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CUENTO 3:

BARBA AZUL
VALORES QUE RESALTARÁN O DEBEMOS DETECTAR EN LA
LECTURA:
 Verdadera felicidad
 Amor fraterno
 Lealtad, fidelidad, compromiso
 Obediencia
 Prudencia

PALABRAS QUE MEJORAN EN EL VOCABULARIO:


 Almena: en las fortalezas antiguas, remate superior dividido entre sí por espacios
vacíos
 Apearse: descender, bajar de algú n vehículo (de cualquier tipo)
 Convivencia: vida en compañ ía de otros
 Enigmá tico: que resulta difícil de comprender
 Estancia: habitació n o aposento de una vivienda
 Exasperado: irritado, enfurecido
 Impregnar: empapar algo en su totalidad
 Lujoso: que tiene lujo, abundancia de riqueza o comodidad
 Majestuoso: que infunde majestad, admiració n o respeto
 Objetar: poner reparos o inconvenientes a algo o alguien
 Palpitar: agitar con movimiento interior tembloroso o involuntario
 Perturbar: alterar o trastornar el orden o desarrollo normal de algo
 Polvareda: cantidad de polvo que se levanta de la tierra, agitado por cualquier causa
 Sable: arma similar a la espada, ligeramente curva y de un solo filo
 Sellar: cerrar algo, cerrar un trato, darlo por concluido

ACTIVIDADES DE LECTURA COMPRENSIVA:


1. A lo má s profundo del bosque llega una carroza de oro. ¿Quién vive en el bosque?
¿Quién se apea de la carroza? ¿Qué motivos le han llevado al bosque?

2. El padre se ve contento por la petició n del rey ¿Por qué no le agrada a su hija la
proposició n? Cuando accede a la proposició n hace una sú plica a sus hermanos. ¿En
qué consiste? ¿Qué le responden los tres hermanos?

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3. La muchacha, acompañ ada de Barba Azul, llega al palacio de éste ¿Qué impresió n le
causa el palacio y la vida en él? Pero algo sigue impidiendo su felicidad ¿Qué es?

4. Al cabo de un tiempo Barba Azul va a emprender un largo viaje ¿Qué


recomendaciones hace a su esposa?

5. La muchacha está dispuesta a obedecer al monarca, abriendo só lo las habitaciones


permitidas. Pero ¿Qué hace llevada por la curiosidad?

6. Las consecuencias de la acció n de la esposa son terribles ¿De qué se entera ella?
¿Qué hace la llave? Asustadísima, ¿Qué recurso decide utilizar para que desaparezca
la sangre?

7. Barba Azul regresa de su viaje por sorpresa. Pide las llaves: ¿Se da cuenta de la
ausencia de la llave pequeñ ita? ¿Có mo reacciona la asustada muchacha?

8. El rey se entera de la desobediencia de su esposa ¿Có mo manifiesta su furia? ¿Qué


está dispuesto a hacer con la joven reina?

9. Ella, al verse pérdida, realiza una sú plica ¿Cuá l es? ¿Dó nde va a cumplirla? ¿Llegan a
oír su voz sus hermanos?

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10. La muchacha trata de ganar tiempo; Barba Azul ya ha afilado su cuchillo ¿Llegan a
tiempo los hermanos? ¿Logran salvar a la hermana? ¿Qué hacen con el monarca?

BARBA AZUL
En lo má s profundo de un bosque vivía un hombre que tenía tres hijos y una hermosa hija. En
cierta ocasió n apareció por aquel lugar una carroza de oro tirada por seis majestuosos
caballos y rodeada de un montó n de criados. Cuando se detuvo ante la casa, de la carroza se
apeó un rey. Dirigiéndose al hombre, dijo:

Deseo a tu hija por esposa

El hombre se alegró muchísimo por la gran fortuna de su hija, y aceptó el ofrecimiento de


inmediato. Nada tenía que objetar sobre el pretendiente, salvo que tenía una larga barba azul
que asustaba a todo el mundo cada vez que el rey le dirigía una mirada. Al principio, la
muchacha se resistía a casarse con él, muy atemorizada por la enigmá tica barba azul del rey,
pero finalmente accedió a la petició n para satisfacer a su padre.

Era tanto el miedo que sentía, que cogió a sus tres hermanos los condujo a un rincó n y les
pidió :
Queridos hermanos, en cuanto me oigá is gritar, estéis donde estéis, dejad lo que estéis
haciendo y venid a auxiliarme.

Los tres hermanos se lo prometieron y sellaron la promesa besando uno detrá s de otro la
rosada mejilla de su hermana. Al despedirse, dijeron al unísono:

Adió s hermanita, si oímos tu voz saltaremos a nuestros caballos y enseguida iremos a


socorrerte.

A continuació n, la muchacha subió a la carroza dorada de Barba Azul y ambos marcharon de


allí a gran velocidad. Cuando llegaron al palacio real la joven quedó impresionada por la lijosa
decoració n que cubría todas las estancias. Ademá s en aquel lugar se hacía absolutamente todo
lo que ella deseara. Sin embargo, esto no bastaba para que la reina alcanzara la felicidad, y
tampoco había logrado acostumbrarse a la barba azul del rey. Siempre que le veía acercarse se
asustaba.
Trascurrido cierto tiempo de convivencia, el rey dijo:

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Querida esposa, tengo que emprender un largo viaje. Aquí tiene las llaves de todas las
estancias del palacio. Puedes abrirlas todas para ver qué tesoros hay en ellas. Pero te prohíbo
que entres en una solo cá mara, la que abre con esta diminuta llave de oro fino; si la abres tu
vida se echará a perder.

Ella tomó las llaves y le prometió que le obedecería. Cuando el monarca estaba ya muy lejos
de palacio. Fue abriendo una detrá s de otra las puertas y eran tantas las joyas y los objetos
valiosos acumulados que creyó que allí estaban reunidas todas las riquezas del reino. La Ú nica
estancia que le faltaba por revisar era la habitació n prohibida:

Si esta llave es de oro fino – pensó – tal vez sea porque en el interior de esta cá mara se
conserva el má s valioso de los tesoros del rey.

La curiosidad comenzó a perturbarla y por averiguar qué secreto se guardaba en aquella


estancia hubiese renunciado a ver todas las demá s. Durante un tiempo logró vencer la intriga
y dominar su ardiente deseo de entrar en ella, pero era tal su interés que al final tomó la llave
y se dirigió a la habitació n prohibida:

¡Quién se va a dar cuenta de que he abierto la puerta! – se disculpó –. ¡En definitiva, lo ú nico
que voy a hacer es echar una simple mirada!

Y así lo hizo. Introdujo la llave en la cerradura y la giró . Cuando abrió la puerta, una ola de
sangre le vino encima. Por todas partes pudo ver mujeres muertas colgadas de la pared; de
algunas só lo quedaba el esqueleto. Le entró tanto pá nico que cerró la puerta de un portazo,
pero debido al golpe, la llave cayó del cerrojo sobre un charco de sangre. Cogió la llave del
suelo tan rá pido como pudo y trató de limpiarle la sangre, pero ésta no se iba de ninguna de
las maneras; cuando lograba quitarla de un lado, la sangre aparecía de nuevo por el otro. Se
pasó todo el día tratando de eliminar las manchas que quedaban impregnadas, y recurrió en
vano a todos los métodos conocidos.

Todos los intentos fueron inú tiles; no había forma de que las manchas de sangre
desaparecieran de la diminuta llave. Antes de acostarse, se le ocurrió una idea: introduciría la
llave en una onza de paja para que ésta absorbiera la sangre durante la noche.

Al día siguiente Barba Azul regresó por sorpresa. Lo primero que hizo al llegar a palacio fue
pedirle que le devolviera las llaves. Ella, asustada, con el corazó n palpitando a toda velocidad,
le entregó el llavero confiando en que el rey no echaría en falta la diminuta llave de oro. Una a
una, el rey las contó todas. Cuando terminó miró fijamente a la joven y dijo:

¿Dó nde has puesto la llave de la estancia secreta?

Ella, sonrojada como un tomate, contestó temerosa:

La he perdido en el piso de arriba. Mañ ana trataré de encontrarla

Querida esposa, haz el favor de buscarla ahora mismo, es probable que aú n le necesite hoy
¡Ay, majestad! Te voy a decir lo que ha ocurrido. He perdido la llave entre la paja y me va
costar mucho encontrarla.

Barba Azul, furioso, le contestó :

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Esposa, tú no has perdido la llave – y dá ndose un respiro, continuó –: la has metido entre la
paja para eliminar las manchas de sangre. Me has desobedecido. Has entrando en la estancia
secreta y ahora deberá s pagar por ello.

La joven reina tuvo que ir por la llave. Cuando la encontró , vio que seguía manchada de
sangre.
Ahora prepá rate para morir. Porque antes de que se ponga el sol acabaré con tu vida – dijo
Barba Azul desenvainado su lardo cuchillo

La joven le suplicó :

Amado esposo, déjame rezar mis oraciones antes de morir.

Es el ú ltimo deseo que te concedo. Pero rézalas rá pido que no tengo tiempo que perder –
contestó el rey.

Cuando se vio libre de la presencia del rey, la reina subió corriendo las escaleras de la torre
má s alta del castillo y desde la almena comenzó a gritar tan fuerte como pudo:

¡Hermanos, mis queridos hermanos, ayudadme!

Los hermanos, que se encontraban en el bosque bebiendo un vino fresco, oyeron, la voz de su
hermana:

¡Creo haber oído la voz de nuestra hermana reclamando nuestra ayuda! – dijo el menor.
¡Vamos en su auxilio! – gritaron al unísono los tres hermanos.

De un salto se montaron en sus caballos y cabalgaron a tal velocidad que su galopar se


asemejaba al de un viento tempestuoso. Su hermana, arrodillada junto a la almena, esperaba
temerosa la reacció n del rey. En ese momento el rey, mientras afilaba su cuchillo en el ú ltimo
escaló n, gritó :

¡Baja ya! ¿No has tenido suficiente tiempo para rezar?

Antes de bajar, la joven volvió a mirar desde la almena; a lo lejos le pareció ver una polvareda,
como si se estuviera acercando un rebañ o. Y comenzó a gritar de nuevo:

¡Hermanos, mis queridos hermanos, ayudadme!

Era el momento de enfrentarse al rey. El cuerpo le temblaba de miedo.

Barba Azul, exasperado, gritó de nuevo:

¡Si no bajas enseguida, seré yo quien vaya a buscarte! ¡Mi cuchillo ya está afilado!

Muerta de miedo, la bella jovencita volvió a mirar desde la almena y en esta ocasió n vio al fin a
sus tres hermanos cabalgar por el campo como si fuesen aves en el cielo. Aun sabiendo el
peligro que corría, gritó con todas sus fuerzas:

¡Hermanos. Mis queridos hermanos, ayudadme!

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El má s joven de los hermanos, que era también el má s valiente se avanzó a los otros diciendo:

¡No te preocupes, hermanita, enseguida te salvaremos!

Barba Azul, que estaba perdiendo la paciencia, alzó la voz y dijo:

¡Ya has rezado bastante! ¡Es la ú ltima vez que lo repito, si no bajas por las buenas seré yo
quien suba a buscarte!

¡Esposo bueno, ten piedad de mí y déjame rezar la ú ltima oració n por mis tres hermanos! –
respondió la joven.

Pero el rey, que había esperado bastante, subió las escaleras, fue hasta ella y la bajó a
trompicones. Cuando ya la tenía cogida del pelo y estaba a punto de clavarle el afilado cuchillo
en el corazó n, los tres hermanos derribaron la puerta del castillo, entraron a su interior y
liberaron a su hermana. Desenvainaron sus sables y los clavaron en el malvado rey, cuyo
cuerpo introdujeron en la cá mara sangrienta junto a las mujeres que él mismo había matado.
Los hermanos liberaron a la hermana que tanto querían y entre todos se repartieron las
riquezas del reino.

COMENTARIO
No nos debemos dejar guiar só lo por las apariencias.

Los padres queremos la felicidad para nuestros hijos y podemos pensar que los bienes
materiales son muy importantes a la hora de ser felices.

Sin embargo, éstos no son suficientes para alcanzar la felicidad. La educació n de los hijos,
debe conseguir que sean capaces de escoger libremente; los padres debemos dotarles de
sentido crítico y capacidad de aná lisis para que puedan elegir lo má s conveniente para su
futuro e intentar transmitirles nuestras experiencias, aunque ellos tengan que vivir las suyas.

Los padres no debemos imponer nuestro criterio cuando nuestros hijos han llegado a la edad
adulta, en la que son capaces de conocer las consecuencias de sus actos.

¡Ah! Y a veces, como en el relato de Barba Azul, los padres nos equivocamos en nuestra
decisió n.
Nuestros hijos deben ser libres para aceptar o equivocarse, ellos tienen que vivir sus propias
experiencias.

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