Ignorar o degradar las opiniones, los consejos o las creencias (especialmente la fe) de la otra persona. Sepultarnos en la tele o en el celular cuando otra persona nos habla. Hacer bromas con respectos a las áreas débiles de la otra persona. (el sarcasmo o las bromas hirientes actúan como poderosas metáforas emocionales que producen un daño permanente en la familia). Atacar verbalmente a nuestros seres queridos en forma regular, criticándolos duramente, juzgándolos o sermoneándolos. Ignorar o simplemente no expresar aprecio por las cosas buenas que nos han hecho. Practicar hábitos desagradables delante de la familia, aun cuando nos hayan pedido que no lo hagamos. Comprometernos de tal manera con otros proyectos o personas que damos la impresión de que todo lo que se encuentra fuera del hogar es más importante que nuestra familia. La falta de disposición para admitir que estamos equivocados o para pedir perdón.