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Un primer llamado
Debo decir que desde niño tenía esa “seguridad interior” de que no estábamos solos en
el Universo. Cuando iba con mis padres a un Club campestre en Chosica, a las afueras
de la ciudad de Lima, al llegar la noche me concentraba en las estrellas e imaginaba si
podría haber alguien más allí. Era sólo una curiosidad, como seguro habrá ocurrido con
quien ahora lee estas líneas.
A pesar que era muy pequeño en aquel entonces, recuerdo el extraño desplazamiento de
lo que yo llamaba “estrellas caminantes”. Siempre acudía a verlas, quedándome sentado
en alguna roca solitaria, a mitad de los cerros desnudos que circundan los amplios
jardines del retiro campestre.
Este avistamiento fue el inicio de una maravillosa búsqueda por saber más de “ellos”.
Una búsqueda que ya palpitaba en mi corazón cuando niño.
Empero, tuve que aguardar un espacio de tiempo para confirmar estas sensaciones.
El primer mensaje
Al cabo de unas horas, un poco cansado por el estudio —luego de bucear por una serie
de ejercicios matemáticos— aparté los libros y me relajé unos minutos, al punto de
cerrar mis ojos y dejarme caer en la silla. En verdad había sido una jornada intensa, y
necesitaba descansar un poco.
Pensaba mantenerme así unos minutos, para retomar luego los estudios un poco más
despejado, cuando de pronto, “algo” me interrumpió:
“No dejes de seguir buscando”. Una extraña voz había aparecido en mi cabeza, como si
se tratara de un hombre joven, que se percibía amable y atento al comunicarse. Me
quedé atónito. Y me resistí a creerlo...
Entonces dije, como contestando el mensaje: “Necesito una prueba para saber que
esto es verdad” Y la “voz”, sorprendiéndome una vez más, respondió, sugiriendo:
“Sube a la azotea de tu casa, y allí nos verás...”
Como no tenía nada que perder, decidí finalmente subir a la terraza de aquel dpto en
Orrantia del Mar, donde vivía con mis padres. Inclusive mi hermano menor José Luis
—“Pepe”, como le decimos en la familia— me acompañó a la azotea sin imaginarse lo
que iba a ocurrir. Él sólo me siguió por curiosidad.
Aquella sería una noche por demás importante. ?¡Un ovni! ¡Un ovni! ¡Esa luz se está
moviendo! ?me advertía Pepe mientras señalaba al cielo nocturno.
Con la algarabía que Pepe y yo armamos, mis padres y mi hermana Mariella ?la menor
de los tres?, subieron también a la azotea llegando incluso a observar al extraño objeto
marcharse, lentamente, sin emitir ruido alguno. Todos lo vimos.
“Venimos con buenas intenciones. Así como hemos procedido hoy contigo, lo hemos
hecho antes con otras personas, y lo seguiremos haciendo en el futuro para que vayan
tomando conciencia de nuestra presencia.
No sólo estarás en contacto con nosotros. Lo tendrás también con otros seres que te
están aguardando...”
Al igual que 1988, estas apariciones se multiplicaron entre octubre y diciembre de 1993
al punto que la prensa volvió a dedicar sus primeras planas al enigma.
Era el inicio del contacto. Sin titubear lo tomé como una señal.
Y no me equivoqué.
La Misión Rama
Al día siguiente, aun sin quitarme de la cabeza la extraordinaria experiencia que había
enfrentado, me preguntaba qué tenía que hacer. ¿Cómo podía comprender todo esto?
¿Cuál debe ser mi primer paso para relacionarme mejor con “ellos”? ¿Sólo espero a que
me vuelvan a contactar?
—¿Sabes que los Hermanos Mayores están esperando a que tomes una decisión? ?me
dijo a boca de jarro.
Acto seguido puso en mis manos un pequeño papel, y se marchó, mientras yo trataba de
recuperarme del encontronazo. ¿Cómo podía saber esta mujer lo que me había pasado?
¿Era una caprichosa coincidencia?
Leí el papel y entonces comprendí que se trataba de un volante que anunciaba un ciclo
de conferencias sobre el fenómeno ovni.
Increíble…
Entre los expositores se hallaba el Grupo Rama, importante movimiento de contacto que
se inició en Perú en 1974, a raíz del mensaje telepático que recibiera Sixto Paz Wells de
un ser extraterrestre llamado Oxalc, entidad que afirmaba formar parte de una avanzada
civilización de la Constelación de Orión, actualmente afincada en Ganímedes, una de
las principales lunas de Júpiter.
De cara a todo ello, tuve de pronto la “certeza” que los seres extraterrestres que
contactaban con el Grupo Rama, eran los mismos que se estaban empezando a
comunicar conmigo. Incluso llegué a pensar —debo decirlo— que “ellos” me habían
“conducido” a la conferencia del grupo. A pesar que estaba sacando una conclusión
apresurada, “algo”, una “sensación”, me decía que no estaba equivocado.
No obstante, tenía un problema para asistir: los exámenes. ¡Estos coincidían con las
fechas de las conferencias!
Sin duda fue una determinación acertada. Aquella conferencia fue el punto de partida
para relacionarme con el grupo y comprender las experiencias que yo había enfrentado.
Y tal como lo sentía ?o “recordaba”— existía un propósito profundo que empujaba a
estas civilizaciones estelares a visitarnos.
Por otra parte, y dentro de los objetivos más íntimos de la Misión Rama, se hallaba el
encuentro con una avanzada civilización intraterrena, que numerosas leyendas de
oriente denominan “La Hermandad Blanca”. El acercamiento con aquellos guardianes
del Mundo Subterráneo ?cuyos orígenes se remontan a la fundación de Shambhala y la
desaparición de antiguas civilizaciones? nos permitiría acceder a un conocimiento
gravitante para el ser humano: su verdadera historia.
Todo ello forma parte de aquel “Plan Superior”, diseño cósmico que aún no hemos
terminado de comprender en su totalidad. Sin embargo ?y esto es difícil de explicar? su
fuerza despierta una luz interior en el caminante sincero. Como si él reconociese aquel
“llamado”. Como si hubiese estado esperando este momento, desde siempre.
La Preparación
Debo recordar que el Grupo Rama, como organización, fue disuelto oficialmente en
enero de 1991. Con esta decisión ―sugerida en comunicación por los Guías
extraterrestres― se procuraba proteger la seriedad alcanzada por el grupo, y la real
naturaleza de los contactos que muchas veces se ha visto confundida cuando se crean
estructuras sobre la base de un mensaje. Ello peligrosamente puede derivar a cualquier
cosa.
De esta forma, los grupos volvieron a sus orígenes. De acuerdo a Sixto Paz —pionero y
líder de Rama— “volvimos a ser aquel grupo de jóvenes que nos reuníamos en nuestras
casas, libremente y sin ninguna estructura, compartiendo naturalmente el mensaje
recibido de los Hermanos Mayores del Cosmos”.
Al involucrarme con los grupos en 1993 —dos años después que culminara la
organización Rama—, estudié profundamente los detalles del contacto telepático. Allí
aprendí que lograr la conexión con los Guías no era difícil, sino mantener el enlace a
través del tiempo. Para no perder el contacto se requería constancia en la preparación.
Así, en las salidas a terreno que un grupo de jóvenes amigos realizábamos a la playa
“Las Brujas” de Chilca ?los pescadores la llamaban así por las extrañas apariciones de
luces que se han dado en el lugar? tuvimos aquellas confirmaciones físicas, a través de
la presencia concreta de las naves, incluso en la hora exacta que los Guías habían
anunciado previamente en los mensajes. De aquellas inolvidables experiencias, recuerdo
a personas maravillosas, con quienes compartí los momentos más mágicos e increíbles
del contacto: Miguel Chávarri, Ricardo Escuza, Paul Moncada, Renzo Lazo, Patricia
Soto, Corina Torres, Eduardo Laredo, Manuel Mesones, Hans Baumann, entre otros
tantos amigos del denominado “Grupo Anrrom”.
Las salidas se multiplicaron, y también las experiencias, como fue el caso de los
traspasos Xendra, una puerta dimensional estimulada por tecnología extraterrestre y que
puede permitir la proyección de nuestra imagen a otro lugar, ya sea al interior de una
nave o, como también ha sucedido, hacia una de sus diferentes bases que establecieron
en nuestro planeta, principalmente en los fondos oceánicos.
De esta forma, quienes nos estábamos iniciando por primera vez en los contactos, nos
fuimos familiarizando con los Guías. Allí constatamos que eran seres de aspecto
humano ?algunos muy altos?.
Sin embargo, tenía que aguardar un poco más para que se diera el primer encuentro
físico.
La jornada a Paititi no dejó de ser intensa: la expedición nos tomó 33 días, a través de
caminos serpenteantes en la Cordillera de los Andes, descendiendo desde los 6.000
metros de altura que alcanzamos a la ruta perdida de los Hombres Q´eros del Cusco, y
posteriormente nuestro ingreso a la jungla mágica del Parque Nacional del Manú.
Finalmente, el 5 de septiembre de 1996, mientras me hallaba explorando los petroglifos
de Pusharo ―una gigantesca roca que se acomoda a orillas de río Sinkibenia, y que
muestra extraños símbolos en su pared― fui sorprendido por un visitante: un hombre de
marcados rasgos orientales, vestido con una suerte de túnica —de un color dorado que
sugería un brillo metálico— se acercaba hacia mí.
Aquel hombre afirmaba llamarse Alcir, y pertenecer a una civilización intraterrena que
hace más de 10.000 años se había establecido en las entrañas del Manú, siendo ellos
supervivientes de una cultura perdida en el tiempo. En su mundo subterráneo
resguardan una colección de planchas metálicas de ingeniosas aleaciones y cristales de
roca en donde lograron “archivar” la verdadera historia de la Tierra. Este conocimiento
permitiría al ser humano redescubrir su pasado, comprender su presente, y en
consecuencia lógica modificar su futuro.
En este contacto, el Maestro intraterreno me habló ―sin mover los labios, como si
hubiese enlazado su mente con la mía a través de una conexión telepática― de una
herramienta cósmica que custodian, y que las leyendas incas recuerdan como el “Disco
Solar”. Este portento, que otrora se hallaba en el templo cusqueño del Qoricancha,
actualmente jugaría un papel clave en el preciso momento en que nuestro planeta logre
transmigrar a una dimensión superior de conciencia, conectándose con el Real Tiempo
del Universo. Y he allí la profecía estelar que conocen los extraterrestres…
Cuando escribí el libro tenía 22 años ―al publicarlo, me convertiría en el escritor más
joven de Sudamérica en estos temas―. Sólo vivía intensamente la experiencia,
dejándome llevar por una fuerza superior que hasta hoy en día, no me ha abandonado.
1996 fue un momento maravilloso. Lo que significó este primer encuentro físico fue
muy importante, pues nos permitió conocer un poco más sobre aquella Hermandad
Blanca intraterrena y su misión.
Me sentía muy comprometido con aquellas fuerzas de la luz, pues inclusive ayudaron a
mi madre a superar el cáncer que amenazaba su vida. En los momentos previos al viaje
a Paititi ―como si se tratase de una prueba― los médicos habían estimado unos tres
meses de vida para mamá, debido al difícil cuadro que presentaba. Entonces les pedí
ayuda a “ellos”. Y la fortaleza y el trabajo interior de mamá, permitieron que los Guías
extraterrestres pudieran asistirla a través de sueños, un fenómeno que estos seres
denominan “curación astral”…
Según lo que nos han enseñado, toda dolencia física tiene una conexión con la mente, e
inclusive con nuestro espíritu. Por consecuencia no sólo hay que concentrar toda la
ayuda en el cuerpo material, sino también en los vehículos sutiles.
Paititi fue sólo el primer peldaño. Nuevas e increíbles experiencias estaban por venir.
“1999 será el año de las evidencias, ya que los apoyaremos con manifestaciones
nuestras que serán captadas por ustedes y también por medios de comunicación...” 24
nov. 98, (Oxalc).
“Al igual que en 1993, 1995 y 1996, nuestras naves se verán con insistencia en el Perú,
así como en diversos lugares clave del mundo. Ello para seguir sensibilizando la mente
humana frente a nuestra visita. Es así que hemos previsto otorgarles evidencias de
nuestra presencia para que puedan comprender la importancia de lo que están viviendo;
y con ello no nos referimos al contacto en sí, sino al mensaje que se desprende del
mismo...” 17 ene. 99, (Amaru).
Periodistas de Canal 2 fueron inclusive a casa para entrevistarme, ya que sabían de los
mensajes que previamente había recibido. De inmediato Hugo Cogorno y Mónica
Chang me invitaron hasta en tres ocasiones al Talk Show de TV “Mónica”, para hablar
abiertamente del contacto con seres extraterrestres. Otros medios de comunicación se
sumaron, y el tiempo no nos daba para cumplir con todas las invitaciones que nos
extendían para hacer reportajes o transmisiones en vivo. Y no exagero.
Fue un gran estímulo para todos nosotros. Para todos los que, sobre la base del contacto
que estábamos afrontando, aguardábamos un contundente “remezón” de conciencias en
Perú.
Y las naves de los Guías movilizaron literalmente a todo el país, tal como advertían los
mensajes.
Debo decir que no sólo a través mío se nos dijo que esto ocurriría; diversos integrantes
de los grupos de contacto de Lima, por distintos medios, percibieron con antelación la
presencia de las naves en lo que sería una oleada de observaciones sin precedentes.
Todo esto alcanzó su punto más intenso cuando la Fuerza Aérea Peruana emitió un
comunicado oficial negando su responsabilidad política y militar en cuanto a la
trasgresión del espacio aéreo que estaba sufriendo Colombia por parte de “misteriosas
naves no identificadas”, procedentes de Perú...
Aún recuerdo lo que me dirían en la compañía: “Sr. González, Ud. tiene que decidir si
será representante del laboratorio, o de los extraterrestres”.
Aunque siempre he procurado separar las cosas y ser eficiente con mis
responsabilidades en el trabajo ―donde paradójicamente estaba bien considerado―
para mis superiores estaba claro que no podía desarrollar dos actividades al mismo
tiempo. No tuve mayor elección, y esto trajo como consecuencia de que en una
“reducción de personal”, me despidieran.
Luego me enteraría de que esa determinación vino de un Gerente que detestaba el tema
de los ovnis, y mi posible influencia en el personal del laboratorio…
Empero, por alguna razón extraña, me sentí bien y en paz cuando firmé mi “invitación a
renunciar”. El jefe que tenía el encargo de comunicarme esta noticia inminente, sentado
desenfadadamente en su escritorio caoba, me dijo en aquel momento: “Tómalo así: A lo
mejor tus amigos los extraterrestres, desean que te dediques a tiempo completo para
hablar de ellos...”
Luego del impacto que causó en la prensa el abierto interés de la Fuerza Aérea en el
estudio de los ovnis, los medios de comunicación se mostraron más abiertos que nunca
en entrevistarnos.
De esta forma fui aprendiendo lo peligroso que significa crear dependencias, pues
fácilmente se genera “la necesidad de seguir a alguien”; alguien que solucione nuestros
problemas e, incluso, que aclare nuestras dudas espirituales. Perder la humildad y el
sentido común ante este panorama, en un camino tan escarpado como lo es el contacto
con seres superiores, es como conducir un auto con los ojos vendados. El encuentro con
los Guías extraterrestres no fue exactamente un regalo, sino un compromiso con las
mismísimas fuerzas de la luz; por consecuencia tenía que poner todo de mi parte y ser
ejemplo de lo que decía, porque he allí la fuerza del mensaje.
Ese es el primer paso. Lo demás depende del Universo, ya que detrás de un contacto
siempre existe un propósito superior.
A raíz de aquel importante viaje a Paititi ?en agosto del 2000?, los Guías me hicieron
una invitación para un nuevo encuentro físico, diferente a los que había enfrentado en
otras oportunidades. En esta ocasión, subiría por primera vez al interior de una de sus
naves. Había llegado el momento.
Por ello me encontraba en EE.UU. cuando ocurrió el incidente del 11-S, al punto de
haber dado una entrevista a un conocido programa de radio de Manhattan sobre el
mensaje recibido en mi experiencia, ¡unos 10 días antes de que se produjera el impacto
de los aviones en el World Trade Center!
La noticia del supuesto atentado terrorista en New York me tomó en California. Y fue
así que en las imágenes que mostraron los medios de comunicación ?incluyendo a
CNN? encontré extraños objetos esféricos, todo ellos de aspecto metálico, “estacionados
en el cielo”, muy próximos a las Torres Gemelas. Y no se trataba de helicópteros…
Volviendo al encuentro cercano en Celea, la base orbital detrás de la Luna, los Guías me
habían expresado su preocupación por nuestra carrera armamentista y el empleo de
armas de destrucción masiva, afirmándome de que ello podría afectar no sólo la paz en
el planeta, sino también la estabilidad energética necesaria que requiere nuestro mundo
para un tránsito saludable a una dimensión superior.
No hace falta describir que esta experiencia de contacto, intensa como maravillosa, me
marcó profundamente, generando en mí una avalancha de preguntas ante las
revelaciones recibidas. En aquel momento no imaginaba que mis pasos ?sin duda
guiados por “ellos”? me llevarían a nuevos lugares de poder en el mundo, en verdad
inimaginables. Al llegar a estos enclaves empecé a comprender…
Entre los múltiples puntos que visité recuerdo de manera especial la Cueva de los
Tayos, en el Ecuador, un inquietante mundo subterráneo que por alguna razón aún no
aclarada, fue investigado en 1976 por el astronauta norteamericano Neil Armstrong ?sí,
el primer hombre en la Luna?, quien se hallaba sospechosamente acompañado de
militares ingleses. Aquella expedición, que costó más de 2 millones de dólares, se vio
inevitablemente envuelta en un halo de misterio. ¿Acaso buscaban algo? Lo cierto es
que en nuestra incursión al interior de las impresionantes galerías de los Tayos ?en
agosto del 2002? corroboramos de que era uno de los lugares del planeta donde se
encuentra un importante archivo de conocimiento, legado de antiguas civilizaciones
desconocidas por el hombre. Ese conocimiento contiene gravitantes episodios del
secreto estelar de Orión. Casi sin advertirlo, fuimos “tropezando” en estos viajes con
fragmentos de una historia estelar, que más tarde, tendría que “revivir” para
comprenderla…
Paititi, Monte Shasta, el desierto de Atacama, o la Sierra del Roncador, se suman, entre
otros lugares en el mundo que hemos visitado, a aquellos puntos de poder que esconden
ese secreto que los antiguos aprendieron de los “Señores de las Estrellas”.
Todo empezaba a tomar forma. Sin embargo, fue en las pirámides de Egipto donde
aquel “lazo con el cielo” se apreció con mayor claridad. No en vano, los Guías
extraterrestres me habían sugerido en la base orbital que fuera a la meseta de Giza, allí
donde se levantan las tres pirámides mayores, por cuanto en ese paraje antiguo del
mundo se halla el mayor secreto. Y es verdad. Todo lo que fuimos hallando nos llevó
allí…
Nota: este es un extracto del cuarto libro de Ricardo González, “Nuestros Lazos
Extraterrestres”. Mayores detalles sobre la experiencia de Egipto ver “Informe Mintaka”
en la sección de artículos ECIS.