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HISTORIA NO REVELADA DEL CURADOR URBANO

(Agosto de 2007, Marzo de 2012)


COLEGIO NACIONAL DE CURADORES URBANOS
Farid Numa Hernández
Presidente
Con la celebración de los diez años de la Ley 388, evento organizado por el Colegio de
Curadores en la Quinta de San Pedro Alejandrino en la ciudad de Santa Marta en el
segundo semestre del año 2007, que contó con la participación del MINISTERIO DE
AMBIENTE VIVIENDA Y DESARROLLO TERRITORIAL con la presencia del Sr. Ministro de la
época, Dr. Juan Lozano y el Director de Vivienda y Desarrollo Territorial Dr. Ricardo Ferro y
la participación del Dr. Iván Darío Gómez Guzmán Director Nacional del IGAC, la Dra. Lida
Beatriz Salazar Moreno de la Súper Intendencia de Notariado y Registro, el Dr. Fernando
Rojas Rojas de la Secretaria Distrital de Planeación de Bogotá, la Dra. Gloria Nancy Jara
Beltrán directora distrital de impuestos de Bogotá, el Dr. Alejandro Sokolof Ex –
presidente de la SCA, el Dr. Sergio Mutis Caballero presidente de FEDELONJAS, el Dr.
Francisco José Infante Vergara Gobernador del departamento del Magdalena y el Alcalde
de la ciudad de Santa Marta, Dr. José Francisco Zúñiga Riasco, se logro un alto nivel
académico y de reflexión sobre el tema de las curadurías urbanas como una entidad que
encaja y coadyuva en la dinámica del sector de la construcción, en la agilización de los
trámites para la expedición de las licencias urbanísticas, con muchos valores agregados
para el beneficio de las ciudades donde existe la figura del curador urbano, tal como el
constituirse en un verdadero soporte en el tema del ordenamiento del territorio, en la
planificación y desarrollo de las ciudades, en preservar la memoria urbana y el patrimonio
histórico, artístico y cultural, en la sistematización y coordinación de toda la información
de las redes, inmuebles y estructura urbana de la ciudad construida y la ciudad propuesta,
para su desarrollo a mediano y largo plazo.
Realmente el balance de los 10 años, que se celebraban de la Ley 388 de 1997, y la
perspectiva de lo que debería ser el crecimiento de la figura del curador como soporte de
muchos de los objetivos de ella, fue altamente optimista, considerábamos que habíamos
sorteado el nacimiento de esta novedosa figura, que los sin sabores de los primeros años
habían quedado atrás y la sensatez y la experiencia adquirida serian un valioso recurso
para tener en cuenta, en la entrada en una nueva etapa de lo que debería ser la
coordinación institucional por parte del MINISTERIO con las administraciones municipales
y distritales, con las CAR, con los otros Ministerios, con todas las entidades que participan
en el proceso de ordenamiento y en particular con los curadores urbanos, directamente o
a través del Colegio, como el órgano representativo que canaliza las inquietudes
permanentes de los diversos municipios del País.
En los meses posteriores al evento de la celebración de los 10 años de la ley 388,
adelantamos importantes reuniones en mesas de trabajo para elaborar un borrador de un
proyecto de ley sobre el curador urbano, para presentar al Congreso de Colombia, el
Ministerio contrató a la facultad de derecho de la universidad Externado de Colombia para
que redactara el proyecto, el cual fue discutido y analizado por diversas entidades
relacionadas con el ordenamiento del territorio y el sector de la construcción, durante
más de 8 meses, lográndose una claridad meridiana sobre lo que debe ser el curador
urbano, su legislación particular, los procedimientos en la expedición de licencias, el
régimen de inhabilidades e incompatibilidades de acuerdo a lo preceptuado por la ley
colombiana, fue el documento más elaborado de iniciativa gubernamental conocido sobre
el curador, que lograba finalmente poner en orden lo que durante 15 años no se ha
conseguido, discutido y analizado ampliamente, con acuerdos entre los principales
actores, pero justamente cuando todos estábamos esperando la radicación del proyecto
acordado en el Congreso, este misteriosamente fue engavetado, se perdió en la bruma de
papeles de la burocracia, que le atraviesan obstáculos a esta joven figura del curador
urbano, para que no se pueda consolidar como un ente limpio e independiente de los
clientelismos y los avatares políticos de los distritos y municipios de Colombia. Muy
lamentable para todos, que adentro del ente rector de los curadores se hubiese archivado
un arduo trabajo que costo dinero, tiempo, dedicación intelectual y muchas horas de
estudio, investigaciones, reflexión y amplios foros y debates, cuyos resultados quedaron
en la nada.
En medio de esa incertidumbre y frustración por haber perdido una oportunidad más para
afianzar la figura y darle una seguridad jurídica a todos los actos que los curadores realizan
a diario y no estar sometidos al imperio del capricho de cualquiera que a bien tenga
cuestionar sus actos, por no existir una delimitación clara y precisa sobre las competencias
para vigilar y hacerle el seguimiento a estos particulares con funciones públicas, el Colegio
Nacional y los curadores en su totalidad se dedicaron a protegerse de los ataques y las
culpas que les endilgaban de todo lo que sucediera en sus respectivas ciudades; ya fuera
un deslizamiento de tierra, una inundación, la falla de una estructura de una edificación,
no importa que él no la hubiese aprobado, la perturbación de los vecinos por el desarrollo
de una obra, la congestión del tráfico, las humedades de aguas negras, grises y blanca, los
malos acabados, el montaje de negocios no autorizados, que según los vecinos no podrían
funcionar en ese barrio, los edificios demasiado altos, las construcciones antiestéticas (o
premios Atila), los altos costos de las licencias, incluyendo impuestos, estampillas,
expensas, IVA y demás tributos de cada localidad, la construcción ilegal de urbanizaciones
y obras terrenos no aptos para tal fin, la ocupación del espacio público por constructores y
vendedores ambulantes, el mal manejo de los escombros y residuos sólidos, la falta de
control urbano y el no cumplimiento del pago de los impuestos y parafiscales del
constructor con sus empleados y obreros de su empresa, en fin, los curadores urbanos
que nacieron hace 15 años, se constituyeron en los causantes de todos los males que
aquejan históricamente a la ciudad colombiana, desde aquella época del 20 de julio de
1810, cuando se creó la patria boba y los federalistas y centralistas se trenzaron a tiros
para resolver el tipo de gobierno, o mejor para ver a quien era más incompetente para
gobernar una república que aun no había nacido, y cuyo resultado estuvo adobado de
dolor, lagrimas y sangre; pero hoy la historia se repite, como diría un pensador: en forma
de comedia, para seguir eludiendo las causas primarias de los problemas, y nada mejor
que un curador, para cargarle la culpa de todo lo que ocurre en el territorio, hasta del
fenómeno de la niña que azota inclementemente el país.
Como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, fue necesario que otros se
percataran que en Colombia los trámites de licencias urbanísticas tenían una demora
inusitada ocasionada por la cantidad infinita de trámites para obtenerla, cerca de 63
trámites registró el periódico Ámbito Jurídico en una de sus ediciones, para señalar el
grado de tramitomanía existente en nuestro país, no sin antes advertir el Colegio que la
licencia concedida por el curador urbano es una más de esos 63 trámites que existían en
algunos casos, por lo cual la demora en la expedición final de una licencia podía alcanzar
hasta los 300 días y a veces más de acuerdo a la complejidad del trámite.
Ante este escenario poco halagador el Ministerio estableció un convenio con el Banco
Mundial por medio del IFC, para buscar reducir los tiempos en la expedición de licencias
urbanísticas y propender por la creación de las ventanillas únicas para la atención de los
ciudadanos que requiriesen dichos servicios y todos aquellos que tuviesen relación;
aprovechando esa coyuntura se decidió revisar y modificar el acuerdo 564 de 2007 para
ponerlo en consonancia con las nuevas necesidades y objetivos en las políticas del
gobierno; como metodología de discusión y participación de todos los actores que
concurren en los procesos de expedición de las licencias, se programaron talleres
regionales también con la presencia de los gremios de la construcción y los usuarios del
servicio; el primer taller se realizó en la ciudad de Medellín, seguido por el de Cartagena y
finalmente en la ciudad de Bogotá. La participación de los curadores urbanos y de los
profesionales que laboran en las curadurías fue nutrida por su asistencia, pero mucho más
importante por sus aportes teóricos, técnicos, jurídicos y procedimentales, tomados de la
experiencia directa de la prestación cotidiana del servicio; ante esa fortaleza cualitativa de
los curadores en los talleres, se solicitó por parte del Ministerio que solo se trataran los
temas de la agenda, siendo el principal de estos la reducción de los tiempos de los
trámites, porque “la modificación del decreto 564, solo tocaría esos aspectos”. El colegio
acogió como tantas veces lo ha hecho, y trazó esa directriz para no “entorpecer”, según
los coordinadores, el buen desarrollo de los talleres, por lo cual no abordamos en la
discusión temas importantes y álgidos del decreto 564, respetando lo acordado.
Pero para sorpresa de todos los curadores, los escépticos, los incrédulos y hasta los
creyentes de la buena fe, el decreto 564 fue revisado de cabo a rabo, “a nuestras
espaldas” como se acostumbra en este país. No hemos terminado de entender después
de casi 2 años de la vigencia del decreto 1469, porque se redactaron algunos artículos con
el único fin de “castigar” a los curadores en ejercicio, a los que han accedido por el mérito,
a los que han sido bien evaluados y en algunas ciudades a los más idóneos y conocedores
del tema del ordenamiento territorial. Estos interrogantes no son nuevos, desde el 30 de
abril de 2010 los venimos formulando, en un seminario organizado por la facultad de
derecho del Externado de Colombia, con la asistencia de más de 100 participantes de las
especializaciones de Derecho Urbano de las universidades Javeriana, Externado y del
Rosario, se hicieron serios cuestionamientos jurídicos y los representantes del Ministerio
no respondieron a que se debía la incoherencia y la incongruencia de muchas de las partes
del decreto 1469.
La Asamblea General del Colegio, aprobó por unanimidad demandar el decreto 1469 de
2010, en los artículos que le son mas lesivos a los curadores urbanos y donde se les trata
de manera inequitativa, por lo cual se radico una demanda ante el Consejo de Estado, la
cual ya fue admitida, pero el fallo, sabemos tarda años en producirse, ya tuvimos una
primera experiencia con el decreto 1543 de 2001, demandado por el Colegio, por motivos
similares y cuya sentencia se produjo en agosto de 2009, admitiendo las pretensiones de
la demanda, pero el decreto demandado ya había sido derogado, no obstante
conocedores de dicha sentencia los que redactaron el decreto 1469 volvieron a incorporar
esos aspectos.
Este mandato de la Asamblea General llevó a la Junta Directiva a realizar una minuciosa
consulta nacional, para lo cual se programaron juntas regionales siendo la primera en la
ciudad de Ibagué, seguida por la de Santa Marta, luego Cali y Medellín y finalmente en la
ciudad de Bogotá, para que asistieran los que por motivos de fuerza mayor no pudieron
estar en la reunión de su región, se logro la asistencia y participación activa del 95 % de los
curadores de todo el país, siendo unánime el respaldo a la decisión tomada por la
asamblea y a las políticas trazadas para la transparencia de la función pública del curador
urbano.
Pero el panorama de hoy sobre la figura del curador, presenta menos expectativas que en
el momento de su surgimiento, lo han logrado situar como carne de cañón, y otras veces
como el que todo lo puede, nada más alejado de la realidad y de lo que deseamos que sea
el curador, una figura que se proyecte como un verdadero soporte para los municipios y
distritos en los temas de Ordenamiento Territorial. La Ley 388 vista integralmente no se
ha desarrollado en el país, estamos bastante lejos de lograr los principios rectores de la
misma, de cristalizar los objetivos y lograr un verdadero Desarrollo Territorial, que
significa algo más que el ordenamiento físico, pues los POT deben ir de la mano de los
Planes de Desarrollo, de manera integral para que lo físico sea una resultante del
desarrollo económico, de la organización política administrativa, de los avances científicos
y tecnológicos y el fortalecimiento de las manifestaciones artísticas y culturales del pueblo
colombiano.
Comenzando el año 2012, a quince años de haberse establecido la figura del curador
urbano, el Colegio Nacional de Curadores Urbanos a servido como ente representativo de
las múltiples inquietudes que el ejercicio de la función ha demandado en estos arduos
años, ha soportado con estoicismo los ataques inclementes e injustificados que a diario se
producen contra los curadores en el ámbito nacional, pero se ha preocupado más porque
los curadores actuemos éticamente, hagamos las cosas bien, pues el paso del tiempo nos
dará la razón frente a los que quisieron por la vía fácil resolver la compleja problemática
urbana, descargando la responsabilidad sobre unas pocas cabezas. Lamentamos el estado
de incertidumbre que hoy existe en muchas ciudades de Colombia, vemos con
preocupación como la figura del curador poco a poco la van encajando en las prácticas
que él pretendía subsanar; el Ministerio con una posición contemporizadora le ha ido
entregando el manejo de la figura a los que pretenden detentar el poder sobre la ciudad
colombiana; no es casual que teniendo la posibilidad el gobierno central de hacer una
regulación clara, firme y transparente del curador, hubiese caído en la tentación de abrirle
la puerta a la incertidumbre y a los males más comunes de la época.
La Presidencia y la Junta Directiva del Colegio en múltiples escenarios planteó el sano
debate frente a esta situación, pero obtuvo como respuesta el señalamiento y las
afirmaciones que los curadores solo pensaban en su bienestar, que las actuaciones
incorrectas, de algunos, eran la constante de la práctica y el ejercicio de la función; y en
este punto debemos señalar claramente que el Colegio jamás podría patrocinar nada que
estuviese por fuera del marco de la Constitución y la Ley, que han sido muchas las veces
que advertimos que no aceptaríamos conductas ni prácticas incorrectas, que atentaran
contra el buen nombre de otro, con mayor razón si este era un colega, nuestro Código de
Ética, aprobado con la fundación del Colegio está vigente y no hemos declinado en
nuestros principios, antes ahora con más énfasis es necesario ponerlos al orden del día, en
épocas de turbulencia, crisis y decadencia es cuando más firmes debemos estar, porque
solo aquellos que mantengan una postura digna de respeto a los principios y a las buenas
costumbres pasaran a la historia.
Estábamos en estas reflexiones, cuando la tarde del sábado 17 de marzo de 2012, se
oscureció de repente, el calor y la alegría del trópico que se respiraba en el Puerto
Petrolero cesó abruptamente, la tristeza nos envolvió de repente, un amigo había caído,
con dos colegas más, cayeron como caen las hojas de los árboles centenarios, lentamente
despidiéndose del mundo, no sentimos su caída, ni su despedida, silenciosa y tranquila
como siempre lo fue nuestro amigo del alma CARLOS ALBERTO LARIOS, Curador único de
Barrancabermeja. Estos golpes son los que verdaderamente nos importan y nos duelen
pues es la vida que no regresa, solo quedan los recuerdos, el amor, la amistad, los abrazos
y las lágrimas que un día derramos por el amigo sincero. Por eso nos alejamos del felón y
el miserable que rumia su traición y muere en su bajeza.
Paz en la tumba de Carlos Alberto y de sus amigos de infortunio, que el barquero los lleve
a buen puerto.
Marzo de 2012

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