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CONSAGRACIÓN DEL
ALTAR DE MANOS DE
Mons. FRANCISCO
ANTONIO NIETO
26 de Febrero de 2016
DISPOSICIONES GENERALES
MINISTERIOS
PRESIDENTE: Mons. Francisco Antonio Nieto
CONCELEBRANTE 1: Pbro. Leonardo Suárez
CONCELEBRANTE 2: Pbro.
DIÁCONO DE LA PALABRA: Diac. Jaime Ferro
DIÁCONO DEL ALTAR: Diac. Efraín Aguirre
MAESTRO DE LA CEREMONIA: Luis Sebastián Carrillo
MONITOR: Liliana Rodríguez
PRIMERA LECTURA: Alberto Enciso
SALMO: Catecúmeno,
TURIFERARIO:
NAVETERO:
CIRIALES
1:
2:
PORTAINSIGNIAS
MITRA:
BÁCULO:
ENTRONIZACIÓN DE LAS RELIQUIAS DEL ALTAR: Diác. Jaime Ferro
SECADO Y REVESTIMIENTO DEL ALTAR
MANTEL: Jorge y Martha
ARREGLOS FLORALES: Catecúmenos
CIRIOS DEL ALTAR: Diác. Efraín Aguirre
MINISTERIO MUSICAL: Mónica
LETANÍAS DE LOS SANTOS: Catecúmeno,
.
RITOS INICIALES
Se revisten los ministros con ornamentos blancos. El templo debe estar
medianamente iluminado, destacando la ausencia de luminosidad.
Entrada
Proyección del video documental de restauración del templo
Monición de entrada
Hermanos, nos reunimos esta noche en torno a nuestro obispo y nuestro párroco
para rogar al Señor que unja con el poder de su Espíritu el altar de nuestro
templo. Esta mesa nos congrega, ella es signo de nuestra comunión eclesial, en
ella servimos el alimento que nos une como hermanos. Pidamos la intercesión de
san Jerónimo para entonar nuestra acción de gracias al Padre de las misericordias.
Llenos de júbilo iniciemos nuestra celebración.
Estando reunido el pueblo, el obispo y los presbíteros concelebrantes, los
diáconos y ministros, revestidos con sus respectivas vestiduras litúrgicas, salen
de la sacristía, precedidos por el crucífero, y se dirigen hacia el presbiterio por la
nave de la iglesia.
Las reliquias de los santos se colocarán, antes del comienzo del rito, en un sitio
adecuado del presbiterio, en medio de cirios.
Durante la procesión, se canta:
Canto: “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor”
Cuando la procesión llega al presbiterio, los presbíteros concelebrantes, los
diáconos y ministros van a sus puestos. El obispo, sin besar el altar, va a la
cátedra. Luego, deja el báculo, se quita la mitra y, junto con todos los fieles, se
santiguan mientras dicen:
En el nombre del Padre,
y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén
Luego, saluda al pueblo con estas u otras palabras tomadas preferentemente de la
sagrada Escritura:
La paz esté con vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
Bendición y aspersión del agua
Terminado el rito de entrada, el obispo bendice el agua para rociar al pueblo en
señal de penitencia y en recuerdo del bautismo.
Los diáconos llevan el agua al obispo, que está de pie en la cátedra. El obispo
invita a todos a orar con estas palabras:
Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro
Señor este altar,supliquémosle que bendiga
esta agua, creatura suya, con la cual seremos
rociados, en señal de penitencia y en recuerdo
del bautismo. Que el mismo Señor nos ayude
con su gracia, para que, dóciles al Espíritu
Santo que hemos recibido, permanezcamos
fieles en su Iglesia.
Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo continúa:
Dios, Padre nuestro, fuente de luz y de vida,
que tanto amas a los hombres que no sólo los
alimentas con solicitud paternal, sino que los
purificas del pecado con el rocío de la caridad
y los guías constantemente hacia Cristo, su
Cabeza; y así has querido, en tu designio
misericordioso, que los pecadores, al
sumergirse en el baño bautismal, mueran con
Cristo y resuciten inocentes, sean hechos
miembros suyos y coherederos del premio
eterno; santifica con tu bendición + esta
agua, creatura tuya, para que, rociada sobre
nosotros, sea señal del bautismo, por el cual,
lavados en Cristo, llegamos a ser templos de
tu Espíritu; concédenos a nosotros y a
cuantos en esta iglesia celebrarán los divinos
misterios llegar a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
El obispo, acompañado por los diáconos, rocía con agua bendita al pueblo.
Luego, rocía también el altar. Mientras tanto, se canta un canto adecuado.
Canto de aspersión
Después de la aspersión, el obispo regresa a la cátedra y, terminado el canto,
dice, de pie, con las manos juntas:
Dios, Padre de misericordia,
con la gracia del Espíritu Santo,
purifique a quienes somos templo vivo
para su gloria.
Amén.
Oración colecta
Dado el tiempo de Cuaresma no se dice el himno Gloria a Dios en el cielo. El
obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo, con las manos
extendidas, dice:
Dios, Padre Nuestro,
que quisiste que todo fuera atraído
por tu Hijo, elevado en el ara de la cruz;
derrama tu gracia celestial
sobre estos hijos tuyos
que hoy te dedicamos este altar,
alrededor del cual nos congregas a la unidad,
donde con paternal providencia nos
alimentarás,
y por la efusión del Espíritu Santo
constituirás de día en día
un pueblo consagrado.
Por nuestro Señor Jesucristo. tu Hijo.
R. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
Todos se sientan y el obispo recibe la mitra. Luego, sigue la liturgia de
la Palabra; las lecturas se toman de los textos de la feria del día.
Para el evangelio no se llevan ciriales ni incienso.
Después del evangelio, el obispo hace la homilía, en la que explica las lecturas
bíblicas y el sentido del rito.
Monición a la liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios nos recuerda que Cristo es la piedra angular de nuestra fe.
Sobre él se cimenta nuestra esperanza. Él nos une a su sacrificio en el altar de la
cruz para que demos fruto en abundancia de la misericordia que ha derramado
sobre nosotros. Atentos, escuchemos la voz de nuestro Dios.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Génesis 37,3-4.12-13a.17b-28
Ahí viene el de los sueños, vamos a matarlo.
José era el preferido de Israel, porque le había nacido en la vejez, y le hizo una
túnica con mangas. Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los demás,
empezaron a odiarlo y le negaban el saludo. Sus hermanos trashumaron a Siquén
con los rebaños de su padre. Israel dijo a José:
-«Tus hermanos deben estar con los rebaños en Siquén; ven, que te voy a
mandar donde están ellos.»
José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron desde lejos.
Antes de que se acercara, maquinaron su muerte. Se decían unos a otros:
-«Ahí viene el de los sueños. Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego
diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños.»
Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de sus manos, dijo:
-«No le quitemos la vida.»
Y añadió:
-«No derraméis sangre; echadlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no
pongáis las manos en él.»
Lo decía para librarlo de sus manos y devolverlo a su padre. Cuando llegó José al
lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le quitaron la túnica con mangas,
lo cogieron y lo echaron en un pozo vacío, sin agua. Y se sentaron a comer.
Levantando la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en
camellos goma, bálsamo y resina de Galaad a Egipto. Judá propuso a sus
hermanos:
-«¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre? Vamos
a venderlo a los ismaelitas y no pondremos nuestras manos en él, que al fin es
hermano nuestro y carne nuestra.»
Los hermanos aceptaron. Al pasar unos comerciantes madianitas, tiraron de su
hermano, lo sacaron del pozo y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte
monedas. Éstos se llevaron a José a Egipto.
Palabra de Dios
Salmo responsorial 104,16-17.18-19.20-21
R. Recordad las maravillas que hizo el Señor.
Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo. R.
Le trabaron los pies con grillos,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó. R.
El rey lo mandó desatar,
el señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones. R.
Terminado el canto de aclamación al Evangelio (No puede ser Aleluya, dado el
tiempo de la Cuaresma); el Diácono de la Palabra solicita la bendición al Obispo.
Toma el Evangeliario del altar desnudo, lo inciensa y proclama el Evangelio.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo 21,33-43.45-46:
Este es el heredero: venid, lo mataremos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con
una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos
labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus
criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los
labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo
apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con
ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a
mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero:
venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo
empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la
viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron:
-«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros
labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
-«¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un
milagro patente“? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y
se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que
hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo
tenía por profeta.
Palabra del Señor
Terminada la homilía, se dice el Credo. En cambio, se omite la oración de los
fieles, ya que en su lugar se cantan las letanías de los santos.
LITURGIA EUCARÍSTICA
Ofertorio
El diácono del altar y los ministros preparan el altar como de costumbre. Algunos
fieles traen el pan, el vino y el agua para la eucaristía. El obispo recibe los dones
en la cátedra, Mientras se llevan éstos, conviene cantar un canto adecuado.
Cuando todo está preparado, el obispo va al altar, deja la mitra y lo besa.
La misa continúa como de costumbre, pero no se inciensan los dones ni el
altar.
Oración sobre las ofrendas
Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
te pedimos descienda tu Espíritu Santo
sobre este altar,
para que santifique los dones
que tu pueblo te presenta,
y purifique el corazón
de quienes van a participar de ellos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Prefacio (Propio de la consagración de un altar)
V. El Señor esté con vosotros.
V. Levantemos el corazón.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo, Señor nuestro.
El cual, verdadero sacerdote y verdadera
víctima,
nos mandó celebrar continuamente
el memorial del sacrificio
que te ofreció en el altar de la cruz.
Por eso tu pueblo erigió este altar
que hoy, llenos de alegría, te dedicamos.
Este es, en verdad, el lugar santo
donde se ofrece sin cesar el sacrificio de
Cristo,
se te tributa alabanza perfecta
y se lleva a cabo nuestra redención.
Aquí se prepara la mesa del banquete
eucarístico
alrededor del cual tus hijos,
alimentados con el cuerpo de Cristo,
se incorporan en la unidad de tu Iglesia santa.
Aquí tus fieles
al beber de las fuentes que manan de Cristo,
roca espiritual,
reciben el Espíritu Santo,
por quien ellos se transforman
en hostia sagrada y altar vivo.
Por eso, Padre,
también nosotros nos unimos a los ángeles y
santos
para alabarte llenos de júbilo, cantando:
Santo, Santo, Santo…
Se dice la plegaria eucarística I, Canon Romano, o la plegaria III
Rito de la comunión
Monición a la comunión
Cristo, quien se ofrendó por nosotros en el altar de la cruz se encuentra presente
en medio de nuestra comunidad. Él mismo ha consagrado este altar para que,
atentos a su mensaje de vida, disfrutemos del banquete de su Cuerpo santísimo.
Con espíritu devoto, pasemos a comulgar.
Antífona de comunión Sal 83, 4-5
Hasta el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina un nido donde colocar
sus polluelos: tus altares, Señor de los Ejércitos, rey mío y Dios mío. Dichosos
los que viven en tu casa, alabándote siempre.
Oración después de la comunión
Concédenos, Señor,
acercarnos siempre a tus altares
donde se celebra el sacramento de la
Eucaristía;
para que unidos por la fe y el amor
estrechemos el vínculo de la unidad
y mientras nos alimentamos
con el Cuerpo y la Sangre del Señor,
nos transformemos en Cristo Jesús.
Él, que vive y reina por los siglos de los
siglos.
Bendición final y despedida
El obispo toma la mitra y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo contesta :
Y con tu espíritu.
Luego, el diácono del altar invita al pueblo a recibir la bendición, con estas
palabras:
Inclínense para recibir la bendición.
Entonces, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice
diciendo
El Dios, que los ha enriquecido con el
sacerdocio real,
les conceda cumplir fielmente sus deberes
para poder participar dignamente del
sacrificio de Cristo.
R. Amén.
Quien nos congrega junto a su altar
y nos alimenta con un mismo pan,
les conceda tener un mismo pensar y sentir.
R. Amén.
Para que cuantos escuchen el anuncio
que les hacen de Cristo,
se sientan atraídos
por el testimonio de su amor fraterno.
R. Amén.
Y la bendición de Dios Todopoderoso,
Padre +, Hijo +, y Espíritu Santo +
descienda sobre ustedes.
R. Amén.
Después de la bendición, el diácono del altar despide a los presentes en la forma
acostumbrada