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Los documentos

confidenciales de Malvinas:
así fue la operación que
encendió la chispa de la
guerra
Un empresario argentino fue a buscar chatarra a las
Islas Georgias, en marzo de 1982. Clarín accedió a más
de 170 documentos reservados que indican cómo ese
viaje comercial fue utilizado por la dictadura argentina
y el gobierno de Thatcher para lanzar una escalada que
terminó en la guerra.

Nadia Celeste Durruty

Pablo Esquivel


02/04/2021 6:00 
 Clarín.com
 Política
Actualizado al 02/04/2021 18:49

El verdadero origen de la guerra de Malvinas no es, como muchos creen 39


años después, la decisión personal de un militar -el ex presidente de facto
Leopoldo Fortunato Galtieri- que una mañana se levantó alcoholizado y
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decidió invadir las islas. Fue el aprovechamiento político-militar que tanto
la dictadura argentina como el gobierno británico hicieron del viaje de un
hombre que se fue hasta el confín del mundo para buscar chatarra.

Poco y nada se habla hoy de Constantino Davidoff, un empresario jubilado


que quiso hacer un negocio muy particular -avalado por la justicia y la
cancillería británicas- en las islas Georgias del Sur, ubicadas 1.550
kilómetros al sureste de las Malvinas.

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Malvinas: cómo fue la operación que encendió la chispa de la guerra.

A través de uno de sus trabajadores, Davidoff se había enterado de que en


Puerto Leith, en la isla San Pedro de Georgias del Sur -igual que Malvinas,
ocupadas por Gran Bretaña- había una enorme cantidad de máquinas y
materiales metálicos de factorías balleneras abandonadas.
Considerando la proximidad relativa al continente, hacerse de esta gran
cantidad de chatarra podía significarle un negocio multimillonario.

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22 de abril de 1982, Leopoldo Galtieri rumbo a las Islas Malvinas. / AFP

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14 de junio 1982, rendición de los soldados argentinos. / AP

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10 de marzo de 1983, Margaret Thatcher examinando un campo minado en Malvinas. / AP

En 1979 se puso en contacto con la firma escocesa Cristian Salvesen


Limited para la compra de la fábrica, gestionó todos los trámites legales
correspondientes en Inglaterra e informó formalmente a la cancillería
británica sobre su desembarco allí con fines mercantiles.

Carta de Thatcher a un funcionario de su gabinete enviada el 7 de enero de 1981. Reitera su


decisión de desprogramar el buque polar HMS Endurance.

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Para llevar a cabo el trabajo, durante 1981 intentó contratar por lo menos
tres barcos especializados -de distintas nacionalidades- para navegar por
esas aguas gélidas. Hasta que en febrero de 1982 recibió la noticia de que
la división Transportes Navales, dependiente de la Armada Argentina, le
rentaría el buque mercante ARA Bahía Buen Suceso para el transporte de
sus trabajadores, maquinarias y posterior retiro del material desguazado.

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Carta confidencial sobre la intención del gobierno inglés de vender el portaaviones Invencible
a Australia, antes de la guerra de Malvinas.

Los telegramas diplomáticos entre Londres, Buenos Aires y el gobierno de


las Falkland Islands ya habían sido enviados en reiteradas ocasiones
informando sobre la operación comercial que se haría en las Georgias. Sin
embargo, el desembarco del buque contratado fue el primer acto del
drama en escalada que culminó con el enfrentamiento bélico argentino-
británico.

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Carta confidencial del 30 de junio de 1982 entre Londres y Canberra, capital australiana, sobe
la venta del portaaviones HMS Invincible.

A 39 años del conflicto, existen pruebas para sostener que la Operación


Davidoff  fue utilizada en secreto por los dos países en disputa para
ejecutar los pasos siguientes que terminarían en el enfrentamiento militar.

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Esa escalada -cuyo registro quedó en más de 170 documentos
confidenciales de ambos gobiernos, a los que accedió Clarín para esta
investigación- fue la chispa de la guerra.

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Carta de la firma Christian Salvesen Limited dirigida al gobernador de las Falkland Islands &
South Georgia

A sabiendas del traslado y posterior asentamiento -durante más de cuatro


meses- que los trabajadores del empresario necesitarían para realizar el
desarmado de la fábrica, el gobierno militar argentino pergeñó
el “Operativo Alfa”. La Cancillería conocía los planes del empresario
porque allí se había tramitado parte del expediente y habían intervenido en
su favor en una nota que Davidoff envió al Comando en Jefe de la Armada,
liderado por Emilio Massera, en agosto de 1981.

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Duro telegrama de Hunt dirigido a Londres el 22 de marzo.

Según los periodistas Oscar Raúl Cardozo, Ricardo Kirschbaum y Eduardo


Van der Kooy, autores de “Malvinas. La trama secreta”, los dos
operativos se superpusieron. En realidad, en septiembre de 1981 la
Armada ya había concebido un plan para sacar provecho del viaje de
Davidoff y así establecer un destacamento militar -que aparentaría ser una
base científica-en ese territorio disputado. Esta acción fue denominada con
el nombre en código de “Proyecto Alfa”.

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Cable “secreto” y “muy urgente” del 21 de marzo, enviado por la D.G Malvinas con destino
al jefe de misión en Londres.

El plan consistía en infiltrar militares entre los obreros, con la excusa de


que eran científicos. Ingenuamente, los miembros de la Junta Militar
pensaban que, una vez que el buque británico polar HMS Endurance se
hubiera retirado del Atlántico Sur, a partir de abril podrían sumarse
infantes de marina embarcados en otro navío destinado a abastecer bases
antárticas argentinas. Y así fijar una base permanente en las Georgias del
Sur que contaría con la ayuda del invierno, lo que impediría cualquier
acción británica para tratar de recuperarlas.

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Cable secreto de Molteni del 24 de marzo, en el que se detalla la presión parlamentaria sobre
el Ministerio de Relaciones Exteriores británico.

El objetivo final, sin embargo, era Malvinas. Al comienzo de la


dictadura, el almirante Massera había presentado un plan que después fue
archivado por el Ejército. Esta intención fue luego retomada por el
almirante Jorge Isaac Anaya, por entonces jefe de Operaciones Navales y
luego sucesor en el cargo de Massera como cabeza de la Armada. Anaya
estaba alineado a los planes de su antecesor y se había comprometido a
apoyar a Galtieri en la sucesión de Viola si éste sacaba del archivo el
plan de la Armada sobre Malvinas.

Cable del 25 de marzo en el que Molteni resaltó una moción firmada por 53 parlamentarios
que pedían una declaración sobre la mantención soberana de las Islas.

La noticia sobre la operación comercial de Davidoff y la chatarra de las


Georgias resultó un anillo al dedo para aquellas intenciones.

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Del lado británico, la operación Davidoff recibía las furibundas críticas de
una corriente inglesa hostil que había organizado un lobby en contra de la
transferencia pacífica de las islas a la Argentina, luego de que Margaret
Thatcher, al asumir su gobierno, se mostrara favorable a la idea de que
Gran Bretaña se deshiciera de varias de sus ocupaciones coloniales. Ese
lobby estaba liderado por la Marina Real, la Falkland Islands
Company (FIC por sus siglas en inglés) -la mayor empresa comercial de las
islas- y el gobernador instalado en las islas, Rex Hunt.

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Cable que Molteni envió a la Cancillería Argentina el 30 de marzo, informando que dos
submarinos nucleares serían enviados al Atlántico Sur.

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El principal defensor de esta teoría del lobby es el comodoro Rubén Oscar
Moro, hoy de 85 años, único secretario y redactor del Informe
Rattenbach al finalizar el conflicto bélico en el Atlántico Sur. Aquel
informe, a cargo del teniente general Benjamín Rattenbach, fue el dictamen
de una comisión militar que analizó las responsabilidades políticas,
militares y estratégicas de la guerra de Malvinas.

Moro -autor de La guerra inaudita, editado en 1985- recibió a Clarín en su


casa de Mar del Plata. “De no haberse producido la operación de Davidoff,
los ingleses no hubiesen tenido un motivo para justificar el envío de la
flota más poderosa de su historia a las islas Malvinas”, sostiene.

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Acta del Comité Militar de la reunión del 24 de marzo de 1982, que dispone desembarcar al
“Grupo Alfa” y emplear las corbetas si los obreros son desalojados de las islas.

Según se desprende de los documentos confidenciales, cuando Margaret


Thatcher tomó el poder, reunió a los miembros de su gabinete y les dijo
que proyectaba desprogramar el 40 por ciento de la flota naval y que
quería terminar con todas las posesiones coloniales de la
Corona alrededor del mundo. Las Malvinas estaban entre ellas. De hecho,
la República de Rodesia, en el sur de África, logró la independencia
gracias a esa política.

De acuerdo con la teoría del comodoro, estaba claro entonces que la


formación de este complot entre la Marina Real y la Falkland Islands
Company, entre otros sectores, fue un instrumento para impedir, en
principio, el retiro del buque polar HMS Endurance estacionado en Puerto
Stanley y la venta del portaaviones HMS Invincible a Australia. Un
conflicto bélico en aguas lejanas le demostraría a Thatcher la necesidad
de mantener la flota británica a cualquier precio.

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Desembarco en las islas Georgias del Sur el 19 de Marzo de 1982 del personal contratado
por Davidoff para desguazar la fábrica ballenera. / Archivo

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El portaaviones HMS Invincible. / AFP

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El buque polar HMS Endurance poco antes de su intervención en las Georgias. / AFP

La entrega de la soberanía del territorio de ultramar formado por las islas


Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur le implicaría a
la Falkland Islands Company la pérdida del histórico monopolio
económico que ejercía sobre estos archipiélagos. Concentraba el comercio,
el tráfico y la explotación ovina que, con el tiempo, se había transformado
en un poder paralelo al de la autoridad colonial británica.

Moro sostiene que “el lobby del Reino Unido aprovechó el tratado
comercial de Davidoff, cuyo equipo de 41 obreros desembarcó el 19 de
marzo del ‘82 para trabajar en las islas Georgias con todos los documentos
en regla y autorizados por la Embajada Británica en Buenos Aires. Pero el
ex gobernador Hunt informó el hecho como un incidente "urgente". Y
aunque sólo debía informar a su jefe, el embajador británico en Buenos
Aires Anthony Williams, extendió la alarma a la Royal Navy y al
Ministerio de Relaciones Exteriores británico".

Los sucesos en las islas Georgias -presentados como una "invasión"


argentina- hicieron que Thatcher, que atravesaba una reprobada gestión
económica y una fuerte caída de su imagen- vislumbrara un golpe de
timón: entró en alerta y decidió que ya no achicaría el tamaño de la
Armada británica, como pensaba hasta pocos días antes.

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Constantino Davidoff, el comerciante argentino de metales que intentó concretar un gran
negocio en el lugar y momento equivocado. / Archivo Clarín

Davidoff tiene hoy 77 años y vive a pocas cuadras de la estación Sarandí,


en Avellaneda. Allí recibió a Clarín.

En su juventud se había dedicado a la extracción de cables telegráficos


submarinos que se extendían desde Argentina hasta Río de Janeiro, en
Brasil. Supo ser un hombre de buen pasar económico, pero no
sólo terminó en la ruina endeudado de por vida por no poder llevar
adelante el negocio en 1982 -para el cual había invertido todos sus
ahorros- sino que aún siente que fue señalado como "el culpable de haber
causado el conflicto bélico".

En el living de su humilde departamento -cuya dirección es la misma que


figura en sus contratos comerciales de fines de la década del ‘70- atesora
22 cuadros torcidos con diplomas sobre su participación en congresos,
seminarios y conferencias sobre el conflicto en el Atlántico Sur. Además,
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abundan mapas de las islas, mensajes patrióticos de excombatientes de
Malvinas, sables colgantes, y también una imagen de Juana de Arco, su
referencia ineludible, símbolo de “resistencia” ante las adversidades.

Davidoff recibió a Clarín vestido de impecable camisa negra, pantalón y


zapatos blancos. Se presentó como piloto de avión y ex dueño de dos
buques de ultramar, aunque se encargó de aclarar que nunca formó parte
de las Fuerzas Armadas.

Enseguida recordó cómo fue su primera idea de que podía hacer un


negocio en el Atlántico Sur. En uno de sus viajes por trabajo, se le acercó
uno de sus contramaestres:

—Davidoff, usted que es un hombre que compra chatarra, ¿por qué no


se fija el tema de las Islas Georgias?

—¿Qué hay ahí?

—Uff... no se imagina.

Se trataba de una enorme fábrica abandonada en Puerto Leith llena de


máquinas y metales con los que fabricaban caza balleneros y también
producían aceite de ballenas. “De inmediato inicié las gestiones ante la
Embajada Británica en Buenos Aires hasta que viajé a Puerto Stanley en
1978, a través de un vuelo de LADE (Líneas Aéreas del Estado) desde
Comodoro Rivadavia”, expresó Davidoff.

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Durante su estadía en ese lugar inhóspito y desolado, Davidoff se reunió
con el entonces gobernador de las Malvinas, sir James Roland Walter
Parker, quien lo contactó con la firma escocesa propietaria de la factoría
abandonada: Christian Salvesen Ld. de Edimburgo. Finalmente, el 19 de
septiembre de 1979 firmó el contrato por el cual le transferían las
instalaciones balleneras en desuso, con vigencia de cumplimiento hasta
el 31 de marzo de 1983. Dicho acuerdo fue legalizado en Londres ante el
escribano público Ian Roger Frame.

“En agosto de 1981, me llamaron del Ministerio de Relaciones Exteriores


en Buenos Aires para averiguar qué gestiones estaba haciendo con los
británicos. Yo estaba tranquilo porque el acuerdo que se había firmado en
1971 entre Argentina y Gran Bretaña tiene un párrafo que dice: ningún
acto o actividad comercial que desarrollaran ambos países serviría como
fundamento para asentar o denegar la soberanía sobre las islas”, recuerda
Davidoff.

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El Comodoro Rubén Oscar Moro en el edificio Cóndor de la Fuerza Aérea Argentina luego de
la guerra.

Moro sostiene que “los funcionarios intervinientes, conocedores de las


actividades de Davidoff desde la anterior gestión de Oscar Camilión como
canciller, decidieron apoyar sus planes y consideraron que la actividad

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mercantil no era un antecedente desfavorable en la disputa por el dominio
de los archipiélagos”.

Davidoff jura que nada de esto imaginaba -el aprovechamiento político de


su viaje-, cuando en 1981 empezó a buscar un buque idóneo para navegar
hacia aquellas aguas, trasladar al personal de trabajo, y cargar las grúas y
elementos de corte necesarios para el desarme de la factoría. De acuerdo
con su testimonio, intentó contratar primero al buque británico HMS
Endurance apostado en Puerto Stanley, pero recibió una lógica negativa.

Finalmente, “el 26 de febrero de 1982 contraté al buque mercante Bahía


Buen Suceso de la división Transportes Navales, que depende de la
Armada, cuya tripulación era de marinos no militares. Este barco hacía
viajes regulares hacia el sur de Argentina y era el único medio disponible”.

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Finalmente, “el 26 de febrero de 1982 se contrató un buque mercante de la división
Transportes Navales.

Con el entusiasmo de iniciar un nuevo negocio, el 9 de Marzo del ’82 lo


llamaron de la Armada para avisarle que en dos días zarparían, para lo cual

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debía alistar al personal y proporcionar la documentación exigida por los
británicos. De acuerdo a su relato, Davidoff cumplimentó el trámite y
sumó la Tarjeta Blanca -un permiso tipo "pasaporte" que pedirían las
autoridades inglesas- de los 39 obreros y dos ingenieros que viajarían.

Como prueba de su accionar legal, Davidoff mostró a los periodistas


de Clarín un ejemplar original del Falkland Islands Review —más
conocido como el “Informe Franks”— que es la historia oficial del Reino
Unido sobre la guerra de Malvinas.

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Hizo hincapié en la lectura del párrafo 168, en el cual se lo desliga de
responsabilidades en el conflicto e informa que el empresario había
enviado, entre otras, una notificación formal a la Embajada Británica de
Buenos Aires el 9 de Marzo de 1982. Tal como se lee en inglés, el reporte
dice que “...41 trabajadores partirían hacia la Isla Georgia del Sur el 11
de marzo en el 'Bahía Buen Suceso', un buque de apoyo de la Armada, y
permanecerían por un período inicial de cuatro meses. (...) La Embajada
reportó sobre ello al gobernador y al Ministerio de Relaciones
Exteriores...”.

El cálculo de los días de viaje no falló. De acuerdo al relato de Davidoff, el


capitán del buque Osvaldo Niella atracó el viernes 19 en el muelle
abandonado del antiguo establecimiento ballenero en Puerto Leith. Un
lugar gélido y aislado del Atlántico Sur.

Niella realizó el atraque sin enarbolar pabellón, ya que la República


Argentina consideraba a los archipiélagos como territorio propio y en
disputa. “De haberlo hecho, podría haber sido considerado como un acto
de reconocimiento de soberanía británica en las islas”, reconoció Davidoff.

La tripulación y los integrantes del grupo descendieron y descargaron todas


las herramientas de mayor volumen en unas horas. Luego de esto, el buque
volvió con los dos ingenieros y su capitán Niella. Los obreros -según ellos,
espontáneamente y sin indicación de nadie- izaron una bandera
argentina en un viejo remo y entonaron las estrofas del Himno
Nacional para darse ánimos, ya que debían permanecer aislados muchos
meses en aquel lugar hostil, desolado y con vientos helados.

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“El izamiento de nuestra bandera no tuvo intenciones ni entidad alguna de
reivindicar soberanía sobre las islas, contrariamente a lo aludido tiempo
después en medios oficiales y de prensa británicos”, sostuvo Moro.

Del lado inglés no lo vieron así. El libro The Official History of de


Falklands Campaign consigna que los chatarreros desembarcaron "en un
modo que desafiaba la soberanía británica, lo que provocó esta cadena
de eventos".

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Izamiento de la bandera argentina.

La versión oficial inglesa de la guerra también asegura que los obreros


argentinos llegaron "sin autorización" y que pocos días después "los
británicos reciben información que confirma que Argentina había
colocado un número sustancial de fuerzas especiales en el mar, dirigiendo
su atención hacia Malvinas, con intención de invadir la colonia...".

Davidoff continuó con su relato sobre lo sucedido aquel 19 de marzo:


“Tres horas después del desembarco, aparecieron cuatro miembros
del Organismo de Exploración Antártico Británico -BAS por sus siglas en
inglés- que habían sido notificados con anticipación por Hunt y la
Embajada Británica en Buenos Aires sobre el arribo del buque".

Le pidieron al capitán que arriara la bandera, no alterara las señales,


cargara los elementos ya descargados del buque y presentara a todos los
obreros en Grytviken -una bahía al sur de Puerto Leith, separadas por una
cadena montañosa- para hacerles sellar el pasaporte. Para la patrulla del
BAS, las tarjetas blancas no tenían ningún valor de visado y, encima, les
imponían condiciones para ver si ‘aun así los dejarían trabajar’”. Y agregó
orgulloso: “Hizo muy bien el capitán Niella en negarse a sellar los
pasaportes ya que, de esa manera, les estaríamos cediendo las islas a
los británicos. Era entregar la soberanía”.

Durante la entrevista, el empresario negó rotundamente la presencia de


militares e infantes de Marina entre su tripulación, que según fuentes
británicas habrían viajado junto con su personal en el buque ARA Bahía
Paraíso, como parte del “Operativo Alfa”. Sin embargo, de acuerdo con la
versión de "Malvinas, la trama secreta" se mantenían las dudas acerca de
si había personal militar entre los trabajadores de Davidoff. Desde el BAS

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se reportó a Londres que algunos argentinos que estaban en las playas
pedregosas de la isla vestían uniformes de infantes de la marina, junto
con otros 50 o 60 civiles.

Las informaciones se contradecían de acuerdo a los intereses que se ponían


en juego. Desde Buenos Aires se aseguraba, en línea con lo que sostuvo
Davidoff, que no había personal militar alguno. El embajador británico
Williams le advirtió al canciller Costa Méndez que este incidente se trataba
de algo serio para su gobierno. En tanto que los tironeos en las
negociaciones por el regreso del buque con los obreros comenzaban a
escalar en intensidad.

Siguiendo con el relato de Davidoff, Niella se volvió en el buque con los


dos ingenieros y los obreros se quedaron a trabajar, pese a las maniobras
del BAS para que se retiraran. “No hicieron ni el uno por ciento del trabajo
encomendado, ya que fueron expulsados por los británicos a Londres en
un buque tanque. No fueron retenidos como prisioneros de guerra ya que
eso les pasa a los militares, no a los civiles como era todo mi personal
contratado”, aseguró Davidoff.

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Los documentos de las misiones secretas.

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Las hostilidades en las relaciones diplomáticas entre Argentina y Gran
Bretaña llegaban a puntos de no retorno. Williams le comunicó a Costa
Méndez la decisión de que el buque HMS Endurance fuera a las Georgias
para retirar a los argentinos que allí permanecían, y eventualmente
trasladarlos a Grytviken, donde podrían entrar legalmente.

Por el lado argentino, trascendió también la posibilidad de que el


navío Bahía Buen Suceso fuera apoyado por el ARA Bahía Paraíso, con
infantes de marina que respondían al capitán de fragata Alfredo Astiz,
quien fuera condenado luego por su papel en la feroz represión ilegal de la
dictadura argentina, participando en operativos en los que desaparecieron
dos monjas francesas y una adolescente sueca.

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Soldados argentinos en Malvinas. / AFP / Omar Torres

Davidoff admitió a Clarín que, aunque en su buque no viajaron


militares, "los obreros que yo había contratado me contaron luego que,
varios días después de haberse instalado, les golpearon la puerta de noche
y, cuando fueron a abrir, sorprendidos, vieron que eran el capitán Astiz y
sus 14 infantes de marina".

-¿Qué les dijeron?

-Que habían ido en defensa del Estado argentino y de los obreros, a


quienes los ingleses querían expulsar embarcándolos en el buque HMS
Endurance.

Eso prueba que el "Proyecto Alfa" se cumplió en paralelo al Operativo


Davidoff, y que los militares argentinos aprovecharon el viaje del
empresario para desembarcar en las Georgias.

En línea con Moro, el embajador Atilio Molteni, veterano diplomático de


carrera que en 1982 se desempeñaba como encargado de negocios de la
Embajada Argentina en el Reino Unido, sostuvo -durante una entrevista
vía zoom con Clarín- que “las negociaciones por las Malvinas comenzaron
a ir bien desde 1965 cuando los ingleses aceptaron negociar la soberanía.
Luego, durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, el gobierno
inglés comenzó a desprenderse de muchos de sus territorios colonizados y
Malvinas estaba dentro de ese paquete”.

En el 82 “hubo un lobby desde las islas, con intereses de Hunt y de quienes


las explotaban allá: las compañías petroleras y la comisión antártica
británica”, especificó Molteni. En línea con el embajador, Moro
complementó esta afirmación: “El exgobernador malvinense no estaba al
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servicio de la Corona, sino al servicio de la Falkland Islands Company, a
la que le interesaba seguir usufructuando el comercio totalitario que tenía
de los archipiélagos. Ellos manejaban las importaciones y exportaciones de
todo el territorio”.

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El capitán Alfredo Astiz firmó la rendición de las tropas argentinas a bordo del buque de
guerra británico Plymouth. / Getty AFP Images

El arribo del buque argentino a las islas Georgias del Sur, y su posterior
detención por la patrulla del BAS, fue el factor desencadenante -el

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“factótum”- que permitió a todos los sectores del lobby inglés avanzar con
la escalada del conflicto. “Estaba todo en regla. Ellos se excusaron en una
serie de cosas para decir que era ilegal”, afirmó Moro, indubitable.

Hunt, la autoridad máxima en las islas jugó fuerte y a fondo. En la carta


que envió el 21 de marzo de 1982 al canciller Lord Carrington, entre otros,
mencionó como desembarco “ilegal” al trasbordo de la delegación de
Davidoff.

Según Moro, este primer mensaje de Hunt permitió al Ministerio de


Defensa y a los medios británicos utilizar calificativos como “invasión”,
“violación de soberanía” e “inadmisible”. “Esto indujo al Parlamento y a
la prensa inglesa a informar sobre el incidente de manera maliciosa y
falsa. Una prueba clara de la operación de falsa bandera”, afirma Moro.

Del lado argentino, el cable 332/333 “secreto” y “muy urgente” del 21 de


marzo enviado desde Buenos Aires por el Director General de la Antártida
y Malvinas con destino Londres, establecía que el Bahía Buen Suceso no
era de la marina de guerra, sino de transportes navales que realizaba
actividades comerciales. Allí dejaron por sentado la imposibilidad de
Davidoff de conseguir otro transporte adecuado para su emprendimiento,
que no había personal militar a bordo del barco y que no se había llevado
a tierra armas de fuego, como había informado la patrulla del BAS.

“La operación comercial la conocían el gobierno argentino y el gobierno


británico. Lo sabían todos. No sé por qué diablos operaron de esa
manera”, se lamenta hoy Davidoff, ante Clarín.

Mientras tanto, el lobby seguía su curso en el Parlamento británico.


Molteni daba cuenta de cómo se conformaba un discurso altisonante en
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ambas Cámaras y enviaba telegramas de aviso sobre el curso, el tenor de
los debates y las decisiones que tomarían las autoridades.

“La cancillería argentina trabajó fuertemente con la británica, pero nunca


nos atendió el Parlamento del Reino Unido. Entonces nosotros estábamos
en dificultades porque los que toman las decisiones están en ese órgano
político. No fuimos eficaces. Todas las propuestas que recalaban allí
fracasaron rotundamente”, reconoció el embajador durante la entrevista
telefónica para esta investigación.

En el cable 656 del 25 de marzo que envió a las delegaciones del Ejército,
la Armada y la Fuerza Aérea, Molteni resaltó que, en una moción textual
firmada por 53 parlamentarios de la Cámara de los Comunes, se pedía por
una declaración en “términos unívocos” sobre la mantención soberana de
las islas. Exigían el reaseguro de que el gobierno de Thatcher enviaría a la
Fuerza Naval Real, “de suficiente fuerza para repeler cualquier intento
del gobierno argentino de anexarse estas colonias británicas por la
fuerza”.

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Ruben Moro tiene un gran cuadro con el diploma que le entregó el Congreso de la Nación por
su participación en las misiones secretas. Foto: Christian Heit

El Informe Rattenbach calificó como hecho desencadenante previo a la


guerra a la decisión adoptada por la Junta Militar el 24 de marzo, cuando el

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gobierno argentino se sintió agredido por el envío de un buque armado
para expulsar a los trabajadores de Puerto Leith. Entre otras
resoluciones tomadas, se decidió que no retirarían a los ciudadanos
argentinos que fueron a trabajar a las Georgias y se decretó la orden de
desembarcar al grupo del buque ARA Bahia Paraíso -liderado por
Astiz- “para proteger al personal que está en Leith e impedir que sean
embarcados por el Endurance”. Esa era la Operación Alfa.

Las instrucciones a las fuerzas operativas eran elocuentes y expresaban una


decisión final que ya estaba fijada: “Tomar las medidas para ejecutar la
‘Operación Azul’ el jueves 1° de abril en horas nocturnas, con
flexibilización al viernes 2 o sábado 3”. El “Azul”, así denominado por la
Armada, fue el proyecto general que luego fue conocido como “Operación
Rosario”, por su fase de desembarco y de toma inmediata de las Malvinas.

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Benjamín Rattenbach fue el militar argentino redactor del Informe que analiza y evalúa el
desempeño de las Fuerzas Armadas argentinas durante la guerra de las Malvinas de 1982.

Comenzaría en la mañana del 28 de marzo, cuando las tropas del Ejército y


de la Armada marcharan rumbo a las islas bajo las órdenes del comandante
de la operación, el general Osvaldo García. Los soldados argentinos
saldrían desde Puerto Belgrano, mientras que la flota tomaría rumbo hacia
el Sur con destino incierto. Cuatro días después, el 1° de abril, se
anunciaría oficialmente a las embarcaciones cuál sería la misión.

 “Los primeros agresores fueron los ingleses con la operación de falsa


bandera que planificaron para cuando arribara el personal de Davidoff a la
isla y así justificar un ataque en su contra. Además, Thatcher se estaba
jugando el puesto. Si ella le decía que no a la Marina y al Parlamento, no
duraba más de 48 horas”, insistió Moro.

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La cuarta temporada de la serie The Crown, muestra el conflicto bélico entre la Argentina y
Gran Bretaña por las Malvinas y la historia de los chatarreros.

Las cartas estaban echadas y el 2 de abril era inminente. La operación del


lobby de uno y otro lado había surtido efecto: los buzos tácticos

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argentinos desembarcaron en las Falklands con la idea de llamarlas
Malvinas para siempre, el Reino Unido desplegaría su flota como no lo
había hecho desde la Segunda Guerra Mundial y cientos de combatientes -
argentinos y británicos- darían su vida al son de una guerra inédita,
montada sobre la acción de un hombre que viajó al fin del mundo para
comprar chatarra.

Reclamo de la soberanía de Malvinas


 1494
Las Islas Malvinas formaron parte de la jurisdicción de España desde la entrada en
vigor de los primeros instrumentos internacionales que delimitaron el "Nuevo
Mundo" poco después del descubrimiento de 1492. En 1494 las Bulas Pontificias y el
Tratado de Tordesillas constituyen el primer título sobre esas tierras según el derecho
de la época.
 1820
En 1820 el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata toma posesión formal
de las Islas enviando a la fragata Heroína. A bordo de esta nave llega a las islas la
primera representación del gobierno argentino para establecer una colonia basada en
penales. El primer gobernador de las Islas fue Pablo Areguatí en 1823.
 1833
El 3 de enero de 1833 se produce la invasión británica al mando del marino John
James Onslow quien comandaba una corbeta de la Marina Real británica. Onslow
amenaza con el uso de fuerza y exige la rendición y entrega de las Islas. El coronel de
Marina José María Pinedo abandona las islas días después con un grupo de colonos.
 1884
Tras varios años en los que solo hubo protestas formales por la ocupación, en 1884,
durante la presidencia de Julio Argentino Roca se vigoriza la acción diplomática y se
busca dirimir la cuestión con un arbitraje. El ministro de relaciones exteriores,
Francisco Ortiz informa el 30 de mayo de ese año al representante de la corona en
Buenos Aires que su gobierno intentaba recurrir a un laudo internacional para zanjar el
asunto.
 1946
Durante la presidencia de Perón, la Cámara de Diputados aprueba por unanimidad el 5
de julio de 1946 un proyecto para someter la discusión por el conflicto de soberanía al
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En 1948 se crea por decreto la División
Antártida y Malvinas que buscaba manejar todo lo relacionado con la defensa de los
derechos jurídicos argentinos sobre las Islas.

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 1982
El 2 de abril de 1982 la dictadura militar, en un contexto de debilidad, ordena el
desembarco de tropas en las Malvinas e inicia la guerra con el Reino Unido. El 14 de
junio llega la rendición Argentina.
 1983
Con el regreso de la democracia, Raúl Alfonsín manifiesta, desde su primer discurso
inaugural ante el Congreso, la recuperación de las Islas como una meta central de su
gobierno. Arrancan las denuncias públicas ante los foros internacionales como la ONU
y la OEA.
 1991
Durante el menemismo se retoman relaciones con el Reino Unido, se busca avanzar en
acuerdo petroleros y pesqueros en la zona y se pone en marcha una estrategia de
seducción con los isleños. El canciller Guido Di Tella habla de "los deseos de los
isleños".
 2012
Los Kirchner endurecen la posición argentina y vuelven los reclamos en organismos
internacionales. Durante el segundo mandato de Cristina Kirchner se tensa la relación
con los isleños y el 7 de febrero de 2012 la entonces presidenta denuncia la
"militarización" del Atlántico Sur por parte de Gran Bretaña.
 2015
Durante el Gobierno de Mauricio Macri se busca avanzar en acuerdos pesqueros y
petroleros y se inicia la identificación de los cuerpos de los combatientes argentinos.
Además, se negocian nuevos vuelos a las Islas con la primer ministro de ese entonces
Theresa May.

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