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En cuanto a la Sábana Santa de Turín, el sudario del que se decía que envolvió el
cuerpo de Jesús, se reveló como una falsificación medieval. Según McCane, no
corresponde ni a una tela del siglo I —ese tipo de tejido se inventó siglos después—,
ni a un hombre del siglo I —su estatura y fisonomía no concuerdan con la Galilea de
entonces—, ni a un enterramiento del siglo I —los judíos de la época no envolvían a
sus muertos con una sola pieza—. Precisamente la Sábana Santa ha sido también
objeto de examen de una de las últimas técnicas incorporadas a la investigación
histórica de Jesús: el análisis de ADN. En 2015, un estudio descubrió que el lienzo
contiene material genético de múltiples personas de distintos orígenes étnicos,
desde Europa occidental hasta Oriente Próximo, Arabia e India.
Tal vez este objetivo sea inalcanzable: por el momento, el ADN extraído de los
restos atribuidos a Juan el Bautista correspondía en realidad a una contaminación
moderna. Pero al menos, y según explica Busby a OpenMind, el análisis de ADN
permitiría “comparar poblaciones de la época y después comparar esas poblaciones
(no individuos) con las poblaciones presentes hoy”. Lo cual ayudaría a concretar
orígenes geográficos, aunque quizá no aporte nada para remachar la ya afianzada
historicidad de Jesús; según Meyers, “la vida de Jesús en la antigua Palestina fue
noble y cambió el mundo para bien”. Y eso, añade, es “difícil, si no imposible de
negar”.