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CASA DE LAS AMERICAS: Biblioteca "José Antonio Echeverria” Donago po: alae Bre O74 0] 42, 6-08 410 330- ee Ad Teh ni AL Londres, 18 de marzo de 1872 qqupapaNo Maurice La Critar Querido eiudadano: Aplando su ides de publicar Is trae duccién de Das Capital en entregac pe- Fiddieas. En esa forma la obra sed mis accesible a Ia clase obrera y, para mi, es consideracién importa mis que eual- quice otra, Ese es el lado bueno de nuestra mo- rneda, pero he aqui el reverso: el métoda wwe yo he empleado y que nunca se ha- ia aplicado a las cuestiones econdmi hhace bastante ardua Ia lectura de los pri- mero exptulon y os de emer que el piblico francés, siempre impaciente por coneluir, avido de conocer la relacién en- tre los principios goncrales y las euestio- nes inmediatas que lo apasionan, se desanime por no tenerlo todo a mano desde el primer momento. Es ésta una dosventaja contra la que yo. no puedo hacer otra coxa que adver tir y precaver 2 los lectores preacupador por la verdad. No hay caminos reales para Ia ciencia y sélo pueden llegar a sus cum- bres Iuminosas aquellos qye no temen faigare en escalar sus seaderos escat- pades. Reciba usted, querido ciudsdano, Ia seguridad de mi afectuosa estimacién. Cantos Manx.o Las exposiciones que siguen han sido lefdas en el curso de un Semi- fnatio de estudios dedicado a El Cspital, en los primeros meses de 1965, en fy Escuela Normal, Llevan Ia sefisl de esas circunstantias; no s6lo en st composicién, en su ritmo, en el modo didictico o verbal de su expresiéa, ino también, y sobre todo, en su diversidad, en las repeticiones, en Jas vacilaciones y en los riesgos de su investigacidn, Es cierto que hubiéramos ppodido rehacer esas exposiciones, confrontar y corregit unas con otras, te- dducir el margen de sus variaciones, uniformar del mejor modo su termi- nologia, sus hipstesis y sus conclusiones, exponer la materia en el orden fintematico de un solo discurso, brevemente, tratar de componee una obra acabade, Sin pretender que sean Jo que debian ser, hemos preferide entre- garlas como lo que son: precisamente, textos sin acabar, simples comienzos de una lecture, 1 Todos hemos Ido y todos lems El Capital, Dede hace cast un sgl, podemes lero, cdot los dan en tansparenca, en los dramas y lor say de nuerca histori, en los debates y sus conflicon, en las detrns ye victorias del movimiento obrero, que et eeramente noc inca pd. fanza y suesiro dnco detina. Dede que hemes evenido al mando, a0 esos de ler El Capt! en lon escrito y log dacuros de aqudlon gue Io han leido para nostro, bien © mal, Joy moerton y los vivon Enea Kautiky, Pjanoy, Leni, Rosa Losembarge, Trotsky, Sei, Geamsch lot dirigentes de las organizaciones obreras, sus partidarios 0 sus adversarios: flisafos, economists, politicos Hemos Ido aginentoy de las aspiraciones idealists de y de os Manuscritos de 1844? ¢Es El Capital la simple continuacién, y como el acabamiento de la economia politica clisica, dela que Marx habria here- dado y su objeto y sus conceptos? ¢Se distingue, pues, Fl Capital de la eco oma clisica, no por su objeto, sino solamente por el méfodo, la daléetica tomada de Hegsl?.O bien, por el contrario, zconstituye El Capital una ver- dadera mutacin epistemolégica en su objeto, su teoria y su método? @Repre- senta EI Capital la fondaciéa de hecho dena disciplina nueva, la fondaciéa de hecho de una ciencia —y. por tanto un verdadero acontec ovolucidn teérica, que rechaza a la ver la economia politica el ideologias hegeliana y feverbaquiana hacia au preistoria—, el comienzo sbso- Juco de la historia de una ciencia? Y, si esta ciencia nueva es teoria de la historia, zn0 permite cambio el conocimienso de su propia prebistoria Ys por tanto, ver con clatidad Is economia clisica y las obras filosficas de Ja Juventud de Marx? Tales son las implicaciones de Ja cusstion epistemo- igica planceada por Is leczure filésofica de El Capital. Una lecturs filosifica de EI Capital es, por tanto, vodo lo contrario de tuna Iectura inocente. Es una lectura culpable, pero que, con Ja confesén, to absuelve su falta, Por el contrario, rivindica wa falta como una ebuena fleas, y la deficnde demontrande su necesidad. Es pucs, uma lecturs de ex ‘cepcidn que se justifica asi misma como lectura, al planceat « toda leeturs Gulpable Ia pregunta que descubre su inocencia, la simple cuestin de 3 Inocencia: gqué es lor? “4 LOUIS ALTHUSSER 3 Por paradéjica que pueda parecer esta palabra, podemos anticipar que, cn la historia de la cultura humana, nuestro tiempo se expone & aparecer un ia, como si dijéramos, sefalado por Ia prucba mis dramitica y mis traba- josa de todas, por el descubrimiento y el aprendizaje del sentido de los gestos mis csimples> de Ia existencia: ver, oft, hablar, loer, los gestos que ponen 2 Jos hombres en relacién con sus obras, y sus obras viradas en su propia gar- . Y, contrariamente a todas las apa- ‘ganta, que son sus causencias de obs: riencias todavia reinantes, no es a Ia psicologia, que se erige sobre la ausencia del concepto de aquéllas, a quien debemos estos conocimientos turbadores, sino a algunos hombres: Marx, Nietzsche y Freud. Después de Freud es cuando comenzamos a sorpechar lo que quiere decir escuchar, por tanto, To que quiere decir hablar (y callarse); comenzamos a sospechar que ese ‘cquiere deciry del hablar y del escuchar descubre, bajo la inocencia de 1a palabra hablada y escuchada, la profundiad de un doble fondo, el equicre decry de discurso de lo inconsciente —ese doble fondo con que la lingiis- tica moderna, en los mecanismos del lenguaje, concibe los efectos y las con- diciones formales Me atreveria 3 sostener que es 2 partir de Marx donde Acheriamos comenzar a sospechar lo que, por lo menos en la teoria, quiere decir ler y, por tanto, escribir, No es un szar, seguramente, el que hayames podido reducir toda la pretensiéa ideolégica que impera en los Manuscritos de 1844, y que ronda aseutamente todavia en las tentaciones de recaida historicistas de EY Capito, a la inocencia explicita de una lectura. Para el jo- ‘ven Marr, conocer Ia eencia de Ist cosas, Ia esencia del mundo histérico hu- ‘mano, de sus producciones econémicas, politicas, estétieas y religiosas, es ni sis ni menos que leer (lesen herauslesen) en cada letra Ta presencia de Ta esens cia cabstracta» en la eransparencia de su existencia econcreta>. Que en esta Tectura inmediata de la esencia en la existencia se exprese el modelo relizioso del Saber Absoluto hegeliano, el Fin de la Historia, donde el concepto se hace al fin visible a cielo descubierto, presente entre nosotros en persona, tangible 3” Exe remliado que ha tratornado nuestra lecture de Freud, se lo debemos, hoy dia, al eafoerso tbrico, intransigente y Leeda, realiado dursore lager tod sollattacneane fo Je Tacan’ Ta esa epecny ou he cork comicven a fet al dot fates patties i tog jeter seen set koe ia ubo puele, ass manera, uilizdo ¥ sprovedhala, quiero reconocet aici eda por via leccdn de lectira eiemplat, que. como se teri, tebasa en alunos es eecton su objeto original. Quiet’ seconocerio dbicamente, pach Strabajo del mst (no) desaarcaca en el wae (Marx), aunque fuera el to. Lo mimo qze ero reconocer In detda, evidente © screwy que. oor cbligs fer las obras del saber de es macstcon que fueron para posstor G. Bachelard 7 J. Cavalltsy que'aon hoy iz G. Canguilhem Bt. Fouctle DE BL CAPITAL A LA. HILOSOFIA' DE MARX 15 ca-su exintencia sensible, donde exfe pan, exfe eusrpoy este rostro y este hombre som el Espiritu mismo: eso es Jo que nos pone en Ia via de com- pronder que Ia nostalgia de vna lecturs a libro abierto, y del «Gran Libro del Mundo» de Galileo, es mis vieja que toda ciencia, rumia todavia sor- dlamente en los faneasmat rligiosos dela epifania y del adviento, y en el mito fascinante de las Escrituas, donde, vesida con sus palabras, La verdad tenia por cverpo el Libro: la Biblia. Esto nos induce a sospochar que para tratae Ih naturaleza 0 lo real como un libso donde, segin Galileo, habla el discurso mudo de una lengua ecompuests de cuadeos, triingulos y ciccwlon, era preciso extar poseido de cierta idea del leer, que hace de un discurso escrito Ja teansparencia inmediata de lo verdadero, y de lo seal el discurso de EL hecho de que ef primero que haya planteado el problema del leer, y por consiguiente del escribir, Spinoza, haya sido también el primero en el mundo en proponer a la ver una teoria de Ia historia y una filowfia de 1d de lo inmediatoy el hecho de haber sido él el primer hombre en el mundo en unie de ese modo la exencia del ler y Ia esencia dea historia en tuna teoria de la diferencia entre lo imaginario y lo verdadero, es lo que nos permite entender por qué ha sido una razin necesaria el que Marx s6lo hhaya podido llegar a see Marx fundando una teoria de la historia y una filo- le sofia de la distincién histérica entre la idcologia y a cicacia, y por qué, ea ‘lkimo andlisis, ex fundacién se ha consumado en la disipaciin del mito seligioso dela lectura, Al donde el joven Marx de los Manusctitos de 1844 Jeia como en libro abicrt, inmediatamente, la exncia humana en la trans parencia de su alienaci6n, EI Capital toma, por el contrari, la medida sxacta de waa distancia} de un desplazamiento interior de lo real, ambos inseritos en su estructura, y tales que tornan ilegibles sus propios efectcs, y hacen de Is ilusién de su lectura inmediata el dltimo y el colmo de sus ‘efectos: ol fetichismo. Habsa que llegar la historia para acocralar al mito dal Ieee en su madriguers, puesco que fue desde Ia historia —dlonde los hhombres rendian al mito el culo de sus rligiones y de sus filosofias— desde donde los hombres lo habian proyectado sobre Ia natucalezs, para no perecer cen el auidaz proyecto de conocerla, Solamente partiendo de la sada, de la teoria de la historia, se podia dar Ia raza a ly ecigi de Ia lectura: descubriendo que Ia verdad de a historia no se lee en su dice corto manifierto, porque el texto de la historia no es un texto donde habla tuna voz (cl Logos), sino la inaudible e ilegible notacin de'los efectos de tuna estructura de estruccurss, Podrin convencerse, siguiendo algunas de storia pene histériea uestras exposicionss, de que, lejod de sostener aqui tépicos metaforicos, yo ‘estoy empleando los términos al pie de Ia letra, Romper con el mito religioso 16 Lou's ALTHUSsER de Ia lectura: esta necesdad tedrica ha tomado en Marx la forma precisa de la rupcura con la concepcién hegelians del todo como totalidad de confundic el capital constante con al capital variable, [a cusl domina con su ¢increbles aberraciéa en toda Ia economia clisica. De ahi, todo defecto en el sistema de los conceptos, aque hace el conccimiento se encuentra reducido al defeeto pscoligico del ‘vers, ¥ si ls avsencias del evers son fo que explica sus , pare proguntarse despis cimo se determina exe precio. Pronto se dio cuenta de que los cambios operados en ef juego de la oferta y Ia demande, en lo tocante ab precio del trabajo, como respect al de cualquier otra mercencia, no explicen més que eso: sms cambios, ex decir, as osilaciones de lox precios del mercado por encima © por debajio de une megnitud determinede. Si la oferta y la demands se equilib y lz demas cireunstencies permenccen tnvaribles, ls oscilaciones de los precios cesan, 9 cera al mismo tiempo todo el efecto de la oferta y a demande, El precio del trabajo, supomiendo que la oferta y la demante te equilibren, es su precio natural, precio cuya determinacién es indepen= Aiente de las relaciones de la oferta y la demands, y sobre el cnal debe, por onto, reeser nuestra investigacin, Otras veces, se toma un periodo relativa- amente largo de oscilaciones de los precios vigentes en el mercado, por ejemplo tin Wie, 9 ve descubre que todas estes alternatives se nivelon en wna mog= nitud constente, Esta magnitud tiene gue deterninarse, naturalmente, de ‘otro modo que las divergencias que se compenson entre si. Este precio, que fexté por encima de lox precios fortutos del trabsjo en ef mercado, que los preside los regula, el precio neceserior (de los fisidratas) 0 precio natural del trabajoo (Adam Smith), s6lo puede ser, al igual que ocurre com las demis mercencits, su valor expresado en dinero, «La mercancien, dice Smith, aes entonces vendida precisamente en lo que valer. La economia clisice ereia, de exte modo, baberlegado desde lo precios accidenteles del trebajo a su valor real ‘Después determind este valor jor el valor de las subsstenclas mecesarias era el sostenimiento y le reproducciém del trabsjador. Ea su ignorancia, cambiaba asi de terreno, sustituyendo ef valor del trabejo, basta el objeto aparente de ous investigacione, el valor de la fuerza de frabsjo, fuerza que ‘no existe sino en la personalidad del teabsjador, y que se distingue de su funcién, el trabejo, del mismo modo que una méquina se distingue de sus operaciones, -eLa marcha del anilsis habia levado forzosemente no sélo los precios del -mercado del trabajo a sw precio neceserio y su valor, sino ane bable hecho decidir el Hemedo valor del trabajo on valor de la fuerza del trabsjo de suerte que aquélla no debia ser treteda en lo sucesivo como ne forma fenoménica de éste..EI resultado al que el anélisis desembocaba eva, por Ed rassato ic bchodat cl feblevad tl Save! @ pean "oa epoca partida, sino cambiando completamente los términos. 20 Louls ALTIUSsER ‘La economia clisca no habla Hlegado nunca a dare euenta de este ‘quid pro quo preoeupada exclusivamente como lo estaba por la diferencla centre los precios corvientes del trabajo su valor, de le relaciin de éstos ‘com los valores de las mercancias, com la taca de benefico, tc. Pero no pro fundiza el andlisis del valor en general, mas ol lemado valor det trebsjo Jo implica en condiciones inolubles,..>. (U, 208-209). Tomo este texto asombroso como Jo que es: un protocolo de lectura de Ia economia clisica por Marx, Una vex mis, nos vemos tentados a creer istinguir una concepcién de la Ieccura que hace el recuento de los aciertos ¥ Ios desaciertos. La economia politica clisica ha visto bien que + pero no ha visto que. ‘eno advirtié jams que...2. También aqui parece que ‘se recuenco de aciertos y dcsaciertos se realiza bajo cuadricula, parece que las ausencias clisicas son reveladas por las presencias marxistas. Sin embsrgo, hay una pequefia, muy pequelia diferencia, que advierto enseguida al lector; ino tenemos ninguna intencidn de mo ver! Hela aqui: lo que la economia politica clisica no ve, no et la que no ve, et lo que a ‘no es lo que le fales, por el contrario, Jo que no le falts; no es aquello en que falls, es, por el contrario, aquello en que no fella. El desacierto es, pucs, no ver lo que se ve; el desacierto ya no recae sobre el objeto, sino sobre la vista misma, Es un desacierto que concierne al ver: el no ver es, pues interior del ver, 5 una forma del ver, y por tanto en relaciin necesaria con el ver. Tocamos aqui nuestro problema, que existe em, que es plantcado por, Ia identidad en el acto de esta confusién org’ ica del no-ver en el ver. Mejor ain, ya no se trata, en esta constatacién del no-ver, o del desacierto, de una lectura de Ia economia clisica bajo la euadricula de la teoria de Marx, de una comparaciin entre la teoci clisica y Ia teorfa marxista, que serviria entonccs de medida —puesto que slo comparamos Ta teorig.cli- sica com ella misma, su no-ver con su ver. Se trata, pues, de nuestro problema en estado puro, definido en un dominio énico, sin rechazo retrospectivo al infinito, Comprender esta identidad necesaria y paradgjica del no-ver y del ver en el mismo ver, es exactamente plantear auestro problema (el de Ia relacién necesaria que une lo visible y lo invisible), y planteaclo bien sig- nifica abrir Ia posibilidad de resolverlo, 6 Cimo es posible esta identidad del no-ver y del ver en el ver? Releamos atentamente el texto. En el curso de las preguntas que la economia elisica se ha planteado sobre el tema del evalor del trabajos, ha ocuerido algo muy DE EL CAPITAL ALA FILOSOrIA DE MARK 2 particular. La economia politica clisica ha (como diré Engels fen el Prefacio al Libro Il, al hablar de que la quimica flogistica «produce» al oxigeno, y la economia clisica la plusvalia) una respuesta justa; el valor del etrabajo> es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para la reproduccién del etrabsjon. Una respuesta justa es una respuesta justa, El lector improvisado, que es Ja primera manera de leer, ‘concede crédito a Smith y a Ricardo para otras afirmaciones y pasa a otra cosa, a otras seguridades. No asi Marx. Porque tiene, como si dijéramos, Ia vista nublada por una propiedad singular de esa respuesta: es la respuesta juste 0 una pregunta que tiene el inico defecto de no haber sido planteade. La pregunta inicial tal y como se formula en el texto de La economia lisica era: geval es el valor del trabajo? Reducida a su estricto contenido rigurosamente defendible en el texto mismo donde la produce la economia clisica, la respuesta se escribe asi: «El valor de ( —) trabsjo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para el mantenimiento y la reproduccién de ( —) trabsjan. Hay dos blancos, dos ausencias en al ‘texto de la respuesta. Es Marx quien nos hace ver as{ los blancos en el texto de Ia respuesta de la economia elisica: pero con so, nos hace ver solamente Yo que el texto clisico dice sin decirlo, y no dice al decirlo. No es Marx {quien dice que el texto clisico no dice, no ¢s Marx quien intecviene para imponer, desde fuers, al texto clisico wn discurso revelador de su mutismo, es el texto cldsico mimo el que nos dice que se calla: sa silencio son sus propias palabras. De hecho, si suprimimos los puntos suspensivos y los blancos nos encontramos de nuevo con el mismo discurso, la misma oracién aparentemente ellena>: eel valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarion para el mentenimiento y la reproduccién del tra baja>, Pero esta proposicién no dice nada: Qué es el mantenimiento del trabajos? zQué et la reproducrién del etrabajon? Se podria pensar que basta reemplazar una palabra al final de la respuesta: ctrabajoo por «traba- jadors, para que la cuestién quede solucionada, «El valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para el mancenimiento y ta reproduceién del trabajador», Pero como el trabajador no es el trabajo, ta palabra final de Ia proposicién choca con la palabra del comienzo: no tienen cl mismo contenido, y no puede escribirse Ia ecuacién, porque Jo que s¢ compra con el salario no eo al trabsjador, sino tu etrabajos. Y esra primera ‘expretién etrabajo> gcomo situarla en la segunda: el trabajador? Hay, por tanto, en el propio enunciado de Ia oracién, precisamente al nivél del tér- ‘mino «trabejor, al comienzo de la respuesta, y al final de Ia respuesea, algo que falta, y lo que falta esti rigurosamente designado por la funcién de los mismos térmfinos en la oracién entera. Suprimiendo los puntos suspen-

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