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Siete principios para derribar fortalezas


demoníacas
Iba por la avenida circunvalar. Autos a lado y lado, raudos,
afanados algunos por llegar a sus puestos de trabajo, otros por
retraso en una cita médica o quizá, porque simplemente se
dejaban arrastrar por los afanes de la ciudad, fría y gris, como
un pensamiento triste.

El carro comenzó a ronronear,


perezoso, como un niño que se
niega a irse a dormir pese a que
es avanzada la noche. “Dios, que
no se vaya a averiar, por favor”,
murmuró Esteban, apretando las
manos sobre el timón, como si
pudiera darle un empujoncito a
la carrocería. De nada sirvió. La
camioneta se detuvo en plena vía
y tardó diez minutos antes que
se pudiera bajar a tratar de
verificar la falla. No pudo
hacerlo, ni siquiera el mecánico,
que sudaba petróleo procurando
echar a andar el motor.

Dos días después se averió la grifería, sin aparente explicación.


El plomero miró el empaque plástico, meneó la cabeza a lado y
lado y sólo se atrevió a musitar: “Es extraño, porque todo
parece estar bien.”

Estos fueron sólo dos de los múltiples incidentes en los que se


vio contrariado. Ventanas que se rompieron sin siquiera una
corriente de aire corriendo por la urbanización o comidas que
sorpresivamente aparecían avinagradas.

La economía se fue en picada y las enfermedades comenzaron a


abundar, trayendo desesperanza en la familia.

“Párate en la brecha y pelea la batalla contra Satanás, que quizá


quiere arruinarte la vida”, le dijo un amigo cristiano.

--Pero si yo ni siquiera me meto con él, ¿por qué habría de


formarme problemas?—replicó.

--Porque el diablo es así; aunque lo ignores, él tratará de


hacerte la vida imposible--, le dijo el creyente, y Biblia en mano,
leyó una serie de versículos que explicaban el por qué el mundo
de las tinieblas atraviesa obstáculos en el camino de las
personas, trayendo desánimo, ruina, crisis económicas,
familiares o a nivel laboral.

¿Hay salida? Por supuesto que si. No estoy diciendo que todos
los problemas que enfrentamos diariamente tengan un trasfondo
satánico, pero sí advirtiendo sobre un hecho: el mundo de
maldad en los aires trae dificultades y es necesario asumir una
posición ofensiva, en oración y ejerciendo la autoridad en Cristo,
para retomar el control.

Hay siete principios que comparto con usted y que voy a ilustrar
a partir del texto que hallamos en 1 Samuel capítulo 7, en donde
describe el ataque físico y espiritual de que fuera blanco el
pueblo de Israel por parte de los filisteos.

1. Sometimiento a Dios: paso a la victoria…

Como cristianos, libramos batallas constantemente contra el


mundo de maldad. La razón de que no podamos ser más
eficaces, estriba en compartir la gloria de Dios—que sólo le
corresponde a Él—con la mundanalidad, a la que abrimos las
puertas y permitimos que anide en nuestro corazón. Termina
convirtiéndose en una fortaleza que gobierna la mente y
acciones en todos los ámbitos en que nos desenvolvemos: el
físico y el espiritual.

Una vez evaluamos nuestra vida y descubrimos que hay hábitos,


inclinaciones, pensamientos e incluso, comportamientos que
levantan un muro en nuestra relación con el Señor, es necesario
proceder a derribarlos. Implica dos elementos esenciales:
compromiso y acción. Sólo así damos pasos firmes hacia la
victoria espiritual.

Una ilustración de los principios que veremos hoy, la hallamos


en momentos en que Israel procuraba alcanzar solidez en su
territorio, en materia económica, gubernativa y militar. Los
fracasos obedecían a su actitud idólatra. Frente a esta, el profeta
Samuel fue contundente al instruirles sobre la imperiosa
necesidad de quitar de en medio, en sus vidas y hogar, todo
aquello que robara el primer lugar a Dios:

“Veinte años pasaron desde el día en que se depositó el


arca en Quiriat-jearim, y todo Israel buscaba con ansia al
Señor. Por esto, Samuel dijo a todos los israelitas: “Si os
volvéis de todo corazón al Señor, debéis echar fuera los
dioses extranjeros y las representaciones de Astarté, y
debéis dedicar vuestras vidas al Señor, rindiéndole culto
solamente a él. Entonces él os librará del dominio de los
filisteos.”(1 Samuel 7:2, 3, versión Dios habla hoy)

Un joven a quien aconsejé en el proceso para salir de la


drogadicción, insistía en que comenzaba bien el programa, pero
terminaba cayendo en lo mismo. “La única salida—le dije—es
que deje de frecuentes las amistades que le coaccionan a
consumir marihuana y cocaína.” Lo pensó mucho. Incluso, dejó
de llamar por algún tiempo. Finalmente, un viernes y justo
cuando salía de la oficina, me dijo que había comprendido la
necesidad de cortar todo nexo con las drogas, y que dejaría de
frecuentar a los compañeros de pandilla. Renuncia. Un término
que encierra disposición de corazón.
2. No permita la idolatría en su vida

No basta con reconocer que debemos acabar con todo lo que


nos perjudica, es imperioso y esencial que nos deshagamos de
todo cuanto nos contamina. Es una decisión que solamente
puede tomar cada uno; nadie nos obliga. Se fundamenta en la
convicción, no en que recibamos presiones externas.

El pueblo de Israel, tras reconocer que su estancamiento y


reveses de carácter espiritual y material obedecían a su
distanciamiento de Dios, dispuso echar fuera todo vestigio de
idolatría: “Los israelitas echaron fuera las diferentes
representaciones de Baal y de Astarté, y rindieron culto
únicamente al Señor. Después Samuel ordenó: “Reunid a
todo Israel en Mispá, y yo rogaré por vosotros al
Señor.”(1 Samuel 7:4, 5, versión Dios habla hoy)

Es probable que enfrente problemas al interior del hogar, en el


trabajo, los estudios, la iglesia o donde quiera que se
desenvuelva socialmente. Si está alejado de Dios, quien está
tomando ventaja es nuestro adversario espiritual, Satanás, y es
menester ponerle freno, de lo contrario seguirá ganando
terreno.

Piense por un instante que está cruzando un puente. Ha


avanzado hasta la mitad de la estructura participando en toda
suerte de prácticas mundanas. ¡Está a tiempo para volver atrás!
No continúe adelante porque será la perdición y entrará en la
frontera del enemigo espiritual, que no desaprovecha
oportunidad.

3. Principio de victoria: compromiso con Dios

Romper todo nexo con la mundanalidad, lo que lleva a que


Satanás pierda “derecho” sobre las personas, implica asumir un
compromiso decidido y consistente con Dios. Es echar afuera
todo lo malo, como cuando usted está a las puertas de un
trasteo a una casa nueva. Sin duda, bota todo lo que no sirve.
Eso mismo es el pecado en nuestras vidas, es imperioso que
rompamos con todo lo que nos ata.

El texto bíblico señala que: “Los israelitas se reunieron en


Mispá, y sacaron agua y la derramaron como ofrenda al
Señor. Aquel día ayunaron y reconocieron públicamente
que habían pecado contra el Señor. Allí, en Mispá, Samuel
se convirtió en caudillo de los israelitas.”(1 Samuel 7:6)

Hasta tanto reconozcamos el pecado, no tendremos victoria. Y


recuérdelo: Satanás y su intrincada red de demonios que le
asisten en el mundo de las tinieblas, sí sabe cómo está su vida
espiritual; si tiene conciencia o no de su autoridad en Cristo, si
la ejerce y, por supuesto, si tiene tal autoridad o la perdió por
abrirle las puertas a la mundanalidad.

4. No se descuide ante los ataques del enemigo


“Usted está ensañado con el diablo.”, me escribió una
profesional desde España. La verdad es que sí. Si entendemos
que Él anda tras nosotros buscando a quién devorar, es
imperativo que lo mantengamos a raya, resistiéndolo, como
recomienda el apóstol Santiago. Si lo hacemos, el adversario
tiene que irse en retirada (Cf. Santiago 4:7) Si Satanás y su
ejército son nuestros enemigos, ¿por qué debemos tener
compasión o concesiones con él? Por el contrario, hay que
resistirle en el poder de Jesús.

Como sabemos que siempre él procura destruirnos (Cf. Juan


10:10 a), debemos mantenernos alerta frente a sus asechanzas.
El enemigo, operando a través de los filisteos, procuró poner
tropiezo a los israelitas en momentos en que ellos estaban
buscando a Dios: “Y cuando los filisteos supieron que los
israelitas estaban reunidos en Mispá, los jefes filisteos
marcharon contra ellos. Los israelitas, al saberlo, tuvieron
miedo y dijeron a Samuel: “No dejes de rogar al Señor
nuestro Dios por nosotros, para que nos salve del poder
de los filisteos.”(1 Samuel 7:7, 8 versión Dios habla hoy)

Pregúntese por qué justo cuando anda en el temor reverente a


Dios, se levantan tempestades. La respuesta es sencilla: “El
Adversario pone tropiezos en su camino para asegurar que
vuelva atrás, que desista de su propósito de ser fiel al Padre
celestial.”

Cuando vengan las dificultades, antes que desanimarnos o


volver atrás, lo que debemos es prendernos de la mano del
Señor Jesucristo en oración. Él es quien nos asegura la victoria.
La oración es clave. No podemos dejar de perseverar.

5. Luche en el poder de Dios

Cuando vengan en su contra dificultades, no las enfrente en sus


fuerzas sino en el poder de Dios.

Sólo así podemos asegurar la


victoria. Obrar en nuestras
capacidades, traerá derrota y
desolación; en cambio, movernos
en el poder de Dios nos permite
caminar siempre de triunfo en
triunfo.

Al enfrentar la arremetida de los


filisteos, “Samuel tomó un
corderito y lo ofreció entero
en holocausto al Señor; luego
rogó al Señor en favor de
Israel, y el Señor le
respondió. Cuando Samuel
estaba ofreciendo el
holocausto, los filisteos
avanzaron para atacar a los
israelitas; entonces el Señor
lanzó un trueno enorme
contra ellos y los asustó, y de
este modo fueron vencidos
por los israelitas.”(1 Samuel
7:9, 10, versión Dios habla
hoy)

Observe que la derrota de los enemigos se produjo cuando


dieron la batalla en la dimensión espiritual. Clamaron en oración,
y Dios respondió trayendo a la dimensión física una descarga
eléctrica que produjo el temor de los filisteos. El Padre celestial
se sirvió de truenos para llevar a la derrota a un grupo de
guerreros que tenían superioridad numérica y de armamentos
sobre Israel.

El Dios en el que usted y yo hemos creído, es un Dios de


milagros. Nada puede detenernos cuando avanzamos en Su
poder y ejercemos el poder que Cristo nos ha dado.

No hay problema, por grande que parezca, que no podamos


doblegar con las armas espirituales, en oración.

6. Acepte sobre su vida la protección divina

Cuando nos movemos en el camino de Dios, nada ni nadie podrá


derrotarnos. La razón es sencilla: Él nos ofrece su protección.
Está siempre con nosotros, y brinda su cuidado y protección por
nuestra condición de hijos, redimidos gracias a la obra del Señor
Jesús en la cruz.

Conscientes de que Dios era quien peleaba por ellos, a su favor,


los israelitas se volvieron contra los filisteos, hasta
derrotarlos: “Inmediatamente los israelitas salieron de
Mispá persiguiendo a los filisteos, y los atacaron hasta
más abajo de Bet-car. Después tomó Samuel una piedra y
la colocó entre Mispá y Sen, y la llamó Eben-ézer, pues
dijo: “Hasta ahora el Señor nos ha ayudado.”(1 Samuel
7:11, 12, versión Dios habla hoy)

Igual cuando experimentamos ataques de Satanás y sus


colaboradores. No podemos ni volver atrás ni ceder terreno. Hay
que librar la batalla hasta el final, seguros de la victoria en
Jesucristo. Reconozca la protección de Dios, siempre y en todo
momento, y muévase en el poder de Aquél que todo lo puede.

7. Derribar todo dominio del enemigo

A menos que usted levante una barrera de protección a su


alrededor, producto de una íntima relación con Jesucristo, en
Sus caminos y en oración, Satanás querrá volver a merodear.
Pero ¡cuidado! Hay que mantenerlo a la raya.

Inmediatamente después se produjo la derrota de los filisteos, el


pueblo sentó su disposición de seguir a la expectativa, para
repeler nuevos ataques: “Los filisteos fueron derrotados y
no volvieron a invadir el territorio israelita; y mientras
Samuel vivió, el Señor estuvo contra los filisteos. Las
ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas,
desde Ecrón hasta Gat, volvieron a poder de Israel. De
esta manera, los israelitas liberaron su territorio del
dominio filisteo, y hubo paz entre los israelitas y los
amorreos.”(1 Samuel 7:13, 14)

Es lo mismo que usted y yo debemos hacer con Satanás.


Llevarlo a la derrota y levantar muros para evitar nuevas
incursiones del mundo de las tinieblas. En ese proceso resulta
clave depender de Dios, confiar en Él y orar.

¡Dios nos concede la victoria!

Desconozco cuál sea su


problema, incluso el tipo de
ataque que haya podido
experimentar en el mundo de
las tinieblas, pero puedo
asegurarle que prendidos de la
mano, nuestro capitán y
poderoso Gigante, tenemos
asegurada la victoria cualquiera
que sea la situación.

Es menester que nos volvamos


a Dios en consagración, en el
convencimiento de que tenemos
asegurada la victoria. Compartir

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme: Fernando


Alexis Jiménez

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