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SEMINARIO MAYOR DE SAN ESTEBAN

DIÓCESIS DE NEIVA
CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD
DÍA 20 DE DICIEMBRE

COMENTARIO DE ENTRADA

Nos reunimos como familia para celebrar la sagrada Eucaristía. Hoy el


Señor sigue manifestando su misericordia en nuestras vidas y nos invita a
todos a hacer siempre su Voluntad a ejemplo de la bienaventurada, la
virgen María nuestra Madre. Vivamos esta Eucaristía como la fiesta de la
reconciliación y del pan compartido para preparar nuestros corazones al
gran acontecimiento de la Navidad.

COMENTARIOS A LAS LECTURAS

“Alégrate llena de gracia: darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús,
se llamará Hijo del Altísimo” La Palabra de Dios nos presenta la
importancia de vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, imitando el
ejemplo que nos dejó Jesús en su Madre María a escuchar la Palabra de
Dios y a ponerla en nuestra vida cotidiana en práctica. Dispongámonos
para la escucha atenta.
ORACIÓN UNIVERSAL

Queridos hermanos: A Dios Padre, que en su Hijo Jesucristo nos ha


revelado su amor, presentémosle confiados nuestras súplicas,
diciéndole:

Señor Jesús, por intercesión de tu Madre escúchanos

Por la Iglesia, para que todos sus miembros crezcan en la experiencia del
amor a Dios y al prójimo. Roguemos al Señor.

Señor Jesús, por intercesión de tu Madre escúchanos

Por los gobernantes de las naciones, para que trabajen siempre por la paz y
la unidad de todos los pueblos. Roguemos al Señor.

Señor Jesús, por intercesión de tu Madre escúchanos

Por cuantos experimentan la tribulación, dolor, amargura, enfermedad y


angustia, para que puedan vivir el amor y el consuelo de Dios a través de la
cercanía y ayuda de los creyentes. Roguemos al Señor.

Señor Jesús, por intercesión de tu Madre escúchanos

Por todos los que formamos esta comunidad de fe, para que llenos del amor
de Dios podamos amarlos a Él sobre todas las cosas y comunicar este amor
a nuestros hermanos. Roguemos al Señor.

Señor Jesús, por intercesión de tu Madre escúchanos

Padre Santo, que por la entrega de tu Hijo levantaste la humanidad


caída y nos demostraste cuánto nos amas, te pedimos que nos escuches
y conserves siempre en tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA NAVIDAD

Alégrate llena de gracia el Señor está contigo Lc 1,26-38

El Padre de la misericordia, quiso que con el consentimiento de la que estaba


predestinada a ser la Madre del Salvador, precediera a la encarnación para que, así como
una mujer contribuyó a la muerte (Eva), así también otra mujer contribuyera a la vida
(María).

La contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo


cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen Santísima como a la Madre de Jesús, sino
también a reconocerla como Madre de Dios y es precisamente en el tiempo de la
navidad, donde se nos pone a la Virgen como modelo, aquella que ha escuchado la
Palabra de Dios y la ha puesto en práctica.

La Maternidad Virginal, reconocida y proclamada por la fe de los Padres, nunca jamás


podrá separarse de la identidad de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, dado que
nació de María, la Virgen; María es la única virgen que es también madre. La
extraordinaria presencia simultánea de estos dos dones en la persona de la joven de
Nazaret, impulsó a los cristianos a llamar a María sencillamente la Virgen.

La Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a


su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el
núcleo más íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que
privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para
poder acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor
impulsó a los hombres de todos los tiempos.

La misión educativa de María, dirigida a un hijo tan singular, presenta algunas


características particulares con respecto al papel que desempeñan las demás madres.
Ella garantizó solamente las condiciones favorables para que se pudieran realizar los
dinamismos y los valores esenciales del crecimiento, ya presentes en el hijo. Por
ejemplo, el hecho de que en Jesús no hubiera pecado exigía de María una orientación
siempre positiva, excluyendo intervenciones encaminadas a corregir.

Además, aunque fue su madre quien introdujo a Jesús en la cultura y en las tradiciones
del pueblo de Israel, será él quien revele, desde el episodio de su pérdida y encuentro en
el templo, su plena conciencia de ser el Hijo de Dios, enviado a irradiar la verdad en el
mundo, siguiendo exclusivamente la voluntad del Padre. De «maestra» de su hijo, María
se convirtió así en humilde discípula del divino Maestro, engendrado por ella.

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