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Príncipe. » l.

Genevieve Hell
Prólogo

Estaba haciendo un gran esfuerzo por contener el llanto. Sentía la mandíbula tensa y una
dolorosa opresió n en la garganta que desembocaba en su pecho, y el montó n de ojos fijos
en su espalda. La humillació n pesaba cruelmente sobre el omega de ojos verdes mientras le
sostenía la mirada al alfa sentado en aquel trono. Su padre, el dirigente del reino, y el
hombre que justamente lo estaba negociando como un pedazo de carne que serviría como
ofrenda de paz tras una guerra perdida.

—No hay forma de que sirvas de algo en esta corte, muchacho —sentenció el rey Desmond,
sin piedad alguna a pesar de que estaba hablando de su hijo menor, frente a todos los lores
y caballeros de la guardia real. En presencia de sus hermanos mayores: Damon y Gemma.
Su padre sí los llamaba a ellos príncipes. Porque Damon era un fuerte alfa que podría
gobernar una vez que el viejo rey muriera, y Gemma una digna beta que podría tanto
heredar el trono como procrear niñ os fuertes que crearían alianzas con otras casas del
reino. Mientras que él só lo era Harry, el hijo omega que el rey repudiaba, el que no daba
ningú n fruto en las clases de combate, al que los hombres no miraban con respeto y que
prefería la compañ ía femenina porque así no se sentía amenazado.

Harry apartó los ojos por un momento a la derecha del rey, donde un trono má s pequeñ o y
sencillo yacía vacío. Su labio inferior tembló y tuvo que morderlo con fuerza para no soltar
un sollozo. Bajó la mirada y sus rizos castañ os le ayudaron a que pudiera barrer con
disimulo una solitaria lá grima que no logró la mitad del recorrido por su mejilla.

Si tan só lo su dulce y bondadosa madre estuviera viva, nada de esto estaría pasando. Su
padre no se hubiese inundando en la amargura por el luto, y quizá los comentarios de sus
ambiciosos consejeros no hubiesen calado en su mente. El reino no estallaría en guerra en
otro fallido intento por conquistar el continente vecino. No lo lograron en las dos guerras
anteriores durante treinta añ os, y no lograron esta vez tampoco.

Y ahora tenían que dar algo a cambio de las molestias por las guerras y conflictos que
ocasionaron.

Algo ademá s del dinero que se entregó en parte para cubrir dañ os.

Querían a alguien de la familia real. Y el má s prescindible era, por supuesto, Harry. Estaba
seguro que, de no ser por el amor y respeto que el rey Desmond tenía para con la difunta
reina Anne, Harry habría sido declarado bastardo apenas murió su madre. Pero, entre toda
la crueldad de Desmond, este jamá s mancharía la memoria de su querida esposa.
—Padre… Por favor —suplicó el pequeñ o rizado. Apenas estaba por cumplir los diecisiete
añ os, si no se sentía seguro en su propio hogar, en un reino extranjero se lo comerían vivo
—. Debe existir algú n escape de esta condició n… Yo —titubeó , porque el murmullo de toda
la corte, en total reprobació n, lo cohibió , pero la mirada de desagrado de su padre fue peor
—, no tengo a nadie en Aurea…

—¡Crío insolente! —bramó el rey, haciendo que todos callaran, y que los hombros de Harry
se sacudieran con miedo—. No eres capaz de hacer nada, escucha bien: ¡Nada por este
reino si permaneces en mis dominios! —expresó con furia, las venas de su cuello
saltá ndose por la fuerza de su voz—. No puedes heredar, nadie en Vitrum Maritima quiere
los hijos que puedas engendrar, si es que al menos para eso sirves —apuntó con una mueca
de asco, y el pequeñ o muchacho buscó por un segundo el apoyo de sus hermanos. Pero
Damon lo miró con superioridad, totalmente de acuerdo, y Gemma só lo contuvo las
lá grimas igual que él, tocá ndose el vientre del cual só lo una diminuta curva evidenciaba un
embarazo. Para cuando Harry volvió la mirada a su padre, no pudo frenar las gotas saladas
que resbalaron por su rostro.

—Piedad, padre… Por favor, se lo ruego —balbuceó , con la voz quebrada y lenta por el
llanto. ¿Por qué quería deshacerse de él? Cuando podía entregar a alguna de sus primas o
tías, cualquier noble.

—¡Calla de una vez, no tienes opinió n en los asuntos del reino! —gritó , y junto a eso golpeó
el puñ o contra el trono—. De estas puertas vas a salir cuando se alce de nuevo el sol, y tú
vas a decidir si lo haces como el futuro consorte del hijo mayor de la casa Tomlinson, o
como carne para los sabuesos —decretó , y con un ademá n dio por terminada esa sesió n—.
Entonces, largo de mi vista, tengo un reino que atender.

La molestia del rey aumentó visiblemente cuando vio a su hijo menor desplomarse de
rodillas. Pero los guardias fueron rá pidos y lo tomaron sin cuidado de los brazos, para así
sacarlo de la sala del trono.

—♕—

Gemma le acariciaba el cabello mientras Harry lloraba en su regazo. Estaba oscureciendo y


apenas despuntara el alba él tendría que subirse a un navío para viajar por días hasta la
que sería su nueva cá rcel. Si su familia lo había repudiado por añ os, no podía imaginarse
có mo sería tener que vivir a la merced de extrañ os. Estaban recogiendo sus cosas
personales, ya no quedaba casi nada en la habitació n que pudiera justificar que él alguna
vez vivió ahí.

—D-Damon m-me di-dijo… —Lloró , ahogá ndose para decir las palabras con la mitad del
rostro apoyado contra la falda de su hermana—, que a los omegas como y-yo só lo los
usan… —Sorbió por la nariz y enfocó los ojos en los de la mujer, que lo miró con tristeza
contenida.
—No, Harry… Padre te envía a casarte —Intentó tranquilizarlo.

—Damon vino a decirme, Gemma… —musitó , con la cara roja y sus bonitas facciones de
niñ o hinchadas por el llanto—, que soy un juguete para los alfas que gobiernan Aurea —
comentó con auténtico miedo—. Que me van a violar y usar para tener hijos que jamá s me
dejará n ver…

Gemma apretó los labios, afectada por la desolació n de su hermanito, y decepcionada por la
maldad de los hombres que se sentaban en el trono. Ella quería creer que no sería así, que
Harry tendría un futuro distinto en el otro reino donde, supuestamente, no
menospreciaban a los omegas varones.

—Ellos no son así, tienen una cultura distinta —Con cuidado, secó las lá grimas entre
caricias a la carita del rizado, arrullá ndolo para que se durmiera y la angustia se apagara
por un momento—. Son una nació n má s inteligente, má s humana… No quieren conflictos,
son guerreros há biles, pero detestan la guerra… Por eso quieren una alianza, por eso
padre… —Harry pareció creerle, porque poco a poco comenzó a calmarse, y todo el
cansancio del día se hizo presente en él. Con una temblorosa mano, acarició el vientre de
Gemma, y un par de lá grimas resbalaron por el puente de su nariz ante el pensamiento de
que quizá jamá s iba a conocer a su sobrino.

—Cuando nazca, ¿podrías enviarme un retrato de él o ella?

Gemma parpadeó , alejando el llanto.

—Por supuesto, hermanito.

Harry asintió , dejando un suave beso allí donde crecía alguien que amaba, pero que aú n no
conocía.

—Y cuando crezca un poco, y comience a parecerse a alguien, pide a un artista que lo


retrate contigo —Los ojos verdes del menor comenzaron a cerrarse—. Quiero tener esa
imagen por siempre. Espero que herede nuestros hoyuelos.

—Cuando esté en edad para viajar, iremos a verte, te lo juro por los dioses —Gemma siguió
acariciá ndole el cabello, y cerró los ojos para memorizar ese tacto que tanto iba a extrañ ar
—. Abel es un buen alfa, como lo será el tuyo, y no me negará el viaje.

—Será s una madre excelente, lo sé. Como lo fue mamá .

El corazó n de la beta se sintió pesado, como si pudiera ahogarla, y cuando bajó la mirada
para replicar hacia tal comentario, su pequeñ o hermano yacía dormido. Se inclinó como
pudo, y besó la mata de rizos castañ os, dejando ir las lá grimas.
Porque era un mundo cruel e injusto para un ser tan indefenso como Harry. Y porque quizá
toda esa seguridad que ella le prometía, no la iba a tener.

Antes de marcharse de la habitació n, pues los malestares de hallarse en estado se lo


exigían, Gemma elevó una plegaria a los dioses del agua que protegían su hogar: Que la vida
de Harry fuese feliz y la casa Tomlinson supiera darle un hogar.

Y si no hay justicia en este mundo y sólo le deparará dolor y desgracia a su pequeño hermano,
que fuese corto y este pueda descansar en paz con la difunta reina.
1. Exilio

EXILIO

¿Hace ruido un árbol al caer si nadie lo escucha?

Despertó antes del alba, con la habitació n vacía y envuelto en el grueso edredó n de su
cama. Por un momento se quedó simplemente quieto, tocando la fá brica de la tela que lo
protegía del frío, tomando un respiro del aroma que se aferraba a su almohada y de có mo
se sentía el colchó n bajo su cuerpo. Había vivido en esa habitació n por añ os, toda su vida.
Allí su madre le contaba historias de guerreros y magos, de viajeros que descubrieron el
mundo. Lo abrazaba con amor y cantaba una suave canció n para ayudarle a dormir. Los
cojines apilados en una esquina, cerca del balcó n, olían a ella, estaban impregnados con su
perfume y a veces Harry prefería dormir ahí, de manera que pudiera soñ ar con ella y volver
a los días donde no era tan repudiado en el castillo. Ahora iba a perder eso, porque só lo lo
que empacaron la noche anterior sería el equipaje que viajaría con él.

Ya no tenía nada de su mamá , y la idea le hizo soltar una lá grima.

Salió de la cama, sabiendo que ningú n sirviente iría a ayudarlo esa madrugada. Hacía
mucho frío para tomar un bañ o, así que utilizó sus fragancias para tener algo de aseo y
vistió –para animarse un poco, quizá — su tú nica preferida color esmeralda. Le daba brillo a
su piel y resaltaba sus ojos. Pero no era como si nadie má s que Gemma y él lo apreciaran.

Del escritorio de caoba tomó un pequeñ o libro de tapa de cuero, tenía las hojas en blanco
porque iba a utilizarlo como diario durante el viaje, pero como tenía prohibido llevarse
algo má s, lo escondió bien entre sus ropas, junto a una pluma y un tarrito de tinta sellado
con cera, que ocultó en la bolsita colgada en el cinto de su pantaló n.

Harry sabía que una vez se subiera a ese barco, no le iba a importar realmente a nadie. Que
no era má s que una mediació n política y si algo aprendió durante la guerra pasada –
escuchando a escondidas a su padre y hermano discutiendo en los pasillos— era que las
condiciones siempre podían cambiar. En cualquier momento, estallaba una guerra y él no
sería má s que un rehén. En unos meses, el alfa al que será entregado, podría querer a una
bonita omega de la cual sí quisiera presumir; y lo dejaría en el olvido o como un esclavo.
Harry temía quedarse en el olvido, y por eso pretendía documentar todo lo que le sucediera
desde el momento que zarpe el barco y se convierta en un exiliado.

Porque al menos alguien debía encontrar sus recuerdos y de esa forma… Así podría
justificar que vivió y sufrió su existencia.

Desde que comenzó a vestirse escuchó el ruido colá ndose por la ventana. La tripulació n
que lo iba a transportar ya debía estar terminando de prepararse en el muelle. ¿Habrían
buscado un sacerdote para bendecir el viaje?

Las manos le temblaron, porque ahora había ruidos de movimiento en el pasillo y sabía lo
que eso implicaba.

Venían los guardias.

Tomó un profundo respiro, se dio la vuelta y enfrentó la puerta con una expresió n que
esperó fuera serena, que disimulara có mo le temblaba todo el cuerpo ante la idea de estar
rodeado durante días por desconocidos.

Dos fuertes golpes, firmes contra la puerta, lo sobresaltaron.

—Sí… Adelante —balbuceó , carraspeando luego para aclarar la duda en su voz.

Dos guardias, con pasos pesados por las armaduras y una lanza en cada mano diestra, lo
miraron sin expresió n alguna. El má s alto alzó un poco la barbilla antes de hablar:

—Se nos ha encomendado escoltarlo hasta el muelle. Su hermano, el príncipe Damon, lo


espera en la puerta norte del castillo para despedirlo.

El omega frunció un poco las cejas, confundido por aquello; Damon lo veía como menos que
un sirviente.

—Pero, ¿Y la princesa Gemma? Mi hermana, ella…

—Su majestad el rey exigió que no se perturbara el sueñ o de la princesa —sentenció el


guardia—. Haga el favor de salir, la tripulació n está lista.

Y no le quedó de otra al pequeñ o que obedecer, mover un pie tras otro y pasar junto a los
guardias, sin poder darle un ú ltimo vistazo a sus aposentos. No se atrevió a pedirles un
segundo para ello, nadie en el castillo era paciente con él, menos los de la Guardia Real. Si
bien no podían ultrajarlo, menos ahora que lo enviaban de regalo para un país vecino,
había sentido la fuerza de su agarre.

En má s de una ocasió n, había tenido marcada en los brazos la gruesa mano de un guardia,
formado cardenales a base de empujones; por lo que mantuvo un paso firme entre ambos
hombres. Uno caminó detrá s de él, por si intentaba escapar, y el otro lo guío por un ala del
castillo que no conocía.

Cada vez estaba má s oscuro, y Harry rezó por que no tropezara y esos dos gigantes lo
levantaran a golpes. Para cuando no podía ver ni su propia mano frente a él, una gran
compuerta se abrió , y el heredero del reino estaba al otro lado. La brisa marina le sacudió
el oscuro cabello, y aunque tenía visibles rastros de una noche interrumpida, mantuvo una
gran sonrisa en el rostro.

—Hermanito —dijo con furor—. Vengo a darte el honor de una despedida.

—♕—

Antes, su madre solía decir que Damon y Harry algú n día serían como dos gotas de agua.
Ambos con ese frondoso cabello oscuro que otorgaba belleza a su rostro, las facciones
marcadas, una boca bonita y ojos expresivos. Só lo que donde los orbes de Harry eran como
la esmeralda, cá lidos y serenos; los de Damon eran grises, glaciales y burlistas. Harry se
sentía intimidado siempre que caminaba cerca del príncipe heredero. Se sentía como nada,
como algo menos, el objeto de todas las comparaciones que la gente de la corte y los
sirvientes siempre sacaban. Sin embargo, eso quedaba en segundo plano, porque estaban
paseando por el camino que llevaba al muelle.

El pequeñ o rizado llevaba cuatro añ os sin salir del castillo, porque segú n el rey, era una
vergü enza.

Estaba contemplando los frondosos á rboles, las pequeñ as flores que crecían a través de las
grietas del pavimento y las flotas que pertenecían a la capital, los comerciantes y el ejército
de su padre.

—Si en algo aprecias tu vida, deberías prestar atenció n a mis palabras. —escupió con
desdén Damon, interrumpiéndolo. El menor se sonrojó por el bochorno y se mordió el
labio.

—Lo siento, tenía mucho tiempo sin salir y…

Damon alzó una oscura ceja hacía él, y chasqueó la lengua.

—Lo cierto es que… Sí. Deberías aprovechar para grabar la ciudad en tu memoria. —
Asintió el mayor, y bufó con una pequeñ a sonrisa—. Es muy probable que nunca má s
vuelvas, al menos no con vida.

Un escalofrío recorrió al muchacho y sus ojos verdes se abrieron con absoluto terror.

—¿Q-Qué? Padre dijo…


—Harry… Harry —canturreó con burla—. El rey no pretende que vuelvas a menos que sea
en una tumba, y porque es tradició n que seas enterrado en la cripta de la familia…

—¡Damon, basta! —gritó con verdadero pá nico, pero enseguida se arrepintió , porque se
suponía que no debía faltar el respeto de esa manera a un alfa—. Por favor… Lo siento.

Pero esa insolencia no pasaría por alto, y Damon lo tomó fuerte del cabello que se
enroscaba en su nuca, costá ndole a Harry un chillido.

—¿Quién infiernos te crees, pequeñ o bastardo inservible? —masculló , con la mandíbula


tensa y una mirada que podría matarlo—. De no ser porque ya está s negociado, te ahogaría
en el mar. Justo ahora.

—Lo siento —musitó agitado el menor, con los ojos muy cerrados, a un milímetro de tomar
la mano de su hermano mayor para que disminuya la presió n que le hacía dañ o, pero sabía
que podría ganarse una bofetada por eso. Así que só lo esperó , hasta que Damon se calmó , y
lo dejó ir.

—En fin. Só lo voy a asegurarme que vas a cumplir con tu deber en Aurea. —Se habían
detenido, así que retomó el paso—. Las casas de esa nació n quisieron humillarnos tras
ganar la guerra, exigiendo a alguien de la familia real —Una traviesa sonrisa partió los
labios de Damon—. Pero claro que eso no va a pasar, vamos a enviarte a ti. En fin… Hay dos
príncipes y una princesa. Claramente tú no funcionas para desposar a una mujer. Uno de
ellos está ya casado, y el otro es el ú nico candidato.

Cada vez estaban má s cerca del barco, Harry pudo ver cuá n grande era. Por lo que sabía de
sus libros de geografía, tardaría un mes en llegar a su pró ximo destino.

Miró a su hermano mayor, mientras jugueteaba con las mangas de su tú nica.

—É l… Es… ¿Es un alfa?

—Ya desearías un beta enclenque, ¿verdad? Mala suerte, hermanito. Es un alfa, y oh, que
tiene una fama terrible…

Harry negó , con una “O” formá ndose en sus rosados labios.

—Gemma me dijo que en Aurea son gente buena…

—¡Patrañ as! Son unos animales, viven de combate en combate. Esos príncipes está n
sedientos de sangre… Son unos salvajes, guerreros.

Por eso ganaron la guerra, pensó Harry mientras tragaba grueso, por eso las tropas de su
padre se redujeron en casi su totalidad.
Damon señ aló el navío una vez estuvieron sobre el muelle. De la rampilla de este bajaba
otro alfa, el pequeñ o lo supo por el fuerte olor que se sintió incluso por encima del mar,
tenía el cabello oscuro y corto, con una tupida barba y sonrisa socarrona.

No le gustó ni un poco.

—Benjamin Winston va a llevarte hasta tu primera escala, donde la gente de Aurea te va a


recoger —anunció Damon en un suspiro—. É l transporta soldados y mercenarios hasta
Raccoon.

Aunque un príncipe no tenía por qué inclinarse frente a un comerciante para la isla de los
esclavos, Harry hizo una pequeñ a inclinació n de cabeza en señ al de respeto.

—É l va a enseñ arte —continuó Damon—, el có mo los guerreros y mercenarios tratan a sus


omegas.

—En efecto —añ adió Winston, con una asquerosa mueca de diversió n, mientras tomaba a
Harry del brazo, que simplemente estaba descolocado. Era ingenuo, sí. Jamá s había tenido
ni un solo amor furtivo de adolescente, también; pero su hermana y madre lo educaron lo
mejor que pudieron. Y él sabía, temía, lo que pretendían hacerle en ese barco para
“instruirlo”.

—¡Hermano…!

Hizo un intento de huir, pero los guardias le cerraron el paso con sus escudos, y el
comerciante lo tomó de los hombros, arrastrá ndolo consigo bajo la divertida mirada del
príncipe mayor.

—Te estoy haciendo un favor con este arreglo, hermanito. —aseguró , cruzando los brazos
mientras Harry era ingresado a la fuerza en el barco—. Tienes que aprender a ser una
buena puta, de lo contrario, van a matarte en aquel sitio caliente.

Lo ú ltimo que vio de su hogar, del lugar donde nació antes de que las compuertas se
cerraran y las ó rdenes de los marineros para zarpar se hicieran presentes, fue la cruel
expresió n de su hermano.

—♕—

Benjamin lo llevó sin cuidado a través de pasillos, demasiado deprisa para poder
memorizarlos y encontrar un camino de regreso. El navío era gigante porque transportaba
mercancía, cosas y personas; hacía diez minutos que ya navegaban.

—Bien, muchacho bonito. Así está n las cosas. —Abrió una puerta y lo empujó dentro. Harry
enseguida corrió a una esquina, lo má s lejos de él.
Como si ayudara en algo.

—No me toque. ¡N-No m-me…!

—Calla, o te daré motivos para gritar sobre tus rodillas.

Y la amenaza caló hondo, porque el pequeñ o rizado só lo se hizo má s diminuto en esa


esquina.

—Siempre entrego mi mercancía en perfectas condiciones… Tú vas prometido como un


matrimonio, así que… —A grandes zancadas fue hasta él, y lo apretujó con brusquedad
contra su cuerpo—. Podemos tocar aquí —señ aló , manoseando las nalgas de Harry,
sacá ndole un respingo—, pero no podemos hacer mucho por aquí… —Añ adió , delineando
con dos dedos la rendija en el trasero del niñ o—, porque tienes que llegar virgen y todo ese
cuento.

Harry soltó un chillido histérico. No quería esas sucias manos sobre él, pero al encontrarse
entre la pared y el alfa, no pudo moverse.

Pero algo de lo que dijo era cierto, y creyó que podría defenderse con eso.

—Déjeme… Salga de aquí. No me toque, tengo que seguir ca-casto para el príncipe.

—¡El príncipe! —Se mofó , y separó con brusquedad las piernas de Harry, frotando la
rodilla contra su entrepierna—. El príncipe estará encantado que te entreguemos ya
adiestrado y sumiso.

—No, no, no… ¡No!

Entonces supo que hizo mal, que no debió gritar.

El alfa se alejó , y por un momento pudo llenar los pulmones de aire limpio de ese fuerte y
asqueroso olor. Pero enseguida la calma se fue. La gran mano del hombre se estampó
contra su mejilla, y fue tan fuerte que lo hizo trastabillar y caer de rodillas.

—Niñ o, aquí vas a aprender que hay muchos golpes que sanan sin dejar evidencia.

En el suelo, recién lo comprobó , sus encías sangraban por el golpe.

Quería que lo dejara ahí sollozando y marchara, pero no fue así. Una vez má s tiró de sus
rizos con violencia y le hizo estar sobre los pies. El alfa pegó su pecho a la espalda del
menor, restregando su erecció n contra el trasero del omega. A su vez, lo tomó del cuello y
pellizcó uno de sus pezones por sobre la ropa.
De nuevo estaba llorando esa mañ ana y Harry soltó un gemido lastimero: de miedo,
repulsió n y angustia. Pero el tipo lo tomó como otra cosa, como uno de satisfacció n.

—Así, niñ o. Sumiso, entregado al alfa. —dijo con el asqueroso aliento sobre su oreja. Se
escuchó mucho ruido, gente caminando fuera, y Winston soltó a Harry sobre la cama.

—Ya seguiremos charlando, el deber llama —lamentó , con una mirada lasciva—. Pero los
Tomlinson estará n contentos contigo, omega.

Tras esa afirmació n, abrió la puerta para salir, cerrando luego con llave.

Harry se quedó en la cama, y poco a poco se volvió un pequeñ o bulto de rodillas encogidas
contra el pecho, mientras las lá grimas rodaron por sus mejillas.

No sabía a quién rezar por piedad.

No tenía a quién abrazar para sentirse mejor.

Las sensaciones siguieron palpitando dondequiera que fue tocado, y se sintió sucio.

—Mamá … —sollozó contra la almohada—, Gemma… Esto es demasiado.

Cuatro semanas en ese sitio, cuatro semanas con ese alfa, y quién sabía si otros acosá ndolo.
Si salía vivo de ello, igual le esperaba alguien mucho peor: Tomlinson.

Hasta la pró xima.


2. Cautiverio

No puedes despertar, este no es un sueño. No eres más que una máquina, no un ser humano.

Aquel primer par de días amenazó con destruir los nervios de Harry, hasta el punto de la
paranoia. Aun cuando su ú nico escape a todo lo que estaba pasando era dormir, no podía
hacerlo pues temía que en cualquier momento ese apestoso y pesado alfa apareciera en su
puerta y le pusiera las manos encima. En dos días no había dejado que nadie entrara a la
habitació n, e incluso se resfrió porque utilizó toda el agua del bañ o adjunto para quitarse
de encima el olor ajeno, y estaba helada. En las pocas horas que el sueñ o lo venció , alguien
se las arregló para meter una bandeja con agua y pan, y dejarla sobre la mesa. No dejó
ningú n olor fuerte, y Harry sospechaba que se trataba de algú n omega.

Si bien sus días en el castillo eran solitarios y callados, encerrado tomando lecciones o
leyendo, por las tardes siempre tenía la compañ ía de su madre, y luego de la muerte de
esta, la de su hermana.

Tras esos dos días, ya tenía claro que no era una pesadilla, no iba a despertar en la
recá mara del castillo.

Y lo má s terrible –pensó mientras era una bolita de frazadas y ropa arrugada en la cama—
era que, de volver a su hogar, sería peor.

—♕—

La puerta se abrió , pero sin el estruendo ni el olor que le advertían a Harry que podría ser
un alfa. Por el umbral cruzó un muchacho delgado, como él, de cabello liso con algunas
ondulaciones y color como la miel bajo el sol. Sus ojos eran una llamativa combinació n
entre el verde y el á mbar. Su olor era tenue y dulce, y Harry pudo respirar tranquilo porque
sabía que era un omega, como él.

—Está despierto, príncipe —musitó el muchacho, y alzó un poco la bandeja que tenía en las
manos, para justificar su presencia.

Só lo entonces Harry notó como tenía las manos cerradas con fuerza sobre la cama, con las
piernas tensas listas para saltar. Cuando intentó hablar, sintió la garganta oprimida, así que
tuvo que carraspear.

—No soy un príncipe —respondió , su voz sonó gangosa y rara, tenía má s de un día sin
hablar y sentía la garganta rasposa por el resfriado.

El joven ladeó la cabeza, algo confundido, y pasó el peso del cuerpo de un pie al otro.

—Ah, ¿no? Creí… En el barco dicen…


—Pue… ¿Puedes, por favor, entrar y cerrar la puerta? —preguntó con nerviosismo,
imaginando que algú n alfa podría entrar.

El chico asintió , cerró la puerta con una patada y avanzó con cautela hasta que pudo dejar
la bandeja de comida sobre la cama. Harry notó que esta vez no era só lo pan, tenía queso,
uvas y un vaso de leche. Su estó mago rugió , porque en el castillo nunca le faltaron sus tres
comidas y todas las meriendas que pedía. Desde que llegó al barco só lo había comido dos
veces.

—Gracias… —Dejó la frase en el aire, pues no sabía el nombre del muchacho. A la vez tomó
una hogaza de pan y la mordió con cuidado.

—Ashton, mi maestro. —respondió animado cuando captó el gesto, como si estuviese feliz
de servirle, lo que le sacó una mueca extrañ a a Harry—. Ash.

—Ash, me gusta.

En el castillo, le enseñ aron que la servidumbre no se mezclaba con la corte y la realeza,


pero Harry se sintió muy solo y este omega era la ú nica compañ ía grata que parecía habitar
ese barco.

—¿Por qué no tomas asiento conmigo, Ash? —Tanteó la preguntó , mientras comía una uva.

—Me ordenaron que me quedara hasta que la bandeja esté vacía, mi maestro.

—Entonces voy a comer muy lento, ven siéntate. —Insistió el rizado, y le ofreció una de las
frutas. Esbozó la primera sonrisa genuina desde hacía varias semanas cuando la cama se
hundió bajo el peso ajeno.

—Muchas gracias, mi maestro. —Sonrió Ashton, tomando la uva y tardando só lo un


segundo en comerla.

—Mi lord —musitó Harry, antes de levantar la taza de leche.

—¿Perdó n? —Ash alzó las cejas, sorprendido, como si esperara un reclamo.

—En las tierras de donde tú vienes… Dicen a sus superiores ’maestro’. Pero aquí hay
señ ores y lores. Así que la expresió n adecuada cuando está s con alguien relacionado a la
realeza es ’mi lord’ —explicó , estirando un poco los labios—. ¿Siempre vas a traerme la
comida?

—Sí, mi maes… —Se detuvo cuando vio có mo Harry alzó un poco la ceja—, eso creo, mi
lord. Benjamin quiere que esté sano y…

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Harry, y la taza que tenía apenas dos dedos de
leche cayó de sus manos. Afortunadamente el desastre se limitó a la bandeja, y unas gotas
furtivas que se prendieron de la ropa de ambos.
Su estó mago se cerró como un saco de arpillera recién atado. Sintió su cuerpo helarse y
Harry estuvo seguro que su corazó n amenazaba con abrirse paso en su pecho.

—… ¡No se preocupe, yo levanto esto! —aseguró el sirviente que pronto puso todo en
orden. Pero Harry se bajó de la cama, con las piernas temblando a cada paso y con la
sensació n de que iba a vomitar lo que acaba de consumir. Dobló el cuerpo, e hizo el sonido
de una arcada. Pero unas manos amables y suaves lo tomaron de los hombros.

—Tiene que respirar… —Le indicó , posá ndose luego en su campo de visió n—. Si se
enferma será peor, mi lord.

En el rostro preocupado, pero firme de Ashton, se reflejó la comprensió n. É l al ser un


omega podía entender perfectamente lo que le ocurrís a su cuerpo en reacció n al miedo, y
hasta ponerle un nombre.

—No, puedo, ese alfa… ¡É l quiere…! —Harry estaba histérico, sentía de nuevo las manos
sucias sobre él, el sudor ajeno pegá ndose a su piel haciéndolo apestar.

El entendimiento cruzó las facciones de Ashton, con má s gravedad.

—No le hará nada, respire.

—¡No, tú no sabes lo que puede o no! —Sollozó , sin lá grimas, siendo un manojo de nervios.

—Cualquier cosa de lo que le amenace, no lo hará . No va a consumar nada —Afirmó Ash,


frotando los hombros de Harry con cuidado, con una mirada resignada, que el rizado no
comprendió .
—¿Có mo lo sabes…? É l me tocó , y cuando quise huir me…

El sirviente volvió a negar.

—Porque yo soy… —Tensó los labios en una fina línea, y bajó la mirada—. Yo soy el ú ltimo
omega que compró Benjamin en el mercado de esclavos, mi lord —Só lo entonces Harry
entendió la mirada de resignació n de Ash—, mientras me tenga a mí para consumar sus
deseos, no le hará nada. Ademá s, este es un barco que transporta soldados a las Ciudades
Autó nomas… Está lleno de omegas como yo, para el disfrute de los alfas.

La boca de Harry se abrió varias veces, y la empatía por el joven sirviente explotó en él.
Había quienes estaban en una peor situació n que él, y seguían de pie. É l no podía ser la
excepció n, no era justo.

—¿Abusó de ti? —preguntó bajito, un manto de confidencialidad cerniéndose sobre ambos.

Ashton seguía sin mirarlo, y Harry no quiso obligarlo a que lo hiciera.

—Antes sí… Ahora yo no lo llamaría así. —Se mordió el labio inferior, y tomó mucho aire—.
Al principio peleaba y pataleaba, pero eso hacía las cosas peor: que fuese má s violento, que
los golpes cayeran con má s fuerza… Ú ltimamente, só lo se lo permito.

Las arcadas siguieron en el estó mago de Harry, pero él quería ser valiente y aguantar. Un
poco dudoso, asintió , y rodeó con sus brazos a Ash. Por lo que parecía, tenía un alma que lo
entendía Ashí.

—No es justo… Lo siento. —La voz de Harry salió estrangulada.

—Está bien.

—Al contrario, no. —Ahora fue él quien tomó al sirviente de los hombros, y le miró ,
incrédulo—, ¿No pensaste escapar en un puerto, saltar al mar?

Ashton le dedicó una triste sonrisa, y negó .

—¿Qué futuro me traería eso, mi lord? —respondió con otra cuestió n—. Cualquier
marinero puede atraparme y hacer algo peor con mi cuerpo, escapar suena bien, pero… La
supervivencia es instintiva, no ló gica. Benjamin me usa, sí. Pero só lo él… Los demá s omegas
que tiene los presta a cualquier alfa en este barco que se encuentre en celo.

—♕—

Luego de comer y limpiar el desastre de la cama, Ashton ayudó a Harry a tomar un bañ o
caliente, colocarse ropa limpia y buscó en la cocina un té que lo ayudara a combatir los
síntomas del resfriado. Pero quizá la mejor medicina para el rizado, fue poder hablar con
alguien sin miedo. Le contó de có mo era su vida desde que tiene memoria. Sobre Gemma, la
reina Anne y como siempre se sintió distante del Rey Desmond y su hermano mayor,
Damon.

—Iba a tener un gemelo —soltó Harry, mientras ambos estaban apoyados contra la pared
del camarote, viendo las ondulaciones del mar.

Ash só lo lo miró , sin saber muy bien qué decir. De los sitios bajos donde él creció , era
normal perder bebés en sus primeros días de vida, o niñ os. No pensó que tal cosa pudiera
suceder a la realeza, así que tan só lo miró a Harry, para que siguiera hablando.

—La nodriza le contó a Gemma que, al momento del parto, yo tardé mucho en nacer… Y
cuando por fin estuve fuera y me lavaron para examinarme, mi madre continuó en labor
para traer a mi hermano. —Las comisuras de sus labios se fruncieron un poco hacia abajo
cuando hizo una pausa—. Pero algo salió mal, y mi hermano se asfixió en algú n punto del
alumbramiento. Iba a llamarse Edward.

—Traer dos niñ os al mundo a la vez… Debió ser un embarazo complicado, mi lord —
comentó en voz baja el sirviente, tratando de disipar la culpa que, se imaginó , sentía Harry
por eso.

—A los ocho añ os, presenté mis primeras feromonas… De omega. Mi padre se enojó tanto…
Con un hijo alfa y una princesa beta, ¿Por qué los dioses lo castigaban con la vergü enza de
un hijo omega? Dijo que seguramente el gemelo que no logró nacer a tiempo por “mi culpa”
estaba destinado a ser un verdadero alfa —dijo con la mirada distante en el mar—. Desde
ese día, por respeto a mi madre, seguí en la corte, pero nadie volvió a insinuar que era un
príncipe del trono del rey Desmond.
El silencio volvió a instalarse entre ellos tras ese relato. Y creyeron que era mejor así,
disfrutar la frá gil calma que uno regalaba al otro.

Hasta que finalmente se acabó .

Benjamin Winston no tardó en aparecer de nuevo.

—♕—

Era casi imposible para Harry ignorar la forma en que la actitud de Ashton cambiaba
cuando Winston estaba a su alrededor. La cabeza gacha, las manos cruzadas al frente del
cuerpo y los pasos só lo unos segundos má s pausados que los del alfa. Apenas lo había
mirado, y só lo por eso el pequeñ o rizado se contuvo de preguntar a dó nde iban, cuá l era el
destino del largo pasillo que cruzaban. Esperó que fuese al exterior, que salieran a la
cubierta del barco porque no había sentido el sol en dos días y quería respirar aire fresco.
Pero no, claramente no se dirigían Allí, porque el piso se inclinaba y entonces Harry se dio
cuenta que iban cada vez má s abajo en la gran embarcació n. Y si algo recordaba bien de sus
clases de historia y guerra, era que abajo só lo se encontraban las celdas y la maquinaria del
barco.

Así que se detuvo, quedando rezagado hasta que los otros dos se dieron cuenta.

—¿Por qué me llevan a la planta subterrá nea? —Demandó saber, con la voz má s firme que
pudo imprimir, manteniendo el cuerpo rígido.

El alfa pelinegro se dio la vuelta, mirando con algo de irritació n al menor, pero luego una
mueca parecida a una sonrisa tomó control de su rostro.

—Se equivoca, pequeñ o lord —siseó , eliminando la distancia entre ambos para tomarlo del
brazo, y arrastrarlo consigo el resto del camino—. Y tú —Gruñ ó al sirviente que los
acompañ aba—, ve a mi camarote y prepara todo como ya sabes. Asegú rate que el vino que
sirvan, sea el que el príncipe Damon nos obsequió .

Harry forcejeó inú tilmente bajo la mirada alarmada de Ash.

—Amo, yo puedo ir con ustedes, lord Harry estará má s có modo si…

Impulsivo y violento, como ya el rizado sabía de primera mano que era ese alfa, vio como
alzaba la mano y la dejaba caer con fuerza en el rostro de Ash, plasmando una gran marca
roja.

—¿Pedí tu opinió n, omega estú pido? —dijo entre dientes el hombre que, cansado del
forcejeo de Harry, le pasó un brazo por el cuello y lo apretó contra sí—. El pequeñ o lord
tiene que aprender, por las buenas o por las malas.

—Señ or… Amo, só l—

—Ashton, como no te largues de una vez, y me dejes hacer mi trabajo, haré que el pequeñ o
lord aprenda sus lecciones por las malas —Amenazó el alfa, apretando el agarre en Harry
como énfasis, haciendo que este intentara arañ arlo para tratar de soltarse—. ¿Fui claro?

Totalmente consiente de lo que eso significa, un escalofrío bajó por la columna de Ashton, y
este asintió .

—¡¿Fui claro?!

Esta vez, ambos omegas temblaron ante la potente voz del alfa. El rizado, menos
acostumbrado a la potente voz de mando, gimoteó .

—Sí, amo.

Y dá ndole una ú ltima mirada a Harry, Ashton regresó por el pasillo casi corriendo.

El pá nico reclamó su lugar en el cuerpo de Harry, nuevamente. Le sudaban las palmas,


estaba helado y quería vomitar. Estar presionado contra el cuerpo del alfa le causaba
repulsió n, y cuando sintió sus labios contra la oreja, sollozó , revolviéndose como pudo.

—Ahora somos só lo nosotros dos, pequeñ o lord.

—♕—

La gran habitació n estaba saturada de olores. Licor, tabaco, sudor, perfume y feromonas,
muchísimas de éstas. Por tanto, las emociones que éstas representan se mezclaban: el
miedo de los omegas, dolor y abandono; el deseo de los alfas, su emoció n y satisfacció n. Por
si no fuera poco, los sonidos no se hacían esperar: gemidos, gritos, gruñ idos, respiraciones
pesadas, golpes, el rechinar de camas y el choque de pieles. Sin embargo, lo peor eran las
imá genes, que por muy dolorosas y perturbadoras, Harry no podía dejar de verlas con una
aterradora fijació n. Winston todavía lo sostenía, y tirando de los rizos le obligó a sentarse
en su regazo, frente a un alfa que claramente estaba siendo muy duro con una omega de
cabello platinado. La muchacha estaba totalmente desnuda, los restos de su ropa eran
jirones sobre sus muñ ecas, y su tembloroso cuerpo se convulsionaba y movía al ritmo de
las fuertes arremetidas del alfa tras ella. Miró a Harry como si este pudiera ayudarla, como
si pudiera evitar que ese terrible hombre la tomara con brusquedad de las caderas para
lastimarla con cada golpe de su entrepierna.

—¿Está s prestando atenció n, pequeñ o lord? —Benjamin le hizo ladear la cabeza, para
poder lamer su cuello—. El príncipe Damon nos ofreció el equivalente a dos bodegas de
vino para darte unas buenas clases —su mano libre paseó por el cuerpo de Harry, delineó
su cintura, rompió el cinturó n de su ropa y coló los dedos entre las telas para tocar su
suave piel—. Y mira lo felices que tiene a todos estos soldados.

—La está lastimando.

Harry dejó en un segundo plano el estar siendo tocado por ese desagradable comerciante,
el que le estaba tirando tan fuerte del cabello hasta hacerle saltar lá grimas. Esa chica estaba
llorando frente a él con una expresió n de agonía porque un alfa la lastimaba sin medidas.

—Eso no es lastimar, pequeñ o lord —Sin cuidado, hizo que viera en direcció n a una de las
esquinas, de donde venían los gritos. Allí, dos alfas estaban sobre un omega poco mayor
que Harry. Uno de ellos le sostenía las muñ ecas contra el piso, y el otro le mantenía las
piernas abiertas mientras se forzaba en su interior. El pobre muchacho se sacudía y gritaba.

—Lo van a matar, ¡Dígales que paren, lo van a matar! —El chillido de Harry apenas se oyó
por sobre los ajenos.

—Mi deber es que seas un omega sumiso como ella —Hizo que viera de nuevo a la
platinada—. Observe, pequeñ o lord, como arquea la espalda. Mire sus piernas, todo
eselubricante que gotea, para que el alfa se pueda deslizar mejor en ella —dio un giro
brusco al cuerpo de Harry y le apretó la cintura.

—Yo no puedo hacer eso, jamá s he tenido un celo, yo… —Claro que sabía de qué iba, pero
no podía obligar a su cuerpo a producir algo que jamá s había experimentado. Así que
procedió a intentar zafarse.

—Es aquí donde inicia mi lecció n, pequeñ o lord.

Harry siguió escuchando los gritos del muchacho a unos metros, que eran cada vez má s
desesperados. Alrededor de ellos, los alfas desocupados se congregaron para ver qué haría
Winston.

—Si me quedo quieto, ¿Puede liberar a ese muchacho?

Los ojos de Winston brillaron con malicia.

—Es mío, no puedo só lo liberarlo.

—Deje que descanse un par de noches, juro por el honor de mi casa, no forcejear.

Las comisuras de los labios del alfa se curvaron, y asintió . Murmuró una orden a uno de los
soldados, y en unos segundos Harry dejó de escuchar los gritos del muchacho cuyo nombre
desconocía.

—Pequeñ o lord, ahora cumpla su punto del trato —Le recordó , y observó con deleite como
Harry tragó grueso; para su placer, el menor dejó colgando los brazos a cada lado del
cuerpo. La acumulació n de tantas feromonas dominantes lo aturdió y asfixió .

El frente de su ropa se rompió con una fuerte sacudida, y aquellas grandes manos
apartaron desesperadas la tela por los hombros. Al estar sentado sobre el regazo del alfa,
Harry sintió el incó modo bulto ajeno crecer contra su muslo, a la par que dolorosos
chupetones se repartían por su pecho, sobre sus pezones y bajaban por su abdomen.

Su piel fue estrujada sin cuidado, su cuello mordisqueado con gula, porque Benjamin no era
tonto y sabía que no lo podía morder. El cuerpo de Harry fue obligado a frotarse con
violencia contra el ajeno para crear fricció n. Harry lo soportó con quejidos, pero muy
quieto, sin sentir nada agradable ni la respuesta fisioló gica que los demá s omegas
aparentaban tener.
Sus noches serían así ahora en má s. Abusado bajo las ó rdenes de su hermano, y una
audiencia igual de cruel, que se tocaba a placer en base a sufrimiento.


3. Supervivencia

Vendí mi alma a un traje de tres piezas, y me dijo que era sagrado. Él me mantiene sobre mis
rodillas, pero es el diablo el que intenta hundirme.

Una de las sillas de pesada madera se rompió a medio metro de él, pero no tembló . Estaba
distraído, viendo como dos alfas se destrozaban entre sí, con potentes gruñ idos naciendo
desde las profundidades de su pecho en cada ataque. É l estaba contra una esquina, la
espalda pegada a la pared mientras Ashton lo cubría con su cuerpo. No tenía idea de por
qué se originó la pelea, apenas podía ver entre el cuerpo del sirviente, que era má s alto que
él, y el de Benjamin que intentaba lidiar con el asunto. Lo ú nico que procesó su organismo
fue el intimidante olor de lo alfas, las violentas feromonas en el aire, y el asqueroso aroma
de ese vino que todo el barco parecía estar tomando.

Cerró el puñ o sobre la manga de Ashton para llamar su atenció n, y lo sintió temblar. Claro,
porque él también lo estaría haciendo si no tuviera el cansancio anclado en el alma. Tenía
frío, y la madera lastimaba sus pies descalzos. La ropa que se colocó en la mañ ana yacía
rota en la cabina donde Benjamin lo había llevado durante los ú ltimos cinco días. Encima
tenía un camisó n de Benjamin, y apestaba tanto a este y el vino, que deseaba vomitar.

—Ash, no me siento bien… —murmuró , el frío colá ndose en su piel y haciendo que respirar
fuese muy difícil.

Pero el muchacho estaba escuchando unas distantes ó rdenes, y luego tras asentir a estas,
tomó la mano de Harry, siempre manteniéndolo tras de sí, y corrieron por el borde de la
pared hasta las escaleras que iban directamente a las habitaciones. Desafortunadamente
Harry no resistió la agitada carrera por las escaleras, y Ashton tuvo que rodearle la cintura
con un brazo, cargar su peso en los hombros para llegar a la habitació n del rizado y
encerrarse ahí.

Harry seguía sintiendo frío y, sin embargo, el sudor resbalaba por su espalda.

Ashton también transpiraba, pero por todo el esfuerzo físico que había hecho desde que se
inició la pelea abajo con los alfas, y porque sinceramente estaba muy preocupado por el
menor.

—Creo que voy a desmayarme… —Aseguró Harry, abrazá ndose a sí mismo.

—No…, no. —Se apresuró a decir All, y con la confianza que se había tejido entre ambos
durante esos días, le sacó el gran camisó n a Harry, dejá ndolo desnudo, y cargando de nuevo
con su peso lo llevó hasta el bañ o, donde le ayudó a entrar en la bañ era. Rá pidamente fue
hasta la caldera y consiguió poner a calentar un balde de agua, mientras que llenaba otro de
agua templada para tener una temperatura que no lastimara la piel de Harry.
—Todos los alfas apestan a ese horrible licor… —Tiritó el pequeñ o desde la bañ era. La
cerá mica le hacía temblar—, me enferma ese olor, no lo soporto…

Entre todo el ajetreo, Ash intentó seguirle la conversació n, para evitar que se desmayara
como en otras ocasiones.

—Lo sé, mi lord. Es un olor extrañ o, me parece a algo, pero no tengo idea aú n… —Iba
diciendo, mientras se las arreglaba para levantar los baldes sin quemarse las manos, sujetó
las asas mediante un trapo, y llenó la bañ era.

Harry soltó un suspiro de alivio al sentir el calor, ú ltimamente esa era la ú nica forma de
obtener algo de temperatura en el cuerpo. No sentía má s que frío, a todas horas, sin
importar cuá ntas frazadas y ropa tuviera encima.

Una vez se controlaron los temblores en su cuerpo, Harry analizó el estado de su piel. Tenía
marcas de manos en los muslos, sobre la cadera las huellas de unos crueles dedos
comenzaban a ponerse morados. Y en el abdomen, algunos chupones se habían curado
mientras que otros apenas florecían. Ayer quizá hubiese llorado al tener que contemplarse
así, pero ese día simplemente estaba agotado: totalmente abrumado.

Sin decir una palabra, y con una profunda preocupació n, Ashton tomó la esponja y los
jabones de bañ o para ayudarlo a estar limpio y sacarle de encima todo el olor ajeno que
pudiera.

Harry estaba aprendiendo de la peor manera lo que era ser un omega, có mo era su
verdadera naturaleza, y có mo debía tratar su cuerpo. Un esposo (o esposa, él só lo había
leído de algunos aislados casos de mujeres alfas) bondadoso pudo haberle enseñ ado todo
eso. Pero claro, el hijo renegado del rey no tendría eso.
Entendía que en su interior estaba su mente ló gica, y su omega que era la parte má s
instintiva de su ser, quién era el que le daba indicaciones de có mo sobrevivir, de có mo
tratar con los alfas.

Era su omega interior el que sentía profundo asco por Benjamin Winston y todo lo que le
hacía, pero luego de probar de primera mano los golpes que podía recibir y el
temperamento que despertaba en el hombre si no colabora, ese mismo instinto era el que
le decía có mo moverse y reaccionar para que el alfa estuviera contento.

Pero Benjamin no iba a estarlo, porque Harry era sumiso y se movía contra el cuerpo del
alfa si este se lo pedía, incluso hacía aquellos sonidos indecorosos, pero sus hormonas no
reaccionaban a él. No liberaba feromonas de apareamiento, su entrada no se lubricaba y su
piel estaba fría. Benjamin no podía tomar a Harry y follarlo, aunque intenciones no le
faltaban, podía adivinar el menor. Y para Harry no era necesario pues con la forma en que
lo tocaba ya se sentía muy ultrajado.

La noche anterior lloró amargamente porque Benjamin, molesto porque quería


masturbarse frotá ndose contra el trasero de Harry pero este no tenía ni un atisbo de
lubricante, forzó sus dedos dentro de él para castigarlo. Fue doloroso, rudo y despiadado; y
Harry que desde el momento que aceptó los juegos de Winston para salvar a aquel
muchacho se mantuvo en un voto de silencio, gritó . Gritó por piedad para que dejara de
lastimarlo. Y eso pareció complacer al alfa.

Si así se sentía el coito, o incluso peor, Harry realmente estaba deseando no llegar hasta
Aurea.

—Ya estamos, mi lord —susurró All, sacá ndolo de sus pensamientos. A pesar de ser un
omega, All era un poco má s alto que él, y quizá por todo el trabajo que tenía, era fuerte. Por
eso podía levantar a Harry sobre sus pies, envolverlo en una gruesa toalla y cargarlo hasta
la cama. Con la misma paciencia y cuidado lo vistió con la ropa de dormir, confiando que su
lord no tendría que abandonar la habitació n hasta el día siguiente. Quedaban cinco días
má s de viaje antes de la escala, só lo tenía que aguantar.

Estaba colocando las medias de algodó n por sus pies cuando lo escuchó balbucear algo
mientras se masajeaba el cuello.

—¿Disculpe, mi lord?

—Winston… Antes de la pelea, intentó morderme.

El ceñ o del sirviente se marcó en profundidad.

—Eso es imposible, mi lord… É l no puede, seguro se confundió —Hizo una mueca mientras
terminaba de colocar la prenda—. É l deja huellas en usted.
—Ya sé que él me… Me deja moretones con sus dientes, pero intentó romper mi piel. Aquí.
—Ladeó la cabeza y le mostró un marcado cardenal de distintas tonalidades—. Estaba
bebiendo demasiado, y lo empujé, rompiendo la botella que estaba sobre la mesa… —El
rizado tragó grueso—, los otros omegas se asustaron y comenzaron a oler a miedo…

Ashton asintió , también los había olido.

—Entonces comenzó la pelea arriba y te llamó para que vinieras por mí.

—Lo siento mucho, mi lord. Intento mantener a Benjamin satisfecho para que no sea tan
brusco con usted…

Harry afirmó con la cabeza, sin echarle la culpa. Ash también tenía en su piel la huella de
los abusos de Winston.

—Ash, si hay una posibilidad de que vengas conmigo…

—Usted sabe que no se puede, mi lord. —El sirviente le dio una sonrisa amarga, se levantó
de su sitio y fue por una botellita que estaba en una de las repisas. Volvió para ofrecérsela a
Harry y este la aceptó , listo para dormir. Esa droga era lo ú nico que le permitía dormir sin
interrupció n. Y mientras el extracto de esa potente flor se lo llevaba lejos, le pareció oír al
joven sirviente murmurar algo mientras le acariciaba el cabello.

—Voy a protegerle de todo lo que pueda, mi lord.


—♕—

Los días siguieron pasando, y ya só lo había una sombra de lo que fue Harry. Mientras se
encontraba sentado sobre un cojín, y revisaba las cosas que trajo consigo del castillo,
tarareaba una canció n que su madre le cantaba.

Ropa, zapatos, libros y demá s cosas pasaban por las manos de Harry. Empacó esas
posesiones antes de marchar, pues imaginó que con todo el tiempo libre que tendría en el
viaje, leer sería su ú nica distracció n; que inocente.

La canció n que recitaba ya estaba llegando a su fin.

Fue entonces cuando, tras revisar todo lo que tenía, se dio cuenta de algo. Resaltaba,
porque era algo que sencillamente no estaba ahí, faltaba. Y con ese mínimo detalle, la
mente de Harry despertó al comprender el montó n de detalles que había estado ignorando
por concentrarse en el miedo y la supervivencia. Soltó el cofre que tenía en las manos, y
comenzó a enumerar cada evento desde que se levantó esa distante madrugada para
abandonar el castillo. Movió los labios como si hablara para sí mismo.

—Esto es una misió n diplomá tica, por lo tanto, no puedo viajar solo… Necesito un
embajador —musitó , frunciendo las cejas para forzar sus recuerdos, ni siquiera escuchó
cuando la puerta fue abierta y Ashton le trajo una bandeja con un trozo de tarta y té
caliente.

—Realmente me preocupa que esté tan helado siempre, por eso le

traje… Harry lo silenció junto a un ademá n.

—Un embajador, Ash —dijo, como si fuese la cosa má s obvia de todas, y miró al chico como
si este tuviera que entender—. ¿Có mo no lo descubrí antes?

—No entiendo, mi lord…

—Creo que todo esto es una farsa. —Se levantó del cojín muy deprisa, pero el movimiento
le sacó un jadeo y se tambaleó . Ashton se las arregló para dejar la bandeja en una mesa y
sostenerlo. Ú ltimamente a Harry le dolía el abdomen, no comía bien y su temperatura só lo
cambiaba de ese estado frío para pasar a la fiebre.

—¿A qué se refiere? Venga… Lo llevaré a la cama para que pueda tomar algo y estar mejor.
—En contra de la voluntad del má s pequeñ o, Ashton lo llevó hasta la cama y lo depositó ahí
sin problema. Rá pidamente se movió por la habitació n, sin hacer ruido tal y como él sabía,
para tomar la taza de cerá mica y darle el té al muchacho de cabello rizado.

—No estoy loco, Ashton, deja de tratarme como tal —ordenó , algo enfurruñ ado cuando
recibió la bebida, pero el sirviente ni se inmutó , era lo má s animado que lo había escuchado
desde hacía días. Vivo.

—Sepa disculparme, mi lord.


—Soy una indemnizació n de guerra, ¿sabes? —Continuó , tras dar un sorbo al té y hacer una
mueca. Estaba fuerte, pero se sentía bien el calor entre sus dedos y bajando por su
garganta. Observó la mirada atenta del sirviente y decidió seguir hablando—. Lo que quiere
decir, que un embajador tendría que viajar conmigo para que al llegar con los gobernantes
de Aurea, estos firmen una carta alegando que está n satisfechos, y que el rey Desmond
cumplió con su promesa.

Ashton negó lentamente.

—Pero aquí no hay ningú n diplomá tico. No hay en toda la flota…

—Exacto, y cuando salí del castillo, só lo había guardias y mi hermano. Pero nadie má s. —
Dejó la taza a un lado, por la mitad—. No dejó que Gemma viniera a la despedida, porque
seguramente vería algo extrañ o en todo esto… ¡Có mo pude ser tan iluso, casi me merezco
todo esto!

É l só lo era un niñ o, sí. Pero en el fondo sabía el tipo de familia que tenía, que entre má s
prestigio se tenía má s bajo se caía. Harry siempre lo supo y decidió ignorarlo, pero desde
que su madre murió , vivir en aquella burbuja era cada vez má s irreal. Y la burbuja por fin
había reventado.

—Este viaje está a cargo de su hermano, mi lord. El príncipe Damon.

—Lo entiendo…

—Pagó personalmente la flota, Benjamin me lo dijo.

Harry só lo asintió y luego con algo de frustració n acumulada, que se materializaba con
pequeñ as lá grimas en los ojos que no derramaban, se pasó las manos por el cabello.

—Pero esta flota só lo es una escala. Tres semanas aquí, y una semana o días en el barco con
los representantes de Aurea.

—Así es.

—¿Cuá nto tiempo falta para que se cumplan las tres semanas? —Entre los días sin ver el
sol, el desorden entre las comidas y la droga para dormir, perdió la noció n del tiempo.

—Tres días, mi lord. Pero ya es de noche. —Se mordió el labio—, en dos días saldrá de aquí.

Tomando los edredones, se arropó bien e hizo una mueca cuando tomó una posició n fetal
para dormir.

—Me siento muy enfermo, Ashton —musitó —. Cada día Winston está má s violento cuando
me toca, y los alfas alrededor…

—Está n descontrolados… —Un escalofrío recorrió al sirviente—, mataron a dos omegas


anoche…
Harry cerró los ojos con fuerza.

—Si sobrevivo este par de días, prometo por la memoria de mi madre que te sacaré de
aquí, Ashton… —Tragó grueso—, pero hay algo que necesito averigü es por mí.

—♕—

Tras dejar a su lord durmiendo, mediante esa potente droga, siempre mediante sedantes;
Ashton apoyó la espalda un momento en la puerta. El siempre trataba de darle á nimos, de
ver la otra cara de la moneda y mantenerse positivo, pero en cuanto cerraba esa puerta y
estaba por su cuenta, la realidad lo golpeaba. El joven noble estaba enfermo, tal y como lo
decía. El contacto má s prolongado que había tenido con alfas sucedió en ese viaje y la
violencia de estos había causado una reacció n fisioló gica en él que, sin bien Ashton no la
podía explicar al nivel de los fisió logos expertos, fue advertido desde niñ o y mucho antes
de entrar en celo. Su organismo se estuvo preparando desde muy temprana edad y, el niñ o
al otro lado de la puerta, lo estaba recibiendo todo de una sola vez.

No estaba seguro si marcharse con Harry sería lo mejor, pero podía ayudarlo en todo lo
que pudiera ahora. Mientras avanzaba a las habitaciones principales y el olor de Benjamin
Winston se enroscaba por el lugar, supo perfectamente lo que tenía que hacer para no ser
golpeado, y que Harry no tuviera que ser ultrajado y estallara un conflicto.

Subió las rechinantes escaleras, y entró sin hacer ruido a la habitació n del comerciante.
Estaba má s amueblada que la de Harry, la cama era amplia, de dos plazas y había una
ventana que daba la ilusió n a que el paisaje era parte de la recamara. Sin embargo, tras
meses viajando en ese barco y teniendo que visitar esa habitació n, Ashton descubrió una
tabla suelta, y allí escondió cosas.

Así que se dirigió a esta, levantá ndola sin hacer ruido, y sacó un frasco. Al quitar la tapa, un
olor dulzó n, sofocante y que le erizó la piel reclamó su sitio en el aire.

Ashton no disfrutaba tener que acostarse con Benjamin. Su cuerpo reaccionaba y lubricaba
cuando las hormonas del alfa estaban presentes, pero no era suficiente para que no lo
lastimara durante el acto y soportara el nudo, o para llegar al orgasmo y que el hombre
estuviera complacido.

Tomó un respiro, y se sirvió una dosis ya calculada en la tapa. La bebió sin saborearla y casi
de inmediato sintió el aire má s denso, la piel hormiguear y caliente. Un afrodisíaco potente.
Abarcó unos minutos para asimilar los síntomas, y mientras tanto se quitó los zapatos. Los
dejó en un rincó n, y siguió con el pantaló n. Un jadeo brotó de sus labios cuando la tela le
rozó los glú teos, el lubricante deslizá ndose por sus muslos. Estaba só lo en la larga camisa
que apenas cubría sus partes.

Y a su espalda, la puerta se abrió con un estruendo, que envió escalofríos de anticipació n


por todo su cuerpo.

Ashton también sabía có mo sobrevivir.

Su respiració n se agitó , pero siguió con su ensayado teatro porque así acabaría má s rá pido.
Se movió tan só lo un poco a un lado, para apoyar las palmas de las manos en la superficie
del escritorio y arquear la espalda. Era invitació n suficiente, porque pronto una copa de
madera fue depositada con fuerza sobre el escritorio, y unas gruesas manos le apresaron
de la cadera.

—Creí que tendría que buscarte a la habitació n del pequeñ o lord —espetó el hombre,
pegando la nariz del cabello de Ashton. Pero el omega só lo jadeó , porque el bulto del alfa se
frotó contra su trasero, y el efecto del afrodisíaco le causó un ligero dolor allí, como en el
celo. Má s lubricante resbaló entre sus piernas, y su propio miembro endureció y rozó
contra el borde del escritorio.

—Amo, por favor… —Los labios del alfa le dejaban duras marcas en el cuello—, me duele
mucho… —quejó má s bajito, encogiendo un poco los hombros.

Winston lo empujó por la espalda, y el sudor en las palmas de Ashton lo hizo resbalar sobre
el escritorio, con el pecho y el rostro pegado a este. El movimiento hizo que la copa de
madera se volcara, y por la inclinació n del barco, el líquido viajara sin problemas hasta el
rostro de Ashton, empapando su mejilla y nariz. Escuchó los sonidos de la ropa de Winston
cayendo, el pesado cinturó n impactando contra el piso, pero el omega se concentró en otra
cosa. Su lado racional tardó apenas un minuto en captar el extrañ o olor de ese vino.

—Amo… —dijo, intentando levantarse, pero esa fuerte mano lo empujó de nuevo contra la
madera, sacá ndole un gemido.

—¿Está s muy ansioso por tenerme dentro de ti, Ashton? —preguntó , incliná ndose para
lamer el sudor que corría por su nuca, y le propinó una dura nalgada. El alfa nunca
distinguía los sonidos de Ashton, confundía sus quejidos de dolor por placer. Só lo le
importaba el placer propio. Sin previo aviso, presionó dos dedos contra la entrada del
omega, y estos se empaparon por todo el lubricante que liberó , pero aun así entraron con
dificultad. Estiró las paredes del menor sin cuidado, impaciente, y rá pidamente añ adiendo
un tercer dedo. Disfrutó viendo có mo su cuerpo se tensaba y se removía cuando empujaba
los dedos muy adentro.

Ashton apenas tuvo unos segundos para respirar cuando dejó de sentir los dedos en su
interior, y aunque necesitaba sentirse lleno, Benjamin no era nada cuidadoso. Y aú n le
inquietaba lo que acababa de descubrir. La presencia tras su espalda ya no estaba, y cuando
Ashton se enderezó , vio por el rabillo del ojo al alfa sentado en la cama, su erecció n en lo
alto.

—Ven aquí —ordenó —, quiero que me montes.

Las piernas le temblaron, odiaba tener que hacerlo así. Una cosa era cuando Winston hacía
todo el trabajo y él só lo intentaba enviar la mente lejos; y otra cuando le ordenaba darle
placer. Trastabillando, llegó hasta él y subió lentamente las rodillas a la cama,
prepará ndose. Pero de nuevo, esas manos callosas en sus caderas lo atrajeron y tiraron de
él hacia abajo, penetrá ndolo de una sola estocada que lo hizo gritar y sostenerse de los
hombros ajenos.

—Muévete —Gruñ ó , apretando las nalgas del omega, y lamiendo una de sus mejillas,
respirando su aliento sobre él—, da esos adorables saltos como hace el pequeñ o lord…
Las estocadas eran fuertes, por cada salto que Ashton hacía, el alfa lo atraía con fuerza a la
reunió n con su pene, sin preocuparse en si golpeaba su pró stata o simplemente lo estaba
lastimando. Y el cuerpo del menor se convulsiona por la desproporció n de las sensaciones.

—Así, pequeñ o lord. Así… —gimió el mayor, alzando a Ashton para tirarlo contra la cama y
colarse entre sus piernas. Levantó su cadera y volvió a penetrarlo, pero el omega estaba tan
cansado que só lo arqueó la espalda y soltó un quejido. Esta vez no había tenido suerte, esta
vez no iba a tener un orgasmo que compensara el abuso a su cuerpo.

Recostado sobre la cama, pudo ver la expresió n ida del alfa, casi demente. Lo miró , pero
realmente no era a él.

—…A-amo, ¿ya…? ¡Ah! —Otro quejido, pues el hombre afincó las rodillas sobre el colchó n y
cambió el á ngulo de las penetraciones.

—¿Ahora me llamas así, pequeñ o lord? —gimió , subiendo una de las piernas de Ashton a su
hombro—, ¿Qué…? ¿Pasó … con tu voto de silencio?

Lo demá s eran gruñ idos inentendibles, y el sonido de la piel de ambos chocando. Iba má s
rá pido, se clavaba en él con desesperació n porque estaba por llegar, y con un certero golpe,
sintió el nudo crecer dentro. Este gritó , enterrando las uñ as en las sá banas de la cama.

Y ni siquiera el peculiar dolor de su entrada siendo estirada de esa forma, y sus paredes
siendo bañ adas con la semilla del alfa, le quitó de la cabeza lo que acaba de descubrir.

—♕—

Harry estaba saliendo del bañ o, sosteniéndose el abdomen, cuando Ashton entró por la
puerta de su habitació n con la ropa desarreglada y caminando con dificultad. Ambos se
dirigieron una mirada, Harry quería respuestas y Ashton no se sentía capaz de darlas.

—¿Hablaste con él? ¿Te dijo algo? —Exigió el menor.

Ashton se retorció las manos, y le señ aló la cama para que se sentara.

—No tuve que hablar con él, mi lord…

Harry se dobló e hizo una mueca, con una mano sobre el vientre.

—Te pedí que por favor… ¡Ashton!

Pero el otro omega alzó ambas manos, pidiendo que esperara.


—No tuve que preguntarle, porque me di cuenta de todo por razonamiento —Tragó grueso
—, usted dijo, y el mismo Benjamin a comentando, que los depó sitos de vino en el barco los
donó el príncipe Damon… Só lo han bebido eso desde que zarpamos, los alfas.

—¿A dó nde quieres llegar con eso, Ash?

El muchacho no sabía dó nde poner la mirada, y definitivamente no quería mirar a Harry,


que estaba pá lido como la cal, con sombras rojas bajo los ojos. Lucía muy enfermo.

—A mí no me gusta estar con Winston, má s de lo que a usted le agrada que lo toque —dijo
rá pidamente, mirando una cicatriz sobre su mano—, pero usted entenderá , que no
reaccionar en la cama para un alfa es una gran ofensa… Y yo só lo soy alguien del mercado
de esclavos —Harry lo miró frunciendo un poco las cejas, pero no le interrumpió —, así que
tomo una droga, un afrodisíaco para estimularme antes de acostarme con él. Tiene un olor
especial, como el olor a celo, pero adulterado.

—Eso es ilegal en Vitrum Maritima —musitó el rizado—, los estimulantes.

Ashton se mordió labio.

—El vino de Benjamin huele a eso, mi lord. Por eso está tan violento, tan posesivo y
atrevido.

Harry parpadeó y negó un par de veces.

—No. Mi hermano no pudo conseguir tal cantidad de esa cosa, porque… ¡Es ilegal!

—Cuando poseía mi cuerpo, en un punto dejó de llamarme por mi nombre —añ adió ,
buscando con la mirada ese par de ojos verdes—, me llamaba “pequeñ o lord”.

Parpadear ya no servía, porque los ojos de Harry estaban hú medos.

—No tengo diplomá tico, porque este no es un barco oficial —Soltó amargamente—, mi
hermano nunca quiso que yo llegara para cumplir esa promesa de matrimonio.

—Lo siento mucho, mi lord…

—¡Es como él dijo! —chilló —. Que en este viaje só lo me esperaban alfas dispuestos a
violarme. ¡Y yo de estú pido creí que se refería a la corte de Aurea! Pero hablaba de este
sitio…

Se levantó sú bitamente de la cama, porque quería correr al bañ o a vomitar. El estó mago se
le retorció por la traició n, el engañ o y por el vil ser que era su hermano. ¿Siquiera se dirigía
realmente en direcció n a la embarcació n donde los Tomlinson lo iban a recibir? No tenía
idea qué sería de él.
Una arcada le sacudió el cuerpo, pero en lugar de vomitar, el dolor en su abdomen le cortó
la respiració n y no pudo volver a tomar aire. Boqueó , tratando de llamar a Ashton, pero los
puntos negros le nublaron la visió n, se desplomó .

—♕—

¿Vas a morir, pequeño lord? Moribundo no le sirves de nada a los nobles. Yo te encontraré uso.

No, no me toques.

Así, quieto como estás. Podría correrme sin terminar de joderte, ¿sabes? Estabas tan apretado
cuando te probé…

¡No!

—♕—

Mi lord, mi lord. Despierte, por favor

No puedo, me duele.

Por lo que más quiera, la ayuda viene.

Quiero dormir, no tengo nada.

¡Mi lord!

—♕—

—¡Su Alteza! —La voz se escuchaba lejana, pero estaba ahí, y había muchísimo
movimiento. Donde yacía sobre la espalda, parecía moverse. Y debía estar alucinando, o
muerto, pero creía sentir el calor del sol. Lo sentía sobre la piel y los pá rpados. Así que
cuando consideró que podía hacerlo, abrió los ojos.

El cielo, podía ver el cielo.

Pero pronto dos cabezas lo nublaron. Una era la de Ashton, que parecía tener rato llorando,
y la otra era un hombre de cabello oscuro, barba y ojos marrones que lo miraban con
preocupació n.

—¿Harry Cox de Vitrum Maritima? —Le preguntó , con un acento claramente extranjero
para el omega.

—Sí —respondió bajito, con la voz rasposa, a quien adivinaba, era un beta.
—Lo encontramos —susurró el desconocido—. ¡Lo encontramos, trae a su Alteza! ¡Rá pido!
—gritó a alguien a sus espaldas—. Creíamos que esos piratas lo habían secuestrado o
asesinado, mi señ or —confesó con cierto alivio.

Harry entendía muy poco, pero le dolía el abdomen y necesitaba levantarse y caminar un
rato para que se le pasara. Así que hizo eso, se incorporó y vio que estaba sobre una camilla
improvisada, seguramente por el lloroso omega a su lado.

—No haga esfuerzos, mi señ or.

—Estoy… Estoy bien —susurró , mientras miraba al frente y observaba a un hombre con
elegante traje correr hasta ellos. Tenía la piel bronceada, una barba corta y el cabello
castañ o. Harry se levantó , porque no se confiaba, y si alguien má s le haría algo, quería estar
de pie para al fin morir. Dio dos pasos por lo que pareció un pequeñ o muelle y algo se
revolvió dentro de él, desde sus entrañ as. Le ardió el pecho y se inclinó para toser lo que le
ahogaba. Tosió fuerte, con esfuerzo y la mano que cubría sus labios se manchó de algo que
no era saliva.

Sangre.

Las piernas le fallaron y sus rodillas se doblaron, pero no tocaron el piso. Por primera vez
en semanas experimentó algo de calor, y provenía de los brazos que le sostenían.

—Respire, va a estar bien, lo juro por los dioses —Le aseguró el hombre de piel bronceada,
barba corta y, oh, expresivos ojos azules. El calor que emanaba era tan reconfortante y
Harry se sentía tan cansado, tan herido por dentro y necesitado de temperatura, que
asintió ; le creyó . Apoyó la frente en el hombro del hombre de iris azules y cerró los ojos.

—Príncipe Louis, el fisió logo lo espera en la casa del muelle…—Oyó decir al tipo del acento
raro.

—No, dile que van a atenderlo en el barco, lo llevamos a Aurea —Harry se sintió como una
pluma cuando lo alzó en brazos—, y trae también a ese omega. Salvó a lord Harry Cox.

Recostado contra su pecho, Harry se durmió al compá s de los frenéticos latidos del
príncipe Louis.
4.- Entrelazado

ENTRELAZADO

Ellos me enviaron lejos para encontrarles una fortuna, un cofre lleno de diamantes y oro. La
casa estaba despierta, con sombras y monstruos, los pasillos hacían eco y gemían. Me senté
solo en la cama hasta la mañana, llorando “Ellos vienen por mí.” Traté de sostener estos
secretos dentro de mí, mi mente es como una enfermedad terminal.

Los siguientes momentos, ¿fueron días? Quizá só lo horas, Harry no podía conservar un solo
pensamiento só lido en su confundida y cansada mente, mucho menos ponerse a discutir
sobre la relatividad del tiempo cuando se estaba muriendo. Abría los ojos de vez en cuando,
pero las imá genes eran borrosas, muchas siluetas sobre él. Sin embargo, su audició n no
parecía estar tan afectada por la bruma de confusió n y podía captar algunas
conversaciones antes de quedarse dormido de nuevo. Lo importante era que no sentía
dolor, ni ná useas, ni demasiado frío. Porque algo le sostenía la mano, algo firme que
inyectaba calor en su piel y este viajaba por su cuerpo.

—¿Qué sucedió en ese viaje?

De nuevo las voces.

—El príncipe Damon lo entregó a nosotros, digo… A Benjamin Winston, para que llegara
hasta aquí con ustedes.

Quien fuese el interrogado, estaba muy nervioso.

—¿Por qué?

Y este sonada seguro y demandante.


—No lo sé, Alteza… Yo sólo hacía lo posible por proteger a mi lord…, hice lo que pude, aunque
no fue suficiente.

Y al final sollozó . Era Ashton, nunca había escuchado a Ashton quebrarse.

—Respira. Hiciste bien, y vamos a salvarlo. ¿Tienes cualquier información que nos sirva para
que el fisiólogo pueda tratarlo?

La voz demandante despertaba un recuerdo en Harry. Una fugaz imagen de ojos azules y
tez bronceada.

—Sí, hablábamos mucho por la mañana. Me dijo…

Harry volvió a dormirse, y en su sueñ o, el calor hizo un hoyo profundo en su cuello.

—♕—

Una tibia sensació n lo arrancó del mundo de los sueñ os. Gotas de agua se escapaban del
pañ uelo en su frente y encontraban una trampa en la almohada. Su visió n se aclaró con
dificultad, como si apartara una pesada bruma, y distinguió una habitació n desconocida. Un
brazo con una elegante chaqueta dorada y azul estaba a su lado, sosteniendo el pañ uelo
contra su frente con cuidado, y cuando lo retiró y posó la bronceada mano sobre su piel
Harry quiso ladear el rostro para tener má s de ese magnífico toque.

—No se mueva, no lo haga. —Le fue ordenado en un suave susurro, y Harry sintió la
necesidad de obedecer a ello—. Va a lastimarse.

La luz que entraba por una de las ventanas le hacía lagrimear y sentía la garganta á spera,
los labios resecos.

—¿Dó nde estoy? —articuló con dificultad, y sintió un tiró n en el cuello. La mano que
reposaba en su frente viajó por su mejilla y luego aterrizó en su pá lido brazo descubierto.
Estaba usando un camisó n de franelilla, notó .

—Está en la flota de Aurea, príncipe. De camino a su nuevo hogar.

Harry frunció el ceñ o, no só lo por lo poco acostumbrado que estaba a recibir ese apelativo
honorífico, sino porque estaba hipnotizado con la cara del alfa frente a él. Juraba que nunca
había visto a un alfa tan pacifico, con un semblante tan neutro y enigmá tico. Trató de hacer
memoria sobre los libros de los registros de la realeza y los distintos apellidos, hasta que
relacionó una imagen.

—Usted es el príncipe Louis Tomlinson, ¿O me equivoco? —Tragó grueso—, el segundo en


ascender al trono del reino de Aurea… —Recibió un asentimiento por su parte—, y me
prometieron a usted, como acuerdo entre naciones.
Louis desvió por un segundo sus llamativos ojos azules de él, ¿Por qué Harry estaba tan
embelesado en él? ¿Por qué estaba tan tranquilo frente a un alfa luego de todo lo que le
hicieron?

—Harry, debe entender que llegó en una situació n… muy delicada. No só lo por su estado de
salud… —Apuntó el mayor, haciendo un rá pido recorrido por el cuerpo de Harry, y
frunciendo el entrecejo—, sino por la irregularidad en el protocolo.

Harry encontró sus propias manos, y apretó las sá banas.

Ignoraba las condiciones en las que Ashton lo sacó de allí, porque tuvo que haber sido su
amigo y confidente, que veló por él por tanto tiempo.

—Mi hermano… Realmente ignoro si la corona o alguien má s en el castillo estaba al tanto…


—Intentó tomar control de la conversació n Harry—, él me envió en ese barco con soldados
y comerciantes. Y le dijo a ese hombre… Le dijo que podía…

Su voz se quebró . ¿Realmente dolía tanto admitirlo en voz alta? Sí. Una cosa era hablar con
Ashton, alguien que sufrió igual o má s que él, que lo presenció todo; y una situació n
distinta era admitir ese abuso y humillació n ante un imponente y respetable alfa, que
seguramente le tendría repugnancia luego de saber có mo lo usaron. Que no lo querría
como prometido o príncipe consorte. Porque estaba sucio, ultrajado por el toque de ese
hombre y el olor de quienes lo acompañ aban.

Antes de poder controlarlo, las lá grimas acudieron a sus ojos, por vergü enza y dolor, no por
la luz.

Y Louis, él tenía una expresió n abatida en sus angulosos rasgos.

—Lo sé… Lo sé. No tiene que repetirlo —susurró , siempre bajo, siempre suave. Y Harry
respondía a su voz de una forma que le sorprendía—, só lo ameritaba comprobar que
estaba al tanto. Ashton, el omega que lo mantuvo seguro, me contó todo.

—Sé que nunca fui del agrado de Damon, pero jamá s pensé que podría condenarme de esta
forma —sollozó el menor.

Louis asintió .

—Es só lo una suposició n, pero pienso que quería violar el pacto a propó sito para avivar la
guerra —comentó , compartiendo sus conclusiones—, es un hombre insensato su hermano,
príncipe. Le hablé una vez durante el conflicto, y puedo asegurarle que estaba encantado
con ello: las invasiones, las batallas, las vidas perdidas… —Negó levemente—, pero mi
pueblo no va a derramar una gota má s de sangre por el capricho de un noble al otro lado
del mar.
—Igual consiguió lo que quería, porque esos alfas me tocaron, se burlaron de mí. —Con
una temblorosa y pá lida mano, Harry se secó una de las mejillas—. No sirvo para cumplir el
acuerdo pactado, porque soy un omega dañ ado. Ni siquiera ellos pudieron usarme
propiamente, no sé qué está mal conmigo.

Louis tomó la mano que reposaba sobre la cama, y la estrechó con gentileza.

—Lleva tres días durmiendo, Harry. Y hace un día, el supuesto embajador que debía
acompañ arlo en este viaje llegó hasta el puerto donde esperá bamos —relató , buscando que
siempre su mirada colisionara con la otra—. Obviamente no sabía que el plan de su
hermano no se dio. Así que llegó a mí con una elaborada historia: Que fueron acorralados
en plena salida del muelle, que a usted le secuestraron y pasaron semanas dando con sus
captores, hasta que un día encontraron su cuerpo descomponiéndose en una balsa. —Un
mú sculo en la mejilla de Louis sufrió una contracció n, un claro gesto contenido de
desagrado—. Y acusó a mi reino de planear todo esto. Como entenderá , está muerto por
decir tal blasfemia.

Un jadeo de Harry interrumpió el relato. Habían ejecutado a ese hombre, por él, por atentar
contra el reino de Aurea, y por él.

—Envíe un mensaje mediante un cuervo al rey Desmond, así sería má s rá pido. Dije que
usted llegó en un delicado estado de salud a nuestras manos, pero que está con nosotros, y
la deuda está saldada.

La expresió n de Harry se contrajo en preocupació n, un par de saladas gotas rodando por


sus mejillas.

—Pero, ¿qué planean hacerme? ¿Usted pretende aceptarme?…Yo

Louis estiró la mano libre, y trazó una herida en el cuello de Harry. El toque envió un
montó n de sensaciones por el cuerpo de Harry: calor, cosquilleo, ardor, ansiedad,
pertenencia. Eso, má s el gesto afirmativo del mayor, se lo dijeron todo.

—Tuve que marcarle, príncipe —explicó , tratando de sonar tan tranquilizador como antes
—. El omega nos contó de su crianza, y el fisió logo llegó a un diagnó stico. Jamá s tuvo
contacto directo con alfas, tiene dieciséis añ os y no ha registrado un celo, que debe estar
muy pró ximo. La sobrecarga de las feromonas de esos alfas, tó xicas porque estaban
drogados y só lo querían hacerle dañ o, fue demasiado para su cuerpo.

Los labios de Harry temblaron, y rompió en llanto. Porque él era un niñ o, y así no eran las
historias que le recitaba su mamá . ’¿No te enamorabas antes? ¿No encontrabas un alfa que
compartía contigo la decisión de marcarte?‘ Se supone que debía sentir có mo su alma se
tejía con la ajena, có mo el latir de ambos era uno solo durante esa unió n. Se suponía que
debía amarlo antes.
Intentó incorporarse, y el dolor en sus entrañ as se hizo presente. No podía permanecer
recto por su cuenta, era como un milló n de agujas clavá ndose dentro de él. Gimió en
protesta por la incó moda sensació n, pero los brazos del alfa estuvieron ahí para sostenerlo.
Lo atrajeron a su regazo, fuera de la cama y contra su pecho. Harry no entendió como su
omega interior se sintió seguro, có modo como un pichó n en un nido. El olor que despedía
era tranquilizador y embriagante, caliente. La mano que frotaba su espalda, amable.

Quería consolarlo.

—Su propio cuerpo comenzó a hacerle dañ o, príncipe. —Siguió explicando Louis, con los
labios rozando el cabello alborotado de Harry—. Colapsó en un intento por regularizar
todas esas hormonas que le obligaron a despertar. Estaba muy débil como para restablecer
ese dañ o por su cuenta, sus ó rganos estaban fallando. Sus glá ndulas trataban de forzar un
celo.

Harry guió sus pequeñ as y temblorosas manos hasta su abdomen, donde el dolor se iba
tranquilizando. Debajo del camisó n, tenía vendas llenas de ungü entos. Sorbió por la nariz,
intentando procesar que estaba marcado, que tenía su cuerpo y alma enlazados a alguien
má s.

—El fisió logo me dijo que iba a morir, Harry. —Volvió la voz de Louis, que continuó con las
caricias. Su cuerpo se relajó un poco má s—. Dijo que una marca que nos entrelazara podría
salvarlo, y aun así no había demasiadas posibilidades. El viejo no estaba seguro que mi
dentada pudiera regularizar el dañ o. Pero yo no dudé, debía hacerlo, y funcionó .

—¿Por qué…?

Un corto silencio.

—¿Perdó n?

Harry alzó la cabeza, haciendo una mueca por la sensació n tirante en la marca de su cuello.
Punzaba por donde el dedo del alfa había hecho el recorrido.

—¿Por qué me salvó , se condenó conmigo, cuando pudo dejarme morir y lavarse las manos
de responsabilidad, su Alteza?

Casi podía ver sus ojos color esmeralda reflejados en esos azules. Y si se fijaba bien, había
unas finas volutas verdes en ellos.

—Porque hace añ os antes de la guerra y la muerte de la reina Anne, yo visité su antiguo


hogar, príncipe —contestó —. Y conocí a dos príncipes, Damon y Gemma Cox. Pero el rey no
mencionó el pequeñ o niñ o que siempre estaba asido a la falda de la reina. Ese pequeñ o,
precioso, de curiosos ojos esmeralda, príncipe omega —relató , sin quitarle la vista de
encima—. Y cuando volví a Aurea, mi padre me dijo que, si ese príncipe omega vivía hasta
madurar en un sitio como Vitrum Maritima, era porque llevaba un espíritu de
supervivencia, y estaba destinado a grandes cosas. —Acarició la mejilla de Harry con el
pulgar, y este cerró los ojos por el toque. Simplemente no podía evitarlo—. Mi padre murió ,
príncipe. Y no pudo ver có mo usted se levantó de la camilla, aun cuando sostenía tanto
dolor y maltrato, con los labios llenos de sangre para enfrentar de pie lo que se avecinaba.
Por eso hice el sacrificio de salvarlo, Harry. Porque es uno de los hombres má s valientes
que he conocido.

Harry no tenía aliento. Su corazó n latía muy deprisa, golpeando sus costillas y enviando la
sangre tan apresuradamente que zumbaba en sus orejas. Ser reconocido de esa forma por
un príncipe, que ademá s peleó como soldado en la guerra, era arrebatador e insó lito. Si
bien era un desconocido, si bien podía ser otro lobo vestido de oveja, era lo má s seguro que
tenía.

—Y ahora soy suyo —balbuceó inevitablemente.

Sus miradas se conectaron nuevamente, como un magnetismo, y la boca del rizado se secó
ante la sensació n.

Louis inclinó el cuerpo y encajó el rostro en el cuello de Harry, olfateó su piel y luego lamió
la marca de sus dientes. El cuerpo de Harry se estremeció , fuera de su control, de jú bilo y
alivio.

—Ahora es mío.

—♕—

El príncipe tuvo que dejarlo, para atender asuntos relacionadas con su flota y los
preparativos para cuando llegaran a Aurea en dos días. Ashton apareció apenas unos
minutos después, sin darle tiempo de reflexionar, hecho un manojo de lá grimas y abrazos
temblorosos. Exclamaciones como «¡Tosía sangre y se removía muchísimo durante la
fiebre, mi lord!» y entre ademanes torpes mientras le daba comida y agua otras frases como
«¡Tuve que contarle todo al príncipe Louis, por favor sepa perdonarme! Le dije que
morderlo era precipitado, ¿Có mo se siente? ¿Le duele?»

Harry le respondió que ahora se sentía bien, un poco ansioso por todo el tema de la
mordida, que a veces le punzaba un poco. Pero decidió ser fuerte y no seguir llorando por
algo que no podía cambiar pues el pago por sobrevivir era ese: haber sido marcado. Y tras
reflexionarlo por unos minutos solo, independientemente de si hubiese tenido un viaje
normal o no, igual tendría que entregarse en cuerpo y alma al príncipe Louis o cualquier
alfa que pidiera su mano al rey Desmond. ¿De verdad le gustaban los omegas hombres a ese
príncipe? ¿Realmente estaba dispuesto a pasar su vida con él? Quizá era meramente un
trá mite político, y la marca le daba peso. Escuchó en la corte de su país que los alfas
necesariamente no eran fieles.
Ashton lo ayudó a bañ arse. Los moretones eran apenas un rastro pá lido entre el amarillo y
el verde, casi desvanecidos, pero estaban ahí. Y seguramente tanto el fisió logo que lo
atendió como el príncipe los habían visto.

—El fisió logo lo examinó , mi lord. Dijo que su cuerpo no tenía evidencias de celo, como me
explicó usted antes —Derramó el agua tibia de la jarra de porcelana sobre los rizos de
Harry, para enjuagarlos—. Que quizá por eso usted no se lubricaba a pesar de la presencia
de los alfas, y lo que le hacían.

Harry mantenía la mirada sobre sus rodillas dobladas, que tenían algunos raspones a punto
de sanar.

—Entiendo —murmuró —, ¿Qué má s dijo?

Una gruesa bata de bañ o se extendía por los brazos de Ashton, y Harry entendió que debía
levantarse. Fue envuelto en la suave y cá lida fá brica y salió escurriendo agua hasta sus pies,
sobre la alfombra.

—Mencionó , porque hablaba directamente al príncipe, que luego de la marca esperaba que
usted se mejorara. Que sus ciclos se regularizaran y… Pronto pudiera tener un celo… —Lo
condujo a la habitació n contigua, y lo sentó en la cama—, para cumplir con el deber a la
corona.

Harry ignoró eso ú ltimo. Ese ú ltimo mes se sintió tan hastiado en su propia piel, que
dudaba ser capaz de ello. De entregarse voluntariamente, de tener hijos. Prefirió
concentrarse en la fina habitació n que le asignaron. Indudablemente má s bonita, con un
bello diseñ o de madera entrelazado en el techo, cuadros por doquier y elegantes tapices.
Había una ventana al mar. La cama de dosel donde yacía, parecía rogarle que durmiera en
ella por siempre.

Estaba con un camisó n de algodó n azul, y una bata encima dorada, los colores de la familia
Tomlinson, mirá ndose frente al espejo mientras Ashton recogía todo lo que dejaron en el
bañ o.

—Estaba seguro que Winston no me dejaría ir —dijo, alejá ndose de su reflejo en el espejo
para recostarse en la cama—, ¿Có mo lograste sacarme?

El de ojos miel salió del bañ o, acomodando las mangas de su camisa tras limpiar algo de
sudor de su frente. Tomó un taburete de madera y se sentó cerca de la cama.

—Usted no despertó por ese día, luego de nuestra ú ltima charla —contestó , aclará ndose la
garganta—, y tras pasar una noche má s con Benjamin y así tenerlo distraído, dijo que
cambiaría el rumbo del barco. Que ya no nos dirigiríamos a Aurea, sino directamente a las
Ciudades Autónomas.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Harry, y tomó el grueso edredó n para cubrirse.

—Donde nadie podría reclamarme. —Entendió el rizado, a lo que Ashton asintió .

—Usted no iba a sobrevivir unas semanas má s con él, mi lord. Y él no iba a aguantar mucho
antes de tomarlo para sí y destrozarlo de ser necesario… —Negó suavemente, y cerró las
manos con fuerza sobre el regazo—, así que tracé un rá pido plan, que hasta pudo
catalogarse de suicida. Tomé una carreta de lavandería, y lo oculté allí entre muchas
sá banas de otros omegas del barco, para esconder su olor. Cuando todos dormían, lo llevé
hasta los botes y nos bajé a ambos en uno de ellos. Me llevé los trajes, las joyas con el
emblema de la familia real Cox, para que le pudieran reconocer, y remé toda la noche, la
madrugada… Hasta que salió el sol y no pude má s.

Harry apenas podía creer que Ashton hizo todo eso por él. Tenía un amigo, uno verdadero.
Le debía la vida y pensaba pagar el favor.

—Por todos los dioses, Ashton…

—Así es, mi lord. Los dioses nos dieron su bendició n, nos ayudaron, porque cuando sentía
mis brazos desfallecer, vi el muelle. Los guardias de los Tomlinson estaban por todas
partes, y nos interceptaron. El resto es historia.

Harry se estiró para tomar la mano de Ashton. La suya era pequeñ a, blanca y suave;
mientras que la ajena estaba á spera, curtida por el sol y con algunos callos.

—Te debo la vida, Ashton. Y no pienso permitir que caigas otra vez en las manos de alfas
esclavistas, ¿Soy claro? Nunca má s —juró —. ¿Tienes habitació n propia aquí? ¿Te dan
comida, agua, ropa?

El otro omega sonrió , conmovido y asintió enérgicamente. Ashton tenía un brillo


espectacular en esos ojos miel. Era un omega muy bonito para la vida que tuvo que
soportar.

—El príncipe dice que yo lo salvé. Me dio una habitació n en el piso de abajo… Puedo bajar a
la cocina a comer, y uso la ropa que asignan a los sirvientes.

—Bien… —Harry afirmó , la imagen de Louis siendo de hecho un hombre justo, formá ndose
en su mente—, eso está muy bien.

—Debería dormir. Mañ ana el príncipe querrá hablar con usted, y que desayune junto a él.

—♕—
Era extrañ o vestirse con los colores de otro apellido, escuchar el acento extranjero y tolerar
las costumbres ajenas, esas que só lo había leído en los libros. Harry solía vestir de verde,
plata y gris; pero toda la ropa que dejaron en su nueva recamara era de tonos azules,
dorados y rojos. Todos de la casa Tomlinson evidentemente. Tenía entendido que esa era
una tradició n a la hora de comprometerse, especialmente cuando eso implicaba mudarse a
la tierra de quien sería su esposo. Pero no dejaba de resultarle extrañ o.

—La chaqueta no se cierra hasta el cuello, mi lord… —Le había explicado Ashton esa
mañ ana, mientras le vestía—, dejan los botones abiertos hasta un poco má s debajo de la
hendidura del pecho.

—Eso es muy revelador… —Había bufado Harry, frente al espejo. Al menos esa chaqueta
tenía botones en el cuello. Las demá s simplemente le cubrían el abdomen.

—Así visten los extranjeros, mi lord. —Rió el muchacho, atando un cinto en la delgada
cintura del pequeñ o noble con cuidado de no apretar las vendas—. Y usted ahora vive con
ellos.

—Vivimos —corrigió , acomodando sus rizos para que no le estorbaran demasiado en la


cara, y se vieran bien—. Anoche te dije que pienso pedirle al príncipe que me permita
tenerte conmigo. No confío en nadie má s, no me siento có modo pensando en otros
sirvientes ayudá ndome.

Por el reflejo del espejo, vio a Ashton doblar la ropa de dormir, guardarla, y estirar el
edredó n de la cama.

—Entonces vaya deprisa, mi lord. No querrá llegar tarde al primer desayuno con su
prometido —dijo con una sonrisa ladina—, en la puerta lo espera el guardia del príncipe, es
Ser Liam Payne.

Frunció el ceñ o a su reflejo y se dio la vuelta.

—¿Quién es él?

—El beta que lo despertó en el muelle y llamó al príncipe… —Y con só lo eso el cuerpo de
Harry se relajó , no quería estar solo con alfas desconocidos—, es un caballero. Bastante
amable, pero cuesta comprenderle.

—¿Por qué?

—Ya verá . —Señ aló a la puerta—. Má s tarde estaré con usted para ayudarlo con las vendas.

Enseguida lo comprendió . Liam no era como los guardias que lo escoltaban de mala gana
bajo las ó rdenes del rey Desmond. Era parlanchín, con una expresió n amena en el rostro.
No llevaba armadura, só lo una espada en el cinto de cuero. Comprendió también por qué
Ashton le dijo que era algo difícil de comprender. Liam hablaba muy deprisa y con ese
acento de Aurea. En un par de ocasiones Harry tuvo que pedirle que repitiera las palabras
con má s calma pues no comprendía nada, y el caballero lo hizo con amabilidad y una
sonrisa floja bastante comprensiva. Harry quizá estaba siendo injusto con todos esos
desconocidos, pero no podía evitar compararlos con la gente de su tierra natal y ese tó xico
barco, que siempre lo trataron como una pertenencia prescindible.

—Creí que todos los caballeros usaban armadura, Ser Liam.

El beta ladeó un momento el rostro hacia él y le dio una sonrisa de labios estirados y ojos
risueñ os.

—No… Porque aquí peleamos distinto, Alteza —explicó , mientras caminaban por el
corredor principal del barco, subían por unas escaleras de madera y llegaban a un piso que
parecía una sala de té—, nuestro estilo de lucha no requiere una armadura.

Harry estuvo a punto de corregirlo. “No soy un príncipe” quiso decirle. Pero así lo llamaban
allí, se empeñ aban en hacerlo, y no quería faltar el respeto a las costumbres de la gente que
lo estaban tratando tan bien.

—Ya veo. Espero poder verlo pronto —dijo con sinceridad y estiró los labios en una
sonrisa cordial—, me da mucha curiosidad.

Llegaron hasta una de las mesas redondas, que eran algo má s bajas a lo que estaba
acostumbrado. Los asientos eran grandes cojines y toda la comida ya estaba servida.
Jamó n, carne cocida, sopa, pan, queso aderezado con vegetales, miel, té caliente y leche. Su
estó mago gruñ ó , haciendo que se abochornara, y que los ojos del alfa que ya estaba sentado
esperá ndolo se estrecharan un poco, formando graciosos surcos alrededor de estos.

—Tome asiento, príncipe —ofreció , palmeando el cojín a su lado. Louis estaba vestido con
colores similares a él—, y gracias por tus servicios, Liam. Ven a buscarme cuando el capitá n
lo necesite.

—Como desee, Majestad —contestó el morocho, hizo una respetuosa inclinació n hacia
Harry, y dio un paso atrá s antes de girar sobre los talones y retirarse. Harry notó que iba en
silencio, estaba acostumbrado a que la pesada armadura de los caballeros emitiera un
sonido chirriante.

—Príncipe Harry.

Y de un brinco salió de sus ensimismamientos.

—Disculpe —dijo, apurá ndose a tomar asiento. Le costaba un poco moverse con libertad, y
Louis pareció leer su pensamiento, pues le ofreció su mano para ayudarlo a caer sobre el
cojín. Aceptó el gesto, y al tocarlo sintió que todas las terminaciones nerviosas de su piel se
encendían—. Gra-Gracias —murmuró , trabando la palabra.

Recibió un esbozo de sonrisa a cambio, y el hombre procedió en servirse comida. Harry


probó primero el té, endulzá ndolo como le gustaba con miel, junto al pan; mientras que
Louis comió directamente de la carne y el queso. Comían en silencio, y Louis ofreció cortar
la carne para él, lo cual aceptó y la comió con cierta duda, pues no quería tener una
indigestió n. La sopa tenía muchísimas verduras y un caldo muy rico, lo comió con ganas y
repitió la porció n bajo la mirada divertida del alfa. Apenado, Harry se limpió la barbilla con
la servilleta de tela.

—Debe pensar que como cual desesperado… —comentó , con las mejillas muy rojas y
calientes.

—Al contrario, pasó mucho tiempo sin comer mientras estaba inconsciente, y anoche só lo
comió un poco de gachas.

Alzó las cejas, pues luego de su encuentro, só lo había visto a Ashton.

—¿Có mo lo sabe?

—Duermo a la habitació n contigua a la suya. Estuve ocupado, pero mis pensamientos


estaban en su salud, le pedí al omega que me mantuviera informado —respondió ,
sirviéndose té con leche—, es un buen muchacho.

Harry sonrió levemente, mirá ndose las manos.

—En efecto, lo es. —Se mordió el labio inferior, sintiéndose nervioso—. Quería hablarle de
algo.

—Adelante —dijo contra la taza de té, los sirvientes entraron para recoger los restos de
comida y los platos. Dejaron en la mesa má s té caliente, un cueco de leche y otro de miel.

Respiró profundo para serenarse, no quería oler a miedo.

—Desearía… Necesito, que Ashton vaya conmigo a Aurea. —Enseguida que habló , le
pareció que estaba siendo demasiado demandante, que aquello estaba totalmente fuera de
lugar—. Por favor, por favor, mi príncipe… —añ adió , inclinando un poco la cabeza—,
realmente me siento có modo con él, me conoce.

A Harry de cierta forma le inquietaba que no percibiera ninguna emoció n en el olor del alfa.
Só lo podía sentir su olor natural: canela, naranjas y algo má s que le cautivaba. Le recordaba
a la placentera sensació n de un té fuerte en el estó mago. Pero nada má s. En cambio, su
mirada era intensa, evaluadora.
—¿Y él quiere servirle? —Dejó la taza vacía sobre la mesa. De nuevo, el ruido, le sacó de sus
pensamientos divagantes.

—S-Sí. Le prometí que si salía de ese barco lo traería conmigo a donde fuera…

—Es un muchacho valiente. Le salvó la vida, y estaré siempre agradecido por eso —
interrumpió , ladeó el cuerpo, incliná ndolo hacia Harry. De esa forma la conversació n se
sentía má s íntima—. Planeaba darle una buena recompensa: dinero, ropa y comida para un
viaje. Pero si usted lo quiere para sí… —Encogió los hombros—, derramó lá grimas sinceras
cuando creyó que moriría. Le tiene aprecio, y eso vale mucho. La respuesta es sí, príncipe.
No podría negarle tal cosa.

Harry no sabía que estaba conteniendo la respiració n. Llenó los pulmones de aire, y sonrió
aliviado.

—Gracias, gracias…

Pero su elaborada frase de agradecimiento se vio interrumpida porque Louis se concentró


en otro asunto. Le acarició la mejilla con la misma suavidad y adoració n de antes. Aú n debía
tener la cara roja, y ahora su piel estaba má s ardiente. No comprendía por qué su toque se
sentía tan correcto, tan puro, tan distinto a los otros. ¿Era la marca, o que Louis hacía que se
sintiera de esa forma?

—Me cuesta comprender al rey Desmond, a la gente de su pueblo, Harry —suscitó —. Aquí
en Aurea, se armarían torneos y combates para tener el honor de siquiera poder mirar
semejante belleza, disfrutar de una simple comida en su compañ ía. —Repasó los rizos color
chocolate, hasta los que se enredaban en la nuca, y bajó hasta la marca que había sellado en
su piel.

Estaba mudo, no tenía palabras para comprender ante, lo que para él sonaba, como una
fantasía de un joven omega.

—Ojos como el jade, cabello como el puro cobre —continuó , y ahora Harry si sintió algo, la
tranquila sinceridad fundiéndose con el olor del alfa—, sobre mi cadá ver alguien volverá a
hacerle dañ o. Lo juro por el Señ or de la Arena, y por el imponente Coloso del Mar —y tras
ese juramento a los dioses, tomó la mano de Harry, buscó entre el bolsillo de su pantaló n y
le entregó algo en la palma de la mano. Estaba frío, y cuando estudió el destello reconoció la
plata.

—Príncipe… —Soltó en un jadeo.

Un anillo de compromiso, y un collar de promesa. El anillo era una tradició n antes del
casamiento, sí. No era sorpresa que recibiera uno, pero el collar de promesa era un asunto
en los que pocos alfas se atrevían a jurar. Una delicada cadena de plata de la que pendía
una rosa del mismo material. La rosa se forjaba con unas gotas de la sangre del alfa,
para
simbolizar su compromiso. Hacía un añ o, cuando Lord Abel comenzó a cortejar a su
hermana Gemma, le entregó uno parecido. Con ese regalo, Louis le juraba que no lo
poseería antes de recibir su consentimiento, aú n si este no llegaba en la noche de bodas.

—Tiene mi palabra, Harry.

Demasiado atontado por la magnitud de todo eso, estiró la palma abierta, incitando al
hombre a que le colocara las joyas. El emblema de la familia Tomlinson grabado en plata se
deslizó por el dedo anular de la mano izquierda de Harry. Miró el brillo que despedía
contra su piel, y un nudo se hizo en su garganta, porque le habría gustado tener algú n
familiar para compartir ese momento, como en las historias. Sin que se lo ordenaran, se
movió con cuidado para quedar de espaldas al alfa y exponer su nuca, sumiso. La delgada
cadena del collar rozó cerca de la marca, y aquello le hizo removerse un poco; pero fueron
los brazos de Louis rodeando su cintura que lo mantuvieron en su sitio. Percibió como le
besó suavemente la nuca, donde los rizos apenas le tocaban la piel. Por instinto, ladeó el
cuello y sin ceremonias Louis delineó con los labios los surcos de la marca que ya estaba a
punto de cicatrizar, y luego pasó la lengua por esta.

—Mío —pronunció con voz ronca, y Harry só lo atinó a temblar un poco, cerrar los ojos y
colocar las manos sobre las de Louis, que se entrelazaban sobre su vientre.

Quiso responderle como antes, pero estaba perdido en el remolino de sensaciones, en la


forma en que su corazó n parecía latir muy fuerte contra el ritmo que sentía donde su
espalda se apoyaba en el pecho del mayor.

Desconocía si alguna vez podría amar a un alfa y servirle a gusto. Pero el confort que
experimentaba su cuerpo entre los brazos de Louis, era algo que no deseaba dejar. Nunca.

Aun cuando aprendió de sobra, que nada bueno duraba para siempre.

—♕—

¡Hola!

Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior y los votos.

Acá una imagen estimada de la habitación de Harry, la que Louis le cedió.


5-. Título

TITULO

Todo me lleva devuelta a ti. Como si todo lo que existe, aromas, luces, metales, fueran
pequeños botes que zarpan hacia esas islas tuyas que esperan por mí.

—Va a caer.

—Só lo quiero ver de cerca el agua. Es tan azul.

Un resoplido cansado.

—La balsa se inclinará , perderá el equilibrio y la caída puede hacerle dañ o.

—Es tan azul, príncipe. Verá , en mi—

Pero Harry no pudo terminar su oració n, porque Louis lo sentó de nuevo en el asiento
junto a él, lejos del borde la balsa donde se transportaban. El rizado se sonrojó
furiosamente, porque se estaba comportando como un niñ o en su primer viaje, se suponía
que ahora era un adulto, a la fuerza, pero lo era. El problema era que sí era joven, y sí era su
primer viaje. Y los alrededores de Aurea le resultaban simplemente tan bonitos…

—En su nació n, el agua es increíblemente cristalina, casi irreal. —Completó la idea Louis,
sonriéndole un poco, aparentemente muy divertido con el rubor en su piel.

Harry asintió tímidamente, y jugó con los largos bordes del sobretodo dorado que usaba
ese día.

—Por eso nuestra principal exportació n es la pesca. Es un oficio muy sencillo allá , porque
mientras esté de día… —carraspeó —, puedes ver qué hay en el mar desde cualquier punto.

—Así es.
—Pero aquí tiene un azul profundo, y cuando veo a la distancia —murmuró , corriendo la
cortina con una mano mientras contemplaba con una sonrisa maravillada el muelle de las
tierras de Aurea. Era una geografía impresionante, el có mo mar, desierto y montañ a podían
estar en un mismo sitio, tan cerca. El clima le fascinaba, aunque estaba seguro que su piel
resentiría tanta exposició n al sol. Las pecas de las que tanto huía su hermana, seguro
harían presencia en él.

Harry parpadeó , dejó ir la cortina y se giró para conectar la mirada con ese misterioso
príncipe. No sabía si misterioso sería una descripció n adecuada, porque Louis le contestaba
con cierta paciencia a todo lo que le preguntaba, pero era extrañ o. Harry no conocía la
amabilidad en los alfas, no acostumbraba escucharlos sin veneno o sarcasmo en cada
palabra que le dirigían y por eso, ese príncipe era un enigma para él.

La mano en la que llevaba su bonito anillo de compromiso, la posó en su vientre. Ya casi no


le dolía, ni tenía que llevar las vendas. Lo estaban cuidando bien, respiraba aire puro, libre
de esas cargas de feromonas violentas, y el olor de Louis era como un bá lsamo para sus
nervios.

—Perdone por no obedecer antes. —Recordó , y tomó el diario que Louis había sostenido
para él cuando se antojó por querer tocar la azulada agua—. Gracias, también. —Pasó los
dedos por la delicada cubierta. Ansiaba poder redactar todo lo sucedido, drenar de alguna
forma—. Su país tiene una península preciosa, mi príncipe.

Con una mirada orgullosa, el alfa miró al frente. El mar y el sol le otorgaban un color
precioso al cielo en su mirada, como si el firmamento quisiera plasmarse en ellos, esos
preciosos azulejos que tenía por ojos. El rubor seguía sin abandonar el rostro de Harry.

—Agradezco que lo diga, mi-… —El mayor se interrumpió y una lenta sonrisa se fue
formando en sus delgados labios—, ¿Le pasa algo? ¿Está mareado por el calor?

Harry arrugó la nariz, y negó rá pidamente. No se sentía enfermo, y el príncipe lo sabía bien.
Notó que, cuando este estaba de muy buen humor, le gustaba bromear con su timidez.

—Só lo, yo só lo—

—¿Si? —Las cejas de Louis se alzaron, animá ndolo a que terminara de hablar.

Harry tragó grueso.

—Só lo estoy muy emocionado por llegar a tierra firme. No quisiera tener que subir de
nuevo a un barco en bastante tiempo…

Con una lenta sonrisa ladina, Louis asintió .


—Dígame, Harry. ¿Sabe por qué en Aurea hay tres príncipes y no un rey?

Harry miró la enorme península que se abría para ellos a cada metro que se acercaban al
paso. Controlando dos mares, con ademá s dos cadenas de pasadizos que ellos mismos
dominaban, má s las marcas montañ osas que hacían una especie de cú pula convertían a
Aurea una nació n naturalmente defensiva, con una capacidad para ganar contra cualquier
asedio o guerra. Harry creía que la razó n por la cual la monarquía era distinta allí, se debía
por la inmensa tierra que dominaban, por el poder que aparentaban tener y porque,
histó ricamente, nunca se habían arrodillado ante un rey. Al contrario, los reyes caían como
insectos alrededor de Aurea.

Negó levemente cuando la sombra del paso de piedra oscureció la balsa.

—Lo ignoro del todo, príncipe.

—Para la diplomacia, los conflictos, y todo asunto que requiera una conversació n formal,
los reyes no se mueven de su trono. Son soberanos, só lo tratan los asuntos de su corte —
explicó , enfocando toda su atenció n en el pequeñ o—. ¿A quién envían a negociar con otras
naciones?

Harry creyó que era una pregunta retó rica, pero la expresió n de Louis demandaba una
respuesta, así que se apresuró a decir:

—Consejeros, príncipes, incluso caballeros de la Guardia Real —contestó algo dudoso.

—En efecto. Y eso puede llegar a ofender a la otra parte. Juras lealtad a un ser que jamá s
viste, que no se digna a darte su palabra en persona.

—Pero si el rey dejara el reino, el vacío de poder…

—Son farsas, Harry. Para eso existe un Consejo de Gobierno para cada corona.

Harry jugueteó con sus propios dedos.

—Supongo que sí, príncipe. —Se mordió el labio inferior—, no lo había pensado de esa
forma.

—En Aurea la figura má xima de autoridad, son los príncipes. —Louis rectificó , justo cuando
salían de la sombra del paso de piedra, y el muelle de roca se extendía ante ellos para
recibirlos. Algunos guardias y un sacerdote se encontraban allí—. Y somos tres, porque las
tres familias má s ricas, influyentes y poderosas llegaron a un acuerdo. Cada príncipe tiene
una especialidad ya sea en asuntos militares, monetarios o sociales. Viajamos mucho, a
veces los tres a la vez, aunque normalmente uno se queda, para rendir respeto a nuestros
acuerdos en persona.
Las cejas de Harry se alzaron, y sus ojitos verdes se angustiaron un poco.

—Eso quiere decir…

Louis le acarició el cuello, cerca de la marca expuesta. Harry tembló suavemente.

—Usted y yo vamos a viajar bastante. Pero juro que será en mejores condiciones —
prometió el mayor.

No le quedó má s que asentir.

—Entiendo.

—Pero por tierra, mi lord. —Rió , bastante divertido—. Se cansará tanto de cabalgar, que
luego va a pedirme volvamos a los barcos.

Tras esas seguras palabras de Louis, no hubo mucho tiempo para charlas. Harry por fin
pisaba el suelo de Aurea. El sacerdote bendijo su llegada, deseando que los dioses
permitieran que su estadía fuese larga, amena y lo suficientemente pró spera para darle
hijos a la nació n. Directamente esa era una medida de presió n, tenía que darle herederos al
príncipe Tomlinson o el acuerdo entre naciones se podría romper fá cilmente, y para eso
estaba él allí. Recibió una corona de flores del desierto, de colores vivos y salvajes, y se la
colocó alrededor del cuello. Por el rabillo del ojo captó una mueca de parte de Louis, y no le
costó adivinar a qué se debía: la marca estaba oculta. En una nota mental, prometió
quitá rsela en cuanto fuese apropiado hacerlo. Ashton también estaba ahí, y vestía con ropa
ligera y bonita, de color ocre. Ese clima le daba vida a su piel. A decir verdad, la expresió n
entera del omega estaba cambiada. A su lado estaba una chica, que también se olía como
una omega. Su cabello era rubio cenizo, con la piel suavemente acaramelada como Ashton,
y un rostro exó tico.

—Cara, un gusto que volvieras. —La saludó Louis, luego de que ella le diera una suave
inclinació n—. Terminaste tu educació n muy deprisa. ¿Vas a trabajar junto a Ashton, para
cuidar a mi prometido, lord Harry?

La muchacha de preciosos rasgos sonrió , y asintió una vez. Se inclinó también ante Harry.

—Un honor estar bajo su servicio, Alteza.

—El placer es… mío —respondió Harry, tímido, pero contento de verse rodeado de omegas
que parecían felices con sus vidas.

Pero no podían hacerse esperar má s. Avanzaron con los guardias a sus espaldas, y los
sirvientes a sus costados. Harry sonrió cuando Louis se inclinó a preguntarle si prefería
caminar hasta el palacio, que no era una distancia muy larga, o pedir que los llevaran. Pero
el rizado quería estirar las piernas y ver la ciudad. El príncipe no parecía tener problema
con eso. Aurea no era como el antiguo hogar de Harry, donde la realeza paseaba por las
calles só lo en ocasiones especiales y necesitaban muchísima seguridad. Harry notó que sí,
Louis era reconocido por su pueblo, pero de una forma cá lida. É l saludaba a los dueñ os de
los puestos de frutas y demá s víveres, esquivaba a los niñ os traviesos que jugaban por la
calle para no tropezar con ellos, y hasta recibió una flor que le ofreció una anciana que
vendía plantas con su nieta. Louis mantuvo la diminuta flor en su mano todo el camino. Al
parecer, los aurences tenían un corazó n tan cá lido como su clima.

El sendero que recorrían comenzó a ser una cuesta, el palacio se encontraba en una cima
donde era má s sencillo ver toda la ciudad y el mar que se extendía. Harry agradeció cuando
el alfa pasó el brazo por su espalda para ayudarlo a subir. Cara y Ashton los cubrieron con
una sombrilla del sol, para que no se sofocaran a raíz de los trajes que usaban,
principalmente Harry. La entrada al palacio era una antesala preciosa de jardines de agua,
con bellísimas fuentes y flores extrañ as pero hermosas. No se dio cuenta que había
detenido el andar, hasta que Louis le dio unas palmaditas en la espalda.

—Daremos un paseo luego, tenemos que ir a la sala del trono.

—♕—

Harry casi llegó a jurar que no había ningú n habitante frío en Aurea. Pero claramente
existía alguien en esas tierras que lo detestaba sin siquiera haberle dirigido la palabra. Con
unos fieros ojos claros, la princesa de Aurea lo miraba como si fuese una basura en el piso,
incluso arrugaba la nariz. Tenía la piel acaramelada como todos en Aurea, y el cabello
castañ o y espeso. Su parecido con Louis era inquietante, desde los gestos hasta los rasgos
de angulosos pó mulos. En cambio, a su derecha había una cara má s simpá tica, de cá lidos
ojos almendrados y barba tan oscura como su cabello. É l si era algo má s distinto a los otros
dos monarcas del reino.

—Te hemos esperado por todo un mes —saludó el hombre de ojos marrones, con una
sonrisa—. Bienvenido a nuestra nació n. Soy Zayn Malik, una de las tres coronas… —Hizo
un ademá n, pidiendo la mano de Harry, a lo que este tardó dos segundos en entregarla. Los
labios de Malik apenas rozaron su anillo de compromiso, y Harry juró sentir la tensió n en el
cuerpo de Louis, la tirante posesividad—, y me alegra ver que el compromiso ya está
sellado. Espero escuchar campanas de boda pronto.

Harry separó los labios para pronunciar un agradecimiento, sintiendo la mano de Louis en
el hombro, pero no pudo, otra voz lo interrumpió .

—Oh, como si un compromiso no fuese efímero —Soltó la muchacha de ojos fieros, bajando
de las primeras escaleras que conducían a los tronos. Era considerablemente má s bajita
que Zayn y Louis, pero só lo unos centímetros má s alta que él—. Danielle Campbell,
princesa de la corona.
No hizo el mínimo atisbo de tocarlo, pero esperaba una reverencia de Harry, pues alzó la
barbilla con prepotencia.

—¿Está s ciega? No puedes hablar así, con esa osadía, sobre el tema. —La riñ ó Malik,
frunciendo un poco el ceñ o, y dando una rá pida mirada de disculpa a Harry—. Fíjate, está
marcado.

Los delgados labios de la muchacha se fruncieron, y a la vez, Louis posó ambas manos en
los hombros de Harry, atrayéndolo contra sí.

—Harry será mi consorte, Danielle —dijo en voz clara el castañ o—, la alianza sigue en pie.

Ella lo miró desafiante, y Harry sintió có mo su mirada punzaba a través de él. Por instinto,
buscó refugio en el alfa tras de sí, y tomó una de sus manos.

—¿Có mo pretendes desposar al hijo del bá rbaro que quiso apropiarse de nuestras
fronteras, nuestros aliados, por un simple despecho? —espetó ella, y se sacudió la mano
conciliadora de Zayn, que trataba de calmarla—, ese rey loco, se llenó la boca diciendo a
todos que éramos unos salvajes que só lo masacraban masas.

—Danielle, Harry no tiene nada que ver en eso —apuntó Zayn, intentando ser mediador
entre ambos príncipes que parecían tener una silenciosa batalla—, era un niñ o cuando eso
sucedió , y estaba devastado por el luto de su madre.

—¿Y qué? —chilló la omega—. Fue criado por ese vejestorio paranoico. Cuando nos ponga
la daga al cuello, ya verá n.

Y tras esa sentencia, la ligera tela de su falda morada ondeó al ritmo de sus furiosos pasos
lejos de los tres hombres.

—Lo siento, de verdad, lo lamento…

Murmuró Malik, y su voz se hizo eco mientras conversaba de algo con Louis. Pero Harry
estaba ajeno a eso, viendo por donde la princesa marchó . ¿Estaría Louis realmente
interesado só lo en cerrar esa alianza? ¿Quería tener una garantía sobre el reino que le
declaró la guerra y perdió igual? Quizá , si esa tensa paz se terminaba, anularían el
matrimonio o el alfa podría decidir frecuentar a otro omega para librarse de su lazo con
Harry. La idea le hizo temblar, porque en ese sitio de extrañ os, só lo tenía a Ashton y Louis.

—¿Tiene frío, mi lord? —preguntó el de ojos azules, frotando suavemente sus brazos.
Cuando Harry se ponía enfermo, sentía frío. Pero a Harry no sentía dolor en el abdomen ni
nada parecido a sus síntomas en el barco de Winston.

Negó rá pidamente.
—Me encuentro bien —dijo al alfa que lo sostenía. Y luego miró al otro—, y no tiene que
disculparse, príncipe Malik. Es difícil olvidar los restos de la guerra.

—Pero ya no hay guerra —cortó Louis.

—Bueno, ustedes deben estar muy cansados del viaje y el olor del mar, ¿verdad? —Las
palmas de Zayn resonaron para calmar el ambiente.

—Sí, ¿Dó nde está la corte? —El alfa de ojos azules paseó la vista por la sala.

—Está n en el festival de pétalos. Las flores del desierto vuelven a sus capullos hoy al
atardecer.

—¿Es muy tarde para ir? —Harry alzó la cabeza, sus rizos rozando el pecho de Louis.

Zayn miró el sol a través de uno de los ventanales, y silbó .

—Sí, ademá s en la nota que envió Louis por vuelo decía que necesitabas reposo.

Harry formó un puchero en sus labios, y como se le había hecho habitual desde que
despertó tras ser marcado, llevó ambas manos a su vientre. Una pequeñ a incertidumbre
sobre si podía tener hijos o no luego de ese dañ o se instaló en su mente hacía varios días. Y
simplemente no pudo dejar ir la idea de ser infértil.

—Voy a mostrarle a Harry la recamara que dispusimos para él hacía unas semanas,
seguiremos hablando en el banquete. Estoy agotado.

Fuera de la sala del trono, Cara los esperaba mientras sostenía un par de llaves. Apenas vio
a sus amos, le entregó estas a Louis.

—Aquí tiene, príncipe.

A su vez, Louis se las tendió a Harry, sin detener el paso que Cara encabezaba para guiarlos
a los aposentos de Harry. En su palma, las llaves de oscuro material se sentían algo
pesadas.

—¿Qué es es…?

—Sé que todo parece un título alrededor de esta vida en la realeza, Harry —dijo de la nada
el hombre a su lado—, pero luego de esta guerra, só lo quiero recoger las piezas de mí y
vivir. Só lo vivir.

—Príncipe… —Las cejas de Harry se fruncieron en confusió n—, no entiendo.

—Louis. Llá mame por mi nombre, deja el protocolo, los títulos, para cuando estemos
rodeados de otra gente.
—Bien, Louis. Quiere que le llame así.

—Sí, pero deja el formalismo fuera de nuestros momentos de intimidad. Vamos, inténtalo.

Harry se mordió el labio inferior, y tuvo que mirar al piso pues estaba seguro que en
cualquier momento iba a enredarse con sus pies y caer.

—Como de-desees, Louis.

Una brillante sonrisa cruzó el rostro del alfa.

—Bien, ahora… —Señ aló las llaves—, no sé si te lo enseñ aron. Pero es una tradició n que un
alfa que tiene un omega marcado, conserve la llave de la habitació n de este. Tu cerrojo, por
consiguiente, tiene dos llaves. Una para ti, y una para mí. —Louis se remojó los labios—.
Para cuando decidas dá rmela.

Parpadeó varias veces, demasiado asombrado de la cantidad de decisiones que Louis ponía
sobre él. Miró las llaves y luego al alfa.

—¿Puedo decidir?

—Siempre vas a decidir.

Llegaron en el tiempo justo a la puerta de la recamara, y Harry sintiendo que sus orbes
esmeraldas se humedecían un poco, saltó a los brazos del alfa. La gratitud le atenazaba los
pulmones de una forma no sofocante. Frotó la nariz contra el pecho del mayor, ahí donde la
tela no lo cubría.

—Como un gatito. —Rió por el roce, y lo apartó un poco por los hombros para agacharse y
estar a la altura de su rostro—. Me gusta que hagas eso, que dejes mi olor en ti.

—A mí… a mí me agrada.

Louis tomó la mano de Harry, donde descansaba el anillo. Besó la plata, la piel blanca de
sus nudillos y la yema de sus dedos.

—Zayn es como mi hermano, y estuve a punto de saltarle encima cuando te besó . —


Sostuvo la mano de Harry, pasando los labios por la palma de esta. Su aliento cá lido le
golpeaba la piel—. ¿Qué me haces, Harry?
6.- Ceder

CEDER

Él dijo: “Cariño, ¿A quién le rezas? ¿Alguien te ha contestado? Porque yo he hecho mi parte


por doce años, y no puedo ver a través de las plegarias.”

Él dijo: “Realmente no me importa si te cortas el cabello, o si no llegamos a nada. Porque


tengo, sí, te tengo.”

Quizá s estaría disfrutando esa visita, de no ser porque estaba lidiando con el recuerdo de la
manera en que despertó . La muchacha frente a él sacudía su cabellera dorada mientras
hacía gestos y le hablaba con muchísimo entusiasmo de camino a los jardines, pero a Harry
le costaba caminar. Dioses, ¿Por qué le tuvo que pasar eso a él?

Tuvo una noche agitada, pues algo invadía constantemente su sueñ o. Un olor picante y
caliente, espeso que le abrazaba los pulmones y se esparcía por todo su sistema eliminando
cualquier rastro de frío. Un tacto á spero pero gentil sobre su piel y el palpitar constante y
nítido de un corazó n que ya se le hacía familiar. Una voz firme, clara en su oreja,
susurrá ndole que todo estaría bien. Pero lo que hizo que se erizara todo su cuerpo en el
sueñ o, fue la sensació n casi real –el fuerte recuerdo— de dientes desgarrando su piel. De
una lengua aliviando el ardor de la herida abierta, y la caricia de unos perfectos labios
delineando la obra de arte en su cuello.

Era demasiado calor, se estaba asfixiando y lo necesitaba. Eso que aliviaría la tensió n en su
vientre, la molestia en su espalda baja y lo que latía dolorosamente en su entrepierna.

¿Allí? Pero sí nunca…

Lamentó cuando a quién tenía encima no era a ese precioso alfa de ojos azules.
Sino que era Ashton, diciéndole que…

—¡Haaaarry!—chilló Gigi, la esposa del príncipe Zayn. Estaba a mitad de llevarse un


pastelillo a la boca—, ¿Me está s escuchando?

Harry de verdad deseaba, rogaba a los dioses, que le permitiera retroceder el tiempo para
no vivir el bochorno de que Ashton presenciara có mo se frotaba contra la almohada en su
sueñ o, buscando un alivio que hasta ahora, desconocía necesitar.

—Perdó n, estaba pensando en que…—mordió su labio y tomó uno de los dulces de la


bandeja—. ¡Que quiero muchos de estos para la cena!

Gigi era una muchacha muy agradable, a decir verdad. Simpá tica, parlanchina y con una
risa contagiosa. Llevaba añ o y medio casada con el príncipe Zayn, pero la guerra los separó
por muchísimo tiempo, ya que cada príncipe tuvo una responsabilidad para que pudieran
ganar. Pero los dioses le habían recompensado todo ese sacrificio, porque hacía apenas una
semana se había confirmado con el fisió logo real, que estaba esperando un heredero Malik.

—Son riquísimos, lo sé—asintió ella, apartando rá pidamente la falta de atenció n de Harry


—, los he pedido desde hace unos días.

—¿Será parte de esos llamados antojos? Porque mi hermana tenía unos muy extrañ os.

—No lo sé, este será mi primer bebé—respondió , dejando ambas manos sobre su aú n
plano vientre. Un rubor se instalaba en sus mejillas cada que hablaba del futuro bebé, y eso
a Harry le parecía hermoso—, ¿Tú hermana no se encuentra encinta también?

—Sí…sí, ya debe estar por cumplir los cinco meses.

—¿Y ella es tan adorable como tú ?—inquirió , tomando de su bebida sobre la mesa.

La risa de Harry fue natural, sonora, a través de los jardines donde se encontraban
tomando una merienda. Estaban llenos de plantas, fuentes y bellísimas flores. El sonido del
agua lo relajaba y estaba enteramente feliz de haber aceptado la invitació n de la consorte
Malik esa mañ ana.

—A decir verdad, compartimos estos—señ aló a sus hoyuelos, que se formaban apenas
hacía un amago de sonrisa.

—¡OH!—aplaudió la rubia—, espero que mis pequeñ os sean tan lindos como tú .

Iba a comentarle que tenían otras similitudes, como la sonrisa, los ojos claros y la cara que
ponían cuando se enojaban, pero el tren de pensamientos de Harry se vio interrumpido por
el repiqueteo de tacones hacia ellos. Y no só lo eso, sino risas. En su direcció n avanzaban la
princesa Danielle y sus damas de compañ ía, que aplaudían y reían de todo lo que ella decía,
o simplemente asentían, lo que sea que ellas consideraran correcto para complacer a la
monarca. Sus frescos vestidos de telas llamativas y coloridas ondeaban con la suave brisa y
el paso de su caminar. Harry apenas tenía unos días en Aurea, pero ya sabía có mo se
organizaban las divisiones de la corte. Y definitivamente, los má s allegados a la princesa
Danielle, eran los de actitud cínica y petulante. Le recordaban a los buitres que rodeaban a
su Damon. Ella le recordaba a Damon.

Pero como la cortesía lo dictaba, dio una ligera inclinació n de cabeza cuando ella estuvo
frente a ellos, aú n cuando no recibió una a cambio. Gigi por su parte apoyó el codo en la
mesa, para acunar la barbilla en su mano, y suspiró con cansancio.

—Esto es un gran gesto de tu parte, Gigi—señ aló Danielle. Frunció los labios en aquel gesto
despectivo suyo, que resaltaba sus pó mulos y hacia a sus ojos letales, miró por un segundo
a Harry antes de tomar uno de los pastelitos de la bandeja.

—¿Merendar con el futuro consorte? Harry es adorable, cualquiera de la corte quisiera


compartir unos minutos con él—respondió la rubia, sin una pizca de humor o falta
simpatía.

Harry sentía la tensió n entre ambas, no era un secreto para nadie –suponía— que la
consorte y la princesa guardaban cero tolerancias entre sí.

La princesa curvó los labios, y su cabello se movió apenas de su arreglo cuando negó .

—Me refería a darle consejos—dio una probada al pastelito—, sobre có mo lidiar con la
ausencia de un alfa.

Gigi endureció su expresió n, y sin quitarle la vista de encima a la princesa, ubicó la mano de
Harry sobre la mesa, estrechando sus dedos.

—Si realmente quieres un consejo, vuelve a las reuniones de la corona y dale un descanso a
los príncipes—pronunció duramente, y Harry quiso hundirse en su asiento, porque ese
comentario malintencionado le recordó lo mucho que odiaría pasar el resto de su vida en
cautiverio, como la oveja negra que no quieres mostrar.

Tras un silencio tenso, donde tanto las damas como Harry contuvieron el aliento, Danielle
soltó una risa estruendosa.

—Muy graciosa, Hadid. Esto de cargar con el hijo de Zayn te tiene por las nubes, ¿Me
equivoco?—encogió los hombros, y terminó de comer el bocadillo—, só lo digo que ya el
pacto está firmado y sellado. Pero ya sabes có mo son los alfas: no precisamente fieles, y
pocos resueltos a la monogamia.

Con esa sentencia y sin despedida alguna, la princesa retomó el rumbo de su paseo,
dejando una estela de cuchicheos a su paso, que só lo le dieron escalofríos al menor.
—No la escuches.

—¿Por qué me detesta? Sé que no soy el mejor omega, que la corona quería a mi hermana o
al mismo Damon, pero—

—Harry—insistió Gigi—, es una víbora, no caigas en su juego. La manipulació n es lo suyo,


no sabes cuá ntos acuerdos se han sellado a través de su arte con las palabras.

—¿Pero qué quiere?

Gigi bufó .

—Debilitarte, detesta a cualquier pareja que se acerque a sus “hermanos”. Los tres
herederos de las familias reales: Tomlinson, Malik y Campbell; son criados como parientes,
para evitar disputas en el trono.

Harry se mordió el labio, y alzó las cejas cuando dejó escapar el pensamiento que le picaba
la curiosidad desde que llegó .

—El príncipe Louis y ella son… son—tomó aire—, tienen un gran parecido.

—¿Acaso no lo sabes?

—¿El qué?

La rubia se inclinó un poco sobre la mesa, su largo cabello cayendo en suaves ondas sobre
esta.

—Son primos. La madre del príncipe Louis y de ella, eran gemelas. Cada una se casó con un
heredero, claramente. Pero la madre de Danielle murió un par de añ os antes de la guerra,
por una epidemia de fiebre que hubo en la península.

La informació n del parentesco casi pasó desapercibida para Harry. La archivó en algú n
punto de su mente.

—Creo que podrá n pasar cinco añ os, y seguiré derramando algunas lá grimas en las noches
por mi mamá —confesó , con el corazó n encogido—, que ella también perdiera a la suya, es
triste.

Gigi asintió , y volvió a apretar su mano.

—La reina Anne, ella también enfermó , ¿cierto?—mustió lentamente.


—Sí, pero nunca me informaron de qué—suspiró , parpadeando para alejar lo que eso le
afectaba de sus ojos—. Mi hermana, Gemma, me dijo que estaba muy chico para saberlo o
entender…

—Tenías catorce añ os, cielo.

Y ahora tenía dieciséis, pensó Harry, y seguía aguantando el peso de demasiadas cosas.

—No llores, bonito—suplicó , Gigi, que se levantó para abrazarlo—. Vamos a pedir a las
cocinas esos ricos postres de fresa y crema…

—Eso estaría muy bien…—sorbió por la nariz en medio de una risa, y correspondió con
cuidado el gesto de la rubia, para luego separarse.

—Ademá s quiero caminar un poco… Con el clima de esta época del añ o no te puedes
quedar mucho rato en el mismo sitio, o te ahogas de calor…

A lo que Harry no podía hacer otra cosa que curvar un poco los labios en una sonrisa,
mientras recorrían los caminos de piedra del jardín de agua, donde en ese intenso calor las
plantas aú n así estaban vivas y con colores llamativos, y los nobles que también daban un
paseo lo saludaban con una respetuosa inclinació n. Porque en su cuello llevaba colgando
una promesa de plata, y en su mano, su entrada a la familia Tomlinson.

—No debes cubrirla, por cierto—Gigi sacó de los pliegues de su falda un abanico.

—¿Qué cosa?—las cejas de Harry se fruncieron en ese gesto de concentració n.

—La marca. Usa cuellos abiertos.

Por inercia, se llevó una mano a la marca de la dentada de Louis, y sintió un escalofrío que
le recorrió todo el cuerpo.

—Todavía desconozco muchas cosas sobre los alfas, no sé qué les agrada. Nunca conviví
mucho con mi padre o hermano. Y… y—el recuerdo de Winston y los horrores de ese
burdel improvisado en el barco donde se transportó con un mes amenazaban con tomar su
mente, justo en ese momento. Su estó mago se revolvió incó modamente.

—Mostrarla está bien. Señ ala que no está s disponible para nadie má s, y—usó un tono de
enfá sis para tener la atenció n de Harry—, deberías estar orgulloso. He visto matrimonios
donde el omega nunca es marcado. Pero tú fuiste reclamado incluso antes del matrimonio.

Las mejillas del rizado se tiñ eron de rosa, y trató de ocultar una sonrisa de emoció n.
Porque Louis lo hacía sentir especial, deseado, respetado, y eso le daba muchísimo miedo.
—É l incluso habló con el consejo real, me contó Zayn—finalizó Gigi, y soltó una carcajada
que alertó a las doncellas, pero a ella poco le importó —, Danielle estaba fú rica.

Terminaba de enganchar el seguro del collar de plata en su cuello, cuando una escena a
través del espejo frente a él lo hace morderse el labio. Cara hacía hasta lo imposible, se
esmeraba por hacer sentir a Ashton bienvenido y ú til. Le enseñ aba có mo servir las
comidas, la forma adecuada de llamar a los distintos señ ores de la corte, por cuá l lado se
doblaba la ropa y por qué las sá banas y las tú nicas se lavaban de forma distinta. Pero por
sobre todo, era su amiga. Estaba para él cuando el muchacho tenía alguna inseguridad,
jurá ndole que ningú n alfa volvería a abusar de él en esa península. Tal acto se encontraba
penado por las leyes de la corona; y Harry le veía sentido a eso: después de todo, una de las
princesas era una omega.

—Aquí el alfa que se interese en ti, tiene que cortejarte, y pedir la bendició n de los
príncipes—le decía ella, mientras entre ambos cambiaban las vestiduras de la cama. Harry
se calzaba los zapatos, y se hacía a la idea de usar prendas de tela delgada y con el cuello y
parte del pecho expuestos.

—¿Cortejarme? ¿Así como el príncipe Louis que le envía regalos a lord Harry?—Ashton
levantó el colchó n para estirar bien el cobertor de la cama.

Harry ante esa menció n, miró el abanico bordado con hilo de oro sobre la mesa, y la nota
que reposaba a su lado cuidadosamente doblada.

“Si bien no puedo estar siempre a tu lado, mi atención siempre está en ti. Noté que te gustan
los jardines, pero estos pueden llegar a sofocarte. Acepta esto en pro a tus paseos.”

Rezaba el manuscrito en una letra apretujada, pero legible, y con la firma del príncipe. El
traje que ese día usaría Harry también fue un regalo que recibió con el desayuno, pero sin
una nota.

—Algo así. Pero Ashton, pon atenció n a mis palabras—Ese día Cara usaba só lo un top de
cuero verde oscuro con una falda de la misma tonalidad, el cabello recogido a un lado—,
piensa bien de quién aceptas un cortejo, no porque un alfa o beta te hable muy lindo y
regale pan dulce vas a dejar que te muerda. ¿Correcto?

El de cabello cobrizo resopló , un tanto ofendido.

—¡Pues claro!—y quizá sacudió muy fuerte la almohada para sacarle grosor—. Que no soy
ningú n ilusionado regalado, viví en la calle mucho tiempo…

Por primera vez en toda la conversació n, Harry decidió intervenir.


—Pierde cuidado, Cara—dejó su asiento en el taburete acolchado y le sonrió a ambos—,
Ash sabe tomar buenas decisiones, eso te lo puedo asegurar.

El mencionado le agradeció con un gesto amable, y Cara só lo asintió . Para cortar la tensió n
entre ambos, ella le lanzó una funda de almohada.

—A trabajar, anda.

Las risas y las labores se reanunadron. Harry hizo su camino hasta la puerta de sus
aposentos. Algo en su interior se retorcía con ansiedad. Simplemente, ese instinto que
ahora sentía má s que nunca le indicaba que necesitaba ver a Louis. Salió sin alterar a sus
sirvientes, y los guardias en la puerta lo saludaron con una reverencia.

—Mi lord—el par dijo a la vez.

Liam siempre estaba con Louis, sí, pero también era comandante de la guardia real. Para
dicha de Harry, todos sus subordinados eran –o intentaban, cada cabeza era un reino— ser
simpá ticos como él.

—Buen día—miró a ambos hombres, con espadas en el cinto y guantes de grueso cuero—.
Podrían llevarme con Louis?—solicitó en un arranque de seguridad—, si es posible, claro.

—Se encuentra en la sala de logística con Ser Liam.

—¿Y tengo permitido ir?

—Nadie suele interrumpir sus horas allí…—Harry ya estaba retrocediendo para volver a la
habitació n—, pero nos indicó que siempre hay una excepció n con usted hasta que se
indique lo contrario.

La sonrisa de Harry podía partir su cara, sí.

La sala de logística se encontraba detrá s de una pesada puerta de roble. Harry pasó la
palma por la á spera superficie de esta, miró a uno de los guardias algo dubitativo, y este le
asintió . Tocó dos veces con los nudillos y empujó la puerta.

—Lord Harry Cox, majestad—anunció el guardia con voz firme.

Dentro, Louis estaba inclinado hacia un gran mesó n redondo, donde se expandía un mapa.
Distintas figuras estaban sobre este donde, Harry suponía, estas marcaban territorios o
familias aliadas. Ser Liam señ alaba un punto en el mar, y susurraban entre sí, pero se
callaron apenas Harry dio algunos pasos dentro de la estancia. De repente, se sintió
estú pido por venir a interrumpir, obviamente se encontraban trabajando en algo
importante. Iba a quedar como un niñ o aburrido y caprichoso.
—Un placer verlo, mi lord—una sonrisa se esbozó en las facciones de Louis, los brazos que
estaban flexionados sobre el mesó n, se estiraron. Liam pronunció un saludo igual, e hizo
una reverencia, pero el corazó n de Harry latía muy rá pido como para poder escucharlo
detenidamente.

Los guardias se marcharon tras cerrar la puerta y los pies de Harry se movieron solos hasta
quedar a un metro de distancia de ambos hombres.

—¿Interrumpo, mi príncipe?—miró de soslayo las figuras con los colores y banderines de


las familias con ejércitos—, si está muy ocupado con Ser Liam, puedo irme.

Ser Liam alzó las cejas y miró a su príncipe, mientras este reía un poco.

—Nada de eso, lord Harry. El comandante y yo só lo adelantá bamos un poco de trabajo para
los informes al consejo—encogió los hombros en un gesto desinteresado, y se apartó del
mesó n para alargar una mano, solicitando la de Harry.

—Deben excusarme, iré por unos planos que el maestro de geografías no ha terminado de
dibujar—Liam se movió de su sitio, justo cuando los labios de Louis dejaban un suave beso
sobre los nudillos de Harry, y acariciaba sus dedos con los propios.

—De acuerdo, Ser Liam—asintió el monarca y miró marchar a su guardia má s leal. Luego
sonrió sin separar los labios y miró a Harry—, ese traje te va muy bien.

—Quería agradecerle… agradecerte por el regalo, no pude evitar usarlo apenas lo saqué de
la caja.

—Me complace escuchar eso.

—Y por el abanico, lo cierto es que el paseo con la princesa consorte me dejó agotado.

Otra armoniosa risa, algo en el pecho de Harry revoloteaba cuando la escuchaba, como un
pá jaro inquieto.

—Es muy parlanchina, ¿No será eso lo que te mareó ?

El menor cubrió su boca con ambas manos, sofocando un gesto jocoso.

—No, no. Ella es muy agradable, y estoy feliz por su embarazo.

—Todos estamos contentos por Zayn y Gigi—pasó una mano por la cabellera chocolate de
Harry, y bajó hasta su mejilla—, gracias por venir a verme.

Harry no quería hacerse ideas de cuentos de hadas. No quería convencerse que detrá s de
esas palabras estaba un “es difícil tener a mi omega lejos”, porque la ú ltima vez que se
atrevió a soñ ar las cosas fueron muy mal. Separó los labios para responder, para decirle
que podía ir a verlo a su recamara cuando quisiera, pero recordó que las llaves gemelas se
encontraban en un cajó n de su có moda. Al quedarse sin palabras, su instinto tomó las
riendas, y por inercia só lo optó por besar la base del pulgar del mayor, que tenía a su
alcance.

Casi pudo sentir có mo la respiració n de Louis se cortó , y claramente vio có mo sus pupilas
se tragaron un poco del color azul. Su omega ronroneaba, porque acababa de complacer al
alfa en algo, y eso era un logro digno a celebrar por lo alto.

Louis se inclinó hacia él, Harry rodeó con suavidad la muñ eca de la mano que aú n seguía en
su mejilla.

Ayer, en el atardecer, paseaba con Cara cerca de una de las zonas de los jardines que daba
al mar, cuando vio al matrimonio Malik compartir un momento íntimo. Gigi apoyaba las
manos en los hombros del alfa, mientras este la abrazaba e inclinaba la postura para
reposar los labios sobre los ajenos. Las hormonas de ambos despedían una combinació n
agradable al olfato, tan diferente a lo que Harry relacionaba al olor de la unió n de un alfa
con un omega, que no pudo evitar pensar có mo se sentiría eso: ser besado.

Desde entonces, sentía hormigueo en los labios.

¿Louis querría besarlo?

La calidez que emanaban los dos la podía comparar con el calor de los jardines al medio
día.

Pero los labios del príncipe se frotaron contra su otra mejilla, del lado donde má s abajo se
encontraba la marca. Suspiró , y el brazo libre de Louis le rodeó la cintura, atrayéndolo
hacia sí. Hasta que sus pechos casi chocaban, mientras respiraban el olor del otro y se
reconocían.

Esto es lo que me agradada, canela, picante y reconfortante, pensó Harry cerraba los ojos se
perdía, olvidando dó nde se encontraba. Las piernas amenazaban con fallarle en cualquier
momento. Estaba cediendo, porque su organismo reclamaba por ese alfa y tenía que ceder.
Buscó un punto de apoyo cuando Louis encontró un refugio en su cuello y mordisqueó
cercas de la cicatriz que él mismo le dejó . Apoyó la mano en el borde del mesó n, de un
manotazo, y una sensació n lacerante le cruzó la palma.

—¡Ay!

El momento se cortó cuando la sangre goteaba desde la mano de Harry, haciendo un


brillante contraste en su piel. No era un corte profundo o extenso. El abre cartas reposaba
sobre el mapa con unas gotitas del líquido carmesí. Mientras él estaba paralizado por el
brusco cambio de situació n, Louis se movió rá pido. Apartó las cosas del borde del mesó n,
presionó un pañ uelo en la palma de Harry y volvió a tomarlo de la cintura para alzarlo y
sentarlo en el mesó n ya desocupado en parte.

—Arde—balbuceó el rizado, por la presió n de la tela contra la herida. Louis presionó el


pañ uelo hasta que el flujo de sangre era mínimo, y luego lo dejó de lado.

—Es pequeñ a, las manos son simplemente, escandalosas.

Acercó la palma de Harry a su rostro, y lamió la herida.

Harry pegó un saltito de impresió n porque apenas la saliva del alfa tuvo contacto con la
cortadura, el ardor cedió hasta desaparecer. Y vino el alivio, y con el alivio, cierto placer
que le sacudió el cuerpo.

Jadeó , con el rubor quémandole la cara.

Una lamida má s, y otra cascada de sensaciones que le hizo cruzar las piernas.

—¿Mejor?—preguntó el mayor, y olisqueó el aire. Maldició n, Harry estaba soltando


feromonas.

—Mhm, me… Yo—

El alfa carraspeó .

—Debe estar por cerrarse. Para eso voy a estar siempre, Harry. Soy tu alfa, y mi deber es
cuidarte y aliviarte de lo que sea.

Y eso fue, eso disparó las hormonas rebeldes de Harry.

Con la intenció n de lamer una ú ltima vez la herida, Louis se inclinó . Pero Harry se movió
má s rá pido, e interceptó aquel gesto, ladeando el cuerpo hacia el mayor para encontrar su
rostro y juntar con prisa, cierta torpeza, sus labios.

Era un toque suave, pero la barba de Louis se sentía á spera contra sus mejillas y barbilla.
La mano herida la dejó colgando, pero la otra se sujetaba al hombro del alfa. Mientras este
lo sujetaba de la nuca, enredando los dedos en sus rizos para que no se alejara. Y como
hombre dominante que era, tomó control del impulso de Harry. Moldeó los labios sobre los
suyos, disfrutando de su boca suave y llena, prominente. Con la punta de la lengua le
delineó el labio inferior, y luego succionó este. Harry probó el sabor de Louis en ese
momento. Uvas y tabaco, suave y fuerte; caliente. Suspiró , arqueando el cuerpo por ó rdenes
que só lo su omega interior comandaba, y abrió la boca. Primero, el choque del aliento
ajeno, incitador. Y entonces la lengua de Louis tanteó la suya, la acarició e invitó a moverse.
Lento, suave, seguía el baile que el mayor le indicaba, respirando corto y pausadamente por
la nariz, como podía. Hasta que no pudo, y boqueó por aire.
—Como un gatito—repitió lo que le había dicho aquella vez en el pasillo, limpiando con el
pulgar la saliva alrededor de la boca del rizado.

—¿Príncipe?

—Sigiloso, travieso, caprichoso—volvió a presionar un beso contra esa suave boca, casto, y
otra má s.

Harry podía desmoronarse en ese preciso momento, mareado por algo que se sentía
demasiado bien. Cerró los ojos y se aferró de la ropa ajena.

—¿Có mo iba a imaginarme que un niñ o atravesaría mis defensas?—acarició la parte


posterior de la cabeza de Harry—, en mi sala de logística, atacá ndome con un beso por
sorpresa.

Le lamió los labios con deseo, y la rosada punta de la lengua de Harry se asomó entre sus
labios abiertos para su encuentro.

¿Qué les parece? La marca les despierta muchas sensaciones a ambos, la boda está
cerca, pero quién sabe lo que pase antes.

Nos vemos pronto.

¡Gracias por las 1k de leídas y los votos! mucho amor.


7.- Garras

GARRAS

“Despertar en un sueño de helado miedo. Tus manos sobre mí, y no puedo gritar. No puedo
escapar de la forma retorcida que piensas de mí, te siento en mis sueños y no puedo respirar
o dormir.”

“Di que me perteneces, mi pequeño lord, no hay a dónde huir así que sólo afróntalo. Sé que
pronto verás, que eres tal como yo. No grites más, amor, porque sólo te quiero a ti.”

|| “Península Independiente de Aurea; noveno mes del año; decreto número 128 en
conformidad con la decisión conjunta de sus majestades las tres coronas.

—A partir de la emisión de este decreto, se tomarán veinte días para la preparación


de la boda real entre su majestad el príncipe Louis Tomlinson, primero en su línea de
sucesión a la corona y su prometido por mutua alianza lord Harry Cox de Vitrum
Maritima, tercero de su línea de sucesión al trono. Como parte del tratado de tregua y
paz a la guerra que azotó a nuestras naciones, y que con la bendición de los dioses
dicha tragedia no se vuelva a producir.

Decreto que se expide con ocho días de antelación y se envía con brevedad a todos
los aliados del reino de Aurea y sus socios comerciales.

Siempre a sus servicios y bienestar,

Consejo de ancianos de Aurea. “||


“Querida Gemms:

Esta carta llegará , seguramente, junto al decreto de la boda entre el príncipe Louis y yo. No
quiero que te alarmes o estés angustiada por lo que resta de tu embarazo. Tenías razó n, es
una buena persona, todos aquí son muy cá lidos, como su clima y distan mucho de la
opinió n que tiene padre sobre ellos. Quisiera contarte tantas cosas que simplemente este
pergamino no puede contener… Tengo amigos, muchos. ¿Puedes creerlo? Ashton es un
muchacho simpá tico y valiente que conocí en el viaje. Cara me enseñ a las costumbres de
Aurea y despierta con tacto cuando duermo demasiado por la mañ ana. Mis guardias
personales se llaman Michael y Calum, y siempre me hacen reír, ¡no usan esa armadura fea
y pesada! La esposa del príncipe Zayn también está embarazada, y siempre me dice que
quiere que su bebé tenga hoyuelos como los nuestros, rezo a los dioses para que cumplan
su deseo. Te extrañ o, y sería una falacia de mi parte decir que soy del todo feliz, porque
hace casi dos meses que no te veo y tengo que vivir a base de mis recuerdos. Tengo en
mente tu promesa, así que mantenla, por favor. Cuando mi sobrino nazca, me prometiste
que viajarías para poder verlo. Deja que Lord Abel organice el viaje. Quiero saber de ti,
quiero reconocer tu letra cuando me llegue tu respuesta. Si eres rá pida, tu respuesta llegará
justo para la boda, y esa será toda la fuerza que necesitaré para recibir el peso de esta
nueva vida que se abre para mí. Ahora entiendo tu ansiedad antes de tu boda, lo pensativa
que estabas y como siempre rezabas en busca de consejo. Yo también lo hago. Recuerda
que te quiero, y el mar que nos separa no cambia eso.

Tu hermano,

H. Cox “

La desesperación ya era un estado recurrente en él.

—Por favor, por favor, lo siento-temblaba, sollozaba, pero no habían suficientes lágrimas que
pudiera derramar. Estaba agotado y débil.

—No estás siendo complaciente como te pedí, pequeño lord-respondió esa grotesca voz justo
sobre su oreja. Ataba con fuerza sus manos en el cabecero de hierro de esa viaja cama. Y una
vez lo tenía inmovilizado donde quería, procedió a desgarrar su ropa -más allá del penoso
estado en que ya se encontraba— y reía ante sus súplicas.

—Lo siento, lo siento, ¡por favor!

—Estate quieto, pequeño lord.

—¡Juro que no sé qué es lo que quiere!


Entre los forcejeos, el ruido y el rechinar de la cama, una bofetada surcó el rostro de Harry,
partiendo de nuevo su labio. Aquello lo dejó quieto un momento, helado por la impresión, y la
imagen de Benjamin terminando de desgarrar la tela de su pantalón. El alfa lo miraba con
una mezcla de furia y enfermizo placer.

¿No estaba siendo un buen omega?

¿No se quedaba quieto y dejaba hacer a ese hombre, permitiendo que lo tocara y lastimara a
su antojo?

¿Qué hizo mal?

Benjamin manoseó con aspereza los tiernos muslos de Harry y fue ascendiendo, trazando la
ingle con los pulgares y afirmándose con crueldad con un duro apretón en las caderas sobre
los moretones del día anterior que punzaron y Harry aulló de dolor, retorciéndose.

—¡Seré bueno!-prometió en medio de un sollozo, la cara roja por la desesperación y ojos


suplicantes.

—Sí, sí que lo serás.

Lo vio relamerse los labios, y luego le dio la vuelta con brusquedad. Sus muñecas se cruzaron,
limitando aún más su movilidad. Su respiración estaba sofocada contra el colchón y las
frazadas revueltas sobre este por el forcejeo. Mientras, esas corruptas manos apretaban sus
glúteos, se hundían entre el pliegue de estos.

—No quiero-quejó bajito, con la voz amortiguada.

—Muy mal, pequeño lord. Deberías estar mojando mis dedos-chasqueó la lengua Winston en
desaprobación-. Haré algo al respecto, para que no seas un egoísta que cree que lubricar sólo
ayuda al alfa.

Y clavó el dedo medio dentro de Harry sin más, con muchísima presión, forzando sus paredes
y tomando camino a la fuerza. El niño gritó, tensó el cuerpo por el ardor lacerante, por la
sensación que lo estaban rompiendo a cada centímetro.

—¡Basta, basta!-imploraba, mientras otro dedo se hacía paso dentro de él y el sentirse


desgarrado sólo aumentaba en su cuerpo, en su sistema-. ¡Me duele, no más!

Pero al hombre sobre él no le bastó, y sostuvo a Harry de la nuca para que no se moviera
mientras simulaba duras estocadas irritaban la entrada del muchacho, lo tenían gritando y
removiendo el cuerpo de puro dolor y desesperación. Las suplicas sonaban quebradas e
histéricas, rogándole a cualquiera que le sacara de encima aquel castigo, ese monstruo que
disfrutaba con su sufrimiento.
—No soportas nada, pequeño lord-soltó burlón el comerciante y se inclinó para lamer la
espalda baja de Harry-, Con esto no estoy ni cerca de desvirgar este culito.

—¡POR FAVOR, DUELE!

Benjamin dejó de forzarse en su interior, y volvió a ponerlo de frente a él. Harry creía que ya
no guardaba nada que llorar dentro de él, pero sus mejillas estaban surcadas por gruesas
lágrimas, y su barbilla goteaba un hilillo de sangre por el golpe.

—¿Así piensas aguantar la polla de un alfa? No vas a llegar a concebir ni un hijo, pequeño
lord inservible-su pecho vibró por la burla en su risa-, Mejor te quedas aquí, y sirves de puta.
¿Otra ronda?

Con una cínica sonrisa, le separó las rodillas y lo aplastó con su cuerpo maloliente.

Despertó llorando, con la cara empapada y chillando, dando golpes en la cama a amenazas
que só lo estaban en su mente. Algo lo tomó por los hombros y lo abrazó fuerte para que
dejara de gritar y removerse. A sus fosas nasales entró el olor de Ashton, suave y con la
esencia de la lavanda, indicá ndole que estaba en los brazos de alguien que nunca le haría
dañ o. Los gritos cesaron para que notara lo agitada que estaba su respiració n, la forma en
que su corazó n latía dolorosamente contra la jaula que eran sus costillas.

Le siguió el llanto amargo, la certeza de que el pasado simplemente no podía quedarse tras
una puerta só lo porque un par de acontecimientos felices lo tenían distraído. Los
monstruos y fantasmas estaban ahí, acechando en la oscuridad a cuando estuviera
indefenso para devorarlo.

—Iré por té-escuchó que anunciaba la voz de Cara, y un movimiento de telas le indicaba
que saldría incluso en camisó n para recorrer el tramo hasta las cocinas.

Pacientemente, Ashton esperó hasta que su lord quiso romper el abrazo y mirarlo. Le
partía el alma observarlo de esa forma: lloroso, con miedo y dolor en sus jó venes ojos.
No era justo que incluso en ese sitio seguro el fantasma de lo ocurrido en el barco lo
persiguiera.

—¿Una pesadilla, mi lord?-Harry asintió , mordiéndose el labio donde, muy nítidamente en


el sueñ o, probó la sangre-, ¿Con él?-otro asentimiento.

—Soñ é que me… que él me desnudaba y…-hipó , haciendo rodar con ansiedad los anillos en
sus dedos-. Sentí el dolor tan real, Ash.

—Nunca má s podrá tocarlo, mi lord.

—¿Có mo puedo estar seguro? A veces todavía siento sus dedos en mi piel.
Ashton lo miró fijo, y ubicó la cadena de plata que se ocultaba debajo del camisó n de Harry,
exponiendo así su collar de promesa.

—Porque usted tiene esto, alguien que lo cuida.

Una acolchada bata amarilla envolvió su empapado cuerpo cuando salió de la tina. Los
bañ os en Aurea eran espaciosos, con algo que Harry por costumbre llamaba tina, pero eso
realmente guardaba las proporciones de un balneario. Cada habitació n de un miembro de
la realeza en la residencia principal tenía uno así.

El agua goteaba desde sus rizos, y quedaban atrapados en la fá brica de la bata, era lo
suficientemente grande como para que la suave brisa que entraba por una de las ventanas
de la habitació n no le molestara. Justo cuando entraba a la recamara para tomar el traje
que Cara escogió para él, la puerta fue tocada una vez, como sus guardias tenían por
costumbre, y la cabeza de Calum se asomó por la abertura de esta. Como sabía que Harry
probablemente aú n no se vestía, sus oscuros ojos estaban clavados en el piso. El joven
guardia carraspeó .

—Señ or, el príncipe Louis solicita verlo.

Harry se ató bien el cinto de la bata, y el rubor invadió sus mejillas, coloreando sus
pó mulos y la nariz. Trató de acomodarse los mechones hú medos que caían por su rostro.

—Por supuesto, que pase-ordenó , pará ndose derecho-, Cara debe estar por volver con los
bocadillos, no hay problema.

En su rizada cabeza había un conflicto sobre si era moral y protocolarmente correcto


recibir a su prometido sin nada de ropa debajo, y en su recamara. Desde luego, que ya
estaba marcado por él, y desde ese beso en la sala de logística habían compartido otro par
de eso de forma furtiva. Eran pocas las veces que realmente estaban solos, aunque Liam de
forma có mplice siempre sabía có mo buscar una excusa para darles unos minutos.

Cuando Louis lo besaba, Harry sentía que el fuego corría por su sangre. Que la piel le
hormigueaba y algo caliente se alojaba en su vientre.

Al diablo el protocolo.

—Lo de gatito no lo tienes só lo de sigiloso, sino de dormiló n, ¿eh?-Louis entró vistiendo


impecable, como siempre, esta vez luciendo de un color ocre poco propio de las tonalidades
de su casa.
—Esta cama es muy có moda, es un insulto a los dioses no aprovecharla bien-contestó , pues
sí, se levantó má s tarde lo habitual por la mala noche que tuvo. Pero no tenía por qué
mencionar eso.

Una sonrisa ladina tiró de la boca de Louis, y ese fue á nimo suficiente para que Harry
corriera a sus brazos. Sin falla, fue envuelto por el gesto protector del alfa, que acarició
tenuemente sus hombros y recorrió sus hebras hú medas con los dedos. Dejó un beso en su
coronilla, pero Harry alzó el rostro y empujó los labios en un mohín, apretando entre su
abrazo la cintura de Louis.

¿Por qué besarlo ahí, si…?

—Claro.

Incliná ndose un poco, y Harry poniendo de su parte al recargar el peso en la punta de los
pies, Louis besó los sonrosados labios, llenos y bonitos de su omega. Como de costumbre,
no se resistió a un toque casto, y le dio otro.

—Lou—

Una sesió n de besos entre risas y palabras entrecortadas, vanos intentos de parte de Harry
por completar el nombre de su príncipe, pero este lo interrumpía sellando su boca,
apretando sus labios con dulzura y hasta mordisqueá ndolo un poco.

—¿Dormiste bien, entonces? ¿Te gusta esta recamara?-murmuró contra la mejilla de Harry,
enviando deliciosos cosquilleos donde lo tocaba.

—Algo así-respondió suavecito, sus manos jugueteando con un colgante de oro sobre el
pecho del alfa-, me gusta mucho la tina, es como tener un balneario para mí solo.

—Pues tendrá s que aprender a compartir pronto, ya que…

La puerta se abrió , y Calum entró azorado detrá s del príncipe Malik, que llevaba una
sonrisa capaz de fracturarle la mandíbula. Pero entre la palidez del guardia, el cuerpo tenso
de Louis y los nervios que invadieron a Harry, daba la impresió n que el ú nico de buen
á nimo era Zayn.

Consiente de su desnudes bajo la bata, Harry se acurrucó contra el cuerpo de Louis,


buscando que su figura lo cubriera. Este en respuesta acunó la cabeza de Harry contra su
pecho, y rodeó su espalda con el brazo distante. Miró a Zayn por encima del hombro,
fulminá ndolo.

—¡Qué manera de pedir las cosas, Loui-Loui!-se burló el moreno, frotando la palma de las
manos, una contra otra. Louis gruñ ó , y el otro príncipe estalló en una carcajada-. ¡No
atosigues al pobre Harry, que le queda un mes de hombre soltero!
El par de ojos verdes lo miraron un momento antes de volver a presionar la mejilla contra
el pecho de Louis.

—Diecinueve días-corrigió el rizado.

—¿Perdó n?

—La boda, Zayn-gruñ ó el de ojos azules, y Harry vio apenas có mo Calum se retiraba sin
hacer ruido de la habitació n, volviendo a su puesto en el pasillo seguramente.

—Ya sé que se van a casar, Louis.

—Sí, pero la boda fue decretada en 20 días hace casi dos días.

—Oh…

—Se nota que no prestas atenció n a las reuniones del consejo-Pasó distraídamente los
dedos por el cabello de Harry, y este cerró los ojos con una sonrisa. Quzá se estaba
sugestionando con el asunto de ser un gatito-, ¿Qué haremos al respecto, Harry? ¿Con
Zayn?

—Acusarlo con Gigi-respondió enseguida, con los pensamientos embotados por las caricias.

—O con Liam, seguro patea su trasero real en las sesiones de espada.

—¡Harry Cox, te creí mi aliado!-quejó Zayn.

—Mejor sal de aquí, Malik-la voz de Louis era plana-. Harry tiene que vestirse.

Por primera vez enterado de su error, el alfa de ojos avellana hizo una mueca de impresió n
y retrocedió hasta tener medio cuerpo detrá s de la puerta. A nadie le gustaba meterse en el
camino de un alfa celoso. Y por el olor que comenzó a expandirse por la habitació n, Harry
sabía que no se trataba por miedo, sino por el vínculo que había entre ambos príncipes. No
deseaban caer en sus bajos instintos y perder lo que los unía.

—¡Mil perdones! Só lo venía a decirte que hoy voy a tomarme la tarde para revisar los
planos que trazaste, ¿de acuerdo?

—Correcto.

—Porque el escribano me comentó que no quieres a nadie fisgoneando los mensajes…

—Correcto, Zayn.-recalcó Louis, y Harry alzó la mirada a tiempo para verlo esbozar una
mueca de impaciencia.
—Claro, entonces… Me iré-retrocedió dos pasos má s, y cerró la puerta. Louis aú n no dejaba
de contener el aire para cuando de nuevo se escuchó el chirrido de las bisagras, y entraban
de nuevo-, ¡Lo siento, só lo le abría la puerta a Cara!

Y sin tardar ni dos segundos, la muchacha se asomó en la entrada con una bandeja de
comida. Por inercia hizo una reverencia a Louis, y luego miró a Harry, parpadeando un
poco como ú nica muestra de la impresió n de conseguir a la pareja, solos en la habitació n.

Presionó un poco los labios, y carraspeó .

—¿Le busco un camisó n, lord Harry?

La bandeja de comida quedó olvidada sobre una mesa. La jarra de hidromiel se encontraba
por la mitad, las frutas bañ adas en azú car eran apenas unos trozos regados por el plato de
porcelana, de las galletas de avena y el queso no quedaba nada má s que migajas.

En el divá n adosado a la ventana yacían ambos recostados. Harry suspiraba sobre los labios
ajenos, con un escalofrío recorriendo toda su piel cuando las manos de Louis lo tocaban por
encima del camisó n, suaves como la brisa que los refrescaba. A cada beso se le hacía má s
familiar el sabor del alfa, sus labios, el caliente aliento que le erizaba la piel, y la descarada
forma en que mordía sus labios para iniciar esa danza de lenguas.

Rompieron el beso con un hilillo de saliva que aú n los unía, los dos con los labios brillantes
y las mejillas acaloradas. Desde su posició n arriba, sobre el pecho de Louis, Harry podía
detallar lo oscuro que estaban sus ojos. El negro tragá ndose casi todo el azul que asemejaba
al firmamento. Jadeante, sacó la punta de la lengua y delineó con paciencia el contorno del
labio inferior del alfa; y exhaló el poco aire que consumió en esos segundos, echando la
cabeza hacia atrá s. El olor de Louis estaba por todas partes, y se concentraba
deliciosamente entre ambos.

—Dioses…-murmuró , con la voz ronca, como nunca se había escuchado a sí mismo. Sentía
un remolino en el vientre, muy abajo y buscaba alivio frotá ndose contra el muslo de Louis,
contra su cadera, contra él.

—Harry…-jadeaba el alfa, olfateando el aire, las feromonas de ambos.

Y el pequeñ o atendió a su llamado, imitando lo que a su príncipe tanto le gustaba hacer,


frotó la nariz contra el acaramelado cuello que se estiraba para él, besando la piel caliente,
dando lametones para deleitar su paladar con tan exquisito sabor.
Todo era caliente y hú medo, aú n cuando el medio día comenzaba a ser fresco, Harry se
sentía sudar por todas partes, la espalda, el pecho, sus piernas. Pero no era un problema, le
encantaba.

Apoyaba con firmeza las manos sobre los pectorales de Louis, con los pulgares delineaba el
perfecto relieve de los serratus. Bajó con esos tiernos y hú medos labios por la clavícula. Se
apretó contra Louis cuando lo sintió abarcar el camino a lo largo de su muslo, alojando la
palma en su glú teo, amá ndolo suavemente, haciendo que pequeñ as gotas murieran en la
tela.

—Harry… Harry-comenzó como un llamado, pero el alfa soltó una risa floja, y besó los
cabellos del menor-, muchacho travieso, me está s desnudando.

—Es que hueles tan bien-refutó , abriendo la chaqueta para tener má s piel que besar, hasta
que logró lamer alrededor del ombligo y dejar un reguero de besos hasta los oblicuos.
Retrocedió , arrastrá ndose hacia atrá s sobre el regazo bajo él. Sintió el bulto en los
pantalones de Louis rozar contra sus nalgas, y por primera vez lo escuchó gemir.

En un rá pido movimiento se vio tomado por la cadera, y la habitació n giró un poco antes de
ser ahora él quién reposaba sobre el divá n, y pozos azules le miraban desde arriba.

—Está s buscando asuntos con las que no puedes lidiar aú n, travieso muchacho.-el pulgar
de Louis trazó una línea sobre sus hinchados labios rosados, haciéndole abrir la boca para
recibir un beso hambriento. La rodilla del mayor se coló entre sus muslos, moviéndose
contra la protuberancia que le hacía doler el vientre bajo, en busca de atenció n. Gimoteó
dentro del beso, con ambas manos apoyadas en los brazos flexionados del alfa, a cada lado
de su cabeza.

Esto era diferente, ú nico. Lo elevaba lentamente fuera de la tierra.

Movió la cadera contra la rodilla entre sus piernas, buscando má s roce, y eso le valió una
pequeñ a mordida en el cuello y una posterior succió n sobre esta.

—Eres un caprichoso, un pequeñ o lord caprichoso-ahogó Louis presionando besos sobre


su piel.

Pero el cuerpo de Harry se tensó sin remedio, su respiració n deteniéndose y luego


volviendo de forma hiperventilada. Clavó las uñ as en los brazos de Louis, y se removió , con
todo el calor desapareciendo de su ser, pensando que era otro quién yacía sobre él.

—Por favor… no-musitó , aterrado, las lá grimas formá ndose rá pidamente en las comisuras
de sus ojos, desbordá ndose. Los cerró con fuerza.

El príncipe Tomlinson levantó la cabeza de sú bito, alarmado y confundido por el cambio en


el olor de Harry.
—¿Có mo dices?-su ceñ o frunciéndose por lo que veía, por la forma en que esas delicadas
manos se aferraban a él con miedo.

—No me hagas nada, me duele cuando lo haces-hipaba, sin poder regular la respiració n
dentro del llanto.

—Herirte no es mi intenció n, Harry.-Louis se arrodilló frente a él, y lo tomó de las muñ ecas,
sintiéndolo sú bitamente helado-. Mírame.

—¡Dije que sería bueno, lo seré, pero no lo hagas de nuevo!-chilló en cuanto se vio
inmovilizado de las manos, presa del ataque de pá nico.

—Nadie va a—

Pero los gritos y sollozos de Harry opacaban cualquier intento de aplacar el terror que
invadió a Harry. Así que Louis lo soltó , y dejó rá pidamente el divá n, viendo có mo
rá pidamente Harry se abrazaba las piernas en una posició n fetal y no paraba de llorar,
temblando.

Fue hasta el bañ o y abrió el grifo del tanque de madera sobre las habitaciones reales,
siempre lleno de agua caliente, y con prisas preparó la temperatura, lo suficiente para
contrarrestar un golpe de temperatura por miedo en un omega. Se quitó las botas, la
chaqueta y camisa, dejando todo tirado en el piso. Descalzo, volvió al divá n para cargar
entre sus brazos a Harry que enseguida comenzó a luchar contra él, pataleando y gritando,
y sin demasiadas ceremonias bajó las escaleras de roca del balnerario hasta la zona má s
honda, sumergiendo por completo a Harry en el agua tibia, como un pozo termal, por unos
segundos antes de dejarlo salir a la superficie, siempre apretá ndolo contra el pecho, sin
importarle que quizá le aruñ ó la espalda por intentar zafarse.

—Respira-ordenó , con esa voz firma de alfa.

Harry tosía algo de agua que tragó y con manos trémulas se apartaba el cabello del rostro,
tratando de entender qué hizo. Su voz le envió una corriente de electricidad por la
columna, haciéndole sentir pequeñ o y sumiso.

—Lou—

—Respira, y dime qué sucedió .

Tomó tres largos respiros, peleando contra las ganas de seguir llorando.

—Me llamaste como él-garras invisibles le oprimían la garganta, cerrá ndole el paso. Aú n
con lo asustado que estaba, le sostuvo la mirada. Esa triste mirada verde, contra una azul y
clara.
Louis no quería hacer preguntas de má s, y sin diferenciar entre gotas de agua o lá grimas,
enjugó las mejillas de Harry en silencio, hasta que llegó a su propia conclusió n. Apretó la
mandíbula, pero su brazo seguía suave y protector sobre Harry.

—¿El sujeto del barco?-el rizado ladeó el rostro con la mano ajena, su mejilla acuná ndose
allí.

—Sí-tragó grueso-, pequeñ o lord, me decía.

—Cuando te tocaba-aseguró , respirando de forma pesada.

—Cuando me lastimaba.

Y seguía haciéndolo, en sus sueñ os, y ahora, apartá ndolo de Louis.

—Lo voy a matar.

—Eso no cambiará que—

—Pienso ejecutarlo yo mismo.

—No sabes dó nde está -negó suavemente-, pasó esas semanas drogado, pero podría
asegurar que huyó a las ciudades libres.

—Créeme, le encontraré-prometió ; y si de algo Harry estaba seguro, era que Louis parecía
ser fiel a sus promesas. Asintió , y un poco má s tranquilo, rodeó el cuello del alfa con los
brazos, así como las piernas a su cadera, pues no llegaba al fondo. Só lo quería sentirse
seguro, volver a la tranquilidad con el calor del agua y el latir del corazó n ajeno, que lo
arrullaba cuando lo escuchaba recostado en su pecho.

—Te creo.

Algunos espamos sacudían el pecho de Harry, y Louis trazaba suaves recorridos por su
espalda para calmarlo.

—Pero tienes que decirme qué te hizo-interrumpió el alfa el silencio-, de lo contrario no


sabré có mo acercarme a ti.

Harry se mordió el labio y contó tres respiraciones antes de erguirse para mirar a su futuro
esposo. Asintió con pesar.

—De acuerdo.

•○•
¡Hola! Les traje la actualización a tiempo, bellezas.

Gracias por leer, son un amor, les quiero mucho. De verdad aprecio muchísimo los
últimos comentarios que he recibido, me animan bastante. Significa mucho para mí
que les guste la historia y voten por ella. ¡Llegamos a más de 2 mil leídas! No creí que
Príncipe llegaría a eso. Gracias de nuevo.

¿Opiniones?
8-. Fuego.

FUEGO

De caminatas a casa y charlas sobre cargas, de espectáculos con ropa de noche junto a ti. De
nerviosos toques y el rumbo a estar ebrio. De estar despierto hasta muy tarde y abrir los ojos
junto a ti. Pero ahora estamos durmiendo al borde, sosteniéndonos a algo que no
necesitamos. Toda esta desilusión en nuestras cabezas nos va a poner de rodillas. Así que sólo
déjalo ir, sólo déjalo ser. ¿Por qué no eres tú mismo? Yo seré también auténtico. Todo lo que
está roto, déjalo a la brisa.

Louis no volvió a llamarlo lord.

Sospechaba también que, de alguna forma, ordenó a todo el personal del palacio que
llevaba contacto diario con él que no le llamaran así en su presencia. Cuando se referían a
Harry usaban apelativos como “alteza” o “señ or”. Incluso Ashton dejó de llamarle “mi lord”,
y por la falta de costumbre, estaba a nada de pedirle que simplemente dejara de usar esos
nombres con él, que lo llamara por su nombre de pila cuando estuvieran solos para evitarse
problemas. Todo eso sucedió luego de contarle a Louis todo, absolutamente todo mientras
el agua lentamente perdía su calor en ese balneario. Confesó que realmente no estaba
durmiendo bien, que apenas caía en el mundo onírico, lo atacan sueñ os que no eran
simples pesadillas, sino recuerdos. Siempre recuerdos de lo que ese hombre le hizo. Y en el
fondo, escuchaba la risa de su hermano, fuerte y clara.

—¿Vas a… llevarme con el fisió logo?—preguntó , sentado al borde del balneario, el agua le
llegaba a las rodillas y Louis se encontraba frente a él.
—¿Acaso te duele algo de nuevo, tienes una recaída?—con el cabello hú medo y peinado
hacia atrá s por el mismo Harry, no alzó la mirada del pequeñ o moretó n que se encontraba
en la pá lida rodilla que acariciaba.

—No—Harry tragó grueso—, sino para comprobar que sigo siendo… entiendes, acto al
matrimonio.

—Lo que te hizo ese hombre es abominable, Harry. Pero no te hace a ti, alguien merecedor
de repudio, ¿soy claro?

Harry asintió lentamente, con la boca presionada en un puchero, y fue cuando conectó la
vista con aquella azul que se sintió obligado a responder en voz alta.

—Sí.

—Y no permitas que nadie te haga creer eso.

—Sí, Louis.

Observó a Louis distraerse de nuevo con su piel, la forma en que sus dedos color canela
atrapaban gotas de agua que resbalaban desde el hú medo camisó n.

—Louis—torció los labios antes de que el alfa le diera una mirada de soslayo—, ¿Sabes qué
me dijo mi padre antes de partir hacia acá ? Dijo que tenía dos opciones: venir, o ser
alimento para los perros en la mañ ana. Y yo claramente no deseaba morir. Me dijo que
jamá s podría heredar nada del reino donde nací, que allí nadie deseaba ser el procreador
de mis hijos… —sonrió con tristeza—, “si es que era capaz de concebir”.

—Harry—quiso interrumpirlo—, Desmond Cox es un hombre vil que usó un ensayo de


combate como excusa para armar una guerra. Lo que diga es justamente digno a ser
juzgado como dudoso.

—Por eso me pregunto, de hecho lo hago desde que desperté en tu flota—ignoró que decía
su nombre de nuevo—, y má s ahora que lo sabes todo, ¿Por qué lo haces? ¿Por el acuerdo?

—Acepté el compromiso incluso antes de saber que se trataba de ti, sí. Porque una cosa es
la guerra cuando está s en un trono, borracho de vino y vociferando ordenes—admitió —,
pero el panorama es totalmente distinto cuando participas. Cuando eres otro soldado y la
cruda realidad te rompe. Me hirieron, pero una herida física sana. Vi cosas horribles, cosas
que te consumen el alma. Cosas como las que te pasaron a ti, quiero dejar todo eso detrá s.

—Pero yo te recuerdo a eso, me verá s y estará ahí.

—No, ambos podemos sanar.


Harry negó .

—No. Tú quieres una vida tranquila, necesitas una familia, y yo no te la puedo dar.

—Eso no lo sabes.

—Quieres un matrimonio, explícame có mo voy a darte eso.

—Aceptá ndome frente a los dioses, Harry—indicó un tanto exasperado—, así.

—¡Es que mi padre tenía razó n! No le sirvo a ningú n alfa, ya lo sabes. Dices que no quieres
lastimarme, pero jamá s podremos intimar sin que lo hagas—gesticulaba con las manos, sin
saber có mo má s expresarse—, no lu-lubri… co y jamá s podré soportar que…

—Eso no es verdad—negó , apartando los rizos rebeldes que estaban medio secos en la
frente de Harry.

Pero él movió su cabeza, apartando las manos del ú nico alfa que no había querido hacerle
dañ o.

—Sé que no soy precisamente un adulto, pero mentirme es innecesario.

Louis frunció las cejas, y dejó caer los brazos a los costados de Harry.

—Está s equivocado, eres un omega completo, Harry; será s príncipe de estas tierras y nadie
va a tener la osadía de hacerte sentir menos.

—Si soy incapaz de darte un hijo, puedes dejarme en cualquier momento. Lo sabes.

—Eso no sucederá , todo irá llegando al momento que los dioses lo dispongan.

Harry tensó los labios, con la impotencia subiendo por su garganta, y estaba haciendo un
grandísimo esfuerzo por no volcar todo lo que sentía sobre Louis. Sus mejillas se pusieron
rojas y no lo aguantó má s.

—¡Los dioses claramente no quieren que tenga una pareja, Louis!—soltó , crispando los
puñ os—. ¡Siempre leí sobre lo especial que era la unió n entre un omega cuando su alfa lo
reclamaba! Pero mi vida no ha sido un cuento de hadas, para nada.

Hubo un destello en los ojos azules de Louis, y se mantuvo tranquilo, como si lo animara a
continuar con ese arrebato.

—¡Entonces cuando mi cuerpo no reacciona como debe, como la naturaleza que nos
moldea dicta que debe ser, no sé có mo esperas que te crea!—continuó , respirando agitado
—. Simplemente me niego a fantasear y llevarme otra desilusió n. Soportarlo sería una
carga imposible…

—Eres un niñ o—apuntó el mayor—, ¿Qué te hace creer que cuando el momento llegue, no
vas a responder?—preguntó con tranquilidad.

—Nunca reaccioné como se debía cuando ese hombre me tocaba.

—Fuiste abusado, es comprensible.

Harry tensó la mandíbula.

—Pero vi a otros omegas abusados que respondían a las feromonas y los estímulos—se
mordió el labio—, incluso Ash se obligaba a estar con Winston…

—¿El hidromiel no te deja enfocarte, amor? Te lo he dicho, y el fisió logo piensa igual. Eres
un niñ o, no sabías qué hacer. Ni siquiera has tenido tu primer celo. ¿Alguna vez te tocaste?
¿Có mo sabes que esos pobres omegas no se valían del celo para soportar que los
explotaran?

—Estoy lú cido, sé lo que vi.

—Bien, porque necesito que escuches bien lo que voy a decirte—los brazos que yacían a
los lados de Harry, se envolvieron alrededor de sus caderas—, porque aunque tienes este
raro hechizo en mí, no soy de repetir demasiado las cosas. Me impacienta.

Harry, sin pensarlo demasiado, separó las piernas para darle espacio al alfa, y así este pudo
juntar el cuerpo de ambos. Era contradictorio, el reclamarle que no podría soportar el
dolor de estar con él, pero a la vez lo quería cerca. Algo embelesado a pesar de su molestia,
vio como el agua hacia brillar los definidos mú sculos de sus hombros y espalda; la manera
en que su cara se veía má s filosa y sus pestañ as má s densas. Tragó grueso.

No era justo, que los dioses le hicieran desear tanto que no comprendía ni podía tener.
Sintió la piedra bajo él fría e incó modamente hú meda.

—Adelante—aceptó , con un hilo de voz, convencido de que nada de lo que dijera iba a
convencerlo.

Louis esbozó una sonrisa ladina.

—Tú reaccionaste a mí, y tuve miedo de no poder resistirlo—dijo bajo la mirada incrédula
de Harry. Rió bajito, mirando có mo le menor abría la boca una y otra vez para refutar lo
que decía—. Creí que ese rico olor que despedías estaba en mi imaginació n, pero entonces
te toqué y estaba esa dulce esencia entre tus muslos… invitá ndome a que continuara.
Sintiendo que la temperatura se disparaba por todo su cuerpo, y con la necesidad de cerrar
las piernas sú bitamente, Harry negó un par de veces.

—De-Deja de mentirme.

En cambio, Louis volvió a reír, y se irguió sobre los codos para estar a la altura del rostro de
Harry, sus narices rozando.

—¿Y sabes qué es lo má s curioso?

En algú n momento Harry había puesto las manos sobre el pecho de Louis, derretido por la
forma en que su cuerpo, cada mú sculo en el alfa se movía en armonía con ese resplandor
dorado al estar hú medo.

—¿Qué es?—musitó , jadeando como si necesitara un beso para respirar.

Sus labios se encontraron en un beso flojo, donde ninguno de los dos quería ceder ni
apartarse, Harry mordiendo con capricho la boca del mayor.

—Justo ahora está s mojando este bonito pero estorboso camisó n—tomó la mano de Harry
y la condujo a su pá lido muslo, hacia la cara interna de este, debajo de la empapada tela,
donde algo má s espeso y viscoso que el agua resbalaba—. ¿Lo sientes? Porque yo sí, puedo
olerte, y me está volviendo loco.

—¿Por qué…?

—Cada parte de mi ser te desea, Harry—respondió —, mi piel, mi alma… está enlazada a ti


desde que te mordí…o quizá desde antes. Los dioses pueden llegar a ser caprichosos.

Y en efecto, ahora que Louis se lo mostraba, lo hacía real, sentía con suma sorpresa como
algo en su entrada palpitaba con cada palabra del alfa, y algo má s resbalaba por sus
piernas. Cruzó los talones tras la espalda de Louis, y se sostuvo de sus hombros.

—Tengo mucho calor, y estoy… estoy—quejaba, pegá ndose a la pelvis del alfa, porque
sentía un incó modo cosquilleo en el vientre. Las palabras simplemente no explicaban lo
que sentía.

Louis lo bajó del borde, trayéndolo de nuevo al agua, donde má s calor lo recibió , y el duro
cuerpo ajeno. Como en sus sueñ os, Harry se frotó contra Louis, buscando alivio a la
urgencia que lo invadía.

—Voy a aliviarte, amor.

El balneario estaba encajado entre las columnas del bañ o, ocupando gran parte de este, por
lo que no le costó nada al alfa encontrar una superficie de cerá mica para acorralar a Harry
y sostenerlo ahí, contra esa estructura que enviaba escalofríos a su cuerpo por el cambio de
temperatura. Louis encajó el rostro en el cuello de Harry, besando y lamiendo su piel,
repartiendo mordiscos y presionando los labios sobre la marca. Harry arqueaba la espalda,
totalmente entregado a lo que su instinto dictaba, lo que su cuerpo anhelaba. Algo en su
interior rasgaba por una liberació n.

—¡Lou!—lloriqueó justo cuando sus piernas fueron separadas un poco má s. Louis se frotó
contra él, con el roce de la tela entre ambos, que sin embargo no evitó que Harry sintiera su
potente erecció n, presionando fuerte contra la suya.

—Eres tan bueno, Harry—escuchó la voz ronca del alfa, que dejó un duro beso en su cuello,
que dejaría como rastro una mancha pú rpura—. Voy a tocarte, cielo. ¿Eso está bien?

—Sí…—gimió , con los ojos cerrados y los dedos crispados contra la espalda del mayor.

Atrapando sus labios, Louis coló los dedos debajo del camisó n, y apartó la delgada ropa
interior, que cedió sin problemas. Su palma á spera envolvió la longitud del pene de Harry, y
trazó el contorno del glande con el pulgar, haciendo que Harry soltara un gemido en medio
del beso. Louis le mordió el labio con una sonrisa, y luego lo lamió , al mismo ritmo que su
pulgar se deslizaba por la punta de su miembro y trazaba la hendidura.

—¿Te gusta, gatito?—una mano lo sostenía con firmeza de la cadera—, ¿Vas a ronronear
para mí?

Louis masajeó los testículos de Harry, estimulando también la base mientras su pequeñ o se
retorcía sin saber si deseaba que eso parara, o que durara para siempre.

—Ah… hn—entre besos, caricias y la falta de aire, no podía responder nada coherente. Só lo
tocar el fibroso cuerpo ajeno, enredar los dedos en la cabellera castañ a.

¿Quién era ese, que se retorcía y soltaba sonidos vulgares en respuesta a la voluntad de ese
príncipe? Harry no se hallaba a sí mismo. Solía reconocerse, y era iró nico como las
reflecciones podían cambiar.

—Mi pobre muchacho—mordisqueó su barbilla, cerrando la mano alrededor de la erecció n


de nuevo, bombeando primero con un ritmo lento el pene de Harry—, es demasiado para
aguantar en tu primera vez.

Y sí, el cuerpo de Harry temblaba, y el placer, porque eso era lo que le invadía, era tan
intenso como desesperante. Era nuevo, glorioso, y capaz de ponerle la mente en blanco, de
hacerle llorar por algo que no era dolor.

Pero Louis, contrario a sus palabras, lo masturbó má s deprisa, haciendo que un torrente de
vértigo se armara en el vientre de Harry, que comenzó a gemir sin reparo.
¿Podía ser así? ¿Era posible recibir placer sin darle nada a cambio a Louis?

—¡Ah-ay!—movía las caderas al ritmo de la mano de Louis—, ya no puedo… no puedo—


quejaba.

—Quiero que me mires—ordenó el alfa, lamiendo la mejilla de Harry—, quiero ser a quien
mires cuando llegues a la cú spide. Yo te hago sentir así, nadie má s.

Con un esfuerzo sobrehumano por no gritar; por los dioses que los guardias estaban en la
puerta, Harry dejó escapar una lá grima y enfocó sus ojos verdes, oscuros por el momento,
en los pozos azules que parecían tragarlo. Lo miraba con devoció n, con entrega.

Y no pudo má s, el vértigo en su interior decidió buscar una salida que drenó toda la fuerza
de su cuerpo.

Louis lo tocó con paciencia, pero con una exquisita sensualidad que nubló los sentidos de
Harry, los colapsó hasta que algo explotó en su vientre y, en un grito, se corrió por primera
vez bajo las manos de su prometido.

Agotado, jadeante y con el cuerpo flojo entre aquellos fuertes brazos, apenas y pudo
corresponder los besos que siguieron a eso.

Ese recuerdo invadía seguido la cabeza de Harry, incluso luego de dos días; una semana
después. Rememoraba la escena una y otra vez, pecando de distraído cuando le hablaban y
él no respondía, incluso durante las comidas; o recibiendo burlas de parte de Ashton,
porque el recuerdo le erizaba la piel y hacía soltar un olor má s que reconocible. Así que el
de ojos miel alzaba las cejas con diversió n y le preguntaba si necesitaba otro cambio de
ropa.

Por eso no entró al templo con Louis aquella mañ ana. Uno, porque hasta no estar casado
con él los sacerdotes no le permitían venerar a los dioses de esa zona; y porque se sentía
sucio por entrar a un lugar sagrado con semejantes pensamientos en la cabeza. Así que
estaba afuera con Liam, rezando para que no estuviera oliendo de forma extrañ a y se diera
cuenta.

Que difícil era ser un muchacho hormonado, pensó , mientras pasaba el peso del cuerpo de
un pie al otro.

—Alteza—La voz de Liam lo sacó de sus pensamientos. Harry alzó la vista y miró al
comandante de la guardia real dedicarle una sonrisa suave—, ¿El príncipe Louis le comentó
de los entrenamientos?

—Ah, sí—respondió , cruzando los brazos con un poco de emoció n—. Quiere que aprenda
lo bá sico para defenderme, y luego yo decidiré si deseo especializarme en algo o no.
—Los príncipes entrenan conmigo en el patio de piedra cerca de la playa, y ayer
terminaron de forjar un par de espadas para usted.

—¿Un par? Para lo poco que sé, con una será suficiente—frunció la nariz—, ¿No tienen
muchas en la armería?

Liam posó distraídamente la mano sobre el mango de la espada que reposaba en la correa
en su cadera.

—Las espadas son ú nicas para cada persona, en su mayoría, alteza—explicó el hombre—,
depende de la altura y el estilo. El príncipe Louis mandó a los herreros forjar dos, una sin
filo, y una corriente para cuando esté listo.

Harry abrió la boca para refutar, ¿cuá l era el sentido de aprender con algo que no corta, si
luego tendría que hacer todo de nuevo pero con la certeza de que iba a cortarse? Pero los
tres príncipes salieron del templo; Zayn iba de la mano con Gigi y ambos se despidieron
con rapidez. La rubia le dedicó un rá pido saludo y lanzó un beso en su direcció n antes de
desaparecer entre los pasillos y transeú ntes del camino.

La castañ a, Danielle hablaba animada sobre un tema con Louis, y las miradas que le daba
crispaban los nervios de Harry al punto de ponerlo de mal humor. Gesticulaban hacia el
mar, y señ alaban un barco lejano que desembarcaba un montó n de cofres. Louis asintió e
hizo un ademá n con la mano que llamó la atenció n de la muchacha. Una tela verde agua
estaba atada ahí, en su muñ eca y ella, como una excusa para tocarlo –Harry lo sabía, olerlo
era casi literal— le pidió verla, a lo que Louis aceptó . Pero en cuento Danielle tocó la tela, su
cara se arrugó en una mueca de disgusto que le costó disimular.

—Le debo un favor a Gigi—musitó , dando una sonrisa có mplice a Liam, que trataba por
todos los medios de mantenerse firme y no flaquear ante una risa.

Louis llevaba atado a la muñ eca uno de los pañ uelos que Harry solía atarse al cuello, antes
de ser marcado o siquiera pisar Aurea. Tenía su olor impregnado, se aseguró de ello; y
entregó la prenda con inocencia al alfa temprano, antes de desayunar.

Harry casi se sintió mal por la expresió n confundida que atrapó los rasgos de Louis
mientras su prima –indeseable, pensaba el rizado— bufaba molesta y daba media vuelta,
ondeando su falda para retirarse de allí.

Con su príncipe libre, caminó hasta él y le ofreció una pequeñ a reverencia.

—¿Có mo recibieron los dioses sus plegarias, príncipe?—preguntó , pues no estaban en un


entorno privado y debían guardar los modales.
—Con suerte, mi señ or, espero que los dioses se fijen má s en las ofrendas entregadas que
en mi falta de creatividad para las oraciones—respondió , y le ofreció el brazo para
comenzar a caminar.

—No dudo de su poder para el convencimiento—Harry encajó ambas manos en el á ngulo


interno del brazo del mayor, y esperó a que este diera los primeros pasos para avanzar,
seguidos por Liam. Caminando de esa forma, sin detenerse en ningú n sitio, tenían un poco
má s de comodidad para hablar.

—¿Listo para aprender algunos trucos antes de ir al banquete?

—Sí, creo—no estaba del todo seguro, ladeó un poco el rostro y miró su largo chaleco—,
¿Con esta ropa? Es fresca, pero me cuesta creer que me voy a mover libremente.

—Ahston y Cara se encargaron de buscarte ropa có moda para que puedas moverte en los
entrenamientos—susurró , con un ligero brillo en los ojos.

—Me intriga la posible definició n de ropa có moda…

La risa de Louis le calentó las mejillas, e hizo volar a los pá jaros sobre la entrada de los
jardines.

Pantalones de campo, una sencilla camisa blanca de algodó n y botas de cuero. Un cinturó n
evitaba que Harry se quedara desnudo al mínimo movimiento, ya que después de todo
seguía siendo pequeñ o y delgado. Quizá en un mes má s tendría un peso ideal. Estaba muy
quieto mientras Ashton le ataba el cabello en una media coleta, muy pequeñ a, con un
cordó n de cuero. De esa forma los rizos no le molestarían en los ojos.

Y frente a ellos Liam y Louis se batían en duelo, como parte de una demostració n. Ambos se
movían como con la agilidad de un felino, como si danzaran en el aire puesto que sus botas
apenas hacían ruido contra el suelo. Y si lo hacían, el ruido de las olas al romper con la roca
lo opacaba por completo.

También se asestaban duros golpes con mandobles que, Harry estaba seguro, no podría
levantar por los momentos. Las espadas eran largas y pesadas, resonando con fuerza
cuando el filo de estas chocaba. Alguna vez desde su ventana, junto a su hermana, había
visto a los caballeros pelear; pero Louis y Ser Liam no usaban armadura y si bien sus
movimientos eran ligeros e impredecibles al oído, los golpes eran fuertes. A Harry le
costaba imaginarse a Damon en esa posició n, sudando durante un entrenamiento, cargando
una cota de malla o siquiera atreviéndose a salir a un campo de batalla. Y quizá por eso él y
el rey Desmond siempre tacharon a los príncipes de Aurea y a toda su gente como salvajes,
porque peleaban sus propias batallas.
Y sobre la piedad… Pues difícilmente podías tener misericordia con quien blandía una
espada contra ti.

La batalla terminó cuando hizo que Louis perdiera el equilibrio y callera sentado sobre un
banco de piedra. Harry jadeó un poco por la impresió n, pero ambos hombres só lo se
doblaron de risa.

—Cuide ese equilibrio, majestad—sugirió el caballero, entregá ndole la pesada espada a


uno de los escuderos, y este le pasó una má s delgada y corta.

—Lo tendré en mente—aseguró Louis, recuperando el aliento y dando un rá pido guiñ o a


Harry antes de devolver la espada que sostenía.

—El príncipe Malik mejoró bastante en su defensa del flanco derecho.

—Hace un tiempo que no se aparecía a entrenar contigo, ¿Arreglaron sus diferencias—


Louis se detuvo junto a Harry, y tocó con humor su pequeñ a coleta.

—Estamos en eso, majestad—con cuidado, le tendió a Harry la espada de entrenamiento.

Supo que ya estaba incluido en la conversació n, y por fin separó los labios.

—¿Ya me toca a mí?—el nerviosismo recorriendo su cuerpo. Louis le dio una palmadita en
el hombro.

—Tranquilo, Ser Liam es un gran maestro. Nada saldrá mal—Louis se veía tan feliz de
participar en la educació n de Harry, que no pudo negarle ese placer, y asintió .

—Está bien, haré lo mejor que pueda.

—Como siempre. Te veo luego—acotó el mayor, y retiró la mirada de él—. Ashton, ¿Por
qué no traes un poco de agua mientras Harry entrena? Estará sediento al terminar. Vamos,
te acompañ o hasta la torre.

Sin chistar, Ash se despidió con un gesto de Harry y Liam, y apresuró el paso para
marcharse con el príncipe.

Solos, sin nadie má s que ese escudero, Liam giró la espada con un há bil movimiento de
muñ eca.

—Bien, primero algo de teoría, alteza—anunció el caballero, pidiendo permiso con la


mirada antes de recibir un asentimiento, y tocar a Harry para indicar có mo sostener la
espada, separar los pies y cuadrar los hombros.

—Teoría, soy bueno en eso—murmuró , pará ndose derecho.


—Tres tipos de ataques pueden realizarse con la hoja: punzar, cortar y rasgar—comenzó ,
haciendo los tres movimientos a una distancia prudente—. La hoja puede tener doble filo o
un solo filo; esta ú ltima puede tener un falso filo cerca de la punta—señ aló con el dedo—.
Al manejar la espada, el filo verdadero o lado má s largo es el que se usa para punzadas en
recto o estocadas, mientras que el filo falso o lado má s corto se emplea para contraatacar…

Harry tragó grueso y quería que la piedra se abriera y el mar se lo tragara. Maldició n, que
no entendía ese acento.

Los días iban pasando, y la boda cada vez estaba má s cerca. Harry se despertaba con una
perpetua sensació n de ansiedad, pero al gente a su alrededor le recordaba constantemente
que no era saludable saltar comidas. Ya estaba ganando un peso que el fisió logo del palacio
consideraba sano, y de todas formas los entrenamientos con Liam siempre causaban que
volviera a su recamara muerto del cansancio y con las tripas gruñ endo del hambre. Así que
engullía todo lo que le dejaban en la bandeja luego de darse un largo bañ o. Louis le
prometió que si mejoraba y Liam lo aprobaba, se enfrentaría a él.

Y Harry estaba emocionado por demostrarle a su príncipe que era má s que un muchachito
necesitado de ser salvado.

Gigi estuvo presente en todas las pruebas del traje, aconsejando al sastre sobre el largo
adecuado para Harry, los zapatos que debía usar y hasta có mo lo peinarían ese día. Era
como si de alguna forma, la rubia lo hubiese adoptado y se sentía completamente
responsable por darle una boda digna de recordar por décadas.

—Voy a dejarte dos cestas—anunció , mientras le probaban las prendas y él só lo se


concentraba en ver por la ventana—. Harry, préstame algo de atenció n.

—Mm, só lo estaba pensando lo mucho que pesan las joyas…

—Te decía, que voy a dejarte dos cestas, con todo lo que necesitas para que Cara y Ash te
preparen—dijo, juzgando la tonalidad de una delgada cinta contra el cabello de Harry—.
Bueno, una estará aquí, y la otra supongo que la encontrará s cuando te mudes a los
aposentos de Louis.

Las mejillas de Harry se encendieron, y se cubrió la cara.

No pudo verlo, pero Gigi hizo una señ al al sastre para que se marchara, ya tenía las
anotaciones que necesitaba de todas maneras.

—Estoy soltando ese olor de nuevo…—quejó , quitá ndose la pesada tú nica que cayó con un
tintineo sobre la cama. Se bajó del banco donde estaba parado y comenzó a dar vueltas.
—Eso es normal, cielo. Está s pensando en tu alfa—La puerta del armario sonó , y Harry vio
a Gigi para frente a este, buscando algo con la mirada—. Y tu omega no estará en paz hasta
que te unas a él.

—Supongo—tragó grueso, y tras un silencio de menos de cinco segundos, volvió a abrir la


boca—. ¿Qué buscas allí?

—Algo fresco para que uses hoy en la noche—ubicó una camisa de un delicado bordado en
los puñ os y cuello, pero su tela era traslú cida y parecía muy suave—, este me gusta. Debes
tener unos pantalones de algodó n oscuro por ahí.

—¿Qué hay esta noche?—en ese descuido de Gigi se cambió rá pidamente de ropa tras el
vestidor, y dejó todo en un sitio donde Cara pudiera recogerlo luego.

—Una fogata, los aurences quieren celebrar la pronta boda—explicó , ahora evaluando el
calzado de Harry, observando con curiosidad unas botas cortas.

—¿Dó nde será ?—preguntó , sú bitamente emocionado por asistir a una celebració n. Jamá s
fue a una.

—En la playa, dos de tres príncipes no tuvieron el corazó n para negarle eso al pueblo.

Harry rió , rá pidamente posá ndose a un lado de ella para ubicar ese pantaló n de algodó n
oscuro.

—Ya puedo hacerme una idea de quién quiso decir no.

—Eso es lo de menos, ¿Sabes bailar, Harry?

—Baile de saló n, sí—contestó , desordenando la ropa sin querer. Su madre, y luego Gemma,
le habían enseñ ado.

—¿Y a ti te parece que la playa es un saló n? Hablo de bailar de verdad—tomó al menor del
brazo, haciendo que se levantara y caminara al centro de la habitació n—, ven y te muestro.

En la noche, la brisa de la playa llegaba a ser helada, y por un momento Harry quiso
recriminarle a Gigi por hacerlo vestir con ropa tan ligera, pero en cuento entró al calor de
las mú ltiples fogatas en la arena, el frío só lo era una suave caricia en su piel. Nobles y
ciudadanos comunes convivían juntos en los puestos de comida y las mesas de bebidas,
bailando al ritmo de tambores que tocaban desde todas partes. Los niñ os correteaban hasta
que sus padres los regañ aban por jugar demasiado cerca de la orilla y mojaban sus pies en
el agua.
La fiesta duraba, segú n la tradició n de su gente, hasta que la marea subiera lo suficiente y
apagara las fogatas por su cuenta. En su creencia, era la voluntad del coloso del mar quién
daba por finalizado el evento.

Encontró a Louis agachado, con la cabeza inclinada porque una niñ a le estaba acomodando
una elaborada corona de ramas y capullos blancos. El alfa le agradeció con una sonrisa, y
alzó la mirada para encontrarla con Harry.

—Emma, ¿tienes una corona en tu bolso para mi prometido?—preguntó amablemente


Louis, y la niñ a fijó su mirada oscura también en Harry. Frunció el ceñ o, como si se pensara
la cuestió n, antes de asentir enérgicamente.

—¡Sí!—comenzó a hurgar en su pequeñ o bolso de tela.

Harry se acercó a ellos, sin quitarle la vista de encima al alfa, y se agachó junto a él, hizo
una pequeñ a reverencia a la niñ a y recibió entonces una corona de flores azules y naranjas.

—¿Azul?

—Son los colores del príncipe—encogió los hombros la niñ a, y miró que alguien má s
llegaba a la celebració n sin ser coronado. Agitó su manito distraídamente a modo de
despedida, y se marchó sin má s.

Harry la vio marchar, y só lo le dejó de seguir cuando Louis lo tomó del brazo para ayudarlo
a levantarse.

—En mi hogar, jamá s dejarían que los niñ os de la ciudad asistieran o se acercaran a los
nobles de esta forma—comentó , con cierto nudo en la garganta.

—Suerte que ahora este es tu hogar—recalcó , entrelazando las manos de ambos, y luego
besando sus nudillos—, ¿No lo sientes así?

Sin pensarlo, tocó el collar de plata que reposaba en su cuello desde el momento que se
comprometieron formalmente.

—Me haces sentirlo así.

Y con esa sú bita confesió n, Louis lo besó fugazmente antes de tirar de él hacia los puestos
de bebidas. Descartaron el vino de una gigantesca jarra de madera, y se inclinaron por el
hidromiel, que los refrescaba y mantenía calientes. Aplaudieron a los bailes de los
presentes, y Harry se animó a unirse a los gritos de Louis cuando Zayn organizó un círculo
alrededor de la fogata má s grande, siendo él quien comenzara a bailar en el centro.
Demostrando la química que tenían, bailó junto a Gigi que no había bebido ni una gota de
alcohol pero parecía el alma de la fiesta, y recibieron aplausos.
Pronto una multitud estaba bailando junta, y fue só lo la sed quien les hizo desperdigarse un
poco un par de horas después.

Zayn le dio un sonoro beso a su esposa antes de dejarla en el centro para ir por unas
bebidas. Los tambores nunca se detuvieron, incrementando el ritmo de la fiesta. La marea
subió , y ya una de las fogatas se consumió presa de las olas.

Harry captó las señ as que Gigi hacía hacia él. Lo señ aló con el índice, y luego giró la muñ eca
haciendo retroceder el mismo dedo, indicá ndole sin emitir sonido, só lo moviendo los
labios, que se acercara. Bastante achispado por el hidromiel, Harry dejó su jarra de barro
sobre una mesa y dejó el lado de Louis para unirse a la rubia. Allí el calor se sentía má s
fuerte, y las canciones que cantaba la gente parecían hacer vibrar el aire.

—¿Có mo te enseñ é?—preguntó , alzando las cejas de forma divertida.

Y en otro caso Harry se hubiese negado, pero estaba animado, desligado de sus
inseguridades a causa del alcohol y en un sitio donde nadie conocía o juzgaba. Se encontró
asintiendo, afinando el oído para encontrar el ritmo adecuado de los tambores, aunque ya
Gigi lo estaba ayudando. Se movieron juntos, danzando con caderas que se balanceaban,
brazos al aire y medias vueltas que hacían volar sus ropas. Cuando cada alma en la playa
siguió el tiempo de los tambores con las palmas, aquello se convirtió en una competencia
entre la rubia y él. Quién hacía el paso má s osado, quién giraba con má s fuerza.

Sentía el fuego encendido en su ser, se sentía vivo y có modo consigo mismo como jamá s le
había pasado. La gente los aclamaba, y animaba a que siguieran bailando. Y riendo, Gigi se
detuvo de sú bito, aplaudiendo a su pequeñ o amigo que había ganado la contienda porque
definitivamente ella no aguantaba un minuto má s bailando. Harry sabía que era el
cansancio y su estado lo que detuvo a la consorte, pero igual se sintió victorioso.

Giró , esperando que los demá s se unieran a bailar como antes, pero só lo encontró a Louis a
su espalda, mirá ndolo casi con hambre, hipnotizado, acercá ndose a él como si Harry fuese
un imá n.

—¿Baila conmigo, alteza?—jadeó , muy cerca de él, con los ojos oscuros y la piel brillando
dorado debido a las llamas cercanas a ellos.

Los tambores cambiaron a son má s lento y fuerte, Harry pasó las yemas de los dedos por la
perlada piel descubierta de Louis, desde el abdomen hasta el pecho.

—Sería un honor, príncipe—contestó , mordiéndose el labio.

Con un gruñ ido, Louis lo acercó tomá ndolo de la cadera, casi pegá ndolo a él de forma
obscena, pero la preocupació n del qué dirá n se borró de la mente de Harry en cuanto
ambos comenzaron a mover sus cuerpos al ritmo de la mú sica, frotá ndose entre sí, con el
aliento de ambos mezclá ndose cuando respiraban agitados. Sus pasos revolvían la arena y
a la multitud, que los vitoreaba.

Las manos de Louis lo apretujaban cuando ya las presentes erecciones de ambos se


frotaban. Estaba seguro que se trataba del fuego, porque Harry sentía má s intenso el olor
de Louis, má s sofocante y denso. Lo hizo mojarse irremediablemente. Fuera de sí, se dio la
vuelta y pegó la espalda del pecho ajeno, restregando el trasero contra el muslo del alfa
para que lo sintiera, para que se diera cuenta de lo que despertaba en él. Y sin embargo,
estaba seguro que ya lo sabía por el olor.

Louis gimió , y acarició el cuello expuesto de Harry, delineando con el pulgar su garganta y
la línea de su mandíbula.

—¿Estoy reaccionando a ti, alfa?—preguntó bajito, apenas por encima del crepitar de las
llamas.

—Maldició n, sí—masculló .

Mareado por las feromonas, apenas entendió cuando Louis lo cargó en sus brazos, la
corona de flores cayendo de su cabello, y lo sacó de la playa. Sus brazos eran duros y lo
sostenían con firmeza, caminando a toda prisa. Lejos de las llamas, la brisa se sentía helada,
pero el pecho de Louis estaba tibio y lo aliviaba de los picotazos del frío en la piel. El débil
saludo, de parte de la cansada voz de Calum, le indicó que estaban en la entrada de su
habitació n. La puerta crujió y en un santiamén el suave colchó n lo estaba recibiendo.
Rá pido, movido por el instinto y, sí, el deseo se arrastró hasta el centro de la cama mientras
pateaba lejos las botas. Vio a Louis trepar hacia él, su sombra cerniéndose por completo
para que no mirara u oliera nada que no fuese él.

—La llave…—balbuceó , pero no le hicieron caso.

—Shhh.

Louis levantó la delgada tela de la camisa, acariciando su piel y robá ndose el calor de esta,
enviando escalofríos por todas partes. Fuera de sí, apoyó los talones en la cama y alzó la
cadera, que se frotó deliciosamente contra la ingle del mayor, y desabrochó el pantaló n
para tirar de este hasta los muslos, arrastrando un poco de la ropa interior. Louis emitió un
sonido desde el pecho y se inclinó para cepillar los labios contra su vientre, bajando un
camino hú medo hasta la pelvis. Harry apretaba las manos sobre los hombros ajenos,
arrugando la tela de la chaqueta; pero con una expresió n extasiada, con la cabeza contra el
colchó n.

—Soy suyo, príncipe—jadeó , deseando que la boca de Louis estuviera en cada rincó n de su
cuerpo.
—Así es—respondió , clavando los dedos en sus muslos, mordió el hueso de su cadera y
luego lamió la marca de sus dientes, subiendo hasta la curva de la cintura. Harry arqueó la
espalda—. Te está s mojando, y hueles tan bien, amor—ahogó un quejido contra su piel. Sin
paciencia, le quitó la camisa de encima y atrapó entre los labios uno de sus pezones,
delineá ndolo con la punta de la lengua.

—¡Lou-is!—gritó , temblando. Respondiendo a su llamado, besó su clavícula, mordisqueó la


marca de su mordida y fue por su boca, dá ndole un beso hú medo y profundo.

—¿Quieres que me detenga, amor?—preguntó sin aliento, succionando su labio inferior


luego. Harry negó varias veces, sonidos sucios saliendo de su garganta—. Entonces date la
vuelta, gatito. Voy a enseñ arte có mo mereces que un verdadero alfa te trate.

•○•

¡¿Cómo están?! Les traje actualización un poquito más temprano. Como siempre,
gracias por leer Príncipe tras cada semana. De verdad les adoro. Gracias por votar y
dar su opinión, que me ayuda a escribir y mejorar.

Cualquier duda o sugerencia, tengo los mensajes privados y la cajita de comentarios


a su disposición.
9.- Promesa

Todos esperan por oír si me atrevo a decir tu nombre, desde el fondo de mi ser donde te hiciste
un sitio. Y todos quieren saber sobre cómo se sintió escucharte gritar. Ellos saben que caminas
como si fueses un dios, no pueden creer que te hice débil por mí.

Escribimos una historia en la niebla en las ventanas esa noche.

—Entonces date la vuelta, gatito. Voy a enseñ arte có mo mereces que un verdadero alfa te
trate.

Harry tragó grueso mientras sentía el leve tiró n en el cuello, pues Louis estaba jugueteando
con el collar de plata mientras esperaba por su respuesta. El corazó n le latía deprisa por la
mezcla de emociones, y el olor de ambos que se fusionaba en una deliciosa pero
desesperante fragancia. Con mucho esfuerzo apoyó los codos en el colchó n, apartando de
igual forma todo recuerdo doloroso que tenía de las experiencias en ese barco. Este
hombre lo iba a desposar en unos días, tenía que confiar en él, estar dispuesto a entregarse.

Era su deber empujar los malos recuerdos de lado, poner de su parte y retribuir algo de
todo lo que Louis estaba haciendo por él.

Asintió , moviéndose con cierta dificultad por el poco espacio y los pantalones que se
enredaban en sus muslos. Como si le leyera la mente, Louis se enderezó y tiró de las
perneras del pantaló n para sacarlo. La ropa interior se fue también en ese movimiento, y
Harry estaba expuesto, de espaldas al alfa, con el cuerpo sobre el estó mago.

—¿Qué…qué tengo que hacer?—su voz apenas un murmullo.


Louis se lamió los labios, contemplando esa imagen frente a sí. Al aú n no experimentar
ningú n celo, el cuerpo de Harry no se dilataba o producía lubricante con la misma facilidad
que un omega maduro. Pero respondía a él, a su deseo y el calor de su cuerpo. Apoyó las
rodillas en la cama, y trazó caminos imaginarios por los muslos del menor. Pá lidos, con
algunos diminutos lunares y en extremo suaves al tacto. Cuando lo tomó en sus brazos por
primera vez, lo sintió delgado y débil; pero ahora que estaba ganando peso sus piernas
estaban llenas y apetecibles. Le hacía agua la boca.

—Alcanza uno de los almohadones frente a ti, amor—ordenó , sin dejar de acariciarlo.

Harry asintió y acató la orden, tiró de uno de los almohadones y lo sostuvo en su mano.

—¿Y ahora?
—Coló calo en la parte baja del vientre, y asienta bien las rodillas a la cama—musitó Louis,
observando cada movimiento de Harry mientras le obedecía y alzaba un poco la cadera
para acomodar el almohadó n bajo su abdomen—. Bien, muy bien, gatito. Ahora só lo
relá jate.

Harry apenas pudo tomar una respiració n cuando los labios de Louis ya se encontraban
siguiendo el camino del contorno de su columna. Pasaba alrededor de sus omó platos,
dejando estelas de cá lidos besos y temblores en su piel. Y descendía, sin pausa,
encendiendo su cuerpo a cada centímetro. Los muslos le goteaban, y el olor de Louis se
volvía má s fuerte.

La lengua de Louis delineó los hoyuelos en su espalda baja, besando cada uno hasta
dejarlos hú medos y hundió los dedos en sus caderas, los pulgares siguiendo la redondez de
sus glú teos. El colchó n chirrió un poco, y un gemido se escapó de sus labios cuando Louis le
separó un poco má s las piernas usando una rodilla.

—Voy a probarte, amor—anunció , manos cá lidas y á speras le amasaban las nalgas y hacían
espacio entre ellas, empapá ndose de la prueba de su grado de excitació n. Louis besó el
surco entre ellas, mojando sus labios del lubricante y soltando un gimoteo que puso a
temblar a Harry—. ¿Eso está bien?

Era un abuso que pretendiera que le contestara si estaba besá ndolo allí, respirando sobre
su entrada que se contraía como si necesitara algo. Acalorado, con la mejilla contra el
edredó n y esa intensa presió n en el vientre, tomó aire para hablar.

—Sí…—gimió —, sí, por favor.

—¿Recuerdas lo que hicimos en el bañ o, gatito?—la voz de Louis sonaba cada vez má s
ronca e impaciente—.Claro que lo recuerdas. Quiero que te toques como yo lo hice, hazlo.
Al final, Harry no sabía si se trató de la voz de alfa, o que simplemente quería liberar su
propia tensió n, aú n cuando se sentiría avergonzado por la mañ ana, pero alzó un poco el
cuerpo y metió la mano debajo de este. Encontró su miembro duro y palpitante. Cerró los
dedos alrededor de este y comenzó a bombear, justo como Louis había hecho en él. Los
cosquilleos de placer le hicieron temblar las piernas y arquear un poco má s la espalda. La
necesidad por no estar vacío aumentaba y sus gemidos eran lastimeros.

—Príncipe, príncipe…

Y atendiendo a su llamado, Louis lo sostuvo bien de los glú teos y hundió el rostro entre
estos. Harry casi soltó un grito cuando el aliento del príncipe chocó contra su entrada y una
lamida recorrió desde el relieve del periné hasta su entrada. Y sin previo aviso ni darle
tiempo a asimilar la cascada de sensaciones que parecían encender su sangre, Louis
delineó el contorno de su ano, presionando suavemente, con la agitada respiració n y el roce
de la barba raspando su piel.

Harry se deshacía en gemidos, las rodillas resbalando sobre el edredó n. Sentía que iba a
desplomarse, pero tenía una orden, por lo que su mano siguió agitá ndose alrededor de su
erecció n como tenía dicho, pasando el pulgar por la cabeza de su pene cuando llegaba hasta
arriba.
De Louis escuchaba gruñ idos, jadeos, mientras presionaba y presionaba con esa cá lida
lengua hasta que su cuerpo cedió y estuvo dentro. Harry abrió los ojos, mareado y
sintiendo só lo una ligera incomodidad, que se desvaneció a medida que comenzaba a ser
penetrado con facilidad, su entrada moldeá ndose a las arremetidas de Louis. Sentía que se
estiraba, que Louis se abría un camino y presionaba sitios dentro de él que accionaban
gritos, sollozos, y quejidos pero de puro placer. Se estaba ahogando en su propio deseo,
sobre el colchó n. Louis presionó contra sus paredes, que se contraían alrededor de su
lengua, y otra vez esa explosió n en su vientre le abatió todo el cuerpo, manchando su mano
y la cama de esa blanquecina sustancia y escurriendo aú n má s entre sus muslos. Boqueaba
por aire, sintiendo que bajaba en picada de un sitio muy alto.

Louis se movió detrá s de él, tomá ndolo de las caderas para darle la vuelta y cernirse sobre
él. Bajo el manto del orgasmo, lo vio limpiarse la barbilla con el antebrazo, y sonreírle.

—Sabes delicioso, amor—lo alabó .

Con la garganta rasposa, irritada por todo el ruido que hizo, Harry só lo atinó a posar las
manos sobre el torso del alfa. Era como intentar moverse dentro del agua, todo le
hormigueaba, pero metió los dedos entre la chaqueta, tocando la caliente piel ajena, y
sonriendo.

—Quítamela—comandó Louis, guiando sus movimientos para que apartara los botones y
presionara la prenda lejos de sus hombros y brazos—. Ahora quita el broche de mi
pantaló n.

El mismo Louis ya se había quitado el cinturó n, por lo que con movimientos torpes, Harry
logró hacer lo dicho y en un impulso osado, tiró de las prendas para liberar la potente
erecció n de Louis. Su pene era grande, con venas surcando su extensió n y un glande
brillante por el líquido preseminal.

—Quiero tocarte—Harry se mordió el labio, su voz había salido ronca y necesitada. No se


reconocía.

—Claro que quieres, amor. Soy tu alfa—dijo con soberbia, una sonrisa ladina y satisfecha.

Nuevamente, condujo su mano, haciendo que rodeara su erecto miembro. Harry lo sintió
caliente, con las venas haciendo latir rá pidamente el pulso de este. Pasó el pulgar por la
hendidura, atrapando las gotas de presemen para regarlo por sus dedos y comenzar a
frotar la palma en un suave vaivén que cortó la respiració n de Louis.

Sin dejar de mirarlo, notando como el roce de la piel de ambos se resistía, Harry lo soltó
só lo para lamer su propia palma, paleando el sabor salado de Louis, y así poder estar
resbaladizo y tocarlo como se debía. Con má s confianza, rodeó el miembro y comenzó a
bombear, bajo la ató nita y oscura mirada del alfa.

La respiració n de Louis era má s lenta y pesada, su olor picaba en el aire de una forma que a
Harry le encantaba. Inevitablemente, Louis se movió contra la mano de Harry, simulando
embestidas mientras era masturbado por su pequeñ o muchacho. No queriendo quedarse
atrá s, volvió a ubicar con los dedos su entrada, que seguía lubricada y algo dilatada.
Introdujo la yema del dedo anular, presionando para así provocar de nuevo la excitació n en
Harry. Sin hacerse esperar, el menor chilló , alzando las caderas y presionando adrede el
agarre sobre el pene de Louis, haciendo los movimientos má s fuertes, la agitació n de su
palma má s ruda.

—Mm… ah—

—Mal-Maldició n, Harry…—gimió Louis, penetrá ndolo completamente con un dedo, viendo


de forma satisfactoria có mo Harry abría la boca en una perfecta “o”, rosada y bonita, con
labios hinchados. Por lo que no se resistió en tomar su boca en un beso profundo y
hú medo, sucio. Donde le lamía, chupaba y tragaba sus gemidos. Ambos se movían, Louis al
encuentro de esa suave y pequeñ a mano que le daba placer, mientras las uñ as ajenas
también se clavaban en su brazo; y Harry subía y bajaba el torso para sentir mejor las
penetraciones de los dedos del alfa.

Introdujo dos dedos má s sin problema, Harry estaba tan mojado que simplemente se
deslizaba dentro, y sus paredes se contraían, apretando para dar la bienvenida. Encantado,
Louis dobló los dedos, golpeando sobre un pedacito de carne.

—Uh… ¡Ah, Louis!—volvió a gritar—. ¿Qué…? ¡Oh, dioses!

Simplemente no entendía, que cosa tocaba Louis en su interior para encender ese fuego en
su cuerpo, ese calor en el vientre que lo volvía loco.

Louis le mordió el labio inferior, tironeando de este hasta que se escapó de entre sus
dientes.

—Estos… só lo son mis dedos follá ndote, gatito—jadeó , cerca de alcanzar la cumbre.
Presionó duros besos en el cuello de Harry, huellas obvias de lo que pasó a la mañ ana
siguiente—. Imagina cuando me tengas dentro de ti—escucharlo hablar así, má s la
estimulante sensació n de sus dedos dilatando centímetro a centímetro en su interior, lo
estaba llevando de nuevo al cielo—, empujando en este estrecho y calentito sitio, estirando
tus paredes… Bañ á ndote de mi semilla.

Esas palabras sucias las jadeaba sobre su oreja, y volver a correrse fue algo inevitable. Só lo
que esta vez, a pesar de que su cuerpo se sentía cansado, se sintió mejor. Porque Louis
apartó su mano y tomó su propio miembro para venirse sobre él, su potente olor
impregná ndose en su cuerpo al tiempo que el semen bañ aba sus piernas y abdomen.
Estaba cubierto de la esencia de Louis.

Trémulo, alzó lo que pudo los brazos en direcció n al hombre frente a él.

—Príncipe, por favor…

Ambos estaban sudados, sucios y cansados, pero Louis entendió el mensaje. Sin aliento,
terminó de desnudarse y usó la bata de dormir de Harry que estaba doblada sobre un cofre
para hacer un patético intento de limpiarlos a ambos para así no dormir tan incó modos.
Entonces se unió a él en la cama, abrazá ndolo contra su pecho y tirando de la sá bana para
cubrirlos a ambos de la brisa que una vez disminuido el calor en sus cuerpos, se sentía aú n
má s fuerte.

—Descansa, gatito—susurró , besando sus rizos—estuviste excelente.

Como un felino buscando calor, Harry se amoldó a la temperatura que emitía el cuerpo de
Louis, y ronroneó cuando logró abrazarlo en una posició n có moda.

El sueñ o lo tomó en menos de un segundo, demasiado agotado y satisfecho.

Despertó por su cuenta, con una deliciosa impresió n de confort en el cuerpo. La luz apenas
entraba por las ventanas, por lo que calculó que debía ser por la madrugada. Apartó la vista
del dosel de la cama, y giró sobre el costado para apoyar el rostro sobre el hombro de
Louis. Una sonrisa se extendió por su rostro, las mejillas de Harry se enrojecieron,
haciéndolo sentir cá lido por todas partes. Intimar con un alfa, siempre fue un tabú , un
pensamiento que asustaba a Harry y le quitaba el sueñ o. Cuando Damon lo dejó a su suerte,
pasó a ser una pesadilla de la que no podía despertar, una repulsió n que simplemente no
podía sacudirse de la piel. Le parecía denigrante, cruel y algo que jamá s disfrutaría.

Pero Louis, él le estaba enseñ ando todo lo contrario. Mientras lo observaba aú n dormido,
con esa expresió n relajada y los pá rpados aleteando en un sueñ o, no podía sentirse má s
correcto. Ese era el hombre que lo trataba con delicadeza, como tocas una flor del jardín
porque quieres sentir su suave textura sin dañ arla o irrespetarla. Lo complacía, pero
también lo hacía sentir deseado como si también tuviera el control.

“Siempre vas a decidir”

Eso le había dicho una vez, le daba crédito a sus palabras.

Cortésmente, tocó el rostro de Louis. Sus altos pó mulos, que recibían la sombra de unas
bonitas y largas pestañ as, una nariz recta y labios delgados; un bello y varonil rostro
definido por una barba al descuido que resultaba atractiva. Continuando con su furtiva
inspecció n, recorre el hombro y el fuerte pecho; y el sú bito deseo de besarlo allí lo toma
por sorpresa. Tiene que tragarse una risita traviesa y dejar la mano, plana, sobre las
costillas de Louis.

Quería ser todo lo que Louis necesitaba. Deseaba ser el ú ltimo omega en que se fijara, que
nunca buscara a nadie má s. Yaciendo allí, desnudo a su lado, entendió que añ oraba que lo
hiciera suyo, que terminara de curar todo lo que le hizo dañ o antes de conocerlo. Que lo
hiciera lento y con cuidado, o desesperadamente o duro. Pero que estuviera con él. Porque
por fin comprendió que lo que sentía en el pecho, aquella ansiedad, era porque lo quería.

Osado, se inclinó para depositar un pequeñ o beso sobre los labios, suavecito y con una
sonrisa esbozada. Y como un niñ o que hizo una travesura, se apretujó luego contra su
costado, acurrucado debajo de las sá banas que los cubrían. Creyó ser discreto, pero en
realidad aquello fue demasiado movimiento, y despertó a Louis.

Curiosos ojos azules lo examinaban, buscando una señ al.

Encontrase dicha señ al o no, alzó las cejas y sonrió .

—Oh, vaya…—murmuró , con la voz ronca y algo lenta. Se frotó un ojo para despejar el
sueñ o y tomó ventana de tener un brazo bajo el cuerpo de Harry para atraerlo hacia él, y
recostarlo sobre su pecho—. Alguien madrugó y se ha estado recreando por su cuenta.

Rojo hasta las orejas, Harry quiso taparse el rostro, pero resolvió que era má s grato dejar
las manos sobre el cuerpo del alfa.
—Perdó n, te desperté—ladeó el rostro cuando Louis acunó su mejilla, y lo atrajo para darle
otro beso—. Pero es temprano, Cara y Ashton deben estar por venir a despertarme. Hoy
tengo clases con Ser Liam.

Louis emitió una corta carcajada, y enredó los dedos en los rizos de Harry.

—Con el ruido que hicimos anoche, apuesto mi espada a que Calum les advirtió no venir
hasta que los llamá ramos—Comentó —, aunque ahora debe ser Luke quien está en la
puerta.

Harry se tensó , con los ojos muy abiertos.

—¡Por los dioses, qué vergü enza!—miró hacia la puerta de la recá mara, y calculó la
distancia que había hasta la cama. Intentó recordar qué tan ruidoso había sido anoche, las
cosas que dijo… el tono—, ¿Crees que nos escuchó ?

Louis se quitó el flequillo de la frente, y luego dejó las manos en los brazos de Harry,
dibujando suaves círculos en su piel, casi de forma ausente.

—Estoy seguro.

—Ay…—gimoteó , mordiéndose el labio inferior. Pero Louis presionó el pulgar en su


barbilla, haciendo que soltara su labio, y se incorporó para darle una lamida donde sus
dientes habían estado atenazando la sonrosada piel. Harry se sentó en su regazo, lo abrazó
del cuello y abrió la boca. No tardó en sentir la lengua de Louis contra la suya, frotá ndose
entre sí mientras sus labios se presionaban.

—No te agobies por eso, ¿bien?—besó su mejilla y má s abajo, en su cuello, sobre la cicatriz
de sus dientes—. Hueles tanto a mí, podría acostumbrarme.

—Podrías—aceptó Harry, sonriendo contra el liso cabello del alfa. Se alejó un poco, y se
quitó el collar de plata con el colgante de rosa. Allí estaba la promesa de Louis, ahí estaba la
esperanza de Harry por una mejor vida. Giró los pétalos de plata hasta desenroscar esa
parte, quedando el tallo de la rosa en su otra mano. En la pieza de los pétalos había una
aguja, que bajo la atenta mirada del alfa, Harry incrustó con cuidado en su dedo anular,
atrapando una gota de sangre.

—Harry…

—Shh. Quiero hacerlo.

Volvió a armar ambas piezas, frunciendo un poco el ceñ o. La plata estaba fundida junto a la
sangre de Louis, y ahora también la de Harry estaba dentro del colgante. La promesa estaba
pagada, sellada. Tendió el collar al alfa.
—¿Está s seguro?—la palma abierta de Louis sostenía la cadena y la rosa. Entornó los ojos
hacia Harry, buscando alguna señ al de duda—, lo que pasó anoche. No quiere decir que te
esté presionando.

—Esta es mi voluntad—insistió , con seguridad, alzando un poco las cejas y asintiendo—. Y


también…—se bajó de Louis, y también de la cama. Sintiéndose algo expuesto por caminar
desnudo por la habitació n, tembló un poco, pero caminó hasta el tocador, y abrió una cajita.
Volvió con el puñ o apretado—. Ya decidí—afirmó , dejando la llave de su habitació n, una de
las gemelas, junto al collar.

—Has sobrellevado las cosas de una forma admirable, Harry—Louis lo miraba con
veneració n—. Eres valiente y asumiste tu responsabilidad a pesar de todo lo que te pasó .
Me causaba pavor abrirle mi corazó n a alguien… que quizá nunca estaría listo para hacer lo
mismo—admitió . Con la mano libre, tomó la de Harry, y dejó varios besos sobre el dorso de
esta, sobre los nudillos—. Pero eres un muchacho admirable y fuerte. Lo hiciste.

Harry sintió que le picaban los ojos.

—Porque eres el alfa má s valeroso que he conocido.

Reconociendo la referencia a sus propias palabras hacía casi un mes, Louis abrió los brazos
hacia él para que entrara a ellos. Harry se arrojó , en un salto fuerte que los hizo a ambos
rodar en la cama y hacer un desastre de sabanas enredadas, piernas entrelazadas y risas
estruendosas. La mañ ana avanzaba, calurosa como eran los días en Aurea, y la piel de
ambos se sentía á spera y pegajosa en algunas partes. Harry tocó una delgada capa seca,
blanquecina, en la muñ eca de Louis; y rió .

—Creo que necesitamos un bañ o antes de presentarnos ante los demá s.

—Eso no te va a quitar mi olor de encima, muchacho listo.

—¡Lo sé!—jugó con el cabello del mayor—, pero igual… estamos sucios.

—¿Te parece?—alzó una ceja, arrogante—, como soberano de Aurea, debería decretar que
esta es la vista que quiero en mi cama, cada mañ ana.

—Vas a darle un infarto a esos pobres ancianos si entras al consejo diciendo eso—negó
suavemente, risueñ o.

Louis bufó .

—Que les den.


Desayunó muy rá pido esa mañ ana tras tomar un bañ o. Louis se marchó con la misma ropa
de la noche anterior, y le prometió que lo visitaría en cuanto estuviera libre de
compromisos reales, o en la noche. Cara só lo tenía una sonrisa có mplice mientras cambiaba
las ropas de la cama y se llevaba la bata sucia. Pero Ashton parecía listo para saltarle
encima con un interrogatorio.

—Mi lord, ¿No tiene un olor muy fuerte esta mañ ana?—lo provocaba el sirviente, con esa
sonrisa que compraba a cualquiera.

—Debe tener la esencia de la playa encima, todavía—opinó Cara—. Salado y fuerte, todos
hablan del baile que hizo anoche.

Con la piel quemá ndole por el bochorno, Harry tomó sus cosas para el entrenamiento y
salió de la recamara, azotando la puerta. Pero sus sirvientes só lo siguieron riendo. Ya
verá n, pensaba, iba a hacer un desastre en el bañ o a pró xima vez para vengarse. Afuera,
Luke le dedicó un corto saludo.

—Buen día, señ or—cruzó los brazos tras la espalda—, ¿Lo acompañ o hasta el sitio de
entrenamiento con Ser Liam?

—Eso no es necesario, Luke. Quiero caminar un poco a solas, pero puedes buscarme allí
dentro de dos horas—torció los labios y suspiró —. Y dile a Calum cuando vuelva, que
lamento las molestias—añ adió rá pidamente, sin una explicació n, y se fue de allí casi
corriendo.

Avanzar entre el palacio fue una tarea difícil. Por todas partes había trabadores y
decoradores, muebles que se trasladaban de un saló n a otro y muchas miradas. La boda
estaba a tres escasos días, ya todo se comenzaba a finiquitar.

Y estaban los murmullos, la corte entera a su alrededor fallando catastró ficamente por
parecer discreto cuando percibían el olor de Louis en él. Buscaban algú n signo en su forma
de caminar o moverse que les diera má s informació n de lo ocurrido luego de verlos bailar
en la fogata. Ellos no sabían nada, y por otro lado, Harry todo. Con ese discernimiento, se
dio cuenta que el poder de la situació n lo guardaba él. Así que mudó su expresió n, má s
seguro y erguido, sonriendo socarronamente a quienes le miraban demasiado. Louis era un
soberano, y era suyo. Lo llevaba tatuado en la piel. Porque cuando el alfa caminara por
entre las personas, era a Harry a quién olerían.

De un estupendo humor, caminó en silencio por el atajo hasta el sitio donde los príncipes
entrenaban con Ser Liam. Era apartado del resto de la corte, y era sabido que só lo los tres
príncipes, Ser Liam y quién sea que invitaran podían llegar hasta allí sin recibir una
censura. El mar amortiguaba los ruidos de las espadas y las conversaciones, mientras que
las rocas alrededor alejaban las miradas de los curiosos, era perfecto.
Sus botas apenas hacían ruido por los adoquines del estrecho camino hacia la planicie
donde practicaba, cuando escuchó una discusió n.

—¿Por qué traes devuelta el tema? Está resuelto—la voz de Liam, lejos de ser amigable
como siempre, estaba seria y lenta—, o mejor dicho, condenado.

Harry agudizó el oído, y agradeció a los dioses que la sal del mar cubriera un poco su olor.
Necesitaba saber con quién hablaba el beta.

—Te encuentras enojado, eso lo acepto. Pero soy tu príncipe, no me hables así.

Tuvo que cubrirse la boca con ambas manos, y se arriesgó a asomarse por entre las
rendijas de la roca para corroborar lo que oía. Ese era Zayn.

—Estoy plenamente resignado a eso, no hace falta caer en detalles—la desolació n en la voz
de Liam no escapó de la atenció n de Harry, que se movió con cuidado para buscar un mejor
sitio para ver.

—Sé que yo sugerí todo esto, Liam. Que yo te aparté y todo fue mi idea, pero simplemente
no puedo voltear el rostro e ignorar lo que pasó .

—Pues lo estabas haciendo muy bien—los puñ os los apretaba fuerte a cada lado del
cuerpo, y dio un paso atrá s cuando Zayn quiso acercarse.

—¿Es por lo que pasó ayer en la fiesta? Vi cuando dejaste la playa—Zayn volvió a intentar
cerrar distancias—. El trabajo de un soberano es darle esa imagen a su pueblo…

—¡Zayn, yo lo entiendo!—alzó la voz el caballero—. Entiendo que esto fue só lo… só lo


producto de la química que había entre nosotros—todo rastro de la barrera Príncipe-
Sirviente, perdida—. Por eso entendí que debías casarte. Comprendí que como yo estoy
atado al deber, lo está s tú también cada que veo esa cadena invisible entre el trono y tú .
Juré servir a la corona y lo hago.

—Liam…

—Y tú debías darle un hijo a Aurea, y te felicito por al fin lograrlo—fue inevitable captar
como el dolor le sacudía el cuerpo cuando hablaba—. Renuncié a ti cuando te casaste y
marcaste a una omega.

Zayn logró tomar de los brazos al caballero, cerrando las manos con fuerza en torno a sus
vestiduras.

—Pero no me olvidaste, yo tampoco lo hice.


—Tú la quieres a ella, van a tener un hijo—Liam miraba hacia el mar, no siendo capaz de
enfrentar los ojos de Zayn.

—Y también te quiero a ti, primero estuviste tú —Harry miraba con la boca abierta como
Zayn se inclinaba hacia el rostro de Liam, le frotaba los labios contra la mejilla—. Me casé,
la marqué, y seguí buscá ndote.

—Porque estabas alejado de ella—refutó el beta, por fin conectando la mirada de ambos.
Sus narices se rozaban, y Harry se sintió mal por la forma en que el semblante de Liam se
suavizó —. Fuimos a la guerra juntos y…

—Y si iba a morir allí, quería que fuera contigo—sentenció n el alfa, robá ndole un beso
casto—, porque si esos eran mis ú ltimos días, Liam, no los iba a pasar lamentá ndome por
estar lejos de Gigi.

Liam se movió , y por la rigidez de sus acciones, Harry juró que iba a golpear a Zayn. Porque
aquello era inaudito. Gigi y Zayn actuaban como la pareja modelo del palacio, estaban
esperando un hijo… ¿Y Malik ocultaba un amante que no era otro que el comandante de la
guardia real? Era demasiada informació n para él, y la vez le faltaban demasiados detalles
para entender.

Pero Liam no golpeó a Zayn. Tomó su rostro con fuerza, los dedos incrustá ndose en la
mandíbula del alfa.

—Eres un maldito manipulador—dijo con dientes apretados, acercando má s al alfa hacia sí,
que lo rodeó de la cintura con ambos brazos—, ¿Por qué los dioses me hicieron amar a
alguien así?

Impactado, Harry los vio besarse cuando una gran ola rompió contra las rocas.

•○•
10-. Nupcias

También dedicada a:

—--LarryStylinson--—

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@AnshiGiselle

@SkyFullOfOurStars

@GenuinelyThink_

@DianaOj5

NUPCIAS

“Pienso en ti muy despacio, como si te dibujara dentro de mí y quedaras allí grabado. Quisiera
tener la certeza de que te voy a ver mañana y pasado mañana y siempre en una cadena
ininterrumpida de días; que podré mirarte lentamente aunque ya me sé cada rinconcito de tu
rostro; que nada entre nosotros ha sido provisional o un accidente.”

Harry esperó tras las rocas por largo rato, de vez en cuando fijá ndose si ya Zayn se había
marchado para por fin bajar. Ganas no le faltaron de simplemente tomar sus cosas e irse,
pero luego tendría que dar muchas explicaciones por su ausencia a los entrenamientos, y
no estaba listo para eso. Asomado en su escondite vio a ambos hombres compartir
susurros, claramente má s calmados y cautos. Movían los labios muy cerca el uno del otro, y
Zayn constantemente tomaba la boca de Liam para un beso que se extendía por minutos. Se
abrazaban con fuerza y parecía imposible que se dejaran ir pronto. Por la mente de Harry
rondaba una y otra vez lo que Liam dijo: Amaba al príncipe. Sonaba sincero y devastado
por ello, con una resignació n que dolía. Zayn no había dicho nada, pero rodeaba con
posesividad al caballero, con una mirada decidida a prolongar todo lo que pudiera el
momento.

Pero sucedió .

—Deberías marchar—aconsejó el caballero, alejá ndose de la columna donde estaba


recostado y tomando una distancia—. Lord Harry debe estar por llegar para sus clases.

Sí, por fin lo recordaban, pensó Harry mientras rodaba los ojos.

Malik chasqueó la lengua.

—¿Y tú crees que Louis lo va a dejar salir de la cama?—alzó las cejas con un gesto de
incredulidad.

Harry se ahogó con su saliva. ¿Es que todos en el palacio estaban al pendiente de qué hacía
en su lecho?

—Ese no es nuestro asunto—censuró Liam—. Y como soberano que eres, deberías ser
cauto, por tu pueblo y el bien de tu familia—se acomodó las vestiduras y cuadró los
hombros—, que tenga buen día, majestad.

—¿Te está s burlando de mí?

—Seguro tiene muchos asuntos que atender, majestad—insistió .

—No hemos terminado—aseguró el moreno, señ alá ndolo—, seguiremos este asunto luego.

Sonando má s como una sentencia que una opció n, Zayn dio media vuelta para marcharse. Y
demasiado tarde, Harry se dio cuenta que estaba justo en el camino. Lo descubriría y allí sí
que tendría problemas. Así que retrocedió dando tumbos apresurados entre las demá s
rocas, buscando ocultarse a toda costa. Azorado, se enredó con los pies y al tratar de frenar
la caída raspó la palma de la mano contra la á spera superficie del piso. Aguantando un
quejido, se arrastró tras un matorral justo a tiempo. Contuvo la respiració n mientras
escuchaba las pisadas de Zayn, cada vez má s lejos. No era tonto, esperar unos minutos sería
lo má s sensato o de lo contrario podría ser descubierto. Respiró profundo y miró con una
mueca su mano. Su piel estaba un poco levantada en algunas partes, con rastros de sangre y
suciedad. Ardía al tacto y estaba muy roja, se sentía pesada e incó moda. Era la mano
izquierda, todavía así podría sostener la espada. Agitó la mano para menguar de alguna
forma el dolor en su palma y se levantó , trotando por el camino de piedra hasta llegar
donde Liam lo esperaba. Al menos, si tenía una expresió n rara en el rostro, podría
atribuirlo a la caída.

Las emociones le revolvieron el estó mago e hicieron doler la cabeza.


—Altez…—La sonrisa de bienvenida de Liam se borró en cuento lo vio, y fue hasta él—,
¿Qué ocurrió ? Está sangrando—como siempre, Liam no lo tocaba sin su autorizació n, y
esperó paciente a que Harry le extendiera la mano para examinarla con cuidado—. ¿Tiene
otras heridas?

—Nada, estas botas son nuevas y el cuero se resiste. Só lo es esto—mintió , siseando cuando
Liam tomó la jarra de agua que reposaba en el banco de piedra –como en cada sesió n ya
que deshidratarse por el calor era muy sencillo— y la vertió sobre la herida para eliminar
los restos de tierra—. Uh, resbalé cuando bajaba por el camino de roca.

—Debe tener má s cuidado, pudo ser peor y está a só lo un par de días de casarse—aconsejó
el mayor, y Harry frunció las cejas. Normalmente adoraba a Liam, porque era gentil y
simpá tico, se preocupaba por él de una forma sincera y no só lo servicial. Pero él y Zayn le
mentían a su amiga, traicionaban a Gigi a sus espaldas y eso no estaba bien. Mucho menos
en su estado.

—Claro—contestó de mala gana, removiéndose un poco cuando el caballero ató un pañ uelo
limpio en su mano, que cubría bien la palma.

Acostumbrado a lidiar con la realeza, Liam ignoró su tono y se irguió .

—¿Quiere tomarse el día, señ or? Puede resultar incó modo entrenar así.

Harry negó , su rostro contraído en una mueca molesta, que resaltaba sus facciones de niñ o.
La expresió n serena de Liam só lo lo alteraba má s.

—El fisió logo me dijo—comenzó , moviéndose para buscar la espada sin filo—, me dijo que
luego de la boda debía tomarme unos días.

El hombre encargado de la salud en el palacio le explicó que, tras consumar el matrimonio


con Louis, esperaba que los ciclos bioló gicos de Harry se restablecieran como cualquier
omega, y fuese capaz de tener celos cada cuarenta días. Faltando cinco meses para cumplir
diecisiete añ os, ya era algo alarmante que no tuviera su primer celo.

—Correcto, entiendo que no quiera perder el ritmo—Liam respiró profundo, tomando


también la espada sin filo de él, que era má s larga—. Seguiremos aprendiendo sobre
flancos defensivos antes de pasar al ataque.

—De acuerdo—dejando la molestia en su mano lejos, Harry adoptó la posició n correcta de


sus pies, y la forma de erguir la espalda. Liam le dio una sonrisa de orgullo.

—Veo que aprende muy deprisa.

Por primera vez, Harry odio sus cumplidos, y blandió la espada para dar el primer golpe.

Luke fue a buscarlo un par de horas después. Estaba agotado, con los mú sculos
quemá ndole y la sensació n de que iba a morir ahogado de no sacarse la ropa de encima en
ese momento. Con las mejillas muy rojas y de nuevo sintiendo la molestia en la palma,
cruzó los pasillos junto al guardia ignorando cada mirada e intento por comenzar una
conversació n. No guardaba ganas de conversar, su mente todavía enfrascada en lo que
había visto, y estaba seguro que si encontraba a Gigi en alguna parte del camino, se pondría
a llorar por ella. Ahora entendía, de cierta forma, las burlas de Danielle cuando conversaron
en los jardines. Las indirectas sobre un “alfa ausente”, ¿Acaso ella también lo sabría? ¿Louis
también estaría al tanto de la infidelidad de Zayn? La princesa le dijo que los alfas no creían
en la monogamia. Pero su Louis no era así, ¿Verdad? É l le prometió , él siempre guardaba
honor a su palabra.

O quizá para todo había una excepció n a la regla.

Sacudió la cabeza para apartar los pensamientos que amenazaban por consumirlo, y llegó a
la puerta. Enseguida, un tiró n dentro de sí le indicó que alguien má s estaba en la
habitació n, simplemente lo adivinaba. Y como só lo dos personas tenían acceso al lugar…

Incrustó su llave, giró el pomo de la puerta y miró a Luke.

—¿Có mo está Michael?

Desde hacía un tiempo, Luke le estaba cubriendo las guardias y auxiliando un poco a Calum.

—Sigue enfermo, señ or. Pero ayer no vomitó tanto.

—Ha tenido una intoxicació n fuerte.

—Así es, juró no volver a comer almejas directamente de la playa—bromeó el guardia.

—Voy a tomar un bañ o. Tranquilo—se adelantó , con un ademá n tranquilizante de la mano


vendada cuando vio que el rubio quería replicar—. No es necesario que llames a Cara o
Ash.

El rubio no parecía muy convencido. Con ambas manos en la cadera, ladeó el rostro y miró
por un momento a la puerta antes de concentrarse de nuevo en Harry.

—¿Está seguro, señ or? Sabe que estamos para servirle.

¿Es que creían que se iba a ahogar en el bañ o? Harry le regaló una pequeñ a risa.

—Puedo solo. Ademá s, ellos tienen mucho trabajo con esto de la boda—abrió la puerta
apenas—. Ellos sabrá n cuá ndo venir.
El rubio só lo le dio una reverencia de aceptació n, y tomó su posició n en el pasillo para
vigilar.

Harry entró y cerró la puerta tras de sí. Apoyó la espalda en esta y miró al alfa sentado en la
cama, viéndolo con una sonrisa que se esfumó poco a poco. Las cejas de Louis se fruncieron
y sus labios se separaron en confusió n.

—¿Sucede algo? ¿El entrenamiento fue bien?—Pero Harry no contestó , só lo bajó la mirada
a sus pies—. Dime, ¿Qué ha pasado?

Separá ndose de la puerta, caminó hasta la cama y mostró la mano vendada al príncipe.
Antes de que llegara a una conclusió n erró nea, porque conocía el temperamento de Louis,
quitó el pañ uelo.

—No es…

—¿Liam te lastimó en la clase?

—¡No!—aclaró rá pidamente, buscando la mirada azul—. Resbalé por el camino de piedra.


É l limpió la herida con agua y me sugirió cancelar la clase. Pero no quise.

La expresió n de Louis se relajó un poco. Sostuvo la mano de Harry, viendo los raspones y
las zonas con sangre seca. Curvó un poco los labios, y lo miró .

—Tienes algo así como una manía por lastimarte las manos, ¿no?—Besó la palma, y como
semanas atrá s, lamió la herida. Suaves lametones que enviaban rá fagas de alivio por el
brazo de Harry hasta fundirse por todo su sistema.

—Ya no me duele—avisó , pues siendo ya el dolor mitigado, su cuerpo se estaba inclinando


por despertar otras cosas. Posó la mano libre en la mejilla de Louis—. Así está bien—
insistió .

—Te he sentido alterado toda la mañ ana—Louis no lo soltó , pero apoyó el rostro en la
mano de Harry, relajado.

Mentirle a los demá s era algo fatigoso, pero mentirle constantemente a Louis sobre algo
que le molestaba podría llegar a ser horrible, volverlo realmente infeliz. Incluso destruir la
relació n que ambos trataban de construir, porque el alfa podía sentir sus emociones a
veces, y viceversa.

—Presencié algo que no era de mi incumbencia—musitó , mordiendo el interior de su


mejilla—, pero que sin embargo, no deja de ser grave.

—¿Eso te alteró ?—con esos inquisidores ojos azules, Louis captaba cada expresió n en el
rostro de Harry, decodificando su significado.
—Me causó incomodidad, sí.

Louis le quitó la chaqueta, que estaba arrugada y mojada por el sudor, dejando a Harry só lo
con la delgada camisa interior.

—Cuéntame, quizá pueda ayudarte.

Inseguro de por dó nde comenzar, Harry tomó asiento en la cama, a un lado del príncipe.
Pero apenas sintió el confort del colchó n bajo el cuerpo, notó lo cansado que estaba y no
puedo evitar recostar la espalda en este. Emitió un sonido grave de alivio, desde el fondo de
la garganta y cerró los ojos un momento.

—Ha sucedido que…—buscó las palabras adecuadas, sutiles. La sombra de Louis se alzó
sobre él, los brazos del alfa a cada lado de sus hombros. Lo miraba con atenció n, una
sonrisa ladeada. Harry jugueteó con el cuello del traje del mayor.

—¿Y bien?

—Cuando… Cuando volvías de ofrecer tus plegarias a los dioses—comenzó , viendo las
gemas incrustadas en los botones de la chaqueta—. Hiciste esa demostració n con Ser Liam,
y dijiste que el príncipe Zayn tenía mucho tiempo sin asistir a los entrenamientos.
Mencionaste que tenían diferencias, él y Ser Liam—tragó grueso y alzó la mirada hacia el
alfa—, ¿A qué te referías?

Louis frunció el ceñ o, só lo un poco.

—Pues eso, Harry. Ambos estaban demasiado ocupados en sus asuntos para concretar una
clase, discutían en las reuniones de defensa—esquivó el asunto.

Pero tal y como venía experimentando con los días, entre ellos existía un lazo que
compartía sus almas. Las emociones, y el humor de ambos, a veces se mezclaban formando
un lío en Harry. Y otras veces, eran un río manso fá cil de leer. En ese momento, percibía la
suspicacia de Louis como si fuese propia. La muralla que levantaba ante el asunto. Y le
enfureció que quisiera esconderle algo tan delicado, que estaba tan mal.

—¿Desde cuá ndo sabes que son amantes?—arrojó de sú bito, con una expresió n molesta y
expectante.

—¿Perdó n?—Louis parpadeó sorprendido, y tomó una pequeñ a distancia, negando


suavemente—. Está s muy confundido.

—¡No!—espetó en su susurro enfurruñ ado—. Los vi, cuando bajaba por el camino de roca.
No me escucharon porque estaban enfrascados en una discusió n.
—Harry, basta.

Pero él no iba a detenerse, estaba demasiado indignado con el asunto.

—Murmuraban cosas sobre que fueron juntos a la guerra, que el príncipe Zayn siempre
quiso a Ser Liam…

—Detente justo ahí.

—¡Dijo que a pesar de casarse con Gigi eso no era suficiente, que deseaba a Ser Liam!—era
tal su desdén con la situació n, que no puso atenció n a la expresió n estoica de Louis, a que le
repetía una y otra vez que bajara la voz—. Va a tener un hijo con ella, y la está engañ ando.
Es horrible, inmoral y—

—¡Harry, cá llate!—lo zarandeó el alfa por los hombros, dientes apretados que hicieron
sonar su voz aú n má s dura. Ató nito, Harry se quedó mudo y con los ojos muy abiertos. Los
dedos en sus hombros afloraron la presió n y bajaron un poco por sus brazos—. Luke está
en la puerta.

Sintió un poco de miedo, porque las manos de Louis nunca habían sido má s que gentiles
con él, y esta era la primera vez que no se sentía así.

—Só lo…, só lo—

—Está bien, está bien—se apresuró Louis, besando su cabello—. Lo siento. Es só lo que… es
complicado. No entiendes, eres demasiado joven…

—Deja de decir eso—hipó —. Contesta.

—Estoy al tanto de lo que pasaba… pasa entre ellos. Pero escucha bien, eso no es de
nuestra incumbencia.

—¿Có mo pretendes que vea a Gigi a la cara?—negó varias veces—. Cuando sé que su
esposo la engañ a con el comandante de la guardia real.

—Por eso, Harry. Porque no sabes nada—recalcó —. Ellos se conocen desde niñ os. Liam fue
criado para dar su vida por nosotros. Fue nuestra sombra por añ os, pero para Zayn
siempre fue primero un amigo. Uno muy querido—los ojos de Louis se nublaron un
instante, en el pasado—. Para cuando decidí observar bien, ellos ya estaban embelesados el
uno del otro. Y yo no comprendía, no en ese momento.

—Quien no comprende soy yo—susurró —. Antes había paz. Si el príncipe Zayn quería a Ser
Liam pudo haberse casado con él. Especialmente aquí, con esta cultura.

—Liam es un beta—apuntó el mayor, con un gesto condescendiente.


—Pero al príncipe Malik no parece importarle…

—Un soberano, debe asegurar su línea de sucesió n—explicó , tocó sutilmente el vientre de
Harry por encima de la ropa. Con ese gesto todo estaba má s que claro—. Zayn no tiene eso
con Liam, jamá s lo tendrá . Tiene en sus hombros el peso del reino, y de transmitir su legado
familiar. La casa Malik es una línea ininterrumpida en el trono.

—¿Por qué…?—ahora la empatía de Harry se dividía entre los tres. Entre esas tres piezas
en ese cruel juego de afecto—. ¿Por qué si conocían el lugar de cada uno desde niñ os…?

Louis negó .

—Quién sabe, los dioses son caprichosos—suspiró , esa frase típica en él—. Creo, que a
veces el amor má s insensato, llega a ser el má s sincero. O quizá eso es lo que siento cuando
los veo, cuando comprendo su pena, y les miro sufrir mientras intentan construir sus vidas
apartados, pero siempre rondando uno en el eje del otro.

—Pero Gigi—parpadeó , no queriendo llorar por todo el asunto. Porque se imaginaba en su


lugar, y simplemente era muy duro.

—Zayn también la quiere, a su manera. Y ha sabido protegerla para que no sepa nada. Para
que nadie se entere, tampoco.

Eso alarmó a Harry, lejos de ser el bá lsamo tranquilizante que Louis pretendía.

—É l se casó por deber, como tú te comprometiste—tanteó , buscando la mirada azul,


transmitiéndole su preocupació n. Aunque sabía de sobra que ya la debía estar sintiendo—.
¿Tú podrías hacerme algo así?

Las comisuras de los labios de Louis se arquearon un poco.

—Cuando te escolté hasta aquí, dije que tras la guerra quería vivir mi vida plenamente—
ladeó el rostro—. ¿Crees que me casaría contigo si quisiera a alguien má s?

Harry respiró hondo, llenando sus pulmones de alivio.

—Bueno… no.

—Me agrada que lo sepas.

Louis se inclinó por un beso, su barba raspando la piel de Harry cuando le correspondió ,
pero su cuerpo seguía tenso bajo él, incó modo por el tema y por sobre todo, distraído. Y eso
no pasó desapercibido por el alfa, que para reclamar su atenció n le mordió el cuello, sobre
la marca que los unía. Harry soltó un chillido, encogiéndose un poco.
—¡Louis!—quejó , dá ndole un golpe en el hombro. El cuerpo le temblaba, como si
accionaran algo en su interior, pero el alfa só lo sonreía satisfecho.

—Deja de pensar en eso—exigió , besando alrededor de donde mordió , haciendo que el


cuerpo de Harry poco a poco comenzara a soltarse. Só lo cuando Harry yacía relajado contra
la cama y respirando pausadamente, con los ojos cerrados y concentrado en la sensació n de
esos delgados labios en su piel, fue que Louis se detuvo.

—La verdad vine porque me entregaron una carta para ti—se apoyó en los codos, y luego
rodó a un lado de la cama. Sacó dos sobres del interior de la chaqueta, y le entregó el que
no se encontraba rasgado—. Es de tu hermana.

Harry se incorporó como un resorte, sentá ndose enseguida y tomando la carta como si
fuese un tesoro.

—Llegó antes…—murmuró para sí, y llevó el sobre hasta su nariz con la esperanza de
encontrar algo, un rastro del perfume que usaba su hermana. Lo sintió apenas.

—Tengo que recibir a los invitados que vienen de lejos—avisó el mayor, besando la mejilla
de Harry antes de levantarse—, voy a darte privacidad para que puedas leer.

Con una sonrisa le agradeció el gesto.

—¿A ti también te llegó correspondencia?

Louis se detuvo en el camino a la puerta, y miró el sobre abierto que llevaba en la mano.

—Sí, lord Horan me escribió para avisarme que tiene algunos problemas en sus tierras, y
que no podrá asistir a la boda—respondió , mientras guardaba de nuevo la carta en sus
ropas—. Pero nos invita a verlo luego, pasar unos días.

—Eso suena bien—cruzó las piernas sobre la cama, con las botas puestas—. Suena a que es
tu amigo.

—Lo es—Louis ya estaba en la puerta—. Pero no soy muy amigo de donde vive.

—¿Por qué?

—Ya lo verá s, gatito—y tras girar el pomo, dejó a Harry solo, con las palabras de su
hermana en las manos.


Luego de un largo bañ o y comer algo, vistió algo fresco para salir a dar una vuelta.
Quedarse en la habitació n lo haría volver a leer la carta y llorar de nuevo en la cama. Tenía
los ojos rojos, así como la piel de alrededor, pero aú n así caminaba con la cabeza erguida
por los corredores, con Luke a su lado. Quería distraerse con los arreglos de la boda,
molestar a Ash en la cocina o a Cara mientras esta armaba los arreglos florales. Que Louis
lo abrazara, también estaría bien. Pero estaba al tanto que, entre los organizadores de la
boda, se encontraba Gigi. Y sinceramente no podía enfrentarla en ese momento.

—Mejor vamos a los jardines—avisó al guardia, aunque no era necesario. Luke lo seguía a
cualquier parte, Harry só lo tenía que caminar y el rubio se movía como una sombra.

Ya que todos se encontraban bien sea en el gran saló n decorando todo o en el templo
haciendo los preparativos pertinentes para que las nupcias fuesen bendecidas por los
sacerdotes, los jardines eran una buena opció n. Normalmente estaban atestados de nobles
que buscaban distraerse y conversar, pero estaba casi vacío. Así que paseó entre las flores y
los arbustos, pasando los dedos con distracció n por las hojas só lo para sentir las distintas
texturas de los pétalos. Su mente se fue aclarando, estaba sintiendo tanta paz que…

—Majestad—Luke se escuchó má s serio que de costumbre, y con esa palabra nunca se


dirigía a él.

Harry cerró los ojos con fuerza, y temió respirar y sentir en el aire el aroma de alfa de Zayn.
Pero cuando lo hizo y se dio la vuelta, resultó peor. Danielle estaba parada allí, con su
cabello recogido en una elegante trenza y un vestido negro. Los brazaletes dorados
resaltaban en sus bronceados brazos. Parecía una ilustració n, pero la mirada en sus ojos a
Harry nunca le pareció bonita. Había veneno allí.

—Déjanos—ordenó la princesa, sin siquiera mirar al guardia.

Luke por obligació n estaba atado a acatar esa orden, pero sin embargo miró a Harry un
segundo. Y este le asintió apenas.

—Vuelve en unos minutos, Luke. Está bien—usó la voz má s segura que podía imprimir—,
aú n no termino mi paseo. Esto no será por mucho.

Con una reverencia para ambos, Luke se retiró en silencio a la otra hilera del jardín, lo
suficientemente lejos para no escuchar la conversació n, pero cerca, para así estar alerta.

—¿Estabas llorando, muchachito?—preguntó con sorna la princesa, curvando los labios—,


¿por fin te hiciste a la idea que no encajas aquí?

—Eso es ridículo, mi lady—Harry estaba resuelto a ser fuerte. No dejaría que lo humillara
como ese día en la sala del trono—. Después de todo, estoy a punto de casarme.
É l no debía dar una imagen muy intimidante: gesto cansado, ojos llorosos y el cabello
recién lavado. Pero supo que sus palabras causaron tal disgusto en la princesa Campbell,
que se sintió orgulloso de su logro.

—Claro, vas a casarte con mi Louis—asintió , arrancando una de las flores azules de la
enredadera. Con esta en la mano, se detuvo muy cerca de Harry—. Y seguro pasará s
algunas noches con él, luego no dormirá contigo—Encogió los hombros—, se cansará . Só lo
irá de visita para lo que es debido—rompió un pétalo de la flor, tirá ndolo al piso—. Una y
otra vez, intentará hacer algo para lo que no le sirves—siguió arrancando cada pétalo hasta
que só lo quedó el tallo—, y cuando se harte. Cuando se dé cuenta que el concejo tenía razó n
y tú no puedes darle un hijo; va a botarte.

—Mi lady—Harry tensaba la mandíbula, porque en efecto esas palabras le llegaban hasta el
corazó n, donde dolían y revivían sus miedos de no ser suficiente para Louis, ni para nadie.
De que dentro de él hubiese un dañ o má s allá del reparo que un fisió logo y descanso
pudieran dar. Y recordó las palabras de Louis. El hecho de que Zayn y Liam no estaban
juntos, precisamente porque jamá s podrían engendrar una descendencia de ambos. Sintió
las lá grimas acumulá ndose de nuevo en sus ojos, y parpadeó . No le daría el gusto a esa
mujer, no la quería ver sonreír a costa de sus inseguridades—. Eso es un deseo muy funesto
hacia una unió n que pretende extender la paz entre reinos. Una paz que usted
supuestamente defiende tanto.

—Insensato, deja de hablar como si supieras algo de esta guerra—siseó Danielle—. Por lo
que todos saben, estuviste encerrado en tu habitació n llorando.

—¿Eso có mo afecta lo que discutimos?—Harry no estaba dispuesto a ceder, ya no má s—. El


príncipe Louis es mi alfa, va a casarse conmigo. Tengo su marca.

—Y merece algo mejor. Este trono merece un mejor consorte.

El ambiente entre ambos no hacía má s que cargarse cada vez de má s tensió n.

—¿Alguien como usted, majestad?—ahora la ironía teñ ía la voz de Harry, y vio con
satisfacció n como Danielle abría la boca, y luego fruncía las cejas en enojo.

—¡Bastardo atrevido!

—Tengo dos hermanos, mi lady. Y a ninguno lo miré de la forma que usted lo hace con el
príncipe Louis, siendo que se supone, fueron criados como hermanos.

—Vas a arrepentir estar hablá ndome así, mocoso insolente…—susurró con rabia la
princesa, dientes apretados mientras hablaba.

La expresió n altanera de Harry no desapareció , y quizá por eso Danielle levantó la mano.
Tomó aire, esperando la inminente bofetada de la que no planeaba huir…
Pero el ruido de apresurados pasitos interrumpió todo, y dos cuerpos pequeñ os chocaron
contra Harry, abrazá ndolo de la cadera y piernas; haciendo que se tambalee un poco.
Impresionado, vio a dos niñ itas ataviadas con bonitos vestidos rosa, una má s baja que la
otra, con brillantes ojos azules, cabello rubio y castañ o, mirá ndolo con una sonrisa
deslumbrante.

—¡Lo encontramos!—chilló la rubia.

—¡Aquí está ! ¡Lou Lou, ven aquí está !—gritó la castañ a, má s pequeñ a, agarrá ndose fuerte
de la tela del pantaló n de Harry. Como si fuese un trofeo que no dejaría ir.

É l se obligó a dejar de ver a las niñ as, y miró hacia donde ellas gritaban. Louis caminaba
hacia ellos, tomado del brazo por una mujer de mediana edad, bajita y regordeta, con una
sonrisa amable y bonita. Bendito coloso del mar, en ciertos rasgos se parecía a Danielle;
debía ser…

—Señ or Cox—Louis apenas saludó a Danielle con un movimiento de cabeza, parecía


demasiado feliz de llevar a esa mujer del brazo. Sus pó mulos se alzaban con una sonrisa,
surcos formá ndose alrededor de sus ojos azules—. Permita que le presente a mi madre,
lady Johannah Darling.

Harry estaba paralizado, y apenas logró inclinar un poco la cabeza en señ al de reverencia
antes de que la madre de Louis se acercara a él para besarle la mejilla y abrazarlo
levemente, pues las niñ as estaban en su camino.

—Es usted encantador, lord Cox—dijo ella, y miró detrá s de Harry—, ¿verdad, Danielle
querida? Lamento no haber podido llegar antes, el viaje ha sido largo.

—Y esos dos terremotos enganchados a ti—continuó Louis, y las niñ as se aferraron má s a


Harry, soltando risitas y miradas traviesas. Harry abarcó los hombros de cada una con un
brazo—. Son mis hermanas, Charlotte y Félicité.

—Harr… Ha—intentó pronunciar una.

—¿Rry?—arrugó la nariz la má s pequeñ a.

—Harr… Hazz…—dio un saltito—. ¡Hazza!

El humor de Harry mejoró mucho luego de ese encuentro. La madre de Louis era amable,
cá lida y con un instinto maternal que no parecía querer negarle a nadie. Le preguntaba,
mientras tomaban un té en los jardines, có mo seguía su salud, si se sentía có modo con el
clima y si por algú n motivo Louis no se estaba pasando de mandó n con él. Harry só lo reía
ante eso ú ltimo, pues Johannah aseguraba que su hijo mayor llegaba a ser un poco -
bastante— obseso del control. É l le aseguraba que estaba perfecto, que al principio se
sentía un poco cohibido, pero ambos se estaban conociendo y llevando bien. Eso pareció
tranquilizar bastante a la mujer, que comenzó a hablar de lo emocionada que estaba por la
boda, de los vestidos que mandó a hacer para ella y sus hijas só lo para la ocasió n. Las niñ as,
que preferían ser llamados por sus diminutivos Lottie y Fizzy respectivamente, lo
adoraban. Se sentaban a su lado, y a su vez lo apodaron a él “Hazza”, porque se les hacía
complicado decir su nombre. Harry atrapó a Louis viéndolo complacido, una sonrisa
tranquila y pequeñ a en su rostro, cuando Fizzy tomó má s confianza y decidió que quería
comer las galletas sentada en las piernas de Harry. Por supuesto que se lo permitió , só lo
que eso desató una campal lucha por cuá l de las dos tenía má s derecho de estar sentada en
el regazo del futuro consorte.

—Llevan meses sin verme—había exclamado Louis, con la boca abierta mientras veía a las
niñ as peleando por Harry—. Y no se les ha ocurrido que yo también quiero abrazos y estar
con ellas.

Harry apenas podía tenerlas a ambas entre sus dos muslos, pero se reía, genuinamente, de
la discusió n entre las pequeñ as.

—¡Es mi turno, Fizzy!

—¡Yo atrapé primero a Hazza, mentirosa! ¡Mamá , dile!

—¡No! Hazza es mío, mío.

Fizzy rodeó con sus bracitos el cuello de Harry, y Lottie hizo lo propio con un brazo, ambas
fulminá ndose con la mirada mientras Johannah reía. Pero Louis cruzó los brazos, recargó la
espalda de la silla y bufó .

—Que equivocadas está n, niñ as—dijo, por fin captando la atenció n de sus hermanas—.
Hazza es mío.

El día, por fin había llegado. La noche anterior estaba tan nervioso, que le pidió a Cara y
Ashton que durmieran con él. Los tres omegas, abrazados y apretujados, hablaron hasta
quedarse dormidos y se levantaron algo tarde para iniciar los preparativos. Gigi había
entrado a la habitació n, usando la llave de Harry que este le había cedido antes de irse a
dormir, para despertarlos. Ella ya estaba radiante, siempre estaba radiante, y al parecer los
malestares matutinos ese día le dieron un descanso, o ella los ignoró .

Mientras asistían en el bañ o, untando aceites y fragancias en su piel y cabello, Harry


rememoraba las palabras en la carta de Gemma.

“Amado hermanito.
Creí que con el fallecimiento de nuestra madre y luego la guerra, había conocido toda la
angustia de este mundo, toda la que un alma podía contener. Pero estaba equivocada. Cuando
desperté aquella mañana y tú no te encontrabas en la habitación de siempre, sentí que me
derrumbaba. Lord Abel en su papel de buen esposo, culpó al embarazo, pues en un arrebato
de frustración porque no me dejaron despedirte, le lancé una copa de plata a Damon durante
el desayuno. Esto no es propio de una dama, pero la satisfacción me invadía cada que lo veía
tratando de ocultar la herida que dejé en su frente. “

La valentía de Gemma siempre fue un rasgo característico en ella. Y Harry trataba de


contagiarse de este, imitarlo esa mañ ana. Salió del balneario envuelto en una gruesa bata y
se detuvo detrá s del biombo, ausente, mientras Cara y Ashton secaban su cuerpo,
desenredaban su cabello y pasaban las ropas interiores. Respiró profundo, manteniendo su
mente tranquila en la voz que recordaba de su hermana, para no entrar en pá nico.

“Padre ha estado algo extraño estos días. Ido, ausente. Quizá fue mi imaginación, pero un día
lo descubrí viendo a tu silla vacía en nuestro comedor. Está dejando la mayoría de las
decisiones a manos nuestras, o del consejo. Pasa muchas horas solo, leyendo en la biblioteca y
con los cuadros de madre. Creo que está pescando alguna enfermedad por el clima, se fatiga
deprisa y duerme mucho. Aunque el fisiólogo dice que sólo es agotamiento por todo lo que ha
ido ocurriendo. Yo me encuentro bien, muy bien, Harry. Mi bebé crece fuerte y deprisa, ya no
me queda ningún vestido y tuve que pedir más. Y sí, ya conversé con Lord Abel y está de
acuerdo con el viaje. Después de todo, quiere comercializar telas y zapatos con Aurea; ya
sabes que sus tierras producen las fábricas más bonitas para vestir, su fortuna está en ello.”

El que su padre pensara apenas un poco en él, de alguna forma le hacía creer que no había
tanto hielo en el corazó n de ese viejo rey; que en lo má s hondo de su ser seguía pensando
en él como un hijo. Ademá s le ilusionaba la idea de poder ver a su hermana, a su sobrino. Si
llegaban a ese acuerdo, hasta podría convencer a Louis de ellos ir a las tierras de Lord Abel
a pasar unos días en esa zona boscosa y preciosa.

“Vas a casarte, Harry. Y tu vida ya no será la misma a partir del momento que aceptes ante los
dioses el juramento. Puedo dormir tranquila sabiendo que el príncipe Louis es bueno contigo.
Sabía que los rumores tenían que ser puras falacias, es un hombre de respeto; un soberano
digno. Más allá de lo que se dijo de él en la guerra, es alguien muy deseado. Ten eso en cuenta,
muchos querrán tu lugar, perseguirán hacerte débil y apartarte del camino para que dejes de
ser un consorte. Los hijos, Harry, no deberían traerse al mundo simplemente para asegurar
una posición, pero esta es nuestra realidad. No quiero asustarte, pero sólo cuando tengas un
bebé heredero de la corona es que serás intocable. Así que sé paciente, hermanito. Sé fuerte y
concéntrate en ser un buen esposo, es estar ahí para tu alfa. Tienes que ser quien le haga feliz,
en quien encuentre su calma y a la vez, la locura. Muchos creen que los alfas son los del poder,
pero no es así. Recuerda mis palabras. Te deseo felicidad, este será uno de los días más
importantes de tu vida. Recuerda cada imagen y guárdalo para ti. Hoy te haces un hombre, el
pilar de una familia. Te amo, Harry. Extraño abrazarte, y hasta el bebé que estaba
acostumbrado a tu suave olor, te echa en falta. Déjame saber de ti pronto.”
Parado en el centro de la habitació n, Cara y el sastre lo vestían. Ashton se quedó ordenando
el bañ o porque tenían muy poco tiempo para correr a su habitació n y cambiarse de ropa
antes de la boda. El peso de la vida que se abría para él ese día, cayó sobre sus hombros
junto a la capa de terciopelo que sujetaron alrededor de su cuello, asegurado con un gancho
de cuero. Las joyas azules y doradas estaban cosidas en el traje de satén claro, de mangas
que colgaban largas. Y su cabello, que esa mañ ana sus rizos habían estado má s rebeldes
que nunca, se encontraban cuidadosamente peinados a un lado. Gigi lo miró desde la
puerta y asintió , totalmente deleitada con la imagen que daba Harry, elegante y puro.

—Está s listo—aseguró .

Fuera de su habitació n lo esperaba una corte de nobles, que caminarían con él la solemne
procesió n a la capilla real. Bajo la mirada de esos esos desconocidos, Harry avanzó con ese
pesado traje, Gigi a su lado por ser la ú nica consorte antes de él. Las manos le sudaban, por
los nervios y el calor habitual en la península. Cada paso que daba, sentía como su niñ ez se
desprendía de él. En la entrada del templo, el príncipe Zayn esperaba en el centro,
flanqueado por dos guardias, Calum y Ser Liam. A Harry no le hacía demasiada gracia que
Zayn fuese quien lo escoltara al altar, tomado del brazo. Pero, así como una princesa o reina
tenía el deber de escoltar a los alfas cuyas madres perecieron al altar, Zayn era el soberano
de la península, el padre que los dioses disponían para el pueblo. Los príncipes só lo usaban
coronas cuando su deber lo indicaba, como ese momento.

—Tranquilo, todo irá bien—dijo amable el moreno cuando ofreció su brazo, y Harry lo
tomó a regañ adientes. Respiró hondo, pues si le decía eso era porque estaba portando una
expresió n tensa. Entró al recinto que le fue negado antes, y admiró la arquitectura de la
cú pula, las paredes y el altar.

Si había estado tenso o malhumorado por todo el estrés de la mañ ana, o incluso temeroso,
todo eso se borró por pura estupefacció n cuando fijó los ojos en el podio. Los sacerdotes, y
má s abajo Johannah con una mueca entre la sonrisa y el llanto, mientras sostenía a Louis
del brazo, luciendo imponente con su corona. Harry se lamentó , porque le hubiese gustado
ver a Louis caminar ese largo trecho entre las dos filas de bancos donde todos los invitados
se sentaban, acompañ ado de su madre. Tan inmerso estaba en la imagen del alfa vestido
con un elegante traje de piel, que apenas notó cuando Zayn detuvo el paso.

—Frente a todos ustedes—comenzó el príncipe Malik con voz firme, que retumbó en todo
el lugar, dirigiéndose a la audiencia y los sacerdotes—, y los dioses… Entrego a lord Harry
Cox, hijo del rey Desmond de Vitrum Maritima, para que preste el juramento a nuestra
nació n y fe, uniendo su vida a nuestro príncipe Louis de la casa Tomlinson.

Con un movimiento calculado, Zayn soltó el brazo de Harry, y escoltó a Johannah fuera del
altar. Harry se humedeció los labios, Louis estaba frente a él viéndose solemne y poderoso,
y por sobre él estaban los sacerdotes con recipientes de oro.

—Su juramento, lord Cox—pidió uno de los ancianos.


Apenas respirando, Harry se arrodillo en un movimiento tembloroso y cerró los ojos un
momento para recordar, antes de alzar sus ojos verdes al príncipe.

—Yo…, Harry Cox de Vitrum Maritima, vengo humildemente a inclinarme ante los dioses y
la corona, para jurarles mi lealtad y entrega. Abandono mi pasado y acepto la orfandad de
mi nació n, tan só lo esperando que puedan recibir mi alma en su brazo protector—recitó la
primera parte y esperó .

—La corona te acepta como hijo de Aurea, y los dioses te acogen en su misericordioso
abrazo—sentenció el anciano principal.

—Y juro sobre mi vida, que sea cegada si llego a incumplir, servir en mi deber de có nyuge y
colaborar en la estabilidad de la nació n, como un consorte pretende ser. No haré actos que
nublen o perjudiquen a mi esposo, mi príncipe, y estaré a su disposició n. Le pertenezco
desde este día—Harry miró a Louis, con el corazó n latiendo muy fuerte por la oleada de
sensaciones entre ambos—. Hasta el día que el aliento abandone mi cuerpo.

El final del juramento, fue recibido con una campanada. El anciano bajó del podio con el
recipiente de oro y se detuvo junto a Louis, que por fin se movió y procedió a desatar la
capa de terciopelo, que cayó pesada a los pies de Harry.

—Como soberano, príncipe de la corona y alfa, acepto este omega como el compañ ero que
estará a mi lado para sobrellevar esta vida, que los dioses en su sabiduría eligieron para mí
—pronunció , u con un gesto suave le indicó a Harry que inclinara la cabeza. Tomó el
recipiente de oro y vertió el líquido perfumado, bendecido del templo, en la nuca de Harry.
Su calor recorrió la espalda del omega, abrazando su piel—. Desde este día, hasta el
momento que mi cuerpo ya no pueda servir má s a la corona.

Como estaba previsto, el resto de los príncipes subieron al altar. Danielle, viéndose
preciosa pero disgustada, portaba una cadena de oro.

—Levá ntate, consorte—ordenó , su voz algo quebrada. La mirada que le dirigió cuando se
encontraron cara a cara, podría matar a Harry. Abrochó la cadena al cuello de Harry, y
apenas le rozó la mejilla fingiendo un beso—. La corona te recibe.

Zayn tomó su lugar cuando ella se retiró , portando una diadema de diamantes y otras
piedras preciosas. La colocó en la cabeza de Harry, entre sus rizos, y se inclinó para besar la
mejilla contraria que Danielle.

—La corona te da su bendició n y derechos, como los deberes.

Los príncipes a cada costado del altar, hacían que Louis y Harry estuvieran en el centro,
formando un perfecto triangulo. Louis no llevaba nada en las manos, el recipiente de nuevo
con los sacerdotes que susurraban una plegaria. É l só lo se postró frente a Harry, su mirada
intensa y firme. Lo tomó de las mejillas con esas manos ajadas por la guerra y la lucha, pero
suaves para él, alzando el rostro para él.

—La corona te hace suyo, su consorte—juró , alto pues todos debían oír, íntimamente para
el muchacho que sostenía.

Chocó los labios de ambos en un beso, caliente y receptivo, reclamando lo que ahora era
suyo por ley y disposició n de los dioses. Bajo la mirada de toda la corte y població n del
palacio, má s el pueblo que esperaba fuera, Harry oficialmente dejaba de ser un niñ o.

Tenía un nuevo hogar.

•○•

¡Actualización!

¿Cómo están, cositas? Espero que todo bien. Saben que este ya es el capítulo 10, y en
el 5 vi que estaba emocionada porque Príncipe tenía 100 votos, y ya vamos por 1.6K,
no saben la lloradera que me dio ;-; Muchas gracias por eso.

¿Qué tal la boda?

Me basé en algunos rituales de coronación.

Si me salté una dedicación, o quieren una, pinchen acá♥


11.- Amado

DEDICACIONES♥; @crack-cyrus @rosaydaga @luciaStylinson99 @nothingissunshine

@BrissaSalgado @N0C0N7R0L @tomlinsmol ♥ @OnMyDirection @jupiet @kiara_horanxx

@LarryXxZiall @Gomitasazules50 @hemmingshero

AMADO

Bajo tu hechizo de nuevo, no puedo negarte nada. No debería dejarte torturarme de esta
forma tan dulce. Ahora no puedo dejar ir este sueño, no puedo respirar, pero me siento
lo suficientemente bueno. Me siento lo suficientemente bueno para ti.

No debí dejar que me conquistaras completamente. Ahora soy incapaz de dejar este sueño, me
cuesta creer que me siento lo suficientemente bueno.

Así que ten mucho cuidado con lo que me pides, porque no puedo negarme a ti.

—¡Larga vida a los Tomlinson!

—¡Que largo sea su reinado!

La mú sica se escuchaba por todo el saló n gracias a la orquesta, las mesas donde los
distintos invitados platicaban estaban abarrotadas de comida y vino. La mesa principal,
larga y con un mantel que las distinguía del resto pues llevaba el emblema de la nació n,
estaba ocupada por los príncipes, sus consortes y la familia de Louis. Las niñ as se
encontraban tranquilas porque dos inmensas porciones de pastel estaban frente a ellas, de
lo contrario seguirían prendadas del traje de Harry, pidiéndole que las sacara a bailar de
nuevo. Bastante animado por lo bien que resultó la ceremonia, y porque Louis insistió ,
Harry mostró ante todos que de hecho sí aprendió a usar la espada; pues corto el pastel con
esta. Desde un punto del saló n, Ser Liam Payne sonrió orgulloso.
En el centro de esta se encontraban Louis y Harry, que apenas habían probado la mitad de
su plato de comida y miraban un acto de piruetas y saltos por los artistas de la capital. La
copa de Harry yacía vacía, pues estaba seguro que jamá s iba tolerar el vino.

—¿Hidromiel, alteza?—Ashton se detuvo detrá s de él, con una jarra entre dos manos y una
sonrisa tímida—. Debe tener sed.

—Muchas gracias, Ash—levantó la copa y dejó que el muchacho la llenara hasta el tope. É l
le regaló un guiñ o antes de que se retirara para atender a los demá s príncipes.

Bebió dos largos tragos, haciendo un sonido de satisfacció n cuando la molesta sensació n en
su garganta cesó , por lo que se animó a tomar un trocito de pastel.

—Pudiste probar la sidra—los labios de Louis, hú medos por el licor que olía a manzanas,
rozaron su mejilla.

—Sucede que tengo una fuerte inclinació n por el hidromiel, majestad—sonrió Harry,
ladeando el rostro en direcció n a su, ahora, esposo. Meneó un poco la copa en su mano y
alzó las cejas—. Pero puede darme un poco para probar, ya que insiste.

—Insisto—tomó un sorbo de su sidra, y se inclinó en la silla para atrapar los labios de


Harry entre los suyos, haciendo una agradable combinació n entre el sabor que ambos
guardaban en sus bocas. Las copas golpeaban contra las mesas, y palmadas junto a gritos
de á nimo se escucharon por el saló n, incluso por encima de la mú sica. Al parecen los
aurenses y sus aliados eran faná ticos de las demostraciones de afecto.

Se separaron, las mejillas de Harry estaban rojas como los rubíes de su traje, y los ojos de
Louis guardaban un brillo especial. Delante de ellos otros nobles hacían filas para rendir
respeto y jurar lealtad al nuevo consorte. Ofrecían regalos y sus tierras para cuando
desearan hacer una visita.

Harry estaba aplicando el consejo de su hermana, la ansiedad y el gusanillo del miedo lo


estaba apartando al rincó n má s alejado de su mente, y se concentraba en ese momento: la
celebració n. En la risa de Louis a su lado, y có mo sostenía su mano incluso cuando se
encontraba hablando con el príncipe Zayn o lady Johannah. La mú sica que los ponía a todos
a bailar y socializar, incluso soltó una carcajada cuando captó a Luke pidiéndole una pieza a
Ashton, que iba a negarse hasta que Cara lo empujó a los brazos del guardia.

Conversó con má s personas de las que podía contar, y se sintió complacido cuando su
esposo tenía un sú bito ataque de celos y fulminaba con la mirada a los alfas que pasaban
má s del tiempo requerido sosteniendo su mano o besando los anillos en sus dedos. Las
horas se pasaron así, en gratas charlas, comida y bebidas deliciosas, risas y mú sica.
—¡Por todos los…!—Harry giró el rostro justo para ver cuando Malik volvía a la mesa.
Hacía unos minutos se ausentó para acompañ ar a Gigi hasta sus aposentos, pues la rubia ya
estaba cansada por tanto ajetreo y necesitaba descansar—. ¿Ser Payne está bailando con
alguien?

—Me parece que esa es lady Sophia…—lo molestó Louis, apretando la mano de Harry
mientras sonreía porque, aunque hablaba con su casi hermano, realmente estaba mirando
a Harry—, pero deja al hombre ser, es el comandante, puede tomarse un respiro en mi
boda.

Zayn tensaba la mandíbula, siguiendo cada movimiento de la pareja que ahora bailaba
cerca del centro donde las demá s personas se balanceaban al ritmo de la mú sica. Ser Liam
no le negaba su sonrisa cordial a nadie, y parecía que esa dama no era la excepció n.
Tomaba de la copa de vino a largos tragos, y hacia una señ a para que le sirvieran má s.

—¿Dó nde está su tan proclamado sentido del deber?—se burló el moreno, claramente
afectado por ver a su amante pasando tiempo con alguien má s.

Eso hizo que Harry tensara los labios en una fina línea, y dejara de comer sú bitamente los
vegetales que le sirvieron. Justo cuando abría la boca para replicar, Louis tiró de su mano.

—Tenemos que bailar, alteza—rodando la silla para levantarse, tomó el espaldar del
asiento de Harry para echarlo hacia atrá s y el omega pudiera estar de pie sin problemas.

—Por supuesto, majestad—asintió , tomando el brazo que le ofrecían. Rodearon la mesa y


pasaron por la silla de lady Johannah, que les aplaudió y captó la atenció n del pú blico en
general, de manera de que todos ahora seguían los pasos de la pareja real hasta el centro
del saló n.

La orquesta cambió la melodía por una má s suave, pero sonora y Louis posó la palma en la
espalda de Harry, así como él en el hombro del alfa, mientras mantenían las palmas asidas
firmemente. Louis dio el primer paso que marcó el ritmo y Harry se sintió realizado por la
forma en que los movimientos de ambos eran coordinados y fluidos. Como si hubiesen
tenido el tiempo para practicar y acoplarse. Giraban y tornaban cuando era debido, los
dedos de Harry apretando el hombro del alfa cuando este daba una vuelta brusca para
sacarle una sonrisa por el vértigo. Pero no tenía miedo de caerse o estropear el baile, no.
Porque Louis lo sostenía fuerte, ortorgá ndole toda la seguridad que necesitaba para
disfrutar ese momento.

El mundo de Harry se reducía a ese instante y espacio. Iniciaba en él y terminaba en cada


sitio donde tocaba a Louis. La mú sica era apenas un eco, porque estaba embelesado por los
zafiros que le devolvían la mirada. Y quizá por eso se quedó en blanco cuando finalizaron
los pasos y alrededor só lo estaba los atronadores aplausos y el ruido de las puertas del
saló n abriéndose. Afuera, el sol comenzaba a desaparecer, tiñ endo apenas las nubes de
tonos naranja.
Louis captó su atenció n cuando besó la mano de la que seguían sostenidos, y murmuró
contra sus nudillos.

—Es hora.

Como si todos lo supieran, abrieron un camino, apartá ndose para que ellos pudieran
caminar sin problemas fuera del saló n. Harry sintió que le temblaban las rodillas, pero dio
el primer paso.

Ashton lo salvó de la vergü enza de equivocarse de camino en un pasillo. Tan acostumbrado


estaba en doblar en el mismo pasillo para ir hasta su habitació n, olvidó que ya no dormiría
allí, sino en una de las principales, con Louis. Aú n estaba azorado cuando se encontraba
tras el biombo en un anexo de la gran recamara, con Ash ayudá ndolo a colocarse el
camisó n dorado, debajo de este só lo llevaba una finísima camiseta transparente. Ató con un
nudo flojo el cordel en su cuello, tras la nuca, y le dio una ligera palmada en los hombros.

—Está listo—susurró el sirviente, y dio otra suave palmada sus hombros—, relaje el
cuerpo. Todo irá bien, só lo tiene que respirar y estar tranquilo.

—Estoy nervioso—confesó , y en un impulso tomó la copa que habían dejado a un lado, y


bebió todo el contenido de hidromiel—. Sé que él no me lastimará , estoy seguro de ello.

—¿Entonces a qué teme?

Harry hizo girar los anillos en sus manos, tenía dos en la izquierda y tres en la derecha. Le
parecían elegantes y le gustaba jugar con ellos, por lo que nunca se los quitaba.

—Temo arruinarle esta noche, que no pueda entregarme a él y…—cerró fuerte los ojos—,
no quiero fracasar en darle lo ú nico que me pide.

—No lo hará , el príncipe no es como esos alfas—aseguró Ashton, recogiendo el traje de


boda y alejá ndose un poco—, cuando el momento llegue, usted estará listo. Ha pasado por
cosas peores, no se acobarde por esto.

Asintió .

—Só lo quiero ser libre por fin, con él.

—Entonces sabe lo que tiene que hacer, lo que tiene que decidir ser.

Sonrió a su amigo, porque eso era, má s allá de su sirviente; era su

amigo.
—Valiente—Vio marchar al omega con sus ropas de la ceremonia, y tomó la decisió n—.
Aquel que es valiente, es libre.

Avanzó descalzo entonces, saliendo del anexo y llegando a la parte principal de toda la
recamara. Y tanto su andar como su aliento se detuvieron. Frente a la cama de alto dosel
rojo, bañ ado por la luz de las velas dispuestas en las paredes por candelabros, se
encontraba Louis colocá ndose una bata de color burdeos, que hacía un impresionante
contraste con su piel. Por un fugaz instante, en ese fluido movimiento donde la tela caía por
sus hombros y el alfa se ataba el cinto, Harry pudo verlo desnudo. Su pecho cubierto de un
ligero vello oscuro, fuertes muslos y un abdomen plano y firme. Harry sintió todo el cuerpo
tensá ndose en anticipació n, y cuando las miradas de ambos se encontraron, cuando ese
puro azul colisionó con el verde, caminaron a la vez para encontrarse, para destruir esa
innecesaria distancia.

—Pareces una ilustració n de un joven dios—musitó el mayor, repasando el pó mulo de


Harry con el pulgar—, hermoso e irreal.

Harry tomó la mano que lo acariciaba, nervioso y sonrojado, y acarició el dorso de esta.

—Al contrario, mi príncipe—con la punta de la lengua, se humedeció el labio inferior—. Es


usted que parece estar elevado por encima de los mortales.

Louis sonrió ladino ante ese cumplido y tomó suavemente a Harry en sus brazos,
agachá ndose un poco para tomar sus muslos con firmeza para alzarlo. Harry se sostuvo
deprisa de los hombros ajenos, y rodeó la cadera de este con las piernas. El contacto entre
el calor de ambos envió un cosquilleo al vientre de Harry.

—Luces como un ser del firmamento—repitió Louis, caminando hasta la cama—, pero eres
humano esta noche.

Lo llevó entonces a la cama, donde lo depositó con delicadeza en el centro de esta y se


inclinó sobre él, buscando su boca para besarlo. Exploró su boca con paciencia, sin ningú n
apuro por adelantar lo que estaban a punto de consumar esa noche. El manto oscuro en el
cielo apenas acababa de hacer su presencia, y el tiempo les sobraba hasta que el astro
brillante regresara.

Pese a lo nervioso que estaba, Harry no pudo resistirse a ese ofrecimiento dulce y caliente
de relajarse. Los labios de Louis se movían sobre los suyos con una delicada fricció n que le
causaba deliciosos estremecimientos por todo el cuerpo. Y como era costumbre en Louis,
má s bien un capricho, atrapó su labio inferior y lo succionó , saboreando los restos de licor
meloso.

—No sabes lo que me gustan tus labios—confesó , delineando con la lengua uno de ellos,
avivando de deseo de Harry y haciendo que sintiera las primeras sacudidas en su entrada
que, como ya iba reconociendo, eran la antesala a que se humedecieran sus muslos.
La piel de Harry se erizó , cada pequeñ o vello, y percibió como sus pezones se tensaban
contra la tela del camisó n. Y á vido de querer tocar también, deslizó las manos desde los
hombros del alfa hasta el cuello de la bata, y coló los dedos debajo de la tela. El calor de la
piel bronceada dio la bienvenida a sus caricias en contraste con la frialdad de sus anillos, y
mientras el beso avanzaba y los agitaba a ambos, Harry arrastraba lejos la bata. Repasó con
la yema de los dedos algunas de las cicatrices que Louis acumuló de la guerra y algunos
duelos. Quería poder tener la oportunidad de besar cada una.

Encantado por sus caricias, Louis arqueó la espalda y largó un suspiro, interrumpiendo le
beso. Se deshizo de las mangas de la bata y esta se sostuvo precariamente de su cintura.
Pero Harry, ante la vista del torso desnudo de su alfa, su piel con un ligero brillo por el
sudor y el olor que despedía, desató el nudo del cinto con ambas manos y tiró la prenda lo
má s lejos que pudo. Y retrocediendo un poco para poder sostenerse sobre las rodillas, alzó
los brazos para desatar el cordel del camisó n y sacudió los hombros para que la tela dorada
cayera en cascada por su cuerpo hasta yacer en sus piernas.

Louis lo contempló así. Pequeñ o, con las mejillas rojas y brillantes, los labios hú medos por
sus besos. Su piel nívea y con diminutos lunares en sus brazos y abdomen. Desnudo de no
ser por la fá brica transparente que hacía de ú ltima barrera, sus manos sobre el regazo
cubierto por dorado.

—Quiero ser tuyo—confirmó Harry—. Como tiene que ser, quiero que me tomes y me
hagas sentir de la forma correcta.

—Así será , Harry, te juro que será como quieres.

Sin miedo alguno, Harry sostuvo la mirada de Louis mientras lo despojaba de su ú ltima
prenda, pero no tuvo tiempo de sentir el cambio de temperatura, porque volvió a ser
envuelto por los brazos del alfa que lo recostaron en las almohadas de la cama. Volvió a
besarlo, ambos los labios entreabiertos y lenguas que se frotaban mientras eran arrullados
por los dulces y lascivos impulsos que sus hormonas despertaban en cada uno cuando se
mezclaban en el aire. Harry sintió la febril humedad entre sus piernas hacerse presente, y
el gruñ ido de Louis cuando se percató mediante el olor.

Louis deslizó ambas manos por los muslos de Harry, por la cara interior de estos donde se
humedecieron por el lubricante liberado y presionaron en su ingle. Pero ese mero gesto
tuvo el efecto de liberar un enjambre de recuerdos tan miserables, que se quedó
paralizado, invadido por visiones en las que otras manos duras y crueles arrasaban su
cuerpo.

Louis se apartó del beso enseguida, apoyando ambos brazos a los costados de Harry, y lo
examinó con preocupació n.

—Por los dioses, amor…¿Está s temblando? ¿Hice algo mal?


Terco, Harry abrió los ojos, temiendo ver decepció n en los ojos de su esposo. No le
confesaría lo que cruzó su mente, no lo haría apartarse.

—Es que me… Me causa frío cuando no está s cerca—murmuró , rodeando el cuello del alfa
con ambos brazos—, ven má s cerca.

—Só lo tienes que pedirlo, gatito caprichoso—respondió con voz ronca, má s tranquilo, los
dedos de Harry en su cabello haciendo el efecto deseado—. Soy tu alfa, y mi deber es
hacerte entrar en calor. No hay nada que temer conmigo, aú n cuando te confieso que
dominar la pasió n que siento por ti no es tarea sencilla…

Sellando esa promesa con un suave, pero insistente beso, Louis exilió los miedos de Harry,
que se aferró a él y abrió má s las piernas, y gimió cuando las erecciones de ambos se
encontraron. Como un refugio que uno encontraba en el otro, la piel de ambos ardía en
llamas donde se frotaban. Así, cuando Louis comenzó delinear su cintura, a pellizcar su
pezó n hasta ponerlo duro y erguido, no se encogió con recelo sino que jadeó de placer. Y
era tan liberador sentirse así, envuelto en el calor de su alfa, amado cada vez que le ponía
las manos encima. Hasta ese momento las sensaciones que había experimentado antes de
Louis fueron de privació n: como si lo despojaran de sí. En cambio esta lenta y estimulante
caricia estaba dispuesta a entregarle todo de nuevo.

Y él también quería darle esa sensació n a Louis, por lo que no se privó de recorrer su piel,
no se calló ni un gemido o jadeo aunque se mareaba por la falta de aire.

Dá ndole un respiro, Louis mordió su labio y bajó el camino de besos por su cuello, dejando
lametones y suaves mordiscos a la suave y perfumada piel, hasta llegar al pecho donde se
concentró en dejar rojos e hinchados los pezones de su omega. Con la punta de la lengua
recorrió el centro del abdomen y mordió alrededor del ombligo. Se sostuvo en las rodillas y
tomó el miembro de Harry en una mano, deslizando el pulgar por el glande de este y
produciendo sacudidas en el cuerpo má s pequeñ o.

—Esto es por mí, ¿no es así, gatito?—con su mano libre amasó un muslo de Harry, y se
inclinó para dejar besos por este desde la rodilla y descendiendo, su mano ahora
bombeando la erecció n que retenía—. Con un olor tan delicioso, tan listo para mí.

El torbellino se formó de nuevo en el vientre de Harry, colmá ndolo de placer y nublando su


mente.

—Sí…¡Sí, Louis, por ti—gimió , retorciendo las muñ ecas sobre la cama.

Louis paró de masturbarlo para bajar hasta su hú meda entrada y presionar contra ese
pequeñ o anillo muscular con un dedo, haciendo que Harry arqueara la espalda para cuando
introdujo un dedo completo.
—Muero por anudarte—dijo por lo bajo, lamiendo la piel del abdomen de Harry, atrapando
las gotitas de sudor mientras lo dilataba con suaves movimientos de su mano.

Esas palabras en Harry causaron que se mojara má s, que el omega en su interior se


removiera, sumiso y entregado a la voz que le susurraba esas cosas, y por eso un segundo
dedo entró sin problemas. De hecho, el cuerpo de Harry se movía al encuentro con este
entre gritos ahogados, su excitació n elevá ndose a cada arremetida. Cuando tres dedos se
resbalaban con facilidad en su interior, Louis volvió a tomar su sitio entre sus piernas,
brazos de tensos mú sculos a cada lado de Harry.

Harry le asintió , agitado, y recorrió el cuerpo desnudo de su alfa con deseo, fijá ndose en su
imponente pene que se alzaba contra el abdomen de este. Le rodeó con ambas piernas,
doblando las rodillas en una invitació n que Louis aceptó deleitado por la reveladora y
sumisa imagen que tenía frente a él. Lo tomó de las caderas, alzá ndolo un poco y alineó su
pene a la entrada dilatada y virgen.

—Yo…—con el aire quemá ndole los pulmones, Harry abrazó al mayor—. No voy a pedirte
nada só lo… só lo por favor, no dejes de ser mi Louis.

Y en respuesta recibió un beso, como esos que compartían furtivamente hacía unas
semanas, que sabía a eternidad y cariñ o. La postura de Harry comenzó a relajarse, su
lengua enredá ndose entre la ajena, y Louis tomó esa ventaja para empujar la cadera contra
Harry, hundiéndose lentamente en él al principio, y en un segundo movimiento clavá ndose
hasta el fondo.

—¡Ah, dioses!—sollozó Harry, las lá grimas acumulá ndose en las esquinas de sus ojos por el
sorpresivo dolor, la sensació n lacerante e invasiva que parecía abarcarle todo el cuerpo.
Clavó las uñ as en los omoplatos del alfa y volvió a lloriquear—. Oh..oh.

—Está bien, amor—la voz de Louis sonaba contenida, cargada de deseo, y es que Harry
estaba tan estrecho, lo envolvía de una forma tan placentera y las ganas por moverse lo
estaban consumiendo—. Te tengo, te tengo—le besó los ojos, enjugando sus lá grimas y
dejando otros besos en su mejilla—. Tú respira.

Y lo intentaba, pero Louis se sentía grande en su interior, el calor de su piel lo sofocaba al


punto que só lo respiraba su aroma, y sus fuertes manos lo sostenían para que encajara,
como si fuesen piezas que siempre estuvieron destinadas a volver juntas. Apretó
tentativamente las piernas en la cadera de Louis, para así moverse y verificar si dolía. Era
soportable, y lo presionaba en un sitio que…

—Ah, sí…mm—ahogó un grito cuando Louis se retiró y arremetió de nuevo contra él,
enterrá ndose de nuevo en él hasta la empuñ adura de su miembro.

—Haces que sea…, maldició n—Louis se empujaba dentro de él a un ritmo lento pero duro,
calando hondo dentro de Harry—, me tomas tan bien, gatito. Eres mío, só lo mío.
Grande y abriéndolo, empujá ndolo contra la cama y robá ndole el pobre aire que logra
recolectar para gemir, Harry jamá s creyó que podría sentirse así. Lloriquea, porque hay
una fina línea cada que Louis se hunde en él con fuerza y la piel sudada de ambos choca,
hay una fina línea entre el dolor y el placer que le hace sú bitamente, encontrarse pidiendo
por má s.

Quería ser marcado, quería levantarse por la mañ ana con las huellas del reclamo de Louis
en su cuerpo. Lo deseaba desde el fondo del pecho y lo necesitaba.

—Alfa, por favor…—gimoteó , la voz agitada y quebrada, trémulas manos blancas que
acarician los costados y el pecho del hombre que lo está tomando—. ¡Por favor! Má s… te
quiero adentro… ¡Ah, muy adentro!

El cuerpo de Louis se calientó ante esa petició n, viendo a su pequeñ o y tímido omega, que
gimía y se estremecía por cada embiste que recibía. Que esbozaba esa adorable mueca de
éxtasis cuando lo tomaba duro de las caderas y golpeaba en ese punto que le sacaba
lá grimas y hacía gritar de placer. Que se sostenía desesperadamente de él porque lo estaba
poseyendo tan bien, que era abrumador para su pequeñ o cuerpo. É l mismo sentía un
impulso bestial por clavarse en Harry tan fuerte, marcarlo de tal forma que nunca en la vida
se borrara su esencia. Que siempre oliera a él, a su dueñ o.

Dioses, lo había deseado por tanto tiempo.

—Como ordenes—jadeó al tiempo que se retiraba de su interior, y soltó la cadera de Harry


para tomar una de sus piernas y subirla a su hombro—. No cierres los ojos, gatito quiero
que me mires. Yo soy quien te hace sentir así—sentenció , dá ndole un duro embiste en la
nueva posició n, y el cuerpo de Harry se sacude de gozo—. Nadie, nunca má s podrá tocarte
así.

—Tuyo, sí. Tuyo—gemía el rizado, apenas visualizando al alfa sobre el por la cantidad de
lá grimas en sus ojos, pero eran a causa de la desesperació n que le producía el placer, de lo
bien que se sentía el cuerpo de Louis sobre el suyo. De como la piel de ambos ardía, y las
manos de Harry resbalaban por esos trabajados mú sculos ajenos.

—Mi consorte—gruñ ía el príncipe, hundiéndose cada vez má s rá pido y brusco dentro de


ese tibio agujero que envolvía deliciosamente su pene, acumulando el orgasmo que ya
rogaba por librarse—, mi omega—se inclinó , forzando má s el á ngulo de las penetraciones y
haciendo que la boca de Harry salieran gritos de total entrega, que atrapó mordiéndole los
hinchados y rojos labios—, quien llevará a mis hijos en su vientre—y con la palma abierta,
presionó sobre la pelvis de Harry a la vez que lo embestía brutalmente.

Inevitablemente Harry se corrió , sin poder contener la presió n en su vientre ni lo apaleado


que estaba su cuerpo. Ensució su estó mago y el de Louis, que seguía impulsá ndose en su
interior, alargando el momento de liberació n que amenazaba con quitarle la conciencia.
Louis se inclinó de nuevo, enterró el rostro en su cuello y le dio una larga lamida sobre la
marca; y sin previo aviso clavó sus dientes, desgarrando piel y volviendo a abrir la cicatriz.

—¡Louis!—clavó las uñ as en su espalda hasta sentir que le hacía sangre, el líquido carmesí
en sus dedos, tibio. Y lo sintió , eso que creyó perdido completamente. Sintió su ser
tejiéndose con el de Louis, el có mo por un momento escuchaba un solo latido y el placer de
Louis.

Era demasiado. Iba a estallar.

—Aguanta, gatito—ordenó , con la voz ronca y profunda mientras dejaba hú medos besos de
saliva y sangre en su cuello, mientras lo clavaba contra la cama en embestidas má s
desordenadas.

—No pue-…No puedo, no aguanto—Abrió la boca todo lo que daba, sintiendo el nudo de
Louis crecer en su interior y estirarlo a límites que lo hicieron arquear la espalda y dejar
otro reguero de rasguñ os en la espalda del alfa.

Y este dio otro par de embistes, rá pidos y bruscos antes de soltar un potente gemido y su
nudo aumentar hasta dejarlo atrapado en el interior de Harry. Con los glú teos tensos,
liberó su semilla en el interior de su omega, grabando cada expresió n de este mientras lo
llenaba de él.

Soltó su pierna, que se desplomó incapaz de sostenerse, y Louis también colapsó , agitado y
sin respiració n. El corazó n latiéndole desaforado pero lleno de jú bilo.

—Eres perfecto, mi príncipe consorte—dijo a duras penas, dejando caer el torso sobre
Harry, apoyando la cabeza en su pequeñ o hombro—. Mío, hecho para mí.

Harry se sentía con el cuerpo de plomo, y aunque el calor de Louis y su peso lo aplastaban,
sacó fuerzas de quién sabe dó nde para levantar los brazos y darle un abrazo perezoso al
alfa. Era inexplicable la paz que sentía consigo mismo en ese momento.

Agotado, adolorido y con una herida punzante. Pero con el cuerpo entumecido por todo el
placer que lo devastó , con la corrida de su alfa bañ ando sus entrañ as y haciéndolo sentir
lleno, atrapado en su interior. Con la caliente respiració n de este en el cuello.

Era ser amado.

•○•

Espero les gustara el smut, porque sino lloro,ah. Y falta el No Control -if you know
what i mean—
Extra I: En ésta no

En ésta no. No me toca ser el que te ama, ni nos toca hacer juntos la cama, ni ver cuerdas de
reloj. En ésta no. No coinciden nuestros universos, ni podemos escribir un verso que describa
nuestro amor. En ésta no. No nos toca caminar el mundo, ni viajar hasta lo más profundo de
este cielo que se abrió. En ésta no, nuestra historia nunca comenzó.

Por fin su cuerpo encontraba algo de descanso en esos pesados días. El agua caliente
obligaba sus mú sculos a relajarse y la tensió n poco a poco iba dejando la parte posterior de
su cuello y hombros. Fue hasta la parte má s honda del balneario, el agua hasta el cuello y
recostó la espalda contra la pared. Largó un suspiro y cerró los ojos mientras repasaba los
acontecimientos que lo llevaron hasta esa posició n, como hacía cada noche como una
especie de ritual masoquista pero que le hacía tener los pies firmes en la tierra.

Vitrum Maritima y Aurea se reunieron en la isla de los lores Edwards, un aliado que
guardaban en comú n ambos tronos, para celebrar el cierre de un pacto de comida y navíos,
ademá s del compromiso del Príncipe Malik con lady Hadid. En lugar de ser una fiesta como
siempre, fue una reunió n callada y bastante tranquila, pues el rey Desmond acababa de
enviudar, el recuerdo de la sorpresiva muerte de la reina Anne demasiado reciente como
para no respetar el dolor ajeno. Pero como siempre, quisieron al menos hacer un duelo el
ú ltimo día en que los príncipes de la península y el rey Desmond estuvieran juntos. Uno
amistoso, donde realmente nadie perdía, só lo se entretenía.

Liam tuvo que saber que ese sería el inicio del desastre.

Al ser el agasajado, Zayn no combatiría, Louis no era propio de combatir por exhibició n y
era tradició n de Aurea que sus príncipes pelearan sus propias batallas, así que la princesa
Danielle ya se encontraba pidiendo sus guantes de cuero para sostener su espada. Pero el
guerrero que el rey Desmond eligió para combatir se ofendió , y su soberano por igual. ¿Una
mujer, y ademá s omega? ¿Acaso era una burla? ¿No creían a los soldados de Vitrum
Maritima capaces?

Como lord comandante de todos los soldados de Aurea, y asesor de los príncipes, Liam
podía afirmar que la princesa Danielle era capaz de llevar una lucha. É l mismo la adiestró ,
le enseñ ó a usar su estatura y peso ligero como factor de ventaja y podía matar a un
hombre si lo deseaba.

—Son unos cobardes—masculló el viejo rey—. Prescindiendo siempre de los soldados,


utilizando a una mujer para defenderse.
—Soy perfectamente capaz de desarmar a ese hombre, majestad—Danielle no era muy
paciente cuando le faltaban el respeto. Apretó la espada entre sus manos, seguramente
conteniéndose de no hacer una tontería como atacar.

—Eres una omega, muchacha. No me hagas reír.

Y como resultado, cansado de ese patético espectá culo, Louis se levantó de su asiento y
desenvainó su espada, y tomó el lugar de Danielle, porque no le gustaba que humillaran en
su presencia a quien era como su hermana. Así que bajo la odiosa mirada del rey, peleó
hasta dejar fuera de combate al otro guerrero.

Pero cuando Louis se dio la vuelta para atender lo que la princesa le decía, una broma, el
rey susurró algo a su guerrero caído y este se levantó dispuesto a atacar por la espalda al
príncipe con una estocada fulminante.

Instintivamente, Liam se movió con el silencio y rapidez que le caracterizaba, y atravesó al


hombre que pretendía asesinar al príncipe, por una ranura de la armadura, delante de
todos.

Luego, todo fue caos, gritos y ó rdenes.

Tensas reuniones que no daban frutos, embajadores que volvían asustados… o no volvían,
hasta que finalmente estalló . Estaban en guerra.

Y así llevaban casi tres meses, entre batallas, tomas de tierras y conquistas. Sobre defensa
de fronteras y vidas que se perdían cada día, heridas que se negaban a curar en tan poco
tiempo antes de salir a pelear de nuevo.

—¿Está s devuelta con tu discurso diario?—una voz cansada lo arrastró de golpe al


presente, notando que se había aislado tanto en sus recuerdos que no se percató que
alguien entró al gran bañ o, y se movió por el agua hasta estar frente a él—. “Oh, es mi culpa.
Oh, por favor, dioses dejen caer este castigo sobre mí”

Miró al príncipe frente a él, ese descarado hombre de rasgos fantá sticos y ojos expresivos.
Su amigo de la infancia que se convirtió en monarca. Alguien que le dolía demasiado ver
ú ltimamente.

—Esto es insensato—comenzó a negar, levá ntandose de donde estaba—. Si alguien lo vio


entrar aquí, será problemá tico.

—Nadie me vio—Zayn rá pidamente se puso en su camino, porque si intentaba huir, tendría


que pasar por encima de él—. Sé muy bien como cubrir mis pasos—ladeó el rostro—, ¿No
fuiste tú quien me enseñ ó a hacerlo, Liam?

—Debería irme.

—No es tu culpa, Liam. Llevas meses martirizante por eso—Pero Liam no lo escuchaba, e
hizo ademá n de rodearlo, a lo que Zayn lo tomó del brazo, y empujó una mano en su pecho
para que volviera a la esquina de antes—. Salvaste a tu soberano, nadie te culpa por
cumplir el deber.

Deber. Esa maldita palabra que había arruinado su vida pero a la que, sin embargo, estaba
atado a honrar.

—¿Crees que eso es lo ú nico que me atormenta?—se humedeció el labio inferior, una
sonrisa triste en su rostro—. Tengo má s cosas con las que lidiar.

Zayn no lo soltaba, pero tensó un poco la mandíbula y bajó la mirada algo avergonzado.

—¿Có mo ignorarme?

—No lo hago.

—Apenas me hablas en los consejos de guerra.

—Tengo que debatir con los generales, informantes y los príncipes…

—Ni siquiera me miras, Louis o Danielle tienen que contarme lo que planeas en los frentes
de batalla.

—¿Y eso qué? Da igual si te informo yo o lo hace alguno de los príncipes.

—Pretendes que no existo, andas por ahí buscando la posició n má s alejada de mí aun
cuando eso puede matarte en una batalla.

—¡Lo sé!—harto de reclamos, cansado de llevar tanto peso encima y no tener dó nde
depositarlo—. ¡Vas a casarte y no soporto verte!

Las manos de Zayn resbalaron un poco por la piel del caballero, y Liam aprovechó eso para
sacudirse su toque de encima.

—Liam…—tragó grueso, buscando tocarlo de nuevo aunque era rechazado—. Los Hadid
enviaron a todos esos maestros de medicina de sus tierras cuando la peste llegó a nuestra
costa… sabes lo que pidieron.

—Jamá s te he reclamado nada, Zayn—soltó , dolido—. ¿No lo entiendes? No te estoy


pidiendo que deshonres la promesa que hiciste. Ni aborrezco el trato que salvó a tanta de
nuestra gente.

—Pero si lo hicieras, Liam…— Lo tomó de las mejillas, donde la barba incipiente raspaba
sus dedos—. Te juro que si me pidieras…

—Só lo quiero estar lejos—respiraba como si doliera, como si cada inhalació n del aroma del
alfa le diera un golpe en el pecho—, que me deje de doler. No me ayudas en eso.
—No quiero.

—Por favor.

El alfa volvió a negar, con esa expresió n seria y terca.

—Te amo—y Liam se encogió al escuchar esas palabras, sus cejas elevá ndose en un gesto
de agonía.

—Y porque yo siento lo mismo, es que deseo que te olvides de esto. Forma una familia, sé
un gobernante y no vuelvas a mirar hacia la guardia—pasó las manos por los costados del
moreno—. Siempre te voy a cuidar, pero necesito alejarme.

—Lo dices como si fuese tan sencillo, y no lo es Liam—ofuscado por la impotencia, de que
no podía hacer nada para escapar de esa situació n ni para quebrar la ética de Liam,
estampó los labios contra los ajenos, que se resistieron a él—. Los dioses hicieron algo
malo en mí, me hicieron a medias.

—Cá llate, maldita sea…—jadeó el caballero, los alientos de ambos chocando, sus labios
rozá ndose al hablar—. Basta.

—¿Por qué no exiliarte de mí sistema, por qué?—Los dioses eran testigos de có mo lo


habían intentado. Zayn se dedicaba a ser un prometido devoto, a conocer a la heredera de
los Hadid. Incluso llegó a quererla en muy poco tiempo. Pero el recuerdo de Liam siempre
lo golpeaba cuando estaba má s débil, la añ oranza de estar con él, besarlo y estar en su
compañ ía.

Liam contuvo el aliento cuando Zayn junto el cuerpo de ambos, y ya no al alcance de sus
labios, le besó el hombro donde yacía una nueva cicatriz.

—Cuan injusto es este amor—maldijo, contra la caliente piel—, que lo má s real que he
sentido, está fuera de mi alcance.

Y aunque Liam siempre era el valiente entre ambos, el que desaparecía por el bien de los
dos… Si sabía que en todo el mundo no encontraría nada igual. ¿De verdad, en lo má s
hondo de su corazó n, estaba dispuesto a dejarlo?

Quizá no. Tal vez, por eso siempre caía de nuevo.

En ésta no. No nos toca decirnos te quiero, ni cuidar lo poco de dinero que ha quedado en el
cajón. En ésta no. Aunque duela tanto aceptarlo, y me quede con ganas de dar lo que me
quema el corazón.

En ésta no, nuestra historia nunca comenzó.


Seis meses de comenzar la guerra, Zayn desposó a Gigi Hadid en unos días de tensa calma.
La amenaza se cernía sobre todos, como un depredador que esperaba el mejor momento
para atacar. La seguridad estaba en todas partes porque en cualquier momento podía
surgir otro ataque. Sin embargo, la ceremonia se llevó sin contratiempos, la celebració n fue
pú blica y levantó un poco el á nimo del pueblo. Entre bailes, la imagen del príncipe de la
mano de la hermosa lady rubia y la mú sica, olvidaron los funerales y la guerra.

Pero esta se hizo constante en sus vidas.

A un añ o de cumplirse el inicio del conflicto, los estragos podían verse en todas partes. En
los amigos que se perdieron y las alianzas que tuvieron que formarse de nuevo. En las
batallas que dejaban heridos y muertos, en los desafortunados pueblos saqueados y las
pobres almas que dejaban destrozadas a su paso.

Los príncipes trabajaban a toda su capacidad, peleaban, conseguían aliados, mantenían a


flote la economía de la península y fingían estar totalmente enteros y fuertes. Pero no era
así. Estaban heridos, cansados y cada día má s hundidos en un pozo que amenazaba con
consumir su humanidad.

Sin embargo, los dioses estuvieron del lado de Aurea. Poco a poco la estrategia dio
resultado, recuperaron tierras y hasta conquistaron otras que obtuvieron a través de
combates. Lograron poner a los lores de su parte, y los que seguían con el rey Desmond se
rindieron. Só lo quedaban dos potenciales fuertes de amenazas, y al casi cumplirse dos añ os
de la guerra, estaban dispuestos a destruir ambos focos de un solo movimiento.

Y lo llevaron a cabo. Mientras Louis y Danielle destruían la ú ltima flota de guerra del rey
Desmond, el príncipe Malik y Ser Liam Payne viajaron encubiertos para acabar con lo que
quedaba del campamento enemigo.

Corrían ambos hombres, con los mú sculos fatigados por el esfuerzo, pero no podían
detenerse. Detrá s de ellos las llamas ardían a una altura descomunal, se escuchaban gritos
y cosas derrumbá ndose, el zumbido de las flechas cuando pasaban cerca de ellos. A sus
espaldas, los pocos soldados que no estaban muy heridos o siendo consumidos por el
fuego, los perseguían para darles muerte. De no ser porque los dos estaban débiles,
sedientos por la intensa tarea de infiltrarse y con varias heridas, habrían dado pelea. Pero
Liam cojeaba y soltaba maldiciones por su tobillo dislocado, y estaba bañ ado en sangre que
era tanto suya como enemiga.

—¡Unos metros má s, Li!—Zayn soportaba los dolores de su cuerpo, también. El filo de las
espadas rasgó su piel en varias partes, tenía un fuerte golpe en la cabeza que sangraba y
hacía ver borroso, y un montó n de dolorosas magulladuras.

Liam tropezó con los restos de una catapulta, ya casi podrida por la lluvia y el tiempo, gritó
y casi se detiene de no ser porque Zayn lo sostuvo y continuó la huída.
—Corre tú adelante—jadeó el caballero, apenas siendo capaz de seguir los pasos—. Tú eres
el príncipe, sá lvate.

Ya casi llegaban al risco, donde el barco los esperaba, así que Zayn apuró el paso y cargó
con el peso de Liam para correr má s deprisa.

—Mejor cá llate—él sabía que, como siempre, Liam só lo quería protegerlo—, o lo primero
que haré cuando me siente en ese maldito trono tras ganar esta guerra, será mandar a que
te corten la lengua.

Apretó los brazos alrededor de la cintura de Liam, y justo cuando saltó , una flecha se clavó
en su hombro a través de la malla. Pero ya estaban cayendo, el viento golpeando el cuerpo
de ambos mientras descendían, debajo de ellos las olas se rompían contra las rocas del
risco, pero ellos aterrizaron en una de las velas de repuesto, que los pocos hombres que los
acompañ aron en esa misió n suicida, mantenían tensa para amortiguar la caída.

Incapaz de controlar sus latidos, Zayn se desmayó , pero lo hizo sin soltar el abrazo que
tenía sobre el caballero.

Horas después, zarpaban a Aurea, demasiado cansados para celebrar, por lo que cada quien
bebía vino en sus respectivos sitios de descanso. No se oía má s que el sonido de la
tormenta afuera, y el crujir del mobiliario por el movimiento de la marea.

—¿Entonces me vas a cortar la lengua al llegar?—Liam se sirvió má s licor y apenas siseó


cuando este hizo arder la cortadura en su labio inferior.

Ambos ya estaban bañ ados, con vendajes limpios y relajados por los ungü entos para el
dolor.

—Ah, no—el moreno se humedeció los labios, y luego le dio una sonrisa coqueta, atrevida,
como siempre—, fue cosa del momento. Me gusta mucho esa lengua.

La carcajada de Liam fue espontá nea, donde normalmente habría puesto mala cara por la
situació n de ambos al escuchar eso, pero no podía evitarlo. Estaba contento por sobrevivir,
por el vino, porque estaban a un paso de acabar esa guerra y estar del lado vencedor.

—Los príncipes no se expresan así—negó suavemente.

—Pero hoy no soy un príncipe, ¿Acaso no vinimos encubiertos? —dejó la copa de vino
sobre la alfombra donde estaban, y se acercó con ojos brillantes, porque adoraba ver a
Liam sonreír genuinamente—. Soy un soldado que casi se muere allá afuera, pero que no
hubiese deseado estar en otro sitio.

—Mmm, entiendo—Liam esbozó una pequeñ a sonrisa—. Supongo que, este soldado no
tiene responsabilidades.
—Diría que este soldado es libre, pero no es así.

—¿De verdad?—alzó las cejas—, ¿Por qué?

—Porque está enamorado, está hecho añ icos, pero está enamorado.

—Suerte por ese soldado…

—No, de hecho no tiene suerte. Está maldito, verá s—Zayn eliminó la distancia entre
ambos, hasta que estaban uno al frente del otro, olvidando cada uno el dolor que sentían en
el cuerpo—. Porque lo que ama está aquí, frente a él. Y esta es su ú ltima noche.

Liam se vio afligido, apartó la mirada del rostro del moreno, pero sin embargo, enlazó las
manos de los dos, que se rozaban.

—¿No habrá otra vez?—musitó , todo el humor en su voz desapareciendo. Miró los ojos de
Zayn, que podían ser del color de las avellanas—. ¿Es definitivo?

Y esos ojos, tan claros y ú nicos, se humedecieron un poco.

—Así es—acarició la mejilla del caballero, y se inclinó para darle un suave sentido beso—.
La ú ltima vez, Li.

Liam alcanzó la copa de vino con la mano libre, la bebió hasta dejarla vacía y la tiró hacia
un punto de la habitació n. Tomó a Zayn del rostro y lo acercó hacia sí, estampando los
labios de ambos en un besó que comenzó desesperado y rudo, con un ritmo desordenado y
que desbordaba desesperació n. Pero Zayn no quería que se despidieran así, no quería que
recordaran el toque del otro con reproche.

Así que presionó suavemente sobre los hombros de Liam, para que el beta fuese relajando
el cuerpo bajo su toque y se recostara en la alfombra. Acarició su cuerpo, esquivando las
heridas vendadas y repasando cicatrices viejas. Conocía la historia de cada una, y había
estado presente en casi todas.

El beso entre ambos se relajó , donde ahora se tomaban el tiempo para tocarse y sentir la
piel del otro, mezclar sus alientos y compartir calor.

—Voy a extrañ arte—confesó Liam, mientras Zayn depositaba suaves besos en sus labios y
le sacaba la ropa sin prisa. Debía decírselo, todas las veces que pudiera antes de que
llegaran con el campamento principal de Aurea, donde volverían a ser príncipe y caballero.
Donde uno era un servidor del reino, y el otro era un monarca casado.
—Entonces déjame fundirme en tu piel—respondió ronco el alfa, encontrando un sitio
entre las piernas de Liam, y frotó las erecciones de ambos, que al estar desnudos, tuvieron
la fricció n que necesitaban.

Liam asintió , separando un poco má s las piernas y alzando la cadera, de manera que la
mano de Zayn se coló entre sus glú teos e introdujo sus dedos, prepará ndolo con cuidado y
paciencia. El cuerpo de Liam no tenía las facilidades de un omega, no se dilataba con
facilidad ni lubricaba, pero tras añ os de estar juntos Zayn conocía perfectamente có mo
llevar esa situació n.

No dejó de besarlo, para contrarrestar la sensació n de quemazó n que el caballero sentía,


que hacía que tensara los mú sculos. Acalló sus quejidos y aceptó que le sostuviera con
fuerza de los brazos, aú n si lo lastimaba.

—Ah…—Liam echó la cabeza hacia atrá s, respirando algo agitado y con una capa de sudor
bañ á ndole el cuerpo. Zayn, sin dejar de mover sus dedos sobre el punto especial que
encontró dentro de su caballero, le mordió despacio el cuello. Siempre lo hacía, siempre le
dejaba un moretó n con sus dientes porque deseaba que pudiera ser verdad.

—Dioses… jalá pudiera…—respiró sobre su piel amoratada.

Porque esas deidades de los cielos debían saber lo doloroso que era, amar a alguien y que
no sea el indicado para ti. Tratar de encajar su mano en la tuya, cuando sabes que no
pertenece allí. No existía fuerza en la tierra que los hiciera sentirse totalmente felices,
menos miserables ante ese destino.

—Estoy listo… estoy listo—Liam trazó una caricia por la espalda del alfa, y arqueó la
espalda, preparado para recibirlo. Zayn afincó las rodillas sobre la alfombra y apoyó su
brazo ileso sobre esta, mientras comenzaba a penetrar dentro de Liam. Su otro hombro
estaba vendado y difícilmente podía apoyar el brazo, pero sostuvo el rostro de Liam,
frotando suavemente su mejilla para de alguna forma aliviar la mueca de dolor que tenía.

—Uh… Te amo—susurró cuando lo sintió totalmente dentro, y besó los dedos del príncipe,
que trazaban sus labios—, por todos los mares, lo hago. Un par de lá grimas resbalaron por
las comisuras de sus ojos, y Zayn fue incapaz de soportar ver eso, por lo que volvió a
besarlo al tiempo que se impulsaba en su interior.

Lentamente con cuidado, balanceaban ambos las caderas a un compá s en que el encuentro
estaba sincronizado.

Así, amá ndose má s que dando placer el uno al otro, sellaron ese pacto de sacrificar su
felicidad por el deber. Después de todo esa era la vida que les tocó , no había de otra. Aú n
cuando traspasaban límites y creencias, simplemente con lo que sentían.
Liam, masoquista como era tan só lo por dejar crecer ese sentimiento desde hacía añ os,
rogaba en voz baja a Zayn por que fuera má s rá pido, que se corriera en él hasta que dejara
marcada su esencia y pudiera sentirlo por días. Que su olor quedara grabado en cada
rincó n de su ser para que el recuerdo de que se amaban má s allá de lo impuesto por la
naturaleza, perdurara por má s tiempo.

Para que la realidad no lo golpeara tan deprisa.

Tal vez en otra vida pueda darte todo lo que siento ahora. Tal vez en otra vida me toque en tu
cuerpo contemplar la aurora.
Tal vez en otra vida seamos tú y yo, y cante nuestra piel con una misma voz. Tal vez en otra
vida beba de tu boca todas esas ansias.
Tal vez en otra vida este amor distante acorte las distancias. Tal vez en otra vida se nos dé la
luz.
Tal vez en otra vida seas primero tú. En ésta vida no.

En ésta vida, no

Cuando la guerra terminó , y vinieron los primeros meses de paz, Liam volvió a disfrutar de
los paseos por los jardines del palacio real. Volvió a entrenar a los príncipes por las
mañ anas, como antes, aunque siempre faltaba uno. Se recuperó de las heridas físicas y
reagrupó a todas las tropas que sobrevivieron a las batallas, armó de nuevo la flota y
reafirmó las defensas en los pasadizos de entrada a la península. Pero incluso su trabajo,
que tanto le gustaba y mantenía distraído, le dio el peor de los eventos.

Fue Liam el ú nico guardia a la vista cuando la consorte Hadid se tambaleaba por las
arboledas. Fue él quien la atrapó antes de que cayera al empedrado y se lastimara. Payne
fue el que la cargó , sintiéndola tan liviana, en sus brazos y corrió sin detenerse hasta el
consultorio del fisió logo real y la entregó a este. Se quedó sentado fuera esperando
mientras daban un diagnó stico, ya que todos estaban en una reunió n del consejo y no
estaba permitido interrumpir.

Fue Liam quien lo escuchó , de la boca de ese anciano que tantas veces lo trató también a él.
Tuvo que asentir, con el cuello rígido y la mandíbula tensa.

El caballero caminó solo por los pasillos con una expresió n vacía y se detuvo frente a la
puerta del consejo, justo cuando esta se abrió y salían al frente las tres coronas. Se arrodilló
frente al príncipe Malik, e inclinó la cabeza.

—La princesa consorte está con el fisió logo—anunció , con voz hueca pero firme—.
Felicidades, majestad. Su esposa está en cinta.

Y lo ú nico que escuchó de vuelta, fueron las pisadas de Zayn cuando echó a correr en
direcció n del consultorio real.
12-. Viaje

Los hombres sabios dicen que sólo los tontos se apresuran. Pero no puedo evitar
enamorarme de ti. ¿Debería quedarme? ¿Sería un pecado si no evito enamorarme de ti?
Como un río que
fluye con seguridad al mar. Cariño, así es como sucede, algunas cosas están destinadas a ser.
Toma mi mano, toma toda mi vida también. Por lo que no puedo evitar enamorarme de ti.

.
.

Dio varias vueltas en la cama mientras despertaba. El olor de las mantas lo invitaban a
seguir durmiendo, y estaba dispuesto a hacerlo, tan só lo necesitaba algo familiar y tibio a lo
que abrazarse y podría hacerlo. Pero su mano encontró el otro lado de la cama deshecho y
casi sin calor, por lo que se obligó a abrir los ojos, afrontar la luz que entraba por las
ventanas de la recamara. Tranquilamente, recostado sobre el pecho fue reconociendo
dó nde se encontraba y los recuerdos de la noche anterior vinieron a él como una ola.

El rubor trepó por su pecho hasta encontrar un sitio en sus mejillas, y Harry se cubrió el
rostro con la almohada, sintiendo mariposas en el estó mago.

Inconforme con só lo sentir el olor de su alfa en las almohadas, se sentó mientras emitía
pequeñ os quejidos por los pinchazos que sentía en la espalda baja. Al mover el cuello tuvo
la certeza de que la marca apenas comenzaba a cicatrizar, y al pasar los dedos comprobó
que algunas gotas de sangre se secaron en su piel. Del resto, en cuerpo só lo permanecía la
extenuada sensació n del ejercicio.

Y la dicha.

Harry se sentía especialmente dichoso, desde el fondo de su ser, anhelante. Desnudo, con
las piernas colgando en el borde de la cama, dejó ambas manos sobre su vientre y recordó
lo grandioso que se sintió tener a Louis atrapado en su interior, inundá ndolo de su cá lida
semilla por aquellos prolongados minutos.

Si estaba feliz ahora, apenas podía imaginar có mo sería despertar un día así, sabiendo que
llevaba en el vientre un hijo de ambos. ¿Su cuerpo se lo diría antes que un fisió logo lo
confirmara? ¿Cambiaría en algo su olor?

Sú bitamente, sus pensamientos se interrumpieron, ya que el lazo le indicó que Louis estaba
cerca. Esta recamara era tan grande, que Harry olvidaba que tenía varios compartimientos.

—Creo que ya despertó —escuchó que decía, junto al sonido de uno de los carros donde
usualmente le llevaban la comida.
Un repentino ataque de pudor lo invadió , como si ya Louis no lo hubiese desnudado la
noche anterior, y salió de la cama ignorando las quejas de su cuerpo tomando del suelo lo
primero que alcanzó . La bata de color burdeos de Louis le quedaba considerablemente
grande, pero logró atar el cinto a la cintura justo a tiempo, pues cuando alzó la mirada vio a
su alfa conduciendo aquel carrito de madera con una enorme bandeja de comida encima.

—Buen día—saludó el alfa. Llevaba puesto un pantaló n de lino atado a la cadera con un
cordel, el torso descubierto y el cabello revuelto. Lo vio servir una taza de té caliente y
esbozar una sonrisa—. ¿Có mo pasaste la noche?

Apartando sus rebeldes rizos del rostro, Harry avanzó para recibir la taza humeante y tomó
un sorbo antes de responder, con una mueca tímida en los labios.

—Buen día, esposo—jugueteó con la taza—. Me encuentro excelente, por cierto.

Unas risueñ as arrugas aparecieron en el rostro de Louis.

—Pregunto porque mi pequeñ o esposo llevaba mucho rato durmiendo, es má s del


mediodía—comentó , tomando una de las uvas de la bandeja.

—Oh, pero no me gusta perder el desayuno—Harry dejó la taza sobre la bandeja y se


asomó para inspeccionarla. Pero, ahí estaban sus preferencias para desayunar. Hojuelas
con miel, galletas, pan con mermeladas y mucho té de hierbas verdes—. ¿No vamos a
almorzar con el resto?

—No, tenemos este día para nosotros, y toda la mañ ana del siguiente.

—Eres mío hasta mañ ana—alzó las cejas, dá ndose la vuelta para darle un abrazo y apoyar
la barbilla en el pecho del mayor—. ¿Puedo tenerte aquí captivo si quiero?

—¿Entiendes que juré ante los dioses ser tuyo?—enredó los dedos entre los rizos de su
consorte, y se inclinó por un beso suave—. Y si eso no te basta, tengo las marcas de tus uñ as
a lo largo de la espalda.

Harry jadeó , y se miró las manos, comprobando que en sus uñ as tenía rastros de algo
oscuro.

—¡¿Te hice sangrar?!—exclamó , tomando al alfa de la mano para que volvieran a la cama.
Le hizo sentarse, y él trepó al colchó n para arrodillarse detrá s y ver la obra de sus uñ as—.
Lo lamento, de verdad yo… Santo mar, es que estaba tan… era como que caía al vacío te
movías y necesitaba sostenerme de algo. Yo, yo… ¿Hice todo mal? Dioses, todo fue muy
intenso y no lo pude manejar—lamentó al final.

Louis se apresuró a darse la vuelta y arrastrarlo hasta su regazo.

—Perfecto, anoche te dije que eras perfecto—besó su mejilla un par de veces—. Fuiste muy
valiente, amor.

—¿No me mientes?—preguntó bajito Harry, trazando uno de los arañ azos.


—En lo absoluto—negó , y le robó un beso—. Hicimos el amor, fuimos uno y eso es lo que
importa.

Eso sonaba bonito, eso hacía sonreír a Harry y de nuevo sentir ese aleteo en el estó mago.

—Y me mordiste—recordó , señ alando su cuello que seguía algo irritado—. Durante noches
enteras me lamenté, por estar dormido cuando me marcaste en el barco… Pero cuando lo
hiciste anoche, lo juro, sentí que mi corazó n se igualaba al tuyo.

—Sí, así es como debe sentirse—murmuró , con una sonrisa complacida, sus ojos azules
brillando—. Estaba preocupado, de hacer algo malo de nuevo y asustarte.

—Tú me haces sentir seguro, sé que contigo nada malo podrá ocurrirme—lo tranquilizó ,
abrazá ndolo—. Y nunca me harías dañ o.

—Jamá s.

—Lo sé.

Harry ignoró el gruñ ido de su estó mago, porque en ese momento Louis atrapó su nuca para
acercarlo má s y besarlo. Degustó el sabor del té y las uvas en la punta de la lengua ajena, y
con un suspiro le dejó profundizar el beso mientras se recostaba de su pecho y dejaba las
manos en sus hombros. El clima no tenía nada que ver con el calor que comenzaban a
sentir. Harry creía, estaba seguro, que podía pasar la vida entera besando a Louis sin
cansarse.

Pero la puerta fue tocada un par de veces, tan cortésmente que casi ni la escucharon. Hasta
que la voz de Cara se oyó a través de la madera.

—Majestad, ya reunimos los obsequios de la boda—anunció , volviendo a tocar—.


¿Podemos dejarlos en la recá mara y luego marchar con la bandeja?

Harry se separó cubriéndose la boca con ambas manos para sofocar una carcajada. No
habían probado nada de la bandeja. Apoyó la mejilla en el hombro de Louis y volvió a reír.

—¿Ahora qué procede, príncipe?—preguntó bajito, y sintió el temblor de la risa del alfa.

—Adelante, Cara. Pero no puedes llevarte la bandeja aú n, no he comido nada—dijo en voz


alta, levantá ndose de la cama junto a Harry—. ¡Un gatito me comió la lengua!

—¡Principe!—se alteró deprisa Harry, poniéndose del color de la bata que llevaba.

—Es difícil comer así, es comprensible…


Terminaron el desayuno en la cama, con montones de cajas y sobres, telas bonitas que
envolvían joyas y prendas de vestir. Entre risas inspeccionaban los regalos de bodas que no
pudieron ver la noche anterior, y que amablemente Cara y Ashton les dejaron en la
habitació n temprano.

—Estos rubíes está n bonitos—comentó Harry, probá ndose sus nuevos anillos, que para su
sorpresa le quedaban a la perfecció n.

—Por supuesto, ese color te favorece mucho—susurró Louis detrá s de él rodeá ndole la
cintura con ambos brazos y pegando el abdomen a su espalda—, como esta bata que me
robaste temprano, muchacho travieso—quejó con jocosidad, bajando los labios hasta besar
la sensible marca que seguía fresca.

Un placentero cosquilleo bajó por el torso de Harry hasta su vientre, y soltó un gimoteo.

—Ay, Lou. No…—encogió los hombros, intentando apartarse—. No me beses ahí que, que…

—¿Qué, Harry?—lo retó con humor, presionando otro beso que arqueó la espalda de Harry
contra el cuerpo del alfa—. ¿Vas a mojar mi bata de dormir? Tarde, gatito.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Harry.

Manos á giles desataron el cinto de la bata y le acariciaron el abdomen, mientras esos


pecaminosos labios hacían lo suyo en la piel de su cuello. De pronto, Harry olvidó por
completo el por qué se iba a negar en un principio. ¿La comida? No, lo que sobró se hallaba
sobre la bandeja en el carrito. ¿Los obsequios? Quizá , pero si permanecían en sus cajas no
les pasaría nada si se caían de la cama, ¿verdad?

¿El ruido? Sí, eso parecía una razó n de peso. Pero sus guardias podían alejarse un poco del
pasillo y simplemente ignorarlos…

Harry apoyó ambas manos en el colchó n cuando los besos encontraron una curva en su
hombro y bajaron por su espalda, arqueando así ésta. Podía sentir el deseo de Louis fluir en
olas, despertando cada uno de sus sentidos, haciéndole sentir sumiso y por sobre todo,
impaciente por reunirse de nuevo con él en ese sublime acto. De nuevo estaba hú medo y
pequeñ as gotas resbalan por sus muslos. A veces, se sorprendía de la forma en que Louis
logró sanarlo con su paciencia, con tratos gentiles y en especial dá ndole confianza.

—¿Vas a…?—no encontraba su propia voz, no mientras era tomado de nuevo por las
caderas, pulgares trazando su coxis.

—¿Reclamar de nuevo a mi esposo?—completó la pregunta Louis, frotando su erecció n


descubierta contra el trasero del omega. Tiró de sus caderas hacia atrá s, a lo que Harry
afincó las rodillas y arqueó la espalda sosteniendo el peso de su torso en los brazos, eso fue
lo que su omega interno le indicó hacer. Pero del resto no guardaba idea alguna y la
anticipació n le quemaba la piel.

—Louis…—gimoteó , desesperado por la forma en que el miembro del príncipe se frotaba


contra su entrada hú meda.

—Ya voy, amor.

Lento, lo sintió deslizá ndose en su interior, llená ndolo centímetro a centímetro. Lo estiraba
de una forma deliciosa y tortuosa. Y él se encontraba tan listo, tan dispuesto a recibir toda
la extensió n de Louis. Jadeó , con el aliento de Louis sobre la piel de la nuca. Recibió un beso
allí, que le hizo temblar. Lo escuchó gruñ ir antes de retroceder y dar la primera estocada.

El cuerpo de Harry se sacudió hacia adelante, a la vez que el placer viajaba por todo su ser y
le hacía soltar gemidos bajitos. Las manos de Louis lo sostenían de la cadera, viajaban a su
cintura y apretaban cuando se hundía particularmente fuerte en él; lo guiaba en los
movimientos de manera que las caderas de ambos se encontraran de forma má s
placentera, donde Harry se deshacía en sú plicas por recibir má s y Louis gruñ ía su nombre.

El sudor los cubría a ambos, y Louis encontraba que la imagen de las gotas de sudor
resbalando por la espalda de Harry hasta perderse en la bata colgando en su cintura era
por demá s eró tica. Pero no era só lo eso, era la forma en que los mú sculos de Harry se
contraían, marcados bajo su suave piel de porcelana, cada que se empujaba en su interior.
Los dulces sonidos que producía su linda boca cuando alzaba su cadera y golpeaba justo en
el punto. Y cuando Harry gritaba de placer, se retorcía por el cú mulo de estimulaciones en
su vientre, Louis sentía que iba ascendiendo al cielo a reunirse con los dioses, porque su
joven esposo contraía su entrada y la vez sus paredes apretaban divinamente el miembro
del alfa.

Harry arrugaba las vestiduras de la cama entre sus dedos, los mú sculos ardiendo por el
esfuerzo. La presió n en su vientre amenazaba con hacerlo caer en la demencia, y su propio
pene estaba duro y erguido, pero no podía tocarse, porque Louis se estaba moviendo de tal
forma dentro de él, que cualquier intento por su parte de sostenerse en un brazo lo haría
caer.

—¡Príncipe… Príncipe!—gemía, fuera de sí, pues mientras el orgasmo iba má s cerca, su


mente se nublaba y só lo era un omega complacido por la forma en que su alfa lo follaba con
posesió n. Por lo que no pudo retener el momento en que su climax llegó y lo hizo llegar,
liberá ndose. Se desplomó sobre el colchó n, sin aliento, pero Louis aú n lo sostenía y se
inclinó má s sobre él, disminuyendo el ritmo de las estocadas a lentas y profundas.

Así era má s intenso, hasta el punto de ser sofocante y envolvente. Louis, todo lo que sentía
era a Louis.
—Maldició n… Harry—la voz del alfa ronca y entrecortada mientras se hundía profundo y
suave por ese esfínter que cada vez se hacía má s estrecho—, no sabes có mo me está s
apretando… ah

Así, el orgasmo de Harry se prolongaba, haciéndolo estar muy arriba en esa nube de placer
donde só lo resonaba Louis. Su alfa, que a cada embestida jadeaba su nombre, que a cada
segundo golpeaba má s fuerte en su interior. Sintió el nudo crecer, haciendo los empujes
má s forzados hasta que con un grito, Louis se quedó atrapado en su interior y se corrió con
fuerza.

Con cuidado, Louis dejó caer el cuerpo sobre el má s pequeñ o, y luego lo abrazó de la
cintura para que se recostaran de lado.

Harry se quejó por el leve tiró n en su entrada por el movimiento, pero só lo fue un
momento. Tenía el cuerpo relajado, y el vientre caliente y lleno por su alfa. Escuchaba el
latir de su corazó n que golpeaba contra su espalda como propio y el aliento en su cuello.

Disfrutó la lluvia de besos que siguieron en su nuca y cuello, así como la semilla viajando en
su interior.

—Has hecho que quererte fuese tan sencillo, Harry—jadeó el príncipe, estrechá ndolo
contra sí—. La forma en que me haces sentir…

—Es porque te quiero—se encontró diciendo Harry, con la voz quebrada—. Dioses, te
quiero muchísimo…

Al día siguiente, a Harry le costaba un poco sentarse, pero mientras tomaban el desayuno
en los jardines, procuraba que Johannah o las niñ as no lo notaran. Louis apenas y le dio un
descanso, dejá ndolo dormir un rato só lo para hacerlo despertar con besos y otra sesió n de
caricias indecentes que desembocaban inevitablemente en tener al alfa entre sus piernas,
que poseía con veneració n su cuerpo y terminaba anudá ndolo. Y mientras estaban unidos
por el nudo, Harry encontraba a su príncipe acariciá ndole el vientre, con cierto anhelo en
los ojos, pero no mencionaba nada al respecto. De todas maneras, era innecesario. Harry
sentía su deseo como propio, y entre las siestas que compartieron, soñ ó que un hijo de
Louis crecía en su interior.

—Por lo tanto, debemos partir para mañ ana—escuchó a Louis explicarle a su madre. Salió
entonces de la nube de sus pensamientos y prestó atenció n a lo que tenía a su alrededor.
Lottie jugueteaba con una muñ eca mientras que Fizzy alcanzaba los panecillos y le ofrecía
uno. Harry lo tomó , regalá ndole una sonrisa, y tomó un mordisco de este—. Mejor ahora
antes de que el clima empeore.
—Dani tiene planeado viajar en una semana—comentó la mujer, que apartó el plato de
quesos.

—Es la ú nica opció n—encogió los hombros el alfa, y utilizó una de las manos para contar
—. Danielle tiene compromisos, Gigi fue recientemente con el fisió logo y este le indicó que
los viajes estaban prohibidos para ella, por ende Zayn tampoco puede viajar—suspiró , y su
madre le dio la razó n.

—Inevitable, hijo. Zayn no puede permanecer separado de su omega sin poner en riesgo la
vida del bebé.

—Sí, eso dicen.

Captando la molestia de su alfa, Harry decidió interferir en la conversació n. O al menos eso


se decía a sí mismo para maquillar su verdadera molestia: no quería pasar los días sin
Louis.

—¿Es muy lejos a donde tienes que ir?—preguntó , captando la atenció n de los otros dos
adultos, las niñ as só lo lo miraron un segundo y siguieron con lo suyo—. Digo, para que no
desees viajar…

Johannah y Louis emitieron una risa casi idéntica, y ella tomó la taza de té sin dejar de
sonreír.

—Louis no viajaría sin su adorable consorte—aseguró la mujer, y luego dio un sorbo a la


bebida.

—Recuerda que cuando llegamos en la balsa, te dije que viajaríamos mucho—Louis alzó las
cejas, y Harry se sintió un poco avergonzado por sacar conclusiones sin demasiado
fundamento—. Por tierra especialmente, vas a extrañ ar la comodidad de viajar en barco.

—No lo creo—arrugó la nariz.

—Tres días de viaje en carruaje o caballo son agotadores, cariñ o—aseguró Johannah,
enarcando una de sus cejas.

—Hace que luego te duela mucho aquí—mencionó Fizzy, dá ndose palmaditas en las
piernas.

—No creo que eso sea un…—Harry se contagió de la mueca de burla en la cara de Louis, y
rió un poco—. Eso no es problema, linda—contestó , y le acarició el cabello.

—Marchamos a Hiems mañ ana temprano. Deberías pedirle a Ashton que haga el equipaje
para ti y para él, si quieres que nos acompañ e—el alfa volvió a servirse una rebanada de
pan dulce—. Ropa abrigada, allá hace mucho frío y por esta época es fuerte.
Por supuesto que llevaría a Ashton, le prometió que siempre estaría a su lado. Ademá s, se
encontraba tan acostumbrado a él que aparte de Cara, no le gustaba ser atendido por otros
sirvientes. Seguramente su amigo estaría muy contento por poder viajar y conocer nuevas
tierras.

—¿Qué tanto frío?

—Mucho, recordará s mis palabras, cielo. Extrañ ará s terriblemente el sol—Y como la madre
preocupada que era, Johannah enumeró todas las prendas que necesitaría para mantenerse
caliente. Le recordó que era importante que se cuidara para que los cambios de
temperatura no le dieran un golpe a su salud. Y la verdad era que no quería recaer, deseaba
con todas sus fuerzas que su organismo terminara de adaptarse y presentara un celo.

Louis sonrió ante la expresió n de Harry, pues este intentaba grabarse todas las cosas que
su madre en ley le sugería.

—Descuida, amor. Lo que olvides aquí, podrá s comprarlo en Hiems—encogió de hombros


—. Por mencionar que lord Horan tiene aú n nuestro regalo de bodas.

—Lord Horan… ¿Tu amigo que no logró asistir a la ceremonia?

—Así es—asintió —. Parece que tendremos que hacerle una visita mucho antes de lo que
planeaba. Necesita la presencia de la corona.

—Creí que te animaría verlo, parecías decepcionado de no tenerlo contigo en la boda.

—Sí quiero verlo, es un fiel amigo. Es só lo que…—hizo un gesto de inconformidad, y apoyó


la espalda en el respaldo de la silla con un suspiro. Miró hacia la entrada de los jardines—.
Estaba tratando asuntos importantes aquí.

—Acudiré al templo luego de la cena, pediré a los dioses que nuestro retorno sea pronto—
lo animó Harry, buscando su mano a través de la mesa.

Louis volvió la mirada a él, y aceptó el gesto con cariñ o, sin notar la forma dulce en que su
madre lo miraba, demasiado dichosa de saber que su hijo se encontraba feliz con su
matrimonio.

—¡Hazza no puede irse—Fizzy se subió al regazo de Harry, y lo abrazó del torso.

—Una muñ eca, Hazza—con su pequeñ a voz, Lottie buscó su atenció n—. ¿Me traes otra
muñ eca? Una con la ropa de las montañ as.

—Claro, hermosa. Cuando vuelva traeré las muñ ecas y jugaremos un rato.
En su visita al templo, Harry rezó tanto por el viaje que tendría por la mañ ana con Louis
como por la salud de Gigi. Su amiga no se sentía bien esos días, los malestares del embarazo
eran má s fuertes durante esos días y la pobre omega pasaba el día con mareos, recurrentes
dolores de cabeza y devolvía todas las comidas que consumía pues su estó mago no las
resistía. Rezó también por su felicidad, porque el príncipe Zayn no la hiriera y se
mantuviera a su lado como juró en sus votos matrimoniales. Pidió por Louis y él, para que
su unió n siguiera fortaleciéndose y fuesen exactamente lo que uno necesitaba del otro.
Recordó a su hermana y futuro sobrino, deseando que ambos se mantuvieran sanos y
felices. Por ú ltimo, algo dudoso, pidió misericordia para el alma corrompida de su padre y
hermano mayor.

Regresó sin prisas a la recamara de ambos, pues su esposo se encontraba en una reunió n y
volvería para dormir. Saludó a Michael con una sonrisa cansada que el guardia le devolvió
con simpatía.

—Ashton lleva un rato adentro. Vino para terminar de arreglar todo el equipaje—avisó .

—Gracias, Mike—giró el pomo de la pesada puerta—. Estaré bien, y la reunió n no


terminará en un rato. Pasa por la cocina a comer algo y luego vuelve, ¿si?

—Sí, señ or—contestó animado el joven, esperando a que su lord entrara a la habitació n
para marcharse.

Dentro, caminó directo hasta la cama para sentarse en la orilla, no sin antes emitir una
pequeñ a queja por la punzada en la espalda baja, para quitarse las botas. Frente a él, en la
alfombra, se encontraba Ashton doblando distintas prendas de ropa y envolviendo zapatos
en telas para evitar que ensuciaran el resto del equipaje.

—¿Te queda mucho trabajo, Ash?

Los ondulados mechones de Ashton dieron un bote cuando alzó la cabeza, y luego negó .

—Al contrario, mi lord. Casi termino con todo, la ropa del príncipe fue sencilla de empacar,
tiene un armario completo para este tipo de clima—indicó , señ alando un cofre negro ya
sellado—. Pero con usted tuve que solicitar las prendas con el modista y…

—¿Y las tuyas? Te dije que podías pedir toda la ropa que consideres necesaria para el viaje.

—Sí, mi lord.

Subió ambas piernas a la cama, y vio al omega levantarse de la alfombra para buscar en el
cajó n de la ropa de dormir, sacando un camisó n limpio y se lo tendió .
—Gracias, Ash—tomó la prenda y, demasiado perezoso como para caminar hasta el
biombo, se arrastró hasta el centro de la cama y cerró las cortinas del dosel para cambiarse
allí dentro—. ¿Y la ropa de Cara? No la he visto hoy.

—Ah…—Ashton terminó de cerrar todos los cofres y esperó a que las cortinas se abrieran
de nuevo y que Harry le pasara el traje—. Cara no asistirá al viaje con nosotros, mi lord.

Có modo con el camisó n, arrodillado en la cama, Harry apartó las cortinas y ladeó la cabeza
con gesto confundido.

—¿Por qué? Ambos pueden ir, no hay por qué decidir entre ambos…

—No es eso, es que… Ella entró en celo esta mañ ana.

—Oh…

—Se quedará con su alfa, que también trabaja aquí en el palacio—informó —, se llama
Michelle y está entre los guardias de confianza de Ser Liam.

Harry no sabía que Cara se encontraba emparejada con alguien. Por lo que sabía, ella no
tenía una marca. Aunque quizá s estaba esperando a casarse.

—Entonces seremos el príncipe Louis, Luke, tú y yo

Ashton bajó la mirada y frunció las cejas.

—Luke tampoco irá al viaje—musitó —. Ser Liam decidió que si él los acompañ aba sería lo
mejor. Así que dejó a cargo a Luke de la guardia real.

La noticia fue agridulce para Harry. Porque si Liam iba con ellos, estaría alejado de Zayn y
este a su vez cuidaría de Gigi. Pero no era tonto, y estuvo observando có mo se desarrollaba
la amistad entre Luke y su amigo Ashton. Estaba seguro que ellos querían compartir ese
viaje.

—Puedo hablar con mi esposo si quieres…—ofreció Harry, algo inseguro.

Ashton negó , con las mejillas rojas.

—Eso…, no hace falta.

—Ashton—Harry enlazó las manos sobre el regazo—, ¿Crees que extrañ arías mucho a
Luke por esos días?
Azorado por la pregunta, Ashton abrió mucho los ojos y abrió varias veces la boca, pero
ninguna respuesta salía. Retrocedió un par de pasos y recogió la ropa usada de Harry para
envolverla en un brazo.

—Buenas noches, mi lord—se despidió apresurado, y corrió directo a la puerta para


marcharse.

•○•
13.- Nieve

Para comprar la verdad y vender una mentira, el último error antes de que mueras. Así que
no olvides respirar esta noche, esta noche es la última, así que di adiós.

Luego de salir de tomar un bañ o, Harry intentó terminar de abrocharse el traje, pero sus
dedos simplemente no colaboraban para abrochar los botones sobre su pecho, pero
simplemente no lograba coordinar el movimiento de los dedos sobre estos. Así que se
rindió . Miró su cansado semblante en el espejo y encogió los hombros para cruzar la
recamara y tirarse a ciegas sobre la cama. Emitió un suspiro de alivio cuando el colchó n
recibió a sus fatigados mú sculos y se relajó , a segundos de quedarse dormido. Y el sueñ o lo
estaba envolviendo de nuevo, de una forma tan tentadora, que llegó a pensar que dormir
con las botas puestas no sería tan malo. Eran nuevas, no ensuciarían las sá banas de la
cama…

—¿Ya está s listo? Casi todo está en los carruajes, só lo falta que…—Louis detuvo sus pasos
al pie de la cama—. ¡Harry, despierta! Tenemos un tiempo de partida que nos
comprometimos a cumplir.

Harry apenas abrió los ojos para ver al alfa frente a él, vestido, con la barba recortada y
luciendo impecablemente despierto. Gruñ ó , porque él por otra parte apenas tenía energía
para elevar los pá rpados.

—Como ordene, majestad. Estoy despierto.

El alfa resopló cuando vio a su insolente esposo volver a cerrar los ojos.

—Vas a dejar esa cama, Harry Tomlinson—declaró —, así tenga que ser a rastras.

—Lo acepto—retó el menor, y abrazó un cojín que tenía cerca para estar má s acurrucado.
Aunque eso no le duró mucho, o má s bien nada. Enseguida sintió el colchó n hundirse a su
lado, que le arrebataban su preciado nuevo cojín favorito y se inclinaban sobre él.

—Cuando despertamos te dije que podías dormir en el viaje, só lo te pedí que tuvieras el
detalle de vestirte…—el príncipe seguía con su discurso, que claramente era un regañ o,
mientras abrochaba los botones del traje de Harry hasta el cuello. Le acarició el pecho una
vez terminó el trabajo.
—Quizá albergara un poco de fuerza para alistarme—rezongó Harry, frunciendo las cejas y
enfocando sus orbes verdes en el alfa sobre él—. Si alguien se hubiese apiadado de mi
sueñ o en lugar de follarme hasta poco antes que amaneciera.

Se congeló en cuanto la mirada de Louis chocó contra la suya. En los ojos del alfa había
desconcierto y algo de molestia. Claramente estaba sorprendido por escuchar a Harry
hablar así, expresá ndose de esa forma. Pero el cansancio relucía el lado má s caprichoso del
omega.

—Lenguaje—advirtió , tomando al má s pequeñ o de la barbilla, retá ndolo a que se le


ocurriera a ser grosero de nuevo. Cuando la expresió n de Harry se suavizó un poco, Louis
le robó un casto beso.

—Lo siento—la voz ronca de Harry apenas fue audible—. Só lo estoy muy cansado.

—Está s eximido—aceptó el alfa, y lo tomó en brazos para salir de la recá mara.

Harry pasó un brazo tras la espalda de Louis, y apoyó la mejilla en el hombro de este
consiguiendo una posició n có moda para dormitar un poco. Los rayos débiles de la mañ ana
apenas combatían la bruma de las frías noches de Aurea y en los corredores só lo se
escuchaba el andar de los sirvientes y las conversaciones entre los guardias. Nada de eso
era relevante cuando el latir del corazó n de Louis cantaba una nana para él. La paz del alfa
era la suya propia.

Los pasos de Louis se detuvieron.

—Liam, ¿Puedes concederme unas palabras?—solicitó el príncipe. Ambos, soberano y


comandante se movieron hasta el carruaje principal. Liam abrió la puerta para él, y Louis
depositó con cuidado a Harry en el acolchado asiento.

—¿Sucede algo, majestad?—habló el comandante de la guardia—. Los quinientos soldados


está n listos.

Louis asintió .

—Anoche luego de la reunió n con el consejo, analicé algunos puntos y creo que es algo
negligente que dejaras toda la responsabilidad de la guardia en Luke—al escuchar a su
príncipe, Liam frunció un poco las cejas.

—Es un joven bastante capaz, a mi parecer. Leal, de rá pido aprendizaje y…

—Eso lo tengo claro, Liam. Mi intenció n no es cuestionar a tus soldados, ni la forma que
tienes de instruirlos. Só lo te recuerdo que aquí se quedan dos príncipes y permanecen de
visita muchos lores con sus familias tras mi boda—Louis habló calmado, y dio una palmada
en el hombro a su amigo y fiel guardia—. Igual vendrá s conmigo, pero delegué a Michelle,
Joshua y Thomas para esto.

Liam ladeó un poco el rostro, confundido.

—Michelle estará al menos dos días ocupada con su omega…

—Por eso Joshua y Thomas la cubrirá n ese par de días—resolvió , y colocó un pie en el
pescante para impulsarse dentro de la caja del carruaje—. Así que Luke y tú vienen
conmigo, ¿De acuerdo? Apuesto que el muchacho no deshizo su equipaje.

Liam se inclinó brevemente.

—Como ordene—aceptó , antes de retirarse para gritar las ú ltimas ó rdenes y ubicar a Luke
para así no atrasarse.

Dentro del carruaje, Louis suspiró , viendo el suave vaivén de la respiració n de Harry.
Pequeñ o timador, bien que se quejaba en la madrugada por la falta de sueñ o y el
agotamiento por hacer el amor, pero logró utilizar eso a su favor y convencerlo de que era
necesario llevar a Luke. Harry ni siquiera le dio argumentos vá lidos a Louis, simplemente lo
sedujo y el alfa fue incapaz de negarse cuando Harry olía tan bien mientras lo esperaba en
la cama, dejaba que cubriera su cuerpo y lo mantuviera cautivo en un beso.

—Tramposo—lo acusó , levantá ndolo con cuidado del asiento para acurrucarlo en sus
brazos, sobre el regazo. Observó complacido como su adorable esposo se retorcía un poco,
como un felino, hasta encontrar una postura idó nea contra su pecho y quedarse quieto de
nuevo—. Luke viene con nosotros, si quieres saber.

Harry parpadeó , y miró al alfa con una sonrisa inocente y floja.

—Me alegro, confío mucho en Luke.

—Ahora deberías disponerte a descansar—lo abrazó tenuemente.

—Así es—asintió , con la mejilla apoyada entre el hombro y pecho del mayor—. ¿Lou?

—Te oigo.

—¿Puedo preguntar por los asuntos importantes que tratas aquí?—susurró , medio
dormido—. Por los que no veías atractivo viajar.

Hubo un silencio de varios segundos que se vio interrumpido por el carruaje que se puso
en movimiento, con el sonido de los cascos de varios caballos poniéndose en marcha.
Las voces de los soldados y el rechinar de las ruedas de los demá s carruajes de carga y
pasajeros moviéndose al unísono por el camino empedrado. A lo lejos, una campana
sonaba
en señ al de que un sacerdote del templo le deseaba buena fortuna y la bendició n de los
dioses al viaje del príncipe y su compañ ía.

Los mú sculos de Louis se tensaron un momento, antes de relajar de nuevo la postura


contra el asiento.

—Duerme, Harry—ordenó , apartando los rizos de su frente para dejarle un beso allí—.
Está s agotado.

Demasiado cansado para desobedecer, Harry cerró de nuevo los ojos, pero en su pecho
quedó un pinchazo agridulce ante la ausencia de esa respuesta.

Johannah tenía razó n, siempre la tuvo. Los días se hacían largos cuando todo lo que podía
hacer era estar sentado, mirar por la ventanilla del carruaje, comer algú n pequeñ o
aperitivo, conversar con Louis de trivialidades y dormir. Todo, confinado en ese pequeñ o
espacio para dos. Só lo se detenían para formar un pequeñ o campamento que les permitía
estirarse un poco, preparar el almuerzo y aliviar las necesidades fisioló gicas; luego no
había otra parada hasta que encontraban una posada en la cual pasar la noche. A medida
que avanzaban el clima se volvía templado, al punto que a la tercera mañ ana luego de
abandonar el lugar donde se alojaron para dormir, el frío de la mañ ana no se esfumó , y
Harry se envolvió en su nueva capa verde para conservar el calor hasta que logró estar de
nuevo dentro del carruaje. Se pegó al costado de Louis, con el cuerpo entumecido y se
dispuso a dormir hasta que llegaran.

Una suave caricia en sus rizos le apartaron del mundo de los sueñ os. Estaba recostado a lo
largo del asiento, con la cabeza descansando sobre un abrigo en el regazo de Louis. El frío
era casi palpable, entumeciéndole el cuerpo, frotó los nudillos contra sus pá rpados para
alejar los rastros de sueñ o y miró al alfa, que no había dejado de jugar con su cabello.

—Estamos por entrar al castillo de Hiems—avisó , tirando suavemente de sus rizos—. Se


acabó la siesta.

Harry hizo un puchero, no porque quisiera seguir durmiendo, sino porque moverse
implicaría perder esa agradable posició n donde la capa le proporcionaba todo el calor que
necesitaba para estar có modo. Pero lo hizo, apartó la mano del alfa, y se incorporó en el
asiento, las vértebras de su espalda tronando al liberar tensió n por el cambio de postura.

—Arruinas mi cabello—suspiró , aplacando los mechones que estaban fuera de lugar,


cortesía del alfa.

—Para lo que te molesta—Louis miraba por la ventana con una pequeñ a sonrisa—.
Considerando que ronroneas cuando te hago mimos mientras duermes.
Harry se sonrojó furiosamente, el calor en sus mejillas librando una pelea con el frío. Sin
embargo, eso lo dejó rá pidamente de lado, cuando vio con fascinació n có mo el aliento del
alfa era perfectamente visible cuando hablaba o suspiraba.

—Nunca había estado en un sitio tan frío—comentó , y vio el vaho emerger delante de su
nariz.

—Ahora es medio día, pero durante la madrugada hay muchísima neblina y la temperatura
desciende aú n má s.

Se frotó las piernas para darle algo de calor a sus dedos, que estaban rojos en la punta.

—Só lo quiero estirar las piernas y pararme cerca de una chimenea…

Louis lo miró un momento, y luego se inclinó para sacar un par de cajas de debajo del
asiento. Abrió primero la má s chica, y se la ofreció al omega.

—Guantes de cuero—explicó —. En su interior, tienen lana y el cuero en el exterior encierra


muy bien el calor—Harry tomó la caja y levantó uno de los oscuros guantes—. Ú salos
siempre que estés afuera.

—Gracias, príncipe—sonrió , viendo có mo Louis se colocaba unos parecidos, pero má s


grandes.

—Siempre para cuidarte, gatito—le guiñ ó —. Pero tendrá s que prescindir de tus adorados
anillos.

Harry hizo una mueca que hizo reír al alfa.

Los carruajes y soldados que iban a caballo entraron a través de dos pesadas puertas de
roble que se cerraron con un estruendo cuando ya todos se encontraban dentro. Harry
miraba el sitio con curiosidad. Fuera del castillo, antes de entrar, estudió las estructuras de
las casas de piedra. Todas se encontraban cubiertas en el techo de una espesa capa de
nieve. Blanca, pura y de aspecto suave. Cada hogar tenía una chimenea que liberaba humo
hacia el cielo. Pero dentro, en el territorio del castillo, altas torres se alzaban y daban una
imagen algo intimidante para Harry.

Dio un bote, tomado por sorpresa, cuando Louis abrió la puerta del carruaje y salió de este
de un salto á gil. Apenas lo escuchó gruñ ir un poco y comentarle a un guardia que no se
volvería a sentar en todo el día si era necesario.

—Acércate al pescante, amor—lo llamó Louis, y Harry se apresuró a deslizarse en el


asiento hasta la puerta. Se distrajo un momento con el paisaje pá lido que lo rodeaba, y
luego aceptó la mano que le tendía. Creyó que podría saltar por su cuenta, pero el alfa se
adelantó y lo tomó de la cintura para depositarlo sobre el piso.
—Oh, gracias.

—Ten cuidado cuando pises, la nieve está má s blanda en algunos sitios—Harry asintió a lo
que le decían—. Y las torceduras duelen mucho en estos climas.

Luego Louis se dio la vuelta y buscó a Liam, hasta dar con él e ir en su direcció n. Harry por
otra parte de agachó y se sacó un guante para tocar la nieve, sin poder contener una
sonrisa de hoyuelos por la textura que tenía contra su mano y sin importarle lo fría que
estaba.

—¡Loueeeeeh!—Ese chillido hizo que Harry alzara la cabeza tan rá pidamente que incluso le
dolió el cuello. Se irguió a tiempo para ver a un rubio de la misma estatura de Louis casi
saltarle encima y envolverlo en un apretado abrazo. Frunciendo el ceñ o, Harry no se
explicaba có mo era que ningú n guardia se movió para detener eso. El propio Louis se
quedó muy quieto, hasta que alzó las manos para palmear los costados le rubio.

—También me alegra verte—dijo Louis, maniobrando para quitarse al rubio de encima.

—¡Por fin vienes!—chilló el desconocido, y lo apretó fuerte una ú ltima vez antes de
retirarse, pero dejó las manos en las mejillas de Louis—. ¿Có mo estuvo la boda?

El rizado pudo detallar entonces al rubio que estaba demasiado cerca de su alfa. Ojos azules
y expresió n risueñ a, sus labios también eran delgados y la sombra de una barba má s oscura
que el tono de su cabello le enmarcaban el rostro. Porque su omega interno se lo exigía,
Harry se aclaró la garganta para hacerse notar.

—Estuvo como lo planeado, sin incidentes…—Louis escuchó el gesto de su consorte y ladeó


un poco el cuerpo, por fin mirá ndolo. Se desembarazó del rubio e hizo un ademá n hacia el
menor para que se detuviera a su lado. Harry fue hasta él bajo la atenta mirada del rubio,
ambos se sostuvieron la mirada.

—Harry, permite que te presente a lord Niall Horan, protector y señ or de las tierras frías de
Hiems que forman parte de Aurea; y uno de mis mejores amigos—El ahora reconocido lord
Horan le sonrió brevemente, y estando má s cerca, Harry se percató que se trataba de un
alfa—. Y Niall, este es mi consorte, lord Harry Tomlinson, antes perteneciente de la casa
real Cox.

—Es un placer por fin conocerlo, lord Horan—Harry hizo una pequeñ a reverencia.

—El honor es mío, alteza. Moría de ganas por conocer a quién desposaría a mi mejor amigo
—Niall ofreció su palma abierta, y Harry aprovechó que no se había colocado de nuevo el
guante. Los labios de Niall apenas rozaron sus nudillos y se apartó .

—Lamento que no pudiera ir a la boda, espero que solventara los problemas que tuvo—
má s relajado, Harry podía hablar sinceramente.
—Sí… Por los dioses, la verdad es que ustedes está n aquí porque Hiems necesita la
intervenció n de la corona…—El tono de voz de Niall fue bajando a medida que enfocaba la
vista en algo, o mejor dicho alguien detrá s de Louis. Harry giró un poco el rostro para mirar
por encima del hombro y notar que el foco de la atenció n de Niall era Ser Liam—. ¡Trajeron
a mi comandante preferido!

Avanzando deprisa, Niall le dio un fuerte abrazo al beta, que lo recibió con una sincera
sonrisa y unas palmadas en la espalda.

—¿Có mo iba a atreverme a no venir?—rió Liam, con las mejillas tensas por la alegría—. Ya
es costumbre resolver los apuros por aquí.

—Bendita montañ a, no debí dejar que subieras a ese altar de ego…—bromeó lord Horan y
dio otra palmada en el hombro de Liam—. Anda, reú ne a tus hombres en las casas del
ejército y las armerías—indicó al caballero, y luego miró a Louis—. Comeremos adentro y
hablaremos al respecto de toda la situació n—por un segundo hubo seriedad en su jovial
rostro mientras los tres hombres intercambiaban una mirada, y se esfumó enseguida—.
¡Bueno, entremos al castillo! Barbara mandó a hacer una comida exquisita y ya saben el
cará cter que tiene si dejamos enfriar los platillos…

Apenas tuvo tiempo de saludar a Ashton, pues el muchacho -que cada día se volvía mejor
en su trabajo como sirviente real— organizó que el equipaje fuese entregado a las
habitaciones correspondientes. De forma fugaz, ambos compartieron un ademá n con la
mano cuando los guardias marcharon al comedor de la armería para comer. Complacido,
Harry vio como Luke le comentaba algo al omega mientras caminaban, y los hombros de
este se sacudían por la risa. Eso hizo sentir muy bien a Harry, porque Ashton merecía
sonreír y reír siempre.

En el comedor, donde la escasa luz del día se reflejaba de forma azulada en el piso de
piedra, todos se encontraban sentados en una larga mesa rectangular. Harry notó que
servían muchísima carne cereales, ademá s de abundantes platos de estofado, lo cual
agradecía porque le calentaban el estó mago. A diferencia de Aurea, donde la comida era un
poco má s liviana y rica en hortalizas. Afortunadamente, sirvieron sidra, por lo que no tuvo
que lidiar con el vino por ese momento.

Louis, Ser Liam y Niall hablaban entre ellos, susurraban estrategias y trazaban en la mesa
un mapa imaginario de la zona. Estaban má s concentrados en eso que en la misma comida.

—Podrías tardar hasta el amanecer en comprenderlos—puntualizó la muchacha a su lado


—. Especialmente a Ser Liam, habla muy deprisa, puedes notar que incluso mi esposo se
queda unos segundos descifrando qué dice.
Harry detalló nuevamente a la joven que le sonreía sutilmente antes de probar una
cucharada del estofado. De piel un poco má s dorada que Niall, que era muy pá lido, cabello
castañ o como él y ojos azules y preciosamente cristalinos, Barbara era una lady muy
simpá tica y por sobretodo ocurrente. No podía ser de otra forma, pensó el rizado, si estaba
casada con un alfa tan vivaz e hiperactivo como lo era lord Horan. Sus rasgos entonaban
con una simetría preciosa y no dudaba que lord Horan debía ser un hombre muy envidiado.

—Lo sé—la boca de Harry se ladeó un poco—. Ser Payne es mi instructor con la espada, y a
veces tengo que adivinar sus instrucciones.

—Gracias a los dioses que él no me enseñ ó a usar el arco.

—¿Sabe utilizarlo, mi lady?—Y vio a Barbara reprimir una risa—. Lo siento, siempre olvido
que debo guardar los formalismos para luego.

—Está bien, eres adorable—Apartó el cuenco de estofado—. Y sí, no soy muy buena con la
resistencia que implica un combate de espadas, pero mi puntería no falla con el arco—le
guiñ ó graciosamente un ojo y añ adió bajito—: Así tengo controlado a lord Horan a
distancia.

Harry tuvo que cubrirse la boca con ambas manos para no soltar una carcajada.

—Eso es estupendo, yo só lo he mejorado en…—alzó las cejas—, evitar que Ser Liam me tire
al piso.

—Ya aprenderá s—lo animó ella—. Oh, tu esposo pasó una temporada aquí, hace unos añ os,
y aprendió también a usar el arco. Tengo entendido que se desenvuelve mejor con la
espada, pero también presume de una excelente puntería.

—Eso no lo sabía…—Harry miró a su esposo, que escuchaba pensativo y con las cejas
fruncidas algo que relataba Niall—. Só lo quiero saber qué vinimos a hacer, entiendo que es
un asunto de la corona, pero…

—Te acabas de casar—entendió Barbara—. Y te hubiese gustado pasar unos días má s con
él en casa, sin tanto ajetreo.

—Así es—suspiró el menor, y apoyó la espalda en la silla, decidido a que no continuaría


con la comida—. En Aurea también trabaja, claro, pero al menos es nuestro hogar.

Barbara arrimó su silla má s cerca de Harry, para hablarle en un tono bajo.

—Nosotros nos ausentamos de la boda con la intenció n de resolver esto, pero nos fue
imposible, sale de nuestras manos y tuvimos que invocar a la corona.

—¿Pero qué está sucediendo?


—Debes saber, que los dioses que nosotros adoramos no son los ú nicos…—Barbara se
mordió el labio—. Hay personas que alaban cosas má s oscuras, que viven al margen del
gobierno y tiene sus propias normas y moral.

—¿Paganos?—musitó , con cierto temblor recorriendo su espina dorsal. Eso era lo que le
contaban de niñ o para asustarlo.

—Correcto. Y está n atacando nuestros pueblos. Eso lo podíamos manejar, pero…

—¿Pero qué?

—Está n haciendo sacrificios. Quieren imponer sus creencias en nuestra gente y


derrocarnos—continuó Barbara, su hermoso rostro ensombrecido—. Nos amenazaron
directamente. Nos exigieron que nos rindiéramos y entregá ramos nuestro estatus. La gente
está asustada, tienen por objetivo a los betas. Dicen que son un desequilibro en la
naturaleza y que su existencia se basa en ser sacrificios de ejecució n a su deidad. Y con lo
letales que son, tememos que…

Harry tembló , y se abrazó a si mismo sintiendo el miedo recorrer sin piedad su cuerpo.
Alzó la mirada por instinto y se encontró con la de Louis, que lucía preocupada.
Comprendió por qué no le quería comentar nada.

Hizo una mueca, y las ná useas le revolvieron el estó mago obligá ndolo a levantarse de la
mesa y huir de allí.

Corrió fuera del comedor, resbalando la suela de las botas entre los corredores sin saber
realmente a dó nde ir, chocando con personas y objetos hasta encontrar una puerta que lo
sacó al exterior, donde la nieve se apropiaba de un pequeñ o patio en el que algunos
cachorros jugueteaban persiguiendo a una ardilla. En lo alto de un á rbol, una lechuza le
devolvía la mirada con dureza. Tomó bruscamente aire, sus pulmones quejá ndose por el
frío, y estuvo dispuesto a seguir corriendo de no ser porque una mano se cerró con firmeza
en su brazo. Se dio la vuelta deprisa, alarmado y temblando incontrolablemente.

Louis lo abrazó con fuerza, aplastando el pecho de Harry contra su pecho. Pasó las manos
por su espalda y besó suavemente sus rizos. Harry lo abrazó y derramó un par de nerviosas
lá grimas, sus brazos por fin se movieron y abrazó a su alfa como si temiera que
desapareciera.

—Estoy aquí, Harry. No pasa nada…—murmuró suavemente Louis, meciendo un poco el


cuerpo para tranquilizar al pequeñ o.

—Tengo miedo, Lou… Siempre creí que los paganos eran un cuento para niñ os.
—No lo son, amor. Pasan añ os en las sombras reuniendo fieles, armas y poder, para luego
atacar—el alfa respiró profundo—. Eligieron este momento, presumo, porque apenas se
terminó la guerra. Nuestras defensas siguen un poco resentidas a pesar que ganamos.

—¡No quiero que vayas!—cerró los puñ os con fuerza en la capa del alfa, y un sollozo le
quebró la voz—. Por los dioses, Louis… Si te pasa algo, si esa gente…

—Tranquilo, amor. Tranquilo—Louis se veía afectado por la angustia que Harry emanaba.
Secó sus lá grimas gentilmente con el pulgar.

—¿Por qué me engañ aste?—quejó , sorbiendo por la nariz—. Dijiste que era un asunto
político. ¡Omitiste que venías a pelear!

—Baja la voz, Harry.

Tragó grueso, consciente de que ya no estaban en el palacio de Aurea, ni en la privacidad de


una habitació n.

—Soy tu esposo, ya no soy un niñ o… No tienes que mentirme—añ adió , con la voz pastosa
por el llanto.

—Amor, esto es política. Aurea só lo es la capital de la península. Pero nuestra corona


abarca el gobierno de muchos má s territorios, como este. Y cuando nos necesitan, debemos
acudir.

—Lady Palvin me dijo—hipó —, que ellos intentaron combatir esto por su cuenta, por eso
faltaron a la boda.

—Así es, pero los supero la situació n—Louis frotó suavemente los nudillos por la mejilla de
Harry—. Pero es complicado, este sitio es muy grande y requiere de muchos hombres para
custodiar el castillo y las aldeas alrededor. Ademá s, tenemos que convencer a los aldeanos
que no deben abandonar nuestra fe.

—¿Ellos serían capaces de abandonar a nuestros dioses?—preguntó confundido,


frunciendo las cejas.

—Por sobrevivir, sí.

—Les dan la opció n—comprendió , una nueva oleada de horror sacudiéndole el cuerpo—.
Unirse a ellos o…

—Ser sacrificados—completó Louis, y volvió a abrazarlo fuerte—. Pero lo voy a detener,


amor. No pienso permitir que en mi reino estalle un conflicto civil porque unos idó latras
tienen un capricho.
—¿Por eso trajiste a todos esos hombres?—cerró los ojos con pesar—. ¿Qué pasa si no
retornas a mí?

—Lo haré, hace falta má s que unos dioses oscuros para apartarme de ti.

—¿Prometes no poner tu vida en riesgo?—Harry sabía que su esposo era incapaz de


esperar con él en el castillo mientras los demá s de la guardia real y los hombres de lord
Horan hacían el trabajo.

—Lo juro por el coloso de mar—sentenció , y tomó la barbilla de Harry para depositar un
beso en sus labios. Harry se aferró a sus hombros y aspiró de su fuerte aroma para
tranquilizarse.

—Lamento haber huido así, pediré disculpas a lord Horan y a su esposa.

—No hace falta, pero eres un consorte muy educado—tomó mano y la besó —. Así que si te
hace sentir mejor, hazlo.

Harry asintió , y quitá ndose el resto de las lá grimas, entró de nuevo al castillo de la mano de
su esposo.

Por la noche cayeron agotados, apenas compartiendo un abrazo y besos flojos antes de
rendirse al sueñ o. La cama era có moda y un gigantesco edredó n de piel los protegía del
fuerte frío. El clima los obligaba a dormir vestidos, pero eso no impedía que el calor del
cuerpo de Louis llegara a Harry en tranquilizadoras olas. La noche era reconfortante y
có moda, hasta que las campanas resonaron por todo el castillo. Alarmantes, despertando a
todos.

Louis se tensó y saltó de la cama, buscando colocarse las botas y enseguida buscó el cinto
con su espada en fracció n de segundos.

—¡Quédate detrá s de mí!—le ordenó a un asustado Harry, que de nuevo temblando


sostenía un zapato que no logró colocarse.

La puerta sonó con dos só lidos golpes, y Louis desenvainó la espada antes de abrir, pero se
trataba de Luke, que traía a Ashton a sus espaldas.

—¡Majestad!—el rubio respiraba agitado, pero el llamado no lo había tomado de sorpresa


pues estaba de guardia, se notaba en su vestimenta—. Es una de las aldeas, desde la torreta
se pueden ver las llamas.
—¿Está n atacando justo ahora?—avanzó hasta asomarse por la puerta y ver a través de
una de las ventanas del pasillo. El viento era fuerte y arrastraba las pistas del incendio. Las
cenizas caían como nieve.

—Los caballos está n listos, formamos a trescientos hombres. Lord Horan y Ser Liam
quieren su autorizació n para ir a defender.

—¡Lou!—A Harry se le cortó la voz por el repentino miedo de verlo partir, pero seguía
asustado y paralizado en el mismo sitio de la habitació n.

—Iremos a defender—confirmó , y miró al omega junto a Luke. Tragó grueso—. Deja a


Ashton con Harry en la habitació n, envía a unos guardias para que los custodien hasta que
todo pase.

—Sí, majestad—sin perder tiempo, Luke tomó a Ashton del antebrazo y lo metió a la
habitació n—. Quédate con el consorte—ordenó .

Louis miró a su esposo, como si quisiera grabarlo.

—No salgas de aquí, Harry. No a menos que la misma lady Palvin venga por ti—Fue al
pomo de la puerta para cerrarla—. ¿Comprendes?

Harry temblaba, pero encontró su voz.

—Tú —dijo claramente—. Tú vendrá s por mí.

Y luego, la puerta se cerró .

•○•

Hola, mis amores. ¿Cómo les va, qué tal les cae la actualización? Tendremos un poco
de acción.

Trataré de actualizar lo antes posible♥

Gracias por comentar, votar y añadir esta fic a sus listas de lectura. También porque
son un amor y escriben en mi muro.

Otra cosa, quería recordarles que aquí todos somos amiguis y estamos acá por Larry.
Esta historia tiene ships secundarias, pero la principal es Larry y es la que se va a
mantener. Así que no peleen por ziam, zigi, muke, ziall o lashton; que me rompen el
cora </3

Y no me maten por poner a Niall bebé con Barbara bebita. Lo hice porque en
particular esa chica es preciosa y me agrada. Pero todos tenemos nuestras
opiniones.
Mucho amor, nos vemos ♥

¿Dedicaciones?
14-. Señuelo

Revisen bien la lista de usuarios, la mayoría del tiempo tienen una dedicación pero
pasan de ella y piden otra al final del capítulo.

DEDICACIONES

@ASKZASKZ

@abril_garcia

@LittleMichaelAlways

@HarrehPasivoForevah

@XxPaper_AeroplanexX

@limrense

@-queenhale

@Frecklesxxhoran

@ThanksPETE27

@KarmenFlouures

@luciaStylinson99

@primaveraslap

@nightlxrry

@Everybodyneedsasong

@XxPandaComeNutellaxX

@larrysmoan

@SomebodyStoleMyName
@Ishxbullshxtx

@Micaela2899

@Ale-vale

@Queso-Gtz

@J0T0MLINSON

@GenuinelyThink_

@sxulmate

@Heyling1225

SEÑUELO

Rendiré culto como un perro en el templo de tus mentiras. Te diré mis pecados para que
puedas ir afilando tu cuchillo. Ofréceme ese final sin muerte, oh buen Dios, déjame darte mi
vida. Si soy un pagano de los buenos tiempos, mi amante es la luz del sol. Para mantener a la
Diosa de mi lado, ella demanda un sacrificio. Drenar todo el mar para encontrar algo
brillante, algo significativo para el plato principal. ¿Ese es un hermoso caballo el que tienes
en el establo?

Somos gente de fe famélica. Eso se ve delicioso, eso se ve complaciente. Esto es trabajo de


hambre.

Louis no fue a buscarlo esa madrugada.

Amaneció , el débil sol alumbró la habitació n y el patio del castillo, pero la tropa que partió
a defender aquella aldea no regresaba. En su habitació n lloró por horas, con Ashton
abrazá ndolo y susurrá ndole que todo estaría bien, que aunque la batalla se tornara
peligrosa con los paganos, cada hombre de la guardia de Aurea arriesgaría su vida por el
príncipe. Cuando Barbara fue a buscarlos, no tuvo muchas palabras que pudieran consolar
a Harry. Le dijo que bajarían, comerían algo en el comedor e irían al pequeñ o templo a
rezar. Só lo les quedaba eso, y esperar. Si Harry pudo comer tres trozos del bollo
condimentado que le sirvieron, fue demasiado. Aunque por insistencia de Ashton bebió una
taza de leche. De nuevo, su amigo estaba siendo fuerte por ambos. Rezaron hasta medio
día, pero ninguno de ellos quiso asistir a la comida. En cambio, se marcharon al saló n de la
puerta este, donde estaba la chimenea má s grande del castillo.

—Su nombre es Jacob—informó Barbara, mientras les mostraba al hermoso bebé de unos
diez meses. Con los ojos azules de sus padres y el cabello rubio con un tono cenizo apagado.
Las ropas de invierno se veían especialmente adorables en su pequeñ o cuerpo.

—Es precioso—comentó un poco má s animado Harry, que observaba al bebé juguetear con
las manoplas que su madre intentaba ponerle para proteger sus manitos del frío, mientras
Ashton lo sostenía con ambos brazos, la espalda del bebé contra su pecho.

—Y travieso—añ adió Barbara una vez que logró terminar de vestirlo—. Su nacimiento le
dio mucha alegría a este sitio frío.

—Lord Horan debe pasar horas jugando con él, es un bebé, pero me parece que sus
personalidades se asemejan mucho—se atrevió a decir Ashton, que sonreía cuando el
cabello del bebé le hacía cosquillas en la barbilla—. Tiene una familia hermosa, mi lady.

—La verdad es que si creen que mi esposo es un poco infantil y hablador…—rió la omega,
haciéndole una mueca a su hijo, a lo que este se carcajeó —. Se les caerá la mandíbula si lo
ven jugando con su pequeñ o Jacob.

—Puedo imaginarlo—aportó Harry, que caminaba alrededor de la alfombra dispuesta


frente a la chimenea. Allí estaban sentados ambos omegas con él bebé. La ansiedad lo
estaba consumiendo, y en nada ayudaba los mensajes que le traía el lazo que compartía con
Louis. No era constante, pero a ratos lo sentía: agitado, alerta y alterado.

—Toma asiento, Harry—Pero este se negó a lo que le ofrecía la lady—. Así só lo ganas
torturarte a ti mismo. Confía en tu alfa, él volverá .

—Recuerde que Ser Liam y Luke está n con él, y todos sus fieles soldados y guardias—
añ adió Ashton, que al notar que el bebé buscaba una posició n para dormirse, se movió para
entregarlo a su madre.

—Dá selo a Harry—sugirió , y le hizo un ademá n al rizado para que se sentara a su lado—.
Tó malo, sostenlo mientras se duerme para que podamos dejarlo en la cuna con la nana.

Algo recio, Harry suspiró y sacudió la cabeza en un pesado asentimiento antes de agacharse
y tomar un lugar en la acolchada alfombra. Su semblante se relajó un poco cuando recibió
el peso del bebé en sus brazos. El niñ o lo miró por un momento, desconfiado, pero el olor
de Harry era suave y ligero, por lo que el infante frotó el rostro contra el pecho de Harry, y
cerró un puñ o en su ropa.
Ese gesto desembocó una respuesta casi fisioló gica en el cuerpo de Harry, su cuerpo
deseando con todas ansias tener un pequeñ o ser así, pero propio. Respiró profundo y
acunó el pequeñ o cuerpecito tibio, para que estuviera có modo y el frío no fuese un
impedimento. Sonrió suavemente cuando lo vio bostezar formando un círculo con su suave
boquita, y sus redondas mejillas se movieron un poco antes de cerrar los ojos. Tras un
minuto de relajante silencio, la respiració n del bebé se volvió má s lenta y acompasada, su
barriguita moviéndose debajo de las prendas.

—Debe ser hermoso ser capaz de traer algo tan bonito al mundo—balbuceó Harry, alzando
la mirada só lo para notar que tenía los ojos humedecidos. Ashton estiró un poco los labios
y frotó la espalda de su amigo, en un gesto de comprensió n.

—También será s capaz de eso, Harry—lo animó Barbara, que miraba con un gesto suave y
lleno de amor a su hijo—. Y quizá no só lo uno, sino varios. La familia de tu esposo tiene un
historial de nacimientos de gemelos y mellizos.

Harry parpadeó para aclarar los ojos.

—Algo así leí en los registros de la biblioteca del palacio de Aurea.

—Si los dioses son buenos, ya para el añ o que entra nos estará s invitando a conocer a tu
heredero.

—No lo sé—Harry se mordió el labio inferior—. Aú n no he tenido mi primer celo…

—Oh…

—Debe estar pró ximo—interrumpió Ashton en voz baja, sus ojos claros emanando
seguridad—. El fisió logo dijo que ya se encontraba estable de salud y que só lo era cuestió n
de tiempo.

Harry asintió agradecido en direcció n de Ashton, que siempre estaba ahí para él para
levantarlo cuando estaba a punto de desmoronarse. Meció un poco al bebé, mirando su
carita impasible y totalmente ajeno a todo lo que acontecía en su hogar.

—¿Puedo preguntar, Barbara…?—comenzó , buscando las palabras adecuadas—. ¿Existe


una explicació n del por qué…este culto quiere sacrificar a los beta?

Lady Palvin pasó la palma por la suave textura de la alfombra y pareció ordenar sus ideas,
por un momento só lo se escuchó el crepitar de la chimenea, hasta que habló .

—En uno de los enfrentamientos, capturaron a dos prisioneros. Aquí no se aplica la pena
de muerte a menos que sea estrictamente necesario—explicó —. Por lo que jamá s estuvo
en los planes traerlos só lo para demostrar al pueblo que teníamos la situació n bajo control.
—¿Los interrogaron?—susurró , compartiendo una mirada con Ashton.

—Sí, delante de todos. Uno, que aparentemente era parte de los fieles, só lo nos amenazó
con lo que ya te conté. Eso no hizo má s que alterar al pueblo, esparcir el miedo de una
forma má s real. Y ante su falta de arrepentimiento, Niall no tuvo otra opció n má s que
ejecutarlo.

Harry no se imaginaba al vivaz y parlanchín de lord Horan tomando la vida de un hombre.


Pero al final del día era un alfa, y responsable de toda la gente en sus tierras.

—Jamá s he tenido que ver una ejecució n—reprimió el temblor que quería subir por sus
hombros—. ¿Qué hay del otro hombre?

—El otro era uno de los habitantes de las aldeas atacadas. Como ya sabes, eligió unirse a
ellos antes de morir o dejar que les pasara lo mismo a su familia—Miró por un momento a
las llamas y parpadeó —. Por supuesto que lo entiendo, Niall y yo haríamos lo que fuese
necesario por nuestro Jacob. El asunto es… que nos explicó a cambio de recibir a su familia
en el castillo, que estos paganos creen que los betas fueron creados por su deidad para ser
sacrificados. Que por eso son el balance entre alfa y omega, y a la vez el eslabó n débil entre
ellos.

—Eso no tiene sentido—Harry frunció las cejas—. Mi hermana es beta, y nunca tuvo algú n
impedimento. Y está Ser Liam que es comandante de la guardia real…

—Entiendo tu punto, mis padres son betas—Barbara parecía turbada, como si estuviera
contando eso por primera vez—. Pero ellos insisten que por algo… Los hombres betas no
pueden marcar una omega, ni pueden concebir de un alfa. Tampoco pueden recibir marcas.
Una mujer beta jamá s tendrá un lazo con su alfa u omega…

—¿Creen que la ausencia del vínculo es motivo suficiente para matarlos?

—Eso parece.

—Es… es inhumano.

—No quise quedarme a escuchar có mo son los rituales. Volví dentro para abrazar a Jacob y
le pedí a Niall que no me contara.

Y lo entendía, Harry tampoco quisiera saberlo. El só lo hecho de imaginarlo lo perseguiría


por noches enteras, y ya tenía suficiente de las pesadillas. Pero pensó en Louis, en su
esposo que ya le había comentado una vez estar harto de la guerra y del conflicto. De tener
que combatir y arrebatar vidas, de ver inocentes morir y hogares reducidos a cenizas.
Lamentó que tuviera que salir de nuevo a defender su reino por el capricho de alguien má s.
Que pusiera en riesgo su vida y cordura.
Respiró profundo, y se preguntó si tendría que pasar la noche solo, abrazando la capa de
Louis en busca de su olor para hallar algo de paz. La desesperació n lo consumiría de ser así.

Tras largos minutos que se hicieron una hora, se mantuvieron charlando en voz baja y
bebieron algo de té. Harry se negó a llevar al bebé a su cuna, porque cargarlo en sus brazos
lo mantenía tranquilo, y Barbara no tuvo problema con eso.

Cuando el cansancio estaba haciendo mella en los tres, volviendo sus parpados pesados así
como sus cuerpos, ocurrió . El lazo alertó tanto a Barbara como a Harry, ambos sintiendo en
el pecho la cercanía de sus alfas. Y Harry juró que podría ponerse a llorar en ese momento.
Enseguida le siguió el ruido de los caballos y las puertas de pesada madera abriéndose.

Movido por la emoció n, Harry se levantó de la alfombra y procuró no despertar a Jacob,


para así entregá rselo a su madre, que lo abrazó contra su pecho.

Luego corrió hasta la entrada del saló n, sintiendo los pasos de Ashton detrá s de él. Empujó
la puerta y salió sin importarle que no estuviera apropiadamente abrigado y sus botas se
hundían en la espesa nieve a cada paso agitado que daba. Veía a soldados guiar caballos,
otros llevando heridos en camillas de madera. Entre los caídos buscaba a su alfa, con el
corazó n latiéndole acelerado. No encontraba voz para hacer preguntas.

Encontró a Luke con la mitad del rostro rojo por rastros de sangre y el uniforme roto a la
altura del hombro, donde otra herida oscurecía las telas. Desde la espalda, Harry escuchó el
jadeo de Ashton y el ruido que hizo cuando corrió hasta el guardia rubio. Hizo un ademá n
de abrazarlo, pero se detuvo y observó sus heridas. Luke se encogió de un hombro, con una
mueca de dolor, y negó suavemente a la preocupació n de Ashton, pero este lo tomó del
brazo bueno y lo arrastró hasta donde agrupaban a los heridos.

El lazo seguía tirante, tratando de indicarle a Harry dó nde se encontraba Louis, pero no lo
hallaba entre la multitud de personas, dio vueltas mientras el frío calaba en él, hasta que
una mano tiró de sus ropas y lo detuvo. Nervioso, se sacudió aquella mano de encima y se
dio la vuelta, pero só lo era Ser Liam. Con el rostro en una expresió n cansada y el uniforme
salpicado de sangre.

—Deténgase, alteza—jadeó , apoyando las manos en las rodillas. Al parecer corrió para
alcanzarlo—. El príncipe Louis lleva minutos buscá ndolo. Está en la entrada del castillo y
créame, está agotado pero demolerá piedra por piedra el sitio sino lo encuentra.

Asintiendo torpemente, Harry ubicó la entrada del castillo corrió hasta allá , el aliento
escapá ndose en nubes de sus labios. Traspasó las puertas, y allí lo vio. Su Louis, cubierto de
ceniza y hollín. La manga de su chaqueta estaba rasgada y mostraba un corte limpio en la
piel. Sintió las lá grimas de alivio acumularse y dio largas zancadas hacia él.
Louis pareció respirar una vez vio a Harry, se inclinó un poco y abrió los brazos para
recibirlo. Lo atrapó , alzá ndolo de las caderas, de manera que el omega envolvió su cintura
con las piernas, y sus hombros con los brazos. Lo estrechó fuerte, sintiendo su suave y
limpio olor que le llenó los pulmones.

—Vine por ti y no estabas—jadeó el alfa, sosteniéndolo fuerte de los muslos.

Harry estudió cada centímetro de su rostro, donde la suciedad ensombrecía sus bonitos y
elegantes rasgos, pero el brillo azul de sus ojos seguía allí.

—Bésame—ordenó el menor, enredando los dedos en el cabello de Louis—, mi príncipe.


Só lo bésame.

El calor volvió a su cuerpo en aliento de ambos se fundió entre sus labios.

Harry no permitió que ningú n sirviente entrara a la habitació n del bañ o. Llevó a Louis por
las escaleras el mismo, le indicó que lo esperara sentado en la cama y supervisó que
llenaran la bañ era con agua caliente. Escogió los aceites y jabones necesarios hasta dejarlo
todo ordenado.

Se arrodilló frente a Louis, entre sus piernas, y sin decir palabra le quitó las botas,
manchadas de negro y rojo. Las tiró cerca de la chimenea y siguió con la capa, desató el
broche del cuello e hizo de la prenda un bulto arrugado a los pies de la cama. Luego siguió
con los guantes de cuero, que retiró con cuidado y dejó caer junto a la capa. Sostuvo las
á speras manos del alfa entre las suyas, vio las marcas rojas por sostener la espada y sintió
la tensió n de estas. Cerró los ojos, y besó los lastimados nudillos una y otra vez, hasta que
las lá grimas resbalaron por el puente de su nariz y mojaron la piel del alfa.

—Harry…—murmuró , acariciando suavemente los dedos del menor, y luego sus mejillas—.
Estoy bien. Mírame, volví a ti.

—¿Tienes la mínima idea de toda la angustia que sentí?—alzó sus orbes verdes,
empañ ados por las lá grimas—. A veces el lazo me abrumaba, oprimiendo mi pecho por
todo lo que pasaba, y de la nada se cortaba… Creía, creía…

—Shh, calla—dijo suavecito, y lo tomó de los hombros para alzarlo un poco y un par de
besos en sus mejillas. Harry se levantó en un movimiento tembloroso y pasó los dedos por
el cabello de su alfa—. Estaba realmente lejos, y no quería enviarte miedo.

—Só lo quería saber que te encontrabas bien—negó , porque detestaba que Louis tuviera
má s control sobre el vínculo entre ambos, que pudiera decidir qué transmitirle en
ocasiones. Se deshizo de la chaqueta y la camisa, y examinó los hombros y el pecho del alfa
en busca de heridas, pero só lo tenía una contusió n sobre las rodillas del lado derecho.
—Me derribaron—siguió la mirada de Harry—, caí del caballo, pero pudo ser peor.

—¿Só lo tienes eso y la herida en el brazo?—preguntó , pasando los dedos por la piel
amoratada, con cierto alivio.

—Sí.

—Cuando vi a Luke cubierto de sangre, y los demá s heridos en las camillas—dejó las
manos sobre el pecho del príncipe—. Pensé lo peor.

—Luke interceptó un ataque que iba hacía mí. Se llevó la peor parte, y a mí só lo me tocaron
el brazo con el filo de una espada—bufó .

—Te dije—rió Harry, por primera vez en el día—, te dije que él era necesario aquí.

Louis estrechó los ojos, pero la comisura de su labio se curvó un poco.

—Confío a ciegas en mis guardias. No es la primera vez que uno me salva—aceptó —, aú n si


alguna vez me fallan, sé que todo el esfuerzo que me dieron fue suficiente.

Incliná ndose de nuevo, el rizado desabrochó los pantalones de su esposo y tiró del borde
de estos.

—Ponte de pie, Lou—pidió en voz baja, la orden siendo atendida al momento—. Voy a
darte un bañ o y meterte a la cama.

Con apenas un leve rubor, bajó los pantalones del alfa por sus muslos, y luego retrocedió un
poco, sin contenerse en mirar a ese hombre de pie frente a él, desnudo. Le ofreció su mano
y el alfa la tomó para que lo guiara hasta el bañ o.

—También está s cansado, ve a la cama o baja a comer algo, gatito—sugirió el alfa cuando
entró al agua, que estaba algo má s que tibia, pero su cuerpo recibió el estímulo con
agradecimiento. Hizo una mueca entre el dolor y la satisfacció n por el cansancio que se
hacía presente en cada uno de sus mú sculos.

—Soy tu esposo, mi deber es cuidarte y encargarme de ti—tomó un balde con terquedad y


comenzó a humedecer y lavar el cabello del alfa, para quitar cualquier rastro de suciedad
del exterior. Masajeó su cuero cabelludo con paciencia hasta que lo sintió relajarse contra
el borde de la bañ era y simplemente aceptar sus atenciones.

—Sinceramente, no quería traerte a este conflicto—murmuró Louis, con los ojos cerrados.
—Lo sé—Harry enjuagó su cabello hasta que retiró todo el jabó n, y tomó un trapo limpio
para humedecerlo con los aceites y fragancias, y limpiar el cuerpo del alfa con suaves
movimientos—. Pero soy tu esposo—repitió —, y mi sitio es a tu lado.

Por el resto del bañ o, repartió mimos por la anatomía del príncipe, buscando eliminar todo
el rastro de lucha y hostilidad que seguramente recibió . Vio complacido el cuerpo ajeno
relajarse bajo su toque, sin má s que un suave gruñ ido de complacencia desde el fondo del
pecho. Cuando sintió que el agua comenzó a enfriarse, buscó la acolchada bata oscura del
príncipe y lo despertó con tenues besos en la barbilla.

—A la cama—le avisó .

En la habitació n le entregó una bata de dormir, pero de una tela má s gruesa. Le secó el
cabello y luego se apresuró a desnudarse y colocarse encima su camisó n de siempre. Apagó
todas las velas y avivó las llamas de la fogata antes de meterse en la cama y dejar que su
alfa recostara la cabeza en su hombro, lo abrazara y frotara el rostro contra su cuello.

—¿Eran muchos?—preguntó con cierto temor.

—No—contestó , a medio camino del sueñ o—. Pero Niall cree que son muchísimos má s.
Que só lo nos estaban midiendo.

—¿Tú qué crees?

—Comparto su pensamiento.

—Dioses…

—Mañ ana… vamos a salir de nuevo—el cuerpo de Harry se tensó , y Louis le frotó la cintura
con gentileza—. La misió n es reducir los grupos entre las aldeas, forzarlos a concentrarse
en un mismo sitio, hasta que sean pocos y Niall se pueda encargar por su cuenta.

—¿Y luego nos vamos?—quería una respuesta antes de que se quedara dormido.

—Sí, amor—prometió —. Una expedició n má s y será la ú ltima.

—Bien—respiró tranquilo, y abrazó con cariñ o al hombre sobre él, besando sus cabellos—.
¿Lou?

El príncipe emitió un quejido.

—¿Mmh?

—Jamá s volveré a quejarme de que me folles hasta el amanecer…


Recibió una nalgada, una risa que vibró sobre su piel, y un beso en el cuello.

—¡Ay!

—Mejor duérmete, gatito grosero.

Pero Harry tardó horas en sucumbir ante el cansancio. Apreció cada minuto del calor de
Louis, su rítmica respiració n y fuerte olor. Lo necesitaba tanto, que no sabría có mo respirar
el día que ya no lo tuviera.

Soñ ó con nieve, con el frío cortá ndole la piel y el dolor expandiéndose por todo su cuerpo. Y
en todo ese gélido escenario, la ú nica fuente de calor era la sangre que manaba de sus
heridas. El blanco, se teñ ía de escarlata.

Despertó cuando sintió una corriente de frío en el pecho, y su mente asustada só lo procesó
eso como la ausencia de Louis. Así que alzó los pá rpados y lo buscó desorientado en la
oscuridad, dando manotazos en la cama.

—¡Tienes la mano pesada!—quejó una somnolienta voz, que le sostuvo la muñ eca luego de
que Harry le pegara en un hombro.

—Perdó n, creí que-…—intentó decir en medio de su agitació n, y ubicó el rostro del alfa
entre sus manos, acariciando las mejillas cubiertas por vello.

—Estoy aquí—lo tranquilizó , y lo empujó sin fuerza de los hombros para que se recostara
de nuevo en la cama. Le besó la frente, y luego la punta de la nariz.

—¿Cuá nto falta para que te marches?

—Aú n no amanece—respondió tras un momento de silencio. Le besó los labios—, ¿por qué
no duermes de nuevo?

Negó , sus rizos volando sobre la almohada.

—Dormiré en el viaje de regreso—sentenció —. Quiero que me reclames antes de irte.


Ahora, para que recuerdes quién te espera aquí para volver a nuestro hogar.

—Esta no es una despedida—frunció las cejas.

—No lo es—concordó , deslizando las manos por la espalda de su alfa—, pero quiero darte
una motivació n.

—Tú me motivas a volver, Harry.


—Pero me gustaría darte algo má s, no só lo un esposo que te espera en la puerta, sino una
familia.

—La impaciencia está haciendo lo suyo en esta mente, ¿no? —le dejó un beso en la sien—.
Todo a su tiempo, ya seremos bendecidos con una familia, eso só lo lo pueden decidir los
dioses.

—Barbara me dejó dormir al pequeñ o Jacob, y fue inevitable que pensara lo bonito que
sería sostener un hijo tuyo—confesó , dejando ir un suspiro cuando Louis se acomodó sobre
él y acarició sus muslos desnudos, subiendo el borde del camisó n.

—Cada que anudo en tu interior pienso, “Dioses, si nos dan un bebé, que tenga sus ojos
como la primavera”—frotó la pelvis contra la de Harry, las erecciones de ambos
formá ndose con cada roce que enviaba chispas hacia sus nervios.

—Pero que tenga la sonrisa encantadora de su padre—añ adió Harry, conmovido por la
confesió n de su alfa. Enredó las piernas en la cadera del mayor y alzó la barbilla para pedir
un beso que fue recibido al acto.

Se besaron lentamente, degustando uno el sabor del otro, sus labios chocando así como sus
lenguas, mientras la erecció n de Louis ya bastante despierta, simulaba estocadas contra la
cadera del omega. Harry le desató el cinto de la bata de dormir, coló las manos debajo de la
prenda y se dedicó a adorar el cuerpo sobre él, como si de alguna forma quisiera darle un
manto protector contra todo lo que estaba por soportar una vez volviera a salir del castillo.
Sintió que mojaba el camisó n, goteando poco a poco, y el gruñ ido del alfa cuando percibió
ese olor. Harry apoyó los pies en la cama, separó un poco má s las piernas y elevó la cadera.
No quería que Louis perdiera el tiempo prepará ndolo, quería sentirlo en total plenitud. Así
que clavó las uñ as en las caderas del alfa, atrayéndolo hacia él mientras éste comprendía
sus intenciones y alineaba el pene sobre su entrada. Bastó un movimiento para que entrara
en él y se fundiera hasta que estaban completamente unidos. Harry arqueó la espalda y
gimió entre el placer y la ligera molestia de sus entrañ as siendo estiradas abruptamente.
Pero sus mú sculos lo recibieron con gozo, apretando a Louis a su alrededor, animá ndolo a
moverse en profundas embestidas que hundían el cuerpo de Harry contra la cama. Louis lo
sostenía fuerte de la cintura, succionaba sus labios sin piedad y repartía mordidas por su
cuello. Jadeaban, pero entre besos contenían sus gemidos al estar advertidos que no se
encontraban en su hogar, que estaban en las habitaciones de invitados y podrían
escucharlos, siendo que a esa hora el castillo estaba tan silencioso. Harry se corrió cuando
su pró stata fue golpeada con demasiada insistencia y soltó un grito mientras salpicaba el
estó mago del alfa. Y este empujó con má s velocidad, forzando los mú sculos del omega a
contraerse alrededor del nudo que se formaba. Se hundió con una fuerte estocada y
escuchó a Harry emitir un quejido cuando quedó atrapado en su interior y el orgasmo
liberó todo su semen a las paredes del omega. Con los temblores del clímax sacudiéndole el
cuerpo, Louis dejó que Harry lo abrazara fuerte contra su agitado pecho.

—Juro que volveré—la voz se escuchaba má s ligera, jadeante, pero clara—. Cree en mí.
Harry apoyó la cabeza en la almohada, mareado entre la sensació n de estar lleno y
anudado.

—Lo hago…—jadeó , estirando el cuello para recibir los besos sobre su marca—, má s que a
nada.

Por la mañ ana se vistió de azul claro y gris. Los colores de sus ropas representaban su
estado de á nimo. Harry no estaba nada contento de tener que ver partir a su alfa una vez
má s. Por si fuera poco, despertó con dolor en la espalda y un incó modo escalofrío en la piel.
Lo ú ltimo que necesitaba era enfermarse. Si bien ya no era en las mismas circunstancias de
la madrugada pasada, igual tenía cierta inquietud en el pecho que no le permitía devolverle
las sonrisas. Lo miraba en el patio principal del castillo, donde terminaba de trazar una
estrategia con Ser Liam y Lord Horan. Los tres hombres parecían muy convencidos de sí
mismos, seguros de que esa sería la ú ltima de las molestias que los paganos darían en un
buen tiempo. Miró alrededor, notando que en realidad todos estaban muy esperanzados.
Casi era un insulto que él se sintiera así, tan ansioso.

Le sonrió a Barbara cuando pasó a su lado con el pequeñ o Jacob en brazos, y Niall salió de
su burbuja de líder para inclinarse y hacerle caras a su hijo, buscando hacerlo reír. Ser Liam
se agachó en la nieve, también hablá ndole al pequeñ o heredero que se retorcía en risas por
las atenciones de ambos hombres. Louis miró la escena con una pequeñ a sonrisa, y luego se
reunió con Harry.

—Estaré aquí por la tarde.

—Bien—lo abrazó brevemente—. Tendré una gran cena para ti esperando.

—Quiero que tengas esto—le tendió una pequeñ a daga enfundada—. Liam dice que aú n no
está s listo para llevar una espada contigo, pero puedes cargar esto, ya que sabes lo bá sico.

—Un lapislá zuli—observó , detallando la piedra en la empuñ adura de la oscura daga—.


Gracias, la tendré siempre en mi cinto.

—Ú sala cuando sea necesario—le acarició la mejilla—. Aunque espero que eso no suceda.

Harry miró má s allá del príncipe.

—Luke ya trae a tu caballo—el rubio por obvias razones no podría acompañ arlos. Sus
heridas tardarían má s días en sanar, y Louis no deseaba arriesgar la vida del valiente
muchacho—. Que la bendició n de los dioses esté contigo, mi príncipe—tomó una de las
manos del alfa, y besó el dorso por encima del guante.
—Los dioses me guiará n devuelta a ti.

Ashton traía a dos caballos, detrá s de Luke. Para tener algo que hacer mientras esperaba,
Harry decidió que quería terminar de aprender a montar un caballo, y practicaría con
Ashton y Luke. Fue hasta los mencionados y colocó el pie derecho en el estribo de la silla de
montar para impulsarse y subirse al lomo del caballo. Acarició la crin pá lida de la bestia.

—Este me gusta—comentó , tomando las riendas.

Ashton subió en una yegua de pelaje moteado y Luke se mantuvo entre ambos animales.

—¿Aprenderá s a montar, amor?—preguntó Louis con unas sonrisa pícara, sin importarle
que Luke disimulaba la risa y Ashton estaba avergonzado, porque no quería que el joven
guardia se riera y el príncipe lo castigara por su insolencia.

—Sí—contestó Harry, ajeno al chiste del que claramente no formaba parte—. Así paso el
tiempo sin estar pensando demasiado.

—Evaluaré qué tan bien lo haces cuando vuelva—sentenció el alfa, dedicá ndole un guiñ o
antes de batir las riendas e iniciar un trote hacia la puerta por la que todos salían.

Cuando Luke no aguantó soltar una carcajada, Ashton le pegó en la espalda con la punta de
la bota.

Estuvieron quince minutos aproximados practicando có mo caminar con el caballo, la forma


correcta de sostener las riendas y có mo moverse al ritmo del animal. Para cuando lograron
hacerlo trotar y alzar el cuerpo cuando era necesario, Luke decidió que podían ir a la
entrada de la aldea. Barbara también quería acompañ arlos. Pero les pidió que se
adelantaran, pues revisaría que Jacob estuviera dormido antes de ir por su yegua. Salieron
por las puertas de madera bajo la intensa mirada de los guardias en las atalayas y otros dos
que los seguían. Y Luke los seguía a pie, pues el movimiento de la cabalgada le sentía en la
herida del hombro.

Pasaron un rato entretenido, incluso cabalgaron por el camino principal de la aldea sin
problemas. Al final Barbara no se unió a ellos, pero no tardarían en regresar. Cuando
pararon para dejar a los caballos tomar agua en la plaza, escucharon un zumbido extrañ o, y
el primer grito llegó primero que la explosió n. Con un estruendo, el templo de la plaza
comenzó a arder en llamas, causando una ola de pá nico en todos los aldeanos alrededor
que corrían en todas direcciones. Entre la turbació n, no lograron controlar a los caballos.
Ashton saltó del caballo, y Harry lo imitó . Luke los ubicó y tomó a ambos de sus capas para
guiarlos entre la multitud a una salida de la plaza, pero justo cuando creían que saldrían del
caos, un jinete los esperaba al otro lado, encapuchado y con dos largas espadas a la espalda.
Pero era una ballesta la que tenía en las manos. Desde el caballo, disparó dos flechas a Luke
que lo derribaron mientras la sangre manaba por su ropa.
—¡Luke!

—¡Rá pido, coloca algo en la herida!

El oscuro jinete se bajó del caballo y a largas zancadas tomó a Ashtó n del cabello,
alejá ndolo del alfa caído. Lo sostuvo con brusquedad y luego impactó su cabeza contra el
pavimento hasta dejarlo inconsciente o peor.

Alarmado, Harry sacó su daga e intentó clavarla en el costado del jinete encapuchado, pero
este le dobló el brazo en un doloroso á ngulo que lo hizo gritar, y usó el brazo libre para
rodearle el cuello y presionar. Cada vez má s fuerte hasta que Harry no podía respirar y su
visió n se tornaba borrosa.

—No eres lady Palvin—siseó el desconocido, alzando a Harry de sus pies—. Eres un
señ uelo mucho mejor.

Antes de desmayarse, vio a sus dos amigos inertes en el piso, el caos a su alrededor, y
escuchó la risa triunfal del hombre que lo ahogaba.

•○•

:)

Shit just got real.

Nos vemos en el próximo capítulo.

¿Dedicaciones?
15-. Fe

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FE

Los profetas predican que los Dioses están necesitando alabanza. Las luces están llegando
para mostrarme mi camino. Las serpientes están cantando una canción que busca decir: Todo
lo que necesitamos es fe. La fe es todo lo que necesitamos.

El maniaco mesías, la destrucción es su juego. Un hermoso mentiroso, el amor para él es dolor.


Los templos ahora están ardiendo, nuestra fe cortada en llamas. Necesito una nueva
dirección, porque he perdido mi camino.

Estaban en una de las aldeas má s remotas al castillo, necesitaba de dos horas de cabalgata
para llegar hasta allí. Pero si acababan con el foco de paganos en esa zona y forzaban al
resto a huir a la espesura del bosque oscuro, entonces ya no serían una amenaza para las
poblaciones. Esperaba concluir con ese plan ese día, antes que se pusiera el sol y fuese
demasiado peligroso viajar. No só lo necesitaba regresar a Aurea porque su lugar estaba allí,
sino porque quería que su omega estuviera en un sitio seguro. Ademá s, no permitiría que
un montó n de faná ticos hicieran tambalear la estabilidad que tanto se merecía su reino.

Todo iba como era planeado, a cada pagano se le daba la opció n de rendirse y normalmente
los que no estaban muy seguros de alabar a esa oscura deidad, pedían misericordia una vez
eran desarmados. Pero los hostiles, aquellos que hasta el ú ltimo aliento proclamaban que
acabarían en cuestió n de días con la corona, eran ejecutados como muestra de lo que
ocurría cuando se alteraba el orden a base de crímenes de sangre.

Louis no era un ser sanguinario, pero sí un excelente guerrero, y cuando se trataba de


proteger lo que amaba no le temblaba el pulso para usar la espada. Por eso tenía una fama
tan manchada entre sus enemigos. Porque si tenía que ensuciarse las manos por una causa
justa o porque se agotaban las opciones, lo hacía.

En el lindero del bosque, donde forzaban a los paganos a huir, esquivó el hacha de un
hombre corpulento, mucho má s grande que él y que vestía con la piel de un oso. Pero
empleaba tanta fuerza en sus ataques, que inevitablemente resultaba lento. Al contrario de
Louis, que se movía con ligereza y sincronizació n. Pateó la rodilla del hombre para
desestabilizarlo y sostuvo el mango de la espada con fuerza para lanzar un mandoble que
cortó un tajo de la muñ eca que sostenía el hacha. Ignoró las maldiciones de su contrincante,
y lo tacleó contra un á rbol, dirigiendo la punta de la espada a su abdomen para apuñ alarlo.
Empujó la empuñ adura ayudá ndose de la palma libre, hasta que todo el filo había
traspasado al pagano.

Jadeó , sintiendo los mú sculos ardiendo y viendo como el vaho que soltaba el hombre con
sus errá ticas y agó nicas respiraciones iba desapareciendo, hasta que no hubo má s.

—Advertí que te rindieras—siseó , tirando el cuerpo a un lado para poder sacar la espada.
La batió en el aire para eliminar la mayoría de los rastros de sangre y miró alrededor para
notar que ya no quedaban objetivos. Sus tropas y las de Niall ya habían barrido la zona.
Liam se acercó a él y le tendió un pañ uelo para que limpiara la espada y luego una
cantimplora de agua.

—Lord Horan cree—miró el cadá ver sobre las raíces del á rbol y avanzó un poco para
alejarse de la escena—, que si en el retorno al castillo tomamos el camino largo para
monitorear las aldeas que defendimos ayer, podremos estar totalmente seguros que él es
capaz de encargarse del asunto desde ahora.

Louis lo escuchó con atenció n mientras bebía del vital líquido, sin notar hasta ese momento
que se moría de sed. Trazó un mapa mental del camino que debían recorrer.
—Estoy de acuerdo—asintió , colocando de nuevo el corcho en la abertura de la
cantimplora y cerrá ndola a presió n—. Suponemos que el lugar má s seguro es la aldea que
antecede a la entrada del castillo.

Liam recuperó la cantimplora y la colgó de su cinturó n. A lo lejos Niall les indicaba a los
soldados có mo tenían que quemar los cadá veres y en qué carreta llevarían a los prisioneros
que aceptaron pagar sus crímenes en las celdas.

—Sí, la esposa de lord Horan suele dar muchos paseos por ese sitio, es estimada por
muchos aldeanos de esa zona—señ aló al rubio que sacudía los brazos en una orden
exasperada—. Me contó que ella estaba muy preocupada por los inocentes en medio de
esto.

—Cualquiera lo estaría. A mí tampoco me agradan las muertes que resultan de los dañ os
colaterales de las situaciones como ésta—concordó el alfa, guardando la espada en su vaina
—. ¿Cuá ntos cayeron bajo tu espada?

Liam frunció las cejas un momento.

—Algo como…¿Treinta y cinco, quizá ?—contestó , con los dedos debajo de la barbilla—. ¿Y
bajo el filo Tomlinson?

Sonrió por la pequeñ a broma, sabiendo que su amigo só lo buscaba animarlo un poco luego
de la lucha. La verdad era que no esperaba tener que combatir realmente con nadie tan
temprano, siendo que la guerra había acabado apenas unos meses atrá s.

—Diría que veinte. No soy tan veloz como la primera espada de Aurea, má s les vale
respetar ahora a los betas—respondió con humildad. Pero la verdad sea dicha, Louis no
contaba el nú mero de vidas que eran cegadas por su espada. A algunos só lo los hería para
sacarlos de su camino cuando lo atacaban, y só lo los dioses podían decir si morían o no
causa de eso, tampoco llevaba un historial de ejecuciones. Ese ú ltimo hombre que mató ,
só lo era un recuerdo má s que pretendía enterrar cuando volviera y lo recibieran los cá lidos
brazos de su omega—. Sabes que me vuelvo má s instinto que pensamiento cuando estoy en
esas situaciones…

—¡Já ! La verdad es que soy un experto en decir cuando hemos perdido al heredero
Tomlinson en la conversació n…—Liam dejó de hablar lentamente cuando notó que los
pasos de Louis se detenían. Miró a su amigo sostenerse el brazo con una mueca de molestia,
y luego como su cuerpo se tensaba—. Louis… ¿Qué sucede? ¡Louis!

Pero el alfa no podía contestarle. Su cara fue cambiando a una tonalidad rojiza, sus ojos
humedeciéndose y su cuerpo se sacudió hasta caer de rodillas. Liam enseguida estuvo a su
lado, buscando desesperadamente qué desencadenaba esa reacció n en el alfa. Louis tosía y
hacía alarmantes esfuerzos por respirar. Doblado sobre el estó mago, se presionaba las
manos por la garganta como si algo lo asfixiara. Intentaba sacá rselo de encima con los
dedos curvados y haciéndose dañ o en la piel.

—¡Liam!—Niall corría hacia ellos con otro par de soldados que, con las manos en los
mangos de las espadas, buscaban al posible hostil que había herido al príncipe—. ¿Está
herido? ¡¿Sufre de asma o algo así?!

El caballero frunció las cejas y negó , mientras sostenía al tembloroso alfa que seguía
intentando respirar. Lo conocía a la perfecció n, y no sufría de enfermedades respiratorias.
Era algo má s. Buscando ayudarlo mientras los demá s traían al fisió logo que viajó con ellos,
le dio palmadas en la espalda y evitaba que se lastimara demasiado fuerte el cuello.

Niall daba vueltas alrededor de ellos y le gritaba a los soldados que se movieran en traer la
ayuda, estaba tan alarmado por no poder hacer algo, que Liam creyó que se arrancaría los
mechones rubios en ese preciso momento.

Pero en una ú ltima sacudida que desembocó en un jadeo, Louis comenzó a respirar
agitadamente. Tosió mientras Liam lo levantaba, observá ndolo con ojo clínico, mientras se
sostenía el pecho. Tenía las venas del cuello salteadas, con la marca de sus dedos en surcos
rojos y los ojos cristalinos.

—Harry—balbuceó , tomando una ú ltima bocanada de aire antes de sacarse las manos de
Liam de encima y empujar a Niall para que se saliera del camino.

—Harry no está aquí, Louis. Lo dejaste en el castillo—a largas zancadas, Niall intentó
tomarlo del hombro, pero Louis se sacudió de él con un movimiento brusco mientras
seguía avanzando por la nieve—. ¡Louis!

—¡Traigan a mi caballo—ordenó a voz de grito el príncipe, y su tono fue tan fuerte, que
incluso los soldados temblaron ante el mandato alfa y se movieron. Un muchacho moreno
le entregó las riendas de su purasangre.

—¡Espera, Louis!—el rubio insistía, viendo có mo era ignorado y que Louis estaba
ajustando la silla y subiéndose al caballo—. ¿Fue el lazo? ¿Sentiste algo?

—¡Maldita sea, deja de preguntar!—vociferó al otro alfa, con sus ojos azules destilando una
furia animal—. Deberías moverte, porque todo esto fue un error.

El semblante de Niall poco a poco se desencajó , sus mejillas perdiendo el color que el frío
les daba. Poco a poco cayó en la comprensió n que, si una parte de los paganos se
encontraba luchando allí con ellos, la otra mitad que pretendían agrupar y acorralar debía
estar en otro sitio. Entendió entonces que había un punto ciego en toda su estrategia de
logística militar. Porque los sobrevivientes del ataque del día anterior jamá s se marcharon,
só lo permanecieron en las sombras. Pensó en su pequeñ o hijo, en su esposa y todas las
personas que estaban bajo su responsabilidad como señ or en ese castillo.
Como una terrible confirmació n, una punzada de alarma se alojó en su pecho, el lazo con
Barbara indicá ndole que las cosas no estaban bien.

Liam también trajo a su caballo y se preparó con prisas.

—Pasó algo en el castillo—comprendió el cabalero beta—. Mejor marchemos de una vez,


nosotros a caballo y que los carruajes nos alcancen luego.

Louis se frotó la garganta adolorida, cerrando los ojos un momento, buscando que el lazo le
dijera algo má s que la angustia desesperante que sintió . Si eso era algo que le estaba
pasando a Harry…

—Nos tendieron una trampa—dijo entre dientes—. Juro que si Harry no está a salvo en su
habitació n…

Y la maldició n no se terminó de escuchar, pues hizo sonar las riendas del caballo y lo hizo
andar. Escuchó que Liam lo seguía, y recordó que no podía hacer que el caballo corriera a
un ritmo tan acelerado o se fatigaría a menos de la mitad del camino. Así que de mala gana
adaptó el galope a una velocidad que no reventaría al caballo.

Pero su sangre bullía por todo su cuerpo, haciendo que su piel picara. La furia se
arremolinaba en su estó mago y en su mente no dejaba de imaginar escenarios en que su
esposo era sometido por esos viles hombres. É l sintió que se estaba ahogando, que una
fuerza abrumadora le comprimía el cuello impidiendo que el aire pasara por ahí; que los
pulmones le ardieran en desesperados intentos por respirar que eran vanos. Sufrió el
maltrato sobre la piel, el có mo se magullaba por el brusco agarre. Casi se desmaya, casi los
bordes de su visió n se lo traga todo.

Su alfa rugía, desesperado en su pecho, por poner sus garras sobre el mal nacido que se
atrevió a ponerle una mano encima al motivo de su adoració n.

Que los dioses se apiadaran si Harry no estaba en ese maldito castillo.

Tras los altercados de salud que tuvo en el pasado, Harry entendía por encima del resto
que los desmayos se prolongaban por algo má s que minutos, -a menos que te estés
muriendo— le recordaría Gemma de estar con él. Lo cierto era, que desde hacía un
buen rato fingía estar dormido, controlando sus emociones para que su olor no lo delatara
frente a ese estú pido alfa. Ese hombre lo subestimaba tanto, que no se preocupó en atar sus
muñ ecas o pies para impedir que en algú n momento pudiera huir. Estaba apoyado en el
lomo del caballo como un saco de arpillera, su estó mago recibiendo todos los golpes del
galope del caballo. Por si fuera poco, el malestar de esa mañ ana se había incrementado. La
piel le dolía donde le rozaban, como si de una fiebre se tratara y el dolor en la espalda se
iba
concentrando poco a poco en su cadera. No llevaba su capa, se estaba congelando de frío y
aun así temblaba. Apretó los labios para tragarse un jadeo mientras esperaba. Su plan era
saltar, pero mientras el animal corriera tan rá pido, só lo lograría fracturarse algo. Esperaría,
muy paciente, a que aminorara el paso. Era cuestió n de tiempo, el caballo no podía correr
por siempre.

Y ocurrió , el alfa tensó las cuerdas, que mantenía sobre la espalda de Harry, y la carrera se
convirtió en un pausado trote. Debían estar lejos de la aldea como para que decidiera andar
má s calmado. Ellos querían a Barbara, razonó , para extorsionar al lord del castillo y salirse
con la suya. Pero ella no los acompañ ó a la salida. Que lo reconocieran y que ademá s
supieran de sus planes esa mañ ana significaba una cosa, demasiado escalofriante y que
rezaba porque fuese mentira: Unos de los paganos estaba infiltrado en el castillo.

Pero Harry no les daría el gusto de manipular a su príncipe. Lo sentía furioso y confundido,
presa del pá nico; y le dolía que estaba arriesgando su vida y podía estar distraído por su
culpa.

Así que tomó aire lentamente para no alertar al alfa que lo retenía, y se movió con rapidez.
Apoyó las manos con fuerza en los costados del caballo para impulsarse hacia adelante y
propinó patadas a ciegas para que no pudiera detenerlo de las piernas.

Cayó a la nieve, esta amortiguando la mayor parte del golpe, pero su espalda se dobló en un
á ngulo que lo dejó algunos segundos jadeando de dolor. Sin embargo no perdería tiempo,
no lo tenía. Se levantó a trompicones y comenzó a correr con todas sus fuerzas en la
direcció n contraria a la que iba el jinete, sin mirar atrá s y sin detenerse por la forma en que
el aire frío cortaba la piel expuesta de su cuello y rostro.

Se negaba ser a ser una víctima de nuevo, y menos si con eso pondría en riesgo a Louis.

Estaba perdiendo el aliento y el cuerpo le dolía, escuchaba el relinchar del caballo a su


espalda y forzó a sus piernas a ir má s rá pido. Só lo veía techos muy, muy lejos y nieve por
todas partes. No tenía idea de a dó nde ir, pero lo que era seguro era que no pararía de
correr. El corazó n le latía deprisa y deseó tener su espada de entrenamiento, con la que
podría al menos aguantar golpes y con mucha suerte, huir del alfa para que le diera tiempo
de correr hasta un poblado que estuviera dispuesto a ayudarlo una vez supieran de quién
se trataba.

Un duro golpe tronó en su espalda y le hizo caer. El rígido material de la ballesta dejó su
piel punzando y lo envió de bruces a la nieve con un grito que no se pudo aguantar.
Escuchando las botas acercá ndose a él, comenzó a arrastrarse y luego gatear para intentar
huir mientras se levantaba. El frío le entumecía los mú sculos.

—Quédate quieto, pequeñ a mierda—ordenó el alfa, y Harry se resistió con un quejido de su


voz de mando, sin dejar de moverse, por lo que se ganó un duro golpe en las costillas que le
dio la vuelta—. ¡¿No escuchas?!
Haciendo un mohín por la respuesta que quería dar su cuerpo a ese tono, tembló y miró
desafiante al encapuchado, que tenía un pañ uelo que le cubría la mitad de la cara, y logró
apoyarse en las rodillas para levantarse.

—Que te den.

—Insolente.

El puñ o del hombre impactó tan fuerte en su mandíbula, que perdió el equilibrio y por un
momento no vio má s que puntos negros. Cayó sobre las manos y mientras el dolor latía en
la zona golpeada un largo hilillo de sangre brotó de sus labios a la nieve. Observó el tono
escarlata apropiá ndose de los copos blancos, recordó la pesadilla que tuvo y luego otro
golpe en la nuca lo dejó fuera de combate.

Luke respiraba de forma desordenada y su piel estaba perlada de sudor. Pá lido y con
marcadas ojeras por la pérdida de sangre, el rubio parecía má s un habitante del otro
mundo, menos de los vivos. Aguantaba en silencio mientras una de las muchachas
aprendices del fisió logo del castillo le cosía la herida en el hombro, que fue reabierta por
una de las flechas. La segunda flecha, para su fortuna, chocó contra una costilla por encima
de la cintura y evitó que pudiera perforarle algú n ó rgano vital. Pero todo el dañ o que
cargaba su cuerpo estaba muy debajo de sus prioridades. Ashton se hallaba inconsciente en
una de las camillas con un fuerte golpe en la cabeza que tenía preocupados a los aprendices
del fisió logo, el príncipe consorte estaba desaparecido y por si fuera poco un templo estalló
en sus narices dejando algunos muertos y muchas personas heridas.

Dejó de apretar los dientes cuando sus heridas recibieron el ungü ento tranquilizante y
luego fueron vendadas. Con un pañ uelo le limpiaron los restos de sangre de la piel. Ver
sangre jamá s le afectó , ni la propia, la de los demá s o sus enemigos, pero desde que vio a
Ashton con el rostro lleno de restos carmesí, no ha dejado de sentir nauseas.

A duras penas logró colocarse la camisa encima, y la misma chica que lo atendió le
acomodó una manta encima para que se protegiera del frío, só lo entonces fue a la camilla
donde estaba Ashton, y le tomó la mano. La impotencia era un cruel residente en su pecho,
porque después de todo no pudo cuidarlo como prometió que lo haría. Y el cielo sabía, que
ese pobre muchacho no merecía má s desgracias.

É l estuvo en el barco cuando los encontraron, vio como el omega se desesperaba por el
príncipe consorte y entre su llanto le explicaba lo mejor que podía al fisió logo y al príncipe
las cosas que ocurrieron en la embarcació n que los transportaba. El có mo él había sido
poco má s que un esclavo, pero tomó la decisió n de ayudar a su lord a salir de ese infierno
que no se merecía. Y mientras lo escuchaba, Luke se preguntaba si Ashton entendía que él
tampoco se merecía nada de la vida que le tocó llevar hasta ese momento.
—É l va a estar bien—Barbara llegó al otro lado de la camilla, y acomodó las frazadas sobre
el cuerpo de Ashton.

—Mi lady—hizo ademá n de levantarse para rendirle una inclinació n, pero ella lo frenó con
un gesto para que se quedara sentado—. ¿Có mo lo sabe?

—Mientras te atendían despertó —Luke cerró los ojos y un gran peso se liberó de su
espalda—. Estaba con dolor, desorientado y muy preocupado por todo lo que pasó —ella
también tenía una expresió n contrariada—. Pero logró decirnos qué pasó , y…

La tensa calma de la enfermería se vulneró cuando Louis entró , seguido muy de cerca por
Liam y Niall. Todos parecieron ponerse alerta por el peligroso olor que emanaba el
príncipe de la península, y su mirada só lo confirmaba lo alterado que se encontraba.
Barbara se levantó , siendo la primera en moverse, y abrazó con alivio a su esposo. Luke
también se puso de pie, y sabiendo que aquello era su culpa se plantó firme, pero con
respeto, delante del príncipe para aceptar lo que considerara necesario como castigo.

La mandíbula de Louis estaba tensa, como el resto de su cuerpo. Ver a los heridos y la
expresió n de su guardia só lo le hacía entender que lo peor había pasado.

—¿Dó nde está mi esposo?—demandó , pero recibió silencio—. ¡¿Dó nde está Harry?!

Liam lo tomó del hombro, y el príncipe tuvo que respirar profundo para no sacá rselo de
encima.

—Majestad, como estaba planeado, fuimos a la aldea que considerá bamos segura para
cabalgar—respondió Luke, con la voz má s firme que pudo—. Todo estaba bien, hasta que el
templo de la plaza explotó de sú bito.

—¿Sembraron explosivos cuando nos fuimos?—preguntó Liam.

—Y en medio del caos, el príncipe consorte bajó del caballo y los tres nos alejamos de las
llamas. Los conduje por la plaza entre la multitud y estaba seguro que íbamos a salir hasta
una de las calles y estar seguros—continuó el joven guardia—. Pero uno de ellos nos
interceptó .

Louis apretó los puñ os tan fuerte que sus nudillos tronaron, y Liam lo sostuvo con má s
firmeza.

—Recibió dos impactos de flecha—intervino Barbara, desde los brazos de Niall—. Uno
sobre la herida en el hombro que volvió a abrirse, y otra cerca de las costillas. Casi se
desangra, y Ashton tiene un severo golpe en la cabeza.
—Desde el principio esto fue una trampa, mierda—Louis se pasó las manos por el cabello.
Si perdonaba a Luke, era porque había salvado su vida; y porque en el fondo má s allá de la
ira, sabía que no era su culpa.

—Antes de desmayarme escuché—Luke frunció el ceñ o, tratando de recordar bien—. Que


ellos querían a lady Palvin, pero que el consorte…

—¿Có mo sabían que Barbara saldría a cabalgar?—intervino Niall—. ¿Có mo reconocieron a


Harry? Cuando ustedes llegaron, bajó del carruaje dentro del castillo. Ningú n aldeano de las
afueras pudo verlo, mucho menos grabarse su cara.

—Tenemos un infiltrado—concluyó Liam, soltando a Louis, y este se movió rá pidamente de


su lugar, saliendo de la enfermería a largas zancadas.

—Al patio principal—ordenó , los guardias y Liam comenzando a seguirlo con algo de
confusió n, pero Niall trotó hasta él pues sabía muy bien lo que haría—. Preparen un má stil,
cuerdas, y un arco con flechas para mí.

Niall miró a sus soldados seriamente.

—El refugiado que aceptamos, ¿Lo recuerdan? Llévenlo a donde el príncipe pide.

—¿Señ or?—cuestionó el soldado.

—Es él. Fuimos engañ ados.

No tardaron en encontrar al hombre que hace unos días juró estar arrepentido de sus
decisiones. Se resistía a los guardias que lo empujaban hasta el patio, lo mantuvieron
contra el má stil y ataron sus manos y tobillos a éste con la cuerda, inmovilizá ndolo. El
hombre, de espesa barba negra y ojos grises, se sacudía de forma inú til para liberarse. No
se molestó en gritar que era inocente y que se trataba de un error. Al parecer, só lo era
capaz de actuar una sola vez. En el patio, só lo los soldados, la guardia de Aurea y el
matrimonio Horan se hallaban presentes observando a Louis tensar un arco a varios
metros del hombre que ahora era un prisionero. Liam se mantenía cerca, algo nervioso,
pues un alfa alterado por la falta de su omega era de cuidado.

—¿Eres parte de los paganos y su plan por secuestrar a alguien del castillo a manera de
extorsió n?—preguntó , con el arco listo—. Responde y esto será rá pido.

—Está n acabados—escupió el pagano con rabia, y el montó n de insultos y maldiciones que


seguían a esa oració n se vio interrumpido por un zumbido que cortó el frío aire. Y luego
só lo había un grito.

El pie del pagano sangraba por el agujero que una flecha hizo en él.
—Me pregunto si estará s vivo y yo tendré respuestas para cuando mi carcaj esté vacío—
Louis, preparó otra flecha, y tensó el arco—. Responde—y ante la falta de respuestas, liberó
otro disparo que tuvo por objetivo el muslo del hombre.

—¡Sí!—gruñ ó por el dolor, retorciéndose mientras sus ropas se manchaban de sangre—.


Pero es demasiado tarde…—otro zumbido, el líquido carmesí desbordá ndose desde el otro
pie—. ¡Maldito bastardo!

—¿Les informaste có mo es mi esposo, o fuiste tú mismo a señ alarles quién era?

El dolor era un agente muy persuasivo en los interrogatorios, cuando una cuarta flecha se
incrustó debajo de la herida en el muslo, el pagano estaba pá lido y con una expresió n
desesperada.

—¡Les informé quién era el niñ o, les dije a mis hermanos que no podría defenderse a la
fuerza!—bramó agó nico—. ¡Era tarea fá cil porque ustedes fueron tan soberbios de dejarlo
salir con un guardia maltrecho!

—Bastardo—siseó Liam por lo bajo.

Louis tomó dos flechas del carcaj, las equilibró en la cuerda del arco y ladeó un poco el
á ngulo, disparando certeramente ambos objetivos a la ingle del pagano. La expresió n del
alfa continuaba estoica mientras veía frente a sí có mo su prisionero lanzaba gritos. Tenía
que apurarse, porque desde ese punto, no tardaría en desangrarse.

—¿Dó nde está tu poderosa deidad?—lo retó , disparando a un hombro, ignorando los gritos
—. Y como veo las cosas, al ú nico que tienes que clamar misericordia es a mí, tu vida está
en mis manos. Y demando la ofrenda de tus respuestas—perforó el otro hombro y notó que
le quedaban cinco flechas—. Colabora, o voy a vaciar este carcaj y pedir otro.

Sollozando, demasiado herido y con la carne punzá ndole por el frío y el filo lastimá ndolo,
asintió .

—Hablaré…

—¿Dó nde buscas a tus superiores?—preguntó Louis, con el arco en descanso en una mano,
lo que animó al hombre a seguir hablando.

—El granero abandonado detrá s de la mina…—balbuceó —. No está n todos, pero me reunía


con algunos maestros allí.

—Bien—Ladeó un poco el cuerpo y miró a Liam—. Trae a mi caballo, otro carcaj y la


gemela de mi espada. Vendrá s conmigo y prepara a treinta hombres para que nos
acompañ en. Que Niall organice el resto y nos alcance—susurró —. Ahora, o marcharé por
mi cuenta.
Ante la mirada gélida del príncipe, Liam asintió y se marchó para cumplir las instrucciones
en tiempo record. Louis estudió las flechas que le quedaban y bajo la horrorizada mirada
del prisionero, y la obediente resignació n del resto de los presentes, las usó una por una.

Perforó los intestinos, apuntó en el arco de las costillas para detener el diafragma con dos
disparos. Vació un ojo con el filo metá lico, y por ú ltimo lo ejecutó , con un certero flechazo
en la garganta.

Tiró el carcaj vació y movió el hombro para liberar la tensió n por usar el arco, antes de
darse la vuelta y prepararse para marchar.

Bañ aría de sangre toda la nieve de Hiems hasta tener a su omega de regreso.

Cuando vio la edificació n en la que se resguardaba la gente de esa enfermiza fe, Harry supo
que quizá moriría de hipotermia antes de que cualquier otra cosa pasara. La edificació n de
piedra desgastada se caía a pedazos y el frío penetraba con muchísima facilidad.

Lo encerraron en una celda, donde sin importar en qué sitio se intentara resguardar, sentía
los huesos helarse. Se abrazaba a sí mismo en busca del mínimo de confort, pero no
funcionaba. Sin su capa y la chaqueta rasgada, los dolorosos temblores lo hacían apretar
con fuerza los labios –que se estaban tornando violetas— para no gemir. Porque seguía
sudando, la molestia en sus caderas se incrementaba y la piel le hormigueaba.

Sus carceleros, el tipo que lo secuestro y que ahora podía ver era un castañ o y otro alfa
robusto y calvo discutían por quién se quedaría con sus pertenencias.

—Yo quiero la capa—encogió los hombros el castañ o, y evaluó la fá brica de la tela azul
claro—. Tengo suficientes armas, pero con este frío, las prendas nunca sobran.

—Puedo vender esta piedra azul en el mercado y quedarme con la daga—razonó el alfa
robusto, y asintió de acuerdo con el trato.

—Muy bien. Mi trabajo está hecho—avisó , pasá ndole las llaves de las celdas. El pesado
manojo cayó de una mano a otra—. Vigila al niñ o hasta que el maestro lo solicite.

—Hecho—el castañ o de la capucha negra le dio una ú ltima mirada a Harry antes de irse.

Pero el alfa robusto se pegó a los barrotes, dá ndole una mirada que Harry conocía muy
bien. Su cuerpo despertó con alerta. Le devolvió la expresió n con reto, para que supiera que
no sentía miedo, en cambio, la ira se iba acumulando por su garganta.
—¿Esto es tuyo, niñ o?—balanceó la daga entre sus dedos desenvainada, y Harry só lo le
gruñ ó —. Los niñ os no deberían jugar con estas cosas… Pero tú hueles muy bien—se
relamió los labios—. ¿Te gustaría ganá rtelo de regreso?

—Prefiero que te jodas—maculló .

—Oh, en mi pueblo castigan a los niñ os groseros como tú —rebuscó en el manojo de llaves
hasta dar con la correcta, y abrió la cerradura, ingresando a la celda.

—Aléjate—con movimientos temblorosos, apoyó las manos en la pared detrá s de él para


levantarse.

—Como si una cosita pequeñ a como tú pudiera hacerme algo—se burló el alfa, y se
abalanzó sobre él.

Harry gritó cuando la dura piedra le golpeó el cuerpo al caer, y forcejeó con todas sus
fuerzas contra el alfa que, algo sorprendido de encontrar resistencia de parte de Harry, tiró
el manojo de llaves a una esquina y soltó la daga. El alfa intentaba separarle las piernas,
pero Harry propinaba furiosas patadas para soltarse de sus manos y peso. Lo arañ aba
cuando intentaba tomarlo de los brazos o romperle la ropa, la adrenalina ayudá ndolo a
resistir la insistencia del alfa sobre él. Pero claramente había una desventaja respecto al
tamañ o. Y el alfa lo tomó con ambas manos del cuello, presionando sobre las marcas de
ahorcamiento que ya tenía allí. Harry sabía que si volvía a quedarse sin oxígeno estaba
acabado, así que dio manotazos desesperados alrededor, y halló la daga sin que el otro se
percatara.

—¿Ya no eres tan valiente, niñ o bonito?—carcajeó el alfa muy cerca de su rostro.

Harry le sostuvo la mirada cuando le clavó la daga debajo de la axila, disfrutando de có mo


la cara del alfa se transformó de la sorpresa al dolor. Aprovechando que disminuyó la
presió n en su cuello, retrocedió la mano que empuñ aba el arma y volvió a enterrarla, esta
vez debajo de las costillas. El calor de la sangre se sentía reconfortante entre sus
entumecidos dedos. Siguió atacá ndolo en el costado hasta que, buscando alejarse, el alfa
rodó a un lado.

—¡¿Ya no eres tan valiente, eh?!—repitió Harry, tosiendo luego para recuperar aire, que
luchaba por pasar por su adolorida garganta. Entre un conflicto de emociones, vio toda la
sangre salir del cuerpo del alfa—. Pú drete en el infierno.

Sin darle otra mirada, salió de la celda, recordando que estaba en un nivel subterrá neo, y
buscó las escaleras para correr por ellas, subió varios tramos, contó dos pisos estando casi
seguro que en el tercero encontraría una de las puertas de los patios. Llegó al hall avanzó
por un corredor, pero al parecer la pelea hizo mucho ruido, o simplemente ya iban por él.
Hombres y mujeres vestidos de tú nicas grises lo acorralaban en ambos sentidos. Apretó la
daga entre sus ensangrentados dedos.
—¡Aléjense de mí!—ordenó . No era tonto, escuchó a su secuestrador en la plaza. É l era la
pieza clave en la extorsió n para la corona. Alzó el filo del arma y la presionó contra su
propia garganta—. Si me ponen sus asquerosas manos encima, juro que lo haré—amenazó
con firmeza, a pesar de respirar agitado.

Los paganos se debatían entre obedecer o no, y Harry cada vez estaba má s nervioso, pero
no bajaba la guardia.

—Baja esa arma, muchacho—de entre la multitud, un joven omega de tez morena y ojos
verdes avanzó . Portaba un rostro que podía pasar por obra de los mismos dioses, los
mechones de liso cabello oscuro enmarcaban sus elegantes facciones con una sombra cruel.
Su tú nica era blanca y en la mano derecha llevaba un largo guante de metal que simulaba
garras—. ¿Sabes el dañ o que le harías a tu alfa si te suicidas? Está s marcado, y a punto de
entrar en celo. Impregnas todo el sitio con tu olor. El dolor de un lazo así, roto, lo mataría
de dolor.

Por primera vez desde que llegó a ese horroroso sitio, la firmeza de Harry flaqueó y los
temblores en su cuerpo volvieron. Era consciente de su estado y por dentro maldecía su
suerte y el miedo que sentía. La mano que sostenía la daga se aflojó un poco.

—Eso es—lo apremió el omega moreno, al que todos veían con adoració n—. Sabes que por
ahora te necesitamos vivo.

•○•

Hola, hola 😼

Les dije que venía acción, je. ¿Cómo creen todo esto se pueda resolver? ¿Louis llegará
a tiempo para lo que sea que planean los paganos? ¿Luchará, o su amor por Harry lo
obligará a rendirse y renunciar a la corona?

Anda, cuéntenme cuáles son sus teorías

Gracias por seguir acompañandome en cada capitulo 😍😘

¿Dedicaciones?
16.- Lobos

Revisen si se encuentran en la lista de dedicaciones antes de pedir otra

DEDICACIONES

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•○•

LOBOS

Dime, ¿Matarías para salvar una vida? Dime, ¿Matarías para probar que estás en lo correcto?
Conflicto, conflicto. Quémalo, déjalo todo arder. Este huracán nos acecha a todos bajo tierra.

Sin importar cuántas muertes muera, nunca olvidaré. No importan cuántas vidas viva, nunca
me retractaré. Hay un fuego dentro de este corazón y un caos a punto de estallar en llamas.

Para cuando llegaron a la mina que los guiaría a la estructura abandonada, el olor a carne
podrida siendo quemada penetraba en sus pulmones. Ni siquiera el frío aliviaba la horrible
sensació n de ese putrefacto hedor anclá ndose a sus pulmones. Louis no se detuvo a ver
có mo toda esa escena afectaba a Liam. El saber que hacía un momento se llevó a cabo el
sacrificio de betas en ese viejo granero, y ellos no llegaron a tiempo. Parecía que sus
esfuerzos no estaban valiendo nada ú ltimamente y la frustració n bullía en sus venas.
Estaba ciego, totalmente enfocado en lo que respectaba en tener de nuevo a Harry consigo
y castigar a todos los insolentes que orquestaron ese secuestro.

—¿Puedes entrar conmigo?—preguntó mientras encajaba bien el arco y flechas al estuche


en la espalda, colgando a un lado, y revisaba por precaució n el filo de sus espadas gemelas.

Liam vio al príncipe y se quitó el pañ uelo del rostro para asentir. Se volteó desde su
posició n e hizo una señ al a los treinta hombres que vinieron con ellos para que estuvieran
listos y arremeter contra las puertas del granero.

—El tiempo es clave en esto—recibió un asentimiento seco de parte de Louis, que no


apartaba la vista de la columna de humo que se elevaba desde el granero—. Y para no
perderlo, debemos ser atentos a los detalles. Esta gente trabaja por jerarquía, pude
observarlo bien. Líderes y peones.

—Y hasta ahora só lo nos hemos cruzado con peones.

—Vi que todos visten de gris o similar, como si tuvieran un patriarca—continuó el


caballero—. Recuerdan a los cultos de las ciudades libres… Por lo que si entramos ahí y
vemos a unos cuentos vestidos de colores distintos…

—Esos será n los que matemos al final, comprendo—cortó Louis, y comenzó a avanzar sin
aviso.

Así que se resumía a eso, nada de prisioneros.

Liam tuvo que respirar profundo, acumular paciencia. Porque su amigo y soberano, estaba
actuando como un alfa herido y no como un príncipe que también estaba defendiendo sus
tierras. La demostració n de disciplina que utilizó en el patio del castillo frente a todos,
volcando su rabia de una forma fría, era prueba de ello. Y no podía juzgarlo, porque
claramente no comprendía lo que era experimentar lo que él: sentir el sufrimiento de quien
amas tan propio que se filtra bajo tu piel, pero no puedes estar ahí para aliviarlo. Sin el
aviso del lazo, jamá s se hubiesen enterado a tiempo del secuestro de Harry. Antes de que su
mente se desviara por otros pensamientos personales que no tenían nada que ver,
comandó a los hombres y todos avanzaron dejando los caballos atrá s, que no harían otra
cosa que causar ruido y alertar a los paganos.

Ademá s de la puerta delantera y trasera, no había otra entrada que una pequeñ a ventana
en la parte frontal del viejo granero. Así que Louis no contaría precisamente con el sigilo.
Cuando tocó la puerta para abrirla, supo que Harry no estaba ahí, lo seguía sintiendo
distante y aquel sería só lo otro sitio para obtener informació n antes de llegar a él. Oyó a sus
hombres detenerse detrá s de él.

—Si hay rehenes, los liberan—ordenó en voz baja pero firme, recibiendo una afirmació n
también baja—. Si se topan con alguien que parezca tener informació n, hagan que confiese
como sea o déjenmelo a mí—continuó , y retrocedió un paso de la puerta—. Al resto,
má tenlos.

Pateó la puerta tras esa sentencia.

Como lo esperaba, dentro había una escena deplorable. Paja y heno secos por el frío,
desperdigados por todo el piso. Manchas de sangre le daban un poco de tonalidad entre la
madera que se pudría y la luz blanquecina que entraba por la ú nica ventana. En el centro,
varias estacas de gruesa madera estaban erguidas, donde yacían cuerpos empalados de los
betas que fueron sacrificados. Sus figuras apenas eran reconocibles luego de haber sido
consumidos por el fuego. Olía a carne y pelo quemado, a pó lvora y se sentía la pesadez del
hollín en cada respiro que tomaba. Eso ya era mucho, pero le enfureció má s ver a los
artífices de todo eso. Los peones, vestidos de harapos grises y que detuvieron su tarea de
recoger todo cuando le vieron irrumpir. Y los que creyó líderes de todo ese juego –los reyes
— ahora le parecían poco má s que alfiles. Ataviados de blanco, sí, creyendo portar la
solemnidad de un sacerdote. Pero si ellos no tenían a Harry, entonces no estaban a cargo. Y
debajo de las vigas se encontraban las víctimas. Pequeñ os seres que no tenían nada que ver
en eso, y que seguramente la imagen de lo que tuvieron que presenciar los perseguiría por
añ os.

—Saquen a los niñ os de las vigas, regrésenlos al poblado má s cercano—ordenó Liam a los
soldados, adivinando el pensamiento de Louis.

Los soldados, diez de ellos, acataron la orden y comenzaron a moverse. Eso desató los
engranajes del enfrentamiento. Los paganos no perderían a sus rehenes, a sus futuros
miembros o sacrificios, así que se abalanzaron contra el grupo que pretendía salvar a los
niñ os. Liam pasó de él, cargando al ataque, y Louis le siguió . Pero ignoraba a los objetivos
de gris, perseguía con agilidad a los de tú nicas blancas, esquivando obstá culos y golpes que
iban hacia él. Con la velocidad de un felino recorrió toda la extensió n del granero,
valiéndose de correr entre las vigas, y los interceptó antes de que llegaran a la otra puerta.
Miró a aquellos hombres, ninguno pasaba por anciano y debajo de esas anchas ropas, notó
que llevaban armas. Antes de que pudiera razonar por qué portaban armas que no eran
arcaicas o de mano artesanal sino de guerra, uno de ellos se le vino encima con una maza
de cadera. Se agachó a tiempo cuando una de las pesadas bolas con puyas de acero zumbó
sobre su cabeza. Desenvainó una de las espadas y rasgó en un fino movimiento el costado
del pagano. La tú nica se manchó de sangre, y cuando giró la muñ eca y clavó la espada má s
hondo, las salpicaduras de la herida le dieron en la cara. Se levantó deprisa y atravesó el
dorso de la mano donde el hombre sostenía la maza, ignorando có mo este se revolvía
tratando de parar el alarmante sangrado de sus heridas.
—Van a decirme dó nde está quién ordena todo este patético intento de rebeldía—ordenó ,
deslizando fuera de su funda la otra espada—. Lo hará n sin hacerme perder valioso tiempo,
y entonces los mataré de forma rá pida y no tendrá n que ver có mo les saco los intestinos.

—No—Lo desafió uno de ellos balanceando una alabarda al igual que los demá s, mientras
que los demá s daban miradas nerviosas hacia atrá s, dá ndose cuenta que no podían huir sin
adentrarse en otra lucha que parecían estar perdiendo—. El maestro decidirá cuá ndo
quiere ser visto. Y mientras tanto hará su trabajo con la golfa que calienta su cama,
príncipe. Y si quiere a su juguete de regreso, en una sola pieza y cuerdo, má s le vale hacerse
a la idea de cumplir con las demandas de nuestro maestro.

Louis cargó contra el hombre recuperando su otra espada, cayendo en la provocació n de


sus palabras. Só lo que no esperaba que este se supiera defender y usar la alabarda. El filo
doble de ésta buscaba desarmarlo y quitarle el control de las espadas, por lo que tardaba en
encontrar un punto idó neo para atacar. A su vez debía cubrirse las espaldas de los otros
tres que intentaban darle un golpe fulminante. Jadeando, halló una oportunidad y clavó la
espada debajo de la clavícula del que lo había retado.

—El gorgoteo mientras te ahogas con tu propia sangre será mú sica para mí. Y cuando ardas
en el infierno, recordará s que tu ú ltimo error antes de morir fue insultar a mi consorte—le
siseó Louis con los dientes apretados, antes de patearlo para liberar su arma. Pero ese
momento de pequeñ a venganza le costó caro, porque apenas pudo cruzar las espadas para
protegerse de un fuerte golpe de la alabarda que lo tiró contra la puerta, el madero que la
mantenía cerrada hundiéndose con dureza en su espalda y quitá ndole por un momento el
aliento.

Soltó una maldició n antes de decidir que primero debía sacarlos a todos de combate y
luego hacer las preguntas o se quedaría sin fuente de informació n. Respiró profundo, y
cargó contra el que lo había golpeado, corriendo hacia él. El pagano se preparó para un
golpe directo que jamá s llegó . Louis se barrió por debajo del cuerpo del hombre, y cortó
profundamente entre sus tobillos y piernas con la intenció n de dar con los tendones. El
sonido del desplome a sus espaldas le confirmó que podía seguir con el resto.

Quedaban dos.

Levantá ndose en un movimiento algo resentido, los mú sculos de su espalda quejá ndose al
unísono, fue por ambos hombres restantes a la vez. No puedo evitar recibir algunos golpes,
pues le era má s primordial mantener las filosas armas lejos de él. Un golpe en su pó mulo
latía con fuerza cuando, con un grito furioso, estrelló el mango de la espada contra el cuello
de uno de los paganos para cortarle el aire, y dá ndole la vuelta con un puñ etazo, lo envió al
piso clavando la espada en el mú sculo deltoides para dejarlo allí quieto.

—Hijo de puta…—quejó sin aliento, viendo que el ú ltimo pretendía huir escalando al
segundo piso del granero. Todo alrededor eran sonidos de lucha, gritos, gemidos de dolor.
Louis los ignoró y tomó del arco que colgaba a un lado de la espada, y abrió el estuche de
flechas. Tensó la cuerda y disparó dos veces seguidas en la espalda contraria para frenarlo.
Tiró los utensilios al piso, y fue con paso pesado hasta el cobarde que se retorcía
intentando todavía huir. Lo tomó del cabello y arrastró hasta donde se encontraba el resto

—Tú vas a tardar má s en morir—dijo al de las flechas—. Te dejo al ú ltimo y quizá aprendas
un poco de lo que pasa cuando desafías a la corona.

—¡Vete al infierno, hereje!—escupió el que le había cercenado los tendones.

—Algú n día—aseguró Louis, y levantó una de las alabardas caídas, evaluando su peso—. A
todo esto, ¿Pretendían derrocar a los Horan para llamar mi atenció n, la del resto de los
príncipes?—preguntó , pero hubo silencio. Entonces la pesada hoja de la alabarda
descendió en dos duros golpes y la rodilla del pagano quedó colgando en un miserable
hueso roto y cartílago—. No tengo tiempo—les recordó .

Pero só lo oía gritos y maldiciones. Así que, impaciente, optó por levantar nuevamente el
arma y degollarlo. Se manchó las manos y el pecho.

—De acuerdo, tú —señ aló al que estaba clavado al suelo por el brazo—. ¿Tienes algo
interesante que decir?

—El maestro acabará con la corona, va a destrozar a ese pequeñ o príncipe con sus garras y
honrará a la diosa oscura con su sangre—bramó con furia.

—O quizá yo corte en pedazos a ese maestro, y se lo dé de comer a los perros—respondió


con un gruñ ido, y sacó la espada de su sitio, só lo para dejarla caer de nuevo sobre la
espalda del hombre, donde esperaba haber dado con un pulmó n. Retorció la empuñ adura y
vio la sangre brotar, antes de sacar la espada y dejar el agujero sanguinolento aú n má s
extenso. El grotesco silbido del aire colapsando en los ó rganos por la sangre le resultó
molesto.

Para cuando posó los ojos en el ú ltimo, este tembló y cerró los ojos un momento como si
hablar fuese una tortura peor.

—Habla, o eres tú , o será n cualquiera de los que mis guardias interrogan—avanzó hasta él,
y le arrancó una de las flechas de la espalda, ignorando los gritos del hombre—. ¿Ves esta
punta de metal? Me siento con el humor de arrancarte las uñ as con ella para animarte a
confesar.

Cuando el filo de la flecha presionó el primer dedo, el hombre se rompió .

—¡A dos horas de camino, por el norte!—chilló , tirando de la muñ eca para que Louis le
soltara la mano. Este só lo alejó la flecha, pero no lo soltó . Apretó el agarre en sus dedos—.
Hay… hay una fortaleza en ruinas, está abandonada. El maestro está ahí. Planeaba citarlo
mañ ana con una prueba de que tiene al niñ o…
Los peores escenarios de lo que podía ser esa “prueba” de vida de Harry abordaron la
mente de Louis, y tuvo que sacudir esos pensamientos antes de que se le revolviera el
estó mago.

—Necesito otra referencia—demandó .

—Está , bordeando un lago congelado.

Louis asintió , recogió el carcaj y lo cerró , volviendo a colgarlo de su hombro. Hizo lo mismo
con el arco y limpió una de las espadas con el pantaló n antes de guardarla. Miró al frente,
donde la lucha estaba por terminar. Contó cuantas horas de sol le quedaban, y movió los
hombros tratando de aliviar una contractura al saber que tendría que invadir ese sitio
durante la noche.

—Pu-Puedo…—el pagano creía que se había ganado su piedad.

Pero Louis tomó la espada que aú n yacía goteando sangre, y le atravesó la base del cuello
con esta sin darle má s que una mirada. Secó el filo como hizo con la otra, y la guardó ,
avanzando hasta la entrada principal. Encontró a Liam limpiá ndose la nariz, que dejaba
caer algunas gotas carmesí producto de un golpe. Por lo demá s, parecía que sus hombres
estaban vivos, algunos heridos y un par fuera de combate. Los paganos estaban muertos,
sin sobrevivientes o alguien que pudiera advertir a los demá s lo que ocurrió allí.

—¿Los niñ os?

—A salvo, los aldeanos se encargará n de ubicarlos—respondió el caballero—. Todos eran


betas. Malditos enfermos.

—Ya sé dó nde está n. Enviaremos un mensajero a Niall para que quizá nos alcance—miró el
montó n de cuerpos, los harapos grises ahora oscurecidos—. No contamos con el tiempo
para hacer algo elaborado. Vamos por los caballos y revisar los recursos que traemos con
nosotros.

—Claro—Liam detuvo a uno de los soldados, y esperó a que Louis le dictara la ubicació n de
la fortaleza abandonada—. Avisa a lord Horan y reú nete con nosotros. ¡Ve!

El muchacho salió al trote en busca de su caballo para partir. Eso los dejaba con quince
guardias, má s ellos.

—¿Ahora marchamos nosotros?

—Sí—el príncipe miró el granero y tensó los labios—. Quema este sitio—ordenó , y se dio la
vuelta para caminar hacia dó nde habían dejado a los caballos—. Lo quiero ver arder a lo
lejos mientras nos marchamos.

Tiró evaluativamente de las cuerdas que le rodeaban las muñ ecas en un apretado nudo. Por
má s que quisiera, el oxidado hierro de la chimenea no cedía a sus esfuerzos por romper la
cuerda que lo mantenía captivo. Intentaba mantener la mente ocupada con la idea de
escapar para así no concentrarse al lento pero constante proceso que estaba llevando su
cuerpo para llegar al celo. Lo había pedido por tanto tiempo, desde antes de casarse con
Louis, y llegaba en el peor momento. Lo abrumaba, pero de alguna forma fortalecía para
defenderse. Se miró la mano ensangrentada, con un mohín al notar que la sangre de aquel
alfa se había secado con una grotesca costra en su piel.

—Asesinaste a ese alfa, ¿lo sabes?—anunció esa tediosa voz cuando entró a la habitació n.
Entró con otro hombre, un rubio bastante alto y vestido con una tú nica gris. Tenía una
gélida mirada amenazante, que contrastaba con el omega a su lado. Ese muchacho moreno,
de ojos verdes.

—Eso esperaba—contestó Harry con sorna, sentá ndose derecho—. No apuñ alas a alguien
esperando que sobreviva.

—¿Lo hiciste para escapar?—El omega se movió hasta una mesa y tomó un cuenco de agua
con la mano que no estaba enfundada con la garra metá lica.

—Porque pretendía violarme—escupió , apretando los dientes—. Era él o yo.

—Está s desarrollando un celo, no puedes culparlo.

—Somos má s que instinto, esa parte animal es só lo un porcentaje de lo que nos conforma
— gruñ ó .

—¿Eso crees, sinceramente? Suena como un cuento infantil—se mofó el moreno.

—Mi alfa esperó por mí, a pesar de estar marcado y tener la oportunidad o la fuerza de
tomarme. Esperó a que estuviera listo, y esa es la ú nica prueba que necesito.

—Debes desear mucho a tu alfa como para rechazar a otro que podía haber aliviado tu celo.

Harry sintió que la ira le quemaba el estó mago.

—¿Tienes un nombre por el que pueda llamarte? Porque a mi esposo no le agrada que diga
palabras malsonantes, y estoy muy tentado a ponerlas en prá ctica contigo.

El moreno esbozó una sutil sonrisa, y se acercó , con el cuenco de agua en la mano hasta
estar muy cerca de Harry.
—Armand—respondió éste, y se agachó para ofrecerle la bebida a Harry—. Bebe. O podrías
deshidratarte mientras pasas por el celo, y te necesitamos vivo.

Iba a rechazarla, porque no quería nada de ese vil ser que aparentaba ser un cordero. Pero
tenía razó n. El sudor seguía bajando por su espalda y cuello, incluso le pegaba el cabello al
rostro. Y esa só lo era la primera fase de todo lo que experimentaría su cuerpo. Con
dificultad, tomó el cuenco entre ambas manos, incliná ndolo como pudo y bebió con avidez
el agua que tanto necesitaba.

—Bien, Armand—jadeó Harry, tirando a un lado el cuenco, que rebotó lejos—. Voy a
disfrutar viendo como mi alfa te destroza.

El alfa que estaba recargado en la pared, a unos metros de ellos, tensó los brazos y se
movió , pero Armand le dirigió una sola mirada y negó , deteniendo los movimientos del
hombre.

—Está atado, no me hará nada—avisó al alfa, y esbozó una sonrisa cá lida—. Mejor ve a
preparar todo para que el mensaje que enviaremos, y la reunió n que tendremos mañ ana—
ordenó , suavemente. Con un asentimiento seco, el alfa le dirigió una mirada de advertencia
a Harry antes de salir con pesadas zancadas la habitació n. El omega volvió la atenció n
nuevamente a Harry—. Entonces, tu esposo. El príncipe de la casa Tomlinson.

—No me gusta có mo suena su nombre en tu boca—reclamó el rizado, sintiéndose


repentinamente hostil. Le pesaba la respiració n, y detestaba que ese omega se sintiera con
la libertad de hablar de su alfa.

—Muchos aquí crecimos escuchando sus historias. Un gran guerrero, comenzó a pelear
desde los catorce y ha dado la cara en cada conflicto o guerra que ha enfrentado la
península desde entonces—comentó , pasando la mano con las garras por la piedra del piso,
haciendo un ruido chirriante.

—Porque es fiel a su deber, pero no disfruta entrometiéndose en cuanta pelea se le cruza—


tiró de las cuerdas, pero só lo logró lastimarse las muñ ecas. La ira era un buen combatiente
contra el frío en las zonas expuestas de su cuerpo. La chaqueta algo rota, sin capa o
guantes.

—¿Sabes có mo le dicen, luego de dirigir una expedició n para encontrar a los bandidos que
secuestraban omegas para la venta de esclavos? Cuentan que viajó por días, sobrevivió a
á rido clima y masacró a los esclavistas con una estrategia impecable que no le costó ni una
baja de sus filas—siguió relatando Armand, con una malicia brillando en sus ojos verdes. Se
quedó un momento en silencio, y sonrió cuando Harry tensó la mandíbula porque no
conocía la respuesta—. Lo llaman el leó n del desierto.

—No veo por qué te gusta tanto esta historia. Só lo me parece una nefasta profecía para ti.
Mi príncipe va a desmantelar ésta enferma fe que profesas y al contrario que las hazañ as de
él, tú caerá s en el olvido.
—La hazañ a de tu leó n no se va a repetir, iluso consorte—carcajeó el líder de los paganos.
Estiró la mano enguantada hacia Harry, y éste lo apartó con un golpe de sus muñ ecas
atadas, pero no fue suficiente e igual esa delgada mano se enredó en sus cabellos y tiró con
fuerza de él, acercá ndolo hasta que casi le rozaba la nariz con la propia. Le mostró las
garras de metal que usaba en la otra mano—. Este no es el desierto, ni mucho menos tierra
de leones. Los lobos han acumulado poder en las narices de todos esos lores confiados.

Harry apretó los dientes para no soltar ni un sonido, con el cuerpo tenso y manteniendo la
mirada del omega frente a él. Podía intentar todo lo que quisiera, no se dejaría amedrentar.

—¿Y qué desean los lobos?—retó con burla.

—Que la corona se entregue. El plan original era secuestran a la esposa de lord Horan,
presionarlo a que trajera a los príncipes y luego haríamos el resto—paseó las frías garras
por la mejilla de Harry—. Pero el príncipe Tomlinson vino antes, y tú fuiste lo
suficientemente insensato para salir y estar a nuestra merced.

—Aurea tiene tres coronas. Mi esposo es una de ellas, sí. Pero está s ignorando a los otros
dos príncipes. Ustedes son só lo un culto, ellos acaban de ganar una guerra—Harry se
sacudió para sacarse el agarre ajeno de encima. Su olor le molestaba y comenzaba a
sentirse mareado.

—Si cae un príncipe, caerá n los demá s—encogió los hombros, con un atisbo de mal humor.
Empujó a Harry contra el piso y se levantó —. Con el control de la corona, el resto de las
personas del reino tendrá n que aceptar nuestra fe, abrazarla.

Harry se hubiese reído en la cara de Armand, si el dolor en su cadera no se hubiese


acentuado, y sintiera como hace tanto tiempo el dolor acomodá ndose en sus entrañ as.
Necesitaba a Louis.

—Si mi príncipe no te mata—jadeó , disfrutando la mueca de desagrado de Armand—. Lo


hará tu propia gente al saber que los condujiste a un plan suicida. No tendrá s corona, ni
má s fieles, ni nada.

Armand le lanzó una mirada gélida desde arriba. Veía a un omega que mantenía una
expresió n burlona en medio de los dolores del celo, con el cuello surcado de marcas de
asfixia que iban poniéndose moradas, el labio roto y cardenales en la mandíbula. A pesar de
todo eso, mató a un alfa, y hacía alarde de una mirada fiera.

—Sabes que pretendía, no lo sé…cortar uno de tus dedos o incluso la mano. Enviar eso al
castillo y que reconocieran tu olor, así como esas joyas que llevas—comentó , e hincó la
bota en el abdomen de Harry, dejando caer el peso del cuerpo. Harry se tensó e intentó
tomarle del tobillo para apartarlo, pero dolía horrores—. Entonces tu alfa vendría, y yo
te
sacrificaría para la diosa. La sangre de un consorte es valiosa, y tú eres hijo de un rey, ¿no
es así?

—¡Desgraciado enfermo!—chilló Harry, cuando el dolor le hizo saltar lá grimas—. ¡Yo


mismo voy a cortar la soga cuando te cuelguen!

—Pero ahora que lo pienso…—Armand pateó el cuerpo bajo su bota y se apartó ,


caminando hacia la puerta—. Mejor hacemos el sacrificio ahora. Y quizá luego te entregue a
mi alfa.

Para llegar hasta las ruinas, era necesario subir un camino de escaleras de piedra que se
encontraba derrumbado en varios sitios. Tuvieron que rodear escombros y prescindir de
los caballos para que todos pudieran llegar. Louis caminaba agitado y Liam lo frenó cuando
se encontraban tras una torreta caída.

—Nosotros vamos a liderar el ataque, los guardias y yo—anunció en voz baja, mirando por
un momento a lo lejos el grupo de paganos en la entrada principal—. Te cubriremos, y
despejaremos el camino para que vayas por tu omega.

—Me parece bien—respondió apenas, distraído por la leve molestia que venía ignorando
hacía una hora. Un calambre constante en el abdomen que no sabía si atribuir al largo día
de lucha, y que só lo había ingerido agua desde el desayuno.

—El clima y la oscuridad será n nuestra ventaja, pero debes tener mucho cuidado—Liam
observó el cielo encapotado y suspiró . Señ aló una Columba caída que detuvo su
desmoronamiento contra una pared—. Eso te servirá para llegar a la ventana y escabullirte.
Esperaré a que entres para iniciar el ataque desde aquí, así los haremos salir a todos para
enfrentarnos… y tú puedes ir por el consorte sin mayores problemas.

—Dudo que lo dejen completamente desprotegido, pero cualquier bastardo que bloquee mi
camino a Harry, lo mataré.

El caballero, que en ese momento era má s su amigo, le palmeó el hombro.

—Entonces anda, no tenemos tiempo y debemos marchar antes de que la noche se vuelva
má s helada—suspiró —. Que los dioses te acompañ en.

No respondió , Louis avanzó deprisa y en silencio por la nieve hasta la columna caída y
trepó con algo de dificultad, pues el hielo hacía de la piedra resbaladiza y a pesar de llevar
guantes no podía sostenerse bien. La nieve y el frío parecían má s crueles en esa zona. Las
armas que colgaban de su cinto y espalda también dificultaban un poco sus movimientos,
pero no podía simplemente prescindir de ellas. Después de todo era há bil, pero no inmune
a la muerte.
Sus cansados mú sculos agradecieron llegar por fin a la ventana y deslizarse dentro. El
ambiente no cambiaba ni un poco, como si la tempestad fuese parte del sitio. Escuchó el
momento en que sus tropas comenzaron a atacar, los gritos, y golpes a la puerta. Se refugió
detrá s de una de las puertas cuando los paganos corrieron alarmados, con armas a la mano,
por los pasillos para llegar y detener la invasió n. Justo como Liam lo planeó , bastardo
inteligente, pensó Louis.

—¡Bajen a defender!

—El maestro está en la torre, ¡No dejen que lleguen hasta él!

Si el líder se encontraba refugiado en la parte má s alta, ahí debía estar Harry. Esperó a
regañ adientes que no se escucharan má s ruidos en su pasillo y salió de donde estaba,
buscando rá pidamente unas escaleras que no estuvieran tapiadas por el deterioro y le
ayudaran a subir. El cuerpo le ardía por el sobre esfuerzo: pelear, las casi seis horas
cabalgando de todo el día, el estrés y la falta de alimento. Pero sentía a Harry tan cerca, casi
como si lo halara del pecho hacia él. Inevitablemente se encontró a un par de paganos en el
camino, que cayeron bajo el filo de sus espadas gemelas. Claramente no pudo pasar
desapercibido por mucho tiempo, así que los que intentaban perseguirlo antes de llegar a la
habitació n de la torre, recibían los impactos de sus flechas. Era agotador tener que manejar
tantas armas a la vez, pero no tenía el tiempo para una lucha prolongada.

Cuando por fin encontró la puerta, creyó que la tranquilidad podría abordar a su cansado
cuerpo, pero apenas quiso entrar, comprendió que no sería así. Con un pie en el umbral,
unas fuertes manos lo estrellaron contra la pared y golpearon en el estó mago repetidas
veces hasta que logró cubrirse y patear a su agresor lejos. Un feroz alfa, alto, rubio y listo
para atacar, le dio una mirada de advertencia. Pero Louis no se enfocó en eso, su vista
estaba en las dos figuras detrá s de ese alfa.

Un muchacho moreno, con una garra metá lica ensangrentada, forcejeaba con un trémulo
Harry que sangraba de un brazo. Se veía débil y a punto de desvanecerse, con golpes en el
rostro y marcas en el cuello. Cuerdas colgaban de una de sus muñ ecas. Cuando tropezó y
cayó contra un armario cerca de la ventana, Harry lo vio, sus miradas conectaron por un
segundo y su omega sonrió , pero pronto volvió a su propia lucha, esquivando la daga que el
moreno también intentaba usar en él.

—¡Harry!—La angustia se arremolinó en su pecho, olvidando al alfa que lo golpeó , y


ganá ndose de ese modo otro duro puñ etazo en el rostro como recordatorio de su
imprudencia. Estaba hecho polvo, pero su omega estaba ahí, herido y siendo atacado. Y el
animal en su interior simplemente no lo iba a tolerar. Recuperó sus espadas y con una
nueva rabia surgiendo en él, cargó contra el alfa rubio. Este al principio esquivó los golpes,
pero las hojas de las espadas supieron encontrar su piel, le arrancó tajos de los brazos,
rasgó sus muslos para quitarle movilidad hasta hacerlo caer, y finalmente, con un gritó ,
enterró ambas espadas en su pecho.
Ambos omegas reaccionaron a ese rugido, y Harry apartó de un empujó n a Armand, pero
este se resistió , ambos frente a la ventana por la cual el gélido viento batía sus ropas. Pero,
alarmado, Louis se dio cuenta que estaban demasiado al borde. Que si Harry seguía
intentando burlar las estocadas de la daga terminaría por caer por la ventana. Y, si él se
acercaba para interferir, ese omega los arrojaría a ambos. Lo podía adivinar por el brillo
maniaco en sus ojos.

Así que dejó a su instinto ir. Rá pidamente armó su arco y disparó una flecha, a la que
Armand no pareció reaccionar y luego dos má s, que le hicieron soltar la daga y dar unos
pasos al frente.

—Dije que mi alfa te mataría—siseó un tambaleante Harry… que no contó que esas garras
metá licas se aferrarían a su ropa y lo arrastrarían con el cuerpo de Armand por la ventana.

—No…¡No!—Louis corrió , pero aun cuando se lanzó para atrapar a Harry, este de resbaló
entre sus dedos y cayó . Cayó de la torre sin que pudiera sostenerlo. Como si todo el frío se
albergara dentro de su ser, se quedó congelado unos segundos, y luego el latir acelerado de
su corazó n, la ausencia de un dolor lacerante en el pecho le advirtió que quizá aú n había
esperanza. Se levantó , olvidando las armas y todo lo demá s. Se aventó por las escaleras
dando tropiezos desesperados y salió al patio rodeando toda la edificació n.

No le importaba que estuviera indefenso y podían atacarlo. No le importaba que si alguien


se atravesara con una alabarda en su camino, lo podía matar en dos movimientos.

Harry. Harry. Harry.

Lo que oraba era porque la opresió n en el pecho que sentía, no fuesen los ú ltimos respiros
de su omega.

—¡Louis, espera!—Liam gritaba detrá s de él, tratando de defenderlo que los hostiles que lo
veían como un objetivo fá cil.

Liam lo perdió de vista y prefirió darse la vuelta, cubriendo la espalda de su amigo, y


ejecutar a los dos paganos que iban por él. Segundos, minutos. No tardó nada en dejarlos
sangrando en la nieve. Respiró el gélido aire para darse fuerzas, y avanzó por donde vio
perderse a Louis. Encontró el cuerpo de un muchacho, inerte y con flechas rotas en el
cuerpo. No respiraba, pero sus extremidades estaban intactas y yacía sobre un montículo
de espesa nieve. Las flechas lo mataron, pero la nieve había amortiguado la caída…

Apartó la mirada y só lo tuvo que dar unos pasos má s para encontrar al príncipe hincado de
rodillas. Le rompió el corazó n verlo sacudir suavemente el cuerpo de Harry, herido y
manchado de sangre. Louis lo sostenía contra el pecho y le acariciaba el rostro.

—Harry, por favor—rogaba con un alarmante y roto tono en la voz.


Liam no podía moverse.

—Harry… Hazz—Louis estaba roto, Liam no lo escuchaba tan desesperado desde que el
padre de este falleció y lo encontró llorando junto a sus hermanas en los jardines. É l
intentaba consolar a las niñ as, pero al final se quebró , como ahora—. Por favor, te lo
suplico…—apartó los rizos de la frente de Harry, y lo abrazó má s fuerte—. Dioses, no
pueden llevá rselo.

El caballero estuvo a punto de avanzar para levantarlo y hacerlo entrar en la realidad.


Estiró el brazo y, luego se congeló .

—Lou— La voz ronca y bajita—, mi Lou, por fin.

Harry apenas tenía los ojos abiertos, y Louis se apartó para ver que eso era verdad, que su
esposo estaba vivo y tratando de esbozarle una sonrisa. Harry alzó una temblorosa mano,
con esfuerzo, y acarició la boca del alfa.

Liam só lo vio, abrumado por el giro del acontecimiento, como Louis volvía a abrazar fuerte
a su consorte y tras un segundo sus hombros se sacudían e inclinaba el cuerpo. No se
trataba de frío cansancio, lo sabía bien.

Louis estaba llorando de alivio.

•○•

¡Que es tardísimo! Pero prometí no dormir hasta terminar el capítulo. Sin ven fallas,
perdone, las arreglaré luego :c

¿Qué tal, ya pueden respirar? Al final fue un error de los paganos provocar a Louis,
pero quién sabe lo que estos sucesos desencadenen a futuro.

Gracias por sus votos, estoy feliz porque estamos por 7.4K, son lo mejor ♥

El próximo capítulo es un extra, completamente de Louis. Desde cómo llevó la


guerra, la negociación de su compromiso con Harry, y cómo lo conoció.

Así que nos vemos pronto, mucho amor.

PD! Tengo curiosidad. Yo soy muy de tomar esas imágenes con frases de las fics,
porque tengo una carpeta con mis favoritas. A veces las pongo en whatsapp y
así.
¿Ustedes sacan de esas imágenes con Príncipe? Es esa opción que aparece cuando
sombreas el párrafo *qué está súper dormida y no recuerda cómo se llama, ah*

¿Dedicaciones, bellezas?
Extra II: Escritos en la pared

Revisen si están en la lista ♥

DEDICACIONES

LeslieMelgarejo

DubClaryBoo

MagicDrugs

slytherins

thekinglouis

diana_reyes15

FeelingWrong

Brokesoul0821

crack-cyrus

TenebreLuce

Ale-vale

larry4ever253

OsitoHazza ♥

_MMayen_5sos

Louisalittleprincess

justmile

globitofeliz
TessaNessa

kathwizard

youcanbeyourhero

L0uisMeteloDuro2

Great_Larry

tomlinsmol ♥

LLNZHForevah

Extra II

Escritos en la pared.

He estado aquí antes, pero siempre doy con el suelo. He pasado una vida corriendo, y siempre
me mantengo lejos. Pero contigo estoy sintiendo algo, que me hace querer quedarme.

Estoy preparado para esto, nunca disparo para fallar. Pero siento como si una tormenta se
aproximara, y si voy lograrlo hasta el final del día, entonces no más hay razón en correr,
esto es algo que debo afrontar.

Un sepulcral silencio se cernía sobre el campamento de los aurences en las tierras de los
Thirlwall, que solicitaron su ayuda cuando el rey Desmond decidió invadirlos luego de ver
rechazada su solicitud de atacar Aurea en su nombre. Los Thirlwall tenían muchísimas
flotas y la ventaja geográ fica de burlar las primeras defensas de Aurea que frenaban a
tantas otras familias y reinos, pero eran personas pacíficas que apostaban por la
neutralidad. Só lo que al verse vulnerados se vieron en la necesidad de pedir ayuda a los
príncipes, que respondieron con prontitud. Si bien esa guerra no fue su intenció n e
intentaron evitar que ocurriera por todos los medios de negociació n, era su
responsabilidad y responderían por ella. Llevaban varios días de conflicto, de avances y
retrocesos, pero poco a poco iban recuperando las tierras invadidas. A la fuerza, por
supuesto. Y ese método siempre traía un precio que, se quisiera o no, debía ser pagado por
cualquier que se involucrara a fondo.
Las noches eran tranquilas, silenciosas y frescas. Cuando el sol se iba los soldados
retornaban a sus tiendas de campañ a para curar sus heridas, descansar sus cuerpos y
tratar de comer algo. Se recomponían, físicamente, porque había poco que pudieran hacer
con sus almas.

Louis lo veía así. Cada día, veía una parte de sí caer y romperse en el campo de batalla, y al
no tener arreglo la dejaba atrá s. Después de todo, la guerra era un cruel leviatá n que lo
consumía todo, atrapaba los botes y no los dejaba regresar al puerto. Por añ os, entre tantas
responsabilidades y conflictos, Louis sentía que siempre luchaba por navegar entre las olas.
Algunas veces creía ser un barco fuerte y resistente, otras veces casi podía oír el crujir del
má stil antes de romperse. Si el océano era la vida y su alma junto corazó n era ese barco
terco que intentaba luchar contra la tormenta, estaba casi seguro que jamá s hallaría un
puerto que lo anclara para sentirse con ganas de quedarse.

Mientras tanto estaba perdido, dando tumbos por sobrevivir. La brú jula no apuntaba a
ninguna parte.

Allí, en su tienda, bebía de una vasija una buena dosis de licor mientras cosían una herida
en su espalda. Só lo hacía lo posible, resolvía no maldecir a los cuatro vientos y darse la
vuelta para golpear a la omega que trabajaba bajo las luces de las lá mparas de aceite.

—¿Cuá nto falta, Danielle? Esa mierda no era tan grande cuando…—quejó con brusquedad,
apoyando con fuerza la vasija en el cofre que tenía a un lado de su asiento. La botella se
había agotado y todavía sentía la aguja y sutura trazando líneas en su carne herida.

—Haz el favor de callarte, esta es una herida de hacha—ordenó malhumorada la princesa.


Sus manos eran á speras contra la piel de Louis, pues las llevaba vendadas. El uso constante
de la espada, a pesar de usar guantes, le costaba dolorosas magulladuras que debía aliviar
con ungü entos. Pero de eso, nada má s. En batalla, Danielle era experta en esquivar ataques
enemigos.

—¿Cuánto falta?—insistió , con la espalda tensa, pero en pleno conocimiento que no debía
moverse o vería estrellas.

—Ya está —anunció . Con una de las velas redujo el sobrante de la sutura, y buscó las
pomadas para aplicar un poco sobre la zona maltratada. Entre ambos se pusieron de
acuerdo para ayudarse a colocar las vendas por el torso de Louis y así sostener la herida
para que no doliera tanto y sanara deprisa.

—Gracias—murmuró , respirando má s tranquilo mientras observaba a la princesa con una


mueca de concentració n, haciendo un há bil nudo bajo el pecho para finalizar el vendaje.

—Nuestros curanderos y fisió logos está n ocupados—ella se encogió de hombros—. No te


dejaría desangrarte o que obtuvieras una infecció n—a pesar de haber terminado, dejó las
manos sobre el vendaje.
Louis tensó un poco el cuerpo, tratando de evaluar qué había en la mirada de Danielle,
como si le pidiera algo. Tomó un largo respiro, y frunció apenas la nariz.

La relació n de ambos era un poco complicada. Desde que tenía memoria la conocía, jugaron
juntos de niñ os, aprendieron con los mismos tutores y crecieron juntos. Cuando ella
presentó como omega y tuvo su primer celo, fue durante un viaje en el que, en un ataque de
rabia, ella se escapó de sus padres por una discusió n. Ni Zayn o Liam quisieron lidiar con su
cará cter, así que Louis fue por ella. Y gracias a los dioses que se le ocurrió , porque unos
bandidos de camino, superá ndola en nú mero, quisieron aprovecharse de ella, pero Louis lo
evitó . Desde entonces, Danielle se empeñ ó en ser la mejor omega de la península con la
espada y poder defenderse; pero también procuraba siempre estar ahí para Louis. Algo
cambió en ambos ese día. Añ os después, en una boda donde se sirvieron afrodisiacos,
ocurrió algo que no estaba planificado; ambos entraron en celo y en un paseo para alejarse
de la abrumadora celebració n, pasaron la noche juntos. Fueron meses angustiantes en los
que no sabían si ese encuentro había tenido frutos. Pero una vez comprobaron que no
había un embarazo, Louis decidió que eso no volvería a pasar. Ella era su amiga, su
hermana de crianza y compañ era de la corona tal como Zayn. No era una omega que se
prestaba para pasar un celo y no la volvería a ver luego. Desde entonces, marcó una leve
distancia.

—Está s oliendo un poco raro, ¿te sientes bien?

Danielle separó un poco los labios, sus pó mulos acentuá ndose en esa expresió n que hacía
caer a tantos alfas a sus pies y venerarla.

—No es nada, só lo que estoy pronta a tener mi celo—susurró , batiendo un poco sus largas
pestañ as.

Louis asintió secamente, buscando su olvidada camisa que yacía sobre el respaldo de la
silla que estaba ocupado. Tomando distancia de la princesa, se colocó la prenda con
cuidado y abrochó los botones sin dejar de moverse.

—Descansa entonces, y llama a un fisió logo si lo necesitas.

—Espera, ¿A dó nde vas?—ella avanzó , pero enseguida se congeló cuando lo vio levantar la
lona de la tienda—Ven a descansar y…

—Daré una vuelta para comprobar las guardias—miró la botella vacía que dejó sobre el
cofre y luego a la princesa—. Necesito despejarme.

Y salió sin má s a la fresca noche.

Respiró profundamente y cerró los ojos, como si deseara saborear la tranquilidad que, con
el amanecer, le sería arrebatada. Dio silenciosos pasos entre las carpas, viendo a sus
hombres dormitar, el olor a medicinas y alcohol saliendo en oleadas por doquier. Observó a
los que mantenían la guardia y los que paseaban tal como él para centrarse un poco antes
de dormir. Saludó escuetamente a algunos y continuó el camino hasta que llegó a la zona
donde estaban los refugiados, personas a cargo de los Thirlwall y que las tropas del rey
Desmond capturaron como rehenes para negociació n. Pero Aurea logró rescatarlos y por la
mañ ana serían enviados de regreso en barcos, lejos de la guerra. Volverían a sus hogares y
tratarían de restaurar una rutina que les fue arrebatada sin razó n.

Rogaba a sus dioses que el plan que llevaba trazado funcionara. Si Danielle y él barrían toda
la zona donde estaban, y Zayn junto a Liam llegaban a tiempo al ú ltimo campamento
apartado que conocían, entonces tendrían la ventaja de la guerra y la clara llave para
terminarla siendo victoriosos.

Faltaba menos, se decía. Estaban cerca.

—¿Interrumpo su plegaría, príncipe Tomlinson?

No se percató la posició n en que estaba, con la barbilla apuntando hacia el cielo nocturno, y
los ojos cerrados. Miró a la mujer, hechiceras populares que eran populares por sus
acertadas profecías. En Aurea había varias, preparaban posiciones y las vendían, o
cobraban por sus consultas. É l era un poco escéptico ante esas prá cticas, pero recordaba
que justo una semana antes de partir a las tierras de los Edwards, Zayn decidió probar una
de las hechiceras. Y regresó con aire sombrío y preocupado. “Dijo que contraería nupcias en
el desenlace de una guerra” le había comentado en privado. Y luego de que aquello se
cumpliera, tenía algunas dudas sobre si creer era sensato o no.

—No—contestó a la exó tica mujer. Sus ojos variaban entre el tono hazel y el amarillo. Era
difícil decirlo con la poca luz—. No estaba orando, realmente.

—¿Encuentra complicado entregarse al sueñ o, entonces? Ha sido un día largo. Victorioso—


las pulseras en sus muñ ecas hicieron ruido cuando hizo un ademá n—, pero agotador.

Louis miró hacia la tienda, estaba abierta y dentro había una mesa cubierta por un mantel,
con diversos pergaminos, un pañ uelo con agujas y collares.

—Sí—murmuró distraído.

La hechicera captó su mirada, y señ aló sutilmente la tienda.

—¿Le gustaría una consulta? Para el príncipe que vino en nuestra ayuda, no habrá un
precio.

Iba a negarse, pero ¿Qué excusa daría? Se suponía que no le tocaban guardias, que debía
estar durmiendo para estar repuesto al día siguiente y finalizar esa guerra. Pero estaba allí,
merodeando. Tragó grueso, y asintió lentamente, avanzando hasta ingresar dentro de la
tienda. Se quedó parado en el centro, y vio a la extravagante mujer arrodillarse en el piso,
frente a la mesa con el mantel. Le señ aló el otro extremo.

—Tome asiento.

Louis se arrodilló y sentó sobre las pantorrillas en un desgastado cojín azul. Vio que
acomodaba algunas piedras y plantas sobre los pañ uelos, en formas que daban a la figura
de un sello, mientras murmuraba una oració n en un idioma demasiado antiguo para la
memoria de Louis. Le pasó una de las agujas, que el alfa sostuvo luego de unos segundos de
duda.

—Los dioses han dejado vagar a los espíritus esta noche para ser sus intermediarios—
pronunció ella, y lo miró con sus llamativos ojos, que parecían tener una llama interna—.
¿Quién es usted?

Louis frunció el ceñ o, algo confundido con la pregunta. Separó los labios e intentó
responder de forma correcta.

—Soy Louis William, el primogénito de Markus de la casa Tomlinson. Una de las tres
coronas de Aurea y príncipe de sus tierras—contestó , haciéndose con firmeza.

—Y los dioses está n dispuestos a compartir su suerte—asintió la hechicera, con la palma


hacia arriba, señ aló la aguja. Una repentina brisa sacudió las velas de la tienda—. Ofrezca
unas gotas de su sangre, y coló quela en la roca del centro.

Esta vez sin tanta duda, Louis presionó la punta de acero que sostenía sobre la palma de su
mano izquierda, cerca de la muñ eca. Luego acercó la mano hacia la roca y cerró el puñ o
para dejar caer algunas gotas hasta que lo vio suficiente.

La hechicera retomó el viejo cá ntico, con las manos sobre el sello y los ojos cerrados. Por
un momento Louis creyó que todo eso era una farsa, hasta que el sonido de la voz femenina
se volvió un poco má s plano, y de nuevo la brisa apagó la mitad de las velas de la estancia.

—Al final del conflicto, el barco ya no tendrá que luchar sin falta contra las olas. Coronado
será con laureles de victoria, y su recompensa un puerto será . El ancla que evite la deriva
será de ojos como el jade, cabello como el puro cobre… Y llegará escoltado por la muerte
que pinta sus labios de carmín—recitó la mujer, que respiró agitada antes de que todas
velas se apagaran de sú bito.

Louis miró anonadado todo eso. Sorprendido por lo que pasó , y con la mente embotada
porque no comprendía ese cú mulo de palabras. Soltó la aguja sobre la mesa y retrocedió en
el camino para levantarse.

—¿De qué demonios se trató eso?—demandó , ya casi fuera de la tienda.


—Só lo soy un medio de lo que vaticinan las almas y los dioses, príncipe—ella negó —. La
interpretació n no está a mi mano. Pero recuerde bien mis palabras, porque estará n
presentes en su vida, como escritos en la pared.

Aunque no las entendía, Louis podía jurar que aquella profecía estaba grabada a fuego en
su cabeza. Se pasó una mano por el cabello y le dio la espalda a la hechicera, que estaba
entre las penumbras.

—Debo irme—anunció rá pidamente, y salió a paso acelerado de allí.

Como estaba previsto en el plan, la guerra terminó con esa ú ltima estrategia que tomó
algunos meses. Pero ganaron, fueron felicitados por los lores que siempre fueron sus
aliados, y los que se rindieron porque estaban en el bando contrario les juraron lealtad.
Casi se sentía irreal saber que estaba en paz y nuevamente en inicios de negociació n,
regresando a Aurea. Su pueblo los recibió , a los príncipes y soldados, con fiesta y vino. En la
playa les colocaron coronas de flores doradas y basta decir que no entraron al palacio hasta
entrada la noche cuando la fiesta se terminó .

Luego de nuevo, tenía que volver a sus responsabilidades como monarca, y asistir al
consejo. Entre las largas horas de plá tica con los consejeros, los sacerdotes mayores y los
otros dos príncipes, Louis exponía sus puntos de vista con neutralidad.

—El rey Desmond no cuenta con suficiente dinero para pagar el resto de indemnizaciones
de este mes—informó el consejero de economía.

—Ese no es nuestro problema—comentó Danielle con descaro, mirá ndose las uñ as—.
Tienen que pagar el precio que el juicio de guerra declaró .

Con un suspiro cansado, porque Zayn jamá s fue un faná tico de las reuniones, el moreno
llamó la atenció n de los presentes, aunque só lo se dirigía a Danielle.

—Y si dinero no es algo que tienen—comenzó , con esa expresió n de pocos amigos—, ¿Qué
haremos, obligarlos en otro conflicto? Disculpa, pero estoy cansado de eso.

—¿Entonces qué sugieres?—contraatacó Danielle, molesta por el tono que usó Zayn en ella
—. Soy toda oídos.

Louis sinceramente habría preferido ir a dormir, buscar a Liam para entrenar o dar un
paseo por la playa antes que tener que sentarse en esa mesa y presenciar una de las
interminables discusiones entre Danielle y Zayn, pues sus genios siempre solían chocar.

—Los reinos negocian con algo má s que oro y gemas—puntualizó Louis, interrumpiendo la
discusió n de los otros dos príncipes—. Y esta sanció n sobre el rey Desmond no es porque
necesitemos esos ingresos. Es para castigarlo y restarle poder como autoridad—miró a sus
consejeros—. ¿Algo má s que podamos exigir?

Los ancianos parecieron evaluar la proposició n y luego discutieron un poco entre ellos el
asunto. Danielle y Zayn dejaron de pelear para concentrarse en qué podían obtener de ese
rey que habían maldecido tanto durante ese tiempo que la guerra estuvo presente en sus
vidas.

—Uno de los herederos—dijo por fin el consejero de defensa.

Los tres príncipes fruncieron las cejas a la vez.

—¿Perdó n?—Danielle parpadeó .

—Si alguno de ustedes majestades… El príncipe Zayn no, por supuesto, pide la mano de un
heredero al trono del rey Desmond, sería un duro golpe a su poder.

—Tiene dos hijos—recordó Zayn, con el puñ o bajo la barbilla.

—Tres—Louis corrigió , apoyando los codos en la mesa—. Recuerdo que había un niñ o que
só lo aparecía con la reina.

—Pues por lo que sé, la hija del rey se casó hace unos meses—la princesa jugaba con el
abanico de bordado de oro—. Gemma Cox, sino me equivoco. Luego está el mayor que es
ese insensato llamado Damon y ese niñ o que menciona Louis. Es el menor, ¿qué edad
podría tener?

—Quince o dieciséis—calculó uno de los consejeros—. Un poco joven, pero ya debe estar
en edad de llevar un matrimonio—los ancianos conversaron un poco entre sí—. Damon es
un alfa y es heredero directo al trono. Si se casa con la princesa Danielle…

Louis la vio palidecer de sú bito, y comprendía perfectamente el por qué. Durante de la


guerra vieron varias veces a ese hombre, y era un ser tan vil como su padre o peor.
Adoraba el conflicto y parecía má s divertido por las aldeas y villas que caían en las batallas
que en ganar esa guerra. Y luego de proteger a Danielle desde niñ os, no se podía imaginar
viéndola casarse con el heredero de Desmond. Peor, las negociaciones sobre dó nde
deberían residir serían terribles una vez que el rey Desmond…

—…porque si el rey muere, y la princesa está casada…—Parecía que el consejero seguía su


línea de pensamiento.

—No—sentenció el alfa, ganá ndose la atenció n de todos.

—¿Majestad?
Zayn lo miraba como si estuviera loco, rechazar una oferta así. Y Danielle estaba entre
correr de allí o devolver todo el desayuno.

—Ustedes lo dicen con la vista a que tendríamos dos terrenos en uno. Pero recuerden que
es un alfa, y uno muy soberbio—argumentó rá pidamente, su mente trabajando deprisa a
futuro—. Se casa con Danielle, vive aquí y aprende nuestras costumbres, conoce nuestras
debilidades y puntos fuertes. Entonces el rey muere y le toca a él ascender al trono. Por
derecho va a declarar llevarse a Danielle y con eso tendría el poder absoluto sobre una de
las coronas má s todo el conocimiento que desea para dañ arnos. Recuerden que es nuestro
enemigo.

Aquel razonamiento pareció calar en la sala, la postura de Louis parecía firme.

—No seré el medio para traer una guerra interna en Aurea—Danielle asintió a las palabras
recién pronunciadas—. No desposaré a ese luná tico.

Los consejeros esperaban por la opinió n de Zayn. Si las tres coronas estaban en contra, el
voto del consejo no valía demasiado.

—Estoy de acuerdo con eso—se rindió el moreno, encogiendo los hombros—. No quiero a
esa serpiente aquí, metiendo las narices donde no debe.

—De cualquier manera, ese rey no hubiese dejado ir a su heredero o a su hija…—murmuró


uno de los ancianos.

De nuevo se quedaban sin opciones.

—¿Qué hay del niñ o—dijo de sú bito Zayn, sentá ndose derecho en la silla—. ¿Es alfa o beta?
El caso es demostrarle a Desmond y sus aliados que podemos quitarle lo que sea.

—Es omega—recordó Louis, y sintió enseguida có mo la responsabilidad caía de nuevo en


él. Jamá s se visualizó compartiendo un lazo con alguien, mucho menos un matrimonio
antes de que fuese estrictamente necesario. Quizá en su expresió n se mostró lo contrariado
que estaba, porque uno de sus consejeros llamó su atenció n.

—Puede negarse, príncipe. Buscaremos otra forma.

Tamborileó los dedos sobre la mesa y suspiró .

—¿Esto nos traerá estabilidad y paz?—quiso saber, sus ojos azules analizando la cara de
todos los presentes.

—En efecto, y respeto ante las demá s naciones.

Asintió , y bajó la mirada a sus manos ajadas por la guerra.


—Lo haré.

Qué era una condena más para alguien que yacía años perdido.

Un millón de fragmentos de vidrio que me acechan de mi

pasado.

Así como las estrellas comienzan a reunirse y la luz empieza a

desvanecer Cuando toda esperanza comienza a romperse, sé que no

tendré miedo.

Luego de que todo se acordara, pasó un tormentoso mes donde se imaginaba los escenarios
de su nueva vida. Iba acompañ ado de Liam y otros guardias de camino al punto de
encuentro donde recogerían a lord Harry Cox, siendo que ningú n barco de Vitrum Maritima
tenía permitido ingresar a la península. Durante esos días Louis se tomó el tiempo para
forzar su memoria y recordarlo lo mejor posible. Recordaba que era pá lido, con una piel
que parecía muy suave. No tenía idea có mo sonaba su voz, pues jamá s habló en su
presencia y siempre estaba tras la falda de la reina. Tímido, con unos curiosos ojos claros y
el cabello un poco rebelde. Era un infante cuando lo vio en aquella visita, y el rey jamá s lo
presentó a él o su padre.

Su padre, Markus, que miraba con desapruebo el repudio que Desmond parecía tener con
su hijo menor. Recordaba que le dijo una frase sobre eso, pero no la rememoraba por
completo.

—Esto no me trae un buen presentimiento—Liam comentó detrá s de él. El barco estaba


retrasado, llevaban má s tiempo del estimado esperando. Eran de noche, casi madrugada, y
Louis estaba en la proa, observando el mar.

—Quizá tuvieron algú n percance menor, recuerda que precisamente ellos no gozan de la
mejor flota.

—No lo sé, es extrañ o que no enviaran mensajes hasta ahora—el caballero seguía tenso
con todo el asunto, y Louis se preguntó por qué no prefirió quedarse en Aurea y descansar.

Encogió los hombros.

—No puedes aspirar a entenderlos, ellos creen que somos salvajes.

—Só lo está n dolidos por perder.

—Quizá .
—O porque son unos cobardes que só lo saben sostener una copa.

—También.

Liam se detuvo a su lado y lo miró con una expresió n divertida, que fue correspondida con
una tímida sonrisa del príncipe.

—¿No estamos muy habladores esta noche?—preguntó con humor. Louis bufó .

—Estoy nervioso, es todo—admitió —. Parecía que ir a la guerra era sencillo en


comparació n a esto, ¿Casarme? Tengo toda la vida peleando, no planificando una familia.

—Pero algú n día debías hacerlo.

—De hecho planeaba esperar a que mis hermanas crecieran y…—suspiró —. No importa.
Haré lo que sea por darle algo de paz a mi reino. Es mi responsabilidad.

—Mejor duerme.

Y aunque Liam lo convenció de volver a su camarote, el sueñ o tardó mucho en cubrirlo con
su manto.

Al amanecer había demasiado ruido y la luz entraba por las rendijas de la ventana, y siendo
que durmió con la ropa de la noche anterior puesta, apenas se calzó las botas, Luke entró a
su habitació n sin tocar.

—Majestad, llegó un bote pequeñ o y…—Apenado, el muchacho notó que entró de


improviso, sin anunciarse.

—Habla, Luke. Ya entraste—descartó la falta de educació n del rubio con un ademá n—.
¿Sucede algo fuera?

—Es que un muchacho llegó a la orilla con un omega inconsciente y tiene algunos
emblemas y joyas que…

—Luke—insistió el príncipe, perdiendo la paciencia ante el balbuceo—. Termina una frase


completa.

—¡Ser Liam cree que es lord Harry Cox! Pero no comprendemos por qué llegó así.
Llamaron al fisió logo y usted debería ir a verlo.

—¿Dó nde está ?—Louis rá pidamente lo apartó para salir de la habitació n sin molestarse en
cerrar la puerta. Ascendió a la cubierta y utilizó la rampilla para ir hasta el muelle. A lo lejos
distinguía figuras, dos agazapadas junto a una que intentaba levantarse de una
improvisada camilla. Era un niñ o, podía verlo mientras trotaba hasta llegar a él. Sus
rasgos se iban
aclarando mientras estaba má s cerca, lo veía caminar con un paso agó nico y cuando se
percató de que tropezaría, se apresuró a atraparlo entre sus brazos.

Su cuerpo estaba frío, temblaba y lo sentía delgado y débil contra el cuerpo. El cuerpo del
omega está muy quieto y Louis entendió con alarma que no estaba respirando, así que lo
movió con cuidado, y el niñ o lo miró . La luz del sol bañ ó sus rizos, arrancando destellos
cobrizos de este, y sus ojos puros como el jade se notaban cansados pero atentos. El resto
de sus facciones eran opacadas por la sangre que le manchaba los labios y la barbilla.

La imagen completa se relacionó con las palabras que Louis intentó poner significado
desde esa noche en el campamento, y algo en su pecho se retorció por el instinto de cuidar
al niñ o en sus brazos.

—Respira, vas a estar bien, lo juro por los dioses—se encontró diciendo.

—Príncipe Louis, el fisió logo lo espera en la casa del muelle…—Liam ya estaba a su lado,
con el otro muchacho que venía en el pequeñ o bote, detrá s y con una expresió n llorosa.
Otro omega.

—No, dile que van a atenderlo en el barco, lo llevamos a Aurea—no sintió casi nada de peso
cuando alzó al pequeñ o rizado, cargá ndolo contra el pecho—, y trae también a ese omega.
Salvó a lord Harry Cox.

Liam lo convenció de, sí, atender la salud de lord Harry en el barco, pero aú n no llevarlo a
Aurea. Tenían que esperar por un embajador y que diera explicaciones, o correrían el
riesgo de ser acusados de un secuestro. Mientras tanto, se mantuvo encima del fisió logo,
vigilando que encontrara la razó n para que Harry tosiera sangre de esa forma, y que su olor
se sintiera tan adulterado. Como si…

—Está muriendo—informó el experto, tras examinar a Harry que yacía en una cama preso
de fiebres y sueñ os inquietos—. Algo está mal con su ciclo de omega, pero no veo el por
qué.

Frustrado, Louis movía la bota en un tic nervioso sentado en una silla. El niñ o se estaba
muriendo y la angustia le oprimía el pecho de só lo pensarlo.

—Luke, trae al omega que está en el pasillo. Necesito saber qué pasó con lord Harry—
ordenó .

Ashton seguía llorando para cuando entró , y la voz dominante que Louis usó para
interrogarlo le hizo temblar aú n cuando intentaba ser amable, pero lo relató todo. Les
contó que “su lord” se crió con el mínimo de contacto hacia otros alfas. Y con mucho miedo
narró lo ocurrido en el barco, la ausencia de diplomá ticos y ese tal Benjamin Winston que
abusó del pequeñ o omega por ó rdenes del heredero de Desmond. Louis podía sentir su
sangre arder, y las feromonas que despedía no hacían má s que asustar a Ashton y poner
incó modo al fisió logo.

—Tiene un rechazo, por el cambio brusco que tuvieron los estimulantes en él—explicó el
hombre—. Su cuerpo intenta adaptarse, pero falla al ser tan joven… y está colapsando.

—Este muchacho viajó por un mes, aguantando esas terribles situaciones, porque lo
enviaron a comprometerse conmigo—Louis volvía a dar vueltas por la habitació n—. ¡No
puedo simplemente dejarlo morir!

—Habría una forma de salvarlo pero…

—¡Se hará lo necesario!

—Un alfa tendría que marcarlo, majestad. Pero no sabemos si sigue siendo puro y habría
que conseguir alguien que quisiera tomar el riesgo de tomar al niñ o.

—Lord—corrigió , sonando amenazante—. Lord Harry Cox, hijo de un rey y príncipe como
yo. Es má s que un omega y me importa una mierda si otro hombre lo dañ ó .

—Príncipe—lo que sea que el fisió logo diría, se vio interrumpido cuando otro acceso de tos
atacó a Harry, y la sangre de nuevo estaba en sus labios. El hombre rá pidamente lo tomó
con maestría, colocá ndolo de lado para evitar que pudiera ahogarse con su propia sangre.

Louis vio sus facciones contrayéndose de dolor, sus labios llenos escurriendo aquel líquido
y có mo recuperaba por un segundo la consciencia, só lo para perderla luego. Apenas vio su
mirada empañ ada por un momento.

“…será de ojos como el jade, cabello como el puro cobre… Y llegará escoltado por la muerte
que pinta sus labios de carmín.”

Seguía dando vueltas en su cabeza aquello, y la urgencia en su pecho no se calmaba. Apartó


al fisió logo y tomó a Harry en un abrazo, con una necesidad visceral de darle calor y borrar
el frío de esa suave piel.

—¿Si lo marco, se salvará ?—buscó confirmació n en el rostro del maestro de medicina y


este asintió .

Tragando grueso, Louis apartó el cuello del camisó n, revelando la piel pá lida, que brillaba
por el sudor de la fiebre. Sintió la mandíbula tensa, encontrando que de verdad deseaba
hundir los dientes en esa tierna piel. Se inclinó , y como un pequeñ o gato el niñ o reaccionó a
su calor y buscó estar cerca de él. Sin titubear, Louis presionó y el sabor de la sangre le
golpeó la lengua. Por un momento sintió que todo en su cuerpo se detenía, y luego iba de
forma desenfrenada, su sangre corriendo deprisa al mismo ritmo que la de Harry. Sentía
cada latido y respiro, el dolor en su vientre como propio, y le hizo gemir. Se apartó , viendo
la marca de su mordida y jadeó , con una sensació n rara. A ciegas, Harry buscó estar má s
cerca, y Louis no se lo negó , volviendo a abrazarlo.

—¿Eres tú mi ancla—Susurró contra los rizos del menor, todavía no creyendo lo que había
hecho—. ¿Ya no tengo que seguir navegando?

No recibió respuesta, pero en el fondo ya lo sabía.

Y lo confirmó al día siguiente, cuando ese mordaz embajador llegó anunciando que Vitrum
Maritima estaba de luto por la muerte de su heredero menor, culpando a Aurea, alegando
que eso era un atentado.

Liam, junto al resto de los guardias creyeron que Louis ejecutó al embajador luego de
enviar un mensaje al rey Desmond, anunciando que la deuda estaba saldada, por el
honor de Aurea.

Pero no fue así.

Ese fue el primer hombre que Louis mataba por Harry.

Si lo arriesgo todo, ¿Detendrías mi caída?

¿Cómo vivo, cómo respiro? Cuando no estás aquí siento que me sofoco.

Quiero sentir amor corriendo por mi sangre,

Dime, ¿Es aquí donde lo dejo todo?

Por ti, lo tengo que arriesgar todo, porque está así escrito en la pared.

•○•

Este extra es entre Supervivencia(3) y Entrelazado (4) Cuando Louis conoce a Harry.

Por si no era obvio(?

Espero les gustara este pequeño descanso. Gracias a todos ustedes que votan en cada
actualización, ya estamos en 8K. Lloren conmigo, tengo pañuelos para todo mundo.

Igual les quiero mucho.

Ahora sí, ¿Quién quiere dedicaciones?

Ahre, que tenemos salseo en el próximo capítulo.


Valar morghulis (?
17-. Alma

ALMA

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Tengo un fuego por corazón, no estoy asustado de la oscuridad, nunca lo habías hecho ver tan
fácil. Tengo un río por alma, y cariño, tú eres un bote; tú eres mi única razón. Si no te tuviera
no me quedaría nada, la cáscara de un hombre que nunca pudo dar lo mejor de sí. Si no te
tuviera jamás habría visto el sol, me enseñaste como ser alguien.

—Se está congelando, deja que ayude.

Liam se quitó la capa oscura que llevaba sobre los hombros y envolvió a Harry en ella lo
mejor que Louis le permitió . El alfa seguía en un especie de shock, todavia no asimilando el
hecho de que su omega estaba vivo y aparentemente só lo algo golpeado. Pero no iba a
culparlo, él mismo creyó que el consorte murió al igual que el pagano que yacía a unos
metros de ellos. La espesa nieve amortiguó la caída de ambos, pero el pagano murió
seguramente a causa de las flechas que se enterraron má s en su cuerpo a consecuencia de
la caía. Era una lá stima que muriera, de cierta forma, si ese realmente se trataba del líder,
entonces un interrogatorio habría ayudado bastante. Un par de guardias se acercaron,
claramente agotados por el enfrentamiento y atraídos por el alboroto que hicieron hacía
unos minutos, pero si podían darse el lujo de caminar hasta ellos, es porque se encontraban
ganando.

—¿Có mo está n las cosas?—demandó saber el lord comandante.

—Los hemos reducido, señ or. Reunimos a cinco prisioneros para llevarlos a la fortaleza
cerca del castillo de lord Horan e interrogarlos. Encontramos un só tano surtido de
armamento dentro de estas ruinas.

—¿Alguien escapó ?—Liam ya se encontraba maquinando el retorno al castillo, Louis no


parecía acto en ese momento de dar ó rdenes. De los demá s se encargaría cuando los
tuviera a los dos a salvo.

—Unos pocos—contestó el guardia—. Pero deben ser menos de cien contando a los que
acorralamos esta mañ ana.

Entonces, a pesar del caos y de la variació n en los eventos que tenían fijados, todo salió
bien. Podían manejar la amenaza desde las posibilidades de los Horan, y con suerte partir
de nuevo a Aurea en unos días.

—Perfecto. Tomen ese cuerpo en la carreta—ordenó , señ alando el cadá ver del joven
pagano—. No sabemos si se trata del líder, le llamaban “Maestro”. Y desocupen uno de los
carruajes que trajimos para el príncipe y su consorte, necesitan volver con comodidad y
cuanto antes. Traten de hacerlo todo deprisa, el clima está empeorando y no podemos
exponer la salud del consorte, ¿Entendido?

Los guardias asintieron afirmativamente, y se llevaron el cadá ver para cumplir el resto de
las ó rdenes. Liam vio có mo colgaba el brazo con la garra del pagano, balanceá ndose con el
movimiento, mientras se lo llevaban. Luego volvió a vista a Louis. Estaba acomodando a
Harry en sus brazos, y le murmuraba cosas que no lograba escuchar del todo.

—Ven, permite que te ayude a llevarlo… Ha sido un largo día y el lazo debe tenerte agotado
—ofreció el beta, extendiendo sus brazos, pero Louis se alejó deprisa.

—No, no quiero que nadie lo toque—negó , clavando sus fríos ojos azules en Liam como si
se tratara de una amenaza, a la defensiva. Descolocado, Liam se detuvo y tensó un poco el
gesto.

—Só lo quiero ayudarte a llevarlo hasta el carruaje, recuerda que en mi juramento también
está cuidarlo—insistió , con voz suave—. Te ves a punto de colapsar.

—¡He dicho que no!—ordenó , apretando el agarre que tenía sobre Harry—. ¿No puedes
olerlo? Es mi esposo, a quien le fallé en cuidar y tuvo que soportar golpes mientras inicia su
primer celo.
Todo encajó de una forma tan peligrosa, que el cuerpo del beta se tensó en alarma. No era
buen momento para dar pasos en falso.

—Mierda… por el señ or de la arena—Liam retrocedió preventivamente, alzando las manos


de forma apaciguadora. Cruzarse entre un alfa con su omega en celo no era viable si deseas
seguir viviendo—. Está bien, tranquilo. Voy a caminar unos pasos adelante—indicó ,
comenzando a moverse—. Alejaré a los guardias y subirá s a un carruaje con Harry para
llevarlo hasta el castillo.

Louis asintió secamente, y sostuvo bien a Harry antes de seguir a Liam. Su cuerpo estaba a
la expectativa, y a la vez reclamando algo de descanso. Pero no lo tendría hasta alejar todo
el peligro de Harry. No pudo evitar soltar gruñ idos cuando un alfa o beta estaba demasiado
cerca de ellos, y Liam tenía que apresurarse a mandarlos lejos. Consiguieron llegar al
carruaje sin que Louis destrozara a nadie y Liam recordó a tiempo que no era prudente
ofrecer ayuda para que subieran. Así que se ahorró recibir un gruñ ido y esperó paciente a
que se acomodaran y consiguió dos cantimploras de agua, que entregó al príncipe.

—En caso de que despierte, y tú también deberías tomar algo para soportar el viaje hasta el
castillo—cerró la puerta y le habló a través de la pequeñ a ventana—. Recuerda que no has
probado bocado en todo el día.

—Só lo sá came de aquí, si Harry despierta sentirá mucho dolor y este frío podría hacerle
dañ o—dijo sin má s, con el omega en su regazo.

—Cabalgaré detrá s de ustedes—se despidió , y dio un par de golpes con los nudillos al
carruaje para indicarle al chó fer que alentara a los caballos a correr.

Confiaba que sus hombres podrían organizar el resto para transportar a los heridos,
prisioneros y demá s cosas que llevaron consigo. Era má s importante asegurar que Louis
llegara ileso al castillo y si debían detenerse en una posada, entonces debía comprobar que
fuese segura. Buscó a un par de guardias y su caballo, y tras dar las indicaciones
pertinentes, partió detrá s del rastro de las grandes ruedas del carruaje.

Volvió lentamente, enroscá ndose en su vientre para establecerse y luego estallar en esa
potente llamarada. El dolor sacó bruscamente a Harry de su sueñ o, provocando que se
hiciera un ovillo en la cama y que ahogara un quejido sobre las almohadas. Bajo las gruesas
mantas de piel no encontró a nadie a su lado, por lo que tuvo que sobreponerse a la
desorientació n y dar manotazos para liberarse de las ropas de cama. Otro quejido escapó
de sus labios cuando el frío golpeó su piel caliente, dá ndole una sensació n incó moda que le
hizo jadear. Sentado en la cama y poco a poco reconociendo la habitació n donde se
encontraba, ubicó la chimenea y el mullido silló n de descanso a un lado. Ahí, con algunos
abrigos encima y los pies descansando sobre la alfombra, se encontraba su alfa. El fuego
iluminaba un lado de su cara, acentuando sus pó mulos y la sombra de la barba que llevaba
días sin cuidar. El alivio lo golpeó , haciendo una dura competencia contra el dolor en su
vientre y espalda baja, porque si estaban en su habitació n del castillo y Louis se encontraba
durmiendo profundamente allí, entonces toda esa pesadilla se había acabado. Bajá ndose de
la cama y haciendo una mueca porque caminar le daba dolorosas puntadas, notó que
llevaba un camisó n gris, que se pegaba a su piel por el sudor. Avanzó unos tambaleantes
pasos, con unas incontrolables ganas de llorar que se estaba guardando desde el principio.
Sollozó mientras se sostenía del dosel de la cama y tomó un trabajoso respiro antes de
continuar el camino hasta el silló n.

Pero el cuerpo le falló apenas detectó que estaba tan cerca de su alfa. Trastabilló en llegar y
se sostuvo del respaldo cuando otra oleada de dolor lo asaltó , y utilizó lo ú ltimo de sus
fuerzas en ese momento para dejarse caer sobre el regazo de Louis. El golpe en sus partes
bajas le hizo quejarse en voz alta, y el cuerpo de Louis saltó en alarma, mú sculos contraídos
en espera de tener que afrontar una amenaza. Pero só lo estaba Harry, que se acomodó
desesperado sobre él, a horcajadas en su regazo.

—Lou—sollozó , usando los hombros del alfa como soporte—. Desperté y me encontraba
solo… y me duele tanto.

Louis lo miraba en comprensió n, con los labios en una tensa línea y una expresió n en la
mirada, como si llevara una lucha interna. Pero el resto de sí no podía disimular, su piel
calentá ndose lentamente y la respiració n agitada. Rodeó la cintura de Harry con ambas
manos, apretando un poco.

—Lo sé, amor. Lo siento—murmuró , y frotó suavemente su piel encendida por la fiebre del
celo—. Pero me dijeron que debías descansar un poco y mi olor te haría dañ o si yacía
contigo en la cama…

—Por favor, Lou—quejó , apreciando có mo las manos del alfa bajaban a sus muslos y
apartaban la tela del camisó n con pausa.

—Sí, amor. Pero con cuidado—advirtió el príncipe, deteniendo las manos de Harry que se
apresuraban por deshacer el broche del cinturó n y abrir su pantaló n—, está s golpeado—
apuntó , pasando las yemas de los dedos por las huellas amoratadas en el cuello de Harry,
que aú n con la poca luz resaltaban contra el tono de su piel. Otros cardenales tomaban sitio
en el rostro, en la mejilla y en la comisura del labio

Pero nada de eso le importaba a Harry. Los golpes no significaban nada en comparació n
con el dolor en sus entrañ as por todo el tiempo que necesitó a su alfa. Y tenerlo tan cerca
sin que lo tocara, lo estaba enloqueciendo.

—Ahora, Lou—demandó , soltá ndose de su agarre y terminando por apartar, furioso e


impaciente, los abrigos que habían entre ellos. Entonces terminó de desabrochar el
pantaló n y presionó su temblorosa mano sobre la entrepierna de Louis. Su pene estaba
semiduro, y respondió a sus caricias que hacían un vaivén por toda su extensió n—. No me
duelen los golpes, me duele no tenerte…

—Harry…—habló al mismo tiempo el alfa, dejando caer la espalda contra el respaldo, los
labios abiertos y la respiració n má s pesada.

—…dentro de mí—siguió , inclinando el cuerpo para besar el cuello del alfa, la línea de su
mandíbula y delineó con la punta de la lengua, apenas fuera, sus labios—, estoy muy, muy
hú medo.

La carga de feromonas cambio en la habitació n, y Harry supo que ya había ganado contra
las precauciones que Louis deseaba marcar.

Gimió de gusto cuando lo tomó con fuerza de la cintura, rodeá ndolo con su brazo y obtuvo
el control de la situació n. Condujo una mano por la espalda de Harry hasta sus glú teos y
encontró el pliegue de estos suave y lubricado. Sin resistirse ubicó el agujero e introdujo
dos dedos que se deslizaron con facilidad. Las paredes de Harry se estrecharon recibiendo
los dedos del alfa y arqueó la espalda, con los labios de Louis repartiendo besos y
lametones en su pecho, donde los botones del camisó n cedían y creaban una abertura. La
sensació n de tener algo estirá ndolo y llenando el terrible vacío mitigaba el dolor, y le hacía
buscar má s. Afincó bien las rodillas sobre el silló n y movió la cadera contra la mano de
Louis, para sentir que iba má s profundo.

Louis frotaba los dedos contra las cá lidas paredes de su omega, que se contraían de forma
ansiosa a sus movimientos y parecían querer empujarlo cada vez má s hondo. El olor de
Harry le alteraba los sentidos, y su piel sabía má s dulce bajo su lengua cada que daba una
lamida para calmar la huella de un duro beso. Ese hermoso omega sobre su regazo quebró
definitivamente todo el autocontrol que juró tener con él. Añ adió un tercer dedo, siendo
que el cuerpo de Harry respondía tan deprisa al estímulo y se dilataba sin problemas. Dejó
de jugar con uno de sus pezones, que ya estaba erguido y rosado por las atenciones de su
lengua, y ascendió los besos hasta las clavículas, donde mordió un poco y escuchó con gusto
un grito de placer de parte de Harry.

—Ah…, dioses, te lo suplico—gimió , con los puñ os cerrados sobre la tela de la camisa de
dormir del alfa. Los mechones que tenía sobre el rostro yacían empapados y le era
imposible mantener los labios cerrados. Con los dedos en su interior, sabía exactamente lo
que su cuerpo clamaba.

—¿Qué quieres, amor?—lo probó Louis, consiguiendo llegar hasta sus labios y dá ndole un
profundo beso, su lengua acariciá ndose con la ajena en el mismo ritmo que Louis frotaba
los dedos en su interior.

Mareado, Harry correspondió a ese beso repleto de sonidos hú medos, labios que se
mordían e hilos de saliva que desaparecían en cuanto volvían a unirse.
—A ti—gimoteó , frotando su propia erecció n contra la del alfa, dura e imponente—. Tu
nudo, que te corras dentro de mí y me hagas sentir muy lleno.

Respiraban agitados sobre los labios del otro, las manos de Harry ya habían desecho los
botones de la camisa del alfa y clavaba las uñ as en su pecho. Lo necesita tanto, tanto que
dolía y hacía el sudor bajar por su espalda a pesar del frío. Parecía que el calor emanaba en
olas desde su interior.

—Tú comandas—jadeó Louis, sacando los dedos de su interior, que escurrían gotas de
lubricante y se apartó un poco para poder lamerlos, esa acció n atrapó la atenció n de los
oscuros ojos del omega. Le regaló una sonrisa lasciva a su omega cuando atrapó cada gota
con la punta de la lengua, y luego se movió un poco para alinearse bajo Harry—, y yo
obedezco.

Atrapó la cadera de Harry, guiá ndolo en la postura que debía tener y se mordió el labio
inferior ante la expresió n del menor, no quería perderse nada de ello. Para cuando empujó
suavemente de él, dirigiéndolo hasta que la punta de su pene forzó su pequeñ o agujero y
logró entrar, agradeció que Harry también lo estuviera mirando. Con sus rizos
desordenados y pegados a sus sienes, los labios rojos e hinchados por los besos, mejillas
rosadas y otros cristalinos. Su cejas se curvaban en una mueca de angustiante placer
mientras se hacía paso en su interior.

—Mierda, Lou… ¡Oh!

Louis entornó los ojos y alzó la cadera a la vez que tiraba de Harry hacia abajo, acabando de
entrar hasta la empuñ adura de su miembro y produciendo que todo el cuerpo del
muchacho temblara por la sobre estimulació n. No le importó que las uñ as de Harry
estuvieran haciendo un desastre en su pecho.

—Hemos hablado… del lenguaje, gatito—insistió , frotando los pulgares sobre el vientre
ajeno. Jadeó y luego dejó escapar un gemido mientras las paredes musculares de Harry se
adaptaban su espesor—. ¿Puedes manejarlo, amor? Así estoy tan dentro de ti…

Pero Harry respiraba agitado, con temblores cruzando sus muslos y una sonrisa en sus
labios llenos y sonrosados. Esperó unos segundos y dejó un beso flojo en la comisura del
labio del alfa, se sostuvo bien de los hombros del mayor y dejó otro beso antes de apoyarse
con firmeza en las rodillas y elevarse tentativamente, sin llegar a estar vacío y se dejó caer
sobre la erecció n de alfa, valiéndole a ambos un grito.

Y no hubo má s espacio para sutilezas.

Louis lo envolvió , con una mano sosteniéndolo firme de los rizos, manteniéndolo captivo en
un beso desenfrenado y pasional, volcado de lujuria que lastimaba las magulladuras de
ambos en el rostro pero no les importaba; y lo abrazó contra sí, cerrando un brazo en torno
a su cintura con fuerza, para sí dirigir sus movimientos.
Embistió contra el cuerpo de Harry, encontrando con deleite que él bajaba justo a tiempo a
su encuentro de manera que tocaba su pró stata y Louis podía disfrutar los mú sculos de su
omega cerrarse en convulsiones alrededor de su pene. Se movían juntos en una
sincronizada fricció n, donde el cuerpo de ambos colisionaba; Louis alcanzando el punto
que hacía gritar a Harry entre besos, a la vez que la erecció n del menor se frotaba contra el
abdomen del alfa.

—Má s fuerte—suplicó Harry, los dedos del príncipe tirando de sus rizos mientras le
mordisqueaba el ló bulo de la oreja—, má s hondo, alfa—lo ú ltimo salió como un gemido
cuando rodó la cadera sobre la erecció n y su pró stata era nuevamente alcanzada.

Louis soltó una risita sobre su oreja, dejando un beso en su mejilla y dejó ir sus rizos para
bajar su mano hasta el pá lido y firme muslo. Repartió caricias por este, desde donde se
encontraba con la cadera y podía delinear el exquisito hueso que tanto le gustaba besar,
hasta volver a la rodilla. Lo sostuvo del á ngulo interno de esta cuando Harry se alzó , y tiró
de allí para cambiar la posició n del cuerpo de este y cuando bajó al encuentro, la estocada
fue má s profunda.

—Sí, Harry—lo animó con voz ronca, cuando le menor gimió de satisfacció n y buscó
aumentar la fricció n en esa posició n—, sí, gatito. Muévete así para que pueda hundirme
duro en ti.

Alcanzó a tomar la erecció n de Harry, y frotó la hendidura en la punta, presionando para


ver complacido có mo Harry se estremecía y le costaba má s coordinar los movimientos,
viendo có mo su pequeñ o estaba a punto de llegar. Sin pausa comenzó a masturbarlo,
maravillado por la escena frente a sí. El rostro de Harry se contraía por el esfuerzo de
mantener el orgasmo en ese sitio donde se formaba en su vientre. Louis aumentó el ritmo
de su mano y de sus embestidas, haciendo que el omega sobre él sollozara entre gemidos.

—Lou-Lou…—intentaba mantener los ojos abiertos, pero diminutas lá grimas le nublaban la


vista—. Voy a… voy…

—Có rrete, amor—ordenó , masajeando también los testículos de Harry mientras lo


masturbaba—, déjame verte.

El orgasmo golpeó a Harry haciendo que gritara el nombre de su esposo, los


estremecimientos llegaron a cada parte de su cuerpo y toda la energía y el calor que
parecía darle impulso, estalló dejá ndolo indefenso sobre el pecho del alfa.

Louis limpió los restos de semen de su mano en el camisó n, cuando sostuvo a Harry con
ambas manos para embestirlo má s rá pido y desordenado, buscando su propio orgasmo
entre gemidos mientras las paredes de Harry lo apretaban deliciosamente y su nudo se
hinchaba, haciendo presió n contra la entrada del omega. Se vino con fuerza, llenando el
interior de Harry de su corrida, sacá ndole una sonrisa de superioridad cuando Harry
suspiró disfrutando la sensació n de estar anudado y recibiendo la tibia sensació n del
semen ajeno.

Permanecieron en silencio unos minutos mientras ambos recuperaban el aliento y el ritmo


de sus respiraciones. Los corazones de ambos se sentían desenfrenados contra el pecho del
otro, y sus mú sculos comenzaban a sentir calambres por la posició n, pero no importaba.
Louis frotaba la palma por la espada de Harry, y este, respiraba tranquilo sobre el cuello del
alfa.

—Esperé tanto por al fin tener un celo—murmuró Harry, con su voz algo afectada por
gritar—, y no esperaba que fuese tan doloroso si estabas lejos.

Louis suspiró , y lo abrazó suavemente.

—No se suponía que estuviera lejos—murmuró realmente arrepentido—. Creí que iba a
morir de angustia cuando sentí que me estrangulaban, só lo estaba sintiendo una parte de
tu lucha a través de nuestro vínculo.

—Fue mi culpa, en la plaza me alejé mucho de los otros guardias… quería comprar
muñ ecas para Fizzie y Lottie—confesó , acurrucá ndose en el pecho bajo él—. ¿Ash y Luke
está n bien? Cuando ese tipo los atacó , intenté clavarle mi daga pero… Dioses, dime que
está n bien.

—Lo está n—lo calmó rá pidamente—. Luke está un poco má s herido del hombro. Y cuando
regresamos por la madrugada, Ashton ya estaba despierto. Con mucho dolor de cabeza,
pero estaba bien y preguntando por ti.

Harry sonrió aliviado.

—Esos paganos realmente creían que podían contigo, con las tres coronas—sin el dolor del
celo y hasta que llegara la pró xima ola de calor, Harry podía pensar con má s claridad todos
los acontecimientos.

—No eran muy diestros en batalla, pero llevaban buenas armas con ellos.

—Intenté escapar, ¿sabes?—suspiró , los dedos de Louis frotando suavemente entre sus
rizos—. De camino cuando me llevaban a caballo, pero no corrí lo suficiente—se
humedeció los labios—. Y luego cuando me pusieron en una celda. El que me estranguló en
la plaza de la aldea, se llevó mi capa y guantes, y se marchó . El alfa que se quedaba a
vigilarme, captó mi olor y entró en la celda, ofreció regresarme mi daga si me la ganaba—
relató —. Me negué e intentó aprovecharse de mí porque estaba comenzando el celo—
sintió el cuerpo de Louis tensarse, y le acarició el pecho para calmarlo—. Lo maté con esa
daga que me diste antes de que pudiera siquiera rasgar mi ropa.

—¿Lo asesinaste?
—Sí—se alzó un poco para ver el gesto sorprendido del alfa, luego el alivio y por ú ltimo un
brillo de orgullo—. Ya no soy el niñ o que cargaste en ese muelle.

—Por supuesto que no, amor—le sonrió con aprobació n—. Pero seguirá s siendo un gatito,
no importa cuá nto pase el tiempo.

—Deja eso—soltó con una risa y mejillas sonrojadas—. Algú n día lo dirá s en pú blico sin
notarlo, y me moriré de vergü enza.

—Te ves adorable cuando te apenas en pú blico.

—Déjame en paz.

—Al menos puedo constar que aprendiste a montar—lo felicitó , apretando sus muslos, y
soltó una risa cuando Harry le pegó en el brazo.

—¿A eso te referías en la mañ ana? Eres un vulgar…

El nudo comenzó a ceder, haciendo que Harry soltara un sonido de alivio porque podía
mudar la posició n luego de todo ese rato con las rodillas flexionadas.

—Harry…—dijo, suspirando cuando este pudo levantarse de su regazo y sentarse en sus


piernas. Se irguió para tomarle las mejillas y mirarlo fijamente. Miró sus ojos verdes de
nuevo brillantes, sus mejillas rosadas y apretó los dientes cuando se fijó en las huellas
moradas en la piel alrededor de la mandíbula.

—Dime—el cosquilleo en su piel volvía a estar presente, subiendo por su espalda y


haciendo que el frío le molestara. Tomó suavemente las muñ ecas del alfa.

—Jamá s me perdonaré el no haber estado ahí para ti—bajó los dedos por su garganta, y
Harry tuvo que contener una mueca cuando rozó las zonas lastimadas.

—No ha sido tu culpa, ellos lo tenían bien planeado—cerró los ojos, la temperatura de su
cuerpo volvía a ascender y se notaba en la cantidad de vaho que soltaba al hablar—. Pero
llegaste a tiempo y nada malo ocurrió .

—Está s herido—objetó , frunciendo las cejas.

—Apenas—ademá s de los moretones, acababa de notar que llevaba un vendaje en el brazo,


seguramente cubría alguna sutura para la herida que Armand le hizo cuando intentó
adelantar el ritual y comenzaron a luchar.

—Me hubiese encantando matar a golpes a todos ellos, a los que se atrevieron a insultarte y
ponerte un dedo encima.
De nuevo, la presió n en el vientre le estaba haciendo divagar, su mente quedando en blanco
y volviendo ese sentido animal. En su razonamiento só lo existía el hecho de que ambos
estaban bien, a salvo. Que Louis lo sostenía cerca y sus pieles sudadas se tocaban, que
respiraban el aliento del otro y estaban semidesnudos. Y no quería sentir de nuevo el dolor
de estar vacío.

Tragó grueso cuando las gotas de lubricante comenzaron a resbalar por sus muslos; y su
omega interno, en su estado má s manipulador para conseguir lo que quería, le indicó que si
hablaba Louis haría lo que fuese para aliviarlo. Porque era su alfa, su esposo y quien
pondría niñ os en su barriga.

—Mataste a Armand—puntualizó , apartando la camisa de Louis por los hombros, y el alfa


siguió sus movimientos para sacarse la prenda de encima—. Deseaba que lo mataras,
porque él hablaba de ti, como si te conociera, y lo odié…

Louis respiró con pesadez, el olor de las feromonas de Harry despertando su instinto así
como su excitació n.

—¿No te gustaba que hablara de mí?—la camisa cayó al piso, y el alfa tomó los bordes del
camisó n y los amontonó en sus manos, hasta que llegó a los hombros y se lo sacó de encima
a Harry, tirá ndolo también.

—Tu nombre sonaba obsceno en su boca—masculló , rodeando el cuello de su alfa y


enterrando los dedos en el cabello de la nuca.

—Eso es porque soy tuyo, amor. En cuerpo y alma—se acercó para atrapar su labio inferior
y succionarlo; a la vez que tomaba por los glú teos a Harry y lo sostenía contra sí—. Y só lo
tú puedes llamarme como quieras.

Louis se levantó del asiento, con Harry abrazá ndolo del cuello y con sus piernas firmes
alrededor de su cintura. Caminó con paso firme hasta la cama y depositó a Harry con
cuidado en ésta. Una vez allí, el omega se arrodilló sobre el colchó n y trazó las firmes líneas
en el abdomen del alfa y la “v” que se formaba sobre los mú sculos oblicuos en la cadera.
Louis le dejó que bajara el pantaló n hasta que estuvo en sus tobillos, que luego apartó de
una patada.

—Mi Louis—murmuró contra el abdomen del alfa, dejando un suave beso ahí, acariciando
la espléndida anatomía ajena con ambas manos—, mi príncipe—dejó otro beso má s abajo,
cerca del ombligo, respirando el rico olor de su piel; tan fuerte y ú nico—, mi amor—
finalizó , inclinando el cuerpo para dejar un rastro de besos por su pelvis. Cuando sus labios
rozaban la ligera capa de vello que antecedía a la virilidad de su alfa, este le detuvo
tomá ndolo suavemente del cabello.

—Ven aquí, gatito—lo atrajo en un beso lento y demandante, que relajó el cuerpo de Harry
y le hizo humedecerse aú n má s por la forma en que sentía la lengua ajena rozar la suya—.
Travieso, ya tendremos tiempo para esos juegos—Lo empujó contra la cama y le tomó de
los tobillos para separar sus piernas y acomodarse entre ellas—. Pero tu siguiente oleada
de calor por el celo está comenzando, y pretendo ser un buen alfa y aliviarte antes de que
comience a doler—prometió , besando uno de sus hombros.

—Sí, te necesito—exigió , delineando los cincelados mú sculos en los hombros del alfa.

Harry sonrió complacido, un escalofrío de anticipació n recorriendo su espalda a la vez que


los dedos de Louis trazaban posesivas caricias por sus muslos. Estaba seguro que dejaba
surcos rosados a su paso. Gimió y alzó la cadera para frotar la pelvis contra la ajena, las
erecciones de ambos frotá ndose con una delicia tortuosa. Louis lo tomó de las nalgas,
hundiendo los dedos en su suave carne a placer.

—No sabes el deseo que tengo de tomarte tan fuerte, Harry—gruñ ó , rodeando las
erecciones de ambos y frotá ndose con má s rudeza contra él. Las miradas, azul y verde,
estaban ancladas la una en la otra—. De follarte duro hasta que pierdas la voz y correrme
en ti hasta que tu celo se calme.

Harry gemía tan só lo con sus palabras, con la expresió n dominante de Louis sobre él, y la
ruda estimulació n en su propio pene. Apretó la manta de piel de la cama con ambos puñ os
y echó la cabeza hacia atrá s sin poder evitar venirse en la mano de Louis, el calor el su
cuerpo sin disminuir ni un poco, sin embargo.

—Entonces hazlo—sollozó , su sensible entrepierna siendo liberada—. Tó mame fuerte,


como quieres—sus temblorosas piernas lograron rodear la cadera ajena—, soy tuyo para
eso. Puedo tomarlo—prometió , entreabriendo los labios para dejar que la lengua de Louis
se colara dentro en un desordenado beso que fue interrumpido como llegó , de sú bito.

—Aguanta para mí, gatito.

Sin demorarse en dilatarlo, las toscas manos del alfa lo alzaron un poco de la cintura y lo
penetró en una fuerte estocada que sobre estimuló todo el cuerpo de Harry, alargando el
orgasmo que todavía no terminaba y haciéndolo gritar. Fue como si activara algo dentro de
él, porque desde ese momento no pudo parar. Gritaba, incapaz siquiera de modular el
nombre de Louis, con los ojos cerrados y las lá grimas de placer bajando hasta perderse en
el nacimiento del cabello.

Loius arremetía contra su cuerpo sin piedad, empujá ndolo contra el colchó n, escuchaba su
respiració n agitada contra la oreja, sus gemidos y có mo pronunciaba su nombre junto a
cosas sucias. La piel de ambos ardía cada que se tocaban, con el sudor cubriéndolos. Los
dedos de Louis le sostenían con dureza, obligando a su cuerpo a moverse al frenético ritmo
que el alfa marcaba. Golpeaba sus paredes, alcanzaba el punto que hacía curvar los dedos
de su piel y lo llevaba a la línea donde el placer se daba la mano con el dolor. Era intenso e
insoportable, satisfactorio y desesperante. El clímax se construía de nuevo en Harry,
abrumá ndolo.
—Harry—jadeó el alfa, sin aliento y con la voz ronca por el frío que secaba su garganta, por
los gemidos. Lo soltó de un costado, penetrá ndolo má s desordenadamente. Lo tomó de la
mejilla y pasó el pulgar por los labios del omega, jugueteando con el labio inferior y
presioná ndolo hacia abajo—. Maldició n, eres tan hermoso—aumentó la fuerza de las
estocadas, má s lentas y certeras, só lo para ver có mo la bonita cara de su omega ponía esa
mueca de desesperado deleite, presa del placer—. Tan sumiso y recibiendo todo de mí.

Harry se sostenía precariamente de la espalda del alfa, una de sus piernas yacía sobre la
cama y la otra aú n estaba encajada en la cadera de Louis, haciendo que estuviera má s
expuesto a los embistes. Gimoteó , los labios de Louis recogiendo las lá grimas en su mejilla.

El ritmo se volvió má s rá pido y descompuesto, variando la intensidad porque Louis estaba


muy cerca.

—¿Quieres mi nudo, gatito?—Harry asintió frenéticamente, clavando las uñ as sobre las


costillas del mayor, soltando pequeñ os “Mhn” imcomprensibles que hacían temblar al alfa
—. ¿Deseas que me corra dentro de ti?

Usando sus ú ltimas fuerzas para retrasar el momento, Louis tomó ambas piernas de Harry
y lo forzó a levantarlas hasta estar sobre sus hombros. Mordió uno de los pá lidos muslos y,
si Harry creía que ya no podía gritar, probó estar equivocado cuando fue penetrado en ese
á ngulo que le hizo ver luces; a la vez que el orgasmo de Louis también llegaba y anudaba
dentro de su consorte, liberando su corrida con fuerza junto a un grito.

Soltó las piernas de Harry para poder sostenerse, codos y brazos a cada lado de la cabeza
de Harry. El menor respiraba agitado, con la cara roja y los ojos cerrados. Las olas de
extenuante placer recorrían el cuerpo de Louis, pero eso no le detuvo de darle perezosos
besos en los labios a su consorte, de sonreír para sí porque Harry estaba tan desorientado y
satisfecho, gimiendo bajito mientras sus entrañ as recibían todo su semen.

Sabía que se encontraba a medio camino de la inconciencia, que quizá no lo escuchaba y


só lo respondía a sus mimos por instinto, como el muchacho mimado que era desde que
intimaban. Lo miró con adoració n entre besos flojos y respiraciones lentas.

—Creo que te amo, Harry—musitó , má s para sí—, eres mi ú nica salvació n y condena.

El pequeñ o gatito estaba en su propia nube de placer, y Louis no podía esperar a que bajara
de allí, y el celo lo despertara para continuar por má s, para seguir amá ndolo hasta que
ambos no pudieran má s.

•○•

Hace calor. *Mentira, se muere de frío en su habitación*


Bueno, espero no haber decepcionado a nadie xD y que disfrutaran el capítulo.

Quiero darle las gracias a todas las que entendieron mi molestia sobre el tema que
expuse en el capítulo pasado, es tranquilizante saber que hay quienes comprenden
que el asunto es pesado; y quienes no lo ven así pues, bueno: siempre habrá quienes
adoran ver el mundo arder. Anyway, sanjamos el tema \0/

Quería escribir un OS basado en Gangsta de Khelani, pero ustedes no me iban a


perdonar que me tardara en actualizar. Ay, ¿vieron que por fin usé una canción de
los chicos? (*-*)r

Estoy segura que si me salto dedicaciones es porque las piden entre los comentarios,
y no en la palabra citada e_e Así que…

…¡Dedicaciones acá!

Y nos vemos por ahí.


18-. Proteger

DEDICACIONES:

@Alaiaa004

@DenyStylesSaucedo

@AlissonHL

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@JaneDoe_A

@InfiniteLove1313

@kiara_horanxx

@Ivone_MM

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@Wingalia

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@Pancha_x

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@Ch_Herondale

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@xlarrySyndromex

@fxckmewithlxve

@-LarryAndMe—

PROTEGER

Sostenme a salvo dentro de tus brazos como torres, torres sobre mí. Porque estamos rotos lo
que debemos hacer es restaurar nuestra inocencia, y oh, todas las promesas que adoramos.
Darnos vida de nuevo, porque todo lo que deseamos es sentirnos enteros. Cierra las puertas,
porque me gustaría encerrar esta voz, que viene a mí en la noche, así todos tendrán una
opción. Y bajo luces rojas, me probaré a mí mismo que no ha quedado en el olvido. Estamos en
guerra, vivimos así.

Los chasquidos que hacía la leñ a al arder eran el ú nico sonido que acompañ aba a la agitada
respiració n sobre el cuello de Harry. Estaba muy quieto mientras su alfa lo mantenía sujeto
en un apretado abrazo bajo las mantas de piel, que les protegían del frío debido a su
desnudez. Pero hacía unas horas que no hacían nada má s que descansar. El celo de Harry
duró dos días y medio, en teoría, desde el momento que se levantó esa mañ ana sintiéndose
extrañ o. Y el dolor fue insoportable hasta que Louis estuvo ahí para él, para ayudarlo a
sobrellevar cada oleada de calor y necesidad, para amarlo.

Y estaba tan feliz, tan aliviado de que todo resultara bien y su cuerpo no volviera a
enfermar ante la idea de un celo. Acarició la espalda del alfa suavemente, y depositó un
pequeñ o beso en su hombro. Louis lo estrechó má s fuerte y suspiró .

—Lamento esto—se disculpó Louis, estrujando má s el abrazo, los labios haciendo


cosquillas en su piel—. No quería despertarte así.

—Es una bonita forma de despertar—dijo Harry, alcanzando los mechones cortos en la
nuca de su esposo—, de cualquier manera, me estabas abrazando y dando má s calor.

Louis lo había despertado atrapá ndolo muy fuerte entre sus brazos con una necesidad que
no tenía nada que ver con el deseo, sino con una pizca de miedo que Harry captó en su olor.
Así que somnoliento, le dejó abrazarlo como quería: ambos de costado, piernas enlazadas y
brazos envolviendo al otro. Louis respiraba agitado contra su cuello, y Harry só lo podía
consolarlo con leves toques y susurros.

—Tuve una pesadilla—explicó el mayor, y se separó un poco para mirar a Harry. Sus ojos
como el mar estaban opacados por la preocupació n, y sus labios se hallaban tensos como el
resto de su gesto.

—¿Fue muy larga?—cuestionó , y parpadeó un poco para apartar los ú ltimos vestigios de
sueñ o. Después de todo, en un rato tendrían que levantarse y vestirse para bajar a comer
con el resto. La pequeñ a burbuja de intimidad donde sus obligaciones quedaban de lado, ya
no los aislaba.

—La verdad es una secuencia muy corta—Louis le apartó los rizos del rostro, y frotó con
gentileza los nudillos por su mejilla, cuidando no presionar en los moretones que se
encontraban en su faceta má s oscura, listos para comenzar a sanar—. Soñ é con tu caída por
la ventana. Vi lentamente el momento en que ese pagano te tomaba de la ropa y arrastraba
con él. Sentí la frustració n de ser demasiado lento para alcanzarte. Y cuando bajé no había
suficiente nieve que frenara tu caída—tragó grueso—. Te vi tiñ endo la nieve de rojo y con
la mirada ausente.

—Lou… pero—Harry entendía su angustia—. Tú me salvaste, llegaste a tiempo.

Pero el príncipe negó un par de veces.

—Eso me hizo preguntarme, apenas asimilando que me encontraba aquí y no en esas


ruinas—su labio inferior tembló un poco—. ¿El lazo sería lo suficientemente piadoso de
matarme si alguna vez te pierdo?

Recordó con claridad lo que dijo Armand cuando, escapando de las celdas, amenazó con
suicidarse si se acercaban. Le dijo que en ese momento, durante el celo, el lazo los unía de
tal manera que si se quitaba la vida, el dolor de la perdida podría matar a Louis.

—Detente—demandó , y alcanzó tomar sus mejillas para que se concentrara en mirarlo,


para que sintiera la tibieza de su piel y reconociera que ahora estaban bien y a salvo—.
Estoy aquí, contigo. Jamá s, en mis sueñ os má s salvajes, imaginé que la vida me daría un
regalo como tú . Eres un esposo excepcional, mi alfa. Me haces el hombre má s feliz que los
dioses han traído a esta tierra…—Se acercó para besar los labios del príncipe—. Siempre
voy a estar contigo.

—¿Lo prometes?

—Siempre voy a preferir estar a tu lado.

Louis respiró má s calmado, las manos de Harry trazando círculos en su pecho y delineando
con cuidado los sitios donde dejó rasguñ os.

—Creo que los dioses ya tenían algo para nosotros, desde hace mucho.

—¿No crees que fue una coincidencia encontrarnos?—tiró de las mantas hacia arriba,
negá ndose a dejar la cama y la comodidad de yacer junto a su esposo—. Porque sin la
guerra…

—Absolutamente no—Louis recorrió sus rasgos con una pequeñ a sonrisa—. En varias
ocasiones, estuve a un pequeñ o desliz de salir del camino que me llevaría a ti. Pero de una
forma u otra volvía.

Harry lo miró curioso, sus cejas alzá ndose un poco.

—¿Por ejemplo?—quiso saber—. Yo… yo leía historias. Pero estaba resignado a que mi
padre jamá s me prometería a nadie, pues… tampoco podía tener un enamoramiento por mi
cuenta. Só lo hablaba con mi hermana y mamá .
—En la guerra estuve a varios á ngulos de morir—enumeró —. Y en la reunió n del consejo
cuando discutíamos las sanciones a Vitrum Maritima, por poco no fui yo quien recibía el
compromiso.

—También odié esa guerra—admitió , porque fueron días muy oscuros, y porque le
incomodaba pensar que mientras su padre y hermano estaban resguardados en un castillo,
Louis estuvo al frente de la batalla junto a los soldados—. ¿Entonces no iba a cerrarse un
compromiso entre los reinos?

—Iban a comprometer a Danielle con Damon Cox.

Tembló ante la menció n de ese nombre. A veces trataba de olvidar que alguien de su propia
sangre fue el artífice de uno de sus mayores sufrimientos, que aunque estaba en el fondo de
su memoria, a veces lo perseguía para ensombrecer su día..

—Eso habría sido…—balbuceó , pero Louis lo cortó con una mirada, y se sentó en la cama,
apartando la manta de su cuerpo.

—No quiero hablar de tu hermano.

Louis lo detestaba, hablar de la familia de Harry le producía un mal sabor de boca y terrible
humor. Só lo con Gemma, luego de explicarle que ella no tenía nada que ver, toleraba un
poco las cosas. Pero esa era su familia, y jamá s podría cambiar eso. Harry también se
incorporó para salir de la cama con él, pero varios pinchazos en las piernas y el trasero lo
frenaron, dejá ndolo quieto.

—¡Ay!—quejó , buscando sentarse con cuidado en una de las almohadas en la orilla de la


cama. Louis iba a colocarse un pantaló n del baú l, pero al escucharlo dejó eso y se arrodilló
frente a él—. ¿Puedo saltarme el desayuno?

—Tienes que comer—apuntó el alfa, pues durante el celo apenas probó bocado—. Ademá s
Niall y Liam querrá n hablar contigo para saber qué viste dentro de esas ruinas, si
escuchaste algo. Só lo para tener todo cubierto e idear una estrategia de contenció n antes
de marcharnos.

—¿Má s expediciones? Prometiste que…

—No, amor—frotó suavemente las manos en su cintura, y dejó los pulgares sobre su
vientre—. Estaré aquí contigo.

Harry colocó las manos sobre las de Louis, y asintió .

—Creí que me sentiría un poco extrañ o hoy, que algo distinto comenzaría a pasar conmigo
y…—Vio que Louis no entendía a lo que se refería al principio, y luego el entendimiento
poco a poco fue llegando a sus facciones—. Pero quizá só lo tengo que ir con el fisió logo
para que me diga…

—Harry.

—Leí en algunos libros que só lo basta con un celo para que suceda—insistió , pero Louis lo
interrumpió con un beso.

—Tienes que entender… que no te estoy exigiendo nada—aclaró , y lo ayudó a salir de la


cama con cuidado—. No seré ese tipo de esposo o monarca que va a hostigarte por un
heredero, ¿entiendes?

—Pero—presionó los labios en un puchero—. ¿Acaso no lo deseas? ¿No quieres que tu hijo
se críe con el del príncipe Zayn, como hicieron ustedes? Ademá s, sin un bebé el consejo real
podría disuadirte de este compromiso si mi padre llega a hacer una estupidez política y tu
deber es con Aurea.

—Mi deber es contigo—alcanzó uno de los abrigos que estaban en el piso y lo colocó sobre
los hombros de Harry. Cerrá ndolo en el pecho—. Que se joda el consejo y el rey Desmond si
se le ocurre hacer algo—aseguró , y dejó viajar sus dedos por los rizos color chocolate—.
Eres Harry Tomlinson, consorte de la corona de Aurea—sentenció , y besó su frente antes
de volver a la tarea de vestirse—. Y eres mío.

—Lo soy—confirmó Harry, abrazá ndose a sí mismo, reconfortado por sus palabras y el
calor del abrigo.

Tuvo la agradable vista de la espalda de su alfa, mú sculos definidos que se movían al


unísono con cada movimiento, la leve curva de su cintura y caderas. Sonrió antes de que los
pantalones cubrieran ese esplendido trasero que, había descubierto, le gustaba toquetear.

—Ademá s—Louis interrumpió la cadena de pensamientos pecaminosos de Harry—. De los


tres príncipes, yo soy el mayor. No importa la diferencia de edad.

—Supongo que puedo conformarme con cuidar de tus hermanas y mimar a Gigi—acotó , y
sin á nimos de tener sirvientes desconocidos cerca, también buscó sus ropas para vestirse
—. Esperar a que mi sobrino nazca, también.

—Sin embargo—se abrochaba la camisa cuando dejó de darle la espalda, con una sonrisa
traviesa que hacía sentir mariposas en el estó mago a Harry—. Seguiremos intentando
poner un bebé en tu pancita cada que podamos, ¿verdad?—alzó las cejas, haciendo reír a
Harry.

Harry reunió las prendas que usaría sobre la cama, y sin quitarse el abrigo, se sentó en la
cama y Louis le imitó , calzando unas botas con rapidez. Harry deshizo el dobles de sus
medias y Louis se las quitó de las manos, palmeando sus propios muslos en una invitació n.
Con movimientos tentativos pues tenía el cuerpo realmente extenuado por toda la
actividad, alzó las piernas hacia el regazo del alfa para que le colocara la pieza de lana.

—Quizá —respondió a la pregunta anterior, y volvió a reír cuando Louis dejó de estirar la
tela sobre su pierna y lo miró con indignació n.

—¡¿Quizá ?!

—Me parece poco sano que interrumpas así mis ciclos de sueñ o—dijo, encogiendo los
hombros—. Recuerda lo que dijo el experto. Soy un muchacho en crecimiento y tengo que
cuidarme.

—Siquiera te levantas temprano como yo—atacó el alfa, tomando la otra media de lana
para seguir con su labor—. Recuperas el sueñ o a media mañ ana.

—¿Por qué no quieres dejarme dormir?—siguió presionando Harry, jugueteando con los
guantes de cuero azul que sacó de una cajita—. ¿Temes que algú n día sea má s alto que tú ?

Terminando con las medias, Louis lo miró con esa mirada desafiante, calculadora, pero con
una sonrisa que delataba toda la gracia que le causaba el asunto.

—¿Eso es un reto a mi figura de autoridad, consorte?

Harry se mordió el labio inferior, y luego los hoyuelos en sus mejillas fueron señ al de las
ganas que tenía de sonreír.

—Puedo notar el miedo en su pregunta, príncipe—respondió , y se echó a reír cuando Louis


alzó las cejas en una expresió n de total asombro.

—Eso es todo, gatito. Cruzaste el límite—decidió —. Tendré que darte una lecció n para que
aprendas.

—¡Oh, no!—fingió arrepentimiento, pataleando cuando Louis lo tomó de las piernas que
seguían en su regazo—. ¡Cosquillas no!—pero el alfa ya estaba inclinado sobre él, frotando
la punta de los dedos en las zonas sensibles de sus costados para hacerlo reír.

—Cosquillas sí, gatito maleducado—insistió , aguantando él mismo la risa—. Así no le


hablas a un príncipe.

—¡N-No es ju-justo!—entre las carcajadas y el forcejeo en la cama, las palabras le salían


entrecortadas. Se arrastró hacia atrá s en el colchó n, y consiguió rodear la cadera del alfa
con la intenció n de darse la vuelta y salir corriendo.
—¿Qué no es justo?—rió el mayor, esquivando un manotazo y consiguiendo tomar ambas
manos de Harry y presionarlas en la cama, sobre sus rizos. Su mano libre seguía
torturá ndolo con cosquillas.

—¡Que soy un gatito! ¡Tú lo dices!—tenía lagrimillas de risa acumuladas en las esquinas de
los ojos, y por má s que se retorcía no conseguía liberarse del fuerte agarre de Louis o al
menos quitarse su cuerpo de encima—. ¿Qué puede hacer un gati-tito contra el leó n del de-
desierto!

Las cosquillas se detuvieron, todo Louis se quedó quieto mientras Harry jadeaba bajo él
para recuperar el aliento. Lo miró confundido porque la expresió n en la mirada de Louis
comenzó a cambiar de esa risueñ a donde se le marcaban unas pequeñ as arrugas, a una má s
serena y peligrosa. El alfa se relamió los labios, lo miró desde donde el abrigo estaba
abierto revelando la pá lida piel, hasta su rostro sonrojado. Harry tomó aire con sorpresa
cuando sintió el olor de las feromonas dominantes, y se halló a sí mismo respondiendo a
estas.

—Sí, así es—Louis se inclinó , sin despegar los ojos azules de los suyos. Se detuvo a
centímetros de su nariz—. Tendremos que bajar un poco tarde al desayuno.

—¿L-Lou?

—Voy a enseñ arte lo que los leones hacen con los gatitos malos.

Le abrió el abrigo y selló sus bocas en un fogoso beso.

Cuando bajaron a comer, Harry tuvo que argumentar que su cojera al caminar se debía a la
caída de la torre y ese saltó que dio del caballo para huir; que su voz estaba afó nica por el
tiempo que pasó sin una bufanda, abrigo apropiado y las magulladuras en su garganta. Era
una historia má s heroica que admitir que Louis lo usó a él de desayuno. Iba bien abrigado
hasta el cuello, precisamente porque deseaba cubrir la mayoría de los moretones, aunque
no podía hacer nada contra los que resaltaban en su rostro. Por supuesto, llegaron al
comedor principal cuando ya todos terminaban de comer. Ser Liam y el matrimonio Horan
junto al pequeñ o Jacob los recibió y acordaron quedarse con ellos aú n cuando sus platos ya
estaban levantados. Permanecieron tomando té con galletas y riendo de los adorables
gestos de Niall mientras jugaba con su hijo.

Harry estaba realmente hambriento, se comió la mitad de una gran hogaza de pan, y sirvió
tres grandes filetes de carne. Sorprendió a todos pidiendo tomar el té con mucha miel. Liam
paseaba una impresionada e interrogante mirada entre el príncipe y Harry; pero Louis só lo
se encogía de hombros y sonreía, finalizando su comida; luego se levantó de la mesa y tomó
al pequeñ o Jacob en sus brazos para desocupar a Niall.
—Necesitamos hablar contigo, Harry—anunció el rubio, sentá ndose a su lado.

Harry estaba distraído siguiendo con la mirada a Louis, que alzaba en el aire al pequeñ o
bebé y lo hacía reír. Que Liam se sentara a su otro costado lo hizo volver a los dos hombres.

—Claro—tomó una de las servilletas de tela y quitó los restos de comida de la comisura de
sus labios—. Les explicaré todo lo que sepa.

—Será rá pido, señ or—aseguró Liam, dá ndole un pequeñ o asentimiento—. Comprendemos


que desea dejar esta experiencia atrá s.

—Así es.

—¿Los paganos te dijeron por qué te querían a ti?—preguntó lord Horan, captando su
atenció n de nuevo.

Harry miró un momento hacía donde estaban los demá s de la habitació n.

—Ellos planeaban llevarse a su esposa—contestó —. Pero ella no nos acompañ ó al paseo y


en cambio me vieron a mí. Y tomaron la oportunidad de saltarse algunos pasos en su plan.

—¿Qué plan? ¿Te dijeron de qué se trataba?—Liam cuestionó a su lado, pues Niall parecía
un poco descolocado, pero a Harry comenzaba a dolerle de nuevo el cuello, así que
mantenía la mirada al frente.

—Ellos querían tomar el castillo—contó , y tomó aire para relatarles todo—. Planeaban
extorsionar a lord Horan para que llamara a la corona y ademá s entregara el castillo—
jugueteó con los hilos sueltos de los abrigos que llevaba encima—. Y si venía uno de los
príncipes, le darían pelea hasta vencer y luego con esa corona en su poder, irían por las
otras dos.

—Eso es ridículo, ¿Conquistar el reino así?—bufó Niall, recuperá ndose de la idea de que
pudo perder a su esposa—. Bastante insensato.

—Quizá eran inexpertos—siguió Liam—. Pero las armas que llevaban nos dieron muchos
problemas. Eran piezas de guerra, no construidas precariamente por campesinos.

—¿Crees que alguien los estaría… financiando?—el lord del castillo frunció el ceñ o.

—Puede que algunos enemigos de Aurea estén usando estas fronteras para colarse…

Harry tensó los labios.

—Ellos estaban verdaderamente… dementes—los interrumpió el omega—. Su objetivo es


imponer su fe, má s allá de hacerse con coronas o riqueza… Tiene un profundo odio por los
betas, está n demasiado aferrados a sus instintos y no creen que algo fuera del vínculo alfa-
omega debería estar en nuestra sociedad—tragó grueso, y cometió el error de ver de reojo
a Liam—. Aú n cuando quise explicarles que un lazo no lo es todo cuando no hay amor
profundo de por medio, que un alfa puede preferir un beta sobre una marca…—y calló ,
sabiendo que estaba hablando de má s.

Liam apoyó el cuerpo contra la silla, y só lo permaneció mirá ndolo, con sus oscuros ojos
analizando su gesto, por otra parte, Niall siguió con las preguntas.

—Cuando el príncipe te trajo, estabas sangrando de un brazo, ¿Por qué?

—Porque discutíamos, y él… Se llamaba Armand, decidió que adelantaría las negociaciones.
Que enviaría al castillo uno de mis dedos, junto a mis anillos, para probar que me tenían y
debían rendirse—torció los labios—. Y luego tomaría parte de mi sangre para hacer un
ritual. Pero me defendí lo mejor que pude.

—Los sacrificios. Jamá s me podré perdonar todas esas vidas perdidas en las hogueras, las
familias rotas, los niñ os…—masculló Niall, cerrando una mano sobre la mesa. Era
comprensible imaginar que se encontraba frustrado por todas las vidas de su gente que no
pudo salvar a tiempo.

—Pero él no pretendía sacrificarme, só lo ofrendar mi sangre a una “diosa”—aclaró —. Dijo


que luego me entregaría a su alfa.

Louis se había quedado solo con Jacob, y al escuchar esa ú ltima frase de Harry, se acercó
para intervenir. Si bien su cuerpo estaba relajado porque el bebé comenzaba a dormirse en
sus brazos, en su mirada se notaba el disgusto que comenzaba a convertirse en furia.

—¿A qué te refieres con eso, Harry? Cuando llegué a la torre él intentaba matarte—acotó
con cierta dureza, y Harry se encogió en el asiento.

—Lo llamaban “el maestro”—Liam por fin habló —. Todos ellos incluso en batalla, decían
que debían proteger el acceso a la torre, porque el maestro se encontraba ahí con el rehén.

Harry tomó aire, soportando la mirada de los tres hombres. Ordenó sus ideas mientras
trazaba el bordado de la pequeñ a cartera atada al cinturó n de su abrigo. Lo que pensaba
era una suposició n, pero sus instintos le gritaban que era cierto.

—Quizá , sí era un maestro—Comenzó el rizado, y le mantuvo la mirada só lo a Louis—.


Pero, ¿Por qué hablaría de darme como regalo a su alfa?

—Con él estaba ese alfa grande, el rubio, que peleó por mantenerme lejos de ustedes—
apuntó Louis.
—Pero él no era su alfa. Armand le daba ó rdenes y cuando lo mataste…—negó suavemente
—. Ni se inmutó , seguía enfrascado en pelear conmigo. Armand puede que fuese una pieza
poderosa en toda esta secta, pero no creo que sea el líder—concluyó , y la tensió n cayó en la
habitació n.

Niall se pasó las manos por el rostro y el cabello, suspiró de forma cansada y asintió
desganadamente. Miró al príncipe del reino.

—Es decir que con todo esto só lo hemos ganado tiempo—se levantó de la silla—. Tiempo
para cazarlos antes de que se reagrupen, para encontrar a quién los financia no só lo con
armas, seguramente con comida y ropa.

—Seguimos en guerra con ellos—los ojos azules de Louis miraban hacia la montañ a a
través de la ventana, y luego al bebé que acurrucaba—. Pero vamos a proteger Hiems, lo
juro.

—No puedes seguir ausente de la capital. Los otros príncipes también te necesitan, y tienen
sus deberes.

—Enviaremos una legió n—propuso Liam, también dejando la silla junto a Harry—. Eso te
bastará para tenerlos a raya. Esto tomará su tiempo, el problema de pelear contra una
creencia como es esta fe, es que no puedes matar una idea.

Harry se sintió ajeno a la nueva aura que envolvía a los tres hombres. É l no sabía de
planificació n militar, logística o có mo se llevaba un castillo, mucho menos un reino.
Carraspeó , y apartó la silla para ponerse de pie.

—Me gustaría retirarme—solicitó .

Niall fue el primero en reaccionar.

—¡Por supuesto!—le ofreció su mano y Harry la tomó , dejando que el mayor la estrechara
—. Agradezco que nos dieras toda esta informació n, a pesar de la situació n en la que la
obtuviste. Juro por la montañ a que jamá s pasará s algo así en mis tierras. ¡Esta no es la
visita que prometí en mi carta! Deben venir luego en mejores condiciones.

—Gracias, lord Horan—contestó sin muchos á nimos.

—Mira, mi esposa fue a ver a tu sirviente, ¿Ashton? Ella realmente está encariñ ada con él y
está velando por su recuperació n—notando su tono, Niall quiso distraerlo—. Toma a Jacob
y llévalo con ella, así puedes visitar al muchacho. Está muy preocupado por ti.

Harry sonrió un poco, emocionado tanto de poder sostener al bebé, como de ver a su
amigo.
—Con gusto, permiso.

Caminó hasta Louis, y le regaló una sonrisa cuando le pasó al bebé. Acomodó el pequeñ o
cuerpo sobre el costado del pecho, y besó la cabeza de Jacob que estaba a la altura de su
hombro.

Louis tenía esas líneas de expresió n a los costados de los ojos, delatando lo mucho que le
gustaba esa imagen.

—Ve, te buscaré luego—señ aló la puerta—El guardia que está ahí puede…

Pero Liam dio un paso al frente.

—No hay problema, yo puedo llevar al consorte, asegurarme que llegue bien y volver para
seguir discutiendo.

Harry iba a negarse.

No, no quería estar a solas con Liam luego de meter la pata así con lo que dijo. Mucho
menos cuando sabía que Liam encontró el sentido detrá s de sus palabras, el guardia no era
ningú n tonto, en cambio parecía ser uno de los hombres má s brillantes que conocía.

—Sí, no veo el problema, estaría má s tranquilo—aprobó Louis, y despidió a Harry con un


beso en la sien antes de marcharse a otra sala con Niall detrá s de él.

Sin dirigirle ni una mirada, Liam avanzó al frente y Harry tuvo que seguirlo por la gran
puerta hasta el largo hall que daba a un pasillo. Trataba de respirar tranquilo y
convencerse que se trataba de una simple paranoia, que estaba nervioso y todo fue su
imaginació n, Liam no estaba molesto ni mucho menos utilizó esa excusa de llevarlo hasta la
habitació n de Ashton, para así confrontarlo. Por la mitad del camino se concentró en el
suave olor del bebé en sus brazos, en su pequeñ o coranzoncito que latía fuerte y constante.
En sus puñ os haciendo pequeñ as arrugas en su abrigo.

Cuando llevaban unos minutos caminando, creyó sentirse seguro y se relajó , hasta que
cruzaron el puente de piedra que dividía las alas del castillo y Liam se detuvo, girando
sobre los talones para verlo.

La mandíbula del beta estaba un poco tensa, su expresió n neutra y sus ojos oscuros eran
muy difíciles de leer.

—¿Ser Liam?—tanteó , utilizando el tono de voz má s firme que pudo imprimir.

—¿Puedo tener unas palabras con usted, alteza?


Harry miró detrá s de él, y luego má s allá de Liam. No lo hacía con miedo, porque sabía que
el caballero se cortaría una mano antes de siquiera pensar en hacerle dañ o. Era por
vergü enza, por lo mal que se sentiría al tener que admitir que lo había espiado y que casi
revela una intimidad que no le pertenecía.

—En efecto, sí. Pero podríamos esperar a que dejara a Jacob con su madre y…

—Ahora, alteza.

Harry rehuyó su mirada, y meció un poco al bebé, má s para encontrar algo de aplomo en sí
mismo.

—Aquí podrían interrumpirnos, estoy seguro que si quieres hablar, otro sitio…

Ser Liam Payne cruzó los brazos tras la espalda.

—Yo comando a los guardias de esta á rea, si alguien viene, lo despacharé enseguida.

Y ahí estaba, sin excusas.

—Supongo que tienes razó n—admitió , derrotado y prepará ndose para lo peor.

—Sería muy amable de su parte que me explicara—comenzó , con la voz clara y lenta, muy
distinto de su habitual tono—. ¿Por qué habló tan seguro sobre una relació n entre un alfa y
un beta?—preguntó —. ¿Có mo está tan seguro que eso opacaría a un omega?

—Liam…

—¿Por qué me miró ? ¿Por qué cree que tengo algo que ver en ese ejemplo?

•○•

Playlist

2) Cautiverio. Gasoline — Halsey

3) Supervivencia. Hold me down — Halsey

4) Entrelazado. Control — Halsey

6) Ceder. Garden — Halsey

7) Garras. Snow White Queen [Con algunas modificaciones] — Evanescence

8) Fuego. Let it go — James Bay


9) Promesa. Strange Love — Halsey

11) Amado. Good Enough — Evanescence.

12) Viaje. Can’t Help Falling in Love — Elvis Presley

13) Nieve. A Modern Myth — 30 Seconds to Mars.

14) Señuelo. Take me to Church — Hozier

15) Fe. End of all days — 30 Seconds to Mars.

16) Lobos. Hurricane — 30 Seconds to Mars.

17) Alma. Drag me down — One Direction

18) Proteger. We’re Broken — Paramore.

undefined—tra I: En ésta no — Sin Bandera.

undefined—tra II: Writing’s On The Wall — Sam Smith

[[Los capitulos no mencionados, se debe a que en lugar de una canción, utilicé algún
fragmento de texto.]]

•○•

¡Chanchanchaaaán!

¿Cómo están? Aaaw, estoy feliz porque quedaron felices con el capítulo anterior♥. Y
me da ternura que le digan a los bebés de Louis y Harry cachorros, oins.

Bueno, recen a los dioses que el gatito tenga cachorros.

Digan lindura, digo. Dedicaciones por acá.

Nos vemos pronto.


19-. Cometido

DEDICACIONES

@vocaloidmuke

@Anitaydm

@-queenhale

@Russhbe ♥

@no-one-as-me

@CandeBepmale

@Brokesoul0821

@Gafrimanez

@cdkorealove

@OsitoHazza

@melistylinsonbutera

@moritacat

@Rosa_Maria1

@zoestylinsonvenus

@ThanksPETE27

@BelLovegood

@XAlwaysLarryShipperX

@paulavega_201
@MukeBitches

@valelinda32

@Scheila99

@Estelewis

@DirectionerAriana

@APouze

@-LarryAndMe—

@ladyeverything

@Sahori_nlhlz (Bienvenida a la fic♥)

COMETIDO

A mis ojos, incluso cuando haces el mal, estás en lo correcto. Incluso si es un crimen terrible.
Está bien, porque cubro tu espalda, y sé que tú cubres la mía. Pertenezco a la iglesia de tu
nombre. Canta una canción, porque adoro la tierra por la que caminas. Si rezo por ti, sé
que estarás ahí. Harás de mí un creyente.

En ese momento le estaba entregando toda la prioridad a mantenerse calmado, porque de


ello dependían dos cosas. Una, era el bebé que dormitaba en sus brazos y que podría
despertar por su olor si llegaba a estar demasiado asustado o se daba el lujo de sentirse
amenazado; no quería que el pequeñ o Jacob despertara llorando confundido en medio de
una discusió n. Lo segundo, era por el lazo. La ú ltima de sus intenciones era alertar a Louis
de lo que estaba pasando en ese momento entre Liam y él. Su alfa no merecía que le
añ adiera otra carga o perdiera confianza en quien era su amigo y mejor soldado, Harry
sabía que los instintos podían destruir incluso una amistad como la de ellos. Ademá s, todo
era su culpa: por hablar de má s, por ver donde no le llamaban. Debía aprender a afrontar
sus propias batallas.
—Creo que está s, de alguna forma, mal interpretando mis palabras, Ser Liam—contestó sin
má s, encogiendo suavemente los hombros—. Y si te ofendí de alguna forma, entonces me
disculpo sinceramente y espero que lo aceptes.

La expresió n de Liam no cambió ni un poco, y Harry se recordó que el control lo tenía él,
que só lo debía resistir la autoridad que emanaba Liam simplemente con su presencia.

—¿Debo añ adir a mi petició n que conteste sinceramente?—insistió , resaltando la


pronunciació n de la ú ltima palabra.

Harry frunció un poco las cejas, Ser Liam le estaba hablando como si se tratara de un niñ o,
y con lo que había vivido esa semana, estaba bastante hastiado de que el resto de las
personas lo trataran así.

—Entiendo que todos estamos tensos, y que quizá tú , como el comandante que eres, aú n no
descansas y ves conflicto en todas partes—se defendió , con la voz firme pero sin elevar el
tono del todo—. Só lo quería puntualizar lo que dije a esos paganos, que está n equivocados,
que enamorarse no depende de un lazo necesariamente, y su creencia es absurda. Los
betas…

—¿Y usted có mo lo sabría, alteza?—lo interrumpió bruscamente, a lo que Harry hizo una
mueca de confusió n.

—¿Perdó n?

—¿Có mo sabría lo que es enamorarse fuera de un lazo?—repitió , con la postura rígida—.


No le permitieron tener cortejos o amistades cuando vivía en Vitrum Maritima, y cuando
salió de allí ya estaba prometido. Y luego una marca en el cuello.

Harry bajó la mirada a sus botas, y cambió el peso de un pie al otro mientas pensaba qué
responder.

—Leía historias—enseguida se sintió estú pido por decir eso. Porque la historias siempre
hablaban del valeroso alfa que salvaba al omega, nunca de los betas que estaban de por
medio. Sacudió la cabeza y rectificó creyendo que allí tenía la salida—. Mi hermana es beta,
y se casó con lord Abel, es un alfa y…

—También se casó por compromiso—lo cortó —. ¿Piensa responder, entonces?

—Eso no… eso—aquello lo dejó descolocado, Liam jamá s le hablaba así. Porque era amable,
porque lo respetaba y…—. Puede que seas mi maestro de espadas, y que admire todo el
trabajo que haces, Ser Liam—siseó Harry, con la postura muy recta—. Pero soy el consorte
de tu príncipe, y no voy a permitir que me hables así.
—Soy totalmente consciente de eso, alteza—la voz del caballero seguía baja y dura—. He
edificado una vida sirviendo a la corona. Los príncipes depositan la seguridad de la nació n
en mí y he volcado añ os en aprender todo lo necesario para destruir, apartar y
aprovecharme de los enemigos de la nació n. Todos los interrogatorios los superviso yo, y
sus palabras junto al gesto que tuvo al mirarme; tan culpable y claro, me es suficiente para
sospechar que estuvo a segundos de hablar de má s.

Toda la calma que Harry trató de acumular se desvaneció , y con la cara roja por la
indignació n y bochorno, bufó . De nuevo, el filtro de sus palabras desapareció para que sus
pensamientos hicieran de las suyas.

—¡¿Me está s llamando enemigo de la corona?!—reclamó , dando un pisotó n que alteró al


bebé y provocó que comenzara a llorar, a lo que Harry tuvo que dejar de mirar en los
oscuros orbes del caballero y mudar el gesto a uno má s calmado mientras mecía a Jacob
para que su sollozo no pasara al llanto—. Jamá s planearía algo contra Louis o lo que él
representa—negó , con los labios apretados mientras acariciaba el cabello del bebé—. Soy
un extranjero, pero mi hogar está con él. Lo quiero.

—¿Cree que no he notado el comportamiento que tiene conmigo, consorte? La forma en


que me repele, las miradas cargadas de reproche—apuntó , impasible—. Estoy habituado a
lidiar con la realeza y la manera en que siempre miran por encima del hombro, pero usted
no era así. Cambió un día drá sticamente, lo he observado. Y su humor es peor siempre que
menciono cierto nombre.

—Es suficiente, ahora te demando yo que me contestes—era difícil intentar calmar sus
emociones, cargar a Jacob consigo y no alertar a Louis a través del lazo, todo eso lo estaba
poniendo de un humor terrible—. ¿Có mo puedo ser un enemigo? ¡Es absurdo!

—Es un enemigo si es incapaz de mantener en secreto algo que podría destruir a una de las
coronas aquí, frente a otro lord y guardias desconocidos. En un castillo que fue vulnerado
por un intruso—sentenció , apretando ambos puñ os con fuerza a cada lado del cuerpo—.
¿Quién se lo dijo? ¿Fue el príncipe Louis?

Ahí estaba, totalmente acorralado por alguien que llevaba largo tiempo estudiá ndolo. Por
ningú n motivo dejaría que esa responsabilidad recayera en Louis, siendo que éste intentó
mantener el secreto alejado de su saber. Y quizá … quizá si confrontaba a Liam podía
comprender un poco su situació n.

—Nadie tuvo que decirme. En todo tu alarde de discreció n y control, me bastó con llegar un
poco má s temprano a las clases de espada—Se interrumpió un momento puesto que el
bebé estaba tirando de sus rizos por encima del hombro—, los escuché discutiendo. Quise
irme, lo juro, pero huir implicaría que igual por parte de Luke te enteraras que yo estuve de
camino y sacaras tus propias conclusiones—se movió de sitio para mantener a Jacob
distraído—. Así que, en efecto, me quedé a escuchar.
Toda la imagen de Liam se derrumbó , su semblante adquirió aquella má scara de derrota
que jamá s había visto en él, sus hombros cayeron y cuando, cabizbajo, dejó ir un suspiro
creyó que estaba mirando a una persona completamente distinta. La confirmació n de haber
sido descubierto, de estar en el poder de alguien má s, parecía devastarlo.

—La herida en la mano cuando llegó a la sesió n…

—Resbalé cuando noté que el príncipe Zayn también ocuparía el camino de piedra, así que
intenté ocultarme y caí.

Harry hizo una mueca cuando Jacob dio un tiró n particularmente fuerte a su cabello, así
que tomó la manito ajena y la desenredó de sus rizos con cuidado, evitando que se pudiera
lastimar, y besó sus suaves nudillos brevemente. El pequeñ o se rió y cuando alzó la mirada,
halló al beta negando.

—Fui tan descuidado, si alguien se llega a enterar sería un gran problema para la corona.
La alianza con los Hadid, y demá s familias que vinieron con ellos. Pudieron habernos
chantajedo—miró má s allá de Harry y luego de unos segundos volvió la vista a él—. No me
voy a perdonar si eso ocurre.

—Olvida eso, Liam—reclamó el menor, y se acercó má s a él—. Hay personas en juego, Gigi
no se merece esto. Está embarazada, dejó su hogar para vivir en Aurea y—bufó todavía en
negació n—, genuinamente estoy sorprendido de que no sepa, siendo que está marcada, que
su esposo desea a alguien má s. Que te busca a ti e incluso te desea por encima de ella.

Liam lo detuvo con un gesto de la mano.

—Al contrario, alteza—dijo con firmeza—. Si cree que no he medido el dañ o que esto trae,
está equivocado. No guardo rencor o envidia en contra de la consorte.

—Te tomas libertades con su alfa, está s entrometiéndote en su matrimonio.

—Si hay algo que deseo, es que la consorte haga feliz al príncipe Zayn—admitió —, espero
que con la llegada de este heredero se olvide de mí y esta…

—Aventura—lo cortó Harry.

Devastado, Liam asintió dá ndole la razó n.

—Supongo que a los ojos de los demá s se ve así.

Harry intentó rescatar trozos de ese momento en su memoria, de la forma en que Zayn
intentaba llegar a Liam y este se negaba recordá ndole la familia que estaba formando.
Recordó a Louis má s tarde, confesá ndole que ellos se amaban desde hacía añ os y el mundo
se les vino encima cuando cada uno tuvo que adoptar el papel de sus responsabilidades en
la vida. Quizá , dentro de todo, Liam era el má s sensato entre los dos, quien de verdad
quería marcar una distancia aunque dolía. Era cierto que no entendía los enamoramientos
fuera del lazo, Harry no podía decir si los betas se sentían igual de atraídos que un omega a
su alfa; pero de só lo imaginar el dolor que sentiría de separarse de Louis voluntariamente y
verlo todos los días, le causaba pavor.

—Pero tú lo amas—comprendió entonces—, por eso no te importa la forma en que el


príncipe Malik está jugando con su esposa, y contigo.

—Antes de que fuese coronado, juré protegerlo. De cualquier amenaza, incluso de sí mismo
—confesó , sin negar lo antes dicho—, incluso de mí, o lo que pueda sentir. El príncipe Malik
ha sufrido y afrontado mucho en esta vida, le recomiendo que no le juzgue sin conocer su
historia.

—Mereces algo mejor, Liam. Porque si él realmente te amara, si él realmente amara a


alguien…

Harry se detuvo a si mismo cuando Liam soltó una risa amarga y negó .

—É l me ama—sentenció con seguridad, pero un brillo de tristeza en los ojos que era difícil
no reconocer—, una vez me dijo que estaba dispuesto a dejar la corona, que no valía la
pena ser príncipe si a cambio viviría para ser un gobernante miserable. Porque su felicidad
está conmigo.

—¿Eso no es lo que quieres?—preguntó , aturdido por esas palabras—. La corona es lo


ú nico que te impide…

—No es tan sencillo, alteza. No cuando una nació n depende de ello. El amor es la muerte
del deber—encogió los hombros—. El príncipe Zayn pertenece a una cadena
ininterrumpida de príncipes en Aurea, sí. Pero es el ú ltimo de su línea de sucesió n. No tiene
hermanos o primos directos que lo suplanten. Su familia fue diezmada en un ataque
rebelde hace añ os, y só lo le queda un padre senil incapaz de gobernar. Si él se marcha por
mí, la guerra entre las familias reales por el puesto vacante al trono acabaría con el reino,
con los demá s príncipes. Y yo juré entregar mi vida por esta nació n, no puedo permitir eso
—Para ese momento Harry miraba a Liam con una renovada empatía—. Por lo que el
deber, es la muerte del amor.

—Liam, lo siento, yo no…—las palabras se atoraron en su garganta por la vergü enza. Yo no


sabía que cargabas semejante peso sobre los hombros.

—No hay nada que sentir, alteza—frotó las palmas de las manos contra el rostro—. Esto es
lo que los dioses me dieron, y lo sostendré.
—Jamá s diré nada al respecto, lo juro— prometió , adjudicá ndose la carga de que, aú n si
Gigi llegaba a preguntarle, él no le diría. Sería otro guardiá n de ese secreto aunque pesara
—, pero por los dioses, por favor no dejes que el príncipe Malik le haga dañ o a Gigi.

—Gracias por darme su palabra—de nuevo, giró sobre los talones y le dio la espalda. Como
si de una pieza de ingeniería se tratara, la postura de Liam volvió a ser segura y recta, la de
un comandante listo para dirigir a todos los hombres del castillo—, y no voy a permitir que
la consorte o el futuro heredero salgan perjudicados, ellos son inocentes en todo esto.

Liam comenzó a avanzar y Harry se apresuró a seguirlo.

—É l nunca te dejará ir mientras le demuestres que estará s ahí para él, Liam…

—Pero es así, desde que aprendí a sostener una espada soy el guardiá n de los príncipes.

—Eres un hombre digno y con honor, no mereces ser la sombra o segunda opció n de nadie.

Liam se detuvo en el umbral de la entrada donde se terminaba el puente, tomó una larga
respiració n y se decidió a hablar, con una voz fría y cortante que dejó helado a Harry.

—Mi cometido es con la nació n, alteza. Lo que ocurra fuera de las salas de logística y los
planos de defensa, es irrelevante—proclamó —, soy un siervo de la corona y mientras ésta
siga al pie, el propó sito de mi vida sigue intacto. No voy a comentar nada al príncipe Louis,
será decisió n suya si se entera de esta conversació n o no. Y le ruego, que desista de esta
platica.

—Liam, só lo quisiera…

—Hemos terminado, alteza.

Harry sintió tal resentimiento por Zayn, con cada paso que daba y miraba la espalda rígida
del caballero. ¿Por qué no lo dejaba ir y ser feliz con alguien má s, en otra parte? ¿Por qué se
empeñ aba en buscarlo y mantenerlo atado al dolor? ¿Qué sentido había en tenerse el uno al
otro por un momento si luego llegaba la terrible despedida? Se imaginaba su sufrimiento, la
frustració n que cada día seguro afrontaba. Enterarse del compromiso, asistir a la boda y
seguramente escoltarlo, enterarse que el hombre que amaba se encontraba en la espera de
ser padre con alguien má s. Un escalofrío recorrió su espalda de só lo imaginarlo, y se aferró
en un abrazo al bebé que balbuceaba cosas, totalmente ajeno a todo el panorama.

Recordó a lucha de Liam contra sí mismo por resistirse a los ruegos de la persona que
amaba. Rememoró su resignació n y triste aceptació n de la realidad. Que estaba condenado
a dar la vida y felicidad por alguien de quien só lo recibiría la mitad. A quien defendería
hasta de la má s vil de las culpas y penas.

Echó un ú ltimo vistazo al beta, y deseó no haber sido tan duro con él.
La tensió n fue dejando el cuerpo de Harry a medida que iban avanzando entre los pasillos y
las personas que hacían vida en el castillo. Mientras respondía a los juegos del bebé en sus
brazos y correspondía a los saludos de algunos sirvientes, cayó en cuenta de lo cansado que
realmente se sentía. Mientras los mú sculos de sus piernas se quejaban al subir los
escalones, se preguntó en qué estaba pensando cuando decidió dejar la cama.

Estaba tan enfrascado en sus pensamientos que casi choca contra la espalda de Liam
cuando el mayor se detuvo frente a una puerta. Sentado a un lado, en un banco de madera
se encontraba Luke; pá lido, con las ojeras acentuadas debajo de los ojos y expresió n
decaída. Sosteniéndose del brazo del hombro herido, se levantó y rindió una leve
reverencia a Harry y un saludo respetuoso a Ser Liam.

—Alteza, Ser Liam—su voz era plana—, lady Bá rbara está aquí con Ashton.

—Lo sé, lo que no comprendo es qué tú haces aquí, Luke—respondió Liam, mirando el
hombro vendado del muchacho y su aspecto cansado—. No es necesario que lleves una
guardia, te encuentras de permiso hasta que tus heridas no estén en peligro de abrirse.

El joven alfa miró de la puerta a su comandante y suspiró .

—Quedarme en la habitació n no me parecía muy atractivo, no me gusta estar sin hacer


nada…

Liam rodó los ojos, al parecer habituado a tener que lidiar con subordinados testarudos. Le
dio una palmada en el hombro sano y asintió .

—Supongo que no puedo comandar en tu tiempo libre, muchacho—apenas sonrió —, haz


como quieras. Tengo que volver con lord Horan y el príncipe. Estamos preparando todo
para volver pronto a la capital, así que te encargo al consorte.

Luke asintió , y dedicó una sonrisa un poco má s sincera a Harry, que fue devuelta.

—Es un alivio tenerlo de nuevo con nosotros, alteza—dijo con sinceridad, y abrió la puerta
para Harry, dejá ndolo pasar y quedá ndose él fuera.

La conversació n de los dos hombres se dejó de escuchar cuando la puerta se cerró a


espaldas de Harry. Frente a él, estaba una habitació n sencilla y algo pequeñ a, con una
caldera que hacía de chimenea, un baú l oscuro y un espejo colgado sobre este en la pared.
Al otro extremo y contra la esquina, una cama albergaba entre gruesas mantas a su amigo,
Ashton, que bastante desanimado a los cuidados que Bá rbara ofrecía para él, hacía una
mueca. Tenía un vendaje en la cabeza, sostenido por una pañ oleta y un oscuro moretó n en
el pó mulo. Harry recordó que había recibió fuertes golpes en la cabeza, y quizá por eso
para negar la cucharada de estofado que Bá rbara le ofrecía, Ashton utilizó las manos.
—¡Harry! Suerte que llegas, quizá puedas hacer que Ashton al menos beba el té de hierbas
y sus medicinas—exclamó la lady del castillo, que dejó el cuenco de estofado sobre una
bandeja al lado de la cama, y se levantó de la orilla de esta para ir hasta Harry.

—Ash, las hierbas son realmente buenas, ayudan con el dolor—comentó Harry hablando
desde la experiencia, buscando la mirada del otro omega que se encontraba en algú n punto
entre las mantas.

—Deja que te ayude—Bá rbara extendió los brazos hacia Jacob, y el bebé se inclinó en su
direcció n enseguida, con una estruendosa carcajada de felicidad al reconocer a su mamá —,
cargarlo mucho rato llega a ser agotador, y a ti todavía te hace falta mucho reposo.

—Estoy bien, aunque creo que quien necesita dormir es Jacob… intenté que se durmiera en
el camino pero no pude—comentó Harry, viendo al bebé, ya en brazos de su madre, frotaba
sus puñ itos contra su rostro.

—Oh—bajó la mirada a su hijo y quitó algunos mechones de cabello rubio de su frente—,


cuando no está en su cuna o un sitio silencioso, cuesta mucho que se duerma. Es demasiado
receptivo a su alrededor.

—¿Por qué no lo llevas con su nana a dormir?—ofreció el rizado, rodeando a Bá rbara para
ir a sentarse en el borde de la cama junto a Ashton—. Yo me quedaré aquí con Ash, y si
necesito ir a algú n sitio llamaré a cualquiera de los guardias.

—¿Está s seguro que no necesitará n nada?

—En lo absoluto, muchas gracias por cuidar de Ash mientras yo no podía—sonrió


honestamente—, aun dentro de toda esta pesadilla, no dejaba de pensar mientras estaba
lejos en có mo fueron atacados en la plaza…

Bá rbara fue hasta la puerta y la abrió apenas.

—Ya no pienses en eso, Harry—negó suavemente—, ninguno de nosotros debería seguir


pensando en este par de días tan oscuros… Hoy es un día soleado en este invierno, deberías
salir a verlo después. Voy a darle la bienvenida a algunos pueblerinos y aldeanos en el patio
exterior, podrías venir luego.

Y luego de esa oferta, lady Bá rbara se retiró de la habitació n y los dejó solos. Harry se giró
con pausa para estar frente a su amigo y tomó su mano.

—¿Có mo te sientes, Ash? Lamento todo esto, no quiero que vuelvan a lastimarte por mi
culpa—murmuró , mientras veía al muchacho relajar la postura sobre las almohadas.

—A usted también lo hirieron, se lo llevaron y tuve pesadillas de jamá s volver a verlo.


—Yo te vi sangrando en los adoquines de la plaza, creo que esa imagen me va a perseguir
por meses, Ash—Harry tembló , y apretó la mano de su amigo, que le devolvió el gesto.

—Cara nos va a encontrar muy magullados y pá lidos cuando regresemos a la capital—


bromeó , recuperando un pizca de su humor, pero reír le costó una mueca—. Va a
molestarnos hasta que tenga que ir a la cocina por agua, y luego volver a hacer chistes…

Los hombros de Harry se sacudieron un poco al aguantar la risa, y alcanzó el té que fue
rechazado antes.

—Anda, tó malo y quizá puedas dormir un poco. El golpe que me dieron en la nuca me dolió
por horas… y tú debes estar listo para poder viajar, así que bebe—lo obligó a sostener la
taza—. Quizá podamos volver para mañ ana.

A regañ adientes, Ashton aceptó la taza y bajo la insistente mirada de Harry, comenzó a
tomar sorbos de esas hierbas que le hacían sentir el cuerpo muy ligero y con sueñ o.

—Lady Bá rbara me comentó que mientras estaba secuestrado, usted… Comenzó a


desarrollar… —comenzó a decir, entre sorbos.

Las mejillas de Harry se sonrojaron, pero no sentía vergü enza de conversar esas cosas con
Ashton, no con lo íntimos que eran, luego de todas las situaciones que pasaron juntos.

—Tuve mi primer celo—los hoyuelos haciendo acto de presencia en sus mejillas—, y me


gustaría decir que esta vez no hubo incidentes implicados, pero entre otras muchas cosas,
caí por una ventana…

—¡Mi lord!

—¡Ashton, te he dicho que puedes llamarme por mi nombre!—reclamó en el mismo tono


—. Y termina ese té.

—Le dije…—tomó dos largos tragos para terminar de tomar las hierbas y dejó la taza sobre
la bandeja—, que era cuestió n de tiempo. Asumo que todo fue bien. Se ve feliz.

—Muy bien, así es.

Ashton le dio una somnolienta sonrisa y notando que quizá podría dormirse, Harry lo
ayudó a taparse bien con las mantas y estar có modo contra las almohadas.

—También quiero descansar, oí de algunos sirvientes que hoy hará n un mercado de todas
las aldeas de la zona, en el patio exterior del castillo donde se pueden reunir los aldeanos y
lord Horan da algunos anuncios. Imagino que de eso también hablaba Bá rbara—comentó ,
cubriendo un bostezo con el dorso de la mano—. Quiero ir para comprar unas cosas, y
luego de asegurarme que todo está bien, regresar a dormir.
—Me parece que esa no sería una buena idea.

—Só lo será un momento, y seguiré de alguna forma dentro del territorio del castillo, no hay
peligro en eso. Iré ahora, ya que está s a nada de quedarte dormido—Miró a la puerta—, ¿Le
pido a Luke que se quede a hacerte compañ ía?

—No—balbuceó deprisa el omega, los parpados le pesaban y no podía abrirlos, pero


frunció las cejas—, por favor no.

—Ash, pero el pobre está ahí fuera como si estuviera pagando algú n tipo de penitencia…

—No quiero, por favor—insistió , y buscó la mano de Harry para apretarla.

Harry no comprendía por qué su amigo ahora se mostraba tan recio a estar cerca de Luke,
siendo que ú ltimamente el uno no dejaba de rondar al otro. Le acarició los dedos para que
se calmara, hasta que el agarre en su mano aflojó y se vio con el permiso de preguntar.

—¿Ocurrió algo entre ustedes?

—Apenas… me puedo defender con este golpe—murmuró muy lentamente, el sueñ o ya


haciendo mella en él—, y él tiene ese fuerte olor a alfa—frunció apenas los labios—, no lo
soporto, me da miedo, nauseas.

—Ash… Luke jamá s te haría dañ o, es un buen muchacho. Entiendo que es difícil…

—Por favor, só lo quiero estar tranquilo.

Se levantó de la cama y acomodó bien las mantas sobre el cuerpo del omega. Comprendía
su miedo, entendía que el pasado lo ahorcara luego de todo lo sucedido en esos días. Quizá
só lo necesitaba eso: tiempo. Suficiente espacio para recuperarse y tener todo en orden.

—Descuida, voy a ordenarle que se marche a su habitació n y que se mantenga lejos—sopló


las velas a un lado de la cama—. Descansa, enviaré a alguien a cuidar por ti, un beta.

Só lo cuando vio el suave movimiento del pecho del omega al respirar, Harry se decidió a
salir de la habitació n. Cerró la puerta enseguida y encaró al rubio alfa, que ya parecía
querer llenarlo de preguntas.

—Alteza—comenzó —. ¿Có mo se encuentra él? Ashton, él…

Harry levantó una mano.


—Luke, él necesita estar solo. Para poder recuperarse y asimilar lentamente todo lo que
pasó , ¿comprendes?—la expresió n en sus ojos era desoladora—. Ash ha pasado por
muchas cosas, deja que encuentre su paz.

—Está bien, comprendo. Jamá s lo obligaría a nada, hemos hablado y…

—No, Luke. Debes marcharte—negó —. Ve a procurar alcanzar tu propia recuperació n.

El joven guardia lo miró boquiabierto.

—Alteza, pero…

—Es una orden—sentenció —. De hecho, ven conmigo. Bajaremos a la primera planta y


luego le pediré a alguien que te lleve a la enfermería o tu habitació n, lo que má s necesites.

Y sin esperar una réplica, comenzó a andar hacia las escaleras por las que había llegado con
Liam, avanzó firme y sin pausa para reafirmar su autoridad. Tras unos segundos, escuchó
los pasos detrá s de él.

Aparentemente, Luke había escapado de los curanderos en la enfermería, y llevaban toda la


mañ ana buscá ndolo. Así que Harry no tuvo otra opció n que ordenarles a los guardias que
no lo dejaran salir hasta que los curanderos así lo autorizaran. Un mal sentimiento le quedó
en el pecho cuando vio có mo se llevaban al joven alfa, pero en la lista de prioridades de
Harry primero se encontraba Ashton, porque prá cticamente le debía su vida.

No lo solicitó así, pero un par de guardias lo siguieron hasta su habitació n y esperaron


afuera mientras Harry buscaba una bolsita de monedas de plata y oro que trajo del palacio
en Aurea, que guardó en su pequeñ a cartera de cuero atada al cinto, y un bolso de tela
sencillo para cargar las cosas que compraría. Frente al espejo, se acomodó bien la bufanda
para que las marcas en su cuello no se notaran, y salió de la habitació n con los otros dos
hombres detrá s de él. Mientras descendía por las escaleras y cruzaba el gigantesco hall, iba
pensando lo que compraría: un camisó n de invierno má s bonito, porque claramente esos
grises que empacó Ashton no le gustaban; esas graciosas botas felpudas que vio a algunos
aldeanos, porque simplemente le parecían llamativas; las muñ ecas para Lottie y Fizzy junto
algunos dulces y por supuesto, un regalo para Gigi. Quizá alguna artesanía invernal que
pudiera llevar como colgante o pulsera.

Apenas resintió el frío que le azotó cuando dejó las paredes del castillo, porque algo de sol
se filtraba entre las nubes y lo había extrañ ado muchísimo. Sus pasos eran lentos porque
hundía los pies en la nieve y justo cuando estaba por atravesar la reja metá lica para llegar
al patio exterior -desde donde ya escuchaba el ruido de la gente y percibía el olor de la
comida-, se encontró con lord Niall regresando por el mismo camino. El alfa traía una jarra
consigo de lo que, seguramente por la sonrisa en su rostro y ojos brillantes, se trataba de
cerveza.

—¿Disfrutando del mercado, lord Horan?—lo saludó , y apuntó a la jarra de bebida.

—Oh, pues sí. Ya sabes que la mejor cerveza se hace en los lugares fríos—respondió , dando
un trago de la jarra—. ¿Qué haces fuera? Deberías tomar este tiempo para descansar antes
del viaje. Hace poco dejé a Louis afinando las ú ltimas cosas para tener todo resuelto.

—Pretendía pasar un momento a ver el mercado—levantó el bolso de tela—. Comprar unas


cosas para llevarlas de regalo y luego ir a dormir.

Niall, que había estado a punto de llevarse el filo de la jarra a los labios para volver a tomar
un sorbo, se detuvo y lo miró con cara de circunstancias.

—Temo que eso no podrá ser, Harry—negó , las comisuras de sus labios tirando un poco
hacia abajo.

—¿Có mo?—sacudió la cabeza, cruzando los brazos—. ¿Por qué? Recién empieza, y de
verdad quiero ir… Quiero caminar un poco. Tres días de viaje y luego estar encerrado en el
castillo me tiene harto.

Estaba tan acostumbrado a sus días de caminatas y actividades en la capital, que la idea de
volver a estar encerrado en un castillo le producía hastío.

—Lo siento, Harry—encogió los hombros el alfa, sin nada que poder hacer al respecto. Y
Harry abrió la boca indignado.

—¿Puedo saber por qué no puedo andar por mi cuenta?—señ aló a los dos guardias detrá s
de él, que trataban de estar al margen de la discusió n—. Llevo a estos dos conmigo, no es
como si planeara escapar o salir a una aldea.

—Harry, deberías volver por tu cuenta al castillo, descansar o hacer lo que quieras, pero
dentro del castillo y siempre acompañ ado—sugirió , con tono compasivo—. No lo hagas
má s difícil.

—¿Difícil có mo? En la capital puedo andar donde sea.

—Louis nos exigió , a todos en el castillo, que no te dejá ramos salir—señ aló a los guardias
que los rodeaban, y les hizo una señ al—. Así que, por favor, bajo las ó rdenes del príncipe te
pido que ingreses al castillo y desistas de ir al patio exterior.

Testarudo, porque no había hecho otra cosa que estar sensible desde que despertó , se
plantó firme en su lugar.
—No. Louis no haría eso.

Niall suspiró , tomó el resto de la jarra como si eso lo ayudara a salirse de esa situació n, y
asintió hacia los hombres a su mando.

—Sean tan amables de escoltar al consorte—ordenó —. Seguramente el príncipe puede


explicarle todo. Con cuidado—añ adió —. O el príncipe les cortará las manos si aparece la
má s leve marca de maltrato en la piel de su consorte. Lo saben.

Los guardias asintieron, y antes de que Harry pudiera reclamar algo, lo levantaron
cuidadosamente, tomá ndolo de la ropa y capa, pero sin tocarlo directamente, y se lo
llevaron a pesar de sus gritos de queja al interior del castillo. Fue incluso má s complicado
ascender por las escaleras, donde había sirvientes y comerciantes pasando por el sitio. Y
só lo cuando vio có mo todos dejaban de hacer sus labores por ver el alboroto que estaba
causando, Harry se quedó quieto pero con la furia quemá ndole el rostro en un brillante
sonrojo.

Cuando lo bajaron frente a la puerta de un estudio, no se contuvo de darle un codazo a uno


de los guardias, con todo el resentimiento que acumuló .

Abrió la puerta sin nada de cuidado, y encontró a su alfa sentado en un escritorio


redactando un documento sobre pergamino. La pluma se movía con fluidez mientras la
sostenía con una aprendida costumbre entre los dedos.

—Escuché tus gritos antes de que llegaras a esta planta—comentó , apenas despegando la
vista de lo que escribía para mirarlo—. Todavía está s ronco.

—¿Có mo pudiste hacerme eso?—reclamó , aú n con la mano en el pomo de la puerta.

—Cierra la puerta, Harry—humedeció la punta de la pluma en el frasco de tinta negra—.


Todo Hiems no tiene por qué enterarse de lo que estamos conversando.

—¡Bá rbara seguro me estaba esperando!—continuó con su queja, sin atender a la orden.
De nuevo, su capricho hacía una mala combinació n con el mal humor—. Me invitó y seguro
me hiciste pasar un terrible bochorno.

—Dije que cerraras la puerta, Harry.

Esta vez, el tono de alfa envió un escalofrío por su espalda, y la carga de autoridad en esos
ojos azules le hizo cumplir lo solicitado. En silencio, empujó la puerta y la cerró .

—Jamá s me habías prohibido nada—musitó .


—Antes no había estado a punto de perderte—dejó la pluma a un lado, y tomó un pañ uelo
para limpiarse las manos—. Las situaciones cambian, y mientras no extermine hasta el
ú ltimo de los paganos, no dejaré que te pasees por ahí tentando a la suerte.

—Está n escondidos, tardarías meses en encontrarlos a todos—su voz seguía baja, pero
avanzó hasta encontrarse frente al escritorio.

—Entonces estará s por meses viviendo bajo mis reglas, mientras nos encontremos fuera de
la capital en otros viajes—sentenció , y dejó el pergamino a un lado para que se secara.
Harry apenas lo estudió , pero asumía que se trataba de algú n decreto para que lord Horan
tomara acciones.

—En la enfermería me contaron lo que hiciste para obtener informació n de quién se


infiltró en el castillo—se mordió el labio inferior cuando Louis volcó toda su atenció n en
mirarlo—. Lo que hiciste con el hombre que reveló a los paganos có mo atraparme—el alfa
asintió , animá ndolo a seguir—. Dicen que lo torturaste.

—Eso hice.

—Y que cuando te dijo todo lo que podía—tragó grueso, en algú n punto se había quitado
los guantes y ahora jugueteaba con el anillo de compromiso, que nunca dejó de usar—. Lo
ejecutaste.

Louis tensó un segundo los labios y asintió nuevamente.

—No sería la primera vez que sabes que maté a un hombre, por ti—salió detrá s del
escritorio, y se detuvo frente a él; y antes de que Harry siguiera narrando todo lo que
escuchó , él se adelantó —. Y sí, también quemé ese granero lleno de paganos, pero al menos
estaban muertos cuando el fuego lo consumió todo.

—Dioses…—Harry frunció el ceñ o y cerró los ojos un momento—. No me gusta escucharte


hablar así.

—¿Por qué? Carece de sentido que niegue las cosas que hice.

Harry lo miró de nuevo. Sintió ganas de llorar por el semblante severo en las facciones de
su alfa.

—Antes de conocerte, cuando me prometieron a ti, só lo escuchaba historias de có mo


tratabas a los extranjeros. De la forma en que peleabas y no tenías piedad con tus enemigos
en el conflicto—parpadeó , y tomó un gran respiro para intentar calmarse, porque notaba
que Louis ya sentía su inquietud.

—¿Acaso existe la misericordia en la guerra?


—Siempre me dijeron que eras un salvaje—apartó la mirada, dejá ndola baja y
directamente hacia el piso de madera—. Un sanguinario.

Tras un momento de silencio donde el olor de Louis volvió tenso el ambiente, sintió los
dedos del alfa posarse bajo su barbilla y alzarle el rostro.

—¿Y tú qué piensas sobre ello, Harry?

•○•

Linduras, tengo un anuncio.

Larry es real.

Eso es verdad, pero el anuncio realmente es… que ahora puede que me tarde un poco
más en actualizar. Mi computadora está fallando muchísimo. Tuve problemas para
poder escribir este capítulo, hasta tuve que pedir una computadora prestada. Así
que espero que me sepan comprender :c </3 Recen porque todo me salga bien y
pueda arreglar mi pc o comprar otra.

En otras noticias…¡LAS FOTOS DE HARRY PARA ANOTHER MAN, MADRE MÍA! ¡LA
CANCIÓN DE NIALL EN SU PROYECTO DE SOLISTA! ¡TODOS LOS CHICOS
FELICITÁNDOLO, QUE HERMOSO TODO!

Eso es todo, linduras. Nos vemos -espero— pronto.

¿Dedicaciones?
20-. Colapso

DEDICACIONES

@L477Y_IS_LOVE

@MukeBitches

@nerdyhesc

@niallpiolix

@andytommo10

@Jessi-801

@valelinda32

@naye_6

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@ashantisanch12

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@DirectionerAriana

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@NattTH_

@Listylinson1D
@LaurandR5

@ReginaStylinson

@anameza01

@ESSSSSSTA

@arrobatuviejaentanga

{Revisen si se encuentran aquí, a veces no leen bien la lista, o por el contrario yo me


equivoco y escribo el username mal. Así que cualquier cosa, avisen <3}

COLAPSO

Cuando los días son fríos, y todas las cartas están dobladas, y los santos que vemos están todos
hechos de oro. Cuando todos tus sueños fracasan y los que más anhelabas son los peores de
todos, y la sangre corre rancia. Quiero ocultar la verdad, quiero resguardarte; pero con la
bestia dentro no hay lugar donde podamos escondernos. Sin importar lo que sembremos,
estamos hechos de codicia. Este es mi reino.

Los dedos de Louis trazaban caminos sobre su mandíbula. Le sujetaba el rostro con la
suficiente firmeza para que se viera obligado a sostenerle la mirada, que demandaba
respuestas, pero a la vez suave haciendo que se sintiera como una caricia. Y Harry no podía
resistirse a él, jamá s pudo. El magnetismo y la pertenencia que sentían el uno por el otro
seguían intacta como el día que despertó con la marca de la dentada de Louis en el cuello,
siendo suyo. En su momento, las palabras de Liam quisieron plantarse con una terrible
duda en su mente. Quizá todo lo que sentía se debía a la fuerza del instinto, la naturaleza
que le comandaba a servir a ese alfa y entregarse a él, tal y como el animal dentro de Louis
le demandaría protegerlo a él y reclamarlo. Tal vez eso pasaba en el matrimonio Malik.

Pero no les pasaba a ellos, Harry estaba seguro.

Harry no había luchado contra sus propios demonios, empujá ndolos lejos y superado
barreras só lo porque sus hormonas respondían a las de Louis. Porque si cualquier otro alfa
lo hubiese marcado, quizá ya habría acabado con su vida, incapaz de aguantar. No
imaginaba que alguien pudiera ser tan comprensivo, paciente y atento como lo fue Louis
cuando un simple abrazo disparaba sus sensores de miedo. No fue hasta que intimaron, que
Harry vivió la avasallante necesidad carnal que la marca despertaba en él, que comprendió
todo el esfuerzo y autocontrol que tuvo Louis para con él las primeras semanas luego de
marcarlo. Gentil, cuidadoso y leal a su promesa; el príncipe nunca lo molestó siquiera con
su olor, hasta que Harry dejó que se acercara, hasta que comprendió poco a poco, que
deseaba entregarle todo de sí.

Odiaba, ya siendo un omega casado y luego de todo lo que vivió en tan corto tiempo,
mencionaran que era un niñ o para justificar que no comprendiera ciertas cosas. Pero el
zumbido en su sangre, el agitado movimiento de su corazó n, el hormigueo en su piel y el
sordo dolor que sentía cuando Louis no estaba cerca, eran algo a lo que Harry buscaba
darle nombre. Porque lo quería, pero el alma le gritaba que se trataba de algo má s.

Por eso se sintió algo aturdido, cuando escuchó a todos hablar de su príncipe de una forma
totalmente distinta a la que él lo veía. No describían al honorable hombre que lo trataba
con dulzura y devoció n, de sonrisa fá cil y ojos brillantes. Mencionaban a un gobernante
letal y calculador, de sangre fría y sin remordimientos.

Pero en momentos de desesperació n, todos se perdían un poco. Los instintos salen a flote
por la urgencia de sobrevivir, se desean cosas que no serían justificadas en una situació n
comú n. Harry lo comprendía de sobra, porque cuando se encontraba amenazado e
incó modo por la presencia de Armand, por la forma en que se expresaba de su alfa sin
respetar su presencia o celo, deseó que Louis lo matara. Incluso sintió satisfacció n y una
sonrisa tirando de sus labios cuando las flechas se clavaron en el cuerpo del omega, que le
devolvió una mirada de ojos verdes má s claros que los suyos, en sorpresa. No tuvo tiempo
de sentir culpa, pues Armand intentaría hacerlo pagar por disfrutar de su muerte.

El pulgar de Louis se deslizó por su mandíbula y presionó levemente en su garganta,


volcá ndolo al presente, lejos de sus pensamientos, y enfocá ndolo en la pregunta que
permaneció en el aire entre ellos.

Tragó grueso, y habló .

—Quiero creer—su voz sonando algo quebrada, por lo que se aclaró la garganta—. Que hay
una parte de ti que só lo yo conozco, detalles de ti que ú nicamente dejas a la luz cuando nos
encontramos a solas—prosiguió , viendo la expresió n de Louis relajarse un tanto, sintiendo
sus suaves caricias que le animaban a seguir expresá ndose—. Instantes que te hacen tan
mío, que eres inalcanzable para el resto.

—En efecto, algo nació en mí el día que te conocí.

—Cuando te miro—Harry tomó la mano del alfa, y la arrastró hasta su mejilla para apoyar
el rostro ahí—, no encuentro al guerrero sin misericordia, ni al gobernante severo. A veces,
incluso desaparece el príncipe. Veo al alfa que decidió cuidarme y escuchar mis miedos, al
hombre que me recibió en el altar frente a los dioses y su familia. Admiro la sencilla y sin
embargo envolvente imagen de mi esposo, quien me brinda un hogar.

La postura de Louis se relajó un á pice.

—¿No te preocupa toda la sangre que yace en mis manos?—murmuró , al tiempo que Harry
negaba y besaba la base de su mano sutilmente—. Es algo que me persigue.

—No, las mías también está n manchadas—lo soltó y alzó su propia mano, la que había
sostenido la daga que mató a aquel alfa. Si se concentraba, podía percibir la sangre tibia
bajando por su piel.

Louis le besó los nudillos y frunció las cejas.

—Eso no debió pasar.

—¿Y para qué me obsequiaste una daga sino?—Harry ladeó el rostro, y creyendo que
estaba ganando terreno contra la actitud cerrada de Louis, se acercó a él, le tomó el rostro
entre las manos, y quiso darle un beso pero el alfa retrocedió un poco, lo suficiente para
frenarlo.

—Harry…

—Esto no es necesario, mi príncipe—insistió , apartando que ese pequeñ o rechazo quizá lo


afecto un poco—. Está s cansado por todo lo que pasó , no dormiste porque estabas
cuidando de mí durante el celo, y luego las pesadillas te mantuvieron en vela—hablaba
bajito, obligando a Louis a prestarle atenció n y estar má s cerca para escucharlo—, no
necesitas encerrarme, porque ya nada malo puede ocurrirme. Só lo está s saturado por todo
lo que ocurrió y no has dejado ir.

Louis se inclinó , le dio un beso tosco y breve, para entonces apartarse y señ alar la puerta.

—Ve con los guardias y regresa a la habitació n o pasea por el pasillo—ordenó , dejando a
Harry con los brazos colgando a cada lado del cuerpo, mirá ndolo con incredulidad—. Pero
no saldrá s. Soy un líder, no trates de argumentar que mis decisiones en este momento son
motivadas por el cansancio, mi palabra sigue en píe. Y esta vez no hay nada que puedas
hacer para hacerme cambiar de opinió n.

Harry negó , má s para sí mismo porque no podía comprender lo lejos que parecía Louis de
él en ese momento.

—¿Vas a tenerme como un rehén? —preguntó , mirando un momento hacia la puerta y


luego al alfa. Negá ndose a dejar la conversació n hasta ese punto, avanzó hasta el extremo
opuesto de la habitació n y se plantó allí—. Porque tuve suficiente de eso en Vitrum
Maritima, cuando mi padre prefería que unos hombres en armadura me castigaran a verme
fuera de la torre má s retirada del castillo.

Supo que había cometido un error al decir eso, pero su omega interno se sentía
desesperado por salir de esa situació n, por recuperar a su alfa cariñ oso y atento.

Louis tensó la mandíbula, y aunque hizo uso de su afamado autocontrol, un leve gruñ ido
escapó de su pecho.

—No soy tu padre, no te atrevas a compararme con ese hombre—ordenó , su mano asida
con fuerza al borde el escritorio hasta hacer la madera crujir y tornar sus nudillos blancos,
cargando la atmosfera del lugar con pesadas feromonas. Sus ojos se ampliaron, irises
brillantes y azules cuando las pupilas se dilataron—. ¡Y aléjate de esa maldita ventana!

Harry tembló por el grito, retrocediendo para sentir las frías puertas de metal de la ventana
detrá s de él, haciéndolo sentir mareado por un momento.

—¡No me hables así! —siseó en protesta, y sin embargo acató la orden y se cambió de sitio,
caminando unos pasos con duda. Alzó las manos con las palmas hacía arriba, consciente de
que había alterado a su alfa y ahora debía calmarlo—. Só lo quiero que entiendas…

—Quien no parece entender eres tú , ú nicamente tú —lo cortó el alfa, por fin moviéndose
por la habitació n como un leó n enjaulado—. Lo que la gente habla de mí, Harry, sean mis
aliados o enemigos, no es porque simplemente está n celosos de la potencia que es Aurea
gracias a las tres coronas y desean manchar la reputació n de su gobierno de alguna forma
—negó —. Dicen que soy una amenaza, que estoy maldito porque los que está n en mi
contra perecen, porque me movía en soledad a pesar de mis triunfos y sin remordimientos.
Me importaba una mierda cuando entraba en batalla y me encontraba al frente, y por eso
me hacía con todo el poder. Jamá s negué lo que decían de mí, que só lo soy un soldado má s
que pelea por su nació n, porque su miedo hacía mí me otorgaba tal control… No te mentiré,
a veces me causaba gracia estar rodeado de tantos cobardes. Y todos mis pecados los
aguantaba encima como cicatrices en mi piel y volvía a la carga.

—Louis, yo só lo…

—Pero estos días, Harry. Estos días só lo fui un hombre que le arrebataron todo y se
encontraba aterrorizado. No era un príncipe, ni un soldado, mucho menos alguien
respetable. Era alguien dando tumbos en una oscuridad que se lo tragaba—confesó ,
deteniéndose frente a la chimenea, a menos de un metro de Harry—. No conocí el
verdadero miedo hasta que sentí que salvarte estaba fuera de mis manos, hasta que probé
una pizca del dolor que sería perderte para siempre cuando habías sido mío por tan poco
tiempo—Louis tragó grueso y parpadeó para aclararse la vista, Harry sintió un culpable
tiró n en el pecho—. Me volvió loco la forma en que el pá nico se enredaba en mí y congelaba
mi voluntad, nublaba mi juicio. Cuando te vi caer por esa ventana, creí que si no conseguía
las fuerzas para bajar y afrontar la escena que me esperaba, podría tomar una de mis
espadas y quitarme la vida allí sin mucho que pensar.

—Hice todo lo posible para escapar y volver a ti—aseguró Harry, sintiéndose pequeñ o y
conmovido por la vulnerable imagen que le estaba dando Louis. Porque si forzaba un poco
la memoria de esa agó nica y fría tarde en que todo terminó , recordaba su vacilante voz
llamá ndolo, las cá lidas gotas saladas en su mejilla y el amortiguado sollozo por ese
desordenado abrazo—, tú eres mi hogar, y nada va a separarme de ti.

—Pues casi sucede, la imagen de mis pesadillas—Louis eliminó la distancia entre ambos y
se arrodillo frente a él, sosteniéndolo de la cadera con ambas manos. Alzó el rostro y la
desolació n en sus ojos azules hizo que la preocupació n tiñ era las facciones de Harry—, la
idea de sostenerte pá lido e inerte entre mis brazos, sin poder hacer nada para cambiarlo,
me aterra.

—Nunca me iré de tu lado no hay fuerza que pueda alejarme lo suficiente de ti, mi príncipe
—intentó consolarlo cuando Louis enterró el rostro contra su abdomen. Le acarició las lisas
hebras de cabello—, no voy a permitir que el miedo te asalte de esta manera nuevamente.

Louis le besó justo debajo de donde debería estar el ombligo, por encima de la ropa, y
suspiró .

—Dame tu palabra que volverá s a la habitació n y esperas por mí—pidió .

Detuvo el recorrido de sus dedos por el cabello del alfa, y se mordió su labio inferior.
Hincado de rodillas estaba su esposo, consumido por el agotamiento y extenuante miedo.
Bajo sus preciosos ojos habían sombras oscuras y tensas líneas en sus expresiones.

—También estuve muy angustiado cuando me dejaste aquí y saliste a enfrentar algo que
podía matarte.

—Pero te prometí que ya no habrían má s expediciones y cumplí, aquí me tienes.

La insistente mirada de Louis estaba sobre él, y viéndose escaso de argumentos que
pudieran refutar eso, tuvo que asentir. Lo escuchó suspirar de alivio y recibió otro beso
sobre el estó mago.

—Ven conmigo—rogó , en un hilo de voz.

—Aú n tengo mucho por hacer. Necesito finiquitar todos los asuntos pendientes para poder
irnos cuando antes—se levantó , atrayendo en un abrazo posesivo a Harry y atrapando sus
labios en un beso necesitado. Harry se sostuvo de sus hombros, duros mú sculos bajo sus
dedos, que seguían cansados y sin tregua. Se mantuvo dó cil y receptivo al brusco afecto que
su alfa le estaba dando en ese momento—. Necesito sacarte de aquí para estar tranquilo.
—Encarga a Ser Liam, está s a punto de colapsar—insistió , ladeando el cuello cuando el
aliento caliente del alfa le golpeó debajo de la oreja, y luego sintió un beso ahí.

—Podría, pero no será capaz de terminar todo a tiempo.

—Por favor.

Louis le dio un ú ltimo beso, su barba raspá ndole los labios, y lo tomó de los hombros para
darle la vuelta y empujarlo hacia la puerta.

—Ya má rchate.

Pero a pesar de estar recibiendo una orden, y ya habiendo tentado demasiado su suerte,
Harry se resistió clavando los talones de las botas contra el piso y así frenar el movimiento.

—¿Puedo quedarme contigo?—forcejó , la espalda presionada contra el pecho del alfa—. No


quiero estar solo. Ashton está dormido, Bá rbara se encuentra en el mercado y…

Una mano se posó en su vientre, abarcando toda la zona en una lenta caricia y luego
presionó un poco. Enseguida le hizo callar.

—Eres tú quien necesita descansar—le besó el cabello—. Come un poco má s, porque lo


necesitas, y no sigas alterá ndote, no está bien. ¿Vas a obedecer, Harry?

—Sí.

—Porque entiendes que lo importante en este momento es que todo resulte bien,
¿correcto?

—Así es.

—Entonces ve, iré pronto.

El corazó n le latió deprisa, sintió el control de Louis arremoliná ndose a su alrededor y le


apretó suavemente la mano antes de musitar una afirmació n y caminar a paso desanimado
a la puerta. Salió sin mirar atrá s, y cuando se dirigió a las escaleras, supo que desde hacía
horas los guardias tenían claras ordenes de lo que debían hacer con él.

Comió con desgana toda la bandeja que subieron para él a la habitació n, y apenas retiraron
todas las sobras y salió el sirviente la puerta emitió ese sonido seco que le confirmó que se
hallaba encerrado. El bolso de tela y su cartera de cuero con las monedas yacían sin usar en
una de las mesas, y el chasquido de la madera mientras era acariciada por el fuego era el
ú nico sonido que lo acompañ aba mientras yacía sentado sobre la mullida alfombra frente a
la chimenea. Llevaba puesto un camisó n, de esos gris que no le gustaban, conservó las
medias hasta el muslo y encima se colocó una de las batas de dormir de Louis. Su olor le
reconfortaba mientras esperaba por él.

El cansancio ya estaba haciendo mella también en él, volviendo sus pá rpados pesados y que
permanecer sentado ya fuese incó modo. Apoyó la espalda en el silló n, ese donde se habían
entregado en el arrebato del celo hacía unas noches, dejó caer la cabeza contra el
almohadó n y de la nada el sueñ o se lo llevó .

El deslizamiento de la cerradura lo despertó de forma brusca, la bruma del sueñ o luchando


para hundirlo de nuevo en la inconciencia, pero se frotó el rostro y resistió la idea de volver
a dormir. Por lo que se levantó , seguro que no se trataba de un guardia, y recibió a Louis en
la puerta con un arrebatado abrazo.

—Es tarde—la voz del alfa sonaba rasposa, y su cuerpo se apoyaba un poco en el de Harry,
tan agotado que se encontraba al borde del colapso.

Harry no guardaba idea de la hora, desde que vio la desesperació n en los ojos de Louis má s
temprano, decidió que no se acercaría a las ventanas hasta que todo el asunto de Hiems
llevara mucho tiempo resuelto. Ademá s, los días en esas tierras resultaban má s cortos, y las
noches extensas.

—Creo que tienes un poco de fiebre—lo tocaba por encima de la ropa, pero estaba seguro
que su pie estaba febril. Lo arrastró a la cama, el cuerpo del alfa aceptando de forma mansa
lo que Harry disponía para él.

—Estaba agrupando a los soldados y jinetes, preparando los carruajes y evaluando cuá nto
de mis hombres puedo llevar conmigo y quienes se quedan aquí. Hace demasiado frío en el
patio—musitó , mientras Harry le quitaba las botas, y las tiraba lejos junto al cinturó n—. No
desordenes la habitació n, amor. Nos vamos al medio día, mañ ana.

—La arreglaré luego de desayunar—contestó devuelta, desabrochando la chaqueta y


también lanzá ndola al piso y luego le sacó los pantalones—. ¿Al medio día? Bien, vas a
dormir entonces toda la mañ ana, hasta una hora antes de partir—Louis separó los labios
para protestar, pero Harry lo empujó para que se recostara y le hizo callar. Un suspiro de
alivio brotó de la boca del alfa cuando pudo apoyar la espalda en el colchó n y relajarse un
poco—, sé que tienes guardias en la puerta, que no me dejará n salir. Así que no tienes
excusas, porque me voy a encontrar justo aquí contigo.

—Estoy helando—balbuceó , acomodá ndose de costado, sin dejarle saber a Harry si


aceptaba sus condiciones o no.

Rodeó rá pidamente la cama y se metió debajo de las mantas con él, y se pegó a su cuerpo,
abrazá ndolo del torso y hundiendo el rostro en su cuello, su piel caliente dá ndole la
bienvenida. Louis lo rodeó entre sus brazos, estrechá ndolo contra su pecho.
—Toma mi calor entonces—Harry frotó la nariz contra la garganta de su esposo— toma
todo lo que necesites, pero no me apartes.

Las mantas y el fuego ayudaron a que el calor se concentrara mejor en ese íntimo abrazo
que compartían. El cuerpo de Louis fue perdiendo tensió n poco a poco, volviéndose flojo y
de respiració n má s lenta y profunda. Su olor era totalmente distinto al que lo rodeaba
cuando discutían.

—Sé que nunca me lo dirá s—interrumpió el silencio, dejando escapar un suspiro cuando
Harry intentó moverse para mirarlo, pero supo retenerlo—, nunca le dices nada malo a
nadie. Eres incapaz de mencionar algo malo siquiera de ese demonio que tienes por
hermano.

—¿Decirte qué, Lou? —probó , en voz baja y frotó suavemente los dedos por la espalda del
alfa. Quería hacerlo dormir y que no siguiera torturá ndose con pensamientos que ya no
importaban.

—Que fui un animal, tienes todo el derecho de pensarlo.

—Eres mi esposo, jamá s te vería así—sentenció , pues nadie era como él, desde que lo
conocía, el resto de las personas eran meros reflejos de los demá s, pero Louis resultaba
ú nico y deslumbrante. Auténtico.

—Te traté como una posesió n, juré que nunca lo haría, siendo que odié có mo tu familia te
trató …

—Lo siento—pidió con sinceridad—. Compararte a mi padre fue algo fuera de lugar, y voy a
pedirte perdó n por eso las veces que sean necesarias—le besó la base del cuello—. Pero no
tienes por qué atormentarte por lo que hicieron con el niñ o que fue Harry Cox de Vitrum
Maritima—negó —. Porque a quien tienes en tus brazos es a Harry Tomlinson, tu esposo.

—Mi omega—reafirmó , besando los rizos de Harry.

—Y como soy tuyo, tú eres mi familia—le musitó , sintiendo como poco a poco él se
deslizaba por fin a los sueñ os.

A nadie te pareces desde que yo te

amo. […]

Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos
ahuyentan.

Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.


[…]

Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos. (*)

Harry aprendió varias cosas esa ocupada mañ ana.

La má s importante, era que sacarse a un muy dormido Louis de encima era una tarea
realmente complicada. El hombre dormía como un oso y usó a Harry de almohada, por lo
que al rizado le costó muchísimo poder salir de la cama sin despertarlo o morir asfixiado en
el proceso.

También comprendió que se estaba volviendo un mimado, pues no recordaba la ú ltima vez
que tuvo que ordenar una habitació n sin la ayuda de Ashton o Cara, y todo el desastre que
tuvo que reunir en los baú les para empacar absolutamente todo drenó mucha de sus
energías matutinas.

El olor de la avena que servían en el castillo le daba nauseas, mejor era comer galletas y
pasarlas con un poco de té.

Disfrutaba mucho ver a dormir a Louis, contemplarlo con ese semblante de paz que le hacía
falta desde hacía días. Aunque fue genuinamente divertido la escena de verlo despertar con
las marcas de la almohada en el rostro. Incluso mofó de él, haciéndole una pequeñ a broma
donde le hacía creer que llevaba días durmiendo el viaje se había atrasado. La cara de
desconcierto de Louis tuvo a Harry riendo por horas.

Tener a Louis sentado en el bañ o, con la barbilla alzada y loció n en el rostro mientras lo
ayudaba a deshacerse de esa desordenada barba, era su nueva cosa favorita en el mundo.
Fue el turno de Louis para reír cuando Harry proclamó que había nacido para blandir una
navaja de afeitar. El á nimo de Harry se esfumó cuando Louis pronosticó que seguramente
jamá s le crecería vello facial.

La vida era injusta porque justo cuando se estaban preparando para subir a los carruajes,
comenzó a nevar. Y que lo llamaran niñ o, maldició n, pero Harry quería jugar en la nieve.

Ashton se veía adorable con la cara roja y la vista gacha mientras Harry lo escoltaba de la
mano a uno de los carruajes y le indicaba al chofer que no podía dejar que ningú n rubio de
sonrisa adorable molestara a su amigo. A todos les parecía curiosa la escena. “Ú ltimamente
Harry trata a Ashton como a un hijo” Explicó Louis a un lloroso Niall que sostenía a un
sonriente bebé Jacob que intentaba atrapar los copos de nieve, “El asunto está pasando a
mayores, si continú a así me veré obligado a llegar hablando con el consejo para saber si es
posible adoptarlo, ¿Crees que la gente se trague la historia de que es mi hijo? Porque…” y la
broma de Louis se detuvo porque de verdad notó que Niall estaba llorando. “Joder, Niall. No
me estoy muriendo, puedes ir a visitarnos a la capital…”
Antes de partir, lo ú ltimo que aprendió Harry fue eso. Lord Niall Horan realmente adoraba
tanto al príncipe Louis como a Ser Liam, y siempre le caí mal verlos partir.

Por la nevada, en lugar de tres días, se tomarían cinco para poder regresar a la capital. Los
primeros dos días estuvieron llenos de recelo y tensió n. Parecía que, mientras estuvieran a
la intemperie y el paisaje fuese blanco como la nieve, esperaban que en cualquier momento
una horda de paganos los atacara en venganza. Pero gracias a los dioses no sucedió , Harry y
Ashton rezaron cada noche juntos por eso.

Cuando la nieve desapareció del camino y todo comenzó a tomar má s color, dejaron de
hospedarse en posadas y utilizaron las tiendas de campañ as. La ropa de invierno quedó al
fondo del equipaje y el aire cá lido cada vez se sentía má s cerca. Las nubes eran menos
densas y poco a poco el sol se asomaba por ellas. Harry no podía espera r por sentir el sol
quemá ndole la piel.

Pero quizá lo má s precioso a sus ojos, fue ver los colores regresar a Louis. Sus ropas de
habituales tonos dorados, la piel bronceada y vivaz, los ojos brillantes cuando alzaba el
rostro para recibir los pequeñ os rayos de sol.

Con eso volvió su buen humor, y Harry lo amaba.

En dos días estarían en la capital, y sus vidas volverían a la rutinaria calma de siempre.
Harry salió de la carpa del fisió logo, feliz de que Ashton ya no tuviera que cargar los
vendajes, y caminó tomado de su mano por el campamento que ya terminaban de armar
para pasar la noche. Un guardia los seguía, pero a eso ya estaban acostumbrados.

—Así que…—Harry pasaba la mano libre por los arbustos que tenían cerca al caminar—.
¿Aú n no quieres hablar con Luke?

Ashton chasqueó la lengua y miró a otro lado, suspirando.

—No, mi lor—

—Harry—sacudió la mano que tenían sujeta ambos—. Te dije que me llamaras Harry—
rodó los ojos—. ¡Ha-rry! —le mostró .

—Harry—repitió Ashton, lentamente—. Suena muy raro.

—Así me gusta—asintió , y vio que Louis ya volvía de la pequeñ a cacería a la que Ser Liam
lo invitó , y animó a Ashton a apresurar el paso—. En fin, sabes que si te hizo algo, só lo
tienes que decirme y me haré cargo que…

—No me ha hecho nada—aseguró , y por respeto al príncipe le soltó la mano y cruzó los
brazos tras la espalda cuando estuvieron cerca de él—. Es só lo que quiero estar solo.
Lo que Harry pudo comentarle, se perdió cuando Louis lo abordó , robá ndole un beso.
Luego le sonrió a Ashton, y este con total vergü enza, le hizo una reverencia y se escapó de
allí.

—¿Me extrañ aste, amor? —preguntó , acariciá ndole la barbilla.

—Sí, ¿có mo estuvo la caza? —le miró con los guantes y el arco colgado al hombro—. No
parece como si hubiese terminado…

Louis sonrió con una risueñ a culpabilidad.

—Cazamos y estuvo excelente. Pero nos topamos con algunas crías, pequeñ os zorros rojos,
aullando alrededor del cuerpo de su madre—explicó , y señ aló la bolsa que Luke traía
consigo, allí varios bultos se movían unos sobre otros—. Son tres, vamos a llevarlos al otro
lado del bosque para que puedan crecer y sobrevivir…

—¡¿Perdieron a su mamá !?—Lo interrumpió Harry, y le pidió la bolsa a Luke, para ver
dentro a los tres cachorros de zorro, con el delgado hocico y el pelaje brillante como fuego,
enseguida se enamoró de ellos.

—Eh…, por eso los llevaremos a donde puedan crecer tranquilos.

—No—se negó , y Louis parpadeó confundido.

—Harry, necesitan aprender vivir o de lo contrario será n carnadas de otros animales.

—¡Estará n solitos!—quejó —. Yo puedo cuidarlos—se aferró a la bolsa de tela con los tres
cachorros, con un abrazo firme y una mirada que no aceptaba reproches.

—Amor, ellos ahora son huérfanos, perdieron a su madre y les toca vivir por su cuenta…
No puedes reemplazar eso—intentó razonar el monarca.

—Claro que puedo ser su mamá .

|°|°|°|

(*) 20 Poemas de amor y una canció n desesperada. Poema XIV, Pablo Neruda.

Hola, amores. Aún no tengo mi computadora, y he tenido el ánimo muy bajo estos
días porque shit happens, pero escribir de hecho me distrae bastante, así que salí del
rinconcito de corazón roto de a ratitos para actualizar.

Espero que sea suficiente.


Gracias por los votos, les quiero mucho. No puedo creer que ya vamos por 20
capítulos.

Ya comencé a usar los edits y estoy encantada

<3 Ahora, ¿Dedicaciones?

Y aquí una foto confirmando que los rumores de Liam siendo papá son ciertos, es de
Zayn:

JAJAJAJA, BYE. No doy má s de tonta.


21-. Elección

Revisen si se encuentran en la lista.

DEDICACIONES

@AnkeeVoseen

@SelenaCountingStars

@sweatandbabycheeks

@JxckMcQueen

@VaneMG-_—

@-loucotina

@kiara_romayxx

@lpaulinal

@FerLs15

@FernandaOrtiz697

@die4larry

@-oopsharry

@Villafana_R5

@ILoveLittlePanda

@fiamaftlarry

@Ale-Vale

@MukeBitches
@no-one-as-me

@arrobatuviejaentanga

@louxhazzls

@theydiscussed

@julsblack

@rush1dnik <3

@versatilelxrry

ELECCIÓN

El sol está inundando la habitación, y te puedo escuchar soñar. ¿Te sientes igual que yo justo
ahora? Desearía que tan sólo nos rindiéramos, porque la mejor parte es caer, llamarlo todo
pero amor. Y me aseguraré de mantener mi distancia, decirte que te amo cuando no estés
escuchando. ¿Y cuánto, cuánto lo vamos a soportar?

Por favor, no estés muy cerca de mí, tengo problemas para respirar. Temo lo que puedas ver
justo ahora. Te doy todo lo que soy, todos mis latidos rotos, hasta que sepa que entenderás.

Era la ú ltima vez que tendrían que acampar antes de llegar a la capital. El sol brillaba
durante el día y las noches eran frescas y agradables. Todo el ambiente, la conducta
durante el viaje y la convivencia, era má s tranquila ahora que se encontraban en tierras
cá lidas y libres de amenazas.

Apenas una suave brisa aullaba esa madrugada donde el sol aú n no se asomaba, y todas las
tiendas de campañ a se encontraban en silencio. Si había alguien má s despierto, llevando
una conversació n o transitando una guardia, era imposible definirlo entre aquella densa
quietud.

Por eso, recostado sobre la improvisada cama de cojines y un colchó n demasiado suave,
Harry echaba la cabeza hacia atrá s, con las manos firmemente presionando su boca y los
ojos cerrados. Esperaba que con eso bastara, que nadie pudiera escuchar la forma en que
los gemidos escapaban de su pecho y subían por la garganta buscando una salida. Aunque
no guardaba idea de por cuá nto tiempo iba a importarle el mantenerse quieto y silencioso.
Quizá en algú n punto antes del amanecer, se evaporaría la poca vergü enza que le quedaba
en el sudor que le cubría el cuerpo.

Se removió cuando el cosquilleo en el vientre fue demasiado intenso, a punto de sacarle un


grito. Pero una mano le apretó el muslo, afirmá ndolo bien en el sitio donde lo quería. Harry
gimoteó , y bajo la mirada para ver al culpable de su actual desesperació n. El alfa le sonreía
desde su posició n, entre sus piernas, y sin dejar de mirarlo con aquella malicia, ladeó el
rostro y separó los labios para dar una mordida en la tierna piel que estaba ante él. La cara
interna de los muslos de Harry tenían las huellas de los besos y ocasionales mordidas de su
alfa.

—¡Louis!—quejó , jadeando. Bajó las manos de su propio rostro y para alojar los dedos
entre los despeinados cabellos del príncipe.

—Me encanta escucharte, gatito. Pero recuerda que todos aú n duermen, y van a oírte
perder la voz por mí—mencionó con humor, y lamió la marca de sus dientes, arrancando
de Harry un siseo. Avanzó con esa hú meda caricia hasta la pelvis y rodeó la base de la
erecció n—. Y aú n estamos lejos de terminar.

Harry sabía que su curiosidad lo había metido en eso.

Ú ltimamente se encontraba á vido por aprender las formas de compartir intimidad con
Louis. Desde que pasaron su celo juntos, y experimentó ese momento donde el alfa le
dejaba estar arriba y tomar algo de control, comprendió que el placer era algo que ambos
podían regalarse, era participativo y no tenía por qué caer en la responsabilidad de uno
solo. Preguntarle a Louis có mo podía satisfacerlo sin la necesidad del nudo, fue lo que lo
llevó a esa situació n.

Agitado, con su bata de dormir deshecha sin cubrir su desnudez, y con su esposo entre sus
muslos, probando del lubricante que resbalaba desde su entrada, y volviéndolo loco con
esa atrevida lengua.

—Ah,…no seas arrogante—gimió , con los ojos empañ ados, pero absorto con la imagen de
Louis repartiendo besos por su vientre bajo, hasta alcanzar la cabeza de su pene que se
erguía contra su estó mago y goteaba un poco de líquido pre seminal. Se mordió el labio
cuando la lengua del alfa atrapó cada gotita, besó la sonrosada y brillante superficie y la
deslizó entre los labios, ahuecando las mejillas. Y un sonido agudo se escapó de los labios
de Harry cuando la corriente de placer se disparó por todas partes. Cualquier pudor que
reuniera en un principio se esfumó y cerró los dedos con fuerza entre los cabellos de Louis,
tirando un poco de estos.
Pero eso no pareció molestar al alfa, en cambio parecía que le animaba a seguir, porque
sostuvo el pene de Harry por la base y cerró los ojos. Los labios de Louis se amoldaban con
una exquisita presió n a su latente erecció n, esa cá lida lengua le envolvía enviando
llamaradas desde su vientre hasta el resto del cuerpo. Clavó los pies al colchó n y arqueó un
poco la espalda, aunque tuvo que cubrirse de nuevo la boca con la mano que le quedaba
libre, negó a apartar la vista. Porque Louis se lo pidió así, le dijo que observara bien. Porque
era su maestro, y el deber de Harry era ser un alumno atento.

Así que hizo tal, lo observó ir y venir, engullendo su erecció n con un suave vaivén que le
hacía ascender lentamente al cielo y estar tentado a clamar por má s. Escuchó sonidos que
hacía al succionarlo, su agitada respiració n y la forma en que se tensaban las venas y
mú sculos de su garganta en cada movimiento. Tardó en darse cuenta que estaba
empujando de la cabeza de Louis, indicá ndole un ritmo que el alfa no se negó a obedecer.
En cambio, ladeó obediente el rostro hacia el á ngulo de la mano de Harry, donde sus dedos
se enredaban entre las hebras de oscuro marró n.

—S-se siente tan bien, Lou…—el final de su voz saliendo en un gemido suplicante cuando el
alfa se apartó un poco, liberá ndolo de su boca, y lamió desde los testículos hasta pasar a lo
largo del falo, dejando un rastro de saliva hasta el glande. Harry protestó , pateando un cojín
cuando sintió la caliente respiració n del alfa golpear intencionalmente su sensible pene,
que palpitaba adolorido por la liberació n que necesitaba—. ¡Lou!

Con una risita rasposa, Louis trazó con el pulgar una caricia por el tenso vientre de Harry,
viajando con facilidad por su piel perlada de sudor. Con los ojos abiertos, se fijó en Harry, y
vio que estos estaban algo humedecidos, pero claramente cubiertos por el manto de la
lujuria.

—¿Muy impaciente para seguir jugando, gatito? —chasqueó la lengua, negando sutilmente
—. Eso está muy mal, aunque quizá tengas razó n… no contamos con demasiado tiempo
antes de que todos se despierten.

Harry quería ponerse a llorar. Estaba tan cerca de llegar y le dolía no poder liberarse.

—Pierde el tiempo en burlas, sí—lo retó , con las mejillas rojas y la voz hecha un jadeo
enfadado—, igual puedo jugar por mi cuenta—aseguró , bajando la mano por su vientre
para alcanzar su propia erecció n, pero Louis la apartó antes de que pudiera llegar.

—Se te está haciendo costumbre desafiarme cuando estamos en la cama, gatito—Louis


volvió a rodear la erecció n de Harry, presionando los dedos en la base—, tendré que
trabajar al respecto de eso.

Lo que Harry pudiera protestar, ya poca importancia tenía cuando nuevamente el cá lido
interior de la boca de Louis lo envolvió , haciéndolo gemir de gusto. Porque se sentía tan
bien, la forma en que lo succionaba y deslizaba los labios sin problema por su erecció n. Sin
pausa ni dudas relajaba la garganta y tomaba todo de Harry, haciendo tambalear su poca
resistencia con la atrevida caricia de su lengua.

Sostuvo a Louis fuerte del cabello, para que aumentara el ritmo y lo ayudara a por fin
alcanzar el climax. A pesar de tener los labios fuertemente apretados para contener sus
gemidos, aú n se escuchaba el fantasma de estos. Y cuando Louis obedeció a su mudo
pedido, dá ndole atenció n a sus testículos también, fue demasiado. Arqueó la espalda como
ú nica señ al de advertencias, y soltó un quejido bajo cuando se vino en la boca del alfa,
dejando que el placer se liberara de su confinamiento en el vientre y viajar por todo su
cuerpo. Respiró profundo, disfrutando la deliciosa sensació n y ubicó con la mirada a su
esposo.

Louis se incorporaba sobre las rodillas, vio có mo su nuez en la garganta se movía al tragar,
y luego tosió un poco. El corazó n de Harry se agitó cuando Louis le dedicó esa sonrisa
ladina y se limpió un rastro de viscoso líquido blanquecino de la comisura de los labios.

—Quiero hacerlo—se encontró diciendo, y se quitó la bata de encima, dejando que se


acumulara en el desastre de aquella improvisada cama—, ¿Vas a dejarme?

Lo observó asentir, mientras él también se despojaba de la prenda que cubría su desnudez.


Harry observó la entrepierna de Louis, despierta y endurecida en toda su gloria, se relamió
los labios, pensando si realmente podía alojar todo eso entre sus labios y tomarlo todo
como Louis hizo con él. Quería intentarlo y la sola idea hizo que se mojara de nuevo. Apoyó
el peso del cuerpo sobre los antebrazos para levantarse, pero el alfa le detuvo, tomá ndolo
de los hombros. Dejó un casto beso sobre sus labios, y Harry distinguió un leve sabor
afrutado.

—Ya tendremos tiempo de seguir jugando, amor.

—Pero dijiste…

—Te dejaré hacer todo lo que quieras cuando lleguemos a nuestro hogar. Lo prometo—
prometió , y besó suavemente su cuello—. Pero ahora mismo, con el poco tiempo que
tenemos, só lo quiero tomarte, gatito.

Harry suspiró , frotando la nariz contra la caliente piel del hombro del alfa, embriagá ndose
de su rico y adictivo olor.

—Bien—murmuró , asintiendo quedamente mientras los besos ascendían por su mandíbula


y los labios de Louis se detenían justo sobre su oreja.

—Apó yate sobre las manos y rodillas—ordenó , enviando un escalofrío por todo el cuerpo
de Harry, erizá ndole la piel.
Obedeció sin chistar cuando Louis le dio espacio para moverse, sostuvo el cuerpo sobre las
palmas y rodillas, dá ndole la espalda al alfa. Respiró la carga de feromonas que este
despedía y se sintió orgulloso por provocar esa reacció n en el hombre detrá s de él. Le
escuchó gruñ ir, y separó só lo un poco má s las piernas.

Louis le frotó las nalgas y deslizó las manos hasta su cadera, dejó una allí sosteniéndolo
firme, y con la otra hizo presió n sobre su espalda para que recostara el pecho y rostro del
colchó n, pero su trasero continuó alzado. Harry sintió la mejilla arder contra la tela del
colchó n, y estaba inexplicablemente emocionado, con los dedos inquietos sobre las mantas
mientras Louis le acariciaba el surco entre los glú teos, frotando la yema de dos dedos sobre
el pequeñ o anillo de mú sculo que respondía a sus atenciones.

—Estoy listo—gimoteó impaciente, los hú medos dedos de Louis deslizá ndose apenas en su
interior—, de verdad, Lou… por favor.

Sin embargo el alfa lo estiró con sus dedos para comprobar que era así, que no le haría
dañ o, y luego los retiró para reemplazarlos por su pene, que palpitaba anhelante.

—Juro que eres el ser má s bello… que ha tocado estas tierras, Harry—dijo, al tiempo que se
deslizaba en su interior con un duro embiste que empujó el rostro de Harry contra el
colchó n, tragando así el agudo grito que se escapó de su garganta—. Y eres só lo mío, ¿no es
así, amor?

Harry respiraba con dificultad, mordía una de las almohadas mientras se acostumbraba al
grosor de Louis dentro de sí, poco a poco el leve ardor se disipó y só lo quedó la agradable
sensació n de estar lleno, la exquisita presió n en su pró stata que le hacía crispar los dedos.
Concentrado en ello, olvidó que debía responder, por lo que no tardó en sentir los dedos de
Louis jugueteando con sus rizos, y aquello le hizo ronronear de gusto justo en el momento
que el alfa comenzó a mover la cadera.

—Ah, sí—suspiró , arqueando la espalda para recibir mejor las estocadas que a cada
repetició n tomaban má s fuerza y profundidad, sacudiéndole el cuerpo y dejando que
disfrutara el maravilloso sonido de los gemidos de Louis cada que se hundía en él—, só lo
tuyo, nunca de nadie m-má s…

El aire que entraba en sus pulmones era caliente, impregnado con la esencia fuerte de
Louis, amenazando con hacerlo delirar en ese espiral donde todo su cuerpo era un receptor
de sensaciones.

Mientras las duras estocadas de Louis le golpeaban el cuerpo y él lo retenía, manteniéndolo


firmemente sujeto de la cadera y el cabello para que no se moviera, Harry se preguntaba si
era posible ser tan débil ante alguien y a la vez sentirse protegido. Mientras se deshacía en
gemidos y su alfa entraba cada vez má s hondo en él, marcá ndolo como suyo y reclamando
cada pieza de su ser, intentó recordar el momento en que dejó de ser un niñ o asustado y se
convirtió en el compañ ero de vida de semejante hombre. Louis era todo lo que le habían
negado en el seno de su familia, y de alguna forma la vida decidió que sería recompensado
con ello.

Justo cuando sintió a su esposo inclinar el á ngulo de las penetraciones, Harry acompañ ó la
acció n moviendo la cadera lo mejor que pudo, siguiendo el ritmo que imponía y en cada
profundo embiste, Louis alcanzaba golpear el punto que arrancaba un grito de la lastimada
garganta de Harry. El cuerpo le temblaba, e hizo un gran esfuerzo por sostenerse bien
sobre las rodillas y continuar elevando el trasero para recibir cada estocada.

—Uh, gatito…—la voz de Louis fue un caliente jadeo cuando se inclinó para besarle el
hombro. Dejó de juguetear con sus rizos y colocó esa mano a un costado de Harry, sobre la
de él, enlazando los dedos de ambos. Harry crispaba el agarre cada que sus paredes
internas se contraían y encontraban la resistencia del miembro de Louis—. Tan atento,
aprendiendo tan rá pido—lo mordió suavemente allí, cerca del cuello, a la vez que le
acariciaba desde la cadera hasta el vientre, presionando la palma allí—, estoy seguro que
los dioses te hicieron só lo para mí—añ adió , disminuyendo las penetraciones a un ritmo
lento y profundo que permitía a ambos balancearse con mayor facilidad, complementarse.

A Harry le gustaba así, cuando la presencia y el calor de Louis lo cubrían, cuando no podía
sentir otra cosa que a su alfa deseá ndolo y tomando todo lo que necesitaba de él. El omega
en su interior se removía contento porque estaba cumpliendo su cometido y se sentía
protegido por quien era su dominante.

Con ese lento ritmo el placer lo saturaba lentamente, apreciaba el sudor resbalando por la
piel de ambos, el choque caliente entre la piel cuando se unían, la maravillosa forma en que
Louis gemía su nombre y le murmuraba lo bueno que era, el có mo le deleitaba verlo así.
Cuando la tienda de campañ a y todo a su alrededor comenzó a volverse borroso, la tensa
sensació n en su vientre bajo donde Louis lo sostenía era demasiado fuerte e insoportable
de contener; cerró los ojos y soltó un par de gritos acompañ ados de lá grimas cuando el
nudo de Louis comenzó a hincharse. Embistiendo má s duro, Louis se forzó en su interior
hasta que alcanzó el orgasmo, quedando atrapado y corriéndose en un gemido de jú bilo.
Abrumado por la liberació n, el alfa tuvo que sostenerse con ambas palmas a los costados
del cuerpo bajo él.

Harry no tardó en seguirlo, en cuanto el tibio semen comenzó a bañ ar su interior, fue
suficiente para que sus mú sculos se contrajeran y acabara. Sin aliento, se desplomó ,
arrastrando a Louis consigo que hizo lo posible por lo aplastarlo. Podía sentir su acelerado
corazó n contra la espalda, su respiració n en el cabello y no pudo hacer otra cosa que
sonreír, cerrando los ojos en un ataque de sueñ o que no vio venir.

La verdad era que só lo dormitó unos minutos, pues cuando volvió en sí apenas estaba
aclarando fuera y se escuchaban leves pisadas, el nudo ya había cedido y se encontraba
sobre el pecho de Louis, un cá lido brazo rodeá ndole el hombro. Tomó un largo respiro de
su olor, pasó los dedos por el abdomen ajeno y se incorporó un poco para ver el rostro
relajado de su esposo. Sonrió , y le besó la mejilla, dó nde aú n no había un rastro de barba.
—Debiste despertarme—dijo contra su piel, antes de alejarse.

—Te veías adorable—negó , y enarcó una ceja—. Y la verdad, yo también estaba hecho
polvo.

—Fue una buena elecció n—coincidió , riendo cuando logró sacarle una sonrisa alfa, que le
rodeó la cintura y estiró los labios por un beso que no pudo negarle.

—Estoy ansioso por seguir enseñ á ndote, entonces—delineó la columna de Harry con dos
dedos, como acostumbraba.

Por su parte, Harry torció un poco los labios y jugueteó con el delgado vello en el pecho del
alfa, tratando de formular una pregunta sin que sonara tonta o sin sentido. Frunció las cejas
e hizo un puchero cuando no encontró la manera de expresarse.

—Hablando de enseñ ar…—comenzó , y apartó la mirada de los inquisitivos ojos azules.

—¿En qué está s pensando?

—Tú sabes todas estas… cosas sobre la intimidad—comenzó , y se vio obligado a encarar al
alfa cuando este le tomó suavemente de la barbilla—. Y me hace pensar que antes de mí
tenías otra vida—confesó —, no lo sé…

—Está bien, continú a.

—Eres mayor que yo, por varios añ os, y no soy tan iluso de pensar que no hubo otras
personas en tu vida, en tu cama y que quizá les quisiste—se humedeció los labios—. ¿Te
gustaban los omegas varones desde antes? Porque no fue como si eligieras casarte
conmigo… y quizá antes tenías ideales de una esposa.

Louis sonrió apenas, las líneas de expresió n marcá ndose a los costados de sus ojos.

—Tienes razó n, pronto cumpliré veinticinco y tú apenas tienes dieciséis. Imaginará s que no
pasé todos esos añ os, desde que presenté como alfa y comencé a tener celos, que estando
solo, ¿cierto?

—No—negó con la cabeza, y Louis le recogió un rizo rebelde detrá s de la oreja—, son
dolorosos, ahora lo sé. Te vuelven ciego e instintivo.

—He conocido personas, he conservado algo parecido a una relació n con ellas, pero nada
duradero.

—Entonces—comprendió , suspirando—. Te gustan las mujeres, ¿eso me quieres decir?


Louis estalló con una sorpresiva carcajada, tan estridente que tuvo que cubrirse la boca
hasta que logró calmarse del todo. Harry frunció el ceñ o, creyendo que se estaba burlando
de él y sus inseguridades.

—¿Me está s cuestionando por cuá l bando prefiero? —preguntó a duras penas, con la voz
ahogada por la risa.

—¡Es una pregunta vá lida! —quejó , poniéndose muy rojo—. A mí no me atraen las
mujeres…

El alfa se calmó un poco y asintió , se mordió el labio inferior y finalmente tomó aire para
responder.

—Para mí es sencillo, amor—comenzó , y paseó la punta de los dedos por el brazo de Harry
—. En batalla, tengo un bando claro, lucho por Aurea, pero en cuestiones del amor, ¿Por qué
tendría que elegir bandos? —ladeó el rostro, transmitiéndole ese gesto pacífico a Harry—.
Los dioses nos crearon con una gran diversidad, y creo que es nuestro deber
experimentarla sin caer en etiquetas o demá s—encogió los hombros—. Yo lo he hecho así.
Estuve con mujeres, y me gustó . Y he estado con hombres, aunque ninguno me hechizó
como tú .

Harry parpadeó mientras procesaba toda esa informació n. El hecho de que Louis tenía un
pasado era algo que aceptaba plenamente, pero quería conocerlo. Deseaba que ambos
fuesen cercanos y pudieran confiar el uno en el otro. Ademá s, necesitaba estar seguro que
no estaba añ adiendo otra carga a los hombros de Louis.

—Pero por un momento, plantea una situació n—le pidió —, si tuvieras que elegir, ¿qué
harías?

La expresió n risueñ a de Louis no se alteró , mientras que el sol golpeaba contra la lona de la
tienda y algunos rayos caían arrancando colores de sus ojos azules, el alfa alzó las cejas y
respondió .

—Me casaría contigo, Harry.

Llegaron a Aurea durante el mediodía.

Harry bajó del carruaje gracias a la ayuda de Luke con una canasta entre ambos brazos. Los
pequeñ os zorros dormían apretujados ahí, unos sobre otros, dando la impresió n que eran
unas pelotas de felpudas. En la ú ltima parada antes de entrar a la capital los había
alimentado con cuencos de leche, e imaginaba que dormirían por mucho rato, y eso estaba
bien. Porque quería que estuvieran despiertos y muy atentos para cuando conocieran a las
pequeñ as.
—Todavía me cuesta creer que vas a regalarle zorros a mis hermanas—repitió Louis,
mientras pasaban de los soldados y sirvientes que descargaban todo el equipaje.

—No dejaste que les comprara muñ ecas—le recordó un muy sonriente Harry, que estaba
disfrutando del sol y calor. Cuando miró la entrada del castillo y la corte esperá ndolos en la
entrada, notó lo mucho que había extrañ ado a la capital.

—Increíble—bufó el mayor, asintiendo ausentemente a un saludo que fue dirigido a él—.


¿Es una especie de venganza?

—No les daré todos los zorros—acotó , enfocando la mirada en el pequeñ o con una mota de
pelo blanco que resaltaba en su pata delantera derecha, en comparació n a resto del pelaje
oscuro de esa zona—. Tommo es mío, mi bebé.

—Llevo buena parte del camino buscando sentido a ese nombre—Louis frunció las cejas
hacia la canasta—. Realmente, tengo la esperanza de encontrar un buen motivo y que
reemplace a lo que estoy pensando…

—Tommo porque es el pequeñ o del matrimonio Tomlinson—repitió , puesto que ya lo


había dicho en el carruaje y Louis decidió hacerse el que no escuchó .

—Dioses…—el alfa rodó los ojos y suspiró resignado a las tercas ocurrencias de Harry—.
Entrega la canasta a Ashton, recibiremos la bienvenida y luego iré a informar al consejo de
lo ocurrido.

—Creo que iré con tu madre mientras está s ocupado—de buen humor, le cedió la canasta a
Ashton, que caminaba en silencio a su lado—. Quédate cerca, Ash.

Los príncipes, Zayn y Danielle, encabezaban aquella bienvenida en el jardín del palacio. Gigi
se encontraba un poco apartada, pero en cuanto divisó a Harry se arrojó a sus brazos y dejó
escapar un suspiro de alivio. Luego de apretujarlo levantar muchos murmullos del resto de
la corte, comenzó a buscar heridas o contusiones, pero ya só lo quedaban algunos rastros
amarillentos de lo que fueron los moretones.

—¡Estaba tan preocupad! —exclamó —. Nos llegó una carta de lord Horan resumiendo
parte de lo ocurrido y, por el mar, Harry no pude dormir…

Luego fue imposible calmarla o callarla, por lo que Harry intentó responder a todas sus
dudas y asegurarle que se encontraba bien y sano, que ella debía calmarse porque eso
podría hacerle dañ o al bebé. Los reclamos abundaban en esa bienvenida.

Louis no se salvó de ellos tampoco, Johannah lo regañ ó por exponerse de esa forma a una
situació n tan peligrosa, y Danielle siguió a su tía en la cadena de oraciones que resaltaban
lo insensato que llegó a ser Louis en aquella visita a Hiems. En cambio, de parte de Zayn
recibió un apretó n en el hombro, algunas palabras de á nimo y la petició n de que se
adelantara a la cá mara del consejo y esperaran un poco por él. Luego, se perdió entre los
soldados y Louis no lo vio má s.

—¡Louis William! —Johannah estaba cruzada de brazos—. Me prometiste que só lo ibas a


una reunió n y no tardarías una semana y regresar, nos tenías a todos al borde del colapso
aquí.

—Piensa en tus hermanas, ¿Qué harían ellas si tú no regresabas? —continuó Danielle—.


Son muy niñ as para ascender al trono.

—Ademá s, el pobre Harry…

Louis tensó la mandíbula y negó .

—Tuve suficiente de la corte—sentenció —. Madre, Harry quiere hablar contigo y


entregarle sus regalos a las niñ as; y tú , Danielle, vamos con el consejo. Quiero rendir
cuentas y luego dormir hasta mañ ana—al final de la frase sonaba bastante harto, y
comenzó a andar ignorando a varios miembros de la corte y sin esperar a la princesa, que
tras un momento de indecisió n, lo siguió haciendo sonar sus tacones.

La doncella de Gigi rescató a Harry de tener que lidiar con una muy alterada rubia. Gigi
prometió que lo buscaría luego de atender a los invitados que estaban bajo su cargo en el
palacio y se marchó , descargando su humor ahora en la pobre muchacha que era su dama
de compañ ía.

Johannah pasó a su lado, y enlazó el brazo con el suyo, dá ndole una de sus maternales
sonrisas antes de comenzar a caminar. Harry vio por el rabillo del ojo que Ashton los
seguía, así que respiró tranquilo.

—Las niñ as te extrañ aron mucho—comentó la mujer, frotando su brazo—. Preguntaban


cuá ndo volvería Hazza para jugar con ellas y sus muñ ecas.

—Lamento que todo se complicara, pero gracias a los dioses estamos de regreso—
comentó , y se animó a sonreír—. Y traje regalos para Lottie y Fizzy.

—¿Muñ ecas?

Harry se unió a la risa de Ashton detrá s de él.

—No precisamente…

Las niñ as estaban con su nana jugando cerca de una fuente, tejiendo coronas de flores con
lo que tenían recogido en una cesta. En cuanto lo vieron, tropezaron con el ruedo de su
vestido mientras se levantaban, y corrieron a abrazarlo. É l soltó amablemente a Johannah y
se agachó para recibir a las pequeñ as en un fuerte abrazo lleno de besos desordenados que
ellas le daban en las mejillas.

—¡Hazza volvió !

—Creíamos que Lou-Lou se lo llevó lejos…

—Las extrañ é mucho—Harry les acarició el cabello—, ¿se comportaron como les pedí?

Ambas asintieron efusivamente, y Harry les sonrió .

—¿Y las muñ ecas?

—Les traje algo mejor, quiero que se sienten con Ashton para que puedan verlo.

Bajo la atenta mirada de Johannah, las niñ as tomaron asiento junto a Ashton en los
adoquines del jardín, y este les colocó la canasta frente a ellas.

—Son unos perritos raros—comentó Lottie, y Fizzy estiró la manito para acariciar a uno de
los cachorros.

—Son zorros—la corrigió amablemente Ashton, y le pasó uno de los cachorros a la má s


chica de las dos

—Ese es Condé—anunció Harry, que no se resistió a bautizar a los cachorros mientras los
cuidaba en el camino.

—¡Condé! —Fizzy apretujó al animalito, chilló apenas y luego le lamió la cara, produciendo
risas en la niñ a.

—Y este es Remy—un adormilado cachorro fue entregado a Lottie, que lo meció como si se
tratara de un bebé.

—¡Oh, que suave es Gemy! —exclamó , y Harry supo que falló en considerar el problema de
Lottie con las palabras que llevaban erre, aunque eso lo solucionarían sus tutores.

—Mi mamá decía, que una mascota enseñ a mucha responsabilidad—les comentó , y miró
un momento a Johannah, que le asintió complacida de ver a sus hijas tan felices—. Y
ademá s son unos excelentes amigos. Así que los vamos a cuidar—señ aló al cachorro
restante en la canasta, que movía las orejas curioso de todo a su alrededor—. Yo también
tengo uno, su nombre es Tommo.

—¿Son todos de la misma mamá ?—preguntó Fizzy, bajando a Condé para que jugara con
las flores esparcidas a sus pies.
—Son hermanos, sí.

Y en menos de un minuto, las pequeñ as Tomlinson convencieron a Ashton de que les


ayudara a hacer collares de flores para sus cachorros. Así que el omega aceptó de buena
gana quedarse sentado tejiendo ramas con tres revoltosos zorros corriendo a su alrededor,
y dos niñ as tirando de su ropa en busca de atenció n.

Harry se alejó unos pasos, confiado de que, entre la nana y Ashton, las niñ as estarían bien.
Abordó a Johannah y perdió algo de la sonrisa que llevaba.

—¿Me concedes algunas palabras? —pidió en voz baja, ofreciéndole él esta vez el brazo.

La mujer asintió , un poco extrañ ada del cambio en Harry.

—Claro, cariñ o—aceptó el gesto, y le dio una ú ltima mirada a sus hijas antes de comenzar a
andar—. ¿Sobre qué deseas hablar?

—Se trata sobre Louis—contestó , y una sombra pasó por sus ojos verdes—. Estoy
preocupado y no sé qué hacer.

|°|°|°|

Les traigo actualización rapidito porque, disculpen los errores: 1)Sigo sin mi pc T_T.
2) Mañana salgo de viaje a ver a mi familia, y no regreso hasta el miércoles. 3)Porque
les quiero mucho, gracias por sus palabras de ánimo en el capítulo pasado <3 ya las
cosas están un poco mejor.

La próxima actualización es un Extra. Toca el turno para Ashton/Lashton, y estoy


muy emocionada por escribirlo, así que seguramente adelanto algo durante el
viaje.

Tommo, Condé y Remy <3

Nos vemos prontito.

¿Dedicaciones?
Extra III: Iris

DEDICACIONES

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@samanthasda

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@XxMikrallerxX

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[Éste extra se ubica una semana después de lo ocurrido en el capítulo anterior ]

IRIS

Y daría la eternidad por tocarte, porque sé que me sientes de alguna forma. Tú eres lo más
cerca que estaré alguna vez del cielo, y no quiero volver a casa ahora. Y todo lo que puedo
saborear es este momento, y todo lo que puedo respirar es tu vida; cuando tarde o
temprano se acaba todo, sólo no quiero extrañarte esta noche.

Recordaba el pá nico entorpeciendo sus movimientos, pero la firme decisió n que lo


motivaba a ser rá pido. Con nitidez, rememoraba el dolor en la garganta por contener las
lá grimas luego de cargar a su amigo y lord, dejarlo débil sobre la cama, y comenzar a
rebuscar entre su equipaje las joyas familiares. Una lona sucia fue el recipiente de lo ú nico
que podría respaldar la identidad del omega que yacía en la cama, respirando a duras
penas.

Recordaba el sudor corriendo por su cuerpo cuando intentó calmar sus nervios y continuar
con sus actividades diarias sin alterar a nadie. Preparó la comida, llevó las bandejas -con
mucho licor— a los alfas que así lo requerían y pasó por el só tano para alimentar a los
omegas que, luego de una dura noche de maltratos y drogas, no podían salir de la cama. Por
ú ltimo, le quedaban dos cosas por hacer, igual de importantes. Porque si quería ser capaz
de sacar a Harry en ese carro de lavandería, bien oculto bajo la ropa de los otros omegas, y
escapar del barco necesitaba dejar a una importante pieza fuera de juego.

Benjamin Winston.

Sabía que el vino adulterado que abundaba en el barco lo volvía una bestia, pero luego lo
agotaba de sobremanera. Por eso, esa ú ltima noche que pasó con él, lo animó a beber una
botella completa, a emborracharse y luego dejó que él lo tomara. Sin el afrodisíaco,
resultaba horrible; estar del todo despierto para aguantar sus bruscas manos que lo
lastimaban, el aliento putrefacto, y los duros moretones que le dejaba en todas partes.
Benjamin era tosco y disfrutaba con su dolor, con sus muecas de desesperació n cuando lo
penetraba con cruel fuerza.

Pero todo ese abuso reafirmaba su decisió n, que no permitiría a Harry sufrir aquello.

Despertó agitado y con esos recuerdos gritando en su mente. El sudor le pegaba el cabello y
camisó n a la piel, y se sintió sucio porque la textura de aquellas asquerosas manos estaba
presente y viva en su cuerpo. Estaba tan abrumado por ese sueñ o, que podía oler -como si
estuviese allí con él— el aroma del vino ligá ndose con el de Winston. Y fue demasiado para
su estó mago. Salió de la cama y corrió a trompicones hasta el pequeñ o bañ o de su
habitació n para vomitar en una de las vasijas.

Benjamin Winston no fue el primer alfa que lo compró y usó ; só lo fue el má s llevadero, el
que no lo compartía con el resto como un regalo a sus amigos o socios. Pero, sin embargo,
fue con quien tuvo la desdicha de concebir un hijo. Y había sido tan ingenuamente feliz,
porque nadie quería a un omega pobre, usado y embarazado. Su amo lo botaría para que se
valiera por si mismo y el niñ o que esperaba porque mantener a un bastardo no traía
ningú n beneficio. No podía estar má s contento de ser libre y ademá s tener ese pedacito de
luz creciendo en su interior, alguien por quien luchar y afrontar la cruel vida.

De nuevo, Ashton pecó de iluso. Porque cuando Benjamin se enteró , le propinó semejante
paliza por mentirle y ser descuidado, que perdió al bebé y casi se muere.

Con varias lá grimas que hacían homenaje al vacío que sintió cuando despertó golpeado y
en una cama manchada de sangre, Ashton se acurrucó en el bañ o esperando que el
amanecer se llevara el dolor y las pesadillas.

A veces creía que realmente jamá s había logrado subir a ese pequeñ o bote con Harry, y
remado lejos del barco.

Cuando volvía a su habitació n luego de un largo día de trabajo en el palacio, temía que un
alfa estuviera allí para hacerle dañ o.

En ocasiones, ser fuerte y valiente simplemente se iba de sus manos.


El leve dolor de cabeza que lo aquejaba luego de desayunar, só lo le recordaba lo crédulo


que fue al pensar que podría tener una nueva vida en Aurea, libre de opresió n de los alfas y
maltratos, pero fue herido de nuevo. No pudo defenderse y su cuerpo se dobló como una
hoja ante los golpes. Quizá era cosa suya, porque era un omega ultrajado y usado, porque
no tenía valor alguno. No era un heredero como Harry, o una persona educada como Cara.

Abandonó la cocina, porque si se quedaba mucho tiempo podría encontrarse a alguien que
llevaba mucho tiempo ignorando. Así que caminó casi sin pensar demasiado por los
pasillos del palacio, que repetían sus pasos en un sonoro eco debido a la poca actividad de
los sirvientes a esas horas. Seguía estando demasiado temprano. Lo supo cuando llegó a la
puerta de una de las recá maras reales y só lo encontró a un adormilado Michael contra la
pared.

—Hombre, ¿Qué haces tan temprano aquí?—parpadeó el guardia, tratando de apartar


inú tilmente el sueñ o—, Cara ni se ha asomado por aquí, y Calum no ha llegado para relevar
la guardia—bostezó —, incluso el príncipe sigue adentro—señ aló a la puerta en lugar de
cubrirse la boca.

—Pues en las cocinas ya está n trabajando—comentó , un amago de sonrisa tirando de la


comisura de sus labios por el gesto gracioso del guardia—. Ve a comer algo antes de dormir
y quizá te encuentres con Calum.

Michael soltó una risotada y se tambaleó un poco.

—Está s pasando mucho tiempo con el consorte, él siempre me envía a comer.

—Y nada que te quejas por ello—alzó una ceja Ashton, que hizo reír aú n má s al otro—.
Anda, Mike. Te está s cayendo del sueñ o.

—Bien, de cualquier forma el príncipe ya está por salir—desistió de su apoyo en la pared y


pasó por un lado del omega, guiñ á ndole el ojo—. Pasa un buen día, Ash.

Ashton lo vio marchar, y recordó con nostalgia los primeros días cuando los inocentes
coqueteos de Michael lo ponían nervioso y con las mejillas rojas. Luego, tratá ndolo seguido
y con muchas charlas, encontraría que el muchacho era naturalmente encantador con
todos. Y eso lo metía en muchos problemas. A Calum le gustaba relatar todas las veces que
su compañ ero de guardia ocasionaba una pelea por pasarse de amable con las personas
equivocadas.

En mañ anas como esa, donde lo embargaban los malos recuerdos, agradecía tener amigos
como esos, tener personas a su alrededor que de forma intencional o no, le alegraban un
poco el alma.
Suspiró y tocó tres veces la puerta, como tenía acostumbrado, y luego abrió la puerta. Parte
de ser sirviente era hacer el trabajo siendo totalmente invisible, y de eso él ya conocía
bastante por lo que era el perfecto observador. La recamara del príncipe era realmente
enorme. Dividida en tres compartimientos má s el bañ o, la parte central donde yacía la
cama era un sitio que só lo invadía cuando se encontraba só lo arreglando las sá banas con
Cara.

Escuchaba murmullos, así que se movió con rapidez al á rea donde se encontraban los
armarios y baú les del calzado. Abrió las puertas de madera para buscar las prendas que
Harry usaría cuando decidiera salir de la cama y tomar un bañ o. Las telas de exquisita
textura reflejaban la personalidad de Harry y la influencia que esta cultura estaba teniendo
en él, cambiá ndolo poco a poco. Por su parte, notó Ashton viendo sus propias ropas, él
también estaba adoptando muchas cosas de Aurea.

—…Ya me tengo que ir. —se escuchó la voz del príncipe, apenas alcanzando ser un
murmullo para sus oídos. Debía estar sentado en la orilla de la cama.

Ahí estaban, las discusiones matutinas que ocasionalmente llegaba a escuchar si llegaba
muy temprano. Se agachó entre los baú les y buscó las botas favoritas de Harry.

—Aú n no… tengo mucho sueñ o—la profunda y somnolienta voz de Harry estaba cargada
de ese tinte caprichoso que, tanto Cara, el príncipe y él tuvieron que aprender a tolerar.
Siempre era lo mismo.

—Puedes seguir durmiendo, soy yo quien debe marcharse si quiere tener tiempo para
desayunar y luego verte por la tarde—hubo una pausa, donde se escuchó el rumor de las
sá banas y el chasquido de un beso—. Pero no duermas demasiado, recuerda que llegaste a
un acuerdo con mi madre.

Ashton terminó de escoger la ropa y la dejó colgada en el biombo, prosiguió a encontrar la


bata de bañ o y los aceites perfumados de costumbre que llevaría en una cesta al bañ o.

—Lo sé…pero ya sabes que no me gusta dormir solo—quejó de nuevo Harry.

—Pues duerme con el zorro, ¿no lo metiste a la habitació n? —Resopló —, aun cuando
rompió todos esos cojines el primer día…

—Tommo, recuerda que se llama Tommo—apuntó Harry con un bostezo mal disimulado
—. Está pequeñ o, es normal que haga travesuras

—Por todos los… ¡Tommo! —del fondo de una pila de ropa donde se encontraba Ashton, el
zorro respondió al llamado del príncipe y corrió , siendo a la vista un poco má s que un
borró n rojo, y pudo asegurar que saltó a la cama—. Ahí tienes, nos vemos en la tarde,
gatito.
Los pasos del príncipe iban en su direcció n, y Ashton hizo un rá pido recorrido a las cosas
de la habitació n para encontrar lo que podría necesitar de allí. Encontró la cadena con el
emblema familiar y la tomó rá pidamente para entregá rsela.

—Buen día, majestad—lo saludó con una reverencia, y ofreció la joya. El príncipe le ofreció
una sonrisa antes de tomarla.

—Sí que es un buen día, veo que madrugaste—pasó la cadena por su cabeza y la arregló en
el cuello, sin dejar de mirarlo. El príncipe tenía esa mirada limpia y atenta, como si siempre
se encontrara estudiando todo a su alrededor, tranquilo. Su olor, a diferencia de muchos
alfas, no le molestaba. No era intoxicante, sino tenuemente embriagador—. Gracias. Harry
está un poco gruñ ó n, por cierto. Só lo recuérdale que tiene cosas que hacer, ¿podrías?

—Por supuesto, majestad—asintió con desgana, el cansancio haciendo mella en él tras una
noche sin sueñ o—. Ese humor se le suele pasar con el desayuno.

—Lo sé, só lo está n cansado…—y como dejó la frase sin acabar, y comenzó a caminar,
Ashton entendió que debía acompañ arlo hasta la puerta. Cruzaron la recamara hasta la
entrada y cuando se dispuso a girar el pomo por él, el príncipe lo detuvo con un ademá n—.
Como tú , también te encuentras cansado, ¿No es así?

Ashton negó rá pidamente, y trató de articular una respuesta convincente.

—En lo absoluto, majestad—balbuceó , sin convencer del todo al mayor sobre eso.

—Si necesitas algo, lo que sea, ten presente que puedes decírselo a Harry—recordó el
monarca, y luego asintió —. O puedes decírmelo a mí directamente. Lo que sea que
necesites.

—No podría hacer tal atrevimiento…

—Estoy en deuda contigo—puntualizó , frunciendo las cejas al no poder entender la actitud


de Ashton—. Salvaste a Harry, y de no ser por ti, jamá s podía haberlo tenido en mi vida.

—Majestad…—sacudió la cabeza, negá ndose adjudicar tal cosa.

—Eres un buen muchacho, otra persona ya me habría pedido títulos, dinero y propiedades,
pero tú quisiste quedarte aquí, con Harry—sonrió levemente—. Y si alguna vez quieres lo
que acabo de mencionar, ten por seguro que lo vas a tener.

—Estoy agradecido con vivir aquí en el palacio y poder trabajar—bajó la cabeza—. Tengo
un sueldo del cual vivir, y…—¿seguridad? No estaba del todo convencido de ello—, muchas
gracias, majestad.
—Eres má s difícil de convencer que los mercaderes de especias—bromeó el príncipe, que
finalmente presionó el pomo de la puerta para salir—. Confío en que tendrá s a mi esposo
listo a tiempo, pero igual enviaré a alguien para que venga a buscarlo.

—Que tenga un buen día—ofreció con una reverencia, y recibió una sonrisa a cambio.
Antes de cerrar la puerta, respondió al animado saludo de Calum que venía de camino para
cumplir su guardia.

Encontró a Harry, no en la cama, sino en la pila de almohadones en una de las esquinas de


la recamara, con el zorro sobre el pecho, dá ndole mimos al cachorro. Sus rizos eran un
desastre y las huellas de la almohada en el rostro, ademá s de esa mueca inconforme en los
labios porque no fue capaz de convencer al príncipe de quedarse.

—¿Hay á nimos para un bañ o? —preguntó , acercá ndose cuando Harry le indicó que se
sentara a su lado—. Recuerde que debe desayunar en cuanto Cara llegue con la bandeja, y
darle de comer a Tommo.

—Tienes ojeras—ignoró lo otro y repasó una de ellas con el índice, muy suave, y volvió a
acariciar la tibia pancita del zorro—. ¿Una de esas malas noches?

Quizá nadie lo comprendía mejor que Harry en ese aspecto. Antes hablaban seguido de las
pesadillas que los atormentaban a ambos, porque tenían al mismo verdugo. Y se abrazaban
buscando un consuelo en el mutuo entendimiento hasta que amanecía y de alguna forma el
sol se llevaba sus miedos.

—Así es—asintió , sin energías para mentir.

—Antes venías conmigo, o yo te llamaba, pero sé que luego encontraste otro consuelo—
Harry le hablaba mientras sus manos se concentraban en hacer dormir a la bola de pelos
rojizos en su regazo—. Lo sospecho, pero, ¿Qué acostumbrabas hacer cuando no podías
dormir?

Iba con Luke para que charlara conmigo hasta caer dormido en su hombro, pensó.

—Daba un paseo por la playa—contestó una parte de la verdad—, me sentaba en la arena y


escuchaba el mar.

—¿Y por qué no hiciste lo mismo esta vez? —demandó saber, rá pidamente para no darle
tiempo a pensar.

—No deseaba estar solo.

—Porque antes ibas con Luke—sonrió , contento de dar con la respuesta, y cuando vio la
expresió n consternada de Ashton, añ adió —: aprendí a ser má s observador. Ya sabes
intentar adivinar las intenciones de las personas.
Ashton se pasó las manos por el rostro y suspiró , agotado.

—Ya no seguirá pasando, nunca má s, de cualquier forma—encogió los hombros, volviendo


sus coloridos ojos como girasoles a Harry—. No quiero que…

—Te diré algo—lo interrumpió —, como amigo, y porque te debo demasiado como para no
preocuparme por verte feliz—explicó , apartando con cuidado al zorro a uno de los cojines,
y sentá ndose frente a Ashton, firme—. Quizá soy muy joven e inexperto, y tuve demasiada
suerte al final. Pero cree cuando te digo, que no todos los alfas son iguales. No todos nos
verá n como posesiones, sino como compañ eros. Y…

—Harry, por favor—quejó .

—Y juro que se pondrá má s fá cil—aseguró , tomá ndole las manos—. No puedo decirte qué
se siente ser mordido, en ese preciso momento, pero siento la seguridad y el afecto de
Louis sin que me lo diga y…

—Porque el príncipe es un buen hombre—cortó —, es diferente.

Harry chasqueó la lengua, y Ashton fingió que no le molestaba que rodara los ojos.

—¡Claro que lo es! —y le apretó las manos para reafirmar eso—, le pedí a Louis que
hablara con Luke, y llegó a la conclusió n…

De nuevo, con un jadeo, Ashton lo interrumpió y se puso muy rojo.

—¡Harry! —exclamó , y despertó al cachorro que dio un salto y se metió debajo de la cama
—. Eso es demasiado, son mis problemas, el príncipe no tiene nada que ver.

—¡Me dijo que es un buen muchacho! —se excusó , levantá ndose cuando Ashton así lo hizo
—. Me aseguró que de verdad se preocupa por ti, que te aprecia y no tiene malas
intenciones.

—Eso no lo sé, y no quiero que me lastimen de nuevo.

—Ashton—Harry lo tomó de los hombros—. Si estar con él es algo que no deseas, lo


entiendo, no te estoy obligando a estar con él. Pero Luke tampoco merece que lo apartes,
sin explicaciones o motivos que él entienda—suspiró —, y lo cierto es que, por lo que me
dices, si él quisiera aprovecharse de ti, ya lo habría hecho. Pero no lo hace, porque no es
algo que desee, y aquí la ley te protege.

Ashton aceptó el cá lido abrazo que le daba el menor, y de nuevo esa turbia confusió n de
sentimientos encontrados hizo un nido en su pecho. Lo malo contaminando lo bueno,
haciendo una mezcla difícil de digerir.
—Tengo mucho miedo.

—Entiendo—Harry le acarició la espalda, y Ashton lo apretó muy fuerte, para sentirse


reconfortado—. Por eso quiero que cierres este capítulo y comiences a vivir, Ash. El miedo
nos corta má s profundo que cualquier espada forjada en acero.

—No sé qué me pasa—confesó , sus ojos humedeciéndose y un sollozo comprimiendo su


garganta—, por fin tengo la vida que siempre quise, y siento que estoy tan manchado que
no puedo vivirla.

—Comprendo que lo que yo viví, apenas fue un atisbo de todo lo que soportaste—susurró
el rizado, con un tono suave y lento—. Só lo… só lo, uh… Llevas tanto tiempo privado de
afecto, de genuino amor, que… supongo que no sabes có mo tomarlo.

Pero la verdad era que nunca lo tuvo, antes de conocer a Harry y huir con él, jamá s recibió
un gesto amoroso, una caricia que no estuviera impregnada de malas intenciones.

—Estoy roto, má s allá del reparo—ahogó el llanto contra el hombro de Harry, mojando su
camisó n—, tan roto que no sé có mo sostener mis partes.

Harry lo estrujó fuerte.

—No está s roto, Ash. Só lo magullado… y te juro que puedes empezar de nuevo.

Antes, en ese horrible barco, Harry le hizo un juramento; y Ashton con su habitual
pesimismo cargado de realidad no le tomó la palabra. Pero fue así, Harry cumplió . Y una
parte de su alma agonizaba porque esta vez fuese cierto, nuevamente.

Sanar. ¿Acaso eso era posible para alguien como él?

No puedes combatir las lágrimas que no se derraman, o el momento de verdad en tus


mentiras. Cuando todo se siente como en las películas… Sí, sangras sólo para saber que
estás vivo.

Perdieron muchísimo tiempo mientras él lloraba y Harry lo consolaba en un abrazo. Por


eso, el bañ o matutino tuvo que ser muy apresurado y no podían prepararse con
tranquilidad porque el pequeñ o zorro quería jugar con Harry y saltaba, mordiéndole las
botas y el ruedo de la tú nica. Sin embargo, agradeció eso porque le ayudó a relajarse y dejar
el asunto parcialmente atrá s.

La puerta sonó tres veces, y Ashton supo que se trataba de Cara con la comida. Por eso
abrió la puerta con confianza, y no esperó que el alma se le cayera a los pies cuando la vio
acompañ ada de Luke, que al parecer la ayudaba a llevar la bandeja de jarras de té y agua. El
rubio se veía a medio camino de formular un saludo, pero Cara lo cortó con su usual charla
por las mañ anas, los chismes de la cocina, explicando que mataría a Calum por ir al bañ o y
todo el trabajo que tenían. Ella entró con la bandeja de comida.

—¡Gracias, Luke! —gritó desde el interior—, y Ashton, toma la bandeja de bebidas, por
favor.

Tuvo que volver en sí. Detalló al joven alfa frente a él, notando que no llevaba el uniforme
de guardia porque seguía de permiso, una herida como la que recibió en el viaje a Hiems no
lo dejaría levantar una espada tan fá cilmente. Vestía un pantaló n oscuro, botas algo
gastadas y una camisa delgada color crema, al tener los primeros botones sueltos, podía ver
el vendaje que le cruzaba el pecho y sostenía el hombro.

Ashton parpadeó y estiró los brazos, con las palmas hacia arriba para recibir la bandeja, y
Luke se la tendió . Al no llevar guantes, los dedos de ambos se tocaron y sintió una corriente
viajar por su muñ eca hasta el resto del brazo. Cerró los ojos y tomó la bandeja con fuerza
para meterse de nuevo en la recamara, caminó deprisa y dejó todo sobre una de las mesas,
pero Cara, que se encontraba untando un panecillo para Harry, alzó una de sus elegantes
cejas en su direcció n.

—¿Cerrará s la puerta? —preguntó retó ricamente, haciendo que los nervios de Ashton se
crisparan un poco.

Tuvo que retroceder, y el guardia seguía allí. Sostuvo el pomo metá lico con firmeza.

—Gracias—masculló , mirando a sus botas y sintió la resistencia cuando Luke sostuvo la


puerta.

—Por favor, há blame—suplicó el rubio, sus bonitos ojos de un triste azul con aquella luz de
la mañ ana, hicieron que le apretara el pecho—. Só lo há blame, como antes… Quiero
entender.

—Estoy trabajando—intentó de nuevo con la puerta, pero la mano de Luke seguía contra la
madera.

—O só lo… si hablar no te apetece, puedes escucharme a mí—ofreció a la desesperada—.


¿Qué hice mal? Por favor, Ashy…

La voz de Luke sonó tan rota, que no lo soportó , y empujó con má s impulso para así lograr
cerrar la puerta. Se aprovechó de que estaba herido, sí. Pero no soportaría escuchar de
nuevo ese apodo saliendo de sus labios, destilando tal cariñ o. Apoyó la espalda en la puerta
y, confiando que Harry pronto ataría cabos y le dejaría esos minutos de soledad que
necesitaba, dejó que la gravedad actuara sobre su cuerpo hasta estar sentado en el piso. Y
su mente se llenó de pensamientos sobre Luke. Sobre ellos.
Luke, que al principio apenas y se encontraba en los pasillos cuando seguía a Harry hacia
los jardines. Quien le enseñ ó có mo transitar por el laberinto de fuentes sin perderse
porque lo encontró deambulando una vez entrada la noche, el muchacho amable que en
las comidas de la cocina le dio el ú ltimo panecillo relleno de frutas del desayuno, porque
escuchó que le gustaba. El rubio de sonrisa brillante bajo la luz de la luna cuando le mostró
lo tranquilizador que era caminar por la noche en la playa. El que cariñ osamente comenzó
a llamarlo Ashy, con quien bailó durante la celebració n de la boda y aguantó sus pisotones.

Luke, que le habló de có mo perdió a su familia en la epidemia que azotó hacía un tiempo a
Aurea, de sus sueñ os y aspiraciones para ser má s que só lo un guardia. Le contó con tanta
seguridad y confianza todo de sí, de sus debilidades y miedos, las cosas que hizo mal… que
Ashton de forma natural le habló de su pasado. Primero, sobre el pobre entorno donde
creció , el có mo se quedó sin padres a una edad muy temprano y terminó en las manos de
traficantes. Le tomó tres días, pero le contó todo, con el temor de que lo despreciara por su
condició n y se alejara, pero no fue así. Sí, la impresió n hizo mella en Luke por varios
minutos, pero luego asintió , asegurá ndole que comprendía. Nunca dejaron de reunirse.

En Hiems, ocurrió . Mientras lo ayudaba a pasar la noche con el dolor de aquella herida
fresca en el hombro, en medio de la nube narcó tica del té medicinal, Luke le dijo que lo
quería. Con su pasado, con sus inseguridades en el presente y la incertidumbre del futuro.
Lo quería, y esperaría todo el tiempo que fuese necesario para estar con él. Conmovido,
Ashton le acarició la mejilla y besó su frente. Esa noche la pasó en vela, no se durmió en el
hombro del alfa como otras ocasiones, pero fue feliz observando su semblante relajado
cuando durmió y dejó de sentir dolor.

Luego todo se fue en picada, y le dolía tanto ser un cobarde…

Escuchó los pasos de Luke cuando se marchó por el pasillo, sin responder al saludo de
Calum, y esa vez las lá grimas no acudieron a sus ojos, se quedaron haciendo un doloroso
peso en su pecho

El día avanzó , bastante ajetreado. Harry tenía compromisos que atender, y por eso se limitó
a cumplir las tareas generales en el palacio. Cuidó unas horas de las hermanas del príncipe
y sus mascotas, verificó que se hiciera la lavandería de Harry y se saltó el almuerzo. Cambió
la ropa de cama de la recamara que estaba encargada a mantener limpia y ya cuando estaba
por ser la cena, le pidieron que llevara algo para Ser Liam, que no había dejado de trabajar
en documentos durante todo el día.

Insistió hasta que el terco caballero -y adicto al trabajo— consumió la cena y aceptó
dormir. Ashton lo observó desplomarse en un sofá y enseguida encontrar el sueñ o. Así que
le hizo el favor de ordenar la pila de pergaminos sobre el escritorio, guardar las plumas y
frascos de tinta, reunir la cera junto a los sellos reales en un cajó n y apagar las velas. Con la
bandeja vacía, salió del estudio que estaba directamente conectado con la habitació n del
beta y cerró la puerta.
—¿Ser Liam se encuentra en el estudio? —el príncipe Malik apareció en su campo de
visió n, asustá ndolo. Hizo una torpe reverencia antes de responder.

—S-Sí, majestad, pero…

—Michelle dijo que se encontraba aquí—insistió el príncipe, frunciendo sus oscuras cejas
—, ¿Acaba de cenar?

—Está dormido.

—Gracias—como si eso fuese una invitació n, apartó a Ashton y abrió sin má s la puerta, con
un pie dentro, lo miró por encima del hombro—. He dicho gracias, puedes retirarte.

Acatando la obvia orden, marchó sin chistar hasta la cocina mientras intentaba ponerle
significado a ese comportamiento por parte del monarca, pero no le hallaba ló gica. Dejó la
bandeja sobre uno de los mesones y suspiró , sabiendo que había llegado demasiado tarde
para elegir sus comidas favoritas.

—Dejaron para ti esto—una de las regordetas cocineras, la de cabello gris y sonrisa


amable, le pasó algo envuelto en un pañ uelo blanco.

—¿Qué es? —preguntó , desatando el simple nudo y encontrando por sí mismo la respuesta
—. Un panecillo relleno…

—De fruta—añ adió la mujer—. Creo que ese es de manzana. Ya no quedan má s. Ese bueno
de Hemmings siempre guarda algo para ti.

Hambriento, y con un ligero temblor, partió un trocito y lo comió . Estaba delicioso y


caliente, porque seguramente lo dejó cerca del fuego, como acostumbraba. En silencio y
con los sentimientos haciendo un remolino, comió hasta la ú ltima migaja.

—Gracias—murmuró a la señ ora, dá ndose la vuelta para retirarse.

—¡Muchacho! —le llamó , poniendo los brazos en jarra sobre las caderas—, ¿Só lo vas a
cenar eso? ¿No quieres beber algo?

É l negó .

—Iré a la playa—avisó —, nuevamente, gracias.

Se quitó las botas apenas entró a la arena, dejá ndolas cerca de una roca. Avanzó sin rumbo,
con el ruido de las olas, el olor del mar y la suave caricia de la brisa. Caminaba por la orilla
donde la superficie era blanda y la marea le abrazaba los pies con calidez. Deseaba
arrancarse las emociones y salir de esa situació n que le nublaba el juicio y abarcaba el
pensamiento.

¿Qué le costaba a Luke ver que no era el indicado? Que no le causaría má s que vergü enza y
asco cuando lo viera realmente por lo que era.

Cerró los ojos y se adelantó hasta que el agua le cubría los tobillos.

—La noche está muy fresca para andar descalzo—escuchó detrá s de él, y casi saltó de su
sitio por el susto.

Ahí estaba ese testarudo alfa, con las botas en la mano, que enseguida dejó caer en la arena
para acercarse a él.

—Por favor, no—suplicó el alfa, apenas lo notó retroceder—, Ashy, só lo quiero hablar.

—¿Me está s siguiendo? —soltó , con un timbre agudo que odió .

—La cocinera me dijo que estarías aquí. Fui a buscar algo de tomar, pero creí que intentar
encontrarte una ú ltima vez por hoy… estaría bien.

—¿Quieres hablar? De acuerdo—tensó los labios en una fina línea, y no se movió cuando
Luke también entró al agua, pará ndose frente a él—. No quiero esto. No quiero avanzar
contigo, hacerme esperanzas má s dolorosas y que luego te des cuenta de lo poco que soy, y
me apartes.

—Ashy…

—¡No soy una cosa, y estoy cansado que me traten como tal! —admitió por fin, con los
puñ os crispados.

—Perfecto, porque eso es lo que he intentado hacerte ver todo este tiempo—asintió , él en
un tono calmado, sin alzar la voz o imponer nada.

—¿No te da asco cuando me ves? ¿Cuá ndo sabes que fui el juguete de tantas personas, una
marioneta? —reclamó , con los ojos hú medos, las pestañ as repletas de pequeñ as lá grimas
—. La gente como yo no se recupera Luke. Si algo te dio la mínima esperanza de que podías
enamorarte de mí, quémalo en la pró xima fogata y sigue tu vida.

—Como si fuese así de sencillo—masculló , con el rostro en una mueca de impotencia y los
ojos tristes—. No es así de fá cil.

—Entonces estará s acabado hasta que te des cuenta.


—¡Es que a mí no me importa!—exclamó con frustració n—. Yo no fantaseo con la idea de
un compañ ero perfecto, ni mucho menos. Soy joven, tonto, y apenas un guardia. Lo que
tengo para ofrecer es una miseria, y la promesa de que haré lo que sea por ser suficiente.

—Tú eres suficiente—susurró , con la voz quebrada, afectado de verlo así. Porque Luke era
tan perfecto y ú nico para él, como nadie má s—, eres má s de lo que he soñ ado.

—Y tú también—aseguró , tomando con cautela con sus manos entre las suyas—. Desde el
principio, me robaste. Con esa sonrisa bonita, ese iris misterioso que me mantiene todo el
día tratando de decir cuá l es el color de tus ojos…—sonrió con melancolía—. Tu pasado no
me importa, lo dejaste atrá s porque eres valiente. Construye un presente conmigo, por
favor.

—¿De verdad crees que puedes arreglar todas mis partes destrozadas, feas? —murmuró ,
débil y ansioso, con el corazó n golpeando su esternó n con violencia al tener al alfa tan
cerca y respirar su adictivo olor—. Porque tu sola presencia es un bá lsamo, pero yo…

—Juntos, nos arreglaremos juntos—prometió , y le soltó una de las manos para acariciarle
la mejilla, besar su frente en ese gesto gemelo del que compartieron en una enfermería en
un sitio muy frío.

—¿Qué va a pasar cuando quieras?—sin poder resistirlo, porque su calor era tan familiar y
lo extrañ aba, le rodeó con ambos brazos.

—Cuando tú quieras, será cuando tú lo decidas—jadeó , con una oleada de alivio cayendo
sobre su cuerpo y manifestá ndose en el olor que despedía, embriagando así a Ashton.

Sus frentes estaban juntas, respiraban el aliento del otro.

Luke repasó los labios por su mejilla, tentativamente, y luego se alejó para evaluar su
reacció n. É l, encontró esa pequeñ a cicatriz en el labio inferior del alfa, cerca de la comisura
de la boca, y suspiró ante la vista de sus bonitas facciones.

—Jamá s me dieron un beso que yo quisiera—confesó , rodeando un poco má s la cintura del


al fa.

Luke curvó los dedos sobre los ondulados mechones en la nuca de Ashton, y se inclinó con
los tenues hoyuelos marcando sus mejillas, antes de posar la boca sobre la suya y presionar
un casto beso.

Jamá s había sentido algo tan puro en su vida.

Y no quiero que el mundo me vea, porque no creo que ellos puedan entender. Cuando todo
está hecho para romperse, sólo quiero que tú sepas quién soy.
Sólo quiero que tú sepas quien soy.

“Sí, mi laúd tenia defectos, pero ¿qué importa eso cuando se trata de asuntos del corazón?
Amamos lo que amamos. La razón no entra en juego. En muchos aspectos, el amor más
insensato es el amor más verdadero. Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es
tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa.
Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto.”

—El temor de un hombre sabio (Pag. 73) — Patrick Rothfuss

|°|°|°|°|

Cuando quieres conocer el alma de un lector, le preguntas por su libro preferido. El


temor de un hombre sabio es la segunda parte de El nombre del viento; mis libros
favoritos. Aprendí y crecí mucho con estas historias. Además, esta frase me pareció
que calaba muy bien con la situación de este extra, además quería compartirlo con
ustedes.

Lamento la tardanza, sé que no me tardo tanto en actualizar, pero el viaje se me


complicó por algunos asuntillos familiares, y bueno. Espero que les gustara.

¡Ya sé que los dejé con la intriga del asunto entre Jay y Harry! Ya en el capítulo 22
sabrán de qué va todo.

Los adoro ;-:

Nos vemos prontito.

¿Dedicaciones?
22-. Líder

{De unos capítulos para acá, he notado que soy un asco en esto de dedicar. Así que
perdonen si a veces escribo mal sus usernames </3}

DEDICACIONES

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@Happy_S_Angel {Convencida por la voz de Cosmo, jaja

<3} @C_Newell

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LÍDER

Él es un extraño para algunos, y una visión para nadie, él no puede tener suficiente, suficiente
de lo primero. […] En una montaña él se sienta, no de oro sino de pecado. A través de la
sangre él puede ver, ver las vidas que tomó. Del consejo de uno él decidirá qué se hace con el
inocente, en su rostro está el mapa del mundo.

Tras decir aquello, el paso de Johannah fue disminuyendo hasta casi detenerse, miró a
Harry con una interrogante en los ojos, llena de confusió n porque a ella le parecía –como a
todos los demá s— que todo marchaba bien en el joven matrimonio, pero la insistencia en el
gesto de Harry parecía desterrar ese pensamiento. La expresió n de la mujer fue cambiando
de la risueñ a a la neutra y finalmente a una mueca de preocupació n. Así, con el ceñ o
fruncido y los labios muy juntos, encontró todas las similitudes que tenía con su hijo
mayor.
—Por favor—pidió nuevamente, dando un leve apretó a su brazo.

—Cielo, me has asustado—ella parecía querer aliviar la tensió n que repentinamente se


creó entre ambos, que hacía sentir que todo alrededor de ellos se había detenido. Como si
la brisa dejara de acariciar las hojas y los pá jaros ya no se acercaran a las flores del jardín
—. Recibimos un aviso ¿Pasó algo durante el…?

—Necesito comprender algunas cosas, y un consejo—cortó la pregunta rá pidamente, pues


ya que la corte se encontraba ahora volviendo de la entrada, algunos nobles podrían pasar
por allí y escucharlos—. Só lo unos minutos, podemos tomar asiento en la fuente cerca del
laberinto.

Eligió ese sitio, porque la constante caída del agua al pozo enviaba suficiente ruido a los
alrededores como para que los oídos de extrañ os no tuvieran la oportunidad de escuchar
nada. Antes de casarse, allí se reunía a veces con Louis; y si no, pasaba las tardes
conversando con Ashton temas que só lo ellos dos podían comprender.

Por suerte Johannah asintió y dejó que Harry la guiara por las divisiones del jardín, donde
la mayoría no transitaba porque las plantas se volvían má s sofocantes y frondosas, y el aire
se volvía un poco má s denso. Para cuando llegaron a la fuente de piedra, donde el agua caía
con fuerza, Harry podía sentir los nervios de la mujer como si fuesen propios. La dejó
tomar asiento primero, y él eligió sitio a su lado, donde la piedra estaba fría por el golpeteo
del agua. Pero sin embargo, el calor era pegajoso en su piel y le hacía pensar que la
chaqueta que usaba era demasiado abrigada. Se quitó el pañ uelo que llevaba en el cuello,
que utilizó al momento de vestirse para ocultar los moretones de la zona. Al ya tener varios
días, só lo algunos seguían con el pequeñ o rastro oscuro. El resto resaltaban en su piel con
aquel tono entre verdoso y amarillo. Los del rostro, costillas y piernas ya habían sanado
por completo, pero por alguna razó n las magulladuras en el cuello estaban tomando su
tiempo.

—¡Ay, por los dioses!—chilló la anterior regente, el horror marcá ndose en su rostro al ver
los golpes y comenzar a sacar las conclusiones erró neas. Lo peor era, que no los vio en su
estado má s grave—. Eso no, él no…

—No es lo que piensas—se apresuró a aclarar, y cuando sus palabras no parecieron calar,
tuvo que tomar las manos ajenas, que se crispaban sobre la falda del vestido—. Esto fue
consecuencia de lo que hicieron para secuestrarme—explicó , frotá ndole los nudillos con el
pulgar—. É l no me haría dañ o, sabes que no… En cambio, hizo todo lo posible por
rescatarme. Quiero hablarte de lo que pasó después.

Johannah respiraba algo agitada, tratando de reunir la calma para procesar el hecho de que,
por un momento, creyó que su hijo no estaba siendo el hombre racional y bueno que ella
crió .

—Que la matriarca me perdone—murmuró , cuando recuperó la compostura, soltando una


de las manos de Harry para tomar el medalló n de oro que colgaba de su cuello, con el
símbolo de la divinidad de la vida concebida y quienes la traen al mundo—. Só lo creí que…
el mensaje de lord Horan nos asustó bastante, y… nos dijo que entonces tuviste un celo.

—Todos estaban asustados y tensos—admitió , mirando la medalla para no enfrentar los


angustiados ojos de la mujer—, no quería que mi primer celo llegara así, pero al menos
sucedió .

—Oh, cariñ o. Lo lamento—susurró con auténtica preocupació n, y acarició suavemente la


mejilla de Harry, obligá ndola a verla a ella, y su semblante de madre preocupada—.
Lamento que tuvieras que pasar por eso, siempre pensé que eras demasiado joven para
este matrimonio, para las responsabilidades que esto trae—suspiró , creyendo que el
repentino desconcierto de Harry, era porque le daba la razó n—. Mi hijo es mucho mayor
que tú , y aunque es un hombre justo, quizá te exige mucho má s de lo que está s dispuesto
a…

La boca de Harry cayó con impresió n, y abrió mucho los ojos antes de negar y sacudir la
mano de la mayor de su rostro.

—Johannah, no… Tu hijo no es así—dijo rá pidamente, y alzó las manos para que le dejara
hablar y se detuviera de sacar sus propias conclusiones—. Nos separa una gran diferencia
de edad, sí. Pero no pierdas la buena imagen que tienes de él. Todo lo que ha pasado entre
nosotros, fue porque yo estuve de acuerdo previamente—confesó , calmado aunque con un
pequeñ o rubor de bochorno al tener que confesarle eso a la madre de su esposo—. Cuando
llegué al palacio, me entregó las llaves de mi recamara y dijo que só lo yo podría decirle
cuá ndo entrar.

—¿Ambas llaves? Pero tú ya estabas marcado—intervino, tocando por inercia su


desvanecida marca, que por lo que sabía, se volvía pá lida cuando el alfa moría antes que el
omega al que estaba vinculado—. Eso es algo muy difícil para un alfa maduro.

Harry encogió los hombros, haciendo rodar el anillo que llevaba en el dedo anular.

—Ignoro có mo lo hizo, porque ahora que… consumamos nuestra unió n no me imagino lo


que debe ser pasar má s de una noche sin él—sentía la cara caliente y la mirada de
Johannah le pesaba—. Sin embargo Louis no intentó siquiera darme un beso, hasta que se
lo permití.

La omega respiró aliviada, la postura de sus hombros relajá ndose, y también dejó de
arrugar la falda del vestido. La tranquilidad suavizó sus facciones.

—Perdona, cielo—sinceridad tiñ endo cada palabra—. Debes pensar que la imagen que
tengo de mi hijo flaquea con facilidad, pero no es el caso—negó suavemente, y eso calmó a
Harry—. Es só lo que… Louis ya tiene veinticuatro añ os, hacía un tiempo que yo había
perdido la fe de verlo casado y con una familia, eso nunca estuvo entre su planes.
—Eso…—las cejas de Harry se fruncieron un instante—, Sin contraer matrimonio, ¿Có mo
le cumpliría al trono cuando se necesitara un heredero?

—Dijo que reinaría hasta que sus hermanas tuvieran la edad suficiente para ascender al
trono. Siempre dijo que era un líder en batalla, no un gobernante que pasa la vida en una
silla elegante.

Asintió , sin comprender mucho porque a su parecer, el alfa era un excelente monarca que
se complementaba muy bien con los otros dos.

—Entiendo.

—Harry, ¿Entonces qué te preocupa respecto a Louis, mi niñ o?—preguntó con cuidado. Ese
dulce apodo fue como una puntada en el pecho, recordá ndole quién solía llamarlo así, y ya
no estaba.

—Es que…—la voz le salió algo quebrada, una incó moda presió n en la garganta que intentó
disuadir carraspeando—, Louis luchó por dos días seguidos, cuando estuve de nuevo en sus
brazos anochecía y cuando desperté por la madrugada puedo asegurar que só lo había
dormido un par de horas—relató , retirando la mirada a sus manos.

—Y entonces tuvo que ocuparse de tu celo—comprendió , y ambos quedaron en silencio un


momento, escuchando tan só lo el agua caer por la fuente—. Eso tuvo que dejarlo al menos
dos días má s sin descansar.

—Fue muy paciente para lidiar conmigo, porque yo estaba realmente desesperado y en
medio de las olas de calor no pensé en lo cansado que él podía estar—musitó .

—Mi hijo te quiere, Harry—resaltó Johannah—, y te doy las gracias por darle un motivo a
su vida má s allá del deber. Vas a darle una familia, y no sabes cuá n feliz hace eso a un alfa.

Harry hizo una mueca y cruzó las manos sobre el vientre, las cuales en unos segundos
estuvieron cubiertas por la palma de la mujer, que le demandaba la confirmació n de los
apenas dicho.

—Cree que yo sería muy feliz con eso, y luego del celo desperté con la ansiedad de ir con el
fisió logo de los Horan para que me dijera si había un pequeñ o creciendo aquí—dijo,
apretá ndose el vientre—. Me encantan los bebés, tras la muerte de mi madre só lo salí de la
cama con á nimos cuando mi hermana me anunció que estaba en cinta—el recuerdo le dio
otra oleada de nostalgia que le hizo picar los ojos—. Sin embargo, seguro sabes como el
resto, que enfermé antes de llegar aquí. Y Louis no quiere presionarme a quedar
embarazado.

—Es cierto que es tu deber darle un hijo—aceptó , acariciá ndole de nuevo las manos—.
Pero quizá Lou só lo quiere darte tiempo para crecer, para que hagas todo lo que te negaron
en tu antiguo hogar. Aú n te queda un largo camino en las clases de espada, y quizá te
gustaría viajar má s.

Harry lo entendía, pero seguía preocupado, y su angustiada mirada verde se lo confirmó a


la mayor.

—É l me releva de mi deber, pero está obsesionado con el suyo, Johannah—dijo por fin—. Y
no se da cuenta del dañ o que se hace, como se consume. Al quinto día casi enferma, lo vi
apenas sostenerse cuando volvió a la habitació n luego de ordenarme que no saliera de allí
hasta que él volviera.

Las delgadas cejas de la mujer se alzaron un poco.

—¿Te encerró ?

—Só lo… só lo porque yo insistí en querer salir al mercado de invierno—susurró —. No me


quería lejos de la seguridad del castillo, ni siquiera si iba rodeado de guardias.

—Porque así fue como te llevaron, y tenía miedo.

Harry apretó los labios y tuvo que asentir.

—Así es—reconoció , notando có mo, al final de todo, Johannah podía anticipar las
conductas de su hijo—. No recuerdo mucho de ese momento, cuando caí por la ventana de
la torre. Es un borró n el instante en que me desmayé y luego só lo sentía las lá grimas de
Louis en mi rostro, su voz llamá ndome en una sú plica.

—Pero él te vio—se adelantó de nuevo ella—. É l debe tener grabado a fuego ese momento
—hizo una pausa porque Harry asintió de nuevo—, y teme muchísimo perderte. Eres algo
que nunca le había pasado. El lazo debió abrumarlo.

—Pero yo sentí que lo perdí un poco ese día—dijo con un hilo de voz, y dejó que lo
abrazara y el agradable olor de Johannah lo tranquilizara—. Estaba enojado, volá til por el
cansancio y muy nervioso. Las historias que escuché de él en el castillo me helaron la
sangre, porque ese no era mi alfa, mi esposo, del que hablaban.

—En el informe que recibimos estaba todo, querido. Y lamento que vieras a Louis así…

—¿Pero por qué él, Johannah? —quejó , apoyando la mejilla en el hombro de ella—. Es el
príncipe.

—¿Y qué hacen sino los príncipes, cariñ o?—preguntó , acariciá ndole los rizos—. ¿Tus
hermanos no se ocupaban también del reino?
—No—respondió enseguida—. Ni siquiera mi padre que es el rey alguna vez levantó una
espada para…

—Está s bastante lejos de Vitrum Maritima, y claramente pudiste notar que ambas naciones
tienen una forma muy diferente de gobernar—apuntó Johannah, Harry se quedó callado
cuando ella suspiró —. Aquí, los líderes no son só lo los que ordenan, sino los que actú an y
toman la totalidad de la responsabilidad. Eso fue lo que mi difunto esposo le enseñ ó a
Louis, y a mí.

—Cuando el padre de Louis murió , ¿fuiste su regente?

—Lo intenté—respondió tras una pausa, sin dejar de pasar los dedos con cariñ o por el
cabello de Harry—, pero el dolor de perderlo fue muy fuerte, y entonces Louis decidió
ascender al trono—en el olor de Johannah se podía sentir el amor y agradecimiento que
sentía con su hijo por ese gesto, por lo que significó para ella tener la libertad de llevar su
duelo sin responsabilidades—. Ni siquiera me dejó estar a cargo de las niñ as, dijo que él y
Danielle podían cuidarlas mientras yo me recuperaba. Y fue tan difícil, Harry, tener que
aprender a vivir a medias porque Mark ya no estaba.

La menció n de que su alfa estuvo cuidando de sus hermanas con Danielle, emulando la
familia que seguramente esa mujer deseaba de él, le hizo sentir un vuelco en el estó mago; y
arcadas, pero las reprimió porque el cuerpo de Johannah tembló un poco, y fue el turno de
Harry de abrazarla para darle confort.

—Apenas puedo imaginarlo, lo siento—encontró decir, ordenando sus pensamientos lejos


de esa fea imagen que se hizo—. Só lo tengo de ejemplo el có mo reaccionó mi padre, ciego
de dolor…

—Louis fue un hijo tan responsable, encargá ndose de todo, aunque vi mal que se tragara su
dolor—lamentó , aceptando tranquilamente el abrazo—, só lo le vi llorar a Mark una vez,
pero la tristeza estaba ahí… Y luego vino la guerra.

Y desde entonces Louis no había tenido un descanso, Harry estaba seguro. Tuvo que
proteger má s que a su familia, a un reino completo. Y luego, hacerse cargo de las
negociaciones, aceptar un matrimonio para reafirmar el poder que reclamaron con la
guerra, y seguir peleando. No soportaba ver el agotamiento en cada movimiento del alfa
durante la noche cuando por fin podía descansar. La forma en que siempre sus mú sculos
estaban tensos. Cuando le daba esa sonrisa cansada o dejaba las conversaciones a la mitad
porque se quedaba dormido.

—¿Có mo puedo ayudarlo? —preguntó —. Soy su consorte, juré ante los dioses servirle a él
y la nació n.

Johannah se separó un poco de él, y parpadeó con una mirada confundida.


—Mi niñ o, ya le haces muy bien a Louis con tu compañ ía, siendo el buen esposo que eres…

—No, me refiero—se mordió el labio mientras hallaba las palabras—. Quiero cargar algo de
su peso, sus responsabilidades. É l, uh… Le gusta participar en la logística militar con Ser
Liam, pero tiene muchos asuntos diplomá ticos. ¿Puedo ayudarlo con eso, con la
diplomacia?

Una conmovida sonrisa iluminó el rostro de Johannah, que tras un segundo asintió .

—Tendrías que estudiar mucho má s, tomar algunas clases.

Aceptó enseguida, sacudiendo la cabeza.

—Lo haré, me encanta leer y era todo lo que podía hacer antes—seguro tendría que
aprender mapas, datos bá sicos de los aliados del reino y los comercios que guardaban con
ellos. Pondría atenció n a las necesidades de Aurea para así saber qué acuerdos pedir. Lo
ú nico que lo desanimaba era tener que pasar má s tiempo con los miembros de la corte, que
no le agradaban, pero si adular algunos nobles era lo que tenía que hacer para ver a su
esposo feliz, lo haría.

—Bien, si te encuentras tan dispuesto, entonces voy a ayudarte—encogió los hombros—.


Te enseñ aré lo que sé, arreglaré que los compromisos menores de Louis sean transferidos
a ti, hasta que estés listo para algo mayor—añ adió , mirando un momento a las flores que
flotaban en la fuente, y luego a Harry nuevamente—, pero tendrá s que despedirte de las
tardes de té y pasteles.

Harry torció los labios un momento, porque la torta de zanahoria recién hecha con té era la
razó n de que sus tardes fuesen felices. Pues bien, tendría que mudar eso para el desayuno.
Oh, pero el té lo haría estar -má s— somnoliento en las lecciones de espada. Tendría que ser
para la cena.

—Puedo con eso.

—Entonces no se diga má s—encogió los hombros—, hoy tienes que descansar, y


seguramente mi hijo te quiere a su lado. Comenzamos mañ ana.

La esperanza de ser ú til para su alfa, de retribuirle algo de toda la ayuda que recibía de él,
hizo que una agradable sensació n cá lida naciera en el pecho de Harry. Porque la
intranquilidad y tensió n de Louis también era la suya, y só lo quería verlo feliz, hasta que
sonriera tan fuerte que esas adorables arrugas se marcaban alrededor de sus ojos. Quería
escucharlo reír sinceramente, con ese tipo de risa que le hacía sostenerse el estó mago y
echar la cabeza hacia atrá s en una carcajada.

—Muchas gracias por escucharme, Johannah—respiró hondo, sintiéndose tranquilo—. Y


por todo lo demá s.
—Ve a descansar, cariñ o. Debes estar agotado.

—Sí, iré por Tommo y dormiré una larga siesta hasta que Louis vuelva de la reunió n.

—Oh, sí. Tenemos que ir a auxiliar al pobre de tu amigo. Dos niñ as y tres cachorros es
demasiado—Ambos se levantaron de la fuente, sacudieron sus ropas, pero cuando Harry
estaba por avanzar, ella le detuvo—. Y, Harry… ¿Cuá nto ha pasado desde tu celo?

Ya que los días durante el celo le parecieron algo relativos, tuvo que pensarlo muy bien
antes de contestar algo que podía considerarse certero.

—Creo que aproximadamente una semana—contestó sin mucha convicció n—, no estoy
muy seguro, pero si el viaje de regreso ocupó tantos días…

—Ve mañ ana con el fisió logo—aconsejó , como si nada mientras comenzaba a caminar de
regreso a donde habían dejado a las pequeñ as con Ashton, y Harry tuvo que seguirla luego
de quedarse un momento congelado en su sitio.

—Pero tengo la mañ ana ocupada, con entrenamiento que se alarga casi hasta el almuerzo.

—Cancela la sesió n, y ve con el fisió logo—insistió —. Ha pasado suficiente tiempo, y tienes


mucho del olor de Louis encima, impregnado a ti.

El corazó n comenzó a latirle fuerte y deprisa en el pecho, una sonrisa tirando de la


comisura de los labios.

—¿Qué quieres decir, Johannah?

—Pues que he tenido tres hijos, y sé cosas—respondió sin má s, dá ndole una sonrisa
có mplice que terminó por generar una en Harry—. Y puede que para mañ ana a esta hora,
tengas un anuncio que dar.

Las niñ as no le dejaron marcharse tan deprisa como creyó , por supuesto. Ellas querían que
Hazza jugara con ellas, que les enseñ ara có mo entrenar a los zorros -aunque hasta ese
momento el mismo Hazza no había pensado en ello-, y que les contara qué tan bonita se
veía la nieve en ese momento en Hiems. Querían saber si había visto lobos y osos, si por las
noches aullaban y se acercaban al castillo. Ashton tuvo que contestar eso ú ltimo por él,
porque en lo que respectaba para Harry, él no quería saber de lobos por un buen tiempo.
Tuvieron que comer ahí, en los jardines, y uno de los encargados de los animales del
palacio se acercó para indicarles có mo era la manera correcta de alimentar a los zorros y
hacer lo posible para domesticarlos. Para cuando la tarde estaba muy adelantada y el sol ya
estaba detrá s de varias nubes, las niñ as se retiraron con sus mascotas y dejaron que Harry
hiciera lo mismo.

En la salida de los jardines lo esperaba Calum, que luego de saludarlo y demostrarle lo feliz
que estaba por tenerlo de regreso, lo escoltó hasta su recamara. Iba solo, pues Ashton
expresó estar agotado y Harry decidió darle el resto del día para que descansara.

El cachorro saltó de sus brazos apenas entró en la habitació n y correteó por todo el sitio
hasta encontrar una pila de ropa junto a un baú l, y esconderse ahí. La esencia de Louis
también se sentía tenue en el ambiente.

—¿Qué es esa cosa? —escuchó que preguntaban a su derecha, y vio a Cara arrodillada en la
alfombra deshaciendo el equipaje.

—También te extrañ é, Cara—sonrió Harry, agachá ndose para quitarse las botas y
calcetines—. Es Tommo, va a dormir aquí, en alguna parte.

Cara se quitó un mechó n rubio del rostro que se había escapado de su recogido, y lo miró
mientras una lenta sonrisa se extendía por sus estilizados labios.

—Casi muero de aburrimiento, no tenía nada que hacer mientras no estaba usted para
conversar y Ashton para recibir sus clases—confesó , mientras doblaba una bufanda—, recé
mucho para que volvieran a salvo.

—Y te lo agradezco—murmuró , viendo que el zorro había tomado el cú mulo de ropa como


una cama—. Hablando de clases, necesitaré que me ayudes a practicar un poco de
diplomacia.

Cara rió , con ese sondo limpio y fluido que siempre hacía cuando encontraba algo iró nico.

—¿Habla de mi habilidad para mantener a los nobles contentos? —preguntó , enarcando


una ceja.

—En efecto.

—Oh, de acuerdo—asintió , y cerró un cofre que ya estaba lleno con ropa de invierno. Todo
eso sería puesto al fondo de la recamara para cuando lo requirieran en otro viaje—,
entonces mañ ana.

—En la tarde—definió , mientras se quitaba los anillos y brazaletes, dejá ndolos encima de
una de las repisas—, debo atender algunas cosas por la mañ ana luego de desayunar. Y
ahora estoy muy agotado.
—Pues vaya a dormir ahora—encogió los hombros, y se levantó para tomar las joyas que
recién Harry se había quitado, y colocarlas en el lugar adecuado—. O espere al príncipe.
Está tomando un bañ o en la otra habitació n.

El agua caliente relajando su cuerpo y los fuertes brazos de Louis a su alrededor era algo
bastante tentador, y por lo que podía combatir las ganas de tirarse en la cama y no saber de
sí hasta el día siguiente.

—¿Lleva mucho rato ahí? —preguntó , tratando de sonar casual.

—No, la verdad no.

Harry miró a la muchacha, y luego la puerta del bañ o cerrada a unos metros de él.

—Hasta mañ ana, Cara.

Tras despedirse, fue hasta el centro de la recá mara donde estaba la cama y se quitó la ropa,
amontoná ndola en el divá n a los pies de ésta. Entró al bañ o y cerró la puerta tras de sí.
Aquel gran balneario era mucho mejor que las bañ eras convencionales que estuvieron
usando en Hiems, y la visió n de Louis sentando en uno de los muros internos, con el agua
llegando hasta su cuello y los brazos a lo largo de los bordes, disfrutando de la tranquilidad,
lo hacía mucho mejor.

—¿Puedo unirme? —preguntó , mientras daba pasos hasta las escaleras de piedra y sus pies
tocaban un poco del agua caliente en el escaló n superior.

Los ojos azules de Louis se encontraron con los suyos. Estaba agotado igual que él, pero la
calidez estaba de nuevo allí, volviendo su mirada cariñ osa y a sus pó mulos alzarse en una
tenue sonrisa que siguió a un cabeceo afirmativo.

—Puedes, pero ahora me pones en un complicado debate—contestó , ladeando el rostro—.


Justo ahora, desde aquí, tengo una de las vistas má s espectaculares de mi vida.

É l mismo no se consideraba alguien de admirar, nunca se consideró atractivo y creía que


aú n no se recuperaba de la delgadez que obtuvo durante ese horrible mes en el barco. Pero
Louis siempre lo veía como a una escultura grandiosa, trazaba su piel con una expresió n
embelesada como si admirara la fina obra de un cincel.

—¿Por lo tanto, me quedo aquí?—preguntó , deteniéndose donde el agua le llegaba hasta


las rodillas—, só lo debes hablar para que pueda complacerte.

Vio a Louis morderse el labio inferior y luego apartar los mechones hú medos de su frente,
peiná ndolos hacia atrá s.
—La otra parte del debate, es que te quiero cerca, entre mis brazos y con mis labios sobre
tu suave cuello—añ adió , recorriéndolo de nuevo con la mirada, desde los muslos hasta el
rostro. La piel de Harry se erizó , como si pudiera tocarlo.

—Eso ú ltimo suena má s tentador.

Con un fluido movimiento, el alfa extendió el brazo en su direcció n, con la palma hacia
arriba en ofrecimiento.

—Entonces, ven.

Sin hacerse esperar má s, bajó los escalones que restaban hasta que el agua le cubrió el
cuerpo y el suave calor le arrancó un suspiro. Se sumergió para mojarse el cabello antes de
tomar la mano de Louis, y que este lo arrastrara en un íntimo abrazo, dá ndole asiento en su
regazo. Harry pasó los brazos por su cuello, y le dio un suave beso mientras disfrutaba del
roce de la barba incipiente del alfa.

—¿Có mo te fue en el Consejo?—preguntó bajito, casi emitiendo un ronroneo de gusto


debido a las manos que resbalaban por su espalda.

—Esos ancianos tediosos—resopló , antes de besarle la barbilla—. Estuvieron en contra


sobre el nú mero de tropas que quiero enviar a Hiems de forma preventiva. Dicen que es
demasiado, que la capital necesita de toda la protecció n.

—Ridículo—le dio la razó n—, no creo que vayas a dejar a Ser Liam sin la mitad de sus
soldados.

—Precisamente—dejó los brazos enroscados en la cintura de Harry, y se inclinó para


tomar un respiro de su olor, que se volvía má s intenso con el vapor del agua—. Ademá s,
esos paganos no sobrevivirían dos días peleando en el desierto.

Harry encogió un poco los hombros, los labios de Louis le hacían cosquillas, o presionaban
en sitios que le hacían temblar.

—No resultan ser guerreros tan buenos como tú —enredó los dedos en el cabello de la nuca
del alfa—. Ellos aseguraban que tú , el leó n del desierto, no podrías ser rival en la montañ a
de nieve donde habitan los lobos.

—¿Eso te dijeron los bastardos?

Al escucharlo, Harry tiró de los cabellos que sostenía, y Louis se apartó para darle una
mirada de reproche.

—Ese vocabulario, príncipe—se burló , y cambió esos delgados labios tensos por una
sonrisa cuando se inclinó para besarlo—. Lo dijeron, pero pagaron por su soberbia.
—Cualquiera que te ponga un dedo encima, pagará las consecuencias—aseguró ,
acariciá ndole los costados y presionando los pulgares contra su abdomen.

—Nadie má s me apartará de tu lado, no lo permitiré—rozó la nariz con la ajena, porque no


quería que entraran en un tó pico que só lo los llevaría a estresarse y recordar el viaje.

Louis cerró los ojos y rió bajito cuando comenzó a recibir pequeñ os besos por todo el
rostro.

—¿Nadie? Eso incluye, no sé…¿Cachorros?

—Lou…

—Durante el ú ltimo día de retorno ni me miraste—fingió un tono dolido, al igual que una
mirada desolada. Esos ojos azules, tan claros, podían engañ ar a cualquiera—. Só lo tenías
ojos para esa cesta.

—Los estaba cuidando, son bebés—recalcó —, y pronto será n má s independientes, estará n


cazando por todo el palacio, quizá hasta puedas llevar a Tommo de excursió n contigo.

El alfa enarcó las cejas.

—Eso puede ser, suena algo ú til.

—¿Có mo puedes estar celoso de tres cositas felpudas? —negó , haciendo un puchero—,
¿Qué hará s cuando venga un heredero?

Los brazos se cerraron con má s fuerza en su cintura, y Harry vio con claridad el có mo ese
pensamiento iluminaba los ojos de Louis todo su semblante.

—Será diferente, porque será mí cachorro—le besó la mejilla—. Nuestro.

El rubor, de pura ilusió n, tiñ ó las mejillas de Harry y tuvo que morderse el labio para
reprimir la sonrisa que amenazaba por desvelar la emoció n que sentía desde que habló con
su suegra.

—Sé que está s ocupado, pero puedes por favor… ¿Puedes venir a tomar el almuerzo
conmigo?

El alfa ladeó el rostro y separó los labios lentamente para contestar, sin comprender su
ansiedad.

—Claro, amor—aseguró —. ¿Por qué? ¿Planeas algo especial?


Harry lo llenó de besos, y enredó las piernas en su cintura.

—Sí—lo abrazó fuerte—. Puede que tenga algo muy especial.

|°|°|

¡Hola! Tengo algunas cositas que comentarles. La primera es que, la primera persona
que me animó a publicar esta historia, mi hermana, decidió volver a wattpad. Ella se
tomó un tiempo de las historias y novelas; pero cuando le comenté sobre la idea que
tenía me insistió hasta que por fin me animé a subir el prólogo de Príncipe. Lizzy
decidió volver a escribir, así que les invito a que se pasen por su obra y vean si les
gusta <3. Es @badlucklizzy, y su historia es Devuélvase al remitente. Obvio es Larry,
porque somos taaaan larry trash que su teléfono es verde y el mío azul. {Irónico
porque el fav de ella es Lou, y el mío Hazz}

En fin, digan algo cute a mi sis. Dejo el link en el primer comentario.

Lo segundo, es que ya notarán que sólo queda un extra por desarrollar de los que me
pidieron. El de Damon y Gemma, y quiero saber si de verdad lo quieren, porque
entenderán que sería un capítulo completo sin los personajes que tienen una vida en
Aurea.

Y a todo esto, ¿Qué otro extra les gustaría? Yo los subo cada 4 o 5 capítulos, porque
es como un descanso de la trama general.

Eso es todo, ¿quién quiere una dedicación?


23-. Tormenta

{La imagen de portada en el capítulo es gracias a @narqotics }

DEDICACIONES.

@InZi4ms_B3d — @slytherins — @LoveForBothOfUS — @SweetSorrowLarry — @baby-


harry — @sttyleshit — @FerLs15 — @mirnaguerrero — @valardohaeris— —
@_crextivity_problems — @MyLittlePudding — @larrysmoan —@Prince_Hxrry —
@amanloveharry — @MiuqIsReal — @Unbroken1DHNLZL — @CecyliaDiaz —
@AliHoranIrwin — @Queso-Gtz —@LouisStyles91 — @candyz4 — @fiamftlarry —
@Maya_Sthof — @Majo_Stylinson — @janusboyfriend — @SomebodyStoleMyName —
@kiara_romayxx — @Marilyn_LZLNH_LS — @xlarrySyndromex — @KellaDeStyles —
@ItzmarMartinez — @MrsQueenBard —@theydiscussed — @luciaStylinson99 —
@BrissaSalgado — @JacnaLightYear — @MagdaMellark7 — @niallpiolix

TORMENTA

Encuéntrame aquí, há blame. Quiero sentirte, necesito escucharte. Tú eres la luz que me
guía al sitio donde encuentro paz nuevamente. Tú eres la fuerza que me mantiene
andando. Eres la esperanza que me hace confiar, eres la luz para mi alma. Eres mi
propó sito, lo eres todo. ¿Y có mo puedo estar aquí frente a ti y no ser influenciado por ti?
¿Podrías explicarme como algo llegará a ser mejor que esto?

Cuando salió del consultorio del fisió logo sin hacerle caso y caminó por los concurridos
pasillos del palacio, no sabía qué hacer. Es decir, ¿A quién le saltaba primero con la noticia?
La consulta duró menos de lo esperado, porque él estaba demasiado ansioso. ¿Con quién
hablabas sobre estas cosas que provocaban respiració n errá tica y manos temblorosas? Con
un viejo que hablaba demasiado lento, no. Su madre, su querida madre sabría qué decirle,
siempre con su sonrisa amable y voz amorosa. Y Gemma sería paciente para explicarle todo
y recordarle que ya no era un niñ o. Pero no las tenía a ninguna de las dos en Aurea, menos
en esa concurrida corte con demasiadas caras que buscaban la atenció n del consorte
Tomlinson. Pero él no tenía tiempo que malgastar en desconocidos.

Avanzó ignorando saludos, que tal acto podía hacer que lo tacharan de arrogante, pero no
pudo importarle menos. Só lo necesitaba una cara conocida o un sitio tranquilo donde
pudiera calmar a su desbocado corazó n y luego seguir con todo lo planificado. Intentó ir a
los jardines, pero estaban atestados de visitantes que el príncipe Malik invitó para cerrar
un trato. Así que caminó por el muro que los delimitaba, tocando las traviesas enredaderas
que trepaban por encima del muro hacia el pasillo por el que él transitaba. Las hojas
dejaban una suave caricia en su palma.

Para cuando giró en el corredor, tenía la sensació n que si no hablaba entonces iba a estallar
de alguna forma. Tomó un largo respiro, y abrió la puerta que tenía a la derecha, pero
cuando se dispuso a entrar, alguien lo tomó por el dobladillo de la gabardina. Bajó la
mirada para encontrarse con los grandes ojos azules de una niñ a. El pequeñ o moñ o en la
cabecita rubia se movió cuando ésta ladeó el rostro.

—¿Hazza?—preguntó Lottie, sin soltarlo de la ropa—, ¿vas a estudiag?

Harry le dio una pequeñ a sonrisa, y se inclinó para acomodarle el cabello, a lo que ella
aflojó el agarre que tenía sobre él para ayudarlo a poner los mechones en su lugar.

—Estudiar—la corrigió con cariñ o, y luego lo pensó antes de asentir—. Voy a revisar unas
cosas aquí, ¿Con quién está s?

—Con mi nana—respondió enseguida, sonriendo—, y con…

—Vuelve con ella, cielo.

Pero los inquisitivos ojos de la niñ a no lo dejaron en paz, ella apretó sus manitos en la falda
del vestido y dio un pisotó n gracioso al tiempo que fruncía las cejas.

—¡Está s como una manzana, Hazza! —reclamó , y salió corriendo de allí dejá ndolo
confundido.

Detenerla llamaría demasiado la atenció n, así que simplemente cerró la puerta y se adentró
en el oscuro estudio, que parecía tener mucho tiempo es desuso. El polvo se sentía en el
ambiente, no había una sola vela iluminando el sitio y las ventanas estaban cerradas,
permitiendo que só lo un poco de luz pasara a través de los cristales. Pasó las yemas de los
dedos por el borde del escritorio, atrapando un rastro oscuro en sus dígitos, y continuó
hasta llegar una un gran silló n donde se desplomó levantando una pequeñ a bruma pá lida
en el aire. Observó los diminutos puntos frente a él hasta que desaparecieron, subió las
piernas al sofá y se abrazó las rodillas, apoyando ahí la barbilla.
Por, quién sabe cuá nto tiempo, permaneció en la misma posició n repasando las palabras
del fisió logo antes de salir del consultorio. Las repetía una y otra vez en su cabeza, hasta el
punto de estar seguro que las sabía de memoria, y no fue capaz de notar el ruido fuera, y el
momento en que la puerta se abrió dejando entrar un halo de luz.

—¿Dices que está aquí? —escuchó una voz aguda y clara.

—¡Sí! —respondió otra má s infantil—. Estaba ro-rojito y con las mejillas mojadas.

Hubo una pausa, en la que só lo se escuchó el rechinar de la puerta.

—Vuelve con nana, bonita—le indicó la voz mayor—. Yo me encargo.

—¡Cuida a Hazza! —exigió la voz infantil y chillona mientras, suponía, se marchaba.

La puerta se cerró luego de que se susurrara algo, que no pudo distinguir, y luego la luz
volvió a ser precaria en el estudio. Harry ladeó el rostro en direcció n de los pasos que se
acercaban con un repique constante, y vio la figura de la princesa Danielle aproximá ndose.
Tragó el nudo que tenía en la garganta, y se limpió las lá grimas que, seguramente, eran el
motivo por el que todos lo intentaban interceptar en el camino. A pesar del disgusto que le
producía verla, tenía tan pocas energías de moverse o hablar que tan só lo apoyo la espalda
con rectitud contra el respaldo. Era la segunda vez que ella lo encontraba con esa expresió n
vulnerable, llorando. Pero mantendría una postura firme.

—Le avisé a tus sirvientes que estabas aquí—comenzó ella, con la barbilla alzada y esa
mirada de prepotencia que, junto a sus cincelados rasgos, parecía siempre ser parte de ella
—. Pero no só lo Charlotte lo notó , parece que muchos te vieron, y ya te haces una idea de a
quién le dirá n.

—É l… no dejes que venga—la voz le sonaba rasposa, pero neutra. Vacía—. Está lidiando
con muchos asuntos, y esto es nada.

Danielle rodó los ojos y emitió un chasqueo antipá tico con la lengua. Sus brazaletes
resonaron cuando cruzó los brazos.

—¿Tú idea de no perturbar al príncipe que sirves es corriendo por los pasillos llorando? —
Cuestionó sin paciencia—. ¿Sabes cuá n rá pido circulan los rumores en una corte?

—Es irrelevante lo que esos nobles quieran pensar—sorbió por la nariz, odiá ndose por no
poder calmarse del todo—, me es indiferente.

La desdeñ osa risa de Danielle hizo eco en el silencioso lugar, sus labios estirados en una
sonrisa que se burlaba de Harry: —Es irrelevante lo que a ti te afecte—corrigió sin relajar
la expresió n—. Pero con cada tontería que haces, manchas la reputació n de Louis, y eso es
algo que ni la corona o yo te vamos a permitir.
Cerró las manos en tensos puñ os sobre la tela del pantaló n, encima de las rodillas que tenía
recogidas contra el pecho. Detestaba que ella siempre sabía có mo manipular las situaciones
para ponerlas en su contra y a favor de ella. Era astuta y experta en moldear a las personas,
y eso seguro era beneficioso para los negocios de Aurea pero Harry le parecía cruel que lo
utilizara en él, y quién sabe cuá ntas personas má s.

—Só lo estoy teniendo un mal día, ¿es eso entendible para ti? —El mal humor se notaba en
su voz, porque ya cargaba demasiado encima como para soportarla con demasiada
educació n como hizo antes de la boda—. Por el momento no soy parte de nada que…

—Por mucho que me pese a mí, y algunos de los consejeros—lo interrumpió , quitá ndose el
cabello de un hombro—, tienes el título de consorte, el… consorte de Louis. Y las tonterías
que hagas son repetidas como “El consorte del príncipe hizo…”—imitó una voz má s aguda
que la suya—. Estamos tratando de convencer a nuevos aliados en la corte. Así que para de
comportarte como un niñ o, seca tu cara y honra la promesa que hiciste ante los dioses.

—Cá llate—siseó Harry, con la mandíbula tan tensa que dolía. Ni siquiera disfrutó el gesto
sorprendido de Danielle cuando demandó aquello, só lo la quería lejos.

—¿Qué acabas de decir? —demandó , con aquel tono ofendido cargado de peligro, con la
postura inclinada sobre él, una automá tica reacció n para intimidarlo.

—Pedí que te callaras—tragó duro Harry, tratando de disolver el nudo que tenía en la
garganta—. ¡Es mi matrimonio el que sacas a colació n, del que no conoces nada! —su voz
sonaba rota, pero no le importó —. ¡Y no pienso aguantar tus ofensas só lo porque él está
conmigo y no contigo!

Danielle ya no sonreía, no. Pero tampoco parecía especialmente afectado, má s bien veía al
muchacho en el silló n con esa mueca en los labios, cuando evaluaba lo pobre que era algo.

—Este es un intento muy ridículo por querer dañ arme—reconoció , enarcando una ceja—.
De verdad crees que eres el ú nico que ha tenido a Louis…

Esa no era una pregunta, má s bien una severa afirmació n, y comprenderlo hizo que el
estó mago de Harry se contrajera de disgusto y la vista se le empañ ara. Dioses, que no fuese
cierto. Que Louis no tuviera un pasado con ella, o se sentiría aú n má s enfermo.

—Voy a pedirte que por favor—

—Mis damas de compañ ía te vieron saliendo del consultorio del fisió logo—apoyó la mano
a un lado del respaldo donde se encontraba él, y entornó los ojos—. ¿Fuiste a confirmar las
fantasías que anda diciendo mi tía?

Apartó la mirada de ella.


—¿Por qué habría de decirte algo? —gruñ ó —, es mi vida. Mi salud y só lo le concierne a mi
esposo.

Y sin embargo, una lá grima resbaló por su mejilla, traicioná ndolo. Entonces la expresió n de
Danielle mudó entre la comprensió n y luego la falsa lá stima que ocultaba burla.

—Oh, pobre tonto—lamentó , apartá ndose de él, las joyas de su vestido y brazos
nuevamente haciendo ruido mientras se movía, pavoneá ndose por el estudio aunque
realmente nadie la estaba admirando—. Ilusionarse con eso es terrible, sí. Pero deberías
tener una dosis de realidad, ¿no crees?

El labio inferior de Harry tembló , pero respiró profundo.

—Hablas como si fuese imposible, y ya sé que no lo es…

—Pero va a costarte, porque todos dentro del consejo estamos al tanto de tus dichosos
problemas de salud—el ceñ o fruncido de Harry y su gesto de terror, la animó a asentir—.
Sí, Louis por supuesto no quiso desvelar detalles, só lo dijo que enfermaste y tuvo que
marcarte porque só lo eso te salvaría. Que suerte para ti, ¿no? —masculló al final de la
oració n— Pero el fisió logo del barco le relató todo al consejero de relaciones exteriores… Y
Louis tuvo que explicarse.

Respiró , tratando de calmarse y dejar atrá s la sensació n de ser expuesto, de que personas
que no conocía o que simplemente no tenía en buena estima se encontraban debatiendo y
charlando sobre lo que le pasó . La verdad era, que no estaba dispuesto a averiguar hasta
dó nde llegaba su informació n.

—Puedo hacerlo—repitió ú nicamente, con un hilo de voz.

—Desiste—ordenó ella, tajante—. Só lo vas a causarle estrés. Con tu dudoso estado podrías
concebir una criatura enferma, o tener un aborto que le haría demasiado dañ o a Louis. ¿Lo
has observado có mo es con sus hermanas, con otros niñ os? Hacerlo perder un hijo lo
destruiría—mordaz, no midió ni una sola de sus palabras—. Aparta tu orgullo y egoísmo
sobre este tema o…

Lo que sea que dijo, o no, Harry lo dejó de escuchar, porque la puerta del estudio se abrió .
Danielle se movió lejos apenas escuchó el chirrido de la bisagra.

De todas las figuras que se encontraban en el umbral, só lo una avanzó por el estudio hasta
llegar allí, al sitio donde él se hallaba sentado. El olor de Louis, impregnado de
preocupació n, le advirtió de su presencia antes de sentir su vacilante toque en la mejilla.
Secó sus lá grimas suavemente y se arrodilló delante de él.
—¿Dó nde estabas, amor? —preguntó en voz baja, con ese tono cauto y suave que usaba en
él cuando recién se conocían y no quería asustarlo o despertar algú n mal recuerdo—. Por
un momento te sentí bastante inquieto y fui a nuestra recamara donde me pediste estar—
Harry le tomó la mano, esa que le acunaba el rostro—. Pero no te encontrabas allí, así que
salí a buscarte mí…

Louis dejó de darle de su preciosa mirada azul para encarar a quién lo había interrumpido:
—¿No te encontrabas en una reunió n con los comerciantes de las ciudades libres? —detrá s
de ellos, Danielle mantenía las manos juntas sobre el abdomen.

—Terminó hace casi una hora—respondió secamente, y cuando iba a girarse nuevamente
hacia Harry, que se sacudía en leves temblores para contener los sollozos, la escuchó de
nuevo.

—Estoy segura que el consejo programó dos má s—persistió , tomando aire antes de seguir
—. La defensa y también…

—Liam se hará cargo de las incidencias militares, y Zayn tomará mi lugar en la ú ltima
reunió n. Le dije que podía tomar las decisiones en mi nombre—aclaró escuetamente—.
¿No te encuentras igual de ocupada, acaso? —Interrogó , y Harry vio a la princesa tragar
grueso con amargura en sus rasgos—. Voy a solicitar que te retires, Danielle. Agradezco
que te quedaras con él, pero ahora necesito hablar con mi esposo—por fin dejó de mirarla,
nuevamente concentrado en Harry—, a solas.

La escuchó mascullar algo y salir sin una despedida. Estaba seguro que, ya que no podía
verla porque no había otra cosa en la cual fijarse má s que los ojos afligidos de Louis,
azotaría la puerta de no ser por los guardias que se encontraban en el umbral. Como era lo
adecuadamente esperado, la puerta se cerró apenas con un chasquido, y entonces se
encontraban solos. Con movimientos lentos y suaves, Louis se desplazó hasta sentarse a su
lado y extender los brazos en una muda invitació n. Harry acudió a su encuentro, buscando
consuelo en la calidez de su cuerpo, en su aroma que ya conocía tan bien y le calmaba. Pero
estar recostado contra su pecho, con los fuertes brazos a su alrededor, no hizo má s que
accionar el llanto que soportó hasta ese momento. No eran só lo lá grimas calientes que
empapaban las ropas del alfa, sino sollozos que le hacían temblar y que Louis lo estrechara
má s fuerte.

—Amor, por favor cá lmate—le pidió , incliná ndose para besarle los rizos—. Voy a
escucharte, me quedaré el resto del día aquí si es necesario.

Que Louis se esmerara tanto por darle lo que necesitaba, incluso dejando obligaciones
importantes de lado por él, le rompía el alma. Porque de verdad estaba siendo egoísta, en
su afá n por querer darle una familia y poniendo en riesgo no só lo su salud, sino la paz
mental de Louis en caso de que algo malo pasara y fuese demasiado duro para enfrentar.
Lloraba porque le dolía la desilusió n de que nada sería tan fá cil como pensó , porque tenía
alguien que lo quería y era incapaz de retribuirle aunque sea un poco, porque
eventualmente Louis se cansaría de los obstá culos y querría algo que le diera un descanso.
Lloraba, porque estaba en la noció n que era así, Louis necesitaba a alguien mejor y no
estaría nunca listo para dejarlo ir.

Y por el momento só lo podía mentirle para intentar no parecer una carga, para que no se
alejara de él.

—Yo…—logró decir, sorbiendo por la nariz, pero sin la fuerza aú n para mirarlo—. Só lo…
Por fin ordené las joyas que Ashton trajo consigo pa-para que me reconocieran,
¿Recuerdas? —al estar justo entre la unió n del cuello con el hombro del alfa, sintió su
movimiento cuando asintió ; le dio una suave caricia en la espalda animá ndolo a continuar
—. Entonces vi los medallones que mamá me dio antes de enfermar y…—emitió un hipido
—. Recordé có mo de un momento a otro dejé de verla—su voz quebrá ndose nuevamente
—, y luego simplemente estaba muerta, Lou. Ni siquiera Gemma pudo explicarme por qué…

Claramente no quería decirle la verdad, no le contaría que el fisió logo le negó estar
embarazado y que ademá s era mejor así por unos meses. Hasta que estuvieran seguros que
su cuerpo realmente podría soportar eso sin enfermar o peor, matarlo. Sabía que si se lo
decía, iba a alejarse de él, y estaba plenamente seguro de no poder aguantar semejante
escenario. Pero, tampoco le estaba mintiendo del todo. Sí revisó las joyas esa mañ ana, sí
dejó salir todo el pesar que se había guardado desde que la reina Anne falleció . Sí admitió
para sí que sentía mucho remordimiento y dolor en el pecho cuando miraba a Johannah
siendo una madre amorosa con las niñ as y Louis. La idea de tener un bebé y amarlo tanto
como su madre hizo con él, le parecía una buena forma de honrar su memoria.

—¿Quién no te dejó ver a la reina? —preguntó con precaució n el alfa, sin dejar de
acariciarlo con calma—. ¿Fue tu padre?

—Supongo—suspiró , recostá ndose má s sobre el cuerpo ajeno cuando las caricias fueron
suaves masajes en su cuello y cabello—. Los guardias no me permitían salir de la torre, y
Gemma—frotó la nariz contra la piel caliente del alfa, con una delgada capa de sudor. Era el
punto del día en Aurea que hacía má s calor, y se encontraban encerrados—, ella só lo pudo
visitar a mamá un par de veces.

—Renunciaría a lo que sea por devolverte la familia que perdiste, Harry—juró , dejando un
beso sobre sus cabellos—. Recuerdo un poco de ti, cuando eras má s pequeñ o. Te recuerdo
tímido y retraído, pero muy feliz cuando la reina te dedicaba toda su atenció n.

—Lo era—confirmó , sintiéndose sofocado, cansado y demasiado có modo para moverse—.


Aquí también lo soy.

—¿Quieres escuchar có mo fue mi tedioso día? —ofreció dulcemente—, no es muy


entretenido, pero podría distraerte y luego podemos ir a comer.

—¿Puede ser torta de zanahoria?


—Claro—aceptó , acomodá ndose en el silló n—, en el jardín. Para que esos bastardos
elegantes dejen de susurrar en los pasillos.

—Y podría besarte—sugirió con un bostezo—, así tienen algo interesante de qué hablar.

—Me encantaría—tomó aire—. Bueno, cuando salí por la mañ ana tuve que reunirme con el
artífice de los barcos, y…

Sin saber realmente en qué punto, Harry se quedó dormido, agotado por el llanto, poco
después que Louis comenzó a hablar.

Al menos una de sus interrogantes tenía respuesta.

Despertó unas horas después, hambriento y sintiéndose mucho má s fresco a cuando estaba
en el estudio recostado sobre Louis. Tomó un respiro antes de levantarse de los
almohadones de la cama y reconocer su recamara, el dosel rojo recogido para que circulara
la brisa de media tarde. Notó que no llevaba la ropa que escogió en la mañ ana, y con una
leve sonrisa pasó los dedos por la tela de la bata color burdeos de Louis. Tomó la parte del
cuello y captó una porció n de su aroma.

—Pensé que te animaría despertar estando có modo—Louis salió de una de las particiones
de la recamara, vestido con ropa sencilla y ligera. Caminó descalzo hasta él, y Harry notó
que traía el cabello hú medo—. Y como te gusta tanto mi bata…

Le sonrió , aunque seguro el gesto no llegó hasta sus ojos, pues los sentía cansados y le
ardían un poco. Sin embargo asintió , y lo siguió con la mirada hasta que tomó un sitio en el
borde de la cama.

—Tienes razó n, me encanta—asintió y se llevó las manos al cabello, donde sus rizos no
querían colaborar con la humedad del día. Louis se movió un poco y buscó algo en el
bolsillo del pantaló n hasta encontrarlo y tenderle en la palma de la mano un listó n delgado
—. Gracias.

—Da media vuelta, te ayudaré a atarlo—ofreció , y Harry lo obedeció , quedá ndose callado
mientras el alfa recogía lo mejor que podía los mechones y los sujetaba con el listó n. El
cuello de Harry quedó expuesto, y no se sorprendió cuando sintió los labios de Louis allí, y
luego sobre la marca que sellaba su unió n.

—¿Dormí mucho?—y su voz salió en un ronroneo cuando los brazos de Louis le rodearon
la cintura y lo atrajeron hacia él.

—Apenas unas horas, te despertaste varias veces—contestó , entre las pausas que tomaba
de darle besos en las zonas que la bata dejaba al descubierto sus hombros.
—Uh, no recuerdo eso—ladeó el cuello, relajá ndose inevitablemente por las atenciones de
su alfa—. ¿Cuá ndo me cambiaste la ropa?

Louis respiró sobre su piel, besó su nuca y luego presionó los labios con má s fuerza debajo
de su oreja.

—Cuando te despertabas desorientado, y llorando—contestó , sin la necesidad de hablar


alto—, só lo podía abrazarte y esperar.

Harry se tensó bajo su toque e intentó zafarse del abrazo para disculparse y darle una
explicació n, mostrarle que estaba bien.

—Puede que estuviera soñ ando con mamá , lo siento—dijo apresurado, y soltó un quejido
cuando Louis le impidió levantarse

—¿Vas a decirme qué te afectó de esa manera? —siguió hablando calmado—. Sé que no te
dejaron rendir adecuado luto por tu madre, Harry. Pero esa no es toda la historia. Lo sentí,
pero estabas demasiado alterado como para escuchar reclamos.

—Lou, no…—negó , tratando de fingir su tranquilidad—. Era só lo eso.

Lo escuchó suspirar, sin soltarlo, hizo que se diera la vuelta nuevamente y lo mirara. En los
ojos azules de Louis había una sombra de traició n, estaba herido porque –Harry entonces
entendió -, él ya lo sabía todo.

—Le pedí a Cara que se quedara contigo mientras averiguaba qué pasó —comenzó —, y no
me tomó demasiado tiempo, porque mi madre me preguntó si tenía una buena noticia que
darle—Harry sintió que perdía todo el calor del cuerpo—, luego el fisió logo vino a mí con
uno de los miembros del consejo. Dijo que estuviste con él en una consulta. ¿Relato el resto
o quieres hacerme el favor?

Comenzó a juguetear nerviosamente con sus dedos, sin poder escapar de la inquisidora
mirada del alfa. Tragó grueso y apretó los labios. —¿Está s enfadado conmigo?

—Só lo si me mientes.

Tomando mucho aire, que só lo estaba cargado del olor de Louis, decidió no darle largas a
esa conversació n.

—Fui a la consulta porque estaba casi seguro que estaba esperando un hijo—confesó ,
viendo como la tensió n aparecía en la mandíbula del alfa frente a sí—. Y no es como creí.

Louis fue quien apartó la mirada.

—¿Qué te hizo creer eso?


—Me sentí raro durante todo el viaje de regreso, algunas cosas me daban nauseas—exhaló ,
la desilusió n bañ ando su voz, pero ya no tenía lá grimas que derramar. No en ese momento
—. Ademá s, estuve muy volá til.

Con ambas manos, Louis se frotó el rostro, como si de alguna forma quisiera sacarse de
encima el dilema que ese tema traía sobre él.

—Esencialmente, te sentías así porque era tu primer celo—la voz le sonaba amortiguada,
pero al retirar las manos del rostro, sonó clara pero gastada—. Y yo no dejé de… de tomarte
en los días siguientes. No permití que tus feromonas se asentaran.

Harry asintió con pesar, la garganta le dolía de nuevo porque quería llorar, pero no podía.

—Así es—respiró hondo, y dejó ir el aire temblorosamente—. Pero puede pasar, sé que
puedo, Louis…

—Harry…—quejó , sacudiendo la cabeza como si esquivara algo que va directo a herirlo. Se


levantó de la cama y dio unos cuantos pasos, sin alejarse demasiado—. ¿Alguna vez te lo he
pedido directamente? ¿Te he dicho que necesito un hijo? ¿He sido el hombre que prometí
jamá s ser contigo?

É l negó a cada una de las interrogantes, con los ojos hú medos y las mejillas tensas por los
intentos de tener una expresió n neutra.

—No, no—jadeó —. Pero…

—Una vez me dijiste que yo podría dejarte si no concebías un heredero—hizo que


recordara, justo cuando le contó la razó n de sus pesadillas—. Y aunque me duele que no lo
asumas, te reitero que no es así. No te dejaría por eso.

—Louis, eres un alfa—puntualizó con impaciencia—. Y así como tú sientes cosas por el
lazo, también lo hago yo. Recibo tu anhelo y cuando crees que estoy dormido, siento
cuando me tocas el vientre y tu olor se vuelve protector, posesivo.

—Eres mi omega—se defendió —. Por supuesto que voy a…

—Tú tienes que asegurar la corona en tu familia, tienes que garantizar que si algú n día no
está s alguien de tu sangre tomará el trono.

—Ya tengo herederas, Harry—admitió con tono cansado—. Si en una década no tengo
hijos, si en dos días muero incluso, mis hermanas tomará n el trono y mi madre será
regente hasta que ellas tengan edad—Eso terminó por callar a Harry—. El trono es una
cá rcel, y no quiero hacerte parte.
—Entonces—procesó todo eso, sintiendo que una gran culpa era removida de sus
hombros. Le mortificaba pensar en la presió n que los consejeros ponían en Louis.
Recordaba a Zayn, que estaba atado de manos porque necesitaba asegurar su apellido en el
trono—. No afectaría tu reinado que yo… que no tuviéramos un bebé.

—No—confirmó .

—Perdó name—atinó a decir—, por todo lo que causé hoy, la forma en que interrumpí tu
día. Siempre me angustiaba pensar que tenías a otros presioná ndote, y claramente el ú nico
que lo hacía era yo.

Louis se acercó poco a poco a la cama.

—Te equivocas, no es así.

—Entre tus deseos no está una familia y tendré que respetarlo.

Con las manos en las caderas, Louis dejó escapar un suspiro agotado y miró al techo un
momento, entonces fue hasta la cama.

—Sube a la cama, Harry.

Frunció las cejas en confusió n, y se quedó en silencio esperando que se explicara, pero
nada ocurrió .

—¿Perdó n?

—Dije, que subas a la cama—ordenó , ya frente a él, con aquella mirada que no admitía
discusió n.

Sin poder replicar, se apoyó en las manos y retrocedió hasta encontrarse en el centro de la
gran cama, donde sus piernas ya no colgaban. Louis también se subió , aguantando el peso
del cuerpo sobre las rodillas y se inclinó sobre él, obligando a Harry a recostarse
completamente.

—¿…Lou?

El alfa tenía cada mano apoyada a los costados de su cuerpo, lo cubría completamente.

—Quiero que me escuches con atenció n—demandó —, ¿Sabes por qué?

Harry asintió con un ligero estremecimiento.

—Porque no te agrada repetir las cosas—respondió bajo su intensa presencia, sintiéndose


pequeñ o y atrapado.
—Mañ ana, cuando despertemos y só lo seamos tú y yo, estaré lo má s feliz y complacido que
un alfa pueda estar—inició , cambiando la dureza en su voz por un tono má s conciliador—.
Y si algú n día eso no es así, porque algo dentro de ti añ ade que seamos tres, también estaré
feliz.

La expresió n de Louis se relajó , mostrando al precioso hombre del que Harry tenía la
certeza, estaba enamorado. Porque eso era, no había otra respuesta.

—Me importas lo suficiente, Harry… como para hacer lo imposible por permitirte crecer.
Te abstuviste de tantas cosas, y yo deseo con todo mí ser dá rtelas—se sinceró , y trazó con
un dedo una leve caricia en la mejilla de Harry—. Como alfa, este animal dentro de mí que
te escogió sin razonamiento, desea formar una vida contigo. Que le des un pequeñ o ser que
proteger y criar. Y el hombre que soy, también anhela eso a veces—coincidió , admitiendo
que sí, Harry lo había atrapado en eso—. Pero quiero que experimentes la vida antes, que
ambos vivamos nuestra relació n y tu descubras todo lo que quieres hacer antes de
embarcarnos en una nueva etapa, ¿Entiendes?

Ahora se sentía seguro, sus palabras calando hondo, y haciéndole entender que con todo
eso, Louis só lo estaba siendo el esposo protector de siempre. Que en esa posició n, no
deseaba someterlo sino mostrarle có mo siempre velaría por su seguridad y bienestar. Que
en él siempre encontraría un hogar.

—Entiendo que mientras te tenga a ti—pronunció con cuidado—, jamá s voy a caer. Que vas
a calmar cada una de mis tormentas y sostendrá s mi corazó n cuando necesite un descanso
—se relajó contra el colchó n—. Entiendo que vamos a vivir un día a la vez, y aprender de
ello—sonrió , provocando que Louis imitara el gesto.

—¿Y por qué haría todo eso, Harry? —preguntó retó ricamente—. Seguro conoces la
respuesta, si es verdad que me escuchas cuando creo que está s dormido.

É sta vez la sonrisa de Harry estiró sus labios hasta mostrar su dentadura.

—Porque me amas.

Louis se inclinó para besarle la comisura de la boca.

—Irremediablemente—aceptó , acomodá ndose sobre Harry, dejando caer el peso suficiente


para hacerlo sentir confortable, sin aplastarlo. Y Harry lo tomó del rostro para atrapar sus
labios en un beso suave.

—También comprendí otra verdad hoy.

Emitiendo una queja desde el fondo de la garganta, el príncipe presionó los labios de
ambos juntos una vez má s.
—¿Má s relevaciones? —dijo algo renuente—. Adelante.

Por fin sintiéndose dichoso en ese terrible día, Harry abrazó el cuerpo sobre él.

—Yo también te amo—musitó , como si se tratara de un secreto travieso. Disfrutó de la


sonrisa que cruzó la cara del alfa, ese gesto sincero y puro que siempre deseaba ver en él.

—Oh, por favor, repite eso…—suplicó con emoció n, arrancando de Harry una pequeñ a risa.

—Te amo—lo complació , y entonces Louis se abalanzó sobre él.

Por horas, só lo fueron Louis y él en esa burbuja que desterraba las preocupaciones.

Un mes después, no había discusiones ni malos ratos. De hecho, luego del acuerdo con
Johannah culminaba el día tan agotado que apenas tenía energías para darle las buenas
noches a Louis; a veces simplemente caía dormido antes de que el alfa retornara a los
aposentos que compartían. Entre sus preocupaciones respecto al bienestar de Ashton –
siempre estaba preocupado por él aunque no era necesario-, las clases con Ser Liam que
cada vez eran má s exigentes y sus obligaciones sociales como consorte las horas no
parecían alcanzar.

Después de unas semanas de terrible calor, las suaves precipitaciones sobre la capital se
hicieron presentes, por lo que el sitio favorito de los nobles, los jardines, no podían
utilizarse. A consecuencia de ello, Harry conducía a sus dos invitadas por los pasillos hasta
uno de los salones de té. Era su preferido por ser el má s fresco, con las ventanas má s
bonitas que daban justo hacia las fuentes de piedra y el laberinto.

—Lamento que no pueda disfrutar de los jardines, Lady Edwards—comentó , mirando a la


rubia que caminaba a su lado—. Es una pena.

Ella dirigió su exó tica mirada a él, y asintió .

—Es una pena porque mi Jade quería verlos—empujó los labios en un puchero hacia la otra
muchacha, una preciosa omega de piel nacarada y sonrisa fá cil—. Ella nunca había venido.

Ambas iban tomadas de la mano, lo que le resultaba a Harry muy adorable, y eran las
primeras invitadas a la corte que estaba disfrutando atender. Perrie Edwards era una alfa
muy tranquila y agradable, hacía poco que se comprometió con la heredera de los Thirlwall
y se hallaban viajando para afianzar alianzas.

—Quizá mañ ana, mi lady—animó Harry—. No creo que las lluvias molesten por mucho
tiempo.
—No pienso irme sin caminar por el laberinto—decidió la omega, alzando la barbilla.

—Tenemos una planificació n, querida—le recordó Perrie con suavidad—, y en tres días
debemos partir.

En conocimiento de que aquella era una conversació n de pareja, Harry se adelantó a la


puerta del saló n de té y la abrió para ellas, invitá ndolas a que se pusieran có modas
primero. Antes de entrar, vio pasar a Ser Liam por el pasillo.

—¡Ser Liam! —le llamó , cerrando apenas la puerta que sostenía, la conversació n del fondo
apagá ndose para él—. ¿Has visto a Cara? —preguntó cuá ndo el caballero fue hasta él.

—Creo que está con el príncipe Louis, alteza—respondió tras darle una pequeñ a reverencia
—. ¿Necesita algo, debería pedir que busquen a Ashton?

Harry sacudió la mano restá ndole importancia.

—No es necesario, es que no la vi en todo el día, creí que podía estar enferma—explicó ,
suspirando un poco—. Ash fue a buscar el té y los bocadillos para mis invitadas.

Ser Liam sonrió , y asintió con ese brillo en los ojos que só lo podía significar orgullo.

—Lo está haciendo muy bien, alteza—lo felicitó —. De verdad ha ayudado a que el príncipe
se concentre en el trabajo que de verdad le gusta.

Aceptó el cumplido de buena gana, puesto que ya no se sentía incó modo en la presencia del
caballero. Lo había vigilado, y el hombre cumplió honor a las palabras que tuvieron en
Hiems.

—Significa mucho para mí, Ser Liam—devolvió honestamente—. Me complace por fin
sentir que soy ú til y tengo un lugar en el palacio.

—No es problema—encogió los hombros—. Ademá s…

Pero un sonido hueco y distante interrumpió al beta, poniéndolo tenso y alerta. Harry
siguió su mirada a la derecha, y enseguida los murmullos y un escalofriante grito los tuvo a
ambos corriendo en la misma direcció n. A unos metros de ellos, Gigi estaba sobre sus
rodillas, pá lida y jadeando mientras se miraba una de las manos sobre la falda del vestido.
Ser Liam corrió má s rá pido que él y la alcanzó antes de que se desplomara y pudiera
lastimarse, pero no la movió de su sitio porque estaba igual de horrorizado con la vista ante
él.

Tuvo que cubrirse la boca con una mano y tragarse la impresió n. Harry tuvo que ser fuerte
ante la visió n de la sangre manchando la ropa de la rubia en los brazos de Liam. Fue su
deber respirar profundo y ser quién ordenara a las paralizadas damas de compañ ía buscar
al fisió logo.

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¡Hey! Primero que nada, lamento el error anoche. Para que la lista de capítulos les
aparezca en orden, por favor saquen la novela de sus bibliotecas y agréguenla de
nuevo. Fue que el capítulo 13 pasó a borrador (Dios sabrá por qué) y tuve que
publicarlo nuevamente.

Segundo, gracias por seguir aquí con sus votos y comentarios <3. Todavía no tengo
pc, así que me tardo en actualizar por eso.

Los insultos por las ilusiones muertas, van aquí (?

Y las dedicaciones, por acá :3

Psst, gracias a quienes se pasaron por la novela de mi hermana Lizzy.


24-. Marca

DEDICACIONES

@FernandaOrtiz697 — @stylindaddies — @justmile — @AlwaysStudyRainbows —


@MagdaMellark7 — @hestudyrainbows — @ThanksPETE27 — @Imagedarcy —
@Shantyumi — @kiara_romayxx —@lshxbullshxtx — @outlawfromlove —
@SaraStylinson22 — @OsitoHazza —@brunetteandthin — @WeTakeAChonce_ —
@LarryxZiamxJB — @Nililovemy16 — @esteliwis — @x_stylinson_xx —
@AgoosAguero
— @loveisequal9 — @LarryS_lof — @LisLynch —

MARCA

Aún recuerdo el mundo a través de los ojos de un niño. Lentamente, esos sentimientos
fueron nublados por lo que sé ahora. ¿A dónde ha marchado mi corazón? A un intercambio
desigual por este mundo cruel. Oh, quisiera volver al comienzo, creyendo en todo y sin saber
nada.
Todavía recuerdo el sol, siempre tibio en mi espalda, y de alguna forma todo se siente frío
ahora. ¿A dónde ha ido mi corazón? Está atrapado en los ojos de un extraño. Oh, quisiera
volver atrás para ser capaz de creer.

—¿Y có mo se encuentra lady Malik? —preguntó cuidadosamente Ashton mientras se


detenía a un lado de Harry, y miraba en su misma direcció n.

Se hallaban en el albergue má s grande de la capital que funcionaba como hogar provisional


de los huérfanos de la guerra. En esa inmensa propiedad que pertenecía a la corona de
Aurea vivían un montó n de infantes, niñ os y adolescentes que perdieron a sus familias y
soporte econó mico a consecuencia del reciente conflicto bélico. Allí tenían una cama para
dormir, ropa que los vistiera, todas las comidas y educació n. Permanecían allí hasta que
cumplían la edad para valerse por sí mismos y de ser posible, la administració n del lugar
les facilitaba un trabajo.
Harry tuvo que negociar esa salida con Louis, que al principio se mostró muy renuente de
permitirle estar lejos del palacio, pero finalmente aceptó . Porque al final del día, Harry era
libre de decidir sus acciones, y si dividían el trabajo de las obligaciones sociales ambos
podían encontrarse en la recá mara y al menos compartir una pequeñ a plá tica con un beso
antes de dormir. Esas ú ltimas semanas estaban tan complicadas y con días tan cortos, que
la época en la que pasaban horas enredados entre las sá banas amá ndose parecía muy
lejana.

—Estable—murmuró en respuesta, sin quitar la vista de los niñ os que jugaban en el patio
frente a él, tratando de atrapar al escurridizo y juguetó n zorro en que se estaba
convirtiendo Tommo. Resultó que, contrario a lo que muchos creyeron, educarlo no fue tan
difícil. Al menos le hacía caso a Harry, del resto no podía decir mucho—. Gracias a los
dioses no ha tenido otra amenaza de aborto. Tiene que cumplir el tratamiento, pasar poco
tiempo fuera de la cama, alimentarse mejor…

Le causaba malestar cuando recordaba esa frenética escena, ese día lluvioso y tranquilo
que dio un giro tan brusco. La sangre en el piso, los sollozos de Gigi cuando Liam acudió a
ella y la sostuvo en sus brazos. Harry y él se movieron en una espontá nea sincronía. En un
cambio de papeles, fue el caballero quien susurraba palabras bajas para que la omega se
calmara, y Harry reunió a los guardias para que los escoltaran hasta el consultorio con una
eficaz rapidez. No pudo pasar por alto la forma en que Gigi lloraba y se aferraba a Liam,
respondiendo a sus palabras. Parecía que se tenían algo de familiaridad. Liam la depositó
con cuidado en la cama que estuvo dispuesta para ella en el consultorio, e ignoró la sangre
que le manchaba la ropa, en cambio, atendió el llamado de la mujer, estrechando su mano
suavemente cuando ella le pidió no irse. El fisió logo le pidió a Harry el favor de esperar
fuera, y que avisara al príncipe Malik sobre la situació n, ya que era necesario que como alfa
y padre de la criatura en riesgo, estuviera ahí. Por suerte, al salir alguien se ofreció a
cumplir con ese recado. Harry no tenía la mínima paciencia para ver a Zayn Malik a la cara.

—Respecto a su estado emocional—Ashton volvió a llamar su atenció n—. ¿También es


estable?—era normal que el muchacho preguntara eso. De entre todas las personas, sabía
muy bien que el bienestar físico no garantizaba el del alma.

Jugueteando ausentemente con la muñ eca que una niñ a le pidió que sostuviera por ella
mientras perseguía a Tommo, Harry encogió los hombros y reprimió un suspiro: —No lo
sé, Ash. Ella está afectada, claramente. Casi pierde al bebé, se culpa de ello y…

El resto no era cosa de él revelarlo. De nuevo, estaba guardando la confesió n de alguien


má s. Una vez má s, escuchar el dolor de alguien má s le hacía abrir un poco má s los ojos,
aprender algunas cosas, y cuestionarse otras. Comprender cuá n retorcido era el mundo, la
complejidad de las personas y las emociones estaba tomando piezas de él, y
endureciéndolas.

Su visita a Gigi luego del incidente, le hizo ver la forma abrupta en que algo precioso podía
romperse y dejar de brillar.
Cuando tuvo tiempo y permiso de pasar por su recamara, ella se encontraba durmiendo. Así
que entró con la bandeja que cargaba en las manos y se sentó junto a la cama. Colocó todo en
la mesita dispuesta allí y tomó un cuchillo para pelar una de las manzanas mientras esperaba
que ella despertara, o que llamaran a la puerta para indicarle que su tiempo de visita había
culminado. Ella no le hizo esperar demasiado. Sus párpados se agitaron un poco y se removió
desorientada.

—Por favor, no te muevas—pidió enseguida, dejando el plato de fruta a un lado—. Dijeron


que no podías moverte, tienes un vendaje en el vientre y…

El sollozo de Gigi y su repentina palidez alertaron a Harry, que enseguida estuvo a su lado. Su
terror se hizo dueño de toda la habitación con fuertes feromonas.

—No, no—quiso corregirse enseguida—. El vendaje es para que el bebé esté bien, bonita—
murmuró con voz suave—, es parte del tratamiento. Tu pequeño está bien.

Le limpió las lágrimas y acomodó sus mechones rubios hasta que estuvo tranquila. Entonces
le ofreció la comida de la bandeja, indicándole todos los cuidados que debía tener desde ahora
y hasta que naciera el bebé. Pero Gigi seguía pálida, desanimada y a veces con la mirada
perdida en el espacio vacante de la cama a un lado de ella, dándole sólo monosílabos como
respuesta a todas las conversaciones que Harry intentaba establecer.

—¿Alguna vez creíste que se sentiría así de vacío? —le había preguntado la muchacha,
mientras Harry servía el té en dos tazas de porcelana.

—¿Perdón? —la pregunta lo había tomado desprevenido, y casi vuelca el té sobre la mesa y su
ropa.

—El matrimonio—explicó, dejándolo pasmado con esa simple respuesta—. No lo sé, creí que
mi historia seria como un cuento heroico, ¿comprendes? —ella hablaba sin mirarlo, todavía
con el rostro hacia la almohada a un lado de ella—. El príncipe que a pesar de la guerra se
casó con la joven dama. El compromiso fue muy corto y apresurado, pero él siempre fue
encantador y bueno.

—El príncipe Malik es un hombre carismático, no dudo que fue un excelente prometido.

La rubia se humedeció los resecos labios, y Harry le acercó la taza de té a estos, logrando que
tomara unos pobres sorbos.

—Él no me tocó las primeras noches—continuó, con la voz un poco más clara ahora que
había probado algo de bebida—, y lo entendí porque la guerra lo dejaba agotado de cualquier
modo. Colocaba la cabeza en la almohada y eso bastaba. Pero dos días antes de marchar al
campo de batalla, apartó ese tiempo para mí—sonrió débilmente, como si tuviera el recuerdo
frente a ella—, consumó nuestro matrimonio, pasó horas en el lecho conmigo y me marcó
finalmente.

—Quizá sólo deseaba estar seguro que no te estaba obligando a nada—comentó Harry,
aunque sospechaba que todas las acciones de Zayn Malik estaban dirigidas al pensamiento
que posiblemente moriría en la guerra, y necesitaba dejar un heredero en el vientre de su
esposa para que tomara el apellido.

—Quizá, sí—asintió ella, moviendo suavemente una de las manos sobre su vientre—. Él me
trataba con mucho afecto, porque es mi alfa y siempre que me sentía necesitada él venía. Nos
costó tanto encargar este bebé—suspiró—, y estoy haciendo las cosas mal, porque desde que
tuvo que quedarse solo por el viaje a Hiems… le he exigido mucho y sólo discutimos.

—Sólo… sólo es un mal momento, bonita—intentó calmarla, porque veía las lágrimas
formándose en sus ojos—. Hay muchas cosas políticas ocurriendo que no entendemos del
todo. Pero él es tu alfa, y le darás un hijo.

—¿Y por qué nuestro lazo es tan débil? —sollozó, mirando por fin a Harry—. ¿Por qué lo
siento tirante y gastado? ¿Por qué viene a mí sólo cuando estoy a punto de desmoronarme,
cuando el frío de su ausencia me entumece?

Harry no sabía qué responderle, pero definitivamente esa no era su amiga. No era la omega
alegre y parlanchina, la que organizó la mayor parte de su boda y que caminaba orgullosa al
lado de Zayn Malik cuando coincidían en el templo para las ofrendas y oraciones. Era una
mujer al borde de la depresión por un abandono que no podía entender. Porque Zayn Malik la
atendería y protegería por tener su marca e hijo, pero estaba enamorado de Liam; una
competencia conflictiva que los destrozaría a los tres.

—Todo se pondrá mejor—aseguró sin mucha convicción—. Pronto tendrás un precioso


heredero en tus brazos, y serás la causante de alegría para la corona.

El silencio reinó entre ellos por un momento.

—¿Y dónde está él? —preguntó entonces, aparentemente más tranquila—, ¿Vino a verme?

Imaginaba que, para el momento que el príncipe llegó al consultorio, su esposa ya se


encontraba sin conocimiento. Así que se quedó el tiempo debido… y entonces se marchó.

—Estuvo contigo mientras te atendían, pero te desmayaste por la pérdida de sangre—él


también tomó algo del té—, le pidió a Ser Liam que se retirara, porque él ya estaba ahí
contigo. Y no salió hasta que estuviste fuera de peligro.

Algo de tranquilidad fue hasta los ojos de Gigi, que seguían cansados, pero menos abatidos.
—Ser Liam es un caballero muy atento, ¿sabes? No sé qué hicimos para merecer a alguien tan
leal —acotó con una muy tenue sonrisa—. Él fue quien me ayudó a llegar a la primera
consulta, siempre que nos cruzamos en alguna parte me pregunta si necesito algo y conversa
conmigo en ocasiones.

—Parece que quiere cuidarte—Harry recordaba la promesa que le hizo Liam, sobre guardar
el bienestar de Gigi y su hijo, de hacer lo posible por no ser una carga en su matrimonio. Y él
estaba seguro que el caballero estaba dando cabalidad a su palabra, manteniéndose distante.
Pero para eso, Zayn también debía desistir en buscarlo; y eso todavía no sucedía.

—Me dio su palabra—aseguró ella.

Antes de que pudiera darle su opinión sobre ello, dos toques en la puerta avisaron que alguien
entraría a la recamara, y una de las doncellas asomó el cuerpo por la apertura de la puerta.
Su gesto le indicó a qué venía antes de que abriera la boca. Harry debía marcharse.

Una mano lo zarandeó un poco del hombro. A su lado, Ashton trataba de llamar su atenció n
para que mirara al umbral de la salida del patio, donde Michael los esperaba. Debía ser
hora de volver al palacio, cosa que lamentaba porque disfrutó mucho pasar tiempo con los
niñ os y supervisar toda la atenció n que les daban. Le pediría a Louis que siempre le dejara
estas visitas a él, la mañ ana y parte de la tarde se pasaban volando y al menos era en algo
que no le resultaba pesado.

—Claro, ya nos vamos—recordó , saliendo de la bruma de sus pensamientos.

—Tiene que llegar para recibir a sus invitadas—Ashton comenzó a caminar con él y casi
resopló cuando Harry le dirigió una mirada de confusió n.

—¿Era hoy?

—Le dije apenas despertó —abrió los ojos con un claro reclamo en sus irises color miel.

Harry respiró profundo, porque ú ltimamente debía tener paciencia consigo mismo, y
avanzó hasta interceptar a la niñ a de trenzas castañ as y vestido blanco. Le regaló una
sonrisa y entregó la muñ eca que había estado bajo su custodia.

—Nos vemos luego, linda—prometió , contestando a su despedida que era un eufó rico
agitar de manos. Entonces chasqueó los dedos y el zorro levantó las orejas en alerta de
entre la multitud de niñ os para seguir el sonido y trotar detrá s de los pasos de Harry.

—¿De verdad lo olvidó ?

—Sí, es que me parece que fue hace muy poco que pasó el incidente de Gigi, y que ellas se
marcharon para casarse—presionó el puente de la nariz con el índice y pulgar, alcanzando
a Michael que los guiaba hasta el carruaje—. No estoy durmiendo bien, por eso tengo la
mente algo dispersa.

No continuaron la conversació n hasta que se encontraban sentados en los mullidos


asientos del carruaje y se encontraban en movimiento hacia el palacio. Michael iba sentado
fuera, con el chó fer, y Harry acariciaba el brillante pelaje de Tommo, que se había hecho un
ovillo a su lado.

—Lady Edwards y su esposa seguro llegará n cansadas—opinó Ashton, encogiendo los


hombros—. Así que podrá llegar, darles la bienvenida y programar las reuniones que
tendrá n… podría encargar a Cara de eso.

—Esa sería una idea estupenda—relajó la espalda contra el respaldo—. Quiero comer,
tomar un bañ o y meterme a la cama hasta que Louis también termine sus asuntos.

—No olvide que tiene que estudiar las lecciones que le dejó la madre del príncipe.

Harry cerró los ojos, y contó hasta diez para ignorar que su plan de relajarse y dormir tenía
un inconveniente.

—Estudiaré mientras tomo la cena—se rindió .

Recibir a Perrie y Jade de hecho le elevó un poco el á nimo, entre tantos abrazos y
comentarios de la boda de parte de las mujeres. Ellas querían descansar del viaje y comer
un poco antes de salir a dar un pequeñ o paseo. Agotado como estaba, Harry delegó la
responsabilidad de guiar por los jardines a las invitadas en Cara, que estuvo má s que
contenta de no tener que pasar la tarde y el resto de la noche aburrida al servicio de Harry.

Al llegar a la habitació n, se encontró con que la cama ya estaba siendo ocupada por un
Louis que no alcanzó siquiera a sacarse las botas. Simplemente se había desplomado en el
borde la cama y el sueñ o hizo lo suyo. Compadeciéndose de su pobre esposo, Harry le quitó
las botas y con bastante esfuerzo, pues el hombre estaba pesado como plomo, la chaqueta.
Lo empujó má s cerca del centro de la cama y luego, tras evaluar si de verdad quería un
bañ o, se quitó la ropa y buscó acurrucarse a su lado. Presionado contra su costado, con ese
rico olor que tanto le gustaba, se entregó al agotamiento con una sonrisa complacida.

Pero cuando despertó con una leve sacudida, producto de una pesadilla, lo ú nico que le
hizo tranquilizarse de inmediato fueron los brazos de Louis enroscados en su cintura, la
suave respiració n de este en el cuello. Seguía dormido y estaba ahí con él. Pasó los dedos
por las finas y lisas hebras castañ as de su esposo, ya haciéndose a la idea que le costaría
dormirse nuevamente.

La pesadilla había sido sobre Gemma, pues tras casi presenciar un aborto, lo primero que
hizo fue escribir una carta y apremiar a los mensajeros para que la entregaran lo má s
rá pido posible. Pero luego de casi dos semanas, todavía no tenía respuestas. Por mucho que
lo intentó , imaginar que ese podía ser un escenario posible en la vida de su hermana era un
pensamiento que se negaba a salir de su mente. La ansiedad lo estaba consumiendo sin
piedad, y só lo deseaba que pronto todos los invitados de la corte se fueran, que tuviera algo
má s de tiempo para relajarse y poder saber algo de Gemma.

Detuvo las caricias y se quedó simplemente inmó vil, con los labios contra el cabello de
Louis y los dedos enredados entre los mechones.

—¿Por qué está s despierto? —el alfa se removió en sus brazos, y se alejó un poco para
enfocar la mirada. Tenía las marcas de la almohada a un lado de la cara y el cabello muy
desordenado.

Harry le sonrió con indulgencia y le apartó los mechones del rostro antes de contestar: —
Tengo muchas cosas en las que pensar—pasó la palma por el pecho del mayor—, deshazte
de esto y vuelve a dormir.

Louis se movió en orden de sacarse la camisa, que tiró a los pies de la cama. Levantando la
sá bana que los cubría, para descubrir que sus botas habían desaparecido, suspiró .

—Recuerda que puedes dejar esto en cualquier momento, Harry—dijo con la voz profunda
de cama, mientras también se quitaba el pantaló n—, no es tu deber agotarte con los
asuntos del reino.

—Sí lo es—refutó , acobijá ndose bien pues la temperatura comenzó descender con la
llegada de la noche—. Hice un juramento, después de todo.

Resoplando, el hombre dejó la conversació n por terminada, claramente no tenía el á nimo


para discutir ni mucho menos probar su poder de convencimiento en ese momento.

—Con suerte todos estos viajes y reuniones donde los acuerdos se renuevan van a terminar
pronto—suspiró , volviendo a su lado, atrayendo a Harry en un abrazo donde la piel de
ambos se tocaba sin problema y compartían calor—. Hoy estuve enfrascado en una reunió n
militar, y no sé qué habría hecho si tú no te hubieras ofrecido para ir al albergue.

Una suave sonrisa se dibujó en Harry, que ahora estaba recostado sobre el pecho del alfa.

—Te lo dije, noté desde la mañ ana que los compromisos se te escapaban de las manos.
Apenas te concentrabas en desayunar.

—Pequeñ o arrogante—rió , apretá ndole las caderas—, ahora vuelve a dormir. A menos que
quieras cenar.

—Comer ahora no es algo que me apetezca.

—Entonces, mejor volvemos a dormir.


La habitació n só lo estaba iluminada por la luz que se filtraba del pasillo, las ventanas y el
tragaluz de la compartició n del armario. Sin embargo era suficiente para que ambos se
detallaran sin mucha inconveniencia. Harry miró al hombre frente a sí. El cabello revuelto,
las mejillas lisas porque le ayudó a afeitarse la barba esa mañ ana y esos delgados y
elegantes labios que le hacían perder el aliento. Se inclinó para besarlos largamente, y
enseguida el gesto fue correspondido.

—¿Podrías… contarme algo?—murmuró entre los chasquidos del beso, que si bien era
lento y sin intenciones de desembocar otro acto mayor, era complaciente y querían
prolongarlo en lo posible.

—Lo que quieras—jadeó Louis, mordiéndole suavemente el labio inferior cuando Harry se
incorporó para encontrar sus ojos azules.

—Quiero saber, ¿Có mo fue cuando me mordiste? —preguntó , antes de que pudiera pensar
mejor las cosas y se arrepintiera—. Cuando decidiste poner tu marca en mí…

Louis se sentó mejor, apoyando la espalda en el respaldo de la cama, arrastrando a Harry


consigo en su regazo. Ubicó casi a ciegas con los dedos el sitio exacto donde su dentada
dejó una marca eterna en Harry. La piel sensible, ese precioso relieve plateado, era la
prueba física de la pertenencia, del lazo que los unía. Un vínculo sagrado y respetado.

—Estabas dormido, amor—comentó en voz baja, sonriendo un poco por el temblor que
ocasionó en el cuerpo de Harry—; y luchabas con la fiebre. Es normal que no lo recuerdes.

—Tengo algo así como fragmentos de memoria—empujó los labios en un puchero mientras
encajaba las piezas del recuerdo que llevaba meses tratando de recuperar—. Sé que sentí
calor, acumulá ndose en mi cuello. Como un hoyo que se abría paso en mí y dejaba que un
torrente de fuego entrara a mis venas.

El brillo en la mirada de Louis se volvió interesado, lo estrechó en un abrazo má s cercano.

—¿Qué má s puedes evocar de ese momento?

Harry cerró los ojos y se acercó al cuello del alfa, tomando un respiro de su aroma.

—Recuerdo tu olor, fuerte como ahora—contestó , con las manos apoyadas en los hombros
del alfa—. Y quizá por eso me resultaba tan calmante cuando desperté desorientado y
contigo allí, velando por mí. Estabas colocá ndome un trapo hú medo, ¿cuidabas de mi
fiebre?

Aceptó con un cabeceo.


—Verte en el muelle, fue como ser testigo de una revelació n—Louis le acarició la nuca,
llamando su atenció n para que lo mirara—. Atraparte cuando ibas a caer, me hizo sentir
que acababa de tocar algo mío que no sabía perdido.

—No me conocías, Lou. Apenas me recordabas de…

—Harry, no sé si realmente te detienes a pensar, que de permanecer un día má s en esa


embarcació n, estarías muerto. Tenías un aspecto… —tensó los labios—, como si la muerte
estuviera escoltá ndote y esperara el momento indicado para cernir su manto sobre ti.

—Sé que estaba mal, me sentía terrible y en el muelle—sintió un escalofrío—, tosí para
respirar y había sangre.

Acuná ndolo en su regazo, Louis apoyó la cabeza de Harry contra su hombro y le acarició la
mejilla.

—Entre la fiebre y los accesos de tos que pintaban tus labios de carmín, te tomé en mis
brazos así—relató , con el tono solemne de estar viviendo el recuerdo—, por un momento
me miraste con esos ojos verdes como esmeraldas que parecían haber visto mucho en muy
poco tiempo. Y sorpresivamente, todo estaba muy claro—inclinó la postura, besó encima
de la marca en el cuello que le pertenecía—. Sentí el débil golpeteo de tu pulso, y luego mis
colmillos perforaban tu piel. Tardé un momento en comprender que mi alma también
estaba siendo perforada, invadida por ti y que mi alfa rugía de regocijo al por fin tenerte
bajo su protecció n—sus labios se habían desplazado por la piel de Harry, y terminó por
murmurar esas palabras contra su oreja.

Harry le rodeó los hombros en un abrazo, temblando un poco, conmovido por las
emociones que Louis le transmitía en oleadas, por la forma en que tan só lo revivir el
recuerdo hacía que el lazo los envolviera má s cerca.

—Suena como una experiencia asombrosa—dijo suavemente, y se apartó un poco para


sonreírle—, y desde entonces soy tuyo.

—Desde entonces me hiciste tuyo—corrigió , suspirando, pero con muchísimo amor en esos
topacios que lo miraban—. Porque cuando me alejé para ver la mordida, con tu sangre
entibiando mis labios, te revolviste en mis brazos y buscaste calor contra mi pecho de
forma instintiva… y yo supe que en ese momento, estaba sosteniendo a mi mundo.

Ignorando el choque de la dura superficie contra su espalda, rodó rá pidamente y esquivó el


golpe que lo desarmaría. Pero seguía siendo lento, y para cuando calculó que caería el
segundo golpe, tuvo que tensar los mú sculos del brazo para resistir la presió n de la espada
que pretendía doblegar la suya. Sobre él, Calum mantenía firme su ataque impidiendo que
pudiera moverse de nuevo. Combatir a un alfa como ese con fuerza era una tarea algo difícil
y cuando su resistencia flaqueara, entonces lo habría derrotado nuevamente. Hasta que no
lograra sacarle la espada a Calum, no podía avanzar a la siguiente etapa y comenzar a
pelear con las armas de filo.

Incluso con los guantes de cuero, sostener el mango del arma con tanta fuerza le lastimaba
y quemaba la piel. Soltó un gruñ ido, con el sudor recorriéndole el cuerpo al igual que el
cansancio. Ser Liam le había dicho que la clave para ser un guerrero era abandonar las
etiquetas. No eras un vencedor por ser alfa o beta, así como ser omega no era augurio de
derrota. El secreto se encontraba en utilizar todas las características que se tenían, como
una ventaja. Entonces, mientras la fuerza de Calum le doblaba el brazo, Harry se forzó a
pensar deprisa qué lo podría ayudar en no fallar esa lecció n.

Era delgado y ligero, cosa que le benefició para el momento de aprender a moverse con
sigilo y soltura. Su musculatura estaba resultando ser firme, elongada y resistente. El
cuerpo de Harry dejó atrá s las características de niñ o, para ser las de un muchacho. Así que,
con el riesgo de lastimarse el hombro, aflojó la resistencia y ladeó el brazo para que con el
efecto de la fuerza contraria, el cuerpo de Calum se tambaleara un poco. Entonces, deprisa,
pateó el tobillo del alfa y volvió a rodar para tener espacio y levantarse. Sofocando un
jadeo, tacleó el cuerpo del guardia que soltó una exclamació n ahogada por la sorpresa.

Estaban usando espadas sin filo, que se bien no los haría sangrar, Harry podía constar que
dejaban unos buenos moretones. Así que usando los escasos fragmentos de segundos que
le quedaban antes de que Calum contraatacara, dejó caer con fuerza la espada sobre la
muñ eca del alfa. Se escucharon dos gritos al momento del impacto; el de Calum cuando su
articulació n cedió por el relampagueante dolor que le hizo desistir del agarre sobre el
mango del arma, y el de Harry que alzó los brazos emocionado porque por fin avanzaba en
esa lecció n que lo traía días frustrado.

—¡Lo hice! —aulló , apenas respirando. Porque estaba tan extenuado, con la camisa pegada
al cuerpo por el sudor y la cara sucia por caer tantas veces al piso. Le sonrió a Calum, que le
devolvió el gesto bastante complacido con su avance.

—Ya nos podemos despedir de las espadas sin filo—lo felicitó Liam, desde atrá s. Parecía
contento, y extendió un brazo para estrechar la mano de Harry, pero este se le echó encima
en un abrazo rá pido y desordenado.

—¡Gracias, Ser Liam! —exclamó , y luego se dio la vuelta nuevamente, esta vez para ayudar
a Calum a levantarse—. Y lo siento, Calum. ¿Te duele mucho? Puedes tomarte el día…

—Sobreviviré—le restó importancia el guardia, resoplando de buen humor mientras se


masajeaba la muñ eca, y fue a sentarse con los demá s que presenciaban la clase.

Ashton estaba tras una mesa, donde había servido una bandeja de comida para todos,
bebidas y un plato que estaba cubierto por un pañ uelo. Y sentados en un banco estaban
Michael y Luke, que le aplaudían como la mejor de las audiencias. Calum tomó asiento con
ellos.

—Yo quiero enfrentarme al consorte en la siguiente clase—solicitó de inmediato Michael,


alzando la mano hacia Liam.

—Eh, no—rebatió Luke, frunciendo las cejas—, ahora que no estoy de permiso, merezco ser
el pró ximo ayudante de la clase.

Michael puso los ojos en blanco, y le golpeó el hombro con el propio.

—Mira, no es mi culpa que estuvieras observando a otro lado y perdieras la oportunidad—


encogió los hombros, señ alando hacia donde supuestamente Luke había desviado su
atenció n—. Si tantas ganas tienes de enseñ ar, entonces instruye a Ashton.

Eso bastó para provocar las carcajadas de Calum, hasta la sonrosada cara de Luke que
estaba preparado para rebatir. Pero Liam dio por finalizada esa discusió n con un gesto de
la mano. Gracias al cielo, porque Harry creía que Ashton estaba a punto de meterse debajo
de la mesa. Aunque, Harry prefería verlo avergonzado por bromas sobre un asunto que lo
hacía feliz, claro que sí.

—Ya veremos quien asiste en la pró xima clase—decidió el caballero y comandante de los
tres guardias—. Recuerden que sus horarios y momentos de servicio siempre está n
propensos a cambios—relajó los hombros—. Pero lo han hecho muy bien, está n haciendo
del consorte todo un soldado.

Harry sonrió , orgulloso.

—Tampoco sería posible sin ti, Ser Liam—le recordó con una mirada agradecida.

Entonces pasaron a lo que todos necesitaban, restablecer energías y tomar líquido. Todos
comían y conversaban alrededor de la mesa, pero mientras los miembros de la guardia real
se enfrascaban en una plá tica sobre formaciones con Liam, Harry se detuvo al lado de
Ashton mientras terminaba de comer un trozo de pan y lo pasaba con un trago de agua.

—Quizá le agrade má s esto—ofreció el otro omega, que ya había destapado el misterioso


plato, y Harry se encontró con su preciada torta de zanahoria—. Esta la hice yo—añ adió
Ashton, mientras cortaba un trozo para él y se lo entregaba en un plato—, tuve el
presentimiento que habría algo de celebrar.

—¡Mis plegarias fueron escuchadas! Ashton, te lo agradezco—la capa de azú car se disolvió
en la boca de Harry cuando probó el primer bocado, y la textura suave le hizo dar un sonido
de satisfacció n—. Eres muy bueno en esto, ¿Le colocaste nueces?
—Sí—la sonrisa de Ashton le marcaba unos alargados hoyuelos en las mejillas—. Hacen
que la textura sepa mejor.

Harry continuó comiendo, porque no quería perderse nada de su postre favorito. Por lo
general, cada quien se servía lo que deseaba comer luego de las lecciones, pero vio a Ashton
cortar otro trozo, uno muy grande, y llevarlo en un plato a Luke. El alfa recibió el postre con
una sonrisa que le iluminó las facciones y aisló de la plá tica de los demá s para só lo
enfocarse en el omega. Tomó el plato con una mano, y con la otra libre le sostuvo un
momento la mano de Ashton, regalá ndole un guiñ o junto a un agradecimiento.

—Y…—Harry recogía las migajas de su propio plato cuando Ashton regresó —. ¿Cuá ndo
aprendiste a elaborar esto?

Pasá ndose un mechó n detrá s de la oreja, el omega frunció un poco las cejas. —Oh, como…
hace una semana, me parece.

—¿Y por qué? Siempre lo pedíamos a la cocina y ya—comentó , dá ndole la espalda un


momento para tomar otra porció n y luego darle nuevamente su atenció n.

—Pues, que a usted le gusta este postre—contestó , con ese temblor en la voz que le hacía
subir un poco el tono, típico de cuando se encontraba nervioso.

—Realmente te esmeraste—saboreó la fusió n de sabores de la azú car, las nueces y la


zanahoria—. Pero insisto…

Ashton cruzó los brazos, y miró hacia los guardias rá pidamente, y luego nuevamente a
Harry. Alzó las cejas.

—A Luke también le gusta—admitió en un susurro exasperado—. Le gusta mucho.

Con una sonrisa de conquista, Harry asintió .

—A Luke también le gusta, ya veo—enfatizó , codeando a su amigo, que no hizo má s que


sonrojarse—. ¿Esto es un regalo de bienvenida para él? Louis me dijo que había dejado el
palacio por unos días.

Ashton tomó uno de los duraznos de la mesa, y lo mordió .

—Mmm, estuvo fuera porque era su celo—contestó bajito.

—¿Por eso se fue? Pudo pasarlo en su habitació n o…

La mirada ambarina de Ashton lo interrumpió antes de que completara la idea.


—É l no quería que lo viera en ese estado—dejó el durazno a centímetros de los labios, sin
morderlo—. Le preocupaba que pudiera asustarme.

Harry miró por un momento a Luke, que só lo asentía a la plá tica de sus compañ eros
mientras comía.

—Eso es muy atento de su parte—suspiró , sinceramente feliz por confirmar que Ashton
estaba en buenas manos, con alguien que ponía su bienestar primero—. Honestamente, se
preocupa por tu estabilidad.

Ashton asintió , y había tanta felicidad en su rostro. Se sonrojaba y apartaba la mirada como
lo que debió ser desde hacía mucho tiempo: Un muchacho con hogar, amigos, trabajo y por
sobretodo querido.

—Estoy pensando en dejar que… me corteje—jugueteó con la fruta en sus manos—, pedir
permiso a la corona, como dice la ley—encogió los hombros—, quizá que me marque.

Dejando el plato de lado en la mesa, Harry abrazó de improviso a Ashton. Lo estrechó muy
fuerte, incluso le besó la mejilla.

—Estoy tan feliz por ti—chilló , sin soltarlo—. Só lo dime, y conseguiré que tengas esa
reunió n para el permiso de tu cortejo.

Ash le dio una suave palmadita en la espalda.

Ellos se habían conocido en una situació n tan oscura, donde la amistad que formaron fue la
ú nica luz que los mantuvo cuerdos durante toda esa horrible odisea. Eso pudo haber
quebrado a cualquiera, incluso en el fondo jamá s guardaron la esperanza de que la vida de
ambos podía mejorar de esta forma. Pero así fue, estaban allí, en un palacio donde cada uno
tenía su lugar, pero por sobre todo, podían dejar el pasado bajo llave para que no nublara
sus soleados días.

—Gracias, Harry—su voz era dulce, y no se quebró —. Por todo.

Luego de la clase, durmió má s de la cuenta, y por esa razó n, justo en ese momento se le
hacía tarde para llegar a su ú nico compromiso del día. Sin embargo estaba listo, con ropa
limpia y una imagen presentable, só lo tenía que cruzar esa habitació n para alcanzar la
puerta y huir al pasillo. Era así de sencillo, muy fá cil. El problema caía en el hombre que le
seguía los pasos, que se adelantó a él y colocó una firme mano sobre la superficie de
madera, impidiéndole tirar de la cerradura. La cuestió n radicaba en el brazo que le rodeó la
cintura y lo arrastró hasta uno de los escritorios, obligá ndolo a sostenerse con las palmas
de la plana estructura.
—Déjame ir—quejó cuando ese cuerpo caliente se presionó contra su espalda, y atrevidos
dedos se colaban por la apertura de su chaqueta. Odió cuando su voz salió en un gemido—.
Suéltame.

—No.

Fue mala idea ir él mismo por Louis a la sala de Logística, en lugar de enviar a un guardia o
sirviente a que lo buscara. Ambos tenían un compromiso, y estaban a punto de llegar tarde
porque el príncipe estaba en el humor de jugar un rato.

—Louis, ahora no—gimoteó , porque si bien apartaba las manos del alfa de su cinturó n y se
resistía a la presió n que hacía en su espalda baja con la pelvis, la verdad era que su olor lo
estaba delatando. Extrañ aba a Louis, añ oraba que lo reclamara como hacía varias noches
no lo hacía—. Tenemos que ir…

—Pueden esperar—sentenció la firme voz del alfa. Tomá ndolo de la cadera, hizo que se
diera la vuelta, y lo encajó sobre el escritorio. Deslizó las manos hasta sus muslos y los
separó , ocupando un lugar entre sus piernas y obligando a Harry a sostenerse de sus
hombros.

—Es descortés—jadeó , con los labios entreabiertos justo en el momento que Louis molía la
cadera contra la suya, mostrá ndole la erecció n que estaba allí, esperando por él—, eres…
Dioses, no puedes hacerme esto.

—Te extrañ o tanto, gatito—susurró , mordiéndole la boca antes de demandar un beso


profundo y descarado, hú medo. La invasiva caricia de su lengua envío corrientes de fuego
por el cuerpo de Harry y se alojaron en su vientre donde sus mú sculos se contrajeron de
anticipació n. Tensó las piernas alrededor de la cintura del alfa.

—Arruinará s mi traje—al romper el beso, tomó aire y sin embargo se quedó a centímetros
de sus labios—. Por favor, Lou… Hará s que me moje—explicó , con un leve rubor naciendo
desde su nariz hasta las mejillas—, y no pienso salir así y dejar que todos me vean…

Louis suspiró , le besó la comisura de la boca y apretó una ú ltima vez sus muslos.

—Maldició n, Harry…—masculló antes de permitirle el espacio para que se bajara del


escritorio—. No sabes cuá nto te necesito.

Al bajar y probar dar unos cuantos pasos, hizo una mueca al notar la incomodidad que le
causaba caminar con lo que era, sin lugar a dudas, una erecció n en sus pantalones. Louis
debía sentir lo mismo, o peor, y la culpa lo golpeó .

—Lo lamento, mi príncipe—buscó tomar su mano, y besó sus nudillos mientras anclaba la
mirada a la suya, que lucía impaciente pero resignada—. É sta noche, ¿sí?
Louis asintió , sin mucho entusiasmo, pero al ver la culpabilidad en la expresió n de Harry,
estrechó su mano y le regaló una leve sonrisa.

—En la noche no podré traerte a este escritorio—señ aló el mueble con la barbilla—, pero
hacerte el amor, donde sea, ya es bastante glorioso.

Harry tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no volver a subirse a ese escritorio
y sucumbir a lo que él también quería. Pero el deber llamaba y ambos tenían que
comportarse como el matrimonio de la corona que ellos eran, finalizar esa semana de citas
y reuniones con el respeto intacto que todos debían tenerles.

Sin poder confiar en su voz, tomó al alfa del brazo y lo arrastró fuera de la sala de logística
antes de que su fuerte y adictivo olor le hiciera retractarse.

El camino hasta el saló n de té fue tranquilo, y lo suficientemente largo como para que
ambos pudieran calmar sus cuerpos y dejar de emitir feromonas. Ocasionalmente
saludaban a alguien, pero en general, só lo avanzaban tomados del brazo.

—Oh, tienes que ver esto—expresó divertido Louis, cuando abrió la puerta sin hacer ruido
y vio a través de la rendija de esta—. ¿Para eso me apartaste de ti, amor? —preguntó ,
mirá ndolo por encima de hombro con una sonrisa.

—¿Qué está s haciendo? Debes tocar antes…—lo regañ ó , tirando de su brazo para que se
quitara—. A ver, qué…—Lo que tenía a la vista era a sus dos invitadas, recostadas en los
almohadones dispuestos alrededor de la mesita de té hecha de caoba. Perrie se encontraba
reclinada sobre su omega, y ascendía sobre su cuerpo con un camino de besos desde el
generoso escote del vestido, trazando la curva de su cuello hasta encontrar los labios y
reunirse en un beso.

—Creo que el calor hizo lo suyo con ellas—dijo Louis, al mismo tiempo que Harry apartaba
la mirada de esa escena y trataba de calmar sus nervios.

—¿Ahora qué hacemos? —contrario a su esposo, él estaba algo alterado porque, ¿có mo
haría para efectuar la reunió n que sellaría el acuerdo para que las tierras de los Edwards
siguieran siendo anfitriones de los encuentros neutrales?

Louis colocó los dedos sobre el pomo, nuevamente.

—Entramos, saludamos a nuestras huéspedes y tomamos una merienda con ellas mientras
conversamos.

—¿Acaso te está s escuchando, está s loco? —negó rotundamente—. Creo que lo van a hacer
ahí mismo. Lady Edwards es una alfa, no la puedes irrespetar así.
—Por todos los dioses, Harry—se burló el príncipe, y entró sin má s al saló n de té. Harry se
quedó detrá s, esperando gritos y reclamos, quizá alguna pelea y todas las consecuencias
que vendrían luego. Pero en cambio só lo una risa irrumpió en el aire, y cuando se fijó bien,
se dio cuenta que ambas mujeres só lo estaban tratando de recuperar la compostura
mientras reían. Aparentemente les parecía muy divertido casi ser atrapadas por el príncipe
haciendo cosas indecentes.

—¡Qué oportuno, Louis! —Perrie por fin paró de reír, y se sentó debidamente sobre los
almohadones—. En mi defensa, ustedes tardaron mucho y só lo quería aprovechar la
privacidad.

—Ah, ¿es que no tuviste suficiente con la noche de bodas? —se burló Louis, hablando en
total confianza con la rubia. Entonces, Harry recordó que ellos se conocían desde jó venes
—. Pobre lady Jade…

—En lo absoluto, príncipe—encogió los hombros la omega, con una tímida sonrisa, y
entonces fijó su mirada en Harry y le hizo un alegre gesto para que entrara—. ¡Harry! Ven,
prepararon un té delicioso para nosotros.

Cerrando la puerta tras de sí, dejó salir el aire que estaba conteniendo y tomó su lugar en
los almohadones, al otro lado de la mesa, junto a Louis.

—Ruego disculpen si…

—Ay, consorte—Perrie removió entre sus dedos una fina pipa—. No estamos ofendidas, de
ninguna forma.

—Estamos en Aurea, después de todo—enfatizó Jade, que cogió uno de los platos con
pastelillos.

Harry trató de ignorar la mueca de burla en Louis, sabía que lo molestaría con eso por días.

La charla marchó tal y como era debido. Los Edwards seguirían disponiendo de sus
propiedades y tierras para llevar a cabo reuniones y pactos cuando las partes no pudieran
entrar al territorio del otro. Un claro ejemplo seria que, siendo que muchos nobles estaban
penalizados por sus acciones en la guerra, tenían prohibido navegar las inmediaciones de
Aurea, y las tierras de la familia de Perrie servían como sitio neutro para cualquier
conversació n que se necesitara entre estos y los príncipes. También, al ser un sitio tan
extenso, reunía los requisitos para celebrar las festividades de los dioses. Era un beneficio
para todos los que viajaban hasta allí, y para los Edwards, que se lucraban de las
inversiones de los visitantes.

—Lamento no poder asistir a tu boda, Perrie—dando por zanjada la negociació n, Louis


aceptó una de las pipas que le tendía la rubia, ya encendida—. Pero no disponía de tiempo
para viajar…
—Estoy enterada de eso, querido. Pero gracias por el regalo—también encendió la suya,
que era de un fino y elegante material blanco—. Jade adoró los vestidos.

—La manufactura textil de Aurea me parece fascinante—aceptó a omega, viendo su propio


vestido.

—Puedes ir de compras con nuestro sastre antes de marchar—invitó Harry, y luego frunció
la nariz cuando captó el olor de lo que Louis se hallaba fumando—. ¿Qué es eso?

Louis tomó una honda calada y lo miró , antes de liberar la bruma blanca sin problemas,
hacia la ventana.

—Son unas hierbas, tienen má s o menos el efecto del alcohol—intentó explicar el alfa.

—Es bastante relajante, luego de un día largo—acotó Perrie, que algo ajena a ellos, jugaba
con la trenza del largo cabello de su esposa.

Harry se mordió el labio.

—¿Có mo estimulantes, afrodisíacos? —preguntó con cuidado.

Perrie enfocó sus grandes ojos azules en él.

—Oh, no. No, cariñ o—sofocó una carcajada con el dorso de la mano—. No le ofrecería
afrodisíacos a Louis—aclaró , señ alando un momento a su amigo—. No desde esa vez en la
boda de mi primo, eso dio mucho de qué hablar. Verá s, había una mesa con muchos
aperitivos, y estos tenían…

—Precisamente, no consumo esas cosas—la interrumpió Louis, abriendo muchos los ojos
por un momento, dá ndole a entender que no era una anécdota bienvenida la mesa.

En lugar de sospechar, a Harry le pareció gracioso que su orgulloso esposo pudiera


avergonzarse ’por algo. Reprimió una sonrisa.

—Debiste hacer un gran bochorno—sugirió , y Perrie só lo asintió como respuesta a esa


afirmació n.

—En fin—el mayor de la habitació n señ aló la pipa—, ¿Quieres probar un poco?

Miró dudoso el utensilio.

—Desconozco có mo se hace.
Louis llevó de nuevo la pipa a su boca, y tomó una larga calada con naturalidad. —Ven, voy
a enseñ arte—invitó .

Las dos mujeres se quedaron en silencio, atentas a la escena, y aunque se sintió algo
cohibido, Harry asintió se acercó a Louis. Confundido, dejó que le tomara el rostro y se
inclinara como si fuese por un beso, así que separó los labios. Cuando estos se unieron, con
un calor que no había experimentado antes, el humo se desplazó por su boca y encima de la
lengua, transmitiéndole el fuerte sabor de las esencias y hierbas que se consumían en la
pipa. Por instinto, sin siquiera que Louis se lo pidiera, no dejó que el humo pasara má s allá
de su garganta, y cuando tuvo una pausa del beso lo expulsó sin siquiera toser.

El olor permaneció entre ambos, la bruma desvaneciéndose.

—Vaya, eres nato para esto—alabó Louis, trazando su labio inferior con el pulgar y
besá ndolo de nuevo—. Está s lleno de sorpresas, amor.

—Me gustó —confesó Harry, algo mareado—, ¿Podemos hacerlo de nuevo?

—Claro que te gustó …—comenzó a decir el alfa, pero algunos toques en la puerta lo
interrumpieron.

Una doncella entró con timidez y cruzó el saló n con un sobre en las manos. Tras hacer una
reverencia pronunciada, extendió el trozo de papel sin mirar a los presentes, por respeto.

—Lamento intervenir de esta forma, majestad—habló cuando Louis recibió el sobre de sus
manos—. Pero llegó esta carta y el mensajero alegó que era de extrema urgencia.

—Está bien, puedes retirarte—la despachó Louis, mientras estudiaba el sello impreso en la
cera. Frunció las cejas y miró a Harry con una interrogante plasmada en los ojos, tensando
la mandíbula, le ofreció la carta a él—. El remitente es lord Abel Lioncourt.

El silencio se instaló entre los cuatro, y fue Jade quién, asustada por el repentino semblante
de Harry, habló : —Harry, respira. ¡Está s pá lido!

Pero tenía tanto tiempo sin saber de ese hombre, sin poder esperarse qué diría esa carta.
Había un milló n de posibilidades para que ese alfa le escribiera directamente a él.

—Es el esposo de mi hermana—dijo, respirando entrecortadamente—. Lord Abel es el alfa


que se casó con Gemma, ¿por qué me escribiría él y no ella?

<><><><>

¡Hey!
Voy a confiar en ustedes, y voy a tener la fe que por narrar un beso de humo ustedes
no me van a llenar los comentarios con cosas sobre Cowell. Tendré fe. Y sino,
bueno…

Quienes quieran dedicación en el próximo capítulo, aquí.

Y, sólo para avisarles que pronto se viene la acción. De nuevo 7u7


25-. Tregua

DEDICACIONES

@amanloveharry > @majojojo_19 > @stylesdylan_17 > @loubelulastylinson >


@Cute_kitty18 > @diana_reyes15 > @MeielRaise > @fabiana_garcia > @catherine8a
> @fanyestefany > @Freddieismyqueenn > @_nati > @Yim120813 >
@L4RRYF4NCY >@tony1194 > @SmilingForLarry > @-yourssincerelyLouis >
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@rush1dnik > @luciaStylinson99 > @Manu1901 > @sadgazm > @CecyliaDiaz >
@loveislarry_

TREGUA

Las palabras caen a través de mí, y siempre me engañan, y no puedo reaccionar. Y juegos que
nunca cuentan más de lo que significan, jugarán consigo mismos… Toma este barco que se
hunde y guíalo a su hogar, aún tenemos tiempo. Eleva tu esperanzada voz, tienes una
elección, la has hecho ahora. Enamorándome lentamente, ojos que me conocen, y no puedo
volver atrás. […] Has sufrido y luchado contigo mismo lo suficiente.

Es hora de que ganes.

Sostuvo la carta con ambas manos, y primero decidió leerla para sí, ignorando la tensió n
que creaba en sus otros tres acompañ antes. Le costó , puesto que sus manos temblaban un
poco y hacía que la tarea de leer la exó tica caligrafía plasmada en el papel fuese difícil. Para
cuando llegó al final, la ú ltima línea, tomó un hondo respiro y contuvo el aire en el pecho
mientras cerraba los ojos y así lograba dar un orden las caó ticas emociones que lo
invadían.

—¿Harry?
Louis estaba su lado, visiblemente preocupado. Por la expresió n que se marcaba en su
rostro, estaba tratando de descifrar sus emociones a través del lazo, para estar preparado
ante lo que contenía la misiva. Al otro lado de la mesa de té, el matrimonio Edwards trataba
de mantenerse al margen y darles la privacidad que necesitaban sin ser descorteses. Pero
claramente estaban preocupadas, se leía en la postura de sus cuerpos y las miradas que se
dedicaban entre sí.

—Amor—Louis volvió a llamarlo, suavemente. En algú n punto se había movido y ahora


estaba só lo un poco inclinado hacia él, tendiéndole la mano—. ¿Necesitas salir a tomar
aire?
—preguntó con cautela, lo miraba simplemente con la plasmada intenció n de ayudarlo, no
de exigirle saber el contenido de ese papel apergaminado.

Pero Harry rehusó esa opció n, y se arrimó en direcció n al costado del príncipe.

—¿Podrías abrazarme?—musitó . Enseguida estuvo envuelto entre los brazos de Louis, con
el rostro contra su pecho, donde podía sentir perfectamente el calor de su piel a través de
la abertura de la camisa. Se permitió dejar que el olor de Louis lo tranquilizara, que el
poder que ejercía sobre él lo doblegara y aceptara calmarse. É l era un omega alterado por
el choque de una emoció n e iba a ceder ante el alfa que lo cubría con su protecció n y
comandaba a estar tranquilo. Obedeció a pesar de todo, a pesar de las pesadillas y los
miedos que le invadían los pensamientos esos ú ltimos días, a pesar de sus propios
problemas y frustraciones que le hacían cuestionar todo.

—No sé qué haría sin ti—agradeció , frotando la nariz contra el pecho del alfa antes de alzar
el rostro y mirarlo. Sus ojos verdes estaban enmarcados por unas pestañ as saturadas de
lá grimas que no fueron derramadas. Louis le acunó el rostro con una mano y recogió una
solitaria gota que resbaló por el rabillo de su ojo.

—¿Se encuentra bien tu hermana?

El roce de telas cuando Perrie y Jade se removieron en sus asientos, su atenció n puesta en
la pregunta, lo sacó de esa burbuja donde creía que só lo estaban Louis y él. Renuente a
escapar del calor de su alfa, permaneció pegado a él en el abrazo, y só lo se acomodó mejor
en su regazo para dar la cara a sus invitadas. En esa posició n, era capaz de sentir el latir del
corazó n ajeno contra la espalda.

—Supongo que él fue quien escribió la misiva en la urgencia del momento—contestó ,


estirando el papel en sus manos que, entre todo el movimiento, se había arrugado un poco
—. Si lo analizo un poco, es razonable, porque ella lo habría querido de esta forma.

Louis só lo encajó la barbilla sobre la cabeza de Harry, estrechando el agarre en su cintura.


Frente a él, Jade dejó la taza de té sobre la superficie de caoba, incapaz de seguir
aparentando el nerviosismo que le impedía tener las manos quietas.
—Fue prematuro—continuó , repasando las líneas má s importantes de esa carta, su voz
temblando un poco—. Por lo tanto, era de esperar que el parto fuese algo complicado. Lord
Abel dice que tomó muchas horas, casi todo el día—sollozó , porque ese quiebre emocional
era algo que esperaba, pero para el cual aparentemente no se encontraba listo—. Sin
embargo, para el momento que escribió esto, mi hermana estaba sosteniendo a su primer
hijo—dijo por fin, con un jadeo de alivio que desbordó un par de lá grimas de sus ojos—.
Gemma tuvo a su bebé, un varó n muy sano a pesar de las complicaciones y…

La sala se relajó nuevamente. Las mujeres comenzaron a felicitarlo, con sus voces animadas
y sonrisas que tensaban sus mejillas. El cuerpo de Louis se aflojó cuando lo abrazó má s
fuerte y dejó un par de besos en los rizos de Harry. Y él, Harry só lo podía cubrirse el rostro
y tratar de calmar la sensació n tan desbordante de alivio, felicidad y orgullo que le recorría
el cuerpo. Añ oraba estar con su hermana, lamentaba no estar ahí para ella en ese
invaluable momento; pero la paz que le daba saber que se encontraba saludable y con su
sobrino en brazos, por fin amá ndolo, lo compensaba.

—Felicidades a tu hermana, y por tu familia, Harry—deseó sinceramente Perrie,


suspirando—. Un parto siempre trae mucha incertidumbre, pero lo vale cuando las madres
sostienen a esa pequeñ a bendició n.

—¡Y ademá s es un niñ o! Oh, se parecerá a su padre o a ti, Harry—Jade se cubrió ambas
mejillas con las manos—, ¿Imaginas un bebé con esos adorables hoyuelos?

Ahora simplemente estaba algo abochornado por el pá nico que le invadió antes de leer el
mensaje. Sonreía a pesar de tener la cara muy roja y crispada por las emociones, los ojos
hú medos.

—Ahora tienes un sobrino, amor—Louis susurró contra su sien—. Tu hermana debe estar
muy feliz, y Lord Abel también. Los Lioncourt son una muy buena familia, excelentes
comerciantes. Será un honor invitarlos a la corte cuando sea conveniente para ellos viajar.

—Gracias—logró decir por fin, con la voz algo gruesa por la presió n que ya le iba dejando
la garganta—. Ay, Lou… ¿Los dejarías venir?

—Absolutamente, los Lioncourt siempre fueron mediadores en la guerra, para ambas


partes—encogió los hombros—. Y estamos hablando de tu hermana.

Harry enlazó sus manos, que reposaban sobre su estó mago y sonrió aunque Louis no
pudiera verlo del todo. Su familia siempre era un tema delicado, entre ellos. Louis
simplemente no aceptaba perdonar la forma en que llevaron a cabo su traslado desde
Vitrum Maritima hasta Aurea, y Harry temía por el día que se tomaran represalias. Por eso
siempre recalcaba que Gemma no había tenido ninguna parte en ese nefasto plan, si se le
podía llamar así.
—Toma esto, querido. Necesitas acabar de calmarte—Perrie le alcanzó una taza de té, y
Harry la recibió sin chistar. Bebió un trago y luego otro par—. ¿Nombraron al pequeñ o
como su padre?

—No, lord Abel no eligió el nombre—miró hacia la taza y ladeó un poco el cuerpo para ser
capaz de ver un poco má s a Louis.

Este le devolvió la mirada y parpadeó . —¿Dejó la elecció n en Gemma?

—Así es—Harry tamborileó los dedos sobre la taza, emitiendo un débil ruido—. Lo nombró
como nuestro hermano.

El alfa abrió la boca, claramente sorprendido e incó modo con ese hecho, y frunció las cejas.

—¿Damon? ¿Nombró a su hijo como ese hombre?

Era comprensible que reaccionara así, pues esa parte de su vida no la compartió con Louis,
se la contó a Ashton en esos interminables días encerrado en el camarote del barco. Y
luego, cuando las pesadillas no lo dejaban dormir y Cara se quedaba con él, también le
relataba cosas de su niñ ez a ella. Pero a veces temía tanto nombrar a su familia delante de
Louis, que de alguna forma tachó como no gratos esos temas cuando estuviera con él.

—No, no—refutó enseguida—. Por supuesto que no. Verá s, cuando estaba por nacer, los
fisió logos notaron que no só lo estaba yo, sino que compartí el vientre de mi madre con un
gemelo. Iba a llamarse Edward, pero no sobrevivió y fue un golpe duro para todos en la
familia.

—Lo siento, no sabía…

—Pocas personas lo saben, nadie fuera del castillo en Vitrum Maritima sabe o habla de eso,
mi padre lo prohibió .

—Es un nombre muy bonito—intervino Perrie, que lo miraba con dulzura—. Y con mucho
honor.

—Edward Lioncourt—asintió Harry, repasando con el índice la línea de tinta donde ese
nombre estaba escrito—, ¡Lou, quiero enviarle un regalo cuando responda la carta!

Louis rió cuando Harry casi saltó ante la idea, y lo tomó de los hombros.

—Puedes enviarle lo que quieras, só lo tienes que pedirlo y se hará .

—Puede ser… ¿Esta noche?


—Entonces tendrá s que elegir ese obsequio pronto, para que el mensajero pueda partir—Y
antes de que Harry pudiera expresarlo en palabras, Louis le adivinó el pensamiento—. Ve
ahora, anda. Yo me encargo del resto de la reunió n—aseguró —. Ve, que el tiempo no se va
a detener por ti, amor.

—Oh, te amo—susurró .

Asaltó sus labios rá pidamente, y se levantó con un fluido movimiento que só lo podía ser
causa de los frutos de las clases con Liam.

—Compensaré mi ausencia luego, mis señ oras—Aunque no era necesario, Harry les dio
una reverencia, y las sonrisas de ellas fue respuesta suficiente. Sin embargo, Jade se levantó
a darle un abrazo y lo acompañ ó hasta la puerta.

Cuando salió al reluciente pasillo del palacio, Harry respiró en paz. Por fin uno de sus
mayores miedos había desaparecido, no podía estar má s feliz que en ese momento.

Un esposo que lo amaba, su hermana saludable y con un nuevo miembro de su sangre.

Por supuesto que en algunos días, una semana a lo sumo, llegaría el anuncio oficial del
nacimiento de su sobrino. Al ser Louis su esposo, por regla debía ser informado de las
eventualidades de su familia política. Pero para Harry valía má s esa misiva que doblaba
cuidadosamente en su bolsillo. No llevaba membrete, só lo el sello de los Lioncourt y una
firma. Pero eso era suficiente y le daba toda la tranquilidad que necesitaba. Ameritaba una
tregua, y allí la tenía.

“>> Harry Tomlinson, consorte de Aurea.

La premura de los acontecimientos me fuerza a dirigirme a ti de esta de esta forma: sin


formalidades, protocolo o aviso siendo que antes de tu partida nunca conversamos
demasiado; sin embargo, ella no me perdonaría que te enteraras por un frío anuncio. Mi
esposa despertó entre alaridos en la madrugada, las doncellas que la atendieron aseguraron
que había roto aguas y el parto era inevitable aún cuando se nos indicó que faltaba algo más
de tiempo. Creo que un hombre, un alfa, no siente más pavor que en este momento. Cuando
ansía escuchar el llanto de su hijo y la respiración aliviada de su pareja, pero también espera
lo peor. Se nos advierte todo lo que puede acontecer mal, y lo aceptamos porque es el precio
que a veces los dioses demandan por otra vida. Las horas se transformaron en un
angustiante día, pero antes de que el sol desapareciera nuevamente, entré a mi recamara
para ser recibido por la espléndida sonrisa de tu hermana, que cargaba envuelto en sus
brazos a nuestro hijo. Escribo porque debes saber esto: que ella se encuentra bien y
descansando. Que conversamos largo y tendido sobre el nombre que llevaría nuestro hijo y
delegué esa responsabilidad en ella. Porque los nombres deben transmitir honor, y nada es
más digno que heredar uno que invoca tanto respeto y cariño. Nombramos al pequeño
Edward, como el hermano que los dioses decidieron arrebatarte antes de que pudieras
conocerle. Rezo para
que mi hijo, Edward Lioncourt, reciba todo el afecto que tu familia y tú tienen guardado
desde hace años a ese nombre.

Tú y el alfa que es tu esposo, a pesar de toda la tensión política entre las naciones que
representan, tienen un aliado en mí. Siempre lo tendrán. Y espero en tiempos venideros
que nuestras familias compartan una mesa.

Sinceramente,

Lord Abel de Lioncourt. “

Louis despachó al ú ltimo consejero de su estudio personal en la sala de Logística con una
sonrisa tensa que era todo menos complaciente. No le agradó que tuviera que asistir a una
reunió n imprevista con ellos, ni que tuviera que saltarse la cena con su esposo para
finalizar todos los tó picos que no só lo ellos, sino los sacerdotes querían abordar. Ademá s,
en la junta Danielle pareció estar inconforme con cada argumento; y Zayn simplemente
estaba ensimismado en su propio mundo, siempre mirando hacia una de las ventanas,
picoteando el pergamino con la punta de la pluma o simplemente enfocá ndose a la nada.

Gracias a los dioses había terminado y se encontraba nuevamente solo.

Ese sitio era suyo, su recinto. Lo compartía con Liam, sí, pero ambos tenían sus propios
estudios donde podían desarrollar sus estrategias en soledad y sin interrupciones. La sala
de logística le pertenecía, estaba particularmente orgulloso del extenso mapa de la
civilizació n que se expandía en el mural, y la réplica que se plasmaba en el enorme mesó n.
Allí se habían trazado tantos ensayos de batalla, maniobras de defensa y asaltos; todos
liderados por él. En los estantes de madera había libros repletos de bitá coras de defensa de
todos los príncipes que ocuparon este sitio antes que él.

Volvió al estudio y tomó la correspondencia que había recibido hacia unos pocos días. No
era fá cil seguir la línea de ese asunto con todo el trabajo que se acumuló para la corona.
Pero quizá ahora si podría disponer de algo de tiempo y tranquilidad para ser cuidadoso.
Como siempre, leyó los pá rrafos de tinta y letras descuidadas hasta estar completamente
seguro que la informació n estaba resguardada en su memoria. Só lo entonces, sostuvo los
pergaminos sobre la llama de las velas de un candelabro y dejó caer el papel a la chimenea,
donde comenzó a consumirse.

Como si la narració n de ese informante pudiera alzarse para perseguirlo, Louis se quedó
mirando el fuego que devoraba el frá gil material a su paso. Su mente viajaba a escenarios
futuros donde cumplía con todos sus pendientes y entonces su conciencia dejaría de
atormentarlo. Estaba tan concentrado en ello, que no escuchó el chirrido de la puerta
abriéndose, ni percibió los leves pasos que cruzaron la sala y llegaron hasta el estudio.
—Te extrañ é en la cena—Apartó rá pidamente los ojos de la chimenea para encontrarse
con Harry en el umbral, con su coqueta sonrisa de hoyuelos y ojos brillantes—. Está
lloviendo de nuevo, por lo que quise asegurarme que no te encontrabas a merced del clima.

—Curioso, ¿Por qué estaría a la intemperie? —preguntó , quitá ndose lentamente un cordó n
del cuello, del que colgaban dos llaves. Tomó la de bronce y se inclinó para cerrar el cajó n
de la correspondencia en su escritorio. Aseguró la cerradura—. No te escuché entrar.

—Esencialmente, porque creí que luego de disfrutar una tarde agradable, querrías huir del
consejo apenas comenzaron a buscarte—el menor encogió los hombros y siguió sus
movimientos con esos orbes esmeraldas que contenían demasiadas preguntas. Pero en
ellos también veía el respeto. A Harry no le agradaba presionarlo—. Y no me escuchaste,
porque Ser Liam es un excelente maestro, ya estoy dominando el desplazamiento
silencioso.

—Yo no huyo—enfatizó , colocando la llave de nuevo en su sitio, segura alrededor de su


cuello.

—Rectifico, só lo eludes lo que no te agrada.

—Es una acertada forma de verlo—aceptó , y se acercó a él para besarle la frente y luego ir
hasta la ventana para ver la magnitud de la lluvia. Era moderada, con gotas delgadas que no
hacían demasiado ruido al chocar contra los cristales de las ventanas—. Es una pena que
lloviera justo hoy, pudimos haber organizado algo en la playa para celebrar.

Dejó de ver las rebosantes fuentes a causa de la lluvia cuando el chirrido de la puerta le
indicó que Harry la había cerrado.

—Sí. Yo avancé en mis lecciones de espada, tú cerraste todos los tratos que te propusiste, y
Johannah está feliz porque aprendí todas las clases que me dictó —se agachó con un grá cil
movimiento y desató los cordones de las botas que llevaba, quitá ndoselas para dejarlas a
un lado de la estantería junto a los calcetines—. Ashton está feliz, mi hermana está
saludable y ahora es madre. Todas las personas que quiero, se encuentran bien.

Un poco intrigado por las acciones de su omega, Louis siguió observá ndolo mientras
retiraba la chaqueta gris con un encogimiento de hombros y la dejaba colgada sobre el
primer mueble que vio.

—Sí…—parpadeó , notando que la lluvia só lo había prolongado el calor en el ambiente,


encerrando el vapor en el estudio como si de una trampa se tratara, y quizá por eso Harry
estaba separando los botones de su camisa de algodó n hasta dejar descubierto no só lo su
pecho, pero el abdomen—. Quien diría que tú me darías un sobrino antes que Zayn.

—Me alegro que lo pienses así. Ya envié el obsequio a mi hermana, de parte de ambos—
dijo sin má s, removiendo el cuello de la camisa para refrescarse. Un fino destello de sudor
le iluminaba la nívea piel—. Porque lo que es mío, también es tuyo—estiró sus rosados
labios—, ya que te pertenezco.

Tragó grueso, porque Harry quizá nunca podría entender del todo las reacciones que
desencadenaba en él, la forma en que podía controlarlo tan só lo con una mirada, con un
gesto cuando esbozaba un mohín con su adorable boca.

—¿Está s intentando algo, amor? —logró preguntar, justo antes que tomara un respiro y el
olor de Harry le golpeara los sentidos. Dulce y embriagante, demasiado adictivo para
dejarlo pasar.

—Só lo aplazo el momento de ir a dormir, me ha gustado mucho este día—Retrocedió un


poco má s, hasta que el escritorio dio con su espalda y apoyó las palmas sobre este para
subirse con un pequeñ o impulso—. Ven aquí, por favor.

Avanzó al instante, llegando hasta ese precioso muchacho le tendía una mano y balanceaba
las piernas hasta que lo tuvo cerca, entonces las separó y le dio un espacio entre éstas,
rodeá ndolo.

—Harry—sin poder resistirse, porque que el cielo lo ayudara, las feromonas de Harry le
estaban nublando la mente, se inclinó sobre él. Olvidó los problemas, olvidó que no se
encontraba en su recamara sino en el sitio donde planificaba artes de combate. No
cuestionó cuando el menor lo tomó suavemente de la nunca para que encontrara su
tentadora boca.

Los labios de Harry siempre eran suaves, siempre estaban dispuestos y eran gentiles para
él. Disfrutaba delineando su llena figura con la punta dela lengua, succionarlos y tomar de
su dulce saber que en ese momento estaba corrompido por la esencia del hidromiel. Hasta
ese momento no lo había percibido, pero su joven esposo debió brindar muchísimo
durante la cena. De otra forma no se le estaría insinuando así.

—Prometí… que sería esta noche—ronroneó contra el beso, deslizando la mano libre
dentro del traje de Louis, erizá ndole la piel con cada centímetro que acariciaba y encendía
—. Y ahora es la luna quien se encuentra en el cielo.

Louis soltó el aire que contenía cuando Harry frotó la nariz contra su cuello, besó allí donde
el pulso latía con fuerza contra la piel y le hizo jadear.

—Es tarde, gatito. Volvamos a la recamara y…

Pero Harry soltó un pequeñ o gruñ ido de inconformidad, cruzando las piernas contra su
espalda para frotar la cadera contra la suya. Estaba excitado, como él, deseoso de encontrar
alivio.
—Quiero aquí—se restregó contra él, valiéndole a ambos un gemido en la deliciosa
sensació n de la fricció n aú n por encima de la ropa—. Dijiste que lamentarías no poder
traerme aquí esta noche—recordó , encogiendo los hombros para bajar la camisa de
algodó n por estos y ladear la cabeza para ofrecerle su cuello—. Aquí me tienes.

La garganta de Louis se secó , como si estuviera sediento, ante esa imagen. Harry era la
representació n de la sumisió n en ese momento. Mostrá ndole el cuello, exponiendo el sitio
donde lo había marcado por siempre con su mordida. Deseaba volver a clavar sus dientes
ahí, sentirlo retorcerse bajo su cuerpo la herida se abriera lo hiciera suyo de nuevo.

No había mucho que pudiera hacer para llamar a la cordura, mucho menos cuando su
erecció n palpitaba dolorosamente contra el muslo de Harry, y este lo apretaba con
necesidad contra sí.

—Sí, te tengo—sentenció , con esa voz que afirmaba el control que su instinto alfa ejercía
sobre él, donde el principal objetivo era poseer a su omega y atender a su omega,
satisfacerlo.

Se abalanzó sobre él, atacando con su boca el inmaculado y tierno cuello, que para el final
de la noche estaría adornado con sus marcas. Lo inmovilizó contra e escritorio, haciendo
que Harry se recostara sobre la espalda y estuviera atrapado bajo él. Succionó fuerte la piel
ajena, saboreá ndola hasta dejar pequeñ as lesione rojas que se iban acumulando junto a los
gemidos de Harry.

Empujaba la cadera contra la del omega, escuchá ndolo invocar su nombre y removerse en
busca de má s roce, sintiendo la humedad del lubricante en sus pantalones, pero no era
suficiente. Jamá s lo sería hasta que sus pieles pudieran tocarse libremente. Le mordió
sobre la clavícula cuando desprendió la camisa de la cinturilla del pantaló n y la sacó del
cuerpo de Harry. Sosteniéndose sobre las manos, observó el torso desnudo frente a él, y
deslizó la lengua desde el ombligo marcando un camino de saliva hasta uno de los pezones
que lamió y atrapó entre los labios.

—¡Louis! —chilló , con el cuerpo tenso por la anticipació n y el deseo. Crispaba los dedos
sobre los hombros de Louis, y jadeaba frustrado por no ser capaz de sacarle la ropa.

—¿Me deseas mucho, gatito? —Louis por fin se apiadó y dejó de torturar su pezó n, dejó un
suave beso sobre el pectoral antes de sujetar al omega por las caderas. No podía evitar ser
un soberbio cuando estaban así, cuando Harry estaba a su merced y lo hacía sentir
poderoso—. ¿No tienes tiempo para jugar?—elevó un poco a Harry y simuló una embestida
contra su pelvis para provocarlo.

En un arrebato frustrado, Harry tiró de un manotazo el pequeñ o cofre de sellos que yacía
en la esquina del escritorio. Louis no dejaba muchas cosas allí, y sin embargo había una
colecció n de objetos sobre la alfombra que cayeron allí víctimas de los movimientos de
Harry.
—Por favor—gimoteó , de nuevo acariciá ndole el pecho, apartando la prenda superior y
pasando las uñ as por su caliente piel mientras se mordía los labios—. Lou, estoy… muy
mojado, por favor.

Por supuesto, Louis no quería hacerlo esperar. É l mismo no podía soportar un instante má s
sin tomarlo. Só lo lo estaba molestando, vengá ndose del momento que interrumpió
temprano.

—¿Có mo dices, gatito?—exigió saber, abriendo el broche de su cinturó n y tensando de la


cinturilla.

—Tó mame, por favor—jadeó , y al instante Louis le arrancó el pantaló n dejá ndolo desnudo
ante él.

Pero Harry ya no tenía paciencia, lo vio en sus ojos. Se sentó sobre el escritorio y empujó a
Louis para tomar su cinturó n y abrir la hebilla, seguido del broche. É l mismo se sacó de
encima las prendas superiores del traje, permaneciendo en su pecho ú nicamente el
colgante de la familia y las llaves. Cuando todo cayó al piso, Harry le bajó los pantalones
liberando su erecció n, y la tomó para bombearla lentamente.

—Sí, Harry… Dioses—tragó grueso, cerrando los ojos un momento para disfrutar o que
esas delicadas manos hacían. Su mano viajó por el terso muslo de su omega, encontrando
que sus dedos se empapaban por el lubricante en la cara interna de estos. Envolvió los
testículos de Harry un momento y luego siguió hasta su goteante entrada.

—Puedo aguantarlo—Lo detuvo Harry, rodeá ndole los hombros con un brazo y usando el
libre para apoyarse en el escritorio—. No me prepares, estoy bastante hú medo por ti,
puedo hacerlo.

Empujó el cuerpo de Harry un poco má s hacía atrá s, y le besó toscamente, cegado por la
necesidad de estar en su interior.

—Podría lastimarte, amor—intentó controlarse, porque el olor que despedía lo estaba


enloqueciendo, apretó su carnoso muslo—, desgarrarte incluso, no podría…

—Tú nunca—jadeó , tensando los talones sobre las glú teos de Louis, haciendo una dolorosa
fricció n entre ambos—, nunca me lastimarías.

Y era cierto, antes preferiría ser ejecutado que dañ ar intencionalmente a Harry. Jamá s lo
obligaría a realizar algo en contra de su voluntad, algo que lo dañ ara o humillara. Así que
confiaría en su pequeñ o, porque lo amaba y sabía que tampoco lo pondría en una situació n
que le hiciera sentir culpa luego.
Porque sus manos, que estaban manchadas y habían arrebatado vidas, nunca podrían ser
otra cosa que gentiles para su esposo. Encontraría la redenció n y el perdó n cada que lo
tocara, toda la sangre derramada no significaría nada cuando tenía el olor de Harry anclado
a su piel.

—Nunca, mi amor—aceptó , clavando los dedos en sus caderas suaves, acomodá ndose
entre sus piernas para alinear su pene justo contra la entrada que lo esperaba—. No existe
nada que cuide má s que tú .

Empujando la cadera, presionando contra la resistencia de los mú sculos de Harry, se abrió


paso lentamente en su interior. Estaba tan apretado, que impulsarse era difícil incluso con
el lubricante. Harry gimoteaba contra su hombro, tratando de respirar regularmente
mientras lo estiraba con cada centímetro que se hundía en él.

—¡Ah! —el gemido de Harry se quebró cuando Louis lo sostuvo de los glú teos y empujó
fuerte, acabando de entrar en él.

Agitado, besó los desordenados rizos que le rozaban la barbilla y esperó paciente mientas
su omega se recobraba del ardor de la primera estocada. La expresió n de Harry se relajó ,
siendo una mueca de placer y desplazando lentamente el dolor. Lo escuchó balbucear, y
luego recibió un devoto beso en el cuello que lo invitaba a moverse.

Así lo hizo, cuando el cuerpo de Harry se relajó y sometió en sus brazos, le indicó que
arqueara la postura de manera que podía ver su expresió n, la bonita expresió n que ponía
estando a su merced y presa del placer que podía darle. Se retiró , sintiendo el lubricante
resbalar alrededor de él y arremetió contra el joven cuerpo, empujá ndolo contra el
escritorio y accionando sus gemidos. Ser recibido por Harry era una experiencia
inigualable, era como ser consumido por un tortuoso fuego que le encendía por completo.
Cada embiste tensaba deliciosamente el cuerpo de Harry, abrazá ndolo en su interior como
si no quisiera dejarlo ir. Escucharlo gemir una y otra vez su nombre, suplicando má s y má s
de él, era el cá ntico que deseaba escuchar toda la vida.

El escritorio chirriaba por el vaivén que marcaban ambos con sus cuerpos, y la temperatura
de la habitació n se elevaba por las feromonas en el aire.

Las níveas piernas se sostenían de su cintura como punto de apoyo, porque ya no lograba
sostener su propio peso sobre el escritorio, pero no importaba porque Louis podía tomarlo
por completo en su lugar. Harry dejó escapar un grito cuando consiguió el á ngulo justo
donde golpeaba la glá ndula en su interior, echó la cabeza hacia atrá s y Louis alcanzó besar
la línea de su mandíbula, su mejilla.

—Así… así deseaba tenerte—confesó en un gemido, apretando la cintura de Harry, besando


sus labios entre jadeos y quejidos entrecortados—. Impregnarte con mi olor, tenerte bajo
mí.
Harry lloriqueó , enterrando las uñ as en la piel de sus tensos hombros. Cada vez lo apretaba
má s, la siguiente estocada era má s forzada que la anterior, porque estaban tan cerca.

—Má rcame—gimió , con sus preciosos ojos verdes empañ ados en lá grimas de placer. El
sudor le pegaba el cabello a las sienes—. Muérdeme, fuerte.

Aquello disparó una corriente en el cuerpo de Louis, despertando al animal que se


enroscaba en su pecho y gruñ ía. Empujó de nuevo el cuerpo de Harry hasta atraparlo
contra el escritorio, incliná ndose para cubrirlo por completo y deslizó las manos hasta sus
muslos para separarlos má s, penetrá ndolo con má s acceso. En ese punto Harry no se
contenía, ni en sus gemidos o la forma necesitada que le clamaba su nombre. Se abandonó
al poder que Louis ejercía sobre él y ladeó el rostro.

Con el cuello expuesto, Louis se hundió con ahínco en él, chocando sus cuerpos, y alcanzó
cerrar sus fauces sobre la cicatriz de la marca. Sus dientes perforaron la deliciosa piel, la
sangre fue al encuentro de su lengua y Harry se arqueó bajo él, corriéndose en ese preciso
momento con un grito. É l le apretó los muslos, donde seguramente dejaría una huella
morada, y se clavó una ú ltima vez con fuerza antes de que su nudo creciera dejá ndolo
atrapado y corriéndose en las entrañ as del omega.

—Oh…—Harry lloriqueaba con los restos del orgasmo que lo hacían temblar, estar
sensible. Encogió los hombros cuando le lamió la herida y besó alrededor de ésta—, Lou…
oh—respiró entrecortado—, te amo.

—Yo a ti, gatito—aseguró , sin aliento, y se apoyó en los codos para mirarlo. Su bonita
expresió n relajada mientras lo mantenía lleno, reclamá ndolo—. Siempre te amaré, siempre
te daré todo lo que quieras.

Limpiando los restos de sangre que resbalaban por su barbilla, Harry le dio una cansada
sonrisa y descansó las piernas en torno a su cadera. —Eso es todo lo que necesitaré, tú
amor y la estabilidad que eso me da.

—Eres mi consorte, el hombre que amo. Nadie mientras viva, estará sobre ti—juró —.
Nunca má s.

<><><><>

Feliz navidad, Nell. (?

Sólo que sepan que, cuando dije en el capitulo anterior que se venía la acción, no me
refería a esta, sólo digo.

A partir de aquí, entramos en una nueva etapa de la fic. Ya Harry es parte de Aurea,
es un consorte en toda la regla y tendrá que dar honor a su título y ser muy valiente
próximamente.
Trataré de actualizar antes del miércoles, o ese mismo día pero temprano, porque es
mi cumpleaños y quiero creer que saldré a comer pastel

Nos vemos, y pidan dedicaciones acá. (En otra línea no, que luego no las veo y se me
ofenden :c)
Mini Extra de Cumpleaños

ADVERTENCIA: Este no es un capítulo regular, ni cuenta como extra oficial porque es


cortito y no da pistas en lo absoluto. Es un extracto sin drama ni nada má s que larry
teniendo una mañ ana complicada.

Mini Extra:

Pequeñ o Hostil

Louis tuvo que predecir esa brillante mañ ana que el día sería largo y para nada tranquilo
mientras Harry continuara con ese irritante humor que arrastraba desde hacía un día.
Durante la noche, lo sintió inquieto y por algú n extrañ o motivo lo empujaba cada que
intentaba abrazarlo. Finalmente, acomodó las almohadas haciendo una barrera entre
ambos y Louis tuvo que quedarse del otro lado, demasiado confundido esa madrugada para
entender que pasaba.

Esa mañ ana no tenían ningú n compromiso con la corona ni con otra persona en el palacio.
Era de los pocos días que tenían completamente para ellos. Ni siquiera Ashton o Cara
quisieron quedarse má s allá de unos pocos minutos luego de llevarles las bandejas del
desayuno.

La mañ ana estaba brillante y tranquila, sí, hasta que a Louis se le ocurrió acercarse a Harry,
que estaba sentado en un taburete frente al tocador de madera recogiéndose el cabello con
la mirada fija en su reflejo. Tan só lo lo había abrazado por el torso, estrechá ndolo como
siempre. El omega lo miró un segundo a través del espejo, con sus grandes ojos verdes que
parecían listos para atravesarle el alma, y sin má s le ignoró para seguir recogiendo los
ondulados mechones dentro del rodete que aseguraría con algunos pasadores.

—¿Puedo hacer algo para que mejore ese humor, amor?—besó el hombro cubierto por la
bata de lino que llevaba puesta. Harry no quiso vestirse desde que salió de la cama,
alegando que tenía demasiado calor para usar otra cosa que esa bata. Y el conocimiento de
que su adorable esposo só lo necesitaba un tiró n de esa delgada prenda para que pudiera
deleitarse con su bonita figura desnuda, lo ponía, por supuesto. Que los dioses lo ayudaran.
—¿Acaso te estoy molestando? —bufó , bajando finalmente los brazos y ladeando el rostro
frente al espejo, evaluando la pulcritud del peinado que se hizo—. Si es así, entonces
déjame aquí y aprovecha el día.

—Por supuesto que quiero aprovechar el día—ignorando la brusquedad en sus palabras,


una lenta sonrisa se formó en los delgados labios del alfa. Con un brazo enroscado en su
cadera, Louis encontró la apertura de la bata e introdujo su mano para acariciar la suave
piel del abdomen y pecho de su esposo. Rozó uno de los pezones con el pulgar—. Porque
podríamos quedarnos todo el día en la cama, así como querías…

Con un siseo antipá tico, Harry lo apartó de un manotazo y se levantó abruptamente del
taburete, haciendo que Louis trastabillara hacia atrá s. El rizado tomó el cepillo encima del
tocador y lo blandió hacia Louis.

—¡Quería dormir!—exclamó , sacudiendo el utensilio en su mano como si de verdad fuese


una amenaza—. No que estuvieras encima de mí manoseá ndome—sacudió la tela de la
bata
—. ¡Me molesta el pecho, me duele la cadera y espalda! El roce de la ropa es incó modo en
mis… en mis…—frunció los labios y tiró el cepillo.

Louis lo tuvo que esquivar, por supuesto, pero fue una respuesta instintiva. La verdad era
que no estaba preparado para lidiar con un Harry que no fuese amable, paciente y dulce.
Normalmente, los caprichos de él duraban algunas horas, y jamá s lo había rechazado al
momento de tocarlo antes. Un día completo de un Harry impulsivo, grosero y altanero era
de preocuparse. Todos huían de él.

—Ven aquí, gatito—intentó con un tono conciliador, acercá ndose lentamente y realmente
preocupado por la expresió n iracunda en la rosada cara del muchacho—. Só lo necesitas
calmarte, ¿Quieres que pida té para ti?

Por un momento las labios de Harry temblaron con indecisió n, entonces quejó bajito:

—Quiero torta de leche y cacao…—se frotó el estó mago—. Como la que prepararon para
Jade en su barco…

—Só lo… tenemos que pedirlo en las cocinas y estará n encantados de prepararlo para ti.

De nuevo, tan rá pido que llegó a asustarlo, la expresió n de Harry volvió a estar tensa y con
un mohín molesto.

—¿Me está s tratando como a un desquiciado? —preguntó , abriendo la boca en una mueca
indignada—. ¡Vamos a darle cualquier tontería a Harry para que deje de molestar! —chilló ,
tratando de imitar el marcado acento aurense de Louis—. Sabes que ese pastel me da dolor
de estó mago.
El alfa, sin poder comprender todos esos cambios de á nimos mixtos que Harry le enviaba a
través del lazo, retrocedió con las palmas hacia arriba.

—Al contrario, gatito…—comenzó , buscando alguna forma de remediar lo que había


causado—. ¿Quieres un bañ o? Podríamos tomar algo en el balneario y nadar, te encanta
nadar… ¿Harry?

—Oh, por los dioses… ¡Basta!—el omega había dado una enfadada patada al piso y girado
sobre los talones para comenzar a alejarse.

—Espera, ¿Qué se supone hice ahora?

—Quieres que me retire la bata—apartó la elegante cortina que habían puesto para dividir
el ropero del resto de la recamara—. Insinú as que me desnude.

Louis se pasó las manos por el rostro con frustració n. Se estaba perdiendo de algo,
seguramente. Porque la ú ltima vez que él mismo tomó un bañ o, recordó sacarse toda la
ropa.

—¿Y? —preguntó impaciente, esperando en el umbral del que se sostenía la cortina.

—Es otra de tus excusas para llevarme a la cama, no soy ingenuo—desde el interior del
ropero, escuchaba como removía baú les, tomaba cosas y chocaba con los muebles—. ¡No
estoy del á nimo para jugar o follar!

El sonido de algo arrastrá ndose por el piso, muy pesado, acompañ ó a un par de
maldiciones que jamá s había escuchado de la boca del omega.

—Harry, ¡Lenguaje!—É l había conocido a Harry como un educado y tímido muchachito, y


no estaba preparado para perder esa imagen de él. Harry era una obra de arte, su boca del
color de las sandias una belleza, y no permitiría que palabras malsonantes la volvieran
corrupta.

—¡A la…! —parecía estar forcejeando con algo, tan só lo podía oírlo—. ¡A la mierda el
lenguaje!

Eso, definitivamente, había sido suficiente. Entró , cruzó el umbral y esquivó el desastre que
Harry había dejado a su paso. Chaquetas, camisas, fajines de pantaló n y el montó n de
pañ oletas que compró en la ciudad porque juraba que usaría en alguna ocasió n. De uno de
los armarios, colgaba su bata favorita color burdeos.

—Mi paciencia tiene un límite incluso contigo, Hazza—advirtió , con las cejas fruncidas
mientras lo miraba mantener el equilibrio sobre un cofre, el má s grande que tenían, para
alcanzar la alta ventana del ropero—. Así que baja de ahí o…
Harry llevaba una camisa entre los dedos, suya porque el muy engreído no dañ aría su
propia ropa ni en el peor arranque de ira, y trataba de tapiar la ventana. Sin embargo soltó
un sonido exasperado y lo miró por encima del hombro.

—Juro por los dioses que si me golpeas el trasero—amenazó , viendo la palma de Louis ya
alzada, tal y como hacía cada que Harry decía alguna mala palabra—. Te juro que no me
tocas de nuevo en tu vida, príncipe.

Se quedó helado.

De acuerdo, eso era nuevo, totalmente. Harry jamá s lo había amenazado, o hecho otra cosa
que sonrojarse cuando lo disciplinaba de esa forma. Siquiera era un golpe fuerte, só lo una
advertencia y en fondo hasta creía que le gustaba. É l no sería realmente violento con Harry,
el pensamiento era absurdo.

—¿Disculpa?

—Lo que escuchaste—y dejó de fulminarlo con la mirada para volver a su intento por
condenar la ventana.

—Podrías decirme qué demonios quieres con la ventana—exigió , con los brazos cruzados
—. Vas a caer.

—Me duele la cabeza, la luz y tanto ruido me está n torturando—respondió en cortos


jadeos, dando saltos sobre el cofre provocando que la falda de la bata dejara ver parte de
sus níveas piernas.

Bendito coloso del mar. En lugar de discutir en su día libre, Louis lamentaba que Harry no
estuviera del humor para saltar sobre otra cosa.

Sobre él.

Preferiblemente su entrepierna.

En la cama, o desde que iban a la recamara só lo a dormir, donde sea.

—Es imposible que cubras esa ventana, Harry. Está hecha para iluminar la habitació n a
todas horas—caminó hasta estar justo detrá s de él—. Por favor, baja—suspiró .

—Lá rgate—dijo, dando un paso má s largo que estaba seguro sería el indicado. Pero no fue
así y resbaló intentando restablecer el equilibrio sobre la tapa del cofre. Se golpeó el taló n y
cayó hacia atrá s, pero Louis lo atrapó a tiempo.

—¿Quieres dormir? Perfecto, correremos todas las cortinas y entrará s a la cama.


—Hace demasiado calor para estar metido en la cama—se removió contra el pecho del alfa
—. ¿Dó nde está Tommo?

Pasando el brazo detrá s de sus rodillas, Louis lo alzó en brazos para salir del condenado
ropero. Rodó los ojos y suspiró .

—Se lo llevó Ashton, ¿Recuerdas? Le lanzaste una bota en el desayuno.

Ahogó un grito.

—Ay, mi bebé…—lamentó , cubriéndose la boca—. Es que estaba tan molesto, le he dicho


un montó n de veces que no puede rondar mis zapatos de cuero…

—Harry…

—Son mis favoritos, y él los quiere morder—siguió , como en una conversació n consigo
mismo.

—Harry, es un zorro.

—Por favor, bá jame.

Ya que sonaba má s calmado, Louis permitió que se sostuviera sobre sus pies descalzos,
pero dejó las manos sobre sus hombros.

—¿Todo bien, amor? Sé que falta poco para tu celo, por qué no mejor nos relajamos y…

—Iré a buscar a Tommo, necesito a mi bebé—anunció , y se dio la vuelta para ir hasta la


puerta, pero Louis rá pidamente cerró el puñ o sobre la bata—. Suéltame.

—No vas a salir así—apuntó con una sonrisa tensa—. Busca ropa adecuada que ponerte.

—Hace demasiado calor, dije que me molesta el roce de la ropa.

El alfa señ aló la puerta.

—A menos que uses pantalones y camisa, esa puerta no se abrirá .

Harry miró hacia la puerta por encima del hombro, y luego a Louis. Alzó una ceja altanera.

—Puedo hacer lo que quiera, ¿recuerdas?

Justo en ese momento, la ú ltima gota de la tentada paciencia de Louis se evaporó . Gruñ ó , y
cuando eso no fue suficiente para poner en su lugar a Harry, usó la fuerza. Lo tomó de la
cintura para echá rselo al hombro como a un costal y atravesó la habitació n. Abrió la puerta
de una patada, ignorando los golpes que Harry le daba en la espalda con los puñ os, y los
gritos. El bañ o ya estaba preparado para utilizarlo en cualquier momento de la mañ ana.

—¿Sabes có mo calman a los gatitos histéricos, Harry? —retó , sosteniéndole bien las
piernas—. Con agua.

Sin má s, rodeó el amplio balneario y tiró el cuerpo de Harry al á rea má s profunda para que
no se lastimara al caer. El agua le salpicó la ropa, pero eso era nada comparado a Harry, que
salió a la superficie con el rodete medio deshecho y la bata de lino pegada al cuerpo. Se veía
tan enojado, que podría jurar que en cualquier momento el agua se evaporaría a su
alrededor.

El agua chapoteó por los manotazos que daba el omega en una rabieta que, ahora que lo
observaba despeinado y frustrado, era muy adorable.

—Eres un… eres un imb…—comenzó a decir, con los dientes apretados.

—¿Un qué, gatito?—desafió , colocando sutilmente las manos en el cinturó n del pantaló n.

Harry tensó los labios, y luego los empujó en un puchero mientras evaluaba su suerte.

—Un insoportable—soltó , salpicá ndole agua, que Louis esquivó dando un paso en
retroceso y luego otro má s hasta encaminarse a la salida del bañ o.

—Quédate ahí.

—¿Vas a dejarme aquí? —exclamó indignado, y se arrancó la bata para enrollarla en una
bola e intentar lanzá rsela, pero falló —. ¡Louis Tomlinson!

—Iré a buscar la jodida torta que quieres—lo señ aló con un dedo—. Y yo te juro que como
salgas de ahí, no te vas a sentar en una semana—hubo silencio entre ambos—.
¿Comprendido, gatito?

Harry movió los labios buscando las palabras para responder a eso, poniéndose rosado y
luego rojo. Se apartó el cabello del rostro.

—Gatito comprende—respondió bajito, con la mirada agazapada.

Louis sonrió satisfecho y asintió .

—Buen minino, ahora espera por tu recompensa.

<><><><>
Esto es lo que pasa cuando te aburres antes de salir con tus hermanos a comer pastel
de cumpleaños, y llevas dándole vueltas a tus conversaciones en el grupo de
WhatsApp sobre celos y omegaverse.

Nos vemos cuando vuelva el cap regular en un par de días <3


26-. Secretos

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SECRETOS

Dame amor como a ella, porque últimamente me he despertado solo. La pintura salpicó
lágrimas en mi camisa, te dije que las dejaría ir. Y que pelearía por mi rincón, quizá esta
noche te llame, luego de que mi sangre se torne en licor. No, sólo quiero abrazarte. Dame un
poco de tiempo, quememos todo esto, jugaremos al escondite para cambiar las cosas. Todo
lo que quiero es el sabor que permiten tus labios. Dame amor como nunca antes, porque
últimamente he estado anhelando más. Y ha pasado un tiempo pero sigo sintiendo lo mismo.
Quizás debería dejarte ir. Tú sabes que pelearé por mi rincón, y que te llamaré esta noche
después de que mi sangre se esté ahogando en alcohol. No, sólo quiero abrazarte.

Despertó cuando sintió un peso sobre sí.


Nuevamente, Liam estaba en el silló n de su estudio, con apenas una lá mpara de aceite
iluminando precariamente el lugar. Como se venía repitiendo desde hacía muchas noches,
abusó del licor en la cena y tras terminar su jornada de trabajo se desplomó antes de poder
cruzar a la habitació n. Normalmente despertaría en la madrugada, sintiéndose
desorientado y con el aturdimiento del alcohol por todo el cuerpo. Entonces tendría unas
tormentosas horas para estar solo con sus pensamientos y el alba traería otro día que
esperaba, ilusamente, fuese distinto.

Quizá el día no le daría eso, pero la noche sí. Justo como ocurría en ese momento.

Trató de mantener la expresió n serena cuando una cá lida mano se posó en su mejilla y
trazó con el pulgar una caricia por su barba. Maldecía que la luz de la lá mpara alcanzara sus
ojos marrones y los hiciera má s claros, que las sombras dibujaran elegantes siluetas en su
rostro y le dejaran ver su figura.

—No deberías estar aquí—pronunció con el tono má s frío que pudo evocar.

Los preciosos ojos marrones de Zayn se estrecharon un poco, pero siguió tocá ndolo con la
misma ligereza. Frustrado, Liam clavó los dedos en el acolchado material del silló n.

—¿Es lo ú nico que tienes que decir para mí?—musitó pausadamente. Zayn estaba allí, con
su terca tranquilidad, sentando sobre su regazo con ambas piernas alrededor de su cadera.
No lo dejaría moverse de ahí, por má s relajado que se viera. Zayn podía ser distinto, ú nico,
pero sin importar eso era un alfa y daría pelea por lo que creía suyo.

—Príncipe o no, éste es mi estudio, mi recamara—sentenció , tomá ndolo de la muñ eca para
alejar su mano.

—Y es parte del palacio que me pertenece.

Y en la mirada del príncipe, Liam podía perfectamente leer la línea que seguía a esa frase.
“Así como tú”.

—Si vas a reclamar tu dominio sobre todo lo que está construido en este palacio—
comenzó , sentá ndose para enfrentar al alfa que seguía sobre él, y que apenas se movió ante
su evidente desafío—, estaré encantado de actuar y presentaré ante el consejo mi renuncia
a los privilegios como lord comandante—decidió con firmeza—. Buscaré un sitio en la
ciudad, y volveré só lo por trabajo.

Por fin, algo de emoció n golpeó el rostro de Zayn, formando una má scara herida en sus
facciones; las cejas fruncidas y los labios entreabiertos como si las palabras de Liam fuesen
un golpe.
Era lamentable tener que dirigirle palabras así, pero má s allá de eso era un comandante.
Bajo sus ó rdenes estaban cientos de soldados y simplemente no bajaría la cabeza para
aceptar un trato indigno de su posició n.

—¿Cuá n…?—lo vio balbucir, negando levemente—. ¿Cuá ndo comenzaste a odiarme de esta
forma?

—Maldició n, Zayn…—suspiró , pues ahora al estar a centímetros de su rostro, podía oler los
rastros del vino en su aliento—. No te odio, en lo absoluto. De hacerlo, hace meses que
hubiese acabado contigo.

Y no se refería a dañ o físico, batallas o algo parecido, porque los juramentos eran algo
sagrado en la vida de Liam. Desde que tuvo la edad para ser responsable de sus acciones, y
comenzó su formació n para ser caballero de la corona, juró proteger y honrar a los tres
príncipes que ocuparan el trono. Por lo tanto, no só lo le era quimérico la sola idea de herir
a Zayn, sino imposible. Pero otra persona en su lugar quizá ya hubiese acudido a la
extorsió n, a manipular al joven príncipe para tenerlo en la palma de la mano a cambio de
no revelar su relació n y causar un escá ndalo.

—¿Entonces por qué me dejaste solo en esto?—inusualmente, la voz de Zayn estaba


ahogada. El alfa solía ser exigente, dominante y por sobre todo manipulador. Liam lo
conocía a la perfecció n y le gustaba pensar que podía ver cuá ndo estaba jugando con él y
detenerlo a tiempo. Pero el hombre que lo escudriñ aba con la mirada buscando respuestas,
parecía roto y exhausto.

—Siempre estoy ahí para ti aunque no puedas fijarte, lo sabes.

—Creí que esto era lo mejor para ambos cuando…—dudando só lo por un momento, volvió
a tomarle el rostro con ambas manos—, cuando te dije que sería la ú ltima vez. Pero no es
así, me está matando desde adentro.

—Hace meses que esto dejó de ser só lo algo que nos afecta a nosotros exclusivamente—
rectificó , hallando imposible alejarse de su toque—. Está s… dejando que esto se escape a
tus deberes con la corona, los consejeros está n hablando.

—¡Que se vayan a la mierda!—escupió las palabras, comenzando a ser el hombre impulsivo


de siempre, hasta que sintió el brazo de Liam rodeá ndole la cintura—. Li…

—Y está ella—le recordó —. Tu esposa, la madre de tu hijo. Simplemente no puedes decidir


dejarla sola.

—Los Hadid enviaron a su hermana Bella a la corte.

—Lo sé, yo mismo la recibí y escolté.


—Entiendes por qué la enviaron, ¿cierto? —bufó con desdén—. No fue porque estuvieran
preocupados por Gigi y el niñ o.

—Correcto.

—Es porque quieren comprometerla, buscan otro pez gordo para añ adir a sus trofeos—
alzó la barbilla un poco—. Quieren a otro ilustre participante de la guerra. Quieren…

Quién demonios se casaba por amor estos días.

—Al lord comandante, lo sé—admitió . Lo sabía desde hacía semanas. Y era una oferta que
ningú n hombre cuerdo rechazaría. La hermana de la consorte también era beta como él,
preciosa y joven, hija de una acaudalada familia con demasiadas conexiones para ser
ignorada. La oferta de matrimonio estaba puesta sobre la mesa y Louis estaba retrasando
todo lo posible la negociació n para darle el tiempo de pensar, como un favor personal.
Hasta que Liam tomara una decisió n. Una respuesta ya rondaba su pensamiento.

—Detesto lo que me está haciendo, desde que la conozco só lo…—masculló con la


mandíbula tensa.

Liam cerró los dedos con fuerza en la curva de la cintura de Zayn costá ndole un siseo al
mismo, y presionó los labios en una fina línea, con ojos inundados en desafío.

—No es su culpa, lo sabes—A pesar del peligro que cualquiera tenía arraigado en su
sistema, retar a un alfa en su propio territorio, no retrocedió cuando los rasgos del otro
hombre se endurecieron—. Los Hadid la casaron contigo, haciéndole creer que tendría el
matrimonio perfecto, el alfa má s honrado y protector.

La risa de Zayn fue amarga y baja.

—En cambio me tiene a mí—encogió los hombros—. Acepté su mano en matrimonio


porque era lo que mi nació n necesitaba. La marqué porque de otra forma el honor de
ambos estaría manchado. Y porque mi padre no puede valerse siquiera de sí mismo ni
tengo familia, tuve que a estar con ella por un heredero.

A Liam le dolía cada palabra, pues recordar una y otra vez los aspectos que no tendría en su
vida, y peor aú n ver có mo destrozaba a Zayn hacer todo eso era demasiado. Doblegar el
alma intrépida de Zayn para obligarlo a disponer de su voluntad, era un crimen.

—Pero es tu omega, y como alfa debes sentir la necesidad de cuidarla— Como beta,
realmente no entendía demasiado sobre los instintos que había entre esas dos clases de las
que no formaba. Pero veía a sus soldados actuar y expresarse por sus parejas, había sido
testigo del cambio del príncipe Louis desde que estaba con el consorte y su devoció n hacia
él—, mucho má s ahora que va a darte un heredero.
—No soy un monstruo. Dije que detestaba lo que me hacía, no que la odiara—A pesar de la
dureza en sus palabras, volvía a repasar con pausa la barba de Liam—. Cuando me despedí
de ti, y volvimos de la guerra, de verdad creí que podía enamorarme de ella. Porque la
quiero, siento afecto por Gigi—suspiró , con algo de vergü enza—, pero es algo visceral, algo
que está arraigado en mí como un comando. Sé que se debe a que es mi omega, porque la
marqué.

Había deseado por noches enteras, a su pesar, que lo comprendiera finalmente y aceptara
ese hecho.

—Entonces…

—Pero mucho antes… Maldició n, Liam. Nunca me importó ser un alfa que ostenta el poder
sobre un omega, que se desvive por un olor provocador y piel suave. Que expone una
marca como un premio digno de alabanza—rechazó , pues era la imagen que todos tenían
de él, de la que estaban orgullosos ver y creer—. Yo te elegí a ti. Aprendí que podía amarte,
a tu alma, no un instinto. Y no puedo soportar la nefasta sensació n en mi pecho cuando
deseo estar contigo y tengo que volver en cambio con…

—Lo siento—Porque era suficiente, no quería escucharlo así. Lo apretó entre sus brazos y
hundió el rostro en su cuello. Estar dividido entre el deseo y el deber era algo fá cil de
solventar, pero tener que decidir entre la felicidad propia y la de miles de vidas sobre los
hombros, era totalmente distinto.

—Dioses, no quiero dañ ar a mi hijo, Li…—Zayn le estaba rodeando el cuello, apretá ndolo
en un abrazo para no desmoronarse—. Debo parecer un maldito egoísta por no cuidar de
ella pero…

Para el caballero, nada le daba má s ilusió n que ver al hombre que amaba sostener un hijo
de su propia sangre, verlo convertido en padre.

—Comprendo—lo calmó , usando su tono bajo y fino—, y lo siento, sinceramente. Tenemos


que afrontarlo y ser fuertes.

—Y tú no eres ningú n amante… Dioses, no lo eres—enroscó los dedos en el cabello de


Liam, aferrá ndose a él.

Sin poder evitarlo, le besó el cuello al alfa, y luego sobre la mandíbula. Trazando una caricia
por su espalda, se apartó un poco só lo para alcanzar su boca y encontrar sus labios en un
blando beso. Y de alguna forma eso barrió toda la tensió n de su cuerpo, despejó su mente
de cada preocupació n y aspecto inconveniente mientras Zayn moldeaba sus curvos labios
sobre los suyos, mientras lo presionaba de la nuca para que estuviera má s cerca.

Liam delineó el torso del alfa, sintiendo los duros mú sculos debajo de la delgada tela de la
camisa, y ajustó los dedos entre los surcos de sus costillas cuando Zayn empujó la cadera
hacia él, inclinando el cuerpo para hacerlo caer de nuevo sobre el silló n. El calor de Zayn
estaba por todas partes, envolviendo todo su ser y haciendo que respirara errá ticamente,
provocando que sus manos se pasearan por los torneados muslos ajenos y descansaran en
los glú teos.

—Por favor…—jadeó , el alfa le dejaba la piel ardiendo bajo sus expertos dedos, que le
recorrían el abdomen. Sentía los labios tibios e hinchados—. Esto no se detiene, es como un
río que sigue corriendo, y entonces antes de notarlo te perderé de nuevo.

—No.

—Por supuesto—rebatió , corriendo el rostro para no recibir el siguiente beso, pero Zayn
encontró un camino hasta su garganta sin darle peso a ese rechazo—. Como un fuego que
arde y luego se extingue.

Siseó cuando los labios del alfa se presionaron con fuerza, succionando su piel y raspá ndola
con los dientes. Arqueó la espalda, y cuando nuevamente sintió la fricció n por el roce de la
cadera de ambos, clavó los dedos en los muslos ajenos.

—Una vez ya te dije adió s—frotó la punta de la nariz por la garganta expuesta para él—.
¿Có mo funcionó eso, dime?—repartió besos por la línea de la mandíbula, mientras
encontraba el broche del pantaló n bajo él y lo rompía—. ¿Có mo separarnos si somos la paz
del otro? Tú eres mi refugio.

—Estaré ahí—prometió , aceptando de lleno que no podía soportar seguir apartá ndolo.
Ambos, dueñ os del cuerpo del otro, que se conocían a la perfecció n, lograron sacarse la
ropa y fundirse en un caliente abrazo—. Siempre para ti, para que vengas y me encuentres
—sentenció contra la boca del monarca.

Luchar parecía inú til cuando lo había amado y odiado a partes iguales, con tal intensidad
que lo desmoronaba y volvía a construir. Ninguno de los dos quiso marcharse del todo, ni
tenían la valentía para decidir quedarse. Su instante ideal se encontraba allí en ese estudio
que recogía sus jadeos y gemidos. En la fracció n del olvido y la felicidad.

Esa vez, la madrugada tomó a Liam en un vó rtice de euforia.

Con algo de rigidez, Harry movió el cuello y alcanzó su copa para tomar un sorbo del
hidromiel que le sirvieron.

—¿Sigue doliendo, cielo?—preguntó Gigi, mirá ndolo al otro extremo de la redonda mesa.
Se encontraba justo frente a él, y al lado de ella le seguían Danielle y Bella, su hermana que
era una preciosa muchacha de cabello castañ o y rasgos má s delgados—. Todavía se ve algo
inflamada y roja.
Nuevamente, Harry evaluó qué tanto le costaba mover el cuello con la herida de la marca
punzando y fresca. Era soportable, desde que esa mañ ana Louis se encargó de darle
suficientes mimos y atenciones para afrontar el día. No era que tuviera que trabajar ni
parecido, sino que ese era el día antes de su aniversario de nacimiento. Por tradició n de
Aurea, el día antes de la celebració n debía comer con los príncipes y consortes. Só lo que
Louis y Zayn aú n no llegaban a la cita establecida porque su querido esposo estaba
demasiado ocupado prepará ndole una sorpresa. Deseaba celebrar su cumpleañ os por todo
lo alto.

—No, ya no—contestó con una sonrisa a su preocupació n. En cambio la hermana de Gigi


parecía siempre aburrida y desinteresada de los temas de conversació n, só lo estaba ahí a
su lado, consumiendo el vino y la comida con una desesperante lentitud—. Y no es la
primera vez que lo hace, comienzo a acostumbrarme—añ adió , recibiendo un guiñ o
travieso de parte de la rubia.

—¿Así que tu exhibicionismo es algo de lo que se tiene que comentar incluso en las
comidas?—soltó finalmente Danielle, que había dejado de pinchar su comida con el
tenedor
—. Por favor.

Se había quedado callada demasiado tiempo, y en comparació n a su malhumorado tono, él


y Gigi se miraron aguantando la risa, mientras que la distante Bella los observaba con las
delgadas cejas fruncidas sin comprender muy bien a qué venía el chiste de provocar a la
princesa.

—Ruego me perdone, alteza—maniobró decir Harry, volviendo a tomar los cubiertos—.


Fue la urgencia del momento, seguro entenderá .

Lo cierto era que, unos días atrá s tuvo nuevamente otro celo, y este le golpeó sin aviso en
una tarde lluviosa de una de las salas de té, esas que tenían una bonita ventana panorá mica
al patio. Estaba estudiando una de sus lecciones de diplomacia, y en esa ocasió n Louis
estaba con él para instruirlo respecto a las divisiones marítimas y cuá ndo se consideraba
una invasió n punible el trayecto de una embarcació n por aguas ajenas. Entonces
sú bitamente su aroma cambió , y el calor se sentía má s hú medo y pegajoso sobre su piel. Se
había quedado muy quieto mientras asimilaba qué le ocurría, pero cuando el primer
espasmo de dolor le sacudió el cuerpo y contuvo la respiració n, Louis estuvo inclinado
sobre él para preguntarle que ocurría. Bastó que el alfa le tocara sobre la piel descubierta
de su brazo para que su cuerpo lo exigiera, reclamara que Louis aliviara su estado. La sala
se llenó con el aroma dulce e incitante de Harry, y Louis fue presa fá cil de este.

Lo tomó allí, apartando libros y pergaminos. Sobre el piso y luego los almohadones. Las
hormonas del celo los enloquecían a ambos, aislando las preocupaciones y el pudor.

También les dejaba la mente en blanco, por lo que olvidaron –mientras estaban ocupados
reclamá ndose el uno al otro— que la ventana se encontraba abierta y daba al jardín. Los
transeú ntes de esa á rea los escucharon, inevitablemente. Y siendo que era tan inusual que
un príncipe fuese así de descuidado al momento de intimar con su pareja, el
acontecimiento fue un chisme que se esparció por el palacio gracias a los cuchicheos de la
corte. Lo má s inoportuno fue que ellos no tuvieron idea de que fueron la noticia del día
hasta el anochecer. Entre los descansos que el celo le daba a su cuerpo, Michael y Ashton lo
escoltaron deprisa a su recamara mientras Louis recibía un interrumpido sermó n de parte
de un consejero y una iracunda princesa Danielle.

—Es lo má s interesante que ha ocurrido esta semana—encogió los hombros Gigi, que
recibió una mirada reprobatoria de las otras dos mujeres—. Sin embargo confesaré—
siguió , colocando una mano en su pecho—, que cuando pasé cerca de esa ventana con mis
doncellas, Harry, gimoteabas de una forma que creí…

—¡Gigi!

Por primera vez, Bella había alzado la voz y tenía las manos tensas sobre la mesa. Miraba a
su hermana y luego a la princesa como si esperara que esta ú ltima hiciera algo má s que
torcer con desagrado los labios y beber de su copa.

—Bueno, si hubiese recordado que está bamos en un sitio poco privado…—comenzó a


excusarse Harry, jugueteando con un trozo de zanahoria que movía con el cuchillo.

—¡Ay, está s muy rojo!—su amiga adoraba verlo así, la muy caprichosa, y siempre buscaba
comentar algo para hacerlo sonrojar—. No te avergü ences, que no tiene nada de malo
presumir que tu esposo te es excelente en la cama.

Danielle dejó la copa a un lado, apoyó el codo sobre la mesa y descansó la barbilla sobre la
palma de la misma mano. Miró desafiante a Gigi y alzó las cejas.

—¿Por qué te interesa tanto la intimidad de los demá s, querida?—preguntó , sonriendo con
esa mueca que marcaba sus pó mulos—, ¿Es porque la intimidad de tu lecho es nula, debo
suponer?

Gigi abrió la boca, una fracció n de segundo que estuvo indignada y enseguida refutó .

—Si acaso insinú as que…

—Una pena—La interrumpió con un ademá n, enderezá ndose en la silla—. ¿Cuá ndo fue la
ú ltima vez que tu alfa te tocó ?

La pregunta había sido cruda y directa, desdeñ osa, con toda la intenció n de herir a Gigi
donde má s le dolía; Harry desde hacía meses sospechaba que Danielle guardaba má s
conocimiento del que aparentaba sobre todas las cosas que ocurrían en el palacio. Por algo
era la experta en manipulació n.
—Anoche, me parece. ¿Qué clase de pregunta se hacen ustedes las mujeres?—El príncipe
Zayn apareció luego de girar en una de las paredes de enredaderas. Hizo una pequeñ a
inclinació n con la cabeza a modo de saludo para los presentes y tomó la silla desocupada
que estaba a un lado de su esposa—. Mi señ ora—le sonrió , acariciá ndole el pequeñ o bulto
en el vientre que se marcaba debajo del vestido, y besó su mejilla.

Danielle resopló disgustada, y volvió a su comida.

La forma en que los ojos de Gigi adquirían brillo só lo de tener a su alfa sentado a su lado
era increíble, y dejaba un sentimiento de pena en el pecho de Harry, porque deseaba
sinceramente que la tensa estabilidad de ese matrimonio no terminara cediendo en una
catá strofe.

—Con suerte podremos cambiar el tema a discutir en la mesa—suspiró Bella, sentá ndose
derecha en la silla—. ¿No venía con usted el lord comandante, majestad?

La expresió n afable de Zayn flaqueó por un segundo, las comisuras de sus labios
descendiendo antes de que maniobrara esbozar otra sonrisa, una rígida y pequeñ a.

—No, lady Hadid—respondió , mientras las doncellas que rondaban la mesa le servían la
comida dispuesta para ellos—. Es un muy buen amigo de la corona, pero también un
hombre ocupado, no lo frecuento mucho ni coincidimos en el día.

—Ser Liam Payne apenas descansa, Bella—Gigi apuntó , al tiempo que tomaba un trozo de
queso—. Por eso el palacio y la capital son sitios tan seguros.

Harry notó que el príncipe Malik no miraba con nada de simpatía a la que era su cuñ ada.
Tenía esa expresió n fría y seria que normalmente só lo le observaba llevar cuando salía de
una tediosa reunió n con el consejo. Sin embargo, sabía despachar esa má scara de antipatía
deprisa cuando su esposa se dirigía a él.

Ellos comenzaron una conversació n, pero Harry se aisló totalmente de eso. Estaba
hambriento y todavía se sentía un poco afiebrado. Así que consumió los filetes y la ensalada
que le sirvieron, y tomó los pasteles de carne que se encontraban en la bandeja, pasá ndolos
con el hidromiel. Necesitaba recomponerse, pues no só lo el celo había dejado su cuerpo
agotado, sino el resfriado que atrapó justo cuando terminaba de pasar las ú ltimas olas de
calor. Había despertado el día antes de ayer temblando, con sudor en todo el cuerpo y la
incó moda sensació n en la piel de un quebranto de temperatura. Apenas encontró las
palabras para despertar a Louis, pidiéndole que lo abrazara para que el frío se marchara,
pero entonces el alfa tuvo que sacarlo de la cama porque ardía de fiebre. Claro que Louis,
que no sabía muy bien qué hacer –jamá s tuvo que cuidar de nadie enfermo— creyó que
usar el agua del bañ o de ambos, que para esa hora estaba helada, sería buena idea. Pero el
golpe de temperatura empeoró la fiebre y finalmente tuvo que acudir por ayuda. Antes de
que Harry pudiera analizar todo lo que pasaba a su alrededor, Johannah estaba a su lado en
la cama, cuidando de él y colocando trapos de hú medos de infusió n de hierbas en su rostro
y cuello. Ella, acostumbrada a cuidar de tres hijos, parecía muy capaz de bajar su fiebre y a
la vez reclamarle a Louis por sus descuidos.

—¡Dejaste que se enfermara!—reclamaba la mayor, mientras frotaba un bálsamo en el pecho


de Harry, y cada que encontraba una marca sospechosa en su piel fulminaba con la mirada a
Louis.

—¿Cómo va a ser mi culpa? —Entre la preocupación, la falta de sueño y los reclamos de su


madre, Louis estaba más que nervioso y caminaba en torno a la gran cama de dosel.

—¿Cómo no?—rebatió ella, pero esta vez en voz baja, porque no quería alterar a Harry, que
yacía envuelto en frazadas y con los ojos empañados, con los labios temblándole—. El deber
de un alfa es cuidar a su omega durante el celo.

—Pero madre, estábamos… eh, aquí—intentó defenderse señalando la cama, y enseguida


recibió una reprimenda que lo hizo encogerse por hablar tan alto. Louis no era un príncipe,
un monarca cuando estaba frente a su madre.

—¡No me mientas, William, no soy ajena a los chismes de la corte!

Louis se sentó en una esquina de la cama y cubrió el rostro con ambas manos, apoyando los
codos en las rodillas.

—Ay, por los dioses…—quejó en un suspiro.

La infusión de hierbas y el bálsamo estaban actuando en el cuerpo de Harry, haciendo que se


sintiera más fresco y ligero. El sueño entraba lentamente en él, y de a poco dejaba de escuchar
la discusión entre su suegra y Louis.

—¡Pide al cielo que te salve si mi pobre Harry pasa enfermo su cumpleaños!—había


amenazado Johannah antes de caer dormido.

Pero ya estaba mejor, mucho mejor esa mañ ana. Gracias a sus cuidados y palabras dulces, a
que se comportó como una madre para él y no se levantó de su lado hasta que la fiebre
cedió . Só lo cuando dejó que le diera un cuenco de estofado, como si de un niñ o se tratara,
accedió a dejarlo solo con Louis. Claro, no sin antes advertirle a su hijo que le recordaría los
castigos que recibía cuando un crío si la fiebre de Harry volvía. Y, por muy gracioso que le
resultara ver a Louis temer de su propia madre, la fiebre no regresó para aquejarlo.

Aú n ajeno a la conversació n que desarrollaban los otros cuatro, Harry pidió que le llenaran
otra copa con el licor de miel, justo cuando Louis aparecía por el pasillo de enredaderas con
Fizzy en sus brazos y ésta aferrada a su cuello. Detrá s de ellos Condé, el zorro que hacía un
tiempo le había regalado a la menor de los Tomlinson, trotaba a su encuentro. Bajo la silla
de Harry había permanecido disfrutando de la sombra Tommo, y tuvo que despertar
cuando su hermano se le echó encima para jugar.
—Lamento la tardanza—interrumpió el mayor de los príncipes, que no se dilató demasiado
en saludar y tomó asiento en la ú nica silla libre, a un lado de Harry. Este alzó el rostro a
tiempo para recibir el casto beso de los labios de Louis—. Tuvimos un percance con el
sastre, ¿verdad Fizzy?

La pequeñ a asintió enérgicamente y estiró los brazos hacia Harry.

—¡Hazza!

—Aquí está mi niñ a—saludó el, recibiéndola en su regazo con gusto, ya que de todas
formas él ya había comido, y Louis no.

—Recuerda que debes tratar a Hazza con cuidado, Fizz—dijo Louis, con una sonrisa en el
rostro luego de indicarle a las doncellas lo que deseaba comer—. ¿Recuerdas lo que
hablamos de camino?

Fizzy miró el cuello de Harry detenidamente, y luego lo abrazó con cuidado del torso,
apoyando la cabeza en su hombro. Entonces asintió quedamente, frotando su mejilla contra
la chaqueta de Harry.

—Sí, que Hazza está delicado por el… ¡achís! —imitó un estornudo con su voz aguda, y
todos en la mesa abandonaron la conversació n para reír con su ocurrencia y observarla.
Encantando, Harry la abrazó má s contra sí.

—Me encuentro mejor del achís—aseguró , acomodá ndole algunos mechones de cabello
que se salían de su recogido—. ¿Mañ ana comerá s pastel conmigo?

Ella torció los labios.

—¿Pero será de zanahoria? —preguntó con su carita de rogar. La pequeñ a odiaba ese
postre, el vegetal en general, al igual que sus hermanos.

—No, no—contestó , recibiendo una mirada có mplice de parte de Louis—. Porque a tu


hermano tampoco le gusta ese sabor, entonces será de fresas y crema.

—¡Fresas que Niall trae de Hiems! —se metió Zayn, y Gigi le dio un golpe en el brazo por
metiche, pero este só lo se rió y tomó un sorbo de su copa—, ¿Qué? Estoy emocionado, no
veo a Horan desde que anunció que esperaba un hijo.

—Y yo ya conozco a Jacob—presumió el otro príncipe, alzando las cejas hacia Zayn—.


Cuando crezca, me va a preferir a mí.

—No seas ridículo…—contraatacó el otro alfa, y a su lado su esposa rodó los ojos y prefirió
hablar con su hermana.
Ambos alfas se enfrascaron en una discusió n sobre quién sería el preferido del hijo de Niall,
como si la atenció n de un bebé como Jacob fuese algú n tipo de premio imperdible. Harry
alcanzó una de las galletas y se la ofreció a la niñ a en sus brazos que la aceptó enseguida.

Ella alzó la barbilla para verlo, y abrió y cerró sus deditos como señ al para que se acercara.
Le quería decir un secreto.

—Hazza—se mordió el labio inferior y luego suspiró —. Mi hermano es extrañ o.

Harry le besó la coronilla, aguantá ndose una pequeñ a risa.

—Sí, creo que lo es—miró a su esposo, que seguía enfrascado en la discusió n, llena de
argumentos absurdos, mientras comía—. Pero tienes que quererlo mucho, ¿Sí?

Fizzy mordió la galleta y asintió , acomodá ndose en el regazo de Harry.

Por la mañ ana, despertó justamente por los besos que recibía. La barba de Louis le raspaba
la piel y su calor lo envolvía deliciosamente. Las manos de Louis estaban en su espalda y
cintura, sus pechos juntos y el olor de ambos haciendo una armoniosa combinació n entre
las sá banas hacían de ese tardío amanecer perfecto. Apenas consiente, encontró los labios
de Louis en un beso lá nguido pero dulce que los mantuvo prolongados minutos ocupados.
Era muy temprano, el sol apenas rozaba las ventanas, y el clima seguía lo suficientemente
templado como para permanecer en la cama.

Harry pasó una de las piernas sobre la cadera de Louis, y este le recorrió el muslo en una
lenta caricia hasta adentrarse bajo el camisó n.

—Puedo jurarte que es el mejor cumpleañ os que me han celebrado—susurró contra sus
labios, rozando sus narices.

Aunque, si era sincero, nunca le habían celebrado uno antes. Mucho menos con la
anticipació n y á nimo que Louis mostraba.

—Apenas es el inicio, amor—volvió a darle otro beso—. Me complace ser el primero que te
felicita por tus diecisiete añ os.

Harry asintió , y trazó la barba del alfa, para luego delinear su propia barbilla, que seguía
lisa y suave como siempre.

—Sí, diecisiete, y todavía no tengo barba… ¿Cuá ndo dices que me crecerá ?

Louis rió sin poder evitarlo.


—En un par de añ os quizá , amor.

—Claro—aceptó de mala gana—, ¿me das otro beso de regalo?

—Ah, cierto—se retiró de encima de él, y tomó asiento al borde de la cama—. Tengo tu
regalo en el armario.

Harry también se incorporó de las almohadas y dobló las rodillas para sentarse. Sin Louis,
el templado clima del inicio de la mañ ana era notable.

—Creí que mi regalo era la fiesta que está s preparando—comentó , frotá ndose un ojo—.
Lou, te está s tomando muchas molestias.

—Me complace agasajarte, gatito—sonrió , hasta que las líneas bajo sus ojos se marcaron—.
Así que deja que tenga ese gusto.

—Pero dejaste que pidiera por encargo todos esos trajes…—insistió .

—Eso hice—aceptó , mientras caminaba con pereza hasta el compartimiento del armario y
apartaba la cortina.

—Y compré todas esas botas a los comerciantes de cuero…—recordó .

—Apuesto que les dará s un buen uso—dijo ya fuera de su vista.

—Lou—dio un golpe a la cama—. En serio, no quiero ser un caprichoso.

Tras un breve silencio, el arrastre de algo inundó la habitació n.

—Cierra los ojos, gatito. Sin hacer trampas o creer que eres muy listo, ¿Lo harías?

Harry negó suavemente con una sonrisa, y se cubrió los ojos con ambas manos. No había
fuerza esa mañ ana que pudiera detener los planes de Louis, y él no se molestaría en seguir
intentando.

—Como ordene. Estoy listo, majestad.

Escuchó sus pisadas y la respiració n agitada. La caía de algo sobre uno de los sillones, y
luego como este era arrastrado hasta encontrarse muy cerca de él. Frente a la cama, le
parecía.

—Voy a premiar tu obediencia con una pequeñ a historia—jadeó , sonando satisfecho—.


Resultó ser que lord Lioncourt y yo tenemos mucha afinidad, ¿Puedes creerlo? Bastó un par
de cartas para que acordá ramos muy bien lo que ambos queríamos.
—No sabía que te enviabas correspondencia con él…

—Es un hombre muy amable—continuó Louis—. Envío algo para ti, pero como mis
alianzas fueron las responsables de conseguir los barcos má s rá pidos y designar vías
marítimas, me adjudico la mitad del regalo.

—Dioses, Lou… Déjame ver—suplicó , ahora verdaderamente impaciente.

—Ya, puedes ver.

Parpadeó para aclarar la visió n y entonces distinguió la escena frente a él. Louis estaba de
pie, había movido el silló n de varias plazas hasta el centro de la cama, y allí posó un cuadro.
El lienzo se trataba de una exquisita pintura de una joven mujer de cabello claro, piel nívea
y un elegante vestido de suaves mangas largas color lavanda. En sus brazos llevaba
envuelto un niñ o de cabello oscuro y redondas mejillas rosadas. Ambos compartían unos
hermosos ojos almendrados.

Era Gemma, y su sobrino Edward. Louis le había traído el retrato de su hermana.

—Lou—la voz le tembló un poco, pero se tragó el nudo en la garganta para no llorar. De un
salto bajó de la cama, cruzó la habitació n descalzo y se echó a los brazos del alfa,
presionando el rostro contra su pecho.

—Lord Lioncourt dijo que le comentaste a tu hermana antes de partir que…

—Sí, sí—ahogó un sollozo, y le regaló la má s grande de sus sonrisas, con marcados


hoyuelos y ojos brillantes—. Le pedí un retrato, só lo que nunca creí que realmente podría
verlos.

—Feliz cumpleañ os, Harry—murmuró con aire conmovido, acariciá ndole el cabello.

—Gracias, oh mi…—lo atrajo para darle un sentido beso—. Te amo… Dioses, ¿Có mo lo
lograste?

—Tengo mis métodos—afirmó con orgullo, rodeá ndole los hombros y besando su frente.

Harry se apoyó en él, y miró un segundo el cuadro antes de volver la mirada a su alfa.

—Eres impresionante, no me explico có mo eres el ú nico que tiene secretos en este palacio
—comentó como si nada, pero por un momento la sonrisa de Louis titiló y sus ojos se
congelaron, al igual que su respiració n.

—Eso no… —se aclaró la garganta, y lo abrazó má s cerca—. Absurdo, gatito. Entre tú y yo
no hay secretos, só lo sorpresas.
Asintió y le besó el pecho.

—Te creo, eso quise decir.

Respirando má s tranquilo, Louis volvió a sonreír traviesamente.

—Hay má s. Ya debes sospechar que tendremos una fiesta hoy, y vienen ciertos invitados.

—Sé que asistirá n Niall y Bá rbara, junto a su hijo.

—Vendrá n también otros lores y ocuparan el ala de invitados diplomá ticos—añ adió —.
Dentro de poco hay una reunió n a la que las naciones aliadas deben asistir.

—Bien…

—Niall irá porque tiene que representar a Hiems, lord Lioncourt asiste para representar la
zona comercial de sus tierras—continuó , su sonrisa siendo cada vez má s evidente—. Zayn
no puede viajar, pero los otros dos príncipes tienen que asistir en nombre de la capital y la
corona.

—No entiendo—frunció las cejas—, ¿Te irá s por un tiempo?

—Gatito despistado, cada lord y gobernante asiste con su pareja.

Harry suspiró aliviado.

—Entonces vamos a viajar en unos días… Oh, al menos estaré con Bá rbara y Jac…—Las
piezas se unieron en su cabeza, y sintió que estallaría de felicidad—. ¡Gemma irá con lord
Lioncourt! —gritó .

—Así es.

—¡Vas a llevarme a ver a mi hermana!

Tal era su euforia, que brincó sobre Louis, enredando las piernas alrededor de su cadera y
atacá ndolo en un beso. Con precarios pasos cayeron al piso, pero eso no impidió que
celebraran la noticia con un beso desordenado y caricias acompañ adas de risas.

<><><><><><><><><>

Hola, hola. Acá a nota de la autora, que a nadie le importa.

Primero: ¡Gracias por felicitarme en mi cumpleaños! Me hicieron sonreír mucho, a


pesar de que no fue el mejor de los días (Las elecciones de USA, lloré) entre otras
cosas. Pero ustedes me animaron. Escribí ese mini extra porque necesitaba
distraerme, y no esperé que les gustara tanto xD.

Segundo: Se supone que ahora vendría un extra (El de Damon y Gemma) pero
supongo que ustedes prefieren proseguir con la línea principal.

Tercero: No quiero asustar a nadie, peeero ya se acerca diciembre, y con eso vienen
las vacaciones, viajes y compromisos familiares. Así que eventualmente tendré que
tomar una pausa de la novela y las actualizaciones ya no serán tan regulares hasta
enero y se acaben las festividades.

Gracias a cada persona que le da apoyo a este delirio mío y sigue aquí <3 Nos vemos
en el próximo capítulo, que tenemos party con Hazza y algunas sorpresas porque
shit it’s about to go real, again.
¡Anuncio de OS!

Esta notita quizá a borre luego.

No es un capítulo, bebés. He tenido unos días un poco grises y aunque dejé el capítulo 27
por la mitad, no puedo escribir sobre la celebració n del cumpleañ os de Harry si tengo este
bajó n… Tampoco quería iniciar la siguiente trama de la fic y que me saliera sosa, como mi
á nimo, je. Pero me entusiasmé a escribir un OS complementario sobre esa escena que
ustedes querían del capítulo anterior. Así que si gustan vayan a leer, esta en mi perfil y se
llama Oh love, you’re the pleasure, the pain.

Nos vemos prontito.


27-. Privilegio

DEDICACIONES

@llDarknesSll >> @Gaby-Stylinson >> @leSsly_Larry >> Tokyoh9 (¡Feliz graduación!)

PRIVILEGIO

Si solo hubiera sentido el calor dentro de tu tacto. Si solo hubiera visto cómo sonríes cuando
te sonrojas o cómo curvas los labios cuando te concentras lo suficiente. Bueno, yo habría
sabido la razón por la que vivía. Por lo que he estado viviendo. Tu amor es mi página
siguiente, donde sólo quedan las palabras más dulces. Cada beso es una línea cursiva. Cada
toque es una frase de redefinición. .

—Francamente es preciosa—opinó Zayn antes de expulsar una bruma de entre los labios.
Señ aló el cuadro con la pipa que sostenía—, se parece a él.

Louis miró en la direcció n señ alada, mordió suavemente la cá nula de su pipa y detalló
nuevamente el lienzo que plasmaba a la hermana de Harry. El omega mismo decidió que
quería colgarlo en su sala de té preferida.

—Sí, supongo—comentó , observando los hoyuelos en la tímida sonrisa que curvaba los
labios de la muchacha otorgando vistosidad no só lo a su sonrisa sino al brillo de su mirada,
un gesto que él solía ver en Harry—. Pero no tiene los ojos verdes como él.

—Eso no opaca el hecho de que tiene una mirada hermosa, bastante cá lida—rebatió el
otro, volviendo a tomar otra calada.

Louis lo miró desde donde estabas sentados ambos, en el medio de la sala, sobre la pila de
cojines y almohadones. Tosió , ahogá ndose un poco con el humo y dejó ir una carcajada.

—¿Debería preocuparme? Es mi cuñ ada de la que está s hablando.


Zayn negó suavemente, estirá ndose sobre las suaves superficies de los cojines donde
estaba acostado, y dejando que una columna de humo saliera lentamente de su boca.

—Que tú estés ciego porque no puedes ver má s allá de Harry no me afecta, mi amigo—
contestó , mirando hacia el techo—. Admirar la belleza que se expone para ti no tiene nada
de indecoroso. Las miradas no tocan—añ adió , con una sonrisa torcida, mirá ndolo. Louis
podía diferir bastante en esa ú ltima frase, pero con los añ os aprendió a no intentar cambiar
a Zayn—. Y hablando de admirar, ¿Por qué no colocaron el retrato en el hall principal?

Louis desechó las cenizas de su pipa en un recipiente de cristal, y procedió a preparar otra
que guardaba en un estuche de terciopelo. La experiencia le había enseñ ado que no debía
usar la misma pipa en má s de una ocasió n o podría estropearlas, y esas que llevaba eran un
regalo de su difunto padre.

—A Harry le gusta aquí. Es su sala de té preferida, donde pasa la mayor parte del tiempo
cuando estudia o se encuentra recibiendo a alguien—contestó , mientras encendía una
cerilla y prendía la pipa—. Es su regalo, y técnicamente la sala es suya. É l es quien dispone
de quién entra aquí.

Una risita có mplice se deslizó por el aire.

—Puedo apostar que ha reclamado ésta sala en má s de una forma—comentó Zayn,


rodando hasta ponerse de costado, apoyar el codo sobre la alfombra y sostener el rostro en
una mano—. Contigo—añ adió con tono sugestivo—. Dioses, no sé siquiera si debería estar
recostado en estas cosas…

—Maldició n, tú también…—resopló , justo cuando estaba por dar la primera calada. Miró a
su amigo, al hombre que se crió junto a él como a un hermano, con fastidio pero sin una
pizca de verdadero enfado.

—Y yo no caí en cuchicheos de corte—continuó , alzando las cejas—. Pasaba inocentemente


por el pasillo porque necesitaba buscar un diario de mercadeo, entonces…—pausó
teatralmente, incluso fingiendo una mueca preocupada—. Que el cielo te perdone, Lou-Lou.
Las cosas que le haces a ese pobre niñ o.

—No es un niñ o—rezongó , tomando una calada demasiado rá pida de la pipa, lo que hizo
que se calentara en su mano precozmente.

—Después de lo que le hiciste, no—especificó , tragá ndose la risa cuando los fieros ojos
azules de Louis encontraron los suyos—. Por supuesto que no. Nadie mencionaría eso.

El mayor rodó los ojos, ignorando momentá neamente al alfa que lo acompañ aba mientras
sus respectivas parejas se alistaban para la fiesta que comenzaría a la mitad de la tarde. Se
recostó en los almohadones y continuó fumando sin pronunciar palabra alguna sobre el
asunto.
Hasta que exhaló .

—Tiene diecisiete, a esa edad tú y yo está bamos recibiendo entrenamiento militar—


argumentó —. Y hacía mucho que presentá bamos celos.

La risa de Zayn cortó cualquier tipo de tensió n que intentara cernirse sobre ellos. Palmeó
uno de los cojines y se irguió hasta estar sentado para alcanzar la mesa de caoba y servirse
un poco de agua en una copa dorada. Tomó algunos sorbos para aliviar la aspereza que el
fumar dejaba en su garganta.

—Pierde cuidado, Louis—se humedeció los labios y lo miró desde arriba, apoyando el
costado en la mesa—. No te estoy juzgando, y estoy seguro que nadie má s aquí lo hace. Es
gratificante que tu matrimonio resultara bien, que de verdad lo quieras y él sea tu alivio
cuando todos los asuntos de la corona te embargan.

A veces olvidaba que Zayn lo conocía a la perfecció n, como si en la palma de la mano


tuviera un mapa certero de cada rincó n de su pensamiento. Cuando no tenían a nadie má s,
estaban el uno para el otro y eso era algo que los había mantenido a flote siempre.
Especialmente cuando se vieron repentinamente con el peso de una nació n en sus
hombros.

Louis dejó escapar el humo en un suspiro, en direcció n contraria a donde se encontraba el


otro alfa y cerró los ojos.

—Se trata de mucho má s que eso—sintió la tranquilidad de confesar—. Lo amo, como


nunca creí que tendría permitido amar. Me vuelve insensato, necio y complaciente—negó
con una suave risa—. Pero… deja que só lo el pensamiento de que alguien pueda
perjudicarlo me cruce la mente, entonces soy ese general de guerra a punto de ejecutar una
masacre.

En silencio, Zayn lo escuchó hasta que finalizó .

—Liam me relató todo lo que hiciste en Hiems, mucho má s detallado de lo que Niall redactó
para el consejo en ese informe—asintió , frotando los dedos por la á spera zona debajo de la
barbilla a causa de la barba—. Dijo que nunca te había visto tan desesperado, tan dispuesto
a pelear.

—Sin embargo, no fue suficiente—también buscó sentarse y dejó las pipas sobre la mesa—.
La suerte, los dioses… no lo sé. Yo no salvé a Harry, maté a los que se interponían en mi
camino a él, pero aun así tuvieron el poder de quitá rmelo. Cayó por esa ventana de la
envejecida torre junto al cadá ver del pagano, de no ser por la nieve estaría muerto o
convaleciente en una cama.
—Mírame—los ojos á mbar de Zayn buscaron los azules, obligá ndolo a sostener el contacto
—. Esos herejes sacrificaron a inocentes, y aunque Harry fue una carnada para
extorsionarte, al saber que estabas de camino lo hubiesen herido a él también. Así que no
sigas culpá ndote. Lo salvaste, fuiste por tu omega.

—Estuve al borde del colapso, ¿sabes? —admitió —. Una madrugada estaba entre sus
brazos, y él me suplicaba que prometiera volver, que yo estuviera de nuevo a su lado luego
de las expediciones.

—É l temía tanto por ti, que jamá s pensó que la amenaza de esos paganos podría estar
orientada en otra direcció n—intervino Zayn—. Harry nunca visualizó el escenario de ser
visto como un objetivo.

—Todos está bamos demasiado confiados—reconoció con recelo—. Dejé que saliera
acompañ ado por la aldea principal y… allí pasó . Tan fá cilmente lo alejaron de mí, podían
haberle hecho cosas horribles. Uno de los captores intentó tomarlo para sí por el olor del
celo.

Escuchó al alfa contener momentá neamente la respiració n.

—Eso no estaba especificado en el informe, Louis. ¿É l…?

—Harry lo mató —se apresuró por aclarar—. Logró defenderse y evitar que abusara de él.

—Joder—siseó genuinamente asombrado. Nadie sospecharía que, a pesar de estar


recibiendo instrucció n de parte de Liam, Harry fuese capaz realmente de herir o matar a
alguien—. Parece que así como él te calma y centra en medio del caos, tú le has transmitido
tu fortaleza.

Louis asintió , y luego sonrió suavemente, ganá ndose un mohín confundido por parte de su
compañ ero que enseguida le reclamó :

—¿Te causa gracia?

—Ahora eres un experto en esto de las relaciones entre alfas y omegas—se mofó ,
recordando lo renuente, enojado y luego tristemente resignado que había estado Zayn con
el asunto de unirse en matrimonio a una omega—. Te creía má s estudioso de los betas.

—Ay, jó dete, Louis.

Má s relajado, se permitió reír.

—No seas vulgar. Al menos no conmigo—bromeó , vaciando las pipas para que
permanecieran libres de cenizas dentro del estuche, luego se tomaría un momento para
limpiarlas—, eso lo guardas para nuestro lord comandante.
El tono de Zayn tuvo un atisbo de advertencia cuando habló .

—Louis.

Cerró la tapa del estuche y encogió los hombros.

—Só lo digo que tienes que ordenar todo este asunto, Zayn. Comprendo que no es sencillo,
es terrible, pero deberías solucionar lo que hará s con Liam y tu matrimonio—lo miró con
preocupació n, porque le hablaba como su amigo—. Antes que ocurra otro incidente como
el de hace unas semanas y pierdas el control de la situació n o peor, algo valioso.

Renuente, el alfa bufó .

—Que va, mejor ordena tú toda la mierda que traes.

Crispó los nudillos sobre los estuches antes de levantarse de los almohadones. Sabía
exactamente a lo que se refería. Zayn intentó persuadirlo de abandonar esa desquiciada
idea, pero simplemente no podía dejarlo.

—De hecho, te sorprendería saber que ya lo hice, no tienes por qué seguir preocupá ndote.

—¿La correspondencia?

—Ardió en la chimenea—contestó con calma—. Gracias por ayudarme en esto.

—Bendito cielo, ya era momento—con un ademá n perezoso, el moreno se sacó el oscuro


cabello del rostro—. Estaba cansado de interceptar mensajeros por ti.

Entre las negociaciones de la capital y ese asunto que los mantenía a veces dispersos en las
reuniones y sin dormir, Louis también se alegraba de darlo casi por zanjado. Le ofreció su
mano para que se levantara de los almohadones.

—Para tu suerte, no tienes que asistir a Iudicium Solem junto a Danielle y yo—tensó el
cuerpo para recibir su peso, y una vez de pie, lo soltó —. Así que tendrá s el palacio
enteramente para ti.

—Lamenté no ir a Hiems, pero estoy gratamente conforme con no ir a Iudicium Solem y


morir de aburrimiento.

—¿Lo ves? No hago otra cosa que darte favores.

Zayn le dio una palmada en la espalda mientras caminaban a la puerta.


—Claro, bastardo—le apretó el hombro—. Te vas con Danielle y me dejas con todo el
consejo y los sacerdotes molestando.

—Ah, amigo…—se lamentó por esa acusació n, tomando el pomo de la puerta y girá ndolo.
Abrió la puerta para él y le sonrió mientras permitía que saliera primero—. Me atrapaste.

La realeza y demá s nobles pudientes no solían comprar sus ropas a mercaderes o


boutiques de la capital, sino que contrataban a un sastre personal que confeccionara la
ropa a la justa medida. Por quizá demasiado tiempo, Harry dejó que terceros decidieran
sobre sus prendas. Pero ese mes él decidió reunirse personalmente con el sastre. Le indicó
las medidas exactas que deseaba para su ropa, las telas que quería para su ropa interior y
de cama, y só lo dejó por fuera el asunto del calzado debido a todas las botas que Louis le
regaló por adelantado en aquella visita al puerto.

De frente al espejo de cuerpo completo, Harry contemplaba su reflejo y apenas podía creer
lo que se encontraba usando. Criado como fue en su viejo hogar, donde todo eran tú nicas
largas y cerradas, telas holgadas y cuellos angostos, jamá s se imaginó que él mismo pediría
renovar su guardarropa de esa forma. Los pantalones de costosa tela ocre se ajustaban a
sus piernas como una segunda piel, y la ropa interior al ser de fina seda, no se marcaba en
la prenda. Las botas de cuero hasta la rodilla, sin tacó n y de soporte resistente atadas con
cordones, le daban un toque estilizado a sus extremidades inferiores. El jubó n de damasco
sin mangas, elegantemente bordado por los emblemas de la familia Tomlinson, se ceñ ía a
su figura. Un collar de oro con gemas verdes adornaban la porció n de piel que el jubó n
abierto dejaba a la vista, las gemas se sentían frías contra la piel de su pecho. Usaba tres
anillos en cada mano, y un lado de sus rizos estaba recogido por un delgado ornamento
dorado.

Le sonrió a su reflejo, contento con su imagen, y detrá s de él, Cara le devolvió el gesto. Ella
se veía radiante con una tú nica ceñ ida la cintura y de corte amplio en la falda que rebelaba
el diseñ o de sus sandalias.

—¿Crees que sigo aú n muy pá lido?—preguntó , viendo cada á ngulo de su rostro en el


espejo.

—En lo absoluto—negó ella, poniendo orden a las prendas que habían descartado y
regresá ndolas a los cofres—. Se ve estupendo.

—¿Está s segura de eso?—dá ndole la espalda al espejo, miró a su fiel compañ era—. ¿Crees
que tendría que usar esa pintura que te pones en las mejillas?

Ella negó con una suave sonrisa, y cerró el cofre con cuidado. Miró la luz que entraba a
través de una de las ventanas, que ya era escasa, y alzó las cejas.
—Ya sería oportuno que marchá ramos para su agasajo—comentó .

—¿Perdó n?—Harry retiró los ojos del brazalete que se estaba colocando en la muñ eca y
frunció las cejas—. ¿Qué hay de mi esposo? ¿Acaso no vendrá a vestirse?

—Me parece que el príncipe se llevó lo necesario para alistarse en sus antiguos aposentos.
No quería perturbarlo mientras usted se arreglaba.

Y porque probablemente si tomaban un bañ o juntos despilfarrarían mucho tiempo en


tonterías y charlas que só lo ellos encontraban sentido.

—Lo que quiere decir, que no me quería lanzá ndole botas y cinturones—comprendió ,
rodando los ojos y entonces decidiéndose a caminar hasta la puerta para salir.

Harry abrió la puerta para la omega, y no evitó soltar una risa estruendosa cuando la
escuchó comentar sobre sus ú ltimos días de mal humor.

—Sinceramente, todos tuvimos suficientes de cepillos y cinturones voladores por lo que


resta de mes.

El amplio saló n donde se celebraría el festejo brillaba gracias al reflejo que hacían las velas
en la superficie de oro que bordaba el elegante diseñ o de madera del techo. Los paneles de
madera estaban revestidos por gruesos tapetes de las tres familias reales y seis largas
mesas estaban dispuestas con todo tipo de platillos para los invitados. El olor de la carne y
los guisos, los pasteles de hojaldre rellenos y el aroma del pan acompañ aban a la mú sica y
el ambiente de fiesta. Los invitados y miembros de la corte conversaban entre ellos con
copas en las manos, mientras que los sirvientes caminaban por todo el saló n con bandejas y
servilletas de tela.

Harry se detuvo en la entrada, e inesperadamente se sintió fuera de lugar. Aunque tenía a


Cara a su lado, se dio cuenta que a la vista no encontraba a ninguno de sus conocidos
cercanos, nadie a quién acercarse y comenzar una plá tica có moda. Porque ese era su
cumpleañ os y definitivamente no deseaba fingir en la primera fiesta que tenía en nombre
de su nacimiento.

Así que retrocedió un paso y buscó a la muchacha para pedirle que se retiraran hasta que
alguien fuese por él, pero al siguiente movimiento chocó la espalda contra el pecho de
alguien.

—¿Escapa tan pronto, alteza?—Zayn le sonrió , con su esposa a su lado. Ambos iban
vestidos de azul. El alfa con una elegante tú nica con bordes grises y pantalones oscuros,
mientras que Gigi se encontraba ataviada por una stola ceñ ida bajo el busto por un cordel
tejido en oro.
—¿Está s buscando al príncipe Louis? —añ adió Gigi—. Se encuentra recibiendo a los
invitados, y tú no puedes huir de tu propia celebració n.

—No aú n—apuntó amablemente Zayn—. Ven con nosotros, creo que sé por dó nde debe
estar.

Cara los siguió desde atrá s cuando comenzaron a andar entre los invitados. Zayn
encabezaba la marcha, ya que todos le daban el pasó a él apenas lo reconocían, y Harry le
seguía dejando que Gigi lo tomara del brazo. Recibió sonrisas y saludos, incluso alguna
inclinació n, pero no pudo detenerse demasiado a conversar. Porque siendo el estatus que
tenían, era su deber recordar que él decidía a quién darle su atenció n. Era el esposo del
príncipe, y nadie en la corte estaba por encima de él.

Encontraron a Louis hablando con un grupo de hombres, los cuales asintieron a lo que
hablaban con él y le dieron unas palmadas en el hombro antes continuar su recorrido por el
saló n. Louis se veía impresionante a pesar de que en otras ocasiones había vestido mejor.
Sin embargo, Harry se encontraba tan embobado pensando que estaba casado con el alfa
má s atractivo del reino, que ni siquiera notó cuando los Malik lo dejaron solo. Pantaló n gris,
casaca roja bordada en negro y con botones dorados, una camisa pulcramente blanca bajo
esta y su cabello peinado hacia atrá s. Giró a verlo y en menos tiempo del que creía ya se
encontraba en sus brazos, y luego recibiendo un beso en los labios. A veces su cuerpo se
movía sin que pudiera pensarlo, como si la sola presencia de Louis le cantara ó rdenes a su
ser.

—Hablo sinceramente cuando digo que opacas a todos en este saló n, amor—lo recorrió con
la vista, deslizó los dedos por su brazo desnudo hasta tomar su mano—. Y yo tendré que
tomar muchas copas para no arder de celos por las miradas que recibes.

Harry sonrió , ruborizá ndose enseguida por el escrutinio que recibía.

—¿El alcohol no te hará peor? —miró disimuladamente la jarras de cerveza y los barriles
de los cuales eran surtidas.

—Quizá .

—¿Quizá ?

—Dame un descanso, soy el príncipe y merezco relajarme al menos en el cumpleañ os de mi


esposo.

Uno de los sirvientes pasó con una bandeja de, por supuesto, hidromiel y le ofreció a ambos
una copa. Harry tomó gustoso su bebida favorita. Hubo un tiempo que creyó que odiaría
cualquier olor, menció n o sabor referente al alcohol, pero la miel fermentada había dado
justo en el clavo. Y realmente no le gustaba mucho beber otra cosa pues era muy propenso
a caer en la ebriedad.
—Cuidado con el hidromiel, mi príncipe—advirtió , mientras lo observaba beber. Louis
frunció las cejas y alejó la copa de sus labios, relamió los restos que permanecieron en su
boca.

—¿Por qué? Amor, no quiero hacerte ver como un niñ o, pero esto es bastante ligero…—
comenzó a excusarse.

—Iba decirte que se debe a que, con lo adicto que soy a ese licor, me tendrías encima de ti
toda la velada… prendado de tus labios.

El entendimiento suavizó las facciones de Louis, y Harry só lo le dio una sonrisa traviesa y
malvada, porque Louis había perdido su oportunidad, y lo castigaría un poco por eso. Así
que se dio la vuelta y se dedicó a tomar un poco de su tiempo para admirar todo lo que
ocurría a su alrededor. De hecho, decidió pasear. Al parecer, Gigi se había ido con su
hermana Bella, y ambas hablaban con un lord que era dueñ o de varios cultivos en Aurea, y
charlaba sobre como valientemente Ser Liam Payne -lo estaba sosteniendo allí mismo, del
hombro— protegió sus tierras durante la guerra. Ambas hermanas se encontraban
emocionadas por el relato pidiendo cada vez má s detalles. Y el lord comandante, en su
usual actitud humilde cuando hablaban de su trabajo, se veía hasta un poco incó modo con
la atenció n que le deban. Harry lo miró y se preguntó si sería prudente ir a rescatarlo. Pero
quizá sería demasiado descortés.

Lottie y Fizzy corrían arrastrando el ruedo de sus vestidos, llevaban una cesta tejida con
diversos bocadillos de los que servían y estaba seguro que habían burlado a su nana para ir
a escondidas hasta el pasillo y alimentar a los zorros. Las saludó brevemente e hizo
prometer que volvieran con la ropa impecable o no tendrían una porció n de pastel antes de
ir a dormir.

En el camino rellenaron su copa, y se preguntó si tal vez estaba consumiendo demasiado


rá pido de su dulce adicció n. Claro que la imagen solitaria del príncipe Zayn sentado en uno
de los ostentosos sillones repartidos por el saló n, con expresió n aburrida mientras miraba
el contenido de una jarra de cerveza llamó su atenció n y dejó de pensar en cualquier otra
cosa. Porque esa imagen contrastaba bastante del hombre que festejó en la playa su llegada
a la capital unos meses atrá s. Y aunque ú ltimamente su simpatía hacia Zayn tenía sus altos
y bajos, no llegaba a despreciarlo como para no preocuparse por él en caso de que algo lo
estuviera atormentá ndolo. Decidido, quiso dar un paso para abordarlo, y entonces algo
realmente inesperado estiró sus labios en una sonrisa y le hizo detenerse. De entre la
multitud apareció un rubio que ya se hacía extrañ ar. Resultaba algo extrañ o contemplarlo
con ropa tan ligera, siendo que lo conoció usando la gruesa indumentaria del invierno.
Vistiendo de turquesa, Lord Niall Horan caminó directamente en direcció n del príncipe,
que aú n no lo veía, se inclinó y pasó los dedos debajo de la barbilla del moreno. Le dio unos
leves toques allí, provocando que alzara el rostro. Lo recibió con una brillante sonrisa, y el
rostro del príncipe se iluminó por el desconcierto y luego la alegría. Sin dejar de tocarlo
lord Niall también tomó su mano y la estrechó , ya que el otro hombre todavía no salía de su
asombro.

—Mi amigo, ¿está s bien?—preguntó , ladeando el rostro—. Ha pasado mucho tiempo.

No recibió una respuesta verbal, como si se tratara de un resorte, el moreno se levantó


precipitadamente del asiento y envolvió al rubio en un apretado abrazo. En ese gesto, del
cual ambos parecían aferrarse desesperadamente, demostraba lo mucho que se habían
extrañ ado en esos casi dos añ os sin verse. Llamaron la atenció n de varias personas,
generando distintas reacciones. Las caras de los nobles variaban desde una sonrisa
conmovida, la sorpresa y por ú ltimo la censura de ver a dos alfas expresá ndose tanto
cariñ o en pú blico.

—Hombre, ¿Estabas oculto en una montañ a?—La voz de Zayn sonaba amortiguada porque
tenía el rostro contra el cuello del otro alfa. Se alejó y le tomó el rostro con ambas manos
para darle un sonoro beso en la mejilla.

—Mi castillo no queda precisamente sobre una montañ a…—rió , con las mejillas coloradas
por toda la euforia que su amigo estaba demostrando—. Pero la montañ a me tiene
ocupado, sí.

—Apenas recordaba que eras rubio.

—Yo seguí imaginá ndote rapado, espera verte calvo—le revolvió los mechones oscuros.

—Lamento decepcionarte.

Unos suaves toques desviaron la atenció n de Harry sobre la escena, detrá s de él, Barbara le
sonreía con un mucho má s grande bebé Jacob en los brazos. Ya tenía un añ o y el cabello
má s largo, aú n suave y liso, pero disparado en todas las direcciones.

—Mi esposo y Jacob no durmieron en todo el viaje por la ansiedad, son unos niñ os los dos
—comentó , mirando por un momento a los alfas que ahora só lo se tomaban del antebrazo
mientras hablaban—. Feliz cumpleañ os, Harry. Nos honras con tu invitació n.

Harry dejó la copa sobre la mesa má s cercana que tenía y volvió para abrazar brevemente a
la castañ a. Estaba contento de verla, y emocionado de ver có mo en esos meses Jacob había
crecido.

—Gracias a ustedes por venir, estoy emocionado por tenerlos aquí, y porque viajaremos en
mejores condiciones luego.

—Si los dioses así lo disponen, sí.

—¿Acaban de llegar? Me hubiese gustado recibirlos.


Ella negó , acomodando al bebé en su cadera, mientras este jugueteaba con su gargantilla.

—-Llegamos al medio día, pero el príncipe Louis nos recibió y pensó que era mejor para
nosotros descansar un poco antes de la fiesta—Harry comprendió , luego de su viaje de
Hiems también volvió agotado—. Cariñ o, ¿Por qué no le muestras a Harry tus pasitos?—
animó al bebé, y lo bajó al piso.

—¿Ya camina?—se agachó para estar a la altura del bebé, que sobre sus pies, se aferraba a
la falda de su madre.

—Ofrécele tus brazos.

Harry abrió los brazos para Jacob, y este lo miró por un momento, como si buscara
reconocerlo, y luego lentamente soltó los puñ os de la falda que lo sostenía y dio
tambaleantes pasos en direcció n de Harry. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dio un
par má s acelerados que le hicieron caer en el abrazo de Harry.

—Pequeñ o, te extrañ é tanto—habló contra el suave cabello del bebé, orgulloso y


sorprendido por ese simple gesto—. ¡Está s precioso!

—¿Jacob? —La voz de lord Niall se aproximó , y el bebé respondió a ésta. Se removió de los
brazos de Harry, que tuvo que soltarlo, y dio errá ticos pasos hasta las piernas del alfa que
era su padre. Este lo alzó en sus brazos—. Oh, aquí está s Harry. Que gusto verte, estamos
agradecidos con tu invitació n.

—Me alegra volver a verlo, lord Horan—dijo sinceramente, y estrechó su mano.

—Zayn está impaciente por conocer a mi hijo—comentó con una sonrisa, y le ofreció la
mano a su esposa—. Por cierto, Harry. Louis lleva algunos minutos buscá ndote, quiere
presentarte algunos amigos.

—Claro, lo buscaré—miró alrededor, entre las brillantes telas de los vestidos y trajes de los
invitados—. ¿Lo viste pasar?

—Sí, está cerca de la columna donde sirvieron los dulces.

Harry recordaba pasar por ese sitio, no sería difícil volver sobre sus pasos y encontrarla.
Antes de marcharse, vio a Zayn cargar con timidez al hijo del matrimonio Horan. La duda
estaba pintada en su cara, y era realmente conmovedor pensar que el alfa, siendo un
monarca de un reino, estuviera preocupado por la aprobació n del bebé de su mejor amigo.
Pero el pequeñ o rubio pasó sus bracitos por el cuello del adulto y pegó el rostro con la
barba de este. Jacob ya lo había aceptado, y los padres de este no podían estar má s
encantados.
Lejos de esa escena, encontró a su alfa tomando dos copas de una de las bandejas que
paseaban por el lugar. Se detuvo a su lado y le robó una de las copas para darle un sorbo.

—Muchas gracias, príncipe—sonrió dulcemente.

—Aquí está s, pronto será momento del brindis—lo tomó de la mano libre, entrelazó sus
dedos y comenzó a caminar con él—. Recibí en tu nombre la felicitació n de varios nobles.
Imaginé que no te gustaría abordarlos ya que no conoces a la mayoría.

—Gracias.

—Tienes muchos regalos esperando en la recá mara.

—Dudo que pueda abrirlos hasta que volvamos del viaje—razonó , sintiendo el familia
cosquilleo del alcohol haciendo efecto en su cuerpo. Bebió má s lento—. ¿Hacia dó nde
viajamos, de nuevo?

—Mañ ana cuando estemos por marchar te explico, amor. Disfruta tu fiesta—cerró el
asunto, y lo guió entre las personas hasta llegar la mesa principal, dispuesta de forma
distinta a las demá s y con só lo dos sillas que eran para ellos—. Ya deberíamos hacer el
brindis… Ah—miró a la izquierda de ellos—. Quiero que conozcas a alguien, Harry. Es mi
mano derecha en el desierto.

—¿De quién se trata?

—Aquí viene… ¡Lady Pinnock—saludó a una mujer que iba en su direcció n. De tez oscura y
resplandeciente, con largo cabello negro recogido en trenzas y un vestido de amplio escote
color marfil. Se movía con la sutil elegancia de quien es letal y podría aniquilarte con una
mirada. Su rostro exó tico formó una sonrisa en sus llenos labios—. Contaba con tu llegada,
querida.

—¿Có mo ignorar su invitació n, majestad? —hizo una reverencia para ambos, y al


enderezarse, posó una mano en el hombre de Louis y se inclinó hacia él.

Besó a Louis en los labios, a un lado de Harry sin ninguna vacilació n.

Pero antes de que pudiera reclamar, o hacer algú n tipo de escena, la mujer hizo el mismo
gesto hacia él y tomó sus labios en otro beso. Casto y suave, Harry sintió el sabor de la
vainilla cuando la mujer se separó de él.

—¿Qué…?

—Leigh-Anne—reprochó Louis en un susurro—. No me permitiste explicarle—apretó la


mano de Harry para tranquilizarlo—. Amor, ella es lady Pinnock, pertenece a una antigua
estirpe de cazadores en las profundidades del desierto. Sus ancestros ayudaron a los míos a
conquistar estas tierras. Sin ellos, sería imposible gobernar todo el reino correctamente.

Harry gruñ ó . Eso no explicaba por qué acababan de besar a su hombre.

—¿Entonces?—preguntó bruscamente, y la morena sonrió .

Para colmo, Louis se estaba riendo. Alzó sus manos entrelazadas y besó sobre los anillos.

—Ellos, el pueblo de Leigh-Anne, saluda a sus allegados así.

—¿Con besos en la boca?

—Inocentes besos castos, alteza—apuntó ella—. Estaba entusiasmada por saber quién
domó al leó n del desierto.

Quizá un poco del mal humor se Harry se fue con eso. La idea de que Louis era tan temible
para el resto, y con él bastaba con una palabra suave susurrada al oído para que se rindiera
a sus atenciones. Ademá s, a veces olvidaba que se encontraba en otra nació n, con otra
cultura que era por mucho má s liberal que la de su antiguo hogar.

—Lo siento, mi lady. Me tomó por sorpresa—intentó sonar tranquilo, la tormenta en su


interior lentamente aplacá ndose—. Sabrá que soy extranjero y todavía me adapto a las
costumbres.

—Para mí es un honor estar aquí, lamenté mucho el no asistir a la boda, pero las tormentas
de arena hicieron el traslado imposible.

—Vendrá s para nuestro aniversario—aseguró Louis, y una sensació n tibia se acumuló en el


pecho de Harry.

—Espero que disfrute de los regalos, alteza. Estaré encantada de proteger las fronteras de
la capital mientras ustedes no se encuentran.

—Muchas gracias, Leigh—murmuró el alfa. Y para despedirse, esta vez ella les besó en la
mejilla.

No fue hasta que la perdieron de vista que Harry se animó a pellizcar los dedos de su
esposo.

—¡Ay!

—Casi haces que provoque un escá ndalo—lo regañ ó en voz baja, mientras se dirigían a la
mesa—. Tuviste que decirme que sus costumbres son bastante… invasivas.
—No me dio tiempo…

—Es la primera vez que me besa una mujer, sin embargo—pensó , tocá ndose los labios
cuando Louis corrió la silla para que se pudiera sentar. Al mirarlos, el resto de los
presentes comenzó a hacer lo mismo. El ruido de la mú sica cesó hasta casi ser nulo.

—¿Y cuá les son tus pensamientos? —tomó asiento a su lado y un sirviente llenó dos
cristales de hidromiel para ambos.

—Es suave, su piel. Y sabe a vainilla—apoyó la espalda en la silla—. Pero te prefiero a ti,
que sabes a canela. Ven, por favor—barrió los dedos por la barbilla del alfa y lo atrajo para
tomar el sabor y el tacto de sus labios—. Mucho mejor.

El brindis, por supuesto, lo hizo Louis. Agradeció a todos por su presencia en la primera –
de muchas— celebraciones que esperaba tener en nombre de su esposo. Dio gracias a los
dioses por permitirle contraer nupcias con la mejor persona a la que pudo entregarle su
alma y estabilidad. Quizá animado por el alcohol que consumió , confesó que nunca se había
visto como el tipo de hombre que se casaba y formaba una familia. Nada de lo que había
vivido como hijo y luego príncipe lo preparó para el privilegio que representaba
pertenecerle a Harry. Desde que lo conoció , se atrevió relatar, se había rendido a quién era,
para darle espacio a quién estaba dispuesto a ser en pro de amar y proteger a Harry;
porque nada lo hacía má s fuerte que el frá gil y noble corazó n de su esposo. Describió que al
verlo, supo que todo estaría bien. Que juntos serían imparables, pues con un susurro
conquistarían los soberbios mares, como una ventisca que trae reinos a sus rodillas.

Cuando finalizó y todos brindaron con un aplauso y el chocar de las copas, Harry se limpió
una traicionera lá grima de la mejilla y antes de seguir con la celebració n, le dio un sentido
abrazó y besó repetidas veces.

Entonces la fiesta siguió entre rebosantes platillos de cena y bebidas. Espectá culos de los
artistas de la capital y risas. Bailó dos canciones con Louis y luego compartió piezas con
Barbara y Gigi. Vio a Luke sacar a bailar a Ashton y luego en un revoltoso juego se les
unieron Michael y Calum. Este era su día libre y Harry les permitió asistir a la fiesta como
invitados. En algú n momento de la noche, saludó a Cara en una esquina del saló n, quien se
encontraba envuelta en los brazos de su alfa, Michelle.

Al momento de cortar el pastel, Harry sorprendió a todos, hasta al mismo Louis, cuando
hizo girar con habilidad la espada en un movimiento fluido de muñ eca y hundió el filo en el
postre de crema y fresas.

La celebració n continuó hasta muy tarde y se preguntó si todos tenían los privilegios que
él. No tenía experiencia para compararlo, pero estaba seguro que era imposible estar má s
feliz que esa noche. Porque el hombre que tenía tanto, que era respetado y temido má s allá
de las fronteras, consideraba que amarlo era un privilegio que atesorar. Y ese era el mejor
regalo de todos sin comparació n posible.
<><><><>

Bebés, ¿Cómo andan? Yo estoy mucho mejor, gracias por todos sus mensajes.

*Aquí iba una nota mamona de omega*

Otra cosa que les quería comentar, era que no he colocado más dedicaciones como
antes porque, si recuerdan, todavía no tengo pc propia. Entonces me demoro mucho
al publicar a causa de la lista de dedicaciones y no me alcanza el tiempo, lo siento
😭 Pero prometo que volverán.

Tiempo para darle publicidad a las cosas que amo:

Si les gusta la temática de la realeza, deberían leer este omegaverse al estilo Romeo y
Julieta que @ValerieHayne está traduciendo. Se llama I’ll be here waiting on forever.
Es mi fav.

Y si quieren relajarse un ratito y hasta reír, pasen por el blog de recomendaciones de


@limrense, es genial.

Hablemos por twitter, soy RedAsHell_ ahí, que no muerdo.

Nos vemos prontito 😻


28-. Misericordia

MISERICORDIA

Así que desnudé mi piel, y conté mis pecados, y cerré los ojos y dejé que eso calara en mí. Y
estoy desangrándome, desangrándome por ti.

La mañ ana fue agitada, ruidosa y para cuando todos pudieron abordar los carruajes y batir
las riendas de los caballos, muchos miraron por las ventajas cargando consigo un dejo de
ansiedad. Louis, en su caso, tenía que lidiar con demasiadas cosas en su cabeza. En este
viaje no contaría con el lord comandante de la guardia, porque era su deber encargarse de
supervisar la colaboració n de los cazadores del desierto para vigilar las fronteras, mientras
que Zayn se encargaba del resto de los asuntos del reino. En su lugar llevaba consigo a un
escuadró n de guardias donde incluía a los má s cercanos a Harry. Allí recaía otra parte de
sus problemas durante esa revoltosa mañ ana. No llevarían a Ashton, porque el omega
despertó con los innegables síntomas de un celo y decidió que quería pasarlo solo. El viaje
no se podía retrasar siquiera unas horas, así que Harry subió desanimado al carruaje con el
zorro que adoptó en brazos. Quien serviría a Harry esos días sería Cara, y aunque con ella
también guardaba una amistad, no era lo mismo. Por si fuera poco, Luke organizaba a los
guardias bajo sus ó rdenes como si se tratara de un hombre ausente y sin alma, por razones
que apostaba eran parecidas a las de Harry. Pero lo peor llegó cuando despuntó el medio
día, y una acalorada discusió n entre Danielle y su esposo dictaminó que debían preparar un
carruaje extra porque ambos omegas se negaban a viajar en el mismo espacio.

Este, que era un viaje pacífico y con fines meramente políticos, parecía má s caó tico que las
expediciones a Hiems.

Les esperaban tres días de camino, pero al ser una ruta frecuentada por nobles se
encontraba plagada de puestos de comida, villas y ostentosas posadas para descansar
durante la noche y reanudar el viaje. Los consejeros de la capital se encargaron de reservar
habitaciones para los príncipes y acompañ antes, así como los demá s nobles que los
seguían. La posada contaba con todo lo necesario para recibir a la realeza y atender no só lo
a sus guardias sino también cuidar de la salud de los caballos para garantizar el resto del
viaje.

Esa primera posada, en particular, los recibió con una cena que bien podía ser la
continuació n del banquete que tuvieron en el cumpleañ os de Harry. Muchísima comida,
licor y mú sica. Louis se permitió distraerse en un juego de cartas con Niall y para cuando
terminó la tercera ronda donde el rubio ganó con creces, notó que en su descuido había
permitido que Harry se emborrachara.

Lo podía ver allí, sentado en una de las mesas con Barbara que, también exhibiendo el
rubor de la embriaguez, reía quizá demasiado alto por la jocosa canció n que uno de los
artistas de la posada cantaba. Si ambos se encontraban en ese estado, era porque hacía
horas que habían delegado el cuidado de Jacob a las nanas en la habitació n continua a la del
matrimonio Horan.

Harry era una combinació n de risas, mejillas rosadas, labios brillantes y hoyuelos
marcados. Llevaba abierta la tú nica y debajo su camisa gris estaba salpicada de hidromiel
en algunos sitios, y nuevas gotas se alojaron en la tela cuando el menor tomó una de las
jarras de madera de la mesa y la consumió en prolongados tragos hasta vaciarla. Louis no
sabía en qué momento Harry se había acostumbrado tanto al alcohol.

—Amor, creo que es momento de marchar a dormir—interrumpió en la conversació n que


los omegas apenas reanudaban. Harry lo miró y le dio una extensa sonrisa. De un animado
salto dejó su asiento y cayó en los brazos de Louis.

—Bésame, querido esposo—balbuceó , sosteniéndose de sus hombros—. Me encuentro


falto de atenció n.

Rodeá ndole la cintura, Louis lo sostuvo contra sí y encontró el dulce sabor de sus labios,
aunque se separó antes de que el muchacho pudiera profundizar el gesto, allí frente a
todos.

—También necesitas dormir un poco—miró a la mesa que ocupaban—. ¿Por qué Cara no te
acompañ a?

—Barbara envió a dormir a su bebé—explicó , haciendo un puchero mientras jugueteaba


con los colgantes en el cuello de Louis—. Así que le pedí a Cara que llevara a dormir al mío.

—¿A quién? —inquirió confundido, cejas fruncidas y voz baja.

—Mi bebé, Lou—insistió el rizado—. Tommo. Necesitaba cenar y dormir.

El zorro, por supuesto.


—Hora de subir a la habitació n—insistió el alfa.

—No, no quiero.

Usando una carta que quizá era un poco deshonesta, considerando que se estaba
aprovechando del estado de ebriedad en Harry, le acarició la cintura sutilmente.

—¿Prefieres que suba solo?

Casi de inmediato, Harry gruñ ó bajito y apretó el agarre que tenía sobre sus hombros.
Sacudió la cabeza en negació n y sus rizos se movieron suavemente hasta caerle en el
rostro.

Era suficiente plá tica, ya lo tenía justo donde lo quería.

Se inclinó y pasó un brazo por la parte anterior de las rodillas de Harry, para así alzarlo en
sus brazos. Con una inclinació n de cabeza, se despidió de lady Horan y avanzó por la
habitació n hasta dar con las escaleras que conducían a la porció n de la posada con todas las
recamaras que tenían alquiladas. Mientras subían los escalones Harry lo abrazaba del
cuello y besaba cada zona que alcanzaba de su garganta murmurando palabras que no
entendía del todo. De su piel emanaba ese dulce olor de omega mezclado con los restos de
alcohol en su cuerpo, y Louis no puedo evitar apretarlo má s contra su pecho para disfrutar
ese aroma. Lamentablemente, tuvo que bajarlo para abrir la puerta.

—Aquí está s, me dirigía a pedirte que subieras—Danielle se encontraba a tres puertas de


ellos, su cuerpo se asomaba apenas por el umbral de la recá mara destinada para ella. Tenía
el cabello recogido en una trenza y una tú nica encima del camisó n que cubría toda su figura
—. Es tarde, y debemos viajar apenas acabe el desayuno.

—Te ves agotada. No te preocupes—dijo suavemente, y le sonrió —. Cuando Niall suba, que
será en algunos minutos seguramente, todos los demá s marchará n a sus lechos.

—Eso me alivia—susurró Danielle, cruzando los brazos sobre la tú nica.

—¿Preocupada por el sueñ o de todos?—preguntó con tono mordaz Harry, un gesto nada
amable transformando sus rasgos—. ¿Segura que só lo es eso?

Para asombro de Louis y la misma Danielle –que jadeó y retrocedió -, el omega dio unos
amenazantes pasos hacia la princesa, dispuesto a llevar otro conflicto que prometía ser
igual o peor que la disputa del carruaje. Afortunadamente Louis lo atrapó a tiempo,
tomá ndolo del costado de la camisa y halando la tela para tener al muchacho de nuevo a su
lado. Abrió la puerta y lo empujó dentro junto a una mirada de advertencia. En ese estado,
veía capaz a Harry de taclearlo para llegar hasta Danielle y enfrentarla.

—Me disculpo—soltó rá pidamente, pero la verdad teñ ía sus palabras. Estaba realmente
abochornado por lo que casi ocurre, no se imaginaba teniendo que dar explicaciones si
despertaban a todos en el pasillo con una discusió n—. Todos subirá n pronto, vuelve a
dormir. Nos vemos por la mañ ana.

Tan rá pido como pudo, ingresó a la recamara y cerró la puerta con llave, dejando la misma
incrustada en la cerradura. Con una mano apoyada en la madera, tomó aire antes de darse
la vuelta y enfrentar a un agitado Harry de mejillas arreboladas y respiració n agitada. Tenía
las cejas fruncidas y las manos cerradas en puñ os a los costados del cuerpo. Notó que le
había deshecho la camisa, que colgaba fuera del pantaló n.

—Ignoro que disputa sin solucionar tienes con Danielle, Harry—inició , siempre hablando
con calma a pesar de estar terriblemente cansado y no contar con la paciencia suficiente—.
Pero tienes que recordar quién eres, cuá l es tu lugar y el por qué debes dejar los arrebatos
de furia para cuando te encuentres en privado.

Las manos de Harry temblaron un poco cuando ejerció má s presió n en los puñ os.

—No apruebo la forma en que te mira—dijo con los dientes muy apretados, la mandíbula
tensa. Sus carnosos labios se encontraban entreabiertos en un mohín inconforme—. Me
molesta.

Louis cerró los ojos y suspiró , la rigidez en sus hombros cayendo dolorosamente.

—Ella es mi prima, amor. Me crié con ella y trabaja casi siempre a mi lado, que me mire con
familiaridad es…—comenzó a explicarse, pero Harry no quería escucharlo y avanzó hasta la
cama quitá ndose de mala gana las botas dando saltos.

—Cree cuando te digo que la ú ltima cosa que veo en sus ojos es familiaridad.

—Es como mi hermana—insistió , y aprovechó para deshacerse de las botas y la ropa. Dejó
todo sobre una de las sillas y se lavó la cara en una de las vasijas con agua que dejaron para
ellos encima de la có moda. Sin secarse, entró a la cama y debajo de los cobertores.

—¡Vaya hermana!—siseó , trepando a la cama con só lo los calzones de lino puestos, y


subiéndose a él hasta encontrarse sentado a horcajadas sobre su pelvis. En su expresió n
podía leer que cada movimiento brusco le mareaba—. Pero eso es lo de menos, ella es
irrelevante…

Louis no puedo evitar soltar una risita, porque só lo Harry precisamente en ese adorable
estado de ebriedad se atrevería a decir que la princesa de Aurea era alguien irrelevante.
Ignoraba el conflicto entre ambos, por lo que tendría que prestar má s atenció n cuando
volvieran al palacio.

—¿Entonces por qué te preocupas, amor?—decidió seguirle la corriente, y así disfrutar de


su cercanía. Agotado o no, Harry estaba sentado sobre su cadera, y nunca tendría suficiente
de eso. Posó las palmas en sus suaves muslos y apretó un poco—. ¿No comprendes que me
es imposible fijarme en el resto…?—ascendió por su piel hasta tocar con los dedos el borde
del calzó n—. Porque estoy hechizado por ti.

Harry tarareó por la sensació n de sus manos en la piel, y a su vez, se mordió el labio
inferior mientras delineaba con dedos fríos los planos del abdomen de Louis, allí donde los
mú sculos se marcaban.

—Eres mi príncipe, me perteneces—ronroneó , y le tomó de las muñ ecas para presionarlas


contra la almohada, a cada lado de la cabeza de Louis. Apoyó su peso allí, en un intento por
mantenerlo quieto y atrapado. Harry estaba inclinado sobre él, con su suave olor
fundiéndose con el licor en cada respiració n—. Pero me parece que el resto de las personas
lo ignora, creen que tienen el derecho de mirarte—los ojos del omega eran hambrientos y
oscuros mientras repasaba sus rasgos—. De tocarte—apretó el agarre que tenía sobre sus
muñ ecas con un débil gruñ ido—, besarte…

Rozó la nariz con la suya, y Louis ladeó el rostro y cerró los ojos rindiéndose al beso que le
ofrecían. Quizá era la tensió n del lazo, que cada día se fortalecía, pero Harry estaba
desarrollando una notable posesividad hacia él; y no podía estar má s que satisfecho con
ello. Pues encontraba placer en simplemente tener a Harry sobre él, sujetá ndolo con tanta
firmeza aunque só lo necesitara un movimiento para darse la vuelta y someterlo en la cama.
Disfrutaba de su beso lento y profundo, de la forma en que lo saboreaba y sus gruesos
labios succionaban los suyos; de su suave piel que parecía adorar ser torturada por su
á spera barba.

Amaba a ese pequeñ o y hermoso omega que tomaba la iniciativa de reclamarlo para sí.

La presió n en sus muñ ecas fue disminuyendo hasta ser un leve toque, y las manos de Harry
recorrieron su antebrazo, dibujando una curva en su codo y trazando sus bíceps hasta
apoyarse en los hombros.

Suspiró cuando el beso se rompió y un efímero hilo de saliva marcó por un instante la
distancia entre los labios de ambos. Pero Harry no se detuvo y le besó la rasposa mejilla, la
mandíbula y bajó por su cuello. Recostó el cuerpo de su pecho y le dejó sentir el
reconfortante calor a través de la tersa piel.

—El príncipe de Aurea, el temido leó n del desierto, es mío—afirmó , marcando la piel de
Louis con un duro beso, y jadeó mientras le abrazaba de la cintura.

—Sí—gimió , estirando el cuello para que Harry siguiera besando y succionando justo allí,
donde el pulso latía con fuerza. Era doloroso y placentero, podía sentir a la perfecció n có mo
su piel iba amoratá ndose.

El omega clavó las uñ as en sus hombros, arrancá ndole un siseo, y le obligó a verlo cuando
se apartó de su cuello. La piel de Harry estaba sonrosada, sus ojos no tenían nada de la
inocencia que solía mostrar y sus labios rojos e hinchados invitaban a má s besos cuando
los curvaba en esa sonrisa traviesa y complacida.

—Deseo que lo declares—murmuró a centímetros de boca, respirando sobre él pero


alejá ndose cuando Louis intentaba conectar un beso—. Si dices lo que quiero, te daré lo que
mereces.

Sintiéndose embriagado por todo en ese momento desde los besos, la calidez y el exquisito
aroma de Harry; el sentimiento irracional y desbocado que tenía para él, que lo comandaba
como si de una marioneta se tratara, sucumbió a sus deseos.

Volvería a condenarse mil veces sin dudarlo en el nombre de Harry, sin una pizca de
arrepentimiento.

—Hasta el día que no exista vida en mi cuerpo, amor—juró , lamiéndose los labios y
ahogá ndose en sus oscuros ojos verdes—. Soy tuyo hasta entonces, y si los dioses lo
permiten, luego de la muerte—tragó grueso—. La huella que dejaste en mi alma, jamá s se
borrará .

Harry alivió con caricias el sitio donde sus uñ as lastimaron sus hombros, y cerró los ojos
llená ndose de sus palabras llenas de promesas antes de inclinarse y encontrar de nuevo su
boca.

Se besaron hasta perder la noció n del tiempo, cuando sus labios hormigueaban y se sentían
hinchados y adoloridos, donde entre pausados jadeos para ganar aliento y rasgar por
restos de cordura, encontraron el sueñ o enredados en un cá lido abrazo.

El resto de los días de viaje, Harry prestó atenció n a las indicaciones de Louis mientras le
explicaba el motivo de esa movilizació n. Se dirigían la sagrada ciudad de Iudicium Solem,
bautizada así en honor al justo dios del sol. Allí se celebraban dos veces al añ o los juicios
má s importantes y complicados de los reinos aliados. Todos los gobernantes que formaban
parte del pacto debían estar presentes, debido a que la justicia se impartía para todos por
igual allí, justo como el benevolente sol regalaba su calor a todos los habitantes que salían
de su hogar a buscarlo. Resaltó que su participació n en los juicios seria mínima en la
mayoría, pues actuaría má s como un observador y jurado al momento de las sentencias.
Danielle se encargaría de la mayoría, pero él debía ser una parte importante cuando se
abordara el caso de todo lo acontecido en Hiems por lo que Niall y él debían elaborar muy
bien todo lo que expondrían para los jurados.

Harry comprendió que en efecto, eso significaba que los criminales má s peligrosos del
reino estarían también reunidos en un mismo sitio, y mientras la ansiedad se enroscaba en
su pecho, pensó que ese no era el mejor lugar para reencontrarse con su hermana y su
sobrino de apenas unos meses.
—La prisió n má s grande y segura también se encuentra allí, en las mazmorras—Louis
señ aló un plano que mantenía abierto sobre su regazo. Los movimientos oscilantes del
carruaje dificultaban un poco la lectura—. Nadie ha escapado de allí en añ os, es bastante
lamentable acabar allí.

—La ciudad del dios del sol, castiga a sus permanentes residentes a jamá s volver a verlo—
comprendió , observando en el dibujo lo profundamente alejadas que estaban las
mazmorras de la primera planta de aquella fortaleza en el centro de la ciudad donde se
daban las sentencias.

—Así es—el alfa señ aló una plaza y luego la estructura de un coliseo en el plano—. Ser
condenado a las mazmorras es peor que ser ejecutado por decapitació n, estrangulamiento
—dio unos golpecitos a la representació n del coliseo—. O por combate.

—No podría dormir luego de ver la desdichada cara de los pobres condenados…

—Eso no entra en tus responsabilidades—aclaró rá pidamente Louis, cerrando el plano y


asegurá ndolo con un cordel—. No tienes que asistir a las audiencias si eso te resulta
incó modo, só lo a los eventos conmigo. Y recuerda, que si esas personas está n siendo
juzgadas en Iudicium Solem y no sus respectivas ciudades o pueblos, es porque hicieron
algo terrible.

Por la forma en que hablaba, Harry se preguntó si las personas que eran juzgadas en esa
ciudad ya estaban condenadas, sin una pizca de inocencia, antes de recibir un veredicto.

—¿Ahí fue donde se celebró el juicio tras la guerra?

—Sí, allí se dispuso las deudas e indemnizaciones tras el conflicto.

—Por lo que… si participan los mismos miembros de entonces—Harry respiró hondo ante
la posibilidad que se abría paso en su mente—. ¿Significa que mi padre o Damon estará n
aquí?

El silencio abarcó cada espacio en la caja del carruaje, Louis detuvo los movimientos de sus
manos sobre los documentos que guardaba de nuevo en sus cilindros y tensó un poco la
mandíbula. Miró a Harry con esa expresió n cerrada y seria que solía adoptar cuando
abordaban temas que le disgustaban.

—No—contestó por fin, y Harry dejó ir lentamente el aire que contenía—. El rey Desmond
se encontraba indispuesto, y su hijo está en alguna misió n diplomá tica. Por lo que la
representació n cayó sobre tu hermana y ella, a su vez, dejó esa responsabilidad en lord
Lioncourt—guardó el resto de documentos y los selló con el cilindro—. Si alguno de esos
hombres asistiera, no te habría permitido venir.
A pesar de los malos tratos, de la indiferencia y la ira con que su padre a veces lo trataba,
aun cuando Damon claramente intentó atentar contra su vida, ellos eran su familia. Era lo
ú ltimo que le quedaba y tras la muerte de su madre había comprendido má s que nunca el
valor que tenía la familia. Siempre iba a querer saber de ellos, estaría preocupado por su
bienestar y aunque fuese inaudito para muchos que creyeran conocer su historia, le
gustaría tener a su padre y hermanos presentes en los momentos má s importantes de su
vida. Los extrañ ó en la boda, deseó que estuvieran con él cuando celebró su cumpleañ os y
su esposo dio ese precioso discurso. Y por supuesto, cuando diera la noticia que esperaba
su primer hijo, cuando lo tuviera… los quería allí. Porque sin importar el pasado, los quería.

—Louis, no puedes…

—Sí puedo, Harry—sentenció , y el carruaje se detuvo con una leve sacudida. De nuevo, se
encontraban en otro poblado. Un guardia se acercó a la ventana y tras una leve reverencia,
compartió algunas palabras con el príncipe, que Harry no pudo escuchar.

—Louis—insistió apenas el guardia se fue. No quería terceros hablando de sus


conversaciones privadas—. ¿No crees que el perdonarles debía ser mí decisió n?

El alfa abrió la puerta de carruaje y lo miró con severidad.

—Este no es el momento para discutir sobre tu nobleza.

—Insisto que es mí decisió n.

—Mi palabra es ley, Harry. Y ya sabes lo que dictaminé—cortó la conversació n, antes de


saltar del carruaje y dejarlo solo.

Abrazó al zorro que dormía en su regazo, despertando al animal que acostumbrado a él,
comenzó a lamerle la mejilla. Le acarició entre las orejas y miró por la ventana mientras
sentía que su á nimo se tornaba justo como el cielo en ese comento.

Comenzaría a llover en cualquier momento.

La entrada de la ciudad refulgía con gruesas murallas que reflejaban el sol generando un
resplandor que hacía justicia al dios que, se decía, siempre estaba presente allí. Desde la
discusió n, si es que ese brusco intercambio de palabras podía llamarse así, Louis había
intentado ganarse el perdó n de Harry, pedir disculpas por el tono que utilizó al hablarle.
Pero Harry ignoraba sus esfuerzos, concentrado en manejar la impaciencia por el
encuentro con su hermana jugando con el revoltoso zorro en sus brazos. Le había dicho que
no estaba molesto o herido por su actitud, aunque apenas pronunció aquello ambos
supieron que estaba mintiendo.
No se detuvo a ver la hermosa ciudad de altos edificios de piedra blanca ni los preciosos
corceles que utilizaban los transeú ntes para movilizarse. Los puestos de venta, las costosas
joyas y estatuillas de la venerada deidad del sol tampoco llamaban su atenció n. El olor de la
comida y las conversaciones, nada de lo que podía ofrecer ese legendario sitio sacaba a
Harry de su hermetismo, ni siquiera la incó moda culpa que Louis le transmitía a través del
lazo.

—Harry, amor…—Lo tomó de la mano, y entonces se vio obligado a mirarlo. Frunció los
labios al notar su arrepentimiento, y pensó que quizá no estaba apreciando la forma en que
el alfa lo cuidaba de asuntos en los que no podía ser imparcial—. Ya llegamos, y tengo que
correr apenas nos bajemos a una reunió n con Niall, Danielle y el resto de los líderes
invitados.

Harry soltó a su mascota y dejó que se desplazara hasta el otro extremo del carruaje para
asomarse por la ventana. Asintió , y apretó un poco la mano del alfa.

—De acuerdo. Me quedaré con Cara y mis guardias mientras no está s—Encogió los
hombros—. Supongo que alguien me recibirá e indicará qué recá mara ocuparemos.

—Por supuesto, sin embargo antes—le sonrió levemente, justo cuando la marcha se detuvo
frente a un precioso castillo de piedras pulidas y techos rojos—. ¿Me permites
acompañ arte hasta donde se encuentra tu hermana?

La fría apatía que lo había arropado desde la discusió n desapareció ante esa sola menció n.
Abrió la boca para hablar, pero só lo logró asentir. Dejó que Louis lo ayudara a bajar del
carruaje y tomó su brazo mientras caminaban entre la columna de sirvientes vestidos de
rojo. Una mujer de elegante tú nica les hizo una reverencia e indicó el camino para llegar a
la cita que tenían pautada. El interior del castillo era una cincelada obra de arte, con
estatuas que parecían salir de las paredes y que representaban los relatos del dios del sol y
los juicios legendarios que se realizaron en su nombre. Elaboradas pinturas sobre lienzo
decoraban los sitios donde la piedra y el má rmol lo permitían. Pulcramente limpios, los
suelos por los que caminaban reflejaban sus figuras y creaban un eco por el roce de sus
suelas.

—Majestades, lord Lioncourt espera dentro con su esposa—indicó la mujer, señ alando la
puerta de madera oscura frente a ellos—. Príncipe, recuerde que tiene pautada una reunió n
de la que no puede dimitir.

—Lo sé—aceptó amablemente, y tomó la palanca de la puerta, presionando sobre esta para
liberar la cerradura—. Dejaré aquí a mi esposo, es hermano de lady Lioncourt. Somos
familia—sonrió , y abrió la puerta dejando que Harry pasara primero—. En un momento
podrá guiarnos a la reunió n y…

Harry se perdió el resto de la conversació n. No podía concentrarse cuando todo a su


alrededor se disolvía y volvía efímero. En la elegante habitació n de divanes y mesas llenas
de comida, de sillones y ventanas con exquisitas vistas había una preciosa mujer ataviada
por un vestido color crema. Su cabello estaba mucho má s corto a como Harry lo recordaba,
ahora só lo le rosaba los hombros con suaves mechones claros. Estaba inclinada sobre una
cuna dispuesta en el centro de la habitació n, y la mecía con cuidado, una sonrisa
adiviná ndose por el hoyuelo que se marcaba en su mejilla.

Sentía que no respiraba, y a la vez encontró la voz para pronunciar su nombre:

—Gemma.

El cá lido marró n de los ojos de su hermana conectó con él, y su sonrisa flaqueó mientras se
enderezaba y lo estudiaba con una mirada que cada vez brillaba má s, inundá ndose de
lá grimas. Entonces la sonrisa volvió , algunas gotas resbalando por sus mejillas, mientras
caminaba hacia él y le ofrecía sus brazos. Y Harry se encontró caminando deprisa hacia ella,
mordiéndose el labio inferior en un ú ltimo arranque de pudor para no soltar un sollozo.
Porque se veía tan preciosa, tan elegante y dulce que sus recuerdos simplemente no le
hacían justicia.

—Gemma—repitió con voz ahogada, y se detuvo a centímetros de ella, porque no sabía si


abrazarla podría lastimarla, o peor, hacer que se esfumara porque eso era mejor que
cualquier fantasía. Pero ella lo tomó de la ropa y lo apretó entre sus brazos. Harry le rodeó
la cintura y respiró su familiar perfume de lavandas frescas. Reconoció la familiaridad de su
gesto y cuando sintió las lá grimas de su hermana mojarle el rostro, él también se dejó
llevar por el llanto.

—Harry, mi hermanito—sollozó Gemma, acariciando sus rizos y enredando los dedos allí
—. Mi pequeñ o niñ o, ha pasado tanto tiempo—lo estrechó má s fuerte, como si intentara
borrar la ausencia que ambos sintieron por esos largos meses—. Y está s bien, dioses. Te
ves bien y sano.

—Te extrañ é tanto, tanto—se alejó un poco, pues estaba empapando la manga del precioso
vestido de su hermana, y ella se veía tan impecable que se odiaría de estropearla. En
cambio detalló su rostro y sonrió , disfrutando de todos los rasgos que compartía con su
madre—. No me pude despedir, lo siento…

—Calla, eso no fue tu culpa—le quitó los rizos del rostro, que se adherían ahí por las
lá grimas, y besó las hú medas mejillas repetidas veces, hasta hacerlo reír—. Has crecido
tanto, eres todo un jovencito.

—Señ or—corrigió , y le mostró la mano donde conservaba el anillo de plata que nunca
abandonaba su dedo anular—. Estoy casado desde bastante…

Ella frunció las cejas nostá lgicamente, con claras ganas de continuar llorando, pero dejó
que Harry le enjugara las lá grimas que seguían en su rostro.
—Tengo mucho que agradecerle a tu alfa—tragó grueso y miró por encima del hombro de
Harry—. Majestad, no hay tesoro que pueda ofrecerle que valga todo lo que ha hecho por
mi hermano.

—Su hermano es un tesoro por sí mismo, mi lady—contestó Louis, y Harry se giró un poco
para verlo de pie a una distancia prudente para darles privacidad. Estaba a un lado de Abel
Lioncourt, que era por una cabeza má s alto que Louis. Espesa barba y una melena rubia que
recogía en una media coleta, los ojos grises de ese alfa seguían siendo amables.

—Es un honor que nos encontremos de nuevo, alteza—saludó con respeto el rubio.

—Yo tengo que darle las gracias, lord Lioncourt. Por cuidar de mi hermana—Gemma le
estaba rodeando los hombros en un flojo abrazo—. Por tener el detalle de enviarme aquella
carta… y por el regalo de cumpleañ os.

—Ha sido un placer—aseguró con una escueta sonrisa.

Gemma le dio unas palmaditas en los hombros, y le animó a que caminaran hasta la puerta.

—Deberían marchar a la reunió n—soltó a Harry para ir hasta el alfa rubio. Acomodó los
botones de su camisa y estiró las inexistentes arrugas en la tela—. Vuelve pronto, querido.

Harry apartó la mirada cuando su hermana recibía un cariñ oso beso en la frente; y se
encontró con su alfa, que tímidamente esperaba saber si podía acercarse. Le ofreció su
mano como respuesta, y estiró los labios en su direcció n. Louis enlazó las manos de ambos
y le dio un casto beso.

—Quisiera que pudiéramos pasar el resto del día juntos, en familia—comunicó tras el beso,
sin soltarle la mano—. Pero la reunió n se prolongará .

—Mañ ana—Abel ya estaba abriendo la puerta—. Si gustan podemos comer juntos luego de
la ceremonia de apertura.

—Perfecto—aceptó Louis y siguió al otro alfa antes de darle una significativa mirada a
Harry y entonces marcharse, cerrando la puerta tras de sí.

Los delgados brazos de Gemma lo abrazaron desde atrá s, y besaron sus rizos. Escuchó su
reservada risa y al cerrar un momento los ojos sintió que era un niñ o de nuevo, que estaba
en su antigua habitació n en esa alejada torre del castillo en Vitrum Maritima y aquella era
una de las visitas que le daba cuando se escapaba de sus clases de bordado o lectura. Harry
estrechó la suave mano sobre su pecho.

—Me siento genuinamente atacada por la imagen de mi hermanito recibiendo besos—se


rió de sí misma—. Teniendo un esposo.
Harry se contagió de su risa, sintiendo que la tensió n dejaba su cuerpo con cada pequeñ a
sacudida.

—Recuerdo que lloré muchísimo cuando te casaste.

—También lloraste cuando te dije que esperaba un bebé.

Harry se giró con cuidado para mirarla, detallando que estaba casi en la usual delgadez de
cuando vivían juntos y ambos seguían solteros. Luego miró la cuna en el centro de la
habitació n.

—¿Edward está en la cuna? —preguntó lentamente, con una sonrisa y tiró de su mano para
llevarlo hasta la cuna.

Dentro de la pequeñ a y acolchada cabina de madera, envuelto en algunas delgadas mantas


y envuelto en un diminuto camisó n de sed azul claro, un bebé dormía con las manitos
asidas a un muñ eco. Para tener la edad de casi tres meses, era pequeñ o, pero sus
sonrosadas mejillas demostraban su salud. Tenía el cabello abundante y rubio, tanto que
parecía una pelusa muy pá lida sobre su cabeza. Sus boca en forma de cereza se movía en
leves balbuceos entre el sueñ o y sus traslucidas mejillas temblaban un poco.

—Tiene los ojos marrones—comentó Gemma en un susurro, viendo a su hijo con


muchísimo amor—. Quise que estuviera despierto para que conociera a su tío, pero…

Harry negó suavemente y tocó con dedicado cuidado el cabello de su sobrino.

—Es precioso—dijo sin má s, sin poder quitarle la vista de encima—. Me hubiese gustado
estar contigo en ese momento, apoyarte.

Se tragó un sollozo y en cambio soltó una risa ahogada. Porque era tan bonito, ese pequeñ o
ser que compartía su sangre y era fruto de su hermana. Ver a Edward equivalía en tener
esperanza, en pensar que todo iría para mejor y que la felicidad que sentía en ese momento
se podía extender por mucho má s tiempo. Se imaginaba muchos añ os donde la familia no
haría otra cosa que ampliarse, y compartirían muchos momentos juntos.

—Estuve asustada cuando supe que había llegado el momento—meció la cuna y tomó
asiento en el sofá . Harry la siguió , dá ndole una mirada má s al bebé, ya tendría tiempo para
cargarlo cuando despertara—. Pensé, entre los nervios, ¿Có mo iba a convertirme en madre
si acababa de perder a la mía?

Las comisuras de los labios de Harry temblaron y bajó la mirada. Gemma lo acercó por un
abrazo. Estaban solos hasta que decidieran salir de allí, no importaban los protocolos.

—Yo también… Quiero decir—se aclaró la garganta, recordando có mo se había


derrumbado por el pronó stico del fisió logo y el fantasma de la partida de su madre cuando
encontró sus joyas—. He pensado mucho en nuestra madre, y en a ella le hubiese gustado
estar con nosotros.

La muchacha asintió , acariciando el brazo de Harry.

—Ir a nuestras bodas, ver nacer a Edward—suspiró —. Todo fue tan repentino…—lamentó .

É l también lo lamentaba, quizá má s que cualquiera de ellos.

—¿Có mo… có mo está n nuestro padre y Damon? —desvió el tema. Ya había estado
melancó lico esos días, quería conservar la felicidad que la compañ ía de Gemma le daba.

—Oh, Damon está fuera de Vitrum Maritima, está en una misió n diplomá tica a las ciudades
libres porque… Padre lo castigó por no saber organizar tu traslado—comentó , la sintió
negar suavemente—. Y padre ha tenido mejores días. Pasa días en los que nadie se le puede
acercar, otros simplemente está aplastado por la pena. A veces enferma y allí es cuando me
pide que hable con él.

—¿Sigue extrañ ando mucho a mamá ?

—Demasiado.

—Damon intentó hacerme dañ o, Gemma—susurró , como si estuvieran ante una multitud y
aquello fuese un gran secreto. Quizá era que admitirlo en voz alta era demasiado para él—.
Dejó mi viaje en manos de un alfa monstruoso y…

—Lo sé—Gemma lo abrazó má s fuerte, reconfortá ndolo contra su pecho—. El príncipe


envió un mensaje con todo lo sucedido, y le exigió a papá que castigara a Damon por ello. Se
molestó tanto… No puedo creer que te hiciera eso. Dijo que… que era para vengarse de
Aurea. No deseaba que te tuvieran luego de quitarnos la guerra—su voz sonó ahogada—.
No puedo creer que esté tan sediento de venganza.

Harry analizó sus palabras, un millar de dudas buscando respuestas en su mente.

—No, yo tampoco lo entiendo.

En el amplio jardín del castillo donde todos los nobles e invitados se hospedaban, estaba
por celebrarse lo que todos llamaban la ceremonia de la misericordia. Se daba justo a
media mañ ana, cuando los monarcas y lores volvían de la cacería organizada por la
sacerdotisa de la ciudad. Por lo que Harry sabía, pues el movimiento en la habitació n lo
despertó antes del amanecer, Louis y Danielle asistían a la cacería. Así como Niall, Perrie y
por supuesto el esposo de Gemma.
—La cacería representa la fortaleza de los que van a juzgar—explicó su hermana. Se
encontraban en una de las muchas mesas repartidas por el jardín y rodeaban el podio.
Canastas de comida y botellas de sidra estaban dispuestas para disfrutar de la ceremonia.
Tenían una vista al escenario donde todo se realizaría, y ya podía ver llegar a los cazadores.
Todos usaban ropa de montar, resistente y cargaban con sus armas predilectas. Visualizó a
Louis con un elegante arco en la mano y la aljaba colgada al hombro con algunas flechas.

—¿Y por qué se llama ceremonia de la misericordia?—Harry estaba algo distraído, puesto
que el cesto del bebé se encontraba en una silla a su lado, y no paraba de jugar con él,
moviendo al muñ eco con el que Edward dormía de un lado al otro.

—Porque la sacerdotisa, Jesy, entrega su bendició n a los cazadores por su valentía.


Ademá s, un grupo selecto de condenados que llevan un añ o en las mazmorras es
presentado ante ella—tal y como narraba Gemma, la mujer vestida de pulcra tela blanca
entregaba un medalló n a cada uno de los líderes que se arrodillaban frente a ella. Y luego
bajó , recogiendo la falda de sus ropas, los escalones para detenerse ante los convictos. Uno
de ellos recibiría el perdó n.

—Lleva flores en las manos, quien las reciba…¿Podrá marcharse?

Antes de que Gemma pudiera contestarle, la respuesta llegó a Harry desde atrá s.

—En efecto, ella es la representante de nuestro dios justiciero—aclaró una melodiosa voz
varonil. Alto y pá lido, llevaba el cabello claro de un tono parecido al de Gemma y su barba
enmarcaba una sonrisa de altanera superioridad—. Alteza, es un placer por fin conocerlo.

Harry no sabía de quién se trataba, pero ese hombre sí lo conocía.

—No he tenido el agrado de conocerlo, lord…—alargó la palabra, y Gemma lo salvó


haciendo las presentaciones.

—Harry, permite que te presente a lord Joseph Morgan, un aliado de nuestro padre.

Para ser justo consigo mismo, no conocía a casi nadie relacionado con el gobierno de su
padre.

—Un gusto conocerlo, lord Morgan—aseguró . Abrió la boca para invitarlo a sentarse, y
entonces un grito desgarró la tranquilidad del evento.

Cada persona en el lugar se puso en tensió n. Harry se levantó , cubriendo con su cuerpo a
Gemma y su sobrino, de lo que sea que estuviera pasando. Pero el peligro estaba en el
centro del jardín, a los pies del podio donde dos convictos habían atacado a la sacerdotisa.
La habían empujado al piso y uno de ellos ya iba dispuesto a golpearla, pero alguien saltó
desde el podio y corrió á gilmente para interponerse en el golpe. En segundos un alarido
volvió a quebrar el aire por encima de los murmullos de los observadores. Danielle había
cercenado la garganta del criminar, pero el otro echó a correr aprovechando que los
soldados se encargaban de someter a los demá s convictos.

—¡Louis!—má s que un grito, la voz de Danielle fue un comando, y apenas habló , todos
concentraron su atenció n en el príncipe que tomaba una peculiar flecha de su aljaba, con
un diseñ o esculpido y apuntaba en un á ngulo que a Harry le parecía imposible de dar en el
blanco. En un zumbido, la flecha abandonó el arco y se disparó por el aire en una increíble
curva para descender a velocidad y clavarse en la nuca del pró fugo.

Levantó una nube de polvo al caer.

Un segundo de silencio, tenso y pesado, para que luego los presentes aplaudieran el acto de
las coronas de Aurea.

Gemma estaba pá lida detrá s de él, con su bebé en brazos mientras que todos se movían a
su alrededor. Só lo aquel lord, Morgan, parecía tranquilo y le devolvió la mirada a Harry.

—Increíble, ¿no lo cree, alteza?—su sonrisa torcida podría ser seductora de no ser por la
fría manipulació n que imponía con su mirada.

—¿A qué se refiere?

Le señ aló el podio, el sitio donde escoltaban a la sacerdotisa de nuevo a su templo y los
guardias se llevaban a empujones a los convictos, otros recogían los cadá veres.

—Me refiero—contestó , mirando hacia Louis y Danielle—. A la sangre fría que tienen los
príncipes para asesinar. No hay duda del por qué ganaron la guerra.

—Cualquiera de los presentes en el podio pudo haber defendido a la sacerdotisa—rebatió


con un leve temblor.

—Sí, pero cuá n curioso que precisamente fueron nuestros volá tiles príncipes—ladeó el
rostro hacia Harry—. ¿Có mo se siente vivir entre depredadores, alteza?

<><><><><>

¿Cómo les trató el día?

Prometo darles suficiente drama en Príncipe como para que no piensen en el drama
del Fandom, ahqué.

Alguien me dijo que era omega, y quiero que me sean sinceros. ¿Doy la imagen de
omega? ;-; ¿Verdad que no?
Voy a intentan retomar las dedicaciones, pero como sigo sin pc por favor, pidánlas
quienes no hayan tenido una antes.

Aquí<3
29-. Venganza

DEDICACIONES

@Bele_zboobear >> @xxLarryKingxx >> @withoutfallingstar_ >> @-catchthat >>


@Lore3m >> @-justharry >> @ADONISLOU >> @JENNITavera >> @lemonloueh >>
@ths12Larry @LarryIsReal_Jazmin07 >> @SmilingforLarry >> @Molly_Moo_ >>
@tushistorias >> @Jaquivon >> @Littlespoonx >> @ForColors >> @fanyestefany
>> @ArianaHaroldStylesH >> @EstefaniaHeras >> @merchu2020 >>
@aliperfectzayn
>> @Among_others >> @niallerfabulous >>

VENGANZA

“¿Y quién eres tú—” el soberbio lord dijo “a quien debo dar semejante reverencia? Sólo un
gato de distinta capa, esa es la única verdad que sé.”

“En una capa dorada o una capa roja, un león aún así tiene garras. Y las mías son
largas y afiladas, mi lord, tan largas y afiladas como las suyas.”

Tras casi un minuto, Harry todavía no formulaba una respuesta para esa pregunta. Estaba
demasiado abrumado por lo que representaba la presencia de ese alfa, por lo que le hacía
sentir. Era como si deseara directamente intimidarlo, recordarle que si lo quisiera podría
aplastarlo porque a quien se enfrentaba era un alfa. Su sonrisa era espontá nea y atrayente,
pero la vida le había dado la suficiente desconfianza a Harry como para que aprendiera a
buscar las verdaderas intenciones de una persona. Y los letales ojos de lord Morgan
querían destrozarlo.

Miró en direcció n de su hermana un momento, y esta le indicó que no contestara. Después


de todo, el cualquier momento sus esposos vendrían a la mesa. Pero Harry estaba cansado
de que cualquiera se sintiera con el derecho de acercarse a él y embarrar la imagen que
tenía de Louis.
—Lo ú nico que puedo responderle, lord Morgan—comenzó , a pesar de que Gemma le pateó
el tobillo por debajo de la mesa para que se callara—, es que el pueblo de Aurea y sus
gobernantes me recibieron con las mejores intenciones. Por lo que mi estancia ha sido
bastante grata.

Las cejas del noble se curvaron en una expresió n satisfecha. Harry sabía que estaba lejos de
alejar al hombre con una respuesta ingeniosa. Al contrario y para su pesar, lo estaba
entreteniendo.

—Aunque es muy educado de su parte, eso no responde a mi pregunta.

—No lo son—contestó deprisa, alzando un poco la barbilla—. No son como usted los llamó ,
no son depredadores. Aunque supongo que los que tienen la mala fortuna de estar en su
camino, lo ven así.

Joseph Morgan miró un momento hacia el sitio donde antes reposaba el cadá ver del
convicto, y ahora só lo quedaba un charco de sangre.

—Si es así, ¿Por qué ejecutar al prisionero que huyó ? —Interrogó , con las palmas
extendidas hacia arriba, como si cuestionara sobre un tema trivial—. ¿Por qué no
dispararle en el hombro o pierna?

—Quizá —Y esta vez quitó el pie de sitio a tiempo antes de que Gemma volviera a patearlo.
Miró al alto hombre que buscaba dejar a flote algú n atisbo de vulnerabilidad en él—, puede
que mi esposo pensara que si ese hombre rechazó la misericordia de la sacerdotisa, él no
tenía por qué ofrecérsela de nuevo.

—Oh—sonrió con deleite, y se acercó un paso má s a Harry, invadiendo su espacio en lo se


podía catalogar como inapropiado—. La mayoría de los omegas se quedarían callados,
esperando que sus valerosos alfas vinieran a responder por ellos. Pero usted me está
desafiando. No me sorprende, es el hijo de un rey, después de todo.

Harry parpadeó , deseando retroceder, pero justo detrá s de él estaba la silla de Gemma y el
bebé. No se había movido de su sitio cuando se plantó entre ellos y lo que pudiera pasar en
el podio.

—Só lo le otorgo las respuestas que me pide, lord Morgan.

—Sigo viendo demasiado reto en el verde de sus ojos, alteza. Eso no es apropiado para un
omega—advirtió , y ahora su sonrisa era mínima, apenas una curva en la comisura de su
boca—. Puede que lo ú nico que necesite sea disciplina, ¿Cree que a su esposo le importe
compartir?

Fue un susurro, que le hizo perder todo el calor del cuerpo a base de la rabia que iba
naciendo en su estó mago. Só lo él lo escuchó , aguantando ese cargado olor dominante del
alfa y sostuvo su mirada. No le impresionaba que pensara así, que lo tratara como un trofeo
o posesió n, porque si venía de su anterior reino y era aliado de su padre, tuvo que criarse y
luego predicar el complejo de superioridad de los alfas. Y por lo tanto, la denigració n de los
omegas como él.

—Por respeto a la amistad que tiene con mi padre, lord Morgan—musitó también, pues no
quería involucrar a Gemma en ese desagradable asunto. Podía sentir su mirada en la nuca
—, dejaré pasar ese indecente comentario, y no le hablaré de ello a mi esposo. Pero no lo
haga de nuevo.

—¿Así que este es nuestro secreto, alteza?—insistió con una brillante sonrisa. Hizo un
confiado ademá n para tocarle el rostro, y Harry se preparó para hacer algo que podría
armar un alboroto y generar polémica alrededor de él y Louis. Sin embargo, si ese alfa le
ponía un solo dedo encima…

Pero pronto se encontraron acompañ ados. Abel Lioncourt rodeó la mesa para llegar hasta
la silla de Gemma y reunirse con ella. Y frente a ellos, Louis y Danielle llegaron luciendo una
idéntica expresió n de desagrado. Ya no cargaban con sus armas, y un par de escoltas los
seguían. Un rictus furioso tensaba el rostro de Louis y volvía letal su mirada azul.

—No recuerdo haberte invitado a mi mesa, Morgan—dijo con brusquedad, y ofreció su


mano a Harry para que la tomara y fuese hasta su lado. Apenas lo tuvo contra el costado, le
rodeó la cintura con un brazo.

—Príncipe Tomlinson—saludó , y luego dirigió una sonrisa a Danielle—. Princesa


Campbell… Me acerqué porque vi a los hijos del rey Desmond—encogió los hombros,
pareciendo inmune al desagrado que los príncipes expresaban hacia él—. Les vi crecer y
só lo quería saludar dado que ya no frecuentan mucho la corte cuando estoy de visita.

—Un saludo bastante prolongado—añ adió con desdén Louis, que estrechó el agarre sobre
Harry y este, tratando de calmarlo, le acarició la espalda.

—Lord Morgan ya se marchaba…—aseguró Gemma, pero el alfa la interrumpió .

—Con todo el alboroto que se causó , vi conveniente quedarme con ellos. Porque de donde
vienen estos actos sangrientos son censurables dentro del castillo real—señ aló sutilmente
a Louis—. No quería que se asustaran.

Antes de que Louis pudiera hacer algo, Harry lo abrazó apoyando su peso en él para
mantenerlo en su sitio. Como una densa bruma, el odio que destilaba de su esposo a causa
del otro alfa lo alcanzaba a él y no quería ni pensar en lo que eso podía provocar.

—¿Se encontraba preocupado, lord Morgan?—la cínica actuació n de preocupació n en la


voz de Danielle por primera vez no molestó a Harry. Quizá porque no estaba dirigida a él.
La muchacha se quitó con elegancia los guantes de cuero. Tenían algunas salpicaduras que
tras lo ocurrido no había que pensar demasiado de dó nde provenían—. ¿Por la sangre en
nuestras manos?

—La verdad…—comenzó el hombre.

—No debería—negó , y lanzó los guantes ensangrentados a los pies del alfa en un
movimiento despectivo. Mostró sus manos, pulcras y sin un diminuto rastro de la cacería o
lo que acababa de hacer—. Como verá , no tenemos problemas con eso.

Joseph miró las prendas tiradas a sus pies, toda simpatía borrá ndose de su rostro porque
después de todo, esa era una clara ofensa a su persona. Su olor cambió , y Harry estuvo a
punto de intervenir para pedirle que se retirara. Allí estaba su hermana y sobrino, de
ninguna manera los quería envueltos en una disputa.

—Me parece que no saludé a su comitiva, lord Morgan—intervino finalmente Abel,


separá ndose de Gemma—. ¿Le importa si lo acompañ o?

—Y podrían acompañ arme a mí al vestíbulo—ofreció Danielle, viendo sin muchos á nimos


la mesa. Ella parecía inmune al peligro que representaba un alfa alto y fuerte, que dirigía su
enojo hacia su direcció n—. Quiero descansar en mi recamara. ¿Marchamos, caballeros?

A través de un tenso silencio, ambos alfas y Danielle se marcharon, y no pasó por alto para
nadie la forma en que Joseph pisoteó los guantes que yacían tirados.

En silencio, volvieron a ocupar la mesa, y ya que estaban todos sentados, un par de


sirvientes rellenó las copas y dejó una jarra de vino y otra de cerveza en la mesa, junto a los
platos de comida. Edward comenzaba a mostrar el malhumor que traía el sueñ o en los
bebés, sus redondas mejillas rosadas por los intentos de llanto que Gemma calmaba con
caricias y palabras suaves. Pero el chiquillo seguía impaciente, frotá ndose los ojos con sus
pequeñ os puñ os.

—¿Puedo intentar que se duerma?—Ofreció Harry, y estiró los brazos sin recibir una
confirmació n, estaba ansioso por ganarse el cariñ o de su sobrino, así como lo había hecho
con Jacob.

—Claro, así puede que yo alcance a comer un poco—aceptó ella, y le pasó al bebé, que al
principio se resistió un poco porque no reconocía a Harry en apariencia. Pero el olor de
Harry estuvo presente en gran parte del embarazo de Gemma, así como su voz. Y siempre
le comentaba que su cercanía le tranquilizaba cuando el bebé pateaba.

—Está bien, pequeñ o—le susurró mientras lo mecía un poco, abrazá ndolo contra sí.
Edward buscó una posició n có moda sobre su hombro y entonces se quedó quieto,
aferrando sus puñ itos a la ropa a su alcance. Abrazar a su sobrino era una experiencia por
sobre todo deslumbrante. Sentir su calor y el peso de su cuerpo, escuchar sus leves
tarareos mientras se calmaba. Lo había anhelado desde el momento que le informaron de
su existencia en el vientre de su hermana.

—Tal y como siempre sospechamos, eres grandioso con los infantes, hermanito—Ella
contemplaba la escena enternecida, con aquel brillo orgulloso en sus ojos.

—Sí, así es—susurró Louis desde su asiento, apenas había probado la comida y ahora
tomaba algunos sorbos de cerveza. Con un suspiro, dejó de mirar a Harry y pasó a ver a la
princesa de Vitrum Maritima—. Quiero pedir disculpas por… por todo. La discusió n con
Morgan, lo que pasó en el podio, yo… Yo no quería nada de esto.

—Lou…

—Oh, no… No, majestad—Gemma se apresuró a detenerlo—. Nada de lo ocurrido pudo ser
algo que usted tuviera el poder de evitar. Los convictos… el afá n de lord Morgan por
aferrarse a lo que ocurrió en la guerra. Usted só lo reacciona a las circunstancias como
mejor puede.

—Sin embargo fui parte de ello, y le pido perdó n.

—Acepto su buena fe, majestad—levantó su copa hacia él—. Aunque le insisto que no es
necesario, a mi juicio sus actos está n justificados.

El alfa sonrió al no verse atacado, y esa acció n contagió a Harry. Se comprendían y hablar
les resultaba fá cil y có modo.

—Puede llamarme Louis simplemente—ofreció , también alzando un poco su copa.

Gemma asintió , y bebió un sorbo de vino.

—Conmigo puede usar mi nombre, también. Y quizá deberíamos dejar los formalismos
para eventos y la presencia de otros—encogió los hombros—. Somos familia después de
todo.

—Lo somos—reafirmó Louis, y acarició la mejilla de Harry. Descendió hasta tocar


levemente el pequeñ o brazo del bebé—. Cuando recibimos la misiva de lord Lioncourt, le
comenté a Harry que nunca creí que él me daría un sobrino antes que mi hermano de
crianza, el príncipe Zayn.

—Yo estoy contenta de que mi hermano le diera semejante tío a mi hijo—acotó Gemma,
volviendo sonriente a su comida.

—Lou es muy bueno con los niñ os también, espero que algú n día lo puedas ver con sus
hermanas menores—Harry apoyó la espalda en la silla, para estar reclinado y que el bebé
durmiera có modamente—. A veces entra a sus clases y se sienta a leer con ellas…
La comida se fue en anécdotas gratas. Cuando colocaron de nuevo a Edward en su sitio de
dormir sobre una de las sillas, Gemma les contó sobre sus ú ltimos meses de embarazo y
có mo fue el parto. Duró casi un día y perdió mucha sangre, por lo que todos estuvieron muy
nerviosos y no pudo alimentar a su hijo los primeros días. Louis se tensó un poco por ese
hecho, y le hizo varias preguntas sobre los riegos al momento del alumbramiento. Pero
Harry no quería que Louis se quedara con los miedos y preocupaciones que un embarazo
podía traer. Así que cambió el tema, relatando las preciadas ocasiones en que Louis
apartaba sus deberes como gobernante para colarse a las clases de sus hermanas y
ayudarlas a leer y aprender textos. Para lo ú nico que no colaboraba era con el
adiestramiento de los zorros.

—Son tres, y él se quedó con uno—explicó Louis, que se servía otra vez de la jarra de
cerveza—. Le colocó Tommo de nombre porque se supone que es nuestro primer retoñ o—
finalizó , rodando los ojos.

—Es adorable, ya lo viste antes de venir—defendió a su mascota—. Y a mí me obedece sin


problema.

—Te obedece porque lo tienes muy consentido, Harry—se burló su hermana, y enseguida
se calló porque podría despertar al bebé.

—En ocasiones pienso que el ú ltimo acto demencial que le falta respecto al zorro es meter
una cuna a nuestra habitació n para él— en lugar de ofenderse por ese comentario, Harry
apoyó la mano en el muslo del alfa para llamar su atenció n y le dio una brillante sonrisa.

—¡No había pensado en eso!

Un exagerado suspiro salió de los labios de Louis, que hizo reír bajito a los hermanos. Tomó
la mano de Harry que reposaba en su muslo y la llevó hasta sus labios, besá ndole los
nudillos. Entonces se levantó de la mesa.

—Debo marchar—informó —. Dentro de poco comenzará n los juicios y tengo que


cambiarme la ropa antes… ¿Te quedas con Gemma?

La idea de estar horas escuchando declaraciones sobre situaciones en las que no podía
opinar no parecía demasiado atractivo, y eran preciados momentos que le gustaría
compartir con su hermana antes de que ambos tuvieran que volver a sus hogares.

—Sí, me quedaré con ella y Edward—asintió —. Y cuando quiera volver a la recamara, lo


haré con Cara.

—Perfecto, recuerda tener cerca a Michael y Calum, está n rondando cerca, no te costará
encontrarlos. Gemma—le dedicó una corta inclinació n de cabeza a modo de despedida, y
acarició la mejilla de Harry antes de marcharse. De entre los demá s invitados y decorado
del jardín, Luke apareció y siguió el paso de Louis como si de una sombra se tratara.
Imaginó que de igual forma sus guardias aparecerían al momento que decidiera moverse.

—É l realmente te quiere, Harry.

Dejó de seguir los pasos de Louis al escuchar eso, y miró a su hermana que estiraba los
labios sutilmente y los hoyuelos se marcaban en sus mejillas a causa de eso.

—Lo sé, y yo a él—confesó , y comenzó a juguetear con los bordes de una servilleta de tela
—, tenías razó n esa ú ltima tarde que pasamos juntos en mi habitació n. Dijiste que él no era
como esos rumores, y era cierto.

—Es un buen hombre… A diferencia de nuestro hermano.

—Damon no es un tema que se pueda abordar cuando Louis está presente—advirtió


rá pidamente, e hizo una mueca—. Le desagrada bastante.

—Hay algo que… No lo comenté ayer porque estaba muy feliz de verte y no quería hablar
de ello todavía. Ademá s tenía que consultarlo con Abel…—Gemma estiró el brazo a lo largo
de la mesa, y Harry la imitó para tomar su mano—. ¿Vas a denunciar a Damon? Tienes a un
príncipe de tu lado, y yo puedo testificar si lo requieres…—En la mirada de su hermana
había un conflicto, esa innegable batalla que se libra cuando se elige hacer lo correcto
aunque destruya todo lo que conoces. Harry no quería una familia todavía má s rota, no
quería pasar días con personas especulando sobre su vida y lo que había llevado a que los
Cox se enfrentaran entre ellos. Las consecuencias eran muchas y, aunque ganara, eso no es
lo que su madre hubiese querido. Un juicio contra su hermano no borraría los moretones,
las pesadillas que irregularmente lo asaltaban o que a veces estuviera tan hundido en
recuerdos que rehuyera hasta el contacto de Louis. Lo hecho, hecho estaba.

—No.

—¿Está s seguro?

—Completamente—Pasó el pulgar por el dorso de la mano pá lida de su hermana—. Ahora


soy feliz, justo ahora, y la venganza no es un camino que quiera tomar.

Se estaba quedando dormido sobre la cama, la envolvente calidez de las frazadas


invitá ndolo a dejar de luchar contra el cansancio y rendirse. El bañ o que tomó apenas dejó
a Gemma en sus aposentos y él volvió a la recamara asignada no hizo má s que acentuar el
costo del ajetreado día sobre su cuerpo. Afuera una suave lluvia golpeaba contra las
superficies del castillo y enfriaba las paredes haciendo que lamentara el no haberse secado
bien el cabello luego de vestirse con una de las camisas de seda de Louis. Abrazó una de las
almohadas, sacando el rostro de las frazadas y bostezó justo cuando la puerta se abrió .
—No lo sé, Luke. Organiza tú las guardias—ordenó Louis mientras entraba, con voz irritada
—, simplemente asegú rate que el bastardo de Morgan o su gente no se encuentren cerca de
aquí—Permaneció en silencio un momento escuchando la respuesta del guardia, y luego
suspiró —. De acuerdo, nos vemos por la mañ ana.

Se incorporó en la cama mientras el resonar de las botas anunciaba la cercanía del alfa. Se
frotó los ojos para alejar el sueñ o y lo miró quitarse la corona de oro y zafiros, dejá ndola
sobre una de las có modas. Le regaló una sonrisa con la intenció n de ayudarlo a desterrar
todo el trabajo al otro lado de la puerta, y funcionó porque Louis fue hasta la cama. Harry lo
recibió de rodillas sobre el colchó n, rodeá ndole el cuello con ambos brazos y plantando
varios besos en su rostro.

—¿Có mo estuvieron los juicios?—ronroneó contra su cuello, justo cuando Louis abarcaba
su cintura con ambas manos.

—Tediosos y largos—contestó mientras su cuerpo lentamente se relajaba por la presencia


de Harry, su calor y la imagen de verlo vestido con su ropa. Sonrió , tironeando de la camisa
—. Sin incidentes.

—Cuando te fuiste, luego me sentí un poco mal de dejarte solo…—admitió , separá ndose un
poco para quitarle la chaqueta y desatar los cordones de la camisa debajo de esta—.
Considerando que ese imprudente lord andaba por ahí… ¿Qué rencillas tiene contigo?

Las prendas eran desechadas sobre el divá n en la parte delantera de la cama. El cinturó n de
Louis produjo un chasquido cuando lo liberó , deslizá ndolo por las trabillas del pantaló n.
Jugueteó un poco con el botó n del pantaló n antes de abrirlo y empujar del borde de este.
Sus dedos tocaron el vello en la pelvis del alfa.

—No te preocupes, gatito. La presencia de Morgan es só lo una molestia, pero nada má s—


deslizó los dedos debajo de su barbilla, alzá ndole el rostro y acarició sus labios—. Algunas
personas simplemente no saben cuá ndo aceptar sus derrotas.

—¿Está s seguro que no representa nada? —No pasaba por alto la forma en que Louis sabía
esquivar sus preguntas con suma delicadeza. Con el tiempo, aprendió a identificar cuando
le estaba omitiendo algo. Pero lo dejó ir, porque el pulgar de Louis le estaba acariciando el
labio inferior, presionando. Y Harry se vio incapaz de detener el impulso de lamerle con la
punta de la lengua. La tentació n comenzó hacer acto de presencia, tensando su vientre de
un tiró n.

—En lo absoluto, gatito—culminó la charla. Bajó el pulgar desde su labio, la barbilla y curvó
la palma en su garganta; continuó por su pecho y apretó de nuevo la cintura de Harry para
acercarlo y tomar sus labios en un beso voraz.
Probó el sabor del tabaco que se intensificó cuando separó los labios y recibió la lengua de
Louis y su cá lida caricia. Lo sintió ponerse duro contra él, y só lo el pensamiento de ello hizo
que comenzara a humedecerse y gemir bajito. Louis atrapó su labio inferior y él lo atrajo
hacia sí, empujá ndolo a la cama. Pero el alfa tenía otros planes, bajó las manos por sus
caderas y amasó sus glú teos a gusto antes de inclinarse y levantarlo de los muslos,
encajá ndolo en su cadera.

—Lou… Lou, la cama—suplicó , deseando estar envuelto entre las frazadas, con el calor de
su fuerte cuerpo cubriéndolo mientras lo poseía.

—Mi gatito tiene el cabello hú medo, y está perfumando mi camisa con su adorable aroma
de sus aceites—jadeó contra sus labios—. Que le dejan la piel tan suave, só lo para que yo la
bese—aseguró . Lo sostuvo fuerte y tomó sus labios nuevamente, alejá ndose en un paso
tambaleante de la cama y avanzando a ciegas hasta el bañ o.

Harry se aferró a la fuerte espalda del alfa, dejando el lento trazo de sus uñ as sobre la piel,
respirando forzadamente sobre los labios de su esposo pero incapaz de detener el frenético
beso que só lo creaba má s urgencia y necesidad en ambos. El miembro de Louis se alzaba y
latía contra su pelvis, y para cuando el lubricante resbaló por sus muslos y alcanzó los
dedos del alfa, este lo estampó contra la puerta del bañ o.

—¡Louis! —siseó , arqueando la espalda por la sorpresiva rá faga de dolor a raíz del golpe.
Tiró de los cabellos en la nuca del alfa, y este só lo rió , rodando la cadera contra la suya para
generar esa deliciosa fricció n que hacía de Harry alguien sin voluntad.

—Pido tus disculpas, gatito. Sin embargo parece que no puedes esperar má s—le mordió
suavemente el cuello, apenas presionando los dientes. Tiró de sus caderas y Harry supo
que debía doblarse un poco del abdomen y anclar los talones de la espalda baja del alfa.
Sintió sus manos separarle las nalgas y la punta de su erecció n presionar tentativamente su
agujero, humedeciéndose.

—¿Crees que podrías tomarme así, gatito?—Encontró un camino que recorrió con besos
hasta su oreja. El choque de su aliento le hizo tener un escalofrío y encoger los hombros—.
¿Lo soportarías?

—Mírame—exigió , la necesidad bañ ando su voz de agonía. Suspiró cuando su cuello se vio
liberado de atenciones—. Despacio, hazme tuyo despacio… Para sentirte—gimió , atrapado
por la mirada oscura de Louis, el cobalto abarcá ndolo todo en su iris mientras se movía
para obedecer sus ó rdenes.

Y una vez má s su mundo se resumía de nuevo a Louis, a sus fina boca que dejaba escapar
jadeos a placer mientras se deslizaba con parsimonia en su interior, a la reconfortante
temperatura de su piel y la firmeza con la que lo sostenía en una silenciosa promesa de
entrega y protecció n. El vaivén de sus cuerpos mientras encontraban placer en cada
estocada, ambos llevando una odisea donde la gloriosa culminació n era el climax. Harry
estaba lejos de haber sanado de lo ocurrido hace meses, de esos angustiosos días que le
arrebataron la niñ ez de forma cruel. Quizá jamá s estaría tranquilo ante la presencia de
otros alfas, y era muy probable que nunca pudiera aceptar a otro en su vida, en su lecho.

Pero amaba a este hombre que lo salvó , que le dio un lugar a su lado y trabajó para que
recordara el valor que tenía y ganarse su confianza. Amaba al hombre que le enseñ ó que
podía ser valiente y recuperarse. Louis siempre le trató con respeto y quizá lo amó desde
mucho antes de habérselo confesado.

Louis era el ú nico hombre que tenía un espacio en su corazó n, nacido y hecho
especialmente para él. Era quien le devolvía el fuego a su alma con sus caricias y hacía que
abrazara la idea de ser deseado. Quien reclamaba su cuerpo y veneraba cada rincó n de él.
Aquel que lo protegía a toda costa y le brindaba la esperanza de un futuro.

El príncipe Tomlinson de Aurea era el amor de su vida, y si lo perdía, jamá s volvería a ser
capaz de amar.

Luego del desayuno, Gemma lo convenció de asistir a uno de los juicios. Entraron a un
saló n donde los espectadores observaban en silencio sentados en pulidos bancos de caoba,
y frente a ellos en plataformas de piedra se detenían los acusados. A la izquierda de estos
yacían los demandantes, todos tras una mesa. Y a la vista de los presentes, sentados en
elegantes tronos que representaban su elevado rango por encima del resto, se encontraban
los jueces y la sacerdotisa Jesy.

Entre los jueces se encontraban muchos rostros conocidos para Harry, y tenía que ser así
porque el juicio que estaba por comenzar era sobre lo ocurrido en Hiems. Perrie, al ser la
representante de las tierras neutrales, tenía el honor de siempre estar sentada a la derecha
de la sacerdotisa. Mientras que Niall se sentaba en el trono siguiente al de Louis. Entre
todos ellos, su alfa resaltaba con el sobrio traje negro de bordados de oro en el pecho y las
muñ ecas, la corona sobre su cabeza y su imponente presencia.

Estaban allí porque Gemma tenía curiosidad y deseaba conocer la verdad entre tantos
rumores que circularon sobre los acontecimientos que lo involucraban a él.

—Tras varios intentos fallidos de lidiar con los paganos y perder hombres en los conflictos,
decidí acudir a la corona de Aurea por ayuda. No tardaron en responder a mi llamado, y
debido a los distintos compromisos que llevaba la corona en ese momento, el príncipe
Louis junto a su lord comandante fueron quienes viajaron hasta Hiems—relató lord Horan
en voz alta y clara. Un escribano tomando nota de sus palabras con el trazo de una pluma
sobre pergamino.

Harry añ adía diversos comentarios al relato en voz baja a su hermana, como el hecho de
que viajaron tres días luego de su boda, y que Louis tuvo que sacarlo en brazos de la
habitació n hasta el carruaje. Le habló del frío, la preciosa nieve que tapizaba los techos de
las viviendas y la comida que servían en esa regió n.

—La primera noche que el príncipe se hospedó en mi castillo, nos atacaron—el hombre
miró por un momento a Louis a su lado, y este le asintió para darle á nimos—. Así que en
medio de la oscuridad, salimos a defender y no volvimos hasta el día siguiente, cuando el
sol ya se encontraba derritiendo la nieve. Creíamos que lo teníamos todo bajo control…—
Tal y como Harry lo recordaba, lord Horan contó en perfecto orden todo los
acontecimientos hasta que pudieron liquidar el mayor foco de la amenaza y fue momento
de marchar—. Dejaron varias tropas de la capital como apoyo, y el príncipe volvió a su
palacio para seguir con sus deberes mientras yo me encargué del resto.

La sala quedó en silencio cuando la sacerdotisa Jesy tomó la palabra. Cada persona en el
recinto volcó la atenció n en ella. Su voz resonaba, suave y profunda, como el terciopelo
sobre la piel.

—La muerte y desgracia que una fe tan corrupta trajo a sus tierras, lord Horan, fue terrible.
Entiendo que hubo sacrificios inhumanos en honor a entidades que no son otra cosa que
herejía…—comentó con verdadero pesar, y el aludido asintió —. Por lo que apruebo las
decisiones que tomó , y le concedo un indulto por las vidas que tuvo que arrebatar en
batalla por el bienestar de su pueblo. Esa es la voluntad de los dioses.

—Estoy agradecido con los dioses y con usted, excelencia, que nos transmite su voluntad—
Niall volvió a su sitio tras una reverencia, con la postura de sus hombros má s relajada. Su
liderazgo ya no estaba a prueba y podía estar tranquilo hasta la pró xima eventualidad.

—Como dicta la ley, si no existen objeciones o detalles que añ adir, podemos pasar al
pró ximo juicio…—tomando la campana que reposaba en una bandeja sostenida por una
muchacha, Jesy estaba por dar conclusió n a los eventos de Hiems.

Pero lord Morgan pidió la palabra, levantá ndose de su asiento en un elegante movimiento,
sin importarle la duda que dejó en todos los asistentes, ladeó el cuerpo para visualizar el
rostro de la sacerdotisa.

—Tengo entendido que hubo algunas muertes… ¿arbitrarias?—dijo, con aquella sonrisa
petulante—. Inculparon a un hombre que trabajaba para el castillo y aplicaron torturas en
él para obligarlo a confesar algo… Entonces lo mataron sin un juicio ni mayores ceremonias
—Encontró a Niall viéndose pá lido y aferrando las manos a los brazos de su trono—. Oh,
no. No, lord Horan, no estoy hablando de usted. Lo conocemos, jamá s usaría el patio de su
castillo, con todos sus sú bditos y familia presentes, para asesinar a una persona luego de
causarle una severa agonía.

—¿De qué está hablando, mi lord? —Exigió Jesy, enderezá ndose en su lugar—. No me
encontraba al tanto de dicha acusació n.
Joseph se atrevió a reír, y luego negó suavemente, levantando murmullos en la audiencia.

—Por supuesto que no lo supo, excelencia. No cuando el culpable es alguien que piensa que
la corona que lleva puesta le da inmunidad para la justicia de los hombres y dioses mismos
—encogió los hombros y con un leve gesto señ aló a Louis, que tenía la postura tensa, como
un felino agazapado listo para atacar—. Nuestro príncipe Tomlinson hizo de la muerte de
un sirviente un espectá culo. Pero ya sabemos, por lo que hemos visto estos días, que segar
vidas le es entretenido.

Jesy y el resto de jueces adoptaron gestos contrariados, y mientras los demá s susurraban,
ella habló .

—¿Esto es cierto, príncipe? —preguntó lentamente, exigiendo silencio para el resto con un
movimiento de dedos—, ¿abusaste del poder que los dioses concedieron a tu corona?

La postura de Louis se atenuó só lo un poco al dirigirse a la mujer, controlando su voz y


gesto por el respeto que estaba obligado a mostrarle.

—¿Puedo ir a la plataforma de piedra, excelencia? No tengo miedo de una declaració n—


solicitó , y tras recibir la aprobació n, se levantó del trono, y bajó los escalones en silencio.
Verlo bajar hasta la zona de los acusados era como contemplar a un dios descendiendo de
sus dominios, rodeado de negro y con destellos dorados que representaban su divinidad.
Louis encontró un momento la nerviosa mirada de Harry antes de plantarse en el sitio de
piedra y mirar hacia los jueces.

—Adelante, príncipe.

—El hombre que ejecuté—comenzó , enfocando su mirada azul en Morgan—. Fue un


prisionero de las expediciones contra los paganos que, al decretar su derrota, aceptó dejar
su profana fe y vivir bajo las ó rdenes de los Horan. Pero los traicionó , no era má s que un
infiltrado y confabuló un plan para secuestrar a un miembro importante del castillo y
utilizarlo como medio de extorció n contra la corona—alzó la barbilla—. Secuestraron a mi
esposo gracias a él, y tras obtener la informació n de dó nde estaba su líder y la razó n de ese
acto tal vil, só lo adelanté lo que obtendría de un juicio. Dos traiciones de esa magnitud se
pagan con la muerte.

Desde su asiento, Harry tembló , porque aunque no estaba declarado, un nuevo juicio
acababa de comenzar. Lo supo cuando vio a lord Morgan pasearse entre los peldañ os de los
jueces con aquella peligrosa sonrisa de victoria, por el nerviosismo de Niall que parecía a
punto de saltar del trono y el decepcionado rostro de la sacerdotisa.

—Ni siquiera un príncipe tiene la potestad de arrebatar vidas así—sentenció Jesy,


tamborileando los dedos sobre el trono.
—Me temo que este no es el ú nico crimen o, como llamarlo, intento de justicia por propia
mano—mencionó Joseph, y le pidió a otros dos hombres en el jurado que se levantaran.
Uno de piel aceitunada y expresió n estoica, su compañ ero de tez oscura y elegante tú nica
—. Lord Gillies y lord Davis son mis socios en trá mites comerciales por mar—explicó —. Y
encontraron muchísimas irregularidades hechas con dinero del príncipe.

—¿Insinú as que la corona de Aurea está implicada en contrabando? —intervino Perrie—.


Cuida tus acusaciones, Morgan.

—Dinero de la corona no—aseguró Charles Davis, y el hombre a su lado le hizo una señ al a
sus guardias—. Alguien ha estado comerciando las pertenencias de la casa Tomlinson,
metiéndose en desapariciones, compra ilegal… Temo que esto es a espaldas de los otros
dos príncipes y el propio consejo.

Louis tensó la mandíbula cuando habló .

—La injuria también es un delito, lord—advirtió —. Le recomiendo que se retracte.

Daniel Gillies se movió al centro de la estancia, con sus guardias y un temeroso muchacho
que só lo tembló y se puso pá lido como la cal cuando miró a Louis. Y este también, apenas
pudo controlar su reacció n cuando lo reconoció .

—¿Quién es este muchacho, lord Gillies? —el ceñ o fruncido de la sacerdotisa era profundo
mientras analizaba los acontecimientos—. ¿Un testigo?

El hombre asintió , y tras darle una sonrisa a Louis, le indicó al muchacho que hablara. Las
manos le temblaron cuando asintió , y de entre sus ropas sacó un medalló n que Harry había
visto muchísimas veces en los cofres de su armario, meses atrá s.

—M-Me dieron esta joya para que pagara a los centinelas y personal de un barco de
contrabando—tartamudeó , sin poder sostenerle la mirada a nadie—. Es una joya de la
realeza, por lo que pagarían bien por ella.

—¿Y qué transportaba el barco?

El muchacho miró a Louis, dá ndole una vista de total arrepentimiento. Lo habían atrapado,
ese había sido el riesgo desde el principio, y comprendía que si se negaba a declarar, lo
matarían apenas dejara la sala.

—Omegas, señ ora… Excelencia—susurró , aunque para pesar del príncipe, fue audible—. A
la ciudad libre de Raccon.

Como una reacció n en cadena, todos comenzaron a hablar en cuchicheos. Niall parecía
estar a punto de vomitar, mientras que Joseph y los otros dos nobles apenas lograban
contener las sonrisas en sus rostros. Por su parte, Harry mantenía la vista fija en la espalda
de Louis, buscando algú n signo de miedo o seguridad, de lo que sea. Cualquier cosa que le
quitara de encima la sensació n de ansiedad y traició n que comenzaba a destrozarlo desde
adentro. Parpadeó para alejar las lá grimas que nublaban sus ojos, y apenas sintió las
sacudidas que Gemma hacía en su hombro para llamar su atenció n.

—¿Puedo ver el medalló n?—solicitó Jesy, y extendió la mano a la espera de uno de sus
asistentes que rá pidamente recogió la joya y caminó sin pausas hasta la sacerdotisa para
entregar la pieza. Ella la analizó , leyó las palabras grabadas al dorso y pasó los dedos por
las pulidas gemas—. La corona no ha declarado ningú n robo a su recá mara del tesoro…
Ninguna de las familias—miró con severidad en direcció n de Louis, con la decepció n
oscureciendo sus ojos—. Que los dioses nos ayuden… ¡Guardias!

Atendiendo al llamado, cuatro hombres subieron los escalones de piedra y redujeron a


Louis hasta tenerlo sobre las rodillas y la espalda inclinada. La corona resbaló de su cabello
con un estruendo y cayó al piso.

—¡Esto es un error! —declaró Louis, resistiéndose a la fuerza que los guardias ejercían
sobre él. Porque eso era, un terrible error, algo que se fue de sus manos—. ¡¿De verdad cree
que sería capaz de exponer mi familia, mi nombre a esto?!

—¡Silencio!—Jesy se levantó de su trono—. Estas son pruebas terribles, y a menos que


salgas librado en un juicio, príncipe, pasará s tus días en las mazmorras.

Cuando arrastraron a Louis hacia la salida, y todos comenzaron a moverse, Harry saltó de
su asiento y corrió en su direcció n. Apartó y empujó personas, porque eso no podía estar
pasando. Su esposo no podía ser encerrado en ese oscuro sitio, no lo podían juzgar como
un criminal. Estaba listo para golpear al primer guardia, cuando Niall se atravesó en su
camino y lo abrazó para retenerlo.

—No lo hagas, Harry—empujó de él en la direcció n contraria—. ¡No lo hagas peor para él!

—Es mentira, una total falacia—golpeaba el pecho del alfa por librarse—. Déjame ir con
él… ¡Es tu amigo, haz algo!

—¡Harry, tú lo viste!—lo zarandeó por los hombros, y Harry se dignó a ver la


desesperació n en esos ojos azules—. Ese medalló n es de la riqueza personal de Louis,
¿Quién sino él pudo entregarlo?

Y sin poder evitarlo, con la situació n siendo má s fuerte que él, Harry se echó a llorar en el
hombro de Niall.

<><><><>

’and so he spoke, and so he spoke that lord of castamere


Ya se viene lo bueno, hagan sus apuestas. ¿Esto es una trampa o auténtico?

Tomates e insultos por acá.

Dedicaciones aquí.
30-. Condena

DEDICACIONES

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@Louis_Small

CONDENA

Pero el horror… El horror fue por amor. Las cosas que hacemos por un amor así son feas,
desequilibradas, llenas de sudor y arrepentimiento. Este amor te quema y mutila y te
retuerce de adentro hacia afuera. Es un amor monstruoso y hace monstruos de todos
nosotros.

Harry tenía un bonito sueñ o. En este, nunca dejó la cama esa mañ ana tras despertar con el
saludo de dulces besos en su nuca, y permaneció perdido en el calor que aquel fuerte
cuerpo le otorgaba. En ese sueñ o la conversació n que mantuvieron en la cama sobre
pequeñ os de ojos color á mbar o verdes, cabello liso o rizado y poseedores de distinguidos
hoyuelos fue eterna mientras Louis trazaba un millar de caricias en su plano vientre. La
sonrisa de su alfa era sincera y soñ adora, contagiando a Harry de disfrutar sin presiones
esa grata fantasía que ambos iban construyendo en base de comentarios e ideas. Eran dos
ilusos afectados y emocionados por la presencia de un sobrino. Ni siquiera pensaban en lo
duro que realmente era criar a un heredero, simplemente se dejaban llevar por el capricho
del instinto.
“—Estás desmoronando mi código moral, gatito.”

“—¿Cómo sugieres que hago eso?”

“—Porque juré esperar a que fueses mayor, cuidarte y ser responsable hasta que llegara el
momento correcto… Pero cada vez que te veo cargando a un niño, mi alfa gruñe y desea que a
quien lleves en tus brazos sea a mi hijo.”

“—Lamento presionar su moral, mi príncipe. No quisiera que llegara a sus límites.”

“—Oh, no sabes cuán lejos estoy dispuesto a llegar.”

Sin embargo, la plá tica no fue eterna. Ambos dejaron la íntima protecció n de su lecho y se
despidieron con la promesa de continuar la conversació n por la noche.

Y ahora estaban en esa pesadilla, donde un repentino juicio había acabado con la
estabilidad emocional de Harry. El llanto que derramó mientras Niall lo retenía y
observaban a Louis luchar contra los guardias, resistiéndose a que lo llevaran fuera de la
estancia, amenazaba con romperlo. Y todo su cuerpo tembló cuando el príncipe rugió
furioso al lograr tirar a las brillantes baldosas a uno de los guardias, la vibració n de su voz
haciendo que todos temblaran y dieran un par de pasos atrá s, intimidados. Todos menos
los fornidos guardias, que cargaron de nuevo contra él y se atrevieron a golpearlo
aprovechando la ventaja de nú mero para por fin sacarlo del recinto y llevarlo a las
mazmorras.

El resto fue bastante confuso, y só lo se dejó arrastrar como un muñ eco sin vida por Niall.
Detrá s de ellos les seguía una horrorizada Gemma que en el camino levantó la corona de
Louis y la llevó consigo entre todo el alboroto. Todos cuchicheaban, cada persona que se
cruzaba en su camino quería preguntarle qué acababa de suceder, sacarle la verdad o un
detalle jugoso. ¿Pero qué verdad? É l no sabía nada, incluso podía llegar a decir que el
hombre que se detuvo sobre la plataforma de piedra no era el mismo con el que se casó .

Bajó la mirada al suelo y no supo má s de sí hasta que estuvieron en otro sitio, má s


silencioso y pequeñ o. Estaban en su habitació n y él descansaba sobre el divá n de la cama,
observando pero sin comprender nada de lo que hacían los presentes allí, de lo que
discutían. Las frías lá grimas se deslizaban por sus mejillas, y sus manos aferraban con tanta
fuerza la corona en su regazo que dolía. Su alfa no estaba, se lo habían llevado a un sitio
oscuro, sofocante y lleno de criminales. Lo sentía tenso y frustrado, podía imaginarlo
perfectamente golpeando las paredes a pesar de las pesadas cadenas que lastimaban sus
muñ ecas restá ndole movilidad. Le habían arrebatado a Louis.

—Por favor, por favor tome un poco de té—suplicó la omega que estaba arrodillada a su
lado. Cara llevaba una bandeja, e insistía a Harry que probara al menos un sorbo de la
bebida que ya se había enfriado.
En realidad, todos le pedían que se calmara, desde su hermana sentada junto a él en el
divá n, hasta las mujeres y lord Lioncourt que discutían la situació n creando una atmosfera
de emociones conflictivas. Pero la peor era la suya, todas las feromonas de la habitació n se
veían aplastadas por la desolació n y dolor que emanaba la piel de Harry en crueles ondas. Y
los demá s no podían evitar que eso les afectara.

—Cara, déjame—ordenó con su voz sonando rota y trémula. La muchacha dio un suspiro
agotado y se levantó con la bandeja y su contenido intacto.

Gemma lo abrazó má s fuerte, pero Harry no se movió para corresponderle. Miraba a Perrie
y Abel que susurraban distintas salidas y repasaban las leyes, buscando alguna grieta que
los ayudara a desmantelar el argumento de Morgan y los otros dos demandantes, o al
menos que Louis pudiera esperar por el juicio fuera de las mazmorras. Jade caminaba
inquieta por la habitació n, con los brazos cruzados como si sintiera frío. La comprendía,
Harry también se estaba congelando por la angustia.

—¿Có mo pueden creer tan fá cilmente que el príncipe es un monstruo?—preguntó mientras


daba otra vuelta alrededor de la cama—. ¡Lord Morgan lo detesta desde la guerra!

—Estamos plenamente conscientes de eso, querida—Intentó tranquilizarla Perrie, y


avanzó hasta ella para envolverla en un delicado abrazo. Jade se acurrucó en el cuello de su
alfa y dejó ir un hondo suspiro—. Todos sabemos que ocurrió en la guerra…

—Nuestras tierras nos fueron arrebatadas por los aliados del rey Desmond y quien
respondió a nuestra sú plica de ayuda fue Louis—insistió , sorbiendo por la nariz—. É l es
justo, él…

—¿Qué ocurrió en la guerra?—La pregunta salió rasposa de su garganta. Había tenido


suficiente de no entender, de que todos parecieran hablar en có digo sobre acontecimientos
de los que él era totalmente ignorante ya que fue un prisionero en su propio hogar. Repitió
la pregunta, deteniendo los balbuceos de Jade—. ¿Esto es una venganza hacia Louis?

Gemma aligeró el abrazo, y tomó aire dispuesta a responder, pero Abel la interrumpió con
un corto ademá n. El alto hombre una expresió n llena de conflicto. Se detuvo frente a Harry
y lo miró un segundo mientras organizaba sus ideas.

—Los príncipes de Aurea actuaron como soldados durante la guerra. Ellos no se quedaron
sentados en sus tronos enviando ó rdenes a través de sus comandantes. En cambio
dividieron los terrenos que deseaban liberar o conquistar, ganaron la guerra junto a su
pueblo. Y eso los hizo ser venerados y odiados a partes iguales—explicó con su voz
profunda, ojos grises que parecían perderse en recuerdos—. Sintiéndose menospreciados,
algunos nobles quisieron imitarlos.
Harry frunció el ceñ o sin comprender del todo, no estaba contá ndole nada relevante. Sabía
las historias sobre Louis en los campos de batalla, y có mo pasó meses lejos de la capital
para defender junto a su ejército sus tierras y las de sus aliados.

—Que unos príncipes tomaran armas y pelearan sus propias batallas, hacía ver a un lord,
incluso a un rey, como simples cobardes—aclaró Gemma, frotá ndole el hombro—.
¿Recuerdas lo enojado que estaba padre por eso? Damon juró que traería a Louis y a los
demá s príncipes hasta el castillo y los ejecutaría por su soberbia… aunque él nunca usó una
armadura o levantó una espada.

Recordaba las discusiones cuando lo dejaban salir de la torre, cuando Gemma convencía a
su padre de permitir a Harry cenar con ellos. Pero nunca resultaba grato. La guerra, los
informes sobre las pérdidas y las opiniones del pueblo y el resto de los implicados
amargaban la comida, ponían furioso al rey que atestaba todo el comedor de su tó xico olor
de alfa.

Asintió quedamente, esperando que continuaran.

—Henry Morgan, el hermano mayor de Joseph, quiso ser uno de los primeros en demostrar
que la osadía de los príncipes de Aurea no era la gran cosa—Continuó Abel, aclará ndose la
garganta—. Se le mencionó que no lo hiciera, y aunque él desistió por un momento… su hijo
tomó un batalló n y marchó sin la aprobació n de Henry—el alfa negó con decepció n,
mirando una esquina de la habitació n como si pudiera por un instante, contemplar su
propio relato—. Y su estrategia fue terrible, las tropas de Louis lo redujeron enseguida y los
que escaparon para volver a las tierras de los Morgan…

—Le relataron a Henry y Joseph que durante el combate, el muchacho fue por Louis y en la
lucha, cayó bajo la espada del leó n del desierto—siguió el relato Perrie, que seguía
abrazada a su omega—. Entonces, ciegos de ira, armaron un contraataque. Mientras que
una legió n atacaba a los nobles que se mantuvieron neutrales para exigirles elegir un
bando, un grupo má s selecto se infiltró en las inmediaciones de Aurea y tomaron como
rehenes a las hermanas menores de Louis.

Harry hipó y frunció las cejas. No podía imaginarse a esas pobres criaturas, má s pequeñ as
de lo que eran ahora, siendo raptadas por esos viles hombres só lo para poder llegar a
Louis. Só lo los dioses sabían si realmente les hubiesen lastimado en el posible escenario de
atrapar a Louis y matarlo.

—Querían que Lou se entregara, para cobrarse la muerte del muchacho y las usaron de
carnada—tragó grueso, y con la manga del traje desterró con brusquedad las lá grimas de
sus mejillas—. Mis pobres niñ as, ellas no debieron ser parte de esa infame treta.

—Fue Henry, él se llevó a las niñ as, pero no contó con la furia que despertaría en el
príncipe. No puedes arrebatarle a un alfa su familia—Abel miró a Gemma un momento, y
esta le sonrió sutilmente —. Y siendo que nos encontrá bamos en guerra, donde las
garantías de las leyes no eran má s que un reflejo de la sociedad que está bamos perdiendo…
sobrevivía el má s fuerte. Y Louis lo mató , acabó con Henry para recuperar a sus hermanas.

—La muerte de Henry forzó a Joseph a dejar su vida de lujos y despilfarros, pasó a ser lord
y responsable de un título. Sin herederos y solo… —Completó Gemma, frotá ndose las
manos sobre la falda del vestido—. Es manipulador y vengativo, por eso no quería que
iniciaras una conversació n con él má s allá de un saludo, Harry. Cuando se acercó a ti ayer,
sé que lo hizo para llegar a Louis, y no quería que fueras un señ uelo.

Los escuchó sugerir varias conclusiones ahora que tenían los hechos del pasado, el
cimiento de aquella enemistad, frescos. Pero la idea de una venganza no terminaba de
encajar para Harry. Entendía que ese lord quisiera acabar con Louis, pero no explicaba por
qué tenía pruebas en su contra. Por qué había un muchacho que declaró en su contra y
llevaba en su poder un medalló n que hasta hacía unos meses pendía del cuello de Louis. É l
mismo lo guardó en el cofre de las joyas en el armario la ú ltima vez que lo vio.

—¿Dó nde está la princesa Danielle?—preguntó , levantá ndose del divá n. Depositó la corona
sobre la cama, pasó los dedos por el pelaje brillante del zorro que reposaba allí y comenzó
a caminar.

Perrie dejó a Jade sobre uno de los sillones de la habitació n antes de contestar:

—Está en una sesió n privada con la sacerdotisa y los demandantes, tratando de conseguir
un indulto o al menos que el juicio de Louis se haga en la capital—La rubia cruzó los
brazos, las mangas de su camisa arrugá ndose sobre el pecho—. Está negociando, es lo
mejor que sabe hacer y con suerte sacará a Louis de allí.

Tirando tímidamente de su falda, Jade llamó la atenció n de su lady.

—¿No deberías ir tú también?—Sus cá lidos ojos la miraban con una muda imploració n—.
Podrías ser de gran ayuda. Jesy, la sacerdotisa, confía en tu criterio.

—Y por eso debo mantenerme neutral, cariñ o. Después de todo, esa es la posició n que
represento—murmuró con amabilidad—. Pero me voy a encargar de que todo sea justo y
equilibrado, si es inocente, nadie va a hundir a Louis mientras pueda ayudar.

Harry caminó hasta el biombo cerca del bañ o, y tomó la bata color burdeos que tanto le
gustaba. Estiró las arrugas y dobló cuidadosamente hasta que estaba prolijamente
acomodada sobre uno de los cofres. Vio los símbolos de la corona tallados en la cobertura y
suspiró .

—No importa qué…Ella nunca le haría dañ o a Louis, ¿verdad?—Apenas habló , la


exclamació n ahogada de Perrie fue la respuesta a sus palabras. Pero necesitaba sacarlo de
su sistema, esa duda persistente.
—Por supuesto que no, Harry—enfatizó ella—. Danielle puede que no sea la persona má s
querida del reino, y quizá es hasta cruel con ciertas personas… Pero ella no conspiraría
siquiera un mal pensamiento sobre Louis. Antes se mutilaría, han crecido juntos…

Bastó una mirada de los enrojecidos ojos de Harry para hacer saber a Perrie que había
entendido. No deseaba que le repitieran la historia de la cercana relació n que los príncipes
guardaban entre sí. En vacío en su pecho cada vez era má s pesado, tirante y doloroso. Frotó
la palma sobre el esternó n y sollozó .

—Lord Horan está con él, si me permites iré a pedirle que te ceda su visita.

Abel se movió , pero no llegó hasta la puerta cuando esta resonó con un firme toque. Y só lo
con eso supieron que se trataba de los guardias. Como si ese fuese el llamado que esperaba
para emerger de uno de los rincones de la habitació n, Cara se desplazó hasta la puerta y la
abrió , cubriendo la apertura con su cuerpo para confirmar la identidad de la persona al
otro lado. Relajó los hombros y tiró de la manecilla para revelar la figura de Luke. El
muchacho hizo una reverencia silenciosa, a diferencia de los demá s soldados y guardias
cuyas armaduras resonaban por el castillo, y como lo dictaban las normas, no habló hasta
que Harry lo llamó por su nombre.

—Alteza, lord Horan se encuentra en las mazmorras con el príncipe, y ha solicitado que lo
acompañ e a verlo—informó , y luego tomó una bocanada de aire antes de continuar—. En el
caso de que esté en condiciones y quiera verlo, claramente.

Resultaba indignante que su alfa creyera que no deseaba verlo, especialmente luego de la
angustia que le causó presenciar a Louis ser atacado por esos hombres, sin la oportunidad
de negar las acusaciones o tener una pelea justa contra los guardias que le pusieron las
manos encima. Su omega clamó dolorosamente por la necesidad de estar resguardado en
los brazos que lo arrullaban cada noche, así que respondió sin importarle lo que el resto de
los presentes estuviera diciendo a su alrededor.

—Llévame con él.

Luke supo despejar el camino para él. Andar por los espaciosos pasillos de ese castillo ya
no resultaba tan admirable como la primera vez. Antes donde sentía fascinació n por los
reflejos que la cerá mica y el granito pulido, ahora había un montó n de rostros que lo
estudiaban con inquisidoras miradas buscando alguna pista sobre lo sucedido. El eco de los
murmullos era como una cruel estela que dejaba a su paso. Pero nadie se le acercaba, no
podían. El joven alfa que lo escoltada se encargaba de disuadir cualquier intento que
alguien pudiera tener de aproximarse tan só lo con su mirada o tocando la empuñ adora de
la espada que colgaba de su cadera.

A medida que descendían y salían del castillo principal para cruzar el puente que conectaba
con la fortaleza, las ventanas comenzaban a escasear, y antes de que Harry pudiera tomar
precauciones sobre la asfixiante sensació n de estar atrapado, ya se encontraban bajando
por un pasillo de roca iluminado ú nicamente por lá mparas de aceite. Se sentía frío y con
aire viciado, lleno de amargura y lamento de las almas que se encontraban pereciendo en
las mazmorras.

Distraído, casi colisionó contra la espalda de Luke cuando este se detuvo a un metro de una
reja de gruesos barrotes custodiada por dos betas. Compartieron una breve mirada y estos
asintieron. Luke, por supuesto, ya habría pasado por allí antes si había recibido ó rdenes de
Niall y Louis. Pasaron a través de la reja, donde todo se volvía má s denso y grotesco.
Iró nicamente, en una ciudad venerada por su conexió n con el sol, existía un sitio en
tinieblas y helado, donde se escuchaban lamentos y el olor a desesperació n, agonía y
muerte abundaba. Harry se cubrió la nariz con la manga del traje, y elevó una silenciosa
plegaria por Louis, por no tener que encontrarlo en un estado similar al que percibía en los
convictos del sitio.

Esperaba que las oraciones pudieran salir de ese gélido infierno.

—Alteza—Luke le ofreció su brazo compasivamente, entendiendo antes que él, que quizá
no soportaría la mezcla de todas esas esencias y podía apoyarse en él. Así lo hizo,
agradeciéndole con un gesto en silencio—. Debe entender que no puede separarse de mí,
estas mazmorras son un laberinto, y me tomó al menos una hora aprender el camino de la
celda hasta la salida.

Harry tragó grueso, nada preparado para afrontar la imagen de su esposo encerrado tras
sucios barrotes. Asintió .

—Comprendo—musitó , y respiró entrecortadamente—. Por favor, llévame.

Tras unos minutos de caminata, ya se encontraba mareado, y no era el ú nico afectado. El


aroma que despedía Luke era de incomodidad y alerta, como de alguien que espera ser
atacado. Pero no era para menos, luego de lo sucedido el día anterior con la sacerdotisa.
Harry sabía que el joven alfa no se perdonaría que le hicieran dañ o nuevamente estando
bajo su cuidado. Estrechó los dedos alrededor del bíceps de Luke para transmitirle la
confianza que depositaba en él.

Aligeraron el paso, por lo que debían estar a punto de llegar a la celda de Louis, sin
embargo las voces se escuchaban claramente a un metro de distancia. Harry se detuvo, y
Luke se quedó en silencio a su lado.

—…sabes. Liam no aprobaría esto—escuchó un fragmento de la voz de Niall, baja y


nerviosa.

—Liam no está aquí. Ademá s, ya está hecho, no puedo implicarlos má s allá de lo que me
han ayudado… É l y Zayn. Han arriesgado bastante, y de cierta forma me siento aliviado de
que todo esto no llegara hasta ellos—Rasposa pero firme, la voz de Louis seguía
presentando a un hombre fuerte a pesar de las adversidades.
—Pero es necesario saber si todo esto se puede extender a la corona—insistió Horan—.
Porque si es así, hermano… Podrían hacer un golpe de estado contra Aurea… or los dioses,
Louis… ¡No ganaste una guerra por esto!

Una horrorosa certeza comenzaba a presionar contra la garganta de Harry, y encontró un


segundo la mirada de Luke, para pedirle silencio.

—Los mensajes que recibía—lo cortó , alzando un poco la voz, pero sin embargo
accediendo a su demanda. Podía imaginar la mirada gélida que disparó a su amigo por un
momento antes de calmarse y volver al tono usual—, toda la informació n Zayn la
interceptaba para mí. De esta forma cuando el consejo ponía la atenció n en mí, él se
encargaba de mantener la correspondencia a salvo. Y Liam—suspiró —, él consiguió los
contactos para mí. Yo le daba el dinero y…

—Eso—interrumpió con impaciencia Niall, escuchaba el repiqueteo de su bota con el suelo


en ese gesto de ansiedad que a veces lo dominaba—. Los consejeros, especialmente el
encargado del tesoro del reino, se habría dado cuenta de tus intenciones de desviar fondos.
¿De dó nde sacaste el dinero? ¿Por eso Morgan consiguió tu medalló n?

Hubo silencio, cadenas que chocaban entre sí y el ruido de la suela de las botas raspando
contra el suelo.

—Se supone que las joyas y prendas valiosas que les cedía para financiar todo esto las
tenían que fundir. De esa forma no podían rastrear lo que estaba haciendo, era invisible.
Só lo una voz que entregaba las ó rdenes.

—¿Y qué hiciste mal? Entiendo que llevas seis meses tratando con gente terrible, grotesca…
Pero nadie estaba enterado—sonaba impaciente, desesperado por querer ayudar a su
amigo y verse en cambio en un callejó n sin salida.

—No lo sé, supongo que emboscaron al muchacho y tuve la mala suerte que cayera en
manos de los hombres de Davis y Gillies… que eventualmente le contaron todo a Morgan—
bufó —. Maldito bastardo.

—Con Danielle intentaré conseguir todas las coartadas posibles para que te libres de esto
—prometió —. Por el bien del reino, el tuyo y el de Harry… Pero si fallamos, por amor al
cielo, Louis—los tintes de sú plica inundaban su voz—. Reconsidera la segunda opció n.

—No—dijo rotundamente, y escuchó a Niall suspirar—. Esto es algo que debo enfrentar
por mi cuenta.

Le siguió el silencio, y Luke se aseguró de poner en movimiento a Harry justo a tiempo para
cuando Niall salía de la celda. De esa forma no podría saber que ambos estaban al otro lado
escuchando. El usual vivaz lord se veía decaído y estresado, con una pose rígida y siendo
incapaz de controlar el movimiento inquieto de sus manos. Miró a Harry con compasió n,
sin poder evitarlo.

—Harry, usaré todo lo que tengo para ayudar a Louis, ¿De acuerdo?—se acercó para darle
un apretó n en el hombro—. Escucha, no tenemos mucho tiempo para estar con él… De
hecho, Luke debe acompañ arme a la salida y cuando termine de escoltarme volverá por ti,
junto al guardia que cerrará la celda de Louis. Aprovecha esto.

Apenas estaba asimilando todo, pero se obligó a permanecer calmado. Una batalla de
emociones se desataba en él. Su alfa estaba ahí, a poca distancia de él y sin embargo…

—Lo agradezco mucho—dijo en su lugar, y forzó una mueca que intentaba emular una
sonrisa.

Niall le asintió y comenzó su retorno, Luke siguiéndole el paso luego de susurrarle a Harry
que lo esperara para salir de la celda. Entonces se encontraba solo bajo la moribunda
iluminació n de esas lá mparas de aceite malgastado. Como si algo lo arrastrara, eliminó la
distancia hasta las rejas de la celda y entornó los ojos para distinguir la silueta oscura de
Louis, sentado en un maltrecho camastro casi al nivel del suelo. Había cadenas incrustadas
en la pared, que iban directamente a los pesados grilletes alrededor de las muñ ecas del alfa.
Mientras se acercaba, y su familiar olor lo recibía, su vista se adaptaba a la predominante
oscuridad y los rastros de los golpes en la mandíbula de Louis má s la fresca herida en el
labio se alcanzó definir a sus ojos.

—Dime que es mentira—suplicó , corriendo hacia él, palpando sus brazos, hombros, el
pecho; buscando alguna herida que estuviera oculta a su vista. Le acarició el rostro,
sintiendo el leve relieve de los golpes. Se arrodilló frente a él—. Por favor.

—Harry…—detuvo sus manos, tomá ndolo por las muñ ecas, y Harry sintió el peso de las
cadenas como si las llevara él.

—Tú no llevas relaciones con traficantes, serias incapaz de involucrarte en la explotació n


de omegas desafortunados—recitó rá pidamente, como una oració n, porque necesitaba
convencerse a sí mismo y borrar el sonido de las palabras que escuchó .

Louis dejó las manos de ambos sobre su regazo, miró a Harry con la resignació n volviendo
sus ojos oscuros y tristes. Y eso fue suficiente para que las lá grimas hicieran acto de
presencia nuevamente en los ojos de Harry, resbalando sin piedad por sus mejillas.

—Yo… no quería que te enteraras de esta forma, planeaba explicarte todo una vez acabara.
Ya estaba a punto de dejarlo, lo juro.

—No—se rehusó a escuchar.


—Sí estuve negociando con traficantes, los investigué, contacté a varios de ellos—explicó
suavemente, tomando con fuerza las manos de Harry, pues intentaba zafarse de él—.
Escú chame, por favor.

—No, no—gimoteó , con el rostro tenso por el esfuerzo de contener en vano el llanto—. ¡Es
imposible! ¿Có mo s-sí estabas conmigo en todo mo-momento?

Se estaba rompiendo a pedazos, y Louis no podía verlo, o no le importaba.

—Mediante mensajeros y mercenarios que contraté a mis servicios—explicó , forcejeando


contra los débiles intentos de Harry por soltarse—. Amor, te prometí…te juré que los
mataría. Comencé con esto mucho antes de que me confesaras todo lo que te hicieron,
antes de tenerte en mis brazos temblando y llorando porque creías que estabas en manos
de esos bastardos… ¡Harry!

Pero se había soltado de su agarre, y con la impotencia ahogá ndolo, presionando su


garganta, descargó su dolor golpeando el pecho del alfa con ambos puñ os.

—¿Eso có mo explica…?—susurró con furia y los dientes apretados—, ¿Có mo justifica que
traficaras omegas?

Louis volvió a tomarlo por las muñ ecas, y lo atrajo hacia sí a pesar de la poca movilidad que
los grilletes le obligaban a tener. De rodillas, Harry estaba enfrentando el desesperado
reflejo de los ojos de su alfa.

—Era la ú nica forma de llegar a ellos inadvertido, de tener la pista para obtener su
confianza… ¡Escú chame!—Exigió cuando Harry intentó soltarse nuevamente—. Los ubiqué,
Harry. Conseguí a alguien que me diera sus nombres porque la informació n que me dio
Ashton el día que te rescatamos no fue suficiente. Cada soldado, traficante y tripulante que
se atrevió ponerte un dedo encima, humillarte… Los encontré y ordené su ejecució n—
Frunció las cejas cuando los sollozos de Harry ya no tenían control—. Compré algunos
barcos con omegas, sí. Pero fue para atraerlos, los llevaba a mi trampa y cuando en un par
de días los tenía a todos… Entonces mis mercenarios los eliminaban.

Con nuevas sacudidas, furiosas e insistentes, volvió a liberarse y retrocedió hasta ponerse
de pie. Respiraba agitadamente, el cuerpo entero le temblaba y punzaba allí donde Louis lo
había tocado. El lazo, tirante y frío, lo castigaba por el rechazo que su alma ultrajada
comenzaba a sentir.

Cuando Louis intentó tomarlo del brazo, se giró en un movimiento brusco y su palma ardió
cuando dejó una bofetada en la mejilla del alfa. Lo miró con el rostro ladeado a raíz del
golpe, con el cabello cubriéndole los ojos.

—¡¿Un par de días?! —Bramó con rabia, y alzó la barbilla cuando Louis se puso de pie y lo
superó en altura—. ¿Sabes todo lo que un podrido alfa le puede hacer a un omega
indefenso
en un par de días? Basta un instante con esos viles seres para saborear lo que es el infierno,
para que te arrebaten el alma. ¡Pero qué vas a saber tú de abuso!

Louis levantó las manos lentamente, ofreciéndole una tregua, tratando de calmarlo. Negaba
con la cabeza, el arrepentimiento en sus angulosos rasgos.

—Juro por el coloso del mar que no planeaba usar a esos omegas como objeto, Harry.
Luego de asaltar el barco, los mercenarios los liberaban. Esa era mi orden.

—¿Y crees que no se aprovecharon de eso? ¿Có mo sabes que los liberaron enseguida, que
no se quedaron con ellos?—Apretó las manos en puñ os, el llanto lo ahogaba y le costaba
respirar—. Tú no sabes…

Por un momento la duda cruzó el rostro de Louis, y esa fue suficiente confirmació n para
Harry.

—Lo que sé, es que debía hacerlo.

—Cá llate.

—Porque si creías que pasaba por alto tus días malos, entonces no me conoces, Harry. En lo
absoluto—Frunció los labios y sus mejillas se vieron filosas por un momento—. Ningú n alfa
soportaría ver a su omega ensimismado en las memorias de quienes abusaron de él,
sentado en el divá n de la recá mara que comparten, en plena madrugada y llorando en
silencio. Se retorcerían de dolor al sentir có mo su omega se encoje, rehuyendo su tacto,
porque cree que es otro hombre. Y preferirían caer al filo de una espada que ver a su omega
destrozado porque cree que tanto abuso le quitó la capacidad de dar vida—relató —. Pero
si tú me amas, Harry… Quiero que me digas, ¿Có mo esperabas que observara a los ojos de
mi amor y estuviera en paz sin haber castigado a los monstruos que lo hirieron?

Era demasiado, y Harry estaba roto, agonizante, dividido entre el asco que le daba saber lo
que tuvo que ensuciarse Louis por el sacrificio en su nombre. Lamentaba no haber hablado
con él, explicarle que no deseaba venganza porque eso no borraría las pesadillas y los
repentinos recuerdos, el fantasma de los golpes y el maltrato en su piel.

—Lou—Lloró con desesperació n, abrazá ndose a sí mismo—. Te van a condenar por esto, te
voy a perder, ¿Y para qué? Esto no va a…—hipó , y fue presa de má s sollozos que lo
sacudían—, no cambiará lo que me hicieron, no borrará lo que Winston y los otros hicieron.
¿Lo mataste también?

A pesar de la oscuridad, la trémula luz de las lá mparas captaron el rastro hú medo en los
ojos de Louis, allí estaba. Harry también había roto a Louis.

El alfa negó .
—No—respiró hondamente—. A Benjamin Winston no lo pude alcanzar a tiempo.

El frío del miedo comenzó a surgir sin piedad desde su pecho.

—¿Escapó ?

—Un barco de reconocimiento de los Hadid lo arrestó . No sé qué hicieron con él, y me fue
imposible ahondar en ello sin exponerte.

Se tiró del cabello con desesperació n, vislumbrando que en todo ese dilema no había salida.

—Si encuentras má s pruebas, testigos… ¿Qué te hará n?—Retrocedió , sintiendo que su


corazó n latía muy rá pido—. Eres un príncipe, no pueden…

—Me quitará n la corona—Tragó grueso, y dio un vacilante paso hacia él—. Y si son
piadosos, hará n de mi sentencia una ejecució n. Sino, pasaré el resto de mis días aquí.

Allí estaba, la probabilidad de vida sin Louis. ¿Pero qué sería de él? ¿El lazo lo mataría por
estar tanto tiempo sin Louis? Seguro se convertiría en una pobre marioneta sin vida
muriendo poco a poco, sintiendo có mo la vida lo abandonaba cada día con el lento dolor de
la ausencia. Y el pá nico hizo presente en él, se dio la vuelta y trotó hasta la reja de la celda.
Louis intentó seguirlo pero las cadenas se tensaron desde la pared y lo retuvieron. Gruñ ó , y
eso fue un comando para que Harry dejara de moverse.

—Necesito que me oigas, por favor—jadeó , y tiró de las cadenas en dolorosos movimientos
que lastimaban sus muñ ecas—. En el juicio, si algo sale mal…

Las palabras que siguieron; lo destrozaron, y só lo cuando escuchó la ú ltima pronunciació n,


echó a correr a pesar del rumor de pasos en las escaleras lejanas.

No vio hacía dó nde, simplemente corrió para alejarse de su desesperació n, de la de Louis,


pero a cada paso que daba le golpeaba la melancolía ajena. Miraba las rejas de las celdas
cerradas como un borró n a su alrededor y escuchaba sus lamentos. Se imaginaba a Louis
ahí, y no podía evitar pensar que estar fuera mientras él se consumía en las mazmorras
sería igual de infernal.

A medida que avanzaba, un nauseabundo olor se abría paso por su sistema, como si algo se
estuviera pudriendo, muriendo. Le daba arcadas y le obligó a dejar de correr y cada
bocanada de aire era má s asquerosa que la anterior. ¿Estaría alguien muerto o enfermo en
su celda y ningú n guardia lo notó ? Secá ndose las lá grimas, siguió la pista de ese hedor, y
llegó hasta una celda con alguien hecho un ovillo cerca de la reja. Era de contextura gruesa,
y el origen del olor era él, ese hombre envuelto en ropa sucia. Se acercó para notar si
respiraba, pero era complicado de decir con aquella oscuridad. Le tocó la mano al
agacharse, que era lo ú nico que alcanzaba desde afuera. Y el hombre se removió .
Con demasiada barba, sucio y demacrado, el hombre parecía só lo un desconocido má s. Y
Harry se atrevió a mirarlo con lá stima contenida. Pero ese individuo le devolvió la mirada,
y lentamente comenzó a dibujar una sonrisa en sus agrietados labios.

Entonces ocurrió , el siniestro rostro comenzó a tomar forma, definirse. Y Harry se sintió
nuevamente aquel niñ o en el puerto de Vitrum Maritima, pequeñ o e indefenso, fá cil de
romper. Cayó sobre las rodillas y luego sentado en el sucio piso, la risa ronca penetrando en
su cuerpo como si lo golpeara. No tenía lá grimas, no podía gritar. Só lo estaba ese doloroso
frío que lo paralizaba y hacía sudar. Las manos le hormigueaban y sentía que sus costillas
se clavaban a su carne sin piedad.

—No me equivoqué cuando dije que eras mío—El hombre se sentó , y con ambas manos
aferradas a los barrotes pegó el rostro a la reja para estar má s cerca. Su fétido aliento
golpeá ndole el rostro—. Pequeñ o lord.

No había nada muriendo o descomponiéndose, así era como había grabado el tó xico olor
alfa de Benjamin Winston, así era como lo recordaba. Y se estaba ahogando. Quería cerrar
los ojos y dejar de mirar su sonrisa sá dica, pero el cuerpo no le obedecía. Apenas respiraba,
los temblores le entumecían.

—¿Sabes lo vacía que ha estado mi cama sin ti, pequeñ o lord?—Rió , el sonido ronco
saliendo como una tos de su garganta seca—. Tan fría, tan silenciosa sin tu quebrada voz.

La piel de Harry estaba empapada de sudor, el labio inferior le temblaba y los restos de las
lá grimas acompañ aban al terror de sus ojos. Sollozó cuando Benjamin alcanzó a tomarle de
la bota, pero su cuerpo seguía sin responder.

—Justo así—Apretó el agarre en su tobillo—. ¿Vienes de regalo para que mi condena sea
amena? No sabes cuá nto me dolió que me dejaras.

¡Harry! ¡Alteza!

Alguien clamaba su nombre por los pasillos. Pero era la de Benjamin quien lo tenía anclado
al pasado.

—Tan sorpresivo, ¿Có mo iba a sospechar?—Tiró del brazo hacia atrá s, acercando a Harry
—. No después de esa increíble, maravillosa noche que me dio esa linda puta… ¿Ashton?

Arrastró a Harry, y cuando estuvo a punto de tomarle del rostro, un par de brazos lo
levantaron. Luke lo abrazó , y pateó con fuerza la mano de Benjamin que todavía
permanecía asida a su tobillo.

—Pedazo de mierda—siseó , dá ndole otra dura patada en el rostro, que envió de bruces al
alfa hasta el mugriento piso de la celda—. ¿Quién te crees?
Los gimoteos de Benjamin, que seguro debía tener la nariz rota, quedaron en segundo
plano mientras Luke lo examinaba con preocupació n, la vista fija en Harry. Y aunque se
veía furioso, alterado, le habló con suavidad cuando le apartó el empapado cabello del
rostro.

—Necesito que respire, alteza.

Pero Harry no podía contestarle. Hiperventilaba y sin embargo el aire no entraba como
debía a su pecho. Los bordes de su visió n se oscurecían, el hormigueo en su cuerpo
aumentaba.

Luke maldijo por lo bajo, y lo cargó para sacarlo de ese pasillo donde ya los encargados de
las mazmorras harían algo respecto a Winston. Harry comenzaba a perder el conocimiento
en sus brazos a medida que avanzaban.

—Respire—ordenó , atreviéndose a usar la voz de alfa, y Harry tosió cuando el aire por fin
entró a sus pulmones.

Pero aunque respiraba, todo a su alrededor eran sombras que bailaban y lo nublaban, lo
abarcaban todo hasta que no supo nada de sí.

El juicio fue por demá s injusto.

Tras la audiencia con la sacerdotisa, Danielle tuvo la oportunidad de ser la defensa de Louis
y enfrentar a los demandantes. Al principio lo hizo de maravilla, con su expresió n que no
admitía negativas a sus solicitudes y comentarios oportunos con esa lengua afilada que la
caracterizaba. Harry tuvo esperanza, a pesar de no haber dormido entre angustia y
pesadillas. Cara tuvo que prepararle una droga para dormir antes de que amaneciera. Aun
cuando ella se quedó toda la noche a su lado, fue incapaz de contarle lo que vio en las
mazmorras. Porque él mismo no se lo podía creer. Era inaudito, pero por sobre todo
peligroso.

No obstante, la manipulació n de Danielle no fue suficiente contra el peso de las pruebas, de


los testigos. Con el medalló n de Louis, que era inconfundible, lograron localizar algunos
mensajeros, mercenarios e incluso al comerciante que fundía los tesoros reales para
utilizar el valioso metal y crear otras piezas que vendía a cantidades exorbitantes.
Testificaron en su contra, claramente. Bajo amenaza o con el á nimo de un soborno por
parte de Morgan, que no había dejado de sonreír durante toda la audiencia.

No decían nombres, pero todos llegaban a la misma conclusió n. Estaban trabajando para un
hombre de la corona de Aurea, localizando barcos de trá fico de omegas, comprá ndolos con
las mejores ofertas y luego negociando con los reconocidos postores en ese ambiente.
Relataron como las negociaciones duraban un par de días, tres a lo má ximo y luego no
quedaban rastros ni de los postores, el barco o los omegas.
Tenían la declaració n sellada de un fisió logo que encontró los cuerpos cerca de un puerto, y
con eso le amputaban el crimen de asesinato. Cuando añ adieron ese peso a la balanza de
culpa, Danielle se puso pá lida y miró a Louis con desesperació n. Y él…él só lo podía mirarla
desde la plataforma de piedra, donde yacían los acusados. Encadenado y escuchando las
acusaciones en silencio.

Incluso cuando se le dio la oportunidad de rebatir los testimonios, no fue suficiente.


Morgan, Davis y Gillies, los tres hombres que eran claramente socios en toda esa tetra por
distintos motivos, tomaban turnos para agregar má s porquería a la imagen de Louis. Lo
peor era que los jueces ya estaban convencidos, quitá ndole la palabra a Niall y Abel que
eran los ú nicos a favor de Louis.

Só lo la sacerdotisa Jesy, gracias a la intervenció n de Perrie, le daba el beneficio de la duda a


Louis. Porque, y eso lo apuntaba muy bien, le parecía extrañ o que la acusació n estuviera
tan bien preparada y sin mayores de parte de la defensa.

Pero la ley debía respetarse. Y ni siquiera cuando la misericordia prevalecía por encima de
la justicia, podía ignorarse.

—Lamento sinceramente señ alar que las pruebas son contundentes, príncipe—Anunció
con pesar, sus dedos de enfundados anillos de oro unidos en una posició n que asemejaba a
una plegaria—. Conoces la ley, y si te declaras culpable, la pena puede llegar a ser reducida
o al menos piadosa—aclaró la garganta—. ¿Có mo te declaras?

Louis habló sin titubear.

—Inocente.

Los abucheos de la sala no se hicieron esperar, y los guardias que custodiaban la sala
tuvieron que exigir orden.

—Entiendo, pero no se te puede conceder otro juicio. En su lugar, a pesar de tu palabra,


irías directamente a la cita de sentencia—Con un gesto le pidió a Danielle que se retirara a
su asiento. Ya no podía hacer nada—. ¿Lo aceptas?

La atenció n volvió a Louis, que tensó la mandíbula.

—Han retorcido la justicia con el fin de acabarme. Y luego de escuchar todo esto, me niego
a poner mi vida en manos de otros hombres. Mi confianza está en los dioses—declaró con
voz firme, como si no cargara en sus hombros el peso de una sentencia, una pesada piedra
con la culpabilidad grabada en ella—, y ellos me dará n la razó n.

Ladeó el rostro un momento, y Harry pudo ver la ausencia de luz en esos claros ojos azules.
En una sola mirada le transmitió millones de emociones a través del lazo, todas le
aplastaban hasta dejarlo sin respiració n. Un terrible nudo se hizo en su garganta, tan
doloroso que le provocaba llorar y pudo saber con cruel certeza cuá l era la decisió n de su
alfa. Se cubrió la boca con una mano y bajó la cabeza para comenzar a sollozar en silencio.
Sus hombros se sacudían en cada espasmo mientras recordaba las palabras de Louis en
busca de redenció n, que le hubiese gustado ignorar, antes de salir de la celda.

—Porque es tan sencillo declararlo ante una multitud. Pero me destrozará, mi amor, decirlo
en voz alta para ti—musitó con desolación en su voz, Harry dándole la espalda—: El que
algunos hombres tenemos la dicha de elegir nuestra condena.

Un funesto silencio abarcó toda la sala cuando la sacerdotisa se inclinó en el trono, con un
ademá n impaciente mientras esperaba que Louis aceptara la cita donde se leerían los
cargos imputados en su contra y se decidiría su sentencia. Harry no lo vio, pero imaginó
perfectamente có mo se paraba derecho, con su ropa arrugada y rota en algunas partes por
el maltrato, las ojeras en su rostro y el semblante rígido. Podía casi escuchar el sonido de su
respiració n cuando se preparó para hablar.

—Rechazo la cita de sentencia.

Las lá grimas le laceraban sin piedad lo ojos y lo ahogaban mientras se hundía má s en su


asiento.

Antes de que los murmullos comenzaran de nuevo, Jesy habló .

—¿Bajo qué condició n, príncipe?

El aú n monarca de Aurea pronunció con voz firme y calmada.

—Exijo un juicio por combate.

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Me tardé, lo siento.

Pero ustedes ya saben que esta semana no fue fácil para el fandom, y yo no tenía
ganas de redactar. Ya sabemos lo que pasó, y seguro enviamos todo el amor que
pudimos a esa fuerte y hermosa familia que son los Tomlinson-Deakin.

Y sobre eso, quería comentarles algo. Ya lo he hablado con un par de personas, pero
necesitaba su opinión porque Príncipe es tanto mi historia como de ustedes:

Jay es un personaje recurrente en esta novela. Y he visto cómo reaccionan en algunos


comentarios desde su fallecimiento, más como yo me siento respecto a ella. En
Príncipe quise plasmarla como la veía en la realidad, la amorosa y colaboradora
madre que fue para sus hijos. Siempre hermosa, siempre con una sonrisa. Porque
sólo una reina podría criar a semejante Príncipe. Pero muy en el fondo no sé si sería
respetuoso y educado seguir usado su nombre en la fic, a pesar de que intentaba
honrarla. Así que la pregunta que les hago (porque simplemente no puedo
desaparecer la figura materna de Louis en la historia) ¿Debería cambiarle el
nombre a Johannah y colocar otro?

Gracias, y nos leemos pronto.


31-. Nobles

NOBLES

“No hay tiempo para despedidas” dijo él, mientras se desvanecía. “No pongas tu vida en las
manos de otros, ellos están predispuestos a robártela. No escondas tus errores, porque te
encontrarán, te quemarán.”

“Esta es mi última oportunidad” dijo ella, mientras se desvanecía. “Es difícil de imaginar pero
un día terminarás igual que yo.” entonces ella dijo. “Si quieres salir vivo, corre por tu vida.”

“—Tu petición será concebida, príncipe. Como lo dicta la ley, tiene un día para elegir a sus
campeones—anunció Jesy, y miró a los demandantes, aquellos tres hombres—.Al igual que
ustedes, cada uno puede elegir un campeón.”

“—Solicito dimitir de mis derechos a campeones, excelencia—Louis miró un momento a sus


acusantes. Sin sonrisas, sin gestos de soberbia. Ú nicamente su fortaleza ante esa situació n
era suficiente prueba de la superioridad que tenía sobre ellos.”

“—Entiende lo que eso significa, ¿Cierto, majestad?”

“—El príncipe de Aurea es un fiel servidor de su pueblo y la misma corona. Nada está por
debajo de él—asintió como quien coloca una soga en su propio cuello—. Libraré mi propio
combate.”

Tan só lo recordar esa escena, el eco de esas funestas palabras, era suficiente para destrozar
los nervios de Harry. No podía comer o dormir, la ansiedad lo estaba consumiendo y
luchaba con los demonios que hacía bastante tiempo ya tenían un hogar en Harry. Era una
guerra por el control, y el conflicto lo desgarraba a piezas.
Temblando y arrodillado en el bañ o de la recá mara, sintió otra fuerte sacudida en el
estó mago y volcó en un recipiente la amarga bilis que le quemaba la garganta. Emitía
lastimeros sonidos mientras intentaba seguir vomitando, con la horrible sensació n de que
algo pesado le oprimía el abdomen. Mareado, permitió que las suaves manos de Jade le
limpiaran la barbilla y los labios con un trozo de tela hú medo.

—Desiste, Harry. Intenta calmarte—suplicó la muchacha que le sostenía el rostro. Se veía


preocupada e igual de tensa que él, pero sin embargo quiso quedarse con él para
asegurarse que estaría bien luego del juicio—. No tienes nada en el estó mago, vas a
lastimarte.

Las arcadas que lo asaltaban resultaban tan violentas y prolongadas, que toda la fuerza
ejercida para vomitar hizo de la piel de su cuello pintarse con petequias. Las pequeñ as
lesiones rojas resaltaban sobre su palidez.

—Estoy bien—mintió , porque só lo bastaba con perder el apoyo que le daba Jade para
desmayarse. Sentía el cuerpo liviano y las palmas de las manos le picaban. Respirar
profundamente equivalía a que su visió n se oscureciera por un momento.

—Está por desmayarse—Ella ya no hablaba con él—. ¡Cara, ayú dame!—exclamó justo
cuando la oscuridad se lo tragó completamente.

Cuando volvió en sí, se encontraba sobre la cama. Por un momento se sintió seguro y
có modo, envuelto por el reconfortante olor que solía ser una de las señ ales de dormir entre
los brazos de su alfa. Pero la cama estaba fría y sola, y él só lo se encontraba abrazando la
almohada de Louis. Hundió la nariz contra la tela, deseando volver a los días en el palacio
donde su actividad favorita de la mañ ana era convencer a Louis de quedarse un rato má s
en la cama. O cuando lo sorprendía en la sala de logística con la invitació n de pastel y té
recién hecho. Que jugara con sus rizos mientras le susurraba lo mucho que le gustaba,
hasta quedarse dormido y volver a la misma rutina.

Entre los agitados días del palacio, esos eran momentos preciosos. Y ahora comprendía por
qué siempre estaba ocupado y ausente.

Cuando vislumbró por primera vez cuá nto amaba a Louis, pensó que sería capaz de
perdonarle cualquier cosa. Creyó que a sus ojos ninguna falta sería demasiado grave. Pero
estaba equivocado, y en parte era su culpa. Si hubiese hablado má s con él en lugar de
guardarse todo lo que sentía, si tan só lo en lugar de limitarse a contarle lo que ocurrió en el
barco unicamente hubiese añ adido que con su amor le era suficiente para sanar… Quizá no
estarían en esa horrible encrucijada.

Inconvenientemente todo se juntó en su contra. Sus traumas, las mentiras de Louis a pesar
de que a él no le permitía guardarle secretos. Y por supuesto, el espantoso paraje de
encontrarse en el mismo sitio de quien fue su captor por tortuosas semanas.
La idea de Louis y Winston encerrados en el mismo sitio, siendo tratados de forma similar
como animales, le enfermaba muchísimo má s que el ansioso miedo que le apaleaba el
cuerpo.

Por momentos pensaba que podía tratarse de una alucinació n, que Benjamin Winston
realmente no se hallaba en las celdas. Pero ese asqueroso hedor que reconocería en
cualquier parte no podía engañ arlo. Su voz, el á cido aliento. Eran recuerdos sensoriales que
jamá s se irían.

Se preguntó si estaba pagando una condena de largos añ os o só lo esperaba por una


ejecució n. Cuestionó para sí la posibilidad de quizá encontrar alguna paz en eso, en la
muerte de alguien que lo dañ ó tanto. Louis creía que era así, quizá tras todas las batallas y
la guerra esa era la forma en que conseguía alivio. Pero Harry simplemente no podía
saberlo, só lo era un niñ o obligado a crecer atropelladamente.

Quería volver a dormir, sin soñ ar, llenar sus pulmones del aroma de Louis que fue lo ú nico
capaz de controlar las incesantes arcadas. Pero no debía, necesitaba buscar una salida
porque aú n no lo pensaba, bajo ningú n motivo se quedaría sentado esperando que
empujaran a su esposo a una desigual ejecució n.

Salió de la cama, comprobando que se encontraba solo. En la mesa de té había una bandeja
servida, y se obligó a prepararse una taza de té y beberla de forma mecá nica, sin saborear
nada. Necesitaba fuerzas para mantenerse en pie. Rellenó la taza y en ese momento la
puerta sonó dos veces.

—Adelante—accedió , casi afó nico.

Cara apareció , acompañ ada de Niall y dejó que este pasara antes de ir por la bandeja de té y
tomar la jarra de porcelana.

—Traeré té caliente—avisó . Tomó aire y señ aló el platillo con porciones de pan dulce.
Harry ni siquiera había reparado en eso—. Por favor trate de comer algo, alteza.

Harry só lo asintió para tranquilizarla, y ella se marchó .

Invitó a Niall a tomar asiento en uno de los sillones dobles, y él se sentó a su lado. No había
por qué fingir, hablarían de malas noticias, eso estaba claro. Los ojos del rubio también se
encontraban adornados por ojeras, y se hallaba incluso má s pá lido de lo usual.

—Louis no quiere acceder a utilizar campeones—comenzó , con los hombros decaídos,


apoyando los codos en las rodillas. Frotó las palmas de las manos contra el rostro en un
gesto abatido.

—Eso pensé, dijo que no pondría su vida en las manos de alguien má s—miraba el
contenido de la taza, las ná useas volviendo poco a poco. Se obligó a consumir otro trago.
—Si Liam estuviera aquí, pelearía en su lugar y todos podríamos estar tranquilos—
aseguró , negando con cansancio—. O al menos lo convencería…

—¿Qué va a pasar, Niall?—prefirió dejar de esquivar la pregunta—. Si Louis no elige


campeones, será él contra los tres hombres que Morgan y los otros elijan. Es parcial y
aunque Louis es un experto con la espada, no creo…

—Así como voluntariamente él rechazó ese derecho, así deben hacer los demandantes. Si
ellos quieren conservar a sus campeones no hay nada que podamos hacer má s que tener fe
en las estrategias de Louis, en su capacidad de supervivencia y el respeto que le guarda a la
corona. Mientras pueda pelear no dejará permitir que se la quiten.

Harry asintió . Giró el anillo que llevaba en el dedo anular, se mordió el labio inferior.

—Si gana… ¿Levantará n todos los cargos en su contra?—alzó sus irritados fanales hacia el
rubio. Necesitaba que le dijera la verdad, estaba harto de mentiras y omisiones.

—Así es. En un juicio por combate, los dioses le otorgan la inocencia o razó n al ganador del
conflicto. Son muy pocos los combates que culminan porque el otro se rinde, ya que luego
de eso sigue el encierro o una ejecució n en la plaza pú blica. Habitualmente el combate cesa
cuando una de las partes muere…

Niall atrapó a tiempo la taza de té para que no se derramara. Harry se cubría la boca con
ambas manos para reprimir un retorcijó n en su estó mago que hizo un reflejo de arcada en
él. Sintió el sudor resbalar por su espalda, frío y lento. El alfa lo miró con inquietud, y con
algo de duda le tocó el hombro.

—Hay algo que necesito saber, Harry…—se humedeció el labio inferior mientras dejaba la
taza sobre la mesa, tomando tiempo para organizar lo que diría—. Si Louis falla… Va a
perder su derecho de ser príncipe y es importante que me respondas algo con sinceridad—
hizo una pausa para que lo escuchara bien—. ¿Existe la posibilidad de que estés esperando
un hijo de Louis?

A menudo se hacía esa pregunta. Despertaba por la mañ ana y si estaba solo caminaba hasta
el largo espejo de cuerpo completo. Miraba su reflejo y buscaba la mínima señ al de cambio
en su anatomía. Algú n aumento de peso, una curva en su vientre… Pero este seguía plano,
só lo algunos mú sculos y huesos haciendo un suave relieve.

No obstante, la idea de estar gestando a un niñ o en esas condiciones, cuando no sabía si el


día de mañ ana seguiría teniendo un esposo, era aterrador. En Hiems, Armand le dijo que la
agonía de un lazo roto podía matar a Louis, ya que la conexió n de ambos se intensificaba
durante el celo. Imaginaba que aplicaba igual para un embarazo, y só lo pensarlo…
—Lo dudo—negó , con la voz ahogada. Respiró pausadamente un momento, esperando que
el mareo y las ná useas se fueran—. Jade me preguntó lo mismo, porque he estado un
poco…

—Enfermo—completó el alfa, viendo su estado—. No sostienes nada en el estó mago.

—Se trata del miedo, de la incertidumbre que aprecio a través del lazo. Antes de que
acusaran a Louis me encontraba en perfecta condició n.

Niall asintió , aflojó el broche que mantenía su traje cerrado al cuello, y se masajeó la nuca.
Tardó un momento en hablar y cuando finalmente lo hizo, la compasió n que inundaba sus
ojos hizo pensar a Harry que estaba a punto de recibir un duro golpe.

—Debes entender que, sin Louis, no existe nada que te ancle en Aurea. Só lo la vida de Louis
asegura tu puesto en el palacio de los tres príncipes, y si tuvieras un hijo de él, nadie podría
tocarte.

El rizado tragó grueso, carraspeó un poco y se apartó el cabello del rostro. Intentaba ser
fuerte, mantenerse firme.

—Comprendo. Antes de casarme, mi hermana me explicó que era necesario tener un


heredero cuanto antes. Pero Louis…

—Si Louis cae en combate—insistió , voz apremiante y dedos que se estrujaban entre sí—.
Ya no será s consorte, y el rey Desmond tendrá poder sobre ti nuevamente. Podrá
reclamarte para que vuelvas a Vitrum Maritima, y debido al tratado de paz—suspiró con
impotencia—, ninguno de nosotros podrá hacer nada.

Volver… ¿Retornar al sitio donde nació era una opció n para él? Su padre siempre lo
despreció por ser un omega varó n. Segú n él, no era má s que una criatura débil y llorosa,
alguien que era un desvío de la naturaleza para hacer de los alfas seres irracionales. Quizá
ahora lo trataría con má s frialdad, porque fue marcado, porque se entregó en cuerpo y
alma a otro hombre.

—Entiendo, de verdad lo hago—trató de no sonar afectado. Porque no sería como antes


sino peor. Ahora siendo esposa y madre, Gemma no podría estar con él como antes. Por lo
tanto, sería presa fá cil de Damon, y só lo los dioses sabían lo que guardaba para él—. Desde
el momento que salí del castillo de mi padre, supe que era una posesió n.

—No lo eres—refutó el mayor con las cejas fruncidas—. Has hecho de Louis, mi hermano,
un hombre feliz. Eso es suficiente para ser parte de nuestra familia. Todo esto se
solucionará y será só lo un mal recuerdo.

—Lo ú nico que deseo es la libertad de Louis—tensó los labios y sorbió por la nariz. Le
picaban los ojos por el llanto, pero ya había sido suficiente—, que esté vivo y no sufra.
Niall se levantó de su lugar y buscó algo entre los bolsillos de su chaqueta. Tirando de una
cadena, le entregó a Harry un par de llaves.

—Louis suele ser reservado con todo el mundo, pero juró en mi presencia no guardarte
má s secretos—cerró los dedos de Harry sobre las piezas de metal—. Son las llaves de su
escritorio en la sala de logística. Dice que puedes hacer lo que quieras con lo que guarda
allí.

—¿Sabes lo que hizo?—preguntó sin dar mayor informació n. Pasó el cordel por su cabeza
para que las llaves colgaran de su cuello—. ¿Siempre lo supiste?

Tímido o avergonzado, Harry no podía decirlo del todo, vio a Niall asentir y escapar de su
mirada.

—Lo supe ahora, pero entiendo que el amor, un afecto como el que Louis siente por ti, es
capaz de volver insensato a cualquiera—declaró , como si fuese testigo del nacimiento de la
relació n de ambos.

Harry tensó la mandíbula y asintió .

—¿É l está bien? ¿Puede recibir visitas?—jugueteó con las llaves que reposaban en su
pecho. Una imperiosa necesidad se abría paso en su pecho, su omega tomando control
finalmente por sobre su colapso emocional.

—Está prohibido verlo desde ahora. Lo veremos cuando transite por el puente hasta la
arena—volvió a palmear su hombro. Era el ú nico gesto que tenía para con él, e imaginaba
que se trataba así por respeto a Louis. Algú n có digo de alfas, seguramente—. Pero no
tengas miedo, Harry. Tiene todo este día para prepararse, y como será un combatiente, los
encargados de las mazmorras tienen la orden de alimentarlo bien y darle agua.

—Quiero tener confianza en él, Niall… Pero va a luchar contra tres hombres—frunció las
cejas y sintió una monstruosa ira contra Morgan y sus secuaces—. ¿Siquiera será por
turnos?

El rubio balbuceó algo, las manos en las caderas, y finalmente se vio obligado a sacudir la
cabeza en negació n.

—Depende de esos tres tipos, ellos deciden el orden para enviar a sus campeones. Pero con
la fama que tiene Louis… Veo difícil que quieran darle una pelea justa al leó n del desierto.

Todos idealizaban a Louis como un dios de la guerra, cuando Harry só lo veía al hombre que
compartía plá ticas con él al momento del té, al príncipe que escuchaba a su pueblo y a
veces perdía el sueñ o por asegurarse de abastecer los albergues que atendían a los
afectados de los conflictos bélicos, al malhumorado alfa que fingía odiar a sus mascotas
pero les daba sutiles mimos cuando creía ser inadvertido. Para el resto era una leyenda, un
reto que necesitaba ser vencido. Alguien que ellos gustaban de provocar para ver có mo
reaccionaba.

—Gracias, por venir y hablar conmigo. Me alivia un poco saber que está bien y no lo tratan
como a los otros encarcelados.

—É l es fuerte—aseguró , se movió hasta la mesa y tomó el plato con los panecillos—, tú le


das esa fuerza, así que intenta recomponerte—dejó la comida en su regazo—. É l piensa en
ti, sobrevivirá por ti. Se aferra al collar de promesa que una vez te regaló , ¿Lo recuerdas?

Parecía muy lejano el día que, resuelto a que Louis era el indicado, abrió el colgante de
metal con forma de rosa y punzó uno de sus dedos para derramar un par de gotas en el
diminuto tallo antes de volver a cerrarlo. Le devolvió el collar de plata porque la tradició n
dictaba que, una vez el omega estuviera dispuesto a entregarse, debía notificarlo al alfa de
esa forma. Fue una de las muchas promesas que Louis honró en su nombre, una de las má s
significativas.

—Sí.

El recuerdo de esa cá lida mañ ana, la primera vez que despertó junto a él, le sacó una frá gil
sonrisa.

—Cuando está n moldeando el metal, la plata es enfriada primero con agua y finalmente con
la sangre del alfa que solicita la creació n del collar. Su sangre es parte del metal, así como la
tuya cuando decidiste aceptarlo. Es su amuleto, y desde que lo entregaste, nunca se lo ha
quitado—la sonrisa de Niall sí era extensa y sincera—. Así que come, y sé fuerte por él.

Harry se frotó los ojos y tomó resuelto uno de los panecillos.

—Lo haré—prometió , mordiendo un exagerado bocado y obligá ndose a tragar.

Cuando Niall se marchó , se quedó solo por un rato donde pudo pensar y ordenar sus ideas.
Comió un panecillo tras otro hasta que só lo quedaron un par en el plato, y decidió dejarlo
sobre la bandeja. Cara volvió con el té recién hecho, y esta vez se permitió saborear la
infusió n de hierbas de menta que calmaron a su estó mago y el dolor de cabeza que lo
aquejaba. Cara intentaba establecer un tema de conversació n, pero él contestaba de forma
ausente con monosílabos. Rindiéndose, la muchacha recogió la vajilla usada y cuando salió ,
Luke apareció en la puerta.

—¿Alteza?—había un tono extrañ o en su voz. Pero no era duda ni algo parecido, sino un
matiz de intranquilidad—. ¿Me permite tener unas palabras con usted?

No se había movido del asiento, lo miró por encima del respaldo y tras estudiarlo un
momento, asintió . Luego de sacarlo de las mazmorras Luke había estado inquieto, parecía
estar tragá ndose un milló n de interrogantes. Después de lo que había hecho por él, se lo
debía.

—¿Ocurre algo?

Le señ aló una silla frente a él, y aunque el guardia estuvo algo renuente a tomar asiento
mientras seguía en servicio, tuvo que hacerlo.

—Juzgo que esto es un total atrevimiento de mi parte, y entenderé que desee sacarme de su
vista o incluso castigarme por ser insolente…

—Luke, sabes que no te haría eso. Ni a ti, o mis guardias… a nadie—recalcó , pensando que
de alguna forma en esa plá tica se estaba dejando a un lado la buena amistad que tenían
durante las clases de espada.

—Es só lo…—presionó los labios y se tomó unos segundos antes de enfocar sus ojos añ il en
él—. Abajo en las mazmorras, cuando lo encontré. El hombre en la celda que lo estaba
perturbando, escuché lo que dijo. Le hablaba como si lo conociera de mucho antes. Y pensé
que só lo se trataba de un moribundo que alucinaba. Pero mencionó el nombre de Ashton.

¿Habría alguna finalidad en mentirle a Luke? No tenía energías para eso, y estaba seguro
que Ashton ya se habría encargado de contarle todo. Después de todo eran cercanos, y Luke
formaba parte del escuadró n que Louis llevó consigo cuando viajaban hacia Aurea luego de
escapar del barco de Wintston. Como mínimo, sabía lo que había pasado en esencia.

—No sé si el destino es cruel, o simplemente el mundo llega a ser demasiado pequeñ o—


admitió , la comisura de sus labios se frunció con desdén por un momento—. Dejé de
dormir pensando qué mal habré hecho para cruzar mi vida nuevamente con ese alfa.
Benjamin Winston es el hombre recluido que viste, y conoce a Ashton porque fue quien le
hizo dañ o por mucho tiempo.

El olor en Luke cambió drá sticamente a una mezcla espesa de ira y asco. Apretó la
mandíbula y el cuero de sus guantes se quejó cuando crispó el puñ o.

—¿Ese es el maldito que lo compró como a un esclavo?—farfulló —. ¿Era quien lo golpeaba


hasta dejarlo sin sentido?

Harry recordaba el peso de los golpes de Benjamin, y lo experto que era en dar palizas que
fá cilmente se ocultaban con ropa abrigada y un caminar pausado.

—Sí, y creo que en lugar de ser ejecutado está pagando una condena de aislamiento.

—No es justo.

—Lo sé, pero…


Luke resopló e intentó mantenerse sereno, recoger las piezas de compostura.

—Ashton iba a tener un hijo, ¿lo sabía, alteza? Y ese desgraciado casi lo mata a golpes
cuando se enteró . ¡Como si fuese su culpa cargar con un niñ o producto del abuso! Lo dejó
agonizante en una cama llena de su propia sangre por la paliza y el aborto que le ocasionó .

Eso no lo sabía, Ashton jamá s se lo mencionó . Quizá por lo delicado que era el tema del
embarazo para él, porque le contaba sus miedos cuando estaban solos. Pero la realizació n
de eso, que Benjamin había mancillado la vida de Ashton y ademá s la de un inocente que se
le negó nacer, era imperdonable. Y no lo dejaría pasar.

—Hoy tendremos un día ajetreado, Luke. Lo que ocurra mañ ana cambiará por siempre el
curso de nuestras vidas, ¿Lo sabes?—Se levantó del sofá y comprobó que no se vería
atacado por malestares nuevamente—. Por lo tanto debemos actuar deprisa mientras
tenemos tiempo. Esto quedará entre nosotros, ¿tengo tu silencio?

Luke asintió , y se levantó del silló n ú nicamente para hincar una rodilla frente a Harry. Bajó
la mirada.

—Mi espada y silencio son suyos, alteza.

—Perfecto, porque necesito que hagas un par de cosas. Nos encargaremos de enterrar todo
esto.

Luke escuchó pacientemente, aceptando todo, hasta que Harry finalizó .

Encontró a Danielle en el templo. Tras pensarlo lo suficiente, admitió que só lo ella podía
ayudarlo para el plan que armaba en su cabeza. Se tragaría el orgullo e intentaría dialogar
para que juntos solucionaran esa crisis.

Cuando se acercó , la vio sentada en uno de los bancos de oració n, sus hombros se sacudían
y la sacerdotisa le acariciaba el cabello de forma maternal. No era complicado concluir que
se encontraba llorando. Le murmuraba palabras de aliento, suponía, ya que só lo alcanzó a
escuchar el final.

—Confía en los dioses, mi niñ a. Si él es inocente y valeroso, ten por seguro que ellos estará n
a su favor—aseguró Jesy, que dio una ojeada a Harry y le regaló una suave sonrisa antes de
pasar a su lado. É l le devolvió el gesto, y entonces con aire resuelto tomó un lugar en el
banco, a un lado de la princesa.

Ella contuvo los sollozos, pero no hizo ningú n esfuerzo por enjugar sus lá grimas o mudar la
expresió n desolada en su rostro. Y eso no estaba bien, porque Danielle nunca se mostraba
endeble ante nadie. Solía ser la imagen de superioridad y poder que acompañ aba a la
corona. Pero allí só lo era una muchacha devastada y superada por las situaciones, incluso a
los ojos de Harry.

—¿Hablaste con él?

Danielle se retiró el cabello del rostro, cayendo como una gruesa cortina sobre su hombro.
Se relamió los labios y asintió .

—Por supuesto que hablé con él, ese maldito idiota—soltó con rabia, y apretó con fuerza el
pañ uelo que llevaba en la mano—. Maldito Louis, y maldito su honor—má s lá grimas
resbalaban por sus mejillas, y Harry ya no sabía si lloraba de desesperació n o furia—. La
peor parte es que ni siquiera puedo culparte a ti, esto es completamente culpa de él. De su
estú pida idea sobre la responsabilidad, creyendo que só lo él tiene el derecho de
condenarse para salvar al resto.

Harry no esperaba esa reacció n, estaba dispuesto a soportar insultos y golpes de parte de
Danielle antes de tratar de convencerla para que lo ayudara. Jamá s mostró empatía o
consideració n por él y no esperaba que esta fuera la excepció n. Pero claro, esto no se
trataba de él, sino de Louis. Tomando unos segundos para asimilar esa sorpresiva
respuesta, decidió hablar.

—Cuando volvimos de Hiems lo noté. Louis es controlador, se carga con pecados que no le
corresponden—respiró profundo—. Por eso cuando el fisió logo me dijo, supongo que
recuerdas, sobre mi fertilidad… Te pedí que no le contaras.

—Estaba cegada por el resentimiento—admitió en un susurro roto. Lo miró con un


sentimiento atrapado en sus ojos que, si bien no era una disculpa, era mucho má s de lo que
había recibido de ella desde su llegada a Aurea—. Fui egoísta, porque una vez estuve en tu
lugar, y tomé la misma decisió n. Verme reflejada en ti hirió mi orgullo como nunca antes.

Aceptó eso como la confirmació n de sus sospechas. Sin embargo mantuvo una expresió n
imperturbable, porque hacía un tiempo que decidió ser justo. Si, apenas conociéndolo,
Louis había ignorado su pasado y el ultraje que este traía, entonces Harry nunca los
juzgaría por las cosas que hizo antes de llegar a su vida. Era tinta seca, algo que no se podía
cambiar

—Louis y tú estuvieron juntos en algú n momento, lo sé. Y le ocultaste cosas, ¿no es así?
Para protegerlo, porque lo conoces muy bien.

—Una vez creí que me casaría con él—sonrió con amargura, y negó para sí misma, por lo
tonta y soñ adora que fue—. Pasamos un celo juntos, porque consumimos afrodisíacos sin
notarlo. Y por semanas esperamos con ansiedad saber si eso desencadenaría en una boda.
Porque si yo estaba embarazada…
—Se casaría contigo sin dudarlo—comprendió , no sin sentirse algo incó modo al respecto
—. Pero no ocurrió , y luego vino la guerra.

—Sí ocurrió . Me desperté una noche con un incó modo dolor en el vientre, y entonces vi las
sabanas y mi camisó n teñ idos de sangre—Observó las velas del altar mientras relataba
aquel recuerdo—. Mis doncellas me llevaron con el fisió logo y él me confirmó que había
perdido al bebé. Nunca se lo conté a Louis, le dije que simplemente no había ocurrido nada
y él era libre de compromisos.

Un hijo, Louis iba a tener un hijo y jamá s lo supo. Pero apreciaba el gesto de Danielle,
cuidarlo de ese fatídico conocimiento era lo mejor para él.

—Lo siento—murmuró . Quiso tocarla, darle una suave muestra de apoyo en el hombro,
pero sintió que no estaría bien.

—Yo también—continuaba viendo a las diminutas llamas danzar—. Lamento enamorarme


de alguien que jamá s será mío. Reniego que a pesar de las desilusiones, pensar que lo
perderé mañ ana me duela tanto.

—Danielle—se vio obligado a inclinarse hacia ella para captar su atenció n—. Louis
sobrevivirá a esta prueba, porque nosotros nos encargaremos de eso. ¿Entiendes?
Aseguraremos su victoria porque es nuestro deber. Tú eres la princesa que gobierna a su
lado, y yo soy su consorte.

Ella alzó las cejas, por fin focalizando su atenció n en él.

—¿Có mo lo haremos?—preguntó con una sonrisa de agotada incredulidad—. ¿Entraremos


a la arena en su lugar? He visto que Ser Liam te da clases, niñ o. Pero sinceramente es
demasiado pronto para que afrontes a un campeó n de categoría.

Sin que eso le lastimara el orgullo, Harry negó .

—No, al contrario. Te vi defendiendo a Louis en el juicio y si las pruebas no hubiesen sido


tan contundentes, habrías logrado sacarlo de las mazmorras. Así que vamos a convencer a
Morgan, Davis y Gillies para que sean un poco valientes y le den un combate justo a Louis.
Tú y yo entraremos al juego de los nobles.

Danielle tomó el pañ uelo y se secó el rostro. Respiró profundo y parpadeó para calmarse
hasta que el rictus del llanto desapareció de su rostro. Se levantó y alisó la falda de su
vestido hasta que las diminutas arrugas se marcharon.

—Parece que finalmente sirves de algo, niñ o.

Harry también se levantó y le ofreció su apoyo.


Cuando salieron del templo, Danielle lo tomaba del brazo.

Joseph Morgan los recibió con una sonrisa que Harry quería borrar a golpes. Se
encontraban en sus aposentos, y Danielle le susurró a Harry que rechazara la invitació n de
sentarse. Aquella debía ser una negociació n rá pida, siendo que el tiempo se encontraba en
su contra. El tedioso gesto que adoptaba la cara de Danielle cuando miraba a ese alfa daba
crédito al desprecio que sentía hacia él. Pero el alfa la miraba a ella con una expresió n
totalmente distinta, hasta de deleite.

—¿Puedo ofrecerles algo de beber?—señ aló la mesa de cristal con distintas botellas de
brillante contenido, y otro má s oscuro—. ¿Vino, sidra, hidromiel, cerveza?

Danielle negó el ofrecimiento con un gesto de su mano libre, pues seguía sosteniendo a
Harry. Forzó una sonrisa que alzó sus pó mulos.

—Su cortesía es bastante cínica, lord Morgan. Pero la agradezco de todas formas.

Sin solicitar permiso, Joseph le tomó la mano y besó sus nudillos.

—Siempre tan inteligente y afilada, princesa.

La incomodidad de Danielle comenzaba a filtrarse en la piel de Harry, por lo que decidió


que era un momento oportuno para intervenir. Tiró del brazo de Danielle hacia él

—Hemos venido para negociar, nos gustaría guardar las normas de etiqueta y halagos para
un evento social—tomó la palabra, y recibió la atenció n del hombre—. Queremos negociar
las condiciones del combate.

Joseph largó una carcajada y fue a la mesa para servir vino en un cá liz plateado. Tomó un
sorbo y suspiró de placer al saborear la buena cosecha.

—Creí que todo estaba claro tras la decisió n del juicio—alegó , recogiendo los restos de
vino en su labio inferior con la lengua—. El príncipe fue bastante insensato al rechazar
elegir campeones.

—Louis pelea sus propios conflictos—Harry quería lanzarse sobre el alfa, pero Danielle le
tomó el brazo con tanta fuerza, que sus uñ as se clavaron en su piel a través de la tela.

—Soberbio, como siempre.

—Es porque no confía en los campeones de la arena, podrían irse en su contra. Y siendo
que la corona está en juego, no puede permitir errores—Tranquila y sedosa, la voz de
Danielle no tenía una pizca de la angustia que demostró en el templo.
Joseph los miró desde el filo de su cá liz, la diversió n jamá s abandonaba su semblante.

—¿Y si pierde?—rió como si se tratara del mejor chiste que le habían contado—. ¿Han
estudiado la posibilidad de ver morir al príncipe en la arena?

Esa suposició n alojaba una sensació n fú nebre en el pecho de Harry, pero entre sus deberes
estaba resistir y conseguir llegar a un acuerdo. No saldría de esa habitació n sin eso, sin
importar lo que tuviera que hacer o dar a cambio.

—No sucederá . Por la fe que tenemos en Louis, es que queremos cerrar un acuerdo con
usted. Só lo mencione lo que desea, lord Morgan—Harry alzó la barbilla—. ¿Monedas de
plata y oro? ¿Joyas? Entiendo que tras la guerra, y con todas las deudas, los aliados de mi
padre quedaron en una situació n algo precaria.

El alfa chocó la copa contra la mesa, derramando algunas gotas sobre la superficie.

—Oh, consorte. Si el rey pudiera escucharte. No recordaba que pudieras hablar así cuando
estabas en el castillo, lo poco que te vi. Pero no, te complacerá saber que mis arcas está n
repletas de oro. A pesar de las restricciones en el territorio que tus tiranos príncipes
impusieron, mis importaciones van muy bien—encogió los hombros—. No es el mismo
caso de Davis y Gillies, sin embargo.

—Por eso está n a favor de tu denuncia. Tú buscas venganza por la imprudencia de tu


sobrino, y ellos por el poco dinero que ahora perciben—Danielle se mordió el labio y soltó
el brazo de Harry—. Pero tiene que haber algo má s que quieras, Morgan. Eres detestable,
pero un hombre ambicioso después de todo. ¿Qué quieres?

—Condenar al asesino de mi familia—respondió .

—Usar una trampa para forzar la muerte de Louis no traerá de vuelta a su hermano o
sobrino—insistió Harry—. Los muertos está n mejor que nosotros, descansando. Somos los
vivos quienes seguimos pagando nuestra existencia en el mundo. Matando a Louis le das un
descanso, la libertad.

Harry encontró la mirada de Danielle un segundo, y esta asintió imperceptiblemente,


dispuesta a seguir el juego.

—Eso es—coincidió ella—. Castiga a Louis, pero en vida. Deja que sobreviva y que viva con
el peso de la ofensa que te hizo. Só lo tienes que prescindir de tu campeó n.

Interesado por la oferta, Joseph se acercó a Danielle y trazó en el aire el contorno de su


rostro. Ella no se inmutó , ni mostró sentirse afectada por la cercanía o pesado olor que la
rodeaba. Estuvo tranquila, sosteniendo su mirada.
—Algo que haga sufrir a ese salvaje en vida—saboreó las palabras, el millar de
posibilidades, y sin apartarse de Danielle, miró a Harry—. Te quiero a ti, consorte. No ha
puesto un hijo en ti, ¿no? Puede anular el matrimonio, y entonces su querido consorte
puede unirse a mi harem. Llamaré al príncipe, lo invitaré a mis fiestas, donde pueda ver
có mo dispongo de ti, y tú muy voluntarioso lo permites.

Esa só lo era una oferta elegante, disfrazada, para caer nuevamente en los planes que
Winston tenía para él meses atrá s. Los vellos de su cuerpo se erizaron con rechazo, su
temperatura descendiendo a causa de la repulsió n. Pero si esa era la salida, si debía
condenarse a favor de la salvació n de Louis, entonces lo aceptaría aunque eso lo destrozara
en el proceso.

Por un momento perdió la voz, pero carraspeó para lograr contestar. Só lo que otra voz
surcó el aire de los aposentos antes.

—Oh, por favor. Tú realmente no lo quieres a él. Es casi insultante—aseguró Danielle con
una sonrisa triunfal y ojos brillantes. De su cuerpo brotaban suaves y dulces feromonas—.
Arrebá tale a su familia, busca entre quienes crecieron con Louis. ¿Vas a conformarte con un
consorte a cambio de un pilar? Toma algo má s poderoso, Joseph—ladeó la cabeza para que
la palma del alfa encajara en su rostro—. Ró bame a mí.

La curva en los labios de Morgan se acentuó , perdió el interés que mostraba por Harry y se
concentró en la omega que le acariciaba el pecho.

—¿Será s mía?—cuestionó con ambició n—. ¿Llevará s mi marca y te someterá s a mí?

—Sí—respondió dulcemente—. Retira a tu campeó n, y mañ ana tras el combate vendré


dispuesta a recibir tus colmillos en mi cuello. Lo juro por el coloso del mar y el señ or de la
arena, comprometo el honor de mi casa y mi nombre como princesa.

Harry resistió el temblor en sus manos mientras Joseph se inclinaba y besaba a Danielle, su
pá lida mano cerrá ndose en la melena de la omega. Ella no se retiró y le permitió hacer
hasta que la dejó ir. El trato entre ellos estaba cerrado.

Entonces esperaron pacientes a que Joseph llamara a uno de los escribanos del tribunal, y
enviara una carta con la imprenta de su anillo en cera, donde disponía de su derecho a un
campeó n a la hora del combate contra el príncipe Tomlinson. Una vez realizado eso, se
despidieron del alfa con la promesa de que la princesa regresaría por él al día siguiente.

—Danielle…—Harry no tenía palabras para agradecer o compadecerse de ella. Sin embargo


ella lo cortó con una mirada fría.

—Silencio, niñ o. Sé lo que hago.


Sin embargo, sus otras dos visitas no resultaron tan fructíferas como la primera. A pesar de
ofrecer dinero, tesoros y favores, Davis y Gillies no accedieron a retirar a sus campeones o
al menos pactar que sería un combate por turnos. Ellos querían el cese de las restricciones
marítimas, pero era imposible. Las penas de la guerra estaban pactadas para durar tres
añ os, y tratar de apelar a ellas consistiría en poner los intereses de má s de un reino en
contra.

Así fue como volvieron abatidos a sus habitaciones, despidiéndose en el pasillo que
compartían. Cada quien con una mano en el pomo de la puerta.

—Espero que disfrutaras tu juego de nobles, niñ o consorte—Lo recorrió de pies a cabeza
con sus aceitunados ojos—. Má s te vale estar listo y fuerte mañ ana. No te quiero enviando
porquería a través del lazo a Louis.

El tiempo en las mazmorras parecía una eternidad, aun cuando era consiente de no llevar
allí má s de tres días. Alcazaba a calcular el avance del día segú n las charolas de comida que
le dejaban en la celda. Pero eso era todo, del resto só lo había oscuridad, lamentos y la
tirante sensació n del lazo que se retorcía entre cada cú mulo de emociones que percibía de
Harry.

Comprendía su error, pero no se arrepentía. Castigó a los bastardos que arruinaron la


inocencia de su amor, se encargó de que sufrieran hasta el ú ltimo aliento y eso era
suficiente para él. Ahora só lo le tocaba sobrevivir, y rezar por el perdó n de Harry.

Dormir era tortuoso y le hacía despertar perdido y desorientado, esperando que algú n
guardia se acercara para cuestionarle si era de día o noche.

Cuando creyó que enloquecería por el encierro, dos corpulentos betas vinieron por él. Lo
sacaron de la celda y empujaron por los pasillos, con el peso de las cadenas lastimando sus
ya magulladas muñ ecas. Dejaron que se aseara en un pequeñ o bañ o y suministraron ropa
de combate. Al menos eran sus vestimentas. Completamente de azul marino a excepció n de
las delgadas rayas amarillas en las mangas y los protectores cubiertos por oscuro cuero.
Las botas calzaban con firmeza en sus pies, aferrá ndose a sus pantorrillas por encima del
pantaló n, y los guantes le permitirían sostener la espada, o lo que tuviera a su alcance, con
firmeza.

El camino a la arena se hizo en una marcha desde las mazmorras hasta dicha estructura. A
pie, había una larga franja despejada para que pudiera transitar sin que nadie estuviera en
su camino. Sin embargo a cada lado escuchaba a la gente gritando, con palabras de apoyo y
odio a casi partes iguales. Las caras le parecían borrosas y ajenas, incapaz de leer su
expresió n. Porque había só lo un rostro que deseaba ver. Quería a su esposo, su gatito, a
Harry. Deseaba decirle que lo amaba y que no guardaba temor por lo que avecinaba.
Comenzó a lloviznar cuando la arena estaba frente a él. Louis la recordaba bien. El ring era
un pedazo oval de tierra que en lugar de ser de piedra, conservaba los elementos originales
antes de su construcció n. Tierra, hierbas silvestres, á rboles y algunas rocas. Só lo se podía
llegar allí mediante un puente, porque se encontraba rodeado de profundos pozos de agua
con las estatuas del dios solar. Significaban su superioridad por encima de la oscuridad, las
tinieblas del agua, y el luchador que cayera allí ya se daba por perdedor. Las gradas para
los espectadores y los palcos privados cercaban los pozos de agua y daban una perfecta
vista del ring oval. Ningú n detalle se perdería.

Se encontraba de pie, una pesada reja separá ndolo del puente para llegar al ring. Sus
espadas gemelas lo acompañ aban enfundadas y colgando de su cinturó n, junto a una daga.
Un escudo tomaba sitio en su antebrazo. Desistió de su arco y flechas, no guardaba
esperanzas de poder usarlos. La voz de la sacerdotisa le hizo respirar profundo.

—Hoy, los dioses será n los jueces. Le cederá n la victoria a quien crean justo y merecedor de
ella—anunció , logrando que la multitud se callara—. Los demandantes eligieron a dos
campeones que se enfrentará n al príncipe Tomlinson de Aurea. El resultado de este
combate es inalterable. El ú ltimo combatiente de pie será el vencedor.

La reja se alzó y Louis dio los primeros pasos. La multitud exclamó al verlo. Vitoreaban y
sacudían banderas con el escudo de su apellido. Pero Louis buscaba entre los palcos,
anhelando encontrar una mata de rizos chocolate enmarcando un precioso rostro. Iba a
darse por vencido en bú squeda, el puente se terminaría y en el momento que tocara el ring
tendría que comenzar a pelear por su vida. Pero lo halló , allí acompañ ado por los que
parecían ser Niall y Danielle, su Harry lo observaba. Bajo su atenta mirada tomó el collar de
promesa que reposaba sobre su esternó n y lo besó antes de guardarlo entre sus ropas. Lo
hacía por él, todo era por él.

Antes de tocar el ring estudio a sus contrincantes. Robustos y má s altos que él. Sus
armaduras se veían pesadas y duras, contrastando contra las suyas que eran totalmente lo
opuesto. Uno de ellos no cargaba yelmo. Lo miraban con una mezcla de burla y ansiedad.

Louis no diría que era inmune a las sensaciones humanas antes de la batalla. Siempre tenía
por quién pelear: su familia, el reino, la memoria de su padre. Pero algo se apagaba en él
cuando alzaba la espada. No le importaba nada cuando entraba en batalla, y eso le daba
poder sobre sus contrincantes. Adelantó sus pasos y cuando pisó la tierra hú meda del ring,
una campanada resonó .

El combate comenzó .

Como estratega entendía que primero debía agotar al enemigo. Desenvainó una de las
espadas para ayudarse a recibir los golpes, bloqueaba duras estocadas de los mandobles
ajenos con el escudo y se movía con rapidez para no quedar atrapado entre ambos
hombres. Intentaban acorralarlo, una y otra vez, dejarlo sin salida para poder destrozarlo.
Pero no sería tan sencillo, con Louis la batalla jamá s era así.
El choque del acero y los filos acompañ aba el suave rumor de la llovizna y los estallidos de
la audiencia que presenciaba el combate. Las gotas hacían de la tierra má s resbaladiza e
inestable a medida que el tiempo pasaba, y los mú sculos de Louis ardían en comparació n a
la temperatura de la llovizna que le enfriaba el cuerpo. Esquivó un golpe y logró apartarse
antes de que tuvieran la oportunidad de empujarlo al agua. Caer allí equivalía a estar
muerto.

Los otros dos guerreros se hallaban impacientes, jadeando. El del rostro descubierto estaba
enfurecido y rojo. Entonces decidió comenzar la ofensiva primero con ese. Se lanzó al piso
para cortar un tajo por encima de la rodilla, la sangre manchando el filo de su espada. Con
su punto de equilibrio expuesto, pateó la pierna herida para tenerlo en el piso y entonces
presionó una rodilla sobre el pecho del caído y alzó el escudo. Golpeó hasta que el cuerpo
bajo él estaba inerte.

Uno menos.

Y pudo haberlo celebrado, pero un golpe tronó contra su rostro, enviando un chasquido de
dolor desde el pó mulo hasta el resto de su cabeza. Utilizó las manos para no caer, pero
apenas logró trastabillar para levantarse otro impacto le rompió el labio. Y le siguieron
má s, que laceraban sus mejillas desde adentro e inundaban su boca del metá lico sabor de la
sangre. No alcanzaba la oportunidad de tomar su otra espada, y por qué ese bá rbaro no
usaba la propia, ¿lo quería matar a golpes?

Su sangre manchaba los nudillos de su contrincante, y puñ etazo en el estó mago le hizo
escupir una gruesa porció n de sangre. Intentó apretar el abdomen para absorber el
pró ximo golpe, concentrarse en respirar y esquivar los golpes a sus puntos vitales. Las
costillas, el riñ ó n, la sutil zona sobre el hígado que lo podía sacar de combate. Salvó esos
sitios, y recibió dolorosos porrazos en otros.

Dejó que el tipo lo atrapara, tomá ndolo de cuello y apretando, tratando de robarle la vida
de esa forma. Louis lo tomó de las manos para no ahogarse. El bruto egó latra se mofaba en
su cara, seguro que tendría el honor de matar una leyenda. Estiró los brazos y lo alzó hasta
que só lo la punta de sus pies tocaba la tierra y la asfixia amenazaba con sumirlo en
oscuridad.

Le devolvió una manchada sonrisa carmesí, y soltó una mano, pareciendo para vista de los
presentes que se estaba rindiendo, pero só lo tomó la daga en su cinto y en un fugaz
movimiento la clavó en el brazo del hombre. Cuando el agarre en su cuello aflojó no se
detuvo. Blandió la daga de nuevo y perforó el hombro, creando una profusa hemorragia.
Los gritos resonaban en sus oídos, y ya no distinguía de dó nde venían. Tomando al hombre
del yelmo por la armadura, rompió la cota de malla y le cercenó la garganta.
Tosió , masajeá ndose la garganta cuando el cuerpo cayó de bruces frente a él, y los gritos
parecían cantar que él era el ganador. Pateó el cadá ver a sus pies y dio un profundo suspiro
permitiéndose creer que la pesadilla había terminado. Era libre y tenía la corona.

Entonces su espalda se sintió floja, distendida desde el hombro hasta la cadera. Tardó en
procesar el silencio, el calor hú medo que bajó por su piel y el lacerante dolor que fue
creciendo allí. Jadeó , la espada terminando de cortar su carne y dio un dudoso paso al
frente antes de ser pateado al piso, otro estallido de dolor se unió con los impactos en sus
costillas hasta que como un saco de arpillera fue obligado a estar de cara al cielo.

Llovía má s fuerte y un charco de barro y sangre se hacía bajo él.

—Cuá n altanero debe ser un príncipe…—comenzó el hombre que creía muerto, má s só lo


tenía un brillante rastro escarlata bajando por su rostro. Pisoteó sobre el codo,
inmovilizando su brazo—, que no se detiene a verificar que sus adversos está n en el
infierno.

Aun presa del dolor, Louis lo vio alzar la espada y sus intenciones fueron totalmente claras.
Se removió , haciéndose dañ o en el hombro y brazo, golpeó la bota del hombre con
desesperació n para sacá rselo de encima. Era la primera vez que estaba sintiendo el
cosquilleo del miedo y la ansiedad.

La bota afincó con má s peso, haciendo que Louis gruñ era de frustració n y en un zumbido la
espada bajó para atravesarle la palma de la mano e incrustarlo a la tierra. La sangre brotó
como una fuente, casi la mitad de la hoja se encontraba zanjando su carne.

La arena se llenó de silencio y el grito de Louis, desgarrador y agó nico, se filtró en cada
espectador, viajó por las paredes de piedra y construcció n. Sacudió el corazó n de miles, y
aterró a muchos otros. Paralizó e inyectó al reino de su propio sufrimiento, porque estaban
presenciando a una legenda caer; un semidió s sangrar y padecer.

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Actualización de madrugada, like a ninja.

Gracias por los 300K en visitas,

corazones.

Nos vemos luego que actualice mi otra fic ’Híbrido’, que pueden ver en mi perfil si
gustan.

Hasta luego <3


32-. Trono

TRONO

“Un poco malvado.” Así es como él me llama.


Porque eso es lo que soy, eso es lo que soy.Porque soy, soy un poco perverso.
Lo soy, lo soy. Manos rojas, manos rojas, justo como él dijo.

Soy un poco malvado.

Existía una cruel consecuencia de ejercer el papel del espectador: La impotencia.

Alguien con la suficiente empatía sería capaz de ponerse en el lugar del príncipe agonizante
en la arena. Trataría de traducir su dolor a través del grito que invadió el alma de todos los
presentes, intentaría deducir si era capaz de soportar semejantes heridas y guardar un
poco de esperanza; la ilusa idea de que ese combate podía tener un giro y final distinto. Se
preguntaría si de verdad esa era la voluntad de los dioses, si ciertamente combatir a
muerte podía considerarse algú n tipo de justicia. Las viejas escrituras dictaban que todos
valían lo mismo bajo el brillo del sol, y que en cuestió n de valor, todos pesaban igual en la
balanza del dios justo.

Pero ese día estaba nublado, la lluvia se precipitaba desde el cielo y volvía la arena un
desastre de barro y sangre. Era horroroso ver la sangre rodear el cuerpo del príncipe de
Aurea. Incluso má s aterrorizante contemplarlo como el hombre que era, só lo un humano
má s, en lugar del ser intocable del que hablaban tantas canciones.

Sin embargo, nadie lo estaba experimentando en los palcos de la misma forma que Harry.
É l estaba ahí, en el frío piso sobre las rodillas. Un brazo rodeaba el balcó n por el cual
podían contemplar de forma privilegiada todo el combate. A su lado estaba Danielle, ella se
sostenía de una columna y se cubría los labios mientras miraba en otra direcció n, incapaz
de aceptar la imagen de Louis desangrá ndose. Al contrario de Harry, que necesitaba
mirarlo, ameritaba saber que aú n se encontraba vivo, saber si seguiría luchando o no.

Por ú ltimo estaba el asfixiante olor de Niall, como nunca lo había sentido antes. Ira,
destilando de sus poros con violencia. La silla donde estaba sentado yacía destrozada y
ahora era un montó n de añ icos.

—Harry-estuvo a su lado en un segundo, ayudá ndolo a levantarse. Lo tomaba con fuerza de


los hombros porque simplemente él no podía sostenerse por su cuenta. El latigazo de dolor
apenas desaparecía de su espalda-. ¿Está s bien? El lazo, ¿Qué sientes de él?

Asiendo la muñ eca de Harry, observó su palma y estudió la marca en esta. Vertical y
perfectamente lineal, parecía la huella de algo que había sido presionado con dureza contra
su piel. Pero no era otra cosa que el lazo representando la herida de Louis.

—Siento que mis dedos se desprenderá n-musitó con voz ahogada, y un par de lá grimas
saltaron de sus ojos cuando el alfa trazó la marca con el dedo. El sudor, helado, el cubría el
cuerpo-. Es como si la piel y carne quisieran desprenderse desde el centro…

Percibía la piel caliente, como si la sangre estuviera resbalando de esa fantasmal herida.

Tenía la mandíbula apretada y temblaba. Pero el llanto, esos quebrados sollozos que lo
consumieron esos días, no los permitiría. No cuando el verdadero sufrimiento lo tenía
Louis.

—Voy a pedir la redenció n-informó , mirando a los guardias que se encontraban en el


umbral que daba al pasillo-. Si permitimos que siga en la arena lo matará n. En las
mazmorras…-Niall sonaba desesperado, decidiendo mil cosas a la vez. Buscó la mirada de
Danielle, pero simplemente no la encontraba-. Encerrado al menos estará vivo hasta que
demos con algo…

—No-sentenció en una temblorosa respiració n-. Tiene má s de un crimen imputado, Niall.


Graves acusaciones, y só lo le dejará n un par de días en la celda antes de sacarlo para la
ejecució n.

—¡Se está desangrando! Aunque se libere de la espada, tendrá una mano inú til-insistió el
rubio, y les hizo una señ al a los hombres que lo escoltaban. Comenzó a andar fuera del
palco, pero Harry lo siguió con paso apresurado.

—É l va a ganar, y si detienes el combate lo estará s condenando-lo alcanzó , caminando a su


lado-. Y en el peor casi, si pierde… estoy seguro que Louis preferiría irse peleando-le dolían
sus propias palabras, pero antes de cualquier cosa, a pesar de la situació n, seguía siendo el
esposo de Louis y era su deber honrarlo a él y los votos que hizo.
—Entiendo que quieras tener fe en él, Harry-claramente estaba atacado por los nervios,
por eso Harry no se inmutó por la fría mirada que Niall le dio de soslayo-. Pero yo, este día,
no estoy preparado para ver morir a mi mejor amigo.

Vio a Michael y Calum al final del pasillo para llegar a la reja del puente, y bastó con una
mirada para que se adelantaran con él.

—Tendrá que perdonarme luego, lord Horan-con un tono impasible y firme, Harry dejó
atrá s al rubio-. Indiferentemente de su opinió n en el asunto, yo soy el esposo del príncipe
que yace en esa arena. Y la decisió n la ejerzo yo.

Tras eso corrió hasta la reja por la que Louis tuvo que haber cruzado antes del inicio del
combate. Michael y Calum no permitían que nadie se le acercara, y los demá s guardias lo
miraban con recelo. Pero Harry só lo tenía atenció n para el hombre que yacía en la tierra,
retorciéndose mientras la lluvia lo castigaba y repasaba la sangre de sus heridas.

El hierro estaba helado y hú medo al tacto, pero Harry cerró ambas manos en los barrotes
aunque eso enviara descargas de dolor a través de sus brazos y al resto del cuerpo. Respiró
para calmarse, para transmitir toda la tranquilidad que Louis requería para levantarse de
allí y pelear.

—¡Louis!-gritó con todas sus fuerzas, haciéndose dañ o en la garganta, sintiendo que se
desgarraría el pecho-. ¡Louis Tomlinson, levá ntate!-ordenó , tomando aire para seguir
llamá ndolo, para que supiera que estaba allí con él-. ¡No puedes adelantar tu partida con
los dioses! ¡¿Entiendes?!

A su espalda escuchaba el conflicto entre los guardias de Niall y los suyos, pero se sentía
tan lejano. Porque el lazo estaba invadiendo su cuerpo, conectá ndolo de una forma con
Louis que só lo sintió cuando estuvo alejado de él por la fuerza, cuando el peligro
amenazaba con separarlos por siempre. El corazó n de Louis latía desbocado con el suyo, y
si era incapaz de escucharlo, entonces la conexió n entre ambos le diría todo.

—¡Esa no es tu decisió n, porque no te lo permito!-gritó una vez má s-. ¡Es una orden,
príncipe de Aurea! ¡No dejará s este mundo sin mi perdó n!

Dejó la voz allí, gritando el nombre de Louis hasta que sus lastimadas cuerdas vocales no
emitían sonidos parecidos a palabras, só lo eran ecos lastimeros.

Respiraba agitado, retorciéndose por el dolor, clavando los talones en la hú meda tierra
para contrarrestar la agonía de alguna forma. Entre el eco de las multitudes, los bramidos
de triunfo del bastardo que se regodeaba de haberlo vencido, lo ú nico que le impedía
desmayarse por el cruel trato a su cuerpo era Harry. Su presencia a través del lazo, el
simple alivio de no recibir rechazo sino su apoyo, le ayudaba a combatir el dolor que iba
por oleadas. Quizá alucinaba, pero juraría por los restos de su moribunda alma que podía
escuchar su voz, llamá ndolo.

Gatito caprichoso, ni siquiera podía dejarlo morir en paz.

Logró ponerse de lado, la sensació n de su distendida y como si se desprendiera de la


espalda. Gruñ ó , con la mitad del rostro en el charco de su propia sangre. Su adversario
seguía mofá ndose, demasiado ebrio de la aprobació n que sentía del pú blico. Debía estar
pensando en el banquete que se daría al terminar el combate, y las delicias que pediría a
sus mecenas. El título que le concederían por matar a un héroe de guerra.

Sin embargo, Louis só lo podía pensar en lo que estaba en juego. Má s allá de salvar su
miserable vida, había un reino. Tenía un pueblo que honrar, a su madre y hermanas que lo
esperaban en casa y no podía darse el lujo de causarles una pena como el luto. A prueba
estaba toda la confianza que sus amigos má s cercanos, sus hermanos, depositaron en él. Y,
por supuesto, la inestable situació n en la que dejó a Harry. Su esposo, su muchacho valiente
que só lo deseaba complacerlo y hacerlo feliz, que superó tantas cosas só lo para estar con él
plenamente. Harry, que lo enamoró de la idea de formar una familia propia. Su gatito, al
que no pudo cumplir tal deseo y por eso su seguridad pendía de un hilo.

No habría descanso para su alma si permitía que Harry cayera de nuevo en las garras de
esa infame familia

Así que apretó los dientes y tomó la espada por el filo. Debía ser rá pido y sin vacilar si
quería que los guantes resistieran a la letal hoja. Respiró profundo y comenzó a tirar de la
espada, deslizando la lacerante superficie de nuevo por la herida para extraerla. La sangre
escurría a cada centímetro que movía el arma y la lluvia hacía que se expandiera por la
tierra. Gruñ ó , no dispuesto a gritar y seguir pareciendo vulnerado. Y el dolor era tan fuerte,
la sensació n haciendo un eco por su brazo y esparciéndose por todas partes desde el cuello.

Pero lo logró , la espada ya no lo clavaba al piso, y aunque el dolor en su mano seguía


insoportable, se obligó a respirar para apoyarse en el codo y utilizar su mano ú til y
levantarse. Apretó las correas de sus guantes, soltando un jadeo cuando las aseguró , y así
contuvo parcialmente la hemorragia. Gracias a los dioses fue en la mano izquierda, porque
aunque fue entrenado en el combate de espadas gemelas, necesitaría toda su habilidad
para tener una oportunidad estando tan herido. Y usar su espada como diestro era la una
ventaja que había tenido desde que entró en la arena.

Contempló la espalda de su enemigo. El hombre se encontraba bien cubierto por una


armadura de piezas y le costaría dar con un sitio que le permitiera matarlo.

Tembloroso, enderezando el cuerpo con rigidez a raíz de la dificultad que el largo tajo en la
espalda le producía, desenvainó la espada que le quedaba en el cinto y alzó la barbilla
cuando el hombre lo vio. Sintió satisfacció n de borrarle la sonrisa del rostro. Y este,
enfurecido por su momento de gloria arrebatado y seguro de que podría vencer a Louis sin
nada má s que la fuerza bruta, se abalanzó .

Estaba confiado por la protecció n de la armadura, porque Louis estaba herido y con un pie
en el reino de la muerte luego de toda la sangre que perdió . Ganar por fuerza no era algo
que podría hacer, eso lo podía deducir cualquiera.

Así que cuando el primer golpe quiso derribarlo, supo girar y apartarse. La brusca
inclinació n hizo que el mundo oscilara, que los bordes de su visió n se oscurecieran por un
momento. Sus movimientos eran claramente má s lejos, pero la memoria de su cuerpo
seguía regalá ndome fluidez. El instinto de supervivencia siendo el combustible que lo ponía
el movimiento a pesar de estar a nada de desfallecer.

En un mandoble que le costó la sensació n de un desgarro cerca del hombro, golpeó contra
la armadura en el hombro. Y retrocedió esquivando por suerte un golpe que iría a sus ya
lastimadas costillas. Con otro movimiento de su espada que acompañ ó a un grito, junto al
de la multitud, alcanzó el otro hombro y las correas de allí cedieron.

Desde una distancia no podía notarse la tá ctica de Louis. Cualquiera podía pensar que entre
la confusió n por el dolor y las ansias por vivir de alguna forma, estaba fallando los golpes.
Dando estocadas a ciegas só lo para defenderse de lo inminente. Pero no era así.

Esa masa de mú sculos lo había llamado altanero, ¿pero qué iluso se lanza en combate só lo
con puñ os contra una espada? No se podía confiar siquiera de un moribundo como él. Y si
algo sabía aprovechar en combate eran las debilidades ajenas.

Un manotazo lo desestatizó , produciendo que patinara entre el barro buscando un punto


de apoyo mientras calculaba có mo esquivar el siguiente golpe. Lo detuvo el borde de piedra
que daba a las hondas piletas de agua. Ancló los pies ahí, y con otra estocada buscó
impactar las bandas del cuero que abrazaban los costados del campeó n. Y cuando estas
cedieron al filo de la espada, la armadura del torso se balanceó sin soporte, dejando al
descubierto la ausencia de una cota de malla. Tan poca fe le tenían, como si fuese imposible
para él pelear contra dos adversarios.

—Saluda al resto de los Morgan-ordenó cuando en un fugaz movimiento clavó la espada


debajo de las costillas del fornido hombre-, cuando los veas en el infierno, y les digas que
yo también te envié… a ti-jadeó , y con una sonrisa que no sentía, porque simplemente ya no
sentía el cuerpo, retorció la espada para expandir la herida.

Louis utilizó el codo de su mano herida para empujar al hombre, rebanando el abdomen en
un grotesco corte que reveló las tripas y vísceras. Cayeron a sus pies haciendo un desastre
de sangre y restos rojizos, y cuando el cuerpo cayó a sus pies, Louis lo pateó y le atravesó el
cuello para asegurarse que esta vez el infeliz no se levantaría nuevamente.
La ú nica persona viva allí, en la arena de combatientes era él. Louis no sabía por cuá nto
tiempo duraría eso, pero el juicio estaba a su favor. Echó la cabeza hacia atrá s, dejando que
la lluvia lavara la pesadez de su cuerpo, el aturdimiento en su piel y la sensació n tirante de
sus heridas. Con los ojos cerrados escuchó los gritos de la multitud. Como un rumor,
reconocía el sonido del cuerno de victoria. No necesitaba abrir los ojos para saber que
estaban ondeando banderas con el escudo de su casa. El leó n sobre rojo, con el lema de su
familia.

Sentía que si se movía se caería a pedazos, que las heridas se abrirían má s y entonces
moriría. Pero necesitaba salir de allí, caminar hasta el puente y reunirse con Harry,
abrazarlo para que uniera sus piezas, para que…

Cuando dio el primer paso hacia adelante, un zumbido repentino quebró el aire. Añ os
utilizando el mismo instrumento, levantando primero un arco que una espada, le
enseñ aron a reconocer lo que era. No necesitó sentir primero el tibio líquido bajar desde su
clavícula, o la triste ironía de que el impacto le quitó la capacidad de seguir sosteniendo su
cuerpo.

Algú n bastardo lo quería muerto, realmente. Y no só lo eso, sino asesinado con su


instrumento favorito. Buscarlo entre la muchedumbre era un sin sentido, una pérdida de
los valiosos segundos que le quedaban.

La flecha que falló en incrustarse en su pecho y se alojó en su escá pula lo aventó al agua, y
esta lo tragó sin consideració n. La turbia superficie se tiñ ó de rojo.

—¡Abre la maldita reja!-bramó al guardia que se encargaba a las poleas. Pateó los barrotes
de hierro-. ¡Levanta esta jodida mierda o te juro que haré que te cuelguen!

Harry estaba fuera de sí, só lo Michael le impedía abalanzarse sobre cada persona que
estaba ahí. Pero no era para menos, todo era un caos. No habían pasado unos minutos de
que Louis resultara ganador, cuando alguien atentó contra él desde las gradas de
espectadores. Los estaban evacuando a todos en busca de un culpable. Pero el príncipe de
Aurea podía estarse ahogando en ese momento mientras el paso a la arena todavía no
estaba despejado.

—¡Apá rtate!-la voz de Niall sonó impaciente cuando sus guardias sacaron de su sitio al
hombre encargado de la reja. É l mismo tomó su lugar y giró el mecanismo para comenzar a
levanta la reja-. Entra, Harry, el fisió logo irá detrá s de ti.

Michael finalmente lo soltó , y Harry ni siquiera esperó a que la reja le diera paso. Se
arrodilló y pasó por debajo arrastrá ndose. Gateó por el inició del puente hasta que logró
levantarse y corrió en direcció n al extremo por donde vio caer a Louis. Haría lo que sea, se
lanzaría al agua en su bú squeda. Pero necesitaba tenerlo en sus brazos y vivo. Se
desprendió de la chaqueta mientras corría, con la esperanza muriendo dentro de sí con
má s pesar al ver el agua teñ ida de rojo, justo frente a una de las estatuas erguidas en el
honor al dios del sol.

Si tenía que abrazar un cadá ver, si su castigo era sostener a un Louis frío e inerte prefería
tomar una de las espadas y atravesarse el torso allí mismo.

Pero algunas burbujas afloraron a la superficie justo cuando Harry cruzaba los charcos
carmesí. Y lo vio, el brazo de Louis conseguir soporte en el borde de piedra mientras la
lluvia aminoraba y las nubes dejaban filtrar algo de la luz del sol. Como alguien que burla la
muerte, con la flecha aú n perforá ndole, sacó el torso del agua y tosió hasta escupir un
montó n de agua viciada con sangre. Se arrastró fuera como un dios que renace, como si los
dioses le dieran su bendició n para seguir vivo. Jadeante, se apoyó sobre una rodilla y
encogió la mano herida contra el pecho. Pero la otra acercó hasta la flecha, tomá ndola por
la punta que sobresalía.

Hizo presió n y la rompió contra la rigidez de su propia clavícula y Harry admiró sin aliento
có mo se arrancaba del proyectil y lo tiraba sobre uno de los charcos de sangre. Se irguió ,
tambaleante pero magníficamente imponente como só lo un guerrero podía ser.

—Lou-susurró -. Lou, cumpliste. Lo lograste-podía respirar, y el aire entraba con violencia


en sus pulmones como si se tratara de la primera vez. Así que se abalanzó en su direcció n, y
dejó que lo rodeara en un abrazo brusco y pesado, con olor a sangre. Dejó que lo besara con
sus labios de heridas abiertas y sabor metá lico.

—No… ibas-chirrió con la voz rota y gastada-, a zafar… de mí.

Esas palabras consumieron el resto de Louis. Sus ojos azules se nublaron, sus piernas
perdieron fuerza y las rodillas dejaron de sostenerlo. Pero Harry lo abrazó fuerte para
frenar su caída, sin importar que sus brazos se empaparan de la sangre del alfa, que su olor
moribundo le revolviera el estó mago. La herida reciente por sobre el pecho goteaba en su
camisa, y eso no tenía relevancia mientras que al menos respirara.

Sintiéndose seguro, Louis descansó sobre el hombro de su omega.

Recostado contra su pecho, Louis se durmió al compá s de los frenéticos latidos del corazó n
de Harry.

Nadie te llama “cariño” cuando estás sentado en un trono. Cuidado con la mujer paciente,
causa de esto mucho que sé.

Cuando evacuaron a los espectadores, todas esas personas que viajaron atraídas por la
noticia de ver pelear a Louis, Danielle se quedó muy quieta desde su privilegiado lugar en el
palco. Estudiaba cada espacio en las gradas comunes y el resto de los palcos. Asía las manos
con fuerza al balcó n, sus nudillos se tornaban blancos alrededor de la pulida superficie
mientras separaba sus emociones y las reservaba para el momento adecuado.

Ignoró la escena en la arena, no podía concentrarse en Louis saliendo del agua,


ensangrentado y soportando heridas que quizá lo matarían cuando la fiebre lo atacara. El
ambiente en la arena, y la lluvia, eran crueles enemigos de los combatientes. Só lo un
milagro salvaría al príncipe de una infecció n.

Su mente estaba en la bú squeda de un culpable y la identidad de este tomó forma con


claridad.

Era consciente de la propuesta que le hizo a Morgan, que entregarse a él equivalía a ceder
una parte de la corona de Aurea a alguien que deseaba destruirlos. Así que era justificable
llegar a la conclusió n que, asesinando a Louis, el trono lo tomaría la pequeñ a Charlotte.
Apenas una niñ a con una madre regente que estaría destrozada por la pérdida de su hijo
mayor. Y así Zayn y ella misma estarían en una situació n má s que delicada por el conflicto
interno. El reino no soportaría un consorte que buscara tomar el control y comprar a los
consejeros para su favor.

El plan parecía perfecto y sin fallas graves a las cuales tratar como consecuencia.

No obstante, Morgan olvidaba que estaba tratando con la princesa má s letal que se había
visto en añ os, no con una damisela encerrada en una torre.

Observó a los asistentes y el fisió logo atender a Louis, detener las hemorragias para poder
llevarlo al consultorio donde intentarían enmendar el dañ o en su cuerpo. Y ella también se
dio la vuelta y salió escoltada por sus fieles hombres. Transitó con aparente calma por los
pasillos sin que sus zapatillas resonaran contra el piso. Entre las entradas al castillo donde
todos residían, encontró al culpable de todo charlando y haciendo ademanes en un
simpá tico relato del combate.

—Lord Morgan-saludó con una inclinació n, ignoró completamente al resto. La princesa


decidía a quién negar la relevancia y existencia-. Supongo que los dioses no estuvieron de
su parte en esta ocasió n.

—Me regocijo por la justicia, princesa-contestó con su torcida sonrisa, y con una mirada
echó al resto de nobles que estaban a su alrededor. Su atenció n estaba en Danielle, y no
podía ocultar el buen humor que le causaba entender que el trato aú n era vigente-. Y sin
importar el resultado, los inocentes ganamos tras la contienda.

—Pero usted tendrá que dar una disculpa pú blica por inculpar al príncipe, al igual que sus
aliados. Tendrá que explicar có mo consiguió esas pruebas…-insistió , encogiendo los
hombros cuando la expresió n confiada de Joseph titiló un poco-. No se preocupe, mi lord.
Cuando sea mi alfa todo quedará perdonado. Cumpliré mi parte porque honro mi palabra y
respeto a los dioses por los que juré.

—Cuento con eso-Joseph tomó su mano para besarla-. Será un placer hacerte mía.

—Así será . Pero debemos ser prudentes. Ningú n monarca puede ser marcado sin antes
establecer un compromiso, ese es el protocolo al que estamos atados obedecer… ¿Me haría
un favor, mi lord?

El alfa se relamió .

—Lo que sea, princesa.

Los labios de Danielle se curvaron antes de dictar sus condiciones.

Al caer la noche, recorrió los pasadizos má s despejados del castillo. Cubierta por una capa
oscura que la ayudaba a fundirse con las sombras, sus pies cubiertos por delgadas
sandalias que disimulaban sus pasos. La capucha creaba una sombra sobre su rostro que la
hacía irreconocible, y la bandeja de plata con una jarra de vino y un cá liz de oro la hacía
pasar por una comú n doncella de servicio.

Tal como Joseph le prometió , el tramo del pasillo hasta su habitació n se encontraba
despejado por el extremo del pasadizo que ella eligió para llegar. Sin guardias, con apenas
unas lá mparas de aceite que perfilaban la puerta que la esperaba. Tocó una sola vez, sus
nudillos haciendo un sonido firme contra la dura madera, y en un segundo tuvo la imagen
del alfa frente a ella. É l le apartó la capucha del rostro, y Danielle lo recibió con una sonrisa
tímida. Ese fue su boleto para ser invitada a entrar. La puerta se cerró con llave, un crujido
de viejas cerraduras.

Dejó la bandeja sobre una de las mesas dispuestas en la habitació n iluminada por velas. Los
restos de la cena que solicitó yacían junto a los instrumentos de plata.

—Le agradezco su discreció n, mi lord. Es de vital importancia que hagamos nuestra unió n
de la forma correcta.

—No podría estar má s de acuerdo-aceptó el alfa, que a su espalda, la tomó por los hombros
y encontró el broche de la capa en su cuello para deshacerlo. La prenda cayó haciendo un
montó n en sus tobillos, y Joseph apartó unos pocos mechones sedosos que escapaban del
moñ o atado a su nuca. Con los dedos firmes como tenazas, la sostuvo contra su cuerpo y
aspiró el aroma del perfumado cuello a su disposició n.

Danielle llevó las manos hasta los botones de su bata de dormir, y los separó sin prisa.
Ladeó un poco el rostro y encontró los labios del alfa, que le besaron los pó mulos.
—¿Podría avivar el fuego de la chimenea, mi lord?-preguntó dulcemente, encogiendo los
hombros y dejando que la bata se juntara con la caída capa. Su figura apenas era acariciada
por un impú dico camisó n de fá brica transparente-. Temo que con estas prendas el frío no
me permita entregarme.

Joseph delineó la silueta de su cadera, los planos de su abdomen del color del caramelo y
besó la línea de su quijada.

—A sus ó rdenes, princesa-acordó -. No quisiera que alguien má s que yo consumiera su


calor.

Cuando la dejó ir, Danielle se aseguró de que las llamas volvían a abrazar la habitació n con
fervor, y se subió a la cama, recostá ndose en el centro de esta. Sin medir palabras, apoyó los
codos en los almohadones y se mordió el labio cuando Joseph volvió a mirarla. Su olor era
suficiente. Era una omega atrayendo a un alfa que le deseaba con desesperació n, y en un
parpadeo Joseph cruzó la habitació n. Se apartó la bata de seda negra y la camisa de lino en
el camino, para el momento en que se abalanzó en la cama cubriendo la figura de Danielle
con la propia, ya se encontraba totalmente desnudo.

Y le excitaba tanto la disposició n de la omega, sin miedo o contenció n, siempre retá ndolo y
creyéndose una igual. La haría suya para demostrarle que sin una corona, guardias o el
respaldo de los otros príncipes no era má s que una criatura diseñ ada para ser sometida.

Danielle rodeó la cadera del alfa con sus voluptuosas piernas, y lo invitó en un beso que los
hizo fundirse en un beso desenfrenado. Robó el aliento de ambos, deshizo las pulcras
vestiduras de la cama y llenó de feromonas la habitació n, intensificando la sensació n del
fuego.

El arreglo en su cabello estaba arruinado, y Danielle jadeó por aire cuando Joseph se ocupó
de besar y succionar su cuello. Enterró los dedos en los cabellos de la nuca del alfa,
sosteniéndolo firme, y tomó el delgado cilindro que hasta hacía un momento le sostenía los
mechones. Desenroscó un extremo de este, y en un fluido movimiento clavó en el
nacimiento del cabello rubio la delgada aguja que se ocultaba a simple vista.

Morgan apenas pudo tensar el cuerpo y jadear para cuando el somnífero, potente y rá pido,
comenzó a mermar las energías en su sangre y le hicieron quedar tendido como un mero
muñ eco.

Y ella sonrió , curvando los dedos en el cabello ajeno como si lo estuviera acariciando.

—¿Se encuentra bien, mi lord?-apenas lo sentía respirar contra su cuello-. Lamento


confirmar los rumores su precoz fervor en el lecho…

El peso del hombro la sofocaba y sin embargo rió . Tensó las piernas alrededor de él y logró
girarse, quedando sobre él a horcajadas en un jadeo. Se quitó el cabello del rostro y ladeó
los labios al contemplar la mueca aterrada del alfa. Só lo podía mirarla y respirar, del resto
el furtivo veneno lo tendría paralizado. Sin hablar, sin gritar. Totalmente a su merced.

—Dije que vendría dispuesta a recibir tu marca, Morgan. Pero si tú no está s en condiciones
no hay mucho que pueda hacer por ti-suspiró , negando con decepció n-. Realmente creíste
que te cedería un puesto en la corona luego de lo que planeaste para Louis. Peor, estuviste
seguro que entregaría a un omega, un niñ o, a tus garras para que fuese un juguete. El
chiquillo no me agrada, la verdad, pero es un omega como yo y no lo condenaría a una vida
contigo.

Se bajó de la cama y caminó con tranquilidad hasta la mesa donde dejó las bandejas. Sirvió
vino en el cá liz y lo bebió a largos tragos mientras contemplaba el fuego.

—¿Sabes qué aprendí en la guerra, Morgan?-esperó unos segundos a pesar de saber que no
obtendría respuesta-. Aprendí que ningú n conocimiento es menos precioso. Estuve
presente en tantos diagnó sticos con los fisió logos, leí tantos libros de hierbas y usos
medicinales tras la peste que azotó a Aurea y perdí a mi madre…

Dejó el cá liz vacío sobre la bandeja y tomó uno de los cuchillos de carne.

—Así que mientras desplegabas tu supuesto control de la situació n, creyendo en tu


ignorancia que podías someter a mi nació n, yo pensaba en mil formas para destruirte-jugó
á gilmente con el afilado instrumento, haciéndolo girar en sus delgadas manos-. Pero debía
ser de una forma que no lograra incriminarme…-chasqueó la lengua contra el paladar-.
Desde el juicio de guerra estoy cansada de los tribunales.

Volvió a la cama, y tomó una de las inertes manos del alfa. Este le siguió la mirada y respiró
agitadamente.

—Entonces pensé en el avergonzado Joseph Morgan, un lord que perdió a su hermano


mayor y al heredero de este. Forzado a llevar un título que nunca deseó . Entonces organizó
esta conspiració n contra nada menos que un príncipe… y los dioses le demostraron lo
equivocado que estaba. Le quitaron su bendició n y la vergü enza de ello era demasiado…
Defraudó a sus creadores-relató , y clavó el filo del cuchillo en la muñ eca del alfa, haciendo
un profundo corte vertical a lo largo de la cá lida piel-. La humillació n de disculparse,
tragarse sus acusaciones, era insoportable incluso de pensar-ignorando los angustiados
ojos de Joseph, su respiració n errá tica y desesperada, repitió la sangrienta acció n en la otra
muñ eca-. Así que se suicidó , esperando que eso le diera descanso a su zozobra.

La sangre manchaba rá pidamente la cama, brotando sin control en raudales carmesí.


Danielle dejó la cama, acomodó el cuchillo entre los dedos del alfa, y volvió hasta la
chimenea. Se quitó el camisó n, que fue salpicado por diminutas gotas rojas, y lo dejó arder
en las llamas. Lo vio consumirse y fue hasta su ropa en el piso. Unió los botones de la bata y
se colocó la capa oscura sobre los hombros.
Dedicó una ú ltima mirada indiferente al moribundo, desencajado Joseph que se deshacía en
la cama con una expresió n cada vez má s vacía.

—Buenas noches, lord Morgan-le dio la espalda, dirigiéndose a la puerta-. Envíe mis
recuerdos a su sobrino cuando lo vea.

Despachó a fisió logo cuando la fiebre menguó y Louis respiraba tranquilo, en medio de un
sueñ o inducido por pó cimas y drogas, sin el sudor que le hacía hervir la piel. Estaba
recostado sobre el pecho en almohadones que lo ayudaban a dormir en una posició n que
no abriera la complicada sutura en su espalda. Desde el hombro derecho hasta un poco má s
debajo de la cintura, el grueso y grotesco tajo que recibió se infectó y hubo que actuar
deprisa. Apenas podría imaginarse el dolor que sentiría al despertar. Pero ahora estaba
vendado y con ungü entos que aliviaban los golpes y suturas. La mano que fue atravesada,
que por obra de los dioses tuvo la suerte de conservar la movilidad, yacía inmovilizada con
una firme tabla. Era la ú nica forma de ser vendada y que sanara adecuadamente. Un par de
costillas fisuradas y un montó n de contusiones que se repartían por su cuerpo y rostro.

Pero estaba vivo, con él. Su Louis reposaba de nuevo en su cama.

Harry le apartó unos hú medos mechones del rostro, los acomodó tras su oreja y movió con
cuidado las mantas para que el frío no provocara otra distorsió n en su temperatura.

El cansancio le pesaba en el cuerpo, pero esa noche estaba lejos de terminar para él.
Mientras intentaban bajar la fiebre de Louis, Danielle fue a verlo y le informó de manera
sutil lo que haría.

“Cortaré el dilema de raíz”, le dijo sin más.

Harry también haría lo mismo.

Abandonó su asiento junto a Louis y tomó su cinturó n de armas.

—Cuida de mi esposo, Cara-ordenó a la muchacha que estaba sentada en un silló n, un poco


apartada de la cama. Su usual entusiasmo estaba desparecido por la aura sombría que
envolvía a Harry.

—Sí, señ or.

—Y si la fiebre vuelve, llama sin demora al fisió logo.

—Lo haré-afirmó , levantá ndose.


Harry salió de la habitació n y comenzó a caminar al mismo tiempo que Luke se despegaba
de la pared. Ese día descubrió que tenía tres fieles hombres a su servicio. Devotos soldados
que no lo cuestionarían en sus decisiones aunque estas tuvieran tintes radicales.

—¿Preparaste todo, nadie hará preguntas?-musitó mientras trasladaban su camino por las
zonas olvidadas de ese castillo. Donde los templos en desuso, las viejas salas de juicio,
acumulaban polvo y ciclos solares de abandono.

—Gasté toda la bolsa de oro que me dio, alteza-respondió estoicamente el rubio-. Ninguna
duda será formulada.

La mohosa puerta dio paso a una envejecida estancia. Sucia, demacrada y sin embargo con
la fuerte sensació n de que alguna vez fue protagonista de mucha gloria. Encadenado al piso
se hallaba un harapiento hombre que resistía las patadas de dos hombres má s jó venes.

Calum tomó del hombro a Michael para detenerlo cuando los vio llegar. El rostro de este
ú ltimo estaba rojo y contorsionado por la rabia como Harry nunca lo había contemplado
antes.

—No desesperes, Michael. El tiempo que te quitaré para que puedas seguir no será

mucho. El joven asintió y retrocedió un paso, mirando con desprecio a quien yacía a sus

pies.

Benjamin Winston.

El asqueroso alfa le sonrió , mostrando sus desgastados y rojizos dientes a causa de los
golpes. Escupió al piso, y a través de una mueca de dolor logró sonreírle.

Con una espada desenvainada, Harry avanzó hasta él, arrastrando la punta de esta a su
paso, creando un chirrido.

—¿Vas a seguir ordená ndoles? Nunca dudé que con tu cara bonita compraras aliados, pero
no lo esperaba de esa perra de Ashton-graznó Winston, sacudiéndose inú tilmente con
rabia. Las cadenas lo retenían-. Anda, dile a tus perros, pequeñ o lord. Comanda que me
sigan lastimando.

Harry sentía una extrañ a mezcla de emociones.

Repulsió n, odio. Un poco de asco y pena. Por sí mismo, por el alfa magullado y amordazado.

Y nostalgia, por la persona que estaba abandonando ese día, y en quién se estaba
convirtiendo. Para cuando saliera de allí y enfrentara el amanecer, la trasformació n en su
alma sería irreversible.
—¿Lastimar?-preguntó , entregá ndole la espada de Luke-. Eso no es lastimar-dio la vuelta
para tomar asiento en el trono de la sala, el que en añ os anteriores el sacerdote supremo de
la ciudad ocupaba-. Pero ya lo verá s.

Hacía décadas, gigantes espejos eran dispuestos al frente del tribunal, y estos reflejaban el
sol llenando de luz la estancia, representado el brillo de la justicia. Pero esa noche, Harry
los contempló a sí mismo. Sentado, con los brazos en el respaldo y el rostro ladeado.
Encontró una familiaridad macabra y verídica en esa imagen.

Y con una punzada en el pecho le puso nombre.

Su padre. Harry estaba viendo la crueldad de Desmond en sí mismo. El tipo de acció n


primitiva que só lo el amor vengativo y herido podía despertar.

Apretó la mandíbula y apoyó el rostro en la palma de la mano.

—Empiecen-ordenó con voz clara, que hizo eco en la fantasmal sala-. Que sea una ejecució n
lenta.

El sonido de las espadas desenvainadas, los chasquidos. Gritos de agonía y rotos alaridos.
Imá genes que no lo abandonarían, y lo prefería así.

Mientras los tres guardias, sus servidores, masacraban al alfa de sus pesadillas, Harry no
apartó la mirada.

Nadie te llama “cariño” cuando estás sentado en un trono.

Uno de estos días , voy a tomar la corona de ese muchacho.


Hay una serpiente en estas aguas tranquilas que yace en el fondo.Al rey, me inclinaré, al
menos por ahora.

Uno de estos días viene, voy a tomar la corona de ese muchacho.

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Estas son las familias principales de la historia, con sus respectivos escudos y lemas
(Así, bien GoT porque alguien me lo sugirió)

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Esta es la última actualización de Príncipe para el 2016. Gracias por acompañarme


en este viaje desde mayo. Les quiero mucho y deseo que pasen una bonita navidad
con las personas que quieren.
Nos vemos en enero.

¡Feliz navidad!
33-. Hilos

HILO

Nuestro amor está enterrado a seis pies. No puedo evitar preguntarme si nuestra tumba fue
regada por la lluvia. ¿Alguna vez las rosas florecerán de nuevo? ¿Podrías las rosas florecer de
nuevo?

Temprano por la mañ ana, los ocupantes del castillo recibieron la fatídica noticia. Muchos
seguían en sus ropas de dormir, y se cubrieron con capas y batas para tener el pudor de
salir al pasillo sin ser mal vistos. Sin embargo, estuvieran en la cama o saliendo de sus
habitaciones; de camino a tomar el desayuno o rezando en el templo, la cró nica fue acogida
por todos.

Lord Joseph Morgan se quitó la vida cerca de la madrugada.

Sus sirvientes lo encontraron cuando despuntaba el alba. Frío y pá lido, recostado en su


amplia cama de dosel que era un lecho de sangre. Las heridas en sus muñ ecas y el cuchillo
cerca de su mano no dejaban ninguna duda, nada para incentivar la imaginació n. El hombre
les arrebató a los dioses el derecho sagrado de decidir sobre el día de su muerte. Peor aú n,
negó la ceremonia de apología que por obligació n debía ejercer puesto que sus testimonios
durante el juicio que provocó no fueron aprobados por el justiciero sol.

La versió n oficial era esa, la que todos sabían.

Como consecuencia, no quedó duda para el tribunal de la ciudad que Morgan también había
sido el artífice del intento de asesinato al príncipe Louis cuando ganó el combate. Ya que
sus alegatos eran falsos, eliminar al monarca que difamó pú blicamente y seguramente
levantaría cargos en su contra era lo má s obvio de esperar de alguien desesperado. El
mercenario que disparó el arco todavía estaba fugitivo, sí. Pero el de la orden había sido
Morgan, y su plan fue frustrado porque los dioses aú n no tenían suficiente de a quien
llamaban leó n del desierto.

Nadie se explicaba có mo logró , a pesar de las heridas, luchar contra el agua y nadar hasta la
orilla; incluso verlo caminar esos cortos pasos hasta el encuentro con su consorte fue
sublime e irreal. Algo que los presentes jamá s olvidarían y que sería relatado por largo
tiempo junto a sus demá s hazañ as.

El sueñ o no fue un visitante esa noche para Harry, por lo que estando ya vestido y listo para
ir al comedor de su comité, escuchó la noticia y ofreció sus condolencias a los
acompañ antes que viajaron junto al fallecido lord. Con interés observó a Danielle, que
apretaba un pañ uelo contra su rostro cansado y fingía impecablemente hallarse
consternada. Ella, el verdugo, supo encontrar la má scara de la inocencia y usarla sin
problema.

Por su parte, él no tuvo que actuar de forma distinta o imitar una emoció n de empatía por
lo que hizo. Los carceleros que sobornó se encargarían de que nadie preguntara por la
ausencia de un alfa condenado a pasar el resto de sus días en las mazmorras. El recuerdo
só lo lo perseguiría a él, y a sus tres fieles guardias. Los rememoraba agotados y con una
expresió n insatisfecha cuando finalmente arrancaron el ú ltimo aliento de vida de Benjamin
Winston. Algunas gotas de sangre salpicaban sus rostros, y respiraban agitados. Michael
fue el primero en alejarse para tirar los guantes manchados y limpiar el filo de su espada.
Calum suspiró en agotamiento y fue por la botella de aceite y la antorcha que apartaron
para la ocasió n. Luke só lo seguía tenso, como una cuerda de arco, listo para ser disparado.
Sus ojos estaban fijos en el sanguinolento cuerpo inerte a sus pies, como si esperara algú n
movimiento de su parte para seguir desatando su ira. No era suficiente, y esa era la peor
parte de la venganza. Una vez que la cumplías, era demasiado tarde para comprender que
no encajaba el vacío prometido. La mancha perenne en el alma no resultaba equivalente a
la infame satisfacció n momentá nea. Mas resultaba ser todo lo que tenían, y cuando el
cadá ver fue bañ ado en aceite y consumido por las llamas los cuatro presentes supieron que
el descanso les sería negado por varias noches.

Al menos, Harry pudo justificar sus horas en vela siendo el guardiá n de la lenta respiració n
de Louis. Cuidó que la fiebre no volviera y se encargó de acomodar siempre su postura en
la cama para que las heridas no se abrieran. Jamá s había tenido que tocar al alfa como algo
frá gil, en cambio siempre resultaba ser su soporte, un puerto seguro. El hombre que yacía
en la cama y respiraba en cortas y trabajosas respiraciones era apenas una sombra del
príncipe con el cual Harry solía despertar cada mañ ana.

En el desayuno, los recurrentes escalofríos apenas le permitían concentrarse en el té de su


taza, o el plato de comida que Gemma insistía que consumiera. Pensó que invitando a
Gemma a su mesa estaría má s tranquilo, pero las constantes preguntas de parte de ella só lo
lo impacientaban, hacían que deseara levantarse de allí para estar solo. Sin embargo se
tragó el malestar y aceptó los alimentos aunque su apetito era nulo. Porque cuando todos
sus asuntos en la ciudad del sol terminara, no tenía idea de la pró xima vez que pudiera ver
a su hermana y sobrino.

Al menos ya nadie lo miraba con lastima, como alguien que estaba a un parpadeo de
perderlo todo y convertirse en un viudo. Su estatus como consorte seguía intacto, y
nuevamente nadie podía tocarlo.

—Sigo anonadada por lo que ocurrió . No só lo por la trampa contra el príncipe, sino por la
falta de valentía en Morgan—Gemma se rindió cuando Harry rechazó la manzana troceada
sobre la bandeja—. ¿Al menos Davis y Gillies llevará n la apología por su cuenta?

Los presentes en la mesa se miraron entre sí, rumiando por una respuesta. Niall y Perrie no
los acompañ aban, se encontraban con los jueces cerciorando que todas las acusaciones
hacía Louis estaban siendo retiradas; se encargarían que un discurso pú blico lo relevara de
toda culpa y enviarían misivas a los reinos aliados en orden de limpiar su nombre. Abel, por
su parte, organizaba el funeral de Joseph. Al ser un aliado de sus comercios, moralmente se
encontraba obligado a participar y dar la cara en nombre de la corona de Vitrum Maritima.

Finalmente Barbara suspiró y dejó la cuchara con la que alimentaba a su hijo en el cuenco
de papilla, ya vacío.

—Presumo que si desean evitar má s escá ndalos a sus apellidos, solicitará n rendir la
amonestació n correspondiente a Harry por ser el consorte, y la princesa Danielle—tomó
una servilleta de tela y limpió los restos de comida en la boca del sonriente infante, ajeno a
toda la tensió n de los adultos a su alrededor—. Es lo má s sensato.

—Conferí a la princesa mi parte en todo el asunto. No deseo ver a esos hombres, y me


gustaría volver a mi habitació n a descansar—Harry enlazó su mano con la de Gemma para
así no preocuparla—. El reposo no tuvo espacio para mí mientras vigilaba que la fiebre no
interviniera en la recuperació n de mi esposo. Só lo quiero concentrarme en él, nada má s me
importa por el momento.

A su lado, Jade le dio un suave apretó n en el hombro y le dedicó una sonrisa pequeñ a. El
verdadero gesto estaba en sus ojos, siempre cá lidos y amables para él.

—¿Ya ha despertado el príncipe?

Muchos rondaban las inmediaciones de su pasillo, buscando llegar hasta la habitació n


donde dormían y conseguir algo de informació n sobre el estado de salud de Louis. Harry
los odiaba, a todos esos buitres que só lo querían otro tema de conversació n que les
animara el día. Pero Jade era su amiga, ella lo había cuidado a él cuando se desmoronó por
la agobiante situació n, y siempre estuvo del lado de Louis a pesar de las rotundas
acusaciones.
—Anoche recuperó la conciencia un par de veces, pero las medicinas no le permiten
identificar mucho de lo que le pasa—contestó al tiempo que intentaba devolverle una
sonrisa, floja y poco creíble—. Apenas murmuró unas pocas palabras en voz baja, bebió
unos sorbos de agua y volvió a caer rendido.

—¿Te habló ?—los labios de Jade formaron una perfecta circunferencia, y Harry negó
escuetamente—. Pobre príncipe, apenas puedo imaginar el dolor en sus heridas.

—Balbuceó un poco, pero no dijo nada que se pudiera entender o añ adir un significado.

Pero Louis había pronunciado su nombre cuando despertó en medio de una tos que
despertó el dolor en sus costillas. Y mientras que intentaba darle una de las pó cimas para
aliviar el dolor e hidratarlo, Louis rogaba por él, gimoteaba su nombre como si eso pudiera
de alguna forma apartar todo el sufrimiento y ayudarle a descansar. Harry había tomado su
mano sana, arrodillado junto a la cama, y susurrado palabras a su oído para que se calmara
y dejara a las drogas actuar. Tras agó nicos minutos, nuevamente el príncipe fue arrastrado
a ese sitio donde Harry no lo podía alcanzar, y ya no padecía.

—Rezaré a los dioses para que se recupere pronto—prometió Jade, asintiendo—. Cuando
salió del agua, fue como si pudiéramos contemplar la bendició n que tienen sobre él. A nadie
le cabe duda sobre su inocencia.

—Soy feliz de tenerte como amiga, Jade. A cambio yo usaré parte de mis oraciones de la
tarde para dar gracias a los dioses por el anuncio que nos diste hoy—Le ofreció su mano, y
Jade la guió sin reproche hasta su vientre—. No sabes có mo alivia mi corazó n saber que
será s madre.

—Tu felicidad es bien recibida, Harry. Gracias—miró al resto de los presentes. A Barbara
que vigilaba a Jacob mientras jugaba con el somnoliento zorro, a Gemma con el pequeñ o
Edward. Alzó su taza de té—. Brindo porque los dioses nos dejen pronto poblar nuestras
familias de una nueva generació n.

—Y para que nos guíen en criarlos adecuadamente, ya que será n quienes gobiernen estas
tierras cuando ya no estemos—añ adió Barbara.

—De tus labios a los oídos de los dioses—coincidió Gemma, antes de depositar un beso en
la mejilla de Harry.

É l aceptó el improvisado brindis y susurró una respuesta adecuada para la ocasió n.

Cuando el té pasó por su garganta, le supo insípido y con el fuerte olor de las medicinas que
aplicaban a Louis.


Jugar con Jacob y Edward lo distrajo bastante el resto de la mañ ana. Pacientemente, les
enseñ ó có mo acariciar a Tommo para que el zorro se echara sobre el lomo y pidiera má s
atenciones. Jacob adoraba abrazarlo y restregar el rostro contra su esponjoso pelaje
mientras torpes palabras rodaban por su inexperta lengua en un intento por repetir el
nombre del animal, vacilaba un extrañ o “momó” al llamarlo. Edward, por su parte siendo
tan só lo un bebé de meses, encontraba entretenido tratar de atrapar la brillante cola de
Tommo entre sus manitos. El zorro le lamió la mejilla al bebé, provocando una estruendosa
carcajada en él.

Harry lo abrazó fuerte, dejando tenues besos entre sus cabellos, deseando que el precioso
sonido de la risa de Edward pudiera acompañ arlo el resto del día.

Con las campanadas que indicaban el inicio de la tarde, se despidió de su hermana y


amigas, estrujó a los niñ os prometiendo que intentaría buscarlos para jugar un poco má s, y
tomó al zorro en sus brazos para ir al templo y cumplir con sus oraciones.

La estancia se hallaba vacía, pues todos estarían buscando un lugar para presenciar la
apología a favor del príncipe enjuiciado. Cada noble que participó en los tribunales de la
ciudad y que viajó atraído por la noticia de ver pelear a una de las coronas de Aurea no se
perdería el ser testigo de la declaració n que eximía al monarca de los cargos penales. Le
daba asco só lo imaginarse entre esas personas, con sus fingidas muecas de disculpa y
palabras ensayadas. É l no era un líder, mucho menos un príncipe que pudiera lidiar con
eso. Apenas aprendía a ser un esposo.

Recibir la apología era algo que Danielle podía hacer a la perfecció n, de forma impecable.
Harry prefería reunir un poco de paz en la casa de los dioses.

Agradeció por la misericordia de los dioses y el perdó n que le dieron a Louis, enfocó largos
instantes en ello. No gastó energías en el conflicto de su corrompida conciencia, porque le
parecía nulo pedir clemencia por el acto que organizó siendo que también fue có mplice del
asesinato de lord Morgan. Tomó la justicia por su propia mano, y estaba resignado a que los
dioses le cobrarían por tal osadía.

No solicitó descanso a su alma, porque sería negar cual iluso lo que sabía que tenía por
afrontar. Jamá s se había sentido tan culpable y avergonzado como esa mañ ana, cuando
escribió una carta a Johannah informá ndole de todo lo ocurrido. Le rogó que se mantuviera
en calma, que no se arriesgara a tomar un viaje para ver a Louis. Ellos emprenderían el
retorno a Aurea cuando las heridas de Louis lo permitieran, y ambos tendrían que
organizar una reunió n con el consejo, pues el príncipe sería incapaz de gobernar hasta que
estuviera totalmente recuperado.

Se encontraba listo para sufrir las consecuencias y, muy en el fondo, esperar algo mejor.

—Alteza.
La voz de uno de los asistentes de la sacerdotisa lo sacó de sus cavilaciones. Miró al joven
de piel tostada y ojos cá lidos. Usaba una tú nica blanca y collares con los emblemas de los
dioses. Intrincados dibujos le surcaban la piel de la garganta y ascendían por la mandíbula
para finalizar en los pó mulos. En sus manos sostenía un rectá ngulo de pergamino, con el
sello de cera perteneciente al fisió logo que los acompañ ó en el viaje.

Se frotó los ojos con cansancio y tomó aire como si eso pudiera quitarle de encima el peso
como plomo sobre los hombros.

—¿Mi esposo se encuentra bien?—preguntó enseguida, levantá ndose del banco.

—El maestro de medicina solicita su presencia—informó con sencillez. Entregó el mensaje


a Harry, que leyó la apretada caligrafía deprisa—. El príncipe está despierto.

—Gracias.

Al salir de templo, entregó el cuidado de Tommo al guardia que lo acompañ aba y él avanzó
por el amplio vestíbulo del castillo. Los miembros de esa provisional corte se apartaban
para dejarlo pasar, le cedían el paso cuando seguía el camino curvo de las escaleras,
sosteniéndose del pasamano. Al llegar a la puerta de la habitació n, los incó modos
escalofríos le recorrieron de nuevo el cuerpo, y vaciló só lo un momento antes de permitir
que abrieran la puerta por él.

En la cama de la estancia se desarrollaba una desgarradora escena. Louis estaba despierto,


recostado con el pecho sobre un almohadó n y el fisió logo aplicaba las curas y revisiones a
la extensa herida en su espalda. La oscura sangre fresca resbalaba en finos hilos por su piel,
junto al sudor. Las vendas manchadas por ungü ento y supuració n yacían sobre una
bandeja. Pero mientras se acercaba, lo que má s destrozó a Harry fue ver la expresió n de
Louis. Tensa y surcada por el dolor, con el cabello pegá ndose a su piel debido a la
transpiració n. A pesar de no emitir sonidos má s allá de bajos quejidos que morían en su
garganta, maltrataba su labio inferior mordiéndolo con fuerza, y una cascada salina
resbalaba de sus ojos.

Ver llorar a su alfa hacía que sintiera el impulso de correr a la cama y tomar su lugar.

—Lo está lastimando—demandó al hombre mayor que no apartó la atenció n de su trabajo.


Avanzó hasta la cama y tocó el hombro de Louis. Su piel estaba helada—, el príncipe ha
tenido suficiente agonía, ¿No puede vendar sus heridas y darle má s pó cimas? ¿Por qué
sigue sangrando? ¡Debería estarse curando para este momento!

—Las heridas del príncipe necesitan permanecer limpias. En el combate estuvo expuesto a
la contaminació n del fango en la arena, la lluvia y luego el agua de la fuente donde perecen
los condenados—el maestro apartó sus manos, dedos manchados de la sangre de Louis, y
tomó su aguijó n e hilo—. Algunos puntos de sutura se perdieron por los focos de infecció n
que me vi obligado a retirar, y por eso está sangrando—señ aló las vendas manchadas—, si
permito que la herida continú e así, podría expandirse al resto del cuerpo la infiltració n y
morir.

Harry miró con angustia las zonas donde la herida yacía abierta, sin ser sostenida por los
hilos, y el dolor de Louis le golpeó cada fibra de sí. La fiebre de la noche anterior había sido
fuerte, y no quería imaginar có mo sería en caso de que la infecció n aumentara. Dejó de
mirar, se arrodilló en el piso, tomó el rostro de Louis y apartó los hú medos mechones de su
rostro.

—¿Necesita coser la herida de nuevo?

El maestro asintió sombríamente.

—Sí, alteza.

—¿Puede hacerlo dormir?—sugirió , sonando má s a una sú plica—. Cuando utilizó los hilos
anoche, él estaba sin conocimiento y por eso…

Louis llamaba nuevamente por su nombre, y sus suplicantes ojos azules inyectados en
sangre le clamaban por un consuelo que Harry no sabía có mo otorgar.

—No contamos con el tiempo, alteza—negó con voz apagada el hombre—. También debo
atender la herida en la mano. Es importante que seamos estrictos en su recuperació n para
que pueda mover los dedos como antes. En el mejor de los cuadros, podrá sostener una
espada nuevamente en unos cuatro o cinco meses.

Tragó duro y buscó acumular calma, transmitirle algo de ello a Louis a través del lazo para
contrarrestar el dolor que dominaba la conexió n entre ambos al momento. Enjugó sus
lá grimas con el pulgar y acarició su cabello.

—Prosiga, pero le ruego tenga cuidado. No quiero que sufra—se dirigió al fisió logo, y
mientras este se preparaba para continuar con su trabajo, volvió su atenció n a Louis. Apoyó
la frente en la suya, sin dejar de repartir suaves toques en él, sobre las magulladuras en su
rostro—. Es horrible, pero tienes que ser fuerte mientras atienden tu herida—musitó , só lo
para él—. Estoy aquí, no te dejaré solo mientras ocurre. Estoy contigo. Cuidaré de ti para
que esto no ocurra de nuevo.

—Harry—su voz sonaba rota y baja, las marcas en sus labios mostraban el rastro rudo de
sus dientes—, duele. Só lo duele y…

—Lo siento, lo siento—recitó como una nana cuando el cuerpo de Louis se tensó y soltó un
alarido. El aguijó n de nuevo perforaba su maltratada piel y forzaba los extremos de la
herida a cerrarse. Harry sentía el fantasma del ardor que producía el hilo al viajar por el
camino que el aguijó n disponía. Abrazó esa sensació n con la ú nica intenció n de compartir
el dolor de Louis, ayudarlo. Pero fue demasiado para el príncipe. Cuando este se desmayó y
su cuerpo se relajó contra la cama, Harry dejó ir una solitaria lá grima.

Creyó que ya no tendría capacidad de llorar, pero ahí estaba.

Permaneció arrullando a su esposo y vigilando el trabajo del fisió logo. Buscó un cuenco de
agua y una botella de loció n perfumada. Con cuidado limpió a través de un pañ uelo de
algodó n los restos de sangre en el cuerpo de Louis. Lavó el sudor y peinó su cabello lejos
del rostro para que no le molestara mientras dormía. Cuando las suturas estuvieron listas y
las vendas nuevamente le envolvían el hombro y gran parte de la espalda, Harry se sentó
junto al viejo maestro.

Un asistente recogió las vendas viejas y las descartó en el fuego para que se consumieran.

—¿Có mo está su mano?—exigió saber con calma—. ¿También tendrá que repetir las
suturas?

Há bilmente, de desató el nudo en la muñ eca que sostenía el vendaje. Retiró las delgadas
tiras de tela y tuvo cuidado con las ú ltimas que se adherían a una costra sobre la sutura de
la herida vertical qu traspasaba el dorso y palma. Aplicó un aceite para poder deshacer a
adhesió n sin lastimar la sensible carne.

—No. Gracias a los dioses esta costura se ve muy bien. Só lo debo aplicar algo para prevenir
infecciones, y má s ungü ento cicatrizante.

Harry suspiró con alivio.

—¿De verdad cree que podrá disponer de su mano como antes?

En silencio, el asistente trajo una bandeja con vendas limpias y se llevó las viejas.

—Estuve un poco renuente a creerlo cuando vi la herida por primera vez ayer. Pero al
revisar las estructuras internas… No me cabe duda que el príncipe tiene el favor de los
dioses—una extrañ a sonrisa se dibujó en sus ajados rasgos—. En un par de meses podrá
usarla sin problemas, al principio quizá con algunas dificultades para trabajos de mucha
precisió n, pero si cumple con los cuidados que le explicaré todo irá bien—alzó las cejas—.
Para que luche como antes, tomará un poco má s de tiempo.

—No deseo verlo luchar pronto—negó , a pesar de en algú n momento haber disfrutado de
tan só lo admirar a Louis practicar su puntería con el tiro—. Aunque él adora ejercitar su
maestría con el arco…

—Tomará tiempo, alteza.


Justo cuando tomaba los utensilios para vendar nuevamente la herida en la mano, Harry se
apresuró a lavarse las manos en el recipiente de cerá mica. El agua seguía tibia, pues un
cambio de temperatura sería contraproducente para las lesiones.

—Quiero hacerlo yo—extendió las manos hacia la bandeja con los utensilios—. Le pido que
me enseñ e có mo cuidar sus heridas. Prometo ser atento y no pondré en riesgo la salud del
príncipe. Es mi esposo, y debo saber cuidarlo.

—Alabo su compromiso—comenzó el maestro, con una obvia negativa—, pero estas cosas
suelen causar impresió n y luego…

—Es mi alfa. Nada que lo involucre me causará tal cosa, mucho menos cuando se trata de
cuidarlo cuando me necesita.

—¿Está seguro, alteza?

Harry asintió y tomó uno de los rollos de vendas.

—Absolutamente.

Resignado por la expresió n obstinada de Harry, aceptó darle indicaciones. En esas


circunstancias, pelear contra el consorte era una batalla perdida. Especialmente porque el
rumor sobre lo ocurrido en la reja de la arena se esparció a todos los oídos de la ciudad.
Testigos afirmaban que el joven omega amenazó a quienes se oponían a levantar la reja con
la muerte. Les prometió una ejecució n, pero las versiones no se decidían si el desenlace era
en la horca o guillotina.

Para asombro del maestro, Harry fue delicado manipulando las medicinas, aplicando las
pomadas y sosteniendo con cuidado la mano del príncipe para la técnica del vendaje.
Convencido, decidió dictarle las explicaciones para cada rutina de recuperació n que tendría
que cumplir el príncipe. Desde las posturas para dormir, las comidas y medicinas que debía
tomar. Por supuesto, le enseñ ó có mo tratar la fiebre y qué hacer en la emergencia que un
punto de costura en el tajo de la espalda se desprendiera.

Le tomó cuatro días a Louis prescindir de las drogas. El dolor de las costillas disminuyó
hasta dejarle estar sentado en la cama. Una funda que se sostenía de su cuello mantenía
inmó vil el brazo de la mano lastimada, y así evitaba tropezarla cuando se movía. La fiebre
también cedió , pero su movilidad seguía muy limitada.

Só lo cuando la pomada estaba fresca en la herida de su espalda, adormeciendo toda la


zona, Louis podía relajarse y estar có modamente sentado en la cama. Eran las ocasiones en
las que Harry aprovechaba para sentarse con él y darle las bandejas de comida.

La taza de avena y canela estaba casi vacía cuando Harry estiró la espalda para relajar su
postura.
—Te enfrascas en hacerme comer todo esto, y tú está s agotado y perdiendo peso—observó
el alfa, recibiendo rá pidamente una negativa por parte de Harry—. Deberías descansar.
Puedo comer solo…

—No—Harry apartó la bandeja de su regazo, dejá ndola en la mesa a su lado. Iba a servir un
poco de té para mezclarlo con las medicinas de Louis, cuando este lo tomó de la muñ eca.

—Ven y recuéstate conmigo—ofreció suavemente, tentativo. No habían hablado demasiado


desde el combate, y guardaba la esperanza de poder saltar la zanja que los separaba y
volver a lo que eran—. Podemos platicar un poco.

—¿Platicar? No hay nada que tengamos que conversar, príncipe—sentenció , soltá ndose
suavemente de su agarre. Sirvió el té y ubicó el frasco y contó cinco gotas de su contenido
sobre la infusió n—. Tengo entendido que lord Horan vino a informarte todo lo pertinente.
Recibiste la apología, tu nombre está parcialmente limpio y segú n el fisió logo volveremos a
Aurea.

Louis tensó la mandíbula, pero no se dejó amedrentar por la frialdad de Harry.

—Deseo que conversemos sobre el juicio, lo que Morgan hizo.

—Morgan está muerto—apuntó con obviedad, y le entregó la taza con la medicina—. É l


claramente intentó asesinarte mediante el juicio, y como no pudo, compró la lealtad de
alguien para que te disparara—señ aló el sitio donde tela y algodó n cubrían un profundo
agujero sobre la clavícula del alfa—. Así que por eso, y otras situaciones con las que
tuvimos que lidiar en tu encarcelamiento, Danielle lo mató .

La princesa había prometido no decir nada, Louis no tenía por qué saberlo y luego
lamentarse por añ adir unas gotas má s de sangre a sus manos. Pero Harry no pensaba así,
toda esa situació n los afectó a raíz de las reservaciones innecesarias. Le enfermaban.

Louis parpadeó y tomó un largo suspiro, incó modo.

—Suena a algo que ella haría, pero no era su deber…

—Parece que cada quien decide cuá l es su deber, ya debes saberlo—hizo girar con
ansiedad el anillo en su dedo—. Por favor, bebe la medicina. No puedes atrasarte en tu
recuperació n.

—Harry, entiendo que estés indispuesto por lo que hice, pero ya te expliqué el porqué de
mis acciones.

—Toma el té, no pienso seguir esta conversació n a menos que lo hagas—impasible y


cansado, no aceptaría excusas. Así que vigiló a Louis hasta que tragó la ú ltima gota. Le quitó
la taza de las manos—. Lo que hiciste es algo que no puedo dejar pasar a la ligera, Louis.
Aunque te amo, aun si me sentí morir cuando te vi padeciendo, simplemente no puedo.

—Tienes que creerme, lo hice por ti. Porque no podía dormir pensando…

—¿Y ahora có mo voy a dormir yo? Cuando sé que quizá decenas sufrieron lo mismo que yo
o peor, porque mi esposo no confió en mí, porque no me consultó sobre sus planes—
reclamó , sintiendo que le ardían los ojos. Tal como los de Louis, que comenzaban a lucir
brillantes y su respiració n se agitaba mientras negaba—. ¿Có mo invoco el sueñ o yo luego
de lo que hice?

Los delgados labios del alfa temblaron cuando habló .

—No me está s contando todo, ¿me equivoco?—y se encogió , haciendo una mueca por el
movimiento, al momento que escuchó la amarga carcajada de Harry.

—Lamento que esta no sea la primera vez que hay secretos entre nosotros—sorbió las
ganas de llorar—. Pero seré justo y no mentiré. Yo también maté a alguien, Lou. No alcé una
sola arma en su contra, pero lo planifiqué todo. Con mis tres guardias… ¿Puedes creer que
Winston estaba en las mazmorras? Lo vi, sentí su pestilencia y me congelé de miedo. Y
luego descubrí que tenía tanta rabia en mi interior… tanto desdén que só lo encontró su
igual con Luke. Lo asesinamos y fue posible porque gracias a ti aprendí que los sobornos
compran a cualquiera…

—Harry, basta. ¿No entiendes que esto es lo que he intentado evitar por meses? Que te
mancharas las manos así… Deseaba que siempre conservaras la inocencia con la que te
conocí, con la ingenua valentía que te hizo superar tantas cosas.

—¿Y es eso posible, Louis?—preguntó bajito—. ¿Es probable mantenerse inocente en este
lugar? Lamento decepcionarte.

Pasá ndose una mano por el rostro, en total frustració n, Louis le dio una mirada llena de
ruego.

—Só lo… por favor, te pido que me digas qué hacer. Porque no sé…—señ aló sus heridas—.
Soy un soldado, peleo y dirijo ataques, pero no sé qué má s hacer ahora para tener tu
perdó n—sin embargo Harry só lo negó y comenzó a retroceder para ir a la puerta—. Harry,
haré lo que sea.

Abriendo la puerta, le pidió a quien se encontraba de guardia que llamara a Cara, lo má s


rá pido posible. Luego volvió a observar a su alfa, al que estaba rechazando y se veía tan
vulnerable, mucho má s que aquella vez en las mazmorras. A punto de desmoronarse.

—Debo irme—lamentó .
Ahora la tristeza de Louis se combinaba con frustració n, haciendo un peligroso có ctel de
ira.

—¡¿A dó nde?! —Vociferó , haciendo que Harry temblara un poco—. No puedes marcharte.
Eres mi omega, soy tu alfa y tenemos que solucionar esto… ¿No te está matando? ¡¿No lo
sientes?!

Pesadas y dolorosas respiraciones movieron el pecho de Harry mientras buscaba las


palabras para responder. Pá lido y angustiado, por supuesto que sentía como su alma se
destrozaba a pedazos. Se preguntaba qué fisió logo, hilo o medicina podía enmendar eso.

—Soy tu consorte. Acepté colaborar con tus responsabilidades en el altar—tragó el


tortuoso nudo en su garganta—. “Que mi alma sea segada si llego a incumplir”, ¿Eso
despierta tu memoria?

—Quédate aquí, eso no me importa.

—Iré a despedir al matrimonio Edwards—insistió , con la voz empañ ada por el llanto que
se avecinaba. Dolía, como un sordo golpe en todo el cuerpo, sentir el lazo tenso y lacerante
entre ambos. Le rompía el corazó n ver a Louis en ese estado de tristeza y desesperació n; le
abrumaba a él experimentar desprecio y anhelo a partes iguales por su alfa—. Les diré que
les envías felicitaciones y deseas buena fortuna—sollozó sin lá grimas—. Porque van a
tener un hijo y…¿Acaso ellas no se casaron unos meses luego de nosotros?

—Harry…—imploró .

—Y sin embargo nosotros no…—musitó , asintiendo con pesar. Detrá s de él apareció Cara, y
apenas lo percibió , se estrujó el rostro para recuperar la compostura y se dio la vuelta—.
Cara, debo salir un momento. Necesito que te quedes con el príncipe y lo ayudes a
recostarse cuando lo necesite.

Cara sabía que algo iba mal, pero con sumisió n bajó la mirada y asintió .

—Sí, alteza—contestó , para luego ingresar a la habitació n.

—¡Harry!

Pero el grito de Louis no lo detuvo de marcharse y cerrar la puerta tras de sí.

Aurea los recibió con ansias. El pueblo era fiel a Louis, y este tuvo que ponerse una má scara
de sonrisas para saludarlos a todos en las calles cuando el carruaje hizo su recorrido hasta
el palacio. Le ayudaron a bajar sin lastimarse y los primeros brazos que lo rodearon con
afecto fueron los de su madre. Y él le devolvió el gesto, porque se sentía tan vulnerable y
herido, que el ú nico consuelo parecía ser la mujer que le dio la vida.

Los concejeros expresaron la felicidad que les traía su regreso, pero la tensió n entre los
ancianos le indicó a Louis que algo iba mal.

Y tenía razó n. Una reunió n de emergencia del concejo se ejecutaría justo en ese momento, y
Louis no se sentía en condiciones de asistir y pasar horas sentado a la mesa. Sus heridas no
lo soportarían.

—Tía Johannah, lleva a Louis a descansar, te necesita má s que nunca—Danielle forzó una
sonrisa que no convenció a nadie—. É l no asistirá , el niñ o tomará su lugar como consorte.

—¿Harry?—preguntaron Johannah y Louis a unísono.

Luciendo cansado pero resuelto, Harry apareció junto a Ser Liam se detuvo a unos metros
de Danielle y asintió hacia Johannah. Ni siquiera aceptó cruzar la mirada con Louis.

—Tenemos mucho que discutir—coincidió Harry—. Pero debemos esperar hasta que el
príncipe Malik aparezca, está cazando—. Mientras vuelve, tomaré unos minutos en la sala
del consejo para hablar con Ser Liam. Los esperaré allí.

—Só lo unos minutos—exigió Danielle—. Zayn estará aquí en cualquier momento.

Louis miró interrogante a Liam, esperando que su amigo le diera respuestas, pero el
caballero apartó la vista y simplemente siguió a Harry cuando este comenzó a caminar.

Fuera del consejo de la corona, de la capacidad para moverse por su cuenta y sin su omega,
Louis jamá s se había sentido tan indefenso y a punto de perderlo todo. La ansiedad en el
encierro de las mazmorras y minutos antes del combate no se comparaba al miedo que
sentía ahora.

Frío e inclemente a pesar de estar en el desierto, comenzó a consumirlo.

<><><

El precio de los actos son las consecuencias. Y a veces, es un precio que no se


alcanza a pagar.

¡Feliz inicio de año!


34-. Plegarias

PLEGARIAS

No somos los únicos, y no me arrepiento de nada. Cada palabra que dije, sabes que siempre la
sentí. Significa el mundo para mí que estés en mi vida, pero quiero vivir y no sólo sobrevivir.
Por eso no puedo amarte en la oscuridad, se siente como si estuviéramos a océanos de
distancia. Quizá ya estamos derrotados.

Observó las estructuras del palacio y má s allá , las calles de la ciudad. Cada edificio, casa y
tienda brillaba por los rayos de sol. Estaban a la fase má s á rida del clima de Aurea, por lo
que la esperanza de un poco de lluvia era nula y la preservació n de los oasis y manantiales
debía ponerse en acció n de inmediato. El pueblo de Aurea constaba de gente responsable y
evitaba lamentables despilfarros de recursos en épocas así.

Louis cerró los ojos cuando una débil brisa alivió por un momento el calor en su piel. Las
medicinas le hacían sentir constantemente el sopor del cansancio, sus energías se
drenaban y no podía hacer otra cosa que contemplar a su alrededor. Nada má s.

Sentado en el divá n del balcó n de sus aposentos, no hallaba la motivació n siquiera para
preguntar qué ocurría al otro lado del pasillo donde la vida del palacio se desarrollaba
como siempre, pero ahora sin él.

—De niñ o no te gustaba que las manzanas adquirieran tonos pardos. Decías que era como
ver algo morir, así que las comías deprisa apenas tu padre las cortaba para ti. Te
atragantabas, y luego decidimos que era mejor prepararte postres y papillas. Eras muy feliz
comiendo con nosotros cuando compartíamos el té de la tarde. Me sentí un poco mal
cuando dejaste de acompañ arnos, dejamos de servir manzanas en las tardes de té desde
entonces.

Louis suspiró y se movió con lentitud para mirar hacia la mujer a su lado.
—No podía seguir merendando papillas a los quince añ os, madre.

Johannah hizo un mohín gracioso y tomó el platillo donde varias rodajas de manzanas
reposaban. Alzó una hasta los labios de su hijo, y este no pudo hacer otra cosa que aceptar
el trozo de fruta.

—De igual manera quebró mi corazó n que nos reemplazaras por un par de espadas—
insistió , y aprovechó la renovada disposició n del alfa para seguir alimentá ndolo.

—Pues no seré capaz de tomar mis espadas gemelas en mucho tiempo, después de todo.

Mordió la jugosa manzana que su madre ofrecía, y ella no logró ocultar por un momento la
preocupació n que sentía por él. Descansó el platillo sobre su falda y le acarició la mejilla.

—Mi hijo mayor está de vuelta en su hogar, con la familia que lo ama y velará por su
recuperació n. Eso es todo lo que importa. No las batallas del futuro, ni los duelos. La corona
esperará por ti, su soberano, para cuando estés listo.

—La corona está actuando sin mí.

—Querido mío, tienes que descansar. Has trabajado tan arduamente estos meses. Deja que
tus heridas se curen adecuadamente. Estoy segura que Zayn y Danielle está n guiando a
Harry para que sepa representar tu autoridad. Es tu esposo, te ama muchísimo y no dejará
que tu nombre sea manchado por su actuar.

—É l no vino a dormir anoche. Cuando desperté en la mañ ana me informaron que estuvo
temprano aquí, se cambió de vestiduras y marchó de nuevo.

Johannah le dio unos golpecitos en los labios con el ú ltimo fragmento de manzana.

—Ser Liam lo encontró dormido en tu estudio de la sala de logística. Con el rostro


reposando sobre sus brazos cruzados. Estaba agotado el pobre.

—Tuvo que volver aquí anoche, donde lo necesito—tomó un hondo respiro, el calor
haciendo que el aroma del mar llegara hasta su balcó n e instalara la añ oranza en su pecho
—. Es mi omega, estar sin él me resulta inadmisible.

Johannah se levantó para servir el té junto a las medicinas, justo como le habían indicado
apenas se adjudicó el cuidado de su hijo. Louis la observó actuar, y lamentó saber que el
precio de adormecer el dolor en sus heridas fuese pasar el día en una bruma de cansancio y
pensamientos lentos. Pero debía asumirlo y soportar. Su infructuoso intento por
abandonar las pó cimas conllevó a que pasara un día completo presa del dolor, incó modo de
sentir las vendas rozando sus lastimaduras e incapaz de moverse de la cama. No se
removió de allí o
probó bocado hasta que Harry lo obligó a beber las medicinas bajo la amenaza de
marcharse del palacio.

—Está muy ocupado, cielo. Todo el trabajo que dejaste aquí al marchar, es algo para lo que
sus cortos estudios aquí en el palacio no lo prepararon—indicó —. No del todo.

—Incluso así…

—Me pregunta por ti, cuando lo encuentro en los pasillos o los jardines. Anoche se quedó
dormido revisando toda la correspondencia que dejaste acumular. Todos los asuntos que
no descartaste.

Y Louis recordó con precisió n el peso que faltaba en su cuello, la llave de su cajó n de
misivas confidenciales, que ahora descansaba en el poder de Harry.

Recibió la taza que su madre le ofrecía, y bebió a largos tragos para no saborear las
pó cimas. El fuerte brebaje le dejaba una molesta sensació n hormigueante en la lengua, que
tardaría só lo unos minutos en propagarse por todo su cuerpo y hacerlo desear dormir. En
eso se estaban yendo los días del príncipe de Aurea. Dormir y despertar adolorido.

—Asuntos—repitió , dejando la taza a un lado. Johannah se sentó a su lado, y él sintió su


corazó n acelerarse por lo que necesitaba saber—. No es ajena a todo lo que sucedió ,
¿verdad, madre? Lo que hice, desde hace unos meses y el motivo por el que me enjuiciaron.
Que Joseph Morgan me odiara no fue el ú nico motivo.

A su pesar, la mujer negó y tensó los labios suavemente.

—Sé que ese vil hombre tomó ventaja de tus malas decisiones, hijo. É l só lo buscaba
vengarse, pero las acusaciones que te adjudicó las pudo exponer cualquiera que
descubriera lo que hacías—tomó la barbilla de Louis para que la observara. Los ojos de su
madre eran la maravilla má s transparente y cá lida que había presenciado. A ella no podía
mentirle bajo ningú n pretexto o necesidad. No lo miraba como alguien que juzga, ni con la
dolida resignació n que Harry le transmitía, sino con preocupació n y afecto—. Estuvo mal,
querido. Quisiera consolarte diciendo que actuaste bien, pero no fue así.

—Al principio no creí que llegaría a tanto, lo juro—admitió con verdadero arrepentimiento
—. Lo hice porque lo amo… Amo a Harry. No soportaba saber que sus agresores seguían
libres mofá ndose de lo que hicieron con él, fantaseando con el momento mientras Harry
peleaba día a día con los recuerdos. El lazo… todo su miedo lo sentía en las noches cuando
alguna pesadilla acudía a él.

—Harry só lo necesitaba de tu amor, cielo. Eso le bastaría para sanar y dejar ese oscuro
capítulo.
—Lo sé—Ahora lo sabía. Tomó la mano que le sostenía el rostro y la llevó a su mejilla,
buscando su calidez y confortable suavidad. Desde siempre, bastaba só lo un gesto de su
madre para que se tranquilizara. Siendo má s joven y volá til, solía creer que la devoció n
para un omega só lo la tendría con su madre. Pero las cosas habían cambiado—. Y lo perdí,
madre. Porque no me perdonará , puedo sentirlo. Hice algo má s allá de su entendimiento.
Fue mi error excusar mis propios actos, buscar consejo en mis iguales que no harían otra
cosa que darme la razó n. Lo amo, madre. Lo amo tanto que percibo un miedo terrible a
cada instante. ¿Qué haré sin Harry? ¿Qué será de mí si jamá s vuelve a mis brazos?

Johannah lo escuchó sin interrumpir, y acarició su rostro, los mechones de cabello que no
se molestó en peinar aquella mañ ana. Ella era el punto medio entre el joven matrimonio,
quien se encargaba de ser la fuente de informació n. Harry la interrogaba en los jardines
cuando no estaba ocupado, y Louis demandaba saber sobre el paradero de su omega
apenas abría la puerta en sus visitas diarias. Los días iban pasando así, consumiéndolos a
ambos por igual.

—Mi muchacho, eso no ocurrirá . Só lo necesitas darle tiempo a Harry, ceder un poco. Está s
acostumbrado a comandar, puedo adivinar que demandabas de Harry una respuesta
cuando ni él mismo se había formulado las preguntas correctas. Llegó aquí como un niñ o…

—Aborrece que le digan niñ o—interrumpió con una sonrisa triste, llena de nostalgia.

—Pues no es así cuando le abrazo y llamo “mi niñ o”—rebatió , también sonriendo—. El
dilema es que Harry ya no es un niñ o. Ha tenido que crecer tanto y só lo tiene diecisiete
añ os. La pérdida de su madre, convertirse en un esposo y lidiar con los asuntos de un
consorte. Lo comprendo mejor que nadie. Tiene una responsabilidad contigo y la corona.
Tá citamente tiene que servir a ti y cumplir con su deber como tu omega.

—Jamá s le he exigido nada que esté fuera de sus capacidades, madre. La consorte que me
trajo a este mundo y crió —sentenció con veracidad—, me enseñ ó a no ser un tirano. Harry
comenzó a estudiar porque así lo quiso, tomó responsabilidades porque deseó ser parte del
palacio. Cuando lo tomo en mis brazos es para amarlo, no porque só lo sienta la necesidad
visceral de poner un hijo en su vientre.

Su hijo era bueno, no tenía dudas de ello. Si la bondad de Louis había sobrevivido a tantas
batallas y conflictos, era porque su esposo y ella se encargaron en criar un príncipe digno
para la nació n. Pero con eso, le quitaron muchas decisiones a Louis y lo volvieron alguien
impermeable a cualquier anhelo. Situaciones de vida que pudieron haberle enseñ ado a no
ser tan frío al momento de tomar la culpa o responsabilidad; quizá hubiese buscado tener
una familia propia antes o incluso negarse a tomar ciertas cargas de la corona. Y no
tendrían a ese joven hombre, que estaba seguro de poder soportar todo el peso necesario
por el reino, por las personas que amaba. No estaría en presencia de un alfa que creyó
dominar los deseos de venganza de su omega y salió herido, hecho trizas.

—Harry quiere un hijo, cielo. Lo quiere tanto…


—¡Madre! No ha pasado ni un añ o—tuvo que sostenerse de ella con su ú nica mano
disponible, el efecto de las medicinas haciendo su poderoso efecto, y Johannah lo ayudó a
recostarse en la posició n correcta sobre el divá n. Ahora sobre un costado, con la cabeza
reposando sobre un almohadó n en el regazo de su madre, no esperó a que el mareo se
marchara—. No ha transcurrido ni un añ o desde que salió de esa torre donde el rey
Desmond lo tenía como a un prisionero. Negá ndole sus derechos de nacimiento sin una
pizca del culpa.

—¿Y eso có mo modifica las necesidades de Harry?—barrió suavemente los dedos por su
cabello. Siempre con voz dulce, Louis nunca se había sentido juzgado por ella. De su madre
só lo tenía amor, lecciones, constantemente algo que aprender.

—Pienso que lo adecuado sería—tragó , sintiendo la lengua torpe—, que viaje. Que conozca
muchos sitios… ¿A dó nde lo he podido llevar? A Hiems donde esperaba que jugara con la
nieve, no que llegara a ser secuestrado. Planifiqué la visita a la ciudad del sol… Y tuvo que
soportar mi enjuiciamiento. Deseo tantas cosas para él…

—Y fue muy valiente. Por ti, para traerte de regreso, porque te ama. Y tú está s tan ciego, mi
pobre muchacho—suspiró pesadamente, sin dejar de hacerle mimos—. Creyendo
fervientemente que sabes exactamente lo que pasa por esa cabecita llena de rizos. Harry
tiene un alma tan bonita, hijo. Só lo hay que prestar atenció n a lo que causa su ira para
medir su honestidad. Se molesta ante las injusticias, y del resto todo lo acepta con
humildad. Sonríe como nadie cuando está con bebés o niñ os y su rostro se ilumina cuando
le dices lo orgulloso que está s de él.

—Nuestro lazo me dice esas cosas—insistió —, conozco al omega con el que me casé. Soy su
alfa, só lo deseo protegerlo, nunca ver lá grimas en sus ojos, ni sentir el miedo en su olor.
Siempre quiero ver los hoyuelos marcá ndose en su rostro a causa de una sonrisa y el sutil
sonrojo en sus mejillas cada que se emociona—asintió quedamente—. Soy su alfa, yo lo
marqué.

—Cuando un alfa marca a un omega, cielo… Y desarrollan esta hermosa relació n que enlaza
sus almas como una sola, cuando se aman má s allá de lo inexplicable, los instintos lo son
todo—relató , como cuando era un niñ o y ella le contaba un cuento—. Y existen pocas cosas
sobre la tierra que complazcan má s a un omega que darle una familia a su alfa. Comprendo
que Harry tiene pocas posibilidades de ello, pero puedes abordar el tema con má s tacto…

Louis sintió que se le oprimía la garganta.

—Toda la vida me convencí que no necesitaba siquiera casarme. ¿Alguien que ha tomado
tantas vidas merece eso? Y Harry le ha dado semejante vuelco a mi vida, madre…—confesó ,
desolado—. He soñ ado con niñ os de cabello revuelto, de ojos verdes o azules, correteando
por el pasillo. He envidiado a Zayn… y luego comprendido que incluso sin herederos, Harry
me daría todo lo que necesito para estar pleno en esta vida—dejó escapar el aire del pecho
—. Y ahora no lo tengo, ya no soy bienvenido de su amor. É l creyó en mí, pero ya me
encontraba tan condenado. Ahora lo que siento es esta cruel y fría dependencia, tan
lacerante como las espadas que han tocado mi piel.

—Sé fuerte, sé amable. Harry só lo necesita procesar esto sin que influyas, ¿Quieres dejarlo
crecer? Pues permite que él encuentre su camino para perdonarte.

—¿Y si soy incapaz de soportarlo? ¿Qué ocurrirá si transitar ese camino le lleva meses,
añ os?

Johannah le apartó el cabello del rostro.

—Nunca habías estado tan abatido, hijo. Jamá s una herida te habían afectado así, pero tu
alma… esa que creías envejecida está volviendo a la vida. Así que mantente firme, pide
consuelo a nuestra diosa matriarca. Cuéntale todo, pídele la fortaleza para prevalecer,
pídele todo lo que necesites.

—Desde niñ o, nunca fui demasiado religioso, madre. No un hombre de plegarias, al menos.
Y aunque lo fuera…—chasqueó la lengua—. ¿Qué han hecho los dioses por mí, má s que
darme pruebas? Las responsabilidades, guerras, muertes… no he tenido tregua de parte de
ellos. ¿Seré un bufó n para ellos? ¿Verme sangrar les producirá diversió n, algú n tipo de
deleite?

—Apenas podemos entender a los dioses, hijo. Asumir que comprendemos sus designios a
la perfecció n es pecar de una terrible vanidad, imperdonable—condenó tenuemente—.
Pero de algo estoy segura. Pudieron probarte en la guerra, pero recibiste tu recompensa
con un botín má s valioso que oro, gemas preciosas o títulos honoríficos. El compañ ero de
tu alma.

Louis asintió , recordando las palabras de esa mujer que, afirmaba sostenidamente,
escuchar a los dioses. Esa fría noche en el campamento donde aceptó que dictaran su
fortuna.

—El ancla que no me deja perder en la deriva—rememoró con pausa, siendo una respuesta
má s para sí. Un secreto que só lo él sabía.

—Dime qué hará s entonces, Louis.

—Voy a rezar—aceptó , acomodá ndose para rendirse al sueñ o—, voy a confiar en el
muchacho que amo. Voy a…

La bruma cayó sobre él no mucho después.


Nuevamente el silencio abarcó la sala de logística cuando un par de hombres, miembros del
concejo real, abandonaron la estancia. Parecía una acció n a espaldas del resto de la corona,
pero era lo mejor. De lo contrario pondrían objeciones a esa decisió n. El tiempo valía oro
cuando se intentaba comprar credibilidad, y el interés era una garantía pasajera en la que
no se podía confiar a largos términos. Una vez que se anunciara, tendrían que aceptarlo.

Harry avanzó hasta el escritorio del príncipe, donde todo se encontraba prolijamente
ordenado. Apoyó la espalda baja contra el borde y suspiró con cansancio, las ojeras
restá ndole suavidad a su rostro.

—Jamá s me había sentido tan agotado y arrepentido por hacer lo correcto—confesó al


caballero frente a él, que se veía igual de apaleado. El descuido se notaba en la barba que no
afeitaba en días, en las sombras en sus mejillas por la falta de adecuada alimentació n—. Lo
lamento, Ser Liam.

—Entiendo, alteza.

—Me apena que no tengamos una alternativa igual de efectiva—continuó , inconsolable.

—Antes que a nosotros mismos, juramos servir a este reino. Salvaguardarlo de cualquier
riesgo, especialmente si los responsables de ello somos nosotros—puntualizó . Su cuello se
tensó un momento antes de suspirar—. Lo que decidimos hoy, só lo es algo que
eventualmente ocurriría. Hoy, en unos meses o añ os; sin importar el tiempo tendría la
misma disposició n.

El omega no mudó la expresió n inconforme del rostro.

—Sin importar có mo lo justifique, sigue siendo demasiado injusto.

—El deber no conoce de justicia, alteza—aseguró —. Y tras lo que hice, só lo es un pequeñ o


precio a cambio.

El joven consorte asintió , ocultando la desdicha de la situació n en sus ojos bajo los
parpados, por un momento.

El lord comandante miró la luz que entraba por la ventana del estudio y luego al muchacho
frente a sí, que concentraba sus orbes esmeraldas en él. Ya no había nada má s que decir.
Esa noche sellaría su destino, porque era su responsabilidad y algo que no se podía evitar.
La ilusió n no lo podía mantener alejado de la realidad por siempre. Hizo una corta
reverencia, dispuesto a marcharse finalmente, pero algo lo retuvo. Inesperadamente, los
brazos del consorte lo rodearon como aquella vez en la clase de espada. Los suaves rizos
descansaron en su pecho, sobre la textura de cuero de su uniforme. No llegaba a ver su
rostro, y quizá lo má s apropiado sería no devolverle el gesto. Pero ellos no só lo eran amo y
sirviente, sino maestro y alumno. Habían discutido, llegado a puntos medios y cosechado
un respeto mutuo.
—Gracias, Ser Liam—murmuró cuando él le palmeó suavemente la espalda—. Jamá s podré
dejar de estar agradecido, incluso luego de que pase esta tormenta, siempre estaré en
deuda. Eres el caballero má s valeroso que he conocido, un amigo fiel a mi esposo a pesar de
todo lo ocurrido. Nunca lo olvidaré.

—Ha sido un honor redimir mis acciones, alteza—respondió con sinceridad, y logró
esbozar una endeble sonrisa cuando el consorte lo soltó y volvió a su puesto tras el
escritorio del príncipe—. Le dejo para que pueda terminar sus asuntos antes del anochecer.

Harry tomó asiento y alcanzó una de las cartas de la bandeja donde ordenó la
correspondencia. Rompió el sello de uno de los sobres. —Deseo que la dama suerte camine
de tu lado, y tenga una mano amiga en tu hombro cuando decidas dejar tus cargas.

Recibió las buenas intenciones del consorte, y dejó al joven en el estudio. Cruzó la sala de
logística, bordeando la gigantesca mesa con el mapa detallado de los reinos aliados, y salió
al acalorado pasillo del palacio. El clima no era culpable de la sofocante sensació n que
parecía interrumpir el paso del aire a sus pulmones. Como si respirara algo espeso como la
brea, estiró el cuello de su chaqueta de cuero y obligó a sus pies para que avanzaran por el
camino que se sabía de memoria. Podía llegar desde cualquier sitio, sin problema. A casa
zancada, sentía que una armadura invisible se iba cayendo a pedazos, dejá ndolo expuesto y
vulnerable. La espada colgando en su cinto la percibía ligera, inexistente; como si no le
golpeara tenuemente el muslo con cada movimiento.

Ausente, devolvió saludos de guardias bajo su comando y algunos miembros de la corte


que le tenían estima, o en su defecto, mero interés. Para ese momento ya debía estar algú n
orador anunciando a los nobles del saló n principal la noticia que él pretendía dar en
persona a só lo un individuo.

Tocó un par de veces la gruesa puerta que resguardaba la biblioteca de la corona, y esperó
a que la familiar voz del príncipe Malik le indicara el paso. Entró sin hacer ruido, y encontró
al monarca revisando unos viejos tomos de registros comerciales y varios pergaminos
sueltos. El preservador de archivos perdería los estribos cuando notara que los antiguos
documentos estaban siendo manipulados con las manos desnudas, sin las usuales
herramientas que los protegían del desgaste.

—Han pasado algunos días—comentó , deteniéndose cerca de la mesa donde todo el


desorden se acumulaba—, ¿Incluso así continuas en la bú squeda de esos favores perdidos?

Los ojos marrones del príncipe, cá lidos como el caramelo, se fijaron en él. Entonces
abandonó la lectura del desgastado manuscrito y lo lanzó con la pila que reposaba sobre la
mesa.

—Ciertamente… no—contestó , rodeando la mesa para estar frente al caballero—. Só lo


busco algo que hacer. No puedo o quiero estar en la sala del trono donde tengo que lidiar
con Danielle. Parece recia a desistir en su tarea de culparme por… ya sabes—alzó las cejas,
cepilló los dedos por la barba del beta—. Y suficiente emociones conflictivas tengo a diario
como para embarcarme con una discusió n con Danielle.

—Lamento escuchar eso—alcanzó a decir, antes de que los labios del alfa abrazaran los
suyos. Apartarlo sería lo indicado, pero si esa era la ú ltima vez, entonces bebería todo de
ello. Tomó la nuca del príncipe y le correspondió , presionando su boca para así siempre
recordar su textura, la forma suave en que se amoldaba a él. Fue al encuentro de su lengua,
para lograr hacerse con su sabor. Trazó las afiladas mejillas, y con las palmas delineó el
contorno de los hombros, costados, hasta cerrarse en un abrazo.

—Li…—jadeó Zayn, con los labios hú medos y coloreados por el beso, la respiració n agitada.
Sus cejas estaban fruncidas, los ojos cerrados mientras traducía lo que estaba sintiendo, lo
que le decía la piel. Rozó los labios del caballero cuando habló —: Eso se sintió …fue como.

—¿Recuerdas… cuando me llevaste a la colina rocosa?—musitó transmitiendo en su voz


una tranquilidad que no sentía—. Te gustaba ese sitio por su lejanía y el silencio.
Demasiado apartado para llamar la atenció n, nada relevante como para que alguien se
tomara la molestia de ir hasta allí. Perfecto para nosotros porque nadie nos buscaría, lo
intentaran o no.

Peor que cualquier tribunal, los ojos de Zayn lo interrogaban. Las manos del alfa se
cerraron en sus mangas.

—Ese sitio, no volvemos desde hace má s de un añ o—negó rotundamente, tratando de


restarle importancia con una sonrisa confundida.

—Memorizar esa tarde ha sido un calvario para los días que pienso demasiado en lo que es,
y en lo que pudo ser. Recuerdo que te mentí ese día. Dije que comprendía, pero no era así.
Me destrozó , ¿có mo se supone que entendería? Tan só lo ruego que tú entiendas ahora,
mejor de lo que yo lo hice aquella vez.

Para ambos, la colina rocosa representaba el momento en que sus vidas dejaron de ser
suyas. Cuando comprendieron que los títulos, riquezas y poder no los indultaban de ser una
pieza en un juego de influencias y manipulació n. Cuando el precio de los favores demostró
ser tan alto y vil, negociando con las vidas de los implicados. Estar a cargo de un reino
jamá s había sido tan penoso, comprendieron. Esa tarde, la alta pieza de relieve protegida
por rocas encerró una fatídica confesió n. Fulminante para ellos, para la vida que venían
construyendo desde adolescentes, pero que salvaría a las vidas que contaban con ellos.
Saldaría deudas, limpiaría el nombre de Aurea y mantendría la estabilidad de los pactos con
una de las familias má s poderosas, ricas y temidas de los reinos aliados.

Y aunque esa no era una colina sino una biblioteca, la historia se repetía. No serían las
rocas quienes absorberían las duras palabras de resignació n y fatal compromiso, sino los
ancestrales manuscritos de los escribanos.
Esta vez la determinació n era definitiva. No habría un escape, ni oportunidades para
retractarse y ser débil.

Liam se separó , retrocediendo dos pasos, y mantuvo el rostro y la postura firmes. El


repentino miedo cruzando el rostro de Zayn no le haría perder la convicció n.

—Sé que quieres lavarte las manos. Piensas que tras el juicio de Louis todo marchará como
antes y nada podrá afectarnos. Pero no es así. En el fondo, aunque lo niegues, entiendes que
pocos se tragará n la historia de la victoria en el juicio por combate. Porque no se trata só lo
de un condenado, sino del príncipe que ganó una guerra con sus propias manos. Nadie
apostaría en contra de Louis en una pelea.

—¡Pueden creer lo que quieran! Las acusaciones fueron retiradas, tiene una apología.

—Es una formalidad—cortó rá pidamente—. Nuestros aliados investigará n por su cuenta, y


¿Qué piensas que hallará n? Asuntos turbios, má s cabos sueltos que nos hundirá n—insistió
—. Si asistieras a las reuniones que tuvimos esta semana, sabrías…

—Tengo mucho con lo que lidiar, Liam. Llevas pleno conocimiento de ello.

Liam apretó los puñ os, pero no hizo má s.

—Admito que cargamos con una culpa, lo aceptes o no. Debimos rechazar su idea apenas la
comentó , no apoyarlo. Existe una familia aliada, lo sabes bien, tan poderosa y con una red
de influencia tan arraigada que puede deshacernos o salvarnos.

Con el miedo ya siendo un residente, Zayn retrocedió y señ aló en su direcció n, autoritario y
demandante.

—No.

—Ellos pueden utilizar sus recursos, y junto a nosotros borrar cualquier rastro que pueda
perjudicar a la corona. Voy a mantener a los Hadid de nuestro lado en esto, Zayn. Porque de
otra forma no podré con la culpa. En este momento un orador ya debe estar anunciando mi
compromiso. Voy a desposar a Bella Hadid.

—No lo voy a consentir—negó rotundamente, con rabia. Y una malsana sonrisa, tensa y
airada, se instaló en su rostro—. Porque eres el comandante de mí ejército. Eres lord por
mi gracia, y sin mi aprobació n no puedes siquiera salir del palacio.

—Soy lord comandante por la gracia de las tres coronas. Y dos de ellas ya firmaron el
permiso.
—Hablará s de la perra de Danielle, pero Louis está desterrado en sus aposentos, no ha
salido de allí. É l no me haría eso… ¡Maldita sea, Liam!

—Su consorte lo hizo. Es Harry quien autorizó esto. No hay retorno, Zayn… ¿No lo
entiendes? En nuestras estrellas jamá s estuvo el ser eternos, sino despedirnos. Las señ ales
siempre estuvieron ahí, y fuimos unos necios. Nunca hubiese funcionado.

—¡Por supuesto que sí!—bramó , y en un arrebato tiró una de las lá mparas de aceite al piso.
Rá pidamente, el oleado líquido se esparció por el impecable piso—. Eres mío, dijiste que
me amabas. Te he reclamado como a nadie. ¿Me está s castigando por algo? ¡Ya estoy
hundido en mierda, Liam! ¡No estoy para juegos o manipulaciones!

El denso olor a alfa, a peligro, abrió sus alas en la biblioteca. Pero eso no perturbó al
caballero, só lo lo llenó de preocupació n. Porque la condició n de Zayn podía traer
consecuencias.

—Castigo es lo que hemos venido haciendo este par de añ os. Este rumbo nos llevará a la
destrucció n, a hacer algo que lamentaremos, y só lo basta que uno se vaya para que la
secuencia se detenga—su ceñ o se frunció hacia arriba, con pesar. Los ojos de Liam estaban
brillantes mientras que los de Zayn manaban ira y traició n—. A pesar de ello, no pude
haberles pedido a los dioses alguien mejor que tú , alguien que me amara de esta forma que
me dio tanta vida.

—Me amas—respiró con pesadez—. Así que vas a dejar esta farsa.

—Zayn, tienes un reino, una esposa que lleva tu marca y un hijo que está a semanas de
nacer. Quiero que sigas adelante, que abraces la vida que tienes. No deseo verte en otra
guerra, quiero verte realizado. Por eso me retiraré del camino—detuvo el temblor de su
labio inferior atrapá ndolo entre sus dientes—. Te hago dañ o, cada encuentro es peor que el
anterior. Te amo lo suficiente para dejarte ir.

—Ordeno que salgas por esa puerta, Payne. Retires esas ridículas palabras y acabes con
este teatro de culpa y porquería—parpadeó , unas diminutas gotas quedá ndose atrapadas
en sus pestañ as. Estaba ciego, no podía entender.

—Está hecho. Y quizá ambos sanemos con el tiempo, podemos vivir con esto.

La necesidad no era suficiente para mantener su amor vivo, tardaron demasiado en


notarlo. Puede que no se tratara de su culpa. Eran unos niñ os cuando se enamoraron,
cuando todo comenzó . Un beso fue la entrada al veneno que los consumió hasta ese
momento. Liam sabía que añ os y añ os de no pertenecer a otro que Zayn Malik,
heredero de la corona, harían que separarse fuese como una daga directo a un ó rgano
blando. Que algo como lo de ellos, tan tenso y arraigado, no podría cortarse fá cilmente.
Apostó al alfa callado y a la vez vivaz. Al tranquilo moreno que conversaba con él cuando
estaban agotados. Apostó a su
comprensió n y perdió porque no estaba allí. No estaba el príncipe o el hombre sino el alfa.
Peligroso, letal, herido y lejos de llegar a ser apaciguado.

Un rugido, tan potente y desgarrador como las feromonas que viciaron el aire, fue el
preludio del golpe que cayó en la mejilla de Liam y lo envió de bruces al tapete en el piso. El
dolor estalló por todo su rostro, la sangre le inundó la boca y escupió un hilillo de esta
sobre la fá brica bajo él.

Zayn estuvo a horcajadas sobre él, apretando un inclemente puñ o en su cabello para
obligarlo a mirarlo. No se inmutó por la sangre resbalando por la mejilla de Liam, ni el
hecho de que estaba violentando al hombre que decía amar.

—Acatará s mi orden.

Liam lo miró dolido, y tomó la muñ eca que le tensaba el cabello.

—No.

—Lo hará s—masculló el alfa.

—No.

Tres golpes, cada uno má s fuerte que el anterior cayeron sobre Liam. Con furia, con
impotencia y unas rabiosas lá grimas que recorrían el rostro del príncipe.

El caballero no se defendió , porque entre sus juramentos estaba proteger a los príncipes,
no agredirles. Y el daría la vida por ese alfa que lo atacaba sin medir sus actos.

Cuando una nueva secuencia de golpes prometía reanudarse contra su sangriento rostro, el
dolor surcó el rostro del príncipe. Físico y profundo, el alfa jadeó y luego gimió
sosteniéndose el abdomen, rodando lejos de Liam. Se retorció , cayendo de costado y esta
vez gritando entre la agonía y el pá nico. El caballero se levantó deprisa, empujando lejos la
sensació n aturdida que dejaban los golpes, y fue en su auxilio.

Enseguida, unos insistentes nudillos golpearon la puerta, y no esperaron una respuesta


para empujar la cerradura y violentar el recinto.

Dos guardias, uno de los Hadid y otro del palacio hicieron acto de presencia. Ambos
observando ató nitos la escena frente a sí. Tenían las frentes perladas de sudor, la expresió n
pá lida en el rostro. Ni siquiera pidieron explicaciones por la violencia ejercida en el rostro
del comandante, los destrozos en el piso. El guardia del palacio tomó la palabra, aterrado.

—Tiene que venir, majestad—pronunció deprisa. Liam tuvo un presentimiento terrible


mientras arrastraba al príncipe consigo para levantarlo—. La consorte sufrió una caída. Su
esposa entró en trabajo de parto.

Aurora Malik, la primera heredera de la nueva generació n de príncipes, nació cuando la


noche se llevó algo del calor de la capital.

Harry no sabía có mo definir la experiencia de terror y felicidad que consistía presenciar un


parto. Las nodrizas y él no se explicaban qué había alterado a Gigi. La rubia comenzó a
sentirse perturbada, con una molestia que le quemaba el pecho y hacía sentir acalorada,
como si la sangre bombeara deprisa y forzara a su corazó n. La histeria se hizo presente
rá pidamente en ella, demandando que su alfa la necesitaba, que era su deber tranquilizarlo
de lo que sea que ocurriera. Gigi aseguraba que Zayn pedía a gritos mediante el lazo que
alguien calmara su ira, y para eso estaba ella. Porque era su omega.

Sin poder retenerla, se alejó de sus doncellas y Harry, que en ese momento se dirigían a
merendar, y forzó unos frenéticos pasos hacia la salida de los jardines. Pero quizá en su
afá n de caminar deprisa aú n en su estado hizo que no recogiera bien la falda de su vestido;
o los zapatos jugaron un mal papel en su andar. Pero las escaleras adoquinadas la
recibieron en su caída, y el impacto desencadenó en un grito. Para cuando la alcanzaron, su
vestido estaba hú medo por las aguas que indicaban el inicio del parto. Y la omega lloraba,
presa de las contracciones.

Todo el palacio se movilizó ante la urgencia. Varios pasillos fueron desalojados y cerrados
al pú blico con el fin de tener canales seguros para transportar a la consorte. Los sacerdotes
iniciaron sus plegarias, los guardias sus vigías y los miembros de la corona se reunieron
impacientes esperando que pudieran recibir al primer heredero. Rezaban por la salud de
ambos, suplicaban que el accidentado percance no trajera mayores consecuencias.

Por sobre todo, un atormentado alfa clamaba, entre sacudidas de pavor y culpa, que las
entidades divinas permitieran su retoñ o nacer con salud; que su inmoral actual no tomara
represalias en su esposa y pudiera celebrar un nacimiento, no algo trá gico. A su corta edad,
ya había perdido suficiente familia a manos de la inesperada muerte.

En la habitació n que se dispuso para el alumbramiento, Harry sostuvo la mano de Gigi, le


susurró palabras de á nimo en el doloroso proceso y enjugó el sudor de su rostro con
pañ uelos. Só lo omegas y el fisió logo beta del palacio estaban permitidos en el nacimiento.
Porque ningú n olor podía distraer a Gigi de su trabajo en traer a su bebé al mundo. La joven
lloraba y hacía su mayor esfuerzo para terminar aquello, clamaba por el alfa que no podía
estar con ella.

Cuando por fin escucharon el llanto y el cuerpo de Gigi se desplomó en la cama, todos
soltaron el aliento.

Tras lavarla con agua tibia y suaves toques, por ser el ú nico miembro real de la habitació n,
le entregaron a Harry una niñ a preciosa de cabello negro y piel sonrosada. Envuelta en una
frazada, sollozaba bajito en busca de calor y cobijo. É l mismo no se aguantó llorar, y fue
hasta la cama donde el fisió logo ya había hecho las curas en la nueva madre, y la cubría con
un cobertor limpio.

—Gigi, mírala. Tu hija es preciosa—balbuceó entre la emoció n Harry, incliná ndose hacia la
cama. Miraba a la niñ a, por lo que no detalló la expresió n vacía en los ojos claros de la
omega.

—Llévatela—ordenó con voz ronca.

—Pero ella necesita, tiene que sentir tu calor—parpadeó confundido, y cuando acercó a la
recién nacida hacia la omega, esta se dio la vuelta en la cama, dá ndole la espalda—…¡Gigi!

—¡Que la apartes!—gritó , encogiéndose en sí misma y comenzando un lastimero llanto.


Desgarrador, que le sacudía el cuerpo.

Harry abrazó al bebé contra sí para calmarle, y miró interrogante, asustado, al fisió logo.

Pero el experto, junto a las nodrizas, contemplaban con pesar esa imagen en la cama. Las
mujeres se cubrieron el rostro con pena y vergü enza.

El frío de la desolació n de Gigi se instaló en la habitació n, con tanta intensidad, que los hizo
ajenos al clima del exterior. Era penetrante y capaz de lacerar; terrible. El rechazo emanaba
en hondas de ella a través de su olor. Los chillidos de la omega le quebraban la voz,
bañ ando su rostro nuevamente de lá grimas, de agonía.

Y ellos estaban petrificados.

Harry meció a la pequeñ a niñ a en sus brazos con la esperanza que el llanto de su madre no
la asustara incluso má s. Acarició su pequeñ a espalda a través de la tela y se alejó lo má s
posible de la cama.

Algo había salido terriblemente mal; antinatural.

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Nota: A lo largo de lo que queda de historia, les pido que siempre recuerden la
presencia del lazo. Ese vínculo permite a la pareja de alfa y omega que lo
posee compartir sentimientos, pero también sensaciones aún si están
separados.

Un claro ejemplo es Gigi sintiendo la ira de Zayn; o Harry en el capítulo anterior


saboreando las medicinas de Louis, a pesar de encontrarse a mucha distancia.

Tengan eso en cuenta.


Nos vemos cuando pueda actualizar.

Les quiero.
35-. Ruinas

RUINAS

Hicimos un fuego, caímos en las llamas. Navegamos un océano y nos ahogamos en una ola.
Construimos una catedral, pero nunca rezamos. Lo teníamos todo, sí; y nos marchamos.
Punto sin retorno, ahora es demasiado tarde para volver. Intento perdonarte pero fallo
porque no sé cómo. Construimos lo nuestro tan alto y ahora estoy cayendo, es una larga caída
cuesta abajo.

Parecían increíblemente lejanos los días en que Harry só lo se preocupaba por levantarse
temprano, desayunar a tiempo y aprender junto a Cara la cultura de Aurea. Siempre
recordaría esos momentos y lamentaría no haberlos apreciado má s. Todo resultaba tan
complicado en el palacio ú ltimamente que Harry a veces deseaba esconderse bajo la cama y
no volver a salir. Los acontecimientos que hace unos meses podían emocionarlo, ahora
estaban empañ ados por tintes que lo amargaban todo. Y quería ayudar, el cielo sabía que
deseaba poder solucionar todo lo que aquejaba la paz del palacio y sus ocupantes, pero
salía de sus manos.

Tras unas míseras par de horas de sueñ o apretujado en el silló n de la habitació n de Gigi,
decidió que era momento de volver a sus ocupaciones principales. Estaba muy preocupado
por su amiga, por lo que significaba esa extrañ a condició n que el fisió logo denominaba un
tipo de depresió n. Una dolencia del alma que le arrebataba el natural afecto que debía
tener por la niñ a que acababa de traer al mundo. El maestro de medicina no sabía que
causas pudieron desencadenar ese estado en la consorte, pero Harry sí lo sabía. A pesar de
conocer que la estabilidad emocional de Gigi pendía de un hilo meses atrá s, no dudaba que
el detonante fue la decisió n que Danielle, el concejo de ancianos, Ser Liam y él ocuparon
tomar. Porque Harry y Liam estimaron demasiado la reacció n de Zayn; creyeron que sería
el hombre tranquilo y manejable de siempre. No que su ira e indignació n serían tan
profundas y fuertes, que desencadenarían tal reacció n en la omega enlazada a él.

Gigi había soportado demasiado de ese maltrecho y corrompido lazo durante esos meses, y
por fin llegó al punto donde la luz de sus ojos se apagó , y só lo despertaba para llorar y
buscar algo que só lo un alfa que la quisiera pudiera darle. Y ese no era el príncipe Malik. Así
que Gigi no hacía otra cosa que lamentarse en esa cama e ignorar a su hija.

No quería tocar o estar demasiado cerca de la pequeñ a Aurora. Siquiera se involucró en


nombrarla, fue el príncipe Malik quien decidió el nombre de su heredera cuando
anunciaron su nacimiento. É l se había quedado afuera, como debía ser, esperando. La
hermana de Gigi tampoco presenció el parto, no só lo porque no podía ver a su hermana
sufrir a tal magnitud, sino que ahora como prometida de Ser Liam Payne, se quedó con el
comandante mientras le trataban las heridas.

A Harry le hubiese gustado ser parte del cuidado de Aurora, esa preciosa niñ a con cabello
tan oscuro como el hollín y piel ná car. Para ser apenas una recién nacida, cada rasgo
apuntaba el enorme parecido que tendría con su padre. Pero Bella Hadid y algunas
doncellas betas quedaron encargadas del bebé. Harry al ser un omega podría confundirla y
causarle má s mal del que ya había acontecido. Al primer olor de omega que debía
prendarse era al de su madre, quien la gestó , y si Harry dañ aba eso con su propio aroma no
se lo perdonaría, ya no podía soportar má s culpas.

Cuando llegó por fin a sus aposentos, seguido de Cara y Michael –que se quedó en la puerta
tras ingresar con la bandeja de medicinas— sintió una tentació n terrible de echarse a la
cama y perder el resto del día.

—Prepararé el bañ o sin demora—anunció Cara, pasando detrá s de él.

Pero Harry apenas le asintió , importá ndole muy poco si lo veía o no. El resto de sus fuerzas
se esfumaron mientras observaba la cama, y una fuerza ajena a su voluntad lo arrastraba
hasta ella; para apreciar mejor esa imagen, grabarla a la perfecció n.

Profundamente, Louis dormía recostado sobre los suaves almohadones, su respiració n


lenta y constante. No habían signos de tristeza o desesperació n en su rostro, só lo la paz que
trae soñ ar profundamente. Tenía el cabello algo hú medo y olía a cítricos. Pero quizá lo que
má s le causaba ternura era ver con quién se encontraba durmiendo. En un espacio entre su
brazo y cuerpo, Tommo encontró un có modo lugar para dormir. Con el hocico descansando
en el hombro sano de Louis, y la mano de este perdiéndose entre el denso pelaje del zorro.

Le gustaría saber si el zorro se subió a la cama cuando el alfa ya dormía, o este por fin cedió
a los quejidos del animal por afecto. A pesar de su antipatía, Tommo siempre había buscado
la aprobació n y cercanía de Louis. Quizá , porque antes parte del olor del alfa permanecía
sobre la piel de Harry.

Alcanzó la frente del alfa, retirando las hebras de cabello que se adherían ahí por la
restante humedad, y sin poder resistirlo desplazó la punta de los dedos por el pó mulo hasta
llegar a la mejilla. Incapaz de aguantar la añ oranza que lo asaltaba, delineó la línea de la
mandíbula y trazó un toque fantasma encima de sus labios. Se preguntó cuá nto tiempo má s
podría sobrevivir visitá ndolo así; aprovechá ndose de los instantes en que las medicinas lo
sumían en un estado donde no podría advertir su presencia. Louis podría creer que Harry
lo dejó solo, pero no era así. Velaba por él como una sombra, demasiado escurridizo para
hacerse notar.

Los parpados de Louis se removieron, y antes de que Harry pudiera retirarse, aquellos
océanos azules lo enfocaban. Primero que la vista, el olfato de Louis lo reconocería. Así que
bajó lentamente la mano y fingió que le acomodaba el vendaje de la herida de flecha en el
hombro.

—¿…Harry?

—Creí decirte que no podías dormir con el cabello hú medo—murmuró , y apartó su toque
de él para remover al zorro—. ¿Quieres que la fiebre acuda de nuevo a ti?—con un largo
bostezo, Tommo sacudió la cabeza y frotó la nariz en la camisa de Louis antes de bajarse de
la cama y acomodarse en el tapete bajo esta para seguir durmiendo—. No debiste dejar que
se subiera.

—Estaba chillando—se excusó , aú n con la bruma del sueñ o encima. Apoyó su mano sana
en el colchó n para sentarse, y en un impulso Harry lo ayudó para que no se esforzara—,
muchísimo y… Gracias.

—¿Có mo está s con el dolor?—preguntó , tocá ndole el cuello para comprobar que no tenía
temperatura—. El fisió logo dijo que podía disminuir las dosis de la medicina.

—Ya no es tan latente—respondió , aunque estaba má s concentrado en encontrar su


mirada, vencer los intentos de Harry por no prestarle atenció n—. Só lo duele cuando hago
algú n movimiento forzado.

—Eso está bien—asintió , revisando que el vendaje de la mano no tuviera sangre.

Louis lo tomó de la manga del traje.

—¿Podemos hablar un momento?—musitó , por fin encontrando su mirada—. Por favor.

Pero Harry negó , y se alejó .

—Luego. Tomaré un bañ o porque estoy agotado. Tu madre y hermanas vienen a pasar el
día contigo, pero antes cambiaré tus vendajes—alzó la mano cuando vio a Louis listo para
replicar—. No insistas.

—Debo entender que pretendes jugar las escondidas por má s tiempo, ¿es eso?—cuestionó
el alfa.
—Realmente estoy agotado—contestó simplemente, negando con un gesto de ojos tristes y
labios tensos. Bajó la mirada a sus manos donde, a pesar de todo, continuaba el anillo que
Louis le regaló desde que se conocieron.

Cara salió del bañ o, quedá ndose en el umbral de este porque no deseaba interrumpir algú n
tipo de discusió n entre el matrimonio. Juntó las manos frente a la falda y carraspeó
suavemente.

—El bañ o está listo, alteza—anunció con voz clara—. Tengo preparada su bata de algodó n
y las esencias que le gustan. Me llevaré su traje y calzado cuando entre al agua.

Harry asintió , y se obligó a andar al bañ o.

—Ayuda al príncipe, Cara. Tiene que sacarse la camisa y tener la piel fresca para que yo
pueda atender sus heridas.

—Harry—advirtió el monarca.

—Prometo no demorar—continuó , desapareciendo luego de comprobar que Cara asentía a


sus palabras.

Dentro del bañ o, se sacó las piezas de ropa y pateó las botas de cuero lejos. Apiló sus joyas
en una vasija de hierro y una vez completamente desnudo descendió por las escaleras del
balneario. La temperatura del agua acarició su cuerpo, actuando sobre las zonas donde la
presió n de noches de mal dormir y el estrés se acumulaban. Se sumergió , dejando de tocar
el fondo con los pies para nadar hasta el relieve donde solía sentarse en compañ ía de su
esposo. Y permaneció allí, ignorando el movimiento a su alrededor, el hecho de que
entraron a recoger sus cosas y comprobar la temperatura del agua.

Harry estaba tan harto de todo, quería escapar pero no tenía idea de a dó nde. Porque su
refugio siempre había sido Louis, y ahora no lo tenía. Estaba solo en ese palacio donde
todos esperaban algo de él, y sentía que no era capaz de llenar las expectativas de los
concejeros, príncipes o miembros de la corte. No soportaba la mirada compasiva de
Johannah ni las preguntas de las pequeñ as Lottie y Fizzy cuando le preguntaban por qué ya
no se reunía a comer con ellos.

Quizá lo peor era comprender que su agotamiento no era físico, sino emocional,
fuertemente arraigado a su alma. Podía dormir un día entero y no sería suficiente porque
necesitaba a su alfa, pero no tenía el coraje o la osadía de simplemente olvidar todo y
perdonar. No encontraba consuelo en sus oraciones, las conversaciones con su suegra o el
trabajo.

Tomó el cepillo y los frascos de la canasta de aseo personal, resignado a que no podía
quedarse en el pequeñ o balneario hasta que el agua se enfriara, y comenzó a restregar su
piel y lavarse el cabello hasta sentirse lo suficiente limpio, del ajetreo del día anterior y la
desolació n.

Cuando salió , caminó sin pausa hasta el biombo donde Cara dejó colgadas sus prendas. Un
traje fresco, sin mangas y con la abertura del cuello en un pequeñ o corte triangular. Vestía
tonos azules y grises, botas oscuras. Se ató el cabello y la ú nica joya que lo adornaba era el
anillo de plata colgando de su cuello. Necesitaba tener las manos limpias y libres.

Para su mala suerte, las niñ eras dejaron ante de lo previsto a las hermanas de Louis en la
habitació n, así que no se inmutó cuando las vio jugando cerca del balcó n con los zorros y
las muñ ecas de trapo que ya estaban casi destrozadas a causa de los animales. Las saludó
dejando un beso en sus cabellos y fue hasta el centro de la habitació n, donde Louis lo
esperaba sentado en un banco, a un lado de la bandeja con vendas y medicinas. Harry se
posó tras él, y retiró las delgadas telas viejas con el fuerte olor de ungü entos.

—No es necesario que me toques como al cristal—comentó el alfa, que no le quitaba la


vista de encima a sus hermanas, vigilando que no llegaran a lastimarse por corretear de un
lado al otro.

—Está s cicatrizando muy bien, no quiero que eso cambie porque retiré alguna venda con
una costra importante—trazó con un dedo la curva que unía el cuello con el hombro—. Y
tienes mucha fortuna que la cicatriz no llegó hasta aquí, sino tendrías que evitar mover el
cuello.

—Alguien ha estado estudiando.

—Para no cometer una negligencia, sí.

Louis ya no se quejaba como antes cuando tocaban la extensa herida de la espalda. Decía
que ya no le dolía y podía volver a sus asuntos, pero hasta que nueva piel reemplazara los
cortes, tenía prohibido volver a sentarse al trono. Harry se encargaba de limpiar y atender
con dedicació n la cicatriz que se iba formando. Comenzaba debajo del hombro y continuaba
en diagonal hasta la altura de la cintura. Harry conocía cada cicatriz en el cuerpo del alfa,
las había delineado, escuchado sus historias y besado dulcemente. Pero ninguna era tan
terrible y grande como esa, tan profunda. Por eso se enfrascaba en cuidarlo con ahínco,
aplicando las curas mediante ungü entos hasta que los dedos le dolían.

Cuando terminó con la espalda, continuó con el rastro que dejó la flecha sobre la clavícula.
Ya estaba cerrada, y só lo debía aplicar la medicina que lo ayudaría a lidiar con el dolor
mientras la zona terminaba de sanar. Delineó el relieve sobre el omoplato y el alfa siseó un
poco.

—Fizzy, no te acerques tanto al balcó n—Louis llamó a su hermana má s pequeñ a, y la


castañ a le sonrió con un gesto muy parecido al suyo, antes de correr al otro lado de la
habitació n.
—¿Y las galletas, Loui?—Lottie acomodaba a su zorro sobre la falda de su vestido, y este de
dejaba acariciar el pelaje.

—Madre las traerá , ¿no?—contestó a la menor—. Si fuiste una señ orita educada y comiste
todo tu desayuno, madre te dejará comer galletas.

—¿Hazza se queda?

—No lo sé, pequeñ a. ¿Por qué no le pides a Hazz que comparta la tarde con nosotros? A
ustedes les hará caso, doy fe a ello.

Harry captó las intenciones del alfa, tan sencillas y bajas. No lo forzaría a sostener una
conversació n donde tendría que contenerse a causa de la presencia de las niñ as. Terminó el
nudo del vendaje en el hombro y dejó las manos en la nuca del hombre. Enredó el dedo
índice en uno de los mechones que cubrían la nuca y tiró con fuerza, haciendo que Louis
jadeara.

—Te prohíbo que uses a las niñ as en mi contra—musitó para que só lo el príncipe lo
escuchara, y luego sonrió a las pequeñ as Tomlinson, que lo miraban esperando una
respuesta—. Comeremos galletas en la sala de té, ¿eso está bien? Hay má s espacio para
jugar y su hermano necesita algo de aire.

Se lavó las manos en la jofaina y secó los restos de humedad en un trapo de lino. Reunió a
las niñ as y sus mascotas dirigiéndolas a la puerta.

—Iremos a preparar todo para darle la bienvenida a Louis—continuó animá ndolas, y las
pequeñ as asintieron contentas, abandonando la habitació n con él.

Louis se quedó solo allí, observando có mo se le escapaba de las manos la mejor


oportunidad que había tenido para tratar de resolver su dilema matrimonial. Harry era su
calma y alegría, la razó n por la que se despertaba sonriente en las mañ anas antes de
marchar al deber. Y si estaba lejos de él, ni todo el calor de Aurea lograba derretir el hielo
en su pecho ni aliviar los dolorosos temblores de su alfa. Habían muchas cosas de las que
simplemente ya no lograba sentirse contento.

Alcanzó su camisa blanca, con cuidado y movimientos contenidos deslizó una manga por la
mano herida y el brazo hasta el hombro vendado. Ya sus costillas no molestaban tanto, por
lo que pudo doblarse en el á ngulo indicado para alcanzar la otra manga y tener espalda y
hombros cubiertos. La precisió n de atar cordones o unir botones era algo para lo que sus
lastimados dedos aú n no estaban listos, así que se quedó esperando así. El espejo cerca del
biombo le daba un reflejo de su perfil. Tenía el cabello largo, al punto que le estorbaba en
los ojos, y la barba demasiado poblada; los moretones a punto de desaparecer le envejecían
la piel. La imagen de un príncipe no era la que tenía a sus ojos.
—Majestad, espere.

—Apá rtate, guardia—ordenó la voz del otro alfa. Se encontró con la demacrada presencia
de Zayn, que aunque vestía impecable con su traje negro con ribetes de oro y topacios
á mbar, las ojeras y las sombras en sus mejillas indicaban el mal estado que esos oscuros
días estaban cobrando en él.

—El consorte dijo—insistió Michael detrá s del monarca, en la distancia prudente para no
llegar a ser irrespetuoso—, que el príncipe Louis só lo espera la visita de su madre.

—Pues bien, el consorte no me ordena a mí—rebatió Zayn, sin dirigirle la mirada. Lo echó
con un gesto de los dedos—. Má rchate, muchacho. Necesito unas palabras con mi hermano.

Louis no ignoró la expresió n preocupada de Michael antes de cerrar la puerta, ni la forma


venenosa en que Zayn pronunció esa ú ltima palabra. Sin embargo tomó aire y esbozó una
delgada sonrisa para su compañ ero.

—Lamento no haber tenido la oportunidad para felicitarte e ir a conocer a tu hija—probó


siendo sincero—. Mi madre me ha dicho que es una niñ a hermosa y que la llamaste Aurora.

—La razó n de mi visita no es para hablar de mi hija, Louis—lo cortó , su postura seguía
tensa y sus palabras no desprendían un solo tinte amble—. Vine para exigirte que te
comportes como un verdadero alfa y controles a tu omega, o de lo contrario no me haré
responsable por tomar yo mismo esa tarea.

Louis frunció el ceñ o, su alfa saltando en un gruñ ido en su pecho.

—No puedes tocar a Harry, yo no te lo permitiré. Eres mi hermano por elecció n, nos
criamos juntos, pero otros hombres ya estarían condenados por lo que tú acabas de decir.

—¡Y yo no voy a permitir que ese niñ o tome decisiones que hunden todo lo que me
importa!—señ aló airado—. Me niego a ello cuando todo esto es culpa tuya, e
inevitablemente del tan aclamado consorte. De no ser por él y su patético pasado no
estaríamos entregá ndole má s poder a los Hadid, tú no te habrías vuelto un necio que no
midió sus actos.

Negó repetidas veces, desconociendo al Zayn Malik que tenía frente a él; alguien tan
iracundo que no guardaba tiempo para alegrarse por su hija y cuidar de la convaleciente
madre que la trajo al mundo.

—Esto no es culpa de Harry, o de lo que tú accediste a ser parte cuando comenzaste a


cubrirme con los ancianos del consejo—Ellos no discutían, ni tenían diferencias. Que lo
atacara de esa forma cuando ni siquiera sabía en la totalidad las consecuencias con las que
sus asesores y Harry tenían que lidiar desde el juicio, le hacía notar la falta de control y
liderazgo en sí mismo—. Nos equivocamos y…
—¡Accedí a cubrirte porque no quería verte hasta el cuello de mierda! ¡Pero no para que
luego yo tuviera que recibir el castigo de tus caprichos!

Louis dejó escapar el aire, sorprendido por la indolencia en su homó nimo.

—¿Insinú as que yo salí impune de todo esto?—inquirió —. ¿Luego de tener que pelear en
desventaja en la arena, de ser suspendido de mi derecho por nacimiento?

—Te lo merecías. Y ahora habrá má s leyendas sobre ti, canciones que se tocará n para
relatar tus hazañ as… ¡Así que no quieras venderme tu fachada de víctima!

—Zayn, está s siendo má s allá de imprudente. Sé que hablas desde el dolor, pero lo que
ocurrió ahora no tardaría mucho má s en pasar. No podías vivir en la farsa de que por
siempre tendrías a…

—Retira tu firma del decreto. Sin eso la de Danielle no tiene suficiente peso para que el
compromiso se formalice. Quiero a Liam libre—exigió —. Lo hará s ahora.

—Sabes que no puedo hacer eso—rehusó con pesar. ¿Zayn de verdad creía que Liam lo
aceptaría de vuelta luego de lo que hizo?—. Complicaría má s las cosas, no estamos listos
para má s conflictos. Te pido que entiendas… Tienes que comportarte como un príncipe, ya
no somos unos niñ os.

El rostro de Zayn se ruborizó de pura ira.

—¡¿Có mo te atreves a exigirme tal cosa?!—bramó , golpeando la palma sobre la mesa—. Tú ,


que estos meses fuiste poco menos que un mercenario cegado por la venganza. Pusiste en
tela de juicio la credibilidad de nuestro reino, ¿Y por qué? Por un insulso omega que ni para
abrirte las piernas sirve, porque no te ha dado un hijo, ni lo hará a futuro.

—Zayn, cá llate. Por favor—suplicó , mirá ndolo con aflicció n.

—Duele, ¿verdad? Te incomoda porque sabes que es cierto, que estamos hundidos en esta
porquería y por nada, ¡Por nada, Louis!

El siguiente golpe a la mesa hizo que Louis encogiera los hombros en un movimiento
doloroso. Esos reclamos podía aguantarlos de cualquiera, pero no del amigo que juró estar
siempre a su lado.

—Abandone mis aposentos, príncipe Malik—exigió una voz contenida. Harry estaba en la
entrada de la habitació n, con los puñ os a los costados apretados con tanta fuerza que
parecía hacerse dañ o.

—Alguien como tú no me da ó rdenes—bufó el moreno.


—Estoy seguro que ni mi esposo o yo lo queremos aquí—continuó , ingresando a la
habitació n y rodeando al alfa de pie, deteniéndose entre él y Louis—. No provoque que le
muestre lo afilada que se ha vuelto mi lengua estas semanas, majestad.

—No le discutas, Harry. Está alterado, no vale…—quiso intervenir Louis, en sus planes no
se encontraba que Harry tomara sus batallas.

—Al contrario, déjalo. Porque si tú no tienes el coraje para exigirle que se retracte,
entonces lo haré yo—Zayn caminó hasta Harry, pero su cercanía no lo intimidó —. Todo
esto es porque no dejabas de chillas por las noches. Pero ese no es mi problema, y Liam o
yo no tenemos por qué tomar responsabilidad en tus problemas. Así que vas a aceptar la
reunió n que invocaré y te negará s al compromiso con los Hadid o…

—¿O qué, príncipe?—alzó las cejas—. ¿Va a usar de argumento ante los ancianos y nuestros
aliados que no puede dejar ir un amante? ¿Dirá que poco le importa su honor de alfa y que
dañ ó a la omega que le dio una hija?

—Cierra la boca—masculló .

—Aquí no hay nadie a quien señ alar, ni un nombre libre de culpa. Desde el primer
momento debió estar en contra de todo este plan contra los traficantes, no ahora—
continuó —. Ser Liam lo comprendió y asumió su responsabilidad, como todos hemos
hecho. No puede juzgar a mi esposo, porque el peso sobre sus hombros es mucho peor,
príncipe Malik. Su negligencia hirió a la madre de su hija, puso una barrera en un vínculo
tan sagrado como el lazo y me temo que só lo los dioses será n capaces de perdonar algo así.

—Tú no sabes…

—Sí, sí lo sé. Y no me provoque, príncipe. Porque una menció n má s de este asunto y no


dudaré en exponerlo.

No era una amenaza vacía, los tres lo sabían. Por lo que Zayn abandonó la habitació n del
matrimonio no sin antes drenar su ira en uno de los floreros. El agua perfumada que se
derramó en el piso no fue suficiente para disimular el fuerte aroma de las feromonas
conflictivas.

Cuando se dio la vuelta, las manos de Harry temblaban cuando le pidió sin palabras a Louis
su mano vendada. Desató el nudo con algo de torpeza.

—Agradezco lo que hiciste—musitó el alfa, buscando los ojos de Harry, pero se encontraba
enfrascado en la tarea de atender la perforació n en su mano—, pero no me agrada la idea
de que tengas que enfrentarte…
—Está bien—encogió los hombros, sorbiendo un poco por la nariz—. Ha estado días así,
irascible. Lo desconozco y como la princesa só lo se limita a ignorarlo, los ancianos le temen
hasta cierto punto… Alguien debía hacerlo. Detenerlo. Tú está s convaleciente, se aprovechó
de eso.

—Creí que estaría má s contento por el nacimiento de su hija—tensó los labios cuando una
nueva capa de medicina cubrió la sensible carne de su palma—, Zayn nunca…

—La herida está cerrando muy bien, ya casi está lista—dejó un rectá ngulo de tela sobre la
futura cicatriz y comenzó vendar entre las falanges—. ¿Có mo se sienten los dedos? ¿Puedes
moverlos bien?

Louis asintió , y cerró un poco los dedos.

—No como para vestirme por mi cuenta, pero es algo.

—Bien—terminó , y le ayudó deprisa a cerrar la camisa—. Michael te llevará a la sala de té,


pedí que dejaran un pasillo para ti. De otra forma, la corte se irá sobre ti en preguntas.

—¿Piensas acompañ arnos?

Harry negó .

—Necesito cubrir algunos asuntos—Louis lo miró inquisitivo—. Privados.

—♕—

Tres días luego de ese incidente, otro mal sabor hizo tambalear la convicció n de Louis. Sus
costillas sanaron y ahora podía moverse fuera de la habitació n, aunque siempre
acompañ ado. Asistencia, era todo lo que necesitaba. Creyó que con esa ventaja podría estar
má s cerca de Harry, acostumbrarlo de nuevo a su presencia. Pero Harry desapareció del
palacio sin dejar aparente rastro. Los guardias, doncellas o miembros del palacio no sabían
nada de él. No fue hasta que encontró a su madre en los jardines que tuvo una respuesta.
Apenada Johannah le comentó sobre los planes de Harry, los consejos que le pidió y Louis
quiso destrozar todo el jardín cuando lo escuchó .

Estaba oculto, en alguna de las torres del palacio. Ashton lo estaba cuidando, porque su
omega, su Harry anticipó la llegada del celo y decidió pasarlo por su cuenta.

Podría ir a buscarlo, podría ordenar que registraran cada rincó n del palacio y hasta de la
misma capital hasta encontrarlo. ¿Pero qué haría entonces? Cuando lo encontrara, ¿qué
acció n tomaría frente a un vulnerable omega? No lo obligaría a estar con él, simplemente
no podía. Amaba a Harry y jamá s cometería algo así. Sin embargo, el dolor y la humillació n
hacían una terrible combinació n en su pecho junto a la sensació n tirante del lazo. Su
esposo, el omega que llevaba su marca en el cuello le negó lo que por derecho le pertenecía.
El celo, la oportunidad de cuidarse en cuerpo y en alma, de ser capaces de concebir.

Louis sabía que Harry no se entregaba a él só lo por deseo. Sino porque se ganó su
confianza, le demostró lo quería y que siempre antes de só lo satisfacer un requisito carnal
cuando lo reclamaba en la cama era para protegerlo, para reafirmar el lazo. Se pertenecían,
deseaban lo que toda unió n matrimonial buscaba.

No obstante, si Harry lo rechazó sin oportunidad de refutar, era porque todo lo que
construyeron en esos meses de pareja se encontraba totalmente derrumbado. En ruinas.

Y eso hizo que por días, el vino y la pipa mantuvieran a Louis en un estado totalmente
ignorante a todo menos a la carencia que le perforaba el pecho.

Para cuando Harry apareció en la recá mara de ambos, se veía terrible. Pá lido, con oscuras
ojeras bajo sus ojos y con la impresió n de haber perdido peso. Su cabello ya no estaba
brillante y lo contenía en un moñ o desordenado. La ropa ajada no añ adía nada mejor a su
aspecto. Llevaba un sobre en las manos, y parecía algo temeroso de enfrentarlo.

Louis só lo estaba allí, sentado en el silló n cerca del balcó n. Una copa vacía se mecía en su
mano, y el olor del vino, el denso descontento del alfa y otra pizca dulce difícil de
identificar, Harry ingresó a la habitació n, cerrando la puerta tras de sí.

—¿Estuviste bebiendo?—preguntó bajo y ronco, parecía que cada palabra le forzaba la


garganta.

Louis asintió , empinando la copa para atrapar las gotas restantes del licor.

—Desde que estoy contigo, olvidé lo mucho que me gusta el vino. Estoy tomando viejos
há bitos en mi tiempo libre.

Harry asintió y avanzó hasta encontrarse a un lado del silló n. Le arrancó la copa vacía y la
dejó en un sitio donde no pudiera caerse. Arrugó la nariz cuando el olor del alfa lo golpeó .

—¿Qué es ese olor dulce?

—Oh—suspiró , jugueteando con los cordones de su camisa abierta—. Habrá n sido las
asistentes del fisió logo. Muchachas muy atentas—contestó sin interés—. Han pasado casi
cuatro días, y mis heridas debían atenderse, mis camisas abrocharse.

—Omegas—afirmó Harry, notando que Louis estaba enfadado, pero en lugar de explotar en
discusió n só lo estaba siendo mordaz.

—Omegas, amor.
—Así que estoy indispuesto unos días y metes a otras a nuestro recinto.

Los ojos de Louis se estrecharon. El furioso azul capaz de traspasarlo como un dardo.

—Cuidado, Harry. No digas algo de lo que te puedas arrepentir.

Harry repitió sus ú ltimas palabras con los dientes apretados. Pero respiró profundo, se
comprimió los ojos con los nudillos buscando relajar algo de tensió n y le tendió el sobre al
príncipe.

—-Puedes leer por tu cuenta, pero te diré de qué trata. Es correspondencia de mi hermana,
me avisa con suficiente anticipació n para que pueda tomar una decisió n. Pronto se
cumplirá el aniversario de la muerte de mi madre, organizará n una ceremonia honorífica y
en esta deben estar presentes sus hijos. Así que iré.

Mientras lo escuchaba, Louis también leyó la caligrafía de Gemma. Frunció las cejas y
chasqueó la lengua.

—No se podrá . Tu padre juró que ningú n aurence pisaría el puerto de su reino. Eso nos
incluye.

Harry separó los labios en horror, incapaz de creer que Louis le estaba negando algo así.

—No soy un aurence.

—Juraste en el altar abandonar tu antigua nació n cuando te casaste conmigo.

—Yo nací en Vitrum Maritima, los restos de mi madre está n ahí y asistiré al acto de honor
que hará n para ella. Con o sin ti.

—De ninguna manera pisará s ese reino nuevamente.

—Sí lo haré, Louis.

—Lo prohíbo, y te deseo suerte para encontrar un solo barco que zarpe de aquí sin mi
permiso. ¿Crees que puedes hacer lo que desees? ¿Seguir faltá ndome el respeto, dejando
que todos me vean como un alfa sin autoridad? ¿Eso quieres? He tenido suficiente de ello.

—No puedes…—jadeó , perdiendo má s color del rostro.

—Pruébame.

—¡¿Có mo vas a quitarme también esto?!—soltó , con las lá grimas emergiendo de sus ojos,
sobresaltando al alfa—. ¿Comprendes lo que me está s negando? ¡Por añ os mi madre era
todo lo que tenía! ¡Murió y nunca me despedí, nunca asimilé que aquel beso de buenas
noches sería el ú ltimo! Só lo quiero una oportunidad para sentir nuevamente que estoy con
ella, y tú … Tú …

Harry era un mar de llanto, de temblores y ojos rojos. Y Louis no podía sino sentirse
culpable, la sensació n de embriaguez marchá ndose rá pidamente porque debido a ello no
estaba considerando lo que –motivado por su propio resentimiento— le estaba negando al
omega.

—Espera, Harry. No lo pensé así. Escucha.

—Tú só lo me quieres castigar, ¿Y por qué? ¿Porque no tengo suficientes razones para no
confiar en ti? ¿Porque no quise acostarme contigo durante mi celo? Al menos te estoy
diciendo la verdad, deberías concederme que decidí no devolverte el favor y actuar a tus
espaldas. ¡Pude haber marchado sin siquiera consultar!

Louis se levantó con algo de dificultad e intentó alcanzarlo, pero Harry retrocedió ,
abrazá ndose a sí mismo.

—Llevas razó n, lo siento. Estoy nublado por el vino y reaccioné mal…—comenzó , tratando
de solucionar lo que había hecho. Detestaba la idea de Harry estando de nuevo en ese
castillo de serpientes, pero si eso lo ayudaría a sanar una vieja herida…—; irá s. ¿De
acuerdo? Aprobaré el viaje.

Harry paró de sollozar, só lo un hipido sacudiendo su cuerpo.

—¿Lo hará s?

—Sí—asintió —. Pero só lo si voy contigo.

Lo que había visto como una luz de esperanza en el rostro de Harry, pronto se desfiguró en
impotencia y có lera.

—No puedo creer lo egoísta que eres—bufó .

Volvió sobre sus pasos y tiró de la puerta al abrirla. Louis lo siguió deprisa y vio a los
guardias acudiendo a ellos, alarmados por el estado de ambos.

—Llama a Cara y Ashton, trae a má s sirvientes. Quiero que saquen mis cosas de aquí—
siseó con rabia contenida—. Que preparen mi vieja alcoba.

Louis lo tomó del hombro.

—Espera, amor. No—musitó con calma, una que no sentía—, te está s apresurando, ven
para que conversemos del viaje.
—No me toques—se sacudió su mano, y salió airado al pasillo—. ¡No vuelvas a tocarme!

—♕—

¿10?
36-. Escarlata

También dedicado a

@devilspwill & @1995dirtbag & @Osadia_Swift

ESCARLATA

“Aquellos ojos, me estaban viendo gentilmente; tu voz me tranquiliza, y le canta a mi corazón.


Un beso torno los cielos grises. Nunca encontraré una salida, ningún refugio para la lluvia.
[…] Oh, este amor me esta desgarrando. He estado corriendo como la luz de la oscuridad. Oh,
el relámpago cae dos veces, y quema como el hielo. Desearía no amarte nuevamente […] el
rayo golpea nuevamente y quema tan bien, desearía no amarte nuevamente. Pero lo hago.”

Aurea, tierra de esplendida diversidad, no era aclamada como una nació n bendecida por los
dioses en vano. Montañ a rocosa, desierto, costa, una porció n boscosa e incluso nieve
cuando se viajaba lo suficiente hacía las tierras protegidas por los Horan. Justo donde se
encontraban tres geografías, se celebraba un acto al que todos se encontraban felices de
asistir. Entre la porció n de desierto y la playa, una pequeñ a representació n boscosa
albergaba una cascada que se derramaba continuamente en una pileta natural. Aguas
tranquilas y no demasiado profundas, iluminadas por el sol durante el día, platinadas en la
noche por la luna. Sagradas para los devotos aurences que no tomaron como coincidencia
la formació n de esa cascada hace muchísimos añ os, cuando las estatuas de sus soberanos
dioses fueron erguidas sobre esta. Desde entonces, cada infante que nacía esas tierras de
océano y arena recibía la bendició n de los dioses allí.

Junto a un sacerdote del templo, el matrimonio Malik ingresó a las templadas aguas de la
pileta. La dura mirada de las deidades principales –el Coloso del Mar y Señ or del Desierto—
les cobijaba del sol mientras guiaban la canasta donde reposaba la pequeñ a heredera.
Vestían delgadas tú nicas, tan delgadas y suaves que hondeaban en el agua, pegá ndose a sus
cuerpos como una segunda piel dorada, mientras que la niñ a portaba el azul del
firmamento.
Guiados por el sacerdote, comenzaron con la ceremonia que presentaría a los dioses a la
hija del príncipe Malik. Una tradició n que prometía protecció n para la criatura, validez a su
nombre y su estatus como primogénita. El resto de la corona, la corte y cualquier persona
del pueblo que alcanzara a presenciar ese acto se encontraban allí.

—Cuando la Matriarca bendice a una pareja otorgá ndoles el fruto de su unió n, y este hace
su camino al mundo, su nacimiento es la prueba veraz de la gracia… el poder de nuestra
amorosa diosa—recitó , las pulseras en sus muñ ecas resonaron entre sí cuando alzó los
brazos en un amplio arco. Los presentes guardaban silencio mientras observaban al otro
lado de la orilla; el sonido de la constante cascada matizaba los balbuceos de la pequeñ a
niñ a—. Mas cuando ella da la vida, no significa que la pueda proteger o bendecir. Son
nuestros guardianes, quienes resguardan nuestro hogar, quienes hará n de la vida de cada
aurence pró spera. Como no puede ser de otra forma, los padres actú an como los
guardianes má s inmediatos luego de los dioses. Y a través de ellos, transmiten su
bendició n.

Tras culminar sus palabras, le ofreció un ademá n a la muchacha a su lado. Callada, con la
mirada gacha a pesar de verse tan preciosa. El cabello dorado caía por sus hombros y
espalda en ondulaciones que daban con el agua a la altura de su cintura.

—Alteza, puede otorgar su bendició n.

Gigi alejó las manos del canasto, y desenroscó una botella de cristal que colgaba de su
cuello. Tomó una de las pequeñ as manos de su hija, y derramó la brillante arena
recolectada del desierto en su suave palma.

—Te ofrezco las arenas de nuestro Señ or, hija—dictó con voz algo temblorosa, atenazada
por alguna emoció n que se podía interpretar de varias formas. La niñ a en cambio parecía
distraída y có moda con el toque de su madre—. Para que él ejerza su voluntad sobre ti, y
haga de tu paso firme incluso en el terreno má s endeble, tu travesía longeva y pacífica.

El sacerdote pronunció un antiguo vocablo, una afirmació n del enunciado; y Zayn recibió la
indicació n para tomar a su primogénita en brazos y caminar a través del agua hasta donde
la cascada caía. Acarició los oscuros cabellos de la niñ a, la sostuvo firme contra su pecho
donde ella se aferró a la tú nica. A esa distancia, el agua los salpicó con una delgada llovizna,
comenzando a empaparlos por completo a ambos.

—Como monarca y tu padre, mi hija—inició , acurrucá ndola para que la presencia del agua
no la asustara—. Yo te ofrezco el manto de nuestro Coloso, donde yace su fuerza y poder.
Para que él te permita navegar en su nombre, ser vigorosa como el mar y apacible como un
manantial. De manera de que en ti encuentren un camino, respeto y la certeza de que no
dejará s que nadie se imponga sobre ti—besó los humedecidos cabellos de su heredera,
cerrando los ojos—. Porque eres Aurora Malik, futura princesa de este reino.
Al salir de la cascada, el sacerdote dio por finalizada la ceremonia tras colocar un diminuto
brazalete de oro, hecho a la medida, en el brazo de Aurora Malik. Entonces los presentes
aplaudieron y los niñ os lanzaron pétalos de flores al agua, que trazaron ondas en la
superficie mientras el matrimonio Malik salía de allí para reunirse con sus sirvientes y
secarse deprisa. Debían cambiarse y atender a la bebé que comenzaba a malhumorarse por
el ruido a su alrededor.

Con una palmada en el hombro, alguien le alcanzó un cobertor al príncipe para que se
protegiera de la brisa sobre su hú meda piel. Le envolvió los hombros y sostuvo los
extremos sobre el pecho, donde el vá stago del alfa se removía. Una sonrisa amable, ojos
azules y cabello que refulgía como el sol. Malik esbozó un gesto agradecido cuando lord
Horan lo escoltó entre el mar de gente que los rodeaba a cada extremo por el sendero hasta
el palacio.

Apenas se terminaban las ú ltimas horas de la mañ ana, y la capital se encontraba animada y
llena de vida por los acontecimientos. Las bendiciones finalmente caían sobre Aurea luego
de pelear por tantos meses contra las consecuencias que trajo la guerra. Casi parecía que
finalmente podía dar vuelta a la pá gina y finalizar aquel largo capítulo. Todo devoto
elevaría una plegaría esa noche en honor a ello.

El resto del día se celebraría con un banquete.

—♕—

Utilizaron el mismo saló n donde hacía varias semanas se celebró la fiesta para Harry, antes
de partir a Iudicium Solem. Muchos de los mismos invitados se encontraban allí. Pero el
foco de atenció n eran en esta ocasió n los orgullosos padres de la nueva línea de sucesió n en
el palacio. Ellos estaban en una mesa exclusiva, donde recibían los buenos deseos de varios
lores, regalos y promesas. Permitían que observaran a la pequeñ a que dormía en una cuna
rodeada de niñ eras atentas a cualquier necesidad. El príncipe Zayn lideraba la mayoría de
las plá ticas, mientras que su esposa só lo asentía, forzaba una sonrisa y alzaba su copa de
vino cuando algú n brindis lo requería así.

En la larga mesa donde se concentraba el resto de la corona y sus parientes, Louis y Harry
dejaron sus platos de comida para atender la presencia frente a ellos. Estaban sentados
juntos, Harry a la derecha de su esposo y apenas disimuló su impresió n cuando éste le
tomó la mano. Espontaneo, como si no llevaran casi tres semanas sin dormir juntos o
coincidir por las mañ anas. Só lo se encontraban cuando Johannah forzaba una reunió n,
cuando algú n evento social los requería en el mismo sitio. Sin embargo se obligó a actuar
natural y saludar a la mujer al otro lado de la mesa.

—Lady Pinnock. Que placer verla después de tanto tiempo. Lamento no haber tenido el
tiempo saludarla cuando volvimos de la ciudad del sol.
—O agradecer por cuidar las fronteras de Aurea mientras nos encontrá bamos ausentes—
completó Louis, sosteniendo con movimientos algo lentos su copa de sidra. Su mano ya no
estaba cubierta por compresas, sino por una malla que comprimía un poco sus mú sculos,
dejando los dedos libres. Ya estaba cicatrizada, no había riesgo de infecció n o
desgarramiento, só lo necesitaba ser paciente con la rehabilitació n, y aquella malla le
ayudaba con el dolor que en ocasiones le abordaba por la fatiga.

—Fue un verdadero deleite servir al reino, para mí y mis cazadores—aseguró con la palma
contra el pecho, allí donde el fresco vestido que usaba no la cubría. Con un ademá n retiró
las trenzas oscuras de su hombro—. Y me complace comprobar que las oraciones que
todos hemos ofrecido fueron oídas. Nuestro príncipe se encuentra recuperado.

—Gracias a los dioses—aceptó sonriendo, pues los días en que Louis era dependiente de
los demá s por fin estaban quedando como un tedioso recuerdo—; y a mi esposo. Supo
cuidarme muy bien—estrechó los dedos de Harry, y éste lo miró estirando un poco los
labios. Cualquier gesto se podía imitar, pero el rubor en las mejillas de Harry no se le podía
responsabilizar al hidromiel.

—Su majestad siempre tan amable…—comentó el omega.

—¿Podría esperar una visita suya en la prontitud? —preguntó Lady Pinnock—. Hace casi
un añ o que no asiste a las cacerías, y asumo que el consorte jamá s ha recorrido el desierto
propiamente.

—Tiene razó n, mi lady. Só lo conozco lo que dicen los libros y las ilustraciones.

—Una respuesta ahora sería algo apresurado, pero puedo prometer que haré lo posible por
planificar una visita—condicionó , tomando un sorbo de sidra—. Es ademá s algo que
considero necesario, ahora que lo trae a colació n.

Lady Pinnock blandió una brillante sonrisa, complacida por las atenciones del príncipe.

—Me iré tranquila con sus palabras, majestad—se despidió , alzando su propia copa hacia
ellos, antes de retirarse. La observaron caminar hasta la mesa donde permanecían Ser Liam
y su ahora prometida lady Bella Hadid. El beta enseguida se adelantó a presentar a las
mujeres.

Cuando estuvieron solos, con los demá s asistentes ocupados en la celebració n, la mesa que
compartían enfrascada en una conversació n de la que eran ajenos, Harry miró al príncipe y
alzó un poco las cejas. Louis suspiró y acarició sus nudillos con el pulgar antes de soltarlo.

—Al menos le puedo conceder a lady Pinnock que se reservó sus calurosos saludos para
otro momento—Harry alcanzó su copa y tomó largos tragos hasta vaciarla—, u otras
personas.
—No tendría por qué afectarte—tomó un trozo de queso de una de las bandejas dispuestas
para ellos. Al menos el apetito de Louis seguía intacto. Con el cabello má s largo de lo usual
y la barba ya al límite del descuido, la pérdida de peso le daría una imagen que alarmaría a
la corte.

Sin embargo, ese alivio no hizo que Harry pasara por alto el significado de tal comentario.

—Continú a habiendo una alianza en mi dedo, eres mi esposo.

—¿Lo soy?—cuestionó , apoyando el codo en el posa brazos, incliná ndose hacia Harry. No
sonaba cruel o frío, remotamente parecido a un reclamo—. Te marchaste ya por demasiado
tiempo. ¿Resulta fá cil para ti soportarlo? Porque yo apenas encuentro las fuerzas para salir
de la cama.

Los labios de Harry se tensaron y buscó con la mirada a uno de los coperos porque
definitivamente necesitaba un trago. Pero Louis lo tomó nuevamente de la mano.

Hablar en medio de todas esas personas los obligaba a susurrar, expresarse despacio y
dejar de lado los gritos y palabras cortantes de sus ú ltimas infructuosas conversaciones.

—Sabes que no es así. Conoces muy bien lo que me pasa porque…

—Tenemos un lazo. Sí, pero necesito saber qué quieres de mí, Harry. ¿Quieres que me
retracte de mis actos? Pues estoy arrepentido y si pudiera volver sobre mis pasos…—
suspiró , luciendo realmente abatido, en una encrucijada por lo que pudo hacer y fue
posible
—. ¿Es el viaje? Te dije que lo haríamos, aú n tenemos tiempo de zarpar.

—Lo que deseo es que me escuches. No lo haces ahora, no lo hiciste entonces—soltó bajito.
Nada alrededor de ellos tenía relevancia, la celebració n ya no existía—. Cuando mencioné
lo feliz y aliviado que estaba luego de casarnos, te confesé que no necesitaba nada má s, me
estabas otorgando todo lo que necesitaba para estar pleno. Pudiste desistir entonces de tus
planes, pero continuaste. Ignoraste que no era necesario.

—Harry, no era tan sencillo…

—El viaje… Entiendo que no confíes en que pueda viajar por mi cuenta, pero podrías enviar
a alguien que me acompañ ara. En cambio condicionaste tu presencia… Cuando sabes que
mi padre no tolerará eso, es capaz de negarnos la entrada al puerto apenas lleguemos. No
me engañ es—apretó los labios—. Lo sabías y aun así quisiste imponerte.

—Vitrum Maritima debe muchísimo de sus penalizaciones, Harry. Negar a un príncipe


visitar por asuntos honoríficos es…

—Ellos me enviaron para saldar la deuda.


—De unos meses. No la totalidad.

Con aquella verdad no pretendía devaluar a Harry, hacerle que creer que a sus ojos no tenía
suficiente valor ni nada parecido. Todo lo contrario, Louis jamá s encontraría un tesoro
material equivalente a lo que Harry significaba para él. Pero la política funcionaba de esa
forma. La mano de Harry en matrimonio só lo fue la compensació n por los atrasos en los
pagos de Vitrum Maritima y pronto tendrían que seguir pagando sus cuotas hasta que las
penalidades impuestas por el juicio de guerra se terminaran.

—¿Así que sigues teniendo dominio, parcialmente, sobre el gobierno de mi padre? Quizá no
sobre sus políticas, pero…—parpadeó , y apartó un momento la mirada para enfocarla allí,
donde sus manos se unían. Era el contacto má s íntimo que compartían en días—. ¿Puedes
entrar libremente a su reino?

—El término aliados no se aboca a nosotros, particularmente. Pero por ley, dadas las
condiciones que se establecieron en el juicio, estamos obligados a ser cordiales—explicó , y
al ver el lento asentimiento de Harry, añ adió en un suspiro—. Debí explicarte esto antes,
comprendo ahora; quizá así lo habrías malinterpretado cuando sentencié que iría contigo.

—Sí, quizá sí.

—No te habrías marchado tan arrebatadamente de nuestra habitació n—atrajo la mano de


Harry hasta sus labios, y besó brevemente sus dedos. Para ninguno pasó desapercibido el
temblor en el omega, la forma en que cerró los ojos como si quisiera saborear aquel
contacto. El suave toque, la raspadura de la barba. Harry se humedeció los labios cuando el
aliento de Louis le rozó la piel—. Deseo que vuelvas.

—Y yo lamento haberte causado malestar. Estaba enojado, me sentía devastado porque los
días del celo se sintieron eternos; tortuosos—enfocó sus orbes verdes en el alfa—. Jamá s
había sentido tanto dolor. Físico, emocional… siquiera era capaz de soportar mis propios
pensamientos. Era como una fiebre helada que me atenazaba, ¿Acaso eso tiene algú n
sentido?

—Pude sentirlo—dijo apenas, frotando los labios contra los nudillos ajenos. La piel de
Harry era tan lechosa y delicada. Cualquier estímulo la volvía sonrosada, como en ese
momento que sus manos resaltaban con salpicaduras sobre los nudillos—. Y el alfa en mí
estaba frenético porque me necesitabas, pero no me querías.

—¿Por eso bebiste vino y fumaste hasta estar ahíto? Odié sentir ese vulgar licor en tu
aliento—ladeó el rostro, la simpatía escapando de sus gestos só lo de recordar aquello—.
Dejaste que omegas permanecieran en nuestra habitació n, que impregnaran su olor en ti.
No tienen marca, Louis. Y aunque no quiero ser duro con los de mi propia clase, ¿No crees
que a esas bonitas y dispuestas jó venes les gustaría llevar tu marca en el cuello? ¿Un hijo
tuyo en su vientre?
—Jamá s rasgaría nuestro lazo a causa de una desconocida—increpó enseguida—. Ni
buscaría tener bastardos só lo por un olor agradable.

—Un simple gesto de tu parte es lo que necesitan para presumir que tienen tu favor.
Estabas bañ ado en ese horrible olor dulzó n. Y no me agrada, Louis. Tal y como a ti te haría
rabiar que el olor de otro alfa se embebiera en mi piel—la sola menció n de esa posibilidad
hizo un sutil cambio, á cido y fuerte, en el olor de Louis—. Así que no juzgues que me sienta
ofendido.

—No hice nada con ellas. Só lo… Tan só lo cuidaron mis heridas, ayudaron con mi ropa esos
días y estaban presentes cuando no tenía visitas—soltó la mano de Harry, moviéndose
deprisa para tomarle ventaja al posible rechazo. Acunó la mejilla de su pareja—. A nadie
má s he necesito desde que te tengo a ti. Nunca un deseo ha sido como el que siento por ti.

Harry ladeó el rostro hacia su palma, frotá ndose contra su toque como un minino que
busca alivio de la soledad.

—En tu situació n, dejarte estar en presencia de mi celo podía alterarte, abrir las heridas
que estaban cicatrizando tan bien—explicó con la voz hecha un quejido bajo y ronco—.
Fuiste… Eres el primer hombre en mi vida y mi lecho, te he entregado de mi lo que nadie
má s podrá tener. Y sin embargo, de ningú n modo me hallaba preparado para dejar que me
tomaras. No cuando tenía tantas dudas, tanto desasosiego. Siempre que accedía que me
hicieras tuyo, era porque me sentía infinitamente protegido bajo tu cuerpo. Y luego del
juicio dejé de sentirme así.

El pulgar del alfa acarició su pó mulo, allí donde una solitaria lá grima se quiso deslizar. El
hombre tenía el rostro surcado por atisbos de comprensió n y culpa. La tensió n por fin se
estaba deshaciendo, dejando que ambos pudieran dejar salir el veneno que los consumía.

—Perdó name, amor—suplicó sinceramente.

Mas Harry negó , y se apoyó en su propia silla para inclinarse hacia él.

Casi sin poder creerlo, Louis perfiló el rostro y fue a su encuentro. Hú medos y con el dulce
sabor del licor. Los labios de Harry bendijeron a los suyos en un beso tímido, cuidadoso de
no dañ ar al otro. Cá lido y algo descuidado, demasiado lento tal y como la primera vez que
compartieron algo así.

La añ oranza se hizo presente, la naturaleza de ambos tirando de la cordura. Donde el alfa


deseaba envolver a su omega en brazos y apresarlo contra su pecho, y éste lo permitiría.
Moría por hacerlo. Por borrar el rastro de noches solitarias y sabanas frías; amaneceres
vacíos y tardes interminables.
Una pequeñ a redenció n entre tanta angustia, pero tuvieron que separarse cuando fueron
aludidos, al recordar donde estaban. Y porque eso no pasaría a mayores, no ese día. No
todavía.

—Perdó name tú a mí, mi príncipe—dijo en cambio Harry, mirá ndolo sentidamente—. Pero
aú n no estoy listo, no puedo volver a ti—lamentó .

Besó la mano de Louis que seguía en su mejilla, y luego rodó la silla hacia atrá s,
levantá ndose. Murmuró una excusa para retirarse al resto de los miembros de la mesa, que
no repararon en ellos hasta ese momento. Tomó una nueva copa mientras se dirigía a la
salida, seguido rá pidamente por sus sirvientes fieles.

Louis lo vio marchar sin poder hacer nada, con la agridulce sensació n de haber avanzado
un poco, pero no lo suficiente para llenar la brecha. Su alfa gimoteó , evocando a la ú nica
razó n que lo hacía estar en verdadera paz. Sentía que pronto le desgarraría el pecho esa
forzada separació n, que la bestia en él terminaría por matarlo a causa de la desolació n.

—♕—

En los cimientos del muelle, donde las columnas se erguían sobre la arena y algunas
alcanzaban las profundidades de la playa, un hombre se refugiaba en el montículo de arena
donde la sombra era gentil y el olor del mar lo acariciaba con sutileza. Estaba haciendo
calor, uno terrible. Desde hacía días que el clima se mostraba inclemente. Con rayos de sol
que abrasaban todo a su paso, tardes agobiantes donde se podía sentir el vapor del
ambiente. Ni siquiera las noches, como era natural en el desierto, resultaban ser frescas. Sin
embargo, el príncipe Malik observaba algunas nubes acoplá ndose en el horizonte. Se
preguntó si los dioses serían buenos y luego de esas duras semanas de sequía traerían un
poco de agua a la capital. De lo contrario, se verían obligados a disponer de las reservas de
los oasis.

Hubo un tiempo en que Zayn Malik se refugiaba en las ocupaciones del reino, en sus tareas
como príncipe, y entonces las situaciones conflictivas de su vida se veían difuminadas. La
necesidad de su pueblo por él, su soberano, resultaba má s un alivio que una carga. Cuando
su familia fue asesinada y su padre cayó víctima de la demencia, el reino estuvo para él.
Porque le dio un hermano que por elecció n aprendió a querer, le hizo conocer al hombre
del que se enamoró . Su corona fue un refugio, hasta que la misma preciada posesió n
comenzó a quitarle todo lo que amaba. La libertad de decidir, amar y tener una familia.
Cuando la corona comenzó a imponer sobre él, todo só lo avanzó para empeorar.

Y ahora no sabía a qué acudir. Porque aborrecía ver a los concejeros, y las reuniones para
decidir cada decisió n del reino eran tensas y explosivas. No lograba asistir a una donde no
terminara discutiendo airadamente con el consorte de Louis. Harry ya no era el niñ o
retraído y temeroso que le presentaron aquella primera vez en la sala del trono. Ahora era
alguien con voz, alguien que lo desafiaba cuando no le agradaban sus palabras o daba una
orden sin el consentimiento de todos los miembros de la reunió n. Peleaban enfrascados y
nadie intervenía. Ú nicamente Danielle los detenía cuando se cansaba de los gritos y de las
horas perdidas en uno de los muchos temas que se necesitaban conversar. Pero no actuaba
de mediadora por él, los ancianos y mucho menos por Harry; sino por ella. Las peleas
culminaban cuando a la princesa se le agotaba la paciencia.

Por primera vez quizá en meses, Zayn se detuvo a detallar a la mujer que gobernaba a su
lado. Tan resuelta, dueñ a de su vida y firme al defenderse a sí misma y sus intereses.
Autonomía y poder era lo que se podía apreciar de ella, y eso hacía al monarca pensar…

—¿Alguien sabe que está s aquí?

El alegre acento le advirtió de quién se trataba antes de apartar sus ojos del mar y clavarlos
en el hombre detrá s de él. Pá lido, como un diamante entre el carbó n. En cada visita que
hacía a la capital, Niall Horan resaltaba del comú n fenotipo de la ciudad por su piel clara y
cabello como el sol.

—Tú sabes que estoy aquí.

Con una escueta sonrisa, el lord de las tierras heladas avanzó por la arena hasta sentarse a
un lado del príncipe. Llevaba jubó n del traje doblado en el brazo, así que la camisa se veía
holgada en su cuerpo en las zonas donde se deshizo del pantaló n. Las franjas de piel
expuestas relucían sonrosadas a causa del sol, que no estaba acostumbrada a otro clima
que el gélido en Hiems. Por eso el sudor perlaba el cuerpo de su amigo.

—Lo tomaré como la oportunidad perfecta para llevar a cabo mi plan de usurpació n.
Siempre quise que Hiems fuese la capital de Aurea. De esa forma no tendría que viajar
tanto, y podría tener má s excusas para organizar festivales de cerveza tradicional—
comentó , con una brillante mirada coloreada por los rayos del atardecer.

Zayn emitió un bufido a mitad de una risa. Negó suavemente y llevó las manos al cuello de
su camisa para bajarlo, exponiendo la garganta.

—Deja que te facilite la faena, entonces. Recomiendo que hagas un corte limpio y profundo,
no quiero estar agonizando por mucho tiempo, ni ahogá ndome en sangre.

Horan alzó las cejas y mostró sus manos desnudas, con las palmas hacia arriba.

—Me temo que no cuento con una daga o ningú n otro objeto contundente—apuntó , y
recibió a cambio el antipá tico rodar de ojos del príncipe.

—Entonces utiliza los dientes—encogió los hombros. Desde niñ os encontraba una de las
cosas má s entretenidas el probar la afama paciencia infinita de Niall—. Anda, ¿me dirá s que
jamá s lo hiciste?
Su compañ ero estalló en una carcajada, de esas que le tornaban el rostro rojo y saltaban
pequeñ as lá grimas de sus ojos. Estiró las piernas en la arena, sin importarle que
probablemente estuviera estropeando la pulcritud de su ropa. Golpeó suavemente el
hombro del moreno.

—¿Aú n evocas esa tonta promesa de cuando teníamos ocho añ os? Hermano, está bamos
debajo de una mesa porque no queríamos que tu madre nos viera tomando vino… que para
ese momento nos supo como el brebaje má s abominable—recordó con nostalgia.

Después de todo, Niall estudió por varios añ os en la capital, donde formó sus
conocimientos para así marchar a Hiems cuando tuviera la edad suficiente de ejercer sus
obligaciones como lord. Una parte de su infancia la compartió con los príncipes, que fueron
sus compañ eros de estudio en las clases y de travesuras en las fiestas. Las mesas de largos
manteles eran sus guaridas cuando eran unos niñ os que escondían comida reservada para
los adultos y licores que entonces se les hacían muy fuertes.

« Madre dice que algún día tendré que casarme.» Confesó un Zayn que aún no tocaba la
pubertad en ese entonces. « Dice que todos nosotros tendremos que formar una familia,
porque eso es bueno para el reino.»

« Eso dicen las madres, pero mi padre ya conversó conmigo.» Louis intervino, tomando una
tartaleta de la bandeja que ocultaron para ellos. « Le confesé que quiero prepararme para ser
soldado, como Liam. Si algún día seré príncipe, entonces seré uno que va a batallas y pelea
con su gente.»

Liam no se encontraba en ese entonces con ellos, su tutor lo estaba presentando al lord
comandante de ese periodo. Alguien a quien el niñ o admiraba desde su primera clase de
espadas.

« ¿Cómo serás príncipe sin casarte? Los príncipes tienen bebés cuando reciben la corona. Es
un poco ilógico que si sólo peleas… Bueno, tampoco entiendo mucho del asunto.» Las palabras
de Niall salían deformadas por la cantidad de comida que tenía en la boca e intentaba tragar
antes de consumir más. « ¿Pero tan malo es? Nuestros padres parecen estar bien.»

« Lo ignoro.» Louis le restó importancia y tomó un sorbo de su copa de agua.

« Me parece que sólo… No lo sé. Soy feliz con ustedes, no estoy interesado en conocer a nadie
más. No quiero.» Zayn miró a sus dos amigos, sintiendo que las mejillas se le calentaban por
la vergü enza. Pero eso era lo que decía su corazó n, su simple y sincero sentir de niñ o.

Y Niall dejó de prestarle atenció n a la comida, limpió las migajas de su boca con el dorso de
su mano e hinchó el pecho.
« Yo te sacaré de ese predicamento, ¿sí? Confía en mí. Padre dice que seré un alfa, fuerte y
grande como el oso de nuestro emblema. Entonces cuando tenga que ser, yo me casaré
contigo Zayn. Y no tendrás que conocer a nadie más a la fuerza.»

De eso pasó má s de una década, y ninguno cumplió sus resoluciones. Porque los tres
resultaron ser alfas, y Niall se casó mucho antes que ellos con una bonita omega a la que
aprendió a querer con el paso del tiempo. Louis tampoco pudo evitar el peso del
matrimonio; y Zayn mucho menos. El resto era historia, y a los tres no les quedaba otra
cosa que mirar al pasado con cariñ o. Con anhelo.

—Puedo verlo como un sueñ o fresco—confirmó por fin Malik, volviendo de sus
pensamientos—. Incluso llego a saborear aquel vino rancio.

—Sabía terrible—asintió el rubio, y dio empujó el muslo contra el contrario para llamar la
atenció n del príncipe—. Daría lo que sea por traerte la alegría de esos días al presente. Me
cuesta ignorar el có mo está s ahora, no me gusta. Soy tu amigo y aunque la distancia nos
separa por largas estaciones, conozco cuando algo te perturba.

—Creo que no necesitas que lo explique. Ya habrá s escuchado cosas, de los concejeros,
Louis o los demá s.

—Louis no me ha comentado nada sobre ti, má s allá de asegurar que tu hija es preciosa—
aclaró , y la sincerar de sus ojos azules le convenció .

—Lo poco que me quedaba, se derrumbó . Y yo perdí el control, Ni—bajó la mirada un


momento a sus manos, ya no quedaba rastro de los cardenales que se hizo cuando golpeó a
Liam. Pero só lo fue unos segundos, enseguida volvió a ver al lord a su lado. Porque su
mirada como el océano lo tranquilizaba, al igual que la suave marea de esa tarde—. Es
como si ya no tuviera rumbo. Perdí a Liam, no me puedo acercar a mi esposa por la culpa y
me desgarra el alma cuando sostengo en brazos a Aurora y pienso en lo que pude haberla
dañ ado con mi negligencia.

Niall lo miró con empatía, y suspiró antes de rodearlo con un brazo, cubriendo sus
hombros en un gesto natural de cariñ o. Zayn no se resistió de apoyar la mejilla en el
hombro del contrario. Ya no veía sus ojos, pero tenía su tacto.

—Has sacrificado muchas de tus decisiones por un bien comú n, doy fe a ello. Y sé que
amaste… amas a Liam. Pero en ocasiones… en ocasiones los dioses hacen que la vida nos
entregue la felicidad no de la forma en que la soñ amos, sino como la merecemos. Yo tuve
que dejar mis tontas fantasías contigo cuando cumplimos doce añ os, pero conservé tu
amistad y aunque no fue fá cil verte enamorado de alguien má s… Me hizo feliz ver a tu
corazó n contento. Luego fue mi turno, me casé y aprendí a ser feliz, sí. Tengo un hijo y es la
cosa má s maravillosa de mi vida—apoyó la barbilla en el oscuro cabello del príncipe—. Y tú
vas a superar esto, Zayn. Siempre que le des un cierre y sigas tu camino que no termina
aquí. Cría a tu hija, trata de sanar las heridas de tu esposa. Sana tu alma y la de Liam. Acepta
que no vale la pena perder a un hermano como Louis.

—Comprendo, sé que tienes razó n—aceptó , sorbiendo por la nariz y largando un suspiro
—. No obstante, me cuesta evitar pensar que todo pudo ser má s fá cil si…

—¿Si qué?

Zayn cerró los ojos, y dejó ir aquel pensamiento que lo abordaba en ocasiones, se esfumaba
y luego volvía con fuerza, siempre presente a lo largo de los añ os.

—Si yo hubiese presentado feromonas de omega. Todo esto se habría arreglado. Quizá … no
lo sé.

—Pero no fue así, mi amigo—lamentó el rubio. Frotó la palma sobre el brazo de Zayn, y lo
estrechó má s fuerte contra su cuerpo—. No fue así, y debemos existir con eso.

Mientras ellos permanecieron ahí, el cielo comenzó a nublarse y el mar se oscureció .

—♕—

Harry dejó que los brazos de Gigi lo envolvieran en el umbral de la habitació n. Su gesto era
reconfortante, incitá ndolo a dejar sus cargas por un momento y concentrarse en el
armonioso aroma que formaban ambos. El calor que emanaban era el de iguales. Por
primera vez no se sintió tan impotente luego de visitarla. Resultaba claro que ella no se
encontraba del todo recuperada, todavía faltaba mucha de la vida que antes deprendía en
su andar, sus gestos y conversaciones animadas. De hecho, ya no platicaba como antes, no
buscaba congeniar demasiado. Y Harry la quería tanto, que no deseaba otra cosa que tomar
las piezas rotas de su amiga y recomponerlas.

Al menos ahora aceptaba interactuar un poco má s con Aurora, y eso era un alivio para
todos. No l alimentaba, pero la cargaba en sus brazos. Dejaba algú n beso en sus cabellos y si
se sentía muy dispuesta, elegía las prendas de vestir de la pequeñ a. Avanzaban a diminutos
pasos, pero al menos lo hacían.

—Vuelve a tomar el té con nosotras luego, ¿está bien? Prometo que la pró xima vez
ordenaré que te preparen la torta que te gusta.

—¿Zanahoria y azú car?—preguntó al separarse, y su amiga asintió .

—Precisamente, pero pediré algo má s para mí y las doncellas—hizo una mueca, y Harry no
pudo estar má s que feliz por verla expresarse un poco como antes—, porque no sé qué
encuentras de delicioso en ese supuesto postre.

—A mí me agrada. Muchísimo.
—Por lo que volverá s pronto. Sé que está s ocupado, pero por favor no tardes.

—Sí.

—Pronto, ¿lo prometes?

—Es una promesa, mi lady.

Con esa despedida, Harry se reunió con su guardia y Ashton, que lo esperaban en una de las
bancas cerca dela amplia escalera que conducía a uno de los vestíbulos. Ellos se habían
quedado con el zorro, porque Gigi no estaba muy contenta con la idea de un animal
correteando cerca de la cuna de su hija. Harry no aprobaba su decisió n, pero la respetaba.

Se acercó a la banca y suspiró . Casi se sintió mal por interrumpir el momento de esos dos.

Luke esperaba tranquilamente mientras Ashton le acomodaba el cuello de la camisa debajo


de la nuca, y al terminar rodeó delicadamente la cintura del guardia y besó su hombro. En
respuesta Luke ideó una sonrisa ladeada y miró al omega a su lado, concediéndole el beso
que en silencio le pedía. Ashton abrazaba a ese joven alfa sin miedo, con la sutil presió n del
cariñ o y la confianza. Verlo tan tranquilo y ajeno al miedo que solía experimentar llenó de
dicha el corazó n de Harry, que esperó sin hacer ruido a que llegara el momento oportuno
para aparecer.

En unos minutos, se aproximó con pisadas tímidas.

—Disculpen—se anunció , aclarando la garganta. Ashton dio un salto, deteniéndose a un


metro de Luke—. Lo siento, de verdad. Só lo quería…

—Al contrario, alteza—Luke bajó la mirada, y acomodó su cinturó n de armas como excusa
para no mirarlo—. Es nuestra culpa, nosotros…

—Luke…—a pesar del bochorno, Ashton rió un poco. Sabía que Harry no los reprendería
por algo así.

—Só lo quiero pasar por la sala del trono, comprobar que todo esté en orden. Parece que
hoy fue mi ú ltimo día asistiendo a las reuniones del concejo—tomó aire—. Y si bien estaré
agradecido mañ ana cuando no tenga que madrugar, creo lo resentiré cuando no sepa qué
hacer con el tiempo libre.

—Y sería prudente ir ahora mismo, alteza. Comenzó a llover y por las nubes que se
acumulan, será una tormenta.

—¿Con está s olas de calor?—interrogó al guardia.


—Así es el clima aquí. Gracias al Coloso que por fin cae algo de lluvia.

Harry asintió .

—Ciertamente escuché al príncipe Malik hablar sobre los oasis. Es gloria que no debamos
disponer de ellos.

Sin preá mbulos acudieron a la solemne sala, donde debido al momento del día y la lluvia de
la que todos querían estar preparados, se encontraba vacía. Recorrió la alfombra y alcanzó
los tres tronos de la corona. Las esplendidas piezas de oro y cobre, con los cojines de las
telas má s costosas. Harry se había sentado allí durante una de las audiencias, en el lugar de
Louis. Y no entendió la ambició n de los hombres hasta ese momento. Segú n él, la silla no
hacía al monarca. Pero cuando se posó allí y vio la corte a sus pies, los ciudadanos a su
disposició n y el peso de sus palabras. Comprendió el motivo de las guerras, la sed de poder
e incluso la traició n.

Cuando se adquiría adicció n al poder de ser la ley, cualquier moral o valor se erradicaba
hasta del mejor de los hombres.

Repasó los diseñ os de los brazos del trono con el índice y miró los vitrales en lo alto, que
durante el día absorbían la luz del sol y exponían las historias expuestas allí, pero al final de
ese atardecer estaban oscuros y grises.

—Oh, niñ o—quejó esa aguda voz detrá s de él—. ¿Qué haces en mí sala? Te creía ya exiliado
a esa caja de zapatos que llamas habitació n.

Danielle entró a su campo de visió n. Vestida de blanco y con el carmín pintando sus
delgados labios.

Desde su breve unió n para hundir a Morgan, Danielle y él no habían relacionado una idílica
amistad, pero acordaron soportar la presencia del otro. Tolerarse. Porque así resultaba
má s sencillo lidiar con los compromisos de la corona.

—Vine como despedida, si lo quieres ver así—no se inmutó por su tono, menos por las
palabras cortantes—. Será un deleite no tener que contemplar su rostro tan seguido,
princesa.

—Es recíproco—aseguró la joven, y ladeó el rostro, así la cascada de su cabello castañ o se


deslizó sobre su hombro descubierto—. ¿Y qué hará s con tantos recesos, niñ o?

—Seguiré siendo consorte—contestó tranquilamente.

—¿Completamente seguro de ello? Cualquiera diría que tus ocupaciones podían usurparse
luego de tanta ausencia. Nadie lo pondría en duda, o se sentiría escandalizado.
Harry se contuvo de rodar los ojos, no se rebajaría a gesto tan despectivo.

—¿Quién se supone que me usurpará de mi lugar como consorte y esposo?—cuestionó ,


dejando reposar una mano en la cadera—. ¿Usted, princesa? Creí que ya habíamos
abordado esta conversació n.

—No, claro que no—una risita escapó de su garganta—. Tengo suficiente de alfas ciegos
durante el celo. Pero entiendo que es una transició n difícil y dolorosa, y me preocupo por el
hombre que se crió conmigo. Sus guardias me advirtieron porque—hizo un ademá n de
cuestionamiento—. ¿Có mo iban a molestar a mi tía Johannah con algo así? Y no es como si
el consorte se viera muy dispuesto a colaborar ú ltimamente. Así que estaba yo, siempre con
una solució n.

Un peso frío cayó en el estó mago de Harry, y fue como si el lazo se desbloqueara,
desgarrá ndolo con la urgencia. Las manos le temblaron, sintió ardor en la garganta y
lentamente có mo el control escapaba de él.

—¿Qué hiciste con Louis? ¿Dó nde está ?—gruñ ó , con los dientes apretados. Olvidó las frías
formalidades, lo erradicó todo. La furia iba calando profundamente en él, tanto como la
necesidad ajena.

—Louis está recibiendo lo que merece, un botín. Los príncipes suelen tener una casa de
placer. ¿Por qué entonces mi querido primo no tendría una si la necesita—jugueteó con sus
sortijas, visiblemente entretenida por el rostro crispado de Harry—. Jovencitas,
muchachos. No te preocupes, niñ o consorte. Sé que Louis no tiene mucho problema en esto
aceptar la diversidad en su cama.

—¡¿Dó nde está ?!—bramó , tomá ndola con fuerza por los brazos, seguro de que le dejaría
marcas allí luego de zarandearla. Pero no le importó , poco le dolía parecer un bá rbaro en
ese momento. Porque la sola idea de que alguien estuviera tocando a su alfa, que aliviaran
su celo, lo estaba desquiciando.

Danielle rió , siquiera se movió para detener a Harry. No podía hablar entre las crueles
carcajadas.

—Eres mejor que cualquier bufó n, niñ o consorte—lo alabó , tratando de controlar su
agitada respiració n por la risa—. ¿Dó nde podría estar sino? En sus aposentos—Harry
apretó má s fuerte su agarre, y ella se acercó a su rostro—. Espero que cuando llegues ya
esté anudando a un omega, y que el olor de ambos lo inunde todo, así nunca podrá s
permanecer ahí sin el recuerdo de tu alfa reclamando a alguien má s. Puedes culpar el celo,
pero si hombre y alfa no te son fieles, no tienes nada.

Danielle se encogió un poco cuando las uñ as de Harry dejaron brillantes surcos en su piel,
pero no hizo sonido alguno.
—¡Maldita prostituta!—siseó con veneno antes de empujarla contra el trono y descender
deprisa hacia las enormes puertas.

—¡Adió s, niñ o consorte!—lo despidió con furor, mientras tomaba su lugar en el trono—.
¡Deseo que tengas un magnífico espectá culo!

A medida que avanzaba sin dar explicaciones, con sus sirvientes siguiéndole el paso, Harry
se enfurecía má s. Era como una erupció n que comenzaba en la boca de su estó mago y
amenazaba con consumirlo. Quería desgarrar, mutilar, asesinar a alguien para que así
aquel sentimiento se evaporara. Cada airado paso que daba para encontrarse con los
aposentos que compartía con Louis lo alteraban má s. No escuchaba de razones a sus
espaldas, ni abordaba atenció n a las pocas personas en los pasillos y escaleras que se
escandalizaban por su comportamiento. Cuando llegó hasta las pulcras puertas donde
antes hacía vida su matrimonio, divisó a dos guardias que no eran suyos o de Louis.
Desconocidos, vulgares miembros de otra parte en la guardia real. Se atrevieron a negarle
el paso.

Y el olor que despedía el interior de esa habitació n acabó por dilapidar la paciencia de
Harry.

—Abran la puerta—susurró , los ojos verdes muy abiertos, conteniendo la furia.

—No podemos, alteza—contestó uno de ellos—. La princesa expresó directamente que—

—Quítate de la puerta entonces—volvió a ordenar, estaba tan tenso que le dolía la


garganta.

—No lo haremos, alteza.

Ignorando las palabras apaciguadoras de Ashton, Harry se sacó una de las botas y la
estrelló contra el rostro del guardia.

—¡Con un maldito demonio, abre la puerta!—gritó , su voz haciendo eco por todo el piso,
compitiendo con el constante ruido de la lluvia—. Quitate—masculló , empujando al otro, e
intentó forzar la manija pero esta no cedía. Golpeó la superficie de la puerta con las palmas
—. ¡Abre la puerta! ¡Á brela! ¡Yo soy el jodido esposo del príncipe! ¡Soy el consorte que ha
cuidado el reino por semanas!—se concentró en el hombre que no había golpeado—. Una
palabra mía al lord comandante, y puedes jurar que no verá s bocado o algú n tipo de pago
en meses.

Los hombres lo miraron consternados, incapaces de creer que el omega los estuviera
amenazando así, pero sin embargo se quedaron está ticos en su sitio.

Harry respiró errá ticamente y retrocedió .


—Hemmings—llamó a Luke. Apenas fue capaz de sacarse el cabello del rostro por los
temblores—. Rompe la cerradura.

—Como ordene.

Sin hesitar, el joven alfa se abrió paso entre los dos guardias y comenzó a patear con
firmeza la puerta. Los hombres que o flanqueaban hicieron el ademá n de moverse para
contenerlo, pero Harry intervino deprisa.

—Si le ponen un dedo encima a mi guardia—sentenció —. Juro por cada bendito dios en el
firmante, las aguas y el desierto que haré les arranquen los ojos y corten sus manos—
aclamó aparentemente má s calmado, hasta que uno de ellos abrió la boca para hablar y
Harry pateó el piso con su pie descalzo—. ¡Una palabra de mierda má s y les haré cortar la
lengua también!

La cerradura hizo que la madera crujiera y en la siguiente patada la puerta se estampó


contra la pared de la habitació n. Luke se cubrió la nariz enseguida y se alejó sin esperar
autorizació n hasta marcar una necesaria distancia con la puerta. En cambio, Harry fue por
la entrada decidido.

—Luke, si estos puercos quieren seguir burlando mi piadosa paciencia—comandó antes de


cruzar el umbral—. Má talos.

—♕—

Hace unos meses, de presenciar algo así, quizá hubiese caído sobre sus rodillas en llanto.
Lamentá ndose mientras todo ocurría alrededor de así.

Pero el Harry de hace unos meses ya no existía, y el del presente se encontraba en el


abismo de la locura, de cometer una fechoría.

Su bota restante cayó con rudeza en la nuca de un muchacho que estaba recostado en su
cama. Y cuando ese sucio omega se atrevió a verlo con molestia, Harry tomó la espada de
Louis que siempre reposaba en su funda a los pies de la cama, sobre el cofre de prendas de
dormir. La desenvainó y cortó en dos el almohadó n con el cual el muchacho pretendía
escudarse. Las plumas volaron por todas partes y sobre la desnudez del omega.

—¿Quieres que tu familia te entierre mañ ana, alimañ a? ¡Entonces lá rgate de aquí!

Ni siquiera lo detalló . Color de piel, cabello u ojos. Nada. Esos intrusos só lo eran
indeseables que se atrevían a invadir su territorio.

La siguiente fue una muchacha que se desprendía el vestido mientras miraba deseosa hacia
el balcó n donde se escuchaba el cielo tronar. Harry la tomó rudamente de la larga melena
dorada, y la cortó con un fluido movimiento de la espada. Le lanzó las inú tiles hebras al
rostro y ordenó que saliera, como al resto. Nadie quería ponerse en el camino de un omega
alterado y con una espada de doble filo en las manos.

Tiró el arma al piso, y se quitó el jubó n que lo asfixiaba hasta dejarlo caer también. Alcanzó
las puertas de vitral del balcó n, y encontró a su alfa bajo la lluvia, protegido tan só lo por el
batín color burdeos cubriendo su anatomía. Empapado, las frías gotas de la lluvia no
lograban apaciguar su potente y atrayente olor, como seguramente tampoco hacía con
menguar su temperatura. Debía arder al tacto, Harry podía imaginarlo.

Por eso no dudó en quitarse el pesado medalló n de plata y enredar la cadena alrededor de
este, como una bola. Corría el riesgo de perderlo, pero lo hizo. Lanzó la preciada joya
directamente al rostro de la omega pelirroja que intentaba llamar la atenció n de Louis
mientras este se aferraba a los cilindros del balcó n. El golpe hizo un corte en la mejilla de la
joven, y la sangre fue rá pidamente enjuagada por la lluvia.

El chillido de la pelirroja alteró a Louis, que gruñ ó por sobre la tormenta y la sujetó del
cuello.

—Alfa estú pido, suéltala—exigió , con tenso tinte de la indignació n. Fue hasta él, le golpeó
sobre el codo y liberó a la muchacha. A la que no tardó en abofetear—. Largo—ahora la
lluvia lo empapaba también a él—. ¡Fuera de mi recá mara, ahora!

En un parpadeo, lo que necesitó un rayo para atravesar el cielo, se encontraron solos. Y


Harry se dio la vuelta, desquitá ndose con alfa frente a sí. Le aporreó el pecho con los puñ os
cerrados, drenando la ira que sentía por todos los escenarios que se imaginó , por las
personas que encontró en el sitio donde vivía su intimidad. Tenía un remolino de
sentimientos apretujados en el pecho y golpear y gritar no parecían detonantes suficientes
para estar satisfecho.

—Tú , maldito alfa—Forcejeó cuando el mayor lo tomó por las muñ ecas. Su olor lo golpeó ,
el toque caliente de su piel hizo temblar al omega en su interior. Tan atrayente, intoxicante.
Y el lazo canalizó el deseo de Louis, su dolor. La necesidad cruel y demandante. Sentía que
entraría en combustió n en cualquier momento.

—Esas escorias, no las quería—gruñ ó , deslizando las manos duramente por los brazos de
Harry apegá ndolo má s a su cuerpo. Le rodeó la espalda—. Los quería lejos. Te quería a ti.

Los ojos de Louis estaban oscuros, no podía ver el azul en ellos y su garganta se secó
cuando la desbordante avidez por su alfa se hizo presente. Ahí estaba el animal y el
hombre, la bestia deseosa que só lo lo quería a él. Que se refugió en la lluvia para escapar de
los olores ajenos de la habitació n.

—Me quieres a mí—susurró , apoyando el peso en el cuerpo ajeno—. A mí, só lo a mí.


Louis se inclinó para besarle las mejillas, delinear su mandíbula y succionar en ese suave
sitio debajo de su oreja. Y Harry se lo permitió , ronroneando y sintiendo demasiado calor a
pesar de las frías gotas que lo golpeaban. Trazó los mú sculos del fuerte cuerpo que lo
sostenía, el batín adherido a la afiebrada piel se sentía tibio.

Podía sentir la erecció n de Louis, el excitado miembro presionando contra su estó mago
cuando se frotaba contra él y la idea de sentirlo nuevamente en su interior le hizo escapar
un gemido. Agudo y entregado, un sonido que catalizó la necesidad de Louis en algo
hambriento. Porque el alfa quería, necesitaba, reclamarlo en todas las formas posibles.

Bajó con duros besos por su cuello, apasionados toques que desearan dejaran una huella al
día siguiente. Y su mundo tembló , al punto que las rodillas le fallaron un segundo cuando
los labios de su marido pellizcaron la marca que los unía.

Cuando Louis encajó el rostro allí, Harry intentó relajar el cuerpo y estiró el cuello. Sabía lo
que venía y lo aceptaría. Miró hacia el cielo encapotado y só lo un gimoteo escapó de sus
labios cuando los dientes perforaron la piel, bañ ando sus clavículas del tibio líquido vital
que descendía desde la nueva herida. Se removió cuando Louis profundizó la mordida,
abriéndola unos centímetros má s. Se aferró a sus hombros con la misma fuerza que el alfa
le apretujaba las caderas y sollozó bajito, el sonido vibrando en su pecho.

—Alfa—llamó cuando este lamió la herida fresca y un escalofrío de anticipació n le apaleó el


cuerpo—. Me tienes, ya me tienes. Por favor.

Louis se encontró con su suplicante mirada, y Harry perdió el aliento cuando vio su sangre
mancharle los labios. Le goteaba de la barbilla teñ ía má s oscura su barba. Se relamió , y
Louis lo empujó en un beso profundo y voraz, escarlata; donde se derretía y volvía a la vida.
Saboreaba el intenso líquido metá lico. Las gotas frías contra la piel caliente le hacían
temblar, la lengua de Louis sometiendo a la suya le hacía consciente del rastro hú medo
entre sus piernas. De un tiró n, Louis le sacó la camisa del pantaló n y metió las manos
debajo, trazando la curva de su cintura, lo largo de su espalda.

Harry podía dejarse ir allí mismo, pero la lluvia cada vez golpeaba con má s fuerza, y alguien
podía verlos si paseaba por los jardines. Su posesividad no lo permitiría, bajo ningú n
motivo. Louis era suyo, nadie podía tenerlo má s que él. Así se separó de aquel beso, y
retrocedió .

—Vuelve aquí—ordenó el alfa, con la respiració n agitada y los labios hinchados,


siguiéndole los pasos deprisa.

—Adentro—le ofreció su mano mientras retrocedía, sin permitir que lo alcanzara o en su


impaciencia lo arrastraría de vuelta al balcó n—. En la habitació n, tó mame allí.

Resguardados de la lluvia, llenaron de gotas el piso de la habitació n, y Harry le dio la


espalda con la intenció n de llegar hasta la cama; mas pensar que podía controlar las
acciones de un alfa en celo era una idea ilusa y poco realista. Lo comprobó cuando sintió los
dedos de Louis cerrarse en su brazo como tenazas. Lo empujó contra la puerta de vitral del
balcó n, que en algú n momento se había cerrado. Se pegó a su espalda y mientras volvía a
repartir mordidas y besos en su cuello, se ocupó de buscar los botones del pantaló n de
Harry. Quiso ayudarlo, pero el alfa ignoró sus intenciones y rompió la prenda con
impaciencia. Los jirones de ropa cayeron por las piernas de Harry y él los pateó de entre
sus tobillos.

—Añ oraba—respiró Louis contra su nuca, y rompió la camisa también desde allí, para
poder besarle el contorno de la columna, los hombros—, tenerte así, gatito—mordió le lado
contrario de la marca y frotó su erecció n contra el trasero de Harry, deslizá ndose entre sus
nalgas. Tuvo que sostenerse apoyar las palmas sobre el vitral—. Sentirte mojado y listo,
esperando por mí. Hacerte mío hasta desfallecer.

Sí era posible, las roncas palabras del alfa susurradas en su oreja le hicieron humedecerse
aú n má s, el lubricante resbalando por sus muslos, su entrada palpitante y dilatada. Las
feromonas de Louis lo estaban enloqueciendo, le hacían reaccionar y sentirse sofocado.

—Quiero aliviarte, Lou—gimoteó , enderezá ndose un poco y echando el brazo hacia atrá s,
encontrando con la palma la mejilla del alfa. Lo atrajo a su rostro, le rozó los labios y
enredó los dedos en su cabello—. ¿Duele?—preguntó , restregá ndose, moviendo la cadera
contra la pelvis del mayor—. Reclá mame, má rcame. Fó llame duro contra el vitral y que
mañ ana todos sepan quién es mi alfa. Quién es tu omega.

Bajo gruñ ido de Louis fue la confirmació n de su comando. Le terminó de destrozar la


camisa, ésta colgando de sus brazos, y el batín fue removido porque podía sentir la
hirviente piel de Louis en su totalidad. Caliente respiració n en su oreja y fuertes manos
oprimiéndose sobre su cintura y cadera. Le dejaría moretones, marcas de sus dedos, y sin
embargo su gemido fue de puro jú bilo cuando lo sintió penetrarlo en un firme y lento
movimiento.

A pesar de encontrarse hú medo y dilatado, sus paredes pusieron algo de resistencia al pene
de Louis, que se encontraba recrecido por el celo. Lo llenaba de una forma insoportable y
plena, y por un momento pensó que no podía moverse, que un nudo formado a partir de
eso lo destrozaría.

Se obligó a respirar y apoyar la frente contra los cristales de colores, fríos a diferencia de
ellos. Perdió todo el aire de los pulmones, y su garganta dolió cuando soltó el grito
sorpresivo de sus nervios siendo puestos a prueba. Louis se retiró y dio la primera
arremetida. Fuerte, profunda y que prometía una má s intensa.

Las manos de Harry resbalaban sobre el vitral, demasiado escurridizas por el sudor, y su
boca simplemente no podía mantenerse cerrada mientras soltaba jadeos necesitados y
gemidos por la forma en que estaba siendo tomado. Louis embestía contra su cuerpo sin
tregua, a un ritmo constante acompañ ado de sus gruñ idos, hundiéndose hasta el punto que
hacía sollozar a Harry, forzando sus paredes a recibirlo y contraerse deliciosamente a su
alrededor. Le rodeó la cintura, presionando su estó mago con la palma abierta para
mantenerlo en su sitio y con la otra pellizcaba sus pezones hasta dejarlos erectos y
sensibles, arrancando chillidos de Harry tan só lo con un roce.

—Di-Di-o-ses—balbuceaba sin coordinació n, sintiendo que de no ser por el fuerte agarre


de Louis ya estaría en el piso—. Por… Por favor, Lou-Lou.

Quería suplicarle que fuera má s lento, puesto que el placer de ese ritmo le estaba
saturando el cuerpo. Porque todo era Louis. El aire que intentaba forzar dentro de los
pulmones, el sudor que brotaba de sus poros, y el deleite que le brindaba en cada
inclemente respiració n.

—Gime, gatito—demandó , tomá ndolo del cabello y tironeando sus rizos para obligarlo a
mantener la postura mientras alzaba su cadera y el nuevo á ngulo le permitía hundirse en
un nuevo torbellino de placer.

Pero para Harry era demasiado, las lá grimas brotaron de sus ojos mientras era golpeado
una y otra vez allí, donde un millar de relá mpagos le golpeaban el cuerpo y hacían gemir.
Louis le soltó lentamente el cabello y curvó la mano en su nuca, viajando má s hacía
adelante hasta rodearle sin fuerza la garganta, delineando la frá gil estructura y só lo
presionando un poco para conseguir un beso.

Harry le mordió el labio cuando se corrió , el orgasmo haciendo de su cuerpo un desastre, y


unos segundos después Louis lo acompañ ó cuando el nudo creció hasta hacer al pobre
omega arquearse. La caliente y abundante semilla se derramó en su interior; y el alfa gimió
extasiado, sosteniendo al cuerpo má s pequeñ o contra sí.

Por un momento, no podía definir cuá nto, Harry se perdió de sí. Tan só lo podía respirar y
contar las veces que el aliento de Louis chocaba contra su sien. No supo en qué momento el
nudo bajó y ya no se encontraba apoyado en el vitral de la puerta. En algú n punto del suelo
quedaron los restos de su camisa, y luego la cama lo recibió . Las frescas sá banas
acariciaron su espalda, pero el calor volvió con el cuerpo de Louis sobre él, acomodá ndose
en el espacio entre sus piernas.

—Adoro ver el rojo en tu cuello, amor—jadeó , besando sobre la costra de sangre,


valiéndole un quejido a Harry—. Tu piel desnuda con mis marcas, mi corrida resbalando
por tus muslos…

Las feromonas de Louis volvieron a atacarlo, haciéndolo sentir acalorado, necesitado por
reafirmar el lazo mediante la piel. Acarició el rostro del alfa, todo á spero y punzante por la
barba. Le echó los enredados cabellos hacia atrá s.
—Mi alfa, ¿te duele nuevamente?—interrogó con voz gastada, sintiéndolo presionar sus
erecciones juntas. Harry no estaba duro del todo, pero no tardaría en estar gimoteando por
liberació n si Louis seguía restregá ndose contra él—. ¿Quieres poseerme de nuevo?

—Sí—asintió enseguida, besá ndole arrebatadamente los labios—. Déjame enterrarme en ti,
gatito. Está s caliente y suave, te deseo tanto que es doloroso.

Harry buscó las fuerzas necesarias, entre su agitació n, para anclar las piernas en la cadera
de su esposo, y frotó los humedecidos pliegues de su trasero contra el miembro del alfa.

—También lo quiero. Lo quiero, Lou, y te amo—gimoteó cuando lo sintió presionar contra


su anillo muscular. Arqueó la espalda y Louis atrapó sus muñ ecas, presioná ndolas sobre el
colchó n por encima de su cabeza, sometiéndolo—, te amo muchísimo.

—A ti, gatito. Yo te amo a ti—aseguró el alfa en un jadeo.

Entre su mano apretó el blanco muslo hasta dejar la huella de su mano, y se impulsó en la
cama para penetrar una vez má s a su esposo. Deleitando ahora su vista también con sus
preciosos gestos; la agonía del placer se plasmaba en Harry los labios rojos, ojos brillantes
por las lá grimas y mejillas rosadas. Llamadas incontables a su nombre, mú sculos que se
tensaban preciosamente ante cada arremetida.

El choque de sus pieles era una sinfonía.

Louis accedió a soltarle las manos y Harry rá pidamente, movido por el instinto, lo abrazó . A
pesar de la exuberante proporció n de su desesperació n mientras lentamente se formaba el
orgasmo, acarició la espalda de Louis, amó con suaves toques la nueva cicatriz en su
espalda. Lloriqueó en su hombro cuando las penetraciones se volvieron lentas y constantes,
saturando ese punto entre sus paredes que le acalambraba el cuerpo y hacía separar má s
las piernas. Deseando que lo mancillara má s hondo, má s fuerte.

Louis lo besó , porque a pesar de la urgencia, del instinto y las caricias bruscas, le estaba
haciendo el amor. Con Harry, Louis nunca se tomaba un encuentro de la intimidad como
algo casual e insignificante. De eso se trataba, así de perdido estaba por ese muchacho de
ojos verdes y labios como el paraíso.

Haría de la piel lechosa bajo sus manos un mapa de sus marcas pasionales, huellas que
accionaban el gozo de su omega, y el suyo propio.

Tomaría todo lo que le fue negado de su gatito. Toda la noche, la mañ ana y lo que
dependiera hasta que el celo se calmara. Anudaría en su interior hasta estar ahíto de su
hambre por Harry.

—♕—
Voy a actualizar primero mi otra fic y adelantar otros proyectos antes de volver con
el próximo capítulo. Nos vemos por ahí.
37-. Devoción

DEVOCIÓN

“No puedo evitar pedir, que tu lo digas una vez más. Intenté escribirlo, pero no pude
encontrar una pluma. Lo daría todo por escuchar una vez más de tu voz, que el universo fue
creado sólo para ser visto por mis ojos.”

Lentamente, el sol elevó su manto sobre la capital. La madrugada se alzaba con un trémulo
rumor fresco. Los techos seguían hú medos y goteantes, los charcos brillaban en las calles
donde los adoquines albergaban alguna fisura. Rayos de sol, delgados y tímidos, besaron
cada estructura y alcanzaron el palacio real; má s allá , por encima de la ciudad. Se
derramaron allí, donde un balcó n permaneció abierto toda la noche y las gotas restantes de
la lluvia reflejaron la luz desde el piso. Ropa rasgada yacía por donde la luz se hacía su
camino por la habitació n, encontrando una cabellera rizada y alborotada, tocando una
nívea espalda que ya estaba siendo acariciada por una mano ajada de cicatrices.

En el silencio de la madrugada, la plena quietud era corrompida por dos hombres que
seguían amá ndose despacio en la cama. Respiraciones lentas y profundas, jadeos cuando
los labios chasqueaban en un beso interrumpido y volvían a unirse. El quejido del colchó n
cuando se movían en una danza que les hacía encontrarse con una deliciosa fricció n que los
enclaustraba a la necesidad de continuar, sin importar el agotamiento de sus extremidades,
ni que hubiesen dejado la noche atrá s; sin tregua. Era el deseo que les quemaba y mantenía
respirando aú n, les obligaba a venerarse entre caricias como un fiel seguidor al templo de
su dios.

Toscas y á vidas, las manos de Louis le recorrían completamente. Abarcaban las zonas
suaves de su cadera, delineaban con devoció n la curva de su cintura y trazaban un posesivo
camino por su espalda. Lo mantenía allí, sobre el regazo y con las hú medas erecciones de
ambos frotá ndose en cada movimiento de sus cuerpos para encontrarse. Harry estaba
embriagado por el fuerte olor del alfa, la forma en que entraba caliente en su sistema y le
llenaba el pecho de la sensació n má s magnífica. Insaciable, como si el celo de Louis fuese
suyo también, no tenía suficiente de su esposo, su hombre.

Y por eso lo acaparaba para sí, con los muslos firmemente a los costados del alfa.
Monopolizá ndolo, porque era suyo.

Tenía los labios rojos y sensibles, ardían con cada beso; pero eso no le detenía. Porque el
hambre que sentía por la boca de Louis era mayor, el sabor de su lengua má s reconfortante
que otra cosa.

Sentía los muslos fatigados, con constantes aguijonazos de cansancio recorriéndolo; pero
eso no lo desanimaba. Porque las palmas de Louis sobre estos barrían cualquier
incomodidad y só lo dejaban el deseo de ser acariciado nuevamente.

Las fuerzas escapaban de su cuerpo a cada segundo, a momentos dependía de los brazos
del alfa que lo sostenían; pero eso no era obstá culo. Porque el aire que respiraba le
quemaba la garganta y hacía retomar la lucidez.

—Mmh… Louis—gimoteó bajito, y jadeó luego contra sus labios cuando el alfa lo tomó de
las nalgas, humedeciéndose los dedos con el lubricante que impregnaba toda la zona. Harry
arqueó la espalda, dejando escapar un gemido cuando los dedos comenzaron a jugar con su
entrada, sin hundirse por completo en él.

Apoyó las manos en los hombros del alfa, y recorrió la musculatura hasta llegar al cuello,
ascendió allí y acunó finalmente su rostro. Lo miró suplicante, delineando sus preciosos y
cincelados labios con los pulgares. La barba se sentía densa contra su piel, á spera, tal y
como los besos.

—Te amo—declaró el alfa, su voz sonando gastada luego de haberle dicho toda la noche,
mientras le hacía el amor en todas las formas, toda la adoració n que le tenía—, mi gatito, mi
Harry.

Cada palabra sonó contra los dedos de Harry, como una vibració n, y la presió n en su
vientre aumentó , el deseo por estar lleno alzá ndose sobre todo lo demá s.

—Mi príncipe.

—Sí, sí mi…

Harry volvió a apoyarse de los hombros ajenos, y lo empujó suavemente para que cayera
en los almohadones. Disfrutó el torso del alfa bajo los dedos, hasta llegar al duro abdomen y
tomar impulso. Afincó las rodillas del colchó n, y se colocó encima de la orgullosa erecció n,
con las caderas hacia adelante. Louis no tardó en sostenerlo, hundiendo los dedos en su
tierna piel.
—Hazme tuyo, mi príncipe—demandó , con el rostro caliente, el cabello revuelto en el
rostro.

Y Louis se enfundó en él, aliviando el dolor del celo, siendo recibido por su interior cá lido y
resbaladizo, á vido de él. Soltó una exclamació n extasiada, porque se encontraba tan
adentro, siendo aprisionado por las paredes de esa majestuosa cavidad, sintiendo cada
espasmo. Disfrutando de la sumisa expresió n de Harry, con los labios abiertos, las mejillas
rojas y hecho un total desastre. Con má s de una marca resaltando en su blanco cuello, un
par de mordidas bajando por su pecho y otras má s alrededor del ombligo. Las huellas en
sus muslos también resultaban preciosas. Como arte, donde Louis fue el artífice.

—¿Te encuentras agotado, mi amor?—preguntó , la voz contenida mientras se movía junto


a él en un suave vaivén que puso al sensible omega a gemir con cada rebote sobre su
cadera.

—S-Sí—sollozó , y arqueó má s la postura, apoyando las manos sobre las piernas del alfa, el
á ngulo sacá ndole un gemido profundo. Cerró los ojos e imprimió má s fuerza en las piernas
para elevarse alto y caer con dureza—. Sí, sí… ¡Ah!

Harry no podía evitarlo, cansado o no, con el cuerpo adolorido y agarrotado, simplemente
era un esclavo de sus instintos y necesidad cuando estaba siendo tomado de esa forma.
Cada fibra nerviosa de su ser siendo saturada por el agarre en su cadera, las duras y
profundas embestidas, cada vez má s rá pidas y firmes. La voz de su alfa llamá ndolo cada vez
que se hundía en él y el cuerpo de Harry se sacudía sin remedio.

Y simplemente quería, anhelaba arrastrarlo nuevamente hasta la cima, asegurarse que


cuando cayera en la cama sería porque el hombre que lo tomaba así, posesivo e implacable,
estaba satisfecho y derramá ndose en su interior.

Louis le acarició la cintura, y luego lo soltó para tomarle de su goteante pene, pequeñ o y
con el glande rosa. Pasó el pulgar por allí, atrapando todas las gotitas con las que lubricó
sus dedos y comenzó a masturbarlo al mismo ritmo de las penetraciones, arrancando
gemidos má s agudos de Harry.

—Lou… Lou, así n-no voy a…—jadeó , sintiendo má s liquido escurrirse de su entrada, el
punto sensible en lo má s profundo de sí emitiendo descargas de placer cada vez que era
alcanzado.

—Llega, mi amor… Llega para que me recibas con tu generosa calidez—demandó en un


gruñ ido—. Déjame hundirme en ti… así.

Harry echó la cabeza hacia atrá s, sus desordenados rizos cayendo sobre su nunca. Sobre
estimulado y exhausto, la codicia por disfrutar del celo de Louis y complacerlo era la ú nica
voluntad que lo mantenía sobre las rodillas, forzando las piernas para alzarse y contonear
las caderas en á ngulos que hacían gemir a su adorado alfa. Y cada vez que lo oía expresar su
gozo, cuando le apretaba la piel con fuerza y alzaba la cadera para recibirlo, Harry sonreía.
Porque él era el responsable de eso, él estaba aliviando la necesidad del hombre bajo él.

Pero también estaba extenuado, sin mucha resistencia para seguir luego de entregarse
desde el atardecer, toda la noche y ya podía adivinar que el sol se estaba alzando
nuevamente. Necesitaba dormir, ameritaba…

La mano de Louis se sacudió en su erecció n a la vez que se enterraba en su interior,


presionando el sitio justo, y no lo soportó . Se corrió en la mano del alfa, y los anillos
musculares de su entrada se apretaron alrededor del miembro que lo penetraba. Jadeó sin
aliento, sin las fuerzas para gritar o gemir alto. Y Louis consiguió sentarse nuevamente,
tomá ndolo con ambas manos de la cintura para dirigir los movimientos de Harry, porque
éste simplemente ya no podía. Só lo jadeaba, mientras el alfa seguía golpeando su interior,
alargando las sacudidas del clímax.

Harry lo abrazó , envolviendo sus hombros y apoyá ndose en uno de estos mientras Louis
respiraba sobre su oreja, besaba las porciones de su cuello que alcanzaba desde esa
posició n. Respiró el adictivo olor de su ardiente piel. El omega, incapaz de conseguir el aire
para emitir sonido alguno, mordió el hombro del alfa cuando lo sintió hincharse en cada
estocada, y finalmente tarareó dejando la huella de sus dientes en la piel ajena cuando el
nudo los dejó inmó viles. Louis lo abrazó fuerte, enredando los dedos entre sus rizos, y se
derramó en su interior con poderío.

Por instantes, minutos, el ú nico sonido era el de ambos tratando de regularizar sus
respiraciones, de esperar por el temblor en sus mú sculos menguara.

—No puedo hallar las palabras para explicar—comenzó el alfa, pausando para tragar saliva
—, cuá nto…

—…te amo, Lou—gimió bajito. Harry só lo podía sentirlo llená ndolo, derritiendo todo desde
dentro al exterior. Tenía la necesidad de sentirse abrigado por él, de que lo protegiera
mientras estaba vulnerable.

Louis masajeó sus hebras rizadas y le besó el hombro.

—Anhelaba esto, pasar mi celo contigo. Y ahora só lo pienso que será así… el resto de mis
días.

—¿Crees que volverá otra ola de calor?—presionó suavemente los dedos por la espalda del
alfa, alrededor de la gran cicatriz—. Me temo que ya no puedo mantenerme erguido, ni
siquiera por voluntad…

—Ya finalizó , gatito. Yo tampoco puedo má s, necesitamos dormir y probar alimento.


—Hablar—añ adió el menor—. Necesitamos… hablar—volvió a ajustar el abrazo alrededor
del cuello del alfa, y suspiro.

—Lo que desees.

—Primero dormir—exigió en voz baja—. ¿Podemos recostarnos? E incluso cuando el nudo


baje, por favor abrá zame.

—No hay una forma má s correcta de compartir el lecho—concedió Louis, con una cansada
sonrisa. Sosteniendo bien a Harry para no tensar el nudo, se echó lentamente hacia atrá s
para finalmente caer sobre el costado y descansar sobre el colchó n. Su fatigado cuerpo se lo
agradeció y sintió los labios de Harry sobre la frente mientras se acomodaba para dormir.

Las sabanas estaban fuera de su alcance y el sueñ o se cernía sobre ellos con demasiada
fuerza como par a esperar por el nudo. Así que entrelazados, derrotados por sus cuerpos y
acompañ ados por el calor de la mañ ana y la temperatura que compartían, se quedaron
dormidos juntos por primera vez en semanas.

Nadie se asomó a esos aposentos reales, a pesar de que se había armado un escá ndalo el
día anterior, y que la puerta no tenía cerradura; nada má s que la madera puesta
descuidadamente contra el umbral.

Largas horas tomó su sueñ o, que sus cuerpos se recuperaran de toda la faena y las
emociones que acumularon. En algú n punto se separaron, y Louis los cubrió a los dos bajo
una manta delgada. Acunó a Harry en sus brazos, manteniéndolo protegido contra su pecho
y bajo la barbilla, donde siempre debería estar. Luego de estar despierto, no se movió ni un
poco, porque tener de nuevo a Harry a su lado era algo que necesitaba disfrutar con
tranquilidad. Sonrió contra los rizos que le acariciaban los labios, porque el omega olía
completamente a él luego de ser marcado por su esencia, sus feromonas.

Realmente lo amaba, su vida era una cripta sin fondo donde no alcanzaba siquiera la fe
cuando él no estaba. La má s dulce condena era amar a Harry, y no estaba arrepentido de
ello.

Se encontraba por quedarse dormido nuevamente cuando sintió la nariz de Harry frotarse
contra su pecho. El muchacho estaba despertando lentamente. Sus dedos que siempre
estaban fríos al despertar por la mañ ana, lo tocaron y sintió que se aferraba a él por el
torso.

Louis le besó los cabellos, y Harry alzó el rostro para que alcanzara su frente, y luego se
estiró hasta que ambos rozaron sus bocas en un flojo beso.

—¿Estamos bien?—Louis presionó los labios en la punta de su nariz.

—Perfectamente.
No pudo ocultar su alivio, y Harry le devolvió la sonrisa, visiblemente feliz de estar
nuevamente en la armoniosa intimidad que los caracterizaba.

—Haré una ofrenda a los dioses en agradecimiento.

—Sin embargo, mencioné que debíamos hablar, príncipe.

El alfa tragó grueso, pero asintió . Sus ojos azules derramaron toda la atenció n en él.

—Entiendo, sé que debemos…

—No voy a reclamarte por lo que ya ocurrió . Creo que dije todo lo que me envenenaba
aquella ú ltima vez…—atrapó su labio inferior por un momento, bajando la mirada, pero
luego enfrentando el azul mar, como el que rodeaba a Aurea—. Só lo quiero que sepas que
no aceptaré algo así nuevamente. Sé que otros matrimonios funcionan de esa forma. Con
má scaras, mentiras y demá s… Son conyugues que se encuentran en sus lechos má s por
costumbre que por confianza. Y yo no quiero eso para nosotros. No vuelvas a mentirme.

—No lo haré, amor—prometió en un susurro, asombrado y orgulloso por la seguridad en la


voz de su omega. Miraba la convicció n en su rostro y no lograba hacer otra cosa que caer
má s profundo por él. Porque su consorte le estaba dando un sermó n luego de despertar
tras una larga noche aliviando su celo, y sonaba imponente.

—Y eso implica reservar asuntos. Ahora comprendo có mo funciona el palacio, así que
tampoco aceptaré que omitas cosas…

—Te relataré hasta el asunto má s aburrido…

—Bien.

—… só lo no me apartes de nuevo.

Harry le acarició la espesa y descuidada barba, de alguna manera bajando la guardia.

—Eso me mataría.

—Agonizantes han sido los días sin ti—besó nuevamente su frente, estrechando por un
momento al muchacho en sus brazos—. Haré lo que sea para evitar vivir ese calvario
nuevamente.

—¿Lo que sea?

—Só lo pronuncia un deseo, y lo tendrá s.


Harry se removió un poco, hasta que su cabeza estuvo en la almohada a un lado de Louis.
La mirada de ambos colisionando al mismo nivel. Tomó al alfa de la mandíbula con una sola
mano, sus dedos presionando las afiladas mejillas hacían que los delgados labios
sobresalieran un poco.

—A menos que sea en mi presencia, prohíbo que estés en el mismo espacio de un omega
sin marca.

—A-Amor…

—Lo prohíbo, Louis—insistió , presionando un poco má s los dedos en el rostro del príncipe,
sin hacerle dañ o, pero haciendo que su boca permaneciera en un mohín gracioso—.
Entiendes que lo digo con peso, porque la pró xima vez no será el cabello de una cortesana
lo que cortaré con tu espada…

—Harry…—atrapó su muñ eca para que lo soltera, y le besó los nudillos para contrarrestar
la expresió n obstinada que comenzaba a dominar el rostro de su consorte—. Lo que viste
ayer… No los iba a ocupar, porque te amo a ti. Sin importar que me hallara desesperado por
el celo y…—suspiró —, preferí estar bajo la lluvia que en la habitació n junto a ellos.
Realmente, de no ser porque llegaste y los echaste…—encogió los hombros—. El conflicto
que tenía con mi alfa pudo haber causado que lanzara a esa pobre joven por el balcó n.

—Pobre joven—repitió , imitando el tono y acento del mayor—. Espero que los golpes le
hicieran entender que la cama de un matrimonio se respeta.

—Apostaría mi arco a que cada hombre y mujer que hace vida en las casas de placer sabe
tu nombre en este momento. Nadie se atreverá a poner un pie cerca de los aposentos de un
consorte capaz de blandir la espada.

—Eso espero—frunció las cejas—. Mi sentencia también incluye a la princesa, es algo que
no está en discusió n.

—Tengo que hablarle… Gatito—apeló al diminutivo para tratar de calmarlo, moldear la


conversació n hacia otra direcció n—. Ella está en las reuniones, y mi relació n con Zayn no
es necesariamente un manjar de miel… Ademá s es mi prima, entiendo que tienen
diferencias. Pero creí que desde que trabajaste un poco con ella…

—Esa perra astuta, hará que pierda la cabeza.

—Harry…

—Ella hizo todo esto para desquiciarme y siguiera evitá ndote o para orillar que tú
traicionaras nuestro matrimonio. No me arrepiento de lo que dije, es menos que es una
cortesana.
—Harry Tomlinson…

—Es mucho menos que las escorias. ¿Puedes creer que alguna vez me conmovieron sus
lá grimas? Es una perra astuta, lo juro. ¡Danielle es…!

La mano de Louis cayó de lleno sobre su trasero, con la palma dejando un rastro caliente y
duro; como miles de pequeñ os aguijones.

—Cuida esa filosa lengua, gatito. O tendré que disciplinarte.

Harry siseó , y torció los labios con disgusto.

—¡Me dolió !

—Hablaré con ella, ¿Eso está bien? Porque tienes razó n, no debió traer esos omegas aquí. Y
darles estrictas ó rdenes de permanecer en la habitació n.

—O disponer de sus guardias para evitarme el paso. Supongo que consideraron que era
mejor obedecerme a mí, o Luke los ejecutaría.

—También mencionaré ese detalle de los guardias.

—Quiero estar ahí. Deberías hacer que el concejo se entere de lo que hizo.

—Amor, con omegas corriendo despavoridos por los pasillos, sin nada de ropa, estoy
seguro que la totalidad del concejo sabe lo que pasó —le acarició la mejilla con los nudillos
—. Estaré con el encargado de tesorería cuando hable con mi prima. Así podrá s estar
tranquilo.

—Estaré tranquilo cuando dejes de excusarla bajo el título de prima. Podría narrarte una o
dos historias acerca de primos—comentó con desdén, cruzá ndose de brazos.

—Prometo no estar cerca de ella, ni permanecer solo en una estancia donde esté ella. Lo
juro—esbozó una diminuta sonrisa y alzó las cejas—. Porque prefiero que estés contento,
nada es má s importante para mí que tú . Y tu felicidad, la paz de tu alma… Trabajaste muy
duro estas semanas, quiero que puedas relajarte.

Harry se decantó por ese gesto, relajó su postura y asintió .

—Eso es má s viable. Por eso te amo, mi príncipe—picoteó sus labios en un beso—, entre
otras razones.

Con los temas zanjados, el príncipe se incorporó en la cama y tomó asiento en el borde, con
los pies sobre el piso. Circuló los hombros para eliminar la tensió n y con calculados
movimientos estiró la espalda. Harry observó la respuesta de los mú sculos, el espectá culo
de sincronía en esa obra maestra que era Louis. Ni siquiera la cicatriz, mucho má s grande
que las otras, podía opacar eso. Ya estaba curada, lucía algo rosa todavía y debía estar
sensible, pero no se parecía a la horrible imagen de focos infectados y extremos sangrantes
que necesitaban ser cosidos.

Harry también apartó la sabana y gateó hasta la espalda del alfa. El cuerpo le dolía, pero
só lo hizo algunas muecas hasta que alcanzó rodear los hombros del príncipe con ambos
brazos. Besó su pó mulo y luego la sien.

—¿Có mo sientes la espalda?

—Un poco tensa—confesó , echá ndose un poco contra el pecho de Harry, donde encontró
soporte. Sonrió , y fue besado allí donde se formaban las líneas de expresió n.

—¿Y la mano? Veo que la malla sigue ahí pero…

—Estoy perfecto, amor—restó importancia a la observació n. Abrió y cerró los dedos con
algo de lentitud. Estaban un poco rojos.

Harry suspiró sobre su mejilla.

—Sin mentiras, Lou.

—Puede que…—se masajeó los dedos—. Necesite un poco de medicina y descanso. Está
algo entumecida.

—Iremos con el fisió logo luego de comer… y tomar un bañ o—ofreció , porque el sueñ o no
bastaba para que sus cuerpos se recompusieran. Necesitaban alimentarse y limpiar el
sudor y fluidos de su piel—. ¿Continú as pensando ir conmigo a Vitrum Maritima?

—Si deseas que esté allí, por supuesto—musitó despacio, estirando un hilillo suelto de la
malla en su mano izquierda.

—Te necesito a mi lado, porque lo he estado pensando…—apoyó la barbilla en el hombro


del alfa—. Concluí que tengo un poco de miedo. De lo que me encontraré en ese reino, qué
sentiré al tocar el sitio que alguna vez llamé hogar… O lo que desencadenará en mi padre
mi presencia; y qué haré yo cuando enfrente a Damon.

—Pero necesitas ir… Por tu madre, y porque Gemma te necesita allá .

—Mi madre nunca me dejó solo, a pesar de los chismes de la corte, las palabras del rey—
abrazó má s fuerte al alfa—. Me habría gustado que te conociera como lo que eres ahora.
Que supiera del hombre que aprendí a amar. Desearía que se pudiera alegrar por lo
enamorado que estoy ahora.
—Le presentaré mis respetos, junto a ti. Iremos a su tumba, donde descansa. Y daré gracias
a esa sabia reina, porque gracias a ella te tengo a ti en mi vida—Louis le acarició el brazo y
ladeó el rostro. Frotó dulcemente la nariz contra su mejilla—. Estaré ahí para ti, amor.
Sosteniendo tu mano. Eres el hombre que amo, y lo prometí una vez; ningú n hombre estará
por encima de ti, ni siquiera un rey.

Con Louis a su lado, las inseguridades que despertaban en él só lo de pensar en volver a la


corte que lo despreció por añ os, desaparecieron. Se difuminaron en unos amables ojos
azules y una floja sonrisa de labios preciosos. Sabía que sus palabras eran verdaderas, y
selló la promesa con un beso.

—♕—

Luego de un merecido festín y aliviar la sed con té de rosas, tomaron un largo bañ o donde
Harry convenció al testarudo príncipe de abandonar la idea respecto a iniciar sus
entrenamientos con las espadas o el arco. Sin importar que Louis insistiera, cada vez con
menos convicció n, que su maestría en utilizar espadas gemelas se perdería con el tiempo,
Harry fue tajante al enumerar todas las consecuencias que traería forzar la mano izquierda
en un combate. Se supone que ya no había razó n para que Louis tuviera que utilizar una
espada, o pelear contra alguien. Estaban en paz y en lo que Harry respectaba, no deseaba
ver a su esposo combatiendo nuevamente, nunca má s.

Louis tendría que volver a sus obligaciones de príncipe a mitad de la tarde. Só lo necesitaba
reunirse con un par de legisladores que necesitaban la supervisió n del monarca antes de
cerrar decretos y algunas decisiones. Así que Harry guió al príncipe hasta el mullido banco
del tocador y le hizo sentarse frente al elegante espejo de marco de oro.

—Hoy retomas el trono, y necesitas que tus vasallos y pueblo te vean como un líder—
comentó , mientras regaba con los dedos una mezcla pastosa por las mejillas, barbilla y
encima de los labios del príncipe. Aplicó el sobrante bajo la mandíbula y la mitad del cuello
—. Así que prescindirá s unos días de la barba.

Louis se quedó quieto, apenas frunciendo un poco la nariz por el olor de las frescas hierbas
sobre la piel. Observó a Harry tomar entre sus esbeltos dedos con anillos, la navaja de
afeitar. Alzó una ceja.

—Vas a dejar mi rostro como el de un muchacho.

—Mejor eso que parecer un vagabundo.

—Soy un príncipe—recalcó con orgullo—. Y eso no cambiará só lo porque no siga las


tendencias estéticas de la corte…

—Perdó name, Lou. Jamá s insinuaría que vistes acorde a las tendencias—bromeó , y dio
unos suaves golpecitos con el índice bajo la barbilla del príncipe, para que expusiera el
cuello—. Quería referir que justo ahora haces justicia a tu título en batalla. Con el cabello
largo y esta endemoniada barba, pareces todo un leó n.

Obediente, Louis alzó el rostro, y Harry pasó con cuidado el filo del metal sobre la piel,
apartando la mezcla pastosa y retirando el vello facial. Remojó la navaja en una vasija de
boca ancha y luego secó los restos de humedad con un pañ uelo.

—Un leó n domado—rió por lo bajo, y Harry se detuvo de seguir con su trabajo con la
navaja, porque la garganta de Louis vibró con la risa y temió lastimarlo.

—¿Por un gatito?

—Uno que sabe utilizar la espada—apuntó , tomando a Harry de la camisa que llevaba
puesta. Una de las suyas, de las que cubrían su figura y dejaban sus muslos a la vista.

—Permanece quieto—instó , avanzando un paso para que Louis pudiera rodearle la cintura
a gusto. El hombre lo dejó pasar la navaja hasta dejar el cuello limpio y cerró los ojos
cuando la hoja pasó por sus mejillas. No tenía de qué preocuparse, pues el pulso de Harry
era firme y cuidadoso. En tranquilidad y só lo con el sonido de la navaja sobre la piel y sus
respiraciones, Harry terminó de despejar el rostro del alfa. Dejó todo sobre el tocador y
limpió el rostro de Louis con una tela mojada—. Que guapo hombre tengo en mi presencia
—sonrió , besando los labios ajenos—. No te contemplaba así desde nuestro ú ltimo día en
Hiems.

—¿Tanto tiempo ha pasado?—inclinó el rostro cuando Harry le acarició el pó mulo con el


pulgar, y se miró en el espejo y luego volvió la atenció n al omega en sus brazos. Los
estrechó hasta que pudo tener el rostro contra su estó mago—. Gracias, gatito.

—Todavía debo recortar tu cabello—peinó las lisas hebras a su alcance, deshizo los
pequeñ os nudos y despejó la frente del alfa—. Está algo largo, y no sueles llevarlo así. Creo
que también cortaré un poco el mío.

—No.

Louis tiró suavemente de su cintura, y Harry aceptó sentarse en sus piernas. Sonrió cuando
las manos del alfa pasearon por sus rizos, jugando con ellos y llevá ndose las ú ltimas gotas
de humedad tras el bañ o. Los traviesos mechones ya cubrían su nuca, rozaban sus
hombros.

—¿No?—preguntó , dejando descansar los brazos en los hombros del príncipe.

—Es un deleite observarte así. Te ves adorable por las mañ anas, precioso durante el día y
como una visió n en las noches—acunó la mejilla de Harry, acercá ndolo para dejar un beso
en su mejilla—. Me encanta, detallarte me enamora.
—¿Y qué pasará el día que los corte? Mis rizos no estará n ahí por siempre.

—Pues encontraré má s detalles que amar. Hay miles de aspectos en ti que venero, mi
precioso consorte.

Harry sonrió , sintiendo que la felicidad se asentaba en su pecho y le hacía sonrojarse, estar
relajado y có modo. ¿Y có mo no sería posible? Estaba en los brazos de su alfa, riendo con él
y compartiendo un día tranquilo con él. No había palabras de arrepentimiento, miradas
esquivas o tensió n. Nuevamente disfrutaba de su olor, de estar marcado por este.

—Mi apuesto príncipe—trepó los dedos por el pecho de este, delineando sus clavículas—.
Cortaré su cabello, porque mi deber como esposo es velar por su buena imagen. Y entonces
podrá marcharse a trabajar… Para volver a la cama conmigo, y hacerme suyo—ofreció
finalmente con un susurro, las palabras besando los labios ajenos.

—Será mejor que supervise deprisa a los legisladores—atrapó el labio inferior de Harry y
tironeó suavemente de este—. Y envíe a los sirvientes a preparar un barco para nosotros.
Así puedo volver, y hacerte mío antes de que viajemos a Vitrum Maritima.

—Sabia decisió n, majestad.

—♕—

Tras mucha negociació n con el concejo y los otros dos príncipes, lograron zarpar.

Regresar a un barco no fue tan conflictivo para Harry como esperó . Quizá porque conocía a
varios de los marineros en la tripulació n, la primera noche tuvieron una agradable cena con
el capitá n y brindaron por un viaje ameno y sin contratiempos. Viajaba con Ashton y sus
guardias. Y el ambiente resultaba tan distinto a lo que a veces abordaba sus pesadillas.
Porque podía pasear por los compartimientos de la embarcació n, charlaba con la
tripulació n cuando se encontraban a mitad del día trabajando con las velas o la pesca y por
las noches disfrutaba de la fría brisa y las bajas temperaturas de la alta mar. Todo resultaba
tan distinto, que no tenía demasiado tiempo para hacer comparaciones. Quizá en la noche
cuando contemplaba el cielo estrellado, que todo permanecía en silencio y no había
movimiento en el barco, quizá allí guardaba algunos momentos en su soledad para cavilar.
Pensar que de nuevo cruzaba el mar, que estaba volviendo a la tierra que lo vio nacer. Sus
inseguridades afloraban y Harry sentía un urgente presentimiento que le retorcía el
estó mago.

Louis siempre aparecía para alejar las sombras, la noche se hacía cá lida cuando lo envolvía
en sus brazos y con generosas palabras cargadas de amor lo invitaba a dormir, envolverse
juntos en la cama y charlar si lo deseaba hasta caer rendidos.
El viaje resultaba largo, dos semanas en alta mar. Usando las porciones de mar
pertenecientes a Aurea tras la guerra, resultaba un trayecto má s corto que el primer y
ú nico viaje que Harry había tenido en barco.

Días tranquilos y llenos de azul, noches silenciosas y oscuras.

Harry se sentía un tonto por permitir que su corazó n lo embargara con miedo, hasta
dejarlo sin dormir. El insomnio era un terrible enemigo cuando no deseaba recordar o
figurar escenarios de lo que pasaría cuando llegaran a tierra.

A veces lloraba porque deseaba ser valiente, y sus sollozos despertaban a Louis, que con
paciencia lo atraía hasta su pecho y repartía generosos mimos para barrer la sensació n
fantasma de dolor en Harry. Como una efectiva medicina, el alfa lo hacía sentir aislado de la
crueldad del mundo; y el omega buscaba desesperado de su consuelo.

Cuando Harry lo necesitaba y se amaban despacio bajo las sabanas, Louis recitaba dulces
palabras mientras lo tomaba en lentas y profundas estocadas; caricias devotas.

—Siempre acude a mí, yo seré tu refugio de la tormenta. Y si debe ser así, yo iré por ti. No se
ha nombrado todavía la existencia de un mar demasiado profundo o ancho que me impida
nadar hasta ti.

Era una promesa, y Harry le creía, porque se sentía así, verdadero e innegable.

—♕—

El azul mar fue desapareciendo con el paso de los días, y entonces aparecieron las
cristalinas aguas pertenecientes a Vitrum Maritima. Muchas canciones y leyendas rondaban
el mar de ese reino, donde todo podía visualizarse; desde los peces y bestias marinas, las
estructuras naturales y las brillantes piedras que eran alcanzadas por la luz del sol.

La emoció n de semejante vista se perdió apenas anclaron en el muelle. El comité que los
recibió actuó con una fría y cortés actitud que le hizo recordar a Harry có mo eran las cosas
en el reino. No eran bien vistos, que Louis lo tomara de la mano y caminara con él mientras
los embajadores se entendían de camino al castillo, estaban mal para los residentes y
cualquiera que se criara allí. Los omegas varones estaban reservados allí para la
perversió n, desterrados a las casas de placer donde pasaban los días siendo un secreto.
Raramente, una vez cada tantos añ os, alguien se atrevía a desposar o ser visto
pú blicamente con uno.

Pero Harry, el hijo rechazado por el rey Desmond, caminaba escoltado por el príncipe de la
nació n que se llevó la victoria en la guerra. Simplemente, era demasiado para las mentes
cerradas del lugar.
Louis aseguró que no se encontraba ofendido por la ausencia del rey o el resto de los
príncipes. Habían llegado un poco tarde a causa de una pequeñ a tormenta el día anterior, y
los actos honoríficos de la difunta reina se encontraban en ejecució n. Comprendía que la
familia real se encontraba rindiendo sus respetos y dando descanso al luto. Así que encargó
al embajador y sus sirvientes a que llevaran el equipaje a la recamara asignada por la
administració n del castillo, y consiguió un carruaje para que los llevaran al templo
principal. Harry le explicó que los ciudadanos no tenían permitido rezar en el mismo sitio
que la realeza o los nobles. Por lo que al sitio donde se dirigían quedaba apartado del
pueblo, cerca del castillo real.

Lord Lioncourt fue advertido de su llegada, y los esperó fuera para guiarlos hasta los
asientos que celosamente Gemma había apartado para ellos.

Cuando entraron al recinto, con el olor del incienso, los murmullos de cientos de labios
repitiendo la misma oració n, la imagen de la reina Anne en un cuadro donde plasmaron su
momento má s hermoso y visualizaron el féretro de metales preciosos donde descansaban
los restos de la homenajeada, Harry no reparó en nadie má s que en los brazos de su
hermana.

Ignoró la ceremonia, y la mirada desdeñ osa que le dirigió Damon cuando pasó a su lado.
Tampoco notó có mo Louis tenía un conflicto interno por no saltar encima del primogénito
del rey y degollarlo.

Cuando los sacerdotes dieron por finalizada la ceremonia, instaron a la corte a marcharse,
porque el ú ltimo día de duelo le pertenecía a la familia real, quienes darían su adió s final. El
recinto se vació hasta que só lo se encontraban el rey, sus tres hijos y los conyugues de
estos.

El rey apareció , siendo apenas má s que una sombra desde que comenzó aquel día. Ropa
oscura, capa gris. La corona no se veía majestuosa en su cabeza, sino como un peso que
deseaba sacarse de encima. Un frondoso ramo de rosas blancas se deshacía en sus manos, y
con movimientos temblorosos los depositó sobre el féretro. La tapa del ataú d tenía
cincelado el rostro de la reina, una forma de preservar su rostro en la piedra, y el rey
delineó el contorno de la escultura, acunó la fría mejilla y suspiró . Algo que só lo él logró
escuchar fue murmurado, y entonces se retiró acompañ ado de mujeres de mediana edad.
Vestían tú nicas grises, ayudantes del fisió logo.

Damon, el altivo heredero al trono. Sus vestiduras del color del vino no parecían demasiado
acordes a la ocasió n, y má s por protocolo que otra cosa, avanzó hasta el centro del recinto y
depositó una ú nica rosa antes de marcharse. Sin ceremonias o palabras, nada.

En medio de un sollozo, Gemma le cedió su turno a Harry.

—Ve—exhortó —, madre querrá escucharte primero a ti, su niñ o.


Un nudo se instaló en su estó mago, y sintió los pies atrapados en el suelo. Pero la mano de
Louis se deslizó sobre la suya, y apretó sus dedos en un gesto reconfortante.

—Estoy contigo, amor—murmuró , cargando con un ramo de rosas parecido al que llevaba
el rey—. Honraremos su memoria y ella sabrá que cruzaste el mar para volver a ella y
despedirte.

Harry asintió , y a cada paso se sintió má s pequeñ o, con los ojos empañ ados por las
lá grimas. En sus recuerdos tenía la imagen de su madre, siempre hermosa y suave, con
vestidos preciosos que resaltaban su elegancia. El largo cabello oscuro y los ojos
almendrados. Una sonrisa radiante y palabras cargadas de cariñ o, lecciones llenas de
afecto. Ahora, frente a sí tenía el recipiente de su cuerpo, y só lo deseaba que en algú n punto
de aquel recinto permaneciera la preciosa alma de su madre. Que lo viera y pudiera
escucharlo.

Sin soltar su mano, Louis depositó las flores envueltas en un lazo blanco sobre el pecho de
la escultura. Movió los labios buscando las palabras adecuadas, y entonces habló .

—Traje a su hijo, majestad. Porque yo deseaba que supiera que es mi esposo, y que lo amo.
Usted y yo nos conocidos hace varios añ os, apenas compartimos un saludo. Pero quedó en
mis recuerdos su mirada amable y afecto incondicional para con todos—pronunció con
cuidado, mirando el rostro esculpido de la reina—. Siempre estará en mis pensamientos y
oraciones, porque crió y cuidó al hombre del que me enamoré. Gracias, mi solemne reina,
por cuidar a Harry a pesar de todo.

Harry se aferró a él, abrazá ndolo por la cintura, y sollozó contra el pecho del príncipe antes
de reunir el coraje para ver el monumento de su madre.

La piedra y el artista no llegaron a hacerle justicia. Pero de alguna forma Harry sentía que
ella estaba ahí.

—Mamá —comenzó , sin poder evitar que la voz se le rompiera. Con cuidado, tocó la mejilla
de piedra como si ese simple gesto pudiera romperla—. Sé que sabe que me encuentro
aquí, sé que me escucha. Porque me enseñ ó que todos nosotros tenemos alma, como las
estrellas, y que cuando nos marchamos, nuestra luz nos deja permanecer entre los que
amamos aú n después de la muerte. Y una noche su luz se esfumó , mamá . Pero le sentía
cerca porque esa fue nuestra promesa, que viviríamos dentro de nuestros corazones. Usted
decía…—hipó , y su labio tembló cuando Louis apoyó la mano en su hombro—, que ni
siquiera los dioses tenían el poder para detener eso. Y es cierto, mi sabia madre tenía
razó n.

» Tomó noches enteras para que me enseñ ara a querer y admirar el mundo que no podía
ver desde mi habitació n. Conocimientos infinitos en lecciones cortas. Me enseñ ó a sentirme
dichoso a pesar de mi posició n en el castillo, de lo que era para la familia. Comprendí lo
impresionante y hermoso que era simplemente estar vivo. Aú n así, dijo que yo tendría que
aprender todavía la lecció n má s importante, la má s significativa. Amar, y ser amado en
retorno. La vida no ha sido fá cil desde que abandoné este reino, mamá . Pero aprendí, por
los dioses, sí aprendí la ú ltima lecció n. Lo que hacía que se quedara mirá ndome con
preocupació n… pues ya no es necesario. Tengo todo lo que usted siempre deseó para mí.
Este hombre a mi lado, es el príncipe Louis Tomlinson de Aurea. Lo amo, él me ama
también. Y daría lo que sea, mamá … iría hasta los confines del mundo, por escucharte decir
lo feliz que está s por mí.

Las cá lidas lá grimas brotaron de sus ojos, empaparon las mejillas de Harry y Louis le
sostuvo cuando parecía que estaba a punto de desmoronarse.

Entre un silencioso llanto de devoció n y una opresió n en el pecho; la ú ltima despedida fue
dicha.

—♕—

Lamento la tardanza, bebés.

No me extrañen mucho ni me pongan cuernos

<3 Les quiero.


Mini Extra de San Valentin

Gracias a Roma por la idea 😍

Feliz día de San Valentín

Y menció n especial a @CamiltBooks por su cumpleañ os

Donde el honor sí conoce de amor.

Un poco antes del viaje a Vitrum Maritima…

Quizá nunca, en épocas de paz al menos, un príncipe había convocado una reunió n del
concejo real con tanta urgencia. Vestido con sus sencillas ropas de caza, Louis Tomlinson
de Aurea le dio un cordial apretó n en el hombro al Lord Comandante de la guardia y los
ejércitos del reino, Ser Liam Payne. Con una sonrisa có mplice le agradeció el haberse
puesto de su lado. Algo renuentes, los tres ancianos presentes colocaron sus sellos en el
decreto y dejaron que el príncipe y el comandante lo firmaran.

—Mi amigo, gracias por concederme tu apoyo en esto—Louis estrechó la mano de Liam, y
sonrió con sinceridad.

—Este acuerdo me beneficia bastante, y que apelaras a tus derechos de longevidad ayudó
mucho.

—Segundo en ascender al trono, pero el mayor de los tres—afirmó el príncipe, los labios
estirados en una curva orgullosa—. Deja el asunto en mis manos, Danielle y Zayn no te
molestará n.

—Pienso dejar la supervisió n a cargo de Michelle y Luke—anunció , frotando los dedos


sobre la barba—. Lady Hadid organizó un paseo y debo ir.
—Esplendido, ve en paz. Yo me encargo de todo.

Un ligero abrazo fue la despedida entre ambos hombres, y Louis giró sobre los talones para
interrogar con la mirada a los concejales. Los ancianos le devolvieron la mirada, y en
silencio interpretaron a qué se refería. Con la tinta apenas brillando con los ú ltimos trazos
que necesitaban secarse, entregaron un pulcro pergamino. Sellado con los anillos reales,
firmado por todas las autoridades necesarias.

—En sus manos está la réplica del decreto, majestad—el anciano de ojos grises limpió sus
dedos en un pañ uelo con algunos rastros de tinta—. Llevaremos el original con los
procedimientos pertinentes para que todos sepan del decreto.

—Eso es muy eficiente de su parte, concejal—alabó , releyendo las palabras plasmadas.

—Los otros príncipes…—comenzó el otro, que cerraba el frasco de tinta con manos
temblorosas—. Quizá sientan que esto fue algo arbitrario.

Aquella posibilidad era algo que Louis ya había tazado. Y no le importaba ganarse algunos
gritos, palabras duras o tener que llevar una discusió n. Eso lo valía, un centenar de veces.

—Tardará n unas horas má s en retornar de la cacería, y para cuando pisen el palacio ya


será demasiado tarde, ¿Me equivoco?

—Cuenta con la razó n, majestad—las palabras surcaron el aire entre ellos tras un suspiro.
Ellos no estaban del todo convencidos, pero él era el príncipe y su palabra, ley.

—Les agradezco por su tiempo. Si los príncipes me necesitan, tengan la bondad de


informarles que abordaré cualquier reunió n en mi sala de logística.

Los ancianos le dedicaron una inclinació n respetuosa, y Louis salió de la recá mara de
reuniones. El clima de la capital relucía ese día, con un maravilloso esplendor. El sol en lo
má s alto, pero con una brisa que aliviaba cualquier incomodidad. Por eso se había
organizado una cacería a la zona boscosa cercana a la capital. Y él estaba tan emocionado
por colocarse las botas de montar, sus protectores de cuero y sostener su arco. Se vistió
temprano esa mañ ana, con sus armas colgadas al hombro, listo para despedirse con un
beso de Harry y salir en busca de su caballo para marchar a la caza. Pero la mirada que le
dio Harry al salir del vestidor hizo que cualquier ansiedad por sentir nuevamente el control
mientras daba en el blanco con una flecha, se esfumara.

Su preciosa carita por las mañ anas, esa que tenía algunas marcas de los almohadones, las
mejillas rojas y los ojos brillantes. Sus llenos labios del color de las cerezas má s dulces, le
habían dedicado una gloriosa sonrisa mientras salía de la cama. Hasta que detalló la rú stica
ropa de montar, las dagas en el cinturó n sobre el pantaló n, el carcaj en el hombre y el
elegante arco de madera pulida en la mano.
En ese momento todo rastro jovial desapareció . Las cejas se fruncieron en incomodidad,
sus ojos perdieron algo de luz y se estrecharon, y la sonrisa de antes ahora era una mueca
apretada. Se quitó los cabellos del rostro, y caminó descalzo hasta Louis. Besó fugazmente
su mejilla, le deseó la bendició n de los dioses, y desapareció tras la cortina del vestidor.

Sabía que Harry no era partidario de la idea de las cacerías y cualquier entretenimiento que
contemplara algú n riesgo. Cuando se reconciliaron le confesó que no deseaba verlo
nuevamente combatiendo, que la idea de un arma en sus manos le causaba nauseas porque
recordaba a la perfecció n las imá genes del combate en la arena.

Harry no le decía eso para restringirlo, sino porque –en sus propias palabras— verlo
padecer había sido la peor agonía de todas.

Louis estuvo unos minutos en la recá mara y Harry no abandonó el vestidor, así que el
príncipe fue hasta la puerta y encontró a sus guardias. Con un respetuoso saludo, lo
escoltaron por el pasillo que daba a los exteriores del palacio. Pero las facciones de Harry
mudando de la felicidad a la resignació n era una imagen que simplemente no lograba sacar
de su mente. Así que se detuvo, y entregó sus armas a Michael.

—Busca a Ser Liam, dile que estaré en la recá mara de reuniones. También quiero a los
concejales de asuntos internos, y un escribano.

Con esa orden comenzó todo, y ahora Louis caminaba con renovado á nimo, uno mucho
mayor al que tendría de haber ignorado el aguijó n de su conciencia y asistido a esa cacería.
Alcanzó la puerta de sus aposentos y entró , buscando con la mirada a su adorable esposo.
Lo encontró frente a uno de los delgados espejos de cuerpo completo. Vestía uno de esos
ajustados pantalones que los sastres confeccionaron justo para él, y una tú nica bastante
fresca, blanca y delgada, que dejaba adivinar sus clavículas, los suaves mú sculos en su
espalda. Se encontraba recogiendo los cabellos que le cubrían la nuca. Armó un experto
rodete y dejó algunos mechones cortos caer por los costados de su frente.

Sus miradas se encontraron a través del espejo, y con una sola sonrisa de incredulidad
pintada en los labios de su consorte, Louis sintió que algo precioso le calentaba el pecho.

—Creí que mi esposo estaría recorriendo las zonas boscosas para este momento—Tomó
los anillos que reposaban sobre el tocador, y los colocó en sus dedos.

—Nunca alcancé al grupo de caza. Estuve atendiendo unas cosas por aquí…

Harry alzó la mirada nuevamente, se dio la vuelta para observarlo directamente.

—¿Asegurando un poco de trabajo antes de marchar?—preguntó , ladeando el rostro—. El


trono te echa de menos, no me extrañ a que estén contentos de tenerte al mando
nuevamente.
—Má s bien, preparando un obsequio.

—¿Para quién? ¿Vendrá n invitados mientras no estamos?—apoyó los dedos bajo la barbilla
y tarareó —. No fui informado de ello, y puedo asumir que no hablas de un regalo para
Aurora. Me ocupé de eso.

—No. El regalo es para el muchacho que tiene la llave secreta de mi alma.

Louis se acercó con una sonrisa, gemela de la que se iba formando en el rostro de Harry.
Impaciente, terminó de cerrar la distancia entre ellos y tomó al omega de la cintura,
alzá ndolo. Lo escuchó reír mientras se sostenía de sus hombros. Louis lo depositó con
cuidado en la superficie del tocador. Bajó las manos desde la cintura hasta la cadera, y
descendió un poco má s para llegar a los muslos, que apretó suavemente. Harry emitió otra
risita y le permitió acomodarse entre ellos. Le besó la nariz, luego los labios.

—¿A qué debo el honor de ser considerado para un regalo del príncipe?

Sus mejillas estaban sonrosadas, y Louis se enamoró de las pequeñ as pecas sobre la nariz y
los alrededores del rostro de Harry, allí donde el sol de Aurea lo había besado.

—Precisamente hablando de honor…—atacó nuevamente sus labios, un encuentro suave


pero posesivo, donde saboreó el rumor del té en la boca ajena.

—Me embarga la emoció n por saber qué es—confesó , acariciando el cuello del alfa.

—Dentro de mi chaqueta—ofreció una pista—. En el bolsillo interno, quizá consigas algo


de tu interés.

Harry lo miró con curiosidad, y luego introdujo las manos en la chaqueta de caza del
monarca. Sus dedos dieron con un pergamino cuidadosamente enrollado con un listó n.

—¿Tengo permitido abrirlo?

—Es tuyo—respondió ú nicamente.

Los hoyuelos se marcaban en su rostro mientras deshacía el sencillo nudo. Dejó el listó n
junto a él, sobre el tocador, y desenvolvió lo que a simple vista parecía una misiva. Pero no,
era un decreto, con la marca de los anillos reales y las firmas en su respectivo sitio.

—¿Tomaste…?—turnó la mirada entre las líneas de tinta seca y los brillantes ojos azules
del alfa—. ¿Habilitaste una ley?

—Un decreto—explicó , y frotó las palmas sobre los muslos del má s pequeñ o—. Para ti. Por
favor, léelo. En voz alta, quiero oírlo de ti.
Harry tomó una bocanada de aire, y asintió . Se saltó el primer pá rrafo donde só lo
expresaban el aburrido anunciado de siempre, donde denominaban la vigencia del decreto,
la fecha y bajo qué registro seria archivado con el resto de leyes.

—¿Qué tramas, príncipe?—mencionó con una risa nerviosa y ojos coquetos. Louis le
delineó los afilados huesos de la cadera y encogió los hombros.

Sabiendo que no encontraría una forma de sustraer informació n, Harry volvió la atenció n a
las letras y comenzó a leer.

« En este día, ejerciendo su derecho otorgado por los dioses y su autoridad por longevidad
en la corona de Aurea, su majestad el príncipe Louis Tomlinson decreta la presente fecha
como un nuevo motivo de celebració n para el reino. Por esto, desea honrar la bendició n
que los dioses bondadosamente derramaron al entregarle el amor de su adorado consorte,
haciendo de él un hombre bien. Desde este día y hasta que se dicte lo contrario, cada añ o
Aurea cederá sus armas, cesará cualquier practica violenta y las legiones hallará n descanso.
Ningú n ciudadano empuñ ará armas o cometerá actos semejantes, porque la ley lo dicta así.
En este día y los que cada dios disponga, Aurea se llenará de flores y banquetes, de
celebraciones en las playas y lagos. No se disfrutará otra cosa que el amor, con la firme
esperanza de que cada aurence se sienta tan dichoso y bendecido como el príncipe
Tomlinson desde que tiene a su compañ ero de vida.

Que los dioses bendigan nuestra nació n y pueblo, que las alegrías no se detengan aquí. »

Harry finalizó la lectura. Sus labios estaban entreabiertos por la impresió n, y cuando
despegó sus brillantes ojos verdes del pergamino un sorprendido jadeo fue la precuela de
una sincera sonrisa.

—¿Hiciste esto por mí?—musitó , apretando con ambas manos el pergamino contra el
pecho.

Louis asintió , la felicidad irradiando de sus ojos, porque Harry lo estaba mirando con esa
devoció n de antes, como si su mundo comenzara y se extinguiera con él.

—Sí, mi amor. Deseaba compensarte. Por ser un excelente regente, por otorgarme el
perdó n. Sé que el conflicto perturba tu alma, y no puedo prometerte que jamá s lo
presenciará s de nuevo. Quisiera poder jurarte que la paz será eterna. Pero no puedo, mi
amor—alzó una de las manos, delineó con los nudillos la cá lida y blancas mejilla—. Pero
puedo obsequiar para mi amor, para lo má s precioso que sostengo cada día, una ocasió n de
incondicional paz.

—Un día en mi honor—comprendió , con la voz tomada por la emoció n. Su sonrisa era
trémula, sus ojos relucían como esmeraldas al sol. Tomó la mano de Louis que estaba sobre
su mejilla.
—Cuando salgas por esa puerta no verá s otra cosa que niñ os del pueblo correteando por
los jardines, celebraciones con festín en la playa. Fogatas que elevan canciones al cielo
desde el desierto. Todo el reino disfrutando la paz y agasajando el amor que siento por ti.

Louis atrapó con el pulgar una lá grima que no alcanzó a rodar por la mejilla de su omega.
Se veía precioso, con esa expresió n conmovida y ese dulce aroma que se levantaba de su
piel. Harry dejó el pergamino en el tocador, junto al listó n, y tomó el rostro de Louis entre
sus estilizadas y suaves manos.

—¿Contemplas nuestro amor así de majestuoso, mi príncipe?

Louis respiró su aroma, sintiendo que el pecho y cada rincó n de sus venas se llenaba de
algo cá lido y suave.

—Ninguna acció n del hombre podría igualarlo, mi querido esposo.

—Te amo—confesó , atrayéndolo en un beso suave. Las manos de Louis le acariciaron la


espalda, Harry envolvió su cintura con las piernas—. Los dioses no han hecho a nadie tan
afortunado como a mí… Debido a que mi mayor riqueza eres tú . Llevar tu marca, que seas
mi alfa.

—Por siempre tuyo, amor.

De nuevo, los labios de Harry invitaron al príncipe a perderse en la má s dulce de las caídas.

—♕—

La confrontació n ocurrió unas horas después.

En la sala de logística, los tres príncipes se encontraban en el estudio adjunto de Louis. É l


se encontraba sentado en el divá n de la ventana, con el codo en el alfeizar y la mandíbula
descansado en el dorso de la mano.

—¿Todo ese tiempo de ausencia hizo que olvidaras cómo fuciona la corona?

Zayn Malik sonaba tenso, pero no airado. En cambio Danielle Campbell recorría la
habitació n como un felino enjaulado que necesitaba saltar al cuello de alguien. Y la imagen
de los tres allí, lidiando con una discusió n que no iría a ninguna parte, le parecía hilarante a
Louis; siendo que el emblema de las tres familias corresmpodía a un felino.

Tigre, pantera y leó n.

—¿Cuá nto vino consumiste para creer que podías hacer una tontería?

Danielle no disimulaba la molestia en su voz.


—No tomo vino, prima. Y creo que ambos hemos tomado decisiones precipitadas a causa
de un capricho. ¿Estoy en lo correcto?—inquirió Louis, recordá ndole de forma sutil el
incidente con los omegas en su celo.

—Louis, no seas insensato—suplicó Zayn, pinchá ndose el puente de la nariz con dos dedos.

—¿Insensato?—Danielle bufó , y pateó el escritorio. Sus ropas de cacería estaban sucias y


llenas de polvo del camino. No parecía una princesa en ese momento—. ¡Nos desarmó !
¡Somos una nació n indefensa!

—Só lo es un día. Mañ ana todo vuelve a su cauce.

—¡Ni siquiera hay guardias patrullando el palacio, el lord comandante se fue!

Y ese reclamo de Danielle llamó la atenció n de Zayn, que se desplazó por el estudio listo
para reñ ir por explicaciones.

Pero a Louis no le importaba. Poca relevancia tenía la discusió n, los gritos y que tendría
que permanecer al menos una hora encerrado allí hasta que todo se calmara.

Nada podía borrar su alegría, el ego de alfa que le hinchaba el pecho porque su omega lo
llenó de mimos, declaraciones de amor y adoració n. Se sentía tan pleno y poderoso por
todas las sensaciones que transmitía el lazo entre él y Harry. Por el respeto con el cual los
nobles y sirvientes, su pueblo. Porque un matrimonio só lido a la luz pú blica era tan
importante para una corona como los ejércitos y el dinero.

Absolutamente nada le afectaba, no cuando podía observar a través de esa ventana, donde
podía contemplar a su omega. Bellísimo, resaltando entre las personas de la capital que
visitaban el palacio. Con sus rizos rebotando incluso atados en un moñ o, la tú nica blanca
haciendo que se viera como un ser del firmamento. Jugaba con sus hermanas menores, con
los niñ os que se acercaban a tocar a los zorros o confeccionar coronas de flores. Lo
contemplaba y podía escuchar perfectamente el sonido de su risa, oler el perfume de su
cuerpo.

Louis sonrió ampliamente, con una increíble paz en el cuerpo.

¿Qué importaban unas pocas horas perdidas?

Tenía el día entero para celebrar a su omega.

Guardaba el honor de tener el amor de

Harry.
38-. Perdón

PERDÓN

“Se siente como si hubiese sido ayer. Estaba yo echado a un lado de tus botas, y rezaba,
porque tu ira se apaciguara. Oh, padre… He pecado.

No puedes herirme ahora, he huido de ti, nunca creí que podría. No puedes hacerme llorar
ahora, una vez tuviste el poder. “

Harry agradeció la corriente de brisa fría que le acarició el rostro cuando se acercó a la
ventana. Desde allí, tenía la vista del cristalino mar, con las piedras reflectando los ú ltimos
rayos del atardecer desde lo má s profundo. La arena que acicalaba las orillas del reino
asemejaban al tesoro resguardado en un cofre; y a través del bullicio de la celebració n
detrá s de él, conversaciones superficiales, mú sica calma y agó nica, el desagradable olor del
vino que tanto frecuentaban los nobles, má s allá de todos los acontecimientos y los
sentimientos encontrados tras arribar en su viejo hogar, Harry sonrió .

A pesar de que para él era algo nostá lgico y con tintes de tristeza que le apretaban un poco
el pecho, era comprensible que estuvieran haciendo una celebració n. Después de todo se
llevó a cabo con satisfacció n la ceremonia que confirmaba el descanso eterno de su madre
en el paraíso que prometían los dioses tras acabarse la vida terrenal.

Ese pensamiento le refrescó el alma, tanto como la corriente que le alborotó un poco el
cabello. Acomodó un rizo detrá s de la oreja y se apartó del paisaje, la ventana.

Si bien era un invitado y tenía la libertad de perderse por unos momentos, para bien o para
mal seguía siendo el hijo del rey, hermano de los herederos al trono. Antes no tenía
permitido asistir a reuniones así; esa era la primera vez y no lo estaba disfrutando ni un
poco como imaginó de niñ o. La corte que alguna vez lo ignoró y despreció , al menos ahora
tenía que fingir interés y respeto por él. Por el anillo nupcial en su dedo, la marca de un
poderoso príncipe en su cuello.
Dio la espalda a la calma del exterior para enfrentar el interior del acaudalado saló n. Y una
sonrisa tiró de sus labios cuando vio a Louis desplazarse desde el otro lado del saló n para
llegar a él. No tenía que moverse entre la muchedumbre de nobles, ni abrirse paso. Su sola
presencia apartaba a las personas, lo miraban y enseguida volvían gacha la mirada para a
continuació n despejar el camino.

Se trataba de su ilustre presencia, las leyendas que acompañ aban a su nombre. Elegante
traje de una exquisita tela oscura con intrincados diseñ os delgados de hilo de oro vestía su
cuerpo. El corte del torso en la prenda exponía sus clavículas, el fuerte pecho donde
destacaba el collar de plata que para ambos significaba tanto, y un medalló n perteneciente
a las joyas parientes de la corona que llevaba en la cabeza. Como lo dictaba la ley, al
encontrarse fuera de Aurea, estaba obligado a llevar la corona que lo identificaba como
príncipe.

—¿Un poco mejor, amor?—cuestionó en un susurro, apenas se encontró frente a él—.


Quizá necesitas tomar algo—hizo una señ al a uno de los muchachos, un beta que cargaba
una bandeja de cobre con varias copas servidas. Louis analizó los recipientes cuando la
bandeja estuvo a su alcance y tomó la del centro. Ofreció la copa al omega.

—Hidromiel—sonrió Harry al distinguir la bebida de color á mbar. Se humedeció los labios,


apenas un sorbo corto, y el detestable olor del vino que creyó exiliar de su sistema retornó
para colapsar su olfato. Emitió un sonido de desagrado y devolvió la copa al beta y este
retrocedió unos pasos hasta marcharse, notando que ya no era necesario para la pareja—.
Dioses, honestamente olvidé lo adictos que son aquí al vino, no conocen de otras cosechas y
beben hasta que el hedor transpira de sus cuerpos. Me asquea.

Louis asintió , comprensivo. En el largo viaje hasta Vitrum Maritima, ambos conversaron
mucho sobre lo que ya estaba dicho y lo que se necesitaba aclarar. No deseaban tener otro
percance a causa de la falta de comunicació n. Por lo que el alfa no tenía problemas para
comprender que el licor má s solicitado en la mayoría de los recintos no era del agrado de
Harry, simplemente no lo toleraba. Era comprensible y lo respetaba tomando en cuenta lo
que significaba para él.

—¿Deseas que nos excusemos y volvamos a la recá mara? El rastro del vino no se marchará
a menos que te quedes en la ventana.

La preocupació n de su alfa era genuina. Desde que bajaron del barco se había adjudicado la
responsabilidad de cuidarlo de cualquier cosa que le hiciera sentir mal. El príncipe
atravesaba con la mirada a los insensatos o imprudentes que se atrevían a dirigir una mala
expresió n a su omega, y gruñ ía cuando no se dirigían a Harry en la respetada forma que
merecía. Estaba siendo territorial como nunca antes, y Harry lo amaba por ello. Le hacía
sentir protegido y querido, resguardado de un pueblo que ahora lo veía como un forastero.
—Eso no será necesario—negó , tomando un respiro. Adoptó una expresió n serena y astuta
—. Un poco de brisa logró despejarme y, usted príncipe, se encontraba cerrando un
beneficioso trato con lord Lioncourt cuando me excusé por un momento—como pretexto
para tocarlo, Harry barrió las inexistentes arrugas en el chaleco oscuro. Ocupó el tono
formal que le debía en espacios pú blicos, pero que realmente utilizaba para seducirlo—.
Debería volver a sus relaciones políticas, príncipe. Podríamos retornar a nuestro hogar con
uno o dos acuerdos que los ancianos del concejo apreciará n.

—Lord Lioncourt tiene su propia flota, ¿Lo sabía, alteza?—Louis cubrió una de las blancas
manos sobre su pecho, y la estrechó con cariñ o, siguió su juego—. Su cuñ ado es un
excelente hombre de negocios que ha tenido la sabiduría de llevar buenas decisiones. Estoy
pensando en accederle un canal de aguas para que sus mercancías textiles sean enviadas
con mayor facilidad.

—¿Para desembarcar en Aurea?

—En efecto.

—Un acuerdo así beneficiaría a nuestros mercados, ayudaría a cubrir eficazmente las
demandas—concedió —. Lo felicito, majestad. Por eso insisto que debería volver con sus
futuros socios comerciales. También querrá n escuchar de sus labios el relato que
protagoniza su nombre en la ciudad del sol.

—¿Y mi esposo estará bien?—quiso saber. Sin dejar de mirarlo, llevó los nudillos de la
mano que sostenía hasta los labios y dejó allí castos besos. Cá lidos, suaves.

—Perfectamente—aseguró , y se deshizo cuidadosamente de su agarre, acunando la mejilla


del alfa, trazando luego una caricia por la línea de su mandíbula hasta la barbilla. Acarició
su labio inferior con el pulgar—. Estaré con mi hermana, deseo pasar algo de tiempo con
ella antes de volver.

Louis asintió tras un segundo.

—Ashton y Michael estará n cerca, amor.

—De acuerdo, ahora marcha.

Harry dejó que le besara el dorso de la mano nuevamente antes de irse. Lo observó
caminar y tomar una copa en el camino, de agua, para así reunirse con el alfa de espesa
cabellera rubia. El esposo de su hermana. Presentía que ambos alfas estaban forjando una
agradable amistad, y no podía estar má s contento con ello. Eso significaba má s
oportunidades para ver a Gemma y su sobrino, para mantenerse conectado con su familia a
pesar de la distancia.
Encontró a Gemma un poco má s allá , sentada de uno de los amplios sillones dispuestos par
su uso y quienes ella invitara a compartir la velada. Ella le sonrió al reconocerlo, y palmeó
el lugar a su lado. Las doncellas le ofrecieron platillos de masas dulces con olor a manzana
que Harry aceptó con gusto, el sabor provocando un cosquilleo en su lengua. Con cariñ o,
Gemma le limpió algunas migajas que se quedaron en la comisura de su boca, como dulces
intrusas.

—¿Cansado de tolerar la plá tica de los alfas?

—Un tanto—respondió , tomando otro de los postres dulces, esta vez uno con crema—.
Quise quedarme para hacerle compañ ía a mi esposo, pero no hablan de otra cosa que
anécdotas de guerra, tratados comerciales y discretas formas de adular al príncipe de
Aurea. Tuve suficiente de eso mientras ocupé mis funciones como regente.

Gemma alzó las cejas mientras terminaba su taza de té de hojas de menta. Utilizó un
pañ uelo para secarse los labios antes de hablar.

—Esa noticia llegó hasta aquí. Sorprendiste a muchos porque en menos de un añ o—sonrió
con verdadero orgullo—, pasaste de ser un muchachito al consorte que tomó el lugar de su
alfa.

Harry sonrió , gratamente complacido de recibir un cumplido de parte de su hermana.


Significaba el mundo para él. Tragó el resto del postre y aceptó el té que la princesa beta le
ofrecía.

—Fue mucho trabajo—afirmó , sonrojá ndose un poco—. Y estaba asustado porque jamá s
había tenido tanta responsabilidad en mis manos. Pero también me movía la convicció n de
otorgarle al príncipe el descanso que necesitaba.

—Estoy feliz por él. Porque sus heridas sanaron y vuelve a ser el monarca del que todos
hablan—ambos dirigieron la atenció n al alfa en cuestió n, y lo encontraron enseñ á ndole la
malla que envolvía su palma y dedos para prevenir el dolor. Lord Lioncourt y sus
acompañ antes estudiaban la extremidad que en el combate todos daban por perdida, y
murmuraron algunas exclamaciones sorprendidas.

—No fue fá cil para él—dijo Harry, sonriendo en respuesta a la expresió n jovial de su alfa
mientras hablaba—. Jamá s se detiene, incluso en sus días sin compromisos se despierta
temprano. Estar encerrado en nuestros aposentos le desesperaba, pero debía ser así. Su
herida en la espalda tenía al fisió logo, a todos nosotros, un tanto preocupados. Gracias a
nuestros dioses, cicatrizó bien.

—Siempre tuve fe que lo superaría. Porque te tiene a ti.

Harry la miró un tanto tomado por sorpresa.


—¿Qué alegas?

—En el juicio, Harry. Cualquiera se hubiera dejado tragar por la vergü enza, el desasosiego
de ver a su pareja siendo juzgado por algo tan atroz—indicó su hermana, y Harry frunció
un poco las cejas. Sin embargo asintió a sus palabras y se inclinó para tomar otro bocadillo
de la bandeja en la mesa, esquivando así la mirada almendrada de la beta—. Pero tú fuiste
muy firme, valiente. Creíste en él incluso cuando el combate se pronosticaba tan mal.

—Claro, ¿Có mo no iba a creer en él?—asintió tras morder el dulce en su mano—. Los
demá s y tú , mi querida hermana, escuchan historias. Pero yo comparto los días con el leó n
del desierto. Sé de primera mano de lo que es capaz. Conozco al hombre y a la leyenda.

—¿Acaso intentas insinuar algo ambiguo?—interrogó Gemma, alzando las cejas y


esbozando una sonrisa que hacía juego con el rubor en sus mejillas—. Porque debo
confesar, Harry, que la espontaneidad entre el príncipe de Aurea y tú es muy notable. He
escuchado a algunos en la corte preguntarse si realmente son así en la intimidad, cuando
no son vistos. No quiero que te afecten, son rumores desagradables, pero conoces có mo son
aquí.

Harry estaba habituado a las dudas de la corte, especialmente la del reino que gobernaba
su padre. Sus mentes corrompidas por aquella cultura de discriminació n, cerradas,
buscarían cualquier argumento para desestimar la unió n matrimonial y armó nica entre un
alfa y un omega varó n. É l mismo los escuchó , cuchicheando que Louis só lo guardaba las
apariencias para respetar el acuerdo entre ambos reinos. Que su unió n era digna de la
indulgencia de los dioses y debido a ello ya estaban a meses de cumplir un añ o de casados,
sin frutos.

—Los cortesanos pueden discutir sobre el asunto todo lo que deseen, hasta que se les agote
el vino y ya no puedan má s—ofreció , encogiendo los hombros, dejando el asunto pasar.
Sostuvo la taza de té y dio un sorbo mientras una sonrisa burlona ladeaba sus labios—.
Mientras que el príncipe y yo disfrutamos nuestra vida conyugal en cada sagrado aspecto.

Gemma rió , apenada pero complacida. Porque desde los eventos que los reunieron en la
ciudad del sol, ella tuvo que aceptar la inminente realidad. Harry creció , ya no era su
hermanito, y en cambio ahora estaba sentada junto al consorte de un reino pró spero y
temido.

—Cada sagrado aspecto, entiendo—brindó sin borrar la expresió n risueñ a.

—Somos muy devotos, hermana. Servimos a las necesidades de nuestro matrimonio como
a un templo.

La risa de la joven mujer quizá fue demasiado alta para lo que todos en la corte estaban
acostumbrados a escuchar de su parte. Se cubrió la boca con una pá lida mano.
—¡Harry!—siseó tras una risa. É l só lo hizo un ademá n inocente.

—¿Cuá l es el problema? Venimos de rendir honores, Gemma. Seria indecoroso decir


falacias, no queremos insultar a los dioses.

Rebosaron en risas y unieron sus manos en un fraternal gesto. Estando só lo ellos, sin
acompañ antes a los cuales atender ni complacer con una conversació n superficial. Tan só lo
siguieron hablando de los aspectos de su vida, el có mo planeaban seguir en contacto y
convencer a sus esposos de organizar viajes en sitios intermediarios para que la travesía no
resultara tan extensa en el mar. Harry olvidó momentá neamente la triste nostalgia del
recuerdo de su madre, la ilusa esperanza que tenía de verla caminar por los pasillos del
castillo con su cabello oscuro y vestidos con fragancia a lavandas.

—Cuando retorne a la península, tendré mucho tiempo libre. Por lo que retomaré las
visitas al albergue—comentó en un punto de la conversació n.

—Alivia a mi corazó n saber que está s haciendo lo que te apasiona, Harry.

—Me distrae cuando te extrañ o demasiado a ti o al pequeñ o Edward—mencionó . Tenía


ganas de cargarlo y jugar con él, ver cuá nto había crecido desde que lo vio la ú ltima vez.
Pero Gemma le había informado que se encontraba con sus nanas y el rey. En su nieto, el
rey había encontrado la calma de sus penas.

—¿Y no visitas a la heredera del príncipe Malik?—acomodó la delgada diadema que


emulaba a una corona entre sus cabellos claros—. Recibimos el aviso de su nacimiento.

Una sonrisa cruzó los labios de Harry.

—Es una niñ a preciosa, Gemma. Toda una aurence. Con la piel besada por el sol como si el
astro la hubiese bendecido, el cabello tan negro como el hollín. Creo firmemente que sus
ojos será n cá lidos y expresivos con el mismo tono de la arena.

—Apuesto que sí—tocó suavemente la punta de la nariz de Harry, y este la arrugó tras
sonreír—. Tú también hiciste alianzas con el sol, ¿O guardabas fe que nadie lo notaría?

—Paseo mucho por los jardines del palacio. Me complace tomar asiento en las fuentes y
leer un poco o merendar.

—¡Oh, qué vida má s dura!—exclamó con humor, apoyando una mano en el pecho.

Encantado, Harry rió y negó suavemente antes de tomar una uva verde de la mesa y
presionarla contra sus labios. La comió de un bocado.
—Disculpa, querida hermana, pero no soy un vago despilfarrador. Tomo clases
diplomá ticas, de geografía, historia y finanzas—alzó la barbilla, orgulloso por su educació n
—. Y me encargo de las obras sociales del príncipe al que llamo esposo.

—No me alcanzan las palabras para describir lo orgullosa que estoy—dijo, y se entretuvo
un momento para agradecer a una de las doncellas que rellenó sus tazas de té—.
Ciertamente construiste tu vida en Aurea. Te está s haciendo todo un hombre.

—Agradezco que no me llames niñ o—mencionó con gracia—. Tengo diecisiete añ os.

—Aunque sigues siendo el pequeñ o de estó mago delicado.

—Es producto de los nervios, el fisió logo dijo hace meses que es una reacció n normal.

—Cuando viste por primera vez un torneo de niñ o, vomitaste mis zapatos.

—Déjame vivir, fue hace añ os…—rió sin poder evitarlo.

La charla pudo continuar amena y vivaz, pero el asiento frente a ellos fue ocupado y las
anécdotas alegres se apagaron al igual que sus voces, que la sonrisa de Harry. Sus
expresiones se neutralizaron hasta ser una dura mascara.

Al otro lado de la mesa de patas cortas a rebosar de bandejas y bebidas, estaba el alfa que
se apañ ó el mérito de ser su primer verdugo, pero no lo logró . Allí estaba Damon Cox, con la
ostentosa tú nica de telas exquisitas, el cabello ensortijado en las puntas tras la nuca, ojos
que segú n la luz jugaban con el verde y gris. Los tenues hoyuelos, la sonrisa cruel.

Vació una copa de vino en sus labios y luego la alzó , haciéndola sonar con el ú nico anillo
que llevaba en los dedos. Las doncellas se apuraron a reemplazar la ausencia de licor
oscuro.

Damon bebió nuevamente.

—Parece que es tal como dicen los marineros—dijo el mayor de los tres —. La marea
siempre trae devuelta a la orilla el despojo. Es una sorpresa tenerte entre nosotros,
hermanito.

—No gracias a tu negligencia, es cierto—intervino deprisa Gemma, enderezá ndose


enseguida, con intenciones de interponerse entre ambos hermanos.

Sin embargo Harry la detuvo con tranquilidad, estrechó suavemente su brazo y negó
cerrando los ojos por un segundo. Entonces miró al alfa que trazaba el filo de la copa con el
índice.
—También me alegra verte, Damon. Resulta grato que nuestro padre no te dejara má s
tiempo en las ciudades libres.

—¿Gemma te contó ?—ladeó los labios al mirar a la beta—. Un capricho de padre. Los añ os
está n aquejando al viejo rey. Enviarme lejos fue por demá s injusto, só lo por un insulso
acuerdo que te incluía.

Gemma abrió la boca, indignada por lo que escuchaba.

—Buscabas generar un conflicto, infringir el trato que Aurea ofreció a cambio de perdonar
los atrasos en los pagos de indemnizació n.

Bufando, Damon acudió de nuevo a la copa.

—No ameritá bamos la piedad de esos salvajes. Ni en ese momento, mucho menos ahora.

—Lo que realmente no amerita es que lleves esa corona—Harry señ aló sutilmente la pieza
de oro y piedras preciosas—. Porque si fueses un noble inteligente, sabrías que todavía
estas tierras deben muchísimo dinero. Está n restringidos de extensiones de mar y tierra,
sus negocios son lentos.

—Eres la repulsiva criatura que calienta la cama de un asesino. No te creas má s que un


pedazo de carne que se puede follar, só lo porque algunos incautos se creen que fuiste
regente. Tus observaciones carecen de relevancia.

El veneno de las palabras de Damon caló en Harry, pero no por las ofensas dirigidas a él,
sino a su esposo. En su presencia, no permitiría que ensuciaran su nombre.

—¿Asesino?—siseó , ignorando las manos de Gemma que intentaban calmarlo, o callarlo


porque quizá las doncellas o un sirviente podría acercarse demasiado y escuchar. Incluso
un invitado—. ¿Te llenas la boca acusando después de lo que hiciste? A mí, tu hermano. Me
lanzaste a un barco pestilente, con soldados deshonrados, traficantes y escorias. Les diste
herramientas para destruirme, incluso que decidieran no llevarme hasta Aurea.

—Un príncipe puede hacer lo que le plazca.

—Casi un mes, Damon. Para que me lastimaran, abusaran de mí. Enfermé al punto de
encontrarme en el sendero de la muerte—A pesar de la amargura que le revolvía las
entrañ as, habló con calma.

Si bien su olor, comenzaba a ser tan tó xico como el que destilaba Damon, no era peor que la
terrible sensació n que le abatía el cuerpo en ese momento. La esperanza tonta de otorgarle
el perdó n a su hermano, se iba marchitando como su propio bienestar. Damon no tenía
redenció n, no la quería. Al orgulloso hombre no le agradaban los desafíos, mucho menos de
parte de su hermano menor. Un omega varó n.
Damon resopló y rodó los ojos.

—Una vez má s, te hice un favor. Piensa bien, perecía tu vida en ese viaje y te ahorraba la
desdicha de llegar a una arcaica nació n, o aprendías todo lo necesario para mantener a un
alfa contento. ¿Lo entiendes ahora? Como sea, lo hice pensando en ti—lo señ aló con la
palma hacia arriba—, hermanito.

—Calla de una vez, Damon—exigió Gemma, viéndose pá lida y atormentada. Se levantó del
asiento, pero el alfa la ignoró . Estaba concentrado en Harry.

Damon se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua. Harry sintió ná useas al
mirarlo.

—¿Cuá ntos fueron, hermanito?—quiso saber—. Dime cuá ntos alfas te tomaron y
arrancaron tu ropa.

—¿Padre sabe que no só lo saboteaste el viaje, sino que me condenaste a las manos de alfas
intoxicados con afrodisíacas sustancias ilícitas? —las manos de Harry estaban heladas,
como la furia que viajaba por sus venas.

—¿Lloraste mucho mientras te sometían? Recuerdo có mo se oía tu llanto cuando


marchaste. ¿Fueron muchas noches lo que te costó aprender a ser una buena puta?

—Eso desearías, ¿verdad?—alzó la barbilla sin dejarse amedrentar—. Tú , un alfa cobarde


que se refugia en el engañ o.

Los ojos de Damon llamearon con ira, pero la sá dica sonrisa continuaba allí. Rió con ironía.

—¿Abortaste algú n bastardo en el camino?—interrogó al fin—. Quizá ni en eso eres ú til.

Alzando un poco las cejas, Harry parpadeó para alejar el rastro hú medo que intentaba
formarse en sus ojos, la nimiedad de un sentimiento que estaba muriendo.

—Afirmo tus palabras, no concebí ningú n bastardo durante el viaje—asintió , la vista gacha
mientras giraba uno de los anillos en su mano derecha.

—Como es de esperar, nadie que te presenciara crecer aquí guardaba algo de fe en ti—
reclinó la espalda en el asiento—. Pero debo darte algo de crédito, hermanito. Debes ser
una putita de lo má s complaciente en la cama, como para que un alfa que se respete te
mantenga a su lado—asintió con esa obscena sonrisa—. Pero ya sabemos, en esa tierra de
la que vienes no saben mucho de respeto, ¿no?

—Ningú n alfa me profanó , Damon—alzó la mirada entonces. Sin sonreír, pero tampoco
derrotado—. Ellos me golpearon, por supuesto. Hicieron que viera acciones horribles, sí.
Sus manos dejaron duras huellas en mi piel con las que he tenido que lidiar, pero esos
desalmados hombres que conseguiste no lograron mancillarme.

La diversió n en los ojos del alfa, su rostro, se disipó un poco.

—No te creo, hermanito—negó con una brillante mirada llena de desprecio—. No quieras
salvar tu dudoso honor conmigo.

Harry encogió los hombros.

—Só lo me aseguraba de esclarecer todo. Que tuvieras el pleno conocimiento de tu derrota.


No lograste frustrar el acuerdo con Aurea. No obtuviste el retorcido agrado de abatir mi
vida—Ladeó el rostro, una interrogante surcando sus facciones—. Recibiste el castigo de
ser mediador en unas tierras que desvaloran tanto a nuestra familia… Verdaderamente me
hace formular la pregunta, ¿Qué habrá n hecho contigo en las ciudades libres? Tú , que eres
carne y ego, sin una pizca de legítimo carisma o habilidades de lucha… Un alfa só lo de
nombre.

—Calla, Harry. Porque este es mi reino, y te lanzaré a las bestias como pronuncies una
palabra má s.

—Yo vivo con un verdadero alfa, un hombre comprometido con su nació n. Y tú no eres
nada, absolutamente nadie, comparado con él—señ aló , invocando una sonrisa en sus labios
a pesar de lo asqueado que se encontraba.

—¡Bastardo!—vociferó , casi por encima de la mú sica, alarmando a algunas personas. Rojo


de ira, Damon golpeó con el puñ o el respaldo del silló n donde apoyaba el brazo—. Tú ,
pequeñ o hijo de puta…

Harry lo conocía. Sabía que su hermano mayor se encontraba en el punto má s alto, antes de
caer en la furia que lo volvía necio, descuidado. Armaría un alboroto allí mismo, intentaría
ponerle las manos encima como ya había hecho en otras ocasiones durante el pasado. Pero
se defendería, en nombre de los dioses que lo haría porque ese cruel hombre no volvería a
rebajarlo.

Sin embargo, la confrontació n no llegó . Cuando Damon hizo el ademá n de levantarse de su


sitio, Gemma se movió má s rá pido que él, y le quitó la copa de las manos, volcá ndola sobre
su rostro y ropa. Lanzó el reluciente recipiente de metal a los pies del alfa.

—Mientras viva, Damon Cox—advirtió , con la respiració n agitada, mejillas encendidas por
la mezcla de emociones que simplemente podían leerse en sus ojos—. Nunca volverá s a
expresarte así de Harry, o manchar la ilustre memoria de nuestra madre—exigió con
firmeza, señ alá ndolo acusadoramente. El alfa le devolvió la mirada, conteniéndose—.
Después de todo, ella es el ú nico motivo por el que no decidimos enjuiciarte en la ciudad
del sol.
—¿Te ibas a tomar la libertad de inculpar al heredero de la familia?

—Y mucho má s—amenazó la beta, y tomó un hondo respiro. Apartó la mirada del alfa y
volvió sus ojos almendrados a Harry—. Acompá ñ ame, ya no deseo estar aquí. Iremos por
Edward.

Harry se levantó , dio una ú ltima ojeada a su hermano mayor y siguió a Gemma lejos del
sitio donde antes reposaban. La discusió n, si podía llamarlo de alguna forma, con Damon le
hacía sentir una sensació n incó moda en el estó mago. Un sabor amargo se instaló en su
garganta, pesado en su lengua. Se cubrió los labios, caminando má s lento, para ahogar una
arcada.

—¿Está s bien, Harry?—Gemma le frotó la espalda.

—¿Realmente quieres que vaya contigo? ¿Padre querrá verme?—preguntó en cambio.


Suspiró —. Estoy bien, es só lo que volver, ver a Damon. Todo me trae sensaciones
conflictivas y só lo quiero ir a la cama y despertar cuando todo se encuentre mejor.

—Sé que nuestro padre fue un hombre duro contigo. Lo sé, pero muchas de las cosas que
hizo y dijo, fue impulsado por lo que su pueblo esperaba de él como rey. Y luego, lo ú nico
que mantenía en pie a nuestro padre era la ira, el dolor ciego por perder a nuestra madre.
El reino perdió a su reina, y él a su amada esposa.

—Eso lo comprendo—musitó , siguiéndola entre los caminos del saló n. Ignoró las miradas
curiosas y los sirvientes que le ofrecían aperitivos—. Tuve tiempo para reflexionarlo.

—Cuando ya no estabas, y tiempo después supo lo que Damon había provocado, se sintió
muy mal—contó , apretando un poco los labios cuando tomó una pausa—. Fue mi deber
indicarle que no fue su culpa, y que la vida le daría la oportunidad de disculparse contigo.

—El rey no se disculpa, Gemma.

Ella asintió .

—Eres su hijo. Le recuerdas a nuestra madre má s de lo que yo podría hacerlo, y como


nunca lo hará Damon—Ya adelantados en camino, observaron en las columnas cerca de
otro de los balcones del saló n al viejo rey. Cabello gris y barba casi blanca, de contextura
má s delgada a como Harry lo recordaba. Ojeroso, con la piel ajada y sin embargo el gesto
suave mientras veía al niñ o que una doncella sostenía entre los brazos para él—. Y
realmente lamento que esta cultura hiciera que fueras obligado a compadecer siempre ante
el rey, y no el padre.

Harry sintió un pinchazo en el pecho cuando observó al rey alcanzar la manito de Edward y
besarla.
—Yo también lo lamento.

Cuando se acercaron a las doncellas y el sitio del rey, las jó venes abrieron paso y le
concedieron algo de privacidad a la familia real. Gemma sostuvo a su hijo en brazos y
sonrió hacia el rey Desmond. Este la miró a ella, y luego má s allá , encima de su hombro
donde estaba Harry. Fue preciso el momento en que el pecho del rey se movió má s lento.
Gemma se apartó del camino, y el joven omega tuvo que hablar.

—¿Me concede el honor de estar en su presencia, padre?—preguntó con respeto, haciendo


una leve reverencia.

Casi se sintió desfallecer y sudar mientras esperaba una respuesta que fue musitada por
una voz ronca y gastada.

—Bienvenido seas a ello, muchacho.

—Le agradezco mucho—respondió , alzando la cabeza deprisa, tan abruptamente que llegó
a marearse. Parpadeó , incrédulo. No sabía qué hacer al por una vez, no verse rechazado por
el hombre que era su padre.

—Trajiste a un extranjero a mis tierras—puntualizó el mayor—. Un aurence.

Se tomó su tiempo para poder contestar sin titubear, por mucho que sintiera las manos
temblar.

—Así es.

Desmond asintió , una profunda y sonora tos ascendió por su pecho y lo hizo doblarse
mientras sacaba un pañ uelo de entre sus ropas para cubrirse los labios. Carraspeó , y sus
palabras sonaron forzadas, faltas de aire y débiles.

—Supongo que eso nos da un tiempo má s de paz—jadeó , sosteniéndose de la columna a su


izquierda—. Muy bien, eso está … Mi Anne estaría complacida con esto.

En los brazos de su madre, Edward comenzaba a dormirse. Se acomodó contra su pecho,


pero Gemma fijó la mayor parte de su atenció n en el rey.

—¿Se encuentra sofocado de nuevo, padre? ¿Debería llamar a los aprendices para que lo
escolten?

—Quisiera ir al balcó n…—descartó el ofrecimiento, tomó aire con dificultad, trastabilló


algunos pasos pasando a un lado de sus hijos.
Pero Harry estudió sus movimientos, vio la lentitud de sus pasos, los agitados intentos del
pecho por conseguir aire. Cada vez má s errá ticos, má s cortos. Siendo el rey temido que
todos conocían, no extrañ aba que nadie notara su condició n, si atreverse a mirarlo
detenidamente al rostro era algo que pocos hacían o pensaban.

—Gemma, llama al fisió logo del castillo—musitó , caminando sobre los pasos del rey apenas
terminó de hablar. No fue difícil alcanzarlo, no cuando Desmond se detuvo antes de llegar
al balcó n y se apretó el pecho. Un sonido ahogado escapó de sus labios cuando la
respiració n se hizo demasiado dificultosa, y Harry apenas pudo sostenerlo a tiempo cuando
las fuerzas abandonaron las piernas del gobernante—. ¡Gemma, trae al especialista!—
insistió , aguantando el peso del viejo alfa. Logró mantenerlo en su agarre, agachá ndose con
cuidado mientras el bullicio se volcaba en ese momento en ellos. Consiguió acomodar el
cuerpo ajeno en su regazo, acunar su cabeza. Gemma corrió con el niñ o aú n en su hombro y
buscó la ayuda, demandando a todos que se alejaran del rey. Cortesanos y nobles pronto
dejaron sus actividades sociales para concentrar toda la atenció n en su rey y el hijo que
tanto habían negado.

Y Harry só lo sostuvo ahí a su padre, que respiraba precariamente, con los ojos
inyectá ndose en sangre mientras lo miraban. Las manos crispadas en los brazos de Harry.

—Padre… Padre, no—se encontró diciendo. Desmond atenazó fuerte su mano, aferrá ndose
a Harry.

Ni siquiera sabía qué le estaba rogando. ¿Qué no se rindiera, que no retornara a ser el
hombre cortante y frío de siempre para con él? ¿No sucumbir ante esa apremiante
dolencia?

La atenció n llegó . Un anciano vestido con tú nica gris, asistentes con las mismas ropas que
lo alejaron del rey.

Escuchó que, por algú n motivo que Harry no tuvo el tiempo de agradecer, uno de los
aprendices le resumía la situació n de la salud en el rey. Mientras procesaba el relato,
recordó las cartas de Gemma, las menciones de las recaídas y mejoras en su padre. Apretó
la manga del muchacho a su lado, quien le hablaba. De nuevo, los nervios amenazando con
hacerlo colapsar también a él. El rubor ausente en su rostro, las ganas de vomitar y
desmayarse reapareciendo como en los días del juicio.

—Dile al fisió logo, que por favor… Le ruego no deje morir a mi padre—suplicó mientras
conseguían trasladar al rey fuera del saló n.

—♕—

Dos días después, no habían marchado de vuelta a Aurea por má s de una razó n. Una
moderada aunque inconveniente tormenta hizo que el capitá n del barco le recomendara a
Louis esperar un poco, y el embajador estuvo de acuerdo con esa moció n. Por otro lado,
Harry no deseaba marcharse de Vitrum Maritima sin estar seguro que el rey Desmond
había superado su crisis respiratoria.

Gemma le confirmó las palabras del aprendiz. Desmond Cox llevaba demasiado tiempo
enfermo con un mal que le impedía respirar adecuadamente cuando se encontraba
rodeado de muchos individuos y de alguna forma la presencia de alfas y omegas lo
saturaban con sus aromas. Esa era la opinió n del experto en medicina, pero Gemma
afirmaba que también se trataba de tristeza. El padre de ellos, de la nació n, se sumió en una
profunda depresió n tras la guerra. Porque toda la ira que desbordó durante el conflicto no
le trajo a su esposa devuelta, pero sí consecuencias. Y no supo cuá nto necesitaba a Harry en
el castillo –alejado o no— hasta que lo envió lejos y se enteró del infortunio del viaje.
Cuando vislumbró que casi pierde a su propia sangre.

Ser invitados en un reino vecino no les daba demasiadas oportunidades de distracció n o


sentirse ú tiles. Especialmente en un sitio donde no lidiaban muy bien con los extranjeros.
Problemas de confianza, dirían algunos. Por lo que pasaban largas horas en la recá mara
dispuesta para ellos, saliendo só lo para acudir a las invitaciones de algunos nobles, todos
simpatizantes del matrimonio Lioncourt. No había hora oportuna para dormir o
despertarse por la mañ ana.

Al tercer día de su estadía, despertaron con el desayuno que compartieron en una mesa
para dos en la recá mara, charlando de las cosas que podrían comprar en la ciudad y
llevarlo como regalo a su hogar. Con el hambre calma volvieron a la reposar sobre la cama,
y sintiendo la inquietud en Harry, Louis lo abrazó fuerte. Atrajo su cuerpo para que
estuvieran juntos, compartiendo la temperatura.

—Está s angustiado—dijo, tras besar un punto en su cuello. Aspiró su dulce olor y apretó el
abrazo. Se encontraban desnudos, los batines reposando en el espaldar de una silla—. El
rey estará sano y estable en cualquier momento, amor.

—Puede que me preocupe por nada—asintió , y colocó una mano sobre el brazo que le
rodeaba la cintura. Harry miraba hacia la ventana a unos metros de la cama, pero estaba
concentrado en el latir del corazó n de Louis en su espalda, como una canció n que lo
invitaba a relajarse—. Gemma dijo que mi padre ha tenido estos momentos… en que no
puede respirar bien. Por las muchedumbres, la presió n del reino.

—¿Alguna complicació n tras la guerra, podría ser?

Harry negó , su cabello resbalando por la almohada.

—Mi padre no peleaba, Lou…

Louis carraspeó .
—No en el campo de batalla, pero era el estratega, y durante los tiempos bélicos me
preocupó bastante las catapultas incendiarías que disponía para los enfrentamientos.
Proyectiles que causaban un grave dañ o donde impactaban. Una vez estuve en uno de los
campamentos atacados, y el hedor que despedían era capaz de asfixiar a cualquiera. Morías
asfixiado o consumido por el fuego—frotó la nariz contra el hombro desnudo de Harry—.
Cabe la posibilidad que enfermara a causa de eso. No lo sé, quizá es una dolencia del alma.
Tal como dice tu hermana.

—Tan só lo quiero irme con el conocimiento de que estará bien—suspiró , otro beso
aliviando su piel—. No me rechazó , ¿Sabes? Olvidé comentarlo contigo… Mi mente es un lío
desde que llegamos.

—Pierde cuidado—mencionó , y luego guardó silencio un momento antes de hablar—.


¿Entiendo entonces que hablaste con él?

Harry se removió , y Louis aflojó la presió n en su cintura. Se dio la vuelta hasta acurrucarse
nuevamente, esta vez mirando al alfa.

—Solicité por su permiso apenas comprobé que no le pediría a los guardias, o a Gemma,
que me echara. Así que hice una petició n—explicó . Se humedeció los labios, respiró lento
—, para estar en su presencia. Y me aceptó . También dijo que tu visita—sonrió un poco
incrédulo—, garantizaba un poco de paz.

—Harry…

—¿Entiendes? Lo asumí como… Si quisiera decir que está bien con nosotros, mis
decisiones, conmigo.

El rostro de Louis estaba serio, luchando entre el instinto de sentirse feliz por la dicha de su
omega, y los recelos que él mismo guardaba para con la familia Cox. Harry le besó la
barbilla para tentar su humor.

—A tu familia, ¿Los perdonará s? Porque yo no podré oponerme a ellos si tú los quieres a tu


lado. Me niego a interponerme entre tu felicidad.

Delicado, Harry acarició el pecho de su alfa.

—Mi padre, só lo a él. Gemma me dijo que está arrepentido. Y yo lo vi en su expresió n, Lou.
El desprecio de antes no se encontraba ahí—guardó silencio y luego chasqueó la lengua—.
Por otra parte, Damon… No deseo verlo de nuevo. Bajo ningú n motivo. Si alguna vez guardé
la esperanza de darle el perdó n por lo que me hizo, la enterré hace unos días.

Louis soltó aire, una tensió n que no le había visto acumular o retener. Asintió , y le besó la
frente.
—Tu palabra es ley para mí, amor. Así será .

—Quiero que lo ignoremos, hasta que podamos marchar. No deseo confrontaciones,


Damon no es digno de medirse contigo.

—Presiento que só lo buscas evitar que mi paciencia se agote y le dé una lecció n de honor al

—Louis alzó las cejas—. Tan proclamado heredero de Vitrum Martima.

Las lecciones de honor segú n el príncipe de Aurea incluían combates, duelos con armas
donde los hombres probaban su valor. Con la intenció n de imponer su respeto, Louis era
capaz de hacer mucho má s que humillar a Damon.

—Só lo no veo necesario que manches tu imagen retando a un alfa como mi hermano—
encogió sutilmente los hombros. Miró a su esposo y sonrió —, que apenas sabe por dó nde
se agarra una espada.

Clara y espontá nea, la risa de Louis vibró desde su pecho y Harry pudo sentirla cuando
volvió a estrujarlo en un abrazo, besando sus mejillas.

—Eso es hilarante y tan triste a la vez…

—Puede que yo pudiera vencerlo con la espada si me lo propongo.

—Tú eres muy bueno con la espada—indicó Louis—. Doy fe a ello, por experiencia y las
anécdotas de tu maestro. Que es, ló gicamente, el comandante de mis tropas.

—¿Me está halagando, príncipe?—cuestionó , trazando una caricia por su torso,


abrazá ndolo. No consiguió la respuesta verbal, porque en cambio alcanzó los labios del alfa.
Compartieron un suave beso, donde Louis acarició con pausa y esmero su cuerpo,
envolviéndolo con su aroma y presencia.

Y podrían haber pasado el resto de la mañ ana así, sintiéndose plenos simplemente por
compartir las horas en medio de ó sculos y roces. Mientras dejaba que Louis tomara
posesió n de él con sus labios, Harry se encontró atrapado a gusto entre el colchó n de la
cama y el cuerpo del alfa. Se deleitó en su calor, el perfume impregnado de feromonas que
lo hacía suspirar, ronronear y gemir bajito por má s cada vez que sus cuerpos se unían en
una tentativa fricció n.

—Hueles tan bien, gatito—suscitó contra su piel, en una zona suave del pá lido cuello. Harry
delineó los mú sculos en la espalda del alfa con la punta de los dedos—. Debes estar tan
cerca del celo.

Louis apretó suavemente su cadera. Trazó con los pulgares el terso vientre y el omega se
deshizo en un jadeo.
—Y seré todo tuyo entonces—prometió Harry, separando los labios en el momento justo
para recibir otro profundo beso.

Sin embargo, la calma de esa intimidad se esfumó cuando firmes golpes se oyeron en la
puerta que conducía al pasillo exterior. Louis gruñ ó , y Harry envolvió las piernas alrededor
de la cadera del alfa para que no se marchara. Si era un sirviente cualquiera, só lo para
ofrecer algú n servicio, se marcharía tras un momento. Pero no fue así, y se levantó de la
cama de mala gana, cubrió a Harry con la sabana de la cama y caminó hasta la silla para
tomar el batín. Metió los brazos en las mangas y ató el listó n en la cadera para cerrar bien
la prenda.

—Quédate en la cama—ordenó , autoritario.

Harry no se ofendió , él también se sentía indignado. Interrumpieron a su alfa cuando iba a


tomarlo, y era algo que una pareja enlazada encontraba muy inoportuno y hasta insultante.
Suspiró , frotá ndose los ojos para despejar los rastros de sueñ o, un cansancio que no se iba
pues no hacía otra cosa que preocuparse todo el día. Apenas escuchaba el rumor en la
puerta de la habitació n. Susurros desconocidos y los de Louis. Se enderezó en la cama
cuando lo escuchó volver, sostuvo la sabana contra el pecho para cubrirse, no había oído la
puerta cerrarse.

Frunció el ceñ o a punto de emitir un cuestionamiento, pero la expresió n apenada y abatida


con la que apareció el alfa, hizo que un desagradable escalofrío le viajara por la piel. Su
estó mago se retorció .

—¿Lou?

É l avanzó por la habitació n, tomó el batín restante de la silla y tomó asiento en la orilla de
la cama, junto a Harry. Apretó los labios y le entregó la prenda, sostuvo su mano.

—Deberíamos vestirnos—sugirió , y luego trató de moldear la voz lo má s calma posible—.


Lo lamento mucho, amor…

Louis lo arrastró en un abrazo y Harry no supo en qué momento comenzó a sentir las
lá grimas aparecer.

—♕—

Escuchó el anuncio mientras se encontraba en la barandilla de yeso finamente esculpido.


Allí donde las baldosas y las paredes estaban cubiertas por el mismo color que asemejaba
al mar, y el brillo de los distintos materiales, la marea.

Todo resultaba tan irreal y cruel, se sentía tan derrotado y miserable. Le ardían los ojos,
tenía un insoportable peso en el estó mago que le causaba malestar. Las voces se
escuchaban lejanas, todo resultaba demasiado brillante y no lograba enfocar nada sin
sentir que el dolor de cabeza lo haría gritar.

Forzar las cuerdas vocales hasta que no pudiera má s, eso era lo que quería.

—Su majestad está rechazando las medicinas—explicó el fisió logo, un hombre entrado en
añ os y de tez oscura. Su rostro se encontraba cubierto por una barba dispareja, ribeteada
de blanco en algunas partes.

—¿Pueden darle otras pó cimas que lo ayuden?—debido al silencio, la voz de Damon se


extendió má s allá sonó demasiado entusiasta. No empañ ada por el llanto o la pena.

Los hermanos Cox y el fisió logo miraron por un momento la puerta de madera blanca, los
aposentos del rey al final del piso. La planta exclusiva del gobernante del reino.

—Lamento decir que no—contestó el experto—. A lo largo de los meses ha rechazado


distintas alternativas y esta era la ú ltima. Cuando la droga ya no pueda seguir ayudá ndolo…
—mientras lo pronunciaba, los ojos de Gemma se coparon de nuevas lá grimas que
rá pidamente resbalaron por sus mejillas. Harry le ofreció sus brazos, y ella se refugió allí—,
nosotros no podremos hacer nada má s que ayudarlo a partir.

—Tiene que haber una forma—insistió Harry, encontrando su propia voz, ronca y pastosa
por el llanto que se tragaba—. Mi madre, la reina decía que ustedes eran los mejores
maestros de todos los reinos.

—Lo intentaremos—afirmó el hombre mayor—. Mientras tengamos tiempo, seguiremos


tratando. Dejaré a varios asistentes con el rey, y yo iré al consultorio a buscar en má s
libros…—señ aló hacia la puerta de blanco—. Me atreveré a sugerirles que visiten al rey. A
veces, un alfa só lo necesita de sus hijos para sentir que sus fuerzas vuelven.

Harry y Gemma asintieron, pero Damon se aclaró la garganta.

—Vuelva a trabajar, maestro—ordenó —. No le quitaremos má s tiempo.

Con una corta reverencia, el fisió logo marchó escoltado por dos asistentes y un guardia.
Cuando la pesada armadura de este ú ltimo dejó de escucharse, Damon bufó y dio la vuelta
para bajar por la escalera contraria. Gemma se soltó de Harry y miró furiosa a Damon, con
ojos dolidos.

—¿No verá s a padre?—siseó al alfa—. Sabes que él lleva enfermo por meses, ¡Eres su hijo
mayor!

—Gemma…—Harry quería ahorrarle la molestia de discutir con alguien como Damon, que
no dudaría en decir algo cruel y vil.
—¿De verdad crees que palabras adornadas y algunas lá grimas salvará n a nuestro padre de
lo inevitable?—cuestionó , alzando una ceja. No había tintes de neutralidad en su voz, só lo
altanería—. Está viejo, agoniza. Seré piadoso y dejaré que marche en paz. Eso es lo que
haré.

Con indolencia, les dedicó una ú ltima mirada antes de marcharse.

Nuevamente só lo eran ellos dos. Gemma cerró los ojos con fuerza, tratando de controlar la
impotencia que sentía. En la planta baja estaban los esposos de ambos esperando. Harry
fue hasta la escalera y le pidió al guardia que avisara al príncipe de Aurea y a Lord
Lioncourt que ellos se ausentarían un poco má s. Luego volvió con su hermana, y ocupó un
pañ uelo para secarle el rostro.

—Evitemos derrumbarnos a los ojos de padre, ¿sí?—solicitó suavemente—. Lo mejor será


que nos vea con fe.

—Tienes razó n—sorbió por la nariz—. Esta enfermedad lo ha atormentado desde la guerra
y…—negó , comprobando que ya tenía las mejillas limpias—, só lo quiero que tenga algo de
paz.

—La tendrá —prometió Harry, y ambos se encaminaron hacia el rey.

Exquisita y espaciosa, sin embargo dominaba por la esencia de algo que se está
marchitando. Ambos hermanos llegaron hasta el lecho donde el rey hacía demasiado
esfuerzo por arrastrar cortas porciones de aire a sus pulmones. Gemma se sentó en la cama
con él, fue la primera en acercarse. Le acunó el rostro, acarició sus cabellos y murmuró
palabras amorosas, dulcificadas por las lá grimas que no pudo evitar dejar fluir.

—Le amamos mucho, padre—sollozó la beta, dejando un trémulo beso en la frente del rey
—. Y no depositamos ninguna culpa en usted. Incluso cuando a veces no entendíamos el
proceder de sus acciones, todo lo acontecido nos hizo ahora lo que somos—jadeó , con los
ojos fijos en los del monarca—. Fue un padre para sus hijos, nos enseñ ó a vivir y el precio
de gobernar.

Desmond no podía hablar cuando respirar ya agotaba sus energías. Pero asintió a las
palabras de Gemma, suspiró aliviado cuando ella nuevamente depositó besos en su rostro.
Entonces ella se levantó y cedió su lugar a Harry, que por un momento no supo có mo
mover las piernas.

En lugar de tomar asiento en la cama, se arrodilló cerca de la esquina, y con precaució n


acercó sus manos a las del alfa, para que este pudiera negarse a su toque si lo deseaba. Pero
no fue así, y bajo su atenta mirada, Harry acunó la ajada mano del rey.

—Jamá s le odié, padre—inició con la confesió n, su labio interior tembló , y aunque deseaba
ser valiente, un sollozo le cruzó el cuerpo—. Incluso cuando estaba herido y desolado por
todo lo ocurrido, bendecía su nombre e intentaba sentir realmente esas palabras. Y cuando
por fin llegué hasta Aurea donde comencé a ser feliz nuevamente, recé por su paz—asintió
—, porque la paz es tan importante. Si yo tenía semejante guerra en mi interior, apenas
podía imaginar en la suya. Así que recé.

—¿Escucha, padre?—preguntó Gemma, un poco apartada—. Le dije que Harry no guardaba


rencor.

Harry asintió a lo que decía su hermana. Un silencioso llanto se hizo en él. Las gotas
brotaban de sus ojos, resbalaban por su nariz debido a la inclinació n.

—He llegado a comprender tantas cosas tras haber viajado y conocido otras culturas…—
apretó la mano del rey—. Usted hizo lo mejor que pudo en la cultura donde fue criado,
¿cierto? Por eso no pude despreciarlo. Sé que fue un hombre perturbado, incluso má s
cuando su esposa y mi madre nos dejó . Entiendo que nunca tuvo la oportunidad de forjarse
una identidad fuera de la que ya tenía impuesta… Yo también me odié muchísimo, hasta
que fui libre. Y por eso… por eso padre, le rezo a los dioses—afirmó —; que le den una
segunda oportunidad.

Detrá s de él, Gemma rompió en un sentido llanto, y Harry se sintió desfallecer cuando vio
una solitaria gota salina resbalar desde el lagrimal del alfa.

Desmond boqueó varias veces, forzó aire en un gorgoteo.

—Per… Perdó —balbuceó , ahogá ndose, y Harry intentó calmarlo para que no se esforzara
—. Perdó… name.

Con esa palabra a medias, Harry no podía decir quién estaba recibiendo má s redenció n o
paz; si él o el rey.

Con la vista borrosa y el llanto sofocá ndolo, Harry acercó la mano ajena a sus labios, y besó
los gastados nudillos.

Miró a su padre.

—No hay nada que perdonar, mi honorable rey.

—♕—

Mientras desayunaban en el patio rectangular donde estaban plantadas las rosas que la
reina Anne cuidó tanto en vida, Louis se cansó de exigirle a Harry que consumiera algo má s
que té, y se levantó de la mesa para conversar con el embajador que viajaba con ellos, y el
capitá n del barco.
Harry permaneció en la mesa, hundido en sus pensamientos y el mal humor porque había
pescado un refriado que le impidió dormir la noche pasada entre fiebre y malestares. Se
sentía débil y tenía miedo de sucumbir al síndrome que casi lo mata hacía casi un añ o.

—Cortaré esta torta en trozos—avisó Ashton, que recién volvía del carrito con los
alimentos traídos de la cocina para ellos—. Es de zanahoria, y con suerte eso podrá
cambiar tu humor.

—No creo, Ashton…—masculló , dejando la taza de té sobre la mesa.

—Só lo un trozo—ofreció con insistencia—. ¿Podrías alcanzarme el cuchillo de cierra?

Rodó los ojos y aceptó la idea del otro omega. Tomó el cuchillo por el filo, como era debido,
y lo tendió al muchacho frente a él. Pero antes de que pudiera entregarlo, las sonoras
campanadas desde las torres del castillo detuvieron el movimiento de cada ocupante.
Cesaron las conversaciones, se alertaron los sentidos.

Tensos momentos de silencio, y luego el bullicio, imparable como la marea.

Exclamaciones, murmullos, incluso algú n grito. Por encima de todo ello, una voz a cuello
anunció el fatídico acontecimiento.

—¡El rey Desmond ha muerto!

—… ¡Larga vida al rey!

Harry se levantó deprisa, volcó algunos recipientes de la mesa e ignoró los llamados de las
personas a su alrededor. Corrió a través del jardín, tropezó con sus propios pies cuando la
debilidad y el mareo de nuevo golpearon su cuerpo. Perdió el equilibrio y en el intento de
sostenerse de algo, las espinas de los rosales se clavaron en sus palmas. Vio la sangre en
sus manos y sintió ganas de vomitar el té recién consumido.

Cerró los ojos, apoyó las manos en la tierra y sintió que se ponía frío, que el mundo se
doblaba. Iba a desmayarse.

—¡Harry!

Sabía que era Louis, mas no podía mirarlo. No podía, era imposible cuando todo a su
alrededor era un torbellino que se lo tragaba a él.

—Mi padre está muerto…—musitó para sí. Tosió en medio de una arcada, y entonces todo
se tornó oscuro. Dejó de sentir.

—♕—
Despertó cuando la sed lo arrancó del mundo onírico.

Todavía mareado y en extremo desorientado, Harry intentó aliviar el ardor en los labios
con la lengua, pero no lo logró . Emitió un quejido y se apoyó de los codos para intentar
incorporarse, al menos estar sentado. Pero no pudo y volvió a caer en las almohadas.

—Lou…—llamó , porque no quería a su lado a nadie má s. Miró al techo y volvió a gimotear


cuando el intento por reprimir el llanto le hizo doler la cabeza—. ¡Louis!

Pasos apresurados, y el resonar de una bandeja sobre la mesa que estaba a un lado de la
cama.

—Aquí me tienes, amor. Estoy a tu lado.

—Mi padre…

Louis le acarició el cabello, apartó los mechones de su rostro y lo ayudó con extremo
cuidado a sentarse contra la cabecera de la cama.

—Só lo puedo ofrecerte mis sinceras condolencias, amor. El rey murió mientras dormía, los
asistentes dijeron que simplemente dejó de respirar y no pudieron reanimarlo.

—Creí estar listo—sollozó , aferrá ndose a su alfa—, y me duele tanto…

—Nadie está preparado—lo consoló . Se acomodó con él en la cama, y tomó una copa de
agua y hierbas que estaba sobre la bandeja. Se la ofreció a Harry, y él apartó el rostro—.
Harry, colapsaste en el jardín. Enfermará s si no sigues las indicaciones del fisió logo.

—Quiero ir al funeral—exigió , y trató de apartar las sá banas, pero Louis lo mantuvo allí.

—Está n organizando la ceremonia, mientras tanto su cuerpo está siendo preservado en el


templo—acotó , y volvió a ofrecer el brebaje—. Sin esto no tendrá s fuerzas para salir de la
cama.

—No quiero…

—Podrías tener un grave accidente si te niegas a cuidarte.

Suavemente, Louis llevó el filo de la copa a los labios de Harry. Curiosamente el olor no le
molestó . Sorbió un poco, y luego él mismo tomó el envase para consumir toda la medicina.
Algo de vitalidad volvió a su cuerpo, el malestar menguó .

Louis retiró la copa y la dejó sobre la bandeja. Acarició el rostro de Harry y lo guió para que
se recostaran juntos en la cama. Echados de lado, Harry aspiró su aroma y encontró paz.
Cerró los ojos.
—Damon será rey.

—Con suerte sus asesores sabrá n manejarlo—intentó ser optimista el alfa—. Pero no tiene
suficiente poder. Y cualquier cosa que intente, yo te protegeré de ello.

—Lamento ser una carga—la queja de Harry no se terminó de formular, Louis lo había
callado con un corto beso—. Estamos aquí por mí, y yo no he hecho má s que enfermar y
estorbar.

—Al contrario, gatito. Has estado ocupando la acció n má s importante y noble.

—Gracias por desear animarme, pero…

—Estuve muy asustado cuando te encontré en los rosales. Te llevé al fisió logo y le comenté
de la enfermedad que una vez casi te arrebata de mi vida—captó la atenció n de Harry,
verde y azul anclados entre sí—. Así que te examinó , estudió tus feromonas y sus
reacciones.

Harry palideció .

—¿Mi celo se irá … se retrasará nuevamente?—preguntó con angustia.

—Sí. Tu celo se ira.

Harry hizo un puchero y luego se cubrió los labios con ambos manos. No lloraría, no lo
haría. Evitaría pensar nuevamente que era un omega sin la posibilidad para…

—Lou… Yo—

Louis coló las manos debajo de la camisa de Harry. Tocó los muslos, ascendió entre las
caderas y apoyó las palmas en el suave vientre. Frotó el pulgar contra su piel, y esbozó una
lenta sonrisa que peleó por eliminar cualquier pesar entre ambos.

—Porque vas a darme un hijo, Harry—anunció , y el omega bajó rá pidamente las manos
hacia las del alfa. Presionó allí incrédulo—. Llevas a mi heredero en tu vientre.

—♕—

¡Perdón por tardar!

Espero que esto lo compense.


Quiero decirles que agradezco cada voto, comentario y el tiempo que se toman para
leer. Sin ustedes esta servidora no es nadie, y quizá no tendría la motivación para
escribir algo así. Les quiero mucho.

Todos ustedes: que escriben o sólo leen, son preciados para mí. No dejen nunca que
nadie con humos de grandeza denigre su opinión cuando acuden a una historia
“sólo por ser lectores sin obras de peso”. No permitan que ese egoísmo les haga
creer que son menos ante cualquier otro usuario aquí en wattpad. Porque sin
ustedes, los lectores, nosotros no somos nada.

Mucho amor, nos leemos pronto.


39-. Vitae

Mención especial a @this_isinsane por su cumpleaños ♥♥.

Créditos del manip en la imagen.

VITAE

Los tiempos más oscuros van y vienen. Tiempos que necesitas para ver su sonrisa. Y los
corazones de las madres son cálidos y suaves. Prefiero sentir este mundo a través de la piel
de un niño. A través de la piel de un niño.

Luego de escuchar sus palabras, la sincera sonrisa de Louis lo sacó de esa nube de
impresió n que aturdió su cuerpo al punto de hacerlo sentir helado. Lentamente las
sensaciones volvieron a él. Sintió las manos de Louis, cá lidas y fuertes, sobre su vientre. É l
mismo las estaba sosteniendo contra su piel. La incredulidad hacia que aceptar la noticia
fuese demasiado difícil de digerir, o siquiera aceptar. Soltó lentamente las manos de Louis y
se echó hacia atrá s, impulsá ndose con los talones sobre la cama para lograr sentarse y estar
con la espalda contra la cabecera.

—Está bien, amor… Trata de no alterarte, ¿por favor?

Miró a Louis con sus grandes ojos verdes, llenos de confusió n y algo de miedo; porque sí,
para él en esos momentos no podía haber nada má s doloroso que guardar una falsa
esperanza. Tragó grueso y consiguió hablar.

—¿Se trata de una verdad? —demandó saber, apoyando las manos sobre la almohada
donde estaba sentado—. ¿Es algo certero? Porque no voy a creer en suposiciones, Lou…—
su voz se quebró un poco, y el alfa se movió apenas el sonido llegó hasta él. También se
sentó sobre la cama.
—El fisió logo… Nuestro fisió logo, el que viajó con nosotros, te examinó él mismo, amor—
relató , con una temblorosa sonrisa que intentaba darle algo de seguridad a Harry. Pero él
no podía saber si esa vacilació n se debía a la emoció n u otra cosa—. Me explicó que hay una
planta llamada Vitae. Y con ella consiguen crear una pó cima a la cual los omegas y betas
pueden reaccionar. Aunque los omegas son má s sensibles a ella, su olor incluso cambia
cuando respiran su perfume—continuó , haciendo gestos con las manos para explicarse.
Había cierto rubor en su rostro, como si recordar eso lo hiciera sentir euforia—. Tomó una
gota de sangre de tu dedo—indicó , tomando la mano de Harry y señ alando el lugar.

Harry siguió hasta encontrar una pequeñ a mota rosada, la marca de una aguja, en el
pulpejo de su dedo anular. La presionó y sintió un diminuto pinchazo. Miró a Louis
exigiendo un montó n de respuestas, y el alfa prosiguió .

—La pó cima de la planta Vitae es incolora. Y en individuos promedio se tiñ e de rojo cuando
entra en contacto con la sangre. Pero cuando la tuya se mezcló con la pó cima en el cristal—
nuevamente la gran sonrisa estaba ahí, las líneas de expresió n a los costados de los ojos, el
iris azul demasiado brillante. Louis estrechó su mano y luego la llevó a los labios para
besarla—, se tornó añ il, y luego un azul un poco má s claro… El fisió logo dijo que no había
duda, amor. Vamos a tener un hijo.

Para ese momento, Harry sentía una titilante sensació n tibia en el pecho, una que
poderosamente sobrepasaba el frío de la muerte del rey en su corazó n. Sintió las mejillas
ardiendo y ni siquiera el paso de sus propias lá grimas o las pequeñ as gotas que se
acumulaban en las pestañ as de Louis pudieron cambiar eso.

—¿Sin ninguna duda? —hipó , con la voz ahogada.

Louis negó suavemente, con una sonrisa ladina tras enjugar el rastro hú medo en sus
propios ojos con la mano libre.

—En lo absoluto.

Una tirante e insegura sonrisa se abrió paso en los labios de Harry, y entonces se lanzó a los
brazos del príncipe, que se tambaleó un poco, y no pudo evitar caer de espaldas
nuevamente en la cama, con el omega contra su pecho. Harry le besó el rostro entre risas y
lá grimas, y Louis se contagió de él, olvidá ndose del pesar y la tensió n que la situació n en
ese castillo demandaba.

El alfa apartó los alborotados rizos del rostro de Harry, admirando su carita roja por el
llanto y la emoció n. Barrió las lá grimas con suaves caricias de su pulgar, y besó los
pó mulos, la nariz y frente. Harry lo tomó de las muñ ecas y soltó repentinamente el aire,
abrumado por la magnitud de sus pensamientos.

—Estoy esperando a tu hijo, mi príncipe.


Muchas veces Harry se había imaginado ese momento, fantaseando con diversos
escenarios. Creaba una escena donde simplemente se levantaba una mañ ana con la certeza
de hallarse cargando una vida, y despertaba con suaves besos al alfa a su lado, que
milagrosamente esa mañ ana no se había levantado temprano; compartían la alegría juntos
mientras el sol entraba sin timidez por el balcó n y los alcanzaba en la cama, como si
derramara su bendició n sobre ellos. También había soñ ado una oportunidad, tan nítido que
parecía real, que estaba en su dormitorio en Aurea y mientras se probaba las prendas
recién hechas y le tomaban medidas para otras nuevas, el sastre le informaba que su
cuerpo había cambiado. Muchas veces los pensó a ambos en el consultorio del fisió logo,
recibiendo la noticia juntos, haciendo un anuncio oficial a través de sus portavoces en la
capital.

Pero no así, Harry jamá s se imaginó que recibiría la dicha de un embarazo en semejantes
condiciones; donde el duelo y la esperanza peleaban por el dominio. Y por supuesto no
podría saber, al encontrarse inconsciente y bajo el efecto de medicinas, que su alfa había
pasado uno de los momentos má s angustiantes de su vida. Mientras lo veía pá lido e inerte,
respirando débilmente. En los eternos momentos que le tomó al fisió logo dar con un
diagnó stico. Era una lá stima que Harry no pudiera presenciar la impresió n y las lá grimas
que se acoplaron en los ojos del alfa cuando le repitieron la buena nueva. Louis no se había
sentido tan vulnerable y expuesto hasta ese momento, hasta escuchar el anuncio de que
sería padre.

—Será s quien traiga al mundo a mi primogénito, el pró ximo príncipe de Aurea—decretó


con orgullo y una mirada enternecida, llena de amor para el joven que estaba sobre él—. Y
te amo tanto por eso, Harry.

—Un niñ o que será nuestro legado—continuó Harry, sin poder contener la abrumante
efervescencia de sus sentimientos en ese momento—. Tuyo y mío, el fruto de nuestro amor.

—Así es. Y si antes te cuidaba con mi vida, ahora entregaría el reino só lo por tu seguridad
— aseguró , acercá ndolo con extrema suavidad para besarle los labios—. ¿Có mo no
pudimos notarlo antes, amor? Si hueles tan bien para mí, tienes la piel suave y má s bonita
que nunca. Tu cuerpo está má s lleno…

—¿De qué hablas? —quejó sin verdadera convicció n, incluso riendo un poco.

Louis se sintió afortunado de poder darle algo de alegría a su omega en ese momento,
donde las malas noticias esperaban al otro lado de la puerta para arrebatarles ese
momento de felicidad.

—Pues… —trazó el contorno de las mejillas de Harry con el pulgar—. Has comido mucho
este viaje… ¿Tus hoyuelos no se marcan en unas mejillas má s redondas? —interrogó ,
provocando la sonrisa que invocaba dichos rasgos. Le soltó el rostro, delineó la figura del
omega hasta llegar a las caderas—. Mis manos encuentran un sitio suave aquí—indicó , y
descendió un poco má s hasta alcanzar una tentadora curva. Apretó un poco—. Y tu
pequeñ o y bonito trasero, amor. Antes lo abarcaba có modamente con mis manos, pero
ahora…

Harry comenzó a reír, un sonido puro y sincero. Le pegó ligeramente en el pecho, con la
palma abierta, y luego refugió el rostro en el cuello de Louis. Sintió cosquillas en la piel a
causa de su respiració n, y lo abrazó contra sí.

—Príncipe vicioso—musitó , dejando un beso en su piel y luego levantá ndose. Harry palpó
los mismos sitios que Louis había tocado, evaluando si sus palabras eran ciertas. También
se había asqueado de algunas comidas, como esa mañ ana que la sola cercanía con el queso
le hizo abandonar la mesa.

—Só lo puedes culparme por no atinar antes con el motivo de tus cambios, amor.

El muchacho se mordió el labio inferior y arrastró las manos, sintiendo un poco de ardor en
la que tenía herida, hasta el vientre. Frunció las cejas y luego miró al alfa.

—Quiero que traigas al fisió logo.

Enseguida, como una respuesta dictada en su cuerpo, Louis se incorporó sobre los codos y
logró sentarse. Sostuvo a Harry de los hombros y tomó su temperatura con el dorso de los
dedos, sobre el cuello.

—¿A qué se debe, amor? ¿Te sientes mal? —preguntó deprisa, buscando algú n signo o
síntoma en su consorte—. Le ordené que viniera por la noche para darte indicaciones…

Harry sacudió la cabeza. No se sentía mal, al menos por el momento. La medicina que le
suministró había calmado muy bien sus malestares.

—Pero es tan pequeñ o, Lou… ¿Có mo puede estar tan seguro?

Sopesando sus palabras, el monarca unió sus manos con las de Harry. Sintió el todavía
delgado vientre, donde los suaves mú sculos del abdomen podían apreciarse aú n a través de
la piel. Só lo un ligero pliegue por encima de la pelvis evidenciaba el aumento de peso en el
omega.

—Quizá tu cuerpo todavía no lo evidencia en apariencia, pero tus feromonas y las pruebas
que hizo el fisió logo… No soy un experto, amor; mucho menos alguien de extenso
conocimiento. Soy un soldado que aprende por experiencia—explicó de forma sutil—. Pero
allí está , nuestro cachorro se encuentra aquí en tu pancita, que adoro besar. Crecerá fuerte
e indetenible como tú . Todavía sostengo las palabras que pronuncié en nuestra primera
charla.

—¿Cuá l de todas? —preguntó , ladeando el rostro, mirando al alfa frente a sí con tanta
calidez y devoció n, definiendo sin problemas donde su mundo comenzaba y terminaba—.
Recuerdo que ese cauto y respetuoso príncipe habló mucho al lloroso omega que le
escuchaba.

—Dije que eres el hombre má s valiente que he conocido. Todavía lo pienso, ahora como
nunca antes—musitó .

Harry le besó los labios, y Louis le correspondió el sereno gesto. Afirmó uno de sus muslos
y le rodeó la espalda para levantarse con él de la cama. Deshizo el beso cuando depositó al
omega sobre sus pies.

—Y tú , mi príncipe—añ adió , deslizando la palma por su pecho—. Eres el má s valeroso de


todos, perfecto incluso en cada grieta. Desearía que mi madre pudiera haberte conocido
má s, que mi padre tuviera la oportunidad de conversar contigo… Saber que gracias a ti
tendría un nieto—tragó grueso, la pesadumbre de saberse huérfano golpeá ndole
nuevamente, removiendo la tristeza que estaba calma en su corazó n—, que el odio entre
nuestros reinos no evitó sugiera amor entre ambas partes… É l estaría tan feliz, Louis.
Puedo asegurarlo porque lo poco que observé de su faceta como abuelo con Edward me
hizo pensar… quizá otro nieto pudo haberle dado la fuerza para seguir con nosotros.

El alfa sintió su pena como una daga sobre la piel, y le asoló el pecho verlo derramar
lá grimas nuevamente. Se arrodilló frente a Harry, le besó los nudillos.

—Le diste la oportunidad de redimirse, Harry. El rey partió sabiendo que tenía tu perdó n, y
ahora debe estar junto a su reina, en el sitio donde los dioses dejan marchar nuestras
almas.

—Realmente espero, rezaré muchísimo por eso, que los dioses del firmamento le estén
dando una segunda oportunidad.

—Me uniré a tus plegarias si eso deseas—ofreció con sinceridad. Aun cuando Louis no era
un hombre religioso, sino uno que cumplía las tradiciones necesarias. Pero tras ese añ o
lleno de pruebas y bendiciones, quizá podía forzarse a ser menos arisco y atreverse a tener
fe.

—Desearía quedarme aquí, no salir a la realidad donde veré a mi hermana destrozada, a


Damon planeando su coronació n, los sirvientes preparando el funeral… Me causa conflicto
pensar que lloraré frente a los cortesanos.

—Hay mucho que discutir sobre eso, me temo. El reino… Damon Cox no va a heredar en las
mejores condiciones, lamento indicar—había un tono de pesar en su voz—. Y tu familia no
puede escapar del luto, amor. Es algo que nos cubre cuando el momento lo demanda.

—Quiero quedarme aquí, donde tú mi alfa, vas a cuidarme y hacerme sentir seguro—
confesó sin vergü enza, dejando de lado la postura fuerte que había tenido hasta esa
mañ ana. Porque eso era lo que, como omega, necesitaba justo en ese momento.
Acurrucarse en la cama, cerca del pecho de Louis, donde pertenecía. Que lo arrullara con su
voz y el calor de su abrazo. Requería que calmara la tormenta en su interior como bien
sabía. De esa forma la tristeza se iría, porque él tenía allí a su guardiá n.

—Podemos quedarnos un tiempo má s aquí sin ser perturbados—asintió , y besó repetidas


veces por encima de la ropa el vientre de su omega, sin prisa. Un gesto tan íntimo como
necesario, porque ahí estaba su cachorro—. Nadie, só lo el fisió logo y nosotros sabe la
verdad de tus síntomas, y debe quedarse así. Justo ahora es muy peligroso que alguien má s
lo sepa.

Sus palabras lo hicieron asimilar otra realidad. Cuando un gobernante se iba y otro tomaba
su puesto, había un tenso espacio de tiempo donde los acuerdos se reafirmaban entre los
nuevos líderes. Y en ese momento nadie sabía si Aurea y Vitrum Maritima conservarían sus
tensas relaciones. Estaban, quizá , en un latente terreno enemigo. No podrían confiar má s
que en sus propios vasallos; en ellos mismos. Harry se limpió las lá grimas con la manga del
camisó n.

—¿Cabe la posibilidad de que pueda decirle a Gemma?

—Só lo cuando estemos a momentos de marcharnos—sentenció , sin querer sonar


demasiado severo. Rodeó las caderas de Harry con ambas manos—. Ustedes son mi todo,
Harry. La razó n de mi voluntad, y no voy a escatimar en medidas para cuidarlos. Le
arrancaré la garganta a cualquiera—decidió , con fuego en los ojos y potencia en voz—, haré
todo lo que tenga en mi poder para proteger a nuestro hijo y a ti.

É l asintió , sumiso y consciente de que tenía la razó n.

—Lo entiendo. Te obedeceré, porque también es mi hijo y no haré nada insensato que le
ponga en riesgo. No me lo perdonaría.

Había deseado encontrarse encinta desde el momento que se despertó por primera vez
luego de que Louis lo hiciera suyo; cuando su omega se sintió reclamado y reconoció al alfa
que lo marcó . Quería sus cachorros, la vida que ambos crearían, formá ndose en su matriz.

—Sé que no, amor. Procuraremos que tengas el mejor embarazo.

Satisfecho con ello, Harry utilizó sus estilizados dedos para deshacer los delgados cordones
en el cuello de la chaqueta del príncipe. Tiró de ellos hasta aflojar la prenda.

—Ahora quiero volver a la cama. Que te recuestes conmigo y me cubras con tu cuerpo—
observó al alfa asentir a su pedido—. Vas a sacar el camisó n de mí, y besará s mi piel hasta
que tu huella esté en todo mi cuerpo. Hasta que te sienta incluso cuando el protocolo y las
circunstancias allá afuera nos tengan a distancia.
Louis deshizo las ataduras de la chaqueta, y se retiró la delgada bufanda del cuello cuando
dejó todo caer sobre el piso, a los pies de Harry.

—Tu voluntad es mi ley—aseguró , antes de tomarlo nuevamente en sus brazos, dispuesto a


obedecer cada una de sus palabras.

La cama los recibió sin prendas, y la calma se alzó para ambos cuando alfa y omega
encontraron la paz en la piel del otro. Sin nada má s que caricias y besos, aprovecharon el
tiempo antes de afrontar las consecuencias que los golpearían como un huracá n.

—♕—

Gemma había estado má s destrozada que él. Después de todo, de los tres hijos del difunto
rey ella había sido la má s cercana, la heredera que siempre conversaba con el viejo hombre
y atendía a sus lecciones. Desmond también la apreció mucho en vida, procurando siempre
darle el mejor futuro, atendiendo a sus ocasionales caprichos, incluso asegurá ndose de
conseguirle un esposo digno de ella. No se equivocó en eso, pues lord Abel Lioncourt era el
mejor alfa que Harry podía pedir para su hermana.

Entre mucho llanto y palabras que no alcanzaban a proporcionar el alivio que sus
corazones necesitaban, Harry consiguió tranquilizar a la joven beta. Les indicó a las
doncellas que la ayudaran a tomar un bañ o y vestirse mientras él esperaba en el pequeñ o
anexo para el té. Le escogieron un vestido recatado, como los que se usaban en la ciudad,
tan distinto a los que Harry ahora estaba acostumbrado a ver. Negro, con detalles grises en
las anchas mangas que le cubrían las manos. El cuello del vestido se ceñ ía debajo de las
clavículas. La falda del vestido cubría lo suficiente aun cuando andaba, así que Harry le
sugirió que usara botas có modas. Gemma dejó que le recogieran el corto cabello en un
rodete ajustado con unas delgadas trenzas y una corona.

Lo miró a través del espejo cuando Harry regresó del anexo. Intentó esbozarle una sonrisa
a la que él correspondió como pudo.

—Es curioso lo distinto que ahora nos vestimos—señ aló , y le dio la espalda al espejo para
mirarlo directamente. Gemma ladeó el rostro, y Harry se frotó uno de los brazos desnudos,
pá lidos en contraste con el oscuro cuero tejido con cordones suaves color crema.

—Si hay algo que vale mencionar, es que me costó un poco adecuarme a la cultura y la
forma de vestir de los aurences.

—Son distintos, má s osados. Siempre admiré la forma en que lograban expresarse sin
miedo a la manera en que los extranjeros los miraban.

—Muchos señ alan esto como inmoral. Quizá hasta vulgar—comentó Harry, resaltando con
un ademá n toda su indumentaria. La corta tú nica de escindes mangas que só lo hacían una
sombra en los hombros. El final de la tú nica de cuero llegaba hasta su rodilla, y debajo los
ceñ idos pantalones que gustaba usar, los negros, enfundaban sus piernas junto a unas
sobrias botas de tachuelas. Unos gruesos brazaletes de oro y rubís adornaban sus muñ ecas,
un brillante candado dorado con la detallada silueta de un leó n pendía de un delgado
eslabó n en la joya.

Sin anticipar la tragedia y tan escasos de tiempo, aquel era el vestuario má s apropiado que
poseía para rendir respeto por el momento a su padre. Aunque ya había encargado a
Ashton conseguir ropas en las casas de sastrería má s acaudaladas de la ciudad para él y
Louis, era algo indispensable para presentarse en el funeral sin ofender la memoria del rey.

—Yo no te veo inmoral, mi hermanito—confesó , arreglá ndole los medallones sobre el


pecho, que cubrían con maestría la abertura en el cuello de la tú nica—. Está s abrazando las
costumbres de tu esposo, del sitio donde ahora vives. Y creo que te sienta muy bien.

Harry tomó su mano y apretó sus dedos con cariñ o, luego le ofreció su brazo para que
salieran de los aposentos de Gemma. Edward estaba dormido y al cuidado de las doncellas
de confianza de su madre, por lo que no se despidieron de él al marchar.

Los guardias de ambas familias, Lioncourt y Tomlinson, los esperaban para escoltarlos por
el castillo. Eran sus hombres de confianza, así que no había problema de que conversaran
mientras andaban con ellos.

—Estuve indispuesto tras escuchar lo de padre, pero mi esposo ademá s de cuidarme


también indagó un poco y…—Harry necesitaba llegar al tema con cuidado, sutil, pues la
situació n era delicada y él no sabía cuá l era la posició n que Gemma tenía en el gobierno de
Vitrum Maritima, desconocía si ella trataba directamente sus responsabilidades o las
delegaba a su pareja—. Me dijo que hay algunos asuntos…

—Te mencionó que existen problemas, que el reino no es un reflejo de la fiesta que
contemplaste al llegar—asintió con gravedad, su postura volviéndose tensa. La palidez en
su rostro resaltaba con el tono rojizo alrededor de los ojos, producto del intenso llanto.

Harry también las tenía –esas marcas de sufrimiento–, en su tiempo con Louis en la
habitació n logró descansar, y luego de dormir lo suficiente volvió a llorar, abrumado por
los recuerdos, por todo lo que ya no tendría. Pero también porque en el fondo se sentía
ilusamente dichoso. Eso lo ayudaba má s que nada a luchar contra la pena del luto.

—¿Qué tipo de problemas aquejan el reino? —preguntó —. ¿Son conflictos sociales, hay
diferencias con la religió n, la cosecha no fue tan buena este añ o?

Sus estudios le permitían a Harry estar al tanto de lo que se necesitaba vigilar para tener
un gobierno fuerte y un pueblo feliz. Gemma le dio una mirada de esos ojos almendrados,
una combinació n de los orbes de sus padres.
—Un problema mayor que podría invocar a los que acabas de mencionar—respondió —.
Recursos, Harry. Dinero. Con todos los problemas, los conflictos de opiniones entre padre y
sus asesores, el reino no ha tenido la mejor administració n. No se dispusieron
adecuadamente los impuestos, y aunque la pesca local alimenta a gran parte del reino,
seguimos necesitando las importaciones…

—Que se retrasan—entendió el menor—. Por las restricciones de la guerra, transitan los


barcos de aquí por aguas mucho má s extensas y lejanas. Igual que las exportaciones, llegan
demasiado tarde a los compradores, y pagan menos por ellas.

—Sí, y empeoró tras el escá ndalo que orquestó lord Morgan en el juicio contra el príncipe
Louis. Terminaron sancioná ndolo a él, a su sucesor en todo caso, a Lord Gillies y Davis…
Ellos se encargaban de todas las embarcaciones que excluyen el negocio de Abel…

—Así que no hay suficientes recursos para todos, por lo que la ausencia se comenzará a
sentir en cualquier momento. Para los nobles, para el pueblo en sus distintas clases
sociales.

—Si esto no se soluciona pronto, temo que tendremos que evaluar los dañ os de una difícil
decisió n. Damon tendrá que escoger entre mantener la estabilidad del pueblo, o el estilo de
vida en la corte.

Detuvo el andar de ambos, porque esa no tendría por qué ser una decisió n complicada. Los
nobles necesitaban del pueblo para mantenerse, hacerlos sufrir por unos pocos meses de
lujo no era justo. En Aurea algo así no se permitiría.

—¿Es tan grave? —musitó , sosteniendo el brazo de su hermana—. Gemma, ¿El castillo
puede siquiera mantener los eventos de los pró ximos días? ¿Las responsabilidades?

Gemma apretó un poco los labios y luego suspiró . Tiró suavemente del brazo de Harry para
tenerlo má s cerca, la conversació n se volvió confidente.

—Los actos honoríficos para nuestra madre se pagaron con un fondo que padre apartó
desde el día que te marchaste del reino. Un evento así, requiere demasiada inversió n y…

—¿El funeral del rey? —preguntó deprisa, tan só lo calculando una cantidad aproximada de
lo que eso tomaría.

—Los Lioncourt—explicó , con un tinte de pena en la voz—. Debido al respeto que le


guardaban a padre, Abel y su familia se ofrecieron a cubrir los gastos de la ceremonia.

Con esa informació n en su mente, Harry bajó la mirada un momento. Evaluó algunas
posibilidades y una alternativa.

Volvió su atenció n a la princesa a su lado. Le besó la mejilla y apretó con afecto su brazo.
—Quizá yo tenga algo que ofrecer para aligerar algunas tensiones. Perdó name, hermana.
No podré acompañ arte para la organizació n del funeral. Pero te prometo que volveré con
mejores noticias.

—¿Pero… qué hará s? —demandó saber, má s preocupada por verlo marchar que por el
hecho de tener que lidiar con los actos fú nebres del rey por su cuenta—. ¿Con quién? No
deseo que andes por tu cuenta en el castillo.

Harry señ aló a sus guardias, que lo seguían atentos con la mirada. Brindó una sonrisa
pequeñ a pero confiada.

—Estaré protegido, y no caminaré por mi cuenta mucho tiempo. Iré por Louis, lo necesito
después de todo para lo que acabo de pensar. É l es el príncipe, por lo que, aunque soy su
consorte, él es mi monarca y tiene la ú ltima palabra.

Tras un respiro, el pecho de Gemma se elevó y asintió . A pesar de que la tristeza continuaba
opacando sus ojos, ella alzó un poco las cejas en una expresió n suspicaz.

—Su majestad tiene la autoridad, sí. Pero algo me dice que ya tienes escogidas tus palabras,
Harry—reprimió una escueta sonrisa—. Y que anticipas su respuesta.

El omega no esperaba que, incluso su hermana, notara el nivel de complicidad que había en
su matrimonio. Pero ahí estaba, suponía que había cosas que simplemente ni siquiera la
discreció n lograba ocultar del todo.

—¿Alguna otra pista que te indique esa intuició n? —sugirió , listo para marcharse.

—La respuesta será a tu favor, claramente.

—♕—

Cuando daba una tercera vuelta por la sala, Louis le rodeó la cintura y detuvo del hombro.
La ansiedad lo tentó a sacudirse del agarre ejercido por el príncipe y seguir con su
inservible andar. Pero lo pensó mejor, respiró profundo y apoyó la espalda contra el pecho
del alfa. Sin decir nada má s, Louis pasó los dedos por su hombro hasta rodearle el cuello y
estrujó suavemente para ayudarlo a relajarse.

—¿Seguro que quieres permanecer en la reunió n? —Louis presionó con el pulgar un sitio
tenso cerca de la nuca de Harry, y este gimió bajito.

—Sí.

—Puedo lidiar con tu hermano, amor. Lo hacía antes de conocerte durante las pocas
ofrendas de alto al fuego en la guerra.
—Quiero estar—exhortó , colocando una mano sobre la de Louis, que reposaba en su
abdomen—. Por favor.

Un breve silencio, y el aire exhaló fuera del pecho del príncipe. Harry sintió los cincelados
labios del alfa besar su sien, encima de los rizos, y sonrió .

—Irremediablemente, no puedo negarte esto. Fue tu idea, cabe destacar—susurró contra


los cabellos—. Me aterra y fascina en partes iguales lo astuto que te está s volviendo.

—Estará contagiá ndome alguien, una influencia—apremió , con una fugaz sonrisa que
desapareció en cuanto la puerta de la sala se abrió y Damon fue anunciado.

Vestía de luto, sí incluso parecía la visió n de una deidad alicaída. Con la piel lechosa, los
brillantes y letales ojos, el cabello tan oscuro como las ropas que lo cubrían. En su rostro no
había pesar, eso era cierto, pero tampoco alegría. Ansiedad y expectativa pintaban las
facciones del futuro rey.

—Asumo que esto debe ser importante, como para que interrumpan los preparativos que
tengo respecto a los actos fú nebres de mi padre—espetó con prepotencia desde el inicio.

Harry sintió a Louis respirar por calma, la pesada mezcla de necesidad por rebajar al otro
alfa a su sitio, y la vez ser un líder responsable. Sabía que su esposo no tenía ni una sola
buena intenció n para con Damon, que vengarse por su impío actuar era algo que ansiaba.
Pero se encontraban allí para evitar, precisamente, un conflicto. Y Harry estaba seguro que,
en algú n momento, si Louis no se encargaba de su hermano, lo harían los dioses en los
bruscos giros de la vida.

—Estoy realmente seguro que los Lioncourt tienen bien cubierto el asunto del funeral para
el rey Desmond—dijo Louis, apartá ndose de Harry só lo lo necesario para guardar la
etiqueta de la situació n—. Nosotros, por otra parte, debemos discutir el futuro de nuestras
naciones.

Damon miró con fastidio a un lado de la habitació n, como un chiquillo al que le estaba
quitando su tiempo de juegos. Avanzó por la sala, los guardias quedá ndose en la amplia
puerta.

—Sin los embajadores para preparar un acuerdo, no hay nada que discutir—condicionó ,
llegando hasta Louis, que ahora se hallaba de pie a un lado de la mesa de madera pulida.

—Los embajadores ya estuvieron aquí hace un momento. No pudieron quedarse debido a


la demora, pero conversé con ellos y escribieron las exigencias que ya habían sido pactadas
por ambas partes en el pasado. No quiero un nuevo trato, quiero renovar el que se firmó
cuando la guerra finalizó .
Harry observó a los alfas medirse con la mirada. Si bien Damon era má s alto que Louis, bajo
ningú n motivo lograba tener su presencia, la fuerza de ella. Detalló los manuscritos en la
mesa, tres listos para ser firmados. Uno para cada reino, otro para la ciudad del sol que
regía la justicia entre los reinos aliados. Un frasco de tinta resaltaba junto a una pluma.

—¿Aurea demanda una relació n de aliados? Me pregunto cuá ndo ustedes nos han visto
como aliados, ¿no vacían nuestras arcas por el pago que se ganaron tras el juicio?

Louis entornó los ojos, pero no se dejó provocar.

—Son las consecuencias tras la guerra, imaginé que con el entusiasmo que observé en el
heredero de Vitrum Maritima mientras el conflicto ocurría, también estaría al tanto de lo
que pudiera salir mal—sentenció , odiando encontrar en la expresió n de Damon similitudes
con Harry.

—Oh, porque ustedes los príncipes sí que saben de guerra, ¿no es así?

Antes de que Louis pudiera replicar y encender una discusió n –que no sería larga, porque
no le tomaría demasiados minutos desistir por la violencia— Harry decidió intervenir en el
argumento.

—Se trata de dinero, Damon. No hay razó n para usar formalismos en esto, o intentar
disimularlo. Vas a heredar un reino a punto de caer en la insolvencia, y no creo que
encuentres ninguna gloria en ello.

El rostro de Damon se ruborizó entre la vergü enza y el bochorno iracundo. Cerró el puñ o
sobre la mesa, evaluó con desdén la figura de Harry.

—¿Qué sabes tú de la administració n de una corona? —escupió , mientras Harry se


acercaba a él, y en consecuencia Damon querer avanzar para hacerle frente—. ¿Qué sabes
tú má s allá de ser una pu-?

Cualquier ofensa que el alfa quisiera terminar, se vio ahogada por un jadeo y el movimiento
nervioso de los guardias en la mesa. La manga del traje de Damon estaba atrapada en la
madera por una daga, y Louis terminaba de soltar el mango. Lo señ aló con el índice.

—Sugiero discreció n al momento de elegir la manera de dirigirse al consorte de la corona


de Aurea, futuro rey—siseó , y luego añ adió muy bajo antes de retirarse a la distancia—. De
lo contrario este reino se verá obligado a disponer del siguiente miembro de la línea de
sucesió n.

Blanco por la impresió n, por el miedo de finalmente ver a la cara al asesino que tanto
criticaba en la seguridad de su trono, Damon no pudo la astucia de denunciar ese asalto.
Só lo miró a Louis hasta que estuvo a un trecho seguro, lejos de él.
—Aunque Vitrum Maritima no tiene oportunidad, no queremos un conflicto. Ni ver al
pueblo de este reino sufrir a causa de la fractura econó mica—continuó Harry, tratando de
reunir la calma en la sala nuevamente—. Todos los reinos son má s pró speros cuando está n
en armonía.

—La decaída en nuestros fondos es su culpa—soltó de manera insensata. Tiro


tentativamente de la manga incrustada, pero esta hizo el atisbo de rasgarse. Damon no se
atrevió tocar la daga—. Los Morgan, Davis y Gillies, sus embarcaciones y vías marítimas…—
jadeó , preparado para atacar con má s argumentos.

—Sanciones que se buscaron por organizar un juicio lleno de calumnias—recordó Louis,


tomando asiento en uno de los sillones. Cruzó la pierna, descansando el tobillo sobre la
rodilla. Luego añ adió mordaz—: Dicen que hasta los dioses estuvieron en su contra. Pero
inclinaron su favor para alguien má s.

—Los dioses…—siseó Damon, enviando su mirada de odio a Harry, sin atreverse a mirar al
alfa en el silló n.

Acercá ndose, Harry tomó la daga y la sacó de la madera en un movimiento fluido. Vio el
agujero en la ropa de su hermano y pasó el arma a su mano izquierda. Señ aló los
manuscritos.

—Si firmas el tratado junto a mi esposo, nosotros vamos a colaborar a cambio—explicó —.


Aurea accederá a liberarte de entregar dos pagos de las penalizaciones, para que puedas
equilibrar la economía de la nació n. También adelantaremos nuestra ofrenda de respeto,
pues no podremos estar presentes para tu coronació n. Con nuestros obsequios, podrá s
pagar la ceremonia.

—A los embajadores les pareció excelente—comentó Louis, sin dejar de vigilarlos desde su
sitio—, una ayuda difícil de rechazar.

Damon pareció sopesar las posibilidades. Miró la marca de la daga en la mesa, la manera en
que Harry la sostenía. Torció los labios y luego sonrió ladino.

—Tiene que haber algo que quieran a cambio. Ofrecen demasiado só lo por la firma de un
pergamino.

—Solicitaremos tu colaboració n—asintió —. Para las reuniones, los acuerdos comerciales,


alianzas. Vitrum Maritima debe actuar como un fiel aliado, uno amistoso para Aurea. No un
reino que tolera la existencia del otro.

—¿Me quieres ver contento en Aurea algú n día, hermanito? —se burló , rodeando la mesa
para estar al otro lado, separado así de Harry por la superficie plana y los manuscritos—.
De verdad crees que verdaderos hombres como yo van a rebajarse a este juego de
influencias que propones.
Antes de que Louis pudiera accionar de nuevo su mal genio de alfa, Harry apretó el mango
de la daga hasta que le dolieron los nudillos. Luego aflojó el agarre y giró el filo hacia
adelante.

—Un hombre de verdad, ¿vas a enseñ arme lo que es eso? —dijo entre dientes. Señ aló la
empuñ adura que colgaba del cinturó n de Damon—. Tú , que nunca has tocado esa espada
que presumes. ¿Quieres desenvainarla y probarme a mí, un omega, lo que puedes hacer? —
alzó las cejas y susurró —. No lo hará s, porque no sabes có mo, y seguramente no quieres
que tus guardias entren para verte humillado.

—¿Qué pretendes? —siseó ya harto, temblando de furia al escuchar la contenida risa de


Louis a un costado de la habitació n. Tomó de mala gana el frasco de tinta y humedeció la
tallada punta de la pluma—. ¿Qué visite tu mugroso reino de salvajes y finja estar de
acuerdo con ustedes? ¿Qué arriesgue mi vida en ese desierto?

—Deseo que seas un aliado complaciente—contestó , volviendo a colocar la daga en la


mesa, esta vez reposada—. Uno que sabe actuar su parte con sus compañ eros. No pelees en
esto, Damon. Será s el bufó n de tu corte si eres incapaz de pagar tu propia coronació n.

—Una puta de puerto, eso es lo que quieres que sea. Una criatura regañ ada para cada
extranjero del muelle—protestó rabioso, firmando los manuscritos donde era debido. La
pluma rasgaba duramente el pergamino.

Una lenta mueca se paseó por el rostro de Harry. Siguió con su mirada verde las líneas que
plasmaba Damon, y luego alzó los ojos a los del alfa frente a él. Una lá nguida sonrisa ladina
marcó un hoyuelo en su mejilla. Sus labios rosados lucían desafío y astucia.

—Te estoy haciendo un favor con todo esto, hermanito—aseguró Harry, sintiendo la delicia
de devolver esas palabras—. Tienes que aprender a ser una buena puta, de lo contrario, van
a matarte en aquel sitio caliente.

—♕—

—Que sus pecados sean perdonados y sus logros tomados en cuenta por los creadores—
recitó el anciano, leyendo las palabras de un antiguo libro. Un bá culo en su mano formó un
ademá n que abarcaba hasta el féretro del rey—. Y su alma encuentre paz o un nuevo
comienzo como la flor que se marchita y sirve de nuevo a la tierra.

Con un opaco coro de plegarias, el sacerdote llevó a cabo la ceremonia en la catedra real.
Adornada por las preciosas flores que creían cerca de los lagos; azules, grises y blancas, el
lugar estaba iluminado por la luz mortecina de los cristales en el techo, que desteñ ían los
rayos de sol. La familia real, sus allegados políticos y la corte se encontraban allí, junto a la
organizació n religiosa. El pueblo despedía a su antiguo soberano al otro lado de la puerta,
escuchando las mismas palabras del libro sagrado, pero de la boca de un servidor má s
joven y con menos lujos. Las oraciones que se recitaban en honor al descanso eterno del
rey, eran gemelas a las de los nobles, sin distinció n.

Louis alzó un poco la mirada, todos se hallaban con la cabeza gacha o bien con los ojos
cerrados mientras rezaban, pero él no. Porque difícilmente creía del todo en la necesidad
de plegarias para que los dioses actuaran. Si de verdad esas deidades juzgaban y ser
encargaban de las almas de cada hombre, mujer y niñ o, lo harían sin la necesidad de
susurros terrenales.

Como lo había sentido con el deceso de su propio padre, aquel funeral era un bá lsamo
pasajero, un consuelo para la familia del viejo rey, para los sú bditos que crecieron bajo su
mando y no pudieron darle sus ú ltimos respetos. Para los que no comprendían todavía lo
que ocurría.

Alcanzó la mano de Harry que estaba a su lado, y lo observó por el rabillo del ojo. Vio sus
ojos verdes empañ ados por lo que buscada ser llanto, pero no se terminaba de producir, y
el cese de las mecá nicas oraciones paralizaron sus labios, dejá ndolos un poco abiertos. Su
omega no se encontraba inconsolable como la princesa Gemma, estaba siendo fuerte, como
Louis nunca lo había visto antes.

Los dedos de Harry se entrelazaron con los suyos en un suave movimiento. Frotó la mejilla
contra su hombro en un gesto cansado.

—Hogar. Quiero volver a nuestro hogar, Lou—susurró , tan bajito que su voz sonó delgada.
Lo miró suplicante, y el alfa asintió .

—Cuanto antes, amor.

—♕—

Gemma lo acompañ ó hasta el barco, esperó con él en la habitació n principal de la


embarcació n mientras todo estaba listo para izar las velas. Entre muchas conversaciones y
recuerdos de la infancia, Harry le mostró su baú l de viaje a su hermana. Le explicó la forma
en que la ropa se utilizaba en Aurea. A la beta le costó un poco comprender que ellos
disfrutaban del sol, que no les importaba llevar su marca en la piel.

—Entiendo que el príncipe Louis tiene la piel bronceada, de un tono muy exquisito. Tiene
toda su vida viviendo bajo el sol…—comenzó ella, frunciendo un poco las cejas. Levantó
una de las camisas de Harry—. Pero si usas estas prendas tan descubiertas—arrugó la
nariz y dejó caer la camisa a su falda. Le señ aló los pó mulos—. Sigues siendo una adorable
criaturita blanca a excepció n de las pecas, Harry.

Harry bebió de su copa de agua cuando Ashton la trajo, y respondió a la mirada suspicaz
del muchacho con una sonrisa mientras este se retiraba con la bandeja bajo el brazo.
—Por Louis.

—¿Qué tiene que ver tu esposo? —bufó la beta, doblando nuevamente la camisa para
meterla en el baú l. Siempre pulcra y ordenada, como fue criada.

—Le gusta mi piel así. Si sabe que ya di un paseo por la mañ ana en el jardín, les recuerda a
los sirvientes que deben perseguirme a media tarde con una sombrilla.

Una pequeñ a risa escapó de los labios de la muchacha.

—El sol de la tarde debe ser el má s fuerte. Si quiere que parezcas un aurence—apuntó —,
¿Por qué te protegería del sol?

—Pues siente agrado por mis pecas. Tengo algunas en los hombros, al igual que él. Aunque
las de Louis se extienden un poco a la espalda…—divagó , perdiéndose un momento en las
memorias que tenía de su esposo, y las gloriosas visiones de la mañ ana o la noche—. Sin
embargo, le gusta mi piel tal cual está , porque sus…—sonrió como un niñ o a punto de
cometer una travesura—, besos dejan huella.

—Oh, huellas.

Como un gato revoltoso, Harry se estiró en el silló n. Estaba sin zapatos, y hasta ese
momento con las rodillas contra el pecho.

—Ya había mencionado…

—Sí, sí—sacudió las manos. Su hermano estaba casado, bien. Pero la princesa no
necesitaba imaginarse que, bien lo que ella compartía con su conyugue en la intimidad, era
algo que también Harry practicaba—. Entendí.

Gemma se levantó de la silla y fue hasta donde había dejado su chal. A un lado, un
rectá ngulo envuelto en tela reposaba. Lo tomó y ofreció a Harry, sentá ndose en la orilla del
silló n donde este se encontraba.

—Toma—instó —. El simpá tico omega que te sirve, me dijo que le tomaste gusto a esto en
Aurea. Quería hacerte un regalo significativo antes de que marcharas. Ya sé có mo te pones
con los postres…

—Ay, Gemma… Haces que te extrañ e y todavía el viento no empuja el barco por el mar—
suspiró . Se acomodó en el respaldo y deshizo los arreglados pliegues de la tela. Descubrió
un tostado trozo de torta de zanahoria, sin azú car pulverizada sino una brillante capa de
caramelo.

—Aquí la receta varía un poco—acotó , sonriendo dulcemente—. ¿Te gusta?


Harry ladeó el rostro. Acercó el postre a su rostro y tomó un hondo respiro de su aroma.

—Por supuesto, es de mis cosas preferidas. En Aurea organizo todo mi día en pro de poder
sentarme en los jardines a… comer un—mientras hablaba y seguía respirando el aroma de
la zanahoria horneada y el caramelo quemado, algo se retorció en el estó mago de Harry, y
se empujó hacia arriba.

—¿Harry? —lo llamó tras descifrar su rostro—. ¿Te encuentras bien? Está s un poco…
¿Verde? ¡Harry!

Pero él no pudo detenerse a explicar. Tuvo una arcada que intentó disimular cubriéndose la
boca, pero luego se vio obligado a salir del silló n, volcando el postre en el piso. Tomó una
ornamentada pieza có ncava de la mesita cercana y vació el contenido del estó mago allí, en
incontenibles arcadas y jadeos.

—Oh, dioses del—

Otra sacudida del abdomen le hizo vomitar má s restos dentro del adorno.

—¡Harry! ¿Está s enfermo? —Gemma se levantó , le sostuvo el cabello lejos del rostro—. ¡No
pueden partir así!

Debido al todo el alboroto, quizá Gemma gritó demasiado fuerte, la puerta se abrió
revelando la figura de Louis, que parecía haber llegado hasta allí a un paso agitado. Sus
preocupados ojos azules enfocaron a Harry y al verlo de rodillas vomitando, respiró só lo un
poco má s tranquilo.

—Amor. Oh, siento mucho que se repita hoy—dijo con cuidado, acercá ndose con cautela—.
¿Te sientes mejor? ¿Quieres que ordene algo para ti?

—¿Está enfermo? —repitió Gemma, frunciendo las cejas.

Harry se apartó del adorno que ahora contenía el asqueroso resumen de sus comidas. Se
limpió los labios como pudo y miró con reproche de su hermana al alfa, asqueado por el
mal sabor en sus labios.

—No estoy bien—gimoteó , y señ aló la porció n caída del postre, cerca de los pies de la beta
—. Mira, ¡mira eso! —exigió , y Louis tardó muy poco en entender. Se llevó una mano al
cabello con frustració n—. ¡Tu hijo hace que me cause asco la torta de zanahoria!

—Amor—trató Louis.

—Oh, gloriosos dioses…—musitó la ú nica mujer de la habitació n.


—¡Amor nada! —sollozó , e hizo un puchero hacia el alfa, como si tuviera la culpa—. ¿Có mo
pudiste hacer eso, Lou?

Ocurriendo a la vez, Louis se apoyó en el umbral de la puerta, pensando qué tendría a su


alcance para complacer a Harry y que se le olvidara ese nuevo capricho en su contra. Harry
comenzó a llorar y Gemma lo atrajo a su pecho en un abrazo muy apretado.

—Está s encinta… ¡No lo puedo creer!

—♕—

Luego de la impresió n de Gemma, el barco partió y con eso, llegó el momento de revelar la
noticia. El mar les daba la sensació n de estar seguros, en territorio que podían manejar.

Fue en la primera cena a bordo, donde toda la tripulació n que no se encontraba haciendo
guardias, disfrutaba de la ú ltima comida del día. Todos conversaban entre sí mientras se
alegraban por el pronto regreso a las tierras que los conocían y eran el hogar. Un par de
mú sicos cargaban de dicha el ambiente, y junto al resonar de algunos brindis, aquel
momento era el má s pleno que todos tenían desde que habían llegado a las tierras de los
Cox.

En la mesa principal, Ashton se acercó con una bandeja llena de copas, que cargaba a la
perfecció n. Entregó la primera al príncipe, y este le agradeció , pasando el ú ltimo bocado de
la cena con un sorbo de sidra. Luego le alcanzó copas al embajador que estaba cerca, otra al
fisió logo y continuó con los guardias de Harry –y sus amigos— que dejaron la bandeja casi
vacía. Ashton apartó una copa para sí, y dejó la ú ltima con hidromiel para Harry. La tendió
hacia él, y Louis negó antes de que Harry pudiera hacerlo.

—No, ofrece esa copa a otro, Ashton—ordenó , apartando el recipiente—. Si Harry quiere,
trae agua para él.

El omega miró la copa que sostenía. La conversació n de la mesa principal se enfocó en eso.

—¿Hay algo malo con el hidromiel? ¿Ya no es de su agrado?

Louis meditó sobre la pregunta y volvió a negar.

—En lo absoluto, pero será mejor que tomes asiento—señ aló la silla vacía a un lado de
Luke, cerca de Harry—. Daré un anuncio.

Ashton obedeció sin chistar, pues una orden del príncipe no se cuestionaba. Se apuró a
tomar asiento, y Luke le quitó la copa de la mano. Claro que no le tomó mayor importancia
a eso, pues el omega interrogó a Harry con la mirada antes de verse obligado a prestar
atenció n al monarca.
—Tripulació n—llamó sin mucho esfuerzo a todos los miembros del comedor. Se había
levantado de la silla. En una mano cargaba la copa, y la otra reposaba en el hombro de su
consorte—. No he tenido la oportunidad de agradecerles por este excelente viaje, y por la
paciencia que demostraron mientras nos hallá bamos en Vitrum Maritima. Así que acepten
mis sinceros agradecimientos. Pero no interrumpo la velada só lo por eso, quiero regalarles
algo má s. Todos ustedes, aquí presentes, son mis hombres y mujeres de confianza. Pondría
mi vida en la mano de cada uno de ustedes. Así que me complace compartirles mi felicidad
—tomó aire, una gran sonrisa abriéndose paso en su rostro. Levantó la copa—. Quiero que
brinden conmigo, que bendigan este día. Porque los dioses han regalado a la corona la
promesa de un nuevo heredero… ¡Mi esposo, Harry Tomlinson, está esperando a mi primer
hijo!

El lugar se llenó de vítores y copas que chocaban, de sillas que se arrastraban contra el
suelo de madera para que sus usuarios se levantaran y demostraran su entusiasmo de pie.
El capitá n se acercó , le tendió la mano a Louis y luego se juntaron en un fraternal abrazo.
Calum y Michael aparecieron de entre las mesas y se atrevieron a chocar sus copas con las
del príncipe, siguiendo el ejemplo muchos otros.

Y Harry sonreía encantado, contagiado por el entusiasmo. Porque su hijo estaba siendo
querido y anhelado, no só lo por ellos que eran sus padres, sino el pueblo del que algú n día
sería soberano. A su lado Ashton lo mirada anonadado, al igual que Luke que le seguía en la
línea de sillas. Se estiró , tomó la mano de cada uno y las posó sobre su abdomen, donde
imaginaba estaba creciendo su niñ o.

—He confiado mi vida plenamente a ustedes. Son mis servidores má s cercanos, pero
también mis amigos—confesó . Harry apretó los labios cuando vio los ojos de Ashton
llenarse de lá grimas—. Así que ahora mientras me cuiden, no só lo me tienen a mí, sino al
futuro príncipe de Aurea.

—♕—

Estaba por cumplirse un mes desde que Aurea quedó bajo la administració n de dos
príncipes. En pocos días, una semana, todo volvería a la normalidad. Zayn había tenido
mucho tiempo para pensar en el consejo que su amigo Niall le había dado aquel día cerca
de la playa. Llevarlo a cabo seria doloroso, pero tras cada posible consecuencia de su
actuar, decidió que tenía razó n. Que las heridas con el tiempo cerrarían y entonces todo
habría valido esa pena. Por el reino, por su hija y la paz mental que necesitaba.

Aurora se abría paso en su corazó n de una forma asombrosa, y si lo que ameritaba para
asegurar su felicidad era enmendar el matrimonio con su madre, entonces lo haría.
Intentaría borrar el resentimiento, buscaría quererla como había hecho durante el cortejo,
los primeros meses de la boda, cuando estaba recién marcada y no se podía resistir a ella.
Lo haría, todo lo necesario. Porque él amó a su familia, y Aurora se merecía experimentar lo
mismo.
La ira lo había convertido en el hombre que juró jamá s ser, y buscaría toda la redenció n
posible parta reparar eso. Con Liam, Louis, y aunque costara muchísimo, incluso Harry
Tomlinson.

Pero primero comenzaría con lo que tenía al alcance, y lo má s doloroso, quizá .

Preguntó en los alrededores, exploró por los jardines hasta dar con el á rea de las fuentes
má s antiguas, las que producían una caída de agua má s ruidosa. Encontró a dos personas
sentadas en un banco, las doncellas los rodeaban con disimulo, lo suficiente cerca para
atender una orden, pero dando algo de privacidad para que pudieran mantener una
conversació n en susurros. No era difícil reconocerlos.

Lady Hadid y el lord comandante del palacio y la guardia real, Ser Liam Payne.

Se acercó , siendo el motivo del cese de la charla entre ambos. Se levantaron y ofrecieron
una leve reverencia.

—Majestad—saludaron al unísono.

—Lady Hadid, lord comandante—musitó —. Lamento interrumpir uno de sus paseos,


entiendo que no poseen mucho tiempo para estos.

—Su majestad no necesita excusarse—dijo Bella, su rostro sereno no mostraba hipocresía


en esa afirmació n—. Nos honra encontrarle.

Liam simplemente asintió a las palabras de su prometida. Zayn lo observó , notando que los
golpes ya no estaban ahí, los que él había provocado. Apenas quedaba una sombra de ellos
en la mandíbula del comandante.

—Reitero mis disculpas, porque comprendo que las parejas necesitan conversar todo lo
que puedan antes de la boda.

—Así es—sonrió la beta, entrelazando sus propias manos a la altura de su falda.

—Pero le robaré a Ser Liam por un momento, y si le sirve de consuelo, arreglaré que
mañ ana pueda dar otro paseo con usted, mi lady.

—Con una garantía así no podría negarme—Bella apartó la mirada del príncipe y la fijó en
el hombre a su lado—. ¿Estará bien si me retiro, mi lord?

Liam le dio una de sus sonrisas cá lidas y asintió .

—Perfectamente, lady Hadid. Pasaré por usted en cuanto pueda mañ ana.
Una corta despedida despachó a Bella Hadid y sus doncellas de los jardines. Con una densa
tensió n entre ellos, esperaron hasta hallarse solos para mirarse directamente. Zayn busco
reunir la calma que se escapaba a una carrera campal de su alma. Carraspeó para aclarar su
voz.

—No vengo para ser egoísta—anunció —. No vengo como el príncipe que te da ó rdenes, o el
amante que reclama tu exclusividad y fe. Vengo como el amigo y hombre que debí ser
desde un principio.

Liam por fin relajó un poco los hombros, la postura de su cuerpo perdió rigidez, y sus ojos
se vieron má s tranquilos, de un oscuro cá lido.

—Nunca dejaste de ser ambos, só lo quedó muy ahogado en el resto de las emociones y
conflictos que te nublan—dijo, cruzando las manos tras la espalda—. Si quieres disculparte,
no es necesario. Te perdoné desde el primer golpe, porque comprendía la razó n de tu
actuar.

—Sin embargo, no está bien, lo que hice no debería tener tu perdó n tan fá cilmente.

—Cuando dije que me hallaba seguro de poder superarte y encontrar afecto en alguien
má s, eso no erradicó el amor que siento por ti. Todavía no—se acercó un paso, y siguió
explicá ndose—. Por eso te perdoné. Lo haré toda la vida.

Zayn apartó la mirada un momento, se frotó el rostro con ambas manos y reunió valor para
encarar al hombre que quería, pero no podía tener.

—¿Crees que ella podría hacerte feliz? ¿Te entiende, puedes conversar con ella?

—Sí. Podría decir que no es la típica noble, es amable y genuina. Busca mis intereses y me
muestra los suyos—relató con una pizca de naciente afecto—. Estamos construyendo una
amistad que podría funcionar.

Sintiendo un arpó n en el pecho y ardor en los ojos, Zayn asintió .

—Entonces te libero, Liam. Te doy mi bendició n para tus futuros actos, y genuinamente
deseo que los dioses no te den otra cosa que recompensas—cerró la distancia entre ambos,
se arriesgó a tomarlo del rostro. Aguantó la expresió n de pena y nostalgia en el rostro del
comandante—. Anhelo verte feliz, porque só lo de esa forma me perdonaré a mí mismo.

—Cuando te vea transitar nuevamente un camino de paz, ese día yo estaré también
tranquilo—confesó , y sacó las manos tras la espalda para sostener las muñ ecas del alfa—.
Espero que sea pronto, má s por ti que por mí.

—Trabajaré arduamente en ello—prometió , sonriendo un poco, una mueca que le dolía—.


Ahora quiero algo, por la ú ltima vez. Y esto se acaba, ya no estaremos malditos.
—¿Finalmente? ¿No habrá má s?

—Lo juro.

Liam atrajo al alfa hacia sí, presionó los labios contra los suyos y sentenció esa despedida
que los separaba definitivamente, que destruía el punto de encuentro entre sus caminos
por el resto de sus vidas. Cada movimiento y roce abría má s la brecha, cada segundo hacía
de aquel beso má s doloroso y delirante. Lo sufrían, pero alargaron el momento hasta que la
agonía fue demasiada y les rasgaba el pecho.

Porque ese era el fin.

—♕—

Leer tanto Doncel de Lizzy me hizo pensar en hierbas y… ahí tienen el resultado.

Ya sé que me he tardado muchísimo, y lo siento. Pero ya ven que las vacaciones se


me acabaron, y quería actualizar las otras fics. Pero haré lo posible por no demorar
en la siguiente actualización.

Vienen algunas sorpresas.

Les quiero mucho, besos como siempre y nos vemos prontito.


40-. Imprudente

IMPRUDENTE

No pude oír el trueno, pero si tu acelerado corazón. No puede ver la lluvia, estábamos muy
ocupados haciendo huracanes.

Miró con indulgencia có mo Ashton se agachaba para dejar el plato de carne troceada en el
piso. Tommo enseguida estuvo a los pies del omega, lo miró un segundo y luego se
concentró en devorar la comida que dispusieron para él. Harry no había soportado el olor
del platillo, y apenas probó un bocado antes de apartarlo en la bandeja y confesar lo que
realmente deseaba comer. El cocinero del navío envió un nuevo platillo en menos de media
hora. Le apenaba, tanto como halagaba, que desde el anuncio de su embarazo toda la
tripulació n se desviviera por cumplir sus caprichos.

En la recamara, el fisió logo de larga tú nica verde y barba oscura chasqueó la lengua
mientras terminaba el examen físico. Harry apartó la mirada del zorro, justo para ver al
mayor que le indicaba con un ademá n que podía volver a sentarse en la cama. Acomodó los
botones de su camisola en el sitio justo, cubriendo nuevamente su abdomen y pecho. Pasó
por encima de sus hombros una bata negra con gruesos bordes en dorado y dibujos curvos
plasmados en ocre sobre el cuello de la prenda y el borde inferior. Las mangas no eran
demasiado largas, al igual que la camisola, só lo le cubría hasta los codos, y el resto de la
pieza caía hasta los tobillos. De esa forma se sentía fresco, pero có modo de estar presente a
la vista de otras personas que no eran su alfa. Entre los mareos, ná useas y el cansancio
general que el embarazo causaba en él, pasaba mucho tiempo en la recamara o la cama, por
lo que usar la ropa usual del día se le hacía tedioso.

El príncipe Louis adoraba volver a su aposento y encontrarlo en la ligera ropa de dormir,


pero gruñ ía cuando cualquiera má s allá de Ashton o el fisió logo se asomaba cerca de la
puerta. La sola idea de que alguien pudiera tener una vista impropia de Harry era suficiente
para evaporar toda la calma por la que era conocido.
—¿Algo que añ adir, señ or? —preguntó con respeto, desde el borde de la cama. A un lado
tenía una mesa sobre la cual descansaba una bandeja con un cuenco de gachas dulces.

Tras guardar sus utensilios en un largo trazo de cuero, el fisió logo acomodó las mangas de
su tú nica y compuso una mueca amigable.

—Todo marcha como debe, alteza—contestó diligente.

—¿Está seguro? —procuró usar un tono adecuado. Harry respetaba al hombre frente a sí,
no só lo había sido el mismo que dio con la solució n para salvarlo hacía casi un añ o cuando
escapó del barco de Winston, sino también quien fue cuidadoso en explicarle su situació n
segú n los embarazos cuando volvió de Hiems tras su primer celo. Era el hombre que
siempre viajaba con Louis y se encargaba bá sicamente de su familia. Su nombre era
Ambrose, pero nadie nunca lo llamaba así. Su rol estaba muy por encima de su identidad.

—¿Siente algo que le provoque inquietud? —regresó la pregunta el experto.

Harry tomó el cuenco y removió las gachas con una cucharilla. Probó tentativamente una
cucharada que su estó mago aceptó de buena gana. Tragó y limpió sus labios de los restos
en las comisuras.

—He estado pensando mucho algo…

—Tiene que ver con sus noches de insomnio, me atrevo a sugerir.

El omega asintió , y vio que Ashton acercaba una silla del fondo de la recá mara para que el
fisió logo tomara asiento cerca de Harry. El hombre aceptó el gesto y le asintió a Ashton en
agradecimiento.

—¿No es muy pequeñ o todavía? —preguntó finalmente, con la palma descansando en lo


bajo de su vientre. Yacía plana allí, sin ninguna curva mayor que pudiera evidenciar algo.

—Calculo que debe tener dos meses y medio encinta, alteza. Es una etapa muy precoz de la
gestació n. Aunque le sea inoportuno, tendrá que esperar un tiempo má s hasta que
comience a crecer—opinó , y tomó aire para añ adir, adelantá ndose a las dudas de Harry que
ya conocía—. Y mucho má s, antes de sentir al niñ o.

—Soy un tonto, ¿no lo cree? —sonrió con vergü enza, y volvió a tomar el cuenco. El fisió logo
lo contempló con paciencia mientras Harry probaba dos cucharadas colmadas—. He estado
esperando esto desde el momento que contraje matrimonio. El príncipe es mi alfa, lo sé
má s allá del razonamiento, lo siento en mi alma. Quería darle un hijo desde hace tanto…
que, a pesar de los malestares y la prueba en mi sangre, a veces dudo que esto sea real.
Quiero ver mi vientre abultado y sentir al bebé, para estar tranquilo.
A veces se despertaba con miedo de só lo estarse haciendo ilusiones. Que era demasiado
majestuosa la idea de tener en su vientre un pequeñ o ser perteneciente a Louis y él.
Entonces el alfa, todavía perdido en el sopor del sueñ o, lo atraía de vuelta al calor de su
pecho. Lo sostenía firme donde podía sentir el latir de su corazó n, la respiració n caliente
contra la nuca y la forma en que tan só lo su olor lo doblegaba para permanecer en paz.

Entonces todas las dudas se disipaban, porque el lazo le atiborraba el pecho de anhelo y
esperanza, en suaves y delicadas caricias como el roce de un plumó n sobre la piel.

—Le aseguro que estos meses se irá n muy rá pido, alteza. Tendrá a su hijo en brazos antes
de lo que espera—en sus ajadas facciones se marcó una sonrisa—. En un parpadeó lo verá
en el trono siendo príncipe de la nació n de las arenas doradas.

—Eso espero—devolvió el gesto Harry, y cuando Ashton le sirvió una copa de sidra al
fisió logo, él continuó comiendo las gachas hasta casi dejarlas por la mitad. De verdad tenía
hambre, pero la mayoría de los platillos le provocaban arcadas y mareos. Suspiró cuando
saboreó una porció n colmada de canela.

—Recomiendo que consuma má s alimentos, sin embargo—señ aló al zorro que ya lamía los
restos de carne en el plato—. Debe ocupar comidas nutritivas, no só lo meriendas que
calmen el apetito momentá neamente. Carne, verduras, frutas y cereales má s pesados.
Recuerde que estuvo estresado durante estas semanas y comía desordenadamente…

Volvió a usar la servilleta de tela en su boca y miró al experto con diversió n.

—Permita que le confiese algo íntimo. El príncipe cree que he estado comiendo como un, y
citaré sus palabras, conejo de caza rabioso.

Remarcó las palabras con un ademá n de su mano, el dedo índice como si dibujara cada
letra.

Aquello provocó una pequeñ a risa en el hombre que hasta el momento se había mantenido
ligero y neutral, fielmente atado a su papel como fisió logo real.

—Su Majestad debe extrañ ar mucho las excursiones de caza como para hacer una
comparació n así. Han sido meses ajetreados.

—No es lo má s halagador que me ha dicho—coincidió , terminando de comer de buen


humor el cuenco. Depositó el mismo sobre la bandeja, y por costumbre se limpió las manos
en la servilleta—. Entonces, ¿no existe motivo de preocupació n por el momento?

—En lo absoluto, alteza—negó antes de tomar un trago de su copa—. Siguiendo las


indicaciones que dicté para usted, todo marchará en orden. También le informaré yo
mismo al príncipe si lo desea.
—¿A pesar de los antecedentes en mi salud? En ocasiones pienso, intento figurar, qué
habría sido de mí sin el príncipe. ¿Hubiese podido reaccionar como un omega? —frunció
las cejas ante cada interrogante que se le cruzaba por la cabeza—. Sin la marca del príncipe,
y si él no me hubiese reclamado, ¿Habría tenido un celo? Temo que todas estas cosas
puedan afectar a mi bebé, en algú n punto. Que algo amenace su desarrollo porque yo…

—Los diferentes destinos de su pasado son difíciles de precisar, alteza. Pero puedo
asegurar que ha estado sano estos meses, desde que llegó al palacio su salud só lo ha ido
para mejor. Sus celos han sido regulares, y ahora se encuentra en estado. Se manifiesta en
su sangre, en la fragancia de su olor y los lentos pero constantes cambios de su cuerpo.
Llevo añ os en esto, alteza. Tenga fe cuando le digo que veo lo signos de un buen embarazo
transcurriendo en usted.

Ashton apareció en un gesto tímido, con una taza de humeante té en las manos que Harry
aceptó . El omega de ojos claros y cá lidos le sonrió , y susurró muy bajo antes de retirarse:

—Ya lo había dicho yo…

Porque, por supuesto, cuando Louis no estaba para acompañ arlo durante el día Ashton
eran quien soportaba las extensas conversaciones sobre las inseguridades de Harry. Y
aunque el de ojos como miel siempre finalizaba los debates con frases alentadoras, la duda
siempre quedaba como un pequeñ o gusanillo molesto en Harry.

La menta acarició el paladar de Harry, y miró a su amigo recoger los platos de la comida y
servirle agua a Tommo.

—Guardo fe en usted, señ or—concedió al fisió logo—. Así que só lo debo volcar mis energías
en comer y ser caprichoso.

El hombre terminó su copa de sidra y se levantó en un movimiento lento. Las arrugas


marcaron nuevamente su cara cuando esbozó una sonrisa.

—En efecto, alteza.

—♕—

Cuando el sol estaba por ponerse y reflejaba tonos cobrizos en el mar, Louis abandonó la
cabina del capitá n y se despidió de los tripulantes que encontraba en el camino con un
asentimiento corto de la cabeza. Detrá s de él marchaba el embajador que le ayudó a
redactar el acuerdo firmado por, el que ahora debía ser rey de Vitrum Maritima, Damon
Cox.

—Falta poco para que lleguemos hasta Aurea, ¿cierto?


—Apenas tres días, Su Majestad—contestó el embajador—. Dos si el viento sigue
favoreciendo las velas de esta forma.

Las botas de ambos resonaban junto el golpeteo de má s de una docena de individuos que
se preparaban para cambiar la guardia o dar por finalizado el día.

—No traemos informes tan buenos luego de un largo viaje desde la guerra—comentó ,
mirando por encima del hombro a quien le seguía—. ¿Me equivoco? Los ancianos tendrá n
mucho que registrar.

—Registros para bien, de vuelta en el palacio tendremos mucho que celebrar.

Louis se detuvo en las amplias escaleras que conducían a su recá mara. Ese navío era suyo, y
cuando mandó a sus hombres a construirlo, especificó sin turbació n alguna que deseaba
una planta só lo para él. Subió el pie derecho al escaló n y ladeó el cuerpo para observar al
diplomá tico que le servía.

—Un acuerdo renovado, tratados con los Lioncourt—enumeró , y luego su sonrisa se


ensanchó —. El pró ximo heredero de la corona.

—Resulta muy conveniente que podrá dar la noticia en vísperas de la celebració n de su


nacimiento, Majestad—cruzando los brazos tras la espalda, el embajador asintió —. Sin
duda los dioses só lo han derramado bendiciones sobre usted ú ltimamente.

—Espero que continú e así…—deseó antes de largar un suspiro—. Dejaré el resto de


nuestros pendientes para mañ ana, embajador. Estoy agotado y necesito una buena noche
de sueñ o.

—Que tenga buenas noches, Majestad. La tripulació n sabrá excusarlo durante la cena—
escuchó tras de sí cuando comenzó a subir los escalones. Dobló en una esquina y continuó
otro tramo hasta dar con el pasillo que era la antesala de su recá mara.

Cenar con el capitá n había sido la ú ltima de sus obligaciones por el momento. Cuando
recién comenzó el viaje de retorno, los días eran tranquilos y apenas debía ausentarse un
par de horas antes de volver con Harry, pero ahora que se encontraban a poca distancia de
Aurea el deber le exigía que invirtiera algo má s de tiempo en el estudio a un lado de la
cabina del capitá n, y que evaluara con má s atenció n las actividades de la tripulació n.
Aunque el embajador lo ayudaba muchísimo, no era suficiente para permitirle largas
estadías en su recamara para disfrutar de la compañ ía de su consorte.

Saludó brevemente a Luke que se encontraba en la puerta, y entonces tocó la misma con los
nudillos una sola vez para anunciarse. La cerradura cedió a su mano y las bisagras
crujieron un poco cuando abrió la puerta. Ashton cruzó rá pidamente su campo de visió n,
con una canasta en las manos llena de ropa doblada y prendas de cama hechas un ovillo.
Recogió una camisola que estaba por resbalar del borde de la cama, y entonces se fijó en
Louis.

—Majestad—musitó , con la vergü enza ocupando levemente sus mejillas en un tono carmín.
Se sentía apenado por no haber acudido a la puerta y ser negligente—. No le escuché tocar.

—Pierde cuidado, no me anuncié como es lo adecuado.

—Lo siento—insistió Ashton, maniobrando con el peso de la canasta—. Estaba por


marcharme, ya…

—¡Príncipe! —Harry se hizo presente, volviendo detrá s de un biombo y caminando


descalzo hasta él. El zorro que adoptó lo seguía de cerca, balanceando la esponjosa cola y
lamiendo los tobillos del omega cuando lograba alcanzarlo—. Tommo, ya basta—regañ ó al
animal, alzando un poco el vaso de estañ o fino, como si pudiera serle arrebatado—. Acabas
de beber un cuenco de leche, ¡ve a dormir! —ordenó al zorro, que agazapó las orejas, y só lo
cuando Harry insistió en sus palabras volvió sobre sus pasos y se acurrucó en un
almohadó n en la esquina de la habitació n, dispuesto allí para él.

Ashton cubrió un momento sus propios labios con el dorso de la mano para no reír, y luego
volvió a sostener la canasta, recuperando la compostura.

—Si ya no me necesitan, me retiraré hasta mañ ana. Traeré esto limpio luego del desayuno,
y si requieren otra cosa, por favor só lo llamen—anunció , retirá ndose tras sus palabras
rá pidamente a la puerta.

Harry lo despidió también, y luego miró a Louis con una sincera sonrisa.

—Me dijeron que cenarías con el capitá n, y ha sido un día largo. Así que imaginé que
llegarías muy cansado—encogió los hombros, tomó del vaso y humedeció los labios en la
bebida—. Le pedí a Ashton que preparara la tina para ti. El agua está caliente y yo apliqué
las esencias que te gustan.

—¿Y tú ya cenaste? El fisió logo mencionó que debía ser cabal en mi deber de asegurar tu
buena alimentació n—musitó , atrapando con el pulgar una gota pá lida que resbalaba del
labio del omega.

—Prepararon un rico estofado para mí, también hornearon hogazas de pan dulce—
contestó con un asentimiento. Señ aló el vaso en su mano—. Ashton mencionó que habían
servido leche en el comedor, y se me antojó un poco para terminar de comer las rebanadas
dulces. Cené muy bien, lo aseguro.

Louis le sonrió , acarició las mejillas de Harry y luego acunó su mandíbula para atraerlo en
un beso corto y suave. Moldeó los labios sobre los ajenos, saboreó su tersa superficie.
—Eso me complace mucho, amor—suspiró cerca de su boca, y rozó sus labios nuevamente
—. Tomaré ese bañ o. Ve a la cama y espera por mí, prometo no tardar.

Harry hizo un puchero. Dejó el vaso de estañ o sobre una có moda cercana.

—Me aburriré mientras espero… Estuve todo el día en la habitació n, si me recuesto en la


cama y miro al techo comenzaré a llorar.

Louis dejó escapar la risa, acercó el rostro de Harry y frotó la nariz contra suya.

—No puedes ver el techo, amor. El telar del dosel en la cama no te lo permite.

—Muy gracioso, príncipe.

Reprimiendo un bufido, Harry tomó a Louis de las muñ ecas para apartarlo. Intentó dirigirle
una mirada de reprimenda, pero no pudo, así que simplemente se movió a un lado. Acarició
al alfa desde el hombro hasta el final del brazo y siguió caminando hasta distanciarse. Subió
una rodilla a la cama cuando estuvo junto al filo del colchó n.

—¿Estará s despierto cuando vuelva? —apenas comenzaba la noche, pero entendería si


Harry decidía rendirse al sueñ o temprano. Mientras esperaba una respuesta que Harry
meditaba al tiempo que abría las vestiduras de la cama, Louis retiró de sí las joyas que
colgaban de su cuello, los prendedores de oro en la chaqueta de su traje y el anillo de plata
en el pulgar derecho. Só lo se dejó el collar de la rosa de plata, la ú nica prenda que siempre
prevalecía con él.

—Si vuelve pronto, príncipe, entonces sí—respondió finalmente, entrando al calor de la


cama.

Louis le dedicó una sonrisa y mirada indulgente, sabiendo que por complacer ese pequeñ o
capricho de su omega era capaz de no disfrutar ese efímero placer mundano y prescindir
de la tina incluso mucho antes de que el agua se enfriara.

Antes de avanzar al compartimiento donde estaba dispuesto el bañ o, deshizo las ataduras
de las botas y se descalzó . También retiró la chaqueta y la camisa de algodó n que cargaba
debajo. Apiló todo sobre un baú l y por ú ltimo también desistió del cinturó n, que cayó en el
mismo sitio.

Miró por encima del hombro, y encontró a su omega observá ndolo sin disimulo, con su
dulce mirada verde que camuflaba de inocencia una intenció n má s corrupta. Estaba
abrazando una almohada, con las mejillas sonrosadas y los rizos desparramados. Se estiró
con pereza en la cama, como un felino soberbio.

Louis resistió el impulso de ir directamente a la cama. En cambio, fue hasta el bañ o y se


encontró con todo listo y dispuesto para él. La bata de bañ o y demá s telas para secarse al
salir, los cepillos y barras de jabó n dispuestos en una bandeja a su alcance, suficiente
iluminació n para no dejarlo en penumbras, y sin embargo, otorgar las sombras de la paz.
Comprobó la temperatura del agua, encontrando que estaba demasiado caliente, pero le
serviría; y así el resto de las prendas estuvo fuera cuando entró a la tina. Como Harry había
asegurado, el agua contenía sus fragancias preferidas, y Louis se sumergió por un
momento. El alargado fondo de la tina recibió su cuerpo y le dejó estirarse a gusto. Privado
de oxígeno, pero con el relajante silencio bajo la superficie, cerró los ojos un momento y
permitió que se relajara su cuerpo.

Imprudente, su memoria lo transportó a una sensació n similar hace meses, cuando la


adrenalina apenas podía combatir el dolor de sus heridas, mientras sentía que la vida se le
escapaba en una cascada carmesí desde la espalda. El momento donde creyó que nada peor
podía acontecer, y entonces una flecha se alojó en su hombro, lo envió a los brazos de la
fú nebre fuente que se tragaba los cuerpos de la arena. Esa vez las aguas eran densas,
heladas y le arrebataron la calidez de la sangre que hasta ese momento le recordaba que
aú n se encontraba vivo. Se sintió aturdido entonces, con el cuerpo rá pidamente
entumecido por la temperatura y el agotamiento físico. Ya no había reservas que lo
ayudaran, las fuerzas se habían hallado drenadas de él. Só lo entonces, fue la voluntad el
recurso que le obligó a moverse y nadar a la superficie. Si Louis era escéptico en lo má s
profundo de su corazó n, entonces en ese mismo punto muerto brotó la fe cuando el lazo
que lo unía a Harry le dio el impulso para continuar con vida.

Se incorporó nuevamente en la tina, con la espalda apoyada en el respaldo, los brazos en


cada borde. Concentró su ser en tomar un largo respiro, ocupó recordar que sus heridas ya
estaban cicatrizadas, no dolían de esa forma atroz como cuando se encontraban recientes.

—Tonto—reprendió de sí mismo, masajeando el gesto tenso entre sus cejas. Apartó esos
pensamientos, porque nada ganaba concentrá ndose en algo así cuando todo marchaba tan
bien en su vida. Era inaudito que esas semanas algunas pesadillas recurrieran a él, pero no
mediante imaginaciones, sino recuerdos deformados.

La caída de Harry desde la torre en Hiems con un desenlace má s fatídico.

É l siendo derrotado y perdiendo la vida en el combate del juicio.

El reino siendo destrozado por las garras de ambiciosas entidades que por meses
esperaron a la sombra encontrar una debilidad.

Miedos injustificados, sin fundamentos. No tenía por qué pensar así, atormentarse. La
mente no podía torturarlo de esa forma cuando durante el día se hallaba tan feliz.

Quizá só lo se trataba del persistente estado de alerta por estar lejos del hogar, en tierras
hostiles donde era visto como un potencial enemigo. Siempre alerta y con las armas listas
para defender.
Cuando retornara a Aurea, todo volvería a su cauce.

Ocupó el cepillo y consiguió asearse en movimientos mecá nicos, sumido todavía en


demasiadas cavilaciones que no encontraban el giro adecuado para deshacer el nudo de
preocupaciones absurdas. Cuando terminó , calculó que todavía le restaba algo de tiempo
antes de que la temperatura comenzara a descender drá sticamente en el agua. Descansó
los brazos en los bordes, cerró los ojos un momento.

Tal vez se perdió má s tiempo del estipulado. El desgaste de un día tranquilo pero ajetreado
haciendo mella en él.

Volvió en sí cuando una caricia le apartó las puntas del flequillo de los ojos.

—Creí que estarías quedá ndote dormido aquí, y no estuve muy equivocado.

Harry lo miró desde arriba, el cuerpo inclinado hacia él, luciendo un camisó n pá lido que se
sostenía a sus hombros mediante un listó n. El pequeñ o lazo se ubicaba entre sus clavículas.

—¿He tardado mucho? —preguntó tras un momento de observarlo.

—Muchísimo.

—Realmente lamento haberte hecho esperar, amor—suspiró , enderezá ndose en la tina—.


Vuelve a la cama, estaré allí enseguida.

Pero Harry só lo se movió por el lugar para tomar la bata de bañ o y extenderla cuan largos
eran sus brazos.

—Permite que te ayude a secarte. Tienes el cabello largo nuevamente, y no quiero que
parezcas un vagabundo por la mañ ana—indicó el rizado mientras Louis desechaba la idea
de negarse y salió de la tina. De su cuerpo resbalaron gotas de agua, y luego fue cubierto
por la cá lida tela. Apenas tuvo tiempo de resentir la frescura fuera de la tina—, só lo porque
no te peinaste luego del bañ o.

—El reino se va a perder por un aspecto desaliñ ado…—murmuró por lo bajo Louis,
mientras hacía un nudo flojo en la cintura de la bata. Miró a Harry a través de sus largas
pestañ as y le sonrió —. Só lo estoy jugando…

—Estoy bien con eso—restó importancia al asunto, y tiró de la manga de la bata para
guiarlo con él. Louis tuvo que avanzar sin chistar, conociendo las etapas de los caprichos de
Harry. Esta era la pacífica, donde le pedía las cosas con calma.

Dejó que lo sentara en una dispuesta silla cerca del biombo donde antes estaba colgada la
bata. Harry tomó una prenda de mullida fá brica y frotó los cabellos de Louis, removiendo la
humedad hasta encontrarse satisfecho. Entonces dejó colgando la prenda en el mismo sitio
y volvió con una sonrisa. Le desenredó con gentileza los pequeñ os nudos en el cabello, con
paciencia las manos de Harry se pasearon por su cabello hasta dejarlo impecable.

—Ven aquí—solicitó Louis, atrapando un pliegue del camisó n en sus dedos, y luego alcanzó
la cintura de Harry, que se dejó llevar obediente hasta su regazo. Se sentó a horcajadas
sobre sus muslos, las piernas de Harry rodeá ndole la cadera—. Esperé esto todo el día.

—Me hubiese gustado salir de la cama un poco antes, sorprenderte en la tina mientras aú n
se podía—encogió los hombros—. No pensé que te quedarías dormido, y te he extrañ ado
mucho.

—Lo siento, gatito. Lamento que estos días me encuentre tan ausente y no pueda mimarte
—expresó , ladeando el rostro cuando Harry barrió los dedos por su mandíbula y mejillas,
sintiendo la textura de su barba de unos días.

—No puedo ir a tu estudio, porque el olor de la tinta me asquea—formó un puchero en sus


labios, y acunó el rostro de Louis con cariñ o—. Pero, ¿me extrañ as mucho?

—Cada instante. Pienso en ti, deseando estar en la cama contigo con la fragancia de tus
rizos, el sonido de tu voz, la superior paz que me otorgan tus caricias. Persigo ser el que
esté presente para cuidarte en cada momento.

—Quiero estar siempre contigo, mi príncipe—confesó , incliná ndose má s cerca de Louis,


rozando la nariz con la suya—. ¿Sabes cuá nto te anhelo cuando no está s? Y aparentar es tan
difícil cuando lo ú nico que necesito es tu fuerte olor envolviéndome.

—Pero eso no se lo expresas a nadie, ¿verdad, gatito? —aseguró , respondiendo con su tono
a la pregunta que recién formulaba. Harry negó y Louis delineó su cintura, pasó los
pulgares por el abdomen—. Porque eres decidido y fuerte. No dejas que nadie te vea
expuesto. Te amo por eso, por la forma en que conquistaste tus miedos.

Lo amaba por mucho má s, por el vuelco que le dio a su vida, la manera en que desterró
todas las atrocidades de la guerra lejos de sus sueñ os y su memoria. Incluso cuando Harry
seguía siendo un omega asustado que batallaba con las ataduras del miedo, encontró la
forma de hacer sentir a Louis seguro, con un sitio firme al cual acudir y llamar hogar.
Inspiró a Louis a ser un mejor hombre y líder, a corregir tantas cosas que ignoraba de sí
mismo.

—Só lo mí príncipe puede verme realmente, y yo lo miro a él—afirmó , deslizando un tibio


beso sobre su boca que se interrumpió en un suspiro—. Porque estamos enamorados.
Genuina, irremediable e insensatamente enamorados.

Louis observó el rostro cá ndido y precioso de su consorte. El leve rubor de las mejillas, el
apetecible color que hacía irresistibles a sus labios. La fortuna le calentaba el pecho y
complacía su instinto de alfa cada vez que pensaba, aseveraba, que ese omega en sus
brazos sería suyo por el resto de sus días.

—Así es, amor. Y que nadie nos salve de esa necedad—deseó finalmente.

Sostuvo a Harry de la nuca, reclamando otro beso que llegó enseguida, pero má s entregado
y prolongado, donde la devoció n escapó de ambos en cada roce y lamida, en la frescura de
reconocer el sabor del otro. Los dedos de Louis se perdieron en los cabellos de Harry,
mientras que su mano libre trazó los contornos de su figura, restregó la palma contra la
espalda baja y finalmente el pequeñ o trasero. Por su parte Harry fue el primero en cambiar
el humor del beso, pasando de la premeditada y tranquila nostalgia a la necesidad,
moldeando su boca contra la de Louis en una solicitud muda. Sus blancas y suaves manos
apartaban el cuello de la bata y trazaban las fuertes líneas del pecho que se calentaba por
él, que guardaba un gruñ ido por el adictivo olor emanando de la lechosa piel ajena.

Louis descendió por la nuca de Harry, bajó hasta el cuello y sintió la vibració n de un gemido
allí, justo por donde su pulgar trazaba una línea sobre la garganta; y de su pecho un rugido
respondió a ese instintivo llamado, al mismo tiempo que la pelvis de Harry se presionó
contra la suya. En un jadeo por aire, el omega ladeó el rostro, y Louis le mordisqueó el labio
inferior antes de desencadenar los besos que todavía deseaba debajo de la mandíbula,
sobre la tierna piel del cuello. Harry crispó los dedos sobre su pecho, y él consiguió
deshacer el lazo del camisó n para que este cayera y entonces pudiera seguir besando má s
piel. Las pecas que salpicaban los hombros del rizado recibieron sus labios, el vestigio de su
lengua.

—Te extrañ o—gimió Harry, volviendo a restregarse contra él—, muchísimo. Tanto…

Y Louis sabía a qué se refería, moría por dejarse llevar y tomar a Harry allí mismo. Sin
embargo, porque lo amaba, también conocía cuá ndo necesitaba enjaular el instinto y
pensar con la mente clara. Presionó dos besos má s sobre la piel expuesta, ignoró a duras
penas el rastro hú medo que podía palpar en la tela del camisó n sobre las nalgas de su
omega; y suspiró .

Buscó la voluntad para moldear la voz y no sonar decepcionado.

—No podemos, gatito. Ansío hacerte mío, pero no podemos aú n.

Encontró la mirada empañ ada de Harry, sus labios temblorosos y sus pá lidos dedos
tratando de recoger con movimientos trémulos el ancho cuello del camisó n de vuelta a sus
hombros. Estaba avergonzado y acalorado, encendido por lo que no podían culminar.

—Lo sé. Sé que no es seguro para…


—Para el niñ o—suspiró , igual de afectado que él, con los rastros del deseo quemá ndole
incó modamente el cuello—. El fisió logo dijo que debíamos esperar unas semanas antes de
que sea seguro. Tenemos que pensar en el pequeñ o, queremos lo mejor, ¿verdad?

—Sí…

—No puedo anudarte ni forzar tu cuerpo.

—Jamá s me ha hecho dañ o—corrigió enseguida Harry—, pero si el experto dice…

—Y también lo dice tu príncipe, gatito. Que quiere a su precioso omega sano y con un
embarazo llevadero, feliz—insistió , tomando las manos de Harry y besá ndolas hasta que
logró que se relajara. Lo soltó entonces y le acarició los muslos. Las suaves manos pasaron
por los hombros de Louis y su pecho—. ¿De acuerdo?

Harry asintió con los labios un poco abultados en un gesto que no llegaba a ser un puchero.

—¿Có mo dices, Harry? —presionó suavemente, colando las manos bajo el camisó n.

—Comprendo—contestó , humedeciéndose el labio inferior con su rosada lengua—. Sí, mi


príncipe.

Querer complacer a Harry tenía que ser su mayor pecado.

—¿Vas a ser un buen gatito para el príncipe? —ofreció Louis, atrapando ese destello de
interés en los jó venes ojos verdes, el muchacho sobre él asintió —. Comprensivo,
responsable, dejando que yo decida hasta dó nde llegar.

—Seré bueno—apuró a decir, con sus manitos arrugando la tela sobre los hombros de
Louis, tirando de esta.

—Entonces el príncipe sabrá darle al gatito su recompensa.

El fisió logo les había advertido que debían prescindir de la intimidad en el lecho marital
hasta que Harry cumpliera tres meses de gestació n, y ya no se corrieran mayores riesgos de
un aborto espontá neo. Desde que ambos estaban en conocimiento de la presencia del bebé,
no se habían reclamado como alfa y omega, pero los instintos azotaban las barreras de la
sensatez en ocasiones, momentos de vacilació n como ese. Louis no podía anudar a Harry,
eso lo tenía claro. Pero desde tempranos días de su matrimonio, se encargó de enseñ arle a
su omega que había muchas formas de llevar la intimidad. Consumar el placer sin la
necesidad de ser convencionales.

Harry esbozó una sonrisa sincera, entregada y dulce antes de besarle el cuello, y Louis
levantó el desecho camisó n para dejar descubierto el fastuoso cuerpo de su consorte.
—♕—

La luz de la mañ ana, precoz como solía ser en Aurea, hizo que despertara envuelta en la
cá lida sensació n que no sentía hacía mucho tiempo. Estaba tan có moda que no deseaba
moverse, simplemente cerró los ojos nuevamente y respiró el aroma que se mezclaba en el
aire. Su mejilla reposaba en el pecho del príncipe Malik, el brazo de éste le rodeaba los
hombros y mantenía cerca. Nada los cubría debajo de las exquisitas sabanas traídas del
desierto. Estaban relajados y con una descomunal paz difícil de comprender.

Gigi había olvidado lo que era no sentirse ahogada por el lazo, o amanecer en la cama sin el
peso de la depresió n aporreando su pecho. Todo en ella se sentía bien. Sus manos no
estaban frías, la comida tenía sabor nuevamente, la marca no dolía.

Eso era lo que le abatía con intensidad antes, algo que ningú n fisió logo podía cuantificar y
generar una pó cima con la solució n. Su mundo se fue volviendo gris, la felicidad se drenó y
ella só lo fue consciente de eso cuando ya era demasiado tarde y se encontraba atrapada. Su
derrumbada alma sabía lo que podía aliviarla, pero su salvador se encontraba tan lejos, tan
distante y alterado por las situaciones que borraban sonrisas y sofocaban risas. Ella como
omega había necesitado a su alfa para aliviar la dolorosa sensació n del lazo, pero este no
hallaba un camino para ir hasta ella. Y si algo la mantuvo dentro de la cabalidad, fue el fruto
de ambos en su vientre.

Hasta que se fue, su niñ a nació y entonces el ú nico vínculo que retenía las violentas
emociones del lazo ya no estaba ahí para protegerla.

Sin embargo, algo poco a poco fue cambiando. Pudo acercarse a su niñ a Aurora, los colores
volvieron, su esposo le sonrió como la primera vez. El recuerdo fantasma que mantenía el
desilusionado amor en ella.

Pero ya todo estaba bien, porque si en los meses anteriores estaba muriendo de sed, ahora
disfrutaba de un manantial.

Disfrutó de minutos donde el silencio só lo tomaba turnos con la respiració n del alfa en la
cama, y entonces el ritmo cambió , una mano le acarició la espalda y se enredó entre los
largos mechones dorados que se escaparon de su trenza.

—Buen día, lord Malik—saludó ella, dejando un delicado beso en el hombro del príncipe.
Lo miró estrujarse los ojos con los nudillos, barrer la neblina del sueñ o. La barba estaba
espesa en su rostro, el oscuro y brillante cabello desparramado sobre el fondo claro.

—¿Qué hace despierta tan temprano, mi lady? —preguntó , el sonido saliendo ronco de su
garganta.

—Só lo… No lo sé—estiró los labios en una sonrisa—. Dormí muy bien, supongo que
descansé lo suficiente.
—Luces má s serena, sí—alegó el monarca, que repasó el surco violá ceo debajo de los
pá rpados de la consorte. Las noches en vela se estaban marchando, y Gigi volvía a ser poco
a poco la vivaz mujer de antes—, tranquiliza mi alma que estés recuperando tu salud.

—Estoy haciendo lo posible—apuntó con un gesto ingenuo, contenta de alguna forma


encontrar un propó sito que le diera la atenció n y orgullo de su esposo.

—Lo sé—suspiró , acariciando la línea de la mandíbula y deslizando los dedos hasta la


barbilla de la omega—. Aurora y yo te necesitamos.

Porque ambos habían compartido esos primeros meses de la pequeñ a heredera. Estaba
creciendo fuerte y preciosa, resultando ser una niñ a tranquila que lloraba poco, reía ante
los gestos de sus padres y aceptaba las horas de dormir. Junto a las doncellas, cuidarla
había sido estupendo.

—Estaré ahí para ustedes, no podría ser de otra forma.

El palacio comenzó a cobrar má s vida, los sonidos fuera de la recamara hacían un rumor
agradable, el de una comunidad iniciando el día. Las doncellas pronto tocarían la puerta
para comenzar sus tareas. Traer el desayuno, arreglar la habitació n, cuidar de Aurora y
traer la ropa limpia. Y en un cubículo de la habitació n que redecoraron, se escuchó el
gimoteo de un bebé.

—Iré a verla—anunció Zayn enseguida. Dejó un beso sobre la frente de Gigi y salió de la
cama. Las sabanas resbalaron de su cuerpo revelando toda la desnudez bajo su cintura.
Tomó un batín que se hallaba ajado sobre un buró , y antes de perderse la prenda le abrigó .

Gigi no quería dejar la cama, donde estaba el olor de ambos. Donde nuevamente estaban
haciendo lo que, ella figuraba, era lo má s cercano a amarse. Ser esposa era algo que ella
seguía aprendiendo, día a día. Antes de casarse, antes de ser comprometida con Zayn Malik,
só lo conoció la atenció n de algunos pretendientes que simplemente le hacían regalos.

Cuando ella conversaba con Harry, le hablaba de un enfoque totalmente distinto de lo que
ella tenía en su vida, en la privacidad. É l hablaba de largas conversaciones en la noche,
despedidas sentidas por la mañ ana. A veces ella no sabía si unos días Harry tenía un amigo
en lugar de un esposo. O era acaso que ellos eran así, confidentes que compartían una cama
y votos nupciales.

Gigi tenía un esposo, lo que sus institutrices y madre le enseñ aron que eso era. No cabían
aspectos mundanos como la amistad o camarería. Tenía entendido que eso no era así.

A pesar de eso, no podía ignorar las sensaciones que afloraban desde la boca de su
estó mago, ascendían por su pecho y le calentaban el cuerpo. Como en ese momento, que el
alfa volvía a su vista con su hija en brazos.
—Vaya lady tu madre, Aurora. No quiere salir de la cama—habló a la bebé, besá ndole los
cabellos que eran lisos y suaves, tan delgados que cualquier roce los alborotaba—.
Tendremos que pedir el desayuno para la cama, ¿eso no sería estupendo?

Aurora atrapó los dedos de su padre y se entretuvo jugueteando con estos.

—Eso sería imprudente—recalcó Gigi, tomando en puñ os la sabana para asegurarla a su


cuerpo y levantarse.

—Hubo un tiempo que se decía en el palacio—indicó el alfa, volviendo a la cama—,


imprudente siempre es el actuar de un Malik.

La habitació n se llenó con la risa de ambos.

—♕—

Cuando desembarcaron en Aurea, uno de los comerciantes cerca del puerto le regaló a
Harry un ramo de flores del desierto. É l las aceptó con cariñ o y agradecimiento, y disfrutó
la expresió n estoica de Louis mientras contenía los celos y le pedía que subiera al carruaje
que los llevaría hasta el palacio.

Las mismas flores se aplastaron en el abrazo que Johannah le dio apenas lo encontró en su
sala de té.

Louis había acudido al saló n del trono donde la corte estaba reunida junto a los concejeros.
É l les daría el anunció de que ambos esperaban a su primer hijo. Y a Harry le hubiese
gustado estar ahí para compartir ese momento y escuchar sus palabras, pero estaba
mareado y en la sala de té consiguió serenarse mientras descansaba en el silló n oliendo las
flores que le obsequiaron.

Hasta que la madre de su esposo entró por la puerta y Harry apenas tuvo tiempo de
levantarse antes de verse envuelto en un apretado abrazo.

—¡Estoy tan feliz por ti y mi Louis! —dijo antes de repartir sonoros besos en las mejillas de
Harry—. No puedo creer que prefirió avisarme con el resto de la corte, ¡Pudo enviar una
carta!

Las flores se cayeron en la alfombra, y en medio del abrazo, Harry condujo a Johannah lejos
de estas para que no las pisoteara con el tacó n de sus zapatos. El entusiasmo de la mujer le
hizo reír y sentirse enternecido.

—Louis no creía adecuado hablar sobre el tema mientras está bamos en Vitrum Maritima. Y
cuando viajá bamos en el barco, el embajador lo convenció de los peligros de enviar
mensajes tan importantes así. Las aves podrían perderse, ser interceptadas…—explicó
Harry, y su suegra le acunó el rostro—. Está rondando alrededor de mí siempre, como un
leó n amenazado.

—¿Y có mo no? —le apretó las mejillas, a lo que Harry tomó una de sus manos para
indicarla que la posara en su vientre—. Oh, un nieto… —hipó , parpadeando repetidas
veces. Su rostro intentaba dividirse entre la sonrisa feliz y el repentino llanto.

—Nos tomó a todos por sorpresa—musitó , y tímidamente sacó un pañ uelo de la chaqueta
que usaba. Enjugó las gotitas que resbalaban de las pestañ as de la mujer—. Es tan pequeñ o
todavía, y sin embargo me ha hecho sentir tan enfermo—mencionó con diversió n.

—¿Muchas ná useas y encuentros con el piso?

Se ruborizó , y la invitó a volver al silló n donde ambos podían sentarse có modamente.

—También me asqueo de muchas comidas—presionó los labios en un puchero—. La torta


de zanahoria…

—¡Ay, mi pobre niñ o! —Lo arrastró de nuevo a su pecho en un abrazo, y Harry se dejó sin
chistar, porque ese calor maternal que Johannah le brindaba siempre era como un bá lsamo
—. Le diré a mi hijo que consiga un postre que sepa justo igual y no te cause malestar.

—Dudo que eso se pueda…

—Claro que sí, no subestimes la determinació n de un alfa entregado—aseguró , frotando


suavemente su espalda. El aroma de Johannah delataba lo eufó rica que estaba, Harry má s
que nunca se sintió parte de esa familia, de los Tomlinson que lo resguardaron bajo su ala
protectora desde el primer día—. Hará lo que sea por mantenerte contento… ¡Y yo
también! Cualquier cosa que necesites, mi niñ o. Tú dilo y yo estaré ahí para cuidarte.

—Saber que cuento con eso me hace sentir muy aliviado. Desde hace unos días tengo
cierta… ¿ansiedad? —musitó , irguiéndose cuando el abrazo se aflojó —. Es decir, esperé
este momento, deseaba tener el hijo de Louis. Pero no tengo idea de có mo llevar un
embarazo. Pasé muy poco tiempo con mi hermana, partí cuando ella finalizaba el tercer
mes.

—Me tienes a mí, Harry. Soy la madre de tu esposo, y también tuve a Lottie y Fizzy—sonrió
comprensiva, acomodó un rizo detrá s de la oreja de Harry—. Cualquier duda que te asalte,
puedes consultarme. También tendrá s al fisió logo, e incluso tu amiga la consorte podría
asesorarte.

—Ella también debe estar recibiendo la noticia. Oh, necesitaré ayuda para contarle a las
niñ as.
—Está n en una clase, pero cuando el tutor las despache podemos pedir té, algunos dulces y
decirles.

—Sería excelente—aceptó , dejando caer las manos en el regazo. Enlazó los dedos, y no
pudo evitar dejarlos sobre su vientre—. No deseo má s que ser un buen padre para este
niñ o. Sin arrastrar los errores que ocurrieron conmigo, no quiero nada de eso para mi hijo.

—Nada de eso pasará , querido. He visto tu corazó n y conozco el de Louis. Ese bebé es
afortunado por nacer de ustedes—apretó suavemente las manos de Harry—. Difícilmente
podría pedir a un par mejor.

—Gracias, Johannah. Por siempre estar dispuesta a ayudar. Sabes, espero que sí, que te
aprecio y quiero como a una madre—confesó .

—Y yo te quiero a ti como si fueses mío, querido.

—♕—

—Me tranquiliza mucho que mi esposo decidiera pedir disculpas al príncipe Louis—
comentó Gigi mientras arreglaba algunos tomos en el estudio de Zayn. Ella le aseguró que
podía poner en orden los pergaminos y dejar sobre el escritorio los asuntos que debían
tratarse a la brevedad. Así él tendría el tiempo libre para celebrar que su mejor amigo sería
padre—. Era muy tenso verlos distanciados siendo que siempre resaltaron por ser tan
unidos.

Como siempre, no se encontraba sola. Cuando fue enviada hasta Aurea, sus padres le
obsequiaron una escolta de diez hombres y cuatro doncellas, para que no extrañ ara
demasiado el hogar.

Cuando ella vagaba por los jardines o el palacio, eran sus propios sirvientes quienes la
acompañ aban, no los de la corona. Mientras se encontraba en el estudio del príncipe Malik,
su guardia Hans esperaba por ella junto a la ventana.

—Cualquier cosa que a usted le traiga paz, mi lady, es de prodigar—contestó él.

—Tú siempre tan diligente—acotó risueñ a, apilando las cartas que se habían quedado en la
mesa donde antes, algunos concejeros y Zayn habían compartido una copa de vino—. Por
eso confío en ti, y tus compañ eros.

—Agradezco encarecidamente eso, mi lady—musitó el hombre. Se mantuvo firme cuando


Gigi fijó la mirada en él—. Su Alteza.

—También quería hacer una pequeñ a celebració n. Harry es mi amigo, y sé que él deseaba
mucho este momento. Ademá s, me cuidó siempre que sus obligaciones se lo permitían.
¿Alguna vez hiciste guardia mientras estaba con él? Tiendo a olvidar algunos detalles…
—Sí, tuve el placer. En dos ocasiones estuve presente cuando el consorte la visitaba. Es un
amigo sincero de Su Alteza, por lo que guardo respeto para él.

Mientras lo escuchaba, Gigi leyó rá pidamente las cartas y se concentró en una con el sello
de los cazadores del desierto.

—Valoro mucho su amistad, sí. A veces me comprende mejor que mi hermana Bella… En
fin, no podré hacer la celebració n, al menos no pronto; y creo que hacerla mucho después
sería desubicado. Ahora el palacio celebrará el cumpleañ os del príncipe Louis, y creo que la
corte pensará que eso es suficiente.

—Entiendo.

Guardó las misivas en un cajó n, menos una, que volvió a leer mientras recorría el estudio.

—Hans… ¿Sería injusto delegar un viaje má s al príncipe? —preguntó , abanicá ndose con la
carta. El guardia la miró , pero ella siguió hablando—. Quizá sí. Acaba de llegar, su omega
está esperando un hijo… ¡Y él cubrió obligaciones incluso tras su boda! La princesa también
está algo atareada aquí, supongo que organizaré el viaje para mi esposo al desierto. Só lo
será un día, tal vez día y medio.

—¿Quiere que reú na una escolta para el príncipe?

—No, no—negó mientras se deshacía de una arruga en su falda—. Le diré a Ser Liam que
viaje con él, y que elija segú n su criterio quiénes deberían acompañ arlos. Es el lord
comandante, su conocimiento sobre esto vale muchísimo.

Hans no le contestó enseguida. Ni con acotaciones o aceptació n.

Acostumbrada a su incondicional atenció n, Gigi cruzó levemente los brazos y alzó un poco
la barbilla.

—¿Sucede algo, Hans? Si quieres sugerir algo, sabes que tienes mi atenció n.

El guardia había tenido los brazos cruzados tras la espalda, y con rigidez mudó la postura.
Avanzó dos pasos hasta la omega y la miró con pena, con el pesar de estar a instantes de
mencionar algo devastador.

—No debería enviar a su esposo con el lord comandante.

—¿Por qué sería eso? Es el má s capacitado.

—Ocurre algo que usted tiene el derecho de saber, mi lady.


—♕—

Gracias por leer ♥ El fin de semana adelanto el próximo capítulo, así que esta vez no
demoraré tanto.

Besitos♥
41-. Irascible

[Créditos del manip en la

imagen.] IRASCIBLE

Cortando a través de la noche, son las ruedas de un carruaje fantasma que corre de la
oscuridad mientras despiertas. ¿Alcanza a iluminar la luz? Haz sido dejado sin saber su
destino, porque fuiste atraído por las flamas. Grita y llora hasta morir; suplica y ruega, pero
no serás escuchado. Por los dioses y sus despiadadas voluntades, serás afortunado si se
están riendo.

No fue hasta que las diligencias sobre la organizació n de la visita al desierto culminaron,
que Gigi se planteó llamar a su guardia Hans para que aclarara aquella ú ltima frase que
compartieron. Los asuntos en el palacio no se hacían esperar, mucho menos cuando la corte
se hallaba tan eufó rica por la noticia de un embarazo en la corona, la celebració n en honor
del príncipe Louis y la expectació n que causaba la soltería del nuevo rey en Vitrum
Maritima. Que renovara sus alianzas con Aurea era una excelente referencia de confianza y
varios nobles tenían sus intenciones fijas en lograr una afinidad. Sin embargo, tales asuntos
debían pasar primero por la aprobació n de la corona. Como era lo correcto.

Y allí recaía todo el deber que la mantuvo alejada de las interrogantes. Adjudicó la
protecció n del viaje a guardias competentes que ya habían escoltado antes a los príncipes
en diversas ocasiones. Un carruaje fue dispuesto con el poco equipaje necesario, los
suministros y la comodidad en caso que el príncipe Malik lo necesitara. Aunque bien sabía
que él preferiría cruzar hasta el desierto a caballo.

—Espero que celebraras lo suficiente para compensar tu ausencia en la celebració n del


príncipe Louis—Gigi había musitado mientras lo veía acomodar algunas botellas envueltas
en tela dentro de las bolsas de cuero. Zayn revisó los amarres que mantenían el equipaje
sujeto a la silla del caballo y chasqueó la lengua.
—No lo suficiente. Ameritó mucho convencimiento alejar un poco a Louis del palacio, y
pese a que teníamos bebida y entretenimiento, él só lo quería volver para estar con el
consorte—el príncipe hizo una mueca que Gigi no pudo ignorar, y le hizo sentir una
punzada incó moda en el cuello, sobre la marca—. Ridículo, ¿cierto? Pasó dos meses
viajando con él, sin mayores deberes. Cualquier sensato pensaría que eso es suficiente para
un hombre. Louis no sabe lo que es darse algo de espacio del deber.

Lo dijo sin tapujos ni un tinte suave que disfrazara su sentir. Mientras el alfa le relataba que
tuvo el peso de soportar a su amigo y hermano insistirle por volver, ella sintió una agujeta
directo al pecho. Porque ella no sabía lo que era la ansiedad por parte de su alfa para volver
a su lado. Durante los periodos que estuvieron separados gracias a la guerra, él se veía
agobiado en los campamentos y má s que dispuesto a cabalgar a batalla. Cuando volvió la
paz y pudieron instalarse en el palacio, si bien fue má s cariñ oso y atento, lo que tenía de él
eran retazos de tiempo. Nada estaba por encima de su deber y agenda, ni siquiera ella.

—¿Deseas algo de parte del desierto? —interrumpió sus pensamientos. Ya estaba listo para
partir. Ella se atrevió a cerrar la distancia entre ellos. Le acomodó el cuello de la chaqueta,
estiró la tela de la exquisita capa sobre sus hombros.

—Un vestido tradicional, quizá —respondió , invocando una ensayada sonrisa—. Una
diadema para Aurora…

—Lo recordaré.

Todo se encontraba listo, los guardias esperaban por él, y Gigi estaba allí esperando una
reacció n que calentara la sangre en sus venas e hiciera del día má s brillante. Sin embargo,
el alfa se inclinó hacia ella y le besó brevemente la mejilla. Luego la tomó de los codos para
apartarla y tonar hacia su corcel. Tomó con una mano la perilla de la silla y afincó el pie en
el estribo para subirse.

—Viaja con cuidado, querido. Que la travesía sea llana y tu presencia bien recibida.

Le observó tomar las riendas, acarició el cuello del animal y suspiró . Una ú ltima mirada de
sus ojos miel antes de que volviera la vista al camino.

—Entonces que su voz sea escuchada por nuestros dioses, mi lady—se despidió ,
presionando los talones en los flancos del caballo para que este comenzara a andar. Un
coro de cascos repicando contra los adoquines que conducían hacia la gran puerta de salida
se escucharon hasta que el carruaje y el ú ltimo de los jinetes cabalgó lejos del palacio.

La pesada reja cayó levantando un poco de polvo en la zona libre de adoquines donde se
incrustaba, y luego las grandes puertas de madera cerraron el camino. Los centinelas de la
atalaya continuaron la vigía, y Gigi estaba segura que serían los primeros en avisar si algo
pasaba.
Mientras se alejaba para volver al interior del palacio, una de sus doncellas la siguió de
cerca y dispuso de una sombrilla para protegerla del sol. Aunque no había mucha necesidad
de eso, el tono pá lido de su piel ya había cambiado por uno má s dorado tras casi dos añ os y
medio de haber contraído matrimonio en Aurea. Tanto tiempo y todavía tenía dudas,
desconocía de la relació n adecuada entre un alfa y su omega. Veía a otros matrimonios y no
evitaba encontrar alguna comparació n, una diferencia significativa.

Muy dentro, seguía manteniendo esperanzas, como una doncella enamorada, y creaba
excusa tras excusa. No para el resto, sino para sí misma.

Algo ilusa, ella había sugerido a Zayn que podía acompañ arlo al viaje, sería una forma
agradable de solazar los días y presentar a la comunidad del desierto a la una heredera.
Pensó que era adecuado, después de todo el matrimonio Tomlinson había viajado tras un
par de días de su casamiento a una misió n diplomá tica. Pero Zayn objetó que no sería
có modo viajar con Aurora siendo tan joven y justo cuando comenzaba la temporada de
tormentas de arena en el desierto. Le prometió que podrían organizar algo la pró xima vez,
cuando la corona no estuviera tan ajetreada y su hija no necesitara tantos cuidados.

Segú n él, no valía la pena movilizar a má s personas ni presionar el protocolo por una
nimiedad así.

—Iré a ver a mi hija y dejarle algunas indicaciones a la niñ era—indicó a la doncella cuando
entraron a la sombra y el cambio de temperatura fue notable sobre la piel—. ¿Podrías
pedirle a Hans y Daw que me esperen en el estudio de mi esposo? —solicitó sin dirigirle la
mirada—. Tan breve como sea posible.

La muchacha asintió y marchó deprisa, cargando consigo la sombrilla. Mientras Gigi


avanzaba y alcanzaba la antesala de las escaleras que conducían a sus aposentos, entrelazó
las manos sobre el estó mago para disimular el leve temblor que la embargaba.

Tenía un mal presentimiento.

—♕—

—Ahora podemos conversar sin inconvenientes, nadie deambulará por aquí—aseguró la


omega cuando estiró su falda, blanca como los pétales de jazmín, a un lado de ornamentada
silla para que no se arrugara—. No descarto que la informació n que tengan debe ser só lo
una tontería de pasillo, pero será mejor apelar a la puntualidad, hoy es el cumpleañ os del
príncipe Louis y lo correcto sería reunirse con él en los campos del jardín principal.

Un confidente silencio envolvía el estudio.

Hans y Daw, otro de los guardias perteneciente a los Hadid compartieron una breve
mirada. Ambos de piel trigueñ a y cabello oscuro ondulado, vestidos con un uniforme un
poco má s pesado y oscuro que el resto de los guardias de la capital. Los dos enmarcaban
sus rostros con barbas, pero donde Hans tenía ojos marrones, Daw guardaba un tono azul
en ellos.

—Si usted lo desea, Alteza… Puede asistir al festejo y nosotros estaremos a su disposició n
apenas nos necesite—la voz rasposa de Daw distaba de la plana y concisa de Hans. Ambos
eran alfas y de buena condició n física, entrenados para llevar cualquier orden a su
culminació n.

Gigi tamborileó los dedos de su mano derecha sobre el brazo de la silla. Tomó un corto
respiro y negó .

—Hans me persuadió de tomar una decisió n respecto a la seguridad de mi esposo. Un buen


motivo debe tener, y estamos hablando del caballero que comanda las tropas de los
príncipes—dijo ella, guardando para sí el resto de la oració n. Ese hombre que estaba en
cuestió n también se había acercado a ella, siempre con una sonrisa amable y palabras
serviciales. De alguna forma lo apreciaba—. Cualquier informació n que amerite ser tomada
en consideració n…

Dejó la oferta en el aire, esperando ser respondida.

Decidido, Hans tomó la palabra. Entre sus compañ eros no era ajeno que tenía la atenció n,
favor y confianza de la consorte y heredera de los Hadid. Era su vasallo má s leal, quien la
conocía mejor. Aquel que lamentaba cuando las obligaciones y protocolos lo arrancaban de
su lado.

—Deseo que sepa cuá nto la respetamos y agradecemos estar a sus servicios. Si no
acudimos con esta informació n antes, fue porque só lo teníamos suposiciones, nada que
pudiera respaldar nuestras palabras—anunció el guardia, y la consorte asintió para que
continuara—. Alarmarla por tonterías sería inaudito. Pero ahora no cabe la menor duda
para nosotros.

—¿Algú n rumor? —aventuró , paseando la vista entre los alfas. Enarcó una de sus cejas—.
Aunque así parece, no soy tan idealista como para creer que todos en las tropas ven al Lord
Comandante como estandarte de devoció n. Muchos nobles locales, incluso los má s
recatados, estuvieron descontentos con su decisió n de aceptar el matrimonio con mi
hermana.

Daw asintió obediente.

—Comprendemos eso, Alteza.

—Bella me platica sobre él cuando viene a visitarme o desayunamos juntas. Ser Liam la
está cortejando y guardan una buena comunicació n. Si ella supiera algo turbulento o ilícito
sobre él, estoy segura que me lo contaría.
—Quizá es porque no lo sabe—insistió Hans entonces—. Como le he dicho, nosotros
tampoco teníamos suficientes motivos para pensar así, hasta ahora. Cuando usted rompió
aguas y se nos encomendó encontrar al príncipe Malik para escoltarlo hasta usted,
buscamos en todas partes hasta que la ú ltima opció n fue la biblioteca. Y como era
necesario, yo me adelanté para tocar. Pero había una discusió n dentro, acalorada y sin los
apelativos de rigor cuando un caballero se dirige a su monarca…

—Tengo entendido que en la infancia eran amigos—comentó , sin darle mayor importancia
—. Incluso una amistad leve escapa de las formalidades. Harry y yo nos tratamos sin títulos
desde conocernos—en su rostro comenzaba a figurarse el aburrimiento, sus guardias no
captaban su interés, y pronto decidiría marcharse a la celebració n previa en los campos del
jardín principal.

Hans tensó los labios, miró a su compañ ero en busca de apoyo y este asintió .

—Entiendo, Alteza, pero debe escuchar. La discusió n se volvió má s bulliciosa, tocamos la


puerta y fuimos ignorados. La orden del fisió logo fue muy clara, así que abrimos un poco
mientras los hombres del palacio se quedaban detrá s de nosotros… Claramente
acostumbrados a ser despachados cuando sus superiores está n indispuestos. Oímos al
príncipe demandar que se anulara el compromiso…—eso atrapó la atenció n de la omega,
que se encontraba distraída recreando la mirada en las pinturas de la pared, pero ahora la
volvía a los hombres frente a ella—. Ser Liam se negó , y el príncipe arremetió contra él.

Gigi negó , incapaz de creer que su esposo había tenido un acceso de ira. Pero una horrible
certidumbre le hizo recordar que estaba recibiendo esas palabras de sus hombres de
confianza, quienes no ganaban nada con mentirle y vivían para estar a sus ó rdenes.

También rememoró la angustia, una furia salvaje que la angustió y oprimió justo antes de
comenzar a tener contracciones. Sabía que algo malo ocurría, se lo decía el lazo, que su alfa
la necesitaba porque estaba pasando por un momento donde el instinto lo dominaba y
convertía en algo que no era. Le había hecho sentir corrupta, tan intoxicada al punto de
sentir rechazo por la hija que llevaba tanto tiempo esperando con anhelo.

—Lo golpeó —confirmó entonces, aguardando que le indicaran estaba equivocada.

—Así es, y el caballero no se defendió , al menos podemos dar fe de su juramento en ese


sentido. Entramos al recinto y justo a tiempo para avisarle al príncipe de la llegada de su
hija, pero el lazo fue tan conveniente como nosotros, cabe decir. Porque el príncipe se vio
afectado y tuvimos que ayudarle a salir de la biblioteca.

Ella asintió , procesando ese aspecto violento de su esposo. Lo había visto enfurecido e
impaciente, por supuesto. Pero jamá s volcando su frustració n en puñ os sobre uno de los
suyos.
—Entiendo que cuando me advertiste que no enviara a mi esposo con el comandante, es
porque temías que nuevamente pudiera suceder una pelea. ¿Es eso, Hans? Porque mi
esposo no quiere a mi hermana en la corte y está disgustado ante la desobediencia del Lord
Comandante—comprendió , cubriéndose un momento los labios—. Pero, ¿por qué? Los
príncipes se llevan bien con mis padres, tienen tantos tratados como legiones entre ambos.

—Desearíamos que só lo se tratara de eso, mi querida lady—intervino Daw, haciendo una


leve reverencia—. No estaríamos tan preocupados de só lo conocer esta informació n. Pero
yo vi algo má s, hace menos de unas semanas y lo comenté con Hans. Y él, tras escucharla
planificar con tanta confianza ese viaje al desierto, no pudo contener el peso de su
conciencia.

No le gustaba la manera que sus guardias la miraban, no con servicial cariñ o, sino
indulgencia y hasta pena. El tono usado en sus palabras le dio un incó modo atisbo, una
sospecha que podía ser tan pavorosa como devastadora. Un millar de ideas y suposiciones
se acumularon en su cabeza, piezas de viejos recelos y conjeturas. Apretó las manos sobre
los brazos de la silla, sintiendo nuevamente el temblor y cruel frío apoderarse
arbitrariamente de ella.

—Habla finalmente, Daw. Lo que tengas que decir… Mejor ahora mientras deseo escucharlo
—intentó sonar firme, dueñ a de sí misma y no alguien que demandaba levantarse a las
prisas de allí y empujar lejos la verdad que se asomaba a la luz.

El mencionado se apartó de la derecha de Hans y avanzó hasta hincarse frente a la omega.


Logró percibir su turbació n má s allá de la má scara que intentaba fingir, porque estaba en
su olor. El hombre frunció el ceñ o, descartando la primera acció n que nacía en él de tomar
las manos de su señ ora y besar los anillos en sus dedos.

—Sinceramente, necesito que sepa mis intenciones al relatarle esto, Su Alteza… No es nada
má s que la verdad, y lo hago porque usted es mi señ ora y mi deber es guardar su honor—se
humedeció los labios y tomó un disimulado respiro de convicció n—. Hace poco escolté a su
hermana, lady Hadid, y sus doncellas por los jardines. Yo me mantenía a la distancia,
porque las doncellas ya se encargaban de llevar su labor como testigos del cortejo entre Ser
Liam y lady Bella. Pero el príncipe Malik llegó por su cuenta y sin escoltas hasta donde ellos
se encontraban. Y por lo que comentó lady Bella al reunirse con nosotros, pidió una
audiencia apresurada y a solas con el comandante, interrumpiendo así la velada que tenían
planificada. Cuando está bamos dispuestos a volver al palacio, su hermana se percató que
no llevaba su preciado abanico en la mano, y alegó que podría haberlo dejado sobre el
banco donde estaba sentada. No deseaba perderlo, pues había sido un regalo especial de su
madre antes de partir lejos del hogar. Así que me ofrecí a buscar el abanico, sería má s
rá pido de esa forma. Pero no llegué hasta el banco, tuve que detenerme mucho antes cerca
de las enredaderas. Vi algo pedestre y deshonorable…

Gigi suspiró temblorosamente y miró por un momento a Hans, que apartó la mirada con
vergü enza.
—¿Otra pelea? —preguntó con un hilo de voz, aguda y quebrada.

—Si los dioses hubiesen sido misericordiosos, Alteza… Me gustaría darle el alivio de esa
respuesta. Pero es lo contrario—suspiró en cambio Daw, con sus ojos claros luciendo
decepcionados—. El príncipe Malik, su esposo… Busca la compañ ía del Lord Comandante
de forma carnal. Los vi tomarse en un beso, con la familiaridad de los amantes… No parecía
un asalto o algo repentino. Sin forcejeo ni reclamos.

—¡No! —se levantó de la silla con un movimiento apurado y carente de elegancia, casi
tropezó con la mesita de centro cuando comenzó a andar por la habitació n—. É l hombre
con el que me casé no… ¡Es mi esposo! ¡Mi alfa! —sollozó , odiá ndose por las lá grimas que le
inundaron los ojos, por la convicció n que sentía en el corazó n y no le permitía hacerse ciega
a las acusaciones de sus guardias. Porque había cosas que simplemente el lazo no podía
ocultar, que estaban allí y só lo estaban esperando por el momento oportuno para ser
entendidas—. Llevo su marca, le di una hija… ¡Soy su omega, debería ser suficiente!

—Lo lamento muchísimo, mi lady—exclamó sentidamente Daw, todavía hincado en el


mismo sitio.

Y ella só lo intentó controlar el llanto, ese fuerte e indomable que le perseguía y asustaba
desde que dio a luz. El tomento que amenazaba con resumirla a partes rotas y astilladas.

—Con un beta—masculló con repulsió n Hans, el rostro crispado por la impotencia—, por
sobre usted que es su omega y la mujer con la que comparte un vínculo sagrado.

La omega sintió otro dardo clavarse en su pecho y hacer un doloroso viaje hasta el cuello.
Tenía las mejillas empapadas en lá grimas, su cuerpo se sacudía en llanto. Gimoteó , como si
fuese presa de un grave dolor.

—Siempre, yo siempre—hipó , sin encontrar orden a sus propias palabras entre tanta
angustia—. Ay, mis dioses… Siempre lo excusé de algo así. Cuando me embargaba la duda y
desesperació n, cuando sentía que de verdad m-me estaba enga-gañ ando, lo descartaba—
dijo, desesperada—. Porque no había un olor fuerte en sus ropas o piel… Nada—entendió
con pesar y se abrazó a sí misma, agobiada por la verdad y las respuestas a todo.

Las ausencias durante la noche donde permanecía sola en una cama demasiado grande, los
conflictos y cambios de á nimo, cada excusa musitada con maestría. Tantas veces se sintió
ansiosa, fría y abandonada sin la atenció n del príncipe Malik, todo su calvario durante el
embarazo. Cada tortuoso día porque su alfa se estaba metiendo en la cama de un beta.

Un deshonorable hombre que fingió tener simpatía por ella, que se burlaba en su cara de su
ingenuidad y sufrimiento.
¿A él le dedicaría tiempo? ¿Dejaría compromisos y rechazaría invitaciones só lo para
encontrarse con él? Cuando desaparecía en las tardes y volvía a la mañ ana siguiente con la
misma ropa de entonces, ¿era porque yacía en el lecho con el beta?

Cayó de rodillas al piso, sus articulaciones golpeando fuerte, pero el calambre de molestia
que viajó por sus piernas apenas fue comparable al clamor en su alma.

Los hombres acudieron rá pidamente a ella cuando la vieron sosteniéndose con las manos
sobre el piso, temblando aparatosamente. Pero no la tocaron hasta que ella los llamó con
desconsuelo, totalmente rota.

—Ayú denme—suplicó , sintiendo que se corrompía y todo dentro de ella perdía entereza—.
Ne-Necesito que me a-ayuden.

—♕—

En una de las mesas a la sombra, Harry disfrutaba de la inesperada frescura de los campos
má s allá de los jardines. Su mano trazaba una estilizada grafía sobre el papel que en breve
sellaría para ser enviado al hogar de los Edwards. A su lado, Fizzy parloteaba con su
muñ eca y ocasionalmente hablaba má s alto para indicarle a Harry que era parte de la
conversació n. É l le sonreía y contestaba lo mejor que podía con los vestigios de
informació n que apenas captaba.

—¿Dó nde está el bebé, Hazza? —preguntó , abrazando a la muñ eca contra el pecho y
apoyando la mejilla en el rostro de la misma.

É l garabateó su firma al final del ú ltimo pá rrafo y apartó la carta para que la tinta pudiera
secarse sin problemas. Dejó la pluma sobre un pañ uelo y se aseguró que el frasco de tinta
se encontraba bien cerrado y lejos del alcance de la niñ a. Sonrió con cariñ o para ella y le
apartó un mechó n castañ o que se soltó de su diadema azul.

—Está en mi pancita, Fizzy—contestó suavemente, y ella apoyó su pequeñ a mano encima


del estó mago de Harry, por encima del traje—. No, justo aquí—la guió unos centímetros
abajo, en su vientre.

—¿Es así de pequeñ o? —jadeó , abriendo mucho sus ojos claros.

—Por el momento, sí. Pero irá creciendo, porque le queremos mucho y estamos ansiosos
por verlo.

—Mmm—tarareó la niñ a. Frunció los labios de forma pensativa y luego chasqueó la lengua
—. ¿Quién puso a tu bebé ahí, Hazza?

Desde que anunciaron a las niñ as la presencia del embarazo, Harry había temido que las
preguntas recaerían en él. Porque Johannah estaba ofuscada organizando la fiesta en la
playa ya que el príncipe no deseaba un aburrido banquete de saló n; y Harry se había
ofrecido a estar atento de las pequeñ as Tomlinson para que asistieran a sus clases, no
dieran problemas a sus tutores e ingirieran todas sus meriendas. Louis estaba muy
ocupado en el á rea de tiro teniendo diversió n a costa de sus nuevas adquisiciones, y las
niñ as tenían prohibido acercarse a ese sitio.

—Pues tu hermano, linda. Los dioses permiten que los bebés lleguen al mundo cuando hay
amor, y sabes que quiero mucho a Louis.

—¡Sí! Madre dice que… ah, Lou-Lou está contento contigo.

—También estoy muy contento con Louis—añ adió Harry, revisando brevemente el estado
de la tinta. Só lo las ú ltimas líneas faltaban por secarse—. No te impacientes, ¿sí? El tiempo
pasará sin demora, y tendrá s que ayudarme a cuidar del bebé cuando esté listo.

—¿Lottie también?

—Sí, ella también.

—¡Iré a decirle! —chilló animada, retorciendo en sus manitos la muñ eca mientras se
deslizaba en la silla para bajar de un salto.

Harry la vio correr en direcció n del monumento al bisabuelo de Louis, donde muchas flores
crecían y Cara se encontraba agachada junto a Lottie reuniendo los mejores capullos en una
canasta para tejer coronas de flores.

—¡No corras, Fizzy! —instó desde su asiento. No quería ver a la niñ a caerse nuevamente,
como había ocurrido hacía unos días. Ya tenía una de las rodillas lastimada y con una costra
que quizá tardaría una semana o poco má s en sanar. Cuando cercioró que la pequeñ a se
encontraba bajo la supervisió n de otro adulto, volvió la mirada a la carta.

Tocó con el índice sobre la firma, y al notar que no impregnaba su piel de manchas oscuras,
dobló cuidadosamente el papel y lo aseguró con otra cubierta del mismo material. Cerca del
frasco de tinta una vela estaba resguardada bajo un cristal para que no se apagara con la
ocasional brisa del día. Harry descubrió la vela y acercó la llama a una barra de lacre que
sostenía con su otra mano. La pasta roja se derritió sin problemas y las espesas gotas
cayeron sobre la pestañ a de la carta. Cuando hubo una cantidad considerable, dejó la barra
sobre un platillo de estañ o y tomó un sello que Louis había enviado a diseñ ar
exclusivamente para él. Selló la carta con una réplica del emblema Tomlinson junto a su
nombre y vio con paciencia có mo la pasta volvía a endurecerse.

Sopló la vela para que no se consumiera, y asegurado el mensaje, se levantó de la silla.


Ubicó uno de los guardias cercanos a Louis, y le entregó la carta.
—Quiero que envíen esto a las tierras de los Edwards. Es para lady Jade—indicó al hombre,
que recibió la misiva apenas fue extendida para él—. Me gustaría que partiera en los
encargos de esta noche.

—Me encargaré de que así sea, Alteza—prometió el guardia.

—Gracias. Anda y toma el tiempo que necesites para que todo se ejecute bien.

Asintiendo, el guardia se despidió con una corta reverencia y se perdió de su vista.

Harry no tenía ganas de volver a la mesa, así que caminó por la trayectoria de piedras que
estaban dispuestas en el campo para los visitantes, espectadores o quienes só lo disfrutaran
de un paseo. Muchos nobles y sus escoltas caminaban por allí, probando bocadillos de las
distintas mesas dispuestas para ellos, gustando de la mú sica de los artistas que ofrecían su
talento en uno de los costados de sombra, brindando a la salud del príncipe u observá ndolo
dar un espectá culo galante de su puntería.

Sin importar la rigidez que podía darle la chaqueta del traje, el príncipe se hallaba
imperturbable en el á rea de tiro, con la postura erguida y la vista fija en los distintos
blancos separados por grado de dificultad. En sus manos no sostenía su fiel arco, sino un
arma má s elaborada.

Contempló a deleite la manera en que sostenía el arma y apuntaba con fluidez al blanco.
Louis accionó el gatilló que liberó la tensió n en el alambre del arco. Cortando el aire con un
zumbido, el virote que desprendía destellos por el sol viajó hasta incrustarse en el centro
del blanco. El alfa miró con satisfacció n el arma en sus manos y alzó las cejas. Al elevar la
mirada se encontró con Harry, y le sonrió cá lidamente.

—Dijo que le regalaste una ballesta—escuchó tras de sí, y Harry giró sobre sus talones para
encontrarse con la princesa Danielle. Siguiéndola, dos silenciosas doncellas sostenían una
sombrilla replegada y un abanico.

—Princesa—saludó simplemente. Miró por un instante a Louis y luego nuevamente a la


omega frente a él. Asintió —. Sí. Creí que lo haría feliz en el día en su honor.

—É l estaba algo ansioso porque no entrenaba desde el juicio por combate. Lo mencionaba
ocasionalmente.

—Lo sé, pero no deseaba verlo con la espada, y su recuperació n casi finaliza como para que
se arriesgue a usar el arco. Dejé que algunos expertos me asesoraran, y decidí que una
ballesta le seria familiar como el arco, así podría practicar sin lastimarse.

—Entiendo.
Ella no lucía con la usual expresió n de poder y control sobre el piso que transitaba.
Simplemente estaba seria, como alguien que está enfrascado en sus pensamientos. Danielle
lo miró por largos segundos donde pareció decidirse por hacer algo. Tampoco sabía si se
había pronunciado acerca del ú ltimo anuncio real, él simplemente había respondido a las
palabras y regalos que la corte comenzó a enviar para él apenas se conoció su estado.

—Supongo que nos veremos luego, en el brindis, o la celebració n de la noche.

Ella asintió , con un brazo cruzado bajo el pecho y los dedos jugueteando con la gargantilla
de esmeraldas sobre la clavícula.

—Lamento la muerte del rey Desmond Cox—dijo tras tomar un respiro, entregá ndole una
mirada conflictiva por un momento a Harry, una que no pudo descifrar a tiempo.

—Agradezco eso—atinó a decir, frotá ndose la muñ eca con cierta incomodidad. No estaba
en ellos ser amables con el otro.

—Pero lamento mucho má s que Damon Cox sea rey.

Harry compartió su opinió n con un ligero asentimiento.

—También yo.

Acomodando la caída de su falda, Danielle se preparó para seguir su recorrido y saludar


algunos cortesanos.

—Hiciste bien, niñ o consorte—dijo por encima del hombro, y nada má s antes de marcharse
con su andar elegante.

É l no esperaba realmente que lo felicitara por encontrarse encinta, ni la presionaría en una


situació n donde tuviera que hacerlo. Ella no era de su simpatía, pero conocía una historia
de su vida que quizá poco menos de un par de personas resguardaba. Y eso lo respetaría,
en honor a lo que ella había hecho por Louis… y colateralmente por él.

Saludó brevemente a un matrimonio que se dirigía a él y levantaba la copa en su favor.


Harry no cargaba una bebida consigo, así que só lo agradeció el gesto. Ese día se sentía bien,
y no quería forzar a su estó mago todavía con los platillos que ofrecían.

Vio al hidalgo que había estado de pie cerca de Louis caminar con la ballesta en manos y el
bolso con virotes a la mesa dispuesta para ellos. Harry escuchó los familiares pasos de las
botas detrá s de él, y se adelantó a llegar a la mesa mientras su alfa le seguía de cerca.
Tomando una jarra de la bandeja, sirvió una copa de cerveza para el príncipe.
—Estaba por llamarte para que acudieras un momento a la sombra—mencionó cuando el
alfa ocupó una silla a su lado. Le tendió la copa—. Sigo ató nito por el regalo de lord Horan…
Te envió suficiente cerveza como para que celebres por cuatro días.

—La mejor cebada se cultiva en Hiems, amor—apuntó , probando un largo sorbo—. Oh, y
esta cerveza tiene el tiempo de maduració n exacto… Cuando le visitemos de nuevo, te
llevaré al lugar donde hacen la fermentació n y demá s. ¿Me recordarías enviarle un mensaje
luego? No todo hombre consigue tener un amigo así.

Harry rió , y alcanzó una servilleta de tela para limpiar los restos de espuma que se alojaron
sobre los labios de Louis. Había sirvientes a su alrededor dispuestos a atenderlos, con una
distancia prudente para no molestarlos. Pero él prefería al menos ese día reservar toda la
atenció n de Louis para sí.

—Lo haré. Ahora que hablas de regalos—musitó , terminando con su labor y fijá ndose que
el rostro del alfa estaba tomando algunos tonos encendidos, claramente por la prolongada
exposició n al sol. Le cubría los pó mulos de un leve bermelló n y sus ojos resaltaban con un
brillante azul—. ¿Ha sido de tu agrado la ballesta?

Louis asintió mientras tragaba nuevamente. Señ aló el arma que reposaba cerca.

—Los proyectiles son má s pequeñ os pero fuertes, siendo de metal no los puedes romper
para facilitar su remoció n de alguna herida—explicó , tomando luego má s de la copa—. No
usa cuerda, sino alambre, y el mecanismo de tensió n es con una manivela—indicó
apuntando con el índice a la estructura nombrada—. Jamá s había disparado una ballesta.
Apuesto que deben ser muy có modas de usar a caballo.

—Hablas como un experto para ser la primera vez que pones las manos sobre ella—enarcó
una ceja, y se ofreció a servirle má s cerveza, a lo que Louis aceptó —. Tranquiliza a mi
corazó n que puedas volver a una de las actividades que adoras, mi príncipe. Sin lastimarte,
estando seguro. Supongo que elegí bien mi regalo.

—Tú me has regalado má s dicha que nadie má s, amor. Sin embargo, no negaré que esa
ballesta me ha tenido muy entusiasmado. No reemplazará a mi arco, pues con el tiempo
que me toma recargar cada virote, podría disparar sin problemas má s de diez flechas a una
buena distancia.

—Oh. Supondré que la reservará s para algunas expediciones de caza o para ocupar el
tiempo en estos campos.

—Sí—bebió la mitad de la copa—. Ansió poder usarla en una expedició n. Con un á ngulo
certero, creo que no necesitaría má s de un disparo para conseguir presas.

—Bien, bien. Pero está s celebrando el día en tu honor, no correteando por el bosque o las
dunas. Vas a sofocarte bajo el traje y ya pareces alguien reclamado por el sol—describió ,
acomodando los mechones de cabello que se salieron de lugar por el sudor. Lo peinó con
los dedos, secó la humedad en su rostro con un pañ uelo y dejó las manos reposar en la nuca
del alfa.

—Y esa no es la imagen que los nobles quieren tener de su príncipe a los veinticinco añ os,
aprecio—terminó la copa y la dejó a un lado. Harry le acarició la piel suave y perlada de
sudor tras el cuello cuando Louis deslizó los dedos por su brazo—. Este añ o ha cruzado
nuestras vidas muy rá pido.

—Es… Sí. Hoy en el desayuno pensé que han transcurrido tantas cosas sin pausa.

—¿Has considerado la propuesta de mi madre? —preguntó en un tono má s bajo e íntimo


—. Aquello que nos dijo apenas llegamos…

—Por supuesto—Harry se mordió el labio—. Creo que sería un buen respiro para nosotros,
conseguiríamos de alguna forma descansar verdaderamente de todo lo que ha ocurrido en
las ú ltimas semanas… Los pasados diez meses.

—¿Eso es una afirmació n?

—Con una buena organizació n, no veo có mo podría negarme.

La alegría cruzó los rasgos de Louis, estiró sus labios e hizo sus ojos zafiros
resplandecientes. Las vagas líneas de expresió n se marcaron. Se levantó de la silla y besó
rá pidamente los labios de Harry sin importarle que se encontraban en una celebració n
abierta con la corte.

—Mejor lo anuncio a los ancianos, así no podrá n ir detrá s de mí diciendo que no mantengo
la solemnidad de las costumbres.

—No seas duro con los consejeros…—sugirió , acomodando los medallones sobre el pecho
del príncipe y estirando la camisa bajo la chaqueta—. Son insistentes, pero lo hacen para
evitarte errores.

—Cuando sepan que está s de su lado, no dudará n en intentar usarte para convencerme—
bufó , pero no había má s que radiante optimismo en su expresar—. Cuando vuelva quizá
tenga que ser abordado por algunos nobles y me será algo complicado escapar
apresuradamente de la charla.

—Eso no es nuevo.

—Así que, si te sientes mal, o las niñ as y tú se encuentran con fatiga, no dudes en volver a
nuestros aposentos, amor. Nadie pensará que es inadecuado, debido a tu estado.
—Lo tendré en cuenta. Creo que só lo tejeremos esas coronas de flores y volveremos al
interior del palacio. Disfruta el día, Lou. Es tuyo.

Louis le estrechó la mano con cariñ o.

—Te encontraré por la noche, entonces—prometió , pero con una leve sonrisa reveló sus
verdaderas intenciones. No soltó su mano y lo llevó consigo para que caminaran juntos
hasta la culminació n del campo y la entrada a los jardines. Una vez allí, en el arco de
enredaderas, Harry le besó la mejilla y dejó ir su mano.

El príncipe no avanzó mucho antes de que se detuviera para saludar lacó nicamente a la
consorte Malik que caminaba en la direcció n contraria a él. Pero tanto como Louis se
detuvo en el camino, Harry también notó que algo iba mal con la rubia. Tenía el rostro
estoico, la piel bajo los ojos rojiza y una postura demasiado tensa.

Louis estiró el brazo hacia ella, sin llegar a tocarla, pero demostrando un gesto solidario y
una pregunta musitada que Harry no pudo escuchar, pero leía sin dificultad en su rostro.

La respuesta –o evasió n— fue efímera y brusca con una negació n.

Ella siguió con prisa su vía por una esquina del jardín, que conducía a uno de los corredores
traseros del palacio, dejando a los otros dos hombres observá ndola marchar seguida de
dos guardias.

Quizá só lo se sentía afectada por dejar viajar solo al príncipe Malik, pensó Harry.
Seguramente era el lazo atacando en las fibras sensibles, era algo que podía entender.

É l también estaría disgustado de quedarse por su cuenta.

—♕—

—Nuevamente, lamento que tuviera que pedirle venir hasta aquí.

—Aseguro que no es ningú n problema, mi deber es con la corona, y si me necesitan estaré


ahí—contestó Ser Liam Payne, un tanto apá tico tras repetir una y otra vez el deber que lo
subyugaba.

—Su Alteza só lo desea calmar algunas dudas.

—Entiendo. Sé que volvió a sus deberes como consorte y organizó el viaje del príncipe
Malik. Comprendo que puede estar nerviosa por las decisiones que tomó , y si necesita que
le aclare o ayude con algo, encantado lo haré. Daw es tu nombre, ¿cierto? Guarda calma,
Daw, no tengo problema en reorganizar mis tareas.

—Nadie dudaría de su convicció n y rectitud, Ser.


El caballero miró al alfa que entregó el recado de parte de la consorte. Había estaba
ocupado revisando los informes del ú ltimo mes en las fronteras, pero era una lectura que
podía dejar para la noche y así se lo había hecho saber.

El palacio de los tres príncipes era una estructura colosal, magníficamente diseñ ada. Cada
habitació n, pasillo y jardín era una maravilla para la vista capaz de cautivar por horas.
Ningú n huésped de la corte podía decir que había paseado por cada esquina só lo en una
visita. Incluso, muchos ocupantes por temporadas largas o inquilinos fijos dirían que
ciertas zonas de la propiedad conservaban el estatus de ignotas. Debido a ello, no todas las
localidades recibían la misma atenció n de los sirvientes, y muchas de ellas eran dejadas de
lado hasta que no podían ser ignoradas.

Los artistas antes solían elegir los recatados estudios de los jardines traseros, donde el sol
era suave por la sombra del palacio y la luz resultaba perfecta. La poca afluencia de
personas resultaba perfecta, porque el sonido de la naturaleza era la mejor compañ ía.

Silencio, allí siempre reinaba el silencio.

Ser Liam tocó suavemente una puerta de gruesa madera antes de entrar, mientras
recordaba que hacía mucho tiempo y cuando en ese entonces lady Gigi Hadid se mudó al
palacio, ella frecuentaba bastante esa zona para pintar y alejarse de los cuchicheos de la
guerra.

—¿Ha retomado la pintura, Alteza? —preguntó al entrar, tras hacer una reverencia
acompañ ado de un saludo cordial.

Gigi dejó de mirar por la ventana. Los vidrios estaban sucios y distorsionaban la imagen del
exterior, las bisagras oxidadas. Ella negó levemente, revelando un rostro cansado que no
entonaba con la pulcritud de su apariencia. El vestido má s precioso que un noble de la
capital podía comprar, peinado y pinturas que resaltaban su belleza.

—Dudo tener la disciplina para pintar ahora—respiró profundo—. Me complace que


atendieras al llamado. Tengo algunas dudas que aclarar. Ha sido un día ajetreado para mí.

—Todavía tiene ocasió n de alcanzar la celebració n del príncipe Louis al anochecer.


Entiendo que estos días han consumido mucho de la corona.

—No deseo celebrar ahora, Su Majestad sabrá comprender que algunas alegrías no pueden
combatir la angustia.

El beta quiso cerrar la puerta tras de sí, pero uno de los guardias pertenecientes a los Hadid
la sostenía abierta. Frunció el ceñ o, e ignoró la omisió n a la privacidad que debía existir en
conversaciones así. É l sabía que Zayn había partido al desierto ese día, y aunque le alivió no
tener que acompañ arlo, la incertidumbre de las cosas que podían ocurrir en el camino a
veces le asaltaban. Imaginaba que era una situació n má s fuerte en los omegas, por eso la
mujer frente a él se encontraba así. Ella era la responsable del viaje y quizá eso le pesaba
demasiado y tenía dudas.

—Aseguro que no tiene por qué temer debido al viaje. Nuestros guardias son competentes,
y los cazadores del desierto estaban advertidos de la llegada del príncipe. No me cabe duda
que enviaron centinelas para encontrar al príncipe en el camino y escoltarlo con mayor
seguridad. Son nuestros aliados.

Algo hizo tomar vida al rostro de Gigi, alguna de sus palabras. Alzó un poco las cejas, una
sonrisa iró nica tensó sus labios. Ella rodeó el pequeñ o espacio, y sus movimientos eran
seguidos por cada hombre presente.

—De eso tengo fe, Ser. Confío que mi esposo estará a salvo en el desierto, con nuestros
aliados. Esa es una palabra muy curiosa. Es fá cil llamarse aliado cuando só lo hay que
mantener una apariencia.

—¿Mi lady? —preguntó con extrañ eza, sin entender el vuelco que dio la conversació n. Ellos
eran breves en su limitada relació n de amo y sirviente, pero no se trataban de forma
cortante.

—Zayn debe estar seguro, porque se encuentra lejos de ti—explicó , encogiendo sutilmente
los hombros—. He estado analizando todo, y me di cuenta que no le quieres o respetas ni
un poco, Ser—pronunció esta vez el título con desdén. Los ojos claros de la rubia brillaban
entre la rabia y una impotencia líquida—. Porque só lo alguien despiadado se inmiscuiría en
una familia, envenenando una unió n. ¿Y a ti có mo te importaría? Só lo eres un beta, no
conoces nada del lazo, de lo que implica.

Liam sintió que algo lo aislaba del calor de la capital, y sus dedos comenzar a ponerse fríos.
Aunque contuvo la expresió n en el rostro, la rigidez del miedo le atravesó el cuerpo. Con
escalofriante certeza, supo que el día que tanto temió estaba llegando.

—Só lo soy el hombre que juró proteger a los príncipes, Alteza. Debe estar equivocada, y si
esto es una calumnia a mi nombre… Haré disciplinar a los artífices responsables de ello—
comenzó , con el tono firme que tenía bien ensayado. Miró hacia la ú nica salida, y la
encontró tapiada por alfas y betas que claramente lo superaban en nú mero.

Y armas.

Liam llevó sus manos con pesar al cinto de cuero encima de sus pantalones, encontrá ndolo
ligero y vacío. Cuando acudieron a él, lo encontraron en el estudio donde se hallaba listo
para despojarse de la indumentaria de rigor y simplemente trabajar en los informes. Su
espada y cinturó n de dagas habían quedado rezagados en el silló n oscuro cuando aceptó ir
a la cita de la consorte.
Só lo tenía la fuerza.

—¿Crees que es un desacato? —se burló la omega, con una risa seca que le hizo temblar.
Ella se veía tan débil y a la vez irascible, como si las emociones que afloraban en su pecho
pudieran partirla a la mitad—. ¿Un chisme de corredor para denigrar tu posició n?

—De hecho—adoptó parecer ofendido, y no alguien que temía tener su cabeza en una pica
al final del día—. Y lamento profundamente que tales deslealtades llegaran a sus oídos. No
só lo me difaman a mí, sino al príncipe Malik y eso es inaceptable.

—Deslealtad—repitió , chasqueando la lengua con decepció n—. Precisamente hoy supe de


la verdadera lealtad, de la voz que me advirtió de lo que ocurría. Que me hizo entender
todo el dañ o que sufrí estos meses.

—Alteza, cualquiera que se atreviera a hablar así de su esposo—remarcó aquella ú ltima


palabra—, no merece su confidencia. El príncipe no la traicionaría, eso es demasiado bajo
para un hombre honorable.

—¡Para de hablar de mi alfa con semejante confianza! —demandó , la voz sonando alterada
y quebrada justo al final—. ¡Tú no eres nadie má s que un sirviente má s! ¡Un beta! Y me
ofende muchísimo má s que pretendas seguir engañ á ndome—espetó , y en un arrebato
empujó un viejo soporte de lienzos que se desplomó en el piso y levantó una capa de polvo
—. Yo tengo verdaderas personas que se preocupan por mí, genuinamente, no como tú que
só lo pretendías. Hoy supe de una voz confiable la verdad, y te haré pagar por atreverte a
desviar a mi esposo.

Si lograba salir de ahí, evadiendo a los guardias, podía pedir a Louis que intercediera por él
y evitara que tanto lo que él y Zayn habían temido por mucho tiempo, ocurriera. La corona
no podía permitirse un escá ndalo con sus mayores aliados, con quienes compartían tantos
pactos.

Eso era, resistiría lo que tuviera que ser, y apelaría a Louis y su capacidad para resolver el
conflicto, porque por las palabras de la consorte, tenía muy evidente có mo se había
enterado.

Jamá s debió confiarse.

Una gota de sudor resbaló desde su sien para perderse en el cuello de su camisa luego de
un rá pido descender.

—Hay demasiados implicados en esto, Alteza. Usted no quiere crear una disputa tan grande
cuando yo puedo simplemente marcharme y dejar el camino despejado—alzó las manos en
señ al de redenció n, pero eso no calmó ni un poco a los guardias que ya entraban al lugar y
los rodeaban a ambos.
Pero claramente, a su dama de forma defensiva, y a él como a la presa que pretendían
destruir.

—Tú no sabes lo que quiero, beta—siseó , apretando los puñ os a cada costado del cuerpo—.
Pero lo sabrá s ahora. Quizá sea benevolente con el trato que te mereces por adultero, si tú
mismo confiesas cada vil mentira y traició n que has cometido.

—No puede sentenciarme por un negligente parloteo, Alteza. Puedo deberle respeto, pero
no soy cualquier sirviente. Soy el Lord Comandante de las tropas—aclaró , y retrocedió un
poco, buscando la mejor posició n para defenderse de las latentes agresiones por venir—.
¿Fue el consorte Harry? É l só lo está confundido por algo que creyó ver, pero es un niñ o y
todavía no entiende muchas cosas. Está predispuesto a no tolerar al príncipe Malik. No
debería tomarlo en cuenta.

Un jadeo cortó el silencio, Gigi se vio como alguien que privan totalmente de aire.

—¿Harry?

Liam vio la oportunidad de poder salir de ese conflicto.

Asintió lentamente. La esperanza del alivio haciendo que pensara bien las palabras para
que luego eso só lo se tratara de un mal momento.

—Sí. Esto debe ser como un juego para él. Creyó ver algo, como le dije, y…

—No fue Harry—mustió , dejando caer una desesperanzada lá grima que le crispó el rostro
con dolor—. No fue Harry, pero veo que aseguras él sabe algo. De ti, de todo esto. Mi padre
dice que cuando presionas adecuadamente a tu enemigo, te revelará a sus có mplices.

La alerta volvió a él, los nervios indicá ndole el error que había cometido.

—Espere. ¡Lo que quise decir fue-!

La consorte de Aurea hizo un ademá n y los guardias se echaron sobre el caballero.

—Saben lo que deben hacer—anunció , y tensó los labios—. Quiero oírlo gritar.

Frente a sus ojos, muchos se enfrentaban a uno. Con golpes y en ventaja de poseer armas,
lo redujeron al piso donde se retorció para bloquear azotes violentos e intentar liberarse.
Cuando lo vio sacudirse a dos alfas de encima, Gigi retrocedió hasta la esquina y dos
guardias la protegieron. Los otros ocho siguieron las ordenes pautadas.

Liam logró incorporarse luego de conectar el puñ o en uno de los hombres. Sin embargo, la
ventaja no le duró demasiado, y recibió un ataque por la espalda que lo condenaría a seguir
en el piso. La hoja de una espada se clavó en su pantorrilla, y gruñ ó de dolor.
Pero no gritó , aunque botas daban porrazos en sus costillas y puñ os le abrían heridas en el
rostro. Sus ojos oscuros se fijaban en la consorte, que lo miraba con la respiració n agitada,
a salvo de su alcance, esperando escuchar lo que deseaba.

—♕—

Ya era tiempo de deshacer algú n nudo. Gracias por leer y seguir apoyando la historia ♥

Espero actualizar pronto.


42-. Culpa

CULPA

Hay una habitación donde la luz no te encontrará. Sosteniendo las manos mientras
las paredes se desploman, y cuando ocurra yo estaré justo detrás de ti.

En ese momento, Harry reafirmaba su creencia de que jamá s sería tan feliz en otro lugar,
como lo era en Aurea. Porque las celebraciones eran sinceras y las personas cá lidas, los
protocolos só lo eran un reflejo de auténtico respeto y no una obligació n. Bailaban en la
playa y no un saló n, los tambores resonaban junto a las olas al romper cerca de orilla y todo
el lugar estaba iluminado por la luna y las hogueras que representaban la voluntad de los
dioses. Los vestidos de las mujeres de la corte fueron reemplazados por frescas y largas
faldas, sencillos modelos de corsé que cubrían sus pechos y en ocasiones dejaban una fina
línea del abdomen a la vista, estaban descalzas o en delgadas zapatillas. Los hombres
usaban pantalones y camisas frescas que ondeaban con el viento salino. Algunos llevaban
coronas de flores y capullos en la cabeza, y otros só lo tenían los restos de los pétalos
enredados en el cabello.

Abundaba la comida, bebida y las risas. Se divertían desde los niñ os que correteaban por la
playa y construían figuras en la arena, hasta los adultos que bailaban y mantenían una
charla amena. Ocasionalmente alguien se detenía en el centro, donde la hoguera má s
grande ardía, y llamaba la atenció n de todos para dedicarle unas palabras al príncipe Louis
por el día de su nacimiento. Al finalizar, todos le deseaban una larga y prospera vida antes
de sellar las palabras con un brindis de sus copas a rebosar. No había nadie que no se
encontrara contagiado de la euforia de la celebració n.

—Deberías sentarte un momento—ofreció Harry cuando una de las canciones terminó , y


estaba por comenzar otra. El hombre frente a él negó , y eso le hizo sonreír sin mostrar los
dientes—. Lo digo en serio.
—Eso no se encuentra entre mis deseos—objetó el príncipe, terminá ndose una copa que le
habían servido antes de comenzar a bailar esa canció n con Harry. Estaba bebiendo muy
rá pido, y aunque Harry notó que el licor no se apoderaba rá pidamente de Louis, tras un día
de estar consumiendo desde la mañ ana, ya comenzaba a notar el arrastrar en sus palabras
y la leve torpeza en sus movimientos.

—Supongo que debería dejarte ser excéntrico por ser la celebració n de tu nacimiento…—
cedió un poco, tomá ndolo del antebrazo y retrocediendo para que se alejaran del sitio
donde nuevas parejas se agrupaban.

—Quiero bailar contigo toda la noche, gatito—Louis lo atrapó de la cintura, rodeá ndolo con
el brazo que sostenía la copa. Enroscó los dedos en sus rizos y le besó repetidas veces el
rostro—. Luces tan precioso esta noche, só lo quiero presumirte para que todos sean
testigos de lo afortunado que soy.

—Elegí estas ropas por ti, esperaba que fueran de tu agrado.

Mientras que Louis llevaba pantalones frescos y camisa de algodó n como el ná car, Harry
escogió una camisa similar a la que utilizó en su primera fiesta en esa playa. Una tela de
fá brica muy delgada y suave, casi transparente de los tonos rosados en los pétalos de las
flores en el jardín. Los costosos anillos en los dedos de Harry y los medallones sobre el
pecho de Louis los diferenciaban en estatus del resto.

Ambos habían perdido sus coronas de flores en el baile má s reciente.

—Má s que un deleite, eres mi perdició n—aseguró , abrazá ndolo má s fuerte, incliná ndose
hacia su rostro para tomar sus labios en un beso.

Pero Harry ascendió la palma en una caricia por su pecho y cuello, hasta llegar a posar el
dedo índice sobre los labios del alfa. Así de cerca como estaban, lo miró a los ojos
encontrá ndose con un azul impaciente. Harry utilizó el mismo dedo para señ alar hacia la
multitud.

—Este no es un ambiente privado, mi príncipe—apuntó , descubriendo algunas miradas


que estaban sobre ellos—. Creo que le hemos dado suficientes pistas de nuestra intimidad
a la corte.

—Quizá tenga que llevarte a un lugar má s apartado, entonces—insistió , esbozando una


sonrisa que buscaba ser convincente. No obstante, Harry só lo podía ver a su siempre
cuidadoso alfa siendo descuidado y feliz con ello, relajá ndose como todo hombre merecía
en ocasiones.

—Al ú nico lugar apartado que marcharemos, será a nuestros aposentos…—dio unos
pequeñ os toques en la mejilla de Louis, que ya estaba dispuesto a tirar de él para salir de la
playa—, cuando la celebració n finalice. No puedes dejar a tus invitados solos tan temprano,
ni mucho menos hacerle un desaire a tu madre, príncipe. Ella preparó esto con esmero. ¿No
lo está s disfrutando?

Louis jugueteó con uno de los rizos que se sacudía a causa de la brisa cerca de su cuello.

—Claro que lo hago, ha sido una de las mejores veladas—respondió , y luego le acarició la
mejilla—. Sucede que en ocasiones siento el impulso de tenerte só lo para mí, ¿comprendes?
Te veo tan hermoso, con tu suave piel y ese olor tan dulce. Es absurda la sola idea de
permitir que me aparte de ti para atender invitados y ceremonias que no son mejores que
las tuyas.

—Ven. Puedes estar cerca de tus invitados sin hacer mucho má s si tomamos asiento—
dibujó suaves círculos sobre el pecho del alfa con el pulgar, y le besó la barbilla. Louis
accedió a tomarle la mano y caminaron sobre la arena bajo la mirada de varios curiosos
que observaban sobre sus copas. Se dirigieron a una de las pequeñ as tiendas de lona que
levantaron para que así las personas pudieran sentarse y encontrar resguardo de la brisa.
La principal era la de ellos, con sillas amplias cubiertas de telas y cojines, mesas con comida
y bebida dispuesta para ellos, sirvientes listos para atenderlos.

—Unas palabras, amor—dijo, justo cuando Harry consiguió que se sentara en la silla. Le
quitó la copa de las manos y se la entregó a una doncella—. No soy un hombre de muchas
fiestas, pero permanecer sentado no hará que la cerveza sea má s amable con mi balance—
Harry se sentó a su lado, y le indicó a una de las muchachas que le entregara el plato con el
racimo de uvas verdes—, e ignorar los halagos de un esposo jamá s ha sido amable.

Harry rió y presionó una uva contra los labios del monarca.

—No te ignoraba, mi príncipe. Mi intenció n es que ingieras un poco de alimento, pares un


poco con la bebida—musitó , esbozando una fina sonrisa cuando Louis tragó la fruta y
aceptó otra de sus dedos—. Desde aquí ves mejor a tus invitados, y me tienes a mí. Para que
tus palabras só lo lleguen hasta mí, como debe ser.

—Esa es una afirmació n muy posesiva hacia un monarca, el consejo podría considerarlo
peligroso—acotó , separando los labios en el instante justo para recibir la siguiente uva.

—¿Acaso es mentira?

—¿El tenerme cautivado? No—por un momento le quitó la atenció n para asentir hacia uno
de los comerciantes mayoritarios de la capital que lo saludaba, luego volvió a la intimidad
de la conversació n—. Aunque temo que eso es de dominio pú blico.

—Hay muchas cosas que no escapan del ojo ajeno—opinó , probando una de las uvas. Louis
le robó un besó apenas la mordió .

—¿Có mo qué?
—Todas las maravillas que causa en mí llevar a tu hijo—dijo con ilusió n, y cerró
brevemente los ojos para disfrutar el toque de Louis sobre su vientre—. Es una sensació n…
No lo sé, es como si todo estuviera en paz dentro de mí.

—El alfa en mi pecho ronronea de gusto cuando te toco, cada vez que percibo tu olor y te
veo tan lleno de vida—confesó , aprovechando que la suave tela le permitía sentir a placer
la imperceptible curva que se formaba por encima del pantaló n del omega. Las prendas
siempre hechas a la medida de Harry comenzaban a volverse un poco ajustadas—. Aunque
carezco de la manera de aceptar verte enfermo por las mañ anas.

—Solamente ocurre por unos momentos al despertar—encogió los hombros restá ndole
relevancia. Le ofreció má s de la jugosa fruta—. El fisió logo dice que pronto eso pasará y
tendré que concentrarme en otras molestias.

—Espero… te sean leves, mi amor—atropelló un poco el orden de las palabras, en parte por
su estado de ebriedad, y porque no finalizaba de masticar la fruta.

—¿Y esto te es leve a ti? —preguntó , pasá ndole una servilleta de tela. Louis secó la
humedad sobre sus labios y barbilla, dá ndole una mirada inquisitiva—. Johannah me dijo
que hace un añ o no planeabas tener hijos.

—Hace un añ o no había pronunciado votos matrimoniales.

Harry se contuvo de hacer un gesto grosero que alguno de los sirvientes pudiera captar. El
Louis tocado por los licores evadía sus preguntas mucho mejor que en su estado de
sobriedad habitual, y eso ponía a prueba su paciencia.

—Comprendes lo que deseo apuntar—bufó , dejando los restos del racimo sobre una
bandeja, y tomando una copa vacía que uno de los sirvientes se apresuró a llenarla con jugo
de frutas dulces—. Incluso cuando nos casamos… Sé que eres un hombre esplendido, como
pocos hay a lo largos de los reinos y el mar. Pero eres un alfa, y…

—Desde niñ o—lo interrumpió , recostá ndose descuidadamente en el respaldo de la silla,


encontrando una posició n có moda contra los cojines—, quería ser un soldado. Sabía que
algú n día tendría que ascender al trono. Me educaron para eso, no era nada que ignorara.
Pero primeramente aspiraba ser alguien que defendiera a su gente. Participé en campañ as,
invasiones… y con la experiencia aprendí que alguien destinado a poner su vida como
garantía cada día no debería tener una familia—encontró la mirada con la de Harry, le
tomó suavemente la barbilla cuando finalizó de beber la copa—. Porque quienes
permanecen en el hogar son los que sufren la espera, y luego, el luto.

—Fue muy agobiante para ti perder al príncipe Markus, ¿cierto? Las niñ as tienen recuerdos
muy vagos de él, pero tu madre lo recuerda con mucho amor—presionó un poco, pues el
alfa jamá s le hablaba sobre el fallecido príncipe. Sabía que era un tema delicado, pero
deseaba conocer sobre el hombre que crió a su esposo.

Louis asintió .

—Presencié a mi familia devastada y luego vino la guerra. Cobró tanto de todos nosotros
sobrellevar el conflicto, que cuando culminó sentí que no quedaba nada mí. Planeaba
gobernar hasta que mis hermanas tuvieran la edad suficiente. Por ley, si cumplía treinta
añ os y no tenía herederos, el derecho a la corona se transferiría al siguiente en la línea de
mi familia.

Harry afirmó y tomó la mano del príncipe.

—Lottie—dijo, tomando unos segundos para pensar—. Pero estaría muy pequeñ a, doce o
trece añ os es muy poco para cargar la responsabilidad de un reino.

—La ley permite que regentes guíen a los gobernantes jó venes hasta que estos son aptos
de hacerse cargo. Pero ninguna de mis previsiones ocurrió , porque el Consejo de Ancianos
sugirió que, como muestra de poder, le arrebatá ramos un heredero a Vitrum Maritima.

Arrimá ndose má s hacia él, aceptó que Louis le abrazara por los hombros para estar má s
có modo. Harry apoyó la mejilla en el hombro del alfa. Ambos miraban a la multitud que
mantenía viva la celebració n entre tambores, bailes y fogatas.

—Creo que tengo conocimiento de có mo va la historia desde ese punto.

—Me casé contigo, y desde entonces mis aspiraciones se vieron un poco influenciadas.

—Espero que para bien—apuntó en voz baja el omega.

Louis lo estrechó contra su cuerpo y Harry aspiró su aroma.

—Las influencias vienen de ti, só lo tú puedes juzgar eso.

—Creo que tu padre estaría muy orgulloso. Del príncipe que llegaste a ser, la forma en que
pusiste al reino por encima de tus intereses, por tu valentía. Estaría contento de tener un
hijo que aprende de sus errores y se vuelve sabio—enredó los dedos en el colgante má s
delgado sobre el pecho del alfa, ese de plata con la forma de un capullo de pétalos de rosa, y
que simbolizaba su entrega.

Complacido por sus palabras, y con la inhibició n que trae el licor, Louis infló el pecho con
orgullo, permitiéndose verse relajado y con un arrebato de modestia que pintó sus mejillas
de un leve tono rojizo.

—Eso suena como la descripció n de un maravilloso monarca.


Harry le dedicó una contenida sonrisa antes de acomodarse de una forma má s recatada a
su lado, y pretender tener la atenció n puesta en los cortesanos, quienes se maravillaban
con el acto de un acró bata.

—Y tú criará s a uno igual—aseguró , lleno de convicció n.

Las horas siguieron transcurriendo, los nobles de mayor edad presentaron sus respetos
hacia Louis antes de marcharse, otros se acercaron con má s regalos. Presumían entre ellos
quién entregaba las piezas má s extravagantes al príncipe, las importaciones má s preciadas.
Louis les agradecía, por supuesto, y los restos de cerveza en su cuerpo le ayudaban a
parecer má s animado de lo que podía ser regularmente por algo tan vano como un bien
material. En cambio, era genuinamente feliz cuando alguno de los generales de las tropas o
soldados allegados a él se acercaban y llamaban la atenció n para relatar la hazañ a de
alguna pelea o campañ a organizada por el príncipe.

Harry se entretuvo escuchando las historias, simplemente sentado donde se encontraba, no


comía o bebía como el resto, porque eso lo haría sentirse muy enfermo por la mañ ana y
aunque era un precio un tanto bajo por tener la oportunidad de gestar a su hijo, no dejaba
de ser desagradable sentir que sus entrañ as querían abandonar su cuerpo.

Pronto la marea subió , reclamando su sitio en las inmediaciones de la orilla. Una por una,
las fogatas que representaban a los dioses se fueron consumiendo por las caricias de las
olas, y esa fue la señ al de los sirvientes para comenzar a recoger todo, para que los nobles e
invitados terminaran sus tragos y salieran de la playa rumbo a sus aposentos.

Louis le ofreció su palma extendida, y Harry depositó la mano allí para ir hasta el carruaje
que los acercaría al palacio. Allí el alfa lo atrajo a su cuerpo nuevamente, le acarició el
cuello durante el silencioso trayecto donde só lo se escuchaban las ruedas y algunos
murmullos, y los besos que dejaba sobre su piel. Para cuando ingresaron al palacio y los
guardias los guiaron hasta la puerta de sus aposentos, la madrugada estaba ya avanzada y
fría.

Louis no dejó que ningú n sirviente entrara con ellos, les ordenó marchar en la puerta, y
ellos estuvieron solos. No había velas encendidas, porque la oportunidad de reemplazar las
desgastadas en los candelabros nunca llegó . Pero no necesitaban de la luz. Harry se quitó
las botas presionando cada una con los talones, demasiado perezoso para agacharse.
Escuchó el calzado de Louis también resonar al caer contra la alfombra detrá s de él; así
como los medallones haciendo un ruido metá lico al aterrizar en algú n sitio.

Avanzó un poco para meterse en la cama, y enseguida sintió los brazos del alfa rodeá ndole
la cintura, el firme torso presionando contra su espalda. Besos se presionaron sin pausa
por la piel de su cuello y hasta donde la camisa permitía a sus hombros. Harry no necesitó
escucharlo hablar para saber lo que deseaba. Colocó las manos en el broche del pantaló n, lo
abrió con un mudo chasquido y los dedos de Louis cubrieron los suyos, ambos bajando en
un movimiento suave el pantaló n. La tela resbaló hasta el piso, Harry sintió las caricias en
sus muslos y se mordió los labios.

Las manos paseaban por su vientre debajo de la camisa, rozaban sus sensibles pezones y
luego descendían nuevamente. Harry se dio la vuelta y miró el rostro de Louis que era
tocado por las sombras. Le sacó la camisa del interior del pantaló n para que cayera
holgada, y levantó la prenda hasta que el alfa lo ayudó a retirarla por los hombros. Besó
sobre el esternó n, a un costado en los pectorales y en la clavícula. Louis lo besó a él sobre el
cabello, y Harry enseguida alzó el rostro para que pudieran unir sus bocas.

Harry desabrochó el pantaló n del príncipe, y deslizó las manos por las caderas que iban
quedando desnudas, delineó los glú teos y má s abajo donde la piel era suave y los mú sculos
fuertes. El pantaló n también se perdió , y Louis caminó un paso para librar los tobillos antes
de levantar a Harry en sus brazos y obligarlo a sostenerse de su espalda.

Deseoso de fundirse en él, de hacerle el amor como no habían podido en un tiempo, subió
una rodilla a la cama y los recostó a ambos en el suave colchó n cubierto por seda. Tocó los
muslos de Harry mientras se acomodaba en el espacio entre estos, se embriagó por el olor
que desprendía.

Hundió el rostro en el tierno cuello del omega, y empujó la pelvis contra él, haciéndolo
gemir.

—♕—

Había un sitio de la capital que nadie gustaba de frecuentar, o incluso mencionar. Era un
lugar que distaba de todo el atractivo y vida que gozaba la cuna de las tres coronas. Si la
ciudad del sol era temida por sus oscuras mazmorras, entonces la capital imponía respeto
mediante sus criptas. Construidas también bajo tierra donde la natural luz del sol no
alcanzaba a iluminar, las celdas y recá maras de confinamientos guardaban las condenadas
almas de las personas juzgadas en la capital.

Vultur era sitio para sospechosos y criminales.

En Vultur no era la oscuridad lo que agobiaba, sino la sofocante sensació n del calor que se
acumulaba en las celdas, y el frío que barría cada columna y pared durante la madrugada.
Quienes terminaban allí nunca podían decidir si preferían el día o la noche, no daban un
ganador a cuá l momento del día se hacía má s tortuoso. Incluso el personal se rotaba en
guardias cortas, porque no toleraban del todo las condiciones que las criptas sometían a
sus ocupantes. Era una condena corta, puesto que ningú n prisionero vivía demasiado
tiempo en Vultur.

Los guardias reales tenían acceso libre a las criptas, pues solían ser emisarios de los
príncipes cuando estos necesitaban informació n de algú n prisionero. En muy pocas
ocasiones, los consortes también enviaban a los suyos.
Por eso nadie cuestionó cuando los guardias pertenecientes a los Hadid, con sus distintivos
uniformes, ingresaron arrastrando a un hombre con el rostro cubierto. Lo encerraron en
una de las celdas apartadas, y justificaron su actuar alegando que se trataba de un
desdichado que atentó contra la consorte y fue detenido a tiempo.

Siempre había gritos y quejas, débiles al llegar a los corredores. Nadie les daba má s
relevancia que el clamor de un condenado desesperado.

Durante esa noche, má s violentos castigos llovieron sobre el cuerpo de Ser Liam Payne,
constantes y con mínimas pausas, pero no lo suficientemente graves como para matarlo. Su
piel se comenzaba a tornar veteada de hematomas, con los labios agrietados por los
miserables sorbos de agua que le permitían. Las restricciones en las muñ ecas y tobillos le
lastimaban las articulaciones y agarrotaban los mú sculos. El aire que trataba de empujar
dentro de su pecho era denso y no le ayudaba a mitigar la sensació n de asfixia que la
ocasional bolsa de arpillera sobre su cabeza le producía.

Pasó la noche atado a una columna de la celda, recibiendo los golpes que le valían quejidos
y siseos, pero guardando silencio.

Hasta que Vultur hizo mella en él.

Cuando el sol estaba muy alto y el ambiente en las criptas insoportable a causa de la
humedad, las botas se escucharon en la puerta para el cambio de guardia.

—¿Ha hablado? —preguntó el recién llegado.

El guardia que se encontraba frente al maltrecho caballero se encontraba limpiando sangre


de sus nudillos con un trapo. Ladeó el rostro e hizo un gesto inconforme. Tres hombres se
asomaron en la celda, uno al frente siendo el que llevaría la responsabilidad del relevo.

—No lo suficiente. Pero se está comenzando a quebrar—contestó , y luego exhaló una gran
bocanada de aire caliente. Fue hasta una mesa y se sirvió una copa de agua.

—Nuestra lady espera ser informada para este momento.

—Lo admitió , dijo que reconoce haber herido a Su Alteza y traicionado su confianza—
ambos guardias fijaron la mirada en el beta que era sostenido ú nicamente por las ataduras
de la columna. El dolor y falta de alimento le habían hecho desmayarse nuevamente.

—Afirmó haberse metido a la cama del príncipe Malik—chasqueó la lengua—. Un alfa que
no le pertenece.

El que bebía de la copa resopló .


—También dijo que lamentaba ser el responsable de todo el malestar de la consorte
durante el embarazo.

—¿Así que esto no es reciente? ¿Se ha burlado del matrimonio real desde el principio?

—Aparentemente—encogió los hombros—. Estaba balbuceando algo sobre… Memorias


pasadas, días donde era má s joven. Llamó el nombre del príncipe Malik. Luego se desmayó
y heme aquí.

—Puedes retirarte. Hans y Daw esperará n que les informes, nosotros tomaremos tu puesto
y velaremos por obtener má s respuestas.

Asintiendo, el aludido tomó su cinturó n de armas, y tras ajustarlo a su uniforme, fue hasta
la puerta, deseoso de escapar y abandonar el hostil ambiente. Pero se detuvo en el umbral.

—Cuando este beta diga todo lo que oculta y nuestra lady necesita, ¿qué ordenes siguen?

—Será s advertido cuando sea necesario—aseguró el otro—. Gracias por tus servicios,
retírate.

La orden fue obedecida. Uno se fue, y tres má s ingresaron, cerrando la puerta y


convirtiéndose en los nuevos verdugos. Pasando los dedos por la barbilla recién afeitada, el
guardia analizó la informació n recién obtenida por unos segundos. Chasqueó los dedos a
los otros dos alfas que llegaron con él y estaban bajo su comando.

—Desá tenlo de la columna, hagan que despierte y procuren que tome unos cuantos sorbos
de agua para que permanezca despierto—ordenó . Los hombres no tardaron má s de un
instante en ponerse a trabajar. Mientras que él se acercó al caballero y le quitó la bolsa de
arpillera de la cabeza. Lo contempló , vio las heridas y la expresió n demacrada que tenía
tras casi un día completo de confinamiento—. Un comandante, destinado a desposar a una
preciosa lady y con todos los beneficios que un hombre aspiraría a tener só lo en sueñ os…
¿Por qué perseguiría el peligro y la condena seduciendo a un alfa que resulta ser el príncipe
Malik? Casado, devoto a su familia… No se preocupe, Ser—lo tomó del cabello para alzarle
el rostro—. Con una pista de lo que despierta su interés, seremos justos de darle un
incentivo para que hable.

Ser Liam despertó abruptamente cuando su cuerpo golpeó la dura roca del piso. El primer
respiro voluntario le hizo ahogarse y toser cuando derramaron agua sobre su rostro. El
velo del sueñ o había sido levantado, pero só lo eso. Puesto que irremediablemente él
continuaba siendo preso de esa desafortunada pesadilla.

Sus sentidos no terminaban de orientarse cuando, una vez má s, el dolor vibró por todo su
cuerpo. La violencia que se traducía en moretones, ropa que se hacía jirones.

—♕—
La tranquilidad de sus aposentos le invitaba a volver a dormir. Una suave corriente de brisa
desde el balcó n paleaba un poco el calor, la frescura en su piel tras el bañ o y la placentera
sensació n luego de una deliciosa comida lo alejaban de cualquier incomodidad. A su lado,
en el borde de la cama, un libro de cubierta azul reposaba cerrado, con una pluma
marcando en qué pá gina había pausado la lectura de poesía. Estaba demasiado distraído
como para meditar sobre las palabras y sus intrincados significados. Miró en cambio
alrededor de la majestuosa habitació n, que se había vuelto ostentosa desde que decidió
tener dominio de la decoració n. Cerca de las puertas de vitral donde el sol acariciaba las
baldosas, el zorro de brillante pelaje dormía a la sombra de una mesita.

El cansancio de la celebració n todavía se sentía en su cuerpo, por lo que no habían asistido


a comer fuera, ni acudido a la ceremonia en el templo. Tomaron un prolongado bañ o y
perfumaron sus cuerpos con aceites antes de vestirse nuevamente con batines de seda,
volviendo a la cama.

Harry se preguntó si sería prudente también sucumbir al sueñ o, olvidar por ese día los
nobles en la corte, las apariencias que debía mantener e incluso las clases diplomá ticas que
pausó debido a sus responsabilidades como regente cuando Louis estuvo indispuesto. Aú n
tenía muchísimo que aprender, especialmente cuando su vida estaba por dar un vuelco sin
retorno. Cuando culminara el embarazo y entonces su deber má s importante sería formar
al pró ximo monarca del reino.

Vio al alfa que dormía junto a él en la cama, con la cabeza reposando sobre su regazo, el
antebrazo sobre sus muslos. Harry acarició los hombros y espalda de Louis por encima del
batín, sonriendo tan só lo por la suerte de contemplarlo tan tranquilo y en paz, confiando
plenamente en él. Realmente, la verdadera razó n por la que no quería rendirse al cansancio
acumulado, era porque gustaba de cuidar de Louis mientras éste dormía. Asegurarse que
nada ni nadie alcanzaría la ocasió n de alterarlo en su descanso si no era estrictamente
necesario.

Siguió mimá ndolo mientras estaba inmerso en ese manto de sueñ o, disfrutando del silencio
de la privacidad.

Hasta que la puerta sonó con un pequeñ o golpe, y se abrió dando paso a Cara. Ella cerró la
puerta tras de sí y avanzó sosteniéndose la falda para hacer el mínimo ruido. Se detuvo
cerca de la cama e inclinó el cuerpo para hablarle a Harry en voz baja. Tommo había alzado
las orejas, pero al reconocer de quién se trataba, volvió a echarse para reanudar su siesta.

—Alteza—musitó , viéndose algo apenada—. Michael me informó que el consejero de


defensa solicita asesoramiento de su Majestad.

Harry frunció el ceñ o y miró el semblante tranquilo de Louis, la respiració n lenta y largas
pestañ as que se sacudían creando una curva sombra sobre los pó mulos.
—El príncipe está descansando. No deseo despertarlo por alguna nimiedad, está cansado y
algunos malestares residuales de anoche.

—Entiendo eso, fue lo que respondí a Michael. Sin embargo, el consejero le insistió —
comentó , guardando el tono bajo de la conversació n, apenas unos susurros.

—¿Qué puede ser tan grave como para solicitar una sesió n? Si algo debe discutirse, no
deben molestar al príncipe hasta que tengan la situació n clara y él decida entonces—acotó ,
encogiendo los hombros cuando dio con una posible solució n—. Deberían buscar al Lord
Comandante y en ú ltima instancia volver aquí—asintió ante la atenta mirada de la
muchacha—. Eso será , por favor comunícale eso al consejero de defensa, Cara.

—Allí radica el problema, me temo—lucía confundida, como quien só lo sostiene retazos de


informació n—. El consejero estaba esperando informes desde ayer, y esta mañ ana tampoco
llegaron a su escritorio. Vamos a entrar a la mitad de la tarde y el Lord Comandante no
aparece.

Tomado por sorpresa, Harry casi dejó caer su libro de poesía cuando lo tomó por la tapa.
Enseguida se cercioró que el movimiento no había despertado a Louis.

—¿No aparece? —aunque fuese totalmente inusual, muchas explicaciones podían ser la
causa de su ausencia—. Quizá le permitieron salir de la capital, no asistió a las
celebraciones de ayer, por lo que pensé que se encontraba realizando alguna encomienda.

—Ningú n asunto oficial estaba a su cargo.

Harry suspiró y asintió con pesar.

—Bien. Por favor, Cara, busca ropa para nosotros y pide que llamen a Ashton. Yo me
encargo de levantar al príncipe.

Ella asintió y se retiró con el mismo silencio a la puerta de los aposentos para cumplir las
ó rdenes. Por su parte, Harry sonrió con indulgencia y tocó el cabello de Louis. Su mano
llena de anillos se paseó por el sedoso cabello marró n, suave y perfumado por el bañ o de
hacía unas horas. Tanteó con la misma gentileza la frente y el perfil del rostro; desde el
afilado pó mulo hasta donde la mejilla se volvía rasposa por la barba.

—Lou—le llamó suavemente, hablando un poco má s alto que un susurró . Sacudió también
la mano que había dejado sobre la espalda del alfa en un toque má s pronunciado—. Lou.

Tomó unos momentos má s para que el príncipe emitiera un sonido bajo desde la garganta,
y apretara los pá rpados. Tomó un hondo respiro y abrió poco a poco los ojos, el claro azul
acostumbrá ndose a la luz que entraba por el balcó n. Dejó escapar un quejido y presionó los
dedos en el muslo de Harry. Lo miró interrogante.
—¿Sucede algo? —su voz sonaba pastosa, y se relamió los labios en una señ al de sed.

—Lamento tener que perturbar tu descanso, amado mío—comenzó , respondiendo a la


sonrisa que se formó en la boca del alfa cuando escuchó la expresió n cariñ osa para
referirse a él—. Te necesitan porque hay algunas irregularidades de las que debes tener
conocimiento.

Louis parpadeó para disipar el sueñ o.

—¿Algú n conflicto entre los nobles de la corte?

—No—se mordió los labios—. Desde ayer no saben dó nde está Ser Liam… ¿Tú podrías
tener alguna idea de su paradero?

—Lo vi por la mañ ana—contestó , consiguiendo sentarse en la cama—. Y no asistió al


brindis, los banquetes o la celebració n de la playa.

Harry había pensado en una teoría negligente, pero que podía ser correcta si pensaba muy
bien el actuar de los involucrados. Jugueteó con los anillos en sus dedos mientras
observaba a Louis salir de la cama, ajustá ndose el listó n del batín.

—No tenía permiso para dejar el palacio o la capital—mencionó , atrapando la atenció n de


Louis, que lo escuchaba de pie a un lado del poste de la cama—. ¿Crees que pudo haber
seguido al príncipe Malik hasta el desierto? Sé que te prometí no ahondar má s el asunto,
dejaste claro que no es de mi incumbencia o entendimiento…

Ambos evaluaron esa interrogante con la mirada puesta en el otro. Louis fue el primero en
apartarla y suspiró .

—Eso sería, indiscutiblemente, lo má s insensato que Liam o Zayn pudieran permitir. Y esta
vez yo no pondría nada de mi parte por encubrirlos. Tengo prioridades má s relevantes—
contestó , marchá ndose luego al vestidor.

Por alguna razó n, Harry sintió ansiedad, esa punzante que le desesperaba poco a poco; que
le producía nauseas. Salió también del lecho y dejó el libro sobre la mesita má s cercana, la
del florero má s pequeñ o, antes de dirigirse al bañ o y ubicar una de las bacinillas. Su
estó mago dio un vuelco desagradable y no se pudo contener.

—♕—

Cuando el sol comenzaba a tornar todo de matices naranja, Harry abandonó los aposentos
para tomar un paseo y aclarar un poco la mente. Mientras no estaba en cama por los
malestares, prefería ser capaz de disfrutar de los jardines y estar al corriente de lo que
ocurría en el palacio, ú ltimamente no podía simplemente quedarse sentado en el balcó n a
esperar. Cara y Ashton lo acompañ aban caminando cerca de él, esporá dicamente
respondiendo a una breve conversació n entre los tres. Y detrá s de ellos, Michael y Luke se
encargaban de resguardarlos, como cada día.

—Simplemente cuestiono algunas cosas, Ash. No estoy siendo pesimista ni nada…—suspiró


—, parecido. Mi punto es que no recuerdo haber visto a mi hermana tan apaleada por los
síntomas. Ella podía comer lo que quisiera.

—Pero usted no es la princesa Gemma—apuntó Ashton, con una sonrisa contenida en los
labios—. Se está volviendo tan insistente con los malestares matutinos…

—Será nuestro deber solicitar una habitació n cerca del consultorio del fisió logo—sugirió
Cara.

—O disponer uno de los cubículos de los aposentos reales para que el maestro se mude y
pueda estar cerca…—siguió Ashton.

—Creo que comprendo perfectamente—interrumpió Harry, con un humor que no dejaría


pensar a sus dos sirvientes de confianza que se encontraba molesto—, está n ironizando
mis preocupaciones. Muy bien, porque ustedes tendrá n que lidiar con ellas en los meses
venideros—declaró , y alzando la barbilla con victoria, apuró el paso.

Justo cuando iba a tomar la salida a los jardines, encontró a Gigi subiendo los escalones
para ingresar al palacio. Harry le sonrió y fue hasta ella, le ofreció las palmas para tomar
sus manos como solía hacer siempre para saludarla, pero la omega no correspondió al
gesto. É l se quedó con el ademá n extendido, y mientras escrutaba su expresió n, la sonrisa
de su propio rostro se borró .

Bajando lentamente las manos, disimuló el bochorno de ser rechazado y esperó que
ninguno de los cortesanos se fijara demasiado en lo que pasaba.

—Tu ausencia no pasó desapercibida para mí, linda—trató nuevamente de ser recibido,
con algo de duda en sus palabras—. ¿Te sentías enferma?

—Estaba indispuesta, tomé una pó cima del fisió logo y perdí la noció n del tiempo. No vi
apropiado ingresar a la celebració n cuando ya era tan tarde—contestó de forma concisa,
sin un solo gesto simpá tico en el rostro.

—Deseo de corazó n que ahora estés mejor… ¿Me acompañ arías a dar un paseo?

Ella negó , los mechones rubios que perfilaban su rostro y escapaban del recogido en la
nuca se balancearon por el movimiento.

—Acabo de volver, acompañ aba a mi hermana. Estaba conociendo la bahía.


Harry no podía ignorar la forma en que estaba siendo tratado. Tosca y superficial, como si
él se tratara de un miembro de la corte, indeseado para ella.

—Entiendo, por supuesto. Debes estar agotada por el clima y todo el camino—susurró con
calma, y en el momento que se descuidó para mirar al piso en busca de una idea para salvar
la conversació n, Gigi se abrió paso y lo esquivó para seguir su camino—. ¡Espera! —giró
sobre los talones y tomó con prudencia el antebrazo de la rubia. Ella se detuvo, pero no
volvió el cuerpo hacia él—. ¿Quizá podría acompañ arte a tus aposentos? Extrañ o a la
pequeñ a Aurora, y me gustaría pasar un poco de tiempo con ella. Sabes que adoro a tu hija
tanto como a ti y…

Gigi entonces reaccionó , virando el cuerpo y soltá ndose bruscamente del agarre de Harry.
Lo miró con una repulsió n que él jamá s había sido capaz de pensar y só lo pudo retroceder
cuando la dura bofetada cayó sobre su mejilla. Los anillos enlazados con delgadas cadenas
de oro en la mano de Gigi le lastimaron la piel, hicieron que ardiera casi tanto como la
vergü enza de ser agredido en pú blico por un igual.

—Jamá s oses pronunciar el nombre de mi hija o el mío—amenazó , aú n con la mano alzada,


los ojos llená ndose de lá grimas. Si antes había estado pá lida, ahora la rabia le daba color a
su rostro—. No con esa boca tuya que só lo conoce de mentiras e hipocresía.

Los rizos de Harry se habían desperdigado por su frente, cubriendo parcialmente el verde
en su iris que estaba acuoso por el llanto que deseaba desbordarse. Con dedos fríos
intentaba aliviar la quemazó n en su mejilla. Enseguida, Ashton lo rodeó entre sus brazos, y
Cara se puso delante de ellos. Los guardias estaban alertas, pero no se movían. Los
cortesanos alrededor apenas daban señ ales de respirar.

—Gigi… No sé de qué hablas, pero si te deshonré de alguna forma—suplicó , tratando de


alcanzarla, aunque Ashton se lo impedía.

—¿Sentías algú n tipo de jú bilo siendo mi confidente para burlarte de mí, Harry? —
demandó saber, sin preocuparse en bajar la voz—. Sabías exactamente lo que me aquejaba
y decidiste guardar silencio… ¡Nunca fuiste fiel a mí! —sollozó con enfado—. Y espero que
pese en tu conciencia la culpa.

—Alteza… Mi lady, por favor detenga esto—instó Cara, dirigiéndose en total respeto y con
una reverencia—. La corte…

—La corte—burló la consorte, y apartó su iracunda mirada de Harry, dejando marchar un


par de lá grimas, para observar a los nobles que se agrupaban en las paredes y pasillos—.
La corte no tardará en enterarse, muchacha. Es cuestió n de tiempo—sentenció , levantando
su falda nuevamente, y esta vez marchá ndose sin que nadie la detuviera.

El ruido de las pesadas botas de los guardias Hadid sacó a todos de su letargo. Michael y
Luke instaron a los nobles que siguieran su camino y despejaran el lugar para el consorte.
Ashton abrazó má s fuerte a Harry y lo empujó suavemente para que volvieran a los
aposentos.

—Los anillos le rompieron un poco la piel, debemos aplicar una cataplasma para que no se
inflame o infecte—urgió el sirviente.

Harry tembló entre el abrazo, dependiendo de Ashton para saber el camino.

—Y llama a mi esposo, por favor—sollozó , conteniendo las ganas de llorar.

—♕—

Cuando cayó la noche, un atareado jinete ingresó por una de las rejas del palacio. Los
guardias de la atalaya lo reconocieron y permitieron su paso enseguida. Los asuntos con los
cazadores del desierto se vieron interrumpidos para él en cuanto sintió una terrible
angustia en el pecho, como un hierro caliente que se enterraba en sus costillas y se abría
paso sin piedad hasta los pulmones. Le dejaba sin aliento, hacía que el miedo lo congelara
como pocas veces só lo le había ocurrido en la guerra.

El príncipe Zayn Malik se quitó la capucha de la capa y bajó del caballo apresuradamente,
sin esperar a que uno de los cuidadores se acercara a tomar las riendas para llevar al
animal al establo para su cuidado. Dejó a sus escoltas detrá s, tratando de alcanzarlo, y casi
trotó como una sombra en la noche para ingresar.

Lo llamaban para que anunciara su llegada a los consejeros, pero no hizo caso. Interceptó a
uno de los sirvientes que solía llevar las comidas a sus aposentos y preguntó por el
paradero de su esposa, confirmando que se encontraba en cama junto a la heredera.

Sin perder tiempo, ignoró a los nobles que seguían en los salones de té y salían a su
encuentro para ofrecer algú n saludo o respeto. Nada de eso le importaba porque
necesitaba aliviar ese desgarrador deseo animal de su alfa por estar con la omega que
llevaba su marca. Aliviarla, saber qué tan siniestro suceso podía estarle pasando como
para que el lazo lo castigara a él de esa forma.

—Abre la puerta—ordenó al alfa que resguardaba la puerta. Su comando fue obedecido, y


Zayn ingresó , arrancá ndose la capa y buscando desesperado a su omega. No estaba en la
recá mara de recibimiento, ni en el dormitorio. El vestidor no daba señ al de tener velas
encendidas, así que se dirigió directamente al espacio que só lo pertenecía a su hija. Abrió la
puerta y encontró a Gigi allí, de pie cerca de la cuna. Una bandeja de lo que presumía había
sido la cena, yacía en una mesa junto a ella. La comida estaba intacta, seguramente ya fría.
Pero la jarra de vino estaba por menos de la mitad, y otra copa resaltaba con un líquido
oscuro. Gigi trazaba con el dedo índice los cuchillos de cortar carne.
Zayn sintió que la agonía en su pecho se volvía má s fuerte al recibir su mirada, ver los
surcos de lá grimas resbalar por sus mejillas, encontrar un acantilado en la mandíbula y
posteriormente una tumba en el bordado del camisó n sobre el pecho.

—¿Por qué volviste tan pronto, esposo? —preguntó con una voz titubeante, los labios
temblorosos—. Te hacía un día má s en el desierto con los compromisos.

—Desistí—se encontró diciendo, dando un dudoso paso al frente que accionó la desolació n
en el rostro de la omega, la densa tristeza emitiendo oleadas en su olor—, de las reuniones
y conferencias con los cazadores, mi señ ora—contestó —. Porque sentí algo, de ti… Y tuve
que volver.

Ella esbozó una sonrisa rota, inclinó el rostro y los ondulados mechones rubios se pegaron
a su piel donde las lá grimas seguían frescas.

—Habrá sido algo muy fuerte e inadmisible, mi señ or—dijo con la voz aguda y quebrada—.
¿Culpa, quizá ? —preguntó entonces, sosteniendo el cuchillo por el mango con tal fuerza,
que sus nudillos palidecieron.

—♕—

Para @guiltypleasurelarry ♥. Tu amiga @neverlandftlarry me dijo que estabas un poco


triste, y espero que todo esté bien.
43-. Veneno

VENENO

“Tu eras el amor de mi vida. La oscuridad, la luz. Este es un retrato de los torturados tú y yo.”

É l respondió a tiempo gracias al instinto, a los reflejos que desarrolló luego de añ os de


entrenamiento y una temporada en la guerra. En segundos estuvo a su lado, tomando su
mano antes de que lograra empuñ ar correctamente el cuchillo. Porque él no era ajeno a las
señ ales ni mucho menos a lo que sentía. Zayn sabía que su esposa, su omega y madre de su
hija se encontraba en una situació n delicada, donde cualquier cosa podría empujarla a
cometer un acto del que podría arrepentirse. Pero sostenerla no fue suficiente, no como
solía ser. Ella forcejeó , intentando que la presió n en su muñ eca no le hiciera ceder.

—Deja caer el cuchillo—comandó , con los dientes apretados y la mirada firme sobre esos
ojos llorosos, mientras restringía sus movimientos a la fuerza. Pero su orden no fue
obedecida, las lá grimas corrían sin pausa por las ardientes mejillas de la rubia, y ella no
cedía—. ¡Obedece!

Y ese vibrante sonido sí hizo una diferencia en la omega, porque aquella era la firma de un
alfa; el poder de su voz sobre el omega que marcaban. La instrucció n sacudió a Gigi en un
sollozo, só lo entonces aflojando la tensió n en sus dedos y dejando caer el cuchillo, bien sea
por voluntad o porque su naturaleza se lo exigía así. Sus rodillas se doblaron y rompió en
un lastimero llanto, aferrando los temblorosos dedos en la ropa de viaje del príncipe.

Pero era una infamia, lo que acaba de hacer, porque un alfa jamá s debería buscar lastimar a
su omega. No só lo había jurado frente a los dioses cuidarla, sino a sí mismo y todo lo que le
hacía un alfa cuando sucumbió a la tentació n de marcarla. Un príncipe no necesitaba
marcar a nadie, ni siquiera para asegurar una descendencia, pero él marcó a Gigi. Porque lo
quiso así, porque a pesar de amar a alguien má s, deseaba tenerla también a ella.
Ahora tenía una mujer rota en sus brazos y no podía achacarle la responsabilidad a nadie
má s que a sí mismo. Debido a que no supo ser un buen alfa o esposo, no empatizó con todas
las advertencias que le daba el lazo entre ambos, y en cambio la dejó a ella cargar con todos
los males porque él estaba demasiado ocupado en ser un príncipe, en demostrar que podía
tener y hacer todo lo que quisiera.

—Perdó name—susurró entonces, rodeando con sus brazos a la omega. Le acunó la cabeza
y acarició sus dorados cabellos mientras ella se acurrucaba en su pecho. La sentía temblar,
incluso compartía cada doloroso espasmo de los sollozos como si él mismo estuviera
arrancá ndose el llanto de la garganta—. Fue desmedido que te hablara así. Prometí que no
lo haría nuevamente.

Gigi intentó contenerse, pero la pena la abrazaba de una forma envolvente donde no
hallaba escape, y era como si la cercanía de Zayn só lo agravara la situació n.

—Por favor, por favor—no sabía a qué suplicaba, por lo que él só lo atinó a hundir los dedos
en su cabello, siempre suave, y frotarle el cuello.

—No hay que tenga que angustiarte, estoy aquí—murmuró , tensando algo de calma en su
voz, a pesar del malestar que sentía en el pecho. Paseó la mirada por las bandejas, y luego a
la cuna. Se fijó en un detalle que había dejado escapar por el apuro de encontrar a su
esposa
—. ¿Dó nde está nuestra hija? —movió los dedos que acariciaban el suave cuello hasta el
rostro de la rubia, alzá ndolo un poco para encontrar su mirada—. ¿Dó nde está Aurora?

—Pasará la noche con su nodriza, no me sentía con la capacidad para cuidarla. Ella estaba
llorando y yo no podía… Era incapaz de…—tartamudeó , parpadeando para desprender las
gotitas salinas de sus pestañ as.

—Debería llamar a nuestro fisió logo—musitó , relajando só lo un poco la tensió n en los


hombros—. No te encuentras bien, te está s desmoronando nuevamente… Eso será algo que
no permitiré, eres mi esposa y la primera consorte del nuevo reinado en Aurea, nosotros
somos fuertes y nos mantenemos firmes; implacables.

La respiració n de Gigi fue ralentizá ndose, los sollozos volviéndose respiraciones pesadas y
sus ojos irritados só lo se mantenían hú medos, pero las cascadas en sus mejillas habían
perdido la corriente. Mantenía los dedos enganchados en la ropa ajena. Sus labios se
presionaron un momento con duda antes de fijar aquellos exó ticos ojos que hacían su
camino entre el verde y azul en el príncipe.

—¿Realmente te importa nuestra hija? —reunió el valor de preguntar, impactando a Zayn


con la crudeza de aquella duda. El ambiente se volvió amargo alrededor de ellos, las manos
del alfa se aflojaron alrededor de la cintura de la omega—. ¿Sientes algo cuando está s con
nosotras? ¿Somos alguna de las razones por las que vuelves cada día a estos aposentos?

Las viejas heridas del pasado latían ante esos interrogantes.


Los cuestionamientos siempre enervaban la paciencia de Zayn. Cuando su padre empezó a
enfermar tras el atentado a su familia, él comenzó a recibir dudas de parte de cada persona
a su alrededor. Se preguntaban si él sería capaz de tomar el lugar del viejo príncipe cuando
la demencia lo terminara de arrancar del trono. Lo juzgaban por ser joven, por ser a la vista
de los demá s alguien demasiado jovial y desinteresado que no aguantaría la presió n de
tomar decisiones y gobernar un pueblo. Al ascender, fue señ alado y puesto bajo duro
escrutinio en busca de errores. É l fue el primer heredero en ascender y marcar la nueva
generació n de príncipes; pero cuando Louis fue el siguiente en tomar la corona, nadie lo
examinó con ojo crítico ni esperaban una oportunidad para señ alar su fracaso. Confiaban
en que podría tomar experiencia y convertirse en un líder digno de admirar y recordar.
Pero si ambos, él y Louis, se habían criado bajo las mismas normas, estudiado las mismas
lecciones y compartido maestros de combate… ¿Por qué él era el menospreciado? ¿Por qué
un Malik debía ser a quien esperaran ver caer?

Odiaba que en ocasiones ese viejo rencor le hiciera sentir la serpiente de la envidia
inyectando la ponzoñ a en su sangre.

Ni siquiera podía librarse de las conjeturas en su propio matrimonio.

—Dudas de mí—aseguró , sin poder evitar encontrarse a la defensiva—. ¿Acaso no he sido


un buen esposo? Tienes todo lo que deseas, Gigi—apuntó , frunciendo las cejas y toda
calidez que pudiera encontrarse en sus ojos á mbar, se congeló —: joyas y vestiduras que
nadie má s podría comprar, respeto en la corte, tu posició n asegurada en el palacio…

—¿Quieres a nuestra hija? —interrogó nuevamente, su voz sonando ahogada.

—¡Por supuesto que quiero a Aurora! —respondió con impaciencia, liberá ndose de su
agarre. Retrocedió un paso y jadeó con frustració n, cansado de la sensació n de tristeza
ajena en el pecho—. Es mi primogénita, mi legado está en ella… Cuando yo no esté, mi hija
será la que transmita los valores de nuestra familia, de la casa que fundaron los Malik. Ella
es mi futuro, es mi mayor tesoro. ¿Por qué siquiera me está s cuestionando esto? Soy su
padre, yo no fui quien no pudo al menos cargarla cuando-…

Decidió callar mientras tuviera tiempo, pero las palabras ya estaban en el aire, como saetas
que dieron justo en el blanco, porque Gigi se encogió y abrazó a sí misma. La poca
serenidad que había acumulado mientras formulaba las palabras se vio interrumpida por
una mueca de dolor en el rostro. Había sido bajo traer a colació n eso, querer encubrir su
propia negligencia con la dolencia que había tenido ella mientras se sentía incapacitada
para ser madre. Los días que só lo lloraba por los malestares del parto y la invalidez para
cuidar de su hija. Momentos en que no podía sostenerla, alimentarla o dormirla cantando
una historia como había soñ ado muchas veces.

—La apatía que describes me estaba matando y no era intencional, esperaba un poco de
consideració n de tu parte—susurró , mirando entonces por un momento hacia la cuna
vacía, donde só lo reposaba una muñ eca de trapo en la esquina—. Llevé a esa niñ a en mi
vientre, e incontables veces fue el ú nico consuelo de tu ausencia.

Un príncipe no se retractaba. Zayn apretó los puñ os a los costados del cuerpo sin permitir
que la vergü enza hiciera mella en él.

—Lamento que mis responsabilidades sean demasiado pesadas para ti, mi querida. No te
casaste con un hombre, sino un soberano. Es imposible que esté a tu disposició n siempre,
lo sabes—estaba siendo rudo, sí. Porque no estaba habituado a tener de Gigi otra cosa que
el eco de sus propias palabras. De ella solía tener obediencia ciega, una sonrisa conciliadora
cuando la necesitaba y un cuerpo suave y cá lido que lo confortaba. Ameritaba recuperar
eso, ahora má s que nunca porque de lo contrario estaría solo—. ¿Puedo saber el porqué de
estos cuestionamientos? ¿No abandoné mis deberes só lo para estar contigo aquí? Creí que
estarías aliviada, que me recibirías y…

—¿Viniste porque te preocupas por mí o porque el lazo te atormentaba? —soltó


finalmente, llenando el espacio de un frío que los abordó a los dos por igual—. Porque yo sé
lo que se siente agonizar de esa forma. Sentir una desolació n voraz, una carga tan pesada
que no puedes encontrar la voluntad para levantarte cuando inicia el día. Tener ataduras
encima que te retienen, tenazas ardientes que te hacen pedazos desde el interior—explicó
—. Conozco la desesperació n por aliviar esa tortura, sé que volviste por eso. Debiste
sentirte agobiado a mitad del viaje, ¿me equivoco?

É l gruñ ó , visiblemente incó modo por la confrontació n a la que no le encontraba sentido


alguno. Só lo quería librarse de la alarma que sentía, de ese horrible presentimiento que
mantenía sus mú sculos tensos y la mente inquieta. Deshizo los broches de la capa que
llevaba sobre los hombros y la removió de sí para dejarla en el espaldar de una silla.

—Fue un error que me asignaras ese viaje, uno aú n peor que yo aceptara asistir. Todavía
estas susceptible por el parto, tampoco debí permitir que volvieras a tus tareas de
consorte. Debes pasar tiempo descansando, recuperá ndote y cuidando de Aurora—sugirió ,
tratando de sonar calmado. Estaban solos en la recá mara, só lo tenía que conseguir detener
la discusió n, darle la razó n a Gigi si era necesario, y entonces podrían ir a la cama y olvidar
todo el percance.

—Por favor, responde—demandó con frialdad.

Suspiró ante de concederle la petició n.

—Dejé todo porque soy tu alfa, y sentí la necesidad que tenías por mí. Melancolía y dolor a
partes similares, sabía que só lo eran un reflejo y apenas podía prever có mo estarías tú .
Vine porque soy tu esposo, te he hecho mía y es mi deber y deseo mantener la integridad
de tu felicidad—contestó , acercá ndose nuevamente—. Gigi… por favor. Sabes que te quiero,
como el primer día que te vi. Desearía que pudiéramos volver a los momentos tempranos
de nuestro matrimonio, pero esos días de juventud despreocupada se han marchado—
extendió una mano hacia ella—. Incluso así, podemos mantenernos juntos como la pareja
que somos. Debemos darnos fuerza, buena parte del reino depende de nosotros.

El ademá n se mantuvo extendido entre ellos. Gigi levantó las manos, pero só lo para
apartarse los mechones rubios del rostro. Su rostro seguía enrojecido y surcado por el
malestar. Zayn no se quedaría esperando, así que avanzó para tomarla del brazo, pero ella
lo esquivó prontamente.

—¿Entonces por qué? —preguntó , tan bajito que él apenas la escuchó , y se quedó un rato
en silencio. Su mirada tenía la intensidad que perdió su voz.

É l ladeó el rostro y separó los labios sin saber qué decir propiamente.

—¿Entonces qué…?

Intentó nuevamente tener contacto con ella, sabiendo que de esa forma podría
tranquilizarla, pero Gigi apartó su mano de un golpe.

—¡¿Por qué me engañ aste?! —dejó ir finalmente, dejando la habitació n helada y con un
aroma á cido en el ambiente—. ¿Por qué si yo te lo di todo, si dejé que me marcaras?

El frío no estaba en las paredes o las baldosas del piso, sino en ellos, aferrado a la piel de
ambos, siendo un compañ ero inseparable del melancó lico conjunto de feromonas que
exudaban. Zayn sintió que el piso perdía firmeza bajo sus pies y que la sangre corría lenta y
dolorosa por sus venas, como agujas que rasgaban todo a su paso.

—Cada movimiento que hago en el palacio lo sabes, no sé en qué podría ocultarte algo…

—Mis guardias te vieron. Tuvieron que presenciarte siendo un alfa infiel y quisieron creer
que só lo era un desliz, pero cuando…—comenzó a sollozar nuevamente, y cerró sus manos
en puñ os, porque temblaban desmesuradamente—, cuando sugerí los arreglos para tu
viaje, tuvieron que contarme. Porque no querían ver mi honor manchado… ¡No mientras
aprovechabas el viaje para revolcarte con el Lord Comandante!

Roto y acompañ ado de lá grimas, así había recibido el reclamo Zayn. No pudo definir en qué
momento las lá grimas de su esposa se habían vuelto suyas también ante cada palabra. Pero
allí estaban, un par de gotas que ardían contra su piel al descender. Sintió un nudo doloroso
en la garganta, y tragó como pudo. Era la vergü enza de ser descubierto, y de no tener el
valor para negarlo. El dolor, puro e implacable, que Gigi le transmitía a través del lazo.

—Juro por la memoria de mi familia, llevo semanas sin frecuentarlo. Estos ú ltimos días en
el palacio, he sido completamente tuyo y cada palabra la sentí—intentó remediar, só lo
hablando, porque le era imposible en ese momento moverse. Estaba congelado porque la
bestia del miedo finalmente había escapado de su jaula.
Ella se cubrió la boca con ambas manos para ahogar un gimoteo trémulo, con los parpados
fuertemente cerrados y las lá grimas apretadas contra sus pestañ as. Só lo entonces él se
acercó y logró rodearla en sus brazos, sintiéndola tan frá gil como el tallo de una flor a la
sombra.

—No vas a negarlo…—hipó , mirá ndolo con tal sufrimiento y pesar. Apretó los puñ os y le
golpeó el pecho repetidas veces, con rabia, pero perdiendo fuerza tras cada golpe—. Y
aunque lo hicieras no sería suficiente, porque tantos lo sabían y yo era la ú nica desdichada
que te esperaba con el corazó n en las manos—respiró penosamente—. En la guerra y luego
durante la paz. Aguanté días malos y compartí tus victorias, te di una hija… ¡Por amor a los
dioses, Zayn! ¡Me entregué a ti como mujer y omega, dejé que me marcaras! No era
necesario y te complací, ¿Y eso no era suficiente para ti?

—Perdó name—atropelló las palabras, sosteniéndola por los brazos, pero sin intenciones
de parar los golpes. Un par má s de gotas resbalaron por su rostro—. Perdó name, te lo pido.
Estuve con él antes de casarme contigo, y creí que sería capaz de dejarlo atrá s cuando
anunciaron nuestro compromiso. Realmente te deseaba entonces, lo sigo haciendo. Porque
eres mi omega, querida. El alfa en mí cayó desde un principio por ti—explicó , pero nada de
lo que decía parecía detener la cadena de desastres que era el estado emocional de Gigi—.
Creí que marcá ndote estaría ciego por ti, inmune a todo lo demá s. ¿Sabes lo que era hacerte
mía sin ver la marca de mi alfa en tu cuello? Sin embargo, caí en tentaciones y en viejos
sentimientos. Odiaba estar dividido de esta forma, no guardas una idea…

—¿Odiabas lo que sentías? —siseó en medio de un sollozo—. No sabes nada, porque


jamá s… ¡Nunca te detuviste por un momento a cavilar lo que significa para un omega que
su alfa le sea infiel! Yo sí lo entiendo, ahora lo veo todo tan claro. Cada dolencia y
desfallecimiento durante mi embarazo, las amenazas de aborto, el frío desolador por las
noches. El horrible parto y la aplastante tristeza que le siguió … ¡Todo era porque estabas
dá ndole tu calor a alguien má s!

—¡No puedo remediar lo que ya ocurrió ! —quejó , soltá ndola tras recibir un empujó n—.
Pero puedo jurarte que no ocurrirá nuevamente. Me dedicaré al reino, a ti y nuestra hija—
prometió —. Tendremos una familia, te lo juro. Los dioses nos dará n má s hijos,
permaneceré a tu lado.

—Dos añ os, Zayn. Hemos estado casados por dos añ os, y me has engañ ado todo este
tiempo—su labio inferior tembló y retrocedió —. Ese beta me vio la cara todo este tiempo,
fingiendo ser servicial y algo cercano a un amigo para mí—sorbió el llanto—. Incluso Harry
lo sabía y no puedo imaginar que otra cantidad de cortesanos que vieron las señ ales
estaban al tanto. Los príncipes…

—Liam no quería dañ arte…

—¡No lo menciones! —gritó , estremeciéndose completamente—. Ese nombre está maldito,


no quiero escucharlo nunca má s, no quiero.
—Olvidaremos esto—instó , secá ndose el rostro. Gigi seguía lejos de él, ahora junto a la
mesa. Tomó la copa que estaba llena y bebió a largos sorbos, sin saborear—. Este asunto es
de nuestro matrimonio, y só lo nosotros tenemos la potestad de hablar de ello o enterrarlo.
Cualquiera que levante un murmullo en nuestra contra, lo pagará .

—Enterrarlo—repitió ella, con los labios hú medos de aquel oscuro brebaje y la copa vacía
en su mano—. No tienes idea lo enfermizo que es amarte, Zayn Malik. Y porque muy en el
fondo me compadezco también de él…Es que ya no dispondrá s de nosotros. No vas a
herirnos nuevamente, a ninguno de los dos.

Mirá ndola, sin comprender a qué se refería, siguió sus movimientos cuando dejó con dedos
trémulos la copa sobre la mesa. Caminó en su direcció n y pasó junto a él con el rostro
carente de expresió n y el andar cada vez má s lento.

Entonces Zayn sintió un lacerante dolor en el estó mago, llamaradas que le abrazaban la
garganta. Tosió , pues las sensaciones eran intermitentes, iban y venían. La instintiva
sospecha puso en alarma su lado alfa, así que fue tras su esposa. Justo para escuchar el eco
de sus rodillas golpeando contra la alfombra, el cabello dorado desparramá ndose por las
baldosas. Se apresuró a sostenerla en sus brazos, pero el movimiento la hizo gemir, y en un
espasmo toser. El sonido proveniente de su garganta fue un gorgoteo, y las salpicaduras
carmesíes que decoraron los labios de Gigi hicieron que Zayn armara todas las piezas. Ella
só lo lo miraba con sus ojos entristecidos, las lá grimas entre las pestañ as, sangre corriendo
por su barbilla.

No los tendría a ninguno de los dos, porque estarían en un sitio al que él no tenía acceso.

—¡Guardias! —gritó hacía la puerta, mientras afirmaba el agarre sobre el convulso cuerpo
de su esposa. Tomó el impulso para levantarse y se dirigió apresurado a la salida de la
recá mara que ya estaban abriendo para él. La desesperació n le hacía sentir que cada paso
era irreal, que las voces eran un eco—. Que uno se adelante y alerte a mí fisió logo, necesito
el consultorio listo. ¡Escó ltenme hasta allá ! —jadeó , ignorando las miradas consternadas de
los hombres al contemplar a la consorte—. Y traigan a mis hermanos de la corona, no me
importa qué estén haciendo.

—Majestad…

No sabía cuá l de ellos habló mientras recorrían el pasillo casi en una carrera, tampoco
determinaba con qué tono lo llamaban o si estaban advirtiendo algo. Só lo hacía caso a la
tribulació n, la estela del crudo miedo de perder a la mujer que estaba ligada a su alma.

—¡No quiero objeciones, es una orden!

—♕—
Louis salió al pasillo con la imperiosa necesidad de golpear algo. Cuando la puerta a sus
espaldas se cerró , dejó detrá s la frenética lucha por mantener a la consorte con vida. El
fisió logo gritaba ordenes, los asistentes se movían por todas partes con vendas llenas de
sangre y la omega bramaba de dolor mientras era vanamente reconfortada por su esposo.

—No podemos permitir que esto abandone las paredes del palacio—Danielle apareció con
sus ropas de cama cubiertas por una gruesa bata y el cabello recogido en una trenza sobre
el hombro. No cargaba joyas ni pinturas en el rostro, se veía má s joven y con una fragilidad
impropia de ella.

—Si ella muere, no habrá demasiado que ocultar—acotó con pesimismo, mientras
esperaba por sus guardias y el equipamiento que envió a buscar. É l todavía iba vestido con
el traje que se colocó al medio día antes de responder al llamado del Consejero de Defensa.
Apenas había tenido oportunidad de pasar por su recá mara para consolar a Harry tras su
altercado má s temprano.

—Será nuestra tarea hacernos con el anuncio oficial. Nuestros fisió logos hará n una cró nica
del deceso si es que este ocurre con las palabras que nosotros susurremos, y tendremos
que encargarnos de los guardias y sirvientes que los Hadid enviaron. La hermana…—
cruzando los brazos, Danielle parecía ajena al desasosiego de la situació n, y estaba
trazando un plan de acció n con la mente fría, como si se encontrara en el trono con la
corona sobre su cabeza. Louis la miró esperando contagiarse de algo de su calma, siendo
que él comenzaba a tener una dura batalla con sus impulsos. Aunque sabía que eso era
consecuencia del alterado estado de Harry.

Los murmullos de Danielle le hicieron concentrarse en ciertos aspectos que ignoró cuando
llegó al consultorio y se centró en la desesperació n de Zayn, la mujer moribunda en sus
brazos. Zayn le había dicho que Gigi lo sabía todo, que le había murmurado entre su agonía
que nunca podría repetir esa aventura porque ella se había encargado de eso. Pensó en los
guardias que no habían estado con ella al momento del incidente, en el relato de Harry
mientras le atendían la pequeñ a raspadura en la mejilla.

—Harry dijo que lady Bella se encontraba recorriendo la bahía—murmuró ,


interrumpiendo a Danielle, quien frunció el ceñ o—. Ninguna de sus doncellas acudió al
llamado que hizo Zayn para que viniera a ver a su hermana. Los guardias Hadid no han
saltado a la vista y Liam no aparece.

Danielle miró por la amplia ventana del pasillo, donde má s allá de la ciudad se veía una
difusa porció n de mar a la luz de la luna. Reprimió un jadeo, pero eso no evitó que su piel
palideciera y apretara las manos sobre las mangas de la bata.

—Louis—apremió —. Si de verdad…

É l escuchó a sus guardias llegar hasta ellos. Uno de ellos le entregó su espada y cinturó n de
armas, el cual tomó y abrochó sobre el pantaló n sin pausa. Su mente trabajaba deprisa en
ó rdenes a ejecutar y consecuencias que afrontar. La situació n se había vuelto muy clara
para él, y eso só lo le causaba má s ansiedad por lo que se avecinaba.

—Es obvio que no podemos contar con Zayn para esto, y esperar por el Concejo nos
restaría demasiado tiempo, del cual escaseamos. Danielle, haz que tus hombres se dividan
para encontrar a Bella Hadid y sus sirvientes, y que también rastreen toda la bahía, que
averigü en si alguna embarcació n perteneciente a la consorte o nuestros aliados se marchó
durante la tarde—dirigió , apartando entonces la mirada de ella cuando comprobó que le
comprendía.

—Y en caso de alguna fuga, ordenaré que preparen centinelas, quizá sea posible
interceptarlos—añ adió , llamando con un corto gesto a sus guardias—. ¿Tú qué hará s?

—Enviaré un grupo a buscar específicamente a los guardias de los Hadid en la ciudad, y yo


iré con otros má s a buscar en los sitios donde só lo nosotros tenemos acceso libre—
respondió , tras comprobar la cantidad de dagas que llevaba consigo, má s sus espadas
gemelas—. Considero saber qué hay detrá s de la desaparició n de nuestro Lord
Comandante, y quizá disponga del sitio donde lo tienen.

Si es que estaba vivo, se guardó decir.

Danielle le asintió como despedida antes de marcharse a poner en acció n el plan trazado.
Louis anduvo entre sus guardias, alejá ndose del consultorio donde la agonía seguía
resonando. Dio a conocer sus comandos y vio a diez de sus hombres partir a la ciudad. É l en
cambio subió a su corcel en uno de los patios de salida y cuando cada guardia estuvo sobre
una montura, chasqueó las riendas del animal para salir al galope por una de las rejas que
funcionaban como conducto de salida del palacio.

La bú squeda cada vez se hacía má s cerrada, porque el día no hacía má s que llegar a su
culminació n, y con un espacio de tiempo tan largo, a Louis só lo se le ocurría un sitio donde
podrían ingresar a alguien en nombre de un miembro de la corona sin hacer demasiadas
preguntas al respecto. El panorama de las distintas posibilidades no le permitía estar
tranquilo, y hacía que, aunque su expresió n estuviera estoica, su corazó n latiera con fuerza
contra sus costillas. No podía estar tranquilo aun cuando deseaba con todas sus fuerzas no
alterar a quien estaba enlazado a él.

Esperó en el paraje má s apartado de la població n, donde muy pocos deambulaban durante


el día, y mucho menos cuando el sol ya no se encontraba entre las nubes. El jinete que había
enviado por informació n a la ciudad regresó y frenó el galope del caballo a su lado.

—Majestad.

—¿Algú n mensaje de interés? —preguntó , entornando los ojos tanto por la oscuridad,
como por la fuerte brisa que azotaba la zona. Había sido apresurado y negligente salir sin
una capa de viaje o apropiados guantes de montar.
—No recibimos mensajes de la princesa, pero sí del grupo que envió a recorrer la ciudad.
Entre las residencias y calles comerciales no hay rastro del Lord Comandante. Sin embargo,
de camino intercepté a uno de los jinetes que recorría las criptas y volvía hacia el palacio.

Louis asintió .

—Continú a—animó , esperando escuchar una confirmació n a sus sospechas.

—Los encargados de Vultur aseguraron ver a los guardias Hadid, con sus distinguidos
uniformes. Ingresaron el día de ayer con un prisionero cuyo rostro no era visible, y han
frecuentado desde entonces una de las celdas. Só lo ellos, sin darle acceso a nadie má s.

—¿Bajo las ó rdenes de quién? —masculló , sintiendo que comenzaba a hervirle la sangre
por encima del frío del desierto en ese momento.

—La consorte Malik, Majestad—contestó el jinete, desviando un momento la mirada—. No


cuestionaron en ese momento, porque esperaban reportar cualquier irregularidad cuando
recibieran la visita… del Lord Comandante.

El príncipe lanzó una maldició n al aire, y antes de batir las riendas del corcel, dio una señ al
a todos los guardias que iban con él para que le siguieran por el camino empinado. Un buen
grupo de caballos llenó de ecos la noche mientras descendían hacía el lugar que nadie
deseaba como residencia. Ingresaron a los terrenos de Vultur sin problema cuando los
vigilantes distinguieron a la luz de las antorchas el estandarte de la corona Tomlinson.

Bajó del caballo sin fijarse a quién le dejaba las riendas, y sintió un peculiar malestar al
cruzar las puertas que lo sumían en la oscuridad de las criptas, donde las antorchas eran de
gran volumen y se sacrificaba el aire a favor de tener algo de luz.

—Nadie entra detrá s de nosotros—ordenó al encargado de la cripta principal, sin siquiera


darle tiempo para que le diera el saludo de rigor—. Y hasta que yo lo desee, tampoco se irá
un alma.

—Como ordene, Majestad.

No hicieron falta mayores palabras, y Louis caminó con la postura rígida, los dedos tensos
alrededor de la empuñ adura de una de sus espadas, mientras sus ojos intentaban
acostumbrarse a las sombras y no pensar en los días que él estuvo en un sitio parecido. Al
frente, el guardiá n del recinto avanzaba con paso seguro y familiar, habituado a los
corredores estrechos y las curvas que emulaban a un laberinto. Se detuvo en un sitio donde
había cinco celdas con puertas de gruesa madera, pero só lo una se encontraba cerrada. Con
esa certidumbre cayendo como pesado plomo, Louis temió encontrarse lo peor
considerando los lamentos que se oían detrá s de la puerta.
Asintió y uno de sus hombres tomó el pomo de la puerta. Forcejeó con la cerradura hasta
dar con el veredicto que se encontraba trabada desde adentro. Así que dos má s se unieron
a él y patearon repetidas veces la cerradura hasta que esta cedió . La puerta golpeó contra la
pared a causa de la inercia, y las personas que se hallaban dentro ya estaban advertidas.
Antes de que Louis cruzara el umbral ya se había desatado un conflicto. Sus hombros
entraron a la defensiva, y los escoltas Hadid no dudaron en responder con violencia. Por lo
que pronto la celda se vició con algo má s que el olor a sangre y desechos. Había ira y lucha,
jadeos que consumían el escaso oxígeno del lugar.

Aunque estaba preparado para luchar, Louis se enfocó en lo esencial: encontrar a Liam. Dos
de sus hombres le cubrían la espalda, así que avanzó por el lugar y dio con una esquina
donde un cuerpo se encontraba sobre un montó n de hojarasca pisoteada y manchada, o eso
era lo que podía distinguir. Previo a que pudiera alcanzarlo, alguien obstaculizó su camino,
y él no dudo en desenvainar la espada que colgaba a su izquierda y bloquear una estocada.
El filo de las espadas chirrió cuando Louis replegó el ataque y luego blandió la espada con
maestría para rasgar sobre las protecciones del pecho. Una, dos veces, hasta que cedieron y
entonces halló su camino para punzar y atravesar el cuello de su adversario.

Matizado por las sombras, vio la sorpresa en el hombre que acababa de condenar mientras
la sangre lo ahogaba. Louis lo empujó sin mesura para liberar el filo de su arma, y pateó
lejos el cuerpo.

—Má tenlos—ordenó , sacudiendo la espada para que el exceso de sangre resbalara


limpiamente de la hoja. Lo dijo apenas definió el cuerpo que yacía cerca de sus pies—, a
todos. Les comando a ello.

—A sus ó rdenes, su Majestad.

Los ruidos de lucha, de cuerpos golpeando y cayendo, espadas que chocaban y rasgaban
piel, siguieron al fondo, a sus espaldas. Mientras que Louis se agachaba y plantaba las
rodillas en el sucio piso de piedra. Sus ojos apenas podían tolerar lo que observaban. Ahí
estaba su amigo siendo un poco má s que un saco de piel que luchaba por respirar. Tenía la
ropa tan destrozada que apenas podía asegurar que realmente estaba cubriendo algo. Las
extremidades, piernas y brazos, estaban recogidos contra el torso y el á ngulo en que se
doblaba la muñ eca visible le indicó a Louis que debía estar rota y dislocada.

Amargura se apropió de todo su ser cuando posó las manos sobre el beta, y al tener las
manos desnudas sentió las viscosidad de la sangre en las heridas recientes, y las costras en
otras má s longevas.

—Liam… Liam, voy a sacarte de aquí—prometió en un susurro, deseando que esas


palabras le aseguraran que llevaría consigo a un hombre vivo. Tuvo que darle la vuelta
sujetá ndolo del pecho y la espalda, porque halló que el hombro también se encontraba
fuera de su sitio. El amoratado rostro que lo recibió apenas podía atribuirse al del Lord
Comandante. Ojos inflamados por los golpes, pó mulos con heridas abiertas y labios que
seguían goteando al
igual que la nariz. Louis apenas pudo comenzar a preguntarse cuá ntas barbaridades
pudieron infringir en él, y sintió una nauseabunda oleada sacudirle el estó mago cuando
quiso pasar un brazo bajo las inertes piernas y distinguió la sangre fresca entre los muslos
—. No, no, no.

—Majestad…

—Ayú dame a levantarlo—solicitó , sin siquiera mirar al guardia a su lado, sin percatarse si
la lucha se había detenido. Só lo podía concentrarse en la respiració n apresurada que ahora
demostraba Liam, en sus intentos para balbucear algo. Cuando lo alzaron se quejó con un
alarido y buscó defenderse como pudo, haciendo que algo dentro de Louis se rompiera—.
Soy Louis, soy Louis—repitió en busca de calmarlo y que no se hiciera má s dañ o. Tenía
fracturas, dislocaciones y seguramente algú n desgarro—. Soy tu amigo, y voy a sacarte de
aquí. Está s a salvo.

—Hemos aniquilado a la mayoría, Majestad—avisaron a su espalda mientras él só lo


avanzaba para salir de la celda—. Pero un par siguen con vida. Tienen algunas heridas
menores, se rindieron y dijeron ser los má s cercanos a la consorte. ¿Deberíamos llevarlos
con nosotros para un interrogatorio y el consecutivo juicio?

—Creo que fui bastante claro—respondió sin má s, en un gruñ ido mientras hacía su paso al
exterior—. Los quiero muertos. Que el Consejero de Defensa resuelva que hacer con los
cadá veres.

—♕—

Volvió al palacio con un agotamiento físico y mental que no albergó ningú n tipo de alivio
con las noticias que le esperaban. Pasó por la habitació n cerca del consultorio que
acondicionaron para Gigi. Seguía viva, pero el fisió logo y sus asistentes no sabían por
cuanto tiempo podrían mantenerla alejada de la muerte. Los antídotos no funcionaban y el
dañ o era tan grave que comenzaba a perjudicar a Zayn. Por otra parte, Danielle se
encontraba tan tensa e inquieta como él.

—Bella Hadid no se encuentra en el palacio. Inspeccioné su recá mara junto a mis doncellas.
Todo estaba revuelto, los cofres desechos, los adornos tirados—le había dicho mientras
apretaba tan fuerte un abanico en sus manos, que este amenazaba con romperse, sus ojos
refulgían con impotencia—. Un pequeñ o barco, algo poco má s que un bote, zarpó sin llamar
la atenció n de las defensas… Porque tenía el estandarte Malik. Envié un grupo con la
esperanza de interceptarla. Va con sus doncellas y quizá dos guardias a lo mucho… No se
llevó a Aurora, como temía. Alerté al Concejo y ahora só lo podemos esperar y estar
preparados.

—Fue como sospeché tras el relato de Zayn—consiguió explicar sin demasiados á nimos—.
Gigi no asumió bien todo el asunto de… la relació n de su esposo fuera del matrimonio.
Tomó represalias en Liam, y supongo que pretendía que ninguno de los dos pudiera tener a
Zayn.

—Es una mujer herida, una omega que se vio corrompida por un lazo tó xico y un alfa
negligente.

—Remití el asunto de Vultur al Consejero de Defensa. No pude traer a Liam conmigo,


transportarlo era muy arriesgado en su condició n. Logré llevarlo al Sanatorio de la ciudad y
le encomendé a los mejores del lugar, exigiendo total discreció n. Por la mañ ana sabremos
de él.

—El resto escapa de nuestro poder e influencia. Somos príncipes, y esto es todo lo que
pudimos hacer. Vuelve a tus aposentos con tu esposo, Louis. Lo que sea que los dioses
decidan para el amanecer, seremos alertados sin falta.

É l aceptó sin trabas.

La madrugada lucía triste y agó nica cuando la vio por uno de los ventanales mientras
andaba sin fuerzas hasta sus aposentos. Detuvo a tiempo a Calum que se hallaba en la
entrada, evitando que abriera la puerta para él. Entendía que Harry podía advertir su
presencia a esa distancia, especialmente si lo necesitaba tanto, pero no se permitiría
aparecer en su presencia como estaba. Con la chaqueta cubierta de sangre, las manos con
teñ idas de rojo. Así que consiguió que Cara saliera sosteniendo un tazó n de cerá mica con
agua limpia y pañ uelos. Primero se sacó el sudor del rostro y cuello, luego dispuso el resto
para enjuagarse las manos.

—¿Có mo está él? —consultó mientras se sacaba la chaqueta manchada y decidía que podía
quedarse con la camisa de algodó n. Cara recibió la prenda, y Calum se ofreció a sostener el
cinturó n de armas.

—Desde que le avisaron todo lo que aconteció , no ha dejado de llorar, Majestad—dijo con
pesar la muchacha, con la mirada baja y la postura algo encorvada—. Ashton está con él.
Hasta hace unas horas lady Johannah también estaba aquí y logró que cenara un poco. Pero
los nervios han menoscabado su tranquilidad y nauseó los alimentos.

Louis asintió con pesar.

—¿Puedes traer una bandeja de té para nosotros? —solicitó , porque simplemente dictar
una orden má s estaba fuera de sus virtudes para el momento—. Ligero, no quiero perder la
alerta.

Tras eso, entró a la recá mara y fue hasta la estancia de la cama.

Ashton maniobraba con paciencia el tembloroso cuerpo de Harry, instá ndole que se
sentara en el borde del lecho. Harry estaba lloroso y terco, como só lo era él cuando se
sentía abatido. Posó sus inconsolables ojos verdes en él y extendió su mano en su direcció n.
Ashton los miró a ambos y se apartó con una corta reverencia, dejando la estancia para
ambos.

—Todo estará bien, amor—pronunció sin creerlo realmente, só lo buscando darle consuelo.
Llegó a los pies de la cama y se arrodilló ante Harry. Dejó las manos a centímetros de
tocarlo, demasiado dudoso por el temor a contaminarlo con todo el horror de esa noche.

Pero Harry le rodeó el cuello y abrazó fuerte contra sí, todo lo que la posició n le permitía.
Louis lo envolvió entonces, sintiendo la curva de su vientre contra el pecho; el llanto sobre
su hombro.

—No me mientas—rogó entre fuertes hipidos, con la voz ronca y afectada—. Nada está
bien, porque… Oh, dioses, fuimos tan indolentes.

Louis lo alejó un poco para mirarlo. Le acunó con cuidado el rostro y odió ver las
raspaduras en su pá lida mejilla sonrosada por el lamento. Enjugó una lá grima con el
pulgar.

—Atiende a lo que te digo, amor. Nada de lo que sucedió es nuestra responsabilidad, estos
eventos son desafortunados, pero escapan de nuestro alcance. Tú no merecías ser
perjudicado por esto, dejar que te golpearan…—dijo, acariciá ndole el rostro.

—Lo sabíamos—insistió , mordiéndose el labio inferior. Sus hombros se sacudían—. Yo lo


sabía hace casi un añ o, la vi sufrir en la ignorancia sin poder adivinar qué le ocurría a su
lazo. Ella creía que era su culpa, que estaba fallando como omega. Incluso cuando presencié
su doliente parto, no hice nada. Ella fue mi primera amiga aquí, acudió a buscarme porque
le nació así, porque me vio solo en la corte y sin saber qué hacer… Me ayudó a ser parte del
palacio cuando tú no estabas. Hizo por mí lo que nadie obró por ella—cubrió las manos de
Louis con las suyas—. ¿Y có mo le retribuí yo? Dejando que corriera el veneno sin piedad.

—Mi amor, no te tortures má s—le arrulló , dejando suaves besos en su rostro—. Hará que
enfermes, y debes pensar en estar sano por nuestro hijo.

—Lo sé, lo sé—aceptó , sorbiendo un poco—. Só lo pienso que… Muchas veces quise decirle
a ella, incluso confrontar al príncipe Malik. Pero Sir Liam me dijo una vez…, que la ú nica
razó n por la que el príncipe no renunciaba a la corona para estar con él era por el deber.
Porque si abandonaba la corona se crearía un caos en la sucesió n que podría causar una
guerra civil para el reino. Y por eso aceptó casarse con Gigi, a pesar de tener otras opciones
de negociació n con los Hadid.

Louis apretó los labios. Quería decirle la verdad a Harry, pero eso só lo le atribuiría má s
culpa sobre los hombros. Porque ese argumento era una treta de Zayn para mantenerse
limpio en el poder y conservar a Liam como amante. Los Malik habían sido diezmados en
un atentado, eso toda Aurea lo recordaba, y ademá s del delirante padre de Zayn, este era el
ú ltimo Malik del linaje. Pero si él renunciaba a la corona la sucesió n se otorgaba a uno de
sus primos segundos. El cambio no traería ninguna horda a la capital, pero los Malik
quedarían en el olvido. Y Zayn era demasiado orgulloso para permitir eso.

Liam era un iluso, Gigi una víctima. Harry también había caído en la mentida, y Louis fue el
mayor có mplice en resguardar todo ello.

No le contaría a Harry, eso le destrozaría.

En cambio, se subió a la cama con él, lo abrazó contra su pecho y besó sus cabellos.

—Te amo—susurró dentro del caluroso abrazo, donde Harry buscó refugiarse en su cuello
y respirar su aroma mientras intentaba contener los sollozos—. Te amo por lo que eres,
por el corazó n que tienes. Así que no arrojes sobre ti cargas que no te corresponden, esto
no es tu culpa, sino de los verdaderos implicados. Actuaste como te correspondía, y es una
pena que todo terminara así.

Harry le escuchó sin interrupció n, pero alzó el rostro ante eso ú ltimo. Louis le apartó el
cabello de los ojos y frente. Le frotó cariñ osamente la nuca.

—¿Terminar? —interrogó de forma ahogada. Tenía la piel hú meda, los ojos rojos—. ¿Crees
que Gigi no superará el veneno?

Louis sabía que no había algo má s doloroso que guardar falsas esperanzas. Así que se daría
el lujo de no mentir al menos en esa ú ltima interrogante.

—Lamento decir que no, amor.

Y volvió a abrazarlo firmemente antes de sentirlo quebrarse en un nuevo llanto


desconsolado.

—♕—

Gracias por leer ♥

Besitos.
IMPORTANTE

Este no es un capítulo, pero agradecería muchísimo que se tomaran algunos minutos


para leer lo que necesito expresar.

A lo largo de los capítulos he tenido que lidiar con la incomodidad que me produce leer
algunos comentarios respecto a ciertos personajes o situaciones. Crean o no, me tomo a
veces el tiempo para revisar lo que escriben porque me gusta verificar si entendieron lo
que quise decir, si el sentimiento que deseé plasmar fue satisfactorio o por si necesitan que
responda alguna duda.

Quiero aclarar que esta nota no la hago para decirles qué opinar o pensar, sino para dejar
claro cuá l es mi posició n.

El asunto es el siguiente: Estoy muy preocupada por la misoginia que hay en el fandom, o
al menos en las personas que leen esta novela. Tengo la certeza que no son todos los
lectores, porque he leído argumentos muy bien redactados que incluso contesto para
darles la razó n.

A este punto, ya sabrá n que me refiero a todo el asunto que envuelve la trama de Gigi, Zayn
y Liam. Y por favor, si van a decir algo en esta nota, salven el argumento de “Es ficció n, es
una fic, qué importa.” Porque no, no es vá lido. Y les quiero expresar el por qué.

Si Príncipe se tratara de una historia que meramente se enfoca en Louis y Harry (si bien
son los protagonistas) no tendríamos 43 capítulos publicados. La historia habría terminado
en el capítulo 10 o 12 con una boda, el esperado heredero y todos felices por siempre. Pero
no es así, porque yo quería algo má s complicado, algo donde todos los personajes llegaran
a ser importantes y donde cada acció n tuviera una causa y efecto. Mi novela tiene romance,
pero la trama va má s allá de ello. Va sobre el crecimiento de Harry que pasó de ser un niñ o
traumado y ajeno al mundo para convertirse en un regente competente. De príncipes
poderosos que no dejan de ser humanos que se equivocan y pueden tomar malas
decisiones. Alianzas que negocian no só lo bienes y territorios, sino vidas. Trata de la lucha
de la ambició n y el egoísmo.

Entonces cuando veo que se ciegan a todo el trasfondo de la narració n só lo por un ship, que
dicen cosas horrendas a un personaje que no es otra cosa que una víctima, pero se
compadecen de alguien que fue hipó crita, cínico y de voluntad débil… Entonces empiezo a
sentirme mal.
¿Por qué lo hacen? ¿Por qué vuelcan tanto rechazo y odio a cualquier personaje femenino
relacionado a los chicos en fics y hasta en la realidad?

¿No se dan cuenta de toda la situació n en los ú ltimos capítulos? ¿No lo dejé lo
suficientemente explícito?

Zayn fue un hombre egoísta y manipulador que engañ ó a su amante de toda la vida, só lo
porque le gustaba tenerlo cerca y bajo control. Marcó a Gigi sin importarle que siendo infiel
podía dañ arla a través del lazo, incluso tuvo la negligencia de frecuentar má s a Liam
cuando su esposa estaba convaleciente y embarazada de su primer hijo.

Liam puede ser un comandante muy leal a su trabajo y deber de defender a los príncipes.
Pero eso só lo es la superficie de su piel de cordero, porque igual mintió y engañ ó . Amar a
alguien no justifica que perjudiques a un tercero, mucho menos cuando es una parte
inocente que está sufriendo sin saber el origen o el por qué. É l tuvo el cinismo de hacerse
amigo de Gigi, estar cerca de ella y luego no aguantar ni dos palabras dulces para volver a
acostarse con Zayn (Porque nadie le puso una espada en el pecho para que lo hiciera). Todo
lo que hizo al aceptar casarse con Bella fue porque estaba presionado y con culpa.

Gigi no sabía nada. No la pueden culpar por no conocer el pasado de Liam y Zayn; ni mucho
menos por la manera en que reaccionó al tomar represalias porque: 1) Ella es una persona
con depresió n, condició n que obtuvo gracias a las negligencias de Zayn y su aventura. 2)
Zayn no estaba presente como para que hubiera actuado directamente contra él en primera
instancia. 3) Está n en una época relativa a la cultura medieval, ella es una lady poderosa,
una consorte y Liam só lo un vasallo que fue el amante de su esposo por dos añ os. Las
osadías así se pagaban con tortura y encarcelamiento, así eran las cosas antes. 4) Gigi no
podía herir directamente a Zayn. No só lo porque es un príncipe, sino porque es su alfa. Está
enamorada de él a pesar de todo y por eso siente tanto dolor. Y como lo ú nico que conoce
son las dolencias del lazo, decidió darle su propia medicina. Por eso atentó contra su propia
vida, para que Zayn lo sintiera en carne propia.

¿En quién se iba a apoyar Gigi en Aurea? Su hermana se fue, los cortesanos só lo son nobles
amables por conveniencia, sus sirvientes só lo son aliados comprados con oro y un apellido.
Su ú nico amigo que era Harry supo lo que pasaba y jamá s la advirtió .

¿Todos estos aspectos no lo pueden ver porque simplemente se concentran en que ziam es
importante o un ship que siempre acompañ a a larry?

Hago esta nota porque muchas veces, por la mala interpretació n de un lector puede hacer
que se lleguen a distorsionar las verdaderas intenciones del autor.

Yo no construyo personajes femeninos para que sean las antagonistas de una relació n
homosexual. No.
Yo redacto a mujeres fuertes e independientes, con crecimiento a lo largo de la novela.
Hago personajes con matices porque me gusta ser realista, y en la vida no todo es blanco o
negro. No quiero que se piense que soy una autora que utiliza su novela ’Príncipe‘ para
incitar odio a su propio genero.

Me incomodan los mensajes de odio porque yo también soy mujer, y los siento como un
reflejo de nuestra sociedad y generació n.

En fin, só lo quería expresarme. Como ya les dije, no planeo cambiar su pensamiento, ni


decirles qué hacer ni có mo opinar. Só lo quería dejar establecida cuá l era mi postura.

A pesar de esto, quiero a mis lectores. Y les agradezco infinitamente por apoyarme, estar
para la fic e impulsarme en la escritura para que cada día mejore má s.

Sin nada má s que agregar,

Red.
44-. Château

CHÂTEAU

Haré broches y juguetes para tu deleite hechos del canto de pájaros por la mañana y el brillo
de las estrellas por la noche. Haré un palacio adecuado para ti y para mí; de días verdes en
bosques y días azules en el mar.

El fuego que iluminaba el interior del templo desde cada columna siseó cuando la brisa de
la madrugada corrió por todo el espacio adyacente. Cerca del altar principal, unas brasas
ardían con sus ú ltimas fuerzas alrededor de la consumida ofrenda que se había hecho a los
dioses hacía una hora, junto con oraciones y cá nticos, todo con la esperanza de obtener la
preciada intervenció n divina que evitara una tragedia en el palacio.

Los sacerdotes se encontraban prepará ndose para cualquier eventualidad, y los lacayos
ocupaban el tiempo en sus respectivas responsabilidades de mantener el sagrario en
orden. Por eso el altar principal só lo tenía un ocupante, a pesar de que cada poco tiempo
alguna mirada ajena se posaba en el hombre que oraba constantemente, con sus propias
plegarias y las que habían inculcado en cada niñ o del reino desde el inicio de su educació n.

Zayn Malik se encontraba en ese altar, implorando a las deidades que le hicieron príncipe y
guiaron durante toda su vida hasta el punto donde se encontraba. Se encontraba allí
porque nadie encontraba la manera de hacerle entender que necesitaba estar donde el
fisió logo lo precisara. Los consejeros habían perdido las esperanzas de persuadirlo, puesto
que ya un par de amenazas habían sido ladradas hacia ellos de parte del príncipe.

Un amigo podría ser un comodín acertado, pero las líneas entre aprecio y posició n social se
marcaban y formaban un abismo con facilidad cuando se estaba tan alterado y herido.
Debía ser alguien que no temiera enfrentarse al hombre y el monarca, pero que le tuviera
suficiente aprecio como para no rendirse en él.
Louis entró al templo y caminó hasta el altar tratando de apartar sus propias frustraciones,
apoyó una mano conciliadora sobre el tenso hombro de su amigo. Los vitrales en lo alto de
la cú pula del templo anunciaban el inminente amanecer.

—Necesitas volver a la recá mara, Zayn. Alejarte no menguará el dolor, y tienes que ser
fuerte. Estaré ahí contigo si me lo permites—ofreció suavemente, descartando
completamente dar una orden. Sería inú til y por sobre todo veleidoso para lo que
pretendía.

Zayn no abrió los ojos, ni deshizo la posició n de sú plica que tenían sus manos, simplemente
negó tenuemente. Sus resecos labios temblaron cuando los separó tras un jadeo.

—Necesito estar aquí—respondió con la voz muy baja e incluso aguda. Louis no apartó la
mano de su hombro, y se inclinó hacia él—. Tengo que rezar, debo pedir a los dioses…—
hizo una pausa para tragar saliva, y cuando volvió a hablar, Louis supo que ya no se estaba
dirigiendo a él; sino a ellos—. En toda su misericordia, dioses míos… Por favor, suplico…
Salven a mi consorte de las brumas de la muerte. Es joven e inexperta, una fiel hija de
ustedes. No puedo estar en el trono solo, no debe ser así… Porque ya no sé có mo hacerlo.
Mi hija necesita a su madre, y yo no soportaría perder a mi esposa.

La mandíbula de Louis se tensó , preguntá ndose qué sucedía realmente por la mente de
Zayn. Anhelando saber si realmente se creía sus propias palabras, o guardaba el pleno
conocimiento de estar mintiéndole a los mismos dioses. Se preguntó si eso era perspicaz, si
era una forma de evadir la realidad o seguir fingiendo como venía haciendo por demasiado
tiempo. No establecía a qué le temía má s su amigo: sufrir el dolor del lazo, la culpa sublime
o las consecuencias que un deceso durante esa noche acarrearía al reino.

—Percibo que es terrible, y si estuviera en mi poder haría lo que fuera por ahorrarte estos
momentos—trató nuevamente. Le palmeó la espalda, detalló el sudor que resbalaba por su
nuca y la expresió n de dolor en el rostro—. Pero tienes que estar allí, junto a la cama donde
ella reposa. Bien sea para darle fuerza o sostener su mano mientras…

—Tengo miedo—interrumpió , dejando finalmente las plegarias. Alzó los parpados y Louis
sintió una punzada en el pecho al contemplarlo con los ojos rojos y repletos de lá grimas. No
veía a Zayn llorar desde el atentado a su familia—. Cuando comenzó a agonizar, yo sentí…
—habló con la voz ahogada y carente de un tono firme—, tanto dolor atravesarme en
inclementes azotes. Como si el veneno estuviera en mi propia sangre y me quemara el
estó mago junto al resto de mis vísceras. Puedo saborear la sangre en mi boca.

—Por eso debes, con má s razó n, permanecer cerca del fisió logo. Podrías colapsar, no sabes
en qué momento las dolencias de Gigi se hará n completamente tuyas—Louis lo tomó del
rostro para que lo mirara, para que prestara atenció n a sus palabras y le entendiera.

Zayn le sujetó las muñ ecas como un ná ufrago que busca mantenerse a flote.
—Nunca pensé todo escaparía de mi poder—renegó , elevando la vista hacia la cú pula del
templo—. ¿Có mo veré a mi hija crecer? ¿Qué diré el día que pregunte por su madre? —
cuestionó , y Louis sintió las lá grimas ajenas mojarle los dedos—. Liam me odiará cuando se
entere, cuando sepa…

Louis le pidió silencio con un siseo. Nuevamente, clavó sus ojos azules en los á mbares.

—Liam está a salvo, los hombres que lo lastimaron deben estar siendo enterrados en una
fosa. Sin gloria o ceremonias que los ayuden a reunirse con los dioses—murmuró , cuidando
que sus palabras no llegaran a los sacerdotes—. Un heraldo que envié a la ciudad me
notificó que el fisió logo del Sanatorio logró estabilizar cada herida. É l no sabe la total
verdad del abismo al que lo condenaste también a él, Zayn. É l cree que esta tragedia entre
ustedes tres era inevitable.

—Oh, dioses…

—Y al menos Liam y tú se encuentran entre los vivos, no como la persona que menos
merecía todo esto. Así que te pediré que vengas una ú ltima vez conmigo, irá s a cumplir tu
deber de esposo y alfa. Si lo peor acontece, yo estaré ahí contigo. Só lo te sugiero que dejes
de huir.

—No entiendes—tembló —. No puedo, no puedo tolerar su sufrimiento, me hará perder la


cabeza. No voy a terminar como mi padre, me niego a ello.

—Zayn—llamó , severo—. Soy la ú ltima persona que busca verte sufrir. Tienes que
demostrar que este incidente no es tu culpa, porque una negligencia tan grande puede
constarle aliados a Aurea, y a ti la confianza de la corona.

—¿Crees que…?

—Lo que no puedes permitir, escucha bien… Es que los consejeros o los nobles de la corte
apelen negligencia en tu contra. Buscará n pruebas y testimonios, alegará n la condició n de
tu padre. Y todavía no termino de prever qué hará n los Hadid.

Zayn intentó apartar la mirada de Louis, pero este no se lo permitió .

—Louis…

—Necesito que seas el gobernante sensato que ellos no pueden tocar, ¿me hago entender?
Tienes una hija, pero no regente. Si logran incapacitarte tu primo ascenderá , y sabes que
eso beneficiaria a una porció n de la corte porque la sucesió n de títulos se rotaría.

—A pesar de todo lo que he sacrificado… ¿Igual podrían quitarme la corona?

Louis asintió cortamente.


—Pero no lo permitiré. Eres mi hermano, y ningú n desconocido estará a mi lado en el trono
—impuso, sintiendo que la presió n de los dedos de Zayn en sus muñ ecas disminuía, y luego
lo abrazaba. Inquietos espasmos seguían recorriendo el cuerpo de su amigo y hermano. Lo
estrechó con má s vigor.

—Gracias—musitó contra su hombro—. Lo siento mucho… yo…

—La necesidad de una disculpa entre tú y yo, mi hermano, no tiene lugar.

Louis se mantuvo quieto, permitiendo que fuese Zayn quien decidiera el momento
oportuno para romper el contacto. É l estaba ahí para ser el apoyo que nadie má s, por
desinterés o miedo, estaba dispuesto a otorgarle. El otro alfa se alejó paulatinamente de él
y só lo dejó las manos apoyadas sobre los antebrazos de Louis. Separó los labios para decir
algo, pero Louis dejó de prestarle atenció n un momento para mirar hacia la entrada del
templo. Uno de los asistentes del fisió logo corría hacia ellos, siendo seguido por un guardia,
y con las manos llenas de sangre al igual que el delantal que usaba para proteger su ropa.
Sabía lo que eso significaba, se tensó por completo y sintió que la temperatura le
abandonaba el cuerpo cuando apreció el peso de Zayn apoyarse en él. La respiració n de
ambos se agitó .

—Majestades—tartamudeó el chico, con el rostro brillante por el sudor y un gesto


apenado. Retorció el frente del delantal entre sus manchadas manos cuando se detuvo a
dos metros de ellos—. Es demasiado tarde. Lo siento mucho…

Cada palabra formulada se quedó trabada en la garganta de Louis, no pudo contestar. El


jadeo de Zayn y su posterior quejido le impidieron dar una orden, reaccionar a lo que había
temido durante toda la noche. Terribles recuerdos de cuando vio el lazo de sus padres
romperse por el golpe de la muerte le asaltaron.

Pero tuvo que reaccionar. Arrastró a Zayn a uno de los bancos de plegarias y le recostó allí,
observá ndolo retorcerse y arrastrar con furia los dedos por encima del pecho, tratando de
apartar la tela y llegar a la piel, parecía desesperado por arrancá rsela, por hurgar en todo lo
que tenía allí y era un obstá culo para sacarse el corazó n de un cuajo. Gritó , tensando las
venas en el cuello y arqueando la espalda ya siendo incapaz de lidiar con la agonia. Louis
intentó sostenerle las manos, y Zayn miró con desesperació n hacia el techo, con el rostro
bañ ado en lá grimas que no paraban de surgir.

El lazo se estaba rompiendo y con ello, destrozando al alfa.

—Tenemos que sedarlo—sugirió el muchacho de forma temblorosa, incapaz de tocar a los


monarcas sin antes tener el permiso explícito de hacerlo—. Suministrarle extracto de
amapola y llevarlo a sus aposentos. De lo contrario…

Louis lanzó una mirada furiosa al asistente.


—¡Pues hazlo de una maldita vez! —rugió , sintiendo los dedos de Zayn clavarse en sus
manos, los gritos convertirse en alaridos desesperados de dolor y tristeza.

Atendiendo a la orden, el muchacho sacó algunas botellas de sus bolsillos y le pidió al


guardia que lo ayudara a sostener al príncipe. El subordinado pidió la autorizació n de Louis
con una mirada, y este asintió mientras se apartaba para que pudieran trabajar. Miró a
Zayn dar patadas al aire, resistirse al agarre del guardia y remover inquieto la cabeza,
impidiendo que el muchacho le diera la medicina necesaria para evitar un colapso.

Sangre comenzó a resbalar desde su nariz, manchá ndole la barba, resbalando hacia sus
labios y barbilla.

Louis quiso apartar la mirada, pero no pudo. Paseó ambas manos por su cabello en un
gesto de frustració n y masculló maldiciones.

Las plegarias no habían dado frutos, los dioses no las recibieron o bien resolvieron no
responder.

Gigi Malik, la consorte de Aurea, estaba muerta.

—♕—

Parecía que las pocas horas de descanso no habían hecho otra cosa que empeorar su estado
físico.

Louis permaneció ausente frente al largo espejo ornamentado de flores mientras que los
sirvientes se aseguraban que su casaca negra estuviera en perfecto estado, al igual que su
cabello y el pañ uelo perfumado que ataron suavemente en su cuello. Ú nicamente la corona
que reposaba entre sus cabellos le daba algo de vivacidad a su imagen. Una imagen falsa,
porque no podía estar má s agotado y aturdido que en ese momento. Dio un ú ltimo vistazo a
su reflejo y suspiró cuando los sirvientes retrocedieron dos pasos una vez finalizada su
tarea. É l evaluó el silencio que había en la recá mara, en todos los aposentos.

—¿Mi esposo está presentable para el acto? —preguntó de forma general, esperando que
cualquiera de los presentes, al ser los que se paseaban entre las recá maras, contestara.

—Se encuentra en la estancia del dormitorio, Majestad—contestó un muchacho—. Tomó


un bañ o y dejó que se le asistiera con la vestimenta, pueden marcharse cuando lo desee así.

El príncipe asintió y salió de la recá mara de vestuario para cruzar un corto corredor y abrir
la puerta que le adentraba a su dormitorio. Vio a Ashton, también vestido de ropas oscuras,
volver con una bandeja en las manos que albergaba una pieza de té y un platillo de comida
que pobremente fue consumido hasta la mitad. Otros sirvientes recogían la habitació n para
dejarla en buen estado y lista para su uso en unas horas. Ashton le dedicó una corta
reverencia cuando estuvo cerca. Louis lo detuvo con una mirada interrogante hacia la
bandeja.

—El consorte no manifiesta apetito, Majestad—respondió a la muda pregunta—. Reconoce


que necesita alimentarse sin falta, así que hizo lo posible para consumir la merienda.

—Só lo la mitad—apuntó , viendo los restos de comida en el plato.

—Y una taza de té—añ adió con timidez—. Si me permite sugerir algo—susurró , mirando
con ojos almendrados a través del flequillo al príncipe. É l le asintió —. Creo que no
deberíamos presionarle. É l necesita… Desahogarse, dejar de encerrarse en sí mismo. Sino
acumulará tanto rencor y apatía, lo suficiente para hacerse dañ o.

Louis escuchó el consejo y luego miró má s allá , en el escritorio de preciosa madera blanca,
donde Harry se hallaba sentado escribiendo sobre un diario. Su cabello estaba pulcramente
peinado y sujetado en una pequeñ a coleta, la exquisita ropa de luto cubriéndolo. Los estaba
ignorando a ellos, a todo lo que ocurría en la habitació n. Sabía que había sido advertido
varias veces que necesitaban marchar, pero no se movía.

—Tendré en consideració n tus palabras, Ashton. Llévate a los sirvientes contigo y avisa a
los guardias que nos escoltará n en unos minutos. Necesito hablar con Harry.

Sus ó rdenes fueron acatadas, la habitació n se fue vaciando y cuando la ú ltima persona
ajena se marchó y la puerta hizo un leve chasquido al cerrarse, Louis avanzó . Detalló el
perfil de su omega. Mejillas sonrojadas, ojos irritados y hú medos por las lá grimas que
todavía deseaban derramarse pero que se mantenían encarceladas entre sus pestañ as.
Algunos rizos rebeldes a mantenerse dentro de la coleta, decidieron enmarcarle el rostro.
Tenía la vista fija en las letras que dejaba plasmadas en la hoja del diario, tenía los dedos
apretados alrededor de la pluma.

—Harry—llamó suavemente, pero no recibió respuesta. Esperó unos segundos e intentó


nuevamente, con suma paciencia. Esta vez la pluma dejó de moverse sobre el papel.
Soltarla le costó un poco al reconocer toda la tensió n acumulada en sus articulaciones. Su
mano tembló sin poder controlarla. Louis sacó un pañ uelo del bolsillo de su casaca y lo
ofreció —. Entiendo que sientas rabia, que estés enfurecido. Realmente lo hago.

Harry dejó su intento por escribir. Aceptó el pañ uelo y ladeó el cuerpo hacia el príncipe
que, aprovechando que estaban solos, se arrodilló frente a él y dejó las palmas sobre sus
rodillas.

—No siento rabia—corrigió , con los labios temblorosos y expuestos en un mohín


melancó lico. Sus ojos verdes se hallaban cristalinos, nublados por la resignació n. Tragó
forzosamente—. Só lo tristeza.
—Lamento que sea así, amor. La tristeza arropa a la capital hoy, a todo el reino. Es densa y
abrumadora, no permite que el sol nos acaricie. Estoy preocupado por ti y nuestro hijo.
Porque no deseo que esto les afecte, quiero que puedas comer y dormir bien, descansar sin
ser interrumpido por el llanto—trazó leves círculos por encima del pantaló n, en la rodilla
de Harry—. Siento tu inquietud, sé que está s afectado por algo má s que tristeza.

El omega había encontrado un hilillo suelto en el bordado del pañ uelo, y mientras
escuchaba se había distraído parcialmente jugueteando con eso. Pero sus hombros se
sacudieron y apretó los labios.

—Juro que estoy obligando a mi voluntad para que salga a flote. Intento comer, consumo
infusiones para dormir por el bebé, pero no es suficiente—la capa cristalina en los orbes
verdes se deshizo, y las lá grimas buscaron un nuevo refugio escurriendo por las mejillas—.
Pero siento tanta impotencia…—siseó con rabia, ocupando el pañ uelo para secarse el
rostro.

—Lo sé…

—Apenas puedo soportar el pensamiento de…—se interrumpió , víctima de los sollozos que
entorpecían su pronunciació n—. Ella era mi amiga, mi ú nica amiga. Se ocupó de instruirme
sobre los nobles de la corte, a quiénes hablarle y a quién só lo saludar. Me defendió de
Danielle cuando yo no era capaz de soportar dos palabras de su lengua afilada sin querer
refugiarme.

—Gigi nunca se dejó amedrentar, y si alguna vez se sintió menospreciada, no permitió que
nadie se adjudicara el premio de llamarse testigo de ello—admitió , perdiéndose un
momento en viejos recuerdos—. No fui cercano a ella, pero la observé a la distancia, admiré
su forma de abrirse paso en el palacio a pesar de ser extranjera y estar sola. Ella nunca
encajó , en cambio hizo a la corte querer ser como ella. Después de todo, sin ser consorte,
poseía má s poder y oro que muchos nobles residentes.

Harry asintió , soportando un hipido.

—Y nosotros vimos la destrucció n de esa admirable joven—sentenció —. Yo la vi. Pensé


que ella y Malik eran el matrimonio perfecto, porque Gigi era tan risueñ a y segura—frunció
el ceñ o—, él tan encantador, siempre encantador. Recuerdo que les observé pasear por los
jardines, bailar en la playa y creí que… Fui tan iluso—rió con amargura—, no fue hasta que
aprendí a ver realmente a través del velo de las apariencias, que reparé en la verdad. É l es
un mentiroso, y Gigi simplemente sabía cubrir su miseria muy bien.

Con esa dosis de franqueza, el alfa no pudo hacer otra cosa que asentir, no existía necesidad
de caer en debates.

—Danielle y yo nos sentimos muy negligentes por esto. Sabemos que pudimos haberlo
evitado, a pesar de las complicaciones que podríamos tener en el proceso.
—Danielle fue tan cruel con ella—negó con decepció n—. Pero yo también lo fui. Porque vi
a Gigi sufrir, sin confundirme por su má scara de felicidad. Me horroricé al ver hasta qué
punto el lazo la estaba afectando. Una amenaza de aborto, días enteros en cama. Una
tristeza que la consumía. Tuve centenares de oportunidades para advertirle, para salvarla
de este desenlace que, yo sabía muy bien, llegaría.

—Harry…

—Cuando negocié el compromiso de Payne y Bella Hadid, creí que resolvería todo este
complot. Incluso me sentí orgulloso de dar con la salida idó nea. Ambos betas, podían
beneficiarse de un matrimonio por conveniencia donde cada uno sería libre de hacer lo que
desearan. Sin ataduras, só lo un título fá cil de mantener. Sin embargo…—dejó las palabras
salir con decepció n—. Todo fue en contra ese mismo día.

—Liam fue a visitarme entonces, ya que mi herida en la espalda todavía se encontraba


cicatrizá ndose—se aclaró la garganta—. Confesó que tuvo una disputa con Zayn, que los
golpes en su rostro se debían a ello.

—Y el príncipe Malik estaba ileso, vaya hombre. En ese momento Payne tuvo que saber que
no había ningú n amor incondicional allí, só lo obsesió n—con ambas manos buscó barrer los
rastros hú medos de sus ojos—. Maldito necio, le supliqué que fuera prudente. Incluso le
agradecí, y evalú a ahora lo que hizo. Ese mismo día se adelantó el parto de Gigi… No
estuviste ahí, Louis. No sabes lo horrible que fue verla desesperada, cayendo, con el dolor
surcá ndole el cuerpo y sollozando porque no comprendía las emociones que la asaltaban a
momentos de dar a luz.

Louis no pudo rebatir a eso, por mucho que quisiera permanecer como una parte neutral,
por el aprecio que le tenía a Zayn y la estima hacia Liam. Simplemente no hallaba las
palabras para mitigar el dolor.

—Ella se desmoronó . Su dolencia era tal que no podía sostener a Aurora o alimentarla.
Quería, pero no lograba conectar con ella porque Malik también le quitó eso. Le hizo sentir
vacía y sin propó sito—continuó Harry—. No só lo sentía culpa por no ser la omega que
llenaba las expectativas de su alfa, sino por no funcionar como madre después de tanta
espera. ¿Puedes imaginar el dolor que eso significa para un omega con marca?

—Como dices, só lo puedo imaginarlo, pero no ser preciso—contestó en voz baja.

—El tiempo que estuvimos separados tras tu juicio, el lazo estuvo tan tenso que lo sentí
tirar de mis venas—reposó las manos sobre las de Louis—. Siempre tenía frío, tanto que
hacía a mis huesos doler y las noches ser eternas. Y só lo está bamos distanciados, tú no eras
infiel y yo no llevaba aú n una vida en mi vientre. Transcurrió en unas semanas y fue
demoledor. Imagina dos añ os de la misma sensació n tortuosa… Es para abandonar la
cordura y sensatez.
Comprendía, por los dioses que Louis había considerado cada aspecto. Pero él estaba
dividido, no podía ser parcial como Harry. En todo el dilema que se había convertido el
asunto, dos de los implicados eran las personas que crecieron junto a él, quienes
gobernaron a su lado. Louis no dejaba de pensar como monarca, cavilaba las decisiones que
tendría que ejercer cuando el Concejo se reuniera nuevamente. Conjeturaba sobre
reacciones en las alianzas, los cambios en la economía, la respuesta de sus tropas a las
inminentes consecuencias y cambios. Porque ya nada podría ser como antes.

—Fue desalmado, má s allá de lo aceptable. Sentir tu celo sin poder estar contigo me sumió
en una desesperació n terrible, así que apenas puedo vislumbrar lo que sería para Gigi
soportar todas las ocasiones en que ella estaba sola y Zayn estaba acostá ndose con alguien
má s—miró a Harry con vergü enza, porque su falta de actuar no podía generarle otra cosa
—. Por eso le advertí, porque conozco a Zayn má s que nadie, que no la marcara. No era
necesario, él podría tener amantes, y ella también si quería. Tan só lo debían darle un hijo a
la corona y sus vidas seguirían separadas y cordiales. Pero…

—Pero Zayn la quería para sí. Una omega tan bonita, encantadora y valiosa. La enamoró y
marcó , desvaneció todo lo bueno en ella hasta destruirla y ahora ella se ha ido. Ellos
merecen todo lo que Gigi hizo.

Louis frunció un poco las cejas, apretó las manos de Harry.

—Amor… Gigi encarceló y probablemente ordenó a sus guardias torturar a Liam sin
consultarlo. Tomó el poder a su conveniencia. Ella estaba herida y sola, su alfa se
encontraba lejos como para dar explicaciones, pero…

Harry alzó la barbilla, con una mirada fría y los labios tensos.

—¿Pero? —desafió , manteniendo su postura a pesar de la intensa mirada azul sobre él—.
Eso es lo que hace la realeza, es có mo reaccionamos cuando somos poco menos que
criaturas heridas. ¿No utilicé yo a mis guardias para que masacraran a Winston? ¿Acaso tú
no comandaste a tus hombres a matar a cada guardia Hadid? Yo estaba herido, me
encontraba hastiado de la forma en que me sentía a causa de ese hombre, su mera
existencia. Por eso solicité su asesinato—ladeó el rostro—. ¿Tú por qué demandaste la
ejecució n de esos hombres?

Su mandíbula se tensó , hallá ndose en una encrucijada donde só lo había una respuesta. La
incó moda verdad subió por su garganta y accionó su voz.

—Me enfureció lo que hicieron y decidí castigarlos sin protocolo. Por eso lo hice.

Harry asintió .

—Aprecio que ahora todo esté claro.


Louis cerró los ojos y suspiró , Harry le tomó las manos y besó sus nudillos.

—Pero no se siente bien a pesar de que tienes razó n, Harry. Simplemente no puedo
parcializarme a tu ideal. Soy el príncipe de cada persona en el reino, no puedo tomar
bandos—explicó , relajando la expresió n y disponiéndose a mimar el vientre que ya no era
plano, donde innegablemente estaba creciendo su heredero—. Preferiría no seguir
rondando el tema, juro que, si pudiera simplemente encerrarme aquí y permanecer
contigo, concentrarme en nuestro hijo y olvidar el resto, sería dichoso.

Harry quiso acariciarle el cabello, pero ahí estaba la corona, así que su gesto suave se
decantó en la nuca del príncipe. Louis relajó la postura de los hombros, y sintió el olor de
Harry endulzarse y el lazo dejar de tironear mientras se concentraban mejores
pensamientos y paisajes del porvenir.

—Lo sé. Soy muy afortunado de tener un alfa responsable y cariñ oso, uno que cumple con
su honor a cuidarme. Só lo estoy muy afectado porque ese pudo haber sido mi destino,
¿entiendes? Pudieron haberme entregado en Vitrum Maritima a un alfa egoísta que me
marcaría só lo porque soy una posesió n bonita que debe estar bajo control, no por
necesidad o amor. Me dejaría a mi suerte a pesar de llevar una criatura, y yo só lo podría
padecer y esperar que alguien me hiciera justicia, porque no tengo la voluntad de enfrentar
al alfa que es mi dueñ o, el lazo no me lo permite—trazó la mandíbula de Louis al finalizar la
frase, hasta que sus dedos descansaron debajo de la barbilla, la cual empujó con suavidad
—. ¿Me darías justicia?

El relato de la situació n calaba con brutalidad si la imaginaba con Harry. Le enervaba


visualizar cada posible escenario, sentía que un rugido quería hacerse paso por su pecho y
hacerlo buscar responsables inexistentes. Sin embargo, no podía cegarse, sabía cuá les
seguían siendo las intenciones de Harry, y él necesitaba seguir siendo el pilar neutral en las
decisiones.

—Puedo asegurar que no quieres llegar tarde al funeral para presentar tus honores—
respondió en cambio. Se levantó y ofreció su mano al omega, quien suspiró con cansancio y
resignació n. Su gesto fue aceptado, y finalmente abandonó la silla en la que estaba. Louis lo
contempló de pie. La casaca ocultaba su estado, pero sabía que el sastre tuvo que conseguir
una colecció n nueva de pantalones, porque el guardarropa usual de Harry ya no encajaba
con su cuerpo. Le ofreció una sonrisa al desanimado omega. Besó sobre los numerosos
anillos en su fría mano—. Responderé a tu pregunta luego del evento, necesito pensar.

—Puedo aceptar eso—cedió Harry, guardando el pañ uelo en su propio bolsillo—. Por
favor, acatemos a nuestro deber. Cuanto antes termine será mejor.

—♕—
Cerca de los inicios del desierto, donde las edificaciones de la capital eran menos
numerosas y el sol parecía ejercer má s calor, se oficiaron los ritos fú nebres en honor a la
consorte Malik. La necró polis de Aurea donde príncipes, nobles y algunos caballeros tenían
su descanso eterno consistía en varios mausoleos donde los ataú des se organizaban en
grupos familiares y relevancia de rango. En el ala Este se resguardaban los restos de
príncipes y consortes, mientras que en la Oeste descansaban los nobles y algunos
caballeros que mediante el honor tuvieran el privilegio de ser sepultados allí.

El ambiente era á rido y só lo se conseguía algo de frescura en el interior de los mausoleos,


donde las paredes estaban cubiertas de cerá mica que permanecía fría al contacto. No había
animales terrestres y muy pocas aves sobrevolaban el lugar. Só lo dominaba el silencio.

Ni siquiera el eco de las palabras del sacerdote principal de la capital eran compañ ía
suficiente para la desolació n que se experimentaba. Los usuales murmullos que generaban
la reunió n de toda la corte en un mismo sitio se hallaban ausentes. Cada individuo presente
estaba con los labios sellados, la expresió n estoica y vistiendo ropajes negros.

En la primera fila se encontraban los príncipes, tres asientos exclusivos para ellos frente al
sarcó fago que albergaba el ataú d de la mujer que nació como Gigi Hadid y posteriormente
contrajo nupcias para ser consorte del monarca Malik. El príncipe Zayn se encontraba
sentado entre sus dos homó logos, recibiendo de esa forma su apoyo. Parecía un muñ eco de
teatro, inerte y con los hilos desgastados. La piel alrededor de sus ojos lucía irritada, sus
labios resecos y lucía incapaz de sostener una postura recta o el peso de la corona en su
cabeza. Tenía una de las manos aferradas al antebrazo de Louis, y este cada cierto tiempo
se inclinaba a su costado para susurrarle algo por debajo de las palabras del sacerdote.

—Y nuestro Señ or de la Arena, en su justa guardia que jamá s fracasa, custodiará a nuestra
querida lady mientras abandona la superficie de los vivos—anunció el sacerdote para
finalizar—. Si bien el vacío que nos deja su ausencia terrenal es amargo, debemos
regocijarnos y encontrar consuelo en la dicha que recibirá su joven alma cuando se reú na
en un abrazo con la Matriarca; y si los dioses lo permiten alguna vez, nacer nuevamente.

Tras eso, los príncipes fueron los primeros en abandonar sus asientos y caminaron juntos
al sarcó fago para contemplar por ú ltima vez a la difunta. Lucía uno de sus mejores vestidos,
hecho con la tela má s cara que podía conseguirse en el reino. Estaba adornada de preciosas
joyas y aunque estaba pá lida, los preparadores se encargaron de resaltar la belleza en su
rostro con las pinturas populares entre las damas de la corte. Su brillante cabello rubio se
extendía sobre el cojín que soportaba su cabeza, las manos entrelazadas bajo el pecho
sostenían un ramo de flores del desierto. Ningú n signo del sufrimiento de la noche de su
muerte estaba presente, en lo absoluto. Ella parecía un ser del firmamento que descansaba
en ese plano donde no pertenecía, dispuesta a despertar en cualquier instante. Exhibía
belleza, aparentaba paz y eso só lo apretaba el corazó n de todo aquel que la miraba.

Cuando Harry la observó , trató de grabar cada detalle en su memoria mientras las lá grimas
se agolpaban en sus ojos. Aguantar los sollozos le removía el estó mago, y sintió la mano de
Johannah apretar la suya en señ al de aliento. Ella también observaba con pesar el sarcó fago
y su mirada era triste. Harry deseó poder quedarse má s tiempo, tener una charla -aunque
realmente fuese un monó logo-, pedir disculpas. Pero el protocolo no se lo permitiría. En
cambio, tomó tres flores que guardó en el bolsillo de su casaca antes de partir del palacio y
las añ adió al ramo que sostenía su amiga. Estaba formado por flores del desierto, sí, pero
las que crecían en los límites, donde el clima era un poco má s clemente y el agua no
escaseaba del todo. Todas eran rojas, naranjas y amarillas. Pero Harry añ adió unas flores
violetas, bastante raras y valiosas que florecían en lo profundo del desierto una o dos veces
al añ o cuando las lluvias bajaban hasta esas zonas. Las semillas permanecían durante
largos estadios de calor y violentas condiciones, y alcanzaban resistir hasta que el agua les
visitaba y permitía crecer con toda su belleza. Harry relacionaba esas flores con Gigi,
porque ella vivió en el peor calvario del desierto y eso no le impidió ser una flor preciosa y
dar vida.

Musitó una arrepentida despedida y dejó que los nobles tomaran su turno para rendir
honores.

—Cuando cada noble termine de verla—musitó Harry mientras caminaba tomado del
brazo de Johannah. Estaban siendo escoltados hacia los carruajes—. ¿Van a prepararla?
¿Tienen un santuario aquí para ello?

—No, querido—respondió la mujer, apartando la mirada del camino para observarlo a él


—. El sitio donde reposan los sarcó fagos bajo los mausoleos es una muestra de la divinidad
del Señ or de la Arena.

—Creo que no comprendo—admitió , frunciendo un poco las cejas. El calor lo tenía algo
atolondrado, y a pesar de que un sirviente sostenía una sombrilla para él y Johannah, no
deseaba otra cosa que volver al palacio y sacarse la ropa de luto—. Cuando mi madre
murió , su cuerpo fue preservado por los expertos para que permaneciera en la cripta de la
familia. En el funeral estaba cubierta.

—Entiendo. Pero tal como dicen las escrituras, al morir nosotros somos recibidos por el
Señ or de la Arena. É l conserva nuestro cuerpo sin necesidad que un fisió logo lo intervenga.
En cuanto el sarcó fago descansa bajo el mausoleo, comienza su proceso a la pró xima vida.

—No sabía que en Aurea era posible no intervenir los cadá veres—se humedeció los labios
mientras procesaba la informació n. Por eso no habían aplicado resinas ni vendas de lino a
Gigi al fallecer, por eso el sarcó fago estaba abierto para el ú ltimo adió s—. Supongo que no
cabe ninguna duda. Los dioses está n con Aurea.

—Así es.

Llegaron en silencio hasta los carruajes que los habían transportado desde la ciudad. Los
sirvientes ayudaron a Johannah a subir có modamente, y Harry declinó la oferta de recibir
asistencia cuando vio a Louis acercarse tras dejar a Zayn con los sirvientes que lo cuidaban.
—La ceremonia está por terminar—avisó el príncipe, deteniéndose cerca de Harry—. Pero
nosotros podemos marchar. Pronto la temperatura ascenderá y no queremos estar aquí
para entonces.

Harry hizo un gesto afirmativo, pero tomó la mano del alfa y los apartó a ambos de los
guardias, sirvientes y demá s personas que pudieran oírlos. Louis lo miró interrogante, y le
acarició la mejilla buscando algú n signo de lo que ocurría.

—¿Has pensado en lo que hablamos? —preguntó sin vacilació n—. Mi ú ltima pregunta,
¿tienes una respuesta?

Louis detuvo las caricias sobre su rostro. Se humedeció el labio inferior con la punta de la
lengua y miró hacia los mausoleos con los ojos entornados a causa del sol. Tragó grueso y
entonces volvió los orbes azules a Harry antes de asentir.

—Te escucho.

—No haré lo que quieres, Harry—contestó con firmeza. Tomó la mano de Harry cuando le
vio tensar la mandíbula y respirar profundo. El omega no apartó su mano, pero tampoco le
devolvió el gesto—. Creo que no debemos enfrascarnos en esto, tenemos muchos asuntos
má s en los cuales volcar nuestro tiempo y esfuerzo. Debemos conseguir la manera de sanar
y sellar esta penosa herida. Retorcer el cuchillo no hará ningú n cambio beneficioso—
argumentó , sabiendo que el silencio de Harry no le otorgaba necesariamente su
comprensió n—. Antes de volver al palacio tengo como promesa ir al Sanatorio, quiero
verificar en persona que Liam se encuentra bien—acarició sus dedos—. Por favor, amor.
Acude conmigo, es la mejor forma de cerrar este acontecimiento.

Harry permaneció varios segundos callado, tan só lo mirando al príncipe.

—Agradezco tener como esposo a un hombre con el corazó n tan bueno como el tuyo, Louis
—dijo con sinceridad, pero un tono de cansancio y decepció n todavía se distinguía entre las
palabras—. Yo no puedo mostrar la compasió n que tú tienes en estos momentos. É l está
muerto para mí.

—Por favor, Harry—insistió , temiendo que otro conflicto ensombreciera sus días juntos.

—Mi rechazo no es hacia ti—aseguró , y se acercó para darle un casto beso en los labios—.
Volveré al palacio con tu madre, y esperaré por ti en nuestros aposentos—susurró antes de
darle otro beso—. No tardes en volver a mí—solicitó , antes de soltarse de su mano y darle
la espalda para ir al carruaje.

—♕—
Volvió al palacio desesperado por refugiarse del calor en el exterior y el resplandor que
hacía doler su cabeza. Al ingresar a sus aposentos, Louis se encontró con su madre y
hermanas compartiendo una merienda con Harry. Con sus deseos de tener un merecido
descanso siendo desechados, pidió unos momentos para cambiarse de vestiduras por algo
má s có modo y se unió a ellos para tomar té y conversar de cualquier tema que pudiera
distraerlos de los acontecimientos de ese día. La tarde avanzó y cuando ya no había
bandejas de bocadillos ni tazas de té a rebosar, Louis se detuvo cerca del dosel de la cama
para contemplar có mo su lecho estaba siendo usurpado. En el extenso colchó n, Harry
dormía en el centro rodeado por Lottie y Fizzy que también dormían con sus cabezas
apoyadas en los hombros del omega. Harry las abrazaba de los hombros y se veía
demasiado tranquilo como para advertirle que el día estaba muy avanzado como para
tomar una siesta.

—Le será imposible conciliar el sueñ o durante la noche si le dejamos ahí—comentó ,


sabiendo que su madre se encontraba justo detrá s de él.

—Dormirá —prometió la mujer, reposando una mano sobre el hombro de su hijo—. Porque
el día ha sido largo y en su estado es comú n que a veces pase el día cansado.

—Agradezco que estés con él para guiarlo, madre—se sinceró , mirá ndola con cariñ o y una
sonrisa floja en los labios—. Estaríamos perdidos sin ti. Los ú ltimos meses han sido
sumamente inesperados y nosotros hemos resultado ser muy inexpertos.

—No seas duro contigo mismo, cielo.

Johannah le frotó la espalda suavemente, y Louis no pudo evitar sentirse reconfortado por
el gesto, tan sencillo y sin embargo poderoso en él.

—Só lo estoy abrumado por la premura con la que todo está cambiando—confesó es voz
muy baja—. No cuento con el tiempo de reaccionar apropiadamente, de adaptarme.

—Confío que encontrará s el ritmo, siempre lo has hecho—sonrió con dulzura—. Eres un
gobernante y alfa excelente.

Louis no se resistió a contestar la sonrisa de su madre.

—Me crió una omega excepcional, no podría haber sido de otra forma—apostilló , y
Johannah reprimió una pequeñ a risa. En cambio, acarició su mejilla. Louis le tomó la mano
y besó sus nudillos—. Atenderé un asunto por un momento y volveré. Harry…

—Estaré con él—cortó con un mohín ofendido, como si la insinuació n de ella marchá ndose
para también descansar le insultara—. Dejaré que duerman un poco má s y luego les
despertaré. Si tardas mucho enviaré a alguien para que te busque.

—Prometo no demorar demasiado. Es una tontería.


—Espero mantengas esas palabras, William. También debes reposar, no quiero que
enfermes.

Louis huyó de la conversació n antes de que su madre lo convirtiera en el niñ o de diez añ os


que se negaba a dejar ir. Esquivó a los tres zorros que dormían juntos en la alfombra y salió
de los aposentos con dos escoltas que siguieron sus pasos sin hacer preguntas. Subió hacia
los salones de té de las plantas má s altas del palacio e ingresó a uno de los má s acaudalados
que, en lugar de tener ventanales, contaba con un amplio balcó n. Sabía que la persona con
la que necesitaba hablar se encontraba allí, sentada sobre uno de los divanes de terciopelo
gris. Una mesa corta tenía dispuesta una bandeja con vino y aperitivos recién hechos.

—¿Có mo ha transcurrido el resto del día para ti? —preguntó al sentarse, y miró a Danielle
que se encontraba recostada con las piernas extendidas y cubiertas por la falda oscura,
descalza y con los tobillos cruzados. Tenía una copa equilibrada sobre el estó mago,
sosteniéndola con dedos perezosos. Ladeó el rostro y le dedicó una de sus muecas
desinteresadas.

—Agotador—indicó simplemente.

—Podría decir lo mismo.

La princesa chasqueó los dedos, y una doncella ingresó al balcó n. Como si le adivinara el
pensamiento, sirvió una copa de vino para Louis y se la entregó con una reverencia.

—Déjanos. Y dile a los guardias que se mantengan en el pasillo fuera de mi sala. Llamaré si
es necesario—ordenó sin mirar a la doncella. Cuando se encontraron a solas en el balcó n,
ella bebió un sorbo del líquido tinto a la vez que el alfa a su lado también lo hacía—. ¿Fuiste
al Sanatorio?

Louis asintió y miró las ondas que se disipaban en la superficie del vino en su copa.

—De sus heridas físicas, se recuperará —anunció sin rodeos—. Liam es fuerte, siempre ha
sido fuerte. Por otra parte, de los recuerdos…—encogió los hombros y olfateó tenuemente
la copa antes de saborear otro sorbo. Harry seguramente lo desterraría a dormir en uno de
los sillones si el olor del vino persistía en él, pero lo necesitaba—. No sé cuá nto le tome a
Liam hallarse en paz.

—Al menos está vivo—acotó Danielle, pasando un dedo por el borde de la copa.

Louis no respondió a eso, en cambió miró ausentemente las estrellas antes de suspirar.

—¿Cuá l será la versió n oficial a todo esto?


Los ojos de ambos se encontraron, compartiendo un sentimiento de complicidad. Juntos
habían decidido resolver el asunto, para de alguna forma enmendar la deuda en sus
conciencias y la necesidad que tenían por proteger al reino. Danielle jugueteó con la punta
de su trenza de cabello.

—El enunciado dice que Gigi consumió un alimento de la bahía en la celebració n de tu


nacimiento. Relata que ella fue desafortunada al ser sensible al afrodisiaco presente y su
cuerpo tuvo una reacció n adversa. Fue un caso infausto, sin intenciones ocultas de ningú n
tipo, porque los platillos fueron evaluados por un maestresala con anterioridad y todos
consumimos lo mismo.

—Tienes todo cubierto—alabó Louis, sonriendo un poco—. Pero queda la cuestió n de los
guardias. Sé que ya compraste a las doncellas, pero los guardias está n muertos.

—No lo menciones demasiado—chasqueó la lengua con fastidio—. Causas que tenga


pensamientos sobre lanzarte por el balcó n o ahogarte en las fuentes del jardín.

El alfa reprimió una sonrisa. La creía capaz de ello.

—Por mi bien, procuraré no mencionarlo de nuevo.

—Un motín—reveló —. Al ver a su lady en agonía, ellos aseguraron en su ignorancia que se


trataba de un atentado y quisieron tomar la justicia por su mano. Por lo que nosotros no
tuvimos otra opció n má s que defendernos hasta las ú ltimas consecuencias.

—Entonces está todo solventado.

—Lo está .

—Pero eso no hace que la angustia de la espera sea má s leve.

—No—coincidió Danielle, antes de que un extenso silencio los envolviera mientras la


noche caía y las copas de vino se consumían. Ella dejó la copa sobre la mesa y suspiró —.
Voy a casarme.

Con la guardia totalmente baja, Louis tosió el trago de vino que estaba cruzando por su
garganta. Repudió el ardor que sintió y miró receloso a la muchacha. Esperaba alguna risa
de su parte, una muestra que le indicara que las palabras no habían sido pronunciadas con
verdadera intenció n.

—¿Perdó n? —soltó , creyendo la posibilidad de que había escuchado mal. Pero Danielle
continuaba impasible—. Eres una princesa, no puedes simplemente casarte sin consultarlo
con la mesa del Concejo.
—Bastante triste, ¿no? —ironizó esbozando una sonrisa con la misma emoció n de sus
palabras—. No hay un candidato todavía, porque como dices debe discutirse. Pero es algo
que ya decidí. No puedo prorrogar má s el momento. Soy la ú nica corona sin un aliado
nupcial. Será un acuerdo beneficioso, eso lo puedo prometer. No recitaré los votos en vano.

—Vaya…—Louis no podía discutir su determinació n. Balanceó la copa vacía y luego la dejó


sobre la bandeja—. Justo hace un añ o nos encontrá bamos discutiendo mi matrimonio, y
ahora estamos aquí, esperando por la definició n del tuyo.

—Se siente como ayer—aceptó .

—Así es—musitó , entornando los ojos ante un recuerdo que cruzaba su mente—. Tú sabías
muy bien cada aspecto. Sabías que me casaría con el hijo menor del aú n rey Desmond. Sin
embargo, armaste una escena en la sala del trono cuando lo conociste. Como si fuese
desconocido para ti su origen, quién era su padre y por qué estaba ahí. Todavía me
pregunto por qué actuaste así, me desconcertaste.

Danielle aplaudió el recuerdo con humor. Apoyó el cuerpo de un costado y se mostró


risueñ a.

—Estaba probando al niñ o consorte—explicó sin má s—. Sospechaba que quizá ese viejo
rey podía utilizar a su hijo para infiltrarse. Conocernos desde el interior y sacar algú n
provecho. Ya sabes que no me presto para engañ os, leo muy bien a las personas,
especialmente a mis adversarios cuando se trata de proteger mis intereses. Luego descubrí
que só lo era un pobre cachorro asustado, nada que temer.

—Como primo y tu compañ ero en el trono, te regalaré el consejo de no llamar o considerar


a Harry un cachorro asustado. Podrías tener una desagradable sorpresa.

Ella simplemente recibió la advertencia con una mirada centellante. Volvió a recostarse
sobre la espalda.

—Hablando de cachorros. Deberías considerar los planes de la tía Johannah y adelantarlos.


Marcharte de aquí un tiempo, comprarte algo de paz—sugirió , y enseguida Louis le lanzó
una ojeada interrogante—. Tía Johannah me comentó , claro está . Los arreglos para que
uses tu château fuera de la capital.

No le sorprendía que su madre mencionara sus planes en una conversació n a Danielle,


porque había pocas cosas que él mismo no le confiaría a la princesa que también resultaba
ser su confidente.

—Planeaba retirarme por unas semanas antes de mi aniversario de bodas. Porque


claramente debo celebrarlo con la corte, pero deseaba tener unos días de intimidad en mi
matrimonio. Un respiro—sonrió con un dejo de amargura—. Pero ya no podrá ser, me
temo.
—¿Y por qué? —frunció las cejas—. Creí que tu instinto de alfa protector se moría por
hacerlo.

—No puedo marcharme, Danielle. Desconocemos cuá nto tiempo le tomará a Zayn
recuperarse de la pérdida de su omega, y seria desconsiderado dejarte aquí a cargo de
todos.

—Disculpa si me es imposible distinguir la novedad en tu preocupació n, Louis—bufó —. Ya


me he quedado sola antes en el palacio, durante la guerra.

—Lo sé, pero…

Ella hizo un ademá n cortante con las manos.

—Escucha. Entiendo que te sientas en deuda con Zayn, que le quieras como un hermano.
Pero no tienes ninguna obligació n de honor con él. No te ayudó cuando estuviste
convaleciente, en cambio entorpeció el trabajo de tu regente… Pero eso no es lo má s
importante. Lo primordial es no ser blandos con él. Tiene que afrontar sus consecuencias.
Hace dos añ os le advertimos y nos ignoró .

—Presionarlo demasiado podría romperlo—terció Louis.

—O hacerle ser firme finalmente—rebatió ella.

—¿Y si sucede algo?

—Te informaremos—resolvió rá pidamente—. Tu residencia está a menos de un día de


viaje. No es como si estuvieras tomando un retiro a Hiems.

Danielle no parecía dispuesta a seguir insistiendo con el tema. Se inclinó a un lado y tomó
una porció n de masa dulce del plato que estaba cerca de ella. Louis se levantó del divá n al
percatarse de las luces en el templo que se apagaban a la distancia. La noche avanzaba.

—Lo pensaré—condicionó , y la princesa asintió como ú nica respuesta.

Louis abandonó esa sala de té con la certeza que su prima ya anticipaba su decisió n.

—♕—

Dos días después partieron del palacio con una pequeñ a campañ a que los escoltaría fuera
de la capital. El viaje fue agotador para Harry a pesar de ser corto en comparació n a las
anteriores travesías que había tenido fuera de la capital. Llegaron en la noche y la decisió n
de Louis de enviar sirvientes el día anterior para preparar la residencia fue acertada,
porque tras bajar del carruaje lo ú nico que Harry deseaba era meterse a la cama para
dormir có modamente.

El château era la propiedad que Louis ordenó construir antes de la guerra para su uso
exclusivo. Má s grande que una posada, la edificació n era una aproximació n de la fachada de
un castillo, menos rú stico y sin las altas torres. El jardín contaba con un pequeñ o lago y se
encontraba debidamente amurallado para garantizar la privacidad y seguridad. Casas má s
pequeñ as estaban construidas a su alrededor para albergar a los quince guardias que
llevaron consigo y los sirvientes necesarios.

La tranquilidad libre de compromisos se había convertido en una desconocida para ellos,


pero recibieron con agrado no sentir las presiones de la corte o las responsabilidades
inmediatas de la corona. Disfrutaron de la oportunidad de pasar el día entero juntos,
aprovecharon la exquisita simpleza de ser un matrimonio comú n.

Cada tarde era un deleite donde podían disfrutar cualquier rincó n de la residencia; pero
incluso así el lugar favorito de ambos era la recá mara. Donde Louis podía tener a Harry
bajo él y recostado en el amplio divá n, encantado de sus atenciones.

—¡Lou, basta! —reclamó Harry a mitad de una carcajada, retorciéndose para tratar de
detener los dedos que trazaban cosquillas a sus costados. Encogía los hombros cada tanto
para salvarse de los labios que erizaban su piel en el cuello.

—¿No querías mi atenció n? —sonrió victorioso el alfa, besá ndole los rosados labios—. La
tienes en su totalidad.

—Quería mimos—corrigió , todavía con esa expresió n risueñ a en el rostro y las mejillas
muy rojas. Su ropa estaba totalmente arrugada y fuera de lugar—, no que me hicieras llorar
—añ adió , recogiendo una lagrimilla de la comisura de su ojo derecho.

—Apenas te toco tiemblas, amor—señ aló , dirigiendo su palma abierta de la cintura de


Harry hasta su pecho, tocando debajo de la chaqueta y por encima de la camisa de algodó n,
donde encontró con su pulgar la punta de un pezó n erguido. Harry jadeó y se estremeció ,
para gozo del alfa.

El olor dulce de Harry se mezclaba con la fuerte esencia del príncipe, indicando el deseo de
ambos.

—Siento que recibo el paraíso de tus caricias—respiró hondo—. Tó came.

—Como desees.

Louis se perdía en los deseos de Harry, demasiado embelesado en él como para no


cumplirle cada caprichosa petició n. Porque lo amaba y adoraba verlo tan hermoso y
ocurrente gracias al embarazo. Disfrutaba cada aspecto, incluso los escabrosos. Lo
consolaba cuando lloraba por alguna nimiedad y aguantaba callado sus estados de á nimo
volá tiles cuando se encontraba airado por algo tan cotidiano como el clima elevado del
lugar o el descubrimiento de alguna de sus botas siendo ultrajadas por los juegos de
Tommo. Consentía sus antojos, aunque estos fuesen las combinaciones de comida má s
desagradables alguna vez mencionadas. Conseguir que los sirvientes en la cocina le
prepararan vísceras de cordero ahumadas, queso fermentado con miel, pastel de carne con
mucha nata dulce, hígado condimentado cocinado a término medio y luego un filete tan
asado que a simple vista parecía un carbó n, con verduras sin cocinar no era el problema,
sino la disposició n que debía tener para catar la comida si Harry así lo quería. Harry se
ofendió una mañ ana entera cuando Louis se negó a probar un bocado de las gachas
mezcladas con sardina, y tuvo que pasar una noche durmiendo en otra habitació n cuando
indicó que la crema batida de huevo con aceite de nuez y fresas era una combinació n
desfavorable. Un día en particular el omega se adjudicó la propiedad de una recá mara
completa de la residencia, demasiado enfrascado en su propia frustració n, y expresó que no
deseaba ver o escuchar a nadie. La razó n era simple: la torta de zanahoria seguía
produciéndole asco, por mucho que la deseara y las ná useas de la mañ ana hubiesen
desaparecido.

Louis no podía hacer otra cosa que observarlo desde la seguridad de la ventana exterior en
el jardín. Desparramado en un silló n, con la bata y el camisó n colgando de sus piernas, su
adorable rostro contraído por el disgusto mientras mimaba al zorro que se acurrucaba
cerca del bulto en su vientre.

—Es tú culpa—le había informado mientras caminaba apresurado, sus pies descalzos
haciendo ruido por las furiosas pisadas—. No es de tu agrado la torta de zanahoria, y como
ahora cargo con tu hijo, entonces debo soportar tus disgustos… ¡Estoy harto!

Paciencia.

Louis estaba aprendiendo mucho de eso.

—♕—

Ashton era el ú nico sirviente, de los que dormían en la residencia y no en las casas
adyacentes, que disponía de una recá mara digna de un huésped. Para nadie era un secreto
que el muchacho gozaba de ciertos beneficios gracias a la estrecha amistad que guardaba
con Harry. En algú n momento le incomodó sentirse señ alado por el resto del servicio, pero
ya estaba habituado a cuá l era su lugar. Encontró un propó sito y era feliz con ello, le
mantenía enfocado en el presente y la disposició n del futuro. Ashton ya no perdía noches
de sueñ o pensando en los polvorientos escenarios del pasado. Las pesadillas eran
enemigos distantes, pues estaba muy ocupado soñ ando.

La puerta de la cocina en la planta baja conectaba directamente con la porció n del jardín
donde se encontraba el lago. Allí se encontraban cerca de una mesa con el almuerzo servido
el príncipe y Harry. Ambos parecían haber descartado la idea de comer, pues caminaban
inquietos alrededor de la orilla del lago.

Harry sacudía insistentemente los brazos y señ alaba hacia el agua que se agitaba, mientras
que el príncipe tiraba las botas a un lado y se quitaba con apuro la chaqueta azul del traje,
permaneciendo en la delgada camisa de algodó n y mangas sueltas hasta el puñ o. Ashton se
preguntó si debía intervenir, pero entonces el príncipe le ordenó a Harry mantenerse lejos
de la orilla, y luego entró al agua, vestido como estaba.

Entendió entonces lo que sucedía, só lo tuvo que mirar cuidadosamente. El zorro había
saltado al lago, seguramente persiguiendo algú n animal. Y como Harry le había comentado
desde que llegaron a la residencia, él no confiaba que el zorro supiera nadar. Por lo que no
era sorpresa que orillara al príncipe hasta convencerlo de saltar para sacar al zorro del
supuesto peligro.

—¿Está todo en orden en el jardín? —escuchó que preguntaron desde la mesa a sus
espaldas. Ashton dejó la puerta contra el marco, sin cerrarla para poder escuchar en caso
que lo necesitaran, y se dio la vuelta. Sentado y con sus sencillas ropas de civil, Luke lo
miraba interrogante, con la copa de agua a unos centímetros de los labios.

—Podría decirse.

Volvió hasta la mesa y tomó la silla vacante a un lado del rubio. Le sonrió con franqueza y
trazó surcos entre los mechones dorados que ahora estaban algo largos, un poco debajo de
la oreja, y se ondulaban. Marcharse del palacio para acompañ ar a Harry había sido una
decisió n difícil de tomar, porque tuvo que dejar a Luke en la capital.

—No tengo instantes así en el palacio—confesó Luke, dejando la copa a un lado para
concentrarse en la conversació n—. Me designaron algunas tareas del Lord Comandante, y
apenas cuento con el tiempo para volver en las noches a mi habitació n para dormir.

—Honras a los príncipes con el servicio que está s haciendo. No me engañ as, sé que está s
orgulloso. Ahora eres má s que un guardia. Es lo que siempre quisiste.

Luke sonrió con timidez, dá ndole la razó n de forma involuntaria al omega.

—Sin embargo, me gustaría poder estar aquí—ladeó el rostro, haciendo que la mano que
peinaba sus cabellos le acunara la mejilla—. La camisa que me regalaste ya está perdiendo
tu olor. No creo poder aguantar dos semanas má s sin tu cercanía.

Ashton lo comprendía, por supuesto. É l también lo echaba de menos, extrañ aba escuchar
su voz y que ocasionalmente le tomara de la mano. Hacía en falta cenar junto a él y
compartir los panecillos rellenos de fruta mientras conversaban sobre su día.
Deseaba besarlo y por tanto no se reprimió del impulso de tomarlo del rostro con ambas
manos y plantar los labios sobre los suyos. Apacible y significativo, acarició la boca del
joven alfa en un beso que ambos necesitaban. Luke le rodeó la cintura y entreabrió los
labios, recibiendo gustoso la invitació n de la lengua ajena. Disfrutaron del calor de la piel al
hacer contacto, del ruido de sus respiraciones y la manera en que sus bocas conseguían la
manera de moldearse a la perfecció n.

Se separaron en un chasquido, con las respiraciones lentas y profundas, labios a tan só lo un


movimiento de reencontrarse. Ashton cerró los ojos, embriagá ndose del aroma de Luke.

Luke partiría de regreso a la capital por la mañ ana a primera hora, y él no quería pensar en
có mo la nostalgia barrería la felicidad que sentía en ese momento.

—Te quiero—susurró Luke, apretá ndole suavemente la cintura. Le robó un beso que estiró
sus labios en una sonrisa, y se apartó un poco—. Cuando me marche, por favor piensa en
ello.

—¿Me quieres?

—Profundamente—aseguró , frotando la nariz contra la suya—. Estoy haciendo uso de toda


mi sensatez, que no es mucha, para descartar el plan que tengo de ocultarte en mi equipaje
y llevarte conmigo a la capital mañ ana.

—Ojalá pudiera ser—admitió en voz baja. Suspiró , y buscó nuevamente los labios del
muchacho. Le acarició los hombros y nuca en medio del beso, recibiendo por igual
agradables manos repasando sus costados, rodeá ndole la espalda.

Si Luke fuese su alfa, si llevara su marca entonces ningú n deber podría separarlos, puesto
que cualquier reino encontraba sagrado el vínculo entre un alfa y su omega.

—Luke—resolvió decir a mitad de un jadeo, sintiendo el cosquilleo restante del beso atacar
sus labios. Escuchó una orden ser comandada desde el jardín, y el movimiento de los
sirvientes aproximarse desde la sala. No obstante, debía hablar en ese momento o no
tendría el valor de apostar por su felicidad—. Luego de cenar, espera por mí en las
escaleras cerca de la biblioteca—indicó , pues recordaba que el equipaje de Luke era apenas
un bolso de cuero—. Trae tus pertenencias.

—¿Para qué, Ashy? —preguntó , soltá ndolo sin mucha convicció n—. Mi habitació n está en
una de las casas…

—Puedes quedarte en la mía—se apresuró a decir, sonrojá ndose furiosamente. Se quitó un


cordó n del cuello y desprendió una de las dos llaves que estaba allí. La colocó en la palma
de Luke y cerró su palma—. Quiero… Quiero que pases la noche conmigo—apuró las
palabras, pues en segundos, se vieron acompañ ados por varios sirvientes que utilizaron el
atajo de la cocina para salir al jardín.
—♕—

Esa noche utilizaron el comedor, ya que recibieron al fisió logo de confianza de Louis,
Ambrose, y por supuesto, Luke Hemmings. En la privacidad de la residencia no había
muchas apariencias que guardar má s que el respeto que cualquier ciudadano tenía para
con su soberano; por lo que la velada fue tranquila y amena entre conversaciones
espontá neas y silencios có modos.

Louis volvió solo a la recá mara porque Harry le pidió unos momentos para discutir algunos
asuntos con Ashton antes de reunirse con él. Así que dejó que los sirvientes lo ayudaran a
desvestirse y los despachó cuando terminaron su labor. Cubierto ú nicamente por un batín
rojizo, tomó asiento en el borde de la cama y el trajín del día lo abrumó , haciendo que
cediera a la tentació n de la suave cama. Reposó la espalda en el colchó n y se dijo que
reposaría só lo un momento hasta que Harry volviera. Pero apenas cerró los ojos perdió la
noció n del tiempo, y en menos de lo que pensó se sumió en un sueñ o ligero.

Un aliento cá lido en su cuello intentó traerlo devuelta. Suaves manos que se paseaban por
su pecho y abdomen. El peso reconfortante sobre su pelvis, un adictivo aroma que podría
reconocer en cualquier sitio y una ronca risa que amaba.

Louis apartó el velo del sueñ o y reconoció la figura que estaba sobre él antes de que sus
ojos lograran enfocar. Siendo bienvenido con un beso, los perfumados rizos le acariciaron
el rostro, y se encontró con los suaves muslos a los costados de su cadera. La silueta de su
omega.

—Harry.

—Lamento interrumpir tu siesta, mi príncipe—ronroneó , apoyando las palmas sobre sus


pectorales para sostenerse. Louis lo tocó a gusto, mordió sus labios antes de iniciar un
corto beso.

—¿Acabas de volver?

Harry negó , y se apartó el cabello del frente peiná ndolo con los dedos. Louis disfrutó la
belleza de sus ojos verdes, opacada por la escasa luz y las emociones.

—Volví y te encontré aquí, plá cidamente dormido. Pensé en hacerte despertar o intentar
acomodarte en la cama para que pudieras estar có modo. Pero entonces te vi—sonrió ,
rozando la nariz con la de él—, y no pude resistir a quedarme y detallar… Estoy tan
enamorado de ti.

—¿Qué significa este arrebato de dulzura, gatito? —preguntó sin menor reclamo,
gratamente complacido de recibir los halagos de su omega. El alfa en su pecho gruñ ó de
gusto.
—Siempre me recuerdas que resulto hermoso a tus ojos. Cuando me tomas en tus brazos y
haces el amor, susurras en mi oído cariñ osas palabras de devoció n—se relamió los labios
—. Estoy tan perdido en el placer que me proporcionas… Que nunca me he ocupado de
hacerte saber lo que venero en ti.

Louis absorbió sus palabras, sintiendo la calidez inundarle el pecho en patrones que las
manos de Harry dirigían sobre su piel. Quería escuchar má s, pues cada palabra le calentaba
el pecho y hacía ascender su alma. Lo animó , entonces. Propició caricias en los muslos y las
caderas desnudas de Harry bajo el camisó n.

—Adoro el tono de tu piel y su sabor, la forma en que resplandece bajo el sol. Cuando te
contemplo a la luz del día y tus ojos son má s intensos que el mar, todo tú siendo un
espectá culo de dorado y azul—continuó en un jadeo, comenzando a balancear la cadera
sobre la pelvis de Louis, estimulando la erecció n que ya comenzaba a formarse allí—,
pienso que quizá eres el capricho de algú n dios—deslizó las manos por el marcado
abdomen—, que decidió castigar la simplicidad del resto de los hombres enviá ndote a
nuestro mundo.

—Y, sin embargo, tú no eres como los mundanos que me rinden culto—aseguró , apretando
los dedos sobre los glú teos de Harry—. Sino la dulce ruina que me hace un mortal.

El gemido de Harry quedó atrapado sobre la boca de Louis cuando este se alzó por un beso.
Desenfrenado, inclemente, voraz. El omega se sostuvo del alfa mientras se permitía poseer
en ese beso donde labios y dientes se encontraban y uno tomaba el sabor del otro en la
danza que improvisaban sus lenguas. Louis se unió a la descarada fricció n que su joven
esposo imponía, encontrando una corriente de placer en cada movimiento; y a su vez
descubrió con satisfacció n que sus dedos se humedecían donde sostenía las nalgas de
Harry. El olor del lubricante vició el aire que los rodeaba, y Louis presionó dos dedos sobre
la hú meda entrada, sin llegar a penetrarlo.

—¿Quieres que te toque, gatito? —preguntó con la voz consumida por la falta de aliento,
Harry jadeó y él continuó presionando gentiles besos a lo largo de su mandíbula—.
Ordénalo, amor. Pronuncia las palabras y te complaceré. Tienes un dios a tus pies.

Repasó las redondeadas caderas, la silueta en la cintura que permanecía allí a pesar de los
meses de embarazo, acarició con adoració n la curva donde crecía su hijo, la barriguita que
glorificaba con besos.

Sabía que era seguro intimar ahora que el cuerpo de Harry había aceptado
satisfactoriamente al bebé, só lo debían ser prudentes y su vida en el lecho no tendría por
qué cambiar. Louis le había hecho el amor a Harry a lo largo del mes, siempre con cautela y
atenció n, siendo suave y alcanzando la cima del placer de ambos en un ritmo lento y
cariñ oso.
—Honrarte—contestó entonces Harry—. Deja que te honre, mi príncipe—solicitó , con las
mejillas afiebradas, el cabello revuelto y los labios ultrajados. Apartó las manos de Louis
con gentileza, y mientras se bajaba de su regazo tomó el listó n del batín, llevá ndolo consigo.
La prenda se abrió en canal, revelando el cuerpo desnudo y fortalecido por las batallas.

Harry se detuvo con los ojos nublados y labios entreabiertos a contemplar, admirar los
mú sculos delgados y preciosamente definidos bajo la piel caramelizada. Dejó caer el listó n
cuando se enfocó en la entrepierna, y sin atreverse a responder la pesada mirada de Louis,
se arrodilló en dos movimientos y dejó sus pá lidas manos sobre los muslos del alfa. Las
deslizó hasta llegar a la ingle y besó una de sus rodillas.

—¿Puedo hacerlo, alfa? —preguntó en un hilo de voz, alzando la mirada para encontrar la
azul observando desde arriba.

—Gatito…—susurró , inseguro de si debía permitirlo, pero genuinamente excitado por la


imagen que tenía de su Harry arrodillado entre sus piernas, respirando sobre su despierta
y adolorida erecció n. Miró sus labios llenos y escandalosos. Se imaginó lo que sería ser
tomado por esa boca, empujar, reclamar su dominio también de esa forma.

—Siempre lo haces por mí—explicó , masajeando tentativamente el saco testicular,


haciendo la presió n justa para que resultara placentero—. Y quiero demostrar que he sido
un buen discípulo.

Con su otra mano, Harry tomó la de Louis y la guió hasta su cabello, invitando al alfa que lo
tomara de allí. Louis cerró el puñ o sobre los rizos castañ os.

Se hallaba demasiado inmerso en el deseo para negarse, para pensar en su moral de no


tratar a Harry como un amante cualquiera.

—Humedece tus labios, gatito—comandó con un ligero quiebre que arregló aclará ndose la
garganta. Observó a Harry obedecerlo, utilizando la punta de la lengua para dejar un rastro
de saliva—. Aplica lo que te enseñ é, haz que el príncipe se sienta orgulloso de ti.

El olor de la excitació n de Harry aumentó , envolviendo la recá mara en una ola de calor.

Harry dejó de jugar y tomó el pene de Louis entre sus delgados dedos, sintió las venas
punzantes, el furioso color que lo cubría, y sintió que sus muslos se mojaban aú n má s y
gimió mientras los presionaba muy juntos.

Besó la punta de la erecció n, saboreando las gotitas de líquido preseminal que resbalaban.
Lamió la poderosa extensió n hasta dejarlo lustroso con su saliva y ronroneó de gusto
cuando los dedos de Louis se apretaron, tirando de su cabello. Lo percibió emocionado e
impaciente, deseoso de él. Así que Harry atrapó un respiro y luego envolvió con su boca a
Louis.
Inició lento, probá ndose a sí mismo la resistencia que tenía para tolerar el grosor en su
boca, hasta qué punto la longitud no le causaba el reflejo de una arcada. El sabor exaltó las
terminaciones de su lengua, y presionó con ella lleno de avidez, produciendo gruñ idos en el
alfa que lo sostenía. Relajó la garganta, regularizó la respiració n y cerró los ojos antes de
iniciar a moverse en un ritmo que fue definiendo con lentitud. Saboreó y disfrutó de sentir
el estímulo contra sus labios, el puñ o de Louis sobre su cabello animá ndolo a no dejar de
bombear, succionar y soportar como un buen muchacho.

Harry encontró placer en escuchar la respiració n pesada de su alfa, la manera en que sentía
palpitar la erecció n en su boca en cada vaivén. Le dolía la mandíbula y eso hacía que llegara
a ser algo torpe, pero Louis le ayudó con el ritmo dando suaves estocadas con la cadera,
ayudá ndole a recordar hasta dó nde tragarlo para que no se ahogara.

Louis siseó cuando Harry clavó las uñ as en la parte superior de su muslo, y en consecuencia
ejerció presió n en la mano sobre sus rizos, provocando que Harry sintiera el sitio justo
donde el nudo comenzaba a formarse en la base del pene.

Y era simplemente fascinante para él ser follado así, tan vulnerable y a la vez ejerciendo el
control del placer del hombre que amaba. Con su palpitante erecció n llená ndole el paladar
de un sabor que podría volverlo adicto, produciendo lá grimas en sus ojos cada vez que
empujaba contra su garganta, mancillando sus labios cada vez que lo succionaba. Quería
todo de él, deseaba que se viniera y le permitiera tomar toda su corrida.

Amable, como só lo podía ser Louis mientras empujaba contra su boca, le soltó el cabello
só lo para apartar los rizos que se adherían por el sudor a su frente y rostro. Encontró su
mirada y le afirmó que estaba listo. Louis le tomó de la nuca, presionó una caricia con el
pulgar detrá s de su oreja.

—Eres maravilloso, gatito—gimió quedamente, con la transpiració n haciendo de su piel un


espectá culo radiante—. Tomará s todo de mí, ¿verdad?

É l respondió con un quejido ahogado, y sostuvo la base del pene donde el nudo ya estaba
creciendo. Harry afincó los dedos ahí, dá ndole a Louis la presió n que sentiría si lo estuviera
follando en ese momento. El alfa gimió fuerte, embistiendo má s rá pido y siendo recibido
con firmeza por los prominentes labios. El nudo terminó de hincharse en la mano de Harry,
y el cuerpo de Louis se tensó en un gruñ ido de satisfacció n cuando finalmente se corrió .

Abundante y espeso, con una especia má s fuerte de lo que había degustado y esperaba, la
semilla del alfa se derramó en su boca, saturá ndolo de inmediato a pesar de enfocarse en
tragar con un pesado sonido. Pero era demasiado y tuvo que echarse hacia atrá s para toser
un poco. Só lo fueron unos centímetros, porque su nuca seguía atrapada por Louis, seguía
estando frente a su entrepierna, sosteniendo el nudo entre sus dedos. Por lo que el semen
caliente acabó de liberarse sobre su rostro; cubriéndole los labios y haciendo que resbalara
por su barbilla, las mejillas y el puente de la nariz.
Estaba cubierto por el olor de Louis, agitado y con mucho dolor en la mandíbula. Pero se
encontraba complacido por la imagen de su alfa mirá ndolo con tal adoració n. Recibió
caricias en el cabello y cuello, porque había sido bueno, había hecho sentir conforme y
gozoso a su alfa.

Louis lo tomó por los hombros y animó a levantarse.

—Ven a mi regazo, gatito—suplicó mientras recuperaba el aliento.

Harry obedeció sin chistar, con movimientos temblorosos y vacilantes.

Teniéndolo sobre él, Louis lo contempló como a una exclusiva pieza de arte, lleno de
orgullo, deleite y posesió n. Le limpió precariamente el rostro con la manga del batín y
probó su propio sabor de la boca que acababa de darle tanto placer y regocijo.

—Te amo, Harry. Pura e infinitamente.

É l no encontraba su voz, no podía responder. Así que lo envolvió con sus brazos y piernas.
Lo besó , aunque dolía y punzaba. Dejó que lo reclamara suyo, aunque no podía má s.

—♕—

Notitas de interés:

• La necrópolis de Aurea está basada en el Valle de los Reyes del antiguo Egipto.

• Harry hace referencia a las flores que aparecen una vez al año y cubren la extensión
del Desierto de Atacama en Chile, siendo el lugar más árido del mundo. En ese sitio
hay un banco natural de semillas que permanecen en estado latente hasta que las
lluvias bajan al norte del desierto, y entonces surgen capullos de todo los colores.

• La mención de un subsuelo capaz de momificar naturalmente un cuerpo y evitar su


estado de descomposición es, por supuesto, una referencia a Las momias de
Guanajuato.

• Maestresala: Criado principal que servía la mesa de un señor y probaba la comida


para garantizar que no contenía veneno.

• Château: es una casa solariega, una residencia de un señor o una casa de campo de
nobleza o la gentry, con o sin fortificaciones. Es decir, una gran mansión urbana de la
aristocracia o la alta burguesía.

Como siempre,

Gracias por leer♥


45-. Fantasía

FANTASÍA

Encontré un amante para llevar más que mis secretos, para portar el amor, para tener niños
que sean nuestros.

—¿Duele?

Harry evaluó la expresió n de Ashton antes de apartarle nuevamente el cuello de la camisa y


contemplar la herida fresca, dos dedos por encima de la clavícula. Era bonita y delicada, no
había dañ ado mucho la piel, por lo que la inflamació n resultó mínima y só lo algunos
pequeñ os moretones rodeaban los surcos que dejó la dentada.

—Tan só lo un poco—contestó Ashton, el rubor cubriéndole las mejillas mientras intentaba


poner los ojos en cualquier sitio, menos en los de Harry—. Pero… Luke hace que el dolor se
marche.

Los hoyuelos se profundizaron en las mejillas de Harry cuando sonrió . Liberó el cuello de la
camisa, acomodá ndolo en su sitio y asintió .

—Eso puedo creerlo.

Ambos estaban sentados en uno de los amplios divanes de la recá mara, frente a la cama.
Otros sirvientes caminaban de un lugar a otro organizando objetos y utensilios sobre una
mesa, totalmente ajenos a la conversació n que el consorte llevaba con su amigo y
confidente. Ashton no dejaba de lucir ansioso y con las intenciones de correr hasta su
habitació n para esconderse. Pero Harry estaba demasiado emocionado y feliz para dejarle
ir.
—Estoy preocupado—confesó Ashton, afrontando finalmente la mirada verde—. Sé que
actuamos precipitadamente, que debimos informar a la corona de nuestras acciones…
Especialmente porque los dos hacemos vida dentro de las paredes del palacio.

Harry comprendió la angustia de su amigo, entendió que su nerviosismo siempre


desembocaba en la puerta de la recá mara, esperando que la madera resonara y Luke
anunciara su presencia. Porque hacía varios minutos que el príncipe había solicitado tener
una conversació n con el alfa má s joven.

—Ash, el asunto no era algo que podía ocultarse. Estaba dispuesto que Luke regresara hoy
a la capital, pero claramente no puede marcharse sin ti, ni llevarte consigo sin nuestra
autorizació n—musitó suavemente, con voz conciliadora—. Ahora es tu alfa y acaba de
marcarte, no deben estar separados. Y al estar bajo el servicio de la corona, los ata un
nuevo protocolo.

—Lo sé, pero no pretendía causar problemas a Luke. Le pedí que visitara mi habitació n y
pasara la noche, sin pensar que ambos caeríamos en nuestros instintos y… despertaría con
una marca.

—¿No querías la marca de Luke?

Ashton estrechó los dedos alrededor de la mano de Harry.

—Sí la quería—respondió rá pidamente—. Desde hace mucho tiempo deseaba estar con él,
pero no me sentía listo. Ayer tuve una corazonada de que era el momento…

—¿Y por qué estarías angustiado entonces? —rió bajito Harry—. Só lo veo a dos muchachos
que se quieren y tomaron una decisió n juntos, finalmente.

—Temo que Luke pueda tener problemas con el príncipe. Su Majestad le había
encomendado responsabilidades importantes en la capital, y que me marcara sin su
consentimiento es, de alguna forma, un acto de desobediencia.

—Estoy seguro que es algo sorpresivo, y quizá Louis tenga que redactar algunas misivas
con instrucciones para solventar esto, pero nada má s—acotó tranquilamente, y luego alzó
las cejas—. Creo que Louis puede entender mejor que nadie a Luke y la posició n de
cualquier alfa que decide dejarse llevar y morder a su omega. No lo juzgará , en cambio
pienso que podría estar aconsejá ndolo.

Ashton lo miró y la preocupació n menguó un poco en sus cristalinos ojos. Pero aú n lucía
inquieto y al borde de temblar. Con la mano libre, se tocó la base del cuello y suspiró .

—No sé si yo estoy nervioso o en cambio lo que siento es algo por parte de Luke—confesó ,
humedeciéndose los labios—. Anoche fue fantá stico, pero desde que desperté he estado
saturado de sensaciones—torció los labios en una leve sonrisa—. Creo que somos un total
desastre.

—Toma un poco de tiempo acostumbrarse.

—Aceptaré eso, después de todo hablas desde la experiencia—encogió suavemente los


hombros, e hizo una mueca cuando sintió una punzada en la marca.

Asegurá ndose que no había oídos atentos ni ojos sobre ellos, se animó a hablar.

—Cuando dejamos el barco de… Winston—comenzó Harry, pronunciando en un tono má s


bajo, para que ninguno de los sirvientes pudiera captar fragmentos concisos de la
conversació n—. Estaba seguro que jamá s podría tolerar la compañ ía de un alfa. Porque la
simple implicació n de un olor fuerte, una voluntad capaz de doblegar la mía… me causaba
ná useas y pá nico. Para mí, Winston era la imagen de cualquier alfa. Pero entonces desperté
de la fiebre con una sorda molestia en mi cuello, y una extrañ a sensació n en el pecho. A mi
lado estaba un alfa, el príncipe, y lejos de sentir repulsió n… su voz me invitaba a no
sucumbir al terror. Respondió a mis preguntas suavemente, me tomó en sus brazos para
darme consuelo cuando las implicaciones de mi nuevo destino me golpearon duramente. Y
una vez má s, no sentí miedo de él, porque el calor de su cuerpo y el sonido de su voz eran
como un arrullo para el omega asustado y helado dentro de mí—recordó con un suspiro—.
Sé que toleré la cercanía de Louis entonces porque el lazo me hacía dependiente de él. Pero
me enamoré debido a que, má s que protecció n, Louis me dio toda la paz que necesitaba
para sanar. No hay otro alfa para mí, a pesar de las dificultades en el camino y que nuestras
opiniones no siempre coinciden, todavía no existe el día que me arrepienta de su decisió n
al marcarme.

Ashton escuchó cada palabra con cuidado, mientras que la tensió n abandonaba su cuerpo y
poco a poco la preocupació n destilaba lejos de su semblante. É l sabía que, aunque Harry no
vivió ni la mitad de las atrocidades que un omega sin hogar podía sufrir a manos de
criminales, lo comprendía con sinceridad y jamá s criticaba sus momentos de duda, o
cuando la desesperante tristeza del pasado lo alcanzaba; haciéndolo sentir pequeñ o, débil y
miserable.

Asintió quedamente.

—Luke no me entregó paz—reveló , soltando la mano de Harry para frotarse los ojos. El
leve rastro hú medo que se había formado allí, desapareció —, en cambio me mostró el
camino para conseguirla. É l comprendió que… yo necesitaba reconciliarme conmigo
mismo. Borrar las definiciones que, por añ os, acepté que muchos alfas me impusieran hasta
volverlas mi realidad. Yo creía que realmente merecía la vida que tenía antes, y Luke me
hizo ver que no era así. Tuvimos tantas charlas, siempre me trató como algo valioso y
entonces llegué a sentir que la manera en que él me veía, era como realmente me reflejaba
en el espejo. Alguien apto para la felicidad, para aspirar un porvenir dichoso.
Aunque ya lo sabía por ser un testigo, a Harry no le resultaba menos hermoso escucharlo
de la misma boca de Ashton. Sabía que Luke había estado enamorado de su amigo desde el
principio, y se designó como meta hacer que Ashton se viera a sí mismo, como Luke le
contemplaba. Como una persona hermosa y valiosa.

Sin embargo, nada hubiese sido posible de no ser por la voluntad de Ashton, su admisió n a
permitir que terceros le ayudaran y funcionaran como el bá lsamo sobre las heridas.

—Eres tan valiente, mi amigo. Lo digo desde el corazó n. Y el príncipe también lo siente así,
cree que está en deuda contigo.

—El príncipe no me debe nada, es totalmente lo contrario.

—Trata de convencerlo, entonces—animó Harry, levantá ndose del divá n—. Cree cuando te
digo que, si esa charla entre nuestros alfas se está demorando, no es por algo malo. Luke
tiene el aprecio de Louis, y también es mi amigo. Te puedo prometer que jamá s le haríamos
dañ o.

—Quizá los nervios son só lo míos—comprendió el otro omega, mientras frotaba las palmas
contra el pantaló n oscuro para secarse el sudor—. Tus palabras me tranquilizan, y me
siento mucho mejor. Creo que lo estuve exagerando todo… Sucede que estoy muy feliz, y
tengo miedo de perderlo sú bitamente. Esta es la vida que nunca me permití soñ ar.

—No lo hará s, no perderá s nada. Porque yo te debo mi vida, Ashton, y jamá s será suficiente
lo que pueda hacer por ti para pagarte—aseguró , y entonces escuchó a uno de los
sirvientes anunciar la llegada del sastre y el comerciante de joyas del palacio. Sonrió con
renovados á nimos—. ¡Ya está n aquí! Ven, Ash. Debes asistirme en la elecció n de algunas
prendas.

Lo tomó de la mano y ambos se detuvieron junto a la mesa. Los recién llegados vestían de
forma impecable y acorde a las modas de la corte, algunos betas tras ellos depositaron má s
objetos sobre la mesa y tras dedicarle una reverencia a Harry, se retiraron al fondo para
esperar instrucciones.

—Agradezco que aceptaran con tanta brevedad mi invitació n, maestro Abad—saludó


Harry, mirando primero al sastre que ya le era familiar, de rostro afilado y cabello cobrizo
—, y usted, señ or Bonet. Hacía un tiempo que deseaba adquirir algunas piezas de su
colecció n de joyas—añ adió , sonriendo al otro hombre de fina apariencia, piel oscura y el
cabello muy corto y ensortijado.

Ambos hombres ofrecieron una breve reverencia nuevamente, con expresiones suaves que
intentaban contener el honor que representaba ser invitado a la residencia privada de un
príncipe.

—El honor es nuestro, alteza.


—Antes de comenzar, me gustaría presentarles a mi amigo y confidente—rodeó el brazo de
Ashton con el suyo—. Su nombre es Ashton, y entre los regalos que encargaré hoy, algunas
cosas son para él. Nos ha dado hoy una razó n para celebrar.

Aunque Ashton quiso negarse, eventualmente se vio de pie sobre un taburete cuadrado,
donde tuvo que mantenerse muy quieto mientras el sastre y los betas que lo asistían
tomaban medidas para confeccionar pantalones, camisas, jubones, chaquetas, casacas y
tú nicas. Le ofrecieron zapatos y cinturones de cuero importado, capas de viaje. Mientras
tanto, Harry evaluaba las distintas joyas expuestas sobre trozos de terciopelo y cajas de
preciosa madera. Tomó un broche y lo posó sobre la tú nica, donde su vientre hacía ver la
ropa abultada. El broche dorado con piedras azules y esmeraldas resaltaba contra la oscura
tonalidad del luto que todavía respetaba.

—Este me gusta, señ or Bonet—indicó tras observarse en uno de los espejos que los
sirvientes sostenían para él—. ¿Qué piensas, Ashton? —preguntó al muchacho, mirá ndolo
de soslayo mientras a este le tomaban la medida de los hombros.

—Pienso que es bonito—respondió tras un momento.

—Es un accesorio oportuno para sellar las tú nicas—añ adió Harry, como si alguien le
hubiese preguntado. Depositó el broche dentro de un cofre dispuesto para que acumulara
las piezas que compraría—. No es como si yo pudiera sellar las mías…—soltó con una risita
que contagió al resto en la habitació n. Trazó una caricia por su vientre y un rubor cubrió
sus menjillas—. El pequeñ o está creciendo rá pidamente.

—Nos llena de felicidad saber que el reino recibirá otro heredero—dijo con sinceridad el
joyero—. En la capital estamos preparando un obsequio especial para el día de su llegada.

—¡Mi bebé no ha nacido y ya le prometen joyas! —anunció con emoció n, dejando una mano
en su vientre y ocupando la otra para elegir tres broches má s que depositó en el cofre—. Le
aseguro, señ or Bonet, podría convencerlo de contarme sobre esa sorpresa, pero creo que
no es justo si yo lo sé y mi hijo no. Oh, uno de los broches es para mi amigo. ¿Trajo
brazaletes y anillos? También quiero ornamentos para mi cabello. Tengo suficientes
medallones, pero me gustaría comprar algunos brillantes… El maestro Abad confeccionará
un vestido para la pequeñ a Aurora, y quiero que tenga brillantes. Será su regalo para
cuando cumpla seis meses.

Bonet se apresuró a tomar el manto de terciopelo donde reposaban las piezas que
contenían distintas gemas.

—Por supuesto, alteza. Me encargué de reunir sus preferencias. Anillos y ornamentos de


sus gemas favoritas. Diamante, rubí, esmeralda, zafiro…
—Los diamantes los quiero para el vestido. Van a retratar por primera vez a Aurora y
quiero que sea precioso.

—Así será .

—Oh, el corte de ese zafiro es muy bello…—tomó un anillo de talla baguette. Harry lo probó
en uno de sus dedos y sonrió al evaluar que encajaba bien en su dedo corazó n—. ¿Tiene
algú n gemelo de este, pero de esmeraldas?

—¿De su medida, alteza?

—No. Es para el príncipe. Supongo que ya conoce su medida.

Bonet asintió efusivamente y ordenó a sus empleados encontrar un anillo de esmeraldas


con la misma talla de corte y acorde a las medidas del príncipe. Mientras tanto, Harry
escogió distintos brazaletes y pulseras, convenció a Ashton de recibir una delgada cadena
de plata que rodeaba suavemente su muñ eca una vez se reunió con él. Libres de la tensió n
inicial que había traído la conversació n má s temprano, ambos omegas discutieron cuá les
ornamentos hacían mayor armonía con el cabello de Harry y los peinados que solía llevar.
El cofre sobre la mesa estaba lleno cuando Harry se alejó de la mesa.

El maestro Abad llamó su atenció n para que subiera al taburete Harry pudiera indicar las
nuevas prendas de vestir que necesitaba. Harry comenzó solicitando botas nuevas y
algunas zapatillas pues pasaba los días en la residencia vistiendo ú nicamente un batín
sobre el camisó n o alguna tú nica ligera.

—Las casacas ya me quedan algo justas…—mencionó mientras mostraba la resistencia de


los botones. Estaba probá ndose una de sus prendas viejas para que el sastre pudiera hacer
una medida má s exacta.

—¿Cuá ntas prendas de vestir solicitará ? —cuestionó Abad—. Si me permite decirlo,


Alteza… En un par de meses o menos tendrá que cambiar de guardarropa.

Harry empujó los labios en un puchero mientras se sacaba la casaca de encima y la


entregaba a un beta.

—Al salir de aquí debo asistir a una consulta con el fisió logo. Está en una de las recá maras
cerca de aquí. Luego de esclarecer algunas dudas, tendré una respuesta para usted,
maestro Abad.

—No se sienta presionado, Alteza. Su salud está primero, y deje que le exprese mi sincero
sentir: diseñ ar para usted ha sido la experiencia má s exquisita y refrescante en mi tiempo
en la corte.
Harry le agradeció con un gesto tímido. Esa confesió n ya había ocurrido antes, poco tiempo
después de Abad conocerlo y escuchar sus opiniones sobre las modas de la capital y el
estilo de los nobles. Harry había querido reinventarse desde el primer momento, porque
era extranjero y simplemente le resultaba incó moda la idea de tener que adaptarse dejando
atrá s lo que era y las costumbres con las que creció . En un principio fueron cambios
diminutos en las prendas cotidianas, hasta que la confianza los envolvió a ambos y
entonces las piezas exclusivas para Harry nacieron de la inspiració n de Abad.

Una vez las medidas fueron anotadas por los asistentes en el libro del sastre, las joyas se
contabilizaron por el mismo comerciante y se hallaban recogiendo el resto de las prendas,
Ashton tomó a Harry suavemente del brazo y lo apartó del resto para ir a la recá mara del
dormitorio.

—Imagino que para este punto es iluso intentar hacerte cambiar de opinió n respecto a mis
regalos…

—Siempre he admirado tu intuició n—asintió , jugueteando con sus anillos.

—No quiero sonar desconsiderado—suspiró —. Realmente estoy agradecido. Só lo me


preocupa que…—encogió los hombros—. Adquiriste posesiones costosas… ¿El presupuesto
que te asignó el príncipe lo abarca todo?

La respuesta inicial fue una risa espontá nea que Harry no pudo retener a tiempo, y tuvo
que cubrirse la boca con una mano.

—¡Oh, buenos dioses! Creí que íbamos a tener una conversació n seria—soltó risueñ o, y se
obligó a recomponerse porque el ceñ o fruncido de Ashton seguía allí—. No sé lo que es
tener un presupuesto, Ash. Mi esposo no me indicó cuá nto dinero tenía permitido gastar,
só lo dijo que podía comprar lo que quisiera—restó importancia con un movimiento de
mano, cortando el aire—. El maestro Abad y el señ or Bonet ya se marchan, ¿me ayudas a
estar listo para la consulta? —Ashton asintió , un poco boquiabierto—. Perfecto.
Deberíamos pedir un poco de té, me pone algo nervioso la consulta y podría olvidar todas
las preguntas que tengo.

—♕—

Cerró la puerta de la recá mara y apoyó la espalda en la superficie plana a la vez que las
voces sonaban amortiguadas al otro lado, y la conversació n ilegible. Suspiró mientras
miraba hacia el elegante techo de candelabros y lienzos que representaban el cielo.
Quisiera o no, la ansiedad era algo contra lo que ya no podía combatir; la idea de haber
perjudicado a la ú nica persona que tuvo el cariñ o y paciencia para acercarse a él lo
consumía.

Harry lo había enviado a buscar al príncipe Louis, y aunque acatar la orden era lo
primordial, Ashton primero necesitaba comprobar que su alfa se encontraba bien. Jamá s se
había sentido tan dependiente de alguien, la idea de permanecer lejos de él instalaba una
esquirla de hielo en su pecho.

Cruzó los pasillos rumbo a la espaciosa biblioteca donde sabía que los alfas estaban
reunidos, ignoró las miradas indiscretas que los demá s sirvientes le enviaban, que
seguramente se debían a su apurado andar y al olor ajeno que tenía encima a pesar de
tomar un bañ o antes de salir de su habitació n.

Antes de llegar a la puerta de la biblioteca, a centímetros de tomar el picaporte, esta se


abrió y el muchacho rubio que lo había estado torturando de preocupació n desde la
mañ ana apareció . Tenía los labios ladeados en una sonrisa tímida y los ojos muy brillantes.
Ashton se quedó repentinamente mudo, con la boca paralizada en una palabra que no
terminaba de pronunciar. Luke lo tomó del brazo con una mano enguantada y en silencio lo
condujo hasta una de las ventanas de espesas cortinas claras. La luz del sol que se reflejaba
en los cristales les dio en el rostro y Ashton tuvo que estrechar los ojos.

—Me has tenido a un instante de quebrarme a llorar toda la mañ ana, frente a uno de los
monarcas del reino—admitió el alfa con un notable humor en la voz. Suavizó el agarre que
tenía sobre el brazo del omega hasta soltarlo—. Esto del lazo es bastante inquietante y, sin
embargo, emocionante.

Ashton lo tomó de la mano sin contagiarse ni un poco de la actitud del alfa. Miró sus dedos
enlazados antes de elevar una clara mirada preocupada.

—Siempre utilizas el humor cuando te encuentras nervioso—señ aló , con la voz hecha un
inestable hilo agudo—. ¿Fuel el príncipe muy duro contigo? —preguntó sin introducció n
alguna. Los nervios no le permitieron esperar una respuesta, ni siquiera cuando los labios
de Luke ya se estaban separando para responder—. Comprendo perfectamente que se halle
disgustado, porque fuimos imprudentes e irresponsables… ¿En qué está bamos pensando,
Luke? ¡Por el coloso del mar! ¿En qué estaba pensando yo?

—Ashy, has estado imaginando las peores consecuencias desde que despertamos.

—¿Có mo no lo haría? —siseó cuando algunos sirvientes pasaron cerca de ellos—. Que yo
tenga la confianza del consorte no quiere decir que tengo má s beneficios que cualquier
sirviente.

Luke balbuceó un poco mientras negaba a sus palabras.

—Sabes que el matrimonio Tomlinson no te observa como un sirviente, te tienen aprecio.

—Eso me hace sentir aú n má s vil—admitió —. ¡No puedo simplemente ignorar las normas,
creer que estoy por encima de todo!

—Ashy, el príncipe…
—¡Luke, no quiero escucharlo! —negó , demasiado nervioso y asustado. Iba a cubrirse las
orejas con ambas manos, pero el rubio lo tomó delicadamente de las muñ ecas.

—Yo también estoy asustado, ¿bien? —admitió suavemente, en voz baja y acercá ndose lo
suficiente a Ashton como para besarle la frente. El cuerpo del omega perdió tensió n como si
le hubiesen susurrado una orden—. Aunque pienso que se debe a ti, la verdad… Tienes
mucho control sobre el lazo—liberó sus muñ ecas y le sostuvo el rostro—. El príncipe sabía
que te estaba cortejando discretamente. A ti no te gustan las extravagancias, y yo só lo
quería que estuvieras có modo con… nosotros—relató , enfocando sus cristalinos ojos azules
en el juego de espejos glaucos y á mbares que eran los de Ashton—. Ademá s, el consorte le
contó … ¿No era él nuestro mayor có mplice?

—Era un poco idealista pensar que Harry se guardaría el capricho de contarle al príncipe,
¿verdad? —rió cortamente, sin reproche—. Así que… ¿No está s en problemas con su
Majestad?

Luke sonrió .

—No.

—¿Qué sucederá con tus responsabilidades en la capital? Harry dice que no pueden
separarte de mí—tragó grueso y tomó aire—. Por lo que só lo hay dos alternativas:
Permaneces aquí con el resto de los guardias, o volvemos juntos a la capital.

Obtuvo la razó n sobre su hipó tesis con un asentimiento. Luke bajó una de sus manos y le
acarició la garganta con la punta de los dedos.

—El príncipe Louis enviará una misiva instructiva a la capital con los detalles mínimos de
lo ocurrido. Solicitará que trasladen mis responsabilidades a Calum mientras yo
permanezco aquí—explicó , hablando lentamente pues su concentració n se estaba
desviando irremediablemente a detalles má s relevantes para él. El rubor en las mejillas de
Ashton, la fragancia dulce de su piel, la manera en que sus labios permanecían suavemente
entreabiertos—. Somos una pareja marcada ahora, alfa y omega. Por lo que solicitará que
mi habitació n y la tuya en el palacio sean desocupadas y nos trasladen en una que podamos
compartir có modamente.

La impresió n de Ashton no se hizo esperar, e impulsivamente se sostuvo de los hombros de


Luke. Abrió muchos los ojos y tropezó con varias palabras que se trabaron en su lengua.

—¿Dormiremos juntos? —boqueó por aire—. ¿Tú y yo?

Como si se hubiese percatado de haber cruzado una línea prohibida, Luke se vio angustiado
en tan só lo un momento. Sus cejas se curvaron con preocupació n y en su bonita boca ya no
había una sonrisa sino una tensa línea.
—Só lo si te sientes có modo con ello, por supuesto. Sabes que yo no te obligaría a nada—
aclaró rá pidamente, en un murmullo que sonó arrepentido—. Anoche fue maravilloso y
toma mis palabras con virtud cuando te digo que me hiciste el hombre má s feliz… Dioses,
apenas puedo controlar el temblor que me cruza cuando veo mi marca en tu cuello. Pero si
no quieres, si sientes que no está s listo para repetir lo de anoche o para compartir una
cama conmigo, só lo dilo, Ashy. Juro por la memoria de mis padres que respetaré tu decisió n
y esperaré por ti. Hablaré con el príncipe, haré lo que sea…

Ashton presionó un dedo sobre los labios del alfa y sonrió , toda su expresió n radiante,
especialmente por las gotitas brillantes que bailaban en sus pestañ as. Le conmovía, así
como dolía, la preocupació n e incertidumbre que fá cilmente podía sentir Luke.

—Muchacho tonto—resopló en medio de una pequeñ a risa—. ¿Aú n no te haces la idea?


Eres mi alfa. Tú eres mío, y yo soy tuyo. ¿Crees que luego de gustar de tu calor y cariñ o,
podría estar alejado o con miedo? —negó , rozando los labios de ambos, sus dedos
cerrá ndose en la chaqueta de Luke—. Por supuesto que estoy algo asustado, porque todo
es muy abrumador, pero también es extraordinario y só lo quiero abrazarte y que
nuevamente me hagas sentir que no existe nada má s, que el pasado se desdibuja y…

Sin tocarlo, Luke simplemente se inclinó para besarle castamente los labios, apenas
moldeá ndolos sobre los ajenos.

—¿Entonces podemos seguir avanzando?

—Por supuesto—aseguró .

—Eso es perfecto—torció los labios en una sonrisa. Apoyó la frente en la de Ashton—.


Porque su Majestad aseguró que sí estaré en problemas si no me aseguraba de tu felicidad,
y en unos meses te llevo al altar.

Abrazá ndolo apretadamente del cuello, Ashton no se contuvo de disfrutar de una carcajada.
Gozó del olor fresco en los ondulados mechones dorados del alfa y se mantuvieron en ese
tranquilo e íntimo gesto, hasta que el omega jadeó y se separó bruscamente.

—¡El príncipe! —susurró alterado—. Harry me ahogará en la tina, se supone que debía ir
por él. ¿Puedes esperar aquí por mí? Só lo debo avisarle que la consulta con el fisió logo
comenzó .

Luke hizo una mueca graciosa y le palmeó apaciblemente los costados.

—Aquí me encontrará s, Ashy.

Ashton lo besó una ú ltima vez, apresurado, antes de iniciar largas zancadas rumbo a la
biblioteca y tocar la madera con tímidos golpes.
—♕—

Como era natural, la noche resultaba má s fresca en el reino en comparació n con las
temperaturas del día. Los sirvientes se dividían las tareas recogiendo el comedor,
limpiando la cocina y preparando los dormitorios. Los guardias en el exterior hacían el
relevo de las vigías en los alrededores de la residencia y dentro de los jardines. El día
estaba por culminar, y jamá s podrían tener suficiente o cansarse de una rutina tan
tranquila.

Harry observó a través del espejo la silueta de Louis cuando pasó detrá s de él y se quitó el
batín rojo, dejando que la prenda colgara en uno de los percheros empotrados de la pared.
Su piel bronceada contrastaba con la cerá mica pá lida de la amplia bañ era encastrada en el
suelo. Louis ingresó los pies en la humeante agua, bajando el primer escaló n, y Harry
recorrió con la mirada la extensió n de piel de las acarameladas piernas, los glú teos firmes,
caderas que había marcado con sus uñ as incontables veces, una espalda marcada por
delgados mú sculos y cicatrices viejas como recientes. Desde la cintura y a lo largo hasta el
hombro, una era la protagonista y su gravedad predominaba sobre las otras. Louis lo
atrapó observando, y le sonrió por encima del hombro.

—¿Vienes?

Harry estiró los labios para corresponder el gesto.

—Dame só lo un momento, mi príncipe.

El alfa asintió y sumergió el cuerpo en la bañ era, hasta que la superficie del agua le cubría
el pecho al encontrarse sentado en uno de los escalones. Harry volvió a concentrarse en su
reflejo. Comprobó que el recogido en su cabello estaba bien sujeto y ningú n rizo se salía de
lugar. Una de las doncellas se había llevado en una bandeja sus anillos y collares. Tomó una
botellita á mbar de la mesa a su lado y desprendió el corcho para derramar un líquido
aceitoso en su palma. El fisió logo Ambrose le había recomendado que utilizara ese
linimento para contrarrestar la sensació n tirante en la piel de su vientre a medida que este
siguiera creciendo. Harry deshizo el nudo del batín coral y descubrió su abdomen, el que
alguna vez había sido plano. Frotó ambas palmas y luego esparció el líquido por su barriga
en suaves toques hasta que se disolvió por completo.

—Harry.

No había sido precisamente un llamado alto, pero sí un tanto seco e impaciente. Harry selló
la botellita y la dejó sobre la mesa antes de abandonar el espejo y darse la vuelta para ir
hasta la bañ era. La prenda que le cubría el cuerpo resbaló por sus hombros y acabó a sus
pies.
—Puedo oler a un alfa malhumorado—mencionó , bajando los escalones y aceptando la
mano que le ofrecían para mantener el equilibrio hasta tener los pies en el fondo.

—No estoy de mal humor, amor—refutó Louis, que tenía el cabello desordenado y hú medo
—. Y si lo estuviera, no lo volcaría en ti.

Louis estaba recostado con la espalda contra una de las esquinas de la bañ era, sus piernas
estaban estiradas sobre el largo escaló n, y Harry se acomodó entre ellas, apoyando la
espalda en el tibio pecho del alfa.

—Me alegra que decidieras tú ser el considerado de nuestro matrimonio—dijo, relajá ndose
por la agradable temperatura del agua—. Pero algo te molesta, sin embargo. ¿Qué es?

Sin contestar al instante, Louis le acarició el brazo, siguió un camino desde el hombro que
lo condujo a la clavícula y rodeó con suaves toques la garganta de Harry, presionó los labios
contra su sien.

—Me estoy habituando a tenerte para mí todo el día, cada día—explicó , dejando má s besos
por el costado del rostro de Harry—. Y hoy estuvimos algo alejados, eso es todo. Me
molesta que mi olor desaparezca de tu piel.

Harry cerró los ojos y atrapó su labio inferior con los dientes para reprimir el escape de la
risa que bailaba en su pecho.

—El fisió logo mencionó que el embarazo no me afecta só lo a mí, dijo que te volverías
posesivo y eso puedo comprobarlo sin problema—expresó , sintiendo los labios del
príncipe frotarse contra su mejilla, su cuello siendo liberado para tener el brazo ajeno
abrazá ndolo por los hombros. La barba del alfa le raspó el rostro y sonrió para luego
recibir un beso justo sobre un hoyuelo—. Pero tienes razó n, no está s de mal humor. No me
besarías tanto de ser así.

—Te extrañ aba, y cada día está s má s hermoso y no quiero que me embargue otro
pensamiento que no sea tenerte cerca, acariciarte y recibir tu calor.

—O que yo reciba el tuyo—sugirió con una sonrisa traviesa, que Louis pudo ver porque
Harry echó hacia a tras el rostro para mirarlo—. Que tome todo de ti—encogió los hombros
—. ¿Me das má s besos? Desde esta mañ ana tengo el rostro má s suave, me pregunto por
qué.

—Los días fuera del palacio te está n volviendo un omega atrevido—no pudo evitar reír, y
depositó su mano libre sobre el vientre de Harry. Besó sobre los rizos y suspiró , trazó
círculos sobre la tersa piel con el pulgar—. Aú n lamento haber demorado tanto para asistir
a la consulta, estaba casi terminando y no pude solicitar a Ambrose que me concediera una
charla porque me pediste salir al jardín.
—No te culpo, Lou. Sabes que no lo hago. Necesitabas enviar las instrucciones a la capital, y
sinceramente estoy muy complacido y orgulloso de có mo llevaste el asunto.

—Supongo que só lo es cuestió n de—liberó el aire que contenía y perdió el hilo de las
palabras momentá neamente cuando Harry le tomó la mano, y expuso su palma, donde
yacía la firma vertical de una espada—, eh… comprenderlos. Yo podría estar en el lugar de
Luke.

—Amo que no seas inflexible—celebró antes de besar los dedos que sostenía, cada uno—.
Puedes preguntarle luego al fisió logo o yo puedo responderte ahora. Te pedí que
tomá ramos un paseo porque no deseaba que pasaras el resto del día angustiado.

El brazo sobre los hombros de Harry se aflojó , la respiració n tras él se detuvo


abruptamente y los latidos ajenos se sintieron frenéticos contra su espalda. Harry dio
media vuelta en su sitio, sus piernas ahora colgando del escaló n, sus ojos encontrá ndose
con los del alfa.

—¿Por qué estaría angustiado, Harry? —susurró , como si tan só lo mencionar una de las
teorías que le cruzaban la mente fuese demasiado.

—Es pronto, me dijo que debo estar pasando por el cuarto mes de embarazo—comenzó ,
repartiendo toques suaves por el pecho de Louis para tranquilizarlo—, pero incluso así vio
prudente que abordá ramos el tema del parto. Dijo que, mientras má s tiempo tuviera para
aceptar y prepararme para los cambios venideros, sería mejor—tras decir eso, esperó un
momento para que las palabras calaran en Louis y las comprendiera—. Ignoro si alguna vez
lo consideraste u oíste, pero… El embarazo es un poco má s complicado para los omegas
varones. Nuestro hijo necesita espacio y se moverá hasta encontrar la posició n acertada
para nacer. Así que eso en ocasiones me causará malestar, quizá dolor y cuando esté cerca
del parto incluso fiebre.

—Síntomas—comprendió Louis, alzando las cejas, con una pizca de esperanza que apartó
el miedo de sus ojos—. No te preocupes, amor. Lo entiendo, y arreglaré que estés có modo y
bien atendido mientras todo pasa, lo juro.

Sonriendo enternecido, Harry ladeó el rostro y suspiró con pesar, porque tendría que
romper el espejismo de negació n que Louis estaba construyendo sobre el significado tá cito
de sus palabras. Era lo que todos sabían, la posibilidad agridulce que guardaba cualquier
beta u omega que gestaba una vida.

—Lou, sabes que un embarazo trae tanta alegría como incertidumbre. Yo intento
concentrar todos mis pensamientos en la idea de, tras unos meses má s, tener en mis brazos
a nuestro hijo. Pierdo el sueñ o pensando en todo el amor que le daremos, lo que significará
para nosotros ser responsables de su crecimiento y educació n. Seremos sus guardianes y
quienes le dará n su primera visió n del mundo, hasta que pueda hacerse una propia—se
humedeció los labios en una pausa—. Pero antes de todo eso está el parto. Yo estuve
presente en el parto de Gigi, y el esfuerzo que le tomó traer a Aurora al mundo fue largo y
doloroso. Ella era una omega cuyo cuerpo no sufrió muchos cambios, má s apta para esa
labor. En cambio, yo tengo algunas complicaciones má s, podría…

—No lo digas—exigió bruscamente. Louis cubrió la mano blanca sobre su pecho con la
suya, má s oscura y ajada por las batallas. Su expresió n estaba tensa, pero só lo porque
intentaba contenerse. Pero sus ojos siempre habían sido claros como el océano, un titá n
que no podía ocultar cuando se encontraba en medio de una tormenta—. Por favor, Harry
—rogó con la voz má s delgada y rota, a la vez que negaba—, ni siquiera lo plantees.

Harry acunó la mejilla del príncipe, y este inclinó el rostro hacia su toque.

—No estoy haciendo una sentencia, amado mío.

—Entonces no lo digas, maldita sea, como si quisieras dejarme preparado en caso de que…

—¿Crees que podría dejarte a ti o a nuestro hijo sin pelear? —susurró , y frotó la punta de la
nariz contra la ajena—. Te esperé una vida entera, Lou… Estoy seguro de ello.

Sintió ardor en los ojos, una punzada en el pecho que no le pertenecía, sino a Louis.

—Soy tu esposo. No quiero ser un guerrero, ni un príncipe o un simple alfa sin propó sito.
No quiero volver a la existencia que llevaba antes de ti—apretó los labios y rodeó a Harry
en sus brazos, a la vez que el menor le enjugaba una gotita que resbaló del rabillo de su ojo
—. Quiero ser el hombre que comparte sus días contigo. Quiero levantarme por las
mañ anas y ver niñ os con tus rasgos corretear por la residencia y llamarme padre.

—Louis…—lo llamó , con la voz temblorosa y la mirada empañ ada.

—Pero má s que nada, quiero tenerte a mi lado—confesó , algo roto. La garganta le dolía por
los sollozos que no se emitirían, porque todo el dolor y la aprensió n se estaban acumulando
en lá grimas en sus ojos—. Y me niego a cualquier otra fantasía si tú no vas a estar—añ adió ,
justo cuando Harry hipó y se cubrió los labios—. Por favor, por favor, mi amor. Una vez ya
pensé que te había perdido y la desesperació n me ensartó en una agonía mayor a la que
cualquier arma puede producir.

—No llores—arrulló Harry, atrapando con sus delicados dedos cada lá grima que se
deslizaba por las mejillas del alfa—. Seré fuerte, Lou. Te doy mi palabra que usaré cada
gramo de fuerza y voluntad para darte a este niñ o y ser yo quien lo críe junto a ti.

—Cuidaré de ti amor, lo juro por cada dios en el firmamento, las aguas y la tierra—
proclamó , y tragó el nudo en su garganta para continuar—. Estará s tan sano para cuando el
nacimiento llegue, que en menos de lo pensemos seremos una familia y esto só lo será una
preocupació n ilusa.
—Es una preocupació n ilusa—animó Harry en medio del llanto—. Después de todo es só lo
una probabilidad, una advertencia. ¿Sabes qué es de verdadero cuidado?

Louis resopló .

—¿No hemos elegido nombres? —adivinó con una sonrisa cansada. Besó la base del pulgar
que le acariciaba.

—Precisamente. Ni hemos solicitado adecuar un dormitorio adicional aquí y en el palacio.


Tampoco he entrevistado institutrices y… ¡Buenos dioses! No dejaste que te hablara del
resto de la consulta—besó repetidas veces el rostro del alfa—. No llores má s, mi dulce
príncipe.

—Está bien, no me avergü enzo de ello—respiró para calmarse—. Lo hago porque te amo
sinceramente, esa es mi mayor gloria.

—Como yo a ti, y como sé que este niñ o también lo hace—se aclaró la garganta—. Bien, los
pró ximos días estaremos má s tranquilos. Sin ná useas, ni desmayos y lo má s importante…
Me dijo que dentro de muy poco nuestro hijo estará inquieto—a pesar del llanto anterior,
sus mejillas se ruborizaron por la emoció n—. Y seremos capaz de sentirlo.

La sombra del miedo y ansiedad en el rostro de Louis tambaleó , la curiosa alegría haciendo
luz para competir.

—¿Moverse? —cuestionó , inclinando el rostro.

—Sí—indicó , tomando al príncipe de las muñ ecas para que posara ambas manos en su
abultado vientre—. Dice que podrá s tener tus manos aquí, y que entonces lo sentirá s
removerse, será como si te estuviera tocando.

Louis miró el vientre de Harry, redondo y suave desde las caderas. Se imaginó lo que sería
experimentar algo tan asombroso, y una sonrisa se asomó radiante, rompiendo sin
problemas la má scara de melancolía antes instalada allí.

—♕—

Gracias por leer y seguir apoyando Príncipe. Aprecio que se tomen el tiempo de
revisar la actualización, que elijan votar y compartir conmigo sus pensamientos
en los comentarios.

♥♥

Muchos besitos.
46-. Consecuencias

CONSECUENCIAS

“Te has ido, ido, ido, te vi desaparecer. Todo lo que queda es un fantasma de ti. Ahora estamos
destrozados, destrozados, destrozados. No hay nada que podamos hacer.”

La pesada niebla del sueñ o fue elevá ndose, como si una necesidad que nacía en su pecho y
enviaba corrientes frías a su nuca, le indicara que debía renunciar al descanso y estar
alerta. Louis sentía que una porció n de reconfortante calor se perdía de su cuerpo, y por
instinto se removió un poco en la cama buscando recuperar la comodidad y retornar el
curso de la tranquila noche.

Temblorosos dedos se cerraron apenas en su hombro y le sacudieron. Escuchó un hipido y


nuevamente lo movieron, esta vez con menos fuerza. La piel que lo tocaba estaba fría, pero
fue el sonido de la quebrada voz lo que le hizo despertar.

—Louis…

Frunció el ceñ o, percatá ndose que su sueñ o estaba definitivamente perturbado. El control
de su cuerpo fue difícil de encontrar, y con un movimiento pesado, frotó sus pá rpados para
ser capaz de apartar el entumecimiento que los mantenía sellados. Le tomó varios
segundos conseguir enfocar la vista, siendo que el dormitorio se hallaba ú nicamente
iluminado por las agonizantes llamas de un candelabro que ya se consumía.

Harry se encontraba sentado a su lado, con la espalda apoyada contra los almohadones y
las sá banas de la cama resbalando de sus hombros. Tenía el cabello revuelto, con rizos
alborotados y esponjosos, como cuando pasaba noches en vela y daba demasiadas vueltas
sobre la cama.

—¿Sucede algo, amor? —preguntó con la voz pastosa y recortada, se aclaró la garganta al
tiempo que conseguía enderezarse y estar a la altura del omega. Miró un momento hacia la
ventana y vio algunas gotas adhiriéndose al cristal visible a través de la apertura de las
cortinas. Volvió el rostro hacia Harry y todo aturdimiento le escapó del cuerpo cuando
reconoció el rastro hú medo sobre las mejillas del menor—. Harry…

—Tuve una pesadilla—explicó titubeante cuando Louis abrió los brazos para él. Se refugió
en su pecho, sintiendo su calidez directamente de la piel desnuda—. No quería…—sorbió ,
suspirando temblorosamente mientras Louis le acariciaba la espalda, la punta de sus dedos
delineá ndole el contorno de la columna—, no quería despertarte, pero fue horrible…

Lo sostuvo suavemente contra sí, sintió la angustia viajando hacia él, aunque no podía
comprenderla del todo. Harry se aferró a él, sus temblorosos labios le rozaban la base del
cuello, su mejilla le humedecía el hombro.

—Está bien, amor. Só lo fue un mal sueñ o… ¿Deseas hablarme sobre ello? —susurró ,
acariciá ndole despacio la nuca y enredando los dedos entre sus rizos. Harry negó
rá pidamente, y Louis decidió que no lo presionaría a ello—. Entonces volvamos a dormir,
necesitas descansar adecuadamente y por la mañ ana quizá ya no recuerdes nada.

—¿Podemos salir de la cama? —preguntó , alejá ndose un poco y apoyando las manos en los
hombros del alfa—. No creo poder volver a dormir y estoy helado—titubeó , lo que accionó
las manos de Louis, que le frotaron la espalda y los costados.

—Si tienes frío, no tiene mucha objetividad que salgas de la cama. Amor, aquí tienes el
calor de las sá banas, me tienes a mí.

—Entonces ven conmigo afuera. A una de las salas, la biblioteca o cocina—insistió , y se


estrujó las mejillas para apartar los restos de las lá grimas. Louis le sujetó las muñ ecas y
enjugó la humedad con dedos pacientes y gentiles—. Por favor, Lou… No quiero dormir
ahora. Volveré a tener el mismo sueñ o. Quiero tomar algo, quiero caminar.

Louis reflexionó lo que su omega le pedía. Calculaba que debía ser entrada la madrugada,
debido a la fresca temperatura y la llovizna que golpeaba tenuemente el cristal de la
ventana. Estaban desnudos en la cama, y exponer a Harry al frío, aunque muy leve, era algo
a lo que no se arriesgaría. No cuando su salud valía tanto para él. Pero su tranquilidad
también era un factor importante que debía tener en cuenta, y él había prometido cuidar
bajo cualquier costo al muchacho en sus brazos.

—¿Podría persuadirte para que permaneciéramos en la cama mientras ordeno que nos
traigan algo de té? —ofreció suavemente, y casi al instante sintió los rizos de Harry
sacudirse cuando negó con la cabeza—. De acuerdo. Saldremos de la cama, pero…

—Eso es lo que necesito, Lou—aseguró , apretando las sá banas entre sus dedos, dispuesto a
apartarlas para salir de la cama.
—Espera—instó —. Espera un momento. Le pediré al guardia en la puerta que despierte a
un sirviente, así te preparará n algo prontamente.

Harry simplemente asintió y no objetó nada cuando Louis lo cubrió hasta los hombros con
las sá banas. El alfa sacó las piernas de la cama y suspiró en silencio antes de levantarse.
Calzó los pies con las zapatillas dispuestas sobre la alfombra y se levantó para alcanzar el
camisó n. Se lo colocó con descuido y encima se cubrió con un batín oscuro, sin anudar el
cinto. Estaba seguro que su expresió n no podía ser otra que la de un hombre agotado, así
que dio unos cortos pasos hasta la mesa donde se encontraba la jofaina con agua. Dejó que
el agua le refrescara el rostro y sin utilizar el pañ uelo discretamente doblado que estaba a
un lado, arrastró la humedad con los dedos hasta su cabello, aplacando los dispersos
mechones.

—No demores, Lou—suplicó Harry, mientras lo seguía con la mirada al pasar frente a la
cama, con sus tristes ojos de cachorro que difícilmente lograban ser ignorados. Louis le
asintió , y cruzó a la otra recá mara para acceder al pasillo donde estaba la puerta.

Tomó por sorpresa al guardia de turno cuando se asomó por el umbral de la puerta, pero el
hombre rá pidamente se recompuso y mostró una inclinació n de respeto hacia su soberano.
Louis asintió en respuesta y miró la poca iluminació n de los alrededores de la residencia.
Ordenó que acudieran a su servicio tres sirvientes. Dos para que iluminaran la biblioteca
que estaba utilizando como estudio y la acondicionaran rá pidamente para pasar algunas
horas allí, y uno para que preparara una infusió n de raíz de valeriana concentrada con la
esperanza de ayudar al consorte a conciliar el sueñ o sin turbaciones. El guardia aceptó los
pedidos, y con una corta inclinació n, abandonó su puesto para acatar las instrucciones.

Louis cerró la puerta para volver al dormitorio, y a su llegada encontró que siempre habría
cierto omega en su vida que no obedecería sus ó rdenes con diligencia. Harry estaba de pie
sobre la alfombra, y terminaba de abrocharse el camisó n sobre el pecho y arriba hasta el
cuello.

—¿Acaso no te pedí que esperaras en la cama? —exigió sin demasiados á nimos el príncipe.
Avanzó hasta el silló n cerca de la có moda y tomó el batín color turquesa que reposaba allí y
se lo entregó al menor.

—Yo te pedí que no demoraras—respondió suavemente, tomando la prenda y deslizá ndola


por sus brazos. La ajustó en los hombros y ató el delgado cinto debajo del pecho, a unos
centímetros desde donde su vientre estaba abultado. Pasó las manos sobre la notable curva
y presionó los labios haciendo sobresalir el inferior—. Estoy esperando a un niñ o, Louis. No
estoy incapacitado o enfermo para permanecer en la cama.

—Por favor, só lo…—lo tomó del hombro para que no saliera de la alfombra—. Usa las
zapatillas. El piso está frío y podrías enfermar.
Harry tuvo que darle la razó n, y se sostuvo del brazo ajeno para mantener el equilibrio
mientras se calzaba los pies. Una vez resguardado por la cá lida tela del calzado, Louis le
ofreció su mano y Harry entrelazó sus dedos juntos, encajando có modamente como dos
piezas hechas por el mismo herrero. Harry le besó el hombro, y Louis pensó enseguida que
sería capaz de perder madrugadas enteras sin dormir si un beso así era la recompensa.

Diligentemente, al salir todo el camino hacia la biblioteca se encontraba iluminado, y el


guardia con el cual Louis había conversado anteriormente los escoltó . Dos sirvientes
salieron de la biblioteca justo cuando ellos llegaron, se despidieron con una reverencia y
ofrecieron sus servicios si estos eran necesarios. Dentro, só lo una doncella se mantuvo
ocupada sirviendo las tazas de té y ordenando la bandeja donde había dejado unos
bocadillos ligeros, nada que pudiera estropearse con las horas. Harry le agradeció cuando
la muchacha pasó a un lado de ellos para marcharse y cerrar la puerta, tomaron asiento en
el silló n de varias plazas donde podían recostarse juntos có modamente.

Harry bebió lentamente de la infusió n y en silencio. Louis apenas probó un sorbo de la


suya, admitiendo que era tentadora, pero con lo cansado que se encontraba tras una tarde
entera de caza, prefirió dejar su taza enfriarse sobre la bandeja y acariciar la espalda de
Harry mientras este se mantenía callado.

Se acomodaron sobre el silló n, Harry eligió estar en el espacio hueco entre el espaldar y el
cuerpo de Louis, pues de esa forma su espalda se relajaba contra el material acolchado y las
molestas punzadas no le causaban dolor. Louis dejó que usara su hombro como
almohadó n, le rodeó los hombros con un brazo y ocupó su mano libre en trazar distraídos
patrones sobre el vientre a su lado.

—Duerme ahora, amor. Nadie irrumpirá aquí, y si quieres volver a nuestro dormitorio, só lo
tienes que decirlo—brindó , con la voz un poco modificada tras un largo bostezo.

—Me hallo có modo aquí—apretó el abrazo que tenía sobre el pecho de Louis—. Justo así.
Lamento haberte perturbado, no quería llorar, juro que no. Ha pasado mucho tiempo desde
que las pesadillas no acudían a mí. Y… No sé.

Sin la infusió n, só lo con la carga del día, Louis encontró difícil mantener la vista enfocada
en el techo. Sus pá rpados pesaban y mantenerse alerta era cada vez má s arduo.

Retorció un rizo entre su pulgar e índice.

—¿Soñ aste sobre tu primer viaje?

Harry le trazó con los dedos el relieve de las costillas antes de negar.

—No—respiró pesadamente—. Ocasionalmente lo recuerdo, pero ya no sueñ o con ello.


—¿Qué te alarmó tanto? Fue má s que un simple llanto, amor. Sentí tu angustia y no la
comprendí…

—Yo tampoco comprendí—respondió apresuradamente, su voz siendo repentinamente un


frá gil hilo—. Quiero decir, no entiendo qué vi en el sueñ o o por qué…—movió inquieto los
pies, rozando los de Louis y empujando los cojines en la otra esquina del silló n—. Era
tétrico.

—Si te causa malestar no deberías recordarlo, no te obligaré a ello. Mejor intenta dormir, y
entonces si quieres, hablaremos luego del desayuno.

Louis le frotó el vientre suavemente, buscando ser conciliador y contribuir a la tranquilidad


de su joven esposo. Pero Harry tragó grueso y se dispuso a hablar.

—En mi sueñ o, me encontraba caminando en tu sala de Logística. Creí que el recinto estaba
vació , hasta que llegué al mesó n donde tienes una réplica del mapa de la civilizació n. En la
cabecilla del mesó n, la silla principal estaba siendo ocupada por alguien—su voz tembló
antes de continuar—. Tenía la mirada gacha, como si observara las divisiones geográ ficas
ante ella. Los mechones dorados estaban algo opacos y caían a los lados de su rostro. Tuve
miedo de rodear finalmente el mesó n, así que me detuve a mitad de camino y la llamé, só lo
para saber si ella me quería cerca. Gigi alzó la vista, Lou… y apenas podía ver color en sus
ojos… Estaban oscurecidos—un hipido agitó el cuerpo de Harry, y Louis lo abrazó un poco
má s fuerte, siseando un sonido tranquilizador antes de besar sus rizos—. Llamé
nuevamente su nombre, y cuando separó los labios, creí que me hablaría—cá lidas gotas
comenzaron a humedecer el camisó n sobre el pecho de Louis—, pero había algo que
humedecía su boca. Turbio carmesí resbaló por su barbilla, derramá ndose por su cuello y
vestido, mientras só lo me miraba de forma ausente. Cuando quise correr hacia ella para
ayudarla, tosió y el hú medo sonido me paralizó . Vi sus manos, sucias por la sangre, puestas
sobre el mesó n. Estaba inclinada y cuando la convulsió n de la tos paró … Sus dientes
comenzaron a caerse y resbalar por el mapa—sollozó , cerrando el puñ o sobre el batín en el
costado de Louis—. Entonces desperté, y no tuve el coraje para volver a dormir…

—Fue un sueñ o, Harry. No es real—apremió , meciéndolo un poco dentro del abrazo—. Si


necesitas llorar, hazlo. Pero no te angusties, mi amor.

—Cada vez que cerraba los ojos veía su expresió n ausente mientras se desangraba—
lloriqueó , forzando las palabras a salir—. ¿Por qué estoy soñ ando esto? ¿Es una broma
cruel de mi mente? ¿Es así como voy a pagar la culpa?

—No tienes ninguna culpa—recalcó Louis, sintiéndose frustrado tan só lo por la idea—. Por
esto no quise contarte nada ni permitir que accedieras a la recamara donde ella yacía…

Louis intentó protegerlo, puso todo su empeñ o en ello. Porque supo que Harry haría lo que
fuera por estar con la muchacha que quiso como a una hermana. Pero también anticipó que
se adjudicaría la culpa, por lo que no reveló detalles de la agonía y el deceso de la fallecida
consorte. Sin embargo, Harry consiguió hablar con uno de los asistentes del fisió logo, y allí
tenían el resultado de ello. Harry estaba soñ ando con el sufrimiento que no pudo
presenciar en Gigi, martirizá ndose con eso.

—Tengo miedo.

—Estoy contigo. Toma mi calma y así te acompañ aré en sueñ os—susurró —. Te prometo
que dormirá s pacíficamente, porque yo te protegeré.

Harry frotó la mejilla contra el pecho del alfa para secarse las lá grimas y asintió , incapaz de
pronunciar una palabra que no se deformara en un sollozo. Louis lo sintió abandonar la
posició n tensa y relajarse contra él poco a poco.

Ambos respiraron profundo, cerraron los ojos y esperaron que el resto de la madrugada
resultara tranquila.

—♕—

Louis dejó de darle vueltas a la pesadilla de Harry por dos motivos.

Su omega despertó un par de horas antes del mediodía con mejor á nimo y la intenció n de
consumir una bandeja de desayuno por su cuenta. Lucía mejillas rosadas y una sonrisa que
le ofrecía mientras tomaban la comida preparada para ellos. Toda culpa y angustia de la
noche anterior se borró cuando Harry dejó los cubiertos y le tomó las manos para que las
posara en su vientre. Le instó para que hablaran con el bebé con palabras suaves que al
principio estuvieron lideradas por la ronca voz del omega. Louis lo miraba algo retraído,
sintiendo una inexplicable gratificació n en el pecho, y algo de vergü enza. Porque las
palabras se tramaban en su garganta y allí perdían cualquier forma decayendo en el
silencio. Quería hablarle a su hijo con la misma soltura y familiaridad que Harry emanaba
en frases cargadas de cariñ o. Pero finalmente dentro de su inexplicable timidez, só lo pudo
acercarse para susurrar tras un beso:

—Los amo.

La segunda razó n fue menos significativa, pero una que no pudo ignorar, aunque lo
deseara. Una misiva llegó para ellos, firmada y sellada con el emblema del Concejo Real.
Casi dos meses se habían mantenido fuera y era momento de retornar al palacio, donde la
Corte los esperaba para celebrar el primer añ o de aniversario que alcanzaban como
matrimonio.

Así que la madrugada siguiente se encontraban abordando un carruaje para viajar a la


capital. El equipaje había salido unas horas má s temprano junto a los sirvientes y varios
guardias. Los restantes escoltarían a caballo el carruaje principal.
Aunque en un principio se negó , Louis ayudó a Harry para que pudiera alzar su peso sobre
el pescante en la puerta y alcanzar el asiento mullido. Pese a su orgullo y estratégico plan
de ignorar el có mo su vientre le restaba movimientos y agilidad, Harry tenía que aceptar en
ocasiones la bondad de Louis para ciertas tareas. Una vez el consorte estuvo instalado,
Louis se apartó un poco de la puerta y chasqueó los dedos, señ alando hacia el interior. En
una fracció n de segundo un borró n rojo y naranja se lanzó a los pies de Harry,
acomodá ndose allí má s como un abrigo arrugado que un zorro.

—Cada detalle ha sido cubierto, Majestad—anunció Luke, los cascos del caballo que
montaba resonaron al detenerse junto a Louis—. Só lo anuncie la orden, y abandonaremos
los territorios del château.

Louis miró al muchacho y asintió antes de darle una ojeada al carruaje má s pequeñ o que
seguiría al suyo, al resto de los jinetes que se encontraban preparados para iniciar el viaje.
Se detendrían tres veces en el camino para comer y descansar, hasta llegar entrada la
noche a la capital.

—Partiremos ahora—ordenó antes de afincar el pie sobre el pescante y subir al carruaje.


La puerta se cerró mientras él ocupaba el asiento frente a Harry y recibía de bienvenida su
sonrisa.

Las riendas de los caballos resonaron en un chasquido, y con una leve sacudida, toda la
caravana de viaje inició el recorrido a un paso rítmico.

Harry acomodó un cojín en la esquina a su lado, y apoyó la cabeza allí. Retuvo un bostezo
con el dorso de su mano. Louis se inclinó , con otro cojín en la mano, y lo acomodó entre la
cadera de Harry y el espacio de la esquina, para que el soporte evitara que la posició n le
hiciera tener calambres o dolor en caso de dormirse.

—Justamente lo que necesitaba—tarareó con gusto, hallá ndose en una postura có moda—.
¿Está bien si duermo las primeras horas?

—Por supuesto, amor. Reposa todo lo que necesites, te despertaré cuando nos detengamos
para desayunar—ofreció con diligencia. Apoyó la espalda en el asiento, buscando también
encontrar la comodidad para sobrellevar el viaje.

—Muy bien, porque no deseaba molestarte con mis lamentos—acotó , y rió cuando Louis
alzó las cejas con duda—. Lamento que nos tengamos que marchar—explicó suavemente
—, el tiempo pasó en tropel. Quizá porque está bamos muy felices aquí.

—¿No eres feliz en el palacio?

—Lo soy—respondió , entrecerrando los ojos, permitiendo que el constante balanceo del
vehículo lo arrullara—. Lo seré dondequiera tú estés. Sin embargo, aquí só lo está bamos tú
y yo, y por muchos días no fuimos los miembros de una corona, sino só lo un par de
esposos.
Pasar el día entero junto a ti, sin consejeros o cortesanos de por medio. Me hizo sentirme
egoísta, porque soy un noble que podría tenerlo todo, y pienso que soy capaz de envidiar la
aburrida y maravillosa rutina de un plebeyo.

—¿Te gustaría que viviéramos en la residencia? —preguntó Louis, estirando los labios para
mostrar sus perlados dientes en una sonrisa—. Con un trabajo modesto, cenas cá lidas en la
cocina y paseos nocturnos en el jardín. Sin protocolos ni obligaciones con terceros má s que
nuestra familia y los dioses.

—Parece un espléndido sueñ o—asintió cortamente, posando una palma sobre su vientre
—. ¿Me traerá s de vuelta alguna vez a tu residencia?

Louis observó por la ventana, el paisaje que había adoptado con cariñ o, perdiéndose a la
vez que comenzaba a surgir algo de nostalgia en su pecho. Por cada metro que se alejaban,
algo de la paz que había acumulado en esos casi dos meses se evaporaba dejando un vacío
de incertidumbre.

—El château también es tuyo, Harry. Será tu hogar si tú lo deseas así. También fui muy feliz
aquí, disfruté de la intimidad que construimos y me hizo sentir dichoso. Prometo que
llenaremos esas paredes de recuerdos al regresar.

Harry ya no lo miraba, estaba acomodado de costado, sostenido por los cojines, con los
pá rpados sellados.

—¿Cuá ndo volveremos?

—En cuanto nazca nuestro hijo y sea adecuado viajar para su salud y la tuya. ¿Le imaginas
jugueteando en los jardines junto a Tommo una vez sepa caminar? —la sonrisa que
esbozaba en los labios se expandió , las líneas de expresió n aparecieron a los costados de
sus ojos—. ¿Aprendiendo a nadar en el lago?

—Ahora lo hago. No puedo esperar para presenciarlo.

—♕—

Apenas estuvo en la capital, las responsabilidades y compromisos volvieron a Louis como


un manto que esperaba caer sobre él en la entrada del palacio. El desayuno tras su llegada,
que compartió con su familia, fue un poco apresurado por su parte. Algunas diligencias
esperaban su atenció n fuera de los límites del palacio, y no podía esperar a que la charla
entre su madre y Harry se terminara. Así que se disculpó con ellos y abrazó a sus hermanas
antes de ordenar a sus guardias que lo escoltaran fuera.

No se trataba de un asunto oficial, por lo que tomó una montura y cabalgó por las calles de
la capital. El camino fue ameno gracias a los ciudadanos, caras amables que lo saludaban
con un gesto amigable tras una reverencia. No le temían a Louis, no evitaban mirarlo a los
ojos como muchos otros sú bditos en otros reinos hacían con sus gobernantes. Desde niñ o,
Louis siempre fue cercano a su pueblo, y ese gesto le era devuelto con cariñ o y buenos
deseos hacia él y sus allegados.

Para cuando vio cercana la fachada del Sanatorio, decidió que era momento de apurar el
trote del caballo y cortar las charlas con las personas de la calle. Se despidió de una anciana
que lo detuvo para comentarle cuá nto le recordaba al fallecido príncipe Markus y presionó
suavemente los talones sobre los costados del caballo para animarlo a cabalgar hacia los
establos del Sanatorio.

Dos mozos se encargaron de los caballos cuando él bajo y sus protectores le siguieron de
cerca. En el Sanatorio abundaba la tranquilidad, las personas que lo veían dirigían cortas
reverencias, pero no se acercaban a saludar. En ese sitio, la atenció n se concentraba en la
salud y recuperació n de los pacientes, llegando a opacar incluso a un príncipe. Subió las
escaleras, alcanzando dos plantas hasta descubrir el á rea donde había habitaciones
exclusivas, espacios que algunos cuantos adinerados podían pagar en caso de que
necesitaran privacidad para sanar.

—Michelle.

La mujer que custodiaba una habitació n de puerta oscura, abandonó la posició n de rigor
donde sostenía la empuñ adura de la espada en su cadera e inclinó la cabeza.

—Majestad—lo recibió —. Agradezco a los dioses que su retorno haya sido ameno.
Bienvenido nuevamente a la capital.

—Aprecio tus palabras—concedió , sosteniendo la oscura mirada de la alfa. Michelle era


uno de sus guardias de confianza, así que no por casualidad la había asignado en el cargo
para resguardar a Liam Payne mientras él se encontraba ausente—. ¿Có mo está el lord
Comandante?

—Resta muy poco para que su recuperació n sea completa, Majestad. Sigue obediente las
instrucciones del fisió logo y los asistentes, pero temo que su á nimo no ha retornado y se
mantiene recluido en su propia apatía. Tan só lo estos días se animó a responder la
correspondencia que le envían y sus visitas…

—¿Visitas? —interrumpió Louis, estrechando los ojos—. É l no tiene familiares en la capital,


¿ha venido uno de ellos del interior?

Michelle apartó la mirada y tensó los hombros en una postura rígida. Presionó un poco los
labios antes de encarar nuevamente a Louis.

—Hace un par de noches, el príncipe Malik apareció aquí. Aú n se veía muy deteriorado, con
signos de cansancio en el rostro, má s delgado… Quiso ver al lord Comandante, pero la visita
no fue correspondida.
—¿Y Zayn se fue sin má s? —había poca convicció n en su pregunta, porque adivinaba la
posible respuesta. Zayn no se marcharía tan fá cilmente, a pesar de seguir sumido en la
tristeza que un alfa portaba al perder a su omega; y aunque Louis no quería admitirlo,
tampoco abandonaría la oportunidad de aferrarse a alguien que hasta el presente le había
sido incondicional, a pesar de las consecuencias recientes—. É l se quedó .

—Lo hizo, pero só lo para redactar un mensaje. Dejó cartas para el Comandante. Se las
entregué porque así me fue ordenado, pero ignoro si ha leído alguna.

—Gracias por servir responsablemente a tu deber, Michelle—expresó sinceramente a la


mujer—. Mis guardias permanecerá n en este corredor mientras yo visito al Comandante.
Deberías tomarte unos momentos de descanso.

—¿Está seguro de no requerir mis servicios, Majestad?

—Sí, por supuesto. Haré que te notifiquen cuando debas volver.

Sin má s palabras, Louis abrió la puerta e ingresó a la habitació n de escaso mobiliario,


desnudas paredes color hueso y perenne olor a hierbas medicinales. El alfa tomó una silla
que se encontraba diagonal a un escritorio, y la levantó para llevarla consigo. La plantó a un
metro de la cama acomodada contra la pared, donde permanecía un beta observando sus
movimientos. Louis lo detalló mientras tomaba asiento. Llevaba escueta ropa de lino,
bastante suelta. Una frazada gris le cubría hasta la cadera. Había dejado su barba al
descuido, al igual que el crecimiento del cabello. Só lo permanecía un pequeñ o rastro de
cardenal cerca de su ojo derecho. Del resto, su piel estaba sana salvo una línea vertical
debajo del pó mulo.

Liam tenía los pardos ojos abnegados en desidia, al igual que la postura del cuerpo.

—Me tranquiliza ver que los golpes sanaron—decidió interrumpir el silencio Louis, con un
tono de voz moderado debido a la distancia entre ambos—. Deseaba que estuvieras bien,
mi amigo. Estuve fuera de la capital y no pude acudir antes, pero dejé personas que me
informarían sobre ti. Cuidarían de ti…

—Un príncipe no necesita excusarse por no rondar alrededor de un sú bdito—habló


finalmente Liam, con una inusual lentitud en su voz—. No es necesaria una disculpa.

—No eres un sú bdito, eres mi amigo. Crecí contigo, luché junto a ti en la guerra—bajó sus
orbes azules y recorrió el espacio que existía entre él y el beta. Le hacía sentir que de
alguna forma uno era un extrañ o para el otro. Pero ignoraba esa incomodidad, porque no
quería presionar a Liam, exponerlo a estar cerca de un alfa luego de lo sucedido—. Liam, he
pensado que yo pude haber hecho un poco má s.
—Ese es uno de tus malos há bitos. Hiciste suficiente, y te agradezco por ello—sentenció . El
hombre se removió un poco, flexionó las rodillas para ayudarse a conseguir una postura
má s có moda.

Louis lo miró y cerró las manos en puñ os sobre el regazo. Tragó grueso.

—No sé qué hacer, Liam. No sé si necesito disculparme o hacer algo má s para estar en paz.
Esto también es mi culpa, y la manera en que te encontré aquella noche a veces me
persigue incluso en sueñ os. Hace que me hierva la sangre, porque no pude poner mis
manos sobre todos los responsables por tus heridas y deshonra.

—Escuché que ordenaste la ejecució n de todos los guardias Hadid—acotó , encogiendo los
hombros.

—Lo hice.

—Entonces hiciste todo lo posible por obtener algo de…—tardó en asignar la palabra
adecuada—, venganza o justicia. Sin embargo, fue la venganza lo que nos orilló a esto.

Víctima de un espasmo nervioso, Louis repicó el taló n de su bota contra el piso. Era la ú nica
manera que tenía de drenar algo de las frustraciones que sentía.

—Ella está muerta, y aunque siempre le tendré gratitud porque ayudó a quien má s amo, a
veces me aborda el pensamiento… el arrepentimiento porque no le hice pagar por lo que te
hizo.

Liam se frotó un hombro, el que había tenido dislocado aquella noche.

—Só lo fueron unos golpes, una paliza, intimidació n… Nada que no hubiese experimentado
en campañ as de expedició n o la guerra.

—¡No estoy hablando sobre los golpes! —soltó , arrepintiéndose enseguida por haber
cedido al control y levantar la voz. Relajó la postura tensa que había adoptado por instinto,
y apartó la mirada un segundo, para mudar la expresió n y tragar la vergü enza—. Es sobre
lo que ellos te hicieron, se aprovecharon de tus restricciones, ellos… Esos hijos de puta te
agravaron.

Cuando las palabras fluyeron entre ellos, Liam cerró los ojos y una solitaria lá grima,
pequeñ a y delgada, cruzó hasta la mitad de su mejilla. Apretó las manos sobre la frazada, y
Louis creyó que le daría la espalda y le ignoraría hasta que se marchara, porque se lo
merecía. Pero no lo hizo. El beta separó los labios y estos temblaron.

—Ella les ordenó que me golpearan, ya que no conocía otra forma de retornarme todo el
sufrimiento que mi… relació n con Zayn le trajo—musitó , oprimiendo los pá rpados con
fuerza—. Pero ella só lo era una muchacha educada para ser una buena esposa, no una líder
o justiciera, mucho menos alguien vil. Ella envió instrucciones, me harían confesar mi
fechoría y luego me sacarían de Vultur con discreció n, harían que subiera a un barco y
abandonara el reino con la amenaza de que, si volvía, me matarían—se miró las manos y
tragó grueso—. Pero los guardias, esos alfas, decidieron que su lady no tenía idea de
castigos. Por lo que la desobedecieron, y ellos eligieron la sanció n que “Me haría maldecir el
día que decidí acostarme con un alfa ajeno.” Así que sí, Louis… Mataste a los que me
hicieron dañ o—finalizó en un hilo de voz.

—Así que Gigi se suicidó , pero antes de eso ideó un exilio para ti. No pretendía asesinarte
ni ordenó que sus hombres te…

—Só lo le hizo creer a Zayn que me mataría, para que no me buscara.

—É l estaba muy aterrado—aseguró Louis, mientras asimilaba el testimonio de Liam—. Por


eso me envió , me hizo jurarle que te encontraría con vida.

—Louis…

—Perdó name por no haber detenido esto a tiempo, por no convencer a Zayn y aconsejarlo
mejor. Por no tener el valor de enviarte lejos para evitar esta tragedia—se levantó de la
silla y caminó alrededor del lugar—. Me dijeron que decidió salir del palacio para venir a
verte, no lo recibiste…

—Trajo ropa para mí—señ aló con la barbilla un cofre acomodado en la esquina—. No sabe
có mo excusarse ni qué puede obsequiarme para enmendar este desastre; porque tú ya
cubriste cada gasto. La pensió n de mi residencia, las deudas de este Sanatorio. Dejó un par
de misivas, pero solicité que las quemaran apenas se fue. Quiero saber qué sucede en el
palacio tras todo esto, pero no deseo saberlo de Zayn. No cuando sé que puede torcer la
realidad en sus palabras. No tienes idea cuá n enfermizo es llegar a amar a Zayn.

Louis sabía que no podía intervenir. No existía excusa o argumento que pudiera elaborar a
favor de Zayn o de la relació n que hasta ese momento sus amigos llevaban en secreto. El
pensamiento de una justificació n resultaba irrisorio, especialmente porque él fue un
có mplice clave. Lo ú nico que podía hacer era, iró nicamente, hacer lo mismo que Zayn y
esperar que otorgá ndole a Liam lo que solicitaba, su culpa se expiara un poco.

—¿Quieres saberlo todo? ¿Los estamentos oficiales, cada susurro del Concejo?

Liam endureció el rostro, y asintió .

—Sí.

Volviendo hasta la silla, Louis no tomó asiento, pero apoyó las manos en el espaldar. Como
si necesitara un pilar del cual sostenerse. Miró a su amigo con tristes y, no obstante,
honestos ojos azules. Con el corazó n desnudo y expuesto.
—No te mentiré profesando que todo estará bien, no a ti. Hay consecuencias, y de lo que
estoy seguro es que habrá má s en el porvenir—comenzó , con voz calma y baja,
pronunciando con cuidado—. La noche que Gigi atentó contra sí misma, muchas cosas
escaparon de nuestras manos. Danielle y yo no llegamos a tiempo a Zayn, y el consejero de
Defensa fue la primera persona que acudió a su ayuda. É l estaba desesperado por detener
la muerte de Gigi, por encontrarte a ti. Así que le contó todo.

El hombre en la cama soltó el aire que contenía, como si no guardara fuerzas.

—Asumo… que ya lo debe saber todo el

Concejo. Escuetamente, Louis asintió .

—Decidieron… No puedes volver a la corte, Liam. En cualquier momento anunciará n que te


despojaron de tu título nobiliario. Ya no será s un caballero de las tres coronas. Asignará n
una pensió n mensual por tus servicios en la guerra. Lo siento mucho…—negó , con la
mandíbula tensa y lleno de frustració n—. Bella Hadid huyó esa misma noche, no hemos
recibido respuestas de las misivas que se envían a los Hadid y los nobles que los respaldan.
No sabemos las intenciones que nos guardan, si expondrá n el conocimiento que tienen
sobre nosotros si…

—Si van a proceder contra Aurea—completó Liam, con la voz ahogada por las lá grimas que
se acumulaban en sus ojos castañ os.

—Precisamente, está s en lo correcto—tragó grueso—. No puedo dormir a menos que esté


al borde del colapso o influenciado por medicinas. No puedo comer tranquilamente y cada
instante que Harry me deja solo, mi mente se ocupa de plantear cada posible escenario de
las consecuencias.

—Por los dioses… Yo—las manos de Liam temblaron cuando las paseó por su corto cabello
y luego se abrazó a sí mismo—. Amo este reino. He peleado por él, el honor de la corona es
una de las cosas má s sagradas en mi vida. Y má s allá del ultraje a mi cuerpo, me siento
indigno y sucio por haber puesto al reino en esta situació n. No sé có mo pedir perdó n por
ello, Louis… El Concejo no se equivoca en despojarme del título de caballero. Debí pensar
mejor todo lo que desencadenaría mi actuar.

—También amo este reino. Quiero a cada habitante, es el hogar que daré en herencia a mi
hijo—apretó el espaldar de la silla hasta que sus nudillos palidecieron—. Voy a ser padre,
Liam. Mi deber es otorgarle seguridad a mi esposo y al hijo que me dará . Ahora tenemos
una tensa paz, pero cuando el momento llegue…

—Si el momento llega—apostilló Liam—, si estamos arrinconados y con una espada en el


cuello, entonces yo estaré a tu lado.
—He estado rezando como jamá s en mi vida—admitió —, esperando que los dioses me
escuchen y detengan cualquier destino de estrago. Piensa bien tus palabras, porque si el
momento llega, seré contundente.

—Estaré ahí, sin importar lo que decidas. No me queda nada—aseguró —; nada má s que mi
lealtad a ti. Te conozco, y sé que llegará s hasta las instancias má s extremas para defender
este reino, a tu pueblo.

Louis confirmó ese enunciado con un suave cabeceo, deseando que aquellas palabras no se
hubiesen sentido como un terrible peso que le comprimió los hombros.

—♕—

03/06/17: Lamento haberles hecho esperar. La próxima actualización la tengo


bastante adelantada, así que espero poder publicar en un par de días.

Si quieren hablar ya saben que estoy en twitter (RedAsHell_) y pueden escribirme


allí. Casi nunca me percato de los mensajes del buzón en wattpad, así que twitter
es mejor.

Feliz fin de semana, amores ♥

Nos vemos pronto.


Epílogo

“Solía gobernar el mundo. Los mares se levantaban cuando daba la orden.

Ahora, cuando llega la mañana, duermo solo. Barro las calles que antes solía poseer.

Acostumbraba tirar el dado. Sentía el miedo en los ojos de mis enemigos. Escuchaba como la
multitud cantaba: ’Ahora el viejo rey está muerto, ¡larga vida al Rey!’

Un minuto tenía la llave, al siguiente los muros se cerraban ante mí.

Y descubrí que mis castillos estaban construidos sobre pilares de sal y pilares de arena.

Escucho sonar las campanas de Jerusalen, los coros de la caballería romana están cantando.
Son mi espejo, mi espada y escudo, mis misioneros en campo extranjero.

Por algún motivo que no puedo explicar, una vez que te fuiste no hubo nunca… Nunca una
palabra honesta

Y eso era cuando gobernaba el mundo… “

EPÍLOGO

—¿Por qué estamos aquí, Harry?

Louis preguntó en un susurro, y Harry no comprendió por qué elegía hablar en voz baja,
siendo que estaban bastante apartados de los miembros de la corte. Ademá s, dudaba que
los guardias cerca de la gran escalera del saló n estuvieran interesados en escucharlos.

—Mírame—solicitó suavemente, sintiéndose confiado de expresarse. Estrechó la mano del


alfa—. ¿Hay algo que te perturbe?

La luz jugaba con las tonalidades en los ojos del príncipe, y lejos de disimular el velo de
turbació n que Harry había identificado en ellos, lo intensificaba. É l apartó la mirada un
momento, y Harry esperó paciente por su respuesta.

—Lo siento—suspiró finalmente, el movimiento de su pecho, la expresió n de su rostro,


eran la combinació n para la imagen de un hombre que necesitaba arrojar una carga—.
Reconozco que he estado distraído y quizá sin los mejores á nimos durante la velada.
Debería estar feliz, porque esta celebració n es nuestra y significa mucho para ambos,
pero…—se humedeció los labios y encogió los hombros.

A unos cuantos metros se encontraba toda la corte, sus amistades cercanas como el
matrimonio Edwards y Horan. Los mú sicos tocaban para que los conjuntos de parejas se
pasearan por el saló n bailando, los niñ os correteaban por las mesas disfrutando de las
ú ltimas horas antes de que los despacharan a dormir con sus niñ eras. Y ellos deberían estar
en la mesa principal recibiendo los buenos deseos de los cortesanos, o aprovechando el
corto tiempo que podían compartir con sus amistades. Pero Harry había visto la mirada
ausente de Louis mientras permanecía sentado en la distinguida silla de amplios brazos,
con la mente muy distante mientras sostenía una copa que siquiera había probado.

Entonces había decidido actuar. Se había excusado un momento de sus invitados y había
solicitado al príncipe que caminara un momento con él, hasta apartarlos de todos.

—Esta celebració n es para la corte, porque los nobles necesitan mantenerse contentos, al
igual que el pueblo que nos saludó esta mañ ana cuando salimos a su encuentro—Harry
tomó la mano de Louis con dos de las suyas. Trazó con el índice la gema de esmeralda en el
anillo que escogió para el alfa—. Nosotros celebramos nuestro aniversario desde el
momento que me llevaste al châ teau—aseguró , besá ndole la barbilla—. ¿Qué tan
caprichoso piensas que soy? Aprecio cada uno de tus regalos, que no han sido pocos, debo
acotar.

—Pienso que eres muy, muy caprichoso—aclaró , encontrá ndose pronto con los labios de
Harry. Lo besó suavemente, y Harry sonrió contra el gesto mientras posaba las manos
sobre los rígidos hombros ajenos. La postura se relajó bajo sus dedos mientras hacía una
tenue presió n—. Por eso es tan gratificante cuando logro sorprenderte.

Harry lo besó nuevamente, lá nguidamente, con dedicatoria. Encontró el sabor del licor en
la boca del alfa y suspiró cuando se vio tentado a profundizar el beso.

—Cada vez te toma menos esfuerzo, parece que me conoces muy bien.

—Para mi suerte, no ocupo la tristeza de pecar de ignorancia respecto a mi esposo—acotó ,


jugueteando con los rizos que se ensortijaban en la nuca de Harry.

—Yo te conozco a ti—añ adió , sin perder el tono terso en su voz—. Sé lo que está s haciendo,
y porque me preocupo por ti, quiero que te detengas.

—¿Qué estoy haciendo? —apartó el rostro para observarlo. Louis deslizó las manos por su
espalda, pensó que lo soltaría para evitar la conversació n, pero repasó con los pulgares los
costados de su vientre y dejó las manos allí.

—Está s absorbiendo todos las complicaciones y angustias, liberando cargas de los demá s
ú nicamente para sostenerlas tú —respondió . Acarició la garganta del alfa y frunció las cejas
con preocupació n—. Y no te detienes porque no evalú as cuá n saturado está s hasta que
colapsas. No es bueno para ti, mi príncipe. Sé que no logras conciliar el sueñ o por má s de
un par de horas, que no te alimentas bien durante las comidas. Pasas las tardes alejado, y
cuando vuelves crees que no siento el olor de la pipa en ti. Pero lo hago, porque te conozco.

Louis evadió su mirada y tensó los labios en ese cuidadoso gesto que, Harry sabía muy bien,
era la antesala de una cuidadosa mentira. Sin embargo, Louis eventualmente se humedeció
los labios y asintió .

—He estado muy ansioso y preocupado, tienes razó n—admitió en un suspiro—. Cada
momento del día estoy tenso, como si estuviera esperando por un golpe. Ahora he aclarado
algunos temas que, ya estado resueltos, me dejan dormir má s tranquilo.

—No duermes absolutamente nada… Só lo cuando ingieres alguna infusió n muy fuerte, o
abusas de los entrenamientos. De lo contrario te remueves en la cama o paseas por la
recá mara. Te he escuchado algunas veces.

—Quizá ahora pueda dormir sosegadamente—ladeó el rostro hacia la palma de Harry, que
le acunaba la mejilla—. Muchos de nuestros aliados está n hoy aquí, los má s cercanos.
Quienes no pudieron viajar por cuestiones de tiempo y compromisos intransferibles,
enviaron obsequios. Nadie parece incó modo o a la expectativa que suceda algo.

—Só lo tú —reconoció —. ¿Eso qué significa?

Louis encogió los hombros, intentando restar tensió n a los mú sculos de su cuello y espalda.

—Significa que nuestros aliados no han recibido en casi dos meses ninguna noticia
desfavorecedora o rumores—explicó —. Nada inusual má s allá del comunicado oficial que
otorgó nuestra corona. Lo que me hace pensar en dos posibles variantes, ambas muy
inofensivas—Harry asintió y guardó silencio para que continuara—. Los Hadid está n muy
afectados por su duelo y se está n tomando su tiempo para sanar y poder venir rendir
honores. Después de todo, los restos de su hija mayor permanecen aquí. Por la sagrada ley
que nos rige, no pueden disponer de ellos.

Harry esbozó un diminuto mohín hasta esa ú ltima menció n.

—¿De qué se trata la otra variante?

—Pienso que está n resolviendo có mo emparejar a Bella Hadid con alguien má s, ya que ella
es ahora la principal heredera. Un candidato má s favorable que un Lord Comandante, de
esa manera nadie hablará demasiado.

—Cualquier candidato nuevo para Bella Hadid es mejor que el anterior, estoy de acuerdo—
soltó con frialdad mientras delineaba con el pulgar la mandíbula ajena. El veneno en sus
palabras no había sido premeditado, simplemente espontá neo. Frunció el ceñ o y apretó los
labios cuando encontró la mirada reprobatoria de Louis.

—¿Realmente deseas llevar esta discusió n ahora? —cuestionó suavemente, trazando la


leve curva de su cintura.

—No tendríamos que discutir si tú no te enfrascaras en defender lo bochornoso y vil…

Harry se aferró a la chaqueta del príncipe cuando este ladeó el rostro y volvió a besarlo
arrebatadamente. La discusió n estaba salvada porque no había forma que Harry gastara su
tiempo usando la lengua para despotricar sobre un indeseable para él. No cuando podía
ocupar sus acciones en reclamar la boca de Louis, deleitarse con el rumor del licor que
reposaba en sus labios, embriagarse con su calor y el olor que desprendía su piel. Sintió
fuego recorrerle las venas y calentarle la piel, las manos de Louis presionando caricias por
su espalda. Quería empujarlo hacia la oscuridad de ese escondrijo, hasta que los
instrumentos ya no pudieran alcanzarlos y la ú nica mú sica que escuchara fuese la
respiració n y gruñ idos de Louis. Deseaba desabotonar la costosa camisa, sin importar que
algunos botones pudieran repicar contra la cerá mica y perderse. Anhelaba repasar la fuerte
línea de su clavícula y los planos de su abdomen.

En esos dos ú ltimos meses su deseo por Louis no había menguado ni un poco, la
irrefrenable posesividad lo tomaba por sorpresa y se encontraba gruñ endo y bufando
cuando alguien se acercaba demasiado a su alfa, al padre de su hijo.

Louis enredó los dedos en los rizos tras su nuca y tiró de estos cuando Harry se negó a
finalizar el beso. Só lo estaban separados por unos centímetros. Si Harry lo deseaba, podría
atraer al príncipe por la chaqueta para que se reunieran de nuevo. Los labios le palpitaban
adoloridos y debían estar muy rojos, tal como podía ver apenas los de Louis.

—Te volveré un desastre si permanecemos aquí, amor—jadeó y le besó la comisura de los


labios. Harry sintió la raspadura de la barba y gimió bajito—. Ya es suficiente evidencia que
tu piel se sonroje, que tus labios sean como el rojo clavel.

—Louis…—quejó , reacio a la idea de moverse de allí.

—Nuestras feromonas hará n un alboroto en nosotros y será imposible volver sin un


bochorno, gatito—consiguió que Harry desprendiera los dedos de su chaqueta y luego le
besó la frente—. Finalicemos la velada, brindemos con nuestras amistades y luego podrá s
excusarte alegando que está s cansado e indispuesto. Entonces seré todo tuyo.

Obligá ndose a reunir un poco de compostura y dignidad, Harry se acomodó la ropa y alisó
cuanto pudo las arrugas a los costados de su casaca. También intentó que su cabello
estuviera en orden y se limpió los labios con la manga, retirando el rastro brillante en
estos.
—Fingir no será problema. Una molesta punzada aqueja mi espalda desde hace unos días—
informó , aclará ndose la garganta hasta que su voz volvió al tono ronco usual—. Pues bien,
mi rubor no debería alterar a nadie, después de todo cargar con tu hijo y sobrellevar el
clima de Aurea me hacen sentir y parecer una hoguera—Louis le frotó la parte baja de la
espalda, imaginando que allí era el problema, y luego le dio una palmadita para que
caminaran—. En cambio… tú , parece que el calor só lo te ha molestado un poco. No es justo.

—¿No le mencionaste una vez a mi madre que era un adicto al control? —mencionó con
diversió n y una sonrisa ladeada.

—¿Acaso estoy equivocado?

—Que fechoría hablar así de tu príncipe—rió Louis mientras caminaban, dá ndoles la


imagen adecuada para que nadie sospechara de sus ausencias.

Harry no pudo defenderse y permitió que lo escoltaran hasta la mesa donde sus amigos lo
esperaban, mientras pensaba en el hecho de su suegra ventilando porciones de sus
conversaciones a Louis. Aunque si ella solía ser la mediadora cuando Louis o él no querían
dar el brazo a torcer en un asunto, seguramente era algo natural que Johannah revelara un
poco de informació n de ambas partes para alcanzar solucionar conflictos.

Louis lo dejó en la mesa, besó los anillos en sus dedos y prometió que se reuniría pronto
con él y los demá s. Le vio marchar hasta donde los otros dos príncipes mantenían una
calma charla que era vigilada por varios cortesanos. Louis se les unió sin mucho problema
mientras aceptaba una copa de una de las bandejas cercanas a él y probaba un largo sorbo.

Por largos minutos, la celebració n continuó . Ocasionalmente Harry era interrumpido por
algú n lord o lady que deseaba tener el honor de saludarlo, compartir sus buenos augurios
respecto a los pró ximos añ os de matrimonio y el nacimiento de su primogénito. É l
agradecía cada gesto y las promesas de obsequios con una sonrisa leve y alzando su copa
de sidra de pera, apenas mojando los labios, pero sin probar la bebida.

Pudo haberse impacientado, porque Louis le había prometido volver a la mesa junto a él
pronto, pero la conversació n con Barbara supo distraerlo muy bien. La lady de las tierras
frías de Hiems compartía gustosa su experiencia durante el embarazo a Jade y Harry que
escuchaban cada anécdota y la comparaban con los síntomas que ellos mismos habían
sentido en el transcurso de las semanas.

—Yo só lo tengo este terrible dolor en la cadera—comentó Jade, haciendo un ademá n que
hizo tintinear las pulseras en su muñ eca. El prominente vientre resaltaba debajo del
vestido de seda pú rpura—. El experto me aconsejó que este debía ser mi ú ltimo viaje, al
volver al castillo no deberé hacer demasiado hasta que nazca el bebé.

—Agradezco muchísimo que te tomaras la molestia de venir, Jade. Significa mucho para mí.
Desearía poder estar ahí cuando sea la llegada de tu hijo—Harry sonrió también a Barbara,
que le devolvió el gesto y frotó dulcemente su hombro—. Adoro que ambas estén aquí,
necesitaba má s rostros amigos y charlas amenas.

—Pero tú tienes amigos aquí, cariñ o—enfatizó con algo de incredulidad Barbara.

—Los tengo, pero quizá abuso demasiado de su buena voluntad.

—¿Quién se cansaría de ti, Harry querido? —bufó Jade, haciendo ver que esa era la idea
má s absurda que a alguien se le podía ocurrir. Apartó la trenza de cabello que tenía en el
hombro y trató de acomodarse en su silla, pero esbozó una mueca de incomodidad. Suspiró
con pesadez—. Pues ciertamente, esta criatura ya ha drenado todas mis fuerzas por hoy.

—Deberías retirarte y descansar, Jade—sugirió Harry, alcanzando la mano de su amiga y


estrechá ndola por un momento—. Te veré por la mañ ana si te sientes dispuesta para que
tomemos el desayuno juntos.

—Te acompañ aré—ofreció Barbara, apartando la silla con gracia—. Y tú también deberías
venir, Harry. Seguro el resto de tus invitados comprenderá n si te ausentas de las ú ltimas
horas, te excusará n sin problema.

—Aprecio su invitació n, pero esperaré por el príncipe. Dijo que prefería que ambos nos
ausentá ramos juntos y así sería má s fá cil despedirse de la corte—asintió , apartando la
copa. Ya no deseaba consumir nada má s—. No tardará mucho, lo garantizo.

Ambas mujeres compartieron una mirada. Barbara le tendió su mano a Jade y luego de
levantarse, miró a Harry y luego al otro lado de la mesa.

—Niall, querido. ¿Te quedarías con Harry? —preguntó al alfa que se había mantenido en
silencio durante toda la conversació n al otro lado de la mesa.

El rubio parpadeó y dejó sobre la superficie con mantel su jarra de cerveza.

—Por supuesto, querida. Sería un desaire dejar al consorte sin compañ ía. Retírate con
confianza, no me reuniré contigo hasta que Harry se encuentre con Louis.

Barbara asintió y condujo a Jade entre los nobles que hablaban de pie, rodeados de
sirvientes con bandejas que ofrecían má s bebidas y comida. En el camino y antes de que
pudiera abandonar el saló n, cruzaron destinos con Perrie Edwards, y la alfa tras un corto
intercambio de palabras enlazó su brazo con el de Jade y acompañ ó a las omegas fuera.

—Estuvo muy callado todo este tiempo, lord Horan—comentó Harry para llenar el silencio
—. ¿Se encuentra cansado por el viaje?
Niall negó , justo antes de volver a tomar un trago de su jarra de cerveza. Utilizó una de las
servilletas de tela para secarse los labios y sonrió . Sus vivaces ojos azules capturaron la luz
de uno de los candelabros.

—Al contrario, realmente disfruté esta velada. Lo que ocurre es que no me sentí con la
experiencia o la comodidad de incluirme en la charla que ustedes sostenían antes…

—¿Sobre los embarazos?

—Sí—asintió , y algo de vergü enza tiñ ó sus mejillas de rojo—. Barbara fue muy valiente y
tranquila durante su embarazo. Cuando tuvo a Jacob lo recibió con una sonrisa y se negó a
dormir tras el parto porque só lo deseaba sostenerlo. Yo, por mi parte, experimenté
muchísima ansiedad durante la espera y segú n mis consejeros, perdí el conocimiento
cuando escuché desde el pasillo el llanto de mi niñ o.

Harry no puedo evitar reír, y se cubrió los labios con el dorso de la mano. Afortunadamente
Niall también se tomó su reacció n con humor, y lo acompañ ó en la risa.

—Es usted un alfa excepcional, lord Horan—lo alabó con sinceridad—. Es agradable
admirar a un alfa hecho fuera del molde que algunas sociedades y cortes quieren imponer.
Admiro mucho su matrimonio con lady Barbara y quiero muchísimo al pequeñ o Jacob.

—Nosotros también tenemos mucha estima hacía ti, Harry—el simpá tico apoyó un codo en
la mesa—. Eres un excelente consorte para tu corta edad, y haces muy feliz a mi mejor
amigo. Ademá s, mi familia te adora.

—Espero poder visitar pronto Hiems y esta vez disfrutar de la nieve y los festivales. Sería
maravilloso.

Niall afirmó con un suave cabeceo y apartó un momento la mirada hacia la multitud. Harry
siguió su direcció n y se encontró con los tres monarcas del reino y el consejero de
Relaciones Exteriores, bajo y con una calva incipiente. Escuchaban las palabras de un
guardia que hablaba apresuradamente y detrá s de él, Michael y Luke mantenían la cabeza
gacha y los ceñ os fruncidos. Entonces el consejero entregó un sobre y pergamino, ambos
sellados por emblemas que Harry no pudo distinguir a la distancia. Zayn hizo el ademá n de
romper el sello del pergamino, pero Danielle se lo arrebató y Louis negó secamente antes
de comandar algo. Michael y Luke asintieron antes de retroceder y dirigirse justo a la mesa
donde se encontraban Harry y Niall. Mientras que los príncipes se marcharon
precipitadamente junto al consejero y los guardias, lejos del saló n; hasta desaparecer.

—Un poco sospechoso, ¿no? —comentó el lord, mordiéndose pensativo el labio inferior.

Harry asintió , con las cejas fruncidas en una expresió n inquieta.


—Bastante—atrevió acotar, y enderezó la postura en la silla mientras trataba de buscarle
un significado a lo que ocurría. Louis se había ido sin él luego de prometerle que volverían
juntos a sus aposentos. Tamborileó impaciente los dedos sobre la mesa y contuvo el
impulso de levantarse sin aviso y seguir a los príncipes.

En silencio, sus usuales guardias se detuvieron cerca de la mesa, sin saludar como llevaban
por costumbre. Niall también los miró y apartó un poco su silla de la mesa.

—Ahora que tus escoltas se encuentran aquí, ¿deseas retirarte, Harry? —ofreció , listo para
levantarse—. Aseguré a mi señ ora que no te dejaría hasta entonces.

Pero la curiosidad susurraba en los oídos de Harry, haciendo que las palabras que bailaban
en su lengua por ser pronunciadas encontraran su camino. Llamó la atenció n de los jó venes
guardias.

—¿Por qué los príncipes se retiraron con el consejero de Relaciones Exteriores? —


preguntó de sú bito, sorprendiendo a los otros tres presentes.

—Asuntos, alteza. El príncipe Louis solicitó que lo acompañ emos a sus aposentos cuando
así lo desee—respondió con total neutralidad Michael, y tras eso evadió rá pidamente su
mirada.

La respuesta se sintió simple y forzada para Harry. La naturalidad de Michael había


desaparecido en esa sentencia, su usual carisma no estaba, al igual que la sonrisa fá cil. Su
postura estaba rígida, la mandíbula tensa al igual que la mano que rodeaba la empuñ adura
de la espada en su cinto.

Estaba mintiendo.

—Ya oíste al muchacho—decidió Niall con un quejido cansado. Se levantó de la silla y tomó
un hondo respiro—. Mejor ir a descansar, los dioses proveerá n otro día.

É l se negó . Harry alcanzó el brazo de Luke, y el alfa lo miró enseguida con un conflicto en
sus ojos cerú leos.

—Luke—solicitó suavemente, pero con determinació n en la mirada—. ¿Qué está haciendo


mi esposo?

Michael era alguien en quien confiaba, pero el muchacho fue guardia de Louis mucho antes
de servirle a él. Sabía que, si el príncipe así se lo ordenaba, el muchacho guardia secretos
incluso de Harry. Pero Luke le era fiel a él, má s allá de lo que llegaría a ser de cualquier otro
monarca o figura de poder en el reino.

—Luke—insistió .
El muchacho echó un vistazo a Michael, quien intentó decirle tá citamente que no se
rindiera a hablar. Cerró los ojos y suspiró .

—Llegó un mensaje mediante un cuervo. Tenía las cintas y el sello amarillo que indican
confidencialidad y urgencia. Iba dirigido al príncipe Louis—explicó en voz muy baja, y sin
embargo Niall también se hizo oídos de la conversació n—. Quienes resguardan la bahía y el
mar de la península dieron con un bote. No sería relevante de no ser porque se trata del
bote que hacía falta en la flota del príncipe Malik. Ha regresado.

Harry sintió que el frío trepaba desde las puntas de sus dedos y ascendía por sus brazos
hasta congestionarle el pecho, haciéndolo jadear.

Un bote, el que se había llevado Bella Hadid aquella noche.

Esta vez, las preguntas permanecieron atoradas en su garganta. Eran tantas, y todas
necesitaban una respuesta desesperadamente.

—¿Quiénes son sus tripulantes? —reaccionó primero Niall, con una atípica seriedad
arrastrando lejos la jovialidad en su rostro—. ¿Su capitá n?

Antes de que Luke contestara, Michael bufó y se echó hacia atrá s.

—Contesta—ordenó Harry en un susurro.

Presionado por ambos nobles, Luke por fin habló .

—No tenía tripulació n. El bote iba dirigido por tres esclavos, y trajeron consigo un
pergamino.

Eso fue suficiente para despertar las alertas. Niall dejó caer los nudillos contra la madera de
la mesa, y Harry se levantó apresurado de su silla, rodeó la mesa y se reunió con el Lord de
Hiems. Lo tomó de la manga antes de que pudiera escapar de él.

—Llévame con él—solicitó , sintiendo el escalofrío de un terrible presentimiento—.


Necesito saber, necesitamos saber. Y si está n reunidos en algú n lugar, es en la Sala de
Logística de Louis.

Por obra de los dioses o simple sentido comú n del deber, Niall no se negó a esa petició n.
Abrió la marcha para salir del saló n con Harry a su lado, caminando a un ritmo que podía
soportar en su estado. Sin decir palabra, los guardias los siguieron y cumplieron su
cometido de no permitir que los cortesanos se acercaran para interrumpir. Al ingresar a los
corredores la mú sica fue desapareciendo, y por un largo tramo no se escuchó otra cosa que
sus respiraciones agitadas. Hasta que ingresaron a á rea del palacio donde pocos nobles
tenían acceso, y algo que distaba mucho de la armonía de la mú sica.
Exclamaciones, gritos.

Una discusió n.

Los soldados postrados en la puerta de la famosa sala no les impidieron el paso, bien
porque reconocieron al consorte del príncipe o porque el lord de Hiems no guardaba una
expresió n que aceptara retenciones o excusas. Las voces aumentaron de tono cuando Niall
abrió la puerta y la impresionante habitació n les dio la bienvenida.

—Debemos invocar una reunió n con nuestros consejeros lo antes posible. Agrupar a
nuestros embajadores o enviar otros—exhortó la delgada voz de Danielle mientras
observaba los documentos frente a sí en el gran mesó n.

Al otro lado de la estructura, dos príncipes se mantenían firmes, tensos y con ademanes
desafiantes el uno contra el otro, mientras que el consejero de Relaciones Exteriores los
observaba congelado desde una esquina. Tal y como permanecían por igual Niall y Harry.

—¡Declaració n del inicio de hostilidades! —estalló Louis con impotencia contenida en la


voz, apuntada directamente a Zayn—. ¡¿Có mo infiernos no puedes tomarte en serio esto?!

—¡Porque son nuestros aliados! —respondió con obviedad el príncipe Malik, esbozando
incluso una expresió n burlista, como si estuviera disciplinando a un niñ o que se
equivocaba en su presencia—. Son nuestros aliados. Unos despreciables, sí. Pero só lo
buscan que nos arrodillemos frente a ellos, que mostremos humillació n. ¡Siempre lo han
querido así! Porque no importan cuá nto dinero y redes ellos tengan, nosotros somos el
reino de las tres coronas.

—¡Eran nuestros aliados! —golpeó un estante Louis, y desde su sitio Danielle se encogió un
poco, pero en cambio Zayn só lo se vio má s malhumorado—. ¿O crees que una casa con
semejante apellido enviaría una misiva así só lo como juego? Esto es grave. Ese bote, tú
bote, tenía esclavos. ¡Tienen en sus filas a los feudos y mayores comerciantes de las
ciudades libres!

Zayn bufó antes de reírse, haciendo que la expresió n de Louis se desencajara por un
momento.

—¿Grave? No tendría que ser grave si esta maldita corona no les hubiese entregado todo,
haciéndonos dependientes, debiéndoles favores. Está bamos hasta el cuello y hace unos
meses tú mismo—apuntó a Louis—, decidiste ser insensato y darles má s influencia sobre
nosotros. ¡Congraciado seas, Tomlinson! Está s obteniendo la cosecha de tu siembra. De no
ser por ti, tu matrimonio, tus errores…

—Malik, detente—siseó Danielle, moviéndose lentamente de su sitio—. Lo que está s


diciendo no tiene lugar.
El ambiente estaba cargado de feromonas demasiado densas, haciendo que los individuos
en la sala experimentaran la incomodidad y ansiedad de los alfas en discordia.

El semblante dolido de Louis rá pidamente desapareció por una má scara de rabia. Cerró los
puñ os con fuerza a los costados de cuerpo y clavó la mirada en Zayn.

—¿Vas a señ alarme a mí? —comenzó muy bajo, pero la paciencia escapó rá pidamente de él
cuando su voz se alzó —. ¡Vas a señ alarme a mí cuando todo esto no es má s que las
consecuencias de tu egoísta actuar! Con o sin mi matrimonio ellos habrían conseguido esa
alianza… ¡Porque nos odian y siempre ha sido así! —avanzó hasta encarar al moreno, muy
cerca de él—. ¿Quieres apuntar? Pues bien, porque yo tengo cientos de cosas que decir de
ti.

—No quieras sacarte las cargas de la culpa, pesará n irremediablemente en tus hombros
porque cada error que cometí—desafió con ironía—, tú lo permitiste.

—Fuiste el primero en ascender el trono, ¿có mo puedes justificar tus actos así? —reclamó
Danielle con indignació n—. Gracias a los dioses que la ley ampara a Louis por ser el primer
heredero de nuestra generació n.

—Trataste de sabotear un acuerdo con nuestros aliados por capricho. Acorralaste a tu


esposa, a tu omega, hasta que no vio otro alivio que la muerte. Engañ aste y destruiste a
nuestro Lord Comandante hasta que se quedó sin nada. ¿Asumes que todos estamos
pagando el importe de tus actos?

Un gruñ ido provino del pecho de Zayn.

—¡Yo estoy pagando la valía de mis actos!

Louis no se dejó intimidar y permaneció firme a pesar de la advertencia instintiva en el olor


de Zayn, la postura de su cuerpo y el desprecio en su mirada.

—¿Siendo un cobarde canalla? —desaprobó , mirá ndolo despectivamente del rostro a los
pies—. Claramente sí—confirmó , dá ndole entonces la espalda.

Ese pudo ser el final de la discusió n, el descanso que el resto de los presentes necesitaban
para respirar y secar el sudor de sus palmas heladas. Pero no fue así. Zayn respiró pesado y
apretó los labios en un rictus de resentimiento antes de ponerse en movimiento. Tomó a
Louis por el hombro, obligá ndolo a darse la vuelta y conectó su puñ o en la mejilla de este.
Por el impacto, Louis se desestabilizó apenas un paso antes de arremeter con ferocidad
contra Zayn. Lo tomó del cuello de la casaca y estrelló su cuerpo contra una de las
columnas, golpeá ndolo con rudeza.
—Cree en sus amenazas como te plazca—masculló con furia Zayn, apretá ndole con rencor
las muñ ecas—. Apuesto que tiemblas de emoció n por que sean ciertas y puedas reafirmar
tu horrible reputació n.

—Si mi pueblo llega a derramar una sola gota de sangre será tu culpa—aseguró , librando
una de sus manos para asestarle un puñ etazo en el estó mago que hizo a Zayn doblarse—.
Ú nicamente tuya.

Finalmente, alguien má s se movió y Niall empujó a Louis lejos de Zayn antes de que
pudiera agredirlo nuevamente. El moreno forcejeó en sus brazos tratando de librarse a
pesar de encontrarse adolorido.

—Apá rtalo de mi vista, Niall—ordenó Louis con tono frío—. ¡Llévatelo de aquí ahora
mismo!

El alfa rubio miró a Louis contrariado, pero asintió y arrastró a Zayn consigo. El consejero
de Relaciones Exteriores lo ayudó a salir, suponiendo que cualquier acuerdo verbal se
encontraba cancelado por esa noche. Danielle tomó a Harry de los hombros y lo apartó de
la puerta, dirigiéndolo a uno de los sillones para que tomara asiento. Volviendo en sí y
sobrellevando la furia que sentía en oleadas de su alfa, Harry intentó llegar hasta él, pero
Danielle lo instó a quedarse en el silló n.

—Espera un momento, niñ o consorte—susurró , mirando de reojo a Louis, que tiró una de
las estatuillas de la mesa, frustrado—. No querrá s estar en el medio de una disputa entre
alfas. Otorgarle tiempo a lord Horan para que se lleve a Zayn.

Harry apenas la escuchó . Tenía las manos sobre el vientre pues le temblaban, y aunque la
necesidad de levantarse del silló n y consolar a Louis eran inmensas, no encontraba la
forma de moverse. Lo veía rondar el mesó n como un leó n en busca de una salida para
atacar. Desesperado y con los colmillos expuestos, anhelante de una presa.

—Danielle…—la voz de Louis fue oscura y

concisa. La omega suspiró .

—Ya me retiro, entonces—cedió ella, apartá ndose del silló n y caminando a la salida—.
Planificaré una reunió n para la mañ ana.

Louis ni siquiera la miró . Abrió de mala gana una de las ventanas, sin poder controlar las
reacciones alteradas de su cuerpo a causa de las feromonas, del conflicto que no tuvo una
culminació n que calmara el instinto animal. Sin cuidado, recogió los rastros de sangre que
resbalaban de la comisura de su labio.

Harry titubeó antes de preguntar en un hilo de voz.


—¿Qué está pasando? Escuché que el bote, el bote que…

La tenue brisa sacudió el cabello del alfa, y este se movió hasta el mesó n. Pasó los dedos
por encima de los documentos yacientes.

—Las represalias nos alcanzaron, Harry—dijo con pesar. El brillo de la furia que había
iluminado sus ojos azules se fue apagando—. Los Hadid enviaron noticias de la misma
forma que ellos recibieron las nuestras—sonrió con amargura—. Una declaració n de
guerra.

Sintió el sudor correr por su espalda.

—Pero ellos son un estado distintivo. Tienen dinero, claro. Poder y…—recordó sus estudios
en el palacio—. Una guerra para ellos, considerando el tamañ o de su territorio, sería
desfavorable sin un aliado mayor. Aunque tenga algú n poderoso lord entre sus aliados…

—Tienen un aliado mayor, en efecto. No lo mencionan en la declaració n, quizá pretendían


golpearnos con la sorpresa de tener otro reino mayor en contra—tomó el sobre que se
encontraba a un lado del pergamino y se lo extendió a Harry—. Tu hermana Gemma
escribió .

Casi le arrancó el sobre de la mano. Harry deshizo los dobladuras del papel y paseó la
mirada por la distinguida caligrafía de su hermana mayor. Las ná useas y el peso asfixiante
del miedo hicieron forcejear la respiració n de Harry.

—¡¿Có mo…?!

—Envió la misiva desde el exilio. Damon Cox, por algú n motivo que no explica en la
redacció n, le hizo renunciar a su linaje y derechos de la corona de Vitrum Maritima. Ahora
ella só lo es la esposa de un noble. Huyó de su hogar y anuncia que necesita de nuestro
refugio. Vitrum Maritima romperá sus acuerdos con nosotros, estoy seguro. Se unirá a los
Hadid para declararnos la guerra—negó con pesar, deseando de alguna forma que sus
palabras no pudieran ser ciertas—. Desconozco por qué tu hermano haría una negligencia
así, cuá les son sus motivos.

—Louis, pero eso significa…—sollozó sin lá grimas, con la hoja temblando en su mano y los
ojos verdes aterrorizados.

—Si no llegamos a un acuerdo con los Hadid, habrá guerra. Nos enfrentaremos a poderosos
señ ores de feudos y ejércitos, contra un reino al que dejamos prosperar en estos ú ltimos
meses—señ aló el mensaje en las manos de Harry—. Contra un rey volá til y vil que, a
propó sito, o por accidente, te ha ascendido.

—Es imposible que lo hiciera sin motivos—alegó , volviendo a releer las ú ltimas líneas de la
carta.
Louis se humedeció el labio inferior y cerró el puñ o hasta que sus nudillos tronaron.

—Damon Cox no está casado, ningú n bastardo ha sido reconocido bajo su nombre. Por lo
tanto—a la vez que tomaba aire, Harry lo contuvo. Entonces Louis citó las ú ltimas palabras
trazadas por la pluma de Gemma—. Harry, él te ha hecho el heredero y ú ltimo príncipe de
Vitrum Maritima.

—♕—

Aquí finaliza la primera parte de Príncipe.

Gracias por el increíble viaje de un año que fue escribir esta historia.

La trama por supuesto continúa, falta mucho por desenvolver y resolver. Sin
embargo, decidí que lo mejor era dividirlo para que leerlo fuese más ameno
para ustedes como lectores (y ustedes decidieran si quieren continuar conmigo
o no).

La segunda parte está en proceso de organización y escritura -Estoy indecisa entre


dos opciones de título-. Me tomará un tiempo subirla pero tengan por seguro que
llegará, y les avisaré por una nota aquí (así que si la van a esperar, no saquen la
novela de sus bibliotecas).

♕ Además me emociona -y asusta— anunciarles que tras varias amistades que me


han animado y muchos de ustedes que lo han solicitado, decidí que editaré la
historia para que pueda publicarse de forma independiente en formato físico. Por
lo que aquí les avisaré sobre los cambios en la adaptación/edición, fecha de
publicación, cómo comprar el libro, su precio y demás cosas. ¡Estén pendientes! ♕

Quiero hacerles un regalo mientras esperan, así que dejen por aquí su opinión sobre
si desean un extra Lashton del momento en que deciden emparejarse♥

AGRADECIMIENTOS.

Primeramente, quiero agradecerle a mi hermana @badlucklizzy. Quien creyó en


Príncipe cuando ni yo misma guardaba esperanzas de que valía la pena intentar con
algo de mi invención en Wattpad. Te amo, Lizzy♥

También a @R00MAH y @khalelesi que tuvieron la paciencia de escuchar mis dudas,


dilemas e inseguridades. Gracias mom and mommy por siempre estar dispuestas a
ayudarme y ser las preciosas personas que son. Las amo.

En especial quiero mencionar y agradecer a mis primeras amigas en la plataforma,


de las cuales aprendí mucho y por las cuales siento mucho cariño. Mis chicas de
rainbow bears: @ValerieHayne @limrense @i-hate-the-tea @zaynmeowlik
@heforhestylinson @Tokyoh9 @StylinsonDeMayne @gayiscool
@LarryRules_

El corazón no me alcanza para agradecer a cada uno de ustedes que decidieron


probar y otorgarle su tiempo a Príncipe. Gracias a todos ustedes, quienes
estuvieron desde el principio, llegaron o por la mitad o aparecen justo ahora.
Muchísimas gracias por animarme a escribir esta historia. He crecido como autora
(todo lo que puede crecer una amateur) y también como persona. Hemos debatido
temas, compartido posturas y creo que eso es lo importante de una historia:
conseguir dar un mensaje o despertar el pensamiento de quien lee. Personalmente
y humildemente creo que no hay mayor satisfacción para un autor que esa.

Les quiero mucho, muchísimo. Nuevamente gracias, y espero que nos podamos leer
pronto.

Tengan la confianza de hablarme por el muro de Wattpad, o si quieren mis


notificaciones/DM siempre están disponibles para ustedes en twitter (@
RedAsHell_)

¡Hasta pronto!

• Las mú sica fue muy importante para mí mientras escribía Príncipe, así que nuevamente
les dejaré la lista de canciones.

2) Cautiverio. Gasoline — Halsey

3) Supervivencia. Hold me down — Halsey

4) Entrelazado. Control — Halsey

6) Ceder. Garden — Halsey

7) Garras. Snow White Queen [Con algunas modificaciones] — Evanescence

8) Fuego. Let it go — James Bay

9) Promesa. Strange Love — Halsey

11) Amado. Good Enough — Evanescence.

12) Viaje. Can’t Help Falling in Love — Elvis Presley

13) Nieve. A Modern Myth — 30 Seconds to Mars.

14) Señuelo. Take me to Church — Hozier


15) Fe. End of all days — 30 Seconds to Mars.

16) Lobos. Hurricane — 30 Seconds to Mars.

17) Alma. Drag me down — One Direction

18) Proteger. We’re Broken — Paramore.

19) Cometido. Kill for you — Skylar Grey ft Eminen (I still love him — Lana del

Rey) 20)Colapso. Demons — Imagine Dragons

21) Elección. Distance — Christina Perri

22) Líder. From Yesterday — 30 seconds to

mars 23)Tormenta. Everything — LifeHouse

24)Marca. I still remenber — Evanescence

25) Tregua. Falling Slowly — ONCE

26) Secretos. Give me love — Ed Sheeran

27) Privilegio. Turning Pages — Sleeping at Last

28) Misericordia. Bleeding out — Imagine Dragons

29) Venganza. The Rains of Castermere — The National

30) Condena. No light no light — Florence and the Machine

31) Nobles. Get out alive — Three Days Grace

32) Trono. A Little Wicked — Valerie Broussard

33) Hilo. Six Feet Under — Billie Eilish

34) Plegarias. Love in the dark — Adele

35) Ruinas. Long way down — One Direction

36) Escarlata. Lightning — Little Mix

37) Devoción. Saturn — Sleeping at last


38) Perdón. Oh Father — Sia

39) Vitae. Through the eyes of a child — AURORA

40) Imprudente. Make Me (Cry) — Noah Cyrus ft Labrinth

41) Irascible. Lacrimosa — Kalafina

42) Culpa. Everybody wants to rule the world — Lorde

43) Veneno. Up in the air — 30 seconds to mars

45) Fantasía. Perfect — Ed Sheeran

46) Consecuencias. Little Talks — Of Monsters and Men.

Epílogo. Viva la vida — Coldplay

—Extra I: En ésta no — Sin Bandera.

—Extra II: Writing’s On The Wall — Sam Smith

—Extra III: Iris — Goo Goo Dolls


Mini Extra: Ave Cautiva

[ Este es el mini extra que prometí sobre el momento en que Luke y Ashton deciden unirse
como una pareja enlazada. Está inspirado por la canció n Bird Set Free de Sia. Ademá s,
habrá n algunos anuncios al final de la lectura ♥ ]

AVE CAUTIVA

Alas rasgadas, yo estaba roto.

Tenía una voz, tenía una voz pero no podía cantar.

Me desgastaste, y yo luchaba en el suelo.

Tan perdido, la línea había sido

cruzada. Me retuviste, y ahora lucho

para volar.

Pero hay un grito por dentro que todos intentamos ocultar.

Nos aferramos tan fuerte, no lo podemos negar.

Nos come vivos, oh, nos come vivos.

Si, hay un grito por dentro que todos intentamos ocultar. Nos aferramos tan fuerte, pero no
quiero morir.

Y no me importa si canto fuera de tono, me encuentro a mi mismo a través de mis melodías.


Canto por amor, canto para mí.

¡Lo grito tan fuerte como un ave cautiva en libertad!

Ahora vuelo, alcanzo las notas altas. Tengo una voz, tengo una voz, escúchame rugir esta
noche.

Me retuviste…
Pero he vuelto a luchar.

Los sirvientes de la cocina le aseguraron que podían con el trabajo de la cena. Había
muchos platos que fregar, servilletas que lavar a mano y cubiertos que necesitaban ser
lustrados. Tampoco permitieron que acudiera al comedor para recoger el resto de las
bandejas que habían permanecido luego de la cena. Cada noche servían un banquete para
el príncipe, su consorte y los invitados que pudieran tener; y la comida jamá s escaseaba. El
resto del banquete, una vez los soberanos se levantaban de la mesa, quedaba a disposició n
de los sirvientes responsables de mantener la integridad y pulcritud del château.

Sabía que no lo estaban despojando de sus deberes por simple amabilidad, sino por la
torpeza que venía manifestando desde el medio día; una ansiedad que no podía explicarle a
nadie.

Dejaba caer las cosas, se abstraía del resto cuando se dejaba envolver por sus
pensamientos. No só lo lo habían notado los sirvientes, sino Harry. Su amigo lo había
llamado al finalizar la tarde, apartá ndolo a uno de los salones del gigantesco hogar. Harry
había intentado ayudarlo a calmarse, por lo que eventualmente tuvo que confesarle cuá les
eran sus preocupaciones. Pero ni sus palabras tranquilizadoras o sus abrazos cá lidos
lograron calmar la tormenta que Ashton retenía en su interior.

—Escucha mis palabras, Ashton. —Harry le había tomado la mano y hablaba con el tono
bajo de la confidencia—. Aquí está s rodeado de personas que te quieren y, sobre todo, te
respetan.

No podía culparlo por insistir. Ashton jamá s había podido ocultarle circunstancias al omega
de ojos verdes. Simplemente era demasiado inquisitivo y testarudo.

—Lo… lo sé.

—Y si no es tu voluntad llevar a cabo algo, no está s obligado a hacerlo Nunca má s pasará s


por algo así.

Siempre le hacía promesas, siempre buscaba la forma de verlo feliz.

—Sé que no. Lo sé, pero estoy algo asustado… o nervioso. ¿Y si me es imposible reaccionar?
¿Si lo decepciono?

—Podrías nunca dar este paso. —Había indicado suavemente, con cuidado y una mirada
cá lida—. Y, sin embargo, él jamá s estaría decepcionado de ti. Tu cariñ o le basta.

La pequeñ a charla tras la cena finalizó cuando Harry se retiró a sus aposentos.
La mesa del comedor estaba limpia, sus compañ eros en la cocina se encontraban charlando
y cenando. Ashton ni siquiera podía pensar en sentarse frente a un plato e intentar ingerir
algo. Apenas una copa de hidromiel logró pasar por su garganta antes de decidir que no
podía postergar má s el momento.

Había entregado la llave de su habitació n, pronunciado una promesa. Estaba enamorado de


un alfa, y necesitaba vencer sus miedos para ser finalmente libre.

Porque el miedo simplemente no podía seguir en él.

Cuando fue una posesió n captiva, el miedo lo ayudó a mantenerse vivo. Porque só lo el
miedo lo ayudaba a mantenerse lejos del peligro, alertarlo. Cuando el miedo le enfriaba la
piel y hacía que las lá grimas saltaran de sus ojos, entonces buscaba cualquier alternativa
para retroceder y sobrevivir. Cada momento de pá nico le había permitido ser uno de los
pocos omegas capaces de mantenerse respirando bajo la custodia de Winston.

Luego, cuando fue libre de la tiranía de ese grotesco alfa, el miedo fue un carcelero que
escapó junto a él, fundido en su piel. Lo torturaba en las noches con pesadillas, allanaba sus
días con inseguridad y alejaba a las personas que se interesaban por él.

Sabía que jamá s olvidaría lo que fue su vida desde el momento que su existencia só lo valió
unas cuentas monedas de oro en un mercado ilícito y su día a día cayó a merced de la cruel
voluntad de un hombre vil.

Pero transcurrió má s de un añ o desde que lo había visto por ú ltima vez. Má s de un añ o sin
maltratos y noches sin dormir a causa del abuso, de observar la puerta desde su camastro,
temiendo que esta se abriera y el maloliente monstruo entrara para reclamarlo.

Necesitaba erradicar fantasmas y enterrar el pasado a una profundidad que lo sofocara y


no permitiera emerger nuevamente.

—¿Marchas a dormir? —Jennett, una omega de piel morena y abundante cabello oscuro le
tocó el hombro para llamar su atenció n. Sus pó mulos relucían bajo la luz de los
candelabros. Ashton le sonrió y apretó suavemente la mano de la muchacha antes de
asentir.

—Sí, no tengo mucha hambre —contestó —. Creo que probé demasiado mientras ayudaba a
Phil con la preparació n.

—¿Ni siquiera el postre? Adoras los panecillos rellenos. —apuntó la muchacha, haciendo
una mueca adorable que se plasmaba adorable en sus labios llenos.

—Puedes comerte el mío. —Restó importancia mientras se encogía de hombros—. Pero en


la mañ ana quizá tenga antojo de uno.
Jennett estiró las arrugas en el delantal de su falda y asintió , las ondas de cabello bailando
alrededor de sus hombros.

—Haré lo que esté en mi poder, Ash. Buenas noches, entonces.

—Que sea amena tu velada, Jenn.

Despidió a la chica, y algo del dulce olor que dejó a su paso logró calmarlo. Se humedeció
los labios y entrelazó los dedos frente a su abdomen mientras avanzaba. Dejó detrá s una
ventana y logró llegar a las escaleras que se encontraban a un lado de la biblioteca del
príncipe. Cuatro escalones arriba, se encontraba alguien esperando.

Luke.

El joven alfa le sonrió apenas lo vio. Tenía un bolso de viaje de cuero colgando del hombro.
Vestía ropa de civil, sencilla al igual que él. Se veía relajado y precioso, como só lo él podía
ser. Cuando se acercó , sintió su aroma combinado con el del jabó n y entonces notó que
tenía el cabello rubio ondulado en esponjosos rizos.

—Ashy.

—¿Te hice esperar demasiado?

Luke negó con un corto movimiento. Le ofreció su mano y Ashton la tomó .

—Honestamente creí que yo llegaría tarde —admitió , alzando un poco las cejas—. Los
guardias que tienen la noche libre quisieron retenerme para conversar con unas copas.

—Oh… —Miró la mano de Luke envolviendo la suya, el pulgar acariciando sus nudillos con
algunas cicatrices—. ¿Lo siento? Quizá querías pasar algo de tiempo con tus compañ eros.
—Respiró algo apesadumbrado—. Puedes ir si quieres.

Escuchó una risita sofocada y sintió el rostro enrojecer.

—Cabalgué desde la capital para venir a verte, Ashy. —Ladeó el rostro, y la luz de las velas
se reflejó en su par de ojos azules—. No deseo otra compañ ía que la tuya.

—Yo siempre quiero estar contigo —confesó en un susurro bajito que hizo sonar su voz
como un delgado hilo de sonido.

Luke enlazó la mano con la suya.

—¿Aú n quieres que descanse contigo? Ha sido un largo día.


No sabía si estaba física o emocionalmente agotado, pero necesitaba ir a la habitació n y
finalizar el día.

—Sí. Estoy agotado. —Estiró los labios y tiró de la mano del alfa para subir el resto de los
escalones. Dejaron a su paso los candelabros y el eco de la conversació n en la cocina.

El largo pasillo de las habitaciones para huéspedes se abrió para ellos, y avanzaron hasta
llegar a la ú ltima.

Sin intercambiar miradas, só lo una mirada profunda, Luke utilizó su mano libre para
desprender del colgante en su cuello una llave. La encajó en la cerradura de la puerta y
empujó la manija para abrirla.

La habitació n tenía elegantes paneles blancos en la pared ribeteados con distintos diseñ os
curvos. El piso se encontraba cubierto parcialmente por alfombras verdes que combinaban
con el tono crema de las cortinas en las ventanas. Un divá n lleno de cojines junto a una
ventana se encontraba en el centro de la habitació n. Allí algunos libros estaban apilados, y
tres baú les pequeñ os se apilaban al frente de la cama de madera con dosel.

Varios candelabros anclados a las paredes iluminaban la estancia.

—Es bonita —opinó Luke tras evaluar el lugar—. Bastante acogedora, ¿la elegiste tú ?

—Harry dijo que podía elegir cualquiera de las habitaciones de huéspedes en este piso, era
mi elecció n tomar una —explicó brevemente—. Esta era la má s pequeñ a de todas, donde
sentí que me hallaría má s a gusto.

—Eso imaginé —acotó , descolgando el bolso de su hombro—. Nunca te has sentido


có modo en esas inmensas recá maras del palacio.

Ashton siempre se sentía dichoso cuando lo escuchaba hablar así, tan naturalmente, como
si pudiera leerlo. Luke nunca olvidaba los detalles que salían a luz en sus conversaciones,
apreciaba cada palabra, confesió n e historia. Hacía que Ashton se sintiera valioso.

—Hay… Hay batines en el armario. —Señ aló el mueble que se encontraba en una esquina
—. En caso que quieras usar uno.

—Nunca he vestido un batín —dijo junto a una corta risa avergonzada que le sonrojó el
rostro.

—Lo sé, tampoco eres un admirador de la camisa para dormir.

—Puedo usarla si quieres —aseguró , abriendo el bolso de cuero y sacando de este la


prenda color marfil—. Empaqué una al venir…
Ashton negó suavemente y estiró los labios.

—Usa el batín, es má s agradable. —Asintió para sí—. Ponte có modo, si lo deseas. Yo me


cambiaré tras el biombo.

Cuando se detuvo tras el biombo, sintió la necesidad de reírse un poco de sí mismo. Las
manos le temblaban, tardó n má s de un par de segundos en contener la torpeza que le
impedía sacarse la ropa, doblarla en un banco y conseguir pasarse encima el camisó n de
dormir.

No era la primera vez que estaba solo con Luke en algú n sitio, donde nadie pudiera ser
testigo de lo que hacían o sus conversaciones. Pero de alguna forma ahora se sentía má s
íntimo, decisivo. Y la siempre cordial paciencia de Luke le hacía sentir incluso un poco
tonto.

Se asomó en la esquina del biombo para cerciorarse que podía salir. Vio la ropa del alfa
doblada sobre las botas que solía utilizar, y recostado a un lado el bolso de cuero. Luke se
encontraba algo dubitativo a un lado de la cama, hasta que se decidió a levantar las capas
de sá banas y meterse dentro. El tono oliva del batín le hacía ver má s pá lido y resaltaba el
color de su cabello.

Lo vio apoyarse en las mullidas almohadas y suspirar con cansancio.

—¿Está s agotado? —preguntó , saliendo tras el biombo. Sus dedos jugueteaban con los hilos
sueltos del camisó n que colgaban de sus mangas.

—Só lo un poco… —contestó lentamente, mirá ndolo desde su sitio, con ojos cansados pero
atentos.

—Puedo traer algo de té de la cocina, para que duermas mejor —ofreció , adelantá ndose a
la puerta, pero la voz del joven lo detuvo, como si lo pudiera sostener con su voluntad.

—Ashy… no. Só lo… ven. ¿No está s cansado tú también?

Y tuvo que ceder a su mirada suplicante la mano que se extendía en su direcció n. Ignoró las
velas de los candelabros, dejaría que se consumieran en lo que restaba de noche. La
temperatura había cambiado un poco después del atardecer, por lo que sintió cierto alivio
al ser recibido por el calor de las sá banas de la cama.

Se recostó de lado y con los brazos cruzados. Tuvo que juntar valor para alzar la vista lejos
de los pliegues del colchó n y los patrones de la tela. Luke estaba echado sobre la espalda,
con la mejilla apoyada en una almohada. Sus ojos azules estaban empañ ados por el sueñ o,
pero tenía los labios estirados en una sonrisa discreta.
—La cama huele muchísimo a ti —comentó , tomando un respiro—. En la capital só lo tengo
una camisa con los vestigios de tu presencia, y aquí mi pecho se llena de tu aroma. Me
encanta.

—No hemos dormido en la misma habitació n desde Hiems —reconoció en un susurro. Se


acurrucó bajo las sá banas—. Y en la playa siempre nos congelá bamos.

—Estirá bamos mi capa de montar hasta lo imposible. —Luke sofocó la risa y sus hombros
se sacudieron—. Pero te gustaba sentarte en la orilla y ver las olas.

Ashton correspondió el recuerdo que abordó su mente.

—Me gustaba por el sonido. —Encogió los hombros—. Las olas rompiéndose, y toda la
tranquilidad.

—Y mi parloteo.

—Por supuesto.

La tensió n se deshizo y desapareció cuando la risa de ambos resonó en la habitació n.


Ashton rió desde el abdomen, siento la vibració n en el pecho y la garganta. El aroma de
Luke respondió al suyo, y las feromonas de ambos se entrelazaron con armonía. Era
precioso recuperar esos momentos de genuina intimidad, donde se sentía querido y
seguro.

—No sabes cuá nto te extrañ an en la capital. —Luke le ofreció su mano y Ashton la tomó . Le
acarició los nudillos y las delgadas cicatrices sobre estos.

—¿Michael y Calum?

—Lloran por ti cuando está n absortos en el vino. —Asintió a sus propias palabras, también
eligiendo echarse sobre el costado.

—¿Y Cara?

—Ella… Ella creo que está lidiando con tu ausencia de una forma peculiar. —Torció los
labios un instante—. Una tarde sirvió el té, esperando que tú aparecieras para merendar.

—Oh, pobres… —Ciertamente durante su estadía junto al matrimonio real en el château, se


le hacía extrañ o convivir con guardias que no eran sus amigos—. También los echo en falta,
a veces. ¿Qué hay de ti?

—¿Mmm?

—¿Me extrañ as?


Luke alzó las cejas un momento, y luego se arrimó má s cerca de Ashton. Trazó una curva en
su nariz con el índice y luego le acarició la mejilla con el dorso de este.

—Extrañ o desayunar contigo en la madrugada —respondió entonces, siguiendo con la


mirada la línea imaginaria de su caricia—. Cuando la cocina está vacía y só lo nos acompañ a
el olor del pan recién horneado y la fruta recién exprimida.

La nostalgia lo desarmó , sin aviso o piedad alguna. Porque sabía que ese momento de
infinita comodidad y paz se acabaría cuando despertaran por la mañ ana. Se acurrucó , con
una necesidad que creció repentinamente en él, en el pecho del alfa. Encajó el rostro en su
hombro y tomó un largo respiro.

—Extrañ o llevarte meriendas a tus entrenamientos y guardias. —Suspiró y sintió la tibieza


de la piel ajena sobre los labios. Los brazos del alfa lo envolvieron, pasando suavemente
alrededor de él.

—Pero debes estar muy ofuscado sirviendo al consorte y todas las actitudes que el
embarazo le hace manifestar.

Los dedos de Luke le desenredaron el cabello.

—Sí, pero… —Se atrevió a posar las manos a los costados de Luke, Dejó una palma reposar
en su cadera y la otra se deslizó hasta donde el batín no le cubría el pecho.

—¿Pero?

—Lejos del palacio, el príncipe Louis no tiene obligaciones que lo obliguen a estar horas
enteras lejos de la recá mara, encerrado en el estudio. Pasa mucho tiempo con Harry y, en
consecuencia, yo estoy libre de responsabilidades.

—Oh… Me alegra que el retiro esté funcionando para el príncipe —musitó algo
somnoliento. Ashton se apartó para mirarlo—. ¿Está funcionando para ti?

—No. Tomo largos paseos por el jardín y los alrededores, intento charlar con el resto de los
sirvientes, asisto a las clases que Harry planifica para mí. —Negó suavemente, tomó al alfa
del rostro—. Pero só lo pienso en ti, y me siento mal por no tenerte a mi lado.

Luke se acercó hasta que sus narices se rozaron, esperó un momento y entonces se inclinó
para cubrir los labios de Ashton en un beso. Tenue, delicado, calculado como el roce de una
pluma.

—Será n unas semanas má s, Ashy. Yo también me siento herido por tu ausencia, y ni


siquiera todos los cargos que me otorgaron en la capital pueden apaciguar eso. —
Exteriorizó , acercá ndose nuevamente por un beso—. Siempre pensé que mi mayor meta
era ascender en la Guardia Real, finalmente lo estoy logrando…
Ashton parpadeó confundido.

—El príncipe te dejó en la capital porque conoce tus ambiciones, tiene noció n de lo capaz
que eres.

El alfa cerró los ojos y asintió .

—Sí, pero no soy del todo feliz. Porque tú está s aquí, sin mí… Y todas estas semanas me
ayudaron a comprender que mi sueñ o eres tú —declaró con firmeza—. Ningú n cargo —
indicó —, y ningú n otro omega podrá cambiar eso.

Suspiró , sobrellevando el primer momento de impresió n y luego sintiendo la tibia


sensació n de la alegría extendiéndose por su cuerpo. Estaba conmovido y abrigado por
todo lo que ese alfa representaba. Su olor no era una bruma que exigiera dominancia sobre
Ashton, sino protecció n, anhelo, devoció n.

Gimió bajito y se permitió corresponder a sus propios deseos.

Se acercó a Luke y volvió a juntar sus bocas en un beso. Sin prisa, como siempre iniciaban.
La corta barba de Luke raspaba sobre su piel, y la familiaridad de sus manos por encima del
camisó n le hizo relajar el cuerpo poco a poco. Se aferró a él y lo abrazó por el cuello,
dejando que él le rodeara la espalda. Profundizaron el beso entre respiraciones lentas y
chasquidos suaves que encontraban su lugar en el silencio.

Ashton se encontró con el cuerpo contra el colchó n y Luke inclinado sobre él, apenas
rozando el pecho con el suyo. Luke le besó la comisura de los labios, las mejillas y frotó con
los labios la punta de la nariz.

Delineó con el pulgar la mandíbula del alfa, lo observó entre la oscuridad que iba
formá ndose a la vez que el fuego de las velas se hacía má s tenue.

—Estoy enamorado de ti, Luke. —Soltó sin titubeos, reuniendo toda la firmeza que podía
en la voz. Sostuvo la mirada del muchacho sobre él, bebiendo cada emoció n que destilaban
sus ojos azules.

Luke sonrió , con los ondulados mechones siendo un halo desastroso alrededor de su
rostro. Apoyó el peso del cuerpo sobre los antebrazos y codos, hundiéndose un poco en el
colchó n. Besó el pó mulo de Ashton y luego le habló justo sobre la oreja.

—Desde nuestras primeras charlas en la playa, cuando cuidaste mis heridas en Hiems.
Desde entonces soy tuyo, fueras consiente de ello o no —susurró —. Admiro tu fortaleza,
amo la paciencia y amabilidad que demuestras con todos a pesar de todo lo que has
sobrevivido.
Sintió cosquillas y encogió los hombros. Cada palabra calaba en él, haciéndolo sentir má s
seguro sobre la decisió n que había tomado esa día.

—Eres un buen hombre, un alfa digno, un siervo fiel a la corona. Eres todo lo contrario a lo
que he conocido toda mi vida. —Tragó para competir con la resequedad en su garganta—.
Y por eso a veces… A veces tengo mucho miedo de perderte, porque no creo poder abrir mi
corazó n así de nuevo.

Luke se alzó para enfrentar su preocupada mirada. Frunció un poco las cejas y negó
suavemente.

—Nunca vas a perderme, Ashy.

—¿A pesar de mis reservas? —preguntó sin poder evitarlo, aunque quizá conocía la
respuesta—. ¿Sin importar que siempre te pido paciencia cuando me hallo abrumado?

—Incluso así. Porque los dioses saben que no existe nada… Nada que yo no haría por ti. —
Apartó los mechones castañ os de su frente, le acarició el cabello.

—Tú fuiste quien me regaló mi primer beso, el primero que realmente deseé. Jamá s había
sentido un golpe de felicidad como ese. —Bajó con manos temblorosas hasta la cinturilla
del batín ajeno, desató el listó n—. Y desde entonces no he podido hacer otra cosa má s que
quererte. Por eso quiero… Quiero que tú seas también el primer alfa al que me entrego por
voluntad, porque así lo deseo.

El aroma de Luke se intensificó , y un tenue rubor se expandió por su rostro. Apretó los
labios y tragó duro, viéndose algo conflictuado entre el deber y el deseo.

—Quiero amarte como lo mereces, como siempre lo has merecido.

—Hazlo —insistió , apartando el batín de los hombros de Luke, sus dedos tocaron la piel
pá lida que siempre se encontraba resguardada del sol de Aurea.

—¿Está s plenamente seguro? —preguntó con seriedad—. Porque una vez que…

—Tú … ¿No quieres hacerlo?

No se le había ocurrido pensar que quizá Luke no estaba dispuesto a cruzar esa barrera en
su relació n. Dejó caer las manos y su labio inferior tembló .

—Por supuesto que quiero. —Apuró a decir, besá ndole el rostro y una de sus manos—.
Dioses… Eres hermoso y valioso, el omega con el alma má s bonita. Quiero protegerte,
hacerte feliz, ser un alfa para ti.
El corazó n le golpeaba con demasiada fuerza contra el pecho, retumbando contra sus
costillas, haciendo que se sintiera ahogado. Las lá grimas hicieron que sus ojos ardieran y la
imagen de Luke se empañ ara. A pesar de eso, sonrió y tomó un largo respiro.

—Entonces hazlo, Luke. Por favor… Á mame.

Recibió una sonrisa sincera y cariñ osa, los dedos de Luke enjugaron sus lá grimas y tocaron
con gentileza sus mejillas. Apretó los labios para reprimir un sollozo y lo abrazó fuerte.
Permitió que le besara la línea de la mandíbula y descendiera hasta el cuello. Cada toque
era una sensació n que lo hacía estar dividido entre sus experiencias oscuras y las
atenciones que se encontraba recibiendo ahora.

Jadeó cuando el delgado cordó n de lino en su pecho se desató y entonces los extremos del
camisó n cayeron a los costados. Los labios del alfa continuaron repartiendo caricias por sus
clavículas, siempre besando y sin lastimarle la piel, ocasionalmente lamiendo algú n tramo
que hacía a Ashton suspirar.

Frunció los dedos de los pies sobre el colchó n y flexionó las rodillas. Luke se apartó un
poco para acomodarse entre sus piernas. Ashton le arrebató el batín hasta que la prenda
resbaló por la espalda del alfa. Contempló el ancho de sus hombros y la leve capa de sudor
que le cubría el pecho. Un abdomen plano…

Se mordió el labio inferior cuando su inspecció n descendió má s allá de la pelvis del alfa, y
no pudo evitar dejar que sus instintos de omega salieran a flote, o que el deseo se plasmara
en su mirada.

—¿Puedo…?

—Lo que desees, Ash —contestó , Luke, echá ndose de nuevo sobre él, besá ndole con labios
febriles y una respiració n lenta y pesada. Su calor lo envolvió y Ashton le lamió con timidez
el labio inferior, buscando profundizar el beso—. Lo que desees.

—Bésame —demandó contra su boca, sintiendo las caricias de Luke en sus muslos—.
Déjame tocarte.

Luke lo obedeció , lo tomó en un beso de labios hú medos, lenguas que se encontraban y


respiraciones errá ticas. El calor de ambos emanaba sin control, haciendo de sus feromonas
má s intensas. En cada respiració n podía sentir la presencia de Luke en su pecho, cada una
de sus intenciones.

Proteger, amar, cuidar, alabar.

Las caricias resbalaban gracias al sudor que les perlaba la piel. Ashton colaboró para que le
sacara el camisó n.
Era casi irreal, pero a la vez cautivante y maravilloso, sentirse seguro en esa posició n. Con
el abdomen tenso en expectació n sin ningú n otro incentivo que el deseo que sentía por el
alfa sobre él. Sin miedo, sin condiciones.

Se sentía como salir de una jaula y volar por primera vez.

Gimió cuando sus labios estuvieron liberados, y la boca del alfa descendió hasta su pecho.
Arqueó la espalda cuando la tibia lengua delineó su pezó n, presionando y estimulando
hasta dejarlo erecto. Sintió un cosquilleo que viajó directamente hasta su miembro, justo
cuando la boca de Luke atrapó su pezó n succionó , acariciá ndole el otro con el pulgar e
índice.

Sintió el lubricante escurrir desde su trasero, deslizá ndose entre sus piernas y empapando
gota a gota el colchó n.

Sujetó los hombros ajenos, hundió los dedos allí y sintió el relieve de la vieja cicatriz de
Hiems, el hachazo que Luke había recibido a cambio de proteger al príncipe.

É l también tenía cicatrices, numerosas y pequeñ as. En la oscuridad resultaba muy difícil
mirarlas. Estaban repartidas en sus costillas, el abdomen, la espalda. No podían verlas, pero
Luke ubicó cada una de ellas a través del tacto. Besó las que tenía a su alcance, las que
Ashton le permitió tocar. La barba del alfa raspó sobre su vientre, jadeó sobre los delgados
vellos que se nacían allí. Lo miró desde su posició n, con los rizos pegá ndose a su frente por
el sudor y Ashton le asintió .

Lamió su pene, desde la base hasta la punta que se erguía sobre su vientre. Ashton gimió y
se retorció un poco, enredando los dedos entre los rizos rubios del alfa. Era difícil para él
asimilar cada sensació n, la boca del alfa succionando su miembro, dedos gentiles que se
deslizaban en su interior sin problema gracias al lubricante. No había dolor, ni quejidos de
auxilio que se confundían con jú bilo.

Só lo había placer y cariñ o. Por fin estaba siendo el omega que le habían impedido ser.

—Alfa… —musitó con un hilillo de voz, demasiado quebrado para ser uniforme.

Iba a correrse y necesitaba un respiro, porque quería que Luke lo abarcara con su cuerpo,
abrazara fuerte y se fundiera en él.

Luke no respondió verbalmente a su llamado, simplemente gruñ ó y Ashton ronroneó como


acció n inmediata. Tiró de sus cabellos, y entonces su entrada dejó de ser invadida, su pene
estaba sensible y con el rastro brillante de la saliva del alfa.

Lo vio acercarse a él nuevamente, volviendo a arrodillarse entre sus piernas. Lo tomó de las
caderas y sintió su dureza presionar para entrar en su interior.
—Siempre voy a ser tuyo —prometió , dá ndole un fugaz beso que se sintió magnífico.

—Sí. —Asintió , apoyando las manos en los brazos del alfa, que estaban a cada lado de su
torso—. Sí.

Luke empujó la cadera lentamente a su encuentro, enterrá ndose en él. Sintió cada
centímetro que su interior era ocupado, la forma en que el lubricante facilitaba el
movimiento.

Había pasado tanto tiempo desde entonces, se sentía como la primera vez. Como si todo lo
anterior jamá s hubiese acontecido, só lo por ese momento.

Porque era la primera vez que lo disfrutaba y deseaba.

Nuevamente las lá grimas acudieron a sus ojos, pero simplemente porque se hallaba feliz, y
era una emoció n extrañ a de experimentar para él.

Cuidadoso, amable. Luke esperó a que la expresió n de dolor de Ashton se relajara para
comenzar a retirarse e iniciar un vaivén lento y profundo. La fricció n era má s intensa así, se
prolongaba cada latigazo de placer y se ascendía poco a poco. La piel de ambos relucía por
el sudor, las gotas bajaban por sus gargantas y pechos. Ashton gemía sin aliento mientras
arqueaba la espalda, enterrando las uñ as en los mú sculos de Luke. Y este apretaba los
labios, pero cada quejido de éxtasis lo delataba.

Ashton cruzó los tobillos en la espalda baja de Luke, y el ligero cambio de á ngulo lo hizo
lloriquear de gusto, con los ojos cerrados y las lá grimas atrapadas en sus pestañ as.

Luke lo sostuvo de la cadera, apretó un puñ o sobre las sá banas y jadeó , atreviéndose a ir un
poco má s rá pido, justo cuando la mirada de Ashton se volvió suplicante y gimió alto y
agudo.

Se corrió , salpicando en su propio abdomen y el golpe del orgasmo le cortó la respiració n


un momento, mientras el placer le recorría todo el cuerpo y retorcía sus mú sculos. Se sintió
má s estrecho, sintió que Luke se esforzaba por enterrarse en él.

Y entonces Luke también llegó . El nudo creció y el primer aguijonazo de dolor lo soportó
callado y obligando una bocanada de aire dentro de su pecho. Se corrió copiosamente en
sus entrañ as, inundá ndolo y haciéndole sentir lleno y a gusto.

Incliná ndose poco a poco y con movimientos medidos, Luke alcanzó a abrazarlo levemente.
Le besó la barbilla y los labios. Acarició sus hombros y secó su rostro. Luego se apoyó en su
pecho para recuperar el aliento. Ashton le rodeó el cuello con ambos brazos, suspiró y
ronroneó satisfecho. Como alfa, Luke no pudo evitar responder al sonido. Besó en el centro
de su clavícula y luego má s arriba, donde había un sitio suave entre cuello y hombro.
Repasó los dientes allí, pero consiente de lo que eso implicaba, suspiró y quiso alejarse.

Sin embargo, los dedos de Ashton presionaron en su nuca, instá ndole que permaneciera
allí.

—Mi alfa —aseguró , acariciá ndole el cabelló allí donde lo sostenía. El muchacho gruñ ó y
volvió a raspar los dientes sobre la suave piel—. Sí, mi alfa.

Embelesado por su voz, Luke respiró hondo y cerró las fauces sobre su carne hasta que la
sangre brotó en hilos tibios.

Ashton es uno de mis personajes favoritos. Lo adoro porque es valiente y a la vez


vulnerable. Con él no quería dar un mensaje negativo acerca de la supervivencia del abuso.
No quería a un omega enclaustrado en la tristeza, sino uno que supo ascender y seguir
adelante. Su proceso fue lento, porque ningú n trauma se difumina de la noche a la
mañ ana. No se puede escapar de lo que ocurrió , ni olvidar, pero se puede sobrellevar y
aprender.
Cuando se está rodeado de personas dispuestas a ayudar, y se está dispuesto a recibir ese
apoyo, poco a poco se recogen las piezas y el resultado es un individuo lleno de fortaleza.

Ashton no sanó por el amor de Luke. Porque Luke ú nicamente lo influyó a que recuperara
su confianza y autoestima, a que se viera como algo valioso. Y cuando Ashton se dio
cuenta que tenía razó n, entonces comenzó a llevar su propia contienda y luchar por sí
mismo.

¡Ahora los anuncios!

La próxima actualización será para anunciar la publicación física de la primera


parte de Príncipe, y los detalles de cómo se llamará la segunda parte, su resumen y
prólogo.

Falta muy poco, y gracias por su paciencia ♥

Aquí tienen un pequeño adelanto de la… ¿portada?


PRÍNCIPE EN FORMATO FÍSICO.

Me tomó mucho tiempo la edició n y sé que desesperaron un poco (yo también) pero
finalmente aquí está Príncipe en su formato físico, para quien sea que desee adquirirlo <3

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políticas de la aduana y servicio postal, el libro llegará en el tiempo estipulado segú n el
envío seleccionado. Si tras 28 días de haber recibido el correo de confirmació n no ha
llegado el libro, pueden ingresar a Lulu > Ayuda > Pedidos > + Ayuda. Allí informan sobre la
demora. En 24 horas les responderá n y ofrecerá n enviar otro libro gratis. El reclamo só lo
es vá lido tras los 28 días.

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♕♕Quiero darle las gracias a todas las personas hermosas que me ayudaron a
cumplir con este proyecto. Desde los lectores que siempre me animaron, hasta los casos
puntuales que no me dejaron tirar a toalla.

Gracias a @R00MAH y @khalelesi por ayudarme a corregir el libro y darme consejos;


ademá s de tener ojo de halcó n para todos mis errores (que fueron muchos.) Por apoyarme
y ser las maravillosas personas que adoro tanto.

A @badlucklizzy por siempre andar de bossy y decirme que debía ponerme a trabajar.

También a @i-hate-the-teaque hizo nada menos que la PORTADA y soportó con paciencia
todas mis inquietudes y los infinitos “y si haces esto…” .

Y mi prima que aunque no tiene wattpad colaboró en dibujar el leó n, ah. Te amo, prima (?

DE VERDAD MUCHAS GRACIAS, SÉ QUE PAREZCO POCO EXPRESIVA, PERO ES QUE NO


TENGO PALABRAS. ❤❤❤❤❤❤

Aquí tienen una captura de pantalla de la portada, como verá n elegí un seudó nimo:
Genevieve Hell.
Sin má s, en mi perfil también pueden buscar la continuació n de la historia.

HEREDERO.

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