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El hombre y su indiferencia hacia su creador, lo dejaron en un callejón sin salida. Las ansias
de libertad promovidas por la raza humana, lo esclavizaron cada vez más al pecado y lo
impulsaron a las consecuencias cada día más críticas para sí mismo. Les Thompson en su libro
la persona que soy, expone la depravación humana y cuán lejos se haya esta de su creador.2
La condición actual del hombre necesita una renovación personal, familiar y social para su
vida y su estilo de comportamiento. La relación del hombre con el pecado y su rebeldía contra
Dios, lo condujeron a una experiencia cada vez más degradante. Por demás, todos los esfuerzos
actuales para mejorar la posición humana aportan a su bienestar sociocultural aspecto que
debemos aceptar como un intento positivo, pero que jamás debemos presuponer la solución a
su conflicto espiritual.
Todo parece indicar que, el hombre se aleja cada vez más de Dios. La humanidad hoy
introduce nuevas tensiones e irregularidades de forma tal, que su identidad se ve cada vez más
afectada en la sociedad. La cultura del presente no solo rechaza a Dios, sino que hace oposición
a las verdades reveladas por su Palabra. La iglesia es testigo de las dificultades, que ha tenido
que enfrentar a través de su historia. Sin embargo, hoy sigue siendo llamada a redefinir su
futuro en unidad con Jesucristo y sus valores para restaurar los hogares en deterioro.
Por su parte la corrupción social, no es más que un desespero por alimentar los apetitos
carnales. El hombre se degrada a sí mismo, corrompe su familia, se satisface de lo oculto y
vergonzoso para desembocar en una sociedad desorientada y convulsa. Los analistas en sus
múltiples estudios, se ven a diario más comprometidos sin que puedan dar una verdadera
respuesta al conflicto global. Se aumentan las estrategias, entre tanto que el tiempo circula tras
las manecillas del reloj. Por consiguiente, la iglesia deberá retomar su papel histórico para
proveer una vez más la felicidad de Jesucristo a la familia y el hogar.
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