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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

DIVISIÓN DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y SOCIALES


DEPARTAMENTO DE TRABAJO SOCIAL
CUERPO ACADÉMICO 547

Mundo del trabajo, Jubilación y familia su abordaje desde la


disciplina del Trabajo Social.

Fecha de inicio: abril 2018


Fecha de término diciembre 2020
RESPONSABLE: MARÍA GUADALUPE SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
COLABORADORES:
SILVIA LÓPEZ TERRIQUEZ
LORENA GÓMEZ CASTAÑEDA
RACHEL GARCÍA REYNAGA

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1. Resumen
El presente trabajo surge de la necesidad de reflexionar sobre el lugar y el rol del viejo o
adulto mayor en la actual sociedad y en las nuevas configuraciones familiares, y sobre las
modalidades de intervención profesional dentro del Trabajo Social.
La problemática del adulto mayor implica características personales, familiares y
comunitarias, así como también las opiniones que este grupo etario posee sobre su vida,
su familia, la institucionalización y sobre las políticas públicas pensadas para ellos.
Tras analizar el estado actual sobre la situación de las personas mayores en
nuestra sociedad y sobre cómo influye en los mismos los cambios derivados de la
jubilación, así como los prejuicios y estereotipos existentes en la misma dirigidos a
ellos, es interesante conocer más a fondo esta realidad de la boca de las propias
personas mayores, así como de los profesionales, y la visión que tienen aquellos
que se encuentran en edades cercanas a la misma, sobre esta última etapa de su
ciclo vital, y así conocer la necesidad o no de potenciar los programas de
envejecimiento activo y de preparación para la jubilación para conseguir el
bienestar de las personas en ese último periodo de la vida.
2. Planteamiento del Problema.
En la sociedad en la que vivimos el trabajo y la educación son percibidos como
factores de integración social. Los cambios en el mundo del trabajo no sólo han
generado altas tasas de desocupación, sino que han dado lugar a un proceso de
desregulación y precarización, marcándose fuertemente la tendencia al trabajo
informal.
Es sabido que la libertad de elegir cuando y bajo qué condiciones acogerse a los
beneficios jubilatorios, no existe. Por el contrario, se imponen edades y
condiciones que no responden a los principios enunciados por la Política Social
Nacional para la Vejez, que destaca la auto valencia, participación, integración y
actividad para el viejo como ejes de acción.
El jubilado, tiende a extrañar el estatus y red de apoyo con los que contaba al ser
un trabajador, enfrentándose a la necesidad de crear por sus propios medios, un
proyecto de vida que le aporte nuevas amistades, instancias sociales, ingresos y
aprendizajes, entre otros aspectos. Sin embargo, no todos los viejos tienen la
capacidad, oportunidad o apoyo para crear esta nueva estrategia de vida,
apareciendo estados de angustia, depresión y enfermedades somáticas que
reflejan la inadaptación de muchos viejos en relación a este brusco cambio.
(Dornell, T; 2009)
El trabajo constituye durante muchos años de la vida, el eje central, lo cual lleva a
comprender el importante cambio que ocurre en el momento de la jubilación, que
impacta en el aspecto económico y en el psicológico, convirtiéndose en el
supuesto cese de la productividad del individuo, instancia que puede ser percibida
por él viejo como el inicio de la inutilidad o bien como el tiempo de descansar y
realizar actividades de interés personal que no pudo realizar anteriormente.
Un factor importante a considerar dentro de cómo ven su futuro los jubilados es si
el retiro laborales deseado o no.
A los jubilados se les presentan diversos problemas, entre ellos problemas
económicos, ya que en la mayoría de los casos existe una disminución de los
ingresos; problemas sociales, ya que al retirarse del trabajo se agotan las redes
sociales creadas en el ámbito laboral, además de que muchos de sus amigos van

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muriendo debido a la edad; problemas familiares, esto debido a que tendrán que
acostumbrarse a la cotidianeidad dentro del hogar y en muchos casos, convivir
solo con la pareja; problemas psicológicos, gran parte de la población de adultos
mayores se siente inútil o bien un estorbo para la familia o el entorno más cercano;
problemas de soledad, basados en el abandono por parte de familiares en muchos
casos y también por la casi nula calidad de las relaciones sociales que algunos
viven.
La familia como red social primaria es esencial en cualquier etapa de la vida, cuya
importancia como grupo de intermediación entre el individuo y la sociedad,
también se mantiene en la vejez. En la mayoría de los lugares ha perdido vigor la
antigua familia extendida, de la casa grande, en la que compartían naturalmente
abuelos, padres e hijos, y a veces tíos y primos. (Dornell, T; 2009)
En esta familia, el viejo constituía una figura importante irremplazable en el
ejercicio de transmisión cultural a las generaciones más jóvenes, desempeñando
un rol de portador de sabiduría y experiencia.
En la sociedad actual este tipo de arreglo ya no es el predominante, y la tendencia
ha sido reducir el número al mínimo.
Con el proceso de industrialización no sólo cambió la organización del trabajo;
también cambió la organización de la familia, que dejó de ser la extensiva para ser
la familia nuclear que vive en un apartamento o en una casa en el barrio obrero
cerca de la fábrica, donde incluso desde el punto de vista arquitectónico no hay
lugar para el abuelo. (Dornell, T;2009)
Siguiendo la lógica industrial, donde lo que importaba era la cantidad de
productos, desechando aquello que no funcionaba bien; los viejos aparecen como
una carga para el liso desarrollo del proceso productivo.
Las residencias de ancianos, surgen en el período industrial como potencial
solución a este problema: al distanciar al adulto mayor de su entorno más próximo,
se fortalecerían las capacidades productivas de los adultos jóvenes que convivían
con él (se evita el desgaste y bajo rendimiento por cansancio). Pasa a ser
entonces, responsabilidad de otros jóvenes, cuyo empleo era ése.
El modelo de familia va cambiando en la medida que continúan surgiendo nuevos
arreglos familiares legitimados social y culturalmente. Esto puede asociarse a los
procesos vinculados a la modernidad tardía, donde se agotan los parámetros de
los que se basa la familia tradicional, por la ruptura de lo público a lo privado, la
separación entre sexo y reproducción, la extensión de haberes especializados, la
discusión en torno a la ciudadanía, la participación social por parte de los
movimientos de mujeres y otros actores sociales, actualmente radicados en el
espacio y en las transformaciones de las estructuras del mundo del trabajo y de la
cultura. (De Martino, M; 1996) a. Cambios en la estructura de la población: Esto se
da por los cambios de los patrones de reproducción, donde el país se encuentra
en una fase de “pos transición demográfica”, esto lleva a que exista un incremento
en la esperanza de vida, cambio en las estructuras de edades, un envejecimiento
relativo de la población, lo que incidió directamente sobre las transformaciones de
la estructura de las familias. Como ya se mencionó, los cambios en la fecundidad,
la mortalidad y las migraciones, principalmente la primera, inciden en el
envejecimiento de la población mexicana.

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b. Cambios económicos: En esta categoría es importante mencionar la creciente
participación de la mujer en el mercado laboral, donde la relación trabajo–familia
genera cambios de roles y, en el plano psico-social, genera conflictos en la
socialización del rol sexual, ya que la educación tradicional enseña que es el
hombre quien debe sustentar económicamente a la familia. Los abuelos pasan a
ser un soporte necesario para la misma, donde los padres tienen que salir a
trabajar y el cuidado de los niños y adolescentes, puede recaer sobre los abuelos
que aún tienen mucho que dar.
c. Cambios socio –culturales: Las relaciones sexuales pre–matrimoniales, se
volvieron más frecuentes y desprovistas de estigmatización social, descendió la
edad de iniciación sexual, mejoró el procedimiento de control de embarazos y se
afianzó una cultura donde hay una clara diferencia entre sexualidad, matrimonio y
procreación.
Sin embargo, Mioto (1997) plantea que la familia de hoy se adecua a lo social, ha
ido evolucionando con las épocas históricas y no puede ser definida como un lugar
de felicidad, pues está atravesada por líneas de conflictos. Es la entidad social que
tiene la responsabilidad de producción y reproducción de la sociedad de la cual se
trate. No se puede hablar de un modelo de familia, sino de familias en sentido
plural porque existen diversos arreglos que responden a necesidades diferentes
según los diversos individuos. La familia se encuentra marcada por
especificidades históricas, culturales y sociales.
En síntesis, se observa un viraje en la función de los viejos a la interna de las
familias que responden a una lógica utilitaria, en la que se tiende a descartar
aquello que obstaculiza el crecimiento personal. Entonces, aquel viejo que se
encargaba de la transmisión de conocimiento, tradición y cultura en las “grandes
familias”, donde su palabra acarreaba el peso de su experiencia y trayectoria,
pasa a representar una carga para los nuevos tipos de organización familiar en
función de las exigencias del mercado.
Esto puede llevar a que las nuevas generaciones dispongan de ellos, decidiendo
sobre su futuro y calidad de vida, sin necesariamente tenerlos en cuenta a la hora
de tomar esa decisión, como por ejemplo sobre dónde y cómo vivir.
Este debate sobre las transformaciones de las familias y cambios en las
significaciones de los viejos a la interna de las mismas, nos dirige hacia otro nudo
de discusión: ¡Cuales son las situaciones a las que se enfrentan los jubilados?
¿Cómo es el cuidado de los viejos y quién se encarga del mismo? A partir de
estas interrogantes, el concepto de Cuidado Humano, transversalizado por la
categoría Género, irrumpe entre las prioridades investigativas de este trabajo y
aparece como vía para pensar las políticas sociales en torno a la temática.

Marco Teórico.
Vejez – Envejecimiento - Viejísimo «Envejecer es como escalar una gran montaña:
mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia
y serena.»Sir Francis Bacon (1561-1626)
En la teoría del desarrollo, la vejez es la última etapa de la vida. El envejecer es un
proceso complejo y fascinante que experimentan todos los seres humanos. Es un cambio
continuo que ocurre a través de toda la vida desde el mismo momento del nacimiento. Se
manifiesta de forma compleja por todas las múltiples facetas (fisiológicas, emocionales,

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cognitivas, sociológicas, económicas e interpersonales) que influyen en el funcionamiento
y bienestar social.
El envejecimiento se conceptualiza como una experiencia natural dinámica y evolutiva.
Esta vivencia es fascinante porque los cambios ocurren de manera diferente en cada una
de las personas. La vejez es una etapa en el curso de la vida de cada individuo, una fase
natural con ventajas y desventajas.
Cada persona envejece en función de cómo haya vivido, por lo tanto, el envejecimiento es
un proceso diferencial.
Robert Butler y Myrna Lewis (1982, en Sánchez Salgado, 2005) opinan que la vejez tiene
una tarea única en el desarrollo: aclarar, profundizar y encontrar utilidad para lo que se
haya logrado en el aprendizaje y adaptación en etapas previas de la vida.
Hoy día, se presta atención a la influencia de factores ambientales y sociales, y se
considera que la personalidad y los patrones de comportamiento continúan cambiando a
través del ciclo de vida en respuesta a una variedad de sucesos y condiciones. Muchos
eventos en la vida, de gran significado para las personas, ocurren en la adultez mediana y
las oportunidades en este período tienen grandes consecuencias para la calidad de vida
en la vejez (Quadagno, 1998, en Sanchez Salgado, 2005).
En los últimos años, el crecimiento de la población vieja ha sido desproporcionado con
respecto al crecimiento total, y esto ha generado una preocupación por entender el
fenómeno. Aparece, entonces, la Gerontología Social, como una disciplina separada que
busca su lugar dentro de las ciencias, y a través de la cual se dejó atrás la idea de
representar a la vejez como un período vital de crisis o como una etapa problemática, y se
decidió destacar las transiciones al describir loscambios comunes en la adultez y adultez
tardía. Una transición puede definirse como moverse de una etapa o evento de vida a otro
con varios grados de inestabilidad en el proceso adaptativo, incluyendo los cambios en las
funciones sociales que hace la persona. Las transiciones en la etapa de la vejez son las
siguientes: la sobrevivencia a los años de adultez mediana y vejez, el sentido del nido
vacío, el retiro del empleo, la etapa de ser abuelo o abuela, la soltería en la edad
avanzada provocada por la viudez, el divorcio y los cambios en vivienda.
Los viejos no son ni más ni menos que personas con su propia individualidad. Cada uno
envejecerá a su manera y dependiendo de sus circunstancias, como pasa en cualquier
etapa de la vida. Envejecer tiene una instancia de decisión. Uno decide, individual y
subjetivamente, cuándo se considera un viejo. Pero el viejo no vive sólo, y la mirada del
conjunto es muchas veces negativa y discriminante.
Las etapas de desarrollo del individuo en el ciclo de la vida, también han sido
consideradas a base de unos relojes que marcan tres tipos de edades en el ser humano:
-Edad biológica: determina la edad cronológica según la persona avanza en edad,
considerando su desarrollo físico. Se mide por el reloj biológico.
- Edad psicológica: se relaciona con la capacidad de adaptabilidad que un sujeto
manifiesta ante los distintos eventos que la vida puede depararle (estructurales, históricos,
sociales). Es lo que se llama «madurez» en el lenguaje cotidiano, y de hecho esta
capacidad se logra a través de los años, con la experiencia que se va acumulando. Se
mide por el reloj psicológico que revela cómo los individuos se sienten hacia ellos mismos
y hacia sus habilidades, y cómo perciben expectativas y el comportamiento.
- Edad social: se encuentra determinada por las funciones y posición social que la
persona ocupa en el transcurso de su vida. Éstas se relacionan íntimamente con las
crisis, tareas del desarrollo y la edad cronológica. Se mide por el reloj social.
Una vez revisados los tipos de edades, podremos afirmar que la edad no es un indicador
de vejez. El viejo, como cualquier sujeto, no puede ser definido en su totalidad por un sólo
enfoque o disciplina, ya que en él se involucran tres áreas principales: la psicológica, la
biológica y la social.

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Los factores biológicos están siempre presentes aunque su desarrollo no es
cronológicamente idéntico para cada capacidad ni para cada individuo, y dependerá de la
personalidad previa de cada uno y del rol socioeconómico que desempeñe.
Los factores psicológicos fueron estudiados por Erikson en 1968, quien se ocupó del tema
del envejecimiento y la vejez en el marco de su teoría epigenética, que describe una serie
de fases del desarrollo de la personalidad en función de su adecuación a ciertas variables
psicosociales. Erikson identificaba la vejez como una etapa distinta y la última en el
desarrollo del ciclo de la vida. En esta etapa, ya los hijos son adultos, muchas veces se
han casado, tienen hijos propios, y viven lejos de los padres y madres. Probablemente el
esposo o esposa y varias amistades han muerto. Algunas personas pueden padecer un
deterioro mental o físico por lo cual requieran institucionalización. Por estas
circunstancias, la vejez muchas veces se distingue como una etapa sin funciones sociales
o una fase que acorta la actividad social y la persona va alejándose de la sociedad o
puede enfrentarse a un posible aislamiento social.
Según este autor, en la vejez, el conflicto principal se plantea entre «generatividad» y
«estancamiento». La primera consiste en la preocupación por afirmar y guiar a la
generación siguiente, incluyendo los conceptos de productividad y creatividad. Pero
cuando este enriquecimiento falla hay una regresión a una necesidad obsesiva de
seudointimidad acompañada por un sentimiento de estancamiento, aburrimiento y
empobrecimiento interpersonal.
La resolución, satisfactoria o no, del conflicto que aparece en este estadio dará lugar al
último ciclo, que se planteará entre la «integridad» y la «desesperación». Por integridad
del ego se entiende el aceptar que el ciclo de vida de uno ha sido algo que debía ser y
que por necesidad no permitía ninguna sustitución. Aquellos que no son capaces de
aceptar su vida, pueden llegar a temer a la muerte, estar disgustados con ellos mismos y
experimentar remordimiento y desesperación.
Si se logra un compromiso con la integración y la crisis de la vejez se resuelve, emerge la
fortaleza de la sabiduría, la cual implica que el individuo es capaz de aceptar que la vida
está llegando a un final. De acuerdo a Erikson, este entendimiento establece un balance
entre la disminución de potencia o fuerza en la vejez y permite al individuo servir de
ejemplo a generaciones futuras.
Por el contrario, la desesperación representa un rechazo de la vida pasada y conlleva un
temor a la muerte por no tener suficiente tiempo para rehacer los errores del pasado.
Cuando la persona aprecia la continuidad de su pasado, presente y futuro, acepta el ciclo
vital y su estilo de vida, y puede contribuir con su sabiduría al desarrollo de otros. Es
decir, entiende y evalúa logros y fracasos, y se reconcilia con la muerte logrando la
integridad de su ego. En cuanto a los factores sociales, podemos decir que el hombre es
fundamentalmente un ser social, por lo tanto, toda consideración sobre la psicología del
envejecimiento debe hacerse dentro del encuadre social en donde se desarrolla y con la
interacción entre ambos, ya que son relevantes las interacciones entre el individuo y los
varios ambientes (familiares, sociales o históricos).
Sintetizando, se puede decir que la vejez es una etapa más de la vida, al igual que la
niñez y la juventud, y el envejecimiento es un proceso en constante evolución.
La vejez es una etapa en el ciclo de la vida en la cual las personas poseen menos control
de lo que les ocurre que en otras etapas del desarrollo, y en la cual se confrontan una
serie de eventos, que pueden verse como positivos o negativos, dependiendo de muchos
factores. Por ejemplo, el retiro del empleo con la consiguiente jubilación, para algunas
personas puede ser visto como algo positivo y para otras como algo negativo.
Independientemente de que los eventos sean positivos o negativos, debe ocurrir un ajusta
los cambios si los individuos quieren alcanzar un nivel de satisfacción en cualquier etapa

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de su ciclo de vida. Muchas personas de mayor edad están satisfechas con su vejez y la
entienden como una extensión de su pasado.
El viejismo, por otro lado, es una conducta social compleja con dimensiones históricas,
culturales, sociales, psicológicas e ideológicas, y es usada para devaluar, consciente o
inconscientemente, el status social de las personas viejas; su construcción está basada
en la estereotipia, y la utilización generalizadora de este componente psicosocial lleva a la
construcción de las estructuras de los prejuicios que luego son usados en contra de la
población vieja. Este concepto fue descripto y estudiado por Robert Butler a comienzos de
la década del 70.
El viejismo se aplica principalmente al prejuicio de la gente joven hacia la gente vieja, es
decir, define el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a los
viejos simplemente en función de su edad.
Los prejuicios contra la vejez, como cualquier otro prejuicio, son adquiridos durante la
infancia y luego se van asentando y racionalizando durante el resto de la vida de los seres
prejuiciosos.
Según Salvarezza (2002), uno de los prejuicios más comúnmente extendidos es el de que
los viejos son todos enfermos o discapacitados porque pasan mucho tiempo en cama a
causa de enfermedades, tienen accidentes en el hogar, tienen pobre coordinación
psicomotriz, desarrollan infecciones fácilmente, una gran proporción se encuentra
hospitalizada o vive en residencias geriátricas, sus capacidades muestran un alto grado
de declinación con el paso de los años, etc.
Esto se debe a que se establece una fuerte sinonimia viejo=enfermo que se comporta
como una profecía autopredictiva que termina por internalizarse en los propios viejos.
Pero si una persona llega a vieja, es porque no ha sufrido grandes enfermedades. Esa
asociación entre vejez y enfermedad es falsa, ya que la enfermedad puede estar asociada
a cualquier edad de la vida.
Las personas víctimas del viejismo se consideran desde el punto de vista social como
enfermas, seniles, deprimidas, asexuadas, pasadas de moda, etc., sus problemas físicos
y mentales tienden a ser fácilmente ignorados y con frecuencia no se tienen en cuenta
sus necesidades económicas y sociales. El viejismo lleva a las generaciones jóvenes a
ver a los viejos como diferentes, a no considerarlos como seres humanos con iguales
derechos y no les permite a ellos, los jóvenes, identificarse con los viejos. Se tiende a ver
la vejez como un futuro muy lejano, impidiendo esto enfrentar el propio envejecimiento.
El distanciamiento social se ve como una consecuencia del desapego individual que suele
ocurrir en la vejez, conectado con la falta de oportunidades que brinda la sociedad y el
escaso interés que manifiesta por las contribuciones de los viejos. Según dichos de
Salvarezza (2002), el desapego no es ni natural ni inevitable, y cuando ocurre es por la
falta de oportunidades que la sociedad brinda a los viejos para que puedan seguir
ejerciendo sus roles sociales con un buen grado de compromiso.
Según Neugarten (1970, en Salvarezza 2002), todos los individuos, no importa el grupo
social al que pertenezcan, desarrollan la idea de un «ciclo vital normal y esperable», es
decir, que ciertos acontecimientos deben ocurrir en determinados momentos de la vida, y
que un reloj mental interno les va señalando si están en tiempo o no.
En conclusión, en el proceso de envejecimiento, los factores psicológicos, biológicos y
sociales deben ser observados en la totalidad de su interacción y en las resultantes
(envejecimiento individual).
Simone de Beauvoir (1970, citada en Salvarezza, 2002) sostiene que «para que la vejez
no sea una parodia ridícula de nuestra existencia anterior no hay más que una solución y
es seguir persiguiendo fines que den un sentido a nuestra vida: dedicación a individuos,
colectividades, causas, trabajo social o político, intelectual, creador.» -1-

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La insatisfacción y la angustia consecuente sólo sobrevendrán en aquellas personas que
permanezcan inmersas en una situación competitiva con el recuerdo de sí mismos
cuando jóvenes. El secreto del buen envejecer estará dado por la capacidad que tenga el
sujeto de aceptar y acompañar estas inevitables declinaciones sin insistir en mantenerse
joven a cualquier precio.
Esto no quiere decir que se renuncie, sino que hay que mantener una lucha activa para
tratar de obtener el máximo de satisfacción con el máximo de las fuerzas de que se
disponga en cada momento.
Los vínculos familiares en la vejez Ángela María Quintero Velázquez define a la familia
como el «grupo de convivencia basado en el parentesco, la filiación y la alianza; sus
miembros están ligados por sangre o por afinidad, lo cual crea una serie de relaciones,
obligaciones y emociones.
Es el espacio para la socialización del individuo, el desarrollo del afecto y la satisfacción
de necesidades sexuales, sociales, emocionales y económicas, y el primer agente
transmisor de normas, valores, símbolos, ideología e identidad, donde se focalizan las
acciones de las demás instituciones».
Agrega, además, que la familia implica un contacto y una interacción mayor de los que se
dan en el mundo público y que lo que le ocurre a un miembro repercute en los demás
miembros de la familia.
Por otro lado, Liliana Barg (2004) considera que es la familia la que puede ofrecer el
marco como estructura estable de sostén y vínculos con otros. El afecto, la permanencia,
el refugio hacia adentro, en el mundo privado, son propios de la familia.
La familia hace dos cosas: asegura la supervivencia física y construye lo esencialmente
humano del hombre. La familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio, es
un grupo natural que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción. Estas
constituyen la estructura familiar que, a su vez, rige el funcionamiento de los miembros de
la familia, define su gama de conductas y facilita su interacción recíproca. La familia
necesita de una estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales, es decir,
apoyar la individuación al tiempo que proporciona un sentimiento de pertenencia (Eroles,
2001).
La familia es poderosa por su influencia perdurable en las vidas humanas. Es el primer
grupo con el cual entramos en contacto al nacer, y dentro del cual permaneceremos toda
o la mayor parte de nuestra vida. La familia influye en el proceso de nuestra socialización
y desarrollo de nuestra personalidad.
Hasta el momento, ninguna otra institución humana o social ha logrado suplir el
funcionamiento de la familia, sobre todo en la satisfacción de las necesidades biológicas y
afectivas de los individuos.
La familia cambia y continuará cambiando; por consiguiente, también cambia la ubicación
de los viejos dentro de ella.
La familia posmoderna se caracteriza por relaciones entre cuatro y aun cinco
generaciones dentro de ella, por la provisión de socialización, tanto hacia atrás como
hacia delante a lo largo del curso de la vida, y por la oportunidad para los adultos de
disfrutar de compañía recíproca dentro de la familia.
Pero hoy en día se valoriza la independencia y los hijos, en muchos casos, se comunican
con sus padres a distancia. Las personas viejas son cada vez menos propensas a
compartir la vivienda con los hijos.
Las personas pueden debilitarse social, física y emocionalmente si no reciben o perciben
señales de amparo de sus seres significativos que las hagan sentir seguras y valiosas.
Los sistemas de apoyo informales son recursos esenciales en la provisión de asistencia
afectiva y financiera, ayudas en las tareas del diario vivir. Esta dedicación y cooperación
emana de sentimientos Afectivos y de un sentido de solidaridad. Las relaciones con la

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familia de procreación (esposa, esposo, hijos) se encuentran entre las más vitales y
esenciales. A mayor edad, más vital la relación. Las relaciones maritales son una
prioridad para las personas de mayor edad, seguidas por las relaciones con los hijos/as.
La convivencia familiar y el sistema de apoyo de la familia es una de las fuentes de mayor
satisfacción y valía para la persona de mayor edad.
La familia sigue siendo la institución social primaria de ayuda para las personas de edad
avanzada a pesar de su estructura y funciones cambiantes. La familia brinda a los viejos
un auxilio de tipo material, emocional y social durante los tiempos normales y también en
los de crisis. La incapacidad o impedimentos para llevar una vida independiente, hacen
imperativo que la familia asuma un rol más activo en la provisión de cuidados y servicios a
los ancianos y representa el factor principal para reducir la posibilidad de
institucionalización de personas seriamente incapacitadas o enfermas.
En los últimos años la estructura familiar ha experimentado una serie de cambios
sociodemográficos que podrían arriesgar la provisión de ayuda informal familiar a la
persona de edad avanzada. Una serie de factores de diversa índole y la multiplicidad de
funciones que desempeñan, conllevan a que los familiares que proveen el cuidado deban
soportar un grado elevado de tensión.
Pero a veces, debido a las múltiples obligaciones que tienen los familiares que se ocupan
de los ancianos, se opta por la institucionalización, aunque el anciano pueda valerse por
sus propios medios. La mayoría de las familias con personas ancianas incapacitadas
hacen esfuerzos cuantiosos para mantenerlas en la comunidad. La familia sostiene el
peso mayor en la prestación de cuidados y servicios al anciano o anciana y representa el
factor principal para reducir la posibilidad de institucionalización en caso de estar
incapacitadas o enfermas. El colocar la persona anciana en un asilo suele ser el último
recurso utilizado por las familias. En general, las familias que internan sus miembros
ancianos en las instituciones de larga duración han agotado todas las opciones, padecen
toda clase de crisis (económicas, sociales y personales) en este proceso y tomaron la
decisión final con gran resistencia.
Según los dichos de Sánchez Salgado (2005), a pesar de la creencia común de que las
personas ancianas en el mundo contemporáneo han sido abandonadas por su familia, las
investigaciones a nivel mundial la desmienten. Por el contrario, ellas están integradas a un
sistema de parentesco con lazos filiales intensos. La familia mantiene una posición de
prominencia dentro del espacio vital psicológico de estas personas por virtud de su
habilidad para proveer seguridad emocional y material. La presencia o la ausencia de esta
red pronostican el nivel de autonomía y bienestar de una persona anciana. Ella continúa
siendo la principal fuente de protección de los adultos de edad avanzada y a la que
acuden generalmente en primera instancia.
La contribución de la familia es de tipo práctico, emocional y material. El tipo de
asistencia, la forma y la frecuencia con que se ofrece la ayuda está conectada a la
dinámica particular de cada unidad familiar y a factores socioestructurales y demográficos.
La reciprocidad y la responsabilidad filial son componentes que unen a los miembros de la
familia.
Aquellos que han recibido apoyo pueden tener sentimientos y obligaciones recíprocas que
a su vez pueden llevar a convertirlos en ayuda cuando cambien las circunstancias. El
sentido de deber filial se mantiene como un valor fuerte en las familias latinoamericanas, y
motiva a los hijos e hijas para responder a sus padres que requieren cuidados en la edad
avanzada, independientemente de la expectativa de algún tipo de recompensas. El
compromiso, el amor incondicional y la reciprocidad integran el cimiento de la relación de
padres ancianos y sus hijos.

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La protección familiar puede ser combinada o servir de refuerzo a otros apoyos informales
provistos por amigos, vecinos o grupos comunales, así como la asistencia formal que
provee el gobierno o las entidades voluntarias.
En conclusión, las relaciones familiares tienen gran importancia en la tercera edad ya que
se ha comprobado que la salud física y psicológica se incrementa en personas cuyos
lazos afectivos familiares son fuertes, en comparación con personas que por algún motivo
tienen que vivir solos o en instituciones para ancianos.
Resiliencia y vejez «¡Ochenta años! ¡Ni ojos, ni oídos, ni dientes, ni piernas, ni aliento! ¡Y
es asombroso, al fin de cuentas, cómo uno llega a prescindir de ellos!» Diario de Claudel,
citado por Simone de Beauvoir, 1970 Un eje de intervención desde el Trabajo Social es la
activación de la resiliencia en las familias que atraviesan un conflicto o un problema. Dice
Ernesto Sábato: «el ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a
la vida le basta el espacio de una grieta para renacer». Los seres humanos tenemos la
capacidad para devenir resilientes y poder enfrentar los eventos negativos y las
situaciones de adversidad que nos afectan.
Entendemos por resiliencia la capacidad de los seres humanos de superar los efectos de
una adversidad a la que están sometidos e incluso, de salir fortalecidos de la situación. Y
en este proceso necesitamos del otro como punto de apoyo para la superación de esa
adversidad. El secreto está en ayudar a los viejos a fortalecerse, a reconocer sus
fortalezas y confiar en ellas, y a adquirir mayor conciencia social para promover cambios
que reduzcan la inequidad y el sufrimiento.
Si partimos de lo que las personas de edad avanzada tienen, podremos trabajar no sólo
buscando recursos institucionales, sino también aprovechando los recursos vinculares
que serán los que apunten a lograr algunas transformaciones y modificaciones en la vida
cotidiana de ellos y de sus familias.
Los factores favorecedores de resiliencia individual son la autoestima, la autoconfianza,
los vínculos afectivos amigables, los lugares y personas que posibilitan contención, una
visión optimista de la vida, todo lo que favorezca la posibilidad de desarrollar
responsabilidad y la capacidad de tomar decisiones, en la medida en que el desarrollo
personal lo permita, lo que favorezca la libertad en el marco de normas de respeto a cada
uno, lo que estimule la clarificación o posibilidad de realización de objetivos de vida en los
que el dar y darse sea gratificante, en donde el cooperar con otros sea un valor positivo.
Los factores obstaculizadores de resiliencia individual son la falta de vínculos afectivos, la
falta de inserción social, la carencia de objetivos de vida alentadores, y lo opuesto a cada
uno de los puntos favorecedores de la resiliencia.
Las investigaciones gerontológicas muestran que los ancianos que no desarrollan ninguna
actividad se enferman más y mueren más jóvenes que los que se mantienen dinámicos y
conservan o establecen nuevas redes vecinales o grupos de pares y familiares.
Se deduce, entonces, que uno de los factores de riesgo principales del deterioro de la
calidad de vida en la vejez es el aislamiento social, ligado a la exclusión y al rechazo.
La salida del sistema laboral es un ejemplo, cuando es experimentada como un
acontecimiento de derrumbe, de caída vertiginosa, que afecta no sólo por la pérdida del
poder adquisitivo, sino también por la pérdida del poder cultural, ya que los aleja del
circuito productivo en su sentido más amplio, en cuanto a los hechos que protagonizan los
hombres cotidianamente al salir a la búsqueda del sustento.
Los adultos más afectados con el desencadenamiento de tantos efectos negativos son los
que se encuentran sin familia nuclear, desvinculados de parientes y sin haber logrado
cultivar una red de amigos.
Otros casos de derrumbe comienzan a partir de la viudez, ante la enfermedad y muerte
del cónyuge, lo cual deja en soledad y sin lazos establecidos al otro miembro de la pareja.

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«El enfoque de la resiliencia permite reconocer y potenciar aquellos recursos personales e
interpersonales que protegen el desarrollo de las personas y su capacidad constructiva,
aún durante su envejecimiento.»
La recreación en los adultos mayores tiene como objetivo principal la praxis de una
educación permanente que prioriza en cada actividad la apropiación que el adulto mayor
pueda realizar de sus aprendizajes significativos para el uso de su tiempo libre. Haciendo
uso creativo del tiempo libre, el adulto mayor pretende asegurar las condiciones
necesarias para fomentar su desarrollo y la búsqueda de su plenitud, favoreciendo el
encuentro consigo mismo y con sus potencialidades, con el fin de incidir favorablemente
en su calidad de vida.
Las sucesivas pérdidas que el paso del tiempo supone en todos los órdenes implican para
el ser humano un desafío: aprender a compensar las pérdidas con ganancias, valorando y
reforzando lo que no necesariamente se pierde: la dimensión imaginario-simbólica en la
cual se asienta el acceso a la sabiduría en la vejez.
La vida está signada por la muerte. Pero la muerte es inherente a la vida, no a la vejez. La
vejez debe ubicarse del lado de la vida, no de la muerte. En el envejecer, cuando las
redes naturales comienzan a achicarse y decrecer, para estar resiliente es fundamental el
proceso interactivo entre el sujeto envejeciente y su medio. A esta edad se pone en juego
la importancia de contar con otro significativo, tanto sea un nuevo compañero, un cuidador
o una mascota, a través de los cuales poder sentirse reconocido o necesitado por algo o
alguien que otorgará sentido al levantarse cada día y organizar la rutina diaria.
La intervención profesional del trabajador social en la problemática de la vejez Dice
Alfredo Carballeda que «La palabra intervención proviene del término latino ‘intervenio’,
que puede ser traducido como ‘venir entre’ o ‘interponerse’. De ahí que ‘intervención’
pueda ser sinónimo de mediación, intersección, ayuda o cooperación.»
Agrega, además, que es «...un dispositivo que se entromete en un espacio, en tanto
existe una demanda hacia ella. De ahí que la demanda sea el acto fundador de la
intervención.»
Por otra parte, Ángela María Quintero Velásquez manifiesta que: «el Trabajo Social es
una intervención en el sentido que intervenir significa tomar parte de una acción con la
intención de influenciarla. La intervención del trabajador social consiste en permitir a la
persona/sujeto desarrollar sus capacidades, ayudarlo a modificar su situación y finalmente
ayudarlo a resolver sus problemas.»
Según lo expresa Sánchez Salgado (2005), la intervención es la acción de interceder del
profesional con la intención de inducir cambios en alguna parte del sistema humano o del
proceso social.
En el campo del Trabajo Social el propósito básico de la intervención profesional es
mejorar el funcionamiento objetivo y subjetivo entre el individuo y su ambiente, es decir, el
funcionamiento físico y social más visible y los sentimientos o estados afectivos. Por lo
tanto, el trabajador social no pretende controlar al individuo sino entenderlo en toda su
complejidad según interactúa con su ambiente.
El principio óptimo que debe dirigir la práctica gerontológica es la idea de que cada
individuo debe tener la oportunidad de ejecutar su potencial, de vivir una vida
potencialmente satisfactoria y socialmente deseable. La relación entre la persona y el
profesional se desarrolla en el proceso de dirigir y completar una tarea. La relación
progresa mediante una comunicación efectiva entre la persona y el profesional. Una
relación profesional debe contribuir a mejorar el funcionamiento del individuo.
El profesional que aspira servir de ayuda a otros debe tener un conocimiento de sí mismo,
de sus fortalezas y debilidades personales que puedan impedir el trabajo efectivo con
otros. Es importante que conozca sus percepciones y actitudes hacia los grupos y

11
personas con quienes va a intervenir. No sólo debe estar alerta ante sus limitaciones sino
también tener disposición para el cambio.
Continúa diciendo Sánchez Salgado (2005) que es importante que el profesional que
trabaje con la persona anciana posea una información general con respecto a las
características de esta población como un todo, y que esté alerta a la diversidad. No
existen características que puedan ser aplicadas uniformemente a esta población, ya que
poseen variedad de necesidades y problemas sociales. Las personas traen a su mayor
edad un caudal de experiencias, condiciones de salud y actitudes, diversos patrones de
comportamiento y estilos de vida y una gran variabilidad en niveles de funcionamiento
físico y emocional.
Aunque la mayoría de las personas que sobrepasan los 60 años funcionan relativamente
bien y llevan una vida activa, un número considerable de ellas experimentan problemas
de índole social, emocional o económica que requieren de una intervención profesional.
Por lo tanto, ésta es diferente con ancianos saludables que con ancianos frágiles y
dependientes.
La intervención en este sector poblacional no debe estar focalizada hacia cambios en la
personalidad del anciano, sino a ayudarlos a resolver problemas situacionales; el
profesional debe mediar para hacerlos útiles tal como son, debe estar disponible para
ofrecer consejería, dirección y apoyo.
La acción del profesional puede ir dirigida al individuo, su familia o su comunidad. La
prioridad debe ser mantener a la persona anciana funcionando al máximo dentro de su
comunidad, aumentando su propia estima, la confianza en sí misma, su autonomía y
fortaleciendo la identidad individual.
En fin, el rol principal del profesional trabajador social debe ser ayudar al viejo, al anciano,
al adulto mayor a mantener niveles óptimos de funcionamiento dentro de sus limitaciones.

3. Finalidad y objetivos de la investigación


Esta investigación tiene como finalidad conocer si las personas nos sentimos
preparadas para afrontar el periodo posterior a la jubilación y cómo este hecho
puede influir en la calidad de vida en la tercera edad.
Para ello, se han tomado los siguientes objetivos: Indagar sobre el conocimiento
que tienen las personas sobre los recursos existentes dirigidos para personas
mayores.
Saber sí las personas se encuentran informadas sobre los recursos existentes
dirigidos a las personas mayores.
Conocer los sentimientos que brotan en las personas en torno al hecho de la
jubilación.
Averiguar si las personas elaboran un plan de vida para después de la jubilación.
Conocer si la soledad y la depresión son problemas comunes entre las personas
mayores.

4. Metodología
La metodología a seguir para la elaboración de esta investigación se basa en la
realización de encuestas, a partir de la búsqueda activa de aquellos recursos
destinados a personas mayores dentro las ciudad de Guadalajara y Zapopan,
contactando con los profesionales que lo dirigen, y la búsqueda de personas que
se encuentran dentro de los parámetros establecidos en la muestra seleccionada
para su realización.
12
Para llevar a cabo esta investigación se realizarán primero un estudio documental
sobre el tema principal del presente trabajo, posteriormente se han elaborado una
serie de encuestas dirigidas a las muestras seleccionadas, siendo el tercer paso la
entrega y recogida de los cuestionarios y finalmente el análisis de los resultados
obtenidos.
5. Selección de las muestras
Para realizar la presente investigación se buscarán muestras representativas de
población.
La misma, será dirigida a tres grupos de población, por un lado, a personas con
edades comprendidas entre los 55 y 65 años de edad, cercanos a la jubilación. Se
trata de la muestra más representativa, por ello, se ha elegido a un total de 30
personas pertenecientes tanto al medio académico de la Universidad de
Guadalajara.
Otros de los destinatarios de la presenta investigación serán personas mayores de
65 años, 20 personas en total; 8 de ellas usuarios en Pensiones del Estado y 12
usuarios del Dif Jalisco, que cuales acudan de forma habitual a realizar
actividades a la Universidad no formal para la Tercera edad.
Y por último, 10 profesionales que trabajan con personas mayores. Las encuestas
se aplicarán a un médico, una enfermera y una trabajadora social del CADIP, y de
Pensiones Del Estado, a la Gerente, terapeuta ocupacional (gericultista) y
enfermera de la Estancia de día Plenitud de Vida, al médico de atención primaria
de la misma dependencia a la persona responsable Administrador y a un auxiliar
de enfermería de la residencia de personas mayores de la Casa de Descanso Ma.
Concepción Jiménez.

RECURSOS FINANCIEROS
PAPELERIA Y COPIAS 1,000.00
TONNER 2,000.00
Viáticos: COMBUSTIBLE ZONA METROPOLITANA 2,000.00
PASAJE TERRESTRE NACIONALES E INTERNACIONALES 5,000.00
EQUIPOS MENORES DE TECNOLOGÍA 4,000.00
TOTAL 14,000.00

CRONOGRAMA

ACTIVIDAD Abr May Juni Julio Agos Sept. Nov. Dic. Enero
il o o 2020 2020 2020 2020 2020 2021
202 202 2020
0 0
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Aplicación x x
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Actividades de enero a diciembre de 2020

Activida Febre Marzo Abril Mayo Junio Julio Agos Sept octu
d ro 2021 2021 2021 2021 2021 2021 2021 bre
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mbre 2021 o
2021 2022
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ón

BIBLIOGRAFÍA
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abandono. Editorial Espacio. Bs. As.
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interdisciplinario de la intervención profesional. Espacio. Bs. As.
- Hidalgo, Jorge: (2001) El envejecimiento. Aspectos sociales. Ed. De la
Universidad de CostaRica. Costa Rica.
- - Melillo, Aldo; (2004) Suárez Ojeda, Elbio Néstor; Rodríguez, Daniel: Resiliencia
y subjetividad. Los ciclos de la vida. Paidós. Bs. As.
- Minor, Leonardo; (2007) Kaemppffmam, Graciela: La problemática del anciano
institucionalizado.
- Piña Morán, Marcelo: (2004) Gerontología social aplicada. Visiones estratégicas
para el TrabajoSocial. Editorial Espacio. Bs. As.
- Quintero Velásquez, Ángela María: (1997) Trabajo Social y procesos familiares.
Lumen Humánitas. Bs. As. 2ª. Reimpresión.
- Quintero Velásquez, Ángela María: (2004) El Trabajo Social Familiar y el enfoque
sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As. 2ª. Reimpresión.
-Quintero Velásquez, Ángela María: (2007) Diccionario especializado en familia y
género. Lumen Humánitas. Bs. As.
- Sánchez Salgado, Carmen Delia: (2005) Gerontología social. Editorial Espacio.
Bs. As. 1ª. Reimpresión.
- Salvarezza, Leopoldo: (2002) Psicogeriatría. Teoría y clínica. Paidós. Psicología
Profunda. Bs. As.
- Zolotow, David Mario : (2002) Los devenires de la ancianidad. Lumen Humánitas.
Bs. As.
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NOTAS
-1- Salvarezza, Leopoldo: (2002) Psicogeriatría. Teoría y clínica. Paidós.
Psicología
Profunda. Bs. As. Pág. 24.
-2- Quintero Velázquez, Ángela María: (2007) Diccionario especializado en familia
y género. Editorial Lumen Humánitas. Bs. As. Pág. 59.
-3- Knopoff, René; Santagostino, Lucila; (2004) Zarebski, Graciela: Resiliencia y
envejecimiento en Melillo, Aldo; Suárez Ojeda, Elbio Néstor; Rodríguez, Daniel:
Resiliencia y subjetividad. Los ciclos de la vida. Ed. Paidós. Tramas sociales. Bs.
As. Capítulo 11. Pág. 218.
-4- Carballeda, Alfredo: (2007) La intervención en lo social. Paidós. Tramas
Sociales. Bs. As. 3ª. Reimpresión. Pág. 93
-5- Quintero Velásquez, Ángela María: (2004) El trabajo social familiar y el enfoque
sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As. Pág. 29.

BIBLIOGRAFÍA
- Barg, Liliana: La intervención con familia. Espacio. Bs. As. 2000.
- Carballeda, Alfredo : La intervención en lo social. Paidós. 2007. 3ª. Reimpresión.
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Espacio. Bs. As. 2007.
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intervención
profesional. Espacio. Bs. As. 2001.-
Hidalgo, Jorge: El envejecimiento. Aspectos sociales. Ed. De la Universidad de Costa
Rica. Costa Rica. 2001.
- Melillo, Aldo; Suárez Ojeda, Elbio Néstor; Rodríguez, Daniel: Resiliencia y subjetividad.
Los
ciclos de la vida. Paidós. Bs. As. 2004.
- Minor, Leonardo; Kaemppffmam, Graciela: La problemática del anciano
institucionalizado.
-Piña Morán, Marcelo: Gerontología social aplicada. Visiones estratégicas para el Trabajo
Social. Editorial Espacio. Bs. As. 2004.
-Quintero Velásquez, Ángela María: Trabajo Social y procesos familiares. Lumen
Humánitas. Bs. As. 1997. 2ª. Reimpresión.
-Quintero Velásquez, Ángela María: El Trabajo Social Familiar y el enfoque sistémico.
Lumen Humánitas. Bs. As. 2004. 2ª. Reimpresión.
- Quintero Velásquez, Ángela María: Diccionario especializado en familia y género. Lumen
Humánitas. Bs. As. 2007.
- Sánchez Salgado, Carmen Delia: Gerontología social. Editorial Espacio. Bs. As. 2005.
1ª. Reimpresión.
- Salvarezza, Leopoldo: Psicogeriatría. Teoría y clínica. Paidós. Psicología Profunda. Bs.
As. 2002.
- Zolotow, David Mario: Los devenires de la ancianidad. Lumen Humánitas. Bs. As. 2002.
NOTAS -1-
Salvarezza, Leopoldo: Psicogeriatría. Teoría y clínica. Paidós. Psicología Profunda. Bs.
As. 2002. Pág. 24.
-2-
Quintero Velázquez, Ángela María: Diccionario especializado en familia y género.

16
Editorial Lumen Humánitas. Bs. As. 2007. Pág. 59.
-3-
Knopoff, René; Santagostino, Lucila; Zarebski, Graciela: Resiliencia y envejecimiento en
Melillo, Aldo; Suárez Ojeda, Elbio Néstor; Rodríguez, Daniel: Resiliencia y subjetividad.
Los
ciclos de la vida. Ed. Paidós. Tramas sociales. Bs. As. 2004. Capítulo 11. Pág. 218.
-4-
Carballeda, Alfredo: La intervención en lo social. Paidós. Tramas Sociales. Bs. As. 2007.
3ª. Reimpresión. Pág. 93
-5-
Quintero Velásquez, Ángela María: El trabajo social familiar y el enfoque sistémico.
Lumen Humánitas. Bs. As. 2004. Pág. 29_

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