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Teoría Psicoanalítica

Añ o 2020
Comisiones 13 y 14

Guía orientadora para la lectura

Texto elaborado junto a las profesoras Paula Tarodo y Lucía Soria.

Trabajos Prácticos N° 9-10: “Construcción del concepto de pulsión (I)”

Contenidos

Crítica de la definició n popular de sexualidad. De la aberració n de la norma a la sexualidad infantil. Pulsió n


parcial. Objeto parcial, satisfacció n parcial, cuerpo parcializado. Anarquía y organizaciones. Primer
dualismo pulsional.

Bibliografía obligatoria:

- Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual, Ensayos I y II. Obras completas de Sigmund Freud, Tomo
VII, (pp. 123, 146-7, 148-156, 157-168, 179-188). Buenos Aires: Amorrortu.

- Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsió n. Obras completas de Sigmund Freud, Tomo XIV, (pp. 113-
121). Buenos Aires: Amorrortu.

Bibliografía ampliatoria: lectura optativa

- Freud, S. (1910). La perturbació n psicó gena de la visió n segú n el psicoaná lisis. Obras completas de
Sigmund Freud, Tomo XI, (pp. 211-213). Buenos Aires: Amorrortu.

Acerca del texto y del contexto

Nos encontramos en este prá ctico con el segundo de los ensayos freudianos, denominado “La sexualidad
infantil”. Resulta fundamental precisar qué es la sexualidad infantil descubierta por el psicoaná lisis.

“Si los hombres supieran aprender de la observación directa de los niños, estos tres ensayos podrían no
haberse escrito” (p. 120), dice Freud en el pró logo a la cuarta edició n de la obra. Noten que al decir esto
propone develar con su trabajo algo que está allí, a la vista de todo el mundo, y sin embargo parece no ser
visto. Al respecto, continú a: “…es preciso recordar que una parte del contenido de este trabajo, a saber, su
insistencia en la importancia de la vida sexual para todas las actividades humanas y su intento de
ampliar el concepto de sexualidad, constituyó desde siempre el motivo más fuerte de resistencia al
psicoanálisis” (p. 121)
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El esfuerzo freudiano por despejar el papel de la funció n sexual en los seres humanos lo condujo a tener
que redefinir y ampliar la noció n misma de sexualidad (como vimos en el TP 9, la concepció n “oficial” le
resultaba no só lo imprecisa sino también llanamente inú til en la prá ctica).

El segundo ensayo, ademá s de permitirnos retomar el concepto de pulsión parcial como íntimamente
vinculado a la sexualidad infantil, nos dará la pauta de lo que en la obra de Freud comenzará a ser
nombrado bajo la denominació n de “constitución sexual”: la historia libidinal de cada quien, cuyo
itinerario no está preestablecido (como en el caso del instinto sexual animal) ni resulta ajeno a las
contingencias (es decir, a las marcas y aconteceres vitales en singular).

Tengan presente que, como en el caso del ensayo previo, la disposició n del texto resulta por momentos
fragmentaria y especialmente apretada. Piensen que en este caso los mú ltiples agregados de los añ os
posteriores se debieron no ú nicamente al avance realizado por Freud, sino ademá s a los aportes de sus
colaboradores, que hacia las primeras décadas del siglo XX comenzaban a transitar la prá ctica del
psicoaná lisis con niñ xs.

Volvamos ahora sobre los dos resultados (p.147) a los que arribaba Freud luego de su estudio de las
perversiones en el primer ensayo. El primero afirmaba que existen ciertos poderes anímicos que al modo
de unos “diques” se imponen a la pulsió n sexual y ayudan a circunscribir la direcció n que adoptará en su
plasmació n definitiva (entre ellos se destacan la vergü enza y el asco). Son ellos los que orientan su
desarrollo hacia lo que la definició n popular consideraba “normal”. De este hecho nosotros concluimos que
debemos pensar a la pulsió n sexual como un dato que no está dado desde el inicio ni se despliega
automáticamente, sino que implica un recorrido para alcanzar su configuración definitiva.

El segundo de los resultados nos señ alaba que si al abordar las perversiones era posible advertir que
admitían una descomposició n o aná lisis: “De ahí podemos conjeturar que acaso la pulsió n sexual no es algo
simple, sino que consta de componentes…” (p. 148). Estos componentes, que hasta ahora hemos
delimitado en el objeto, la fuente y la meta sexuales, no está n intrínseca o connaturalmente vinculados, sino
que su articulació n es producto de una soldadura. Esto es lo mismo que decir que para la sexualidad
humana no hay una modalidad de satisfacció n ni un objeto preestablecidos; y a pesar de ello, no podemos
dejar de constatar que existe cierta configuració n habitual o frecuente (la sexualidad adulta genital y
heterosexual). Lo interesante es que para el psicoaná lisis tampoco esa configuració n heterosexual deja de
ser un enigma, y Freud no cesará de preguntarse por sus avatares.
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Teniendo en mente lo anterior, consideren que en el segundo ensayo el autor va a intentar analizar má s
pormenorizadamente ambas cuestiones, los componentes y el desarrollo de la pulsió n sexual, para lo que
se ve reconducido a la pregunta por sus primeras exteriorizaciones.

Orientación para la lectura

El punto de inicio del ensayo es el planteo del error de “graves consecuencias” producido por el descuido
de la sexualidad infantil. Entiende que esto explica la ignorancia que existe respecto de las bases de la vida
sexual. ¿Por qué? Porque si la sexualidad se manifiesta desde la infancia, allí debemos ir a buscar los rasgos
esenciales de la pulsió n sexual, para poder entender su desarrollo y composició n.

Notemos que Freud señ ala que si bien algunos autores contemporá neos habían trabajado la existencia de
sexualidad en la infancia, consideraban que se trataba de fenó menos excepcionales, curiosidades u
horrores (recuerden que la sexualidad infantil contradice la definició n popular de sexualidad):

“Ningún autor ha reconocido con claridad que la existencia de una pulsión sexual en la infancia posee el
carácter de una ley” (p.157).

Inmediatamente, continú a con un apartado dedicado a un fenó meno de sumo interés: la amnesia infantil.
En este punto del texto, deténganse a desmenuzar de qué se trata y cuá les son los motivos por los que él
considera que es un fenó meno peculiar, que provoca asombro. Al respecto, agrega que a pesar de que existe
un “olvido” sobre cierto período de la infancia, las impresiones que allí se produjeron dejan las más
profundas huellas en nuestra vida anímica, y resultan determinantes para todo nuestro desarrollo
posterior, por lo que no podemos hablar en sentido estricto de una mera desaparició n de esas
impresiones. El movimiento que hace Freud al respecto es fundamental: pone en relació n esta amnesia
infantil con la amnesia característica de las neurosis histéricas: ¿qué relació n les parece que establece entre
ellas?; ¿qué oculta, en definitiva, la amnesia infantil?

A continuació n, en el apartado [1] retoma la cuestió n del desarrollo de las mociones sexuales y las
inhibiciones que se les imponen. ¿Qué se entiende en el texto por período de latencia y cuá ndo se
produce?; ¿cuáles son las inhibiciones a las que hace referencia? Noten que estas “construcciones tan
importantes” se producen a expensas de la energía sexual misma, es decir que las mociones sexuales
infantiles prestan su energía para otros destinos (o metas) diversos que la satisfacció n directa, que a su vez
contribuyen a ordenar o pautar su curso. Uno de los modos en que ello se produce es bautizado por Freud
con el término “sublimació n”, de la que nos dirá que es un destino de la pulsió n sexual que ha trocado su
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meta por otra culturalmente valorada, evitando de este modo tener por destino la represió n 1. Noten,
ademá s, có mo el autor afirma que la crianza de lxs niñ xs, marcha detrá s de estas pautaciones de la
sexualidad, y las sustenta. Freud dirá , al respecto, que algunas de estas sofocaciones y renuncias al placer
inmediato son condició n de la inscripció n en la cultura.

Pasemos al apartado [2]: “Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil”. Acá lo que se van a encontrar es
el paradigma de las manifestaciones sexuales infantiles (es decir, el ejemplo privilegiado para pensarlas).
Observen có mo define al “chupeteo” y có mo éste tiene por fin algo diverso a la nutrició n (y por lo tanto, a la
necesidad bioló gica). Tampoco el objeto tomado para realizar la acció n aparece como lo fundamental, sino
que puede ser toda una serie de cosas (dedos, mantita, labios, osito, etc.) en tanto permitan que se ejecute
la acció n de chupetear o succionar.

Noten có mo Freud diferencia sexual de genital, y considera que las manifestaciones infantiles como el
chupeteo pueden ser consideradas de cará cter sexual (si bien no genital) debido a la concatenación de
fenómenos que permiten observar. Esto significa que pueden aparecer sustentando actividades
productoras de satisfacció n a lo largo de la vida; o incluso, como dijimos en el TP9, pueden retornar
desfiguradamente en la satisfacció n entramada en los síntomas neuró ticos.

Sigamos con la caracterizació n del chupeteo: nos encontramos que uno de sus rasgos má s llamativos es que
la pulsió n (es decir, este esfuerzo de trabajo para lo psíquico) no se dirige a otra persona sino que se
satisface en el cuerpo propio. A esta característica fundamental, la denominamos autoerotismo. Vemos
có mo esta actividad está comandada por la bú squeda de un placer ya vivenciado y que ahora aspira a
renovar (esto seguramente les recuerde la ya trabajada vivencia de satisfacción…). Pero lo que acá nos
interesa, es que a partir de este placer producido por el encuentro inaugural, los labios del niñ o, nos dice
Freud, pasan a comportarse como una zona erógena, una zona productora de placer producto del
apuntalamiento en la necesidad de alimentarse: “La necesidad de repetir la satisfacció n sexual se divorcia
entonces de la necesidad de buscar alimento” (p. 165). Si el punto de partida es la satisfacció n de una
necesidad, nos encontramos ahora con la apertura hacia la necesidad de satisfacció n, cuyo empuje o
acicateo es característico de la pulsió n.

Si recopilamos lo dicho, podemos ver ya los tres caracteres esenciales de toda exteriorización sexual
infantil:

1
Al respecto, les sugerimos la lectura de las clases teóricas, que ahondan en los diversos destinos pulsionales.
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• Es autoerótica: en tanto no se dirije a un objeto sexual “total”. El autoerotismo no es la ausencia de


objeto, sino el hecho de que al no estar predeterminado y ser, en principio, lo má s variable, la satisfacció n
se produce en el recorrido mismo, en la actividad que se ejerce en el propio cuerpo posibilitada por el
objeto.

• Su meta se encuentra bajo el imperio de una zona erógena: en el ejemplo del chupeteo, la zona
productora de satisfacció n es la oral (la boca, los labios y la lengua funcionan como zona estimulable) y la
meta consiste en cancelar el estímulo pulsional (tensió n) aportá ndole “un segundo estímulo” (la actividad
del chupeteo) que permita la satisfacció n.

• Nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes para la vida; se origina y apoya en
la funció n vital para luego diferenciarse. Sobre esta dualidad, la que se abre entre la tendencia
autoconservativa y la tendencia a la bú squeda de satisfacció n, Freud funda lo que llamaremos “primer
dualismo pulsional”. Se trata de proponer el reconocimiento de dos fuerzas en permanente interjuego en
la vida psíquica: aquellas que corresponden al yo (y se orientan a su preservació n), o “pulsiones de
autoconservació n” y las que venimos trabajando, las “pulsiones sexuales”, vividas como fuente de amenaza
y conflicto para el yo.

Es importante que puedan entender y definir cada uno de estos caracteres, así que lean detenidamente el
texto en lo que a ellos se refiere. Justamente, en el apartado [3] se van a encontrar con un mayor
detenimiento en la consideració n de las zonas eró genas y de la meta sexual infantil. Observen có mo
caracteriza Freud a cada uno de estos términos y có mo los articula.

Hasta aquí, el texto nos muestra una concepció n de la sexualidad que se caracteriza por su disposición
polimorfa (es decir, la posibilidad de mú ltiples modalidades de satisfacció n) e incluso por cierta anarquía
pulsional, entendida como la ausencia de un comando, de unificació n (este punto lo retomaremos en el TP
13-14). Las pulsiones recortan fragmentos del cuerpo y producen satisfacció n de modo independiente; esto
aparece nombrado también como “placer de ó rgano” (1915, p. 121). Podemos dar un paso y afirmar que se
trata de pulsiones parciales, en la medida en que se valen de objetos parciales para alcanzar una
satisfacción que es parcial en un cuerpo parcializado. Esta concepció n de la sexualidad, compuesta y
parcializada, tendiente a la satisfacció n y desamarrada del propó sito reproductivo es lo que entendemos en
psicoaná lisis por sexualidad infantil.

Si hacemos el salto que el recorte del texto nos propone, llegamos al apartado [6]. Como el nombre lo dice,
Freud va a trabajar lo que él denomina fases de desarrollo de la organización sexual. Fíjense que la
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introducció n constituye un buen resumen de lo hasta aquí abordado y también retoma el punto de llegada
“de la vida sexual del adulto llamada normal” (p. 179): ¿có mo la caracteriza y qué lugar otorga en ella a las
pulsiones parciales?

A partir de dicha diferenciació n entre la sexualidad infantil como inicialmente aná rquica y la configuració n
definitiva de la sexualidad en el adulto, Freud va a localizar un recorrido libidinal típicamente transitado
durante el período infantil, al que caracteriza por la existencia de organizaciones pregenitales de la
libido (recuerden que “libido” es el modo en que Freud denomina a la energía de la pulsió n sexual). Se
trata de esbozos de ordenamiento de la sexualidad que no responden aú n al primado genital. Identifiquen
las fases que menciona, y caractericen en ellas la zona eró gena privilegiada (fuente) y las actividades
sexuales prevalentes (meta).

De lo que resta del texto, nos interesa que puedan detenerse en la idea freudiana de los dos tiempos de la
elección de objeto (entre los que se interpola la latencia), que recuperaremos má s adelante con la
introducció n del complejo de Edipo (TP 12), y que tomen registro de aquellas a las que llama fuentes de la
sexualidad infantil, que aluden a otras vías posibles de la excitació n sexual, que nos permiten tomar
registro de la diversidad de raíces posibles para la constitució n sexual de los seres humanos.

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