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General Antonio Maceo en uniforme.

El General Antonio Maceo y Grajales. (Santiago de Cuba, 14 de


junio de 1845 - Punta Brava, 7 de diciembre de 1896) fue el segundo Jefe
Militar del Ejército Libertador de Cuba. Conocido como «El Titán de Bronce»,
Maceo fue uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda
mitad del siglo XIX en América Latina.

Contenido
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1 Padres
2 El Titán de Bronce
3 Muerte
4 Enlaces externos
5 Referencias
6 Bibliografia

[editar]Padres

El mulato (mestizo) venezolano Marcos Maceo viajó a Santiago de Cuba desde


Venezuela en 1823 después de que varios de sus compañeros se exiliaran
desde América del Sur. Se casó con Mariana Grajales, una morena liberta (así
se llamaba a los afrocubanos que habían obtenido la libertad de una manera u
otra), de padres dominicanos, y con la cual tuvo varios hijos, además de
contribuir a la crianza de otros hijos de su esposo anterior. José Antonio Maceo
y Grajales, conocido como Antonio Maceo y con el sobrenombre de «Titán de
Bronce», nació el 14 de junio de 1845, en Majaguabo , municipio San Luis, una
zona rural de Santiago de Cuba. Aunque su padre le enseñó la destreza en el
manejo de las armas y habilidades en la administración de propiedades,
además de educarle en un código de honor inflexible, fue su madre, Mariana
Grajales, quien le inculcó una férrea disciplina, al punto de ocasionarle una
pasajera tartamudez en su infancia y que superaría en la adolescencia. Esta
disciplina sería fundamental en la forja de su carácter y se vería reflejada en
sus actos como líder militar.

Mariana Grajales, ante el altar familiar, conminó a su esposo y sus seis hijos a
luchar por la independencia de Cuba o morir en el intento, lanzándose ella
misma a la «manigua redentora» para apoyar desde la retaguardia las acciones
de los mambises, como se conocía a los independentistas cubanos. Casi todos
sus hijos, además de su esposo, caerían en la lucha por la independencia de
Cuba.

[editar]El Titán de Bronce

Antonio Maceo heredó de su padre las cualidades de líder militar, aunque no


fue éste el único campo en el que se destacó, pues también fue buen
negociante y administrador de las fincas que tuvo.

Su carrera militar con el Ejército Libertador Cubano comenzó cuando su padre,


junto a él y varios de sus hermanos, se unieron al alzamiento de Carlos Manuel
de Céspedes como soldados. Por su valentía en el combate, sus habilidades
estratégicas y su ejemplar disciplina ascendió con rapidez en la escala militar, a
pesar de las tendencias racistas y clasistas de varios de los propios patriotas,
cuyo origen era francamente burgués o aristocrático. El origen humilde de
Maceo y el color de su piel demoraron el ascenso a Mayor General del
excepcional mambí, aunque ya los grados de Coronel y Brigadier General los
había alcanzado con rapidez. Los hombres a su mando comenzaron a llamarle
"El Titán de Bronce" por su excepcional vigor físico y resistencia a las heridas
de bala y arma blanca. Se recuperó de las más de 25 heridas de guerra y
parecía que ninguna de ellas afectaba su valor cuando entraba en combate.

Reconoció especialmente como jefe y maestro al gran estratega dominicano


Máximo Gómez, quien con el correr de los años se convertiría en el General en
Jefe del Ejército Libertador de Cuba. El uso del machete como arma de guerra
por parte de Gómez, como sustituto más cómodo del sable español y por la
escasez de armas de fuego y municiones de los mambises, fue adoptado por
Maceo y sus tropas, en las que cargaba en la caballería como uno más.
Antonio Maceo rechazó con energía las sediciones militares de Lagunas de
Varona y Santa Rita, que minaron la unidad de las tropas independentistas y
favorecieron el clima regionalista de la región de Las Villas, a cuyos campos se
negó a acudir el Mayor General Vicente García (conocido como el León de Las
Tunas), lo que a la larga impidió la invasión de la Revolución al occidente del
país. Las intenciones divisionistas y los propósitos imprecisos y oscuros del
General Vicente García fueron rechazadas de plano por Maceo cuando el León
de las Tunas, ansioso de protagonismo pero sin objetivos claros en su
conducta, buscó su apoyo para el establecimiento de un nuevo gobierno
revolucionario.

Las divisiones, el regionalismo y la indisciplina contribuyeron a evitar la


invasión a occidente y propiciaron un languidecimiento de la Revolución, de lo
cual se aprovechó el general español Arsenio Martínez Campos, militar de
honor que ofreció garantías de paz, amnistía para los revolucionarios y
reformas legales a cambio del cese de las hostilidades, que para 1878
cumplían 10 años. Al mismo tiempo, el gobierno español de Cuba seguía
concentrando fuerzas para cercar a las huestes mambisas, cada vez más
escasas.

Antonio Maceo fue uno de los líderes cubanos que rechazó la firma del Pacto
del Zanjón, que puso fin a la Guerra de los Diez Años. Él y algunos
otros mambises (soldados independentistas) se reunieron con el
Mariscal Arsenio Martínez Campos el 15 de marzo de 1878 para discutir los
términos de la paz, pero Maceo protestó estos términos porque no cumplían
con ninguno de los objetivos de los independentistas: ni la abolición de
la esclavitud, ni la independencia de Cuba. El único beneficio era la amnistía
para los que habían luchado y la manumisión para los negros que habían
peleado en el Ejército Libertador. Maceo no reconoció este tratado y no se
acogió a la amnistía. Este encuentro, considerado una de las páginas más
dignas de la historia de Cuba, fue reconocido como "La Protesta de Baraguá".
Como detalle anecdótico puede añadirse que a sus oídos llegaron tímidas
propuestas de hacer una encerrona al general español, de reconocidas
aptitudes militares y diplomáticas, pero las rechazó con tal energía que los
"comunicadores" de la idea prácticamente huyeron de su campamento.

Luego de respetar el tiempo de tregua para la entrevista (unos pocos días),


Maceo reinició las hostilidades. Para salvar su vida, el gobierno de la República
de Cuba en Armas le encomendó entonces la tarea de recaudar fondos, armas
y soldados para una supuesta expedición armada, pero su gestión fue
prácticamente nula, por el desaliento creado incluso entre los emigrados a
causa de la Paz del Zanjón.

Más tarde Maceo y Calixto García en Nueva York planearon una invasión a
Cuba que dio inicio a la también fracasada Guerra Chiquita en 1879, en la cual
no peleó directamente por haber sido enviado Calixto García delante como jefe
principal, con vistas a evitar la exacerbación de los prejuicios raciales que
actuaban contra Maceo, fundamentalmente a causa de la propaganda
española, que lo acusaba de buscar una guerra de razas, calumnias que
rechazó con indignación en repetidas ocasiones.

Luego de cortas estadías en Haití (donde se le persiguió y se le trató de


asesinar por gestiones de los consulados españoles allí radicados) y Jamaica,
finalmente se radicó en Costa Rica, en la provincia de Guanacaste, donde el
Presidente de esa nación le asignó labores de organización militar y una
pequeña finca para residir. Allí fue contactado por José Martí, el Apóstol
cubano, para iniciar la Guerra del 95, llamada por él la "guerra necesaria".

Maceo, escarmentado de lo inadecuado de poner impedimentos leguleyos


civiles a las acciones militares en condiciones de guerra, tuvo un breve pero
intenso intercambio epistolar con Martí en el que advertía de esos males que
habían dañado la Revolución de Yara (1868-78), pero Martí le informó de su
fórmula de "...el Ejército, libre, pero el país, como país y con toda su dignidad
representado" y le convenció de las amplias probabilidades de éxito si la
contienda se preparaba cuidadosamente. Como condición demandó que la
jefatura militar máxima estuviese en manos de Máximo Gómez, lo cual fue
aprobado sin reservas por el Delegado del ya constituido Partido
Revolucionario Cubano. En Costa Rica enfrentó revólver en mano otra
intentona de asesinarle a la salida de un teatro, que terminó fatalmente para
uno de sus agresores.

En 1895, junto a Flor Crombet y otros oficiales de menor rango, Maceo


desembarcó en las inmediaciones de Baracoa (extremo oriental de Cuba) y
luego de rechazar un intento español de capturarle o matarle, se internó en las
montañas de esa región. Luego de muchas vicisitudes logró reunir un pequeño
contingente de hombres, que rápidamente creció con los grupos ya alzados en
armas en la región de Santiago de Cuba. En la finca de "La Mejorana", Maceo
se entrevistó con Gómez y Martí, en lo que evidentemente fue una reunión
desafortunada por los fuertes desacuerdos entre Martí y él respecto a la
constitución de gobierno civil, por la que Maceo no se pronunciaba a favor.
Poco después el Héroe Nacional de Cuba (Martí) caería en combate en Dos
Ríos (confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto).

Partiendo de Mangos de Baraguá (lugar de la histórica protesta ante Martínez


Campos), Maceo y Gómez, al mando de dos largas columnas mambisas,
llevaron brillantemente la hazaña de la invasión militar del occidente de Cuba,
llegando Maceo a Mantua a finales de 1896. Esta proeza estratégica la hicieron
Maceo y Gómez luchando contra fuerzas numéricamente muy superiores (en
ocasiones les quintuplicaban). Utilizando alternadamente tácticas de guerrillas
y combates abiertos, agotaron al ejército español, que no pudo contener la
Invasión a pesar de las dos sólidas Trochas Militares construidas para ello y la
superioridad abrumadora en hombres y técnica militar. Las ansias de
independencia y la crueldad de la oficialidad española hicieron que los
habitantes rurales del occidente respondieran con un entusiasta apoyo
económico y en hombres para las tropas independentistas. Esto provocó la
puesta en vigor del plan del Capitán General Español,Valeriano Weyler, para
la Reconcentración de Weyler. En estos campos de concentración perdió la
vida casi un tercio de la población rural del país.

Al contrario de lo esperado por Weyler, la Reconcentración engrosó


rápidamente las filas de los mambises, prefiriendo muchos campesinos la
muerte en combate a la de hambre. En 1896, luego de reunirse con Gómez en
la Habana, cruzando la Trocha de Mariel a Majana por la bahía del Mariel,
retornó a tierras de Pinar del Río, donde sostuvo cruentos combates contra
tropas numéricamente muy superiores, mandadas por generales españoles
famosos por sus éxitos militares en África y las Filipinas y con artillería y las
armas más modernas de infantería. Después de diezmar las tropas españolas
contra él enviadas, volvió a cruzar la Trocha militar con vistas a marchar hacia
Las Villas o Camagüey, donde planeaba reunirse con Gómez para planificar el
curso ulterior de la guerra y con el gobierno para disminuir las diferencias entre
el gobierno de Cuba en Armas (presidido por Salvador Cisneros Betancourt) y
los altos mandos militares del Ejército Libertador, relacionadas con dos
aspectos: los nombramientos de mandos militares intermedios y el
reconocimiento de la beligerancia por las potencias extranjeras y la aceptación
o no de ayuda militar directa. La posición de Maceo, en esos momentos, era
aceptar la ayuda económica y alijos de armas por parte de potencias europeas
y aún de los Estados Unidos, pero se oponía enérgicamente a la ayuda militar
directa por parte de los norteamericanos.
[editar]Muerte

Sus planes de reunión con Gómez y el gobierno en armas no llegaron a


cumplirse. En las cercanías de Punta Brava, finca de San Pedro, Maceo
avanzaba solamente acompañado de su escolta personal (dos hombres), el
médico de su Estado Mayor, el Brigadier General José Miró Argenter y una
pequeña tropa de no más de 20 hombres. Cuando intentaban cortar una cerca
para continuar la marcha, fueron detectados por una fuerte columna española,
que abrió un intenso fuego. Al lograr cortar una parte de la cerca y decir "¡Esto
va bien!", Maceo fue alcanzado por dos disparos: uno en el torso, no grave, y
otro que luego de quebrarle la mandíbula le penetró en el cráneo. Sus
compañeros no pudieron transportarle por intensificarse el fuego y junto a él
quedó solamente el Teniente Francisco Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez,
quien voluntariamente enfrentó a la columna española para proteger el cadáver
del general. Luego de ser herido de bala varias veces, los españoles lo
remataron salvajemente a machetazos, dejando los dos cuerpos abandonados,
sin saber la identidad de los caídos.1 2

Los cadáveres de Maceo y Panchito fueron recogidos al día siguiente por el


Coronel habanero Aranguren, quien al saber lo ocurrido se dirigió de inmediato
al lugar. Luego fueron enterrados en secreto en la finca de dos hermanos,
quienes juraron guardar el secreto hasta que Cuba fuese libre e independiente
y pudieran llevarse a cabo los honores militares correspondientes.

Actualmente, los restos mortales de Antonio Maceo y Grajales y Francisco


Gómez Toro descansan en el monumento del Cacahual, cercano a los límites
de la antigua finca de San Pedro, y es lugar de peregrinación de los cubanos.
Es ya una tradición que las graduaciones de las academias militares cubanas
se realicen junto al Cacahual.

Antonio Maceo y Grajales no solamente fue una figura clave en el movimiento


independentista cubano de la segunda mitad del siglo XIX, además de un
genial estratega militar. Su pensamiento libertario, basado en el honor y la
virtud, marcó el pensamiento de la generación que le siguió, junto al
pensamiento vasto y abarcador de José Martí y puede decirse que continúa
viviendo entre lo mejor de la juventud cubana. Siendo masón, en su epistolario
se puede leer más de una vez su credo basado en "Dios, la Razón y la Virtud".

De filiación política democrática, expresó muchas veces su simpatía por la


forma de gobierno republicana, pero hizo hincapié en buscar la fórmula para la
"libertad, igualdad y fraternidad", aludiendo a los tres principios básicos de la
Revolución Francesa y definiendo la búsqueda de la justicia social. Cuando se
le intentó reclutar para la causa anexionista, respondió a un interlocutor: "Creo,
joven, que esa sería la única forma en que mi espada estaría al lado de la de
los españoles..." y previendo las ansias de expansión de los Estados Unidos
(daba por sentado que Cuba alcanzaría la independencia), expresó su frase
más conocida, en una carta a un patriota y amigo:
Máximo Gómez Báez
(Redirigido desde Maximo Gomez)

Máximo Gómez

General

Años de servicio 1852 - 1905

Apodo El Generalísimo

Lealtad Tropas revolucionarias


cubanas 

Lugar de operación Cuba

Mandos tropas revolucionarias cubanas,


tropas anexionistas

Participó en Guerra de los Diez Años -Guerra


de Independencia
Nacimiento 18 de noviembre de 1836
Baní,   República Dominicana

Fallecimiento 17 de junio de 1905 (68 años)


La Habana, Cuba

Máximo Gómez Báez (Baní, República Dominicana, 18 de


noviembre de 1836 – La Habana,Cuba, 17 de junio de 1905) fue un general de
la Guerra de los Diez Años y el General en Jefe de las tropas
revolucionarias cubanas en la Guerra del 95.

Contenido
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1 Primeros años
2 La Guerra de los Diez Años (1868-1878)
3 La "Tregua Fecunda" (1878-1895)
4 La "Guerra Necesaria" (1895-1898)
5 Inicios de la República y fin de su vida
6 Legado histórico de Máximo Gómez
7 Véase también

[editar]Primeros años

Máximo Gómez Báez nació en Baní, provincia de Peravia en la República


Dominicana. Su infancia y adolescencia las pasó en su tierra natal en
República Dominicana. A los 16 años Gómez se unió al ejército dominicano en
la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque logrando
obtener el grado de alférez. Luchó con las tropas anexionistas en laGuerra de
Restauración Dominicana.

[editar]La Guerra de los Diez Años (1868-1878)

Originalmente, Gómez había ido a Cuba como oficial de caballería del Ejército


español. Pero en Cuba, el espectáculo desolador de la esclavitud de los negros
y los desmanes de los funcionarios españoles contra los criollos provocaron
cambios profundos en su conciencia. Cuando se produjo el alzamiento del 10
de octubre de 1868 (Grito de Yara), ya Gómez estaba vinculado a una de las
tantas logias masónicas de la Isla, y es probable que fuera en alguna de las
vinculadas por la agrupación "Gran Oriente de Cuba".
Desde que conoció el alzamiento de los independentistas capitaneados
por Carlos Manuel de Céspedes, que se anticipó a la fecha acordada, decidió,
junto a sus amigos de logia y, “(…)por el amor a los negros (…)”, según consta
en su diario, alzarse en armas en Jiguaní, unos días después del alzamiento de
la Demajuagua.

Se unió a sus fuerzas con el grado de Sargento. También se unieron desde el


inicio otros dos oficiales dominicanos: Modesto Díaz y Luis Marcano. Entrenó a
las tropas mambises en el uso del machete como arma de combate,
protagonizando la primera carga al machete de laGuerra de los Diez Años el 4
de noviembre de 1868 (la primera en la historia de Cuba la había dado el criollo
de Guanabacoa José Antonio Gómez y Bullones, más conocido como Pepe
Antonio, en la lucha sin cuartel que dieron las milicias populares de
Guanabacoa a los ocupantes ingleses de La Habana en 1762. El uso del
machete como arma de guerra, su particular esgrima y más tarde la carga de
caballería con el machete, fueron los primeros legados tácticos de Gómez
(serían muchos más con el andar del tiempo) a la lucha de los patriotas
cubanos. La escasez de armas de fuego modernas y de municiones hizo muy
popular esta táctica. Famosa es la anécdota de los primeros meses de guerra,
en que un soldado mambí preguntó si eran tres las balas asignadas a cada
hombre. En respuesta, Gómez retiró una bala de cada canana o bolsa, dejando
sólo dos y explicando que era "... un tiro para ablandar al enemigo y dar la
carga al machete, así que todavía tienen uno de sobra..."

Durante los primeros meses de la Guerra Grande, Gómez se desempeñó en el


departamento de Oriente, en el que llegó con rapidez al grado de Mayor
General del Ejército Libertador. Al morir el Mayor General Ignacio Agramonte y
Loynaz en los potreros de Jimaguayú, Gómez fue llamado por el secretario de
Guerra de la República de Cuba en Armas para ponerse al mando de las
tropas de Camagüey. Allí tomó en sus manos la extraordinaria y temible
caballería mambisa que legara Agramonte y reforzó la disciplina de la
infantería. A partir de esa época tuvo bajo su mando al primero capitán, y que
luego llegaría a Brigadier General, Henry Reeve, joven oficial norteamericano,
conocido entre los patriotas cubanos como "El Inglesito".

Como militar de experiencia, pronto supo ganarse el reconocimiento de todos


los que integraban el ejército mambí, y su reputación de gran jefe militar y
excelente estratega llegó a oídos de los generales españoles.

Luego de sus resonantes éxitos en los campos del Camagüey, del que los
mambises eran prácticamente dueños, con excepción de las ciudades de
Puerto Príncipe (hoy ciudad de Camagüey), Florida y Nuevitas, Gómez fue
enviado a organizar las anárquicas tropas de Las Villas, más al Oeste, con
vistas a llevar a cabo la invasión del Occidente, donde estaba no solamente la
capital del país, sino la base económica del régimen colonial en Cuba: los
ingenios azucareros más productivos, el tabaco y los frutales. Su gestión en
Las Villas fue infructuosa, por el intenso regionalismo dominante y por la
coincidencia de este movimiento con las sediciones de Lagunas de
Varonaprimero y de Santa Rita unos meses más tarde. La negativa de Vicente
García González de marchar desde Las Tunas al occidente a reforzar las
tropas de Las Villas intensificó la indisciplina de las tropas allí dispersas, lo que
entristeció el ánimo de Gómez, quien retornó al Camagüey solamente cuando
el inestable gobierno en armas se lo ordenó.

Su acción militar más destacada fue la llamada invasión a Occidente, que


causó daños considerables al ejército español, desestabilizando, además, la
economía colonial al aplicar la táctica de la "tea incendiaria", técnica
consistente en incendiar los cañaverales de los hacendados que apoyaban al
régimen colonial para así limitar los ingresos económicos del régimen.

En esa su primera campaña a occidente caxó su lugarteniente de caballería,


Henry Reeve, en Yaguaramas, actual Cienfuegos, quien se pegó un tiro con su
última bala antes de caer prisionero de los españoles que lo habían cercado.

A partir del fugaz gobierno del presidente de la República de Cuba en


Armas, Juan Bautista Spotorno, Gómez aplicó con toda severidad el decreto
que llevaba su apellido (decreto Spottorno), de aplicar la pena de muerte a todo
militar cubano que presentase proposiciones de paz que no estuvieran basadas
en la independencia de Cuba.

Cuando a finales de 1877 comenzó la astuta campaña pacificadora del General


español Arsenio Martínez Campos, Gómez aceptó no la paz, pero sí una tregua
que permitiera a los mambises una reorganización no sólo de las tropas algo
desanimadas, sino de la estructura del gobierno y la pirámide de mandos, en
particular de las relaciones entre el gobierno "civil" y los mandos militares. Al
ser derogado por la Cámara de Representantes el decreto Spottorno, un grupo
no despreciable de oficiales intermedios del Ejército Libertador comenzó a
presentarse a las autoridades españolas, acogiéndose al Bando emitido por
Martínez Campos de "amnistía y reconciliación". Muchos de ellos, algunos
incluso sobornados por los españoles, quisieron depositar en Gómez la
iniciativa de tales actos, tergiversando de esa forma su verdadera actitud.
No obstante, luego de la captura por los españoles del entonces Presidente
Cubano Tomás Estrada Palma y la floja gestión del gobierno ante las
indisciplinas de Vicente García y otros oficiales cubanos sediciosos o
"pacificadores", Gómez aceptó finalmente parlamentar con el general y Capitán
General de Cuba, Martínez Campos. Corría el inicio de 1878, y en los Mangos
de Baraguá se producía la famosa protesta de Antonio Maceo, quien seguía la
lucha prácticamente solo, rodeado de españoles, que eran unas doscientas
veces más numerosos y mejor armados que los pocos mambises organizados.
Gracias a la gestión de Gómez primero ante la Cámara cubana y luego ante
Martínez Campos, se envió a Maceo al exterior bajo salvoconducto de
inmunidad diplomática, más para contrarrestar su intransigencia y salvarle la
vida que para recaudar hombres, armas o municiones, como rezaba la orden
del gobierno cubano en armas.

[editar]La "Tregua Fecunda" (1878-1895)

No obstante sus gestiones relacionadas con el Pacto del Zanjón y los


generosos ofrecimientos monetarios de Martínez Campos, quien le trató con
respeto y caballerosidad (incluso intentó dar a sus ofrecimientos un carácter
legal para acallar el orgullo de Gómez), el Generalísimo se retiró de Cuba a
Jamaica en la más absoluta miseria, adonde se fueron con él su esposa
Bernarda Toro (Manana) y sus hijos. En esa época perdió a uno de sus
pequeños. Fue ayudado financieramente por algunos amigos y comenzó a
trabajar la tierra (una pequeña vega de tabaco) con sus propias manos.
Posteriormente, Gómez se trasladó a Costa Rica, donde restableció el contacto
con Maceo y luego entraría en contacto con José Martí, cuya labor
organizadora para la "Guerra Necesaria" terminó por conquistarlo. Gómez
aceptó sin reservas la dirigencia política natural de Martí, cuya extraordinaria
visión política y excepcional personalidad de líder posibilitaron el financiamiento
y organización de las principales expediciones. Además, prácticamente todos
los oficiales de la Guerra Grande, incluidos Martí y Maceo, aceptaban y
deseaban a Gómez en la máxima dirección militar de la Revolución.

Pasando por Montecristi, República Dominicana, Gómez firmó junto con Martí


el histórico Manifiesto de Montecristi, en el que los líderes dejaban expresa su
ideología de independencia y de que la guerra no era contra los españoles,
sino contra las autoridades coloniales de España en Cuba, para ingresar a
Cuba en el concierto de las naciones libres e independientes. También se
dejaba explícito el carácter popular y democrático de la lucha y de la República
a ser fundada, una "República con todos y para el bien de todos", rechazando
cualquier desviación o interpretación de la causa como guerra racial, pillaje o
aventurerismo.

[editar]La "Guerra Necesaria" (1895-1898)

Finalmente, en abril de 1895 (el 24 de febrero se había producido el


alzamiento) llegaron Gómez y Martí a Cuba, desembarcando en Playitas de
Cajobabo, costa sur de Guantánamo. En otra expedición arribaron a Cuba los
hermanos Maceo por Duaba, cerca de Baracoa. Pocas semanas después, tras
ser constituida la jerarquía militar del Ejército Libertador, con Gómez como
General en Jefe y Antonio Maceo como Lugarteniente General, caía Martí en
Dos Ríos, con gran pesar de Gómez, quien lo seguía como a un maestro pero
cuidaba como a un hijo. A finales de ese mismo año comenzaría la Invasión a
Occidente, una ingente gesta militar libertadora librada por Gómez y Maceo
desde Mangos de Baraguá hasta Mantua, donde llegó Maceo hacia octubre de
1896. La Invasión a Occidente fue llevada por una larga columna, cuyos
mandos, de extrema flexibilidad y excelente coordinación, la fragmentaban para
la guerra de guerrillas o para el combate campal, según las necesidades del
momento. La columna marchaba mandada por Maceo como su Lugarteniente y
por Quintín Bandera como General de División de la infantería mambisa.

Mientras Maceo avanzaba con Bandera más al oeste que Gómez, éste llevó a
cabo en el Camagüey un movimiento constante alrededor de la capital
provincial, llamada la "Campaña Circular", que sumó numerosos adeptos de la
juventud camagüeyana, admiradores del gran guerrero. Igualmente llevó a
cabo una campaña en Las Villas, que esta vez sí fue coronada por el éxito.
Anteriormente había sido herido en el cuello durante el primer cruce de la
Trocha Militar de Júcaro a Morón (actual provincia de Ciego de Ávila), un
sistema de cercas, puestos militares y fortines que los españoles habían
declarado inexpugnable. Después de eso casi siempre usaba un pañuelo en el
cuello, con el que lo pintaría el periodista norteamericano Grover Flint en varios
de sus históricos bocetos.

En lo que es la frontera actual de Las Villas con Matanzas, Gómez llevó a cabo


el célebre "Lazo de la Invasión", en el que retrocedió unos kilómetros ante
fuertes columnas españolas, ante cuya vista destruyó las líneas férreas hacia el
Oriente, para luego hacer un avance envolvente hacia Occidente, volviendo a
cortar todas las comunicaciones, esta vez por el Oeste. Dejaba así a un gran
contingente de tropas que fueron hábilmente hostigadas y diezmadas por
guerrillas que, si bien eran muy inferiores en número, estaban en pleno
conocimiento del terreno y exterminaron a gran parte de los infelices "quintos"
que eran traídos por decenas de miles a pelear en Cuba.

En La Habana, además de recibir su segunda y última herida de bala, incidente


relativamente trivial para él, llevó a cabo una estrategia de movimientos
extremadamente simple pero eficaz para eludir el combate abierto. Se movía
en cuadriláteros de dos o tres kilómetros de lado, dejando atónitos a los
expertos generales españoles, veteranos de guerras en Europa y África.
Refugiándose por pocas horas en los cayos de monte habaneros, atacaba
luego a las fuertes columnas hispánicas por la retaguardia, en cargas breves
pero feroces. Con esos movimientos volvió a retirarse al Este, para reunirse
con los patriotas en la histórica Asamblea de la Yaya, que se produciría a
comienzos de 1897.

El Viejo, o Chino Viejo, como era conocido Gómez por sus íntimos, se llenó de
pesar al conocer de la caída en combate de Antonio Maceo y junto a él de su
bravo y querido hijo, Francisco "Panchito" Gómez Toro. Su pena la dejó
plasmada en carta a María Cabrales, esposa de Antonio Maceo. Antes ya
había caído José Maceo, el "León de Oriente". Inmediatamente designó como
Lugarteniente al experto Mayor General Calixto García Íñiguez, quien sería el
encargado de llevar las acciones de guerra en todo el departamento oriental.
Gómez se mantuvo durante todo 1897 operando entre Las Villas y Las Tunas,
mientras en Occidente actuaban los generales Lacret y Mayía Rodríguez. El
verano de 1897 fue fatídico para las armas españolas no sólo por el exterminio
a manos de las guerrillas mambisas que las hostigaban hasta de madrugada,
sino por el paludismo, la disentería y otras enfermedades tropicales. Al ser
preguntado por sus mejores generales, Gómez respondió: "¿Mis mejores
generales? Junio, Julio y Agosto."

El Generalísimo se hizo célebre por la disciplina implacable que imprimió a sus


tropas. Tanto sus soldados, como los prefectos mambises corruptos,
conocieron penas de muerte por fusilamiento y/o la degradación. Para las
indisciplinas menores, no relacionadas con cobardía, el cepo mambí o el paso
a la impedimenta eran los castigos usuales. La cobardía, si no tenía
consecuencias graves, era castigada con la obligación de avanzar en solitario
hacia filas enemigas y procurarse una o más armas, un uniforme y parque. Los
robos o agresiones a campesinos eran castigados con el fusilamiento. Gómez
entró en fuertes contradicciones con el Gobierno de Cuba en Armas presidido
porSalvador Cisneros Betancourt por la concesión de grados militares a
jóvenes de buena posición social que recién se unían a las filas mambisas.
Fueron muchos los diplomas de nombramientos que rompió con sus manos,
para después nombrarlos como soldados rasos y ubicarlos en sus filas. Con
Gómez los grados tenían que ser ganados en combate.

Ante los esfuerzos de muchos emigrados por lograr el reconocimiento de la


beligerancia cubana por los Estados Unidos, Gómez expresó: "El
reconocimiento de los americanos es como la lluvia: si viene está bien, y si no,
también."

Al producirse la intervención norteamericana en la guerra, Gómez se hallaba


hacia el centro del país, en su tarea de diezmar las decadentes tropas
españolas y a punto de avanzar por segunda vez a La Habana para invadirla
definitivamente. Reaccionó airado ante la prohibición de entrar en Santiago de
Cuba a las tropas cubanas, emitida por el general estadounidense Shafter,
pero no tomó acción alguna, no sintiéndose con derechos de cubano, a pesar
de su papel preponderante en la campaña.

Ya en 1898 se trasladó a La Habana para la Quinta de los Molinos. En una


visita a Santiago de Cuba, donde fue recibido por una multidudinaria
manifestación de simpatía, contaba con una pequeña herida en una de sus
manos, fueron tantas las manos que estrechó, al calor de aquel pueblo que
tanto lo amaba y veneraba, que comenzo a sufrir de una septicemia que poco a
poco lo fue segando. Fue necesario regresarlo de inmediato a la Habana, en un
tren habilitado para la ocasión. No se recuperaría de esta afeccion hasta su
muerte. Al establecerse la Asamblea del Cerro como Gobierno Provisional,
Gómez entró a formar parte de ella, pero se negó a dirigirla, alegando su
carácter puramente militar y su condición de extranjero. Entró en
contradicciones con varios de sus diputados, varios de los cuales militaban
entre las filas de los reformistas y los autonomistas, y cuya mayoría era de
extracción burguesa.

[editar]Inicios de la República y fin de su vida

Por su condición de extranjero se negó a constituirse como candidato a la


presidencia ante las inminentes elecciones de 1902, en las que se
postulaba Tomás Estrada Palma como candidato de los ocupantes
estadounidenses, pero apoyó la candidatura de Bartolomé Masó, patriota
probado en campaña. Pero Masó, por su parte, se retiró de las elecciones ante
las burdas y evidentes manipulaciones de Leonard Wood y sus testaferros para
imponer fraudulentamente a Estrada Palma. A partir de ese momento Gómez,
reverenciado por los habaneros, se retiró a una villa en las afueras de la
capital, haciendo su paseo matinal por un largo terraplén que es hoy la céntrica
Calzada del Diez de Octubre.

La contradicción principal estaba dada por si aceptar el donativo ofrecido por el


Gobierno estadounidense de tres millones, o si pedir un empréstito mayor que
asegurara un descanso decoroso a los soldados del Ejército Libertador. Gómez
era partidario de tomar el donativo del Gobierno estadounidense, por temor al
nacimiento de una República endeudada. Mientras que la Asamblea del Cerro
era partidaria de un empréstito mayor, pues aunque la República naciera
endeudada, ella sería reconocida como el organismo legal representante de los
intereses del pueblo cubano, destinado a devolver el empréstito a los bancos
estadounidenses.

A finales de 1898, Tomás Estrada Palma disuelve el Partido Revolucionario


Cubano, y la Asamblea, preocupada por los acontecimientos, designó una
comisión para que se trasladase a los Estados Unidos y, en trato con los
dirigentes de este país, tratase de precisar el futuro de Cuba, siempre en el
entendido de la instauración de una nación soberana. La comisión, muy
festejada, no fue considerada, sin embargo, “oficial”. El gobierno
estadounidense no la reconoció como representante del pueblo cubano. Todo
lo que se pudo conseguir de Washington, fue una donación de tres millones de
pesos para aliviar la pobreza de los soldados de la Revolución.

El 12 de marzo de 1899, la Asamblea del Cerro acordó la destitución de


Máximo Gómez como General en Jefe del Ejército Libertador, y la eliminación
definitiva de ese cargo. Las discrepancias habían llegado a su clímax y se
resquebrajó la imprescindible unidad.

El Generalísimo, mediante un manifiesto a la nación, expresó:

...Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a


defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde
que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la
espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que
voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho
de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los
cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con
un amigo.

Al conocerse la noticia, las masas populares realizaron manifestaciones de


condena a la Asamblea del Cerro y de solidaridad con Gómez. Bajo las
consignas “Abajo los Asambleistas” y “Viva Máximo Gómez”, durante tres días
el pueblo desfiló ante la habanera Quinta de los Molinos en espontánea acción
de agravio. En toda la isla se quemaron monigotes que representaban a los
asambleistas, el 15 de marzo aparecieron fuertes críticas y burlas hacia los
asambleistas en la prensa, a quienes el pueblo acusaba de ir hacia el abismo
de la anexión. Días después de la destitución de Gómez, la Asamblea se
disuelve bajo presiones populares, quedando el pueblo de Cuba sin
representante ante las injerencias estadounidenses.

El 2 de abril en carta abierta a Bernarda Toro, Gómez expresa en relación con


la situación del país:

Los que esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy
tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y
gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha
demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud
eterna.

...La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos
momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio... Nada
más racional y justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a vivir
con su familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que
se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del
vecino. La situación pues, que se le ha creado a este pueblo; de miseria
material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía,
es cada día mas aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible
que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía.

El Generalísimo Máximo Gómez Báez falleció el 17 de junio de 1905, sin


fortuna personal, en su villa habanera, a la edad de 68 años.

[editar]Legado histórico de Máximo Gómez

Gómez fue un bello ejemplo del internacionalismo, pues dedicó la mayor parte
de su vida a su "querida y sufrida Cuba", a la par que un militar admirable por
su valor e intransigencia. Siendo cortés con el enemigo valiente, era implacable
con los cobardes o los indisciplinados de sus propias tropas. Su brillante
estrategia militar, su ejemplo personal y su estilo de mando, célebre por su
severidad, le posibilitaron llevar a cabo campañas (la Invasión y posteriores
campañas) sin precedentes históricos por la disparidad de sus fuerzas tanto en
hombres (de 35'000 a 40'000 mambises contra más de un cuarto de millón de
españoles) como en técnica militar: los mambises no contaban con artillería,
salvo a finales de la guerra, cuando Calixto García asedió a la ciudad de
Holguín con algunos cañones, por cierto tomados al enemigo, sin contar con
las dificultades enormes para hacer llegar expediciones con hombres y armas
para la lucha. Por último, su conducta desinteresada de retiro de los asuntos
políticos, luego del triunfo cubano, también fue admirable en cierto modo, pues
nunca pretendió protagonismo alguno en la vida política civil de Cuba, a la que
en realidad tenía derecho por sus extraordinarios méritos. Aunque fueron
muchos los grandes patriotas cubanos, cuando se cita la trilogía de hombres
fundamentales de la Guerra de Independencia, Máximo Gómez está junto a
José Martí y Antonio Maceo.

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