Está en la página 1de 8

JUEVES SANTO

A SOLAS CON EL SEÑOR

CANTO: Tan Cerca de tí (N° 154 de los cancioneros)


1. ORACIÓN AL SEÑOR
Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a ti.
Quizá no se nos ocurran muchas cosas, pero queremos estar, queremos
sentir tu amor,
como cuando nos acercamos a una hoguera, queremos amarte,
queremos aprender a amar.
Lo importante es estar abiertos a tu presencia. Y agradecer, alabar,
suplicar.
Y callar, escuchar, no decir nada, simplemente estar.
Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus palabras, aprender
de ti, seguirte siempre.
Acógenos como amigos. Y haz de nosotros también tus testigos, testigos
del amor.

Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón, danos tu gracia,


sálvanos,
llénanos de la vida que sólo tú puedes dar.
Noche santa ésta de Jueves Santo. Jesús se da por mí, y, también por
ti, por cada uno,
sufre hasta el punto de derramar gotas de sangre.
Horas decisivas de nuestra Redención. Por eso no queremos dejarle
solo.
En esta historia de amor, junto a Jesús (el actor principal) estamos
también cada uno de nosotros.
Penetremos en este amor hasta abismarnos en él, contemplemos el
rostro de Cristo
y adentrémonos en el misterio de abandono y lucha interior
que culmina en una entrega confiada y de pura fe a la voluntad del
Padre.
Acojamos su don, su ofrenda, su despojamiento y acompañémosle en
silencio,
uniéndonos a su sacrificio redentor y dejándonos quemar por el fuego
de su Corazón
en amor al Padre y a los hombres.

2. “ME AMÓ Y SE ENTREGÓ A LA MUERTE POR MÍ”


LECTURA: Carta a los Romanos 8,28‐39
REFLEXIÓN: Dentro de la carta, Pablo habla del cuidado de Dios por
nosotros, de su proyecto de que los humanos seamos hijos a la imagen
de su Hijo Jesús, al que llama "el primogénito", el primero de La
humanidad nueva.
El amor de Dios se ha manifestado en la persona de Cristo y por Él en
todos los que lo acogen en sus vidas. Amor que nos lleva a aceptar
trabajos y cruces en compañía del que lo sufrió todo por nosotros.

Para los que aman a Dios, todo les sirve para el bien. Dolores,
sufrimientos, alegrías, entregas, éxitos, fracasos.
3. DOS ESCENAS EN UN SOLO ACTO, EL DEL JUEVES SANTO.
UNO EN EL TABERNÁCULO 
Momento de intimidad, de confidencias, de consejos, del don de Sí
mismo, de la promesa del Espíritu Santo. El Corazón de Cristo goza con
los suyos.   
ORACIÓN EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS EN GETSEMANÍ
El segundo momento, de oración angustiada, de soledad profunda, de
abandono, de hastío, de lucha terrible, de abandono de todo consuelo,
de sufrimiento atroz… Y todo vivido en rendimiento total a la Voluntad
del Padre. Sigamos a Cristo. Acompañémosle esta noche Santa.
4. INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

CANCIÓN: PAN TRANSFORMADO EN EL CUERPO DE Cristo


(N° 145 del Cancionero)

4.1. “Ardientemente he deseado celebrar esta Pascua con


ustedes”
La inmolación del cordero pascual alcanza su significado pleno y
definitivo con la ofrenda que Cristo hace de Sí al padre. La Víctima
perfecta se entrega al Padre y se hace alimento. Pan, cumpliendo su
promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. La
Palabra hecha carne -Jesucristo‐  está presente hoy en la Eucaristía.
Podemos contactar de un modo misterioso, pero real, con su persona.
Este es el “sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque
nos ama.
Él nos ama a cada uno de nosotros de un modo personal y único en la
vida concreta de cada día” “Señor,  ‐repetimos con San Pablo, ¿a quién
iremos?, Tú tienes Palabras de vida eterna”. Que Él nos revele esta
noche que “celebrar la Eucaristía significa aceptar la lógica de la cruz y
del servicio; ofrecer la propia disponibilidad para sacrificarse por los
otros, como hizo Él”
Dejemos que la Eucaristía modele nuestra vida y oriente todas nuestras
opciones de vida que nos haga sembrar comunión y vida de familia en
nuestros ambientes. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia”.
Momento de silencio
ACCIÓN DE GRACIAS AL SEÑOR
Gracias, Señor por la Eucaristía. Gracias Señor, porque deseabas
ardientemente celebrar la Pascua con nosotros.
Gracias, Señor, porque en la última cena partiste tu pan y tu vino en
infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed.
Gracias, Señor, porque en el pan y en el vino nos entregaste tu vida y
nos llenas de tu presencia.
Gracias, Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo que
se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.
Gracias, Señor, porque quisiste celebrar tú entrega, en torno a una
mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor contigo.
Gracias, Señor, porque nos dijiste que celebrásemos la Eucaristía en
memoria tuya. Gracias, Señor, porque podemos celebrar la Eucaristía
todos los días.
Gracias, Señor, porque cada día puede volver a empezar y continuar con
tu ayuda, mi camino de fraternidad con mis hermanos y mi camino de
transformación en Tí.
En la Eucaristía hallamos la fuente de felicidad que estamos buscando
sin cesar. Juan Pablo II nos decía en Roma: “En realidad, es a Jesús a
quien buscan cuando sueñan la felicidad; es Él quien los espera cuando
no los satisface nada de lo que encuentran; es Él la belleza que tanto les
atrae; es Él quien los provoca con esa sed de radicalidad que no los
permite dejarlos llevar del conformismo; es Él quien los lee en el
corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar”
4.2. “LES DOY UN MANDAMIENTO NUEVO QUE SE AMEN
UNOS A OTROS COMO YO LOS HE AMADO”, DICE EL
SEÑOR
CANCIÓN: UN MANDAMIENTO NUEVO NOS DIO EL SEÑOR (N° 142
del cancionero)
Este amor ha de ser universal y abierto a todos, superando simpatías o
antipatías. Así lo entendió Santa Teresa del Niño Jesús: “Cuando Jesús
da a sus apóstoles un nuevo mandamiento, su mandamiento particular,
no pide tan solo que amemos al prójimo como a nosotros mismos, sino
que es Él mismo quien les ama, como le amará hasta la consumación de
los siglos.
Meditando estas divinas palabras, vi cuán imperfecto era mi amor a mis
hermanas, comprendí que no las amaba como Jesús las ama. ¡Ah! Ahora
adivino que la verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos
del prójimo, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse con sus
menos virtudes.
Momento de silencio
ORACIÓN
¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos aquí en tu adorable
presencia. Venimos a bendecirte y alabarte en unión de los ángeles que
invisiblemente rodean esa Hostia Divina.
Venimos a consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en
tu acatamiento, a gustar de tu compañía y a conversar contigo, que
tienes palabras de vida eterna.
Sí, Dios nuestro. Quisiéramos contemplarte a través de esa Hostia Santa
con el tiernísimo afecto con que os miraba tu Madre: con aquella
devoción con que os seguían tus discípulos, y muy singularmente el
Discípulo Amado, cuando la noche de la Cena reclinó su cabeza sobre tu
ardiente Corazón.
Nos sentimos felices de hallarnos junto a Ti, y queremos aprovechar
todos los momentos de esta Hora Santa para hacerte compañía, que tu
presencia nos hace tan agradable. Concédenos, oh Jesús, no dormirnos,
como se durmieron tus apóstoles la noche tristísima de tu agonía en el
Huerto de los Olivos.
Míranos, Señor; somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis
alimentado con tu mismo Cuerpo y Sangre.
¡Señor! Vuelve hacia nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros
pensamientos una ráfaga de la luz de tu Rostro, y en nuestros
corazones una centellita siquiera del fuego que abrasa tu dulcísimo
Corazón.
Concédenos, oh Jesús, sentir hondamente la verdad de aquellas
palabras del Real Profeta: "es mejor una hora en tu Casa, que mil años
en compañía de los pecadores"
CANCIÓN: CRISTO TE NECESITA PARA AMAR (N° 147 del
Cancionero)
5. GETSEMANÍ
Jesús nos ha prometido la asistencia del Espíritu y se nos ha dado Él
mismo con su cuerpo y su sangre. Esta Pascua ha sido el último
momento gozoso de su vida. Ahora empieza la hora de las tinieblas. “No
es el siervo más que su señor. Si a mí me persiguieron, también a
ustedes los perseguirán”
5.1. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus
amigos”
CANCIÓN: AMAR ES ENTREGARSE (N° 137 del Cancionero, solo el
coro)
Acabada la cena, Jesús se dirigió con sus apóstoles, que tantas
confidencias habían recibido de Él, al huerto de Getsemaní. Con ellos
vamos también nosotros. Era de noche, Jesús acostumbraba a ir a rezar
allí. Era un lugar familiar. A Jesús le gustaba rezar de noche. La noche
tiene sabor a misterio, intimidad, cercanía.
Getsemaní es cita obligada para el que quiere el encuentro en
profundidad con Cristo. Getsemaní es la oración de “nuestras horas
bajas”. Orar en Getsemaní es humillarse ante Dios y solamente repetir
con Jesús. “Abba”. Getsemaní significa “lagar” lugar de trituración. Aquí
Jesús se dejó triturar, pisotear, para convertirse en aceite derramado
que cura las heridas, en vino dulce que alegra el corazón del hombre.
Llega con los suyos. Llega hecho pan partido y sangre derramada. Acaba
de darles todo. Y, sin embargo, ellos están cansados y se quedan
dormidos. Su alma se muere de tristeza. Ahora su misión llega al final.
Hoy Sé presiente en el Corazón de Cristo sabor a amargura, a fracaso, a
abandono. ¿Dónde están mis amigos? “Busqué quien me consolara y no
lo hallé”
Ha dejado a los apóstoles dormidos y se ha retirado un poco de ellos,  a
lo mejor para no despertarlos. Y comienza la oración de Jesús. Su
agonía hecha oración, su oración hecha agonía.
5.2. “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz”
Y Jesús ora. Repite una y otra vez su oración al Padre. ¿Qué pasaría en
aquellos momentos por el Corazón de Cristo? ¡Qué misterio de amor
para ser contemplado, para ser rezado! No se entiende, pero se adora.
Dios mendigo, Dios acusado, Dios pobre pidiendo, Dios corazón
deprimido, Dios‐Hombre necesitado de cariño. En silencio escucha lo que
te dice en esa noche Santa, late al unísono con su Corazón amante y
dale una respuesta de amor.
Y Cristo sigue en agonía. Toda su vida ha sido agradar al Padre. Se ha
hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Ahora, le gustaría
recoger todo el fruto del amor de los hombres, sus hermanos, y
presentárselos, con sus manos limpias, al Padre. “Mira, Padre, esta es la
humildad. Los hombres, a quienes quieres locamente y por cuya
salvación tu amor te llevó a entregarme a mí a la cruz”. Por los ojos
limpios de Jesús han pasado todas las miradas pecadoras de todos los
tiempos, de todos los hombres; la sed de odio y rencor de tantos
maltratados por la vida. Los que falsifican continuamente el amor y
llaman amor al egoísmo desmentido. La mirada de tantos que ten han
vuelto la espalda y viven haciéndose daño a ellos y a otros. Padre,
perdónalos, ha musitado Jesús. Y Jesús experimentó en su propia carne
el pecado. “El que no había cometido pecado, se hizo pecado por
nosotros”. Jesús se abajó, pasó en Getsemaní como un esclavo, esclavo
de nuestros pecados.
5.3. “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz. Pero que no
se haga mi voluntad sino la tuya”
Únete a la Pasión del corazón de Cristo que sufre por ti, por cada uno de
nosotros. Él ama hasta dar la vida a cambio, y ve cuántos le volverán la
espalda, cuántos no agradecerán su sangre derramada, cuántas almas
le abandonarán después de conocerle íntimamente, cuántos querrán
salvarse a sí mismos sin aceptar con amor la cruz preparada por Dios
desde siempre. Y Jesús sufre.  

5.4. “Triste está mi alma hasta la muerte”


Espera de ti esta noche cercanía, consuelo, amor, reparación por tantos
olvidos y pecados. Contemplándole orando en agonía se nos infundirá
fuerza para unirnos a la voluntad del Padre siempre, aun cuando exija
de nosotros renuncias.
5.5. “He aquí que vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad”
Abre la puerta a Cristo y entrará. Échate en brazos de aquel a quien
buscas.; acércate a Él y serás iluminado; no le dejes marchar: ruégale
que no se vaya. Que tu alma viva pendiente su palabra. Sé constante en
encontrar las huellas de su voz celestial, pues pasa velozmente.
Adoremos a nuestro Salvador, que en la última Cena, la noche misma
en que iba a ser entregado, confió a su Iglesia la celebración del
memorial de su muerte y resurrección: oremos diciendo: “Santifica,
Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre”
 Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos
más plenamente a tu pasión, para que consigamos la gloria de la
resurrección. Oremos.
 Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante
el consuelo con que Tú nos confortas. Oremos.
 Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los
sufrimientos de su vida para que se manifiesten en ellos los frutos
de tu salvación. Oremos.
 Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una
muerte de cruz, enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener
paciencia. Oremos.
 Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu
cuerpo glorioso y a nosotros danos un día parte en su felicidad.
Oremos.
Rezamos un Padre nuestro… 

También podría gustarte