Facultad de Jurisprudencia Materia: Teoría del derecho Sebastian De Leon Profesor: Luis Enrique Gonzales Fecha: 25/05/2020
En Colombia ¿hay una contradicción entre el control constitucional o la garantía de
los derechos fundamentales y la existencia de una democracia? De haber una contradicción ¿qué condiciones se requerirían para resolverla? Instrucción: El control de constitucionalidad, entendido como el conjunto de mecanismos y procedimientos encaminados a hacer efectiva y precisa la Constitución, ha sido por mucho tiempo tema de discusión pues ha sido un asunto problemático en Colombia. A raíz de una influencia directa de otros modelos constitucionales y aportando elementos propios, hemos construido un complejo sistema de control de constitucionalidad. Toca entender que en Colombia el control de constitucionalidad se ha remodelado en las últimas décadas y con la Constitución de 1991 se estableció una Corte especial al servicio de la protección e interpretación de esta. A partir de ese año en adelante, se han manifestado un innumerable de sentencias, pronunciamientos y posiciones en virtud de diferentes leyes, decretos y los mismos derechos fundamentales. A simple vista pareciera que quien dicta como debemos interpretar nuestros derechos y nuestra democracia es una Corte integrada por solo 9 jueces, pero esto, como se dijo en un principio, es un gran tema de discusión. En esencia mi tesis se basa en la puesta en segundo plano de las minorías políticas, sociales y culturas en el control de constitucionalidad y en nuestras democracias occidentalizadas. En Colombia casos como estos aplican de manera en que se ve ajeno, a veces, el control constitucional en los derechos fundamentales en virtud de las minorías. Pero antes, quizá es necesario presentar un precedente histórico y político al momento de mirar la supremacía del Estado en las decisiones y garantías de los derechos fundamentales y la aplicación a una democracia occidental. Desarrollo: El surgimiento de este se da por sentado que, junto con la independencia de los Estados americanos y la revolución francesa, se plantean las bases para un sistema occidental en donde se respeten y promuevan por encima de todo nuestro llamado derechos fundamentales. Bien se podría manifestar que los principios de los derechos fundamentales y su participación en el Estado es algo mucho más antiguo. Sin embargo, es la “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano” aprobada y redactada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, quien los plasmo. Dicho documento se conoce por ser en principio uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa. Definió los derechos personales y los de la comunidad, los universales, además de ser influenciada por la doctrina de los derechos naturales y en virtud de la cual se entiende que los derechos del hombre se comprenden como universales. (Al continente americano la declaración llega traducida con sus 17 artículos por Antonio Nariño y publicada en la ciudad de Santa Fe de Bogotá en 1793) La declaración de los derechos del hombre y el ciudadano fue en virtud uno de los primeros documentos donde se hacían valer los derechos fundamentales, además de fomentar la participación de “todos” en la construcción del Estado y la democracia. ¿Era este el principio de la verdadera consolidación de un poder Estatal capaz de defender y hacer prevalecer los derechos fundamentales? Para ser sinceros algo muy alejado de la realidad teniendo en cuenta varios factores. Primero queda claro que en un principio no se tuvo en cuenta la inclusión de mujeres ni esclavos, de hecho, no fue más adelante que se implementan a las mujeres y a los esclavos (algo que aun hoy se discute). Fue una declaración hecha por los intelectuales de la época, nuevas elites donde el pueblo en si nunca tuvo una participación directa. Y por último el hecho de que pareciera que nunca se plasmó la inclusión de minorías políticas y sociales. Todo este contexto histórico, reducido a la Francia republicana y los Estados Americanos, para llegar a una conclusión anticipada, y es que realmente en la construcción del control y garantía de los derechos fundamentales en occidente no se tuvo en principio en cuenta a minorías, sectores al margen de movimientos intelectuales y su implicación en el proceso democrático. Algo como esto demarca las implicaciones y el desarrollo en los sistemas democráticos a futuro y sus herramientas de control constitucional. Y es que, en el marco de la constitucionalidad moderna, se entiende que por mucho tiempo y al largo de la historia, diferentes movimientos sociales en la reivindicación de los derechos fundamentales de las minorías fueran duramente puestos a un lado. Claro que tampoco hay porque denigrar los numerosos intentos de incluirlos a las democracias modernas. Hay un ejemplo muy interesante dentro del libro “La Justicia frente al Gobierno” de Roberto Gargarella, más precisamente en el capítulo “Reformas institucionales para la reforma del control de constitucionalidad” en donde se plasma el problema de las minorías y su defensa. El ejemplo por demarcar son los padres fundadores de los Estados Unidos de América. Quienes fueron, quizá, los primeros, en querer implementar una democracia de todos, alejada de los controles británicos y diseñar un sistema de gobierno bueno. Estos sabían del problema que regía a la América de entonces, se encaminaron en buscar un sistema judicial capaz de velar por la protección de las minorías. Para esto, manifestaron cuatro presupuestos que debía de tener en cuenta el poder judicial en la creciente nación; primero, una de las principales tesis en el análisis es que sociedad estaba dividida en dos grandes grupos, deudores y minorías acreedoras. Por otro lado, se manifestó que ambos grupos eran en síntesis homogéneos (algo discutible para ese entonces) y por consecuente (marcando el tercer presupuesto) ambos grupos actuaban en merced de su auto interés y por ende sea quien fuese el que tomara control del gobierno, actuaria conforme a plantear ventajas sobre un grupo y oprimir al otro. Dichos presupuestos se dieron y analizaron para llegar a la conclusión, de quien sea que este en el gobierno intentara por todos los medios establecer una ventaja frente a los demás. Por lo que era de menester importancia plantear un Estado que evitara la tiranía a toda costa y establecer un sistema constitucional con el poder y eficacia de proteger a las minorías, es decir implementar los mecanismos institucionales que sean necesarios para dicha meta. Son ellos quienes de alguna manera hablan de una neutralidad de los jueces al momento de tomar decisiones e incluso en muchas veces se planteaba que estos fueran a favor de las minorías. A través de mecanismos de elección popular de manera indirecta, se tenía la certeza que a través de distritos electorales grandes se garantizaría la representación de miembros pertenecientes a estos grupos minoritarios. Ahora bien, con esto los padres fundadores planteaban una tesis muy interesante al problema del control constitucional sobre las minorías y sus derechos, y el razonamiento era muy simple; Los jueces han de ser escogidos por medio de unas elecciones indirectas en grandes distritos, puesto que solo así se aseguraría la elección de pertenecientes a la minoría. Además, sumándole la consigna que ambos grupos (mayoría y minoría) actuarían de manera homogénea con el fin de que los jueces en sus acciones serian motivados especialmente a proteger los derechos de la minoría. Pues bien, la postulación de dichos principios de los padres fundadores es interesante analizarlo, puesto que de alguna manera detrás de estos existe la necesidad de la implementación de controles constitucionales capaces de defender a las minorías. Es claro que, desde la óptica de la creciente nación de entonces, las minorías eran muy diferentes a las planteadas hoy en día y más aún en Colombia. Sin embargo, la útil idea sobre que los jueces sean quienes actúen a favor de las minorías dado que fueron escogidos indirectamente por estas mismas, es muy interesante. De alguna manera el control de constitucionalidad actuaria de una manera imparcial, velando por esos derechos fundamentales que tanto se defienden y en principio alejándonos de una tiranía de mayorías que iría en contra de cualquier postulado de los padres fundadores. Ahora bien, es difícil presentar un sistema pensado por los padres fundadores como solución a nuestros problemas de control constitucional sobre las minorías. Y realmente estos mismos problemas nos los recalca el propio Gargarella, al describir que dichos presupuestos tomados en la etapa de construcción constituyente de los estados americanos es muy diferente a los tomados hoy en día en nuestras sociedades modernas. Para empezar, nuestras democracias occidentales se escudan en un llamado “hecho de pluralismo” que según Gargarella, es una visión que niega de facto el presupuesto de una sociedad “dicotómica” dividida en dos grupos. A esto se le suma el problema de hablar grupos internamente homogéneos en nuestras sociedades puesto que es mucho más complicado hablar de estos a partir de interés básicos de una mujer o persona de color para conocer el de todos, y es que los problemas como estos son hoy en día más difíciles que en la América de mediados del siglo XVIII. Realmente uno de los mayores problemas a demarcar es que las minorías de las cuales defendemos hoy en día es muy diferente a la concepción que se consideró en los debates constitucionales de los padres fundadores y es que además estos mismos quizá tenían buenas razones para creer y dictar que, los jueces serían capaces de querer actuar en pro de las minorías (sean estas las dictadas por los padres fundadores). Pues bien, ¿hoy en día es razonable persistir en esa idea? Es decir ¿por qué los jueces del poder constituyente actuarían en virtud de esas minorías y más aún en Colombia? Pues bien, ante esta pregunta, es interesante la idea de Gargarella al decir que “La respuesta que cabe dar a dicha pregunta, según entiendo, es negativa. No hay mayores razones para pensar que los jueces vayan a comprometerse en esa tarea; no hay razones para pensar que los jueces vayan a encontrarse motivados en la defensa de los grupos más débiles, aun cuando esta misión sea reconocida por todos como una misión valiosa” (Gargarella, 2012, p. 199) E acá un punto importante en la compresión del poder judicial en tiempos modernos, y es que realmente la tesis de los padres fundadores por más perfeccionada que estuviese, en donde técnicamente las minorías se le serian incluidos en las altas cortes constituyentes. Teóricamente hablábamos de un equilibrio de podres en donde un gobierno de mayorías no sería el opresor de una sociedad de minorías, sin embargo, esta neutralidad del juez hacia estas es nula. Nuestra sociedad moderna no presenta estas características y en Colombia esto nunca ha sido así. Antes este cuestionamiento queda claro que el poder judicial y constitucional no actuaran de manera conforme a las minorías, algo muy evidente al momento de tomas de decisiones. Pues bien, si no es el consentimiento expreso por las elecciones indirectas quienes incentiven las posiciones de los jueces a actuar en favor de las minorías, quizá sea el propio altruismo que termina beneficiando a las minorías y en consecuencia a un buen control constitucional. Son los jueces movidos u orientados por un afín altruista de querer beneficiar a las minorías de manera desinteresada aun cuando sea acosta del interés propio. La confianza en el creer que estos serán motivados a actuar por las minorías de una manera puramente integra no es correcta y como dijimos anteriormente ningún juez se valdrá de eso para apoyarlas puesto que hoy en día esa figura no es vista. Pero el altruismo empieza a tomar un papel muy importante y más en un país como Colombia, puesto que se tiende en una creencia generalizada de un altruismo judicial que a fin de cuentas termina por beneficiar de una manera más directa a las minorías. Quizá si se entiende que el juez actúa de forma altruista en el control de constitucionalidad se podría decir que a fin de cuentas se podría llegar a velar por los derechos fundamentales de las minorías puesto que deja su propio interés de lado aun siendo un juez de mayorías. En la teoría suena como un mecanismo eficaz al momento de diversificar e implementar un buen constituyente, sin embargo, una práctica como esta iría en contra de todo principio democrático occidental abriéndonos un problema nuevo al momento de dictar las pautas que ha de seguir un bien constituyente. La realidad es que el principio altruista, no es más que un principio que degenera la propia democracia y el derecho, no es algo ni que pensaron en su momento los padres fundadores ni las sociedades actuales. Realmente, la sola concepción de que todos los jueces puedan llegar a actuar de manera altruista es errónea y de manera generalizada no se cumple. Implementada esta teoría a nuestro sistema constitucional y sabiendo la realidad política y judicial de este mismo, es muy difícil creer que primero; algún juez actuara de manera indirecta por los derechos de las minorías y segundo, que de no ser por eso decida actuar de manera altruista. Cuando la realidad estatal en Colombia es de hecho basarse en interpretaciones a favor de las mayorías y de una mala concepción de los grupos minoritarios en todo este proceso. Ahora bien, es interesante como en respuesta a criticas como estas el constituyente responda con el planteamiento de una tesis de “frenos y contrapesos” en donde técnicamente el Estado y el poder judicial constantemente se imponen controles para evitar el abuso del otro en diferentes casos. Sin embargo, dicho sistema presenta un problema y es que toda reducción conlleva un aumento significativo del otro lado de las ramas de poder, por ende, sean cual sean las reformas conllevan una lucha contante entre estos poderes que en su resolución no presentan una solución concreta al problema de una jerarquía mayoritaria. Por lo que todo lo relatado, demarca el problema de los poderes constituyentes a merced de la mayoría en donde se evidencia el proceso poco democrático en la defensa de los derechos fundamentales sobre las minorías. El discurso de una democracia occidentalizada se enfrasca en una de solo mayorías y pierde todo sentido hablar de un control de constitucionalidad verdadero, incluso dentro de precedentes históricos de dictaduras disfrazadas de democracias mayoritarias. ¿Cuántas veces el discurso de las mayorías han encarrilado a una nación a la perdida de toda noción justicia, no solo hacia las minorías, sino en general? Las mayorías que llevaron a una de las naciones más cultas y avanzadas de Europa al nazismo dictador y sumamente injusto. Nazismo que llego por vías democráticas por un absoluto compromiso de las mayorías, inmiscuyéndose este movimiento dentro de todas las instancias judiciales del mismo Estado y acabando con la idea un sistema capaz de velar por los derechos de todos. Mayorías que por mucho tiempo intervinieron en las decisiones judiciales de muchos jueces sobre la población afroamericana en Estados Unidos. Ejemplos de decisiones mayoritarias que llevaron al vicio de las instancias judiciales, afectando directamente las comunidades minoritarias que se establecían y convivían en esos territorios. Y es precisamente este el argumento en contra del poco control constitucional que poseen las democracias occidentalizadas que se enfrascan en las mayorías absolutas, tergiversando todo la lucha y reivindicación de las minorías de ser partícipes en los procesos judiciales y estatales. ¿Qué sucede cuando aquellos elegidos por voto directo, junto con los poderes judiciales se posicionan en contra de las decisiones de las mayorías y sus promesas? Lo irónico de este propuesto es lo común que puede llegar a ser en los Estados modernos, junto con el gran número de críticas por considerarse contrario a los principios democráticos. En este escenario el poder político afecta directamente a las reformas judiciales propuestas por estos, comportándose solo en los beneficios de unos pocos a costos muy altos para las mayorías, son estas quienes pierden más garantías judiciales y como consecuencia las bases de sus derechos fundamentales. Lo curioso es cuando estos problemas se ven cada vez más posibles y es que en su esencia un Estado democrático no sirve sin el poder verdadero de las mayorías, estas hablan de un poder concentrado que atenta con sus derechos y en Colombia se ve reflejado cuando una decisión de la Corte Constitucional atenta directamente con una “idea generalizada” o una “posiciones generales” muchas veces auspiciado por partidos con un gran poder de masas. El discurso se vuelca en un llamado de las mayorías a presionar las decisiones de los altos poderes en un cambio de sus decisiones por creer que estos demuestran un sentimiento antidemocrático, dejando muy claro el control que se quieren retener estas en el control constitucional en Colombia. Es en cambio el creer que va acorde a la democracia seguir decisiones mayoritarias y dejar a un lado las discusiones de minorías muchas veces puestas en un plan secundario, algo totalmente contradictorio puesto que si el control de constitucionalidad es contrario al discurso general se considera un proceso antidemocrático, pero cuando es a favor de la generalidad y obviando a los casos especiales, se considera correcto y acorde a la democracia. Una incoherencia generaliza en Colombia que lleva que muchos de los intentos en virtud de escuchar y priorizar en ciertos casos a las minorías, no se lleven al cabo y como consecuencia se invisibilicen. Un claro ejemplo de esto fue cuando durante todo el proceso de paz y su implementación, se intentó por todos los medios la creación de 16 curules dentro del congreso de la república para las víctimas del conflicto armado. Sin embargo, contra todo pronóstico en el plebiscito por la paz, el “NO” consiguió la mayoría de los votos y con esto trajo consigo una restructuración de dicho acuerdo, lo que dio como resultado la eliminación y archivación de las curules para las minorías del conflicto armado muchas veces silenciadas. Este ejemplo es interesante, porque incluso dichas curules eran apoyadas por el entonces gobierno a cargo, pero fue las decisiones de unas “mayorías” quienes remodelaron por completo el proceso y en virtud de implementar sus posiciones y decisiones, despojaran de toda participación a unas minorías en el nuevo proceso democrático colombiano. Esto lo que demuestra, es el problemático control que poseen las mayorías en la democracia e incluso en el control político, la disparidad sin embargo es algo que se presenta desde ambas perspectivas. Es decir, cuando hablamos por ejemplo de un control de constitucionalidad, estamos hablando de un control de 9 jueces quienes dentro de su potestad han de ser capaces de imponer o quitar políticas aun con el aval de las mayorías con la excusa de ser contraria a la constitución. Y, por otro lado, el poder de unas mayorías sobre la democracia occidentalizada, capaces incluso de contrariar a los mismos principios institucionales básicos. Pues bien, como una respuesta certera ante el evidente problema que se presente en Colombia, donde preexiste un control de constitucionalidad a merced de las mayorías políticas y sociales (un argumento que no es la regla general, pero si la mas frecuente) y donde la democracia se presenta de manera degenerada, las condiciones para resolver el problema han de presentarse en la autonomía de las minorías y el individuo. Una de las teorías que más precisa el concepto de la autonomía del individuo se trata del anarquismo filosófico, junto con uno de uno de sus más grandes postulantes Robert Paul Wolff (filosofo político contemporáneo). Wolf nos argumenta y manifiesta el conflicto latente entre la autoridad estatal y la autonomía del individuo. La obligación de este es la de preservar su propia independencia y al momento de obedecer y asumir responsabilidades impuestas por el Estado han de hacer un análisis y medir cada norma antes de cumplirlas. El mismo George Klosko en el capítulo “The moral obligation to obey the law” incluido en el libro “The routledge companion to philosophy of law” de Andrei Marmo nos describe uno de los postulados del Robert Paul Wolff, sobre la autonomía del individuo en anarquismoi filosófico: “Wolff claims a fundamental conflict between authority and autonomy. Because people’s “primary obligation” is preserving their autonomy, they must assume responsibility for their actions and obey only rules that they impose upon themselves [Wolff reclama un conflicto fundamental entre autoridad y autonomía. Debido a que la "obligación principal" de las personas es preservar su autonomía, deben asumir la responsabilidad de sus acciones] (Klosko, 2012, p. 522) Si esta obligación y autonomía por parte del individuo se mantuviese en el mayor grado posible, no habría un Estado en donde se le obligue a los sujetos a obedecer sin conciencia sus normas. La teoría del anarquismo filosófico opta por negar la obligación política y en síntesis dictar que no existe ninguna obligación moral para obedecer las normas de la sociedad, sin embargo, esta misma no niega al Estado como tal, no niega su existencia como otros anarquistas puesto no hay presunción totalitaria de que las leyes han ser deben ser desobedecidas, en muchos casos hay buenas razones para comportarse acorde a normas específicas. Estas generalmente están encaminadas en no dañar o incomodar a otras personas. Además, de que en estas condiciones no se están negando la norma moral y de hecho el violarla conlleva castigar a las personas que lo realicen. Es decir, una norma moral ha de ser el no matar a otra persona, lo que implica que en muchos casos las personas han de comportarse de acuerdo con unas normas moralmente aceptadas, aunque no tienen que ser obedecidas por el simple hecho de ser normas, es más un sentido moralista. De por sí, ya es algo controversial hablar de anarquismo en una teoría del estado y sin embargo al no tratarse de la misma sigue generando opiniones escépticas. Pues bien, dada la profunda problemática e ineficiencia del Estado colombiano (entendido estado como todo el conjunto de las instituciones) para resolver e implementar verdaderas soluciones ante el abandono de las minorías, son estas quienes, considerando el desamparo político y social, han de adoptar su autonomía política y social. ¿Por qué habría de haber una obligación moral y política de acatar sin ningún análisis real las normas de un ente de control, como lo es la Corte Constitucional, con la praxis de una “independencia judicial” nula y un Estado de mayorías absolutas? Algunos teóricos políticos se escudarían en el principio de justicia y la obligación del individuo de acatar leyes por el hecho de beneficiarse del Estado directa e indirectamente. Ya sea porque el beneficio es total o porque si aun así no lo es, los individuos se benefician respecto a los bienes públicos (parques, autopistas, seguridad nacional etc.) y por consiguiente es necesario el acatar y aceptar las normas. Nada más alejado de la realidad, la garantía de recibir beneficios del Estado para acatar moralmente las normas y sus obligaciones no es un fundamento para una convivencia y respeto de los derechos fundamentales. En una nación como en Colombia, las minorías no han de adquirir una obligación por poder utilizar parques o tener una seguridad nacional puesto que no han aceptado los cargas de obedecer las normas. Lo vital es la protección de sus derechos fundamentales ante un Estado de mayorías y controles constitucionales ineficaces. Y es precisamente por esto, que, si no hay una garantía de los derechos y no hay un verdadero argumento dentro de los beneficios del estado para acatar moralmente sus normas, que el anarquismo filosófico se fundamente en la praxis. Es desde este en que se implementa una “democracia directa unánime” por el cual todos los ciudadanos son autores de todas las normas, el hacer un análisis profundo para determinar el beneficio y alcance de esta, junto con el cumplimiento voluntarista de las instituciones del estado, que evidenciaran que tan beneficiosa es para la sociedad común. Dicho análisis es el rechazo de una visión tradicional estatal en la que dictamina que las obligaciones políticas de acatar el derecho son diferentes al contenido de estas y que por eso deber ser obedecidas por el simple hecho de ser leyes. Por eso dentro del control constitucional y el obedecer el Estado no podrá desligarse el abandono del contenido de la misma ley, puesto que no habría un verdadero compromiso de beneficio. Y aun si fuese aprobada (dentro de todo su análisis) pero un grupo minoritario encuentra la injusticia dentro de dicha norma, tendría todas las capacidades para no acatar una ley siempre y cuando fuese en contra de sus derechos fundamentales. Ha de poder sonar bastante anárquico escudarse en no acatar las normas, sin embargo, recordemos que más que una excusa es la respuesta necesaria ante el abandono institucional del Estado y sus controles constitucionales, la falla de una democracia que no ampara a las minorías y su tinte degenerado. En Colombia, ante esta situación, quizá las comunidades que por mucho tiempo no han sido respetas y defendidas, han de buscar y preservar su propia autonomía individual que se contraponga a una autoridad estatal deficiente y autocrática. El anarquismo filosófico implementado a nuestra realidad nacional se haría por motivo de una moral minoritaria ante el poder mayoritarios en todas las instituciones estatales y judiciales. Por otro lado, puede prevalecer el contrargumento implementado por las instituciones y sobre todo por el poder estatal en Colombia; que la realidad es que vivimos en sociedad, en donde el papel del individuo muchas veces pasa a un segundo plano y que dicho principio de autonomía cede en muchas ocasiones en virtud del bien general. Pues bien, aunque sea cierto que el dominio del individuo en una sociedad se ve disminuido al momento de hacer parte de esta, lo cierto es que sucede porque se es beneficiado por parte del Estado y como contraparte sede su propia autonomía. Pero si ya se dejó claro que, en el caso de las minorías en Colombia, sus derechos fundamentales son puestos en segundo plano ¿Cuál es el verdadero compromiso? Es decir, si no existen las verdaderas garantías constitucionales, se está en un modelo de mayorías absolutas y no hay un verdadero control constitucional en la protección de los derechos fundamentales de los grupos minoritarios, no habría ninguna obligación de acatar normas por el simple hecho de ser normas. El control de constitucionalidad en Colombia se muestra como un mecanismo viciado y con faltas de garantías reales y a su vez, es la misma Corte quien dentro su función a de suponerse que debe velar por los derechos consagrados en la Constitución, cuando en la realidad no sucede en virtud de las minorías. Por lo que una de las condiciones más factibles para resolver el problema en nuestra realidad estatal, es la llamada autonomía fijada en el anarquismo filosófico, no ha de ser único medio y dentro de planteamiento es polémico, pero sin la virtud de una verdadera garantía y representación la autonomía de las comunidades minoritarias es una repuesta clara y concisa ante esto. Conclusión: Como se evidencio desde un principio, dentro de la construcción de mecanismos constitucionales y la conciliación del Estado democrático occidental, no se tuvo muy en cuenta la idea general de implementar las comunidades minoritarias. Si es cierto que se manifestaron una seria de intentos por hacerlo, es el caso de padres fundadores en el sistema estatal y judicial de los Estados Unidos de América pero que en la praxis no se llevó a cabo o termino viciado con el tiempo. La realidad es que no existe una posición acertada del papel de las minorías dentro de los controles constitucionales dentro de todo el proceso democrático occidental y junto con sus teorías del estado no hay una repuesta concisa y plenamente correcta. Sin embargo, no es una excusa para haber dejado de lado dentro de todo este desarrollo a las minorías sociales, políticas y culturales por no tener un verdadero control político. Y es que en nuestro ordenamiento jurídico colombiano no persisten las labores políticas y judiciales para impulsar un verdadero mecanismo constitucional en la protección de los derechos fundamentales, si es cierto que, con la constitución de 1991, el constituyente reformo e impulso mecanismos para participación de las minorías históricamente marginadas y sus derechos fundamentales. Pero en su desarrollo e implementación se ha mostrado como un sistema viciado, donde las garantías nos son puestas en práctica y los derechos fundamentales no son protegidos. Esto con la idea aun presente de ser una democracia de mayorías, donde prácticamente los sectores más conservadores de la sociedad llevan el poder y decisiones a las instancias judiciales con la capacidad de proteger sus propios intereses denotando el vicio democrático y constitucional en ellas. Es además del hecho que, en el planteamiento del poder judicial y la conciliación del estado occidental, se posee el presupuesto de que las personas han de aceptar las normas de manera “voluntaria” porque cuando no es así el sistema jurídico actúan y recurren a las penas para garantizar el cumplimiento de la estas mismas. Es entonces el discurso del anarquismo filosófico, el discurso de resistencia y respuesta a la democracia consolidada desde sus inicios como viciada. Es quizá contrario a derecho no considerar tener una obligación directa con el ordenamiento jurídico y sus leyes, pero cuando se trata de un ordenamiento jurídico materialmente injusto y poco participativo en la práctica, es cuando este argumento y teoría toman sentido en su aplicación. Y más si consideramos que en la praxis todo intento dentro de la democracia de llevar un pleno poder y protección a las minorías, se corrompería en el proceso incluso con un control de constitucionalidad imparcial pues como se nos ha hecho evidente, la democracia es el poder de las mayorías absolutas sobre las minorías. En Colombia, y a modo de conclusión, la disputa contante en nuestro ordenamiento jurídico para la verdadera implementación de las minorías es un debate de tiempos de la Colonia y aunque en el intento de la constitución de 1991, se implementaron mecanismos para la protección y empleo de los derechos fundamentales de dichas comunidades, sociales, políticas, culturales y religiosas. Sin embargo, como esto es algo que no sucede en nuestra realidad, en nuestro ordenamiento jurídico, ni en nuestra sociedad política, el llamado a un anarquismo filosófico por parte de estas minorías es la mejor herramienta de planteamiento jurídico. No solo se hace un análisis excautivo sino se determina la norma que más convenga a todos por igual en la sociedad política colombiana en la defensa de sus derechos fundamentales. Bibliografía:
Gargarella, R. (2011). Reformas institucionales para la reforma del control de constitucionalidad. En
La justicia frente al gobierno (pp. 193 – 212). Quito, Ecuador: Pensamiento Juridico Contemporaneo. Klosko, G. (2012). La Obligación Moral de Obedecer la Ley. En: The Routledge Companion To Philosophy Of Law (pp. 511-526). New York: Routledge. Hart, H. L. (2011). El Concepto del Derecho. Buenos Aires: Abeledo Perrot.