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EL DESEO DE

DANIEL

Autor: Oliver García

Dirigido a niños de 11 a 12 años


Había una vez un niño llamado Daniel, él era de cabellos castaño, rizados, piel
tostada, muy tímido, con una mirada triste, porque cada vez que iba a la escuela,
sus compañeros se burlaban de él, y en ocasiones lo agredían.

Cada vez que llegaba el momento de ir a la escuela, sufría al pensar lo que


rutinariamente sucedía; pero un día, llegó a una fuente de agua cristalina que
circundaba aquel pueblo llanero, en donde todos decían, que los deseos pedidos al
lanzar una moneda, se hacían realidad. Sin pensarlo dos veces, Daniel cerró sus ojos,
lanzó la moneda e inmediatamente pidió su deseo:

-¡Hermosa fuente, de agua cristalina, te pido que que me vuelvas grande para no
seguir con esta pesadilla!

De la fuente brotó un chorro de agua que bañó a Daniel completamente, y él dijo:

-¿Será posible que hasta la fuente esté en mi contra, que me ha bañado de esa
manera?

Llorando corrió Daniel, porque pensó que fue en vano su petición a la fuente,
pero a medida que iba corriendo, todas las personas lo veían diferente y
sorprendidos, y él dijo:

-Seguramente, me ven así, porque estoy todo mojado, correré más rápido para
llegar a la casa.

No contaba que al llegar a la casa, chocaría con el marco de la puerta, y al verse


en el espejo, se dio cuenta que ya no era un niño sino un hombre adulto, se
sorprendió y brincó de alegría, gritando:

-¡yujuuuuu, ya soy grande!


Sus padres al verlo, no lo reconocieron y lo corrieron de la casa, pensando que su
hijo había desaparecido.

Daniel, durmió esa noche en un establo, y al amanecer, tenía hambre, tuvo que
afrontar la idea de trabajar para poder comprar comida y todas las cosas que
necesitaba para sobrevivir.

No tenía preparación para trabajar, puesto que no había terminado los estudios,
y al poco tiempo logró conseguir trabajo como peón de finca, limpiando los corrales,
depósitos, alimentando los caballos, las gallinas, los pavos, y los cochinos.

Trabajaba largas jornadas desde muy temprano hasta el inicio del anochecer, se
acostaba cansado, y a veces ni comía por el mismo cansancio.

Durante sus labores, recibía regaños del patrón y del caporal, porque cometía
algunos errores

Desde ese momento, empezó a extrañar a su familia, la escuela, y se dio cuenta


que no podía afrontar esas responsabilidades, que necesitaba estudiar, prepararse y
madurar para sobrevivir.

Una mañana, despertó muy temprano y corrió como una liebre, a la fuente de
agua cristalina, muy agitado, llorando, llegó y dijo:

¡Oh, fuente de agua cristalina, estoy arrepentido de haber acudido a ti para


pedirte el deseo de ser un hombre grande, ahora entiendo que no estoy preparado
para vivir ese momento, te pido, te imploro desesperadamente que anules el deseo
y me vuelvas un niño, prometo pensar las cosas antes de hacerlas!

En ese momento, fue bañado como una roca al pie de la cascada, por un gran
chorro de agua y luz, que lo hizo caer en un sueño profundo; al despertar, estaba en
su cuarto acostado en la cama, se levantó rápidamente, para verse en el espejo, y
se dio cuenta que nuevamente era un niño.

Se bañó, se vistió, y al ir a la cocina, ya su mamá había servido el desayuno que


tanto le gustaba, cachapa con queso, mantequilla y un gran vaso de leche de vaca
recién ordeñada. Abrazó a su madre con tanto cariño, y le dijo cuanto la quería.

Luego, salió para la escuela encontrando a sus compañeros, quienes intentaron


burlarse de él nuevamente, y les dijo:

-¿Por qué se burlan de mí?, ¿Acaso no se dan cuenta que somos niños iguales,
que debemos compartir y ayudarnos en clases?

Uno de ellos contestó:

-¡Como no hablabas, pensamos que eras un niño extraño, que querías ser mejor
que nosotros, pero ahora vemos que no es así!

Desde ese momento, estrecharon sus manos, y comenzaron a ser muy buenos
compañeros y amigos.

MORALEJA:

“A veces pasamos por situaciones que debemos resolver de la mejor manera.


Cada etapa de nuestra vida, representa responsabilidades que asumir, que no
podemos evadir”

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