Carlos S. Fayt, 2ª ed., Buenos Aires, La Ley, 2008.
Nueve lustros atrás el autor –distinguido jurista que como
abogado, docente, científico y juez ha recibido las más importantes distinciones, la más reciente de ellas el Premio “Konex de Brillante”, como la Mejor Figura de la Última Década de las Instituciones-Comunidad-Empresas Argentinas (2008)- publicó “Sufragio y Representación Política (Sistemas Electorales)”. Aquella obra, reeditada parcialmente en los primeros cuatro capítulos de “Sufragio, Representación y Telepolítica”, se concentraba en el examen del sufragio –forma clásica de expresión de la voluntad del ciudadano- y la representación política, intermediación creada para que el pueblo delibere y gobierne. Comenzaba esa obra –hoy reeditada- con un estudio acerca de la naturaleza del sufragio que para el autor “es un derecho político. Los derechos políticos se caracterizan por objetivarse en diversas funciones relacionadas con la organización y, en esencia, con el poder de la comunidad sobre sí, con el poder que ésta tiene de constituirse y organizarse política y jurídicamente y, hecho esto, de elegir las autoridades para los distintos centros de poder organizado y aun participar de las decisiones políticas. El sufragio no puede ser aislado de su significación política, de su conexión con el poder, con la organización política y el ordenamiento de la comunidad. La energía política, en cuanto actividad de la vida humana social, tiene sede individual…Esa energía política reconocida a los miembros activos de la comunidad nacional comprende un conjunto de facultades o atribuciones que concurren a cristalizar el poder político en instituciones objetivas y a asegurar su actividad mediante los individuos en quienes éste habrá de encarnarse en la concreta realidad histórica. A esa energía política y a su manifestación a través de actos de elección y participación, la llamamos sufragio.” 2
Al primer capítulo seguían otros dos que trataban de los
“Principios, Fundamentos y Formas del Sufragio” y de “Los Sistemas Electorales y de Representación”, respectivamente. Tras ellos había un capítulo denominado “La Democracia Política y el Sufragio en nuestro País”, no incluido en este reedición y el libro concluía en el capítulo V, que trataba de “La Representación Política”, a la que el Dr. Fayt define como “…la situación objetiva por la que la acción de los gobernantes se imputa a los gobernados, siendo para estos de efecto obligatorio, siempre que se ejercite legítimamente en su nombre y con su aprobación expresa.” La obra se cerraba con precisos cuadros sinópticos –muy valorados en los momentos previos a los exámenes por quienes hemos estudiado guiados por los textos del Dr. Fayt-, que eran, a la vez, modelo de concisión y de expresión sustancial y demostración concreta del amor que el maestro siente por sus discípulos. La actual reedición añade un estudio sobre “Los Partidos Políticos”, definidos como “…grupos sociales concretos que tienen por vínculo funcional la dirección funcional a través del Estado. Se organizan en base a la solidaridad de intereses ideales y materiales y existen respondiendo a los móviles políticos de la actividad social humana, como centro de convergencia de las diversas tensiones que engendran los agrupamientos humanos en su relación con el poder. En su conjunto, reflejan dinámicamente la estructura social, coexistiendo como fuerzas de cooperación y disyunción para el mantenimiento de de la vida social, a cuya ordenación concurren participando en la elaboración y cristalización de normas jurídicas e instituciones. Marcan el ritmo interior de la democracia moderna, en la que la política, como forma suprema de la actividad humana, traspasa a lo social a lo político, extendiendo su actividad todos los campos de la sociedad, cuya transformación busca o por cuya conservación lucha”. También se incluye ahora un capítulo referido a “Los Medios de Acción de la Política y la Opinión Pública”, que al igual que el 3
anterior formaban parte del libro “Derecho Político”, un clásico,
cuya primera edición –hoy va por la undécima- fue publicada en cuando la República, en tiempos muy difíciles, transitaba un nuevo intento de normalización institucional. El capítulo, hoy reeditado, concluía con esta enseñanza: “No se puede destruir la democracia sin destruir en el hombre lo esencialmente humano, porque la democracia, además de cuanto significa en el orden político, social y económico, constituye una forma del espíritu humano, una forma de la conciencia humana, orientada hacia las metas eternas de libertad y justicia, principio y fin de la vida social y humana. Destruir los mitos, enseñar a los hombres y a los pueblos a no dejarse engañar ni someter, construir el futuro del mundo sirviendo a la libertad y a la justicia, para triunfo y gloria del espíritu y la razón humana, es el sentido último de la actividad política.” Palabras que, como muchas otras cosas, fueron ignoradas cuando aquel intento de normalización institucional, guiado por el ejemplar Presidente Illía, se frustró por el golpe del 28 de junio de 1966. En sentido contrario, las obscuras fuerzas, de toda procedencia social, que impulsaron y sostuvieron ese episodio tan negativo de nuestra historia, de inmediato cancelaron la democracia, clausuraron los partidos políticos y expropiaron sus bienes. ¡Cuántas oportunidades descuidadas no se habrían perdido! ¡Cuántos pasos desandados se habrían transitado progresivamente! ¡Cuántas vidas extinguidas por la violencia – de todo signo- y, con cada una de ellas, otras oportunidades, estarían hoy presentes junto a nosotros, si aquellas palabras – impregnadas en nuestro espíritu- se hubieran escuchado entonces! Cuarenta y cinco años después y tras un cuarto de siglo de vivir en una democracia sometida a duras pruebas, el Dr. Fayt reedita esos textos. El tiempo no ha pasado en vano y una obra, en sí valiosa, necesitaba de algunas actualizaciones. A ellas alude el Capítulo VII de “Sufragio, Representación y 4
Telepolítica”. Allí son analizados nuevos fenómenos como la
globalización de la economía y el estallido de las formas políticas, nuevos desafíos como “…el señorío del hombre sobre sí mismo y sobre el medio que lo rodea, en beneficio de sus semejantes…acción solidaria con la finalidad de equilibrar las desigualdades sociales y económicas y asegurar a todo ser humano su vida, su salud, su educación y su trabajo” y nuevas realidades como el poder mediático, propio de una sociedad que respira a través de la información y la comunicación y que, según el autor: “…transformó la política en telepolítica, al ciudadano en homo videns y a la sociedad global en un inmenso espectáculo, a merced de un nuevo liderazgo: el de los mesías mediáticos.” El capítulo VIII trata de “La Política y los Medios de Comunicación”, tema de la mayor actualidad e interés, donde el autor hace referencia a la omnipotencia de la prensa, a los efectos de la televisión sobre la convivencia social y nos advierte que: “La democracia…se condena a sí misma a muerte si los ciudadanos se pronuncian en la ignorancia de la realidad, en la obcecación de una pasión o de la ilusión de una impresión pasajera”. Lo que evidencia la calidad que debe tener la información puesta al alcance del ciudadano para que pueda decidir en una democracia. Por ello el Dr. Fayt cierra su advertencia afirmando que “…la civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis.” No pasa inadvertido al autor el hecho –tratado en la sección correspondiente a la Comunicación Política y las Campañas Electorales- de una personalización cada vez mayor de las candidaturas electorales, en desmedro de las ideas, los debates y los programas políticos, derivada de una cultura fundada, cada vez más, en la imagen y en la acción de los medios de comunicación. Destaca que “En las democracias, el espacio público tiene tres actores principales: la opinión pública, los políticos y los medios de comunicación, no habiendo privilegios 5
entre ellos. Este juego republicano podría representarse con un
triángulo equilátero en el que cada vértice guarda una saludable distancia del otro”. Las distancias exageradas o las proximidades demasiado estrechas entre los vértices de ese triángulo se caracterizan como distorsiones que ponen en serios riesgos a la subsistencia del sistema. Sin embargo, el autor afirma que “No deben perderse las esperanzas en cuanto a poder alcanzar algún día un triángulo equilátero en donde el periodismo sea independiente y haga oír su voz, donde la ciudadanía reconozca su propia voz y descubra su rumbo. Aquella voz será múltiple y diversa, el rumbo infinito, variado. Y será la garantía segura y definitiva de que no habrá un discurso monocorde o único sino un conjunto de voces luminoso y cambiante, hijo de la libertad, del pluralismo y del respeto a la infinita diversidad de los destinos humanos.” Como corolario del capítulo se reproduce íntegramente el ensayo del Profesor Gustavo Martínez Pandiani titulado “La (in) cultura cívica del Homo Zapping. Cómo la televisión modificó la forma de hacer campaña. Del político ‘piantavotos’ al ‘piantarating’. El nuevo género: el ‘polianment’”. Menciona el autor del ensayo que existen cinco procesos de fondo que ayudan a comprender en profundidad el impacto de la TV en la Comunicación Política moderna. Ellos son: Mediatización, Audiovisualización, Espectacularización, Personalización y Marketinización de la política. La mera enunciación de los nombres de estos procesos llama la atención sobre un punto, esencial, a mi juicio, de la telepolítica. Manuel García Pelayo en “Los Mitos Políticos” hace referencia al fenómeno de la transfiguración del poder, que consiste en ocultar tras una ficción el hecho –en sí desagradable- de que una o varias personas manden a otras que están obligadas a obedecerlas. Podría enfocarse a la representación política como uno de los mecanismos por medio de los cuales ficticiamente se transfigura el poder, pero ella tiene un rasgo sustancialmente democrático, derivado del hecho de que los representantes 6
actúan en nombre del pueblo que libremente los ha elegido para
que lo representen. Quienes conocen los manejos de todo tipo que se pueden hacer sobre un medio como la televisión –ya fuere del gobierno (no “pública”), como de las empresas comerciales- y el dominio de técnicas que aplicadas sobre las imágenes –en un mundo en el que las imágenes, como advertían con su llanto los aborígenes, “roban” el alma de las personas- permiten que se diga masivamente cualquier cosa sobre cualquier persona, y el rol del televidente, bien distinto del que corresponde al ciudadano, pueden preguntarse hasta qué punto la “telepolítica”, aún como ficción, es más democrática que la representación política. El capítulo IX, en realidad una parte de la actualización del capítulo IV (no incluido) de la primera edición de “Sufragio y Representación Política”, se denomina “Evaluación y Reflexión sobre la Sexta Elección Presidencial desde el Restablecimiento de las Instituciones de la República”. En él, el Dr. Fayt –a partir de la elección presidencial- abre un debate sobre el sistema electoral y el sistema político, en el que necesariamente nos veremos involucrados cada vez con mayor intensidad, en los próximos tiempos. Reseña el autor los aspectos esenciales del régimen constitucional de la elección presidencial. El sistema de elección directa; el balotaje atenuado, que permite atribuir el triunfo electoral a quien pueda obtener –según el caso- el 45% o el 40% de los votos afirmativos válidamente emitidos. Tales rasgos han sido calificados en forma negativa por el Dr. Fayt, por cuanto han posibilitado que –por la concentración de votantes- el conurbano bonaerense se constituya en el centro de un desequilibrado –desde todo punto de vista- tablero de ajedrez. Una ajustada articulación –cuya piezas son los intendentes de los partidos del conurbano- que alcance para lograr que la oposición no llegue a hacer pie de una manera consistente en esos distritos, alcanza para conformar un “aparato” o “máquina electoral” que afianza las posibilidades de alzarse con el triunfo 7
en la elección presidencial. “Una campaña fría”; “Una oposición
débil”; “El rol de los punteros”; “El corte de boleta” y “El fenómeno de la apatía electoral”, son los títulos de las secciones que completan el capítulo. Ellos exponen, de una manera realista, los rasgos que han caracterizado progresivamente a las elecciones presidenciales y nos llaman a reflexionar serena y profundamente acerca del derrotero de nuestro sistema democrático. Completan a la obra cinco anexos titulados “Los partidos políticos en números” (donde se menciona la existencia de 716 partidos reconocidos en la República Argentina, cifra que invita a pensar y debatir sobre nuestro sistema político); “Los que piden la luna” –transcripción de un artículo del profesor René Balestra-; “Los desafíos del Siglo XXI” –artículo del profesor Roberto Cortés Conde-; “La Argentina. Teatro del absurdo” – artículo del escritor Marcos Aguinis- y “Los Resultados definitivos de las Elecciones Presidenciales del año 2007”. En este último anexo, el autor, distrito por distrito, menciona el número de electores, el número de votantes y su porcentaje sobre el total de electores, el número de votos positivos y sus distribución, partido por partido, el número de votos nulos y de votos en blanco. Hay dos capítulos que conforman los apéndices y se refieren a “La Legislación en Materia de Partidos Políticos” y a la “Justicia Nacional Electoral”. Cierra la obra la recordada y útil Sinopsis de los ocho capítulos sustanciales. Se inicia con la publicación de este libro un debate necesario e inevitable sobre nuestro sistema electoral y político, concentrado especialmente, en la elección presidencial. Este debate –que tendrá en el año 2012, centenario de la ley Sáenz Peña (ley 8871), uno de sus puntos culminantes- es el que en orden a los principios que fundaron a dicha ley – constitucionalizada por el artículo 37 de la Constitución Nacional, incorporado por la reforma de 1994, que atribuyó al 8
sufragio, como lo hizo la casi centenaria ley, las características
de “universal, igual, secreto y obligatorio”- deberá establecer las bases de una democracia en la que –como lo quiso el Presidente Roque Sáenz Peña- se piense un poco más en el ciudadano, verdadero artífice y destinatario de este sistema político. La hegemonía de un partido; el clientelismo y sus causas; la corrupción; el poder personal; la erosión continua de las instituciones y la fragmentación de una oposición desarticulada, como forma de cercenar las alternativas; el transfuguismo; la indispensable mejora de las técnicas electorales; la “distancia” irredimible entre representantes y representados; la desatención de la educación cívica; la apatía electoral; la postergación del interés general por las ambiciones individuales; el falseamiento y el desprestigio del sentido del deber, evidenciado recientemente con la sanción de leyes de impunidad fiscal, glorificación institucionalizada de la trasgresión, son formas actuales –y no tanto- de los males que aquella ley trató de remediar con más democracia. La enumeración –no taxativa- de esos males, pone en evidencia cuáles son los riesgos que amenazan a nuestro sistema político y preanuncia que en el debate sobre el régimen electoral – abierto oportunamente por la publicación de esta obra del Dr. Fayt- habrá por fortuna muchos que –como Roque Sáenz Peña- serán indóciles con la conformidad.