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Conclusiones

Al termino de este proceso necesariamente breve y seguramente parcial por la historia


del pensamiento económico sobre el desarrollo, han quedado naturalmente sin tocar
muchos aspectos importantes.

Los especialistas habrán echado probablemente en falta referencias a autores y temas


no mencionados en el texto, mientras que los lectores neófitos quizá se hayan
encontrado con demasiadas alusiones la abundante literatura sobre el tema. Con todo, es
la esperanza del autor de estas líneas que por lo menos algunas ideas hayan quedado
claras. Los párrafos siguientes no pretenden desde luego recapitular o resumir las
páginas anteriores sino simplemente enumerar algunas conclusiones generales.

En primer lugar, la evolución del pensamiento to económico sobre desarrollo, al que


este libro ha pretendido asomarse en un plano largo, muestra que ha sido y es aún hoy
todo un mundo de controversias, por lo demás enriquecedoras, Y en el que la ultima
palabra no ha sido, ni mucho menos, dicha.

En segundo termino, el libro a querido demostrar que los enfoques heterodoxos o


críticos merecen cuanto menos, la misma consideración que los planteamientos
ortodoxo, pese a que los primeros tengan, algunos diran que lamentablemente menos
eco difusión y conocimientos sociales y academicos que los segundos que son los
unicos que se presentan en los pocos manuales al uso de introduccion a la economía que
se refieren a temas de desarrollo

En tercer lugar, l a creciente heterogeneida del tercer mundo, en donde conviven nuevos
países industrials y paise menos adelantados junto a una diversa gama intermedia de
economias, invalida las pretensiones de generalidad de las teorias globales. Una de las
razones por las que es discutible la ortodoxia actual, basada en el enfoque favorable al
mercado reside precisa mente en que se invoca como estrategia adecuada para todos los
países del Tercer Mundo. Si la creciente diversidad de los países desarrollados apuntilló
en los años setenta al enfoque de la dependencia, no hay razón para pensar que no pueda
poner también en aprietos a la nueva ortodoxia. En otros términos, es la opinión de
quien esto escribe que ya no resulta posible tener una teoria general del desarrollo, sino,
todo lo más (lo que no es poco) teorias parciales que aborden el análisis de conjuntos de
países homogéneos (por ejemplo, los de Asia oriental o los del Africa sbsahariana) o de
algunos aspectos comunes a todo el Tercer Mundo (subordinación en el comercio
internacional, estrangulamiento de deuda externa , pobreza, desigualdad,
marginación, etc.) . Pasaron pues a la historia los tiempos en que los economistas del
desarrollo pretendían construir una "gran y gloriosa meta-teoría. Sin embargo, tal
formación no es en absoluto incompatible con una segunda : que sigue siendo necesario
disponer de un enfoque sobre la economía mundial que sirva para observar, analizar y
explicar, desde una perspectiva crítica, los graves problemas del subdesarrollo en el
mundo actual y ofrecer en la medida de lo posible soluciones tranformadoras a tales
carencias.

En cuarto lugar no es sierto pese a una opinion muy extendidad que la economia
heterodoxa del desarrollo este en el claro retroceso por los embates que ha recibido
desde la presuntamente incontrovertible ortodoxia desplegada por el banco mundial.

En un ambiente intelectual si el banco mundial abriese a posiciones heterodoxas y no lo


marginase sistematicamente en aras a una imagen por lo demas contra producente, de
institucion con unos planteamientos monolíticos) las diferencias entre las distintas
sencibilidades del pensamiento heterodoxo, hoy larvadas se harian manifiestas.

Con todo, la economía heterodoxa del desarrollo presentada en este libro como una
alternativa viable al pensamiento convencional, no esta exenta de debilidades, pese a su
renovada, vitalidad de los últimos años. Por una parte, carecemos todavia de un
paradigma teórico capaz de otorgar una mayor hegemoneidad a las criticas al enfoque
ortodoxo, aunque se esten dando pasos de gigantes, al menos en los intentos del enfoque
de la regulación, de la macroeconomía estructuralista o del neoestructuralismo
latinoamericano por consolidarse. Por otro lado, si bien los economistas del desarrollo
que no aceptan el pensamiento dominante han hecho extraordinaios progresos para
abandonar las generalizaciones abusivas, el simplismo_ excesivo y la falta de realismo
de muchas propuestas anteriores, siguen siendo vulnerables a las criticas que les acusan
de falta de rigor y, quizá con mayor razón aún, de un marcado sesgo anglosajón

(Mehmet, 1995). En su descargo, habría que decir que tal es el caso también de muchas
otras subdisciplinas de la Economía.

Aunque el pesimismo de la razón nos empuje a poner de manifiesto esos


inconvenientes, eso no excluye que sea necesario insistir en el optimismo de la
voluntad. En palabras de uno de los más destacados economistas actuales del
desarrollo, es necesario revivir la teoría del desarrollo, pero no como una rama de una
ciencia social orientada únicamente a obtener recomendaciones de política económica
en el marco de un orden capitalista mundial no cuestionado, sino como un campo de
investigación crítica sobre la dinámica contemporánea de ese propio orden y con
implicaciones políticas imperativas para la supervivencia de un devenir humano
civilizado y decente y no solo en los países que han sido a lo largo de su historia,
colonias.

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