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Por todos estos motivos, parece eminentemente deseable dejar que Bakunin hable por
sí mismo. Pero publicar en inglés una selección amplia de sus obras habría
presentado insuperables dificultades. No menos de varios volúmenes son necesarios
para hacer justicia a la voluminosa producción de Bakunin. Dicho procedimiento era
claramente impracticable —por muy deseable que pudiera considerarse desde el punto
de vista puramente académico—, y sin duda habría retrasado durante décadas, si no
para siempre, la aparición de las obras de Bakunin en inglés. Por fortuna esas
dificultades quedan evitadas por la inteligente compilación y la presentación
sistemática de fragmentos de las obras de Bakunin realizada por G. P. Maximoff, e
incluida en este volumen. Aunque Bakunin nunca presentó sus ideas en forma tan
sistemática y lógicamente coherente, la ventaja de esta solución es obvia: se gana
mucho espacio sin perder ni la sustancia ni la fundamentación exhaustiva del
pensamiento de Bakunin. Creemos, por ello, que este trabajo presenta de un modo
adecuado el pensamiento de un importante pensador político del siglo XIX, y desde
luego de una de las tres o cuatro figuras principales en la historia del anarquismo
filosófico.
Pero hay todavía otra razón para considerar oportuna una publicación actual de los
escritos de Bakunin. El estado burocrático y centralizado crece por todas partes.
En la órbita soviética todas las libertades personales, que incluso en los períodos
más democráticos de esos países tuvieron una existencia muy tenue, están siendo
suprimidas más concienzudamente que nunca. En el mundo occidental, las libertades
políticas están sufriendo un ataque desde diversos puntos, y las masas —en vez de
vocear abiertamente su preocupación por esta tendencia— parecen hacerse cada día
más inertes, con gustos estereotipados, criterios estereotipados y, nos tememos,
emociones estereotipadas. El campo está abierto de par en par para demagogos y
charlatanes, y aunque pueda ser cierto todavía que resulta imposible engañar a
todos durante todo el tiempo, muchas personas han sido al parecer engañadas durante
un período muy largo. El estado cuartelario de Stalin, por una parte, y la
creciente apatía política de amplios sectores de las masas populares, por otra, han
proporcionado un nuevo ímpetu a algunos hombres de visión para reflexionar
nuevamente sobre algunos de los principios considerados habitualmente como
fundamento del pensamiento político occidental. El significado de la libertad, como
las formas y límites de la violencia política, son problemas que preocupan hoy a
tantos espíritus inteligentes como en los días de La Boétie, Diderot, Junius y
Bakunin. En una situación semejante, el hombre suele volver —en busca de
inspiración o confirmación para su pensamiento— sobre la obra de quienes han
luchado con problemas idénticos o similares. Las sorprendentes y a menudo
brillantes intuiciones de Bakunin presentadas en este volumen deben ser una
fructífera fuente de ideas nuevas para la aclaración de las grandes cuestiones que
rodean a los problemas de la libertad y el poder.
Bert F. Hoselitz
La Universidad de Chicago
Pero esta decisión no estaba solamente motivada por el ocaso progresivo y rápido de
sus facultades físicas. La visión política de Bakunin —que después se vería
confirmada tan a menudo por los acontecimientos— le convenció de que el nuevo
Imperio Alemán, tras la guerra franco-prusiana de 1870-71, había iniciado una época
histórica desastrosa para la evolución social de Europa, destinada a paralizar
durante muchos años todas las aspiraciones revolucionarias en torno a un
renacimiento de la sociedad en el espíritu del Socialismo.
«En cuanto a mí, viejo amigo, esta vez he abandonado yo también, definitivamente,
cualquier actividad práctica y me he retirado de toda conexión con compromisos
activos. En primer lugar, porque el tiempo presente es decisivamente poco
apropiado. El bismarckianismo, con su militarismo, su regla policíaca y su
monopolio financiero unificados en un sistema característico del nuevo estatismo,
está conquistando todo. Durante los diez o quince años próximos es posible que este
poderoso y científico desprecio hacia lo humano se mantenga victorioso. No quiero
decir que no pueda hacerse nada ahora, pero estas condiciones nuevas exigen nuevos
métodos y, principalmente, nueva sangre. Siento que ya no sirvo para las luchas
abiertas, y las he abandonado sin esperar a que un valiente Gil Blas me diga:
“¡Plus d'homélies, Monseigneur!” (¡No más sermones, Señor!)»
La capacidad adivinatoria de Bakunin estaba por entonces bastante más allá de las
aspiraciones revolucionarias generales del momento, como se observa en su carta de
abril de 1848 a P. M. Annenkov, y especialmente también en sus cartas a su amigo el
poeta alemán Georg Herwegh, escritas en agosto del mismo año. Y tuvo también
suficiente intuición política para observar que era preciso tener en cuenta las
condiciones existentes para abolir los mayores obstáculos antes de que la
revolución pudiera realizar sus metas más elevadas.
Tras doce años de cárceles y exilio, Bakunin logró escapar de Siberia y llegar a
Londres en diciembre de 1861, donde sus amigos Herzen y Ogarev le recibieron con
los brazos abiertos. Fue justamente entonces cuando comenzó a mitigarse la general
reacción europea que había seguido a los acontecimientos revolucionarios de 1848-
49. En la década de 1860 en muchas partes del continente aparecieron nuevas
tendencias y un espíritu nuevo que inspiró una esperanza renovada entre los
levantiscos cuya meta era la libertad humana. Los éxitos de Garibaldi y sus
valientes bandas en Sicilia y en la península italiana, la insurrección polaca de
1863-64, la creciente oposición en Francia al régimen de Napoleón III, el comienzo
de un movimiento laborista europeo, y la fundación de la Primera Internacional,
fueron signos portentosos de grandes cambios por venir. Todos esos acontecimientos
estimulantes hicieron creer a revolucionarios de diversas tendencias políticas que
estaba gestándose un nuevo 1848, e incluso historiadores de reputación se vieron
llevados a hacer predicciones similares. Fue una época de grandes esperanzas que,
sin embargo, sucumbió con la guerra de 1870-71, la derrota de la Comuna de París y
el fracaso de la Revolución española de 1873.
Esto ayuda a explicar por qué inmediatamente después de fugarse de los confines más
distantes de Alejandro II, Bakunin intentó reanudar su actividad donde la había
abandonado en 1849, anunciando que renovaba su lucha contra los despotismos ruso,
austríaco y prusiano pidiendo la unión de todos los pueblos eslavos sobre la base
de las comunas federadas y la propiedad común de la tierra.
Se comprenderá fácilmente, dado lo tempestuoso de esa vida, la razón por la que han
quedado en estado fragmentario la mayor parte de los escritos de Bakunin. La
publicación de sus obras escogidas no comenzó hasta diecinueve años después de su
muerte. Entonces, en 1895. P. V. Stock de París publicó el primer volumen de una
edición francesa a cargo de Max Nettlau. A ese volumen siguieron otros cinco,
también publicados por Stock pero al cuidado de James Guillaume, en el período que
va desde 1907 a 1913. La misma editorial anunció la publicación de obras
adicionales, pero se lo impidieron las condiciones derivadas de la Primera Guerra
Mundial. Sabemos que Guillaume preparaba un séptimo volumen para los impresores,
cuya aparición se preveía para después del Armisticio. Pero, desgraciadamente, no
ha aparecido todavía. Los seis volúmenes franceses aparecidos incluyen el texto de
numerosos manuscritos jamás impresos antes, así como obras publicadas en forma de
panfleto en fechas anteriores.
Los editores del periódico Der Syndikalist en Berlín publicaron tres volúmenes de
Bakunin en alemán durante el período 1921-24. A sugerencia mía, emprendieron la
tarea de producir dos nuevos volúmenes, con traducción y preparación de Max
Nettlau, que también había elegido los contenidos y cuidado los volúmenes segundo y
tercero de esta edición. Pero la dominación nazi impidió la publicación de estos