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Comentarios reales de los incas

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Primera parte de los comentarios reales, que tratan del origen de los Incas, reyes
que fueron del Perú, de su idolatría, leyes, y gobierno en paz y en guerra : de sus
vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su Republica, antes que
los Españoles vinieran en el. Ver y modificar los datos en Wikidata
de Inca Garcilaso de la Vega Ver y modificar los datos en Wikidata
Portada de los Comentarios reales de los incas - 1609.jpg
Portada de la obra, primera edición, 1609.
Género Crónica de Indias Ver y modificar los datos en Wikidata
Tema(s) Civilización incaica, peruanos y historia del Perú Ver y modificar los
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Idioma Español Ver y modificar los datos en Wikidata
Editorial Pedro Crasbeeck
Ciudad Cuzco y Lisboa Ver y modificar los datos en Wikidata
País Perú, Reino de Portugal e Imperio español Ver y modificar los datos en
Wikidata
Fecha de publicación 1609 Ver y modificar los datos en Wikidata
Texto en español Comentarios reales en Wikisource
Serie
La Florida del Inca Primera parte de los comentarios reales, que tratan del
origen de los Incas, reyes que fueron del Perú, de su idolatría, leyes, y gobierno
en paz y en guerra : de sus vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio
y su Republica, antes que los Españoles vinieran en el. Ver y modificar los datos
en Wikidata Historia General del Perú Ver y modificar los datos en Wikidata
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Los Comentarios reales de los incas o Primera parte de los comentarios reales es un
libro histórico-literario escrito por el literato peruano Inca Garcilaso de la
Vega. Fue publicado en Lisboa en 1609. Trata sobre la historia, las costumbres y
las tradiciones del Antiguo Perú, aunque centrándose en el periodo inca. Es la
primera gran obra de la literatura peruana y una de las más importantes del período
colonial. Algunos la consideran como el cantar de gesta de la nacionalidad peruana.
En el campo historiográfico tuvo mucha influencia entre los historiadores peruanos
y americanos, hasta mediados del siglo XIX, cuando se empezó a cuestionar su valor
histórico.

Índice
1 Publicación
2 Explicación del título
3 Primera y segunda parte
4 Estructura
5 Resumen de la obra
5.1 Primer Libro
5.2 Segundo libro
5.3 Tercer Libro
5.4 Cuarto Libro
5.5 Quinto Libro
5.6 Sexto Libro
5.7 Séptimo Libro
5.8 Octavo Libro
5.9 Noveno Libro
6 Ediciones y traducciones
7 Importancia y trascendencia
8 Véase también
9 Referencias y notas de pie
10 Bibliografía
11 Enlaces externos
Publicación
Residente en España desde 1560, Garcilaso empezó en 1586 a compilar documentos,
crónicas e informaciones orales sobre el Perú. Desde allí le enviaban noticias su
tío Francisco Huallpa y el caballero Garcí Sánchez de Figueroa. También le
sirvieron las cartas y las visitas de amigos y otros “indianos” que llegaban de
América. Todo esto, sumado a las crónicas de autores como Cieza, el padre Acosta y
Blas Valera, así como su propia memoria que atesoraba los relatos sobre los incas
que escuchó de niño de boca de sus parientes maternos, amén de su propia
experiencia (pues hasta los 20 años residió en el Perú), fueron las fuentes para la
redacción de su obra cumbre. Empleó varios años en darla por acabada, escribiéndola
mayormente en Córdoba. Su proyecto consistía en publicarla en dos partes, la
primera dedicada a los incas y la segunda a la conquista española.

La primera parte vio la luz pública en Lisboa, en 1609, en una magnífica edición
realizada por Pedro Crasbeeck y dedicada a la princesa Catalina de Portugal. Esta
obra, conocida universalmente como los Comentarios Reales de los Incas, es la que
ha cimentado la fama del Inca Garcilaso, debido a su calidad literaria y a su
contenido, con nutrida información sobre la historia y las costumbres de los incas,
tema entonces exótico y de interés para los lectores europeos. Tan así que llegó a
ser traducido a diversos idiomas.

La segunda parte fue publicada póstumamente en 1617, con menor calidad de edición,
y aunque su nombre oficial es de Segunda parte de los comentarios reales, ha venido
a ser conocida como la Historia General del Perú, título evidentemente equívoco,
que algún editor impuso posteriormente, para hacerla más atractiva a los
potenciales lectores.

Aunque ambos libros, según el plan del autor, deben ser vistos como un solo bloque,
sin embargo, el uso los ha mantenido diferenciados.

Explicación del título


El autor tituló a su obra como comentarios reales, en el sentido de que consideraba
su testimonio como el más veraz, diferenciándose así de los cronistas españoles,
quienes, según su opinión, no tenían ese atributo. Para demostrar su autoridad,
resaltaba el hecho de ser un descendiente de los antiguos gobernantes peruanos, que
conocía a cabalidad su lengua (quechua o runasimi). No obstante, una lectura
crítica es capaz de evidenciar una versión interesada en enaltecer a los
antepasados incaicos en detrimento de otros pueblos y de civilizaciones anteriores.
En ese sentido, el Inca Garcilaso afirma que antes del Tahuantinsuyo, estos
territorios eran algo «desastroso» y que el mundo preinca estuvo sumido en el
oscurantismo y la barbarie (la “era de la gentilidad”), contradiciéndose a sí
mismo, pues en su obra menciona a grandes culturas regionales contemporáneas de los
incas, como la Chincha y la Chimú, así como grandes centros religiosos como
Tiahuanaco y Pachacámac, todas las cuales tenían un alto grado de desarrollo; pero
aún más, las modernas investigaciones arqueológicas sobre otras culturas preincas
más antiguas como la Chavín, Paracas, Moche y Nasca así como el descubrimiento de
sitios como Caral, terminaron por demostrar definitivamente como errónea la
apreciación del escritor.

Otro punto que se cuestiona al autor es negar el hecho de que bajo los incas se
hacían sacrificios humanos, en un intento de crear una imagen idealizada del
Incario. Garcilaso admite que aquella era una práctica ancestral anterior al
imperio inca, y que precisamente la misión de los incas fue la de civilizar a los
pueblos bárbaros. Sin embargo, los testimonios de los demás cronistas y la propia
evidencia arqueológica comprueban que sí hubo sacrificios humanos bajo el Imperio,
pero cabe preguntar, a favor de Garcilaso, si en realidad hubo una tendencia a
abandonar dichas prácticas, que por lo demás no parecen haberse realizado en la
escala que lo hicieran otras civilizaciones americanas, como las de Mesoamérica.
Recordemos que el Imperio incaico apenas tenía un siglo de existencia al momento de
la llegada de los españoles y se hallaba en pleno proceso de consolidación, que se
truncó por dicha invasión.

Primera y segunda parte


La obra fue publicada en dos partes, ambas separadas en tiempo, título, y
contenido: en la primera 1609, en 9 libros de 262 capítulos, se refiere a los
hechos de los incas y su civilización; en la segunda, en 8 libros de 268 capítulos,
póstumamente publicada en 1617 como Historia General del Perú, se aboca a la guerra
de conquista del Perú y a las guerras civiles fratricidas por los restos del
imperio y sus riquezas que surgen entre los conquistadores.

En la primera parte, no solo se pone de manifiesto la calidad literaria del autor,


sino también su interpretación del Imperio Incaico como modelo de sociedad y
gobierno casi bucólico y paradisíaco. Muestra para la posteridad la cultura incaica
desde el punto de vista de sus gobernantes Incas, de los cuales era parte
Garcilaso. La obra empieza con los inicios de los Incas, y termina con lo sucedido
hasta que los españoles conquistaron el Tahuantinsuyo; la obra describe las
costumbres incaicas, sus religiones, su sistema de gobierno, sus vidas, sus
guerras, etc.

En la segunda parte, el autor desarrolla con estilo vibrante la conquista del Perú,
las guerras civiles entre los conquistadores y la instauración del Virreinato del
Perú, así como la resistencia de los incas de Vilcabamba, que culmina con la
ejecución del último de estos, Túpac Amaru I, en la plaza del Cuzco en 1572.
Incluye en sus páginas una rehabilitación de su padre, el capitán Sebastián
Garcilaso de la Vega, desprestigiado ante la Corona por haber militado en el bando
del rebelde Gonzalo Pizarro.

Estructura
"…forzado del amor natural de la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos
Comentarios, donde clara y distintamente se verán las cosas que en aquella
república había antes de los españoles, así en los ritos de su vana religión como
en el gobierno que en paz y en guerra sus Reyes tuvieron...".
—(Proemio al lector).
Dedicatoria.
Proemio al lector.
Advertencias.
Libro Primero (26 capítulos).
Libro Segundo (28 capítulos).
Libro Tercero (25 capítulos).
Libro Cuarto (24 capítulos).
Libro Quinto (29 capítulos).
Libro Sexto (36 capítulos).
Libro Séptimo (29 capítulos).
Libro Octavo (25 capítulos).
Libro Noveno (40 capítulos).
En total, 9 libros con 262 capítulos.

Resumen de la obra
Primer Libro
Siguiendo las pautas de los historiadores de entonces, Garcilaso empieza su relato
con la descripción física del mundo, aunque sin extenderse en el asunto. Explica
que la división en “Viejo” y “Nuevo Mundo” no era geográfica sino solo dos
modalidades de un mismo mundo. Señala que el clima variado del Perú no solo está
condicionado por su cercanía a la línea ecuatorial, sino por sus altitudes con
respecto al mar. Relata también una historia que había escuchado de boca de viejos
conquistadores, sobre un pre-descubrimiento de América realizado por el piloto
español Alonso Sánchez de Huelva, unos años antes del viaje de Colón. Luego remite
a la Historia del cronista Gómara para quienes deseasen enterarse más sobre los
viajes del navegante genovés. Otro asunto que le toma interés es la deducción del
nombre Perú: refuta la suposición de aquellos que lo consideraban derivado de la
voz quechua "pirua" (pirhua o granero), o del nombre Ofir bíblico; para él, deriva
del vocablo "pelu" o "beru", con que los indios de las actuales costas del Pacífico
colombiano y ecuatoriano designaban a ríos. El nombre del Perú ya era usado por los
españoles desde antes que arribaran al territorio peruano. Luego el autor señala
los límites del Perú, al norte hasta el río Ancasmayo, en los confines de Pasto y
Popayán, y al sur hasta el río Maule, en Chile; al oriente llegaba hasta la región
de los Antis o selva, territorio cuya columna vertebral lo constituye «aquella
nunca jamás pisada de hombres ni de animales ni de aves, inaccesible cordillera de
nieves», los Andes.

Se intercala la historia de Pedro Serrano, un náufrago español que sobrevive en una


isla inhóspita, relato que constituye toda una joya literaria y que parece haber
sido la fuente de inspiración de Daniel Defoe para su novela Robinson Crusoe.
Finalizada las descripciones geográficas, el autor pasa a relatar la historia del
Perú. Sostiene que antes de los incas los pobladores del antiguo Perú eran muy
primitivos y salvajes, que practicaban la idolatría, el canibalismo y los
sacrificios humanos, así como costumbres sexuales nefandas como el incesto y la
sodomía, así como usaban venenos y hechizos, época toda que se conoce como la
gentilidad. Y que precisamente para rescatar de la barbarie a estos habitantes, el
Sol envió a sus hijos, Manco Cápac y Mama Ocllo, que salieron de las aguas del Lago
Titicaca con la misión de fundar una población donde se hundiera una barreta de oro
que llevaban consigo, lo que ocurrió en la falda del cerro Huanacauri, cerca de
donde se elevó la ciudad Cuzco, futura cabecera del Imperio inca. Esta leyenda
archiconocida es solo relatada por Garcilaso; ningún otro cronista la consigna, por
lo que hay una seria sospecha de que él fuera el inventor de la fábula. El autor
menciona también otra variante de esta leyenda sobre el origen de los incas, así
como la forma en que la pareja real civilizó a sus vasallos, enseñándoles la
agricultura, la textilería y otros oficios, así como a rendir culto al Sol como
dios principal, obedecer las leyes y a abandonar sus prácticas aberrantes. Se
describen también las insignias de la realeza inca. Manco Cápac fue pues el primer
inca y antes de morir dejó un testamento, encargando a sus hijos que recordaran
siempre que eran hijos del Sol y que cumplieran siempre las leyes dadas por su
padre, y que fueran mansos y piadosos con sus vasallos. Otro de los mandatos que
diera el padre Sol era la de someter a las poblaciones primitivas por la fuerza del
convencimiento, a quienes debían ofrecer, a cambio de su vasallaje, una nueva
religión, nuevas leyes y costumbres para que vivieran como hombres y no como
brutos. Solo en caso de que se mostraran esas poblaciones belicosas y reacias, los
incas podían aplicar la fuerza de las armas. Finaliza el capítulo con una
explicación del significado de los nombres reales de los incas.

Segundo libro
En este libro el autor trata sobre la idolatría de los Incas de la segunda edad, y
su origen. Afirma que los incas rastrearon al Dios verdadero, que tuvieron una cruz
en un lugar sagrado del Cuzco, que creyeron en la inmortalidad del alma y la
resurrección universal. Explica el significado de la palabra huaca y explica la
adoración que daban al Sol y sus sacrificios de llamas, mas no de seres humanos.
Describe sus sacrificios y ceremonias, y que sus leyes religiosas fueron impuestas
por el primer Inca; sobre sus leyes y la división del imperio en cuatro distritos o
suyus (Chinchaysuyu, Contisuyu, Collasuyu, Antisuyu), y cómo registraban a sus
vasallos por decurias, a la cabeza de los cuales se hallaba un decurión o chunca
camayoc.

Luego pasa a narrar la vida y hechos de Sinchi Roca, el segundo rey de los Incas,
quien luego de dedicar las debidas exequias a su padre, salió del Cuzco en campaña
hacia el sur, al Collasuyu, logrando someter por la fuerza del convencimiento a los
indios puquinas y canchis. Llegó hasta el pueblo de Chuncara, a 20 leguas hasta
donde su padre había dejado los límites de su reino.
Le sucedió su hijo Lloque Yupanqui, el tercer inca, cuyo nombre significa zurdo
destacado. Este salió también a hacer conquistas; mientras que los canas salieron y
se sometieron voluntariamente, los ayaviris se resistieron, por lo que tuvieron que
ser sometidos por las armas, para que sirviera de escarmiento al resto de pueblos.
Luego el Inca capturó la fortaleza de Pucara, cerca de la actual Puno. Tras algunos
años, Lloque Yupanqui se dirigió a la provincia de los collas, inmensa comarca en
torno al Lago Titicaca, cuya población se dedicaba a la ganadería de auquénidos y a
la agricultura. Los collas, a fin de escapar de la suerte de los ayaviris, se
reunieron en Hatuncolla (Colla la grande) y aceptaron ser vasallos de los incas. La
siguiente provincia en someterse a los incas fue la de Chucuito; otros pueblos
siguieron su ejemplo. Al oeste envió a sus generales, que sometieron los poblados
hasta las faldas de la cordillera de los Andes, ya cercana a la costa. Acabadas las
conquistas, Lloque Yupanqui regresó al Cuzco y el resto de su vida los dedicó a los
oficios de la paz.

El autor deja por un momento de lado los relatos bélicos y pasa a exponer sobre las
ciencias que los Incas desarrollaron. En Astrología supieron hacer la cuenta del
año y los solsticios y equinoccios; narra también cómo explicaron los eclipses del
Sol, y lo que hacían cuando ocurrían los de la Luna. En medicina conocieron muchas
yerbas medicinales; también tuvieron conocimientos de Geometría, Geografía,
Aritmética y Música. En el campo de la poesía tuvieron amautas o filósofos que
componían tragedias y comedias, y a los haravicus o poetas, que recitaban poesías
amorosas. Finaliza el autor este libro dando cuenta de los pocos instrumentos que
los indios tuvieron para realizar oficios como la metalurgia y la platería, pese a
lo cual destacaron en tales artes.

Tercer Libro
En este libro se relata la vida y hechos de los incas Mayta Cápac y Cápac Yupanqui.

Mayta Cápac, el cuarto rey Inca, luego de visitar a sus vasallos, tal como era la
costumbre de su casta, salió en campaña con 10 000 guerreros, en dirección al
Collao, que por ser tierra plana parecía más fácil de conquistar. Llegó al
Desaguadero al que cruzó con balsas; pasó cerca de las ruinas de Tiahuanaco, que el
autor describe citando a otros cronistas. El Inca se dirigió hacia la provincia de
Hatunpacassa, a la mano izquierda del Desaguadero, y conquistó Cac-yauiri, episodio
del que se contaba la leyenda de que los collas dispararon sobre los incas sus
flechas y piedras pero estas se volvieron contra ellos. Los collas, derrotados se
rindieron y aceptaron ser vasallos del Inca. Conocido este suceso por los demás
pueblos collas, muchos se redujeron voluntariamente, como las tres provincias de
Cauquicura, Mallama y Huarina (al S.E. del lago Titicaca). Luego el Inca mandó a
sus maeses de campo en dirección al mar, donde invadieron la provincia de Cuchuna,
cuyos pobladores se atrincheraron en un fuerte (posiblemente Cerro Baúl, cerca de
Moquegua) y se rindieron tras un largo sitio. Allí los incas castigaron severamente
a quienes usaban venenos contra sus adversarios. Mayta Cápac prosiguió sus
conquistas y sometió a otras tres provincias collas: Llaricassa (Larecaja),
Sancauan (San Gabán) y Huaychu; en esta última sus habitantes opusieron resistencia
pero luego se rindieron. Luego el Inca construyó el primer puente de mimbre o
colgante que en el Perú se hizo, para cruzar el río Apurímac, causando gran
admiración. Muchos pueblos se redujeron voluntariamente, atraídos por la fama del
Inca. Las conquistas prosiguieron, llegando hasta Parihuana Cocha (Parinacochas) y
Coropuna. A Mayta Cápac le sucedió su hijo Cápac Yupanqui, que se convirtió así en
el quinto rey inca. Continuando la expansión del imperio, este Inca salió del Cuzco
con 20.000 hombres y se dirigió al Cuntisuyu, donde conquistó más provincias. La
provincia de Yanahuara se redujo voluntariamente, pero la Aimara, de naturaleza
rebelde y agresiva, se negó a rendir vasallaje a los incas. Pero finalmente, al ver
el poderío de sus adversarios, los aimaras se rindieron, y sus curacas se vieron
obligados a besar las manos del Inca. También fueron sometidos los quechuas de
Cotapampa y Cotanera. En la costa fueron anexados los valles de Acarí, Caravelí,
Camaná y Quilca. Por última vez el Inca salió en campaña hacia el Collao; en el
Desaguadero mandó a construir un famoso puente de paja y enea (puente colgante); y
sometió Chayanta, así como otras cinco provincias grandes, entre otras menores.

Por su parte, su hijo, el príncipe Inca Roca, redujo muchas y grandes provincias
mediterráneas y marítimas, pasando por Amancay (Abancay), Nanasca (Nasca) y
Arequipa. Por entonces se iniciaron los traslados de poblaciones a otras
provincias, método de control político llamado mítmac (mitimaes). Luego el autor se
explaya en la descripción de la casa y templo del Sol (Coricancha) y sus grandes
riquezas, los sitios de los sacrificios y los atributos del sumo sacerdote o Uíllac
Umu.

Finaliza el libro con la descripción del templo del Titicaca y sus leyendas.

Cuarto Libro
Empieza tratando sobre la casa de las vírgenes escogidas dedicadas al Sol
(Acllahuasi), sobre sus estatutos y ejercicios, la veneración de los indios hacia
las cosas que hacían las escogidas, y la ley contra los que las violasen. No solo
en el Cuzco, sino en las distintas provincias del Imperio existían estas casas de
escogidas; el autor desmiente que estas vírgenes eran entregadas por mujeres a los
curacas y los capitanes, ya que estaban dedicadas exclusivamente al Sol y al Inca.

Explica enseguida cómo se casaban los indios del común y por qué casaban al
príncipe heredero con su hermana; detalla las diferentes maneras de heredar el
gobierno; cómo se criaban a los hijos; la vida y ejercicio de las mujeres casadas;
cómo se visitaban las mujeres y cómo trataban su ropa. Menciona también la
existencia de mujeres públicas o rameras, llamadas pampayrunas, que vivían en
chozas alejadas de las poblaciones y eran muy menospreciadas.

Luego el autor retoma la historia de la realeza inca y se ocupa de Inca Roca, sexto
rey, quien conquistó muchas naciones, llegando hasta Antahuaylla (Andahuaylas),
donde sometió a los Chancas, etnia muy brava y guerrera que incluía a otras muchas
naciones como Hancohuallu, Uramarca, Uillca (Vilcas), Utunsulla, que ocupaban los
actuales departamentos de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica, aunque se sometieron
de muy mala gana y con la velada esperanza de rebelarse no bien se presentase la
ocasión. De vuelta al Cuzco, Inca Roca vivió en paz algunos años y envió a su hijo
Yahuar Huaca a la conquista del Antisuyu, región oriental colindante con la selva
amazónica. Explica que el nombre de este príncipe significaba “el que llora sangre”
y que fue bautizado así por haber llorado efectivamente sangre cuando era muy niño.
Tiempo después Inca Roca salió nuevamente en campaña dejando en el gobierno a su
hijo; el inca se dirigió esta vez a la provincia de Charcas, en el altiplano
andino, pero los pueblos se mostraron hostiles y especialmente los jóvenes se
negaron a someterse y dejar sus idolatrías; sin embargo, fueron convencidos por los
viejos para que acataran el vasallaje al Inca. La dominación inca se amplió así
hasta los territorios donde después se fundarían Chuquisaca y La Paz, en la actual
Bolivia. Luego Inca Roca volvió al Cuzco y descansó en paz, dando sabias leyes y
fundando escuelas para los nobles en el Cuzco; se citan algunos de sus dichos
sentenciosos, según los recogió el padre Blas Valera.

Luego de su muerte le sucedió su hijo Yáhuar Huaca, que fue así el séptimo Rey,
siendo este más hombre de paz que de guerra. Pero aun así envió un ejército de
20.000 hombres bajo el mando de su hermano Apumayta, con dirección al sureste del
Cuzco hasta el mar, campaña que permitió la conquista inca desde la costa de
Arequipa hasta Tacana (Tacna). Otra expedición fue enviada a la conquista de
algunas provincias del Collasuyu. El Inca se hallaba enfrascado en estas campañas,
cuando debió afrontar los problemas causados por su hijo mayor, designado para
sucederle, quien era díscolo y de mal carácter. Cansado de intentar doblegar su
ánimo, lo recluyó en el paraje campestre de Chita, a diez km al oeste del Cuzco,
poniéndole al cuidado del ganado del Sol, bajo amenaza de muerte si volvía a
presentarse en el Cuzco. No obstante la amenaza, al cabo de tres años el joven se
presentó ante su padre, diciendo que tenía un mensaje de parte de alguien más
grande que él. Enojado Yahuar Huaca, pero picado por la curiosidad de saber quien
sería ese otro “más grande” que él, recibió a su hijo, quien le contó lo siguiente:
«… señor, sabrás que estando yo recostado hoy a medio día (no sabré certificarme si
despierto o dormido) debajo de una gran peña de las que hay en los pastos de Chita…
se puso delante un hombre extraño, en hábito y en figura diferente a la nuestra;
porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido era largo y suelto
que le cubría hasta los pies; traía atado por el pescuezo un animal no conocido.»
El personaje de dicha visión, quien dijo llamarse Viracocha, le advirtió que se
preparaba mucha gente de armas en las provincias sujetas por los incas y de otras
aún no sujetas, para marchar contra el Cuzco con la intención de destruirla. Yahuar
Huaca al oír tal relato se enfureció y no quiso creerle tomando todo como inventos
disparatados. Ordenó pues a su hijo que volviera de inmediato a Chita, amenazándolo
con matarlo si regresaba. Tres meses después, llegaba al Cuzco la noticia del
levantamiento de los feroces Chancas, quienes con un ejército nutrido al que se
sumaron otras naciones del Chinchaysuyu, se acercaban peligrosamente al Cuzco.
Atemorizado, Yahuar Huaca abandonó la ciudad y se refugió en Muyna. Enterado de la
noticia, su joven hijo abandonó su retiro de Chita y partió presuroso al Cuzco; en
el camino se encontró con su padre, a quien ásperamente reprochó su conducta. Luego
organizó la defensa del Cuzco y fue conocido desde entonces como Viracocha Inca,
pues todos conocían ya sus visiones.

Quinto Libro
El autor explica cómo se acrecentaban y repartían las tierras a los vasallos, la
orden que tenían estos en labrar sus tierras, y la fiesta con que labraban las
tierras del Inca y las del Sol. La tierra que daban a cada indio, y cómo la
beneficiaban. La repartición del agua para regar y cómo castigaban a los
descuidados. El tributo que daban al Inca, y la cuenta de los orones. La provisión
de armas y bastimentos que tenían para los soldados. El oro y plata y otras cosas
de estima no eran tributo obligatorio, sino presentadas voluntariamente, pues solo
eran tenidas como ornamentos. La guarda y gasto de los bastimentos. Daban de vestir
a los vasallos. No hubo pobres mendigantes. El orden y división del ganado y de los
animales extraños. Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los
vasallos. Cómo conquistaban y domesticaban los nuevos vasallos. Cómo proveían los
ministros para todos oficios. La razón y cuenta que había en los bienes comunes y
particulares. En qué pagaban el tributo. La cantidad de él, y las leyes acerca de
él. Citando a Valera, detalla el orden y razón para cobrar los tributos. El Inca
premiaba a los curacas que le presentaban cosas preciadas.

Luego el autor retoma la historia de los incas y se ocupa del príncipe Inca
Viracocha, que fue el octavo Rey. Este, luego de dejar a su padre en Muyna, volvió
al Cuzco a organizar la defensa, ante la amenaza de los chancas, y recibió
inesperadamente la ayuda de sus vasallos quechuas, que odiaban a los chancas pues
antaño habían sufrido su tiranía. La batalla entre incas y chancas se libró en
Sacsahuana, cerca del Cuzco, y el resultado parecía indeciso pues ambos rivales se
batieron con bravura, hasta que una fuerza de aliados quechuas fueron en auxilio de
los incas atacando el flanco derecho de los chancas, y estos empezaron a flaquear.
Muchos lugareños se fueron también sumando a las fuerzas del Inca en gran número,
tan así que tiempo después surgió la leyenda de los puraraucas o de las piedras que
se convertían en guerreros. Después de ocho horas de lucha los incas se alzaron en
triunfo; tanta sangre corrió que el campo de batalla se denominó desde entonces
Yahuarpampa o campo de sangre. El Inca Viracocha se dirigió a la tierra de los
chancas pero se mostró generoso y no desató su venganza sobre las mujeres y niños,
por lo que la población quedó muy agradecida. Luego retornó al Cuzco y se
entrevistó con su padre Yahuar Huaca, a quien desposeyó del imperio.

El autor explica enseguida el significado del nombre Viracocha, y por qué los
indios apodaron así a los españoles: según su versión era porque el fantasma
aparecido en sueños al joven inca era barbudo y vestido con túnica, similar a la
traza de los hispanos. También desmiente la versión de que Viracocha era un dios
superior al Sol, sino que era hijo de este y hermano de los incas, según la
mitología inca. En memoria a este dios, el Inca Viracocha levantó un templo en
Cacha, a 16 leguas al sur del Cuzco; allí también hizo levantar una estatua de
piedra que representaba a la deidad. Este templo sería después destruido por los
españoles. También en memoria de su victoria sobre los chancas, mandó pintar en una
peña altísima la figura de dos cóndores. Acabados los festejos, el Inca salió y
recorrió su imperio, anexando nuevas provincias como Huaytará y los Pocras
(Huamanca); luego continuó sucesivamente al Contisuyu y al Collasuyu, llegando
hasta Charcas, donde le salió al encuentro una embajada de indios del reino de
Tucma o Tucumán, lejano en 200 leguas, los cuales le pidieron ser sus vasallos.
Acabada la visita del Collasuyu, el Inca pasó al Antisuyu, poblada por gentes más
rústicas. Mientras tanto, el jefe chanca Hancohuallu, no queriendo estar bajo la
sujeción de los incas, decidió partir con su gente hacia la selva. El territorio
despoblado por los chancas (actual departamento de Apurímac) fue repoblado con
mitimaes traídos de diversas regiones del imperio. El Inca Viracocha fue muy
aficionado a retirarse al valle de Yucay, lugar agradable donde construyó
edificios; amplió también el templo del Sol. Vivió algunos años de paz y tuvo con
su esposa, la coya Mama Runtu, un hijo al que puso por nombre Pachacútec, que
significa el que transforma el mundo, nombre que al principio quiso ponerse a sí
mismo, pero luego se quedó con el de Viracocha pues así le empezaron a llamar sus
súbditos. También se cuenta que vaticinó la llegada de los españoles. Fallecido,
fue llorado por todos y su cuerpo fue momificado a la usanza de los incas, y cuenta
el autor que vio su momia en Lima, hacia 1560, adonde fuera trasladado por los
españoles junto con los cuerpos de otros incas.

Sexto Libro
Empieza con la descripción de la casa real de los Incas, sobre su fábrica y
ornamento; la manera como contrahacían de oro y plata todo cuanto había para
adornar dichas casas. Los criados de la casa real y los que traían las andas del
rey; las salas que servían de plaza, y otras cosas de las casas reales. Los
entierros de los reyes incas, cuyas exequias duraban un año. Las cacerías solemnes
o chakus que los reyes hacían en todo el reino. El sistema de correo de postas a
cargo de corredores llamados chasquis. El sistema de contabilidad por hilos y nudos
llamados quipus, de cuya gran fidelidad da fe el autor.

Luego el autor se ocupa de las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec,
noveno Rey. Este hizo una visita a su imperio, que le tomó tres años; luego envió a
su hermano, el general Cápac Yupanqui, hacia el Chinchaysuyu, donde conquistó a la
nación Huanta, cuyo principal centro era Sausa (Jauja). Este mismo general anexó
también Tarma y Pumpu (Bombón), hasta llegar a la provincia de Chucurpu, en los
Antis (colindante con la selva amazónica). Luego las tropas incaicas se trasladaron
a Ancara y Huaylas, donde castigaron merecidamente a los sométicos (sodomitas) por
las aberraciones que cometían. Luego se describen los edificios, leyes, y nuevas
conquistas que Pachacutec ordenó hacer a su hermano, que esta vez llevó a su
sobrino, llamado Inca Yupanqui. Una nueva campaña se abrió en el Chinchaysuyu,
donde se sometió a la provincia de Pincu, pero otros pueblos —Huaras (Huaraz),
Piscopampa (Piscobamba) y Cunchucu (Conchucos)— se negaron con soberbia a aceptar
el yugo de los incas, debiendo ser sometidos con hambre y astucia militar. Más al
norte, el curaca de Huamachuco, hombre sabio, se rindió ante los incas; en cambio
los Cassamarcas se resistieron con las armas pero a la postre se rindieron. De
retorno al Cuzco, Cápac Yupanqui y su sobrino sojuzgaron a los Yauyos. Luego de
tres o cuatro años de paz, los incas retomaron las conquistas, esta vez de los
valles de la costa al norte de Nanasca, poblado por los yungas. Tras ocupar sin
resistencia los valles de Ica y Pisco, se enfrentaron al poderoso señor de Chincha,
que al frente de su súbditos resistió tenazmente hasta que no le quedó otra opción
que la de rendirse. Esta fue una conquista de importancia superlativa pues el valle
de Chincha era muy fértil y poblado. Luego el autor pasa a describir la fiesta
principal de los incas, la rendida en homenaje al Sol o Inti Raymi, y cómo se
preparaban para ella.

Se detallan los ceremoniales, el sacrificio del cordero (llama), los agüeros y el


fuego. También menciona la ceremonia del huaracu (huarachicu) o de iniciación de
los príncipes de la realeza, equivalente al armarse de caballeros. Retomando la
historia de las conquistas de los incas, el general Cápac Yupanqui pidió nuevos
refuerzos al Cuzco para proseguir sus conquistas sobre los yungas de la costa,
refuerzos que le llegaron junto con el príncipe Inca Yupanqui, junto con el cual
marchó contra Chuquimancu, señor de cuatro valles: Runahuánac (Lunahuaná), Huarcu
(Huarco), Malla (Mala) y Chillca (Chilca). En Huarcu se produjo un encuentro
sangriento, pero la guerra se prolongó demasiado hasta que el hambre empezó a
acosar a los súbditos de Chuquimancu, quien, presionado por los suyos, se rindió a
los incas. En memoria a esta conquista los incas elevaron la fortaleza de Huarcu.
Continuando hacía el norte, los incas invadieron el señorío de Cuismancu, que
abarcaba los valles de Rímac y Pachacámac, regiones célebres por dos santuarios que
daban oráculos: el del dios hablador del Rímac, en la actual Lima (posiblemente la
huaca Pucllana), y el del dios Pachacámac, cuyo nombre significa el que mueve la
tierra al cual Garcilaso lo define como un dios no conocido, siendo su templo el
más majestuoso y adonde los indios de todas las regiones iban en romería. Cuismancu
no quiso someterse a los incas y opuso resistencia; finalmente los incas pactaron
su sometimiento a cambio de respetar sus cultos; el autor afirma que ello se debió
a que los incas reconocían también como deidad superior al dios Pachacámac. Tras
esta conquista hubo paz por seis años, luego de los cuales los incas salieron
nuevamente en campaña, esta vez para conquistar el reino del Gran Chimú, en la
costa norte. Esta vez las fuerzas incas estuvieron comandadas por el príncipe Inca
Yupanqui y contaron con el apoyo de los yungas de Chuquimancu y Cuismancu, antiguos
enemigos de los chimúes.

La guerra fue larga y sangrienta. Con grandes esfuerzos los incas avanzaron por
Parmunca (Paramonga) y Santa, y no pudiendo doblegar la resistencia del enemigo, el
príncipe inca pidió más refuerzos, que le llegaron en número de 20.000 soldados, y
ante lo cual el Gran Chimú, viendo que era imposible resistir más y presionado por
sus propios súbditos, se rindió, sometiéndose en vasallaje a los incas. Cuenta el
autor que en memoria de esta conquista, los incas elevaron la fortaleza de
Paramonga (aunque ésta es en realidad preinca). Ya viejo, Pachacútec descansó de
las conquistas y se dedicó a los oficios de paz. Construyó templos del sol en las
principales poblaciones de su imperio, así como casas de escogidas y depósitos o
graneros. Amplió también el Cuzco y levantó nuevos edificios. Dejó su imperio a su
hijo Inca Yupanqui, al que tuvo con la coya Anahuarque. Finaliza el autor este
libro citando a Valera sobre otras obras de Pachacútec en lo que respecta a la
creación de escuelas y sus leyes para el buen gobierno, así como algunos de sus
dichos sentenciosos.

Séptimo Libro
Empieza mencionando las colonias que hacían los Incas, trasladando poblaciones
hacia zonas despobladas. Llamábase a la gente así trasladada mitimaes y por lo
general se trataban de poblaciones belicosas que eran desarraigadas de su lugar de
origen a fin de tenerlas vigiladas. Otra política de los incas era criar a los
hijos de los señores o curacas en la corte del Cuzco, a fin de quechuizarlos.

Luego cita el autor al padre Valera sobre la importancia de la lengua cortesana de


los incas o lengua general del Perú, el quechua o runasimi, en un mundo andino
regionalizado donde existían muchas lenguas y dialectos. Se describe la tercera
fiesta principal de los incas (la primera era el Inti Raymi y la segunda, la del
huarachicu, ya mencionados en el anterior libro) que se llamaba Cusquieraymi y era
también en homenaje al Sol; había una cuarta fiesta importante, llamada Citua, que
era dedicada a la expulsión de las enfermedades y otras penas, con un ayuno previo.
Enseguida se describe la imperial ciudad del Cuzco, cuyos barrios representaban a
todo el imperio; se describe el sitio de las escuelas, el de tres casas reales, y
el de las escogidas, así como los barrios y casas que había al oeste del arroyo.

Luego el autor retoma la historia imperial inca y relata las conquistas de Inca
Yupanqui, hijo y sucesor de Pachacútec y décimo Rey. Este Inca es incluido
exclusivamente por Garcilaso en la lista real incaica, pues otros cronistas no lo
mencionan. Partió a conquistar el país de Musu (o Moxos), cruzando la provincia de
los Chunchos y adentrándose más en la selva amazónica; sobre esta expedición orlada
por los incas con proezas fantásticas, quedaban algunos rastros que los españoles
comprobaron cuando hicieron entradas en dicha provincia. El Inca intentó también la
conquista de la provincia de los chiriguanas, más allá de Charcas, pero fracasó. Su
siguiente plan fue la conquista del reino de Chili, al sur de sus dominios, región
poblada por los belicosos araucos (araucanos). Tras un meticuloso preparativo, se
puso en marcha un poderoso ejército inca, que llegó a sumar 50.000 soldados y que
realizó una marcha triunfal desde Atacama, pasando por Copayapu (Copiapó), Cuquimbu
(Coquimbo), hasta llegar al valle de Chili, que da nombre a la provincia. Luego
continuaron más al sur y llegaron hasta el río Maulli. No contentos con haber
extendido las fronteras del Imperio más de 500 leguas de largo, los incas siguieron
más al sur, pero se encontraron con la feroz resistencia de los purumaucas. No
viendo mayor beneficio en reducir a poblaciones extremadamente brutas y salvajes,
los incas retrocedieron y fijaron la frontera en el río Maulli. Luego el autor se
extiende relatando el descubrimiento de Chile por obra de los españoles, la llegada
del gobernador Pedro de Valdivia, la guerra entre españoles y araucos, la muerte de
Valdivia (1553), luego de la cual los indios se mantuvieron en pie de guerra
durante 50 años y todavía seguían así al momento de escribir la obra el autor,
según las últimas noticias desgraciadas que le llegaron de Chile sobre una rebelión
general en 1599. Volviendo a la historia inca, tras poner punto final a las
conquistas, Inca Yupanqui llevó una vida quieta hasta su muerte, por enfermedad.
Dejó como sucesor a su hijo Túpac Inca Yupanqui, que tuvo en la coya Chimpu Ocllo.

Los últimos capítulos de este libro el autor los dedica a la descripción de la


fortaleza del Cuzco, Sacsayhuamán, y la grandeza increíble de sus piedras.
Considera que lo más admirable de esta obra arquitectónica son los tres muros de la
cerca, pasadas las cuales existía una plaza larga y angosta donde había tres
torreones fuertes, el del medio circular y los de los flancos cuadrados. Menciona a
los cuatro maestros mayores de la fortaleza y relata la historia de la piedra
cansada, un inmenso bloque pétreo que no llegó a su destino.

Octavo Libro
En este libro el autor relata las conquistas de Túpac Inca Yupanqui, undécimo Rey,
cuyo nombre significa el que relumbra o resplandece. Empezó por preparar la
conquista de los Chachapuyas o Chachapoyas, situada al oriente de Cajamarca, pero
previamente debía someter a la provincia de Huacrachucu (que significa tocado o
sombrero de cuerno), cuyos habitantes resistieron con las armas hasta que acataron
ser vasallos del Inca. Luego se relata la conquista de los primeros pueblos
chachapoyas, llamados también chachas, quienes trabaron brava resistencia en Cúntur
Marca y Cassamarquilla. Los incas prosiguieron la conquista de otros pueblos y
naciones bárbaras, que eran más propiamente dicha behetrías habitadas por gente muy
salvaje y bestial. Una vez sujetos a los incas, estos se encargaron de
civilizarlos, tan así, que dos de esas provincias, Cascayunca y Huancapampa,
llegaron a ser de las mejores del imperio. Otras tres provincias belicosas y
tenaces, Cassa, Ayahuaca y Callua, que fueron conquistadas después. Luego Túpac
Yupanqui se dedicó a visitar su imperio, ordenando levantar en varios puntos
grandes edificios como casas reales, depósitos, casas de escogidas, etc. pasado
algunos años reemprendió las conquistas: la siguiente provincia en ser anexada fue
la de Huánucu, en la sierra central del Perú, cuyo principal centro (Huanucopampa)
se convirtió en la cabecera de muchas provincias. Luego se aprestó a realizar la
conquista de la provincia de los Cañaris, gente belicosa y valiente, en el actual
territorio de Ecuador. De camino hacia allí, sometió a la provincia de los Paltas,
indios que se deformaban la cabeza y en cuyo territorio cultivaban unos frutos muy
preciados llamados también paltas (aguacates). Llegado al país de los cañaris, el
Inca hizo a estos los requerimientos acostumbrados, es decir les dio la opción de
rendirse pacíficamente o de tomar las armas para medirse con las suyas; los
cañaris, luego de deliberar entre ellos, aceptaron someterse. Los incas
construyeron en ese país canales, acequias, así como edificios; especialmente se
engalanó con muchas construcciones Tumipampa, que se convirtió en la cabecera de la
región. Luego continuaron las conquistas de otros pueblos, entre ellos los
huancavilcas, hasta llegar a los confines del reino de Quito. Tras algunos años de
quietud, Túpac Inca Yupanqui organizó la conquista de Quito, reino extenso y muy
rico, para lo cual apercibió 40.000 soldados que se concentraron en Tumipampa. Pero
el rey de Quito era muy bárbaro y tosco, y por ende muy belicoso, y sin más,
rechazó los requerimientos del Inca. Los quiteños resistieron durante mucho tiempo
trabando varios combates indecisos con las tropas del Inca. Viendo este que la
guerra se prolongaba demasiado, ordenó a su joven hijo Huayna Cápac que se
ejercitase en la milicia y le encomendó el mando de 12.000 hombres. Trasladado al
frente de lucha, Huayna Cápac se destacó pese a su juventud y fue ganado poco a
poco el reino de Quito, al punto que su padre decidió volver a descansar al Cuzco,
dejándole el mando de la campaña. La conquista de Quito duró tres años, y se cuenta
que el rey quiteño murió de pena al ver perdido la mayor parte de su reino. Huayna
Cápac prosiguió las conquistas marchando más al norte; conquistó la provincia de
Quillacenca y llegó hasta Pastu, Otauallu y Caranque, quedando en esos parajes
fijaba la frontera septentrional del Imperio. Rematada así las conquistas de las
provincias del norte, Huayna Cápac regresó al Cuzco a dar cuenta a su padre, siendo
recibido en triunfo. El autor cuenta que el príncipe casó tres veces, y nombra a
sus esposas: Pillcu Huaco, Raua Ocllo y Mama Runtu; la primera no le dio hijos y
las restantes fueron consideradas al mismo tiempo como coyas o reinas legítimas y
dieron descendencia. Pasado algún tiempo de quietud y sosiego, el Inca Túpac Inca
Yupanqui enfermó gravemente e hizo su testamento, dejando el imperio a su hijo
Huayna Cápac. Su cuerpo fue embalsamado según la costumbre inca; el autor vio su
momia en el año de 1559, y según él, parecía tener vida.

Luego Garcilaso hace una larga enumeración descriptiva de las riquezas naturales
nativas del Perú: los animales mansos y bravos, las mieses y legumbres, frutas y
aves, piedras y metales preciosos. Trata sobre el maíz (que en la lengua del Perú
se llamaba zara; maíz es nombre de origen caribeño), y una semilla llamada quinua
que los españoles llamaron mijo, así como otras semillas como los purutus
(frijoles) y el tarwi (chocho); de las legumbres que se crían debajo de la tierra
(papas, ocas, batatas); de las frutas de árboles mayores (pepinos, guayabas,
pacaes, paltas, lucmas); del árbol mulli y del pimiento o uchu (ají), este último
infaltable en los potajes nativos; del árbol maguey y de sus propiedades; del
plátano, piña y otras frutas sabrosas; de la preciada hoja llamada cuca o coca, y
del tabaco; del ganado manso y las recuas que había (se refiere a las llamas y
alpacas); del ganado bravo (guanacos, vicuñas, tarucas) y otras sabandijas (zorros,
zorrillos, vizcachas), así como leones (pumas), osos, tigres, micos y monas; de las
aves bravas de tierra y agua bravas y mansas; de las perdices, palomas y otras aves
menores; las diferentes especies de papagayos y su mucho hablar. Menciona y
describe también a cuatro ríos famosos: Amazonas o Río Grande, Apurímac, Marañón y
el Río de la Plata o Paraguay; así como el pescado que se cría. Finaliza tratando
sobre las esmeraldas, turquesas y perlas, el oro y la plata, el azogue, y cómo se
fundían los metales antes de los españoles.

Noveno Libro
Empieza el autor narrando las grandezas y magnanimidades de Huayna Cápac, el
decimosegundo soberano inca, quien inició su reinado haciendo una visita general a
su imperio. Tuvo por entonces un hijo, al que después llamó Huáscar Inca, cuyo
nombre, que significa soga o maroma (Huasca), fue debido a que en homenaje a su
nacimiento su padre ordenó hacer una pesada cadena de oro de 700 pies de largo.
Huayna Cápac tuvo otro hijo, llamado Atahualpa, quien, según afirma Garcilaso,
nació en Quito, siendo su madre la hija del rey quiteño sometido (aunque ahora se
puede asegurar que en realidad nació en Cuzco y que fue hijo de una coya cuzqueña).
Enseguida se detallan las conquistas de Huayna Cápac, que sometió pacíficamente a
diez valles de la costa entre Pacasmayo y Tumbes, para después regresar a Quito,
donde pasó dos años construyendo edificios. Luego volvió a ponerse en campaña y se
dirigió a Túmpiz o Tumbes, habitada por gente “regalada y viciosa”, quienes de
buena gana aceptaron la dominación inca; allí el Inca construyó una fortaleza, un
templo de sol y una casa de escogidas. Luego castigó a los indios huancavilcas que
en el reinado de su padre habían matado a las autoridades incas. Luego de hacer
otra visita al Imperio, Huayna Cápac se dirigió contra la isla de la Puná, cerca de
Tumbes, donde reinaba un reyezuelo llamado Tumpalla, quien aceptó ser vasallo del
Inca, aunque de mala gana y con el propósito de rebelarse a la menor ocasión. En
efecto, al momento en que las autoridades incas pasaban en barcas hacia la isla,
fueron atacados intempestivamente por la gente de Puná y arrojados al mar, siendo
asesinados a golpes usando como garrotes sus propios remos. La respuesta de Huayna
Cápac no se hizo esperar y el castigo contra los de Puná fue terrible: los
principales rebeldes fueron ejecutados de diversas formas: unos fueron degollados,
otros ahorcados y algunos descuartizados. Otra rebelión protagonizaron los
Chachapoyas, al este de Cajamarca; contra quienes marchó enseguida Huayna Cápac,
pero antes de llegar a su destino un cortejo de mujeres chachapoyas, encabezadas
por la que fuera concubina de su padre Túpac Inca Yupanqui, rogó por el perdón de
los suyos, esgrimiendo muchas razones que convencieron al Inca. Luego Huayna Cápac
se dirigió a la costa del actual Ecuador, donde sometió a pueblos primitivos, como
los Manta, que adoraban a una esmeralda y que practicaban la sodomía y otras
costumbres sexuales nefandas. Luego de someter a otros pueblos, el Inca continuó
más al norte, hasta llegar a Passau, ya debajo de la línea equinoccial, poblado de
gente más salvaje y bruta todavía. Ante tan desoladora visión, Huayna Cápac
retrocedió, pues consideró que aquellos salvajes no merecían tenerlo por señor.

Luego Garcilaso, citando al cronista Cieza, trascribe una leyenda de gigantes que
supuestamente habitaron la punta de Santa Elena y cuyos restos óseos podían aun
verse en su tiempo. Cuenta también que durante una fiesta del Inti Raymi, el Inca
se atrevió ver al Sol en plena ceremonia, lo que fue tomado por mal presagio por
los indios. Durante otra visita que hizo a sus reinos, se enteró de la sublevación
de los Caranques, nación situada en los confines del reino de Quito, que como
salvajes que eran, mataron y se comieron a las autoridades del Inca. Huayna Cápac
mandó su ejército contra los rebeldes, quienes fueron sometidos y castigados
merecidamente: unos 2000 fueron degollados y arrojados en una laguna que desde
entonces se llamó Yahuarcocha o laguna de sangre. Cuenta enseguida el autor que
Huayna Cápac decidió darle el Reino de Quito a su hijo Atahualpa, pues era su
preferido, y que Huáscar, que era el legítimo heredero del Imperio, aceptó la
voluntad paterna. Menciona también los dos caminos incas que surcaban
transversalmente el Imperio, uno de la costa y el otro de la sierra (el Cápac Ñan),
y sobre las noticias que Huayna Cápac tuvo de los españoles que por entonces
recorrían la costa norte del Imperio; también sobre las señales vistas en el cielo
que anunciaron por entonces la caída del Imperio Inca y el cambio radical de la
forma de la vida andina que se avecinaba. Finalmente, Huayna Cápac enfermó y murió,
y en su testamento ordenó a sus súbditos que obedecieran a los extranjeros
invasores que ya se acercaban, pues éstos eran poderosos e imbatibles, de acuerdo a
una profecía antigua, que aseguraba que tal suceso ocurriría tras el duodécimo
Inca.

Luego, el autor describe las animales, plantas y otras cosas que los castellanos
trajeron al Perú: las yeguas y caballos, cómo los criaban al principio, y lo mucho
que valían; las vacas y bueyes, y sus precios altos y bajos; los camellos, asnos y
cabras, y sus precios y mucha cría; las puercas y su mucha fertilidad; las ovejas y
gatos caseros; los conejos y perros castizos; las ratas y la multitud de ellas; las
gallinas y palomas; el trigo; la vid y el primero que produjo uvas en el Cuzco; el
vino, y el primero que lo hizo en el Cuzco, y sus precios; el olivo y sobre quien
lo llevó al Perú; las frutas de España y la caña de azúcar; las hortalizas, flores
y yerbas; el lino, espárragos, biznagas y anís.

Luego menciona los nombres nuevos para nombrar a las diversas generaciones nacidas
en el Perú: criollo, mestizo, mulato, cholo, entre otros. Retomando la historia
inca, el autor cuenta que una vez muerto Huayna Cápac, reinaron sus dos hijos unos
cuatro o cinco años en paz: Huáscar como Sapa Inca y Atahualpa como rey de Quito.
Sin embargo, Huáscar se dio cuenta del error de su padre de dar a Atahualpa el
gobierno de una inmensa provincia del norte, pues así quedaba bloqueada la
ampliación de la frontera norte por parte de la casta cuzqueña, pues en el resto de
las fronteras se había llegado a límites infranqueables, como el mar, las selva y
el territorio al sur del Maule, poblado de salvajes. También entrevió que tal
partición del imperio contradecía el mandato del primer inca Manco Cápac, que solo
admitía un imperio incaico único. Con tales razones, Huáscar invitó a su hermano
que fuera al Cuzco para que jurara como su vasallo, en aras de un interés mayor
como la unidad del Imperio. Atahualpa, con astucia, simuló acatar la orden, pero
pidió permiso para llevar consigo a miles de sus vasallos, a fin de celebrar
fastuosamente las exequias de su padre, lo que Huáscar, sin sospechar malicia,
aceptó. Secretamente, Atahualpa ordenó a sus generales que organizaran batallones y
que le siguieran sigilosamente en su marcha al Cuzco; solo cuando ya estaba cerca
del Cuzco ordenó a sus tropas que enarbolaran sus insignias y marcharan en orden de
batalla contra Huáscar. Sus principales maeses de campo eran Challcuchimac y
Quisquis; sus tropas superaban los 30.000, mayormente soldados experimentados en
las últimas guerras de conquista realizadas por Huayna Cápac. Huáscar, sorprendido,
convocó a sus tropas pero ya era tarde y solo pudo reunir unos 10 000 de los suyos
y otras tropas del Contisuyo, que eran inexpertas, mientras otras con más
experiencia y número, las del Collasuyo, tardarían en llegar por su lejanía. Hubo
una serie de encuentros, hasta que la batalla definitiva se dio cerca del Cuzco, en
Quepaypampa, donde los atahualpistas triunfaron, merced a su mayor número y
experiencia militar. Aquel campo se conoció después como Yahuarpampa o campo de
sangre. El mismo Huáscar fue capturado y atado. Atahualpa, por naturaleza
cruelísimo, ordenó una matanza de toda la familia de su hermano, sin respetar niños
ni mujeres; se describe la manera espeluznante cómo se cumplió esta orden, aunque
algunos de la casta cuzqueña lograron salvarse, entre ellos, según cuenta
Garcilaso, estuvieron su madre y su tío, Isabel Chimpu Ocllo y Francisco Huallpa
Túpac Yupanqui, que por entonces eran unos muchachos. Pero la ira de Atahualpa se
cebó también con los criados de la casa real y poblaciones enteras fueron
diezmadas. Otro en salvarse fue el que después sería príncipe Manco Inca, otro de
los hijos de Huayna Cápac. La crueldad de Atahualpa fue tan extremada que en
tiempos de la conquista española todavía los supervivientes de la masacre guardaban
odio profundo hacia quien consideraban un inca advenedizo o auca (traidor) y hasta
dudaban si en realidad era hijo de Huayna Cápac, ya que su conducta contrastaba con
la natural piedad y benevolencia de los antiguos incas. Es por ello que Garcilaso,
que tenía también sangre inca, no incluye a Atahualpa en su lista de los reyes
incas.

Finaliza el libro contando su autor que por el año 1603 se enteró que existían
todavía más descendientes de la sangre real de los Incas, que suplicaban entonces a
Su Majestad española excepciones de tributos y se quejaban de otras vejaciones que
se les hacían.

Ediciones y traducciones
Esta obra se convirtió desde un inicio en lo que hoy llamaríamos un best seller, el
primero de un autor nacido en tierra peruana. Fue traducido a varios idiomas
occidentales: francés, inglés, alemán italiano, holandés, etc. e incluso existe una
edición en latín.

Luego de la edición príncipe de 1609, fue reeditada en Madrid en 1723, en 1800-1801


(está publicada con el título de Historia General del Perú o Comentarios Reales de
los Incas, en 13 volúmenes) y en 1829 (en cinco tomos, la primera y segunda parte).
La primera edición en francés apareció en París, en 1633, y otra en Ámsterdam, en
1704 y 1715, ambas con traducción de Jean Baudoin. Otras ediciones en francés
aparecidas en Ámsterdam son las de 1727 y la de 1737, traducción del P. Hannequin.
En París se reeditó en 1744 y en 1830. En inglés, apareció un extracto en 1625; la
traducción de la obra completa (primera y segunda parte) apareció en Londres, en
1688; otra versión, hecha por sir Clements R. Markham salió a la luz en 1869. Al
alemán fue traducida en 1787-1788 y publicada en dos volúmenes.

Tras la represión de la rebelión de Túpac Amaru II, fue prohibida por la corona
española, por real cédula del 21 de abril de 1782, pues la consideró sediciosa y
peligrosa para sus intereses, al mantener vivo el recuerdo idealizado de los
incas.1 La prohibición abarcó a los dominios gobernados por los virreyes del Perú y
del Río de la Plata, aunque la obra siguió imprimiéndose en España.

En el Perú y América aparecieron, entre otras, las siguientes ediciones:

Los Comentarios Reales de los Incas (1918-1920). Abarca la primera y la segunda


parte. Anotaciones y concordancias con las crónicas de Indias por Horacio H.
Urteaga. Elogio de Garcilaso por José de la Riva Agüero y Osma. Imprenta y Librería
Sanmarti. Colección de Historiadores clásicos del Perú. 6 volúmenes.
Comentarios Reales de los Incas (1943). Edición al cuidado de Angel Rosenblat, del
Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. Prólogo de Ricardo Rojas.
Con un glosario de voces indígenas. Buenos Aires, Emecé Editores.
Comentarios Reales de los Incas (1959). Prólogo de Aurelio Miró Quesada. Lima.
Librería Internacional del Perú S.A. - Peuser S.A. Lima - Buenos Aires.
Comentarios Reales de los Incas (1959). Estudio preliminar y notas de José Durand.
Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 3 tomos.
Comentarios Reales de los Incas (1973). Lima, Editorial Peisa. Edición en 3 tomos
(Biblioteca Peruana Nros. 15, 19 y 22). Con el auspicio del Gobierno Revolucionario
del Perú como parte del programa de divulgación cultural.
Comentarios Reales de los Incas (1976). Prólogo, edición y cronología de Aurelio
Miró Quesada. Caracas, Biblioteca Ayacucho. 2 tomos.
Comentarios Reales de los Incas (1985). Prólogo de Aurelio Miró Quesada. Edición al
cuidado de César Pacheco Vélez. Con facsímiles de las portadas originales de 1609,
1617, 1633, 1658. "Bibliografía del Inca Garcilaso", por Alberto Tauro (pp. 431-
483). Lima, Banco de Crédito del Perú. Biblioteca Clásicos del Perú/1.
Importancia y trascendencia
Los Comentarios Reales de los Incas (Lisboa, 1609) y la Historia General del Perú
(Córdoba, 1617), son obras que afianzan el renombre de su autor tanto en la
historia de las letras castellanas como en las fuentes de los estudios
americanistas. El autor expone sus razones para la obra y evita que su conocimiento
quede perdido en la oscuridad del tiempo y el olvido:

Yo, incitado del deseo de la conservación de las antiguallas de mi patria, esas


pocas que han quedado, porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo tan
excesivo como hasta aquí me ha sido y delante me ha de ser, al escribir su antigua
república hasta acabarla.
Comentarios Reales...

Primera parte de los Comentarios Reales que tratan del origen de los incas, reyes
que fueron del Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra: de sus
vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel imperio y su república antes que los
españoles pasaran a él. Escritos por el inca Garcilaso de la Vega, natural del
Cozco, y Capitán de su Majestad...2
Son evidentes las huellas dejadas por la lectura de los Comentarios Reales en
muchos destacados literatos y escritores, ya desde el siglo XVII. Por ejemplo, se
aprecian esas huellas en La ciudad del sol de Tommaso Campanella, en Persiles y
Segismunda de Miguel de Cervantes, y en La vida es sueño de Pedro Calderón de la
Barca. Posteriormente, la obra inspiró a Marmontel su célebre novela épica Les
Incas (1777); a Madame de Graffigny sus Cartas de una peruana (1747); a Voltaire
varios de sus cuentos; posiblemente a Rousseau para su teoría del buen salvaje
(1751). El relato del náufrago español Pedro Serrano (Libro I, capítulo 8 de la
primera parte), es muy probable que inspirara a Daniel Defoe para escribir su
Robinson Crusoe.

En el aspecto historiográfico, pese a los problemas de sus fuentes orales y


escritas y a las incongruencias de muchas fechas, constituye, tanto en el plano
conceptual como estilístico, en el más logrado proyecto de una historia total del
Perú, desde los orígenes nativos hasta sus días; en ese sentido la obra tuvo mucha
influencia entre los historiadores del Perú y América hasta mediados del siglo XIX,
cuando se empezaron a refutar muchas de sus aseveraciones e interpretaciones sobre
el pasado prehispánico.

Pero la influencia de esta obra ha trascendido más allá de lo estrictamente


literario o historiográfico. Su lectura preservó en la memoria colectiva del hombre
andino el recuerdo idealizado de los incas, siendo este uno de los alientos más
vigorosos de las sangrientas rebeliones indígenas contra el dominio español, como
la rebelión de Túpac Amaru II. La obra también presenta como algo positivo la
síntesis surgida tras la conquista española, pues exalta por igual a andinos y a
españoles, que han dado origen a una nueva sociedad mestiza a la que perteneció el
mismo Garcilaso, que con justicia ha sido denominado el primer mestizo biológico y
espiritual de América. Esta posición, que se opone a los extremismos hispanistas e
indigenistas, ha sido asumida por muchos estudiosos peruanos.

Véase también
Literatura peruana
Historia General del Perú o Segunda parte los Comentarios Reales.
Congreso Internacional 1609-2009: IV Centenario de los Comentarios Reales del Inca
Garcilaso de la Vega
Referencias y notas de pie
Markham, Clements (1920). Los Incas del Perú.
de la Vega, Garcilaso, Inca, (1609). [[1] "Comentarios Reales de los Incas"
sumarized web version available as "El Reino de los Incas del Peru" by James
Bardwin]. sumarized web version available as "El Reino de los Incas del Peru" by
James Bardwin.
Bibliografía
Inca Garcilaso de la Vega: Primera parte de los Comentarios Reales. Lisboa, 1609.
Sánchez, Luis Alberto:
- Garcilaso Inca de la Vega: Primer Criollo. Editorial Pachacútec, Lima, 1993.
- La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú, tomo I.
Cuarta edición y definitiva. Lima, P. L. Villanueva Editor, 1975.
- La literatura en el virreynato. Incluida en Historia del Perú, Tomo VI. Perú
Colonial. Lima, Editorial Mejía Baca, 1980. ISBN 84-499-1610-0
Tamayo Vargas, Augusto: Literatura Peruana I, tercera edición. José Godard Editor,
Lima, Perú.
Garcilaso. Comentarios Reales de los Incas. Antología. Biblioteca Imprescindibles
Peruanos, Lima, Empresa Editora El Comercio S.A, 2010. ISBN 978-612-4069-45-1
Samaniego, Antenor: Literatura. Texto y Antología. Tomo 5. Lima, Librería Arica,
sétima edición, 1964.
Toro Montalvo, César: Los Garcilasistas. Antología de estudios en torno a la vida y
obra del Inca Garcilaso. Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 1989.
Enlaces externos
Wikisource contiene obras originales de o sobre Comentarios reales de los incas.
Primer tomo de la edición española de 1800-1801 (Imprenta de Villalpando, Madrid).
Comentarios reales de los incas (Vol. 1) en Google Libros
Garcilaso de la Vega, Los comentarios reales de los incas (incluye Historia General
del Perú), en Colección de historiadores clásicos del Perú editada por Horacio
Urteaga en seis volúmenes, Volumen 1, Volumen 2, Volumen 3, Volumen 4, Volumen
5,Volumen 6
Comentarios Reales I y II. Biblioteca Ayacucho. Prólogo, edición y cronología:
Aurelio Miró Quesada. Primera parte de los Comentarios Reales, en formato PDF y en
dos volúmenes: volumen I y volumen II
Primera parte de los Comentarios Reales de los Incas, completo y en un solo tomo.
Versión adaptada al castellano moderno, con tabla de índice con vínculos y con
notas explicativas. En Word y PDF.
Ejemplar digitalizado de Comentarios reales de los incas (1609) en la Biblioteca
John Carter Brown
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IdentificadoresGND: 4489096-5Repositorios digitalesHathiTrust: 009338646BVMC: 40633
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