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Nombre: Víctor Edua rdo Hernández Benavides

Código de Estudiante: 220979402

Universidad de Guadalajara - CUCSH

Doctorado en Humanidades

Materia: Seminario de Metodología III

Profesor(a): Dra. Teresa Georgina González Arce

Ensayo final

“La Representación de la Geografía de Centroamérica en el poemario Libro

Centroamericano de los Muertos de Balam Rodrigo.”

Fecha de entrega 30 de Noviembre de2021


Introducción.

El poemario Libro Centroamericano de los muertos del laureado poeta mexicano Balam Rodrigo, es

tanto una obra magistral en términos de estilo, contenido, profundidad y belleza, como en sí mismo una

ácida denuncia sobre la situación migrante que históricamente han sufrido las personas que viajan desde

Centroamérica a través de México para llegar a Estados Unidos.

En dicho texto se puede identificar una riqueza narrativa y poética que aborda el tema de la

migración centroamericana desde diversas perspectivas y estilos, entre los que se identifica claramente

el uso de la prosa fina a la vez que demoledora, el uso recurrente del monólogo dramático, el

palimpsesto como base literaria e, incluso, el relato autobiográfico.

Desde el punto de vista de la teoría hermenéutica de Ricoeur existen diversos aspectos de

interpretación que vuelven el texto fecundo, las metáforas y símbolos que el autor presenta otorgan un

excedente de sentido más allá de ser meras ocurrencias estilísticas, además de considerar la innegable

fusión de horizontes que configura una autentica comprensión del sentido del texto. Esa fusión de

horizontes como construcción de sentido entre lector y texto nos presenta a Centroamérica y, en

particular, a México como un lugar sombrío, cruento e inmisericorde, un reflejo en claroscuro de ese

abismo que nos resulta familiar pero que a la vez llamamos con cariño y orgullo “nuestro hogar”.

En el presente ensayo se analizará uno de los elementos de mayor relevancia en el Libro

Centroamericano de los Muertos: la representación geográfica de Centroamérica. El análisis se

distinguirá en dos partes, la primera aborda una descripción de la geografía entendida bajo la perspectiva

de la presencia y configuración que tiene en el desarrollo de su prosa, y en segundo lugar un análisis de

la geografía entendida en sentido metafórico, misma que presenta a México como un lugar de y para la

muerte.

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Presencia y configuración de la geografía de Centroamérica en el Libro Centroamericano de los

muertos.

La representación geográfica de Centroamérica realizada por Balam Rodrigo cobra un papel de suma

relevancia en el entendimiento integral de su obra, la geografía aparece como un protagonista más a lado

de las voces migrantes que en ella encuentran un elemento para reverberar con profundo eco, un

elemento que va más allá de la simple alegoría contextual.

El marco geográfico utilizado por el autor, tanto en la forma como en el contenido tiene la

cualidad de poder trasladar al lector desde un plano cartesiano delimitado por coordenadas precisas

(como es el caso de algunos de los títulos de sus poemas), nombres propios y recuerdos personales, a

una situación universal, ubicua y aparentemente ahistórica en la que lo descrito y re-creado parece

corresponderse con una situación humana perenne en tanto que humana, como es la odisea migrante con

todo su dolor y miseria, así nos dice en el poema inicial titulado Sermón del migrante (bajo una ceiba) a

propósito de un migrante metamorfoseado en el crucificado: “(…) era su sufrimiento tan grande como el

de todos los migrantes juntos, es decir, el dolor de cualquiera (…) (Rodrigo, 2018, 21). De igual manera

encontramos en el poema 14°40’35.5”N 92°08’50.4”W (Suchiate, Chiapas) acerca de un fantasma

migrante atrapado en un limbo de presencia inmaterial y olvido que refiere de sí mismo: “Dicen algunos

que en la ribera de este río se aparece un fantasma, pero yo sé que soy, que he sido y seré, el unigénito

de los muertos (…)” (Rodrigo, 2018, 29) En este par de fragmentos encontramos esa intemporalidad del

migrante como arquetipo casi mítico, que presenta su experiencia no desde el origen y el fin del tiempo

y del espacio sino desde un plano meta-geográfico. Esta primera interpretación en torno a la forma de

tratar la geografía de Centroamérica no es aventurada o injustificada, el propio autor en entrevista señala

a propósito de su texto: “No importa si son miles de migrantes, algunos de los que yo hablo en esos

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poemas son todos y uno a la vez. Y eso no tapa la herida, la hace más profunda, permanente” (Ayala,

2018).

El estilo en palimpsesto del poemario, en el cual se utilizan como base diversas obras y en

particular la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas, remite

también a esa noción de ahistoricidad y ubicuidad del sufrimiento humano que permite reconocer la

tragedia del nativo durante la conquista en la agonía del migrante centroamericano a lomos de La Bestia,

un sufrimiento que recorre una auténtica ruta entre rieles en la que codo a codo la esperanza y el dolor

humanos se desarrollan en una travesía dantesca que parte del “infierno” de origen para llegar al

“paraíso”, que más que una realidad certera se convierte en una mera idealidad cargada de

incertidumbre, así se menciona: “parvadas de ángeles con alas de lluvia vuelan hacia la nada, hacia el

norte.” (Rodrigo, 2018, 123) Cabe señalar que el mito del norte, una categoría relacionada a fin de

cuentas a lo geográfico, está siempre presente en la obra, aunque eclosiona en su propia irrealidad al

revelarse que tras la búsqueda del “paraíso” lejano el alma y la carne transhumante quedan varadas en

este “purgatorio” sempiterno llamado México, el cual aparece gradualmente como el auténtico infierno

sobre la tierra, un “país de pesadilla” que encuentra su localización, en palabras del autor: “lejos de Dios

y cerca, muy cerca, de polleros, policías, migras, narcos, coyotes, proxenetas, pederastas, traficantes,

asaltantes…” (Rodrigo, 2018, 116)

Más adelante se desarrollará con mayor detalle esta representación de México como lugar

asociado a la idea de muerte en términos metafóricos, sin embargo, con lo escrito hasta aquí, se

evidencia que el texto de Balam ofrece un juego dinámico en el que existen dos fuerzas contrapuestas

que al mismo tiempo otorgan sentido e identificación respecto al sufrimiento del migrante

centroamericano: la determinación y la indeterminación, lo particular y lo universal, lo ubicuo y lo

geográficamente determinado. El libro centroamericano de los muertos nos eleva, así, desde el

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sufrimiento de los seres humanos concretos con voces, necesidades, sueños y lágrimas particulares, a la

comprensión de lo humano como categoría universal cuya estridencia puede ser reconocida por todo ser

humano y en cualquier tiempo como un malestar vivo y, lamentablemente, siempre actual, muestra de

ello es que aun cuando La Bestia, mítico símbolo de la pesadilla migrante a la vez que del progreso

civilizatorio de Occidente, ha dejado de funcionar como principal medio de transporte de migrantes

desde el 2017, según el informe de la REDODEM (2018) titulado El Estado Indolente, seguimos

encontrando titulares y encabezados en prensa que señalan las peripecias del “nuevo éxodo”

centroamericano, consistente ahora en caravanas de grupos amplios que divergen de los esfuerzos

descoordinados de los que antaño se montaban en La Bestia, lo que idealmente supondría mejores

condiciones de protección en su travesía (González Arce, 2020), a continuación unos ejemplos:

“Heridos y detenidos deja choque de caravana migrante con la Guardia Nacional de México”

(Arciniegas, 2021) o “Uno de cada tres migrantes sufre violencia a su paso por México” (Camhaji,

2019), para llegar, a fin de cuentas, al mismo destino y a la misma indolencia: “Bordean el Río Bravo

con púas para evitar paso de migrantes” (Guardiola, 2021)

La travesía del migrante descrita en los poemas presenta por su parte una clara demarcación en

torno a la marginalidad geográfica y naturalmente elemental en la que se desarrolla su tortuoso

recorrido. El migrante aparece como un personaje oculto y, en plural, como: “hijos clandestinos de

países sin pájaros que viajan con los sueños enjaulados.” (Rodrigo, 2018, 134) Este elemento humano

“bordea” la “civilización” por andares apartados y ensombrecidos e intenta filtrarse invisible por los

rincones más oscuros y peligrosos, se menciona en 17°26’48.0”N 91°23’40.7”W (Tenosique, Tabasco):

“Sabían que mis paisanos y otros pollos centroamericanos pasaban en el monte por caminos de desvío.”

(Rodrigo, 2018, 61) Siendo así que los elementos naturales y la naturaleza misma se vuelven parte

habitual de la escenografía de los poemas como símbolo adecuado de esta clandestinidad forzada.

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Uno de los símbolos elementales más relevantes en la descripción de la geografía de

Centroamérica se encuentra en el concepto e imagen del río. A lo largo del texto se mencionan tres ríos:

El río Lempa, frontera natural entre los países de Guatemala, El Salvador y Honduras; el río Suchiate,

frontera natural entre los países de Guatemala y México; y el río Bravo, frontera natural entre los países

de México y EUA. El río, además de ser una categoría referente a una descripción geográfica literal

funciona como símbolo de principio y fin de la travesía, origen y culminación, puerta divisoria entre el

sur y el norte: “lo que antes fueron pantalones, zapatos, blusas, tela, son ropas e hilachos sin cuerpo,

rastrojo, recientes formas sin carne, piezas hormadas por la muerte extendiendo su cordón umbilical de

suciedad y trapos desde el Río Suchiate hasta el Río Bravo.” (Rodrigo, 2018, 41) y precisamente sobre

este último dirá que es “abismo, entrada y pórtico del horror.” (Rodrigo, 2018, 39) La importancia del

río es confirmada por el autor en entrevista al señalar: "Quería unir con un río de muertos el río Suchiate

con el río Bravo; senderos de muertos contando y hablando de sus historias por vía de la poesía.”

(Olivares, 2018)

La naturaleza agreste en general también es símbolo y funciona para exponer una de las

principales ideas filosóficas del autor, misma que desde otra perspectiva se ha analizado en el primer

apartado de este ensayo: la universalidad categórica de lo humano. En dicho sentido la naturaleza en los

poemas de Balam Rodrigo aparece frecuentemente como un hábitat orgánico que no re-conoce fronteras

humanas y en sí misma es indivisa, esto es claramente especificado tomando como referencia una

entrevista a un indígena mam reproducida en el texto en la que se pregunta: “¿Es usted originario de

Guatemala o de México? – Soy del Tacaná” (Rodrigo, 2018, 117) responde el indígena. En esta

perspectiva ad naturam no existe la migración ilegal pues la naturaleza no considera leyes humanas. Con

notable patetismo el propio autor vuelve explícita esta consideración cuando confiesa en la parte número

4 de su Álbum familiar centroamericano: “Sé que no soy gente buena, pero también sueño que no hay

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fronteras.” (Rodrigo, 2018, 103) Las fronteras, cabe decirlo, impuestas de manera artificial por el

hombre no son solamente lindes físicos sino socioculturales también, en correspondencia con ello se

menciona: “En Guatemala y México cuando crucé/ dos veces me salvé me hicieran prisionero/ el mismo

idioma y el color reflexionen/ cómo es posible que me llaman extranjero.” (Rodrigo, 2018, 57)

Siendo entonces la naturaleza el escenario en el que las fronteras humanas artificiales se

difuminan no es raro, por tanto, que en algunos pasajes la selva, el bosque o la montaña se utilicen como

elementos de protección, imágenes de resguardo para el migrante centroamericano ante el peligro

inevitable de la “civilización”, en términos metafóricos se señala: “El animal herido busca siempre la

maraña del monte” (Rodrigo, 2018, 85), mientras que en otros fragmentos aparece de manera más

directa: “Perseguidos por el genocida Efraín Ríos Montt mis padres huyeron de Guatemala el año de

1982 y se refugiaron en un pedazo de selva en Chiapas, México.” (Rodrigo, 2018, 32) Y “Sin hablar,

tiró un balazo al vacío, luego otro (…) Corrí hacia el bosque de bambú, despeñándome entre zanjas y

árboles.” (Rodrigo, 2018, 35) En contraste con esto las ciudades o poblados a los que llega el migrante

generalmente aparecen descritos como amenazantes y peligrosos escenarios de verdadero horror en los

que se revela en México, la 15° economía del mundo (Gobierno de México, 2021), la más degradante de

las facetas de la naturaleza humana: “Nos secuestraron en la estación de buses de Torreón, Coahuila, a

plena luz del día, racimos de jóvenes sicarios, bárbaros de Ak-47 con la violencia maquillada por la

blancura del polvo, humanos carniceros con filo de rutina en la sangre.” (Rodrigo, 2018, 73) Cabe

señalar a propósito de ello que la barbarie urbana no sólo se representa en las acciones de los criminales

de oficio, sino también en la policía o “migra”, de tal suerte que la distinción se difumina hasta

prácticamente desaparecer.

La ciudad aparece, además, como paraje decadente, muladar descrito a través de un sucio

realismo dignamente bukowskiano, que si bien no representa el México que viven todos los mexicanos,

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sí captura la versión/imagen del México que se presenta ante el migrante, la muestra más clara de esto se

encuentra en el poema intitulado Félix: “Vivió algún tiempo en nuestra casa de alquiler (…) una colonia

sucia y torcida como una maqueta escolar roída por las polillas -humanas – y con ese aire de proyecto

sin terminar, bordeada hasta el día de hoy por la tinta negra de un canal que atraviesa el aire con el filo

de su hedor a mierda líquida.” (Rodrigo, 2018, 53) En el mismo poema las ciudades constan de “calles

trazadas por el polvo y el asfalto en el oriente indómito de la urbe” que obligan al migrante a extrañar su

lugar origen en medio de ese “mierdero citadino”, con ello encontramos un leit motiv de la obra: la

añoranza de la patria, en el mismo poema Félix nos cuenta: “Pero no aprendió, maldijo y gritaba que

este país al que había llegado era más feo que Santa Ana e incluso más pobre.” Siendo tal que el retorno

a la patria es deseable aun cuando se está muerto, en otro poema se lee: “Llévense mi cuerpo en andas,

hasta Honduras. Llévense mis lágrimas, mi cuerpo, a lomo de ataúd. Llévense mis huesos negros y

entiérrenlos en Tegus” (Rodrigo, 2018, 80)

La gran metáfora de México: el cadáver, el cementerio y el inframundo.

Un elemento fundamental del texto de Balam es su magistral manejo de las metáforas, mismas que

según Ricoeur se definen como “una creación instantánea, una innovación semántica que no tiene

reconocimiento en el lenguaje ya establecido, y que sólo existe debido a la atribución de un predicado

inusual o inesperado.” (Ricoeur, 2006, 65) Esto es, una asociación de imágenes dispuesta más para

otorgar un excedente de sentido que para establecer una semejanza o sustitución y, por lo tanto, con la

función de decirnos “algo nuevo sobre la realidad”; en sintonía con esta definición es de suma relevancia

en el texto de Balam Rodrigo la presentación metafórica de México como “cementerio más grande de

Centroamérica, fosa común donde se pudre el cadáver del mundo” (Rodrigo, 2018, 30), y esta

asociación a la idea de un lugar para la muerte se asocia a la propia idea de México como un cadáver

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sobre el que La Bestia ensarta sus temibles navajas aceradas, volviéndolo un cadáver fragmentado: “El

cíclope de acero repta por la espalda de una patria muerta.” (Rodrigo, 2018, 121) Y “rieles, escaleras de

acero cosidas al dorso de México, columna vertebral de un país completamente desmembrado […]”

(Rodrigo, 2018, 41)

La concepción de México como un lugar de muerte es palpable desde el título de la obra: “Libro

centroamericano de los muertos”, firme indicio que extrapola lo geográfico en sentido meramente

material a una “realidad” geográfica inmaterial, como inmaterial es el dolor mismo del migrante.

Presentar el poemario como un “libro de los muertos”, en una versión centroamericana, remite a los

famosos libros de los muertos tibetano y egipcio respectivamente, que se configuran como guías para

dirigir el destino de las almas al culminar su vida terrenal en pro de su liberación (Anónimo 2018). En el

caso del libro centroamericano éste se compone de testimonios de los propios “caídos” (de la bestia

muchos de ellos) sin esperanza, los muertos hablan de su experiencia y perdidos deseos.

A lo largo de los poemas abundan los pasajes que sitúan a México como un enorme cementerio

en el que aparecen con recurrencia imágenes de sepultura indiscriminada, así se señala a México como

un lugar en el que “todas las fosas son comunes” y se reflexiona: “Como México no hay dos: ¿Qué

cosecha un país que siembra cuerpos?” (Rodrigo, 2018, 111) para sancionar enérgicamente en voz de

una desgraciada: “Estéril esta tierra que me sepulta, estéril este país y su cruel fardo de hombres que

viola, mancilla y descuartiza a las hijas inocentes de Centroamérica” (Rodrigo, 2018, 84)

Los muertos, en este cementerio enorme llamado México, no solamente están enterrados,

perdidos en la muda calma del clandestino silencio de la desaparición forzada, se exhiben también con

cinismo al aire libre cual árida Gehena, lugar por antonomasia contrapuesto a la tierra prometida según

la tradición judía (Mora Calvo, 2011), se menciona así:

Se hunde el sol en el azul agua del Archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

Pero aquí donde estoy, La Bestia deambula una y otra vez sobre mi cuerpo tendido, estirado como

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la piel de un lobo que se alarga hasta volverse una maraña de tendones e hilos desteñidos.

(Rodrigo, 2018, 95)

Se contempla, incluso, el extremo de la profanación del cuerpo humano convertido

indignantemente en basura: “En vida me llamé Walter. Y heme aquí, con mis huesos blanqueando el

basurero municipal de Tultitlan, Estado de México.” (Rodrigo, 2018, 100)

México para el migrante representa un lugar de tránsito entre el origen y el destino, demarcado

simbólicamente por dos ríos, la referencia al paraíso bíblico ubicado entre el Tigris y el Éufrates es

inevitable, sin embargo los ríos fronterizos de México representan la geografía del terror y de la muerte,

en ese sentido es sumamente esclarecedor el pasaje donde se menciona: “Y entre las lenguas de fuego

del río Bravo y el río Suchiate, este enorme jardín de muerte para los niños difuntos de Centroamérica,

fértil camposanto llamado México.” (Rodrigo, 2018, 115)

Por otro lado, se presenta también la metáfora asociada al inframundo, y esto cumple una función

específica pues permite dar voz a los migrantes fallecidos, quienes no son sólo cuerpos enterrados o

despedazados por el ir y venir de La Bestia o los elementos que han enmudecido sus cuerpos, sino que

figuran como testimonios vivos, voces del inframundo que al más puro estilo rulfiano o dantesco

cuentan su desdicha: “Hui del penetrante olor a odio y podredumbre; caminé descalzo hasta el otro lado

del inframundo para curarme los huesos y el hambre. Nunca llegué.” (Rodrigo, 2018, 28)

Las imágenes de un México etéreamente decadente se dibujan como trazos deshilachados de una

divina tragedia en la que la mayoría de las voces proceden de almas arrepentidas y sin culpa, mismos

que deambulan a la vez que se encuentran atrapados de manera “circular” en el lugar mismo de su

muerte, rumiando su pesar eternamente sin esperanza de alivio, esos “hijos clandestinos” de los que se

habló arriba ahora son: “los hijos de Centroamérica deambulando entre las llamas de un abismo llamado

México.” (Rodrigo, 2018, 112)

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La referencia al inframundo de la cultura maya, cercana naturalmente al autor del poemario,

también se encuentra presente, tomando como muestra el testimonio de un penitente quien de sí mismo

define a su cuerpo como un “bulto ahogado en esta poza en donde inicia Xibalbá.” (Rodrigo, 2018, 29)

pero que en sí mismo es un infierno dentro del infierno que es Centroamérica, un infierno atravesado por

La Bestia de filosas garras que en su lomo promete la esperanza y devuelve con malnacido desdén la

seguridad del dolor, la miseria, el hambre, la sed y la muerte al centroamericano que en no pocas

ocasiones aparece bajo la imagen del “ave” y del “ángel”: “Una bandada de ángeles sube al tren del

suicidio: cruza México para llegar a Estados Unidos.” (Rodrigo, 2018, 96)

Para finalizar es preciso señalar que a lo largo del poemario se evidencia un fuerte sincretismo en

la utilización de los elementos transmundanos, mismos que, como se ha visto, son tomados de la cultura

originaria de México, como la mención al Xibalbá señalado arriba, y tomados también de la cultura

occidental grecolatina en la imagen del Hades, como se puede apreciar en el siguiente fragmento:

“Todos los días veo cruzar por estas aguas a los barqueros de la muerte, a los comerciantes del dolor que

llevan en sus canoas de tablas y cámaras de llanta las almas de los migrantes enfiladas puntualmente

hacia el tzomplantli llamado México.” (Rodrigo, 2018, 29)

Conclusiones:
A partir de lo dicho se puede concluir que Balam Rodrigo con su Libro Centroamericano de los muertos

ofrece una representación geográfica de Centroamérica, y en particular de México, que pone en

perspectiva la determinación de la experiencia migrante a partir de sus coordenadas precisas, a la vez

que invita a la reflexión sobre la universalidad de lo humano y sensibiliza sobre la incumbencia que el

sufrir del migrante debe tener para toda persona digna de llamarse tal.

A lo largo de los poemas los elementos geográficos otorgan un componente de sentido que los

vuelve parte fundamental para la comprensión, se presentan como símbolos recurrentes que demarcan la

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tortuosa travesía migrante. Por su parte la interpretación de México como un lugar de travesía insufrible

toma la metáfora que lo sitúa como un “país de pesadilla” o como “patria sin amor”, pero sobre todo se

concretiza en su descripción como territorio mortal, denominándolo como un “enorme jardín de

muerte”, “un abismo”, “una fosa común” o como “el culo del infierno”, donde los demonios cobran la

forma de narcotraficantes, polleros, policías o ladrones; configurando así un lugar que, como ya se ha

señalado, vuelve inalcanzable el norte añorado y en el que, aun desde el inframundo, le hace añorar al

centroamericano su lugar de procedencia.

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