Está en la página 1de 2

La 

organización territorial de México es el conjunto de normas y procesos bajo los cuales


se dividen y administran las partes integrantes del área geográfica que ocupa el país. Ambos
aspectos (normas y procesos) han sido resultado de los sucesos históricos que delimitaron el
espacio físico, pero también de los distintos sistemas de gobierno y regímenes
constitucionales que tuvo el país.
La actual estructura y su conducción responden a las de una federación, es decir, existen
unidades territoriales soberanas; además, el gobierno central es responsable directo de
aquellos componentes territoriales que le adjudique la ley (espacio aéreo, mares e islas
adyacentes). Entendiendo este concepto como un ordenamiento de división política, el país se
compone de treinta y dos entidades federativas (treinta y un estados y la Ciudad de México,
capital de la república). A su vez, estas entidades se dividen en municipios —en el caso de los
estados, cuya cantidad actual es de 2469—1 o demarcaciones territoriales —en el caso de
la Ciudad de México, cuya cantidad actual es de dieciséis—.234

Historia[editar]
Artículo principal: Historia territorial de México

La Independencia y el imperio constitucional[editar]

Primer Imperio Mexicano. Primera división política en la historia del país.

Los primeros documentos o estatutos que institucionalizaron el movimiento insurgente


(Elementos Constitucionales y Sentimientos de la Nación), en el contexto de la Guerra de
Independencia, no configuraban con exactitud el tipo de división política y su administración,
ante ya la expresa intención de separación de la nueva nación, respecto al Imperio Español.
El 6 de noviembre de 1813 el Congreso de Anáhuac expidió el Acta Solemne de la
Declaración de Independencia de la América Septentrional. Dicha denominación hacía clara
referencia al nombre usado por la Constitución de Cádiz, para delimitar el territorio del Imperio
Español que correspondía al Virreinato de la Nueva España y sus áreas dependientes
(Capitanía General de Guatemala, Cuba, Florida, Puerto Rico y la parte española de la isla de
Santo Domingo —hoy República Dominicana—); asumiendo con ello que ese era el espacio
geográfico sobre el cual se constituiría la nueva nación. Sin embargo, fue la Constitución de
Apatzingán de 1814, la primera que nombró con exactitud las partes integrantes del nuevo
país y dedicó un apartado a su administración interna y provisional; en él recogió varias de las
propuestas contenidas en la carta magna española. Esta organización transitoria consistiría en
constituir cuerpos colegiados, llamados juntas, partiendo de tres subdivisiones con las
siguientes denominaciones (de menor a mayor): distrito, parroquia y partido; de ellas habrían
de surgir electos los diputados provinciales del eventual Supremo Congreso, y serían estos a
la vez, las máximas autoridades de dichas provincias. No obstante, ni estos ordenamientos
legales, ni sus instituciones impulsoras, sobrevivieron a la caída de José María Morelos.567
Los documentos que antecedieron a la consumación de la independencia (Plan de
Iguala y Tratados de Córdoba), no trataron sobre la administración interna del territorio, sin
embargo sí lo hicieron sobre su conformación, al usar continuamente el término América
Septentrional, a la que comenzaron a llamar Imperio Mexicano. El 27 de septiembre de 1821,
con la entrada en la Ciudad de México del Ejército Trigarante se dio por concluida la lucha
independentista. Al día siguiente, y bajo disposición de los estatutos antes mencionados, se
instaló la Junta Provisional Gubernativa, que como órgano legislativo tendría plena autoridad
sobre los asuntos del Imperio. En el aspecto de la organización territorial, este cuerpo
colegiado contempló como integrantes del Imperio a aquellas antiguas provincias de la Nueva
España, y conservó de forma temporal las mismas estructuras que la autoridad colonial tenía;
nombrando Jefes Políticos Superiores para cada provincia y reconociendo la vigencia de los
ayuntamientos como entes de gobierno local. De la misma forma, mantuvo la dirección de las
llamadas Provincias Interiores (los territorios del norte) que eran gobernadas por el
propio Virrey, y las jurisdicciones territoriales de corte militar (Capitanías). Estos mismos
documentos declararon como capital del Imperio a la Ciudad de México, condición que ha
conservado desde entonces.891011
La primera división política oficial del Imperio Mexicano estuvo contenida en la ley del 17 de
noviembre de 1821, expedida por la Junta Gubernativa para convocar a la conformación del
Congreso Constituyente; dando por sentado que las zonas que la ratificaran eran las
integrantes del Imperio. De ello se desprendió que el naciente Imperio lo componían veintiuna
provincias: Las 17 provincias y los dos territorios (Las Californias y Santa Fe de Nuevo
México) que conformaban la Nueva España, además de la provincia de Chiapas (integrante
en ese momento de la Capitanía General de Guatemala) y la Capitanía General de Yucatán,
elevada a rango provincial, igual que los territorios del norte.1213
El 5 de enero de 1822 la antigua Capitanía General de Guatemala (que incluía, —además de
la ya incorporada Chiapas— el Soconusco, y las actuales Guatemala, Honduras, El
Salvador, Nicaragua y Costa Rica), cuyos territorios componentes habían declarado su
independencia el 15 de septiembre de 1821, proclamó su adhesión al Plan de Iguala y
los Tratados de Córdoba, y en consecuencia su incorporación plena al Imperio Mexicano.
El 19 de mayo de 1822 el Congreso nombró a Agustín de Iturbide como Emperador de
México y lo dotó de un ordenamiento legal para administrar el país; este fue el Reglamento
provisional político del Imperio Mexicano, promulgado el 23 de febrero de 1823. En él se
establecían como máximas autoridades provinciales a los Jefes Políticos Superiores; las
ciudades más pobladas o los puertos podían tener subjefes políticos que, subordinados al de
la capital provincial, tendrían las mismas facultades en su zona de influencia; los
ayuntamientos siguieron siendo el componente primario de la división de las provincias,
aunque con poca autonomía respecto del Jefe Político Superior. También contempló que los
diputados provinciales en el Congreso constituyente podían en todo momento intervenir en la
administración de su entidad respectiva

También podría gustarte