de María:
¿llevaba la madre de Jesús la mancha del pecado original en el
momento de su concepción como la llevan el resto de los mortales?
 No sería justo juzgar a la teología escolástica a través de sus
manifestaciones más degradadas o de las cáusticas burlas de Eras-
mo. Apenas iniciada la comprensión estrictamente filológica de un
texto, se le sometía a una crítica acerada. El auténtico objetivo del
método escolástico no consistía, en última instancia, en la correcta
interpretación literal de un enunciado, sino que se pretendía reco
nocer la verdad; de ahí que se considerara lícito tergiversar el texto
 por amor a la verdad y a la correcta comprensión. De este modo
se pensaba hacer justicia a los propósitos del autor, el cual, en últi
ma instancia, no había podido sino querer servir a la verdad. Lo
que era válido en el tratamiento de textos del método escolástico
en general, también se podía transferir al texto de la Biblia. Si se

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL MUNDO EN TORNO A 1500 23

quería realizar un tratamiento auténticamente filológico de ios tex-


tos de la Biblia y de los Padres de la Iglesia, este sólo podia hacerse
fuera del marco del método utilizado hasta la fecha. La renovación
sólo podía venir de fuera.
Con ello llegamos a una última corriente de la vida intelectual
de la época, el movimiento humanístico, que en torno a 1500 había
logrado sentar plaza reconocida en la sociedad. Se caracterizaba
 por la vuelta a la Antigüedad clásica, tanto latina como griega.
Ello no quiere decir, evidentemente, que en la Edad Media se hu-
 biera perdido todo conocimiento de los autores latinos. Por lo que
respecta a los autores griegos, la situación era mucho peor, por
la sencilla razón que escaseaba la gente que conociera el griego.
Las cosas empezaron a cambiar en el siglo xiv. Los humanistas
descubrieron importantes textos latinos que apenas habían sido leí-
dos en los siglos anteriores. Se transcribieron e imprimieron a partir
de la segunda mitad del siglo xv, a veces con un comentario eru-
dito. Mucho mayores fueron los méritos de los humanistas por lo
que respecta al estudio de la literatura griega. A partir de mediados
del siglo xiv, numerosos manuscritos llegaron a Occidente, creció
el interés por la lengua griega y, al mismo tiempo, se pudieron im-
 primir ediciones de textos griegos. Todo ello desató emociones de
una intensidad difícilmente imaginable en nuestros días. Un docto
entró en estado de agitación febril cuando llegó a sus oídos la noti-
cia de que era posible que en algún lugar se encontraran los manus-
critos de los libros de la historia de Roma de Tito Livio que se
creían perdidos. Willibald Pirckheimer de Nuremberg, contemporá-
neo de Erasmo, llegó incluso a relacionarse con una persona que
aseguraba mantener contacto con espíritus para ver si de este modo
 podía seguir el rastro que le llevara al lugar donde se hallaban los
manuscritos. Los conocimientos de la cultura de la Antigüedad clá-
sica siguieron difundiéndose. Se popularizaron las traducciones en
lenguas vulgares. En los cien años que median entre 1450 y 1550,
conocemos, al margen de los antiguos autores cristianos, más de

400 ediciones
expresión de traducciones
de una latinas y griegas
demanda importante al alemán. Ello es
e ininterrumpida.
¿De dónde procedía este interés? Una posible respuesta está en
el hecho de la misma utilización del latín. En latín se hacían poe-
sías, discursos, apologías, obras de historia, cartas. El estudio de
los autores antiguos constituía una base imprescindible, pues sólo

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24 ERASMO DE ROTTERDAM

a partir de ella se podía acceder al dominio del buen estilo. Pero


todavía había más. Las «bonae litterae» o «politiores litterae» abrían
las puertas a la erudición, a la formación y a la sabiduría. Los
conceptos, en realidad, son intraducibies. El acento no se ponía
sobre las bellas letras o sobre el estudio de la literatura, sino sobre
la «buena literatura culta», y esta se encontraba en primer lugar
en los autores clásicos, pero también en los grandes arquetipos de la
 propia época, fundamentalmente en los humanistas italianos, pues
to que sólo esta literatura podía lograr que las personas se convir
tieran en seres humanos auténticos y completos. El verdadero obje

tivo que se quería alcanzar era una actitud vital, se aspiraba a la


sabiduría más que a la erudición. Así pensaba también Erasmo:
la filosofía moral, la cosmografía, la historia de la Antigüedad clá
sica, permitían acumular en un año más sabiduría que la que pudo
adquirir Ulises en sus peligrosos y calamitosos viajes a lo largo de
veinte años (A 2161, 10-13). Sin los clásicos, todas las demás cien
cias eran sordas y ciegas (A 1806, 9-10), sin ellos la vida carecía
de sentido. Vivieron en la Edad de Oro, y nosotros, en cambio,
¡cuán bajo hemos caído! En todos ellos se expresa una conciencia
de la vida profundamente sosegada: feliz es el individuo que vive
en armonía, que no necesita de los demás y que no es esclavo de
su buena o mala estrella, sino que es capaz de desplegar todas sus
capacidades.
En este particular universo, el libro adquiere un valor propio
y absoluto. La correspondencia de los humanistas trata en gran
 parte de libros, de nuevas ediciones, de cómo conseguirlos. Muy
 pronto, el libro impreso se convirtió en un símbolo del estatus so
cial y, a menudo, era objeto de una presentación tipográfica espe
cialmente primorosa. Ahora bien, más que esas ediciones de lujo,
llegaban incluso a adquirir mayor relevancia las publicaciones de
vida efímera, los pequeños libelos en los que quedaban reflejados
los acontecimientos diarios, los escritos polémicos, en los que unos

arremetían
uso de estascontra otros. EsMuchas
posibilidades. bien conocido que Erasmo
de sus cartas supocompa
se pueden hacer
rar a los editoriales de los periódicos y con ellas intentaba influir
en la opinión pública. A este respecto, también fue uno entre otros
muchos. Es de destacar que todos los grandes reformadores reco
nocieron la existencia de una estrecha relación entre el libro y la

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL MUNDO EN TORNO A 1500 25

Reforma: sólo el libro permite la difusión de los conocimientos e


influir a gran escala.
En una primera fase, los humanistas, clérigos o seglares, esta-
 ban
y de mayoritariamente al servicio
las ciudades, su trabajo de los
consistía príncipes, de losenobispos
fundamentalmente redac-
tar documentos y en preparar discursos y alegatos que ellos mismos
se encargaban de exponer una y otra vez. Algunos de ellos, desde
el comienzo, fueron profesores de retórica en las universidades. Pos-
teriormente, en torno a 1500, encontramos a muchos humanistas
ejerciendo de profesores en diferentes escuelas sostenidas con fon-
dos procedentes de la administración municipal o de la Iglesia. En
seguida empezaron a aparecer manuales que se proponían enseñar
la gramática y el buen estilo de la manera más sencilla posible.
Los humanistas, al igual que cualquier grupo innovador, dirigieron
sus dardos contra lo existente, contra los viejos métodos de ense-
ñanza y muy especialmente contra la escolástica. Como no podía
ser menos, el latín corrompido era su chivo expiatorio, así como
el método escolástico, al que se consideraba caduco, pues tenía la
reputación de plantear cuestiones disparatadas e inútiles. Los hu-
manistas, sin embargo, no vivían aislados en un mundo propio,
 pues seguían relacionándose con los representantes de las viejas dis-
ciplinas. Así, por ejemplo, Johannes Eck, que llegó a ser un enco-
nado adversario de Lutero, en tiempos de mayor ventura, era un
teólogo muy competente que trabajaba con el viejo método, pero
mantenía contactos con todos los humanistas alemanes, a la vez
que estaba al corriente de las nuevas ideas. Al comienzo, sus ata-

ques
Luterocontra Lutero afueron
pertenecían moderados,
la nueva puesto que tanto él como
intelectualidad.
De modo que, en diferentes terrenos, lo viejo y lo nuevo se
solapaban.

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3. JUVENTUD Y AÑOS DE ESTUDIOS

Hasta el momento de su ordenación sacerdotal en 1492, faltan


datos Hables sobre la vida de Erasmo. Todo es nebuloso e incierto.
De modo que, hasta este año, el bosquejo de su juventud y de
sus años de estudio que sigue a continuación no puede ser aceptado
sin las debidas reservas, habida cuenta, además, que escasean las
fuentes. En relación a los primeros veinticinco años de la vida de
Erasmo sólo hay unas treinta cartas, a las que cabe añadir una
cifra parecida dey poemas,
 posteriormente un únicounas notasdedel
escrito su propio
puño yErasmo redactadas
letra. Una breve
relación biográfica hasta 1S2S, publicada en el siglo xvu, atribui
da al propio Erasmo, se compiló en una época posterior. Ello nada
tiene de inusitado; lo realmente inusual, por el contrario, es que
los hechos difundidos por el propio Erasmo sean contradictorios.
Empezando por la misma fecha de su nacimiento: si hacemos caso
a su propio testimonio, Erasmo nació en 1469, pero también en
1466 o en 1467. Su padre, Gerard o Gerrit, era sacerdote y mante
nía relaciones con una mujer de Gouda, una población de las cerca
nías de Rotterdam; como consecuencia de estas relaciones, nace Pie-
ter, el hermano mayor de Erasmo, y, unos años después, el propio
Erasmo. Los hijos de los sacerdotes no eran ninguna rareza; un siglo
más tarde, en la diócesis de Utrecht, aproximadamente un 25 por 100
de los sacerdotes vivían, más o menos oficialmente, con una mujer.
De todos modos, esta circunstancia determinó que Erasmo corriera
un velo sobre su juventud. Siempre sintió que sobre su origen pesa
 ba la ignominia. Su nombre de pila, Erasmo, tiene su origen en
uno de los catorce santos populares en aquel siglo, al que le añadió
«Roterodamus», evocación de su lugar de nacimiento, Rotterdam;
«Desiderius», que surge posteriormente, es un adorno literario.

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JUVENTUD Y AÑOS DE ESTUDIOS 27

Sabemos muy poco de sus años de juventud. Fue a la escuela


en Gouda y, más tarde, durante algunos años, a la escuela del capí
tulo de san Lebuinus en Deventer, que en un cierto sentido estaba
influido por la devotio moderna. El conocido humanista Alexander
Hegius fue su maestro durante un breve periodo de tiempo y en
ella encontró también al famoso Rudolf Agricola. Se le instruyó
en las materias de la escuela latina de aquella época; en primer
lugar, figuraban el latín y la retórica. También se enseñaba dialécti
ca, pero, al parecer, Erasmo no mostró demasiado interés por esta
disciplina. Tras la muerte de su padre, sus tutores les llevaron a
él y a fueron
ambos su hermano a unaenescuela
internados de ’s-Hertogenbosch;
un convento, Erasmo en el en 1487,
convento
de Stein en Gouda, que pertenecía al cabildo de la orden de los
agustinos. Según propia confesión, fue un alumno rezagado, lo que
debe ser cierto; que en general recibió una mala instrucción es una
queja ordinariamente expresada por los humanistas. Erasmo no te
nía nada de niño prodigio, y durante los primeros treinta años de
su vida no dio muestras de ningún talento especial.
La imagen de Erasmo empieza a perfilarse con claridad durante
el periodo de su vida que transcurrió en el convento. Cabe pregun
tarse si fue trasplantado allí en contra de su voluntad. Así lo afir
mó posteriormente, culpando de ello a sus tutores, que habrían ac
tuado movidos por la codicia. Lo que probablemente ocurrió es
que al joven, que a la sazón contaba con unos veinte años de edad,
apenas se le ofrecían otras posibilidades, de forma que debió acep
tar el trámite sin un entusiasmo excesivo, pero tampoco con una
absoluta desgana. Suenan mucho más verosímiles sus quejas poste
riores acerca del régimen de vida que se le impuso, difícilmente
soportable para un joven físicamente endeble que flotaba en las
alturas, algo ajeno al mundanal ruido. De hecho, las numerosas
denuncias que formuló contra la vida monacal en general y contra
sus representantes en especial se basaron en su propia experiencia.
Las reglas de la vida monacal eran muy estrictas, exigían sumisión,
obediencia
 ban y constante
plenamente autocontrol
orientadas como máximas
a la contemplación y alvirtudes y esta
culto divino.
Cuando, más tarde, Erasmo se ve a sí mismo como la única alma
sensible perdida en medio de un bosque poblado de estúpidos, no
cabe duda que exagera. Se han conservado cartas de su época mo
nacal dirigidas a compañeros de infortunio, dentro y fuera del con

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

28 ERASMO DE ROTTERDAM

vento, que demuestran la existencia de almas gemelas. No cabe duda


que esas cartas son ante todo un ejercicio literario, pero, a la vez,
constituyen el testimonio de una honda amistad. «Mientras que el
amor que te profeso, carísimo Servatius, sigue siendo tan grande
como siempre, hasta el punto que te amo más que a mis ojos, que
a mi alma, en una palabra, que a mi mismo, ¿por qué te muestras
tú tan implacable que no sólo no vuelves a amar a los que aman
fervorosamente, sino que ni tan siquiera reparas en ellos?» (A 7,
1-4). Así empieza una carta de Erasmo que continúa en el mismo
tono, y que adorna con citas de autores clásicos. Existen otras car

tas desiglo
en el las mismas características.
xv, las amistades Huizingaseseñala
sentimentales al respecto
consideraban que,
de buen
tono. Posteriormente, la experiencia le enseñó a Erasmo que era
mejor no mostrarse tan abierto con los demás, puesto que su fran
queza le hacía vulnerable. De modo que se volvió cada vez más
reservado.
En la mencionada carta, los autores clásicos, Virgilio y Teren-
cio, son algo más que mero aparato ornamental. Los miembros
de este círculo estaban impregnados por el ideal de las «bonae litte-
rae», por el estudio de la literatura clásica. Estaban fascinados por
la Antigüedad, particularmente por la latina. Erasmo y sus amigos
no sólo escribían poemas, se sentían, además, poetas, sensibilizados
 por la lengua, por la musicalidad de la palabra.
Pero unido a las palabras hay un contenido, un universo de
 belleza, que contrasta con la triste y llana realidad del hoy. La moda
 pone de manifiesto el ansia de belleza, pero eso no lo explica todo.
A la sazón, era evidente que Erasmo ya había asimilado en gran
 parte la obra de los autores latinos. En una carta enumera con
cierta indolencia quince nombres (A 20, 97-101), y la calidad de
sus propias cartas demuestra que los había leído. Conocía también
a numerosos humanistas italianos, tales como Francesco Filelfo,
Agostino Dati, Poggio Bracciolini y, sobre todo, a Lorenzo Valla,
y entre los Padres de la Iglesia a san Agustín y, por encima de
todos, a san Jerónimo, que jamás dejó de ser el norte que guió
sus pasos a lo largo de toda su vida.
Es posible que Erasmo y el círculo de sus amistades fueran una
excepción en la Holanda rural; en el resto de Europa, por el contra
rio, había muchos monjes en los conventos que jugando un poco
con la lengua entraron en la órbita de un mundo lejano y paulati

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JUVENTUD Y AÑOS DE ESTUDIOS 29

namente se fueron reconciliando con su destino. Del primer escrito


de Erasmo que ha llegado hasta nosotros ya se desprende que su
 De contemptu mundi
reflexión
(ASD V, calaba máselhondo.
1, 1-86), desdénSedel
trata de la obra
mundo, que escribió a Anales de 
la década de los ochenta. El tema de la obra es la exhortación a
la vida monacal, un tema conocido hasta la saciedad en los siglos
 precedentes y que a primera vista parece haber tratado Erasmo en
su forma tradicional. Basta reparar en los títulos de los capítulos:
«permanecer en el mundo es peligroso», «desdén de la riqueza»,
«los honores son vanos y veleidosos» (ASD V, 1, 44, 108; 46, 162;
50,
ñosa.277). En este caso,
Avanzando en la sin embargo,
lectura, la primeraque
descubrimos impresión es es
el escrito enga
un
elogio de la vida monástica, aunque por motivos muy determina
dos. El núcleo de la cuestión gira en tomo a la excelencia de la
vida retirada, tal como se recomendaba en la Antigüedad clásica.
De forma que Erasmo no relaciona la vida monástica con el ideal
cristiano, sino más bien con un ideal general humano, tal como
lo realiza la aristocracia del espíritu. Se tiene la impresión que Eras
mo no se contenta con vivir en un convento y tener, al propio tiem
 po, apetencias humanísticas. Pretende fundir ambos intereses. La
misma aspiración la hallamos en sus poemas, en los que se constata
una inclinación hacia los motivos religiosos. En este escrito, sin
embargo, no logra establecer una síntesis. Aspira a conferir sentido
a un modo de vida que su propia experiencia le ha llevado a consi
derar vacio de sentido.
En el alguno
en modo año 1493, se dejar
quiso le ofreció unaFue
escapar. oportunidad
nombradoasecretario
Erasmo que
del
obispo de Cambrai, Heinrich von Bergen, quien tenía necesidad de
un buen latinista. A pesar de que el prior de Stein, Servatius Roger,
aquel Servatius al que 25 años antes le había dirigido su fervorosa
carta de amistad, le ordenó en 1514 que regresara, Erasmo no re
gresó. Alrededor de 1507, se quitó el hábito de la orden, porque,
según dejó escrito, su vestidura en Italia se confundía con la de
los Pero
que asistían
volvamosa losalapestados,
año 1493.y ello le acarreaba
El cargo muchosendisgustos.
que ocupaba la corte
del obispo no le gustó, un viaje que el obispo había planeado a
Roma se frustró, así que Erasmo recorrió la parte meridional de
los Países Bajos en el séquito de su señor. De modo que hubo de
lamentar el infortunio que le escamoteaba la oportunidad de estu

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

30 ERASMO DE ROTTERDAM

diar. Por lo demás, tampoco sabemos prácticamente nada sobre


este capítulo de su vida. El propio Erasmo menciona de pasada,
y sin comentarios, los incidentes ocurridos en un convento de mon
 jas en Valenciennes, donde las monjas estaban poseídas por espíri
tus malignos. Su avidez por el estudio se mantiene viva; así, por
lo menos, parece desprenderse del relato de un monje del convento
de Groenendaal en Bruselas: durante su estancia en el convento,
Erasmo descubrió obras de san Agustín y las estudió con tanta apli
cación que incluso se las llevaba por la noche a su celda. Se reían
de él, pues despreciaba todos los demás libros y se limitaba exclusi
vamente a leer las obras del Padre de la Iglesia. Y ello, precisamen
te, en el lugar donde había vivido durante muchos años el gran
místico Ruysbroek (A I, 590). El estudio era el máximo objetivo
al que aspiraba Erasmo, una carrera al servicio de un príncipe de
la Iglesia no le interesaba en absoluto. Quería ir a París, el centro
de la vida científica.
En los últimos meses de su estancia en los Países Bajos, o acaso
en el curso de su primera estancia en París, donde vivió a partir
de 1495, Erasmo escribió un diálogo en el que defendió la legitimi
dad del derecho al estudio de las bonae Htterae  (ASD I, 1, 1-138).
El título,  Antibarbari,  con el que fue publicada la obra en 1520,
habla por sí solo. Es de destacar que aquí utilizó por primera vez
la forma del diálogo, una forma de la que se serviría con mano
maestra en los Coiloquia.  En la obra  Antibarbari,  la verdad es que
se vale de ella con una cierta torpeza, tal como atinadamente se

lo reprocha
Para acentuarel elhumanista parisiense
tipismo sitúa Robert
el diálogo en Gaguin
la región(Arural
46, de
32-42).
Bra
 bante, donde se reúnen unos amigos para charlar tranquilamente
en torno a una buena mesa. Una escena semejante se repite varias
veces a lo largo de su obra. Acaso porque escribió el libro en el
campo, posiblemente en la finca del obispo en Halsteren en las in
mediaciones de Bergen-op-Zoom.
A partir de  De contemptu mundi,  el pensamiento de Erasmo
no se quedó estancado: se operó un giro en sus ideas. La vida mo
nacal dejó de jugar un papel, progresivamente fue ganando terreno
la cuestión de si era posible armonizar la cultura y la ciencia anti
guas con la fe cristiana. El punto de arranque de la controversia
fue cómo pudo haber sido posible que la auténtica cultura sufriera
un menoscabo tan grande. Uno de los interlocutores considera que

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JUVENTUD Y AÑOS DE ESTUDIOS 31

el factor decisivo es la religión cristiana, y ello por muy distintas


razones. Siempre hubo cristianos que consideraron infamante en
trar en polémica con la literatura pagana: una actitud que implica
la existencia en su ánimo ora de un fervor religioso mal entendido
ora de una aversión instintiva o, pura y simplemente, de pereza
mental. Algunos odiaban lo que desconocían. Otros, en cambio,
se dejaban llevar única y exclusivamente por la devoción, por la
virtud de la simplicitas,  del candor, de la ingenuidad. «En última
instancia —dice— la religión y la formación cultural, de hecho,
son difícilmente armonizables. En general, la religión sin litterae 
deja
nanciaunaencierta estela de
los expertos deestulticia. Ello
las litterae» provoca
  (ASD I, 46,una cordial
7-47, repug
7). El pro
 pio Erasmo rechazó esta separación entre devoción y formación cul
tural. Tenia la convicción de que Dios también se manifestó fuera
del judaismo, así Como en los siglos que precedieron el nacimiento
de Jesucristo. En el conjunto de la cultura de la Antigüedad clásica,
existe una preparación, de inspiración divina, hacía el bien supremo
que había de traer Jesucristo. De modo que nada está más cerca
del bien supremo que una depurada formación cultural (ASD I,
1, 84, 6-7). Sin embargo, Erasmo no alcanzó a realizar una auténti
ca síntesis. Señaló algunos modelos a imitar, particularmente la ac
titud de san Jerónimo y de san Agustín. Fustigó la arrogancia de
los teólogos posteriores, que sólo se admitían a sí mismos y a sus
cofrades de facultad, que se consideraban omniscientes, típicos an
tiacadémicos, lo contrario de los  Academici  de la Antigüedad, de
los
10).filósofos, que preferían
Pero Erasmo no señalóreservar su camino
ningún opinión (ASD
que enI, la
1, actualidad
89, 11-90,
condujera a una síntesis. Abogó simplemente por el derecho al es
tudio de las litterae   frente a los teólogos escolásticos que califica
 ban a este estudio de peligroso e inútil. Prevaleció la tendencia po
lémica, Erasmo no aportó ninguna solución positiva.
Sin embargo, no hay que subestimar este escrito. Marca una
etapa en la evolución de Erasmo. Aquí aparece por primera vez
el tema central de su obra futura: ¿cómo se puede tener buena con
ciencia siendo hombre de cultura y cristiano a la vez?

De 1495 a 1499 Erasmo permaneció en París, interrumpiendo


su estancia sólo por algunos cortos viajes a los Países Bajos. Provi
sionalmente, pudo albergarse en el Collége Montaigu, donde Jan

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JUVENTUD V AÑOS DE ESTUDIOS 33

que fue muy grande sin demasiada justificación. La influencia del


movimiento durante el periodo escolar de Erasmo debió ser muy
escasa, a lo que cabría añadir que el tiempo que pasó en el conven
to no fue precisamente el más feliz de su vida. Standonck y Mom-
 baer, sin duda, no fueron capaces de influir positivamente en su
criterio. De Mombaer, con quien durante su época de París mantu
vo cierta correspondencia formal, conocía el  Rosetum . El título «Ro
saleda», en su opinión, era petulante: «dentro sólo encuentras abrojos
y cizaña» (ASD, I, 1, 89, 20-21). No es de extrañar este juicio si
se tiene en cuenta que el Chiropsalterium , la parte más conocida
de
un lamétodo
obra, trata
que de cómo suscitar
consiste en frotarpensamientos piadosos
con el pulgar utilizando
la parte interna
de los otros dedos de la mano: cada parte de un dedo sirve para
suscitar una meditación específica. Una doctrina así no era la que
mejor encajaba con los ideales de Erasmo. Sabemos la opinión que
tenia de Standonck, y su afirmación de que en Montaigu «hasta
los mismos muros poseen un espíritu teológico» (ASD 1, 3, 531,
1322) muestra muy a las claras que Erasmo no separaba los méto
dos educativos practicados en la odiada institución de la teología
que allí se enseñaba. Este carácter duro y legalista de la devotio 
moderna, típico de su última fase, era poco atractivo, y al respecto
no existe manifestación alguna de Erasmo.
Fue a París a estudiar teología con el fírme propósito de docto
rarse (A 48, 23-24). No sabemos qué le impidió realizar su empeño.
 No está claro a qué clases asistió. Lo único que está claro es que
tuvo
es conocimiento
decir, de ladeteología
en la corriente escolástica
la escuela iniciada en
porsuDuns
forma escotista,
Escoto. Hay
dos cartas en las que se pone de manifiesto el efecto que esta pro
dujo en Erasmo: una corresponde a la época parisiense, la otra
al periodo inglés, cuando descubrió que existía la posibilidad de
una teología distinta. Bastará un párrafo de la última para consta
tarlo: «sutilezas, chácharas sofisticas generadas por eruditos a me
dias y por gallos de pelea a parte entera, surge una disputa tras
otra, discutimos por discutir con asombrosa arrogancia, a menudo
suscitamos cuestiones casi insoportables para oídos castos» (A 108).
Un botón de muestra sumamente explícito. De hecho, Erasmo aña
dió que no dirigía sus dardos contra los auténticos maestros sino
contra los teólogos corrompidos. Más adelante insistiremos en la
cuestión de si Erasmo aprendió algo de la escolástica a pesar de
3. — QtASMO

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34 ERASMO DE ROTTERDAM

la animadversión que le profesaba (véanse pp. 115-116); la carta


de París, sin embargo, clarifica los motivos profundos de esa ani
madversión. Erasmo cuenta la historia de Epiménides, que se re
monta a la Antigüedad, el cual estuvo durmiendo durante cuarenta
y siete años en una caverna. Finalmente, despertó. Erasmo advierte al
respecto que tuvo suerte, puesto que la mayoría de los teólogos con
temporáneos jamás despiertan. Al despertar, Epiménides tuvo la
impresión de que todo había cambiado, de modo que empezó a
dudar de sí mismo: «llega a la ciudad y lo ve todo nuevo. No cono
ce las murallas, ni las calles, ni el dinero, ni a la misma gente.

Han variado
son las el culto y el que
transformaciones rito,selaoperan
lenguaen
es la
distinta. Así de
sociedad». rápidas
Deambula
desorientado y sólo le reconocen dos bebedores empedernidos que
antaño habían sido amigos suyos (A 64, 21-70). Para Erasmo, Epi
ménides es el vivo retrato de la teología escolástica de su tiempo.
Los teólogos se han dormido, se aferran a lo viejo y desfilan como
locos por el mundo contemporáneo.
En la misma carta, Erasmo esboza un autorretrato: «¡si hubie
ras visto a Erasmo sentado junto a aquellos beatíficos escotistas
 boquiabiertos mientras el profesor Schweinhuber impartía la lec
ción desde las alturas de su cátedra! ¡Si le hubieras visto con la
frente fruncida, la mirada ñja, los rasgos tensos! Hubieras dicho:
ese no es Erasmo ... Hago denodados esfuerzos para no decir nun
ca más nada en latín, nada que toque a la belleza o al ingenio».
(A 64, 74-81). Ahí se expresa el portavoz de una nueva generación
con una nueva disposición de ánimo.
¿Tuvo también Erasmo experiencias positivas en París? Las tuvo,
efectivamente, en los círculos de los humanistas parisienses, donde
se reconocía como maestro a Robert Gaguin, general de los trinita
rios. Erasmo le conoció y este le ofreció la oportunidad de publicar
algo por primera vez en su vida: cuando en 1495 se imprimió  De 
origine  ... Francorum  de Gaguin, al final quedaron unas páginas
en blanco, y Erasmo fue uno de los que se apresuraron a enviar
un artículo, un panegírico de Gaguin. Todavía publicó algo más,
 pero en París no mostraron un especial interés por su persona. Ha
 bía gente más importante que ya había realizado una obra mayor.
Así discurrieron sus años de aprendizaje aprovechando las posibili
dades que le ofrecía el medio cultural parisiense. Durante estos años
 publicó pequeñas cosas, pero la mayor parte de su tiempo lo pasó

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JUVENTUD Y AÑOS DE ESTUDIOS 35

leyendo, aprendiendo de memoria, extractando e interpretando a


los autores latinos. El hecho que tuviera que ocuparse de sus jóve-
nes alumnos, visto a distancia, no fue sólo una pérdida de tiempo.
Erasmo sentía aversión por este trabajo; no era un maestro de es-
cuela y jamás llegaría a serlo. Pero de su actividad docente surgie-
ron manuales que posteriormente alcanzaron una increíble popula-
ridad. Empezó a reunir los numerosos refranes y modismos que
le llamaban la atención, y ello constituyó la fase previa de una obra
que se hizo famosa, el refranero al que puso el título de  Adagio.
 No olvidemos, sin embargo, que personalidades de su corte ha-
 bía
mo muchas:
entusiasmogente
pordela unos
Iglesiatreinta años, eclesiásticos
o la teología, con un míni-
buenos conocedores de
la literatura latina y admiradores de la belleza de esta lengua, cuyos
medios ñnancieros eran tan escasos que se veían obligados a obte-
ner un poco de dinero de un ocasional mecenas o de unos cuantos
alumnos, y animados, en fin, por el ideal de ir a Roma, el centro
del mundo.

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4. ERASMO EN EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS

En 1499 aErasmo
se describía era viejo,
sí mismo un literato joven
sombrío y desconocido.
y enfermizo En 209).
(A 296, 1514
En esta época debía de tener 45 años de edad y tenía abiertas de
 par en par las puertas del éxito. Los quince años que median entre
una y otra fecha fueron de una importancia decisiva, pero tampoco
disponemos de mucha información acerca de este periodo de su
vida. La correspondencia se compone de 200 cartas, 150 de las cua
les proceden del propio Erasmo. No es mucho, toda vez que su
distribución es muy desigual. Se conservan 45 cartas escritas entre
1502 y 1508, en cambio no ha llegado hasta nosotros ni una sola
carta de 1509 y 1510. Resulta, además, que muchas cartas —ello
es también aplicable a las que escribió posteriormente— fueron edi
tadas por Erasmo o por amigos a quienes autorizó a efectuar las
modificaciones que consideraran necesarias. De modo que hay que
tener en cuenta que las cartas pueden haber sido reelaboradas. Jun
to a ello, hay algunas publicaciones que ofrecen una visión de los
intereses y el ideario de Erasmo, y al final del periodo, cuando
se le empieza a conocer, aparecen comentarios aislados de terceros
sobre él. O sea, que la situación para el investigador no es mala,
ello no obstante hay que proceder con suma cautela si se quieren
registrar determinados momentos de la evolución del pensamiento
de Erasmo, puesto que algunas aparentes diferencias tienen su ori
gen en los azares de la transmisión o en la manipulación de los

materiales.
En 1499 Erasmo se propuso ir a Roma. En lugar de ello fue
a Inglaterra, viviendo principalmente en Londres y Oxford. En los
años siguientes, continuó viajando mucho: en 1499-1500 vivió en
Inglaterra, en 1500-1501 en París y Orleans, en 1501-1504 en los

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EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS 37

Países Bajos, en 1504-1505 de nuevo en París, en 1506-1509 en Ita


lia, en 1509-1514 otra vez en Inglaterra. La lista de sus lugares de
residencia expresa hasta qué punto Erasmo se alejó de su lugar de
origen: después de 1504, no regresó a los Países Bajos, y en los
años precedentes había vivido más en el sur de los Países Bajos
que en el norte. En 1501 todavía pasó un mes y medio en Holanda,
 pero afirmó con gran disgusto que allí desperdició su tiempo y su
 brayó: «malgastar, digo; pues nada hay tan perdido» (A 159, 4-5).
Le repugnaban no sólo los excesos en la comida sino también la
incultura y el desdén de los estudios (A 159, 59-64). Acto seguido,
encontramos a Erasmo en los centros del movimiento humanístico.
Ante todo en Italia, tanto en el norte como en Roma, entonces
cita obligada para un humanista; pero Erasmo tenía también una
 predilección por Inglaterra. Por aquellas fechas todavía no conocía
las ciudades renanas, con sus relevantes tradiciones humanísticas.
Cabe destacar, sobre todo, los años que pasó en Inglaterra y en Italia.
Erasmo alcanzó el ansiado reconocimiento durante su primera
estancia en Inglaterra, donde había ido para hacerse cargo de la
educación de William Blount, lord Mountjoy. Este, que a la sazón
contaba veinte años, y posteriormente fue preceptor del príncipe
Enrique, tenía muy buenas relaciones con las más altas esferas. Eras
mo conoció a Tomás Moro, futuro canciller de Enrique VIII, quien
se lo llevó consigo a palacio, donde vivían los príncipes y las prin
cesas. Así tuvo ocasión de tratar al futuro rey, que entonces tenía
ocho años, y ya irradiaba auténtica majestad, como observó Eras
mo
tico algunos
de estaaños más tarde
primera (A I,que
estancia, 6, 14-16). El rasgo más caracterís
duró aproximadamente medio
año, fue el trato con la alta nobleza. En una carta a Robert Fisher,
que se encontraba precisamente en Italia, «donde los muros poseen
más instrucción y elocuencia que en nuestro país las personas», hizo
el panegírico, sin embargo, de Inglaterra: hay hidalguía intelectual
e instrucción, hay personas como John Colet, William Grocyn, Tilo
mas Linacre, Tomás Moro. «Es maravilloso ver cómo germina con
fuerza por doquier la semilla de la vieja ciencia.» Erasmo estaba
que no cabía en sí de gozo, hasta el punto que Italia sólo se le
aparecía como una exquisitez turística; incluso el clima de Inglate
rra le parecía agradable y sano, y ello en el mes de diciembre (A
118, 15-27). En sus palabras se advierte el eco de la alegría, al fin
«descubierta».

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38 ERASMO DE ROTTERDAM

En Inglaterra, Erasmo conoció también a John Colet. Evidente


mente, Colet era ante todo un mecenas, aquel que procura dinero
y albergue y tiene relaciones con personas influyentes. Pero eso no
era todo. Erasmo quedó profundamente impresionado por el curso
sobre las epístolas de San Pablo que Colet dio en 1499 y, cuando
volvió a encontrarle en 1510 como predicador en san Pablo y direc
tor de la escuela que acababa de fundar allí, cayó de nuevo en
su hechizo. Nadie pone en duda que Colet contribuyó en gran ma
nera a la formación intelectual de Erasmo; sin embargo, es difícil
determinar con precisión esta influencia. Desde hace mucho, se ha
tendido a atribuirle un papel decisivo: gracias a su influencia, Eras
mo evolucionó de hombre de letras a estudioso de la Biblia y gra
cias a él la primera estancia en Inglaterra significó un cambio fun
damental en su vida. Esta interpretación se impuso a partir de la
aparición en 1867 del fascinante libro de Frederic Seebohm, signifi
cativamente subtitulado «the fellow-work» de Colet, Erasmo y Moro.
Stupperich (Erasmo 51-53) la pone en tela de juicio y creo que le
asiste la razón, aunque yo no comparta sus motivos. Colet no influ
yó en la decisión de Erasmo de dedicarse al estudio filológico de
la Biblia, una decisión determinante en su vida, puesto que los mé
todos de ambos eran francamente divergentes. Colet no sabía grie
go, daba sus clases basándose en la Vulgata, de forma que al lector
actual le resulta muy difícil advertir dónde residía la fuerza de atrac
ción de estos cursos. Es probable que el atractivo se desprendiera
más de la persona que de su obra. La semblanza biográfica que
escribió Erasmo poco después de la muerte de Colet pone de mani
fiesto este aspecto (A IV 1202, 245-616): trata principalmente de
Colet como persona.
Cuando regresó a París en 1500, se sintió muy desilusionado.
 No era empresa fácil viajar en una época en la que la noticia por
«correo urgente» de la muerte del papa Julio II necesitaba diez
días para recorrer el camino que separa Roma de Nuremberg. Eras
mo, a menudo, describió las dificultades a las que tuvo que hacer

frente, generalmente
las cosas adquirieron en un tono
tintes ligeramente
dramáticos. irónico.
Después Pero
de su esta vez
estancia en
Inglaterra, que en su conjunto constituyó una grandiosa experien
cia, las autoridades aduaneras de Dover le quitaron todo el dinero
que llevaba, 20 libras, una suma que, hasta la fecha, jamás había lo
grado reunir, y que le hubiera asegurado su subsistencia durante me

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EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS 39

ses. No es de extrañar que el recuerdo que guardara del viaje desde


la costa francesa a París también fuera de verdadera pesadilla: dos
franceses, que le facilitaron a él y a un compañero de ruta caballos
y escolta, le amenazaron en el camino descubriendo su condición
de bandoleros. Si pudo llegar a París sin que estos le esquilmaran
fue porque otros le habían vaciado la bolsa con anterioridad (A
119). La pérdida del dinero contribuyó a ensombrecer el periodo
de su vida que transcurrió en Inglaterra. De todos modos, siguió
siendo anglófilo y, para ello, como hemos visto, tem'a sus motivos.
También hemos de mencionar su época de Italia de 1S06 a 1509,
donde Erasmo no llegó como un joven estudiante que todavía ha
de aprenderlo todo, sino como un profesional con algunos logros
a sus espaldas, al que quieren conocer sus colegas y que quiere
ampliar sus conocimientos. Poco después de su llegada, recibió en
Turín el título de doctor en teología (A 200, 8). Estuvo en Bolonia,
Venecia, Padua y Roma. De estos años sólo hay unas pocas cartas
y posteriormente sólo hay notas aisladas de Erasmo referidas a esta
época. Habla de una corrida de toros, que no le gustó (A 3032,
417-433), menciona un túnel oscuro como boca de lobo abierto en
una montaña en las inmediaciones de Nápoles (LBX 1527 CD), así
como una visita a la cueva de la Sibila de Cumea, en la misma
comarca (Al, 62, 210-213). Tenemos noticia del humanista Girola-
mo Aleandro —posteriormente un sañudo adversario de Erasmo—,
que era mejor helenista que Erasmo, pero peor latinista que él (A
3032, 530-533); Erasmo asistió a sus cursos y compartió con él una
habitación
(ASD IX, 1, en 149,
casa n.
del687-688).
célebre impresor veneciano
Más tarde, habla deAldo Manuzio
aquellos días
de Venecia a su discípulo e íntimo amigo, Beatus Rhenanus, de una
época en la que trabajó como un obseso en las imprentas, donde
 pasaron por sus manos manuscritos de autores griegos y aprendió
de los más famosos humanistas de su tiempo todas las sutilezas
del oficio (A I, 61, 147-165). Se tiene la bien fundamentada impre
sión de que, para Erasmo, Italia fue sinónimo de manuscritos y
libros. En 1509, siendo ya un autor conocido, llegó a Roma, donde
aprovechó muy bien su tiempo. Conoció a personas importantes
como el cardenal Domenico Grimani (A 2465, 10-56), Raffaele Ria-
rio y Egidio de Viterbo, así como al futuro papa León X. En todos
los aspectos, la estancia fue inolvidable: cielos y campos, bibliote
cas y hombres de ciencia, muchas celebridades (A 253, 4-9). Todo

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40 ERASMO DE ROTTERDAM

ello, sin embargo, no le hizo perder su sentido crítico. Veinte años


más tarde, recordaba con auténtica repulsión al famoso orador que
hizo el sermón de Viernes Santo en presencia del papa Julio II,
de muchos cardenales y obispos y cuyo contenido fue una sarta
de adulaciones serviles al papa. Para el orador, el papa era el todo
 poderoso Júpiter que con un solo gesto podía imponer su voluntad
a Francia, a Alemania, en una palabra a todos los países del mun
do. Cristo, en cambio, no era más que uno de tantos héroes de
la Antigüedad que sacrificaron su vida por Roma (ASD I, 2, 637,
20-639, 21).
También fue todo un acontecimiento el viaje a través de los
Alpes, del que, sin embargo, nada se nos cuenta de las montañas.
Durante el viaje de ida surgió el  De senectute  (R 83), una obra
en la que Erasmo describe distanciadamente cómo ha ido discu
rriendo su vida a partir de la juventud. A la vuelta, esbozó el  Elo
gio de la locura,  en el que se distancia de todo cuanto se considera
importante en el mundo.
Su segunda estancia en Inglaterra, de 1509 a 1514, no fue menos
importante que la primera. Inmediatamente después de la muerte
de Enrique VII, Blount le animó para que aprovechara la ocasión
y fuera a Inglaterra. La carta de Blount estaba escrita en un tono
enardecido: con el acceso al trono de Enrique VIII todo será distin
to: «El cielo sonríe, la tierra despierta, por doquier corren la leche,
la miel y el néctar» (A 215, 14-15), y auguraba a Erasmo que en
adelante seguiría sonando la misma melodía. ¿Estilo humanístico?
Ciertamente, pero, a la vez, constituye una prueba de las amplias
expectativas que despierta la nueva situación. Para subrayar la se
riedad de su requerimiento, Blount le envía 10 libras para el viaje,
la mitad de su propio bolsillo, las otras de la bolsa del arzobispo
de Canterbury (A 215, 70-74). Erasmo aceptó la invitación con el
mayor entusiasmo, pero las grandes esperanzas que tenía deposita
das en Inglaterra se vieron defraudadas. Su fama, sin embargo,
fue en aumento todavía más que diez años antes. Ya en 1511, cuando

estuvo
locura, en Parísuna
recibió para seguir
carta de cerca «se
de Inglaterra: la edición del  Elogio
nota muchísimo de la 
tu ausen
cia. Se me conoce como el inquilino que comparte casa contigo,
me asedian a preguntas: ¿qué sabes de Erasmo?, ¿cuándo regresa?
 No cabe duda que es el astro solar de nuestro tiempo. Cuán larga
se hace su ausencia» (A 221, 17-30). La verdad es que suena algo

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EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS 41

excesivo, pero téngase en cuenta que estas líneas están escritas por
un amigo. En 1512 escribe Erasmo sobre sí mismo: «Erasmo casi
se ha vuelto totalmente inglés, se me acoge con una extraordinaria
 benevolencia en muchas partes, particularmente mi inolvidable me
cenas el arzobispo de Canterbury»; y sigue un elogio a William
Warham (A 252, 15-31). Aquí aparece claramente una segunda ra
zón que explica su amor a Inglaterra. Fue agasajado, pero también
encontró a los protectores que necesitaba para obtener una posición
independiente. Evidentemente, ello no sucedió de un día para otro,
ocurrió, de hecho, al final de su estancia en Inglaterra, cuando Eras

mo ya estaba a mitad de la cuarentena.


Ahora bien, ¿cómo transcurrió la vida de Erasmo a lo largo
de esos quince años? La lucha por la pura subsistencia consumió
muchas energías. En sus cartas advertimos el soplo agrio de la mi
seria. En 1504 redactó un elogio de Felipe el Hermoso, padre de
Carlos V, y al respecto le dijo a Colet que jamás había escrito
nada que le hubiera repugnado tanto, pues esa especie de literatura
implica la adulación. (A 181, 54-57). Siguió mendigando a los vie
 jos bienhechores de los Países Bajos; con el tiempo, sin embargo,
 pasaron a primer plano los protectores ingleses. Con ellos todavía
le afligía más la mendicidad. «¡Maldita mendicidad! Sé que a ti
te hace gracia, pero yo siento asco de mí mismo», le soltó a Colet
en 1511 (A 227, 20). Pero todavía no se vislumbraba el final de
este calvario. En el mismo año le daba las gracias a Colet por un

favor, pero seque


observación mostraba
este le comprensiblemente molestomendigaras
hacía: «¡si por lo menos por una jocosa
con
humildad!» (A 237, 17-70). ¿Cuál es la razón de esta conducta?
Erasmo contesta a esta pregunta en una carta a un viejo amigo,
quien había de pedir dinero para él a Ana de Borgoña:

Le harás ver que con mis escritos puedo procurar más gloria
a la dignísima dama que los demás teólogos a los que ella ayuda.
Puesto que ellos sermonean sobre trivialidades y yo escribo cosas
imperecederas. Un charlatán necio se puede oír en cualquier iglesia;
mis libros los leen latinistas, helenistas, los leen en todos los pueblos
del mundo. Teólogos necios de esta especie los hay en todas partes
a montones, alguien como yo apenas ha habido otro igual desde
hace muchos siglos (A 139, 34-39).

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42 ERASMO DE ROTTERDAM

¿Lo decía en serio? Lo cierto es que añadía que su amigo, ha


ciendo honor a la amistad, no debía ser excesivamente escrupuloso
con la verdad, pero, en todo caso, sus palabras estaban dichas en
serio, y ello en torno a 1500, una fecha en la que sólo podía remi
tirse al futuro.
Erasmo no podía vivir sólo de dádivas. Por aquellas fechas ganó
la mayor parte de su sustento dando clases o también pura y sim
 plemente haciendo de custodio. En calidad de ello fue a Londres
en 1499 y a Italia en 1506. En 1511 dio algunos cursos en Cam
 bridge (A 233, 8-13). A este respecto, sin embargo, seguía mediando

un
choabismo
a Coletentre
comoteoría y práctica.
maestro de la En efecto, yErasmo
juventud valoraba
colaboró con élmu
en
un manual (A 260 Intr.), con un sermón y poesías (R 85-90). Al
mismo tiempo defendió apasionadamente el arte de la gramática
frente a algunos teólogos e insistió una y otra vez en que no había
labor más meritoria ante Dios que esa disciplina, con la cual no
 puede competir la vida monacal, aun a pesar de la aversión que
los monjes sienten hacia esa actividad (A 237, 71-89). Sin embargo,
a él tampoco le gustaba (A 475, 14-18). El auténtico Erasmo de
aquellos años aparece en las descripciones de Stephen Gardiner, fu
turo obispo de Winchester y perseguidor de los protestantes bajo
la reina María. En 1511 Gardiner, cuando contaba unos quince años
de edad, estuvo en París en casa de Erasmo y quince años más
tarde se acordaba de los elogios que su anfitrión hizo de la ensalada
que le preparó. Siempre se mostró orgulloso, cuando se citaba el
nombre de Erasmo, de haber sido una vez su cocinero. Pero de
lo que se acordaba muy especialmente era de los muchos libros
latinos y griegos que Erasmo compraba (A 1669, 8-37).
Ese era el aspecto más importante de Erasmo en aquellos años.
En su calidad de humanista, estudiaba a los clásicos y cuidó la
edición de sus obras con comentarios competentes. La primera que
vio la luz, en 1500, inmediatamente después de que volviera a París
 procedente de Inglaterra, fueron los Adagiorum collectanea,  un flo
rilegio de 818 refranes, modismos y metáforas latinos, una auténti
ca mina para aquellos que aspiraban a escribir un latín correcto
y pulcro. Fue el primer libro de verdad que Erasmo publicó. A
continuación, siguieron diversas obras de menor envergadura, entre
las cuales sólo queremos citar algunas: ediciones de  De officiis   de
Cicerón, de  Disticha Catonis y de Mimi de Publilio Siró, traduccio

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44 ERASMO DE ROTTERDAM

 presarse relativamente bien en griego, y, lo que es más, improvisar


ex tempore  (A 172, 10-12). Su trabajo sobre san Jerónimo se fue
demorando mucho, pero constantemente aparecen referencias a que
se está ocupando de ello.
¿Por qué se consagra precisamente a la lengua griega y a san
Jerónimo? Sencillamente, porque el griego lo necesitaba, aunque
no fuera más que para los  Adagios.  San Jerónimo era un viejo
amor. Pero no era eso todo, en ambos casos habia algo más. Con
ningún otro Padre de la Iglesia tuvo Erasmo tanta afinidad, con
nadie se sintió tan identificado. Para él, san Jerónimo era el «vir
trilinguis», el hombre de las tres lenguas —latín, griego y hebreo—,
además era el hombre de la traducción y la exégesis de la Biblia,
una obra que sólo él, con sus enormes conocimientos lingüísticos,
 podía llevar a cabo. También era el Padre de la Iglesia occidental
que mejor conocía a los clásicos, conocimientos que supo inserir
en el estudio de la teología. La conexión entre la auténtica erudi
ción y la formación cultural con la piedad y la teología, que consti
tuía la aspiración de Erasmo, la encontró ejemplificada en este Pa
dre de la Iglesia. Lo mismo cabe decir de los estudios helénicos.
Cuando Erasmo anunció su intención de dedicar todas sus energías
al estudio del griego, tenía un objetivo perfectamente perfilado, que
había de contribuir, igual que los estudios de san Jerónimo, a «mi
gloria y, a la vez, a mi salvación». Estaba decidido a entregarse
 plenamente a las «arcanae litterae» o «sacrae litterae». Desde hacía
mucho tiempo, Erasmo ansiaba vehementemente consagrar sus es

fuerzos a la sobre
sus estudios Biblia san
(A Jerónimo
138, 41-48) y alde
habían aprendizaje del griego,
servir en adelante y
para
sus estudios bíblicos.
¿En qué medida le era ya claro del todo el procedimiento a
seguir? En un primer plano, estaba evidentemente la exégesis de
la Biblia. Ya en 1499, Colet le rogó a Erasmo que comentara algu
nos libros sagrados de la Biblia. Erasmo se negó a ello; ¿porque
no se sentía suficientemente preparado (A 108, 74-101)? Tras ha
 berse dedicado durante un breve periodo de tiempo al estudio de
la lengua griega, se atrevió a hacer un comentario de las epístolas
de san Pablo, pero en seguida renunció a su propósito porque se
 percató de que ello era imposible sin conocer la lengua (A 181,
31-34). En 1501 puso un ejemplo para demostrar la importancia
de la lengua griega. Indica dos salmos en los que la traducción

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EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS 45

de la Vulgata  origina una gran confusión; la versión griega, por


el contrario, pone claramente de manifiesto lo que el salmista que
ría decir (A 149, 9-41). Al respecto no deja de ser curioso que Eras
mo no ignoraba que también el texto griego de los salmos era una
traducción, y él jamás llegó a aprender hebreo (A 181, 36-38). De
todos modos, este fue un momento crucial en su evolución. Com
 prendió cabalmente que era imposible consagrarse al estudio de la
teología sin poseer sólidos conocimientos de las lenguas. «Me he
 percatado que es el colmo de los despropósitos hacer la menor refe
rencia a la teología, que trata muy particularmente de los misterios

de
sin la salvación,
esos si no seni
conocimientos tiene un gran
siquiera dominio
se puede de la lengua
descifrar griega»;
el sentido lite
ral del texto (A 149, 21-26). En 1304 escribe que se encuentra «bajo
la fascinación de la lengua griega» y que se ha hecho el firme pro
 pósito de consagrar el resto de su vida al estudio de las Sagradas
Escrituras (A 181, 29-36). Precisamente, por aquellas fechas, descu
 brió en una abadía de Lovaina el manuscrito de las  Adnotationes  
de Lorenzo Valla, los comentarios del famoso humanista sobre el
 Nuevo Testamento en los que este coteja en una serie de pasajes
la traducción latina con algunos manuscritos griegos. En 1505 Eras
mo editó esta obra con un importante prefacio en el que refuta
las objeciones de quienes exigen que la crítica a la Vulgata  no de
 ben hacerla los filólogos, sino única y exclusivamente los teólogos.
«Esa gran obra de la traducción de las Sagradas Escrituras consti
tuye a todas luces una tarea propia de filólogos. De modo que no
es nada disparatado que en ciertas cosas Yetró sea más sabio que
Moisés.» La comparación es sugestiva. Aun considerando la gra
mática como una de las ciencias profanas, esta no sólo aportaba
utilidad a la teología, sino que le era totalmente imprescindible.
Y a quienes afirmaban que la teología ocupa un lugar tan alto que
no había de someterse a las leyes de la gramática, Erasmo les repli
caba argumentando con ironía que «sería un mérito más de los
teólogos el ser ellos los únicos en expresarse al modo bárbaro» (A
182, 129-140). Esa articulación de la importancia del filólogo para
el Nuevo Testamento constituye lo específico de Erasmo. Desde la
redacción de los  Antibarbari,  Erasmo siguió evolucionando global
mente. Entonces se trataba de la integración de la cultura con la
esencia cristiana, ahora inicia la realización del ideal.

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46 ERASMO DE ROTTERDAM

Erasmo, que durante estos años iba perfilando su cometido in-


telectual, ¿quién era como persona? Mi principal propósito al res-
 ponder a esta pregunta no consiste en enumerar los rasgos de su
carácter. Huizinga ya esbozó un retrato de Erasmo, en el que desta-
can su exigencia de pureza, su sensibilidad e hipersensibilidad, su
necesidad de amigos y de afecto, su egocentrismo, su suspicacia,
su desmedido afán de libertad, la contradicción entre su aversión
a la mentira y las pequeñas artimañas a las que en ocasiones recu-
rrió. Ante nosotros aparece una figura no demasiado alta, de una
cierta delicadeza, de buena planta, tez clara, pelo rubio, ojos azu-

les. Erasmo
interesa era rasgo
es: ¿qué un hombre muy complejo.
de su carácter es el queLa cuestión
más queCon-
sobresale? nos
sidero que el rasgo más característico de su personalidad es la tena-
cidad, la incansable prosecución, arrostrando todas las dificultades,
de la meta que se había propuesto. No se dejó intimidar por la
 pobreza. Su vacilante salud tampoco llegó a impedir que se aparta-
ra del cometido vital que se había propuesto. Aunque no podamos
sondear toda la hondura de Erasmo, un acontecimiento que tuvo
lugar en 1508, en la imprenta de Aldo Manuzio en Venecia, pone
claramente de manifiesto un rasgo esencial de su carácter: a lo lar-
go de ocho meses, Erasmo estuvo ocupado en la voluminosa obra
 Adagiorum chiliades,  compuesta por 3.200 refranes, elaborados a
 partir de la recopilación de los 800 refranes que había editado en
1500. Rodeado de manuscritos de autores griegos, que el impresor
había puesto a su disposición, recopilaba e interpretaba. Trabajaba
sin tregua mientras el cajista iba componiendo. En 1515, estuvo,
a su vez, febrilmente ocupado en la imprenta de Froben de Basilea.
Estas escenas caracterizan su talante y su refrenado ardor.

Erasmo podía sentirse satisfecho cuando en el verano de 1514


abandonó Inglaterra y recaló en Basilea, primera etapa de su viaje.
Durante el viaje, escribió una carta al prior del convento de Stein
en la que hace una relación de las altas personalidades que le ha-
 bían otorgado su protección: obispos, quienes en su totalidad que-
rían mantenerle vinculado a sus diócesis, Enrique VIII, quien le
escribió una carta de su propio puño y letra, la reina, deseosa de
tenerle como maestro; se refiere a las subvenciones y a los regalos
de Warham y de otros obispos, a las universidades que codiciaban
sus servicios, y no se olvida de mencionar a John Colet, «un hom-

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EL MUNDO DE LOS HUMANISTAS 47

 bre de una extraordinaria sabiduría unida a una piedad admirable


que goza de una general consideración» (A 296, 109-143). Aunque
en esta carta se entremezclen la realidad con las expectativas, lo
cierto es que hay mucha verdad en ellas. En el mismo escrito tam
 bién enumera con orgullo los cardenales que en Roma le acogieron
fraternalmente (A 296, 101-109).
De hecho, esta carta venía suscitada por una profunda preocu
 pación: apenas hubo puesto los pies al otro lado del canal, Erasmo
recibió una carta del prior en la que le recuerda sus deberes y le
requiere a que regrese al convento, al que había vuelto la espalda

hacía más del


recuerdos de veinte
pasado,años. En su respuesta
la cuaresma, se perciben
la obligación los amargos
de levantarse por
la mañana para participar en las oraciones corales, tras lo cual no
 podía volver a la cama, su aversión a las ceremonias vacuas, su
ansia de libertad. En esencia, la carta contiene una decidida y fun
damentada negativa. La vida conventual no es para él, su vocación
exige otros espacios. Es una prueba de valor que Erasmo reconozca
sin paliativos su propia incapacidad. Expone que la fragilidad de
su cuerpo y un cálculo renal que le atormenta hacen imposible su
regreso. También le horrorizan la comida y la bebida del convento,
el modo de vida en general, los diálogos comunitarios. Todo ello
 puede decirlo porque el hilo conductor de la carta es la idea que
la vida monacal es un «modo de vida», una posibilidad entre otras,
recomendable para algunos, pero que, en sí, no es ni mejor ni peor
que cualquier otro modo de vida. Esta actitud está en los antípodas
de las concepciones al uso de la vida monacal; la vida de los monjes
era considerada como un camino de perfección, valorada en grado
sumo y calificada como «religio», como servicio a Dios en su senti
do más auténtico. En el  Enquiridion,  Erasmo ya había hablado
de la vida monacal como «un modo de vida» (véase p. 61). Cuanto
allí expresó de manera general, aquí se lo aplica a sí mismo. Es
asimismo una prueba de coraje cuando en esta situación dice que
las llamadas «religiones», las diferentes reglas monacales, han ejer

cido
cuaríauna influencia
mucho más a corruptora en lacristiana
la sensibilidad devoción cristiana. a«Se
contemplar ade
toda la
cristiandad como a un único hogar y como a un único monasterio
a un tiempo, tratar a todos de semejantes y observantes de la mis
ma regla, considerar el sacramento del bautismo como la máxima
‘religio’, no tener en cuenta dónde vive uno, sino cómo ejerce uno

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48 ERASMO DE ROTTERDAM

la probidad» (A 296, 158-161). Era un lenguaje claro y era el mejor


autorretrato que Erasmo podía ofrecernos y es una muestra clara
de que Erasmo se había encontrado a sí mismo y de que había
encontrado su propio camino, del que jamás quiso desviarse. No
se sabe si la carta tuvo respuesta; ahora bien, en 1517, Erasmo
recibió la dispensa papal para vivir en el mundo.
El viaje a Basilea se convirtió en una marcha triunfal. Humanis
tas como Jakob Wimpfeling, Jakob Sturm, Beatus Rhenanus y
Ulrich von Hutten le recibieron con todo el esplendor en Maguncia,
Estrasburgo y Schlettstadt. En Inglaterra se le apreciaba, en Alema
nia se le aclamaba y se le reconocía la condición de alemán. Hutten
afirma que Johannes Reuchlin y Erasmo son «dos glorias de Ale
mania, puesto que a través de ellos esta nación ha dejado de ser
 bárbara» (Hutten I, 106, 8-9). Este elogio llenaba de satisfacción
a Erasmo. Medio año después, en el viaje de regreso de Basilea
a Inglaterra, siguieron produciéndose manifestaciones del mismo ca
riz. El caballero Eitelwolf, a causa de un cálculo renal, no pudo
 participar en la «junta socrática», organizada por Reuchlin, Her-
mann von dem Busche y otros, para recibir a Erasmo. Cuando,
al día siguiente, el caballero se enteró de que Erasmo ya se había
ido se lamentó amargamente de no haber podido conocer a Erasmo
en persona. Jamás su dolencia le había ocasionado un disgusto tan
grande como el que le ocasionó en aquel momento que le impidió
ver «al hombre más grande de Alemania» (Hutten I, 44, 2-8). Eras
mo podía sentirse satisfecho.

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5. EL «ENQUIRIDION»

«Su mejor imagen la mostrarán sus escritos», reza una frase


que encontramos en diferentes lugares como leyenda bajo los retra
tos de Erasmo. En este capítulo, trataremos del  Enchiridion militis 
chrisíiani  (LB V 1-66), que, traducido, significa «manual del caba
llero cristiano», pero también «puñal que se tiene en la mano».
Erasmo lo escribió en 1301 a instancias de la mujer de un militar,
maestro armero en la corte de BorgoAa, para que este cambiara
los hábitos de una vida excesivamente tosca. El regalo no tuvo mu
cho éxito; el hombre hizo tan poco uso de él como Erasmo hizo
de la espada que recibió como contrapartida (A 1556, 42-48). Si
guiendo la sugerencia del por él admirado superior de los francisca
nos, Jean Vitrier, Erasmo reelaboró el escrito, y en 1503 apareció
la obra en una pequeña colección de textos. Su misma génesis pone
claramente de manifiesto el propósito que perseguía Erasmo con
este escrito: quería, como expresó en su dedicatoria, «establecer unas
 breves normas de vida para que llegues a ser un cristiano de nobles
sentimientos» (A 164, 2-3). Ofrece una guía para practicar una vida
cristiana, escrita sin el propósito de «querer hacer gala de mi talen
to o de mi elocuencia» (A 181, 46-47).
El texto carece de una clara ordenación lógica. El punto de par
tida es la vida como lucha contra los demonios y el mundo. Para
llevar a cabo esta lucha, Dios nos entrega dos armas: la oración

y el de
dio conocimiento,
las Sagradasque se alcanza
Escrituras. a través
A este de unlas
respecto, concienzudo estu
«litterae huma-
nae» sólo sirven de preparación. Ahora bien, el ser humano nunca
 podrá librar este arduo combate si no se conoce a sí mismo. El
factor más importante de este conocimiento es la conciencia de que
la esfera espiritual del ser humano pertenece al universo divino y

4 . — EJtASMO

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50 ERASMO DE ROTTERDAM

la esfera corporal al universo animal. Sobre esta base, Erasmo esta


 blece veinte reglas, a las que el hombre debe atenerse si realmente
quiere alcanzar la felicidad. La mayoría de ellas las trata sucinta
mente, en cambio se ocupa con todo detalle de la quinta regla,
que se refiere a la ascensión de lo visible y temporal a lo invisible
y eterno, y de la sexta, que se refiere a Cristo como ideal de la
devoción. Al final, sigue una parte que trata de «los medios parti
culares y necesarios» contra una serie de pecados específicos.
A pesar de que la aludida génesis no es ninguna ficción literaria,
la edición impresa estaba evidentemente destinada a un público más
amplio. Al principio, sin embargo, esta meta no se alcanzó. Seis
años después, apareció una segunda edición, también en una reco
 pilación de textos, pero entre 1515 y 1517 hubo seis ediciones, todas
ellas en volúmenes sueltos. En 1518 Erasmo publicó por primera
vez el  Enquiridion  en la casa Froben de Basilea, sin cambiar nada
en el contenido, pero con un nuevo prefacio en el que defendía
inequívocamente a Lutero contra sus enemigos. Posteriormente apa
recieron, entre 1519 y 1523, en rápida sucesión, 29 ediciones. Luego
el número se redujo ostensiblemente, pero la obra continuó reim
 primiéndose en los Países Bajos y en Inglaterra. En 1525 Erasmo
se mostraba orgulloso de que el librito, «que se iba difundiendo
 por los cuatro puntos cardinales», hubiera ya aparecido en cuatro
lenguas vulgares (A 1556, 45-47). En realidad, eran cinco, a las
que poco antes de acabar el siglo se añadirían otras tres. En los
Países Bajos, antes de 1600, se publicaron por lo menos quince
ediciones en lengua vulgar y en Inglaterra trece.
Estas cifras nos llevan a interrogarnos sobre las razones de la
 popularidad de un libro que tardó en imponerse, pero que luego
se mantuvo a lo largo de muchos años, un libro que, según Heiko
A. Oberman, es «el más aburrido de todos los de la historia de
la piedad». Oberman quiere dejar bien claro que su juicio no sólo
se refiere a la estructura formal sino también al contenido. En su
opinión, el texto persigue el ideal de convertir el mundo entero en

un convento.
' cuentra En la última
la estimación edición Adolf
de Gustav de la historia
Benrath,delquien
dogma, se en-
considera
que el texto discurre por cauces moralizantes y espiritualistas: en
la obra de Erasmo, todo gira en torno a la incesante lucha moral
contra la perversidad y el vicio. Sólo Ernst-Wilhelm Kohls emite
un juicio más positivo: considera que en el  Enquiridion   hay una

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EL «ENQUIRIDION» 5!

teología en la que la disposición de Dios hacia el ser humano se


equipara al regreso del ser humano al seno del Padre, dos líneas
cuyo punto de intersección es Jesucristo. Lamentablemente, Kohls
elude sistemáticamente las fuentes que le conducen a emitir este
 juicio, de manera que resulta problemática la autenticidad de esta
visión de Erasmo.
Es, evidentemente, lícito valorar un escrito redactado hace casi
quinientos años, aunque un voto tan unánimemente negativo sobre
un escrito que fue tan popular en su tiempo es probable que expre
se una falta de comprensión de la situación de la época. No cabe
duda que en siglo xvi muchas personas de opiniones diversas tu
vieron una gran estima por este libro. No es ciertamente irrelevante
que en los años de mayor auge de Lutero, cuando se ha apoderado
del ánimo de muchas personas el ansia de servir a Dios de otro
modo, el libro de Erasmo alcance un éxito tan contundente. Las
ediciones del libro adquirieron la máxima difusión en las ciudades
renanas: Basilea, Estraburgo, Maguncia, Colonia, es decir, en zo
nas donde había una gran influencia de la Reforma, pero no exclu
sivamente de Lutero. El  Enquiridion   también tuvo una gran reper
cusión en círculos católicos: así, por ejemplo, el libro entusiasmó
a Hieronymus Emser y al obispo de Basilea (A 412, 24-26).
Las traducciones inglesas proceden principalmente de partida
rios de la nueva doctrina; la gran mayoría de las alemanas se hicie
ron en Suiza; finalmente, en los Países Bajos, los traductores eran
de origen diverso. El  Enquiridion   tuvo manifiestamente poco éxito

en lasdejó
libro regiones donde
de tener Lutero ejercía
repercusión cuandouna influencia
quedaron exclusiva.
trazadas El
las fron
teras confesionales e, incluso, llegó a estar en el índice. El juicio
de Ignacio de Loyola es característico de la orientación posterior:
al leerlo, sintió extinguir en su ánimo el espíritu de Dios y que
quedaba sofocado el ardor de su piedad.
Ahora bien, ¿qué interesaba a la gente del  Enquiridion ? ¿En
qué pasajes se fundamentaba su critica? Veamos la respuesta que
dan a esta pregunta dos testimonios contemporáneos. Eustachius
van Zichem, dominico y profesor de la Escuela Superior de Lovai-
na, en 1531 redactó un panfleto contra la quinta regla del  Enquiri
dion.  Su crítica se centraba en tres puntos. Primero, es inaceptable
que se subestime la ordenación externa del culto divino. De ello
se sigue, y esta es la segunda objeción, que Erasmo se aproxima

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52 ERASMO DE ROTTERDAM

a la posición de Lutero, que proclama que se puede alcanzar la


salvación sin intervención de las obras. Finalmente, defiende el va
lor del voto monacal, tan denostado por Erasmo. Cabe resaltar,
ante todo, la censura de que es objeto todo cuanto se refiera al
rechazo erasmiano de las ceremonias; cuando alguien las rechaza,
la fe adquiere entonces un significado total. Paul de Rovere, el
segundo de los testimonios contemporáneos, era capellán de St. Pe-
ter en Lovaina y en 1543 fue acusado de herejía y condenado por
ello. Una de las acusaciones más graves que se formularon contra
él era que reiteradamente había hablado de un modo despectivo
de la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio, que en conversacio
nes con colegas y otras personas había planteado la cuestión de
la existencia del purgatorio, una existencia que él mismo se apresta
 ba a negar con la mayor contundencia, y también que se declaraba
contrario a las misas de difuntos. En el apremiante interrogatorio,
De Rovere contestó sobre este punto «que en cierta ocasión él había
leído en el  Enquiridion   de Erasmo ... un párrafo donde dice que
en verdad hay dos caminos, el camino de la salvación y el de la
condenación, y, quiérase o no, no hay otro camino, y que al leer
esto se sintió conmovido como si le hubiera alcanzado un rayo»
(Van Santbergen, 50). En el correspondiente pasaje del  Enquiridion  
no aparece ninguna mención al purgatorio. A De Rovere le bastaba
que figurara la doctrina de los dos caminos. En su opinión, el pur
gatorio pertenece a un tercer camino, sobre el que la persona no
toma ninguna decisión por su cuenta, sino que la Iglesia hace valer
su eficacia por él.

La censura de Eustachius van Zichem y la súbita conmoción


de Paul de Rovere pueden ayudamos a leer el  Enquiridion   con los
ojos de los contemporáneos. No es «aburrimiento» lo que ellos sien
ten, sino, más bien, perplejidad por el menosprecio, o por el puro
y simple rechazo, de una gran parte de la estructura externa de
la religión, de las ceremonias, de los preceptos y prácticas eclesiásti
cos, de la posición privilegiada de sacerdotes y frailes, y todo ello
 para hacer resaltar el contenido interior, que es, en este libro, lo
único que interesa. Hay una gran diferencia en las valoraciones:
lo que para De Rovere representa una liberación de las futilidades
inútiles y una irrupción en el auténtico fondo de la cuestión, para
Eustachius significa pérdida de sustancia religiosa. Ahora bien, para

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EL «ENQUIRIDION» 53

ambos, el pasaje decisivo del  Enquiridion   es la quinta regla, esto


es, la exhortación: «asciende de lo visible a lo invisible» (LB V
27 D-44 E). Ambos llevaban razón. Esta distinción es esencial para
Erasmo. Hay dos mundos, uno espiritual, donde reside Dios con
los ángeles, y otro visible, donde se encuentran las esferas celestes
con todo lo que contienen. El mundo visibfe es lo perecedero, lo
temporal, en comparación con el invisible sólo es una sombra, un
 pálido reflejo del mundo espiritual. El ideal del verdadero cristiano
es ir ascendiendo del mundo visible al invisible. Erasmo está honda
mente persuadido de la verdad de la palabra de Jesús: «El espíritu
es el que vivifica. La carne para nada aprovecha» (Juan 6, 63),
y también: «Pero la hora viene, y ya ha llegado, en que los adora
dores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Juan
4, 23). «Me sentí indeciso», escribe Erasmo en relación al primer
versículo, «diciendo, para nada aprovecha. Habría bastado con de
cir: la carne aprovecha un poco, pero el espíritu mucho más. Pero
la Sabiduría misma ha dicho las palabras: para nada aprovecha.
Aprovecha tan poco que acaba muriendo y entrando en el espíri
tu ... El cuerpo no puede existir sin el espíritu, el espíritu no
tiene necesidad del cuerpo» (LB V 30 BC).
Erasmo encontró diversos conceptos para parafrasear el antago
nismo entre visible e invisible, entre carne o cuerpo y espíritu, pero
también entre el espíritu y la letra, entre lo eterno y lo temporal,
entre la luz y las tinieblas. Al mismo tiempo, en la Biblia encontró
la contradicción en todas partes, no sólo en las enseñanzas de Je
sús, sino también muy especialmente en san Pablo, quien incitaba
a buscar en las alturas en lugar de hacerlo a ras de tierra. ¿No
fue él acaso quien contrapuso la carne al espíritu, quien calificó
a la sabiduría de la carne de muerte y hostilidad hacia Dios y a
la sabiduría del espíritu, en cambio, de vida y paz (LB V 33 EF)?
Erasmo estaba profundamente convencido de que con ello había
logrado penetrar en el corazón mismo del mensaje bíblico. Tam
 bién era plenamente consciente de que estas ideas podían hallarse

en
díanlosunautores
ápice de
de la
su Antigüedad (LB
importancia: no Vcabe
28 CD),
duda yque
no la
porpor
elloél per
tan
admirada Antigüedad también algo espigó de esta verdad.
Cuando Erasmo habla de mundo invisible y espiritual se refiere,
en primer lugar, al cielo; ahora bien, algo de este cielo llegó a la
tierra por mediación de Jesucristo. Si Dios es espíritu, también no

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

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EL «ENQUIRIDION» 55

CD). De nada sirven las apariencias si no responden a algo que


sucede en el corazón: «Bienaventurados, pues, los que oyen en su
interior la palabra de Dios. Felices aquellos a los que Dios habla
en su interior; sus almas serán salvadas» (LB V 37 F-38 A). Esta
libertad evangélica opuesta a la esclavitud de los preceptos externos
es decisiva para Erasmo.
En esta polémica, Erasmo aparece como defensor de la libertad
auténtica, la libertad que Jesucristo trajo consigo y que hubo de
ser preservada de los fariseos, que san Pablo defendió frente a los
 judaístas, quienes pretendían reconducir la Iglesia del siglo i de nue
vo al seno del judaismo. Ciertamente, la Iglesia tiene el derecho
de introducir ceremonias y de elaborar preceptos; ahora bien, Jesu
cristo nos invitó a ejercer la libertad, en cualquier caso la libertad
interior ante todas estas leyes. Erasmo veía un gran peligro en la
 persona que veneraba a Jesucristo en las cosas visibles en lugar
de hacerlo en las invisibles, y que, además, consideraba que ello
constituía la culminación de la piedad y que condenaba a quienes
no actuaban de este modo, veía que esta persona a través de todas
estas exteriorizaciones podía apartarse de Jesucristo, puesto que re
nunciaba a la ley de la libertad y podía recaer en el judaismo. «Ju
daismo», en este caso, como suele ser habitual en Erasmo, no se
refiere al grupo étnico-religioso, sino a una forma inferior, mera
mente externa, de la religión practicada por muchos cristianos y
que en su formalismo es equiparable a la religión de los judíos.
Ello significa justificación por las obras y, por tanto, superstición;
haciendo esto, el hombre no deposita su confianza en Dios, sino
de nuevo en lo terrenal y con ello en sí mismo. Lamentablemente,
 por esta pendiente no sólo se deslizó la gran masa de los cristianos,
casi sin excepción, sino también sus dirigentes, los sacerdotes, los
teólogos, los obispos (LB V 32 F-33). La camarilla de frailes y monjes
 buscaba el punto culminante de la religión en la escrupulosa obser
vancia de las ceremonias. «Quien se pone a observarlos con mayor
atención y a indagar en las cosas espirituales, apenas encontrará
algunos que no deambulen por el camino de la carne. De ahí ese
enorme abatimiento anímico: tiemblan cuando no hay nada que
temer y bostezan adormilados cuando mayor es el peligro. De ahí
ese perpetuo estado de infancia de Jesucristo» (LB V 35 B). Erasmo
no pone en duda que, en ocasiones, las ceremonias puedan ser úti
les, pero el cristiano no debe aferrarse demasiado a las menuden-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

56 ERASMO DE ROTTERDAM

cías perdiendo así el sentido de lo que es importante, no tiene que


sustentarse en ellas, pues es funesto (LB V 35 B). «Persistir en la
carne de la ley y depositar su confianza en algo fútil es, en verdad,
execrable a los ojos de Dios» (LB V 37 A).
¿En qué consiste, según Erasmo, lo material, lo terrenal? Por
supuesto, en toda la esfera exterior de la vida eclesiástica, como
se ha visto claro en lo expuesto hasta ahora. Algunos ejemplos pue
den ilustrarlo. Erasmo habla con mucho detalle de la adoración
de los santos. En última instancia, pensaba, lo único importante
es emular las virtudes de los santos, la humildad de María, la fe
de
rrarsan
en Pablo,
hábito el amor de san
franciscano Pedro.laResulta
cuando insensato ha
propia conducta hacerse ente
sido total
mente distinta de la de san Francisco: el hábito por sí solo no ga
rantiza la salvación. ¿Venerar las cenizas de san Pablo? Mucho más
importante es venerar el espíritu que late en sus escritos (LB V 31
C-E). Lo mismo opinaba Erasmo de los amuletos con imágenes
de Jesucristo, de la adoración de un fragmento de la cruz de Cristo
o del santo sudario. Mejor es prestar toda la atención a las palabras
de Jesús. «Así como no hay nada tan parecido al Padre como el
Hijo, es decir, la Palabra que brota de lo más profundo del cora
zón del Padre, así tampoco hay nada tan parecido a Cristo como
la palabra de Cristo, que ha salido desde lo más sagrado de su
sacrosanto pecho» (LB V 32 A). El verbo es espíritu, sobre todo
el verbo de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, no es suficiente
mente espiritual. También en las Escrituras se distingue entre la

letra y el secreto
los relatos, que la letra
ora ingenuos ora esconde.
lascivos, ¿Cómo puedeTestamento,
del Antiguo uno discernir
si
uno no indaga en el sentido profundo del relato? (LB V 29 B-30 B).
Erasmo se refiere con todo detalle a la Eucaristía. También en
este caso la carne se opone al espíritu. El propio Jesús quitó impor
tancia al hecho de comer de su cuerpo y beber de su sangre, si
el acto de comer y beber no se realiza espiritualmente; el acto de
comer en la Eucaristía alude a que se es espíritu en el espíritu de
Cristo, cuerpo en el cuerpo de Cristo. En la última cena se cumple
la muerte de nuestro señor Jesucristo. De ahí que debiéramos pre
guntamos en qué medida no estaríamos muertos en el mundo (LB
V 30 F-31 B). En este orden de ideas se pone claramente de mani
fiesto que Erasmo considera que todo el ceremonial exterior de la
misa pertenece a la esfera de lo inferior, de lo visible. Todo ello

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL «ENQUIRIDION» 57

adquiere realmente su auténtico valor cuando va acompañado de


una actitud interior del ser humano que ofrece su persona a Dios,
esto es, cuando el sacrificio se opera también en el corazón huma
no. Con estas reflexiones, Erasmo no atenta contra la doctrina de
la Iglesia, procura más bien llevar a un plano más elevado la adora
ción de Cristo en la Eucaristía, puesto que siempre hay que aspirar
a lo más alto, a lo invisible, al espíritu.
Al respecto, Jacques Étienne acuñó la expresión «la religión du
 pur esprit». Este concepto es absolutamente certero. No sólo sirve
 para caracterizar el  Enquiridion   sino, en general, toda la obra de

Erasmo.
entre Posteriormente,
la carne Erasmo
y el espíritu: cuantorefirió al dogma
más tiende esta oposición
la Iglesia a fijar y
consolidar la doctrina, más se enfría el amor y cede a la coacción
y a las amenazas (A 1334, 217-234, 375-381). A la propensión a
convertir muchas cosas en artículos de fe, Erasmo contrapone la
instigación a llevar una vida santa. Ello es lo invisible, el espíritu.
El modelo, en este caso, sigue siendo el mismo: la ascensión del
ser humano hacia el mundo espiritual. Así, el dogma eclesiástico
sólo
en laejerce
uniónuna función
mística conpreparatoria.
Jesucristo. El objetivo esencial consiste
 No basta, sin embargo, con constatar que Erasmo no atentó
contra la doctrina de la Iglesia. Eustachius van Zichem explicó que
lo interior y lo exterior forman un solo conjunto, que Dios exige
lo exterior. Lo que a Van Zichem en el fondo preocupaba era el
latente peligro de que la espiritualización, que Erasmo representaba
y que él mismo consideraba como una purificación, pudiera condu
cir a una interiorización plena, de forma que todo lo exterior resul
tara accesorio. A un paso de ahí queda la resignación, la huida
de la realidad, el repliegue sobre el propio espíritu. No era este
el camino que quería emprender Erasmo. Por el contrario, lo que
en realidad quería con su escrito era, precisamente, enfrentar al
ser humano con la alternativa: en este tiempo y en mi condición
de persona libre y responsable de mis actos, ¿cómo puedo servir
a Diosimpresionaron
tanto en espititu? Vale la pena,
a Paul al respecto, citar las palabras que
de Rovere:

 No intentes escindirte entre Jesucristo y el mundo. No puedes


servir a dos señores. Nada hay en común entre Dios y Belial ...
Sólo hay dos caminos: uno obedece a las pasiones y lleva a la perdí-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

58 ERASMO DE ROTTERDAM

ción. El otro sofoca la carne y conduce a la vida. ¿Por qué vacilas?


 No hay un tercer camino, de grado o por fuerza has de elegir uno
de estos dos caminos. Quien quiera que seas has de ir por la estrecha
senda que muy pocos transitan (LB V 22 EF).

Bajo esta admonición radica la contradicción entre la carne y


el espíritu, referida, ahora, al ser humano. El ser humano participa
de ambos mundos, por eso Erasmo llega incluso a designarlo como
a un tercer mundo que sufre la atracción de uno y otro lado. Lo
corporal, animal, que se manifiesta en las partes de la vergüenza,

corresponde al mundo
del mundo divino. visible.
Erasmo Lo másesta
considera elevado, el espíritu,
distinción participa
tan importante
que le dedica todo un capítulo (LB V 11 F-14 E).
Erasmo estima que el cuerpo en sí no es malo. Hace constar,
 por el contrario, que la especificidad del ser humano consiste preci
samente en su pertenencia a ambos mundos. Ahora bien, aunque
el cuerpo sea por naturaleza lo inferior, ello no quiere decir, sin
embargo, que sea lo infame. En la creación, Dios unió ambas natu
ralezas, cuerpo y alma, en feliz armonía. En esta armonía, el alma
dominaba al cuerpo y el cuerpo obedecía dócilmente al alma (LB
V 12 EF). Pero ahora en lugar de la armonía dominaban la discor
dia y la riña. En esta interpretación, Erasmo se diferencia de los
 platónicos florentinos, que habían influido profundamente en su
concepción del ser humano. Estos veían al ser humano como a una
esencia dividida en dos por la naturaleza, de modo que el combate

no se orientaba
mente contra lascontra
bajas elinclinaciones
pecado y susdeconsecuencias, sino única
la persona. Erasmo parte
del hecho de que la discordia en el ser humano surge con la apari
ción en escena del diablo. El pecado corrompió lo que estuvo bien
concebido en el momento de la creación. El propio Erasmo compa
ra la situación humana con un reino devastado por la rebelión.
La hez del pueblo, esto es, la baja concupiscencia, se rebeló contra
el rey, contra la razón (LB V 13 A-E). Esa esfera superior de la
 persona, su ratio,  se ha mantenido incólume, divina (LB V 13 D,
14 AB). Es de destacar que, para Erasmo, la ratio  significa lo su
 premo en el ser humano y que le asigna un lugar en el cerebro.
En otro pasaje, sin embargo, expone que el Creador con sus dedos,
es decir, con su espíritu, ha imprimido en el espíritu del ser humano
la ley moral eterna (LB V 19 B, 21 B). Así, Erasmo evita caer 

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EL «ENQUIRIDION» 59

en un racionalismo grosero, pero, al mismo tiempo, aparece clara


mente que para él lo racional y lo moral coinciden. Dios ha inculca
do en cada ser humano la idea del bien y del mal, una conciencia
que ni siquiera el pecado hace desaparecer. El ser humano en su
espíritu sabe lo que es bueno y lo que es malo, de tal manera que
obviamente se suscita en él la lucha entre el espíritu y la carne.
Toda la atención se concentra en ella. Este orden de ideas fue deci
sivo en la redacción del  Enquiridion.  Erasmo quiso actuar de modo
 pedagógico y pastoral y dar instrucciones para el ejercicio de la
vida cristiana.
Es muy claro el objetivo de la lucha: en el espíritu, el ser huma
no es divino, o sea, que ha de aspirar a equipararse con Dios. Mas,
¿cómo llevar a cabo la lucha? La primera necesidad del ser huma
no, Erasmo la expresa con la famosa frase: conócete a ti mismo.
Subraya que este aforismo gozó de la más alta consideración entre
los escritores de la Antigüedad, quienes creían que estas palabras
 procedían del cielo y que encerraban la suma de toda la sabiduría.
Pero también las Sagradas Escrituras hacen un llamamiento a las

 personas
 po (LB Vpara que16
12 CD, seB).
reconozcan a sí mismas
Esta exhortación como espíritu y cuer
al autoconocimiento pone
claramente de manifiesto que Erasmo tenía una inquebrantable con
fianza en las posibilidades que anidan en el ser humano para per
feccionarse a sí mismo cuando este es capaz de reconocer dónde
acechan los peligros. Los principales peligros según Erasmo son la
obcecación, la carne y las debilidades del ser humano y, también,
los residuos del pecado original que quedan después del bautismo.
Ante todo, la obcecación, niebla de la ignorancia, que ofusca la
facultad de comprensión de la razón. Para Erasmo, éste es, con
mucho, el mayor peligro. A través de la culpa de nuestros antepasa
dos se oscurece el resplandor de la luz divina; la instrucción defi
ciente, el trato falaz, etc., hicieron mucho más profunda la oscuri
dad (LB V 21 BC). De ahí que el conocimiento sea tan importante,
que constituya junto a la oración el arma más afilada contra el
diablo. En consecuencia, la oración como diálogo con Dios adquie
re el máximo valor. Ahora bien, el conocimiento no es menos nece
sario. El ser humano ha de tener dos figuras guía: Aarón y Moisés,
símbolos de la oración y del conocimiento, respectivamente (LB V
5 D-6 C).
A causa de esta afirmación, se sigue acusando a Erasmo de ra

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

60 ERASMO DE ROTTERDAM

cionalista, sin tener en cuenta que él mismo subraya expresamente


que Moisés significa conocimiento de la ley, es decir, de las Sagra
das Escrituras, y que algo más adelante expone detalladamente que
se trata de «un ardoroso estudio de la Biblia» (LB V 5 D-6 C).
Ello no obstante, en las reflexiones aparece un elemento racional.
Erasmo refiere todo este encadenamiento de ideas a la Biblia,
en la que la cuestión que se suscita, una y otra vez, es la lucha
entre el espíritu y la carne. Dice que, en el Antiguo Testamento,
esta lucha aparece simbolizada en Esaú y Jacob, en Adán y Eva,
en Sara y Abraham: allí siempre aparece el cuerpo contra el espíri
tu. Al respecto, san Pablo habla de un modo mucho más claro
todavía: en sus epístolas pone de manifiesto la contradicción entre
carne y espíritu, esclavitud y filialdad, ley del pecado y ley del espí
ritu, entre el ser interior y el exterior, entre la persona terrenal y
la celestial. Y también Platón habla de las dos almas que anidan
en una persona (LB V 1S F-17 B).
Está claro que Erasmo lee la Biblia como un hijo de su siglo.
Los conceptos «carne» y «espíritu» los toma naturalmente de san
Pablo. Pero el significado que las palabras adquieren en Erasmo
recuerdan más bien al platonismo. La libertad humana, la dignidad
y la responsabilidad, el idealismo ético, la posición central que ocu
 pa el ser humano en el mundo, todas estas ideas Erasmo las en
cuentra evidentemente en la Biblia. Así, leemos la exhortación a
que el ser humano ha de pensar en la dignidad de su destino: «Has
sido exclusivamente creado y redimido para gozar de este bien su
 premo; Dios ha creado toda esta obra maravillosa del mundo para
 ponerla toda a tu servicio» (LB V 59 C). En otro pasaje, el ser
humano es «aquella criatura noble, por cuyo amor Dios ha creado
esta obra maravillosa del mundo, el compañero del ángel, un hijo
de Dios, heredero de la eternidad» (LB V 55 C).

Hasta aquí yo he dejado sobre todo hablar al propio Erasmo


y he intentado comprender el  Enquiridion  como presumiblemente
lo comprendieron
entendemos y leyeron
hoy este texto?,sus
¿decontemporáneos. Ahora
qué se trata en él?, bien,
¿qué ¿cómo
se propu
so Erasmo? El propio Erasmo fue quien mejor caracterizó su libro,
en la medida que lo considera como «una cierta teoría de la pie
dad» (A 181, 51). Según Erasmo, elaborar una teoría de este tipo
es una de las tareas más urgentes de los teólogos. Ello no obstante,

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL «ENQU1RIDION» 61

cabe preguntar todavía: ¿qué teoría sustenta Erasmo? Renaudet (435)


ha señalado que todos cuantos intentaron renovar la Iglesia se ha
 brían contentado con revivir el ascetismo y el estudio de la teología
tradicional, difundir los escritos de los místicos y ensalzar de nuevo
el ideal monástico. Erasmo, por el contrario, abrió un camino ha
cia una reforma de nuevo contenido y rechazó con contundencia
las renovadas alabanzas del viejo derrotero. Esta constatación me
 parece concluyente. Muchas personas se sintieron ofendidas por la
crítica que aparece al final del  Enquiridion : en ella Erasmo fustiga
a «aquella especie de monjes supersticiosos» que actúan

como si fuera del hábito no hubiera cristianismo. Tras afligir al cris


tiano con meros escrúpulos y embrolladas argucias, le uncen a una
determinada tradición humana y le dejan totalmente caer al pobre
en una red de ceremonias propias del judaismo, le instruyen en el
miedo en lugar de hacerlo en el amor. El monacato no es una devo
ción, sino una forma de vida, útil o perjudicial según las cualidades
corporales y espirituales. Al respecto no quiero aconsejarte positiva
mente, pero tampoco quiero disuadirte (LB V 65 B).

En los círculos de la devotio  moderna y de los creyentes influi


dos por ella de nada podían servir estas palabras. Por otro lado,
en el  Enquiridion, Erasmo arremete implícitamente contra esa for
ma de piedad que se enseña en el  Rosetum  de Jan Mombaer. Entre
ambas obras hay mundos de distancia.
Los tonos emitidos por Erasmo nunca se habían oído hasta en
tonces: dentro del cristianismo no debía haber diferencia alguna
entre el clero y los seglares, el bautizo debía ser el único acceso
al cristianismo, todos los bautizados debían ser iguales, sin reparar
en el modo de vida que hubieran elegido. «Escribí el  Enquiridion  
 para que las bonae litterae pudieran ser útiles a la piedad», escribió
Erasmo treinta años más tarde (A 3032, 467-468). Y así debió ser,
 porque su librito tuvo buena acogida entre las personas que se sen
tían atraídas por las bonae litterae,  la nueva forma de cultura. A
continuación de esteañado
esto yo simplemente pasaje
la final del  Enquiridion
exhortación:   se ver
no pretendas lee: la«A todo
esencia
de la piedad en el alimento, ni en el culto, ni en cualquier otra
cosa visible, sino en lo que nosotros hemos transmitido. Pero allí
donde encuentres la auténtica imagen de Jesucristo, allí has de in
corporarte» (LB V 65 C-66 A).

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62 ERASMO DE ROTTERDAM

El  Enquiridion  fue escrito para gente capaz de leer detenida-


mente, de buscar un nuevo camino. No es casualidad que el escrito
alcanzara su máxima popularidad en los años en los que Lutero
y Zuinglio también intentaban a su modo satisfacer una misma ne-
cesidad espiritual. Ello se pone claramente de manifiesto en el pró-
logo a la segunda traducción holandesa del  Enquiridion  de 1523.
El traductor llama la atención sobre el hecho de que el ser humano
en su debilidad apenas puede elegir entre la luz y las tinieblas, el
 bien y el mal. El  Enquiridion  puede ser una ayuda en la opción
y en la lucha que ha de afrontar el cristiano. «De forma que este
librito le aleccionará e instruirá acerca de todo cuanto pueda repre-
sentar una dificultad para él, convirtiéndole en un cristiano perfec-
to, sea cual sea la situación en la que él se encuentre o pueda en-
contrarse.» Estas palabras podrían muy bien haberle salido del
corazón a Erasmo, son un resumen cabal de lo que él quiso expre-
sar con su escrito.
Un cristiano perfecto. Actualmente sabemos que al final de la
Edad Media el ansia vehemente de Dios era un sentimiento que
gozaba de un profundo arraigo. En la Iglesia existía una amplia
corriente que quería favorecer este ansia a través de una multiplica-
ción de las formas culturales existentes, las vías conocidas hacia
Dios. Todas estas vías se hallan dentro del sistema de la Iglesia.
Se aumentaba el número de misas para ocasiones especiales, se or-
ganizaban más peregrinaciones, más procesiones, se dispensaban más
indulgencias, se intensificaba la veneración a los santos, se exigía
una mayor reverencia para los sacerdotes y los monjes marcando
el acento en la excepcional posición que ocupaban. Johannes von
Paltz, el conocido representante de este tipo de piedad, llega inclu-
so a calificar a los sacerdotes de «Dioses y Cristos». Sólo a partir
de este trasfondo podemos hacer una estimación justa del carácter
especial de la piedad articulada por Erasmo. No es la piedad de
las masas, sino la del individuo. El alivio de la conciencia no se
encuentra en la adoración de Dios en común por las vías propuestas
 por la Iglesia. Erasmo reconoció que todo ello era meramente terre-
nal, material, útil únicamente para los principiantes, pero que de
hecho constituía un obstáculo más que una ayuda. Su ideal de una
actitud vital cristiana se halla enteramente impregnado de indivi-
dualidad. En 1522 Erasmo hizo la descripción de un día de la vida
de un joven. Este joven ni tan siquiera durante el oficio divino

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL «ENQUIRIDION» 63

se siente integrado en la comunidad. Escoge un buen predicador


y cuando este también le falla se pone a leer el Nuevo Testamento
comentado por uno de los Padres de la Iglesia (ASD I, 3, 177,
1713-1724). El hombre se encuentra como individuo ante Dios y
hace examen de conciencia con Dios y su propia conciencia. Todo
el peso recae en la responsabilidad y en la madurez de la persona.
Es la vía de la interiorización: lo objetivo es irrelevante, lo institu
cional no sirve de ayuda ninguna, los recursos por demás masivos
que ofrece la Iglesia no dan ningún resultado, sólo cuenta el cora
zón y la convicción. Por eso Jesucristo adquiere tan alto valor:
«cuídate de que los ojos de tu corazón no se separen de Jesucristo,
el ejemplo que has de seguir. De la mano de la verdad nunca te
descarriarás» (LB V 44 D).

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6. EL «ELOGIO DE LA LOCURA»

Casi todo el mundo conoce el titulo:  Elogio de la locura, Mo- 


riae ertcomium.  El libro, sin embargo, apenas lo conocen unos po
cos, y ello no es un patrimonio exclusivo de nuestros días. Algunos
años después de la aparición de la primera impresión, ya el mismo
Erasmo añadió un comentario, una glosa, que en adelante acompa
ñó el texto de casi todas las ediciones. La verdad es que era indis
 pensable, puesto que el escrito calza el coturno, está atiborrado
de citas y alusiones de autores clásicos como Homero, Platón, Vir
gilio, Horacio y Plinio. Sin embargo, el motivo que dio origen al
libro fue muy humano. En el verano de 1S09, en el viaje de regreso
de Italia a Inglaterra a lomos de caballo, Erasmo se propuso —él
mismo lo menciona en la dedicatoria que encabeza su libro— no
derrochar cháchara insustancial sobre su tiempo; pensaba en su que
hacer científico, en la alegría que tendría al reencontrar a sus ami

gos después
a quien de tanto eltiempo.
va dedicado escrito.Por encima«Morus»,
«Moro», de todos llevó
ellos,aaErasmo
Moro,
hasta «moría», locura, y así surgió la idea. ¿Por qué no dedicarle
un elogio de la locura a aquel hombre que era el último loco del
mundo? Seguro que a Moro habría de gustarle ese divertimento
(ASD IV, 3, 67, 2-16). Erasmo llegó a Inglaterra después de un
viaje de dos meses; vivió en casa de Moro, cayó enfermo, y se
 puso a desarrollar su ocurrencia para pasar el tiempo, sin libros
ni materiales auxiliares, una circunstancia sobre la que, inconscien
temente imbuido de su papel, más tarde hizo hincapié (A 337,
126-132, LB II 460 F). A los dos años apareció el librito, coprodu
cido por dos editores parisienses, una edición inane, mal corregida,
 poco atractiva.
Pero pronto la locura inició su brillante carrera, la de una de

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 65

las más populares e indiscutibles prim e donne  de la literatura occi


dental, según la expresión de Clarence H. Miller, el más reciente
editor y traductor al inglés (Praise X). Su edición y la traducción
que hizo apareció en 1979. Un año después vio la luz un estudio
de Michel A. Screech acerca de las diferencias entre la primera im
 presión de 1511 y la edición reelaborada por Erasmo tres años más
tarde. Además de algunos cambios insignificantes, Erasmo interca
ló en el texto cuatro extensos pasajes con los cuales no sólo quedó
algo modificada la composición, sino que, además, el contenido
adquirió unos contornos mucho más agudos. A continuación, me

limitaré yenluego
edición primer
me lugar a emitir
ocuparé un juicio
por separado crítico
de las de la primera
modificaciones de
1514.
¿Se puede decir que el  Elogio de la locura  es un juego surgido
del aburrimiento y, acaso, escrito con el único propósito de sofocar
la aflicción? El propio Erasmo habla con cierto menosprecio de
su obra; decía que era un «juego» (A I, pp. 19, 6), hablaba de
«diversión», de «broma» (ASD IV, 3, 67, 14; 68, 23), en todo caso
de broma con un trasfondo serio. En una defensa que hizo del
escrito recalca que «bajo la apariencia del juego» persiguió el mis
mo fin que en el  Enquiridion.  La cuestión parte de un dilema im
 propio, poco adecuado a la locura y poco adecuado también a Eras
mo. Una vez hecha la comparación con el  Enquiridion , Erasmo
evoca inmediatamente la frase de Horacio «decir la verdad riéndo
se», y la función del bufón, quien podía airear con franqueza los
defectos si estos no eran excesivamente graves (A 337, 91-109). «Tal
vez no sea muy conveniente dar cabida a Jesucristo en esta lista»,
escribe Erasmo acto seguido. En esta frase se pone de manifiesto
la esencia de Erasmo: sus emociones más profundas sólo puede ex
 presarlas con una enorme frialdad, como en el caso de esta frase,
o con un encubrimiento irónico, como en el caso de el  Elogio de  
la locura.  Ello no obstante, todo queda en un juego. El mismo
Erasmo menciona a Luciano y sus irónicos panegíricos como mode

losal en
y la Antigüedad.
«sermón Los historiadores
joyeux» francés, han aludido
un breve sermón al carnaval
satírico que precede
al sermón propiamente dicho o a una pieza de teatro. Todo queda
en un juego, y, en efecto, una de las características esenciales del
 juego es que, cuanto se dice, se dice muy en serio.
¿Qué hay, pues, de particular en esta exaltación burlesca? Ante
5 . — EKASMO

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

66 ERASMO DE ROTTERDAM

todo, que el orador habla de sí mismo. De ello hay también algu


nos ejemplos en la Antigüedad, tal es el caso de la pobreza, que
se ensalza a sí misma. En el escrito de Erasmo, sin embargo, es
la locura, la demencia, la que habla y proclama su autoelogio, y
ello confiere al conjunto un doble fundamento. Cuando la demen
cia ensalza la locura, la locura se burla de la demencia, de modo
que de pronto nadie sabe cuándo un_Sí se convierte en un No:
«Aplaudís. Sabía muy bien que ninguno de vosotros era tan listo,
mejor dicho: tan loco, no, no: tan listo, como para compartir esta
opinión» (ASD IV, 3, 81, 177-178).

Pero basta de hablar sobre la locura. Mejor es que escuchemos


lo que dice la locura misma: «por mí que la gente en cualquier
rincón del mundo diga de mí lo que quiera —pues no ignoro hasta
qué punto despellejan a la locura los más irritados locos—, nada
cambia la cosa, que los dioses y los humanos me tengan que agra
decer a mi, sí sólo a mí y a mi energía, sus momentos de alegría
y de felicidad». Con estas palabras inicia la locura su discurso, y
la gente riendo lo escucha con atención. Asi queda esbozado el tema
de la primera parte del  Elogio de la locura  (ASD IV, 3, 71, 1-134,
184): los chiflados gobiernan a los humanos y a los dioses, y está
 bien que así sea. Su padre es el dinero, sus nodrizas fueron la ebrie
dad y la estupidez, sus damas de honor el amor propio, la adula
ción, la mala memoria, la pereza, la fruición, la insensatez y la
voluptuosidad. A través de estas fíeles asistentas, ha llegado a so

 juzgar
hay quea agradecérselo
todo el mundo. La locura
a ella: revelaelprolijamente
la guerra, que todoy
Estado, la amistad
el amor, todo sale de sus manos. Salta a la vista que tiene multitud
de facetas: la chifladura de las partidas de caza de los nobles, la
altivez y la zalamería de la mujer, pero también la escasa experien
cia de la vida del joven y el infantilismo del anciano, e, incluso,
el buen humor y la guasa en un alegre ágape son cosas impensables
sin su concurso.
Erasmo echa una penetrante mirada al ruedo. ¿Valen para la
guerra los filósofos? «No, los auténticos guerreros son tipos biza
rros y vigorosos, a ser posible descarados, además de tontos» (ASD
IV, 3, 96, 470-471). ¿Por qué son felices los tontos?

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 67

Esta gente no sabe lo que es el miedo a la muerte ... no sabe


lo que es una conciencia atormentada, los cuentos de muertos no
les causan miedo, no les atormenta el temor de las desgracias que
les amenazan, no retienen el aliento ante ninguna expectativa de fu
tura felicidad, en una palabra, ninguna de las miles de preocupacio
nes que esta vida procura les produce el menor desgarro (ASD IV,
3, 114, 800-804).

¿Y sobre el chovinismo qué tiene que decir la locura? Los ingle


ses se vanaglorian de su buen porte y de su gastronomía; los france
ses están orgullosos de su formación cultural, los parisienses presu
men de ser los mejores teólogos del mundo —¡las uvas siguen estando
verdes!—, los romanos sueñan con el resurgimiento de su viejo im
 perio, los alemanes están orgullosos de su talla y de sus conoci
mientos de nigromancia (ASD IV, 3, 128, 59-130, 75). Ese juicio
de Erasmo, más que mera capacidad de observación, desvela lo
siguiente: «hay sobre todo dos tipos de obstáculos que impiden al
ser humano acceder a un claro conocimiento de la realidad: el apo

camiento
 peligro le que enturbia
paraliza el espíritu
e incapacita paray llevar
el miedo, que
a cabo a la vista
cualquier del
acción
audaz. Contra ambos, el concurso de la locura conduce a éxitos
deslumbrantes» (ASD IV, 3, 104, 572-575).
La locura también ejerce su influencia en el terreno de la prácti
ca religiosa. Todo se halla sometido al mismo veredicto: exagerada
mama edificadora, juego de dados, la creencia en incontables histo
rias milagrosas de las que sacan ventajas financieras los sacerdotes
y los predicadores de cuaresma, la creencia en determinados santos:
«Quien en unos días determinados se acerque a san Erasmo con
determinadas velitas, con determinadas oracioncillas —los diminu
tivos son sintomáticos— al instante será un hombre acabado» (ASD
IV, 3, 122, 964-966). Todo remite inexorablemente a esas excrecen
cias: las indulgencias, el rezo de determinadas oraciones, la asisten
cia especializada de los santos —santa Apolonia en el dolor de mue
las, san Jacinto en las contracciones del parto, san Antonio en los
robos— (ASD IV, 3, 120, 942-126, 22).
¿Qué ideas de fondo subyacen en el  Elogio de la locura? Al
final de la primera parte leemos: «se dice que dejarse engañar es
malo. No, lo peor de todo es no dejarse engañar ... Al fin y al
cabo, el ser humano ha sido creado de manera que le gusta más

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68 ERASMO DE ROTTERDAM

la apariencia que la realidad» (ASD IV, 3, 130, 96-102). Esa es


la idea de fondo que ya aparece inicialmente.

Si alguien quisiera arrancar la máscara de los actores en escena


 para descubrir su verdadero rostro al natural y mostrárselo a los
espectadores, ¿no pondría, acaso, con su actitud la obra entera pa
tas arriba...? Si se destruye la ilusión, la pieza se viene abajo, puesto
que lo que fascina al espectador es la máscara y el maquillaje. Al
fin y al cabo, ¿qué es la vida sino una representación teatral en
la que cada uno lleva su máscara en el rostro, aparece ante el públi
co e interpreta su papel hasta que el director le hace abandonar la
escena? A menudo la lleva la misma persona con un disfraz comple
tamente distinto: el que acaba de interpretar a un purpurado rey,
aparece ahora con los harapos del esclavo. Todo es artificio, pero
no cabe representar esta comedia de otro modo. Imaginad, ahora,
que un sabio cae del cielo y rompe a gritar: «ese de ahí, ese señor,
hacia el que todos alzan la vista como se alza la vista hacia Dios,
es, a duras penas, un ser humano; puesto que, como una res, avanza
movido por los instintos. Un esclavo es lo que es, abyecto como
ninguno; como es natural sirve a un montón de señores, cada uno
de ellos a cual más abominable. ¡Y tú! ¿a qué viene derramar tanta
lágrima por el fallecimiento del padre? ¡En realidad deberías reír!
¡Si es ahora cuando empieza a vivir, en tanto que la vida aquí en
la tierra no es sino muerte! ¡Y tú, qué haces allí haciendo alardes
aferrado a tu árbol genealógico! ¡Si no eres más que un soldado
raso, un bastardo, pues tu cuna te ha alejado de esa virtud que
 por sí sola basta para recibir el espaldarazo!». Imaginad que el hom
 bre sigue hablando de esta guisa, ¿qué conseguiría con ello, aparte
de que le tomaran por loco o insensato?... Aquel que realmente pre
tende ser una persona sensata, considere lo siguiente: eres un ser
humano, así que no aspires a conocer más allá de lo que te contente,
y haz como los demás, esos que guiñan un ojo esbozando una sonri
sa o se dejan tomar el pelo bonachonamente. «Pero en eso consiste,
 precisamente —se dice— el estilo de la locura.» No lo discuto; pero
se me concederá que así y sólo así se interpreta la comedia de la
vida (ASD IV, 3, 104, 591-106, 619).

Este impresionante pasaje le lleva a uno automáticamente a plan


tear la cuestión: ¿qué papel juega aquí Erasmo? ¿Dice la verdad
la locura?, ¿es más deseable la apariencia que la verdad desnuda?
Es evidente que Erasmo no es ningún fanático. Sin embargo, se
tiene la impresión que, en este caso, se representa a sí mismo como

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 69

el loco que no puede darse por satisfecho con la apariencia y que,


 por eso, indaga en la esencia de las cosas.
En la segunda parte del  Elogio de la locura,  Erasmo aborda
un tema tradicional: la critica de los distintos estamentos y grupos
sociales (ASD IV, 3, 134, 185-178, 885). No omite a ningún repre
sentante de las elites sociales y espirituales: maestros de escuela,
 poetas, maestros de retórica, redactores de libros eruditos y anodi
nos, juristas, dialécticos, filósofos de la naturaleza, teólogos, mon
 jes, príncipes y cortesanos, papas, cardenales y obispos. De un modo
mucho menos consecuente que en la primera parte, la propia locura

toma
haga lala observación
palabra. Node
esque
de extrañar
el elogio que, al ha
casi se final de esta parte,
convertido se
en sátira
(ASD IV, 3, 176, 856-857). La locura pretende instalarse junto a
los otros dioses y contemplar desde arriba el espectáculo terrenal
(ASD IV, 3, 136, 196-201). En algunos párrafos se alcanza, en efec
to, la necesaria distancia, como, por ejemplo, cuando con natural
desdén se da la estocada a los filósofos de la naturaleza calificados
de chiflados, de ignorantes chapuceros y de charlatanes: «con qué
exquisitez fantasean cuando construyen sus innumerables mundos...»
(ASD IV, 3, 144, 362-363). Casi con el mismo desaire, se trata tam
 bién a los maestros; se trasluce, sin embargo, un ápice de compa
sión para una «casta hasta tal punto lastimosa, mísera y desgracia
da, que rebasa los límites de lo imaginable»; pero la locura se siente
ante todo fascinada por la arrogancia del maestro, que conduce
a que «la madre en su necedad y el padre en su candidez lleguen
a tener del maestro la misma opinión que este tiene de si mismo».
Quieren, incluso, dárselas de filólogos inteligentes (ASD IV, 3, 138,
242-243. 258-259).
En otro párrafo, la locura vuelve a elevarse por encima del tu
multo, pero mira a través de los ojos de Erasmo. Entonces dice
sobre los mercaderes: «mienten, engañan, roban, embaucan y dan
el pego sin cesar y, sin embargo, figuran como príncipes porque
los anillos de oro no les caben en sus dedos» (ASD IV, 3, 136,

217-219).
dirigió a suQuien lea la
banquero de carta que en
Amberes, una época
Erasmo Schets,posterior Erasmo
casi siente com
 pasión por el tocayo de Erasmo, tal es la suspicacia con la que
este se comporta ante su admirador del mundo de las finanzas.
Es realmente encantador el párrafo que se refiere a la gente «que
quiere alcanzar la inmortalidad escribiendo libros..., de forma que

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70 ERASMO DE ROTTERDAM

uno se atormenta día tras día añadiendo, modificando, tachando,


reescribiendo, pasando en limpio, leyendo en voz alta, ... y todo
ello por nada, por unas pocas alabanzas que le brindan un puñado
de lectores» (ASD IV, 3, 140, 304-142, 316).
La locura se sale de su papel cuando se refiere a los teólogos,
a los monjes y a los príncipes de la Iglesia. Desaparece cualquier
forma de distancia; la burla y la malicia ceden el terreno a la cólera
y a la saña, o formulado de otro modo, la locura ahora deja vía
libre a Erasmo. De entrada, se trata de despellejar a los teólogos,
cuando lo más sensato sería evitar el encuentro con esa casta «so

 berbia
que se eles
irritable»
hace es(ASD IV,dedican
que se 3, 144, a382-383).
escrutar El
losprincipal reproche
más insondables
misterios, planteando al respecto cuestiones absurdas: «¿podía Dios
haber adoptado también la forma de una mujer, de un diablo, de
un asno, de una calabaza, de un guijarro? ¿Cómo se las hubiera
arreglado, entonces, esa calabaza para predicar y hacer milagros?
¿Cómo se le podía haber crucificado?» (ASD IV, 3, 148, 402-404).
Se trata de una crítica barata a un método escolástico que lleva
siglos utilizándose, un método que en verdad no puede calificarse
de insensato. Hay que considerar, sin embargo, que de lo que aquí
se trata es de una nueva forma de practicar la teología, de un méto
do que no permanece anclado en el sistema teológico existente, sino
que se apoya en el texto de la Biblia. Precisamente, en este contex
to, es sugestivo el siguiente reproche que se hace a los teólogos:
«su felicidad es indescriptible cuando imprimen su sello a voluntad,
ora así ora de otra manera, en las Sagradas Escrituras como en
un pedazo de cera» (ASD IV, 3, 154, 490-156, 491), una imagen
ajena que Erasmo se apropia y con la que haría escuela. Tampoco
los ataques lanzados contra el latín bárbaro son pura y simplemente
un menosprecio: «puesto que dicen que la dignidad de su sagrada
ciencia es tal que no ha de doblegarse a las reglas de la gramática»
(ASD IV, 3, 158, 516-519). Ahora bien, en la nueva forma de prac
ticar la teología, el texto y, por lo tanto, la gramática, adquiere
su propio peso.
Mucho más detalladamente se ocupa Erasmo de los monjes (ASD
IV, 3, 158, 524-168, 674). Son necios y consideran su necedad como
un rasgo característico de la piedad; los frailes mendicantes, para
quienes nada hay más importante que el modo de vestir y de vivir,
son una auténtica plaga: todo se halla prescrito hasta en sus más

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 71

mínimos detalles. En este caso, Erasmo habla por propia experien


cia. Todavía hacía poco tiempo que se había quitado los hábitos
de su orden. Lo que más le fastidiaba eran los sermones que tuvo
que escuchar de labios de los religiosos de las distintas órdenes:
alardeos insensatos, repletos de absurdidades teológicas y de histo
rias descabelladas. Se enoja durante una plática burda y obtusa,
que la locura Analmente se decide a interrumpir con su comentario:
«ved, pues, cuánto me deben esos oradores a mí, la más genuina
tiranía han de agradecérsela a esas cuantas ceremonias anodinas,
a esas bromas ridiculas y a su estrépito, y se imaginan que son
oradores como san Pablo o san Antonio» (ASD IV, 3, 168, 670-672).
El más corrosivo es, sin embargo, el último párrafo de esta se
gunda parte que trata del papa, de los cardenales, de los obispos
y del bajo clero. Todo gira en tomo al honor, al poder, al esplen
dor, a las prerrogativas, a la pompa y al lujo; hay un ejército de
escríbanos, copistas e innumerables funcionarios; se lanzan inter
dictos, excomuniones, anatemas; los papas hacen guerras para al
canzar mayor gloria. «Entonces, ancianos al borde de la muerte
 —se refiere al papa guerrero Julio II, cuyas guerras había presen
ciado Erasmo en el norte de Italia—, se vuelven vigorosos y fuertes
como jóvenes: no reparan en ningún gasto, no ahorran ninguna
fatiga, no se detienen ante ninguna consideración, ni aunque de
ello se derive la pérdida del derecho, de la religión y de la paz
o la ruina del mundo entero» (ASD IV, 3, 174, 818-821). Para el
alto y para el bajo clero, el dinero —recolección de fondos lo llama

Erasmo—
dos modos juega el papel
distintos. Por unprincipal. En estos
lado, trabaja con elpárrafos procede
significado de
simbó
lico del ropaje litúrgico: el blanco del alba es la conducta sin mácu
la, el báculo la custodia del rebaño, etc. El significado simbólico
de las vestiduras había sido Ajado desde hacía muchos años y se
había difundido a través de manuales. Por otro lado, confronta
la praxis contemporánea de la Iglesia con la época apostólica: «los
cardenales también lo consideran así, uno de ellos se decía: “ no
somos señores, somos administradores de los dones del Espíritu Santo
y dentro de poco tendremos que dar cuenta de ello” ... Pero si
los papas, los vicarios de Jesucristo, quisieran emularle, esto es,
en su pobreza, en su labor, en su doctrina, en su cruz, en su dispo
sición a morir ... ¿qué corazón, en estas circunstancias, se sentiría
más agobiado que el suyo?» (ASD IV, 3, 172, 753-756. 768-771).

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72 ERASMO DE ROTTERDAM

 No es que este argumento sea nuevo, pero aquí Erasmo se vale
de él por primera vez. Y al cabo de poco tiempo, el pensamiento
de Erasmo se verá dominado por la nostalgia del pasado, por la
nostalgia de la Edad de Oro del cristianismo primitivo.
Finalmente, en la tercera parte del escrito (ASD IV, 3, 178,
886-194, 277), la locura enumera las autoridades cuyas palabras y
actos aportan la prueba de su poder. Acto seguido, se espera efecti
vamente que vayan apareciendo una serie de citas de autores más
o menos conocidos, pues eso es lo que sugiere la expresión «autori
dades». Al principio, la expectativa se ve colmada, sobre todo gra
cias a una cita francamente ambigua sacada de los  Disticha Cato- 
nis : «hazte el tonto en el momento oportuno y nadie aventajará
tu prudencia» (ASD IV, 3, 178, 893). Pero, inmediatamente, la lo
cura solicita permiso a los teólogos para adornar sus panegíricos
con versículos de la Biblia, pues entre los cristianos es posible que
gocen de mayor estima que otras autoridades. En este preciso mo
mento se consuma la transición: hasta entonces, la Biblia no había
 jugado ningún papel relevante. Entonces la locura aparece como
teólogo, iluminada, según pretende, por Duns Escoto. En efecto,
siguen a continuación algunos pasajes de la Biblia sacados de los
libros Proverbios y Eclesiastés, así como de las epístolas de san
Pablo a los corintios. Las epístolas de san Pablo, particularmente,
Cor. 1. 3, 18: «Si alguno entre vosotros cree ser sabio en este siglo,
hágase necio para hacerse sabio», sirve de soporte para lo que sigue.
Sigue una fabulosa bufonería. A la pregunta ¿por qué son los
necios del agrado de Dios? sigue una primera respuesta (ASD IV,
3, 186, 79-189, 147): por la misma razón por la que los príncipes
odian a las personas capaces de discernir rectamente, de forma que
 prefieren rodearse de tontos. ¿Es la locura la que aquí habla? De
nada sirve que la afirmación se vuelva del revés. Al contrario, pues
a continuación se dice: «del mismo modo Jesucristo vuelve la espal
da y execra a esos sabios que todo lo fían a su inteligencia» (ASD
IV, 3, 186, 84-83). Así pues, se confronta a las personas que con
fíen en su propio entendimiento con niños, mujeres y pescadores,
quienes abiertamente inspiran mucha más simpatía a Jesucristo. Por
eso es decisivo ser pequeño, entregarse confiadamente, ser despreo
cupado. No es por casualidad que Jesucristo prefiere cabalgar so
 bre un asno, la imagen de la estulticia. Más aún, Jesucristo mismo

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 73

en cierto sentido es un insensato cuando adopta la naturaleza hu


mana. Erasmo concluye con las palabras:

Sin querer agotar lo inagotable y con el propósito de decir sólo


lo más relevante: a mi me parece que la religión posee una estrecha
vinculación con la necedad; en cambio, se lleva muy mal con la
sabiduría. Queréis pruebas de ello, fíjaos bien que en las inmediacio
nes del altar siempre se encuentran niños, ancianos, gente mayor,
mujeres e imbéciles, manifiestamente movidos por sus inclinaciones
naturales, siguiendo con especial deleite las ceremonias del oficio
divino (ASD IV, 3, 189, 141-146).

Erasmo conoce también a otras especies de insensatos: «aque


llos que se hallan plenamente dominados por la piedad cristiana»,
esos son los auténticos insensatos, los que ofrecen cuanto tienen,
los que sufren las injurias, los que soportan las injusticias. Se diría
que su alma no mora en su cuerpo, sino en otro lugar cualquiera.
Cuando la exigencia absoluta del Evangelio se cumple absolutamen
te, aparece una segunda dimensión de la insensatez (ASD IV, 3,
189, 147-190, 155).
Tras algunas frases abruptas, el pensamiento de nuevo discurre
en otra dirección (ASD IV, 3, 190, 156-192, 230). La bienaventu
ranza que el cristiano pretende alcanzar, es —dicho sea con per
dón— una determinada forma de locura o insensatez. Del mismo
modo como, en el conocido relato de Platón, los cautivos en la
caverna, quienes sólo perciben las sombras, se burlan del hombre
que ha visto la realidad, así se ríe la gran multitud de los cristianos,
que se mantienen aferrados a lo material, visible, de todo individuo
que aspira a lo espiritual, a lo invisible. Esta idea, que ya fue ex
 puesta en el  Enquiridion, adquiere aquí una nueva dimensión. Cual
quier persona que huya de lo material y busque la pureza espiritual,
deja de pertenecer a este mundo. Estas personas se pueden equipa
rar a aquellos locos que consiguen huir de su cuerpo, o a aquellos
moribundos que cuando ven el rostro de la muerte empiezan a ha
 blar con arrobamiento místico. El cuerpo de nada les sirve, los tos
cos sentidos se extinguen y hasta el amor natural abandona el cam
 po de batalla. Esta contradicción entre un gran número de personas
y un individuo conduce a que se hagan el mutuo reproche de insen
satez, «sólo que a mí me parece que esta palabra es mucho más
apropiada para los piadosos» (ASD IV, 3, 192, 229-230).

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74 ERASMO DE ROTTERDAM

Y finalmente: en la felicidad celestial, el alma humana despren


dida del cuerpo se funde en el espíritu divino, ese bien supremo
que todo lo atrae hacia sí. La bienaventuranza es, en este caso,
una vivencia individual, un sabor anticipado, una minúscula gotita,
un destello, un aroma: «quien haya pasado por este trance —pocos
son los llamados— se siente invadido por una especie de locura».
Cuando vuelve en sí, sólo sabe que fue feliz y desea permanecer
siempre en aquella forma de locura. «Y eso que sólo probó un
sorbito del vaso lleno de la felicidad que le aguarda» (ASD IV,
3, 193, 257-194, 267). Luego la locura se detiene presurosa y termi

na con unas pocas frases.


En noviembre de 1514, aparece una edición del  Elogio de la 
locura con importantes adiciones en la segunda y en la tercera par
tes. En la segunda parte, Erasmo amplía los pasajes que tratan de
los teólogos y de los monjes, sin la menor consideración al equili
 brio de la composición. También, en la tercera parte, añade largos
 pasajes, pero en este caso los injertos no rompen el contexto. To
dos los nuevos incisos se refieren a la Iglesia, a los príncipes de
la Iglesia y especialmente a los teólogos y a los predicadores, de
tal modo que sólo ahora queda claramente perfilado el objetivo
de la obra.
Entre los nuevos pasajes se encuentran obras maestras del géne
ro. El lector ve, como quien dice, aparecer ante sus ojos al engreído
 predicador. Tras la máscara de la erudición, desvela el más hondo
secreto de la salvación en los tres casos del nombre «Jesús»: Jesús,
Jesum, Jesu. Aluden a que él es el .summum, el médium y el i/lti-
mum. Un secreto aún mucho más profundo se esconde en la letra
de en medio del nombre «Jesús», en la s, en hebreo «sin», término
que en «escotiano» o lengua del escolástico escotista de ochenta
años que pronuncia la prédica significa «el pecado» del que Jesu
cristo redime al mundo (ASD IV, 3, 164, 611-621). La indignación
 por una prédica de esta especie responde a la aversión que suscita
una disputa teológica —«a menudo estoy yo de por medio», dice
la locura— en la que un anciano —«su engreimiento delata en se
guida que es un teológo»— aduce presuntos argumentos bíblicos
 para justificar la matanza de herejes. ¿Acaso no mandó san Pablo
evitar a los herejes, esto es matarlos? «Basta observar el latín: de-
vita’, ‘evita’, que se convierte en «de vita», quitar ‘del mundo’»

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 75

(ASD IV, 3, 185, 48-186, 55). En unas pocas palabras incisivas se


encuentran testimonios de una burla mordaz. Salomón escribe en
los Proverbios (1, 17) que quería saber qué eran sabiduría e insen
satez. Deliberadamente por este orden: ¿acaso no ocupan los altos
dignatarios el último lugar en las procesiones? De cualquier modo,
luego oyen las palabras de Jesús de que los primeros serán los últi
mos (ASD IV, 3, 180, 943-948). Al propio tiempo, se adivinan ejem
 plos de una broma muy sutil. En el Eclesiástico 41, 18 (15), se
dice: «Más digno de estima es el hombre que oculta su insensatez
que el hombre que oculta su sabiduría». Naturalmente, dice la lo
cura, en última instancia el ser humano sólo oculta objetos de valor
como oro y piedras preciosas (ASD IV, 3, 180, 949-182, 962). Una
auténtica joya es la constatación que es «acreditado derecho de los
teólogos extender el cielo, es decir, las Sagradas Escrituras, como
un cortinaje» (ASD IV, 3, 182, 997-183, 998): con ella hacen lo
que les viene en gana. El doble sentido de este pasaje se pone clara
mente de manifiesto cuando se sabe que aquí Erasmo introduce
una cita del Salmo 103 (104), 2: «Dios extiende el cielo como un
cortinaje», según reza la traducción latina. Así se pone de manifies
to qué clase de derechos eran los que los teólogos se arrogaban.
Son estas las finezas que hacían vibrar al lector del siglo xvi, pero
que normalmente escapan a los comentadores de nuestros días.
En otro párrafo, el humor es francamente tosco: «en cuanto
a mí —dice la locura— sigo las grandes, sólidas, vigorosas y paten
tadas enseñanzas de los teólogos; puesto que los sabios prefieren
ir —pongo a Dios por testigo— casi todos ellos de la mano de
estos por el camino equivocado, en lugar de ir por el buen camino
con los individuos trilingües» (ASD IV, 3, 182, 985-987). En los
nuevos pasajes, aparecen explícitamente los «individuos trilingües»,
esos que saben hebreo, griego y latín, es decir, los humanistas. Aquí,
la locura menciona expresamente al mismo Erasmo, «si no el pri
mero, el segundo, sin lugar a dudas, de esta sociedad», y quien,

¡ojo!, sedeatreve
 Nicolás Lira, apor
censurar
haber al exegeta
hecho una medieval por antonomasia,
interpretación falsa de una
sentencia de san Pablo. Nada tiene de extraño, por lo demás, «puesto
que en san Pablo algunas frases de las Sagradas Escrituras adquie
ren un significado distinto del que tiene en su lugar de origen» (ASD
IV, 3, 182, 974; 183, 998-999). De modo que cuando san Pablo

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76 ERASMO DE ROTTERDAM

cita el Viejo Testamento, a menudo da un nuevo sentido a las pala


 bras. Basta con atreverse, muchos opinaban asi.
En otro pasaje, Erasmo alude expresamente a la diferencia entre
una nueva generación y la vieja. A continuación de una larga pa
rrafada contra los teólogos escolásticos se dice:

«Seguro que pensáis que todo eso lo digo en broma. No me ex


traña. Entre tanto también se va encontrando entre los teólogos per
sonas ilustradas a quienes también repugnan esas, en su opinión,
insulsas sutilezas de la teología. Algunos condenan como un sacrile
gio y consideran como una grosera falta de piedad el hecho de pero
rar tan impropiamente sobre materias que encierran tantos arcanos,
que merecen más veneración que investigación, y esto sirviéndose
 polémicamente de las impias sutilezas de los paganos, formulando
definiciones petulantes y profanando la sublimidad de la divina teo
logía con palabras y conceptos tan fríos y, a la vez, tan mezquinos
(ASD IV, 3, 154, 478-484).

Ahf se suscita la cuestión de cuál es en general el método correc


to que ha de aplicar la exégesis bíblica y la práctica de la teología,
una cuestión que va más allá del problema meramente técnico. Eras
mo choca con la interpretación de Nicolás de Lira. Las palabras
de Jesús a sus discípulos de que vayan por el mundo llevando con
ellos sólo la bolsa y la espada, este las interpreta diciendo que la
 bolsa representa todo cuanto necesitan para su sustento y la espada
todo cuanto necesitan para su defensa. «Así que este glosador del

 pensamiento
 por el mundodivino manda
armados a los ballestas,
de lanzas, apóstoles hondas
predicary al crucificado
cajas de true
nos, y los carga de sendas talegas de dinero, alforjas y equipaje,
de modo que no hayan de verse en la obligación de abandonar
un albergue sin haber tomado el desayuno» (ASD IV, 3, 184, 39-41).
«... predicar al crucificado». He ahí formulada en unas pocas
 palabras una contradicción que será una de las características del
 pensamiento de Erasmo y que no aparece con la misma causticidad
en la primera versión del  Elogio de la locura.  Es la contradicción
entre pasado y presente, es la confrontación de la Iglesia, de sus
ministros y de la teología de hoy contrapuesta a la vida práctica
y a la doctrina de Jesucristo y de los apóstoles. Erasmo aplica este
contraste a dos puntos igualmente importantes para él. Cuando se
refirió a los monjes, se expresó despectivamente acerca de las pres

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 77

cripciones existentes en materia de ceremonias y de vestimenta. Ahora


amplía este pasaje. El día del juicio aparecerán jactándose de los
méritos que a sí mismos se atribuyen. «Pero Jesucristo les inte
rrumpirá —de lo contrario la jactancia no cesará—y dirá: “ ¿Qué
tengo yo que ver con esta nueva especie de judíos? Sólo reconozco
como mío un único mandamiento y acerca de éste no ha llegado
a mis oídos ni una sola palabra” » (ASD IV, 3, 162, 569-571). A
la teología escolástica le dedica más espacio. Ya se había mofado
de ella a causa de sus cuestiones abstrusas. Ahora compara esta
teología con los apóstoles que no necesitaron de semejante mensaje
 para conquistar el mundo en nombre de Jesucristo, un mensaje que,
 por otro lado, ni siquiera llegaron a entender. «San Pablo tuvo
suficiente coraje para dar testimonio de su fe; ahora bien, cuando
dice: “ la fe es una fírme confianza en lo que se espera, una ausen
cia de duda en lo que no se ve” (Hebr. 11, 1), no es que esté
dando una definición magistral. Pone de manifiesto el amor más
noble, pero carece de la necesaria dialéctica para poder dar a su
idea una precisión suficiente en cuanto a su amplitud y en cuanto
a su contenido» (ASD IV, 3, 150, 423-426). Erasmo no se cansa
de seguir aplicando el contraste en diferentes terrenos: ¿qué sabían
los apóstoles acerca de una transubstanciación?, ¿sabían de qué modo
quedó María libre del pecado original?, ¿estaban exactamente al
corriente de todas las finezas de la doctrina del bautismo? Frente
a la intrincada e inservible complejidad de hoy se yergue la claridad
y el candor de antaño.

La nueva edición del  Elogio de la locura  pone al descubierto


algo del estado de ánimo de Erasmo en el año 1514. Vimos que
esta es la época de sus primeros grandes triunfos en Alemania. Pero
lo más importante es que en este año vemos aparecer un nuevo
Erasmo, un Erasmo con un claro programa de trabajo. Se propone
llevar a cabo tareas científicas, en primer lugar la edición del Nuevo
Testamento y de las obras de san Jerónimo. El propósito venía
de lejos, el primer impulso para llevarlo a la práctica lo hallamos
en el  Elogio de la locura.  Aquí podemos encontrar no sólo pasajes
aislados que son una anticipación de las Anotaciones al Nuevo Tes
tamento aparecidas en 1516, sino también la gramática y la retóri
ca, que por primera vez constituyen el fundamento de la ciencia,
desplazando así a la dialéctica. A partir de ahora, propagará tam

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78 ERASMO DE ROTTERDAM

 bién los ideales en el terreno social y eclesiástico —ambas esferas


todavía constituyen una unidad— que aquí aborda. Ello se pone
claramente de manifiesto en la edición de los  Adagios  de ISIS, en
la de Querela pacis,  en la edición ulterior del Nuevo Testamento,
a partir de 1519, y en la de los Coloquios, a partir de 1522. La
nueva edición del  Elogio de la locura  es un primer testimonio del
futuro programa de Erasmo. En el fondo de todo ello, el lector
 puede encontrar los diferentes elementos de sus ideas renovadoras,
especialmente cuando se describe la discrepancia entre la propia época
y la de Jesucristo y los apóstoles.

En 1515 aparece el  Elogio de Ia locura  en Basilea, editado por


Froben, quien se convertirá en el editor por excelencia de Erasmo.
La importancia de esta edición estriba en que por primera vez in-
cluye el comentario que clarifica un texto difícil para un lector poco
familiarizado con la época clásica. El comentario se publicó bajo
el nombre del humanista neerlandés, Gerard Listrius, aunque había
sido escrito en parte por Erasmo, por lo menos en lo que se refiere
a su posterior ampliación. Hans Holbein el Joven hizo sus famosos
dibujos en el margen de uno de los ejemplares de esta edición.
A excepción de los Coloquios,  ningún otro escrito de Erasmo
alcanzó tanto éxito. En vida de Erasmo aparecieron 36 ediciones
del  Elogio de la locura  en 21 editoriales distintas. A pesar de las
dificultades que ello entrañaba, se hicieron innumerables traduccio-
nes e imitaciones. En las ediciones latinas a menudo se recogieron

los comentarios
 poraba de Listrius
una extensa y también
carta (A muy
337), en la frecuentemente se incor-
que Erasmo tomaba la
defensa del escrito contra Maarten van Dorp, teólogo holandés que
desempeñaba tareas docentes en Lovaina. Los ataques posteriores
 procedentes de París y de España eran de otra naturaleza: la aver-
sión que el  Elogio de la locura  producía en los teólogos de la vieja
Iglesia ha de contemplarse en esta época teniendo en cuenta el tras-
fondo de la Reforma. Es significativo que, en cuanto al contenido,
Lutero hacía la misma crítica que sus más enconados enemigos.
A partir de ahora ya no quedaba margen de juego.
Erasmo y el  Elogio de la locura  forman un conjunto insepara-
 ble: en cada una de las líneas del escrito aparece expresada la posi-
ción intelectual del autor. Es altamente improbable que exista un
hombre más exquisito y un libro más exquisito que este. Erasmo,

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EL «ELOGIO DE LA LOCURA» 79

como su creación, contempla las cosas desde lo alto del Olimpo.


En todo caso, así es como le ve Holbein en su dibujo. Coloca a
la locura, que lleva un gorro de bufón, en una cátedra, que tam-
 bién podría ser un pulpito. En el dibujo a lápiz, presumiblemente
de un contemporáneo holandés, la locura se representa de un modo
completamente distinto: es una mujer, sin gorro de bufón, sentada
en su trono. Ante ella aparece su auditorio, un monje, un obispo,
un artesano. En el grupo también se encuentra Erasmo con el dedo
extendido en actitud admonitoria (Bjurstróm 68).

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7. FILOSOFÍA CRISTIANA

«Si alguna vez hubo una Edad de Oro, entonces hay buenas
esperanzas de que la nuestra alcance a serlo», dice Erasmo en una
carta al papa León X, fechada en abril de 1517 (A 566, 34-35),
en la que también fundamenta su elevada esperanza: la piedad cris
tiana se renovará, la literatura caída en el olvido y en plena deca
dencia volverá a recuperar el espacio que le corresponde; la armo
nía de la cristiandad, la cuna de la piedad y la cultura, ahora están
aseguradas para Esos
reiteradamente. siempre. Entrefueron
también 1514 ypara
1518 expresa
él años esta esperanza
dorados, abiertos
a la seducción del porvenir. Se le dispensa de los votos, se le conce
de un empleo como consejero de Carlos V y la promesa de un
sueldo anual —sobre el que posteriormente advertirá con amargura
que sólo se hizo efectivo en muy escasas ocasiones (ASD IX, 1,
284, 33-35)—, de modo que su situación financiera mejora notable
mente; en Alemania es una celebridad y su epistolario, signo exte
rior de su gloria, aumenta en una medida impresionante; los gran
des de su tiempo le reconocen como a uno de los suyos; mantiene
correspondencia con cardenales y dedica la edición del Nuevo Tes
tamento al papa —se olvida de su viejo mecenas el arzobispo de
Canterbury, William Warham, a quien de primera intención había
 pensado ofrecer la dedicatoria—, en una palabra, se abre paso has
ta el mismo corazón del mundo intelectual.
Al mismo
se reflejan los tiempo,
ideales durante estos años,
que lo alientan y le publica
infundentextos
esas en loscotas
altas que
de optimismo. En su carta al papa León X, enumera los ámbitos
de donde proceden esos ideales: de la piedad, de la literatura y
de la unidad de la cristiandad. En este capítulo, en primer lugar,
 presento, uno tras otro, cada uno de los textos. En todos ellos alienta

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FILOSOFÍA CRISTIANA 81

el mismo espíritu; a pesar de que abordan temas diversos, parten


de una misma concepción de fondo, de ahí que el repertorio de
ideas representado en estos textos pueda ser tratado como una uni
dad. En la segunda parte del capítulo, me referiré más detallada
mente a la concepción.
En 1515 aparece una nueva edición de los Adagios (LB II; ASD
II, 5-6). Erasmo tenía una extraordinaria estima por esta obra. En
el prólogo subraya que la edición de 1508 mejora substancialmente
la primera edición (véase p. 46). O sea que vuelve a superarse a
sí mismo y también en esta ocasión habrá un gran asentimiento
(A 269, 33-35).
veneciano En efecto,
en Londres el que
escribe asentimiento no placer
«con mucho faltó. El embajador
y viva hilari
dad» se pone a leer el libro y que le interesa más el comentario
de Erasmo que los mismos Tefranes, por más que en general pretie
re leer a los clásicos que a los autores modernos (A 591, 33-57).
Su secretario todavía le aventaja en el elogio: durante dos horas
diarias dedica sus energías a «esta obra áurea y auténticamente di
vina» y siente la absoluta necesidad de hacer saber a Erasmo que
en su opinión «es el más sabio de todos los hombre que vivieron,
viven y vivirán» (A 590, 18-19. 42-69). En comparación con este,
el elogio de Ulrich Zasius es francamente parco. Opina que desde
hace «seiscientos años y más» no ha habido hombre más sabio que
él (A 344, 14-16). Pero es que también era jurista, una lumbrera
en su especialidad.
La diferencia con la edición de 1508 no consiste en el número
de adagios
consiste máscomentados,
bien en los pues
nuevesólo se añaden
largos 150 más.
fragmentos La diferencia
añadidos por Eras
mo, en los que el tratamiento de los adagios desemboca en un ex
tenso ensayo sobre un fenómeno social. Estos artículos atacan a
la tiranía, describen los males de la guerra, recomiendan cambios
en la Iglesia y defienden los ideales de las bonae litterae.  Algunos
de estos ensayos se publicaron en ediciones separadas y de ellos
también se hicieron traducciones en lenguas vulgares. Margaret Mann
Phillips (96-121) se refiere a la «edición utópica» y tiene buenas
razones para ello. En la Utopia  de Tomás Moro y en los  Adagios  
late la misma inquietud social, en ambos escritos aparece la misma
indignación por la desvergüenza del poder y por la opresión de los
humildes; por otro lado, en ambos escritos se hace evidente la dife-
6 . — E RA SM O

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82 ERASMO DE ROTTERDAM

renda entre el hombre de Estado y el intelectual independiente, ador


nado de un idealismo que, a menudo, peca de ingenuo.
En 1516, a continuación de los  Adagios,  aparece la  Institutio  
 principis christiani  (ASD IV, 1, 95-219), la educación del príncipe
cristiano, dedicado al futuro emperador Carlos V —uno de tantos
espejos de príncipes. Erasmo se puso a trabajar en el escrito cuando
supo que iba a ser llamado a incorporarse al gran círculo de conse
 jeros y que se le iba a asignar un salario anual. El nombramiento
tuvo efecto, aunque a título honorífico, sin que ello comportara
ningún tipo de obligaciones. La  Institutio   es un típico texto de cir
cunstancias, en el que no todas las palabras valen lo que pesan.
Ello no obstante, también aquí aparecen algunas de las ideas cen
trales de Erasmo. La más importante de ellas la deja inmediata
mente estampada en la dedicatoria. Apoyándose en Platón, hace
suya la exigencia de que el Estado ha de ser gobernado por un
 príncipe amigo de la filosofía: «Por filosofía no entiendo la disputa
acerca de los elementos, de la primera materia, del movimiento o
acerca de lo ilimitado, sino el acto de liberarse de las opiniones
falsas, profusamente difundidas, preceptos para gobernar rectamente
según el modelo de la divinidad eterna» (ASD IV, 1, 133, 21-134,
24). En este escrito llega a equipararse «ser filósofo» y «ser cristia
no» (ASD IV, 1, 145, 267-268), puesto que, en última instancia,
ambos aspiran al bien supremo.
En este mismo año, aparece la primera edición del Nuevo Testa
mento de Erasmo. En el próximo capítulo nos ocuparemos de esta
empresa y de la labor de Erasmo como exegeta de la Biblia. Aquí
sólo aludiré a dos de los llamados escritos introductorios, la Para- 
ciesis de 1516 y la  Ratio verae theologiae de 1518, en los que Eras
mo aborda de hecho todas las cuestiones relativas al texto bíblico
y a la interpretación de la Biblia, pero que, sin embargo, también
 ponen al descubierto algunos aspectos del mundo intelectual que
rodeaba a Erasmo y de los ideales que guiaron su quehacer de exe
geta de la Biblia.

En 1517
también aparece
de un texto la
de Querela pacis  (ASD
circunstancias, que, IV, 2, 1-100).
en palabras delSepropio
trata
Erasmo, redactó «por orden» de Jean Sauvage, canciller de Borgo-
ña, para apoyar los planes que habían de conducir a la firma de
un tratado entre los países que ejercían su dominio sobre el imperio
alemán, España, Francia e Inglaterra, con el objeto de garantizar 

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

FILOSOFÍA CRISTIANA 83

la paz en Europa. No se llegó a la conclusión de ningún tratado,


y en cuanto al escrito cabe decir que en el momento de su aparición
ya había perdido actualidad. Ello no obstante, tuvo mucho éxito:
en vida de Erasmo aparecieron 26 ediciones, además de dos traduc
ciones al alemán en el año 1321, una traducción francesa, versiones
en otras lenguas vulgares, entre ellas varias traducciones al holan
dés, la primera en 1367, en medio de la confusión de los inicios
de la sublevación contra España. También en nuestro siglo el escri
to ha seguido despertando un gran interés. En 1933 aparece por
 primera vez una traducción rusa; además, la Querela pacis juega
un relevante papel en las antologías de textos sobre la paz y en
los estudios sobre cuestiones relativas a la paz. Se trata, en efecto,
de-un escrito impresionante que empieza refiriéndose a Jesucristo
en su condición de conciliador y termina con un canto de alabanza
a los nuevos jóvenes príncipes de la Europa cristiana. El editor de
este escrito constata con acierto, en la nueva edición de Amster-
dam, que el contenido global de la Querela pacis  no es en modo
alguno tan optimista como parece desprenderse de su epílogo (ASD

aIV,la 2,Iglesia
29). El escrito
y se halla contiene una de
impregnado severa
una critica
profundaa ladesconfianza
sociedad y
en el hombre, el cual está a merced de sí mismo. En última instan
cia, la paz sólo se encuentra en Cristo, quien hace hermanos a los
cristianos y establece lazos de auténtica concordia entre cristianos
y no cristianos.
Finalmente, prestemos atención a la dedicatoria preliminar que
figura en la edición del  Enquiridion   del año 1318 (A 838). Es un
fragmento relativamente corto, en el que, sin embargo, aparecen
ilustradas en forma muy condensada las ideas que Erasmo desarro
lla en sus «años dorados»: se alude a todos los temas, se evoca
el ideal de una auténtica sociedad cristiana.
Todos los textos que acabamos de mencionar los publicó Fro-
 ben en Basilea. Si bien en un primer momento Erasmo pensó en
entregar los  Adagios al editor parisiense Josse Bade, una copia fue

confiada a Froben por error


Erasmo intencionadamente (A—se
283, supone queTodos
152-164). el error lo cometió
los escritos im
 portantes de Erasmo aparecieron en este taller tipográfico, y el edi
tor incluso proporcionó una casa al autor, quien a partir de 1521
vivió un largo período de tiempo en Basilea. La colaboración bene
fició a ambos. A Erasmo en particular le procuró la tranquilidad

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84 ERASMO DE ROTTERDAM

que necesitaba para proseguir su labor y, precisamente, durante todo


este año trabajó de fírme. Incluso considerando que una parte del
material ya había sido reunido en Inglaterra y que los mismos te
mas se repetían en un marco de referencias distinto, la labor llevada
a cabo por Erasmo durante este año resulta casi inconcebible. Cuan
do el famoso humanista parisiense Guillaume Budé le advierte con
mucha cautela que no se ocupe de cosas triviales, Erasmo le enume
ra con orgullo los trabajos que ha editado: el  Enquiridion, los Ada
gios  y la  Insíitutio.   No ha desperdiciado su tiempo con bagatelas,
de hecho se le ha atribuido una considerable dosis de temeridad
al haber osado tratar temas controvertidos. El  Enquiridion demues
tra que tiene la osadía de proclamar opiniones que discrepan de
las que mantienen las autoridades. Los  Adagios   encubren un ím
 probo trabajo de hormiga; por lo demás, no cabe duda que los
ensayos más largos ponen claramente de manifiesto que se atreve
a entrar en el terreno de los filósofos y de los teólogos y moverse
en él decorosamente. La  Insíitutio,  finalmente, instruye sobre un
tema que ningún teólogo se hubiera atrevido a tocar (A 421, 75-93).
De muy
era todo consciente
ello se deduce
de suque en el ycurso
energía de sudecoraje:
aquellos
teníaaños
unaErasmo
misión
que cumplir.

¿Dónde radica la unidad del pensamiento de Erasmo? En los


capítulos precedentes, ya hemos destacado algunos rasgos impor
tantes de su pensamiento. En el  Elogio de id locura  la crítica de
lo existente juega un importante papel; implícitamente, esta crítica
se dirige contra la sociedad en su conjunto. Erasmo censura el he
cho de que el ser humano siempre prefiera la apariencia a la verda
dera esencia de la cosa y dirige sus ataques en especial contra la Igle
sia, los teólogos y contra el clero regular, quienes todavía afianzan
más esta propensión. Tras esa crítica, no cabe duda, se oculta la nos
talgia que Erasmo tiene del pasado, de los tiempos de Jesucristo y
de los apóstoles. En última instancia, el  Enquiridion   trata funda

ementalmente de la contradicción
invisible. Debería quedar claroentre
que carne
existe yuna
espíritu, entreentre
relación visible
las
ideas que se expresan en las diferentes obras. Pero, ¿cuál es el prin
cipal anhelo perseguido por Erasmo en sus escritos? Él mismo lo
llama «filosofía cristiana», «filosofía de Cristo» o «filosofía celes
tial». ¿Qué quiere decir Erasmo con esta noción que ha inducido

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FILOSOFÍA CRISTIANA 85

a tantos equívocos? Augustin Renaudet (XVII-XIX, 122-189) cree


que la noción caracteriza ese positivismo evangélico de Erasmo, que
hace escarnio de la filosofía y de la teología. Puesto que Erasmo
abogaba por una moral basada en el Evangelio, defendía la libertad
frente a cualquier formulación de la fe y a toda práctica eclesiástica
obligatoria, de modo que conseguía infundir a sus escritos una espi
ritualidad total. La inusitada noción «filosofía cristiana» alude a
las enseñanzas de un maestro rayanas en la sublimidad, a la vez
que en la confidencialidad. Con ello, Erasmo se remite a Plutarco
y Cicerón, enmendados por el Evangelio. Por el contrario, Louis

aBouyer (93-135)
los Padres de la ha señalado
Iglesia cony razón
griegos que la
representa un noción se intencio
arcaísmo remonta
nado de Erasmo, de modo que rechaza de plano la concepción de
Renaudet. Otros sostienen que ese término no es ajeno a la tradi
ción monacal de la Edad Media.
Es probable que Erasmo utilice la expresión por primera vez
en los  Adagios  de 1515. Allí explica el modismo «los silenos de
Alcibiades», una expresión que se remonta a Platón, aunque fue
Erasmo quien dio a este modismo forma de proverbio. Erasmo ex
 pone que se trata de algo que a primera vista puede parecer ridículo
y desdeñoso pero que si se contempla detalladamente resulta ser
digno de admiración. Dice que al parecer los silenos eran unas esta
tuillas insulsas, pero que se podían abrir y entonces aparecía la ima
gen de un Dios. Sócrates era uno de esos silenos, con su aspecto
ridículo, su forma de hablar llana, su escasa fortuna; pero abre
ese sileno
Sucede y dentro
lo mismo connoAntístenes,
encontrarás a un hombre
Diógenes sinoPero,
y Epicteto. a un¿acaso
Dios.
no es Jesucristo también un sileno de características especiales? Una
 persona con unos padres anónimos y pobres, un hogar sencillo,
unos cuantos discípulos que son unos pobres diablos, una vida de
hambre y miseria que acaba en la cruz. Pero si se le contempla
con los limpios ojos del alma, entonces surge una riqueza indecible.

«¡Cuánta excelsitud en esa humildad, cuánta riqueza en esa indi


gencia, cuánta indescriptible energía en esa debilidad, cuánta gloria
en ese oprobio, cuánta calma pura en esas fatigas! y, en suma, en
esa amarga muerte fluye el inagotable manantial de la eternidad.
¿Por qué precisamente aquellas personas que invocan su nombre tie
nen tanta aversión a esta representación? Evidentemente hubiera sido

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

86 ERASMO DE ROTTERDAM

facilísimo para Jesucristo acceder al dominio de toda la tierra y apo


derarse de cuanto quisieron en vano obtener en el pasado los gober
nantes de Roma, rodearse de una guardia personal más imponente
que la de Jerjes, aventajar en riquezas a Creso, acallar toda filosofía
y vencer a esos que llaman sabios. Esa fue, de hecho, la única de
mostración que le gustó y que quiso dedicar a sus discípulos y ami
gos, es decir, a los cristianos. Eligió precisamente esa filosofía, que
está en franca contradicción con las reglas de la filosofía y los prin
cipios del mundo, como la única entre todas que había de traer aquello
que cada uno a su modo se esfuerza por conseguir: la felicidad (ASD
II, 5, 164, 81-93).

De esta larga cita se desprende que Erasmo utilizó la palabra


filosofía en su acepción de modo de vida o, tal vez, más aún, en
su significado de apariencia. En ningún caso se trata de una doctri
na o de un sistema. Erasmo utiliza la palabra para aludir a quién
era Jesucristo y a qué trajo consigo. Ofreció felicidad y con ello
Erasmo utiliza la misma palabra con que al final del  Elogio de 
la locura  alude al eterno gozo celestial. Por lo demás, se podrían
seguir estableciendo paralelos sin fin. ¿Es compatible la Iglesia en
su imponente apariencia con la vida de su fundador? Sus servidores
ejercen poder, sus ceremonias imprimen un sello a la sociedad, sus
sabios imponen su dominio en las universidades, ella controla la
vida social y económica. Todos son eslabones de la Iglesia, los obis
 pos son poderosos y el papa proyecta su altivez sobre todos los
 pueblos. «Una gran parte de los seres humanos representan silenos

al revés»,
Erasmo tal es
(ASD 11,la5,formulación incisiva
166, 120-121). y contundente
Todas esas personasque
conhace
sus
grandiosos títulos, su erudición, su pompa y su lujo exhiben una
fachada esplendorosa, mas, ¿qué aspecto ofrece su interior? Esta
situación contradice el orden natural de las cosas. La vitalidad del
árbol surge de su semilla y, sin embargo, esta es realmente minús
cula. El oro y las piedras preciosas se ocultan en las profundidades
de la tierra. El agua y el aire son los elementos más importantes,
 pero es casi imposible asirlos. Lo mismo ocurre con las personas.
Su espíritu, la parte divina y eterna, es invisible. La respiración,
la parte más vital del cuerpo humano, no se puede atrapar. Y lo
más inasible para los sentidos humanos es Dios, cuya excelsitud
rebasa toda nuestra capacidad de comprensión y todos nuestros sa
 beres.

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FILOSOFIA CRISTIANA 87

Tras esta visión de las cosas hay una profunda necesidad de


autenticidad y un rechazo de la ornamentación, un anhelo de hallar
un ser humano, un mundo, y principalmente una Iglesia, que ten
gan el coraje de volver a ser lo que deberían ser. A veces, dice
Erasmo, se encuentra a un hombre desconocido, un alma sencilla
y un semiloco en opinión de las personas, que en sí mismo reúne
todas esas cosas de modo genuino. En el pasado ya hubo personas
que eran así: los profetas, para quienes el mundo carecía de digni
dad, san Juan Bautista, quien desdeñaba la gloria terrenal, los após
toles, quienes eran los intérpretes de un espectáculo para el mundo.
Pero más que cualquier otro, Jesucristo fue una de esas personas.
En este contexto, Erasmo cita a Isaías 53: «No tema apariencia
ni majestad ... Era tan despreciado que al verlo ocultaban el ros
tro» (ASD II, 5, 164, 67-168, 161). Por esta razón dirige sus ata
ques contra una Iglesia que se ha extendido por todo el mundo
y reprueba profundamente asqueado cualquier tipo de triunfalismo.
Opone al Cristo-emperador el doliente siervo de Dios. En la  Ratio  
(LB V 97, C-98 F), Erasmo expone con todo detalle el modo cómo
Jesucristo ha conseguido vencer al mundo: no lo ha logrado con
guerras, ni mediante los silogismos de la filosofía, ni con tesoros
u honores. Erasmo dibuja un vivido retrato de Jesús, que trata
con personas envilecidas, que se ha hecho hombre para salvar a
los seres humanos, que frecuenta amigablemente pecadores para la
var pecados, que constantemente desciende al nivel de los huma
nos. También ahí Jesucristo es el siervo de Dios de Isaías, que no

rompe el juncogracias
mentalmente, doblado y no recursos,
a esos apaga la Jesucristo
mecha encendida. «Funda
y después de él
los apóstoles pudieron hacer frente a la obstinación del pueblo ju
dío. Venció a la arrogancia de la engreída filosofía de Grecia, gra
cias a ellas sofocó la ferocidad de numerosas naciones, una feroci
dad que había resistido el asalto de las armas» (LB V 98 CD = H
233, 6-10). El corazón de Erasmo busca este Jesús que es todo ter
nura y humildad, que vence a través de la suavidad y triunfa a
través de la muerte.
Para Erasmo, la expresión «filosofía de Cristo» no era abstrac
ta, lo que en ella concretamente interesa es Jesucristo y cómo este
se reveló al mundo. En ella, él es Dios, al respecto Erasmo no
deja lugar a dudas. La recriminación que se ha hecho a Erasmo
de que no cree que Jesucristo sea hijo de Dios cae, pues, por su

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

88 ERASMO DE ROTTERDAM

 propio peso. Erasmo considera que Jesucristo es lo auténtico, lo


infalsificabie, de ahí que Jesucristo sea el eje mismo de su pensa
miento: un Jesucristo que no reina sobre las personas, sino que
está junto a ellas.
La idea «filosofía de Cristo», Erasmo la aplica también, princi
 palmente, en la Paractesis,  a los cristianos y a la cristiandad. Esta
filosofía, este modo de vivir, es el objetivo al que todos hemos
de aspirar. Jesucristo es el maestro, el único designado por Dios
como tal: «“ Este —dice— es mi amado hijo, en quien he deposita
do toda mi complacencia, escuchadle” ... ¿qué significa? “ escuchad
le” Este es el único maestro verdadero, del que sois exclusivos dis
cípulos» (LB V 143 C). Lo decisivo no es el intelecto, sino el amor.
Por eso Erasmo exhorta a los padres a que inculquen a sus hijos
 pequeños la doctrina de Jesucristo. Cuanto el ser humano aprende
en los primeros años de su vida nunca más lo olvida: «el primer
 balbuceo ha de articular el nombre de Jesús, sus Evangelios han
de moldear su tierna infancia. Quiero que se instruya acerca de
Jesús, de tal modo que también los niños le amen. Que persistan
en estas enseñanzas, creciendo sosegadamente hasta alcanzar el vi
gor de la edad adulta al amparo de Jesucristo» (LB V 144 AB = H
148, 17-24). Erasmo exhorta a la imitación de Cristo, a vivir en
la pobreza y en la humildad, en el amor y en la abnegación, tal
como él lo hizo. Si nos arrogamos el nombre de Cristo, a él hemos
de atenernos.
Imbuido de este deseo, Erasmo aboga para que se compendie

la quintaesencia
 posible. Tanto en de la
la  Ratio
fe y la vidaVcristiana
  (LB 84 A-E)delcomo
modoenmás sencillo
el prefacio
del  Enquiridion   (A 858, 139-154) quiere instruir a los principiantes.
En el  Enquiridion,  el motivo radica en el hecho de que Erasmo
considera que el Nuevo Testamento es un libro difícil: a él mismo
le sucede a veces que suda lo suyo para encontrar el sentido de
algún pasaje. En la  Ratio, el impulso procede de la teología actual,
que con sus enmarañadas preguntas y con sus todavía más enmara
ñadas respuestas quita las ganas a cualquiera que no sea un experto
en esas cuestiones. En esta obra ofrece una síntesis de sus ideas:
todo ha de concentrarse en la cristiandad, que ha de vivir como
Cristo vivió. En el prefacio del  Enquiridion   resume brevemente:

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FILOSOFÍA CRISTIANA 89

La doctrina de la fe se ha de fijar en unas pocas frases, también


la ética se ha de tratar con brevedad, de manera que se pueda perci
 bir que el yugo de Cristo no es duro, sino suave y ligero. Se ha
de percibir que se nos ha dado padres, no tiranos, pastores, no sal
teadores, que se nos llama para que nos salvemos y no para que
nos dejemos arrastrar a la servidumbre. También ellos son seres hu
manos y su corazón no lo cubre el hierro y el acero (A 868, 144-149).

Del contexto de estas palabras se deduce claramente que Erasmo


entiende que su librito es un ensayo que ha de ir en esta dirección.
En el prefacio resulta evidente que piensa en alguna gente a quien
el papa habia de encargar alguna misión oficial: tras las palabras
aparece una determinada imagen de los teólogos, una imagen que
Erasmo ha esbozado en la  Ratio.  Al contrario del teólogo al uso
de su tiempo, reinvindica un teólogo que no ande a la greña con
toda suerte de problemas insensatos, sino que interprete las Sagra
das Escrituras, que hable de la fe y de la piedad, que derrame lágri
mas e incite a las personas a adoptar un punto de vista celestial
(LB V 83 F-84
en filosofía A). Detanto
cristiana, formapara
quelos
la filosofía
teólogos de Cristo
como se los
para convierta
neófi
tos, con lo que se puede hacer su panegírico. Precisamente eso es
lo que propone la Paraclesis:

Muéstrate dispuesto a aprender y avanzarás por la senda que marca


esta filosofía. Establece que el maestro es el espíritu, quien prefiere
confiarse a los corazones sencillos ... Este se amolda a todos por
igual, se somete
con leche, a losdedesposeídos,
los lleva los los
aquí para allá, aúnatolera,
en unhace
todo,cuanto
los alimenta
puede
 para que vayamos creciendo al amparo de Jesucristo. Pero, por otro
lado, vuelve a compenetrarse de tal modo con los más humildes que
también a los eximios les parece admirable. En efecto, cuanto más
te adentras en sus tesoros, tanto más te sentirás arrebatado por su
majestad (LB V 140 AB).

El objetivo
de Cristo y ha de
de laservida de toda
educada porpersona
lo tantohaendeeste
ser sentido.
la imitación
Por
eso se ha de llevar a cabo una gran labor, que corresponde en espe
cial a los príncipes, a los obispos, a los sacerdotes y a los educado
res de la juventud.
La finalidad es llegar a construir una sociedad cuyo eje sea la

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

90 ERASMO DE ROTTERDAM

figura de Cristo. En el prefacio del  Enquiridion   delinea esta socie


dad como un conjunto jerárquico, como un mundo perfectamente
ordenado en el que los diferentes estamentos y cada individuo tie
nen asignado el lugar que justamente les corresponde. En torno
a Jesucristo hay varios círculos. En el más inmediato a Cristo se
encuentran los sacerdotes, los obispos, los cardenales y los papas.
Su tarea consiste en transmitir a sus semejantes la doctrina de Cris
to. El segundo círculo lo forman los príncipes laicos. Sirven a Cris
to en la medida que mantienen el orden público y ponen a buen
recaudo a los malhechores. En el tercer círculo se encuentra el pue

 blo sencillo,
esbozo tiene que tambiénmuy
resonancias forma parte del El
medievales. cuerpo de Cristo.
elemento estáticoEste
se
rompe, en la medida que Erasmo subraya que se ha de producir
un progresivo acercamiento a Jesucristo. En el curso de este proce
so de crecimiento se destruirá el orden natural, y es bueno que así
sea. El pueblo sencillo forma, por así decirlo, los pies, las piernas
y las partes púdicas del cuerpo. Pero quien es pie puede llegar a
ser ojos. Por lo demás, los estamentos que están más cerca de Jesu
cristo son los que realmente corren mayor peligro de degenerarse
(A 858, 230-343). No es de extrañar, pues, que sean el clero y los
 príncipes quienes cometan los errores más burdos. La ruina moral
de los mejores es, en última instancia, lo peor de todo. En la  Insti
tuto   se encuentra un hermoso pasaje en el que Erasmo desarrolla
esta idea para uso de los príncipes. El príncipe es, como ya opinaba
Plutarco, una especie de trasunto vivo de Dios. Un mal príncipe,
apostilla Erasmo, es el trasunto de un demonio inmundo, en él en
contramos el nexo que une poder ingente con maldad suprema, del
mismo modo que en el buen príncipe encontramos el nexo que une
 bondad y poder. Por eso un príncipe cristiano no ha de envanecerse
ni ha de ser arrogante, pues se le tiene por fiel trasunto de Dios:
«Este hecho, más que nada, debería despertarte la preocupación
de poder responder a las exigencias de este arquetipo, algo que en
sí es maravilloso. Es muy difícil de alcanzar, pero es una vergüenza
no llegar a alcanzarlo». Dios es el poder supremo, la suprema sabi
duría, la bondad suprema. El príncipe ha de intentar realizar esta
trinidad con todas sus energías, poder sin bondad es tiranía, sin
sabiduría es una calamidad y en modo alguno puede constituirse
en un dominio ordenado (ASD IV, 1, 150, 441-462).
Cuando se contempla a la sociedad como un todo plenamente

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FILOSOFÍA CRISTIANA 91

cristiano, se suscita la cuestión de cómo ve Erasmo la integración


de los ciudadanos no cristianos en una sociedad de este tipo. En
su siglo ello significa: ¿cómo veía la posición de los judíos en una
sociedad cristiana? Para Erasmo es evidente que han de disfrutar
de los derechos normales que tienen todos los demás ciudadanos,
aunque él tenga una imagen negativa de ellos. El judaismo es una
comunidad religiosa, por lo demás arcaica, que después del naci-
miento de Cristo ha continuado aferrada a un formalismo exterior.
Los judíos eligen la carne, y ello es lo contrario de lo que debería
suceder. En la  Ratio   encontramos un detallado pasaje sobre los
 judíos,
mente alos cualesla reprueban
aceptar a Jesucristo
salvación ofrecida y se
por él. Laresisten obstinada-
diferencia con los
cristianos, Erasmo la formula de un modo muy lapidario: «El judío
alardea de sus buenas acciones, al pagano arrepentido no le serán
imputados los pecados de su vida anterior» (LB V 96 D). Para Eras-
mo, el judío es igual que el primogénito de la parábola del hijo
 pródigo. En última instancia, el repudio que Erasmo hace de los
 judíos apunta a los cristianos, que también han diluido la religión
en los formalismos y a quienes se suele designar como judíos o
fariseos. El pasaje sobre los judíos lo termina con esas palabras:
«Ningún siglo carece de sus fariseos, ninguno carece del peligro,
cuando se hace un mal uso de los favores, divinos» (LB V 96 F).
 No se puede decir que Erasmo odiara a los judíos o que fuera anti-
semita, pero de todos modos la identificación de la sociedad con
el cristianismo representa un peligro latente para los judíos, y el
hecho de caracterizar
de fácilmente a laalreligión
conducir judía de arcaica y peligrosa pue-
antisemitismo.
¿Hasta qué punto queda espacio para hacer una estimación ob-
 jetiva de la realidad? El siglo xvi se caracterizó por la existencia
de unos reinos propensos al absolutismo; hubo guerras constantes,
que cada vez se hicieron más violentas a medida que iban surgiendo
los estados nacionales y hacía su aparición el sentimiento nacional,
todo lo cual contó con la bendición de los príncipes de la Iglesia;
empezaban a perfilarse la expansión y el colonialismo y hubo nu-
merosas luchas contra el imperio otomano. Encontramos huellas
de esas realidades históricas especialmente en la  Institutio   y en la
Querela pacis. Pero la idea de que Cristo es el eje en torno al cual
gira la sociedad aparece, de forma expresa o tácita; como idea cen-
tral en todas las obras de Erasmo. Era propenso a tratar la realidad

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92 ERASMO DE ROTTERDAM

desde una posición idealista y condenarla a partir de ella. Ahí resi


de, a la vez, la fuerza y la debilidad de sus reflexiones. La exhorta
ción moral es muy vigorosa y encuentra su fundamento en una vi
sión de la realidad arraigada en el hecho religioso. Ello conduce
a la resignación, cuando la realidad es excesivamente cruda.
En el ideario de Erasmo hay dos motivos determinantes: la con
cepción de la libertad de todas las personas y la de la paz. Puesto
que todas la personas son libres, los príncipes no pueden tratar
a sus súbditos como si fueran esclavos. En la  Institutio,   Erasmo
expone que la naturaleza ha hecho libres a todos los seres humanos,
y ello es así, incluso, desde concepciones paganas. De modo que,
sigue diciendo, es injusto que un cristiano tiranice a cristianos y
que ilegitimamente haga esclavos a aquellos a quienes Jesucristo
ha redimido de la esclavitud, a aquellos que participan en los mis
mos sacramentos y que como él adoran a Jesucristo como señor
común a todos. ¿Quiere esto decir que un soberano pagano tiene
más derechos que un príncipe cristiano? La respuesta es no, este
último no tiene en absoluto derechos sobre sus súbditos; éstos se
 basan en un fundamento distinto. Los súbditos no son propiedad
suya, puesto que lo que les hace príncipes es ante todo su asenti
miento. Obedecen con toda naturalidad, puesto que obedecen vo
luntariamente (ASD IV, 1, 165, 930-167, 995). De este modo se
eluden los problemas esenciales, no se plantea la cuestión del dere
cho a oponer resistencia al tirano y tampoco podrá volver a plan
tearse: el consenso, el asentimiento de los súbditos, ha otorgado
a los principes cristianos una autoridad que se inclina hacia lo ab
soluto.
El segundo motivo, el que se refiere a la paz, es objeto de un
tratamiento muy convincente en la Querela pacis.  Erasmo es cons
ciente de que los príncipes explotan el sentimiento nacional de sus
súbditos. «El inglés es enemigo del francés por la sola razón de
que es francés. El británico es enemigo del escocés por la sola razón
de que es escocés ... ¿Por qué no prefieres como ser humano sentir
te afín al ser humano, como cristiano afín al cristiano?» San Pablo
no quería que entre los cristianos surgiera la división. «Nosotros
opinamos, que la palabra “ patria” , común a todos, no puede ser
un motivo suficiente para que un pueblo se proponga exterminar
a otro pueblo.» Ser persona y ser cristiano vuelven a confundirse
en esta afirmación. Luego sigue una clara escalada: «La verdad 

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

FILOSOFIA CRISTIANA 93

es que de ser así realmente las cosas, sería mejor considerar que
este mundo es la patria común de todos —si patria quiere designar
que todos procedemos de unos mismos ascendientes—, en el caso
que el parentesco de la sangre genere amistad; que la Iglesia es
una familia, en cuyo seno caben todos de la misma manera» (ASD
IV, 2, 91, 701-92, 273). En esta sucesión se va consumiendo la ten
sión interna del pensamiento de Erasmo. Se alude a la condición
de cristiano recurriendo a conceptos como armonía y concordancia.
La verdad es que los cañones son un invento de los cristianos. Se
les bautiza incluso con los nombres de los apóstoles; probablemen
te, en esta ocasión Erasmo estaba pensando en las doce piezas de
artillería que Enrique VIII hizo fundir para su campaña contra Fran
cia en 1513 y a las cuales puso el nombre de los doce apóstoles.
Si queremos convertir a los turcos al cristianismo, lo primero que
deberíamos hacer es alcanzar nosotros mismos la condición de cris
tianos. En ningún lugar se combate con tanta crueldad como se
combate entre cristianos y eso es precisamente lo que Cristo más
aborrece (ASD IV, 2, 96, 833-842). «Y lo que es más absurdo es
que en ambos campos de resplandece
batalla, sobre las filas
y ende
cada campos
uno de
los bandos contendientes, la cruz ambos
se celebran oficios religiosos. ¡Cuánta insensatez!: ¡la cruz lucha
contra la cruz, Cristo hace la guerra a Cristo!» (ASD IV, 2, 84,
536-538). La aversión que le producen estas prácticas explica el ace
rado pasaje que figura en el comienzo del librito, donde la paz
 personificada dice: «Cuando oigo la palabra “ ser humano” corro
a toda prisa en dirección a un ser vivo especialmente nacido para
mí, plenamente convencido de que al llegar podré encontrar sosie
go. Si lo que oigo es el término “ cristianos” acudo todavía más
aprisa con la esperanza de que entre estas personas podré efectiva
mente ejercer mi dominación» (ASD IV, 2, 65, 119-121). La reali
dad es esta: entre los cristianos impera mucho más la lucha que
entre los gentiles.
El orden jerárquico se quiebra con la refundición en 1515 del
adagio Dulce bellum inexpertis, la guerra es «divertida para los inex
 pertos», según reza una traducción alemana. Se trata de un largo
ensayo, a menudo editado como volumen suelto, una pauta que
también siguen las traducciones. Finalmente, Erasmo también diri
ge su atención a la guerra contra los turcos (LB II 966 D-968 C),
un pasatiempo muy en boga en aquella época, hecho de palabras

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94 ERASMO DE ROTTERDAM

más que de acciones, hasta el momento en el que los turcos, en


la segunda mitad de los años veinte, avanzan hada el oeste. Eras-
mos siente una gran desconfianza. Piensa que se trata de un puro
y simple imperialismo y que no se toma en consideración que en
estas regiones la mayoría de la población se halla constituida por
cristianos o semicristianos. ¡Mejor sería que a estos fueran a con
vertirlos los dominicos y los franciscanos! Erasmo desaconseja con
toda rotundidad una guerra. No se sirve a la cristiandad cuando
se la ha de defender de esta guisa. En ese contexto hace unas valio
sas consideraciones en las que quedan difuminadas las fronteras

que separandel
abstracción a los cristianos
nombre de los
de Jesús y denola cristianos. Cuando
cruz, luchamos se hace
«como tur
cos con turcos». En otro pasaje se dice: «Esos a los que llamamos
turcos son en gran parte semicristianos y tal vez estén más cerca
del auténtico cristianismo que muchos de nosotros. Combatimos
con soldados que no creen en la resurrección o en la vida eterna
y contra “herejillos” que ponen en duda la jurisdicción del papa
sobre las almas atormentadas del purgatorio» (LB II 966 E, 967
CD). La frontera se traza excediendo los límites de uno y otro lado:
el cristiano, que se comporta de un modo no cristiano o que se
toma a risa la esencia de la fe, no es cristiano, y el musulmán está
muy cerca de la cristiandad. Los cristianos orientales es notorio
que no inspiran la menor preocupación a Erasmo. El término «he
rejillos» alude al hecho que no se toma en serio esta distinción.
En todo ello juega un importante papel la unidad del género huma
no en el mundo entero. Esta idea aparece insistentemente en el Re
nacimiento; se tiene la convicción de que el mundo no está poblado
 por individualidades.
Esa idea de unidad la encontramos en Erasmo con otros perfi
les. En concordancia con su interés por la Antigüedad, le fascina
la idea de la unidad del género humano a través de los tiempos.
También esta idea significa un rebasamiento de las fronteras. Eras
mo se planteó la cuestión de cómo es posible que los más grandes
genios de la Antigüedad dijeran cosas tan bellas que sin duda algu
na un cristiano no consideraría indigno suscribirlas. En la Paracle- 
sis  escribe textualmente: «Encontramos muchas cosas en los libros
de los gentiles que coinciden con su doctrina (a saber, la de Jesu
cristo)» (LB V 141 F). Da ejemplos: los estoicos, Sócrates, Aristó
teles, Epicuro, Diógenes, Epicteto. Pero no sólo se refiere a sus

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FILOSOFÍA CRISTIANA 95

 palabras, sino también a sus actos. No pocos de ellos cumplieron


en su vida con una buena parte de los preceptos de la doctrina
cristiana. El fundamento de esta afirmación es claro: la fe cristiana
vista en su perspectiva no es ningún asunto exótico o insondable,
 por voluntad de Cristo no hay privilegios para unos pocos, sino
que es plenamente congruente con la disposición natural del ser
humano y por eso penetra en el corazón de todos. «Ahora bien,
¿qué es la filosofía de Cristo, a la que él mismo llama un renaci
miento, sino una renovación de la bien creada naturaleza?» (LB
V 141 F). Puesto que el Evangelio responde a lo mejor del ser hu
mano, no puede extrañar que los mejores de la humanidad fueran
capaces de orientar sus palabras y sus actos en un sentido que coin
cide con el Evangelio.
Ahora bien, estos enunciados se falsean si no se atiende al signi
ficado de sus palabras. No es que Erasmo tenga en muy alta estima
a los clásicos, sino al contrario: lo que hace es poner de manifiesto
su asombro ante el hecho de que los cristianos presten tan poca
atención a las palabras de Jesucristo y, por lo tanto, a los Evange
lios. Jesucristo
modo, es una
puesto que figura omnisciente,
únicamente y nodepuede
en la doctrina Jesús ser
se de otroa
llega
establecer esta unidad que integra vida y doctrina en un todo. Exige
candor, ternura y pobreza, y él mismo es todo lo que exige. «Acaso
 puedas encontrar en los escritos de Platón y de Séneca algo que
no esté en contradicción con las leyes de Cristo, puedes encontrar
cosas en la vida de Sócrates que coincidan abiertamente con la vida
de Jesús. Pero sólo en Jesucristo hallarás este círculo cerrado y
la absoluta armonía de las cosas que coinciden entre sí», así se
expresa en la  Ratio   (LB V 91 F-92 B).
Erasmo trae a colación ideas muy parecidas en relación al pro
ceso histórico de la salvación, ideas que se encuentran en la  Ratio  
(LB 86 E-88 C), donde se propone hacer una interpretación correc
ta de las Escrituras. AI respecto, es preciso considerar los diferentes
 períodos en los que la historia se consuma y no limitarse a hacer

auna mera transposición


la época de algunos
actual. En primer aforismos
lugar, aparece de épocas
el Antiguo pasadas
Testamento
con sus preceptos y prohibiciones, que para nosotros carecen de
vigencia. Antaño se consentía el odio al enemigo, las guerras, la
 poligamia y otras cosas por el estilo, más aun, a menudo consti
tuían verdaderas exigencias. Posteriormente, vino la época de san

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

96 ERASMO DE ROTTERDAM

Juan Bautista, una época de preparación para el advenimiento de


la luz que estaba a punto de llegar. Él todavía no enseñaba a la
gente qué había de hacer para convertirse en cristianos, eso se reser
vaba para Jesucristo. De todos modos, san Juan enseñó que los
soldados no deberían emplear la fuerza contra nadie y debían mos
trarse satisfechos con su paga, pero, sin embargo, todavía no ense
ñó que había de hacerse el bien al enemigo de uno. Tal vez este
 período coincida con la primera aparición de los apóstoles, quienes
 por mandato de Cristo silenciaron su nombre. Sigue la época del
establecimiento de la Iglesia con sus preceptos estrictos: llevar la
cruz a cuestas, abandonar al padre y a la madre, vender todas las
 pertenencias. De esta época es también el primer precepto dirigido
a los gentiles que se convierten de renunciar al estrangulamiento
y a la sangre en la preparación culinaria de los animales: una dispo
sición útil para salir al encuentro de la «inexpugnable obstinación
de los judíos», pero que hoy resulta evidentemente superflua. San
Pablo exigía, además, que los obispos debían orientar correctamen
te a sus mujeres y a sus hijos, en la actualidad ni siquiera los sub
diáconos pueden
diferencias: antañocontraer matrimonio. estaban
ni las festividades Erasmoreglamentadas
sigue enumerando
y es
 posible que tampoco existiera la confesión oral secreta, de cuyo
 provecho el crítico Erasmo dudaba abiertamente.
Después del emperador Constantino el Grande, en el siglo iv,
se abre una nueva época, en la que la Iglesia introduce nuevas le
yes, algunas de las cuales, al no considerar las diferencias entre
cada una de las épocas que acabamos de esbozar, parecen contrade
cirse con los preceptos de Jesucristo. En esta ocasión, Erasmo no
enumera los preceptos uno a uno, eso lo hace con todo detalle en
otro lugar. Le importa mucho más poner el acento sobre la falta
de sentido de esas prescripciones de la Iglesia en las cuales se proce
de a regular la exterioridad. No desaprueba radicalmente esas leyes,
mas su corazón late claramente por el tercer periodo, por aquella
 primera Iglesia con preceptos estrictos. Percibe ya la inminencia
de un último período, el de la Iglesia corrupta que apostata de la
energía primigenia del espíritu cristiano, cuyos indicios cree recono
cer en ciertos fenómenos.
¿O acaso estaba despuntando ya este último período? En el año
1513 o en 1514 Erasmo escribió su diálogo  Julius exclusus e coelis 
(F 38-124), Julio ante la puerta cerrada del cielo, que se imprimió

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FILOSOFÍA CRISTIANA 97

algunos años más tarde. De hecho, Erasmo siempre negó, aunque


de forma implícita, nunca expresa, que fuera él el autor, ello no
obstante se admite generalmente que este escrito extremadamente
cáustico procede de su pluma. El tema —el papa Julio II que acaba
de fallecer pretende despóticamente ser admitido en el cielo, pero
es rechazado por san Pedro— permite a Erasmo confrontar la Igle
sia actual y su papa con la Iglesia primitiva y sus papas, un recurso
que suele utilizar, como ya hemos visto. Lo nuevo es el tono ex
traordinariamente cáustico; toda la conversación es un modelo de
la confusión de lenguajes creada por Erasmo. San Pedro y Julio
hablan lenguajes
nuncia la palabra completamente
«Iglesia» piensadistintos. Cuando
en el pueblo san Pedro
cristiano unido pro
por
el espíritu de Cristo; Julio le corrige diciéndole que esta palabra
alude a la construcción de iglesias, a sacerdotes, a la curia y en
 primer lugar a él mismo como cabeza visible de la Iglesia. Cuando
Julio dice que actualmente la Iglesia es más próspera que nunca,
san Pedro pregunta: ¿lo es por el ardor de la fe?, ¿por la santidad
de la doctrina?, ¿por el menosprecio del mundo? Para Julio eso
son palabras vacías, él está pensando en palacios, caballos, servi
dumbre (F 115, 976-116, 1003). También juega un papel la belicosi
dad de Julio y ello se pone de manifiesto cuando al final este ame
naza a san Pedro con lanzar un ataque contra el cielo.
El objetivo de la filosofía cristiana es la transformación de los
sentimientos. «Tu primero y único objetivo ha de ser que tu anhelo
te lleve exclusivamente a conseguir que cuanto aprendas sirva para
transformarte, apasionarte,
que haces progresos estimularte
discutiendo y transmutarte
sagazmente, ... No
en realidad sólocreas
los
haces cuando empiezas a sentir que te vas convirtiendo en otra per
sona», así se expresa en la  Ratio   (LB V 77 BC). Por eso también
hemos de abordar esta filosofía con el corazón limpio y hemos de
distanciarnos de los afanes que tienden a suscitar desasosiego, para
que Jesucristo refleje en nosotros, como en aguas tranquilas o en
un espejo bruñido, la imagen de la verdad eterna (LB V 76 A).
A pesar del predominio de los elementos activistas, eso suena a
quietismo, algo que también forma parte de la esencia de Erasmo.
Constantemente confronta vieja y nueva teología: «En última ins
tancia, prefiero salir invicto de la mano de un piadoso teólogo como
san Juan Crisóstomo que de la mano de Escoto» (LB V 137 B).
Esta comparación establece un antagonismo entre los Evangelios
7. — ERASMO

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

98 ERASMO DE ROTTERDAM

y las epístolas de san Pablo y Aristóteles y la dialéctica. Sin embar


go, Erasmo va todavía más al fondo de la cuestión cuando en la
Paraclesis  escribe que el verdadero teólogo «enseña por medio de
su semblante, de sus ojos, de su vida personal, que se ha de abomi
nar de la riqueza, que el cristiano no ha de confiarse a la protección
de este mundo». «Cuando alguien predica, encarece, exhorta, invi
ta e incita a esas cosas o a otras parecidas, espoleado por el espíritu
de Jesucristo, es que, en última instancia, es un verdadero teólogo,
aunque sea un labrador o un fabricante de paños» (LB V 140 EF).
La verdad es la transformación de los sentimientos en la imitación

de Cristo.
Erasmo considera que esta imitación de Cristo se realiza en la
humildad virtuosa y en el amor. Con ello enlaza con una larga
tradición que adquirió un nuevo impulso en las postrimerías de la
Edad Media. Erasmo funde esta tradición con el legado de la Anti
güedad, principalmente cuando incita a «vivir en lo recóndito». Pero
Erasmo también se adentra en ámbitos mucho más profundos. En
la  Institutio  afirma que es una locura pretender imitar modelos,
tales como Alejandro Magno, Julio ( = César), Jerjes (ASD IV,
1, 182, 494-496). En los  Adagios cita, además, a Creso. Luego plan
tea la cuestión de si es más decoroso para un papa seguir los pasos
de los soberanos, que actúan como los peores bandidos, que seguir
los de Jesucristo, quien declaró abiertamente que su reino no era
de este mundo (ASD II, 5, 182, 455-457). Estas frases sobre los
soberanos que son bandidos contienen una alusión a san Agustín
y a sus palabras sobre gobierno sin justicia; los nombres Alejandro
y Julio recuerdan a los dos últimos papas, Alejandro VI y Julio 11.
Junto a la humildad, se destaca el amor. En efecto, lo que Jesu
cristo quiso inculcarnos es el amor supremo, esa llama que Jesucris
to esparció por el mundo. Cuando Jesús, poco antes de su muerte,
habla con sus discípulos, de sus palabras sólo se desprende un amor
ardiente y abrasador, más fuerte que la muerte. Ese es el amor
que impulsa a los discípulos a poner su vida en juego y el que

 por mandato
V 106 C-107). de Jesucristo
El hecho nos el
de poner diferencia
acento endeel otras
amor personas (LB
implica clara
mente un afán polémico. Erasmo ve que el amor desaparece entre
los muchos preceptos de la Iglesia, en las ceremonias de comer,
 beber, en las abstinencias, etc. «Jesucristo proclama que el ser hu
mano no ha sido creado por mor del sabbat, sino que el sabbat

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FILOSOFÍA CRISTIANA 99

ha sido introducido por mor del ser humano. En cambio, ¿no es


verdad que tú quieres que tus leyes se cumplan a rajatabla aunque
ello le cueste la vida a un cristiano?» (LB V 107 C). Erasmo expuso
claramente que los preceptos humanos que obligan a la conciencia
no dejan ningún margen para que el amor pueda manifestarse.

En las obras de los años decisivos que abarca el período entre


1514 y 1518 se distingue una tendencia muy clara. Erasmo persigue
un determinado ideal en el terreno eclesiástico-social. Considera que
la Iglesia y la teología de su tiempo son obstáculos que se interpo
nen en
gira su el caminoElhacia
religión. Dios.que
objetivo Jesucristo es elesejeconseguir
se propone en torno que
al cual
los
cristianos sean cristianos de verdad y no sólo de nombre; quiere,
además, indicarles el camino que les lleve al encuentro del gran
Ideal, del gran Maestro. Únicamente por este camino el mundo po
drá volver a cumplir los designios de Dios. No es de extrañar que
su concepción sea unilateral. De este fenómeno volveremos a ocu
 parnos en otro lugar (véase p. 218). Por ahora es suficiente con
constatar que este programa, esbozado y difundido en una ¿poca
en la que nadie conocía todavía los nombres de Lutero y de Zuin-
glio, educó a muchas personas y despertó nuevas esperanzas.

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8. LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA

Es para mí cosa del todo evidente que la principal esperanza y


el último asidero, como suele decirse, para restablecer y perfeccionar
la religión cristiana consiste en que quienes profesan la filosofía cris
tiana en cualquier lugar de la tierra, se embeban de las enseñanzas
del primer fundador del cristianismo contenidas en los textos evan
gélicos y apostólicos, ya que en estos sobre todo continúa viviendo,
inspirando, actuando y hablándonos del modo más eficaz e inmedia
to la palabra celestial emanada del corazón del padre. Por esta ra
zón, y por haber visto que esta salutífera doctrina fluye con más
 pureza y vigor en el venero original y más límpida se saca de los
manantiales mismos que de los charcos y arroyuelos derivantes, me
decidí a revisar críticamente todo el Nuevo Testamento siguiendo
fielmente los textos griegos originales; cosa que no hice con despreo
cupación ni con escaso esfuerzo, sino tras consultar varios manuscri
tos griegos y latinos, y no unos manuscritos elegidos al azar, sino
los más antiguos y los mejores.

Estas palabras dirigidas a León X figuran en la dedicatoria de


la edición del Nuevo Testamento de Erasmo publicada en 1516 (A
384, 42-55). En unas pocas líneas señala los rasgos principales de
su empresa. Más adelante volveremos sobre estas palabras. Son sig
nificativas de los escritos de Erasmo que nos ocuparán en este capi
tulo: en primer lugar, su edición del Nuevo Testamento; luego, las
ediciones de diferentes Padres de la Iglesia, las paráfrasis de los
libros del Nuevo Testamento y los comentarios a algunos salmos.

En marzo de 1516, Froben publica como libro en folio de más


de 1.000 páginas, en una edición de 1.200 ejemplares, el  Novum  
 Instrum entum ,  el Nuevo Testamento, llamado así porque la pala

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 101

 bra «instrumentum», de uso desconocido en este contexto, indica


mejor que se trata de algo que incluye texto original. El libro con
tiene en primer lugar la dedicatoria, luego los escritos introducto
rios, la Paradesis  (LB V 137-144), el  Methodus  (H 150-162) y la
 Apología  (LB VI" 2 r0-" 3 r°), esto es, una incitación a leer el
 Nuevo Testamento, una guía para una lectura fecunda y una defen
sa del proyecto. A continuación, sigue el texto griego y la traduc
ción latina de Erasmo, en dos columnas, una impresa al lado de
la otra. En la última parte, las  Anotadones   al texto, que ocupan
el mismo espacio que los textos latino y griego juntos.

La (véanse
 previa edición pp.
del 44-45)
 NovumqueInstrum entumal
se remonta   tiene una larga
año 1500, historia
cuando Eras
mo diseña su plan de aprender griego a conciencia y de dedicar
su vida a las sacrae litterae. Todos estos propósitos, y algunos otros
más, habrían de conducir a la exégesis de la Biblia. En el año 1501,
Erasmo estaba trabajando en un comentario de las Epístolas de
san Pablo, un trabajo que, sin embargo, no llegó a publicarse. En
1505 publicó las  Adnotationes   de Lorenzo Valla. ¿Se dedica tam
 bién durante estos años a hacer algunas traducciones al latín de
los textos griegos básicos del Nuevo Testamento? A menudo se pre
sume que así fue, pero recientemente Andrew J. Brown ha aporta
do pruebas convincentes de que no hay ningún motivo para hacer
una afirmación de este tipo. Hasta 1512 Erasmo no vuelve a dar
información sobre sus estudios bíblicos. Comparó las versiones di
vergentes en determinados pasajes de los viejos manuscritos griegos
y latinos que había encontrado en Inglaterra. Entre 1512 y 1514
sacó apuntes de estos materiales y redactó unas breves notas.
En julio y agosto de 1514 Erasmo viajó desde Inglaterra a Basi-
lea, en el curso de este viaje se propuso hacer algo con las múltiples
notas sobre el Nuevo Testamento que había ido reuniendo en los
años anteriores. Es probable que quisiera editar el texto de la Vul- 
gata  acompañado de estas anotaciones, o tal vez sólo quisiera pu
 blicar las anotaciones. Siguiendo los consejos «de doctos amigos
con los cuales en ocasiones soy más complaciente de lo que conven
dría» (A I, pp. 14, 9-10), modificó su plan al poco de llegar a
Basilea: dio una mayor amplitud a las anotaciones, preparó con
toda rapidez una traducción e incluyó el texto griego. No se puede
descartar que el impresor Froben, le estimulara, a su vez, para que
llevara a cabo este propósito. Desde 1514, en España, se estaba

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102 ERASMO DE ROTTERDAM

trabajando en la edición de una Poliglota, es decir, una edición


de la Biblia en la que el texto de la misma aparecia impreso en
columnas en diferentes idiomas; el Nuevo Testamento había de im
 primirse en griego y latín. En Alemania se tenía conocimiento de
esta iniciativa, de modo que Froben se apresuró a salirle al paso
con una pieza especial que tema en el telar. Por lo demás, esta
Biblia Complutense —así llamada por haberse publicado en Alcalá,
Complutum en latín— no se difundió hasta 1521.
En el curso del año 1515 los manuscritos pasaron a la imprenta.
Fueron seis meses de un ajetreo inaudito para Erasmo, quien contó

con la ayuda
Gerbel de losOekolampad
y Johannes competentes(Oecolampadio),
correctores de pruebas Nikolaus
este último espe
cialista de hebreo. Erasmo se encontraba en su elemento. La docu
mentación básica del impresor constaba de varios manuscritos grie
gos con cuatro siglos de antigüedad y el texto latino y las anotaciones
de Erasmo. Todo ello había de ser impreso y ensamblado. En esta
obra, Erasmo sigue los pasos de su gran ideal, san Jerónimo. De
forma que Erasmo hizo para sus contemporáneos, que planteaban
otras exigencias, lo mismo que había hecho san Jerónimo, es decir,
en parte corregir traducciones ya existentes, en parte hacer nuevas
traducciones para sus contemporáneos. Lo esencial era el nuevo texto
latino y su justificación en las anotaciones. El texto griego se aña
dió para ofrecer a los escasos especialistas la posibilidad de ejercer
el control sobre la traducción de Erasmo. Erasmo rechazó el plan
 propuesto por Gerbel de publicar uno tras otro el texto griego y
el texto latino, para que, si así lo deseaban los expertos, pudieran
adquirir un ejemplar sin traducción latina. Henk Jan de Jonge ha
subrayado con acierto el carácter específico de esta edición de Eras
mo. El principal propósito de este no era ofrecer la primera edición
del Nuevo Testamento griego, sino que quería publicar «el Nuevo
Testamento que yo he traducido» (A 305, 222-223), tal como él
mismo lo expresó. Desde el siglo xvu, se consideró que el factor
más importante era la edición del texto griego, pero eso para Eras

mo La
revestía
ediciónuna importancia
estuvo secundaria.
acompañada de una intensa campaña de pren
sa. Ya en 1514 Maarten van Dorp, en la misma carta en la que
formula sus objeciones contra el  Elogio de la locura  (véase p. 78),
también protesta contra el propósito de publicar las anotaciones
de Erasmo (A 304, 86-146). Para él, el texto latino que ya existía

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LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 103

no podía contener incorrecciones, puesto que la Iglesia hacía uso


de esta Biblia y la Iglesia era infalible. Erasmo publicó una detalla
da respuesta en ISIS (A 337), que se incorporó a todas las ediciones
oficiales del Elogio de ta locura y constituyó una propaganda hábil
mente organizada.
El libro tuvo una aceptación entusiasta. La mejor prueba de
ello es la carta que el célebre erudito francés Guillaume Budé diri
gió a Erasmo. El sábado había recibido en París el «famoso libro»
y el domingo por la mañana había leído los escritos introductorios.
Después de almorzar se fue en seguida a visitar a su amigo Francois
Deloynes; Budé lo encontró presa de una gran excitación. Deloynes
había descubierto en la obra, aún sin encuadernar, que acababa
de recibir del impresor un elogio dirigido a Budé (A 403, 21-82).
Algunos días más tarde, Budé daba las gracias del modo más cortés.
 No faltaron tampoco algunas acometidas encarnizadas. Algunos
 predicadores desde el pulpito pusieron en guardia sobre un hombre
que había tenido el atrevimiento de modificar el «Padrenuestro»
y el «Magníficat» (A 541, 82-86; 948, 104-135), que era la personi
ficación del Anticristo (A 984, 136-140) y otras cosas por el estilo.
En estos casos cabían escasas posibilidades de defensa. Otros pro
testaron por escrito: Jacques Masson (Jacobus Latomus), profesor
de la Universidad de Lovaina, el inglés Edward Lee y el más temi
 ble de todos los adversarios, Diego López de Zúñiga, sabio biblió
logo español, sumamente competente y colaborador de la Políglota
Complutense. En todos estos ataques jugaban un importante papel

dos problemas
tiones queque
filológicas a menudo se interferían:
se referían sea a unapor un lado, eran
determinada cues
variante,
sea a la traducción o a la interpretación; por otro lado, los críticos
mostraban su intranquilidad por el método empleado, por el trata
miento de la Biblia como una obra literaria, lo cual, en su opinión,
traería como consecuencia un deterioro de la autoridad de la Iglesia
y de la teología tradicional. No tiene sentido entrar en todos los
 pormenores de estas críticas y de sus defensas, pues justo es decir
que Erasmo nunca guardó silencio. Más adelante nos ocuparemos
detenidamente de las cuestiones que originaron los ataques contra
Erasmo.
La edición de Erasmo fue un éxito, tal como se desprende de
las rápidas impresiones que se fueron sucediendo. En 1519 ya apa
reció una segunda, ahora bajo el título modificado de  Novum Tes-

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104 ERASMO DE ROTTERDAM

tamentum,  título que se mantuvo en las ediciones de 1522, 1527


y 1535. Los escritos introductorios sufrieron numerosas modifica
ciones en las diferentes ediciones. Así, por ejemplo, en la segunda
impresión se amplió considerablemente el Methodus y, bajo el títu
lo de  Ratio verae theologiae  (LB V 75-138), apareció en diversas
ocasiones como separata. Consecuencia de ello fue que el escrito
ya no se incluyó en la tercera impresión. De la cuarta edición se
quitó también la Paraclesis,  de forma que las impresiones de 1527
y 1535 sólo contenían la breve  Apología   y los Capita argumento- 
rum   (LB VI “ 3 v°- m   4 r°), que Erasmo había añadido en la

segunda edición
 posición y quesinsiguió
de la obra, manteniendo
embargo, en líneasa continuación. La com
generales, se mantuvo
inalterada en todas las ediciones. Únicamente en la cuarta edición
se incorporó el texto de la Vulgata  en una tercera columna, pero
en la quinta se volvió a retirar. Erasmo vivió la experiencia de la
segunda edición como si tratara de un nuevo Opus, un Opus que
le proporcionó una gran satisfacción (A 860). Junto a estas grandes
ediciones aparecieron volúmenes sueltos con el texto latino, a lo
que Erasmo jamás hizo ninguna objeción (A int. 1010). De este
modo, su traducción alcanzó una amplia difusión, que todavía
aumentó más gracias a las traducciones en lenguas vulgares. Gerbel
también publicó en un volumen suelto el texto griego.
Si se examinan detenidamente las distintas partes del texto, se
constata que Erasmo no prestó una excesiva atención al texto grie
go. En Inglaterra pudo disponer de una serie de manuscritos grie
gos que no se podían encontrar en Basilea. Hubo de contentarse
con los documentos que le brindaba Basilea, esto es, siete manus
critos en total (De Jonge 404). Dos de ellos se mandaron a la im
 prenta, uno para los Evangelios y el otro para las actas de los após
toles y las epístolas, ambos con correcciones aisladas procedentes
de otros manuscritos. Para el Apocalipsis se valió del manuscrito
de un comentario del que se sirvió para fijar el texto. Faltaban,
sin embargo, los últimos seis versículos del último capítulo. Eras
mo, segúncon
del latín, la información que dicho
algunas faltas, él mismo proporciona,
sea de paso. Los los retradujo
manuscritos
en los que se basaba eran relativamente recientes y pertenecían a
un mismo tipo de texto, un tipo que él equivocadamente considera
 ba el más antiguo y el mejor. Las correcciones se hicieron al pare
cer de un modo muy descuidado, el texto contiene muchos errores,

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 105

 principalmente en las formas verbales. En la segunda edición se


rectifican algunas cosas, pero se introducen nuevas faltas. Para pre
 parar la tercera edición, puso todo su empeño en perfeccionar el
texto griego, que posteriormente apenas sufrió nuevas modificacio
nes. Exhumó distintos nuevos manuscritos, en los que estuvo traba
 jando para preparar la segunda y la tercera edición. Hasta la cuarta
edición no se corrigieron los versículos del Apocalipsis. Se hizo fa
moso el llamado «comma Johanneum», el pasaje de la primera Epís
tola de san Juan. 5,7 b-8, donde se alude expresamente a la Trini
dad. Erasmo no encontró las frases en su manuscrito griego, así
que las omitió. A consecuencia de ello, tuvo que encajar críticas
muy severas: se le tildó de arriano, de adversario de la doctrina
de la santísima Trinidad. Posteriormente, Erasmo incluyó el pasaje
en la tercera edición, pues entre tanto había aparecido en Inglaterra
un manuscrito en el que sí estaba el pasaje en cuestión. Fiel a su
 propia divisa, Erasmo lo incorporó en adelante en su obra, aunque
tenía la sospecha de que el manuscrito griego había adoptado la
versión de la Vulgata. La realidad era mucho peor de lo que sospe
chaba: el manuscrito con las frases, efectivamente traducidas de
la Vulgata, había sido redactado alrededor de 1520 con el exclusivo
 propósito de tenderle una tram pa a Erasmo (ASD IX, 2, 258,
534-544). El texto griego de Erasmo fue el que marcó la pauta en
los siglos venideros. En principio, todas las ediciones posteriores
hasta el siglo xix toman a Erasmo como punto de referencia. Otra
cosa muy distinta es el significado que adquirió en su propia época.
Sabemos que Zuinglio copió la redacción griega de las epístolas
de san Pablo de la primera edición del Nuevo Testamento de Eras
mo, y que se sirvió de ellas para aprender griego. Y, sin duda,
Zuinglio, no era ningún caso aislado.
El texto latino servía en primer lugar para aclararle al lector
cómo sonaba en realidad lo escrito en el texto griego del Nuevo
Testamento. Se concibió como un material auxiliar en el estudio
de la Biblia. El propósito no consistía en ofrecer una traducción

irreprochablemente elegante
todo, preservar el estilo (LB
llano de VI
los**apóstoles
3 r°). Erasmo quería,
y dentro ante
de estos
límites escribir en buen latín (A 860, 34-36). Jamás pretendió arrin
conar a la Vulgata,  pues había que seguir haciendo uso de ella en
la liturgia y en las escuelas (LB VI ** 2 v°). Es probable que Eras
mo no fuera suficientemente consciente del profundo efecto que

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106 ERASMO DE ROTTERDAM

una modificación de un texto sagrado podía producir en muchos


de sus contemporáneos. Y en realidad se trataba de una modifica
ción, a pesar de todo cuanto él mismo afirmó en sentido contrario.
La sola afirmación de que a través de la utilización de su texto
se puede tener un mejor conocimiento del texto original de la pala
 bra de Dios constituye ya una descalificación de la Vulgata.  Ni si
quiera la segundad dada por Erasmo de que en ocasiones el texto
de la Vulgata era mejor que el griego pudo hacer contrapeso a esta
idea de autenticidad incólume. Indudablemente, en esta obra de Eras
mo, se expresaba un espíritu muy diverso del contenido en la revi
sión del
 ples en texto de la Vulgata
su explicación de  emprendida
las epístolas por
de Jacques Lefévre
san Pablo d’Éta-
de 1512.
En la primera edición, la traducción de Erasmo era relativamen
te precavida. En la segunda, según sus propias mánifestaciones, fue
un poco más atrevido (A 809, 62-65). Posteriormente, apenas intro
dujo modificaciones, a excepción de alguna corrección que otra.
De todos modos, hasta la cuarta edición utilizó nuevos manuscri
tos, cuando alguno le caía en las manos.

zo Algunos ejemplosinocuo.
con un ejemplo puedenEnilustrar
Mateo su 7,1
método de trabajo.
se dice: Empie
«No juzguéis
 para que no seáis juzgados». El verbo griego «krinein» permite tam
 bién la siguiente traducción: «no condenéis para que no seáis con
denados». En la edición de 1516, Erasmo traduce: «no juzguéis
 para que no seáis juzgados». En la anotación explica que las pala
 bras «No condenéis para que no seáis condenados» no aparecen
en ningún manuscrito griego, ni tampoco en los más antiguos de
los latinos; cabe en lo posible que en un primer momento alguien
las hubiera puesto en una nota al margen y que de ahí hubieran
saltado al texto. En la edición de 1519 traduce: «no condenéis para
que no seáis condenados», pero mantiene su anotación textual
mente, añadiendo únicamente que alguien ha interpretado que «juz
gar» en este caso no quiere decir otra cosa que «condenar»; ello
es posible en hebreo, y san Pablo utiliza la palabra en este sentido.
Lo 1516.
de consecuente habría
Todo ello sidoque
indica quequería
se hubiera atenido
dar exacta a lade
cuenta traducción
las posi
 bilidades y de los problemas.
Otros ejemplos son menos inocuos. Así sucede cuando Erasmo,
a partir de la primera edición, añade al texto del «Padrenuestro»
de san Mateo 6 la alabanza: «Pues tuyo es el reino y la fuerza

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LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 107

y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.» En la anotación


explica que estas palabras las encontró en todos los manuscritos
griegos y que habían sido aclaradas por «Vulgarius» —más adelan
te nos referiremos a él—, de modo que se encontraban en el texto
al que este tuvo acceso. Están ausentes de todos los manuscritos
latinos y ninguno de los demás comentaristas se refiere a ellas. Es
 posible entonces que su origen estuviera también en la liturgia. En
la segunda edición, Erasmo acababa de averiguar que san Juan Cri-
sóstomo también conocía la alabanza, pero su veredicto fue mucho
más áspero todavía: ¡Vergonzoso! ¡Que haya personas que se atre
van a añadir
seguir algo en
insistiendo a las
que palabras de Jesucristo!
la alabanza procede de Si alguien quiere
Jesucristo, ha de
sostener también que toda la Iglesia occidental hasta nuestros días
ha renunciado a una parte integrante del «Padrenuestro». Extraña
mente, en su edición, las palabras aparecen ahora impresas en letra
 pequeña, probablemente para indicar que algo ocurre con ellas. Una
simple cuestión de criterio de traducción que le creó muchas dificul
tades fue la traducción del saludo del ángel a la Virgen María: «Salve,
agraciada», traduce Erasmo las palabras de san Lucas 1, 28 a partir
de la segunda edición, en tanto que en la primera edición de la
Vulgata  se dice: «llena de gracia». La diferencia es considerable:
¿se ha de poner el acento en la Virgen María, que posee la gracia,
o en Dios que se la ha concedido? Todo ello se complica más toda
vía cuando Erasmo, en la anotación, señala que en el saludo del
arcángel Gabriel se advierte «una cierta prueba de amor, por así

decirlo pone
 provocó al descubierto
las airadas protestasuna
de cierta
Edward actitud
Lee. de enamorado».
Finalmente, por Ello
con
sejo de Maarten van Dorp, Erasmo se avino a quitar estas palabras
de su anotación.
Una traducción célebre es la de «logos», verbo, al comienzo
del Evangelio de san Juan. La traducción corriente es «verbum»;
Erasmo, en cambio, a partir de su segunda edición utiliza la pala
 bra «sermo». En la primera edición, un «temor supersticioso» (LB
VI 335 A) le hizo desistir de ello. Es un verdadero hallazgo. Jesu
cristo no es sólo una palabra de Dios, una palabra o la expresión
 breve, sino que es quien siempre habla a través de Dios. Por lo
demás, asi lo tradujeron diversos Padres de la Iglesia. Se desató
una tempestad. En Londres, Bruselas y París se alzaron voces re
 prochando a Erasmo que tuviera la osadía de corregir el Evangelio

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108 ERASMO DE ROTTERDAM

de san Juan y que se atreviera a descalificar a tantos doctores de


la teología (LB IX 111-112; A 1072).
Considerando cuanto acabamos de decir, se ve muy claro por
qué Erasmo, en 1323, tras contemplar en perspectiva sus escritos
hasta este momento, califica la edición del Nuevo Testamento de
 punto álgido de su actividad de editor (A I, p. 14, 5), y por qué
no incluía esta edición en las traducciones del griego. Ello no está
en contradicción con lo dicho anteriormente, puesto que el Nuevo
Testamento es tanto la traducción de un texto griego como la edi
ción de un texto latino acompañado de anotaciones.
Llegado a este punto, conviene hablar de las  Anotaciones.  Eras
mo no quería hacer ningún comentario seguido, ninguna explica
ción cabal de todo el texto, sino dar información sobre cualquier
 pasaje que a él le pareciera que la necesitaba. En 1316 eran exclusi
vamente breves anotaciones de naturaleza filológica para justificar
la traducción. En el curso del tiempo, fue apareciendo material que
cristalizó principalmente en la segunda y tercera edición. Ante todo,
Erasmo fue corrigiendo sus anotaciones, una labor que no estaba
exclusivamente determinada por las críticas de las que aquellas eran
objeto. Además, discutía a menudo con sus adversarios y defendía
incesantemente sus propios puntos de vista. Finalmente, cada vez
iba acumulando más material procedente de precursores, cuya obra
utilizaba: exegetas medievales y, sobre todo, Padres de la Iglesia.
Ya hemos mencionado algunos ejemplos de anotaciones, tiene poco
sentido que sigamos multiplicando su número. Me parece mucho

más
más importante introducir
llama la atención es algunas consideraciones
que, a pesar generales.
del desbordante Lo que
incremento
del material, el carácter de las anotaciones no sufre modificaciones
esenciales. En adelante, cumplen la función de dar apoyo al texto.
Eso no excluye, sin embargo, que Erasmo de vez en cuando diva
gue. Utiliza el material que ofrece la exegética medieval, la Glossa 
Ordinaria  del siglo xu, las Postillae  de Nicolás de Lira del siglo
xiv, a menudo sin mencionar sus fuentes. Mucho más importantes
le parecen los Padres de la Iglesia, a los que ya suele citar en la
 primera edición. En las siguientes ediciones, este material adquiere
enormes proporciones. Esta ampliación corre pareja con otras acti
vidades. De forma que en las diferentes ediciones del Nuevo Testa
mento aparecen reflejadas las labores preparatorias de las ediciones
de los Padres de la Iglesia. El notable aumento de las anotaciones

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LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 10 9

a la Epístola a los Romanos en las ediciones de 1527 y 1S3S se


explica porque entonces estaba trabajando en el  Hyperaspistes,  obra
en la que defiende, frente a Lutero, sus puntos de vista acerca de
la relación entre la gracia divina y la libertad humana.
Erasmo no trabaja de un modo acritico con su material. Come-
te, evidentemente, errores, en ocasiones de bulto, y en parte los
errores se deben a haber tomado acríticamente datos de otros auto-
res. Uno de los ejemplos más rumorosos es el que se refiere al
 presunto Padre de la Iglesia Vulgarius, quien aparece nada menos
que en el frontispicio de la primera edición como autor de unos

comentarios al Evangelio.
un manuscrito; las primerasErasmo tomó
líneas de esteel manuscrito
nombre de estaban
la tapa tan
de
deterioradas que en ellas el nombre del autor resultaba ilegible. Pos-
teriormente, descubrió que se trataba del arzobispo del siglo x ii  
Teofilacto, y que «Vulgarius» significaba: de Bulgaria.
Pero también, por otro lado, a menudo aparecen discusiones
admirables, especialmente cuando Erasmo estigmatiza o pone al des-
cubierto ejemplos de exégesis hechas a base de prejuicios dogmáti-
cos, o cuando refiere cómo se alejaron de la verdad los comentaris-
tas de la Edad Media, en la medida en que en la interpretación
de textos griegos, a falta de conocimientos sólidos, se abandonaron
a la fantasía. En tales casos, hace gala de un malicioso sarcasmo.
Tanto es así, que lo primero que hace es mostrar su extrañeza por
el hecho de que la cristiandad latina tenga tanta afición a la palabra
griega «Hypokrités», habiendo como hay una palabra latina que

expresa perfectamente su sentido. Dice a continuación:


 No puedo evitar referirme, en plan de broma, a lo que aAade
 Nicolás de Lira, pues es difícil concebir que pudiera llegar a ser
tan insensato. Dice que «Hypokrités» viene de «Hypos», es decir,
debajo, y de «crisis», oro, porque debajo del oro, esto es, debajo
de la honorabilidad de la conducta exterior se oculta el plomo de
la falsedad. Después de eso, ¡quién osará negar que da lo mismo
saber griego que no saberlo!

Bastan los conocimientos de un estudiante para distinguir entre


«krisis», separación, y «chrysos», oro. Se trata de una anotación
a san Mateo 6,16. En la nota sobre el versículo 2, Erasmo ofrece
un ensayo erudito sobre «Hypokrités», especialmente en su signifi-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

110 ERASMO DE ROTTERDAM

cado de «actor». Ved, dice, qué bien encaja: los hipócritas quieren
que les vea la gente.
La importancia de las  Anotaciones   radica también en el hecho
de que Erasmo, al contrarío de lo que sucedía en la Edad Media, pue
de recurrir al texto griego para justificar su traducción y en que
deja que los propíos Padres de la Iglesia tomen la palabra sin nece
sidad de desviar el análisis del texto hacia una exégesis espiritual
más profunda. A la vez, Erasmo pone esta obra al servicio de la
difusión de sus ideas preferidas. De modo que, a partir de la segun
da edición, aparecen en las  Anotaciones  sus propias ideas sobre

la
unateología, la Iglesia
observación breveyy la sociedad.
mordaz En ocasiones,
en medio se tratapuramen
de un contexto sólo de
te filológico; en otras, estas anotaciones se expanden hasta adoptar
la forma de pequeños ensayos, como había sucedido cuatro años
antes con los  Adagios.  Un típico ejemplo de ello es la anotación
a Mateo 11,30: «... mi yugo es suave y mi carga liviana». En la
 primera edición, el comentario se reduce a dos líneas; en la segun
da, en cambio, alcanza una extensión de casi cien, habiéndose con
vertido en un ensayo sobre la bondad y el amor de Cristo en con
traste con el rigor y la severidad de todas las instituciones humanas
que en la actualidad imperan en la Iglesia. En la Epístola a los
Romanos 5,12, a partir de lo que a primera vista parece un simple
tecnicismo de traducción, surge toda una disquisición acerca del
 pecado original. En la Epístola a los Corintios 1,7, hallamos un
exhaustivo ensayo sobre el matrimonio y el divorcio, una cuestión
muy áspera en una época en la que la Iglesia no reconocía ni un
solo motivo de disolución del matrimonio. Al propio tiempo, en
este contexto, alude en términos muy generales a la cuestión de
los preceptos de la Iglesia que divergen de aquellos que estuvieron
vigentes en la época de la Iglesia primitiva. En una anotación a
Corintios 1,15, plantea la cuestión de la resurrección de los creyen
tes y, en la Epístola a Timoteo 1,1, el problema de la doctrina
acerca de Dios, Jesucristo y el poder de los papas, en torno a la
cual polemizaban
en los
teólogos.separados;
Algunos deseestos ensayos se apublica
ron traducidos volúmenes reimprimieron menu
do, de forma que llegaron a alcanzar una amplia difusión.
 No me propongo tratar por separado los escritos introductorios.
En el capítulo anterior han sido profusamente citados, lo mismo
sucederá en otro lugar de este capítulo. Aquí mencionaré un aspee-

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LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 111

to significativo de los esfuerzos de Erasmo en el terreno de los estu


dios bíblicos; me refiero a la llamada exégesis alegórica. Erasmo
se ocupa de ella en la  Ratio verae theologiae,  la introducción que
 propone una hermenéutica, esto es, que intenta establecer las nor
mas para una correcta interpretación de la Biblia siguiendo las pau
tas de la obra de san Agustín  De doctrina christiana.  Tuvo muy
 buena acogida. Heinrich Stromer se dejó arrastrar por el interés de
la lectura hasta abismarse en ella y esto sucedía en el año 1519,
en Leipzig, durante la polémica entre Lutero y Eck (Stupperich,
Erasmus 135). No cabe duda que el librillo le fascinaba mucho más
que la disputa, en la que se aireaban los fundamentos de la fe.
En la  Ratio,  Erasmo defendía escrupulosamente la exégesis espiri
tual, o, lo que es lo mismo, alegórica (LB V 124 E-127 D = H 274,
24-284, 27), del mismo modo como también lo había hecho en el
 Enquiridion.  En la Edad Media, se hablaba, mucho más sistemáti
camente que en la Antigüedad, del doble sentido de la Escritura:
el literal, que indaga sobre lo que está escrito y sobre lo que ha
querido decir el autor, y el espiritual, que suscita la cuestión del
significado que tiene el fragmento de la Biblia para los cristianos
y para la Iglesia. El espiritual, llamado también sentido alegórico
de la escritura, se subdivide, a su vez, en tres partes: el sentido
alegórico en el significado estricto de la palabra indica el valor del
 párrafo de la Biblia para los creyentes, el tropológlco explica el
significado para la actuación de los cristianos y el anagógico pone
de manifiesto lo que el cristiano espera. Cabía esperar que Erasmo
rechazara esta diferenciación, dado su interés en una exégesis que
se interroga escuetamente sobre lo que está escrito. Pero no sucedió
así. Erasmo, de hecho, reprobó la arbitraría y excéntrica interpreta
ción espiritual, tal como la enseñaban sus contemporáneos. Pero
no sólo no rechazó el método en sí, sino que incluso pensó que
representaba la única posibilidad de extraer del Antiguo Testamen
to un cierto sentido religioso. Jesucristo y san Pablo, esos ideales
en los cuales queremos vernos reflejados, ya habían empleado este

método.
intercala Piénsese sólo
el relato de en la
Agar formaNo
y Sara. cómo san la
importa Pablo
letra,ensino
Gálatas 4
el pro
fundo contenido espiritual del texto. En este caso, se pone clara
mente de manifiesto la preferencia de Erasmo por una exégesis es
 piritual en sentido amplio. La distinción entre un sentido espiritual
y un sentido literal de la escritura corresponde a la contradicción

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112 ERASMO DE ROTTERDAM

entre el espíritu y la carne que impregna a los seres humanos y


al mundo (véanse pp. 52-60).
De hecho, Erasmo ve muy claro que el método encierra peligros
y recomienda que se aplique con moderación y dice expresamente
que jamás debería ser utilizado para sustentar dogmas, sino para
alentar, confortar y encarrilar (H 280, 30-33). En este contexto apa
rece, como por descuido, la palabra «jugar», que Erasmo toma
de san Jerónimo: ei juego dentro del campo de la Sagrada Escritu
ra. Es significativo que prefiera la interpretación alegórica en senti
do estricto y ia tropológica; ambas tratan en última instancia de

ia
de fe y de
toda la lateología.
vida cristiana y configuran por sí solas el contenido

Además de a la edición del Nuevo Testamentó, queremos tam


 bién prestar atención a la edición de los más significativos Padres
de la Iglesia, y, en primer lugar, a los estudios sobre san Jerónimo.
Desde 1500 Erasmo estuvo trabajando seriamente en la edición de
las obras de san Jerónimo; se publicaron en 1516 en nueve grandes
volúmenes, bellamente impresos en folio. En el prólogo expone con
toda nitidez la importancia que concede a su trabajo. A pesar de
los muchos esfuerzos que dedicó a esta tarea, no pudo presentar
un texto absolutamente pulcro. Ello no obstante, su trabajo mere
ció la pena: nadie se adentró tan profundamente en las Sagradas
Escrituras como san Jerónimo, puesto que nadie como él poseía
una visión de conjunto de la ciencia de su tiempo, nadie mejor
que él anunció la doctrina de Jesucristo (A 3%). Erasmo prosigue
sus estudios. Tiene todavía en más alta estima a Orígenes, el maes
tro de la exégesis alegórica, que a san Jerónimo, pues, en general,
Erasmo prefiere los autores griegos a los latinos (LB V 133 A-C).
En realidad, Erasmo valora mucho a san Jerónimo y a Orígenes
 porque ambos, igual que él, aspiraron a la síntesis de la cristiandad
y la cultura de la Antigüedad.
Erasmo realizó un programa impresionante: junto a las edicio
nes de san Cipriano, Amobio, san Hilario, san Ambrosio y la de
san Agustín en diez tomos, aparecen ediciones y traducciones de
san Juan Crisóstomo e Ireneo y traducciones de Orígenes. Rudolf
Pfeiffer señala que Erasmo, en esta ocasión, sacó adelante monta
ñas de trabajo, en una época, además, en la que era muy difícil
acceder a los manuscritos y cotejarlos. La crítica de la que fue ob

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 113

 jeto por parte de los editores posteriores no ha sido siempre justa.


Erasmo no aspiraba a la perfección, quería simplemente colocar
la primera piedra para uso del lector interesado en la lengua y en
el contenido de los escritos de los Padres de la Iglesia. Quería una
teología que se apropiara de cuanto hubiera de bueno, procediera
de donde procediera. Los mismo se podía aplicar al servicio que
 podían prestar los filólogos. «La teología es con toda justicia la
reina de las ciencias, aunque su gloria y su sabiduría serían mucho
mayores si entre su personal incluyera con la afabilidad correspon
diente a esas sirvientas tan útiles» (LB II 1053 F).

Erasmo también quería ayudar en la esfera de la vida cotidiana


cristiana. Ya lo había hecho en el  Enquiridion;   pero quería encon
trar un método directamente conectado con la Biblia que ayudara
a los cristianos en su búsqueda de Dios. Con este objeto publicó
las Paráfrasis  de los distintos libros del Nuevo Testamento y la in
terpretación de once salmos.
Las Paráfrasis  (LB Vil) son una exégesis popular de los libros
del Nuevo Testamento a excepción del Apocalipsis, que no se pres
taba a ello. Consiste en una exposición sucesiva, en la que se redac
ta de nuevo y se interpreta el texto de la Biblia con el objeto, según
la formulación de Erasmo, «de decir las cosas de otro modo, pero
sin decir otra cosa»1,(A 710, 30-31). Aparecieron (en primer lugar,
la Epístola a los Romanos) entre 1517 y 1524 en pequeños volúme
nes de fácil manejo, que posteriormente se reelaboraron un poco
y se publicaron reunidos en un volumen. Erasmo tenía una especial
 predilección por las Paráfrasis.  En medio de todas sus tensiones
y de todas sus disputas, su dedicación a esta obra amortiguó su
desasosiego y tranquilizó su conciencia (ASD IX, 1, 210, 136-139).
Las Paráfrasis  se reeditaron constantemente y, a partir de 1521
hasta muy adentrado el siglo xvu, se tradujeron a los diferentes
idiomas nacionales. La obra fue especialmente popular en los Paí
ses Bajos. En Inglaterra, en 1547 se decidió que todo párroco o
clérigo que no tuviera el grado de doctor en teología debería poseer
un ejemplar de la traducción. En este escrito, Erasmo tampoco tuvo
que desmentirse a sí mismo. Partiendo del texto de la Biblia, se
aprestó, al propio tiempo, a censurar de pasada toda suerte de ano
malías de la Iglesia. Una prueba elocuente de ello nos la da la inter
 pretación que hace de Mateo 16,19, donde Jesucristo entrega a
8. — E RA SMO

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114 ERASMO DE ROTTERDAM

san Pedro las llaves del cielo: «pues en conveniente que aquel que
sea el más preclaro en el gobierno, sea el más preclaro en su adhe
sión a la fe y al amor». Asi quería Erasmo interpretar el escrito:
despreocupadamente, sin sentirse penosamente embutido en un cor
sé hecho de sentencias doctrinales y tradiciones.
Entre ISIS y 1S33, Erasmo comentó once salmos (ASD V, 2;
3 ASD V, 2). En cierto modo, estos comentarios encierran muy
 pocas sorpresas: damos con la misma crítica, con los mismos idea
les que hemos encontrado en obras más conocidas. Dos de ellos
abordan directamente cuestiones de actualidad: la interpretación del

salmo 28 contra
la guerra (29), fechada en la
los turcos; 1530, alude a83la(84),
del salmo candente cuestión
fechada de
en 1533,
suscita la cuestión de si es todavía posible evitar la escisión de la
cristiandad en varias iglesias. Estos dos comentarios han sido fre
cuentemente reimpresos. Al respecto, llama la atención el hecho
de que Erasmo se base en el cuádruple sentido de la escritura y
que, siguiendo el ejemplo de Orígenes, dirija sus esfuerzos concien
zudamente a trabajar especialmente el sentido alegórico y el sentido
tropológico. En las Paráfrasis también se sirve de este método, aun
que en este caso se comporta de un modo más moderado y preca
vido.
¿Qué se propone Erasmo con las Paráfrasis  y los comentarios
de los salmos? Su propósito no deja lugar a dudas, si se recuerda
todo cuanto dijo en contra de muchos de los predicadores que escu
chaba, esto es, que no eran alimento del alma, sino mera exhibición
de pseudoerudición. Erasmo, con su interpretación de la Biblia, quie
re contribuir a renovar la predicación y la literatura devota. Consi
deremos a modo de ejemplo el salmo 2. En breves palabras, Eras
mo explica el contenido esencial de este salmo, el cual no sería
únicamente una parte de la historia de los Evangelios sino el relato
cabal de la redención del género humano gracias a que Cristo se
hizo hombre, se sobrepuso a los gentiles y a los filósofos, etc. (ASD
V, 2, 104, 247-267). Todo ello luego lo incorpora in extenso  en

el
tiposalmo.
no es Sería razonable afirmar
una introducción quesino,
al salmo, una más
interpretación de este
bien, un producto
de la fantasía. Erasmo se propone instruir al predicador de su tiem
 po, mostrándole, en el campo de la exégesis popular, la forma de
sacar provecho de un fragmento del Antiguo Testamento. Lo mis
mo cabría decir respecto al Nuevo Testamento, pero en ese caso

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA US

la explicación histórica es más importante, pues de ella se obtienen


mayores beneficios prácticos.

El trabajo
tamento de Erasmo
y en sus tuvo
ediciones de diferentes
los Padres facetas. En el proporciona
de la Iglesia, Nuevo Tes
a los eruditos material para que amplíen sus conocimientos bíblicos
y teológicos. En los comentarios a los salmos, indica a los predica
dores el camino que ha de conducirles a hacer un uso inteligente
de los mismos. Por último, en las Paráfrasis, muestra tanto a las
 personas instruidas como a las más sencillas el camino hacia Cristo.

En resumen, digamos que los resultados positivos obtenidos por


Erasmo en el terreno de los estudios bíblicos y de los Padres de
la Iglesia sólo pueden ser correctamente evaluados considerando el
trasfondo de sus objeciones a la teología convencional. Erasmo está
 plenamente convencido de que la teología constituye una unidad.
En su tiempo, esta unidad se ha roto. La investigación bíblica, la
teología sistemática y la literatura devota se hallan situadas una
al lado de la otra. Eso ya es un error en si. Además, Erasmo des
confía mucho de la manera como se trabaja en cada uno de estos
tres géneros. A los estudios bíblicos les objeta que sus métodos
son totalmente anticuados. Dedican toda su energía al estudio del
sentido literal de la escritura. ¿Cómo se las arreglan si sus represen
tantes no saben griego? ¿Qué utilidad puede reportar esta labor
a la gente moderna, si los especialistas ni siquiera saben latín, juran
sobre la Vulgata  y nada quieren saber de una nueva traducción?
Las personas han cambiado, expone Erasmo en los Capita argu-
mentorum: se ríen cuando oyen al diácono en el oficio divino pro
nunciar mal las palabras latinas. Una versión del Evangelio en una
lengua pulcra podría contribuir a una difusión del mismo (LB VI
" 3 v° - “ 4 r°). ¿Por qué los exegetas no recurren a los grandes
intérpretes de la Antigüedad? ¿Por qué no se remiten a las fuentes?
Erasmo todavía desconfía más de los teólogos sistemáticos, esto
es, de los escolásticos. También les reprocha que hagan uso de un
lenguaje inadmisible que pone barreras innecesarias a sus contem
 poráneos. Mayor es todavía, si cabe, el rechazo a la globalidad
de su método de trabajo. La vieja y genuina teología partía del
texto y no se movía del texto. Los teólogos escolásticos plantean
cuestiones que nada tienen que ver con la Biblia y que son total
mente absurdas. Ello no obstante, se ha señalado que Erasmo, en

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

11 6 ERASMO DE ROTTERDAM

distintos lugares, rinde tributo a los grandes maestros. Sobre todo,


 por parte de Christian Dolfen en un libro bien documentado, en

el que advierte
elogiosas sobre con toda
Pedro pertinencia
Lombardo que Erasmo
y sobre expresódeopiniones
santo Tomás Aquino;
tampoco quiso considerar a la escolástica como algo completamen
te extinguido. Dolfen no tiene en cuenta, sin embargo, que Erasmo
utiliza los conceptos de la escolástica exclusivamente para defender
se de los ataques que le dirigen los teólogos escolásticos o Lutero.
Ahí sucede lo mismo que en el caso del uso del idioma. Los discí
 pulos no quieren darse cuenta de que los tiempos han cambiado,
eran epígonos que nada tenían que decir a la gente de entonces.
En la  Raíio   podemos leer: «si con estas tonterías hubieran dado
una prueba de sí mismos, llegarán a bachilleres aunque nunca ha
yan leído el Evangelio ni las Epístolas paulinas» (LB V 134 F = H
299, 4-5).
La crítica de Erasmo se hace extensiva a la literatura devota
y a la predicación. En el  Enquiridion   quiso hacer algo en provecho

de
en las personas
la  Ratio instruidas
, a menudo se de su época.
sintió Pero, según
avergonzado dice
mientras Erasmo
escuchaba
un sermón.

Veo al pueblo sencillo boquiabierto y ansioso, pendiente de los


labios del predicador, a la espera de alimentos espirituales, ansioso
de aprender para volver a casa reconfortado, y he ahí que un teolo-
gastro cualquiera ... se me pone a perorar sobre una cuestión cual
quiera de Duns
ha aprendido Escoto
en la o dey Occam
Sorbona, de este ...
modoy asíy adeja entrever
través de estacuánto
exhi
 bición busca afanosamente el favor del pueblo (LBV 136 AB«H
301, 14-20).

O sea, que la teología tampoco cumple sus cometidos en el te


rreno de la praxis pastoral.
¿Cómo poner remedio a todo ello? Esta pregunta nos lleva a
lo que constituye la esencia de los propósitos de Erasmo. Expresa
do en términos breves y programáticos, Erasmo aspira a una fusión
de las borne litterae con las sacrae litterae.  Las bonae híteme  con
sisten en el estudio de la cultura de la Antigüedad y de la actitud
vital a ella vinculada. Sólo la persona que ahonda en el mundo
de los clásicos llega a convertirse en un auténtico ser humano. Aho

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 117

ra bien, la teología ha degenerado, sus representantes hablan en


un lenguaje enigmático de cuestiones insignificantes, y ello trae como
consecuencia que el hombre moderno sufre el extrañamiento de la
fe cristiana. En los círculos humanísticos se menospreciaba a la teo
logía escolástica: quien sienta afición por la cultura habría de darle
la espalda a la teología. Erasmo quería salvar este abismo. Quería
volver a conciliar el cristianismo con la cultura para que una perso
na culta y honrada pudiera ser cristiana sin necesidad de vivir en
dos mundos separados.
La anhelada unidad presupone ante todo dar solución a un pro
 blema técnico. La filología había de ponerse al servicio de la teolo
gía. Ahora bien, Erasmo considera que cuanto menos las bonae 
litterae   se consuman en quehaceres técnicos, tanto menos la fusión
de las bonae litterae  con las sacrae litterae  será una cuestión de
aplicación de uno u otro método. El problema era más profundo.
Erasmo parte de la idea de la unidad del género humano. El testi
monio divino no dejó de estar presente en generaciones remotas.
El espíritu divino actuó mucho antes del nacimiento de Jesucristo.

Yapp.
se nos94-9S).
hemos ocupado
Aquí nosdebasta
las cuestiones que ahora de
con la constatación se suscitan (véan
que la reasun
ción de una idea que ya aparece en la primitiva teología cristia
na constituye la base del ideal erasmiano de la unidad de todas
las culturas. Esta cultura es extraordinariamente útil, puesto que
Dios quiso que los clásicos constituyeran la preparación intelectual
y moral que había de manifestarse plenamente en Jesucristo. Pero
la teología también habría de servirse de ella. Erasmo exigía que
el centro de gravedad fueran las sacrae litterae.  El estudio de la
literatura clásica constituye una especie de escuela de reclutamiento,
no hay que ocuparse de ella como residente, sino como caminante.
Apropiándose de una metáfora de san Agustín, dice de ella que
es como los tesoros de Egipto, con los cuales se adornó el taberná
culo (LBV 25 F).
En concreto, ello significa que, en líneas generales, Erasmo quiere
 poner los métodos filológicos al uso en el humanismo al servicio
de la ciencia bíblica y de la teología. Algunos adversarios se burla
ron de él diciéndole que sólo era un maestro de gramática, un cali
ficativo del que Erasmo se apropió (A 456, 129-143). Era muy cons
ciente del servicio que con ello prestaba a la cristiandad. En los
Capita argumentorum   encontramos un curioso pasaje en el que se

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

11 8 ERASMO DE ROTTERDAM

sirve del argumento de sus adversarios que pretendían que no es


necesario que la traducción latina del Nuevo Testamento sea un
 primor, puesto que la versión griega no es perfecta. Erasmo acepta
esta última parte, pero ello no justifica que uno haya de confor
marse con un latín malo. Es lo mismo que sucede con los ropajes
de antes y de ahora de los obispos: «El prestigio de la Iglesia ha
aumentado en todos los conceptos». Antaño, los apóstoles se-ex
 presaban en un lenguaje tan accesible para las personas instruidas
como para los que no lo eran, del mismo modo que Jesucristo se
expresó en una lengua vulgar como el arameo. ¿Quiere esto decir
que en la actualidad hemos de balbucear en un lenguaje infantil?
De ningún modo, hemos de servirnos del lenguaje que es común
a todos los que entienden latín. Si de lo que se trata es de llegar
al mayor número posible de lectores, hay que traducir al alemán
o al francés, en lugar de hacerlo a un latín tan malo que resulta
incomprensible tanto para las personas instruidas como para las
iletradas (LB VI ” 4 r°). Una persona instruida de nuestros días
necesita una traducción y una interpretación, como así sucede ac
tualmente con un texto de la Antigüedad. Investigación bíblica equi
vale a investigación lingüística, la cuestión puede resumirse en esas
 pocas palabras.
Si recordamos la cita del comienzo de este capítulo, nos percata
remos de que los métodos filológicos en su aplicación rebasan am
 pliamente los límites técnicos de una ciencia auxiliar. Agua viva
que fluye del manantial frente al agua turbia estancada en los char
cos: el saludable lema humanístico que insta a remontarse a las
fuentes equivale, a su vez, a remontarse «a la palabra celestial di
rectamente emanada del corazón del padre». Es también una vuelta
a la vieja teología. La concepción ideal de Erasmo es que «las bo
nete litterae predican la gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de nues
tro Dios...» (A 1948, 36-37). Este nexo entre teología y cultura clá
sica vuelve a encontrarlo en los Padres de la Iglesia. La vieja teología
es el ideal, la Edad de Oro, si la comparamos con la teología con

temporánea.
culizan como«Viejo
nuevo,es,que
lo el
queejercicio
ellos [los
de adversarios
la teología de
se París]
asocie ridi
con
el conocimiento de las lenguas y de la literatura culta» (A 1664,
63-65). Ahí está el origen de los estudios patristicos que ocuparon
una gran parte de la vida de Erasmo. Lo que le impulsa a ello
no es un interés exclusivamente histórico, sino la convicción de que

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA   119

en estos viejos maestros se puede encontrar la síntesis que necesita


el mundo de hoy. En la  Ratio,   Erasmo escribe: «compara a teólo-
gos como Orígenes, san Basilio, san Juan Crisóstomo y san Jeróni-
mo con los teólogos contemporáneos. En el primer caso, verás apa-
recer un río de oro; en el segundo, unos riachuelos escuálidos que
se encuentran a mucho distancia del manantial; en el primer caso,
verás un jardín esplendoroso; en el segundo, espinas y abrojos»
(LB V 82 AB).
Erasmo también pensaba en todas aquellas personas que no po-
dían acceder por sí mismas a los textos de la vieja teología, pero
que no por ello sentían menos la exigencia de la Biblia que las
 personas instruidas. En uno de sus escritos introductorios al Nuevo
Testamento, podemos leer, por ejemplo, un encendido alegato a
favor de las traducciones en lenguas vulgares:

Mi deseo seria que todas las doncellas leyeran el Evangelio, que


leyeran las Epístolas paulinas. Que este estuviera traducido a las len-
guas de todos los pueblos, para que no solamente pudiera ser leído
y comprendido por los escoceses y los irlandeses, sino también por
los turcos y por los sarracenos ... De modo que él campesino que
empuña el arado cantara para sus adentros algo de ¿1, que el tejedor
tarareara algo de ¿1 al ritmo de su lanzadera y que el caminante
sintiera que el camino se hace más corto con relatos de esta especie
(LB V 140 C).

En este mismo orden de cosas, Erasmo hizo otra declaración


cuando se comprobó que en el curso de la impresión de las Paráfra
sis   de Mateo del año 1522 habían quedado sin imprimir algunas
 páginas del primer pliego. Aquello era inadmisible, ningún compra-
dor depositaría su dinero en el mostrador de la tienda por unos
 papeles en blanco, así que Erasmo rápidamente se puso a escribir
un fragmento donde aparece la siguiente observación: «A menudo
aquellos a los que el mundo califica de absolutamente insignifican-
tes son los más estimados por Jesucristo. Y aquellos que el mundo

considera
(LB VII “como los más sabios, Jesucristo los tiene por ignorantes»
2 v°).

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

9. EN EL CÍRCULO DE LOS HUMANISTAS


DE LA BIBLIA

Prestemos de nuevo atención a la vida de Erasmo. ¿Qué cosas


llenaban su vida en el curso de aquellos buenos años que median
entre 1514 y comienzos de 1519? Disponemos de una excelente in
formación al respecto, puesto que se han conservado muchas car
tas. Para poder hacer una justa valoración de las mismas, hemos
de tener en cuenta que algunas de ellas estaban escritas con el ex
 preso propósito de ser publicadas, otras no. Lo que cuenta, en pri
mer lugar, son las relaciones más inmediatas. Entre el mes de agos
to de 1514 y el mes de mayo de 1516, Erasmo vivió en Basilea,
a excepción de un viaje de cuatro meses que hizo a los Países Bajos
y a Inglaterra a comienzos del verano de 1515. A partir del mes
de mayo de 1516, vivió en el sur de los Países Bajos, y a partir
de 1517 en la Universidad de Lovaina; en el curso de este año em
 prendió un viaje a Inglaterra, en el verano de 1516, y uno a Basilea,
en el verano de 1518. En 1516 todavía se lamentaba de la «maldita
miseria» (A 421, 128); al mismo tiempo, sin embargo, escribe acer
ca de regalos caros, de un vaso y de caballos (A 412, 14-17; 457,
42-48), y en 1518 puede vanagloriarse de invitaciones para visitar
España, Francia y diferentes ciudades alemanas, invitaciones que
le mandan tres reyes, dos duques y nueve principes de la Iglesia
(A 809, 127-133). Algo había logrado. Prueba de ello son los nume
rosos homenajes
monumento que del
a través se le tributan;
cual puedo pero, por encima
dar testimonio a ladeposteridad
todo, «el
de que he vivido» (A 867, 273), el Nuevo Testamento, al que Eras
mo menciona con orgullo al final de una carta en la que refiere
que en 1518 cayó muy enfermo durante el viaje de Basilea a Lovai
na. Es probable que hubiera salido bien librado de un ataque de

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LOS HUMANISTAS OE LA BIBLIA 121

 peste; tenía cincuenta años y se sentía viejo. Es una edad que muy
 pocos alcanzan (A 867, 270-271), «la vejez llama a la puerta e im
 pone su inoportuna presencia» (A 5%, 2-3).
Los años de Basilea fueron los más felices de su vida. Retros
 pectivamente, opinaba de ellos: «Es difícil expresar con palabras
cuánto me cautiva ese ambiente de Basilea y la gente que aquí habi
ta... nada hay más amistoso, nada más leal» (A 412, 17-19). En
este momento, está pensando sobre todo en el obispo Christoph
von Utenheim, un hombre instruido y piadoso que había hecho
una concienzuda lectura del  Enquiridion   (A 412, 10-26). Poco des
 pués de su
acababa de llegada
conocera (A
Basilea,
305, Erasmo
181-210).se Al
refiere a lasque
primero personas que
menciona
es a Beatus Rhenanus de Schlettstadt, quien llevaba algunos años
viviendo en Basilea y llegaría a convertirse en su amigo más íntimo,
en su «alter ego» (A 1206, 69-70), en su segundo yo, un hombre
que alivió a Erasmo de numerosas cargas fastidiosas y que, final
mente, inmediatamente después de la muerte de Erasmo, escribió
su reseña biográfica en la edición de las obras de Orígenes, reseña
que apareció también en 1540 en las obras completas de Erasmo,
esta vez mucho más detallada. Luego siguen Gerard Listrius, un
compatriota de Erasmo, quien posteriormente redactaría las anota
ciones al  Elogio de ¡a locura; Bruno Amerbach, hijo del famoso
impresor basilense Johannes Amerbach, quien era, a su vez, un
filólogo eminente; Johannes Froben, quien tras la muerte de Amer
 bach, prosiguió la tradición que éste había iniciado; el suegro de
Froben, Wolfgang Lachner, quien en su condición de editor y de
librero se había asociado con su yerno. Unos días después de su
llegada, la Universidad te ofreció un solemne ágape para darle la
 bienvenida. Erasmo menciona el nombre del rector, Ludwig Bar,
y le dedica grandes alabanzas. Éste había leído y criticado, durante
la década de los veinte, algunas publicaciones teológicas de Eras
mo, tales como  De esu carnium , acerca de la prohibición de comer
carne durante la cuaresma, y E l libre arbitrio, antes de que su autor
las
viviópublicara.
entre el Entre
círculo1514 y 1516 y desde
de humanistas 1521 yhasta
basilenses 1529, Erasmo
en seguida se con
virtió en su centro de atracción. A este círculo pertenecían, además
de los ya mencionados, Heinrich Loriti Glareanus, poeta laureado,
musicólogo e historiador; Wolfgang Fabritius Kopfel (Capitón) y
Gaspar Hedion, teólogos ambos, quienes años más tarde llegaron

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122 ERASMO DE ROTTERDAM

a ser los dirigentes de la Reforma en Estrasburgo; Oecolampadio,


el futuro reformador de Basilea, y diversas personas más. Forma
 ban un grupo libre, la «sodalitas basiliensis», donde se estudiaba,
 pero donde también se gastaban bromas y se contaban chismes.
Había diferencias en el grupo, pero la mayoría de sus compo
nentes eran muy conscientes de que querían servir a la teología con
la ayuda de los nuevos métodos filológicos. Amerbach es un claro
ejemplo de ello. El padre de este, a partir de la década de los seten
ta, había empezado a publicar, además de otras muchas obras, a
los Padres de la Iglesia en muy buenas ediciones infolio de muy
 bello
de lasaspecto.
prensas La
en edición de las un
1492 llevaba obras de sanenAmbrosio
prólogo el que seque salió
exponía
con toda claridad que ese era el principal interés que les movía.
Amerbach ofreció una sólida formación trilingüe a sus tres hijos
(A 33S, 316-320). Dos de ellos, Bruno y Basilius, se hicieron cargo
de una gran parte de la edición de san Jerónimo, preparada por
Erasmo, y en el prólogo que hicieron para el quinto volumen expu
sieron sin adornos pero con elocuencia el ideal que persiguen: «Nues
tro padre esperaba que al dar nueva vida a estos viejos teólogos,
toda esa casta de puntillosos sofistas y esa especie de teólogos tri
viales tendrían menos cosas que decir, y nosotros llegaríamos a ser
cristianos más auténticos y genuinos». No es de extrañar que en
este círculo Erasmo en seguida se encontrara como en su propia
casa, tampoco puede sorprender que en un breve lapso de tiempo
se convirtiera en el verdadero foco de atracción, ni que fuera objeto

de la admiración
trumentos general.al«Erasmo
de medición uso. Ennounsecierto
puede modo
medir ha
conrebasado
los ins
el nivel humano», afirmaba con toda seriedad Beatus Rhenanus
(Z Vil 254, 19-21). No todos exageraban tanto. Pero, ¿qué habría
que decir de Ulrico Zuinglio, párroco de Glarus? Glareanus le pre
sentó a Erasmo, y tras la acogida de la que fue objeto fue tanto
su contento que escribió una carta de agradecimiento a Erasmo en
la que se postraba a sus pies y donde le aseguraba que incluso un
rechazo le parecería una prueba de simpatía (A 401). Erasmo vivió
durante dos años en este ambiente.

Como es natural, tenía también otras relaciones fuera de Basi


lea. Una parte de estas relaciones, como ya hemos visto, las tenía
con personalidades importantes: príncipes, obispos, prelados. Estos

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LOS HUMANISTAS DE LA BIBLIA 123

contactos evidencian que Erasmo se había convertido en un perso


naje célebre. A ellos cabe añadir las relaciones de verdadera afini
dad intelectual. En estos años surge lo que se ha dado en llamar
el movimiento erasmista, una red de relaciones entre eruditos que
 poseen ideales comunes y cuyo punto de referencia es Erasmo. Para
designarlo se han utilizado distintos calificativos: erasmismo, hu
manismo germánico, humanismo cristiano. En cuanto a mí, prefie
ro llamarles «humanistas de la Biblia», un concepto que introdujo
el historiador de la Iglesia, el holandés Johannes Lindeboom, y que
a veces emerge en América y que ahora también utiliza Helmar
Junghans (189-193). Designa con exactitud lo que unía a sus com
 ponentes, quienes pusieron en marcha un proceso de renovación
orientado por la Biblia y fundamentado en ella. Querían fecundizar
los logros de los innovadores métodos filológicos obtenidos por los
humanistas a través de más de un siglo de estudio de los textos
clásicos, para contribuir a la comprensión de la Biblia y de los Pa
dres de la Iglesia y, de este modo, renovar la teología. La teología
escolástica es objeto de rechazo por anticuada e infecunda, se pro

 picia el retorno
la teología, a la avez
las que
fuentes y se plantea
la Iglesia. En loselcapítulos
objetivo precedentes
de renovar
se ha descrito la participación que tuvo Erasmo en la puesta en
 práctica de estos ideales. Ahora nos ocuparemos de su posición den
tro de este movimiento. Se ha de tener en cuenta que las concepcio
nes en este circulo variaban mucho unas de otras, que no había
ningún principio de organización, que se trataba simplemente de
 personas que habían descubierto en otros algo de su propio idealis
mo. ¿Cómo se comportó Erasmo con esas personas que habían ido
desarrollando ideales parecidos a los suyos?
Durante aquellos años, los ánimos estaban caldeados por la cam
 paña que en contra de Johannes Reuchlin habían emprendido los
dominicos de Colonia y su instrumento el judío converso, Johannes
Pfefferkorn. Reuchlin era uno de los primeros expertos en hebreo.
Cuando Pfefferkorn instó a quemar los libros de los judíos, Reuch
lin, que fue consultado al respecto, desaconsejó que se diera este
 paso. Acto seguido, Reuchlin fue acusado de herejía, una acusa
ción que se dirimió en Roma, en la más alta instancia. En algunas
de sus fases, la disputa entre Reuchlin y los teólogos de Colonia
adquirió el carácter de una disputa a favor o en contra de los nue
vos estudios. Fue sobre todo Ulrich von Hutten quien vio la lucha

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

124 ERASMO DE ROTTERDAM

contra Reuchlin bajo este aspecto. Exhortó a los humanistas a que


tomaran en sus manos la defensa de Reuchlin. El dardo de Erasmo
 —su pluma— valía más que 600 anatemas del florentino —el papa
León X descendía de la estirpe florentina de los Médicis (Hutten
I, 134, 11-15). Erasmo se puso del lado de Reuchlin. Tomó su de
fensa ante la influyente Curia cardenalicia y publicó inmediatamen
te las cartas en las que hizo esta defensa (A 333, 105-137; 334,
178-206). Por otro lado, llamó a la moderación a los auténticos
reuchlinistas. Fuera del Antiguo Testamento, el estudio de los escri
tos hebreos tiene poco interés, opinaba que para un cristiano es
una pérdida de tiempo, que, por lo demás, no deja de encerrar
un cierto peligro: puesto que el cristianismo es muy superior al ju
daismo (A 798, 22-23). Él se sentía unido a Reuchlin, por así decir
lo, por un interés negativo. Si se condenaba a Reuchlin, entonces
los sofistas, esto es, los vencedores, se aplicarían, con mucha ma
yor tenacidad, a la tarea de castigar a otros adversarios, entre ellos
a él mismo.
En 1515 se publica la primera parte de las Epistolae obscurorum  

tadas en  en 1517 la segunda parte. Se tratala de cartas de


ficticias redac
virorunr,
un espantoso latín macarrónico, mayoría ellas dirigi
das a uno de los teólogos de Colonia, en las que sus amigos y
discípulos se lamentan de todas las burlas de que son objeto y ur
den planes para tomar venganza, en una palabra, son unas cartas
en las que aflora toda su ridiculez. Erasmo vio uno de esas cartas
antes de que fueran impresas, y, al leerla, él y sus amigos se dester
nillaron de risa. La sabía de memoria y más tarde la recitaba en
Basilea. Cuando se publicó la primera parte, Erasmo se divirtió
de lo lindo, pero siempre rechazó este método de lucha (ASD IX,
1, 140, 463-478). Al aparecer la segunda parte, mandó a Colonia
una carta llena de duros reproches (A 622, 1-11); lo que le impulsó
a hacerlo fue algo más que el hecho de que ahora también se le
citara a él. «La verdad es que estos escritores hacen un mal cálculo.
 No piensan ni en sí mismos ni en todos aquellos que se sienten
atraídos por las
los cazadores debonae
herejesUtterae.» Bastante
de Colonia, más desagradable
en marzo fue que
de 1518, ya hubieran
 publicado esta carta: ¡como si Erasmo defendiera su causa! Pero
lo peor de todo es que, al propio tiempo, se consideraba a Erasmo
autor de las  Epistolae obscurorum virorum  (A 808, 23-25; 961,
28-30).

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LOS HUMANISTAS DE LA BIBLIA 125

En este momento, Erasmo ya está metido hasta el cuello en el


asunto. En 1517, en el Streydtpuechleyn,  que Pfefferkorn dirige
contra Reuchlin, cita también a Erasmo y dice de él que es un mon
 je que ha colgado los hábitos, que es amigo de los judíos y que
sus pasos los guía el diablo. Erasmo reacciona inmediatamente. Hace
traducir al latín el texto de Pfefferkorn y lo envía, con una carta
de su puño y letra, a su protector inglés. Además, manda otras
seis cartas a la corte imperial y a Colonia, en las que exige que
se tomen medidas contra Pfefferkorn y contra los dominicos de
Colonia. Los obispos, el emperador y el concejo de Colonia debe
rían acallarlos.
Estas cartas no son un timbre de gloria para Erasmo. A Pfeffer
korn se le tilda de «perfecto idiota, descarado, ... a quien ni siquie
ra cabria calificar de medio judío, si él mismo a través de sus accio
nes no se hubiera acreditado como judío y medio ... Ahora que
se ha puesto la máscara de un cristiano, es cuando se comporta
realmente como un entero judío» (A 694, 35-38; 48-50). Son las
únicas palabras expresamente antisemitas que encontramos en la
obra de Erasmo, unas palabras, por lo demás, de una claridad me
ridiana. Así reaccionaba Erasmo cuando se sentía amenazado: se
apropia de los juicios emitidos por Pfefferkorn sobre Reuchlin y
los utiliza en contra de Pfefferkorn. No deja de ser sintomático,
sin embargo, que él mismo jamás publicara estas cartas.
 No sabemos si obtuvieron el éxito que perseguían. En la prima
vera de 1519, de nuevo se vio Erasmo públicamente arrastrado en
el asunto, en esta ocasión por los partidarios .de Reuchlin. Estos
 publicaron un pequeño volumen con cartas que ilustres intelectuales
habían dirigido a Reuchlin, entre las que se encontraban cinco car
tas de Erasmo (A 300 Int., 713). La cosa no le hizo demasiada
gracia a Erasmo: él no había querido publicar estas cartas en el
momento que se escribieron, ni tampoco quiso hacerlo posterior
mente. Su reacción se hizo patente en el otoño. Fue entonces cuan
do, en una edición de algunas cartas que él mismo había selecciona
do, insertó en el último momento un extenso escrito dirigido a Jacob
van Hoogstraten, inquisidor papal en tres diócesis alemanas, quien
había tenido una participación muy. activa en el caso Reuchlin (A
1006). Se trata de un amplio escrito de defensa dividido en dos
 partes muy distintas. En primer lugar, desde una posición digamos
que imparcial, Erasmo denuncia los ataques de Hoogstraten a Reuch-

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126 ERASMO DE ROTTERDAM

Un. Erasmo recuerda que él había recomendado moderación a Reuch-


lin y a los demás participantes en la disputa. Los amigos de Reuch-
lin le defendieron
un hombre incansablemente,
conciliador, la culpa erainsistiendo en que Reuchlin
de sus adversarios. era
Estos mis
mos amigos tenían ideas muy dispares acerca de Hoogstraten: para
algunos de ellos, este era azuzado por personas que se ocultaban;
 para otros, iba a la caza de dinero y de prestigio. Entonces Erasmo
acaba de leer la  Apología  de Hoogstraten. «¿He de decirte la im
 presión que me ha causado? Lo hago muy a pesar mío, pero quiero
decir la verdad, tenía mejor opinión de Su llustrísima antes de co
nocerte como tu propio santo patrón en letra impresa.» A conti
nuación, sigue empleando este tono de amable condescendencia. Se
hace difícil constatar si quien tiene razón es Reuchlin o Hoogstra
ten. «Nadie me ha encomendado esta tarea, y, si se me encomenda
ra, creo que rechazaría el encargo.» Luego cambia súbitamente de
tono, desata su ira contra Hoogstraten, porque este en su última
obra ha tenido la osadía de calificar de heréticas las anotaciones
hechas por Erasmo a algunos pasajes del Nuevo Testamento. Sólo
al final se dispensa al infeliz inquisidor, en un acento algo más
suave, el consejo paternal de que piense en la dignidad de su orden
y, en general, en la dignidad del estamento teologal.
Erasmo adopta en este caso una actitud que le caracteriza. Am
 bos lados le reclaman. Él deja bien claro que simpatiza con Reuch
lin, aunque sin identificarse con él. Mediante cartas y escritos, am
 bas partes buscan hacerse publicidad. Esta mezcla de distanciamiento
yTambién
consternación encaja
encaja con perfectamente
el conflicto, conúltima
que en él carácter de aErasmo.
instancia él sólo
le afecta en cuanto a sus consecuencias, en lo que atañe a la defen-
-sa de las sacrae litterae.

Su actitud fue muy distinta en el segundo conflicto de aquellos


años: la polémica con Lefévre d’Étaples, que alcanzó su máxima
virulencia entre 1516 y 1517. Los humanistas franceses tenían a Le
févre por un hombre moderado. Este había publicado diferentes
textos de Aristóteles, pero llevaba sólo una década dedicado al es
tudio de la Biblia. En 1509 había publicado el Quincuplex Psalte- 
rium, una edición de los salmos en cuatro traducciones latinas anti
guas, además de un quinto texto latino revisado, elaborado por
él mismo sobre la base de las traducciones. Adjunto había una pa

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128 ERASMO DE ROTTERDAM

Poco tiempo después, apareció una reimpresión de los comenta


rios de Lefévre a las Epístolas paulinas. En ella se refiere con todo
detalle a la opinión expresada por Erasmo y la rechaza vehemente
mente, calificándola de impía y de blasfema contra Cristo y contra
Dios. De este modo, convertía la divergencia con Erasmo en una
ofensa a la ortodoxia cristiana. La reacción no se hizo esperar. En
agosto de 1517, Erasmo sacó a la luz una prolija  Apología  (LB
IX 17-50), escrita en un estilo muy brillante, en la que defendía
su ortodoxia y se ocupaba también de la exégesis de Hebreos 2.
A pesar de que este anunciaba un texto excrito en tono amistoso
(A 597, 35-36), algunos de sus pasajes destilan una ironía mortal.
Las reacciones que suscitó el texto ponen de manifiesto que los
humanistas de la Biblia lamentaron profundamente esta disputa:
los adversarios iban a sacar provecho del asunto. No hubo respues
ta por parte de Lefévre d’Étaples.
El conflicto rebasaba los límites de una polémica académica.
Emergieron antagonismos perentorios. Estos aparecieron en dos te
rrenos. En primer lugar, cada parte del conflicto tenía su propia
imagen de Jesús. A Lefévre le parecía impío hablar de la humilla
ción de Jesús. Le parecía ridículo que el salmo 21 (22), 7 «Pero
es que yo soy gusano, y no hombre», Erasmo lo concibiera como
un aforismo que Jesús se aplica a si mismo: en los mismos términos
hablaban de Jesús los impíos judíos. Su Jesús es la excelsitud. Eras
mo, por el contrario, lo ve como la imagen del dolor. «No le infli
gimos ninguna afrenta cuando hablamos de su humillación: su cruz,
sus azotes los veneramos respetuosamente, su ultraje es nuestra glo
ria»
Jesús(LB VI 990 F).
es legitima, Reconoce
pero que la imagen
en ella encuentra que Lefévredetiene
una anticipación de
la glo
ria en ciernes: «Jesucristo es admirable en uno y otro sentido, pero
el aspecto de la humillación nos toca más de cerca, puesto que el
deslumbramiento por la grandeza parece corresponder mucho más
a la vida futura» (LB IX 32 E). De modo que, en el dictamen
exegético de Erasmo, su espiritualidad desempeña un papel muy
relevante. Jesús es el crucificado sobre el cual ya había meditado
en el  Enquiridion
expresado en las   palabras
y al cual del
él encuentra del modo más vivamente
Nuevo Testamento.
También en el terreno del estudio de la Biblia, Erasmo sostiene
otro punto de vista. En efecto, parte del hecho de que en el salmo
8 se está hablando de Jesús, y sus ideas sobre este salmo se mueven

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LOS HUMANISTAS DE LA BIBLIA 129

dentro del marco de la cristología. A diferencia de Lefévre, en


este debate él se sitúa en la perspectiva del filólogo. De modo que
 plantea la cuestión de si el salmo 8 habla exclusivamente de Cristo.
Para él, igual que para san Pablo, el argumento no es concluyente,
 pues Erasmo considera que san Pablo raramente se siente libre de
ataduras cuando se refiere a los textos del Antiguo Testamento.
Por lo demás, ¿la Epístola a los Hebreos es realmente una epístola
 paulina? (LB IX 50 F-51 C, 53 F-53 E). Erasmo le reprocha a Le
févre que argumente igual que la gente que ataca a Reuchlin y que
arremeta contra sus propios comentarios (LB IX 60 B-D). En el
terreno de la exégesis, hemos de aprender unos de otros, hemos
de tener el valor de reconocer los errores, no hemos de recurrir
a la fácil acusación de impiedad (LB IX 62 B-D). Luego, Erasmo
enumera una impresionante lista de errores cometidos por Lefévre.
Él mismo señaló, y así se lo hace ver a Lefévre, algunos de estos
errores en su edición del Nuevo Testamento. ¿Por qué no hizo al
gunas correcciones para evitar que «los eruditos se rían o escandali
cen al leerle»?
le asesta (LB IXfinal:
la estocada 63 D). Tras referirse
«Tenías que habera otra serie de deslices,
abandonado la idea
de traducir y de redactar anotaciones. Yo ya había dicho que esto
no es lo tuyo. Tú estás capacitado para hacer grandes cosas. Esta
labor, aunque inferior, exige conocimientos de ambas lenguas. No
necesito decir públicamente la capacidad que posees al respecto:
tus escritos son un clamoroso testimonio de ello» (LB IX 49 C).
Aunque no muy agradable, el golpe daba en el clavo. Ahí se expre
sa un nuevo método para abordar la Biblia y hacer su exégesis.
Al viejo método de la concepción discursiva, característico de Le
févre, se antepone la sobria labor artesanal.

Cuando Erasmo escribe este folleto ha regresado a los Países


Bajos, donde apenas si reside un año. En el curso del año 1517,
se muda a Lovaina, primero a casa de un amigo, luego al colegio
«duvaLys»,
se donde permanece
progresivamente hasta
adaptando a la1521. Durante elhasta
vida académica primer año,
sentirse
como en su propia casa. Se le inscribe y, a veces participa intensa
mente, en la actividad universitaria. Dos son las cosas que le ocu
 pan incesablemente. La primera es, claro está, el Nuevo Testamen
to, cuya segunda edición está preparando. Además, Erasmo dedica
una considerable parte de su tiempo a la organización de la ense-
9, — e&ASMO
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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

130 ERASMO DE ROTTERDAM

ñanza de las tres lenguas en Lovaina. Hieronymus Busleyden, miem


 bro del Gran Concejo de Malinas y amigo de Erasmo, había dejado
en su testamento una importante donación para retribuir a tres pro
fesores universitarios y para dotar a ocho estudiantes con sendas
 becas. Fue una empresa muy ardua llegar a emplear el dinero ade
cuadamente. Al comienzo, los albaceas testamentarios querían con
esta suma ampliar uno de los colegios ya existentes poniendo como
condición que en él se enseñaran las tres lenguas. Este plan se vio
frustrado por la resistencia que opuso la facultad de filología. En
tonces, los interesados decidieron fundar un colegio relativamente
independiente de la universidad y reclutar estudiantes y profesores.
Erasmo intervino activamente en los preparativos, sobre todo en
lo referente a la selección del personal docente. Había depositado
en ello grandes esperanzas, pero los teólogos no ocultaban el temor
de que estos estudios pudieran llegar a socavar la autoridad de la
teología. En su biografía de Erasmo, Beatus Rhenanus comparó,
no sin motivos, el «collegium trilingüe» con el caballo de Troya,
de donde habían salido incontables personas versadas en las tres
lenguas (A I, p. 67, 401-402). Erasmo, en aquella época, dedicó
muchas energías a esa tarea y posteriormente, de vez en cuando,
siguió dando consejos.
Estas actividades contribuyeron a empeorar el clima reinante en
el curso del año 1318. En los primeros meses de 1319, la creciente
tensión desembocó en pequeñas escaramuzas entre Erasmo y algu
nos teólogos, que, aunque todavía no encerraban ningún peligro,

eran máspor
lanzado bien desagradables.
el profesor Levantódemucha
y vicecanciller polvaredaJean
la Universidad, el ataque
Briard
(Atensis), en el acto de la concesión de la licenciatura de teología
a un carmelita en febrero de 1319. Briard decía en su alocución
que era herético hacer el elogio del matrimonio en detrimento del
celibato. A ninguno de los presentes le cupo la menor duda que
con ello hacia alusión a Erasmo, quien en marzo de 1318 había
 publicado un  Encomíum matrimonii, un texto que había escrito ha
cía más de veinte años. Otro profesor de la facultad de teología,
Jacques Masson (Jacobus Latomus), en el mes de marzo, publicó
un  Dialogus,  en el que defendía la tesis de que el conocimiento
de las tres lenguas no era necesariamente indispensable para los
teólogos. No menciona a Erasmo, como tampoco lo hiciera Briard,
 prefiere dirigir sus ataques contra el joven humanista alemán Pe-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LOS HUMANISTAS DE LA BIBLIA 131

trus Mosellanus, quien en agosto de 1518 había hecho imprimir


el texto de una conferencia pronunciada en la Universidad de Leip-
zig donde hacia una apasionada defensa del estudio de las lenguas.
Pero el verdadero blanco del panfleto era Erasmo, especialmente
después de que este sacara por primera vez a la luz su  Ra tio  en
otoño de 1518. Entre tanto, el erudito inglés Edward Lee arreció
sus ataques, iniciados con anterioridad, contra el Nuevo Testamen-
to. Debido a todas esas disputas, la posición de Erasmo en Lovaina
se hacía cada vez más difícil. Por supuesto que no mantuvo la boca
callada. Publicó alegatos contra Briard y Masson. La polémica con
Lee el
cia, nocontenido
alcanzaríadesueste
cénitconflicto
hasta eldiscurrió
año siguiente. En última
por cauces instan-
muy doctri-
narios, de forma que era difícil que conmoviera al mundo.
Con razón, Erasmo podía aducir en su alegato contra Briard
que él no rechazaba totalmente el celibato. De hecho, el choque
con Masson fue más violento, aunque no frontal, y le brindó la
oportunidad de manifestar claramente que la teología servía de esti-
mulo a la piedad y que él mismo era piadoso (véase p. 89). A pri-
mera vista,
 puesto al leer este
que Masson texto,considera
también se diría que amboslaopinan
necesaria piedad.loPero
mismo,
hay
una diferencia: Masson se inclina más bien a pensar que la piedad
es algo objetivo, un estado que el ser humano llega a alcanzar,
un determinado contenido de la fe. Pero Erasmo, piedad significa
calor humano, fervor de los sentimientos, cosas que constituyen
condiciones irrenunciables para ejercer la teología. «Honestamente,
me parece poco teológico hablar de religión sin sentimiento» (LB
IX 90 B); un teólogo no sólo ha de intentar comprender la Biblia,
ha de «sentir, experimentar una profunda conmoción cuando lee
las Sagradas Escrituras» (LB IX 94 B). Estas afirmaciones constitu-
yen un complemento necesario a cuanto Erasmo expresó en rela-
ción a Lefévre d’Étaples. Necesario como el sobrio análisis, es tam-
 bién el corazón, que induce a la fe.
Ahora bien, lo que aquí sucedió fue algo más que el surgimiento
de una desagradable,
dentes. En esta poco disparatada e insignificante
edificante polémica, sucesión
se empieza de inci-
a poner de
manifiesto un movimiento de resistencia contra Erasmo y su méto-
do teológico. El entusiasmo de 1514 hasta 1516 empieza a desvane-
cerse y va apareciendo una oposición que había sido suscitada por
los ataques de Erasmo a la entumecida teología y a la agostada

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132 ERASMO DE ROTTERDAM

Iglesia. La edad de oro pierde su brillo. Por mucho que Erasmo


y también su obra quieran diferenciarse de la de Reuchlin, contra
él se agitan las mismas fuerzas que contra Reuchlin.
En este contexto, surge también la figura de Lutero. Cuando
Erasmo le menciona por primera vez, queda en el anonimato. En
marzo de 1518, Erasmo escribe a Tomás Moro: «Te mando el escri
to de Pace, unas tesis sobre las indulgencias papales y una recomen
dación en relación a la guerra contra los turcos» (A 785, 37-38).
El primer escrito disgustó a Erasmo, porque en él se citaba dema
siadas veces su nombre (A 776). El tercero era un dictamen oficial

elaborado en Roma
en noviembre porque
de 1517 una gran comisión
proponía presidida
una guerra por
ofensiva el papa
contra los
turcos con un ejército de 80.000 hombres. Erasmo pensaba que en
realidad no se trataba de una cruzada, sino de la expulsión de los
españoles de Nápoles (A 786, 15-26). Leyó las 95 tesis de Lutero
y se mostró de acuerdo con ellas: «A la Curia de Roma no le queda
ni el menor asomo de vergüenza, pues nada hay más impúdico que
esas eternas indulgencias» (A 786, 24). Lo cierto es que el escrito
de Lutero no era todavía sino uno de tantos textos de vida efímera
que se publicaron en aquellos años.

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10. EL CASO LUTERO

Lutero hizo una entrada muy discreta en el pequeño mundo de


los eruditos, era uno entre tantos que criticaba a la Iglesia y a la
teología. Pronto fue aclamado, principalmente en los círculos de
humanistas. Así sucedió también en Basilea. Cuando Erasmo se des
 plazó a esta ciudad en marzo de 1518 para preparar la segunda
edición del Nuevo Testamento y una reimpresión del  Enquiridion, 
advirtió que el nombre de Lutero era relativamente conocido. El
interés que se le dispensaba todavía no encerraba ningún recelo;
en Basilea —y no sólo allí—, se le tenía la simpatía que se profesa
a la gente con la que se congenia. «En Zürich, Lutero gusta a las
capas cultas, como también les gusta la  Ratio   de Erasmo», así se
expresaba Zuinglio la primera vez que mencionó a Lutero (Z VII
139, 15-17). Es la reacción típica de los humanistas: pronuncian
al unísono el nombre de Lutero y el de Erasmo. Durante los prime
ros años, sobre todo, los que le consideran como uno de los suyos
son los que se interesan por Lutero.
A primera vista, se diría que Erasmo comparte esta interpreta
ción. Su primera toma de posición frente a Lutero se dirige a un
 público muy amplio y es realmente sorprendente. En 1518 aparece
la nueva edición del  Enquiridion  con un importante prólogo donde
Erasmo formula un exhaustivo programa de reformas para la Igle
sia (véanse pp. 83, 89-90). En él hay un pasaje acerca de las desave

nencias
Isaac, unentre Isaac
pasaje y los
que filisteos
Erasmo a causa del pozo excavado por
actualiza.

Cuando alguien como Isaac, o algún miembro de su familia, ex


cava y encuentra una veta de agua pura, en el acto se defienden
y protestan, puesto que entienden que esta veta reduce sus benefi-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

134 ERASMO DE ROTTERDAM

dos, menoscaba su ambidón, aunque ella coadyuve a la gloría de


Cristo. Por eso echan tierra dentro y ciegan la veta con sus interpre-
taciones falseadas, ahuyentan al excavador o ensucian el agua ...
 No quieren que los que padecen sed de justicia beban de este agua
 pura.

Al final, Erasmo se expresa todavía con más claridad:

Quien es capaz de soportar la presencia de impostores, libertinos


y déspotas, cuyas enseñanzas no contribuyen a fomentar la piedad
sino a afianzar la propia tiranía, este practique la paciencia cristiana

si
si las disposiciones
también conducendea tales gentes sólo
la impiedad, acarrean
entonces calamidades.
es preciso Pero
pronunciar
la conocida sentencia de los apóstoles: antes se ha de obedecer a
Dios que a los hombres (A 858, 189-196. 539-598).

Era un lenguaje muy claro, sin hacer la menor referencia a


Lutero.
Pero esta era sólo la mitad de la historia. Erasmo se dirige tam

 bién a Lutero
a Capitón que por
juzgamedio de Capitón.
positivamente las En una conversación
93 tesis le dice
de Lutero, pero que
le da miedo que la cosa llegue a desembocar en una revuelta (ASD
IX, 1, 392, 402-404). Lutero debería tomar ejemplo de la cautela
de los apóstoles y guardarse sobre todo de ofender al papa. Sabía
que Capitón transmitiría su opinión a Lutero, como así sucedió
en realidad. Pero Erasmo también tuvo una actuación más directa.
Cuando se enteró de que Froben estaba considerando la posibilidad
de publicar algunos escritos de Lutero, intentó disuadirle de que
lo hiciera. Pero no lo consiguió (A 1167, 273-274). En noviembre,
Froben sacó un volumen de 490 páginas que contenía los más im
 portantes escritos de Lutero aparecidos hasta la fecha. El volumen
tuvo una gran acogida. El propio Froben declaró que jamás había
alcanzado una cifra de ventas tan alta; el libro se exportó a los
Países Bajos, a Inglaterra y a España. Erasmo se quedó perplejo
cuando vio que Froben había desoído su consejo. Desde los Países
Bajos, donde se encontraba tras su regreso en el mes de septiembre,
continuó lanzando nuevas advertencias, advertencias que esta vez
tuvieron éxito. El volumen fue reimpreso en diferentes ocasiones,
 pero no en los talleres de Froben.
 No había ninguna inconsecuencia en la actitud de Erasmo. En

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EL CASO LUTERO 135

 juiciaba la cuestión, tal como lo había hecho en el momento del


caso Reuchlin: como alguien que desde fuera de la cosa se siente
directamente interesado por ella. Estimaba muy legítimos los pri
meros escritos de Lutero, pero desde el comienzo encontraba en
él algo que le disgustaba. En cuanto al contenido daba la razón
a Lutero, pero su manera de prodigarse en público la juzgaba pro
vocadora. «Cuanto deseaba yo que mantuvieras siempre un lugar
de refugio abierto, especialmente cuando fueras atacado en el curso
de una disputa», escribió su portavoz, Capitón, a Lutero (WA Br
1, 91, 34-35).

¿Era, acaso,
a Lovaina, posible
Erasmo tuvosostener esta posición?
que enfrentarse Una vez decada
con dificultades regreso
vez
mayores. En la primavera de 1519, las imputaciones todavía reves
tían una cierta vaguedad, pero poco a poco fueron adquiriendo
mayor concreción, hasta desembocar en el reproche de que colabo
raba con Lutero. Se afirmaba que la doctrina de Lutero se apoyaba
en Erasmo, el cual era la verdadera fuerza propulsora de Lutero,
que los libros de Lutero los escribía Erasmo. Se trataba de «sospe
chas completamente infundadas», según dijo Erasmo, que ni siquiera
las toman en serio quienes las difunden (A 993,44-51; 1033, 96-102).
Fue un año agitado en la universitaria ciudad de Lovaina, sobre
todo después de que el cazador de herejes, Jacob van Hoogstraten,
llegara a esta ciudad con la condena de Lutero pronunciada por
la Universidad de Colonia en el bolsillo, un acontecimiento que
caldeó los ánimos. En noviembre de 1519 también la Universidad

de Lovaina
guido, condenó diversas
los adversarios manifestaciones
de Lutero de Lutero.
dirigieron sus ataques Acto
contra se
Eras
mo. En el invierno de 1519-1520, su posición se hizo cada vez más
 precaria, en los sermones se le atacaba con gran vehemencia
(A 1060, 19-36). Hubo incluso un decreto informal del director de
la facultad de teología que ordenaba someter a investigación los
libros de Erasmo (A 1035, 33-35).
¿Tenían fundamento las sospechas? La respuesta ha de ser ne
gativa, bien que por cierto las recriminaciones que se le hacían eran
algo más que meros productos de la fantasía. Erasmo, de su parte,
era totalmente consciente de las diferencias existentes entre los pro
 pios planes y los proyectos de Lutero; es comprensible, sin embar
go, que sus adversarios, por el contrario, prefirieran marcar el acento
en las coincidencias entre ambos. Erasmo y Lutero hacían frente

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136 ERASMO DE ROTTERDAM

común contra la teología tradicional, ambos exigían la renovación


de la Iglesia y protestaban contra los abusos que ésta cometía. ¿No
daba eso pie a que se pensara que existía un contacto entre ellos?
De hecho, hubo un cierto contacto, que, de todos modos, fue muy
formal. En abril de 1519, Erasmo escribió una carta al elector Fe
derico el Sabio de Sajorna, soberano de Lutero, en la que le infor
maba de las intrigas de Lovaina y donde entre líneas podía leerse
que él no consideraba que Lutero fuera un hereje (A 939). La carta
terminaba con el ruego de proteger a Lutero. Pero el propio
Lutero por aquellos días exigía más; en una linda carta escrita con

los bellos
 pues, adornos
si quieres, del latíny complaciente
admirado de ios humanistas, dice:
Erasmo, «Reconoce,
a este pequeño
hermano en Cristo» (A 933, 30-31). Eso era exigir demasiado. La
respuesta de Erasmo rezaba: «Hago todo lo posible por mantener
me neutral para poder prestar toda mi ayuda al resurgimiento de
las bonae litterae»  (A 980, 37-38). Además, informaba a Lutero
de las dificultades surgidas en Brabante y de su propia posición
al respecto: siempre protestó contra una condena de Lutero, si no
se procedía previamente a una minuciosa investigación de sus obras.
Sin que nadie se lo hubiera pedido, le dio a Lutero el consejo:
se obtienen mejores resultados con una obsequiosa modestia que
con actitudes fogosas; es mejor mantener una actitud cautelosa ante
el papa. Era una carta elegante, pero era una negativa. Erasmo
no aceptó la mano tendida de Lutero; creía que su trabajo debía
discurrir por otros cauces. Llama la atención la diferencia de tono

entre
estabalaconvencido
carta que dirige
de queal Lutero
elector necesitaba
y la que dirige a Lutero.
protección, Erasmo
protección
a la que él quería contribuir en todo lo que estuviera en su mano,
 pues su perdición sería la señal esperada por sus adversarios para
iniciar el ataque contra los humanistas de la Biblia. Por otro lado,
Lutero debería comportarse de un modo que permitiera darle pro
tección.
Las cosas hubieran sido mucho más fáciles para Erasmo si en
esta época hubiera hecho manifestaciones o hubiera escrito contra
Lutero. A pesar de la presión que ejercieron sobre él, se negó a
ello obstinadamente. Cuando, por primera vez, en una carta adjun
ta (véanse pp. 178-182) a una edición de los popularísimos Collo- 
quia,  expuso públicamente su relación con Lutero, Erasmo se en
contraba entre la espada y la pared:

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EL CASO LUTERO 137

En lo que tiene de bueno tomo partido por él, en lo que tiene


de malo no lo tomo ... No soy su acusador, ni su defensor, ni su
 juez ... Por lo demás, por qué habría de ser causa de enfado que

alguien,
un hombre al margen de labuena
que es una cuestión en litigio,
persona —eso muestre simpatía
incluso lo por
reconocen
sus propios enemigos—, por alguien que si bien —llevado por una
 justa irritación— ha tomado la palabra con una fogosidad que reba
sa los límites de lo tolerable, podría ser, sin embargo, encauzado
en otra dirección, un admirable instrumento al servicio de la causa
de Jesucristo (A 1041, 28-30).

La frase, intrincada, pero sutilmente formulada, que recusa las


 posiciones de ambas partes, tanto la de Lutero como la de sus ene
migos, es una actitud negativa que Erasmo pudo sostener mientras
la polémica en tomo a Lutero no se convirtió en el tema dominan
te. Y eso era precisamente lo que Erasmo quería evitar.

En el otoño de 1520, esta política resultaba insostenible. Desde


el verano, el sentimiento de desazón que se había apoderado de
Erasmo se había ido afianzando. Recibió la visita del impetuoso
Ulrich von Hutten, un adepto de Lutero, que anteriormente lo ha
 bía sido de Reuchlin. Hutten quería lanzarse a sangre y fuego con
tra Roma y para ello solicitaba la ayuda de Erasmo (ASD IX, 1,
202, 908-918). Por otro lado, Erasmo recibía una advertencia de
la corte imperial, conminándole a que no se mezclara en la cuestión
de Lutero (A 1195, 9-11). Lo peor de todo, sin embargo, fue la
 bula «Exsurge Domine», en la que se condenaban oficialmente los
41 erroresAdepartir
sensatez. Lutero. Para Erasmo,
de ahora, la al
se ponían bula era el colmo
descubierto de la in
los objetivos
de los enemigos de Lutero. «Les sabe a poco la derrota de un hom
 bre: si lo consiguen, nadie se librará de su insolencia. No cejarán
hasta aniquilar todas las lenguas y todas las culturas ... No quiero
inmiscuirme en esta tragedia ... Me aflige que se sepulte así la doc
trina del Evangelio» (A 1141, 11-14. 29-31).
Erasmo todavía intentaba evitar el mal. En septiembre decidió
dirigirse directamente al papa. En la carta separaba escrupulosa
mente la causa de Lutero de la suya, «nada tienen en común» la
una con la otra (A 1143, 11). Declaraba .que quería mantener su
fidelidad a Roma. Al final, aparece claramente su verdadera inten
ción. Primero, se tenía que haber refutado a Lutero y, en todo

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138 ERASMO DE ROTTERDAM

caso, condenarlo después. «Los espíritus libres y nobles aceptan


con satisfacción que se les instruya, pero rechazan las imposicio
nes» (A 1143, 76-77). Es un acto realmente temerario: después de
la bula que amenaza a Lulero con la excomunión, Erasmo le elogia
y se pronuncia demoledoramente en contra de la bula.
Era demasiado tarde. En septiembre, Girolamo Aleandro, ex
compañero de estudios de Erasmo y a la sazón nuncio papal, lleva
la bula a los Países Bajos; el 7 de octubre, se adhiere a la bula
la Universidad de Lovaina; el 9 de octubre, el carmelita Nikolaas
Baechem, que pertenece al claustro de la universidad, pronuncia

un sermón
ataca en la
a Lutero iglesiaexpone
y luego de Sanque
Pedro en el
Erasmo que dejó
nunca en primer lugar
de prestarle
su apoyo y que Lutero en su afán de novedades cayó victima de
sus propios errores. Instó a su auditorio: «¡Permaneced fieles a
lo viejo. Rehuid lo nuevo. Permaneced fieles al viejo evangelio!».
La cosa no podía estar más clara: los pecados de Lutero tenían
su origen en el «Nuevo» Testamento de Erasmo. Algunos días más
tarde, Baechem volvió a aparecer en escena: «¡Si no se calman,
también a esos se les llevará a la picota!», exclamó (A 1153, 15-92).
Erasmo estaba indignado y se quejó —en vano— al rector (A 1153).
Acaso entonces ocurriera un incidente, sobre el que Erasmo infor
mó años más tarde. Absorbido por una conversación con unos ami
gos, olvidó inclinar la cabeza al pasar ante el crucifijo. He aquí
la reacción que tuvo un teólogo: «Juraría que es luterano» (LB
V 501 F; ASD IX, 1, 89, 673-681).
Por primera y última vez, Erasmo intenta influir en la marcha
de los acontecimientos mediante una intervención personal. Si los
 príncipes alemanes también condenaban a Lutero, este estaría irre
misiblemente perdido y sus enemigos comunes habrían triunfado.
En el curso del mes de octubre, Erasmo emprendió viaje a Alema
nia, donde Carlos V, tras ser coronado en Aquisgrán, quería deli
 berar con los príncipes alemanes en una reunión que había de cele
 brarse en Colonia. Desde 1516 era consejero de Carlos V, aunque
sin ningún
 pudo cometido.
difundir entre losApríncipes
través deunalgunos intermediarios,
plan que Erasmo
había elaborado con
 juntamente con Johann Fabri (Fabro), un dominico de Augsburgo
en el que se abogaba por la constitución de un tribunal de arbitraje.
Carlos V, Enrique VIII y Luis II de Hungría habrían de designar
algunos eruditos de sus respectivos países, los cuales, tras mantener ■

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

EL CASO LUTERO   139

una conversación con Lutero, deliberarían en común y emitirían


un laudo arbitral con carácter vinculante. Opinaba que de este modo
cabía la posibilidad de que el papa se mostrara clemente, de que
Lutero se mostrara obediente (A 1199, 32-33). De hecho, la realiza
ción de este plan significaba no sólo que el papa diera muestras
de clemencia, sino también que transfiriera a otros sus atribucio
nes. En Colonia, Erasmo se entrevistó directamente —por expreso
deseo de los propios principes— con Federico el Sabio. El elec
tor acababa de recibir la exigencia papal de quemar los libros de
Lutero y de proceder a su extradición. Federico, antes de contestar,
quería hablar
El elector con laErasmo.
inició A todapreguntando
conversación prisa se preparó un encuentro.
cuál era el motivo
de la condena de Lutero. Erasmo titubeó un poco y luego dio la
respuesta que se ha hecho famosa: «Lutero ha pecado gravemente,
ha atentado contra la barriga de los monjes y la tiara del papa»
(WA Tr 1, 55, 34-35). Pero hubo algo más que ese dicho que había
de hacerse famoso. En esta ocasión, Erasmo volvió a mostrarse
en desacuerdo con la vehemencia y la arrogancia de Lutero (ASD
IX, 1, 182, 420-428). En esta conversación y en el consejo a Federi
co el Sabio, que acto seguido formuló por escrito, Erasmo también
insistió en la necesidad de constituir un tribunal de arbitraje. En
el curso de una charla con Aleandro, Erasmo vio muy claro que
un plan de estas características era utópico (ASD IX, 1, 150,
702-710). El nuncio le exhortó a que ahora depusiera su actitud
de resistencia contra la bula. Mejor sería para él ir a Roma, pues
si así lo hiciera podría disfrutar de una buena sede episcopal.
Tres semanas después, Erasmo regresó a Lovaina. Fueron unos
meses de invierno muy duros. En los oficios religiosos oía al predi
cador rezar por su conversión (A 1164, 56-58), se le hacía responsa
 ble de la agitación popular (A 1164, 73-75), y los teólogos le decían
muy a las claras que sólo lograría desvanecer las sospechas que
 pesaban sobre él escribiendo en contra de Lutero (A 1165, 39-41).
Pero nada de ello fue suficiente para modificar la opinión de Eras
mo. La verdadera crisis surge cuando este lee el escrito de Lutero
 De captivitate babyIónica,  un escrito sobre el cautiverio babilónico
de la Iglesia en el que Lutero rompe amarras con la doctrina de
los sacramentos vigente por aquellas fechas y con una Iglesia que
a través de esos sacramentos tiraniza a la personas y a sus concien
cias. Este libro era un ataque frontal a Roma, de modo que dejaba

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

140 ERASMO DE ROTTERDAM

de tener sentido la constitución de un tribunal de arbitraje; el inten


to de salvar a Lutero, él mismo lo había frustrado. Erasmo siempre
se referirá a ello (A 1186, 7; 1203, 23-25). Había proyectado ir
a la Dieta de Worms, donde había de decidirse el destino de Lute
ro, pero ahora renunciaba a hacerlo. Ya nada tenía sentido. De
todos modos, la influencia de Lutero se mantenía viva. «Es difícil
de creer cuánto ha llegado a calar Lutero en el corazón de muchos
 pueblos y cuán hondo ha anidado en ellos a través de sus libros
difundidos por doquier en todas las lenguas» (A 1192, 63-65). La
cristiandad lo había perdido, no quiso que se le salvara y con su
actitud hizo que la sospecha recayera sobre cualquier intento de
reforma.

¿Cuál era la posición de Erasmo en este momento? Su posición


la encontramos claramente reflejada en una carta, que él nunca
llegó a publicar, a Richard Pace, un humanista y diplomático in
glés, al que conocía desde hacía más de diez años.

 No salgo de mi asombro cuando pienso en la disposición de áni


mo en la que escribió Lutero. No cabe duda que contribuyó a conci
tar grandes odios contra los representantes de las bonae lilterae.  Es
cierto, sin embargo, que en muchos aspectos impartió excelentes en
señanzas, lanzó excelentes advertencias. La lástima es que echara
a perder las cosas buenas que tiene con las cosas insoportablemente
malas que le adornan. Pero aunque hubiera escrito con toda la ho
nestidad y conciencia, he de decir que yo no hubiera tenido el coraje
de jugarme la vida en defensa de la verdad. No todo el mundo tiene
suficientes fuerzas para enfrentarse al martirio. Me temo que si lle
gara la hora de la revuelta yo actuaría siguiendo el dictado de san
Pedro. Me dejo guiar por papas y emperadores cuando toman deci
siones acertadas: es justo. Los soporto cuando toman decisiones de
sacertadas: es lo más seguro. También me parece lícita esta actitud
 por parte de muchos hombres cabales cuando no existe la menor
esperanza de alcanzar el éxito (A 1218, 28-37).

Estas son las palabras que más se le han reprochado. De hecho


no constituyen una prueba de cobardía, sino que son un ejemplo
de autoanálisis sorprendentemente honesto. Estas palabras son per
fectamente congruentes con el comportamiento de Erasmo. En ve
rano de 1521 volvió a negarse a escribir contra Lutero, tras recibir 

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EL CASO LUTERO 141

una imperiosa conminación de Roma para que así lo hiciera. Poste


riormente, expuso sin ambages sus razones: Lutero era un mal ne
cesario, el mejor de todos los posibles en este momento (A 1522,
11-24).
En otoño, la posición de Erasmo en los Paises Bajos se hacía
cada vez más insostenible. La amenaza acechaba por doquier. En
diciempre fue detenido Jocobus Praepositus, prior del convento de
agustinos de Amberes, un hombre del que Erasmo había escrito
que era casi el único hombre que en verdad predicaba la palabra
de Cristo en lugar de contar fábulas humanas, un hombre que no

 buscaba el lucro personal


turno al secretario (A municipal
del concejo 980, 56-57). En febrero
de Amberes, le llegó
Cornelis el
Gra-
 pheus. Para dejar indemne a Erasmo se le imponía la condición
de que contribuyera a la lucha contra la herejía. Esta contribución
 podía consistir en combatir a Lutero en el terreno literario: esta
era la tarea que por de pronto habían pensado asignarle, según
dijo Erasmo (ASD IX, 1, 190, 646-660). Este escribió más tarde
sin ambages que ni podía abandonar su puesto ni hacer de verdugo
(A 2613, 20-21), y es más que probable que esta fuera la situación
que realmente le tocó vivir. Tenía que abandonar este ambiente
 para poder recuperar su independencia. A finales de octubre de
1521, emprendió viaje a Basilea. Allí vivió hasta 1529.
La salida de Erasmo de los Países Bajos es casi la expresión
simbólica del fracaso de sus intentos por resolver el caso Lutero
 por una vía conveniente. En los primeros años intentó apaciguar
a los tempestuosos monjes y teólogos. Cuando se frustraron estos
intentos, quiso llevar a efecto, por mediación de los príncipes, la
reconciliación de Lutero con Roma. Esta vez también fracasó
(A 1690, 57-60). Quedaba la opción de esperar hasta que se presen
tara una mejor oportunidad. La todavía sosegada Basilea le ofreció la
oportunidad de hacer las veces de Gamaliel. La expresión es de
su propia cosecha: Erasmo se comportó con Lutero como aquel
escriba que propuso no perseguir a los primeros' cristianos, pues

era mejor
de su esperar
parte (LB Xa que
1251el B).
paso del tiempo mostrara si Dios estaba
Un año más tarde se había acabado la tranquilidad. Entre tan
to, había muerto León X y, ante la sorpresa general, le sucedió
Adriano VI, el único papa neerlandés que ha habido en toda la
historia del papado, un buen teólogo escolástico, por el que Eras-

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142 ERASMO DE ROTTERDAM

mo no dejaba de sentir cierta simpatía. Al poco de haber subido


al solio, Erasmo buscó entrar en contacto con él; a finales de 1522
le escribió de nuevo, esta vez en términos muy concretos:

El mundo vuelve la vista hacia Vos, pues sois el único que puede
restituir el sosiego a la humanidad. Si Su Santidad lo ordena, gusto
samente ofreceré, en una carta privada, mi consejo —de cuya saga
cidad no respondo, pero sí de su sinceridad— acerca de cómo se
 puede acabar con este mal y cómo hacer para que no le sea fácil
volver a levantar la cabeza. Pues de poco sirve que se le reprima
con una violencia que haga posible poco después un nuevo estallido
mucho más peligroso, como suele suceder con las llagas mal curadas
(A 1329, 10-16).

Esta carta se cruzó con la respuesta del papa a una carta ante
rior, menos explícita, de Erasmo. La carta del papa era realmente
muy respetuosa para Erasmo, pero a la vez muy clara. El papa
consideraba que Erasmo podía cumplir dos tipos de tareas. La más
importante de ellas era escribir contra Lutero, pues asi podría él
mismo limpiarse de sospechas, contribuir al apaciguamiento de la
cristiandad y convertir a los herejes. «¿Os negaréis a utilizar la agu
deza de vuestra pluma contra el frenesí de esta gente, a la que,
a todas luces, Dios ha arrojado fuera de su vista? ... Despertad,
 pues, prestad vuestro apoyo a la causa del SeAor y aprovechad el
espléndido don de vuestro talento para honrarle tal como habéis
hecho hasta el día de hoy» (A 1324, 87-94). La segunda tarea con

sistíarecibió
 bién en quelaviajara a Roma.
respuesta Poco tiempo
a la segunda después,
carta (A Erasmo
1338): se tam
le permitía
dar consejo y debía emprender viaje a Roma. Pero lo último no
entraba, en modo alguno, en los planes de Erasmo, puesto que
allí se le hubiera despojado de su libertad de actuación. Su consejo
lo dio en una carta, que no publicó hasta 1529 y, además, sólo
lo hizo parcialmente (A 1352). Esa era su recomendación: una am
nistía general, restricción de la libertad de imprenta y auténticas
reformas. Suena bien, pero lo que tal vez en 1519 o 1520 hubiera
 podido tener expectativas de éxito, en 1523 no pasaba de ser una
quimera. La amnistía hubiera significado dejar sin efecto la bula
 papal y los edictos imperiales, era prácticamente imposible restrin
gir la labor tipográfica y, en cuanto al tercer punto, resulta que
la carta publicada por Erasmo se interrumpe precisamente en el

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EL CASO LUTERO 143

 párrafo donde parece que va a concretar, o puede que tampoco.


Erasmo no obtuvo respuesta, de lo que dedujo que Adriano VI
tenía otros planes.
La actividad de Erasmo no se limitó a estos contactos con el
 papa. En diferentes escritos de los años 1S22 y 1523, aboga por
la moderación, por la necesidad de refrenar la obsesión de querer
fijar todo en dogmas vinculantes y por la mutua tolerancia. Pero
el tono de su voz era muy apagado. Tal vez sería mejor decir: los
contornos de su ideal no eran muy nítidos y este se adecuaba poco
a unos tiempos en los que se estaban trazando lineas divisorias muy
claras. Lo que en una fase inmediatamente anterior todavía era re
volucionario, había sido rebasado por los acontecimientos. En mu
chos aspectos, su diagnóstico era correcto, pero el tratamiento pres
crito ya no producía ningún efecto. El diagnóstico lo encontramos
en tres frases de una carta de marzo de 1523 dirigida a Georg Spa-
latin, y por su mediación, a Federico el Sabio: «No temo a Lute
ro; en cambio, hay dos cosas que me preocupan. Si se aniquila
a Lutero, entonces resultará imposible armonizar a Dios y a los
hombres. De modo que no se puede abatir a Lutero sin destruir
una gran parte de la pureza evangélica» (A 1348, 30-34). Es un
hecho a destacar que Erasmo intente, a través de esta carta, acer
carse al movimiento luterano. Desde hacía dos años, no había teni
do el menor contacto con él. Pero todavía es más importante el
contenido. Erasmo expone con toda precisión el motivo que le ha
llevado a persistir con tenacidad en su política de reconciliación.
Si se aniquila a Lutero, se habrá aniquilado cualquier posibilidad
de reforma.
 No se estableció ningún contacto. La respuesta de Lutero de
 junio de 1524 —si se la quiere calificar así— consistió en una carta
a Oecolampadio, jefe del partido de la reforma en Basilea y que
anteriormente había sido uno de los humanistas de la Biblia de aque
lla ciudad. Lutero se expresa en términos muy negativos sobre Eras
mo: espera que deje de trabajar en el Nuevo Testamento; morirá
como Moisés en el país de los moabitas y no conseguirá llevar al
 pueblo a la tierra prometida (WA Br 3, 626, 14-25). Como es lógi
co, esta carta en seguida cayó en manos de Erasmo (A 1384, 54-58).
La ruptura final se produjo en el verano de 1523, coincidiendo
con la aparición de Ulrich von Hutten. Este estuvo en diciembre
y enero en Basilea, más pobre que una rata tras haber fracasado

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144 ERASMO DE ROTTERDAM

totalmente en su guerra contra la Curia y además enfermo de gra


vedad. A pesar de que Hutten deseaba ardientemente hablar con
Erasmo, este se negó obstinadamente a reunirse con él, pues temía
que la acogida de un huésped tan comprometedor le crearía grandes
dificultades entre todos aquellos que, de todos modos, ya le consi
deraban luterano. Para Hutten, este rechazo revestía un carácter
realmente simbólico, puesto que del mismo modo que a él le había
cerrado la puerta, Erasmo había dado siempre la espalda a los per
dedores y corría en pos de los vencedores. Llevado por esta disposi
ción de ánimo escribió su Expostulatio, una exposición de agravios,
un lamento, que apareció en Estrasburgo en junio o julio. El vigor
de la convicción de Hutten hace que el panfleto resulte altamente
 persuasivo. Se refiere a las relaciones de Erasmo con Reuchlin,
Hoogstraten, con los teólogos de Lovaina, con Aleandro, con el
 papa y siempre llega a la misma conclusión: Erasmo ha intrigado
y simulado, obra de mala fe y siempre está dispuesto a pactar con
el partido de los vencedores. Esta es la imagen que ofrece de Eras
mo: una gran inteligencia, pero ningún carácter. Erasmo conoce
la verdad, se pone en guardia contra su propia convicción por co
 bardía y debilidad de carácter. Erasmo se indignó y habló de «bar
 barie, descaro, jactancia y ponzoña» (A 1376, 18). Su Spongia (ASD
IX, 1, 91-210) apareció a comienzos de septiembre, a los pocos
días de la muerte de Hutten. Coincidieron toda una serie de desgra
ciadas circunstancias: se diría que hubiera querido polemizar con
un muerto (A 1389, 68-69). Erasmo seguía punto por punto el pan
fleto de Hutten, pero dedicaba más de la mitad del texto a refutar
la acusación de que al comienzo había sido partidario de Lutero
y que ahora había tomado partido contra él. Deja muy claro que
él es el mismo y que nunca ha permitido que le enrolen contra
su voluntad en las filas de un partido o en las de su adversario.
«Con toda la fuerza de mi voz doy fe constantemente, en numero
sas cartas, en numerosos escritos, en numerosas declaraciones, de
que no quiero verme envuelto en ninguno de los dos partidos» (ASD
IX, 1, 162, 9S2-9S3). Quiere cumplir la tarea que se ha propuesto
en la vida, fomentar las bonae litterae  y renovar la teología pura,
tanto si en ello coincide con Lutero como si no coincide con él
(ASD IX, 1, 170, 109-111). Siempre ha tenido un objetivo en su
 punto de mira: «Firmeza no es decir siempre lo mismo, sino ir siem
 pre en pos de lo mismo» (ASD IX, 1, 192, 674-675). Finalmente,

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EL CASO LUTERO 145

hace un llamamiento a la convivencia, aunque se tengan conviccio


nes diferentes. Nada se puede conseguir si, de un lado, impera la
disensión y los ultrajes y, del otro, las bulas y las hogueras.
Erasmo sabía que ya nada tenía sentido. Su posición entre dos
 partidos se había hecho insostenible. Hutten la había hecho invia
 ble. Ello no obstante, todavía tenía dudas: ¿había llegado el mo
mento de escribir un texto en contra de Lutero? En todo caso, a
comienzos de septiembre hizo una promesa al rey de Inglaterra (A
1385, 11-12); dos meses después menciona por primera vez el tema,
el libre albedrío (A 1397, 14-15). En febrero de 1524 ya había he

cho
huboundeprimer borrador
demorarse hasta (A 1418, 53-55).
septiembre. Ahora bien,
Es evidente la edición
que Erasmo du
daba. En mayo recibió una carta arrogante y conminatoria de Lute
ro. Por lo visto, Erasmo carece de energía, escribe Lutero, para
 poder pasarse decididamente a su lado. Si es débil y no le alcanza
el talento, lo menos que podría hacer es no editar ningún texto
en contra de él, lo mejor seria que se mantuviera en esa posición
de espectador de la tragedia. Si así lo hiciere, él también —Lutero—
se abstendría de combatir a Erasmo (A 1443). En estas circunstan
cias era fatalmente necesario sacar una publicación. En septiembre
de 1524 apareció simultáneamente el  De libero arbitrio  en Basilea
y en Amberes.

En la exposición que acabamos de hacer de las relaciones entre


Erasmo y Lutero no hemos hecho ninguna mención de la posición
que adoptó respecto a las concepciones de Lutero. Con lo que, se
 podría decir, lo más importante ha quedado desatendido. Toda esta
formulación ha sido hecha desde la perspectiva de Lutero, en nin
gún caso desde la perspectiva de Erasmo. A partir de 1519, el nom
 bre de Lutero aparece casi en cada una de las páginas de su corres
 pondencia; el curso de la vida de Erasmo a lo largo de estos años
está muy determinado por Lutero y, sin embargo, sólo esporádica
mente tenemos noticia de algo que haga referencia a la doctrina
de
unaLutero. En marzo
afirmación de 1521,
dogmática Erasmo
de Lutero menciona
sobre por cuanto
«que todo primerahace
vez
mos es pecado» (A 1195, 64-65). La tesis de que incluso las mejores
obras de los hombres son pecados es fundamental para Lutero. Pero
Erasmo no la toma en serio. Con una cierta ironía escribe acerca
de la vehemente impugnación de «una cosa de poca importancia»
10. — ERASMO

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146 ERASMO DE ROTTERDAM

(A 1225, 334), y luego toma precisamente esta afirmación como


ejemplo.
Las circunstancias eran muy distintas para los luteranos. A co
mienzos de 1522, Erasmo se entera de que algunas afirmaciones
de su Paráfrasis  de la Epístola a los Romanos 9 eran tildadas de
 pelagianas (A 1275, 24-28). Los partidarios de Lutero, con esta acu
sación, expresaban que Erasmo atribuía a los hombres la capaci
dad, basada en su libre albedrío, de decidirse a favor o en contra
de la gracia divina. De manera que Erasmo se alinearía en un frente
en el que figuran casi todos los Padres de la Iglesia, cuyo gran
error hubiera consistido en reconocer al ser humano una cierta auto
nomía en su relación con Dios. Esta inculpación venía de lejos,
 pues ya en 1516 Lutero, por mediación de Oeorg Spalatin, hizo
llegar a Erasmo algunas observaciones acerca de la interpretación
que este hacía de las Epístolas de san Pablo en las  Anotaciones  
al Nuevo Testamento. Erasmo negaba que en la Epístola a los Ro
manos 5, 12 se tratara del pecado original, pues él interpretaba
la expresión «justificación por la ley», que en la Epístola a los Ro
manos y en la Epístola a los Gálatas, san Pablo opone a la «justifi
cación por la fe», a la justificación que el cristiano cree poseer
en virtud del cumplimiento de las leyes ceremoniales del Viejo Tes
tamento (A 501, 48-72). Esta concepción encaja perfectamente con
el ideario erasmiano. Del mismo modo que san Pablo, en su tiem
 po, dirigió sus ataques contra los judíos y los cristianos que me
diante el cumplimiento de las leyes divinas querían volver a entrar
en el reino de los bienaventurados, así también Erasmo atacó a
aquellos de sus contemporáneos que daban prioridad a las ceremo
nias y al aparato exterior (véanse pp. 55-56). Esta concepción, para
Lutero, era una atrocidad, puesto que estaba convencido de que
san Pablo en este pasaje también ataca a quienes en su fidelidad
a la ley aspiran a alcanzar la bienaventuranza mediante el cumpli
miento de los diez mandamientos. No cabe duda que Lutero rela
ciona directamente la interpretación de esta parte substancial del
 pasaje con su afirmación de que todo quehacer humano es pecado.
Incluso las mejores obras de las personas no se justifican auténtica
mente ante Dios, si han sido consumadas fuera del ámbito de la
fe. Solamente cuando Dios nos justifica con su gracia, podemos
realizar buenas obras en el sentido propio de la palabra.
De esta observación se desprende con toda claridad el abismo

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EL CASO LUTERO 147

que separaba los mundos ideológicos de Erasmo y Lutero. Lo que


 para Lutero era un dogma central, para Erasmo era «poco impor
tante»; en otro lugar lo califica de «paradoja» (ASD IX, 1, 186,
521), una formulación intencionadamente afilada, que no se puede
tomar al pie de la letra. Tampoco se tomó excesivamente en serio
la acusación de pelagianismo. Deliberó al respecto con algunos teó
logos (A 1268, 82-85), pero lo que en última instancia le pareció
decisivo fue que estas palabras las había formulado en su Paráfra
sis en 1517, cuando ni siquiera había llegado a sus oídos el nombre
de Lutero (A 1342, 932-937). ¡Como si Lutero se quejara de una

divergencia de opinión,
vehementemente un climacuando, de hecho, lo que hacía era atacar
espiritual!
Hasta 1523 Erasmo no empezó a exponer con un cierto detalle
su punto de vista acerca de la cuestión del libre albedrío (A 1342
926-979). Aunque fuera cierto que en la práctica no existiera el libre
albedrío, nunca se le ocurriría decírselo directamente al pueblo. En
última instancia, se trataba de problemas filosóficos que ya se ha
 bían planteado con anterioridad a Jesucristo y que no eran sino
un «insondable abismo». Temía reforzar la indiferencia, esa indife
rencia que arrastra a las personas a las que se inocula la idea que,
en cualquier caso, todo depende de Dios. Algunos meses más tarde,
escribió a Zuinglio acerca del «enigma francamente absurdo» susci
tado por Lutero, refiriéndose a continuación a los conceptos funda
mentales de este, es decir, a la doctrina del pecado y de la justifica
ción. Le parece que no tiene sentido discutir sobre qué opinaba
realmente Lutero respecto a todo ello (A 1384, 9-14).
Estas son las únicas afirmaciones a las que se refirió Erasmo.
Habida cuenta que a su modo de ver las mencionadas manifestacio
nes revestían un carácter más paradójico que dogmático, considera,
sin hacer el menor caso del criterio de las instancias eclesiásticas,
que Lutero no es un hereje. Precisamente, en marzo de 1524, cuan
do acababa de terminar la primera redacción de su escrito contra
Lutero, Erasmo añadió a la nueva edición de sus Coloquios  (véase

 p.
del 187) un diálogo
diálogo se pone entre un luterano
de manifiesto que yel un católico.
luterano En el plena
reconoce curso
mente el credo de los apóstoles, de manera que también se conside
ra ortodoxo (ASD I, 3, 363-374), cosa que es aceptada por el inter
locutor católico. La intención de Erasmo no puede ser más clara.
Apunta a que en lo fundamental no existen diferencias en lo que

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148 ERASMO DE ROTTERDAM

respecta a la esencia de la doctrina cristiana y, en consecuencia,


no cabe considerar hereje a Lutero.

Ello no obstante, vivían en mundos ideológicos distintos. De


forma que la cuestión estriba en saber por qué Erasmo intercedió
tanto a favor de Lutero y por qué sus adversarios se obstinaron
en asociarlo con Lutero. La respuesta es que Lutero y Erasmo esta
 ban más cerca el uno del otro de lo que ellos mismos querían o
 podían reconocer. Es muy significativo el testimonio de Martín Bu-
cero, el fraile dominico de Heildelberg que más tarde sería una fi
gura destacada de la Reforma en Estrasburgo y uno de los más
importantes dirigentes de la misma en todo el territorio de la Alta
Alemania. Estuvo presente en la disputa de Heildelberg, donde en
1518 Lutero hizo una clara exposición de sus ideas. Unos días más
tarde, informó de ello a Beatus Rhenanus, amigo de Erasmo. Le
ha parecido todo tan admirable que todavía se siente plenamente
fascinado por Lutero, es como si flotara en el aire. En medio de
este exaltado elogio de Lutero aparecen las frases: «Coincide en
todos los respectos con Erasmo. Parece incluso que en un aspecto
le supera, pues lo que este susurra, él lo enseña libremente en públi
co» (Bucero Corr. 1, 3, 54-56). Eso es lo que dice Bucero, cuando
todavía a nadie se le ocurre pensar en la caza de herejes, y él ha
escuchado a Lutero sustentar precisamente aquellas tesis, que Eras
mo posteriormente, sin tener en cuenta su verdadero alcance, des
 pachará tildándolas de paradoja. Lutero no estaba solo. En aque

llos primeros
muchos años, deentusiasmados
que estaban las ñlas de los con
humanistas
Lutero de la Biblia salieron
y viceversa; la pri
mera generación de eminentes teólogos de la Reforma estaba cons
tituida en su mayor parte por humanistas de la Biblia. Encontraban
en la teología de Lutero una profundización del ideario de Erasmo,
una teología que a ellos les parecía —erróneamente— que también
se hallaba presente, en estado latente, en Erasmo, o acaso conside
raron la teología de Lutero más superficial de lo que era.
Ello implica la presencia de una base común. Esta se encontraba
en parte en el método de interpretación de la Biblia, menos en el
 propio Lutero que en sus partidarios. El comentario a los salmos
de Johannes Bugenhagen, por ejemplo, es una típica pieza de tra
 bajo humanístico que pretende ofrecer la exégesis en sentido huma
nístico. Lo mismo cabe decir de los comentarios de Melanchthon

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EL CASO LUTERO 149

e incluso de sus  Loci communes   (véanse pp. 214-215). Es posible


que Bucero en Heildelberg descubriera, asimismo, en el modo cómo
Lutero operaba con la Biblia, elementos que le recordaran a Eras
mo, cuya obra conocía muy bien. Más importante todavía es la
crítica a diversos ritos y abusos eclesiásticos. En la mencionada car
ta, Bucero presenta a Lutero como «el más famoso denostador del
sistema de las indulgencias, contra las cuales nosotros hasta el mo
mento, a decir verdad, no hemos sido poco tolerantes» (Bucero
Corr. I, 3, 32, 33). De este punto arranca la fama inicial de Lutero.
En los años venideros, la crítica también juega un papel importante
en sus escritos, la cual culmina en el Comentario a la Epístola a 
los Gálatas de san Pablo,  publicada en 1519. En esta crítica se ad
vierte claramente cuán próximo estaba Lutero de Erasmo; en ella
enuncia a su manera, con mucha mayor aspereza que Erasmo, el
malestar existente en amplios circuios. En los más recientes análisis
de la obra de Lutero, este aspecto ha pasado a un segundo plano.
El principal interés se centra en la teología de Lutero. Ello constitu
ye, sin duda, una característica mucho más acusada de Lutero que

su críticadea los
muchos sus ritos eclesiásticos entre
contemporáneos, y a los abusos.
ellos Ahora
Erasmo, lasbien, para
cosas se
 planteaban a la inversa. Esta crítica era explícita y colocaba a Eras
mo en el seno de un amplio movimiento, su teología no implicó
ninguna ruptura, puesto que sus elementos escandalosos fueron con
templados como una paradoja. Ello no significa que los humanistas
de la Biblia hubieran estado plenamente de acuerdo con la crítica
formulada por Lutero. En 1522 Erasmo ya hablaba de personas
que eran «inmoderadamente» o «desmesuradamente» luteranas, las
cuales representaban el mayor peligro para el movimiento luterano
(LB IX 355 E. 356 D). Con ello también critica a Lutero, que debe
ría mostrarse más moderado.
La producción editorial de la época muestra muy a las claras
hasta qué punto Erasmo y Lutero fueron considerados como los
dos exponentes de un movimiento. En los mismos años en los que
los escritos de Lutero se hacen increíblemente populares, y las edi
ciones se suceden sin parar, también el número de ediciones de las
obras de Erasmo alcanzó su punto más alto. Hasta la segunda mi
tad de la década de los veinte no empieza a bajar el número de
ediciones de los textos de Erasmo: entonces Erasmo es aventajado
 por Lutero.

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11. LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO

«La suerte está echada, ha aparecido el escrito sobre el libre


albedrío, un acto de valor, créeme, tal como están ahora las cosas
en Alemania» (A 1493, 4-S). Con estas palabras, Erasmo anuncia al
rey de Inglaterra la publicación de  De libero arbitrio  (LB IX
1215-1248) en septiempre de 1524. No se sentía orgulloso de su la
 bor: la marcha de los acontecimientos le había empujado a escribir
contra Lutero. El propio Lutero le puso en el brete, desde Roma
yataque
desdea Inglaterra se lesurequería
Lutero. ¿Era a ello,
escrito un en Basilea
ataque? se esperaba
Melanchthon un
celebró,
inmediatamente después de la aparición del texto, la prudencia de
Erasmo, sin ocultar que existía una divergencia de opinión objeti
va. Le parece excelente que esta cuestión se discuta a conciencia;
le transmite a Erasmo la simpatía de Lutero y le refiere que este
tiene la intención de responder a Erasmo en el mismo espíritu de
moderación (A 1500, 42-61).
Moderado o no, en todo caso, era un ataque a Lutero, aunque
Erasmo calificara todo el conjunto de apología, de escrito de defen
sa (A I, pp. 42, 2). Ataca sin rodeos la  Assertio de Lutero de 1521,
 pero también arremete contra Andreas Karlstadt (LB X 1277 B,
1327 C-E) y Philipp Melanchthon (LB X 1277 B), además de ser
virse de Lutero para enfrentarle a Karlstadt y viceversa. Puso el
máximo cuidado para que no se le pudiera identificar con los más
enconados adversarios de Lutero. No escogió, como hicieron otros
tantos, un tema que suscitara emociones, como podía haber sido
los ataques de Lutero a la estructura de la Iglesia, a sus sacramen
tos, a la actitud del papa o de la curia. Prefiere abordar una cues
tión académica: ¿en qué medida la voluntad del hombre es libre
en el negocio de la salvación?, ¿ha de hacer algo y puede hacerlo

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LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO   151

 para lograr la bienaventuranza, o depende exclusivamente de la vo


luntad de Dios? Erasmo se preparó muy bien. Consultó la obra
de numerosos Padres de la Iglesia, principalmente la de Orígenes,
san
entreJuan Crisóstomo,
los teólogos san Ambrosio,
medievales, san Jerónimo
especialmente y san
la de san Agustín;
Bernardo de
Claraval, santo Tomás de Aquino y Duns Escoto; y de los autores
recientes, la de Lorenzo Valla y, sobre todo, el libro de John Fis-
cher contra Lutero.
En efecto, quería referirse exclusivamente a las Sagradas Escri
turas con objeto de crear una base común de diálogo con Lutero,
 pero tema necesidad de los mencionados teólogos para dar forma
y poner los cimientos de su propio criterio y para hacer la exégesis
de la Biblia. Se trataba de una cuestión substancial, y también de
un planteamiento, en el que ambas partes habían adoptado posicio
nes muy alejadas unas de otras, en el que Melanchthon defendía
unas concepciones que a Erasmo le resultaban totalmente inacepta
 bles (A 1496, 32-41), pero, a la vez, de una cuestión sobre la cual
ambas partes podían discutir sosegadamente. A la postre, era tal
el
unacalado del problema,
respuesta ambigua, que
en elresultaba imposible
fondo era salir del
mucho mejor paso con
callarse que
seguir hablando (LB IX 1216 CD).
En todo caso, eso es lo que creía Erasmo. Durante un año y
medio estuvo esperando una respuesta. Cuando finalmente llegó a
sus manos en febrero de 1526 el  De servo arbitrio de Lutero, apare
cido en diciembre de 1525, se advertía a primera vista que Lutero
era de otra opinión. La constatación «que no existe el libre albe
drío» fue una cuestión de vida o muerte para Lutero. Era como
si su apasionado texto y la moderación propugnada por Melanch
thon se hubieran transformado en cólera en la pluma de Lutero,
una cólera tanto más violenta cuanto que a Lutero le costó mucho
 ponerse a escribir. Decía que la culpa la tenía Erasmo: este no ha
 bría aportado ningún argumento nuevo y su forma de proceder era
tan desapasionada que al principio a Lutero le costó mucho llegar
a cobrar impulso (WA 18, 600, 17-601, 1).
Sin embargo en opinión de Erasmo, sí que había cobrado im
 pulso Lutero. Estaba incluso horrorizado al percatarse del trata
miento recibido por parte del reformador. Este no solamente le til
daba de incapaz y mentecato, sino que además le acusaba de
menosprecio a las Sagradas Escrituras, de aniquilamiento de la reli

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

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LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRfO   153

escrito, aparece la diatriba  (LB IX 1241 D-1248 D). Es ahí, basán


dose en los pasajes de la Biblia a los que se ha referido, donde
Erasmo emite su propio juicio. En esta parte mantienen una especie
de pronuncian
se diálogo unasenvoces queAsepesar
contra. pronuncian
de que aErasmo
favor y no
otras voces que
disimula sus
opiniones, esta conversación queda abierta. Al comienzo asegura:
«Hasta el momento hemos compilado pasajes» (LB IX 1241 D),
y al final: «He hecho una compilación. El juicio que lo emitan
los demás» (LB IX 1248 D).
 No puede existir el menor género de dudas acerca del carácter
que reviste el escrito de Lutero. Concluye así: «La verdad es que
yo en este libro no he compilado pasajes, sino que he hecho afirma
ciones rotundas; en ellas me mantengo. No dejo que otros emitan
el juicio. Más bien aconsejo a todos que obedezcan» (WA 18, 787,
11-13). Hace aserciones, afirmaciones rotundas, pues la verdad de
Dios está en juego. «Se ha de manifestar placer en hacer afirmacio
nes rotundas, de lo contrario uno no es un cristiano» (WA 18, 603,
11-12). Este tono de irrebatible seguridad hace que el libro a veces
sea muy irritante, pero, por otro lado, también lo hace sumamente
legible. Desde el punto de vista de la composición, es realmente
flojo: Lutero sigue paso a paso la exposición de Erasmo. Su plena
identificación con el tema y su seguridad en la causa que defiende
hacen que el libro resulte impresionante.
El  Hyperaspistes  es una autodefensa en su acepción más pura.
En la primera parte, publicada en 1526, Erasmo aborda la explora
ción que hizo Lutero de su escrito de introducción al  De Iibero 
arbitrio
rias que  yleno cesa Lutero.
inflige de lamentarse
El tonodegeneral
todas
las humillaciones
del escrito es algoeplañi
inju
dero. La segunda parte, aparecida en 1527, se ocupa de la argu
mentación de Lutero, de la contradicción que supone un libre
albedrío muy restringido frente a la concepción representada por
Erasmo. El escrito es muy extenso y difícilmente legible, aunque
la culpa de ello no cabe achacarla sólo a la extensión. La primera
 parte es dos veces y media más extensa que todo el  De libero arbi
trio,  yel volumen de la segunda parte
Ahora bien, la composición también es es el séxtuplo
mala. del mismo.
Erasmo sigue punto
 por punto el  De servo arbitrio de Lutero, de ahí que su exposición
sea fatigosa. Hay pasajes, sin embargo, que resultan agradables de
leer, principalmente los que adoptan forma de diálogo en la según-

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LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO 155

Sagradas Escrituras, elaboran concepciones distintas a tenor de los


objetivos que se plantean. Quien se sienta turbado por la negligen
cia con la que un gran número de personas cumplen los mandatos
divinos hará hincapié en la libertad de querer o no querer propia
del hombre; quien, como Lutero, considere que el gran peligro es
triba en la confianza que se deposite en las propias obras, confiará
 poco en el albedrío de las personas. Se han de evitar ambos extre
mos, en una discusión equilibrada conviene encontrar una vía de
compromiso, aunque pueda ser necesario por motivos pastorales,
en un determinado momento, acentuar unilateralmente una de las
dos partes. Ese es un modo de desplazar el problema, puesto que
Erasmo, partiendo de la contradicción del texto, da una interpreta
ción contradicctoria del mismo. Lo dice explícitamente: en cuanto
a las Sagradas Escrituras no existe discusión, pues ambas partes
las veneran, las desavenencias existen en cuanto a la interpretación
de la Biblia (LB IX 1219 B). Más tarde insiste en lo mismo y pro
 pugna una interpretación que no se atienda meramente a la letra
de los pasajes de la Biblia que a primera vista parecen excluir toda
libertad
drío sonde decisión:
muchos los pasajes
y diversos y tandeclaros
la Biblia
que aresulta
favor del libre albe
imposible ne
garlos: un rechazo absoluto del libre albedrío sería absurdo; el re
conocimiento de una cierta incidencia de la voluntad humana,
entendiendo que es mucho mayor la incidencia de la gracia divina,
 puede explicar los motivos que guían a Lutero para recusar cual
quier tipo de incidencia de la persona (LB IX 1248 B-D). De modo
que Lutero tiene la razón de su parte en la interpretación de la
Escritura, siempre que reconozca que su concepción no es válida
en todas las circunstancias. En la situación actual, constituye un
elemento de rectificación saludable, pero, cuando confunde esa in
terpretación con la verdad absoluta, no hace justicia a la substancia
del texto sagrado.
Lutero, como Erasmo, parte de la unidad del texto. Esta unidad
radica en su contenido: Jesucristo. Una vez levantada la lápida del
sepulcro de Jesucristo y revelado el sumo secreto, ya nada puede
ocultarse. Es posible que ciertos pasajes de la Biblia sean incom
 prensibles, pero el objeto, el contenido del texto, es muy explícito.
Si, de todos modos, algunas personas todavía consideran oscuro
el texto sagrado, la culpa es sólo suya, de su propia ceguera. «Si
uno se tapa los ojos y se retira de la luz hacia la oscuridad, no

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156 ERASMO DE ROTTERDAM

 puede llamar oscuro al sol» (WA 18, 607, 14-16). Corresponde a


este misterio de Cristo, que ha sido revelado, el reconocimiento
de que la salvación tiene un origen tan privativamente divino que
cualquier idea acerca de la incidencia del ser humano es totalmente
insensata. Con ello, Lutero encuentra un eje claro para su teología.
Todos los pasajes de la Biblia que Erasmo aduce para defender
el arbitrio humano deben tener necesariamente otro significado. En
tonces, Lutero se ve enfrentado con la cuestión de cómo es posible
que tantos hombres descollantes en la historia de la Iglesia pudieran
haber defendido un cierto libre albedrío de la persona. Eso le pare
ce a Lutero una prueba más que demuestra que su convicción es
correcta. A través de su modo de ver, las cosas muestran lo que
la persona puede hacer con la tan loada libertad de la voluntad
humana. El hecho de que los comentadores no entiendan el texto
no se explica por una carencia de entendimiento, sino porque el
ser humano se halla dominado por Satán (WA 18, 658, 17-661, 24).
Las diversas concepciones de uno y otro inciden directamente
en los métodos empleados por ambos contendientes. Erasmo puede
reconocer que determinados versículos de la Biblia excluyen la exis
tencia de toda libertad de la voluntad humana. Evidentemente, él
tiende, en la medida de lo posible, a mitigarlos, pero, si no lo lo
gra, puede interpretar una sentencia demasiado determinista del texto
 bíblico con la finalidad allí expresada: una tal sentencia sirve para
aminorar la excesiva confianza en las posibilidades del ser humano
(LB IX 1239 A, E). Eso no lo hace Lutero, ni tampoco puede utili

zar este método.


Finalmente, refirámonos a una característica de las diferencias
de contenido. A este respecto, la cuestión que se plantea es dónde
reside la peculiaridad de Erasmo y por qué en última instancia,
éste hubo de atacar a Lutero. Al final del  De servo arbitrio,  Lutero
hace su propia profesión de fe:

En lo que a mí concierne confieso que si pudiera elegir desearía


no tener libre albedrío. No quiero tener la posibilidad de alcanzar
 por mis fuerzas mi propia salvación ... me encontraría sin un suelo
 bajo los pies. Aunque tuviera que pasar toda una eternidad hacien
do buenas obras, jamás mi conciencia podría decirme cuántas ten
dría que llevar a cabo para satisfacer a Dios ... Pero Dios me ha

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LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO 157

quitado la preocupación por mi salvación. Ahora sé que mi salva


ción no depende de mi voluntad sino de la suya ... Ahora poseo
la certidumbre. Pues Dios es leal (WA 18, 783, 17-31).

Lutero se ve a sí mismo como pecador y no de otro modo,


la característica substancial del hombre es ser ser-pecador. Toda
la existencia del ser humano es una huida de Dios. En última ins
tancia, nuestras buenas intenciones y obras se reducen a nada ante
Dios. Dentro de este contexto, Lutero se refiere a las tentaciones
y peligros, a los espíritus malignos que acorralan al ser humano

y llegany espíritus
ciones a conseguir que nadie
malignos pueda
siguen salvarse.
existiendo Pero aun siny tenta
la inseguridad la in
terminable mortificación.
¿Por qué desconfía Erasmo de esta imagen del ser humano?
Una respuesta puede ser que su experiencia fue distinta de la de
Lutero. Huizinga pudo comprobar que en la vida de Erasmo no
hubo ningún camino de Damasco, no hubo ese momento de honda
conmoción a partir del cual todo aparece bajo una luz nueva y
distinta. Su evolución
en todo caso, transcurrió
sólo es una sin grandeshemos
primera respuesta; convulsiones.
de indagarEso,,
en
los motivos religiosos de Erasmo. Este dice en el  De libero arbitrio: 
«Hay un exceso de flaquezas, de defectos y maldad en la vida de
los mortales, de forma que uno, al contemplarse a sí mismo, podría
deponer fácilmente su orgullo —aunque no por eso llegaré yo a
suscribir la afirmación de que el hombre, aun el justificado, no
es otra cosa que pecado; no puedo suscribirlo por la sencilla razón
que Jesucristo llama al hombre “ renacido” y san Pablo lo califica de
“ nueva criatura” » (LB IX 1247 D-1248 A). Las últimas palabras
 ponen de manifiesto la peculiaridad de Erasmo. Cuando uno se
expresa como lo hace Lutero, no es que se recorte la dignidad del
hombre sino la posición que Dios en su bondad le ha otorgado.
El ser humano es una criatura nueva, esta es la razón de su existen
cia, y en su condición de nueva criatura tiene el cometido, a la
vez
sabeque
quelaelposibilidad, de servir
pecado persiste. En a Hyperaspistes
Dios. Naturalmente que
II   pone deErasmo
relieve
que el hombre más que malo es débil. La auténtica maldad sólo
anida en algunos; los seres humanos, por naturaleza, no son malos,
sólo se convierten en tales a través de un proceso que les lleva de
lo malo a lo peor (LB IX 1403 C). A veces, el ser humano le parece

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158 ERASMO DE ROTTERDAM

a Erasmo un Hércules en la encrucijada, constantemente obligado


a tomar decisiones. Detrás se encuentra la idea de que Dios elige
 por cuenta de los seres humanos y que guia a las personas débiles.
En el  De libero arbitrio, Erasmo, valiéndose de un ejemplo, expone
con claridad lo que piensa del modo como Dios se relaciona con
los seres humanos. Un padre muestra una manzana a su hijo de
 pocos años, le ayuda a acercarse y finalmente le pone la manzana
en sus manos. El niño no hizo nada de lo que poder presumir.
Lo único que el niño podía haber hecho era desdeñar la manzana
(LB IX 1244 E-1245 A).
 No es extraño que Erasmo se sintiera profundamente indignado
 por la interpretación de Lutero de la Epístola a los Romanos 3,
20: «por medio de la ley nos viene el conocimiento del pecado».
Lutero habría expuesto que efectivamente la ley poñe de manifiesto
el pecado pero no lo exonera. A continuación, enunciaba la dife
rencia entre la ley y el Evangelio: o! Evangelio presenta y remite
a Jesucristo como salvador (WA 18, 766, 8-767, 18). Erasmo pro
rrumpe: ni siquiera un tirano puede ser tan insensato que promul
gue leyes con el único objetivo de convertir a los humanos en in
fractores de la ley. Moisés y Jesucristo se expresaron de un modo
distinto acerca de las sagradas leyes divinas y san Pablo no escribió
que la ley me da a conocer el pecado, sino que la ley me enseña
a reconocer mi pecado como culpa (LB X 1347 A-1352 E). En una
carta personal a Tomás Moro, indica que esta afirmación de Lutero
constituye uno de los dos puntos críticos de su doctrina (A 1804,

51-54).
Con todo ello, Erasmo en modo alguno pretente exagerar la
 participación del ser humano en el logro de la salvación. Al co
mienzo y al final del camino de la salvación, que al contrario del
camino ofrecido por la teología medieval no posee carácter sacra
mental, el ser humano depende exclusivamente de, la gracia divina;
 pero en el transcurso del camino de salvación la gracia divina es
la primera causa, pero el albedrío humano es la segunda (LB IX
1244 AB). ¿Por qué razón? Porque de lo contrario la responsabili
dad humana no desempeñaría ningún papel. Ahí está el eje de la
cuestión: «sin embargo, si se niega rotundamente el mérito del hom
 bre, incluso del más piadoso, si se afirma que todas sus obras son
 pecado, si se dice que nuestra voluntad no da más de sí que la
arcilla en manos del alfarero, y si todo cuanto hacemos o deseamos

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO 159

se reduce a una necesidad categórica, entonces me asaltan muchas


dudas» (LB IX 1242 B). Y aunque fuera esta la verdad, no sería
lícito pregonarla a todo el mundo. Pues la consecuencia cierta se
ría, sobre todo para la masa del pueblo, de entregarse a una vida
más despreocupada e impía, apenas viniera en conocimiento de tal
doctrina (LB IX 1217 D-1218 C).
A la responsabilidad del ser humano corresponde, según Eras
mo, la fiabilidad de Dios; de un Dios que no es caprichoso, que
no exalta o rebaja caprichosamente al ser humano. En  Hyperaspis- 
tes II,  Erasmo se refiere a una ley

tan enraizada en el espíritu del ser humano que incluso los paganos
llegan a las mismas conclusiones: Dios es sumamente justo y bueno.
Si es justo no castiga eternamente a quienes no han pecado por pro
 pia culpa sino por apremiante necesidad, y no impone castigo algu
no al mal que él mismo realiza en los seres humanos. En su bondad
no abandona a nadie que no se abandone a sí mismo (LB X 1423 BQ.

ro. La fiabilidad
«Porque DiosdeesDios también
fiel», decía,juega
y a un inmenso papel
continuación en Lute
añadía: «No
me miente. Es tan poderosa y tan grande que ningún espíritu ma
ligno, ninguna tentación puede derrumbarlo y arrebatármelo» (WA
18, 783, 31-33). Lutero al contrario, se percató ciertamente de las
dificultades de Erasmo. Sin embargo, ¿acaso no se suscitan de esta
manera dudas acerca de la bondad y la equidad de Dios que conde
na a seres humanos sin merecerlo, seres humanos impíos por el
azar del nacimiento y que no está en su mano cambiarlo? Lutero
saca sus últimas consecuencias: «Aquí hemos de inclinarnos con
veneración ante Dios. Un Dios que demuestra su gran bondad y
su misericordia en la medida en que, sin merecimiento, justifica
y concede .la bienaventuranza. Todo lo demás hemos de confiarlo
a su sabiduría. Hemos de creer que es justo, aunque nos parezca
injusto» (WA 18, 748, 1-9). En la ya mencionada carta a Tomás
Moro, Erasmo considera que el segundo punto crítico de Lutero
es este: «El pecado de Adán ha pervertido de tal modo a todo
el género humano que hasta la acción del Espíritu Santo no es sino
causa de males» (A 1804, 52-54). Para Erasmo era realmente enig
mático que una persona pudiera llegar a expresarse de este modo.
En el  De ¡ibero arbitrio,  Erasmo ofrece a Lutero todos los pasajes

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160 ERASMO DE ROTTERDAM

de la Biblia en los que Dios exhorta a las personas a la conversión,


incluida la referencia a la palabra del mismo Dios en Ezequiel 33,
11: impío,
del «Por misino
vida,
quedice Yahvé,seelconvierta
el impío Señor, que
de no quiero lay muerte
su camino viva».
«¿Acaso el Dios piadoso se afligiría por la muerte de su pueblo,
si ¿1 mismo la provocara?», añade Erasmo (LB IX 122S F). En
su réplica a esta parte del  De libero arbitrio,  Lutero resulta suma
mente profundo. Establece la distinción entre un Dios que es predi
cado y un Dios que permanece oculto. Es verdad que Dios no desea
la muerte de los pecadores, pero ello sólo tiene validez en cuanto
es predicado
oculto, al quey no
se nos da a conocer.
conocemos Pero también
ni podemos someter existe el Dios
a examen. El
Dios oculto quiere la vida y la bienaventuranza, la muerte y la per
dición en virtud de su inescrutable voluntad (WÁ 18, 685, 1-686,
13). No cabe la menor duda de que Dios es justo, pero no lo es
al modo humano y según nuestras medidas humanas, si no no sería
Dios (WA 18, 784, 9-34). No es ninguna casualidad que en la obra
de Lutero no aparezca la idea de un camino de salvación, de un
 progresivo avance del ser humano en sus relaciones con Dios.
A Erasmo le resultaba imposible pensar en Dios en estos térmi
nos, y no era el único. Se ha conservado una carta en la que alguien
informa a Erasmo de una conversación que el informador mantuvo
con uno de los admiradores de Erasmo. El hombre, una persona
de alto rango, pregunta si Erasmo ha hecho alguna manifestación
acerca de la tesis de Lutero en la que este expone que Dios no
sólo
de laescarta
el causante
le lee endel
vozbien
altasino también
el pasaje deldel mal. Cuando dedicado
 Hyperaspistes el autor
a esta cuestión, el hombre agradece desde lo más hondo de su cora
zón las palabras de Erasmo, pues «a él nunca se le pudo meter
en la cabeza que Dios pudiera ser tan injusto, pudiera ser tan cruel,
hasta el punto de llegar a castigar a los seres humanos por algo
que los infelices cometieron arrastrados y obligados por él mismo»
(A 1881, 1-24). Este es precisamente el verdadero núcleo argumen-
tal de la defensa de Erasmo: ¡Dios no es así! Lutero considera que
es una blasfemia pensar en Dios en términos tan humanos. Erasmo
considera que es una blasfemia pensar en Dios en términos tan dia
 bólicos: «¿Quién podría decidirse a amar de todo corazón a un
Dios que alimentaba el infierno con el suplicio eterno con el que
castiga, en virtud de sus propias fechorías, a infelices seres huma

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LA POLÉMICA SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO 161

nos, a un Dios que parece regocijarse en los tormentos que infli


ge?» (LB IX 1217 F).
En el centro
misericordia de todo,
divinas», para Erasmo,
de hecho se sitúa
las dos, pues la «justicia
no cabe argüir la yuna
la
en contra de la otra. Erasmo reconoce a un Dios que en su miseri
cordia no puede ser injusto y le reprocha a Lutero que ensalce esta
misericordia de Dios para con algunos en modo tan exagerado, que
 para los otros ese mismo Dios no resulta tan siquiera justo, sino
simplemente cruel. «Para mi es realmente enigmático que puedan
ser consecuentes quienes exageran de esta guisa la misericordia de
Dios respecto a los piadosos y que respecto a los otros le hagan
 poco menos que cruel» (LB IX 1242 F). El Dios de Erasmo corre
el peligro de rebajarse a niveles humanos. Erasmo no pretende, sin
embargo, sopesar la esencia de Dios hasta el extremo de que en
este empeño desaparezca el temor reverencial. En realidad, lo que
le parece mal es que Lutero «se pronuncie con irreverente audacia
sobre las inescrutables decisiones que Dios toma en relación con
los seres humanos» (LB IX 1246 B). Al principio y al final del
 De libero arbitrio, Erasmo hace referencia a la Epístola a los Ro
manos 11, 33: «¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y
de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios y cuán
insondables sus caminos!» (LB IX 1216 CD, 1246 B). Erasmo no
se atreve a ahondar en esta reflexión cuando piensa en la diferencia
existente entre las personas: las altamente capacitadas, se diría que
creadas para el bien, las otras de cuerpo contrahecho o apenas dife
renciadas
que someterde alasexamen
bestiasa —y
Diosa basándose
Lutero se le
en ha ocurrido
esta cuestiónnada menos
sumamen
te más ardua (LB IX 1246 A).
Uno y otro quieren que Dios sea Dios, uno y otro se echan
en cara que pretenden hacer de Dios una cuestión de números, uno
y otro, en última instancia, hablan sobre lo inefable.
El balance se convirtió en un ajuste de cuentas. Lutero sólo
sentía animadversión hacia Erasmo, y este manifestaba una absolu
ta incomprensión respecto a Lutero. En esta ruptura entre ambos
hombres a menudo se ha simbolizado la ruptura entre la Reforma
y los humanistas. Bernhard Lohse (Lutero 77-79) señala justamente
que esta imagen no corresponde a la realidad en dos puntos. En
los círculos reformadores se continuó fomentando el estudio de las
lenguas y la interpretación de la Biblia. Al respecto es todavía más
II . — E tA SM O

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162 ERASMO DE ROTTERDAM

importante que la concepción de Lutero sobre la libertad de la vo


luntad humana no se incorporara al protestantismo en la forma
áspera formulada por él. En los escritos confesionales luteranos se
responde a esta cuestión con una precaución mucho mayor de la
que había hecho gala Lutero. Melanchthon, según propias manifes
taciones, en muchos aspectos se adhirió a Erasmo en la edición
de sus  Loci communes   de 1535 (A 3120, 18-20. 47-48). Posterior
mente, la posición de Melanchthon fue objeto de fuertes ataques
 por parte del luteranismo a causa de su concepción acerca de las
relaciones entre el libre albedrío y la Providencia divina. Ello no
es óbice para que quien recuperara las tomas de posición más extre
madamente violentas de Lutero fuera Calvino más que los discípu
los de Lutero. De hecho, cuando estos atacaron la doctrina de la
 predestinación de Calvino, atacaron indirectamente a Lutero.

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12. ENTRE ESCILA Y CARIBDIS

«Por lo que veo, mi destino es ser lapidado por las dos partes
en disputa, mientras yo pongo todo mi empeño en aconsejar a am
 bas partes» (A 1576, 9-10). Estas palabras de 1525 son un reflejo
de la posición de Erasmo en la década de los veinte. Todavía no
se ha producido la división de la Iglesia, pero ambos bandos se
hallan enfrentados y unos y otros dirigen su dedo acusador contra
Erasmo. «En Italia y en los Países Bajos me tienen por un lutera
no, mientras que en toda Alemania ... me consideran tan antilute
rano que no hay mortal más virulentamente agredido que yo por
los ardorosos partidarios de Lutero», prosigue la carta. En este ca
 pítulo abordaremos la década de los veinte desde la perspectiva de
los peligros que de ambos lados se ciernen sobre Erasmo, según
su propia valoración de la situación. Una vía intermedia entre Jesu
cristo y Belial sólo puede ser calificada de impía. «Pero seguir una

vía intermedia (A
de prudencia» entre Escila
1578, y Caribdis
22-25). en miestaban,
A un lado opiniónsobre
sería todo,
un signo
Pa
rís y España, donde Erasmo era considerado luterano: Erasmo ha
 puesto el huevo y Lutero lo ha empollado (A 1528, 11). Al otro
lado, no se encontraban propiamente los adeptos incondicionales de
Lutero. Se diría que a estos Erasmo los ignoró completamente a par
tir de 1525. Más dificultades le crearon los miembros del partido
reformador de Suiza. A estos hombres, Erasmo a menudo los cali
fica de luteranos, a pesar de que a partir de 1524 era muy clara la
diferencia de estos con Lutero. En  Hyperaspistes  I habla burlona
mente de Lutero y se refiere a «vuestra desunida unificación y a
vuestra por doquier dividida división» (LB X 1268 E). Quienes le
crearon mayores dificultades fueron las cabezas dirigentes de Suiza
y de la zona altoalemana: Ulrico Zuinglio en Zurich, Oecolampadio

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16 4 ERASMO DE ROTTERDAM

en Basilea, Martín Bucero en Estrasburgo. ¡No es de extrañar! En


1525 Erasmo escribe a su más enconado enemigo en París, el profe
sor universitario Natalis Beda: «Y ya ve Vd. donde he escrito esto,
viviendo entre Zurich y Estrasburgo y en ia ciudad donde imparte
 pública enseñanza Oecolampadio...» (A 1582, 96-98). Acabamos de
mencionar estos tres nombres: los dirigentes de la Reforma en la
zona suiza y altoalemana tenían afinidades intelectuales, hasta el
 punto de que se les podía considerar discípulos de Erasmo. Un he
cho que no hacia sino agravar las cosas, pues no era raro que hicie
ran referencia a los escritos de este.
La cosa empezó en la cuaresma de 1522, apenas medio año des
 pués de que Erasmo regresara a Basilea. Durante este año se que
 brantó de modo ostentativo y reiterado el precepto de abstinencia,
un suceso que simultáneamente también tenía lugar en Zurich. Con
ello, los participantes se proponían hacer una manifestación pública
de «libertad evangélica» (ASD IX, 1, 22, 115). En seguida se invo
lucró a Erasmo en el asunto, puesto que algunos jefes de la conspi
ración invocaron su ejemplo. Erasmo tenía una salud inestable y
tenía aversión a comer pescado, por eso, de vez en cuando, comía
carne de pollo. Puede que eso le indujera a coger la pluma. En
agosto se publicó su  De esu carnium   (ASD IX, 1, 3-50), una larga
carta dirigida al obispo de Basilea. El título induce a la confusión,
de hecho Erasmo aborda la cuestión del valor de las prescripciones
de la Iglesia, haciendo especial hincapié en las tres cuestiones que
estaban en el orden del día: el precepto de abstinencia, el celibato

obligatorio
Iglesia. de los sacerdotes y las festividades obligatorias de la
En torno a esos tres temas, Erasmo había hecho diversas mani
festaciones en los años precedentes. En cuanto a las prescripciones
sobre la abstinencia opinaba que su carácter, más que cristiano,
era judío; el celibato obligatorio de los sacerdotes le parecía inopor
tuno, habida cuenta de que se producían transgresiones en masa
que eran ignoradas a sabiendas; el número de festividades —en aque
lla época unas cien anuales, incluyendo los domingos—, en su opi
nión, era exagerado. El modo de tratar la cuestión adquiere una
dimensión especial en dos aspectos distintos. En primer lugar, en
virtud de la situación. Lo que hasta el momento había sido soporta
do silenciosamente, a partir de ahora fue exigido como cuestión
de principios por Zuinglio y los suyos a partir de los Evangelios.

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 16S

Erasmo condenó sin reservas los acontecimientos de Basilea: me


diante estos procedimientos, las personas demuestran que todavía
no están maduras para poder acceder a la auténtica libertad evangé
lica (ASD IX, 1, 23, 130-133). Ahora bien, los preceptos actual
mente existentes también constituyen una amenaza para la verdade
ra libertad, la libertad que predicaron Jesucristo y san Pablo.
Además, Erasmo se muestra indignado por el aspecto social. El
 precepto de abstinencia sobre todo supone una mayor carga para
los pobres que para los ricos, a lo que hay que añadir el peligro
que corre su existencia a causa del número creciente de festividades.

A
un ello hay quepapel
importante sumar
en también la codicia
la manipulación de de
loslapreceptos
Iglesia, que juega
eclesiásti
cos y en la concesión de dispensas. Los puntos de vista expuestos
 por Erasmo no sólo tuvieron mucha repercusión en Suiza sino tam
 bién en otras partes. Por ello, el escrito fue sumamente actual. Un
segundo significado lo adquiere a través del amplio contexto en
el que Erasmo inserta los mencionados temas. Aborda la cuestión
de hasta qué punto este tipo de preceptos eclesiásticos, y por ello
humanos, pueden tener carácter obligatorio. ¿Responde realmente
a la voluntad divina que la Iglesia imponga tales preceptos bajo
la amenaza de la perdición eterna en caso de infracción? Erasmo
considera que existe una gran diferencia entre pecado en sentido
 bíblico e infracción de normas humanas.
Detrás de ello late una determinada concepción de la Iglesia.
Para Erasmo, la Iglesia no posee una dimensión estática, puesto
que ha de ir adaptándose a las necesidades de una determinada
época. En la parte más hermosa de su escrito, dibuja la imagen
de la Iglesia como comunidad, definida, en virtud de su propia
esencia, por el amor. No ataca en modo alguno a la estructura
 jerárquica de la Iglesia. Ahora bien, la autoridad del obispo, en
sí absolutamente razonable, no ha de degenerar en una tiranía ejer
cida contra los creyentes. «Corderos son, pero más corderos de Je
sucristo que de los obispos ... El pueblo no está al servicio de los

obispos, sino ejerce


... El obispo que lossuobispos
dominiohan sido elllamados
sobre pueblo, apero
causa del pueblo
como un pa
dre lo ejerce sobre sus hijos o un marido sobre su amada esposa»
(ASD IX, 1, 38, 590-40, 611). En estas circunstancias lo que proce
de es la exhortación paternal, en ningún caso la violencia tiránica.
De modo que Erasmo no considera que el problema de los precep

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

166 ERASMO DE ROTTERDAM

tos de la Iglesia sea una cuestión aislada. Para él, lo que importa
es el carácter de la comunidad eclesial, a lo que se subordina la
cuestión concreta de las prescripciones eclesiásticas.
El escrito constituye un llamamiento a ambas partes. Erasmo
exhorta a los obispos a que se tomen en serio la cosa y a que con
sagacidad y prudencia orienten el movimiento de protesta por los
cauces eclesiásticos. Si los obispos se comportan realmente como
 pastores de sus rebaños, su autoridad no sufrirá el menor menosca
 bo, antes bien se afianzarán en la esencia de la fe. Erasmo también
se dirige al movimiento reformador de Suiza, al que aconseja que

no pierda
el ideal de launa
calma. Con
Iglesia este movimiento
purificada. asegura que
En este momento comparte
crítico, aboga
 por la permanencia de la actual Iglesia jerarquizada. Así que tam
 bién reacciona horrorizado cuando Zuinglio en su Apologeticus Ar-  
cheteles,  en ocasión de acontecimientos similares en Zurich, ajusta
las cuentas al obispo: «Te ruego encarecidamente, por el honor de
los Evangelios,...: si en lo sucesivo publicas algo, mejor que una
cosa seria, la tomes en serio» (A 1315, 2-4). Más tarde, Erasmo
escribió que su  De esu carnium   desató por primera vez la ira de
los luteranos en contra de él (A 1620, 48; 1679, 46-49); es más
que probable que al respecto pensara muy especialmente en Zuin
glio y en sus correligionarios de Basilea. Como veremos más ade
lante, la situación es la misma en las filas de los irreconciliables
adversarios de la Reforma. Sobre todo los teólogos de Lovaina y
de París lanzan sus dardos contra este escrito. Todavía en 1531
era uno de los textos más polémicos de Erasmo junto al  Elogio 
de la locura  y los Coloquios  (A 2566, 83-84).
La situación se agravó en los años 1525 y 1526. Mientras tanto,
en Basilea habían ocurrido muchas cosas, de suerte que Erasmo
ya hacía tiempo que no se sentía como en casa en la ciudad del
Rin. Oecolampadio atacó de distintas maneras al  De libero arbitrio, 
hubo religiosos que abandonaron las órdenes, se cerraron monaste
rios, Guillaume Farel estuvo en la ciudad en 1523-1524 y llenó de
tantos insultos a Erasmo que este instó al Concejo a que le retirara
el permiso de residencia en la ciudad, cosa que consiguió. Las gran
des dificultades surgieron en 1525, cuando Oecolampadio, en sus
 prédicas, abordó la cuestión de la Eucaristía. El año anterior había
estado en Basilea Andreas Karlstadt, uno de los más veteranos com
 pañeros de lucha de Lutero en Wittenberg, quien tras la ruptura

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 16 7

con este se mudó a esta región en calidad de expatriado. Andreas


Karlstadt, en numerosos folletos sobre la Eucaristía, niega la pre
sencia dei cuerpo de Jesucristo en el pan y el vino de la Eucaristía.
Aunque Oecolampadio y Zuinglio no coincidieran con Karlstadt en
todos los puntos, compartían esta concepción. Erasmo tenía el pre
sentimiento de que se avecinaban calamidades: «Esta cosa termina
rá en un gran drama» (A 1522, 61-62). Tuvo razón. La disputa
sobre la Eucaristía alcanzó su máxima virulencia en 1525, suizos
y sajones se distanciaron totalmente unos de otros, hasta que final
mente se llegó a una ruptura. De modo que junto a una Iglesia

luterana aparecía
consecuencias una Iglesia
personales para reformada. PeroZuinglio
Erasmo. Tanto ello tuvo,
comoademás,
Oeco
lampadio —no así Karlstadt— eran también sus discípulos en lo
concerniente a la doctrina de la Eucaristía, hasta el punto de que
continuaron desarrollando algunas de sus ideas. Para Erasmo, la
Eucaristía era ante todo un acto comunitario de los creyentes. Po
nía el acento en la dimensión espiritual de la comida y la bebida,
en la fe, de modo que lo corporal se relegaba a un segundo plano
(véanse pp. 56-57). En 1525 corrían rumores en Basilea: Erasmo va a
escribir en contra de Oecolampadio, y a la vez: en realidad, Eras
mo está totalmente de acuerdo con Oecolampadio (A 1637, 9-13).
En efecto, Erasmo se propuso escribir un texto, pero en seguida
desistió de su empeño (A 1679, 92). En 1525 y 1526 la situación
se hizo extremadamente crítica. En Basilea y en Zurich, los repre
sentantes del punto de vista suizo intentaron en diversas ocasiones
que Erasmo se pronunciara con claridad. Erasmo podía afirmar
con toda razón que él jamás había negado la presencia corporal
de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía (A 1637, 47-53),
aunque es cierto que había socavado esta doctrina, en la medida
que le atribuía un interés más bien secundario. Quien discurría so
 bre ello todavía perseveraba en la carne, cuando lo único importan
te era el espíritu o, lo que es lo mismo, el goce espiritual de la
Eucaristía (LB V 30 E-31 A). De forma que seguía existiendo una
considerable diferencia con Zuinglio y Oecolampadio, aunque la
concepción de fondo fuera la misma, es decir, la idea de la incom
 patibilidad entre el cuerpo y el espíritu.
La crisis estalló cuando Oecolampadio publicó en septiembre
de 1525 un extenso y docto estudio sobre la Eucaristía. Se tuvo
la precaución de publicar el libro en Estrasburgo. El concejo muni

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16 8 ERASMO DE ROTTERDAM

cipal de Basilea había de decidir si prohibía el libro en Basilea.


Se procuró el consejo de cuatro expertos, entre los que se encontra
 ba Erasmo. Este respondió: «En mi opinión es docto, claro y re
dactado con el máximo esmero; quisiera añadir, además, que tam
 bién es piadoso, si piadoso puede ser algo que entra en contradicción
con la opinión y el unánime testimonio de la Iglesia. Desviarse de
la Iglesia me parece peligroso» (A 1636, 2-5). Se le hizo caso, pues
el concejo prohibió la venta del libro y también la publicación de
otras obras de Oecolampadio.
Ahora bien, es posible que no careciera de fundamento el rumor

que
se lecorría en Basilea
requirió de emitiera
para que que Erasmo no se sintió
un dictamen. muy
Era la feliz cuando
primera vez
que Erasmo daba una opinión categórica y directa sobre la Refor
ma en Basilea. ¡Qué diferencia con su «No» a Lutero de un año
antes! Entonces, a pesar de todas las presiones exteriores, emitió
un juicio porque quiso hacerlo; ahora, se sentía obligado por un
compromiso al que no podía sustraerse. Entonces, se trataba de
un asunto que él mismo eligió; ahora, de uno al que, por motivos
 personales, jamás se hubiera referido. Entonces, se trataba de un
misterio insondable temerariamente vulnerado por Lutero; ahora,
de una cuestión que le importaba mucho y que Oecolampadio ha
 bía abordado correctamente. No cabe duda que Erasmo podía in
cluso mostrarse de acuerdo con las conclusiones de este. El origen
de sus reservas estaba en el «consensus ecclesiae», en el unánime
testimonio de la Iglesia.
Precisamente, en relación a la Eucaristía, vuelve siempre sobre
el particular. En una carta muy personal a su confidente Willibald
Pirckheimer, escribe: «El punto de vista de Oecolampadio no me
disgustaría si no contrariara al consensus ecclesiae  ... Y yo, por
ciento, no puedo apartarme del consensus ecclesiae,  por eso no lo
he hecho» (A 1717, 52-56). Más tarde, en una nueva carta a Pirck
heimer, le dice que dudaría si la autoridad de la Iglesia no le con
fortara: «Ahora bien, para mi la Iglesia es: el consenso del pueblo
de Cristo en todo el mundo» (A 1729, 25-27). Con estas palabras
se expresa el profundo arraigo de la fe de Erasmo. Criticó mucho
y con aspereza las formas bajo las cuales se presenta la Iglesia,
soportó más a la Iglesia de lo que la amó. Pero la idea del consenso
había calado muy hondo en Erasmo. A primera vista, parece como
si se replegara en la tradición de la Iglesia, esto es, en el pasado,

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 169

o en la masa actual de los creyentes, como si a través de los tiempos


o en el mundo, la mayoría pudiera pronunciar la palabra decisiva.
Pero James K. McConica ha puesto claramente de manifiesto que
Erasmo ve las cosas con mucha más profundidad. Se trata de la
comunidad creada por el Espíritu Santo en la que se halla incorpo
rado el creyente en su condición de individuo. Un lugar que com
 parte con otros y que no le exonera del deber de prestar atención
con los propios oídos a la divina Escritura que le habla a él, pero
que le redime de la soledad. La Biblia es la cristalización del cons
tante diálogo de Dios con su pueblo, un diálogo que se inició con
los apóstoles y los evangelistas y que ha proseguido hasta nuestros
días. Así que la fe arraiga en la historia, en la tradición, pero no
se agota en ella, pues se desarrolla en el tiempo. En este diálogo
 participa el creyente como individuo y percibe lo que el espíritu
reveló en el pasado y lo que revela en la actualidad.
Las manifestaciones de Erasmo acerca de la concepción suiza
de la Eucaristía muestran hasta qué punto su pensamiento se halla
impregnado por este concepto. En 1S26 se le convocó para que
asistiera a la diatriba de Basilea, un diálogo sobre religión ante el
foro de toda la Confederación. Erasmo no hizo acto de presencia,
 pero en la carta que escribió emerge de nuevo el concepto del con
senso. Nunca había sustentado una opinión que se opusiera a cuan
to la Iglesia ha defendido hasta el día de hoy con grande unanimi
dad, «magno consensu» (A 1708, 38-42).

¿Iban a mostrarse comprensivos los adalides de la vieja Iglesia


con
que la posición
estos de Erasmo?
lanzaron contra élNo
en lo
la parece
décadaa de
juzgar por losyataques
los veinte en los
que exigían el «todo o nada». En 1522, el viejo adversario de Eras
mo, Baechem, ya quiso quemar en Lovaina la nueva edición de
los Coloquios; en 1524 volvió a generalizarse la hostilidad contra
esta obra. Algunos confesores llegaron hasta el extremo de negar
la absolución en la confesión de Pascua a los estudiantes que hubie
ran leído este libro. La Universidad de Lovaina consideró que esta
actitud era estéril, aunque este tipo de reacción en la práctica estu
viera provocada por su propia ininterrumpida agitación. En 1525
el profesor de la Universidad de Lovaina Jacques Masson escribió
un libro sobre el derecho de la Iglesia a imponer a sus fíeles precep
tos vinculantes, un libro que constituye un ejemplo de crítica obje

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

170 ERASMO DE ROTTERDAM

tiva de alto nivel, pero naturalmente causaban más impresión los


escritos injuriosos que se dirigían contra Erasmo.
Más peligrosos fueron los ataques que tuvo que soportar Eras
mo procedentes de París, pues la Sorbona era considerada el órga
no más importante de la Iglesia, sus juicios tenían mucho peso.
A partir de 1S23, se acrecentaron las dificultades; en 1524, el influ
yente síndico de la Sorbona, Natalis Beda (Noel Bédier), empezó
a examinar la Paráfrasis de Lucas. Luego, las objeciones se fueron
haciendo cada vez más enérgicas. En 1525 la facultad, a través de
Louis de Berquin, condenó varios pasajes de traducciones de las
obras de Erasmo. Este había intercalado en las traducciones partes
de las obras de Lutero y Guillaume Farel. Erasmo no lo sabía,
 pero se dio perfecta cuenta de que había algo que no encajaba.
Hasta entonces, Erasmo sufrió las consecuencias de una gran ani
madversión, pero no había sido condenado oficialmente. Las difi
cultades que podía acarrear una censura de este tipo aparecieron
claramente en la condena de Lutero por las facultades de Colonia,
Lovaina y París. Una amplísima correspondencia con Beda no pudo
impedir
quios,  enla 1527
agudización
siguió del conflicto.deEnvarios
la condena 1526 se condenó
pasajes de los
Colo
toda una
serie de otros escritos de Erasmo. En 1531 se publicaron oficial
mente las condenas y ello desató la ira de Erasmo: «No les basta
con matar a Erasmo. También quieren robarle el honor y pisotear
le» (A 2575, 13-14).
Estas actividades oficiales iban acompañadas de escritos anti-
erasmianos, redactados y editados por los famosos teólogos de la
Sorbona. En 1526 Beda publicó unas Annotationes, que iban dirigi
das en contra de Lefévre d’Étaples y de Erasmo. Se trata de un
escrito de escaso nivel en el que se fijaba la atención sobre una
serie de manifestaciones aisladas. De un calibre muy distinto fue
el Propugnaculum  de Jodocus Clichtoveus (Josse van Clichtove) edi
tado el mismo año. En este espléndido ensayo, Clichtoveus se ocu
 pa de las leyes de la abstinencia y de la comida, toda vez que consi
dera que la Iglesia posee el derecho de imponer este tipo de preceptos
con carácter vinculante. Dedica mucho espacio al rechazo de la ar
gumentación de sus adversarios Lutero y Erasmo, pero este rechazo
se basa en un peculiar tratamiento positivo de las cuestiones pen
dientes. Esta acometida fue tanto más grave cuanto que Clichto
veus asoció a Erasmo con Lutero y supo dar credibilidad al hecho

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 171

de que la crítica de ambos tenía una base común. Estos dos textos
 poseían un carácter semioficial. Además, surgieron otros enemigos,
de forma que resulta perfectamente plausible hablar de una campa
ña contra Erasmo dirigida desde París.
Así pues, no es de extrañar que este, en junio de 1526, se diri
giera a la facultad, a la más alta instancia jurídica, el Parlamento
de París, e incluso al mismo rey: «Si con la publicación de libros,
vosotros os permitís con harta frecuencia difundir calumnias sobre
nosotros, sin que nos sea posible rechazar las calumnias, ¿no es
lícito, entonces, decir que las famosas universidades se están con
viniendo en guaridas
se intentaba conducirledealladrones?» (A 1722,
campo enemigo (A 46-48). De esteEn
1722, 68-70). modo
ello
ve una confabulación: la trama empezó a urdirse simultáneamente
en España, Italia, Inglaterra, Brabante, Francia, Hungría y Polonia
(A 1753, 35-37). En este tipo de observaciones se perciben los sig
nos de una manía persecutoria que se ha ido apoderando de Eras
mo y que en el curso de la década de los treinta tomaría formas
 patológicas: entonces le parece que por todas partes acechan los
enemigos y que detrás de cada ataque se esconde, en última instan
cia, Girolamo Aleandro (A 3127, 37-46).
Ahora bien, ¿hacia dónde apuntaban estos ataques? Resulta sor
 prendente que el De esu carnium desempeñe un gran papel. Es sin
tomático: París se escandalizaba de todas las críticas que pudieran
afectar a la estructura eclesiástica en sentido amplio, puesto que
este tipo de criticas socavaban la estabilidad de la Iglesia como ins

titución.
duda Véanse de
la doctrina algunas acusaciones
la Iglesia referentepuntuales: Erasmo pone
a los sacramentos en
y a las
ceremonias eclesiásticas, plantea la cuestión de si la confesión fue
realmente instituida por Jesucristo, ridiculiza el ayuno y la absti
nencia, difama a la Virgen María, desaconseja la vida monástica,
condena los votos monacales. Todo ello se expone como una fati
gosa relación de afirmaciones hechas por Erasmo en sus escritos,
a veces sacadas de su contexto. Erasmo respondió siempre con in
cesantes nuevas apologías, con tanto detalle y tanta poquedad a veces
como sus propios agresores. En ocasiones, Erasmo se desahoga con
feroces ataques, como, por ejemplo, en un escrito en contra de Beda:

Yo no defiendo a nadie que con el pretexto del Evangelio se


consagre a la carne, yo no tengo nada que ver con las doctrinas

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172 ERASMO DE ROTTERDAM

de Lutero. No cabe duda que la doctrina de Lutero se aproxima


mucho más a esa espiritual y limpia filosofía cristiana que la teolo
gía de Beda ... Este sólo alberga un propósito: las instituciones hu
manas han de llenarlo todo —adoración de las imágenes, preceptos
sobre los manjares, distinción de hábitos de los monjes, confianza
en las obras humanas, semanas de penitencia, escaramuzas escolásti
cas sobre el sentido de las palabras. No condeno estas cosas, rechazo
únicamente su exageración y las supersticiones. Nada dice Beda so
 bre el vigor de la religiosidad evangélica, o se refiere a ella con tanta
frialdad que en seguida se percibe que su corazón no está empeñado
en este asunto (LB IX 718 EF).

Eso lo escribe Erasmo al tiempo que recibe en sus manos el


 De servo arbitrio  y dirige contra Lutero el  Hyperaspistes.
Los ataques procedentes de España, de haber durado más, hu
 bieran sido probablemente todavía más peligrosos. En este país,
Erasmo tenía muchos partidarios, más, incluso, de los que creía.
Marcel Bataillon (279) llega incluso a hablar de «invasión erasmia-
na» en aquellos años. El Arcediano de Alcor, traductor español
del  Enquiridion,  refiere a Erasmo que la obra se lee en la corte
imperial, en las ciudades, en las iglesias y en los conventos, además
de en las posadas y en los caminos (A 1904, 17-19). Sus enemigos
más acérrimos fueron los frailes mendicantes, quienes en 1S27 lan
zaron una auténtica campaña contra él. De su parte estaban el In
quisidor General y arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique, y el ar
zobispo de Toledo y primado de España, Alfonso de Fonseca, y
también el emperador. La consecuencia fue que la Inquisición fre
nó a los representantes de los franciscanos y de los dominicos que
habían detectado todo un catálogo de herejías y de errores en las
obras de Erasmo. En el verano de 1S27, se reunió la conferencia
en Valladolid que había de discutir el asunto con todos los implica
dos. Erasmo había de mandar a su defensor a la conferencia. Cuando
llegó el pliego de cargos a Basilea, la conferencia acababa de ser
aplazada debido al acechante peligro de peste; esta jamás volvería
a ser convocada, de modo que toda la cuestión se saldó con un
fracaso.
Erasmo, por su parte, se tomó las inculpaciones muy en serio,
hasta el punto de que no quería prescindir de una defensa, a pesar
de que desde España se le aconsejó con toda sensatez que no aña
diera más elementos que pudieran provocar a los frailes (A 1907,

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBD1S 173

24-27). En marzo de 1528, apareció su  Apología ad monachos H is


 panos  (LB IX 1015-1094). No cabe duda que en este asunto su in

clinación
 No era el aúnico
autojustificarse desempeña
motivo, también un papel
la Índole de la nada despreciable.
incriminación exi
gía una respuesta. En las acusaciones de los frailes españoles ocu
 paban, como en París, un lugar importante los presuntos ataques
de Erasmo a la estructura de la Iglesia. Pero era mucho más inquie
tante todavía la circunstancia de que los tres primeros capítulos
de los cuadernos de acusaciones llevaran el encabezamiento: contra
la Santísima Trinidad de Dios; contra la divinidad, la majestad y
la gloria de Jesucristo; contra la divinidad del Espíritu Santo. «Quis
non horreat hunc titulum?» «¿Quién no se estremece ante un enca
 bezamiento de esta especie?» (LB IX 1029 F), advierte Erasmo en
su escrito de defensa tras haber hecho mención del primer título.
Y motivo había para ello. Una condena en este punto era lo peor
que le podía suceder a una persona; de hecho, la mera acusación
representaba un peligro real. El reconocimiento de la Trinidad se
guía constituyendo
rechazo de la mismael bastaba
fundamento
para de
serlasentenciado
sociedad, de modo que
a muerte. el
Eras
mo no sabía que en el curso de las seis semanas que llevaba reunida
la conferencia de Valladolid, no se había ido mucho más allá del
examen de estos tres capítulos y del cuarto, en el que se trataba
de las arriesgadas afirmaciones de Erasmo sobre la Inquisición; la
conferencia había dado tiempo al tiempo. De todos modos, Erasmo
vio que era necesario desmentir esta acusación.
A losdetres
y antes primeros
defender uno capítulos
a uno losle99dedica
pasajesla de
mitad del panfleto,
sus obras, contra
los cuales se elevan las quejas, reúne una lista de unos 80 pasajes,
donde él reconoce expresamente la Trinidad. Una argumentación
que no cabe calificar de muy vigorosa. Hace una amplia exposición
de los dos puntos críticos, ambos procedentes de su edición del
 Nuevo Testamento. El primero se refiere a cómo aborda el «com-
ma Johanneum» (véase p. 105). Señala al respecto que en la última
edición ha incluido de nuevo la recensión más larga con el versículo
en cuestión. Sutilmente observa que el manuscrito, en el que apare
ce este versículo, es relativamente reciente, y que este manuscrito
contiene además correcciones hechas a partir de la Vulgata (LB IX
1031 F-1032 A). Con ello se acercaba mucho más a la verdad de
lo que él mismo se figuraba. El segundo punto era la observación

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174 ERASMO DE ROTTERDAM

de que en la Biblia al Padre a menudo se le llama «Dios», al Hijo,


en cambio, sólo de vez en cuando. Erasmo constata justamente que
él habia dicho que el nombre de «Dios» aplicado al Hijo sólo apa
rece «sin rodeos», «sin reservas», algunas pocas veces. Nunca ha
 bía negado que en varios pasajes de la Biblia se pone claramente
de manifiesto que el Hijo es Dios (LB IX 1040 B-D). Un procedi
miento de este tipo, sin embargo, no podía borrar las objeciones
que estaban sobre el tapete, puesto que estas iban mucho más al
fondo de la cuestión. Es más bien la observación inicial la que se
ñala el objetivo: él, Erasmo, siempre había partido de que el reco
nocimiento de la Trinidad estaba tan profundamente arraigado que
le parecía inimaginable que alguien pudiera acusar en alguna oca
sión a un cristiano de haberse desviado en este punto de la doctrina
de la Iglesia (LB IX 1023 D).
Ahora bien, Erasmo habia removido más cosas de las que reco
nocía, acaso más de las que se atrevía a confesarse a sí mismo.
El fraile agustino Juan de Quintana puso de manifiesto en el curso
de los debates de la conferencia de Valladolid que había leído con
mucha atención las obras de Erasmo. Había declarado que la frase
de Erasmo de que la teología «nada debe afirmar como seguro más
que cuanto estaba explícitamente declarado en las Sagradas Escritu
ras», (ASD V, 1, 146, 867-869) era absolutamente herética, a me
nos que Erasmo entendiera las palabras «explícitamente declarado»
formal y virtualmente, esto es, que no las interpretara literalmente,
sino más bien según el espíritu. Esta observación de un competente
teólogo nos pone en la pista de la divergencia fundamental de pare
ceres. Quintana se expresa como un teólogo sistemático, hecha de
menos en Erasmo —igual que Lutero dos años antes— una base
conceptual, desde cuya perspectiva pudiera ser interpretada la Bi
 blia como núcleo de referencia. ¿Qué actitud adoptó Erasmo? Se
defendió con vehemencia:

Si en el principio san Pedro habló de Jesús a un público hetero


géneo sin hacer mención de su naturaleza divina; si san Pablo ante
los atenienses sólo se refiere a él en su condición de hombre; si no
aparece en ningún lado que los apóstoles mencionaran la naturaleza
divina de Jesucristo en los sermones que pronunciaban ante el pue
 blo; si tres evangelistas en ningún momento llaman Dios a Jesucris
to; si eso sólo lo hace san Juan en algunos pasajes, a la vez que

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 175

san Pablo .... entonces, ¿por qué se me ha de considerar culpable


a mí si también me refiero a ello? (LB IX 1047 EF).

Quintana podía responder sin el menor esfuerzo a esta pregunta


retórica y trivial. Retrospectivamente, se puede reconocer la clara
contradicción entre el exegeta y el dogmático. Por lo demás, hemos
de constatar que las manifestaciones de ortodoxia, repetidas hasta
la saciedad, suenan absolutamente sinceras. De hecho, Erasmo no
tenía en modo alguno el propósito de desviarse conscientemente de
la doctrina de la Iglesia. Verdad es que sus declaraciones tienen
un
ría tono estridente:
de votos a su es comoentendimiento.
propio si a veces tuviera que vencer por mayo
Miguel Servert participó en la conferencia de Valladolid en su
condición de secretario de Quintana. Servet, que entonces era un
mocito de unos diecisiete años de edad, siguió los debates con la
máxima atención. Mientras que hasta este momento no había mos
trado el menor interés por la teología, a partir de ahora se entregó
en cuerpo y alma al estudio de la Biblia. Cuatro años más tarde,
apareció su obra  De trinitatis erroribus.  Carlos Gilly (277-291) ha
demostrado recientemente que Miguel Servet había estudiado a con
ciencia las  Anotaciones   de Erasmo al Nuevo Testamento y algunas
apologías que formaban parte del expediente de Valladolid. Los
escritos de Erasmo contribuyeron a acuñar sus ideas. Reiteradamente
aparecen en Servet aspectos del pensamiento de Erasmo bajo for
mas radicales. A Erasmo, este libro le pareció peligroso (A 2615,
 Restitutio christianismi
335-338);
de análogas reflexiones
1553 indignaron hechas
hasta tal punto en la
a Calvino que Servet encontró  
la muerte en la hoguera en Ginebra.

Erasmo, durante estos años, sólo pudo mantener un equilibrio


sumamente inestable. Su relación con Oecolampadio se fue enfrian
do, contempló horrorizado cómo las estructuras de la vieja Iglesia
se iban resquebrajando. En el invierno de 1528-1529, los gremios
de la ciudad tomaron la iniciativa de obligar a dar al concejo los
últimos y definitivos pasos: la retirada de las imágenes de las Igle
sias y la substitución de la misa por la ceremonia de la cena de
Cristo. En febrero estalló una sublevación incruenta, a consecuen
cia de la cual una serie de miembros católicos del concejo fueron
substituidos por evangélicos: Basilea se convirtió en una ciudad re

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176 ERASMO DE ROTTERDAM

formada. A pesar de que el grupo reformador no vio con buenos


ojos que Erasmo se mudara, en abril este siguió el ejemplo de des
tacados partidarios de la vieja Iglesia. Se fue a Friburgo de Brisgo-
via. En las cartas escritas durante aquellos dos meses se pone de
manifiesto la atracción que sobre él ejerce lo viejo. A pesar de no
haber participado nunca en un oficio divino evangélico, informó
sobre diversos aspectos negativos de los mismos. Sólo se predicaba,
las mujeres y los niños cantaban un salmo en alemán, se repartía
 pan como símbolo del cuerpo del Señor, alguna gente bostezaba,
 pero nadie lloraba sus pecados, sus sermones eran toscamente anti
católicos e invitaban abiertamente a la violencia, alguna gente salía
de la iglesia enfurecida, como si estuviera poseída por el espíritu
maligno (A 2133, 65-68; ASD IX, I, 292, 256-265). «En cuanto
a nosotros —escribe a su amigo Ludwig Bar, que ya se había mu
dado con anterioridad— pasamos aquí nuestra Pascua sin aleluya,
sin banquete de vencedores, aunque no sin ensalada del país. Mien
tras tanto, tenemos la sensación de estar junto a los ríos de Babilo
nia, de modo que no nos apetece cantar la canción del Señor en
tierra ajena» (A 2136, 3-6).
Pasó de un destierro a otro. Friburgo no le gustó nada, conside
raba que ni la ciudad ni la población sabían lo que era vivir. Pero
la vida en Basilea se le había hecho insoportable. Había de preser
var su independencia para poder proseguir su trabajo, y ello hubie
ra sido imposible de haber prolongado su estancia en Basilea. Una
vez convertida en obligatoria la cena del Señor según el rito protes
tante, alentó a su hombre de confianza en la ciudad, Bonifacio
Amerbach, para que se mantuviera fírme en este punto (A 2631,
1-52). A finales de 1529 se publicó su  Epístola in pseudevangelicos, 
una carta en contra de los llamados evangélicos: se trata ante todo
de una de las muchas apologías, dirigida en contra de Gerardo Gel-
denhouwer, de hecho una toma de posición ante la conflictiva situa
ción de la Iglesia. Sin ocultar sus grandes reservas en contra de
la vieja Iglesia, profiere un vigoroso No en contra de la Reforma.
«Si actualmente
situación vivierasesan
de la Iglesia, Pablo no
desataría, en creo que en
cambio, condenara la actual
improperios con
tra los pecados de los cristianos» (ASD IX 1, 308, 696-698). En
esto se percibe su convicción de que muchas de las transformacio
nes operadas en las Iglesias en el curso de los siglos estaban justifi
cadas. ¡Pero no todas!

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ENTRE ESCILA Y CARIBOIS 177

La insostenible posición en la que se encontraba y en la que,


en su opinión, también se hallaba el conjunto de la cristiandad,
se pone claramente de manifiesto en dos cartas. En una de ellas,
leemos: «Cierta gente contribuyó grandemente a la aparición de es
tos desórdenes, en la medida que tensaron la cuerda en exceso hasta
el punto que preferían romperla a conservarla dejándola algo suel
ta». Luego especifica: el papa obtuvo poderes excesivos; la predica
ción de las indulgencias se convirtió en un robo descarado; la ado
ración de los santos derivó en superstición; las iglesias rebosaban
de imágenes; la música de las ceremonias religiosas respondía más
 bien a las exigencias de una boda o de una bacanal; la misa la
celebraban sacerdotes de vida impía, quienes ejercían su ministerio
igual que un zapatero ejerce su oficio; la confesión se convirtió
en un recurso para embolsar dinero y para dar satisfacción a la
afición a las faldas; los sacerdotes y los frailes eran tiranos sin el
menor asomo de vergüenza (A 2205, 71-123). En la otra carta, tam
 bién dirigida a un amigo, aclara:

Ahora talavez
de afiliarme un me preguntes
partido si en cuando
... a veces, alguna ocasión
para misheadentros
tenido ganas
pien
so en la alevosa y contumaz infamia de algunas personas, se apodera
de mi un sentimiento de venganza genuinamente humano ... Pero,
al poco, el espíritu rechaza esta apetencia de la carne: ¿qué significa
esta idea impía? Si te haces el propósito de vengarte de la perfidia
de los hombres, no levantes la mano implacablemente contra tu ma
dre, la Iglesia, que a través del baño sagrado te ha engendrado en

hijo de
Dios, Jesucristo,
que que
a través de te hasacramentos
tantos alimentadotea proteje
través ydeasiste
la palabra de
(A 2136,
147-159).

 No es casual o accesorio que Erasmo escribiera esta segunda


carta durante sus últimas semanas en Basilea, la primera cinco me
ses más tarde en Friburgo.

■2.  — ERASMO

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13. LOS «COLOQUIOS»

En las páginas anteriores, hemos hecho repetida referencia a los


Coloquios,  la obra más conocida de Erasmo durante los siglos xvi
y x v i i  y, sin duda, una de las publicaciones que gozaron de peor
fama en vida de este. Como ya hemos visto, la Sorbona se lanzó
vorazmente sobre los Coloquios  y los puso de vuelta y media. Lo
mismo hicieron algunos famosos teólogos. El dominico Ambrosius
Pelargus, quien a pesar de todo siempre mantuvo buenas relaciones
con Erasmo, le escribió:

 No estoy en contra de tus propósitos, pero lamento el resultado,


si es realmente cierto lo que muchos aseguran religiosamente, que
tus Coloquios han pervertido a una buena parte de la juventud ...
En verdad, cabía imaginar un modo de proceder distinto y más hábil
 para ejercitar a la juventud y para fomentar los conocimientos lin
güísticos de los más jóvenes. En ningún caso un teólogo competente
debería prodigarse haciendo bufonadas improcedentes (Bellaria G 2
a, b).

Lutero coincide plenamente con Pelargus. Cuando en 1S33 pa


recía inminente la introducción de los Coloquios  en la escuela de
Wittenberg, dijo en una charla de sobremesa: «Si muero quiero
que se prohíba a mis hijos leer sus Coloquios, pues en los mismos
Erasmo dice y enseña muchas cosas impías bajo nombres y perso
nas imaginarias y exóticas, y todo con la intención de combatir
la Iglesia y la fe cristiana. También se ríe y hace escarnio de mí
y de otras personas ...» (WA Tr 1, 397, 15-18). ¡Profunda irrita
ción, gran indignación!
La verdad es que todo empezó del modo más inofensivo. En

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LOS «COLOQUIOS» 179

las postrimerías del siglo, Erasmo era un estudiante que vivía po
 bremente en París. Para ganarse el sustento enseñaba a jóvenes de
familias acomodadas y esta actividad le obligaba a reflexionar so
 bre qué método era el mejor para inculcar a sus alumnos los indis
 pensables conocimientos de latín. Se da cuenta de que no ha de
hacerlo mediante interminables estudios gramaticales, sino median
te un método vivo a base de diálogos entre profesor y alumnos.
El método no es ninguna novedad, pero Erasmo le confiere un to
que muy personal. Veinte años más tarde, en 1518, Froben de Basi-
lea publica un libro bajo el nombre de Erasmo, sin que este tuviera

conocimiento
gos, tal como de
lasello,
habíacon prácticas
dictado en ellingüisticas en forma
pasado. Erasmo no de diálo
se siente
satisfecho de esta edición. Indudablemente, la obra es suya, pero
contiene numerosos errores. Tras constatar que el libro goza de
una buena acogida, él mismo trabaja en una nueva edición mejora
da que se publica en Lovaina. También esta edición se hace en
seguida muy popular, y ello se explica porque contiene, por ejem
 plo, numerosas variantes de posibles fórmulas de saludo, la forma
educada de interesarse por la salud de los demás, la denominación
latina de diferentes relaciones familiares, ejemplos de latín correcto
e incorrecto; en una palabra, se trata de un pequeño manual muy
 práctico, un manual que por aquellas fechas tuvo su importancia.
Los jóvenes cultos no sólo habían de poseer conocimientos pasivos
de latín, sino que también habían de ser capaces de utilizarlo acti
vamente. Erasmo partía del hecho que los niños entre siete y ocho
años podían empezar a aprender latín y de que el maestro desde
el primer momento había de esforzarse en enseñar buen latín ha
ciendo aprender de memoria expresiones de uso frecuente. Erasmo
sabe que los niños aprenden fácilmente, sobre todo por imitación.
Su método se distingue porque, a diferencia de otros muchos, in
tenta inculcar al alumno el sentimiento de la diferencia entre buen
latín y latín «de cocineros». Erasmo, siguiendo los pasos de Lo
renzo Valla, habla de «elegancia de marmitonas» (ASD I, 3, 78,

60-61).
Los mencionados juicios negativos no se refieren a ese librillo
de escasas pretensiones. Como es habitual en Erasmo, este va des
cubriendo paulatinamente las posibilidades que encierra una deter
minada forma. En marzo de 1522 aparece una edición totalmente
reelaborada, mucho más detallada, en la que las indicaciones más

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180 ERASMO DE ROTTERDAM

sencillas sólo constituyen la primera parte; a continuación, siguen


conversaciones de mucho mayor alcance acerca de los más diversos
temas, generalmente en forma de diálogo. A los pocos meses, vuel
ve a salir una nueva edición con algunos nuevos diálogos que am
 plían el temario. En 1533 son ya once las ediciones oficiales, cons
tantemente ampliadas, hasta reunir finalmente 48 composiciones.
Bajo esta forma, los Coloquios  alcanzaron su gran popularidad,
a la vez que despertaban una fuerte animadversión en diferentes
sectores.
Tanto lo uno como lo otro es fácilmente comprensible. Las con

versaciones se componen
masiados largos, por los casi
que exclusivamente de fragmentos,
transita el conjunto no de
de la sociedad
del siglo xvi: el denominado noble caballero; la emperifollada don
cella burguesa, que no quiere ser menos que nadie; los peregrinos,
 burlados por los guías en los lugares sagrados; el moribundo, im
 portunado por los emisarios de las diferentes órdenes monásticas;
el alquimista en pos de la piedra filosofal; el hombre con doce ofi
cios y trece desventuras; la jovencita casada con el anciano decrépi
to atacado de un mal venéreo, y así sucesivamente. Como es natu
ral, también hay fragmentos malogrados, pero pocos. Los
interlocutores no son esquemas, sino tipos; Erasmo sabe incorporar
suficientes sorpresas. Llama la atención que casi no aparezcan ni
ños y sí, en cambio, muchos jóvenes y un número considerable
de mujeres, que para fastidio de todos los convencionalismos a me
nudo platican con mucho ingenio. El clero, más el regular que el
secular, y los moradores de los conventos, salen malparados casi
sin excepciones. Franz Bierlaire, que ha escrito dos hermosos libros
sobre los Coloquios,  los califica de charlas de sobremesa. En una
ocasión, el propio Erasmo menciona las charlas francas y jocosas
en tomo a una mesa, en las que no se perdona nada ni a nadie
(ASD IX 1, 172, 139-151). No dedicó grandes esfuerzos a todo ello,
 pues a veces escribía hasta tres conversaciones en un día (ASD IX
1, 478, 987-988).

De ataques.
tantos ese modoEnsela ponen de de
sociedad manifiesto
la época,las
la causas
Iglesia que
y sussuscitaron
servido
res ocupaban un alto lugar, tan privilegiado que era inevitable que
no generara perversión. A lo largo de toda la Edad Media, hubo
también enérgicas críticas a los fenómenos de degeneración en el
interior de la Iglesia. Ahora bien, la critica que hicieron Erasmo

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LOS «COLOQUIOS» 181

y sus contemporáneos tenía un carácter completamente distinto, pues


to que ya no implicaba el natural reconocimiento de toda la estruc
tura eclesial, sino que se situaba al margen de lo establecido, juzga
 ba y condenaba a distancia, no sólo reprobaba los abusos sino que
también ponía en duda la esencia de la institución. En opinión de
mucha gente, Erasmo ataca incluso el fondo mismo de la religión.
En eso, Lutero no discrepa de Pelargus. Y además estaba la forma
en que lo hacía. El colérico teólogo dominico, Ambrogio Catarino
Politi, tras la muerte de Erasmo, dijo que este «fue el primero en
sembrar la peor de las semillas en la tierra del Señor, diciendo a
continuación:
no hablaba en “serio”
Se trataba de un
. Lo que juego, adedecir:
equivale un ejercicio de oratoria,
he blasfemado con
tra Dios en broma, de modo que siguiendo la broma él mismo fue
arrojado al infierno por el diablo» (A 1804, 256 nota). Gracias a
esta forma dialogada, Erasmo tenía la libertad de examinar una
y otra vez las cosas desde diferentes ángulos. En una de sus apolo
gías observa: «Se me suele achacar la responsabilidad de todo cuan
to aparece en los Coloquios, sin considerar si se dice en tono jocoso
o en serio, ni el interlocutor que lo dice» (LB IX 1069 C). Eso
sólo es una cara del problema, pues Erasmo no es responsable de
lo que sus criaturas afirman individualmente. Por lo demás, cuan
do él se encuentra realmente a gusto es cuando deja que distintas
 personas examinen los distintos aspectos de una cuestión. De todas
las coincidencias existentes con el Elogio de la locura, no cabe duda
que la esencial es: en ambas obras, Erasmo se muestra del todo

engage,   pero modos,


De todos es espectador, no interviene
no hay que tomarse la en el con
cosa juego.
excesiva gra
vedad. Los Coloquios  iban fundamentalmente dirigidos a jóvenes
a los que se pretendía inculcar conocimientos de latín. Bierlaire (Les
Colloques 123-147) enumera una impresionante serie de ciudades
y regiones en las que los Coloquios son una materia de la enseñan
za. Ello empieza ya en 1523 y se mantiene hasta finales de siglo.
La influencia de los Coloquios  fue enorme, principalmente en In
glaterra y en la parte luterana de Alemania; a pesar de la contra
ofensiva de Lutero, en 1533 se introdujeron en Wittenberg. El libro
también fue muy estimado en regiones católicas, como Baviera, Es
 paña y Portugal. Al morir Erasmo, se habían alcanzado las cien
ediciones. Muy pronto aparecieron antologías para uso de escola
res, se hicieron traducciones e incluso una edición tan bien expurga

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182 ERASMO DE ROTTERDAM

da que sin ningún escrúpulo podían utilizarla escolares católicos;


con esta finalidad se refundió el diálogo acerca de los votos hechos
a la ligera en un diálogo sobre los votos hechos con devoción. Su
influencia no se redujo al siglo xvi. Son famosas las ediciones el-
zeverianas de la segunda mitad del siglo xvn: preciosos libros de
 bolsillo, bien impresos, mayoritariamente destinados a ser exporta
dos desde Amsterdam hacia Inglaterra. Todavía en el siglo xvm
aparecieron veinte ediciones predominantemente para uso de la en
señanza en las escuelas. A pesar de que los Coloquios, a partir
de la década de los cuarenta, figuraban en numerosos índices junto
a otras obras de Erasmo, diversas escuelas de regiones católicas
seguían utilizándolos con propósitos docentes. Había, incluso, edi
ciones en las que no se mencionaba el nombre de Erasmo para
eludir, claro está, las dificultades que pudieran surgir.
Un maestro de escuela de Brujas resumió admirablemente por
qué las escuelas tenían este libro en tal alta estima. Los renovados
Coloquios  de 1522 le parecen del mayor interés, tanto para los jó
venes como para los viejos, todos deben estudiarlos y aprenderlos
de memoria. En última instancia, cada uno aspira a que la conver
sación que mantenemos sea siempre clara y perfecta. A Erasmo
le promete que, gracias a los Coloquios, la juventud de Brujas se
convertirá en la mejor preparada del mundo, un gozo para la gente
culta, un acicate para los padres (A 1286, 17-20). En su exaltado
 panegírico, el maestro expresa una sincera esperanza en la educa
ción y, en especial, en la formación clásica. La lengua no es un
mero instrumento, el objetivo es educar para formar seres huma
nos, a cuyo efecto la lengua sirve de puente entre el joven y el
ideal del que este se halla penetrado. El propio Erasmo lo expresó
sin rodeos en 1524 en la introducción a la nueva edición de los
Coloquios:  el libro «ha contribuido a que muchos sean mejores
latinistas y mejores hombres». La literatura y la recta conducta no
sólo discurren paralelamente, sino que están indisolublemente uni
das (ASD I, 3, 124, 22-25).

Es imposible pasar revista a todos los diálogos. En lugar de


ello escogeré algunos que ilustran esta relación entre lengua y cultu
ra. En primer lugar,  El abad y la mujer instruida (ASD I, 3,403-408).
Se trata, a primera vista, de un fragmento inofensivo. El diálogo
se inicia con el asombro del abad al ver la habitación de la dama

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LOS «COLOQUIOS» 183

llena de libros, con la particularidad de que no son franceses, sino


latinos y griegos. El diálogo termina con la amenaza de la mujer
 —probablemente tomó como modelo a la ilustrada Margaret Ro-
 per, la hija mayor de Tomás Moro: «Si no os andáis con ojo, llega
rá un día en que nosotras presidiremos las escuelas de teología,
 predicaremos en las iglesias y nos incautaremos de vuestras mitras».
Una concepción de este tipo conduce, de hecho, a la configuración
de dos tipos, cada uno de los cuales desempeña un papel bien deli
mitado. El abad es la personificación de la necedad, un aficionado
a la caza, a la vida de la corte, a la bebida, a la tosca diversión,
al dinero, a mencionar el honor. La mujer es refinada, instruida
e inteligente y, además, reconoce que es tarea de la mujer cuidar
de la casa y educar a los hijos. Se daban todos los elementos de
una pieza de escándalo, pero Erasmo supo eludir este peligro.
Lo logra haciendo mención del tema desde el comienzo. El abad
dice con altanería que, en realidad, las mujeres de alta posición
tienen el derecho a entretenerse de un modo u otro. Luego, se inicia
el siguiente diálogo:

M a g d a l ia : ¿Tener inteligencia y llevar una vida agradable sólo Ies


está permitido a las mujeres de alta posición?
A n t r o n i u s : Asociáis erróneamente tener inteligencia con llevar una
vida agradable. Tener inteligencia no es cosa de mujeres. Llevar
una vida agradable es cosa de mujeres de alta posición.
M.: ¿No ha de vivir todo el mundo decentemente?
A.: Sin duda.
M.: ¿Pero cómo se puede vivir agradablemente sin vivir decentemente?
A.: Por el contrario, ¿cómo se puede llevar una vida agradable vi
viendo decentemente?
M.: ¿Luego aprobáis a los malos, pero que viven agradablemente?
A.: Pienso que quienes viven decentemente viven agradablemente.

Así se formula la pregunta que impregna todo el diálogo y a


la que ambos interlocutores dan respuestas controvertidas: ¿vivir
decentemente significa vivir agradablemente? o ¿vivir agradablemente
significa vivir decentemente? El abad se esfuerza en demostrar que
el mayor bien consiste en vivir agradablemente. Por eso no tolera
ni un ápice de erudición en sus 62 monjes, ni siquiera que tengan
libros en la celda: ello podría incitarles a la rebelión. Por esta razón
ni siquiera él mismo tiene libros: ¿de qué habrían de servirle? Una

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184 ERASMO DE ROTTERDAM

mujer ha de mantenerse al pie de la rueca, todo lo demás es pura


locura. Los libros no procuran sabiduría. Una mujer sólo alcanza
a concebir una vida agradable cuando esta coincide con una vida
decente. De este modo todo el diálogo descansa en el mismo equi
voco. El abad no comprende nada de los argumentos de la mujer
y naturalmente tampoco se da cuenta de lo estúpidas que son sus
respuestas. Únicamente en una ocasión parece entrever algo cuando
exclama: «Me recordáis a una sofista hablando con esa mordaci
dad». Su arrogancia masculina no le permite percatarse de hasta
qué punto se han invertido los papeles: la mujer derrota al abad
en
y eltodos los terrenos.
ser invierten Como en elhasta
sus posiciones
 Elogio de la locura, la apariencia
que finalmente la mujer des
vela la verdad. Tras pronosticar que la mujer llevará la voz cantan
te en la Iglesia, el abad exclama: «¡Dios no lo quiera!», a lo que
ella replica: «De vosotros depende evitarlo, pues si continuáis ha
ciendo las cosas como hasta ahora, antes predicarán los gansos que
seguir soportándoos en vuestra condición de pastores mudos. Ya
veis que el escenario se transforma. No cabe más solución que aban
donar o desempeñar el papel que os corresponda». La causa de
este cambio es la educación. La mujer estudia latín para «recrearse
cotidianamente con una larga serie de autores que son, a la vez,
sumamente elocuentes, eruditos, sabios y leales consejeros».
Erasmo, en esta ocasión, no se manifiesta sobre la cuestión de
si los autores son cristianos o no cristianos. Hay un pasaje en el
coloquio Convivium religiosum   (ASD I, 3, 251, 610-254, 712) don
de
y ladefeforma expresa
cristiana, entreaborda la relación
el pensamiento entre ylalaeducación
antiguo antigua
actitud cristiana.
¿Existe una diferencia entre la palabra del hombre y la palabra
de Cristo? En este coloquio reúne a un grupo de amigos en un
amplio y hermoso jardín, algo alejado de la ciudad. Un lugar que
hace pensar en el jardín de Froben y en algunas personas de Basilea
y alrededores. Eso se escribe en el año 1522, cuando todavía no
se ha roto la unidad del círculo de humanistas de Basilea. Tras
un profuso diálogo sobre el significado de un aforismo de san Pa
 blo, uno de los comensales pide disculpas, pues quiere hacer men
ción a autores profanos. A continuación, cita un aforismo de Cice
rón, en el que este pone en boca de Catón el Viejo: «No me pesa
haber vivido, pues he vivido de tal modo que creo no haber vivido
en vano. Asi que abandono esta vida no como se deja una casa,

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LOS «COLOQUIOS» 18S

sino como se sale de un albergue ... Oh cuán maravilloso será el


día en el que irrumpa en la asamblea y en la cita de los espíritus
y me aleje de este estrépito, de este tumulto». El interlocutor aña-
de: «¿Cabria mayor santidad en las palabras de un cristiano?». Otro
llega, incluso, a decir: «¿Cuántos cristianos han vivido de un modo
que les permita arrogarse el derecho de pronunciar estas palabras?».
Un tercero contribuye al diálogo citando las palabras de Sócrates:
«El alma de la persona está instalada en este cuerpo como en una
ciudadela de la que no puede mudarse sin permiso del comandante
y en el que no puede permanecer más tiempo del que estime opor-
tuno quien ahí le ha instalado». ¿Acaso no coinciden plenamente
estas palabras con las de san Pedro y de san Pablo calificando a
este cuerpo de tienda de campaña? «Jesucristo, de hecho, nos llama
a vivir y a vigilar como si nos fuéramos a morir ahora mismo,
a propender a las buenas cosas como si fuéramos a vivir siempre.
Cuando escuchamos aquel ¡oh maravilloso día!, ¿no estamos, aca-
so, oyendo al propio san Pablo: ansio partir y encontrarme junto
a Jesucristo?» El primer disertante se muestra de acuerdo: en las

 palabras de Catón
no es propia de unresuena unaDecierta
cristiano. modoconfianza en sí lo
que oigamos mismo que
que dijo
Sócrates antes de vaciar el vaso de cicuta. No sabe si Dios aprobará
lo que va a hacer, pero mantiene toda su esperanza en que Dios
se dará por satisfecho con su empeño. «De ahí que me parece que
 jamás he leído en los gentiles algo que se adapte mejor al recto
comportamiento de un cristiano.» «Admirable forma de pensar»,
tercia inmediatamente uno de los huéspedes, «en alguien que no
conocía a Jesucristo ni las Sagradas Escrituras. Cuando leo que
esos hombres decían tales cosas, apenas puedo resistir la tentación
de decir: san Sócrates, ruega por nosotros». Otro interviene a su
vez: «en cuanto a mí, a menudo no puedo contenerme y dichosa-
mente ensalzo el alma sagrada de un Virgilio y de un Horacio».
Este pasaje es elocuente, puesto que expresa con absoluta preci-
sión la síntesis que Erasmo logra entre fe y formación intelectual,
entre profunda admiración por la Antigüedad clásica y sentirse con-
movido por Jesucristo. Su medida es la fe cristiana, y por ella me-
sura a los héroes de la Antigüedad. A menudo se han presentado
las cosas a la inversa: cristianismo y Antigüedad tienen en Erasmo
 paridad de derechos, o el cristianismo no es para él sino la forma
ulterior de un contenido pagano. De este colloquium  se desprende

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186 ERASMO DE ROTTERDAM

que la relación es otra. La conversación en sí trata de sentencias


de la Biblia y de la fe cristiana. Erasmo intercala orgánicamente
esta parte en el texto de la conversación. Existe una diferencia entre
Catón y Sócrates, por un lado, así como entre los mensajes de la
Biblia, por otro lado, pero no se puede hablar de una separación
absoluta. En un solo punto Erasmo muestra la realidad de lo que
en líneas generales formuló en el  Enquiridion: «Recuerda que cuan
to de verdad encuentres, sea donde sea, es de Jesucristo» (LB V
9 DE). La palabra humana deja traslucir algo de Dios, pero no
 por ello el pagano se hace cristiano. Se marca más el acento en

la influencia
de que ejerceseelaprecia
lo que comúnmente espíritu(véanse
de Dios,
pp. que es 116).
94-95, mucho mayor
Cuando,
al comienzo de la parte del diálogo del que aquí nos ocupamos,
el primer interlocutor se disculpa porque va a citar a un autor pro
fano, el anfitrión dice: «Al contrario, no hay que calificar de pro
fano lo que es piadoso y contribuye a fomentar las buenas costum
 bres. Las Sagradas Escrituras merecen en todas partes la mayor
consideración; a veces, no obstante, encuentro sentencias de los an
tiguos y escritos de los paganos, poetas incluso, tan puros, tan dig
nos de respeto, tan admirables, que no puedo dejar de creer que,
al escribir esas cosas, su espíritu no estuviera guiado por alguna
especie de poder benéfico. De manera que el espíritu de Jesucristo
tal vez se derrame mucho más allá de lo que solemos pensar. En
la comunidad de los santos hay muchos que no figuran en nuestro
calendario.» La última frase va en la misma dirección que el «Sáne
te Sócrates, ora pro nobis», expresión que ilustra la ligera seriedad
que caracteriza a Erasmo.
En ningún otro lugar aparece más diáfanamente su alta valora
ción de las lenguas como en el coloquio  Apotheosis Reuchlini (ASD
I, 3, 267-273), una pieza que Erasmo redactó inmediatamente des
 pués de conocer la noticia del fallecimiento de Reuchlin. La parte
más importante consiste en la descripción de un sueño que tuvo
un piadoso franciscano en Tubinga en el preciso instante de la muerte

de Reuchlin.
 paz hebreo enElel franciscano
momento devio a Reuchlin
cruzar haciendo
el puente el saludo
que conduce de
de este
mundo a un delicioso prado verde, vestido con ropas luminosamen
te blancas, seguido a distancia por grandes pájaros blanquinegros
 —el color del hábito de los dominicos que le habían perseguido
de un modo tan implacable y de quienes ahora estaba a salvo. Al

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LOS «COLOQUIOS» 187

llegar al otro extremo, es recibido por san Jerónimo, el cual no


aparece con ropajes cardenalicios y acompañado por el león tal como
lo representaba la imagineria al uso, sino con un vestido de cristal;
al verle dice: «Saludos, santísimo colega». Acto seguido, se abren
las puertas del cielo, aparece la divina majestad, y a ambos compa
ñeros se les recibe en el cielo. El colloquium  termina con la plegaria
que el relator ya tenía redactada con anterioridad al fallecimiento
de Reuchlin:

Señor, tú que amas al género humano y que desde el cielo, a

través de tu santo
a tus apóstoles espíritu,
para antaño adornaste
que anunciaran con el tú
el Evangelio, donque
de alenguas
través
de tu predilecto siervo Johannes Reuchlin lo renovaste para el mun
do, haz que todos, en todas las lenguas y en todo lugar, anuncien
la gloria de tu hijo Jesucristo.

Finalmente, veamos todavía un ejemplo de la relación entre las


lenguas y la fe cristiana en tiempos de Erasmo. En distintas conver

saciones, Erasmo se pronuncia sobre las cuestiones candentes de


su época, intenta penetrar en el núcleo de la cuestión, partiendo
de una argumentación bíblica, pero sin recurrir a la jerga de los
teólogos. Por esa vía traduce planteamientos teológicos y desarrolla
una nueva forma de exposición teológica. Evidentemente, ello en
traña a menudo una crítica a la teología oficial. Un claro ejemplo
lo ofrece el conocido coloquio  Inquisitio de Fide  o  Examen de ¡a 
 fe   en la edición de marzo de 1524 (ASD I, 3, 363-374), donde un
luterano es interrogado por otra persona —acaso Lutero por Eras
mo. El interrogatorio se basa sobre el símbolo de los apóstoles,
resultando que el luterano lo acepta en todos sus puntos, de manera
que al final el interrogador se muestra extrañado de que impere
la guerra entre luteranos y ortodoxos (véase p. 147). Es comprensi
 ble que la publicación de esta obra perjudicara enormemente a
Erasmo.
El coloquio  Ichthofagia  o sobre el comer pescado (ASD I, 3,
495-536) en la edición de 1526 puede servir de admirable ejemplo.
La obra, sacada de la vida cotidiana, es un diálogo entre un pesca
dero y un carnicero. El lector tiene ante si al pescadero, quien se
limpia la nariz con el codo y apenas se siente aludido cuando se
le reprocha que recientemente nueve personas fallecieron tras de

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188 ERASMO DE ROTTERDAM

gustar empanadas de pescado: los accidentes del oficio son inevita


 bles. Este es tan astuto que dice esperar que un buen día la Iglesia
 prohíba comer pescado, pues ello repercutirá favorablemente en las
ventas. El carnicero conduce el diálogo, pero el pescadero no es
ningún tonto, de forma que por ambas partes se dan buenos argu
mentos. Lo más importante es, sin duda, la serie de ayunos anuales
y el consumo de pescado que ello acarrea, un consumo que, según
 propia convicción, cada año llevaba a Erasmo al borde de la tum
 ba. En este contexto, se hace referencia lógicamente en lineas muy
generales a los mandamientos de la Iglesia. O dicho con otras pala
 bras, el autor traslada la discusión teológica a un lenguaje com
 prensible para todos y toma su punto de partida de escenas de la
vida cotidiana. Erasmo aboga, como es su costumbre, por la tem
 planza: ¿por qué Jesucristo ha de imponerse con leyes más duras
que las anteriores leyes de los judíos? Para él, un nuevo argumento
lo constituye el Nuevo Mundo que acaba de ser descubierto. De
allí se trae un gran botín para estas partes, pero a sus oídos jamás
ha llegado una palabra acerca de la introducción del cristianismo
en aquellas tierras. Y, sin embargo, qué gran oportunidad para de
mostrar precisamente allí que ser cristiano significa amor y fe y
no ordenanzas estrictas (ASD I, 3, 504, 336-505, 356). En un deter
minado momento, el carnicero pregunta si todas las leyes papales
y episcopales son vinculantes. La respuesta reza: Sí. Más adelante,
en el curso del diálogo, se pone, en seguida, claramente de mani
fiesto que la respuesta había sido excesivamente temeraria, puesto
que las decisiones de algunos papas fueron abolidas por sus suceso
res. A continuación, se desarrolla el siguiente diálogo:

¿Tuvo, entonces, san Pedro el poder de promulgar nue


C a r n ic e r o :
vas leyes?
P e s c a d e r o :  Si.
C.: ¿San Pablo y los otros apóstoles también lo tuvieron?
P.: Cada uno, revestido de poder por san Pedro o por Jesucristo,
lo tuvo en su Iglesia.
C.: ¿Tuvieron los sucesores de san Pedro el mismo poder que éste?
P.: ¿Cómo no iban a tenerlo?

Un diálogo valiente que prosigue planteando la cuestión de si toda


vía existe una diferencia de autoridad entre las leyes de los papas

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LOS «COLOQUIOS» 189

y las de los obispos. De pronto, surge inesperadamente una pregun


ta del carnicero que va al fondo de las cosas: ¿si las disposiciones
de los prelados poseen tanta fuerza, qué significado cabe atribuir,
entonces, a la severa amenaza del Señor en el Deuteronomio contra
aquellos que añadan o quiten algo a la ley? No es fácil tender la
red precisamente a un pescadero. Este responde: la cuestión no ra
dica en la modificación de la ley, sino en una interpretación en
sentido lato o estricto, a tenor de las circunstancias temporales.
El carnicero prosigue: «¿Tiene entonces la interpretación más auto
ridad que la ley?». Viendo que eso no lo entiende el pescadero,
 precisa: «La ley del Señor ordena que se preste asistencia al propio
 padre. Eso el fariseo lo interpreta como que se ha dado ya al padre
lo que se echa en el cepillo, pues Dios es el Padre de todos. ¿Cabe
hacer esta interpretación de la ley divina?». El pescadero protesta:
«Esa es, evidentemente, una interpretación falsa», y el carnicero:
«Ahora bien, si se les transfiere la facultad de interpretar, ¿cómo
 puedo comprobar cuál es la interpretación correcta, si, además, re
sulta que sus opiniones no coinciden?». Se le aconseja que atienda

ael la palabra
consejo de del obispo,
dejarse pero por
orientar eso elnodoctor
le basta. Tampocoa menudo
en teología: le sirve
son más tontos que los analfabetos, además de que los eruditos
nunca se ponen de acuerdo. Finalmente, el vendedor de pescado
emite un juicio salomónico: «Elige lo mejor. Deja para otros las
cosas confusas y amóldate siempre a lo que tiene el consentimiento
de los superiores y cuenta con la aprobación de la masa» (ASD
I, 3, 507, 441-510, 532). Todavía hoy es posible imaginar con qué
tensión leyeron muchas personas una disputa de este tipo, en la
que se ventilaban cuestiones vitales para ellos. La razón es clara:
al especialista del siglo xvt le es fácil reconocer ahí las diatribas
de las postrimerías de la Edad Media, como, por ejemplo, el trata
do de Wessel Gansfort acerca de los límites de la potestad eclesiásti
ca que se acababa de publicar.

En 1526 Erasmo se sintió obligado a incluir una apología en


una nueva edición de los Coloquios.  En ella caracteriza su obra
en los siguientes términos: «Sócrates bajó la filosofía del cielo a
la tierra, yo, además, he dado entrada a la filosofía en el juego,
en la conversación y en el alegre festín. La broma de los cristianos
también había de tener sabor a filosofía» (ASD I, 3, '746, 179-181).
Muchas generaciones se lo han agradecido.

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14. ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD

Los últimos siete años de la vida de Erasmo, desde que en abril


de 1529 se trasladó a Friburgo hasta su muerte, acaecida la noche
del 11 al 12 de julio de 1536, fueron muy duros para él. Desde
hacia años, tenia accesos de fiebre, cálculos renales y gota; en ade
lante, sus achaques se fueron agravando. En Friburgo se sintió com
 pletamente desplazado a pesar de los honores que se le rindieron.
Se sintió muy aliviado cuando en mayo de 1535 pudo regresar a
Basilea. En Roma, en Inglaterra, en Francia, en Alemania y en
Polonia murieron algunos de sus amigos; Erasmo se sintió aislado,
una consecuencia natural de la edad. Moro y Fisher fueron ejecuta
dos, muchos de sus enemigos alcanzaron puestos de gran responsa
 bilidad, Aleandro no cesaba de intrigar contra él. Además, Erasmo
 perdió parte de su energía intelectual. Se dio cuenta de que no po
día trabajar demasiado y de que dependía de los demás. Por su
 puesto, estaba orgulloso de que sus escritos siguieran vendiéndose
 bien (A 2798, 37-39); se advierte, sin embargo, un tono lastimero
cuando escribe que para lo único que, en realidad, todavía sirve,
es para estudiar (A 2651, 26-28). No le quedaba más que recluirse
en sí mismo rodeado de libros para darse consuelo (A 2795, 1-11).
Se hizo más desconfiado que nunca, hasta el punto que el birrete
cardenalicio que se le ofreció bajo mano en 1535 le procuró poca
satisfacción, aunque la verdad es que no fue indiferente a esta li
sonja: «Como suele decirse, hay que vestir de gala al gato» (A 3048,
92).

Un profundo motivo de preocupación era el modo como iba


evolucionando el mundo. «Si de antemano hubiera sabido que apa
recería esa descendencia, mucho de lo que he escrito no lo hubiera

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ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 191

escrito o lo hubiera escrito de otra forma» (A 2892, S1-S3). Esa


actitud no era una de esas clásicas reacciones seniles, aunque en
sus escritos de aquella época se puede detectar la magnitud de su
 preocupación. Evidentemente, Erasmo se siente inquieto por su si
tuación personal, no podía ser de otro modo en el caso de un ego
céntrico como era él. Pero lo que a él le afectaba era la disgrega
ción de la sociedad, de la comunidad de la Europa cristiana. Para
nosotros resulta difícil imaginar la intensidad con la que los con
temporáneos vivieron el periodo en torno a 1530. Retrospectiva
mente, hablamos de «Reforma» o de «Cisma» y pensamos en un
fenómeno eclesiástico que posiblemente tuvo repercusión en am
 plias zonas de la sociedad. Para muchos de los que vivieron aque
llos tiempos, perecía un mundo, se producía la desintegración total
del orden existente. Para esas personas, la guerra de los campesinos
en los años 1524 y 1525 fue una experiencia traumática. Súbditos
en rebelión, castillos reducidos a ceniza, señores eclesiásticos y se
glares obligados a pactar con gente de la más baja condición, mo
nasterios saqueados, monjas ultrajadas, incluso ex sacerdotes pres
tando su ayuda e incitando a los insurgentes. Los partidarios de
la vieja Iglesia no podían separar esos acontecimientos de la rebe
lión contra los obispos y el papa, una insurrección que derrumbó
toda la estructura firmemente asentada. Así vivió también Erasmo
esos acontecimientos, unos acontecimientos que, en su opinión, com
 prometían el destino de la sociedad en su conjunto. Se había mos
trado enormemente preocupado cuando Lutero hizo sus primeras
manifestaciones públicas, pero la realidad de la década de los veinte
superó sus más negras previsiones. La pregunta que se hacía en
estos años era: «¿Cabe todavía la posibilidad de salvar algo del
viejo mundo, de la comunidad de la Europa cristiana, de la cultura
existente?». Esta pregunta no es que empezara a hacérsela en los
años de Friburgo, sino que ya aparece a mediados de la década
de los veinte, y ello por muy buenas razones. Es la época de la
guerra de los campesinos; en el curso de esos años Erasmo se da

 perfecta cuenta establecida


y de la Iglesia de que la ruptura
es casi entre los partidarios
inevitable, de Lutero
a la vez constata la
hostilidad entre Lutero y los reformadores suizos. El momento cul
minante es, sin embargo, la década de los treinta.
Por lo demás, para Erasmo es absolutamente evidente que la
sociedad tiene un carácter cristiano; no puede imaginar otra cultura

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19 2 ERASMO DE ROTTERDAM

que no sea cristiana. Aunque su veneración por la cultura de la


Antigüedad alcanza las más altas cotas, el mundo de su tiempo
sólo adquiere auténtico valor para Erasmo si Jesucristo es el foco
central del mismo. Esa idea ya la expuso en el prólogo del  Enquiri- 
dion   (véanse pp. 89-90) y ahora sigue sustentándola. Rechaza deci
didamente las tendencias contrarias, lo hace con toda claridad en
el Ciceronianus  (ASD I, 2, 581-710), un diálogo del año 1528. Se
trata de un escrito curioso, dividido en dos partes. En la primera,
aparece un fanático que pretende imponer integralmente la lengua
y el estilo de Cicerón en pleno siglo xvi. Al lado de sus interlocu

tores, el otras
escriban pobrepalabras
no es más que una
o formas caricatura.
verbales que lasNo
quepermite que se
se encuentran
en Cicerón. Le disgusta hablar latín, y cuando se ve obligado a
hacerlo de sus labios salen exclusivamente frases hechas, pues quie
re evitar a toda costa el peligro de contaminación de la lengua.
Uno de sus dos interlocutores encuentra que ese afán es una insen
satez; existe por lo menos una razón para no imitar el latín de
Cicerón y es que el mundo ha cambiado completamente desde su
época. La segunda parte traza primero una breve panorámica de
los autores latinos clásicos y postclásicos y a continuación hace una
detallada y a menudo divertida reseña de las cualidades de los hu
manistas contemporáneos más relevantes y de sus predecesores (ASO
I, 2, 656, 34-710, 3). Debido a esta última parte se abatieron mu
chas calamidades sobre Erasmo: quien veía que no se le menciona
 ba se sintió postergado; quien, por el contrario, se veía mencionado
 buscaba, en vano, el pleno reconocimiento de su genio. El único
que no protestó fue Erasmo, y ello a pesar de que se le describe
como emborronador de cuartillas, que no pare, sino aborta: «escri
 bir es algo más que pertenecer al gremio de los escritores» (ASD
I, 2, 681, 4-5).
En esa obra hay un pasaje en el que Erasmo pone de manifiesto
su preocupación por la tendencia a introducir contenidos paganos
a través de los módulos lingüísticos de un mundo precristiano. Em

 pieza refiriéndose
de 1509 a un
(véanse pp. sermón
39-40). En que oyó en Roma
ese sermón, el Viernes
Jesucrito se habíaSanto
tran
formado en un héroe griego o romano, no había ni una sola alusión
a nuestra culpa ni a nuestra redención de la influencia del diablo
ni a nuestra muerte con Jesucristo. A Erasmo le sentaba rematada
mente mal que se comparara el triunfo de los héroes romanos con

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 193

el triunfo de la cruz: «Ese romano hablaba de un modo tan propio


de romanos que jamás alcancé a oír una sola palabra sobre la muerte
de Jesucristo» (ASD I, 2, 639, 9-10). Erasmo repudió la insensata
moda de reproducir contenidos cristianos en locuciones latinas clá
sicas. Más que moda es paganismo cuando alguien prefiere oír «Só
crates, hijo de Sofronisco» que oír «Jesús, hijo de Dios y también
Dios». Y prosigue en tono severo: «Créeme, se trata de paganis
mo ... es paganismo ... sólo somos cristianos de nombre. Es como
si sólo nuestro cuerpo hubiera sido bañado en el agua del bautismo
sin el menor efecto sobre nuestra alma». No hay nombre más deli
cioso
nombreque
de el de Jesús,
Jesús es tan desde
se pronuncia dulce lo
y bondadoso
más hondo que, cuando
del alma, el
hasta
la más amarga de las penas se siente aliviada y consolada» (ASD
I, 2, 645, 16-646, 3).

Como para Erasmo es premisa evidente al carácter cristiano de


la sociedad, cómo salvar su unidad se convierte en una cuestión
de apremiante actualidad. Esta cuestión domina su pensamiento en
los últimos diez años de su vida. Ha llegado al convencimiento de
que en la actual situación no es practicable el viejo procedimiento
de alcanzar la unidad mediante la violencia. En el curso de los años,
su atención se va centrando en algunos aspectos: la persecución
de herejes, la posibilidad de la pluralidad confesional dentro de
un sistema estatal, el mantenimiento de la unidad dentro de mode
los diversos de organización de la vida eclesiástica. La primera cues
tión que se plantea es la lucha contra los herejes. Un asunto muy
simple para algunos. Se mantiene la unidad de la Iglesia barriendo
herejes de la sociedad. Las instancias eclesiásticas condenan a las
 personas acusadas de herejía. Una vez probada su culpa, se entre
gan al brazo secular y este se encarga de ejecutarlas. Erasmo abriga
fuertes dudas de que este sea el camino correcto. Ello no quiere
decir que bajo cualquier circunstancia exija de la sociedad neutrali
dad o que postule libertad de opinión en abstracto, incluso para
los que se hallan fuera de las fronteras del cristianismo. Le asusta
 ba el paganismo y constataba con preocupación que en Basilea «uno
de esos monstruos» había sido quemado (ASD IX, 1, 378, 116-117),
un hombre que no creía en el Evangelio, que consideraba pernicio
sa la oración, que no quería venerar a Jesucristo como Dios y como
hombre, etc. Su preocupación se debía al hecho que hombres como
13. - t U M )

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

194 ERASMO DE ROTTERDAM

este, en la confusión general, se atrevieran a levantar cabeza, no


a la ejecución en sí. Pero sucedían otras cosas. Personas muy respe
tables, de su misma posición social, fueron también acusadas y que
madas. No habían proferido ninguna detestable blasfemia, sino que
«en asuntos dudosos y controvertidos, insignificantes incluso» (LB
IX 10S6 F), pensaron de un modo algo distinto al de sus acusado
res. En 1523 por primera vez se ejecutó a partidarios de Lutero:
dos agustinos quemados en una pira en Bruselas. Y diversas obras
del mismo Erasmo fueron condenadas oficialmente en 1526 y en
1527 nada menos que por la Sorbona. De ahora en adelante, las

 palabras
distinto al«herejía» y «hereje»
que tenían cuando adquieren
su amigoun sentidoAmmonio
Andrea completamente
desde
Londres le informaba en un tono desenfadado de la quema de here
 jes. «No me sorprende que haya subido el preció de la leña. Cada
día numerosos herejes, nos obsequian con un holocausto, y pronto
seguirán otros más» (A 239, 37-38). Eso sucedía en 1511, y Erasmo
contestaba con idéntica despreocupación: le importan bien poco los
herejes y mucho menos ahora que se acerca el invierno (A 240,
38-39). Ahora, sin embargo, los tiempos se habían tornado serios,
sangrientamente serios, y no sólo para las almas simples como el
hermano del criado de Ammonio.
En estas circunstancias aciagas, Erasmo se vio obligado a tomar
conciencia del alcance de la persecución de herejes. El motivo fue
un párrafo de su Paráfrasis  al Evangelio de san Mateo de 1522.
Erasmo tuvo aquí que comentar la parábola de la cizaña en el
trigo, una parábola que desde hacía 1.100 años venía utilizándose
en el debate de si se había de perseguir a los herejes. Los siervos
no debían arrancar la cizaña, había que dejarla crecer hasta el mo
mento de la siega. Erasmo se había permitido observar que Dios
no quiere que se mate a los falsos apóstoles y a los herejes, sino
que se les tolere hasta que llegue el día de la siega. Noel Beda y
los frailes españoles (véanse pp. 169-175) se opusieron enérgicamen
te a esta interpretación. En dos apologías de los años 1527 y 1528

(LB IX 580
finalidad, C-583 trató
Erasmo F, 1054 B-1060enA),
de poner escritas
claro ambas
la actitud con
que la misma
debía adop
tar actualmente la sociedad. Una primera línea de reflexión es la
comparación entre la praxis actual y la de la época de Jesucristo
y los apóstoles, una de las constantes de su pensamiento. En este
 punto es extraordinariamente preciso. Jesucristo y sus discípulos

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 195

fueron la clemencia personificada, y, de hecho, hasta el año 800


el castigo más severo fue la excomunión, la exclusión de la comuni-
dad de la Iglesia. El mismo san Agustín, que al principio recusó
el castigo de los herejes, pero que finalmente quiso que se les casti-
gara, nunca exigió más que un castigo por parte de la autoridad
civil, pero se pronunció explícitamente en contra de la matanza de
donatistas, a pesar de que estos no sólo eran herejes sino también
asesinos. En segundo lugar, Erasmo reclama una clara separación
entre las tareas de los obispos y de los teólogos y las de la autoridad
civil. El obispo debe enseñar, perfeccionar, curar y, en última ins-
tancia, excomulgar. La autoridad civil, contrariamente a lo que ocu-
rre actualmente, no tiene que atenerse al veredicto de los teólogos
y de los frailes, sino que tiene que iniciar una investigación por
su propia cuenta. Una tercera constante es la posición adoptada
 por Erasmo en relación a las funciones de los príncipes. En este
 punto muestra un cierto comedimiento: «No incito a los príncipes
a que maten herejes, pero tampoco se lo desaconsejo. Lo único
que hago es mostrar los límites del ministerio sacerdotal» (LB IX,
582 F). Ello no obstante, parte de la base de que los príncipes no
deben precipitarse en echar mano de la espada, «cuando se puede
sanar de otro modo a aquellos que han pecado» (LB IX 580 F).
La observación que sigue tiene un significado práctico inmedia-
to: «Cuando la situación desemboca en revuelta y tumulto y ambas
facciones aseguran a voz en cuello que defienden a la Iglesia católi-
ca, mientras el asunto no haya sido suficientemente investigado,

el
lospríncipe
herejes debe apaciguarela orden
que perturban ambaspúblico,
facciones. Por puede
nadie lo queestar
tocaen
a
contra de que el príncipe se desembarace de ellos» (LB IX 581 AB).
 No es que esta declaración sea de una claridad meridiana, pero,
en todo caso, en ella se advierte que Erasmo sabía cuál era el fondo
del problema. No se vivía en una situación en la que un individuo
expresara opiniones propias que pudieran ser sometidas a examen
 por la comunidad. Entonces se enfrentaban grupos contra grupos,
cada uno convencido de su propio derecho divino. En esta coyuntu-
ra, Erasmo recomendaba a las autoridades que actuaran con come-
dimiento, ya que su primer cometido era el mantenimiento del or-
den público. ¿Es eso un alegato en pro de la tolerancia? Sebastian
Castellio, en su famoso libro De haereticis an sint persequendi,  «¿Se
ha de perseguir a los herejes?», editado en 1554 después de la ejecu-

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19 6 ERASMO DE ROTTERDAM

ción de Servet, incorporó amplios pasajes de ambos escritos. La


cuestión de la tolerancia no se plantea como una constante a lo
largo de todas las épocas. En las circunstancias del momento, las
opiniones de Erasmo, al margen de que estas tendieran más a de
nunciar la perversa aplicación de las normas que a protestar por
la persecución de los herejes, constituían un alegato en pro de la
tolerancia.

En las declaraciones sobre el cometido del príncipe antes citadas


aparecen un conjunto de cuestiones que giran en torno a la unidad

de
ta silaexiste
sociedad cristiana.
alguna En estas
posibilidad circunstancias,
de salvar la unidadErasmo
teniendoseen
pregun
cuen
ta las actuales diferencias. Esa preocupación aparece por primera
vez en una carta a Johannes Fabri de 1526, escrita poco antes de
que este, por encargo del rey Fernando, hermano de Carlos V, asis
tiera a la diatriba de Basilea. Se esperaba que allí se tomaría una
decisión sobre las desavenencias eclesiales en Suiza y también sobre
la permanencia de la Confederación como unidad. La carta de Eras
mo pone claramente de manifiesto que él no sólo piensa en Suiza,
sino también en Alemania, por eso ofrece sus consejos a los prínci
 pes. En medio de toda una serie de consejos impracticables, de pron
to emerge la recomendación: «De modo que acaso lo mejor sería
conseguir, en las regiones en las que se ha impuesto el mal, que
se asignara un lugar a ambas facciones y se dejara actuar a cada
una según los dictados de su conciencia, hasta que el tiempo haga
 posible la armonización» (A 1690, 107-110). Por lo demás, los tu
multos deben ser severamente castigados y corregidas las causas del
mal. Ahí aparece un punto de inflexión en el pensamiento de Eras
mo. Se trata, en concreto, del reconocimiento de la pluralidad reli
giosa dentro del Estado, aunque este reconocimiento se limite ex
clusivamente a las regiones protestantes o a las que amenazan con
llegar a serlo.
A partir de entonces, esa idea va apareciendo de vez en cuando

en lasmenos
nada cartas de
queErasmo, asi, porbanquero
al influyente ejemplo,Antón
en unaFugger:
de 1529undirigida
cierto
equilibrio entre las facciones es cosa del todo deseable (A 2192,
125-131). Esta recomendación la hace de un modo muy expreso
durante la Dieta de Augsburgo. Erasmo tenía plena conciencia de
que el momento era muy crítico: ahora deberían iniciarse negocia-

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ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 197

dones entre los evangélicos y los partidarios de la vieja Iglesia, deli


 beraciones orientadas a determinar el futuro de Alemania. ¿Existia
todavía la posibilidad de restablecer la unidad del mundo cristiano?
Consideraba que no conducían a nada las medidas inflexibles, ade
más supo que en Augsburgo muchos entre los asistentes pensaban
de este modo y que en ambos lados, junto a quienes instigaban
a la violencia, había personas que a toda costa querían evitar la
guerra.
Melanchthon, por ejemplo, escribió clara y meridianamente, que
los protestantes, bajo condiciones honorables, deseaban la paz, y
le rogó que ejerciera su influencia sobre el emperador para evitar
una guerra (A 2357, 6-23). Se le propuso, incluso, desde diferentes
instancias, que fuera a Augsburgo. No quiso comprometerse a ello.
Fueron de suma importancia, sin embargo, sus cartas a Lorenzo
Campeggio, quien, en su condición de legado del papa, desempeñó
un importante papel en la Dieta. En la primera carta le daba el
mismo consejo que, un año antes, le había dado a Fugger: lo mejor
es el mantenimiento del statu quo\   no había estallado ninguna gue
rra, lo que no dejaba de ser asombroso para todo el mundo y,
además, las relaciones comerciales seguían desarrollándose sin tra
 bas de ningún género (A 2328, 79-86). En una seguna carta, entró
en detalles. Se debería dejar al margen de todo a Lutero, habría
que echar a Zuinglio, Oecolampadio y Capitón; en cuanto a los
anabaptistas, cabría la posibilidad de llegar a algún entendimiento:
estaban obcecados, pero entre ellos había buenas personas (A 2341,
8-18). En agosto escribió una carta en un tono de absoluta franque
za. En primer lugar, esbozaba la situación. Las guerras del empera
dor habían dejado exhaustas las tierras hereditarias de la casa de
Austria, los evangélicos, desde las ciudades hanseáticas hasta Suiza,
constituían una imponente cadena de infortunios. El emperador no
debería dejarse guiar por el papa:

Conozco y detesto la insolencia de los dirigentes y de los miem


 bros de las sectas, pero tal como están las cosas se ha de atender
más a las exigencias de la paz del mundo que a lo de que éstos
se han hecho merecedores por sus ultrajes ... Si en determinadas
condiciones se permitiera la existencia de las sectas —haciendo la
vista gorda, como en el caso de los bohemios—, ello sería, sin duda,
una gran desgracia, mucho más soportable, sin embargo, que una

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198 ERASMO DE ROTTERDAM

guerra, que una guerra de esas características, por añadidura (A 2366,


37-39. 54-55).

Ahí aparece una diferencia importante respecto al consejo que ha


 bía dado a Fabri, puesto que la tolerancia que ahora tiene en mente
sólo alcanza a los evangélicos. Curiosa coincidencia: justamente esa
carta confidencial fue interceptada y varias veces impresa en latín
y en el alemán.

Después de la Dieta, Erasmo abandona esta idea. El curso de


las deliberaciones, sobre las que él estaba muy bien informado, puso
claramente de manifiesto que sus planes eran irrealizables. Paulati
namente, fue madurando otra idea, que finalmente formuló en su
 Líber de sarcienda ecclesiae concordia, restablecimiento de la con
cordia en la Iglesia (ASD V, 3, 245-313). El texto es un comentario
del salmo 83 (84) a tenor de las diversas redacciones que Erasmo
había hecho de este salmo desde 1515 (véase p. 114). La mayor parte
del escrito consiste en una prolija interpretación de este salmo con

algunas
cos. La observaciones indirectamente
última parte (ASD V, 3, 300,dirigidas
49b-313,contra
952) los evangéli
contiene una
serie de observaciones acerca de la unidad de la Iglesia que en su
opinión este salmo pone sobre el tapete. Parte de una premisa muy
simple: «Todo aquel que se separa de la comunidad de la Iglesia
y abraza una herejía o un cisma es peor que aquel que lleva una
vida impura sin profanar el dogma» (ASD V, 3, 301, 513-515).
En el transcurso de los siglos se han ido produciendo abusos en
la Iglesia, los cuales deben ser paulatinamente eliminados, en lo
 posible sin irritación. Todavía cree que ello es posible: «La grave
dad de esta enfermedad no es tanta que no pueda ser curada» (ASD
V, 3, 303, 588). ¿Cómo habría de curarse? En las últimas páginas,
Erasmo dio su consejo con todos los pormenores. En lo que respec
ta a la doctrina, éste era muy sumario. Se refería únicamente a
la cuestión del libre albedrío, cuestión realmente fácil de resolver:
no cabía la menor duda de que la fe y las buenas obras eran igual
mente necesarias y que se complementaban mutuamente. Se ocupa
 ba prolijamente de las ceremonias, haciendo hincapié en los rezos
 para los difuntos, la invocación de los santos, la veneración de reli
quias, el ayuno y la abstinencia, los días festivos, las imágenes,
la confesión, la misa, los oficios de difuntos, la veneración de la

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ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 199

sagrada hostia. En la mayoría de los casos, proponía que en el


interior de una única comunidad se reconociera una diversidad de
ritos. Los débiles y los fuertes podían tolerarse mutuamente, según
la regla de san Pablo, Epístola a los Romanos 14 y 15. Las diferen
cias, sin embargo, existen. En lo que atañe a ayunos, abstinencias
y a días festivos, Erasmo va bastante lejos. Aboga por una conside
rable reducción del número de días festivos y por una suavización
de los preceptos sobre el ayuno. Erasmo podía imaginarse perfecta
mente que en algunos lugares se llegara a excesos iconoclastas, puesto
que el pueblo en realidad adoraba a las imágenes. Las ideas que

Erasmo tenía
nal. Aparte desobre la misa
algunas eran, sin aembargo,
supersticiones combatir,denolovio
másnada
tradicio
malo
en el rito de la misa, a no ser algunos elementos incorporados pos
teriormente, que se podían eliminar. Quería proponer una regula
ción que debería estar vigente hasta que se celebrara el concilio,
el cual debería tomar una decisión definitiva.
Las reacciones que suscitó el librillo fueron muy diversas. A
ambos lados encontró admiradores y adversarios, Capitón lo tradu
 jo en Estrasburgo al alemán y lo recomendó en la introducción.
Lutero, por el contrario, opinó: «Ni la conciencia del deber, ni
la misma verdad pueden soportar un tal modelo de armonía» (WA
38, 276, 15-16). En el lado católico existía la misma divergencia.
Ello es, en cierto modo, explicable, puesto que el escrito parte de
un punto de vista plena e inequívocamente personal. Para poder
descubrirlo sería necesario conocer el texto de la famosa confesión
de Augsburgo de 1530, en grandes rasgos la obra de Melanchthon.
Esa declaración consta de dos partes de carácter diferente. En la
 primera parte, se examina la doctrina anunciada en las iglesias lute
ranas. La segunda parte consiste en una amplia defensa de todas
las modificaciones en el terreno de las ceremonias que se han intro
ducido o que se quieran realizar. En la práctica de la Iglesia, estos
ritos tenían un valor muy alto y en la conciencia de la masa consti
tuían el signo característico de la Iglesia. Erasmo se refiere a esa
misma distinción. Considera que la doctrina es cosa de los teólo
gos, un terreno neutral. En una cosa, al menos, todos estamos de
acuerdo, en la doctrina de la fe del hombre: que el hombre por
sí mismo no es capaz de nada y que todo el hacer del hombre tiene
su exclusivo origen en la gracia de Dios (ASD V, 3, 304, 625-642).
La dificultad radica en la configuración de la vida eclesiástica, es

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

200 ERASMO DE ROTTERDAM

en este campo donde deben buscarse soluciones. A ello contribuye


Erasmo con la reflexión de que redundaría muy en provecho de
la unidad del mundo cristiano si en este punto se admitiera un alto
grado de diversidad. Cabe objetar que la idea es superficial, y de
hecho una critica de este género tiene su justificación. Algunos años
más tarde se pudo constatar que esta interpretación de las relacio-
nes entre doctrina y ceremonias no era compartida ni por Roma
ni por Wittenberg. Es de considerar también que hombres impreg-
nados de irenismo a lo largo de diez años intentaron resolver los
 problemas por esta vía. Erasmo dedicó su escrito a Julius Pflug,
el hombre que junto a Bucero, el colega de Capitón en Estrasbur-
go, desde 1534, abogaba en todas las discusiones entre católicos
y protestantes, en líneas generales, por este modelo de recomposi-
ción de la unidad.
Como hemos visto, los temas de fondo para Erasmo son cultu-
ra, sociedad y comunidad de la Europa cristiana. Únicamente en
el escrito mencionado últimamente,  De sarcienda ecclesiae concor
dia, Erasmo se ocupa expresamente de la Iglesia. Ello es caracterís-
tico delseideario
centro halla de Erasmo, un
la sociedad ideario
como de índole
un todo. cristiana,
Cabría en cuyo
formularlo así:
su corazón pertenece a la cristiandad, en mucha menor medida a
la Iglesia. Cuando usa la palabra Iglesia lo hace pensando en la
liturgia en un sentido más amplio, en todas las formas externas
que adopta la religión, en la estructura orgánica de la Iglesia, en
obispos, en un papa, en Roma. Por eso, la Iglesia no ocupa ningún
lugar destacado en el conjunto de su pensamiento; en su opinión,
la Iglesia es exterioridad excesiva, coacción en exceso. Ello no ex-
cluye que quiera guardarle fidelidad. Su actitud frente a la Iglesia
la formula con toda claridad en una frase de  Hyperaspistes  I de
1526: «De forma que soporto a esta Iglesia hasta que vea a otra
mejor y ella está obligada a soportarme hasta que yo sea mejor
de lo que soy» (LB X 1258 A). Se trata de una afirmación típica-
mente erasmiana: un ramalazo de ironía sobre sí mismo, de drásti-
co
las distanciamiento frente
reservas. Augustin a la Iglesia,
Renaudet, en lapero fielparte
última a pesar de libro,
de su todas
Érasme et l’Italie,  otorga un valor clave a esta sentencia. Opina
que en ella Erasmo expresa su añoranza de una «tercera Iglesia»,
una Iglesia renovada y rejuvenecida, que debería surgir en Roma
con el concurso de la Santa Sede. Del contexto de las palabras de

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ACERCA DE LA UNIDAD DE LA SOCIEDAD 201

Erasmo se desprende, sin embargo, que a este respecto Erasmo,


de hecho, rechaza la participación en la iglesia de Lutero, pero de
clara expresamente su fidelidad a la Iglesia romana. En la misma
dirección apunta una afirmación casi idéntica hecha en una carta
de aquella época (A 1640, 26-29). Es obvio —y ahí reside el peque
ño núcleo de verdad que contiene la afirmación de Renaudet— que
Erasmo no se siente entusiasmado con la Iglesia de su tiempo. Su
sueño es un mundo armónico y cristiano. En el camino que condu
ce a este ideal, la Iglesia de Roma es, más que una ayuda, un obstá
culo. Pero no tiene ningún sentido abandonarla e incorporarse a
la Iglesia de la Reforma, puesto que ésta a pesar de sus pretensio
nes no se aparta menos del ideal. Se podría considerar la posibili
dad de dar este paso si existiera una Iglesia que se acercara a ese
ideal. ¿Es eso fidelidad a la Iglesia? Tal vez esa formulación sea
algo más positiva de lo que cabe. Se queda en la católica, «de la
que nunca me he apartado» (LB X 12S7 F).

Al regresar a Basilea, se sintió muy aliviado. Nadie le abordó


 para hablarle de ios contrastes de la doctrina (A 3054, 9-11), reina
 ba el orden y la legislación sobre la moral era excelente (A 3049,
68-70). Erasmo se instaló en casa de su amigo Hieronymus Froben
y trabajó intensamente. «Si al menos Brabante estuviera más cer
ca» (A 3130, 28-29), esa queja que profirió dos semanas antes de
su muerte pudo haber sido sincera, pero no dejaba de ser mera
ilusión. Los Países Bajos no eran realmente tentadores y Basilea
había llegado a convertirse en su patria espiritual. ¿O, tal vez, eso
sea una exageración? El círculo de humanistas de Basilea se disgre
gó y, con el tiempo, se hizo el silencio en torno a Erasmo. En
el fondo, siempre fue una persona solitaria. Tuvo relación con me
cenas, tuvo compañeros de estudio, hubo jóvenes que recibieron
sus enseñanzas y le prestaron su ayuda como amanuenses y secreta
rios; amigos verdaderos, sin embargo, tuvo siempre muy pocos. Es
sintomática la respuesta que dio a Zuinglio en el año 1522, cuando

éste le pidió
dadano que adoptara
del mundo, la ciudadanía
pertenecer a todos, odemejor
Zurich: «Deseo
aún, ser noser ciu
ciuda
dano con todos» (A 1314, 3). Poco tienen que ver esas palabras
con el cosmopolitismo, son más bien la expresión de un sentimiento
de independencia, muy afín a la soledad.
Los últimos meses fueron muy duros. Sufrió violentos ataques

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202 ERASMO DE ROTTERDAM

de gota o de reumatismo, de modo que tuvo que permanecer ence


rrado en su habitación. He ahí el relato de Beatus Rhenanus: «Mien
tras leía las cartas de los amigos que había recibido en tiempos
 pasados y volvía a examinarlas hoja a hoja, apenas caía en sus
manos alguna de alguien que había emprendido el viaje a la eterni
dad, deda una y otra vez: “ Ese también ha muerto” , y al final:
“ Tampoco yo desearía vivir, si esta fuera la voluntad de Nuestro
Señor Jesucristo” » (A I, pp. 70, 508-512). Finalmente, contrajo
una disentería que fue la causa de su muerte, tras tres semanas
de enfermedad. Se mantuvo consciente hasta el último momento,

murmuraba
21-24; A I, salmos
pp. 53,y29-54,
en neerlandés
36). dijo: «Lieve God» (A 3134,
El entierro tuvo lugar en la catedral de Basilea, con asistenda
de los profesores y de los estudiantes de la universidad, de los miem
 bros del concejo de la ciudad y del alcalde. Oswald Myconius, jefe
de la iglesia evangélica de Basilea, pronundó la oradón fúnebre.

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15. LA INFLUENCIA DE ERASMO

¿Se puede hacer un retrato preciso de Erasmo? En las páginas


 precedentes se han esbozado los rasgos, pero, ¿forman un todo esos
rasgos? El biógrafo de Erasmo se enfrenta con esas cuestiones, unas
cuestiones, de hecho, inherentes al género, pero que resultan acu-
ciantes en sumo grado en el caso de Erasmo. Erasmo es extremada-
mente difícil de determinar, es prácticamente inasible. Ello guarda
relación con su carácter. «Siempre quise estar solo», dice de sí mis-
mo (LB X 1252 A), y, en realidad, estuvo solo. Pero no es exclusi-
vamente una cuestión de personalidad. Sus escritos son susceptibles
de diversas interpretaciones y eso es típico de la época de transición
que a él le tocó vivir. Mientras vivió hubo divergencias de aprecia-
ción, divergencias que aún hoy persisten. A decir verdad, la investi-
gación moderna se ocupa mucho menos que en el pasado de las
motivaciones confesionales y apologéticas; ello no implica, sin em-
 bargo, que ahora predomine la claridad más absoluta. En la litera-
tura contemporánea todavía está presente la antigua representación,
eso sí, modificada en sus aspectos formales. En líneas esenciales
 podemos distinguir tres tipos de interpretación.
Una primera imagen surge cuando las ideas de Erasmo acerca
de la Iglesia y la cultura de su tiempo se consolidan y se difunden
 por amplios círculos. A ello contribuye muy especialmente la divul-
gación de esas ideas a través de textos populares, tales como los

transmite, el
 Adagios una Elogio de la
imagen locura
muy  y los de
negativa Erasmo.  Esa
Coloquios. interpretación
Es relativizadora,
subjetivista, escéptica, en una palabra, su obra es pura negación.
Derriba, critica, y lo hace sin atenerse a ninguna norma establecida;
vive de la negación. Esta representación se pone claramente de ma-
nifiesto en los ataques de los teólogos de Lovaina y en los de Lee

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204 ERASMO DE ROTTERDAM

y López de Zúfliga, a raíz de la edición que Erasmo hizo del Nuevo


Testamento. En los años subsiguientes, la crítica fue ganando en
violencia, sin que en ella se operaran cambios sustanciales. A me-
diados de la década de los veinte, se alcanza el punto álgido con
los ataques organizados desde París y España, dirigidos ahora con-
tra escritos de carácter muy diverso, todos ellos, sin embargo, re-
 presentativos del pensamiento de Erasmo: estos son, además de los
mencionados, el  Equiridion,  las  Anotaciones  al Nuevo Testamento
y las Paráfrasis. Las imputaciones son múltiples: herejía en la doc-
trina de la Trinidad, negación de la divinidad del Hijo, ataques

ala lafe doctrina del pecado


sola, negación original,
del origen defensa
divino de la justificación
de diferentes por
sacramentos,
en particular de la confesión y del bautizo de los niños, alabanza
del matrimonio a expensas del celibato, etc. A pesar de las diferen-
cias constatables a primera vista, esta crítica tiene un mismo punto
de arranque: a través de una exégesis de la Biblia que no sigue
la pauta de la tradición eclesiástica, Erasmo socava el dogma ecle-
siástico y abre así la vía a todas las formas imaginables de herejía,
incluida la de la Reforma. Mientras tanto, Lutero coincide plena-
mente con los comunes adversarios católicos en esa crítica a Eras-
mo y en las inculpaciones de que es objeto. La imagen de Erasmo
en los círculos protestantes se ve poderosamente influida por el  De  
Servo arbitrio,  donde Lutero denigra a Erasmo y lo equipara a un
Lucrecio y a un Epicuro, a un espíritu burlón que niega la existen-
cia de todo poder superior y a cuya diatriba  —que quiere decir
libre ensayo— opone su propia assertio  —es decir, su más rotunda
afirmación. En 1S34 publicó un breve texto contra Erasmo, una
carta a su amigo Nikolaus Amsdorf (WA Br 7, 2093), en la que
formula su crítica de tal manera que, hasta en sus más mínimos
detalles, ésta corre pareja con la crítica de los oponentes de Erasmo
dentro de la vieja Iglesia. En ese tipo de interpretación se juzga
a Erasmo a la luz de una norma de puro contenido. ¿Es que Eras-
mo ha enseñado acaso una doctrina? Tras esa interpretación apare-

ce el veredicto
mente de que
establecida. Por para
eso Erasmo no existamucho
se le considera una verdad objetiva-
más peligroso
 para la Iglesia que los adversarios protestantes o católicos.
Este juicio se ha ido afianzando a través de los siglos. Alrededor
de 1900, Heinrich Denifle considera que la Reforma constituye un
 proceso de secularización cuyos rasgos predominantes son una con-

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 20S

cepción subjetiva de la fe, la autonomía del individuo y el relativis


mo. Los paladines de esta tendencia son, en su opinión, Erasmo
y Lutero. En la actualidad, ya nadie habla así de Lutero. Todo
lo contrario, la historiografía católica de nuestros días emite un
 juicio positivo de Lutero, pero eso no ha revalorizado la figura
de Erasmo, sino que la ha menoscabado: es la personificación de
la indeterminación y de la nebulosidad. Así, por ejemplo, Joseph
Lortz lo califica de «confusión total» (Lortz I, 133).
La misma imagen de Erasmo, en sentido inverso, la encontra
mos en los historiadores, que ven en él al precursor de la Ilustra
ción o del modernismo católico del siglo xix. Así, por ejemplo,
Augustin Renaudet parte de este planteamiento (véase p. 11) y Her-
mann A. Enno van Gelder, especialista holandés del siglo xvi, ha
exagerado esa tesis en la medida que habla de dos reformas en el
siglo xvi: la Reforma de Lutero en última instancia ha conservado
los supuestos previos del catolicismo; Erasmo, por el contrario, es
el representante de una «Reforma» de mucho mayor alcance, pro
 pagadora de la autonomía de la persona y que no llega a su pleni
tud hasta el siglo xviu.
Una segunda imagen, en su versión más áspera, es la que ofre
ció Hutten (véanse pp. 143-144): Erasmo, hombre débil y sin con
ciencia, cobarde y codicioso, siempre dispuesto a ponerse al servi
cio de la facción vencedora. Estos fallos de carácter, prosigue Hutten,
se han visto sobre todo en la actitud de Erasmo frente a Lutero.
A pesar de su muy notoria coincidencia con Lutero, jamás ha llega
do a pronunciarse en público acerca de ella y, ahora, por miedo,
se retracta. Esta imagen descansa en la convicción de que, en última
instancia, Erasmo coincide con Lutero; ya en 1520, Hutten le exigió
apremiantemente que se manifestara públicamente y que junto a
él luchara contra Roma. Esa actitud implica un modo muy determi
nado de entender la Reforma: esta es, en esencia, según Hutten,
un movimiento de liberación. Esa libertad de la que hace gala fren
te a la Curia y, en general, frente a Italia, que él considera la moti
vación decisiva, la descubre en la obra de Erasmo, en la crítica
que éste hace a toda suerte de abusos eclesiásticos, en su rechazo
de las ceremonias triviales. Bajo esta interpretación, no es el conte
nido didáctico lo que constituye la norma, sino las opiniones de
Erasmo acerca de la estructura de la Iglesia. En consecuencia, la

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206 ERASMO DE ROTTERDAM

grandeza de Erasmo se funda en su reprobación de la Iglesia enten-


dida como un instituto jerarquizado y sacramental.
En el mismo sentido, antes de la entrada en escena de Lutero,
algunos adversarios de Erasmo ya se percataron de que el rasgo
 principal y decisivo de éste era el carácter crítico de su obra. El
 punto determinante de la protesta de Maarten van Dorp contra el
 Elogio de la locura  y la proyectada edición del Nuevo Testamento
apuntaba a la vulneración de la estructura de la autoridad en la
Iglesia. Ese es exactamente el mismo tono que encontramos en los
críticos de la década de los veinte. A primera vista, su critica pro-
duce un efecto muy dispar: Erasmo nada quiere saber de la Inqui-
sición, constata errores en textos bíblicos, polemiza contra las ce-
remonias eclesiásticas, quiere reducir el número de festividades,
considera que los ayunos son perjudiciales, es enemigo de las indul-
gencias, denuncia el celibato, la vida monacal le parece absurda,
 pide que la Iglesia autorice el divorcio, etc. Ahora bien, todo ello
gira en torno a una idea central: Erasmo atenta, en el sentido más
amplio de la palabra, contra la estructura actual de la Iglesia, soca-
va todo cuanto da estabilidad a la Institución.
Ese tipo de interpretación, en sus diferentes variantes, aparece
en la historia de la investigación posterior. Durante mucho tiempo,
la imagen corriente en la parte luterana quedó fijada cuando, prin-
cipalmente en los siglos xvni y xix, se había impuesto la idea de
la Reforma como movimiento de liberación. En los siglos xviu y
xix, en los Países Bajos, encontramos una estimación análoga, cuyo
 punto de partida es que Erasmo fue el primer reformador, un título
al que, por su crítica a la Iglesia y a su actividad teológica, podía
optar con más merecimientos que Lutero, el cual había sido su dis-
cípulo y su popularizados Más o menos en la misma dirección apun-
ta la idea de Erasmo, difundida sobre todo en el siglo pasado, como
un precursor de la Reforma, o, incluso, como un reformador de
la Reforma.
Una tercera imagen de Erasmo es la de la mayoría de los admi-
radores que tuvo en su época. Ellos veían en Erasmo a un reno-
vador de la Iglesia y de la teología que pasando por alto la teo-
logía de la Edad Media, del período de la barbarie, revive la teología
de los primeros siglos y se basa en ella para diseñar una reforma
de la Iglesia según el modelo de la Iglesia ideal e idealizada de
esos primeros siglos. En su opinión, la profunda crítica de Erasmo

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 207

era positiva en sus designios. En la década de los veinte, muchos


siguieron manteniendo vivos aquellos ideales de Erasmo, mientras
se iba abriendo paso una división de la Iglesia que, como tal, toda-
vía no había penetrado en las conciencias. Los prominentes parti-
darios de Lutero eran casi sin excepción intelectualmente afínes a
Erasmo. Melanchthon siempre le veneró por haber sido el restaura-
dor de las sacrae litterae; estuvo hasta el final bajo su influencia
y se mantuvo constantemente relacionado con él. A diferencia de
Cranach, que incluso retrató a Erasmo con el grupo de los reforma-
dores, Melanchthon tendía a compartir la opinión de que Erasmo

nolos
y pertenecía a ninguna
de la región de las eran,
altoalemana facciones.
en suLos reformadores
mayoría, suizos
discípulos su-
yos. No llegaron a comprender su actitud en la disputa sobre la
Eucaristía, de modo que se lo reprocharon. Pero siguieron respe-
tándole, puesto que gracias a él se había iniciado todo el movimien-
to. Hubo también muchos católicos que consideraron a Erasmo un
gran dirigente, entre ellos había prelados, miembros de los concejos
ciudadanos y príncipes. Eran numerosos los que pensaban que sólo
él podía impedir que se consumara la división de la Iglesia que
se cerm'a sobre todos como una amenaza.
Esta visión de Erasmo apenas pudo cristalizar en la historiogra-
fía más temprana. Ello se explica por el hecho de que las contradic-
ciones entre Roma y la Reforma eran muy agudas. La interpreta-
ción de las últimas décadas, en cambio, adopta este punto de vista.

Los dos
contienen tipos de de
elementos interpretación
verdad en lamencionados en primer
medida que reflejan lugar
determi-
nadas facetas de los afanes de Erasmo, así como de su personali-
dad. Ambos resaltan particularmente los aspectos críticos de su idea-
rio, ambos hacen de él el precursor de una idea de libertad, muy
 próxima al libertinaje. Pero no aciertan a entender cuál es el núcleo
del ideal y la meta de Erasmo, ignoran su espiritualidad y su propó-
sito, mientras que someten determinados rasgos a una sobreexposi-
ción que hace que el retrato salga difuminado.
Mi propio intento de hacer un retrato de Erasmo, de determinar
el lugar que le corresponde dentro de las corrientes del siglo xvi,
 parte de la interpretación mencionada en último lugar. Sólo es posi-
 ble hacer justicia a Erasmo si se le sitúa en el contexto de la teolo-
gía y de la piedad de la Edad Media, un contexto que conocía y

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20 8 ERASMO DE ROTTERDAM

en el que estaba enraizado, un contexto del que es consciente que


se distancia claramente, a la vez que se remonta a la Iglesia y teolo
gía antiguas como fuentes revivificadoras. De este modo, deslindo
mi concepción de las tendencias de los últimos veinte años, que
insertan con tanta rigidez la teología de Erasmo en la tradición me
dieval que apenas dejan margen a la originalidad. Pero también
cabe prevenirse de las exposiciones en las que este aparece en todos
los aspectos como un teólogo original. Creo que se puede perfilar
el significado de Erasmo para la cultura de su tiempo y dentro de
este conjunto determinar su influencia en la teología. Es perfecta
mente razonable situar ahí el centro de gravedad, de modo que
tiene poco sentido esforzarse en estudiarlo en terrenos en los que
su contribución carece de relieve.
Ahora bien, una interpretación de este tipo sólo se justifica si
se perfila un tema de fondo, un tema sobre el que descansa el con
 junto de la obra, y a partir del cual Erasmo resulta comprensible.
Este tema de fondo fue admirablemente formulado por el profesor
de la Universidad de Lovaina, Maarten van Dorp. En una de sus
cartas a Erasmo, hay un amplio pasaje en el que desata vehemente
mente su ira contra la nueva moda de poner en un pedestal a toda
la falange de gramáticos, poetas y retóricos, a los expertos en las
bonae litterae.  ¿Está, Erasmo, realmente convencido de que un poeta
o un helenista vale más que un teólogo? Concluye esta parte con
una brillante soflama en la que plantea la cuestión de qué gente
es la que agradece a Erasmo su edición de san Jerónimo. Entre
esa gente no se encuentran, a buen seguro, los juristas, los médicos
o los filósofos.

Ahora bien, la haces para los gramáticos. De modo que los gra
máticos han de sentarse en el trono en su condición de jueces de
todas las disciplinas ... Acecha el peligro de que quienes desean apren
der no quieran doblegarse ante sus cetros ... Los gramáticos creen
que conocen todas las disciplinas porque entienden las palabrillas
y la estructura de la lengua. De modo que las universidades no son
necesarias. Basta y sobra con la escuela de Zwolle o la de Deventer
(dos pequeñas ciudades al norte de los Países Bajos] (A 347, 155-163).

Todo ello rebosa menosprecio, Van Dorp se defiende de la jac


tancia de una despreciada especie de personas: ¡que los maestros

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA INFLUENCIA DE ERASMO 209

de escuela ocupen el trono! Ha comprendido perfectamente cuál


es el núcleo del ideario de Erasmo. Basta una frase para definirlo:
Erasmo ha descubierto la función mediadora de la palabra en el
contexto de las relaciones interpersonales y en el trato de las perso
nas con Dios. La palabra tiende un puente entre las personas, rela
ciona a las personas con el mundo circundante, con los otros y
con Dios. Los Coloquios  son, más que un ejercicio lingüístico o
un juego divertido, el reflejo de una realidad vital. En una obra
desconocida, llamada  Lingua, Erasmo hace hincapié en el lugar cen
tral que ocupa la lengua, entre la cabeza y el corazón, muy cerca
de los
 pia órganos
palabra de de los sentidos.
Dios, El texto
que nosotros, en es un panegírico
nuestra condicióndedela seres
pro
humanos, no alcanzamos a comprender en toda su grandeza y que
utilizamos por la intercesión de Jesucristo (ASD IV, 1, 242, 129-132;
364, 629-365, 637). Erasmo se siente fascinado por las posibilidades
que ofrece la lengua y por los peligros que oculta. Este hechizo,
característico del movimiento humanístico y revolucionario de esta
época, conduce a reverenciar los textos que han tendido puentes
sobre los siglos y nos han puesto en contacto con el mundo del
 pasado, que vuelve a hacerse presente. La lengua es un medio con
un peso propio que conforma la vida personal. A eso aludían los
Amerbach, en páginas anteriores: «De modo que el estudio cambia
a las personas y nosotros evolucionamos a tenor de las imágenes
que nos suministran los escritores que leemos diariamente» (véanse
 pp. 121-122). Partiendo de estos temas de fondo, podemos com
 prender concretamente
Un primer aspecto esalaErasmo
asunciónenconsecuente
tres aspectos
por distintos.
parte de Eras
mo de los métodos filológicos de los humanistas en el estudio de
los textos antiguos para el conocimiento científico de la Biblia y
el estudio de los Padres de la Iglesia. En ello estriba su contribu
ción al desarrollo de un nuevo método de exégesis bíblica. Él no
fue el primero en este campo, le precedieron Lorenzo Valla en Ita
lia y Jacques Lefévre d’Étaples en Francia. Pero fue el primero
que se dedicó seriamente a estudiar todo el Nuevo Testamento y
el primero que aplicó el método consecuentemente, de lo que resul
tó algo más que una leve reelaboración del texto de la Vulgata. 
Se remitió al texto griego, procuró reconstruir versiones de textos
de la Biblia que conocían los Padres de la Iglesia y utilizó la exége
sis de la Iglesia primitiva. Como consecuencia de ello, quedó me
14. — ERASMO

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210 ERASMO DE ROTTERDAM

noscabado el prestigio de las grandes autoridades exegéticas de la


Edad Media, de la Glossa ordinaria  y de las Postillas  de Nicolás
de Lira. Pensaba que la exégesis bíblica de estos conducía con exce-
siva brusquedad de la interpretación literal a las reflexiones teológi-
cas y que transmitían de mala fe a los Padres de la Iglesia, pues
los sacaban de su contexto. El principal ataque contra el orden es-
tablecido procedía de las  Anotaciones,  donde el lector encontraba
escuetas observaciones filológicas al texto de la Biblia. Este modo
de operar, en la práctica, significaba la profanación de un libro
sagrado. En la interpretación de Erasmo no se respetaba y acrecen-

taba la tradición
la Biblia quedese los
a lo largo había ido sino
siglos, formando
que seenlatorno al texto
recusaba con de
el
objeto de proceder a un nuevo comienzo. Este proceso continuó
avanzando en las ediciones posteriores: partiendo del texto, Erasmo
criticó la práctica de la Iglesia, el dogma eclesiástico y las disposi-
ciones del derecho canónico.
Ello representaba una ruptura con el pasado, no obstante el he-
cho de que Erasmo estuviera íntimamente convencido de que su
método de trabajo constituía un retorno a una antigua tradición,
la de los Padres de la Iglesia y a su interpretación de la Biblia.
 No alcanzó a entender el alboroto que se armó por su culpa y no
se percató de que, por lo menos en el reconocimiento del punto
de partida del critico, la crítica dio en el blanco: quien socava la
autoridad en un terreno como el de la Biblia, que tanto afecta a
la sensibilidad de los creyentes, ataca a la autoridad en sí. Subjeti-
vamente, Erasmo era una persona totalmente conservadora, de ahí
que fuera muy poco consciente del carácter objetivamente revolu-
cionario de su obra.
La labor de Erasmo en las ediciones de diferentes Padres de
la Iglesia y en la traducción de sus obras, que él mismo publicó,
o cuya publicación suscitó a través de otras personas, está íntima-
mente vinculada a sus estudios bíblicos. En eso tampoco fue el pri-
mero, pues siguió desarrollando la tradición que al respecto ya exis-
tía en Basilea. Es impresionante el programa que llevaron a cabo
Erasmo y algunos más en los años inmediatamente posteriores a
1515. Estas ediciones perseguían el ambicioso objetivo de crear una
nueva teología, enraizada en la tradición teológica de la Iglesia pri-
mitiva.
El segundo aspecto acaso tenga mucha mayor relevancia. En

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 211

la carta de Van Dorp que acabamos de mencionar, éste hace espe-


cial hincapié en las repercusiones que podría tener en la teología
el predominio de los gramáticos. Comprendió perfectamente las con-
secuencias que el nuevo método de teologizar de Erasmo acarrearía
a la actividad teológica. El método cambiaría completamente, la
teología sistemática perdería su hegemonía siendo sustituida por la
exégesis. Dicho de otro modo: la dialéctica, el camino de acceso
a los principios, según se la denominaba, habría de ceder su sitio
a la retórica. La labor teológica dejaría de atenerse a las leyes de
una lógica estricta, todo el método teológico escolástico se vendría
abajo, tendría que dejar vía libre al método científico humanístico,
en el que confluían la dialéctica y la retórica. Ya hemos visto que
en los textos introductorios al Nuevo Testamento, Erasmo aboga
 por una teología que parte de los términos y conceptos existentes
en la Biblia con el objeto de elaborar una teología directamente
fundamentada en la palabra de las Sagradas Escrituras. A ello cabe
añadir que Erasmo no sólo fomentó este método de teologizar en
la teoría, sino que también lo ejerció en la práctica. Prueba de ello
son las largas digresiones que aparecen en las  Anotaciones-,  el  De 
libero arbitrio es el mejor ejemplo que cabe imaginar de tratamien-
to de un problema teológico en forma de una exhaustiva discusión
de pasajes de la Biblia que aducen razones a favor y en contra
del libre albedrío. En el método de los grandes maestros escolásti-
cos se descubre la inversión de valores a la que aquí se tiende.
El tercero y último elemento es el programa de reforma que
Erasmo quería llevar a cabo. El estudio del Nuevo Testamento y
de los Padres de la Iglesia no era sólo una cuestión técnica, puesto
que su cometido consistía en abrir paso a una nueva espiritualidad,
a una piedad acorde con los tiempos. De forma que Erasmo dirigió
sus ataques contra la enajenación de la Iglesia y de sus sacramen-
tos, que hacían imposible la comunicación directa y personal de
los cristianos con Dios, y contra la escolástica. Erasmo quería que
la Iglesia, de aparato de poder y de comunidad puramente sacra,
se transformara en comunidad que ayudara a los cristianos a llegar
al fondo, al contacto directo con Dios. Para Erasmo, este objetivo
era, en última instancia, determinante. Huelga decir que la alta con-
sideración que tiene de la palabra juega un importante papel en
todos los terrenos: sólo la palabra tiene suficiente dimensión espi-

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212 ERASMO DE ROTTERDAM

ritual para poder ser el vehículo del espíritu, tanto del divino como
del humano.
Con este esbozo de la contribución de Erasmo a la vida espiri
tual de su tiempo, hemos respondido implícitamente a la cuestión
 planteada tan a menudo de si Erasmo era un teólogo. ¿Era acaso
sólo un profesor de idiomas? El propio Erasmo aceptaba, como
un título honroso, el calificativo de «grammatistés», maestro de
escuela, que se le atribuía (A 4S6, 128-143). En su alegato contra
Lefévre d’Étaples dice que, a pesar de haber obtenido el título de
doctor siguiendo los consejos de sus amigos, ni siquiera entre sus
amistades
(LB IX 66más
B). íntimas jamás se jactónodeconsideraron
Sus contemporáneos su condiciónque
de su
teólogo
obra
fuera la de un teólogo. No recurrió al método escolástico. Tampo
co fue un teólogo en el sentido de que hubiera elaborado claramen
te una concepción teológica reveladora de todo su ideario. Ello no
obstante, me atrevo a llamarle teólogo. Al fin y al cabo, conoció
la teología de su tiempo y la de la Edad Media y supo hacer uso
de ellas. Además, sus extraordinarios conocimientos de la obra de
los laPadres
es de la Iglesia
integración fecundaron
de! método sus escritos.
filológico Lo más justamente,
a la teología: importante
 por su condición de grammatistés, de hombre que poseía la avidez
de las palabras, fue un teólogo extremadamente original. La fusión
de las bonae litterae  con las sacrae litterae,  que fue el propósito
que persiguió a lo largo de toda su vida, sacó a la teología de su aisla
miento y volvió a conectarla con la cultura de la época. Finalmente,
en sus escritos encontramos dos temas confluyentes: la obra de Je
sucristo y el camino de salvación de la persona. Estas dos ideas
están relacionadas y en su opinión constituyen el punto neurálgico
de la Biblia. De ese modo salvaba el abismo que mediaba entre
la teología y la praxis pastoral. En sus escritos, Erasmo asociaba
directamente la Biblia con la vida personal. Con ello apuntaba a
la posibilidad de una teología que no fuera ajena a la vida y a
las cuestiones cotidianas de la fe, a una teología que concerniera
a un amplio
carácter grupodede
ejemplar lasinteresados. Es los
Paráfrasis  de de libros
destacar
del alNuevo
respecto el
Testa
mento.
Los tres aspectos que acabamos de señalar, la aplicación conse
cuente del método filológico al análisis científico de la Biblia, la
repercusión de este procedimiento en el surgimiento de un nuevo

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 213

método científíco y el programa de una reforma de la religión y


de la sociedad, están íntimamente ligados. Constituyen una unidad,
y precisamente a través de esta totalidad Erasmo conquista su posi-
ción realmente privilegiada, convirtiéndose en el centro de un movi-
miento de renovación impregnado de ímpetu idealista. Acrisoló fuer-
zas ya existentes y las refundió en una unidad; en su obra, el pasado
se convierte en una fuerza viva: la meta que perseguía era la actua-
lidad, quería servir al mundo cristiano incorporándole los tesoros
del pasado. La ruptura con la tradición inmediata se hace evidente.
La idea de una decadencia en la historia de la cultura tiene su ori-

genEste
en el humanismo.
movimiento ha recibido diversas designaciones: humanis-
mo cristiano, humanismo alemán, Renacimiento nórdico. En mi opi-
nión, la mejor designación es la que formuló el erasmista neerlan-
dés, Johannes Lindeboom, esto es, «humanismo de la Biblia»,
 porque este concepto alude certeramente al fondo mismo de las
aspiraciones (véase p. 123). Un concepto, no obstante, que debe
reservarse para aquellos que reúnen los tres criterios que hemos
mencionado. Si también se aplica a aquellos que únicamente adop-
tan o utilizan el método humanístico entonces resultaría que todos
los teólogos de las décadas de los veinte y de los treinta serían hu-
manistas de la Biblia. Al respecto, un buen ejemplo es Lutero. Sólo
se le puede calificar de humanista de la Biblia considerando que
las conquistas del método humanístico juegan un papel muy rele-
vante en su exégesis. Ahora bien, su método exegético en sí es dis-
tinto, su modo de hacer teología no coincide con el modo de Eras-
mo, y sus ideas sobre la Iglesia y el cristianismo contradicen, bá-
sicamente como veremos, los ideales de Erasmo. Entonces, la de-
signación se referiría a grupos tan heterogéneos y difusos que care-
cería de significado. En todo caso, la presencia de determinados
elementos de la tradición biblicohumanística sirve para dejar cons-
tancia de la popularidad y de la fuerza del movimiento en la década
de los veinte. En esta época comienza a perfilarse poco a poco la
fragmentación de la Iglesia. Ello no obstante, el humanismo de la
Biblia constituye un importante nexo de unión. Es sintomático que
de este círculo surjan tanto los dirigentes del luteranismo como los
de la Reforma suiza y altoalemana.

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214 ERASMO DE ROTTERDAM

Erasmo ejerció una enorme influencia en su tiempo. En 1534


el franciscano Nicolaus Herborn escribió que Lutero arrastró consi
go a una gran parte de la Iglesia, Zuinglio y Oecolampadio a cierta
 parte, Erasmo a la mayor parte. Añadía haciendo mención a san
Mateo 26, 24: «Mejor que ese hombre no hubiera nacido» (A 2899,
22-24; 2906, 60-63). Quien quiera determinar en concreto la influencia
ejercida por Erasmo debe distinguir entre su labor en el campo de
la teología y la repercusión de sus ideas sobre una necesaria refor
ma socio-eclesiástica. En el terreno teológico, se puede pensar tanto
en su exégesis bíblica como en su método teológico; en uno y otro
caso tuvo una gran influencia en el círculo de los teólogos progre
sistas.
El modo de interpretar la Biblia introducido por Erasmo des
 pertó entusiasmo desde el comienzo. Es sintomático que Lutero en
seguida utilizara en sus clases y en sus publicaciones la primera
edición del Nuevo Testamento de Erasmo. Se sirve de él críticamen
te, pues su interpretación de la Biblia es distinta, pero, a pesar de
sus ataques posteriores al Nuevo Testamento de Erasmo, este sigue
siendo el punto de partida de su exégesis. El modo de proceder
de Lutero es ejemplar por lo que respecta a la interpretación protes
tante de la Biblia en general y en una fase algo posterior también
en lo que respecta a la exégesis practicada por la parte católica.
Bastarán unos pocos ejemplos. Juan Calvino, el exegeta por exce
lencia entre los reformadores, siempre pone sobre el tapete la inter
 pretación de Erasmo. Lo mismo hace, pero todavía en mucha ma
yor medida, su sucesor Teodoro de Beza; en sus grandes ediciones
del Nuevo Testamento, conversa ininterrumpidamente con Erasmo.
Esta influencia fue duradera. No es casual que a lo largo del siglo
xvi las ediciones de la Glossa ordinaria  vayan perdiendo paulati
namente un terreno que ganan ediciones exegéticas de los Padres
de la Iglesia y nuevos comentarios contemporáneos. La categoría
mencionada en primer lugar no se utilizó como mero objeto de
estudio, sino como absoluto fundamento de una exégesis propia.
La última edición de la Glossa ordinaria  de 1634. Se sustituirá por
una nueva compilación, cuyo punto de arranque es Erasmo.
Estrechamente relacionado con ello cabe hablar de la influencia
ejercida por el método introducido por Erasmo. Melanchthon es
un ejemplo sugestivo. La primera obra teológica y sistemática de
origen protestante, los Loci com munes  de Melanchthon, revela cía-

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 215

ramente influencias de Erasmo. La obra, siguiendo plenamente las


 pautas del método humanístico, se orienta directamente hacia la
Biblia. Por lo demás, a pesar de grandes divergencias en cuanto
al contenido, comparte con Erasmo la concentración en la cristolo-
gía y en el camino de salvación de la persona, rechazando todas
las especulaciones y fijaciones en una doctrina divina considerada
como el núcleo de la teología. Nos encontramos aquí ante un deci
sivo viraje teológico, cuyo alcance todavía hoy desconocemos en
gran parte, pero que, al menos parcialmente, se preparó en el círcu
lo del humanismo de la Biblia. El hecho de que dentro del protes
tantismo la Biblia ocupe un lugar central en la revelación del plan
divino de la salvación, no es sólo una consecuencia de la revalora
ción de la interpretación de la Biblia, sino que también se realiza
de otro modo en la teología sistemática. En este punto la influencia
de Erasmo fue grande. Aún no ha sido suficientemente investigado
en qué medida este viraje de mediados del siglo xvi quedó invali
dado al producirse una vuelta al método escolástico, detectable tam
 bién en la teología protestante.

Es evidente, sin embargo, que Herborn no pensaba primordial


mente en estas influencias. La cuestión que nos planteamos es la
siguiente: ¿se puede hablar de una irradiación de las ideas de Eras
mo, en sentido amplio, que no quede reducida a la esfera teológi
ca? Si seguimos la vía abierta por esta cuestión, lo primero que
constatamos es que no hubo jamás una Iglesia que se cimentara
en su ideario, como había sucedido en el caso de Lutero, Zuinglio
y Calvino, donde las estructuras se ensamblaron en un marco y
ello constituyó la garantía de una poderosa influencia ejercida a
través de los siglos. Eso no es aplicable a Erasmo, puesto que no
desencadenó un movimiento popular y ello guarda relación con el
medio del que se sirvió. En líneas generales, la Reforma en su fase
inicial se desarrolló en contra de la voluntad de las autoridades,
las fuerzas que la sustentaron fueron grupos muy amplios influidos
 por los medios de comunicación de la época —sermón, panfleto,
libros en lengua vulgar, estampa y hoja volante. Erasmo sólo escri
 bía en latín, de manera que sus publicaciones eran exclusivamente
leídas por la elite. Las traducciones tenían mucha mayor repercu
sión, pero a través de ellas muchos de sus escritos perdían fuerza
expresiva. Jamás dispuso de una cátedra, ni de un pulpito, la ver

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216 ERASMO DE ROTTERDAM

dad es que nunca aspiró a tener ninguna de las dos cosas. Hasta
la misma relación personal era menos importante que el libro.
 No es una casualidad que fuera muy reducido el lapso de tiem
 po en el que Erasmo imperó en el ánimo de sus contemporáneos.
Empezó en torno a 1515 y duró más o menos hasta 1525. A partir
de mediados de la década de los veinte, su influencia en Alemania
cede terreno a Lutero, una personalidad mucho más vigorosa que
la suya. El periodo erasmiano tuvo una duración más larga en los
Países Bajos, en Inglaterra, en Francia y en Suiza. Ello guarda rela
ción con el hecho de que tanto el movimiento zuingliano como el
catolicismo reformista, más abierto y en cierto modo indefinido,
habían recibido de él su impulso. En el momento que se abre paso
un poderoso y decisivo movimiento que con un cierto exclusivismo
se adueña de los espíritus, tal como sucedió con el luteranismo,
el calvinismo o la contrarreforma, no queda para un Erasmo la
más mínima oportunidad.
Como Erasmo no creó ningún institución, la respuesta a la pre
gunta sobre su influencia sólo se puede dar en relación a cada uno
de los diferentes movimientos. A comienzos de la década de los
veinte, circulaba un popular impreso, titulado «El molino divino».
Jesucristo echa el grano —los cuatro evangelistas y san Pablo—
en el molino. Del molino sale la harina: energía, fe, esperanza y
amor; con todo lo que ha salido Erasmo llena un saco. De ello
Lutero hace pan, esto es, libros (Holeczek 13). De manera que se
considera a Erasmo mediador en la tarea de transformación de las
Sagradas Escrituras en literatura de la Reforma. En los primeros
años del movimiento reformador, se suele compartir la convicción
de que Erasmo y la Reforma vienen a ser lo mismo.
Poco tiempo después, sin embargo, se puso de manifiesto que
Erasmo no podía ejercer ninguna influencia decisiva en el movi
miento luterano, a pesar de las muchas cosas en común que tenía
con Lutero. Uno y otro no pueden ser comprendidos si no se tienen
en cuenta ciertas características del mundo en torno a 1500, tales

como con
tacto la necesidad de sosiego,
Dios (véanse de seguridad,
pp. 60-63). Uno y otrode se
inmediatez
oponen aldel con
intento
de volver a alcanzar esta comunidad con Dios a través de la intensi
ficación de los elementos objetivos: Iglesia y sacramentos. Uno y
otro están plenamente convencidos de que a través de sus institucio
nes demasiado humanas la Iglesia empaña lo esencial. Había que

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

LA INFLUENCIA DE ERASMO 217

acabar de una vez con todo eso para reencontrar la esencia de la


religión. De manera que, en cuanto a su crítica a la Iglesia, son
muy parecidos. La diferencia se hace patente en el momento de
la definición de la esencia de la religión. Erasmo considera que el
 punto substancial es la relación inmediata con Dios posibilitada a
través del vinculo con Jesús. Por eso, Jesús es el eje en torno al
cual gira nuestra vida. Lutero piensa que el punto substancial es
el encuentro con un Dios que exige justicia, una justicia inalcanza-
 ble para el ser humano. El único sosiego que nos depara la vida
es Jesucristo, en él Dios pone de manifiesto su misericordia. Dicho
de otro modo: para Lutero, Dios y el ser humano se hallan uno
frente a otro, Dios reconcilia en Jesucristo al mundo consigo mis-
mo; para Erasmo, el ser humano se encuentra inclinado hacia Dios;
 para Lutero, la máxima justicia humana no es más que pecado;
 para Erasmo, el ser humano, en sus instantes supremos, consigue
acercarse a Dios; para Lutero, fuera de Dios sólo hay el diablo;
 para Erasmo, existe una bondad natural de la persona. De ahí que
Erasmo exalte la bondad divina cuando afirma que los filósofos
de la Antigüedad ya habían vislumbrado a Dios, mientras que Lu-
tero considera que esa idea de Erasmo es pura y simplemente blas-
femia.
Erasmo tuvo más posibilidades dentro del movimiento de la Re-
forma en Suiza y en la zona altoalemana, cuna del protestantismo
reformador. Lógicamente éste no puede identificarse con Erasmo.
Zuinglio, como reacción al escrito de Erasmo, rechaza sin paliati-
vos la noción de libre albedrío y consuma la ruptura con la Iglesia.
En ambos puntos se opone directa y conscientemente a Erasmo.
Es de destacar, empero, que adopta la concepción básica del idea-
rio de Erasmo, es decir, la oposición entre el espíritu y la carne,
entre interioridad y exterioridad, superior e inferior. Por ello existe
una profunda e íntima afinidad de pensamiento entre ambos. El
absoluto rechazo de las imágenes en la Iglesia procede directamente
de argumentos erasmianos, su doctrina de la Eucaristía lleva muy

marcada
duo la impronta
también está másdecerca
Erasmo.
de laLadeimagen
Erasmoque se de
que forja delLutero.
la de indivi-
Para él, ser persona no equivale a ser pecador, igual que Erasmo
tiende un puente entre lo humano y lo divino. Esta concepción de-
termina su doctrina de la ley de Dios. Mientras Lutero enseña que
la ley divina sólo revela la incapacidad de la persona para cumplir 

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218 ERASMO DE ROTTERDAM

esta ley, Zuinglio dice expresamente que la ley divina es norma para
la persona én estado de gracia, una norma a la que debe atenerse
y que con sus altos y bajos puede también cumplir. Para Erasmo,
eso era una cuestión que no ofrecía la menor duda, era algo que
sostuvo apasionadamente frente a Lutero. De forma que no es de
extrañar que siguiera gozando de un gran prestigio dentro del pro
testantismo reformador, al margen de la ulterior influencia de Cal-
vino, el cual, en el aspecto teológico, está más próximo de Lutero
que de Zuinglio y, sin el menor género de dudas, radicalmente ale
 jado de Erasmo.
En el interior del catolicismo, Erasmo suscitó las más diversas
reacciones. En 1SS9 todas sus obras estaban en el índice —digamos
de pasada que el que se publicó cinco años más tarde era menos
severo—, y, sin embargo, ejerció una gran influencia dentro del
catolicismo. Estas diferencias de criterio no son nada sorprenden
tes. Erasmo hizo substanciales manifestaciones a favor y en contra
de la vida devota de finales de la Edad Media. Unos entendieron
la oposición al enajenamiento de la religión como una liberación,
otros como una concesión al espíritu de la época. La circunstancia
de que unos años después de que Lutero hubiera a dado a conocer
su programa en amplios círculos, éste atrajera la atención de todo
el mundo, fue decisiva para la suerte de Erasmo en la vieja Iglesia.
Consecuencia de ello fue que, también en los medios católicos, se
le comparara con Lutero. Un claro ejemplo de ello es la oposición
que suscitó Erasmo en París. Diversas ideas genuinamente erasmia-
nas fueron calificadas de «luteranismo», cuando no sólo no tenían
nada que ver con Lutero, sino que a menudo fueron rechazadas
 por este.

En resumen, se puede decir que el pensamiento de Erasmo que


dó preservado, pero que el erasmismo, como tal, no sobrevivió a
la formación de los nuevos frentes confesionales en la década de
los cuarenta. Eso nos lleva a plantear la cuestión de si las ideas
de Erasmo tenían vigor suficiente para perdurar. Creo que la res
 puesta no puede ser sino negativa. El proceso de interiorización
y el espiritualismo que constituyen sus rasgos esenciales no ofrecen
ninguna alternativa. En los círculos espiritualistas del siglo xvi, sus
ideas se manifestaron bajo una forma que no era la del propio
Erasmo. No es casual que el erasmismo sólo alcanzara a ocupar 

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LA INFLUENCIA DE ERASMO 219

un lugar destacado en la Inglaterra de Enrique VIII. Aquí podía,


con el apoyo de la corona, mantener una posición intermedia entre
las dos convicciones rivales. En el momento que una de ellas se
imponía a la otra, el erasmismo sólo puede ejercer su influencia
como factor moderador. Ello significa que las ideas de Erasmo po
dían servir más de correctivo que de alternativa. Como tales, no
cabe duda, tuvieron una gran relevancia a lo largo del siglo xvi.
Aunque el periodo de la contarreforma en la Iglesia católica no
es en absoluto erasmiano —quiere clarificar, fijar la doctrina y es
tablecer un marco eclesiástico sólido—, las medidas concretas de

reforma que se
de los laicos, adoptaron,
albergan por ejemplo
una importante para mejora
herencia del Lo
erasmiana. clero y
mis
mo cabe constatar en el protestantismo reformador. El riguroso pro
ceso de purificación de la Iglesia, que hace tabula rasa  de todo
lo establecido en el terreno de la liturgia, en el ornamentaje de los
edificios eclesiásticos, en la organización de la Iglesia, es posible
que como tal nada tenga que ver con el espíritu de Erasmo, en
cambió sí tiene que ver mucho con Erasmo el impulso espiritualista
que se expresa en este proceso.
Cuanto aquí se ha dicho sobre el siglo xvi se puede aplicar casi
sin reservas a épocas posteriores. No cabe hablar de influencia di
recta del legado de Erasmo. Nunca hubo un renacimiento de Eras
mo. Sin duda, hubo personas que alegaron a Erasmo cuando en
él encontraban algo con lo que ellos se identificaban. En estos ca
sos, no se trata de una adopción integral del bagaje de ideas de
Erasmo, acaso en una cierta modificación condicionada por la épo
ca. Más bien se trata aquí quizá de un proceso de reconocimiento,
del reconocimiento de una determinada forma de piedad. Algo que
creo que también es aplicable al resurgimiento de la investigación
erasmiana en las dos últimas décadas, un hecho que deriva de cau
séis más profundas que del interés puramente científico. Este tipo
de piedad se mueve entre dos polos. Su peculiaridad consiste, por
un lado, en el ansia de una relación personal e inmediata con Dios.
Lo primordial no es la comunidad, sino el individuo y su relación
con Dios. Las exterioridades religiosas carecen totalmente de im
 portancia. Individualismo y esplritualismo son ya de por sí marcas
esenciales de distinción. Signos ulteriores de este tipo de religiosi
dad son los ideales de paz, de armonía y felicidad. Y esto rige tanto
en la relación individual con Dios como en la comunicación ínter-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

220 ERASMO DE ROTTERDAM

humana que de ahí se deriva. De modo que optimismo y un cierto


grado de superficialidad son sus elementos específicos. Es más una
 piedad de la planicie que de las montañas, de naturaleza más íntima
que tempestuosa.

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16. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

1.  Ediciones

Poco tiempo después de ia muerte de Erasmo, entre 1538 y 1540, apare-


cieron sus obras reunidas en nueve volúmenes, publicadas en Basilea por
su editor Froben. El propio Erasmo dejó ciertas indicaciones para el edi-
tor, entre ellas la disposición de que los escritos de un mismo carácter
se incluyeran siempre en el mismo volumen. Eso explica que la edición
estuviera dividida en «ordines», en secciones.
Entre 1703 y 1706, se publicó una segunda edición, esta vez en Leiden,
recopilada por el teólogo ginebrino Jean le Clerc (Johannes Clericus). Para
no despertar susceptibilidades, en la imprenta se quitó su nombre de la
 portada del primer volumen y de la introducción, de manera que en la
mayoría de los ejemplares faltaba el nombre del director de la edición.
En general, Le Clerc no hizo sino reproducir la edición de Basilea. De
vez en cuando consta en una nota que para un determinado texto consultó
una edición más antigua. Las cartas se editaron con mucho mayor esmero.
Se mantuvo la división en secciones, ordenadas como sigue:
I. Escritos filológicos
II. Adagios
III. 1 y 2. Cartas
IV. Escritos sobre moral
V. Escritos sobre religión y teología
VI. Nuevo Testamento con anotaciones
VII. Traducciones
VIII. Paráfrasis deldeNuevo
PadresTestamento
de la Iglesia griegos
IX y X. Apologías

El segundo volumen contiene un Indice de los  Adagio,  el tercero un


índice de las cartas y el décimo un índice general.
En 1969, empezaron a publicarse en Amsterdam los volúmenes de la

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222 ERASMO DE ROTTERDAM

nueva edición. Ésta mantiene la misma clasiñcación que las dos ediciones
 precedentes, con la sola diferencia que ha aumentado el número de volú
menes por sección. En cada volumen aparecen aquellos escritos de una
misma sección, cuya redacción ha sido concluida. Dentro de las secciones
no se sigue, por tanto, un orden cronológico. Pero se ha procurado que
en los distintos volúmenes, aun de la misma sección, exista una clara cohe
rencia entre los escritos allí publicados. La participación de especialistas
en la edición refleja el carácter internacional de la investigación erasmiana.
Una secretaria coordina las actividades. Hasta ahora, han aparecido 16
volúmenes de la edición de Amsterdam: I, 1-5; II, 4-6; IV, 1-3; V, 1-3;
IX, 1, 2. Se encuentra en fase de preparación el volumen I, 6 con  De  
copia verborum.
De modo que para el estudio de los escritos de Erasmo se ha de utilizar
fundamentalmente la edición de Amsterdam y en cuanto a los escritos to
davía no publicados en esta —que son la mayoría— la edición de Leiden.
Se ha de tener en cuenta la diferencia entre ambas ediciones en lo que
respecta a los textos de base. La edición de Leiden ofrece, por la vía indi
recta de la edición de Basilea, las últimas obras publicadas en vida de Eras
mo, pero sin aparato critico. La edición de Amsterdam tiene en lineas
generales como
tras que las texto base
variantes la primeraenedición
introducidas autorizada
las demás por Erasmo,
ediciones mien
autorizadas se
señalan en el aparato critico del texto. Esta regla deja de observarse cuan
do Erasmo, en el curso de los años, ha reelaborado y/o ampliado un escri
to tan significativamente que se ha de buscar una solución distinta. Lo
que acabamos de decir se ha de tener muy en cuenta sobre todo al utilizar
la edición de Leiden. Asi, por ejemplo, en muchas obras se atribuyen a
Erasmo afirmaciones que se supone que hizo en la primera edición de las
anotaciones al Nuevo Testamento en 1516, cuando en realidad proceden
de 1527, el año de la cuarta edición.

Wallace K. Ferguson publicó algunos textos que no aparecen en la edi


ción de Leiden. Algunos de ellos probablemente, otros con toda seguridad,
los escribió Erasmo, aunque no reconociera su autoría.
En cuanto a las cartas, es obligado utilizar la ejemplar edición de Percy
Stafford Alien y otros. Entre los indices del último volumen hay uno que
localiza los pasajes de la correspondencia que se refieren a las obras de
Erasmo.
Las ediciones que a continuación mencionamos destacan también por
su calidad. La edición de Hajo y Annemarie Holborn es particularmente
importante en lo que respecta a la  R atio verae theologiae,  un texto que
sufre modificaciones en las diferentes ediciones.
La edición bilingüe publicada por Werner Welzig, citada en las traduc

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 223

ciones, ofrece una serie de escritos importantes; ello no obstante, carece


de valor original, puesto que difunde textos conocidos.
En la lista de ediciones que sigue a continuación, a cada título le prece
de la abreviatura que he utilizado. Por comodidad, exceptuando las cartas,
me he referido a ediciones distintas a las de Amsterdam o Leiden sólo
cuando ha sido absolutamente necesario.

LB = Desideríi Erasm i Roterodami Opera om nia emendatiora et auctiora, 


Lugduni Batavorum, 1703-1706, 10 vols. ( = Hildesheim, 1961-1962).
ASD = Opera om nia Desideríi Erasmi Roterodam i recognita et adnotatione  
critica instructa notisque ¡Ilústrala, Amsterdam (volúmenes posteriores:

F = Amsterdam-Nueva
Erasmi Opuscula. AYork-Oxford),
Supplemenl to1969 ss.
the Opera Omnia,   ed. Wallace K.
Ferguson, La Haya, 1933.
A = Opus epistolarum Des. Erasmi Roterodami denuo recognitum et auc- 
tum,  ed. Percy Stafford Alien, y otros, Oxonii, 1906-1958, 12 vols.
R= The Poems o f Desideríus Erasmus,  ed. Comelis Reedijk, Leiden, 1956.
 De ¡ibero arbitrio SiaTQifir) sive collado per Desiderium Erasm um Rotero- 
damum,  ed. Johannes von Walter, Quellenschriften zur Geschichte des
Protentastismus, 8. Leipzig, 1910 ( = Leipzig, 1935).
Erasmus von Rotterdam,  Novum Instrum entum Basel 1516. Faksimile-Neu-
druck, ed. Heinz, Holeczek, Stuttgart-Bad Cannstatt, 1986.
Erasmus‘ Annotationes on the New Testament. The Gospels. Facsímile o f  
the Final Latín text (1535) with all earlier variants,  ed. Anne Reeve,
Londres, 1986.
Gibaud, Henri, Un inédit d ’Érasme: la prem iére versión du N ouveau Tes
tament copiée par Pierre Meghen 1506-1509,  Angers, 1982.
H = Desideríus Erasmus Rolerodamus,  Ausgewáhlte Werke, ed. Hajo y An-
nemarie Holbom, Veroffentlichungen der Kommision zur Erforschung
der Geschichte der Reformation und Gegenreformation, Munich, 1933
( = Munich, 1964)
Reedijk, Comelis: Tamdem bono causa triumphat. Zur Geschichte des Ge- 
samtwerkes des Erasmus von Rotterdam,  Vortráge der Aeneas-
Sylvius-Stiltung an der Universitát Basel, 16, Basilea-Stuttgart, 1980.

2. Traducciones
A continuación se indican algunas traducciones al alemán. Entre ellas
destaca, por su amplitud, la edición de Werner Welzig. Las traducciones
de Walther Kóhler son muy buenas. El texto de Rudolf Padberg es intere
sante porque incluye traducciones de numerosas plegarías. Del ámbito lin
güístico inglés y francés, sólo menciono las dos empresas de mayor enver-

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

224 ERASMO DE ROTTERDAM

gadura. La serie inglesa es particularmente importante: las traducciones


están hechas a partir de las primeras ediciones y las anotaciones a las cartas
(volúmenes 1-6) completas y, en algunos lugares, corrigen las de Percy S.
Alien. (También reseñamos algunas traducciones castellanas.  N . deI e.\ 
Erasmus von Rotterdam,  Ausgewáhlte Schriften, ¡aíeinisch und deutsch,  
ed. Welzig Wemer Darmstadt, 1967-1980, 8 vols.
Desiderius Erasmus, Ein Lebensbild in Auszügen aus semen Werken,  ed.
Kóhler Walther (Klassiker der Religión, 12-13) Berlín, 1917.
Erasmus von Rotterdam,  Briefe,   ed. Walther Kóhler y Andreas Flitner,
(Sammlung Dieterich, 2), Bremen, 1936.
Erasmus von Rotterdam,  Handbüchlein des christlichen Streiters,  ed. Hu-
 bert Schiel, Olten-Friburgo de Brisgovia, 1932.
Erasmus von Rotterdam, Vom freien Willen, ed. Otto Schumacher, Gotin-
ga, 1956.
Padberg, Rudolf, Erasmus von Rotterdam. Seine Spirituafítát Grundlage 
seines Reformprogramms (Oecumenismus spiritualis, 2), Paderbom, 1979.
Cotteeted W orks o f Erasmus, Toronto-Buffalo (volúmenes posteriores: To-
ronto-Buffalo-Londres), 1974 ss. Hasta ahora han aparecido los volú
menes 1-8, 23-28, 31, 42.
 La Correspondance d ’Érasme. Traduetion intégrale,  Bruselas, 1967-1985,
12 vols.
Coloquios,  Espasa-Calpe, Madrid, s. f.
Erasmo: obras escogidas,  Aguilar, Madrid, 1964*.

3.  Bibliografías de ediciones antiguas

Unaartículos
en los relacióncomprendidos
de las obras más
en laimportantes en este
Theologische ámbito se encuentra
Realenzyklopadie,   p. 15.
Posteriormente, se han publicado otros tres notables trabajos sobre este tema.
La Biblioteca de Rotterdam posee la mayor colección de publicaciones
impresas antiguas de Erasmo, unos 3.000 ejemplares. Tiene, además, rese
ñadas todas las obras impresas de Erasmo que se encuentran en cerca de
500 bibliotecas, con indicación del lugar de hallazgo de los respectivos ejem
 plares. La dirección es: Gemeentebibliotheek Rotterdam, Erasmuscollectie
110, 3011 PV Rotterdam, NL.

Augustijn, Cornelis, «Erasmus, Desiderius», en Theologische Realenzyklo


 padie,   10, Berlín-Nueva York, 1982, 1-8.
Meyers, Johanna J. M.,  A uth ors edited, translated or annotated by Desi
derius Erasmus. A short-title Catalogue o f the W orks in the C ity Li- 
brary o f Rotterdam,  Rotterdam, 1982.

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 225

Devereux, Edward James,  Renaissance English Transíations o f Erasmus. 


 A Bibliography to 1700  (Erasmus Studies, 6), Toronto-Buffalo-Lon-
dres, 1983.
Holeczek, Heinz, Erasmus D eutsch,  Stuttgart-Bad Cannstatt, 1983, vol. 1.

4.  Bibliografía: estudios bibliográficos sobre Erasmo

La exhaustiva y comentada bibliografía de Jean-Claude Margolin indi


ca las publicaciones de 1936 a 1985. En cuanto al período posterior, se
 pueden utilizar el trabajo de Margolin y los índices de las dos revistas
abajo mencionadas;
también mencionan por lo demás,
y reseñan las revistas
la literatura aludidas
recién en el apartado 5
publicada.

Margolin, Jean-Claude, Quatorze années de bibliographie érasmienne  


(1936-1949)  (De Pétrarque á Descartes, 21), París, 1969.
 —,  D ouze années de bibliographie érasmienne (1950-1961)  (De Pétrarque
á Descartes, 6), París, 1963.
 —,  N eu f années de bibliographie érasmienne (1962-1970)  (De Pétrarque á
Descartes, 33), París-Toronto-Buffalo, 1977.
 —, «Quinze années de travaux érasmiens (1970-1985)», Bibliothéque d ’Hu-  
manisme et Renaissance,  48 (1986), pp. 585-619.
Ephemerides Theologicae Lovanienses,  a partir de 1924.
 Archiv fü r Reform ationsgeschichte,  Beiheft Literaturbericht, 1972 s$.
Schepper, M. de, y Chris L. Heesakkers,  Bibliographie de THum anism e  
des anciens Pays-Bas,  Bruselas, 1988.

5.  Bibliografía: revistas
Hay dos revistas totalmente especializadas en la investigación erasmiana:

Erasmus in English. A Newsletter published by University o f Toronto Press, 


1970 ss., 15 volúmenes hasta el momento.
Erasmus o f Rotterdam Society Yearbook,  Ann Arbor, Michigan, 1981 ss.,
7 volúmenes hasta el momento.

6.  Bibliografía: biografías

Bainton, Roland H., Erasmus o f Christendom,  Nueva York, 1969.


Faludy, George, Erasmus o f Rotterdam,  Londres, 1970.
Halkin, Léon-E., Érasme parmi nous,  París, 1987.
15. — «ASM O

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

226 ERASMO DE ROTTERDAM

Huizinga, Johan, Erasmus,  Haarlem, 1924 (hay trad. cast: Erasmo,  Barce
lona, 1946).
Meissinger, Karl August, Erasmus von Rotterdam  (Veróffentlichungen des

Instituts für Reformationsforschung, 1), Berlín, 1948.


 Newald, Richard, Erasmus Roterodamus,  Friburgo de Brisgovia, 1947
( = Darmstadt, 1970).
Phillips, Margaret Mann, Erasmus and the Northern Renaissance, revised  
and illustrated edilion,  Woodbridge, 1981.
Smith, Preserved, Erasmus. A Study o f His Life, Ideáis and Place in His- 
tory,  Nueva York-Londres, 1923 (=Nueva York, 1962).
Sowards, Jesse Kelley,  Desiderius Erasm us   (Twayne’s World Authors Se
ries, 333), Boston, 1973.
Stupperich, Robert, Erasmus von Rotterdam und seine Welt   (de Gruyter
Studienbuch), Berlln-Nueva York, 1977.
Tracy, James D., Erasmus. The Crowth o f a M ind   (Travaux d’Humanisme
et Renaissance, 126), Ginebra 1972.

7.  Bibliografía: aspectos

Aquí se reúnen numerosas contribuciones que se ocupan de aspectos


de la vida y la obra de Erasmo. Si aluden a cosas tratadas en un determina
do capitulo de este libro sólo se mencionará el nombre del autor con una
referencia a las obras abajo indicadas. Los estudios que tratan un aspecto
que ha sido objeto de un análisis especial en este libro se incluirán en
la bibliografía del capitulo correspondiente.

Augustijn, Cornelis, Erasmus. Vernieuwer van kerk en theologie,  Baarn,


1967.
Béné, Charles, Érasme et Saint Augustin ou influence de Saint Augustin  
sur i ’humanisme d ‘Érasme (Travaux d’Humanisme et Renaissance, 103),
Ginebra, 1969.
Bierlaire, Franz,  La «familia» d ’Érasme. Contribution á l ’histoire de i ’hu- 
manisme  (De Pétrarque á Descartes, 17), París, 1968.
Bietenholz, Peter G.,  H istory and Biography in the W ork o f Erasmus o f  
 Rotterdam  (Travaux d’Humanisme et Renaissance, 87), Ginebra, 1966.
Bouyer, Louis,  A uto ur d ’Érasme. Études sur le christianism e des humanis- 
tes catholiques,  París, 1933.
Boyle, Marjorie O’Rourke, Erasmus on Language and Method in Theo-  
iogy   (Erasmus Studies, 2), Toronto-Buffalo, 1977.
 La correspondance d ’Érasme et i ’epistolographie hum aniste.  Colloque in-
ternational tenu en novembre 1983, Travaux de l’lnstitut Interuniversi-
taire pour l’étude de la Renaissance et de 1’Humanisme, 8, Université
Livre de Bruxelles, Bruselas, 1983.

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

FUENTES Y BIBLIOGRAFIA 227

Chantraine, Georges, « Mystére» et «Philasophie du Christ» selon Érasme. 


Étude de la lettre á P. Volz et de la  «Ratio verae theologiae» (1518) 
(Bibliothéque de la Faculté de Philosophie et Lettres de Namur, 49),
 Namur-Gembloux, 1971.
Charlier, Yvonne, Érasme et l’amitié d’aprés sa correspondance (Bibliothé
que de la Faculté de Philosophie et Lettres de l’Université de Liége,
219), París, 1977.
Chomarat, Jacques, Grammaire et rhétorique chez Érasme (Les classiques
de l’humanisme, études, 10), París, 1981, 2 vols.
Christ-von Wedel, Christine, Das Nichtwissen bei Erasmus von Rotterdam. 
 Zum philosophischen und theologischen Erkennen in der geistigen Ent- 
wicklung eines142),
wissenschaft, christlichen Humanisten (Basler
Basilea-Frankfurt, 1981.
Beitráge zur Geschichts-
DeMolen, Richard L., The Spirituality o f Erasmus o f Rotterdam  (Bibliot-
heca Humanística & Reformatoria, 40), Nieuwkoop, 1987.
Dolfen, Christian,  Die Stellung des Erasmus von Rotterdam zur scholastis- 
chen Methode,  Osnabrück, 1936.
Eckert, Willehad Paul, Erasmus von Rotterdam. Werk und Wirkung (Zeug-
nisse der Buchkunst, 4), Colonia, 1967, 2 vols.
Enno vanAGelder,
tury. Hermán
Study of Arend,Aspects
the Religious The Two Reformations
and in othe
Consequences I6th Cen- 
f Renaissan
ce and Humanism,  La Haya, 1964.
Flitner, Andreas, Erasmus im l/rteil seiner Nachwelt. Das literarische Eras- 
mus-Bild von Beatus Rhenanus bis zu Jean le Clerc,  Tubinga, 19S2.
Godin, André, Érasme lecteur d'Origéne  (Travaux d’Humanisme et Re
naissance, 190), Ginebra, 1982.
Halkin, Léon-E., Erasmus ex Erasmo. Érasme éditeur de sa correspondan- 

ce  (Livre-idées,
Hentze, société,
Willi, Kirche 3), Aubel,Einheit
und kirchtiche 1983. bei Desiderius Erasmus von 
 Rotterdam (Konfessionskundliche und Kontroverstheologische Studien,
34), Paderborn, 1974.
Kisch, Guido, Erasmus und die Jurisprudenz sener Zeit. Studien zum Hu- 
manistischen Rechtsdenken (Basler Studien zur Rechtswissenschaft, 36),
Basilea, 1960.
Kohls, Ernst-Wilhelm, Die Theotogie des Erasmus (Theologische Zeitschrift,

volumenBruce,
Mansfield, extra,Phoenix
1), Basilea,
o f His1966,
Age. 2¡nterpretation
vols. o f Erasmus c. 1550- 
1750  (Erasmus Studies, 4), Toronto-Buffalo-Londres, 1979.
Markish, Simón, Érasme et les juifs,  s.L, 1979.
Payne, Johan B., Erasmus: His theology o f the Sacraments,  $.1., (Rich-
mond, Virg.), 1970.
Renaudet, Augustin, Études Érasmiennes (1521-1529),  París, 1939.

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

228 ERASMO DE ROTTERDAM

Rummel, Erika, Erasmus as a Translator of the Classics (Erasmus Studies,


7), Toronto-Buffalo-Londres, 1985.
 —, Erasmus and His Catholic Crides  (Bibliotheca Humanística & Refor-
matorica,
Schocck, 45),
R. J., Nieuwkoop,
Erasmus 1989, 2The
Grandescens. vols.
Growth o f a Humanist’s Mind  
and Spirítuaiity (Bibliotheca Humanística & Reformatorica, 43), Nieuw
koop, 1988.
8.  Bibliografía: obras colectivas
A continuación, se indican las obras colectivas que contienen exclusiva
mente, o casi exclusivamente, artículos que se ocupan de Erasmo y de su
entorno inmediato.
 Actes du Congrés Érasme, organizado por la Municipalité de Rotterdam,
Rotterdam, 27-29 octubre 1969, Amsterdam-Londres, 1971.
Alien, Percy Stafford, Erasmus. Lecturas and wayfaring Sketches, Oxford,
1934.
Buck, August, ed., Erasmus und Europa. Vortráge... (Wolfenbütteler Ab-
handlungen zur Renaissanceforschung, 7), Wiesbaden, 1988.
Colloque Érasmien Études
mort d’Érasme. de Liége.  Commémoration
rassemblées du 450°Massaut
par Jean-Pierre anniversaire de la
(Bibliothé-
que de la Faculté de Philosophie et Lettres de PUniversité de Liége,
247), París, 1987.
Colloquia Erasmiana Turonensia.  Douziéme stage International d’études
humanistes (De Pétrarque á Descartes, 24), Tours, 1969, París, 1972,
2 vols.
Colloquium Erasmianum.  Actes du Colloque International réuni á Mons
du 26 au 29
naissance octobre Mons,
d’Érasme, 1968 á1968.
Poccasion du cinquiéme centenaire de la
Commémoration Nationale d’Érasme.  Actes Bruxelles, Gand, Liége, An-
vers: 3-6 junio 1969, Bruselas, 1970.
Coppens, Joseph, ed. Scrinium Erasmianum,  Leiden, 1969, 2 vols.
DeMolen, Richard L., ed., Essays on the Works o f Erasmus, New Haven-
Londres, 1978.
Dorey, Thomas Alan, ed., Erasmus,  Londres, 1970.
Gedenkschrift zum 400. Todestage des Erasmus von Rotterdam.  Herausge-
geben
Basilea,von der Historischen und Antiquarischen Gesellschaft zu Basel,
1936.
Margolin, Jean-Claude, Recherches érasmiennes (Travaux d’Humanisme et
Renaissance, 105), Ginebra, 1969.
Olin, John C., Six Essays on Erasmus and a Translation o f Erasmus’ Let- 
ter to Carondelet, 1523,  Nueva York, 1979.

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 229

Revuelta Sañudo, Manuel, y Ciríaco Morón Arroyo, eds.,  El erasmismo 


en España. Ponencias del coloquio celebrado en la Biblioteca Menén-
dez Pelayo del 10 al 14 de junio de 198S, Sociedad Menéndez Pelayo
(Estudios
Sperna de literatura
Weiland, J., y W.yTh.
pensamiento hispánicos,
M. Frijhoff, 5), Santander,
eds.,  Erasmus 1986. 
o f Rotterdam.
The Man and the Scholar.  Proceedings of the Symposium ... Rotter
dam, 1986, Leiden-Nueva York-Kdbnhavn-Colonia, 1988.
Voordrachten gehouden ter herdenking van den sterfdag van Erasmus op
10 en 11 juli 1936 te Rotterdam, La Haya, 1936.

9.  Material iconográfico
En muchos escritos encontramos algunos retratos de Erasmo o una pá
gina de uno de sus textos. Las obras aquí indicadas ofrecen una gran canti
dad de materiales de este tipo, cuidadosamente seleccionados.
Degroote, Gilbert, ed.,  Erasmus  (Genie en wereld), Hasselt, 1971.
 Erasmiana Lovaniensia. Catalogus van de Erasmustentoonstelling ... te Leu-
ven ... 1986. Redactie Coppens, Chris e.a. (Supplementa Humanística
Lovaniensia, 4), Lovaina, 1986.
Erasmus en zijn tijd. Tentoonstelling ingericht ter herdenking van de ge-
 boorte... van Erasmus, Rotterdam, 1969, 2 vols.

10.  Biografías de contemporáneos


El diccionario citado aquí es un importante instrumento para el estudio
de Erasmo y del período entre 1450 y 1550.
Bietenholz, Peter G., y Thomas B. Deutscher, Comtemporaries o f Eras- 
mus. A biographical Register of the Renaissance and Reformadon, To-
ronto-Buffalo-Londres, 1985-1987, 3 vols.

11.  Bibliografía especia! para cada capitulo 


introducción

 Epistolae obscurorum virorum, ed. Aloys Bomer, Heildelberg, 1924, 2 vols.


(=Aalen, 1978).
D. Martin Luthers Werke. Kritische Gesamtausgabe, Tischreden,  vol. 1,
Weimar, 1912 (abreviado: WA Tr 1).

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8/10/2019 Cornelius Augustin - Erasmo de Rotterdam - Vida Y Obra

230 ERASMO DE ROTTERDAM

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Aarón, 59 Basilio, san, 119


Adán y Eva, 60, 159 Bataillon, Maree!, 172
Adriano VI, 17, 141, 143 Beatus Rhenanus, 39, 48, 121, 122, 130,
Agar y Sara, 111 148, 202
Agrícola, Rudolf, 27 Beda el Venerable (Natalis Beda),
Agustín, san, 28, 30, 31, 98, 111, 112, 171-172, 194
151, 195 Belial, 163
Alcibfades, 85 Benrath, Gustav Adolf, 50
Aleandro,
171. 190Girolamo, 39, 138, 139, 144, Bergen,
BernardoHeinrich von, san,
de Claraval, 18, 29
151
Alejandro VI, 98 Berquin, Louis de, 170
Alejandro Magno, 98 Beza, Teodoro de, 214
Alien, Percy Stafford, 9, 10 Bierlaire, Franz, 180, 181
Ambrosio, san, 112, 122, 151 Blount, William, véase  Mountjoy, lord
Amerbach, Basilio, 122 Bómer, 9
Amerbach, Bonifacio, 176 Bouyer, Louis, 8S
Amerbach, Bruno, 121, 122 Bracciolini, Poggio, 28
Amerbach, Johannes, 17, 121, 122, 209 Briard, Jean, 130, 131
Ammonio, Andrea, 194 Brown, Andrew J., 101
Amsdorf, Nikolaus, 204 Bucero, Martin, 148, 149, 164, 200
Ana de Borgofta, 41 Budi, Guillermo, 84, 103
Andrelini, Fausto, 32 Bugenhagen, Johannes, 148
Antistenes, 85 Busche, Hermann von dem, 41
Antonio, san, 67, 71 Busleyden, Hieronymus, 130
Apolonia, santa, 67
Arcediano de Alcor, el, 172
Aristóteles, 89, 98, 126 Calvino, Juan, 162, 175, 214, 215, 218
Arnobio, 112 Campeggio, Lorenzo, 197
Canterbury, arzobispo de. 40, 41
Capitón, Wolfgang Fabritius, 121, 134,
Bade, Josse (Badius, Jodocus), 43, 83 135, 199, 200
Baechem, Nikolaas, 138, 169 Carlos V, 15, 41, 80. 82, 138, 196
Bar, Ludwig, 121, 176 Castellio, Sebastián, 195
Basilea, obispo de, 51 Catón el Viejo, 184, 185, 186

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ÍNDICES 245

Cicerón, 42, 85, 184, 192 Fisher, Robert, 37


Cipriano, san, 112 Fonseca, Alfonso, 172
Clemente VII, 17 Francisco I de Francia, 15
Colet, John, 37, 38, 41, 44, 46 Francisco, san, 56
Constantino el Grande, 96 Froben, Hieronymus, 201
Cranach, Lucas, 207 Froben, Johannes, 17, 46, 50, 78, 83,
Creso, 98 100, 101, 102, 121, 134, 179, 185
Crisóstomo, san Juan, véase  Juan Cri- Fugger, Antón, 1%, 197
sóstomo, san

Gaguin, Robert, 30, 34


Chantraine, Georges, 154 Gansfort, Wessel, 189
Gardiner, Stephen, 42
Geldenhouwer, Gerardo, 176
Dati, Agostino, 28 Gerard o Gerrit, padre de Erasmo, 26
David de Borgofta, obispo de Utrecht, 15 Gerbel, Nikolaus, 102, 104
Deloynes, Franfois, 103 Gilly, Carlos, 8, 175
Denifle, Heinrich, 204 Glareanus, Heinrich Loriti, 121, 122
Diógenes, 85, 94 Grapheus, Cornelis, 141
Dolfen, Christian, 116 Grimani, cardenal Domenico, 39
Grocyn, William, 37
Groote, diácono Gerard, 20, 21
Eck, Johannes, 25, 111
Emser, Hieronymus, 51
Enno van Gelder, Hermann A., 205 Hedion, Gaspar, 121
Enrique VII, 40 Hegius, Alexander, 27
Enrique VIII, 15, 37, 40, 46, 93, 138, 219 Herbom, Nicolás, 214, 215
Epicteto, 85, 94 Hilario, san, 112
Epicuro, 94, 204 Holbein el Joven, Hans, 10, 78, 79
Epiménides, 34 Holeczek, Heinz, 216
Esaú y Jacob, 60 Homero, 64
Escoto, Duns, 33, 72, 97, 116, 151 Horacio, 64, 65, 185
Étienne, Jacques, 57 Huizinga, Johan, 9, 10, 11, 28, 46. 157
Eurípides, 43 Hutten, Ulrich von, 48, 123, 124, 137,
Ezequiel, 160 143, 144, 145, 205

Fabri, Johann (dominico), 138 Ignacio de Loyola, san, 51


Fabri, Johannes, 196, 198 Ireneo, 112
Farel, Guillermo, 166, 170 Isaac. 133
Federico
143 el Sabio de Sajorna, 136, 139, Isaias, profeta, 87
Felipe el Bueno, 15
Felipe el Hermoso, 41 Jacinto, san, 67
Fernando I, 196 Jerjes, 98
Filelfo, Francesco, 28 Jerónimo, san, 28, 31, 43, 44, 77, 102,
Fisher, John, 151, 190 112, 119, 122, 151. 187, 208

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246 ERASMO DE ROTTERDAM

Jesucristo, 9, 22, 31, 40, 50, 51, 53-57, Manrique, Alonso, 172
61, 63, 65, 71, 72. 74-78, 80-99, 107, Manuzio, Aldo, 39, 46
110-119, 127, 128, 137, 141, 147, María Tudor, 42
155-158, 163. 165, 167, 168, 171, 173, Masson, Jacques (Jacobus Latomus),
175, 185, 186, 188, 192-194, 202, 209, 103, 130, 131, 169
212, 216, 217 Mateo, san, 106, 109, 110, 113, 119, 194,
Jonge, Henk Jan de, 102, 104 214
Juan, san, 53, 105, 107, 108 McConica, James K., 169
Juan Bautista, san, 87, 96 Melanchlhon, Philipp, 148, 150, 151, 162,
Juan Crisóstomo, san, 97, 107, 112, 119, 197, 199, 207, 214
151 Mestwerdt, Paul, 32
Julio II, papa. 17, 38, 40, 71, 97, 98 Miller, Clarence H., 65
Julio César, 98 Moisés, 45, 59, 60, 143, 158
Junghans, Helmar, 123 Mombaer, Jan, 32, 33, 61
Moro, Tomás, 37, 38, 64, 81, 132, 158,
159, 183, 190
Kaegi, Werner, 10 Mountjoy, lord, 37,40
Karlstadt, Andreas, ISO, 166, 167 Myconius, Oswald, 202
Kempis, Tomás de, 20
Kohls, Ernst-Wilhclm, 50, 51
Kopfel, Wolfgang Fabritius, véase  Ca Oberman, Heiko A., SO
 pitón, Wolfgang Fabritius Occam, Guillermo de, 116
Oecolampadio, Johannes, 102, 122, 143,
163, 164, 166, 167, 168, 175, 195, 214
Lachner, Wolfgang, 121 Orígenes, 112, 114, 119, 121, 151
Lee, Edward, 107, 131, 203
Lcfévre d’Étaples, Jacques, 106, 126-131,
209, 212 Pablo, san, 38, 44, 53-56, 60, 71-72,
León X, papa, 17, 39, 80, 100, 124, 141 74-75, 77. 92. 96, 98, 101. 105-106.
Linacre, Thomas, 37 111, 127. 129, 146. 157-158, 165. 176,
Lindcboom, Johannes, 123, 213 185, 199. 216
Lira, Nicolás de, 75, 76, 108, 109, 210 Pace, Richard, 140
Listrius, Gerard, 78, 121 Padres de la Iglesia, 22, 23, 28, 85, 108,
Lohse, Bernhard, 161 110, 112, 113, 115, 118, 122, 151, 154,
Lombardo, Pedro, 116 209-212, 214
López de Zúñiga, Diego, 103, 204 Pahz, Johannes von, 62
Lortz, Joseph, 205 Pedro, san, 56, 97, 114, 185
Lucas, san, 107 Pelargus, Ambrosius, 178, 181
Luciano, 43, 65 Petras Mosellanus, 130-131
Luis 11 de Hungría, 138 Pfefferkorn, Johannes, 123, 125
Lulero, Martfn,
52, 62, 9, 109,
78, 99, 10, 12,
111,17,116,
25, 132,
50, Pfeiffer, Rudolf, 112
Pflug, Julius, 200
133-149, 150-163. 166, 168. 170, 172. Phillips, Margarei Mann, 81
174. 178, 181,187. 191, 194. 197.201, Pieter, hermano de Erasmo, 26
204-207. 213-218 Pirckheimer, Willibald, 23, 168
Platón, 43, 60. 64, 73, 82, 85, 95
Plinio, 64

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ÍNDICES 247
Plutarco, 43, 83, 90 Teofilacto, 109
Politi, Ambrogio Catarino, 181 Terendo, 28
Praepositus, Jacobus, 141 Timoteo, 110
Publilio Siró, 42 Tito Livio, 23
Tomás de Aquino, santo. 116, 151

Quintana, Juan de, 174, 175 Utenheim, Christoph von, 121

Renaudet, Augustin, 11, 61, 83, 200, 201, Valla, Lorenzo, 28, 43. 101, 151, 179, 209
205 Van Clichtove, Josse (Jodocus Clichto-
Reuchlin, Johannes, 48, 123, 124, 123, veus), 170
126, 129, 132, 135, 137, 144, 186, 187 Van Dorp, Maarten, 78. 102, 107, 206,
Riario, Raffaele, 39 208,
Van 211
Hoogstraten, Jacob, 125, 126, 135,
Roger, Servatius, 28, 29
Roper, Margare!, 183 144
Rovere, Paul de, 52, 57 Van Santbergen, Reñí, 32
Ruysbroek, Johannes, 30 Van Zichem, Eustachius, 51, 52, 57
Virgen María, 19, 22, 56, 77, 107, 171
Virgilio. 28, 64, 185
Salomón, rey, 75 Viterbo, Egidio de, 39
Sara y Abraham, 60 Vitrier, Jean, 49
«Vulgarius», 107, 109
Sauvage,Erasmo,
Schets, Jean, 8269
Schweinhuber. 34 Warham, William, 41. 46, 80
Screech, Michel A., 65 Wimpfeling, Jakob, 48
Seebohm, Frederic. 38 Wolf, Eitel, 48
Séneca, 95
Servet, Miguel, 175, 196
Yetró. 45
Sócrates. 83. 94. 95, 185, 186, 189, 193
Spalatin, Georg, 143, 146
Standonck de Mecheín, Jan, 31-32, 33 Zasius, Ulrich, 81
Stromer, Heinrich, til Zuinglio, Ulrico, 62, 99, 105, 122. 133,
Stupperich, Roben, 38, 111 147, 163» 164, 166, 167, 197, 201.214.
Sturm, Jakob, 48 215, 217, 218

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ÍNDICE ANALÍTICO

 Adag io,  35, 43, 44, 46, 78, 81-82, 83-84, Ciceronianus,  192
85-86, 93-94, 110, 203 circulo de humanistas de Basilea, 120-122,
 Ada gios,   véase  Adagio   133, 184
 An no tatione s N ovu m Testamentum,  101, clero, 26-31, 47, 61, 71, 76-77
102, 108-110, 146, 173-174, 204, 210, Coloquios,   véase Colloquia  
211 collado, 152
 Antibarba ri,   30-31, 45 «collegiuin trilingüe» de Lovaina, 129-130
 Apolog ía,   101, 104 Colloquia,   18, 30, 136, 147, 166, 169,

 Apología adversus mon achos H isp an os,   178-189, 203, 209salmos, véase Ena- 
173-175, 194-195 comentarios de los
 A polo gía ad Fa brum Sta pule nse m ,   rrationes in psalmos  
128-129 «comma Johanneum», 105, 139
arrianismo, 105, 173-174 conocimiento racional, 42, 59
assertio  (aserciones), 152, 204 consensúe ecclesiae,  168-169
Augsburgo (1530), Dieta de, 196-198 Contrarreforma, 216, 219
avide   por el estudio, 30
2 cosmopolitismo, 201
ayuno, abstinencia, 54, 164, 170, 188, credo apostólico, 147, 187
198-199 Cristo
como centro, 89-90, 212, 215
deidad de, 173-174
Basilea, disputa de, 169, 196 herederos de, 88-89
Biblia, estudio de la, 21-22, 38, 44, 47, humillación de, 85-87, 128
60, 76, 82, 100-119, 126-129, 148-149,
151, 154-156, 209-211, 214-215
Biblia Poliglota complutense, 102 chovinismo, 67
 buenas obras, 52, 55, 145-148, 156-157

 De contem ptu m undi,   29, 30


campesinos, guerra de los, 191  De esu cam iu m ,   121, 164-166, 171
Capita argumentorum,  104, 115, 117  De libero arbitrio,   11, 121, 145, 150-162,
carne y espíritu, 52-60, 84, 112, 217 166, 204, 211
catolicismo reformista, 216  De senectute,   40
celibato sacerdotal, 130, 164 derecho a oponer resistencia, 92
ceremonias, 52-57, 77, 146, 198-199, 205 devotio   moderna, 20-21, 27, 32-33, 61

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ÍNDICES 249

dialéctica, dialécticos, 12, 27, 77, 98, 211 formación y piedad, 30-31, 44, 46,
diatriba,  152-153, 204 117-119, 185, 186-187
división de la fe, cisma, 190-191 franciscanos, 94, 172
doctrina de los dos caminos, 52
dominicos, 94, 123-126, 172, 178, 181
 Dulce bellum inexpertis,  93-94 Glossa ordinaria, 108, 210, 214
gramática, 45, 77, 117,179, 208, 211,212

Edad de Oro, 80, 83, 132


 E l libre arbitrio,  véase D e libero arbitrio   Heidelberg, disputa de (1518), 148
 Elogio de la locura,   40, 43, 64-79, 84, herejía, persecución de la, 52, 74, 135,
86. 166, 203, 206 138, 140-141, 147, 193-196, 205
 Enarrationes in psa im os,   114, 115, historia de la salvación, períodos de la,
198-199 95-97
 Enchiridion militis christiani,   véase  En-   humanismo, 12-13, 23-25, 34, 36-48, 75,
quiridion 192
 Enco mium matrimo nii,   130  bíblico, 12-19, 120-132, 143, 148-149,
 Enc om ium moriae,   véase  Elogio de la  212-213, 215
locura germánico, cristiano, 123
 Enquíridion,  43 , 47, 49-63 , 83 , 84, 88,  Hyperaspistes,  109, 152-160, 163, 172,
90, 111, 113, 116, 121, 128, 133, 186, 200
192, 204
 Epístola in pseudevangelicos,  176
 Epistolae obscurorum virorum ,  9, 124 Iglesia
epístolas de san Pablo, 44, 47, 101, 105, critica a la, 70-72, 74-77, 149, 168,
106, 109, 110, 111, 113, 127-129, 146 171-172, 176-177, 180, 216
Erasmo, imágenes de, 9-12, 144, 151,  preceptos de la, 110, 164-166, 170,
203-207 188-189
escolástica, escolasticismo, 22, 25, 31, 33, unidad de la, 191, 196-201
115-117, 123, 211, 212, 215 Ilustración, II, 205
Escrituras índice de libros prohibidos, 51, 218
como punto de partida del estudio, individualismo, 62-63, 219
154-156 «individuos trilingües» (hebreo, griego,
doble sentido de las, 56, 111-112, 114 latín), 75
espiritualidad, 50, 56-58, 85, 218, 219 Inquisición, 141, 172; véase tam bién  he
estados nacionales, 15, 91 rejía, persecución de la
Eucaristía, disputa en tomo a la, 56-57,  Institu tio principis christiani,  82, 84, 90,
166-169, 207, 217 91, 98
excomunión, 195 interiorización, 21, 57, 63, 218
exégesis alegórica, véase  Escrituras, do
 ble sentido de las
Jerónimo, ediciones de las obras de san,
43, 77. 112, 122
festividades religiosas, 164  judíos, judaism o, 31, 55,61, 91, 123-125,
filología, 45, 117, 118 146
filosofía celestial, cristiana, de Cristo,  Ju lias exclusus e coelis, 96  
80-99, 172  justicia, 217

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250 ERASMO DE ROTTERDAM

 justificación de las buenas ob ras, 146 obispo, autoridad del, 165


oficio divino evangélico, 176
oración, 49, 59
latín, conocimientos de, 23, 28, 179, 182,
192, 215; véase también litterae 
lengua, 209; véase también   latin, cono «Padrenuestro», 103, 106
cimientos de Padres de la Iglesia, ediciones de los,
letra y espíritu, véase  carne y espíritu 112- 113, 209, 210-212
ley, 146, 158, 217-218 Paraclesis,  82, 88, 89, 94, 98, 101, 104
 Líb er de sarcíenda ecclesiae concordia,   Paráfrasis del Nuevo Testamento,
198-200 113- 115, 119, 146, 170, 194, 204, 212
libertad, 54-55, 92, 164-165, 205, 207 Paraphrasis in Novum Testamentum,
libre albedrío, 146-147, 150-162 véase Paráfrasis de! Nuevo Testamento 
 Ling ua,   209  pasado y presente, 76-77, 84, 95-96, 194
literatura edificante, véase  piedad y lite  paz, 92-93, 197
ratura piadosa  pecado, 145-146
litterae, arcanae, sacrae,  44, 116-119, 207  piedad y literatura piadosa, 49, SO, 60-63,
litterae, bonae, humanae, politiores,   12, 115-116
17, 24-25, 28, 49, 61, 116-119, 136,  pluralidad religiosa, 196-198
144, 182-184, 185-187, 207  positivismo, 85
litterae,   síntesis de bonae y sacrae, véa  predicación, 114-119
se   formación y piedad   prog rama de reform a, 77-78, 80-99,
211-213

«Magníficat», 103
Querela pacis o Querella de la pa z,   78,
manifestaciones paradójicas de Lutero,
82, 91-92
147
martirio, 140
matrimonio y divorcio, 110, 130
racionalismo, 59
mercaderes, 69
 Ra tio verae theologiae,  82, 88-89,91,95,
 M etho du s,   101, 11,
«modernismo», 104 205 97-98. 104. 111, 116, 119, 131, 152
relativismo, 203-204
moralidad, 50
resurrección, 110
mujer, 182-184
retórica, 27, 77, 211
Reuchlin, disputa de, 123-126

 N ovum In strum en tu m ,   véase  Apología;  


Capita argumentorum; Method us; Pa-  salvación, el camino de la, 158-159, 215
raciesis; Ratio verae theologiae secularización, 204
 N ovum Testamen tum,   edición, 77, 80, sociedad, 89-91, 190-202
100-119, 120, 131, 133, 138, 143, 173, subjetivismo, 203-204
206, 211, 214
 N ovum Te stam en tum,   texto, 100, 102,
103-108 teología, método de la, 76, 116-119,
 Nuevo Testamen to, en lenguas vulgares, 128-129, 130, 208-211; véase también  
119 formación y piedad; litterae

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ÍNDICES 251

teólogos, 70. 75-76, 89, 97-98, 131 verdad aparente, 68


Trinidad, 105, 172-175 vía intermedia y piedad, 163
turcos, guerra contra los, 93-94, 114, 132 visible-invisible, contraposición, véase 
carne y espíritu
Vulgata,  38, 44-45, 101, 104, 105, 106,
unidad del género humano, 94-95 107, 115, 127, 173, 209

Valladolid, conferencia de, 172-175 Zuinglio, doctrinas de, 217-218

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