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Era tarde, tan tarde que podría haber sido temprano, cuando se soltó el último
seiscientas veinte ratas vivían al lado del clavo, al lado de adentro, dentro
también del escenario de madera vieja, tablas pútridas pintadas de negro y junto
teatro, nunca se quisieron ir, tenían comida de sobra, humedad necesaria para
multiplicarse a cada segundo, madera para roer había por montón, toda una
colección de vestuario antiguo, o por lo menos lo que habían dejado las polillas,
el tercero y allí iba la familia de ratas a bañarse, a beber, a morir también cuando
llegar al mar.
que arriba sucedía, excepto una de ellas que al parecer gusta de la música de
había unos cinco metros de altura, en uno de los costados estaba el depósito de
metal. En sentido contrario a los trajes había una pequeña puerta que llevaba al
dicho; se escuchó muy fuerte o podría decirse eso si es que se toma en cuenta
lo oído por las ratas, ningún humano se percató del ruido aquél por lo que no es
quejido largo y agudo intermitió la paz del lugar, las ratas se asustaron al no
desde hace por lo menos sesenta años, y era tan pesado que cuando fueron a
depositar cada una de sus partes a ese lugar, no pudieron, como se les había
encargado, apilarlo en segmentos de dos por dos metros y así ocupar menos
espacio, sólo lo dejaron allí, como un escenario armado para nadie y cerraron
tan firmemente que sólo las armas podrían volver a forzar esa puerta unos
acabó por derruir el armatoste, en algún momento fue levantado por gente
uniformada y luego vuelto a dejar en su lugar con un fuerte golpe, dicho golpe
desarmó todas las estructuras y las dejó sueltas, inacabadas, sin embargo
pasaron años antes de que cediera por completo. El asunto es que nada había
sobre el escenario como para provocar la soltura del clavo que después de
aquel largo e interrumpido crujido salió expulsado unos veinte metros, como si
todos lugares del mundo, ratas del pasado e incluso del futuro brincaran por
sobre sus tablas y en respuesta al último rechazo del salto les hubiera advertido
con esa actitud, que no había que abusar de las estructuras, ¿Quién sabe?, lo
Durante todo ese día las ratas siguieron transitando por el escenario como
con algún botón que había caído de los tantos trajes y vestidos olvidados en
aquel vetusto lugar, las más viejas se quedaban al imaginario calor de la carne
muerta, oculta bajo los palos desgastados de la tarima abandonada. Gran parte
los cuarenta años, ellas preferían quedarse a la tranquila oscuridad del silencio
magullados, entre zapatos que muy pocas veces venían en pares y muchas
público, menos pomposo que años atrás, con menos joyas y menos pieles
quinceañera, algún solitario profesor de música que con esfuerzo habría pagado
boletos en las amplias inmediaciones de la sala, una vez estuvo todo el gentío
pasillos y las salas más pequeñas del lugar, soltaron los nudos de alguna
paso del aire desde la sala principal hasta el segundo subterráneo del teatro; lo
cayeron, primero sobre los cuerpos que habían ocultado en ese lugar, y luego
sobre las ratas más antiguas; de inmediato las más jóvenes comenzaron a
hacia abajo ya que a ese subterráneo iban a beber, pero también a morir; las
tragedia estructural no les permitió un accionar limpio y veloz; sólo una rata
gente del teatro; todos le siguieron de manera inmediata. Las almas de aquellas
situándose dentro de los pequeños cuerpos roedores que corrían a causa del
estruendoso suceso. Aquella rata que conocía el único camino posible hacia el
primer piso, el único que había escapado a la clausura elaborada unos años
atrás, les guió al resto de modo ejemplar, sin tropezar con clavos ni astillas y
pequeño agujero al costado derecho del escenario principal y una vez estuvieron
allí, las almas prisioneras y magulladas cobraron por fin libertad y pudieron de
una vez abandonar aquel magnificente edificio que fuera para ellos un eterno o
que logró acallar la voz del tenor, de inmediato guardias corrieron a su socorro,
seiscientas ratas que asustadas corrían entre sus pies. La orquesta que
acompañaba no escuchó ni vio el movido acontecimiento, siguieron tocando
taquilla del evento, cuando aparecieron las primeras ratas, con la colilla de su
cigarro intentó apuntar al entrecejo de un roedor, pero éste fue más rápido y la
cerrada por la sentencia “una vez comenzada la función, nadie podrá ingresar”,
Mientras el humo se iba colando por los diferentes agujeros arquitectónicos del
músicos se asustó pero la violinista principal, con sus ojos cerrados y sintiendo
en ese segundo su turno de brillar por siempre, siguió con un solo casi
interminable, que junto con el pesado respirar del humo iba durmiendo poco a
secas al medio de la función, y una rata que danza solitaria al dormirse el último
espectador” y simplemente cayó bajo el efecto del acrílico humo y los gritos
la intoxicación.
para la administración del teatro tampoco murieron personas, hubo que pagar el
en demasía debido a lo cerrado del lugar y se apagó casi en un acto suicida, las
imagen e hicieron lo que pudieron por clausurar el lugar, sin embargo no les fue
alguna suma de dinero que no fue notificada a la opinión pública y dos meses
municipal.
Nunca se supo de la existencia de los últimos dos subterráneos, los planos no
restauración, nunca se supo que aquella rata culpable de tal catástrofe siguió
como tampoco alguien supo de los muertos del teatro municipal, y por años las