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AMO QUE DUELA AMARTE

Min Rex
  
Sinopsis
“Amarte es mi mejor error”
Entre heridas sin sanar y discursos sin terminar, se amaron en silencio diciéndolo todo.
No hay peor enemigo que uno mismo.
Versión Jinkook.
Capítulo 0

El día más esperado para el pequeño de recientes 11 años había llegado.

— ¡Mamá! ¿Ya está la comida? Seokjin hyung y su familia llegarán en cualquier momento. — Dijo el infante
bajando deprisa por las escaleras.

— Mejor ve por tu padre al estudio, estoy terminando de decorar el patio. — El menor asintió.

— Me dices si necesitas ayuda. — La señora negó. — ¿Por qué? Quiero ayudar. — Objetó.

— Es tu cumpleaños, tú disfruta tu día. — Salió, dejando al menor sólo en aquella cocina.

Hizo caso al mandato de su madre y se dirigió al despacho de su padre.

— Si, Yunha, tu esposo se quedará con todo porque tú fuiste una mantenida. — Oyó apenas cruzó el umbral. —
Pues perdón por hablarte con la verdad, no puedes pedirle pensión porque ni siquiera tuvieron hijos. — Colgó y
dirigió su mirada al cumpleañero. — Y aquí está mi niño favorito. — El menor corrió hacia su padre, rodeando
el grande escritorio.

— Mamá dice que vayamos al patio, está terminando de decorar. — Anunció el niño mientras seguía abrazando
a su padre.

El mayor asintió y abrió uno de sus cajones, sacó una pequeña caja.

— Este, es tu regalo, Jungkook. — Le extendió la caja al nombrado, quien al oír aquello, se separó del abrazó y
con la boca abierta de sorpresa recibió el objeto.

La pequeña caja era color rojo, el favorito del infante, tenía un moño del mismo color.

— No tengo algo como terrenos o joyas de la familia, no hay herencias o algo parecido.— Explicó el señor.—
Pero este collar, es algo que ha pasado desde las manos de tu bisabuelo.— El menor abrió la caja, encontrando
dicho objeto, un pequeño fénix de plata.— Leí tu hoja de lo que dirás hoy.— El pequeño pelinegro lo miró con
temor.— Por eso es un buen momento para darte el collar, estás renaciendo y así sea una etapa o algo que sabes
te gustará toda la vida, mi propósito como tu padre, es apoyarte.— El menor agarró el collar.— Volverás a
renacer, siendo una persona única, campeón, así te equivoques, tu madre y yo vamos a apoyarte para que sigas
adelante.— Le quitó el collar de las pequeñas manos y lo desabrochó.— Voltéate, voy a ponértelo.— Hizo lo
ordenado y el padre pasó el collar frente a su cara, posándolo en su cuello y abrochándolo.

— Papá. — Llamó. — ¿Crees que Seokjin hyung me acepte? — El mayor sonrió.

— Si no lo hace, prometo golpearlo para que entre en razón. — Bromeó, pero el infante rio.

— ¡No, papá! No podemos obligarlo a aceptarme. — Contestó riendo.


— Jungkook, si él no te acepta, entonces realmente no es tu amigo. — Le tomó por los hombros, poniéndose
frente a frente. — Prométeme que pase lo que pase hoy, tú seguirás siendo tú. No cambiarás por nadie ni por
nada que no seas tú. — El pelinegro asintió. — Ahora, vamos con tu madre, seguro los Kim ya llegaron.

Ambos salieron del cuarto lleno de libros y hojas. Tal como había dicho el padre, los Kim yacían platicando y
riendo con la señora Jeon.

— ¡Jungkookie! — Gritó emocionado un castaño miel mientras corría hacia el mencionado.

El menor abrió sus brazos y al sentir el cuerpo del más alto, perdió equilibrio y ambos cayeron. El jadeo de las
dos familias se hizo presente.

— ¿Están bien, niños? — Preguntó primero la señora Kim.

— Auch...— Se quejó bajito el cumpleañero. — Sí, tía, estoy bien. — Contestó.

— Feliz cumpleaños, Kookie-boo. — Felicitó el mayor.

— Gracias, hyung. — Dijo el menor, mientras trataba de respirar. — Pero me está aplastando. — Ambos rieron.

El castaño fue el primero en levantarse y después le tendió la mano al menor.

— Bueno, que la fiesta comience. — Anunció Hyomin. — Jungkook tiene unas palabras que decir antes de
todo. — El mencionado miró a todos con una mirada nerviosa y algo de miedo.

— Primero que nada.— Comenzó a hablar.— Gracias por venir a mi fiesta de cumpleaños, es un gusto tenerlos
siempre en cada uno.— Reverenció.— Yo... la verdad no sé cómo iniciar esto.— Se rio ansioso.— Me gustan
los chicos.— Todos los adultos y su mejor amigo lo miraron perplejos.— Más concretamente, me gusta Seokjin
hyung.— El mencionado pasó de su sorpresa a una mueca de desagrado que no fue notada por el pelinegro.—
Me gustaría que me trataran como siempre, ya que sigo siendo la misma persona, no me hace diferente que no
me gusten las chicas.— Explicó.— Realmente batallé un poco con aceptar que realmente no soy como los
demás, no estaba del todo seguro que mis gustos fueran a ser aceptados por ustedes y temo porque nuestra
unidad se quiebre por mí.

Todos los adultos suavizaron su mirada.

— Está bien, Jungkookie, te vimos nacer y crecer. Nadie te obliga a seguir lo que la sociedad dice. — Habló
primero Nina.

— Seguiremos juntos, campeón. — Le siguió el señor Kim.

— Tengo que ir al baño. — Notificó el pequeño Kim, mientras se adentraba al hogar.

La cabeza le daba vueltas.


¿Qué demonios pensaban sus padres?
Capítulo 1
Es gracioso que todos en algún momento soportamos las burlas de otros y cuando las hacemos, nos sentimos
superiores, sentimos el triunfo de que alguien más es rebajado y tú no estás en ese lugar.

Agradeces al cielo no estar en el lugar de la otra persona e imploras no volver a ese lugar, y con tal de conseguir
eso, sigues ahí, haciéndole presión a la otra persona diciéndole que no es como los demás para que los demás te
teman y tú no te vuelvas a sentir vulnerable.

— Seokjin, pásame la sal. — La orden sacó de sus pensamientos al rubio teñido y asintiendo en silencio como
es en todas las comidas con sus padres, extendió la botella de cristal a su padre.

El sonido de los palillos golpeando la porcelana mientras recogían comida era el único sonido que se extendía
por el comedor. Estaba harto del silencio que lo hacía hundirse en sus oscuros pensamientos donde los
enunciados hirientes lo perturbaban hasta que llegaba a su habitación y se colocaba sus audífonos a un volumen
medio alto mientras violentas melodías se reproducían.

Por eso al terminar de comer y murmurar un “estuvo delicioso”, se levantó de la silla, mas fue detenido por la
voz de su madre.

— Tu padre y yo iremos a Japón mañana, te quedarás con los Jeon hasta nuestro regreso, alista tus cosas, por la
noche te dejaremos con ellos.

El rubio tensó el cuerpo.

— Respóndele a tu madre, Seokjin. — Reprendió su progenitor, sabía que si no hablaba iban a castigarlo.

— Sí, madre. — Dijo entre dientes y siguió su camino a la cocina.

— Juntarse con esa bola de vándalos lo está cambiando, GiHoon. Te dije que, si seguía juntándose con ellos en
la universidad, iba a mandarlo donde su primo Namjoon. — Espetó la mujer a su esposo, quien suspiró cansado.

— ¿Quieres mandarlo donde Namjoon? Adelante, quiero ver cómo lloras cuando lo veas irse y se olvide de
nosotros, Nina. — Respondió el mayor mientras azotaba los palillos contra la mesa. — Agradece que sigue con
nosotros, cuando termine la carrera se irá lejos, ya verás.

Seokjin partió a su cuarto después de escuchar la conversación. Estaba claro que las personas que consideraba
amigos no eran los mejores, pero eran los únicos que lo aceptaban, le hacían elevar su estatus social entre todos
los estudiantes y las chicas le caían diariamente.

Estaba obedeciendo todos los estándares que le plasmaron. En el silencio de su habitación, un recuerdo lo
golpeó.

El recuerdo que le había marcado lo que es ahora, un maldito agresor.

— Mamá, Jungkookie es un niño muy lindo, ¿no lo crees? — La señora lo miró perpleja mientras caminaban a
casa.

— Seokjin, no vuelvas a decir eso de un niño. Eso no es normal. — Un puchero se asomó en el rostro del
infante. — Tampoco hagas ese gesto.
— Pensé que era tierno, Jungkookie lo hace. — La madre frunció el ceño.

— Pues no hagas todo lo que hace Jungkook, no es normal, no quiero que mi hijo sea un marica.

Recuerda ese mismo día, siendo llamado marica al compás de ser golpeado por su padre cuando se enteró del
suceso con su madre.

Esa maldita palabra que lo correteó durante su época infantil hasta que tuvo su primera novia. ¿Pero qué sabía
un niño del amor? Nada.

La confesión de Jungkook en su cumpleaños 11 le dio tanto asco como a sí mismo cuando era más pequeño.
Esperaba los comentarios despectivos de sus padres contra su mejor amigo, esperaba que sus padres se lo
llevaran en rastras fuera de esa casa y que nunca lo volvieran a dejar cerca de ellos, sin embargo, lo que vio
fueron sonrisas amigables y miradas cálidas.

No podía odiar a Jeon, lo amaba, aún así hubiera besado ya a diferentes chicas, aún así sus padres no estuvieran
de acuerdo, él amaba a Jungkook. Ama a su pequeño pelinegro de grandes ojos y nariz redonda, ama sus
imperceptibles pecas que sólo puedes observar si te acercas lo suficiente, ama cómo salta y chilla cuando se
emociona, ama cuando aprieta en su puño la tapa de una botella cuando bebe su contenido. Lo ama tanto que lo
está protegiendo de él a base de insultos.

Lo lastima y lo sabe, le dice las mismas cosas que sus padres le dijeron en su infancia. Lo ama tanto que es
inevitable verlo y no querer apretar su rostro y tocar sus labios con los suyos.

— Sólo unos años más. — Dijo a la nada.


Capítulo 2
— Jungkook, ve a abrir la puerta, cariño. — Dijo la señora mientras asomaba la cabeza por el marco de la
habitación de su hijo, el timbre resonó por todo rincón de la vivienda.

— Bien. — Dijo sin más, dejando su portátil en su escritorio y calzaba las pantuflas. Salió de su cuarto y bajó
las escaleras, ni siquiera quiso ver por el picaporte, solamente abrió la puerta y la figura de su hyung lo recibió,
poniéndolo tenso pero nervioso a la vez. Una combinación extraña, estaba enamorado de uno de sus miedos.

— ¿Me dejas pasar, Jungkook? — La pregunta sacó de su trance al menor, quien bajó la mirada, sumiso y
asintió mientras abría más la puerta y se hacía a un lado.

— ¡Seokjin! Qué bueno que llegas. En unos minutos estará la cena, puedes acomodarte en la habitación de
siempre. — Saludó la mujer, mientras caminaba con elegancia al mencionado. — Espero hayas traído mucha
ropa, el viaje de tus padres dura más de una semana. — Una mueca se asomó por su rostro, esa noticia no se la
habían dicho.

— Supongo que era una sorpresa, tía. No estaba enterado de eso. — Forzó una sonrisa, el pequeño pelinegro
cerró la puerta y aún con la cabeza gacha, avanzó hacia su habitación.

— Ah, ah, ah. — Detuvo la mujer. — ¿A dónde vas, jovencito? — Preguntó y siguió hablando. — Ayuda a
Seokjin con sus cosas. — Señaló arriba, en las habitaciones y después se dirigió a la cocina.

Jeon extendió sus brazos para tomar las dos maletas. — No vayas a tocar mis cosas, marica. — Dijo el más alto
entre dientes y voz baja,

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