Todos ellos tienen limitaciones: los
sistemas UV realzan la brillantez de
las zonas marinas donde exista petró­
leo por su mayor coeficiente de refle­
xión a los UV, pero no distinguen en­
tre espesores insignificantes y gruesas
capas de crudo; los de infrarrojos ac­
túan por diferencia de temperaturas
de la superficie de agua y tampoco in­
forman sobre el espesor de la man­
cha; el radar, en fin, es útil pero está
expuesto a confusiones ante inciden­
tes de la vida marina, tales como
manchas de aceite o de esperma pro­
cedentes de atunes o ballenas. Una
técnica prometedora en estudio con­
siste en el empleo de un sensor por
rayos láser, que provocaría la fluores­
cencia de una mancha de petróleo al­
canzada por la radiación UV del lá­
ser, permitiendo además distinguir
con precisión esta fluorescencia de la
causada por algas o cualquier otro ob­
jeto que flote sobre las aguas. Una
observación final sobre estos avanza­
dos métodos de detección, todavía
muy costosos y no totalmente fiables,
es que precisan ser tutelados por la
propia visión humana, y ello será así
hasta que no se llegue a completar el
desarrollo de las tecnologías corres­
pondientes. Mientras tanto, sólo cabe
confiar en la pericia y responsabilidad
de los marinos para reducir el núme­
ro de accidentes y en que el desarrollo
de tecnologías de limpieza y descon­
taminación cada vez más perfeccio­
nadas nos permita atenuar al máximo
l. EL SAPO DORADO, que se encuentra únicamente en Costa Rica, se enfrenta a la extinción. Foto: Michael Fogen/
38
el brutal impacto ecológico de los ver­
tidos de crudos que con tanta fre­
cuencia asolan nuestras aguas y nues­
tras tierras.
Sequía y biodiversidad
l clarinazo de alarma dado en
E 1990 dejó sentir su efecto. Los
biólogos habían comprobado que las
poblaciones de anfibios de todo el
mundo habían caído en picado desde
los años setenta. Dos especies emble­
máticas, la rana incubadora gástrica
australiana y el sapito dorado de Cos­
ta Rica, yacen al borde de la extin­
ción. Según Alan Pounds, de la Re­
serva del Bosque Nuboso de Monte­
verde, solían antaño congregarse
unos 1500 sapos dorados en el prin­
cipal lugar de cría de la especie, pe­
ro desde 1987 apenas acuden unos
cuantos.
Ante tamaña reducción numérica,
se ha sugerido que, a imagen de los
canarios en las minas de carbón, los
anfibios podrían resentirse de algún
cambio ambiental sutil que afecte al
globo. Se ha hablado del efecto in­
vernadero, los plaguicidas, la lluvia
ácida y hasta de un nuevo virus. Pero
un trabajo de campo, de 12 años de
duración, acometido en Rainbow
Bay, un estanque de Carolina del Sur,
apunta hacia un efecto más prosaico:
las fluctuaciones aleatorias causadas
por la sequía. El estudio ha reportado
el mayor cúmulo de datos sobre po-
Animal Animals.
blaciones de anfibios hasta ahora reu­
nido.
Se siguió allí el comportamiento de
poblaciones de tres especies de sala­
mandras y de una especie de rana.
Aunque las poblaciones sufrían brus­
cas oscilaciones, las especies tenían
más probabilidad de criar con éxito
en los años en que el estanque retenía
agua durante más tiempo antes de se­
carse. Las fluctuaciones en el tamaño
de la población eran sorprendentes
por su magnitud, pero no hubo ten­
dencias injustificadas, una vez se
hubo tomado en consideración la pre­
cipitación.
Los resultados, publicados en
Science, constituyen lo que el inves­
tigador principal, Joseph H. K Pech­
mann, de la Universidad de Duke,
denomina "un cuento con moraleja".
No cabe la menor duda, adelanta, de
que la destrucción de los hábitats na­
turales está llevando a algunos anfi­
bios al borde de la extinción. Pero su
investigación demuestra que las fluc­
tuaciones naturales pueden ser gran­
des y confundirse con una tendencia
si no existe un buen registro a largo
plazo. Aunque las especies que él ob­
servó venían condicionadas por la se­
quía, no sabemos que las sequías sean
ahora más frecuentes en Carolina del
Sur de lo que fueron antes.
Peter J. Morin, herpetólogo de la
Universidad Rutgers, va más allá.
Morin pone en cuestión que exista
una disminución global en las pobla-
ciones de anfibios. "Las poblaciones
fluctúan, y ocasionalmente hay pobla­
ciones locales que se extinguen",
dice. "Lo que necesitamos saber es si
se extinguen con mayor frecuencia
que antes, y no tenemos pruebas
de ello."
La incertidumbre añade urgencia a
los esfuerzos para descubrir las causas
de las fluctuaciones de población.
Como señala Pounds (y Pechmann
está de acuerdo), la destrucción del
hábitat no puede explicar la desapa­
rición del sapo dorado: la especie se
halla confinada a una pequeña zona
de la Reserva del Bosque Nuboso de
Monteverde, que ha permanecido
inalterada desde el descubrimiento
del animal en 1964. La reducción de
la rana incubadora gástrica constituye
otro misterio. Pounds investiga una
posible relación entre la reducción del
sapito dorado y las temperaturas in­
sólitamente elevadas en Costa Rica
durante los últimos años de la década
de los ochenta.
El Gran Aniquilador
sí bautizó Marvin Leventhal, de
A los laboratorios AT&T Bell,
cierta fuente, voluble y potente, de
radiación gamma que se ubica en la
vecindad del centro de la Vía Láctea,
pero no en su seno.
Las observaciones realizadas a tra­
vés de globos y satélites revelan que
radia esporádica y vigorosamente
energía de 511.000 electronvolts. Ci­
fra que coincide con la energía libe­
rada por un electrón cuando encuen­
tra a su antipartícula, el positrón, y se
autodestruye. La radiación total que
procede de la fuente es enorme: en un
solo día multiplicó por 50.000 la lu­
minosidad total del Sol.
Los telescopios de rayos gamma
tienen poca resolución, porque esa
radiación no puede enfocarse con la
facilidad de la luz visible. Pero la ob­
servación mantenida a lo largo de los
últimos diez años abonaba la idea de
que algo extraño ocurría cerca del
centro de la galaxia. En 1980 el sa­
télite HEA0-3 de la NASA mostró
que, durante unos meses, el brillo to­
tal de la radiación gamma disminuía a
dos tercios de su valor. El GRIS
("Gamma Ray Imaging Spectrome­
ter"), instalado a bordo de un globo,
tras examinar el centro de la galaxia
a energías muy determinadas, descu­
bría la amplia variabilidad en el brillo
de la radiación de aniquilación pro­
cedente de la región central.
Surgieron distintos candidatos a los
que atribuir los rayos gamma proce­
dentes del centro. El satélite soviético
GRANAT, con una resolución supe­
rior a la de los telescopios de radia­
ción gamma anteriores, parece haber
acabado con la polémica. El GRA­
NAT comprobaba el año pasado que
la ráfaga de radiación observada ve­
nía de 1E1740.7-2942, objeto que ya
se conocía como fuente de rayos X
poco energéticos.
Cuando el GRANAT escudriñó
este objeto, pasados dos días, la com­
ponente de la radiación de aniquila­
ción había desaparecido. Este hallaz­
go puso un límite al tamaño del Gran
Aniquilador, ya que el brillo de un
objeto no puede variar más deprisa
que el tiempo que invierte la luz en
cruzar su diámetro. El tamaño del
Aniquilador no puede superar un par
de días luz (unas cuatro veces el diá­
metro de la órbita de Plutón alrede­
dor del Sol), si no es menor.
Cuando los astrónomos hablan de
una fuente de radiación compacta y
muy potente, les viene a la mente,
inevitablemente, la imagen de un
agujero negro. Leventhal y John
Bally, éste también de los laborato­
rios Bell, pensaron en la hipótesis de
que el Gran Aniquilador fuera un
agujero negro, de una masa no mayor
que cien veces la del Sol. La radiación
no proviene del agujero, sino del gas
y del polvo inmediatos que giran a su
alrededor, se calienta muchísimo y
brilla intensamente. Ese material cir­
cundante radia en ocasiones con tanta
potencia, que se crean espontánea­
mente pares electrón-positrón. Cuan­
do estas partículas se recombinan
producen la señal observada de
511.000 eV.
Bally distingue con claridad emisio­
nes de microondas en la vecindad del
Aniquilador, que sugieren la presen­
cia de una nube de monóxido de car­
bono y otras moléculas. Esta nube
podría constituir la fuente de com­
bustible del agujero negro. Sin em­
bargo, los últimos descubrimientos
plantean más preguntas que respues­
tas aportan. Hay quien defiende la
existencia, en el mismo centro galác­
tico, de un agujero negro de masa
mucho mayor; pero no se detecta sig­
no alguno de sus emisiones de rayos
gamma. Nadie sabe por qué varía con
tamaña brusquedad el brillo del Gran
Aniquilador.
El examen del Aniquilador a otras
longitudes de onda podría ayudar a
explicar su comportamiento voluble y
suministrar nuevas pruebas sobre su
naturaleza de agujero negro. Thomas
A. Prince, del Instituto de Tecnología
de California, ha detectado radioe­
misiones que cree provienen del Gran
Aniquilador. El satélite germanoes-
tadounidense ROSAT observará, a
otras longitudes de onda, las emisio­
nes de rayos X del objeto para com­
probar si esas emisiones guardan co­
rrelación con su comportamiento.
En el empeño de arrancarle el se­
creto, se suman fuerzas muy dispares.
Interviene, por ejemplo, un observa­
torio refinado de rayos gamma, lan­
zado el mes de abril. El GRO es el
segundo de los cuatro "Grandes Ob­
servatorios" que tomaran medidas
del infrarrojo, del visible, de los rayos
X y de los rayos gamma procedentes
del espacio. A diferencia del Teles­
copio Espacial Hubble, primer "Gran
Observatorio" en órbita, el lanza­
miento del GRO no produjo ningún
revuelo en la opinión pública. Y en
contraste con ése, el funcionamiento
del GRO supera las predicciones más
optimistas.
Uno de Jos cuatro instrumentos del
GRO, el OSSE ("Oriented Scintilla­
tion Spectrometer Experiment") re­
gistrará las subidas y bajadas de la ra­
diación del objeto. El OSSE obser­
vará el Aniquilador parar detectar las
rápidas fluctuaciones de su brillo y
también medirá con precisión la ener­
gía de la radiación emitida. Entre los
primeros objetivos del GRO aparece
Cisne X-1, otro probable candidato a
agujero negro, cuyo comportamiento
recuerda el del Aniquilador.
Amenaza asteroide
iluido el peligro de guerra nu­
D clear, un nuevo espectro co­
mienza a tomar cuerpo con el avance
de la astronomía: el de Jos asteroides
errantes. Los temores de que un pe­
dazo suelto de sistema solar acabe
con el hombre se avivaron en el fuego
de la fantasía científica. Pero la tea ha
cambiado de manos. El trabajo de
observación tenaz nos ha mostrado
que el número de asteroides con ór­
bitas próximas a la de nuestro planeta
es más alto de Jo que se creía. Se ha
seguido ya la trayectoria de unos 200
asteroides; se supone, además, que
hay unos 10.000 cuyo tamaño está en­
tre los quinientos metros y los cinco
kilómetros de diámetro, cifra que se
actualiza continuamente con restos de
cometas.
Las colisiones y las cuasi-colisiones
no constituyen ninguna rareza. Al­
gunas extinciones masivas podrían
deberse a impactos de asteroides con­
tra la Tierra. Sin salirnos de nuestro
siglo, recuérdese el impacto de Tun­
guska, ocurrido en Siberia el año
1908, y atribuido al choque con un
meteorito. En 1972 un objeto de más
de tres metros de diámetro chocó con
39