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pd

Anejos de la Revista de Historiografía nº10 10 Antón Alvar Nuño es Profe-


sor Ayudante Doctor en la Uni-
versidad de Málaga. Ha sido
investigador postdoctoral en
l’Université de Franche-Comté,
Últimos anejos de Francia, y en la Universidad
Revista de Historiografía Carlos III de Madrid. Ha pu-
En su edición número 39, el GIREA ha decidido abordar la cuestión blicado más de 30 artículos y
de la historiografía de la esclavitud por varias razones. La paulatina capítulos de libro, y dos mono-

Historiografía de la esclavitud
Anejos de la Revista de Historiografía nº8 8

grafías, Envidia y Fascinación. El mal de ojo en el oc-


9 María Jesús Fuente Pérez es

generalización del relativismo cultural en los paradigmas interpreta-


Catedrática de Historia Medie-
val de la Universidad Carlos III
de Madrid. Una de sus líneas Francisco Gómez Martos
es doctor en Historia por la

cidente romano, Madrid, Dykinson, 2012 y Cadenas


La creación de una historia nacional

de investigación es la historia
Universidad Carlos III de Ma-

tivos de las Humanidades y las Ciencias Sociales, la eliminación del


Con una presentación clara y elegante, este libro analiza los de las mujeres en la Edad Me-
dia, sobre las que ha publicado drid y doctorando en Filología
usos de la Antigüedad en la historiografía española moderna en re-
apunta un momento crucial varios trabajos, entre ellos Ve- Hispánica en la Johns Hopkins
lación con el proyecto político de creación de una historia nacional.
mujeres peligrosas

- los y desvelos. Cristianas, musulmanas y judías en la University, donde también da


Particularmente se estudia la obra del famoso jesuita Juan de Maria-

invisibles. Los usos de la magia entre los esclavos en el


España Medieval (La Esfera de los Libros, 2006), y clases de lengua, cultura y lite-

concepto de clase entre los historiadores post-sociales, la generaliza-


na (1536-1624), el historiador español más influyente entre los siglos Violante de Aragón. Reina de Castilla (Anejos de la ratura hispanas. Ha publicado
XVII y XIX. Francisco Gómez Martos parte del estudio de los prime- Revista de Historiografía-Dykinson, 2017). artículos sobre teoría e historia
ros libros de su Historia general de España, aquellos que tratan sobre
- de la historiografía en diversas revistas y es autor
la historia antigua peninsular, para determinar el uso que Mariana Rosario Ruiz Franco es Pro-

Imperio romano, Besançon, Presses Universitaires de


de la monografía Historiografía del Postmodernis-
hace de las fuentes escritas y materiales y el tipo de construcción fesora Titular de Historia Con-

ción del pensamiento neoliberal y neoconservador, y el excesivo entu-


mo, publicada también en Anejos de la Revista de
historiográfica que elabora. Para conocer a los predecesores de Ma- temporánea de la Universidad
Historiografía (nº2). En la actualidad lleva a cabo
riana, se estudian tanto los textos clásicos que ofrecen información Carlos III de Madrid. Su línea de
una investigación sobre el mecenazgo literario y la
sobre la Península Ibérica como las obras modernas que estudian la investigación principal se cen-
representación teatral del poder en Europa occi-

Franche-Comté, 2017.
- historia antigua peninsular, principalmente las de los cronistas rea- tra en la historia de las mujeres
dental durante la edad moderna.

siasmo por la autonomía del individuo que prometen las nociones de


les Florián de Ocampo, Ambrosio de Morales y Esteban de Garibay. y las relaciones de género en la
M.J. Fuente Pérez, R.Ruiz Franco (Eds)

- El libro resulta así una interesante introspección entre dos amplios España contemporánea, de for-
períodos históricos, y su autor contrasta y compara la historiografía ma particular desde 1931 a 1978. Entre sus publica-
grecorromana con la de la edad moderna de forma sugestiva. Apo- ciones cabe destacar ¿Eternas menores? Las mujeres
en el franquismo (Biblioteca Nueva, 2007) y Mercedes

democracia participativa y de sociedad civil han terminado por mer-


yada en una amplia documentación manuscrita y bibliográfica, esta
Formica (1916-) (Ediciones del Orto, 1997).
investigación aporta además nuevas interpretaciones sobre la vida y
obra de Mariana y su repercusión en el mundo moderno.

La creación de una
mar la importancia que tiene la ideología de control inherente en cual-
Francisco Gómez Martos

historia nacional
Mujeres peligrosas
quier sistema de valores colectivo, constantemente reproducido por la
Portada. Ministerio de Cultura y Deporte. Archivo
Juan de Mariana y el papel de la
General de la Administración (MCD, AGA): Fondo
Medios de Comunicación Social del Estado, IDD Portada. “El padre Juan de Mariana”,
Antigüedad en la Edad Moderna
(03)084.000, signatura F-00695-03-013. Mujeres de Matías Moreno González
María Jesús Fuente Pérez recogen firmas en favor del Estatuto de Nuria el día

compleja arquitectura que constituyen las relaciones interpersonales,


©Archivo fotográfico
de su referéndum en la actual plaza de Sant Jaume,
Rosario Ruiz Franco Museo Nacional del Prado.
el 2 de agosto de 1931. Autor: Josep Gaspar
(Editoras)
Instituto de Historiografía
Julio Caro Baroja Francisco Gómez Martos

la familia y las instituciones. Los conceptos de “muerte social”, “des-


Anejo 9. María Jesús Anejo 8. Francisco personalización” o “coerción” han caído en desuso cuando se trata de
Fuente Pérez Rosario Ruiz Gómez Martos, La
Franco (Eds.), Mujeres creación de una historia la cuestión de la esclavitud. El análisis historiográfico de las relaciones
peligrosas nacional. Juan de Mariana de dependencia se ha vuelto especialmente necesario en un contexto
y el papel de la Antigüedad
en la Edad Moderna
en el que la esclavitud, la trata de personas y el trabajo forzado siguen
teniendo una fuerte presencia: el crecimiento de la pobreza, el engaño,
las falsas promesas de trabajo remunerado o de educación, la corrup-
ción de las instituciones o el uso retórico del término “crisis” han gene-
rado unos modelos de empleo frágiles, una brecha salarial que no para
7 Anejos de la Revista de Historiografía nº6
6

MONTSERRAT HUGUET María Jesús Fuente es


profesora de Historia Me-
de crecer y situaciones de precariedad e incertidumbre insostenibles.
Violante de Aragón, reina de Castilla

es profesora del área de


Violante de Aragón, reina de Castilla por su matrimonio con Historia Contemporánea dieval de la Universidad
Alfonso X el Sabio, es una de las figuras femeninas más interesan- UC3M, Catedrática acre- Carlos III de Madrid. Sus
-

(Ed.)
tes, y más desconocidas, de la Edad Media hispana. Hija de Jaime ditada. Desarrolla su acti- dos líneas de trabajo, la
I de Aragón y de Violante de Hungría, y madre de Sancho IV de vidad docente e investiga- historia de las ciudades
Castilla, su papel fue crucial en momentos claves de la política del dora de temas de Historia medievales y la historia
- de las mujeres en la Edad
reino. Mientras que de Alfonso X se han escrito varias biografías, Internacional, Teoría de la
de Violante no se ha escrito ninguna. Esta es la primera biografía Historia y Estudios Culturales y de Género. Media, están reflejadas en sus libros, entre
ellos F inanzas y ciudades: el tránsito del siglo
Iconos del futuro

dedicada a ella. Basada en fuentes documentales en buena parte Autora de numerosos textos publicados –
inéditas, se analiza su figura siguiendo el paradigma de “los dos monografías, ensayos, artículos académicos XV al XVI (Serie Roja del Banco de España,
- 1992), El lenguaje de la ciudad en el tiempo.
cuerpos del rey”, y se contempla su intervención política a través y de prensa– en la actualidad es Directora

Historiografía
de los medios considerados propios de las reinas: intercesión y me- del Instituto de Estudios Internacionales y Diccionario de historia urbana y urbanismo
diación, y patrocinio cultural y religioso. Europeos Francisco de Vitoria de la UC3M (Editorial del BOE, 1999), Reinas medieva-
les en los reinos hispánicos (La esfera de los

Antón Alvar Nuño


y durante el año 2014-2015 ha cursado
una estancia de investigación en la London libros, 2003), Velos y desvelos. Cristianas,
School of Economics and Politic Sciences musulmanas y judías en la España Medieval
(La esfera de los libros, 2006), Identidad y

Portada. Fotografía de niño esclavo en Zanzíbar.


(LSE), UK. Entre sus últimos libros publica-
dos: Londres, el año de la amapola (Incipit, convivencia. Musulmanas y judías en la Es -
2016), Estados Unidos en Secesión. De la co- paña Medieval (Polifemo, 2010), El Estudio

Iconos del Violante


munidad de americanos a la sociedad esta- General de Palencia. La primera universidad
dounidense (Biblioteca Franklin, 2016), His- hispana (Cálamo, 2012).

1890. El texto adjunto a la imagen procedente del


toria de la Guerra Civil de los Estados Unidos

de la esclavitud
Montserrat Huguet

María Jesús Fuente

futuro de Aragón
(Nowtilus, 2015), Historias Rebeldes de Mu-
jeres Burguesas (Biblioteca Nueva, 2010).

A propósito de lo moderno
en el Mundo Contemporáneo
Reina de Castilla
Portada. Una armadura “moderna” para un soldado, ISBN: A9RE41B.tmp
978-84-1324-459-4.pdf National Maritime Museum, Greenwich, London,
en la Primera Guerra Mundial. Fotografía tomada por
ISBN: A9RE41B.tmp
Historic Photographs (ID: ZBA2618) indica: “An
M. Huguet, de una copia expuesta en dependencias

Instituto de Historiografía
municipales de Ravena, Italia (junio 2014),
procedente del archivo Mary Evans. Portada. Cabeza de Reina, siglo XIII. Museo Tesoro ISBN: A9RE41B.tmp
Julio Caro Baroja
Montserrat Huguet María Jesús Fuente Pérez Catedral de Cuenca.

Arab master’s punishment for a slight offence.


Anejo 7. Montserrat Anejo 6. Mª Jesús Fuente, The log weighed 32 pounds, and the boy could
Huguet, Iconos del Violante de Aragón. Reina
futuro. A propósito de lo de Castilla Antón Alvar Nuño (Ed.) only move by carrying it on his head. An actual
moderno en el Mundo photograph taken by one of our missionaries”.
Contemporáneo
Índice

Introducción......................................................................................................................... 11
Antón Alvar

I. Historiografía de la esclavitud y pensamiento político

1. Objets, matérialités et organicités de la condition


servile: la conscience esclavagiste dans le discours
historiographique...............................................................................................................21
Anastasia D. Serghidou

2. La antigüedad esclavista: ideología y política en la construcción


de un discurso histórico (ss. XVIII-XIX)........................................................................47
Bernat Montoya

3. La esclavitud en los Estados Unidos


y el activismo de la memoria.............................................................................................75
Montserrat Huguet

4. Jefferson y la esclavitud en el Mundo Clásico...........................................................107


Clelia Martínez
5. La historiografía de la dependencia antigua
en el ambiente de la explotación contemporánea.........................................................119
Domingo Plácido

6. Esclavage(s) et comparaison(s).
Remarques historiographiques.......................................................................................141
Jacques Annequin

7. Historia de las clases trabajadoras:


El Esclavo (Fernando Garrido).......................................................................................161
Alberto Prieto

8. La esclavitud como tema: de la pintura a la historiografía


y la cultura política a fines del siglo XIX en España....................................................175
Antonio Duplá

II. Historiografía de la esclavitud


en Oriente y Grecia

9. La esclavitud en la Antigua Mesopotamia


según la Asiriología soviética. La propuesta de Vasili V. Struve................................195
Jordi Vidal

10. Los persas como esclavos en la historiografía........................................................207


Borja Antela - Clàudia Zaragozà

11. George Grote y los hilotas.........................................................................................221


César Fornis
12. Historiografía de los thetes........................................................................................235
Miriam Valdés

13. El retorno de la diosa Penia. La historiografía


sobre la pobreza en la antigua Grecia.............................................................................261
Aida Fernández

III. Historiografía de la esclavitud


en la Península Ibérica y Roma

14. Storiografia greca e latina sulle guerre


servili della tarda repubblica...........................................................................................291
Paolo Desideri

15. Pline le Jeune sociologue des pratiques


esclavagistes de son temps ?............................................................................................301
Antonio Gonzales

16. El enemigo «atípico» en las fuentes literarias


antiguas relativas a los conflictos de finales de la
República romana. Itálicos, esclavos y «fuera de la ley».............................................325
Isaías Arrayás - Carlos Heredia

17. Ciccotti e il problema della schiavitù......................................................................349


Elena Caliri

18. Notas sobre la cuestión de la esclavitud


en la obra de Gaetano de Sanctis...................................................................................363
Jordi Cortadella - César Sierra
19. Las revueltas serviles como modelo democrático:
la Weltanschauung de Masaoki Doi en Japón
durante la Guerra Fría.....................................................................................................375
Antón Alvar

20. Esclavitud y dependencia en la historiografía


española sobre la Península Ibérica: aproximación
a una controversia continua............................................................................................395
María J. Hidalgo

21. Historiografía de la esclavitud en el ámbito ibérico...............................................421


Teodoro Crespo - Jaime Alvar

22. El mundo rural en el sistema provincial romano:


una reflexión historiográfica para el Noroeste hispano...............................................449
Inés Sastre - Antonio Rodríguez - Brais X. Currás

23. El trabajo en las minas antiguas. Visiones historiográficas..................................477


Elena Zubiaurre - Alejandro Beltrán
325

E L E N E M I G O « AT Í P I C O »
EN L AS FUENTES LITERARIAS
A N T I G U A S R E L A T I VA S A
LOS C ONFLICTOS DE FINALES
DE L A REPÚBLICA ROMANA.
I TÁ L I C O S , E S C L AV O S Y
«FUERA DE LA LEY»1
Isaías Arrayás Morales
Universitat Autònoma de Barcelona

Carlos Heredia Chimeno


Universitat Autònoma de Barcelona

A lo largo de las siguientes líneas se reflexionará sobre la imagen que ofrecen


las fuentes literarias antiguas de ciertos grupos marginados y dependientes que cau-
saron serios problemas a la República romana en sus últimos decenios, respecto a
los cuales no podía emitirse una declaración de guerra ni celebrarse un triumphus,
puesto que no se les consideraba enemigos legítimos (hostes). Así, existía una clara
diferencia entre lo que era una guerra oficial, un bellum, declarada contra enemigos

1. Trabajo realizado en el marco del proyecto HAR2013-41629-P (MICINN) y del grupo de


investigación SGR2014-1111 (AGAUR).

RevHisto - Anejos
326 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

reconocidos y de entidad, y otros conflictos bélicos considerados menores, contra


enemigos indignos e indefinidos, «atípicos» (itálicos, esclavos, bandidos o piratas),
que los textos antiguos suelen presentar como «revueltas tumultuarias», indepen-
dientemente de su envergadura e impacto.

Los itálicos y el Bellum Sociale


La valoración del enemigo «atípico», irregular y heterodoxo, resulta compleja,
puesto que las evidencias no son claras. De hecho, la sublevación de toda una serie
de comunidades itálicas contra Roma en el 91 a.C., que dio pie al Bellum Sociale
(91-87 a.C.), resulta un ejemplo paradigmático. Así, se observa que los textos an-
tiguos son reticentes a valorar este conflicto como lo que fue, una «guerra civil».
No obstante, de ello se puede extraer una información clave con la que entender el
contexto histórico en cuestión. Como señala G. Urso, el concepto de «guerra civil»
supone el reconocimiento de una contraposición entre dos fuerzas internas análo-
gas en eficacia y dignidad. Esto implica, dado que no se quiere dignificar al rival,
que se presente el conflicto como una pugna entre Roma y una minoría, caracteri-
zada por ser sediciosa y traidora2.
Los textos antiguos son reacios a usar el concepto Bellum Civile, bien por inco-
modidad, bien por interés, o simplemente por incomprensión, puesto que el fenóme-
no de la «guerra civil» sería novedoso. De este modo, se prefiere el uso de términos
diversos y edulcorados, como el de tumultus, que posee dos lecturas: la de guerra
imprevista, menor respecto al bellum tradicional y, por ende, menos digna y desigual;
y la que apunta a la existencia de un procedimiento que precede al conflicto armado,
con la proclamación del estado de emergencia y la suspensión de la actividad jurídica,
junto con el enrolamiento de la masa. Por tanto, tumultus definiría un procedimiento
previo a un conflicto interno, por un lado, y la existencia de un conflicto de menor
calado, por el otro, una ambivalencia que puede ayudar a comprender, precisamente,
la incomprensión del momento histórico.
Cicerón (Cat. 3.2.4) recoge la diferencia entre el concepto de bellum y el de tu-
multus, «ut comperi legatos Allobrogum belli Transalpini et tumultus Gallici excitandi
causa a P. Lentulo ese sollicitatos». Así, el conflicto bélico que tiene lugar en el terri-
torio extra-itálico se asimilaría al de bellum, mientras que el acontecido en territorio
itálico se identificaría con el de tumultus. Por su parte, Tito Livio (2.26.1) diferencia-

2. G. Urso, “Tumultus e guerra civile nel I secolo a.C.”, en M. Sordi (Ed.), Il pensiero sulla guerra
nel mondo antico, Milán, 2001, 123, 126.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 327

ría también bellum y tumultus, «confestim et Sabini Romanos territauere; tumultus


enim fuit uerius quam bellum», vislumbrándose tumultus como un conflicto menor,
imprevisto y caótico, algo referido por Asconio (Corn. 2.58.11-17). Asimismo, es in-
teresante observar que el Bellum Sociale es considerado un tumultus italicus, para, en
momentos posteriores, ser llamado «guerra civil», tal y como hace Floro (2.6.1-2),
«illud ciuile bellum fuit». Su análisis en retrospectiva, en un momento en el que los
itálicos ya son ciudadanos romanos, explica el uso del concepto de «guerra civil». Sin
embargo, la lejanía histórica de Floro, utilizado como argumento para negar el carác-
ter de guerra civil de la contienda, puede ser un valor interpretativo adicional, pues la
distancia lo alejaría de los frenos ideológicos propios de la época y, por ende, puede
ser usado como argumento con el que defender dicho carácter.
La problemática emerge también en Cicerón a la hora de conceptualizar la I
Guerra Civil (87-81 a.C.), conflicto inmediatamente posterior al Bellum Sociale. De
hecho, en su discurso Pro Sexto Roscio (6.16), datado en el 80 a.C., no concibe el con-
flicto entre cinno-marianistas y silanos como una guerra civil, sino más bien como
un tumultus proximus, un hecho que pudiera sorprender, pero no si se tiene en cuen-
ta que interesaba minimizar al enemigo. Desde el bando cinno-marianista se conce-
biría como un conflicto de Roma contra un enemigo público (hostis), que ponía en
duda la autoridad legítima del consulado. Por otro lado, desde la perspectiva silana, el
conflicto se entendería como una respuesta a la coalición romano-itálica que se había
apoderado de Roma, en alusión a la adhesión itálica al bando cinno-marianista. Así,
el bando silano vería en la I Guerra Civil una secuela del Bellum Sociale, infravalo-
rando el conflicto. Sin embargo, es sintomático que, en el 46 a.C., en su obra Brutus
(311), Cicerón insista en la consideración de tumultus. Esta vez, no obstante, se expli-
caría en base a una óptica que vería en L. Cornelio Sila (cos. 88, 80 a.C.) el artífice de la
recuperación de la República. Así, la dominatio de L. Cornelio Cinna (cos. 87-84 a.C.)
también supondría el dominio de una factio sobre el sistema. Al final, incluso la conjura
de L. Sergio Catilina (pr. 68 a.C.) sería un episodio en el que unos pocos heterodoxos
lucharían contra la Res Publica (Cat. 3.1-2). Asimismo, sorprende que, en la década de
los 60 a.C., Cicerón entienda el conflicto como un Bellum Ciuile, al menos en su Pro
lege Manilia y sus Catilinarias (3.19), si bien se trata de referencias poco claras. En de-
finitiva, se observaría un «resistencialismo» evidente a la hora de utilizar la expresión
Bellum Ciuile, una realidad novedosa que, en muchas ocasiones, se ocultaría con el fin
de no ensalzar al enemigo. De todos modos, conviene remarcar que por tumultus, de
un modo implícito, se entendería la existencia de un conflicto interno.
Por tanto, el Bellum Sociale sería un conflicto «civil», si bien los textos antiguos
lo ocultarían, ya sea de un modo intencionado o no. De hecho, no transmiten infor-
mación clara, ni en lo que respecta a la explicación de las causas del conflicto, ni en

RevHisto - Anejos
328 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

lo que tiene que ver con la praxis bélica3. En cualquier caso, existen dos razones fun-
damentales que explicarían el Bellum Sociale: por un lado, la mejora de la condición
jurídica de los socii, con la demanda de la ciudadanía romana como objetivo4; por el
otro, la independencia frente a Roma5. Así, quedaría de manifiesto la heterogeneidad
propia de los aliados, pero también la parcialidad de los testimonios, a raíz de la falta
de la visión itálica, así como de la estrictamente contemporánea a los hechos, al con-
tar solo con evidencias tardías y contradictorias. En realidad, no es de extrañar, pues-
to que los cambios de statu quo a partir de un conflicto, sobre todo si es una guerra
civil, nunca son buenos ejemplos. Así, se utilizaría el concepto de tumultus italicus,
del mismo modo que ocurriría con la llamada I Guerra Civil, que Cicerón considera
un tumultus proximus, una guerra interna, pero no «civil».
No obstante, conviene dar cuenta de la infravaloración que sufrían los socii,
situados jurídicamente por debajo de los ciues Romani. Se trata de una actitud psi-
cológica, que apuntaría al concepto contemporáneo de «chovinismo», por la cual el
colectivo itálico sería inferior y no valdría la pena triunfar sobre él; no en vano la so-
cietas nacería de la dominación bélica. Así, concebir el Bellum Sociale como «guerra
civil» sería otorgarle un status igualitario, sería darle más gravedad e importancia.
Por ello, el contingente itálico se puede conectar a otros grupos sociales inferiores,
como los esclavos e, incluso, a elementos exógenos como los «fuera de la ley». Los
socii estarían a medio camino, pero todos estos colectivos citados tendrían en común
ser concebidos como inferiores por parte de Roma. Esa concepción de pertenecer a
algo inferior sería incluso ampliable al seno de los ciudadanos romanos, tras la gene-
ralización de dicho estatuto a los socii en la década de los 80 a.C. En este sentido, solo
hay que volver la mirada a los bandos configurados después del Bellum Sociale, con
participación directa de los itálicos, implicados en el gobierno de Cinna. La realidad

3. C. Heredia, “El olvido necesario. Los historiadores antiguos ante el Bellum Sociale (91-87
a.C.)”, en B. Antela et alii (Eds.), Memoria del conflicto en la Antigüedad, Barcelona, 2017, 181-194.
4. App. B Civ. 1.34; Cic. Phil. 12.27; Diod. Sic. 37.18; Liv. Per. 71; Vell. Pat. 2.15; Iust. 38.4.11-13;
Flor. 2.18; Plut. Vit. Cat. Min. 1-2, Vit. Mar. 32-33; Val. Max. 3.1; Aur. Vic. De vir. ill. 80.1. Indepen-
dientemente de su diversidad étnica, social o política, todo itálico debía preferir ventajas frente a
dependencias. Vid.: R. Van Dooren, Burgers en bondgenoten, Nimega, 2008.
5. Cic. Phil. 12.27; Auct. Ad Her. 4.13, 16; Ovid. Am. 2.16, 3.15.8-10, Tr. 4.10; Str. 5.4.2; Eutr. 5.3.1.
Vid.: M. Pobjoy, “The First Italia”, en E. Herring, K. Lomas (Eds.), The Emergence of State Identities
in Italy in the First Millennium BC, Londres, 2000, 187-211; V. Arena, Libertas and the Practice of
Politics in the Late Roman Republic, Cambridge, 2012; C.J. Dart, The Social War, 91 to 88 BCE.,
Farnham, 2014, 35-40.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 329

de iure se vería superada también, escondiéndose detrás de esto una concepción psi-
cológica del enemigo, tendente a infravalorarle.
Cabe tener en cuenta que la dificultad terminológica viene dada por la existen-
cia de enemigos «atípicos», que poco tienen que ver con los propios de una guerra
ortodoxa y regular. De este modo, en una guerra interna, dinámicas como la «des-
humanización» del adversario han de acelerarse: conviene otorgar al enemigo todo
tipo de elementos de juicio negativos. Sin embargo, es cierto que la propia estructura
de la sociedad romana permitiría gestar dicho pensamiento con facilidad, sobre todo
en el caso de aquellos contingentes poblacionales situados en una escala jurídica (y
mental) inferior. De hecho, la condición de los socii estaba mermada por completo de
poder político, sin relaciones favorables respecto a Roma y con una peculiaridad muy
ilustrativa: los aliados itálicos estaban insertos en la estructura militar romana, en
cuanto permanecían vinculados a Roma mediante la societas, a modo de symmachia,
no de amicitia, cuya característica era la contribución masiva, regular y perpetua al
esfuerzo bélico de Roma. De este modo, los principios del pacto pronto se tensiona-
ron, puesto que el número de itálicos que sirvieron en el ejército sobrepasó el de ciues
Romani y, además, permanecían más tiempo en servicio, sus pérdidas eran mayores,
mientras que los botines resultaban cuantiosamente menores. Asimismo, cabe recor-
dar que los socii debían afrontar el tributum, que, desde el 167 a.C., los ciudadanos ro-
manos ya no pagaban6. Se trata pues de una dinámica de dominación que alcanzaría
cotas cada vez más altas y que explicaría en gran parte la demanda de la ciudadanía
romana por parte de los itálicos. Desde esta perspectiva, la única diferencia aprecia-
ble sería de status, respecto a derechos y obligaciones, pues se trataría de elementos
bien insertos en las estructuras romanas. Quizás la mejor ilustración de la inserción
de los socii en el Estado romano sería el íntimo vínculo respecto al carácter militar de
éste. La República era belicista y agresiva, y se esforzaba por obtener más poder en
el marco del sistema interestatal de abasto mediterráneo del que formaba parte. La
guerra era recurrente, siendo provechosa tanto para el Estado romano como para sus
ciudadanos. Así, el dominio y la consolidación de la societas beberían íntimamente
de esas prácticas bélicas y, de hecho, los socii tenían como primer deber el de servir

6. Para el tributum existe todo un debate sobre su definición y características. Vid.: I. Rodríguez
Álvarez, “Notas en torno a la Lex Iulia de Vicesima Hereditatium”, Memorias de Historia Antigua,
3, 1979, 199-215; P. Cerami, “Il controllo finanziario in diritto romano. Riflessioni metodologiche
e profile storico”, Studi Scherillo, 2, 1972, 778; J. Marquardt. De l’organisation financière chez les
romains, París, 1988, 207.

RevHisto - Anejos
330 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

a Roma en la guerra7. Con todo, sorprende la contradicción entre la trascendencia


del papel de los socii y las dificultades reales por conocer su situación8. Sin embargo,
la realidad estatuaria no evitó los saltos entre unos y otros estadios, ilustrados en la
inscripción en los censos de Roma o la migración a la misma Urbs. En este sentido,
la dinámica de entrada de los itálicos a la ciudadanía llevó a la aplicación de la lex
Licinia Mucia en el 95 a.C., que revisaba el censo y establecía castigos para los que
habían falsificado su condición, lo que evidenciaría los intentos de frenar el proceso
por parte de la oligarquía romana y de la inflexibilidad que llevaría al Bellum Sociale.
No obstante, el mundo itálico era heterogéneo en sí mismo y respecto a Roma,
a pesar de los evidentes lazos culturales, y no había renunciado a sus especificidades9.
Así, la característica primordial que unía a los socii era su particular categoría de
«súbditos», en cuanto quedaban subordinados estatuariamente y su esperanza era,
sencillamente, dejar de serlo y beneficiarse de la pertenencia al colectivo de los ciues
Romani, cada vez más privilegiado, eso sí, sin renunciar a su idiosincrasia, un co-
lectivo cuyo bienestar se había acrecentado, entre otros factores, por la existencia
de instituciones como societas, que hacía que el Estado romano no estuviera inte-
resado en otorgar plena igualdad jurídica a los socii. El estatuto aliado, de hecho,
implicaba el mantenimiento de la autonomía, necesaria para hacer posible tanto la
rentabilidad del instrumento itálico como su mantenimiento. Así, cada comunidad
itálica debía cargar con los gastos y el reclutamiento de todas las tropas que Roma le
exigía, detalladas en la formula togatorum, literalmente «la lista de los togados». En
este sentido, cabe subrayar que Roma «civilizaría» a sus vecinos, con la toga como
símbolo, situándoles en un peldaño superior a la de cualquier elemento exógeno. De
este modo, Roma integraría a los socii, permitiéndoles la continuidad de tradiciones
y estructuras locales, pero no igualaría. El ahorro que implicaba para Roma la societas

7. A.M. Eckstein, Mediterranean Anarchy, Interstate War and the rise of Rome, Berkeley, 2002,
237, 254.
8. F. Wulff, “Notas sobre el mundo itálico en la ideología romana: Lucilio 1088M y Catón el
Censor”, Baetica, 7, 1984, 211.
9. Sobre el tema de la identidad romana frente a la aliada, vid. E.S. Gruen, Culture and National
Identity in Republican Rome, Cornell, 1982; Id., “Cultural Fictions and Cultural Identity”, Ameri-
can Philological Association, 123, 1993, 1-14; Y. Syed, “Creating Roman Identity: Subjectivity and
Self-fashioning in Latin Literature”, Classical Antiquity, 16, 1997, 5-7; E. Dench, “Sacred Springs
to the Social War: Myths of Origins and Questions of Identity in the Central Apennines”, en T.J.
Cornell, K. Lomas (Eds.), Gender and Ethnicity in Early Roman Italy, Londres, 1997, 43-52; G.D.
Farney, “Romans and Italians”, en J. McInerney (Ed.), Ethnicity in the Ancient Mediterranean, Ox-
ford, 2014, 437-454.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 331

quedaría ilustrado en el hecho de que en la actividad bélica posterior al Bellum Socia-


le, con la difusión de la ciudadanía por Italia, la guerra se encareció sustancialmente
hasta alcanzar niveles tres veces superiores10. En cualquier caso, el itálico, indepen-
dientemente de su condición económica y social, sería plenamente consciente de su
situación de inferioridad11.
Sin embargo, la realidad social iría por delante del derecho. Así, en el Bellum So-
ciale, se observarían dinámicas de cercanía entre romanos e itálicos, que, a pesar de
la guerra, evidenciarían los intensos vínculos que los unían. No obstante, para hacer
posible el desencadenamiento de una guerra fratricida como el Bellum Sociale, debió
producirse un proceso de «construcción del enemigo», por el cual ambos bandos, más
allá de lo mucho que les unía, destacarían lo negativo de los estereotipos de su rival12.
Una subversión de principios de tal calibre vendría a reafirmar la creencia de que el
Bellum Sociale fue una auténtica «guerra civil»13. En cualquier caso, C. Mario (cos. 107,
104-100, 86 a.C.), un romano de origen itálico, natural de Arpinum (Arpino), y el líder
marso Q. Popedio Silón no pudieron evitar protagonizar un episodio de confraternidad
(Diod. Sic. 37.15.1-2), al igual que ocurrió entre Cn. Pompeyo Estrabón (cos. 89 a.C.)
y el también jefe marso P. Vetio Escatón, que mantuvieron una distendida entrevista,
indicio del estrecho vínculo entre ellos y que explicaría la intervención del primero
para salvar al segundo de la traición de la que fue víctima por sus mismos hombres en el
89 a.C. (Cic. Phil. 12.27). Al final, la faceta humana, en numerosas ocasiones olvidada,
puede resultar la prueba más ilustrativa de la integración, por encima de diferencias

10. La concesión de la ciudadanía supuso dificultades económicas crónicas que solo se aliviarían
con las conquistas pompeyanas. En esta línea, si M.H. Crawford considera que una legión costaba
alrededor de 1.500.000 denarios anuales, el gasto de las itálicas, que ahora dependería del erario
romano, se multiplicaría por dos o por tres. No sería de extrañar que ello hubiera repercutido en
la tendencia del ejército romano de vivir del terreno, incrementándose el número de abusos en las
provincias. Vid.: H.C. Boren, “Studies Relating to the stipendium militia”, Historia, 32, 1983, 460;
M.H. Crawford, Roman Republican Coinage, Cambridge, 1976, 696; Idem, Coinage and Money
under the Roman Republic, Londres, 1985, 187; P.A. Brunt, The Fall of the Roman Republic and
Related Essays, Oxford, 1988, 506; F. Wulff, Roma e Italia de la Guerra Social a la retirada de Sila
(90-79 a.C), Bruselas, 2002, 245.
11. L.M. López Román, “Ni ciudadanos ni extranjeros: los itálicos en la política de los tribunos
de la plebe a principios de la crisis de la República romana”, Espacio, Tiempo y Forma, 22, 2009, 334.
12. E. Baca, Las víctimas de la violencia, Madrid, 2008, 244.
13. Fr. Hinard, “Solidarités familiales et ruptures à l’époque des guerres civiles et de la proscrip-
tion”, en E. Bertrand (Ed.), Rome, la dernière République, París, 2011, 117.

RevHisto - Anejos
332 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

culturales o estatutos. Solo basta volver la mirada de nuevo a la infravaloración del


bando contrario en el marco de la guerra entre cinno-marianistas y silanos14.
No obstante, no es tanto en el Bellum Sociale, sino más bien en su impacto, el
momento en el que se percibe el punto de inflexión que permite comprender la difi-
cultad de la cuestión. La radicalización de la violencia política y social que caracte-
rizaría las últimas décadas de la República, marcadas por las guerras civiles, debería
remontarse al Bellum Sociale que constituiría la primera experiencia de «guerra civil»
en el seno del Estado romano, estableciendo una severa alteración en el mos maio-
rum. En efecto, esa guerra fratricida generaría un cambio en usos y costumbres, al
que contribuiría el global de la sociedad romano-itálica, no solo las élites, protagonis-
ta del conflicto. Y es que el mos maiorum, fundamentado en la tradición, se construi-
ría en base al «conformismo» y la «transgresión», que se acentuaría en el marco de
una «guerra civil»15. La puesta en marcha de un nuevo horizonte ideológico a raíz del
Bellum Sociale no sería baladí: las mentalidades forman y educan a las nuevas genera-
ciones. Por tanto, el conflicto entre romanos e itálicos constituiría un acontecimien-
to fundamental para comprender el contexto posterior16. Los hábitos transgresores
surgidos en el Bellum Sociale serían asumidos por la sociedad romana. Así, el asesi-
nato del cónsul Cn. Octavio (cos. 87 a.C.), junto a otros eminentes personajes, tras
la contraofensiva cinno-marianista del 87 a.C., cuyas cabezas fueron expuestas en
los rostra, mientras que sus cuerpos fueron tirados por las calles de Roma, marcaría
un preocupante precedente, que permitiría concebir de manera reiterada episodios
similares en los años siguientes17. Igualmente, cabe destacar el carácter humillante y

14. N.S. Rosenstein, “Integration and Armies in the Middle Republic”, en S.T. Roselaar (Ed.),
Processes of Integration and Identity Formation in the Roman Republic, Manchester, 2012, 85-103;
S.T. Roselaar, “Mediterranean Trade as a Mechanism of Integration between Romans and Italians”,
en Roselaar (Ed.), Processes... op. cit., 141-158; J.R. Patterson, “Contact, Co-operation...”, op. cit.,
215-226; R. Roth, “Roman Culture between Homogeneity and Integration”, en R. Roth, J. Keller
(Eds.), Roman by Integration: Dimensions of Group Identity in Material Culture and Text, Ports-
mouth, 2007, 7-10; R. Pfeilschifter, “The Allies in the Republican Army and the Romanization of
Italy”, en Roth, Keller (Eds.), Roman... op. cit., 27-42.
15. J.M. David, “Conformisme et transgression: à propos du tribunat de la plèbe à la fin de la
République romaine”, Klio, 75, 1993, 227; W. Nippel, Public Order in Ancient Rome, Cambridge,
1995; R. Morstein, Mass Oratory and Political Power in the Late Roman Republic, Cambridge, 2004.
16. A.W. Lintott, “The Crisis of the Republic: Sources and Source-Problemes”, en J.A. Crook
(Ed.), Cambridge Ancient History. IX, Cambridge, 1994, 1-15; H. Flower, Roman Republics, Prince-
ton, 2010, 91.
17. App. B Civ. 1.71-74; Plu. Mar. 43-44, Sull. 5.6; Liv. Per. 80; Flor. 2.9.13-16; Sall. Hist. 1.67.19;
Vell. Pat. 2.22.2-4; Val. Max. 9.2.2, 9.12.4-5; Oros. 5.19.23. Vid. T.R.S. Broughton, The Magistrates

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 333

ejemplarizante del triunfo celebrado sobre los itálicos por Pompeyo Estrabón en el
89 a.C., a raíz de su victoria en el frente de Ausculum (Ascoli), solo explicable a raíz
del proceso de «construcción del enemigo» producido en el Bellum Sociale18. Cierta-
mente, a pesar del estrecho vínculo entre romanos e itálicos, el triunfo no se celebra-
ría de iure sobre compatriotas. No obstante, contribuiría a superar ese tabú del mos
maiorum que no consideraba legítimo celebrar las victorias sobre conciudadanos,
marcando un precedente que llevaría a las sucesivas guerras civiles, cuando los im-
peratores victoriosos celebraron sendos triunfos sobre sus compatriotas derrotados19.
En elementos como los descritos se puede comprender la necesidad del olvido o del
maquillaje, puesto que no se trata de no recordar, sino de no hacer posible o visible
la capacidad de oponerse al statu quo o de lograr cambiar el mos maiorum de un
modo traumático. En definitiva, el mos maiorum, fundamentado en la tradición, se
construiría en base al conformismo y la transgresión, que se acentuaría en el marco
de una «guerra civil». De ahí la dificultad por definir el conflicto a través de los testi-
monios de los textos antiguos, haciéndose palpable un olvido interesado o necesario,
ya sea porque no implicaba un modelo a seguir o porque suponía un recuerdo trau-
mático en el que la violencia se volvía la norma. Los estudios actuales son víctimas
del análisis de las fuentes antiguas, algo que lleva a no tratar el Bellum Sociale como
lo que fue. Tras este conflicto fratricida nada tiene el mismo sabor y, en cualquier
caso, la prueba más clara de que se trataría de una «guerra civil» es precisamente la
dificultad por discernir su auténtico carácter.

Los esclavos. El Bellum Spartacium


Además de por el conflicto con los itálicos, las luchas entre facciones de la nobilitas
y las guerras exteriores de alta intensidad como la mantenida contra Mitrídates VI
Eupator, rey del Ponto (89-63 a.C.), las últimas décadas de la República estuvieron
también marcadas por las revueltas serviles, las más significativas en Sicilia (135-132
y 104-100 a.C.) e Italia (73-70 a.C.). En esos momentos, es cuando el esclavismo

of the Roman Republic, Nueva York, 1952, II, 40, 49-52; M. Lovano, The Age of Cinna, Stuttgart,
2002, 47-49; Fr. Hinard, “La terreur comme mode de gouvernement (au cours des Guerres Civiles
du Ier siècle a.C.)”, en G. Urso (Ed.), Terror et pavor. Violenza, intimidazione, clandestinità nel mon-
do antico, Pisa, 2006, 247-264; L. De Blois, The Impact of the Roman Army (200 BC-AD 476),
Leiden, 2007, 146.
18. Plin. NH 7.135; Val. Max. 6.9.9; Diod. Sic. 43.15.5, 49.21.3; Gell. 15.4.3; Asc. 14.
19. F. Sánchez Jiménez, “Triunfo de Asculaneis Picentibus”, Baetica, 9, 1986, 255-268; L. Amela,
Cneo Pompeyo Magno. El defensor de la República romana, Madrid, 2003, 23-24.

RevHisto - Anejos
334 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

alcanzaría su zénit, alimentado por la acción de la piratería y, sobre todo, por las nu-
merosas guerras de expansión, que abastecerían de manera incesante los mercados
esclavistas, entre los que destacaba el de la isla de Delos, en el Egeo, principal cen-
tro del comercio de esclavos entre el 167 y el 88 a.C. (Str. 14.5.2). El botín (praeda)
constituía uno de los alicientes de los conflictos bélicos, bien reconocido por el ius
gentium, según el cual los vencedores adquirían pleno derecho sobre todos los bienes
de los vencidos, incluyendo también a los mismos vencidos. Así, el botín era la justa
recompensa de los vencedores, de la que los supervivientes, prisioneros de guerra,
también formarían parte, pues su conversión en esclavos los asimilaría a los bienes
alienables20. Por otro lado, las guerras también crearían el caldo de cultivo perfecto
para el desarrollo de la piratería. Los piratas participarían del lucrativo comercio de
esclavos, nutriendo los mercados de Delos o Side (Selimiye), en la región anatólica
de Panfilia, donde los mercaderes itálicos adquirían los esclavos que eran llevados a
Italia y Sicilia. De esta manera, se generaría una peligrosa concentración de mano de
obra esclava en el mismo corazón del Imperio romano21.
En relación a las fuentes literarias antiguas, cabe destacar la pobreza de las
alusiones a las revueltas serviles, ya que, a pesar de su abasto y de lo fundamental
del esclavismo en la sociedad romana, los esclavos, al igual que los bandidos y los
piratas, eran un colectivo indigno, al que no se debía prestar atención y más si era
para evidenciar la importancia de sus sucesivas insurrecciones. Así, los autores an-
tiguos no estuvieron interesados en las revueltas serviles por sí mismas y evitaron
incidir demasiado en ellas y en sus líderes, y, la mayoría de las veces, solo las trae-
rían a colación con el fin de desacreditar a ciertas personalidades políticas, como
M. Licinio Craso (cos. 70, 55 a.C.) o C. Verres (pr. 74 a.C.). En cualquier caso, los
testimonios aportados por los textos dejan bien patente la humillación que supuso
para los romanos el afrontar conflictos serviles de alta intensidad como los plantea-
dos en Sicilia o el de Espartaco en Italia22.

20. Cl. Auliard, “Les esclaves dans les butins républicains des premiers siècles de la conquête”, en
J. Annequin (Ed.), Routes et marchés d’esclaves, París, 2002, 51-53.
21. P.A. Brunt, Italian Manpower 225 B.C.-A.D. 14, Oxford, 1971, 121-130; K. Hopkins, Conquer-
ors and Slaves, Cambridge, 1978, 8; W. Scheidel, “Problems and Progress in Roman Demography”,
en W. Scheidel (Ed.), Debating Roman Demography, Leiden, 2001, 47-48, 55-57; S. Hin, The De-
mography of Roman Italy, Cambridge, 2013, 34-37.
22. Cic. Leg. Man. 30; Plut. Vit. Crass. 9.8; Flor. 2.8.20. Para una completa recopilación de las
fuentes literarias sobre las guerras serviles, vid.: B. Shaw, Spartacus and the Slaves Wars. A Brief
History with Documents, Boston-Nueva York, 2001.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 335

Las fuentes literarias no otorgarían demasiada información propiamente histó-


rica sobre las revueltas serviles de finales de la República, no solo por lo escueto de
sus referencias, sino también por su visión sesgada, cargada de tópicos y prejuicios.
Sin embargo, lo que sí que permiten es llegar a comprender la percepción de los ro-
manos sobre estos hechos y sus protagonistas. En general, los contingentes serviles
sublevados y sus líderes son descritos con características comunes, estereotipadas y
negativas, y reciben frecuentemente el calificativo de «bandidos» con objeto de des-
acreditarlos y de presentarlos como capaces de cometer los crímenes más atroces.
En este sentido, cabe recordar, por ejemplo, los negativos comentarios en relación
a Euno, líder de la I Guerra Servil en Sicilia, que no habría sido escogido por sus
cualidades militares, sino por su habilidad para embaucar (Diod. Sic. 34/35.2.4-7).
Asimismo, respecto a Espartaco, Apiano (Mith. 109) afirma que «no gozaba de nin-
guna reputación» y, sobre todo, muestra su lado más severo al informar de que or-
denó la ejecución de 300 prisioneros, así como la crucifixión de un soldado romano
(App. B Civ. 1.117, 119). Por su parte, Cicerón (Phil. 4.15) lo califica directamente
de «asesino» y «ladrón» y, en general, solo se dirige a él para criticar la gestión de
Verres, propretor de Sicilia (Cic. Verr. 2.5.5-6). Por otro lado, los lugartenientes de
los líderes esclavos, apenas citados, suelen ser descritos como personajes proble-
máticos. Así, Crixo y Enomao, en relación a Espartaco, el prôtos (Plut. Vit. Crass.
8.3) o princeps (Sall. Hist. 3.90), aparecen como individuos arrogantes y causantes
controversias en las filas rebeldes.
Sin embargo, en ocasiones, los textos antiguos retratan a algunos líderes escla-
vos, en especial a Espartaco, como personajes dotados de habilidades excepcionales
y dotes de mando, que estarían muy por encima de sus seguidores, simples esclavos
convertidos en bandidos, con objeto de dar una explicación al éxito de las revuel-
tas serviles. Respecto a Espartaco, sobre el que se poseen más datos23, Varrón ofrece
una opinión positiva, transmitida por el gramático Flavio Sosipater Carisio (Gramm.
1.133), que lo considera un inocente condenado a un ludus gladiatorius, mientras que
Diodoro Sículo (38/39.21) lo presenta como ejemplo de la bondad que caracteriza a
los «bárbaros». Además, Diodoro reconoce excepcionalmente que, entre las causas
de las revueltas serviles sicilianas, que precedieron a la de Espartaco, más allá de una
tendencia a la violencia de los esclavos, cabría destacar los errores cometidos por los
latifundistas y las autoridades. Por su parte, Salustio (Hist. 3.91, 98, 4.51), próximo
a los hechos, transmite una opinión positiva de Espartaco, si bien hay que tener en
cuenta la visión negativa que tiene de Craso, a quien acusa de haber contribuido al

23. Th. Urbainczyk, Slave Revolts in Antiquity, Berkeley, 2008, 64-73.

RevHisto - Anejos
336 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

declive de la uirtus y al aumento del ambitus y la auaritia, que destruirían la Repú-


blica (Plut. Vit. Crass. 2.1)24. No obstante, es sobre todo Plutarco quien ensalza las
virtudes y las dotes de mando de Espartaco, que contrapone a las de Craso, quien
basaría su autoridad en el miedo no en el aprecio de sus soldados. Al respecto, cabe
recordar que sus Vidas Paralelas, en las que confronta al codicioso Craso con el pia-
doso general ateniense Nicias, pretendían demostrar la superioridad moral de los
griegos respecto a los romanos. Así, su reconocimiento a Espartaco buscaría más
bien restar méritos a Craso que glorificarlo como vencedor de ese valeroso enemigo.
En cualquier caso, el mayor mérito que Plutarco (Vit. Crass. 8.3) atribuiría a Espar-
taco es el de considerarlo «más griego que de su propia estirpe», con todo lo que esto
comportaba25. Mejor parado saldría Craso de la descripción de Apiano (Mith. 109),
que considera que venció brillantemente y que informa de que Espartaco había ser-
vido en el ejército romano, un recurso que le permite explicar la resistencia de éste
(App. B. Civ. 1.114). Por su parte, César (B. Gall. 1.40.5-6) alaba las virtudes de las
huestes organizadas por Espartaco, que seguirían parámetros romanos, mientras que
Floro (2.8.3) incide en las excepcionales capacidades del líder esclavo, lo que expli-
caría la eficiencia de su ejército, y también indica que habría organizado sus tropas
al modo romano (Flor. 2.8.6-7)26. Así pues, las fuentes literarias dejan constancia de
las extraordinarias cualidades de Espartaco, potenciadas por su pasado de auxiliar
del ejército romano, si bien estos elogios quedarían matizados por otros comentarios
relativos a su condición de esclavo convertido en bandido (Cic. Phil. 4.15; App. Mith.
109) y, sobre todo, a la naturaleza y esterilidad de su acción, así como a la necedad de
sus seguidores, simples esclavos, muy inferiores a su líder. Así es que, según Plutarco
(Vit. Crass. 9.5), mientras que Espartaco, una vez en el norte de Italia, deseaba llevar
a sus seguidores a su hogar, hacia la Galia y Tracia, intención dudosa por etérea, éstos
prefirieron permanecer en tierras itálicas para continuar los saqueos.

24. D.C. Earl, The Political Thought of Sallust, Cambridge, 1961, 116-120; Urbainczyk, Slave Re-
volts… op. cit., 78, 82.
25. Urbainczyk, Slave Revolts… op. cit., 67-71. Sobre los orígenes tracios de Espartaco, vid.: K.
Ziegler, “Die Herkunft des Spartacus”, Hermes, 83, 1955, 248-250; A. Jähne, Spartacus. Kampf der
Sklaven, Berlín, 1986, 173; J. Kolendo, “Comment Spartacus devient-il esclave?”, en K. Miloshev
(Ed.), Spartacus, Sofía, 1981, 71-77; Z. Velkova, “Der Name Spartakus”, en Miloschev (Ed.), Spar-
tacus... op. cit., 195-198; T. Todorov, “De l’origine de Spartacus”, en Miloschev (Ed.), Spartacus... op.
cit., 199-201; M. Doi, “The Origin of Spartacus and the Anti-Roman Struggle in Thracia”, Index,
20, 1992, 31-40.
26. H.T. Wallinga, “Bellum Spartacium: Florus’ Text and Spartacus’Objective”, Athenaeum, 70,
1992, 25-43; Urbainczyk, Slave Revolts… op. cit., 64-73.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 337

El silencio de los autores antiguos en relación a los conflictos serviles, así como
el hecho de que, cuando se refieren a ellos, racionalicen el comportamiento de los
rebeldes desde su perspectiva, cargada de prejuicios y estereotipos, evita que se pue-
dan precisar sus razones y metas. Si bien es posible que los esclavos solo desearan
huir, resultando inesperada la magnitud de las insurrecciones, no se puede descartar
que no se hubieran previsto27. En el caso de la revuelta de Espartaco, aunque de los
200 gladiadores en inicio sublevados solo 70 lograrían refugiarse en el Vesubio, lo
cierto es que continuarían conformando un grupo numeroso, que difícilmente pa-
saría desapercibido28. A todo ello, según los textos, Espartaco estaría al corriente de
las revueltas serviles acontecidas en Sicilia, algo que podría haberlo inspirado para
llevar a cabo la suya y para decidirse, cuando ya se encontraba en una situación muy
apurada en el sur de Italia, a cruzar con unos 2.000 hombres a tierras sicilianas, qui-
zás para promover allí una nueva rebelión, acción que no culminaría por la traición
de los piratas cilicios. Asimismo, cabe subrayar que los esclavos fueron capaces de
organizar vastos ejércitos, teniendo un notable éxito ante las tropas romanas, cir-
cunstancias que no se improvisan. Ciertamente, algunas fuentes literarias afirman
que Espartaco logró su éxito porque había sido auxiliar en el ejército romano, mien-
tras que otras insinúan que el hecho de que los romanos usaran a los esclavos en las
guerras civiles pudo inspirarlos para luchar. En cualquier caso, resulta difícil asumir
que Espartaco desconociera el impacto de las guerras serviles en Sicilia y que fuera
fortuita la magnitud de su insurrección29. Lo que sí parece claro es que Espartaco y
sus seguidores no pretendían cuestionar el sistema esclavista, tal y como se ha pro-

27. K.R. Bradley, Slavery and Rebellion in the Roman World, 140 BC-70 BC, Bloomington, 1989,
89-92, 98, 100-101, 104.
28. App. B Civ. 1.116; Plut. Vit. Crass. 8; Liv. Per. 95; Sall. Hist. 3.90; Flor. 2.8.1-3; Vell. Pat. 2.30.4;
Eutr. 6.7.2; Oros. 5.24.
29. Cabe recordar que los líderes de las dos guerras serviles sicilianas precedentes, Euno, en la
primera, y Athenion y Salvio, en la segunda, adoptarían elementos que subrayarían su autoridad,
tomados directamente de Roma y las monarquías helenísticas. Así, Euno, de origen sirio, cambia-
ría su nombre por el de Antíoco, común entre los reyes seléucidas (Diod. Sic. 34/35.2.24), mientras
que Salvio, después de organizar un ejército de más de 30.000 efectivos, se haría llamar Trifón, que
se correspondería con el del usurpador del trono seléucida, Diodoto Trifón, a quien se atribuiría
la organización de los cilicios en bandas de piratas entre el 142 y el 138 a.C. (Diod. Sic. 36.7.1-2).
Vid.: Ph. de Souza, Piracy in the Graeco-Roman World, Cambridge, 1999, 98-101; Urbainczyk,
Slave Revolts… op. cit., 49-50, 56, 58; I. Arrayás, “Bandidaje y piratería en la Anatolia meridional.
Definición y circunstancias en el marco de las guerras mitridáticas”, Studia Historica. Historia An-
tigua, 28, 2010, 31-55.

RevHisto - Anejos
338 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

puesto en ocasiones desde la historiografía, sino que se trataría de una revuelta a


gran escala provocada por la precariedad y el alto grado de explotación de esclavos y
ciertos colectivos sociales desfavorecidos, que buscarían sobrevivir y sacar el máximo
beneficio, sin pretensiones de lograr cambios estructurales a nivel político, social o
económico. Así, es significativo constatar que la posibilidad de obtener botín habría
incitado a muchos desheredados a unirse a Espartaco y explicaría que, una vez alcan-
zado el norte de Italia, el ejército rebelde decidiera volver sobre sus pasos para seguir
con los saqueos, apremiado por razones logísticas y de botín, más que por su deseo
de preparar una marcha sobre la misma Roma (App. B Civ. 1.117). Igualmente, hay
que tener presente que, en la mentalidad de los antiguos, la esclavitud era la norma,
visión que asumían los mismos colectivos serviles sublevados, que con sus acciones,
no aspirarían a cambiar el sistema, sino simplemente a sobrevivir, beneficiarse y me-
jorar sus circunstancias30.
En relación a la extraordinaria resistencia del ejército de Espartaco, es factible
que contara con el apoyo de ciertos colectivos itálicos, descontentos de cómo se es-
taba implementando la ciudadanía romana y de la discriminación que padecían, o,
incluso, aún deseosos de lograr la independencia de Roma. Así, Apiano (Mith. 109)
comenta que «casi toda Italia se había sublevado contra los romanos por odio hacia
ellos y le había hecho la guerra durante mucho tiempo e, incluso, se había unido al
gladiador Espartaco para combatirles». Lo cierto es que el ejército de Espartaco se
haría fuerte en regiones itálicas del sur implicadas en el Bellum Sociale. Así, es posible
que Espartaco se beneficiara de las desavenencias que aún persistían entre romanos
e itálicos en algunas regiones de Italia, y, en definitiva, de la crisis generalizada que
padecía la República. A todo ello, quizás algunos colectivos itálicos contemplaron
usar a los contingentes serviles para sus fines políticos frente a Roma. Estos itálicos,
años después del Bellum Sociale, pudieron haber reanudado también los contactos
con Mitrídates Eupator en el marco de la III Guerra Mitridática (74-63 a.C.), lo que
podría haber puesto en contacto a Espartaco con el rey póntico31. Como quiera que
fuese, los textos antiguos indican que, más allá de una posible colaboración entre

30. B. Baldwin, “Two Aspects of the Spartacus Slave Revolt”, Classical Journal, 62, 1967, 289-294;
R.M. Sheldon, “The Spartacus Rebellion. A Roman Intelligence Failure?”, International Journal
of Intelligence and Counterintelligence, 6/1, 1993, 79-80; O. Lapeña, “Espartaco y el fenómeno del
bandolerismo social”, Habis, 36, 2005, 146-147, 152, 157; Urbainczyk, Slave Revolts… op. cit., 46;
J.L. Posadas, “La recluta ad tumultum como respuesta equivocada ante la rebelión de Espartaco en
el año 73 a.C.”, en G. Bravo, R. González (Eds.), XII Coloquio de la AIER, Madrid, 2015, 65.
31. P. Piccinin, “Les Italiens dans le Bellum Spartacium”, Historia, 53, 2004, 173-199; Urbainczyk,
Slave Revolts… op. cit., 22-23, 47-48; I. Arrayás, “Las guerras mitridáticas en la geopolítica medi-

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 339

Espartaco y ciertos colectivos itálicos, existiría una seria desconfianza hacia los escla-
vos, que, según se desprende de los textos, eran vistos como un peligro susceptible de
intervenir en las guerras civiles. Así, según Salustio (Cat. 30.7), en el 63 a.C., el Sena-
do ordenaría el traslado de los gladiadores de Roma a Capua y otras ciudades itálicas,
para evitar un posible apoyo de éstos a los conjurados de Catilina32.
Muestra del menosprecio a luchar contra esclavos sería la confiada respuesta
dada a la revuelta de Espartaco, que no se consideraría un bellum, sino un «seruilis
tumultus», en palabras de César (B Gall. 1.40.5), tribuno militar en el 72 a.C. y que
pudo participar en los combates33. El Senado respondió mediante levas ad tumultum,
que suponían el reclutamiento de tropas sobre la marcha, incorporando efectivos
inexpertos e indisciplinados, sin el adiestramiento adecuado, y que eran la respuesta
habitual ante situaciones de desorden. El primer enrolamiento ad tumultum, puesto
en marcha desde Capua, resultó un fiasco34, lo que llevó a una segunda leva tumul-
tuaria por parte de un pretor, C. Claudio Glabro (pr. 73 a.C.)35, en la que ya debie-
ron participar veteranos con tierras asignadas en la Campania, perjudicados por los
saqueos de Espartaco, y que, según los textos, conformaban 3.000 efectivos o varias
cohortes36. Esta fuerza armada también fue derrotada por los rebeldes, que, además,
obtuvieron un considerable botín y gran cantidad de armas37, y aumentaron la adhe-
sión a su causa con la incorporación de gran número de desposeídos, entre los cuales
habría campesinos afectados por las colonizaciones de Sila del 82 a.C., que habrían
supuesto expropiaciones y reasignaciones a favor de veteranos silanos (deductiones),
además de revocaciones de la ciudadanía romana (ademptio ciuitatis)38. En cualquier

terránea. Sobre los contactos entre Mitrídates Eupátor y los itálicos”, Aevum, 90, 2016, 141-173;
Idem, “Conectividad mediterránea en el marco del conflicto mitridático”, Klio, 98, 2016, 1-26.
32. J.J. Ferrer Maestro, Catilina: Desigualdad y revolución, Madrid, 2015, 216.
33. Lapeña, “Espartaco y el fenómeno…”, op. cit., 148, 154; Posadas, “La recluta ad tumultum…”,
op. cit., 64.
34. Plut. Vit. Crass. 9.2-3; Flor. 2.8.4; Sall. Hist. 3.92-93.
35. El nombre de este pretor resulta controvertido, pues los textos antiguos divergen al respecto
(App. B Civ. 1.116; Plut. Vit. Crass. 9.2; Liv. Per. 95; Flor. 2.8.4; Front. Str. 1.5.21). Vid.: Broughton,
The Magistrates of the Roman… op. cit., II, 109.
36. Plut. Vit. Crass. 9.2; Front. Str. 1.5.21.
37. Sall. Hist. 3.101; Flor. 2.8.4; Oros. 5.24.1.
38. P.A. Brunt establece como colonias Asculum, Arretium, Clusium, Faesulae, Interamnia, Nola,
Pompeii, Praeneste, Urbana, Florentia, Spoletium, mientras que Sulmo y Volaterrae permanecerían
como municipios. Por su parte, E. Gabba cita diez colonias silanas seguras, Aleria, Arretium, Clu-
sium, Faesulae, Florentia, Interamnia, Nola, Pompeii, Praeneste, Urbana, además de dos inciertas,
Abella y Hadria, a las que añadiría diversas asignaciones, seguras en Volaterrae y posibles en Fo-

RevHisto - Anejos
340 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

caso, la tercera expedición se realizó también mediante una leva ad tumultum por
parte del pretor P. Varinio (pr. 73 a.C.), que, según los textos, doblaría los efectivos
de Claudio Glabro, llegando a los 7.000, pero que también fracasaría39. La utilización
de estas reiteradas convocatorias ad tumultum para organizar las tropas que debían
someter a los rebeldes mostraría el empecinamiento de los romanos de entender el
conflicto contra Espartaco como un tumultus, no como un bellum40.
En relación a la composición del ejército de Espartaco, sobre la que hay muy
pocas referencias, Apiano (B Civ. 1.116-117) informa de la presencia de esclavos
fugados, pero también de población libre rural (eleútheroi ek tôn agrôn), sectores
de población desfavorecidos y, quizás, “fuera de la ley” (sygklydes), además de de-
sertores (autómoloi). Por su parte, Tito Livio (Per. 95) indica que Espartaco habría
reunido una multitud de esclavos y prisioneros en los ergástulos, «congregata serui-
tiorum ergastulorumque multitudine». Así, se trataría de unas tropas de composi-
ción muy diversa, conformadas por gladiadores y esclavos, en la que el elemento
tracio, galo y germánico, quizás derivado de los cimbrios y teutones vencidos en
el 101 a.C., pudiera haber sido predominante, pero también por otros colectivos
sociales libres empobrecidos (pastores, jornaleros, pequeños propietarios arruina-
dos, etc…), que ya se habrían visto obligados a protagonizar acciones puntuales de
bandidaje para sobrevivir y que verían en la sublevación servil un modo de obtener
botín, que, además, Espartaco repartiría con equidad, lo que le granjearía gran ad-
hesión (App. B Civ. 1.116)41.

rum Cornelii, Spoletium, Suessula y Tusculum. Vid.: Brunt, Italian Manpower… op. cit., 300-312;
E. Gabba, Esercito e società nella tarda repubblica romana, Florencia, 1973, 117-130, 172-174; G.
Chouquer et alii, Structures agraires en Italie centro-méridionale, Roma, 1987, 87-94, 209-212, 219-
220, 225-230, 245, 248-249; B. Campbell, The Writings of the Roman Land Surveyors, Londres,
2000, 176-177, 184-187, 190-191, 194-199, 323, 382-383, 411-412, 423, 426; E. Hermon, “La lex
Cornelia agraria dans les Libri Coloniarum I”, en A. Gonzales, J-Y. Guillaumin (Eds.), Autour des
Libri coloniarum: colonisation et colonies dans le monde romain, Besançon, 2006, 32.
39. App. B. Civ. 1.116; Plut. Vit. Crass. 9.5; Sall. Hist. 3.96.1.
40. Broughton, The Magistrates of the Roman… op. cit., II, 119; G.K. Golden, Crisis Management
during the Roman Republic, Cambridge, 2013, 43-48, 75-79; Lapeña, “Espartaco y el fenómeno…”,
op. cit., 148, 154; Posadas, “La recluta ad tumultum…”, op. cit., 61-62, 65-71.
41. P. Oliva, “Die charakteristischen züge der grossen Sklavenaufstände zur Zeit der römischen
Republik”, en E.C. Welskopf (Ed.), Neue Beiträge zur Geschichte der alten Welt, Berlín, 1964, 75-
88; W.Z. Rubinsohn, “Was the Bellum Spartacium a Servile Insurrection?”, Rivista di Filologia e di
Istruzione Classica, 99, 1971, 290-299; M. Doi, “Female Slaves in the Spartacus Army”, en M.-M.
Mactoux, E. Gény (Eds.), Mélanges Pierre Lévêque, París, 1989, II, 161-172; Lapeña, “Espartaco y el
fenómeno…”, op. cit., 156-157; Posadas, “La recluta ad tumultum…”, op. cit., 63-65.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 341

No sería hasta el 72 a.C., tras la derrota de sucesivos ejércitos mandados por


pretores y reclutados ad tumultum, cuando el Senado comenzó a considerar la re-
vuelta de Espartaco una guerra de facto (Cic. Verr. 5.2.5) y decidió enviar a los cón-
sules de ese año, L. Gelio Publícola y Cn. Cornelio Léntulo Clodiano, al frente de dos
legiones cada uno, cuya acción tendría un resultado desigual42. En cualquier caso,
nunca se concebiría como un auténtico bellum, pues un ejército de esclavos no podía
considerarse un enemigo legítimo (hostis), para lo cual debía existir una declaración
de guerra oficial. Así es que, al igual que ocurría respecto a bandidos y piratas, la vic-
toria sobre esclavos no era merecedora de un triumphus y lo máximo a lo que podía
aspirar un general victorioso era una ouatio. Tal fue el caso de Craso tras su victoria
sobre Espartaco43, a quien, al frente de seis legiones, vencería en Petelia (Strongoli),
en el Bruttium, en marzo del 71 a.C.44. Sin embargo, según Cicerón (Pis. 58) se permi-
tiría a Craso exhibir la corona de laurel, la propia del triunfo, en lugar de la de mirto,
que correspondía a la ouatio, si bien tuvo que entrar a pie en Roma45.
En relación a lo indigno de luchar contra esclavos, resulta interesante un cono-
cido texto de Plutarco (Vit. Luc. 34.1-5), que, además, informaría sobre la indisciplina
de las tropas de L. Licinio Lúculo (cos. 74 a.C.) durante su campaña en Armenia con-
tra Tigranes II (95-55 a.C.) en la III Guerra Mitridática y sobre las refundaciones de
Cn. Pompeyo Magno (cos. 70, 55, 52 a.C.) en Hispania tras su victoria sobre Q. Ser-
torio (pr. 85 o 83 a.C.)46. Según explica Plutarco, el legado P. Clodio Pulcher (tr.pl. 58

42. App. B Civ. 1.116-117; Plut. Vit. Crass. 9.8. Vid.: Sheldon, “The Spartacus Rebellion…”, op.
cit., 69-84; Posadas, “La recluta ad tumultum…”, op. cit., 71.
43. Plut. Vit. Crass. 11.11; Cic. Pis. 58; Plin. HN 15.125; Gell. 6.23.
44. App. B Civ. 1.118; Plut. Vit. Crass. 10. Craso, anteriormente, habría escrito al Senado para
pedir la ayuda de M. Terencio Varrón Lúculo (cos. 73 a.C.), procónsul de Macedonia en el 72/1
a.C., y Pompeyo Magno, pero cambiaría de idea y decidiría acabar la guerra antes de que llegaran
para evitar que pudieran arrebatarle la victoria, algo que Pompeyo estuvo a punto de conseguir
(App. B Civ. 1.120; Plut. Vit. Crass. 11.3). Existen un par de referencias textuales sobre el posible
establecimiento de negociaciones entre el Estado romano y Espartaco (App. B Civ. 1.120; Tac. Ann.
3.73), hecho que no sería recogido por el grueso de las fuentes literarias, dado su carácter vergon-
zante. Vid.: M. Doi, “On the Negotiations between the Roman State and the Spartacus Army”, Klio,
66, 1984, 170-174.
45. A.H.J. Greenidge, A.M. Clay, Sources for Roman History 133-70 B.C., Oxford, 1960, 267; Z.
Rubinsohn, “A Note on Plutach, Crassus X.1”, Historia, 19, 1970, 624-627; B.A. Marshall, “Cras-
sus’Ovation in 71 BC”, Historia, 21, 1972, 669-673; Lapeña, “Espartaco y el fenómeno…”, op. cit.,
154-155.
46. O. Olesti, “Los veteranos de Cneo Pompeyo y Quinto Cecilio Metelo Pío en la Hispania Ci-
terior”, en C. Fornis et alii (Ed.), Dialéctica histórica y compromiso social, Madrid, 2010, 1012-1014.

RevHisto - Anejos
342 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

a.C.) habría incitado a la rebelión a las tropas que tenía a su cargo en Nisibis (Nusay-
bin) en el invierno del 68/7 a.C., argumentando que, mientras ellos estaban luchando
contra Mitrídates Eupator sin recibir recompensa, los soldados de Pompeyo estaban
cómodamente viviendo con sus familias y poseían tierras en ciudades prósperas, y
todo ello solo por haber luchado contra los infelices exiliados de Hispania y los es-
clavos de Italia. En el texto resulta evidente el menosprecio a las luchas que Pompeyo
mantuvo con los disidentes cinno-marianistas en Hispania, en cuyas filas militaron
muchos itálicos, así como con los esclavos de Espartaco en Italia47.
Por último, las fuentes literarias, siguiendo la tónica habitual de silencio y me-
nosprecio, no aportarían noticias sobre la suerte que habrían corrido los rebeldes
supervivientes y de cuantos habrían logrado escapar tras su derrota ante Craso, más
allá de ciertas alusiones puntuales. Según Apiano (B Civ. 1.120), tras la batalla final
en Petelia, muchos de los rebeldes supervivientes huyeron a las montañas y siguieron
luchando hasta morir todos, a excepción de 6.000 que fueron capturados y crucifi-
cados a lo largo de la uia Appia. Sin embargo, resulta significativo vislumbrar que,
en el 61 a.C., una década después de la derrota de Espartaco, aún habría grupos de
esclavos descritos como pertenecientes a las tropas rebeldes que habrían apoyado a
Espartaco e, incluso, a Catilina en el 63 a.C., sobre todo en la Campania y Lucania.
En este sentido, Suetonio (Aug. 3.1) informa de cómo el pretor C. Octavio Turino (pr.
61 a.C.), padre del futuro emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.), los habría derrotado
en Thurii (Sibari, Cassano all’ Ionio), de camino a la provincia de Macedonia que le
había sido asignada, lo que le valdría el cognomen Turinus. Seguramente, habría más
grupos similares que los textos antiguos obviarían y, de hecho, la alusión de Suetonio
se habría producido solo para destacar la acción de Octavio Turino. Igualmente, el
mismo princeps, en sus Res Gestae (25.1), alardearía de haber capturado 30.000 escla-
vos huidos, que habían tomado las armas contra la República.

Los «fuera de la ley»


La situación de guerra permanente planteada en el Mediterráneo, a la que contribui-
rían de manera destacada las Guerras Mitridáticas en Oriente, impediría a Roma,

47. Cic. Leg. Man. 30; App. B Civ. 1.119-120. Vid.: D. Mulroy, “The Early Career of P. Clodius
Pulcher. A Re-examination of the Charges of Mutiny and Sacrilege”, Transactions and Proceedings
of the American Philological Association, 118, 1988, 155-178; W.J. Tatum, “Lucullus and Clodius
at Nisibis (Plutarch, Lucullus 33-34)”, Athenaeum, 79, 1991, 569-579; Amela, Cneo Pompeyo… op.
cit., 118.

RevHisto - Anejos
Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 343

en inicio tolerante con los piratas que abastecían los mercados de esclavos, el poder
centrarse en la represión de la piratería y supondría el caldo de cultivo perfecto para
su proliferación. Asimismo, el efecto de las guerras habría acentuado el empobreci-
miento de los sectores sociales más débiles, situación que los hizo proclives a unirse
a bandidos y piratas. Sin embargo, esa adhesión no siempre fue voluntaria, causada
por una necesidad de supervivencia, sino que, en muchos casos, fue el miedo lo que
les empujó. Además, entre los que colaboraron con bandidos y piratas habría que
contar también individuos vinculados al comercio y los negocios, que vieron en los
contactos con los «fuera de la ley» una lucrativa vía de enriquecimiento48.
Abordar el fenómeno del bandidaje y la piratería requiere tener presente la
mentalidad de los autores antiguos. Éstos presentan una imagen del modo de vida de
bandidos y piratas totalmente sesgada y simplificada, adaptada a su criterio y llena de
estereotipos. De hecho, la mayoría de los autores no vieron jamás ni a un bandido ni
a un pirata, y escribieron en base a rumores. Entre los principales motivos indicados
por las fuentes literarias para explicar la proliferación del bandidaje y la piratería es-
tarían los condicionamientos geográficos y biológicos, el ansia de poder y riqueza, la
tendencia a la violencia y, por supuesto, la miseria, acentuada por las guerras. Según
los antiguos, existirían ciertas regiones especialmente proclives, a causa de su geogra-
fía y su pobreza, en especial las de la Anatolia meridional, sobre todo Cilicia, la región
más denostada por la tradición literaria, hasta el punto de que «cilicio» se convertiría
en sinónimo de «pirata»49.
Aunque los antiguos conocían los motivos del bandidaje y la piratería, las au-
toridades no adoptaron medidas eficaces para corregirlos, sobre todo para luchar
contra la miseria que afectaba a amplios colectivos sociales del ámbito urbano y rural.
Desde su punto de vista, bandidos y piratas no eran más que salvajes, externos a las
comunidades civilizadas, que atacaban y saqueaban por el mero afán de lograr botín
(praeda), ante quienes la única opción era la represión. Así, de ser apresados, eran
tratados como asesinos, no como prisioneros, siendo ajusticiados mediante summa
supplicia50. Cierto es que, a veces, las autoridades adoptaron medidas integradoras
hacia bandidos y piratas, promoviendo políticas de reasentamiento y reintegración
social. Tal fue el caso de Pompeyo Magno, que, después de su gran victoria sobre los

48. Arrayás, “Bandidaje y piratería…”, op. cit., 31-55; Id., “Miseria, guerra, piratas. Sobre los
orígenes y el desarrollo del fenómeno pirático en la Anatolia meridional”, Pyrenae, 43, 2012, 25-52.
49. C. Wolff, Les brigands en Orient sous le Haut-Empire romain, Roma, 2003, 31-33, 102; N.K.
Rauh, Merchants, Sailors and Pirates in the Roman World, Charleston, 2003, 169-201.
50. Wolff, Les brigands en Orient... op. cit., 28-30, 50-51, 221-226.

RevHisto - Anejos
344 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

piratas en el 67 a.C., hizo alarde de su clementia, al considerar, según los textos, que
se habían visto abocados al delito por culpa de la miseria, acentuada por la guerra
mitridática y las deportaciones de Tigranes II. Sin embargo, las actuaciones de carác-
ter integrador, siempre debidas a algo más que al mero altruismo, no fueron la tónica
habitual y ni las autoridades romanas ni las élites locales fueron capaces de poner
remedio a la pobreza, adoptando, en general, una actitud de menosprecio hacia los
sectores más deprimidos51. Ciertamente, las élites cívicas harían alarde de su everge-
tismo, beneficiando, de vez en cuando, a sus conciudadanos más pobres. No obstante,
esto lo harían para saciar su deseo de reconocimiento público, no por filantropía, y,
en cualquier caso, sus aportaciones no fueron suficientes para remediar la miseria
en sus comunidades52. En consecuencia, percibidos como una amenaza a erradicar,
que atentaba contra el orden establecido, las autoridades se limitaron a aplicar seve-
ras penas contra bandidos y piratas, esperando que tuvieran un efecto disuasorio,
en lugar de abordar las raíces del problema. Asimismo, la falta de legitimidad en
sus acciones haría que bandidos y piratas ni siquiera fuesen considerados enemigos
(hostes) por las autoridades que los combatían, pues para ello debía de existir una
declaración de guerra oficial y esto solo podía darse en el caso de enemigos legíti-
mos. Así, un hombre libre apresado por bandidos y piratas, teóricamente, conservaba
su libertad, algo que no ocurría con un prisionero de guerra que, automáticamente,
pasaba a formar parte del componente humano del botín. Igualmente, un imperator
que luchara contra bandidos o piratas no merecía la celebración de un triumphus en
Roma y solo podía pretender una ouatio que proclamara su victoria, pues celebrar un
triunfo suponía reconocer a sus adversarios un status oficial que no poseían (Cass.
Dio. 54.12.1). El conflicto con los belicosos habitantes de Isauria, en el interior de la
Anatolia meridional, alcanzaría la suficiente envergadura para que Roma los consi-
derara enemigos, lo que habilitaría a P. Servilio Vatia Isáurico (cos. 79 a.C.), procón-
sul de Cilicia entre el 78 y el 74 a.C., para lograr su triumphus y adoptar el apelativo

51. Sobre las deportaciones de Tigranes II y las repoblaciones de Lúculo y Pompeyo, vid.: P.
Siewert, “Le deportazioni di Tigrane e Pompeo in Cilicia”, en M. Sordi (Ed.), Coercizione e mobilità
umana nel mondo antico, Milán, 1995, 225-235; I. Arrayás, “Piratería, deportación y repoblamien-
to. La Anatolia meridional en el marco de las guerras mitridáticas”, Klio, 95, 2013, 180-210; Id.,
“Deportation and re-occupation policies in southern Anatolia, c.100-50 B.C.”, en T. Ñaco et alii
(Eds.), Political Management of Humanitarian Crises in Classical Antiquity, Gdansk, 2016, 85-97.
52. P. Veyne, Le pain et le cirque, París, 1976, 59-62; Wolff, Les brigands en Orient... op. cit., 2;
Rauh, Merchants, Sailors… op. cit., 187, 189; Lapeña, “Espartaco y el fenómeno…”, op. cit., 149.

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Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 345

de Isauricus (App. Mith. 93)53. Sin embargo, Cicerón se tendría que conformar con
una simple ouatio tras su campaña militar en el Amanus (Almadagh) en el 51 a.C.,
cuando su proconsulado en Cilicia, lo habitual después de derrotar a bandidos54. Por
su parte, Pompeyo Magno celebraría su victoria sobre los piratas del 67 a.C. con un
triunfo el 28 y 29 de septiembre del 61 a.C., pero, simultáneamente, estaba procla-
mando su victoria definitiva sobre Mitrídates Eupator, un auténtico hostis de Roma55.
Las fuentes literarias utilizarían una terminología específica para referirse a
bandidos y piratas56. No obstante, la mentalidad de los autores antiguos y su parcia-
lidad haría que su uso no se realizara con el rigor deseado, a lo que hay que sumar
la evolución del significado de las palabras que puede llevar a confusión. En este
sentido, conviene no olvidar que el calificativo «bandido» o «pirata» habría sido utili-
zado con frecuencia para deslegitimar a enemigos políticos. Por tanto, su aplicación a
individuos o colectivos podría ser un intento de distorsionar su auténtica naturaleza.
No en vano, personalidades políticas de la talla de César, Catilina o del triunviro M.
Antonio (cos. 44, 34 a.C.; cos. desig. 31 a.C.) aparecen calificados de latrones57. Este

53. E. Pais, Fasti triumphales populi romani, Roma, 1920, 236-239; H.A. Ormerod, “The Cam-
paigns of Servilius Isauricus against the Pirates”, Journal of Roman Studies, 12, 1922, 47; D. Ma-
gie, Roman Rule in Asia Minor, Princeton, 1950, II, 1170, 1173; R. Syme, “The Pacification of
Pisidia and Lycaonia”, en A.R. Birley (Ed.), Anatolica. Studies in Strabo, Oxford, 1995, 210-211;
Cl. Auliard, Victoires et triomphes à Rome, Besançon, 2001, 58; Wolff, Les brigands en Orient...
op. cit., 16-17, 97-98; J.-L. Bastien, Le triomphe romain et son utilisation politique à Rome aux
trois derniers siècles de la République, Roma, 2007, 413; E. García Riaza, “El tratamiento de los
piratas en el ius belli romano-republicano”, en A. Álvarez-Ossorio et alii (Eds.), I Congreso de
Piratería y Seguridad Marítima en el Mediterráneo Occidental y la Península Ibérica durante la
Antigüedad, Sevilla, 2013, 136-140.
54. Cic. Fam. 2.10, 3.8, 13.73.2, 15.1.2, 4.4, Att. 5.20.1-5; Str. 12.1.4, 6.3. Vid.: R. Syme, “Observa-
tions on the Province of Cilicia”, en E. Badian (Ed.), Roman Papers, I, Oxford, 1979, 120-148; Idem,
“The New Provinces”, en Birley (Ed.), Anatolica… op. cit., 111-124; Wolff, Les brigands en Orient...
op. cit., 104-106, 116; I. Arrayás, “Señores de la guerra en la reorganización romana de la Anatolia
meridional”, Rivista Storica dell’Antichità, 43, 2013, 77-107; Id., “Piratería y señores de la guerra en
la Anatolia meridional en el marco del conflicto mitridático”, Aevum, 87, 2013, 1-23.
55. Wolff, Les brigands en Orient… op. cit., 18-20; Amela, Cneo Pompeyo… op. cit., 109-116.
56. Souza, Piracy in the Graeco-Roman… op. cit., 3-9, 13; Wolff, Les brigands en Orient… op. cit.,
8-15.
57. Wolff, Les brigands en Orient... op. cit., 2; Lapeña, “Espartaco y el fenómeno…”, op. cit., 152;
Ph. de Souza, “Pirates and Politics in the Roman World”, en V. Grieb, S. Todt (Eds.), Piraterie von
der Antike bis zur Gegenwart, Stuttgart, 2012, 47; Id., “War, Piracy and Politics in the Mediter-
ranean 500-30 a.C.”, en Álvarez-Ossorio et alii (Eds.), I Congreso de Piratería… op. cit., 31-49.

RevHisto - Anejos
346 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

uso parcial del vocabulario, en función de la mentalidad y la percepción de los auto-


res antiguos, impediría ir más allá y, por ejemplo, diferenciar piratas de corsarios o
incluso de simples mercaderes armados, dado el vínculo entre piratería y comercio.
Así, tan solo el análisis del contexto histórico puede permitir una aproximación a la
realidad descrita por los textos antiguos. En este sentido, resulta interesante la alusión
de Plutarco (Sert. 8.2) a ciertos navegantes (nautai) con los que el disidente cinno-
marianista Q. Sertorio entraría en contacto después de su precipitada retirada de
Ebussus (Eivissa) y la fallida batalla naval ante la flota del procónsul silano L. Annio
Lusco, a mediados de agosto del 81 a.C., en la que contó con el apoyo de los piratas
ebusitanos (Plut. Vit. Sert. 7.4). Estos nautai, que informarían a Sertorio de las enig-
máticas «islas atlánticas» en las que recabaría, debieron ser comerciantes o, incluso,
piratas, de procedencia hispánica o norteafricana, bien conocedores del estrecho de
Gibraltar (Plut. Vit. Sert. 8.2)58. Lo cierto es que resultaría factible que, entre los «pi-
ratas» citados por los textos antiguos, hubiera comerciantes y hombres de negocios
de diversa índole, que no dudaron en contribuir al fenómeno pirático en virtud de
sus intereses. Así, no es descartable que la volatilidad que caracterizaría las relaciones
de Sertorio con los piratas, pudiera haber sido inducida por un conflicto de intereses
entre diferentes grupos de mercatores y negotiatores, afines a los dos bandos enfren-
tados, el cinno-marianista y el silano, no pudiéndose obviar ni la presencia de nautai
ni hechos como el protagonizado por Vibio Pacciano, rico propietario itálico instala-
do en la Hispania Ulterior, afín a los silanos, que movilizaría tropas contra Sertorio
(Plut. Vit. Sert. 9.3)59. Así pues, es posible que, en ciertos casos, las fuentes literarias
antiguas, filo-romanas, apliquen el calificativo de «pirata» a individuos o colectivos
considerados enemigos del Estado romano, en un intento de desacreditarlos y de ne-
gar su legitimidad, y más teniendo en cuenta que los piratas eran los peores enemigos
posibles, crueles y apátridas60.

58. H.A. Ormerod, Piracy in the Ancient World, Liverpool, 1924, 223; F. García Morá, Un episo-
dio de la Hispania republicana. La guerra de Sertorio, Granada, 1991, 40-42; C.F. Konrad, Plutarch’s
Sertorius. A Historical Commentary, Londres, 1994, 103-105; J.L. López Castro, Hispania Poena.
Los fenicios en la Hispania romana (206-96 a.C.), Barcelona, 1995, 222-223.
59. J.S. Hernández Fernández, “Los Vibii Pac(c)iaeci de la Bética: una familia de hispanienses
mal conocida”, Faventia, 20, 1998, 163-176; J. Zeidler, “Onomastic Studies on some Roman Amicis
in Hispania”, en A. Coşkun (Ed.), Roms auswärtige freunds in der späten Republik und im frühen
Prinzipat, Gottingen, 2005, 175-200.
60. Souza, “War, Piracy…”, op. cit., 31-49; I. Arrayás, “Más piratas que corsarios. Mitrídates Eu-
pátor y Sertorio ante el fenómeno pirático”, Latomus, 72, 2013, 96-121; Id., “Entre Oriente y Occi-

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Isaías Arrayás Morales y Carlos Heredia Chimeno 347

Conclusiones
En definitiva, se observa una norma constante en nuestro análisis del enemigo «atí-
pico», y es el hecho de evidenciarse una imagen sesgada, estereotipada y, fundamen-
talmente, limitada, que infravalora tanto a itálicos, como a esclavos y «fuera de la
ley». La minusvaloración de estos colectivos no deja de ser, en realidad, reflejo de una
percepción romana profundamente jerarquizada, de la que son víctimas, conscientes
o inconscientes, las propias fuentes literarias que tratan el período.
No obstante, dicha percepción no es baladí, pues la propia infravaloración con-
lleva modificar el carácter con el que se observan los conflictos armados y, por ende,
implica una actitud de seguridad, que, en ciertas ocasiones, tal y como se ha señalado,
supone un flaco favor de cara a la victoria bélica. De este modo, los conflictos prota-
gonizados por los colectivos analizados, independientemente de sus características
heterogéneas y plurales, adquirirían la consideración de conflictos menores, «tumul-
tuarios», no siendo entendidos como auténticas guerras, negándoles su naturaleza.
De hecho, la propia infravaloración llevaría a ver a estos colectivos como enemigos
no legítimos, indefinidos, heterodoxos y, por ende, «atípicos», no merecedores ni
de la consideración de auténticos hostes ni de la celebración de un triumphus por su
derrota, teniéndose que conformar los imperatores con una ouatio. Así pues, la jerar-
quización psicológica no solo supondría denostar al enemigo, sino también actuar
acorde con su consideración. En este sentido, basta con observar el carácter de los
conflictos armados planteados por estos colectivos denostados, que, por su dimen-
sión e impacto, fueron auténticas guerras, conflictos bélicos a tener en cuenta, pero
que nunca fueron concebidas por Roma como tales. La actuación dependería de la
«construcción del enemigo» y, en este contexto, ante itálicos, esclavos o «fuera de la
ley», el enemigo sería denostado e infravalorado. En cualquier caso, la realidad hu-
mana se muestra siempre compleja, no atendiéndose a normas generales y cerradas.
Al respecto, se observan excepciones que tienen su explicación. Una de las más ilus-
trativas sería la del triumphus de Asculaneis Picentibus del 89 a.C., que rompería con
el mos maiorum, pues, si bien, a priori, implicaría celebrar un triunfo sobre los itáli-
cos sublevados, en realidad, supondría conmemorar una victoria en el marco de una
«guerra civil», un tipo de conflicto armado que no traería beneficios. Sin embargo,
esto no es extraño si se atiende al proceso de transgresión que comportaría el Bellum
Sociale, que modificaría las normas consuetudinarias que regían Roma.

dente. La acción de piratas y corsarios en el marco de las guerras silanas”, en Álvarez-Ossorio et al.
(Eds.), I Congreso de Piratería… op. cit., 167-185.

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348 El enemigo «atípico» en las fuentes literarias antiguas

Asimismo, conviene destacar, precisamente, la actitud que asumen las fuentes


literarias antiguas, que no recogerían la posición adoptada por dichos colectivos. Así,
la actitud de los itálicos no se ha conservado, del mismo modo que esclavos y «fuera
de la ley» resultan colectivos constantemente descalificados, entendiéndose sus ac-
ciones desde la misma actitud psicológica que lleva a Roma a no tomárselos en serio.
Es decir, la propia «construcción del enemigo», que genera contradicciones entre lo
que se cree y lo que se es, tiene un claro impacto en las fuentes literarias que, de un
modo consciente o inconsciente, pues muchas de ellas son tardías y dependen de
registros de la época, son víctimas del molde psicológico de las autoridades romanas.
En definitiva, Roma actuaría en base a un statu quo ideológico, cuya construc-
ción del enemigo «atípico», por muchas derrotas que implicase, sería imborrable res-
pecto a la superioridad de la ciuitas, idea conectada a un mos maiorum que no dejaría
de ser un discurso de legitimación de los gobernantes. De ese statu quo beberían
nuestras evidencias literarias y, sintomáticamente, también lo harían los colectivos
aquí analizados, marginados y dependientes en diverso grado, pero que asumirían
esa realidad ideológica. De este modo, se observa cómo, a priori, los itálicos lucharían
contra Roma en el Bellum Sociale para conseguir la ciudadanía romana, un estatuto
superior, cuyo privilegio implicaría la existencia de escalas jurídicas inferiores. Asi-
mismo, también se observa el modo en qué los esclavos buscaron dejar atrás su situa-
ción, sin pretender romper con el sistema esclavista, mientras que los «fuera de la ley»
se vieron abocados a tal condición ante un sistema político-social que les cerraba las
puertas y los relegaba a la miseria.

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