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Competencia: Mantener permanentemente un desarrollo personal y social, con ética y pensamiento reflexivo y
critico
La partera que dirigía el acontecimiento no tenía una capacitación formal; ofrecía “consejos,
masajes, pociones, irrigaciones y talismanes” (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 28). Cuando el
bebé salía, la partera cortaba y ataba el cordón umbilical y limpiaba y examinaba al recién
nacido. En cuestión de horas o días, una madre campesina podía estar de vuelta en el trabajo
del campo; una mujer más acomodada podía descansar varias semanas.
En esos tiempos, el nacimiento podría describirse como una “lucha contra la muerte” de la
madre y el hijo (Fontanel y d’Harcourt, 1997, p. 34). En la Francia de los siglos xvii y xviii, una
mujer tenía una en diez probabilidades de morir durante el parto o poco después. Miles de
bebés nacían muertos y uno de cada cuatro de los que nacían vivos moría en el transcurso del
primer año.
El parto puede seguir siendo peligroso en algunos países en desarrollo del África subsahariana
y el sur de Asia. En esas regiones, 60 millones de mujeres paren en su casa cada año sin los
beneficios de la atención médica y más de 500 000 mujeres y de cuatro millones de recién
nacidos mueren en el intento o poco después (Sines, Syed, Wall y Worley, 2007). Pero las
tendencias en la mortalidad materna sugieren un futuro más prometedor. Algunas
estimaciones sugieren que en 2008 la mortalidad materna disminuyó aproximadamente a
343,000 y que, para 2015, unos 23 países están en camino de lograr disminuciones
considerables en la mortalidad materna (Horton, 2010).
En las zonas urbanas de Estados Unidos los partos empezaron a profesionalizarse al inicio del
siglo xx. El uso cada vez mayor de hospitales de maternidad dio lugar a condiciones más
seguras y antisépticas para los nacimientos. Lo anterior contribuyó a reducir la mortalidad de
las mujeres y al surgimiento del nuevo campo de la obstetricia.
EL PROCESO DEL NACIMIENTO
Emily despertó con una extraña sensación en el vientre. Durante todo el segundo y tercer
trimestres sintió los movimientos del bebé, su primer bebé, pero ahora lo sentía diferente.
Todavía faltaban dos semanas para la fecha programada. ¿Se trataba de las contracciones de
las que tanto le habían hablado, sobre las que tanto había oído? ¿Estaba en trabajo de parto?
En ocasiones, una mujer puede sentir contracciones falsas (las contracciones de Braxton-Hicks)
en los últimos meses del embarazo o incluso ya en el segundo trimestre, cuando los músculos
del útero se tensan hasta dos minutos. En comparación con las contracciones de Braxton-
Hicks, que son leves e irregulares, las verdaderas contracciones del trabajo de parto son más
frecuentes, rítmicas y dolorosas, y aumentan su frecuencia y su intensidad.
Primera etapa
En la segunda etapa, que por lo regular dura una o dos horas, las contracciones se hacen más
fuertes y frecuentes. Esta etapa tiene su punto de partida cuando la cabeza del bebé comienza
a pasar por el cuello del útero al canal vaginal y termina cuando sale completamente del
cuerpo de la madre. Si la etapa dura más de dos horas, lo que significa que el bebé puede
necesitar ayuda, el médico puede tomar la cabeza del niño con fórceps o, lo más común, con
extracción por vacío, con una copa de succión, para sacarlo del cuerpo de su madre. Al final de
esta etapa, nace el bebé; pero todavía está unido a la placenta de su madre por el cordón
umbilical, que hay que cortar y sujetar.
Segunda Etapa
En la tercera etapa, que dura de 10 a 60 minutos, la madre expulsa la placenta y el resto del
cordón umbilical.
Tercera Etapa
El método Lamaze, propuesto por el obstetra francés Fernand Lamaze a finales de la década
de 1950, enseña a las mujeres embarazadas a trabajar con su cuerpo mediante el control de la
respiración. Aprenden a relajar los músculos como respuesta condicionada a la voz de su
entrenador (por lo general el padre del bebé o un amigo) que asiste a las clases con ella,
participa en el parto y ayuda con los ejercicios. Cuando se aplica el método LeBoyer,
presentado en la década de 1970, la mujer da a luz en una sala apacible con luces tenues, para
reducir el estrés, y se da al recién nacido un masaje suave para aliviar su llanto.
Otra técnica, creada por el médico francés Michael Odent, consiste en sumergir a la madre
que está en trabajo de parto en una pileta con agua ligeramente caliente.
También es posible administrarle un analgésico que reduce la percepción del dolor porque
deprime la actividad del sistema nervioso central. Sin embargo, los analgésicos pueden
lentificar el trabajo de parto, provocar complicaciones a la madre y aminorar el estado de
alerta del bebé después de nacer.
Se inyecta anestesia local (epidural o espinal) a alrededor de 60% de las mujeres en trabajo de
parto (Eltzschig, Lieberman, y Camann, 2003). La anestesia local, que se inyecta en un espacio
de la médula espinal, entre las vértebras de la región lumbar (la inferior), bloquea las vías
nerviosas que llevan la sensación de dolor al encéfalo. La administración de anestesia epidural
reduce el trabajo de parto sin el riesgo de necesitar una cesárea (C.A. Wong et al., 2005).
Con cualquiera de estas formas de anestesia, una mujer puede ver y participar en el proceso
de nacimiento y cargar a su bebé de inmediato. Sin embargo, estos medicamentos atraviesan
la placenta y entran en los conductos abastecedores de sangre y en los tejidos, lo que implica
mayores peligros para el bebé.
El alivio del dolor no debe ser el único aspecto que se tome en cuenta cuando se decide utilizar
anestesia. Algunos de los factores más importantes para tener una experiencia satisfactoria
durante el parto es que la madre sea considerada en las decisiones, así como la relación que
establece con los profesionales que la atienden y sus expectativas sobre el trabajo de parto.
También se deben tener en cuenta las actitudes sociales y culturales (Eltzschig et al., 2003).
La madre y su médico deben analizar las opciones de parto al comienzo del embarazo, pero
ella puede cambiar de decisión cuando el momento se acerque.
En muchas culturas tradicionales, las parturientas son atendidas por una doula, una mujer
experimentada que opera como mentora, entrenadora y asistente que ofrece apoyo
emocional e información y que se queda al lado de la madre durante el trabajo de parto. En 11
estudios aleatorios y controlados, las mujeres atendidas por doulas tuvieron un trabajo de
parto más breve, menos anestesia y hubo menos nacimientos con fórceps y cesáreas que en
otras mujeres (Klaus y Kennell, 1997).