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Qdoc - Tips Nio Deseao Nio Felizfrancoise Dolto
Qdoc - Tips Nio Deseao Nio Felizfrancoise Dolto
ranço
ço i se Dolt
Dolto
■
Niño deseado,
niño feliz
g u í a s p a r a p a d r e s §| p a i d ó s
Françoise Dolto
Niño deseado,
niño feliz
Claves para aceptar,
comprender y respetar
las particularidades
de sus hijos
edidones
PAIDOS
Barcelona-Buenos Aires-México
lilulo original: Lorsque l'enfant paraît, tome 3
l’uhlicado en francés por Éditions du Seuil, Paris
Ir.ulucdôn de Alfredo Bâez
Sii|)(>rvisiôn de Nelba Martinez de Nasio
© 1979
197 9 by Éditions du Seuil,
Seu il, París
París
© de todas las edicione
edic ioness eenn castellano,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí,
Cub í, 92 - 08021 Barcelona,
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599 - Buenos Aires.
ISBN: 84-7509-551-8
Depósito legal: B-20.215/1994
Impreso en Novagráfik, S.L.
Puigcerdá, 127 - 08019 Barcelona
Impreso en España - Printed in Spain
Indice
9
de excavación. Dice luego: “Los dos tendríamos deseos de un
bebé, pero no imaginam os cómo podrem os vivir en el fu tu ro con
un hijo grande. Por razo nes de edad (esta señora tiene treinta y
cua tro años) y po r razones financieras, sería nuestro único hijo.
I j i cuanto a m i marido, lo sacrifica todo a su trabajo. Yo lo
comprendo, pues a m í también me apasiona su t r a b a j o S e
pregunta si no será una tontería poner en peligro su vida de
pareja, que por lo visto es muy feliz , teniendo un hijo pa ra hacer
como todo el mundo. Ella misma lo dice: “Es normal tener hijos,
es la verdadera vida”.
No creo que eso pueda ser objeto de un curso al que asiste
uno sentado. Realmente pienso que es una cuestión de la vida
prá ctica. Ese apre ndizaje y esa experiencia ya no existen desde
que desaparecieron las familias numerosas. Las familias nume-
rosas tenían a veces inconvenientes, pero en todo caso ofrecían
la gran ventaja de hacer parecer natural a los niños de la casa el
hecho de que hubiera pequeñitos y bebés en ella; al crecer, los
chicos veían todo lo que se hacía con los menores que formaban
parte de la vid a de sus padres, de la vida de la fam ilia to da. Y
como cada niño es diferente, adquirían ya una pequeña expe-
riencia psicológica que tal vez no pudiera describirse en térmi-
nos científicos, pero que era psicología viva.
(El espejo)
18
Ya ves, te toco: soy yo, eres tú / 19
21
tijeras, un libro), se lo decía siempre a los padres. Estos se
preguntaron entonces: “¿De manera que el diálogo no sirve para
nada?” Lo más grave tal vez fu e que la víspera de la llegada de la
abuela — y ésta es la razón que la lleva a escribirnos — , unos
vecinos vieron al pequeño encender papeles de los recipientes de
basura de un edificio próxim o. Los recipientes quedaron fundidos.
Otro chico que estaba con él escapó corriendo porque tenía miedo;
en cambio, él perma neció en el lugar fas cin ad o po r las llamas. La
señora pregunta: “¿Qué hay que hacer? Si el diálogo no sirvió
pa ra nada, ¿habrá que castigarlo? ¿Y cómo vigilarlo? Eso no es
posible. No se pu ede vigilar a un niño de esa edad durante las
veinticuatro horas del día. ¿Habrá que quemarle ligeramente una
mano para mostrarle que es peligroso el fueg o? Eso m e parece
cruel y ex trem ad o”. Una amiga de la fa m ilia sugirió la idea de
quitarle el gusto po r el fue go po r obra del exceso, es decir por
ejemplo, obligarlo a ence nder todas las cerillas de veinte cajas. La
abuela quiere saber qué piensa usted de todo esto.
Dice simplemente que es un hijo único y que los pad res proyec
tan tener pronto un segundo hijo.
Hoy se habla mucho de bebés que nadan. ¿Está bien o está mal
m eter la cabeza debajo d el agua, en las piscinas, a bebés muy
pequeños?
(Bilingüismo)
29
10
pod
p odía
íamm os p en sa r en envia
en viarl
rloo a una
un a escuel
esc uela
a alema
ale manana,, po rque
rq ue la que
había allí era una escuela nazi”. Prefirieron entonces mandarlo a
una escuela en la que se hablaban lenguas que el niño no conocía.
I)e p ro n to un día en p len le n a clase,
cla se, aq uel
ue l chico
ch ico que
qu e p erm
er m anec
an ecía
ía
siemp re mudo,
mu do, que no hablaba
ha blaba n i el español
españo l ni el inglés,
inglés, se levantó
de su asiento y se puso a dar alaridos como un demente. El
maestro hizo llamar a otro niño que hablaba alemán y que se
dirigió
dirigió al prim ero en alemán:
alemán: “¿No estarás loco?” loco?” Inm edia tam ente
el pequeño exiliado dejó de gritar; se había calmado y de pronto,
como si algún mecanismo interior se hubiera liberado bruscamen
te,
te, se puso a hablar
hab lar con toda corrección
correcció n a la la vez en
en español
españ ol y en
inglés.
La
L a m ism
is m a corr
co rres
espo
pons
nsal
al volvi
vo lvió
ó a escres crib
ibir
ir unos
un os días
dí as despu
des pués
és
para
pa ra c o m p leta
le tarr su test
te stim
imon
onio
io.. A q u e l niño
niñ o tiene
tie ne ahor
ah oraa cuar
cu aren
enta
ta
años bien cumplidos.
cum plidos. Es cirujano, se casó con una una fran
fr an cesa
ce sa y tiene
tres hijos varones.
varones. Pero lo que nos interesa más dire ctam ente ent e es
es el
el
hecho de que a los doce años de edad tuvo ciertos problemas. En
la vida social había conservado algo de sus traumatismos de la
niñez.
niñez. Y siendo
siendo alumno de un un colegio
colegio ingl
inglés,
és, em pezó
pez ó a experim en
tar grandes dificultades con sus camaradas. Entonces la madre no
32
Est
E sta
a seño
se ñora
ra escrib
esc ribee adem
ad em ás que, alred
alr eded
edor
or de los diec
di ecisé
iséis
is
años, su hijo tuvo de nuevo dificultades y le cuenta a usted cómo
reaccionó ella: “Le dije que sabía que tenía problemas; que a esa
edad todo el mundo los tenía, pero que uno no se los contaba a su
madre; que tal vez bastara que él supiera que yo, su madre, lo
sabía”. Esta señora aplicó lo que yo llamaría “el método Dolto”.
Es
E s ta corr
co rres
espo
pons
nsal
al hace
ha ce tam
ta m bién
bi én una curio
cu riosa
sa obser
ob servac
vación
ión:: “ Y
esto en modo alguno me pasa con el inglés, pues no he vivido la
cultura inglesa”. Ahora, en efecto, se ve obligada a hablar en
inglés
inglés porque
porq ue su marido trabaja
trabaja en Africa. Y es aqu í donde vuel vuelveve
a surgir el problema en otra generación: “Los niños — uno tiene tie ne
cuatro años y medio y el otro tres años — marchan muy bien. El
segundo sólo comenzó a hablar a los tres años, pero en unos pocos
meses habló al mismo tiempo el inglés y el suizo alemán sabiendo
pe
p e rfe
rf e c ta m e n te cuán
cu ándo
do y cóm
có m o u tili
ti liza
zarr una u otra
ot ra leng
le ng ua ”.
“Les hablo
hablo poco en fran cés:
cé s: de vez en cuando les canto
canto
una canción. Le cuento a mi hija mayor que tiene cuatro años y
medio
med io que, cuando yo era niña,
niña, vivía
vivía en Francia
Francia y hablaba en
M
Evidentemente.
Para decirlo todo, hay que admitir que después de esta abun
dante correspondencia que hemos recibido sobre el bilingüismo,
éste no determina grandes problemas en la mayoría de los casos.
38
lilancanieves es alguien que trajina desde la mañana a la noche / 39
belleza y con su soledad, como parece ser el caso aquí, lin esta
niña hay algo que me inquieta: ese fastidio, esa evasión única
mente a un mundo imaginario en el que ella se habla a sí
misma, esa nulidad en los quehaceres domésticos, esa pasividad
en la escuela y en la casa, perdida continuamente en su sueño,
esperando a un hipotético príncipe encantador para extasiarse.
¡Ah, sí!
A l d ecir
ec ir usted:
ust ed: “ C om o tien
ti enee trece
tre ce años,
año s, los
lo s p a d re s pued
pu eden
en
leerle en voz alta todo lo que leen”, me imagino que hará saltar a
muchos.
muchos. H ay fór m ula s que sonson lugares
lugares comunes: po r ejemplo
ejemplo,, se
habla siempre de esos libros que no hay que poner en todas las
manos...
Sí, tal
ta l vez generaliza
gene raliza con cierta prisa.prisa. Continúo
Con tinúo la lectura de de
la carta: ‘‘Son muy brillantes. Por lo demás, pienso que lo son
porq
po rque
ue no mirami ran n televisi
tele visión.
ón. En casaca sa hacha c em os otra
ot rass cosas
co sas con
nuestros hijos.
hijos. Organizamos juegos, leemos, leemos, hacemos música, música, pa
seos, tenemos discusiones”. Esta señora agrega, sin erhbargo, que
el marido no está completamente de acuerdo con ella y que le
reprocha no vivir de conformidad con el tiempo. En realidad, le
preg
pr egun
unta
ta a u s ted
te d quién
qui én de los dos
do s tiene
tie ne razó
ra zónn y quién
qui én se equiv
eq uivoc
oca a
y le p ide
id e sobr
so bree todo
tod o que no vacile
vac ile u s ted
te d en decírs
dec írselo
elo,, si ella está
es tá
equivocada.
Eso es.
Por otro lado, los niños precoces, esos que, por ejemplo,
llegan adelantados a los exámenes finales, entran en la pubertad
abarrotados de conocimientos escolares. Y cuando, en la edad
de ser estudiantes, deben vivir la vida del cuerpo —que todavía
no conocieron suficientemente—, desarrollar su sensibilidad
frente a los demás (a las muchachas o a los muchachos), su
sensibilidad artística, se registra una caída: esos muchachos ya
no tienen interés por los estudios, lo cual es una lástima, en
chicos que habían sido tan promisorios, ¿no es cierto? Nosotros,
los franceses, debemos reaccionar contra esa cantarela, si puedo
decirlo así. Se ha asignado exagerada importancia a la escolari-
dad, creyendo que era lo esencial para desarrollar la inteligencia
del niño: “Mi hijo está en quinto grado. ¡A su edad, es maravi-
lloso!” Tal vez, en efecto. Hay naturalezas que se abren muy
pronto a muchas cosas, pero esa no es una ra zón para em pujar-
las exclusivamente a la vida escolar. La probidad de carácter,
el amor por la naturaleza y su observación, las plantas, los
animales, la alegría de vivir, la inventiva industriosa, la destreza
manual y corporal, la afectividad, la experiencia psicológica de
los demás y de la vida colectiva, la aceptación de la diferencia
de los otros, la aptitud para hacer amigos y conservarlos, el
conocimiento de la historia de su propia familia, de su ciudad,
de su región, de su país, el despertar de la sensibilidad al arte, a
las manifestaciones culturales, la afición por los deportes, el
sentido de la propia responsabilidad, la curiosidad por todo y la
libertad de satisfacerla, todas estas son cualidades que a menu-
do no se desarrollan cuando el éxito escolar es el único valor
por el cual los padre s apre cia n a su hijo.
Un niño personalmente motivado por algo —por cualquier
cosa— es un niño vivo; si para superar sus fracasos y sus
decepciones escolares o sentimentales se ve apoyado por el
afecto de los padres y la confianza que éstos saben darle en un
ambiente de distensión, ese niño tiene la promesa de un futuro
de éxito.
Agrego que antes de alegrarse por tener un hijo “adelanta-
do” en los estudios, habría que interrogarse no sólo sobre su
capacidad de asimilar conocimientos, sino también sobre los
compañeros que puede buscar en ese estadio de su desarrollo y
por quiénes puede ser acogid o com o un igual. Son dos im pera-
tivos que hay que modular. Estar adelantado pone al chico en
peligro de segregarse, si es físicamente y luego sexualm ente
No solo id ii lo\ puilii s uno in ii mili has uno s ¡ M
52
Explicar los ruidos y hacer amar la música amándola / 53
dos por el agua que desaparece. Estas cosas hay que decírselas
con palabras, cuando todavía no están dispuestos a mirarlas y
luego hay que hacérselas observar; así se acostumbrarán muy
pronto .
Pero sobre todo, no hay que burlarse de un niño que tiene
miedo de un ruido. No hay que decirle nunca: “ ¡Ah, qué tonto
eres! ¡Es la aspiradora!” Hay que considerar que un niño quiere
saber y entonces hay que explicarle el ruido con palabras y
tranquilizarlo.
¿Ni hay que vacilar tampoco en hacer func ion ar esos aparatos?
Todavía una preg unta sobre las lecciones de piano. Los pad res
siempre se preguntan: "¿Hay una edad ideal para estudiarlo?
¿Cuándo debe comenzarse?”, en el supuesto desde luego de que el
niño muestre disposiciones, como suele decirse.
59
60
padres debieron hacerse cargo del negocio y trabajar allí; por eso
confiaron a los dos hijos a la abuela que acababa de enviudar.
Esta los llevaba todos los días al cementerio: “Creo que eso tal
vez influyó en él. En aquel momento no me atreví a pedir a mi
suegra que no llevara a los chicos al cementerio, porque me daba
cuenta de que estaba profundamente apenada y que la visita al
cementerio le hacía mucho bien”. Esta señora agrega que los
prim eros años de su matrim onio no fuero n m uy buenos, que a
menudo ella y el marido reñían días enteros sin tener en cuenta si
los hijos lo advertían o no. Ahora las cosas marchan mucho mejor
entre ellos.
estos dos escollos tienen el efecto de dañar por igual a los dos
niños. Y eso no es educación.
Hay que atender a lo más urgente. Dar consuelo y brindar
cuidados al que fue lastimado o herido y decirle: “El otro fue
un poco rudo” o “Mide a tus adversarios; ése que te pegó es
demasiado fuerte o demasiado grande para jugar contigo, pero
p or lo menos has aprendid o alg o” . E n general, algunas pala bras
y algunos cuidados bastan y el asunto concluye así. Pero nunca
hay que denigrar al que dio el golpe. Si éste puede ayudar a
reparar los daños, hay que incitarlo a que así lo haga. Eso sí.
Ocurre también que a veces, apenas llegado el niño que se
queja, también se presenta el otro para justificar su comporta-
miento quejándose a su vez: “Este no hacía otra cosa que
fastidiarme; me pro vo có ” . Y también ha br á que con solar a este
último: “No tienes suerte, es demasiado débil para ti; compren-
do que no sea divertido jugar con quienes no tengan la misma
fuerza que tú”.
En cuanto a las disputas en familia, cuando los niños violan
espacios personales: “Fulano viene a mi cuarto”, “Zutano toma
mis cosas”..., deben hacer reflexionar en las posibles medidas
p ara la defensa pasiv a de cada cual. Ya he habla do de esta
cuestión: que cada niño tenga en la casa un espacio propio, un
lugar donde pueda guardar sus objetos personales, una caja o
un arca que se pueda cerrar con llave o candado. A los padres
corresponde hacer eficaz la posible defensa pasiva. Si un chico
se presenta luego quejándose de que otro le invadió su lugar o
de que ha habido una razzia de sus bienes más preciosos, hay
que hacerle notar que eso ocurrió porque no utilizó los medios
que tenía a su disposición.
De una manera general, ¿no corre ningún peligro el chico que
es un correveidile?
70
El propio niño debe hacerse responsable / 71
tal hora harás esto otro; si todo sale bien, habrás terminado a
tal hora”. Y entonces se anotan esos horarios en un papel que
se deja cerca del chico. La mamá recordará las horas fijadas y
acudirá p ara controlar: “ A hora basta. Ya has trabajad o suficien-
temente con esta lección, pasa a la otra”. Si no se procede así
los alumnos se ven ahogados por el trabajo; los profesores
piden m uchas cosa s y nunca se term in aría con el prim er asunto
estudiado. Poco a poco, al cabo de algunas semanas, el niño
llegará a administrar bien su tiempo, a aprender lo esencial y a
dejar de lado lo que no lo es, porque también hay que saber
dónde detenerse. Entre la negligencia y el perfeccionismo se
trata de encontrar el justo medio, el de la eficacia suficiente.
78
¿Por qué la escuela tiene que ser tan triste? / 79
Sí, pe ro los padres... ¿Cómo pueden los pad res ayudar a sus
hijos? Porque no todo el mundo posee los medios de cambiar de
lugar, de liceo o de colegio. Además la madre se da muy bien
cuenta de que lo que mortifica a su hijo es, no tanto un pequeño
defecto de pronunciación, como lo que sucede alrededor de él.
Lo que puedo decir es que tal vez sea mejor que no interven-
ga la madre, pues me parece que protege demasiado a su hijo...
Correspondería más bien al padre...
80
Pero en este caso, ¿cree usted que los padres deberían ir a ver
a los profesores y hablar con ellos?
Pero todo esto me deja muy triste; quisiera que todos los
maestros y maestras que lean este libro aprovechen la lección de
lo que acabamos de decir y que nunca, nunca, un niño sea
humillado por ellos o por sus camaradas sabiéndolo los docen-
tes. Cuando los compañeros se burlan de un niño que se expre-
sa mal o que hizo mal un trabajo, el maestro de escuela tiene el
deb er de hacerlos c allar diciéndoles: “ Lo que hacéis no es
humano. ¿Cómo procedéis de esa manera? Parecéis monos en
una jaula”. Claro está que el maestro no debe conducirse como
el mono jefe de la jaula. La escuela está hecha para que el niño
se sienta en ella con confianza, aun cuando haga mal un deber
o cometa alguna tontería. Cuanto más se ayude a un niño a
superar sus dificultades, más obra de profesor y de educador se
hará.
Bueno, en todo caso, ése es el com entario que usted hace sobre
este testimonio relativo a las relaciones, o mejor dicho a la fa lt a
de relaciones, entre alumnos y docentes.
¿Lo extorsionan?
¿Por qué la escuela tiene que ser tan triste? / 83
“¡Claro está, son mujeres!” Lo digo porque cada vez que usted
habla de esta manera recibim os un alud de cartas: “Pero, ¿cómo?...
Entonces, porque somos mujeres, ¿no servimos para nada?”
86
¡Prepárate para el futur o! / 87
Claro está.
en este momento son los padres los que sufren y que él mismo
no sufre nada.
Habría otras soluciones: El maestro principal podría darle
lecciones una vez por semana y lo mismo podría hacer también
el segundo maestro principal, pues en ese grado habrá probable-
mente por lo menos dos. Cuando esté curado se lo podría
colocar como medio pupilo o pupilo en uno de esos colegios en
los que se recuperan clases atrasadas (esos colegios ayudan
mucho a los niños que están en esa edad difícil, en la cual
todavía tienen necesidad de que alguien se ocupe de la organi-
zación de su trabajo). De esta manera sufrirá menos por el
hecho de que sus padres, muy atareados, no puedan ocuparse
directamente de él y también sufrirá menos del hecho de que se
lo compare con su hermano menor, sobre todo, si es alumno
pupilo y él desea serlo.
Esta otra madre tiene tres hijos: un varón de doce años y dos
niñas de once años y nueve años y medio. Le hace a usted una
pintura de la fam ilia : el padre está físic am ente presente, pero no
parece darse cuenta de la presencia de sus hijos sino cuando éstos
lo molestan. Las relaciones son difíciles sobre todo entre el padre
y el hijo. Hasta ahora, la madre había ayudado siem pre a su hijo
en el trabajo escolar. Este año el niño está en sexto grado y ella
ya no se ocupa más de él. Esta señora escribe: “La consecuencia
94
Por otro lado, para él no es posible vivir en una casa donde hay
dos niñas menores que él. Tiene que vivir con muchachos; ¿por
qué no con esos scoutsl Durante las vacaciones tal vez podría
enviárselo tres meses a un barco de pesca que admita grumetes
o a orillas del mar para que viviera con una familia de pescado-
res. La madre tiene que buscar absolutamente algo por el estilo.
Y luego, durante el año, podría encontrar un colegio en una
región marítima e inscribirlo para practicar actividades marinas
los miércoles y los domingos. Ya no se ocuparía ella misma de
la escolaridad del hijo y éste sería feliz. Acaso de esta manera el
marido también sería menos sombrío, pues no la vería siempre
preocupada por ese hijo que, con el prete xto de la escola ridad,
acapara en realidad todos los pensamientos de la madre.
Por el momento, me parece que esta señora va descaminada.
Otras cartas nos dan ejemplos de varones que pasan por un
proceso de regresión, se hacen pasivos, no m anifie stan interés
por nada, porque la m am á quiere conservarlos para sí, se aflige
p o r cualq uie r cosa y en definitiva esos niños no viven su propia
vida.
98
¡Estoy hasta la coronilla! / 99
Entre muchas otras he elegido una carta que, según creo, las
resume admirablemente a todas. Esta corresponsal que es docen
te, escribe: “Tiene usted razón. No puede imaginarse cuán penoso
y frustr ante puede ser pa ra un pro feso r que ama su profesión y a
sus alumnos no poder a veces impartirles una verdadera educación
y darse cuenta de que esos niños no se desarrollarán, cualesquiera
sean los esfuerzos que haga el profesor... Pero vivimos en un
mundo concreto, con sus leyes, su vida cotidiana, sus ritmos. La
escolaridad hasta los dieciséis años fu e de todas manera s una gran
victoria popular, pues antes sólo la gente rica iba a la escuela...
Dice usted que sólo cuenta el saber; en términos absolutos tiene
usted razón, pero el hecho de que usted se pronunciara, como lo
hizo, contra esa escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años,
mo es hacerle un poco el jue go a todos aquellos que sólo desean
una cosa: tener mano de obra barata, ignorante y sin form ac ión
orecisa? Soy comunista y, por lo tanto, veo a muchos trabajado
res, a personas que han debido interrum pir sus estudios y trabajar
7 los dieciséis años, y cuántas veces esas personas me dicen: ‘Si
oudiera volver a empezar’, ‘Si hubiera podido’, ‘Si mis padres
hubieran querido’.” En realidad, esta corresponsal teme que quie
nes no hayan tenido estudios sean explotados después y lo
lamenten.
niños son realmente explotados por los artesanos que los em-
plean: algunos chicos ni se atreven a dejar el ta ller p ara asistir a
los cursos vespertinos; a otros se los hace trabajar diez horas
po r día. En tales condicio nes, esos pobre s niños viven una
situación que los agota y no les enseña ni el oficio que les
perm itiría adelantar ni a asum ir sus propia s re sp onsa bilid ades.
Algunos se hacen criticones; antes eran criticones de la escuela,
ahora lo son del oficio que se les enseña mal y de un modo de
vida que los aplasta por completo.
Lo que hay que hacer es dar al niño la conciencia del oficio
que practica y enseñarle que es honroso defender su salud; que
es honroso defender el contrato en los términos en que está
redactado y no dejarse usar por el patrón, así como otros se
dejan usar realmente por la escuela obligatoria, mientras perma-
necen sentados en sus bancos, masticando goma de mascar,
esperando a cum plir dieciséis años pa ra, p or fin, pod er m arch ar-
se; y, en efecto, abandonan la escuela después de haber perdido
cuatro años y haber soñado de tal manera con la libertad que
ya no obtendrán de ella ningún provecho.
pequeña particip ación de los padre s). Tal vez m uchas m unic ip a-
lidades podrían organizar este sistema entre los artesanos y
llamar en las escuelas a los jóvenes verdaderamente motivados;
en efecto, hay que comprobar si el deseo de esos jóvenes no es
imaginario, si están dispuestos a mantener la estabilidad, a
acudir regularmente a las horas fijadas, a seguir todas las indica-
ciones del artesano y no a hacer lo que se les ocurra a ellos; en
fin hay que saber si están dispuestos a ejecutar un trabajo serio.
Demasiados jóvenes llegan a los dieciséis años con deseos de
ganar dinero de cualquier manera, después de haber perdido su
tiempo en los bancos de la escuela; no encuentran trabajo
porque no se p repararon oportunam ente. A partir de los once o
doce años, las manos son hábiles e inteligentes y el espíritu del
muchacho tiene interés en un trabajo verdadero mientras mani-
pula con perfecció n las herram ie ntas que se le confían.
Esta es sólo una idea que propongo... Muchos dirán: “Es
utópica”. Pero creo que aquí hay un fermento de moralización
—en el verdadero sentido— del ser hum ano, es decir que aquí
entran en juego la responsabilidad y un saber sostenido por el
interés y el gusto, el gusto por un material frente al cual el niño
se muestra a la vez creador, disciplinado y productivo.
13. Los niños son alegres cuando el ambiente es alegre
(Métodos activos)
109
110
Y con éxito.
inspiró en sus ideas y creo que ahora en todas partes hay clases
activas.
Los padres que quieran saber si hay clases activas en el
sector en que viven pueden dirigirse al rectorado de la academia.
I )c todos m odo s, lo princ ipa l es en viar a los hijos a una escuela
Los niños son alegres cuando el ambiente es alegre / 111
Pero, ¿en casa qué hago? Voy a instruir a mis hijos, los voy
a iniciar en la cultura. Pues el método activo es una iniciación
en la cultura y la comunicación. Y precisamente la familia está
hecha para eso. Si la instrucción es impartida en la escuela por
un maestro, formado para impartirla de la manera en que él lo
hace, que la imparta así. ¿Por qué no? Pero todo lo que los
padres añadan es muy bueno para el niño, aun cuando los
padre s no pro cedan de la misma m anera en que pro cede el
m aestro. Si el niño no q uiere la lección pa terna y dice: “ ¡Ah,
no! No quiero hacer cálculos contigo de esta manera porque...”
¡Muy bien! Pero se pueden hacer muchas otras cosas con un
niño. Todo puede servir para concentrar la atención del chico,
para hacerle ejercitar la memoria: el ju ego de las siete familias,
el juego de la lotería, las historias que se cuentan y que se
ilustran... Existen muchísimos juegos que ayudan a formar el
espíritu y la inteligencia del niño, juegos que no es menester
escolarizar, pon er en un prog ram a. Simplemente se trata de vivir.
En el hogar, lo mismo que en la escuela, los niños están
alegres cuando el ambiente es alegre. Si los chicos no tienen una
112
jó venes les pasa algo que no puedo desig nar con otras pala bras
que con las de “sombrero de resorte”. Su psicología es como un
“sombrero de resorte”. De los seis a los once o doce años, todo
marcha bien, se desarrollan bien desde todos los puntos de
vista, parecen tranquilos, bien adaptados a la sociedad y de
conformidad con una marcha constante... Luego, de pronto,
muestran trastornos que en realidad son una especie de repeti-
ción de trastornos que padecieron cuando eran pequeños: esa es
la prepubertad. Por ejemplo, un niño que padecía de anorexia,
es decir que no podía tomar sus biberones cuando era pequeño,
al llegar la pubertad de pronto no quiere comer. ¡Eso no es
grave! H ay qu e decirle: “ ¡Ah, sí!, ya veo. H aces lo que hacías
cuando eras pequeño, y esto prueba que pronto crecerás mucho
o cambiarás mucho. También ocurre que de pronto, con sus
insomnios —porque cuando era pequeño tenía períodos de
insomnio—, un muchacho repita dificultades que tenía desde el
año a los tres años; y ese estado suele durar entre seis y nueve
meses. Hay que saberlo para no dramatizar las cosas.
De modo que si esta madre está preocupada y si ella y su
marido, desde el punto de vista pedagógico, no logran hacerle
admitir a la hija mayor una nueva escuela, tal vez sería intere-
sante que consultaran al centro medicopedagógico de su ciudad
para que éste prestara ayuda a la hija, que está creciendo y en
ple na transform ació n. ¡Tal vez! Pero prim ero que esperen a que
todos vuelvan a adaptarse al nuevo ambiente, puesto que con la
mudanza todo el mundo está perturbado. Si en el caso de la hija
mayor las dificultades se prolongan, habría que comenzar una
psic otera pia .
Es muy interesante.
Le hace a uste d dos pre guntas precisas: “En m i clase hay
alumnos que tienen más dificultades que otros”. Por ejemplo, hay
en la clase una muchacha que recientemente, al comenzar el año
escolar, perdió a alguien de su fa m ilia y hay también un varón
que, por su estatura y fue rza física — se trata de muchachos que
tienen entre trece y catorce años en esa clase —, es víctima de las
burlas y todas esas pequeñ as maldad es que se hacen en una clase...
Es cierto.
Esta pro feso ra escribe: “M e ocupé más de esa chica que de los
demás y advertí que sufría un proceso de regresión. Adopté con
ella una actitud de maternaje, pero la muchacha se encerró un
poco en esa fa cilid ad, en ese capullo de simpa tía que yo le
brindaba y su rendimiento escolar empeoró. En cambio, no presté
ayuda alguna al muchacho; tengo treinta y cinco años y él tiene
catorce; no quise que el jove n se refugiara en una especie de
empresa de seducción. Tam poco debe haber algo no claro, en lo
116
lis
Siempre son inteligentes en algo / 119
No
N o veveoo p u e s la r a z ó n de q u e se q u ie ra p o n e r a p a r t e a esta es ta
niña que para la maestra no está mal dotada... La madre no
pre
p recc isa
is a si la p e q u e ñ a tie ti e ne a m ig u ita
it a s y si lleva
lle va u n a v id a soci so cial
al
rica, porque se trata de una hija única que vive entre sus dos
pa
p a d re s ; tal
ta l ve
vez,
z, lo q u e le f a lta lt a es u n p o c o de v ida id a soci
so cial
al.. A caso
ca so
sea también una niña sensible, que se da cuenta de que la
directora la mira con malos ojos porque no es tan brillante
como desearía y de cuando en cuando no es muy amable o muy
gentil con esa directora. Es posible. De todas maneras, resulta
curioso que se dijera que la niña tenía perturbaciones de carác-
ter cuando en realidad nunca tuvo mal genio en la clase o en
familia, pues sólo parecía tenerlo frente a esa directora. En todo
caso, al principio era ciertamente una niña molesta por su vista;
un niño bizco está siempre incómodo porque a veces los otros
chicos lo rechazan. Pero después de la operación presenta una
sola desventaja: la de ver con sólo un ojo. Y con un ojo puede
de todas maneras seguir bien las clases. Esta circunstancia tal
vez la haya retrasado al principio. Pero puesto que las maestras
aseguran que hace esfuerzos y progresa regularmente y puesto
que los padres la ayudan, no veo por qué éstos deban preocu-
pars
pa rsee ta n to .
Me pregunto si la madre no debería ver a un psicoanalista
pa
p a ra t r a t a r de d e s d r a m a tiz
ti z a r u n p o c o la s itu
it u a c ió n , p o r q u e p a r a
l;i niña es malo encontrarse así entre una directora que la
detesta y una madre que se siente ofendida por eso. Hay esta-
blec
bl ecimim ient
ie ntos
os m e d ico
ic o p e d a g ó g ic o s ex
excecele
lent
ntes
es,, d o n d e loslo s n iño
iñ o s se
sienten muy felices. No sé. Además no es bueno dejar a un niño
en una escuela en la que será continuamente víctima de la
directora y con maestras que también ellas están en conflicto
c o n la directora.
l a madre
ma dre se queja sobre todo de que se haya n tenido en cuenta
muchas cosas,
cosas, especialmente
especia lmente aquellas sesiones de psicoterap
psicote rapia
ia que
que
Jala
Ja lann de dos
do s o tres
tr es años
añ os atrás.
atr ás.
I isas
sas sesiones
sesiones se realizaro n dem asiado tem pra no pa ra pod er
uvudar a la niña. Pero no sé por qué los padres las interrumpie-
124
Inte
In terr
rruu m p iero
ie ro n las sesi
se sion
ones
es p o rq u e la niña
niñ a no sop
so p orta
or taba
ba ver a
los otros en la sala de espera...
Lo
L o s pa
p a d res
re s de un varón
var ón de ocho
och o año
a ñoss que pad
pa d ece
ec e de ambli
am bliop
opía
ía...
...
... y es p a r cia
ci a lm e n te hem
he m iplé
ip léji
jico
co ( y de una niña
ni ña de seis
se is años
añ os
que no viene al casocaso aquí,
aquí, pue sto que no presenta ninguna deficien
cia)
cia) le aportan a us ted un testimon io sobre la la fa lta
lt a de toleranc
tolerancia,
ia,
po
p o r p a rte
rt e de la soci
so cied
ed a d y esp
es p ecia
ec ialm
lmenente
te d e l sist
si stee m a educat
edu cativo
ivo,,
respecto de niños con deficiencias o, como muchos prefieren lla
marlos, niños “que no son como los demás”. Estos padres se
encontraron frente a un problema: o bien mandar a su hijo a una
institución especializada — p ero er o ese
es e e stab
st ab leci
le cimm ien
ie n to esta
es taba
ba a m ás
de doscientos kilómetros del lugar en que vivían — o bien bien y eso
eso fu e
lo que hicieron, conservarlo en el seno seno de la la fa m ili a y enviarlo
enviarlo
a lala escuela “nor m al” al ”. Y este chico perd ió mucho mu cho tiempo. “El
pro
pr o b lem
le m a a l que
qu e rea
re a lm en te quie
qu iero
ro refe
re feri
rirm
rm e se sitú si túa
a en el nive
ni vell
de la aceptación de esos niños que no son como los otros; es
un problema relativo a la mentalidad de la gente, pues se trata
de hacer admitir el derecho que estos niños tienen a ser dife
rent
rentes.
es. E l sistema de educación
educación está planificado.
planificado. Los Lo s niños — cual cual
quiera sea su deficiencia, física, mental o de otra índole — que no
responden a los criterios de normalidad tienen mucha dificultad en
integrarse en el sistema. Ellos incomodan, por lo tanto se los
excluye.”
En todos los casos, tanto los ad ultos como los niños prefieren
ignorar a los chicos con deficiencias, ¿no?
2 Clases de poc os alumn os, sí, pero intensa vida familiar, soc ial, recreos
con todos. No se trata de separar a los menos dotados, a los deficientes y a
los niños con problemas de quienes se dice que “molestan” a los otros y a
quienes se rechaza en las escuelas (tanto del Estado como privadas) abiertas
a los demás.
Siempre son inteligentes en algo / 131
134
Estar muy do tado en el pla no escolar / 135
doce libros por mes a los once años; me parece que de todas
maneras es una cantidad notable. Los padres están sorprendidos
por la diferencia que hay entre el desarrollo físico y el desarrollo
intelectual de este niño que, por lo demás, sufre, sin razones
médicas, de dolores de cabeza desde los seis años, cuando ingresó
en el curso preparatorio. Es un alumno muy brillante. Pero, según
escribe la madre, tiene una letra espantosa, circunstancia que lo
mortifica mucho.
Sí. En los Estados Unidos hasta hay escuelas en las que está
prohib ido entr egar un deber escrito a mano: debe esta r escrito
a máquina. ¡Y eso es muy inteligente! No se trata de prohibir la
escritura manuscrita, pero sería bueno que se pudiese entregar
un deber escrito a máquina o bien escrito a mano; escribir a
máquina es una adquisición para toda la vida.
Para terminar con esta carta, diremos que, por otra parte, este
chico difícilmente hace amistad con sus compañeros de clase,
considera que sus condiscípulos son tontos, admite en su cuarto y
en sus juegos al hermano, pero rechaza a la hermana a la que
llama “chinche”. Por la noche hace mimos a la madre, pero no al
padre. La señora aclara que el padre a menud o debió ausentarse y
136
que los hijos sufrieron por esa ausencia. Ahora eso marcha un
poco mejor.
Estas dos cartas pla ntean en térm inos m uy generales, digamos,
el problema de los superdotados.
espe cialmente contra los niños que saltan grados. Y, sin rmhmifti,
cuando mi hija tenía ocho años me sentía con ella corno una
gallina que ha incubado un pato o más bien como una pala que lia
incubado un cisne, porque realm ente era de una prec ocid ad extraor
dinaria”. Para resumir rápidamente esta carta, diremos que se
trata de una niña que despertó muy temprano: a los seis meses,
salía sola de su cuna y apoyándose en los codos se llegaba hasta
la sala para estar con todo el mundo. A los nueve meses subía y
bajaba por la escalera sola y gateando sin rodar.
No, creo que han hech o muy bien, pues la chica se interesa
por to do. C uando un niño está adelantado en todo su desarro-
llo y no solamente en la inteligencia escolar, saltar cursos, en
casos excepcionales como éste, no acarrea inconvenientes. Hay
niños que necesitan absolutamente el ritmo de vida y de instruc-
ción de otros mayores que ellos. Pero aquí hay una condición:
su desarrollo debe ser homogéneo. Porque en efecto, vemos
niños muy agudos desde el punto de vista intelectual que no
saben vestirse solos, que no se ocupan de otra cosa que de su
vida imaginaria, que no saben desenvolverse ni en la realidad ni
en la sociedad. En verdad, están retrasados en el plano afectivo
y son niños muy pegados a su madre. Desde luego, que esos
niños no son superdotados, pues no tienen un desarrollo homo-
géneo. El niño superdotado es aquel que posee un temperamen-
to rico, que quiere de todo, como suele decirse, y que se protege
142
(Hijos y abuelos)
143
144
usted esta carta, que es de una madre: “Por fav or , ayúdem e usted
a negarle a mi madre que se lleve a mis hijos a su casa durante las
vacaciones”. Esta señora tiene un varón de once años y dos hijas
de diez y cinco años. En realidad, el problema se plantea y vuelve
a plantearse en las vacaciones. “M am á quiere que los niños pase n
las vacaciones en su casa. Como es viuda, ahora vive en una casa
de dos habitaciones, cómoda pero demasiado pequeña, desde lue
go, para recibir al mism o tiempo a hijos y nietos. Cuando la
visitamos, m i marido y y o dorm imo s en la sala y ella y los chicos
en la habitación de mamá. Esto ocurrió así durante muchos años.
Resu lta difíc il oponerse a la solución tan sencilla de hacer dorm ir
a uno de los niños con la abuela en su cama. ” De m anera que la
peque ña du erme con la abuela. “Ento nce s, gran feli cid ad para las
dos. Apenas se despierta, la pequeña monopoliza prácticamente a
su abuela que entra en el jue go : ‘Buenos días, señora, ¿cómo está
su hijo?’, etc. La s dos se encierran en el dormitorio para jugar,
cuando nosotros estamos allí... Debo decir que mi madre viene
regularmente varias veces po r año a casa para p erm itirnos salir de
viaje. Entonces nos presta servicios apreciables, a pesar de algu
nos inconvenientes, que consisten en que no sabe decir no a los
pequeños, que pro cura no contrariarlos para estar siem pre de
acuerdo con e llos y para no tener que oponer otra palabra a la de
los nietos. Así se pasan mirando televisión todas las noches,
cualquiera que sea el programa; las comidas se componen prácti
came nte sólo de postres, etc. M am á es m uy fe li z con sus nietos y
quisiera tenerlos con ella, en su casa, sin los padres, de vez en
cuando.”
Esta señora precisa más adelante que cuando los hijos iban
solos a la casa de la abuela, hace unos años, la abuela invitaba
también a las prim as (que tienen dieciséis, trece, doce y nueve
años). El hijo era a menudo el único varón en medio de todas esas
chicas. Hace varios años, suprimió esta clase de vacaciones, por lo
menos en lo tocante a l varón, “y con gran beneficio para éste”. Le
pide a uste d que la ayude a decir no a su madre. Pues es difícil de
explicar.
Mimar a los nietos no significa am arlos / 149
IM
(rata de la familia materna o paterna. Un niño se hace eco de lo
que sienten el padre o la madre.
Para un niño muy pequeño tal vez sea molesto verse educa-
do de una manera contradictoria, es decir, durante las vacacio-
nes o los fines de semana, por una abuela y el resto del tiempo
por sus padres. Pero esto no tiene la m enor im porta ncia en el
caso de un niño que ya pasó los tres años. Por el contrario, se
le puede decir: “Como ves, en casa de tu abuelo y tu abuela, las
cosas son diferentes. Se trata de otra generación. Si vas a su
casa, los que mandan son ellos, no nosotros. Tienen su propia
manera de educar a los niños. Por lo demás, así me educaron a
mí. Y si los amas mucho, llegarás a comprenderlos”.
A partir de los tres años, los niños a quienes se íes habla de
esta manera estarán siempre contentos de visitar a sus abuelos
—a m enos q ue éstos no sean realm ente per son as sádicas, o
verdugos o personas deprimidas, por supuesto— o a gentes que
están en edad de ser abuelos; pues los niños tienen necesidad de
personas que perte nezcan a la generació n anterior a la de sus
padre s. Les gusta oír h ab lar de la m anera en que sus padres
fueron educados. Esto les da, sobre todo cuando esa manera es
muy diferente, una posibilidad de distancia respecto del modo
en que ellos mismos son educados en la casa. También les
perm ite com prender a los com pañeritos cuyos padres obran de
modo diferente del de los suyos, de lo cual los pequeños se dan
perfecta cuenta , aunque sea sólo al salir del colegio.
Ahora bien, cuando padres y abuelos están juntos y se
pla nte an un proble m a sobre el niñ o, en lu gar de disputa r para
saber quién tiene razón —cuando los padres quieren obrar de
una manera y los abuelos de otra—, hay algo que se puede
hacer para ayudar al niño: si los abuelos son demasiado toleran-
tes en comparación con la educación de los padres, que la
madre o el padre (mejor la madre cuando se trata de sus
propio s padres y m ejo r el padre cuando se tra ta de los suyos)
diga al hijo: “Tienes mucha suerte de que tus abuelos estén hoy
aquí. Aprovecha la ocasión... Lo paso, porque quiero a mi
padre (o a mi m adre) y no dese o c on tra riarlo” . Si p or el
¿Quién tiene razón? / 153
contrario los abuelos son mucho más severos que los padres, se
le dirá al niño: “Ya ves de vez en cuando lo que significa ser
educado con severidad. Tal vez tus abuelos tengan razón. Yo
hago lo que me parece mejor y ellos hacen lo mismo. Pero
todos te queremos. Todos deseamos que llegues a ser un mucha-
cho (o una muchacha) excelente, tanto ellos como nosotros.
Pero, como ves, nosotros lo entendemos de otra manera. A ti te
corresponde llegar a ser alguien”.
Para volver a nuestra carta, creo que estos padres tuvieron
razón al pedir la opinión de su hijo. Que el niño vaya pues a
casa de sus abuelos maternos puesto que lo ha dicho. Y sobre
todo que no hagan un drama si ello lo fastidia terriblemente.
N ada de: “ Pobre querid o mío, vam os a consolarte” . No. El
niño tiene a esos abuelos, que son su linaje. Y en un linaje cada
cual tiene su carácter. La madre concibe la educación de mane-
ra diferente de la abuela. Y este chico a su vez educará a sus
hijos de manera diferente.
18. Todo trabajo merece salario
(Abuelos y padres)
Sí.
154
Todo trabajo merece salario / 155
En suma, nada preciso en todo esto; una atm ósfera confusa
que puede empero echar a perder la vida de esta fa m ilia durante
años; ¿no habría tal vez un medio de que se comunicaran mejor y
se comprendieran?
158
Apéndice / 159
2 Se sabe que en el mo me nto del con flicto que Freud llamó com plejo de
Edipo, el varón se imagina que si su padre ya no existiera, él mismo ocuparía
su lugar en el corazón y en la cama de la madre, a la que haría feliz; tendrían
bebés. Este es todo un conjunto de ensoñaciones que para el pequeño Edipo
son a la vez gozosas y culpables, puesto que implican la desaparición del
padre a quien ama; además el niño llegó a ser lo que es porque ese padre es
su amigo y su modelo. Cuando Paul era pequeño, su abuela era la amada y
el abuelo era el rival. Estas dos imágenes duplicaban las imágenes parentales.
Cuando'ocurre una desgracia (o algún hecho feliz), el niño puede imaginar
que se trata de la realización de sus fantasías. Es lo que nosotros llamamos
“pensamiento mágico”.
Apéndice / 171
sado con los padres sobre el niño. Este debe contar con la
autorización de los padres para decir al psicoterapeuta todo lo
que pasa en la casa y contarle su propia historia; a los padres
ha de aconsejárseles apremiantemente que no interroguen al
niño sobre lo que éste pueda haber dicho en psicoterapia. En el
caso en que el niño —aquí se trata de uno de ocho años— se
negara a someterse al tratamiento antes de haber experimenta-
do en qué consiste éste, no hay que forzarlo ni obligarlo; se le
pedirá que lo acom pañen su padre o su madre a las entrevistas
para que con la presencia de ellos se sienta tranquiliz ado;
únicamente se lo entrevistará a solas el día en que él mismo lo
decida.
¿En qué consiste el “apoyo” aportado por la psicoterapia?
Para el paciente, el campo de lo imaginario y el de la realidad
están casi por completo confundidos por el hecho de que el
sujeto puede expresarse cada vez menos. Su cuerpo es el lugar
donde se inscribe (en síntomas, inhibiciones, pánicos, fatigas,
tensiones) un lenguaje con el cual el sujeto no puede pensar ni
comunicarse consigo mismo, salvo a través de las imágenes de
pesadillas durante un sueño que ni siquiera está ya protegido:
esas imágenes lo despiertan y él no guarda recuerdo de ellas.
Ahora bien, a través de todo lo que el niño dice en la psicotera-
pia so bre sus dib ujo s, sus m odela dos o su vida, se perfila la
realidad alrededor de la cual lo imaginario construyó fantasías.
La presencia de un terapeuta que no emite juicio alguno sobre
el estado de impotencia a que ha llegado el niño, permite a éste
reconstruir, hablando, los lineamientos de la realidad. Ese testi-
go de sus palabras, ese testigo que lo escucha, le permite descu-
brirse en lo que vivió. El tera peuta invita al paciente a afrontar-
lo con palabras y establece puntos de referencia simbólicos,
gracias a un lazo de simpatía, que no está contaminado por la
angustia habitual que suscitan los allegados relacionados con el
sujeto por vínculos complejos, también para ellos, y continuos.
El terapeuta, en cambio, sólo se encuentra con el paciente breve
tiempo y de manera reiterada respondiendo a un convenio. Así
se elabora una relación diferente de todas las otras relaciones
172
4 Sin duda por asoc iación con la opera ción del abu elo, con el parlo
prematuro en el hospital de la hermanita (diferencia sexual).
176
No vale la pena extender más este docum ento de una psic ote -
rapia de niño. Paul hablaba y decía toda su verdad , 5
En el momento de comenzar las clases y después de haber
aprobado un examen, Paul fue readmitido en su escuela en el
grado superior. En efecto, durante las vacaciones había recupe-
rado el tiempo perdido. La maestra (otra) reunía todas las
cualidades: era bonita... explicaba bien. Paul obtenía buenas
notas, tanto en conducta como en aplicación.
Durante el primer trimestre continuaron algunas entrevistas
cada ocho días y luego cada quince días. Paul se entendía bien
con sus compañeros... tal vez les hablara de Frédo, el consuelo
de sus rabonas, que tal vez representara una escuela de terreno
vago... En las sesiones ya no volvió ha hablar de Frédo. Ahora
todo marchaba bien para él y en su familia. Los rápidos de ese
río que es la vida, que habían volcado su esquife y que casi
habían hecho que él se ahogara, habían pasado. La psicoterapia
duró cinco meses y alcanzó su meta: la restitución ad integrum
de un equilibrio alcanzado durante la primera infancia, consoli-
dado entre los cinco y ocho años, pero que en algunos meses
abuelos: (Vol. 1): 37, 55, 160. (Vol. artesanado: (Vol. 3): 106.
3): 143-157. autonomía: (Vol. 2): 66, 67. (Vol.
acostarse: (Vol. 1): 43, 76, 102, 172. 3): 71, 74.
(Vol. 3): 144, 148-149.
adopción: (Vol. 1): 84, 153.
besos: (Vol. 1): 126, 135.
agresividad: (Vol. 1): 186-188, 205,
bilingüismo: (Vol. 1): 143, 147. (Vol.
209.
3): 29-37.
agua: (Vol. 3): 25, 65.
burlas: (Vol. 1): 211.
alimentación: (Vol. 1): 117.
alumbramiento: (Vol. 1): 31. (Vol.
2 ): 11 . calumnias: (Vol. 2): 137.
amar: (Vol. 1): 68, 124, 135, 139, caprichos: (Vol. 1): 21, 42, 46, 74.
168, 202, 208. castigos: (Vol. 2): 56.
culpa de amar: (Vol. 2): 153, 164. celos: (Vol. 1): 27, 44, 61, 99, 211.
peligro de amar: (Vol. 2): 154-155. comer (no comer): (Vol. 2): 109.
ambliopía: (Vol. 3): 124. comer convenientemente: (Vol. 1):
angustias: (Vol. 1): 76, 80, 123, 141, 174.
162-165. complejo de Edipo: (Vol. 1): 184,
angustias nocturnas: (Vol. 1): 68, 193, 198, 200, 203. (V ol. 2): 142.
72, 160. comunicación: (Vol. 3): 101,
animales: (Vol. 1): 151. 115-117, 127, 151.
aprendizaje: (Vol. 3): 105. contradecir: (Vol. 2): 100.
179
180
deambular: (Vol. 2): 25. hab itació n: (V ol. 1): 34, 64. (V ol. 3):
dejar llorar: (Vol. 1): 160. 148.
deporte: (Vol. 3): 65. hablar al padre, a la madre, a los
desarrollo: (Vol. 2): 185. (Vol. 3): niños: (Vol. 2): 65, 116, 126.
49, 135. héroe: (Vol. 3): 38.
desnudez: (Vol. 2): 129. hijo “de viejos”: (Vol. 3): 15.
dibujo: (Vol. 1): 112, 131. hijo único: (Vol. 2): 74, 75. (Vol. 3):
dinero: (Vol. 2): 83. 13, 121.
Dios: (Vol. 1): 194. homosexualidad: (Vol. 2): 144.
divorcio: (Vol. í): 81. hospital: (Vol. 1): 155, 158.
humillar: (Vol. 1): 135, 211. (Vol.
3): 81.
educación (liberal): (Vol. 2): 65.
educación sexual: (Vol. 2): 117, identificación: (Vol. 2): 69.
121, 123, 125, 140, 142. imaginación, imaginario: (Vol. 1):
en broma, de verdad: (Vol. 2): 101, 152, 187. (V ol. 2): 89, 120. (Vol.
137. 3): 18, 38, 40.
enseñanza: (Vol. 3): 78, 109, 112. impertinencia: (Vol. 1): 177, 193.
enuresis: (Vol. 1): 71. (Vol. 3): 61.
esclavo/a: (Vol. 2): 70, inadaptado: (Vol. 2): 171.
escolaridad obligatoria: (Vol. 3): incesto: (Vol. 2): 18, 132, 140, 141,
104. 142, 143.
escuela: (Vol. 1): 22, 38, 57, 119. injusticia: (Vol. 1): 44.
(Vol. 3): 61, 78, 98, 109, 142, 159 inteligencia: (Vol. 3): 48, 118, 137.
sigs.
esparcimiento: (Vol. 1): 149. (Vol. juegos: (V ol. 1): 76, 153, 186. (V ol.
3): 43, 46, 47, 54, 94, 146. 3): 26.
espejo: (Vol. 3): 18. ju eg os sen soria les: (V ol. 2): 27.
exasperación: (Vol. 2): 59. juguete s: (V ol. 2): 92.
Indice analítico / 181