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Relato de un naufrago

Ese día, toda la tripulación estaba en Mobile, preparados para embarcar al


A.R.C Caldas para regresar a Cartagena después de ocho meses, cargados de
regalos para los familiares, la madrugada del 24 de febrero se embarcarían mar
adentro. Luis Alejandro junto su mejor amigo decidieron abandonar la marina tan
pronto como llegasen a Cartagena. Al principio tenia un poco de miedo, pero al
cabo de unas horas ya solo se sentía fatigado. Luis Alejandro casi nunca tiene
mareos cuando viaja, pero esta vez se sentía intranquilo y además tenía un
extraño pensamiento. “Es un buque seguro” afirmaba Luís Regnifo, que dormía
bajo su litera. Después de largas horas, ya solo les faltaba 24 horas para llegar a
Cartagena. Una orden general, dijo que todo el personal se pasara al lado de
babor, él sabía perfectamente su significado, el barco escorando peligrosamente a
estribor y había de equilibrarlo. Las olas, cada vez más fuertes i altas estallaban
en la cubierta. Eran las once y media de la noche, a las dos llegarían al puerto;
una ola enorme los tumbó, se cayeron todos al agua y el barco desapareció.
Después de un breve instante apareció a más de 100 metros de distancia. Luis
Alejandro, se sostuvo en flote entre cajas, vio una de las balsas, y se puso a nadar
hacia ella. La agarró y saltó al interior. Un amigo, tan solo estaba a dos metros de
la balsa, y de la fuerte tormenta que había, se perdió entre las olas. Se quedó solo
en la balsa esperando a que los otros lo vinieran a buscar. Pensaba que
seguramente, se comunicaría el accidente y aviones vendrían en menos de 2
horas a rescatarle. Se esperó mucho pensando que todos sus compañeros habían
regresado. Una señal, al fondo de todo se veía un punto negro y muy luminoso
que se acercaba, era un avión. Muy rápidamente, Luís Alejandro se sacó la
camiseta y empezó a hacer señas. Desgraciadamente se equivocó, el avión no
venía hacia la balsa y desapareció en el horizonte. Treinta horas después, vio
claramente el primer animal, ¡era un tiburón! Por suerte, solo se paseó por allí
unas horas y se largó. Ya era la segunda noche, no tenía hambre, pero sí que
tenía mucha sed. Se imaginaba que había un viejo amigo suyo en la balsa que le
venía a saludar y hablaban durante toda la noche. Para saber cuántos días
llevaba, los contaba dibujando rayas, pero era inútil, se descontaba, no sabía si
eran 29, 30 o 31 las terminaciones del mes de febrero. Perdió muchas
esperanzas. Vio otra vez unas luces, pero esta vez de barco, pasó de largo y
como el avión desapareció en el horizonte. Ya era el quinto día. Se le paró una
gaviota joven muy cerca y intentaba cazarla para poder comer algo. Por suerte la
alcanzó le rompió el cuello y la descuartizó, se comió un trozo, pero le daba
mucho asco. Pasaron ya siete días, era de noche, ya perdió las esperanzas al
tener que arrojar su presa a los tiburones a cambio de la vida. Intentaba comerse
el cinturón de la desesperación. Sabía que no sería su último día en el mar. Un
tiburón hizo un salto y entró en la balsa, Alejandro, lo mató a golpes de remo a la
cabeza. Aun que le daba mucho asco, el hambre lo superaba y se comió una
parte. Se guardó el resto para más tarde, pero otro tiburón de un mordisco, se lo
comió. Luís Alejandro, harto de los tiburones se enfadó mucho. Una fuerte ola,
hizo dar vuelta de campana la balsa. Luís Alejandro cayó en el agua y empezó a
nadar desesperadamente al final, logró alcanzar la balsa. Esta vez estaba muy
asustado, sabía que en cualquier momento podría volver a pasar y rápidamente se
amarró con el cinturón. Otra ola los tumbó, Luís Alejandro se quedó bajo el agua
buscando la hebilla del cinturón. Logró desatarse y sacó la cabeza. A los ocho
días, vio a otra gaviota, pero esa vez vieja, no la mató, sino que le dio ánimos,
sabía que muy cerca se encontraba la tierra firme. La barba ya le llegaba por el
cuello, estaba destrozado, muerto de sed, muy hambriento y lleno de quemaduras
de sol. Recordaba felices momentos en el bar con sus amigos. Tenía deseos de
morir, empezó a rezar más tranquilamente pensando que en esa misma hora
también lo estaba haciendo su familia. En el fondo de la balsa, se encontró una
raíz y se la comió, ¿Era una alucinación?

Aclaración no acabe el libro, llegue al capítulo 10 pag68

Resumen echo por


Rol Eduardo Gonzalez Marin
4to dibujo tecnico
Comunicacion y lenguaje

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