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Toruño Arguedas, César. (2020). Marcos conceptuales para un currículo crítico: una
propuesta desde la pedagogía crítica brasileña, española y estadounidense. Revista
Actualidades Investigativas en Educación, 20(1), 1-27. Doi. 10.15517/aie.v20i1.40124
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Revista Actualidades Investigativas en Educación Doi: 10.15517/aie.v20i1.40124
Volumen 20, número 1, Ensayo, ene-abr 2020
Disponible en revista.inie.ucr.ac.cr
Abstract: This essay is based on the theoretical need to establish conceptual and operational frameworks to
elaborate curricular proposals from a critical approach. This is achieved through a analysis of the main theorists of
Brazilian, Spanish and American critical pedagogy, among which are Henry Giroux, Michael Apple, Ernest House,
Paulo Freire, José Gimeno, Ángel Pérez, Miguel Santos, Jurjo Torres and Lawrence Stenhouse. The various
theoretical productions were determined from an analysis of texts from files that allowed establishing the
categories of analysis and their respective processing. The essay acquires its justification in the meantime, there
are few systematization proposals for the construction of curricular designs from a critical pedagogy. Therefore, as
a relevant contribution to the theoretical discussion, the construction of the conceptual and operational frameworks
in the Education-Educational Center categories, teacher-student roles, curricular contextualization (teaching,
learning and evaluation) and knowledge. This allows us to conclude that critical pedagogy has defined conceptual
and operational frameworks that can favor the development of critical curricular designs with an emphasis on
curricular contextualization. For which, it is necessary to update these delimiters within the curriculum
management and innovation in the different stages of the education system.
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1. Introducción
Los marcos conceptuales del sistema educativo (desde preescolar hasta la educación
universitaria) son los ejes fundamentales de la conceptualización como institución cultural
perteneciente a un proyecto político, económico y cultural delimitados son, por tanto, una
clarificación de acción para guiar los procesos operativos del proyecto educativo propuesto
por un sector educativo (dominante, progresista, alternativo u otro) y deben ser
comprendidos dentro de una lógica dialéctica en donde el sistema educativo es el escenario
de luchas entre el impulso de un proyecto hegemónico y las resistencias que ofrecen,
sistematizadas o no, conscientes o no, sujetos y grupos de presión dentro del sistema. Bajo
estas delimitaciones, resulta necesario establecer marcos conceptuales del sistema
educativo desde la pedagogía crítica como insumo para la construcción de un currículo
crítico como alternativa integral, pertinente y relevante frente a las limitaciones estructurales
Enfoque Curricular Técnico imperante en las aulas y el Enfoque Curricular Práctico aspirado
desde el currículo oficial.
A continuación, se expondrán principales aportes teóricos de referentes de las
escuelas de pensamiento brasileña, española y estadounidense, estructurados a partir de las
categorías de análisis: educación y centro educativo, roles docente-estudiante, mediación
(enseñanza, aprendizaje y evaluación) y conocimiento; los cuales a su vez develan principios
operacionales generales para las propuestas alternativas en educación. Para la elaboración
de cada sub apartado se integraron los aportes en un diálogo inter autores mediados por un
análisis crítico.
Las selecciones de estas escuelas de pensamiento se sustentan en la interacción
dialéctica sostenida entre ellas, y sus principales teóricos, en las últimas décadas; la amplia y
sistemática producción científica de los autores seleccionados (libros y artículos) y,
finalmente, su influencia en la formación del currículo latinoamericano (con especial atención
en la formación de la propuesta crítica desde Centroamérica). Se debe especificar que este
ensayo realiza un proceso de construcción desde las supra citadas escuelas de pensamiento
pero que, puede y deber complementado con los aportes teóricos y prácticos de diversos
autores de la región latinoamericana, los cuales deberán ser integrados en futuros productos
académicos vinculados a esta temática.
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dilucidado con qué fines y con qué métodos ejerce su función. El educando queda reducido a
receptor pasivo de la acción educativa” (Sotelo, 1999, p. 53), así mismo conceptualiza la
educación como formadora de individuos en una sociedad de mercado, una misión que se
consolida a partir de los “silencios, las filas, los exámenes, la compartimentación de los
movimientos en el espacio y el tiempo, los premios y las penalizaciones, el trabajo y la
obediencia” (Álvarez, 1999, p. 90). En síntesis, el sistema educativo; desarrolla “de forma
explícita a veces y latente las más, una ideología cuyos valores son el individualismo, la
competitividad y la insolidaridad, la igualdad formal de oportunidades y la desigualdad
‘natural’ de resultados en función de capacidades y esfuerzos individuales” (Pérez, 2000a, p.
20)
Frente a esta extrapolación industrial y re conceptualización del sistema educativo en
el marco de las sociedades de mercado; diversos grupos sociales, políticos y educativos
expresaron la necesidad de reconstruir el sistema vigente (ligados al reformismo político y
social) o la urgencia para construir un nuevo sistema fundado en valores alternativos al
capitalismo (vinculados al socialismo-comunismo), en esta última categoría surge la
pedagogía crítica, también denominada pedagogía radical o pedagogía revolucionaria, la
cual ofrece (en la década de 1950) una primera lectura marxista de la realidad educativa
desde una posición de la reproducción (el sistema educativo establecía las condiciones de
reproducción del sistema sin posibilidad de acción o transformación de sus agentes).
En la década de 1960, con el aporte de la escuela Neomarxista, Pierre Bourdieu
(1997, 2001) revoluciona las lecturas del sistema educativo a partir de una posición de
interacción dialéctica donde los sujetos podrían crear espacios de resistencia y
transformación. Esta rama del pensamiento educativo encuentra su principal referente
latinoamericano en Paulo Freire quien establece (Freire, 2005a) la correlación entre el
pasado histórico (la poca experiencia democrática de Brasil por sus antecedentes de ser
conquistado, colonia portuguesa y el uso de la fuerza militar) y las realidades educativas de
Brasil, además de una denuncia a la educación tradicional o bancaria en la cual “la
educación se transforma en un acto de depositar en el cual los educandos son los
depositarios y el educador quien deposita” (Freire, 2005a, p. 78)
El análisis de Freire (2001) se sustenta en cinco premisas del sistema educativo
alternativo, a saber: a) La lectura crítica del mundo, b) una utopía que guía la acción social,
política y educativa, c) el reconocimiento de la utopía establece la obligación del sistema
educativo de “promover la legitimidad del sueño ético-político de la superación de la realidad
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injusta” (Freire, 2001, p. 53), d) La pedagogía crítica se basa “en el amor, la humildad, la fe
en los hombres, el diálogo se transforma en una relación horizontal en que la confianza de
un polo en el otro es una consecuencia obvia” (Freire, 2015b, p. 74) y e) “la tarea progresista
consiste en estimular y posibilitar, en las más diversas circunstancias, la capacidad de
intervención en el mundo y nunca su contrario” (Freire, 2001, p. 70)
A partir de estas premisas, Freire desarrolla una amplia reflexión teórica sobre la
construcción de una educación liberadora o problematizadora, en la cual se entiende la
educación como “situación gnoseológica, en la cual el objeto cognoscible, en vez de ser el
término del acto cognoscente de un sujeto, es el mediatizador de sujetos cognoscentes –
educador, por un lado; educandos, por otro” (Freire, 2015,b p. 61)
La propuesta de Freire transforma los pilares de la concepción de la educación, en
primer lugar a replantear la epistemología clásica para establecer el conocimiento en un
triángulo de interacción dialéctica con estudiante y docente; interacción en el marco de
vínculos de construcción con y para el contexto (socio construccionismo o socio
constructivismo), transforma los roles docente-estudiante, rompe el verticalismo educativo
(docente-estudiante) y traslada el dominio del conocimiento del docente a la democratización
de su construcción en todas las esferas educativas y del acto educativo.
Explícitamente, Freire (2008, p. 95) afirma que un sistema educativo progresista y
democrático exige “una nueva manera de entender lo que es enseñar, lo que es aprender, lo
que es conocer, de la que Vygotsky no puede estar ausente”. Además de incorporar el
socioconstructivismo (en la interacción del aula y del centro educativo con la sociedad), el
amor y la utopía mencionados previamente, con la anterior definición Freire incorpora las
aristas de democrática, alegre y capaz, junto a la caracterización de progresista, en el tanto
define que “una educación progresista nunca puede, en la casa o en la escuela, en nombre
del orden y de la disciplina, castrar la dignidad del educando, su capacidad de oponerse, e
imponerle un quietismo negador de su ser” (Freire, 2012, p. 40)
Por tanto, al oponer a la educación bancaria (Freire, 2005) o tradicional, el autor
construye un esquema de educación progresista diferenciadora no sólo en la construcción
del conocimiento (dialógico) y la interacción con el contexto (función social de
transformación), sino que además establece una educación en la que revolucionan las
premisas de interacción, roles y posibilidades de docentes y estudiantes, con la advertencia
de que ante este engaño “de la verticalidad de la programación, ‘engaño’ de la concepción
bancaria, caen muchas veces los revolucionarios, en su empeño por obtener la adhesión del
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pueblo hacia la acción revolucionaria” (Freire, 2005, p. 77), es decir, no puede denominarse
como progresista, e incluso como alternativa, desde la pedagogía crítica a una propuesta
pedagógica que mantenga los estatus quo de un sistema construido desde la extrapolación
industrial, el conservadurismo y la hegemonía de un proyecto económico ante el cual
sucumbe los idearios educativos.
El legado de Freire, y la escuela brasileña en general, constituyó el cimiento de
conceptualización de la educación, desde la pedagogía crítica, que fue sintetizado en la
definición de Giroux (2006, p. 61), el cual afirmó que “la educación se ocupa de deconstruir
los conocimientos con el fin de que se entiendan más críticamente las experiencias y
relaciones propias con la sociedad más amplia”.
Desde la escuela de pensamiento norteamericana, la reivindicación de la educación
como institución cultural en un entramado socio político se vincula a la denuncia, desde la
pedagogía crítica, sobre el hecho de que los diferentes estudios pedagógicos no tienen
“conciencia de los tipos de conflicto que se dan en las escuelas en relación a diferentes
formas de conocimiento” (Giroux y McLaren, 1998, p. 80-81) y la demanda de que “podemos
hacer lo pedagógico más político clarificando la manera en que la compleja dinámica de la
ideología y el poder organiza las diversas experiencias y dimensiones de la vida escolar, a la
vez que media en ellas” (Giroux, 2006, p. 60), en el tanto “las escuelas no son
ideológicamente inocentes” (Giroux, 2006, p. 205), esta última afirmación es complementada
por Giroux al indicar que como “personificación de un ideal, se refiere a las formas de
aprendizaje y acción basadas en un compromiso para eliminar las formas de opresión de
clase, raza y género” (Giroux, 2003, pp. 295-296).
En la anterior síntesis, Giroux establece una interacción elemental de la educación
desde los estudios de la pedagogía crítica, es decir, una interacción dialéctica del sistema
educativo con la esfera pública, un marco de aspiraciones, demandas de transformación,
compromisos políticos y contextos, todo lo cual “se produce a partir de conflictos, tensiones y
compromisos culturales, políticos y económicos que organizan y desorganizan un pueblo”
(Apple, 1999, p. 153), con un claro horizonte: “la preparación de las personas más jóvenes
para ser ciudadanas y ciudadanos activos, miembros solidarios y democráticos de y para una
sociedad similar” (Torres, 1998, p. 14), así mismo, todo análisis del sistema educativo debe
centrarse “en las cadenas nacional e internacional de formación de capitales, en las
contradictorias necesidades del Estado, en las relaciones de clase y en las que existen entre
el campo y la ciudad, que organizan y desorganizan ese país” (Apple, 1996b, p. 28)
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entre los sexos, g) es una institución pretendidamente igualadora que mantiene mecanismos
que favorecen el elitismo, h) busca la diversidad pero que forma para competencias
culturales comunes, i) está cargada de imposiciones pero pretende educar para la
participación, j) la escuela es una institución aparentemente neutral que esconde una
profunda disputa ideológica.
Desde esta concepción se denuncia que el sistema educativo y a los centros
educativos “por sus contenidos, por sus formas y por sus sistemas de organización va
induciendo paulatina pero progresivamente en las alumnas y alumnos las ideas,
conocimientos, representaciones, disposiciones y modos de conducta que requiere la
sociedad adulta” (Pérez, 2000a, p. 18), esta premisa no oculta el papel de la estructura
tangible e intangible del sistema capitalista para la implementación de una estructura
dominante y funcional a la estructura político-educativa.
Lo esbozado en este apartado permite establecer la educación como un sistema
cultural construido en el marco de interacciones políticas, económicas, culturales y sociales
de un proyecto hegemónico y las resistencias al mismo que alberga, en su seno, espacios de
reproducción o resistencia, dominación y liberación y, ante todo, espacios para la
reconstrucción cultural, siempre bajo la premisa de que los centros educativos “escuelas
asignan personas y legitiman conocimientos, legitiman personas y asignan conocimientos”
(Apple, 1997a, p. 57), motivo por el cual, desde la pedagogía crítica, se le reivindica como
espacio de lucha para la liberación del individuo mediante una reformulación de las prácticas,
conocimientos, actividades y sus agentes, esto último será analizado a continuación con la
inclusión del elemento rol docente.
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por supuesto, tener el asentimiento del alumno o de sus familias. Funciona de una manera
implícita a través de los contenidos culturales, las rutinas, interacciones y tareas escolares”
(Torres, 1998, p. 76)
A partir de lo anterior, es posible asociar la pedagogía crítica con tres premisas
elementales para la práctica y la comprensión de la enseñanza, a saber: enseñar en un acto
creador (Freire, 2005c, p. 105), “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las
posibilidades de su producción o de su construcción” (Freire, 2006, p. 12) y “Quien enseña
aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender” (Freire, 2006, p. 12)
Estas premisas, tanto epistemológicas como pragmáticas, establecen las
características de la enseñanza integrando, implícitamente, los procesos de aprendizaje por
cuanto desde esta postura pedagógica enseñanza y aprendizaje son un mismo componente
del acto educativo en el cual docentes y estudiantes participan en igualdad para la
construcción de aprendizajes para la liberación, por cuanto “se interesa por las estrategias
de enseñanza y aprendizaje que facilitan este proceso de reflexión, de participación
democrática y de ejercicio de la responsabilidad y solidaridad” (Torres, 1998, p. 200)
Sumado a lo anterior, Freire incorpora una desmitificación del proceso de enseñanza-
aprendizaje, en el tanto se podría confundir la crítica de la pedagogía crítica (implicaciones)
con la forma (técnica), ante lo cual aclara que el problema no radica en la clase magistral
sino en “aquel tipo de relación educador-educando en que el educador se considera el único
educador del educando, en que el educador rompe o no acepta la condición fundamental del
acto de conocer que es la relación dialógica” (Freire, 2005c, p. 146)
Con respecto a la relación entre la enseñanza y la formación de pensamiento crítico
(una de las grandes aspiraciones de la pedagogía crítica), establece que para lograr tal fin
exige la creación y el ejercicio “de una seria disciplina intelectual que debe ir forjándose
desde el nivel preescolar. Pretender la inserción crítica de los educandos en la situación
educativa, en cuando situación de conocimientos, sin esa disciplina es una espera vana”
(Freire, 2005c, p. 105), además, establece 27 principios que deben orientar la enseñanza
(Freire, 2006), en el tanto esta exige: rigor metódico, investigación, respeto a los saberes de
los educandos, crítica, estética y ética, la corporificación de las palabras en el ejemplo,
riesgo, asunción de lo nuevo y rechazo de cualquier forma de discriminación, reflexión crítica
sobre la práctica, reconocimiento y la asunción de la identidad cultural, conciencia del
inacabamiento, reconocimiento de ser condicionado, respeto a la autonomía del ser del
educando, buen juicio para evaluar cada instante de la práctica docente, humildad, tolerancia
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oprimido, es decir aquella que “ser elaborada con él y no para él, en tanto hombres o
pueblos en la lucha permanente de recuperación de su humanidad” (Freire, 2005a, p. 42).
Ante esta aspiración, el propio Freire advierte que la “propaganda, el dirigismo, la
manipulación, como armas de la dominación, no pueden ser instrumentos para esta
reconstrucción” (Freire, 2005a, p. 72), un reiteración de los señalamientos del autor para que
los y las docentes progresistas no caigan en la arena movediza de prácticas conservadoras
con aspiraciones progresistas; motivo por el cual reitera que la mediación pedagógica
progresista se sustenta en una metodología dialógica, es decir una “Práctica pedagógica en
que el método deja de ser… instrumento del educador (en el caso, liderazgo revolucionario)
con el cual manipula a los educandos (en el caso, los oprimidos) porque se transforman en la
propia conciencia” (Freire, 2005a, p. 73).
La acción dialógica se sustenta en la premisa de que el “diálogo no impone, no
manipula, no doméstica, no esloganiza” (Freire, 2015a, p. 153), además incorpora cuatro
ejes de acción para su concreción: a) la colaboración, b) la unión, c) la organización y d) la
síntesis cultural. La colaboración permite establecer puentes de acción entre enseñantes-
aprendientes, la unificación y organización permitirá a los(as) oprimidos(as) hacer de su
“debilidad una fuerza transformadora, con la cual podrán recrear el mundo, haciéndolo más
humano” (Freire, 2015a, p. 131) en el marco de la lucha por la transformación y liberación y
la síntesis cultural permitirá la construcción de aprendizajes producto de la interacción entre
el bagaje cultural propio de cada persona, el contexto, las realidades, lo académico y lo
aspiracional. Con estos ejes, la propuesta de mediación dialógica busca eliminar la
conquista que roba al oprimido(a) “su palabra, su expresividad, su cultura” (Freire, 2015a, p.
125), la división que aísla a los oprimidos, la manipulación de una burguesía que “presenta a
las masas como su posibilidad de ascenso, instaurando la convicción de una supuesta
movilidad social” (Freire, 2015a, p. 134) y la invasión cultural que “consiste en la penetración
que hacen los invasores en el contexto cultural de los invadidos, imponiendo a éstos su
visión del mundo, en la medida misma en que frenan su creatividad, inhibiendo su
expansión” (Freire, 2015a, p. 137).
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relación ya que, en sus diferentes niveles (macro, meso y micro) se da una evaluación,
desde el docente que evalúa (o mide) los conocimientos adquiridos por sus estudiantes
(Gimeno, 2001) hasta el papel ideológico que cumple un determinado currículum (Kemmis,
1998).
El fondo de la reivindicación, “las escuelas no son ideológicamente inocentes, y
tampoco son simplemente reproductoras de las relaciones e intereses sociales dominantes”
(Giroux, 2006, p. 205), permite abordar el sistema educativo como un organismo complejo en
sí, dinámico y en interacción dialéctica con la sociedad, generando un escenario donde se
mezclan el discurso de la denuncia y la esperanza; en tanto permite establecer que,
siguiendo a Juan Manuel Álvarez (1999, p. 174);
La evaluación educativa, y los conceptos que la van definiendo (rendimiento,
calificación, acreditación…) es un constructo social y, por tanto, un invento, una
convención susceptible de cambio, al que se le dan usos ideológicos y políticos
confundidos con usos educativos. Se crea así la ilusión del consenso social respecto
a los objetivos, los usos y las funciones hasta el punto que el mismo consenso nos
hace pensar y ver que la evaluación no puede ser de otro modo…El lenguaje que se
utiliza en la evaluación es esencialmente metafórico, cuando no técnico, y en muchos
casos equívoco, cuando no tramposo, porque quiere ser neutral (cuando se utiliza
para encubrir más que para comunicar, incluso cuando “dice”). Lo sustantivo
pertenece a la esfera de lo oculto, de la suposición, se decide en otras instancias,
adquiere el verdadero valor fuera del aula, por más que sea el aula el lugar visible
donde podemos encontrar los primeros engarces que nos permitan el análisis crítico y
constructivo de la situación
Así mismo, esta corriente de estudios no sólo se limitó a la reflexión crítica puesto
que “ha aportado esquemas de análisis y nuevos conocimientos para reconstruir la idea de
educación, como actividad permanente que se realiza en diferentes campos de acción
práctica y de profesionalización” (Cabello, 2003, p. 43)
Dentro de estos nuevos esquemas de análisis, la pedagogía crítica devela el papel
del Estado y la política, ya que ésta última “funciona para situar a la gente de forma diferente
con respecto a la acometida de la riqueza y el poder, sino también provee las condiciones
para la producción y adquisición del aprendizaje”(Giroux, 1997, p. 190), en tanto, se debe
develar la influencia de las estructuras dominantes, y las posibilidades de resistencia, en el
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imaginario estudiante, es decir, su subjetividad así como las formas materiales y sociales de
las relaciones sociales (Giroux y McLaren, 1998).
En este contexto, la evaluación se concibe como un proceso de diálogo, comprensión
y mejora (Santos, 1995) que involucra intereses, en el proceso en sí, de sectores con
desequilibrios de poder, valores y marcos ideológicos de los participantes por lo que él(la)
evaluador(a), como participante del proceso con capacidad de organización estructural, debe
asumir un compromiso ético con una evaluación que permita a todos(as) los(as) participantes
interactuar en igualdad, expresar su voz (es decir, sus intereses, sus concepciones, visiones,
otros) y ejercer un peso proporcional en la deliberación para la toma de decisiones.
La anterior definición se diferencia de la tradicional concepción de evaluación en tanto
esta última se centra en la obtención de un resultado o producto como objetivo en sí, que es
la finalización de la aplicación de una serie de instrumentos-técnicas objetivamente
elaborados. Por el contrario, desde una visión crítica, la evaluación como proceso, es una
serie de técnicas-instrumentos orientados por un fin de conocer y mejorar un determinado
objeto-proceso, y que, por tanto, se debe desarrollar en todas las fases de la evaluación,
siendo dialéctica la relación entre investigación, reflexión, resultados, acción. Desde esta
posición, es más importante el ¿Cómo se obtuvo los resultados? A ¿Cuáles son los
resultados?
En segundo lugar, en la visión tradicional se asume la evaluación como un proceso
objetivo que no tenía un impacto más allá de lo evaluado es decir, era un proceso de
implicaciones internas, no obstante con una visión crítica, es vital reconocer el impacto,
directo e indirecto, de la evaluación, ya que detrás de una seudo objetividad y diseño
estructurado neutralmente se puede esconder un interés por legitimar, mediante la
evaluación, una serie de decisiones que afectarían la vida de los informantes e, incluso,
sectores externo a la evaluación.
Así mismo, en la visión tradicional, el evaluador cumplía un rol médico que, mediante
una serie de procedimientos estructurados, podía conocer los síntomas presentados y dar
una serie de recomendaciones, como asesor externo, para que se tomaran las decisiones
para suprimir los malestares. Sin embargo, en la visión crítica el evaluador no es un
elemento externo que, descontextualizadamente, ofrecerá un proceso y conclusiones sino
que, por el contrario, asumirá un rol de facilitador para que los grupos de interés puedan
hacer escuchar sus voces y deliberar sobre su situación interna para que, ellos, puedan crear
los mecanismos para mejorar las situaciones presentadas en el proceso. Esto está
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Por último, Angulo (1999, pp. 215-216), propone que la evaluación en educación
debe sustentarse en las siguientes premisas: 1) evaluar el sistema educativo debería
significar evaluar todo el sistema educativo, 2) a información que genere la evaluación del
sistema educativo debería ayudarnos a comprender con más profundidad los logros y
dificultades, 3) se deben desarrollar, para la recolección de información, instrumentos y
estrategias alternativas como estudios de casos y grupos de discusión, 4) los instrumentos y
estrategias deben ser sensibles a las complejidades de los fenómenos sociales y educativos,
5) los instrumentos y estrategias deben promover la expresión libre de los participantes, 6) la
validez de los instrumentos y las estrategias debe estar vinculada al uso, 7) la evaluación, los
instrumentos y las estrategias deben estar sometidas a las complejidades del sistema
educativo, 8) la evaluación educativa debe hacer explícito el concepto de escolaridad,
educación y enseñanza que la sustentan, 9) la evaluación educativa no es un acto puntual,
es dinámica, 10) la evaluación educativa debe responder al compromiso de todos los
sectores y no ser responsabilidad de una sola entidad, 11) antes de iniciar un macro proceso
de evaluación, se deben crear los consensos necesarios.
Por tanto, lo analizado en el presente sub apartado permite concluir que la evaluación
cumple, en una propuesta progresista, el papel clave para democratizar el proceso educativo
mediante la inclusión de voces, la construcción de nuevos mecanismos e instrumentos de
evaluación y para cuestionar el papel mismo de la evaluación, además, y como afirma Freire
(2001, p. 124) “en el campo de la decisión, la evaluación, la libertad, la apertura, la opción,
se instaura la necesidad de la ética y se impone la responsabilidad. La ética se hace
inevitable y su posible transgresión es un desvalor, nunca una virtud”, por lo que resulta
necesario la inclusión del apartado ético en la evaluación.
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(Pérez, 2000b, p. 113), esto decir, no existe conocimiento permanente, relevante, pertinente,
significativo y transformador si no contiene interrelaciones con lo subjetivo y los contextos de
las realidades en que se construye en el acto educativo.
En línea con lo anterior, Gimeno (2010a, p. 37), establece que;
La ideología progresista ha enfatizado, además, que es bueno, para progresar hacia
una mayor equidad, el que toda esa amalgama social se mezcle en una escuela
única con un tramo cada vez más prolongado de enseñanza común no diferenciada,
lo que implica proporcionar una cultura común. ¿Qué contenidos son adecuados y
aceptados en esa escolaridad común para una base social ten heterogénea? La
respuesta vendrá de la mano de un proceso de diálogo político y cultural
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6. Conclusiones.
A partir de lo expuesto en el presente ensayo, se concluye que para la pedagogía
crítica la educación y centro educativo son instituciones culturales que responden a los
elementos contextuales de la sociedad en que se construyen así como en el proyecto
hegemónico que enmarca las redes de poder, de esta forma se estructuró, al menos en
occidente, un proyecto educativo ligado al desarrollo-consolidación del capitalismo ante el
cual se estructura una alternativa pedagógica ligada, en sus orígenes, al marxismo-
socialismo y que puede ser denominada bajo el concepto de pedagogía crítica.
En la pedagogía crítica se denuncia la pedagogía por objetivos (Gimeno, 1997) del
sistema tradicional y se plantea la educación como un espacio cultural que expresa, en forma
implícita o explícita, los valores y conceptos del sistema capitalista (Pérez, 2000). Bajo esta
premisa es posible encontrar espacios de resistencia y transformación (Bourdieu, 1997;
2001) donde destaca los aportes de Freire (2001; 2005) para establecer la necesidad de
deconstruir el sistema dominante desde una educación con lectura crítica del mundo,
contextualización del aprendizaje, utopías como referentes cotidianas, acción transformadora
y la intervención en el mundo; así como las premisas de Giroux (2006) para establecer la
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