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Por Jaime Ospina

La construcción de textos argumentativos


[Actividad de la clase, este el texto que me salió después de hacer mis planes de
escritura, espero que lo disfruten]

Elogio al Reggaetón

Por Jaime Andrés Ospina Pinzón

Iniciaré con un acto de sinceridad. No me gusta el reggaetón, su base rítmica me


parece repetitiva y la melodía se resume a dos notas musicales, máximo tres: una
pobreza musical extrema. Además, las letras son totalmente machistas, legitiman
el discurso patriarcal de nuestra sociedad. Pero lo que más me molesta del género
es el poco talento de sus representantes. Cualquier persona podría ser un gran
reggaetonero, porque jamás sabremos cómo cantan verdaderamente. Todo el
tiempo la voz se modula con Auto Tune ¡se la arreglan por computador! Y seguro
que la mayoría de las veces compone (descompone) otra persona. Hago énfasis
en este detalle porque me gusta el arte en general y la música en particular, no me
digan si una buena Salsa en la voz de Rubén Blades no les hace suspirar.
Seguramente les parecerá extraño que quiera hacer un elogio de un género que
no me gusta.
Afortunadamente, no sufro del mal de la soberbia y acepto con gusto que existan
personas a las que les gusta el reggaetón. No soy el centro del mundo así sea un
humilde opinador. De hecho, cuando pienso en por qué les gusta tanto el género a
muchos de mis estudiantes, encuentro unas razones de peso para afirmar que a
pesar de que no me guste es una expresión musical importante y trascendental
para el equilibrio mental de nuestra sociedad.
A través de la historia los estamentos del poder  (las religiones, los Estados, la
Iglesia, la opinión pública, etc.) han querido controlar nuestros cuerpos y ese
control incluye el control de nuestra sexualidad.
Aquí, un ejemplo de lo anterior. Hace un par años el DANE, quien se encarga de
hacer las estadísticas oficiales en Colombia diseñó una encuesta para conocer la
sexualidad de los jóvenes, con el fin de proporcionar al Estado elementos para
diseñar política de salud pública entorno a la sexualidad. No se imaginan el
escándalo de la sociedad colombiana porque había preguntas que indagaban
sobre si los jóvenes habían practicado sexo oral y/o anal. Al final no se pudo
aplicar la encuesta. Pero muchos de esos adalides de la moralidad de nuestra
sociedad son los mismos que practican subrepticiamente la infidelidad conyugal y
hacen de las suyas debajo de cuerda: la doble moral que caracteriza a este
pueblo.

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Por Jaime Ospina

Por otra parte, grandes pensadores han analizado el problema del control de la
sexualidad. Por ejemplo, el psicoanálisis define a la sexualidad humana como una
pulsión o energía que aporta vitalidad y creatividad al ser humano, de hecho nos
lleva a no extinguirnos como especie. Y ven en la represión una de las razones de
muchas enfermedades de la mente. Otros han llegado a la conclusión de que la
sexualidad se ha convertido en un discurso que sirve para manipular al Poder.
Lo que sí es cierto es que el cuerpo ha sufrido con el control de la sexualidad, ha
sido prohibido y definido como la cárcel del alma, o con menos importancia que
ésta. Está mal sentir el mundo con los sentidos ¿Acaso no somos en nuestro
cuerpo? ¿Por qué debemos avergonzarnos del cuerpo?
Lo anterior ha derivado en la poca educación sexual que reciben los adolescentes
en Colombia. Son pocos los colegios que trabajan este tema de forma eficaz; y
pocas las familias que abordan el tema sin que sea un tabú. No exagero al decir
que en más de veinte años de experiencia como docente en Bogotá no he estado
en un colegio que tenga un proyecto serio de educación sexual, y he pasado por
varios.
Hace poco leí a un opinador de un periódico nacional que decía que canciones
como mala conducta de Alex y Fido y noche de sexo de Wisin y Yandel están
“incitando de forma irresponsable a los adolescentes a la práctica de conductas
agresivas y a que entiendan la sexualidad desde una perspectiva distorsionada
sin tener en cuenta que aún no tienen el criterio suficiente para identificar que
solo son víctimas de un mercadeo salvaje con el tema que más vende: el sexo”.
Sentí frustración ante el autor del artículo de opinión porque identificaba el
problema de la sexualidad de los jóvenes en el reggaetón en vez de hacerlo en la
falta de educación sexual.
Por supuesto, que estoy abordando el tema de forma veloz, pero he leído
investigaciones sobre el impacto del reggaetón en la sexualidad de los jóvenes y
una de las conclusiones es que hace parte de una forma de rebeldía generacional
ante el control de la sexualidad, ante la imposición de que a los genitales se les
sigua nombrando las vergüenzas y que la desnudez siga evolucionando hacia el
concepto de vulgaridad.
También concluyen estos estudios que este género musical es una forma de
exploración sexual en los jóvenes. Martínez (2013) afirma que “el reggaetón forma
parte del discurso incitante de la sexualidad en la sociedad contemporánea; un
discurso subversivo que ofrece una aparente felicidad a la juventud, donde la
sexualidad se ha tornado como un elemento fundamental para alcanzar la
popularidad, fama y la aceptación. Y en otras veces es mostrada como una
manera de retar o burlarse de las instituciones sociales y al Estado”.

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Hoy quiero hacer un elogio al reggaetón porque es una de las formas en que
nuestros jóvenes, que no reciben una adecuada educación sexual, pueden
explorar su sexualidad. Ese deseo es algo natural, es algo que nos acompaña
desde que existimos sobre esta tierra y nos seguirá acompañando. El baile y su
cadencia actúan como el simulacro de la seducción. Además, es importante que
los jóvenes exploren los roles de dominación y de sumisión para que después,
puedan revalorarlos. Querámoslo o no, este baile ha heredado los antiguos
rituales de la fecundidad que llegaron desde el África negra al ritmo de los
tambores, esa sensualidad que corre por nuestras venas latinas, así como los
rituales del cortejo de las parejas.
Para concluir, cabe mencionar que vivimos en una sociedad machista y patriarcal
que busca relegar el rol de la mujer a un plano de sumisión. En los últimos años
se la han dado duros golpes a ese modelo machista, especialmente en el ámbito
jurisprudencial que con las leyes de los países ponen por encima de la familia y
del padre los derechos del niño y de la mujer como rol de género. El reggaetón no
es más que, uno de los muchos mecanismos de la sociedad para transmitir y
replicar el machismo que muestra a la mujer como un objeto. Por eso, a pesar de
que mucha gente lo critica, a la larga no hacen mayor cosa para detenerlo.
Detenerlo educando a nuestros niños y jóvenes en una sexualidad sana que no
siga subvalorando el cuerpo humano. Lo que sucede es que, a fin de cuentas, nos
sigue gustando el machismo.
Por eso hoy aunque haga un elogio me sostengo en que no me gusta el
reggaetón.

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