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CAPITULO TIT. EL.CONGRESO CONSTITUYENTE. Los sangrientos acontecimientos que se acaban de referir, no alcanzaron 4 impedir que se llevaran & efecto las elecciones para el Congreso Constituyente, y que éste inatigurase sus sesiones el dia 18 de Febrero de 1856, Faltariamos Ala verdad histérica,; si dijéramos que la mayorta del pueblo habia acu- dido con plena confianza 4 las urnas, para designar 4 sus re- presentantes, y que las elecciones se habfan verificado estric: tamente conforme 4 las disposiciones de la ley, basadas en el sufragio universal. Tal resultado no se hubiera podido obte- ner, aun cuando las autoridades lo hubieran deseado formal- mente, en vista de que la inmensa mayorfa del pueblo carecia de la instruccién necesaria. No era esto por lo demds lo unico que ge oponia al resultado que se buscaba,sino el hecho de que 4 los partidos les faltara la disciplina y confianza mutua en la rectitud de los contrarios, indispensables para Ja lucha pact- tica; y, en fin, faltaba 4 la nacién una organizacién adecuada, puesto que la administracién ptblica, en lugar de emanar de la iniciativa individual, conservaba ain todos los caracteres. jerérquicos que hab{fa heredado de los gobiernos coloniales. Comenfort dijo de buena fe que el Gobierno se habia abste- uido de influir en las elecciones, y esto era cierto en cuanto ‘al Gobierno Federal; pero no en cuanto 4 los gobiernos loca- les, que habian arreglado las cosas 4 su gusto y que eran tan- to mds independientes, cuanto mayor era la distancia que los. 23 separaba de la capital; facilitandoles el trabajo electoral elr re- traimiento casi general del partido conservador. No obstante esas circunstancias, puede asegurarse que el Congreso constituyente representaba con bastante fidelidad Ja opinién publica de aquella época. Para que esto se com- prenda, hay que recordar, que la revolucién contra Satta Anna habia sido general y gue habia tenido un carécter bas- tante popular, Los caudillos revolucionarios salidos en su ma- yor parte del pueblo—y no como antes de entre los militares —eran por lo general adictos al sistema federal y se habian apoderado del gobierno de los Estados, con el propdésito de convertir en un hecho la soberania de cada una de las que em- pezaron 4 considerarse como entidades federativas, limitdn- dose el Gobierno central 4 reconocer 4 los nuevos goberna- dores en los puestos que habfan conquistado. Las eleccio- nes para el Congreso constituyente se levaron 4 efecto pocas semanas después del triunfo de la revolucién, y como las auto- ridades, que eran realmente de origen popular, estaban re- cién instaladas, hay motivo para suponer que las personas que fueron elegidas bajo su influencia, representaran efecti- vamente la opinién ptiblica. Pero se preguntard équé cosa es la opinién publica? équién Ja representa? gc6mo se manifiesta? Desgraciadamente hasta ahora no ha podido contestar ningtn socidlogo satisfactoria- mente 4 esas preguntas, ni se ha podido resolver en la praée- tica la cuestién 4 que esas preguntas se refieren; de lo cual da testimonio el que no haya actualmente una séla nacién ple- namente satisfecha con su sistema electoral. Ya sabemos gue no conviene sumar indistintamente los votos, sino que deberian pesarse en lugar de contarse, pero écémo hacerlo? 4Deberd tomarse en cuenta la instruccién, Ja propiedad 6 la posicién de los ciudadanos? Todos esos son indudablemente factores que deberian tomarse en consideracién, pero hasta qué grado y en qué forma, son los problemas que atu estén por resolver. El que no se pueda dar una definicién exacta de lo que es Ja opinién publica, no significa par cierto que no exista, antes 24 bien, sentimos todos su influencia. Sabemos ademas perfec- tamente que el hombre ilustrado, el inteligente, el patriota, el honrado y el entusiasta, contribuyen notablemente mas 4 la formaci6n de esa fuerza social, que el ignorante, el egoista, el indiferente 6 el holgazdn. Pues bien: esa fuerza que algu- nas veces duerme, pero que no muere sino con el pueblo, que entra en mayor 6 menor actividad segin las circunstancias, fué la que en un momente de exaltacién patridtica y liberal, derrocé al tirano y eligié sus representantes 4 un Congreso destinado 4 constituir 41a nacién conforme & los principios democraticos, . No tenfan nada de favorables los auspicios bajo los cuales jnaugur6 sus trabajos el Congreso constituyente; exacerba- das como estaban Jas pasiones de los partidos, exhaustas las _arcas ptiblicas, la fiebre revolucionaria en alto grado de ebu- . lliicién y la traicién asomando por todas partes, El Presiden- te Comonfort abrié las sesiones con un breve discurso, en que decfa que las promesas de la revolucién habian sido cumpli- das, estando él resuelto 4 hacer hasta el sacrificio de su vida por salvar la situacién. Se refirié en seguida 4 la vergonzosa defeccién de una parte del ejército, y 4 los esfuerzos de la reaccién por derrocar el orden establecido, concluyendo por asegurar, que con Ja misma lealtad con que habia sustenido el Plan de Ayutia, sostendria al Congreso constituyente. El Presidente del Congreso Don Ponciano Arriaga, contes- 6 con un discurso tan breve como el anterior, pero en el cual ge encontraba un pérrafo que se hacia notable porque expre- saba con fidelidad e] estado de 4nimo en que se encontraba el pueblo honrado y trabajador. Decfa asi: " “Por espacio de muchos afios e! pueblo mexicano, sufrien- do resignado todas las tristes consecuencias de la guerra ci- vil, las estorsiones del despotismo, los males de la anarqufa, Jas calamidades del aspirantismo y de la mala fe de sus man- darines, ha dicho en lo mas intimo de su esperanza: ....“Al- gun dia legardn al poder hombres de honor, de moralidad y de conciencia: algtn dia serén cumplidas las promesas y res- petados los juramentos: algtin dia las ideas serén hechos y la 25 constitucién seré una verdad.” ...... éHa llegado este dia? .... Los presentimientos del pueblo son una revelacién provi- dencial. ....El pueblo cree. ....El pueblo espera. ....Por el honor de Ja causa liberal, no burlemos su fe, no hagamos ilusoria su postrera esperanza.” Vamos 4 ver ahora como habfan de cumplirse esas esperan- zas, que el pueblo aun crefa poder abrigar. Empezé e] Congreso sus trabajos con el nombramiento de comisiones, siendo naturalmente la mds importante, la que debia presentar un proyecto de Constitucién, para la cual fue- ron nombrados los Sefiores Arriaga, Ydfiez, Olvera, Romero Diaz, Cérdenas, Guzman y Escudero y Bchanove. En vista de que habfan de pasar algunas semanas 6 meses, antes de que esta tltima Comisién pudiera presentar su dic- tamen, procedié el Congreso 4 fijar su atencién en asuntos, que para el presente estudio basta con mencionar, como fue- ron la revisién de los actos de Santa Anna, la campafia con- tra los reaccionarios en Puebla, etc.; pero en la sesién de 15 de Abril, se dié principio 4 la discusién de la serie de refor-. mas politicas que el partido liberal tenia preparado 6 en via de ejecucién, cuando la Comisién respectiva presenté el dic- tamen recomendando la ratificacién de la llamada “Ley Jua- rez,” 4 que antes nos hemos referido, expedida por el Gobier- no de Don Juan Alvarez y que suprim{fa en parte el fuero eclesidstico y por completo e] fuero militar. En la parte ex- positiva del mencionado dictamen, sobresalian por su impor- tancia los siguientes conceptos: “Il principio consignado en Ja ley,es un gran paso hacia Ja igualdad social, pues que la abolicién del fuero civil en cuan- to 4 los eclesidsticos, y del civil y criminal por delitos comu- nes en cuanto 4 los militares, es la satisfaccién de dos nece- sidades que reclaman, no s6lo ja consecuencia con los princi- pios democrAticos, sino las circunstancias particulares de nuestra sociedad; 4 la que ha servido de constante rémora pa- ra sus adelantos, la preponderancia de Jas citadas clases. “Fuera de que cualquiera-exencién es una injusticia y un constante amago 4 las garantias individuales, cuando el en- 26 greimiento con los privilegios, la preponderancia de ciertas clases y Ja impunidad de todo género de excesos, hacen que se abuse del fuero hasta el punto de que se desatienda toda eonsideracién social en favor de los no privilegiados; enton- ces esos privilegios son un cAncer que corroe & la sociedad, acaban por sobreponerse 4 ella, y se agitan después en una celosa disputa entre si mismos, Hegando 4 hacer imposible todo orden, toda garantia para el pueblo. Si al menos las cla- ses privilegiadas se hubieran contentado con un moderado uso de sus exenciones, y no hubieran llegado, como en Méxi- co, al colmo de la exageracién, pretendiendo siempre todo para si, ¥ queriendo dominar ya por la fuerza, ya por el abu- so de sus cuantiosos recursos; la sociedad no habria tenido tanto que sufrir, en medio de los obstaculos que se je opo- nian, se hubiera abierto un camino para su prosperidad; pe- ro cuando hemos visto que la fuerza armada, el oro y el torci- do influjo que se habia ejercido en las conciencias, es lo que ha dado siempre la ley en la Repablica Mexicana; cuando he- mos visto la gran dificultad de alcanzar justicia ante los tri- bunales militares y eclesidsticos, ante el favoritismo que or-~ dinariamente dispensan 4 los suyos los encargados de admi- nistrarla, ante la diversidad de formulas y requisitos que so- Jo sirven para hostilizar al reclamante; cuando, en fin, se fija la atencién en Ja causa de nuestras revueltas, y especialmen- te en el origen de la que acaba de sucumbir en Puebla, équién dejar4 de atribuir en gran parte los males que hemos sufri- do 4 Ja existencia de las prerrogativas y exenciones que con tanto ahinco defienden los amigos del retroceso? Si, pues, por resultados prdcticos, antes encubiertos y ahora puestos en claro, estamos convencidos de que la existencia de los fue- ros es altamente perniciosa al progreso de la nacién, nada tan justo, tan polftico, tan conveniente, como aprobar, bajo este respecto, la ley de administracién de Justicia, que fué un gran paso para la conquista de la igualdad republicana.” El dictamen terminaba recomendando la ratificacién com- pleta é incondicional de la “Ley Juarez.” No hubo ningiin orador que impugnara los principios con- of tenidos en esa ley, pero el Sefior Castafieda’se opuso 4 ella, alegando que la Gonstitucién “‘legitima”’ de 1824 no habfa si- do derogada por ei pueblo y que en ella se reconocfan los fue- ros eclesidsticos y militar.. Dijo en seguida que aprobando el dictamen el Congreso anticipaba cuestiones, que se debian resolver con las demas referentes 4 la nueva Constitucién. Fundéndose en esta ultima consideracién, impugné también el Sr. Jéquez el dictamen, asf como Je impugnaron por otros motivos, los Sefiores Escudero, Arriaga y Aguado; pero de- fendido por los Sefiores Gamboa, Mariscal, Fuente, Lépez y Moreno, fué al fin aprobado por 81 votos contra el del Sefior Castafieda, habiéndose observado, que varios diputados ha- bian abandonado el salén antes de la votacién. “Quedé pues aprobada” decia Zarco en su crénica parla- mentaria, Ja supresion de los fueros, reforma sobre la que se esperaba con ansiedad la resoluciéu, y que desde ahora fijaba una de las bases de la futura Constitucién. iNo m4s fueros! ino mds privilegios! ino mds exenciones! jigualdad para todos los ciudadanos! isoberania perfecta del poder temporal! ijus- ticia para todos! Hasta la fecha 4 que hemos llegado aquf se habfa manteni- do bastante unido el partido liberal aun cuando no habian de- jado de aparecer ciertas desavenencias; pero ya enel mes de Mayo empezaron 4 tomar esas desavenencias un cardcter més grave, al grado de temerse un rompimiento entre el Ejecuti- vo y el Congreso, El primer conflicto sobrevino con la lNama- da reorganizacién del Consejo de Gobierno, para la cual Co- monfort se consideraba autorizado por el Plan de Ayutla y cuyo objeto era el de dar parte en el Gobierno 4 las personas mds caracterizadas del partido moderado y aun del partido conservador. Guiaba en esto al Presidente la idea fija de lle- var 4 efecto una conciliacién politica, ocultdndosele por com- pleto, que para que esto fuera posible, era necesario que am- bos partidos estuvieran dispuestos 4 renunciar en parte 4sus pretensiones y 4 modificar sus principios; pero nada de esto queria el partido conservador de entonces, sino sumisién , completa de sus adversarios al principio teocrdtico-absolutis- 28 ta qué él proclamaba. {Qué otra cosa significaba en efecto el grito de guerra de “‘religién y fueros,” que los revoltosos re- volucionarios habfan inserito en sus banderas y qué otra co- ga, significaban las continuas protestas del clero, contra toda concesién al espiritu del siglo? El decreto de reorganizacién de] Consejo encontré una in- vencible resistencia en el Congreso y no mejor suerte corriéd el que se referfa al Estatuto Orgdnico, obra del Ministro La- fragua, que el Gobierno destinaba 4 servir de Constitucién provisional mientras no empezara 4 funcionar Ja nueva Cons- titucién. Ese Estatuto, que limitaba considerablemente laau- tonomia de los Estados, fué desde un principio objeto de ru- dos ataques, negéndose 4 publicarlo algunos de los goberna- dores y eludiendo otros su cumplimiento. En el Congreso triunfé también Ia oposicién y asi quedaron sin efecto ambos decretos no obstante que Comonfort los: habia expedido con el cardcter de Dictador, conforme al Plan de Ayutla. Aun no se habfan desvanecido los ecos de la tempestad le- vantada por la ‘“‘Ley Judrez,’’ cuando se presenté para su aprobacién al Congreso, un decreto que era obra del Minis- tro de Hacienda Miguel Lerdo de Tejada, en el cual se decia, que considerando que uno de los mayores obstdéculos para la prosperidad y engrandecimiento de la nacién, era la falta de movimiento 6 libre circulacién de una gran parte dela pro- piedad raz, base fundamental de la riqueza piblica, el Presi- dente, en uso de las facultades que ie concedia el Plan de Ayutla, habia decretado lo siguiente: 1° Todas las fincas risticas y urbanas que hoy tienen éad- ministran como propietarios las corporaciones civiles 6 ecle- sidsticas de la Republica, se adjudicarén en propiedad 4 los que las tienen arrendadas, por el valor correspondiente 4 la renta que en la actualidad pagan, calculada como rédito al 6% anval. 29 La misma ‘adjudicacién se hard & los que hoy tienen 4 censo enfitéutico, fincas risticas 6 urbanas de corporacién, capitdlizado al 6% el cation que paguen, para determinar el valor de aquellas. 29 3° Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de ambos sexos, cofradias y ar- chicofradias, congregaciones, hermandades, parrogquias, ayun- tamientos, colegios, y, en general, todo establecimiento 6 fun- dacién que tenga el cardcter de duracién perpetua 6 indefi- nida. 4° Las fincas urbanas arrendadas directamente por las cor- poraciones 4 varios inguilinos, se adjudicardn, capitalizando Ja suma de arrendamientos, 4 aquél de los actuales inquilinos que pague mayor renta, y en caso de igualdad, al mds anti- guo. Respecto de las risticas qne se hallan en el mismo caso, se adjudicaré 4 cada arrendatario la parte que tenga arren- dada, 5° Tanto las urbanas como las risticas que no estén arrenda- das 4 la fecha de la publicacién de esta ley, se adjudicardn al mejor postor, en almoneda, que se celebraré ante la primera autoridad politica del partido. Se creyé que con esta ley—de la cual no reproducimos aqui los articulos siguientes al 5°, por carecer hoy de interés—se conciliarfan las urgentes necesidades econédmicas de la na- cién, con los intereses de la Iglesia; puesto que si por una parte se ponfan en circulacién los capitales de manos muer- tas, despertando la competencia en la produccién y propor- eionando trabajo al pueblo, por otra parte se aseguraria su propiedad 4 la Iglesia, ddndole otra forma, sin que esto impli- cara perjuicio pecuniario para la misma Iglesia, puesto que se- guiria recibiendo los mismos réditos que antes. Haciendo poco aprecio de ias ventajas que podrian resultar de esa medida, todos los Obispds de la Repiblica protestaron contra la “Ley Lerdo,” porque no querian conceder que el Gobierno tuviera derecho 4 legisiar en cuanto 4 los bienes de Ja Iglesia. El Arzobispo de México manifesté que su concien- cia no le permitia cumplir la ley, y como propusiera que este negocio se arreglase con el Sumo Pontifice, el Ministro de Justicia Ezequiel Montes, contesté haciendo presente, que el Gobierno no reconocerfa superior alguno para el arreglo de jas cosas puramente temporales de su pais, y dijo al Arzobis- 30 po que podfa. él, por su parte, recurrir al Sumo Pontffice, si lo consideraba necesario para tranquilizar su conciencia. La ‘Ley Lerdo” dié lugar 4 interesantes debates en el Con- greso, no habiendo faltado quien impugnara el decreto por insuficiente para el objeto que se buscaba, como lo hizo don Ignacio Ramirez, alegando que el beneficiado seria el clero, al cual se iba 4 abrir un cuantioso crédito para promover cons- piraciones. A pesar de esto, la ley fué aprobada por 84 votos contra 8, * Al proyecto de Constitucién se habia dado primera lectura el] dia 16 de Junio y el 4 de Julio empezo Ja discusién; notén- dose en la Cémara un loable empefio de conservar la calma y de tratar Jas arduas cuestiones que se iban 4 resolver, con la prudencia y escrupulosidad requeridas; para lo cual habia tanta mds razén, cuanto que tos conservadores se empefiaban en pintar al Congreso con los colores mds negros, haciéndolo aparecer como un digno émulo de la Convencién francesa. Grande fué, en efecto, el clamor de los enemigos del Congre- so, cuando Ignacio Ramirez se atrevié 4 impugnar el predm- bulo de la Constitucién en que se invocaba el nombre de Dios; y, sin embargo, por escandolosa que pareciera la idea de pres- cindir de esa piadosa costumbre, nadie podia decir que el di- putado radical hubiera lastimado las creencias religiosas del pueblo, ni_se podia negar que su Jenguaje fuera correcto y digno, aunque un tanto sarcdstico. Las palabras de ese dis- curso, que se volvieron célebres, fueron Jas siguientes: “Yo bien sé lo que hay de ficticio, de simbélico y de poético en jas legislaciones conocidas; nada ha faltado 4 algunas para alejarse de la realidad, ni aun é]1 metro; pero juzgo que es mas peligroso, que ridiculo, suponernos intérpretes de la divini- dad y parodiar sin careta 4 Acampich, 4 Mahoma, 4 Moisés y 41as Sibilas. El nombre de Dios ha producido en todas par- tes el derecho divino; y Ja historia del derecho divino esta es- crita, por la mano de los opresores con el sudor y la sangre de los pueblos; y nosotros, que presumimos de libres é ilustra- dos, éno estamos luchando todavia contra el derecho divino? éNo temblamos como unos niffos cuando se hos dice que una, 31 falange de mujerzuelas nos asaltard, al discutirse la toleran- cia de cultos, armadas todas con el derecho divino? Si una re- volucién nos lanza de Ja tribuna, seré el derecho divino el que nos arrastraré 4 las prisiones, 4 los destierros y 6 los cadal- sos. Apoy4ndose en el derecho divino el hombre se ha dividi- do el cielo y la tierra; y ha dicho, yo soy duefio absolute de este terreno; y ha dicho, yo tengo una estrella, y si no ha mo- nopolizado la luz de las esferas superiores es porque ningtin agiotista ha podido remontarse hasta los astros. El derecho di- ‘vino ha inventado la vindicta ptiblica y el verdugo. Escuddén- dose en el derecho divino el hombre ha considerado 4 su her- mano como un efecto mercantil, y lo ha vendido. Sefiores, yo por mi parte, lo declaro, yo no he venido 4 este lugar prepa- rado por 6xtasis ni por revelaciones; la tinica misién que des- empefio no como mistico, sino como profano, esta en mi cre- dencial, vosotros lo habéis visto; ella no ha sido escrita como las tablas de la ley sobre Jas cumbres del Sinaf, entre rel4m- pagos y truenos. Es muy respetable el encargo de formar una constitucién, para que yo Ja comience mintiendo.” Comparense esas palabras, dignas de la mas célebre tribu- ba, con algunas de las vociferaciones de los politicos exalta- dos en los Parlamentos europens, 6 con el lenguaje que solian usar los partidarios de Fernando VII hacia los liberales espa- Boles, y se ver4 que los reformadores mexicanes estaban muy lejos de merecer los caliticativos denigrantes que sus enemi- gos se crefan autorizados 4 aplicarles. De una manera tan objetiva como se habfan tratado hasta entonces las cuestiones sometidas 4 la deliberacién del Con- greso, se trataron también las que se referfan 4 las garantfas y libertades individuales y 4la libertad de imprenta. No hubo diversidad fundamental de opiniones en cuanto 4 las liberta- des individuales, 4 las cuales se dié mucha amplitud, ni en cuanto 4 la libertad de imprenta, que 4 juicio de la gran ma- yoria no deberia estar limitada m&s que por el respeto 41a vi- da privada, 41a moral y dla paz publica; siendo de advertir, sin embargo, ‘que no todos interpretaban de la misma manera estas ultimas palabras. 32 Si en esas cuestiones el interés piblico no habia sido muy vivo, no pudo decirse lo mismo en cuanto se anunciéd que iba 4 discutirse la libertad de cultos. Ante un concurso inmenso que llenaba las galerfas, comenzé el dia 29 de Julio el debate sobre el articulo 15 del proyecto de Constitucién, que confor- me al dictamen de la Comisién decia: “No se expediré en la reptiblica ninguna ley, ni orden de autoridad que prohiba 6 impida el ejercicio de ningtin culto religioso; pero habiendo sido la religién exclusiva del pueblo mexicano la catélica, apostédlica romana, el Congreso de la Uniédn cuidaré, por medio deleyes justas y prudentes, de pro- tegerla en cuanto no se perjudiquen los intereses del pueblo, ni los derechos de la soberania nacional.” En la discusi6n que se entablé con referencia 4 este articu- lo, prevalecié también la moderacién y compostura, faltando por completo los representantes de los partidos extremos, y tan inttil hubiera sido buscar en las filas de los partidarios , de la intolerancia, discipulos de Torquemada y de Pedro Ar- bues, como en las filas de los radicales 4 los sucesores de Ma- rat y de Robespierre. El diputado Marcelino Castafieda fué el primero en impug- nar el articulo 15, pero no 4 nombre de una religién persegui- dora 6 inexorable, sino porque, segtn decia, no era convenien- te “atentar contra un sentimiento profundamente arraigado en el corazén de los mexicanos,” y que estando la mayoria del pueblo por la unidad religiosa, el proclamar Ja libertad de cuitos serfa introducir un nuevo elemento de discordia. Por idéuticas razones, especialmente la deque la gran mayoria del pueblo no deseaba la tolerancia, hablaron adem4s en contra del articulo 15 las diputados Ariscorreta, Diaz Gonzalez, Vi- cente Lépez, Eligio Mufioz, Escudero y Aguado. El Gobierno presidido por Comonfort se declaré también partidario de la intolerancia, habiénduse presentado 4 hablar contra el articulo 15 los Ministros Montes, de la Rosa y La- fragua. Este ultimo fundé su oposicién en un discurso que no dejé de llamar la atencién, haciendo presente, que habia que distinguir entre el culto privado y el culto piblico; que 83 el derecho al primero era inviolable, pero que por razones de conveniencia se deb{a prohibir el segundo. La raz6n para esto ultimo creyé encontrarla en que el pueblo probablemente no toleraria los templos protestantes, que se amotinar{fa, que mataria extrapjeros y destruirfa su propiedad, y que al finel gobierno seria el que tendria que pagar los perjuicios, vién- dose ademas en la triste necesidad de mandar condenar 4 muerte « otras penas 4 algunos de los alborotadores. Los defensores de la tolerancia de cultos estuvieron real- mente 4 la altura de su misién, no solamente por la inteligen- cia y erudicién que desplegaron, sino por el tacto para esco- ger sus argumentos, 4 fin de que no se lastimaran los senti- mientos religiosos predominantes en el pafs. ‘‘La libertad de eonciencia,” decia Mata como miembro de la Comisién res- pectiva, ‘‘don precioso que el hombre recibié del Ser Supre- mo y sin la cual no existirfa ni la virtud ni el vicio, es un prin- cipio incontrovertible que no podemos desconocer.’’ Y mas adelante decfa el mismo orador: “Triste y doloroso, pero necesario es confesarlo, Seftor, la raza espafiola es la inica que presenta hoy al mundo civiliza- do el vergonzoso espectdculo de encerrar en su seno hombres que pretenden tiranizar la conciencia; es la tnica en euyo seno Se disputa si el hombre tendr4 derecho de adorar 4 Dios segin sus creencias! iTriste situacién la de esta noble raza, que después de haber asombrado al mundo con sus hechos heréicos, fué conducida por el fanatisme religioso protejido por el rey Felipe II, de detestable recuerdo, & un grado de abyeccién intelectual que todavia no puede sacudir completa- mente; raza que parece condenada por Dios 4 toda clase de infortunios, por haber violado los principios evangélicos, por haber tiranizado la conciencia del hombre, por haber creido que era propicio 41a divinidad ofrecerle oblaciones de san- gre humana!” Francisco Zarco, 4 quienes los conservadores designaban, como uno de los peores demagogos, declaraba, sin embargo, que era catélico y se jactaba de serlo, lo cual no impedia que manifestara que, 4 su juicio el art. 15 no era bastante explici- 3 34 to y que deberia redactarse en los términos siguientes: “La Republica garantiza el libre ejercicio de todos los cultos.”’ Fué Zarco también uno de los pocos que reconocieron y pro- clamaron sin reserva la contradiccién que habia entre la teo- ria politica que convertfa al legislador en simple érgano de la - mayorfa ignorante del pueblo y las obligaciones que le dicta su conciencia 4 un verdadero hombre de Bstado. Contestan- do al Sr. Diaz Gonz&lez, decia el célebre orador y publicista: “Sy seforia opina que el legislador debe capitular con preo- eupaciones del vulgo, y yo nunca serédeesta opinién. ¢Como seguir la opinién del vulgo cuando liegue la vez de tratar de si el poder legislativo ha de residir en una 6en dos cdmaras, cuando discutamos el juicio por jurados y el juicio politico? iHemos de esperar 4 lo que sobre estas cuestiones piensen las mujeres y sus confesores? éHemos de ir 4 consultar con nuestros criados? éQué opinardn ellos del juicio politico? El legislador, sefiores, debe atenerse 4 la opinién ilustrada y no 41a del vulgo ignorante, que sirve de instrumento 4 clases interesadas; debe hacer grandes beneficios y esperar que el pueblo los estime.” Nos conduciria demasiado lejos el pretender dar siquiera una vaga idea de lo que fué el interesante debate 4 que ahora nos referimos, ltimitdndonos por lo tanto Adecir que hablaron 4 favor de la tolerancia, ademas de los ya mencionados ‘dipu- tados, Gamboa, Arriaga, Ca stillo Velasco, Prieto, Jaquez, Gar- ofa Granados, Fuente, Villalobos, Ignacio Ramirez y Ampu- dia. El triunfo moral estuvo de parte de los defensores de la libertad, pero al fin se sobrepusieron 4 estos, los llamados moderados, quedando desechado por sesenta y cinco votos contra cuarenta y cuatro el articule 15 que volvié 4 la Comi- sién, de donde ya no habia de volver Asalir. Resulté de esta suerte que, al proclamarse la Constitucién no contuviera cléu- sula alguna referente 4 la religién. No tan digna de encomio como la formalidad y erudicién que se habfan manifestado en la discusién que acabamos de referir, fué la manera como se traté la cuestién de ciudada- nia, que debia servir de base al sistema electoral. Conforme 35 al dictamen de la Comisién, los articulos 85487 trataban de los mexicanos en general y el articulo 40 decia asf: “Son ciudadanos de la Reptblica: todos los que teniendo la calidad de mexicanos reunan las siguientes: haber cumplido diez y ocho afios siendo casados, 6 veintiuno si no lo son, y te- ner un modo honesto devivir. Desde el afio de 1860 en adelante, udemds de las calidades expresadas, se necesitaran saber leer y escribir.” éTenia Ja Comisién realmente el candor de creer, que el pueblo, que no habia aprendido 4 leer en los cuarenta y cineo afios de vida independiente que Jlevaba, lo harfa ahora en tres afios 4 causa del entusiasmo democratico que se le queria in- fundir? Seria un absurdo suponer tal cosa y lo probable es en consecuencia, que viéndose la Comisi6n enredada en un conflicto entre ciertos dogmas democraticos y las sugestiones de la razén prdctica, quisiera dar un lugar también 4 esta «l- tima en la formacién de la ley, aun cuando no fuese mas que en una proporcién insignificante. Pero aun esa concesién mi- nima-4 las exigencias practicas, parecié excesiva, y el dipu- tado Pefia y Ramirez se declaré contra el requisito de saber leer y escribir, por ser contrario 4 los principios democrati- cos Y porque, segtin decia las clases menesterosas no tenian ninguna culpa de su ignorancia sino los gobiernos, que con tanto descuido habian visto la instruccién. iComo si bastara con reconocer una falta cometida para nulificar sus efectos! Tan absoluto era sin embargo el predominio de las ideas abs- tractas, que el Sr. Arriaga miembro de la Comisién, confes6 que no encontraba qué contestar 4 las objeciones del preopi- nante, y después que la Comisién hubo suprimido la filtima frase del dictamen, pasé sin ella el articulo 40 sin discusién Y por unanimidad de votos (!). Esta fué la manera como que- dé6 establecido el sufragio universal, tan poco adecuado 4 las circunstancias particulares de la é6poca por la cual atravesaba la nacién. Las mismas tendencias liberales que, en casos como el que acabamos de referir, conducia hasta la utopia, y el loable de- seo de colocar 4 la Repiblica Mexicana 4 la altura de las na- 36 ciones mas civilizadas, se hicieron sentir en las discusiones referentes 4 Ja organizacién de los poderes, 4 la formacién de las leyes, ete.; siendo de lamentarse que los constituyentes, deslumbrados por el asombroso desarrollo material de los Estados Unidos, se dedicaran de preferencia 4 copiar sin el discernimiento debido, las instituciones de esa Repiblica; descuidando el estudio del desarrollo histérico de nuestro pais y la investigacién de nuestras necesidades, en vista de Jas condiciones en que el pueblo se encontraba, No obstante esos errores, el espectaéculo de nuestros legisladores, dedi- c4ndose 4 su trascendental obra, con un patrictismo y una tranquilidad estoica incomparables, en medio del estruendo de los sangrientos com bates, de las asechanzas de los cons- piradores y de las amenazas de los fandticos, no puede menos de causar nuestra admiracién y respeto. Por fin concluy6 el Congreso sus trabajos, y la Constitu- cién precedida de un manifiesto 4 la nacién fué proclamada el dia 5 de Febrero de 1857. Haciendo presente al pueblo las conquistas politicas que las nuevas leyes fundamentales im- plicaban, el referido manifiesto decia: “Ta igualdad serd de hoy mas la gran ley en la Republica; no habr4 mds mérito que el de las virtudes; no mancharé el territorio nacional la esclavitud, oprobio de la historia huma- na; el domicilio ser4 sagrado; la propiedad inviolable; el tra- bajo y Ja industria libres; la wanifestacién del pensamiento sin mas trabas que el respeto 4 la moral, 4 la paz ptblica y 4 Ja vida privada; el trdnsito, el movimiento, sin dificultades; el comercio, la agricultura, sin obstéculos, los negocios del Es- tado examinados por los ciudadanos todos: no habrd leyes re- troactivas, ni monopolios, ni prisiones arbitrarias, ni jueces especiales, ni confiscacién de bienes, ni penas infamantes, ni se pagar4 por la justicia, ni se violaré la correspondencia ¥ en México para su gloria ante Dios y ante el mundo serd una verdad practica la inviolabilidad de la vida humana, luego que con el sistema penitenciario pueda alcanzarse el arrepenti- miento y la rehabilitacién moral del hombre que el crimen extravia.” - 387 “Tales son, conciudadanos, las garantias que el Congreso creyé deber asegurar en la Constitucién, para hacer efectiva Ja igualdad, para no conculcar ningtin derecho, para que las instituciones desciendan solicitas y bienhechoras hasta las clases mds desvalidas y desgraciadas, 4 sacarlas de su aba- timiento, 4 llevarles la luz de la verdad, 4 vivificarlas con el conocimiento de sus derechos. Asi despertard su espfritu, que aletargé la servidumbre; asi se estimularaé su actividad, que paraliz6 la abyeccién; asf entrardn en la comunién social, y dejando de ser ilotas miserables; redimidas, emancipadas, traer4n nueva savia, nueva fuerza 4 la Repiblica.’”’

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