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Doctorado en Humanidades
Ensayo final
El poemario Libro Centroamericano de los muertos del laureado poeta mexicano Balam Rodrigo, es
tanto una obra magistral en términos de estilo, contenido, profundidad y belleza, como en sí mismo una
ácida denuncia sobre la situación migrante que históricamente han sufrido las personas que viajan desde
En dicho texto se puede identificar una riqueza narrativa y poética que aborda el tema de la
migración centroamericana desde diversas perspectivas y estilos, entre los que se identifica claramente
el uso de la prosa fina a la vez que demoledora, el uso recurrente del monólogo dramático, el
interpretación que vuelven el texto fecundo, las metáforas y símbolos que el autor presenta otorgan un
excedente de sentido más allá de ser meras ocurrencias estilísticas, además de considerar la innegable
fusión de horizontes que configura una autentica comprensión del sentido del texto. Esa fusión de
horizontes como construcción de sentido entre lector y texto nos presenta a Centroamérica y, en
particular, a México como un lugar sombrío, cruento e inmisericorde, un reflejo en claroscuro de ese
abismo que nos resulta familiar pero que a la vez llamamos con cariño y orgullo “nuestro hogar”.
distinguirá en dos partes, la primera aborda una descripción de la geografía entendida bajo la perspectiva
la geografía entendida en sentido metafórico, misma que presenta a México como un lugar de y para la
muerte.
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Presencia y configuración de la geografía de Centroamérica en el Libro Centroamericano de los
muertos.
La representación geográfica de Centroamérica realizada por Balam Rodrigo cobra un papel de suma
relevancia en el entendimiento integral de su obra, la geografía aparece como un protagonista más a lado
de las voces migrantes que en ella encuentran un elemento para reverberar con profundo eco, un
El marco geográfico utilizado por el autor, tanto en la forma como en el contenido tiene la
cualidad de poder trasladar al lector desde un plano cartesiano delimitado por coordenadas precisas
(como es el caso de algunos de los títulos de sus poemas), nombres propios y recuerdos personales, a
una situación universal, ubicua y aparentemente ahistórica en la que lo descrito y re-creado parece
corresponderse con una situación humana perenne en tanto que humana, como es la odisea migrante con
todo su dolor y miseria, así nos dice en el poema inicial titulado Sermón del migrante (bajo una ceiba) a
propósito de un migrante metamorfoseado en el crucificado: “(…) era su sufrimiento tan grande como el
de todos los migrantes juntos, es decir, el dolor de cualquiera (…) (Rodrigo, 2018, 21). De igual manera
migrante atrapado en un limbo de presencia inmaterial y olvido que refiere de sí mismo: “Dicen algunos
que en la ribera de este río se aparece un fantasma, pero yo sé que soy, que he sido y seré, el unigénito
de los muertos (…)” (Rodrigo, 2018, 29) En este par de fragmentos encontramos esa intemporalidad del
migrante como arquetipo casi mítico, que presenta su experiencia no desde el origen y el fin del tiempo
y del espacio sino desde un plano meta-geográfico. Esta primera interpretación en torno a la forma de
a propósito de su texto: “No importa si son miles de migrantes, algunos de los que yo hablo en esos
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poemas son todos y uno a la vez. Y eso no tapa la herida, la hace más profunda, permanente” (Ayala,
2018).
El estilo en palimpsesto del poemario, en el cual se utilizan como base diversas obras y en
particular la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas, remite
también a esa noción de ahistoricidad y ubicuidad del sufrimiento humano que permite reconocer la
tragedia del nativo durante la conquista en la agonía del migrante centroamericano a lomos de La Bestia,
un sufrimiento que recorre una auténtica ruta entre rieles en la que codo a codo la esperanza y el dolor
humanos se desarrollan en una travesía dantesca que parte del “infierno” de origen para llegar al
“paraíso”, que más que una realidad certera se convierte en una mera idealidad cargada de
incertidumbre, así se menciona: “parvadas de ángeles con alas de lluvia vuelan hacia la nada, hacia el
norte.” (Rodrigo, 2018, 123) Cabe señalar que el mito del norte, una categoría relacionada a fin de
cuentas a lo geográfico, está siempre presente en la obra, aunque eclosiona en su propia irrealidad al
revelarse que tras la búsqueda del “paraíso” lejano el alma y la carne transhumante quedan varadas en
este “purgatorio” sempiterno llamado México, el cual aparece gradualmente como el auténtico infierno
sobre la tierra, un “país de pesadilla” que encuentra su localización, en palabras del autor: “lejos de Dios
y cerca, muy cerca, de polleros, policías, migras, narcos, coyotes, proxenetas, pederastas, traficantes,
Más adelante se desarrollará con mayor detalle esta representación de México como lugar
asociado a la idea de muerte en términos metafóricos, sin embargo, con lo escrito hasta aquí, se
evidencia que el texto de Balam ofrece un juego dinámico en el que existen dos fuerzas contrapuestas
que al mismo tiempo otorgan sentido e identificación respecto al sufrimiento del migrante
geográficamente determinado. El libro centroamericano de los muertos nos eleva, así, desde el
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sufrimiento de los seres humanos concretos con voces, necesidades, sueños y lágrimas particulares, a la
comprensión de lo humano como categoría universal cuya estridencia puede ser reconocida por todo ser
humano y en cualquier tiempo como un malestar vivo y, lamentablemente, siempre actual, muestra de
ello es que aun cuando La Bestia, mítico símbolo de la pesadilla migrante a la vez que del progreso
desde el 2017, según el informe de la REDODEM (2018) titulado El Estado Indolente, seguimos
encontrando titulares y encabezados en prensa que señalan las peripecias del “nuevo éxodo”
centroamericano, consistente ahora en caravanas de grupos amplios que divergen de los esfuerzos
descoordinados de los que antaño se montaban en La Bestia, lo que idealmente supondría mejores
“Heridos y detenidos deja choque de caravana migrante con la Guardia Nacional de México”
(Arciniegas, 2021) o “Uno de cada tres migrantes sufre violencia a su paso por México” (Camhaji,
2019), para llegar, a fin de cuentas, al mismo destino y a la misma indolencia: “Bordean el Río Bravo
La travesía del migrante descrita en los poemas presenta por su parte una clara demarcación en
recorrido. El migrante aparece como un personaje oculto y, en plural, como: “hijos clandestinos de
países sin pájaros que viajan con los sueños enjaulados.” (Rodrigo, 2018, 134) Este elemento humano
“bordea” la “civilización” por andares apartados y ensombrecidos e intenta filtrarse invisible por los
“Sabían que mis paisanos y otros pollos centroamericanos pasaban en el monte por caminos de desvío.”
(Rodrigo, 2018, 61) Siendo así que los elementos naturales y la naturaleza misma se vuelven parte
habitual de la escenografía de los poemas como símbolo adecuado de esta clandestinidad forzada.
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Uno de los símbolos elementales más relevantes en la descripción de la geografía de
Centroamérica se encuentra en el concepto e imagen del río. A lo largo del texto se mencionan tres ríos:
El río Lempa, frontera natural entre los países de Guatemala, El Salvador y Honduras; el río Suchiate,
frontera natural entre los países de Guatemala y México; y el río Bravo, frontera natural entre los países
de México y EUA. El río, además de ser una categoría referente a una descripción geográfica literal
funciona como símbolo de principio y fin de la travesía, origen y culminación, puerta divisoria entre el
sur y el norte: “lo que antes fueron pantalones, zapatos, blusas, tela, son ropas e hilachos sin cuerpo,
rastrojo, recientes formas sin carne, piezas hormadas por la muerte extendiendo su cordón umbilical de
suciedad y trapos desde el Río Suchiate hasta el Río Bravo.” (Rodrigo, 2018, 41) y precisamente sobre
este último dirá que es “abismo, entrada y pórtico del horror.” (Rodrigo, 2018, 39) La importancia del
río es confirmada por el autor en entrevista al señalar: "Quería unir con un río de muertos el río Suchiate
con el río Bravo; senderos de muertos contando y hablando de sus historias por vía de la poesía.”
(Olivares, 2018)
La naturaleza agreste en general también es símbolo y funciona para exponer una de las
principales ideas filosóficas del autor, misma que desde otra perspectiva se ha analizado en el primer
apartado de este ensayo: la universalidad categórica de lo humano. En dicho sentido la naturaleza en los
poemas de Balam Rodrigo aparece frecuentemente como un hábitat orgánico que no re-conoce fronteras
humanas y en sí misma es indivisa, esto es claramente especificado tomando como referencia una
entrevista a un indígena mam reproducida en el texto en la que se pregunta: “¿Es usted originario de
Guatemala o de México? – Soy del Tacaná” (Rodrigo, 2018, 117) responde el indígena. En esta
perspectiva ad naturam no existe la migración ilegal pues la naturaleza no considera leyes humanas. Con
notable patetismo el propio autor vuelve explícita esta consideración cuando confiesa en la parte número
4 de su Álbum familiar centroamericano: “Sé que no soy gente buena, pero también sueño que no hay
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fronteras.” (Rodrigo, 2018, 103) Las fronteras, cabe decirlo, impuestas de manera artificial por el
hombre no son solamente lindes físicos sino socioculturales también, en correspondencia con ello se
menciona: “En Guatemala y México cuando crucé/ dos veces me salvé me hicieran prisionero/ el mismo
idioma y el color reflexionen/ cómo es posible que me llaman extranjero.” (Rodrigo, 2018, 57)
difuminan no es raro, por tanto, que en algunos pasajes la selva, el bosque o la montaña se utilicen como
inevitable de la “civilización”, en términos metafóricos se señala: “El animal herido busca siempre la
maraña del monte” (Rodrigo, 2018, 85), mientras que en otros fragmentos aparece de manera más
directa: “Perseguidos por el genocida Efraín Ríos Montt mis padres huyeron de Guatemala el año de
1982 y se refugiaron en un pedazo de selva en Chiapas, México.” (Rodrigo, 2018, 32) Y “Sin hablar,
tiró un balazo al vacío, luego otro (…) Corrí hacia el bosque de bambú, despeñándome entre zanjas y
árboles.” (Rodrigo, 2018, 35) En contraste con esto las ciudades o poblados a los que llega el migrante
generalmente aparecen descritos como amenazantes y peligrosos escenarios de verdadero horror en los
que se revela en México, la 15° economía del mundo (Gobierno de México, 2021), la más degradante de
las facetas de la naturaleza humana: “Nos secuestraron en la estación de buses de Torreón, Coahuila, a
plena luz del día, racimos de jóvenes sicarios, bárbaros de Ak-47 con la violencia maquillada por la
blancura del polvo, humanos carniceros con filo de rutina en la sangre.” (Rodrigo, 2018, 73) Cabe
señalar a propósito de ello que la barbarie urbana no sólo se representa en las acciones de los criminales
de oficio, sino también en la policía o “migra”, de tal suerte que la distinción se difumina hasta
prácticamente desaparecer.
La ciudad aparece, además, como paraje decadente, muladar descrito a través de un sucio
realismo dignamente bukowskiano, que si bien no representa el México que viven todos los mexicanos,
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sí captura la versión/imagen del México que se presenta ante el migrante, la muestra más clara de esto se
encuentra en el poema intitulado Félix: “Vivió algún tiempo en nuestra casa de alquiler (…) una colonia
sucia y torcida como una maqueta escolar roída por las polillas -humanas – y con ese aire de proyecto
sin terminar, bordeada hasta el día de hoy por la tinta negra de un canal que atraviesa el aire con el filo
de su hedor a mierda líquida.” (Rodrigo, 2018, 53) En el mismo poema las ciudades constan de “calles
trazadas por el polvo y el asfalto en el oriente indómito de la urbe” que obligan al migrante a extrañar su
lugar origen en medio de ese “mierdero citadino”, con ello encontramos un leit motiv de la obra: la
añoranza de la patria, en el mismo poema Félix nos cuenta: “Pero no aprendió, maldijo y gritaba que
este país al que había llegado era más feo que Santa Ana e incluso más pobre.” Siendo tal que el retorno
a la patria es deseable aun cuando se está muerto, en otro poema se lee: “Llévense mi cuerpo en andas,
hasta Honduras. Llévense mis lágrimas, mi cuerpo, a lomo de ataúd. Llévense mis huesos negros y
Un elemento fundamental del texto de Balam es su magistral manejo de las metáforas, mismas que
según Ricoeur se definen como “una creación instantánea, una innovación semántica que no tiene
inusual o inesperado.” (Ricoeur, 2006, 65) Esto es, una asociación de imágenes dispuesta más para
otorgar un excedente de sentido que para establecer una semejanza o sustitución y, por lo tanto, con la
función de decirnos “algo nuevo sobre la realidad”; en sintonía con esta definición es de suma relevancia
en el texto de Balam Rodrigo la presentación metafórica de México como “cementerio más grande de
Centroamérica, fosa común donde se pudre el cadáver del mundo” (Rodrigo, 2018, 30), y esta
asociación a la idea de un lugar para la muerte se asocia a la propia idea de México como un cadáver
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sobre el que La Bestia ensarta sus temibles navajas aceradas, volviéndolo un cadáver fragmentado: “El
cíclope de acero repta por la espalda de una patria muerta.” (Rodrigo, 2018, 121) Y “rieles, escaleras de
acero cosidas al dorso de México, columna vertebral de un país completamente desmembrado […]”
La concepción de México como un lugar de muerte es palpable desde el título de la obra: “Libro
centroamericano de los muertos”, firme indicio que extrapola lo geográfico en sentido meramente
material a una “realidad” geográfica inmaterial, como inmaterial es el dolor mismo del migrante.
Presentar el poemario como un “libro de los muertos”, en una versión centroamericana, remite a los
famosos libros de los muertos tibetano y egipcio respectivamente, que se configuran como guías para
dirigir el destino de las almas al culminar su vida terrenal en pro de su liberación (Anónimo 2018). En el
caso del libro centroamericano éste se compone de testimonios de los propios “caídos” (de la bestia
muchos de ellos) sin esperanza, los muertos hablan de su experiencia y perdidos deseos.
A lo largo de los poemas abundan los pasajes que sitúan a México como un enorme cementerio
en el que aparecen con recurrencia imágenes de sepultura indiscriminada, así se señala a México como
un lugar en el que “todas las fosas son comunes” y se reflexiona: “Como México no hay dos: ¿Qué
cosecha un país que siembra cuerpos?” (Rodrigo, 2018, 111) para sancionar enérgicamente en voz de
una desgraciada: “Estéril esta tierra que me sepulta, estéril este país y su cruel fardo de hombres que
viola, mancilla y descuartiza a las hijas inocentes de Centroamérica” (Rodrigo, 2018, 84)
Los muertos, en este cementerio enorme llamado México, no solamente están enterrados,
perdidos en la muda calma del clandestino silencio de la desaparición forzada, se exhiben también con
cinismo al aire libre cual árida Gehena, lugar por antonomasia contrapuesto a la tierra prometida según
Se hunde el sol en el azul agua del Archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.
Pero aquí donde estoy, La Bestia deambula una y otra vez sobre mi cuerpo tendido, estirado como
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la piel de un lobo que se alarga hasta volverse una maraña de tendones e hilos desteñidos.
indignantemente en basura: “En vida me llamé Walter. Y heme aquí, con mis huesos blanqueando el
México para el migrante representa un lugar de tránsito entre el origen y el destino, demarcado
simbólicamente por dos ríos, la referencia al paraíso bíblico ubicado entre el Tigris y el Éufrates es
inevitable, sin embargo los ríos fronterizos de México representan la geografía del terror y de la muerte,
en ese sentido es sumamente esclarecedor el pasaje donde se menciona: “Y entre las lenguas de fuego
del río Bravo y el río Suchiate, este enorme jardín de muerte para los niños difuntos de Centroamérica,
Por otro lado, se presenta también la metáfora asociada al inframundo, y esto cumple una función
específica pues permite dar voz a los migrantes fallecidos, quienes no son sólo cuerpos enterrados o
despedazados por el ir y venir de La Bestia o los elementos que han enmudecido sus cuerpos, sino que
figuran como testimonios vivos, voces del inframundo que al más puro estilo rulfiano o dantesco
cuentan su desdicha: “Hui del penetrante olor a odio y podredumbre; caminé descalzo hasta el otro lado
del inframundo para curarme los huesos y el hambre. Nunca llegué.” (Rodrigo, 2018, 28)
Las imágenes de un México etéreamente decadente se dibujan como trazos deshilachados de una
divina tragedia en la que la mayoría de las voces proceden de almas arrepentidas y sin culpa, mismos
que deambulan a la vez que se encuentran atrapados de manera “circular” en el lugar mismo de su
muerte, rumiando su pesar eternamente sin esperanza de alivio, esos “hijos clandestinos” de los que se
habló arriba ahora son: “los hijos de Centroamérica deambulando entre las llamas de un abismo llamado
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La referencia al inframundo de la cultura maya, cercana naturalmente al autor del poemario,
también se encuentra presente, tomando como muestra el testimonio de un penitente quien de sí mismo
define a su cuerpo como un “bulto ahogado en esta poza en donde inicia Xibalbá.” (Rodrigo, 2018, 29)
pero que en sí mismo es un infierno dentro del infierno que es Centroamérica, un infierno atravesado por
La Bestia de filosas garras que en su lomo promete la esperanza y devuelve con malnacido desdén la
seguridad del dolor, la miseria, el hambre, la sed y la muerte al centroamericano que en no pocas
ocasiones aparece bajo la imagen del “ave” y del “ángel”: “Una bandada de ángeles sube al tren del
suicidio: cruza México para llegar a Estados Unidos.” (Rodrigo, 2018, 96)
Para finalizar es preciso señalar que a lo largo del poemario se evidencia un fuerte sincretismo en
la utilización de los elementos transmundanos, mismos que, como se ha visto, son tomados de la cultura
originaria de México, como la mención al Xibalbá señalado arriba, y tomados también de la cultura
occidental grecolatina en la imagen del Hades, como se puede apreciar en el siguiente fragmento:
“Todos los días veo cruzar por estas aguas a los barqueros de la muerte, a los comerciantes del dolor que
llevan en sus canoas de tablas y cámaras de llanta las almas de los migrantes enfiladas puntualmente
Conclusiones:
A partir de lo dicho se puede concluir que Balam Rodrigo con su Libro Centroamericano de los muertos
que invita a la reflexión sobre la universalidad de lo humano y sensibiliza sobre la incumbencia que el
sufrir del migrante debe tener para toda persona digna de llamarse tal.
A lo largo de los poemas los elementos geográficos otorgan un componente de sentido que los
vuelve parte fundamental para la comprensión, se presentan como símbolos recurrentes que demarcan la
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tortuosa travesía migrante. Por su parte la interpretación de México como un lugar de travesía insufrible
toma la metáfora que lo sitúa como un “país de pesadilla” o como “patria sin amor”, pero sobre todo se
muerte”, “un abismo”, “una fosa común” o como “el culo del infierno”, donde los demonios cobran la
forma de narcotraficantes, polleros, policías o ladrones; configurando así un lugar que, como ya se ha
señalado, vuelve inalcanzable el norte añorado y en el que, aun desde el inframundo, le hace añorar al
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