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Fiebre y fiebre de origen desconocido (FOD)

en pacientes con infección por el VIH

Fernando Lozano
GLOSARIO:

ADN: Ácido desoxirribonucleico

CMV: citomegalovirus
18
F-FDG-PET: Tomografía de emisión de positrones con fluorin-18-fluorodexosiglucosa

FOD: Fiebre de origen desconocido

FOD-VIH: fiebre de origen desconocido en personas con VIH

MAC: Mycobacterium Avium complex

SIDA: Síndrome de inmunodeficiencia adquirida

SIRI: Síndrome inflamatorio de reconstitución inmune

SNC: Sistema nervioso central

TAR: Tratamiento antirretroviral

TB: Tuberculosis

TC: Tomografía computadorizada

VIH: Virus de la inmunodeficiencia humana

FIEBRE Y FOD EN EL PACIENTE CON INFECCIÓN POR EL VIH


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INTRODUCCIÓN

La fiebre es un síntoma muy importante en los pacientes con VIH

porque: 1) constituye una manifestación clínica frecuente en ellos; 2) puede ser

causada por procesos potencialmente graves, que requieren un tratamiento

específico; y 3) su diagnóstico etiológico resulta a menudo muy difícil en

pacientes con inmunodepresión importante, lo que hace que con frecuencia se

presente en ellos como fiebre de origen desconocido (FOD). Así pues, en los

pacientes con VIH inmunodeprimidos la fiebre y, mucho más aún la FOD,

suponen un difícil reto diagnóstico para el clínico, lo cual hace conveniente

abordar su estudio con protocolos de actuación estandarizados y, a ser posible,

adaptados al entorno del paciente, en función de la prevalencia local de las

infecciones oportunistas y de la rentabilidad de los medios diagnósticos

disponibles. Por ello, el conocimiento en cada zona geográfica de las causas

etiológicas más frecuentes de la fiebre/FOD en dichos pacientes tiene una gran

trascendencia clínica.

FIEBRE EN LA INFECCIÓN POR EL VIH

Actitud diagnóstica

Ante esta situación clínica siempre debe investigarse la presencia de

diversos factores tanto generales como específicos. Entre los primeros,

comunes a cualquier paciente febril, se incluyen: la duración de la fiebre y la

afectación del estado general (que brindan información acerca de la

trascendencia y gravedad del proceso causante de la fiebre) así como la

existencia concomitante de síntomas focales u otras anomalías que, como la

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neutropenia, la ausencia de bazo, etc., pueden condicionar la etiología del

síndrome febril. Entre los factores específicos a considerar están: 1º) el grado

de inmunodepresión celular del paciente, pues cuanto más baja sea su cifra de

linfocitos T CD4+ mayor es el riesgo de que la fiebre sea provocada por una o

más enfermedades oportunistas; 2º) la prevalencia de estas últimas en el área

geográfica donde habita el paciente, ya que dicha circunstancia determina la

mayor o menor posibilidad de que determinadas infecciones sean el origen de

la fiebre (por ejemplo, la leishmaniasis visceral es una causa relativamente

frecuente de fiebre/FOD en los países del Sur de Europa, en los que no existe

histoplasmosis, mientras que en distintas zonas de América ocurre justamente

lo contrario); 3º) que el paciente reciba profilaxis frente a determinados

microorganismos (Pneumocystis jiroveci, Toxoplasma gondii, etc.), lo que hace

bastante improbable que la fiebre sea debida a alguna de las infecciones

provocadas por ellos; y 4º) que el paciente realice ciertas prácticas de riesgo,

que, además de transmitir el VIH, se asocian con otras infecciones, como, por

ejemplo, la endocarditis tricuspídea por Sthapylococcus aureus en los usuarios

de drogas por vía intravenosa o la sífilis en los individuos que tienen múltiples

relaciones sexuales no-protegidas.

La fiebre en los pacientes con VIH puede: 1) no tener ninguna relación

con el VIH, como es el caso de la originada por una virasis común o una

zoonosis intercurrente; 2) ser debida, tal y como se ha comentado en el párrafo

anterior, a infecciones que comparten las mismas vías de transmisión y

prácticas de riesgo que la infección por el VIH; 3) estar directamente causada

por esta última, como es el caso de la que puede ocurrir en su fase inicial

(primoinfección); 4) ser provocada por infecciones o neoplasias oportunistas; 5)

constituir una manifestación clínica de un síndrome inflamatorio de

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reconstitución inmune (SIRI) provocado por el TAR, el cual suele representar

en muchas ocasiones la reactivación de una infección oportunista que

previamente permanecía latente; 6) constituir un efecto adverso de algún

fármaco que toma el paciente, por ejemplo: sulfamidas, antibióticos,

anticonvulsivantes, etc., o, incluso, de los mismos antirretrovirales, y 7) estar

motivada por neoplasias no definitorias de sida, muchas de las cuales son más

frecuentes en pacientes con infección por el VIH

Lógicamente, el conocimiento del grado de inmunodepresión coetáneo a

la aparición de la fiebre supone una importante ayuda para el diagnóstico

diferencial de las posibles causas etiológicas de la misma. Así, mientras que

las neoplasias e infecciones oportunistas (con la excepción de la tuberculosis,

[TB], que puede presentarse en cualquier situación inmunológica) y el SIRI

ocurren en pacientes con cifras de CD4+ muy bajas, en los que también es más

frecuente la fiebre medicamentosa, las demás causas antedichas son

exclusivas (primoinfección) o más frecuentes en los pacientes con cifras de

células CD4+ normales o poco reducidas. Incluso, dentro de las infecciones

bacterianas, no consideradas como auténticas oportunistas, hay algunas que,

como la neumonía por Rhodococcus equi, las bacteriemias por Bartonella spp.,

Salmonella spp. o Campylobacter spp., y la sinusitis por Pseudomonas

aeruginosa, ocurren de forma exclusiva en pacientes con una profunda

inmunodepresión (Tabla 1).

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• La fiebre es en conjunto el síntoma más frecuente de los pacientes
con VIH

• Ante un síndrome febril en un paciente con VIH, además de los


factores comunes a cualquier fiebre, deben investigarse los
siguientes factores específicos:
− Grado de inmunodepresión
− Prevalencia de las infecciones oportunistas en el área
geográfica
− Realización de profilaxis frente a infecciones oportunistas
− Prácticas de riesgo del paciente

FIEBRE DE ORIGEN DESCONOCIDO EN LA INFECCIÓN POR EL VIH

Concepto y definición:

Como se ha comentado anteriormente, los pacientes con VIH, en razón

de la gran variedad de enfermedades oportunistas y no-oportunistas que

pueden sufrir y de las peculiares características clínicas con que éstas cursan

en presencia de una profunda inmunodepresión (inexpresividad clínica,

atipicidad, ausencia de síntomas focales concomitantes, etc.), presentan con

mucha mayor frecuencia que la población no infectada por el VIH síndromes

febriles prolongados de muy difícil diagnóstico, que constituyen auténticas FOD

en sentido estricto. Pero, además de esta mayor incidencia, la FOD de los

pacientes con VIH (FOD-VIH) tiene una etiología y, por tanto, un pronóstico,

muy diferentes a los de la población general.

En vista de todo ello, Durack y Street la consideraron una categoría

independiente de la FOD clásica y la definieron con los siguientes criterios: a)

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infección por el VIH confirmada; b) temperatura 38,3º C, comprobada en

diversas ocasiones; c) duración ≥3 semanas en pacientes hospitalizados y ≥4

semanas en paciente externos; y d) ausencia de diagnóstico tras tres días de

estudio adecuado, incluidos en ellos dos días de incubación de cultivos

microbiológicos (1). No obstante, en nuestra propia opinión y en la de otros

autores, esta definición es poco precisa y prolonga de forma arbitraria la

duración de la fiebre en los pacientes ambulatorios, por lo cual utilizamos la

siguiente modificación de la misma: a) infección por el VIH confirmada; b)

fiebre  38,3º C de ≥3 semanas de duración; c) ausencia de datos clínicos y

radiográficos indicativos de focalidad al comienzo de la investigación etiológica;

y d) inexistencia de diagnóstico después de una semana de estudio, en

régimen de hospitalización o ambulatorio, el cual ha de incluir al menos una

radiografía de tórax, dos tandas de hemocultivos convencionales, un cultivo de

orina y tinciones de Ziehl-Nielsen y Pneumocystis jiroveci en tres muestras

distintas de esputos (2-5). En relación al tercero de los anteriores criterios,

consideramos que las adenomegalias periféricas cuyo diámetro sea mayor de

un centímetro deben ser consideradas como un signo de focalidad, al contrario

que la existencia de hepatomegalia y de esplenomegalia moderadas, de tos, y

de diarrea autolimitada en menos de 48 horas, anomalías todas que suelen ser

muy inespecíficas desde el punto de vista etiológico en el contexto de la

infección por el VIH (2-5).

Frecuencia y factores favorecedores

La FOD-VIH es una manifestación de infección por el VIH muy

avanzada, pues una gran parte de los pacientes que la presentan tienen cifras

muy bajas de células CD4+ y cumplen criterios de sida (2,4,6-14). Su frecuencia

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era relativamente alta en la época previa al tratamiento antirretroviral potente o

de gran actividad (en adelante denominado simplemente como TAR), ya que

hasta entonces los pacientes sufrían inexorablemente repetidas enfermedades

oportunistas, algunas de las cuales, dadas sus características clínicas, se

presentaban a menudo (entre el 3,5 y el 21%, según los criterios utilizados)

como FOD-VIH. Afortunadamente, el uso del TAR ha disminuido mucho esta

frecuencia según han señalado sendos estudios efectuados en España (4,15).

El primero de ellos constató una prevalencia de FOD-VIH del 0,6% en los

pacientes que realizaban TAR en contraste con la del 3% de los coetáneos que

no tomaban éste (4) y del 3,5% objetivada en otro estudio llevado a cabo en la

misma zona geográfica unos años antes de disponer de pautas triples de TAR

(2); el segundo puso de manifiesto que el riesgo de desarrollar FOD-VIH fue

2,13 mayor (IC 95%: 1,37-3,30; P < 0,01) en los pacientes sin TAR que en los

que realizaban éste (15). Ambos estudios, como cabía esperar, revelaron

también que en el colectivo de pacientes que reciben TAR, la FOD-VIH suele

presentarse en los que tienen una inmunodepresión más marcada que no

logran incrementar las cifras de CD4+ pese a mantener suprimida la replicación

del VIH (discordancia viro-inmunológica) (4,15). No obstante, el pronóstico de

la FOD-VIH en estos pacientes es mejor que en los que no reciben TAR, como

indica el hecho de que su mortalidad sea muy inferior a la de estos últimos

(4,15).

Etiología

Todos los estudios de FOD-VIH efectuados en pacientes que no realizan

TAR coinciden en que el 80-90% de los casos de la misma son debidos a

enfermedades infecciosas (2,6-14), lo cual contrasta con la etiología de la FOD

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“clásica” en la que solo el 30-40% son originados por éstas (3-16). En la Tabla

2 se muestran las principales causas de FOD-VIH registradas en estudios

efectuados en distintas zonas geográficas (2,6-14). Como puede observarse en

ella, la TB es su etiología más común (2,7-12,14), excepto en EE.UU., donde

predomina la infección por Mycobacterium avium complex (MAC) (13). Esta

gran incidencia de TB como causa de FOD-VIH se debe a las peculiaridades

clínicas y de diagnóstico por la imagen que esta enfermedad presenta en los

pacientes con infección avanzada por el VIH, las cuales le confieren una

especial dificultad diagnóstica. Entre ellas cabe destacar el predominio de sus

formas extra-pulmonares y diseminadas, y el hecho de que la TB pulmonar se

presente a menudo con radiografías de tórax normales o atípicas y con

baciloscopias de esputo negativas. Siguen en frecuencia a esta enfermedad la

infección por MAC y la neumonía por P. jiroveci, aunque en algunas zonas

geográficas otras infecciones que son prevalentes en ellas constituyen también

frecuentes causas de FOD, como la leishmaniasis visceral en España (2,4,7-

11,17) y la criptococosis en Tailandia (14). Otras etiologías destacables son: la

enfermedad por citomegalovirus, los linfomas, la histoplasmosis (en EE. UU. y

Brasil) y la toxoplasmosis cerebral. (Tabla 2). La fiebre/FOD-VIH raramente es

provocada por la propia infección por el VIH, por lo cual siempre debe buscarse

activamente otra causa específica de la misma (18).

La evolución epidemiológica de la infección por el VIH, con un número

progresivamente menor de pacientes con inmunodepresión celular profunda,

merced a la mayor difusión y precocidad del TAR, puede influenciar el espectro

etiológico de las causas de fiebre y FOD en los pacientes con VIH. Así,

mientras que en algunos pacientes las causas son enfermedades oportunistas

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tradicionalmente asociadas con la FOD-VIH, en otros las causas pueden ser

similares a la de la FOD clásica en la población general (19).

Por último, en lo que a la etiología se refiere, conviene tener en cuenta

dos circunstancias. La primera de ellas es que en un mismo paciente coexisten

a menudo dos o más enfermedades que potencialmente pueden ser la causa

de la FOD-VIH (2,6-14,18) lo cual implica que la persistencia de la fiebre

después de haber realizado adecuadamente el tratamiento de una determinada

causa puede deberse a otra enfermedad, hasta entonces oculta, y obliga a

reemprender el estudio para descartar otras causas de la misma. La segunda

es que en los pacientes que realizan TAR, pese a haber descendido

marcadamente la frecuencia de la FOD-VIH, no se modifica sustancialmente la

etiología de la misma, según ha puesto de manifiesto uno de los estudios

anteriormente citados (4), aunque, no obstante, puede haber cambios en el

orden de algunas de sus causas (15).

Diagnóstico

Por lo general, se alcanza un diagnóstico etiológico de la FOD-VIH en

algo más de las tres cuartas partes de los casos (2,4,6-14). No obstante, la

complejidad que suele caracterizar su estudio y la potencial gravedad de sus

causas etiológicas, hacen muy aconsejable el uso de protocolos diagnósticos

que permitan un manejo más eficiente y rápido de esta entidad (2,3,5,17). En el

Algoritmo 1 se muestra una sistematización de estudio escalonado por etapas

que nosotros utilizamos en los pacientes con FOD-VIH (5). Más recientemente,

la British HIV Association (BHIVA) ha publicado unas recomendaciones para el

diagnóstico de la FOD-VIH (17) que incluyen un algoritmo de estudio.

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El estudio de la FOD-VIH debe comenzar siempre por una anamnesis

detallada. Ésta ha de incluir, como en cualquier investigación de fiebre o FOD,

antecedentes de: enfermedades previas, actividad laboral, exposición

ambiental, viajes, contactos con animales, picaduras de insectos o garrapatas,

hábitos tóxicos y sexuales, tratamientos farmacológicos, etc. (3,5,17). Además,

es muy importante conocer si el paciente realiza TAR y/o quimioprofilaxis frente

a infecciones oportunistas, pues cuando se toma TAR de forma adecuada es

mucho más rara la aparición de infecciones oportunistas, y, si ocurren, suelen

ser una manifestación de reconstitución inmune durante las primeras semanas

de tratamiento. De igual manera, es bastante improbable que la FOD-VIH sea

debida a una infección oportunista (neumonía por P. jiroveci, TB, etc.) frente a

la que se realiza una adecuada quimioprofilaxis (3,5).

Por definición, el cuadro clínico de la FOD se circunscribe a la presencia

de fiebre, acompañada o no de síntomas constitucionales y de malestar

inespecífico. No obstante, la anamnesis ha de investigar también la existencia

de otros síntomas que orienten a una afectación orgánica sobre la que basar el

diagnóstico diferencial. Este mismo objetivo persigue la exploración física, la

cual, debe incluir un estudio del fondo de ojo y una búsqueda minuciosa de

lesiones cutáneas y mucosas, linfadenomegalias, visceromegalias, anomalías

neurológicas, etc. (3,5,17).

En las dos primeras etapas del Algoritmo 1 se muestran las pruebas

complementarias más utilizadas en el estudio de la FOD-VIH. Las que se

incluyen en la primera etapa constituyen el estudio básico de ésta, y, para no

provocar retrasos innecesarios, conviene solicitarlas simultáneamente al

comenzar la investigación. En la segunda etapa, por el contrario, no es

oportuno realizar todas las pruebas en bloque, sino que hay que ir

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seleccionándolas según el contexto y el estado de cada paciente (3,5). En lo

que respecta a las pruebas invasoras, tanto la biopsia hepática (2,10,19-22)

como la biopsia/aspirado de médula ósea (7,8,15,23-31) pueden ser muy útiles

y, dado que ambas resultan seguras si se realizan de forma adecuada, no

conviene demorar su realización, pues los pacientes inmunodeprimidos son

propensos a sufrir un brusco deterioro clínico (17). La prioridad de una sobre

otra viene determinada por la prevalencia local de las causas de FOD-VIH, por

la experiencia del centro donde se realiza el estudio y por otras determinadas

circunstancias. A este respecto, se ha postulado que la rentabilidad de la

biopsia hepática es mayor en presencia de hepatomegalia y de cifras elevadas

de fosfatasa alcalina (19,20,22), mientras que, en zonas con una alta tasa de

leishmaniasis visceral la presencia de trombocitopenia hace más aconsejable

realizar en primer lugar el estudio de médula ósea (2). Cuando se obtengan los

especímenes tisulares, se debe enviar uno al laboratorio de Anatomía

Patológica y otro al de Microbiología así como proporcionar la información más

completa posible (incluyendo la propia infección por el VIH) a los profesionales

de ambos laboratorios para asegurarse de que se realicen las pruebas

apropiadas a tiempo y por personal cualificado (17).

Existen datos acerca del valor de la tomografía por emisión de

positrones con fluorodeoxiglucosa y concretamente la realizada con fluor-18

(18F-FDG-PET/CT), que es muy eficaz en la localización de linfadenomegalias

ocultas y en la FOD de pacientes sin VIH (32-33), puede ser también muy útil

en la FOD-VIH pues, aunque tiene una escasa especificidad (no discrimina

bien entre las de TB, micosis y linfomas), es sin embargo muy sensible,

cualidad esta de gran importancia en el diagnóstico de la FOD-VIH pues puede

poner de manifiesto lesiones desapercibidas para otros procedimientos sobre

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las que ulteriormente focalizar las biopsias para revelar su etiología (33-37).

Esta técnica puede ser también de gran ayuda en la evaluación precoz de la

respuesta tratamiento antituberculoso (37).

Debe buscarse el asesoramiento de un clínico experto en infección por

el VIH e infecciones oportunistas acerca de la elección de las pruebas a

realizar y del TAR más apropiado para el paciente (17).

Tratamiento

La terapia de la FOD-VIH es la de su causa etiológica. Sin embargo,

como existe un porcentaje no despreciable de casos en los que ésta no se

logra conocer con certeza a pesar de haberse efectuado un estudio adecuado,

puede ser necesaria la instauración de un tratamiento empírico. Este proceder

está legitimado por la gravedad de la mayoría de las causas de FOD-VIH, y

porque ésta tiene una mortalidad considerable en los pacientes que no realizan

TAR (de 8 a 22% en las distintas series) (2,6-11,14). Llegado el caso, y dado

que la TB es la etiología más frecuente en la mayoría de países, primero debe

ensayarse el tratamiento de la TB (2,4,7-11,14,16). Si, transcurrido un tiempo

razonable desde la instauración del mismo, persistiese la fiebre, es lícito probar

los de otras infecciones prevalentes localmente (leishmaniasis visceral, etc.) o

añadir claritromicina o una quinolona fluorada al régimen antituberculoso

estándar para cubrir la eventualidad de una infección por MAC (3,5).

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• La FOD es una manifestación de infección por el VIH muy
avanzada.

• Suele estar causada por procesos potencialmente graves, en la


mayoría de las ocasiones infecciones oportunistas, que requieren
un tratamiento específico.

• Su etiología más común es la tuberculosis.

• A veces coexisten dos o más causas de FOD, por lo que la


persistencia de la fiebre pese al tratamiento adecuado de una de
ellas, obliga a continuar el estudio.

• Si tras efectuar un estudio adecuado no se logra ningún


diagnóstico es conveniente instaurar empíricamente el tratamiento
de la causa más frecuente de FOD en el área geográfica del
paciente (por lo general el de la tuberculosis).

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doi: 10.2174/1871526520666200705212903 (online ahead of print).

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237.

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TABLA 1. Causas de fiebre en pacientes con infección por el VIH en

función del grado de inmunodeficiencia (2,4,6-15).

Pacientes con <200 CD4+/μL Pacientes con >200 CD4+/μL

Tuberculosis Tuberculosis

Infecciones oportunistas: No relacionadas con la infección VIH:


- Infección diseminada por MAC - Virasis
- Enfermedad por CMV - Otras infecciones comunes en el
- Criptococosis entorno del paciente
- Neumonía por P. jiroveci - Etc.
- Histoplasmosis diseminada
- Etc.

Otras infecciones: Otras infecciones:


- Leishmaniasis visceral - Neumonía por S. Pneumoniae
- Neumonía por S. pneumoniae
- Neumonía por H. influenzae
- Neumonía por Rhodoccocus equi
- Bacteriemia por Bartonella spp.
- Bacteriemia por Salmonella spp.
- Bacteriemia por Campylobacter
spp.
- Sinusitis por P. aeruginosa
- Etc.

Neoplasias oportunistas Primoinfección por el VIH

SIRI

Fiebre medicamentosa

MAC: Mycobacterium avium complex


CMV: citomegalovirus
SIRI: Síndrome inflamatorio de reconstitución inmune

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Tabla 2: Principales causas etiológicas con diagnóstico confirmado de

FOD en pacientes infectados por VIH sin TARGA en países de distintas

zonas geográficas (2, 6-15).

España (%)* Francia (%) EE. UU. (%) Brasil (%) Tailandia (%)

Tuberculosis: Tuberculosis: MAC: 31 Tuberculosis: Tuberculosis: 42

38,5 17,5 N. P. jiroveci: 13 32,7 Criptococosis: 24

L. Visceral: 18,5 MAC: 17,5 CMV: 11 N. P. jiroveci: N. P. jiroveci: 13

MAC: 6 CMV: 8,7 Linfomas: 7 10,9 Toxoplasmosis: 7

Linfomas: 3 L.Visceral: 7 Histoplasmosis: 7 MAC: 9,1 Salmonella&: 7

CMV: 3 Linfomas: 7 Tuberculosis: 5 Linfomas: 7,3 CMV: 6

N. P. jiroveci: N. P. jiroveci: 5 Criptococosis:

2,5 5,5

Histoplasmosis:

3,6

(*) Media del conjunto de estudios realizados en España (2,8-12). L. visceral: Leishmaniasis
visceral. MAC: Infección diseminada por Mycobacterium Avium Complex. N.P.jiroveci:
Neumonia por Pneumocystis jiroveci. CMV: Enfermedad por citomegalovirus. &: Bacteriemia
por Salmonella non-thypi.

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Algoritmo 1: Diagnóstico y tratamiento de la fiebre de origen desconocido en
pacientes con infección por el VIH. [Tomado y modificado de Lozano F, et al (5)].
Paciente con FOD-VIH

1ª etapa: Anamnesis y exploración clínica, fondo de ojo.


E. Complementarios: hemograma, bioquímica completa (sangre y orina), carga viral VIH, CD4+.
Radiografía de tórax y senos paranasales, ecografía abdominal y/o TC de tórax y abdomen.
Mantoux, hemocultivos, baciloscopia y cultivos para micobacterias y detección de ácidos
nucleicos (GeneXpert MTB/RIF) en sangre, esputo y orina, así como LAM en orina si factible.
Serología a Brucella, Coxiella, Bartonella, Leishmania*, Toxoplasma, lúes, CMV, criptococo,
Histoplasma*.
Ecocardiografía (si es usuario activo de drogas por vía parenteral).

Diagnóstico No diagnóstico

Tratamiento específico Sin focalidad Focalidad

Estudio dirigido

2ª etapa: Reevaluación clínica y ampliación de estudios complementarios:


TC / RNM craneal y estudio de LCR, gammagrafía.
Ecocardiografía (si no fue realizada antes). Cultivos para CMV.
Broncoscopia con broncoaspirado y/o lavado broncoalveolar
( con estudios para bacterias, hongos, micobacterias, P. jiroveci y CMV).
18F-FDG-PET/CT&. Biopsia hepática, aspirado/biopsia de médula ósea.

Diagnóstico No diagnóstico

Tratamiento específico Sin focalidad Con focalidad

3ª etapa: evaluar tratamiento empírico


para tuberculosis, MAC o leismaniasis* Estudio dirigido

Respuesta Sin respuesta

4ª etapa: replantearse
Continuar el tratamiento el estudio de nuevo

CMV: citomegalovirus, TC: tomografía computadorizada, LCR: líquido cefalorraquídeo, MAC:


Mycobacterium avium complex. (*): En áreas geográficas prevalentes. 18F-FDG/CT: Tomografía
con emisión de positrones con 18fluorin-fluorodeoxiglucosa. LAM: Lipoarabinomanano.

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