Está en la página 1de 7

Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C.

Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

V. 1 : [Había un hombre, etc.]. Fijémonos detenidamente en la íntima relación entre la conversación


de Cristo con Nicodemo y el final del capítulo anterior. De hecho, el original griego contiene una
conjunción que los traductores han omitido en nuestra versión. El capítulo debiera comenzar así con
“y había un hombre” o “ahora bien, había un hombre”. La conversación se produjo “estando en
Jerusalén” nuestro Señor durante la Pascua. Nicodemo fue uno de los que “[vieron] las señales que
hacía” y quedó tan impactado por lo que vio que buscó a nuestro Señor a fin de conversar con Él.
[De los fariseos]. No debemos pasar por alto el extraordinariamente variado carácter de los que
llegaron a creer en Cristo durante su estancia en la Tierra. Sus discípulos no procedían
exclusivamente de una sola clase. Por regla general, nadie se oponía a Él y sus doctrinas tan
enconadamente como los fariseos. Sin embargo, vemos que no hay nada imposible para la gracia.
¡Hasta un fariseo le buscó y acabó convirtiéndose en su discípulo! Nicodemo y S. Pablo son
demostraciones palpables de que ningún corazón es demasiado duro para convertirse. El tercer
capítulo nos muestra a Jesús enseñando a un fariseo orgulloso y moralista. El cuarto nos lo mostrará
enseñando a una samaritana ignorante e inmoral. Nadie es demasiado malo como para que Cristo le
enseñe.
[Un principal entre los judíos]. El gobierno civil de los judíos en esta época, no lo olvidemos, estaba
en manos de los romanos. Nicodemo era una persona destacada entre los judíos, probablemente
ocupara una posición eclesiástica elevada, y con toda certeza era un famoso maestro religioso (cf. v.
10).
Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

V. 2 : [Este vino […] de noche]. El hecho aquí documentado parece mostrar que Nicodemo estaba
influido por el temor al hombre y tenía miedo o vergüenza de visitar a Jesús de día. La idea que
sostienen algunos de que no debemos culparle porque viniera de noche, ya que era el momento más
tranquilo para la conversación y el momento en que la entrevista era menos susceptible de ser
interrumpida —o bien que fue porque los maestros judíos tenían la costumbre de recibir de noche a
aquellos que deseaban exponer sus preguntas— no me merece el menor crédito. Esta opinión la
confirma el hecho de que, en todas las otras ocasiones en que se menciona a Nicodemo, se le
describe
específicamente como el hombre que “vino a Él de noche”. La repetición de esta expresión me
parece
acusatoria (Juan 7:50; 19:39).
Que alguien pueda gastar su tiempo, como hacen algunos famosos comentaristas, conjeturando
cómo se supo de la conversación entre Cristo y Nicodemo se me antoja completamente asombroso.
Creo que indicar, como ha hecho alguien, que Jesús debió de haber contado la conversación a S.
Juan posteriormente asesta un golpe a los mismísimos cimientos de la inspiración. Tanto aquí como
en otros lugares, Juan describe frecuentemente cosas que solo conoció mediante la inspiración
directa
del Espíritu Santo.
[Rabí]. Esta expresión era un título que significaba Doctor o Maestro entre los hebreos. Cruden dice
que el nombre proviene originalmente de los caldeos y que no se utilizó antes de la cautividad salvo
para describir a los funcionarios de los reyes de Asiria y Babilonia. Por eso encontramos los nombres
de Rabsaris y Rabsaces (2 Reyes 18:17). La utilización de la palabra aquí por parte de Nicodemo
tenía la intención de expresar su respeto hacia nuestro Señor.
[Sabemos]. Se han indicado distintas razones para que Nicodemo utilizara el plural en este lugar.
¿A quién se refería cuando dijo “sabemos”? Algunos dicen que hablaba de sí mismo y de muchos de
sus hermanos entre los fariseos. Otros dicen que hablaba de sí mismo y de los creyentes secretos
de todos los tipos que se mencionan al final del último capítulo. Otros, como Lightfoot, opinan que no
hablaba de nadie en particular, sino que utilizó el plural en lugar del singular según un modismo
común a todos los idiomas. Solo quería decir: “Es comúnmente sabido”. Propongo que Nicodemo
probablemente utilizó el plural de forma intencionada debido a que no es un término preciso y evitó el
singular por precaución, para no comprometerse demasiado. Aun en la actualidad, la gente habla de
“nosotros” en cuestiones religiosas más que emplear la primera persona del singular. La fe débil
intenta ocultarse entre la multitud.
[Has venido de Dios como maestro]. La cautela de esta frase es indicativa del estado en que se
encontraba la mente de Nicodemo. Era un hombre de naturaleza tímida, dubitativa y precavida.
Estaba
convencido de que Jesús era alguien extraordinario debido a sus milagros. Probablemente se le
había
pasado por la cabeza que quizá fuera el Mesías, tanto más cuando sin duda conocía el ministerio de
Juan el Bautista y había oído a Juan hablando de que habría de venir uno mayor que él. Pero hasta
que no averigua más de Jesús por medio de una conversación privada, se niega a comprometerse
con una afirmación más categórica que la que tenemos ante nosotros.

Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

V. 3 : [Respondió Jesús]. Con frecuencia, se ha preguntado: “¿Qué es lo que contestó Jesús?”. No


se le formuló pregunta alguna. ¿Qué vínculo de unión hay entre las palabras de Nicodemo y la
solemne afirmación que contienen las primeras que le dirigió Jesús?
Creo que la verdadera respuesta a estas preguntas es que nuestro Señor, como en muchas otras
ocasiones, respondió según lo que vio que estaba sucediendo en el corazón de Nicodemo. Sabía
que
el que le estaba interpelando, como todos los judíos, esperaba la venida del Mesías y hasta
sospechaba haberlo encontrado. Comienza, pues, por decirle de inmediato lo que era absolutamente
necesario si quería pertenecer al Reino del Mesías. No era un reino terrenal, como vanamente
suponía, sino espiritual. No era un reino en el que todos los descendientes de Abraham tendrían un
lugar de forma automática debido a su nacimiento. Era un reino en el que la condición indispensable
de acceso era la gracia, y no la sangre. Lo primero que se necesitaba para pertenecer al Reino del
Mesías era “nacer de nuevo”. Los hombres deben renunciar a cualquier idea de disfrutar de
privilegios por su nacimiento natural. Todos los hombres, ya sean judíos o gentiles, deben nacer de
nuevo, renacer, nacer de lo alto por medio de un nacimiento espiritual. “Nicodemo —parece decir
nuestro Señor—, si quieres saber cómo se convierte un hombre en miembro del Reino del Mesías,
comprende hoy que el primer paso es nacer de nuevo. No pienses que, debido a que Abraham es tu
padre, el Mesías te admitirá como uno de sus súbditos. Desde ahora mismo te digo que lo primero
que necesitáis tú y cualquier hombre es un nuevo nacimiento”.
Soy completamente consciente de que se han ofrecido otras explicaciones del vínculo entre el
omentario de Nicodemo y la aseveración con que comienza nuestro Señor. Solamente diré que la
que he dado me parece con mucho la más sencilla y satisfactoria.
[De cierto, de cierto te digo]. Esta expresión, que es específica del Evangelio según S. Juan, ya ha
sido comentada (Juan 1:51). Pero es provechoso señalar al considerar el versículo que tenemos
ante
nosotros que esta frase no se utiliza nunca más que en relación con alguna afirmación de gran
importancia y solemnidad.
[El que no]. La traducción literal del término griego sería “cualquiera” o “cualquier persona”. Nuestro
Señor quiere que sepamos que el cambio denominado “nuevo nacimiento” es una necesidad
universal. Nadie puede salvarse sin él…….
Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

[Naciere de nuevo]. La palabra griega que aquí se traduce como “de nuevo” podría equivaler de
forma igualmente correcta a “de lo alto”, esto es, del Cielo o de Dios. Se traduce así en este capítulo
(versículo 31) y en otros cuatro lugares del Nuevo Testamento (Juan 19:11; Santiago 1:17; 3:15, 17).
En otro lugar, (Gálatas 4:9), es “de nuevo”. Muchos comentaristas de todas las épocas —como
Orígenes, Cirilo, Teofilacto, Bullinger, Lightfoot, Erasmo y Bengel— han sostenido con convicción
que “naciere de lo alto” —y no “naciere de nuevo”— es la traducción más apropiada y correcta de la
frase. La versión de Cranmer lo traduce como “naciere de lo alto”. La impresión que tengo coincide
con la mayoría de los comentaristas en que “naciere de nuevo” es la traducción correcta. Por un
lado, es más que probable que Nicodemo entendiera que nuestro Señor había dicho “naciere de
nuevo”, o de otro modo sería difícil que hubiera preguntado: “¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?”. Por otra parte, las palabras griegas que se utilizan en otros
cuatro lugares en que se habla de regeneración no permiten otra interpretación que la de “nacer de
nuevo” y no podrían traducirse como “nacer de lo alto” (cf. 1 Pedro 1:3, 23; Mateo 19:28; Tito 3:5).
Afortunadamente, esta cuestión carece de importancia y los hombres pueden discrepar al respecto si
no consiguen convencerse mutuamente. Sin lugar a dudas, todo verdadero cristiano ha “nacido de lo
alto” gracias al poder vivificador de Dios en el Cielo, además de haber “nacido de nuevo” por medio
de un segundo nacimiento espiritual.
Lo que nuestro Señor quería decir cuando dijo “el que no naciere de nuevo” es, por desgracia, una
cuestión acerca de la cual existen grandes discrepancias en la Iglesia de Cristo. Comoquiera que
sea,
no se puede decir que la expresión sea un caso aislado. Se utiliza seis veces en el Evangelio según
S. Juan, una vez en la Primera Epístola de S. Pedro y seis veces en la Primera Epístola de S. Juan
(Juan 1:13; 3:3, 5, 6, 7, 8; 1 Pedro 1:23; 1 Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18). El sentido común y una
interpretación honrada del lenguaje señalan que “nacido de nuevo”, “nacido del Espíritu” y “nacido de
Dios” son expresiones tan íntimamente ligadas entre sí que significan una misma cosa. Lo único que
hay que preguntarse es: ¿Qué significan?
Algunos piensan que “nacido de nuevo” no significa más que “reforma exterior o conformidad externa
como la de un prosélito a un nuevo conjunto de reglas de vida”. Esta es una interpretación casi
obsoleta y completamente insatisfactoria. Hace que nuestro Señor no diga a Nicodemo más de lo
que podía haber aprendido de filósofos paganos tales como Sócrates, Platón o Aristóteles; o de lo
que podía haber oído de cualquier rabino con respecto a los deberes de un prosélito que pasara del
paganismo al judaísmo.

Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

v. 3 Algunos piensan que “nacido de nuevo” significa ser admitido en la Iglesia de Cristo por medio
del bautismo y recibir un cambio espiritual del corazón inseparablemente unido al bautismo. Esta, de
nuevo, es una interpretación insatisfactoria. Por un lado parece improbable que la primera verdad
que
expusiera nuestro Señor a un fariseo que le preguntara fuese la necesidad del bautismo.
Ciertamente,
jamás lo hizo en ninguna otra ocasión. Por otro lado, si nuestro Señor se refería únicamente al
bautismo, es difícil explicar el asombro y la perplejidad que expresó Nicodemo al escuchar las
palabras de nuestro Señor. El bautismo no resultaba ajeno a un fariseo. En la Iglesia judía se
bautizaba a los prosélitos. Finalmente, pero no por ello de menor importancia, queda claro a partir de
la Primera Epístola de S. Juan que ser “nacido de nuevo”, “nacido del Espíritu” o “nacido de Dios”
significa algo muy superior al bautismo. Ciertamente, la imagen que presenta allí el Apóstol del
hombre que ha “nacido de Dios” no podría corresponder a un hombre que se bautiza.
Creo que la interpretación correcta de esta expresión es la siguiente: Ser “nacido de nuevo” es el
cambio absoluto del corazón y de la naturaleza que se efectúa en un hombre por medio del Espíritu
Santo cuando se arrepiente, cree en Cristo y se convierte en un verdadero cristiano. Es un cambio
del que se habla frecuentemente en la Biblia. En Ezequiel se denomina “[quitar] el corazón de piedra
de en medio de su carne, y [darle] un corazón de carne”; “[dar] corazón nuevo, y [poner] espíritu
nuevo” (Ezequiel 11:19; 36:26). En Hechos se denomina “[arrepentimiento] y [conversión]” (Hechos
3:19). En Romanos se habla de presentarse “como vivos de entre los muertos” ( Romanos 6:13). En
Corintios se habla de ser una “nueva criatura”. En Efesios, de recibir “vida” (Efesios 2:1). En
Colosenses, de haberse “despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo”
(Colosenses 3:9–10). En Tito se denomina “el lavamiento de la regeneración” (Tito 3:5). En Pedro,
ser “[llamado] de las tinieblas a su luz admirable” y “ser participantes de la naturaleza divina” (1Pedro
2:9; 2 Pedro 1:4). En Juan, “[pasar] de muerte a vida” (1 Juan 3:14). Creo que todas estas
expresiones se reducen a lo mismo en última instancia. Todas son la misma verdad vista desde
distintos ángulos. Todas hablan del tremendo cambio interior del corazón que nuestro Señor llama
aquí “nacer de nuevo” y que Juan el Bautista predijo diciendo que caracterizaría particularmente al
Reino del Mesías. Él no bautizaría con agua, sino con el Espíritu Santo. Nuestro Señor comienza su
respuesta a Nicodemo retomando la predicción de su precursor: le dice que debe “nacer de nuevo” o
ser bautizado con el Espíritu. La naturaleza humana está tan completamente corrupta, enferma y
destruida por la Caída que todos los que deseen ser salvos deben nacer de nuevo. No bastará
ningún cambio menor que ese. No les vale nada menos que un nuevo nacimiento.

Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle

Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

v. 3 [No puede ver]. Esta expresión ha sido interpretada de dos formas. Algunos piensan que
significa: “No puede entender o comprender”. Otros, que quiere decir: “No puede entrar, disfrutar,
participar de él o poseerlo”. Creo que el verdadero significado de la expresión es este último. El
primero es verdadero, pero no es la verdad que comunica este texto. Lo segundo queda confirmado
por el lenguaje que se utiliza en el versículo 5, y es una figura retórica común de la que se dan
muchos casos en la Biblia. Encontramos, pues: “verá la vida” (Juan 3:36), “vea corrupción” (Salmo
16:10), “verá muerte” (Juan 8:51), “vimos el mal” (Salmo 90:15), “no veré llanto” (Apocalipsis 18:7).
[El reino de Dios]. Esta expresión hace referencia al Reino espiritual que el Mesías vino a establecer
al mundo y del que todos los creyentes son súbditos; el Reino que ahora es pequeño, débil y
despreciado, pero que será grande y glorioso en la Segunda Venida. Nuestro Señor declara que
ningún hombre puede pertenecer a ese Reino y convertirse en uno de sus súbditos sin un nuevo
nacimiento. Para pertenecer al pacto de Israel con todos sus privilegios terrenales, un hombre solo
tenía que nacer de padres judíos. Para pertenecer al Reino del Mesías, un hombre debe “nacer de
nuevo” del Espíritu y tener un nuevo corazón.
Merece la pena leer el comentario que hace Lutero, citado por Stier, de este versículo. Pone en los
labios de nuestro Señor: “Mi doctrina no es de hacer y no hacer, sino de ser y convertirse; no es,
pues, una nueva obra que hacer, sino ser creado de nuevo; no es vivir de otra forma, sino nacer de
nuevo”.
Conviene observar la constante idoneidad de la enseñanza de nuestro Señor para lo que pensaban
específicamente aquellos a los que enseñaba. Al joven rico apegado a su dinero le dice: “Vende todo
lo que tienes, y dalo a los pobres”; a la muchedumbre que busca alimento le dice: “Trabajad, no por
la comida que perece”; a la mujer samaritana que venía a sacar agua, le recomienda “agua viva”. Al
fariseo orgulloso de su nacimiento como hijo de Abraham, le dice: “Os es necesario nacer de nuevo”
(Lucas 18:22; Juan 6:27; 4:10).

Extracto del libro “Meditaciones sobre los evangelios - Juan” por J. C. Ryle
Joh 3:1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Joh 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Joh 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.
Joh 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer?
Joh 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
Joh 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es.
Joh 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Joh 3:8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.

V. 4 : [Nicodemo le dijo: ¿Cómo […]. La pregunta de Nicodemo es precisamente una de las que una
persona se siente impulsada a plantear a causa de la ignorancia natural del hombre con respecto a
las cosas espirituales. Igual que la samaritana, en el capítulo 4, atribuyó un significado carnal a las
palabras de nuestro Señor con respecto al “agua viva” y los judíos atribuyen en el capítulo 6 un
significado carnal al “pan de Dios”, Nicodemo atribuye un significado carnal a la expresión “nacer de
nuevo”. No hay nada que le cueste más entender al corazón del hombre en cualquier parte y época
del mundo que la obra del Espíritu Santo. Nuestras mentes están tan embrutecidas y son tan
sensuales que no podemos concebir una operación espiritual e interior. A menos que veamos y
toquemos las cosas religiosas, tardamos en creerlas.
[Siendo viejo]. Esta expresión parece indicar que el propio Nicodemo era anciano cuando tuvo lugar
esta conversación. Si esto es así, es justo que en este caso hagamos ciertas concesiones a la
lentitud con que la edad avanzada acepta nuevas opiniones, y especialmente en cuestiones
religiosas.
Al mismo tiempo, nos proporciona una prueba de ánimo de que ningún hombre es demasiado
anciano para convertirse. ¡Uno de los primeros conversos de nuestro Señor fue un anciano!

También podría gustarte