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Seminario Mayor Arquidiocesano Nuestra Señora del Rosario

Julio César Ramírez Osorio


I de Teología
Creación y pecado
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COMUNIÓN Y SERVICIO:
LA PERSONA HUMANA CREADA A IMAGEN DE DIOS

Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen conforme a nuestra semejanza y tenga dominio
sobre los peces del mar sobre las aves de los cielos sobre las bestias y sobre toda la Tierra y sobre
todo animal que se arrastra sobre la Tierra y creó Dios al hombre lo creo varón y hembra los creó y
vio Dios que era bueno (Génesis 1, 26-27).
Desde la antigüedad la pregunta más inquietante ha sido sobre la definición y la naturaleza del
hombre, el hombre es un misterio para el hombre; sin embargo la teología cristiana afirma que el
hombre es imagen y semejanza de Dios y es de allí precisamente donde le viene al hombre su
dignidad, que luego será plenificada en Cristo: el misterio del hombre sólo se pude contemplar desde
el misterio de Cristo encarnado, muerto y resucitado y solamente desde allí se puede comprender la
verdadera respuesta a la pregunta qué es el hombre (GS 11). El hombre entre más conoce a Cristo,
fuente de todas las gracias, más humano se vuelve.
Paul O’Callaghan afirma que la imagen originaria del hombre y que ha subido a la cruz representa la
imagen de Dios. Es Cristo y el hombre creado a partir de su imagen y sobre su imagen la criatura
humana. Cristo es la idea fundamental del creador. Cristo en la cruz se asemejaba definitivamente a
los más pobres, a los más indefensos, a los que sufren, a los abandonados, a los despreciados y de
ellos, nuestra iglesia se ha ocupado desde siempre. Cristo, al revelar al Padre y ser revelado por Él,
acaba de revelar al hombre a sí mismo. Al tomar posesión del hombre, lo penetra hasta el fondo de
su ser, le fuerza a descender también a él dentro de sí para descubrir de repente en su propio
interior regiones hasta entonces insospechadas. Por Cristo, la Persona es adulta, el Hombre emerge
definitivamente del universo, toma plena conciencia de sí. Por la revelación cristiana, no solamente
adquiere profundidad la mirada que el hombre dirige sobre sí, sino que al mismo tiempo se ensancha
la que dirige a su alrededor. La Imagen de Dios, la Imagen del Verbo, restaurada por el mismo Verbo
encarnado y a la que presta su esplendor, soy yo mismo, es el otro, es cualquier otro. Cristo, el
hombre perfecto, nos hace ver cómo son (o por lo menos cómo deberían ser) los demás hombres. Él
se nos ofrece sencillamente como perfecto modelo de humanidad. A nivel teológico, la idea parece
bastante sencilla: para empezar, el hombre, según el libro del Génesis está hecho a imagen de Dios;
luego, el Nuevo Testamento nos presenta a Cristo como la Imagen Perfecta del Padre, y como
conclusión: el hombre se realiza a sí mismo si se asemeja a Cristo. Dicho de otro modo: puesto que
la humanidad de Cristo refleja la naturaleza divina, el hombre, si se ajusta lo mejor que pueda a esta
humanidad, acabará divinizándose. (Paul o’Callaghan. Cristo revela el hombre al propio hombre)
Precisamente en esta imagen y semejanza a Dios, radica en el hombre su dignidad, su libertad y su
comunión, una comunión realizada para el servicio y para el amor. Dios ha constituido al hombre
señor de la creación, sin embargo, esta libertad que ha dado al hombre, la ha utilizado de manera
incorrecta, para el pecado, para la destrucción, para deshumanizar. Cuando el hombre olvida el
rostro de Dios, olvida su propio rostro humano, y olvida las necesidades de los hermanos. Por lo
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Julio César Ramírez Osorio
I de Teología
Creación y pecado
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tanto el hombre cuando contempla a Cristo crucificado, puede contemplar el sufrimiento humano y la
propia fragilidad. Por ello Cristo en la cruz, desvela al hombre, el propio hombre.
El hombre, por tanto, según Gen 1,26-27 ha sido creado a «imagen y semejanza» de Dios
porque Dios le proveyó de una naturaleza dotada de unas cualidades adecuadas para que le
asemejase en el dominio de la creación. El análisis del texto, y el concepto profundamente
transcendente de Dios que encontramos en el primer capítulo del Génesis, no permiten
«pensar que sean las cualidades físicas y corpóreas de la naturaleza humana las que dan
razón absoluta de esta semejanza. Esta habrá que buscarla en la esfera espiritual del hombre
creado, concretamente en su inteligencia, de la que como consecuencia se derivan el dominio
sobre los demás animales y el orden moral que rige la sociedad humana». Sin embargo, de
ningún modo excluye el cuerpo, ya que el hombre constituye una unidad, no debilitada por el
hecho de la división del ser humano en «polvo» y «aliento de vida». En el Gen 1,26-27 se
habla del hombre en su unidad, como queriéndose indicar que la semejanza de Dios en él hay
que descubrirla en la realidad total, formada de cuerpo y alma, si bien se halle principalmente
en aquello por lo que ejerce básicamente el dominio. (Miguel A. Tabet. “El hombre imagen de
Dios”)

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