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Asignacion 8 Analisis de La Obra
Asignacion 8 Analisis de La Obra
Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, más conocido como Joaquín Balaguer, fue
un ensayista, escritor, estadista, poeta y político dominicano que fue presidente
de la República Dominicana en los periodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-
1996.
2. Tema de la obra
El cristo salvador
5. Idea central
El Cristo de la Libertad (Vida de Juan Pablo Duarte), del Dr. Joaquín Balaguer
La partida Una mañana del año de 1830,* del terrible año a que alude la
profecía de Gabriel Rosseti, zarpa del viejo puerto de Santo Domingo de
Guzmán una pequeña embarcación sobre cuyo mástil flota, acariciada por las
brisas que sacuden los árboles a ambas riberas del Ozama, la bandera de
España. Sobre la cubierta de la frágil embarcación, casi tan débil como las
mismas en que algunos siglos antes entraron por aquel río legendario los
descubridores, se halla de pie un adolescente de ojos azules y de finos
cabellos ensortijados. Su vista permanece suspensa, mientras se aleja la nave,
de un grupo de personas que desde el muelle agitan sus pañuelos en señal de
despedida. En el centro del grupo se destaca el padre del viajero, un hidalgo de
noble continente que ha abandonado ese día sus quehaceres para dar el último
abrazo al hijo a quien envía a España en busca de la cultura que no podía ya
ofrecerle el país con su creciente pobreza y su universidad clausurada. Junto a
él, apoyándose en su brazo y con el año más probable del viaje de Duarte a los
Estados Unidos y Europa, según algunos historiadores, es el de 1827. Los ojos
llenos de lágrimas, se divisa la silueta de una matrona alta y delgada, en quien
es fácil reconocer a la madre por el tesoro de ternura que pone en el ademán
con que agita la mano para despedir al que se ausenta. Y entre ambos, llenas
de. inquietud pero al propio tiempo felices por las esperanzas que despierta en
su corazón aquel viaje, las cuatro hermanas del adolescente de pupilas azules
siguen con ansiedad la estela que va dejando la nave sobre el río de mansas
ondas rizadas. El joven que se ausenta en aquella mañana de primavera, a
bordo de una endeble embarcación española, es Juan Pablo Duarte, segundo
hijo del matrimonio de Juan José Duarte y de doña Manuela Diez Ximenes.
Cuenta a la sazón con poco menos de diecisiete años pero ya denuncia en los
profundos surcos de la frente y en la mirada soñadora su inclinación al estudio
y cierta vaga curiosidad por la ciencia y la filosofía. Su porte, tal como se
descubre bajo la oscura casaca que desciende 'irreprochablemente de los
hombros, es de una distinción que sorprende en aquel joven cuyo semblante
varonil contiene algunos rasgos femeninos que comunican al conjunto de su
figura un aire de persona enfermiza y delicada. Hasta la frente alta y tersa
descienden, en efecto, algunas hebras doradas, y las mejillas tienen una
palidez de nácar que se torna más intensa merced a la dulzura que despide su
mirada candorosa. Todavía quienes le conocieron en la plenitud de la vida,
cuando ya las líneas de su rostro se habían endurecido por los años y cuando
ya el dolor había abierto en su frente los surcos que desgarran prematuramente
a los grandes desengañados, hablan con admiración de sus mejillas suaves
como las rosas y de sus ojos acariciadoramente bondadosos. Algunos detalles,
sin embargo, atenúan el narcisismo que asoma en ciertos rasgos de la figura y
del semblante de este adolescente afiebrado. El bozo, en primer término,
apunta ya nerviosamente sobre su labio, y tiende a adquirir un color oscuro que
contrasta con el oro pálido de la cabellera ensortijada; el mentón anguloso
acentúa por su parte el aire varonil, y bajo la mansedumbre de la mirada, no
obstante despedirse de ella una suavidad extraordinaria, se adivina la energía
del carácter, tal como por el brillo de la hoja se infiere el temple del acero.
Cuando la nave abandona el río y se adentra en el mar, sereno en aquel
momento bajo la plenitud de la mañana, los ojos de Duarte se clavan en la
Torre del Homenaje, el viejo bastión erguido frente al Océano, y de súbito su
semblante de adolescente se entristece: la última visión de la patria que
contempla allá en la lejanía es la de la bandera de Haití, enseña intrusa que
flota sobre la fortaleza colonial como un símbolo de esclavitud y de ignominia.
Tal vez desde ese instante nació en su pensamiento el propósito de volver un
día a redimir a su pueblo de tamaña afrenta y a bajar de aquella torre la enseña
usurpadora. La niñez Era aquélla la primera vez que Duarte se desprendía del
calor de su hogar, en donde había hasta entonces vivido como un niño
mimado. Desde que nació, el 26 de enero de 1813, apuntaron en él, junto con
una simpatía cautivante, presente siempre en el candor de la sonrisa y en la
profundidad azulosa de las pupilas que tenían algo de k inocencia del agua, del
agua que debe el color azul a su pureza, las fallas propias de una constitución
delicada. Su naturaleza enfermiza dio naturalmente lugar a que sus padres lo
regalaran desde la cuna con los cuidados y atenciones de una vigilancia
amorosa. La sorprendente inteligencia del niño, unida a su índole dulce y a su
carácter blando, tendieron a aumentar con los años la ‘solicitud paterna. La
madre, doña Manuela Diez, se encargó personalmente de dirigir sus primeros
pasos y de rasgar ante sus ojos los velos del alfabeto. Con tal interés
desempeñó su misión, secundada por el propio discípulo que supo responder
desde el primer día a esa ternura, que ya a la edad de seis años dominaba
Duarte el abecedario y repetía de memoria el catecismo, enseñanza que
sembró en su alma los primeros gérmenes de una viva sensibilidad religiosa.
Pero no es sólo del corazón de los padres de donde fluye la ola de ternura que
rodea a Duarte en los días felices de la infancia.
Así como Jesús había dicho a todos los hombres, a los pescadores
humildes y a los escribas mercenarios, amaos los unos a los otros, el Padre
de la Patria se dirige a sus conciudadanos para hacerles esta exhortación
angustiosa: Sed unidos, y así apagareis la tea de la discordia. Cuando
habla a sus compatriotas para pedirles que lo exoneren del mando que
quieren ofrecerle, les dice: Sed justos lo primero, si queréis ser felices, y a
sus discípulos los envía a repartir la semilla de la libertad con las mismas
palabras con que Jesús encarecía a sus apóstoles que fueran a predicar la
nueva doctrina a las tierras dominadas por los infieles: Os envío como
ovejas en medio de los lobos. A sus hermanos y a su madre valetudinana
los invita con voz inexorable de sacrificio: Entregad a la patria todo lo que
habéis heredado. Y a los que quieren seguir su causa, a sus discípulos más
amados les habla con igual calor de la renuncia a los bienes de fortuna:
Juro por mi honor y mi conciencia cooperar con mis bienes a la separación
definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre. Jesús
también había pedido esa suprema renunciación a los hombres: Porque hay
más dicha en dar que en recibir.
Conocido y llamado por el pueblo como “El Jefe” Trujillo, militar de espíritu
guerrerista, era un confeso Santanista que llegaba a creerse la
reencarnación de la época del también general Pedro Santana, a quien
promovía y exaltaba por encima de Duarte y los demás padres de la Patria
que habían sido designados por Lilís, en el 1893.
Juan Pablo Duarte y Diez nació el 26 de enero del 1813, sus padres fueron,
Juan José Duarte un negociante oriundo de Vejer de la Frontera en la provincia
española de Cádiz, quien casó en Santo Domingo con Manuela Diez Jiménez,
oriunda de El Seibo, hija a su vez de padre español y madre dominicana.
Su niñez
Fue alumno del doctor Juan Vicente Troncoso, uno de los más ilustre
profesores de la época. Con él estudió Filosofía y Derecho Romano,
evidenciando su gran deseo de superación y de amor por los estudios.
Entre los años 1828 al 1829, con apenas quince años de edad acompañó al
señor Pablo Pujols, comerciante ligado a su familia, salieron hacia Estados
Unidos, Inglaterra, y Francia rumbo a España, radicándose en Barcelona
(España), donde tenía parientes.
Aparece de nuevo en Santo Domingo entre los años 1831 y 1832, se integra al
trabajar en el negocio de su padre. Hace vida social ligándose a importantes
sectores de la burguesía de la ciudad. Éste intercambio social le permite
percibir el sentir patriótico y de rechazo del dominio haitiano en esta parte de la
isla.
No cabe duda que este inmortal patriota aún en nuestro tiempo, es un valuarte
que se mantiene en la mente de todos los dominicanos porque sus ideas
pernearon todos los sectores de la vida nacional.
Este ilustre hombre dominicano nacido de padre español, Juan José Duarte, y
de madre dominicana, Manuela Diez Jiménez, oriunda de El Seibo, tuvo en su
época una gran incidencia en la educación y la forma de pensar de los criollos.
Desde temprana edad Juan Pablo Duarte pidió a su padre una habitación de la
casa para dedicarse a enseñar a sus amigos historia, geografía e idiomas pero
sin dejar de lado sus ideas de liberar a su nación de cualquier otro país
opresor, la mayor obra educativa de nuestro patriota fue desarrollada a través
La Trinitaria y La Filantrópica.
Esta organización fue el instrumento político utilizado por la clase media urbana
para concretizar sus ideales de independencia que comenzó a desarrollarse a
partir de 1830 en momentos en que el régimen del presidente haitiano Jean
Pierre Boyer confrontaba problemas económicos, así como conspiraciones
tendentes a lograr su derrocamiento.
Esta agrupación respondía a una estructura celular, tenía por lema “Dio, Patria
y Libertad” y sus primeros miembros fueron Juan Pablo Duarte, Juan Isidro
Pérez, Pedro Alejandro Pina, Jacinto de la Concha, Félix María Ruiz, José
María Serra, Benito González, Felipe Alfau y Juan Nepomuceno Ravelo.