Está en la página 1de 511

Este libro es un proyecto compartido por

Fantasy Boy y Magela Book's.


Ninguna persona involucrada en su traducción recibe un
beneficio monetario por ello.
Si este libro llega a tu país o puedes obtenerlo en su idioma
original te invitamos a que apoyes al autor comprándolo, o
puedes dejar una reseña en Goodreads o tu blog para que más
personas conozcan su trabajo.
NO SUBAS ESTE LIBRO A WATTPAD, NI COMENTES QUE LO
LEISTE EN ESPAÑOL YA QUE ESTA ES UNA TRADUCCION NO
OFICIAL.
Créditos
Traducción: Corrección:
Flopy Adriana
Sam Leo
Lady Red Rose Leona
Leona

Revisión Final: Lectura final:


Leo Leona

Diseño:
Ariana
Sobre este libro Capítulo Diecisiete
Prefacio Capítulo Dieciocho
Dedicación Capítulo Diecinueve
Lista de reproducción Distorted Capítulo Veinte
Epígrafe Capítulo Veintiuno
Prólogo Capítulo Veintidós
Capítulo Uno Capítulo Veintitrés
Capítulo Dos Capítulo Veinticuatro
Capítulo Tres Capítulo Veinticinco
Capítulo Cuatro Capítulo Veintiséis
Capítulo Cinco Capítulo Veintisiete
Capítulo Seis Capítulo Veintiocho
Capítulo Siete Capítulo Veintinueve
Capítulo Ocho Capítulo Treinta
Capítulo Nueve Capítulo Treinta Y Uno
Capítulo Diez Capítulo Treinta Y Dos
Capítulo Once Capítulo Treinta Y Tres
Capítulo Doce Capítulo Treinta Y Cuatro
Capítulo Trece Capítulo Treinta Y Cinco
Capítulo Catorce Capítulo Treinta Y Seis
Capítulo Quince Epílogo
Capítulo Dieciséis Una nota del autor...
Esta es la Penitenciaría Alabaster...
A dónde te envían cuando el mundo piensa que estás muerto. Y créeme,
desearás estarlo.
Somos la mancha en la sociedad. Los monstruos, los escalofríos, tus
documentales favoritos de Netflix cobran vida.
Nos encierran y tiran la llave, porque nos la merecemos.
Pero no yo. Solo soy un humilde ladrón de bancos. No pertenezco aquí,
rodeado de psicópatas y asesinos sin remordimientos... Al menos, no creo que
lo haga.
Salir ileso es mi máxima prioridad. Desafortunadamente para mí y para mis
compañeros de prisión, los responsables son más peligrosos que nosotros.
Verá, los guardias dirigen el espectáculo, y parece que he llamado la atención
del más retorcido.
Tiene un nombre, pero bien podría ser Oficial. Nos movemos uno alrededor
del otro como un sol y una luna, girando en un eje de confusa lujuria y tormento
hasta que la verdad se distorsiona, y lo que una vez temí se convierte en lo que
anhelo; mi vil adicción, de alguna manera tan exquisita.
La realidad se deforma en la mazmorra y me quedo preguntándome
qué prisión es peor... la que sostiene mi cuerpo o mi mente.
*¡NO LEER NI PUBLICAR SPOILERS! Te ruego que pienses en tus
compañeros lectores, en tus reseñas, tus publicaciones... en todas partes.
Revelar giros en la trama es un movimiento de idiota. Y lo prometo, será
divertido ir a ciegas.

**Distorted es el primer libro de la serie Alabaster Penitentiary. Es un


romance completo de M / M, con HEA. Cada libro de esta serie es técnicamente
independiente, aunque están interconectados, por lo que se recomienda leerlos
en orden, ya que se harán referencias a esta historia en libros futuros.
¡Distorted está destinado a audiencias maduras y lectores de mente
abierta ÚNICAMENTE! Si prefiere la misma historia de siempre, este libro no
será para usted. Esta historia es oscura, probablemente más oscura para
algunos que para otros, así que proceda con precaución y, si se activa
fácilmente, manténgase alejado.
Has sido advertido.
Estás a punto de entrar voluntariamente en una prisión.
Por eso, no hace falta decir que este libro es oscuro, al igual que toda la serie.
Sigo siendo una gran defensora de que los conceptos oscuros y tabú sean
subjetivos. ¿Creo que este libro es extremadamente oscuro? No. ¿Creo que será
extremadamente oscuro para algunos lectores? Absolutamente.
Personalmente, me gusta pensar en esta serie como un romance al estilo de
Tarantino. Y si ese es el caso, entonces este libro es Pulp Fiction. Contiene un
tema que podría desencadenar a algunos, y aunque personalmente no creo que
sea tan malo, debo advertirle que proceda con precaución.
Este libro no es el típico romance y definitivamente no es una historia
promedio. La oscuridad es solo un aperitivo. Debes entrar en este libro con la
mente abierta y, si lo haces, serás recompensado.
Lo más importante, por favor… por favor, no lea ni publique spoilers.
Entenderás por qué me estoy volviendo loco con esto después de leer el libro.
Y te lo digo ahora mismo, leer spoilers arruinará tu experiencia de lectura, al
igual que compartir spoilers arruinará la experiencia de lectura para otros.
Incluso si eres alguien que afirma que los spoilers no afectan tu disfrute de la
historia, tengo que insistir en que no lo haga. Por favor, confíe en el autor sobre
esto.
Te ruego que seas cortés y respetuoso, en tus reseñas, tus publicaciones, en
los grupos de Facebook. Recuerda que un comentario deshonesto puede
arruinarlo todo para otra persona.
No seas ese tipo. La propaganda está aquí para guiarte sin revelar nada.
Fuera de eso, si quieres saber qué pasa tan mal, lee el maldito libro.
¿Alguna vez te he guiado mal antes? No respondas a eso;)
Este libro está dedicado a cualquier persona lo suficientemente
valiente como para aceptar sus problemas...
Lo suficientemente valiente como para bailar con sus demonios.
Aquí están las hermosas deformidades en todos nosotros .
TROLLZ (with Nicki Minaj)—6ix9ine

Never Satisfied—CORPSE
Machine Gun (F**k The NRA)—YUNGBLUD
LOCKED UPPT. 2—6ix9ine, Akon
Prison Bound—Social Distortion
Heathens—Twenty One Pilots
Take What You Want (feat. Ozzy Osbourne & Travis Scott)—Post Malone
Man in the Box (Live at Glasgow Barrowland)—Alice In Chains
body bag (feat. YUNGBLUD & Bert McCracken)—Machine Gun Kelly, Travis
Barker
Monster—Shawn Mendes & Justin Bieber
bloody valentine (Acoustic)—Machine Gun Kelly & Travis Barker
casual sabotage—YUNGBLUD
Paint It, Black—Ciara
Down In A Hole (Live at the Majestic Theatre)—Alice In Chains
Blood—In This Moment
Pain (Stripped Acoustic Version)—Three Days Grace
You Know What They Do To Guys Like Us in Prison—My Chemical Romance
Kill Somebody—YUNGBLUD
Tourniquet—Marilyn Manson
parents—YUNGBLUD
It Is What It Is—Mayday Parade
I Think I’m OKAY (with YUNGBLUD & Travis Barker)—Machine Gun Kelly
Freak On A Leash feat. Amy Lee—Korn
cotton candy—YUNGBLUD
Addicted (Acoustic)—Saving Abel
Prison Sex—TOOL
Little Lies—Fleetwood Mac
Give ‘Em Hell, Kid—My Chemical Romance
BITE—Troye Sivan
Wicked Game—Daisy Gray
Prison Song—KZXV
Mood—Fame on Fire
love song—YUNGBLUD
In The End (Mellen Gi Remix)—Tommee Profitt
weak when ur around—blackbear
Mother—Mindy Jones
Hold You Down feat. Chris Brown, Future, Jeremih—DJ Khaled
Every Time You Leave—I Prevail, Delaney Jane
Into It—Chase Atlantic
ice cream man—YUNGBLUD
Blurry—Don Vedda
BLUE—Troye Sivan, Alex Hope
Hurts So Good—Astrid S
Chills—Why Don’t We
Hold On, We’re Going Home—Pia Mia
11 Minutes (with Halsey, feat. Travis Barker)—YUNGBLUD
Mind Is A Prison—Alec Benjamin
Titanium—Madilyn Bailey
Colors (Stripped)—Halsey
Crimson and Clover—Heart
"Cuéntame cada cosa terrible que hayas hecho y déjame
amarte de todos modos".

—Sade Andria Zabala


War Songs
Puedes escapar de casi cualquier cosa... Cualquier cosa, menos de ti mismo.
Todas esas noches que soñé con liberarme, con salir, nunca supe que estaba
encerrado profundamente en los confines de mi propio yo. Rodeado de barras
de metal y sujetado con cadenas más fuertes que cualquier otra que pudiera
atarme físicamente.
Una enfermedad se parece mucho a una prisión, aunque te consume desde
adentro. Lo mismo puede decirse de la negación.
¿Cómo sigue revoloteando una mariposa en un frasco de vidrio?
¿Cómo canta un pájaro desde dentro de su jaula?
¿Me merecía todo lo que tenía viniendo a mí? Asumí que sí.
Y, sin embargo, nunca habría procesado nada de eso, si no me hubiera
despertado con los sonidos de la risa...
DASH
—Maldición, hombre. Le has dado demasiado fuerte.
—¿De qué hablas, imbécil? Apenas lo he tocado.
—Hombre, está fuera de combate.
Risas, con eco y extrañas. Desconocidas, aunque me recuerda a la escuela
secundaria, cuando los niños más grandes se burlaban de mí. Me quitaban los
libros de los brazos de un manotazo mientras caminaba hacia el cuarto período
de estudio.
Odiaba a los hijos de puta deportistas entonces, y estoy seguro de que no los
soporto ahora.
—Oh, mira. Se está despertando.
Mis párpados se abren, el resplandor de una enorme luz fluorescente sobre
mí me hace parpadear con fuerza. Me duele mucho el costado de la cabeza, que
irradia dolor por el cuello y el hombro derecho.
Al echar un vistazo a la sala, veo dos caras vagamente conocidas. Los que me
arrastraron a esta sucia habitación desde otra sucia habitación. Sí, ahora lo
recuerdo...
Y me golpearon en la cabeza por una razón que no recuerdo del todo, aunque
estoy seguro de que estaba justificada.
—Es un placer tenerte de vuelta con nosotros, cariño. —Uno de los imbéciles
me pone de pie, donde me tambaleo por un momento, notablemente más suelto
sin las cadenas—. Ahora, vamos a intentar esto de nuevo. Desnúdate y agáchate.
—Eres un marica, hombre. —se ríe el otro guardia.
—En tus sueños. —Me empuja el primero contra la pared mientras se dirige
a su compañero. Entonces sus ojos se dirigen de nuevo a mí.
—Mira hombre, este es el único momento en este lugar, en el que te
agacharás por decisión propia, así que, si yo fuera tú, lo disfrutaría.
Sé lo que está pasando. No soy estúpido, y por mucho que lo haya sentido
toda mi vida, no estoy loco. Sólo que no me apetecía mucho esta parte...
Me planteo volver a pelear, aunque la primera vez no me funcionó
precisamente bien. Además, he estado mirando las pistolas paralizantes en la
cadera izquierda de cada guardia, y las Glocks reales en la derecha. No estoy
seguro de por qué necesitan ambas, pero tengo la sensación de que, si no
coopero, lo descubriré antes de lo que me gustaría.
Vacilante, y lo suficientemente lento como para ganarme suspiros de
frustración y miradas de reojo de ambos guardias, me quito la camiseta por la
cabeza, me desabrocho los vaqueros y me deslizo fuera de ellos. Una vez en
calzoncillos, permanezco allí un momento, frunciendo el ceño lo mejor que
puedo.
Por desgracia, los guardias parecen aburridos y no les afecta en absoluto mi
mirada. Así que exhalo un largo suspiro y me bajo mis calzoncillos rosas
favoritos con conos de helado que me regaló Lola por mi cumpleaños. No es
exactamente mi elección ideal para vestir delante de estos tipos, pero no había
previsto que esto sucediera cuando me vestí ayer por la mañana.
—¡Whoaaa, mira esa polla! —Uno de los guardias grita mientras el otro
aplaude.
—¡Bravo, chico! Es una gran pitón.
¿Qué mierda? Levanto una ceja y los dos se echan a reír.
—Es una broma. —El de la izquierda cruza los brazos sobre el pecho—.
Hemos visto un trillón de pollas. La tuya no es especial, así que deja de actuar
como si esto fuera un striptease para nuestro beneficio. Esto es literalmente la
peor parte de mi trabajo.
Mis ojos se dirigen hacia el de la derecha cuando salta:
—Sí, cuando me gradué en el instituto mi orientador no mencionó que no ir
a la universidad supondría buscar drogas y armas en el recto como carrera. —
El otro guardia se ríe—. Por el amor de Dios, date la vuelta y agáchate de una
puta vez para que podamos acabar con esto.
Apretando los dientes, hago lo que me dicen, me giro lentamente y me agacho
por la cintura. Miro fijamente las grietas del hormigón para distraerme de los
pasos que hay detrás de mí. Y el chasquido de un guante de goma. Y la sensación
fría y sin lubricación de un dedo empujando dentro de mí.
Dios mío, esto es horrible.
Esa grieta recorre todo el camino hasta el suelo. Y mira, hay una cucaracha
muerta. Bien.
Después de lo que parece una hora agonizante de tanteo en busca de armas
que pudieran caber en mi culo, el único guardia suspira:
—Muy bien. Está limpio.
—Creo que lo has disfrutado demasiado. —se ríe el otro. No puedo decir si
me está hablando a mí o al que acaba de registrarme.
Debe ser a este último. Porque ha sido el momento menos agradable que he
vivido en mucho tiempo.
Uno de ellos abre un momento la pesada puerta de la habitación y toma algo
de alguien. Parece ser ropa.
Un mono. El tono de gris más desteñido que he visto nunca.
—Póntelo. —me lanza la ropa y la atrapo justo a tiempo.
Al examinar el mono en mis manos, no puedo evitar notar...
—¿No hay bóxers? —Mi barbilla se levanta en su dirección.
Uno de ellos se ríe mientras el otro sonríe.
—¿Va a ser demasiado incómodo para ti, princesa? —Abro la boca, pero él
sigue—: No te preocupes. No estamos aquí para satisfacer tus necesidades, y
seguro que nos importa una mierda si ir de comando te hace infeliz.
Parpadeo un par de veces antes de meterme en mi nuevo vestuario. La ropa
está muy almidonada y tengo que tirar del cordón de los pantalones casi hasta
el final para atarlos bien a la cintura.
—Estas cosas apestan. —gruño sin que nadie se dé cuenta, ni siquiera yo.
—Todo aquí apesta. —El guardia se agacha y vuelve a atar las esposas de
cadena alrededor de mis tobillos, luego me agarra con fuerza por las muñecas
y hace lo mismo, mientras su compañero abre la puerta y sale delante de mí. Me
tiende la mano ante un largo tramo de pasillo ominoso—: Bienvenido a la
penitenciaría de Alabastro.
Dash
1 semana antes...
Mi mente se siente como una estación de televisión, que es todo estática. Sin
programación.
Sin preocupaciones, sin pensamientos; nada en absoluto.
Sólo el vacío. Por ahora.
Esto es lo que me gusta. La tranquilidad. Cuando el ruido se acumula, me dan
ganas de hacer locuras sólo para silenciarlo.
El humo de mi cigarrillo se arremolina en el aire, dispersándose y
extendiéndose por la habitación. Hay una neblina, ya que Lola y yo estamos
fumando en este momento. Nos gusta fumar cada uno su propio cigarrillo
cuando terminamos de follar, y es porque no estamos juntos. No compartimos
un cigarrillo como un ritual tranquilo y reconfortante después del sexo, que nos
une mientras estamos desnudos y saciados en su pequeña cama. No somos ese
tipo de cosa.
No somos ningún tipo de cosa. Si comparto un culo con Lola, es antes de follar,
cuando estoy en mi frenesí y ella se prepara para tomar lo que le doy, para
librarme del ruido en mi cabeza. Pero después de que me corra, y nos hayamos
calmado, somos dos planetas individuales, girando en el espacio, sin que nada
nos una al otro.
Por eso me gusta Lola, no espera nada, no quiere nada. Y nada es lo que
obtendrá conmigo.
Vacío.
—Mi hermano quiere que le llames —habla por fin después de lo que parece
una eternidad en una mente apagada—. Dice que tiene algo para ti.
—Gracias.
Rodando fuera de la cama, voy por mis pantalones, vistiéndome
apresuradamente. Es el momento perfecto para llamar a Kent. Estaba a punto
de empezar a buscar mi próximo trabajo, de todos modos. Necesito más fondos,
ya que estoy ahorrando para una nueva vida y todo eso. Algún día me atreveré
a ir a otro sitio... A viajar.
Alejarme de ese detective del precinto sesenta y uno que la ha tomado
conmigo. Estoy bastante seguro de que me están siguiendo.
Por supuesto que sé cómo perder una cola1, no soy un aficionado. Pero sigue
siendo un inconveniente.
Mientras busco el pomo de la puerta de la habitación de Lola, su vocecita me
asalta la espalda.
—¿Quieres hacer algo este fin de semana?
La miro por encima del hombro. Está sentada en su cama, la sábana sólo le
cubre la parte inferior, con sus tetas a la vista. No son muy grandes, pero sí muy
bien formadas. Lola tiene veintiún años y su cuerpo tiene esa tersura juvenil,
aunque su piel pálida está salpicada a menudo de moretones. Ella hace cosas;
sé que las hace. Pero no pregunto.
Porque no me importa exactamente.
Se aparta un mechón de cabello negro azabache de la cara.
—¿Como pizza y películas?
Lo que sugiere es algo fuera de lo común para nosotros, y puede ser porque
últimamente he estado a la deriva. No a la deriva en ningún sitio en particular,
pero creo que la corriente de mis comportamientos me está alejando de Lola.
No sé si eso me molesta o no.
Disfruto de su compañía, sobre todo porque es desenvuelta y está dispuesta
a todo. No hace preguntas y me ayuda a calmar el ruido, lo cual es muy necesario
en esos días en los que vuelvo de un trabajo, desbocado por el miedo y la
adrenalina, requiriendo más atención de la que solo mi mano podría dar.
La última vez, no pude parar de reír; de forma maníaca, como si el Joker
hubiera esnifado gas de la risa. Se arrastró sobre mis caderas y se deslizó sobre
mí mientras presionaba sus pulgares en la posición perfecta sobre mi garganta.
Las estrellas estaban vivas, nadando en mi visión, como un caleidoscopio.
—No estoy seguro de si estaré por aquí este fin de semana. —respondo,
observando sus ojos azules en busca de una señal de que está decepcionada.

1
Perder una cola: escapar de alguien que te sigue.
No veo nada y, de nuevo, no estoy seguro de que esté decepcionada. Tampoco
estoy seguro de ser capaz de percibir esas cosas en otras personas.
—¿Vas a algún sitio? —Apaga su cigarrillo en el cenicero de la mesita de
noche.
—No. Pero si este trabajo de tu hermano resulta, estaré trabajando.
—¿Así que podrías estar por aquí?
—Siempre estoy por aquí...
—Bien. —Se tumba boca abajo y me hace un gesto con la mano.
Se acabó la conversación. Es hora de irse.
Salgo de su apartamento en menos de diez segundos y de su edificio en otros
diez. Mi hermoso bebé, Zadira, me mira desde la acera y casi sonrío.
El candy paint2 ha salido de maravilla. Apenas recuerdo cómo era antes de
que le diera el cambio de imagen.
Me subo a mi Audi R8 Spyder y me alejo, bajando a toda velocidad por las
calles laterales hasta Ocean Parkway, mientras digo gracias por ahora a Crown
Heights y cruzo de nuevo a mi territorio. Brooklyn ha sido mi hogar durante
toda mi vida.
No conozco ningún mundo fuera de Nueva York. Lo más lejos que he ido de
mi casa es a los Hamptons.
Sueño con huir a un clima cálido. Suele ocurrir después de una fuga
especialmente angustiosa, mientras estoy tumbado en cualquier lugar que me
mantenga seguro en mi aturdimiento posterior al orgasmo. Veo arena y sol,
aguas azules y claras y pájaros de colores. Bebidas gaseosas de color rosa con
paraguas.
Eso estaría bien.
Por fin vuelve a hacer calor en la ciudad después de un invierno traicionero.
Por primera vez en seis meses puedo salir a la calle sólo con una camiseta y
unos vaqueros.

2
Candy paint: Acabado automotriz. Consiste en una capa base (generalmente metálica, con escamas metálicas de
pequeñas a grandes), seguida del "candy", una capa transparente .
Hago una llamada con el Bluetooth y sólo medio timbre después, mi amigo
Kent está refunfuñando por los altavoces.
—¿Qué pasa, Reznikov? Pensé que no tendría noticias tuyas. —suena como
si estuviera comiendo, lo cual es asqueroso. Odio cuando la gente mastica en el
teléfono.
—Bueno, tendrías noticias mucho antes si me llamaras en lugar de transmitir
los mensajes a través de tu hermana. —Pongo los ojos en blanco, aunque los
únicos que pueden verme son los robots de la cámara de tráfico del semáforo
que me acabo de saltar.
—¿Qué puedo decir? Me conviene mantenerte en mi familia. —se ríe, y mis
dientes se aprietan. No soy de su familia y nunca lo seré. No me voy a casar con
su jodida hermana.
—Bien, vayamos al grano, idiota. Tienes algo para mí... —Exhala un sonido—
. En efecto, lo tengo. Mi primo, Ray... Ya lo conoces. En fin, conoce a un tipo que
puede meterte en el Municipal de Flatbush.
Un escalofrío palpable me recorre. Llevo tiempo esperando una entrada en
el Municipal. Su seguridad es ridícula y tienen un montón sin marcar a mano.
Ya conozco el trazado porque llevo casi toda la vida en la zona. Un par de
semanas de preparación y podría estar lo suficientemente listo como para
hacer esa escapada para la que he estado ahorrando.
—Pero hay una condición —dice la voz de Kent, y espero a que se explaye.
Esa suele ser siempre la condición—. Tiene que ser este fin de semana.
Estoy tan sorprendido que casi piso el freno por accidente.
—¿Qué? ¿Este fin de semana? Eso es como en cinco días. Maldición, no. No
soy un idiota.
No lo soy. Mi padre me enseñó a ser mejor que un ladrón de poca monta. Más
importante aún, me educó para seguir una regla por encima de todo:
No te dejes atrapar.
Sin suficiente tiempo de preparación, es casi una garantía de que esa regla se
romperá.
—Vamos, Dash. Eres un puto profesional —continúa Kent, como si los
halagos fueran a convencerme de hacerlo—. Sé a ciencia cierta que llevas años
explorando el municipio. No es que no conozcas ya el lugar lo suficientemente
bien.
—Eso no tiene nada que ver. —Enciendo los calentadores de mi asiento ya
que de repente estoy temblando—. No trabajo como un aficionado. Ya deberías
saberlo.
—Lo sé. Pero también sé que, a partir del viernes por la tarde, el Municipal
tendrá más billetes sin marcar que cualquier banco de la ciudad. —Se me hace
la boca agua—. Y el sábado por la tarde la mayor parte estará recogida, lo que
significa que sólo tienes un margen de unas dieciocho horas. Mi chico puede
hacerte entrar.
—El chico de Ray. —lo corrijo, asegurándome de que sabe que no puede
optar a ningún tipo de corte extravagante aquí. Se ríe.
—Sí, el chico de Ray. Entonces, ¿le digo que te apuntas?
Mi mirada se clava en las líneas amarillas que desaparecen bajo mi vehículo
mientras conduzco. No estoy seguro de que deba hacerlo. En realidad, estoy casi
explícitamente seguro de que no debería.
Mi padre me enseñó bien, y sé que, si estuviera aquí ahora mismo, me daría
una bofetada en la cabeza por haber escuchado siquiera a este "debil".
Eso es imbécil en ruso.
Giro a la derecha y doy la vuelta a mi manzana, arrastrando a Zadira por el
bordillo frente a mi casa. Apago el motor con una exhalación y le doy una
mirada.
Mi casa, que no se siente como tal desde que tenía quince años. Es una cámara
de tortura. Un cúmulo de calamidades y expectativas podridas de novecientos
cincuenta metros cuadrados.
Incomodidad. Desconfianza. Asco.
—¡¿Dash?! ¿Estás ahí, hombre? ¿Hola?
Parpadeo.
—Sí, te llamo luego. —Le cuelgo a Kent mientras sigue hablando y me obligo
a salir del coche. Cada paso que doy en la escalera es más pesado que el anterior,
y mi mano sigue temblando cuando abro la puerta principal. Siempre es así.
Odio este lugar. Me da miedo volver.
No tengo muchos amigos. Y los amigos que tengo son unos idiotas, como
Kent, siempre buscando sacar algo de mí. No puedo considerarlos mis amigos
ni nada por el estilo... Nada lo suficientemente sólido como para ir a dormir con
ellos.
La cosa es que tengo suficiente dinero para conseguir mi propio lugar. O
incluso para quedarme en un hotel... Me gustaría ganar más dinero para mi
estrategia de salida, pero tengo una parte decente ahorrada.
Y, sin embargo, no me atrevo a dejarla...
Es enfermizo, lo sé. No debería querer nada más que abandonarla, como hizo
papá. Pero no puedo hacerlo. No puedo, y eso me marea.
Al cruzar la puerta y entrar en la cocina, mis ojos se mueven para asegurarse
de que no se ha levantado. Rara vez se levanta. Nunca sale de su habitación, a
no ser que vaya a la cocina a servirse una bebida o a tomar algo ligero para
comer.
Me escabullo para que no tengamos que cruzarnos.
Caminando en silencio hacia mi habitación, paso por delante de la suya y me
estremezco. El tiempo se ralentiza mientras miro fijamente la madera,
pensando en lo que hay al otro lado.
Sacudiendo la cabeza, me obligo a moverme y entro en mi habitación,
cerrando la puerta tan suavemente como puedo detrás de mí, y cerrándola con
el candado que compré en la ferretería. Una vez que sé que nadie más puede
entrar, puedo respirar mejor. La niebla que rodea mi visión se aclara y noto que
mi ritmo cardíaco se estabiliza.
Debería ducharme, ya que huelo a sexo y a cigarrillos, pero suelo esperar
hasta la mitad de la noche para hacerlo, para asegurarme de que se haya
desmayado. En lugar de eso, me saco la camiseta por la cabeza y la tiro al suelo.
Al pasar por el espejo agrietado de la parte posterior de la puerta de mi armario,
mi reflejo me llama la atención.
Me paso los dedos por el cabello platino y me lo tiro brevemente. Mi cabello
es naturalmente rubio pálido, así que cambiarlo a este brillante color plateado
no fue difícil. Semanas después, no se ven las raíces. Me gusta.
No soy excesivamente vanidoso en muchos aspectos, pero cuando se trata de
mi cabello y de mis tatuajes, disfruto encajando las visiones que tengo de mí
mismo. No estoy muy seguro de lo que significa...
Estoy algo cansado.
Las ojeras son una prueba de ello. Ahora mismo no están mal, pero no
duermo mucho cuando no tengo proyectos en los que trabajar. Necesito
mantenerme ocupado. Es lo único que calma el ruido.
Bueno, eso y el sexo; alguna forma de orgasmo. No sé por qué soy así...
simplemente lo soy, y no tiene sentido analizarlo demasiado. Lo único que sé es
que debo pensar en un próximo movimiento pronto, o empezaré a dar vueltas.
No puedo volver a ponerme así...
Paso las horas dando vueltas por mi habitación, considerando si debería
aceptar el trabajo del primo de Kent. Es estúpido siquiera considerarlo, pero la
cantidad de dinero que podría ganar en quince minutos allí es casi irresistible.
Sacudiendo la cabeza, me tiro al suelo y empiezo a hacer flexiones. Me ayuda
a concentrarme. 1, 2, 3...
No tiene por qué ser este fin de semana. 8, 9, 10...
Llevo un tiempo esperando el Municipal, pero estoy seguro de que volverá a
surgir.
16, 17, 18...
He explorado algunos otros. Elegiré uno y será ese.
24, 25, 26...
Simple.
28. 29...
Seguro.
30.
—Una cosa segura, hijo de puta. —Exhalo con fuerza, levantando el torso
para poder aplaudir entre una y otra, perdiéndome en la cuenta hasta que he
hecho cien y me tiemblan los brazos.
Caigo boca abajo y me estiro, cerrando los ojos. Cientos de miles de dólares
pasan por mi mente.
No soy una persona codiciosa. La única razón por la que quiero el dinero es
porque no tengo otra forma de conseguirlo. Claro, trabajando en la tienda
podría pagar las facturas... apenas. Quiero decir, esto es la ciudad de Nueva York
después de todo. Es difícil encontrar un trabajo que te ayude a llegar a fin de
mes y ahorrar para una posible escapada.
Y no soy exactamente egoísta, simplemente no tengo a nadie en quien confíe
o que me importe lo suficiente como para compartir mis ganancias. Lola y yo
vamos a comer pizza de vez en cuando. A veces salgo a tomar algo con Kent y
sus estúpidos amigos.
Fuera de eso... estoy solo.
Mi mente instintivamente va hacia el pasillo... hacia mamá. Claro, si
finalmente me animo a salir, tendré que asegurarme de que alguien se ocupe de
ella. Pero ese es un dolor de cabeza en el que no tengo ganas de pensar ahora.
Miro el reloj de la mesita de noche y veo que son más de las doce de la noche,
lo que significa que puedo ir a ducharme. Se me revuelve el estómago. Creo que
pediré comida con Postmates y haré que me la entreguen en mi ventana de
nuevo, así no tengo que arriesgarme a que suene el timbre o a que el ruido en
la puerta principal llame la atención.
Tomo una muda de ropa y abro la puerta lo más silenciosamente posible,
pasando de puntillas por la habitación de mamá hasta el baño. En la ducha, lo
hago rápido, luego salgo y me visto, sentándome en el borde de la bañera
mientras pido mi hamburguesa de Wendy's.
Pero me quedo paralizado. Mi barbilla se levanta mientras miro fijamente la
puerta del baño.
Me pareció oír algo.
Conteniendo la respiración, espero. Tal vez era el ruido en mi cabeza... A
veces es difícil distinguirlo.
—¡Dascha! —Un fuerte lamento atraviesa mis tímpanos y me estremece.
Dejo caer el teléfono y me cubro la cabeza con los brazos—. Dascha, por favor,
cariño. Mamá te necesita.
—Vete a la mierda... —gruño contra mis rodillas, meciéndome de un lado a
otro. —Sólo déjame en paz.
—¡Dascha... por favor...!
—¡QUE TE JODAN! —rujo y se levanta de un salto, golpeando la puerta del
baño. Me dirijo a su puerta y la golpeo con mis puños cien veces mientras ella
grita mi nombre desde el interior de la habitación. Su voz me penetra en el
cráneo como una vena abierta. El ruido, ruido y ruido aumentan la presión
como una lata de refresco agitada a punto de estallar.
Dascha... Eres la estrella del baile de mamá.
No... por favor, no...
Finalmente, nuestro vecino del apartamento de arriba empieza a golpear el
suelo para hacerme callar, lo que consigue. Al menos, momentáneamente.
Me meto en mi habitación y doy un portazo tan fuerte que hace vibrar el
panel de yeso. Cierro el candado con rapidez y corro hacia mi cama, saltando y
tapándome los oídos con todas mis fuerzas.
Dascha, mamá te quiere...
Ya no necesitamos a papá, ¿verdad, malysh?
Las lágrimas caen de mis ojos.
No. Supongo que no lo necesitamos.
Cuando mis párpados se abren, la luz entra por las rendijas de las persianas.
Me pesa la cabeza por todo el estrés de la noche anterior... Los gritos y el
llanto. Me está pesando, estoy seguro. Si no me tiñera el cabello de blanco,
probablemente se volvería así por sí solo, aunque solo tengo veinticinco años y
todos en mi familia tienen un cabello notoriamente estupendo.
Parpadeando, me dirijo a mi armario y muevo la falsa pared, metiendo la
mano dentro. Tomo mi pequeña caja fuerte e introduzco la combinación, algo
que nadie adivinaría jamás, y la puerta se abre con un clic.
Saco mis pilas de dinero de una en una. No hay tanto como quisiera.
Trescientos cuarenta y dos mil.
No es suficiente para toda la vida. Si intento irme con este poco dinero,
acabaré haciendo más trabajos una vez que llegue a mi destino, lo que desvirtúa
el propósito de la jubilación.
Ok, piensa, Dash. Esto no es un gran problema. Termina de explorar las otras
ubicaciones, escoge una y haz tu jugada.
Suspiro y cierro los ojos. Sí, eso si puedo evitar al detective pene flácido.
Últimamente, él y sus hombres me siguen cada vez más. Odio mirar
constantemente por encima del hombro. Pronto descubrirán mis maniobras de
escape.
—Maldición... —Sé lo que tengo que hacer. Guardando todas mis cosas, voy a
mi teléfono.
Es arriesgado, pero Kent tenía algo de razón. Soy una leyenda en estos
lugares. Si alguien puede hacer esto, soy yo.
Hago la llamada y reanudo el ritmo de la noche anterior.
—Hijo de puta —se ríe Kent al teléfono—. Esperaba que entraras en razón.
Me froto las sienes con los dedos—. Sí, sí. Escucha, dile a Ray que primero
tengo que conocer a su chico, no trabajo con extraños.
—Por supuesto. ¿Crees que nací ayer?
—Y si voy a hacer esto en cuatro días, tendré que empezar ahora.
—¿El lugar habitual? —pregunta Kent, sonando como si ya se hubiera
levantado y movido.
—Dile que estaré allí en diez. —Me pongo las botas y hago una pausa—. Que
sean quince. Tengo que esquivar a alguien.
DASH
Día 1 adentro
Cuesta acostumbrarse a caminar con cadenas en los tobillos. Acabo
arrastrando los pies como un zombi mientras el guardia que hace unos minutos
estaba metido hasta los nudillos en mi culo me arrastra, jadeando y resoplando
porque estoy tardando demasiado.
El pasillo que recorremos es largo. Y oscuro.
Todo este lugar es bastante húmedo. No se parece a ninguna prisión en la que
haya estado antes. En realidad, nunca he estado en la cárcel, como recluso. Me
han arrestado, pero normalmente me retienen en la comisaría central durante
un día hasta que mi abogado me saca, porque no hay pruebas suficientes para
retenerme.
Eso no es lo que ha ocurrido esta vez.
Creo que hace casi cuarenta y ocho horas que me arrestaron. Ni siquiera
llegué a la central.
Me di cuenta de que algo turbio estaba pasando cuando mi abogado no
apareció. Y cuando me drogaron. Entonces me desperté con los ojos vendados,
en lo que parecía un barco o ferry.
—¿Dónde diablos estoy? —pregunto, aunque ya lo he preguntado cómo diez
veces, y nadie me dice nada más que el nombre de este maldito lugar.
Penitenciaría Alabaster.
Nunca he oído hablar de ella. Los lugares habituales son como Rikers, Tsing
Tsing... Ya sabes. Prisiones federales.
Este lugar me recuerda a un manicomio.
—Cállate. —responde el único guardia, abriendo una puerta tras otra.
Llevamos una eternidad caminando.
El vago aroma del océano es lo que también me hace creer que hemos
cruzado el agua para llegar aquí. El trayecto anterior, durante el cual me quedé
inconsciente, tuvo que durar al menos un par de horas. Ya estoy fuera de sí, y el
ambiente de este lugar lo empeora.
No me siento bien. Y no me gusta estar encerrado, me dan ganas de gritar.
Me lo trago mientras llegamos a una última puerta. Se abre y me empujan a
través de ella.
Está más oscuro, hay menos luces fluorescentes. Mis pies quieren detenerse
por lo que veo en el interior: una sola silla con un hombre sentado, de espaldas
a mí, rodeado por otros seis guardias en fila, uno al lado del otro. Todos llevan
uniforme, como los tipos que me trajeron aquí y todas sus caras están
inmóviles. Sin emociones.
Está demasiado oscuro para distinguir sus rasgos, pero tengo que señalar
que hay una mujer. Ella ciertamente sobresale entre todos estos tipos grandes.
No es baja ni mucho menos, pero sí más baja que el más bajo de los hombres.
Parece que tiene algún tipo de ascendencia asiática, con el pelo negro azabache
recogido en una coleta alta.
Sinceramente, creo que suponer que su feminidad podría ofrecerme el
consuelo necesario sería una tontería. Sólo con mirarla, me da más miedo que
cualquiera de estos tipos gigantes.
El guardia que me sujeta del brazo me empuja hacia delante mientras la
puerta que tenemos detrás se cierra de golpe. Entonces, los dos que me
acompañaban se colocan junto a los demás mientras el hombre sentado en la
silla se levanta lentamente.
—Dascha Reznikov. —habla, de espaldas a mí, mientras yo parpadeo,
observándolo.
Es alto, probablemente más alto que cualquier otra persona en esta sala. Tal
vez 1,85 o más. Y parece relativamente delgado, con un traje a medida de tres
piezas. Es extraño verlo, dado el lugar en el que estamos, pero en este hombre
parece funcionar. Aun así, parece que pertenece a Wall Street, no a esta sucia
habitación de una prisión en ruinas.
El hombre gira sobre sus talones y me dirige una sonrisa socarrona. Su cara
me resulta familiar. No sé cómo ni porqué, ni de dónde, pero hay algo en él...
Su cara es todo ángulos. Pómulos altos, mandíbula rígida, pero la parte que
más destaca es su pelo. Es blanco. Y no como el color plateado que tiño el mío.
El suyo es el blanco más blanco que he visto en el pelo de una persona. No
parece que sea por la edad, porque, aunque es obviamente mayor, no puede
tener más de cincuenta años. Y con los ojos oscuros como el carbón, parece un
brujo, o un fantasma o algo así.
—Manuel Blanco. —se presenta, con una voz suave y nítida. Puedo
visualizarlo saliendo de su boca, como una nube de humo—. Soy el Alcaide3.
Ah... El Alcaide. Espléndido.
Me indica la silla.
—Por favor, siéntese.
—Estoy bien. —gruño. Prefiero estar de pie e intentar alguna forma de
control que permitir lo que sea que esté planeando hacerme... En esta
habitación aislada, rodeada de músculos.
—No fue una petición. —insiste, en un sonido todavía tan melodioso, que
sería fácil no ver el mordisco que hay detrás
Pero no lo hago.
Sopesando mis opciones, decido ceder. Defenderme no me ha llevado a
ninguna parte, y además necesito ahorrar fuerzas.
Doy pequeños pasos, cuidando mis cadenas, hasta el centro de la sala y me
dejo caer en la silla, apoyando los codos en las rodillas mientras mis ojos
escudriñan la fila de agentes penitenciarios que tengo delante. Aparte de los dos
que me han estado arrastrando por todo el lugar, reconozco un par de caras de
cuando recién me trajeron. Este lugar parece ciertamente escaso de empleados,
otra cosa que me recuerda que esto no funciona como una prisión normal.
Al entrar, no he visto a las señoras de la recepción, ni a otros trabajadores...
Hasta ahora, sólo he visto a los guardias, como estas personas. ¿Ellos hacen todo
aquí? Debe haber al menos un conserje o un cocinero, ¿no?
Todos me miran con caras vacías, pero amenazantes.
—He oído hablar mucho de ti. —la voz del director llega desde mi derecha y
mis ojos se abren de golpe—. Por mis propias investigaciones, creo que te has
estado saliendo con la tuya durante bastante tiempo. Y, sin embargo, fue ayer
lo que sirvió de clavo final en tu ataúd. Te equivocaste de persona, Dascha. Y
ahora pagarás por tus crímenes.

3
Director de una cárcel o centro penitenciario
—Robé un puto banco —grazné, sosteniendo su oscura mirada—. No debo
estar aquí.
Los ojos del alcaide se estrechan hasta convertirse en rendijas mientras cruza
los brazos sobre el pecho.
—Al contrario, señor Reznikov. Creo que está exactamente donde debe estar.
Algo de lo que ha dicho me provoca un ardor que sube por la garganta, como
un reflujo ácido. Trago y sacudo la cabeza, mirando mis zapatos, sin cordones.
—Quiero hablar con mi abogado. —susurro, dando patadas a la nada en el
suelo. Me encantaría hacerme el duro en este momento, poner una fachada para
que no piensen que soy débil, pero estoy muy cansado. Las drogas que me
inyectaron en el camino me están afectando mucho.
El alcaide se desliza hasta situarse frente a mí.
—La penitenciaría Alabaster alberga a cien reclusos —habla con calma,
ignorando mi petición—. Eres el número 101. —Lo miro y la comisura de su
boca se tuerce—. Y soy responsable de todos ustedes. También de mis oficiales.
—Hace un gesto detrás de él—. Lo mejor es que piensen en mí como una especie
de guardián. Estoy aquí para vigilarlos a todos, Dascha. Pero no te equivoques,
la desobediencia no será tolerada. Estás aquí porque eres una amenaza para la
sociedad. Y en lugar de intentar la corrección en una institución federal, que te
permitiría oportunidades para una vida renovada en el exterior, has sido
enviado a mí. Estoy seguro de que puedes entender lo que esto significa...
Su voz se entrecorta mientras levanta una ceja opaca. Mi mente da vueltas a
sus palabras, buscando respuestas a mis muchas preguntas que podrían estar
escondidas en su fraseología de rompecabezas. Habla como si fuera de otra
época. No estoy seguro de haber oído nunca a nadie hablar como lo hace este
tipo... Dicción y pronunciación perfectas; sin acento, aunque por un nombre
como Manuel Blanco se podría suponer que es algún tipo de hispano.
Es obvio que es educado, lo que me hace preguntarme, más que nada, qué
hace dirigiendo un lugar como éste. ¿Por qué él?
—¿Entiendes por qué estás aquí, Dascha? —Se inclina un poco en la cintura
para mirarme fijamente—. ¿Realmente?
Mis pensamientos giran y se arremolinan, los recuerdos de ayer por la
mañana llegan a través de toda la niebla. Cierro los ojos y sacudo sutilmente la
cabeza.
—Yo... robé la Cooperativa de Crédito Municipal... —mi voz raspa. El silencio
circundante se siente espeso, estrangulador.
Al volver a abrir los ojos, miro al director. Me mira como si no entendiera lo
que estoy diciendo, y me recuerda a cuando era niño, a mi adolescencia; la gente
me miraba como si hablara otro idioma.
Deja de mirarme así...
Mi rodilla rebota, mis dedos se agitan en mi regazo. Tiro de mis cadenas y
éstas repiquetean, el sonido resuena en las paredes. De entre la barricada de
guardias que hay delante de mí, un único movimiento atrae mis ojos y se dirigen
a la derecha, al último hombre de la fila de cuerpos.
Es un tipo grande, alto y musculoso, quizá más que el resto, y visiblemente
cubierto de tatuajes. Pero lo que observo es su mano izquierda. Está golpeando
la punta del dedo medio y el pulgar juntos, lento pero preciso. Me distrae... me
hipnotiza.
Observo que tiene algo en la mano derecha, pero está demasiado oscuro para
distinguirlo. Parece un dispositivo de mano color negro... No es una pistola ni
una pistola eléctrica. Esos están en su funda, como el resto. Sin embargo, no
puedo concentrarme en lo que tiene en la mano porque el golpeteo de sus dedos
en la otra mano se sincroniza con el golpeteo de mi pulso.
Puedo oírlo. Como el agua que cae de un grifo que gotea.
El alcaide vuelve a hablar, pero su voz no me llega. Estoy demasiado ocupado
mirando los dedos del hombre.
Golpe...
Golpe...
Golpe...
Un carraspeo me saca de mi trance. Miro al director, que me mira perplejo.
Chasquea los dedos y asiente con la cabeza, a lo que el guardia tatuado se
adelanta. Al acercarse a mí, levanta el objeto que tiene en la mano para que
pueda verlo.
Oh, joder, no...
Me quedo con la boca abierta cuando el tipo se acerca, y pulsa el interruptor
de la rasuradora portátil, que empieza a zumbar.
—¿Es esto realmente necesario? —protesto, con los ojos rebotando entre el
guardia y el director. Ninguno de los dos reconoce mi evidente disgusto, el
oficial tatuado rodea mi cabeza con una mano grande
El oficial tatuado me rodea la nuca para mantenerme quieto mientras me
acerca la maquinilla al cuero cabelludo, sin perder tiempo en cortarme el pelo.
Veo cómo un mechón de cabello platino cae al suelo, casi gimiendo mientras
se agita a cámara lenta. Oh, hombre... Vamos.
—Verá, aquí tenemos que mantener las cosas por nosotros mismos, señor
Reznikov. —prosigue el alcaide mientras el gigantesco guardia imbécil procede
a raparme la cabeza.
Mi pelo... todo mi precioso pelo, cayendo sobre mi regazo y mis zapatos. Y yo
sólo tengo que sentarme aquí, encadenado, dejando que suceda.
Esto es tan jodido.
—Este lugar es mi responsabilidad, y confío a mis oficiales la supervisión de
todas las operaciones. Son una extensión de mí cuando no estoy. Pero hay una
cosa que me gustaría decirte, y quiero que me escuches. —Me toma de la
barbilla y me tira de la cara hasta que le miro, obligándome a dejar de ver cómo
desaparece todo mi pelo—. Estás aquí para quedarte. No te irás. Nunca.
Sus palabras son profundas y están poseídas por todas las emociones severas
que he escuchado o sentido.
—La Penitenciaría de Alabastro será tu hogar por el resto de tus días —
susurra, con sus dedos huesudos clavándose en mi mandíbula—. Dejaré que lo
asimiles.
Me suelta la cara y se endereza, tirando de las solapas de la chaqueta de su
traje. El zumbido en mi cráneo me pone la piel de gallina por todo el cuerpo, y
me doy cuenta de que se ha ido casi todo mi pelo por lo fría que tengo la cabeza.
Tiemblo, de miedo, de comprensión; de ambas cosas.
Estoy en prisión, para siempre. No voy a ir a ninguna parte.
Ningún abogado va a venir a salvarme. No hay llamadas telefónicas. No hay
visitas.
Dónde está este lugar y cómo está montado...
Aquí es donde envían a la gente a pudrirse.
—No merezco estar aquí... —Mi voz brota de entre mis labios temblorosos—
. No soy malo.
El hombro del alcaide se levanta en un leve encogimiento de hombros, como
si dijera: “oh, bueno”. El estómago se me revuelve en un nudo implacable
mientras me retuerzo las manos en el regazo una y otra vez, con la mirada fija
en el suelo.
Esto no puede estar pasando. No puedo estar aquí para siempre.
No puedo estar atrapado.
No. No, no, no... Déjenme salir.
Siento que mi cerebro entra en una espiral y aprieto los ojos, con la
respiración agitada. Intento acurrucarme en mí mismo, pero no funciona. Estoy
encadenado, tengo frío y estoy jodidamente atrapado.
De repente, la maquinilla se calla y unos dedos rozan la base de mi cuello.
Están calientes, presionando un poco en mi nuca. Respiro profundamente y
retengo la respiración.
—Dascha, no importa lo que digas —continúa el director mientras lucho por
mantener la compostura—. La has cagado. Y ahora has desaparecido.
¿Desaparecido?
Exhalando, sacudo la cabeza. Pero los dedos permanecen en posición
sujetándome por la nuca, casi como se sujeta a un gato.
Eso me congela. Me siento incómodo, y ni siquiera puedo prestar atención al
director porque este tipo grande que acaba de raparme la cabeza sigue
tocándome y es extrañamente tranquilizador. Es reconfortante y no me gusta.
Intento apartarme, pero la mano es tan grande y firme que no puedo escapar
de ella. Un dedo, probablemente el índice, recorre la base de mi cráneo. Tengo
un tatuaje ahí. ¿Puede verlo? ¿Por eso lo hace?
¿Importa? No quiero que este imbécil me toque. Jesús, acabo de llegar y ya he
tenido dedos en mi culo y un tipo grande tocando mi cuello. Esto no es lo que
quiero... No me gusta esto.
El director se inclina para inspeccionar mi nuevo corte de pelo y luego
levanta la mirada hacia el guardia que está detrás de mí y le hace un breve gesto
con la cabeza. Supongo que es en señal de aprobación, porque el guardia retira
su mano de mi cuello, aunque no sin antes pasar sus dedos por mi nuca.
Me deja con escalofríos y un nudo de asco en las tripas cuando se aleja y se
reúne con sus compañeros. Nuestras miradas se cruzan y su expresión oscura
es completamente ilegible. Lo único que puedo hacer es fruncir el ceño, aunque
es evidente que a él no le afecta. No me da ninguna reacción.
Mis labios se separan, como si estuviera a punto de echarle la bronca, de
echarles la bronca a todos, pero antes de que pueda siquiera considerar qué
decir, el director aplaude.
—Que el señor Reznikov se instale en su nuevo hogar —se desliza hacia la
puerta, pero se detiene antes de llegar, mirándome por última vez—. Ah, ¿y
Dash? Recuerda... estaré vigilando.
Sonríe, pero se va antes de que pueda procesar sus palabras. Tan pronto
como se ha ido, todos los guardias comienzan a moverse. Los dos que antes me
arrastraron hacia aquí desaparecen por la puerta por la que entramos mientras
dos nuevas personas me agarran; un chico de cabello rubio arenoso y la chica.
Cada uno de ellos me toma de un brazo y me obliga a ponerme en pie. Mis
ojos no pueden evitar mirar hacia el tipo tatuado que acaba de llevarse mi
hermoso cabello. Se aleja sin decir nada, saliendo por otra puerta, y mi
mandíbula se aprieta.
Creo que he encontrado un nuevo enemigo. Tengo mucha rabia y agresividad
acumuladas en mis músculos ahora mismo -estar encadenado no ayuda- y,
como no soy de los que se odian a sí mismos, necesito culpar a alguien más.
Creo que ese gran imbécil me servirá.
Antes de que pueda pensarlo demasiado, los guardias me arrastran hasta la
puerta opuesta.
—Vamos, 101. —dice la agente, con una voz áspera y a la vez suave, como la
de una cantante de salón.
—Es hora de conocer a tu nuevo compañero de piso. —se ríe el tipo.
Me quedo boquiabierto.
—¿Qué significa eso?
Por supuesto, no me contestan. Se limitan a llevarme de un lado a otro, por
largos pasillos y a través de gigantescas y pesadas puertas de metal, que
siempre parecen abrirse justo cuando las necesitamos. Mirando al techo, me fijo
en las cámaras.
Tal vez a eso se refería Blanco cuando dijo que estaría vigilando. Supongo que
observan todo lo que sucede. Así que debe haber más gente trabajando aquí de la
que veo. ¿Más guardias entre bastidores?
Casi parece extraño que este edificio tenga un servidor en funcionamiento
para operar las cámaras de seguridad. Es tan desagradable. Todo el lugar es de
hormigón por todas partes, rayas blancas que gotean de las esquinas de lo que
parecen fugas de agua, grietas en las paredes y los suelos, moho negro. Parece
totalmente inseguro. Y como está claramente alejado del resto de la civilización,
me pregunto si el público en general sabe siquiera que la Penitenciaría de
Alabastro existe.
Tengo que asumir que no, ya que definitivamente nunca había oído hablar de
ella antes de llegar.
La última puerta que atravesamos nos lleva a las celdas. Tienen un aspecto
totalmente anticuado, como cabría esperar, a juego con el ambiente de este
lugar. Rejas metálicas en abundancia.
Mientras camino por el pasillo, mi cabeza se balancea de un lado a otro,
asimilándolo. Los prisioneros están a la vista, sin ninguna privacidad. La
mayoría están tumbados en sus literas, mirando a la nada. Algunos conversan
entre sí, pero todos parecen callarse cuando paso. Las cabezas se giran en mi
dirección y oigo gritos procedentes de las celdas por las que ya he pasado.
—¡Eh, Joy! ¿Quién es el nuevo, cariño?
—¿Ya lo han reclamado?
—Rook... ¿Vas a venir más tarde?
Mi cabeza gira para mirar por encima de mi hombro, pero la guardia
femenina ladra:
—Ojos al frente. —Soy testigo de cómo mira al tipo que sostiene mi lado
derecho, sus labios se curvan—. ¿De verdad, Rook? ¿Ren? ¿Crees que es una
buena idea?
El tipo de la guardia, que deduzco que se llama Rook, pone los ojos en blanco.
—No voy a aceptar críticas de ti, o de cualquier otra persona.
—No estoy criticando. Sólo busco algunos detalles. —se ríe la chica.
Los ojos de Rook se dirigen a mí brevemente.
—Joy, ahora no.
—Lo siento, chico. —Su sonrisa se amplía y no puedo evitar fijarme en lo
blancos y rectos que son sus dientes. Tiene una gran sonrisa, algo que no se
podría suponer al ver lo aterradora que puede ser. Pero luego desaparece
cuando su mirada se posa en mí, y gruñe una vez más—: He dicho, ojos al frente.
Llegamos a la última celda del final y la chica, Joy, abre la puerta, que
casualmente se desbloquea cuando pone la mano en el pestillo. Es muy extraño.
Vuelvo a mirar al techo y entrecierro los ojos hacia la cámara.
—Luth, atención. Tienes un nuevo compañero de habitación. —dice Rook,
molestando al cuerpo que yace en la litera superior, que parece haber estado
durmiendo.
—Trata de no aburrirlo como al anterior. —canturrea Joy, aunque hay un
poco de humor en su tono
—Yo diría que debería agradecer que no lo hayan puesto con Ren o Kieran.
—responde el prisionero, saltando de la litera.
Me mira mientras los guardias me desencadenan las muñecas y los tobillos.
Yo hago lo mismo. Tiene la cabeza afeitada, como yo ahora, lo que supongo que
debe ser una norma del alcaide. Algún tipo de movimiento de poder, para
mantenernos a todos a raya. Uniforme.
Sin decir nada, los guardias toman mis cadenas y salen de la celda, cerrando
las puertas tras ellos.
Mi ceño se frunce.
—Espera, ¿eso es todo? ¿No me dan algunas provisiones o algo así? Una
almohada, un cepillo de dientes... ¿Jabón?
Los dos guardias se ríen para sí mismos, sacudiendo la cabeza mientras se
alejan de nosotros, dejándome con mi nuevo compañero de celda y todas mis
preguntas. Oigo voces que les gritan cosas desde otras celdas. En realidad,
parece que se han parado a hablar con otro preso.
—Hermano, no sé en qué tipo de cárceles de lujo tipo resort has estado antes,
pero tienes que deshacerte de todas esas expectativas —dice mi compañero de
celda, y lo miro—. En serio, ese es el mejor consejo para el primer día que puedo
darte. Si estás esperando que alguien venga por ti, no lo hagas. Si crees que
alguien de aquí te va a dar algo para que tu estancia sea más cómoda, no
aguantes la respiración. Esto no es una prisión... Esto es la Penitenciaría de
Alabastro.
Me agarro las muñecas, frotando algo de sensación en ellas mientras estudio
al tipo por un momento, tanteándolo para ver cómo puedo sobrevivir
compartiendo una celda con él. Parece bastante normal, aunque eso no significa
nada. Más o menos de mi altura, un poco más delgado, sin tatuajes visibles.
No sé si puedo confiar en él.
—Soy Dash, por cierto. —Le tiendo la mano y él la estrecha sin dudarlo.
—¡Oh, mierda! Eres el ladrón de bancos. —Esboza una sonrisa—. Hemos oído
que ibas a venir. Eres un poco famoso en el exterior, ¿eh?
—No sé nada de eso —me doy la vuelta para ver la celda. Son tres paredes de
hormigón sin ventanas, barrotes a modo de puerta, una litera, un fregadero de
mala muerte y un inodoro plateado. Eso es todo—. ¿Tienes un nombre?
—Sí, lo siento. Soy Lexington, o Lex, recluso 25. Pero todos aquí me llaman
Luthor.
Lo miro, registrando lo que está diciendo.
—Correcto, Lex Luthor. —No puedo evitar sonreír. Lo entiendo
perfectamente.
Definitivamente se parece al villano de Superman.
—¿Eres inteligente o algo así? —Se ríe a carcajadas—. O algo así.
Su sonrisa me dice que no va a revelar lo que hizo para entrar aquí. Al menos
no de inmediato, lo que me pone en desventaja ya que aparentemente todo el
mundo ya sabe lo que hice.
—¿Sabes dónde estamos? Como, por ejemplo, ¿dónde se encuentra este
lugar? —le pregunto, golpeando el colchón de la litera de abajo. Está duro como
una piedra. Genial.
—Estamos en una isla. A unos quince kilómetros de la costa de Nueva York
—me dice, apoyándose en la pared y cruzando los brazos sobre el pecho—. La
penitenciaría de Alabastro se mantiene en secreto para el público en general.
Es un último recurso financiado por el gobierno. Aquí es donde envían a los
criminales que quieren asegurarse de que nunca salgan.
Trago con fuerza sobre mi garganta seca.
—Qué bien. Entonces, ¿ya no tenemos derechos?
Sacude la cabeza.
—Este lugar está técnicamente fuera de suelo estadounidense, en
jurisdicción internacional. Está completamente jodido.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí?
Luthor se encoge de hombros.
—Según mis cuentas, unos cinco años.
—Jesús... —Respiro, restregándome una mano por la cara—. No pertenezco
aquí, he robado un puto banco, hombre. No soy... no he...
Un grito me atraviesa el cerebro y me estremezco, cerrando los ojos con
fuerza. Me llevo la mano al pelo para tirar de él, pero no está ahí. Ya no está.
—Oye... no pienses en ello. —dice Luthor, su mano aparece en mi hombro.
Me sobresalto y abro los ojos de golpe mientras doy un paso atrás. Esta gente
tiene que dejar de tocarme. Él levanta las manos en señal de defensa y se ríe—
: Lo siento, hombre. No estaba intentando tocarte.
Le dirijo una mirada escéptica.
—Esa guardia... ¿es la única mujer aquí?
Su sonrisa se vuelve perversa.
—Joy Jameson. Sí, y créeme, es más dura que la mayoría de los hombres. En
este lugar, hay que tener cuidado con ellos más que con nosotros.
—¿Te refieres a los oficiales?
—Sí. No hay muchas reglas para mantenerlos a raya. Dirigen este lugar para
el director, que no está muy presente.
—¿Con qué frecuencia lo ves?
—Raramente. Tal vez una vez al mes. Deja que los C.O. hagan lo que quieran.
Tiene su propia mierda, creo.
Hago una pausa.
—¿Qué quieres decir con eso?
Me empuja y se sienta en mi cama. Tomo asiento junto a él, asegurándome de
mantener suficiente distancia entre nosotros, ya que todavía no confío en este
tipo. O en nadie, en realidad.
—La penitenciaría Alabastro se encuentra en una isla, ¿verdad? —Me
explica—. Bueno, los oficiales no pueden viajar aquí todos los días. Así que en
su lugar viven en la mansión del Alcaide, al otro lado de la isla de Alabastro.
Mis ojos se abren de par en par. ¿Qué mierda?
—Sí —suelta una carcajada—. Ninguno de nosotros la ha visto nunca,
obviamente. Pero he oído decir a algunos oficiales que el alcaide tiene una
gigantesca mansión en la costa opuesta. Probablemente a un par de kilómetros
de la prisión. Tiene su ala separada y les da rienda suelta en su lado.
Esto es mucha información para asimilar de una vez. Y todavía no le he
preguntado cuándo comemos, si podemos salir al exterior... Si alguna vez
tendré calzoncillos.
Vuelvo a echar un vistazo a la celda.
—Este lugar es desagradable.
Asiente con la cabeza:
—Sí, y cada vez es peor. El edificio se está cayendo a pedazos, y me he
enterado por los rumores de que realmente no hay financiación. La comida es
una mierda, la electricidad se va todo el tiempo... —Se me iluminan los ojos.
Pero antes de que pueda expresarlo, me calla—. No afecta a las cerraduras ni a
las cámaras, así que ni siquiera vayas por ahí. El servidor está en una fuente de
alimentación separada.
—Maldita sea, hombre. Esto apesta. —Me tumbo de espaldas.
—Sí, y será mejor que te acostumbres, novato. Escucha, probablemente soy
el mejor compañero de celda que podrías pedir aquí. Soy limpio y tranquilo. Soy
reservado y no tengo visitas que van y vienen cada hora como Ren. —Lo miro y
enarco la ceja. Ya es la tercera vez que escucho ese nombre—. Todo lo que pido
es que aceptes la naturaleza de nuestra situación. Mi último compañero de
celda... Bueno, digamos que le costó adaptarse a sus circunstancias. Empezó a
volvernos locos a mí y a los demás con sus incesantes lloriqueos. Era
demasiado, créeme, no quieres ser ese tipo.
Mi estómago se revuelve un poco mientras pregunto:
—¿Qué le pasó?
Luthor me mira fijamente durante un momento, con una expresión solemne
cruzando su rostro, sus ojos verde pálido oscureciéndose significativamente.
Sin decir nada, se levanta de mi cama y sube a la suya.
El silencio ensordecedor se prolonga en nuestra celda durante varios
minutos antes de que vuelva a hablar.
—Descansa un poco. Comeremos dentro de un rato —su tono es serio,
incluso cauteloso—. Puedes usar mi cepillo de dientes hasta que averigüemos
cómo conseguirte uno propio.
Me hundo en mi áspera manta y pienso en el hecho de que ahora existo en un
lugar donde ni siquiera puedo tener mi propio puto cepillo de dientes.
DASH
Hace 3 días...
Mis rituales para el día antes de un trabajo son casi más tentadores que el
propio trabajo.
Dije casi.
La noche anterior, siempre voy a mi restaurante favorito y me atiborro de
comida, sabiendo que probablemente no comeré durante otras veinticuatro
horas después. El estrés y la adrenalina me quitan el apetito. Esta noche, he
comido pollo a la parmesana con espaguetis, y he seguido con gofres, más
mantequilla y sirope.
Luego fui a casa de Lola para una rápida mamada antes de comprar un helado
en el camión del Sr. Softee en la cuadra. Soy tan goloso que papá solía gritarme
por eso, pero luego se fue y tuve lo que quería.
Más o menos. En realidad no.
De todos modos, el helado de vainilla bañado en cereza es la vida.
En realidad, me siento bien para mañana, lo que me lleva a seguir a Lola
dentro de su casa y pasar cuarenta y cinco minutos lamiendo su coño como si
fuera un maldito cono de helado. Me encanta cuando rodea mi cabeza con sus
piernas y me ahoga en su coño. Fue tan bueno que tuve que hacer que se
corriera cuatro veces.
Ahora estoy llevando a Zadira por las calles de vuelta a mi casa. No tengo
prisa porque sé que no voy a dormir esta noche. Estaré demasiado ocupado
repasando los planes de mañana diecisiete veces más para asegurarme de que
no se me ha escapado nada.
Las luces en mi retrovisor me hacen poner los ojos en blanco. Qué oportuno,
imbécil.
Me detengo y saco el carné de conducir de mi cartera para prepararme, no es
que lo vaya a necesitar. Ya sé quién es, y él definitivamente sabe quién soy yo.
Bajo la ventanilla cuando el detective pene flácido se acerca con esa
fanfarronería arrogante que me provoca arcadas.
—¿Salió para una reunión nocturna, Sr. Reznikov? —murmura, tomando mi
carnet de conducir cuando se lo entrego.
—En realidad, vengo de casa de mi novia, Linnick. Probablemente deberías
saberlo, ya que eres un acosador obsesivo.
Él resopla.
—Claro. Lola Reed —sonríe—. ¿Cómo está su hermano?
—Sigue siendo un imbécil. ¿Me has parado sólo para charlar un poco o me
vas a multar por ir una milla por encima del límite de velocidad otra vez?
Sonríe y mira mi carné, como si no tuviera ya memorizado el nombre. Luego
me mira y estrecha su mirada.
—¿Cómo está tu madre?
Mi estómago cae, se revuelve y se aprieta. Trago lentamente, esperando que
no se dé cuenta, apretando la mano en un puño a mi lado.
—Está bien.
—Sabes, si alguna vez necesitas algo... alguna ayuda con ella, o algo, estoy
seguro de que podríamos conseguir que alguien viniera.
—No es necesario. ¿Hemos terminado aquí? —Alcanzo la ventana y le
arrebato mi licencia. Sus ojos se abren momentáneamente, pero se lo quita de
encima como si no le afectara antes de enderezarse.
—Claro, Dash, que tengas una buena noche. —Se da la vuelta para marcharse,
pero se detiene y mira por encima del hombro —. Y oye, nos vemos por ahí.
Me saluda, como un puto perdedor cursi, y se dirige a su coche, subiendo y
alejándose sin dudarlo.
Exhalo lentamente, con la cabeza apoyada en el asiento. Estoy seguro de que
esto podría ser visto como un mal presagio... Un hombre menor le daría más
importancia a esta pequeña parada, y tal vez frenaría un poco.
Pero yo no soy menos que nada, me recuerdo a mí mismo mientras vuelvo a
la carretera, conduciendo a casa.
Lo llevo en la sangre. Y tengo un maldito trabajo que hacer.
Aplasto una tercera lata de Red Bull en mi puño y la arrojo por la ventana.
Estoy vibrando. Zumbando por la falta de sueño y la cafeína extra.
Zadira está aparcada a una manzana de distancia, fuera de la vista de posibles
cámaras. Y yo estoy sentado dentro de ella, respirando fuerte sin parar. La
adrenalina ya se está acumulando, mezclándose con la energía de mi cuerpo
como un tornado, haciendo un ciclo en mis entrañas.
Estoy listo para salir.
Alcanzo el asiento trasero y tomo mi bolsa de viaje. Dentro están mi máscara
y mi Escorpión, ambos necesarios para el espectáculo.
Para la excursión de hoy, he elegido una de esas máscaras como la del
Espantapájaros de Batman. Esa cosa que parece un saco de arpillera con dos
agujeros cortados para los ojos. En realidad, es más cómodo de lo que parece.
Odio el sudor que puedo tener debajo de las de goma, así que esta funcionará
bien.
Saco mi pistola y compruebo el cargador para asegurarme. Está lleno, como
sabía que estaba, y tengo un cargador de repuesto en el bolsillo. Salgo del coche,
con la bolsa en la mano, y corro por la manzana y el callejón hacia la entrada
trasera de la Cooperativa de Crédito Municipal. Me tapo la cabeza con la
máscara mientras el amigo de Ray, Mike, ya me está abriendo la puerta, tal y
como estaba previsto. Saco mi ametralladora de la bolsa y me cuelgo la correa
del hombro.
La Escorpión es un último recurso. Siempre rezo para no tener que usarla,
pero como decía mi padre, más vale prevenir que lamentar. Si me rodean, es
mejor que crean que voy a caer en un incendio de balas.
—¿Estás listo? —pregunta Mike, guiándome rápidamente por la parte de
atrás, pero no sin antes mirar a su alrededor en busca de algo fuera de lo común.
Por supuesto, ya lo he hecho también, y todo parece estar bien. Pero que haga
lo que quiera. Este es su lugar de trabajo, después de todo. Y por lo que tengo
entendido, lleva un tiempo robando en él, en cantidades mucho menores. Tiene
su manera de hacer las cosas, y eso está bien, siempre que no interfiera con la
mía.
Ignorando su pregunta, pisoteo por un largo pasillo y giro a la derecha, luego
a la izquierda, basándome en los planos que he estado estudiando durante dos
días. Miro a Mike por encima del hombro y le hago un rápido gesto con la
cabeza, y él me devuelve el gesto, con los ojos todavía desviados.
Debe estar nervioso. Qué bonito. Supongo que esto es más importante que robar
unos cuantos billetes de cincuenta a la semana de la caja chica.
Al atravesar una puerta, me quito la ametralladora del hombro y la pongo en
mis manos.
Todo se ralentiza como si estuviera bajo el agua.
Los empleados se fijan en mí. Sus ojos se abren de par en par. Sus rostros
palidecen.
Me miran fijamente.
Y durante unos segundos perfectos, todo queda en silencio. Tranquilo.
Fácil.
Pero, por supuesto, eso no dura. Y lo siguiente que sé es que mi voz está
ladrando órdenes.
—¡De acuerdo, damas y caballeros! ¡Todo el mundo al puto suelo! —Una
mujer grita. Luego otra.
El pánico se desata hasta que grito:
—¡Ahora!
Se tiran al suelo.
—Por si aún no lo han captado —hablo claramente desde debajo de mi
máscara, atravesando la habitación, por encima de los brazos y las piernas de
la gente tirada en el suelo—. Esto es un asalto, si todos mantienen la calma,
saldrán vivos de esto. Si alguien se mueve, morirá.
Me agacho y agarro el brazo de Mike, levantándolo y tirando de él conmigo,
haciendo ver que es mi rehén, no mi cómplice.
—Llévame a la caja fuerte. —le exijo. Y lo hace, temblando. No puedo decir si
es para aparentar, pero sinceramente no lo parece. Parece muy nervioso.
Pero no puedo preocuparme por eso ahora. Tengo aproximadamente cinco
minutos antes de que llegue la policía, activada por la alarma silenciosa que,
estoy seguro, acaba de ser pulsada.
Mi pulso es parejo, mi respiración constante mientras nos movemos entre los
cuerpos. Miro por encima de cada uno de ellos, asegurándome de que sus
narices están en la alfombra. Cualquiera que tenga la desfachatez de levantar la
vista golpea inmediatamente la cara contra el suelo en cuanto se encuentra con
mis ojos.
Creo que los tengo controlados. No quiero que los clientes del banco se
comporten como héroes, así que tengo que asegurarme de que el estrés de esta
gente se mantenga contenido.
—Recuerda lo que dije —me agacho junto a una chica rubia. Está llorando,
en silencio, obligándose a no mirarme—. Si te mueves... —Está moqueando
como una loca y yo pongo los ojos en blanco—. ¿Qué pasa si te mueves, rubia?
No me hagas arrancarte tu bonito pelo.
—Nos morimos —solloza en el suelo—. Si nos movemos, nos morimos.
—Buena chica. —susurro, sin poder resistirme a pasar los dedos por su pelo
y ella se estremece, llorando abiertamente.
Suspiro y me pongo de pie, arrastrando a Mike conmigo hacia la caja fuerte.
El siguiente minuto y medio pasa demasiado rápido. Tardamos ese tiempo en
entrar en la caja fuerte, mientras yo me dedico a comprobar cómo están mis
amigos en el suelo, asegurándome de que nadie se mueve, cosa que, a su favor,
no hacen.
Están condenadamente quietos. Parecen cadáveres.
La cabeza me da vueltas y parpadeo con fuerza, volviendo a centrarme en la
caja fuerte que ahora está abierta. Voy a por la que no está marcada, llenando
mi bolsa hasta que pesa una tonelada, y luego empujo a Mike para que se aparte.
Me dirijo a la salida por la que hemos entrado y miro el reloj de la pared.
Tengo menos de dos minutos para entrar en Zadira y arrastrar el puto culo.
—Gracias a todos por su colaboración. —murmuro, atravesando la puerta y
subiendo por el pasillo.
Empujo la salida trasera del banco, pero inmediatamente vuelvo a cerrar la
puerta de golpe cuando veo lo que me espera atrás.
Maldito imbécil.
Mi mirada se posa en Mike, y él tiene el descaro de parecer arrepentido.
Levanta las manos.
—Dash, lo siento. Yo no...
Amarro mi Scorpion y disparo una ronda en su puto cráneo.
Joder, joder, joder.
El imbécil me delató. Hay policías por todas partes.
—¡Mierda! —Vuelvo a entrar al banco.
El disparo claramente ha enfadado a todo el mundo porque ahora todos
gritan como locos.
—¡Agáchense! —rujo —O serán los siguientes.
Tengo que llegar al frente del banco y asegurar las puertas. Me tendrán
rodeado. Salir yo mismo es demasiado arriesgado.
Necesito un rehén. Maldita sea. Esto está yendo hacia el sur rápidamente. Así
es como suele funcionar, supongo.
Tomo a la rubia por el brazo y la pongo en pie, arrastrándola como un niño
que no quiere salir de la juguetería.
—No quiero hacerte daño —siseo, intentando consolarla porque
prácticamente se está cayendo, está muy asustada—. Haz lo que te digo y
estarás bien, ¿Está bien?
No parece convencida, pero asiente con la cabeza, apretando sus labios
temblorosos.
—¿Tienes las llaves del frente? —le pregunto, ella asiente vacilante—. Bien,
vamos.
Por desgracia, no es tan fácil. De alguna manera, estos policías saben algo que
yo no sé. En cuanto me asomo por el tabique que separa la parte trasera de la
delantera, veo mi peor pesadilla.
El banco ya está lleno de policías. Están avanzando. Atrapándome dentro.
¡Esa rata de mierda! Les dijo dónde estaría y cuánto tiempo me llevaría. Menos
mal que está muerto.
La sangre me corre por los oídos y no puedo pensar. Todo está borroso.
Lucho por concentrarme en los sonidos de la chica llorando; su delgado brazo
se endurece en mi agarre.
Mi visión vuelve a nublarse cuando un policía me descubre.
—¡Quieto!
—¡Suelta a la chica!
Le apunto con mi ametralladora a la cabeza y la arrastro hacia atrás.
—Mierda, mierda, mierda tarareo para mis adentros, tratando de pensar.
¿Cómo puedo salir de esto?
Vuelven los flashes de papá. De él gritando.
De mamá llorando... de papá rompiendo cosas.
Nada de esto tiene sentido.
—Vamos a salir de aquí... —murmuro, aunque apenas reconozco mi propia
voz.
—¡¿Qué?! —La chica grazna—. No, por favor, deja que me vaya.
Ignorándola, vuelvo a arrastrarla conmigo por la parte trasera, pero esta vez
me dirijo a otra salida, a un lado. Ella llora y llora.
Por favor, por favor, por favor.
—Cállate —gruño mientras la acerco a la puerta—. Realmente espero que lo
consigas... —digo y ella chilla.
Abriendo la puerta, la empujo y salgo detrás de ella, con mi pistola en la
espalda.
El sol me da en los ojos, una agradable brisa me roza el pelo platino.
Me gusta. Se siente bien. Esto se siente... bien.
Pero las cosas buenas no duran.
Y todo se desvanece en rojo.
Rojo como mucha, mucha sangre.
DASH
Día 1 adentro

Un movimiento me despierta. Más bien me despierta de golpe, y me asusto


por un segundo antes de ver los ojos brillantes y la cara pálida de mi nuevo
compañero de celda.
—Lo siento, hombre, no quería asustarte —dice Luthor—. Es sólo que es la
hora de la cena y probablemente deberías comer. Las drogas del transporte
realmente te joden, la comida ayuda.
Asiento de mala gana y me siento mientras él se retira, pasándose una mano
por la cabeza rapada.
—Sólo una pequeña advertencia —continúa mientras me pongo de pie y me
estiro. Me duele todo el cuerpo, especialmente la cabeza—. Algunos de los
chicos son geniales, pero todos estamos aquí por una razón... porque estamos
jodidos. Sólo ten cuidado.
Levanto una ceja hacia él. Él la ignora.
—A O'Malley y a Kang les gusta pelear, pero sólo empezarán algo contigo si
están al límite o acorralados. Y Ren... —Su voz se corta antes de resoplar—. Yo
no le diría nada personal sobre ti. Y definitivamente no hagas ningún trato con
él.
¿Qué diablos significa eso?
En lugar de hacer las millones de preguntas que tengo, simplemente asiento
con la cabeza y miro a mi alrededor. Dice que es hora de comer, pero no veo a
ningún guardia en la puerta.
Pero entonces, justo a tiempo, aparece un oficial y la celda se abre. Recuerdo
vagamente la cara de este tipo de antes, con el Alcaide. Es alto y de complexión
fuerte, como la mayoría de ellos. El rasgo distintivo de este tipo es su pelo
castaño recogido en un moño.
Parece un idiota.
—Muy bien, reclusos —refunfuña el tipo—. De espaldas a la pared.
Luthor ya está allí, así que lo sigo. El guardia se acerca a nosotros y me
palmea, luego hace lo mismo con Luthor. No estoy seguro de lo que está
buscando. ¿Tal vez cuchillos o algo así? Quién sabe.
—Vamos, señoras. —suspira y sale de la celda, con Luthor detrás. Los sigo.
Al pasar por las demás celdas, observo que algunos reclusos siguen dentro,
mientras que otras celdas están vacías.
—¿Comemos a diferentes horas? —le pregunto a Luthor.
—No hables. —ladra el oficial, que sigue mirando al frente y nos acompaña
por el largo pasillo.
Miro a Luthor y él sonríe, encogiéndose de hombros. Luego asiente con la
cabeza hacia el oficial que está delante de nosotros y pronuncia las palabras
power trip4.
Sacudo la cabeza. Este lugar es jodidamente extraño.
Apenas puedo comprender lo que está pasando. Todavía no sé realmente por
qué estoy aquí, en este lugar aislado, parecido a Alcatraz. Quiero decir, sé que
he estado robando bancos durante años, y que finalmente me atraparon. Pero
no hay manera de que puedan relacionarme con mis otros robos a partir de
este. Y no hay absolutamente ninguna manera de que hayan encontrado mi caja
fuerte. El escondite solía ser de mi padre. Ha sobrevivido a múltiples órdenes
de registro a lo largo de los años.
Pero incluso si encontraran mi fondo de escape, lo que realmente apestaría,
¿cómo justificaría eso enviarme aquí? Este lugar es una sentencia de muerte.
Peor aún. Al menos con una sentencia de muerte puedes vivir en una prisión
de máxima seguridad que aún te permite tener tus propios artículos de aseo. Y
luego te mueres, eventualmente. Sin problemas, sin alboroto.
Ya puedo decir que este lugar es extraño.

4
Power trip: una acción de auto-engrandecimiento emprendida simplemente por el placer de ejercer control sobre
otras personas
Sé que Luthor dijo que aceptara mi situación, pero es muy difícil cuando no
tengo información, y básicamente acabo de despertar aquí, sin llamadas
telefónicas, abogados o juicios de por medio.
Lo último que recuerdo es que estaba rodeado por la policía fuera de la
Cooperativa Municipal. Una vez que de alguna manera me tuvieron bajo
custodia, alguien me puso una bolsa en la cabeza y me inyectaron algo.
Y entonces me desperté, mareado en la parte trasera de un todoterreno que
cruzaba el agua hasta este agujero de mierda olvidado por Dios, con los
recuerdos llenos de agujeros y la cabeza nadando con preguntas.
Mis inquietantes pensamientos se acallan cuando el Oficial de la Correccional
idiota decide que podemos hablar, entablando una conversación con Luthor.
—Así que, Luth, ¿te llevas bien con tu nuevo compañero de piso? —Sonríe
por encima del hombro. Seguimos caminando, a través de pasillos y puertas que
se desbloquean cuando nos acercamos a ellas.
—¿Qué te importa, Velle? —pregunta Luthor, que no parece muy
entusiasmado por hablar con este guardia en particular.
—Sólo me preguntaba —el oficial levanta un hombro despreocupado—.
Sabes que Darcey ha estado ansioso por compañía. Podría haberlo metido en
ese sitio si quisiera, ya sabes.
¿Podría haberme puesto en ese sitio? ¿No es decisión del director?
—¿Si? Bueno, ¿por qué no lo hiciste? —pregunta Luthor. El oficial vuelve a
encogerse de hombros—. Pregunta capciosa. Porque sabes muy bien que
Darcey no puede tener compañeros de celda. No funciona.
—Quizás tengas razón —dice, y luego se pone delante de nosotros,
bloqueando las puertas dobles—. Pero seguro que sería muy entretenido verlo
pasar. Por el tiempo que durara, al menos.
El guardia me sonríe, una sonrisa de dientes blancos que me hace querer
darle un par de puñetazos. Ensangrentarlo un poco.
Entrecierro los ojos y el guardia me guiña un ojo. Luego se da la vuelta y
empuja las puertas, llevándonos a la cafetería más cutre que he visto nunca.
La sala es tan mugrienta como el resto del lugar. Consta de más paredes de
piedra, agrietadas y manchadas, unas cuantas mesas metálicas de picnic
dispuestas en el centro de la sala. No hay ventanas. Luces fluorescentes. Dios,
este lugar apesta.
Luthor me da un codazo en el hombro.
—Vamos.
Lo sigo hasta donde parece que debería haber un buffet de comida servido,
como en una cafetería normal. Pero no es así. En su lugar, hay un montón de
bandejas alineadas, cada una con un sándwich envuelto. Y un puto bote de jugo,
del tamaño más pequeño disponible.
—¿Esta es realmente nuestra cena? —le pregunto a Luthor, mirando con leve
incredulidad mientras recoge su bandeja.
—Sí —suspira—. Aprenderás a apreciar los sándwiches. No los tenemos a
menudo. Normalmente es un montón de carne misteriosa que ha sido
recalentada cincuenta mil veces antes de llegar a nosotros. Creo que este jamón
y queso caducado es probablemente mejor. Probablemente.
Se aleja con su bandeja. Mirando a mi alrededor, noto que todos los ojos están
puestos en mí, así que recojo la mía y me muevo, sin querer relacionarme con
nadie más. Luthor parece más normal, al menos comparado con los engendros
incontinentes que ha descrito antes, y no tengo ganas de verme acorralado por
ninguno de ellos.
Luthor toma asiento en una mesa junto al borde de la sala y yo me dejo caer
a su lado, todavía haciéndole caras a mi sándwich cuando dos tipos se sientan
frente a nosotros.
—¿Quién es éste? —dice uno de ellos, levantando una ceja oscura. Sus ojos
van de un lado a otro entre Luthor y yo, y no puedo evitar fijarme en lo azules
que son. Al verlos, me doy cuenta de que los ojos de Luthor son mucho más
verdes que azules.
—Chico nuevo. —refunfuña Luthor, desenvolviendo su sándwich. Espero
que diga algo más, ya que no ha sido tímido con las palabras hasta este
momento. Pero no da más detalles.
—Vamos, Lexington. No puedes estar siempre enfadado conmigo —dice el
tipo de los ojos azules brillantes. Sonríe, una sonrisa encantadora—. Tarde o
temprano tendrás que perdonarme. —Miro a Luthor.
Mira al otro lado de la mesa.
—Tu comportamiento nos afecta a todos. No entiendo cómo todavía no
puedes ver eso.
—Eres un verdadero palo en el barro, ¿lo sabías? —El tipo sonríe,
recostándose en su silla.
Mis ojos se dirigen brevemente al hombre sentado a su lado. Es un asiático
con un tatuaje de un dragón gigante en el cuello. Y está observando atentamente
la interacción entre Luthor y el otro tipo, aparentemente interesado.
—Ren, por el amor de Dios —dice Luthor sacudiendo sutilmente la cabeza,
mientras desmenuza el sándwich que ha desenvuelto—. Los guardias son de
Velle. —Sus ojos se levantan—. Todos ellos...
¿Así que ese es el Ren del que sigo oyendo hablar?
El tipo cruza los brazos sobre el pecho.
—¿Estás celoso?
Sonríe, pero Luthor no parece divertido.
—Ya está bien. Al menos estás sacando algo de todo esto...
—¿Todo esto qué? —interviene Ren, estrechando los ojos.
Luthor se queda callado por un momento antes de responder:
—Besuqueos.
Los ojos de Ren se iluminan y echa la cabeza hacia atrás, soltando una sonora
carcajada. No puedo evitar notar que una minúscula sonrisa pasa por los labios
de Luthor, aunque la aplasta antes de que pueda ser totalmente visible.
—Besuqueo. Me encanta eso. Es la palabra del día. —Se vuelve hacia el tipo
que está a su lado—. Byron, ¿cuál es la palabra del día?
—Besuqueo. —repite el asiático, parpadeando un par de veces a Luthor, con
la diversión escrita en su cara.
—Me gusta mucho —suspira Ren entre risas—. Y para tu información, sí.
Estoy sacando algo de provecho de los besuqueos. —Hace una pausa, con los
ojos revoloteando hacia mí brevemente antes de decir—: Te lo contaré más
tarde. ¿Puedes ir a mi celda? Como tienes un invitado que no conozco...
Me echa una mirada apreciativa. No puedo hacer nada más que sentarme e
intentar parecer aburrido.
—No voy a ninguna parte contigo —Luthor arranca un trozo de pan de su
sándwich y se lo mete en la boca—. Por cierto, Dash, estos son Ren y Kang, este
es Dash.
Los saludo con la cabeza, sin saber qué decir. El asiático, Byron Kang, me
saluda con la cabeza y murmura un débil "qué tal".
Pero Ren sigue mirándome fijamente, con los ojos deslizándose hacia arriba
y hacia abajo una y otra vez. Me hace sentir extraño mientras me distraigo
desenvolviendo mi sándwich, dirigiéndome a la única persona relativamente
normal en ese lado de la mesa.
—¿Son compañeros de celda? —le pregunto a Kang, asintiendo entre él y
Ren.
Kang se ríe.
—No, gracias a Dios. Nadie quiere ser compañero de celda de este tipo. Tiene
demasiadas visitas. —Mira hacia la derecha, y Ren finalmente deja de mirarme
lo suficiente como para guiñar un ojo. Kang pone los ojos en blanco—. Mi
compañero de celda es un loco irlandés llamado O'Malley. Iba a entrar, pero se
perdió por el camino... —Luthor lanza una mirada a Kang, a lo que éste se
encoge de hombros y sacude la cabeza. Acabo de llegar y ya estoy perdido.
Parece que están pasando muchas cosas y no entiendo nada.
No estoy seguro de querer entender nada.
—No te preocupes, Byron. Estoy seguro de que tu compañero de habitación
está bien —le dice Ren a Kang. Luego se inclina hacia delante para dejar caer
los codos sobre la mesa, apoyando la barbilla en las manos, con los ojos clavados
atentamente—. Dash. Es un nombre genial. ¿Es tu verdadero nombre? Me gusta
conocer los nombres de pila de la gente. Los apodos y los apellidos son geniales
y todo eso, pero a mí me gusta ir a lo personal, ¿me entiendes?
—La verdad es que no —le digo con rudeza—. Sólo me gusta que me llamen
Dash. Es un apodo.
Nos quedamos mirando el uno al otro durante lo que parecen minutos. No
quiero ceder a los juegos que este tipo está tratando de jugar, especialmente
después de lo que Luthor dijo antes. Y sólo ver cómo reacciona Luthor ante él...
Hay algo en este tipo. Sospecho de él.
Desafortunadamente para mí, Ren no se mueve. Se queda sentado, con la
cabeza sobre las manos, mirándome de reojo.
Decido darle un mordisco a mi sándwich, algo de lo que me arrepiento
inmediatamente.
Lo escupo en cuanto toca mi lengua y toso mientras los chicos se ríen.
—Lo siento, hombre —se ríe Luthor—. Una pequeña broma de iniciación. No
te fíes de ningún lácteo que te den aquí. Nunca. Queso incluido. —Señala con la
cabeza el sándwich.
Le quito el pan y me doy cuenta de que el queso, o lo que antes era queso,
está ahora verde y difuso.
—Dios mío —me encojo, escupiendo sobre mi bandeja. Los chicos siguen
riéndose de mí—. Eso sabe a mierda.
—Lo más probable es que el jamón esté bien. El pan también está bien. Pero
el queso... Sí, no —dice Kang—. Esa mierda se parece a las cosas que crecen
debajo de las duchas.
—Tienes razón. —coincide Luthor.
—Así que este lugar es, como, jodidamente terrible, ¿eh? —les pregunto, y
todos asienten.
—Afirmativo —dice Ren—. Así que cuando nuestro amigo Luthor me
avergüenza por besuquearme, probablemente puedas entender por qué
querría adquirir ciertos productos externos. —Mis ojos se iluminan. Puedo
sentir que sucede—. Después de todo, llevo aquí quince años.
—Vaya —no puedo evitar que la palabra salga de entre mis labios—. ¿Quince
años? Eso es mucho tiempo. —Ren asiente, aunque no puedo evitar que Kang
apriete la mandíbula mientras saca el queso mohoso de su sándwich,
azotándolo contra la pared detrás de nosotros.
—Sí. Así que, si puedo intentar conseguir cosas, más vale que creas que voy
a utilizar mis excepcionales habilidades para hacerlo. —sonríe Ren
directamente a Luthor, que lo mira con desprecio.
—Excepcional. —se burla Kang, y Ren le da un codazo.
—¿Ah, sí? ¿Qué has conseguido esta vez, Warren? —Luthor levanta su ceja
clara.
Ren parece alegrarse de que Luthor utilice el que supongo que es su
verdadero nombre de pila.
—Te lo dije, no me fío de este tonto —dice su pulgar en mi dirección—. Pero
si vienes más tarde, lo compartiré. —Ren se inclina hacia delante—. Sáltate la
ducha. ¿Por mí?
—Por supuesto que no. —murmura Luthor.
No me importa el drama que esté ocurriendo entre estos dos. Mis oídos se
agudizan al mencionar las cosas. Desde el exterior.
—¿Puedes conseguir un cepillo de dientes? —le pregunto a Ren en un
susurro, con lo que estoy seguro que es la desesperación ahogando mi tono.
Siento que Luthor hierve a mi lado, pero no puedo evitarlo. Tengo la manía de
lavarme los dientes.
Ni siquiera me siento humano hasta que me cepillo bien por la mañana.
Sobreviviré a muchas tonterías, pero no tener un cepillo de dientes propio
puede ser lo que me vuelva completamente loco.
Ren sonríe.
—Seguro que sí. Pero no ayudo a la gente que no son amigos. Y no te
conozco... —Me mira y yo suspiro.
—Me llamo Dascha. Dascha Reznikov. Soy un ladrón de bancos.
Kang me mira como si fuera un idiota. No quiero ni ver cómo Luthor me
frunce el ceño, pero es palpable.
La sonrisa de Ren se amplía. Tiene una mirada de niño bonito. Creo que estoy
entendiendo lo que Luthor estaba advirtiendo antes, porque parece que
probablemente sea bueno en la manipulación. No estoy seguro de qué significa
eso en cuanto a porqué está aquí, o qué podría significar que yo esté aquí con
él.
Sólo quiero un puto cepillo de dientes. Y tal vez unos calzoncillos.
—Lo sé —responde Ren con calma—. Todos hemos oído hablar de ti incluso
antes de que llegaras.
—¿Cómo? —pregunto—. Quiero decir, ¿tienen alguna conexión con el mundo
exterior? ¿Televisión? ¿Internet?
Esta vez todos se ríen.
—No, cariño. No tenemos nada de eso. A no ser que follemos a los guardias
por ello. —Ren mira a Luthor, que pone los ojos en blanco—. Y por mucho que
mis amigos de aquí actúen como si fuera una prostituta, vendiéndome por
suministros, tendrías más suerte contando los reclusos que no lo han hecho que
los que sí. Es sólo una parte de estar aquí. Pero eso lo descubrirás pronto.
Miro a Luthor y sus ojos se dirigen al suelo. Luego miro a Kang y él hace lo
mismo.
—¿Hablas en serio? —Miro boquiabierto a Ren—. ¿Me estás diciendo que la
única forma de conseguir algo en este lugar es follar con los guardias?
—Bueno, yo no sería tan dramático al respecto —murmura—. Pero sí, más o
menos. Los oficiales son nuestros únicos enlaces con el exterior. Y estoy seguro
de que te das cuenta de las condiciones aquí, la financiación es inexistente. Sólo
nos dan lo mínimo para mantenernos vivos. E incluso así, a veces no es
suficiente.
Ren se calla y los tres comparten una mirada.
Bien, tendré que preguntar sobre eso en otro momento.
—Espera, si ya sabías mi nombre y lo que hice, ¿qué quieres que te diga? —
Me agarro a la mesa—. Realmente quiero un cepillo de dientes, hombre. Sin
ofender a Luthor, pero la idea de compartir uno con él me da ganas de morir.
Ren se ríe.
—No le culpo. A saber dónde ha estado su boca.
—Imbécil. —le gruñe Luthor a Ren.
—Ese era exactamente mi punto —sonríe y Luthor prácticamente echa
humo—. De todos modos, no necesito ninguna información de ti en particular.
Sólo estoy pensando que podría necesitar un favor en algún momento. Si
aceptas deberme uno, veré qué puedo hacer.
Soy estúpidamente impulsivo. Me doy cuenta de ello mientras digo:
—Trato hecho. —y extiendo la mano a través de la mesa para estrechar la de
Ren.
—Eres un imbécil —suspira Luthor, mordisqueando más pan duro.
—Cepillo de dientes —le digo a Ren, agarrando su mano con fuerza—. A ver
qué puedes hacer.
—Ya lo tienes, Dascha. —Me guiña un ojo.
Okey, quizás esto ha sido un error.
Antes de que pueda pensar demasiado en mi temeraria decisión de hacer un
trato con alguien que aparentemente se complace en moverse por una prisión
de reclusos masculinos, las puertas de la cafetería se abren de golpe y las
cabezas de todos se giran.
Uno de los guardias que me llevó antes a mi celda, Rook, entra arrastrando a
un recluso encadenado. El preso... Bueno, digamos que, si lo vieras sin el mono,
las esposas y los grilletes, esperarías que estuviera en un aula de Harvard
resolviendo elaborados problemas matemáticos como Will Hunting. O incluso
cantando las primeras versiones del rock 'n' roll de los años cincuenta, al estilo
de Buddy Holly.
El tipo es la definición de nerd. Tiene las gafas de montura negra y todo.
Rook lo lleva a una mesa vacía y lo empuja hacia abajo mientras el otro
guardia de antes, Velle, se acerca pisando fuerte, visiblemente enfadado. Todo
el mundo se calla para intentar escuchar su conversación.
—¿Qué demonios está haciendo aquí arriba? —Velle sisea a Rook.
—No lo sé, hombre —suspira Rook y se encoge de hombros—. Me dijeron
que lo subiera a cenar esta vez. Creo que el tipo del solitario...
—Me importa una mierda quién dijo qué —lo corta Velle—. Esa era una
pregunta retórica, imbécil. Yo estoy a cargo de este lugar, ¿entiendes? La
próxima vez que alguien te diga que hagas algo, asegúrate de que lo haya
autorizado yo.
Rook lo mira por un momento, desconcertado.
—¿No crees que eso podría ser un inconveniente? Esperar a verificar todo,
quiero decir...
Uno de los otros guardias que vigilan las puertas se ríe. Velle lo fulmina con
la mirada.
—No me gusta tu insubordinación, novato. Si supieras lo que te conviene,
escucharías y dirías: “sí, señor”. Sin discusión.
Rook ladea la cabeza, aunque no hay mucha resistencia en su rostro mientras
habla:
—Sí, señor.
Los ojos de Velle se quedan clavados en la cara de Rook por un momento, y
no puedo ver lo que está pasando desde donde estamos sentados, pero
ciertamente se puede sentir la tensión.
—Ve a traerle una bandeja. —le ordena finalmente Velle a Rook en un ronco
susurro. Los labios de Rook se mueven, pero no puedo oírlo.
Mis ojos se mueven hacia el recluso, intentando averiguar por qué me resulta
tan familiar. No es la primera vez que me siento así desde que llegué aquí. El
director también me resultaba familiar, aunque todavía no sé por qué. Pero con
este preso, mi cerebro finalmente encaja en su sitio y mis ojos se abren de par
en par.
—Oh, mierda... —susurro—. Félix Darcey. Ese es quien es, ¿verdad? —Miro a
Luthor, luego a Ren y después a Kang.
Me devuelven la mirada, y sus caras son toda la confirmación que necesito.
El tallador.
Felix Darcey, conocido en el mundo exterior como El tallador gracias a los
medios de comunicación, es un infame asesino en serie. Hace un par de años
estuvo en todas las noticias cuando fue supuestamente asesinado por la policía
durante un intento de arresto.
Dijeron que era responsable de la muerte de al menos treinta y cinco
personas. Las estrangulaba y les cortaba la cara con diversas expresiones,
dejando sus cuerpos expuestos en lugares extraños. Su última víctima fue
encontrada colgada en lo alto del árbol de Navidad del Rockefeller Center como
una especie de adorno desquiciado.
—Dijeron que estaba muerto... —jadeo, incapaz de dejar de mirar.
La cara de Darcey se vuelve hacia nosotros y Luthor me da una patada por
debajo de la mesa. Desvío la mirada justo a tiempo, pero noto que nos mira
fijamente, lo que me impulsa a levantar la vista una vez más. Es una locura lo
teóricamente normal que parece el tipo.
Siempre son los normales, supongo.
—Sí, bueno... Está claro que no lo es —suspira Ren—. Lleva un tiempo aquí,
pero no lo vemos mucho. Normalmente lo tienen abajo.
—El año pasado le dieron un compañero de celda después de que él rogara y
suplicara... —Kang murmura, luego traga—. No funcionó bien.
Observando las caras de todos ellos, no necesito detalles.
Al fin y al cabo, es el tallador.
Rook le trae a Darcey un sándwich y se sienta a su lado, lo desenvuelve y
arranca trozos, dándoselos lentamente. Por muy raro que sea esto, estoy
fascinado. El tipo es tan peligroso que ni siquiera se permite comer por sí
mismo.
Velle está observando a Rook de cerca, sus ojos oscuros y observadores. Me
hace preguntarme...
—Ese tipo... Velle —empiezo, mirando primero a Ren, ya que parece tener la
primicia de todo—. ¿Es importante o algo así?
Ren asiente.
—Es el jefe de operaciones. El director lo deja a cargo ya que no viene mucho,
Velle y Joy dirigen el lugar para el director. Joy es dura, pero justa. Velle, por
otro lado... es una serpiente. Nunca puedes saber realmente cuáles son sus
intenciones.
Luthor resopla y los ojos de Ren revolotean hacia él.
—Lo siento. Me pareció que estabas hablando de otra persona por un
segundo.
—Lex, lo entendemos —suspira Ren—. No confías en mí ahora mismo. Pero
te ganaré de nuevo, lo prometo.
—Sí, buena suerte con eso. —Luthor sacude la cabeza.
Para mi desgracia, me encuentro de repente interesado en el drama entre los
dos, aunque sé que debería mantenerme al margen y reservarme. Es sólo mi
primer día... El primer día del resto de mi vida, aparentemente. Dios...
Lo último que quiero es dejarme arrastrar por las tonterías de este lugar.
Tengo que ser inteligente aquí. La voz de papá resuena en mi cerebro...
Derzhi glaza otkritimi. Mantén los ojos abiertos en todo momento. Escucha y
observa.
Mi mente regresa al banco, hace dos días.
Los gritos y los disparos palpitan en mi cerebro y cierro los ojos.
Debo de haber perdido el conocimiento por un momento, porque lo siguiente
que sé es que Luthor me está sacudiendo por el hombro.
—Dash, amigo... tenemos que irnos.
Levanto la vista y lo encuentro de pie. Todos lo están, y los guardias nos
ladran para que nos pongamos en marcha.
Levantándome lentamente, miro a mi alrededor buscando a Darcey, pero no
está.
Rook nos saca a todos de la cafetería y nos lleva a los numerosos pasillos que
conducen a las celdas.
Y todo el tiempo me estremece el sonido de los disparos y los gritos.
Dash
Hace diez años...
—¿Qué ves, Dascha? —me pregunta mi padre, y luego me lanza una mirada
expectante.
Intento concentrarme realmente en lo que estamos viendo, desesperado por
observar lo que ve papá y hacer que se sienta orgulloso. Mis extremidades
tiemblan un poco, pero lo ignoro y observo a los dos hombres que descargan el
camión blindado. Con los prismáticos, estudio lo que están haciendo,
levantando y acomodando, concentrándome en lo que papá estaría viendo.
Observo una diferencia en los números de su carga y exclamo:
—Son billetes sin marcar. Montones de ellos.
—Muy bien. —refunfuña mi padre desde el asiento del conductor.
Bajo los prismáticos y lo miro a hurtadillas, disimulando mi sonrisa para que
no parezca obvio que estoy extasiado por su pequeño elogio.
—¿Y qué significa eso? —me pregunta y me quedo paralizado por un
segundo—. Piensa. ¿Qué día es?
—Viernes… —susurro, más que nada para mí, considerando sus palabras y
lo que me ha estado enseñando durante años—. Volverán mañana por la tarde
a buscarlo.
—Mañana por la mañana, probablemente —me corrige—. Este banco sólo
abre hasta el mediodía los sábados.
Asiento con la cabeza, regañándome por dentro por no recordar eso.
Estúpido.
Mi cara salta en su dirección de repente.
—Entonces, ¿significa eso que lo asaltarás esta noche?
—No, hijo. Estamos explorando este lugar, aprendiendo los patrones —Pone
en marcha el motor de su viejo Cadillac negro—. Es importante recordar que
un trabajo apresurado sólo termina de una manera... Contigo entre rejas. —
Vuelvo a asentir, pero mi padre sigue mirándome fijamente—. ¿Cuál es la regla
número uno, Dascha?
—Que no te atrapen. —pronuncio con seguridad.
Me hace un pequeño gesto de aprobación y frunce los labios, lo más parecido
a una sonrisa que hace mi padre. Lo acepto.
Mientras conducimos de vuelta a casa, su voz interrumpe el sonido de Lyube5
que suena en el reproductor:
—Voy a llevarte a mi próximo trabajo.
Mi cabeza se levanta y lo miro con asombro.
—¿De verdad? —Su rostro sigue siendo severo, como siempre —. ¡Esto es
increíble!
—Tendrás que estar preparado, Dascha —prosigue—. Esto no es algo que
hacemos por diversión. Te estoy introduciendo en el negocio familiar, como mi
padre hizo conmigo, y su padre antes.
—Claro, por supuesto. —Intento ponerme tan serio como él. Aunque es
difícil, cuando quiero saltar de alegría.
Nunca he hecho un trabajo por mi cuenta. Ya he robado cosas de las tiendas,
he robado los estéreos de los coches, cosas así. Sólo el crimen mínimo para
apaciguarme mientras lo mantenía bajo control para que mi padre no se
enterara. Me ha estado llevando con él a los trabajos durante años. La última
vez, me dejó ser el conductor de la fuga, lo cual fue un honor.
¿Pero permitirme entrar en el trabajo? Eso es el siguiente nivel. No puedo
esperar a mostrarle de qué estoy hecho.
Una voz me susurra algo, pero cierro los ojos y la sacudo. Cuando los vuelvo
a abrir, veo que los ojos de mi padre se alejan de los míos. Tragando mis
inseguridades, miro hacia delante durante el resto del viaje.
Cuando llegamos a casa, papá entra en el garaje y yo salgo del coche,
saludando a nuestra vecina de arriba, la señora Petrovsky, mientras entro. Papá
se queda atrás, le habla en ruso y le pregunta si necesita algo mientras yo
atravieso el pasillo hasta nuestro apartamento.

5
Liubé es un grupo musical ruso formado en 1989 en la localidad de Liúbertsi, Moscú, ciudad que da nombre a la
banda, también interpretan canciones militares y chansons rusas.
He vivido aquí toda mi vida. Mis padres huyeron de Rusia cuando mi madre
estaba embarazada de tres meses y se mudaron con mi tía abuela por parte de
mi padre, que era la propietaria de este apartamento. En realidad, no la
recuerdo; falleció cuando yo era pequeño, pero sé que llevo su nombre, ya que
era importante para mi padre. Nací y me crie aquí, en Brooklyn, y este pequeño
apartamento sirvió de escenario a toda mi infancia.
No es un mal lugar. No hay mucho espacio, pero no importa. Soy hijo único.
Tengo algunos primos que viven en la zona, y solía salir con ellos cuando era
más joven. Pero en los últimos años, todos han desaparecido.
No es difícil adivinar por qué...
Cuando entro en la cocina, mi paso se ralentiza. Mi madre está levantada,
paseando alrededor de la mesa con el albornoz que siempre lleva. Su pelo rubio
plateado natural le cuelga en la cara, con un aspecto un poco encrespado y sin
lavar. Y murmura para sí misma.
Trago saliva y me planteo salir corriendo en dirección contraria, pero justo
cuando estoy a punto de retroceder, su rostro se levanta y nuestras miradas se
cruzan. Sus ojos verdes son brillantes, las pupilas casi inexistentes en su estado
en forma de punto. Deja de murmurar y me dedica una suave sonrisa,
indicándome que me acerque a ella. Es entonces cuando me doy cuenta de lo
que lleva en la mano derecha. Un cuchillo.
—Mamá... —murmuro, con los ojos clavados en el cuchillo que sostiene muy
cerca de su muñeca.
—Dascha, malysh6, ven a ayudar a mamá. —me hace señas, con la voz suave
de siempre.
Mi madre es hermosa por fuera; preciosa, en realidad. Pero por dentro está
dañada.
—Mamá, uberi nozh 7 —le digo en voz baja para que guarde el cuchillo—.
Papá se va a enfadar.
—Zabud' o nem8 —se burla ella, parpadeando—. No lo entiende. Eres como
yo, Dascha. Eres una estrella danzante para mamá. Papá nunca entenderá el
caos, no como nosotros.

6
Mi niño.
7
Suelta el cuchillo.
8
Olvídate de él.
Mi mandíbula se aprieta con mis puños. —No soy como tú.
—Pero lo eres, sladkiy9. No se puede evitar.
Sacudo la cabeza. No... Me niego a ser como ella. No estoy roto. No estoy...
Las voces susurran: "Sí lo estás. Tú también estás roto. Algún día eso serás”.
—¡No! —gruño, tirando mi cabello desde la raíz.
—Dascha, nos están diciendo lo que tenemos que hacer —habla ella, su voz
resonando y fundiéndose con el ruido de mi cerebro—. Debemos escuchar.
En ese momento, mi padre irrumpe en la habitación. Mis ojos se dirigen hacia
él, con el miedo atenazándome por dentro. Mi padre tiene mal genio cuando se
trata de mi madre y sus... problemas.
Sus ojos se oscurecen, las líneas de su rostro se vuelven severas mientras
mira a mi madre. La emoción que veo, que irradia de su cuerpo como un aura
oscura, es el odio. Veo el odio de mi padre hacia mi madre y, en ese momento,
todos los recuerdos que tengo de sus incesantes peleas, a veces ruidosas y que
incluso rozan la violencia, encajan.
Nunca he visto a mis padres abrazarse o besarse. Ni siquiera estoy seguro de
haberles visto acariciarse, ni mi padre ha sonreído a mi madre, en años. No
están enamorados, en absoluto.
Creo que ni siquiera sabría cómo es el amor si me diera una bofetada en la
cara.
—Lana. —la voz de mi padre se dirige a mi madre como una serpiente a
punto de atacar—. Hvatit10.
—No eres nuestro dueño, Alexander. —Mi madre se endereza, apretando el
cuchillo en su muñeca—. Me dicen que eres un hombre malvado. Debería
creerles.
—Perra loca. —sisea mi padre y puedo ver el golpe que recibe mi madre,
como si le hubieran disparado. Yo mismo lo siento—. Dascha, ve a tu habitación.
—Papá, por favor… —murmuro, pero me corta con una mirada fulminante.

9
Cariño.
10
Suficiente.
—Ahora, Dascha. —Sus ojos vuelven a dirigirse a mi madre y se miran
fijamente en silencio mientras yo finalmente me obligo a mover los pies y me
dirijo a mi habitación arrastrando los pies.
En cuanto la puerta se cierra tras de mí, comienzan los gritos. Estoy
acostumbrado, por supuesto. Mis padres se pelean mucho, pero más que sus
peleas es su siempre agotadora indiferencia. Mi padre está cansado todo el
tiempo. Apenas parece interesarse ya por los trabajos que realiza. Y mi madre,
bueno, es una envoltura de ser humano.
Este episodio de hoy no es algo que ocurra muy a menudo. Normalmente se
queda encerrada en su habitación, escuchando música y leyendo a Nietzsche11.
Mi padre destruyó muchos ejemplares de sus libros, convencido de que la
lectura contribuye a sus pensamientos dispersos y comportamientos erráticos,
pero ella siempre se las arregla para localizar más. Se siente poseída por la
noción del Ubermensch 12 , la idea de Nietzsche de un superhombre, o una
persona que ha alcanzado la verdadera autorrealización.
He leído los libros antes. Solía aburrirme hasta la saciedad, pero a medida
que fui creciendo, empezó a tener un poco de sentido. Siempre me ha gustado
la idea de liberarme de las normas sociales. Sé que no soy como los demás. No
me siento como un chico normal, y por mucho que lo niegue, hay diferencias en
las cosas que pienso y siento...
Mis necesidades se van desarrollando a medida que avanzo hacia la edad
adulta.
Acabo de cumplir quince años, pero la falta de atención de mis padres me ha
obligado a crecer más rápido de lo que podría hacerlo otra persona de mi edad.
Paso mucho tiempo solo, y lo he hecho desde que era un niño pequeño. Mi
madre sólo me crio lo necesario; me dio lo mínimo, pero cuando crecí en la
adolescencia, se alejó. Y mi padre siempre está fuera con sus amigos,
trabajando. Siempre trabajando. A veces no vuelve a casa durante días, y
siempre ha sido así.

11
Friedrich Wilhelm Nietzsche fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado uno de los
filósofos más importantes de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia tanto en la
historia como en la cultura occidental.
12
Traducible como superhombre, suprahombre, sobrehombre, en la filosofía de Friedrich Nietzsche, es una
persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al que considera el del hombre
común.
Perdí mi virginidad el año pasado, con una chica del colegio. No estaba tan
desesperado como algunos de mis amigos, pero ella se ofreció y acepté. Llevaba
años haciéndome pajas, así que experimentar por fin el sexo del que todo el
mundo habla era más tentador que el propio acto. La chica, Megan, hizo la
mayor parte del trabajo, lo que me gustó. Me empujó a su cama doble, me sujetó
y tomó lo que quería, lo que me excitó más que ella. Y por suerte mi polla se
mantuvo dura el tiempo suficiente para que no fuera embarazoso.
Estuvo bien. Así que lo hicimos unas cuantas veces más después de eso, hasta
que ella consiguió un novio. Luego lo hice con un par de sus amigas, pero
siempre parece terminar de la misma manera, con la chica dejando nuestro
acuerdo casual por algo más estable. Me abandonó por alguien que está
emocionalmente capacitado, lo que supongo que no soy.
Me gustaría estarlo, pero los sentimientos no están ahí. No puedo forzarlos.
He pensado en fingir, pero la idea de conformarme intencionadamente a lo
que otro quiere va en contra del código de Nietzsche.
No quiero que me controlen las obligaciones del mundo.
Los gritos fuera de mi puerta se convierten en golpes y choques, y no me doy
cuenta, hasta que finalmente se hace silencio. Al mirar la ventana de mi
habitación, veo que está oscuro. Parece que han pasado horas y no me he dado
cuenta.
Suspiro y me dejo caer en la cama. Tú también estás rota.
Cubriéndome la cara, respiro entre las manos. No importa, nada importa. Me
voy a trabajar con mi padre. Me haré cargo de su negocio...
Un pensamiento que justo ahora me provoca una nueva idea, una que pesa
sobre mis hombros.
¿Cuál es el fin de una vida de crimen?
Día dos adentro
Dash

A la mañana siguiente me despiertan de mi intranquilo sueño los ruidos de


golpes.
Ni siquiera es el peor de todos los ruidos incesantes que escuché anoche. Me
sorprende que haya podido desconectar mi mente. Deben haber sido los restos
de las drogas en mi sistema...
Alcanzo mi fina almohada y me cubro la cabeza con ella, pero los golpes
continúan.
—¡Levántense, perras! —La voz que me grita es femenina, así que sé
inmediatamente que es Joy.
Odio que ya sepa cosas de este lugar. No quiero estar aquí en absoluto, y
mucho menos reconocer a los guardias por sus voces. Ugh.
—Hora de la ducha, Luth. —ladra Joy desde el otro lado de los barrotes que
acaba de golpear con una porra.
—Cinco minutos, Jamesy —grita Luthor desde la litera superior—. ¿Por
favor?
—Dos minutos. —refunfuña Joy y luego se aleja, golpeando cosas en otras
celdas.
Oigo suspirar a Luthor, que se mueve por toda la destartalada litera. Se baja
de un salto y se frota los ojos.
—¿Quieres usar primero el cepillo de dientes? —me pregunta.
Levanto la almohada de mi cabeza. No parece entusiasmado por su oferta,
pero tengo que apreciarla, de todos modos.
—Gracias, hombre. —grazno, rodando fuera de la cama.
Me dirijo al fregadero de metal de mierda y agarro su cepillo de dientes, que
parece muy limpio. Gracias a Dios por eso. Giro el botón izquierdo del agua
caliente, pero no sale nada.
—No hay agua caliente... —Giro el pomo derecho para el frío—. ¿Por qué no
me sorprende?
—Hay agua caliente en las duchas. —dice Luthor mientras orina literalmente
a metro y medio de mí. Intento no concentrarme en ello—. Bueno... agua
caliente.
Me hace falta todo lo que tengo para no suspirar de desprecio extremo por
esta situación de mierda mientras busco pasta de dientes a mi alrededor.
Luthor debe darse cuenta porque salta.
—Oh sí, lo siento. La escondí bajo el colchón —señala la cama—. En el
extremo izquierdo. Usa lo menos posible, por favor. No sé cuándo podré
conseguir más.
Levanto el colchón y agarro el tubo de Colgate, exprimiendo una porción del
tamaño de un guisante antes de devolverlo al lugar donde lo encontré.
—¿Acaso quiero saber lo que tuviste que hacer para conseguir esto? —Le
miro antes de continuar con el cepillado. Es muy satisfactorio, ya que no pude
hacerlo ayer, debido a que me desperté en ese extraño vehículo.
—No. —refunfuña Luthor, apartándome para echarse agua fría en la cara.
Termino de cepillarme y escupo en el fregadero.
—Al menos dime que fue Joy a la que pudiste sobornar por el contrabando.
—Aclaro bien el cepillo antes de entregárselo a Luthor. Al notar la mirada que
me lanza, me quedo helado—. Oh, mierda, lo siento. Si te gustan los chicos, no
hay problema. Es que no he percibido esa sensación en ti. Quiero decir, había
algo de tensión entre tú y Ren, pero puede que solo sea él...
Luthor se ríe y sacude la cabeza, yendo él mismo a por la pasta de dientes.
—Hombre, realmente eres un novato.
—¿Qué se supone que significa eso?
Suspira.
—Lo que pasa es que las líneas se difuminan en este lugar, hermano. Estamos
aquí por el resto de nuestras vidas... Joy es la única mujer, y es propiedad de
Velle. Incluso si ella quisiera tirarse a uno de nosotros, sería como meter la polla
en un avispero. Estoy seguro de que se sentiría bien durante un par de segundos
antes de desear no haber nacido.
Parpadeo un par de veces.
—Oh. ¿Así que Joy y Velle están... juntos?
Luthor sonríe.
—¿Por qué? ¿Planeas pedirle una cita?
Me río por primera vez en días. Se siente extraño.
—No, sólo quiero decir... no sé. Estoy intentando hacerme una idea de lo que
pasa aquí. Parece un poco una telenovela.
Luthor se ríe.
—Los días de nuestras vidas en Guantánamo13. —Me río con él—. Como dije,
las líneas se desdibujan. Cuando te destierran a un agujero infernal como este
para el resto de tus días, te centras en hacer lo que sea para sentir que sigues
vivo. Esta no es una prisión normal. No tenemos tiempo de televisión, no
permiten libros, cartas, escribir...
Se me cae el estómago.
—¿Ni siquiera puedes escribir o dibujar?
Me dirige una mirada comprensiva y su tono de espejo repite:
—La única manera de conseguir cosas es a través de los guardias.
Ahora lo entiendo. Después de años sin literalmente nada que hacer más que
mirar una grieta en la pared, ¿qué es un favor sexual a alguien que no te atrae
si te da un trozo de papel y un maldito bolígrafo?
Ese es probablemente el pensamiento más deprimente que he tenido en un
tiempo.
Creo que Luthor nota la mirada lúgubre de mi cara, porque me da unas
palmaditas en el hombro y luego sigue lavándose los dientes. Está escupiendo
en el lavabo cuando Joy vuelve, abriendo la celda.
—¿Preparados para irnos, holgazanes? —Se hace a un lado, indicando que
nos vayamos—. Eso era obviamente retórico. Muévanse.

13
La Base Naval de la Bahía de Guantánamo es un enclave e instalación militar de los Estados Unidos de América
en el mar Caribe. Cuba reclama ser el Estado soberano de dicho territorio.
—Ella es un puto rayo de sol por la mañana. —me dice Luthor cuando
pasamos junto a Joy. Ella le da una patada en la espinilla y él gime de dolor,
aunque ambos sonríen.
Me estoy dando cuenta de que Luthor parece tener una relación decente con
los guardias. Bueno, al menos con los que lo he visto interactuar. Supongo que
como lleva cinco años aquí, deben haberse conocido un poco. A pesar de que
me cansa relacionarme con los guardias, Rook y Joy no parecen ser terribles.
Sin embargo, Velle me preocupa un poco.
Caminamos un rato por los largos pasillos, tomando esta vez una ruta
diferente, lejos de la cafetería.
—Entonces, Joy, ya que Dash es nuevo y todo eso, ¿no crees que sería bueno
mostrarle el sótano? —pregunta Luthor, y Joy le echa una mirada por encima
del hombro.
—Ese es un privilegio que se da una vez al mes, recluso —advierte Joy, pero
Luthor le hace un mohín de cachorro. No puedo evitar sonreír, porque es
bastante divertido de presenciar. Alguien que se parece a Lex Luthor haciendo
pucheros—. Pareces un asesino en serie cuando haces eso. —se ríe, y luego
suspira—. Kang me ha estado rogando que haga de guía, así que quizá vaya a
por ustedes cuando vayamos —Luthor hace un pequeño gesto con el puño, pero
ella lo cierra—. No será hasta dentro de un rato, así que no te emociones
demasiado.
—Claro que sí —sonríe Luthor—. Por supuesto. Gracias, Jamesy.
—Cualquier cosa por mi Luth. —susurra, y luego frunce el ceño—. Vuelve a
la fila, preso.
Luthor disimula su sonrisa y me guiña un ojo cuando Joy no mira.
Cuando por fin llegamos a las duchas, mis nervios vuelven a ser totales. Es
otra sala formada por tres losas de hormigón, agrietadas y con manchas blancas
en las paredes. El suelo también es de piedra, y los desagües son escasos y
distantes entre sí, lo que significa que básicamente estás de pie en el agua sucia
de todo el mundo.
Me da escalofríos sólo con mirarlo. Joy tiene que empujarme para que entre.
Hay cinco duchas en fila, separadas por una pared de unos dos metros de
altura, por lo que la mayoría de nosotros somos más altos que ella, seguidas de
otras cinco duchas. Básicamente, puedes tener algo de intimidad si la ducha no
está llena, pero ahora mismo cuento al menos otros diez reclusos pululando por
ahí. Algunos parecen estar terminando, pero cuando Luthor y yo estamos
entrando, veo que entran Kang y Ren, junto con otros dos tipos cuyas caras sólo
reconozco de la cafetería de ayer.
Joy nos deja en las duchas, y de momento no veo a ninguno de los otros
guardias, pero los oigo justo al lado de la puerta. No puedo evitar quedarme de
pie, congelado. No sé qué hacer. No me he sentido tan incómodo desde la
primera vez que tuve que ducharme después de la clase de gimnasia en la
escuela secundaria.
No me molesta la desnudez y me siento lo suficientemente cómodo en mi
propia piel. No es eso. Es que no conozco a esta gente, que se pasea a mi
alrededor con la polla fuera. No confío en ellos. Y no me gusta ser vulnerable
con gente en la que no confío.
Decido volver a vigilar a Luthor, como hasta ahora, ya que él sabe lo que tiene
que hacer. Puedo tratar de disimular que no soy el nuevo si actúo como si
perteneciera. Lo que menos quiero ser ahora es el chico nuevo, desnudo en las
duchas. Siento que eso me pone en gran desventaja.
Luthor coge una toalla de un escaso montón de ellas y luego se quita los
zapatos y se despoja del mono, doblándolo y colocándolo todo encima de la
pared que separa las duchas. Parece que eso es lo que hace todo el mundo, así
que me arrastro por la pared hasta la ducha en la que aún no hay nadie y me
desnudo, equilibrando mis cosas encima de la pared. Giro el pomo oxidado del
agua, que chisporrotea helada durante al menos tres minutos antes de
calentarse por fin. Mientras lo hace, me concentro en buscar algo de jabón, ya
que no nos han dado nada para usar.
No puedo evitar fijarme en que un par de chicos tienen bolsas Ziploc con sus
propias pastillas de jabón dentro. A saber, lo que han tenido que hacer para
conseguirlas...
La idea me hace dar un respingo mientras aprieto el dispensador en la pared
unas cuantas veces hasta que echa un chorrito de líquido. Huele a jabón de
manos. Mi piel va a estar tan arruinada después de esto...
Al menos ya no tengo que preocuparme por mi pelo. Quizá por eso nos afeitan
la cabeza, para no tener que pagar el champú. No es que lo hicieran si
tuviéramos pelo...
Mis pensamientos vagan mientras me lavo, sorprendido de tener este puesto
para mí solo. Hay cuatro duchas desocupadas a mi lado, lo que me inquieta de
repente. ¿Por qué estoy solo aquí?
Entonces oigo un ruido que me revuelve el estómago. Es un sonido distinto.
Al mirar por la esquina de la pared hacia las otras duchas, mis ojos se abren
de par en par.
Ren está de rodillas frente a Luthor y Kang, los dos amontonados. Parece que
la razón por la que están tan cerca el uno del otro es para que Ren pueda
meterse las dos pollas en la boca a la vez. No funciona exactamente así, pero
Ren alterna entre masturbar a uno y chupar al otro, y luego los lame juntos. Y,
por desgracia, no me doy cuenta de que esta escena me perturba lo suficiente
hasta que la he contemplado durante muchos y generosos segundos.
Parpadeando con fuerza, me doy la vuelta, sacudiendo la cabeza. No quiero
ver eso. Claro, la gente puede meterse con quien quiera. No tengo ningún
problema con las relaciones entre personas del mismo sexo. Claro que sí.
Pero soy heterosexual y nunca me han atraído los chicos. Y el caso es que no
puedo saber si estos chicos son realmente homosexuales, o sólo están pasando
el tiempo entre ellos. Como dijo Luthor antes, sobre difuminar las líneas.
Eso está bien para ellos, pero yo nunca seré así. No puedo simplemente
tontear con un chico porque estoy aburrido y no hay una vagina cerca. No
funciona así para mí.
Un fuerte gruñido atrae mi atención de nuevo a la otra ducha. Parece que
alguien está luchando y tengo que mirar. Al asomarme de nuevo a la pared, veo
cómo Kang empuja a Ren contra el cemento. Se echa un puñado de jabón en la
palma de la mano desde el dispensador y luego se lo pasa por la erección.
Sé a dónde va esto y vuelvo a apartar la mirada, regresando a mi ducha
privada. Supongo que por eso querían estar todos juntos allí... Quiero decir, bien
por ellos, supongo. Pero a mí no me interesa.
Los gruñidos son cada vez más fuertes y pasan de ser ruidos de agravio a
gemidos de placer. Lo único que me da curiosidad es qué está haciendo Luthor
durante todo esto. Creo que es evidente que Kang y Ren están follando, pero sin
duda ayer había algún tipo de tensión entre Luthor y Ren.
Tal vez fueron pareja, pero Ren es claramente muy popular aquí... Supongo
que a Luthor no le gustó nada. Pero, ¿qué diablos sé yo de todo esto?
Al echar la cabeza hacia atrás de nuevo, veo a Luthor apoyado en la pared,
observando atentamente cómo Kang taladra a Ren por detrás.
Trago con fuerza, con la garganta tan seca como un desierto. El estómago se
me revuelve de asco, enviando una opresión hacia mi pecho. Nunca he visto
nada parecido; desde luego, no en la vida real, pero tampoco en el porno ni en
ninguna otra cosa. Nunca he visto a los chicos juntos, porque no es lo mío.
Y, sin embargo, por alguna razón, cuando miro hacia abajo, me doy cuenta de
que mi polla está dura. Está clavada en la pared de hormigón.
Mi frente se frunce mientras miro fijamente mi erección, preguntándome qué
demonios está haciendo. ¿Te sientes bien, amigo? Esto no es lo que nos gusta ver.
Los ruidos del sexo rebotan en las paredes, y mantengo los ojos fijos en mi
polla porque me aterra levantar la mirada. No quiero seguir mirando eso. Es
asqueroso. Súper asqueroso.
¿Dónde están los guardias? ¿No impiden cosas como esta? Supongo que no lo
harían...
Mis ojos se deslizan, lentamente, hacia la escena que tengo delante, para ver
si hay alguien más. De hecho, hay algunos otros reclusos que se alejan de las
duchas, completamente imperturbables por lo que está sucediendo. Kang rodea
la garganta de Ren por detrás, usando la otra para mantenerlo abierto
mientras...
Mierda. Qué demonios... Esto es horrible. ¿Cómo puede gustarle a alguien
eso?
—Fóllame —Ren suelta un susurro ronco—. Más fuerte, Lex.
Sus palabras se registran y me doy cuenta de que sus ojos están clavados en
Luthor, a pesar de que está siendo aplastado por otra persona. Luthor está
mirando a Ren, con la polla dura, aunque no se está tocando. Sólo está mirando,
con unas emociones muy intensas en su rostro.
—Lex... por favor. —gruñe Ren, y veo que extiende la mano hacia Luthor.
Vacilante, los dedos de Luthor se deslizan sobre los de Ren. Pero entonces
parpadea con fuerza y aprieta la mandíbula, dándose la vuelta y marchándose
furioso. Lo veo marcharse, vistiéndose apresuradamente mientras se dirige a la
salida de las duchas.
Una vez que ha desaparecido, me doy cuenta de que hay un par de ojos en la
dirección en la que acaba de desaparecer, observándome. Oscuros y familiares...
Es el guardia tatuado de ayer, el que me afeitó la cabeza. Está de pie en la
entrada de las duchas, mirándome fijamente.
Mis cejas se fruncen mientras lo miro, preguntándome por qué demonios
está ahí de pie y por qué me mira así. Sus ojos se dirigen a Ren y Kang, que
siguen follando, en voz alta, a pesar de que Luthor ha abandonado su pequeña
fiesta. Cuando su mirada vuelve a mí, cae por debajo de mi cintura.
Me dan ganas de taparme. Echo un vistazo a mi erección, que sigue en pie en
un saludo completo. Pero en realidad, no es culpa de mi polla. Él no sabe lo que
está pasando. Sólo ha oído ruidos sexuales y se ha excitado. Mi polla se pone
dura todo el tiempo durante situaciones incómodas. Siempre ha sido un
problema para mí.
Observo al guardia y él me devuelve la mirada, ladeando la cabeza.
Sinceramente, ¿qué demonios quiere este imbécil? ¿No puede simplemente
marcharse?
—¿Disfrutando del espectáculo? —Una voz grave me sorprende, y me
sobresalto, mirando a la derecha para ver a Velle acercándose.
Por supuesto, él está completamente vestido y yo completamente desnudo,
lo que me inquieta. Me acerco a mi ropa, pero él la agarra primero.
—Oye. No tan rápido, preso —murmura—. ¿Seguro que estás limpio? No
podemos permitir que vuelvas a tu celda todavía sucio —Sus profundos ojos
me fulminan—. Especialmente después de un espectáculo como ese. —Asiente
con la cabeza hacia los sonidos de Ren siendo follado.
—Dame mi ropa. —hincho el pecho todo lo que puedo. El tipo es más grande
que yo, no por mucho, pero es definitivamente más alto y más ancho.
Pero no me importa. No le tengo miedo a este imbécil.
—He dicho que no tan rápido —gruñe Velle—. Todavía eres nuevo, así que
te daré una oportunidad, pero aprenderás a no desobedecerme. Te conviene
que lo entiendas de una vez, 101. Me perteneces.
—Vete a la mierda. —Aprieto los dientes.
Los sonidos de la follada me distraen. Mi mente se tambalea, lo que me irrita
ya que necesito ser perspicaz en este momento. No puedo dejar que este capullo
me pisotee.
—Mal. —suspira, y me empuja contra la pared—. Ves, puedes actuar como si
estuvieras cabreado, pero tu polla está dura. Eso significa que te gusta lo que
ves. O lo que oyes.
Mis ojos se dirigen a la puerta donde estaba el enorme guardia tatuado.
Todavía está allí. Está viendo a este gilipollas empujarme y no está haciendo
una mierda para ayudar.
Supongo que no me sorprende. Estoy solo.
—Escúchalos. —me dice Velle—. A Ren le gusta lo duro, y la gorda polla de
Kang hace el trabajo, aparentemente. Te gustaría ver un poco más, ¿no?
—Por supuesto que no. —le digo en la cara, sin echarme atrás.
—Te equivocas de nuevo, recluso. —Me agarra la cara y la retuerce hasta
obligarme a mirar de nuevo por encima del hombro. Trago saliva al ver a Ren
agarrado a la pared, perdido de cualquier sensación obtenida, duro y profundo.
Aprieto los ojos y fuerzo la cabeza hacia atrás, mirando al gran imbécil que
tengo delante.
—Te oí ayer. —respira Velle, su mano sube por mi cuello y clava mi cuerpo
desnudo en la fría pared de piedra con el peso de su cuerpo. Lucho contra él,
pero cuando su mano izquierda se dirige a su Glock, trago saliva—. Quieres un
cepillo de dientes. Puedo conseguirte uno. También puedo conseguirte mejor
comida —Se inclina, rozando mi oreja con los labios—. ¿Quieres eso?
Se me revuelve el estómago. Intento no pensar en el hecho de que puedo
sentir su erección sobre mí a través de la capa de tela que nos separa. Los
músculos se endurecen por todo mi cuerpo mientras me enderezo.
—No pido mucho, recluso. —murmura Velle, el sonido de su voz rechina en
mi cerebro.
Mi rabia está a punto de estallar. Sé que no es inteligente atacar a alguien con
la mano en una pistola... Pero estoy seguro de que no está cargada. Estoy seguro
de que no lo está.
—Estoy seguro de que podrías hacer que me corra con esa boca con esos
labios llenos que tienes, no sé... diez, quince minutos. Y luego tendrás un cepillo
de dientes. —Utiliza la mano derecha para tocarme los labios y me siento
enfermo.
Voy a vomitar. Entonces voy a matarlo.
—¿Qué dices, preso? —Se abalanza sobre mí y yo aprovecho la oportunidad
Levanto mi rodilla hacia su ingle, con fuerza. Y en una fracción de segundo,
cuando ha retrocedido un poco, le doy un cabezazo, justo en la nariz.
—¡Argh! ¡Pequeño cabrón! —ruge.
—Yo digo que te vayas a la mierda. —le siseo mientras él se arrodilla,
agarrándose las pelotas.
Agarro mi ropa rápidamente y me la pongo mientras salgo corriendo de las
duchas.
Por desgracia, no llego muy lejos.
Día dos dentro
Dash

No puedo ver una mierda. No está funcionando bien para mis intentos de
caminar, lo que supongo que es la razón por la que básicamente estoy siendo
arrastrado.
No puedo decir dónde estoy o adónde voy. Esto debe ser en algún lugar de lo
más profundo del edificio porque el olor a moho y a agua de mar es mucho más
penetrante. Y hace mucho más frío.
—La has cagado de verdad, preso. —sisea la voz y me sobresalto.
Me duele el ojo y lo noto hinchado por el golpe de Velle.
No me arrepiento de lo que he hecho. Al menos, todavía no... Pero estoy
seguro de que eso puede cambiar.
Me arrancan la bolsa de la cabeza y parpadeo con fuerza, mirando a mi
alrededor. Estoy frente a una celda... Pero no es la mía. Es muy diferente a la
mía.
En primer lugar, es menos de la mitad del tamaño de la celda de Luthor y de
la mía. La cama, si quieres llamarla así, parece la parte del colchón de un catre,
tirada en el suelo con una mísera manta encima.
No hay lavabo. No hay inodoro. Un puto cubo en la esquina.
—¿Qué es esto? —pregunto, mirando al guardia. Es un tipo cuyo nombre
desconozco, y me mira como si estuviera completamente jodido. No me hace
sentir bien.
No me responde, por supuesto, y me empuja al interior de la celda, cerrando
la puerta de golpe tras de mí. La puerta no está hecha de barrotes como en las
otras celdas. Esta es de metal, obviamente pesada, con una pequeña ventana de
acrílico en la parte superior, de apenas unos centímetros por otros.
Trago saliva y miro a mi alrededor. No necesito la respuesta de nadie para
saber que esto es un aislamiento.
Confinamiento solitario. También conocido como el castigo dentro del
castigo.
Puedo creer al cien por ciento que atacar a Velle me ha llevado a aislamiento.
Él está a cargo. Y tal vez eso le hace sentir que puede acosar a todos, pero yo no
hago eso. No dejo que la gente me pisotee. Nunca lo he hecho.
No desde...
Cierro los ojos y sacudo la cabeza. No. No voy a ir allí ahora. Tengo que
intentar mantener la cordura. Necesito estar consciente aquí. Estoy seguro de
que puedo lograrlo. ¿Cuánto tiempo pueden mantenerme aquí abajo? ¿Unos
días? ¿Una semana?
Una semana de tranquilidad. Y cagando en un cubo...
Exhalando con firmeza, ignorando la sensación de malestar en mis entrañas,
me acerco al colchón del suelo y me tumbo. Me cubro la cara con las manos y
trato de relajarme. No se me dan bien los espacios pequeños, pero intento no
pensar en ello.
Mis ojos recorren las paredes que me rodean. Está tan oscuro que apenas
puedo ver, aunque no hay nada que mirar. Sólo hay hormigón, por todas partes.
La única luz que entra es la de la pequeña ventana de la puerta y la de la grieta
de una pulgada que hay debajo. Incluso con eso, no es mucho.
Me quedo mirando la puerta durante lo que parecen horas, pero por supuesto
no tengo ni idea de la hora que es ni de cuánto ha pasado. Lo único que sé es
que mi culo está ahora tan dolorido como mi ojo por estar sentado en él tanto
tiempo. Dormir en esta cosa va a ser una mierda.
— Mierda… —gruño en voz alta, a nadie—. Mierda, mierda, mierda.
—Me resulta familiar. —una voz apagada viene de detrás de mí y entrecierro
los ojos, dándome la vuelta para mirar a la pared.
—¿Quién está ahí? —Aprieto la palma de la mano contra el hormigón.
—Dime primero tu nombre. —dice la voz, y casi puedo oír una sonrisa en ella.
No es reconfortante.
No debería decirle nada a esta persona. Podrían usarlo en mi contra. Quién
sabe cuánto tiempo voy a estar aquí... Lo último que necesito es que un idiota
en la celda de al lado me esté jodiendo.
—No necesito decirte una mierda. —Trazo con el dedo una grieta en la pared
que llega hasta unos dos centímetros por encima del suelo.
—Bueno, sí. Sé que no lo necesitas —continúa la voz —. Pero deberías.
—¿Por qué?
—Porque vas a empezar a volverte un poco loco aquí. Hablar con alguien
puede ayudar definitivamente.
Entrecierro la mirada hacia la pared, intentando imaginarme a la persona
que está al otro lado.
—Bueno, aún no te he dicho mi nombre y tú sigues hablando conmigo. —
señalo.
Se ríe. —Me has superado, hombre misterioso. Enhorabuena.
Mis labios se mueven, pero los reprimo rápidamente. —Estoy orgulloso.
¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Silencio. No oigo nada más que el silencio, y el silencio aquí es muy silencioso.
Lo único audible es el sonido del agua que gotea desde algún lugar en la
distancia.
—¿No hay respuesta? Está bien —golpeo con los dedos en la pared—. No
tienes que responder, supongo...
Sigue sin haber nada. Pongo los ojos en blanco. Menudo imbécil.
—El tratamiento de silencio. Muy maduro —Me tumbo de espaldas en el
colchón. Tengo mucho frío y me envuelvo con los brazos—. ¿Siempre hace tanto
frío aquí?
El silencio.
—Maldito imbécil testarudo. —murmuro y cierro los ojos.
Quizá debería intentar descansar. Eso podría ayudar a que el tiempo pasara
más rápido. Ponerme al día con mi sueño reparador.
Mantengo los ojos cerrados durante un rato. De nuevo, no sé cuánto tiempo.
Pero finalmente los vuelvo a abrir porque no puedo dormir. Estoy nervioso por
lo jodido de todo esto.
Me pregunto qué estará haciendo Luthor... Si es que sabe dónde estoy. Me
pregunto qué estaba pasando con él antes en la ducha. Ren estaba siendo jodido
por Kang, pero parecía que quería que fuera Luthor...
Tanto drama en este lugar. Al menos en solitario estoy lejos de todo.
Estoy lejos de todo...
Mis extremidades tiemblan, están cargadas de energía zumbante. Mis dedos
golpean, mis dedos se mueven en mis zapatos mientras pienso en mis calcetines
sucios... Me pregunto si alguna vez podré lavarlos.
Rodando sobre mi estómago, me cubro la cabeza. Mi mente no se detiene.
Todo es tan fuerte.
Si no me muevo ahora mismo, explotaré. Me levanto del suelo y empiezo a
caminar.
¿Qué está pasando fuera? ¿Está lloviendo? ¿Está soleado? ¿Hay un arco iris?
¿Qué ha pasado con mamá...? ¿Sigue ahí? ¿Se está preguntando por mí?
Paseando, paseando, paseando. Haciendo un agujero en el suelo de
hormigón.
¿Lola está bien? ¿Ella y Kent se enteraron de lo que pasó? ¿Los policías les
dijeron a todos que había muerto cuando me enviaron aquí para que nadie hiciera
preguntas?
Mierda.
Me tiro al suelo y empiezo a hacer flexiones, contando en mi cabeza, una y
otra vez, para distraerme. Mi cerebro se está desviando. Necesito controlarlo.
Atrapado.
No. No pienses en eso. Sólo cuenta.
Llego a sesenta y dos y me desplomo sobre el estómago, sin aliento y dando
vueltas. Tanto si cierro los ojos como si los mantengo abiertos, todo lo que veo
es negro.
No hay color. El color ha desaparecido.
Haciéndome un ovillo, intento olvidar todas las cosas que echo de menos. Las
horas pasan, palpablemente, hasta que me quedo dormido.
Los gruñidos de mi estómago me despiertan, lo que significa que
aparentemente me he desmayado. No he comido desde ayer, y fue básicamente
un trozo de pan. No he tomado agua desde esta mañana. La boca me sabe rara.
Me obligo a incorporarme y miro la rendija que hay bajo la puerta. La
iluminación sigue siendo exactamente la misma. No tengo ni idea de la hora que
es gracias a todo lo que me rodea. Una ligera sombra parpadea en la luz, como
si hubiera alguien cerca.
Acercándome a la puerta, me tumbo en el suelo y miro por debajo para
comprobar si veo algo. No puedo, pero oigo unos débiles pasos.
—¿Hola? —mi voz raspa desde el interior de mi garganta. Por supuesto,
nadie responde.
Cuento otras dos horas en el suelo, mirando a través de la grieta, esperando
a ver si viene alguien. Quizá me traigan agua, al menos.
Pero no. No lo hacen, y finalmente me levanto. Tengo frío y estoy mareado, y
decido hacer listas en mi cabeza para pasar el tiempo.
Me envuelvo en la manta y nombro los cincuenta estados. Cuento todos los
presidentes de los Estados Unidos que recuerdo, las capitales de los estados, las
marcas y los modelos de coches, y para cuando termino de enumerar todo el
menú de McDonald's, estoy tumbado de espaldas, mirando al techo negro.
Siento que la fragilidad me invade. Creo que han pasado casi treinta y seis
horas desde que me trajeron aquí dentro, pero por supuesto no lo sé con
seguridad. No puedo decir si sólo parece una eternidad o si realmente lo ha sido.
Tal vez haya pasado más tiempo...
Cerrando los ojos, golpeo con el puño la pared de mi lado.
—Me llamo Dash.
Silencio, pero sólo por un momento esta vez, hasta que:
—Me alegro de que hayas venido. Soy Félix.
Mis ojos se abren de golpe.
Darcey.
El tallador.

Han pasado tres días, según mis cálculos. Darcey está de acuerdo conmigo,
así que creo que es un cálculo correcto. Todavía no tenemos comida ni agua.
Y me estoy debilitando.
Darcey parece estar mejor que yo, pero a veces se queda callado y creo que
es porque se ha desmayado. Esto no es bueno.
No duraremos mucho más.
Ahora que lo pienso, lleva horas callado. Golpeo la pared con toda la fuerza
que puedo, que no es nada fuerte.
—Oye —digo con rudeza—. ¿Estás bien ahí?
Tarda un momento en decir: —Sí, tengo la lengua muy seca.
—Igualmente. No pueden matarnos de hambre, ¿verdad?
—Pueden hacer lo que quieran. —dice, y yo me estremezco, apretando la
manta alrededor de mis hombros—. Pero no lo harán. Esto es lo que hacen. Lo
más que he estado sin comida ni agua son cuatro días, así que espero que
mañana nos den algo.
—No puedo creer esto… —susurro, sobre todo para mí, pero Darcey
responde.
—¿No puedes, sin embargo?
Felix Darcey parece un tipo bastante bueno, aunque a estas alturas tener a
cualquiera con quien hablar es una bendición, así que aceptaré lo que pueda.
Hemos estado charlando durante días, tratando de mantener nuestras mentes
ocupadas; mantenernos distraídos de las punzadas de hambre, y el bucle que
viene con la inanición y la deshidratación.
Dicho esto, no hemos hablado de nada serio o personal. Me niego a espantarlo
o a cabrearlo preguntándole por sus crímenes o por qué está aquí abajo y, al
parecer, él piensa lo mismo. O simplemente no le importa.
En cualquier caso, tenemos un par de clubes deportivos en común, lo que ha
sido suficiente. No hablamos de comida, porque nos vuelve locos. Lo mismo
ocurre con el sexo y los viajes. Si no podemos tenerlo ahora, no tiene sentido
torturarnos.
En su lugar, nos limitamos a hablar de quién ganó las últimas Superbowls14,
de las películas favoritas y de los libros que tuvimos que leer en el instituto.

14
Nombre que se le da al partido final del campeonato de la National Football League —principal campeonato
profesional de fútbol americano en Estados Unidos—, en el que se enfrentan los campeones de la Conferencia
Nacional y de la Conferencia Americana.
Ambos estamos de acuerdo en que El Señor de las Moscas 15 parece
extrañamente aplicable ahora.
—Arriba. —dice Darcey cuando se acercan unos pasos.
Son pesados y se acercan al pasillo. Contengo la respiración, rezando por
comida y agua. No sé cuánto más puedo aguantar.
El sonido de las llaves tintineando me hace estremecer el cerebro. Es la
primera vez que lo oigo desde que estoy en Alabaster Pen. El servidor controla
todas las demás puertas. Sin embargo, aparentemente estas no.
La puerta se abre y una figura sombría que no puedo distinguir me lanza una
botella de agua. Ya está abierta y sólo está medio llena, pero la acepto. Luego,
una bandeja de plástico se desliza por el suelo y la puerta se cierra de golpe
antes de que pueda ver al guardia.
Pero ni siquiera me importa, porque estoy demasiado ocupado abriendo
frenéticamente la botella de agua y engullendo, tan lentamente como puedo,
para no atragantarme o derramarla. Me tiemblan las manos mientras bebo, la
tan necesaria hidratación se siente extraña en mi garganta. Trago y bebo de
nuevo, observando mi botella. No queda mucho y tengo que guardar el resto.
Al mirar la bandeja en el suelo, veo la corteza de un sándwich y el corazón de
una manzana. Me tiembla el labio inferior, pero aprieto la mandíbula para
superarlo. Me están dando de comer basura... como un puto vagabundo.
No puedo... no...
Mis ojos empiezan a lagrimear, pero sacudo la cabeza y me obligo a
animarme, recogiendo la corteza y comiéndola lentamente.
Al escuchar los sonidos de la celda de Darcey, oigo lo que creo que es su
puerta abriéndose. Luego, voces que murmuran. Me acerco a la pared para
poder escuchar.
—De pie, preso. —dice una voz, y oigo cadenas.
Aprieto la mano contra la pared. Se lo llevan.

15
Primera y más célebre novela de William Golding. Publicada en 1954, se considera un clásico de la literatura
inglesa de postguerra. Tuvo apenas difusión en el año de su publicación, manteniendo un volumen escaso de
ventas.
Se me cae el estómago de decepción. Sé que a Darcey lo llevan a lugares
específicos, como aquel día en la cafetería. Me ha dicho que también lo llevan a
las duchas, normalmente cuando no hay nadie más.
Me alegro de que pueda salir del aislamiento, y claro, estoy celoso. Pero, ¿qué
puedo hacer? Ahora mismo, me preocupa más el hecho de que mi única fuente
de entretenimiento se vaya. Mi único amigo, si es que lo es, se ha ido. Y yo estoy
solo.
La puerta de su celda se cierra, seguido por el inconfundible movimiento de
arrastre hacia el pasillo. Suspiro y dejo caer la cabeza contra la pared, la
depresión me golpea fuerte y rápido. Estoy debilitado, en cuerpo y mente, que
estoy seguro es el objetivo de tenerme aquí. Están tratando de quebrarme... Y
parece que está funcionando.
Las próximas horas pasan más lentamente que en tres días. Siento cada
segundo que pasa. Me como todas las cortezas y mordisqueo el corazón de la
manzana.
Pasa otro día. Me como las semillas y el tallo.
Me termino el agua, porque no puedo evitarlo. Tengo tanta sed y tanta
hambre que empiezo a alucinar.
Las luces del pasillo parpadean.
—¿Dónde estás, Dascha? —susurro en la oscuridad—. No te encuentro.
Mi visión se desvanece y me desmayo durante un rato. Cuando despierto,
vuelvo a abrir los ojos para ver otros ojos que me miran fijamente, a través de
la ventana de la puerta. Estoy seguro de que es una alucinación, pero no puedo
apartar la vista de ellos.
Son profundos y amenazantes. Me observan.
—¿Por qué siempre me observas… —la voz se me escapa de la garganta.
Los ojos siguen mirando fijamente.
—¿Me estás viendo morir...?
Mis párpados caen una vez más.
Cuando me despierto, estoy rígido y helado. Siento todo el cuerpo como si
estuviera lleno de plomo, y tengo la boca seca y calcárea, lo que me recuerda
que hace días que no me cepillo los dientes. Odio esta sensación... Y sólo va a
empeorar, ya que aquí dentro no hay ni siquiera un Luthor que comparta su
cepillo de dientes conmigo. Supongo que ahora tengo mayores
preocupaciones...
Recuerdo los ojos de anoche, incapaz de saber si fue un extraño sueño
provocado por la inanición, o si realmente había ojos oscuros mirándome a
través del cristal. El pensamiento me obsesiona.
Al girar el cuello hacia un lado, me sobresalto cuando veo una botella de agua
fresca en el suelo a mi lado. Una llena. Y una manzana entera. Ni siquiera está
mordida.
Me levanto tan rápido como puedo y agarro la botella, bebiendo la mitad de
inmediato. La sensación es increíble; el agua se desliza hasta mi esófago. Me
siento y me como la mitad de la manzana lentamente, masticando mientras
sonrío todo el tiempo. No puedo saber qué tipo de manzana es por los sabores
que estallan en mi lengua, aunque morderla parece limpiarme los dientes,
ligeramente. Algo es algo.
El tiempo pasa mientras miro fijamente la puerta, como si fuera un televisor.
Imagino que están poniendo The Big Bang Theory. Me gusta esa serie.
Me como el resto de la manzana, saboreando cada bocado. El azúcar me está
dando ánimos, y tengo que agradecerlo. Ya me siento más cálido.
Sheldon dice algo ridículo y me río.
Pasan unas horas más y creo que mis recuerdos de Big Bang se están
confundiendo porque los episodios ya no tienen mucho sentido. En lugar de eso,
me levanto y camino por la celda, echando un vistazo al cubo de la esquina.
Gracias a Dios aún no he tenido que cagar, supongo que porque apenas he
comido nada en días. Sin embargo, no tengo ganas de hacerlo. Ya puedo oler
vagamente la orina ahí dentro, agobiando mis sentidos.
En mi mente surge una idea. Me acerco al colchón del suelo, me dejo caer y
empiezo a hurgar en las costuras del borde. Pasan horas mientras lo hago, y
finalmente consigo que se desprenda algo de material. Rasgo y rasgo, con
cuidado, hasta que he quitado una sábana de medio metro. La llevo al cubo y la
cubro por encima, utilizándola como una tapa de inodoro improvisada. Luego
vuelvo al colchón y arranco más trozos, pequeños cuadrados que puedo utilizar
como papel higiénico cuando finalmente tenga que cagar.
Va a ser una mierda, pero al menos esto es algo.
Todo el trabajo me cansa, así que me tumbo y miro la puerta un poco más. Al
cabo de un rato, se acercan unos pasos y me tenso en espera. Quizá traigan más
comida. O que traigan a Darcey. No escucho ningún arrastre, ni ninguna cadena,
así que probablemente no sea esto último.
Alguien se acerca a mi puerta, pero no oigo las llaves. No puedo ver nada a
través de la ventana, y sin embargo hay sombras en la rendija bajo la puerta.
Alguien está ahí fuera.
Me siento más erguido y observo. No ocurre nada. No se mueve ni habla, pero
puedo sentir la presencia del otro lado. Decido levantarme y dirigirme a la
puerta.
Cuando estoy a unos dos metros, decido hablar.
—Oye... —Mi cabeza se ladea mientras observo la sombra—. ¿Quién está ahí?
No hay respuesta, lo que no me sorprende. Últimamente hablo mucho
conmigo mismo. Me estoy acostumbrando.
—¿Sabes cuánto tiempo más voy a estar aquí? —pregunto, dando un paso
más—. ¿O si puedo ducharme pronto?
Acercándome aún más, puedo sentir realmente la presencia. Es incómoda,
como un elemento espeso en el aire que no puedo entender. Creo que oigo la
respiración, pero no puedo decir si lo estoy imaginando.
—¿No puedes decir algo, carajo? —me quejo, mis frustraciones se apoderan
de mí.
Estoy harto de estar aquí. Estoy harto de morirme de hambre. Estoy harto de
mear en un cubo. Estoy harto de oler mi propio sudor.
Odio esto.
Me dirijo a la puerta y la golpeo con fuerza.
—¡Oye! ¡Contesta, imbécil!
Eso es todo. Una cara aparece en la ventana de acrílico y casi retrocedo a
trompicones.
Es el guardia. El gigantesco imbécil tatuado que me afeitó la cabeza y luego
vio cómo Velle intentaba abusar de mí. Sus ojos oscuros son duros y están
grabados con una ferocidad peligrosa, pero no me importa. Yo también estoy
jodidamente cabreado, y tengo más razones para estarlo que este tipo. Después
de todo, él es libre y yo no.
Lo odio, carajo.
—¿Cuál es tu puto problema, imbécil? —siseo con la mandíbula apretada—.
¿Eres retrasado o algo así? Te he hecho una pregunta.
Su mirada se estrecha hacia mí, y aunque no habla, de alguna manera puedo
oír lo que está pensando. O al menos, lo que creo que está pensando.
Cuidado, preso.
—Sólo dime cuándo diablos voy a salir de aquí... —Me froto la cara—. Por
favor.
Suspira, todavía mirándome a través de la ventana empañada.
Me doy la vuelta y comienzo a recorrer la habitación. Estoy tan jodidamente
cansado de esto que no puedo soportarlo más.
—Voy a hacer un nudo con mi manta y me voy a colgar, maldita sea. —
murmuro, siendo a propósito un idiota obstinado. No puedo evitarlo. Mis
emociones se están volviendo locas y estoy tan malditamente hambriento y
cansado—. Encontraré la manera... No puede ser tan difícil.
Un fuerte golpe en la puerta detiene mi paso. Miro hacia la ventana, donde el
guardia me mira intensamente.
—No hagas eso. —gruñe.
Tengo que constatar que es la primera vez que oigo su voz. Resulta
interesante que me haya encontrado con este espeluznante monstruo en varias
ocasiones y que, sin embargo, esta sea la primera en la que habla.
No lo hagas. Las palabras resuenan, en un grotesco acento.
Le devuelvo la mirada por un momento.
—Bueno, ¿qué otra cosa se supone que debo hacer?
Resopla con un ruido burlón, como el de un animal, y luego se da la vuelta y
se aleja con sus pesadas pisadas por el pasillo.
Se me arruga la frente y sacudo la cabeza. ¿Qué demonios ha sido eso?
No hagas eso.
El tipo es un jodido bicho raro. Probablemente no debería hablar más con él.
Parece peor que Velle... Los callados son siempre los peores.
Apartando a propósito ese extraño encuentro de mi mente, me ocupo de
pasar unas horas más paseando y pensando, aunque después de un rato mi
energía se desvanece. Intento mantenerla cantando canciones para mí mismo,
pero finalmente me tumbo en mi fino colchón, me acurruco bajo mi manta y me
desmayo.
Cuando me despierto, es con un sudor frío, mientras me revuelvo contra el
suelo. Oigo suaves gemidos y, al recobrar el conocimiento, me doy cuenta de
que vienen de mí.
Tragando, me llevo la mano por debajo de la cintura para ajustar mi polla.
Está dura como una puta piedra. De hecho, me duele. Mis pelotas están
apretadas, casi como si estuvieran atadas con un elástico.
Se me ocurre en este momento que no me he corrido en más de una semana.
No desde la última vez que estuve con Lola, y ahora me está pasando factura.
Tengo la cabeza saturada y nublada de ruido, y sé lo que significa...
Necesito correrme, pero no quiero precisamente masturbarme en este lugar.
Aunque creo que el aislamiento es probablemente el mayor tiempo a solas que
tendré en la cárcel. Tal vez debería terminar de una vez.
Me pongo boca abajo y empujo el colchón, imaginando que estoy metiendo
mi polla en el apretado y caliente interior de Lola. No es lo mismo, pero sigo
adelante, tratando de recordar la sensación.
Cálida, suave y rosada...
Fóllame, Dash. Más fuerte.
Gruño de frustración. Esto no funciona. No puedo bajarme así.
Necesito algo más... necesito más.
Vacilante, intento apretarme la garganta, clavando los dedos en los puntos de
presión mientras me encorvo en la cama, rezando para que algo alivie esta
tensión. No se me da bien hacérmelo a mí mismo, pero puedo intentarlo...
Pasos. Me paralizo y me doy la vuelta, mirando hacia la ventana. No veo a
nadie, pero ahora oigo que alguien se aleja, en silencio.
Alguien me estaba observando. ¿Era ese tipo?
Dios mío... ¿Me observa mientras duermo todas las noches?
¿Me vigila? ¿Mira mi polla?
Una ola de vergüenza me recorre el estómago al pensarlo. Debería matar mi
libido, pero por desgracia para mí, la vergüenza no reduce mis erecciones. Suele
empeorarlas.
Aun así, no puedo masturbarme ahora, no cuando pienso en ese imbécil que
se queda en la puerta de mi cuarto como un maldito asqueroso.
Sin entender que hemos terminado, mis pelotas palpitan a la par que mi pulso
acelerado. Estoy muy excitado, y no sé por qué. Supongo que lo atribuyo a que
hace tiempo que no me corro...
En cualquier caso, lo ignoro y dejo que los temblores de mi interior me hagan
dormir.

A la mañana siguiente, creo, me despierto entusiasmado por la posibilidad de


otra manzana, y más agua. Pero cuando no veo nada en el suelo, mi espíritu se
desmorona más de lo que quiero admitir.
Odio que me controlen así. Están manipulando mis emociones, dándome
esperanzas de comida y agua, y luego arrebatándolas. Es jodido, lo que creo que
es definitivamente parte de su plan. Debería intentar ser más astuto que ellos.
Superarlo, aunque no estoy seguro de cómo.
Me encantaría ignorar la próxima comida y el agua que me den, pero no
puedo desconectar lo que mi cuerpo necesita. Requiere alimento para
sobrevivir, y ahora mismo está recibiendo lo mínimo.
Me paso el día cantando, en varias posiciones. Primero, caminando por la
circunferencia de la habitación; segundo, sentado con las piernas cruzadas; y
tercero, tumbado de espaldas. Canto diferentes canciones que recuerdo, y al
cabo de un rato ni siquiera sé lo que estoy cantando. Simplemente me sale.
No me importa. Ya no tengo energía para reflexionar, y sólo necesito
mantener la mente ocupada, sin pensar en la comida, ni en lo que pasa fuera.
Horas después, me desmayo en el colchón y me despierto sudando de nuevo.
Arrastrando el aire hacia mis pulmones en la oscuridad, puedo sentir el brillo
sobre la piel expuesta de mi frente y mis brazos. El calor de mi cuerpo contrasta
con el frío del aire que roza mi piel bañada en sudor. Me toco la polla y gimoteo
ante la sensación. Envolviendo mi puño alrededor de ella, tiro lentamente, mis
ojos se cierran. Me acaricio un par de veces, pero luego me detengo, mis ojos se
abren de golpe y se dirigen a la puerta.
Ojos. Me parece que he vuelto a ver ojos. No puedo decir si son reales o no.
Mirando hacia la grieta del suelo, no veo ninguna sombra. En la ventana, los
ojos han desaparecido. Si es que estaban ahí para empezar.
No había nadie, Dash... Está en tu cabeza.
Exhalo lentamente, la incertidumbre me hace estremecer. No puedo
masturbarme si pienso que ese tipo está ahí fuera. Es asqueroso. No quiero
pensar en que me vea tocarme.
Me suelto la polla, me tumbo boca abajo y me cubro la cabeza con los brazos.
—Vete a la mierda, pervertido. —murmuro en la cama.
Tardo horas en volver a dormirme, las pesadillas y los susurros me poseen.

Al día siguiente, de nuevo, supongo, mientras me desplazo lentamente por mi


agotamiento, oigo pasos. Luego, llaves.
Mis músculos se tensan ante los sonidos, pero tengo poco tiempo para
prepararme.
—Contra la pared, 101. —retumba una voz, y la reconozco inmediatamente
del otro día.
Retrocedo poco a poco y observo cómo se abre la puerta, y el gran cretino
tatuado entra a trompicones en mi celda. Lleva una bandeja y una botella de
agua.
Me mira con severidad y deja la bandeja en el suelo. ¿Media barrita de
cereales y un melocotón mohoso?
—Que alguien llame a Gordon Ramsey16. —murmuro, y el guardia levanta
una ceja.
No lo había visto tan de cerca desde el día en que me afeitó la cabeza, e incluso
entonces, no estaba mirando realmente. Es muy grande. No soy un tipo pequeño
ni mucho menos, pero me saca un par de centímetros de altura, y lo que parecen
16
Gordon James Ramsay OBE es un chef, dueño de restaurantes y presentador de televisión británico.
ser al menos quince kilos de músculo. Y mientras mi cuerpo está cubierto de
tatuajes dispersos, él está cubierto de ellos; casi cada centímetro. Cada
centímetro visible, al menos.
Cruzo los brazos sobre el pecho y frunzo el ceño con orgullo, haciendo saber
que no voy a permitir que me joda.
—Estás muy lejos de la Hell's Kitchen17, recluso. —dice, y me tiende la botella
de agua.
Mis ojos se quedan con los suyos un momento antes de bajar a la botella. Está
llena y sin abrir. Alargo la mano e intento tomarla, pero él la agarra por un
momento. Me rechinan los dientes mientras tiro con más fuerza hasta que la
suelta con una sutil sonrisa.
—Está fría. —susurro con incredulidad. Hasta ahora, todas mis botellas
estaban calientes.
—De nada. —gruñe, se da la vuelta y sale de la celda sin decir nada más.
No le gusta mucho conversar.
Mi mente procesa el familiar sonido de la pesada puerta cerrándose de golpe
y las llaves tintineando, girando para encajar la cerradura en su sitio. Seguido,
por supuesto, de sus pasos sonando por el pasillo.
Me quedo mirando la puerta durante unos minutos antes de abrir la botella
y beberme la mitad de un solo trago, satisfecho. Luego me siento en el suelo y
me como la barrita de cereales, esperando un par de horas antes de sacar el
moho del melocotón y comerme la parte buena como postre.
Apenas puedo recordar cuánto tiempo he estado en aislamiento a estas
alturas. Perdí la cuenta después del sexto día, y al pensar en ello me cuesta
respirar. Es tan pequeño aquí, tan oscuro y húmedo y terrible. No quiero pensar
en el tiempo que hace que no me ducho. No huelo mal, pero ¿cómo voy a
saberlo? No es que nada huela bien aquí.
Me apoyo en la pared y cierro los ojos para intentar calmarme. El ruido se
acumula y me duele la cabeza. Algo me hace cosquillas y me sobresalto,
abriendo los ojos para ver una cucaracha arrastrándose sobre mi pierna.

17
Un grupo de concursantes deberán superar pruebas para demostrar que son los cocineros con la mayor
habilidad gastronómica. Todo ello lo harán bajo la atenta mirada de Gordon Ramsay y entre los fogones de la
cocina del infierno.
—¡Puta madre! —La sacudo y me la quito de encima, viendo cómo se
escabulle hacia la puerta y sale por debajo. Suspiro y vuelvo a golpear la cabeza
contra la pared—. Como si fuera realmente tan fácil...
Vuelve a parecer de noche mientras me duermo. Me gustaría pensar que mi
cuerpo conoce de forma natural la diferencia entre la noche y el día, después de
años de condicionarlo para intentar dormir y despertarse a las horas normales.
Dicho esto, nunca se me ha dado bien dormir, y mi propio despertador interno
está definitivamente roto.
Se me cierran los ojos mientras estoy tumbado en la cama y mi mano se dirige
a la polla, aunque sé que no debería hacerlo. Un solo toque hace que se infle
como un globo. No he pasado tanto tiempo sin correrme desde que tengo uso
de razón.
Desde que era un niño, al llegar a la pubertad y todo eso, descubrí que los
orgasmos son una forma perfecta de calmar los ruidos de mi cabeza. Cuando se
acumula demasiado, lo único que puedo hacer para liberar la presión es
correrme. Dicho esto, las pajas regulares ya no me sirven.
Mi mano se desliza hasta mis pelotas, frotándolas y apretándolas, lo
suficiente como para sentir un pequeño dolor que hace que me cosquilleen los
dedos de los pies. Utilizo la mano derecha para seguir con mis pelotas mientras
la izquierda agarra con fuerza mi eje.
—Mmm... —No puedo evitar el sonido que retumba en mi garganta mientras
doy un tirón.
Me imagino a Lola detrás de mis ojos, abriendo las piernas para mostrar su
vagina rosada. Se me acelera el pulso mientras la acaricio, lenta y fuertemente.
Eso es...
Trago, necesitando más; necesitando algo más.
Mi mente divaga y se me viene a la cabeza una chica rubia que vi en la
Municipalidad. Sus labios húmedos temblaban mientras lloraba.
Gruño cuando mi polla reacciona a esa imagen, engrosándose en mi palma.
Me masturbo desde las bolas hacia arriba, burlándome por debajo de mi cabeza
mientras me imagino empujándola de rodillas y forzando mi polla en su bonita
y asustada garganta.
Un grito resuena en mi mente, el olor a sangre y a pólvora me invade.
¿Qué demonios...?
Se me abren los ojos y el corazón se me acelera.
Mierda. Me está observando.
Los siniestros ojos del gran guardia tatuado se conectan con los míos
mientras me mira fijamente, con un calor amenazante que emana de su mirada.
Dejo de masturbarme y retiro mis manos por completo, sacándolas de mis
pantalones.
—Vete a la mierda, pervertido. —murmuro, sin poder evitar el aliento en mi
voz.
Espero que me fulmine con la mirada, esperando que se vaya. Sin embargo,
para lo que no estoy preparado es para la pistola que destella en la ventana. Mi
corazón da un vuelco.
Golpea el acrílico con su Glock. —Sigue adelante.
Mis ojos se abren de par en par.
—No.
Puedo ver cómo aprieta la mandíbula desde donde estoy.
—Jodidamente sigue, o entraré y lo haré yo mismo. —Su amenaza, en un tono
profundo e hirviente, me llega a través de la puerta.
¿Hacerlo yo mismo? ¿Qué demonios? De ninguna manera.
—Vete a la mierda. —le siseo desde mi pequeña cama en el suelo,
manteniéndome firme.
Pero entonces oigo el tintineo de sus llaves en la cerradura de la puerta y me
entra el pánico. No quiero que entre aquí. La puerta es la única protección que
tengo contra él.
—De acuerdo, de acuerdo. —concedo—. Jesús. Por favor, no entres.
Sus ojos vuelven a los míos y levanta una ceja, expectante. Me cabrea
muchísimo. Mis músculos se tensan de odio hacia este puto imbécil.
¿Quién demonios se cree que es? Amenazándome... dándome comida cuando
le apetece. Probablemente es él quien decide cuándo puedo comer, lo que
significa que me ha estado matando de hambre durante una semana, de forma
intermitente.
Que se joda este imbécil. Es un maldito psicópata.
—¿Y bien? Vamos, 101 —dice—. Mi paciencia se está agotando.
Lo miro por un momento, sintiéndome un poco impotente. Sólo puedo ver su
cara, gracias a Dios, aunque no es muy reconfortante. Parece el típico cabeza de
chorlito, con pelo castaño muy claro y ojos oscuros. En realidad, no sé de qué
color son realmente, son tan malditamente intensos, casi a juego con el negro
de su pistola Glock nine.
Es abrumador, al igual que la idea de masturbarme delante de él. Pero
supongo que debería hacerme a la idea. Si no lo hago yo, él va a venir aquí y eso
no lo puedo permitir. Además, necesito correrme. Ha pasado demasiado tiempo
y mi cabeza está jodida.
Necesito este orgasmo. Necesito calmar el caos.
Me tumbo y me acomodo en el colchón, cierro los ojos y finjo que estoy en
cualquier sitio menos aquí. Mi mano derecha vuelve a introducirse a
regañadientes en mis pantalones, acariciando mi polla, que sigue dura como
una piedra. No ha bajado sabiendo que el tipo está ahí fuera, mirando.
Trago saliva y me imagino una vagina húmeda esperando que la empuje
dentro.
—Bájate los pantalones. —El sonido de su profundo estruendo me recuerda
dónde estoy, sacándome de cualquier fantasía que estuviera intentando.
Aprieto la mandíbula mientras me bajo los pantalones por debajo del culo,
manteniendo los ojos cerrados porque no quiero que me mire la polla. No
quiero verlo reaccionar ante mí.
Tragando la saliva que de repente me llena la boca, la acaricio lentamente, de
las pelotas a la punta, usando el pulgar para burlarse de la cabeza gorda. Se
siente bien. Se siente... mejor de lo que normalmente se siente, sólo
masturbándose sin nada más.
Dejo escapar un suave jadeo mientras mi mano se mueve, con la cabeza
inclinada hacia atrás hasta...
—Abre los putos ojos, preso.
Cuando abro los párpados, nuestros ojos se fijan en el centro. Su rostro está
inmóvil; no hay emoción, no hay reacción. Es ilegible, lo cual es un alivio. No
quiero saber lo que está pensando ahora mismo...
—Sigue. Continúa.
Así que lo hago, porque tengo que hacerlo. Mi mano trabaja en mi polla, lenta
y duramente, como me gusta. Me masturbo, con los ojos pegados a los del
guardia y los suyos a los míos. Ni siquiera me mira la polla, su mirada se funde
con la mía.
Es asqueroso. Me siento mal por lo que está pasando, las tripas se me
retuercen de vergüenza y malestar. Pero, por supuesto, mi polla sigue dura.
Siempre está dura en los peores momentos.
En realidad, está palpitando, me duelen los huevos por la necesidad de
correrme.
Utilizo mi mano izquierda para palmearlos. Eso lo atrae. Sus ojos caen por
debajo de mi cintura, y mi polla palpita, carajo.
—Fóllate el puño. Más fuerte. —exige, con el ancho pecho moviéndose
visiblemente al pie de la ventana.
—¿Te gusta mirar, maldito enfermo? —Respiro, aunque eso no me impide
follarme el puño, con fuerza, mientras él lo mira.
—Mmm... Sigue. —tararea antes de que sus ojos reboten hacia los míos—.
Dime cuánto lo odias.
—Odio esto. —gimo, y luego escupo en la palma de la mano para conseguir
algo de lubricación antes de que me queme la puta piel.
—Odias estar aquí, ¿verdad? —Su voz ondea en mí, a través de la puerta de
metal, desde el otro lado de la habitación—. Odias que te controlen...
—Sí... —Gimoteo, con los párpados caídos por lo bien que me siento. Pero un
fuerte golpe en la puerta hace que se abran de nuevo.
—Mírame, preso. —gruñe. Está tan cerca de la puerta que es casi como si él
fuera la puerta. O no hay puerta.
Podría entrar aquí ahora mismo... Tiene el poder de hacerlo.
¿Lo haría? ¿Qué haría si entrara?
Ese pensamiento me produce un escalofrío de miedo que se posa con fuerza
en mi pecho. Ignorándolo, mi mano trabaja más rápido en mi polla mientras
observo sus ojos oscuros.
—No quiero esto. —jadeo, golpeando más fuerte mi polla—. Te odio.
—¿Tú me odias? —susurra, con un tono francamente sucio, con la excitación
goteando de su voz.
Se me ocurre que no puedo ver sus manos. ¿Y si también se está
masturbando?
Se masturba mirándome...
—Eres asqueroso. —Me muerdo el labio.
—Mmm... sí. Me odias tanto, mierda. —sus ojos se dirigen a mi polla de nuevo.
Por alguna razón, cada vez que lo hace, esta palpita ante la atención—. No tienes
control, Dash. Estás indefenso aquí.
Mi nombre en sus labios suena extraño. Es inquietante, pero mis pelotas se
agarrotan por la necesidad de correrme, mi orgasmo se avecina.
Me levanto la camiseta para asegurarme de que no me corra en ella, ya que
sé que no voy a tener otra. Los ojos del guardia se dirigen a mis abdominales y
se relame los labios.
—Jodido maricón. —Disminuyo la velocidad, masturbándome
deliberadamente para sus ojos oscuros—. Te gusta mi polla, ¿verdad? ¿Quieres
venir aquí y tocarla?
Vaya... ¿de dónde salió eso?
Sus ojos encuentran los míos, y parece inseguro mientras el terror se apodera
de mi garganta. No quiero que entre aquí. No sé por qué he dicho eso. Sólo
intentaba burlarme de él, y se me escapó. ¿Por qué carajos me estoy burlando
de él? Él está forzando esto...
—Ahora mismo, sólo me gusta mirar tu boca. —dice, con los ojos puestos en
mis labios—. Tienes algunos DSL18, preso.
¿Qué es eso?
En lugar de hacer comentarios, siguiendo su mano, me concentro en mi
orgasmo. Puedo sentirlo venir... Y lo quiero. Lo necesito.
—Cierra la boca, imbécil. —Me acaricio con más fuerza.
—¿Me odias?

18
Pérdida sensorial dual (DSL) se trata de la privación combinada de dos de las capacidades principales que
atesora el ser humano: la visual y la auditiva.
—Te odio... jódete... —Se me ponen los ojos en blanco mientras me ordeño la
polla.
—Córrete para mí, 101. —la voz se cuela en mi cerebro mientras estallo en
un orgasmo asombroso.
Gimo, los pulsos de semen decoran mis abdominales.
—No para ti... nunca para ti...
Demasiados días de tensión acumulada soplan de mi polla mientras los
exprimo, mis labios tiemblan con palabras que ni siquiera puedo precisar.
Mis ojos permanecen en la ventana y veo como el guardia queda cerca, su
cabeza cayendo hacia el panel transparente.
—Mierda... —Suspira y mi polla se sacude en mi mano.
Trago con fuerza, aturdido. Por fin vuelvo a ver los colores y no puedo apartar
la vista de la cara en la ventana. La única pieza de luz en esta habitación oscura.
Mis dedos recorren distraídamente la materia resbaladiza de mis
abdominales. Los ojos del guardia se abren y me mira fijamente, con una
respiración visiblemente agitada.
Todo está en silencio. Sólo respiraciones. La mía y la suya.
Finalmente, vuelve a hablar.
—¿Por qué golpeaste a Velle?
Mi frente se arruga en confusión, pero respondo:
—Quería que le chupara la polla por un cepillo de dientes.
El guardia sonríe. Me recuerda a cuando la luz del sol golpea una joya.
Luego se ríe, en voz baja; nada más que un escaso soplo de aliento. Y golpea
la ventana con los nudillos antes de darse la vuelta y alejarse.
Doce días dentro
Dash

Me despierta el sonido familiar del tintineo de las llaves y el chirrido de los


cerrojos de la puerta.
Abro los ojos cuando un guardia grande que no reconozco entra en mi celda
y cruza los brazos sobre el pecho.
—Levanta el culo, preso —Sonríe y señala la pared—. Vas a salir de aquí.
Un pequeño rayo de esperanza se enciende en mi pecho mientras me siento
lentamente.
—¿Salir?
El oficial se ríe y sacude la cabeza.
—Fuera del aislamiento. Contra la pared, 101. No tengo todo el día.
Se me cae el estómago un poco, pero decido seguir siendo optimista mientras
me pongo de pie y de espaldas a la pared. Levanta las cejas y me lanza un par
de esposas, así que me las pongo, lo más sueltas posible, esperando evitar los
pinchazos. Luego me encadena rápidamente los tobillos, me agarra por el brazo
y empieza a arrastrarme. Me despido en silencio de mi asquerosa celda de
confinamiento, esperando no tener que volver a pisar este lugar.
Avanzamos por el pasillo y, cuando nos acercamos a la puerta, ésta se abre
ante nosotros y otro guardia pasa por ella, sujetando el brazo de Felix Darcey.
Parpadeo y separo los labios como si quisiera decir algo, aunque no puedo
pensar lo suficientemente rápido en lo que debería ser antes de que me
arrastren por la puerta de la que acaba de salir. Miro por encima del hombro y
Darcey me hace una rápida inclinación de cabeza, antes de que el guardia que
lo sujeta le dé una patada en la pierna.
—Muévete, preso.
Caminamos un rato, a través de un pasillo tras otro, y se hace ligeramente
más cálido, lo que agradece mi piel helada. No puedo evitar notar que no se han
molestado en cubrirme la cabeza con una bolsa al salir, ni tampoco lo hicieron
con Darcey. Debe haber sido para que surta efecto la primera vez.
Una vez que llegamos al pasillo de celdas que reconozco, mi respiración se
hace más fácil y parpadeo lentamente. Nunca pensé que me aliviaría tanto ver
las celdas de la cárcel, pero esto es bastante mejor que donde he estado. Me
muero de ganas de ver la cara pálida de Luthor, de sentarme en un retrete... de
apoyar la cabeza en una almohada.
Doblamos la esquina y pasamos por delante de las filas de celdas. Los
reclusos inmediatamente comienzan a gritar.
—¡Está vivo!
—101, ¿tienes hambre, chico?
—Oye, ¿al menos te dan un cubo, novato?
—Oye Skeletor19, ¿valió la pena?
Trago saliva y hago caso omiso de las llamadas, enfocando mi mirada hacia
adelante. Por fin llegamos a mi celda y agradezco enormemente ver a Luthor
bajando de un salto de la litera superior. La puerta se abre y el guardia me
empuja al interior, quitándome las esposas con poco entusiasmo. Se va sin decir
nada y miro a Luthor, sin saber qué esperar.
No sé si me va a dar un golpe en la cabeza y me va a llamar imbécil, lo que
estaría totalmente justificado. Por supuesto, no lo hace.
En su lugar, se lanza hacia delante y me da un sólido abrazo que dura apenas
un segundo.
—Me alegro de verte, hermano. Pero maldita sea, apestas.
Se aparta y se ríe de mi desgracia. No puedo evitar sonreír a su vez. Yo
también me alegro de verle.
—¿Cuánto tiempo he estado ahí? —Echo un vistazo a nuestra pequeña celda,
que parece una enorme suite de hotel comparada con el lugar donde he pasado
los últimos días—. Perdí la cuenta después de un tiempo.

19
Skeletor es un personaje de ficción dentro del universo Masters of The Universe.
—Han pasado diez días. Al parecer, el tiempo suficiente para que te crezca
esa desaliñada barba de chivo. —sonríe y me da un golpecito en la barbilla.
Pongo los ojos en blanco y le quito la mano de un manotazo, luego me froto
la mandíbula. No me sale bien la barba, por eso nunca lo intento. Me sale
desigual, así que me gusta estar bien afeitado. Seguro que es lo de menos, pero
me gustaría afeitarme si es posible.
Asintiendo con la cabeza, le digo:
—Tú no tienes barba. ¿Eso significa que les dan acceso a la maquinilla de
afeitar? No me imagino que lo hagan...
—Si lo pides amablemente, Joy te afeitará la cara a la hora de la ducha. —me
dice, y casi me río hasta que me doy cuenta de que no está bromeando.
Este lugar está jodido. Como sea, es mejor que estar muerto de hambre en el
sótano.
Mi estómago refunfuña audiblemente y Luthor me lanza una mirada de
humor mezclada con preocupación.
—Te has perdido el desayuno, pero al menos nos ducharemos dentro de un
rato. —me dice, y me da una palmadita en el hombro, luego da un pisotón hacia
la cama—. Tengo algo para aguantar hasta la próxima hora de comer —Rebusca
en el colchón—. He escondido un par de barritas de cereales en el colchón para
casos de emergencia. Sólo tengo que encontrarlas...
—Gracias, hombre. —Me acerco a la cama. Pero antes de poder sentarme,
noto algo.
Es un cepillo de dientes. Un Oral B nuevo, dentro de un paquete de plástico,
que descansa encima de mi almohada.
Mi frente se arruga mientras lo miro por un momento, conmocionado. Me
acerco, lo recojo y lo inspecciono, mientras la confusión invade mis
pensamientos.
—Luthor... ¿Has dejado esto aquí? —murmuro, mirando el cepillo de dientes
como si fuera un intercambio entre un regalo inesperado y la tarjeta de visita
de un asesino en serie.
—¿Qué? —pregunta Luthor, sin prestarme atención mientras busca sus
bocadillos ocultos.
—Es un cepillo de dientes... —Mi voz sale con un resoplido molesto.
—¿Eh? —Baja la mirada de lo que está haciendo al objeto que tengo en mis
manos—. No. No, definitivamente no fui yo.
—Bueno, ¿has visto quién lo ha dejado? —Levanto una ceja interrogativa.
—No, amigo. —se encoge de hombros—. No entra nadie. A menos que
alguien lo haya dejado mientras yo estaba en la cafetería.
—¿Quién podría...? —Mis palabras se desvían al recordar unos ojos intensos
y oscuros, mirándome fijamente a través de una pequeña ventana de acrílico.
¿Acaso ese cabrón me ha dejado esto? ¿Se supone que esto es una especie de
regalo... después de lo que pasó anoche?
Trago con dificultad sobre una garganta irritada. No quiero aceptar esto si es
algo que me mantendrá ligado a ese asqueroso imbécil. Pero entonces la boca
me sabe jodidamente mal, y puedo sentir los días en mis dientes desde la última
vez que me cepillé. Odio esta sensación más que nada. En serio, soy como
mentalmente anormal al respecto.
Necesito físicamente usar este cepillo de dientes, más de lo que necesito
ducharme o afeitarme. Así que, a pesar de que mis alarmas internas me
advierten de que no debo aceptar un regalo de un posible depredador, abro el
paquete y saco mi nuevo y brillante cepillo de dientes de plástico,
maravillándome con su belleza.
—Mientras escarbas ahí, ¿quieres tirarme la pasta de dientes? —le pregunto
a Luthor, que ha reanudado su búsqueda de comida. Me mira—. ¿Por favor?
Me dirijo al lavabo y mojo la cosa justo a tiempo para que me lance el tubo.
Exprimo una pequeña porción y, en cuanto la escobilla entra en mi boca, cierro
los ojos de puro éxtasis.
—¿Crees que era de Velle? —me pregunta Luthor, y mis ojos se abren,
parpadeando en su dirección—. Quiero decir, no me extrañaría que te enviara
a solitario y luego te diera lo que querías. Le encanta jugar. Jugar con la mente
es su actividad secundaria. Es como Ren en ese sentido...
Al mencionar a Ren, su rostro se torna un poco amargo, aunque hay un anhelo
visible que no puede ser ignorado. Pero parece apartarlo, observándome
mientras me cepillo y encogiéndose de hombros ante su pregunta. Casi puedo
garantizar que este cepillo de dientes no lo dejó aquí Velle, pero no voy a entrar
en el asunto del guardia tatuado de aislamiento que me obligó a masturbarme
mientras miraba.
Prefiero fingir que todo eso nunca sucedió.
Durante los minutos posteriores al cepillado de los dientes, no puedo dejar
de pasarme la lengua por ellos. Es increíble cómo me siento más humano en un
instante. Luthor me encuentra una barrita de cereales y, aunque acabo de
lavarme los dientes, la devoro de tres bocados y luego me lavo con agua del
fregadero. Sabe a poco, pero es mejor que nada.
Tumbado en mi cama -más cómoda que el colchón del suelo de cemento-
escucho cómo Luthor me pone al día de todo lo que ha pasado mientras estaba
en aislamiento, que no ha sido mucho. Aun así, es agradable estar de nuevo en
presencia de otro humano. Si hay algo positivo de pasar un tiempo en solitario,
es que definitivamente me hizo apreciar lo que tengo aquí, aunque no parezca
mucho. Al parecer, siempre se puede perder más, lo cual es un pensamiento
aterrador y aleccionador.
Lo siguiente que sé es que se oyen gritos de las otras celdas, que son
específicos de la presencia de cierto guardia. Y efectivamente, la delicada pero
impenetrable mirada de Joy Jameson llega a nuestra celda. Me incorporo y la
cama se agita, supongo que cuando Luthor hace lo mismo.
—Hola, 101. —sonríe Joy a través de los barrotes—. Me alegra ver que sigues
con nosotros. Bueno, no para ti, pero ya sabes.
Me burlo y me levanto, acercándome a la pared, mientras Luthor salta y hace
lo mismo. Entra, con Rook justo detrás, y nos ponen las esposas y los grilletes.
—¿Tenemos que estar esposados cada vez que vamos a algún sitio? —
pregunto, sólo por curiosidad—. Quiero decir, ¿a dónde vamos a ir realmente?
—Escucha, preso. —retumba Joy, tirando de mí hacia delante y
empujándome a través de la puerta de la celda hasta que tropiezo—. Te
esposamos porque nos da la puta gana. Y no puedes hacer preguntas. Ahora
camina.
Dios. Alguien está de mal humor.
Caminamos con el sonido de las cadenas y de otros reclusos conversando
mientras los guardias nos llevan a las duchas. Cuando llegamos, Joy y Rook nos
quitan las esposas y los grilletes, lo que me recuerda lo nervioso que sigo
estando al entrar en la ducha. Esta vez, sin embargo, la ansiedad es más fácil de
ignorar ya que sé lo mucho que la necesito. Estoy deseando tener agua en la piel
lo suficiente como para agarrar una toalla y desnudarme antes de que pueda
acordarme de mis nervios.
—Joy. —tarareo en su dirección antes de que pueda colocarse frente a la
puerta. Se vuelve hacia mí y levanta una ceja impaciente—. ¿Hay alguna forma
posible de convencerte de que me afeites? —Me mira con extrañeza y la
comisura de sus labios se mueve un poco—. Mi cara, obviamente. —Sonrío y
ella se ríe.
—Normalmente diría que no, pero no puedo soportar ver esa mierda del tío
Kracker 20ni un segundo más. —Suspira, observando el vello crecido de mi cara.
Me río mientras le da un codazo a Rook y le dice—: Ahora vuelvo.
La alegría se desvanece y aprovecho para lavarme. Me echo un poco de jabón
en las manos, me las froto y me enjabono, me meto en el agua caliente y me lavo
el cuerpo, rápido, pero a fondo. Me pongo de cara a la pared, ignorando a los
demás reclusos, que hablan, gritan, se pelean, follan. Hay todo tipo de ruidos a
mi alrededor, pero estoy haciendo un buen trabajo para bloquearlos y
mantenerme al margen.
Cierro los ojos y dejo que el agua me bañe por un momento, saboreando la
sensación. Las imágenes parpadean detrás de mis ojos, pasando por mi cerebro
como un proyector de diapositivas. Muchas cosas recorren, acelerando mi
ritmo cardíaco.
Cuando me vuelvo y abro los ojos, me encuentro con la mirada plagada de mi
acosador. Genial.
Se queda en el extremo de las duchas, junto a la otra salida. Parece que se
supone que es uno de los guardias de turno, que nos vigila para asegurarse de
que no nos matemos entre nosotros, lo que me confunde porque pensaba que
era el guardia de aislamiento. ¿Qué demonios hace aquí arriba?
Entrecierro los ojos mientras me seco, sintiendo el calor de su mirada, que
me hace querer taparme, aunque me niego a hacerlo. Me niego a darle la
satisfacción.
—Muy bien, 101 —la voz de Joy me arrastra lejos del gran imbécil—. Ponte
estas esposas.
—¿Puedo vestirme primero? —pregunto con un poco de actitud extra en mi
tono, porque definitivamente no quiero que me esposen desnudo.
Ella pone los ojos en blanco.

20
Matthew Shafer (nacido el 6 de junio de 1974), también conocido por su nombre artístico Tío Kracker, es un
cantautor y músico estadounidense conocido por su país y música rock.
—Lo que sea, pero que sea rápido. Tengo mejores cosas que hacer con mi
tiempo.
Bien...
Me pongo la ropa de un tirón y me pongo las esposas, quedándome quieto
mientras Joy me frota crema de afeitar en la mandíbula. Mis ojos se dirigen
involuntariamente hacia el fondo de la habitación. El oficial sigue allí de pie.
Observándome.
Siempre observando.
—¿Quién es ese tipo? —pregunto a Joy, con los ojos clavados en el hijo de
puta tatuado. Sus iris son tan malditamente oscuros que no se puede saber
dónde terminan y empiezan las pupilas. Es preocupante.
—Deja de hablar, preso. —gruñe Joy, arrastrando la navaja por la curva de
mi barbilla—. A menos que quieras que te corte accidentalmente la carótida.
El nudo en mi garganta se mueve con mi trago, pero ella sigue adelante,
afeitando mi estúpida barba de aspirante a granjero hasta que mi cara está
bonita y suave de nuevo. Y mis ojos se quedan en el tipo grande de la esquina,
observándolo mientras él me observa, todo el tiempo preguntándome qué
carajo quiere.
Preferiría no tener ninguna atención sobre mí, especialmente de guardias
enormes y temibles a los que les gusta agitar sus pistolas. Me encantaría darle
un puñetazo en la puta cara, pero estoy seguro de que no me saldría bien, como
no me salió tomar represalias contra Velle.
—Ahí tienes, 101. —dice Joy, limpiando mi cara con una toalla—. Todo mejor.
—Sonríe y me tomo un momento para admirar sus blancos dientes.
—Gracias. —voy a alejarme, pero me agarra del brazo.
—Escucha, preso. Sólo lo diré una vez —empieza, dándome intensidad en sus
ojos marrones—. Eres nuevo, así que aún no lo sabes, pero espero que lo estés
descubriendo... No quieres enfrentarte a Velle. Sé que aceptar tu destino aquí es
una píldora difícil de tragar, pero tienes que hacerlo. Sólo puedo mantenerlo a
raya hasta cierto punto. John Chevelle tiene una larga correa aquí, y todavía le
gusta liberarse de ella. —Hace una pausa para dejar que sus palabras calen, y lo
hacen—. Sólo ten cuidado.
No puedo formular una respuesta en este momento, así que simplemente
asiento con la cabeza, a lo que ella asiente a su vez, luego me agarra y me
arrastra fuera de las duchas. Mi cabeza gira al salir buscando al imbécil tatuado,
pero se ha ido.

No puedo dormir. Hay demasiado ruido, en mi cabeza y en las celdas de


alrededor. No tengo ni idea de lo que pasa en este lugar, pero no recuerdo que
fuera tan ruidoso. O tal vez me he acostumbrado al silencio del aislamiento.
Me levanto, despacio, para no despertar a Luthor, aunque es poco probable
ya que le oigo roncar, voy al centro de la habitación y me dejo caer haciendo
flexiones. Hago unas cincuenta antes de tomar un descanso para realizar
estiramientos sobre las rodillas. Cuando levanto la cabeza, doy un salto tan
fuerte que casi me caigo de espaldas.
Es el guardia. Está ahí, fuera de mi celda, mirándome fijamente. Otra vez.
—Jodido acosador. —Respiro con incredulidad, con el corazón
martilleándome detrás de las costillas.
Su cabeza se inclina hacia un lado, pero no dice nada. Me levanto lentamente
y lo miro, preguntándome qué demonios quiere, o cómo puedo librarme de él.
Mis ojos se posan en el nombre de su placa.
—Kemper. —entrelazo los dedos mientras estiro los brazos por encima de la
cabeza—. Es bueno poner por fin un nombre a la cara de un asqueroso.
Enarco una ceja hacia él, sintiéndome muy orgulloso de mi comentario de
sabelotodo. Hasta que me doy cuenta de que sus ojos están en mis abdominales.
O, mejor dicho, en mis abdominales inferiores, expuestos por mi camiseta, que
se levantan mientras me estiro. Dejo caer los brazos rápidamente.
Él arrastra sus ojos hasta los míos. —¿Te ha gustado tu regalo?
Me quedo helado. El cepillo de dientes. Ha sido él.
—No te pedí que me lo regalaras. —digo, incapaz de pensar en algo
inteligente como respuesta. Me gustaría poder decir que no lo he abierto, o tal
vez echárselo en cara. Pero la cosa se ha convertido en mi posesión más
preciada en este momento.
—No tienes que pedirme nada, Luscious21. —retumba, con la mirada clavada
en mí como unas malditas cuchillas—. Te lo daré, a pesar de todo.

21
Delicioso.
Sus ojos oscuros se iluminan con diversión, aunque no sonríe, ni siquiera
sonríe. Antes de que pueda responder, se da la vuelta y se aleja dando fuertes
pasos por el pasillo.
Me aferro a los costados con las manos, con la rabia burbujeando en mi
interior. Esto es una puta mierda.
No quiero que este hijo de puta se fije en mí. No quiero que aparezca por
todas partes, que me vigile constantemente. No quiero que me regale cosas... Y,
desde luego, no quiero mensajes espeluznantes y crípticos de él.
Tendré que recordar preguntarle a Luthor sobre este tipo mañana. Para ver
qué tan peligroso es realmente.
Después de esa interacción, me siento muy nervioso y acabo tumbado en la
cama mirando la parte inferior del colchón de Luthor durante horas hasta que
mis párpados finalmente caen.
Sólo unas horas después nos despiertan para desayunar, lo que me hace
mucha ilusión. Me muero de hambre, y no me importa lo terrible que sea la
comida. A estas alturas creo que comería la puta comida para perros.
Para mi sorpresa, nos dan gofres y tocino de microondas, que según Luthor
son manjares en Alabaster Pen. Los gofres obviamente han sido quemados en
el congelador hasta la muerte porque están todos deformados y duros como
piedras. Y por supuesto no hay jarabe ni nada. Pero, aun así. Está jodidamente
delicioso. Me como dos, y cuatro tiras de tocino marchitas, ya que Ren no
aparece por ningún lado y hay una bandeja extra.
Sería un poco incómodo mirar a Kang sin recordar cómo estaba martilleando
a Ren la última vez que lo vi, pero afortunadamente mi hambre me distrae de
que me importe una mierda. Eso y que ha despertado mi interés cuando me
cuenta cómo él y Joy entrenan juntos en el sótano.
—Es como el único recreo que tenemos. —explica desde el otro lado de la
mesa de la cafetería mientras yo básicamente inhalo las migas que quedan de
mi desayuno—. Joy a veces me deja llevar a gente con nosotros, así que me
aseguraré de que vengas con nosotros.
Asiento con la cabeza.
—Gracias. ¿Por qué te toca hacer de compañero con ella?
—Los dos somos coreanos. —se encoge de hombros—. Supongo que eso
significa que tenemos algo en común. Además, ella necesita un compañero de
combate y el resto de los chicos no entienden algo llamado buena forma. —Se
burla y sacude la cabeza, lo que hace que Luthor se ría.
Unos minutos después, los guardias irrumpen y empiezan a reunirnos para
volver. Joy viene a buscarnos a Luthor y a mí, pero Rook se acerca y me agarra
del brazo. Ella le lanza una mirada, y yo también, pero él la ignora y me saca de
la cafetería antes que los demás.
—¿A dónde vamos? —No puedo ocultar la aprensión en mi voz.
—No te preocupes por eso. —gruñe, pero yo estoy preocupado y clavo mis
pies, derrapando hasta que tiene que arrastrarme—. Vamos, preso. No es nada
grave, camina de una puta vez.
Me trago los nervios mientras me lleva a través de unas cuantas puertas,
terminando en una habitación que parece ser una consulta médica de algún
tipo. Hay una silla de reconocimiento en medio de la sucia habitación con
grilletes. El miedo me sube a la garganta hasta que veo a Ren salir de la esquina.
Ahora estoy lo suficientemente confundido.
—¿Qué demonios es esto? —Mi cabeza se balancea entre Ren y Rook.
—Estoy bien. Gracias. —Ren asiente a Rook, que me empuja hacia el interior
de la habitación.
—Tienes diez minutos. —añade, y luego sale de la habitación, cerrando la
puerta en mi cara.
Mi cabeza gira lentamente hacia Ren.
—¿Por qué estoy aquí? —Miro alrededor de la habitación—. ¿Qué demonios
es este lugar?
Ren se encoge de hombros.
—Es una habitación vacía al azar. Sólo necesitaba un lugar privado para
hablar contigo un segundo.
—¿Hablar conmigo de qué? —Retrocedo un poco, pero él se acerca.
—Sobre tu compañero de celda. —Suspira, y yo entrecierro los ojos.
—Sí. Tú y Luthor... Tienen algo entre manos, ¿no? Es bastante difícil de pasar
por alto.
—Ves, esa es la cuestión —se aprieta la nuca, mirando al suelo—. Casi
teníamos algo en marcha. Pero entonces... lo jodí un poco. Es una larga historia,
pero por eso necesito un favor tuyo.
—Bueno, no creo que te deba nada. —cruzo los brazos sobre el pecho—. Ya
tengo un cepillo de dientes por mi cuenta. No gracias a ti.
Él suelta una carcajada. —Amigo, has desaparecido. No estaba seguro de que
siguieras con nosotros. —Sus ojos me brillan, y entiendo el significado de sus
palabras.
—No hay nada que pueda hacer para ayudarte, Ren. —mi barbilla se
levanta—. Si la has jodido con Luthor, tendrás que averiguar cómo arreglarlo
tú mismo.
—Dascha. —se acerca un paso más—. Luthor es muy... complejo. No es como
el resto de nosotros. Definitivamente no es como yo. Y eso me encanta. Pero es
difícil para mí ser yo mismo y tratar de mantenerlo. Él es... —Ren deja de hablar
y suelta un sólido suspiro—. Él es mío. Sólo que aún no lo sabe.
No puedo hacer nada más que parpadear ante él. Realmente no sé qué tiene
que ver todo esto conmigo.
—Todo lo que quiero es acercarme a él, pero no me deja. No funciona así. Así
que tengo que acercarme a él a través de otra persona. —Se acerca a mí, y yo
retrocedo en la silla, tropezando con la maldita cosa hasta quedar sentado.
—¿De qué mierda estás hablando? —Intento ponerme de pie, pero él se
inclina sobre mí, agarrando las asas a ambos lados de la silla, aprisionándome.
—Necesito que seas como un apoderado. —Se acerca a mi cara hasta que me
agacho.
—No me gustan los hombres. —Intento ponerme en pie una vez más, pero
me pone una mano en el pecho y me empuja hacia abajo.
—Lo sé, lo sé. —dice despreocupado—. Pero todo el mundo tiene
necesidades, Dascha. Puedo chuparte la polla tan bien que te quedarás bizco
durante minutos después —Se tira del labio inferior con los dientes, y no puedo
evitar que mis ojos caigan sobre él—. Yo fingiré que eres Lex y tú puedes fingir
que soy una chica de tu pueblo. ¿Alguna vez te ha chupado la polla un tipo?
Su oscura ceja se arquea y lo miro como si estuviera loco.
—No he estado aquí lo suficiente como para estar tan desesperado.
—Sí, bueno, no se trata de desesperación, cariño. —posa su gran cuerpo
sobre el mío—. Nunca vas a salir de aquí. Más vale que te entretengas un poco
en el corredor de la muerte.
Me detengo un momento, contemplando su rostro. Sus ojos azules brillan en
la penumbra de la habitación, y la barba oscura se extiende por su mandíbula
angulosa.
Se me aprieta el pecho, como si estuviera sentado encima de él.
—No entiendo cómo chuparme la polla te va a ayudar con Luthor. —
murmuro.
Su mano baja hasta mi muslo y el dedo índice recorre una línea hasta mi ingle.
Mi estómago se revuelve en señal de protesta y le agarro la mano con fuerza
para detenerlo.
Sus pupilas se dilatan visiblemente.
—Ya te he dicho que tengo que fingir. Puedes volver a tu celda y contarle a
Lex lo que ha pasado. Puede que se enfade, pero en el fondo le gustará.
—No voy a contarle una mierda. —Niego con la cabeza.
—Entonces no lo hagas —Se encoge de hombros—. Se va a enterar, a pesar
de todo.
—Esto suena como un maldito plan estúpido. —me burlo—. Creo que sólo
eres un puto gay y estás desesperado por tragar pollas.
Su hombro se levanta de nuevo.
—¿Y? ¿Cómo es eso un problema para ti? Tú te corres en mi garganta y yo
también consigo lo que quiero. Ganamos.
Mi mente da vueltas a la falta de sentido de todo esto cuando su mano se
dirige a mis pantalones, tirando del cordón hasta desatarlo. Le dirijo una
mirada mordaz que no sirve para intimidarlo, porque procede a tirar de la
cintura de mis pantalones. Y, por alguna estúpida razón, no lo detengo.
Pero tampoco lo ayudo. No levanto el culo para que pueda bajarlos,
simplemente me siento allí, sólido e inseguro sobre todo esto. No tengo ni idea
de lo que está pasando, pero estoy congelado y parece que no puedo detenerlo.
Ren consigue bajarme los pantalones lo suficiente como para sacar mi polla,
apretándola en su mano mientras la acaricia hasta el fondo. No está dura, pero
se está llenando rápidamente, lo que es jodidamente ridículo. Siempre puedo
confiar en que mis erecciones me traicionan en situaciones incómodas.
Cierro los ojos con fuerza, imaginando que una chica sexy me toca la polla y
luego las pelotas.
—Tienes una polla muy bonita. —susurra Ren, y yo lo miro de arriba abajo.
Gruño—: No hables, mierda. —A lo que él se ríe, lo que me molesta
muchísimo.
—Lo siento. —dice, y no pierde tiempo en sellar sus labios sobre la cabeza de
mi polla.
Siseo y vuelvo a cerrar los ojos. No sé qué carajo estoy haciendo, ni por qué
lo hago, pero no puedo decir que no se sienta bien. Supongo que ese ha sido
siempre mi problema. El sexo se siente tan distante, que nunca sé realmente lo
que me va a gustar. Apenas estoy conectado conmigo mismo mientras ocurre,
y mucho menos con la otra parte. Parece que disfruto de todo, siempre que sea
diferente. No tengo ningún control sobre mi impulso sexual, y aparentemente
aún menos sobre mi sexualidad.
Todo lo que sé es que no me atrae este tipo, pero su boca se siente muy bien
mientras se desliza por mi longitud. Sigo fingiendo que es la boca de una chica,
y funciona bastante bien con los ojos cerrados. La lengua recorre la parte
inferior, los dientes se enfundan detrás de los labios. Cálida, húmeda, con
deliciosos ruidos de succión.
Mi polla se hace piedra en cuestión de segundos mientras follo la boca que se
me ofrece, queriendo alargar la mano y agarrar la cabeza, pero absteniéndome,
ya que sé que sentiré el pelo corto de un tipo y eso sin duda me sacará de onda.
Se me escapan las respiraciones entre las succiones, y se siente fantástico.
Los dedos tiran de mis pelotas mientras mi polla empuja la parte posterior de
la garganta. Se mueve cada vez más, arrancándome un gemido. Luego uno aún
más fuerte cuando siento que la garganta se aprieta alrededor de mi eje en un
trago.
—Joder... —Me cubro los ojos con las manos, por si acaso—. Chúpame la puta
polla.
Un suave estruendo de aprobación me llega desde la boca y no lo odio. No
importa. Mi polla es propiedad de esta boca. Es tan jodidamente bueno... La
lengua, masajeando, girando alrededor de mi cabeza, el lubricante de saliva, la
succión. Dios, la succión es tan buena.
Odio a dónde van mis pensamientos, pero no puedo dejar de pensar en que
tenía razón... Es jodidamente bueno.
—Trágate mi polla otra vez. —le pido, y lo hace, tomándola hasta el final,
ahogándose con ella. Se siente jodidamente fenomenal. Todo mi cuerpo está
caliente—. Maldita sea...
Sorbiendo, chupando y follando la boca, mis pelotas se hinchan y puedo
sentir que el orgasmo se acerca. Y la idea de correrme en lo más profundo de la
garganta de este tipo me ha desatado.
—¿Quieres tragarte mi semen? —Jadeo, follando su cara mientras mis ojos
se abren, contra mi voluntad, pero lo hacen. Y miro hacia abajo para ver cómo
toma cada centímetro de mí y le encanta.
Gime alrededor de mi polla, las vibraciones me hacen estremecer. Sé que
estoy a punto de reventar y que me va a gustar muchísimo.
Los sonidos de su chupada resuenan en la pequeña habitación, y eso hace que
todo esté más caliente. Está jodidamente mal... No quiero esto, y se supone que
no debemos hacerlo.
Pero mi polla está enterrada en una garganta apretada y estoy a punto de
correrme, con fuerza.
— Jodidamente sí, la ... —Le agarro la nuca mientras mi polla palpita.
Justo cuando estoy llegando a la euforia, la puerta se abre de golpe.
Mi cabeza gira a la izquierda y mis ojos se encuentran con la mirada
impenetrablemente oscura del oficial Kemper. Mi acosador.
Vaya sorpresa.
Pero me estoy viniendo, y no hay forma de pararlo.
Mi cabeza se echa hacia atrás, con los ojos clavados en el guardia mientras
mira cómo Ren me hace la garganta profunda, con chorros de mi semen
llenando su boca mientras él se lo traga todo.
La mandíbula del oficial Kemper se aprieta visiblemente mientras me lanza
llamaradas de rabia, y yo me limito a jadear durante mi clímax con Ren
zumbando en mi polla, chupando y chupando y chupando hasta que no queda
literalmente nada.
Me muerdo el labio, con la cara tan enrojecida que puedo sentirla. No tengo
ni idea de qué hacer. No sé por qué está aquí, aparte de que me está acosando,
y ahora parece que quiere matarme, o a Ren. O a los dos.
Finalmente, Ren aparta sus labios de mí y suspira, como si estuviera agotado.
Como si acabara de correrse.
—Joder, Lex… —gime, y yo lo miro boquiabierto. Pero no le importa y no me
mira. Se deja caer en el suelo a mis pies, aturdido. Es una jodida locura que
realmente estuviera imaginando a Luthor todo el tiempo.
Creo que estaba imaginando a alguien más, pensaba que no era nadie en
concreto. Supongo que no puedo relacionarme con lo que él siente...
...sólo me vengo. Solo, aunque sea con otra persona.
Se me aprieta el pecho y miro hacia la puerta, hacia mi loco guardia acosador.
Pero no está ahí. La puerta está cerrada.
Estrechando mi mirada hacia él, todo parece un poco borroso. Ren me sube
los pantalones y se levanta, guiñándome un ojo.
—Gracias, Dascha. —sonríe, golpeando la puerta una vez—. Ha sido
divertido.
Día 13 dentro
Dash

Rook me acompaña a mi celda en silencio. No es que esperara que charlara


conmigo, pero tengo la cabeza en blanco y no estoy en condiciones de hablar en
este momento.
Cuando llego, Luthor ya está dentro, tumbado en su litera. Me mira cuando
entro, y una intensa oleada de culpa me invade. No tiene sentido. No le pedí a
Ren que me la chupara. Se me insinuó, diciéndome que era su forma de sentirse
cerca de Luthor, aunque ahora que lo pienso en voz alta después del hecho,
tiene aún menos sentido.
Luthor me mira mientras me trago la vergüenza. Me siento fatal, aunque,
según Luthor, él y Ren no son nada. No sé por qué iba a importarme... O por qué
iba a importarle a él. Además, no me gustan nada los chicos. Tuve que fingir que
era una chica para que me gustara.
Creo. Realmente no lo sé... Mi cabeza está confusa ahora.
—¿A dónde te llevaron? —Luthor pregunta, no tan inquisitivo como si
estuviera esperando algo. Como si ya supiera dónde estaba.
Considero brevemente la posibilidad de mentir, pero luego decido que no
vale la pena el esfuerzo. Si se va a enfadar por esto, prefiero saberlo ahora, en
lugar de tener que lidiar con las consecuencias de que se descubra la verdad
más tarde.
—Ren me acorraló en una habitación vacía. —contesto. Tengo los ojos más
abiertos que de costumbre.
Luthor se incorpora.
—¿Sí? ¿Qué dijo...?
—En realidad no fue por lo que dijo —me encogí—. Él... ¿supongo que le
gustas?
Luthor se ríe y sacude la cabeza.
—Sí. Tiene formas extrañas de demostrarlo. Te dije que las líneas se
difuminan aquí, hombre.
Me llevo las manos a los lados.
—No soy gay. Estas cosas son simplemente... raras para mí. Yo no... —Sacudo
la cabeza, sin saber realmente lo que intento decir. De repente estoy agotado.
—Sí, yo tampoco. —dice, y lo miro, a lo que él se ríe—. No, la verdad es que
no. De hecho, nunca he... —Se detiene y sacude la cabeza—. No importa. No
importa. Siento que Ren se te haya acercado así, pero te dije que tuvieras
cuidado con él. Le encanta joder a la gente, y no puedes confiar en él.
—No estaría precisamente en lo alto de mi lista de personas en las que
confiar —me dejo caer en la cama antes de tumbarme y sentir que Luthor hace
lo mismo encima de mí—. No confiaría en nadie de aquí. Excepto quizá en ti.
—Me siento halagado. —bromea, y yo me burlo—. Oye, quería preguntarte...
Cuando estabas en aislamiento, ¿viste a O'Malley en algún sitio? Es un tipo
irlandés, pálido, de pelo negro...
—No vi a nadie, en realidad. Aparte de los guardias, la única persona con la
que hablé fue Darcey.
—¿Hablaste con Darcey? —Luthor parece sorprendido.
—Sí. Estaba al otro lado de mi pared. —Hago una pausa, preguntándome
brevemente si Darcey está bien. El tipo se dedicaba a descuartizar a la gente
para ganarse la vida. Seguro que se las arregla—. Sinceramente, no pude ver
mucho mientras estuve allí abajo. Sé que había otras celdas, pero no escuché ni
vi a nadie más.
—Mierda... —Luthor respira, y eso me pone nervioso. Espero que el tal
O'Malley también esté bien.
No sé por qué me importa, pero la repentina sensación de camaradería es
difícil de ignorar.
Con la mirada fija en el colchón de Luthor, me pierdo en mis pensamientos.
No llevo mucho tiempo en el Penal de Alabastro y ya apenas recuerdo cómo era
la vida en el exterior. Este lugar tiene una forma de poseerte. Supongo que por
eso es tan horrible... Peor que una prisión normal, porque no hay nada que
hacer aparte de la mierda que te dirigen.
No hay libros, ni televisión, ni actividades recreativas. Quiero decir, mierda...
Puedo ver la necesidad de encontrar distracciones en cualquier cosa.
—Dash... —la voz de Luthor chirría.
—¿Sí?
—¿Cómo se sintió... lo de Ren? —Su tono está plagado de vacilaciones, pero
aún puedo oír la curiosidad, clara como el día.
—Amigo, yo no...
—Me refiero a si se sintió realmente interesado. —Suena tan esperanzado
que me siento inclinado a darle la respuesta que obviamente quiere, incluso si
no fuera la verdad. Que lo es.
—Sí... —Suspiro, parpadeando con fuerza para borrar la imagen de Ren
chupando mi polla entre sus labios—. Pero no para mí.
—¿Qué quieres decir?
Hago una pausa antes de responder:
—Ha dicho tu nombre.
Le oigo respirar en voz alta.
—Normalmente lo hace...
—No sé qué pasa con ustedes —empiezo, restregándome una mano por la
cara—. Pero ¿puedes hacerle saber que no quiero meterme en medio? Sólo
estoy tratando de salir adelante.
—Lo sé, hermano. —murmura—. Lo siento.
—No lo sientas. Pero no esperes que se repita.
Me doy la vuelta sobre mi estómago, y pronto Luthor está roncando. El sonido
me adormece en un ondulante país de los sueños.
Las voces y los rostros brillan y se retuercen.
Se transforman unos en otros.
Dascha. Por favor, malysh22...
Hazle compañía a mamá. Por favor...
Detente.
Para.

22
Bebé.
DETENTE.
¡Por favor, no me hagas daño! ¡Sólo déjame ir!
Un grito me despierta y me levanto de golpe en la cama. Me duele la cabeza,
pesada como si estuviera llena de cemento. Mis ojos luchan por abrirse, y una
dureza familiar bajo el colchón me hace sentir pánico.
Mis ojos intentan ajustarse, pero está oscuro a mi alrededor. Cuando por fin
los abro del todo, lo único que veo es la luz que sale de una pequeña ventana y
una grieta aún más pequeña...
No.
—No. —jadeo, rodando sobre el suelo helado.
No estoy en mi litera. Estoy en el colchón sobre el maldito suelo de cemento.
Mi respiración se vuelve agitada mientras miro a mi alrededor, la sombría y
sucia celda es mucho más pequeña que aquella en la que me quedé dormido.
—¡¿Qué mierda?! —La confusión se apodera de mi mente.
Estoy de nuevo en el puto aislamiento. ¿Cómo mierda es esto posible?
No me dormí aquí. Salí.
No es posible... ¿Por qué está pasando esto?
Mi mente está en espiral, girando y deformándose hasta que apenas puedo
respirar. Ya no puedo distinguir lo que es real y lo que no. Me hago un ovillo en
el suelo y aprieto los ojos para intentar calmar mi mente acelerada, pero no
funciona.
Todo está jodidamente frío y húmedo. Cuando abro los ojos, veo el cubo al
otro lado de la habitación y me dan arcadas. ¿Por qué?
Un grito sale de mi garganta, vibrando en las gruesas paredes. La cabeza me
pesa tanto que apenas puedo levantarla.
La apoyo en el suelo y la cubro con los brazos, me balanceo lentamente para
calmarme. Mi ritmo cardíaco está descontrolado y necesito frenarlo antes de
que me entre el pánico de verdad. Mi respiración se acelera desesperadamente
Lo siguiente que sé es que me despierto de nuevo, con los ojos abiertos de
forma intermitente. Debo de haberme desmayado.
¿Qué demonios...?
Esto es muy confuso. ¿Qué diablos estoy haciendo de nuevo aquí? ¿Cuándo
me han traído? ¿Me drogaron? No recuerdo nada.
Al final consigo ponerme en pie, pero me tiemblan las rodillas. Me acerco a la
puerta e intento mirar por la ventana. No veo nada más que el pasillo vacío.
—¡Eh! ¿Qué mierda está pasando? ¿Por qué estoy aquí? —grito. Por supuesto,
nadie responde.
Pero eso me recuerda...
Me precipito hacia la pared y la golpeo varias veces. —¿Darcey? ¿Estás ahí?
No hay respuesta. Puta madre.
Esto es una mierda. Sé que me fui de aquí. Lo recuerdo...
Doy cientos de vueltas a la habitación hasta que me duelen los pies y tengo
que volver a tirarme al suelo. Temblando, me tapo con mi manta raída. Esta es
la misma habitación... Sé que lo es. La manta huele igual. Todo está exactamente
igual que cuando me fui.
Y ahora he vuelto, mierda. Esto es una completa locura.
Parpadeo al techo durante un rato hasta que oigo fuertes pasos subiendo por
el pasillo. Casi puedo adivinar quién es.
Y, efectivamente, los ojos oscuros aparecen en la ventana. Mi mirada se
estrecha mientras me incorporo, con el cerebro palpitando, aunque me
sobrepongo a ello. Miro con desprecio la cara del oficial Kemper en esa pequeña
casilla, con el pelo rubio sucio despeinado y colgando de los ojos.
—¿Por qué he vuelto aquí? —le gruño, la ira invade mis extremidades
mientras me pongo en pie.
No dice nada, solo me mira fijamente mientras me acerco a la puerta. La
gigantesca losa de acero podría no estar allí porque podría atravesarla para
matar a este imbécil.
—¿Tú has hecho esto? —Mi tono está impregnado de una rabia tenue. Sus
ojos no se apartan de los míos, aunque sigue sin responder. Es jodidamente
exasperante—. ¿Me has vuelto a meter aquí, puto psicópata?
Mi voz se eleva varios grados con la palabra "mierda", hasta que el gran idiota
enseña los dientes.
—Te buscaste la cama, recluso. —gruñe—. Lástima que hayas elegido la
compañía equivocada en ella.
Me quedo con la boca abierta, pero antes de que pueda replicar, se da la
vuelta y se aleja por el pasillo.
—¡Vuelve aquí y déjame salir, maldito pedazo de basura! —mi voz ruge por
todo el lugar, pero sé que, hace tiempo que se ha ido.
Suelto un bramido y golpeo la puerta cien veces, sabiendo muy bien que
nadie está escuchando.

Creo que han pasado tres días. Intento llevar la cuenta, pero es difícil sin
ventanas ni nada, especialmente cuando tu alma se deteriora lentamente con
cada segundo que pasa. Normalmente la luz es la mejor manera de llevar la
cuenta, pero aquí abajo no hay nada. Sólo los mismos tubos fluorescentes que
vienen del pasillo frente a mi puerta.
Ayer conseguí una botella de agua y algo de comida. Medio sándwich de
mortadela que me hizo vomitar diez minutos después de comerlo. Pero la
manzana estaba buena, gracias a Dios.
Me pasé un montón de horas intentando averiguar qué había hecho para
volver a estar aquí, pero me rendí porque me estaba volviendo loco. Pensar que
ese gran imbécil podría haberme drogado y traído aquí porque vio a Ren
chupándome la polla hace que una furia cegadora recorra mis extremidades. Si
cree que tiene algún tipo de derecho retorcido sobre mí, necesita que le revisen
la cabeza. Me importa una mierda ese tipo, y si vuelve a cometer el error de
pisar esta celda conmigo, no pararé hasta romperle la maldita mandíbula. No
me importa si me matan.
La depresión se apodera de mí después de un rato, y me cuesta moverme.
Segundos, minutos, horas, días. Están todos conectados y no tienen sentido. No
tengo ningún concepto de lo que está ocurriendo en ningún otro lugar que no
sea esta pequeña celda que huele a moho y a orina.
Lo siguiente que me despierta es el sonido de la puerta al abrirse. Estoy listo
para lanzarme, pero antes de que pueda hacerlo, una manzana rueda por el
suelo, golpeando mi pie. Entonces la puerta se cierra de golpe.
—¡Maldita sea, maldita escoria! —Trato de gritar, pero mi voz es todo un
rasguño—. ¡Vuelve aquí!
Estoy demasiado cansado para respaldar mis vacías amenazas con alguna
acción, así que me limito a coger la manzana y a comérmela con rabia mientras
escucho las fuertes pisadas.
Al día siguiente consigo levantarme y canto para mantener mi mente firme.
Estoy recorriendo el perímetro de la celda cuando vuelvo a oír pasos. Es el
momento.
Me acerco sigilosamente a la derecha de la puerta, con la esperanza de que la
abra y pueda lanzarme a través de ella, o sobre él, antes de que se dé cuenta de
lo que ocurre. Por desgracia, se limita a mirar a través de la ventana,
directamente hacia mí, como si ya supiera lo que voy a intentar.
Señala con la cabeza la parte trasera de la celda. —Contra la pared, preso.
—No. —digo con rudeza. Y él pone los ojos en blanco.
Voy a apuñalar a este imbécil.
—Ahora, recluso, o no te va a gustar lo que pasará aún más de lo que ya
piensas odiarlo.
No puedo evitar tragarme el nudo que aparece en mi garganta, moviéndome
de mala gana hacia la pared del fondo para ponerme de espaldas a ella.
Sus llaves tintinean en la puerta cuando la abre antes de entrar. Lo miro con
todo el odio que tengo a mi alcance, pero, por supuesto, no le afecta. Seguro que
es fácil sentirse seguro cuando eres tan grande. Y tienes putas armas colgando
de la cintura.
Se coloca a unos dos metros de mí y me limito a agarrarme a la pared,
sabiendo que no estoy en mi mejor momento, y que luchar contra este imbécil
probablemente no saldrá bien. Pero tengo que hacer algo.
Me está haciendo la vida imposible y ni siquiera sé por qué.
—¿Qué quieres decirme, 101? —Suspira, con un tono aburrido. Como si le
estuviera molestando.
—Eres un imbécil enfermo. —escupo, con la mandíbula apretada por la
animosidad acumulada—. Me metiste aquí por... lo que viste. —No quise hacer
una pausa en medio de esa declaración. Simplemente ocurrió.
—¿Y por qué piensas eso? —Él levanta una ceja con facilidad, cruzando los
brazos grandes sobre un pecho aún más grande.
—Más o menos lo has dicho. —resoplo—. No me importa, maldita sea, eso no
importa. Sólo déjame salir. Has demostrado lo que querías.
Me mira especulativamente, dando un paso adelante. —¿Y qué punto es ese,
Luscious?
—Deja de llamarme así. —mis manos se cierran con un puño a los lados—.
Maldito maricón.
Se ríe, dando otro paso.
—Tu boca es tan feroz. Es extraño que también sea tan tentadora...
Una oleada de confianza me recorre con el deseo de hacer girar el cuello de
este asqueroso cabrón. Me enderezo y me inclino hacia él.
—Oh, así que eso es lo que es entonces. —mis ojos se entrecierran—. ¿Deseas
que sea tu boca... En lugar de la de Ren —Su mandíbula se mueve
visiblemente—. ¿O querías que deseara estar de rodillas?
Sus ojos permanecen oscuros, su cara no se ve afectada mientras se acerca.
El miedo me atenaza por dentro, pero me obligo a no mostrarlo, aunque me
tiemblan un poco las manos. Este tipo es mucho más grande que yo. Podría
intentar atacarlo, aunque sé que me golpearía sin remedio.
Mientras sopeso mis opciones, se acerca a mí, utilizando sus cinco o seis
centímetros de altura sobre mí para intentar echarme atrás. Pero no lo hago.
—La has cagado, recluso. —murmura, su aliento golpea mi cara. Es
mentolado, lo que me confunde—. Y ahora es el momento de corregirte.
—¿Corregirme? —me burlo—. ¿Qué significa eso? ¿Qué vas a hacer,
pegarme?
—Mm-mm. —sacude la cabeza lentamente, los ojos bajando a mis labios—.
De rodillas, 101. Vamos a poner a trabajar esa irresistible boca tuya.
¿Qué...?
—¿Qué mierda? —Me atraganto—. De ninguna manera, marica. Lárgate de
aquí con esa mierda.
Sus labios se mueven.
—Tengo formas de hacerte cooperar, recluso.
Mis músculos se tensan en señal de protesta por lo que está sugiriendo. Sé
que está armado, pero también sé que no hay forma de que su Glock esté
cargada. Podría darle un rodillazo como a Velle.
Creo que intuye por dónde van mis pensamientos porque suelta una sonrisa,
una más brillante de lo que me gustaría recordar. No me gusta lo que está
pasando...
Acerca su cara a la mía y yo retrocedo instintivamente.
—Vete a la mierda, psicópata. —siseo—. Acércate a mí y te arrancaré la polla
de un mordisco.
Suelta una carcajada.
—No creo que lo hagas...
—¿Quieres probar esa teoría, imbécil?
Mi adrenalina se ha disparado cien veces, todo mi cuerpo vibra en
preparación para hacer mi movimiento. No puedo ver bien a este tipo, así que
tal vez tenga que arremeter contra él y atacar.
Pero antes de que pueda hacerlo, se encoge de hombros y susurra:
—Tú eliges, preso.
Da un paso atrás y veo mi oportunidad. Pero lo que no veo es su mano
izquierda metida en la funda.
Lo siguiente que sé es que está acercando su pistola eléctrica a mi cuello.
Y un duro cosquilleo recorre mi cuerpo, quemando y sacudiendo mis
músculos.
Sucede tan rápido que caigo de rodillas, sin ningún tipo de control.
Mi cuerpo se agita y se tensa, una y otra vez en una sucesión tan rápida que
es como si cientos de voltios fluyeran por mis venas a la vez. Incluso después
de que la pistola eléctrica haya abandonado mi carne, sigue zumbando,
nadando por todo mi cuerpo. Suelto un ruido de impotencia, mi cuerpo se
desploma hacia delante y mi cabeza se apoya en sus muslos, de forma
totalmente involuntaria.
Mi mente se queda en blanco durante unos generosos segundos y no puedo
pensar en nada. Todo es tranquilidad, una diminuta sensación de paz que me
calienta por dentro.
Hasta que oigo su voz gruñendo por encima de mi cabeza.
—Eso está mejor, Luscious. ¿Ves? No ha sido tan malo, ¿verdad?
Me toma la barbilla con los dedos y me levanta la cara para que pueda verlo.
Mi boca sabe a cobre, la saliva se acumula bajo mi lengua.
—Ahora, abre, o recibirás más. No quieres eso, ¿verdad? —Levanta las cejas
como si quisiera que le respondiera, pero no hay forma de que pueda producir
palabras en este momento.
Simplemente balbuceo y balanceo un poco la cabeza, porque no. No, no
quiero más. No más electricidad, por favor.
Eso fue un dolor como ningún otro. No sabía que los voltios podían someter
a una persona con tanta eficacia. Quiero decir, lo he visto antes obviamente,
pero verlo y sentirlo son dos cosas muy diferentes.
—Abre la boca. —exige el oficial Kemper. Mi mente se acelera gradualmente
hasta situarse en tiempo presente mientras comprendo lo que quiere.
Quiere meterme la polla en la boca. No puedo permitirlo. No hay una puta
manera...
Sacudo la cabeza, ligeramente incoherente y todavía incapaz de hablar o
apartarse.
—Haz lo que te digo, preso. —gruñe, la impaciencia cubre su tono mientras
sus dedos empujan mi mandíbula, mi boca se abre fácilmente para él. Quiero
cerrarla con todas mis fuerzas, pero no funciona.
Gimoteo, con la boca un poco abierta.
Está claro que no está satisfecho, porque gruñe:
—Más grande.
No hago ningún movimiento, así que me agarra la mandíbula con más fuerza
con sus dedos gigantes, tirando de ella hasta que se abre casi todo lo que puedo.
Tengo la mandíbula tensa por el golpe y me cuesta abrirla. Eso y que estoy
tratando de resistir. Lo intento de verdad.
No quiero esto. No puedo dejar que lo haga.
Me sujeta la cara con los dedos mientras su mano izquierda trabaja en el
cinturón y luego en la cremallera. Mi mente registra lo que está sucediendo, y
por dentro intento como un demonio luchar, pero mi cuerpo no reacciona. No
controlo mis músculos. Apenas puedo mantenerme en pie sobre mis rodillas, y
por eso él me sostiene, apoyando el peso de mi cuerpo en sus piernas.
El miedo y el pánico me acucian cuando veo que se saca la polla dura de los
pantalones. Es jodidamente enorme y gruesa y cierro los ojos, obligando a
cerrar la boca. Funciona durante un segundo, hasta que la abre de nuevo de un
tirón.
—No te resistas, Luscious. O te daré el siguiente golpe. —amenaza, con sus
ojos oscuros y furiosos clavados en los míos—. ¿Quieres eso?
Niego con la cabeza lentamente, encogiéndome mientras mi mirada se dirige
a la gran polla que tengo delante de la cara. Me va a doler. Parece que me va a
doler.
Sin decir nada más, me la acerca a la boca, metiéndome la cabeza. Gruño,
cerrando los ojos, ignorando el sabor de la carne que no quiero. Sabe a sal y a
jabón cuando la frota a lo largo de mi lengua, introduciendo sólo los primeros
centímetros en mi boca abierta.
Su gran mano rodea la parte posterior de mi cabeza, recordándome cuando
me afeitó la cabellera. Pensé que esa experiencia era la peor, pero ahora está
sucediendo esto.
Quiero jodidamente morirme.
Manteniendo mis ojos cerrados, utiliza su otra mano para apretar mi
mandíbula, para que se mantenga bien abierta, introduciéndola más
profundamente en mi boca.
—Chupa, Luscious, o esto podría ser mucho más desagradable. —retumba
sobre mí.
No quiero nada más desagradable. Esto ya es lo peor.
Aceptando mi destino, me hago a la idea de lo que está pasando y de lo que
tengo que hacer para acabar con ello. Imagino que estoy en cualquier lugar
menos aquí, chupando el firme objeto con vacilación. La cabeza es gorda,
empujando hacia el fondo de mi garganta. Me dan arcadas y él gime.
Por alguna razón, el sonido me hace abrir los ojos y me asomo. Tiene los ojos
cerrados y se muerde el labio. Creo que le gusta lo que estoy haciendo, y en
lugar de aprovechar la oportunidad para morderle, hago girar mi lengua
alrededor de su polla.
—Mierda, Luscious. —suspira, su voz tiembla un poco. El sonido hace que mi
polla se mueva en mis pantalones. Y me cabrea, maldita sea.
Mis dientes caen un poco sobre su piel y sus ojos se abren de golpe. Me dirige
una mirada de advertencia, así que decido no protestar y hacer lo que pueda
para acabar con esto. Enfundo los dientes tras los labios y le ofrezco mi boca,
aunque no hago nada, porque no quiero. Si quiere usar mi boca, lo que sea, pero
no hago ningún esfuerzo.
Sin embargo, no parece necesitar que lo haga, porque me agarra la nuca con
más fuerza y me folla la cara, lenta pero bruscamente. Gruñidos de aire brotan
de mi garganta en torno a su enorme polla mientras la empuja más y más
profundamente.
—Mmm... Esos deliciosos labios. —gime, mientras su pulgar acaricia un
pequeño círculo en mi mandíbula—. Por favor, chupa, Dash. Por favor...
No tengo ni idea de qué hace clic en mi cerebro cuando me lo pide, pero algo
sucede y me impulsa a hacer lo que él quiere, usando mis labios para chuparle
la polla. Es dura y larga, gruesa y hace que me duela la mandíbula. Me duele, y
la saliva gotea de las comisuras de mi boca. Al menos es un poco de lubricación.
Mi cerebro está aturdido. No sé realmente dónde estoy... Estoy cansado y
hambriento y ni siquiera sé si esto está sucediendo realmente
Mi mano izquierda se cuela entre mis muslos, rozando mi polla, que está
palpitando.
—Mmf... —El ruido retumba alrededor de su enorme y gorda polla y gime
con un sonido jadeante.
Miro hacia arriba y capto su cabeza cayendo hacia la pared.
—Eso se siente tan bien. Chupa más fuerte...
Hago lo que me dice, más fuerte y más profundo, con arcadas, pero deseando
que termine. Recuerdo lo que Ren me hizo el otro día y lo hago, perdiéndome
en el ritmo, fingiendo que no soy yo.
Esto no soy yo. No estoy haciendo esto.
Estoy en otro lugar... Muy lejos.
Estoy en Tulum, en la playa, bebiendo una bebida rosa con gas con una
sombrilla.
Kemper me mete la polla hasta el fondo de la garganta y no puedo evitar
tragar. Me duele, y las lágrimas se me saltan a los ojos mientras me folla la boca,
cada vez más rápido.
—Dash... —resuena su voz mientras profundiza tanto que sus pelotas
golpean mi barbilla, una y otra vez—. Me voy a correr en tu apretada garganta,
bebé.
El terror se apodera de mí. No quiero hacerlo... No quiero que se corra en mi
boca. Intento retirarme, pero él me sujeta con más fuerza, manteniéndome en
el sitio.
—Bébete hasta la última gota, recluso. —exige, sin aliento—. Mierda...
mierda, mierda, mierda, sí...
Y lo siguiente que sé es que un líquido caliente y salado baja por mi garganta.
Intento tragarlo, pero es espeso y demasiado rápido. Toso y me ahogo con él, y
una parte se me escapa de la boca.
Mi propia polla expulsa un líquido resbaladizo. Lo noto.
—Dascha... Jesús. —gruñe Kemper con la mandíbula apretada.
Después de lo que parece una hora de que se corra en mi boca, su polla deja
de palpitar y la saca, respirando con dificultad mientras me acaricia la cabeza.
—Guau... eres jodidamente perfecto, Luscious. —elogia mientras yo saco aire
de mis pulmones.
Levanto la mano para limpiarme los restos de semen de la cara, pero él me
detiene.
—Lámelo. —me ordena en tono ronco.
Mis ojos se deslizan hacia él desde donde estoy arrodillado en el suelo,
fijándose en su oscura mirada, con las pupilas dilatadas, mientras mi lengua
lame los restos de semen en mis labios. Me pasa un poco por la barbilla con el
dedo y me lo mete en la boca, mirándome con malicia hasta que lo chupo.
—Lo has hecho muy bien, 101. —canturrea, ayudándome a levantarme.
Me tiemblan las rodillas, los músculos de las piernas, el estómago, los
brazos... Todo. Mi cabeza es una nebulosa silenciosa, y no puedo hacer otra cosa
que mirarlo fijamente, sintiendo la humedad en mis pantalones, pero rezando
para que no la note.
No quiero que sepa que una parte retorcida de mí disfrutó de alguna parte de
lo que acaba de suceder. No sé qué parte... Empezó siendo lo peor que me ha
pasado nunca, pero mi cuerpo rara vez reacciona igual que mi mente.
No lo entiendo. No quería eso. Odiaba su polla en mi boca. Odio que todavía
pueda saborearlo en mi lengua, y en mi garganta. Su sabor salado está
cubriendo mi boca.
Y ni siquiera tengo mi maldito cepillo de dientes.
—¿Puedo tomar un poco de agua? —mi voz gruñe. Parpadeo, vacío; muerto.
El oficial Kemper sonríe y me sujeta la mandíbula con suavidad, rozando mi
labio inferior con el pulgar.
—¿Qué dices, recluso?
—Por favor. —se me escapa la palabra antes de que pueda procesarla.
—Buen chico. —murmura. Sus ojos se dirigen a mi colchón en el suelo—. Ve
a descansar un poco. Te traeré agua.
Asiento con la cabeza y tropiezo con mi cama, cayendo al suelo y
tumbándome. Mis párpados se cierran antes de que se haya ido. Me duermo
antes de oír el clic de la cerradura.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, me pongo de lado y lo primero que veo son
tres botellas de agua, dos manzanas...
Y un recipiente de plástico lleno de gofres Eggo23 calientes y tocino.

23
Waffles congelados.
Día 19 dentro
Dash

Cuando un guardia cualquiera me lleva de vuelta a mi celda, no puedo evitar


mirar por encima del hombro cada dos por tres.
Estoy nervioso, con los nervios de punta. Mi estancia en aislamiento esta vez
ha sido más corta que la anterior, pero sin duda aún es peor, ya que fui drogado
y puesto allí por un loco violador.
Vuelvo a mirar detrás de mí. No hay nadie.
El guardia tira de la cadena que une mis esposas.
—Sigue así, preso. Si te caes, te daré una patada en la cara.
Ahora mismo ni siquiera me importa su amenaza. Estoy demasiado ocupado
repitiendo el día de ayer en mi cabeza, estremeciéndome ante los recuerdos.
Abusaron de mí. Fue una experiencia terrible. No me tomo en serio la
respuesta física que tuvo mi cuerpo, porque eso me sucede mucho. No significa
nada.
Ese gran imbécil me violó de una manera que nunca antes había sido, y siento
que algo dentro de mí se rompió cuando lo hizo. Nunca he sido perfecto. Mi vida
siempre ha sido una mancha empañada de lo que uno quisiera que fuera su
existencia. Pero aún así... Esto es diferente.
No me avergüenza admitir que tengo miedo. No quiero volver a ver a ese tipo,
y no puedo ser enviado de nuevo a aislamiento. Cuando estoy ahí abajo, me
quedo a solas con él. Me dejan vulnerable y bajo su control.
No puedo volver. No lo haré.
Caminamos por la larga hilera de celdas hacia el final, y los bramidos pasan
por mi reconocimiento. Sé que todos están gritando cosas, pero no puedo oír lo
que dicen. Soy un zombi.
—Dascha. —Mi primer nombre se cuela en mi oído y mi cabeza salta hacia la
derecha, sabiendo quién me llama. Ren está sujetando los barrotes de su celda,
echándome una mirada. No estoy seguro de lo que significa, pero no importa.
Su pequeña hazaña en esa habitación bien podría haber sido lo que me llevó
al aislamiento esta vez. Desde luego, ha llamado la atención de mi acosador, y
por eso no tengo nada que decirle a Ren.
Miro al frente y sigo caminando, hasta el final, hasta que llegamos a la celda
de Luthor y a la mía. Me meten dentro y me quitan las esposas, y en cuanto el
oficial se va, me dejo caer en mi cama, soltando un largo suspiro. Siento que
Luthor me mira desde su litera, pero no puedo ni siquiera mirarlo ahora.
Estoy tan agotado que me siento sin vida.
—Amigo, ¿qué pasó? —me pregunta y mis ojos se abren, mirándolo mientras
su cabeza cuelga boca abajo, con preocupación en su rostro—. Me desperté y
no estabas.
—Me drogaron. —me froto los ojos—. Me desperté en aislamiento.
—¿Por qué? —Jadea y parpadea—. No es que necesiten una razón, supongo...
—Creo que es por lo que pasó con Ren. —le digo. Luthor parece aturdido—.
El guardia de aislamiento había entrado a vernos... Es un jodido bicho raro, así
que creo que eso le cabreó y ahora estoy en su radar. Es completamente jodido.
La cabeza de Luthor se inclina hacia un lado, todavía boca abajo.
—¿Qué guar...?
Un golpe le corta, y miramos hacia la puerta de nuestra celda.
—¡Muy bien, señoras! Pónganse las bragas —canta Joy mientras abre los
barrotes y entra—. Es hora de irse.
—¿Ir a dónde? —Me pongo de pie, mi cuerpo irradia tensión. La inquietud
agarrota mis músculos hasta que mis dedos se crispan.
—La hora del recreo. —dice mientras Luthor baja de un salto de su litera—.
Kang te ha hecho una invitación.
—Qué bien. —suspira Luthor, y luego me mira—. Confía en mí, te gustará.
Dudo en salir de la celda, temiendo ver al oficial Kemper en algún lugar donde
vayamos. Pero supongo que sería bueno hacer algo de ejercicio; ejercitarse en
cualquier lugar que no sea una celda diminuta. No estoy seguro de dónde se
produce el entrenamiento, pero si a Luthor le parece bien, estoy seguro de que
estaré bien.
Bueno, tal vez...
Joy se limita a esposarnos las manos y a llevarnos por el pasillo,
deteniéndonos mientras busca a Kang y, para mi disgusto, a Ren.
Luego nos acompaña durante un rato, pasando por delante de los guardias
aquí y allá, sin hacerles más que un simple movimiento de cabeza. Me
sorprende, y no, que lleve ella sola a cuatro reclusos a un lugar no revelado, sin
respaldo. Supongo que al menos Velle sabe a dónde va. Además, estamos
hablando de Joy. Me da un poco de miedo. Es obvio que puede arreglárselas
sola.
Siento que Ren me mira fijamente mientras atravesamos puertas y puertas,
y bajamos por pasillos y rampas que nos llevan claramente hacia abajo en el
edificio. Se me tensa la mandíbula, pero sigo ignorándolo, caminando en
silencio.
Finalmente, me da un codazo en el brazo. —Dash... Lo siento.
—¿Por qué? —me quejo, mirándole con el rabillo del ojo.
—Yo no... —empieza y luego hace una pausa, probablemente para pensar en
cómo responder—. Si lo que ha pasado tiene algo que ver con que vuelvas a
estar en aislamiento. No tenía ni idea...
—Sí, bueno, ese guardia que entró es un puto loco, así que para futuras
referencias supongo que simplemente mantente alejado de mí. —murmuro y
pongo los ojos en blanco.
Estoy muy cansado. Con suerte, las actividades que hagamos aquí abajo me
subirán la adrenalina o algo así.
Ren se queda callado a mi lado, y al girar la cabeza lo encuentro mirándome.
Tiene las cejas fruncidas y me mira. Esa mirada, la que me hace sentir loco.
Deja de mirarme así.
—Joy, ¿puedes por favor decirnos qué pasó con O'Malley? —la voz de Luthor
interrumpe mi angustia—. Estamos muy preocupados por él.
Joy se queda callada por un momento, lo que hace que mis ojos se dirijan
hacia ella. Lleva una máscara de ausencia de emociones, lo que parece ser un
rasgo característico de todos estos malditos oficiales. Sin embargo, puedo
percibir la tensión que se desprende de ella cuando deja de caminar, de cara a
Luthor.
—Mira, todo lo que puedo decirte es que no es una situación de libertad. —
dice, en voz baja—. Todavía está aquí.
—¿Está en aislamiento? —Kang pregunta, entonces todos me miran por un
segundo, ya que aparentemente soy el experto residente en aislamiento.
—No más preguntas, reclusos. —ladra Joy, y luego se gira y nos hace pasar
por otra puerta.
Todos entran antes que yo, y cuando entro, mis ojos se abren de par en par,
girando la cabeza de un lado a otro para observar mi entorno. Estamos en una
sala enorme. La más grande que he visto desde que estoy aquí.
Las condiciones son tan miserables como las del resto del edificio, pero al
menos está abierta. Es del tamaño de una cancha de baloncesto, lo cual es
apropiado ya que tiene dos aros. Hay algunos aparatos de gimnasia contra la
pared del fondo, unas cuantas pelotas de baloncesto y lo que parece un saco de
boxeo. Muy desgastado, pero aún así.
La esperanza me invade al ver los aros. Me gusta jugar al baloncesto. Siempre
he sido bastante bueno, y solía enseñar a los niños de mi barrio, antes de que
papá empezara a llevarme a trabajar y a enseñarme el oficio de la familia.
Joy y Kang se dirigen hacia donde está colocada la bolsa, y yo me paseo
lentamente, observando cómo se pegan los nudillos. Joy se quita las botas de
combate y Kang se quita las deportivas y se quita la camiseta de un tirón. Joy
también se quita la suya, hasta que sólo lleva un sujetador deportivo y sus
pantalones.
Me trago algunas babas. Su cuerpo está muy apretado, y es agradable de ver.
Mis ojos se mueven hacia Kang, observando cómo se estira. Estoy intrigado por
su combate. Quiero ver exactamente lo que hacen juntos.
Pero me distrae el sonido de una pelota de baloncesto que rebota en el
cemento. Luthor regatea y le pasa el balón a Ren. Ren regatea un par de veces y
se la devuelve. Van de un lado a otro por un momento, antes de que Luthor salga
corriendo hacia el aro más cercano. Sin embargo, Ren le pisa los talones y
consigue el balón en cuestión de segundos, lanzándose hacia el aro para hacer
una canasta.
Levanto la cabeza mientras sonríe a Luthor. Ren es un tipo grande, no mucho
más que yo, pero sin duda está hecho para lo que sea que esté haciendo.
—¡Dash! —Luthor me llama y yo salgo de mis pensamientos—. ¡Vamos!
Bloquea a este imbécil por mí.
Ren se ríe.
—En sus sueños, perras.
Mi boca quiere sonreír, pero no me permito reaccionar ante Ren en este
momento. Todavía estoy enfadado con él, y desconfío de lo que sea que esté
intentando hacer con Luthor. Para ser sincero, Luthor parece un tipo muy sano.
Inteligente, amable, fácil de llevar y cariñoso. Me siento protector con él. No ha
hecho más que ayudarme desde que llegué, y lo último que quiero es que Ren
lo joda.
Es como el hermano que siempre quise, y Ren parece una serpiente.
Corro hacia Luthor y me pasa el balón. Regateando, zigzagueo alrededor de
Ren, que trata de cazarme, pero no funciona. Me deslizo hasta el otro aro y me
alejo justo a tiempo para encestar. El tiro es de red, aunque en realidad no hay
redes en estos aros.
—¡Buen tiro! —Luthor aplaude—. Vaya, me alegro de haberte traído. No soy
bueno y Ren siempre me gana.
—Aunque dos contra uno no es exactamente justo. —se queja Ren, tirando
de su camiseta por encima de la cabeza.
Luthor hace lo mismo, así que les sigo la corriente. No quiero precisamente
sudar por toda mi única camiseta, que aún no se ha lavado desde que estoy aquí.
—Cállate. No seas un bebé. —se burla Luthor de Ren, que sinceramente
parece emocionado de que estén pasando tiempo juntos. Realmente no
entiendo por qué no puede actuar como una persona normal a la que le gusta
otra persona, en lugar de jugar a todo tipo de juegos.
No es que sea un experto en relaciones. No tengo ni idea de lo que estoy
hablando.
Nos pasamos la pelota un poco, tirando aquí y allá, y se siente jodidamente
bien. Cuando miro a Joy y a Kang, los veo dándose puñetazos y patadas,
bloqueando y avanzando. No estoy seguro de qué estilo de lucha están
haciendo, pero parece intenso. Está claro que por eso sólo lo hacen juntos. Es
algo que tienen en común.
El juego sigue un poco, y sobre todo gracias a mí, ya que Luthor tenía razón y
no es muy bueno, estamos ganando a Ren, aunque no por mucho. Ren es muy
bueno. Es grande y rompe en la defensa. Además, definitivamente tiene más
energía que yo; ambos la tienen. Mi cuerpo está agotado por la falta de sueño y
alimentación adecuados. La adrenalina me hace efecto, pero, aun así, es sólo un
parche. Puedo sentir que me desplomo.
Luthor recibe el balón y se dirige hacia el aro, esquivando a Ren. Corro hacia
el lado, esperando que pueda pasarme y evitar la intensa táctica defensiva que
está adoptando Ren. Está encima de Luthor, y me doy cuenta de lo mucho que
le gusta esto. Es tiempo con Luthor, y supongo que eso es todo lo que quiere.
—Vamos, bebé. —se burla Ren, cubriendo a Luthor en casi todos los
ángulos—. Tú tienes esto.
—Vete a la mierda, Ren. —gruñe Luthor, y me doy cuenta de que no está
bromeando. Ren parece creer que es un juego, pero Luthor no está jugando.
—¿Desde cuándo dejas que la gente te empuje? —Ren sonríe, chocando con
él una y otra vez.
Mis dientes rechinan mientras me acerco a ellos. No me gusta lo que está
pasando. Mis ojos se dirigen a Joy y Kang, que no nos prestan atención, y cuando
vuelvo a mirar a Ren y Luthor, me hierve la sangre.
—Ven hacia mí, Lexington. —sigue Ren, empujando a Luthor hasta que
finalmente se detiene, lanza la pelota y se cuadra.
—¿Es esto lo que quieres, Ren? —Luthor le sisea en la cara—. ¿Una jodida
reacción, maldita puta de atención? Pues aquí la tienes.
Ren se burla en su cara.
—Sólo quiero que te importe.
—¿Adivina qué, Warren? —Luthor se inclina—. No me importa.
Veo que la cara de Ren cambia, de una leve diversión a pura rabia. Se lanza
hacia delante y empuja a Luthor, que retrocede un poco. Se recupera y se lanza
contra Ren con un rugido.
Caen al suelo, pero con el tamaño de Ren se pone encima de Luthor
rápidamente, pareciendo que está a punto de golpear su cara. Sin darle la
oportunidad, salto sobre él, derribándolo de Luthor. Nos revolvemos un poco,
pero termino encima, aprovechando la oportunidad para callar a Ren.
Mi cerebro está a gran escala, con todo el ruido en mis oídos. No puedo hacer
que desaparezca, y lo siguiente que sé es que Joy y Kang me están sacando de
encima de un Ren con la cara ensangrentada.
Parpadeo un par de veces mientras me sujetan, con la respiración agitada y
los nudillos en carne viva. El tiempo pasa a cámara lenta mientras miro a mi
alrededor. Ren está de espaldas en el suelo, con la nariz sangrando hasta la boca,
y cacarea en voz alta, como un loco.
La cara de Luthor está inmóvil, más pálida que de costumbre. Parece
horrorizado. Kang también. Ambos parecen no tener ni idea de lo que acaba de
pasar.
Yo tampoco lo sé.
Pero cuando miro a Joy, está visiblemente furiosa.
—Vas a volver a aislamiento, 101. —se queja, sin perder tiempo en esposar
mis manos ensangrentadas.
—¡No! Espera, por favor. —El tiempo se acelera y ahora estoy temblando. No
puedo volver allí.
No quería hacer esto. Ni siquiera recuerdo lo que hice. Todo sucedió tan
rápido...
—Joy, vamos —murmura Luthor—. Fue un error. Sólo estaba...
—Cierra la boca, recluso. —arremete Joy, y luego saca su walkie de la funda—
. Velle, baja aquí. Trae refuerzos.
—¡Joy, por favor! —Intento razonar con ella, pero se queda muda, resoplando
y mirando a Ren en el suelo mientras se ríe histéricamente.
Parece y suena como un lunático. Sería alarmante si no estuviera demasiado
ocupado perdiendo la cabeza.
No puedo volver al confinamiento. No con... él.
—La has cagado, recluso. —suspira Joy—. No depende de mí. No podemos
dejar que te salgas con la tuya sin castigo. Es parte de las reglas.
—¡¿Qué putas reglas?! —grito—. ¡No hay reglas en este lugar! Es el puto
infierno en la tierra.
—Sí, bueno, un pequeño consejo —sacude la cabeza, y oigo pasos pesados en
la distancia, cada vez más cerca —: Si estás atrapado en el Infierno por la
eternidad, sería prudente no pinchar al Diablo.
Trago saliva mientras Velle y Rook entran en la habitación, observando la
escena, y me pregunto quién es el Diablo en esa analogía...
¿Y cómo mierda puedo escapar de él?
Día 19 dentro
Dash

Esta es una habitación diferente. No es la habitual. Hay una cama aquí.


Aparte de eso, parece lo mismo. Pero el precario colchón está sobre una
estructura de metal. Me acerco a la pared donde está la cama y me fijo en algo
grabado en el hormigón.
Mirándolo, leo las palabras: "Nacido de esta manera". Paso los dedos por
encima de ellas y luego doy una palmada en la pared. Por alguna razón, sé que
ésta es la celda de Darcey. Me doy cuenta.
No sé por qué me han metido aquí, pero creo que dormir en una cama
adecuada en vez de en el suelo podría estar bien. Ya veremos, supongo. Intento
mantenerme optimista, y no pensar en que vuelvo a estar aquí, sólo un par de
horas después de haber salido.
El tiempo pasa como siempre lo hace en el aislamiento. Lento.
Me dan agua y algunas sobras. Recito los episodios de Big Bang Theory que
recuerdo. Canto y hago flexiones, aunque no puedo hacer demasiadas con mi
energía tan baja.
Intento concentrarme en algo que no sea mi entorno. Intento no imaginar
que cada sonido que oigo es una pesada pisada que se acerca.
A pesar de ese miedo, no oigo nada. Durante al menos dos días. La única
persona que viene es el guardia que me trajo aquí. Me trae comida y, un día
después, un cubo lleno de agua tibia y jabón y una toalla. Lo miro como si
estuviera loco, porque es la primera vez. No tengo ni idea de lo que ocurre en
este lugar.
Le pregunto cuándo puedo volver, pero por supuesto me ignora.
A la noche siguiente, creo, me despierto con el sonido de las pesadas pisadas.
Al principio, creo que estoy teniendo una pesadilla, pero entonces el tintineo de
las llaves y el desbloqueo de la puerta hacen clic en mi cerebro. Todo mi cuerpo
se tensa.
No, no, no... Por favor, no.
Me incorporo rápidamente y levanto las piernas de la cama, preparándome
para correr. A dónde, no estoy seguro, pero no puedo volver a hacerlo. No puedo
estar solo en una habitación con este cabrón.
Soy tan débil, y él lo sabe. Creo que le gusta.
Su gran cuerpo se cubre de sombras cuando entra en la celda y cierra la
puerta. Trago saliva, mi cabeza tiembla lentamente. Cuando me pongo en pie,
se acerca un paso.
—No te muevas, recluso. —ordena, y me crujen los dientes al oír su voz. No
la había escuchado desde aquella noche, y realmente esperaba no volver a
hacerlo nunca más.
No ha habido suerte.
—Por favor... vete —alzo las manos—. No te quiero aquí.
Se acerca aún más, la luz de la pequeña ventana de la puerta ilumina el lado
de su cara. La barba incipiente delinea su mandíbula, los ojos oscuros brillan un
poco mientras se aparta un mechón de pelo dorado de la cara con sus grandes
dedos.
—¿Por qué no? —Su cabeza se inclina hacia la derecha mientras camina hacia
mí.
Decido adoptar otra táctica. —¿Por qué estoy en la celda de Darcey? —Tal
vez si lo mantengo hablando y cambio de tema, no avanzará hacia mí. Está
llegando, pero a estas alturas intentaré cualquier cosa para mantenerlo alejado.
—Es un poco más cómodo, ¿no crees? —Se acerca a donde estoy de pie, con
la parte trasera de mis piernas presionando contra la cama. Estoy atrapado; no
hay lugar para correr.
—¿Qué quieres? —la voz se me corta en la garganta mientras lo miro a la
cara. No puedo evitar recordar cómo era cuando me miraba de rodillas.
Con su polla palpitando en mi boca.
Se me revuelve el estómago y se me aprieta el pecho.
—Quería ver algo. —murmura, su voz es tan profunda que casi vibra dentro
de mí. Me hace temblar, el miedo me cosquillea la columna vertebral.
Antes de que pueda responder, me empuja hacia atrás en la cama. Caigo de
espaldas e inmediatamente intento levantarme de un salto, pero él se sube
encima de mí. Lucho contra su tamaño, ya que utiliza el peso de su cuerpo para
inmovilizarme en el colchón, con sus gruesos muslos a ambos lados de mis
caderas.
—¡Quítate de encima, imbécil! —grito, y él me agarra los brazos
inmovilizándolos por encima de mi cabeza—. Vete a la mierda, maricón. —Le
escupo en la cara y sus ojos se cierran.
Cuando se vuelven a abrir, trago saliva ante la expresión que me pone. Pura
ira.
—Cálmate, recluso. —me sujeta las muñecas con una mano mientras saca un
par de esposas de su funda—. Sólo conseguirás empeorar las cosas.
Me sujeta las esposas a las muñecas alrededor de la barra metálica del
cabecero. Levanto la vista, preguntándome frenéticamente si esta es la única
razón por la que estoy en la habitación de Darcey.
¿Es sólo para que me espose a la cama? Eso sí que sería jodido.
Una vez asegurada, aprieta sus caderas contra las mías lentamente, y puedo
sentir su forma, sólida, frotándose contra mí. Me estremezco y giro la cara para
no tener que mirarlo. No puedo creer que esto esté sucediendo.
—He venido a hacer algo por ti, Luscious. —pasa una mano por mi costado,
levantando mi camisa con ella—. No seas insubordinado.
—No quiero que hagas nada por mí. —respiro—. Por favor, deja que me vaya.
Déjame en paz.
Se ríe como un gilipollas sádico. Creo que le gusta mi incomodidad, una idea
preocupante. Su mano recorre mis abdominales, trazando las líneas y los
tendones de los músculos hasta el borde de mis pantalones. Me estremezco y
lucho por zafarme de su contacto, pero está a horcajadas sobre mis piernas y
no puedo moverme.
Cierro los ojos y lucho contra cualquier reacción a su contacto. Odio esto.
Odio lo mucho que me traiciona mi cuerpo. Odio a este tipo. No me atrae, pero
a mi estúpida polla le gusta demasiado ponerse incómoda.
Me acaricia con el puño un par de veces, y luego se mueve hacia abajo,
colocándose sobre mis piernas lo suficiente como para mantenerme quieto,
mientras alinea su cara con mi entrepierna.
—El otro día me dejaste pensando —me mira. Cierro los ojos para no mirarlo,
pero sigue hablando—. En lo mucho que te gustó que esa pequeña puta te la
chupara.
Al oír eso, abro los ojos y me quedo boquiabierta.
—¿Qué...?
—Obviamente te corriste, Luscious. —tararea, dibujando una línea en mi
pelvis con su dedo—. Te vi.
—No quise. —tiro de mis esposas—. No me gustan los chicos. No quiero
jodidamente esto.
Ignora mis protestas.
—Sin embargo, creo que podría hacer que te corrieras mucho más fuerte. —
Su lengua se aplana y la pasa por mi polla hasta que se estremece.
—Mierda. —jadeo incontroladamente. El corazón se me acelera y ya siento
que el sudor se me acumula en la frente; incluso en el frío de esta habitación,
estoy ardiendo.
Me da un golpecito en la cabeza con la lengua y mi polla casi intenta meterse
en su maldita boca. Gimoteo de frustración. —¿Quieres que te ponga al límite
hasta que estés a punto de reventar?
—No... no, por favor. —Me retuerzo.
De nuevo, me ignora, arrastrando su lengua hasta mis pelotas, lamiendo y
chupando, suavemente, enviando sangre a mi polla hasta que palpita.
—Para. —mis párpados caen—. No quiero esto.
—Finge que es la boca de una chica. —susurra, chupando mi cabeza entre sus
labios. Gimoteo y me muerdo el labio para disimularlo.
Manteniendo los ojos cerrados, intento imaginar que no sé de quién se trata,
como hice con Ren; que es una chica cualquiera. Pero lo que está haciendo con
su lengua es algo que nunca había sentido antes. No puedo evitar abrir los ojos
para asomarme y mirar.
Su lengua trabaja por su cuenta, trazando y burlándose de mis pelotas, de mi
eje, de mi pelvis. Me pellizca los músculos en V y me besa los abdominales hasta
llegar a mi pezón izquierdo antes de chuparlo entre sus labios.
—Para. —gimoteo y me estremezco cuando un agudo rayo de placer me hace
vibrar. La piel llega a su punto máximo y cuando su boca lo suelta, el aire frío
pica con la humedad de su saliva—. Ah...
—Tu cuerpo es perfecto, expuesto así. —Vuelve a chupar el pezón, esta vez
con más fuerza, mientras empuja sus caderas contra las mías, chocando con mi
erección.
Apretando los ojos, finjo que estoy en otro lugar. La boca se traslada a mi otro
pezón y hace la misma adoración, chupando y mordiendo, lamiendo círculos y
círculos durante lo que parecen horas. Mi polla está tan jodidamente dura que
tiene su propio pulso.
Deja mis pezones tiernos y vuelve a mi polla, sorbiendo la cabeza entre sus
labios hasta que mi espalda se arquea sobre la cama.
—Puedo saborearte, cariño. —canturrea, sujetando mis caderas con sus
grandes manos mientras me lleva a su boca, chupando profunda y lentamente,
subiendo sólo para provocarme un poco más—. Quieres correrte, ¿verdad?
Ni siquiera sé qué hacer. Odio que esté haciendo esto contra mi voluntad,
pero se siente tan bien. Mi cerebro está confundido. Su cálida boca en mi polla
es demasiado.
Chupa más, una y otra vez, y antes de que pueda siquiera procesarlo, lo estoy
mirando, con pequeños jadeos escapando de mis labios. Sus ojos oscuros se
encuentran con los míos, y parecen negros. Profundos, como un pozo sin fondo.
Gime sobre mi polla y puedo sentir que el orgasmo se acerca rápidamente.
Mis caderas rechinan contra su cara y, justo cuando creo que me succionará
todo el semen, se detiene, retira la boca y retrocede.
—No... espera. —respiro, tirando de mis esposas—. ¿Por qué...?
—Ya te he dicho que voy a ponerte al límite hasta que no puedas moverte. —
dice despreocupadamente, pasándose la mano por encima de los pantalones.
Mis ojos se clavan en el contorno de su erección mientras parpadeo,
registrando sus palabras. Ya me he puesto al límite antes, porque me gusta la
sensación de ardor, cuando me pongo al borde del precipicio.
Pero no quiero que este capullo lo haga. No quiero que me controle así. No lo
quiero en absoluto.
Mis caderas rechinan en el aire, desesperadas por algún contacto en mi polla,
que está tensa, rosada y suplicando algo que definitivamente no quiero de este
hombre. Su mano recorre suavemente mis extremidades, el cosquilleo del
contacto repentino provoca un gemido de necesidad en mis temblorosos labios.
La lujuria me nubla la mente mientras lo miro. No creo que me atraiga. Es un
hombre, y nunca he mirado a un hombre de forma sexual. Pero de una manera
que no está relacionada con su género, objetivamente, supongo que es
atractivo. Tal vez muy atractivo, si me permitiera verlo así, cosa que no hago.
—Déjame en paz. —gruño, la vergüenza calentando mis mejillas al ver mi
polla, tan dura y apuntando hacia él, como si supiera de dónde vienen las
buenas sensaciones.
—Eres tan bonito, bebé. —Se inclina y chupa la corona de mi polla, con
brusquedad, haciendo que se me enrosquen los dedos de los pies. Hace un ruido
sordo y suspira: —Quiero probarte. —Nuestras miradas se cruzan—. ¿Quieres
correrte en mi garganta como lo hice contigo el otro día?
—No. —miento.
Es una mentira, porque por mucho que lo odie y no quiera tener nada que ver
con él, necesito correrme. Es lo único en lo que puedo pensar. Esta sensación se
está acumulando en mis entrañas, apretando como un tornillo de banco.
—Bebiste mucho de mi esperma esa noche, Dascha. —ronronea, arrastrando
sus labios almohadillados por mi eje—. ¿Te gusta tenerme dentro de ti? Podría
poner otras partes de mí dentro de ti, si quieres...
El miedo se apodera de mi pecho y niego con la cabeza. —No. No, no quiero
eso. Por favor, sólo...
—Entonces dime lo que quiero oír. —murmura, besando mi cabeza una y
otra vez. Sus labios son tan suaves y es jodidamente tortuoso.
—¿Qué quieres? —Se me entumecen las muñecas de tanto tirar de las
esposas.
—Dime cuánto te gustó mi polla en tu garganta. —insiste, y luego pasa la
lengua.
—No me encantó. —siseo.
—Eso no se lo cree nadie. Dímelo. —Se mete mi polla en la boca y deja que
me deslice hasta el fondo de su garganta.
— Carajo... Yo, um... me encantó tu polla. En mi garganta. —suelto las
palabras en voz baja, vacilante, sabiendo que son mentira.
Vuelve a desprenderse, y yo gimoteo por la pérdida de sensaciones. —Dime
cuánto te ha gustado tragarte todo mi semen.
Vuelve a tragarme la polla y mis ojos se ponen en blanco, acentuándose el
ardor en mis entrañas.
—Me encantó tragarme tu semen. —susurro.
—Sigue. —me ordena entre mamada y mamada, como un auténtico follador
retorcido.
—Me encantó el sabor. —mi espalda se arquea de nuevo—. Me encantó
chupar el semen de tu gran polla.
—Así es, cariño. ¿Quieres que te haga venir, Luscious?
—Sí. Sí, por favor.
Va a la batalla conmigo, rápido y constante, apretando mis pelotas lo
suficientemente fuerte como para que me duela. Pero me gusta. Odio que me
guste, pero me gusta.
Me chupa hasta el borde de nuevo y se detiene. Mi cuerpo está zumbando. No
puedo hacerlo.
Se sienta y se desabrocha el cinturón, se baja los pantalones y se saca la polla.
—No, por favor, no. —jadeo.
—Relájate. —respira, luego presiona su erección contra la mía y empieza a
frotarlas—. Dios, qué bien se ve eso.
En contra de mi voluntad, mis ojos se deslizan entre nosotros para mirar.
Nuestras pollas tienen más o menos la misma longitud, pero la suya es más
gruesa. Es como un monstruo; una cabeza grande y gorda. Con un aspecto
furioso.
—Tu polla es tan bonita. —murmura, acariciándose contra mí, cada vez más
fuerte, sus respiraciones se vuelven irregulares—. Dios, Dash, vente conmigo.
—Yo... estoy...
Mi cabeza está toda borrosa, como si estuviera llena de algodón. Estoy
sudando a través de mi ropa, surcando hacia él mientras nos masturba juntos,
y al final el roce de nuestras pelotas es lo que me lleva al límite.
—Me voy a correr contigo, bebé —jadea, y yo me suelto primero. Pero sólo
por un segundo, y entonces él me sigue.
El semen de los dos empapa su mano, los jadeos y los suspiros resuenan en
la habitación a oscuras mientras mi cabeza da vueltas y mi cuerpo estalla en
escalofríos. Mi polla palpita y palpita durante lo que parecen horas, y él no deja
de acariciar poco a poco mientras me recuerdo a mí mismo que debo respirar.
Cuando por fin termina, me derrito en la cama, con los brazos doloridos por
encima de la cabeza y las muñecas rozadas, aunque no siento mucho más que
la estática. Su peso encima de mí es tan ligero como una pluma.
Recordando mi entorno, mis párpados se abren para mirarlo. Lo encuentro
mirándome, el único movimiento en la habitación es su amplio pecho que se
hincha y luego se desinfla con una fuerte respiración.
Sus ojos son azules.
Sin dejar de mirarme, se lleva la mano a la boca y lame la mezcla de nuestro
líquido que ha empapado su piel. Luego se inclina y, como un maldito reflejo
que nunca entenderé, mis labios se separan.
Pero no me besa. No me mete la lengua en la garganta en una burda
demostración de poder, como yo creía que haría. En su lugar, zumba junto a mis
labios, hasta que siento la vibración. Desciende por mi cuello, llega a mi pecho
y se instala cálidamente en mi estómago como un trago de vodka.
Trago con fuerza mientras él retrocede, se aparta de mí y se sube los
pantalones.
No dice nada, simplemente me quita las esposas de la cama y se aleja, dejando
la celda y cerrando la puerta al salir. El azul desaparece y yo me quedo tumbado,
frotándome las muñecas doloridas y respirando.
Sólo respirando. Ni más ni menos.

—Dascha, cariño. Ven aquí.
Sacudo la cabeza. No me siento bien. Ya nada se siente bien desde que él se fue.
Es como si el mundo hubiera cambiado, pasado por un agujero de gusano, y
todo se ve y suena igual que siempre, sólo que oscuro. Malo.
Malo.
—Tu papá no nos quería lo suficiente, mi amor. —la voz angelical de mamá
llega a mis oídos, haciéndome cosquillas en el lóbulo frontal—. Por eso se fue. Es
un hombre malo. No entiende a la gente como nosotros…
¿Gente como nosotros? ¿Qué diablos significa eso?
Mamá extiende su mano fría y entrelaza nuestros dedos. Se lo permito, pero me
inquieta. Siempre he estado más cerca de mi padre. A pesar de su falta de afecto,
era una presencia tranquila y razonable que me hacía sentir bien. Me enseñó a
ser fuerte.
Y ahora se ha ido. Me dejó con ella... solo.
Mamá es débil, y quiere que yo también lo sea. Quiere que sea como ella.
—Dascha, tráele a mamá una bebida, por favor. —suspira, como si el mero
hecho de hablar fuera abrumador.
Asiento con la cabeza y salgo de su habitación hacia la cocina. Mirando a mi
alrededor, me doy cuenta de lo inútil que es todo ahora.
¿Por qué me ha dejado a su suerte con ella? ¿Por qué no me quería lo suficiente
como para quedarse?
Llevo la mano al armario y saco la botella de vodka. Luego elijo un vaso y lo
lleno hasta la mitad con el líquido transparente. El olor familiar me hace
cosquillas en la nariz.
Llevo la bebida a la habitación de mamá, al espacio poco iluminado, con las
cortinas echadas para que no entre la luz. Se sienta en su cama y me sonríe. Me
recuerda a cuando era pequeño, el día de Navidad. Cuando me veía abrir mis
regalos. Siempre le gustó darme cosas, sólo para ver mi reacción.
Me quita la bebida y la bebe lentamente. Luego me pregunta: —¿Quieres
probarlo, Malysh?
Sacudo la cabeza, con una sensación de asco que se desliza dentro de mí.
—Vamos, amor. Sólo un pequeño sorbo —sonríe—. Papá no está aquí para
enfadarse.
Me estremezco ante sus palabras. ¿Por qué me recuerda que se ha ido? De todos
modos, sospecho que es culpa de ella. Papá no sabe cómo lidiar con ella.
Yo tampoco.
Da unas palmaditas en la cama de al lado y yo tomo asiento, de mala gana. Me
pasa el vaso y lo tomo, sorbiendo lo justo para que ella quede satisfecha. No es la
primera vez que pruebo el vodka. Tengo casi dieciséis años. Pero papá siempre me
dijo que no dejara que las sustancias me distrajeran.
Mantén tu cerebro tan claro como puedas, Dascha. Confía en mí.
Le devuelvo el vaso a mi madre y ella bebe un sorbo. El ambiente de la
habitación es sombrío. Como si una nube lúgubre se cerniera sobre nosotros.
Quiero salir y escapar de ella.
Quizá pueda ver a algunos amigos... Ir a casa de Kent y jugar a los videojuegos
o algo así. Tengo que salir de aquí.
Hay un monstruo en esta habitación. Puedo sentirlo, y si lo dejo, pondrá sus
manos alrededor de mi garganta y me obligará a bajar.
—Dascha, acuéstate con mamá —coloca su vaso en la mesita de noche y se
acuesta de lado—. Sólo un momento.
El monstruo tiene una voz. Es una voz conocida.
—No quiero, mamá. —murmuro, tratando de resistir la negrura que cae sobre
mí como una lona gigante—. Quiero salir fuera.
—Por favor, pequeño. Por mí.
Me rodea con los brazos por la cintura y tira de mí hacia la cama. No puedo
resistirme. Soy demasiado débil.
Soy igual que ella.
Acomodándome en la cálida cama, cierro los ojos y dejo que la tristeza se
apodere de mí. Mamá me abraza por detrás y me respira en la nuca. Mi mandíbula
se aprieta, pero no tengo fuerzas para moverme.
Sus brazos están fríos. Y rígidos.
Me agarra con fuerza hasta que no puedo moverme. Intento zafarme, pero es
inútil. Está bloqueada a mi alrededor, como una hierba.
Como un esqueleto, los huesos congelados me capturan. Atrapándome.
Finalmente me desprendo y cuando miro hacia abajo, se está pudriendo.
Grito fuerte y corro, fuera de la habitación, tan rápido como puedo. Pero la
habitación nunca se detiene.
Se prolonga durante kilómetros.
El corazón me martillea frenéticamente en el pecho mientras intento escapar.
Una voz femenina me grita al oído.
Los disparos me hacen retroceder. La sangre me salpica la cara y el peso que
me sujeta se hace más pesado.
Entonces, de la nada, los gritos han cesado. Se han silenciado.
El humo de la pólvora en el aire me quema las fosas nasales.
Estoy cubierto de sangre. Está por todas partes, roja y espesa y pegajosa, en mis
manos y brazos.
Miro a mi alrededor y no sé dónde estoy.
Estoy en la habitación de mamá. Estoy en el banco. Estoy en el suelo.
Mi rostro está en la tierra, con una rodilla en la nuca.
La voz de mi madre besa el lugar: —Eres todo lo que necesito en este mundo,
Dascha.
Y todo se vuelve negro.
Oficial Kemper
Aquí abajo siempre está oscuro. Me gusta.
A veces me escabullo al rincón, donde no llegan las luces fluorescentes. Me
quedo ahí y no hago ruido.
A mí también me gusta el silencio. El ruido me pone ansioso.
Pero los ruidos de aquella noche eran buenos... Los que hacíamos juntos.
Hasta que me fui.
Entonces tuvo una pesadilla.
Gritaba en sueños. No estoy seguro de lo que significaba. Pero lo vigilé un
rato, para asegurarme de que no se hiciera daño sin querer. Ese es mi trabajo,
supongo.
Y ahora Dascha está golpeando su cabeza contra la pared, una y otra vez. Ha
estado aquí abajo durante cinco días, y sólo lo hemos alimentado dos veces. Si
pudiera sentirme mal, lo haría. Pero no puedo, así que no lo hago.
Se ve bonito cuando se siente miserable. Un bono adicional.
Dicho esto, no quiero que se consuma. Su cuerpo es algo perfecto para mirar,
tal como es. Esbelto, pero tenso y musculoso. Todas esas líneas que definen sus
brazos, y su pecho... sus abdominales. Me gusta mirar sus abdominales. Disfruté
lamiéndolos la otra noche. Me gusta el sabor de su piel. Es tan dulce como un
caramelo que tu madre no te deja comer, y cuando lo pruebas a escondidas, es
mucho mejor de lo que imaginabas.
Haré que se lo lleven hoy mismo. Necesita comer algo más que cortezas y
núcleos. Podría darle más, pero no es una buena idea. No puedo tratarlo como
el precioso juguete que es. No puedo dejarme llevar por esta obsesión...
Tengo que frenar un poco. Yo no hago esto. No me interesan los hombres.
Pero Dascha Reznikov no es sólo un hombre. Es un regalo. Un espécimen
perfectamente roto enviado desde los cielos. Destruido y golpeado, y aún así
tan encantador.
Parpadeo al verlo a través de la ventana. Está de espaldas a mí, así que no
puede verlo. Sin embargo, debe saber que estoy aquí. Normalmente lo sabe.
Le está creciendo el pelo y eso me hace sonreír. Me gustaba su pelo... Fue una
pena afeitárselo.
El alcaide es un idiota por hacer eso, pero es su manera de hacerlo.
Cuando afeité la cabeza de Dash, sentí su tristeza. A él también le gustaba su
pelo. Le molestó verlo caerse, y fue entonces cuando supe que tenía que estar
más cerca de él, de alguna manera. De cualquier manera.
La tristeza de Dascha es palpable. La lleva en la mano, casi como una insignia
de honor. No se avergüenza de sus imperfecciones, eso está claro. Su mente está
rota, y o bien ha hecho las paces con ello, o bien es felizmente inconsciente.
Pero, en cualquier caso, no rehúye el cavernoso espacio vacío que hay en su
interior.
Me hace querer llenarlo, hasta el fondo. Quiero llenarlo hasta que rebose de
algo que no sea oscuridad.
Tal vez yo sea la oscuridad... Pero no lo creo. Creo que puedo ayudarlo. Quiero
ayudarlo.
Me dirijo a la sala de control para que uno de los otros guardias deje salir a
Dash de aislamiento cuando Brenner se cruza conmigo. Ya lo está haciendo.
Perfecto.
Esto me dará algo de espacio. Un poco de distancia.
Es necesario. No puedo encariñarme con un preso así. Es malo para mi
trabajo.
Peor para mi carrera.
Veo desde el pasillo como Brenner entra en la celda de Darcey para buscar a
Dash. Fue mi idea poner a Dash en la celda de Darcey. Sentí que estaría más
cómodo. Hay un montón de cucarachas en la celda solitaria habitual de Dash.
Es bastante asqueroso.
Además, Darcey está con O'Malley ahora mismo... en el ala este. Nadie va
mucho allí. No sé por qué O'Malley está allí. Eso es cosa de Velle. Él sólo hace lo
que el Alcaide quiere, y el resto tenemos que seguir sus órdenes ciegamente.
Darcey está ahí porque el Alcaide no sabe qué hacer con él. Está fascinado
por El Cortador, como la mayoría de la gente, y no quieren que se pudra en una
celda, especialmente si puede ser estudiado.
No estoy necesariamente de acuerdo con todo eso, pero no me pagan por
pensar.
Dash parece cansado mientras lo arrastran, arrastrando las esposas, por el
largo pasillo hacia los pasillos ascendentes, de vuelta al grupo genérico. La
forma en que está organizado el corral de Alabastro es interesante. Hay muchos
pasillos y todos parecen iguales. Es como un laberinto, muy fácil perderse. Y
apenas hay escaleras reales, aunque hay varios niveles. Los pasillos son sutiles
rampas que te llevan más arriba o más abajo, sin saberlo realmente.
El único factor distintivo que te permite saber que el aislamiento es más bajo
que la población general es lo mucho más frío que hace aquí abajo. Y lo mucho
más penetrante que es el olor del océano
No es el mejor lugar para trabajar, pero no tengo muchas opciones. Con mi...
historia, cuando el alcaide me ofreció una oportunidad de trabajar y redimirme
a los ojos de la sociedad, la aproveché.
¿Decisión cuestionable? Claro, pero no estaba en condiciones de ser exigente.
Todavía no lo soy.
Los sigo por detrás de Dash y Brenner, en silencio, para que no sepan que los
estoy observando. Odio ver las ojeras de Dash. Espero que tenga tiempo de
descansar un poco en su celda antes de que lo arrastren a ducharse o a comer.
Aunque también necesita ambas cosas.
Quizá pueda dejarle algo... Algo bonito, como el cepillo de dientes. Sabía que
lo deseaba mucho, y estaba feliz de dárselo.
Podría dejarle más comida, pero tengo que ser sutil al respecto. No quiero
que nadie se entere. Además, se supone que no debo estar arriba en el grupo de
los que se encuentran en prisión. No es que no pueda estar allí, pero me
necesitan en aislamiento. Si Velle me ve merodeando por aquí arriba a menudo,
lo usará en mi contra.
Es ese tipo de persona.
Cinco minutos más tarde, llegan a la fila que conduce a la celda de Dash, y me
quedo atrás, para que los otros reclusos no me vean. Les oigo gritar cosas a Dash
y aprieto los puños. Él no es de los que se burlan.
El recuerdo de él siendo complacido por esa zorra bocazas de Warren Xavier
asalta mi mente y cierro los ojos, tirando de mi pelo mientras un gruñido
incontrolable sale de mis labios. No quiero que nadie toque lo que es mío, y
menos el mentiroso manipulador residente de Alabastro. Ren le dice a todo el
mundo que solía ser un acompañante de lujo en el exterior, pero no me creo ni
una palabra. Todo lo que sale de su boca es mentira, y el único momento en que
deja de soltarla es cuando dicha boca está ocupada absorbiendo cosas.
Mis dientes casi se hacen polvo cuando vi a Dash mirándolo, su hermosa polla
desapareciendo dentro de esa boca llena de mentiras. Lo último que necesita
Dash es ser succionado por Ren. Es como una puta plaga.
Pero por mucho que quiera ordenarle a Dash que se aleje de Ren, sé que no
me escuchará. Todavía me odia. Por ahora...
Si trato de decirle lo que tiene que hacer, deliberadamente hará lo contrario.
Es una mascota obstinada, mi Luscious. Supongo que tendré que sentarme y ver
lo que hace. Espero que tome la decisión correcta.
Puedo ser muy rencoroso cuando estoy comprometido. Podría descubrirlo
por las malas.
Mi polla se llena y palpita ante las imágenes de ese cuerpo perfecto,
desplegado y a mi merced. No se parece a nada de lo que he deseado. Creo que
eso me gusta.
Me gusta su carne pálida y lechosa, decorada con salpicaduras de tinta. Sus
tatuajes no son como los míos. No tiene ni de lejos tantos, y no están conectados.
Son aleatorios, intrascendentes, como los pensamientos de Dash.
Me gusta echar un vistazo al interior de su mente dañada.
Apoyando la cabeza en la pared, cierro los ojos y me paso una mano por mi
erección. Dios, cómo quiero reclamar a ese hombre. Quiero tomar lo que nunca
le ha dado a nadie antes...
Estoy seguro de que no desea en absoluto cederme el control, pero los hechos
son los hechos. Alguien aquí se lo llevará tarde o temprano. Yo apostaría por
Velle, ya que he visto la forma en que mira a Dash.
Velle es egoísta. Me niego a que tenga lo que quiero, sobre todo cuando tiene
tantas otras vías para desahogarse. Velle es como Ren en algunos aspectos,
aunque muy diferente en la forma en que le gusta tomar.
No dejaré que Dash sea víctima de estos buitres. Es mi juguete, después de
todo.
Me miró desde sus rodillas con tanta promesa en esos ojos color avellana. Las
cosas que puede hacer por mí van mucho más allá de lo físico; el placer que me
produce verlo retorcerse y luchar. Es más que eso.
Puede que sea él quien resuelva mi confusión interior, y creo que yo podría
hacer lo mismo por él. Tal vez seamos dos piezas destrozadas que podrían
encajar, a pesar de todos los incendios que nos rodean.
Sacudo la cabeza; sacudo el color de esos ojos, un bosque de tentaciones.
No entiendo mi necesidad por este chico. No creo que quiera a ningún chico...
Por no hablar de uno que es más joven que yo. No es que realmente importe en
el gran esquema. El hecho de que tenga una polla es mucho más preocupante.
Y no tiene vagina.
Aunque, hay formas de evitar eso...
Mi polla se estremece de nuevo, y ahora me duelen las pelotas. Puede que
tenga que volver a verlo esta noche. No sé cómo hacerlo, ya que está fuera de
aislamiento. Entrar a escondidas en su celda es probablemente la peor idea.
Pero la idea de no descubrir nunca lo apretado que está me da ganas de
morir. Y si alguien más lo consigue primero, entonces tendré que asesinar a ese
alguien.
Resoplando de frustración, me voy enfadado, de vuelta a mis terrenos de la
mazmorra. Encontraré un regalo para Dascha, y así estará más dispuesto a
dejarme hacer las cosas que cree que no quiere.
Ni siquiera estoy seguro de cómo sé que yo las quiero... Excepto que las
quiero. Mucho.
Quiero que Dascha Reznikov sea mi juguete roto, en todos los sentidos. Y
tengo la costumbre de conseguir lo que quiero, especialmente cuando es lo que
podría ser mi muerte prematura.
Día 26 dentro
Dash

Volvemos de las duchas cuando veo a Ren. Han pasado varios días desde que
lo ataqué, lo que me llevó a estar en aislamiento una vez más, pero todavía tiene
una cicatriz visible en el labio inferior y algunos moretones amarillentos junto
al ojo derecho.
Es interesante todo lo que pasó en el sótano. No sólo no recuerdo lo que le
hice a Ren -y créeme, me he devanado los sesos intentando hacerlo-, sino que
está claro que ni siquiera intentó defenderse.
Al fin y al cabo, es más grande que yo, quizá por unos centímetros y algo de
músculo. No es tan fornido y musculoso como el guardia de aislamiento en el
que me niego a pensar ahora, pero tiene algo de fuerza. Estoy seguro de que, si
hubiera querido dar uno o dos golpes, podría haber hecho algo de daño, o al
menos sacarme de encima. Pero en vez de eso, se quedó allí tumbado y lo
recibió. Luego se rio como un loco durante minutos.
Eso lo recuerdo. Todavía se reía cuando Rook me arrastró hacia el
aislamiento, mientras Velle y Joy reunían a los demás. Fue extraño, por decir lo
menos.
Ren es una bala perdida. Me encantaría alejarme de él, pero parece que eso
no va a ser muy fácil en este lugar.
Me mira de reojo cuando nos cruzamos. No puedo saber exactamente qué
quiere transmitir con esa mirada, pero no parece interesado en vengarse de lo
que le hice. En todo caso, parece arrepentido. Lo reconozco porque es como me
miró el otro día, cuando se disculpaba por haberme acorralado en aquella
habitación.
No importa. No me importa qué tipo de miradas me lanza Ren. No puedo
confiar en él. Cada vez que estamos cerca me mandan a aislamiento, así que si
no acercarme a él es lo que hace falta para que no me vuelvan a mandar allí, eso
es lo que haré.
No puedo volver. No después de lo que pasó la última vez.
El oficial Kemper es un maldito violador. No me importa que haya acabado...
Eso es irrelevante. Siempre me corro cuando no debería.
Todavía recuerdo uno de mis primeros robos... Fue la primera vez que ataqué
por mi cuenta. Me llevé ochenta y siete mil dólares en una puta funda de
almohada, luego monté en Zadira como un puto jefe, esquivé a la policía de
Hempstead y me dirigí a un piso seguro que había preparado, que en realidad
era un motel turbio en Sunrise.
Entré en el aparcamiento, y mi polla estaba tan dura que tenía palpitaciones.
Estaba oscuro, así que cuando miré a mi alrededor y no vi a nadie, decidí
sacarme la polla allí mismo. Cuando me corrí, vi putas estrellas, y galaxias; otros
sistemas solares de color y luz.
Fue entonces cuando me di cuenta de que las situaciones de alta adrenalina
me ponen duro. Más aún las incómodas o extrañas. ¿Y la vergüenza? Olvídate
de ella.
Hay algo que se retuerce en mi cerebro, y donde la vergüenza hace que otras
personas se sientan como enfermas, supongo, a mí se me pone la puta polla
dura. ¿Incómodo? Sí. Pero no dejo que esas cosas me disuadan.
Me he acostumbrado a pasarme por casa de Lola después de mis trabajos.
Porque ella me conoce; sabe lo que me excita y me tranquiliza. Y está dispuesta
a todo. ¿Qué no puede gustar de eso?
Aun así, los orgasmos que me da nunca han sido tan intensos como los que
he tenido aquí... Y me niego a pensar en eso ahora mismo. No voy a enfrentarme
a la mierda. Tengo demasiadas otras tonterías de las que preocuparme, como
un violador-acosador, otros guardias que van a por mí, y un recluso que es
propenso a meterme en problemas, involuntariamente o no.
Mi visión se agita y oigo algo. Mi cabeza gira a la derecha y luego a la
izquierda. Pero no veo nada más que los pasillos habituales, que nos llevan de
vuelta a nuestras celdas. Ren se ha ido. Ya está a cinco metros, dirigiéndose a
las duchas.
Echo un vistazo a Luthor, que camina a mi lado, y parece perdido en sus
propios pensamientos. Al mirarlo, se me ocurre algo...
—¿Joy te afeita la cabeza? —le pregunto, curioso.
Su rostro se inclina en mi dirección.
—Sí. Pero lo haría tanto si se lo pidiera como si no. Es la política del director.
—Sus ojos se elevan a mi cabeza por un momento—. Tendrán la tuya.
Probablemente la próxima semana.
Frunzo el ceño y me paso una mano por el cuero cabelludo. Apenas me sale
el pelo. Esperaba que me lo dejaran crecer, al menos un poco.
Odio tener la cabeza rapada. Le queda bien a Luthor, supongo. Va con todo su
rollo de Lex Luthor. Pero en mí... no sé, me siento un poco perdido.
Tal vez siempre me siento así.
¿Quién soy yo?
Parpadeo con fuerza mientras nos acercamos a nuestra celda. Rook nos mete
dentro y el otro guardia, creo que se llama Peters, nos quita las esposas. Nos
dejan, y me froto las muñecas, mirando las marcas rojas en carne viva que
tienen. No son de ahora.
Son de la otra noche. Con él.
Mi mirada se desplaza instintivamente a mi alrededor, como si esperara verlo
al acecho fuera de mi celda. O dentro de ella.
Parece que se sale con la suya, como el resto de los guardias. Es exactamente
como Luthor me advirtió... Los oficiales controlan todo el lugar. Y aún no he
visto al Director desde ese primer día, no es que le importe lo que está pasando.
Estoy seguro de que lo sabe.
Fuera de la vista, fuera de la mente.
Respirando lentamente, tomo asiento en mi cama y me recuesto. Un
escalofrío me recorre la piel y tiro de mi fina manta, envolviéndola alrededor
de los hombros. —Hace frío aquí.
—Deberías haber estado aquí en invierno. —suspira Luthor desde la litera
superior.
—¿Estuvo mal?
Se queda callado un segundo antes de responder.
—El antiguo compañero de Ren... se puso muy enfermo.
Su tono me da más escalofríos, zumbando por mi columna vertebral.
—Mierda.
—Sí. Tuvo que ser trasladado por aire a un hospital. —Hace una pausa y le
oigo soltar un suspiro—. No lo hemos visto ni hemos sabido de él desde
entonces. No estoy seguro de lo que significa...
—Jesús... —Cierro los ojos e intento imaginar que estoy en un lugar cálido.
Tulum24. No puedo esperar a estar allí algún día.
Pero cuando abro los ojos, veo la misma celda húmeda. El extremo inferior
del colchón desgastado de Luthor, los barrotes oxidados de nuestras literas, las
grietas en el hormigón y los restos de agua blanca que gotean de las esquinas
del techo.
Esto no es Tulum, y cuanto más deseo estar allí, más recuerdo que estoy aquí.
Atascado. Atrapado en el infierno con la compañía más jodida de la que
dispongo.
Un grito resuena entre mis oídos, retumbando en mi cerebro. Es fuerte, y
tengo que cubrirme la cabeza con los brazos para calmarlo todo.
—Mierda... —gruño, las voces y el ruido crecen y crecen.
—¿Qué? —Registro vagamente la voz de Luthor.
—Nada. —apenas soy capaz de oírme a mí mismo—. ¿Dónde crees que está
O'Malley? —pregunto, sólo para quitarme el foco de atención.
—Maldita sea, ni siquiera lo sé, pero podría estar en el mismo lugar que
Darcey. —habla Luthor, aunque no estoy escuchando realmente—. Ninguno de
nosotros ha visto a Darcey tampoco, así que tal vez estén juntos...
No sé si creí que sería capaz de salir de aquí o algo así, o tal vez pensé que
intentar simplemente vivir mi condena, que en teoría es la eternidad, podría
darme alguna apariencia de vida. Pero claramente, subestimé lo terrible que es
la Penitenciaría de Alabastro.
No puedes vivir tu sentencia aquí, no con los guardias haciendo de las suyas,
sin brújulas morales que hablar, condiciones repugnantes e inseguras que
matan a los reclusos.
Eso es lo que quieren...
Te quieren muerto, por eso estás aquí.

24
Ciudad de la costa caribeña de México, en la Península de Yucatán
Todos piensan que estás muerto, y ahora lo estás. Estás tan bien como
muerto.
Me hago un ovillo y me balanceo de un lado a otro, concentrándome en la voz
de Luthor. Sigue hablando, y creo que está diciendo algo sobre sí mismo de
antes de venir aquí. Me gustaría poder oírlo, pero las otras voces son muy
fuertes. Lo están ahogando.
Tarareo para mí mismo, en un intento de igualar mi respiración. Intento
mantenerme presente, pero lo siguiente que sé es que mis ojos se abren y todo
está oscuro. Las luces están apagadas en la fila, menos uno o dos fluorescentes
que siempre dejan encendidos.
Me enderezo en la cama y escucho el sonido de los ronquidos de Luthor. Al
menos uno de los dos está relajado.
Estoy hecho un lío y cuando estoy considerando hacerme una paja para
calmarme, una figura sombría aparece fuera de nuestra celda.
—No... —murmuro, incorporándome. Tiene que ser una puta broma.
La puerta se abre lentamente, el pesado metal tintinea lo suficiente como
para que el gran personaje entre y la cierre tras de sí.
Está envuelto en la oscuridad, pero por supuesto que sé quién es. Nadie más
entra en nuestra celda. Nadie más acecha mi vida de esta manera. Mi corazón
ya bombea en mi pecho cuando él se adelanta hasta que sólo es visible su lado
derecho.
No dice nada, pero le oigo pensar. Por la forma en que me mira, me doy cuenta
de que se está preparando para que corra o grite, aunque no creo que ninguna
de esas acciones me ayude. Pero las estoy considerando. Cualquier cosa tiene
que ser mejor que una repetición de nuestras últimas experiencias.
Mis músculos se tensan en señal de preparación y él levanta una ceja. Ni
siquiera lo pienses, preso.
—¿Qué mierda quieres? —ladro, en voz baja. Me debato entre querer
despertar a Luthor para ver si puede ayudar, y querer asegurarme de que siga
dormido, para mantenerlo al margen de esta mierda.
El oficial Kemper parpadea lentamente por encima de sus ojos vidriosos, el
escudo oscuro le proporciona un aura de inquietante blancura. Sólo parece
amenazante, sin siquiera considerar las cosas que ya ha hecho para demostrar
que lo es.
Acercándose unos pasos, se acerca a mí como lo ha hecho antes. Y yo me
quedo sentado en mi cama, preparándome. No sé lo que me va a hacer, pero no
oculto que estoy nervioso por ello. Tengo miedo de las cosas que hace... y de
cómo reacciona mi cuerpo ante ellas.
Odio que probablemente le haga pensar que estoy interesado. No quiero que
piense eso.
Lo detesto.
—Te he echado de menos. —susurra por fin, y algo extraño sucede en mi
estómago. Quiero que se revuelva de asco, pero en lugar de eso se retuerce y se
hunde, como si alguien me hubiese puesto de cabeza.
—Me gustaría que me dejaras en paz. —digo en voz baja, manteniendo la
mordacidad habitual en mi tono—. Crees que esto es una especie de juego del
gato y el ratón, pero no quiero formar parte de ello. No soy tu maldito roedor.
Sus labios se mueven sutilmente, y un pequeño resoplido sale de alguna
parte, como una leve risa. Sería fácil pasarlo por alto, si no fuera porque sus ojos
se iluminan significativamente. Acorta la distancia entre nosotros y me mira
desde su posición.
Me niego a alzar la vista, pero me toma la barbilla con los dedos y me levanta
la cara hasta que nuestros ojos se encuentran.
—¿Y si tú eres el felino en este escenario? —Entrecierra los ojos. Mis labios
se separan, pero antes de que pueda reaccionar, se arrastra hasta mi cama,
tambaleándose hacia mí.
Retrocedo rápidamente, lo más rápido que puedo intentando escapar de él
mientras se acerca a mí, agarrando mi pierna y arrastrándome más cerca. Le
doy una patada, voy a por su ingle, pero me bloquea. Cada vez que intento
golpearle, lo bloquea, como si supiera a dónde voy antes de que lo intente. Es
más que frustrante.
Como no puedo atraparlo ofensivamente, me pongo a la defensiva,
retorciéndome incontroladamente como un maldito gusano en un anzuelo.
Gruñe cuando le doy un rodillazo en el estómago, recurriendo a lo que hizo el
otro día y arrodillándose sobre mis caderas, inmovilizándome bajo él.
—Deja jodidamente de forcejear. —sisea, atrapando mis dos muñecas en la
suya, yendo de nuevo a por sus esposas.
—No. No, para. —exijo, más fuerte que antes. Se queda paralizado y sus ojos
se abren de par en par, y luego se lleva el dedo índice a los labios, haciendo lo
del shhh.
—Si uno de los otros guardias lo oye, también entrarán. —advierte,
dirigiéndome una mirada severa—. Realmente no creo que quieras eso,
Luscious. Confía en mí.
—No confío en ti. Y deja de llamarme así, maldita sea. —digo entre dientes
apretados.
Me ignora y me pone las esposas en las muñecas, alrededor de la barra de
metal de mi litera. Intento quitármelo de encima, pero es demasiado pesado. Al
final me canso de intentarlo y cierro los ojos mientras recupero el aliento.
—¿Has terminado? —Su tono está marcado por la impaciencia, y me dan
ganas de estallar de odio sobre este cabrón.
—¿Por qué me haces esto? —murmuro, no necesariamente a él. Sólo lo digo.
Porque no es la primera vez que me siento así... Fuera de control y a merced
de otra persona. Y lo odio, joder.
—Créeme, ojalá entendiera mi atracción por ti, Dascha. —retumba, y luego
saca otro par de esposas.
Trago saliva.
—¿Para qué son esas? —Mis ojos se clavan en el metal brillante de sus manos.
No contesta, pero me toma el tobillo con la mano y me pone las esposas. En
cuanto lo hace, empiezo a moverme de nuevo, luchando contra lo que creo que
está intentando hacerme.
—Deja de moverte, recluso, o volverás a recibir una descarga eléctrica. —me
amenaza, con sus palabras obviamente, pero aún más con la mirada. Todavía
está un poco ensombrecido por la falta de luz que llega al interior de la celda.
Lo único que puedo ver son algunos mechones de pelo dorado que le cuelgan
en la cara y la barba de caballo oscura que recubre su mandíbula cuadrada. Y
los océanos sin fondo de sus malditos ojos.
Sigue moviéndose.
—No me importa, joder. Vuelve a sorprenderme. No voy a dejar que me
esposes las piernas a esta cama.
Me tira de la pierna por el brazalete atado, y se clava en mi piel. Me escuece
muchísimo, pero lo ignoro y sigo pataleando. Hasta que gruñe y saca su Glock
de la funda, levantándola.
Dejo de moverme, y él encaja el brazalete en la barra de la parte inferior de
mi litera.
—No me vas a disparar. —dice mi voz, y no puedo evitar que suene
completamente insegura de mi propia afirmación. Porque no estoy seguro de
que me vaya a disparar.
Puede que lo haga.
—¿Quieres correr ese riesgo, recluso? —Levanta una ceja arrogante y luego
utiliza su mano izquierda para ajustar otro juego de esposas a mi otro tobillo,
mientras apunta la Glock sorprendentemente cerca de mi cara. Me pone el
último brazalete alrededor del metal y luego guarda la pistola—. Sabes, las
cosas que quiero también te darán placer. No estoy aquí sólo para tomar.
—No quiero que me des placer. —digo, sin aliento por toda la lucha.
—¿Estás diciendo que no disfrutaste la otra noche? —Se inclina sobre mí,
acercándose a mi cara. Su aliento vuelve a oler a menta. Como a gaulteria25. Es...
familiar.
Me inclino todo lo que puedo mientras me sujeta y estrecho la mirada hacia
su cara de satisfacción.
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo.
La comisura de su boca se levanta. —Yo digo que es mentira. A nadie le gusta
un mentiroso, Dasch.
—Vete a la mierda. Fuera.
Presiona sus caderas contra las mías con más fuerza.
—Ten cuidado con lo que deseas, 101.
Rechina una y otra vez, sus caderas ondulan contra las mías, como las olas
que chocan en una orilla y me distraen de mi odio.

25
Arbusto de la familia Ericaceae, natural de México y el norte de los Estados Unidos, donde crece en lugares
arenosos y húmedos o pantanosos.
—Te va a oír. —digo con la cabeza hacia la litera de Luthor. Me sorprende
que aún no se haya despertado. La litera se mueve por todas partes, y aunque
no hacemos ruido, él está ahí arriba.
Ese tipo podría dormir durante un maldito terremoto.
—¿Y? —Se aprieta más contra mí, recorriendo mi polla con la suya. Puedo
sentir lo dura que está a través de nuestros pantalones.
—Quítate de encima. —vuelvo a gruñir, retorciéndome, aunque no hay
dónde ir. Estoy atado a la merced de este imbécil.
Mueve su cara hacia el pliegue de mi cuello.
—Mmm... sigue luchando conmigo, Luscious. Me gusta lo rudo. —Su aliento
me hace cosquillas en la carne y un escalofrío me recorre, tensando todo. Mi
estómago, mis pezones, mis putos huevos. Dios, esto es una mierda.
Me quedo quieto. —Bien, entonces me tumbaré aquí.
—Eso también funcionará. —se burla, dejando caer un beso lento y tierno
sobre mi pulso. Noto mi garganta irritada y él mueve sus labios hacia allí,
pasando por mi manzana de Adán.
—¡Uf, eres un maldito lunático! —Me retuerzo todo lo que puedo, pero él
coloca sus manos sobre mi pecho. Me duelen los pezones bajo las palmas que
los cubren, incluso a través de la camisa—. Por favor, aléjate de mí.
—Entrégate a mí, Dascha. —Levanta la cara para mirarme—. No quiero
quererte más de lo que tú quieres que te quiera.
—¿Qué? —jadeo, confundido por sus palabras, pero también por lo
jodidamente caliente que estoy ahora mismo.
—Creo que sabes que podemos hacer cosas divertidas juntos. —su voz vibra
en mí mientras me levanta la camiseta para dejar al descubierto mis
abdominales, pasando un dedo hacia abajo para trazar la línea por encima de
mis pantalones. Mi polla se mueve visiblemente, y eso llama su atención. Sus
ojos oscuros brillan.
Me baja los pantalones y mi polla sale disparada, lista para la acción. Me sube
el rubor de la vergüenza por el cuello. Vuelvo la cara hacia un lado, para no tener
que ver cómo me mira. Me baja los pantalones más que la última vez y mi cabeza
se agita para mirar lo que está haciendo. Los pantalones me llegan a las rodillas
y está sacando algo de su bolsillo.
El terror se apodera de mis extremidades. Más vale que no esté haciendo lo
que creo que está haciendo.
Sus ojos encuentran los míos y sonríe.
—No te preocupes, Luscious. No te voy a joder. —Dejo escapar un suspiro de
alivio, pero entonces susurra—: Todavía.
—No. Jamás. —tiro de mis esposas como si eso fuera a hacer algo, joder —.
¿Qué es eso? ¿Qué estás haciendo?
—Shh... Cálmate. Estás actuando como un bebé. —Juguetea con lo que tiene
en la mano, y yo intento calmarme lo suficiente como para prestar atención.
Parece un pequeño tubo de loción. ¿Qué...?
—No... —Intento cerrar las piernas con fuerza, pero no puedo. Las esposas
de mis tobillos las mantienen abiertas.
No me hace caso. Se limita a echarse loción en los dedos y a frotarla.
—No me toques. —ronco cuando su mano se desliza entre mis piernas.
—¿Tienes idea de lo bien que estás ahora mismo? —Un dedo cálido y húmedo
me empuja hacia el culo y exhalo con fuerza, aceptando mi destino.
No puedo luchar para salir de esto. Supongo que lo único que puedo hacer es
fingir que estoy en otro sitio y hacer caso al hecho de que ha dicho que no me
va a follar...
Aunque no estoy seguro de cuán confiable es mi violador.
—Yo no... quiero... —Mi respiración se entrecorta cuando él traza el borde.
Me hace una especie de cosquillas, de una manera extraña. Como algo que
podría sentirse bien si lo quisiera, lo cual no es así.
Se apoya en mi muslo derecho y me aprieta hasta que me tenso. Me muerdo
el labio y sacudo la cabeza, porque no. No, no, no, esto no es bueno. No quiero
esto.
—Aléjate de mí, maldito marica. —Las palabras caen de mi boca entre jadeos
que creo que son míos, pero me niego a abrir los ojos. Un dedo atraviesa el
umbral de mi culo y arde como el puto infierno.
—¿Quién es el marica aquí, bebé? —refunfuña junto a mi oreja, chocando
contra mí, la fricción creando un calor alrededor de nosotros como un
infierno—. Tienes mi dedo corazón en tu bonito pequeño culo.
Un gruñido de protesta sale de mis labios, pero de alguna manera se
convierte en un gemido cuando el dedo se introduce más profundamente.
—Tú eres el marica. Porque crees que mi culo es bonito.
—Tienes razón, Luscious. —se ríe, y luego me lame el caparazón de la oreja—
. Ahora, relájate para mí. Quiero hacerte sentir bien.
Me chupa el lóbulo de la oreja entre sus labios, y se siente jodidamente bien.
No quiero, pero me recuerda a las chicas con las que solía salir cuando era
adolescente. Siempre hacían esto, chupar la oreja. Mi polla responde, mis
músculos se relajan, sólo un poco. Lo suficiente para que mueva su dedo.
Se sumerge más, luego lo saca, casi hasta el final. La sensación es incómoda.
—Vete a la mierda. —le grazno mientras mueve el dedo hacia dentro y hacia
fuera, sólo unos centímetros de ida y vuelta, mientras me chupa el lóbulo de la
oreja, y luego mueve esos malditos labios hacia mi cuello.
—Dulce caramelo Luscious. —canturrea, una mano aparece en mi torso
mientras la otra se mueve entre mis piernas—. Dime lo que quieres.
Su pulgar rodea mi pezón hasta que jadeo. Entonces empuja su dedo
profundamente, curvándose ligeramente para presionar sobre algo que dispara
un pararrayos a través de mis entrañas.
Mis pelotas se levantan en un instante y se me escapa un suave gemido.
—Jó… deme.
Lo hace de nuevo, y mis ojos giran hacia atrás en mi cráneo.
—Eso es lo que pensaba, bebé. —Retira su dedo, y lo siguiente que sé es que
otro se une a él, dentro de mi culo. Empujando dentro de mí y estirando un lugar
en el que nunca antes había entrado nada.
Lo odio, pero lo amo, y es tan jodidamente confuso.
—No... —Me balanceo en su mano contra mi voluntad, sin querer nada más
que mover los brazos o las piernas. Odio estar atrapado así, con alguien en
quien no confío.
Me siento tan mal y, sin embargo, me duele la polla.
—Dios, estás apretado, Dash. —tararea, follándome con los dedos mientras
me penetra la pierna. Su barba roza la piel sensible de mi cuello y gimoteo.
¿Por qué me gusta esto? No quiero que me guste...
—No quiero esto... —canto las palabras una y otra vez mientras él me chupa
el pulso, empujando sus dedos tan profundamente en mi agujero como puede,
el ritmo coincidiendo con sus caderas.
—¿Es eso cierto, Dascha? —Su gran cuerpo me cubre mientras sus grandes y
largos dedos buscan de nuevo ese punto.
Lo roza y mis labios gritan la palabra:
—No.
—Eres perfecto. —aprieta su dura polla dentro de mí, follando en seco
mientras sus dedos bombean en mi culo, dentro y fuera, una y otra y otra vez
hasta que me vuelvo loco.
—M-mm... —Se me cierran los ojos y trato de rechazar su mano. Quiero más.
A la mierda. Ni siquiera me importa lo que está sucediendo ahora, esto se
siente como una afirmación de la vida.
Me tira de la barbilla.
—Abre los ojos, preso. —Lo hago, mordiéndome el labio para contener los
gemidos—. Dime qué quieres ahora, bebé.
La profundidad de sus ojos es abrumadora. El azul más negro que he visto
nunca. Como la parte del océano que te ahoga con la presión.
En esos ojos, ni siquiera sé quién soy.
—Más. —susurro, y él mira mis labios sólo un momento antes de meterme
un tercer dedo en el culo.
Gimo en voz alta, el dolor y el placer se mezclan en algo parecido a rociar cada
nervio de mi cuerpo con gasolina y luego encender una cerilla. Kemper mira
hacia abajo entre nosotros, observando cómo me mete un dedo en el culo.
Gruñe y se lame los labios, mientras la forma maciza de su pene se clava en mi
muslo a través de sus pantalones.
Yo también miro hacia abajo, pero lo único que veo es su enorme brazo
trabajando entre mis piernas. No puedo imaginar lo que su mano me está
haciendo, pero puedo sentirlo. Sólo tengo sensaciones.
—Tienes el culo muy apretado, bebé. —bombea y bombea en mi trasero,
alcanzando el punto que me hace vibrar. Lo sigue consiguiendo y creo que me
voy a correr pronto. Puede que me sorprenda... —. Apenas puedo mover los
dedos.
—Mierda... mierda... —Es todo lo que puedo decir.
—Tengo tantas ganas de meter mi polla aquí. —me dice, y luego su otra mano
agarra con un puño mi camiseta, arrastrándome hacia él con más fuerza—.
Quiero follarte. Dios, Dash, deja que te folle.
—No. —murmuro mientras mis párpados se caen y siento que presiona
sobre algo que despierta mi orgasmo.
—Necesito correrme —resopla, y luego usa su mano izquierda para
desabrochar su cinturón, apresuradamente, bajando la cremallera y sacando su
polla. Es más grande de lo que recuerdo.
La acaricia con fuerza en su puño, alternando los ruidos de las bofetadas con
las sacudidas y los golpes de su mano dentro de mí con toda la fuerza posible.
Duele un poco, pero me gusta. Sinceramente... el dolor es el placer en este
momento. Son la misma cosa.
—Voy a... —susurro, luego me detengo. Porque este tipo no es mi amante, ni
mi amigo. No quiero decirle que me voy a correr.
Pero lo voy a hacer. Con fuerza.
Aprieto los labios, y el grito que emite apenas se detiene mientras mi polla
expulsa chorros de semen. No deja de meterme los dedos mientras me corro, y
eso hace que el orgasmo se prolongue mucho más que cualquier otro que haya
tenido antes.
Me siento como si fuera a toda velocidad por una autopista a trescientos
kilómetros por hora con la cabeza fuera de la ventana. Todo pasa como un
zumbido y estoy mareado y sin aliento. Me corro con tanta fuerza, apretando
sus dedos como si no quisiera que saliera de mi cuerpo.
Abro los ojos y miro hacia abajo, recuperando el aliento, con el pulso
acelerado y la sangre golpeando mi cerebro, mientras lo veo ordeñar su
gigantesca polla, corriéndose sobre la mía, que finalmente se ha detenido y yace
sobre mis abdominales, gastada y rodeada de cosas brillantes. Y ahora está
echando su propio semen sobre ella, haciendo un gran lío.
Pero ni siquiera me importa porque todo mi cuerpo está entumecido. Ahora
estoy en el río lento del parque acuático. Relajado, tranquilo. Sin ruido, sin
dolor. Todo se siente tan jodidamente bien.
El oficial Kemper exhala con fuerza y deja caer la cabeza hacia delante, con el
pelo colgando en sus ojos cuando se encuentran con los míos, y me mira. No
estoy seguro de lo que quiere que sienta, pero ahora parece mucho menos
aterrador.
Me recuerda a la calma. Naranja y amarillo. Como una puesta de sol.
Me saca los dedos, y la incomodidad queda enmascarada por la cantidad de
color que rodea su cara. Me alegro de seguir esposado porque siento que mi
mano habría intentado tocarlo ahora mismo.
Su mandíbula, o quizás su pecho. Aparta un poco de cabello de su cara.
Parpadeo con fuerza y lo sacudo para que se vaya.
—¿Te gustó? —susurra, y no se burla de mí. No suena amenazante ni
intimidante. Solo pregunta, realmente interesado.
Sacudo la cabeza para decir que no, pero luego murmuro:
—Sí.
Me sonríe, una de esas cosas iluminadoras, como la vez que me observó
desde fuera de la ventana. Es una sonrisa bonita. Es... bonita.
No. No, no lo quiero. No lo quiero.
Tiro de mis esposas, la ansiedad de estar atrapado vuelve con vigor. Exhala y
se aparta de mí, quitándome las esposas, primero las manos y luego cada pie.
En cuanto vuelvo a tener las manos, les devuelvo la sensibilidad y miro mi polla,
cubierta por el resbaladizo orgasmo de otro hombre.
Su semen se parece al mío. El mío está sobre mis abdominales, porque ni
siquiera me estaba tocando la polla.
Me hizo venir con sus dedos. Ni siquiera me masturbó, ni una sola vez.
Me paso distraídamente un dedo por la materia translúcida de mis
abdominales, arrastrándola hasta mi polla y mezclándola con la suya. Entonces
se acerca a mí, sosteniendo papel higiénico. Le tiendo la mano, pero no me lo
da. En lugar de eso, me limpia el semen del estómago y luego de la polla, con sus
ojos clavados en los míos mientras lo hace. Tengo la cara caliente mientras me
limpia, y me siento sobre los codos, observándolo en silencio.
¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora? ¿Qué digo? ¿Qué diablos
está pasando?
—¿Cómo te llamas? —pregunto, y él levanta una ceja antes de mirar su
placa—. Me refiero a tu nombre de pila. Tú sabes el mío... ¿No es justo que yo
sepa el tuyo?
—Créeme, no hay nada justo en esto, Luscious. —tararea, con una expresión
oscura cruzando su rostro. Se da la vuelta y tira el papel al retrete, se sube los
pantalones y se abrocha el cinturón, un aire de silenciosa tensión le rodea de
nuevo.
Vuelve a parecer hostil, un problema de actitud que sólo desaparece cuando
se corre, aparentemente. Luego reaparece, como una máscara.
Supongo que puedo entenderlo... Si es un gay de armario o algo así.
En un intento de averiguar su situación, aunque no sé por qué me importa, le
pregunto:
—¿Tienes novio?
—¿Por qué? ¿Estás audicionando para el papel, recluso? —me suelta. Hay
diversión en su cara, pero es alarmante, no amistosa.
—Eres un pedazo de mierda —me tumbo en la cama y me subo los
pantalones rápidamente, me enderezo la ropa y me pongo de lado, de cara a la
pared para no tener que mirar su estúpida cara de violador—. Ten la
amabilidad de salir de aquí, maricón.
—Como quieras, 101. —murmura, y yo pongo los ojos en blanco.
Cuando lo oigo alejarse, se me cae el estómago, y no sé por qué.
No lo quiero aquí. Lo odio, pero por alguna razón ahora mismo me siento
como un puto objeto de deseo; como un sucio secreto que esconde en la
oscuridad. Trago con fuerza mientras la presión se acumula detrás de mis ojos.
—He traído esto para ti. —refunfuña su voz y alzo la vista para verlo colocar
algo a mis pies.
Luego se va y la puerta de la celda se cierra con un ruido metálico. Espero un
minuto antes de incorporarme para ver lo que ha dejado.
Cuando lo recojo, no puedo evitar la euforia que me invade el pecho. Es un
paquete de tres calzoncillos. El puto Calvin Klein. Los caros...
Y un kit de viaje con pastillas de jabón, pasta de dientes y pañuelos de papel.
Trago, mis labios se curvan en una pequeña sonrisa.
No puedo evitar darme cuenta de que falta algo en el kit, así que le doy la
vuelta y leo el reverso. Se supone que viene con jabón, pasta de dientes,
pañuelos de papel...
Y una loción.
Día 28 dentro
Dash
Cuando mis ojos se abren, estoy alarmado. No por los gritos de los otros
reclusos de la fila, ni porque Luthor haga ruidos extraños por encima de mí. Ni
siquiera porque me duela un poco el culo y aún más las muñecas.
Estoy alarmado porque he dormido, durante todo esto. He dormido
profundamente y con calma, durante varias horas. Eso no ocurre a menudo.
Suelo tener suerte si consigo cuarenta y cinco minutos entre que me despierto
cinco o seis veces. Paso la mayoría de las noches paseando o tumbado en la
cama mirando a la nada. Sólo me he desmayado después de agotarme hasta el
punto de que mi cuerpo se ha apagado.
Me siento renovado. Aunque no me permito aceptarlo. No quiero esta
sensación de él.
Me centro en el hecho de que me duele el culo, porque me duele. Cuando digo
que me duele, estoy exagerando. Es más bien una punzada sorda que
simplemente me recuerda lo que pasó anoche en esa zona. No soy un tipo de
culo. A veces me gusta el dolor, y las sensaciones incómodas a menudo me
ponen duro como una piedra, pero nunca me he inclinado por hacer cosas en el
culo. Llámame anticuado, pero siempre me ha hecho sentir un poco raro pensar
en ello.
Tal vez eso sea inmaduro. Bueno, definitivamente lo es. Pero no puedo evitar
lo que siempre he pensado, hasta anoche.
Ese gigante imbécil me violó el culo con sus dedos, y lo mejor de todo es que
me corrí. ¿Qué diablos significa eso? ¿Cómo se supone que debo sentirme sobre
esto?
Creo que debería ignorarlo por ahora...
Me siento y estiro los músculos doloridos, mirando hacia arriba,
preguntándome qué demonios estará haciendo Luthor ahí arriba. Parece que
está raspando algo.
Maldita sea... Luthor probablemente escuchó todo lo que pasó anoche. Esto
va a ser incómodo.
Una vez de pie, me asomo a su litera para ver qué está haciendo. Está de
espaldas a mí, así que no puedo saberlo. Pero cuando se da cuenta de que le
estoy mirando, se gira por encima del hombro.
—Buenos días, compañero. —sonríe, y luego vuelve a lo que sea que esté
haciendo.
—Hola. —murmuro, y me froto los ojos—. ¿Qué haces?
—Haciendo un ordenador. —lo dice con tanta naturalidad que apenas sé
cómo responder. Por un segundo, pienso que tal vez esté haciendo un
computador.
Pero entonces recuerdo que no hay manera...
—Explícate, por favor. —insisto, y él se ríe.
—Bueno, no es un ordenador de verdad. Todavía. —Se hace a un lado para
revelar lo que ha estado haciendo. Hay un grabado en la pared junto a su cama.
Parece un plano de algún tipo de dispositivo—. Tengo que hacerlo en la pared
ya que no tengo papel ni lápices. De todos modos, si puedo tratar de conseguir
las piezas necesarias, eventualmente podría hacer esto.
—¿Podrías? —No puedo evitar la sorpresa en mi voz.
—Sí. Es algo mío. —me sonríe por encima del hombro. Me quedo con la boca
abierta—. Fui a la universidad antes de tiempo. En Berkley. Estudiaba para ser
diseñador. —Suelta una pequeña carcajada y sacude la cabeza, recordando
claramente algo cómico—. Construí la máquina más increíble de la historia en
el garaje de mis padres. Por supuesto, ahora todo está en evidencia...
Parpadeo. Vaya. De acuerdo, todo el asunto de Lex Luthor está cobrando
sentido.
—¿Cuántos años tienes? —Es la única pregunta que se me ocurre hacer ahora
mismo, de todas las que ensucian mi mente.
Se ríe.
—Veintitrés.
Mis cejas saltan hacia el techo.
—¿Entraste aquí con diecinueve años?
—Afirmativo. —Asiente, ni de lejos tan miserablemente como se espera que
alguien suene al hablar de esto.
Es tan joven... Ya ha desperdiciado gran parte de su vida aquí, y aún le queda
el resto.
Eso es increíblemente deprimente. Pero en lugar de continuar en la horrible
dirección de esta conversación, decido dirigirme de una manera más optimista.
—¿Qué necesitas para hacer eso? —Asiento con la cabeza a la talla en su
pared.
—Oh, amigo. Mucho —ríe—. Obviamente, lo más fácil sería conseguir un
ordenador. Puedo desmontarlo y reconstruirlo. Pero eso es bastante
improbable, así que voy a ver si puedo sobornar a Joy para que me traiga piezas
de repuesto y desechos.
—Deben reciclar los PC's viejos y la mierda cuando terminan con ellos,
¿verdad?
—No estoy seguro. Quiero decir, mira a tu alrededor. La financiación es
inexistente. Probablemente no reemplazan las cosas a menudo.
—Sí, pero si los servidores controlan todas las puertas, las cámaras y demás...
yo diría que es bastante importante mantener eso en funcionamiento.
Me mira por un segundo.
—Tienes razón.
Mi boca se curva con satisfacción.
—Veré qué puedo hacer para ayudar.
Su cabeza se inclina hacia un lado.
—No me digas que te vas a subir a bordo con todo eso de acercarte a los
oficiales para obtener bienes.
Un poco de calor me sube por el cuello mientras me obligo a no pensar en los
bóxers Calvin Klein que llevo debajo de los pantalones del mono, y en la bonita
pastilla de jabón Dove para hombres que pienso usar hoy en la ducha.
O bien Luthor estaba inconsciente anoche y no oyó al agente Kemper entrar
y atacarme, o bien se está haciendo el tonto para salvarnos de la posible
incomodidad.
—No, no necesariamente. —Miro hacia otro lado—. Sólo que podría conocer
a alguien que podría conseguirnos piezas viejas antes de que las tiren. Alguien
que probablemente no se lo diga a Velle.
—Ese es un buen punto. —Asiente—. No quiero que ese imbécil sepa lo que
está pasando, y con Joy es muy probable que Velle esté involucrado. De todos
modos, ¿a quién conoces? Eres el maldito novato.
Se ríe a carcajadas y salta de su litera. Menos mal que está demasiado
ocupado buscando su pasta de dientes como para darse cuenta de mis
movimientos espasmódicos y mi cara probablemente sonrojada.
Es una pésima idea que se me ocurra pedirle algo al oficial Kemper. Ya es
bastante malo que tome lo que quiere de mí sin preocuparse por nada. Si le
añades favores, las cosas podrían empeorar.
—Nadie importante. —Me encojo de hombros, tratando de actuar con
indiferencia.
Luthor se vuelve hacia mí y lo miro fijamente durante un segundo,
preguntándome si realmente no se enteró de nada anoche. ¿Es posible que
tenga un sueño tan profundo que ni siquiera haya sentido el movimiento de las
literas? Definitivamente sí. No ha sido una operación sencilla.
No revela nada mientras me tiende la pasta de dientes y, sin pensarlo, niego
con la cabeza.
—Yo tengo la mía. —digo antes de que pueda detenerme, y él hace una
mueca, con las cejas fruncidas.
—Primero un cepillo de dientes, ¿ahora pasta de dientes? —Estrecha su
mirada hacia mí y luego la deja caer sobre mi cintura.
Me subo los pantalones, pero es demasiado tarde. Son tan grandes que no
tienen más remedio que caerse un poco, y esa banda de Calvin Klein es bastante
difícil de pasar por alto.
Sus ojos vuelven a acercarse a los míos y parpadea, como si esperara que
dijera algo. Abro la boca, pero no sé cómo explicarlo de forma que tenga sentido.
Ni siquiera tiene sentido para mí.
Por suerte, en ese momento, la voz de Joy irrumpe en la celda,
sobresaltándonos.
—¡Buenos días, perras! —Se pasea dentro, sonriendo como una pequeña
diabla, golpeando su porra en la mano—. Pónganse en posición.
Se me arruga la frente y miro a Luthor. Suspira y sacude la cabeza,
acercándose inmediatamente a la pared y apoyando las manos en ella.
—¿Y bien? Muévete, 101. Hoy no me siento muy paciente, especialmente
cuando se trata de ti, nuestro alborotador residente.
No puedo evitar el estallido de aire que huye de mis labios.
—¿Yo?
Su mandíbula se tensa visiblemente, así que decido dejarlo pasar y hacer lo
que dice. Lo último que quiero es enfadarla lo suficiente como para que me
envíen de nuevo a aislamiento.
La idea, sin embargo, se aloja en mi cerebro durante una fracción de segundo,
que ya es mucho más tiempo del que debería estar allí. Cierro los ojos y me
deshago de ella, porque es una estupidez. ¿Por qué carajo querría volver al
aislamiento? Es el infierno.
Me pongo al lado de Luthor y apoyo las manos en la pared, girando la cabeza
por encima del hombro al oír a Rook y Velle irrumpir en nuestra celda.
—¿Qué están haciendo? —pregunto mientras Joy empieza a registrarnos.
—Chequeo. —responde Luthor—. Lo hacen como una vez a la semana
normalmente. Te has perdido los últimos estando en aislamiento.
Sus palabras me aturden por un segundo. He pasado más tiempo en
aislamiento que en mi propia celda a estas alturas. Eso es una mierda. No es de
extrañar que Joy me llamara alborotador.
Rook y Velle proceden a revolver nuestras cosas por todo el lugar, saqueando
cosas, buscando drogas o armas, supongo, porque ven el cepillo y la pasta de
dientes de Luthor en el lavabo y no le dan importancia. Rook toma mi equipo
de viaje, lo mira por un segundo y lo vuelve a dejar en mi cama.
—¿Nuevo guardarropa, recluso? —pregunta Joy, y yo miro hacia abajo
mientras tira de la cintura de mis Calvins. Trago saliva, sin decir nada, sólo
aguantando su mirada.
—Vaya. Estos son más bonitos que los míos. —se burla Rook desde la cama,
sosteniendo mis otros dos pares de bóxers del paquete.
—¿Por qué, qué llevas tú? —le dice Velle—, ¿Calzoncillos Hanes?
Rook mira a Velle, que sonríe.
—¿No te gustaría saber...?
Los dos se miran fijamente durante un segundo, y la tensión en la habitación
es palpable. Miro a Joy para ver su reacción a todo esto, y se limita a observar
cómo interactúan con los mismos ojos abiertos que tenemos Luthor y yo.
Velle se acerca a Rook, y la mirada de éste es de minuciosa preocupación.
Velle le saca un par de centímetros, y aunque ambos son bastante grandes, Velle
tiene un aura de dominio calculador que me pone nervioso. Pero
aparentemente Rook lo ve de otra manera, porque parece que no tendría
ningún problema en ponerse en fila ahora mismo.
—Apuesto a que puedo adivinar qué tipo de bragas llevas, novato. —le gruñe
Velle en la cara.
Rook entrecierra los ojos.
—¿Quieres un premio?
—Hmm... Es una buena idea —continúa Velle, con su cara a escasos
centímetros de la de Grajo—. Si adivino, ¿qué gano?
Rook se pasa la lengua por el labio inferior.
—¿Qué le gustaría, oficial?
La mirada de Velle es de pura hambre, me recuerda a otra persona que
conozco.
—Chicos —la suave voz de Joy interrumpe la espesura en el aire, y los dos se
giran para mirarla, habiendo aparentemente olvidado dónde están—. ¿Hemos
terminado aquí?
Velle se endereza y ladra:
—Todo despejado. —Luego lanza una rápida mirada a Rook antes de salir de
nuestra celda, rugiendo a Joy en su camino—. Sígueme, oficial Jameson.
Joy prácticamente corre tras él, dejando a Rook solo con nosotros mirándolo.
Se pasa una mano por su pelo rubio y sucio y exhala con fuerza.
—Se acabó el espectáculo, reclusos —refunfuña—. Si quieren ducharse hoy,
les sugiero que me sigan. Ahora.
Luthor y yo nos enderezamos, arrastrando los pies para tomar nuestras cosas
rápidamente mientras Rook sale de la celda y nosotros nos apresuramos tras
él.
—Eso ha sido raro. —le susurro a Luthor cuando estoy seguro de que Rook
está fuera del alcance del oído.
—Dímelo a mí. Al parecer, nadie está fuera de los límites —dice Luthor
negando con la cabeza.
¿Qué carajo, hombre? ¿Qué tiene una prisión que hace que los tipos sean
jodidamente gay? No lo entiendo...
Mis pensamientos son un enredo durante toda la ducha. Rook me da una
maquinilla de afeitar para afeitarme, aunque está de pie junto a mí todo el
tiempo, supongo que para asegurarse de que no intento nada. No es que sea
fácil con una maquinilla de afeitar desechable con una maldita hoja. Por suerte
mi vello es tan fino que no me cuesta mucho esfuerzo afeitarme la cara.
Cuando nos vamos, me encuentro mirando a Rook por un segundo. Es un tipo
muy guapo, de una manera que es difícil de pasar por alto. Una especie de cara
de niño bonito, es como Ren en ese sentido, con hoyuelos y una mandíbula como
la de un príncipe de Disney. Sólo que su pelo es rubio, mientras que el de Ren
es negro, y es un poco más bajo. Aun así, el tipo tiene esa especie de encanto del
medio oeste. Parece que podría ser un vaquero o un peón de rancho o algo así.
Y es agradable. Bueno, tan agradable como alguien puede ser aquí.
No es como Velle, o Kemper. De hecho, parece lo contrario.
También noto que interactuar con Joy hace que Rook se ilumine. Está claro
que siente algo por ella, por la forma en que la mira. La forma en que siempre
sonríe cuando ella está cerca. Me hace pensar en lo que dijo Luthor, sobre las
líneas que se desdibujan.
Todos estos tipos parecen no tener problema en enrollarse con otro tipo si
es necesario, ya que no hay mujeres disponibles para ellos. Y me hace
preguntarme si realmente se consideran homosexuales o bisexuales, o si
simplemente están aburridos. ¿Hay alguna diferencia?
Tal vez la sexualidad es fluida. Porque si somos totalmente honestos, no me
fue difícil notar lo atractivo que es Rook.
O Kemper. Pero esa es una historia diferente. Tal vez lo habría notado por mi
cuenta si no me hubiera forzado a interactuar con él...
Bueno, eso no es probable. Es un lunático espeluznante que me ha
electrocutado y me ha apuntado con una pistola a la cara. No es alguien en quien
deba pensar de ninguna manera.
Al pensarlo, miro a mi alrededor. No lo he visto merodeando como suele
hacerlo. Tal vez se mantenga alejado para siempre.
Me quedo tranquilo cuando salimos de las duchas. Volvemos a la celda, pero
cuando llegamos, Velle agarra a Luthor y se lo lleva a algún sitio. Me pone muy
nervioso. No han dicho que esté en problemas ni nada por el estilo, pero no
estoy seguro de adónde lo llevan.
Se fue por horas. Es difícil concentrarse sin saber si está bien. Luthor se ha
convertido en mi mejor amigo en este lugar. Parece ser la única persona
racional alrededor, y eso siempre ha sido algo a lo que me he aferrado.
Cuando mi padre se fue, perdí a la persona calmada y sensata de nuestra casa,
y eso me hizo sentir fuera de control durante la mayor parte de mi vida. Es decir,
hasta que mejoré en la gestión de mi trabajo. Pero está claro que todavía estoy
arruinado por ello.
No me gusta pensar en todos los problemas que tengo. La negación funciona
mucho mejor. Es como una manta cálida y acogedora que te protege de las frías
e implacables manos de lo desconocido. La autoconciencia está sobrevalorada.
Estoy en medio de unas flexiones cuando oigo unos pasos que se acercan a
mi celda. Se me hace un nudo en el estómago y me levanto lentamente,
alejándome de la puerta de la celda. Tengo el corazón en la garganta y miro
fijamente hacia delante, preparándome para ver esos profundos ojos de
muerte, la gigantesca criatura premonitoria que viene a por mí una vez más.
Pero en lugar de eso, es Velle quien se acerca a mi celda y la pequeña pizca
de decepción que se desliza dentro de mí es tan incómoda que quiero vomitarla.
—Hola, 101 —canturrea Velle, abriendo mi celda y entrando como si fuera el
puto dueño del lugar. Supongo que lo es, en cierto modo—. ¿Listo para cenar?
Asiento de mala gana, aunque la expresión de mi cara es obviamente de
confusión.
—¿Dónde está Luthor?
—Está bien —responde Velle, de forma equivocada, pero, aun así. Es una
respuesta—. Se reunirá contigo en la cafetería. —Se acerca y susurra—: No hay
que preocuparse. —Luego guiña un ojo.
Acepto lo que dice, porque no tengo muchas opciones y avanzo para irme con
él. Pero levanta una mano para detenerme.
—Sería negligente si no aprovechara esta oportunidad para advertirte,
preso. —dice, con una sonrisa de satisfacción despreocupada en su rostro—.
¿Esa mierda que hiciste en las duchas cuando llegaste? Es el tipo de cosas que
sólo se hacen una vez. Espero que haya sido satisfactorio para ti.
—Escucha, oficial, no tienes que molestarte con las amenazas —salgo al paso,
cruzando los brazos sobre el pecho—. Tu novia ya se te adelantó. Bueno, quiero
decir que Joy lo hizo. Sé que tiene unas cuantas...
Sus ojos brillan con algo parecido a la rabia, la mandíbula visiblemente
apretada. La sonrisa sigue intacta. Este tipo es bueno.
—Cálmate, Reznikov. Sólo quería decirte que siento que hayamos empezado
con mal pie. —tararea, a escasos cinco centímetros de mi cara—. Y basándonos
en todo el contrabando que hemos encontrado hoy en tu celda, diría que parece
que ya has encontrado a alguien más para financiar tu comodidad aquí en
Alabaster Pen. —Hace una pausa para dejar que sus palabras se asienten—. Me
alegro por ti. Me alegro de que todo haya salido bien. Por lo visto, ya tengo
suficientes novias... ¿Verdad?
Me da una fuerte palmada en el hombro y me sobresalto, con la rabia
aumentando mientras él hace un movimiento giratorio en el aire con el dedo.
—Date la vuelta, preso. Las manos a la espalda.
Hago lo que me dice, aunque no me han esposado así desde que me
arrestaron. Normalmente sólo te esposan por delante, y a veces también los
tobillos. A veces no. Supongo que depende de quién lo haga y del humor que
tenga ese día.
Al parecer, hoy Velle tiene ganas de ser más imbécil que de costumbre.
Me esposa por la espalda y luego suspira.
—Muy bien. Vamos, 101.
Se da la vuelta y se dirige a la puerta. Lo sigo, pero justo antes de que salga
de la celda, gira rápidamente y me da un golpe en la cara. Es tan fuerte, y tan
inesperado, que caigo de rodillas.
Parpadeando profundamente, aturdido y casi viendo las estrellas, cuelgo la
cabeza hacia adelante por un momento antes de mirar hacia él. Lo fulmino con
la mirada, y el imbécil tiene el valor de volver a dedicarme esa maldita sonrisa.
—Lo siento. Ahora estamos en paz —dice, extendiendo la mano y
agarrándome del brazo para ponerme en pie.
Hay tantas cosas que quiero decir; maldecirlo, gritarle en la cara, llamarlo
"puta". Recuerdo que ya me golpeó, justo después de que yo le golpeara a él, así
que habríamos quedado en paz. Y hay tantas cosas que quiero hacer: arremeter
contra él, darle otro cabezazo o darle una buena patada en la puta cara.
Pero no puedo hacer nada de eso. Estoy esposado, y él está al mando.
Es John Chevelle, jefe de la penitenciaría de Alabaster. Yo sólo soy el recluso
101.
Muevo la mandíbula un momento, el calor de mi cara me provoca una
quemadura bastante notable en la mejilla. Me hace un gesto para que le siga, lo
que intento hacer.
Y entonces me golpea de nuevo, más fuerte esta vez. Un golpe con la palma
abierta, justo en el lado de la cabeza.
No me caigo, pero mi cuerpo se desplaza hacia la derecha y espero ver
pajaritos flotando alrededor de mi cabeza, como en los Looney Tunes.
—Mierda —gruño, poniéndome inmediatamente en guardia contra él. No
puedo evitarlo. Este tipo va a ser apuñalado. No me importa si ni siquiera puedo
usar mis manos, o un arma.
Encontraré una manera.
Velle no me teme en absoluto. Se queda ahí, con los brazos cruzados sobre el
pecho, esperando a que haga un movimiento para poder vengarse. Golpearme
un poco más, probablemente, y luego enviarme de vuelta a aislamiento.
La idea parpadea de nuevo. Tal vez debería volver a solitario...
No. ¿De qué mierda estás hablando? Te matan de hambre ahí abajo. Te
golpean y te violan.
Aquí también te violan, imbécil.
Sacudo un poco la cabeza para callar el maldito ruido. Velle me lanza una
mirada que no entiendo. Es como si esperara algo. Sabe algo...
Tal vez sabe lo del oficial Kemper. Velle lo sabe todo en este lugar.
Probablemente sabe lo que Kemper me ha estado haciendo. Ahora se burla de
mí atacándome, sabiendo que, si me defiendo, puede enviarme allí abajo para
que me atormenten más.
Mientras pienso en esto, recuperándome de las punzadas en el costado de mi
cara, Velle me envía un gancho de derecha a las tripas. Un uff sale de mis labios
mientras me enrosco hasta la cintura, con todo el aliento que me ha quitado.
Toso varias veces, deseando tener las manos para sostener mi estómago. El
golpe ha sido tan fuerte que siento que podría tener una hemorragia interna.
—Vete a la mierda, suka26. —siseo, sin aliento.
Velle se ríe.
—Recuerda esto, 101. Tú y yo no estamos en paz. —Me agarra la cara y me
sacude con fuerza para que lo mire—. Yo estoy al mando. Eres mi perra. Me
perteneces.
Hago rechinar los dientes mientras le frunzo el ceño, sin querer nada más que
escupirle en la maldita cara.
—Dilo —exige. Su mano se dirige a la pistola eléctrica.
—Te pertenezco —me quejo, apretando mi puño una y otra vez para no
reaccionar. Velle levanta las cejas en señal de anticipación y yo respiro
profundamente—. Soy tu perra.
Me golpea suavemente en la mejilla y me endereza.
—Perfecto. Es maravilloso escuchar eso, recluso. Ahora, vamos a buscarte
algo de comer.
Me arrastra fuera de la celda y hago una mueca de dolor. Mi estómago no se
siente mal ahora que puedo respirar de nuevo, pero mi cara está palpitando. Es
una mierda. Espero no tener una marca.
Velle camina rápido, delante de mí, por la fila de celdas hacia las cinco puertas
diferentes que nos llevarán a la cafetería, así que troto para seguirle el ritmo.
He decidido que, a pesar de las ganas que tengo de estrangular a este imbécil,
tal vez ahora que se ha vengado, me responda a una pregunta que me hago
desde hace semanas.
—Oye, ¿y qué pasó con Darcey? —pregunto, caminando a su lado.
Sus ojos se dirigen en mi dirección.
—¿Por qué te importa?

26
Perro doméstico femenino, así como otros animales de la familia de perros.
—Sólo tengo curiosidad —me encojo de hombros—. Estaba a mi lado en
aislamiento, luego lo trasladaron y no lo he vuelto a ver.
—Bueno, sé que esto puede resultar chocante para ti, recluso, pero el
paradero de otros presos no es exactamente tu puto asunto.
Habla tan despreocupadamente, incluso cuando está siendo un maldito
imbécil de proporciones bíblicas.
—Sabes, te diría que te den, pero no creo que ese sea el problema contigo —
murmuro, caminando delante de él. Él se detiene cuando nos acercamos a una
de las puertas, y me giro para ver a qué se debe el retraso. Me mira fijamente,
sonriendo—. ¿Qué?
Me señala la puerta con la cabeza.
—Adelante. Inténtalo.
Mi ceño se arruga por la confusión, pero uso mi brazo para empujar la puerta.
Naturalmente, no se mueve. No me sorprende.
Entonces Velle se adelanta y empuja la puerta. Se abre de inmediato.
—Recuerda tu lugar aquí, 101. Eres un número, no una persona. No puedes
hacer preguntas, no puedes decir tonterías, ni intentar defenderte. Haces lo que
decimos, o mueres. Fin de la historia.
Velle pasa junto a mí por la puerta. Y yo lo sigo el resto del camino hasta la
cafetería en silencio.

En la cena, me siento solo. No sé por qué, pero me apetece estar solo. Después
de todo ese asunto con Velle, mi estado de ánimo está bajo mínimos. Odio que
me empujen y que me desprecien como si fuera una mierda.
No soy una persona excesivamente engreída, porque ser así no me beneficia
en absoluto. Pero también sé que tengo algunas buenas cualidades. Soy muy
bueno haciendo trabajos de pintura en los coches de la gente. Soy incluso mejor
robando cientos de miles de dólares de instituciones financieras. Hago un buen
sándwich de queso a la parrilla.
No soy una basura. Tengo cosas que ofrecer.
Pero aquí soy basura. Más bajo que la basura. Soy algo que existe sólo para
ser usado y luego desechado. Ese es mi único propósito terrenal ya, y sólo ha
habido otra ocasión en la que me he sentido así en mi vida. No es algo que quiera
repetir.
Por desgracia para mí, mi tiempo de reflexión interna se interrumpe cuando
Ren y Kang se acercan a mi mesa y se dejan caer con sus bandejas.
—Hola, Dascha —canta Ren en un tono perfectamente agradable, como si la
última vez que interactuamos no le estuviera golpeando la cara con mis puños
mientras él se reía como un loco desenfrenado.
Levanto la vista, pero solo un segundo antes de volver a mis rancios nuggets
de pollo, que supongo que llevan en un congelador desde los años noventa.
—Oye, amigo —dice Kang, y mis ojos se desvían hacia él.
Murmuro:
—¿Qué tal? —porque no es que me haya hecho nada, aunque él y Ren parecen
un paquete a veces, lo que me sigue confundiendo.
—¿Dónde está Luthor? —pregunta Ren, mirando frenéticamente a su
alrededor. Su tono es nada menos que de angustia.
Aunque podría disfrutar de su confusión durante uno o dos segundos más,
decido decírselo. —No estoy seguro, pero Velle dijo que vendría a cenar.
—¿Está bien? —Se apoya en la mesa, con los ojos muy abiertos y brillando de
inquietud.
—Creo que está bien —ofrezco, aunque no estoy en condiciones de decírselo.
No tengo ni idea de lo que le pasa a Luthor ahora mismo, una idea que me
aprieta el pecho.
Este lugar no se siente bien sin Luthor.
—Sólo trata de comer. —Kang empuja el brazo de Ren— Estoy seguro de que
está ayudando a Joy con algo.
—¿Eso sucede? —pregunto.
—A veces. —me mira Kang—. Ha estado aquí un tiempo, así que tienden a
confiar en él con las cosas.
Mis ojos se dirigen a Ren.
—¿No llevas más tiempo aquí?
Ren se muerde el labio y sus ojos se dirigen a su plato. Empieza a hurgarse la
piel alrededor de las uñas, incesantemente. Me incomoda sólo verlo. Va a
hacerse sangrar.
—¿Quién se llevó a Luthor? —Kang interviene, redirigiendo la conversación.
Levanto una ceja a Ren por un momento, antes de responder a Kang.
—Velle. Fue justo después de las duchas.
—¿Ha estado fuera todo el día? —Ren respira, y luego sacude la cabeza una
y otra vez—. Si le hicieron algo, será su maldito funeral. —Sus ojos se levantan
hacia los míos—. Tengo vínculos con la Cosa Nostra27.
—¿Qué? ¿En serio? —Estoy aturdido, por muchas razones. Mis ojos rebotan
hacia Kang, que está mirando su comida, pinchándola con el dedo.
—Sí. No me gusta hablar mucho de ello, pero tengo muchos contactos en el
exterior —susurra Ren—. Consígueme un teléfono móvil y todos se
arrepentirán.
—Ren —ladra Kang, en voz baja—. Come tu maldita comida. Seguro que está
bien.
No puedo evitar mirarlos, preguntándome qué demonios está pasando aquí.
Estoy muy perdido.
Nos sentamos en silencio durante unos minutos, picoteando nuestra comida,
hasta que las puertas de la cafetería se abren de golpe y Joy entra arrastrando
a Luthor. Está esposado por las muñecas y los tobillos, pero aparte de eso
parece normal.
Ren casi salta de su asiento, pero se obliga a permanecer agachado,
observando ansiosamente cada movimiento de Luthor. Joy le quita todas las
esposas y luego le señala una bandeja de comida que le tenían reservada. Todos
lo miramos fijamente mientras la toma y se acerca a nuestra mesa, tomando
asiento a mi lado.
Suspira y recoge uno de los nuggets de pollo, frunciendo el ceño. —¿No hay
ketchup? Esto es falso.

27
Expresión utilizada para indicar una organización criminal del tipo mafia-terrorista presente en Italia,
especialmente en Sicilia y en muchas partes del mundo.
—¿Estás bien? —Ren prácticamente grita, y Luthor lo mira, sobresaltado.
Ren se aclara la garganta—. Quiero decir que Dash estaba preocupado. Nadie
nos decía dónde estabas.
—Acabas de descubrir que se ha ido —le sonrío a Ren, que me lanza una
mirada.
Luthor se ríe.
—Estoy bien. Necesitaban ayuda con el servidor del ala este. Al parecer, se
avecina una tormenta y han tenido problemas con él.
—¿Así que te lo pidieron? —Kang parece tan sorprendido como estoy seguro
de que todos nos sentimos.
—El director estaba allí. —Luthor se encoge de hombros—. Obviamente, me
dijeron que, si metía la pata, me darían de comer a los tiburones, así que me
limité a hacer lo que me dijeron, bajo vigilancia, por supuesto.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Tiburones?
—¿Estuviste en el ala este? —Kang jadea mientras todos me ignoran—.
¿Tú...?
—Sí —le responde Luthor—. Vi a O'Malley. Pasé por su habitación. Lo están
examinando... No estoy seguro de lo que están haciendo. Supongo que también
tienen a Darcey ahí abajo.
—¿De verdad? —Me inclino, interesado en lo que pasa con Darcey. No es que
seamos amigos ni nada por el estilo, pero me ayudó a superar mi primera vez
en aislamiento. Esperaba que no estuviera muerto.
—Escuché a un par de guardias hablando de que iban a enviar a un elegante
médico psiquiatra para Darcey —continúa Luthor—. Estaban cabreados
porque apenas tienen fondos para arreglar las cañerías, pero pueden gastar
todo tipo de dinero en traer a un imbécil para que estudie a El Cortador como
si fuera un proyecto científico.
—Tiene sentido —dice Ren—. Es un preso de alto perfil. Me tuvieron allí
cuando llegué, atado a una losa como un enfermo mental.
Vuelve a juguetear con sus dedos mientras yo estrecho la mirada hacia él,
preguntándome de qué demonios está hablando. Abro la boca para decir algo
al respecto, pero Luthor me da un codazo. Le lanzo una mirada, aunque él no
me presta atención, observando a Ren con preocupación en sus ojos.
—Oye —dice Luthor, y Ren levanta la vista—. Estoy bien. Sólo estaba allí para
ayudarles, eso es todo.
Ren deja escapar un suspiro tranquilo y asiente con la cabeza.
—No estaba preocupado. Dash sí.
Mi frente se arruga y mi mirada se dirige al otro lado de la mesa. El tipo es un
maldito loco. No suelo mirar así a la gente, pero estoy muy confundido.
Luthor se ríe suavemente y me pasa un brazo por el hombro.
—¡Ah, Dash! ¿Estabas preocupada por mí? —Pongo los ojos en blanco y él
vuelve a reírse, dando un mordisco a su nugget y poniendo mala cara—. Dios.
Esto es jodidamente asqueroso.
Nos reímos todos juntos después de eso, y no puedo ignorar que me siento
mucho mejor que antes. Al menos Luthor está bien. Este lugar está
completamente jodido, pero creo que cuanto menos tiempo pase tratando de
darle sentido a todo, más podré sobrellevar esto. Es difícil vivir cada día sin
saber qué pasará en el siguiente, especialmente para mí. Me gusta tener un plan.
Cuando todo está fuera de control, puedo sentirlo. Como un tornado negro
que gira y da vueltas a mi alrededor, desordenando todas las cosas que he
intentado ordenar desde que papá se fue. Es una especie de malestar frenético
que me hace vibrar. No me gusta
Mis ojos se deslizan hacia las puertas de la cafetería mientras los chicos
hablan. Sus voces se mezclan en el fondo mientras observo esas puertas,
preguntándome si veré ese par de ojos oscuros. No los veo. Y debería alegrarme
por ello.
Día 43 dentro
Dash
Las luces parpadean. Al levantar la vista, lo veo pasar una vez más
Ha habido toda una serie de tormentas brutales que han barrido la costa este
en las últimas dos semanas. La primera ocurrió dos días después de que Luthor
ayudara con lo de la sala de control. Duró dos días, luego unos tres días después
hubo otra tormenta que duró casi un día entero. Y ahora está esta, que comenzó
ayer y aún sigue con fuerza.
La única manera de saber que algo está sucediendo afuera es por la energía
que se corta ocasionalmente. La oscuridad en este lugar es especialmente
oscura. Hasta ahora no la hemos perdido durante más de un par de minutos,
pero la tormenta de esta noche parece ser la más dura. Podemos oír vagamente
el viento en el exterior, ondeando y azotando contra el viejo edificio.
Eso y, por supuesto, tenemos que escuchar a los oficiales quejándose del
tiempo sin parar. No sé de qué se quejan. No es que tengan que dormir en el frío
glacial, con goteras en los techos y sin agua caliente para las duchas. Viven a un
par de kilómetros en una mansión.
—Va a ser difícil leer si se va la luz. —murmuro, pasando la página del
desgastado ejemplar de “El resplandor” que me ha prestado Ren. Es uno de los
cinco libros que hay en toda la prisión, lo que es una especie de parodia. El
Resplandor es genial, pero ya lo he leído. Supongo que tendré que
acostumbrarme a releerlo hasta que alguien consiga un libro nuevo.
—No me lo recuerdes. —responde Luthor desde arriba—. No podré
toquetear esta mierda en la oscuridad.
La semana pasada, Luthor se encontró con algunas piezas viejas de
ordenador. No era mucho, y no me dijo cómo logró adquirirlas, pero es un buen
proyecto para él. Lleva días jugueteando con ellas.
Oímos un alboroto y enseguida meto mi libro bajo la almohada, sentándome
en la cama. Los pasos suenan, las puertas suenan y suenan, lo que significa que
están trayendo al siguiente grupo para la cena. Los pesados pasos que se
acercan a nuestra celda acaban perteneciendo a Velle, lo que me recuerda el
tiempo que hace que no oigo los pesados pasos de otro guardia gigante tatuado.
Después de aquella noche, hace dos semanas, no he vuelto a ver al oficial
Kemper. Supongo que se ha quedado en el aislamiento, lo que debería ser un
alivio. Pero no lo es, porque me hace sentir aún más abusado. Por alguna razón,
el hecho de que me utilice de forma continuada parece más respetuoso que el
hecho de utilizarme un par de veces antes de descartarme como un suspensorio
gastado. No tiene mucho sentido, pero mis inseguridades se apoderan de mí.
No lo quiero, y no quiero que él me quiera. Pero tampoco parece que quiera
que él no me quiera. Es muy confuso.
Velle nos lleva a la cafetería, donde tomamos la comida y nos acomodamos,
como siempre. Kang viene a sentarse con nosotros, y puedo sentir a Luthor
buscando a Ren, buscando el secreto. Oímos una risa familiar y nuestras
cabezas saltan a la derecha para encontrar a Ren sentado en una mesa con otros
reclusos que no conozco demasiado bien. Los he visto por ahí, pero no
conversamos, así que no recuerdo sus nombres. Pero ahí está Ren, charlando
con ellos como si estuviéramos en un maldito club de campo o algo así, y puedo
sentir a Luthor hirviendo a mi lado.
Por desgracia, no soy muy hábil para dar consejos y acabamos comiendo en
silencio, lanzando alguna que otra mirada en dirección a Ren. Para ser alguien
que obviamente está enamorado de Luthor, no parece muy preocupado por eso
ahora mismo. Una prueba más de que no tengo ni idea de qué demonios está
pasando entre ellos.
De repente, las luces sobre nuestras cabezas se atenúan y todos miramos a
nuestro alrededor. Luego se apagan por completo. Todavía hay luz del
generador de reserva, lo que nos deja con un resplandor apagado, pero está
mucho más oscuro de lo que se supone que debería estar aquí.
Y todo el mundo se vuelve loco.
Hay gritos, gritos y gritos que vienen de todas partes. Algunos reclusos se
ponen de pie, y uno de ellos incluso salta sobre la mesa. Tengo el potente
impulso de taparme los oídos. El ruido es abrumador.
—¡Que te calles de una puta vez! —ladra Velle. Velle grita y apunta con su
arma.
Eso es todo. Todo el mundo se calla de inmediato.
Velle mira al tipo de la mesa hasta que se escabulle, con el rabo entre las
piernas.
Nuestras cabezas giran hacia el resto de los guardias, todos los cuales tienen
sus pistolas en la mano. No hay posibilidad de que se produzca un motín. Nos
tienen rodeados y todos están armados. Seríamos estúpidos si hiciéramos un
movimiento, aunque seamos unos cuantos más que ellos.
—Muy bien, cretinos inútiles. No quiero oír ni una palabra más hasta que
llevemos sus lamentables culos a sus celdas. —dice Joy.
Es como una mini Velle. Jesús.
—Esto no será cosa. —dice Velle, con un tono mucho más suave que el de Joy,
aunque nadie se cree que no sea tan agresivo como ella—. Tienen dos minutos
para terminar su comida y los llevamos a todos de vuelta.
—Bueno, eso apesta —suspira Kang—. Es un desperdicio de apagón si me
preguntas.
—¿En qué se diferencia esto de los apagones? —Luthor se ríe—.
Simplemente nos iremos a dormir antes.
—No a todos nos gusta dormir tanto como a ti, bicho raro. —Sonrío, y Kang
me señala de acuerdo.
En lugar de responderme, cada uno mira en dirección a Ren y sus amiguitos,
que no son tan pequeños. En realidad, son tipos gigantes, y Ren está de pie,
levantándose la camiseta para mostrarles un tatuaje en la cadera.
—Está fuera de control. —murmura Kang, a lo que yo asiento.
—Deja que haga lo suyo. —insiste Luthor, aunque no parece entusiasmado
con ello—. Este es él. Los tipos así tienen que estar aquí. No podría funcionar en
el mundo.
—Eso es bastante jodido. —respondo, y Luthor se encoge de hombros.
—Si quiere que un par de degenerados diferentes le escupan cada noche, es
su prerrogativa. Pero no quiero que intente arrastrarme a su locura.
Toda esta conversación es deprimente como el infierno, y todo lo que quiero
en el mundo ahora mismo es hacer algo divertido con mis amigos, si se les
puede llamar así. Ni siquiera puedo recordar la última vez que me divertí. Tengo
veinticinco años, por el amor de Dios. Se supone que debería estar en el mundo,
jodiendo la mierda y pasándolo bien.
Me levanto lentamente, notando que los guardias están reuniendo a todos
para volver. Veo a Rook dirigirse hacia nosotros y mi idea empieza a forjarse en
mi mente.
—Eh, cuando les dé la señal, síganme. —les susurro a Luthor y a Kang.
Las cejas de Luthor se arquean.
—¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué señal?
—Solo esperen a que les diga y luego síganme. —les digo de nuevo—. Tengo
una idea.
—¿Qué tipo de idea? —Kang parece inseguro.
—Amigo, no sé en qué estás pensando, pero no todos amamos el aislamiento
tanto como tú —se queja Luthor.
—Confía en mí, funcionará —digo justo cuando Rook se acerca a nosotros.
—Muy bien, reclusos. Vamos —nos indica Rook para que nos pongamos de
pie, esposando a cada uno de nosotros por separado. Sólo las manos, lo cual es
perfecto.
Tomo nota de dónde están las llaves de las esposas en su cinturón, y avanzo
a su orden, fuera de la cafetería y hacia el largo pasillo. Está mucho más oscuro
aquí sin las luces principales, y tratamos de mantenernos juntos sin
tropezarnos simultáneamente.
Una vez que atravesamos la última puerta antes de las celdas, me detengo
bruscamente frente a Rook, haciendo que se choque conmigo.
—¿Qué demonios, 101? —refunfuña Rook —. Muévete.
—Oye, Rook, me preguntaba —giro lentamente, sin dejarle espacio para
alejarse—, si nos dejarías pasar un rato antes de volver. Sólo por esta vez.
Rook resopla y sacude la cabeza. —No. Muévete, preso.
Trata de empujarme, pero en lugar de eso, me aprieto contra él, acercando
mis labios a su oreja.
—Puedo hacer que valga la pena.
Puedo sentir lo tenso que está ya, así que lo más probable es que mi
acercamiento a él funcione. Pero sólo necesito que funcione el tiempo suficiente
para arrebatarle las llaves de las esposas de su cinturón. Luthor y Kang me
miran desde atrás, probablemente preguntándose qué demonios estoy
haciendo.
Para ser sincero, yo tampoco estoy muy seguro. Fue un plan bastante
improvisado, pero tengo que intentarlo. Quiero al menos intentarlo como algo
divertido.
—Reznikov, esto no va a funcionar —murmura Rook, aunque una mano
repentina aparece en mi cadera. No estoy seguro de que vaya a usarla para
moverme, pero ahora mismo sólo está descansando allí.
Definitivamente no tengo intención de intercambiar favores sexuales con
Rook, independientemente de que me parezca un buen tipo. Mis líneas no son
tan borrosas todavía. Sólo quiero intentar escabullirme con mis amigos un rato
y aprovechar el apagón. Y creo que Rook es exactamente el guardia adecuado
para dejarnos hacer eso.
—¿Por qué no? —susurro, moviendo mis manos hacia su cinturón, aunque él
las atrapa antes de que pueda llegar—. Vamos, oficial. Sólo queremos pasar un
rato. Te debo una.
Su cara se aleja un poco para poder mirarme, los ojos caen sobre mi boca. Me
da una sensación de hundimiento en las tripas, como cuando te subes en la
primera caída de una montaña rusa. Y el caso es que ya no sé si significa que me
da asco o curiosidad.
Trago con fuerza, y él lo nota, su amplio pecho se mueve hacia arriba y hacia
abajo con una respiración constante. A estas alturas, por la forma en que Rook
reacciona ante mí, podría dejarnos hacer lo que le pido, sin que ni siquiera tenga
que robar las llaves de las esposas.
Pero entonces me toma las manos esposadas y las baja. Mis ojos se quedan
en los suyos, de un verde intenso y musgoso, mientras mis dedos se acercan a
las llaves de su cinturón. Las rozo justo antes de que empuje mis manos hacia
su entrepierna.
Un poco de miedo y mucha vergüenza me invaden mientras él utiliza mis
manos para frotar su erección justo delante de mis amigos. Este plan se va al
traste, y ya no tengo ni idea de lo que estoy haciendo, mi cara se calienta bajo
sus ojos hambrientos mientras él respira agudamente y codicia mi boca.
—Digamos que te doy lo que quieres —exclama Rook contra mí, mientras su
grueso pene se endurece rápidamente contra mis dedos—. ¿Cuándo puedo
cobrar ese favor? Porque tengo que admitir, preso... que tu boca se ve
malditamente irresistible
Un escalofrío de mórbida euforia me recorre ante los elogios que recibo de
otro guardia. Sé que no debería importarme, y que ser conocido por tener una
boca irresistible no es precisamente una tarjeta de presentación que uno quiera
tener en la cárcel, pero no puedo evitarlo. Ahora mismo, me gusta esta atención.
Aun así, no tengo ni idea de cómo responder a su pregunta. No quiero
chuparle la polla. Antes estaba fanfarroneando, apenas aceptando que él es
atractivo. Es un concepto muy diferente estar de cerca y en persona como
ahora.
Abro la boca para hablar, pero en ese momento la puerta de enfrente se abre
de golpe y Velle entra, con la Glock en la mano, con cara de estar a punto de
reprender a alguien.
Sus ojos se entrecierran al ver la escena. Luthor y Kang, esposados en el otro
extremo del pasillo, mientras yo masturbo a Rook por encima de sus
pantalones. No es realmente lo que está ocurriendo, pero ciertamente es lo que
parece, y puedo decir por la tensión en los ojos de Velle que no está contento
con ello.
—Oficial Samuels —Velle ladea la cabeza mientras baja el arma—. ¿Cuál
parece ser el problema aquí?
A pesar de todo, Rook parece un poco aterrado en este momento. Está
claramente aturdido, mirando a Velle como si sospechara que está a punto de
recibir una patada en el culo, y honestamente, creo que es una fuerte
posibilidad.
Nunca sabré qué carajo me posee para hacer esto, pero decido hablar en su
favor.
Levantando un hombro en un leve encogimiento de hombros, murmuro:
—Sólo quería ver si los rumores eran ciertos.
Nunca he visto a Velle sorprendido, pero ahora mismo esa es la mirada que
recibo. Y Rook también se queda boquiabierto como si hubiera perdido la
cabeza. Tal vez lo haya hecho.
Pero ya estoy en esta madriguera, así que...
—Se dice por aquí que el novato tiene la pieza más gruesa —sigo—. Sólo lo
estoy comprobando, supongo.
Velle se adentra en la habitación, levantando la ceja hacia mí.
—¿Es así, recluso? —Es obvio, por su tono y su mirada, que no me cree. Estoy
muy jodido—. ¿Y bien? ¿Qué te parece? —Se acerca a nosotros, con los ojos
oscurecidos por la poca luz—. ¿Es una polla lo suficientemente gruesa para ti?
Ante sus palabras, se me ocurre que mis manos siguen tocando la polla de
Rook. Está muy dura, a pesar de que nos han pillado, lo que podría significar
que Rook sufre las mismas aflicciones que yo cuando se trata de erecciones
inconvenientes.
Trago por encima de la garganta tan rasposa que parece papel de lija. Puede
que me haya jodido aquí. No sé qué va a hacer Velle a continuación, así que me
limito a asentir.
—Pero mira, el problema es que no se puede saber realmente lo que pasa
desde fuera de estos pantalones. —Velle le señala con el pulgar a Rook, como si
no fuera una persona de verdad, sino un trozo de carne—. Ocultan mucho. —Se
vuelve hacia Rook y le ordena con calma—: Saca la polla, Samuels.
La cara de Rook se transforma en una de espanto, y sus mejillas se sonrojan
visiblemente, aunque esté oscuro. Sacude la cabeza lentamente.
—Velle, yo no...
—Es el oficial Chevelle —sisea—. Soy tu superior y harás lo que te diga.
Ahora, sácate la puta polla para que Reznikov pueda ver mejor.
Rook me mira, casi disculpándose, lo cual es una locura ya que yo lo metí en
esto. Entonces se desabrocha el cinturón lentamente, se baja la cremallera de
los pantalones y tira de ellos hacia abajo lo suficiente para sacar la polla. Está
dura, aunque no completamente sólida como una roca. Sin embargo, es larga y
gruesa, con venas visibles y una punta gorda.
Me gustaría poder decir que me aterra, pero por desgracia para mí no es la
polla más aterradora que se me ha presentado últimamente, una revelación que
me hace preguntarme qué demonios está pasando en mi vida.
Velle, por otro lado, parece que realmente está tratando de no ser afectado
por lo que está sucediendo, pero sus ojos no lo permiten mientras se deslizan
hacia la erección expuesta de Rook. Veo cómo su nuez de Adán se balancea en
su garganta antes de que su ardiente mirada vuelva a dirigirse a mí.
—¿Qué piensas ahora, 101? —Su voz es un gruñido grave que me sube por la
espalda—. Es una buena polla, ¿verdad? —Asiento con la cabeza, pero por
supuesto no está satisfecho ahora que he abierto esta maldita caja—. ¿Por qué
no lo miras más de cerca...
Rook tartamudea
—No creo que eso sea...
—Cállese, oficial —le responde Velle, y me empuja a arrodillarme.
Caigo con un ruido sordo y mi respiración se acelera cada vez más. No puedo
ver alrededor del grueso cuerpo de Rook para averiguar cómo reaccionan
Luthor y Kang ante esto, lo que probablemente sea algo bueno. Estoy seguro de
que están tan horrorizados como yo. Y todo es mi culpa, así que no tengo
derecho a estar molesto por ello.
La dura polla de Rook está justo delante de mi cara, y no sé qué hacer. No
quiero hacer lo que creo que Velle me va a obligar a hacer. Una cosa fue cuando
Kemper me obligó a hacerlo. Estábamos solos, en aislamiento. Nadie lo sabía, y
podía ocultarlo del mundo.
Pero esto es diferente. Son dos guardias a los que tengo que ver todos los
días, mi compañero de celda y otro preso. Mis amigos, incluso.
La vergüenza me calienta la sangre y la envía directamente a mi polla, que no
es la forma en que necesito reaccionar a esto. Cierro los ojos y trato de
ignorarlo, pero entonces Velle se agacha y agarra la polla de Rook con la mano,
llevándola a mi boca.
Aparto la cabeza, pero él me toma la nuca con la otra mano y me obliga a
acercarme.
—Vamos, preso —tararea Velle—. Dale al novato una muestra de esos labios
carnosos
—No. Por favor… —murmuro, sin saber qué decir y tratando de mantener la
boca cerrada a toda costa.
—Abre, recluso —ordena Velle, sonando tan siniestro como nunca le he
oído—. Dejaste claro que no querías hacer esto para mí y, sin embargo, aquí
estás, encerrado en un pasillo oscuro, examinando la polla de mi oficial. Eres
bastante confuso, ¿lo sabías, Dascha?
Me quejo en silencio, manteniendo mis labios cerrados, por miedo a que
separarlos le dé tiempo a hacer su movimiento. Pero mis ojos siguen abiertos,
y lo que veo es la gran mano de Velle que rodea la polla de Rook, que va
aumentando gradualmente.
Las respiraciones de Rook son irregulares y audibles en el pequeño espacio
en el que estamos juntos. No puedo apartar los ojos de lo que está ocurriendo
justo delante de mi cara: la mano de Velle se mueve, lenta pero vigorosamente.
Y no puedo decir que no me esté poniendo exponencialmente más duro sólo de
verlo.
—¿Le has estado comprando cosas, Harley? —Velle susurra en el oído de
Rook mientras bombea su polla, cada vez más fuerte—. ¿Ya se ha abierto para
ti, como esa pequeña zorra de Xavier?
—No. No, lo juro —resopla Rook, luego inclina su cabeza hacia Velle—. Nunca
lo he tocado.
—Te refieres a esta zorra —retumba Velle, y ni siquiera me molesta el hecho
de que me haya llamado zorra. Estoy demasiado ocupado mirando la polla de
Rook, la punta brillando cuando Velle pasa su pulgar por debajo, provocando
un suave sonido desde el fondo de la garganta de Rook—. Porque ya sé que te
has corrido en la boca de Ren.
—Jesús, Velle. —jadea Rook, entonces Velle suelta mi cabeza y lleva su mano
izquierda a la garganta de Rook.
—Dime la verdad, Harley —exige Velle, apretando hasta que las mejillas de
Rook se ponen aún más rojas.
—Sí... Ren me la chupó, pero eso es todo —responde Rook, con las caderas
empujando la mano de Velle, follándola delante de mis ojos. Mi propia polla está
tan dura que intenta escapar de mis pantalones.
—¿Cuántas veces? —Velle pregunta, su mano se acelera.
—Dos veces.
—¿Lo prometes?
—Sí, sí. Lo prometo.
—¿Fue el único?
—Sí. Él se ofreció y yo lo acepté. No sabía... —Se queda en un gemido cuando
Velle se empuja contra la espalda de Rook.
Velle está trabajando la polla de Rook como un loco, con los dedos doblados
hacia abajo para sujetar sus bolas, mientras se muele en el culo de Rook desde
atrás. Sé que debería moverme. Podría hacerlo ahora que no me tiene sujeto,
pero estoy paralizado.
No puedo mover ni un músculo. Todo lo que puedo hacer es mirar y escuchar
los sonidos de dos hombres jugueteando delante de mí.
—Se supone que eres mío. ¿Recuerdas? —Velle gruñe y luego lame la oreja
de Rook, cuya visión me recuerda a la de hace dos semanas... con Kemper.
—Lo soy —gime Grajo, su cuerpo se estremece visiblemente—. Pensé que...
estoy... Mierda, Velle, voy a correrme.
Los ojos de Velle se dirigen a los míos, y en una fracción de segundo me da a
elegir. Y mi cuerpo actúa por sí mismo para decidir.
Abro la boca y la deslizo sobre la gorda cabeza de la polla de Rook, chupando
un poco mientras Velle la masturba en mi boca, más rápido durante dos
segundos antes de correrse.
—Mierda... sí... Dios mío, maldita sea... —Rook jadea, ronco por la mano de
Velle alrededor de su garganta mientras su polla expulsa chorros de líquido
salado sobre mi lengua.
Sale a chorros una y otra vez, llenando el fondo de mi garganta mientras me
lo trago. Mi polla se estremece en mis pantalones, como lo hizo la última vez
con Kemper, aunque esto es ligeramente diferente.
Yo elegí hacer esto. No me han obligado. Y aunque fue una experiencia
fascinante, no se me puso tan dura como la vez que Kemper me obligó.
Aun así, me tragué otra carga de semen, y esta vez fue mi elección, en cierto
modo. ¿Qué mierda me está pasando en este lugar?
Cuando Rook termina de correrse, me aparto y me pongo de pie con las
piernas temblorosas. Las pesadas respiraciones de Rook resuenan a nuestro
alrededor, y Velle parece un poco agotado. Él y Rook se miran fijamente durante
unos generosos instantes, antes de arreglarse y volver a los negocios.
Velle se aclara la garganta y se dirige a la puerta donde se encuentran Kang y
Luthor, ambos con visibles manchas de humedad en los pantalones.
Mi mandíbula se tensa mientras trago una y otra vez, con el semen de Rook
sabiendo a culpa en mi lengua.
Velle agarra a Luthor y a Kang y abre la puerta, pero antes de irse se vuelve
hacia Rook.
—Llévalo a aislamiento.

Las luces en el aislamiento están casi apagadas, y la electricidad todavía no
ha vuelto.
Rook me baja en silencio, la incómoda tensión entre nosotros pesa como una
manta comprimida. Me entrega a uno de los otros guardias que está usando una
linterna para ver, y luego se aleja sin mirarme ni una sola vez.
Me siento como un maldito idiota por lo que hice. Rook es el guardia más
simpático de aquí, y lo he hecho enojar.
Ahora me siento realmente como un pedazo de basura. Y esto es exactamente
donde la basura pertenece; en el basurero.
Está todo mojado y enmohecido aquí abajo por la lluvia. Por suerte, el guardia
me pone de nuevo en la celda de Darcey, así que al menos no estoy en el suelo,
aunque hay agua que gotea de algún sitio. Puedo oírla. Y con las luces del pasillo
apagadas, no puedo ver una mierda. Es jodidamente aterrador.
Tumbado en la cama, intento no pensar en lo mucho que la he cagado, pero
las voces son fuertes y me acobardo tanto que me dan calambres. Me hago un
ovillo y trato de ignorar el ruido, frotándome la polla lentamente. Todavía está
dura de antes, y la culpa me hace sentir extraño.
Finalmente, me desmayo y vuelvo a abrir los ojos para ver la luz.
Parpadeando un par de veces, miro a mi alrededor y veo el resplandor
apagado que se produce a mi lado. Ahora hay velas encendidas. Frotándome los
ojos, me incorporo, observando tres velas, una en cada esquina de la habitación.
Y cuando miro hacia la puerta, veo al oficial Kemper, el hombre de las sombras,
apoyado en ella.
No sé qué decir, así que me quedo callado un momento, simplemente
mirándolo. Tiene el mismo aspecto que la última vez que lo vi, lo cual es de
esperar, por supuesto. Sólo han pasado dos semanas, pero sinceramente, había
pasado de verlo cada dos por tres a no verlo desde hace un tiempo. De hecho,
pensé que tal vez había dejado Alabaster.
No me alivia que siga aquí. No, esa no es la palabra. Sólo indiferente.
Se acerca a mí a grandes zancadas y se detiene en el extremo de la cama.
Inclinando la cara, miro su alto y gran cuerpo, con el pelo de arena revuelto y la
barba crecida lo suficiente como para darle un aspecto robusto a lo largo de la
mandíbula, aunque no lo necesite. Su mandíbula es dinámica, como el resto de
sus líneas.
Y luego están los ojos. Esos profundos círculos de color azul-negro. Me
recuerdan al dolor y al poder, dos cosas que a menudo van juntas.
No estoy seguro de que vaya a hablar, así que decido hacerlo yo primero.
—Cuánto tiempo sin vernos. —Mi voz es áspera.
No responde, ni reacciona mucho, aparte de parpadear. Nos miramos
fijamente durante unos segundos antes de que tome asiento junto a mí en la
cama. Mi conciencia se agudiza de inmediato y, aunque no le tengo tanto miedo
como antes, sigo en alerta. La verdad es que no sé cómo me siento al verlo. Es
una sensación extraña, entre el alivio y el asco. Si no fuera por el oficial Kemper,
no tendría ni idea de que puedo sentir estas cosas juntas.
—¿Por qué estás aquí, 101? —Finalmente habla, con un tono cuidadoso, la
voz más parecida a un gruñido bajo de un animal que está a punto de atacarte.
Tomo aire antes de responder.
—Realmente no tengo ni idea.
Sonríe, liberando los dientes antes de tiempo esta vez. Sus dientes son rectos
y blancos, rodeados por el rosado de sus labios.
—Me gusta eso —dice a través de su brillante sonrisa, con los dedos
crispados donde sus manos descansan sobre sus propios muslos. Me llama la
atención brevemente antes de volver a mirarlo.
Apretando los dientes, me recuerdo a mí mismo los sentimientos adecuados
en esta situación.
—No me importa lo que te guste.
Él suelta una pequeña carcajada.
—Tan temperamental. Me importa lo que te gusta, Luscious.
—¿Es así? —Levanto la ceja y él asiente—. Bueno, no me gusta que me llamen
Luscious. —Su sonrisa se ensancha, perversamente, recordándome al Lobo
Feroz—. Y a mí no me gusta que me den una paliza.
—El costo del negocio. —Se encoge de hombros.
—Eso no tiene sentido. —Me recuesto contra la pared, manteniendo cierta
distancia entre nosotros. Es evidente que se da cuenta porque gira la cara para
observarme más de cerca.
Ignorándolo, cierro los ojos, aunque puedo sentir que me mira fijamente. Es
pesado y caliente, y me sofoca un poco. Pero mentiría si dijera que no me intriga.
—Deja que te toque... —susurra a mi lado, ese olor a gaulteria mezclado con
el suyo; limpio, como el jabón que me dio, con un toque de algo más que no
puedo identificar.
—No. —protesto, aunque una parte de mí sabe que es inútil resistirse.
Ocurrirá tanto si lo quiero como si no, y eso me reconforta.
—Eso no era una petición —ruge, sin sorprender a nadie con ese comentario.
Abro los ojos y giro un poco la cabeza, captando su mirada sólo una fracción
de segundo antes de que se levante. Comienza a desabrocharse la camisa y mi
pulso se acelera como un instinto.
Se me cierra la boca, ya que no se me ocurre qué otra cosa hacer en este
momento.
—Pensé que tal vez habías desaparecido o algo así... —Me detengo y trago
saliva mientras se encoge de hombros para quitarse la camiseta—. Ya sabes,
porque no te vi durante un tiempo...
—¿Te molestó? —Su cabeza se inclina, y yo simplemente lo miro con los ojos
muy abiertos. No quiero darle la satisfacción de ver su torso sin camiseta, pero
es un plano muy amplio de músculos, la mayoría de ellos cubiertos de tinta.
Brazos, hombros, pecho, abdominales... esa forma de V en su pelvis. Hay
músculos por todas partes, y más tatuajes de los que sería capaz de contar. Es
más tinta que hombre. Bueno, en realidad no. Hay mucho hombre.
Parpadeo.
—No. No me importa. Sólo estoy haciendo una conversación.
Se inclina sobre mí y yo retrocedo.
—No hay más conversación, Dascha. Las únicas palabras que quiero escuchar
de ti son sobre lo jodidamente bien que te estoy haciendo sentir. ¿Entiendes?
La sangre que corre por mis oídos casi me ahoga. Me sudan las palmas de las
manos y no sé qué decir o hacer a continuación. Así que asiento con la cabeza,
porque eso es fácil.
No hay más que hablar.
¿Qué hará para hacerme sentir bien...?
Casi pregunto, pero ha dicho que no hablemos, y una parte de mí,
trastornada, quiere escucharlo.
Me agarra el dobladillo de la camisa y me la levanta por encima de la cabeza,
arrojándola sobre la cama. Luego me baja un poco los pantalones y se detiene
al ver que llevo los calzoncillos que me regaló.
Sus ojos se funden con los míos, el azul evolucionando hacia una profunda
catacumba de remolinos de cielo de medianoche.
Me baja los calzoncillos hasta el final, y mi corazón late como un loco cuando
se detiene a mirar mi cuerpo, respirando profundamente y soltando el aire de
manera uniforme.
—Estás delicioso con esto, bebé. Tal y como sabía que estarías.
Mi cerebro me insta a protestar. A seguir luchando a pesar de lo mucho que
mi cuerpo desea uno de esos orgasmos asesinos que él me extrae.
—No soy tu bebé. —grazno, con la vacilación clara en mi tono.
Me ignora por completo y se arrastra deliberadamente sobre mí para darme
un suave beso en el pecho. Trago saliva y los dedos se clavan en la cama a ambos
lados. Ni siquiera estoy esposado, maldita sea, y le permito que lo haga.
No. No, no, no, tienes que parar esto.
No eres gay. Incluso si eres curioso, esto es demasiado rápido. Es demasiado.
Me retuerzo y él percibe mis temores de inmediato, arrodillándose sobre mí
para sujetarme, inmovilizando mis muñecas con sus manos.
—No te pongas tímido conmigo ahora, Dascha —canturrea—. Lo estabas
haciendo muy bien.
—No quiero esto —susurro mi frase de cabecera.
—Sí, lo dices mucho —me dice, sacando las esposas de su funda—. Pero luego
ronroneas cuando te corres, como un gatito feliz. Entonces, ¿qué debo creer,
Luscious? ¿Tus palabras o tus acciones?
Mis labios tiemblan.
—No me espose. Por favor. Me portaré bien.
Deja escapar una respiración entrecortada, parpadeando lentamente. —
Dios... si quieres hacer que me corra en los pantalones, por supuesto, sigue
diciendo cosas así.
Mi polla se sacude con fuerza entre mis piernas y trago saliva. Se aparta de
mí y, sin decir nada más, me pone boca abajo. El hecho de que mi culo esté ahora
a su disposición me tensa mucho. Creo que lo nota, porque me pasa sus grandes
manos por los omóplatos y me susurra:
—Relájate.
Me esposa las manos a la espalda y tira de mis caderas para que esté de
rodillas, con la cara enterrada en la cama. Procede a bajar mis Calvins,
lentamente, hasta que mi culo queda expuesto y vibro de miedo, vergüenza y
deseo, todo mezclado como un potente cóctel.
No entiendo por qué me siento tan necesitado... Nunca había querido estar
en esta posición. No me gusta. No lo quiero. Todavía está forzando esto...
¿No es así?
—Dascha... mi dulzura sabor a caramelo. —Se arrastra detrás de mí, pasando
sus manos para sujetar mi culo en dos manos.
—Por favor, no… —gimoteo en la cama.
Estoy jodidamente asustado. No quiero esto, pero creo que lo estoy dejando
hacerlo. Es tan malditamente confuso que podría llorar.
Pero justo cuando espero oírle desabrocharse el cinturón, cuando creo que
va a cogerme a la fuerza por el culo porque eso es lo que hacen los violadores,
me da un delicado beso. El calor de su aliento me sorprende. No es la sensación
que esperaba.
Sus labios recorren la raja de mi culo mientras deja suaves besos por toda mi
piel, zumbando mientras lo hace. Luego me empuja un poco hacia delante, un
fuerte empujón hasta que mi cara queda aplastada contra la fina manta, y me
separa las mejillas. Trago toda la saliva que me llena la boca mientras él me abre
de par en par con sus firmes manos, y luego me besa ahí... En medio.
Dios mío, ¿qué carajo está pasando?
Mi cara está más caliente que la chimenea de Satán. Puedo sentir cómo la
vergüenza se extiende por mi cuello como un fuego salvaje mientras él encaja
su boca en mi culo y besa, por encima, por debajo y finalmente en él, como una
diana. Me está besando el puto culo.
—Guhh... —Creo que quería decir algo, pero sale ininteligible.
Y antes de que pueda volver a intentarlo, pasa su lengua por mi agujero; un
fuerte lametón que me hace jadear en voz alta. Su boca está cálida y húmeda
cuando entra para probar otra vez, lamiendo en círculos, alrededor y alrededor,
aplastando su lengua y usando sus labios para chupar.
—Mierda... ¿qué estás haciendo...? —Me retuerzo debajo de él, pero me
mantiene inmóvil con una gran mano que presiona la parte baja de mi espalda,
su boca enterrada en mi culo mientras se dedica a ello.
Se detiene lo suficiente para decir:
—Voy a hacer que te corras comiéndote el culo, bebé. —Luego lame, besa y
chupa unas cuantas veces más, antes de preguntar—: ¿Te parece bien?
Mi cerebro está revuelto. No sabría utilizar ninguna otra palabra, aunque lo
intentara. La única que tengo disponible es:
—Sí.
—Bien —retumba dentro de mí desde atrás—. Ahora, relaja tu agujerito
apretado para que pueda meter la lengua dentro.
El aire frío de la habitación me pica la carne caliente, ya pegajosa de sudor
mientras intento relajarme. Quiero saber cómo se siente esto. No hay manera
de que pueda parar ahora. Estoy montando este tren hasta el infierno.
Kemper fuerza su lengua en mi culo y, mientras lo hace, me relajo aún más,
queriendo ver hasta dónde puede hacerlo; ver hasta dónde puede llegar. Es la
cosa más increíblemente extraña que he sentido nunca, pero cuando la hace
girar y luego chupa al mismo tiempo, me quedo bizco.
—Mmm... Tienes un coñito tan dulce, Dash —gruñe, con su lengua
azotándome con dureza constante.
Me arde la cara. La vergüenza que siento por sus palabras hace que mi polla
se convierta en un puto palo de metal. Está tan dura que puedo sentir las venas
palpitando, la cabeza expulsando pre-semen. Necesito algún tipo de fricción,
pero él me sujeta las caderas, así que ni siquiera puedo machacar la cama.
—¿Te gusta cómo te como el coño, bebé? —Me sujeta el culo con tanta fuerza
que estoy seguro de que me saldrán moratones. Pero no me importa.
Dios, se siente increíble. No tenía ni idea de que pudiera sentirse así. No sabía
que palabras tan degradantes pudieran excitarme tanto.
Tal vez realmente está imaginando que se está comiendo a una chica, y no a
mí. Tal vez quiere que sea una mujer porque se avergüenza de que le gusten los
tipos. No voy a decir que no lo entiendo, porque en este momento, estoy
dejando que un tipo gigante, musculoso y tatuado me haga algo que nunca en
un millón de años pensé que querría.
Y estoy como a dos segundos de correrme.
—Mierda... mierda, mierda, mierda... —gimo en la cama mientras él lame
líneas de arriba a abajo en mi ano, desde mis pelotas hacia arriba y hacia atrás.
Me chupa las pelotas entre sus suaves labios, y luego vuelve a recorrer mi
culo, con su saliva lubricando hasta el fondo. Es tan jodidamente sucio que sé
que voy a correrme pronto. Puedo sentirlo cada vez más cerca.
—Bebé, voy a sacarme la polla, ¿de acuerdo? —jadea—. No te voy a follar,
pero necesito correrme en tu culo.
Murmuro algo que ni siquiera entiendo entre la manta mientras su cinturón
tintinea y su cremallera se baja, todo el tiempo su lengua se burla de mi culo,
empujando dentro de mí y acariciando de formas que nunca pensé que una
lengua podría.
Lo sé en cuanto saca la polla porque lo escucho sacudirla rápidamente y
gruñir dentro de mi culo. Palabras sucias y tortuosas de pura perversión salen
de sus labios, fluyendo directamente dentro de mi cuerpo...
Me encanta comerte, bebé... Me encanta saborear tu dulce agujero. Sabes a
azúcar, Dascha. A tu apretado coñito le encanta ser lamido, y chupado, ¿no es así?
Me muero de ganas de que llegue el día en que me dejes meter mi ansiosa verga
dentro de ti...
Lanzo un grito de dolor cuando mi orgasmo me invade y me corro,
agresivamente, sobre la manta. Mi polla palpita y duele durante lo que parecen
horas, los chorros de semen lo empapan todo. Y no me importa un carajo
porque se siente divino.
El mundo brilla y todo va a cámara lenta.
Kemper aparta su boca de mí, jadeando:
—Me voy a correr, bebé.
Y siento la cabeza de su polla, justo en mi entrada. Un pequeño escalofrío me
recorre al pensar que podría metérmela dentro. Se me encogen los dedos de los
pies.
Pero en lugar de eso, siento que se corre en mi culo y que el líquido caliente
sale disparado para cubrirme. Se aprieta contra mi agujero mientras se libera,
la cabeza se introduce en mí lo suficiente como para que pueda sentir su semen
chorreando dentro. El principio de su polla está tocando mi culo en este
momento, y está descargando su carga dentro de mí. Sólo la punta... lo
suficiente.
La suciedad hace que mis pelotas palpiten, y un poco más de semen sale de
mi polla.
Cuando el mundo por fin empieza a moverse de nuevo, las grandes manos de
Kemper me masajean las nalgas. Siento cómo me desata las esposas, me frota
las muñecas, los brazos y los hombros. Me tumba de lado, y estoy tan fuera de
sí que apenas me doy cuenta de que me está limpiando. Tiene paños húmedos
que huelen a limpio y los utiliza para limpiarme el estómago y luego el culo. La
vergüenza está en el borde de mi conciencia, pero ahora no puedo alcanzarla.
Estoy aturdido, como si una espesa niebla me envolviera.
Kemper me sube los bóxers y luego los pantalones. Parpadeo mis pesados
párpados, esperando oírle marcharse. Pero en lugar de eso, se arrastra detrás
de mí y la pequeña cama se hunde ante su monstruoso peso. Me rodea la cintura
con un gran brazo y me aprieta contra él.
Es inquietante que hagamos esto. No quiero abrazar a un hombre. No debería
querer acurrucarme con él. Debe parecer ridículo... Dos hombres grandes de
más de dos metros, acurrucados en lo que es básicamente un catre.
Pero él es cálido, y es realmente cómodo. Su aliento a menta que me hace
cosquillas en la nuca me recuerda cuando me afeitó la cabeza... cómo me
rozaron sus dedos allí.
Se me ocurre que ninguno de los dos tiene puesta la camisa, pero no tengo
frío. Me siento aliviado en la serenidad, aunque no lo entiendo.
No está bien, pero se siente como si lo estuviera.
—Callum —susurra desde detrás de mí mientras me adormezco.
—¿Hm? —Mis dedos se acercan para tocar su brazo.
—Mi nombre... es Callum. Cal.
Una sonrisa se dibuja en mis labios.
—Encantado de conocerte, Cal. —Se ríe, y vibra en mi espalda—. Eres un
puto friki —respiro, totalmente saciado en todo el sentido de la palabra
mientras me dejo llevar.
Presiona un beso en la base de mi cráneo.
—Soy lo mismo que tú...
Oficial Kemper
Me quedé dormido por un momento.
No debería haberlo hecho. Estoy en el puto trabajo, pero después de ese
intenso orgasmo, y de la tentación de simplemente abrazarlo en el calor
silencioso, no había manera de que pudiera luchar contra ello.
Por desgracia, mi sueño de satisfacción se ve interrumpido por la pesadilla
del chico.
Al principio, no tengo ni idea de lo que está pasando. Refunfuña en sueños y
se retuerce. Aprieto mi brazo alrededor de su cintura, esperando que eso lo
mantenga calmado.
Pero no es así. Ahora se revuelve, murmurando cosas que no entiendo. Me
siento lentamente a su lado, observando cómo gime, cómo los músculos de su
cuello se tensan y cómo su cara se contorsiona para mostrar su infelicidad por
lo que sea que esté ocurriendo en su mente contaminada.
Trago con fuerza, no me gusta nada esto. Me acerco y le toco la frente
húmeda.
—Dascha. —Mi mano roza su sien mientras él se sacude de un lado a otro,
con los ojos cerrados de golpe—. Estás bien. Relájate, cariño.
Pero no se detiene. Sigue avanzando, se estremece como si tuviera un maldito
ataque. Mi mandíbula se aprieta. Odio verlo sufriendo así, y aún más, odio ser
incapaz. Me pone los pelos de punta.
No conozco bien a Dascha Reznikov, pero llevo un tiempo pensando en él, y
se puede decir que me he enamorado un poco. He aprendido cosas viéndolo, y
aunque sé que no está bien, creo que es perfecto. No sé qué causa esos
problemas que tiene en el sueño, pero sólo quiero quitárselo todo.
—¡No! —ruge en voz alta, balanceando su brazo hacia mí. Me alcanza en el
costado, y yo gruño, agarrando su muñeca y tratando de contener su arrebato.
Se queja—: Me obligaste a hacerlo... —en un murmullo apresurado que apenas
puedo entender. Pero capto sus palabras y me revuelven las tripas.
Antes de esto, estábamos durmiendo profundamente, recuperándonos
tranquilamente de un intenso encuentro sexual. Y ahora no sé qué hacer para
que vuelva.
Intento agarrarle la mano mientras revolotea y finalmente la atrapo,
estrechándola con la mía mientras él murmura más tonterías. Observándolo
atentamente, me pregunto qué está tratando de decir. Ojalá pudiera estar en su
mente. Ojalá pudiera ver lo que él está viendo.
Sólo quiero saber qué le molesta para poder solucionarlo.
Después de varios minutos de estremecimiento, Dash finalmente deja de
moverse y se hunde en la cama, las líneas de su frente se suavizan a medida que
su respiración se estabiliza. Vuelvo a tumbarme a su lado y miro su cara,
estudiando su perfecta simetría.
Es tan hermoso. No sabía que un hombre pudiera ser tan hermoso.
Dascha parece un sueño, incluso cuando tiene una pesadilla. Su cuerpo es
todo músculo contorneado, como el David de Miguel Ángel, e igual de pálido,
con esa tez lechosa que quiero lamer por todas partes. Sus ojos son de un verde
pardo, avellana en estado puro. Me recuerda a un viaje de acampada en el
bosque; despertarse al amanecer con el sonido de los pájaros, salir de la tienda
sólo para encontrar árboles de hoja perenne y musgo cubierto de rocío que
salpica la tierra sólida, una puesta de sol que se asoma por la brecha entre los
árboles.
Mi pulgar roza la suave carne de su mejilla y él no se mueve. Probablemente
esté agotado después de cualquier disgusto que haya experimentado. Había
planeado irme antes de que se levantara. En realidad, no tenía intención de
quedarme dormido aquí. Estaba tan cálido...
Pero ahora que sé que está sufriendo, no puedo dejar que se despierte solo
en una celda fría y húmeda.
Miro a la puerta y parece que la electricidad ha vuelto, las luces de fuera
iluminan de nuevo el pasillo. Miro mis velas, que están casi apagadas, la cera se
ha derretido por todo el suelo. Decido que tal vez algo de comida y agua sería
un buen regalo para que se despierte, especialmente después de esa terrible
pesadilla.
Me arrastro lentamente fuera de la cama, me detengo y miro fijamente
cuando se acerca a mí. El pecho se me aprieta, una contradicción de compleja
tranquilidad me inunda por dentro. Está profundamente dormido, y podría ser
sólo una reacción, pero mi corazón, que este hombre tiene ahora cautivo, decide
interpretarlo de otra manera. Está desesperado porque Dascha Reznikov lo
desee tanto como lo desea a él.
Parpadeando hacia abajo durante varios minutos, observo cómo su pecho
desnudo se mueve hacia arriba y hacia abajo con respiraciones calmadas, piel
pálida y tinta dispersa; liso, sin vello, acentuando las curvas de sus pectorales,
los pequeños círculos de sus pezones...
Jesús. Me palpo la polla por encima de los pantalones y me duele.
Tengo que irme antes de que me absorba de nuevo, así que me dirijo de
puntillas a la puerta, saliendo de la celda tan silenciosamente como puedo,
dirigiéndome hacia el gen-pop28, ya que en la cocina de abajo no hay más que
sobras. Alimentamos a los presos en aislamiento con cosas que podrían
considerarse basura. Definitivamente es una mierda, pero intento no pensar en
ello.
De todos modos, no le voy a dar eso a Dash. Se merece algo mejor, y si tengo
que hacérselo yo mismo, lo haré. La cafetería está tranquila, pero puedo oler
algo que se está cocinando, lo que es una buena señal. Podré llevarle comida
fresca.
Compruebo mi reloj. Son las cinco y media de la mañana. Este lugar se siente
tan alejado de la civilización como ella. No hay relojes ni calendarios en ninguna
parte, porque no quieren que los reclusos sepan qué día o qué hora es. Es muy
fácil que el tiempo pase por aquí sin siquiera darse cuenta. Si no llevara reloj,
no tendría ni puta idea de la hora que es.
Al entrar en la cocina, me cruzo con unos cuantos guardias que me ignoran,
y yo los ignoro a su vez. No soy amigo de ninguno de mis compañeros de trabajo.
No nos relacionamos mucho. Vengo aquí, hago mi trabajo y me voy. Eso es todo.
No me interesa socializar.
Sin embargo, todos lo hacen. Es duro vivir lejos del resto de la sociedad.
Definitivamente este no es el trabajo soñado de nadie. Todos lo hacemos
porque tenemos opciones limitadas.
Mis compañeros de prisiones pasan todo el tiempo juntos. Trabajan unos
junto a otros y luego vuelven a la casa compartida donde todos vivimos y pasan
más tiempo juntos. No entiendo cómo lo hacen.

28
Abreviatura de población general
No me interesa.
Soy un maldito solitario. No me gusta mucho la gente, así que prefiero estar
solo. Lo que hace aún más confuso el hecho de que, de repente, no pueda
alejarme del chico de los ojos color avellana; el ladrón de bancos ruso que es
testarudo y bocazas y que llora en sueños.
Me duele el pecho y me recuerdo a mí mismo lo que estoy haciendo. Ha sido
jodidamente duro alejarme de Dash durante dos semanas, pero lo he hecho
porque sabía que tenía que hacerlo. Estoy jugando a un juego peligroso, que no
es algo que yo haga.
No tengo tiempo para juegos. Si quiero algo, lo tomo. Es así de simple.
Supongo que por eso estoy en este lío en primer lugar...
En la cocina, veo que están calentando huevos revueltos. Bueno, esas cosas
para calentar huevos, pero aún así. Creo que a Dash le gustaría esto. Tomo un
bol grande para él, con una tapa para mantenerlo caliente, y luego recojo unos
paquetes de esas pequeñas mini magdalenas, un par de botellas de agua y un
zumo de naranja. Salgo tan desapercibido como he venido, dirigiéndome de
nuevo a mi calabozo, donde debo estar.
Fuera de la cafetería, paso junto a Joy Jameson y ese nuevo guardia, Harley
Samuels, al que llaman Rook. El novato parece angustiado y Joy parece intentar
consolarlo.
Pongo los ojos en blanco y los ignoro, siguiendo mi camino con los brazos
llenos. Esos dos siempre tienen algún tipo de drama, y normalmente es Velle el
protagonista. El tipo está en un viaje de poder, y no tengo tiempo para eso, así
que me alejo.
Estoy a punto de llegar a la puerta cuando algo me llama la atención.
El nombre de Dash. O más bien, su número...
—¿Qué demonios estabas haciendo con el 101, de todos modos? —Joy le
pregunta a Rook, y yo me escabullo por la esquina, manteniéndome fuera de la
vista mientras escucho—. Después del drama que hizo con Velle hace unas
semanas, es el último preso por el que deberías ir.
—No iba a por él —murmura Rook, apoyándose en la pared—. Vino a por mí.
Quería que les dejara salir a él y a sus amigos o algo así, anoche durante el
apagón. Me ofreció un favor a cambio.
Se me hunde el estómago y se me desencaja la mandíbula. La confusión y la
rabia me recorren el pecho mientras contengo la respiración para escuchar con
atención.
—Harley, eres mejor que eso —suspira Joy, y Rook se pasa los dedos por el
pelo—. ¿Qué fue lo primero que te dije cuando empezaste? No te involucres en
el intercambio de favores con los presos. Es una pendiente resbaladiza. Y con
Velle y todo...
—Lo sé, Joy. Lo sé, maldita sea —sisea, bajando la voz mientras mira a su
alrededor. Me agacho más detrás de la esquina—. La he jodido, ¿de acuerdo? No
estaba pensando. Últimamente he estado muy nervioso, y lo siguiente que sé es
que tenía su mano en mi polla. —La ira se apodera de mi nuca, deslizándose
detrás de mis ojos para enrojecer mi visión—. Eso fue cuando entró Velle.
—Jesús... —Joy suspira—. ¿Qué hizo?
Rook se queda en silencio por un momento, y tengo que ver su cara. Sólo
tengo que hacerlo.
Me asomo a la esquina y lo encuentro mordiéndose el labio inferior. Parece
culpable, y eso me enferma de furia celosa.
Hay una razón por la que no me dedico a los sentimientos... Por mierdas como
esta. No sé cómo manejar los celos. Es un sentimiento tan nauseabundo, que me
dan ganas de vomitar y luego golpear las paredes de hormigón hasta que mis
nudillos estén ensangrentados hasta los huesos
Rook toma aire y lo suelta lentamente.
—Velle me hizo sacar la polla.
Joy suelta una carcajada de burla cómplice y sacude la cabeza. Pero esa no es
mi reacción. Estoy vibrando con una rabia tan espesa que corre por mis venas
como la melaza.
—Iba a hacer que Reznikov me la chupara, creo, pero el chico no quiso
hacerlo. —Un leve respiro me acompaña, hasta que Grajo dice—: Bueno, no de
forma directa. Velle terminó masturbándome en la boca de 101, y él se la tragó.
—Se tapa la cara y suspira detrás de las manos—. Fue salvaje.
Un pitido en mis oídos matiza sus voces mientras Joy dice:
—Típico de Velle.
Siguen hablando de sus tonterías mientras yo me quedo ahí, con la mirada
perdida en la pared, con la sangre corriendo por mis oídos. Puedo oír el latido
de la vena de mi cuello.
Él no haría eso, ¿verdad?
Thump.
¿Por qué no? No es tuyo. Es un pequeño juguete, y los juguetes están hechos
para ser jugados.
Thump.
Ni siquiera te quiere. No le interesa, y ciertamente no estaba tratando de
conquistar a alguien como tú. Él estaba buscando a cualquiera, porque es sólo
otra cara bonita de una pequeña zorra dañada. Te hará daño si se lo permites,
que, es exactamente lo que estás haciendo.
Thump, thump.
No puedes confiar en Dascha Reznikov.
Pasan los minutos y sigo de pie en el mismo lugar. Joy y Rook se han ido y yo
sólo estoy congelado, temblando de rabia y angustia.
Me siento estúpido. Tonto.
No puedo creer que me haya enamorado de este joven tan atractivo. No sé
qué me pasa.
¿Cuánto falta para que llegue el momento?
Apretando los ojos, me golpeo la cabeza contra la pared. Esto es una
estupidez. ¿Por qué me castigo a mí mismo cuando debería castigarlo a él?
Él fue quien me atrajo, con su piel suave y sus bonitos y engañosos ojos. Su
boca perfectamente llena de pucheros que creí reclamar como propia, sólo para
que se arrodillara y se bebiera el semen de todos los malditos guardias de este
agujero de mierda.
Rujo y arrojo una de las botellas de agua contra la pared de enfrente hasta
que se rompe, volando agua por todas partes. Necesito moverme. Necesito
hacer algo.
No puedo quedarme aquí sentado sintiéndome mal por mí mismo. Es
necesario hacer algo.
Dascha necesita ser castigado por sus acciones desviadas. No me importa si
él no lo ve todavía. Él es mío, y eso significa que no se le permite ir por ahí
chupando a todo el mundo a cambio de favores menores. No le permitiré hacer
eso.
Paseando, con los brazos todavía llenos de su desayuno, me pongo aún más
nervioso. He hecho mucho por él. Le consigo cosas. ¿Por qué diablos iba a ir a
Rook? Si necesitaba algo, yo podría habérselo conseguido.
Está actuando como esa pequeña zorra de Ren, lo que es muy decepcionante.
Pensé que era diferente. Tiene que ser diferente.
No voy a aceptar esto. Él no es así. Necesito que vea el error de sus actos y
traerlo de vuelta.
Algo hace clic en mi cerebro, y recuerdo...
Recuerdo lo que le hicimos a Ren una vez, cuando llegó aquí. No le sirvió de
nada porque es irredimible.
Pero Dash no lo es. Él es muy influenciable. Y esta podría ser la manera
perfecta de arreglarlo.

Decido darle a Dash su desayuno antes de empezar con mi plan para
corregirlo. Podría dejar que se entretenga durante un par de horas. De todos
modos, está en aislamiento, así que no puede meterse en muchos problemas.
Por ahora, es todo mío.
Entro en la celda y lo encuentro despierto. Sigue tumbado en la cama de
espaldas, mirando al techo. Y una pequeña parte de mí se siente brevemente
culpable, porque no quería que se despertara solo.
Pero se apaga enseguida cuando recuerdo que antes de que viniera a verme
anoche, dejó que el puto Rook se corriera en su boca. Lo permitió...
Me rechinan los dientes mientras intento contenerme, recordando que tengo
un plan maravilloso que hará que mi delicioso juguetito sepa exactamente lo
que hizo mal, y le dará la oportunidad de disculparse conmigo. Repetidamente.
Dash me mira cuando me acerco a él y se apoya en los codos cuando tomo
asiento en la cama junto a sus pies.
Finjo una sonrisa.
—Te he traído el desayuno.
Le entrego el bol de huevos y una cuchara, y coloco el resto de sus cosas junto
a él en la cama, rozando su pierna con mi mano. Me mira por un momento, con
una cara de sorpresa. Tiene los ojos muy abiertos, y puedo ver mucho más
verde que marrón, incluso esas pequeñas motas doradas alrededor de las
pupilas, como dientes de león en un campo.
Trago sutilmente, intentando no dejarme llevar por lo mucho que necesito
que sienta lo mismo que yo. Es difícil, pero me distraigo de mis pensamientos
acelerados dando golpecitos con el pulgar y la yema del dedo corazón para que
coincidan con lo que creo que siente su pulso.
Tap, tap, tap, tap, tap.
Siempre es más rápido cuando estoy cerca.
Dash abre el cuenco y huele los huevos.
—Antes estaban más calientes —le digo, omitiendo el hecho de que me he
pasado casi una hora planeando su castigo, y por eso sus huevos están fríos.
—Gracias. —Su voz se desliza por el aire entre nosotros, ese sonido profundo
y áspero que tanto me gusta.
Suena como si pudiera ser un cantante de una banda de rock. También lo
parece. Y su voz es maravillosa. Ya lo he oído cantar para sí mismo. Parece que
lo hace sin darse cuenta a veces, y siempre canta una determinada canción.
Suena hermoso. Tal vez haya perdido su vocación.
Todos estos pensamientos siguen dando vueltas mientras lo veo comer sus
huevos. Abre el zumo de naranja y se lo bebe todo de dos sorbos, así que tomo
nota mentalmente de llevarle zumo en el futuro.
Si se porta bien.
—No tienes que quedarte aquí conmigo mientras como —me dice,
lanzándome una mirada que parece grabada en la confusión—. Si tienes trabajo
que hacer, quiero decir.
—Todo eso puede esperar —me muevo en mi sitio al ver su lengua rosada
deslizándose por su labio inferior—. Sólo quiero asegurarme de que estás bien...
Después de lo de anoche.
Se queda paralizado un momento y yo le estrecho la mirada. ¿Se siente un
poco culpable por lo que hizo con Rook? Supongo que, si no lo hace ya, lo hará
pronto.
—¿Por qué de repente te importa si estoy bien? —pregunta, no tan sarcástico
como estoy seguro de que pretendía.
—Dascha, creo recordar que te lo has pasado muy bien durante la mayor
parte de nuestras interacciones, así que por favor deja de actuar como si yo
fuera el Diablo —refunfuño, manteniéndome firme pero casualmente
indiferente, ya que no quiero que se dé cuenta de lo furioso que estoy—. ¿Acaso
no te he regalado cosas bonitas a las que de otro modo no habrías podido
acceder aquí? —Levanto la ceja, y sus ojos se dirigen a su comida mientras
asiente—. ¿No te he dado fantásticos orgasmos mejores que los que has sentido
antes?
Un rubor de vergüenza sube por sus mejillas, y tengo que apartar la mirada
un segundo antes de abordarlo, follar esa garganta apretada con toda la fuerza
posible y correrme en toda su bonita cara, sólo para ver lo condenadamente
rosa que puedo hacer que se ruborice.
Thump.
—Sí, pero yo no pedí nada de eso —murmura, como el cabezota que es, y eso
me hace sonreír.
—Oh, pues perdóname —canturreo sarcásticamente—. Qué monstruo soy.
¿Debería quitarte los calzoncillos ahora? Ya que, ya sabes, no los has pedido. ¿O
qué tal el cepillo de dientes?
—Sí, me sirve de algo aquí abajo —dice.
—No es mi culpa que estés aquí —me encojo de hombros—. ¿Por qué es esta
vez, alborotador? —Sus ojos se abren de par en par ante mí por un momento,
pero ignora la pregunta y da otro bocado a su comida, masticando de forma
petulante, lo cual es totalmente adorable—. Te traeré otro cepillo de dientes
para que lo uses aquí abajo, Luscious.
Me lanza una mirada ardiente que me dispara justo en la ingle, y luego vuelve
a comer su desayuno en silencio. Está claro que entiende mi punto de vista. Soy
bueno con él, quiera o no admitirlo ahora, y apreciará todo lo que he hecho por
él.
Dash termina sus huevos y luego se come las mini magdalenas con bastante
alegría. Son de chocolate, y creo que se puede decir que es goloso porque los
devora en segundos con una bonita sonrisa en la cara todo el tiempo. Una vez
que ha terminado de comer, se levanta y se estira, dando vueltas por la
habitación y observando los círculos de cera endurecida en el suelo donde se
fundieron las velas y luego se quemaron.
Me resulta difícil concentrarme cuando estoy cerca de él. Creo que podría
existir perfectamente permaneciendo permanentemente en su presencia. Es
una criatura fascinante, que se mueve de forma diferente a todas las que he
visto antes; elegantemente confiado, como un felino. No es demasiado engreído,
y a menudo parece inseguro de sí mismo, lo que podría deberse a la falta de
conciencia de sí mismo, pero, aun así, su cuerpo funciona con movimientos
fluidos.
En el último mes de observación, he notado algunos comportamientos
extraños. Como sus movimientos ocasionales, mirando a su alrededor como si
estuviera buscando a alguien. A veces habla solo, en voz baja, y no puedo saber
lo que dice. También camina mucho cuando está solo, y hace flexiones y
abdominales para aliviar el estrés.
Pero todas estas cosas lo hacen mucho más interesante para mí. Nadie es
perfecto, y creo que las imperfecciones de una persona la convierten en quien
es. Si no, todos seríamos iguales.
El tarareo de Dash me saca de mis pensamientos y lo observo mientras utiliza
un poco de la cera verde de la vela para dibujar una forma en la pared. Al
reaccionar, mis músculos se agarrotan por la frustración. No deja de distraerme
con lo condenadamente seductor que es, y ahora mismo solo me recuerda lo
desconsiderado que es.
Su imagen de rodillas, recibiendo la carga de Rook en su perfecta boca, me
sube la presión sanguínea un centenar de veces. Se supone que esa es mi boca.
Después de todo lo que he hecho por el chico, no debería permitir que nadie
más tenga acceso a él de esa manera.
Tengo que corregirlo.
Recogiendo su plato vacío, ya que dejarlo aquí es como poner una alfombra
de bienvenida para las cucarachas, me dirijo a la puerta, pero su voz me detiene.
—¿Te vas? —Me giro y lo veo mirándome, todavía sin camiseta. Es un
esfuerzo para no dejar que mis ojos se desplacen por su esculpido torso y
examinen todos sus extraños tatuajes.
—Volveré con tu cepillo de dientes y algunas cosas para ayudarte a lavarte.
—murmuro, y luego abro la puerta de la celda—. Ponte una camiseta. Va a hacer
frío.
Fuera de la celda, doy un largo suspiro para poner la cabeza en orden.
Necesito concentrarme. Dascha es una distracción, y aunque es una que no me
molesta, una que de hecho disfruto, no puedo permitir que dirija el espectáculo.
No importa cuántos regalos le haga, no se aprovechará de mí, y tampoco me
hará quedar como un tonto.
No me importa lo que los demás vean cuando me miran, pero por mi propio
bien, Dascha se someterá a las reglas.
Voy al ala este y encuentro una de las salas de examen. Sé que en ésta se
encuentran los aparatos que hemos utilizado en el pasado. Tengo que rebuscar
durante unos minutos, pero finalmente localizo lo que busco.
Nunca lo he usado yo, ni lo he manejado, pero recuerdo cuando Velle lo usó
con Ren. Fue bastante sencillo, así que vuelvo a comprobar que la batería está
cargada y me dirijo al aislamiento. No le llevaré a Dascha su cepillo de dientes
todavía.
Veremos cómo le va con esto primero.
Cuando vuelvo a la celda, Dash sigue dibujando algo en la pared con cera. Y
sigue sin camiseta.
Me mira por encima del hombro y yo enarco una ceja. Está claro que sabe que
no me agrada su incapacidad para seguir instrucciones, porque ofrece una
sonrisita de disculpa, aunque presumida, y dice:
—Todavía no tengo frío.
—Dascha —suspiro y sacudo la cabeza, caminando hacia él lentamente
mientras jugueteo con el aparato en mis manos—. Vas a aprender a escuchar
mejor. Si soy yo quien tiene que enseñarte, que así sea.
Se burla y vuelve a su dibujo.
—¿Qué demonios significa eso?
Me aclaro la garganta, en voz alta. Eso atrae su atención, ya que se paraliza
visiblemente, y luego se gira lentamente para mirarme de nuevo.
—Te estás olvidando por completo del tema, recluso —le digo con la
mandíbula apretada, lanzándole una mirada calmada pero ardiente—. Que me
guste darte cosas después de tomarlas, no significa que puedas faltarme al
respeto. Aprenderás a obedecer...
—¿Obedecer? —Corta, con una leve incredulidad en su tono.
—Y aprenderás a quién perteneces —continúo, ignorándolo y preparando mi
postura antes de asentir—. Contra la pared, 101.
—¿De qué estás hablando? —Sigue oponiendo resistencia. No me sorprende,
porque ciertamente no esperaba que su terquedad se hubiera disipado. Es su
forma de ser—. Soy un prisionero. Eso no significa que te pertenezca
personalmente.
—No estoy de acuerdo —mi hombro se levanta en un sutil encogimiento de
hombros, acercándose hasta que nos separa sólo un palmo—. Yo te reclamé
primero, y luego te pusiste de rodillas para otro guardia.
Los ojos de Dash se agrandan cuando se da cuenta de lo que se trata. Sus
labios se separan, pero parece totalmente mudo.
—¿Crees que eso fue correcto, Dascha? —Me inclino, manteniendo mi mirada
en la suya—, ¿Beber su semen como una pequeña zorra?
Se lanza hacia adelante, en un intento de alejarse de mí, pero lo empujo con
fuerza con una mano en el pecho, estrellando su espalda contra la pared. Se le
escapa una respiración entrecortada mientras me mira con un poco de miedo
en los ojos.
No voy a mentir, eso me pone duro.
—Luego bajas aquí inmediatamente después y me dejas comerte el culo
hasta que te corres por todas partes... —Le siseo en la cara, sujetándolo contra
la pared con mi brazo—. ¿Te parece respetuoso, 101?
—No te pedí que lo hicieras —refunfuña mientras intenta zafarse de mi
agarre. Empujo más fuerte y él zumba de disgusto, ya que mi brazo es
probablemente lo suficientemente fuerte como para romperle las costillas.
Intento no hacerlo, pero mi rabia está saliendo a la superficie ahora mismo, y la
sangre se siente como fuego en mis venas.
—No importa. Lo aceptaste —susurro con mis labios posados sobre los
suyos—. Me has dejado en ridículo, preso. No te lo agradezco.
—Vete a la mierda —me gruñe en la cara y yo pongo los ojos en blanco,
agarrando mi pistola eléctrica.
Ya está bien de este comportamiento errante. Tiene que aprender.
Doy un paso atrás y, antes de que se dé cuenta de lo que está pasando, se la
pongo en el costado y disparo, dándole dos mil voltios hasta que se derrumba
en el suelo. A su favor, se lo toma como un campeón de nuevo; incluso mejor
que la última vez. No llora ni grita, aunque se acurruca a mis pies como un perro
al que he tenido que patear para recordarle quién manda.
No disfruto haciéndole eso, pero está siendo insubordinado. Tengo que
ponerle el dispositivo, y prefiero no tener que esposarlo para hacerlo, aunque
empiezo a pensar que sería más fácil así.
—No quería tener que hacer eso. —murmuro, observando cómo parpadea
con fuerza y sacude la cabeza, tratando de aflojar todos sus músculos que,
supongo, están contraídos por los voltios.
—Eres un... maldito... lunático... —jadea, empujándose sobre las manos y las
rodillas.
—Tal vez. Entonces, ¿no sería prudente hacer lo que digo, sin los comentarios
sarcásticos? —Levanto la ceja en el suelo y me ignora, aunque creo que empieza
a verlo como yo—. Ahora, el problema, Dascha, es que no me fío de ti. Anoche
te comportaste como una putita irrespetuosa. Y las zorras irrespetuosas
necesitan ser castigadas.
—Lo siento —grazna, frotándose la cara con las manos mientras
prácticamente se inclina a mis pies—. No era mi intención hacerlo. No lo volveré
a hacer.
No parece del todo sincero, pero al menos es un comienzo.
—Me alegro de que digas eso —me agacho, para que estemos cara a cara—.
Pero la pistola eléctrica no fue tu castigo.
—¿Qué...? —Se queja, con los brazos temblando visiblemente mientras se
sostiene.
—No, cariño. El castigo se ajusta al delito. —Le tomo la barbilla con los
dedos—. Te he dado mucha gratificación sexual. No he sido tímido a la hora de
darte orgasmos, ¿verdad?
Sacude la cabeza y susurra:
—No...
—No. Y sin embargo te pusiste de rodillas para Rook, lo que significa que te
he dado demasiada libertad. Ves, Dascha, estás actuando como un animal en
celo. ¿Y qué le haces a un animal en celo? —Hago una pausa para ver si entiende
a dónde quiero llegar. Tiene los ojos muy abiertos y vidriosos, los labios
temblando mientras permanece en silencio—. Los curas.
Levanto el aparato que tengo en la mano para que lo vea. En cuanto sus ojos
se posan en la jaula del pene, su cabeza empieza a moverse frenéticamente de
un lado a otro.
—No. No, no, no, lo siento —tartamudea, con la mirada suplicante—. He
dicho que lo siento. Lo siento. Por favor, no hagas esto... Por favor.
—Dascha, cariño —lo callo, pasando mi pulgar por sus labios temblorosos—
. Relájate. Este no es ni siquiera el más pequeño.
—Oh, mierda —baja la cabeza.
Está entrando en pánico. Debería estarlo. Sé que esto no será divertido para
él, sobre todo cuando reciba su primera descarga. Pero necesita entender. Esto
le ayudará.
Me levanto y lo pongo en pie, aunque no parece querer hacerlo.
—Quítate los pantalones y los bóxers —le ordeno, usando la llave para abrir
la jaula.
—Por favor, no lo hagas —suplica, con la voz ronca y temblorosa.
—Eso no era una petición, recluso —retumbo—. Estoy perdiendo la
paciencia. Si vas a seguir siendo obstinado, te daré otra descarga y te esposaré.
¿Quieres eso? —gime y se cubre la cara con las manos durante un momento,
antes de negar con la cabeza—. Bien. Ahora, quítate los pantalones. Date prisa.
De mala gana, se baja los pantalones, con los bóxers. Caigo de rodillas con la
jaula de acero abierta y listo para encerrar su polla.
Se considera un dispositivo de castidad masculino. Tenemos una serie de
ellos aquí que hemos usado en reclusos antes. Básicamente se ve exactamente
como suena; como una jaula para la polla. Este es de acero, de unos cinco
centímetros de largo, que creo que funcionará para Dash, ya que su polla no es
pequeña ni mucho menos. Tiene que estar completamente blanda para entrar
en la jaula, y luego se cierra con la llave, impidiendo así que el sujeto tenga una
erección.
Sin embargo, este que estoy usando es especial. Tiene la capacidad de dar una
descarga eléctrica al individuo, a través de un mando que yo controlaré.
Pero el problema es que nunca he visto realmente la polla de Dash suave.
Simplemente asumí que ésta encajaría, basándome en el tamaño de su polla
cuando está dura, que es de al menos nueve pulgadas con una buena
circunferencia. Desgraciadamente, no esperaba que tuviera problemas incluso
para ablandarse del todo.
Ahora mismo está asustado, enfadado, nervioso y claramente un poco
avergonzado, pero su polla está llena al menos hasta la mitad. Le miro y mi ceño
se frunce de sorpresa.
—Yo... tengo problemas para que baje. Sobre todo, en situaciones de estrés.
—murmura, lanzándome una mirada de culpabilidad.
Juro por Dios que este chico va a ser mi muerte. Hay algo en sus problemas
que me excita. Está completamente desnudo delante de mí, temblando porque
está preocupado y hace un frío de mil demonios aquí, tal como le dije que haría,
y su polla se está endureciendo, sus mejillas aún están jodidamente rosadas, los
labios suaves y mohosos.
No puedo soportarlo. Aprieto la mandíbula y miro al suelo, tomando aire para
serenarme antes de volver a mirar su hermoso rostro.
—¿Cómo se consigue que sea suave? —pregunto, con mi propia polla
palpitando contra mi muslo.
—Normalmente tengo que... correrme —traga, en silencio, como si alguien
estuviera escuchando a la vuelta de la esquina—. Hacerme una paja o algo así...
—Se supone que esto es un castigo, Dascha. —gruño, mis ojos cayendo
incontroladamente hacia su polla, apuntando a mi cara, pareciendo un sexy
caramelo.
—Lo sé, lo siento —tararea—. Es la única manera, aparte de ignorarla
durante un tiempo.
Parpadeo, escéptica.
—¿Así que nada más conseguirá ablandar tu polla una vez que esté dura? —
Se encoge de hombros—. ¿Dolor, vergüenza, miedo...?
Mueve la cabeza.
—Todos ellos me la ponen duro.
Me tomo un segundo para pensar, antes de soltar un suspiro.
—Bien. Usarás mi boca para correrte. Tienes cinco minutos.
Su frente se arruga.
—¿Tengo cinco minutos?
—No voy a hacer nada —afirmo—. Eso sería una recompensa. Usa mi boca.
Tienes cinco minutos, a partir de ahora.
Me mira con un poco de desesperación, pero inmediatamente empieza a
masturbarse con tirones lentos y fuertes, justo delante de mi cara. Observo,
fascinado, mientras su pulgar se burla de la punta, mientras su otra mano le
agarra los huevos. Parece inseguro, pero sigue acercando su polla a mis labios
y metiendo la cabeza dentro. No puedo evitar el resoplido que se me escapa
alrededor de su suave carne.
Me encanta su sabor; su piel es dulce, y no puedo evitar chupar un poco para
él, porque me encanta ver cómo se le caen los párpados y oír su respiración
acelerada.
Me sujeta la mandíbula y me folla la boca lentamente, viendo cómo su polla
desaparece entre mis labios mientras me la hace tragar. Trago sin poder evitar
las arcadas y él gime, mordiéndose el labio.
—Será más rápido si... me haces daño —susurra, y el corazón me da un salto
en el pecho—. Sólo un poco.
Sé que no debo hacerle ningún favor, pero mi polla está jodidamente
palpitante y no puedo resistir el impulso de provocarle un poco de dolor que
haga que se corra en mi boca. Todavía no he probado su semen, y me muero por
hacerlo.
Así que le agarro los huevos con la mano y le doy un pequeño tirón, rodeando
con el índice y el pulgar lo suficiente como para apretarlos en la parte superior.
Se ahoga y me tira del pelo mientras su dura polla se desliza dentro y fuera de
mi boca, follando mi garganta cada vez más profundamente. Me pierdo en el
aturdimiento mientras apoyo mi frente en su estómago, dándole mi cabeza para
que me folle. Y lo hace.
Me sujeta y me folla la boca una y otra vez mientras yo le aprieto los huevos,
con fuerza. Casi demasiado fuerte, pero al parecer el dolor le funciona, porque
grita suavemente, su polla se estremece entre mis labios.
—Me voy a correr... —Me suelta el pelo, como si quisiera apartarme.
Como si no quisiera bebérmelo como si fuera el último sorbo de agua en un
desierto abrasador.
Lo engullo de nuevo, masajeando por debajo de su erección con mi lengua
hasta que derrama chorros de semen en mi garganta. El líquido seminal sale a
borbotones de mi propia polla dentro de mis pantalones mientras me trago el
orgasmo de Dash. Sabe de maravilla, y no puedo creer que nunca haya hecho
esto antes, porque es deslumbrante.
Creo que es sólo él.
Al retirar mi boca de él cuando termina, miro hacia arriba, hipnotizado, para
verlo apoyado contra la pared, luchando por recuperar el aliento. Se acuesta en
el cemento y me roza el pelo distraídamente con los dedos. Y tengo que
tomarme un momento para asimilar lo perfecto que es esto.
Pero después de un minuto, me doy cuenta de que su polla está finalmente
blanda. Agarro la jaula, meto su polla dentro y la cierro alrededor de él antes de
perder mi oportunidad. Dash se sacude, como si hubiera olvidado el sentido de
todo aquello.
—Jodido imbécil —me suelta mientras me levanto, pasándome el labio
inferior por el pulgar.
—Cuida tu tono, recluso —digo entrecerrando los ojos—. Te hice un favor al
conseguir que te libraras. Ahora no tendrás que experimentar tu castigo
durante un tiempo. Disfruta del descanso.
Me dirijo hacia la puerta de su celda.
—¿Adónde vas? —llama.
—Volveré más tarde —le digo mientras abro la puerta—. Prepárate,
Luscious. Esto se va a poner muy incómodo para ti. Y esta vez, un orgasmo no
te sacará de esto.
Día 45 dentro
Dash

El oficial Kemper es un maldito psicópata.


Esta es la conclusión a la que he llegado, apoyado en la pared de mi celda en
aislamiento. O, mejor dicho, la celda de Darcey. Pero aun así... Hace tiempo que
no lo veo, y he reclamado su cama.
Eso no es ni aquí ni allá. Lo que importa es que el oficial Kemper está
jodidamente loco, y ahora estoy nervioso.
Claro, ya tenía sospechas antes, basadas en su comportamiento errático, y la
forma en que parece tener exactamente cero compasión humana. He estado en
alerta máxima con él desde el momento en que nos conocimos. Pero esto es un
juego completamente nuevo.
Me estremezco y me quito los pantalones, con los calzoncillos, y miro hacia
abajo para observar la jaula de acero que encierra mi polla flácida. Todavía no
puedo creer que me haya puesto esta cosa...
Porque está celoso. De lo que hice con Rook.
No estoy seguro de por qué me sorprende. Me drogó y me llevó a aislamiento
cuando vio a Ren chupándomela. No sé cómo me imaginé que no se enteraría
de esto y reaccionaría de la misma manera. Como un maldito acosador
psicópata obsesivo.
Y yo no soy mejor, honestamente. Porque le estoy dejando hacer estas cosas.
Mucho de esto no ha sido exactamente consensuado, pero es de forma
consensuada y siento que eso significa que es parcialmente mi culpa. Por no
haberle dado una patada en las pelotas como hice con Velle; por no haber
luchado con uñas y dientes para quitarme a ese imbécil de encima.
¿Por qué no lo hice?
Supongo que esa es la pregunta. Y por mi vida, no tengo una respuesta.
Lo más extraño de todo este escenario es que antes de poner un pie en la
Penitenciaría de Alabastro, nunca había mirado dos veces a ningún hombre.
Siempre me consideré cien por ciento heterosexual. De acuerdo, mis gustos se
oscurecieron a lo largo de los años, sesgados por mi necesidad de algo diferente
para excitarme como quiero, en lo más profundo. La necesidad de dolor, y la
vergüenza empezaron a guiarme más de lo que pensaba. Pero eso no significa
que me guste que abusen de mí... Al menos, no creo que sea así.
Aun así, ese no es el punto. Sólo hice esas cosas con mujeres, y la sexualidad
no es una manía. Si puedo excitarme con Kemper, eso debe significar, como
mínimo, que soy bisexual. O pansexual...
Realmente no lo sé, pero ahora cuando pienso en él, siento un extraño
cosquilleo en la boca del estómago. Se siente extrañamente parecido a la
incomodidad, pero a veces se extiende por mi pecho y me da calor por dentro,
como un trago de vodka. He reconocido que es un hombre atractivo,
objetivamente. Como Rook. Sólo que Rook es una persona muy diferente a mi
acosador.
El oficial Kemper es oscuro, aterrador e impredecible. No entiendo cómo es
posible que alguien pase de electrocutarte y esposarte para forzarte a realizar
actos sexuales, a acurrucarte y traerte huevos. Era básicamente un desayuno en
la cama, y ahora tengo una jaula en la polla.
Mi polla se estremece al recordarlo antes de rodillas y me muerdo el labio.
Mierda, mierda, mierda... No puedo dejar que se me ponga dura. No quiero ni
saber qué pasará si lo intentara.
Si lo hace. Conmigo es sólo cuestión de tiempo. Se me pone dura con mucha
facilidad, especialmente cuando la mierda está jodida. No tengo ninguna
posibilidad.
Cubriéndome la cara con las manos, respiro, aclarando mi mente. He
intentado mantenerla en blanco desde que se fue hace un par de horas. Ha
funcionado en su mayor parte, pero si vuelve, estoy jodido.
Me entretengo en terminar mi dibujo en la pared, usando la cera verde de la
vela para hacer un dibujo de Zadira, aunque no exactamente, porque esto es
verde y Zadira es morada. A pesar de todo, no se me dan muy bien los bocetos.
No soy un artista, a menos que hablemos de trabajos de pintura de golosinas.
Aun así, no soy horrible, y al menos es algo que se puede hacer.
Acabo usando los tres trozos de cera de las velas, comiendo mi otro paquete
de mini magdalenas mientras termino. Lo que más odio del aislamiento es no
saber qué hora es. Nunca sabes realmente si es de día o de noche en Alabastro,
pero al menos en el gen-pop mantienen las luces encendidas en la fila entre las
seis de la mañana y las nueve de la noche. Hay ruido cuando nos levantan para
las duchas o las comidas, lo que sólo ocurre a ciertas horas del día.
Aquí abajo no hay nada de eso. Sólo silencio continuo.
Contar las horas te ayuda a sentirte normal, pero cuando estás atrapado en
la oscuridad las veinticuatro horas del día, todo se mezcla. Las cosas empiezan
a parecer inútiles, y eso es lo peor. Perder la motivación para levantarse y
moverse... Es un asesino silencioso.
No soy de los que se acuestan y dejan que la depresión se apodere de mí.
Nunca lo he sido. Mi mente es demasiado ruidosa; mis miembros están
demasiado llenos de la necesidad de funcionar. Ya es bastante difícil para mí
dormir por la noche, y mucho más durante el día. Dicho esto, estar encerrado
en la noche perpetua hace que todo se sienta tan extraño.
Como si nada importara. Todo es una ilusión.
Creo que ya es de noche cuando mis piernas se rinden de tanto caminar y me
siento en el borde de la cama. He contado once o doce horas desde que Kemper
me abrochó esta maldita cosa y se fue. Y me las he arreglado para mantener la
polla blanda todo el tiempo. Está ajustada, pero no es del todo incómoda. Pero,
de nuevo, estoy solo. Si vuelve a entrar aquí, sé que se convertirá en un juego al
que no tengo ganas de jugar.
Tarareo mientras me tumbo de lado, sabiendo que tengo que mantenerme
despierto a toda costa. El problema es que el único momento en el que suelo
quedarme dormido es cuando sé que no debo hacerlo. No estoy cansado, pero
en cuanto estoy tumbado, mirando mi mural en la pared de enfrente, mis
párpados empiezan a caer.
No estoy seguro de cuánto tiempo he estado fuera, pero cuando los
escalofríos me invaden, mis ojos se abren de golpe para ver la figura sombría
junto a la puerta. Mi corazón bombea, inseguro de que realmente esté ahí; mi
cabeza está borrosa y él no se mueve. Está tan quieto que parece una maldita
estatua.
Un latido sordo me llama la atención por debajo de la cintura. Gimiendo en
silencio, miro dentro de mis bóxers. Mi polla intenta endurecerse, pero no
puede porque la jaula lo impide. Me duele, pero el problema es que el dolor me
excita más, como antes, cuando Kemper me apretó los huevos entre sus dedos.
Puta... Mierda.
El recuerdo hace que la sangre corra hacia mi polla, pero está atrapada, la
jaula impide que mi erección gane fuerza. Es jodidamente extraño. Me quedo
mirando durante unos minutos, preguntándome cómo demonios es posible. No
puedo creer que esta maldita jaula pueda impedir que se me ponga dura.
Miro a la sombra y sigue en el mismo sitio. Quizá no esté realmente aquí...
Podría ser un producto de mi imaginación. Un sueño...
O una pesadilla.
Sus ojos brillan, lo que me haría pensar que no es real, pero entonces sus ojos
tienden a hacer eso en la oscuridad, me he dado cuenta. Ni siquiera sé cómo es
posible, pero cuando hay luz detrás de él, de alguna manera capta sus ojos y los
hace parecer gemas que reflejan la luz.
Me pongo de los nervios cuando se apoya en la puerta, mirándome fijamente
como si esperara que hiciera algo. No sé qué podría querer de mí. Mi mente
repasa los hechos... Me ha puesto este maldito dispositivo para castigarme por
haberme enrollado con alguien que no es él. Es un cinturón de castidad
masculino, que está diseñado para evitar que experimente la gratificación
sexual.
¿Así que tal vez quiere que le dé algo a él?
Le sacudo la cabeza sutilmente. No voy a tocarlo. De ninguna manera voy a
recompensarlo por usar un dispositivo de tortura moderado en mí. No puede
ser tan jodidamente estúpido.
No dice nada, pero ladea la cabeza y se queda mirando. Rechinando los
dientes, me pongo la almohada sobre la cabeza para no tener que mirarlo. Me
está cabreando. Este tipo acaba de irrumpir en mi vida, sin ser invitado, y ahora
cree que puede controlarme. Como si fuera un juguete para que juegue con él.
No lo aprecio.
Soy mi propia persona. No me importa si es un sádico, o un dominante o lo
que sea. Si quiere un sumiso, puede ir a un club de sexo y encontrar uno. Nunca
me han interesado esas cosas. Me gustan diferentes cosas en cuanto al sexo,
pero siempre he pensado que la gente involucrada en el BDSM se lo toman
demasiado en serio.
Simplemente me gusta lo que me gusta, y aparentemente a veces ni siquiera
sé lo que me gusta. Pero eso no significa que quiera que un gran imbécil intente
ser mi papi.
Barf
Unos pesados pasos llaman mi atención cuando se dirige al centro de la
habitación, lo que me hace tirar de la almohada con más fuerza. No oigo ni veo
nada, lo cual es bueno y malo. No me gusta exponerme a él, pero tampoco quiero
mirar su cara de imbécil engreído mientras me evalúa en este estúpido aparato
de mierda.
No pasa nada durante unos minutos y pienso que tal vez se ha ido sin que me
entere. Pero entonces siento que algo recorre mis abdominales. Me estremezco,
sobre todo porque ha sido inesperado, pero también un poco porque ese es un
punto en el que tengo cosquillas... En la pelvis, debajo del ombligo.
Supongo que es su dedo, y recorre la cintura de mis pantalones, apartándolos
de mi piel. Gruño de frustración y me quito la almohada de encima.
—¿Qué mierda quieres? —Me incorporo y hago una mueca de dolor cuando
la maldita jaula de acero me pellizca la piel. —Esta cosa es horrible. Y ahora
estás aquí, jodiéndome porque sabes que puedes hacerlo. ¿Por qué no te buscas
a otro para torturar y me dejas en paz?
Kemper parpadea, y hay un calor visible en sus ojos. No estoy seguro de si le
excita que le grite, o si está realmente cabreado. Parece que las dos cosas van
de la mano con él, y estoy harto de intentar descifrar lo que pasa por su cabeza.
Apenas puedo entender lo que está pasando en mi propia mente. No estoy
tratando de entender a este guardia imbécil.
—Dascha... —susurra mi nombre en un tono demasiado ronco y gruñón que,
curiosamente, me golpea justo en el trasero.
La sangre bombea a mi polla y se expande dentro de la jaula. El acero se clava
en mi piel y canturreo por la incomodidad. Pero luego, por supuesto, la
incomodidad hace que se inunde una vez más, mi órgano luchando contra el
dispositivo.
Se me cierran los ojos y busco algo. No estoy seguro de lo que busco, pero lo
primero que mi mano agarra es su pierna. Está de pie en el extremo de la cama
y ahora le agarro el muslo. Es una pierna gruesa y carnosa. Puedo sentir la
dureza a través de sus pantalones. El cuerpo de este tipo es básicamente todo
músculo.
No puedo decir que no me impresionó cuando se quitó la camiseta anoche.
Debe hacer ejercicio sin parar. Quiero decir, me gusta mantenerme definido,
pero no soy enorme como este tipo. Tiene volumen; en todas partes,
aparentemente.
—¿Qué se siente? —pregunta, deslizando sus dedos dentro de mis
pantalones. Me hace sentir otra sacudida en mis entrañas que no tiene adónde
ir. Ya me duelen los huevos.
—Es un asco —siseo entre dientes.
—Pero te gusta —murmura, una afirmación y no una pregunta, así que tengo
que corregirle.
—No. No me gusta. Quítame esta maldita cosa de encima.
El oficial Kemper suspira, como si lo estuviera poniendo a prueba, y luego
mira dentro de mis pantalones. Los mantiene abiertos, mirando mi polla, en su
propia cárcel.
Mi polla también está presa. Esto es jodidamente ridículo.
Tomo una decisión rápida, aunque no bien pensada, de apartar su mano de
un manotazo.
Me mira intensamente. —Me dijiste que te gustaba el dolor. La incomodidad.
—Me cubre la mano con la suya cuando voy a apartarla de su estúpido muslo
musculoso.
—Sí, me gusta que se me ponga dura. —Pongo los ojos en blanco, tirando de
mi mano un poco más. No la suelta, y ahora la mueve hacia su entrepierna—.
Esta cosa me quita la diversión.
Sonríe y una pequeña risa sale de entre sus labios.
—Esa es la cuestión, Luscious.
—¿Cuál es el punto, exactamente? Debes de estar pensando en ello. —
murmuro, obligándome a no dejarme afectar por su risa.
No me gusta ni nada de eso, sólo que no ocurre a menudo, así que cuando lo
hace parece especial. Le da a su rostro, normalmente oscuro, unas vibrantes
pinceladas de humor.
—La cuestión, como ya te he explicado, es enseñarte a manejarte mejor. —
Sus profundos ojos se clavan en los míos—. Desparramarse por ahí es
inaceptable.
—¿Quién lo dice?
—Lo digo yo.
—¿Sí? ¿Y quién te ha hecho el rey de mi polla?
Un pequeño suspiro brota de entre sus labios, y se lame el inferior
rápidamente. Su mano lleva la mía a cubrir su erección por encima de los
pantalones. Intento apartarme, pero sigue sin dejarme.
—Rey de tu polla es un título que aceptaría con gusto, recluso —sonríe—.
¿Sientes esto?
—Eh, sí. —Mis mejillas se calientan bajo su mirada. Mi polla está intentando
salir de la maldita jaula, y no se siente bien. Pero ya me estoy acostumbrando.
—¿Quieres que tu bonita polla esté libre como lo está la mía ahora? —
Levanta la frente hacia mí, aplastando mi palma alrededor de su circunferencia.
Puedo sentir cómo palpita.
—¿Qué tiene de bonita mi polla? —pregunto, con la intención de sonar
sarcástico, aunque mi voz sale desesperadamente inquisitiva. Lo achaco al
aparato.
Deja escapar un zumbido gutural y se arrodilla en la cama junto a mí.
—Bueno, déjame que te lo cuente. Tu polla es larga, recta y perfectamente
proporcionada. —Se sienta a horcajadas sobre mi muslo y, cuando intento
incorporarme, me empuja hacia atrás con una gran mano en el pecho—. La piel
es lisa, y hace juego con tu complexión, excepto por esa cabeza redonda y
rosada, como una corona. —Recorre con sus dedos mis abdominales,
arrastrando mi camiseta a su paso—. Tu polla es majestuosa, como la realeza.
Supongo que por eso no puedo dejar de adularte, Dascha.
Mueve su cara hasta mi torso y me da unos cuantos besos lentos y suaves en
el pecho, rechinando contra mi muslo mientras su lengua se asoma para trazar
la curva de mi pectoral. Me muerdo el labio con fuerza, para contener cualquier
sonido traicionero que quiera salir a escondidas, pero también para distraerme
de mi polla palpitando en la jaula de acero que la rodea.
No tengo más remedio que mantenerme blando, pero no es fácil, y es
evidente que él está intentando hacerlo más difícil a propósito, valga el juego
de palabras.
—Eso suena ridículo... —murmuro en respuesta a todas las locuras que acaba
de soltar sobre mi polla.
Pero en lugar de enfadarse, se limita a tararear y sigue besando, chupando
mi pezón derecho entre sus labios. Mi polla se agita, o lo intenta, y me duele
tanto que se me ponen los ojos en blanco. Ni siquiera siento que esto esté
sucediendo realmente.
Estoy en un sueño, flotando en el espacio exterior. Todo se tambalea y es
cálido. Kemper respira sobre mi piel y mis manos están inmovilizadas a los
lados por nada en absoluto. No me sujeta. Sólo estoy aquí tumbado, aguantando.
Otra vez.
—Yo... yo... —No tengo ni idea de lo que intento decir.
—Shhh...
Me chupa el pezón con más fuerza y me estremezco, tensando los músculos
de todo el cuerpo. Respiro profundamente y retengo el aire, luchando por no
excitarme. Parece imposible, pero tengo que intentarlo. No hay alternativa.
Aunque mi polla sea de la realeza, no es el Increíble Hulk. No será capaz de
atravesar el acero.
—¿Te gusta esto, recluso? —retumba sobre mi pezón, dejándolo húmedo con
su saliva mientras se mueve hacia el izquierdo.
En medio de mi confusión, murmuro:
—Sí.
Y lo siguiente que recuerdo es que algo afilado me apuñala en las pelotas. Mis
ojos se abren de golpe y miro hacia abajo, sintiendo un cosquilleo de dolor
intenso que se extiende por toda mi polla. Kemper me mira y abre la palma de
la mano.
Tiene un mando a distancia. Jadearía si tuviera algo de aliento que dar en este
momento.
—Eso es... —Otra descarga llega antes de que pueda sacar las palabras y me
ahogo con el aire, tosiendo por el dolor en la ingle.
—Se supone que no te debe gustar nada en este momento, 101. —Sus ojos se
vuelven negros como el carbón, círculos de obsidiana de maldad eléctrica.
Es Satanás. Eso es lo que es. He estado jodiendo con el mismísimo Lucifer.
—¿Qué mierda te pasa...? —Suelto la pregunta sin aliento, retorciéndome
para alejarme, aunque por supuesto no me deja.
—Estaba intentando pensar en formas de castigarte. —me ignora como
siempre, mientras sus dedos recorren mi mandíbula. Aparto la cara de un
manotazo, pero él la retira para que me vea obligado a seguir mirándole.
—¿Y la jaula eléctrica para pollas no fue suficiente? —murmuro, y aunque él
entorna los ojos, hay una sutil sonrisa en sus labios.
—Tan dulce. —Sacude la cabeza de forma amenazante—. De todos modos,
me he dado cuenta de que será difícil, ya que te gusta el dolor y la humillación.
Pero creo que he ideado un plan para que entiendas lo mal que te has portado.
—He dicho que lo siento. —Muerdo entre dientes apretados. No lo digo en
serio, ni en lo más mínimo, pero necesito apaciguar a ese lunático—. Por favor,
haré lo que quieras. No tocaré a nadie más.
—Oh, sé que no lo harás —sonríe, pasando sus dedos por mi polla
aprisionada—. Pero esto no tiene nada que ver.
Vuelve a ponerse de rodillas y se desabrocha el cinturón, una visión y un
sonido que me producen inmediatamente escalofríos de terror. Pero también
me hace llegar la sangre por debajo de la cintura, y esa parte me hace
estremecer. Kemper capta el cambio en mi expresión y sus ojos se dirigen a la
jaula. Algo pasa por su cara, pero desaparece antes de que pueda intentar
analizarlo.
Se baja los pantalones lo suficiente como para sacar su monstruosa polla, y
trago saliva. Es muy intimidante. Dice que mi polla es bonita, pero la suya da
miedo. Si la mía es un rey, la suya es el dragón que incendia el castillo.
La acaricia un par de veces cerca de mi cara, un par de tirones tranquilos
mientras me observa, tumbado en la cama junto a él, sin esposas, pero todavía
claramente incómodo. Podría huir, supongo, pero ¿a dónde me llevaría eso?
Además, puede dar una descarga a mi polla con sólo pulsar un botón. No es tan
doloroso como cuando me da una descarga eléctrica, pero no se siente bien,
sobre todo porque no se me pone dura.
Eso es probablemente peor. Nunca sabes lo liberador que es tener una
erección hasta que te la quitan. Por qué alguien haría esto voluntariamente está
más allá de mí.
Kemper me devuelve a la realidad cuando me acerca la polla a la cara y me la
mete entre los labios. Me alejo de un empujón, pero me agarra la cabeza para
que no me mueva.
—Te voy a follar la boca, recluso. —Me sostiene con firmeza, aunque su
pulgar me roza la mandíbula de una forma tan tierna que casi me hace olvidar
lo que está pasando por un segundo—. Con fuerza.
Apenas tengo tiempo de procesar nada antes de que se arrodille sobre mi
pecho y me meta la polla en la boca. Gruño y mi mano vuela hacia arriba como
un instinto, tratando de retenerlo. Pero él la agarra y la mantiene en el suelo.
Intento usar la otra mano, pero no me alcanza para hacer nada más que darle
un golpe en el costado, lo cual es una mala jugada porque inmediatamente
aprieta el botón y envía otra descarga a mi polla.
Gimo alrededor de su polla, la gorda cabeza empujando en la parte posterior
de mi garganta hasta que me dan arcadas. No creía que fuera posible que fuera
más agresivo que la última vez, pero esto es definitivamente peor. No puedo
respirar en este ángulo, y él sólo la retira lo suficiente para que pueda aspirar
una fracción de segundo de aire en mis pulmones. Me penetra más
profundamente y con más fuerza en la garganta, ignorando mis gruñidos de
protesta.
Está haciendo exactamente lo que dijo. Me está follando la cara, y es
abrumador. No puedo respirar en absoluto, lo que me tiene aturdido.
Rindiéndome a su placer, observo el rápido movimiento de sus caderas sobre
mí, sus profundos ojos azules mirándome desde donde estoy, a su maldita
merced.
—Jesús, Dash… —murmura, acariciando mi cara y mi cuello mientras
bombea su polla en mi garganta—. No quiero que le des esta boca a nadie más.
¿Me entiendes?
Exhalo por la nariz como respuesta, ya que no hay otra forma de hacerlo. Las
lágrimas brotan de mis ojos al mismo ritmo que la saliva fluye de las comisuras
de mi boca. Esto es jodidamente terrible, pero lo único que puedo hacer es
intentarlo. Intentar mantener la mandíbula relajada, intentar respirar todo lo
que pueda, intentar no sentir mi reflejo nauseoso. Intentar no pensar en lo
humillante que es esto...
Porque eso me dolerá. Mi polla es prácticamente una sola pieza con la jaula
tal y como está.
—Eres mío. —Suspira Kemper, atravesando mi garganta con su polla, una y
otra vez, mierda.
Estoy entumecido. Flotando... Ya ni siquiera puedo saber dónde estoy.
Sólo puedo imaginar lo que parece esto...
El gran cuerpo de Kemper, su enorme polla, violando mi cara. ¿Y si alguien
entrara ahora mismo...?
Un pequeño gemido retumba en el fondo de mi garganta y mis párpados caen.
La jaula se clava tanto en mi carne que creo que podría romper la piel.
Y entonces zumba. Se produce otra descarga. Gimoteo por instinto y abro los
ojos para mirarlo.
—Deja que te guste esto —gruñe, metiendo su polla tan adentro que debe de
pasarme las amígdalas. Duele, pero, de nuevo, apenas siento nada en este
momento. Estoy recorriendo la Vía Láctea en una nave espacial.
Vuelve a sacudirme, esta vez se queda en el maldito botón como diez
segundos. Empiezo a toser alrededor de su polla, con arcadas, pero él no se
detiene. Sigue follándome la boca, con más fuerza, gruñendo esos sonidos
animales como una bestia salvaje.
—¿Quieres beber mi semen, pequeña zorra? —Sus ojos están clavados en los
míos, y aunque están encapuchados por el inmenso deseo, parece francamente
amenazante—. Contéstame, recluso.
Asiento con la cabeza, porque es la única respuesta que puedo dar mientras
me mete diez centímetros en la garganta, tan profundo que sus pelotas golpean
mi barbilla.
—El mío es el único semen que vas a comer a partir de ahora, ¿está claro? —
Su pulgar recorre la comisura de mi boca, abierta al máximo.
Vuelvo a asentir, con los párpados pesados. Esto es mucho trabajo. Estoy aquí
tumbado, pero estoy agotado como si hubiera corrido una maldita maratón.
—O usar... —ruge, su amplio pecho se agita mientras cierra los ojos por un
momento, con la cabeza inclinada hacia atrás—. Mierda, eso es tan bueno. Bebé,
te sientes como en el cielo.
Sus palabras elogiosas me hacen sentir calor detrás de las costillas. No sé por
qué me gustan tanto, pero parece que saltan chispas en la habitación.
Se inclina un poco y susurra:
—Me voy a correr, bebé. —Casi puedo sentir lo que está sintiendo. El cuerpo...
Estamos tan cerca—. Dios, sí, me voy a correr. Vas a hacer que me corra,
¿verdad?
Asiento frenéticamente, sosteniendo sus ojos, el azul que brilla y reluce
mientras él parpadea con fuerza.
Entonces me saca bruscamente la polla de la boca y la golpea con fuerza.
—¿A quién perteneces, Dascha? —jadea, tan tenso que puedo sentirlo. Está a
punto de estallar.
—A ti —murmuro sin siquiera pensarlo mientras su polla expulsa chorros de
semen espeso, sobre mis labios, mi barbilla, arrastrando su polla por mi cuello
mientras se corre sobre mí.
—Mierda, sí... —su voz es gutural, un rugido gutural mientras termina su
orgasmo.
Y yo parpadeo, observando con fascinación. Noto el semen por todas partes
y, sin pensarlo siquiera, paso mi lengua. Me lamo los restos de los labios
mientras él me observa atentamente, casi con asombro, mientras el amplio
muro de su pecho sube y baja con su respiración.
—¿Sabe mejor que Rook? —Levanta una ceja acusadora.
No es mi intención hacer que mi agresor se sienta mejor consigo mismo, pero
decido no pinchar a la bestia. Todo me sabe igual. No soy un experto en semen,
pero miento y le digo:
—Mucho mejor.
Él suelta una pequeña risita y un mechón de pelo sedoso le cae en la cara. Le
hace parecer joven; más joven de lo que probablemente es. Supongo que tiene
treinta años, pero es tan duro que podría tener cuarenta. Y sin embargo, ahora
mismo, parece de mi edad. Brillando juvenilmente, irradiando todos los colores
del arco iris en diferentes lugares.
Pestañeo y parpadeo, sin saber qué es lo que provoca esto, o por qué lo estoy
mirando así. No me he corrido. No hay ninguna razón para que me sienta así
ahora mismo.
Tal vez sea él...
Voy a usar mi camiseta para limpiarme el semen del cuello, pero Kemper me
agarra del brazo. Lo miro y él niega con la cabeza.
—Es parte de tu castigo, 101. —dice. Trago con fuerza, tenso porque suele
estar más tranquilo durante más tiempo después de correrse. Esta vez ya ha
vuelto a ser un imbécil, lo que significa que sigue cabreado—. Vas a dar un buen
paseo... con mi semen encima.
Lo miro con los ojos entrecerrados mientras me siento.
—¿Qué carajo...?
—Mhm. Vamos a dar un paseo. —Se mete de nuevo en los pantalones y salta
de la cama—. Levántate.
—¿A dónde vamos? —pregunto, sin poder evitar los nervios en mi voz.
Realmente no quiero ver a mis amigos con semen seco sobre mí.
Un zumbido en mi polla me hace tropezar. —Sin preguntas, recluso. —Me
regaña, y luego se dirige a la puerta—. Date prisa.
Me arreglo los pantalones y me acerco, con cuidado, a donde está golpeando
el maldito pie en el suelo como el auténtico idiota que es. Me duelen tanto las
pelotas que las siento hinchadas. Siento que mi polla ya no está ahí, lo que es
alarmante. Sólo han pasado unas horas. No puedo imaginarme llevando esto
durante mucho más tiempo, y sólo estoy intentando hacer lo que él quiere con
la esperanza de que me quite esto pronto.
No puedo seguir con esto. Es más que horrible. Bolas azules permanentes y
una polla perdida. Maldita tortura.
Kemper sale de la celda y espera a que le siga, cosa que hago. Es raro que no
esté esposado ni nada. Nunca he caminado por aquí sin estar encadenado. Pero
Kemper avanza por el pasillo a un ritmo que no puedo mantener. Entonces se
da la vuelta y ladra:
—Rápido, rápido. Sigue el ritmo, preso.
Pongo los ojos en blanco, pero avanzo más rápido para no cabrearlo más.
Caminamos un rato, por los pasillos poco iluminados. Hace frío aquí abajo, y
puedo sentir los restos pegajosos secándose incómodamente en mi barbilla y
cuello. Prefiero no pensar en ello.
Pasamos por el resto de las celdas de aislamiento, pero no tengo tiempo de
asomarme a las ventanas para ver si hay alguien dentro mientras intento seguir
el paso firme de Kemper. Pasamos por unas cuantas puertas, ninguna de las
cuales parece estar cerrada. Y lo más extraño es que no veo cámaras aquí abajo
como las que hay arriba en las instalaciones generales.
Seguimos por un largo pasillo y una rata pasa por delante de nuestros pies.
Me estremezco, pero Kemper no parece inmutarse. ¿Por qué iba a estarlo?
Trabaja aquí. Probablemente está acostumbrado a cada centímetro de este
agujero de mierda, lo cual es deprimente.
Al llegar a la última puerta, Kemper saca las llaves de su cinturón y la abre.
Luego la mantiene abierta y se hace a un lado. Me detengo y le miro.
—Ve —es todo lo que dice, así que paso.
Mi cabeza se balancea mientras camino, asimilando lo que veo. Las celdas de
aquí parecen diferentes. No son tanto celdas, sino salas de examen, aunque, por
supuesto, mucho más sucias de lo que serían en un centro médico real. Doy
pasos lentos, observando las salas vacías, a las que puedo ver a través de las
grandes ventanas de acrílico que tienen a ambos lados de la puerta.
Hay sillas de exámenes en el centro de cada habitación, con grilletes
incorporados, para lo que parecen ser las manos, los pies y el cuello. Trago
saliva y miro a través de la puerta. Junto a ellas hay mesas con bandejas que
contienen material e instrumentos médicos viejos y oxidados.
Es inquietante.
Unas voces resuenan detrás de mí y me vuelvo hacia la puerta. Kemper se ha
ido y no veo a nadie. El lugar está oscuro y es un lugar truculento, las luces de
las habitaciones parpadean, lo que le da un aire aún más espeluznante. El lugar
parece casi abandonado, y no tengo ni idea de por qué Kemper me ha traído
aquí.
Oigo a alguien murmurar en el pasillo y me acerco a los sonidos, mirando
repetidamente hacia atrás mientras avanzo. No hay nadie, pero no puedo evitar
sentir que me observan. La voz se hace más fuerte cuando me acerco a una
habitación al final del pasillo.
—No lo saben... Nunca lo sabrán.
Mis manos tiemblan un poco mientras me acerco, la oscuridad me rodea
mientras me acerco.
—Nunca lo entenderán.
Cuando llego a la habitación, me asomo a la ventana que hay junto a la puerta
y encuentro a un hombre de pelo castaño y gafas de montura negra tumbado
en el suelo con una camisa de fuerza.
—¿Darcey? —jadeo y él levanta la vista.
—Oye, mira quién es —sonríe, aunque no le llega a los ojos.
No tiene buen aspecto. Claro, hace tiempo que no lo veo, pero parece
totalmente destrozado; agotado, derrotado. Un horrible sentimiento de
empatía se instala en mis entrañas.
—¿Qué demonios te están haciendo aquí abajo? —Intento estúpidamente
tirar de la puerta, pero obviamente no cede.
—Estudiándome. —Se ríe, pero no es un sonido divertido. Entonces se pone
boca abajo y se levanta, yendo hacia la puerta. Sus ojos me rodean—. Siento el
desastre —Se aparta un mechón de pelo de la cara—. No esperaba compañía.
Mis labios se separan, pero no sé qué decir. Consideraba a este tipo como mi
único amigo, aparte de Luthor, sólo por lo mucho que charlamos durante mi
primer tiempo en aislamiento. Me ayudó a salir adelante, pero ahora estoy en
un aprieto. No tengo idea de cómo ayudarlo.
—¿Al menos te dan de comer? —Decido preguntar, ya que sé cómo funcionan
las cosas en el aislamiento. Espero que aquí sea diferente.
Asiente con la cabeza.
—Sí, me dan comida. Quieren mantenerme alerta. Se supone que van a enviar
a un médico...
—Eso he oído —murmuro, observándolo. Me da pena que lo traten como una
rata de laboratorio sólo porque ha asesinado a mucha gente. Parece un tipo
bastante agradable, pero estamos en la cárcel, así que ¿qué diablos sé yo?
Darcey me mira por un momento y, de repente, me siento inseguro por el
semen que me cubre. Espero que no se dé cuenta de lo que es.
—¿Por qué estás aquí abajo solo? —Se agita desde dentro de su camisa de
fuerza—. Ni siquiera estás esposado...
—Uno de los guardias me trajo... —Considero qué decir, ya que me doy
cuenta de lo extraño que parece esto—. Estoy siendo... castigado.
—¿Castigado cómo? —Parece escéptico.
—Yo... yo no... —Mi tartamudeo se interrumpe cuando siento una descarga
en mis pantalones.
Me encojo y me apoyo en la ventana, sujetándome el estómago. Darcey me
mira con extrañeza, ladeando la cabeza. Creo que se está dando cuenta de lo
que pasa, pero no dice nada, y tengo que agradecerlo.
—Parece... que has pasado la prueba —murmura, y un poco de diversión
parpadea en sus ojos. La vergüenza me calienta las mejillas y parpadeo hacia el
suelo—. ¿Estás bien?
—¿Me preguntas si estoy bien? —Resoplo—. Estás en una camisa de fuerza
en una habitación abandonada. —Miro alrededor de su celda y me fijo en el
espejo de la pared de enfrente.
—Oh, estoy seguro —suspira, luego su mirada se aleja por un momento antes
de parpadear con fuerza—. No quiero hablar de mí. Dime qué ha estado
pasando contigo.
—No ha estado pasando nada —le digo a la fuerza, sintiéndome
repentinamente a la defensiva, y no estoy seguro de por qué—. Me siguen
mandando a aislamiento porque soy un puto imbécil.
—O porque quieres estar allí...
Le miro boquiabierto como si estuviera hablando en swahili.
—¿Por qué mierda querría estar en aislamiento?
—No lo sé... Dímelo tú. —Se encoge de hombros, con ese molesto tono
casualmente encantador que utiliza. Es fácil ver cómo se convirtió en un asesino
en serie. Es demasiado simpático.
—¿Así que ahora eres el psiquiatra? —me burlo, y él sonríe.
Un grito repentino procedente de algún lugar cercano interrumpe nuestra
conversación y me produce un escalofrío.
—¿Qué demonios ha sido eso? —Miro a mi alrededor.
—Hay alguien más aquí abajo —dice Darcey con pesar—. Creo que lo están
tratando peor que a mí, lo cual me parece excesivo.
Mi mente recuerda algo que dijo Luthor y murmuro:
—O'Malley. Uno de los otros reclusos... Luthor y Kang estaban hablando de
él. ¿Es esta el ala este?
—Sí. Aquí es donde estudian a los reclusos que, no sé, han hecho cosas
terribles. Supuestamente. —Apoya la frente en el cristal y exhala—. Lo siento,
estoy muy cansado de repente.
Estrecho mi mirada hacia él.
—¿Estás bien? Quizá deberías sentarte.
—Estaré bien —murmura.
El grito se repite y ambos nos estremecemos.
—Tengo que ir a buscarlo. —Miro por el pasillo para ver si hay otra salida—
. Si no te vuelvo a ver, cuídate.
Empiezo a alejarme, pero la voz de Darcey me atrapa.
—Dash... —Me vuelvo por encima del hombro—. Que estemos rotos no
significa que necesitemos que nos recompongan.
Entrecierro los ojos mientras se acerca a trompicones a la silla de examen y
se deja caer. No puedo evitar notar que no tiene una cama allí...
Me sacudo y me alejo por el pasillo, siguiendo el sonido de otro grito. No
puedo pensar en lo que le pasa a Darcey ahora mismo, porque no puedo hacer
nada. Desearía que no estuviera allí, pero desear no sirve de nada.
Acechando la esquina, empujo la puerta y, para mi sorpresa, está abierta.
Camino por el pasillo, despacio, intentando no hacer ruido, y mientras me
muevo, oigo un zumbido eléctrico, como un pequeño motor. Cuando me
detengo, se para. Cuando me muevo, vuelve a ponerse en marcha.
Mirando hacia el techo, veo una cámara. Así que el ala este también tiene
cámaras. Aparentemente, el único lugar donde no hay cámaras es en
aislamiento. Imagínate.
En cuanto empiezo a caminar de nuevo, la cámara se mueve para seguir mis
pasos. Me detengo, doy marcha atrás y la cámara me sigue. Me sigue a todas
partes.
La miro fijamente. ¿Es Kemper? ¿Es así como me está observando ahora
mismo?
¿Me está poniendo a prueba para ver qué hago? Si está esperando a ver si se
la chupo a alguien, puede que quiera ponerme en una zona donde haya gente
de verdad.
Al pensar en eso, oigo pasos y voces. Prefiero que no me encuentre nadie más.
Porque si bien esto es probablemente una jodida prueba que Kemper preparó,
no me extrañaría que me trajera aquí y me dejara a mi suerte con guardias que
no conozco.
Me escondo detrás de una esquina cuando la puerta se abre de golpe y entra
un guardia hablando con alguien. Me apoyo en la pared, escondiéndome en las
sombras, y cuando pasan, veo con quién está hablando el guardia.
Es el director.
El corazón me late en el pecho cuando pasan, absortos en lo que sea que estén
discutiendo y sin darse cuenta de que un preso sin escrúpulos está pasando el
rato en un ala en la que ciertamente no debería estar. Intento escuchar lo que
dicen, por si tiene que ver con Darcey o con O'Malley, pero la sangre me corre
tan fuerte por los oídos que lo único que oigo son las palabras de renombre y
los métodos controversiales.
Justo cuando están casi saliendo por la puerta de enfrente, vuelvo a recibir
una descarga en la polla. Contengo la respiración para mantenerme en silencio,
maldiciendo a ese cabrón, esté donde esté.
Mirando al techo con desdén, veo la cámara apuntando hacia mí.
Cuando me aseguro de que el director y el otro guardia se han ido, me
escabullo hacia la puerta y me dirijo en la dirección por la que han venido. Hay
más celdas aquí abajo, o habitaciones, pero parecen estar acolchadas, como las
que se encuentran en un viejo manicomio. Miro dentro de cada una de las
pequeñas ventanas cuadradas de las puertas al pasar. La mayoría están vacías.
En tres celdas hay internos, aunque no reconozco a ninguno. Estoy seguro de
que deben de estar aquí abajo desde antes de que yo llegara.
Otro grito atraviesa el aire y me dirijo a la celda de la que procede. Cuando
miro dentro, veo a un hombre atado a una silla. Es un tipo pálido con el pelo
oscuro, afeitado por supuesto. Y está claramente angustiado.
Hay dos médicos en la habitación con él. O al menos, espero que sean
médicos. Llevan batas blancas de laboratorio y se mueven a su alrededor,
comprobando sus constantes vitales mientras él se retuerce. No sé qué
demonios le están haciendo, pero sea lo que sea parece horrible. Tiene la cara
roja y las muñecas le sangran de tanto luchar contra los grilletes.
—¡Vete a la mierda, imbécil! —grita. Enseguida me doy cuenta de que se trata
de O'Malley porque tiene un perceptible acento irlandés—. ¡No pueden
hacerme esto!
Uno de los médicos se inclina hacia él y le dice algo que parece cortarle
profundamente, porque se le arruga la frente y gime, antes de soltar un grito.
En ese momento, su mirada se desvía hacia la ventana y nos miramos.
Parpadea un par de veces y yo le devuelvo la mirada. Probablemente debería
darme la vuelta y correr. No lo conozco, y él podría fácilmente gritar, haciendo
saber a todos que estoy aquí, para que me atrapen.
Pero no lo hace. En su lugar, sacude la cabeza, repetidamente. Sus ojos se
ensanchan y dice algo con la boca. Creo que es "sal de aquí".
Una gran mano me golpea en el hombro y salto tan fuerte que casi salgo
volando. Por el tacto y el olor del tipo que está detrás de mí, me doy cuenta
enseguida de que es Kemper. Mis ojos se quedan con O'Malley un momento
mientras los médicos le conectan algo a las sienes. Esos dispositivos de
electrodos de Frankenstein.
Se limita a negar con la cabeza mientras Kemper me agarra por la cintura y
me arrastra, con el sonido de los gritos de O'Malley resonando en el pasillo.
En mis oídos y en mi cerebro; los gritos no cesan.
Me tapo los oídos con las manos y tiemblo mientras Kemper me empuja hacia
una esquina. El ruido en mi cabeza se hace más fuerte y no puedo soportarlo.
Me duele la cabeza. Mientras aprieto los ojos con fuerza, la agonía bulle en mi
interior, con gritos, voces y dolor.
Kemper me empuja contra un muro de hormigón y me agarra la cara. Mis
ojos se abren para mirarlo mientras me aprisiona con sus brazos a cada lado de
mi cabeza. Los pozos de un profundo azul negruzco se clavan en mí mientras su
cara baja apenas un centímetro por encima de la mía.
—¿Por qué me has traído aquí? —Tomo aire y lo retengo, intentando calmar
mi ritmo cardíaco.
—Quería que vieras... —su aliento mentolado roza mis labios, enviando una
sacudida a mi polla. Ya no puedo saber si está pulsando el botón. No creo que lo
esté haciendo... El mando ni siquiera está en su mano.
—¿Ver qué?
—Dascha, eres mío —mueve sus labios junto a mi oreja—. No me importa si
no lo quieres. No te involucrarás con nadie más, ¿entiendes?
Le gruño en la cara.
—No eres mi dueño, Kemper.
Golpea la pared junto a mi cabeza, con fuerza.
—Está claro que no te estoy castigando lo suficiente.
La mirada de rabia en su cara me hace retorcerme de miedo, y decido
renunciar a mi intento de independencia. Ya no estoy de humor para que me
sorprenda. Estoy cansado y todo es muy ruidoso.
—No, no. Por favor. Lo entiendo, ¿de acuerdo? Lo prometo. No voy a...
involucrarme con nadie. —Trago saliva—. Eres el único.
Me mira y algo se suaviza en su rostro. Sus ojos se posan en mis labios, y no
puedo evitar lamerlos. La forma en que me mira la boca hace que se me sequen
los labios. Toda mi boca está seca, ahora que lo pienso. Y mi garganta.
—¿Me tienes miedo, recluso? —Él ruge, tan cerca que puedo sentirlo.
Y por mucho que me gustaría actuar con dureza en este momento, la
respuesta surge, en silencio, sin vacilar.
—Sí.
Toma aire y lo suelta lentamente, mientras observa mi boca, antes de decir:
—Bien.
Entonces me hace girar a la fuerza, presionándome contra la pared mientras
me esposa por detrás.
—¿Qué estás haciendo? —gruño, confundido por sus acciones.
Me murmura al oído:
—Te llevo de vuelta.
Día 46 dentro
Dash

Por mucho que proteste durante todo el camino, el oficial Kemper me lleva
de vuelta a la zona de población general. Y luego me deja allí.
Me empuja a través de una de las puertas hasta que prácticamente choco con
Velle, que me echa un vistazo, con semen seco en el cuello y en la ropa... una
jaula para el pene estrangulando la porquería de mi pobre polla flácida. No es
que él pueda ver eso, necesariamente, pero siento que todo el mundo lo sabe.
Sus ojos se dirigen a mi entrepierna y no puedo cubrirme porque tengo las
manos esposadas a la espalda.
Y la boca de Velle se transforma en una enorme sonrisa comemierda. Joy está
de pie a su lado, imagínate, y mi cara y mi cuello se calientan como un horno.
Parece un poco aturdida, no divertida como Velle, mientras da un paso adelante,
asomándose por la puerta de la que acabo de salir.
Kemper ya se ha ido. No tiene sentido buscarlo.
—Vamos a llevarte de vuelta a tu celda, 101 —suspira Joy, tomándome del
brazo y arrastrándome lejos de Velle, que ahora se ríe maliciosamente.
—Lástima que no tenga una cámara —se ríe—. Esto es una foto perfecta aquí
mismo.
—Velle —Joy arremete en voz baja mientras me acompaña a la puerta
opuesta—. Déjalo en paz. Obviamente ya ha sufrido bastante por un día.
Jesús, ¿realmente me veo tan mal?
La presión se acumula detrás de mis cuencas oculares mientras me arrastro
al lado de Joy, pasando guardia tras guardia, todos los cuales se detienen y me
miran como si fuera una maldita broma.
Como una putita empapada de semen, la voz de Kemper resuena en mi mente.
¿Todavía sientes mi polla en tu garganta, preso? Esto es lo que querías, ¿no?
Estoy tan jodidamente cansado... Me siento como si me hubieran golpeado
desde dentro. Estoy agotado, y ahora sé por qué Darcey me miraba como lo
hacía. Debo estar tan mal como él. Tal vez peor.
Manteniendo la cabeza agachada mientras caminamos por la fila, con los ojos
puestos en mis pies, ignoro los silbidos y las llamadas de otros reclusos. Las
cosas que dicen, hacen que olas de ira se estrellen dentro de mí como una marea
alta. Quiero romper algo. Quiero hacer algo sangriento.
No puedo creer que me haya hecho esto... Sabía perfectamente lo humillante
que sería esto, y sabía que no había forma de que se me pusiera dura por la
vergüenza, como haría normalmente. Ya ni siquiera puedo sentir mi polla. Está
adormecida.
Me duele la mandíbula, me late la cabeza. Mi vida es una mierda.
Cuando por fin llegamos a mi celda, un diminuto alivio inunda mi pecho. Joy
me lleva dentro y me quita las esposas, marchándose sin decir nada, aunque no
me extraña la mirada de lástima que pone en su cara. Me hace sentir diez veces
peor.
Luthor no está aquí, lo que significa que debe ser la hora de la cena para
nuestro grupo. En cierto modo me alegro, ya que lo último que quiero es que
me vea así. Aunque estoy seguro de que se enterará... En este lugar se corre la
voz, ya que no hay nada mejor que hacer que hablar de mierda.
Exhalando con fuerza, me dirijo al lavabo para lavarme el maldito semen. Me
quito la camiseta y trato de restregarla con un poco de jabón en barra y agua,
colgándola en la litera para que se seque mientras sumerjo toda mi maldita
cabeza bajo el grifo, restregando mi cara, mi cuello y mi pecho todo lo posible
en el pequeño lavabo. Luego me cepillo los dientes, ya que no he podido hacerlo
esta mañana. Kemper dijo que me iba a traer otro cepillo de dientes, pero nunca
lo hizo. Imbécil.
Me cepillo la lengua con fuerza para quitarme el sabor de su polla de la boca.
Me siento mal del estómago de repente, al pensar en las cosas que hice...
Algo debe haberse apoderado de mí. No sé quién fue la otra noche, pero no fue
Dash Reznikov.
Me pongo un par de calzoncillos nuevos y me tomo un segundo para ver cómo
está mi polla. La jaula me parece jodidamente ridícula. Me mantiene la polla
sujeta, lo que no parece gustarle. La piel está visiblemente roja, probablemente
por todos los golpes, y mis pelotas se sienten pesadas, como un globo de agua
sobrellenado.
Esto es una mierda. Quiero que me quiten esta cosa de encima.
Tiro de la cerradura, sacudiendo la cabeza. Ese cabrón tiene la llave. Eso
significa que no ha terminado conmigo, ni mucho menos. Toda esa charla de
que soy suyo, ¿y luego me deja aquí arriba? Me reclama, sus palabras, y luego
me deja a mi suerte. ¿Qué mierda es esa, de todos modos?
Con las sienes palpitantes, me tumbo en la cama y me tapo con la fina manta.
Aquí arriba no hace tanto frío como en el calabozo, pero hace frío y no tengo
ninguna camisa puesta, ya que la única que tengo aún se está secando. No
quiero ni pensar en que llevo los mismos calcetines desde que llegué. Odio
llevar la ropa sucia, pero por lo visto no se preocupan de hacer la colada
regularmente como los humanos civilizados.
Opto por lavar los calcetines en el fregadero, lo que me lleva unos minutos.
Los cuelgo junto a mi camisa y me vuelvo a tumbar, bostezando. Mis párpados
caen con los pensamientos que se arremolinan en mi cerebro...
Darcey en una camisa de fuerza, O'Malley siendo torturado... La boca de
Kemper alrededor de mi polla. Su lengua acariciándome mientras me corría en su
garganta.
Mi polla salta contra la jaula y agarro la manta con el puño.
El sueño intenta atraparme mientras mis dedos pican por la sensación del
suave pelo dorado y las fuertes partes musculosas. Me quedo con la imagen de
unos ojos tan azules como el cielo de noche, con estrellas y todo, y el sonido de
una voz profunda que me susurra al oído.
Yo hago lo que tú quieres.
Eres mío.
El sonido de la puerta de la celda al cerrarse me despierta bruscamente. El
corazón me martillea detrás de las costillas mientras me incorporo,
parpadeando para despertarme. Mi primer instinto es ponerse tenso, pero
cuando veo a Luthor, me relajo un poco, exhalando lentamente.
—¡Gracias a Dios que estás bien! —Luthor se precipita hacia la litera,
dejándose caer a los pies de mi cama—. Dijeron que estabas aquí arriba. ¿Estás
bien?
—Estoy bien. —Asiento con la cabeza, aunque lo último que siento es estar
bien.
—Bien. He oído algunas cosas... —murmura, y luego se detiene, mirándome
con atención, como si no supiera cómo decir lo que está pensando.
—Fui al ala este. —cambio de tema—. Vi a O'Malley... Al menos estoy bastante
seguro de que era él. Estaban haciendo algo... —Recuerdo sus gritos y la cara
que puso cuando me dijo que me fuera—. Está mal. No tengo ni idea, pero
tenemos que sacarlo de ahí.
—Dash, no hay forma de sacarlo —parpadea Luthor—. Él es de ellos ahora.
Nadie regresa del Este...
—¿Cómo es posible? —Me froto los ojos con los dedos—. ¿Qué demonios
quieren con él, de todos modos?
Luthor se queda callado un segundo, mirando su regazo.
—O'Malley... es complicado. Hay rumores sobre lo que hizo para entrar aquí.
No me gusta repetir las cosas que me cuenta Ren, pero en este caso, podría ser
cierto...
—¿Qué podría ser? —Me siento más erguido.
—O'Malley mató a un niño —murmura Luthor, el arrepentimiento carcome
su tono—. A su hermano menor. Lo ahogó en una bañera. Él... —Hace una pausa
y exhala lentamente, sacudiendo la cabeza—. Escondió el cuerpo durante
cuatro días antes de que alguien lo descubriera.
Todo mi cuerpo se ha quedado inmóvil. Creo que ni siquiera respiro.
—¿Fue... un accidente? —pregunto, esperanzado. Pero Luthor me lanza una
mirada que responde a mi pregunta—. Por Dios...
—Sí. Así que, como Darcey, está ahí abajo por una razón. —Continúa—. Es
decir, todos hemos hecho mierda, pero si el Alcaide se interesa por tu caso,
sueles acabar en el ala este. Es peor que estar aquí arriba, eso es seguro.
Sacudo la cabeza. —No merezco estar aquí. He robado un puto banco. No he
matado a nadie. —Luthor me mira, sus ojos se entrecierran un poco como si no
entendiera lo que estoy diciendo—. Sin ánimo de ofender —añado
rápidamente—. Es decir, no sé qué has hecho para entrar aquí, pero no pareces
un asesino.
Luthor se ríe con cierta sorna.
—Sí, y tampoco O'Malley si hablas con él.
—O Darcey —murmuro.
Buena observación. Los asesinos no actúan como locos. Son gente normal.
Levanto la vista hacia Luthor y, a pesar de saber que se supone que nunca
debes hacer esto, pregunto:
—¿Qué hiciste? ¿Para que te envíen aquí?
Se mueve, con un aire serio, antes de tragar visiblemente, apoyándose en la
pared.
—¿Recuerdas que te hablé del ordenador que monté en el garaje de mis
padres? —Asiento con la cabeza—. Bueno, me pasé todo el tiempo en él. Entre
eso y la escuela, me volví muy bueno con las cosas tecnológicas, hasta el punto
de que lo convertí en mi vida. Lo aprendí todo y luego, como cualquier chico
joven y estúpido con demasiado poder, utilicé mis habilidades para ganar
dinero. Podía hacer cualquier cosa, hombre. Empecé con identificaciones falsas,
luego pasaportes. Luego, hackear los bancos de la gente, sus cuentas de
Amazon. Amigo, no había nada que no pudiera hacer.
—Entre bastidores, mis padres siempre me molestaban por no salir y tener
una vida real. No entendían que la tecnología era mi vida. Era lo único que
quería hacer. Tenía millones de amigos en línea, desde jugadores hasta redes
sociales. Y sí, supongo que se volvió algo adictivo. Me sentía como un dios, en
cierto modo. Sé que puede sonar estúpido para la gente que no lo entiende, pero
tenía el mundo al alcance de la mano.
Se detiene un momento, y luego se sacude un pensamiento.
—De todos modos, ignoré a mis padres y seguí adelante con ello. Tenía un
grupo de amigos jugadores, y jugábamos constantemente a Fallout, haciendo
vídeos y demás... Una de las amigas era una chica, KillaClam25. —Se ríe al ver
mi cara—. Su verdadero nombre era Leah. Se convirtió en una de mis mejores
amigas. Hablábamos todos los días, por videochat, por mensajes de texto... todo.
La quería, pero había algo... raro en ella.
—¿Algo raro? —Yo digo que sí—. ¿Qué quieres decir?
—Bueno, como que tenía miedo de decirnos exactamente dónde vivía. Todos
sabíamos en qué ciudades vivían los demás, pero ella sólo nos decía el estado.
Sus perfiles eran privados y súper vagos.
Nunca tenía fotos de nadie en su vida, y siempre se desconectaba de la nada,
desapareciendo a veces durante días.
—Cada vez que le preguntábamos, se ponía a la defensiva. No podíamos
entender su situación, y pensamos que tal vez estaba mintiendo sobre ella
misma, como un catfish29. Pero nos enviamos mensajes de vídeo todo el tiempo,
y su cara coincidía con su perfil. Era extraño, ¿sabes? Entonces, una vez,
ninguno de nosotros supo de ella durante dos meses. Era el tiempo más largo
que había estado fuera, y estábamos preocupados porque no había dicho nada.
Sólo... desapareció.
—Seguí intentando localizarla. Me negaba a rendirme, porque era mi amiga.
Es... mi amiga. —dice entrecortadamente, y el corazón me pesa detrás de las
costillas.
Se sacude una vez más.
—Me llevó un tiempo, pero finalmente la llamé por teléfono. Y me contó lo
que pasaba... Resulta que era víctima de una enorme red clandestina de tráfico
sexual internacional.
Siento que se me abren los ojos.
—¿Qué?
—Sí. —suspira—. Quiero decir que ocurrió mucho antes de que empezara a
hablar con nosotros. Supongo que la secuestraron en el centro comercial de su
ciudad natal cuando tenía doce años, y desde entonces ha estado viviendo por
todo el mundo. Son diez años en los que la han llevado de un lado a otro,
obligándola a tener relaciones sexuales con hombres de todo el mundo. Me di
cuenta de que intentaba restarle importancia. Sabía que estaba acostumbrada
a ello, pero escucharlo por primera vez, me disgustó. Más que eso... estaba
jodidamente enfadado.
—No podía dejarlo pasar, amigo. Simplemente no podía. Esa mierda me
mantenía despierto por la noche. Le rogué que tratara de conseguir alguna
ayuda o algo, pero no había nada que pudiera hacer. Ella dijo que el círculo
sexual era manejado por una élite de personas. Gente que nunca esperarías...
Esa fue la gota que colmó el vaso para mí. Y decidí intervenir. Pasé semanas
indagando, hackeando cuentas, adentrándome más y más en la web oscura.

29
Catfishing no tiene una traducción literal al castellano, es un anglicismo que significa, tal cual, usurpar la
personalidad de alguien en redes sociales y/o Internet para ligar con otras personas.
Finalmente descubrí algunas cosas que, supongo, eran un asunto de seguridad
nacional. Y terminé... hackeando el Pentágono.
Toso ante sus palabras.
—¿El Pentágono? ¿Como el Pentágono, en Washington?
—Sí. —Se ríe—. Fue una puta locura. Descubrí algunas cosas que no debía. Y
lo siguiente que supe fue que cuatro enormes todoterrenos negros estaban
llegando al jardín de mis padres y unos tipos me llevaban esposado. —Se pasa
una mano por la cara—. Supe que estaba jodido cuando me vendaron los ojos.
Nunca me llamaron por teléfono, no pude hablar con un abogado... Me desperté
aquí, y eso fue hace cinco años. Ni siquiera pude despedirme de mis padres... —
Su voz se tambalea por un segundo, y se aclara la garganta—. Ojalá pudiera
disculparme con ellos. Ojalá pudieran haber tenido un hijo normal... Uno al que
le gustara jugar al béisbol e ir al cine.
Mirando a mi amigo, reconozco ahora que es mi amigo porque siento una
inmensa simpatía por él. Ojalá pudiera hacer o decir algo para consolarlo.
—Soy su mayor decepción —murmura, mirando a la pared, inexpresivo.
—¿No lo somos todos? —digo, y él gira la cabeza para mirarme—. Por eso
estamos todos aquí, hombre. Somos unas putas decepciones. No estás solo. Y
mira, tus padres deberían sentirse afortunados de tener un hijo como tú,
porque eres inteligente y tienes iniciativa. —Mi barbilla cae—. Me pasé toda mi
infancia persiguiendo la aprobación de mi padre, intentando ser igual que él, y
luego acabó dejándome, de cualquier manera. Dejándome con ella... —Se me
revuelve el estómago y cierro los ojos por un momento.
—Supongo que estamos todos jodidos aquí, ¿no? —Luthor resopla y yo
asiento sin decir nada porque es lo único que puedo hacer.
Nos quedamos en silencio durante un rato, sentados y pensando, dejando que
las duras verdades de nuestras vidas se asienten sobre nosotros. Todos hemos
metido la pata y tomado malas decisiones, y por eso estamos aquí. Ninguno de
nosotros es mejor o peor que el otro.
Somos la escoria de la sociedad. Dejados atrás para que se pudran.
Las luces de la fila se apagan, pero Luthor y yo seguimos sentados en mi cama.
Finalmente, él vuelve a hablar.
—Dash...
—¿Sí?
—Lo que hiciste... con Rook... —Su voz es vacilante, y mi corazón patalea—.
¿Te gustó?
Mi primera reacción visceral es burlarse de que no, como un macho hetero
que se encuentra de rodillas tragándose la carga de un tipo. Pero Luthor es mi
amigo y le debo, como mínimo, la verdad.
Así que susurro:
—Creo que sí.
Se queda en silencio un momento antes de decir:
—Me ha gustado verlo.
Esta vez nos quedamos los dos en silencio.
—¿Qué crees que significa? —le pregunto, la confusión me retuerce hasta la
médula.
Necesito respuestas. No entiendo por qué está pasando todo esto ahora.
Parece demasiado conveniente decir que es sólo porque no hay mujeres
alrededor, y si soy sincero conmigo mismo, no lo siento así.
—No tengo ni idea... —suspira—. Pero estoy un poco celoso.
Suelto una carcajada.
—¿Por qué? ¿Porque me he tragado el semen de Rook?
—No. Porque te estás dejando hacer cosas. Obviamente no tienes miedo de...
experimentar. Lo que sea que quieras probar, lo estás probando.
—Luthor, en realidad no he elegido esto —le digo, tomando la decisión de
mostrarle lo que tengo en los pantalones.
Me los bajo de un tirón y los ojos de Luthor se abren de par en par.
Levanta las manos.
—Vaya, Dash, no quería decir...
—No, idiota —le corto, sacando mi polla enjaulada—. No estoy coqueteando
contigo. Mira.
Sus ojos se posan en mi polla y su cara se transforma en una de espanto. Sin
embargo, no parece totalmente sorprendido, ni confundido por ello.
—Mierda... —Inclina la cabeza—. Ya le hicieron eso a Ren.
—¿De verdad? —Me vuelvo a subir los pantalones—. ¿Quién lo hizo?
—Velle. Pero el director lo ordenó. Ren siempre ha estado fuera de control,
pero cuando llegó aquí, se volvió salvaje. Querían calmarlo, pero como puedes
ver, Ren no puede ser domesticado. No hace falta decir que no funcionó.
Procesando toda esta información, algo que dijo se me queda grabado en la
mente.
—¿Cómo sabes lo que pasó cuando Ren llegó aquí por primera vez? Pensé
que había dicho que llevaba aquí quince años.
Luthor suspira:
—Dash, Ren es un mentiroso patológico.
Se me cae la mandíbula, y de repente todo lo que Ren ha dicho o hecho pasa
por mi mente.
—No puedes creer nada de lo que dice. —continúa Luthor—. Tiene muchos
más problemas que eso, pero es uno de los más molestos. Le han hecho pruebas
de polígrafo antes. Casi rompe la máquina. —Luthor se ríe y yo no puedo evitar
reírme también.
—Estamos tan jodidos. —cacareo, y Luthor se ríe a la par.
—Un puñado de putos inadaptados —tararea, limpiándose los ojos—. Jaulas
de pollas, mentirosos y tontos.
—Vaya —sonrío, y él se ríe a carcajadas.
—¿Duele esa cosa?
—La verdad es que no, a no ser que me dé una descarga. —Me contoneo un
poco al mencionarlo—. Sólo me entumece la polla. Me siento como un pollito.
—¿Cómo te produce un shock? —Parece intrigado, lo cual es un poco extraño.
—El guardia lo controla —le digo, y sus cejas se juntan en señal de
confusión—. A eso me refería antes cuando decía que yo no había elegido esto...
El guardia de aislamiento me ha estado obligando a hacer cosas. Y empecé
odiándolo, pero ya no sé distinguirlo. —Hablar de Kemper se siente extraño. No
quiero estar pensando en él. No quiero atribuirle ninguno de mis sentimientos,
pero no puedo evitarlo—. Las líneas definitivamente se desdibujaron, como
dijiste.
—Sí, eso pasará —retumba, y luego se queda mirando al espacio durante un
segundo.
Me pregunto si está pensando en Ren. Debe ser difícil sentir algo por alguien
tan complicado como Ren. Por otra parte, ninguno de nosotros es precisamente
sencillo. Kemper es un maldito loco, y sin embargo ahora me encuentro
preguntándome dónde está...
Si va a volver por mí, y cuándo.
Un rato después, Luthor se escabulle de mi cama y se sube a la suya. Se queda
dormido en un instante, como de costumbre, pero yo me paso la noche mirando
al espacio, esperando oír esas pisadas familiares, los sonidos tintineantes que
nunca llegan.

A la mañana siguiente, nos dan la bienvenida a las duchas, lo que significa que
nos llevarán a las duchas y después probablemente iremos a comer. Me he dado
cuenta de que escalonan los grupos entre la comida y las duchas, de modo que
no hay más de veinte reclusos en un mismo lugar a la vez. Suelen ir en orden,
pero es difícil saber exactamente qué pasará en cada momento.
Creo que es una táctica. Los guardias hacen las cosas al azar a propósito, para
que nunca nos acostumbremos a una rutina. Las rutinas dan comodidad a los
humanos, y quieren mantenernos lo más incómodos posible.
Afortunadamente para mí, estoy acostumbrado al desorden. Sucede dentro
de mí todo el día, todos los días, e incluso cuando encuentro algo a lo que
aferrarme, el mundo que me rodea sigue dando vueltas. Me recuerda a
Nietzsche... El caos.
Al entrar en las duchas, estoy más nervioso que de costumbre. Tengo una
jaula en la polla, una que contiene la capacidad de darme una descarga. Dudo
mucho que se me permita mojarla, así que ahora tengo que ingeniármelas para
ducharme sin mojar mi polla. No es lo ideal. Me gustaría mucho lavarme los
huevos.
Y además, no quiero desnudarme delante de un montón de tipos con esta
cosa puesta. Ayer ya fue bastante embarazoso sin que todos esos tipos vieran
lo que pasa dentro de mis pantalones. No me imagino que vaya a salir bien en
las duchas y, sinceramente, el ridículo es lo que menos me preocupa.
Una vez dentro, me escabullo hasta mi lugar habitual al final, donde
normalmente no va nadie. Está vacío, así que me apresuro a quitarme la ropa y
abro el grifo, manteniendo mi trasero bajo el agua mientras intento cubrir mi
polla a toda costa.
Rook pasa con una breve mirada que se convierte en una doble toma antes
de detenerse.
—¿Qué demonios es eso? —Jadea, con los ojos puestos en mi polla.
—¡Shh! —Miro alrededor, asegurándome de que no viene nadie más—. No
está puesto por elección, ¿de acuerdo?
—Eso parece doloroso. —se acerca, agachándose un poco para inspeccionar.
Me alegro de que no me odie después del otro día, pero no debería dejarle
acercarse a mi polla. Si Kemper ve esto, se acabará todo para mí.
Me alejo de él y me mira, con una expresión ligeramente incómoda en su
rostro, como si recordara mi boca en su polla.
Mi cara se calienta más rápido que el agua de las duchas y me aclaro la
garganta.
—Oye, ¿crees que podrías vigilar por mí? No quiero que nadie más vea esto...
Me mira fijamente por un momento, pareciendo que va a decir que sí, pero
entonces oigo a Velle gritar por él.
—¡Rook! Ven aquí. —La voz de Velle brama desde el exterior de la puerta, y
Rook me lanza una mirada de disculpa.
—Lo siento, Dash —murmura y se encoge de hombros—. No quiero volver a
cabrearlo.
Se endereza y se marcha antes de que pueda protestar. Decido irme a la
mierda. Me daré un baño de pájaros en el maldito fregadero si es necesario. No
vale la pena.
Estoy a punto de agarrar mis cosas cuando oigo que se acerca gente. Unos
cuantos tipos grandes se acercan a mi lado, hablando entre ellos. No los conozco
personalmente, pero reconozco sus caras de la otra noche... Son los tipos a los
que Ren se acercó en la cafetería. Durante el apagón.
Empiezan a quitarse la ropa, pero se detienen cuando se fijan en mí. Apenas
me he puesto los calzoncillos cuando uno de ellos ve mi polla y abre los ojos.
—¡Mierda! ¿Es una de esas jaulas para penes? —El tipo señala mi
entrepierna.
Me subo los calzoncillos y me agarro los pantalones, pero uno de los otros
tipos me los quita. Lo miro a él y luego a los otros dos. Son todos bastante
grandes. Si intento enfrentarme a todos ellos, no acabaré bien.
Pero lucharé si es necesario.
—El novato es un bicho raro —dice el más imbécil, el que lleva una de esas
sonrisas de cretino engreído, como Velle—. Enséñame eso otra vez. Quiero ver
cómo funciona.
—Puedes irte a la mierda. —Estrecho mi mirada a su estúpida cara de
mierda.
Se acerca a mí, y yo también doy un paso, porque a la mierda. Pero antes de
que las cosas se intensifiquen, alguien más aparece en la esquina.
—Vamos, chicos —suspira Ren, cruzando los brazos sobre su pecho
desnudo—. Es una jaula para pollas. ¿No hemos visto todos una antes? No es
ninguna novedad.
Miro fijamente a Ren y él me lanza una rápida mirada, antes de acercarse al
tipo que me sujeta los pantalones. Le pone una mano en el brazo, lo que parece
disminuir la tensión, y luego toma mis pantalones y me los arroja.
No dudo en meterme en ellos, manteniendo la guardia alta, porque, aunque
Ren conoce a estos tipos, no me fío ni un pelo de ellos. Y no me gusta nada la
idea de que Ren se asocie con ellos cuando sé lo mucho que le importa a Luthor.
No puedo permitirme el lujo de ser galante en nombre de nadie en este
momento, pero aun así... quiero que estos imbéciles se vayan.
—Oh, sí, olvidé que tenías que llevar uno hace tiempo, Ren, cariño —
canturrea el tipo más grande, mirando a Ren de arriba abajo—. Debe ser un
castigo para los putos.
—¿Qué mierda dices? —Me acerco a trompicones al imbécil, pero Ren me
pone una mano en el pecho para detenerme
—Hmm... Supongo que puedes chupártela tú mismo esta noche, Percy —
sonríe Ren con maldad.
—¿Te llamas Percy? —Me río. Al chico no le hace ninguna gracia.
Mira fijamente a Ren.
—Te he dicho que no me llames así. —Se lanza hacia adelante poniéndose en
la cara de Ren. Pero Ren no se echa atrás. Es básicamente del mismo tamaño
que este tipo, y supongo que puede aguantar. Al menos, eso espero.
—Ren, tu boca es más adecuada para absorber cosas. —Se burla uno de los
otros tipos.
Ren pone los ojos en blanco.
—Eso es muy original.
—Oye, Gage, dejemos que las dos zorras se masturben mutuamente —dice
un tipo, mirando detrás de él.
—Eres un marica, Matthews —dice el tipo grande, Percy Gage, el maldito
nombre estúpido—. Quiero que Ren y su amigo se disculpen por ser unas zorras
desconsideradas.
—Sin embargo, ya tengo dos infracciones con Velle. —dice Matthews, pero
Gage lo ignora.
—Muéstranos lo que hace la jaula, novato —se acerca. —¿Ayuda cuando
tomas una polla bien profunda? Creo que deberíamos probarlo.
Mi mandíbula se tensa mientras observo con llamas de odio a los ojos el
imbécil.
—Da otro paso, Percy. Te reto.
—Dash, vete —dice Ren—. Yo puedo encargarme de esto.
—Uno de ustedes se lo va a tomar a lo bruto —dice Gage entrecerrando los
ojos—. No me importa cuál.
Mis puños se cierran y estoy listo para escupir en la cara de este imbécil.
—Dash. —Ren vuelve a soltar un chasquido—. Vete.
—No te voy a dejar a solas con él. —refunfuño.
—Eso es muy dulce —sonríe el imbécil—. ¿Ahora son novios? Pero, ¿cómo se
deciden cuál de los dos se agacha cuando los dos son culos?
El rojo salpica mi visión y le doy un puñetazo en la cara. Se tambalea, pero
inmediatamente vuelve a por mí. Ren salta entre nosotros y le empuja mientras
yo sigo balanceándome alrededor del cuerpo de Ren.
En un instante, los gritos provienen de todas las direcciones, y ahora otros
prisioneros nos rodean, pidiendo a gritos una pelea. El infierno se desata.
Ren recibe un puñetazo en la tripa, pero luego golpea a Gage en la cara tres
veces, rápidamente; pop, pop, pop, una tras otra. Tengo que detenerme en
shock por un segundo, porque ¿no es este el mismo tipo que me dejó que lo
golpeara la semana pasada?
El amigo de Gage viene hacia mí lanzándose desde un lado y yo me agacho
para evitar su puño, enderezándome a tiempo para darle en la nariz. Voy a dar
otro golpe cuando la multitud se separa y un enfurecido Velle se abre paso, con
Rook, Joy y otros dos guardias pisándole los talones. Por supuesto, sus ojos se
posan primero en mí, antes de observar la escena.
Saca su Glock y la sostiene con una mano, mientras que con la otra busca su
pistola eléctrica.
—¡¿Qué mierda está pasando aquí?! —ruge tan fuerte que todo el mundo
mira inmediatamente hacia arriba.
Rook y Joy sacan sus porras. Todos parecen cabreados, y lo único que puedo
hacer es quedarme de pie junto a Ren, jadeando. Ren me mira y yo le devuelvo
la mirada, y asentimos el uno al otro. Estamos en sintonía por primera vez
desde que llegué aquí. Se siente bien. Es un buen tipo, supongo.
—Jesús, 101 —resopla Joy—. ¿Por qué siempre estás en el centro de esta
mierda?
—Yo no...
—No hables, maldita sea. —me sisea Velle en la cara, y luego se vuelve para
ladrarle a Joy—: Llévalo de vuelta abajo, demonios. Ahora.
Joy me agarra y me arrastra fuera de las duchas, descalzo, sin camisa, y por
primera vez, no temiendo el aislamiento tanto como probablemente debería.
Necesito ver a Kemper. Todo esto es culpa suya y estoy jodidamente
cabreado. No me importa si quiere castigarme... Voy a darle una parte de mis
pensamientos.
Puede que sea una mala decisión, pero no puede importarme ahora mismo.
Estoy excitado.
Así que vuelvo a bajar al calabozo... Ni siquiera veinticuatro horas después.
Día 47 dentro
Dash

Estoy en aislamiento durante doce horas antes de que Kemper aparezca por
fin.
Todas las horas que pasé paseando me dieron más tiempo para pensar, lo
que me hizo ponerme aún más en marcha, y ahora estoy directamente furioso.
Sabía lo que iba a pasar, al lanzarme allí arriba con semen por todas partes y
con un puto cable de descarga en la polla. Para alguien que dice que le he faltado
al respeto, seguro que no tiene ningún problema en hacérmelo.
Cuando abre la puerta de la celda de Darcey y entra, me apoyo en la pared de
enfrente y me enfurezco en su dirección. Me mira fijamente durante minutos en
silencio, como siempre, y me está volviendo jodidamente loco, pero me niego a
hablar primero.
Finalmente, entra en la habitación y murmura:
—¿Vuelves tan pronto, Luscious?
Me rechinan los dientes mientras me encojo de hombros.
—Es que me gusta mucho estar aquí abajo.
Se ríe, una cosa ronca y profunda, y se acerca, observándome, luego levanta
la ceja, supongo que porque estoy sin camisa y sin zapatos.
—Me metí en una pelea en las duchas. —refunfuño—. Me olvidé los zapatos
y la camisa.
—Eso es una imprudencia, recluso. Está helado y sucio aquí abajo. —Me mira
los pies—. No quiero ni pisar este suelo con los zapatos puestos.
—Bueno, no fue precisamente mi elección dejar mi mierda. —Le fulmino con
la mirada.
Él cruza los brazos sobre el pecho, mirándome con mala cara en la escasa luz,
con los ojos iluminados, como siempre parecen estar.
—Si hay algo que te gustaría decirme, 101, sólo tienes que decirlo.
—Sí, hay algo que necesito decir. —Me retiro de la pared y me acerco a él—.
Me has jodido enviándome allí arriba de esa manera. Eso fue mil veces peor que
lo que crees que te hice. Y luego tuve que ducharme con esta puta cosa puesta.
Casi me dan una paliza.
Su mandíbula se mueve visiblemente.
—¿Lo hicieron?
Me detengo un momento.
—No... Pero, aun así. Esa no es la cuestión. No quería pelearme con nadie. Y
ahora me estás echando mierda sobre mis putos zapatos que perdí allí arriba.
Esos eran mis únicos zapatos, obviamente. Mi maldito par favorito de Adidas,
debo añadir.
Tiene el valor de sonreír. —Te conseguiré unas Adidas nuevas.
—No las quiero de ti. —Me acerco a su cara—. De hecho, no quiero nada de
ti que no sea la llave de esta mierda —Hago un gesto hacia mi polla, y él mira
hacia abajo por un momento. Luego sus ojos se deslizan hacia los míos y sus
cejas se levantan—. Quítamela de encima.
—Alguien se ha puesto pesado esta noche. —Da un paso adelante, directo
hacia mí. No tengo más remedio que retroceder. Sonríe, con una sutil maldad
que me hace tragar saliva—. Relájate, 101. Pensaba venir para que te lo
quitaras. Te has adelantado.
—Eso estuvo jodido, y lo sabes —siseo.
—Mhm. —Me dice, apenas prestando atención, como si yo fuera algo
intrascendente con lo que no tiene que lidiar. Estoy jodidamente furioso.
Saca una llave del bolsillo y mantiene sus ojos en los míos mientras me baja
los pantalones. Mi ritmo cardíaco aumenta por momentos, pero intento que no
se entere, quedándome inmóvil mientras me agarra la polla enjaulada con la
mano y abre el dispositivo.
En el momento en que se abre, mi polla se alivia, la piel se me pone de gallina
por la repentina liberación de la presión. Me quita la jaula y mi polla casi parece
estirarse, como estoy seguro de que lo haría si hubiera estado atrapado dentro
de algo asfixiante durante tres días. La sensación vuelve al instante a mi carne,
y es eufórica.
Tardo un momento en darme cuenta de que los dedos de Kemper están
frotando mi polla de nuevo y que se siente demasiado bien. No quiero que lo
haga, así que me agarro los pantalones y me los subo mientras me alejo de él.
Me mira con los ojos entrecerrados, guardando la jaula mientras una sonrisa de
satisfacción tuerce la esquina de su boca.
—Ya está, bebé Luscious. —Se inclina más hacia mi cara y susurra—: Todo
mejor.
Sacudo la cabeza.
—Lo de hoy ha sido realmente jodido. Me dices toda esa mierda de que te he
faltado al respeto, pero luego me tiras como si fuera basura. —Me detengo para
recomponerme, parpadeando con fuerza—. Eres un puto imbécil, Kemper.
—No me hagas enfadar, recluso. —Me empuja más cerca—. Apenas te estoy
perdonando tus indiscreciones. No hagas que me arrepienta. Y no me llames
así.
Burlándome, pongo los ojos en blanco.
—¿Qué, quieres que te llame papá o algo así?
Sus ojos parpadean con una rabia sin límites.
—Me llamarás como lo que soy para ti.
—¿Ah sí? —Me cruzo de brazos—. ¿Y qué es eso? ¿Imbécil violador gigante?
En un chasquido, se adelanta y me agarra por el cuello, golpeando mi espalda
contra la pared.
Toso, con los ojos muy abiertos mientras él se aprieta contra mí.
—Oficial, recluso 101 —me gruñe en la cara—. Y está claro que tu
comportamiento aún necesita trabajo.
Mis músculos están tensos, la rabia y el miedo se mezclan dentro de mí como
un torbellino. Sigo estando jodidamente cabreado, pero por la forma en que me
mira, creo que la he cagado atacándolo. Me lanza una de esas miradas
maliciosas que me producen un escalofrío.
Todavía me sujeta por el cuello, se gira y me empuja hacia la cama. Caigo de
espaldas y él se apresura a agarrarme de las piernas y ponerme boca abajo. Miro
por encima del hombro, con el pulso latiendo en mis oídos como un tambor de
acero, mientras veo cómo saca un par de esposas.
Mierda, no. No, no, otra vez no.
Trago con fuerza mientras me toma de las muñecas y me esposa a la cama.
Luego me baja los pantalones y los bóxers con un movimiento fluido. Estoy
jodidamente desnudo en esta habitación helada y, sin embargo, ardo por la
adrenalina que recorre mi cuerpo.
Intento zafarme de él, pero se coloca a horcajadas sobre mis muslos y me
sujeta mientras sus hábiles manos me acarician el culo.
—Para. ¿Qué estás haciendo? —jadeo, sin aliento por los nervios y el
esfuerzo.
El terror se apodera de mis entrañas. Tiene esa mirada amenazante en sus
ojos oscuros que me hace saber que algo peligroso está a punto de suceder.
—Me llevo lo que es mío. —Oigo cómo se desabrocha el cinturón, un sonido
que ahora se asocia con el miedo en mi mente.
Sigo observando por encima de mi hombro, respirando con dificultad
mientras él se sienta debajo de mi culo, acariciando su gigantesca polla con la
mano. Sus ojos se encuentran con los míos, y son negros; pilares profundos y
sombríos de emoción desprendida.
Se cree mi dueño... En cierto modo, sabía que esto acabaría ocurriendo.
Trago saliva cuando saca un pequeño frasco del bolsillo, exprime un poco de
líquido y lo frota por toda su erección. Parpadeando con los ojos más abiertos
que nunca, lo miro con una mirada que pide algo de compasión.
—No. No hagas esto... —Tiro de las esposas, el metal se clava en mi carne—.
Por favor.
Me ignora, no me sorprende, y me frota un poco de líquido caliente entre las
nalgas. Mi cuerpo se frunce ante su tacto y él deja escapar un pequeño rugido
desde el fondo de su garganta.
—Voy a disfrutar mucho con esto —me dice girando el dedo alrededor del
borde—. Para que lo sepas.
—Por favor, no lo hagas. Para... —Intento moverme debajo de él, pero es
demasiado pesado. Sé cómo va esto, y no espero ser capaz de detenerlo. Pero
esto es diferente. Esta es una línea que no quería cruzar. Sigo observando por
encima de mi hombro, horrorizado, cómo toma su polla lubricada con la mano
y la empuja hasta mi culo—. No me metas eso dentro, por favor, te lo ruego.
Haré lo que quieras.
—Pero esto es lo que quiero, Luscious. —Frota la cabeza de su polla arriba y
abajo sobre mi culo, mojando todo con la lubricación.
—No... —Vuelvo a gemir, cerrando los ojos y enterrando la cara en la cama
para no tener que ver lo que está pasando.
Me tira de las caderas hacia atrás para colocarse en una mejor posición,
manteniéndome inmóvil con sus manos dominantes.
—Relájate, Dascha —susurra, inclinándose hacia delante para darme un beso
en la columna vertebral. Me recorre un hormigueo mientras me acaricia las
caderas, sensualmente, como si fuera mi amante y estuviéramos haciendo esto
juntos. No como un psicópata violador que me obliga a follar antes de estar
seguro de querer hacerlo—. Quiero que te sientas bien, ¿sabes? Quiero que
disfrutes de esto. Pero de cualquier manera me correré.
—No quiero hacerlo —digo en voz alta—. No... todavía.
—Eres tan hermoso, bebé —murmura, deslizando su polla entre mis
mejillas—. Si pudieras ver lo que estoy viendo ahora mismo, entenderías por
qué no puedo esperar ni un segundo más. —Sus brazos me rodean, los dedos
ahuecan los músculos de mi pecho desde atrás—. He deseado esto desde la
primera vez que te vi.
Estoy tan nervioso que me castañetean los dientes. No sé si esto es algo que
me interesa. Es todo demasiado nuevo. El problema es que me está apurando,
y no está bien. Bueno, me está forzando.
Sin embargo, me corrí con sus dedos dentro de mí. Fue el mejor orgasmo de
mi vida. Esto podría ser lo mismo...
Pero su polla es enorme. Me va a destrozar.
—Kemp-Oficial —le digo sin parar mientras él se desliza y desliza su gran
polla sobre mi borde—. Por favor... no...
—¿No qué, bebé? —Me besa por toda la espalda, hasta el culo, y me pellizca
una mejilla hasta que me estremezco.
Mi polla se mueve debajo de mí, llamando mi atención sobre lo dura que está.
Ni siquiera me había dado cuenta... Estoy jodidamente duro, con el pulso
golpeando las venas por toda la sangre que corre.
Por supuesto que mi polla está dura. Ha estado oprimida durante días. Mis
pelotas están tan apretadas que estoy seguro de que me correré por cualquier
cosa en este momento.
Pero ese no es el punto. Tengo miedo...
—No me hagas daño. —suplico, con voz inestable, el corazón saltando en mi
pecho.
El agente Kemper me toma la barbilla con los dedos y me hace girar el rostro,
de modo que tengo que mirarlo por encima del hombro.
—No te haré daño, cariño. Al menos no a propósito. Sólo quiero lo que nadie
ha tenido antes. Lo necesito.
Sacudo la cabeza sutilmente, mirándolo con confusión. ¿Cómo sabe que nadie
me ha hecho esto antes?
Mis labios se separan, nuestros ojos se cruzan cuando, sin más discusión o
advertencia, empuja la punta de su polla hasta mi culo, la gorda y redonda
cabeza empujando ligeramente. Me roba todo el aliento de mis pulmones.
Luego da un fuerte empujón, y la ancha cosa atraviesa mi barrera. Me ahogo
y mi cabeza cae hacia delante como si me hubieran apuñalado.
—Eso es, bebé —dice, y me clava otro centímetro más, la quemadura me hace
arder—. Tómalo.
—Me... duele… —grazno, con los puños apretados por encima de las esposas.
—Tienes que relajar todo tu cuerpo, Dascha. Como cuando usé los dedos.
Asiento con la cabeza, reconociendo que esto está sucediendo, y que no hay
vuelta atrás. Lo único que puedo hacer ahora es concentrarme en superarlo.
Me insto a relajar los músculos de todo el cuerpo mientras él sigue
bombeando, su gruesa polla desgarrándome con solo un par de centímetros
dentro. Dios, eso mata. El ardor es una cosa, pero es tan grande que puedo sentir
cada vena mientras su polla me penetra, estirando mi cuerpo para adaptarse a
su grosor.
Sabiendo que este es un sitio en el que su polla no debería estar, mi cerebro
no deja de pensar en ello.
Pero ese factor hace que la sangre corra hacia mi erección. Se levanta como
un loco, clavándose en la cama mientras el oficial Kemper me taladra por detrás.
Está prohibido, esta idea. Se supone que él no debe hacer esto... Se supone
que yo no debo hacer esto.
Si alguien entrara ahora mismo, vería a un enorme y musculoso guardia
tatuado dándome por el culo.
Todo mi cuerpo se estremece y se enrojece de calor. Se mueve más,
lentamente, mientras me agarra las caderas con tanta fuerza que puedo sentir
cada una de sus huellas dactilares mientras se incrustan en mi carne.
—Estoy a mitad de camino, Luscious —dice con voz vacilante, y el sonido me
hace saber que está perdiendo el control, sólo un poco. Debería asustarme, pero
me produce un parpadeo de euforia la idea de hacer que alguien como él ceda
el control. A mí—. Voy a moverme ahora, bebé.
Mi pecho se calienta desafiante ante la frecuencia con la que me llama bebé.
Odio los apelativos cariñosos, y desprecio lo mucho que cree que soy suyo para
hacer esto, pero también parece que me debilita para él en contra de mi
voluntad.
Se retira un poco, la sensación es tan extraña que provoca un jadeo en mis
labios. Luego vuelve a introducirse, aún más profundamente, y ambos gemimos
al unísono. Sus movimientos se aceleran ligeramente, aunque sigue siendo lo
suficientemente lento como para que crea que me estoy adaptando a su tamaño,
aunque realmente no hay forma de que algo tan grande quepa dentro de mí.
Mientras me acaricia sin prisa, roza ese punto de mi interior, donde
estuvieron sus dedos el otro día, y me estremezco.
—¿Te gusta eso, cariño? —Me pasa las manos por los costados—. Tu culo es
la cosa más apretada en la que he tenido mi polla.
—Yo... yo... mierda... —mi voz se entrecorta contra la cama mientras él
empuja más y más profundamente, golpeando cada vez más el punto bueno. No
puedo respirar, mi cuerpo se enrosca como una goma elástica.
Kemper se derrite sobre mi espalda, metiendo su polla tan profundamente
que puedo sentir su pelvis en mi culo mientras toca fondo.
—¿Te gusta mi polla en lo más profundo de tu coñito, bebé? —Entonces sus
caderas trabajan, aumentando su ritmo, más rápido y más fuerte, empujando
dentro de mí una y otra vez mientras besa y lame la parte posterior de mi cuello,
mis hombros, luego mi oreja—. Toma esta polla, Luscious.
Sus palabras son tan provocativas que debería odiar lo que dice, pero mi polla
llora en la cama. No puedo creer que me guste esto. No puedo creer que esté
haciendo esto y yo esté duro como una piedra y disfrutando de ello. Mi mente
está desbordada, plagada de tantos pensamientos sobre lo malo que es esto y
lo bien que se siente, que al final se queda en blanco.
Kemper me agarra por la nuca y me gira el rostro hacia el suyo.
—Mírame, Dascha.
Mis ojos se abren para encontrarse con los suyos. Los interminables océanos
me atrapan, clavándome en su sitio. Su aliento áspero sale de entre sus labios
mientras bombea dentro de mí, arrastrando y conduciendo, golpeándome en el
culo tan profundamente que sus pelotas están golpeando mis partes. Tengo que
morderme el labio inferior para contener los gemidos que intentan brotar.
—Dios, me encanta tu culo. —Jadea, con los ojos puestos en mi boca. Suelto
el labio y él gime mirándolo... con cara de querer besarme.
¿Me besaría mientras me folla?
No quiero que lo haga, pero la idea baila ahora en mi mente. ¿Cómo sería? ¿Si
capturara mi boca ahora mismo, mientras está dentro de mí hasta la
empuñadura? Puede que me guste... quién sabe.
—Mi gran polla está estirando tu pequeño coño, Dascha. —Respira sobre mi
boca, cabalgando mi culo con crudeza.
Mi polla palpita, la fricción de su penetración en la cama es casi más de lo que
puedo soportar. La sensación es maravillosa, y me doy cuenta de que el dolor
de cuando empezó ha desaparecido casi por completo. Sigue siendo incómodo,
pero me gusta, y me aprieta tanto las pelotas que creo que están a punto de
reventar.
Su polla se desliza sobre mi próstata, disparando rayos de electricidad por
mis entrañas. Como su maldita pistola eléctrica, sólo que impregnada de placer.
Cada vez que su enorme polla la toca, una euforia cegadora chisporrotea dentro
de mí, irradiando una apretada asfixia por mi pecho. Y él sigue bombeando en
mi cuerpo, manteniéndome inmóvil y tocándome por todas partes, el slap, slap,
slap de él follándome tan fuerte y tan profundo como es humanamente posible
resonando en la pequeña habitación. El pequeño marco de la cama cruje bajo
nosotros, como si fuera a derrumbarse en cualquier momento.
Los sonidos de alguien a quien se le está follando la vida rebotan en las
paredes. Y el hecho de que ese alguien sea yo hace que mi polla se retuerza aún
más.
—Este culo. —Su voz es entrecortada y llena de sucia lujuria mientras deja
caer su frente sobre mi hombro—. Este culo apretado y perfecto. Me voy a
correr tan profundo dentro de ti, Luscious. —Me muerde y yo maúllo como un
gatito, luego me muerdo el labio para disimular.
Se endereza para ver cómo me folla, sujetando mis caderas y acariciando
cada centímetro de su longitud en mi apretado agujero, una y otra vez,
ordeñándose dentro de mí donde nadie más ha estado nunca hasta que creo
que voy a desmayarme.
Su respiración se vuelve violentamente irregular mientras una gran mano se
acerca a mi garganta, manteniéndose firme mientras sus caderas se agitan en
la mía desde atrás. Sus golpes son superficiales y mantiene su larga polla dentro
de mi cuerpo, bombeando contra mis nalgas con tanta fuerza que mi cara se
estrella contra la cama.
—Dime que quieres que me corra en lo más profundo de tu coño, cariño. —
suplica, con la voz a punto de quebrarse.
Mis caderas se impulsan contra la cama con sus empujones, mi propio clímax
amenaza con agarrarme y tirar de mí en cualquier momento.
—Dilo, Dascha —gruñe, y yo ronroneo cuando llega a ese maldito punto.
—Ah, mierda... Jesús... —Mi mente es una masa de deseo codicioso mientras
las palabras escapan de mis labios por sí solas como una súplica—: Vengase
hasta lo más profundo de mi coño, oficial.
No puedo creer que haya dicho eso. Excepto que puedo, porque lo quiero.
Quiero sentirlo palpitando el semen caliente dentro de mí. No sé por qué,
pero lo quiero. Y quiero correrme al mismo tiempo. Quiero que se corra tan
fuerte dentro de mí que me haga correrme inmediatamente.
Dios, necesito esto.
—Mierda, sí, bebé... Sí, sí, sí, me voy a correr dentro de ti —gime, agarrando
mi garganta con tanta fuerza que me arde la cara y no puedo respirar. Estoy
volando por encima de las estrellas, cruzando el cosmos—. Me estoy viniendo
con fuerza para ti, Dascha. —Cada palabra viene con un empuje de sacudidas
mientras me llena. —. Toma. Mi. Jodido. Semen.
Siento su gran polla produciendo vibraciones dentro de mí, y me suelto, con
los ojos en blanco mientras mi polla estalla.
Este es el placer más increíble que nunca supe que podría tener... Y me corro,
y me corro, y me corro, sobre la cama y sobre mis abdominales, llorando en el
colchón mientras Kemper se deshace en alabanzas, ahogándome mientras su
polla dispara semen hasta el fondo de mi cuerpo.
—Maldita sea. Maldita sea... —grazna y luego tose, y sus caderas acaban
frenando. Cae hacia delante sobre mi espalda, sin poner todo su peso sobre mí,
sus brazos rodean mi cintura para sujetarme con fuerza—. Luscious... Eres la
perfección, cariño.
Estoy sin fuerza de voluntad; sin peso y esponjoso. Durante minutos, no
tengo ni idea de dónde estoy ni de lo que está pasando. Lo único que puedo
hacer es concentrarme en la cadencia constante de su corazón que late en mi
espalda mientras se sincroniza con el mío. Golpe, golpe, golpe, golpe, golpe.
Se me ocurre que todavía está dentro de mí, pero no me duele. Me siento algo
más completo... Como si una parte de mí mismo que no sabía que faltaba se
hubiera encajado.
Sus dedos me recorren mientras se levanta y me besa suavemente los
omóplatos.
—Una cosa tan bonita y rota —susurra, manteniéndome caliente con su voz
y sus misteriosas palabras.
Hace tanto frío aquí que probablemente salga vapor de nuestros cuerpos de
lo malditamente calientes que estamos.
—Voy a moverme, precioso. —Su profunda voz me envuelve y creo que
asiento, pero apenas puedo decir si me muevo.
Tira de su polla hacia fuera, lo que es una sensación extraña, y entonces
siento que se me escapa algo. Esto hace que me ruborice aún más, porque aquí
estoy, tumbado desnudo y esposado en la cama con su semen goteando de mi
culo. No puedo creer que se haya corrido dentro de mí de esa manera... Sin
mencionar los condones ni nada. Y aunque me gustaría estar preocupado, no
puedo localizar ninguna de las emociones negativas necesarias en este
momento.
Kemper se levanta y agarra algo, un trapo, que utiliza para limpiar nuestro
desastre. Me limpia el culo, con cuidado. Podría ser vergonzoso, pero todo lo
que siento es felicidad y puro y silencioso consuelo. Es como si estuviera
envuelto en una manta gigante de piel frente a una chimenea. Eso es lo que
estoy visualizando, al menos.
Estoy en una lujosa cabaña en Tulum, con un pequeño fuego crepitando
mientras me tumbo en una alfombra de piel, desnudo y saciado. Las puertas
traseras se abren con el sonido del océano, la cálida brisa tropical rozando mi
piel.
Vuelve a acercarse a mí inmediatamente, después de tirar el trapo sucio al
suelo y me quita las esposas. Luego se tumba a mi lado y me toma las muñecas
entre las manos, frotándolas. Un ronroneo sale de mis labios mientras parpadeo
hacia él, preguntándome por qué demonios estoy tan a gusto.
Al principio de cada interacción que tenemos, lo odio. Y luego hace cosas que
cruzan mis cables. Es jodidamente confuso.
Kemper mira hacia la cama y levanta una ceja.
—¿Te corriste?
Trago con fuerza y luego me burlo: —No.
Él sonríe y se lame el labio, pasando sus dedos por algunos restos húmedos
en mis abdominales.
—Sí te has corrido. Te ha gustado.
Su petulancia me cabrea y mi parte más testaruda interviene.
—Lo odié absolutamente —siseo, aunque hay muy poca mordacidad en mi
tono—. Deberías dejarme en paz, o la próxima vez, juro por Dios, que
encontraré la manera de matarte en cuanto pongas un pie en mi celda.
Su sonrisa se ensancha, todos los colores resplandecen en su rostro mientras
deja escapar una pequeña carcajada que me revuelve el estómago. Me hace falta
toda la fuerza que me queda para no sonreír.
—Lo que tú digas, Luscious. —me toma entre sus brazos, acercándome.
Empiezo a luchar contra él, pero es inútil. Es más fuerte y además está
caliente. No tengo ropa y estoy cansado... Aunque suene jodidamente ridículo,
sólo quiero que me abrace.
Mi cabeza se apoya en su pecho y él tira de la manta sobre mí, con los dedos
recorriendo distraídamente mi espalda.
—Estás caliente... —Las palabras salen de mis labios sin mi permiso, pero no
puedo preocuparme por ello ahora mismo. Estoy a la deriva...
—Eres precioso —susurra con asombrosa certeza en su profunda voz.
—Me debes un par de zapatillas. —murmuro, y su amplio pecho se estremece
con una risa.
—Ahora mismo me pongo a ello, bebé.
Oficial Kemper

Suelo trabajar en el turno de noche.


La mayoría de los guardias alternan los turnos de noche. Por ejemplo,
hacemos la mitad de la semana de noche y la otra mitad de día. O a veces
hacemos una semana completa de turnos de noche y luego una semana
completa de día.
Joy hace el horario y es bastante indulgente. Nos deja elegir lo que queremos,
siempre y cuando todo esté bien cubierto.
Después de la primera vez que Dash vino a aislamiento, me ofrecí para
trabajar todos los turnos de noche que pudiera. Luego empecé a hacer más
dobles. A estas alturas, hace días que no estoy en casa.
Pero no me importa. Me gusta estar aquí cuando él está. Me gusta verlo,
incluso cuando cree que me alejo. La distancia es buena para nosotros, y lo
entiendo.
Pero aún así... Cuando estoy lejos de él, hay una ausencia física que siento en
mi cuerpo, y en mi mente, como una atracción eléctrica. Una escasez. Siento que
me falta algo cuando no puedo ver su cara perfecta; verlo hacer sus flexiones
hasta que le tiemblan los brazos o escucharlo cantar esa maldita canción una y
otra vez porque cree que nadie lo escucha.
Me fascina, y claro, me doy cuenta de que no es sano desear tanto a alguien.
Pero he hecho muchas cosas que no son saludables para mí a lo largo de los
años. Comparado con todo eso, obsesionarse con el niño no parece tan malo.
Dejé que Dash durmiera en mis brazos durante horas mientras yo
permanecía despierto, vigilándolo para asegurarme de que no tenía una
pesadilla. Cuando me sentí seguro en su pacífico sueño, subí las escaleras y
encontré sus zapatillas de deporte.
Tenía la intención de comprarle un par nuevo, pero en la isla de Alabaster no
hay precisamente un punto de venta, y Amazon tarda semanas en entregarlas
aquí. Salimos de la isla una vez al mes como grupo, pero eso no será hasta
dentro de dos semanas. Necesita zapatos cuanto antes, y no le caben los de mi
talla trece. Es un once.
Mientras estaba allí, le compré ropa nueva, ya que le faltaban los calcetines y
la camisa, y utilicé sus únicos pantalones para limpiar nuestro desorden sexy.
Desgraciadamente, las opciones eran escasas en cuanto a vestuario, ya que
sigue siendo un preso y tiene que llevar el mono gris como todos los demás.
Pero le compré una talla más pequeña de pantalones, para que no tenga que
tirar del cordón hasta el final para atarlos alrededor de su delgada cintura. Y le
he traído una de mis sudaderas con capucha de mi taquilla. Aquí abajo hace
mucho frío, y lo último que quiero es que se ponga enfermo.
Ya lo he visto antes... Y no voy a permitir que se repita esa mierda. No en mi
guardia, y no con mi Luscious. Nunca dejé mis juguetes en la lluvia cuando era
niño, y no voy a empezar a hacerlo ahora.
Lo reclamé anoche. Le quité algo que estoy completamente seguro de que me
habría dado de buena gana, eventualmente, si hubiera tenido la suficiente
paciencia para esperar. Pero no la tuve, así que le hice ver que incluso cuando
se lo quito, puedo darle lo que necesita. Yo diría que se lo pasó bien. A pesar de
su pequeño ataque después, sé que se corrió. Se corrió cuando lo follé por
primera vez.
Ahora me pertenece. Y es mi responsabilidad cuidar de lo que es mío.
Volviendo a bajar a aislamiento, con los brazos llenos de ropa y más paquetes
de mini magdalenas porque sé que a Dash le encantan, me cruzo con unos
cuantos guardias a los que decido no reconocer. Creo que se están dando cuenta
del tiempo que paso con Dash. Claro, la mayoría de los guardias aquí
intercambian bienes por favores sexuales con los reclusos. Pero la regla tácita
es mantener la discreción. El Alcaide tiene una especie de política de "no
preguntes, no digas" con nosotros. Mientras no impida el trabajo, o interfiera
con la poca financiación que recibimos, no le importa.
Dash es uno de nuestros prisioneros de alto perfil, por lo que hizo, y es un
milagro que el Alcaide decidiera no mantenerlo en el ala Este. Creo que, si
supieran la magnitud de sus problemas de comportamiento, eso cambiaría
rápidamente. Así que mi nuevo deber será asegurarme de que nunca lo sepan.
Aparte de la tortura que se produce en el Este, no podría estar con él como
ahora, y eso no lo puedo permitir. Nadie me va a quitar a mi Luscious.
Mi mente se agita con todo tipo de pensamientos mientras abro la puerta de
la celda y me escabullo dentro, asegurándome primero de que no hay nadie
cerca.
Como si de un imán se tratara, mis ojos encuentran inmediatamente a Dash,
y una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios cuando me doy cuenta de que
sigue durmiendo. A veces le cuesta dormir. Lo he comprobado observándolo,
pero parece que siempre lo dejo inconsciente cuando jugamos, lo cual es bueno.
Necesita descansar.
Me acerco a la cama sin hacer ruido, dejo sus cosas a sus pies y me siento a
su lado. Lo observo en su estado de sueño imperturbable mientras memorizo
las líneas de su cuerpo, el tono perfectamente uniforme de su piel y el ritmo
constante de sus respiraciones tranquilizadoras. La manta cae alrededor de su
cintura, dejando al descubierto su mitad superior; hombros anchos, pecho
definido, algunas pecas dispersas, como sus tatuajes, que lo adornan de una
manera totalmente única para él.
Sus brazos son largos, las curvas de sus bíceps son gruesas y firmes, aunque
no demasiado voluminosas y gruesas como las mías. Dash tiene una fuerza en
su cuerpo que parece no tener esfuerzo. Las venas le recorren los antebrazos, y
las manos, bien formadas, tienen unos dedos exquisitos. Se muerde las uñas, lo
que podría ser un tic nervioso, o simplemente algo que hace aquí para evitar
que se pongan largas. En cualquier caso, visualizar esas manos tocándose a sí
mismo, o a mí, es suficiente para que mi carne entre en calor.
Estiro la mano y recorro suavemente la pendiente alargada de su cuello con
las yemas de los dedos, dejando que se detengan en su punto de pulso por un
momento. Recuerdo cómo se aceleró anoche cuando estaba dentro de él.
Recuerdo lo agitada que era su respiración, como si yo controlara su
respiración con cada empujón.
Mi polla se llena rápidamente ante las imágenes que recorren mi cerebro,
endureciéndose contra mi muslo mientras me muerdo el labio. Anoche fue mi
primera vez con un hombre... Y ahora siento que he despertado de un coma de
treinta y cinco años.
Todavía puedo sentir la forma en que el cuerpo de Dash se ajustaba al mío
como un guante. La forma en que se amoldaba a mí mientras yo lo llenaba con
cada centímetro de mí. Jesús, quería enterrar todo mi cuerpo dentro de él.
Anoche satisfizo todo mi apetito, pero todavía quiero mucho más.
Estoy lejos de terminar con Dascha Reznikov. De hecho, no hemos hecho más
que empezar.
Se revuelve a mi lado y se pone de espaldas. Tan pronto como sucede, capto
algo que casi me parte la cara en dos.
Está levantando la manta como un loco. Su erección está en plena ebullición,
erguida y sujetando la manta con ella. Me río y me cubro los labios con los
dedos, mirándolo con hambre. Me alegro de que haya aprendido la lección, y le
he quitado la jaula de la polla. Sinceramente, su polla es demasiado perfecta
para estar encerrada así. Sólo su longitud es impresionante, pero la dureza y la
frecuencia con la que se produce no son nada menos que milagrosas.
Algunos podrían considerar inconvenientes a los deshuesadores, pero para
mi juguete es perfecto. Es como si pudiera contar con su polla para que me diga
cosas que él podría estar inclinado a retener.
Incapaz de resistirme, mis dedos recorren su estómago, abriendo la manta
para que pueda mirar dentro y espiar su erección matutina. Se me hace la boca
agua. Me encantaría volver a probarlo... Es tan dulce y delicioso, y los sonidos
que hace cuando se corre son la mejor música para mis oídos.
Pero antes de que pueda pensar en rodear su cabeza hinchada con los labios,
estira los brazos y abre los ojos. Dejo caer la manta y contemplo su cara
mientras me mira fijamente, la confusión dura solo un momento antes de que
bostece y se ponga de lado, más cerca de mí.
Se acurruca contra mi muslo y ruge:
—Me sorprende que sigas aquí.
—¿Por qué? —Mi cabeza se inclina hacia un lado.
Se encoge un poco de hombros, manteniendo los ojos cerrados, creo que para
no tener que mirarme mientras hablamos. Es posible que se sienta tímido
después de lo ocurrido, lo cual es tan adorable que me pone duro como una
piedra.
La mano de Dash se acerca para tocarme la rodilla de forma vacilante y me
dan ganas de atacarlo, porque está siendo tan tímido y sexy. Pero me abstengo,
dejando que sus curiosos dedos recorran mi pierna.
—Pensé que tal vez tendrías que... irte —murmura, su mano se desliza hacia
el interior de mi muslo, peligrosamente cerca de la erección que es responsable
de que crezca ahora mismo—. Y volver a ser un guardia.
—Sigo siendo un guardia. —Mi voz sale ronca mientras veo cómo sus dedos
se mueven hacia mi polla y su cara permanece enterrada tímidamente en la
parte exterior de mi muslo, donde estoy sentado, en el borde de la cama.
Su mano cubre mi erección, y sus ojos se abren de golpe, dirigiéndose a los
míos.
—¿Pero está bien que estés aquí conmigo... así?
Su mirada se dirige hacia donde está su mano, y parece que no tiene ni idea
de lo que quiere hacer, ni siquiera de cómo sentirse; en parte aterrorizado, pero
más aún excitado y curioso como el demonio. Me encanta esa mirada. La
incertidumbre nunca había sido tan excitante hasta Dash.
—Bueno, en realidad no. —Le respondo, separando mis piernas unos
centímetros más, haciéndole saber que está bien que explore. Más que bien. Me
muero por ello.
Su pulgar recorre la curva de mi cabeza a través de mis pantalones y yo
respiro. Me mira, con un brillo travieso en sus ojos de color avellana, mientras
lo hace de nuevo, esta vez pasando toda la palma de la mano por encima.
Parpadeo lentamente, elogiando en silencio su inocente tacto.
—¿Has hecho esto antes? —me pregunta, y luego se moja los labios rosados
de felpa con la lengua, una visión que hace que mi polla se estremezca en su
mano—. ¿Con otro recluso, quiero decir?
Sacudo la cabeza lentamente. —Nunca. No con un recluso... no con un
hombre. —Hago una pausa para dejar que ese hecho se asiente, para ambos—.
Tú eres el primero.
Parece que le gusta esa respuesta, sus mejillas se enrojecen un poco mientras
su mano agarra mi polla a través de mis pantalones, sacudiéndola casualmente.
—Tú también fuiste el primero —dice, sin aliento, como si le excitara hablar
de esto conmigo. Tengo que decir que estoy de acuerdo—. Quiero decir...
anoche.
—Lo sé. —levanto mis caderas para empujar mi polla con más fuerza en su
mano, y él jadea.
—¿Cómo lo sabes? —Enfoca su mirada hacia mí, envuelto en deseo mientras
juega con mi polla, contoneándose bajo las sábanas. El mero hecho de saber que
está desnudo ahí debajo hace que me duelan las pelotas de necesidad.
—Sé mucho de ti, Dascha. —Mantengo mis ojos clavados en los suyos.
—Eso es espeluznante. —Su boca se curva en una sonrisa burlona que quiero
morder y tragar.
Apuesto a que sabría a Pop Rocks. Chispas dulces; así es Dash.
—Es parte de mi trabajo saber cosas sobre ti —le digo, aunque es un
argumento débil. Claro que sé lo que hay en su expediente, pero eso es todo. El
resto lo aprendí observándolo constantemente, enamorado e incapaz de parar.
—Hmm, ¿cómo qué? —ronronea mientras sus dedos se deslizan hacia abajo
para frotar mis bolas.
Mis ojos se cierran por un segundo.
—Sé por qué estás aquí, por supuesto.
Su mano se detiene, la sonrisa se desvanece y me mira, con una visible
inseguridad.
—Sí, robé un banco —murmura y luego sacude la cabeza, apartando la mano
de mí—. No tengo ni idea de cómo eso me ha llevado a un lugar como este, pero
supongo que eso lo saben ustedes, imbéciles, y yo nunca lo sabré, ¿verdad?
Estoy un poco desanimado por la pérdida de la diversión, pero no puedo
preocuparme por eso ahora mismo. Estoy demasiado ocupado
concentrándome en lo que acaba de decir.
Dice que ha robado un banco... ¿es todo lo que ha hecho?
Mi frente se arruga por la confusión mientras lo miro atónito. Me mira el
muslo, dibujando un círculo en él una y otra vez con su dedo índice, perdido en
sus pensamientos. Y me siento identificado, porque estoy atascado en lo que
acaba de decir, y en el tono en que lo ha dicho.
—¿Quieres decir que...? —Empiezo y me detengo. No quiero molestarlo y no
quiero decir algo incorrecto. Pero ahora estoy más allá de la curiosidad—. ¿Qué
quieres decir?
—Quiero decir lo que he dicho —refunfuña y se sienta a mi lado, sosteniendo
la manta sobre su regazo—. Nadie me ha dicho una mierda de por qué estoy
aquí, rodeado de gente que ha hecho cosas mucho peores que yo. Es decir,
entiendo que me he librado de los robos durante un tiempo, pero, aun así. Como
mucho eso debería llevarme a una prisión federal, no a la Bahía de Guantánamo
para psicópatas. Este no es mi sitio.
Cierra los ojos y se pasa una mano por la cara, parece estresado. Murmura
algo en voz baja que no puedo entender y ahora no tengo palabras.
¿Cree que está aquí por robar un banco? O sea, que no sabe lo que hay en su
expediente...
No lo sabe... ¿O no lo recuerda?
¿Cómo es posible?
No puedo evitar la expresión de vacío en mi rostro mientras lo observo.
Cuando vuelve a abrir los ojos, veo que su mandíbula se aprieta visiblemente.
—No me mires así —gruñe, con las pupilas repentinamente abiertas como el
infierno, casi tragándose el iris.
—¿Así cómo? —pregunto con dudas.
—Para —murmura, casi inaudible.
Sacudo la cabeza. —Dascha, no te estoy mirando de ninguna manera. Siento
haber sacado esa mierda. Olvidémoslo, ¿de acuerdo?
Me mira por un momento en silencio hasta que finalmente deja escapar un
duro suspiro.
—No, lo siento. Supongo que estoy de los nervios, después de ver lo que les
hacían a los chicos del ala este.
Asiento con la cabeza, porque no sé qué más decir. Bajando de la cama,
aturdido por esa conversación, con sus palabras resonando en mi mente, señalo
todas las cosas que le he traído.
—¿Qué es eso? —pregunta.
—Encontré tus zapatos arriba —le digo, y él agarra las cosas, revisando
todo—. No me voy a retractar de mi promesa. Te compraré zapatos nuevos, sólo
que me lleva un tiempo traer las cosas aquí. Pero también te he comprado ropa
nueva mientras tanto.
Recoge mi sudadera de la Academia de Policía de Nueva York y la levanta. Sus
ojos se iluminan con diversión, y la comisura de su boca se inclina mientras me
mira.
—Es mía —le digo.
—Sí, lo sé —sonríe, levantándola más alto. La cosa es obviamente enorme,
que es mi tamaño—. ¿Quiere que me ponga su ropa, oficial?
Mi polla se estremece mientras lo miro.
—Me gustaría verte sólo con eso puesto.
Su sonrisa se amplía.
—Pervertido.
Su cara está llena de júbilo, prácticamente resplandeciente, y me encanta. Me
encanta su aspecto cuando está excitado, casi tanto como cuando está
incómodo, o enfadado, o triste. Es tan hermoso, en toda la gama de sus
emociones.
Dash se quita la manta de encima y se levanta, completamente desnudo y sin
vergüenza. Su cuerpo es jodidamente perfecto, y creo que en algún nivel lo sabe.
O, al menos, sabe lo que siento por él, y por eso se toma su tiempo para vestirse,
con el culo y la espalda a la vista. Incluso me mira por encima del hombro y me
echa una mirada perversa antes de subirse los pantalones. Luego se pasa mi
sudadera por la cabeza y se acomoda en ella.
Parece un puto sueño, lo juro por Dios. Estoy harto de este chico.
Acomoda su cara en la tela y olfatea, lo que me hace sonreír.
—Huele como un gran policía cabeza de chorlito. —Sonríe.
—Bueno, ahora puedes hacer que huela como un sexy burlón ruso. —Alzo la
ceja y él se ríe.
Un paquete de mini magdalenas cae del bolsillo de la sudadera al suelo y él
se agacha para recogerlas. Los mira un segundo antes de abrirlos y se mete uno
en la boca rápidamente.
—¿Por qué eres tan amable conmigo? —pregunta mientras mastica—. ¿Es
sólo porque me cogiste anoche?
Le dirijo una mirada que dice que tenga cuidado, y él me muestra una sonrisa
descarada. Voy a tener que vigilar el descaro.
—Yo cuido lo que es mío, Luscious —le recuerdo.
—Sabes que soy mi propia persona, ¿verdad, oficial? —Él arquea una ceja—.
No soy un objeto.
Me encojo de hombros, ignorando su defensa de la independencia. Claro que
sé que no es un objeto. Pero quiero poseerlo. Es así de sencillo.
Desde la primera vez que puse los ojos en él, Dascha ha poseído mis
pensamientos. Esto es lo que me hace recuperarlo por eso.
—¿Estás bien por ahora? —Lo observo atentamente mientras devora las
magdalenas—. Tengo que volver al trabajo un rato.
Se encoge de hombros y asiente.
—Supongo que sí. Aunque sigo esperando ese cepillo de dientes. —Frunce
los labios hacia mí, y yo aprieto la mandíbula para ocultar la diversión. Hoy está
tan coqueto que casi no puedo creerlo.
¿Se comporta así porque hemos follado? ¿Se siente más cómodo conmigo
ahora? ¿Fue realmente todo lo que se necesitó?
O tal vez cruzamos la línea hacia algo más profundo. Supongo que anoche
compartimos algo. Es pesado pensar en ello, pero me gusta hacerlo.
Considero su petición por un momento. Esto es un aislamiento. Se supone
que los reclusos no deben estar cómodos, esa es la cuestión. Si quiero que Dash
tenga duchas, comida normal y acceso a un lavabo y un retrete en su celda,
debería subirlo a las instalaciones de gen-pop. Pero entonces será más difícil
para mí verlo...
Tomo una decisión rápida mientras se pone los calcetines y los zapatos, abro
la puerta de la celda y miro a mi alrededor.
Dash se asoma y le hago un gesto para que se acerque. —Vamos. Date prisa.
—¿A dónde vamos? —Parece nervioso. Sigo pensando que es adorable, pero
me gustaría que nos conociéramos en un lugar donde no estuviera
acostumbrado a ser tratado como basura.
—¿Confías en mí? —Levanto una ceja.
Se detiene un momento, mirándome fijamente. Luego se levanta y se acerca.
—Creo que sí... Supongo que eso me convierte en un maldito debilucho, o en un
masoquista o algo así.
No puedo evitar reírme, sacudiendo la cabeza y agarrándolo del brazo. —Ven
conmigo, recluso. Vamos a probar esa teoría.
Se ríe en voz baja, tratando de disimularlo, mientras lo esposo, sólo para que
se vea. Luego lo arrastro por el pasillo, atravesando unas cuantas puertas y
pasando por delante de otras celdas, hacia los vestuarios. Abro la puerta y me
asomo al interior para asegurarme de que no haya nadie. Cuando me aseguro
de que no hay nadie, meto a Dash dentro, cierro la puerta tras nosotros y echo
el cerrojo. Esta puerta nunca suele estar cerrada, así que, si alguien más intenta
entrar, será muy sospechoso.
Con suerte, podremos acabar con esto y salir de aquí antes de que aparezca
alguien.
Le quito las esposas a Dash y voy a mi taquilla, sacando mi cepillo de dientes.
Se lo doy, junto con mi tubo de pasta de dientes, y hago un gesto hacia los
lavabos.
—Adelante. Haz lo tuyo.
—¿Tengo que usar tu cepillo de dientes? —Parece escéptico y yo inclino la
cabeza.
—Puedes tragarte mi polla y mi semen, ¿pero el cepillo de dientes es ir
demasiado lejos?
Me mira por un momento y yo le devuelvo la mirada. La mía da más miedo,
chico.
Finalmente resopla y sacude la cabeza, con una pequeña sonrisa en los labios
mientras se dirige al lavabo del medio.
—Tienes razón. Que es alarmante, por cierto.
Cruzando los brazos sobre el pecho, lo observo en el espejo mientras se
cepilla los dientes a conciencia. Parece que le gusta cepillarse los dientes, lo cual
no está mal. Yo también me cepillo y uso el hilo dental tres veces al día, y me
enjuago la boca entre medias. No hay nada como una buena higiene bucal.
Cuando termina, se enjuaga el cepillo y me lo devuelve. Lo guardo todo
mientras él se lava la cara, mirándose un momento en el espejo. Sus ojos se fijan
en su propio reflejo y me pregunto qué ve cuando se mira.
No hay forma de que conozca los secretos que habitan en los recovecos de su
bonita mente infectada, las palabras que pronunció en la celda vuelven a mí...
Si de verdad cree que está aquí por el simple hecho de haber sido atrapado
robando un banco, entonces o es un mentiroso empedernido, como Ren. O de
alguna manera bloqueó lo que pasó.
Es plausible, basado en las cosas que he visto. Y su archivo...
No sé qué pensar, pero el hecho es que. Me importa mucho Dash. No quiero
que esté confundido o herido, aunque se lo haga su propia biología.
Debería decirle la verdad. ¿Pero cómo? ¿Y si se molesta?
Seguramente se enfadará, a pesar de todo. No quiero que arremeta contra mí
ni que me culpe, pero al mismo tiempo es probable que sea mejor para él oírlo
de mi boca; que se entere de la verdad en presencia de alguien que pueda
consolarlo y guiarlo. Alguien que lo conozca.
Mis pensamientos se interrumpen cuando se vuelve hacia mí.
—¿Puedo ducharme?
Le dirijo una mirada severa.
—Dash...
—¿Por favor? —suplica, acercándose—. Me gustaría ducharme... después de
lo de anoche. —Sus mejillas se sonrojan y traga saliva—. Siento que... necesito
ducharme. ¿Por favor? Sólo será un segundo.
Contemplo su petición y luego miro el reloj. Son casi las tres de la tarde y el
cambio de turno no es hasta las seis. La gente no estará aquí a estas horas. Aun
así, no es inteligente hacer esto. Realmente no me importan los guardias
diversos, pero si Velle se entera, podría ser un problema. Aunque tiene su
propio vestuario que él y Joy usan, arriba. Me sorprendería que bajara aquí,
aunque cosas más raras han pasado.
Y sin embargo, mirando a Dash, con sus ojos de pajarito muy abiertos y
brillantes, con un pequeño mohín en sus suaves labios, no estoy seguro de cómo
negarlo. Es condenadamente irresistible. La idea de ducharme con él aquí,
porque naturalmente entraría con él, me parece lo mejor.
Y tiene razón. Después de lo de anoche, se merece una buena ducha caliente.
—De acuerdo, está bien —concedo, y él se ilumina, con una amplia sonrisa
que muestra sus dientes blancos y perfectamente rectos—. Tienes diez
minutos. Y con una condición.
Me lanza una mirada que significa que obviamente sabe cuál es la condición.
—¿Y cuál sería esa, Oficial Pervertido?
—Comentarios como ese te pasarán factura, recluso —le advierto,
quemándole con la mirada. Hoy está siendo un maldito descarado. Creo que
necesita un pequeño recordatorio de quién está por encima aquí—. La
condición es que me toca lavarte.
—Podría estar de acuerdo con eso —respira, sus ojos transmiten sus nervios
y su anticipación juntos.
—Bien, porque no tienes opción —sonrío—. Ahora, desnúdate, 101.
Se quita la sudadera con capucha y la tira en un banco cercano, se quita los
zapatos y los calcetines, y se quita los pantalones y los bóxers, rápidamente,
manteniendo los ojos desviados, creo que por incertidumbre. Todavía está
ansioso por lo que pueda hacer, lo cual puedo entender y apreciar. Ya le he
hecho daño antes, pero no quiero hacerlo. Si hace lo que le digo, sólo puede ser
beneficioso para él.
Me desabrocho la camisa, me la quito de los hombros y me desabrocho el
cinturón.
—Abre el agua. —Asiento con la cabeza detrás de él en una de las cabinas de
ducha.
Se acerca y, de espaldas a mí, estoy medio tentado de morderme el puño. Su
piel pálida tiene un aspecto delicioso, decorado únicamente por alguna tinta
ocasional. No soy un Dom, y nunca me ha gustado ningún tipo de BDSM. Pero
mirar la carne perfectamente lechosa de Dash me hace desear marcarlo, tal vez
con mordiscos o chupadas. Algo púrpura le quedaría de maravilla...
Me obligo a recomponerme mientras me desvisto, Dash abre el agua y coloca
su mano bajo ella hasta que se calienta. Entonces se pone debajo.
Me acerco a él, como un depredador que va a por su presa, aunque no se trata
de devorar. Se trata de limpiar, y tengo que recordarme a mí mismo que no debo
dejarme llevar.
Entro en la caseta con él y, aunque sólo soy unos cinco centímetros más alto,
tiene que inclinar la cara hacia arriba por lo cerca que estamos. El espacio
dentro de esta pequeña caseta es limitado, y me gusta. Quiero pasar todo el
tiempo apretado contra él.
—No te voy a esposar, recluso —digo mientras miro sus labios. Son tan
jodidamente tentadores; suaves, afelpados, con ese tono rosado pálido que sólo
quiero chupar durante horas hasta que se oscurezca—. Voy a confiar en que te
comportarás. Si no lo haces, recibirás la pistola eléctrica. ¿Lo entiendes?
Asiente de inmediato.
—Sí.
—¿Sí qué?
—Sí, oficial —traga y mi polla brinca contra la suya.
Ambos miramos nuestras pollas, erguidas y rozándose. Muevo mis caderas
un poco hacia delante para frotar mi erección contra la suya y él aspira un
suspiro audible, sus ojos vuelven a mirar los míos.
Dios, todo lo que quiero en el mundo es apretar mi polla contra la suya para
siempre hasta que nos corramos el uno sobre el otro, pero ahora no tengo
tiempo para eso. Tal vez más tarde.
Alargo la mano hacia el dispensador de jabón de la pared y exprimo un
puñado de jabón para el cuerpo, frotándome las manos para conseguir una
buena espuma. Mis ojos se posan en los de Dash y él me mira fijamente, con los
labios apretados mientras permanece de pie, quieto como una estatua. Coloco
mis manos enjabonadas en su pecho y empiezo por ahí, frotando sus pectorales
y hombros hasta llegar a su cuello, sin dejar de observar su rostro. Su
respiración se acelera cada vez más, y cuando mis manos bajan por sus
abdominales hasta su pelvis, se echa un poco hacia atrás, apoyándose en la
pared que tiene detrás mientras yo me arrodillo.
—Mierda... —susurra.
—Tranquilo, 101 —sonrío con maldad, acariciando su polla entre mi puño—
. Esto no es un juego. Sólo te estamos limpiando. —Me muevo hacia sus pelotas
y él gime, con los ojos cerrados.
—Eso se siente... —tararea, pero luego me muevo hacia sus muslos y gime—
. ¿Por qué has parado?
Resoplo y sacudo la cabeza, mirándolo.
—¿Qué acabo de decir?
—Mmm... no eres divertido —hace un mohín, y yo tengo que reírme.
A continuación, le lavo las piernas y luego los pies. Normalmente no me
gustan los pies, pero los de Dash son bonitos. Grandes y varoniles... No sé por
qué me gustan de repente, pero aún más, me gusta la cara que pone mientras
se los masajeo. Podría hacer esto durante un rato, pero tengo que seguir
recordándome que el tiempo es limitado.
Me vuelvo a levantar y él exhala, con los ojos clavados en los míos.
—Date la vuelta, bebé —le ordeno, con un tono de hambre. No puedo
evitarlo. Lo deseo tanto en este momento, que mi polla está palpitando. Poder
tocarlo, por todas partes, adorar su cuerpo perfecto... es casi demasiado. Estoy
a pocos segundos de follarlo contra esta pared.
Y ahora estoy trabajando en su espalda... Dios, ¿cómo se supone que voy a
concentrarme?
Dash se da la vuelta y presiona las palmas de las manos sobre las baldosas,
sacando un poco el culo, hasta que está justo delante de mi entrepierna. Se me
cae la baba.
Parpadeando con fuerza, tomo más jabón en mis manos, empezando por sus
omóplatos y su espalda, sin poder evitar empujarme dentro de él. Gime en
silencio cuando mi dura polla se desliza en la raja de su culo. Dejo caer mi
cabeza hacia delante, provocando débiles respiraciones en su nuca mientras él
se estremece.
—Anoche... —Trago, frotando su espalda baja con mis manos mientras
machaco su culo—. Dascha, eres una sorpresa. ¿Sabes lo increíble que se siente
estar dentro de ti?
—No —raspa su voz mientras gira la cabeza.
—Tu culo es el puto Edén, bebé —murmuro en su oído, y luego lamo
lentamente el caparazón antes de chupar el lóbulo entre mis labios.
Ronronea y empuja su culo hacia mí.
—Fóllame. —Lo dice como una súplica—. Fóllame otra vez. Ahora mismo.
Cada músculo de mi cuerpo está herido por la necesidad. Pero aún así gruño:
—No acepto órdenes tuyas, Luscious.
—No es una orden —murmura—. Quieres... sé que quieres.
Mis manos masajean sus nalgas por un momento, hasta que su frente cae
contra la pared de azulejos. Entonces mis dedos se deslizan entre sus nalgas,
subiendo y bajando por el borde con el jabón.
—Claro que quiero. —Golpeo con la punta del dedo corazón y el pulgar de la
mano izquierda, una y otra vez, en un intento de control. No puedo follar con él
ahora mismo...
¿No puedo?
Mis dedos enjabonados se deslizan entre las mejillas de su culo
perfectamente regordete, bajando hasta su ano, y luego volviendo a subir; lavar,
eso es todo. Sólo lo estoy limpiando.
Dash tiembla, su respiración es tan agitada como la mía, aunque sigo
intentando contenerme mientras le meto un dedo. Jadea y se aprieta, así que le
beso lentamente la nuca.
—Relájate, cariño. —Más besos cubren su cuello mientras mi dedo gira—.
Anoche entré aquí dentro. Necesito limpiarte.
—Sí... recuerdo que te corriste en mi culo. —Siento que se relaja, y aprovecho
para deslizar otro dedo húmedo dentro de él mientras maúlla—. ¿No te gustan
los preservativos?
—¿Por qué iba a usar un preservativo con algo que es sólo mío? —Muerdo la
carne flexible de su cuello hasta que se estremece.
Entonces suspira: "Dios..." y noto que una de sus manos baja hasta su polla.
Mis dedos se deslizan dentro y fuera de su culo, acariciando tranquilamente
mientras él aprieta la polla y se masturba.
Estoy impresionado. Acaba de recibir mi polla, dura y profunda, anoche por
primera vez, y ya está pidiendo más; abriéndose a mí. Por no hablar de que se
corre sólo con la penetración. Creo que Dash está hecho para ser la parte
inferior. Corrección, mi parte inferior.
Choco mi erección contra la mejilla de su culo mientras termino de limpiar
su dulce agujerito, con su respiración entrecortada resonando en las baldosas.
Tengo la mente borrosa y me pierdo en una espesa niebla de lujuria. El vapor
que nos rodea ya no tiene nada que ver con el agua.
No puedo contenerme. Ni el hombre más controlado sería capaz de resistir
esta tentación. Mi juguete necesita que lo llene de nuevo. Tengo que darle lo que
necesita.
Tirando de mis dedos hacia atrás, Dash deja escapar un suspiro frustrado.
Pero antes de que pueda soltar sus palabras inteligentes, lo agarro por la
cintura y lo saco de la ducha, llevándolo rápidamente al banco y empujando su
cuerpo mojado sobre él.
—¿Qué estás haciendo? —Sus ojos se abren de par en par, el sucio deseo en
ellos más evidente esta vez que su miedo.
—Tengo que follarte otra vez. —le digo con rudeza, y me apresuro a tomar
unas toallas y a lanzárselas—. Ponlas en ese banco.
Traga saliva visiblemente, pero hace lo que le pido mientras me dirijo a mis
pantalones, sacando las esposas de mi funda.
—Túmbate de espaldas —le exijo, con la respiración agitada por la
anticipación—, y levanta los brazos por encima de la cabeza.
Hace lo que le digo, y me arrodillo sobre sus caderas en el banco, desnudo y
empapado, esposándolo a la pierna. Esta cosa es bastante estrecha, pero es lo
suficientemente grande para que dos personas adultas follen en ella. Lo sé,
porque ya he visto a gente follando en él.
Dash se lame los labios mientras yo vuelvo a llevar la mano a mis pantalones
en el suelo, esta vez agarrando el pequeño frasco de loción que usé anoche.
Nuestros ojos permanecen juntos mientras echo un chorro y lo froto sobre mi
erección, acariciándola lentamente mientras mi pecho sube y baja.
Le abro las piernas de par en par, rodeando mi cintura con una rodilla
mientras me pongo a cuatro patas sobre él, deslizando mis dedos lubricados
entre sus mejillas.
—Esta posición... —jadea, temblando sin aliento.
—Quiero verte —Tomando de nuevo mi polla en la mano, presiono la cabeza
hasta su agujero—. Quiero ver tu cara mientras te follo tan profundo como
pueda.
Un pequeño ruido sale de entre sus labios mientras doy un duro e impaciente
empujón, forzando mi polla en su culo, provocando un sonido más fuerte y
estrangulado desde el fondo de su garganta. Mis párpados caen y suspiro,
empujando más profundamente dentro de él, estremeciéndome por la puta
sensación de llenarlo. Es maravilloso. Es maravilloso.
—Dios, estás tan apretado. —Me inclino sobre él, empujando aún más
profundo, soltando mi polla y agarrando sus caderas con mis manos.
—Eres... —hace una pausa para gemir—, jodidamente enorme. Jesús, me
estás destrozando.
—Me halagas, recluso. —dejo caer mi cara en el pliegue de su cuello, besando
y chupando su pulso mientras me introduzco más profundamente,
manteniendo mi ritmo dócil, dándole tiempo para acomodarse a mi tamaño de
nuevo. Haberle metido dos dedos hace un momento puede haberle preparado
un poco, pero no es nada comparado con recibir mi polla en este ángulo.
Levantando la cabeza para mirar, continúo sumergiéndome en él, con mis
caderas ondulando, más profundo y más fuerte, mientras él se muerde el labio,
con los párpados caídos por pura reverencia, aunque sus iris permanecen
conmigo.
Dash parece un puto milagro de los dioses del sexo, con sus largas piernas
abiertas para mí, sus musculosos brazos esposados por encima de su cabeza; su
polla llena y deliciosa, sólida y con un flujo de líquido en sus abdominales cada
vez que le doy en la próstata. Los ojos se le ponen en blanco cuando esto ocurre,
los labios se separan y tiemblan.
Creo que podría correrme sólo con mirarlo así. No es que necesite ayuda
cuando sus músculos se agarran a mi polla, acariciándome mientras trabajo a
un ritmo dentro de él.
Cuando estoy seguro de que se siente más cómodo, acelero el ritmo y empujo
hasta que le meto las pelotas hasta el fondo de su cálido culo, observando
fascinado cómo sus pelotas golpean mi pelvis cada vez que me sumerjo. Es la
segunda vez que me follo a un hombre, obviamente, pero creo que me gusta
más esta posición.
Me encanta mirar su polla mientras me lo follo. Está tan dura, moviéndose
con mis fuertes empujones, que me hace saber que se siente bien. Y eso es lo
que quiero. Más que mi propio placer, quiero que le guste esto.
Quiero que sepa que cuando su dueño lo lleve a dar un paseo, tendrá la
garantía de excitarse más que nunca.
Mis manos lo exploran por todas partes, recorriendo sus caderas y sus
costados, palmeando sus huevos y su polla hasta que gime, jadeando mientras
siguen subiendo por sus abdominales y sus pectorales. Las yemas de mis
pulgares rozan sus pezones y se endurecen como pequeñas piedras. Entonces
mi agarre llega hasta su garganta.
Lo miro y observo sus ojos mientras bombeo entre sus piernas,
asegurándome de que está bien.
—Ahógame. —susurra, el verde de sus ojos brilla mientras el marrón se
oscurece hasta volverse casi negro.
Eso es todo lo que necesito.
Mis manos rodean su garganta y lo sujeto mientras lo follo, con fuerza, y sus
gemidos se convierten en gritos estrangulados mientras sus tobillos se
bloquean sobre mi culo para sujetarme a él.
Le encanta, como siempre supe que haría. Estaba nervioso al principio,
naturalmente, pero ahora es mío y le encanta cómo me lo follo. Es un sueño
hecho realidad.
—¿Puedo... usar mis manos? —Dash pregunta en una respiración ahogada—
. ¿Por favor?
Mi mirada se estrecha hacia él mientras mis caderas se ralentizan. —¿Por
qué?
—Quiero mis manos... por favor, agente. —Su cara está más sonrojada de lo
que parece, por la asfixia, seguro, pero también por la vergüenza que siente al
ser utilizado. Sé que le encanta y, carajo, a mí también.
Reduzco la velocidad y considero su súplica. Sus brazos están estirados,
probablemente bastante incómodos, por encima de su cabeza, y con el ángulo
de la pata del banco, podría ser un poco doloroso.
Además, lo ha pedido muy amablemente.
—Te daré una. —Llevo la mano a mi pistolera para agarrar las llaves de las
esposas, abriendo su mano izquierda y esposando la derecha a la pierna.
Él suelta un suspiro tranquilo y susurra: "Gracias", antes de morderse el
labio.
—De nada, Luscious. —Me inclino hasta que nuestros cuerpos resbaladizos
son prácticamente uno, y le doy un potente empujón.
Él ronronea, levantando su mano libre hacia mí. Lo miro con escepticismo,
confundido por lo que está haciendo mientras coloca la palma de su mano sobre
mi pecho. Un zumbido se rompe mientras me toca, explorando poco a poco
hasta pasar por encima de mi músculo pectoral. Observa su propia mano,
fijamente, como si se moviera por sí misma. Y, sinceramente, yo hago lo mismo.
Me sorprende que me esté tocando, apenas respiro mientras lo observo, con
el pulgar rodeando mi pezón hasta que se me escapa un gemido incontrolable.
Sus ojos se dirigen a los míos y ahora nos miramos mientras su mano me
acaricia el pecho, sensualmente y con un rastro de miedo, como si pensara que
tal vez no debería estar haciendo esto.
¿Quería sus manos para poder tocarme? ¿Quiere tocarme mientras follamos?
Mi pecho se agita, mis caderas se balancean tranquilamente hacia él mientras
su mano sube por mi hombro, luego por mi cuello, y sus dedos peinan los
mechones húmedos de mi pelo. Un suspiro sale de mis labios mientras miro
fijamente, y él me devuelve la mirada, tocando la punta de su lengua con los
dientes.
Mis ojos se dirigen a su boca, con la mandíbula apretada mientras trago.
—Kemper. —susurra, deslizando la lengua por el labio inferior.
—Mm... —retumba mi voz mientras miro, hipnotizado por su boca.
Su boca dulce, tentadora, perfectamente irresistible.
Los dedos de Dash recorren mi mandíbula, sujetándola mientras me atrae
hacia él. Y yo voy, como un esclavo. Como una mascota. Como si me controlara,
su boca es el único lugar en el que quiero estar, por el resto de mi existencia.
Se inclina para encontrarse conmigo en el centro. Y nos detenemos, mi boca
se cierne sobre la suya, casi probando su delicioso sabor, deseándolo con cada
fibra de mis entrañas.
Moviendo mis caderas con facilidad, lo follo con firmeza mientras veo cómo
se separan sus labios. Veo cómo se cierran sus ojos. Luego los míos se cierran,
nuestras respiraciones entrecortadas se mezclan mientras nos acercamos.
Nuestros labios se tocan. Y saltan chispas detrás de mi vista, un escalofrío
baila sobre mí, desde nuestras bocas conectadas y hacia fuera.
Dash ronronea. Yo gimoteo.
Se separa de mis labios y los chupa con ternura hasta que jadeo, un sonido de
sorpresa y asombro.
Estoy en caída libre.
Esto no se parece a nada que haya experimentado antes. Dash me está
besando y yo le devuelvo el beso.
Estoy besando a un chico, y se siente tan jodidamente bien.
Algo hace clic y nos movemos más rápido, más seguros, de repente mucho
más frenéticos. Dash me tira del pelo, tirando de él desde la raíz, mientras me
besa vertiginosamente, lamiendo y chupando entre las respiraciones agitadas,
con sonidos de necesidad cruda moviéndose entre nosotros.
Mi mano sube para sujetar también su cara y lo beso más profundamente,
empujando mi lengua para rozar la suya. Él gime cuando se juntan, avanzando
el uno sobre el otro, y casi me olvido de que estamos follando por un segundo.
Mis caderas han dejado de moverse y me limito a besarlo con todas mis fuerzas.
Y él me devuelve el beso en una fiebre de lujuria sin límites.
—Mmm —gime, comiéndome vivo.
—Lo sé. —Le chupo el labio de arriba, luego el de abajo, luego el de arriba
otra vez, deslizando mi lengua sobre el de abajo y dentro de su boca para
saborearlo más.
—Nunca he besado a un hombre —Me acerca la cara lo más posible a la suya
tragándome—. No puedo creer que me estés besando y follando...
—Me encanta, maldita sea —le susurro, la desesperación en su tono y sus
frenéticos besos hacen saltar mis caderas una vez más.
Me levanto y vuelvo a penetrar en él, ordeñando mi polla en su culo mientras
él se aferra a mí y me chupa la cara. Dios, me encanta su sabor. Es como un
caramelo. El azúcar más adictivo que he probado nunca.
Por fin nos separamos para respirar, ambos tomando aire mientras me
precipito entre sus muslos, apoyando mi frente en la suya.
—Mierda, esto es tan bueno. —La cabeza me da vueltas sin control. Estoy a
segundos de explotar.
—Tan bueno... —roza con las yemas de sus dedos mis labios, trazando mi
mandíbula y luego bajando por mi cuello, como si no quisiera dejar de tocarme
ni un segundo.
—Bésame más —exijo, con un tono más suave que nunca.
Es como si algo se hubiera roto dentro de nosotros, y ya no somos un
prisionero y un guardia; no somos enemigos, ni opuestos, ni un acosador y su
presa.
Somos amantes, uniéndonos en un deseo recíproco. A pesar de lo áspero y
crudo que es cuando le meto la polla, se siente como si estuviéramos... haciendo
el amor.
Dash me agarra la cara y me besa de nuevo, mordiéndome el labio entre que
lo chupa y me da su lengua. Los sonidos de nuestra pasión vibran por la
habitación, y me importa un carajo si alguien se entera de esto.
No me importa nada más que él.
—Me voy a correr pronto, cariño —jadeo en su boca, y él se estremece—.
Córrete conmigo. Necesito que... mierda, Dash, necesito que te corras conmigo.
—Fóllame más fuerte —sus dedos se hunden en mi pelo mientras sostiene
mi cara contra la suya—. Justo ahí... En ese punto. Jesús, sí. Me voy a correr.
—¿Sí? ¿Este punto se siente bien, bebé?
—Sí... más. Así de rápido.
Le doy lo que quiere, y sus sonidos hinchan mi corazón tanto que quiere
salirse de mí. Se agita, salta agresivamente, como si tratara de escapar de mí y
refugiarse en él.
Mis caderas trabajan, mi polla azotando su próstata, adueñándose de su culo
hasta que se tensa por completo.
—Voy a... correrme —gime, y luego ruge en voz alta—. ¡Mierda... me voy a
correr!
Su clímax me lleva al límite. Siento que su polla emite chorros de esperma
sobre los dos mientras mi propia polla entra en erupción en su culo.
—Me estoy corriendo tan fuerte en ti, Dascha... Dios, eres jodidamente
perfecto.
El empuje no se detiene, incluso después de que mi polla haya terminado de
sacar hasta la última gota dentro de él. Se siente increíble. No quiero que pare
nunca. Dash se aferra a mí, me besa por toda la boca mientras respira como si
acabara de salir de una trampa de hielo. Torrentes de luz recorren la habitación,
una fuerza magnética que nos mantiene unidos en el éxtasis.
Porque estamos hechos el uno para el otro.
Finalmente, el cuerpo de Dash se debilita, sus piernas se desprenden de mi
cintura mientras parece licuarse debajo de mí. Pero su mano no se mueve,
sujetándome por la nuca.
Y seguimos besándonos. Nos besamos durante minutos interminables que
parecen horas. Nuestros labios permanecen pegados mientras respiramos el
uno al otro, saboreando el paraíso que acabamos de descubrir; desenterrado,
como si un tesoro escondido se hubiera mostrado por primera vez.
No sabía que podía ser así.
Dejamos de besarnos cuando nuestros labios están en carne viva y me duele
la mandíbula. Me derrumbo sobre su pecho, cuidando mi peso, respirando con
dificultad e inhalando el aroma de nuestro sexo y de él, embriagador y excitante.
Sus dedos recorren mis hombros y mi pelo. Nos quedamos en silencio mientras
nuestros ritmos cardíacos se regulan y bajamos del subidón sexual más largo
del mundo.
Me levanto con los brazos temblorosos y agarro las llaves del cinturón para
abrirle la otra mano. Luego tomo su muñeca y la froto, como he hecho antes.
Porque siempre pensé que tenía que esposarlo, pero después de esta vez, ahora
no estoy tan seguro.
El hecho de que Dash me haya tocado me ha dado la vida.
Me quedo a cuatro patas sobre él, contemplando su cara; mejillas sonrojadas
y labios hinchados, ojos aturdidos y somnolientos. Su mirada después del sexo
es hipnotizante. Me gustaría poder hacer una foto.
Le doy un beso en los labios y me sonríe con sueño. Luego le beso las mejillas,
la barbilla, la mandíbula, el cuello. No tengo ni idea de lo que me ha pasado, pero
no puedo parar. Se ríe y me pone las manos en los costados.
—¿Quién eres y qué has hecho con el gran imbécil que me puso una jaula para
la polla? —murmura, y yo me río.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con la perra obstinada que se enfrentó a mí
con uñas y dientes antes? —Le arqueo una ceja, y él suspira, parpadeando
mientras me lanza una mirada estudiosa.
—Ni siquiera lo sé, para ser sincero —dice—. Supongo que quizá no eres tan
malo.
Me muestra una pequeña sonrisa arrogante, y no tengo más remedio que
besarla de sus labios.
A pesar de lo extraño que hubiera parecido antes, ahora ni siquiera nos
molestamos en salir de este vestuario. Acabamos besándonos y tocándonos
durante casi otra hora, antes de que finalmente nos levantemos y nos vayamos.
Volvemos a la realidad de Alabaster Pen, aunque ya no estoy seguro de lo que
significa.
42 días adentro
Dash

Me besó.
Jodidamente nos besamos.
¿¿Qué diablos fue eso??
No puedo dejar de pensar en lo que pasó en el vestuario. Durante horas
después de que Kemper me devuelva a mi celda y desaparezca, todo lo que pude
hacer fue recordar la sensación de sus labios sobre los míos. El sabor de su
lengua, la calidez de sus respiraciones mentoladas entre nosotros chupándonos
la cara como si no hubiera un mañana.
Besa tan... suavemente. Tan vacilante. Para ser un policía gigante y
musculoso que se divierte forzando la mierda y siendo el tipo más dominante
que he conocido, realmente parecía que estaba a mi merced cuando lo estaba
besando.
¿Cuándo él me estaba besando? ¿Cuando nos besábamos…?
Ya ni siquiera lo sé, pero me gustó. No creo que pueda ocultar ese hecho. Se
sintió como lo más correcto que me ha pasado en la vida, y realmente no lo
entiendo.
Y a pesar de lo confuso que es que aparentemente disfruto que me folle un
chico, porque seamos sinceros, también disfruté mucho de eso, los besos me
parecen aún más perturbadores.
Todos sabemos que el sexo para mí suele ser indiferente. Pero con Kemper
no se siente así. Y ahora que pasamos horas besándonos como un par de
adolescentes cachondos, esos lazos que tengo con él se han vuelto aún más
fuertes. Es como si hubiéramos estado construyendo algo, con cada interacción
que hemos tenido desde que estoy aquí; pieza por pieza, apilando piezas
pequeñas de esta creación que ninguno de nosotros comprende realmente. Y
los besos lo solidificaron. Era como la unión adhesiva para mantener unido lo
que antes no era tan resistente.
Creo que el oficial Kemper y yo somos una cosa. ¿Dónde está el vodka cuando
lo necesitas?
El hecho preocupante de que simplemente se fue después de traerme de
regreso del vestuario ha pasado a un segundo plano en mi mente ante toda esta
obsesión. No puedo sentir nada por él...
Olvídate de que es un chico, y nunca antes me había interesado el mismo
sexo de esta manera. Él es mi acosador. Mi violador.
¿Es esta una especie de situación del síndrome de Estocolmo? ¿He estado
desarrollando este apego hacia él simplemente porque lo está forzando?
Ojalá hubiera una manera de averiguarlo, pero desafortunadamente estoy
atrapado aquí y no puedo escapar de él. Y lo más loco es que la idea de alejarme
de él ya no me atrae. Es desconcertante.
Niego con la cabeza mientras sigo con mi paseo desenfrenado por la celda
de Darcey. Quizás sea bueno que se haya ido. Claramente, necesitamos algo de
espacio. Quiero decir, anoche fue una cosa... Me esposó y me folló como que
siempre supe en el fondo de mi mente que lo haría, porque es básicamente un
animal salvaje que también está armado.
Pero luego pasamos el rato esta mañana. Bueno, me trajo ropa y comida,
que supongo que es como la versión de una primera cita en Alabaster Pen. Y
dejarme duchar en lo que es básicamente el vestuario de empleados. Es
bastante obvio que sería una grave violación de las reglas si nos atraparan, y,
sin embargo, Kemper lo hizo por mí sin pestañear.
Yo me ocupo de lo que es mío.
Puedo escuchar su voz gruñona diciendo las palabras en mi mente, y envía
un hormigueo a mi piel. Estoy haciendo un agujero en el maldito piso por toda
mi caminata mientras recuerdo la ducha, la sensación de él haciendo
exactamente eso… Cuidándome.
Burlándome, niego con la cabeza. Soy un hombre adulto. No necesito que un
tipo enorme me traiga regalos y me lave como si fuera una chica necesitada.
Pero luego me tragué mis reservas al recordar lo bien que se sentía tener
sus manos sobre mí. Posesivo, que es obviamente lo suyo, pero también
cariñoso. Sus manos me atesoraban como si fuera un regalo preciado. Incluso
pensar en eso ahora aprieta mi pecho como si estuviera siendo aplastado de
adentro hacia afuera.
Prácticamente le rogué que me volviera a follar. ¿Por qué?
¿Qué cambió de anoche a esta tarde? Entonces no lo quería, pero sucedió de
todos modos. Y luego, hoy, cuando estábamos en esa ducha, todo lo que podía
pensar era en lo malditamente bien que se sentiría tenerlo dentro de mí de
nuevo, desgarrándome de una manera que no se siente dañina, pero de alguna
manera… curativa.
Entonces lo hizo. Y no me equivoqué. Me corrí más fuerte que nunca antes,
con sus labios en los míos, llorando mi placer en su puta boca.
Dejo de caminar por un momento y me apoyo contra la pared, cerrando los
ojos con fuerza.
Estoy jodidamente perdido.
No ... tal vez estaba perdido antes. Y alguien finalmente me encontró.
Escucho pasos y ya puedo decir que no son de Kemper. Tiene una forma de
caminar que es específica para él, y lo que es más loco es que incluso lo he
captado.
Rápidamente, saco su sudadera con capucha por mi cabeza y la doblo,
escondiéndola debajo del colchón como me dijo antes de irse.
Me encantaría que usaras mi ropa en un lugar publico, cariño, pero podría
meternos en problemas.
Nosotros. Lo dijo sin esfuerzo. Como si fuéramos una cosa; una pareja
secreta, escabulléndose en contra de los deseos de la sociedad.
No estoy seguro de si eso es lo que somos, pero no pude evitar el escalofrío
de excitación lasciva que me recorrió cuando lo dijo. La idea de que tengo
prohibido estar con él... no puedo evitar lo mucho que me excita.
El otro guardia que a veces está aquí abajo, creo que se llama Brenner, entra
en la celda y asiente con la cabeza hacia la pared.
—Muy bien, 101. Ya conoces el ejercicio.
Me acerco a la pared y coloco mis manos planas sobre ella mientras él me
da unas palmadas hacia abajo rápidamente. Luego me esposa las muñecas y me
pone grilletes en los tobillos, como de costumbre, arrastrándome con él, fuera
del confinamiento y de regreso a la población general.
Me siento aliviado de salir del confinamiento después de solo un día, y sé
que es obra de Kemper. Aunque ayer me olvidé por completo de todo ese drama
con esos imbéciles en la ducha, y ahora estoy nervioso de que me guarden
rencor. No estoy seguro de si alguno de ellos también fue enviado a aislamiento,
pero no noté a nadie más al pasar. Probablemente me culpen de todo, ya que
soy el alborotador residente y todo eso.
Mientras caminamos por la fila, reviso las celdas de Kang y Ren en el camino,
pero están vacías. No estoy seguro de la hora, ya que salir del confinamiento
siempre hace que mi reloj interno se descomponga un poco, pero supongo que
probablemente todavía estén en la cafetería para el último grupo de cena. No
me sorprende cuando llego a nuestra celda y Luthor también está desaparecido.
Brenner me quita las esposas y los grilletes y me deja frotar mis muñecas
en la tranquila comodidad de mi celda marginalmente mejorada. Es extraño
pensar que ni siquiera me he dado cuenta de lo terrible que es el aislamiento
últimamente.
Por Kemper.
Mi corazón hace un pequeño salto extraño en mi pecho, pero lo ignoro,
concentrándome en las cicatrices en carne viva en mis muñecas. Estas marcas
duelen como una perra. Ojalá tuviera ungüento o vendas, o...
Mis ojos aterrizan en mi cama y mi mandíbula cae. Hay una pequeña bolsa
de deporte junto a mi almohada. Parece nueva y cuando me acerco, mirándola
boquiabierto, me doy cuenta de que es nueva. Todavía tiene las etiquetas y todo.
Paseando, miro a mi alrededor como si alguien pudiera salir en cualquier
momento, antes de sentarme en mi cama. El bolso es Adidas y es súper bonito.
Y pesado, lo siento cuando lo recojo. Abriendo la cremallera, miro dentro y mis
ojos se abren. Hay todo tipo de cosas increíbles aquí.
Paquetes de calcetines nuevos, un cuaderno con rotuladores, toallitas, más
artículos de tocador, ungüento, para las malditas cicatrices... ¡guau! E incluso un
kit de productos de Kiehl's de aspecto caro. No puedo evitar la sonrisa que cruza
mi rostro mientras saco todo, abro cada recipiente para olerlos.
Es como Navidad. Disfruto tanto hurgando en todas mis cosas nuevas que
apenas me doy cuenta de que Joy deja a Luthor en la celda. Me pongo tenso y
trato de mover las cosas detrás de mi espalda, pero Joy simplemente levanta la
ceja y niega con la cabeza, saliendo furiosa detrás del ruido metálico de la
puerta de nuestra celda al cerrarse.
Luthor me mira especulativamente por un momento, luego toma aire y lo
deja escapar.
—Me alegra que estés bien. No puedo creer que Ren y tú pelearan contra
esos tipos...
—Ren me cubrió la espalda. —murmuro ante el recuerdo de él
defendiéndome cuando realmente no tenía que hacerlo—. No es un mal tipo.
Luthor asiente, como si estuviera considerando mis palabras, antes de
encogerse de hombros.
—¿Quieres ver mi progreso?
Ni siquiera necesito preguntar. Sé que está hablando de su computadora. Y
antes de que pueda responderle, salta a su litera y comienza a jugar con algo.
Sonrío para mí mismo, contento de estar de vuelta con él, aunque hay una
pequeña voz en un rincón oscuro de mi mente que me hace volver la mirada
hacia la mochila y todas mis cosas nuevas.
Me chupo el labio inferior, saboreando el hecho de que todavía me duele de
todos los besos feroces de antes...
De la quemadura de su rastrojo.
Creo que lo extraño y no quiero. No sé si debería...
De hecho, creo que no debería. Pero eso no cambia el hecho de que lo hago.
Eso no impide que mientras Luthor me muestra su maqueta de
computadora y habla en términos nerd que suenan como otro idioma, me
pregunte dónde está Kemper. Si regresará... Cuando lo volveré a ver.
¿Y qué pasará cuando lo haga?

Tengo problemas para dormir durante las próximas dos noches, y me niego
a reconocer que podría tener algo que ver con cierto lunático tatuado que está
perdido por ahí.
Estoy cansado y las voces son constantes; fuertes y revoltosas.
La ducha también ha cambiado. Ya no intento la privacidad. Me ducho junto
a Luthor, Ren y Kang. No es extraño ni nada por el estilo, simplemente no quiero
volver a encontrarme solo con Gage y su pandilla de imbéciles.
Es bueno saber que tengo amigos aquí. Siempre he sido un poco solitario.
Soy introvertido, pero eso no significa que quiera estar solo todo el tiempo.
Anhelo la conexión humana, por lo que tenerla aquí es algo que no quiero dar
por sentado.
Hoy es el tercer día consecutivo que nos duchamos juntos. Quiero decir, no
estamos bajo el mismo chorro de agua ni nada, pero ciertamente me cuesta
acostumbrarme a estar tan cerca de otros tipos desnudos mientras me lavo las
bolas. Especialmente con Ren alrededor.
Ignorando el hecho de que me la había chupado antes, y lo he presenciado
tomando una polla, algo en lo que ahora tengo experiencia, una idea extraña en
sí misma, es un maldito ninfómano y bromea sobre sexo constantemente.
Es un tipo muy coqueto, probablemente un síntoma de su descarada
adicción al sexo. Está bien para él... Puede hacer lo que quiera. No quiero que
nadie se lo tome a mal.
Como Luthor. O Kemper...
Nos enjabonamos en silencio, bueno, estamos en silencio, pero hay voces de
otros reclusos que resuenan alrededor de las duchas, y estoy usando el gel de
baño de mi kit de Kiehl's, que huele excelente.
Puedo sentir a Ren mirándome desde mi izquierda, y finalmente pongo los
ojos en blanco y suspiro
—¿Quieres usar un poco?
Una enorme sonrisa recorre su rostro mientras asiente con entusiasmo.
—Pensé que nunca lo preguntarías.
Riendo mientras él extiende sus manos ahuecadas, arrojo algunas de las
cosas buenas en ellas. Inmediatamente se enjabona y se pasa las manos por
todo el cuerpo, se le cierran los ojos y gime de placer, lo que me incita a tragar
saliva.
Ren es guapo, de una manera obvia. Cabello oscuro, ojos azules brillantes,
una mandíbula que podría cortar vidrio. Pero nunca lo miro con esos ojos,
porque en lo que a mí respecta, eso rompería el código de los chicos. Es de
Luthor, ya sea que quieran admitirlo o resolver sus problemas. Incluso ahora
que aparentemente estoy explorando mi sexualidad de formas que nunca pensé
que lo haría, no estoy interesado en ser un destructor de hogares. Incluso si la
casa todavía no es un hogar.
Dicho esto, todo lo que he experimentado en las últimas semanas me ha
abierto los ojos a cosas que nunca antes había notado. Como las líneas de los
músculos de Ren...
Esa V en la pelvis. Kemper la tiene, solo que la de Kemper es más ancha que
la de todos.
Un carraspeo me devuelve la atención al rostro de Ren. Me está sonriendo,
porque me sorprendió mirándolo e inmediatamente me subió el corazón a la
garganta. Miro por encima de mis hombros para asegurarme de que Kemper no
esté cerca para captar lo mismo, ya que su reacción diferiría mucho de las
pequeñas risas que recibo de Luthor y Ren.
Mis mejillas arden y aparto la mirada de todos, concentrándome en
enjuagarme. Desafortunadamente, Ren no es de los que dejan pasar esas cosas.
—¿Te gusta el tatuaje? —murmura, y ya sé de cuál está hablando.
Tiene un yin-yang en la pelvis que le encanta mostrárselo a todo el mundo,
porque le da una excusa para bajarse los pantalones, no es que realmente
necesite una.
No le respondo, pero sigue hablando. Puedo hacerte uno si quieres. No el
mismo, obviamente. Lo que elijas. Siempre y cuando no sea demasiado
complicado.
Mi frente se arruga cuando lo miro.
—¿Te lo hiciste tú mismo?
Ren asiente.
—Sí. Soy el tatuador residente. ¿No lo sabías?
Miro a mi derecha, a Luthor y Kang, para verificar que lo que dice Ren es
verdad, ya que aparentemente mentir es un segundo idioma para él. Ambos
asienten con aprobación.
—Hizo este. —señala Kang a unas letras asiáticas en su pecho.
—¿Qué dice? —pregunto.
Él sonríe y niega con la cabeza, cerrando el grifo y agarrando su toalla sin
responderme. Solo frunzo los labios en el suelo. Malditos secretos en este lugar,
hombre.
—Déjame saber lo que quieres. —continúa Ren con la conversación sobre
tatuajes—. Haré que Rook te deje entrar cuando quieras.
Parpadeo ante la pared pensando. Disfruto tatuarme, casi más que la tinta
con la que termino, amo el dolor y elegir mis propias cicatrices. Se siente bien.
Mi mente vaga por el mismo lugar en el que ha estado durante los últimos
tres días.
Kemper tiene un montón de tatuajes. Me pregunto con qué frecuencia los
consigue... si es que le queda espacio.
Sé que lo hace. Tiene mangas llenas en ambos brazos y algunas le corren por
el costado derecho hasta la pierna. Incluso le llegan al cuello, a la espalda, al
pecho. Aunque cuando estábamos desnudos juntos, en el vestuario, vi un lienzo
en blanco. Me pregunto si querría conseguir algo nuevo...
—Entonces Dash, ¿de dónde sacaste todas estas cosas, de todos modos? —
pregunta Ren, cortando mi confuso proceso de pensamiento. Lo miro—.
Obviamente has encontrado un buen papi aquí para patrocinarte. —Él sonríe y
se inclina más cerca—. Dime tus secretos.
Pongo los ojos en blanco.
—No estoy haciendo nada. Y definitivamente no tengo un papi.
—Sí, está bien —resopla Ren, sarcásticamente—. Mi dinero está en Rook.
Escuché lo que pasó con ustedes dos, la noche del apagón.
Mis ojos se posan en Luthor mientras lo miro. Levanta las manos en defensa.
—¡Lo siento! De todos modos, se habrían enterado por otra persona —se
queja Luthor—. Además, fue ... fue una noche loca. —Sacude un poco la cabeza
antes de volver a enjuagarse.
La mirada de Ren se detiene en él por un momento, luego regresa a mí para
interrogarme más—. Eres el único tipo en este lugar que parece amar la
soledad. Y cada vez que regresa, tiene regalos a raudales. Me estoy poniendo
celoso. Mis experiencias en aislamiento definitivamente no son mi idea de
diversión...
—No me divierto en aislamiento. —gruño—. Es terrible.
—Bueno, cualquier mierda horrible que estés soportando, debes ser bueno
en eso. —me guiña un ojo Ren—. ¿Es ese tipo Brenner? Tiene una polla decente.
No es muy larga, pero sí gorda.
Hace un círculo con la mano y lo miro horrorizado. Luthor está poniendo la
misma cara.
—No voy a ligar con Brenner —frunzo el ceño—. No voy a ligar con nadie.
—Bien. —se ríe, y terminamos de enjuagarnos al mismo tiempo, apagando
nuestras duchas.
Agarro mi toalla y me seco, mirando a Ren mientras se acerca a Luthor y le
susurra algo. Luthor pone los ojos en blanco, pero la sonrisa que claramente
está tratando de ocultar es visible. Envuelve su toalla alrededor de su cintura
mientras Ren niega con la cabeza como un perro, empapando a Luthor mientras
ambos se ríen. No puedo evitar sonreír. Son un poco lindos juntos, si no tuvieran
tantos problemas en su camino, la mayoría de los cuales parecen ser de Ren.
Al observarlos, también noto que el cabello de Ren es más largo que
probablemente el del resto de nosotros. No es largo de ninguna manera, pero
está casi por sus oídos y supongo que esa es una de las cosas para las que usa el
sexo con los guardias. Sé que la longitud del cabello parece una vanidad que no
es tan importante en el gran esquema, especialmente con lo que tenemos que
soportar aquí, pero es una libertad que al cien por ciento das por sentada en el
exterior.
No he vuelto a afeitarme la cabeza desde que Kemper lo hizo en mi primer
día, y se está haciendo un poco más largo. Pasando mis dedos por mi cabello
mojado, lo levanto un poco. No es mucho, pero deseo desesperadamente
quedármelo. Rezo para que no vengan a cortarlo.
No creo que Kemper pueda ayudarme a mantener mi cabello, ya que está
solo en aislamiento. Por lo general Joy es quien hace esas cosas aquí. La veo
haciéndolo todo el tiempo antes o después de las duchas. No estoy seguro de
cómo o cuándo decide rapar a la gente, pero supongo que tiene algo que ver con
Velle. Él recibe las órdenes del alcaide y las hace cumplir.
—Ren, ¿quién te deja crecer el pelo? —Le pregunto, alejando su atención de
Luthor, que está tratando de cubrirse mientras se viste.
—Joy —me dice, poniéndose los pantalones—. Dijo que soy demasiado
bonito para no tener pelo. —Me río y niego con la cabeza, mirando a Luthor que
está sonriendo—. No, en serio —agrega Ren—. Ella realmente dijo eso.
—Eres un idiota. —suspira Luthor, pasando junto a nosotros para alcanzar
a Kang, que está hablando con Joy en la entrada de las duchas.
Los sigo a él y a Ren, sonriendo. Si fuera un idiota, le preguntaría a Joy si
realmente dijo eso, pero no quiero llamar la atención sobre la conversación
sobre el cabello. Me muero por dejar crecer el mío hasta donde lo tenía cuando
llegué aquí. No era demasiado largo, pero lo mantuve más tiempo en la parte
superior para poder despeinarlo un poco cuando era platino.
Me pregunto si alguien podría conseguirme tinte para el cabello... Me
encantaría volver a teñirlo de lila, para que coincida con Zadira.
Mi pecho se hunde cuando la desesperanza se apodera de mis costillas.
Nunca saldré de aquí... nunca volveré a ver a Zadira.
Probablemente esté en un depósito de la policía, esperando que la subasten
a un idiota que no sabe una mierda sobre los coches y que no apreciará el
tiempo que me llevó conseguir su color perfecto. Probablemente ni siquiera
usarán la cera protectora adecuada cuando la detallen. ¡Podrían llevarla a un
lavado de autos regular!
La depresión continúa arremolinándose mientras los guardias nos
devuelven a la fila.
Ren me susurra:
—Piénsalo. —mientras lo empujan dentro de su celda y cierran la puerta.
No me opongo a hacerme otro tatuaje, especialmente después de ver lo
bueno que es Ren. Estoy seguro de que no tiene las herramientas disponibles
para hacer piezas complejas, como las que tienen Kemper o Velle. Pero soy más
un tipo de pequeños bocetos dispersos, y para eso creo que sería perfecto.
Si pudiera pensar en algo para conseguir...
Luthor y yo nos trasladamos a nuestra celda donde nos pasamos unas horas
jodiendo, Luthor jugando con su computadora y yo leyendo The Shining una
vez más. No estoy en el mejor espacio mental para leer en este momento, con
mi mente zumbando como una licuadora, pero lo intento porque no hay nada
más que hacer y no puedo seguir obsesionado con mi nuevo despertar sexual.
El tema es demasiado profundo por el momento, no cuando mi cordura está
al borde de una ruptura en mi angustiosa cadena perpetua.
Pasan las horas. Vamos a cenar y volvemos a más tranquilidad. Es una noche
fría y mi estado de ánimo es un poco amargo. Más aún cuando escuchamos a un
par de guardias hablando de lo hermoso que es hoy afuera.
Es mayo. La mejor época del año en Nueva York, en mi opinión. Me encanta
la primavera, cuando finalmente deja de llover tanto y tienes algunos de esos
hermosos días soleados. Todo el mundo sale de su escondite y la ciudad está
llena de buenas vibraciones.
Es perfecto. ¿Y dónde estoy mientras todo eso sucede?
Encerrado en un agujero de cemento rodeado de moho negro y miseria.
Luthor se duerme temprano mientras yo me acuesto en la cama, colgando
boca abajo sobre el borde. Empiezo haciendo algunos abdominales, pero mi
energía se desvanece rápidamente y termino mirando al techo durante horas.
Hasta que escucho pasos. Los que he extrañado en secreto ...
Mi estómago se retuerce mientras me incorporo lentamente, mirando la
puerta abrirse y luego cerrarse, la figura gigante en sombras haciendo
movimientos suaves, supongo que me quedaré callado.
Ignoro el alivio que invade mi pecho, con una oleada tan dominante que me
confunde hasta la médula. Solía temer escuchar esos pasos y ver la sombra
cuando entraba a mi celda. Debería temerle todavía.
Pero no lo hago. Algo cambió, y aunque todavía hay un poco de inquietud
cuando lo veo, al no saber qué podría causar su impredecible estado de ánimo,
ya no le temo.
Temo lo mucho que lo deseo y las cosas que me hace.
—Oye... —susurro mientras se pone de pie y me mira, como siempre lo hace,
sus ojos azul oscuro brillan desde el otro lado de la celda.
Mis ojos bajan para contemplar su grande y abrumadora figura y noto que
una de sus manos está detrás de su espalda.
—Oye. —responde, y un escalofrío recorre mi espalda debido a la voz ronca
que pronuncia la misma maldita palabra que dije, aunque mi cuerpo reacciona
como si fuera algo extrañamente tentador.
Camina hacia mi cama, mirando por un momento a la litera de Luthor.
Ronca, como de costumbre, mientras Kemper se sienta a los pies de mi cama.
Me acerco más a él mientras quita la mano de detrás de la espalda.
—Te traje algo especial.
Mi mirada pasa de la mirada ansiosa en su rostro a lo que está sosteniendo,
mis labios se separan mientras aspiro un suspiro de incredulidad.
Parpadeo repetidamente ante la golosina que me está dando.
—Cómo…? —Ni siquiera puedo formular las palabras necesarias para
expresar este nivel de sorpresa.
Helado.
Me trajo helado... Mi favorito.
—Date prisa y cómetelo, Luscious. —ofrece una pequeña sonrisa,
empujando el vaso de helado de vainilla con salsa de cereza hacia mí—. Ya está
derretido, ya que me tomó una eternidad conseguirlo aquí.
Tomando el vaso, mis ojos se mueven hacia arriba y hacia abajo entre sus
atrevidos iris y el helado. Es del Sr. Softee. Este ha sido mi regalo favorito desde
que tengo uso de razón. Mi papá solía llevarme a la camioneta del Sr. Softee en
el verano y siempre recibía un helado de vainilla bañado en cereza. Cuando era
más joven, solía recibir chispas de arcoíris, pero luego mis amigos me dijeron
que era extraño, así que me detuve.
Llevándome una cucharada a la boca, me deleito con el primer bocado. Dios,
es como un orgasmo.
Me encanta comer, y no solo obtenemos la peor comida de mierda en este
lugar, sino que, por supuesto, no existen delicias especiales como el helado.
Honestamente, no pensé que volvería a ver un vaso del Sr. Softee por el resto
de mi vida.
Doy algunos bocados más, más rápido esta vez, haciendo crujir la cuchara
en la cáscara roja endurecida de la salsa de cereza y sacando vainilla con ella.
Que se haya vuelto a congelar es irrelevante. Es jodidamente asombroso.
Estoy en el cielo.
Kemper suelta una risa tranquila y mis ojos rebotan en su rostro.
—¿Qué?
—Pareces un niño en este momento —murmura, esos ojos misteriosos
brillan en mí—. Simplemente… felizmente inocente. Es bastante adorable.
—Eso es raro. —le digo con un bocado de helado, y la mirada sin
remordimientos en su rostro me hace reír. En cierto modo admiro cómo le
importa una mierda lo que piensen los demás—. Gracias por esto. Ni siquiera
sé cómo... —Hago una pausa y niego con la cabeza, continuando con mi
helado—. Solo gracias.
—De nada. —Levanta una mano para rozar sus dedos a lo largo de mi nuca.
La piel de gallina recorre mi cuerpo, y lo que está haciendo mi estómago...
Solía pensar que era disgusto. Ahora sé que no es eso. Creo que es emoción ...
Intriga. Deseo.
¿Siempre me he sentido así? ¿O está comenzando ahora…?
No puedo lidiar con los sentimientos confusos en este momento, así que sigo
comiendo mi helado mientras él me mira y me toca. Suave... muy suavemente.
De una manera que trae calidez a mi pecho, extendiéndose por mi cuello y
mejillas.
—¿Cómo supiste que este era mi favorito? —pregunto, lamiendo un poco
de vainilla de mi labio.
Él mira mi boca intensamente, con una tensión visible en su mandíbula,
antes de decir.
—Te lo dije, te conozco Dascha. Más de lo que piensas.
Parpadeo hacia él, preguntándome qué diablos significa eso, y cómo es
posible para mí estar cada vez más apegado a alguien que debería
aterrorizarme en teoría.
—Suenas como un acosador. —murmuro, con un poco de actitud que sé que
le gusta, porque se ríe, luego se acerca a mí.
—Ven aquí.
La orden es suave, pero aún posesiva, como si supiera que obtendrá lo que
quiere, sin importar si voy de buena gana.
Lo que quiere es a mí. Y sé que lo conseguirá; lo tomará si tiene que hacerlo.
Y por primera vez desde que estoy aquí, no creo que me importaría que me
consiga. Tampoco creo que me importe entregarme a él.
Su gran mano agarra mi mandíbula, y tuerce su torso, al mismo tiempo
tirando de mi cara hacia la suya. Tengo el tiempo justo para tragarme todos mis
nervios con el último bocado de helado antes de que presione sus labios contra
los míos, gimiendo mientras lo hace.
Respiro un grito ahogado en su boca mientras chupa mi labio inferior,
bajando la cabeza mientras separo mis labios para él. Su lengua busca la mía, y
se presionan juntas con vacilación, como si ambos todavía no estuviéramos
seguros de si el otro día fue una casualidad.
No lo fue. Esto se siente jodidamente maravilloso.
Presiono mi mano sobre su pecho y él ronronea, un gemido retumbante que
puedo sentir en mi palma, desde debajo de la roca de su músculo pectoral a
través de su uniforme.
—Mi Luscious. —gruñe, mordiendo mi labio con tanta fuerza que gimo, mi
polla palpita entre mis muslos—. Ahora sabes aún más dulce.
—Mmmf. —No sé lo que estaba tratando de decir, pero no puedo pensar. Mi
mente está confusa y la lujuria que nos rodea es espesa como el humo.
Esto es tan nuevo. Esto es tan jodidamente diferente. ¿Desde cuándo es tan
malditamente bueno…?
Ni siquiera puedo preocuparme por nada de eso. Solo quiero sexo. Quiero
más sexo de él, y no me importa si es malo o si no me he permitido aceptarlo.
Quiero que él...
—Fóllame. —Me arrastro hasta su regazo, sentándome a horcajadas sobre
sus caderas y buscando los botones de su camisa.
—Jesús, bebé. —Sostiene mi cintura con sus grandes manos, deslizándolas
hacia abajo para ahuecar mi trasero y empujarme más fuerte sobre su
erección—. Eres insaciable. Más vale que sea solo por mí...
—Sí. —Respiro sobre su labio inferior, sacando la camisa desabotonada de
sus pantalones—. Solo por usted, oficial.
—Mierda, ¿qué me estás haciendo, Dascha? —Él levanta mi camisa por
encima de mi cabeza, luego se quita la suya mientras yo me apresuro con manos
temblorosas a desabrochar su cinturón, disminuyendo la velocidad al ver todas
las armas en su funda. Nos quedamos sin aliento cuando mis ojos se encuentran
con los suyos y él me mira.
Puedo escuchar su voz, aunque no está hablando...
Solo te lastimaré si quieres que lo haga, cariño.
Me duelen las pelotas mientras las aprieto contra él mientras le desabrocho
los pantalones y se los bajo tanto como puedo. Se quita las botas y chocan contra
el suelo, luego tira de mis pantalones y bóxers hacia abajo, tomando mi polla en
su mano.
—Joder... —Mi cabeza cae hacia adelante mientras me acaricia en su puño.
Luego me agarra la cara y me besa con fuerza.
—Me vuelves jodidamente loco, bebé —murmura en mi boca entre nuestras
dos respiraciones profundas—. Nunca antes había querido a un hombre, pero
siento que estás hecho para mí.
Mi cabeza da vueltas ante sus palabras, el anhelo me lleva a otro nivel. Siento
que estoy fuera de mi cuerpo, mirando mientras me quito los pantalones y los
calcetines y él hace lo mismo.
—Esto es jodidamente ridículo —susurro mientras me mueve, sin esfuerzo,
para sentarme a horcajadas sobre sus anchos hombros, luego lame una línea
cálida a lo largo de mi erección. Mi cabeza cae hacia atrás con un gemido—. No
puedo creer que estemos haciendo esto...
—No te metas tanto en tu cabeza, Dascha —Sus manos viajan por mis
costados—. Déjame hacerte cosas malas.
—Malo —gimo cuando se mete mi polla en su boca—. Tan jodidamente
malo...
—Mmm tan bueno. —dice cuando se desprende de mi polla, masturbándose
mientras yo miro. Está usando algo de lubricación en su polla, probablemente
la loción que siempre ha usado, y los nervios recorren mi estómago mientras
desliza los dedos mojados entre mis mejillas.
He hecho esto dos veces antes y parece mejorar cada vez. Es emocionante,
y sí, estoy nervioso, pero también excitado. Sé que me dará un orgasmo tan
intenso que no recordaré mi propio nombre. Si viene de su colosal polla en mi
culo, que así sea.
—¿Me vas a montar, Luscious? —Él ruge hacia mí y trago saliva.
Nunca había hecho eso antes… duh. No es algo que alguna vez pensé que
haría. Se siente como si una chica se moviera... Montando una polla. Y no soy
una puta chica.
Pero me gusta ver mis manos agarrando su pecho. Me gusta ver mi polla en
sus abdominales mientras me muevo lo suficiente como para acercar mi culo a
su polla. Me gusta la sensación de él empujando la cabeza hacia mi culo desde
atrás, y me gusta estar encima de él.
—¿P-puedo hacerlo? —tartamudeo, mi rostro se derrite en humildad. Se le
caen los párpados y traga.
La vista de su nuez de Adán deslizándose por su garganta, cubierta de
áspera barba, hace pulsar mi polla. Kemper asiente, y yo busco detrás de mí y
agarro su polla, pesada en mi palma mientras la empujo hacia mi trasero,
instándome a relajarme.
Pasa al menos un minuto mientras trato de que mi cuerpo lo acepte. Lo
quiero, pero estoy en mi cabeza y creo que me está tensando los músculos.
—¿Quieres que te caliente primero, bebé? —murmura, ojos oscuros y
entrecerrados con tanta necesidad agitada, creo que está claro que se está
divirtiendo, incluso si no ha pasado nada todavía.
Mordiéndome el labio y negando con la cabeza, finalmente me relajo lo
suficiente como para permitir que la cabeza redonda de su polla se deslice
dentro de mi culo. Dejo escapar un grito ahogado y él tararea.
—Joder, bebé, eso es todo. —Sus manos se mueven hacia mi frente,
trazando las curvas de mis pectorales y provocando mis pezones. Eres
jodidamente perfecto, Dascha. Pareces una fantasía perversa hecha realidad.
El calor líquido se filtra en cada hendidura de mi interior mientras me
conduzco más abajo en su polla, temblando por la sensación instantánea. Sigo,
llevándolo más profundo, los dos respiramos con dificultad hasta que me siento
sobre él y no puedo creerlo.
Nuestros ojos permanecen juntos, inquebrantable, mientras yo me muevo,
gradualmente, toda su longitud dentro de mí donde me siento sobre su robusta
figura. Es una locura, pero me encanta, y no puedo evitar que me encante.
Parece que esto es algo que nunca supe que necesitaba hasta ahora.
Kemper sostiene mis caderas y me ayuda a subir el ritmo. Al principio soy
inestable; un poco descoordinado, pero no le importa. De hecho, creo que le
encanta. Sus ojos arden en azul hacia mí, como la parte más caliente de una
llama. Muerdo mi labio y él se estremece, empujándome con fuerza sobre su
polla y sosteniéndome allí por un segundo.
—Quiero vivir dentro de ti, Dascha. —dice con voz ronca, finalmente
dejándome mover de nuevo, acelerando constantemente el ritmo—. Nunca me
quites esto...
Lanzo un gemido gutural, inseguro de lo que está sucediendo dentro de mí
mientras cabalgo sobre su polla, más rápido, más fuerte, mi erección se
balancea sobre los grupos de músculos de su estómago a medida que avanzo.
Verlo me excita, al igual que ver el líquido pre seminal gotear sobre sus
abdominales cuando golpea mi próstata.
Kemper gruñe y se sienta, poniéndonos nariz con nariz, y no pierdo el
tiempo en agarrarle la cara y besarlo, casi con agresividad. Estoy jodidamente
desesperado por sus labios, su lengua y esas respiraciones que me hacen saber
que lo estoy haciendo sentirse bien.
Me lo estoy comiendo vivo mientras él nos mantiene unidos, moviendo sus
caderas con las mías, empujando hacia arriba mientras yo me giro hacia él. Su
eje grueso me está estirando de la manera más deliciosa, rozando mi próstata
una y otra vez hasta que estoy a punto de estallar.
—Fóllame, bebé. —ronronea en mis labios—. Dios, me encanta tu coño
apretado cabalgando mi polla.
Un ruido ahogado sale de mis labios mientras mi orgasmo se avecina. Mis
dedos se entrelazan en su cabello y mi cara cae a la curva de su cuello,
mordiendo y chupando su carne mientras mis caderas ruedan sobre él,
manteniendo su pene lo más profundo posible.
Mis bolas en su pelvis me están volviendo jodidamente loco. Estoy a punto
de perder el control cuando de repente me empuja sobre mi espalda, luego
levanta mis caderas hacia arriba, todavía dentro de mí todo el tiempo.
Deja escapar el gruñido hambriento de un animal antes de deslizar su boca
sobre mi polla, chupando mientras sus caderas se contraen, golpeando mi culo
rápidamente, hasta las bolas.
—Dios mío, Dios mío, Kemper. —Todas las palabras salen en una larga
corriente mientras mi cuerpo da vueltas y vueltas. Alcanzando su cabeza, tiro
de su cabello mientras él chupa la cabeza de mi polla con fuerza y me folla con
más fuerza—. Voy a correrme.
Él gime en mi polla, arrullando todo el camino dentro de mí mientras se
corre. Puedo sentir su orgasmo estallar profundamente en mi culo y es más de
lo que puedo soportar.
Mis bolas se tensan y me acerco justo detrás de él, vertiendo mi clímax en
su boca mientras sus gemidos vibran dentro de mí.
—Cal ... mierda, Cal, eso es tan bueno... diablos... —Ni siquiera sé lo que estoy
diciendo. Las palabras brotan de mí como el semen en su boca.
Se lo traga todo, con gusto, por supuesto, y cuando finalmente se retira de
mi polla, suspira y deja caer su frente sobre mis abdominales. Paso mis dedos
por su cabello, y bajo recorriendo sus hombros mientras él pone mis caderas
hacia abajo y se retira suavemente.
Estoy flotando y hay silencio a nuestro alrededor, comparado con el crujido
de la cama y los gruñidos desenfrenados de hace un momento. No hay forma de
que Luthor esté dormido durante todo eso, pero no puedo molestarme en
pensar en eso ahora mismo. Estoy en paz
En serio, este tiene que ser el mejor sentimiento del mundo.
Kemper alcanza el suelo y coge algo y lo usa para limpiarme. Creo que son
sus bóxers, pero no estoy seguro. Estoy acostado en mi cama bajo una sábana
de calma que se siente mejor que cualquier cosa que haya experimentado antes.
Se deja caer a mi lado y me pone un poco encima de él, doblando la manta sobre
nuestros cuerpos desnudos y sudorosos. Dos hombres adultos se apiñan en una
pequeña litera, pero funciona.
Descanso mi cabeza en su pecho, su corazón golpea con fuerza en mi mejilla
mientras el ritmo se ralentiza palpablemente. Un suave suspiro huye de mis
labios y él se ríe. Me obliga a mirarlo.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunto, mi voz vacilante, distraído por todo el
color que tiene.
Siempre es tan vibrante cuando terminamos de follar.
—Me gusta verte así. —Toca con la punta de sus dedos mi mejilla—. Me
gusta hacerte sentir bien.
—Muy diferente a lo de antes, ¿eh? —Hago una pausa después de decir las
palabras, porque todavía tengo miedo de enojarlo.
Pero él solo sonríe y asiente.
—Sí. Lo es.
Parpadeando hacia él, no puedo dejar de ver que sus ojos se posan en mis
labios. Así que le doy lo que obviamente quiere y le doy un beso lento en la boca.
Siempre sabe a menta. A fuerza y reposo.
—Me llamaste por mi nombre —murmura en mis labios, y me aparto para
mirarlo—. Mi primer nombre.
Me congelo por un momento, porque apenas recuerdo haberlo hecho.
Nunca antes lo había llamado por su nombre de pila. Lo hace sentir mucho
más… real.
—Lo siento, oficial. —bromeo, aunque una parte de mí no está bromeando.
—Puedes llamarme como quieras, bebé —Su mano se desliza a lo largo de
mi cuello y aterriza con la palma hacia abajo sobre mi corazón—. Es diferente
ahora. Al menos... creo que lo es.
Su ceja se levanta un poco, como si me estuviera haciendo una pregunta. Y
no sé cómo responder.
Bueno, sé cómo quiero... ¿Pero tiene sentido? ¿Es eso lo que está
preguntando?
Estoy tan en mi cabeza que solo le sonrío:
—Lo que yo quiera, ¿eh?
Su sonrisa brilla.
—Cualquier cosa menos imbécil violador gigante.
Una risa brota de mis labios y su sonrisa se ensancha, como si estuviera más
que orgulloso de sí mismo por haberlo hecho posible. Es algo adorable.
—¿Qué pasa con Psicópata Acosador? —Le doy una sonrisa descarada y él
tararea.
—Eso suena muy bien. —Acerca mis labios a los suyos una vez más.
Nos volvemos a besar un rato. Pasan los minutos, pasados con nuestros
labios juntos, provocando y saboreando en puro hedonismo. Es jodidamente
desconcertante, pero bueno. Mejor que bien...
Es perfecto.
Cuando finalmente nos separamos, él dice:
—Ojalá no tuviera que irme...
—Tampoco lo quisiera. Estás tan cálido. —Dormito con la cabeza en su
pecho.
—Ojalá estuviéramos en otro lugar. —su voz profunda vibra en mi mejilla
mientras sus dedos peinan lo que está disponible de mi cabello.
—¿Cómo dónde?
Se queda callado por un momento, antes de tomar una respiración audible.
—En algún lugar lejos de aquí...
Esta vez los dos estamos tranquilos, las mentes zumbando a través de todas
las posibilidades que nunca llegaremos a explorar. Es un fastidio, pero me
siento demasiado bien para dejar que eso me haga bajar de este subidón.
Mi rebeldía sale en forma de humor, y bromeo:
—Entonces, deberías ayudarme a escapar.
El cuerpo de Kemper se pone rígido. Sus manos han dejado de moverse y
sus músculos están tensos. Mi estómago cae con pesar, esperando no haberlo
molestado con mi estúpida broma.
Levantando la cabeza, estoy listo para decirle que estaba bromeando, pero
la expresión de su rostro me detiene. Sus ojos están muy abiertos y brillantes,
y parece menos aterrador que nunca. De todas las veces que lo he visto, esta es
la reacción más humana que ha tenido, la que estoy sintiendo ahora mismo.
—Yo lo haría. —susurra.
Me inclino a reír, pero se ve muy serio. Ni un rastro de humor, en su rostro
o en sus ojos, el azul más profundo de alguna manera brilla potencialmente
hacia mí.
—¿Lo harías? —Mis cejas se juntan mientras lo miro, desconcertado por lo
que está diciendo.
Kemper asiente.
—Sí. Quiero sacarte de aquí, Dash. Podríamos… —su voz se detiene y parece
inseguro de lo que estaba a punto de decir. Pero estoy ansioso por escucharlo.
—¿Podríamos qué? —suplico sus palabras.
—Podríamos... huir —su voz se silencia con temor antes de respirar—.
Juntos.
Oficial Kemper

Hora cincuenta y seis sin dormir.


Estoy terminando un turno doble, el segundo en una fila, y mis párpados
quieren caer de vez en cuando, por eso necesito seguir moviéndome. Tengo
cosas que hacer y dormir todavía no es parte del plan.
Si bebiera café, ahora sería el momento de tomar una taza. Pero no lo hago,
así que tendré que depender de la adrenalina natural de mi cuerpo para
sobrevivir, sin importar cuánto parezca que se esté agotando.
Paseando por los pasillos a un ritmo constante, abro puerta tras puerta, la
mente palpitando mientras llego a la que sé que necesitará una llave. La última
puerta, que separa la solitaria y el ala este.
Usando mi llave, abro la puerta y entro, tomando el largo pasillo hacia otra
puerta a la derecha. Este es un lugar al que no vengo a menudo.
La sala de control.
Afuera, cambio mi peso de un lado a otro, pensando. Considerando…
Si voy a ayudarlo a salir, tendría que asegurarme de que pudiera pasar por
alto las cámaras en este pasillo.
Una parte de mí realmente no cree que esté considerando esto. Poner en
peligro mi trabajo por un... Todavía no estoy seguro de qué es Dash para mí.
Un hombre del que estoy encaprichado. El primer hombre en el que me he
interesado, que capturó mi corazón en solo unas pocas interacciones. Un ladrón
de bancos ruso testarudo, sexy y bocón con ojos como el desierto que tiembla
cuando lo toco y me besa como si él pudiera estar tan confundido por mí como
yo por él.
¿Voy a ayudarlo a escapar de la Penitenciaría de Alabastro? ¿Y entonces que?
Sé que podría hacerlo. A pesar de toda la seguridad de primer nivel que
tienen en este edificio en ruinas, hay agujeros. Lagunas en el campo de fuerza
que otros oficiales tal vez ni siquiera conozcan, o tal vez no les interese saber.
Tal vez simplemente asumen que ningún preso podría superar estas
lagunas por sí solo, por lo que no importa. Pero si un Oficial de Correccional
ayudara a un preso, teóricamente podría ser muy fácil para él escapar.
Ni siquiera lo había pensado antes, pero desde el momento en que Dash lo
mencionó la otra noche, no ha abandonado mi mente. He estado pensando en
esto durante días, y cuanto más lo hago, más crece en mi mente la idea de
liberarlo, de un pequeño capullo a una flor completa.
Podría funcionar.
Miro dentro de la pequeña ventana de plexiglás de la puerta de la sala de
control. Solo hay una persona ahí en este momento. Junto con la falta de fondos
para el mantenimiento y las reparaciones de Alabaster Pen, también nos falta
mucho personal. La sala de control debe ser operada por al menos tres personas
en todo momento, pero en ciertas partes del día, principalmente en los cambios
de turno, podría haber tan solo una persona.
Eso es terrible para la seguridad, pero genial para Dash. Si puedo llevarlo a
través de la puerta del ala este, entonces puedo decirle exactamente a qué hora
es mejor para evitar ser visto por el operador de la cámara. Unos pocos pasos
después de eso, y estaría libre en casa.
Pero, ¿qué significa eso? ¿Me iría con él?
Supongo que lo necesitaría. Si se escapa, es solo cuestión de tiempo antes
de que alguien lo vincule conmigo, ya que yo me he encargado de vigilando en
aislamiento. Y no sería difícil para el Alcaide averiguar cuánto tiempo he pasado
con Dash.
No, si se va, tengo que irme con él.
Pero, ¿a dónde iríamos? ¿De verdad quiere estar conmigo… fuera de aquí?
Parece un concepto tan extraño. Realmente ya no conozco mucho del
mundo fuera de Alabaster Pen. Desde que Dash llegó aquí, este lugar se ha
convertido en mi vida. Quiero decir, claro, no estoy atrapado aquí como él...
¿Pero, qué me hace pensar que lo que tenemos dentro de estos muros se
traduciría en una compañía normal?
Las cosas que hacemos en la oscuridad son una cosa... pero ¿podríamos salir
a la luz? ¿Juntos?
¿Querría él?
Niego con la cabeza, escéptico. No quiero engañarme aquí. Dash puede estar
hipnotizado por los orgasmos y los regalos, y el hecho de que no tiene muchas
opciones.
Mi pecho se contrae, por la inseguridad y el miedo. ¿Qué pasa si sacrifico mi
trabajo, mi libertad... mi vida por él, y luego me deja? Sería terrible.
Mi mandíbula se aprieta con los puños a los lados. Lo perseguiría. Lo
seguiría hasta los confines de la tierra y...
Cerrando los ojos, respiro profundamente. Me relajo. No hay necesidad de
crucificarlo por algo que aún no ha hecho.
El caso es que él significa algo para mí y quiero ayudarlo. A pesar de lo que
hizo, no creo que se merezca pudrirse en este lugar. Hay gente peor allá afuera,
caminando libre. Demonios, conozco a algunos de ellos.
Dascha Reznikov merece ser liberado de este infierno, y seré yo quien lo
haga.
Observo la sala de control durante un rato, manteniendo los ojos y los oídos
abiertos para cualquier cosa que pueda ayudar. Para cuando me muevo de
nuevo, han pasado horas y mi espalda está rígida, mi cabeza turbia por la
necesidad de dormir. Mirando mi reloj, encuentro que mi turno termina en diez
minutos. Pero la idea de volver a casa y meterme en mi cama no me atrae tanto
como el deseo de subir las escaleras y acurrucarme junto a un prisionero de
veinticinco años en una vieja litera desvencijada e incómoda.
Dash ha distorsionado las paredes que lo rodean; el alambre de púas que
nos había mantenido separados se ha ido, y ahora estamos en el mismo lado de
la cerca. Sin quererlo o no, lo hecho está hecho, y necesito que él acepte lo que
sé que somos.
Estamos hechos el uno para el otro.
El es mío.
Solo recordarlo subiéndose encima de mí la otra noche, besándome
frenéticamente y suplicándome que lo folle, me hace caminar, de regreso a los
pasillos interminables.
Follamos sin esposas. Eso significa que ya no lo estoy forzando. Ya no
necesito convencerlo de que es mío, porque lo es.
Y ahora necesito sacarlo de aquí.
Camino de regreso a través del área de aislamiento y hasta la población en
general. Espero veinte minutos a que se apaguen las luces de la fila y luego me
escabullo hasta el final, hacia la celda de Dash, donde paso otra media hora
escuchándolo a él ya su compañero de celda hablar. Simplemente están
parloteando sobre nada, pero mantiene una pequeña sonrisa en mi rostro todo
el tiempo, escuchando a Dash charlar con alguien sobre programas de
televisión y autos. Aparentemente, Dash ama su auto. Tiene un nombre para
eso y todo, lo cual es jodidamente adorable.
Al final, el compañero de celda, Lexington Deon, se queda dormido y abro la
puerta y me escabullo dentro. Dash está despierto, como siempre, y puedo verlo
sonriéndome desde la cama en el momento en que puse un pie en su celda. Ni
siquiera se sienta, se queda tumbado con los brazos cruzados detrás de la
cabeza.
—¿Cómo sabía que vendrías esta noche? —Él sonríe mientras camino
suavemente hacia la cama, me quito las botas y me arrastro a su lado. Se desliza
para hacer espacio, pero inmediatamente lo agarro por la cintura y lo empujo
hacia mí. Como somos dos hombres grandes en una cama individual, estamos
prácticamente uno encima del otro.
—Porque te dije que te vería en un par de días. —murmuro con una sonrisa
cansada, acurrucando mi cara en su cuello e inhalando. Huele celestial.
Como Dash, más el jabón que le compré. Luscious.
—Sí, bueno, eso podría significar cualquier cosa —gira en mis brazos hasta
que estamos cara a cara—. No es usted exactamente transparente, ¿verdad,
oficial?
Entrecierro mi mirada hacia él, diciéndole en silencio que tenga cuidado con
el descaro, a lo que él se ríe y presiona un beso en mis labios. No puedo evitar
el zumbido que se me escapa, mi mano subiendo por su espalda, acariciando la
sensación de él. Es asombroso este sentimiento. No creo que haya
experimentado algo como esto antes...
He tenido relaciones. Claro que tengo. Pero esta es la primera vez. Este tipo
de consuelo tranquilo. Tener a alguien que hace que mi corazón se acelere y, sin
embargo, me tranquilice al mismo tiempo. No estoy familiarizado con eso, y no
estoy seguro si es porque nunca supe que me gustaban los chicos, o porque no
tenía a Dash.
Sin embargo, no me importa averiguarlo. Solo quiero quedarme con él; para
nunca dejar ir esto, ni siquiera por un segundo. Corro el riesgo de sofocarlo si
no tengo cuidado.
—¿Comiste algo decente hoy? —pregunto en sus labios, agarrando un
puñado de su trasero que hace que mi polla salte dentro de él.
—Mmm... no realmente. —Traza mi mandíbula con sus dedos—. Cazuela de
carne misteriosa. Menos mal que todavía me quedaban un par de paquetes de
mini muffins.
—Te traeré más mañana. —Beso su cuello, lamiendo y chupando
casualmente mientras escucho los sonidos constantes de su respiración, como
la anticipación y la necesidad fluyendo de sus pulmones—. Entonces... creo que
el jueves es el mejor día.
—¿Para qué? —Su voz está ronca por el deseo mientras sus manos
descansan en mi pecho, sus dedos trazan líneas de músculos antes de ir por los
botones de mi camisa de uniforme.
—Para escapar —Respiro.
De repente se queda quieto y se aleja lo suficiente como para detener mis
labios.
—Espera... ¿Esto realmente está sucediendo? —Sus ojos están muy abiertos
y brillantes—. Como... ¿poder escapar?
—Sí, bebé —Tomo su barbilla entre mis dedos—. No digo las cosas sin
razón. Te dije que quería sacarte de aquí, y lo dije en serio.
Toma aire, mirándome boquiabierto.
—Mierda...
—Hoy es viernes, así que tendremos que esperar hasta la semana que viene.
—prosigo, maravillándome de su belleza y queriendo besar cada línea perfecta
de su rostro—. Tengo un plan. Es arriesgado, por supuesto que lo es, pero creo
que podría funcionar. Podemos repasarlo en unos días, después de que haya
verificado algunas cosas. Pero lo digo en serio, Dascha. —Le levanto las cejas—
. ¿Lo dices en serio?
Se ve un poco aturdido, y aunque es una expresión adorable, no me
tranquiliza su incertidumbre. Necesito que esté seguro de todo. Escapar,
construir una nueva vida… Nosotros.
Todo ello.
—Yo… sí. —Se aclara la garganta y luego baja la voz a un susurro—. Sí,
también hablo en serio. Quiero largarme de aquí.
—Bien. Puedo ayudarte a hacerlo. —le digo, mi tono es más firme que hace
un momento. Quiero que me quiera con él ... Pero aún no se ha referido a eso.
Me pone nervioso.
—Guau. Esto es una locura. —Respira y niega con la cabeza. Luego sus ojos
parpadean—. Voy a extrañar a Luthor.
Lo miro sin comprender durante varios segundos antes de preguntar:
—¿Sabes adónde te gustaría ir? ¿Una vez que estés libre?
Dash no tiene el mismo problema, apenas un segundo de pensamiento pasa
antes de responder:
—Tulum.
—¿En México? —Parpadeo.
El asiente.
—Sí. Siempre he soñado con retirarme allí. Iba a irme después de mi último
trabajo, pero obviamente eso no sucedió… —Sus ojos bajan por un momento y
traga visiblemente—. Tengo dinero escondido en mi casa en Brooklyn. Necesito
conseguirlo, entonces podré salir.
No nosotros.
Mi estómago se hunde cuando un dolor terrible aparece detrás de mis
costillas. No sé qué decir, así que solo digo:
—¿Estás seguro de que todavía está allí?
—Sí, era el escondite de mi papá —dice con confianza—. Sobrevivió a varias
órdenes de registro. —Asiento y muerdo el interior de mi mejilla. Estoy a dos
respiraciones más de enloquecer, cuando murmura—: Entonces, ¿qué hay de
ti? ¿Podrías ... encontrarme allí o...?
Mis ojos saltan a los suyos mientras un millón de libras de peso se disuelven
de mi pecho. Quiero agarrar su cara y besar el aire de su cuerpo sexy. Jesús, esta
mierda de arriba abajo es una tortura.
Estar enamorado es una tortura tan dulce.
Tragando saliva con mis pensamientos, los sacudo para obsesionarme más
tarde.
—No podemos irnos juntos, pero te veré. —Mis inseguridades me obligan a
agregar—: Si eso es lo que quieres...
Sus labios se abren, pero se queda callado por un momento, pareciendo
nervioso. Sus mejillas están visiblemente rosadas, incluso con poca luz. Es tan
hermoso que podría explotar.
—Yo um... me gusta un poco, oficial Kemper. —ahoga las palabras, la
seriedad pintada en su rostro, aunque una pequeña sonrisa está tratando de
tirar de sus labios—. Es una puta idiotez, lo sé. Debo ser un verdadero idiota...
Resoplo y agarro la parte de atrás de su cuello.
—No hables así de lo que es mío.
Presionando mis labios contra los suyos, lo beso con fuerza, poseyéndolo a
través de nuestras bocas, hasta que ambos estamos sin aliento y él está tratando
de gatear encima de mí. Pero tomo el control y lo inmovilizo contra el colchón,
presionando mis caderas contra las suyas.
—¿Realmente vas a dejar todo atrás... por mí? —Me mira, lamiendo sus
labios.
—No tengo nada que quiera tanto como te quiero a ti. —gruño estas
verdades, que deberían sonar ridículas. Después de conocerlo solo por un par
de meses, dentro de una prisión.
Este chico roto… Con un mundo de cicatrices dentro de él. Sé que no tiene
ningún sentido, pero lo necesito. Nunca me había sentido tan completo como
con él.
Dascha Reznikov ha llenado todas las grietas de mis cimientos.
—Estoy tan abrumado por esto —dice, agarrando con los dos puños mi
camisa mientras se abre—. Ni siquiera sé qué pensar...
—No lo pienses, bebé —retumbo sobre su boca—. Simplemente siente. Se
siente bien, ¿no? —Asiente con entusiasmo—. ¿Se siente bien, tú y yo? —
Asiente de nuevo—. Podemos hacer esto.
Sus labios tiemblan sutilmente mientras susurra:
—Podemos hacer esto.
Tarareo con la satisfacción más intensa que he sentido en mi vida y lo beso
de nuevo, chupando su boca deliciosa mientras él empuja mi camisa y yo le saco
la suya por la cabeza. Estoy tan cansado, pero sé que dormiré un trillón de veces
mejor después de un sexo alucinante con mi juguete.
¿Mi… novio?
Dejo de pensar y sigo besándolo, tragándome sus pequeños gemidos y
jadeos como bocadillos. Eso es lo que Dash es para mí. Es el mejor regalo que
me puedo dar.
Nos quitamos la ropa a nuestro antojo y exploramos la lenta sensualidad
que estamos construyendo. Sin esposas, sin restricciones. Nada tras de que
esconderse.
Y es abrumador, sí. Pero también es emocionante. Es real, lo sé.
—¿Quieres hacerte otro tatuaje? —La voz entrecortada de Dash me tararea
y hago una pausa en mi incesante succión y mordisco de su clavícula para
mirarlo—. Ren los hace. Estaba pensando en conseguir uno. Quizás podríamos
hacerlo... juntos.
Mi corazón late con fuerza.
—¿Quieres que nos hagamos tatuajes a juego?
—No a juego —pone los ojos en blanco, sonriendo—. Pero algo que
podríamos hacer juntos, antes de irnos. Para recordar... cómo nos conocimos.
Mi sonrisa está fuera de control. No creo que jamás haya sonreído tanto.
Tengo miedo de mostrársela, así que tengo que volver a acariciar su cuello con
mi rostro.
—No creo que necesitemos ayuda para recordar este lugar —bromeo,
dándole un pequeño mordisco a su piel hasta que se estremece, los dedos se
clavan en mis hombros—. Pero sí. Quiero que me tatúen tu nombre.
—No tiene que ser mi nombre —se ríe—. Eso es una locura. Apenas nos
conocemos.
Mi cabeza se levanta ante eso.
—Sé todo lo que necesito saber, Dascha. ¿Tienes dudas sobre esto?
—¿Qué? No —murmura, parpadeando rápidamente—. Sólo digo…
—Bebé, sé que te he lastimado antes —comienzo, tratando de transmitir
tanta sinceridad como puedo en mis ojos y tono—, pero fue solo porque no
entendí mis sentimientos por ti. Será diferente fuera de aquí, lo prometo. —Sus
ojos están muy abiertos de nuevo. Tomo su mano y la coloco sobre mi
corazón—. ¿Confías en mí?
Asiente lentamente.
—Sí.
La euforia se lanza entre mis costillas mientras agarro su mandíbula y
acerco su boca a la mía. Lo beso tan suavemente como puedo, mientras sus
dedos trazan mi esternón.
—Tienes espacio aquí —dice cuando nos separamos.
—Me estoy quedando con tu nombre. —le digo, y él se ríe, negando con la
cabeza. Pero lo digo en serio.
—Eres un psicópata. —sonríe.
Sonrío sobre sus labios.
—¿Te preocupa?
Él tararea
—Mm… nah. Creo que he descubierto cómo manejarte. —Su mano se
desliza por mi torso, continuando por debajo de mi cintura para llegar al
interior de mis pantalones abiertos. Él palmea mi polla gruesa y gruño,
mordisqueando su boca.
—Entonces, ¿obtendrás mi nombre? —le pregunto, dándole una mirada
feroz, aunque ahora está burlándose bien de mis bolas y mis ojos quieren
cerrarse.
—Te sorprenderé. —Sonríe, y quiero follarlo duro. Que se deshaga de toda
esa actitud.
Me gusta, aunque. No lo querría de otra manera.
Mis pensamientos se arremolinan mientras nos besamos y nos tocamos.
Hay un futuro en el horizonte, uno que no había visto antes, pero que es muy
posible. Todavía parece una locura, pero siempre he sido bueno conduciendo
hacia una meta, independientemente de la locura que encierra.
Y si mi objetivo es llevar a Dascha a Tulum, para cumplir sus sueños,
entonces lo haré.
Yo haré que suceda. Para él.
Dash
56 días dentro

Querer actuar como si no tuviera un gran secreto es la parte más difícil.


He hecho amigos aquí. Buenos amigos, probablemente mejores que
cualquiera que haya tenido en el exterior.
Luthor y yo hemos pasado horas y horas hablando de todo lo que hay bajo
el sol. Kang ha estado tratando de enseñarme coreano y yo le estoy enseñando
ruso a cambio. No es jodidamente fácil, él lo capta más rápido que yo, pero nos
reímos mucho del proceso. Y Ren, de todas las personas, lo crea o no, me está
ayudando a aceptar mi sexualidad. Es tan abierto y no se disculpa. A pesar de lo
jodido que puede estar, es una gran energía para tenerlo cerca.
Hay algo en mi mente ahora, y me dan ganas de gritar a todo pulmón.
Cuando Velle patea mis piernas mientras me acompaña a las duchas, o cuando
Joy agarra mi bandeja de comida antes de que termine de comer. Cuando me
esposan, me ignoran y me dan lo mínimo para la supervivencia humana, quiero
gritar en todas sus caras que ME VOY.
Kemper volvió a mi habitación anoche para concretar los últimos detalles.
Ha estado en mi celda cada vez más últimamente, y esa es otra cosa de la que
me gustaría poder hablar con Luthor. No dice nada sobre mi visitante nocturno,
pero sé que sabe con quién estoy saliendo. Aprecio que esté esperando que yo
lo mencione, pero estoy preocupado por todo el asunto.
Entré aquí entusiasmado por lo heterosexual que soy. Solo un par de meses
después y tengo novio.
Y podemos ahorrarnos las obligadas bromas sobre la prisión. No soy su
perra.
Me gusta Kemper. Todavía no sé exactamente cómo sucedió, pero me golpeó
como un camión Mack. Apretó un interruptor dentro de mí, y cuanto más lo
pienso, más agradecido le estoy por hacerlo.
Sé que me lastimó al principio, y algunas personas me llamarían idiota por
encadenarme voluntariamente a alguien que me había encadenado antes. Pero
no es tan simple. Todas las cosas que solía ver en blanco y negro se han
distorsionado en una masa de gris; complejidades que nunca supe que existían
ahora me consumen.
No quiero ir a Tulum solo. Estoy harto de estar solo...
Quiero ir con Kemper. De hecho, no puedo esperar. Estoy tan ansioso que
me estoy saliendo de mi piel.
Anoche me dijo lo que tengo que hacer. En solo tres días más, el plan se pone
en marcha.
El miércoles por la noche, tendré que hacer algo para que me envíen de
regreso a confinamiento. Pensé que solo golpear a Velle de nuevo sería
suficiente, pero Kemper me instó a elegir sabiamente mi acción. Tiene que ser
algo que me envíe a confinamiento solo, sin llamar demasiado la atención. La
cantidad de tiempo que he pasado ahí podría considerarse sospechoso, si el
Alcaide se entera. En cambio, haré algo estúpido en la cena. Verter una bandeja
de comida sobre alguien o lo que sea. Lo resolveré en el momento.
Después de eso, Kemper dejará mi celda en confinamiento sin llave. Luego
revisará todas las puertas entre confinamiento y el Este, que aparentemente
rara vez están cerradas, un hecho que me sorprendió. La parte más difícil será
atravesar el ala este sin ser detectado. Kemper dijo que él también abrirá la
puerta y luego distraerá a los guardias que miran las cámaras. Tendré que
escabullirme por allí para llegar al sistema de alcantarillado, y desde allí
escaparé, al estilo Shawshank Redemption30.
Debo admitir que estaba bastante sorprendido de que hacerlo de esa
manera fuera parte del plan de Kemper. Aparentemente, nunca leyó el libro ni
vio la película, un sacrilegio para un fan de King como yo. Le expliqué toda la
escena y la expresión de su rostro no tenía precio. Luego le dije que la veremos
una vez que lleguemos a Tulum, y creo que le gustó porque, casi de inmediato,
me sacó la polla y me chupó tan bien que le bajé un galón por la garganta
mientras los dedos de mis pies se curvaban Mordí mi labio ensangrentado para
mantenerme callado.
Mi estómago da un vuelco al recordarlo, y tengo que forzar la sonrisa a
desaparecer de mi rostro. Una vez que salgo del canal de alcantarillado, en el
30
Es una película estadounidense de 1994 escrita y dirigida por Frank Darabont.
exterior, correré una milla más o menos, a través del bosque. Kemper me habló
de un muelle donde se reunirá conmigo y luego tomaremos un bote a Coney
Island. A partir de ahí, tomaremos mis fondos para la escapada y subiremos a
varios autobuses hasta México.
Lo tenemos todo resuelto. Excepto por cómo serán nuestras vidas una vez
que seamos libres. ¿Qué haremos en Tulum, en pareja?
Estaré en una relación gay... Dios, nunca he tenido novia.
Pero por abrumador que sea imaginarlo, me duele el corazón pensar en ir
sin Kemper. Para ser honesto, aunque no puedo imaginarlo con ropa que no sea
un uniforme de Oficial de Correccional, ciertamente puedo imaginarlo
sonriendo en la playa, bebiendo bebidas con sombrilla conmigo. Puedo verlo
tan claro como el día.
Sus colores encajarán muy bien allí... todos cálido y tropical. Él es la luz del
sol para mí, en este lugar oscuro y lúgubre. Para nosotros tiene sentido ir a
algún lugar donde siempre haya luz del sol.
Sólo quiero ser feliz. Creo que finalmente puedo conseguirlo. Tal vez pueda
detener las voces...
Mañana me haré un tatuaje y estoy emocionado. Ya sé lo que dirá y dónde
estará. Bueno, donde estarán. Creo que Kemper recibirá el suyo hoy...
Ojalá pudiéramos ir juntos, pero obviamente eso no funcionaría. No
podemos ser vistos juntos, especialmente ahora. Aunque estoy seguro de que
Ren se dará cuenta de lo que sucede después de hacer nuestros tatuajes. Pero
no dirá nada. E incluso si lo hiciera, nadie le creería.
Todos estos pensamientos... Tantos malditos pensamientos. Están
corriendo desenfrenadamente en mi mente mientras me siento en mi cama,
sosteniendo un libro que ni siquiera estoy leyendo. Así habló Zarathustra. Es de
Joy... No podía creer que en realidad tuviera una copia de este libro específico
de Nietzsche. Mi mente se tambalea demasiado como para prestar atención,
pero ya lo leí, algunas veces, cuando era adolescente. Para ser honesto, tener
este libro en mis manos me distrae un poco.
Luthor está en la litera de arriba, jugueteando con su máquina. Está
avanzando, o al menos a mí me lo parece. Luthor no está satisfecho, pero puedo
entenderlo. Trabajé en la pintura de Zadira durante meses porque necesitaba
que fuera perfecta.
Tal vez pueda conseguir otro Audi para pintar en Tulum...
—¿Cómo va todo por ahí arriba, hermano? —llamo a Luthor, queriendo
hablar con él.
En unos días saldré. Y nunca lo volveré a ver... Es deprimente.
—Hombre, no sé nada de esto. —refunfuña, y eso me hace reír—. Necesito
un relé de entrada, una mejor caja de alimentación de energía y ni siquiera
inicie en la CPU. —Él bufa y me hace reír más fuerte.
No tengo ni idea de lo que está hablando, pero mierda, voy a extrañar esto.
—No dejarás de trabajar en eso, ¿verdad? —le pregunto, realmente
tratando de no ponerme sentimental, pero es difícil.
—No, estoy bien. Quiero decir, ¿qué más puedo hacer? —Él maldice y
escucho un tintineo, como si algo acabara de caer detrás de la cama.
—Bien. Haz lo que te haga feliz, Luth. Te mereces la felicidad —digo
mientras miro al vacío—. Creo que Ren y tú deberían intentar arreglar las cosas.
—¿Qué mierda estás divagando ahí abajo? —murmura—. ¿Por qué suenas
como si estuvieras muriendo o algo así?
Mordiéndome el interior de la mejilla, me obligo a no decir lo que quiero.
—Solo digo… puede que no siempre esté aquí. Estoy mucho en
confinamiento, y todo...
—Sí, sobre eso. Empiezo a pensar que Ren tiene razón. Te gusta estar ahí
abajo.
—No es así. No es mi culpa que me sigan enviando allí...
—Dash, es tu culpa —su tono es un poco más gruñón de lo habitual, lo que
solo sucede cuando está frustrado con Ren—. Asume la responsabilidad de lo
que has hecho. Estás aquí por una razón, al igual que el resto de nosotros.
Miro fijamente abajo de su colchón.
—¿Cuál es tu problema hoy?
—Nada. Lo siento, solo estoy ... estresado —Respira—. Estaba pensando en
O'Malley. Y Darcey. Es jodido lo que les pasa aquí. Quiero decir, sé que son
criminales peligrosos, pero ¿eso justifica la tortura? Ni siquiera lo sé...
—Hay criminales peligrosos en todo el mundo. Y sólo una pequeña parte de
ellos están realmente encerrados. —digo con certeza. Yo sé esto.
El mal, rara vez obtiene lo que se merece. Simplemente sigue jodiendo a
gente como nosotros para siempre hasta que terminamos aquí.
—Supongo. Es bueno saber que estaremos en buena compañía por el resto
de nuestras vidas —tararea, todavía jugando.
—Sin embargo, no debería ser por el resto de nuestras vidas —objeto—.
Vivimos en los putos Estados Unidos. Hay algo llamado debido proceso legal.
No pueden simplemente encerrarnos aquí sin siquiera un juicio justo, o...
—¡Dash! —Luthor me ladra y dejo de hablar—. Tienes que aceptar que estás
aquí. ¡No vas a ir a ninguna parte! ¿Qué te dije en tu primer día? No seas ese
tipo... El tipo que siempre piensa que saldrá. Llevo aquí cinco putos años y te
digo que es un callejón sin salida. —Sus palabras y la furiosa tristeza en ellas
me hacen tragar saliva—. Solo haz lo que puedas para encontrar algo parecido
a la vida tras las rejas. Estás atrapado aquí, como todos nosotros.
Mi corazón se siente pesado en la cavidad de mi pecho. Ojalá pudiera
llevarme a Luthor. Él, de todos los malditos psicópatas de este lugar, no merece
estar aquí. Es joven y realmente buena persona. Odio que yo pueda irme y él no.
Necesito hablar con Kemper. Tenemos que llevarnos a Luthor. No puedo
dejarlo aquí para que se pudra.
No digo nada más durante el resto de la noche y, finalmente, Luthor se
queda dormido. Escucho sus respiraciones suaves durante horas por encima de
mi cabeza, y no consigo pegar ojo. Hay demasiado ruido acumulado.
Y Kemper nunca aparece, lo que me mantiene nervioso. Realmente podría
haber usado uno de esos orgasmos eufóricos para ayudar a relajarme... Tan loco
como suena, para alguien que acaba de perder su virginidad anal la semana
pasada, ahora lo anhelo dentro de mí. Soy adicto y pasó muy rápido. Me
alarmaría si no estuviera demasiado ocupada fantaseando con todas las duras
crestas de su cuerpo, el contraste de sus suaves labios y la forma dulce en que
casi me adora.
No lo sé... es complicado lo que siento por él. Es inesperado y nuevo, pero
quiero explorar estos sentimientos fuera de esta maldita prisión. Quiero ver si
se sentirá igual fuera de estos muros.
De todos modos, sabía que probablemente no pasaría esta noche. Lo veré el
miércoles por la noche, antes de que todo pase. Hasta entonces, tendré que
conformarme con mis recuerdos.
Cerrando los ojos, recuerdo todas las cosas que me ha hecho, calculando
cómo mis sentimientos sobre esas cosas han cambiado desde el principio.
Pienso en ello toda la noche, de hecho, rodando con los sonidos de su voz en mi
mente hasta que finalmente las luces de la fila se vuelven a encender y nos
reúnen para desayunar.
Estoy cansado e inquieto por las duchas y luego por el almuerzo, tenso y
ansioso, así que cuando Rook me agarra al salir de la cafetería, casi salgo de mi
piel.
—Vamos, 101. —murmura, llevándome a la celda de Ren en lugar de la mía
sin decir una palabra más.
Cuando me quita las esposas y Rook se va, le doy a Ren un breve saludo
mientras coloca algunas herramientas en una bandeja junto a su cama. Ren no
tiene un compañero de habitación, por lo que tiene todo el lugar para él solo.
Uno pensaría que la privacidad sería agradable, pero el contacto humano es una
necesidad aquí, razón por la cual Ren soborna a los guardias para que le
permitan recibir visitas.
Todos sabemos que Ren requiere más contacto humano que una persona
normal.
Me acerco a donde está jugando con algunos artículos: agujas, un tubo de
tinta, algunos hisopos de algodón. No necesariamente de la misma forma que lo
que encuentras en una tienda de tatuajes profesional, pero supongo que los
mendigos no pueden elegir.
—Entonces, ¿sabes lo que quieres? —Levanta la barbilla en mi dirección, sin
mencionar a Kemper, que creo que estuvo aquí anoche.
Quizás no consiguió mi nombre...
No sé por qué ese pensamiento me deprime. Pero lo sacudo y asiento con la
cabeza, extendiendo mis muñecas y diciéndole lo que quiero que digan las
palabras. Arquea una ceja hacia mí, una sonrisa maliciosa cruza sus labios. Pero
no dice nada y simplemente hace un gesto hacia su cama.
—Toma asiento.
Hago lo que me dice, y él comienza de inmediato, sosteniendo mi muñeca
izquierda en su mano, calentando la aguja y mojándola repetidamente en tinta
negra. Duele mucho más que hacerlo profesionalmente, pero por supuesto que
me gusta. Mi polla quiere responder al dolor de una manera que sería
inconveniente para mí en este momento, y decido iniciar una conversación para
distraerme.
—Entonces, ¿qué vas a hacer para recuperar a Luthor?
Los ojos de Ren se mueven desde donde está grabando letras en mi piel
hasta la mía.
—Bueno, en primer lugar, nunca lo tuve para empezar. Siempre he… —
Traga saliva visiblemente, apretando la mandíbula. Es interesante que alguien
tan confiado como Warren Xavier pueda emocionarse tanto. Y por alguien tan
dulce como Luthor—. He tenido sentimientos por él por un tiempo y él lo sabe.
Estuvimos cerca un par de veces, pero siempre termino precipitándome y
asustándolo. En caso de que no lo hayas notado, él no hace relaciones. De
cualquier tipo.
Pienso en sus palabras por un momento.
—Estás bien. Pero sé que está interesado en ti, Ren. Claramente le importas
mucho. Tienes que demostrarle que vas en serio. Se merece el trato real.
—No es tan simple, Dascha. —murmura—. No estoy seguro si estoy…
equipado para darle lo que necesita. Necesita a alguien de confianza, alguien...
monógamo. Y no sé si soy capaz de hacer eso.
Pongo los ojos en blanco.
—Eso me suena a pura mierda.
—Eso es porque no lo entiendes —murmura—. ¿Alguna vez has estado
enamorado, Dascha?
La pregunta me aturde, sacudiendo mi pecho con tanta fuerza, tan
inesperadamente, que casi puedo sentir mi corazón latir un poco.
Trago el exceso de saliva en mi boca, mientras me pregunto por qué esta
pregunta hace que mi cuerpo reaccione de esta manera.
—Yo... no lo creo... —Esa respuesta se siente como una mentira.
¿Por qué siento que acabo de mentir?
—Bueno, entonces definitivamente no sabes cómo se siente amar a varias
personas a la vez —continúa, sin darse cuenta de la confusión que ocurre
dentro de mí—. Nunca he sabido cómo amar a una persona a la vez. Para mí, el
sexo es la única forma en que puedo sentirme... humano. Es la única forma en
que puedo sentir algo, a veces. No puedo atarme a una persona sabiendo que
terminaré lastimándola. Especialmente si esa persona es Lexington. Me
importa demasiado para hacerle eso...
Sus palabras permanecen en el aire entre nosotros y antes de que pueda
siquiera pensar, mi boca se abre.
—Ren, lo que estás diciendo es que Luthor no es suficiente para ti, pero no
le has dado la oportunidad de intentarlo. Eso está jodido.
Ren deja de trabajar en mi muñeca por un momento y mira al suelo. Frunce
el ceño y parece angustiado. Profundamente preocupado.
Reconozco la mirada.
Vuelve a tatuarme, permaneciendo callado todo el tiempo. Obviamente, está
absorto en sus pensamientos, y después de que se mueve hacia mi muñeca
derecha, finalmente suspira y dice:
—Entonces, ¿qué me sugieres que haga? No me tomará en serio.
—Sí, no cuando admites el fracaso incluso antes de haberlo intentado —me
burlo. Me mira, una pequeña sonrisa cubriendo sus labios—. Mira, no soy un
experto en relaciones. Acabo de descubrir este nuevo lado de mí mismo y no sé
si Kem...
Me detengo antes de decir su nombre y me congelo mientras Ren me mira
boquiabierto. Sus ojos se entrecierran, pero lo disimulo con más palabras antes
de que pueda decir algo.
—Mi punto es que las relaciones son complicadas, pero no puedes
simplemente encerrarte porque tienes miedo de que no funcione. Pruébalo,
Ren. Si ambos se preocupan el uno por el otro, se deben el uno al otro y a ustedes
mismos al menos intentarlo.
Ren fija sus ojos azul bebé en los míos, boquiabierto por un momento antes
de que sus labios se curven en una pequeña sonrisa.
—Para alguien que dice que nunca ha estado enamorado, seguro que sabes
mucho sobre el tema...
Tragando mis emociones, mantengo mi rostro quieto.
—Solo quiero que Luthor sea feliz. Y tal vez tú también.
Él ríe.
—Oh, ¿ahora te gusto?
—Estás bien, supongo. —sonrío, y él se ríe un poco más, sacudiendo la
cabeza mientras continúa con mi tatuaje—. Sí que das una mamada increíble.
—De eso, Dascha, soy muy consciente. —Me guiña un ojo y no puedo evitar
el rubor que me sube a las mejillas.
Sólo diez minutos más y Ren termina con mis tatuajes. Para la tinta de la
prisión, no se ven tan mal.
Sosteniendo mis muñecas, observo la palabra “Mi” a la izquierda y “Oficial”
a la derecha. Exactamente donde me han esposado un millón de veces desde
que llegué a la Penitenciaría de Alabastro, la más dolorosa de las cuales la hizo
Kemper. Mi oficial.
Sonrío al pensar que ya no me esposará cuando bromeamos. Estoy
orgulloso de ese hecho. Para mí, significa que somos más que un prisionero y
un guardia.
Él es mi oficial y yo soy su prisionero. Por elección.
Y pronto descubriremos qué significa todo eso en México, en la playa
comiendo tacos y bebiendo margaritas. Realmente espero no engañarme al
pensar que esto podría funcionar, porque estoy muy emocionado al respecto.
—Gracias, Ren. —tarareo, y para sorpresa de ambos, lo acerco para
abrazarlo.
Toma un segundo para que su leve conmoción desaparezca antes de que me
rodee con sus brazos y me apriete. Descanso mi cabeza en su hombro y acepto
la sensación de alguien que me ha ayudado de una manera que nunca predije
necesitar.
—Estarás bien, Dash —suspira junto a mi oído y sostiene la parte de atrás
de mi cabeza con su mano—. Tú sabes quién eres.
Asiento, luchando contra la presión detrás de mis ojos. Realmente no puedo
creer que me haya costado llegar a la cárcel para descubrir todas estas cosas
sobre mí. Quiero mantener este sentimiento. Quiero embotellarlo y tenerlo
disponible cada vez que empiece a dudar de mí mismo.
Al salir de la celda de Ren, poseo una sensación de libertad que no debería
tener mientras estoy encadenado como un animal salvaje. Estoy ansioso por el
mañana.
Desafortunadamente, no llego muy lejos antes de que aparezca Velle,
sorprendiéndonos a Rook ya mí.
—¿Qué está pasando aquí? —le gruñe a Rook, los ojos rebotando entre
nosotros, como si sospechara que acabamos de follar.
Rook no dice nada, encogiéndose de hombros un poco con lo que Velle no
parece en absoluto satisfecho.
Velle niega con la cabeza a modo de amonestación y luego ladra:
—Déjenos, oficial.
Rook me lanza una mirada rápida, como si quisiera protestar, pero por
supuesto que no lo hace, y simplemente se aleja, saliendo de la fila para dejarme
a solas con mi mejor amigo.
Mirando a Velle, me pregunto qué diablos quiere cuando estoy a putos seis
metros de mi celda.
Agarra mis muñecas, las esposas lo suficientemente sueltas como para que
no interfieran con mis nuevos tatuajes. Velle mira la escritura negra en mi carne
y luego me presenta una expresión escéptica.
—Sabes, 101, me he estado preguntando por ti —suspira, dejando caer mis
muñecas—. Pasas mucho tiempo en confinamiento. Sigues apareciendo con
todo este contrabando. —Se acerca más a mi cara—. ¿A quién estás follando?
—¿Realmente importa? —Aprieto los dientes—. No estoy haciendo nada
que no hagan otros presos. Debe ser un efecto secundario de este maldito lugar.
—Solo quiero asegurarme de que no te estás aprovechando de uno de mis
Oficiales. — me mira a los ojos, instándome a dar marcha atrás, lo cual no haré.
Este tipo es un puto dolor en el culo.
—Bueno, no he estado con Rook, si eso es lo que te preocupa —levanto mi
hombro—. Excepto por esa única vez.
—Un error de juicio de mi parte —gruñe—. No te quiero cerca de él de
nuevo. Eres tóxico.
—¿Yo? —me burlo—. Ni siquiera he hecho una mierda para justificar estar
aquí. Soy un puto ladrón de bancos, no un psicópata. Sólo estoy tratando de
arreglármelas, oficial, así que ¿por qué no me saca del pedestal de prisionero y
me deja en paz?
Los ojos de Velle se entrecierran en mí, en una mirada que conozco muy
bien. Su cabeza se ladea a la derecha y su frente se frunce.
Me mira como si estuviera loco. Joder, desprecio esa mirada.
—Oh, vaya. Reznikov —niega con la cabeza, un repentino aire de lástima
nos rodea—. Estás jodidamente loco, ¿no?
Mi mandíbula se bloquea y todos mis músculos se tensan.
—Jodidamente no me llames así.
En lugar de doblegarse, deja escapar una risa condescendiente.
—He visto tu archivo, 101.
Me da un vuelco el estómago.
—¿Que se supone que significa eso?
—Significa que sé lo que hiciste para terminar aquí, y tiene muy poco que
ver con los bancos que has robado —cruza los brazos sobre el pecho. Mi rostro
cae en confusión mientras parpadeo hacia él—. Estás aquí por asesinato en
primer grado.
El silencio parece extenderse entre nosotros durante una fracción de
segundo que parece una hora. Mi visión vacila, mi cabeza inundada de
recuerdos, goteando hacia atrás como el agua que siempre gotea en algún lugar
fuera de la vista.
El día que me arrestaron ...
El Banco. Cooperativa Municipal de Crédito.
El Escorpión. Lo tenía conmigo... Todo sucedió muy rápido y mi adrenalina
se disparó. Entrecierro los ojos, los párpados revolotean una y otra vez
mientras mi mirada permanece en el suelo y pienso...
—Le disparé a Mike... —las palabras brotan de mis labios, pareciendo
provenir de otra parte por completo.
—Sí. Y mataste a una chica de veintidós años. Otra empleada del banco.
Karly Clayton.
Un grito resuena, vibrando en mis sienes con tanta fuerza que tengo que
cerrar los ojos.
—¿Sabes quién era ella, 101? —La voz de Velle sondea mi mente y niego con
la cabeza—. Ella era la sobrina del gobernador.
Mis ojos se vuelven a mirarlo, mis cejas se juntan en consternación. No sé
de qué está hablando.
¿Chica? ¿Qué jodida chica?
—Mataste a dos personas, Dascha —continúa, acercándose a mí—. A sangre
fría. Una de ellas, el pariente de nuestro maldito gobernador. No eres solo un
ladrón de bancos. Mereces estar aquí tanto como todos los demás. Quizás más.
Porque claramente estás jodido… —se burla y niega con la cabeza de nuevo, sus
ojos afilados me miran. Estrangulándome la vida en mi lugar.
—No... —susurro con incredulidad—. No, eso no es...
—No mientas, preso —sisea en mi cara y luego me agarra de la camisa,
acercándome—. No hagas ese acto inocente. Eres un asesino. Admítelo.
Mis ojos están muy abiertos, las extremidades tiemblan mientras mi mente
vuela.
—No... recuerdo.
Mi voz se corta mientras aprieto mis ojos cerrados, todo tipo de imágenes
corriendo por mi cabeza.
Voces. Siempre hay voces. No sé de dónde vienen, pero ...
Maté a una chica No recuerdo...
Eso no fue real, ¿verdad?
Yo no... no soy ...
Todo mi cuerpo está enloquecido y mentalmente, estoy perdido. Ni siquiera
sé qué decir o hacer. Las lágrimas se acumulan dentro de las cuencas de mis
ojos, el olor a sangre y pólvora me llama, tan prominente que no puedo decir
qué es real y qué no.
Velle gruñe algo de insatisfacción y me arrastra de regreso a mi celda, me
quita las esposas y me arroja adentro antes de irse furioso. Colapsando al suelo,
me acurruco en una bola, temblando mientras las voces se burlan de mí, cada
vez más fuerte, hasta que es demasiado. No puedo respirar
No puedo moverme.
Estoy perdido.
¿La maté…? ¿Cómo? ¿Por qué?
¡No lo recuerdo!
—Dash, ¿estás bien, hombre? —la voz de Luthor viene de mi lado mientras
me ayuda a levantarme, llevándome a mi cama—. ¿Qué pasó?
Todavía estoy demasiado aturdido para hablar. No puedo superar los
destellos en mi mente, todo se vuelve borroso como un revoltijo de sangre y
furia, angustia desgarrada.
La cara de mamá. La chica del banco.
Miguel.
Kemper.
¿Quién soy?
¿Qué está pasando…?
—No puedo... respirar... —Jadeo, mi corazón se acelera como loco. Un sudor
frío estalla en mi piel mientras me retuerzo y tiemblo.
—Aquí —Luthor empuja mis hombros hacia adelante—. Pon tu cabeza
entre tus rodillas. Así.
Balbuceando, intento calmarme, pero no funciona. Hay gritos, las voces de
millones de personas, un clamor descarado que brama en mi cerebro.
Tú la mataste.
Asesino.
Asesino.
¡Eres un asesino!
—Inhala por la nariz y exhala por la boca. —Luthor me muestra—. Hazlo,
Dash.
Asintiendo débilmente, aspiro aire por la nariz, lo sostengo por un momento
y luego lo dejo ir. Frota mi espalda mientras tiemblo, me siento pesado y sin
embargo de alguna manera ligero.
Apretando los ojos con más fuerza, me concentro en Luthor. La sensación
de su mano sobre mí. La calidez de su presencia amistosa y su voz
tranquilizadora. Mi frecuencia cardíaca se regula de manera constante, la
tensión en mis músculos se relaja un poco.
Algunos minutos después, me vuelvo a sentar con la espalda recta y
finalmente vuelvo a abrir los ojos, parpadeando de nuevo a lo que creo que es
la realidad, pero todavía perturbado por lo que dijo Velle...
No puedo creer que pueda ser verdad.
Necesito largarme de aquí.
—Amigo, ¿qué diablos te pasó? —El rostro de Luthor está pintado de
preocupación. Me recuerda lo gran amigo que es. Y cuánto necesito sacarlo de
aquí también.
—Luthor, si te dijera que vinieras conmigo a confinamiento mañana por la
noche... —Comienzo, hablando entre respiraciones entrecortadas—. Si te dijera
que podemos salir de aquí, y todo lo que tienes que hacer es seguirme... ¿lo
harías?
Luthor parpadea sobre los ojos como platos, como si no tuviera idea de
cómo responder a eso.
—Dash… creo que necesitas descansar un poco. No tiene ningún sentido.
—No, hablo en serio —me paso la mano por la cara—. Me voy de aquí
mañana, Luthor. Y si quieres puedes venir conmigo. Creo que deberías. Este
lugar es... —Niego con la cabeza—. No quiero que te consumas aquí. Tú eres mi
amigo.
Su rostro es la imagen del desconcierto mientras me mira durante minutos
en silencio, con la boca abierta.
—¿De qué estás hablando? —Finalmente jadea—. ¿Cómo puedes pensar en
salir? No tiene sentido.
—Tengo un plan. Lo hacemos... Uno de los guardias es... —Me detengo,
eligiendo no involucrar a Kemper en esto. No quiero joder nada—. Va a
funcionar. Mañana por la noche, en confinamiento... Tienes que venir conmigo,
Luthor. Puedes ser libre y vivir. Vive el resto de tu vida, fuera de esta mierda.
Por favor. Ven.
Le suplico con mi mirada, clavada en sus ojos vibrantes mientras las ruedas
de su mente giran. Puedo ver que está sucediendo, pero en última instancia es
escéptico. Porque se pone de pie y empieza a caminar.
—No. Estás jodidamente loco. No hay forma de que eso funcione, y no
puedo… yo no… —Se detiene y exhala ruidosamente, meciendo la cabeza
repetidamente—. No sabes de lo que estás hablando. Nadie sale.
—Lo haré. —salto y agarro sus hombros. Me voy, Luth. Y tienes que venir.
—No puedo. —Su frente se arruga, el rostro grabado con aprensión.
—¿Por qué no? — siseo—. ¿Por qué diablos no puedes al menos intentarlo?
—Porque... —susurra en un tono quebrado—. No puedo irme...
Mi ira está burbujeando hasta que me detengo por un momento para leer lo
que me dicen sus ojos. Mi mano se desliza lejos de él y parpadeo.
No puede dejar a Ren.
Tragando saliva, miro boquiabierto a mi amigo, que está atrapado en medio
de algo tan jodidamente brutal, profundamente complicado, que apenas sabe lo
que está haciendo. Pero estaría mintiendo si dijera que no lo entiendo.
Por eso nunca pude salir de casa, después de todo...
Siempre había algo que me retenía allí, lo quisiera o no.
Así que no digo nada más. Simplemente asiento con la cabeza en
comprensión y le doy un abrazo a Luthor. Lo abrazo fuerte, con todo lo que soy,
porque no volveré a verlo después de mañana, pase lo que pase.
Si me atrapan, podrían matarme. Si no me atrapan, nunca podré volver a
Nueva York mientras viva.
—Eres mi mejor amigo, Luthor. —Exhalo.
Él asiente y retrocede.
—Independientemente de lo jodido que es, me alegra que hayas venido
aquí. Me alegro de haberte conocido.
Una pequeña sonrisa tira de mis labios, a pesar de toda la terrible gravedad
que se acumula dentro de mí. Hay una cosa buena que salió de la Penitenciaría
de Alabastro, y son las personas que conocí aquí, en general. Todos ellos, incluso
Velle. Han cambiado mi mundo.
Para bien o para mal.

Otra noche sin dormir.

Después de que las luces de la fila se apagaron, Luthor se fue a la cama. Y me


quedé despierto, paseando.
Pensando. Recordando o intentando.
Hay un agujero en mis recuerdos del día en que me arrestaron.
Lo último que recuerdo es que llevé a la chica afuera para hacer un último
esfuerzo por escapar. Después de eso, me desperté en el coche con los ojos
vendados. No puedo recordar lo que sucedió en realidad y me niego a creer que
maté a una chica inocente.
No quise matarla...
Mike, claro. Era una rata que me traicionó. Merecía morir. Pero la chica no
me hizo nada. Ella solo estaba... allí.
Los recuerdos irregulares desgastan mi mente y, por supuesto, hoy es uno
de los días en que no desayunamos ni nos duchamos. Estamos en la celda
literalmente todo el maldito día, y estoy atrapado con nada más que mis
pensamientos.
Ninguna cantidad de flexiones puede distraerme de los sonidos de mi
cerebro; los ruidos y las voces y los gritos que siguen llegando.
Burlándose de mí. Llamándome apodos.
Asesino.
Asesino.
Maldito.
Loco.
Tú la mataste.
Eres un asesino.
Eres un monstruo inútil.
Tu perteneces aquí.
A la décima hora, mi autodesprecio se convierte en ira. Y mi ira debe ser
dirigida a alguien. Así que lo dirijo en la única persona en la que se supone que
debo confiar aquí.
La persona que dijo que no me haría más daño...
Kemper.
Es un guardia. Ha visto mi expediente, al igual que Velle, lo que significa que
lo sabía. Él sabía que yo maté a esa chica, y nunca dijo nada.
Debería habérmelo dicho. ¿Por qué no me lo diría?
Solo le he dicho cien veces que pensaba que estaba aquí por robar bancos.
Sabía que no lo recordaba. Tuvo todas esas oportunidades para decirme lo que
hice, y mantuvo cerrada su boca mentirosa y traicionera.
Estoy tan agotado, mis pensamientos apenas tienen sentido, pero la furia se
ha apoderado de todas las reflexiones antes racionales, y ahora estoy
enfurecido. Mi cabeza no está clara. Estoy desbordado por la falta de sueño y la
adrenalina forzada, y las jodidas voces, todas ellas.
Los gritos en la fila aumentan, lo que significa que es hora de cenar. Me pesa
solo saber que tengo que ir a la cafetería en este momento y hacer una escena
para que me arrojen en confinamiento. Estoy estresado y nervioso, y
jodidamente enojado cuando Rook entra en la celda, esposándonos a Luthor ya
mí. Nos lleva a la fila, llevándonos más despacio de lo que mi cuerpo
encadenado puede soportar, hacia la cafetería.
Luthor me da un codazo.
—¿Estás bien?
—En realidad no. —respondo a través de una mandíbula tensa, pero sin dar
más detalles.
Ni siquiera sé qué decir...
Me acabo de enterar de que soy un asesino. Resulta que merezco estar
encerrado en un lugar del que intento escapar más tarde...
Nos hacen pasar a la cafetería, de la misma manera que lo he hecho durante
meses, e incluso sabiendo que esta podría ser mi última visita a esta habitación
asquerosa que huele a moho y comida vieja, no puedo pensar en nada. Se
supone que debo estar pensando ahora mismo.
Todo lo que puedo hacer es mirar a mi alrededor. Busco unos ojos azul
medianoche, cabello dorado y tatuajes.
Sé que estará aquí ahora mismo. El tiene que estar.
Porque necesito hablar con él.
Oficial Kemper

Algo me dijo que subiera las escaleras.


El plan era que no vería a Dash hasta esta noche en confinamiento, cuando
pasara para abrir su celda. Pero por alguna razón, tuve un fuerte impulso de
subir y asegurarme de que estaba bien con lo que sea que esté haciendo para
que lo envíen de regreso al piso de abajo.
Y efectivamente, creo que tomé la decisión correcta. Porque no se ve muy
bien.
Puedo decir al mirarlo por un segundo que algo anda mal. Está nervioso, con
círculos oscuros debajo de los ojos y su cabello, que está creciendo, está
desordenado como si hubiera estado tratando de arrancárselo.
En el momento en que le quitan las esposas, inmediatamente está buscando
por toda la habitación. Sé que me está buscando.
Y cuando nuestras miradas se encuentran, observo una emoción en la suya
que no había visto en un tiempo.
Furia.
Inmediatamente comienza a pisotear hacia mí, y mis ojos se mueven para
asegurarme de que nadie lo esté mirando, ya que claramente no está
preocupado por sus acciones en este momento. Aprieto mi mandíbula.
Necesita aclarar su cabeza. Esto no es una maldita broma.
Nadie parece prestarle atención. Hay mucho movimiento en la cafetería y
hay una gran cantidad de presos en la línea de comida, agarrando bandejas.
Todos los demás guardias se están concentrando en eso.
Pero no yo. Observo a Dash de cerca mientras se acerca a mí, irradiando una
furia silenciosa. Se detiene con solo un pie de espacio entre nosotros y está
furioso. Puedo sentirlo.
Agarrándolo del brazo, lo jalo a la vuelta de una esquina, un poco fuera de
la vista de todos los demás para poder averiguar cuál es su problema.
—¿Que esta pasando? —pregunto en voz baja, enfocando mis ojos en el
remolino de color avellana verde y marrón, que es mucho más oscuro en este
momento, conteniendo su ira.
—Velle me dijo lo que estaba en mi archivo anoche. —gruñe, luego cierra
los ojos y niega con la cabeza antes de apuntarlos de nuevo hacia mí. Se agarra
el pelo y murmura—: Aparentemente, yo ... maté a la sobrina del gobernador.
—Casi se ahoga con la palabra mate, y puedo decir que está luchando con esto.
Mierda…
Mis tripas se hunden y mis músculos se tensan. Jesucristo, maldita sea…
Velle. Ese imbécil.
Se suponía que iba a contarle a Dash sobre eso. Bien, entonces ... esto no es
genial.
Mi boca se abre, pero antes de que pueda hablar, él salta, —¿Lo sabías?
—Dash... —murmuro, manteniendo mi tono lo más pacífico posible.
Ni siquiera me deja intentarlo.
—Joder, lo sabías. ¡¿Cómo pudiste no decírmelo?!
Su volumen está subiendo un poco en su ira, y necesito mantenerlo callado.
Esto no es parte del plan. No quiero que nadie nos vea juntos. Podría poner todo
en peligro.
—Dash, no es así. Quería decírtelo, pero estaba esperando el momento
adecuado.
Extiendo la mano e intento tomar su brazo, pero él tira de él hacia atrás.
—No me toques. ¡Deberías habérmelo dicho! —Exhala con fuerza, y sus ojos
se posan en mi clavícula, expuesta por el botón superior abierto de la camisa de
mi uniforme. Se ensanchan, supongo cuando nota la tinta allí... Su nombre.
Soy testigo, traga saliva mientras su mirada se arrastra hacia mi rostro. En
este momento, quiero agarrarlo y aplastar sus labios con los míos. Quiero sentir
su toque en el lugar donde grabé permanentemente su nombre en mi carne.
Para hacerle saber que siempre lo conservaré, pase lo que pase.
Pero todavía está tan enojado. Sus ojos se reducen a rendijas mientras se
lame los labios. —Sabías que no lo recordaba, y no dijiste nada. ¿Qué tipo de…?
—Hace una pausa y refunfuña algo en voz baja.
Mirándolo con atención, trato de tocar su mano de nuevo.
—Bebé, por favor relájate...
Se aparta de nuevo y me mira, las llamas arden en sus iris.
—¡No seas condescendiente conmigo como si estuviera loco! ¡No estoy
jodidamente loco!
Mis dientes rechinan mientras me inclino.
—Sé que no lo estás. Ahora baja la voz.
—¿No es esto tu responsabilidad? —ladra, los ojos se posan en el tatuaje
una vez más. Escaneo la habitación por encima de su cabeza para asegurarme
de que nadie escuche. Está siendo demasiado ruidoso, y estoy a dos segundos
de cubrir su maldita boca con mi mano. —Dices toda esta mierda sobre cuidar
de mí, pero luego mientes. Cómo todo el mundo.
Sus palabras duelen. Necesito asegurarle que no hice esto a propósito, pero
está tan agitado, dando vueltas en algún tipo de episodio, y ni siquiera me da un
segundo para hablar.
—Deberías jodidamente habérmelo dicho. —continúa, sus movimientos se
vuelven cada vez más nerviosos. Por mucho que me enfurezca, me preocupa
más que nada. Necesito ayudarlo a relajarse antes de que esto vaya a más—.
¿Cómo sé que puedo confiar en ti? ¡¿Cómo puedo confiar en mí mismo?!
—Dascha, bebé, necesitas calmarte —le hablo despacio, con tranquilidad,
inclinándome para tomar su barbilla entre mis dedos cuando se niega a hacer
contacto visual—. Si alguien te escucha, no podré...
—¡Deja de intentar manipularme! —Él retrocede con fuerza fuera de mi
agarre—. ¡Siempre estás haciendo eso! Mierda, ni siquiera sé quién soy o qué
está pasando, ¡y es tu maldita culpa!
—Dascha —siseo, pero es demasiado tarde. Está dando vueltas,
murmurando para sí mismo, más fuerte de lo que debería, y me doy cuenta de
que un par de guardias nos miran—. Dash, por favor. Bebé, mírame.
—No puedo hacer esto. No puedo ... no lo hice. ¡No era mi intención! —grita,
tapándose los ojos con las manos.
Dos guardias, Brenner y Peters, se acercan pisando fuerte y mi corazón se
atora en mi garganta. Sigo intentando llamar a Dash, pero al mismo tiempo no
puedo hacerles saber que estoy hablando con él.
No se que hacer. Esto lo va a joder todo.
—¿Hay algún problema aquí, 101? —Brenner evalúa la situación, pero Dash
no responde. Está demasiado ocupado preso del pánico.
—No... no, no para —sigue murmurando.
Brenner y Peters me lanzan una mirada y me encojo de hombros. No sé que
más hacer.
—Está bien, chico. Vas a venir con nosotros. —Peters suspira, sacando sus
esposas mientras alcanza a Dash.
Mi boca se abre como para protestar, pero la cierro de golpe. No puedo
detenerlo, joder. No puedo moverme.
—¡No! ¡Déjame en paz! —Dash grita, y ahora todos miran en nuestra
dirección.
Brenner y Peters rápidamente pierden la paciencia, agarrando a Dash de los
brazos mientras él lucha contra ellos. Sus ojos están muy abiertos y confusos,
buscándome.
Me mira gime —No, no hagas esto. Lo siento, ¿de acuerdo?
Apretando mis labios, utilizo todas mis fuerzas para permanecer
indiferente, obligándome a no involucrarme. Asiento con la cabeza a Brenner y
Peters, sabiendo que tengo que actuar como si no me estuviera muriendo por
dentro al ver esto.
—¡Kemper! ¡Por favor! —Dash llora mientras le fuerzan los brazos detrás
de la espalda, prácticamente levantándolo para que deje de resistirse. Pero él
simplemente no se calma—. ¡Lo siento!
—Tendremos que sedarlo. —murmura Peters, asintiendo con la cabeza a
alguien.
Es Velle. Mierda, no. Maldita sea.
Velle irrumpe, sacando una jeringa de su funda.
—Mantenlo quieto.
—No estoy seguro de que sea necesario. —ladro, pero todos me ignoran.
—¡No! No, no lo hagas. ¡Por favor! —Dash brama, luchando contra los dos
grandes oficiales con todas sus fuerzas. ¡Kemper, no me dejes! Por favor, no...
Brenner lo agarra por la barbilla y lo obliga a quedarse quieto mientras Velle
le clava una aguja en el cuello. Trago el dolor como la quemadura del licor más
fuerte de la tierra.
¡No le hagan daño! Por favor, no le hagan daño.
Me está matando ver esto. Esto me está matando.
Los ojos de Dash se clavan en los míos.
—Kemper, no... olvides...
Y luego se queda flácido en sus brazos, con los ojos aún abiertos. Parece
muerto.
Me dejo caer contra la pared detrás de mí, rascando con las uñas en el
cemento con tanta fuerza que creo que estoy sangrando.
—Llévalo abajo. —suspira Velle, cepillándose un mechón de cabello de la
cara. Me mira por un momento, y juro que veo una pequeña sonrisa en sus
labios, antes de que se dé la vuelta y se vaya.
Deja que Brenner y Peters lleven a Dash abajo.
Me dejo caer de nuevo en las sombras.
Porque sé que no lo van a llevar al confinamiento.
Va al ala este.
Dash
60 días dentro

Cuando mis ojos quieren abrirse, es difícil. Mis párpados parecen pesar una
tonelada.
Tragar también es difícil. Mi garganta está completamente seca y tengo que
chasquear la lengua un montón de veces para que se mueva. Cuando me lamo
los labios, están todos secos y agrietados.
Mi cuello apenas puede sostener mi cabeza. ¿Qué diablos me pasó?
Cuando mis ojos finalmente se abren y miro a mi alrededor, no reconozco la
habitación en la que estoy. Es mucho más grande que mi celda, o en
confinamiento. Y al mirar más de cerca, noto el acolchado en las paredes.
Mierda.
Muevo los brazos y no se mueven. Mirando hacia abajo, mis ojos se cierran
al darme cuenta.
Estoy en una camisa de fuerza.
Mierda, mierda, mierda.
Me duele la espalda de estar tumbado en el suelo. No hay muebles en esta
habitación. Está acolchado por todas partes, y enfrente de donde estoy acostado
hay una puerta; de metal, como las de confinamiento, con una pequeña ventana
en la parte superior.
—Ayuda. —gruño, retorciéndome en el suelo hasta que finalmente me
retuerzo lo suficiente para sentarme. Mis pies están descalzos. No tengo zapatos
ni calcetines—. ¿Hay alguien?
Nadie viene, y decido que probablemente sea mejor así. No quiero saber
quién anda por aquí. La última vez que vi a alguien en una habitación como esta
era O'Malley, y no quiero que me hagan lo que le estaban haciendo a él.
Un escalofrío me sube por la espalda y lucho un poco más contra la tela
apretada de la camisa de fuerza. Odio sentirme atado así. Odio no poder
moverme, y esto es un millón de veces peor que las esposas.
¿Qué diablos pasó? ¿Cómo terminé aquí?
Mi cerebro lucha por recordar. Estaba en la cafetería. Se suponía que tenía
que hacer una escena, que me enviaran a confinamiento. ¿Quizás el plan salió
mal? ¿Me enviaron aquí en su lugar…?
Cierro los ojos y trato, con todas mis fuerzas, de recordar.
Mi mente va a Kemper, el corazón se me sube a la garganta. ¿Él está bien?
No estoy seguro de lo que hice, pero tengo una sensación de hundimiento
en el estómago y puedo ver el rostro de Kemper. Parpadea en mi mente, de
Kemper luciendo preocupado. Luciendo... preocupado; angustiado. No disfruto
ver su cara así. Por lo general, tiene el control de todo. No quiero verlo
mirándome como...
Como si estuviera jodidamente loco.
Lo estoy
Estoy en una maldita camisa de fuerza ahora mismo, en una celda acolchada...
Dímelo tú.
Luchando un poco más dentro del material, me niego a creer que Kemper se
rendiría conmigo. No lo haría.
El plan todavía está en su lugar, solo tengo que salir de esta celda. Vendrá
por mí. Yo sé que lo hará.
Kemper siempre viene por mí.
Pasa un tiempo y estoy tan deshidratado que estoy alucinando un poco. Es
obvio que me drogaron anoche, y las secuelas de lo que sea que me dieron son
bastante intensas. Estoy agobiado y cansado, pero me las arreglo para
levantarme y acercarme a la ventana. Mirando a través de ella, no veo nada más
que un pasillo. Es familiar, desde el día en que Kemper me trajo aquí.
Eso significa que O'Malley está cerca. Y Darcey.
No puedo ver una mierda a través de la ventana, y en las horas desde que
me desperté, no he visto ni escuchado a una sola persona. Es preocupante,
especialmente porque se supone que debo escapar por las alcantarillas en este
momento y encontrarme con Kemper en el muelle.
No quiero arruinar el plan. No puedo.
Necesito salir de aquí. ¿Dónde está Kemper?
Intento algunas cosas mientras deambulo, viendo si tal vez hay un desgarro
en el material de la camisa de fuerza, para abrirme paso. Pero no encuentro
nada.
Estoy jodidamente atascado, y cuanto más regresan mis recuerdos
entrecortados, más pienso que la jodí.
Maté a esa chica.
Ahuyenté a Kemper.
Todavía no recuerdo haber matado a la chica, pero sé que lo hice. Se siente
como si lo hubiera hecho, y los destellos de sangre y los gritos intentan decirme
algo.
Me desmayé ese día cuando estaba golpeando a Ren. Sé que no fue la
primera vez y probablemente no será la última.
Dejándome caer en el suelo derrotado, las lágrimas amenazan con estallar
detrás de mis ojos. No quiero perder a Kemper. No quiero quedarme atrapado
aquí, torturado, pinchado y zarandeado por los médicos.
Tengo miedo.
Tragando saliva, me acuesto de costado en el suelo para descansar mi
cabeza pesada. Pero luego los pasos aguzan mis oídos. Me levanto y miro la
puerta. No suenan fuertes, como los de Kemper. En realidad, son muy
silenciosos, pero aún puedo oírlos. Es el primer ruido que escucho desde que
estoy aquí.
Los pasos se acercan cada vez más a mi puerta y mi cuerpo se tensa. El
sonido de las llaves tintineando fuera de mi puerta me produce una oleada de
terror. Me paro y retrocedo contra la pared opuesta, temiendo a quien esté a
punto de entrar aquí.
Puedo ver una sombra a través de la ventana, pero no estoy seguro de quién
es, ya que las llaves abren la puerta y se abre una rendija. Los ojos grises
familiares protegidos por gafas de montura negra son la primera cosa que veo
mirando a través de ellos. Entrecierro los ojos a la figura mientras la puerta se
abre más y él entra.
—¿Darcey? —pregunto, dando un paso adelante.
Estoy atónito. No tengo ni idea de lo que está haciendo aquí.
No dice nada, pero cuando se mueve hacia la luz, y me acerco un poco más,
mis ojos se abren como platos.
Está cubierto de sangre. Y quiero decir, empapado.
Su ropa está manchada de sangre, que creo que alguna vez fueron las de
color gris claro que todos usamos. Ahora son de color granate oscuro, sus
brazos, manos y cuello están cubiertos de rojo. Está salpicado en su cara, incluso
en sus lentes. Debe darse cuenta, porque se los quita y trata de limpiarlos con
su camisa, pero solo lo empeora.
Me acerco a él.
—Aquí. Límpialos sobre mí.
Sus ojos se iluminan un poco, una pequeña sonrisa arquea sus labios
mientras limpia la sangre de sus lentes en mi camisa de fuerza.
¿Qué diablos está pasando ahora mismo?
—Gracias. —Parece mucho más aturdido de lo que lo había visto antes. Es
como si estuviera en trance; movimientos lentos, casi sedados, en cierto
sentido.
—¿Esa es ... tu sangre? —pregunto, vacilante. No estoy seguro de querer
saber la respuesta.
—Siempre es mi sangre. —su voz sale pequeña, prácticamente inexistente.
Luego saca una navaja de mariposa de su bolsillo trasero y lo abre.
Trago saliva.
—Darcey ... no lo hagas. —Mi cabeza se sacude mientras trato de retroceder.
Pero murmura:
—Quédate quieto. —y comienza a cortar el material de la camisa de fuerza.
Corta la tela en zig-zag hasta que quedo fuera de ella, liberándome de su fuerte
agarre.
Finalmente puedo respirar, estirando los brazos.
—Gracias.
—No lo menciones. —dice pacíficamente, y no tengo la menor idea de por
qué está cubierto de sangre, o cómo consiguió las llaves de mi celda. Pero estoy
agradecido.
No puedo perder más tiempo. Necesito largarme de aquí.
Kemper podría estar ahí afuera esperando, y no quiero perderlo.
—Darcey, me voy a largar de aquí. —le digo, moviéndome hacia la puerta y
mirando hacia el pasillo para comprobar si hay señales de alguien.
No veo a nadie, y al final del pasillo está la puerta de la que me hablaba
Kemper. Hay una cámara allí, pero si puedo pasar a hurtadillas, puedo llegar a
las alcantarillas como planeamos.
—Puedes venir. —le digo, volviéndome para encontrarlo mirando al suelo.
Es como si estuviera en una especie de estado catatónico.
Me mira, el tamaño de sus pupilas me sorprende. Son enormes.
—No, gracias —suspira—. Me quedaré un rato. Quiero ver cómo va esto…
—Un poco de diversión destella en sus ojos mientras mira más allá de mí, a qué,
no tengo idea.
¿Qué pasa con todos estos tipos que quieren quedarse en este maldito lugar?
Me encojo de hombros y digo:
—Está bien, estoy fuera. ¿Esas llaves abren esa puerta?
Asiente y me entrega las llaves.
—Tómalas.
—Gracias —agarro las llaves en mi puño, preparándome para salir. Eso es
todo. Pero primero, mis ojos se posan en sus pies—. ¿Qué tamaño de zapato
calzas?
Él se ríe y se quita las zapatillas sin decir una palabra, dándomelas, sin
dudarlo. Me los pongo y encajan perfectamente.
—Gracias de nuevo, Darcey. —Ladeo la cabeza hacia él. Este tipo es un loco
y, sin embargo, creo que es mi amigo.
Estamos todos jodidos aquí, después de todo.
—De nada, Dash —hace un pequeño saludo, sus movimientos ágiles, no muy
lentos—. No nos olvides.
—Oh, no lo haré. —Sonrío, devolviéndole el saludo mientras salgo de la
habitación.
Acechando el pasillo, lentamente, me acerco de puntillas a la puerta y utilizo
las llaves para abrirla. Miro hacia la cámara, moviéndome hacia las sombras,
como Kemper instruyó, pegado a la pared mientras me apresuro a través del
pasillo hacia la esquina. No tengo ni idea de qué hora es. Puede que ya ni
siquiera sea jueves, así que no estoy seguro de cuántos guardias están en
funciones de las cámaras.
Pero tengo que intentarlo. No puedo preocuparme por eso ahora mismo. Lo
voy a lograr.
Me voy a la mierda de aquí.
Sigo todas las instrucciones de Kemper que memoricé. Derecha, izquierda,
izquierda, derecha, hasta que finalmente llego al canal de alcantarillado. Tengo
que arrastrarme a través de una pequeña escotilla y luego bajar por una
escalera, lo cual es horripilante como el infierno. Es pequeño, más estrecho de
lo que me siento completamente cómodo, pero me niego a pensar en ello
mientras me esfuerzo, por unos tres metros y medio. Y luego bajando la
escalera.
En la alcantarilla, hace frío, está oscuro y huele fatal. Pero sigo presionando.
Sigo moviéndome.
Sería más rápido si tuviera una linterna, pero no la tengo, y tengo que
tantear para saber adónde voy. Vadeando el lodo, doy un par de giros
equivocados, ya que todo parece jodidamente igual y termino retrocediendo.
Parece que he estado caminando aquí durante una hora.
Todo está oscuro como boca de lobo, incluso después de que mis ojos se
hayan adaptado a la luz. Un chirrido debajo de mi pie me hace estremecer. Pisé
una rata. Dios, esto es repugnante.
Pero finalmente llego al final. Agotado y cubierto de suciedad.
Pateando la rejilla al final, salgo a la vista de árboles y hierba. Por primera
vez en meses, puedo ver el cielo.
Las lágrimas caen de mis ojos mientras el aire fresco pincha mi piel. Brisa
roza mi carne mientras dejo escapar una risa sollozante.
Y no está lloviendo, pero levanto las manos en el aire, como hizo Andy en
The Shawshank Redemption.
Soy libre. Soy jodidamente libre.

Mis piernas están ardiendo, al igual que mis pulmones.


He estado corriendo, moviéndome por el bosque, solo durante quince
minutos. Pero después de meses sin cardio, esto es realmente agotador en este
momento.
Kemper dijo que menos de dos millas a través del bosque y que encontraría
el pequeño muelle. Probablemente podría haber llegado antes si no me hubiera
detenido con cada ruido que escucho.
Me aterroriza que los perros de búsqueda salten de la nada y me ataquen, o
que Velle salte de alrededor de un árbol con su Glock apuntando a mi cara. Sigo
escuchando helicópteros en el cielo.
Pero ni siquiera he vislumbrado ninguna señal de que sea real. Estoy viendo
cosas...
Son mis nervios. Mi adrenalina es increíble y me está jodiendo. Eso es todo.
Necesito llegar a ese maldito muelle. Necesito llegar a Kemper.
Me detengo y me apoyo en un árbol para recuperar el aliento. Mis manos
agarran la corteza y la aprietan, porque mierda, no pensé que volvería a ver
otro árbol. Una gaviota grazna sobre mi cabeza y me estremezco, luego me río
para mí. Esto es una locura. Estoy afuera.
La sonrisa cae de mis labios mientras miro al suelo; en las zapatillas de
Darcey en mis pies, todas marrones por la alcantarilla, pero aún con rastros
visibles de sangre en ellas.
No me lo estoy imaginando, ¿verdad? Por favor, Dios, que esto sea real.
Le doy una patada a algunas hojas y tierra en el suelo, haciendo un pequeño
agujero con la punta de mi zapato. Estoy aquí. Sé quien soy.
Esto es real. Tiene que serlo.
Parpadeando con fuerza, me sacudo. No tengo tiempo para esto. Estoy cerca
del muelle, lo sé. Puedo oír el océano. También puedo olerlo; más fuerte que
nunca.
Echando un vistazo a mi alrededor una vez más, me levanto y empiezo a
correr de nuevo, zigzagueando entre los árboles. Solo unos minutos más y veo
algo en la distancia.
Es la costa. Un poco de arena y, efectivamente, un pequeño muelle. También
hay un cobertizo para botes. Debe ser allí donde está Kemper.
Gracias a Dios.
Exhalo, una sonrisa incontrolable cruzando mis labios mientras corro. Pero
algo me detiene. Voces. O al menos una.
El miedo se apodera de mis entrañas mientras retrocedo contra un árbol
para mantenerme escondido. Conteniendo mis respiraciones erráticas, trato de
escuchar.
Las voces no suenan exactamente cercanas. De hecho, parece que viajan
desde otro lugar.
Confundido, miro alrededor del árbol y mis ojos escanean. Es difícil de ver,
ya que todavía estoy dentro del bosque, y decido escabullirme, con cuidado,
hasta donde terminan los árboles, encontrando la orilla. A medida que me
acerco, descubro por qué las voces suenan así.
Justo en la orilla del muelle, a menos de media milla de distancia, hay una
enorme mansión. Estoy hablando de algo gigantesco. El lugar es como un
palacio, hecho casi en su totalidad de lo que parece ser mármol blanco.
Nunca había visto algo así, y mi boca se queda boquiabierta mientras miro
hacia la monstruosidad, un gigante incluso desde tan lejos como yo.
Ese debe ser el lugar del Alcaide. ¿Cómo dijo Luthor que se llamaba?
La mansión de marfil.
Ahí es donde vive el alcaide, con todos los guardias que residen en el lado
opuesto. Bueno, puedo ver cómo eso es posible ahora. Creo que la mansión es
más grande que Alabaster Pen.
Mis ojos escanean el exterior para encontrar de dónde venía la voz, y veo a
alguien parado en un balcón.
Me oculto de la vista rápidamente cuando me doy cuenta de que es el
Alcaide. ¡Mierda!
Pongo mi mano sobre mi corazón mientras trata de saltar fuera de mi
cuerpo. No me vio, ¿verdad?
Todavía puedo escucharlo hablar, su voz viajando debido a lo alto que está,
sobre el océano. Qué vista tan espectacular debe ser...
¿Pero con quién está hablando?
Asomándome de nuevo, lo miro, paseando, con la mano en la cara. Está al
teléfono. Y claramente no está contento, hablando lo suficientemente alto como
para que su voz retumbe. Parece enojado. Y ahora sé que necesito escucharlo.
Porque si está hablando de mi fuga, creo que eso es algo que debería saber.
Solo puedo distinguir cada pocas palabras, pero aún no ha dicho mi nombre.
Percibo las palabras no me importa, inaceptable, ¡¿y cuánto me costará esto?!
Entonces escucho algo que me despierta los oídos.
Todavía se escucha a medias, pero algo parecido a: no se hizo con ese idiota
irlandés. Ahora me quedo limpiando tu desorden.
Entrecierro los ojos y parpadeo. ¿O'Malley? ¿¿De qué está hablando??
Estoy confundido, pero tengo cosas más importantes de las que
preocuparme en este momento. Si el ala del Alcaide está ahí, probablemente
podrá escuchar el motor del bote cuando lo encienda. Esto es realmente
peligroso, y no tengo ni idea de por qué Kemper no habría mencionado que el
maldito lugar en el que vive está tan cerca del muelle. ¿Por qué no me dijo que
el Guardián estaría allí?
Estoy estresado, frustrado y agotado. Quiero entrar en ese maldito
cobertizo para poder ordenar mis pensamientos, pero creo que está claro que
al menos necesito esperar hasta que el Alcaide vuelva a entrar.
Esperando a que termine su llamada, miro al cielo. Hoy está gris y nublado,
pero basándome en el hecho de que realmente no puedo encontrar el sol,
supongo que debe ser más tarde en el día. Si esperamos hasta que oscurezca,
esa será probablemente nuestra mejor opción para salir de aquí sin que nadie
escuche o note el barco.
Solo un par de minutos después de ladrar cosas más tarde, el Alcaide vuelve
a entrar en su palacio, y aprovecho la oportunidad para cruzar la orilla hacia el
muelle. Trepando a la madera, abro de un tirón la puerta del cobertizo para
botes, con tantas ganas de ver a Kemper, mi corazón prácticamente se cae de
mi pecho y salpica en el piso cuando no encuentro nada más que cosas de bote
adentro.
Tragándome mis sentimientos, voy a un agujero en el suelo y me salpico
agua, lavando algunos restos repugnantes de la alcantarilla. No me estoy
volviendo loco todavía. Kemper está en camino.
Estoy seguro de que se retrasó, ya que el plan se desvió por un minuto allí.
Pero tan pronto como llegue al ala este y se dé cuenta de que me he ido, vendrá
inmediatamente al muelle.
Solo necesito darle algo de tiempo. Estará aquí.
Me enjuago las zapatillas de Darcey, encogiéndome de cuán desgarrados y
andrajosos están los pantalones de mi uniforme. No estoy seguro de en qué
estado se encuentra mi casa, pero rezo para que al menos todavía haya una
muda de ropa allí.
Mi corazón se apodera de mi pecho por un momento aterrador.
Mamá.
Joder… ¿Qué le ha pasado desde que me fui?
Me pregunto si le dijeron que estaba muerto. Parte de mí espera que lo hayan
hecho...
Pero no importará. Nada de eso lo hará.
Las voces asaltan mi cerebro y mis ojos se cierran con fuerza.
¡No por favor! ¡Por favor no me lastimes!
Mamá te ama, malysh.
Siempre serás el buen chico de mamá.
Detente ... no lo hagas.
¡NO!
Disparos y gritos resuenan en mi cabeza hasta que caigo al suelo,
sosteniendo mi cabeza entre mis manos. La empujo entre mis rodillas y la cubro
con mis brazos, meciéndome hacia adelante y hacia atrás para calmar el ruido.
Déjame en paz.
No me toques.
Detente.
Detente…
¡DETENTE!
La sangre está por todas partes detrás de mis ojos; una pantalla de color
rojo oscuro tan penetrante que puedo olerlo. Tengo arcadas y me acuesto de
lado, haciendo un ovillo.
¿Dónde está Kemper?
Lo necesito.
Kemper, ven pronto.
Por favor.

Han pasado horas y mi cadera se ha adormecido por estar tanto tiempo en


este piso de madera.
Mi corazón descansa, marchito en la cavidad hueca detrás de mis costillas
mientras miro la puerta del cobertizo para botes. Todo está oscuro a mi
alrededor, lo que refleja cómo me siento.
Perdido.
No viene. ¿Por qué no viene?
¿Se olvidó de mí? ¿Cambió de opinión?
¿Por qué no está aquí?
Me trago la opresión aterrorizada de las lágrimas que quieren brotar y
presiono la mano contra mi pecho. El latido de mi corazón es superficial, como
si le faltara la mitad de su fuerza.
No puedo creer que me enamoré de sus palabras y sus maneras posesivas.
Me dijo que me cuidaría, pero no está aquí.
O cambió de opinión y decidió que no quería que yo fuera suyo, o nunca lo
dijo en serio en primer lugar. Quizás solo quería deshacerse de mí. Quizás todo
este plan era sacarme de su vida.
Sollozando mientras me incorporo, me froto los ojos tristes. Es una tontería
por mi parte quedarme aquí un segundo más. Podría haber grupos de búsqueda
en todas partes. Soy un maldito idiota por haber esperado tanto como lo hice.
Tengo que irme.
Poniéndome de pie, todo mi cuerpo está abrumado por la derrota. Hacer
esto solo es algo que nunca quise hacer. Pero lo haré, si es necesario. Llegaré a
Tulum. Puedo obsesionarme con Kemper todo lo que quiera una vez que llegue
allí, pero por ahora, necesito seguir moviéndome.
Agarro dos latas de gasolina y bajo la escalera que me deja directamente en
el bote, saltando dentro. Escaneando los controles, respiro profundo y lo dejo
salir rápidamente. Con suerte, conducir un bote no es tan difícil, porque
ciertamente no había planeado ser yo quien hiciera esto.
Las llaves ya están en el encendido, lo que parece extraño. Pero entonces
supongo que es exactamente como Kemper dijo que sería. Sacudo su nombre y
enciendo el motor que zumba, no tan fuerte como pensé que sería, gracias a
Dios.
Me toma un momento dominar los controles, y casi golpeo el costado del
muelle probando reversa por primera vez, pero lo corrijo lo suficientemente
rápido, y tan pronto como estoy lejos del muelle, lo lanzo a mar abierto.
Está oscuro, es muy difícil de ver con un solo faro pequeño que no atraviesa
mucho la niebla. Pero sigo adelante. Sigo conduciendo, tan rápido como me
siento seguro, hacia la noche, con agua rociando a los lados, el viento húmedo
golpeando mi cara.
Tengo la suerte de tener un buen sentido de la orientación, pero también
hay una brújula en el tablero y, por lo que me dijo Kemper, solo necesito seguir
hacia el sur para llegar a Coney Island. Bueno, al suroeste. Supongo que iré al
suroeste en el futuro previsible.
Mi mente está relativamente clara mientras conduzco, el cielo es negro y no
revela helicópteros de la policía, ni focos. Solo el avión ocasional que
sobrevuela, y lo bajo que están, me permite saber que me estoy acercando a la
ciudad.
El aire está helado, pero aún se siente mejor que congelarse en una celda
diminuta. Me pregunto cómo le va a Luthor. Supongo que ya estarán todos
durmiendo. Probablemente Ren esté haciendo algo que no debería hacer... A
menos que haya seguido mi consejo y haya decidido actuar correctamente.
Espero que lo haga.
Quiero que él y Luthor sean felices. Y Kang, Joy, Rook, Darcey... demonios,
incluso Velle.
Espero que estén todos bien. Y... Kemper.
Mis pensamientos se ahogan con su nombre. Se suponía que debía estar
aquí ahora mismo, conduciendo el barco. Se suponía que debía estar conmigo.
Necesito saber qué le pasó. Pero tendrá que esperar.
Porque ahora mismo, puedo ver una costa en la distancia que
definitivamente es Coney Island. Cuando veo el juego de feria Cyclone, una
sonrisa tira de mis labios. Recuerdo la última vez que me subí...
Tenía dieciséis años y quería celebrar el robo de una tienda por mi cuenta.
Quería demostrarme a mí mismo que no necesitaba a mi papá cerca; que podía
funcionar bien solo. Lola y yo fuimos a Coney Island, compramos perros de maíz
y la llevé al Cyclone. Ella gritó todo el tiempo y me hizo reír. No le teme a la
mierda, así que fue muy gracioso verla enloquecer como una chica así.
En los últimos años, la única vez que he ido a Coney es para reunirme con
gente sospechosa y hablar de negocios. Ahora desearía haber ido más a pasar
el rato y divertirme. Rara vez me divierto.
Decidido, creo que me divertiré en Tulum.
Cuando me acerco lo suficiente, apago las luces para evitar ser descubierto
por la Guardia Costera. Realmente no veo a nadie, pero no me arriesgo. Una vez
que estoy a poca distancia de la orilla, abandono el bote y me sumerjo en el
agua. Nado hacia las rocas junto a uno de los muelles, tratando de permanecer
escondido mientras subo por el costado y me deslizo hacia el paseo marítimo.
Por lo general, hay policías moviéndose por todo este lugar, pero conozco
los mejores lugares para evitarlos, que es lo que hago. Me escabullo, con
cuidado, por un callejón entre el parque temático y Popeye's, y luego estoy libre.
Ahora solo soy un bicho raro que camina por las calles de noche con ropa
andrajosa, empapada. Es la ciudad de Nueva York. A nadie le importa una
mierda.
Me acerco a una parada de taxis que conozco un par de cuadras más abajo
y me subo al coche amarillo y le doy al conductor mi dirección. Mientras
conduce, descanso mi cabeza contra el reposacabezas, soltando una pequeña
risa para mí.
No puedo creer que lo hice. Jesucristo, escapé de la prisión. ¿Está
sucediendo esto?
Estoy un poco en estado de shock, viendo todos los edificios y casas y la
gente que pasa por las ventanas mientras conducimos por las calles. No se
siente como si nunca me hubiera ido. Y claro, no me fui tanto tiempo como
cualquier otra persona que esté adentro, considerando que yo era el recluso
más nuevo. Pero fue suficiente para que me diera cuenta de que tengo que dejar
de dar la vida por sentada.
Me han dado una segunda oportunidad, una nueva vida en bandeja de plata.
Sería un tonto si no tomara esto y saliera huyendo.
Será difícil despedirse de Nueva York. He vivido toda mi vida aquí. Pero
claro, he estado soñando con Tulum desde que era un adolescente. Solía cerrar
los ojos por la noche, meciéndome en mi pequeña cama, soñando con un paraíso
tropical, con palmeras y motos de agua, y bebidas servidas en cocos.
Este gran escape siempre ha sido mi plan, incluso antes de que terminara
en la cárcel.
Así que aprecio el aspecto de Brooklyn por la ventanilla del taxi, sabiendo
que esta es la última vez que lo veré. Y estoy bien con eso. Más que eso. Me
siento aliviado.
Hasta que el conductor se detiene frente a mi edificio y trago saliva. Oh,
mierda…
Hay cinta de advertencia de la policía sobre nuestra puerta.
—Oh no. No, no, no —murmura el conductor—. Sal de mi coche. ¡Sal ahora!
No quiero tener nada que ver contigo.
—Pero tengo que pagarte. —murmuro.
—¡No! ¡Solo sal! —Me grita, echándome fuera del vehículo.
En el segundo que cierro la puerta, él se aparta del bordillo mientras yo froto
la parte de atrás de mi cuello. Volviéndome hacia mi casa, ni siquiera sé qué
hacer. Esto es malo… no esperaba esto.
¿Han pasado meses y todavía tienen la cinta puesta? Espero que no hayan
encontrado mi dinero ...
Escabulléndome hacia la ventana de mi habitación, subo, como siempre
solía entrar y salir. Chocando contra mi habitación, miro a mi alrededor con
descontenta nostalgia. Yo diría que se ve exactamente igual, pero realmente no
es así. El lugar está destrozado.
Todo ha sido derribado y revuelto. Obviamente, la policía estaba buscando
mis fondos para la fuga o pruebas de algo. No estoy seguro de por qué, si ni
siquiera estaban armando un caso en mi contra. Decidieron que era culpable y
me arrojaron a Alabaster sin siquiera despedirse. Tiene poco sentido que
intenten conectar algún punto.
Me dirijo directamente a mi armario, el corazón me late con fuerza en la
yugular. Todo el contenido está prácticamente volteado, pero el alivio inunda
mis miembros cuando noto la pared falsa, aún intacta.
Suspiro con fuerza y me dejo caer al suelo falso, sacándolo para encontrar
mi caja fuerte. Aún está aquí.
—Sí —grito suavemente, apoyando mi frente en ella—. Gracias. Gracias,
gracias, gracias.
Abriendo la caja fuerte, saco mi alijo para la huida, en su totalidad. Podría
llorar, estoy tan feliz.
Trescientos cuarenta y dos mil dólares en efectivo. Y mi pasaporte falso de
un tal David Renier.
Todo esta aquí. Todo lo que necesito para largarme. Además, mi mapa de
Tulum y el folleto de un resort en el que siempre quise vivir, llamado Abre Tus
Ojos.
Suspiro y agarro una mochila, metiendo todo dentro. Luego me cambio de
ropa y me pongo una gorra de béisbol azul, con suerte para pasar
desapercibido. Mirando alrededor de la habitación, me despido rápidamente de
esta habitación donde he vivido toda mi vida. No contiene ningún recuerdo
particularmente maravilloso, así que estoy bien dándole el dedo, mientras voy
a arrastrarme de nuevo por la ventana.
Pero algo me detiene. Un cosquilleo corre desde la base de mi columna hasta
mi cráneo.
Tragando saliva, me doy la vuelta y miro la puerta.
Mamá.
Ella no debe estar aquí… ¿verdad? Quiero decir, el lugar parece la escena de
un crimen. ¿Por qué estaría ella todavía aquí?
Pero tengo que comprobarlo. Antes de irme para siempre… creo que
necesito ver cómo está.
Enderezándome, respiro y camino hacia la puerta, moviéndome
glacialmente a través del pasillo hacia la habitación de mi madre. Más cinta de
precaución.
Trago. Parpadeo.
Mi mano tiembla al girar la manija, una terrible incertidumbre me llena
como arena mientras abro la puerta y miro dentro ...
Dash

Me siento enfermo
Mi mirada vacía permanece apuntando hacia arriba. Hay una grieta en el
techo, en el yeso. Es más gruesa que hace un año, creo.
Quizás este lugar se esté derrumbando. Desmoronándose, al igual que la gente
que está dentro.
Enfermo.
Su mano roza mi brazo, trago saliva y vuelvo a cerrar los ojos. Solo deseando
estar en otro lugar.
En México. Muy lejos de aquí.
—Dascha, eres perfecto, mi dulce malysh —la voz de mamá tararea desde mi
lado mientras su cuerpo hace crujir las sábanas de la cama—. Un hombre mejor
que tu padre.
Me duele el cerebro, la estática en mi mente se convierte en susurros. Cuando
sus dedos rozan un poco de tinta en mi pecho que siempre traza, las voces se hacen
más fuertes.
Enfermo, enfermo, enfermo.
Estás enfermo.
—No me gusta esto. —me ahogo con mis palabras. No es que importen. A ella
no le importa.
A ella nunca le ha importado, no desde que él se fue.
En lo que a ella respecta, lo reemplacé. Pero yo no quería.
No quiero esto.
—Tonterías, cariño —resopla, y mis ojos se abren para mirarla mientras sus
delgados dedos rozan los enredados mechones de cabello rubio plateado—. Lo
disfrutas. Puedo decir que lo haces.
La bilis sube, quemando mis entrañas mientras la presión se acumula detrás
de mis ojos; El grosor aprieta mi garganta y mi pecho, y solo quiero morir.
La cama huele a ella y a nosotros juntos, y es nauseabundo.
Sé que no está bien ... Me ha estado haciendo esto durante dos años, desde que
él se fue. Ella sabe que no quiero, y de todos modos me obliga.
Sueño por la noche con ponerme un cuchillo en las muñecas. Cortando a lo
largo de mis venas y viendo la sangre espesa brotar de mi cuerpo, brotando y
drenándome hasta que no queda nada.
Enfermo, enfermo, enfermo.
Estás enfermo.
Repugnante.
¡Vil!
Me cubro la cara con los brazos, tratando de alejar las voces, pero no paran.
Son tan ruidosos.
—Dascha, cariño, relájate. —mamá acaricia mi cuello, luego presiona un beso
en mi bíceps. —Ve a buscarle un trago a mamá, ¿quieres?
Siempre es así. Una copa antes y una copa después.
Mi caparazón hueco se arrastra fuera de la cama y no me molesto en vestirme.
La miro una vez mientras enciende un cigarrillo, acostada en su cama, una
sábana cubriéndola desde el pecho hacia abajo.
Mi cabeza se ladea hacia un lado.
Sabes lo que tienes que hacer…
Hazlo, Dascha. Es la única forma.
La única forma de detener esto.
Obligando a mis pies a moverse, salgo de su habitación a la cocina. Cojo la
botella de vodka y le sirvo un poco en un vaso. Y luego abro un cajón y saco el
cuchillo de cocina más afilado que tenemos.
Sostener la hoja fría contra mi piel me da escalofríos. Mis ojos se cierran y
exhalo, rezando por una dulce liberación.
Orando por el fin de las pesadillas y la tristeza.
Y la enfermedad.
¡Hazlo, Dascha! Debes hacerlo ahora.
Mis párpados se deslizan y recojo el vaso, y regreso a la habitación de mamá.
Mis movimientos son elegantes y constantes cuando entro al dormitorio una vez
más, sosteniendo la bebida, mientras mi otra mano permanece detrás de mi
espalda.
Mamá toma el vaso y me sonríe, bebiendo de él. Arrastrándome a la cama, me
arrodillo a su lado, mi mirada hosca se fija en su bonito rostro. La suave pendiente
de su largo cuello...
—Mamá ... —susurro, las voces en mi cerebro son tan fuertes que apenas
puedo oírme.
—¿Da dorogoy 31 ? —Ella se ve joven en este momento, su piel pálida en
cadencia con las sábanas de color crema.
Parpadea y sus ojos verdes brillan como esmeraldas.
—Lo siento. —Respiro.
Y miro su ceño fruncirse mientras embisto mi mano derecha hacia adelante,
apuñalándola con el cuchillo en el costado de su cuello.
¡Dascha!
Intenta croar mi nombre, pero es ininteligible mientras la sangre brota de su
arteria carótida a través del agujero que acabo de hacer en su yugular. Observo
su rostro de cerca, estudiando las líneas y los cambios en su expresión de
desconcierto.
Me pregunto qué siente ella. Si duele. Si le duele más saber que su hijo le acaba
de quitar, más de lo que ella le ha estado quitando durante años.
El rojo empapa las sábanas, salpicando mi visión mientras levanto el cuchillo
de nuevo y se lo clavo en el pecho. Es difícil atravesar la coraza, pero soy lo
suficientemente fuerte para hacerlo.
El aire sale de entre sus labios y tose, el pulmón perforado, escupiendo sangre
de su boca sobre mi pecho desnudo. Levanto el cuchillo una vez más y la apuñalo
en el estómago. Luego de nuevo, y de nuevo… Y de nuevo.
La sangre salpica mi piel, mi cara, mis brazos, cuanto más la apuñalo y la
perforo, mientras ella gorjea y da su último aliento.

31
¿Sí cariño?
—¡Estoy enfermo por tu culpa! —rujo, apuñalándola cada vez más—. ¡Se fue
por ti!
Gruñendo y resoplando, el corte de la hoja penetrando su carne es todo lo que
escucho. Las voces se han detenido. Silenciado.
Dejo escapar un aliento entrecortado y me limpio la frente con una mano
ensangrentada, los restos pegajosos manchados por mi cara. Pero no me importa.
Siento que floto.
—Y no me gusta. —suspiro, cerrando los ojos mientras mi cabeza cae hacia
atrás.
No me había sentido tan libre desde que era un niño pequeño, cuando mi
padre me llevó en un barco, en verano. El viento estaba en mi cara. Fue fortuito.
En este momento, sin embargo, la tranquilidad es igualmente serena. Mi
cuerpo es mío y solo mío.
No de ella. Nunca más de ella.

Han pasado horas. Muchas, muchas horas de trabajo y estoy fatigado.


Tuve que cortar el colchón de mamá en pedazos, lo que requirió un poco de
esfuerzo. También tuve que cortar a mamá.
La llevé a la bañera y le quité los brazos y las piernas. Y luego su cabeza.
No fue fácil. Pero lo hice.
Bajé todas las escaleras, llevando las partes de mamá en una canasta de
mimbre para la ropa sucia. Encendí el horno gigante, tan alto como alcanzaba, y
alimenté todo dentro, una pieza a la vez. Lo quemé todo.
Toda la ropa de cama, los pedazos de colchón.
Y luego mi madre. Quemé partes de su cuerpo, porque era la única forma.
Ella todavía está ardiendo ahora, y estoy mirando las llamas a través del
vidrio en la pequeña puerta con bisagras del horno.
No siento nada. Sin dolor, sin arrepentimiento, sin empatía.
Si eso significa que soy un sociópata, que así sea.
Todas y cada una de las veces que gritaba por dentro cuando ella me tocaba
se convertía en humo en el cielo de Nueva York. Cada toque de dolor que sentí en
el placer que ella me impuso, que no quería ... Todo se ha ido ahora.
Todo ha sido quemado.
Escucho pasos en la parte superior de los escalones hacia el sótano y mi cabeza
se inclina lentamente en su dirección. Solo tenemos una vecina en el edificio, la
Sra. Petrovsky.
Subo las escaleras lentamente, usando nada más que un par de pantalones de
chándal, todavía cubiertos de la sangre de mi madre. Me encuentro con la Sra.
Petrovsky en lo alto de los escalones y le muestro una sonrisa amable.
—Zdravstvuyte32. —le digo mientras me mira a través de sus gruesos lentes.
—¿Vse v poryadke? 33. —Ella me pregunta si todo está bien y yo asiento con
la cabeza con indiferencia.
—Da, da. Vse khorosho34.
Le digo que estoy bien y que solo estoy jugando con el horno. Luego la
distraigo preguntándole si necesita algo de comida. Por supuesto que pide cien
cosas, porque siempre lo hace, y yo acepto traerle lo que necesita mañana. Ella
me ofrece su famoso Pelmeni a cambio, a lo que me río y acepto con gusto.
—Spasibo, ti khoroshiy mal'chik35. —Me aprieta la mano y la ayudo a volver
a la puerta.
No menciona por qué su vecino de diecisiete años está medio desnudo y
cubierto de sangre, o por qué el horno del sótano está más alto que nunca.
O cuál es el olor que ha estado viniendo de aquí toda la maldita noche.
Y vuelvo a mi tarea. Limpio cualquier rastro de sangre en el sótano, el baño y
la habitación de mamá. Luego limpio el horno, barro todas las cenizas en una
bolsa y las saco con la basura.
Sus huesos son todo lo que queda de ella. Solo algunos huesos, que recojo en
un recipiente de plástico. Lo cubro bien y lo escondo detrás de una de las paredes

32
Hola
33
¿Todo bien?
34
Sí, sí, todo bien
35
Gracias, eres un buen chico
falsas, en el armario de su dormitorio. Doy una última mirada a mi alrededor
antes de cerrar la puerta al salir.
Y me voy a dar una ducha, luego me voy a la cama.
Duermo dos días, y cuando me despierto, no recuerdo nada de lo que pasó.
Pero me niego a entrar en su dormitorio. Odio incluso mirarlo. Me persigue, y
las voces me dicen que no vaya allí, así que no lo hago.
A veces me pregunto qué está haciendo allí. A veces pienso en ella ... Y me
pregunto por qué no pudo haberme amado de la forma en que se suponía que
debía hacerlo.
A pesar de ser la estrella del baile, mi madre estaba realmente enferma.
Y ahora yo también lo estoy.
Dash

Cayendo hacia adelante, me agarro a la pared para mantenerme erguido.


¿Qué diablos fue eso?
¿Un recuerdo? ¿Eso realmente sucedió?
Simplemente salió de la nada, asaltando mi mente como una presentación
de diapositivas demente. Mi cerebro está borroso mientras miro alrededor del
dormitorio de mi madre.
Recuerdo.
Lo recuerdo todo, como si hubiera pasado ayer. Recuerdo todas las veces
que me hizo ir a la cama con ella ... Todas las veces que me hizo pensar que era
lo que tenía que hacer por ella.
Tenía quince años cuando empezó. Mi papá se había ido a principios de ese
año. Solía pedirme que durmiera en su cama, para hacerle compañía. Pensé que
era inocente...
Hasta que no lo fue.
Con náuseas, cierro los ojos con fuerza y tiro de mi cabello con mis puños.
Continuó durante casi dos años, hasta esa noche, cuando yo tenía diecisiete.
La maté.
Hace ocho años, maté a mi madre. Y no he estado dentro de esta habitación
desde entonces.
Caigo de rodillas en el suelo junto al armazón de su cama. No hay colchón
encima. Solo una vieja base.
Aparte de eso, todo se ve igual que siempre, excepto una capa de polvo y
telarañas que cubren los muebles, que están tirados por todos lados. Por la
policía.
Buscaron aquí. ¿Qué estaban buscando?
¿La estaban buscando? ¿Saben que la maté?
Mi cabeza se inclina por la habitación, observando las pertenencias
derribadas de mi madre. Todavía huele a ella aquí.
Vuelvo a sentir náuseas.
Joder ... soy un maldito asesino. Quién sabe cuántas personas he matado a
estas alturas ...
Me arrastro hacia el armario. Es un desastre, ropa, zapatos y bolsos por
todas partes. Pero la pared falsa todavía está en su lugar, como estaba en mi
armario. Golpeando mi puño contra él una y otra vez, gruño mi confusión
frustrada hasta que la pared finalmente cede. La aparto del camino y agarro el
recipiente de plástico.
La tapa recibe algunos golpes antes de que se desprenda, pero cuando lo
hace, y miro dentro, el contenido confirma mis recuerdos repentinos.
Son sus huesos. Los huesos de mi madre están aquí.
Una gran pila, encima de ella, su cráneo.
Trago una y otra vez mientras la bilis intenta subir por mi garganta. El olor
a humano quemado aún persiste en ellos, y me recuerda mucho a ese día ... De
pie frente al horno. Verla desaparecer.
Me doy la vuelta y vomito en el suelo, vomitando las tripas ante las visiones
traicioneras que flotan detrás de mis ojos. Me han hecho nudos el estómago y
apenas puedo ver a través de las lágrimas que nublan mi visión.
Tengo que largarme de aquí.
Me tiemblan las manos violentamente mientras intento volver a poner la
tapa en el contenedor, empujándolo de nuevo de donde vino. Poniendo la pared
de nuevo en su lugar, mi vista vacila. Me pongo de pie y salgo corriendo de la
habitación, cerrando la puerta detrás de mí, con el pecho agitado, el pánico se
apodera de mí por dentro mientras lucho por pasar.
Estoy tratando de concentrarme, pero toda mi vida se desmorona a mi
alrededor. No tengo idea de quién soy realmente...
Soy un maldito monstruo, eso es lo que soy. El mal personificado.
Velle tenía razón. Soy un asesino a sangre fría. Pertenecía a la Penitenciaría
de Alabastro.
Parpadeando con fuerza, me obligo a moverme, agarro mi mochila y me
lanzo hacia la ventana de mi habitación, saliendo al patio trasero, detrás de la
casa.
Desde allí, corro hasta el metro más cercano y tomo el tren hasta la estación
de autobuses más cercana. Estoy en piloto automático mientras compro un
boleto de autobús a Washington DC, esperando en la estación durante dos horas
hasta que llegue el autobús.
Todo corre dentro de mí, desde mis pensamientos hasta mi sangre y mi
oxígeno. Siento que estoy perdiendo el control y todo lo que quiero es perderlo,
pero no puedo.
Tengo que ser inteligente, porque soy un fugitivo. Soy un maldito asesino en
fuga. Y si hay alguna posibilidad de que llegue a Tulum, necesito ser inteligente.
Y no perder mi mierda.
Cuando finalmente abordamos el autobús a DC, me siento en la parte de
atrás, solo, viendo pasar la ciudad de Nueva York. No puedo dejar de pensar en
lo mejor que sería este viaje si Kemper estuviera aquí, como se suponía que
debía estar. No estaría solo en este momento, como siempre parece estarlo. Yo
no estaría lidiando con el peor momento de mi vida solo.
Solo con mis pensamientos y mis demonios. Eso debe ser lo que pasó… Vio
mi oscuridad y decidió que era demasiado para él. Es la única explicación.
Soy un puto desastre. Un completo y absoluto desastre.
Dejando el único hogar que he conocido; una ciudad que me aceptó toda mi
vida, me pregunto...
¿Qué diablos se supone que debo hacer con mis demonios ahora?

En Tennessee, compro un coche.


No quiero arriesgarme a tomar autobuses todo el camino, así que después
de mi segundo viaje en autobús de DC a Gatlinburg, voy a un restaurante y
pregunto por los vehículos.
Coqueteo un poco con la camarera y ella me presenta a una persona, un tipo
local que tiene un garaje. Me invento una historia sobre cómo me mudaré a Los
Ángeles para ser una estrella de cine, y todos se lo comen. Según mi ficción, mi
coche se averió en Alejandría, lo que me tiene en una situación difícil. Están muy
ansiosos por ayudar.
El tipo, Bob, me lleva a su taller y me muestra su inventario, que consiste en
una vieja Dodge Ram oxidada con más de cien mil millas y un Buick Le Saber de
los noventa que solo tuvo un dueño.
El amante de los autos que hay en mí está gritando, pero tengo tan pocas
opciones en este momento que no puedo comparar precios, lo que significa que
no puedo ser exigente. Además, necesito mantenerme bajo el radar. Así que
compro el Buick por ochocientos dólares en efectivo, gracias a Bob, y salgo a la
carretera, extrañando a Zadira con cada fibra de mi ser.
Conduzco durante horas, a través de Atlanta y hasta Mississippi. Paro en
Biloxi y compro un teléfono celular prepago. Se siente extraño sostener un
teléfono nuevamente por primera vez en meses. No es nada lujoso, pero tiene
datos y todo. Y, por supuesto, el primer pensamiento que me viene a la cabeza
es que me gustaría poder llamar a Kemper.
Es una locura, lo sé. No sé su número y no estoy seguro de cómo lo
encontraría. Realmente no debería preocuparme por eso en este momento. Solo
necesito seguir moviéndome.
Puedo obsesionarme una vez que entre a México.
Puedo distraerme de mis neurosis hasta Texas, pero una vez que llego a
Houston, me vuelvo loco. Estoy tan cerca de México que puedo olerlo, pero
Tulum está al final y todavía tengo treinta horas para conducir hasta mi destino
final. Y hay algo que debo hacer antes de moverme un centímetro más.
Decido pasar la noche en un motel y acomodarme en la habitación con algo
de comida rápida. Probablemente parezca una locura, pero las papas fritas de
McDonald's saben tan bien que casi rompo a llorar. No puedo dejar de pensar
en todas las veces que la comida en Alabaster Pen me enfermó. Y ahora estoy
acostado en una cama real, comiendo hamburguesas con queso y papas fritas y
los mejores nuggets de pollo de todos los tiempos. Sin duda.
Quiero decir, la cama probablemente tiene jugos sexuales por todas partes,
pero aún así es mejor que esa almohadilla del colchón en el suelo en soledad.
Aunque fue en el suelo en confinamiento donde vi los ojos de Kemper por
primera vez, cuando me amenazó y me hizo masturbarme para él...
Mi estómago se retuerce, dolorosamente, mientras me pregunto qué está
haciendo, incapaz de silenciar la estúpida voz en el fondo de mi mente,
diciéndome que podría estar en Tulum esperándome.
Nos hemos separado o algo lo detuvo. Pero aún vendrá.
Podría ser. Tengo que mantener la esperanza, porque la idea de que me
jueguen tan duro, especialmente con todo lo demás que estoy enfrentando
actualmente... es demasiado.
Tumbado de espaldas en la dura cama de la habitación del motel, mirando
una mala televisión, el pequeño dispositivo de pantalla táctil en la mesita de
noche me llama.
Sé que no debería hacerlo… no necesito la distracción. Pero no puedo
evitarlo.
Al alcanzarlo, escribo mi nombre en una búsqueda de Google y aguanto la
respiración mientras se carga.
Como era de esperar, los resultados son asombrosos. Montones de artículos
noticiosos sobre el robo en la Cooperativa de Crédito Municipal. Imágenes
sobre fotos de la sobrina del gobernador, Karly Clayton.
La sobrina del gobernador asesinada en un robo a un banco que salió mal.
Hago clic en un artículo y, efectivamente, hay una foto mía. Es una foto
policial vieja, de una de las veces que me arrestaron hace un par de años,
cuando los cargos finalmente fueron desestimados.
Mordiéndome el labio, leo el artículo que dice, tan claro como el día, que fui
asesinado por la policía durante el altercado, que también resultó en la muerte
de Karly.
Estoy muerto. Parpadeo ante las palabras un par de veces.
Les dijeron a todos que estoy muerto. Lo que significa que no habría equipos
SWAT buscándome mientras hablamos ...
Sacudo ese pensamiento con escepticismo. Si pudieron arrojarme a un lugar
como Alabaster Pen para que me pudra, entonces ciertamente pueden enviar
gente detrás de mí, a pesar de que el mundo cree que estoy muerto. La
corrupción es real y me niego a respirar con calma hasta que me establezca en
Tulum con un alias, lejos de Nueva York y del gobierno de los Estados Unidos.
Volviendo al artículo, acerco el zoom a la cara de Karly y trato de recordar.
Veo destellos de ella, en el banco. Yo agarrándola y arrastrándola con mi
ametralladora en su espalda.
Todavía se reproduce en visiones entrecortadas... Llevándola afuera. Los
gritos y la sangre, un montón de policías tacleándome, estrellando mi cara
contra el pavimento hasta que no pude respirar.
Luego todo se puso negro y me desperté con los ojos vendados en la parte
trasera de un coche.
—Lo siento. —le susurro a la foto de Karly. Y creo que lo digo en serio.
No quería matarla. Ella no me hizo nada.
La cagué y desearía poder retroceder.
Limpio una lágrima que se desliza por mi mejilla, pongo los ojos en blanco.
¿Eres un maldito asesino y ahora estás llorando por eso? No puedes ser
malvado y tener sentimientos, debilucho. No funciona de esa manera.
Continuando con mis resultados de búsqueda, termino siendo absorbido
por un agujero de artículos, algunos del pasado, incluso una de las primeras
veces que fui arrestado. Muestra la misma foto que los más recientes.
Finalmente encuentro algo sobre la desaparición de mi madre. Leí y leí, muchos
de ellos afirmaron que sospechaban de un delito relacionado con su
desaparición, pero no pudieron encontrar un cuerpo, por lo que carecían de
evidencia suficiente para respaldar las teorías.
Sus huesos en ese cubo revolotean por mi cerebro y parpadeo.
Puedo escucharla gorgotear y ahogarse con su propia sangre cuando la
apuñalé. Puedo sentir que la llevo a la bañera y utilizo un cuchillo de carnicero
para desmembrar su cuerpo.
Los sonidos de su carne y sus huesos siendo cortados ...
Gruño fuerte y lanzo mi teléfono al otro lado de la habitación, agarro una
almohada para cubrir mi cabeza y grito hasta que me duelen los pulmones.
¿Cómo se volvió todo tan jodido?
¿Y dónde diablos está Kemper cuando lo necesito?
Es la única persona que quiero en este momento, lo cual es jodidamente
ridículo. ¿Por qué extrañaría a alguien como él? Alguien que me usó y abusó de
mí… Como lo hizo mi madre.
Niego con la cabeza debajo de la almohada. No, Kemper no es como ella.
Sí, hizo cosas que no quería. Pero él se preocupa por mí... Hizo que me
preocupara por él.
No es lo mismo. ¿Lo es?
Ya no sé qué pensar. Todo lo que sé es que mañana me voy a México, solo.
Como siempre lo había planeado. Aunque se siente mucho menos como una
victoria de lo que solía esperar.
Dash
10 días fuera

Estoy en México durante cinco días antes de decidir hacer algo realmente
estúpido.
Llegué a México sin problemas, que fue realmente espléndido. Me quedé en
Veracruz por una noche antes de viajar el resto del camino a Tulum. Y tengo
que decir que, a pesar de lo molesto que estoy con mi viejo cubo oxidado, el
viaje por el Golfo fue tan increíble como siempre me lo había imaginado.
Era hermoso, y me detuve solo una docena de veces para contemplar el
paisaje, deseando estar mirándolo con cierto lunático tatuado.
De todos modos, llegué a Tulum, como un sueño hecho realidad. Aquí es
donde pertenezco, rodeado de arena y sol y aguas cristalinas. Todos los colores
para calmar mi alma retorcida.
Vine directamente a Abre Tus Ojos, que es una especie de lugar tipo resort
que se especializa en condominios exclusivos estilo bungalow para alquilar.
Actualmente están todos alquilados, aunque tienen a alguien que se mudará el
próximo mes. Me quedaré en el lado del resort hasta que el lugar permanente
esté disponible, lo cual está bien para mí. Tengo el dinero.
Tan hermosa como es la nueva ciudad, pasé mi primer día y medio en Tulum
durmiendo. Estaba cansado más allá de todo reconocimiento por la fuga de la
prisión y el viaje de casi una semana hasta aquí, sin mencionar la carga
emocional que actualmente llevo como pesos de cincuenta libras en mi cabeza
y mi corazón. Tan pronto como me instalé en mi habitación en Abre, me estrellé
y no volví a abrir los ojos durante casi diecinueve horas. Necesitaba el descanso,
seguro.
Al día siguiente, salí y compré algo de ropa. Luego un poco de tinte para el
cabello, ya que tengo suficiente cabello para volver a teñirlo.
Ahora es rosa y me encanta.
He tenido días para relajarme de todo el caos, físico y mental, y finalmente
es hora de que empiece a obsesionarme de nuevo.
No puedo dejar de pensar en Kemper. Realmente no puedo, y necesito saber
por qué me abandonó. Simplemente no parece plausible. Algo está mal.
Claro, no he tenido una relación real antes, así que no sabría si un tipo solo
me está diciendo lo que quiero escuchar. Pero realmente no se sentía así.
Kemper no es de los que se burlan de alguien. Si no quisiera tener nada que ver
conmigo, simplemente me habría ignorado. O me hubiera dicho de plano que
no le importo. Es ese tipo de imbécil.
Sin embargo, no es el tipo de imbécil que finge que le importa una mierda,
crea un plan completo para que huyamos juntos y luego nunca aparece. Eso es
hacer un gran esfuerzo solo por joderme...
Si le pasó algo, necesito saberlo. Y si me abandonó, al menos merezco saber
por qué.
Me paso un día entero buscando gente de Alabaster, con la esperanza de
encontrar su número de alguna manera. Desafortunadamente, no puedo
encontrar ninguna información sobre un Callum Kemper en ningún lugar, así
que pruebo con otros nombres, y finalmente me tropiezo con el número de
teléfono de un Joy Jameson.
Dando vueltas y vueltas en mi habitación, preparo un plan para llamar a Joy
y chantajearla para que me deje hablar con Luthor. Le pediría que me dejara
hablar con Kemper, pero eso es arriesgado. Siento que ella estará más inclinada
a ponerme con Luthor, y luego puedo acosarlo para obtener más detalles.
Lo sé, lo sé. Llamar a la prisión de la que escapé suena como una idea muy
inteligente. Pero mi teléfono quemador está registrado en Mississippi, y ya
compré uno nuevo, listo para tirar este tan pronto como termine.
El caso es que tengo que hacer esto. Tengo que saber...
Unas horas más para convencerme, y un par de tragos de vodka más tarde,
hago la llamada. El zumbido en mis oídos apenas ahoga la sangre que corre, mis
palmas sudan tanto que el teléfono casi se desliza de mi mano unas cuantas
veces mientras camino, de un lado a otro, de un lado a otro, y de vuelta...
—¿Hola? —La voz melodiosa y ronca de Joy suena a través del altavoz hasta
mi oído y por un breve momento me congelo, olvidándome de todo lo que acabo
de pasar las últimas tres horas ensayando—. ¿¿Hola?? ¿Hay alguien ahí? Me
estás interrumpiendo en el trabajo, así que será mejor que esto...
—Escucha atentamente —gruño en el teléfono con el tono disfrazado que
he estado practicando—. Necesito hablar con un recluso en la Penitenciaría de
Alabaster. Lexington Deon. Lo mejor para usted es cooperar.
Hago una pausa y alejo el teléfono de mi cara para tomar aliento, tratando
de evitar que mi voz tiemble.
—¿Quién diablos eres? —Joy ya suena disgustada, lo que no me
sorprende—. ¿Y de qué diablos estás hablando?
—Déjame hablar con Lexington Deon ahora —exijo, con un agujero en la
alfombra de mi habitación—. Según mis cálculos, debería ser la hora de cenar
para su grupo. Lo que significa que probablemente esté contigo en la cafetería
ahora mismo. Dale el teléfono.
—En primer lugar, ¿quién diablos eres y cómo sabes estas cosas? —Me
ladra en el oído—. En segundo lugar, no acepto órdenes de imbéciles por
teléfono, así que colgaré ahora...
—Cuélgame y expondré todos los secretos que hay que saber sobre
Alabaster Pen — intervengo—. Incluyendo información muy interesante sobre
sus amigos, John Chevelle y Harley Samuels.
—¿Quién diablos... —susurra, sonando tan sorprendida como esperaba,
hasta que su voz se apaga y jadea—. Lo juro por Dios, Reznikov, si este eres tú...
Esta llamada telefónica será lo último que hagas.
El corazón se me sube a la garganta con tanta fuerza que casi toso. Pero
luego me recuerdo que no debo ceder a lo que está haciendo. Nunca confieses.
Negar, negar, negar.
—No tengo idea de lo que estás hablando —bajo mi tono lo mejor que
puedo—. Tienes dos minutos para darle a Lexington el teléfono, o van a caer
todos. Y el alcaide sabrá exactamente quién es el responsable de la fuga de
Dascha Reznikov.
De acuerdo, eso fue fuera del guión. Podría haberme jodido. Supongo que lo
averiguaremos.
Puedo sentir a Joy sopesando sus opciones sobre la línea, pero
eventualmente suspira audiblemente y murmura un petulante:
—Espera.
Los sonidos familiares de la hora de la cena en la cafetería me hacen
cosquillas en los oídos y, por extraño que parezca, me produce una breve
sensación de nostalgia, que es completamente estúpido. Solo extraño a la gente,
eso es todo. No siento nostalgia por una prisión horrible. Eso sería una idiotez.
Hay un poco de movimiento durante un minuto más o menos antes de que
finalmente me sienta agraciado con la voz de Luthor.
—¿Hola?
—Luthor... —suspiro, la emoción recorre mi cuerpo al hablar con mi amigo
de nuevo. Ya extraño al tipo como loco—. Es Dash.
—Mierda... —jadea, y casi puedo imaginarlo mirando alrededor, como si
alguien fuera a descubrir que soy yo por la expresión de su rostro—. ¿Hablas
en serio ahora mismo? ¿Cómo estás incluso... ¿Por qué diablos me estás
llamando? ¡¿Qué tan estúpido eres?!
—No hay suficiente tiempo, Luth. —sonrío.
—¡Hermano, no puedo creer que hayas escapado! Eres un maldito loco. —
Su tono es de amonestación, sí, pero también de admiración—. ¿Y ahora llamas
a Joy para hablarme? ¿¿Estás loco?? ¡Van a pensar que estaba involucrado
contigo!
—Vamos hombre. Sabes que el Alcaide no le dirá a nadie que escapé.
He pensado mucho en esto. Siendo que mi caso aparentemente tiene un
perfil lo suficientemente alto como para que el gobernador me envíe a
Alabaster, supongo que, si alguien se entera de que escapé bajo la vigilancia del
alcaide, sería su cabeza en el tajo. Alabaster ya está subfinanciado y se está
desmoronando. Lo último que necesitan es un escándalo, como la fuga del
asesino de la sobrina del gobernador. Mejor aún, ser liberados por sus propios
guardias.
Sería una tormenta de mierda, dirigida directamente a Manuel Blanco.
Luthor se queda en silencio por un segundo, pensando claramente en lo que
he dicho.
—Está bien… bien, entonces, ¿cómo puedo ayudarte? ¿Me extrañaste y
quieres charlar? Porque Joy todavía podría decirle a alguien...
Mi impaciencia se desborda y suelto:
—Ella no lo hará. Mira, Luthor, por mucho que te extraño y realmente me
encantaría hablar contigo siempre, llamé por una razón. Necesito preguntarle
sobre Kemp, el oficial Kemper.
No puedo evitar la forma en que trago saliva con su nombre. Se siente como
una eternidad desde que lo vi o hablé con él, pero ha estado en mi mente todo
este tiempo.
Luthor se queda callado de nuevo por otro momento.
—Oficial Kemper... ¿Quién diablos ...? —Hace una pausa y luego dice—: Oh,
¿te refieres a ese tipo que renunció?
Mis nervios golpearon fuerte.
—Así que renunció... ¿Cuándo?
—Hace un tiempo —dice Luthor, sonando tan confundido como yo me
siento—. No pensé que ni siquiera lo conocías.
Mis sienes ya están palpitando para igualar el fuerte latido de mi pulso.
—¿Por qué no iba yo... eh?
—Porque, su último día fue el día que llegaste aquí.
Un escalofrío extraño me invade de la cabeza a los pies. Mis piernas ceden y
me dejo caer en el borde de mi cama, mirando al frente mientras agarro mi
teléfono con tanta fuerza que creo que podría partirse en dos.
—¿De qué mierda estás hablando? —gruño, más genuinamente confundido
de lo que creo haber estado en mi vida.
—Dash ... ¿de qué estás hablando? —Luthor resopla, sus palabras resuenan
en el interior de mi cráneo—. El oficial Kemper no ha trabajado en Alabaster en
meses.
Todo el aire sale de mis pulmones y mi mano se aparta de mi cabeza,
dejando caer el teléfono al suelo.
Lo único que puedo hacer es mirar. Mirar fijamente la pared en mi refugio
mexicano.
Donde aparentemente nada en mi vida es lo que parece.
La confusión es mi segundo nombre.
Me he pasado las últimas veinticuatro horas acostado en mi cama, de cara
al techo. Me pregunto si toda mi existencia ha sido una alucinación gigante.
Basado en lo que he aprendido en la última semana, diría que es un rotundo
sí.
He matado a gente que no recuerdo haber matado. Inventé una relación con
alguien que aparentemente ni siquiera conocía.
Mi cerebro está roto y esa es la única explicación plausible. Ya no puedo
evitar los hechos ... Hay algo muy mal en mí.
He buscado en mi mente todas y cada una de las posibles pistas que
pudieran aludir a que Kemper, mi oficial Kemper, no es real.
Pero sigo quedándome en blanco.
Él estaba ahí. Sé que lo estaba. Estaba conmigo... lo sentí.
Lo sentí dentro de mí, por el amor de Dios. Si él no estaba realmente allí,
¿entonces con quién diablos he estado follando durante meses?
Estoy tan fuera de sí, me estoy deshaciendo, cada apariencia de mi cordura
se ha hecho trizas, hasta que ya ni siquiera sé quién soy.
Hay un interruptor que todo el mundo tiene en el cerebro, uno que les
permite distinguir entre lo que es real y lo que no... Y el mío no funciona. Está
defectuoso. Mi cabeza no puede decir cuándo están sucediendo las cosas
realmente y cuándo no.
He evitado pensar en estos temas durante toda mi vida adulta, pero ahora
que aparentemente he alucinado meses de interacciones, tengo que admitirlo.
Creo que estoy jodidamente loco.
La depresión me devora durante días, durante los cuales no salgo de mi
habitación.
No como; No me ducho. Apenas tengo fuerzas para levantarme y usar el
baño.
Simplemente me acuesto en la cama durante dos días completos, mirando
la televisión, sin absorber nada de lo que estoy viendo, entrando y saliendo de
la conciencia.
Nunca me había sentido tan indefenso en toda mi vida. Me mataría si no me
pareciera demasiado trabajo.
Por la noche, lloro hasta que no puedo sentir mi cara. Mi corazón está roto,
y lo jodido es que me lo hice a mí mismo. Me enamoré de un tipo imaginario y
luego me lo quitaron de un tirón.
No puedo respirar cuando entro en pánico, me acurruco en una bola sobre
mis rodillas, tratando con cada gramo de fuerza dentro de mí para no perder el
control de mi mente. Las voces me dicen cosas y, por primera vez, puedo decir
que no está bien. Esto me está pasando porque estoy enfermo. Esta es la
enfermedad de la que mi padre siempre me advirtió...
Esta enfermedad... no es como el cáncer o la esclerosis múltiple. Mi cerebro
me está haciendo esto. Mi propia mente me está atacando y me enoja tanto que
podría gritar.
Creo que lo hago. Grito durante horas, tirando cosas por toda mi habitación.
No quiero esto... No quiero ser este humano jodido y dañado.
Solo quiero ser como todos los demás.
Me quedo dormido en el suelo durante otras veinticuatro horas. Y cuando
el sol me asalta desde fuera de mi ventana, finalmente decido levantarme e
intentarlo.
Estoy en Tulum. Me escapé de la prisión y llegué al lugar con el que soñaba
desde que era joven. Me prometí a mí mismo que no daría la vida por sentada,
y como me está sucediendo tanto dolor dentro de mí, al menos tengo que
levantarme.
En este día, finalmente me lavo los dientes y me ducho. Luego me visto con
ropa nueva y limpio mi habitación, arreglando todo lo que destruí en mi ataque
de rabia.
Me convenzo de salir y, aunque todo parece muy abrumador, me las arreglo,
camino con cuidado hasta el camión de tacos en el borde del complejo para
comprar un delicioso al pastor que ilumina un poco todo lo que me rodea.
Aprovechando el subidón decido dar un largo paseo, esperando que la
naturaleza me dé algo de perspectiva, y así es. Por mucho que esté luchando por
comprender la realidad, sé en mi corazón que estoy en Tulum. Quería venir
desde que era un adolescente y finalmente estoy aquí, a pesar de todas las
probabilidades en mi contra.
Lo logré yo mismo, y me alegra un poco.
Para cuando termino de caminar, el sol se ha puesto y es la hora feliz en uno
de los bares al aire libre, creo que se ve genial, todas esas luces navideñas de ají
colgadas por todos lados. Me acerco, necesito un vodka con hielo para
calmarme mientras tomo asiento en un taburete en el extremo más alejado de
la barra. No puedo evitar moverme un poco, pero me tranquiliza ver las otras
personas alrededor, aunque el lugar está prácticamente vacío.
Es solo el camarero y una pareja sentada en una mesa en la terraza.
El camarero vaga por mi camino y me pregunta:
—¿Qué puedo ofrecerte?
—Stoli en las rocas, por favor. —le asiento con la cabeza, colocando un
billete en la barra.
—Ya viene. —Sirve mi bebida y la pone frente a mí, pero se aleja sin tomar
mi dinero.
Por el rabillo del ojo, veo que una nueva persona acaba de sentarse en el
extremo opuesto de la barra. Tomando aire, lo dejo salir lentamente y llevo mi
bebida a mis labios, tragando la quemadura para distraerme del estado insípido
de mi existencia.
Es decir, hasta que escucho algo que roba toda la armonía que pretendo
tener.
Es una voz. Una familiar, proveniente de la persona que acaba de sentarse
en el otro extremo de la barra.
—Solo una Coca-Cola, por favor. —gruñe la voz, y aunque no está cerca de
mí, me da escalofríos.
Mis ojos se mueven rápidamente hacia el tipo de quien proviene la voz, y
me mareo tanto que creo que podría caerme del taburete. Agarrando el borde
de la barra para que no hacerlo, parpadeo, una y otra vez al hombre sentado
allí. Parpadeo fuerte y largo, negando con la cabeza para asegurarme de que
esto no sea una alucinación.
¿Es esto una especie de broma enfermiza?
No se siente así, pero entonces, ¿cómo diablos iba a saberlo?
El camarero le entrega un vaso de Coca-Cola al hombre, que gruñe:
—Gracias.
Mi corazón late con fuerza. Sé que es él, sin la menor duda.
No estoy seguro de cómo... no tengo la menor idea de cómo es posible, pero
sé que es él.
Es Kemper. Sentado en el otro extremo del bar, aquí en Tulum.
Kemper

Han sido unos días difíciles, que supongo es lo que me llevó al bar del resort.
Quiero decir, tendría que haber una angustia extrema, ¿verdad? Para llevar
a alguien en recuperación a un bar, incluso si no tengo la intención de pedir una
bebida de verdad. Exactamente por eso estoy aquí, pidiendo una Coca-Cola para
ahogar mis penas, en azúcar, supongo.
Realmente, la última semana ha sido una pesadilla y estoy empezando a
lamentar seriamente esta escapada. No me he alejado de nada. De hecho, los
problemas están más presentes que nunca y ahora no tenemos nada más en lo
que concentrarnos.
Sin trabajo, sin amigos, sin casa. Somos solo nosotros, todo el tiempo, y es
insoportable.
Mis ojos se levantan del cristal frente a mí y creo que veo algo, o más bien a
alguien, a quien definitivamente no debería estar viendo. Parpadeo con fuerza,
asumiendo que es producto de mi imaginación. Pero cuando vuelvo a abrir los
ojos, lo encuentro todavía allí.
Todavía sentado en el otro extremo de la barra, mirándome y tratando de
no actuar como si no lo fuera.
Mi corazón hace un ruido sordo y extraño a través de toda la confusión que
actualmente flota en mi interior. ¿¿Por qué él está aquí??
Ahora tiene el pelo rosado, pero definitivamente es él. No pude olvidar esa
cara...
Dascha Reznikov. También conocida como la razón por la que dejé mi
trabajo en la Penitenciaría de Alabastro y decidí reservar estas elaboradas
vacaciones en México.
Sus ojos, que son visiblemente brillantes, incluso a muchos pies de distancia,
siguen rebotando hacia mí mientras se precipitan hacia el vaso de líquido
transparente en su mano, que está girando más de lo que lo está bebiendo. Y
cada vez que nuestros ojos se encuentran, entre él tratando de actuar como si
no me estuviera mirando, la mirada en ellos es una confusión que refleja la mía.
Parece que podría reconocerme y, lo que es peor, parece sorprendido de
que esté aquí. El sentimiento es mutuo.
Hace solo unos meses nos estábamos preparando para traerlo a la
Penitenciaría de Alabastro, cuando simultáneamente me estaba preparando
para renunciar, porque ya no podía ser parte de ese tipo de violaciones de
derechos humanos. Pero independientemente, una vez que los reclusos son
sentenciados a Alabaster Pen, no salen.
Que esté aquí en este bar ahora mismo significa que sucedió algo loco. Y por
más intrigado que esté por descubrir qué fue eso, necesito andar con cuidado
con Dascha. Dash.
Ya era bastante malo que estar a su lado durante cinco minutos y raparle la
cabeza me produjera más hormigueos de los que probablemente había sentido
en toda mi vida adulta.
Dejé atrás un mundo al que estaba acostumbrado, una vida cómoda, debido
a esos hormigueos.
Y ahora aquí está. Mirándome fijamente, mordisqueando un labio inferior
con aspecto de puchero.
De pie. Caminando hacia mí.
Oh, mierda, viene para acá. Joder, joder... Está bien, Jesús, no estoy preparado
para esto.
Mirando a mi alrededor momentáneamente, desearía no ser un bastardo
tan solitario, y estar entre amigos que podrían servir como un amortiguador o
algo así. Pero no es así.
Estoy solo, sin nada más que un vaso de maldita Coca Cola para distraerme
del hecho de que Dash viene directo hacia mí. Tragando saliva, mis labios se
abren, pero para mi sorpresa, él no camina hacia mí.
En cambio, toma asiento en el banco junto a mí. Bueno, no a mi lado. Deja
uno entre nosotros, ya que somos las únicas dos personas aquí y sería extraño,
y desconsiderado con las reglas del espacio personal, si se sentara directamente
a mi lado.
Se acomoda en su asiento, con la bebida aún en la mano, y mira la televisión
detrás de la barra que está pasando un partido de fútbol. Mi mirada hacia él se
estrecha, la boca se arquea ligeramente mientras me pregunto si realmente se
movió para ver mejor el juego. ¿O es solo una excusa?
Mierda, tal vez ni siquiera me recuerde... Tal vez estoy construyendo toda esta
mierda en mi cabeza, cuando en realidad fue un momento intrascendente que
compartimos. Tengo una tendencia a obsesionarme con las cosas, que es
exactamente lo que estoy haciendo en este momento, pensando en este chico y si
él incluso...
—¿Sabías que el fútbol es el juego más popular del mundo? —habla,
interrumpiendo mis pensamientos desenfrenados con una voz que es
positivamente encantadora.
Es profunda y algo áspera; suave, como si hubiera sido cantante de una
banda de grunge. Me distrae tanto que casi me pierdo lo que dijo. Más aún
cuando gira su rostro en mi dirección, bloqueándome en su lugar con ojos del
color de mi avellana favorito, de la mezcla entre verde y marrón. Es una
combinación tan subestimada.
Tartamudeando por el hecho de que mis pensamientos realmente se están
alejando de mí, y él debe pensar que soy un puto bicho raro porque solo lo estoy
mirando sin decir una maldita palabra, gruño un demasiado breve:
—¿Qué?
No se inmutó en lo más mínimo por mi cortante respuesta. De hecho, parece
hacer que esos ojos brillen aún más.
—Es un hecho conocido. Aunque, no estoy del todo seguro de cómo se
podría saber algo así. —continúa, llevándose la bebida a los labios y tomando
un sorbo—. ¿Imagina todos los datos necesarios para probar que algo es lo más
popular? Parece mucho trabajo...
Solo parpadeo. Estoy sorprendido de estar sentado aquí con un ladrón de
bancos de fama mundial, de quien de alguna manera terminé en la misma
habitación dos veces ahora, en extremos opuestos de dos países diferentes, y lo
escucho hablar sobre algo completamente absurdo. Aunque, para ser honesto,
lo que está diciendo tiene mucho sentido en mi cerebro.
—Ese es un buen punto —ladeo la cabeza mientras lo pienso más—.
Entonces, ¿cómo sabes que el fútbol es el deporte más popular?
—¿Dónde averiguamos algo estos días? —Muestra una sonrisa maliciosa—
. Google.
Tengo que reírme de eso, excepto que entonces se me ocurre que no me he
reído en un tiempo, así que lo interrumpo—. Sabes que no todo lo que lees en
Google es cierto, ¿verdad?
Se encoge de hombros y vuelve a mirar la televisión.
—El fútbol es bastante impresionante, así que elegiré creer en esto.
Dejo escapar una pequeña sonrisa y vuelve a mirarme.
—Fútbol —susurro, tomando mi vaso de Coca-Cola —, es aburrido como el
infierno.
Desata una sonrisa asesina, luego la cubre mirando hacia la barra.
—¿Oh, sí? Entonces, ¿cuál es el mejor deporte?
—Bueno, depende de lo que estés buscando —me giro un poco para
enfrentarlo mientras él hace lo mismo. No me centraré en lo cerca que están
nuestras rodillas de tocarse, pero son unos cinco angustiosos centímetros—. Si
buscas emoción, es hockey. Manos abajo.
—A mí también me gusta el hockey. —murmura.
Dejo atrás su comentario y sigo, aunque parece encantado con una
conversación tan inútil. Me gusta. Mucho.
—Si buscas los fanáticos más entusiastas, yo diría fútbol americano. Aunque
su fútbol podría ganarnos en otros países.
Tararea un pequeño ruido que suena como una risa que me golpea
directamente en la polla y me marea de repente.
—Creo que cualquier estadounidense estaría de acuerdo contigo. Es curioso
cómo Estados Unidos está demasiado concentrado en su propio fútbol para
entrar en la publicidad del fútbol. —Toma otro sorbo de su bebida, volviéndose
para mirar la pantalla de televisión mientras yo miro su perfil.
Está mal por mi parte no hacerle saber que sé quién es. Lo reconozco. Pero
todavía estoy esperando a que él diga que me recuerda, y para mi decepción,
realmente no parece que lo haga.
No quiero arruinar este momento sacando a relucir toda la conversación
sobre cómo no está en la cárcel en este momento.
Entonces, en lugar de admitir que ya conozco su nacionalidad, le pregunto:
—¿Eres estadounidense?
—Nací en los Estados Unidos, pero mis padres son rusos —dice, mientras
se forma una pequeña línea de ceño cerca de su boca, aunque no parece que
esté frunciendo el ceño—. Vinieron a Nueva York solo unos meses antes de que
yo naciera. ¿Tú?
—Soy estadounidense. —Asiento con la cabeza, preguntándome cómo
continúa esta conversación sin que nos hayamos pedido el nombre todavía. Es
extraño, pero lo más extraño es que no se siente extraño. Simplemente fluye
orgánicamente.
—Pareces estadounidense. —dice casualmente, como si ese comentario
tuviera algún sentido. Y luego, cuando se da cuenta de que lo estoy mirando por
el rabillo del ojo, sonríe.
—¿Cómo se ve uno americano, exactamente? —Levanto una ceja.
Gira para mirarme de nuevo, esta vez completamente, y sus rodillas tocan
las mías. No parece afectarle en absoluto, pero el contacto me produce una
fuerte sacudida que me marea.
—Me gustan tus tatuajes. —ignora mi pregunta y se inclina, como si
estuviera buscando algo en mí. No estoy seguro de qué es, pero me está mirando
el cuello y su mirada me quema la piel. Puedo sentir un rubor subiendo desde
mi pecho hacia arriba y me dan ganas de salir corriendo.
¿Qué mierda es esta reacción que tengo hacia él? Fue lo mismo cuando le
afeité la cabeza ese día... Su primer día en Alabaster Pen, y mi último. Porque
supe que después de ese momento, no podría mantenerme alejado de esta
fuerza magnética que Dascha Reznikov parece poseer. Y por mucho que me
doliera pensar en dejarlo para que se defendiera por sí mismo contra los lobos,
Velle en particular, tenía que largarme antes de hacer algo estúpido.
Había estado pensando en dejar mi trabajo por un tiempo, y la llegada de
Dash fue la gota que colmó el vaso. Después de que el alcaide me ordenó que le
rapara la cabeza, me fui de inmediato, lo esperé en su oficina. Y renuncié.
Las cosas que me habían atado a Alabaster Pen durante años antes ya no
eran cosas que quisiera que controlaran mi vida. Estaba dispuesto a dejar todo
lo que había conocido atrás para escapar de mis demonios.
Pero aparentemente, te siguen a donde quiera que vayas… Literalmente.
Ojalá alguien me hubiera advertido.
Volviendo a concentrarme en Dash mirando mi clavícula, decido cambiar de
tema y murmuro:
—Soy Kellan, por cierto. Kellan Kemper. No entendí tu ... nombre.
Casi me ahogo con la última palabra, porque tan pronto como digo mi
nombre, sus ojos saltan a los míos y se agrandan como malditos platillos. No sé
por qué me está mirando como si le hubiera confesado algo ilícito, pero
realmente desearía que se detuviera.
Probablemente debería alejarme de él. Esto no es un buen presagia para mi
negación.
—¿Tu nombre es ... Kellan? —murmura, su frente se arruga mientras mira
fijamente su vaso por un momento antes de arrojarlo hacia atrás rápidamente.
—Hasta la última vez que lo comprobé. —bromeo, intentando un tono
casual—. ¿Por qué? —¿Mala experiencia con alguien que tiene ese nombre?
Me mira fijamente por un segundo, con los labios entreabiertos, lo suficiente
para que vea su lengua tocar sus dientes superiores. Me golpea en la ingle con
tanta fuerza que me muevo y me aclaro la garganta, mirando hacia otro lado
antes de caer.
—No, yo sólo... estoy teniendo un Deja vu o algo así. —Niega con la cabeza—
. Te pareces a otra persona. Soy Dash.
Está bien, me siento muy mal. Debo admitirle que nos hemos visto antes.
Pero por mucho que sé que debería decírselo, todavía no lo hago. La razón
principal es que no quiero que se escape cuando se entere de que sé que
aparentemente es un preso fugitivo.
Me gusta hablar con él. Me he pasado meses preguntándome cómo suena su
voz en una conversación, cuando no está molesto y lidiando con el Alcaide, es
decir, y cómo se ve su rostro cuando me habla directamente. Y luego pasé esos
mismos meses fingiendo que no me había estado preguntando ninguna de esas
cosas.
Estoy tan confundido.
—Debería irme. —murmuro, luego tiro algunos pesos en la barra. Esto se
está volviendo demasiado real.
Una cosa era pensar en este chico cuando era un tipo cualquiera al que había
visto solo una vez en la vida. Así es como siempre pienso en los chicos que noto,
de todos modos... En secreto, fantasías objetivas.
Nunca podría ser más que eso.
Pero es algo completamente diferente estar sentado a su lado en un bar,
hablando. Sé que solo lo hemos estado haciendo durante un par de minutos,
pero parece una mala idea.
Dash parece que quiere oponerse a que me vaya, y eso tira de mi corazón de
manera significativa. Me pesa hasta levantarme. Pero lo dejo atrás, como
siempre lo hago, y me levanto de todos modos.
—Encantado... conocerte —se da la vuelta en algo parecido al aburrimiento,
lo que me da una patada en el pecho. Sus ojos se deslizan hacia los míos
brevemente—. Tal vez te vea en algún momento.
Asiento, incapaz de decir nada más, salgo del bar, mientras me regaño
mentalmente por actuar como un idiota con alguien que no se lo merece.
¿Cuántas veces he hecho eso?
Traté mal a un chico debido a mis propios deseos enterrados...
No está bien, pero no puedo pensar en nada de eso en este momento.
Realmente es un mal momento. Solo necesito volver...
Recorro los senderos del resort, desde el bar hasta los bungalows. El
nuestro está justo en el medio. Es una buena ubicación si quieres estar cerca de
todo, a poca distancia de todos los restaurantes y la mayoría de las actividades.
No es que hayamos aprovechado nada de eso.
Usando mi llave para entrar, deambulo por la sala de estar, notando lo
silencioso que está. Por un momento, el alivio inunda mi cuerpo ante la idea de
que Nikki podría haber salido. Pero luego la encuentro sentada en la cama
leyendo. Y desprecio la maldita sensación de decepción que me invade cuando
la veo.
No quiero sentirme así. Daría cualquier cosa por sentirme impactado por
emociones positivas cuando pongo los ojos en mi esposa... Pero no sucede. Ni
siquiera estoy seguro de si alguna vez sucedió, incluso cuando nos conocimos.
En ese entonces, era más una nueva perspectiva. Un mundo desconocido de
posibilidades que tenía, lo que me emocionó sin fin. Pensé que tal vez ella me
tranquilizaría. Tal vez ella traería alivio a mi caótico corazón.
Pero nunca sucedió, y ahora han pasado cinco años y aquí estamos. En
Tulum, celebrando nuestro aniversario y unas últimas vacaciones antes de
iniciar una nueva carrera profesional, y… formar una familia.
Mi estómago se retuerce dolorosamente al pensarlo, como siempre, pero
trato de dejarlo atrás y sonreír a mi esposa.
—¿Te divertiste? —pregunta, levantando sus ojos hacia los míos por solo
un segundo, antes de volver directamente a su libro.
—Realmente no hice mucho. —Me encojo de hombros, desnudándome. Me
imagino que si me meto directamente en la ducha es menos tiempo el que
tendremos que dedicar a tener una conversación incómoda o, inevitablemente
pelear.
El baño está justo al lado del dormitorio, y cierro la puerta la mayor parte
del camino mientras me desnudo, abriendo el grifo. La ducha es enorme y
obviamente está diseñada para varias personas a la vez... Pero eso no es lo que
está sucediendo aquí.
Todo el lugar está preparado para el sexo. El dormitorio es la habitación
más grande del condominio y tiene estas puertas gigantes que puedes abrir y
que dan a una playa privada, solo para residentes. Estas cabañas están un poco
más apartadas que las habitaciones del resort, claramente diseñadas para
personas en sus lunas de miel, o para aquellos que desean aprovechar la belleza
tropical más que una pareja que no se ha tocado en meses.
Lo intentamos cuando llegamos aquí por, pero como tantas otras veces con
Nikki y conmigo, se acabó antes de que pudiera comenzar.
Entro en la ducha rodeada de vidrio esmerilado y me muevo bajo la cascada,
dejando caer la cabeza en mi habitual tormento silencioso. Dejo que el agua me
bañe, cerrando los ojos con fuerza, luchando contra los pensamientos que se
están volviendo más picantes; más poderosos.
No funciona.
No la quiero a ella.
No... creo que quiera a ninguna mujer.
Cubriéndome la cara con las manos, me apoyo en el cristal. Mi corazón está
ansioso por salir de mí y convertirse en otra persona, pero las únicas personas
a las que les he dado una oportunidad no son las adecuadas.
No es el… tipo correcto.
Creo que las lágrimas caen, pero no las reconozco. El agua las lava mientras
me obligo a detenerlas. Necesito pensar racionalmente aquí. No puedo dejar
que ver a este tipo... ese hombre con los rasgos perfectos y el cabello extraño, y
los ojos que parecen una mañana brillante en medio de la naturaleza, me
distraiga de los hechos.
Nikki es mi esposa. Y vamos a formar una familia juntos.
Estoy asustado, eso es todo. Tengo miedo de traer a un niño a este mundo
loco y desordenado, así que estoy inventando obsesiones y deseos extraños
para distraerme.
No me atrae Dascha Reznikov. El es un criminal.
Un asesino.
Sin embargo, mi polla ya no parece entender la conciencia, porque se está
llenando por segundos, reafirmándose hasta que palpita cuando recuerdo esa
puta boca… Lengua rosada tocando sus dientes, mejillas sonrojadas un poco en
un dulce contraste con su piel blanca pálida, como marfil.
Al igual que ese día, en el cuarto oscuro, cuando toqué su cuello y sentí lo
jodidamente suave que es esa piel, ahora estoy pensando en eso y no puedo
parar. No puedo dejar de imaginarme cómo debe verse cuando está tan loco de
lujuria como no me he permitido estar con nadie más que conmigo mismo.
E imaginando lo que debe gustarle... Si es que le gusta quisiera lo que me
encantaría hacerle.
Gruño y golpeo la cabeza contra la pared. Esto es tan frustrante. No sé qué
hacer conmigo mismo en este momento, pero estoy tan harto de fingir,
esconderme y actuar como si no me estuviera muriendo por dentro todos los
días que paso siendo alguien que sé que no soy. Envidioso de un sinfín de
personas que veo en las redes sociales, haciendo alarde de su orgullo cuando
parece que no puedo encontrar nada dentro de mí más que la culpa y la
vergüenza. Y miedo.
Mis ojos se abren lentamente, y miro hacia mi pene, regañándolo en silencio.
Tienes todas las respuestas, ¿no? Sabes exactamente quién te gusta y qué
quieres...
Bueno, no es tan fácil, ¿de acuerdo? No puedo simplemente... hacerlo. No
funciona de esa manera.
Enjuagándome, salgo de la ducha, deleitándome con el hecho de que la luz
del dormitorio está apagada, lo que significa que Nikki se ha ido a la cama.
Respiro un poco mejor cuando no tengo que lidiar con la decepcionante rutina
nocturna... De mí actuando como si quisiera tener sexo, y ella actuando cansada,
luego yo actuando decepcionado. Y ella ofreciéndose, y yo actuando cansado...
Es un baile tan estúpido que podría tener arcadas.
Poniéndome unos bóxers, entro de puntillas en la sala de estar, un escalofrío
me corre por las venas. Ella esta dormida…
Localizando mi teléfono, voy al área de la cocina, solo porque es la más
alejada del dormitorio. No es ideal hacer esto al aire libre, pero estoy tan tenso
y no tengo a dónde ir. En casa, iba a la oficina o al coche. Aquí tengo que trabajar
con lo que tengo disponible.
Una vez que todas las luces están apagadas, y me quedo quieto por un
momento para verificar que Nikki no está saliendo aquí, abro el sitio web
familiar en una pestaña secreta del navegador. La página tiene por defecto una
categoría... Pero voy a la que quiero. Y me desplazo por los videos con los ojos
muy abiertos, buscando algo que le guste a mi polla. Esta es la única vez que la
dejo guiarme.
Muchos de los videos son abrumadores. Hay algunas cosas locas aquí,
muchas de las cuales he visto en el pasado. Quiero decir, he estado haciendo
esto durante más de una década. Estoy familiarizado con lo que me gusta y lo
que no.
Pero tienen que ser chicos. Puedo admitir eso cuando estoy solo en la
oscuridad. No he visto pornografía heterosexual desde que tenía veinte años.
Un video me llama la atención y hago clic en él, hipnotizado por la mirada
del chico de abajo. Tiene la piel pálida, como Dash. Y tatuajes también, como los
de Dash. Dispersos, no por todas partes y conectados como el mío.
Uno besa al otro y mi corazón ya se acelera. Apenas necesito tocarme...
Cerrar los ojos e imaginarme haciéndolo de verdad me volvería jodidamente
loco.
Cuando no me enfurece insoportablemente.
El tipo más grande empuja entre las piernas del tipo con aspecto de Dash y
yo tarareo, mordiéndome el labio para mantenerme callado. Mi mano rodea mi
erección y mis ojos se mueven hacia atrás en mi cráneo, acariciando lentamente
mientras imagino cómo sería...
Ser feliz. Para sumergirme de lleno en el sexo y sentirme bien. Para
disfrutarlo, tanto como quiera.
Y muy pronto, ya ni siquiera estoy mirando mi teléfono, el volumen bajo, lo
suficiente como para poder escuchar algunos gruñidos y respiraciones ásperas
mientras imagino mis manos haciendo lo que están haciendo sus manos.
Tocando, deslizándome por su carne cremosa, provocándolo con las yemas
de mis dedos mientras nuestros labios se engullen mutuamente. Me apoyo
contra la pared y sacudo mi polla con más fuerza, apretando más fuerte,
imaginando su cuerpo agarrándome como si no quisiera dejarme ir. Me imagino
mi lengua probándolo y haciéndolo gritar mi nombre mientras se corre, y
puedo mirar.
Verlo correrse mientras yo me meto dentro de él... Como el placer más
brillante y paralizante que nunca podré tener de verdad.
Porque cuando exhalo con fuerza y me despierto de mi trance, todavía estoy
de pie en la cocina del condominio del resort donde estoy con mi esposa. Mi
vida ya hecha, como una prisión de la que no puedo escapar ...
Dascha Reznikov es libre y yo no.
Y tengo que vivir con eso.
Dash
17 días fuera

Levantarme del suelo con la cabeza martilleando confirma que no debería


haber acabado con esa botella de vodka anoche.
Pero fue inevitable. Especialmente después de que seguí a Kellan a su casa
para espiarlo.
Verlo, hablar con él, me lanzó al bucle más grande de mi vida. Pasé de pensar
que lo había inventado en un estado de psicosis a encontrarme con él en un
maldito bar de Tulum. De todos los lugares en todo el puto mundo, él aparece
aquí. ¿¿Qué significa eso??
Algo no está haciendo clic en mi mente. Es una persona real, claramente. Y
su nombre sigue siendo Kemper, aunque su primer nombre es Kellan, no
Callum. No estoy seguro de qué demonios significa eso tampoco. ¿Dónde habría
conseguido yo el nombre de Callum?
Independientemente, es él. Mi Kemper. Tiene la misma voz, los mismos ojos
color océano sin fondo, el mismo cabello sedoso, color de miel recién sacada del
panal.
Incluso sus tatuajes son exactamente iguales a como los recuerdo, menos el
de mi nombre en su clavícula. Ese se ha ido... Lo busqué, en el lugar donde
recuerdo que fue la última vez que lo vi. No está ahí.
Y otra gran diferencia que noté fue cierta pieza de joyería, en su mano
izquierda.
Un maldito anillo.
Kemper nunca antes había usado un anillo. Ni siquiera se me hubiera
ocurrido mirar, pero justo cuando salía del bar, se pasó los dedos por el pelo y
una cosa estúpida brilló en mi cara, como un maldito letrero de neón.
ÉL ESTÁ CASADO.
Lo único que nunca pensé en preguntarle a mi Kemper fue si estaba casado
con una mujer. Simplemente no apareció. Honestamente, no creo que ninguno
de los guardias de Alabaster esté casado. Quiero decir, ¿cómo podrían estarlo?
Trabajar tantas horas y vivir en la mansión de Warden con un montón de
gente... Es un trabajo para una sola persona.
Pero efectivamente, cuando lo seguí a su apartamento anoche, vi a una
mujer adentro. Me escabullí hasta el lado de la playa de su casa, sabiendo que
ahí es donde están los dormitorios, mirando a través de las cortinas
parcialmente corridas. Y había una mujer en su cama, leyendo un libro.
Morena. Esbelta, hermosa.
Ella lo vio desvestirse para ir a la ducha y la odié al instante. Fue una
emoción tan confusa; Me sentí enfermo. No podía quedarme para ver qué
pasaría cuando saliera. No podría torturarme así.
En cambio, volví a mi habitación y bebí una pinta de vodka mientras me
paseaba, envolví cinta adhesiva alrededor de mis muñecas para cubrir mis
tatuajes para no sentirme obligado a rascarlos de mi piel.
Kemper es un ser humano real. No lo inventé en mi mente, pero ahora casi
desearía haberlo hecho. Hubiera sido más fácil de tragar que encontrarme con
esta extraña versión de él, solo unos días después de que se suponía que íbamos
a escapar de Alabaster juntos.
Es él y, sin embargo, no lo es. Se ve y suena exactamente igual, sus gestos
idénticos a los del guardia de confinamiento, que tomó forma de una manera
que despertó algo dentro de mí.
Pero su nombre no es Callum ni Cal. Es Kellan y tiene una puta esposa.
No es mío. Él es de ella...
Quizás estoy jodidamente loco después de todo.
Levantándome, con las sienes palpitantes, miro alrededor de mi habitación
con ojos que se niegan a abrirse del todo. Aterrizan en el reloj, y veo que es casi
la una de la tarde. Gruñendo por lo bajo, me obligo a levantarme e ir al baño,
cepillarme los dientes con más fuerza y tomar una ducha larga y agradable.
Después de eso, un poco de Gatorade y Advil, me siento un poco más como
una persona y menos como un monstruo que vive en un pantano hecho de licor.
Cuando mis fuertes quejas en el estómago interrumpen las reposiciones de The
Office en español por tercera vez, decido ir a buscar algo de comida. Salgo de la
habitación y camino hacia la playa, hacia el lugar con la mejor comida con la que
me he encontrado hasta ahora aquí en Abre, que definitivamente ayudará a mi
resaca.
El camión de tacos.
Se llama Tacos Hermanos, y sé que ya dije esto, pero su pastor es una
experiencia religiosa. Además, me gusta que me recuerde a una versión de tacos
de Pollos Hermanos de Breaking Bad.
Puedo ver que hay una fila arriba del carril, pero no me importa esperar.
Hay cientos de lugares para comprar tacos cerca de aquí, pero la gente
permanecerá en esta fila durante más de una hora. Creo que eso habla por sí
mismo de lo increíble que es la comida.
Sin embargo, al acercarme a la línea, me detengo por un segundo en estado
de shock y puro pánico. Kemper está ahí, justo al final. ¡Mierda!
Mirando a mi alrededor, verifico si viene alguien más, para dejarlos ir
delante de mí, pero no hay nadie a la vista. Así que me enfurezco, trago mis
sentimientos y entro en la fila, justo detrás del chico que pensé que era alguien
especial para mí, pero resulta que es solo un chico.
Estar cerca de él es jodidamente confuso. Incluso huele como yo lo recuerdo,
lo cual no es posible. ¿Cómo recordaría el olor de una persona que nunca
conocí?
También es un aroma tan delicioso. Como piñas y una hoguera junto al mar.
Masculinidad y dulzura tropical juntas. Estoy en una puta agonía, inclinándome
más cerca solo para oler...
Se da vuelta y yo me aparto, pretendiendo que no lo estaba oliendo como un
maldito idiota.
—Hey —su boca se curva en una sonrisa poco entusiasta, sus ojos se
deslizan hacia arriba y hacia abajo muy brevemente—. Dash, ¿verdad?
Asiento, ignorando el escozor en mi pecho.
—Kellan. —Tomará un tiempo acostumbrarme a...
—¿Cómo te va?
—Bien —se encoge de hombros, volviéndose para subir en la fila un par de
pasos mientras yo lo sigo—. ¿Cómo resultó ese partido de fútbol?
—En realidad fue bastante aburrido. —murmuro, y me ciega con una
sonrisa simplemente perfecta sobre su hombro. Casi me hace colapsar, pero
trato de mantenerme de pie, los ojos caen a sus pies mientras ahogo mi propia
sonrisa—. Um, ¿estás aquí de... vacaciones o algo así?
Mi mirada vuelve a la suya y lo primero que noto es un calor confuso en sus
ojos. Me recuerda tanto a él en Alabaster que empiezo a toser como un loco,
ahogándome literalmente con nada.
Tal vez por instinto, se acerca y coloca una mano firme en mi espalda
mientras recupero el aliento. Y ahora me está tocando, y estoy sin aliento por
una razón completamente diferente.
Sus ojos se abren al darse cuenta y aparta la mano rápidamente,
aclarándose la garganta.
—Sí, eh, estoy aquí por mi... aniversario.
Si estuviera obsesionado, me fijaría en el tono de voz desinteresado que dejó
caer sobre la palabra aniversario, pero no me voy a permitir hacer eso en este
momento. Es un callejón sin salida.
Por ahora, necesito concentrarme en demostrarme a mí mismo que él no es
una alucinación, porque es imperativo verificar que no me he descarriado por
completo. Es todo en lo que he podido pensar últimamente.
Recordando que dijo algo sobre su aniversario, respondo:
—Oh, genial. Felicitaciones. —No podría ser más salado si me pagaran.
—Sí ... gracias, supongo. —Suspira y se mueve hacia arriba de nuevo a
medida que avanza la línea.
—No suenas demasiado emocionado —tengo que añadir porque no puedo
no hacerlo.
Me mira, como si no fuera el lugar de un extraño para opinar sobre su
relación, pero luego sus ojos se suavizan y exhala.
—No va muy bien. Pensé que venir aquí sería bueno para nosotros, pero
ahora no estoy tan seguro... Y no tengo ni idea de por qué te digo esto. —Resopla
una risa autocrítica y niega con la cabeza.
—Puedes decirme lo que quieras —salto, y sus cejas se juntan—. Solo
quiero decir... ¿para qué más son los extraños de vacaciones, verdad?
Le muestro una sonrisa casual, esperando que alivie la tensión. Y lo hace.
Sus hombros se relajan un poco, visiblemente.
—¿Estás ... aquí con alguien? —pregunta, la expresión de su rostro es tan
intensa que hace que mis párpados parpadeen rápidamente.
Es diferente de mi Kemper, y, sin embargo, extrañamente similar, en formas
que no puedo dejar de notar.
Ejemplo: su pregunta fue bastante casual, pero la forma en que la hizo
reveló sus capas posesivas ocultas. La forma en que sus ojos se oscurecieron y
sus labios se fruncieron, probablemente imperceptible para la mayoría de la
gente… Pero lo noté. Recuerdo que besé el ceño fruncido de esos labios. Sabe
delicioso; dulce con un toque de acidez, como frambuesas.
Genial, y ahora estoy mirando su boca. Y él me ve haciéndolo.
Mis ojos encuentran rápidamente el camino de regreso a los suyos. Luego
los suyos caen a mi boca.
Jódeme, Jesús… Esto es imposible.
Creo que estamos más cerca que cualquier otro extraño en esta línea, un
hecho que parece darnos cuenta al mismo tiempo. Se da vuelta para tropezar
hacia adelante, cruzando los brazos sobre su ancho pecho, la playera blanca
impecable que lleva acentúa toda la tinta en su piel bronceada. Esos brazos son
simplemente enormes, cruzados sobre su pecho así... Su bíceps es casi del
tamaño de mi cabeza.
Tragando la distracción una vez más, me obligo a recordar su pregunta.
—No. No estoy con nadie. Vivo aquí ahora. Me acabo de mudar, quiero decir.
Eso hace que su rostro se vuelva hacia mí de nuevo.
—¿De donde?
Muchas preguntas de un extraño, ¿no?
—Nueva York.
Maldita sea, no debería haber dicho eso. Ni siquiera se supone que deba decirle
a la gente mi nombre real. Para eso son los alias.
Me mira boquiabierto por un segundo, como si estuviera tratando de leer
algo en mi cara, antes de decir:
—Yo también soy de Nueva York.
La voz en mi cabeza dice “lo sé” incluso antes de que pueda procesarlo. Pero
tengo que recordarme que no lo conozco. Es un extraño para mí.
En un esfuerzo por parecer educado y no loco por los acosadores, pregunto:
—¿Ah, sí? ¿Que parte?
—Babylon. —murmura, un poco inquieto, los ojos mirando alrededor como
si estuviera incómodo. No me hace sentir bien—. Soy de Kansas City
originalmente, pero he vivido en Long Island durante unos trece años.
Asiento con la cabeza a sus palabras, pensando que, si ha vivido en Nueva
York tanto tiempo, podría reconocerme por todos esos artículos recientes.
Seguro, dijeron que estaba muerto, pero aún así. Me veo exactamente igual
ahora que en las fotos.
Me mira un momento y parece que nos quedamos mirando un rato,
tanteando el terreno. Aunque lo sospeche, no creo que vaya a decir nada.
Parecería una locura. Y ya se está alejando de mí, así que...
Decido simplemente arrojar mis cartas sobre la mesa, porque esto me está
volviendo loco—. Deberíamos salir.
Me mira boquiabierto, los labios se curvan por un instante antes de
fruncirlos.
—No puedo. Mi esposa…
—Ella no está aquí ahora. —me encojo de hombros, y él parece
desconcertado.
—Sí, pero...
—¿Qué ocurre? ¿No te gusto? —Le muestro una sonrisa burlona, a la que él
responde con un sonido nervioso.
—No me gustan los chicos. —dice con una mirada ardiente que hace que sus
palabras parezcan menos sinceras.
Pongo los ojos en blanco.
—Aw mierda. ¿Cómo voy a seguir?
Su mandíbula hace tictac, pero luego una sonrisa se desliza por su rostro y
se ríe. Me río torpemente, porque interactuar con él es muy extraño.
Abre la boca como si fuera a decir algo, pero luego el tipo del camión de
tacos grita ¡Siguiente! Y se acerca a la ventana para hacer su pedido. Observo
atentamente, estudiando cada movimiento del taquero y Kemper, analizando
desesperadamente para determinar si esto realmente está sucediendo.
Todas las señales apuntan a que sí, pero todavía estoy inquieto. Puedo
verlos interactuando, y este ni siquiera es el Kemper que recuerdo, así que,
¿cómo es posible que lo esté alucinando? Tiene que ser real…
Mi estómago se revuelve por lo nervioso que me pone toda esta premisa. Mi
ansiedad está por las nubes en este momento, y los susurros están plagando
mis pensamientos. Parpadeo con fuerza, una y otra vez, rezando para que se
detenga mientras Kemper se hace a un lado, mirándome cuando doy un paso
adelante.
Pido mis tacos, con la cabeza llena de estática. Pero cuando voy a pagar, el
tipo me despide y señala a Kemper.
Me vuelvo hacia él y levanto una ceja.
—Estás enviando señales contradictorias, Kellan.
Es una broma, pero la cara que pone es una de las más serias que he visto
en mi vida. Sus ojos están muy abiertos, la boca colgando abierta en puro
silencio. Si no supiera nada mejor, diría que golpeé algún tipo de nervio con mi
estúpido comentario.
Se queda callado, mirando a todas partes menos a mí hasta que llega su
orden. Agarra su comida, todavía sin hacer contacto visual, y murmura un débil
“Nos vemos, Dash”, antes de irse furioso.
Estoy tan desconcertado por todo el encuentro que apenas puedo disfrutar
de mis tacos. Está bien, eso no es del todo cierto, porque me muero de hambre
y son fantásticos. Pero aún así no lo saco de mi mente.
Como mi comida en un banco frente al océano, pensando todo el tiempo, en
Kellan versus Callum, donde posiblemente podría haber encontrado a esta
persona, y por qué el verdadero Kemper parece mucho menos seguro de sí
mismo que la versión que inventé.
Por teléfono, Luthor dijo que, de hecho, había un oficial Kemper. Pero dejó
la Penitenciaría de Alabastro justo cuando yo llegué. Entonces, tal vez, solo tal
vez, conocí a Kemper. Este Kemper. Y luego, de alguna manera, mi cerebro se
confundió, como suele suceder, y aluciné el resto.
Es una exageración, pero tiene más sentido que yo de alguna manera
inventando una persona que claramente ya existe.
Pero entonces, ¿por qué no me recuerda? Si nos conocimos en Alabaster, ¿no
habría dicho algo? Estar asustado, ¿llamar a la policía?
Incluso si ya no trabaja allí, era oficial. Ese código no desaparece, o eso me
han dicho.
Mis pensamientos me confunden más, y cuando vuelvo a mi habitación,
estoy más allá de todo razonamiento. El ritmo y las flexiones ocurren durante
mucho tiempo. Casi se siente como un apagón, porque cuando llegué el reloj
marcaba las tres y media, y la próxima vez que miro hacia arriba son casi las
once.
Corriendo hacia el baño sin aliento, me salpico un poco de agua en la cara y
me paso los dedos por el cabello rosado. Mis ojos se ven negros y puedo
escuchar todo tipo de ruidos.
Tengo que salir de esta habitación.
Sin pensarlo, me voy y me dirijo al bar, el mismo de anoche, por la remota
posibilidad de que tal vez Kemper esté allí. Sé que no es mi Kemper, pero
todavía me siento más cómodo con él que solo. No sé qué significa eso, pero
estoy harto de pensar.
Solo quiero estar un rato. Vine a Tulum a vivir, no a esconderme en una
habitación como solía estar en casa.
Cuando llego al bar, hay más gente que anoche. No lleno, pero aún así. Todas
las mesas de la terraza están llenas y solo hay un par de asientos libres en el
bar. Me dirijo hacia uno de ellos, pero luego veo a Kemper, en el mismo asiento
de anoche, con un vaso de lo que supongo que es Coca-Cola asentado frente a
él. De nuevo.
Hago una pausa por un momento para mirarlo. Está solo, sin relacionarse
con nadie, simplemente mirando fijamente su vaso, absorto en sus
pensamientos. La forma en que está sentado allí, el aura de soledad que lo
rodea... Me hace pensar que hace mucho esto. Quizás no aquí, pero lo hace.
Mi corazón se astilla y rompe por él. Hasta que recuerdo que estoy tan solo
como él. Y es ese pensamiento el que me hace caminar.
No hay asientos libres a su alrededor, así que me detengo junto a donde se
sienta y él mira hacia arriba de inmediato. Me gustaría pensar que lo primero
que veo en sus ojos oscuros es emoción, alivio o alguna forma de alegría. Pero
se transforma tan rápidamente en una extraña incomodidad que no sé qué
hacer conmigo mismo.
Termino de pie allí, moviendo mi peso de un lado a otro mientras digo:
—No me dejaste darte las gracias por los tacos...
—No es necesario dar las gracias —murmura, luego continúa mirando su
bebida—. Solo intento ser amable.
—Fue agradable. —Mi mente va inmediatamente a todas las cosas que me
ha dado antes... O que me dio la versión imaginaria de él. Todos los regalos, la
ropa, las cosas de la ducha... el helado, probablemente ninguno de ellos ni
siquiera real—. Siempre has hecho cosas buenas por mí...
Me doy cuenta de lo que he dicho después de que las palabras salen de mis
labios, y él me mira, arqueando las cejas mientras retrocedo.
—Quiero decir, lo agradezco. El almuerzo. —tartamudeo mientras se gira
para mirarme completamente en su taburete. Mis ojos se mueven—. ¿Donde
esta tu esposa? ¿No le apetecía tomar una copa por la noche? ¿Acabo de decir
copa? ¿Cuántos años tengo? ¿¿Cincuenta??
No parece complacido cuando responde:
—Ella está... cansada.
—Eso apesta. —me encojo de hombros en un intento de mantener el estado
de ánimo suave—. ¿Quieres compañía?
—Te lo dije, no me muevo por ese lado. —Me mira con cautela.
No estoy seguro de si debería ofenderme de que este tipo piense que soy un
homosexual enloquecido que le agarrará la polla cada vez que baje la guardia,
pero el hecho aún más interesante es que no lo estoy. No me duele de ninguna
manera que él piense que soy gay, porque bueno, supongo que es una verdad
parcial.
La cuestión es que no he tenido a nadie a quien acudir. No soy gay, pero
definitivamente soy al menos bisexual, y estoy tan solo, incluso en el país de mis
sueños, que aún no he tenido la oportunidad de contárselo a nadie. Me gustaría
decirle a Kemper... Si se comportara como mi Kemper, y no como este homófobo
inseguro.
No soy terapeuta, y ciertamente no soy un experto en nada de esto, pero por
la forma en que ha estado reaccionando conmigo, parece que está tratando de
hacer una fachada. Ojalá pudiera ayudarlo a relajarse un poco. Podría ser bueno
para él.
Cruzando los brazos sobre mi pecho, afirmo:
—No estoy coqueteando contigo, Kemper. Solo intento ser amable, como tú
con los tacos antes—. Levanto una ceja y parece alterado. Te entiendo—. Ahora
—prosigo antes de que pueda discutir—, ¿Qué estamos bebiendo? Algo más
fuerte que Coca Cola, espero. —Asiento con la cabeza al camarero que me
reconoce mientras termina la bebida que está haciendo.
—No bebo. —dice Kemper, captando mi atención—. Llevo dos años sobrio.
Parpadeando ante su rostro, noto algunas líneas que no estoy seguro de
haber notado en mi Kemper. Líneas que hacen que éste sea real. Me roba el
aliento por un momento.
El cantinero se nos acerca y me pregunta qué me gustaría de tomar. Se
necesita un esfuerzo para apartar la mirada del hombre frente a mí.
—Tomaré lo que él tiene.
Kellan Kemper

Estoy fuera de mi elemento.


No saber cómo actuar con ciertos tipos es algo con lo que estuve lidiando
toda mi vida, pero con Dash es una premisa completamente nueva.
Me fascina. Todo sobre él, incluso las cosas que aún no me confesó, las cosas
que ya sé sobre él, debido a mi trabajo. Lo hacen tan malditamente interesante.
Como una lluvia de meteoritos. No quiero apartar los ojos ni un segundo.
Desafortunadamente para mí, eso es complicado. Porque estoy casado, con
una mujer, y la idea de mirar a este hombre obviamente atractivo me da
comezón.
Mi cuerpo quiere algo que mi cerebro se niega a reconocer. Es muy confuso.
Y, sin embargo, sigo aquí, hablando con el chico del cabello rosado.
Estamos en el bar donde hemos estado sentados juntos durante más de una
hora, charlando sobre todo tipo de cosas. Es fácil hablar con él, se lo concedo.
Tiene ese tipo de humor burlón que a veces me hace temblar los dedos. No sé
qué significa, pero es diferente. Bien diferente.
Hasta ahora, nos las arreglamos para desviarnos de temas de conversación
serios, como cualquier cosa relacionada con mi matrimonio, lo que cualquiera
de nosotros hacemos para trabajar o por qué no bebemos nada más que Coca-
Cola. Le dije que no tenía por qué no beber por mí, pero simplemente lo ignoró.
No obstante, creo que nuestra conversación alegre está a punto de dar un
giro cuando él pregunta...
—Entonces, ¿eres alcohólico? ¿O es por otras cosas? —hace esto como si
fuera la pregunta más normal y no invasiva del mundo. Como si me estuviera
preguntando mis ingredientes favoritos para pizza.
Y, sin embargo, me siento inclinado a responderle. No estoy seguro de por
qué.
—Otras cosas. —murmuro y él me mira de reojo, lo que me hace sonreír.
Obviamente quiere más. Me estoy dando cuenta de esto sobre él; es una cosa
exigente—. Soy un adicto a la heroína en recuperación. Cinco años sobrio a
partir de eso, dos años por el alcohol.
—Wow. —respira, con el rostro inmóvil. Espero la lástima o el juicio
habitual, aunque no estoy seguro de por qué. Dash claramente no es así en
absoluto, lo que se confirma cuando dice—: Felicidades por los cinco años. Eso
es realmente genial.
Mi pecho se aprieta. El único lugar donde obtengo algún tipo de
reconocimiento por mi sobriedad es en las reuniones. A Nikki no le gusta
escucharme hablar sobre mi pasado o estar sobrio. Ella siempre dice que el
pasado está en el pasado, y no tiene sentido detenerse en él. Estoy de acuerdo,
hasta cierto punto. Pero también sé que el pasado es lo que nos hace quienes
somos.
No sería el hombre que soy hoy si no fuera por mis experiencias...
Sentado junto a alguien hacia quien se supone que no debo sentirme atraído,
usando todo lo que esté en mi poder para mantener mis pensamientos en secreto.
Tragando saliva sobre mi garganta seca, sonrío.
—Gracias. —Luego levanto mi refresco para tomar un sorbo.
—¿Fue eso lo más difícil por lo que pasaste? —Dash pregunta,
sorprendiéndome un poco. Esto dio un giro hacia lo profundo... Pero
nuevamente, me siento obligado a responderle con sinceridad.
—Algo así. Bueno, eso y esto. —Me acerco y abro un poco el cuello de la
camisa, dejando al descubierto toda la clavícula y la cicatriz de quince
centímetros que me llega hasta el hombro.
Lo observa por un momento, la cercanía entre nosotros me permite olerlo.
Realmente no lo intento, pero tiene un aroma irresistible, diferente a todo lo
que olí antes. Es embriagador.
Parece completamente cautivado por mi cicatriz, y antes que sepa lo que
está pasando, levanta los dedos para tocarla. Me hace dar una sacudida, y él
inclina su rostro, sus ojos color avellana encuentran los míos.
—¿De qué es? —Él pregunta. Niego con la cabeza sutilmente, así que
agrega—: ¿Demasiado personal? —asiento y él suspira suavemente—. Muy
bien, ¿y si te digo algo personal? —Me encojo de hombros, a lo que él pone los
ojos en blanco—. Voy a necesitar algunas palabras reales aquí, Kemp.
Kemp. Me gusta eso. ¿Por qué me llamaría así? ¿Por qué suena tan bien
saliendo de su boca?
—Dime, entonces. —gruño con los ojos pegados y tratando de no pensar en
cuánto me recuerda el color de sus iris a los bosques de mi casa, en Kansas City.
Toma aire y luego dice:
—La primera vez que robé un banco sólo tenía diecisiete años.
Sus ojos son redondos y brillantes mientras se calla y me mira, esperando
mi reacción. No conocía este hecho exacto, sobre lo joven que era la primera vez
que lo hizo. Pero definitivamente sé que es un ladrón de bancos. Conozco a
Dascha Reznikov desde hace un tiempo, siguiendo su historia en los periódicos
locales incluso antes que lo llevaran a Alabaster Pen.
Mi boca se abre, lista para decirle eso, pero por alguna razón no lo hago. En
cambio, le sonrío.
—Seguro. Lo que digas, chico.
Él jadea, la boca se curva en irritada diversión.
—¿Estás diciendo que no me crees?
—¿Crees que eres un ladrón de bancos? —me burlo, luchando por mantener
la cara seria mientras jodo con él. La indignación que lleva es puramente
adorable.
—Eso es más que grosero —murmura—. No cuestioné lo tuyo.
—Eso es porque lo mío es creíble. —Frunzo los labios, sabiendo que se está
volviendo loco porque dudo de su credibilidad callejera.
—Te mostraría la prueba, si no fueras tan skatina36. —niega con la cabeza.
Me río.
—¿Cómo me acabas de llamar?
—¿No te gustaría saberlo? —Se inclina un poco y me toma un segundo
darme cuenta que su mano descansa sobre mi pierna.

36
Creído.
No muy arriba, pero me está tocando. Y de repente no hay suficiente aire en
la habitación. No puedo respirar y me aferro al lugar de donde viene el dolor,
ahogándome porque duele.
Me mantengo firme, alejándome de él con una tensión en la mandíbula.
Tiene el descaro de parpadear como si no tuviera idea de por qué estoy enojado.
—Voy al baño, luego me voy. —gruñí, y antes que él pudiera decir algo, me
precipito hacia la parte de atrás de la barra.
Encogiéndome todo el camino, irrumpo en el baño, pero en lugar de ir al
urinario, me dirijo directamente al cubículo del otro lado. Me apresuro a entrar,
apenas cerrando la puerta antes de apoyarme contra la pared, cierro los ojos y
los froto con fuerza con los dedos.
¿¿Por qué estoy haciendo esto?? ¿Por qué estoy aquí con este chico?
No necesito esta mierda. No necesito que un criminal jodido me haga sentir
inadecuado e incómodo. Debería estar de vuelta en el condominio con mi
esposa. No aquí en un bar con este tipo… Tocándome y jodiéndome la cabeza.
Me está lavando el cerebro, con sus interesantes palabras y su intrigante
pasado, su actitud. Sus ojos que parecen un bosque, y sus labios que
probablemente son muy suaves. Y su... su...
La sangre me sube a los oídos con tanta fuerza que apenas oigo a alguien
entrar al baño. Y caminar directamente al puesto en el que estoy.
La puerta se abre y yo me quedo ahí como un idiota, mirando en suspenso
mientras Dash entra y cierra la puerta detrás de él.
Intento retroceder, pero no hay a dónde ir.
—¿Qué estás haciendo…?
—Pensé que querías que te siguiera. —Se inclina contra la pared.
Lo miro, irradiando hostilidad.
—¿Por qué querría eso?
—No lo sé, Kemper —se encoge de hombros—. Dime tú.
—Pregunta capciosa. No te quiero aquí. —Asiento detrás de él en la
puerta—. Ahora, por favor lárgate.
Hace una mueca, como si ni siquiera entendiera lo que está pasando en este
momento; absorto en... seducción. Realmente me desconcierta. Hay asombro
brillando en sus ojos color avellana.
—¿No quieres simplemente ver? —murmura y extiende la mano para tocar
mi camisa. Trago más fuerte de lo que puedo soportar mientras tira de la tela,
pero no me muevo. No puedo.
Soy una puta estatua.
Se acerca a mí y creo que podría vomitar, mi corazón late tan rápido.
—¿Eh… ver qué? —pregunto, yendo en contra de lo que mi cerebro me dice
que debo detener.
—¿Cómo se siente? —Los ojos de Dash permanecen en los míos, y por
mucho que quiera mirar a cualquier otro lado, no puedo hacerlo. Es como si me
tuviera como rehén. Su mano se desplaza hacia el botón de mis jeans.
—Te lo dije —trago saliva, la mentira casi se queda atrapada en mi garganta
antes de que estalle—. No me gustan los chicos.
—Sí, eso lo has dicho —susurra, desabrochando el botón mientras yo me
quedo completamente quieto, dejándolo—. Pero somos diferentes, Kemp. —
Luego baja la cremallera. Se muerde el labio y mis ojos finalmente se apartan
de los suyos, hacia esa puta boca.
—¿Quiénes son nosotros?
—Tú y yo. —Respira, y antes que pueda preguntarle de qué diablos está
hablando, cae de rodillas.
Creo que mi vida está pasando ante mis ojos mientras me baja los jeans lo
suficiente, con mis bóxers, para sacar mi polla. Es una puta piedra.
—Espera... —gruño, pero no hace nada para sonar, de ninguna manera,
como una solicitud genuina.
Dash recorre mi cuerpo con un puño, murmurando algo como que me perdí
esto, aunque no puedo estar seguro porque después de eso su boca se mueve
alrededor de la cabeza de mi polla. Mis ojos se mueven hacia atrás en mi cráneo,
y el único sonido que puedo escuchar es mi pulso bombeando sangre
directamente debajo de mi cintura.
Su boca es cálida, húmeda y jodidamente perfecta mientras la mueve,
succionando suavemente, lo que me permite adaptarme a la sensación antes
que él tome mi polla más profundamente. No se parece a nada que haya
experimentado antes. Lo sé, supuestamente una boca es sólo una boca, pero
esta se siente como una utopía para mi polla.
Su lengua se desliza por la parte inferior mientras empuja más hasta que la
punta roza la parte posterior de su garganta. Yo lloriqueo... jodidamente
lloriqueo.
Creo que nunca antes había hecho ese ruido.
Mis ojos se abren vacilantes para mirar hacia abajo y ver cómo se ve esto.
Efectivamente, está la melena rosada de Dash, balanceándose gradualmente
frente a mi entrepierna, sus mejillas ahuecadas mientras chupa.
Me agacho para deslizar mis dedos debajo de su barbilla, y sus ojos se
encuentran con los míos. Mordiendo mi labio inferior, lo veo chupar mi polla,
más fuerte, aunque todavía firme, tomando tantos centímetros como puede, la
cabeza empujando más profundamente en su garganta.
Gimo, mis párpados caen.
—Jesús, eso se siente... —Cualquier cosa que iba a decir es interrumpida por
otro gemido ahogado cuando su mano se mueve entre mis muslos para
masajear mis bolas—. Joder... Sí.
Susurra alrededor de mi polla y la vibración envía escalofríos a cada
centímetro de mi cuerpo. Ni siquiera puedo actuar como si esto no fuera todo
lo que he estado soñando desde que tengo memoria. Es la mejor sensación del
mundo y mi orgasmo ya se avecina.
Dash sigue mirándome, y yo lo miro, tragando mi polla hasta que sus ojos se
llenan de lágrimas. Mis dedos agarran su cabello, deseando que haya más, como
la primera vez que lo vi. Antes de que me obligaran a raparlo...
Está volviendo a crecer, casi allí. Y es tan suave.
Joder, su boca es como el cielo. Parece un maldito sueño, de rodillas ante mí.
No quiero que esto termine nunca, pero lo hará. Muy pronto.
Sigue chupando y chupando, moviéndose hacia arriba y hacia abajo
mientras yo sostengo su cabeza y muevo mis caderas, empujando más y más
profundamente, hasta donde puedo caber. Intenta tragar mi polla, su garganta
se aprieta en mi eje hasta que mis bolas se levantan.
—Joder, Dash... Vas a hacer que me corra. —jadeo las palabras, perdido en
una bruma erótica de cosas que siempre me he prohibido tener. Cosas que
siempre he querido. Incluso necesitado.
No está bien que no los entienda. No está bien decirme a mí mismo que no
puedo tenerlo, cuando está aquí y se siente tan jodidamente bien.
Mis ojos caen y noto que Dash frota su erección a través de sus pantalones.
Puedo ver el contorno de la misma, y él se acaricia a sí mismo con su mano
izquierda, mientras su derecha tira de mis bolas, su boca me trabaja una y otra
vez y joder...
El clímax se me acerca sigilosamente, y suelto su cabeza, murmurando:
—Joder, joder, joder, Jesús... estoy... corriéndome...
Y se queda justo donde está mientras mi semilla se derrama en su boca, y él
bebe hasta la última gota. Chupándome mientras mi polla palpita entre sus
suaves labios… Es malditamente maravilloso.
Esto es un nivel completamente nuevo de dificultad para respirar.
Murmurando tonterías durante lo que se siente como una hora, mis dedos
trazan superficies de él; su mandíbula, su cuello, sus hombros, su espalda. Su
boca permanece en mi polla hasta que está seguro que terminé, y luego
succiona su camino hacia arriba, limpiándome e incluso empujando mi polla
gastada de vuelta a mis pantalones.
Lo veo ponerse de pie, mi garganta ronca por jadear incontrolablemente,
como si acabara de salir de una temporada de treinta y cinco años bajo el agua.
Todo parece diferente ahora.
Apenas reconozco que estamos juntos en el cubículo de un baño de
hombres. Sólo lo estoy mirando, y él también a mí, el resto del mundo en pausa.
Él es hermoso. Quiero tocarlo. Quiero…
Hasta que el tiempo vuelva a acelerarse y yo acepto lo que acaba de suceder.
Obtuve la mamada de un chico. Por primera vez.
Y me voló la cabeza.
Aclarándome la garganta, rompo nuestro concurso de miradas, los ojos caen
al suelo de baldosas, con la esperanza de ocultar el evidente sonrojo en mi
rostro.
—¿Cómo fue? —Su voz retumba justo en frente de mí, y está tan cerca, pero
no puedo romper ese estúpido campo de fuerza invisible que pongo a mi
alrededor. Tengo tantas ganas de hacerlo, pero no puedo.
Afortunadamente para mí, Dash puede. Creo que podría ser por lo que está
aquí, porque se acerca y agarra mi mano, mis ojos se posan en los suyos. Su
mirada nunca deja la mía mientras toma dicha mano y la coloca en su cadera.
Mi respiración está fuera de control de nuevo, aumentando la tensión, a pesar
del orgasmo que me relajó más allá de lo creíble.
Luego presiona su palma sobre mi corazón. Tengo el impulso más fuerte de
apartarme. No quiero que sienta lo fuerte que está latiendo. Pero se acerca más,
hasta que prácticamente estamos aplastando nuestras frentes, juntos,
inclinando su boca hacia mi oreja.
—¿Crees que esto es malo? —susurra, y parece que está preguntando
honestamente. Me pregunta si creo que estar él y yo aquí juntos está mal...
Mis músculos se tensan, el escudo quiere que lo aleje y grite que sí. Pero su
calidez se está filtrando en mí donde estamos, abrazándonos como amantes, no
como extraños.
Esto no se siente mal ni está mal. Mi corazón sabe lo que quiere... Siempre
lo ha hecho.
Mis labios se abren, pero me toma un momento encontrar mi voz, antes de
finalmente murmurar.
—No.
—¿Te gusto, Kemper? —Su aliento en mi oído me pone la piel de gallina,
hasta que me inclino más cerca, mi cabeza, mi cuerpo. Ya no me está ayudando
a tocarlo. Lo estoy haciendo por mi cuenta.
Mi mano se desliza posesivamente desde su cadera hasta su espalda,
sintiendo músculos allí que nunca antes había sentido al abrazar a alguien así.
Es... estimulante.
—Sí —Respiro, luego, sin siquiera pensarlo, doy un pequeño beso en su
cuello, haciéndonos gemir a los dos.
Dios, su piel es suave. Y su olor es como… todo. Es todo lo que necesito.
—Bien —habla, la profundidad de su voz retumba en mí, despertando mi
polla de su siesta. Amo su voz… quiero escucharlo hablar para siempre—.
Porque me gustas.
Mi corazón da un salto y siento una extraña oleada de poder en mis
miembros. Me está dando mucha fuerza en este momento. La fuerza que
siempre tuve, simplemente nunca me permití usarla.
Pero ahora puedo. Todavía estamos ocultos y no tengo que preocuparme.
Está bien. Todo irá bien.
Lo empujo contra la pared, tal vez un poco más fuerte de lo que estaba
preparado, pero cuando me aparto lo suficiente para ver su rostro, hay una
sonrisa que quiero besar desesperadamente.
Miro su boca por un momento con suspenso y ansiedad. ¿Podría besarlo? No
he besado a un chico desde que estaba en la escuela secundaria, y todos
recordamos cómo terminó eso.
Pero como está aquí para ayudarme, Dash habla para que yo no tenga que
hacerlo.
—¿Quieres que te bese?
Mis labios se abren y titubeo, parpadeando incontrolablemente.
—Yo... yo no...
Antes de que pueda dudar más, cierra el espacio entre nuestras bocas y
presiona esos labios insoportablemente suaves contra los míos. No me he
movido ni un centímetro, pero se siente como si estuviera volando.
O cayendo...
El viento azota mi cara mientras caigo en picada, mi estómago ahora se aloja
en mi garganta.
Dash exhala un sonido de satisfacción mientras separa sus labios para
succionar mi parte inferior entre ellos.
—Abre. Por favor, Kemper.
Algo en escucharlo suplicarme despierta mi alma. Mis labios se abren y
desliza su lengua en mi boca, encontrándose con la mía. Cuando se tocan, gimo,
porque Dios mío, ¿cuándo se ha sentido tan bien besar así?
Ni siquiera creo que haya besado a alguien así en años; más de lo que puedo
recordar. E incluso entonces, no fue así. Esto es casi espiritual.
Nuestras lenguas se mezclan y me enamoro del sabor de Dash. Tiene un
sabor dulce, con el más mínimo indicio de mi semen, creo, que hace que me
palpiten las bolas. Y le devuelvo el beso, más fuerte, respirando con dificultad,
empujándolo contra la pared con tanta firmeza que podría estar lastimándolo.
Pero a él no parece importarle. Está tan alto, embelesado como yo en este
momento, sus manos tocando los músculos de mi pecho, subiendo a mis
hombros y luego a mi cabello. Lo aprieta y me chupa la boca, necesitando
desesperadamente todo lo que necesito.
Es increíble lo bien que se siente.
—Tu boca es deliciosa. —le susurro cuando me levanto para respirar.
Dash se congela, alejándose lo suficiente para que nuestros ojos se
bloqueen. Me está dando una mirada que no puedo comprender, una mirada
que sostiene un mundo de emoción que nunca antes había visto, en nadie. Es
abrumadoramente hermoso.
En sus ojos hay un bosque cuando estamos juntos.
Me encantaría ver lo que ve cuando me mira así.
—Dios, maldita sea, bésame. —ronronea y agarra mi mandíbula, tirando de
mi boca hacia la suya.
Mis palmas se apoyan contra la pared detrás de él, encerrándolo mientras
hacemos la mierda, lamiendo y chupando tan fuerte que puedo sentir la
hinchazón en mis labios.
Nuestras caderas se fusionan, su polla dura frotando la mía. Es extraño, y
tan jodidamente sexy que creo que mi propia polla está bombeando líquido
preseminal, lo que parece imposible. Soy como un maldito adolescente de
nuevo. Estas son las cosas que quería entonces, pero no podía tener.
Ahora puedo tenerlas. Dash me las puede dar.
—No pudiste correrte. —la inquietud marca mi tono. Estoy nervioso, no
tengo idea de lo que estoy haciendo. Pero creo que quiero hacerlo sentir tan
bien como él me hizo sentir.
No, lo sé.
—¿Quieres hacerme correr, Of…Kemper?
Mis movimientos se detienen. Sonaba como si me fuera a llamar de otra
manera, y al instante siento una curiosidad loca.
¿Era el nombre de otra persona? ¿Casi dijo el nombre de otra persona hace un
momento?
Mis manos caen hasta su cintura y lo sostengo con fuerza, tirando de mis
labios hacia atrás, listo para obligarlo a decirme lo que iba a decir, cuando hay
un ruido. Es alguien entrando al baño. Me quedo completamente quieto, mis
ojos se agrandan por el miedo, pero Dash no parece molesto en absoluto por la
idea que alguien pueda atraparnos aquí juntos. De hecho, todavía está frotando
su erección en mi entrepierna.
Le lanzo una mirada feroz, empujando sus caderas hacia atrás para que no
pueda molerse contra mí. Tiene esa mirada de necesidad en su rostro, un dulce
rubor en sus mejillas y sus ojos entrecerrados por el deseo. Esa mirada estará
en mis sueños en el futuro previsible, estoy seguro.
—Compórtate. —gruño, con la voz más tranquila que puedo manejar. Sus
párpados se cierran y maúlla, mordiéndose el labio para mantener el sonido.
Levantando la ceja, no puedo evitar reconstruir algo. Creo que le gusta un
poco que lo dominen. Cuando soy firme con él, sus pupilas se dilatan y casi
puedo sentir que su respiración se acelera.
Le gusta que lo controlen.
Algo sobre eso le habla a una parte de mí que nunca antes había reconocido.
Siempre supe que estaba ahí, pero me negué a dejarlo salir. Hasta ahora…
Porque a Dash le gusta. Le gustan todas mis partes ocultas.
El tipo que estaba usando el baño se va, y mi mano se desliza lentamente
por el torso de Dash, mis dedos presionando su cuello. No puedo dejar de mirar
mi mano y el marcado contraste entre la tinta oscura y su piel pálida. Parece
positivamente malvado.
—No puedo hacer esto. —murmuro mientras mis ojos se deslizan por la
pendiente de su cuello que me encantaría decorar con marcas de mordiscos, su
clavícula expuesta por el cuello en V de su camiseta. Estoy hipnotizado por la
definición de su cuerpo... Todas las líneas duras, visibles incluso debajo de su
ropa.
Estoy tan absorto que parece haber soltado algunas palabras, porque Dash
está repentinamente rígido, y cuando miro de nuevo a su rostro, hay
devastación en sus ojos.
—Quiero decir aquí. —aclaro rápidamente, y él suelta una bocanada de aire,
como si estuviera aliviado, trayendo una curva agradable a mis labios. Me da el
coraje para dar un salto, a pesar de todas mis inseguridades por no haber
invitado a un hombre a salir antes, y decir—: ¿Puedo verte de nuevo? Fuera del
baño de hombres...
Su rostro se ilumina, brillando como la luna sobre las cristalinas aguas
azules mientras sonríe.
—Absolutamente.
Dash
20 días fuera

Pasaron dos días desde mi pequeña aventura con Kellan en el baño. Seguiré
poniendo su nombre en cursiva en mi mente, porque todavía me parece extraño.
No volví a ver ni oír una palabra de él desde entonces, y me está afectando
un poco cada segundo que pasa, convenciéndome que cambió de opinión.
No me quiere. Ama a su esposa.
No puede estar con un chico al aire libre.
A decir verdad, yo mismo estoy un poco nervioso por esas cosas, pero
disfruto sentirme incómodo. Sabemos esto.
Estoy tan concentrado en mi adicción al hombre que no puedo preocuparme
por nada más. La idea que la gente pueda mirarnos de forma extraña, o que no
tengamos los mismos derechos que los demás en ciertos lugares. Todo es
menos importante que lo que siento por él.
Además, creo que, en esta época, ser gay o bisexual está lejos de ser
escandaloso. Ojalá pudiera ayudar a Kemper a ver eso. A menos, por supuesto,
que sus vacilaciones se deriven de otra cosa... Como el amor por su esposa. La
otra cosa que nos mantiene a distancia.
No quiero odiar a la chica. No la conozco. Por lo que vi mientras los espiaba
durante los últimos dos días, parece agradable. Tiene el pelo brillante que
probablemente huele bien y un piercing en la nariz.
Lleva esas pequeñas pulseras en los tobillos, acentuando las largas y suaves
que son sus piernas. Tiene bonitos pies.
Ni siquiera sé su nombre, pero lo que sí sé es que a su marido le gustan los
tipos. Quizás a él también le gusten las chicas. Estoy bastante seguro que
todavía lo hago. Pero independientemente de eso, hay demasiado en su mirada
persistente. Demasiado ardor, demasiada intensidad... Demasiado calor en sus
besos.
No creo que haya estado con un chico antes, al menos no desde hace
bastante tiempo, y estaría dispuesto a apostar que se muere por ello. Así como
nunca supe que era algo que quería hasta que esta parte loca de mí mismo lo
descubrió en prisión, creo que Kemper está más que ansioso por explorar los
sentimientos que estuvo alejando durante tanto tiempo. Sólo necesita un
pequeño empujón; más sutil que lo que obtuve en Alabastro, por supuesto.
Quiero ayudarlo. Necesito; ayudarlo de la misma manera que mi versión
alucinatoria de él me ayudó a mí. Se lo debo al falso Kemper, a quien ahora estoy
aceptando en mi mente como una especie de amigo imaginario al estilo de Tyler
Durden 37 . Si Edward Norton puede lograrlo en Fight Club, entonces es una
buena racionalización para mí. Además, el suyo era Brad Pitt, así que ya lo sabes.
Bastante impresionante.
Pero llevaría al Oficial Kemper por encima de Brad cualquier día. Lo siento
no lo siento.
De todos modos, son todos estos pensamientos locos los que me hacen
bailar el vals hasta la puerta de la casa de Kemper, listo para llamar. Estuve
merodeando por este bungalow durante los últimos dos días, desde que le di mi
número y nos separamos. Primero salió del baño después de decirme que
llamaría. Así que imagina mi decepción cuando eso no sucedió.
Ni siquiera un mensaje de texto. Silencio de radio.
A la noche siguiente, fui a su casa y volví a asomarme por las ventanas. Sé
que es muy raro, pero ¿qué quieres de mí? Soy un tipo raro. No puedo evitarlo.
Vi que sucedía poco. Estaban viendo televisión y comiendo comida para
llevar. Al día siguiente, lo mismo. Cada uno de ellos salió de la casa en momentos
distintos, supongo que para hacer recados o salir.
Es alucinante que dos personas puedan estar en un lugar tan hermoso y no
quieran aprovecharlo para divertirse juntas. Esto prueba aún más mi punto
sobre su relación. Y después de la forma poco entusiasta en que Kellan
mencionó a su esposa y su aniversario, creo que hay problemas en el paraíso.

37
Personaje de Brad Pitt en El club de la pelea.
Por eso tengo justificación para pasar por aquí. Sé que están en casa, ya que
llevo horas aquí de pie. Son las dos de la tarde. El momento perfecto para una
cita para almorzar.
Sé lo que estás pensando, pero nunca dije que soy una buena persona. Y, a
fin de cuentas, perseguir a un hombre casado es un tema bajo en el tótem de
mis crímenes.
Tomando una respiración profunda, llamo a la puerta, moviéndome en mi
lugar mientras algunas voces me dicen lo estúpido que soy. Es bastante
estándar, pero mi parpadeo se acelera y mi mandíbula se tensa, tratando de
hacer que se callen para poder concentrarme.
La puerta se abre y me recibe el rostro sorprendentemente hermoso de
Kellan Kemper. Se ve normal, durante medio segundo antes de que su expresión
se transforme en una de pura conmoción. Y dos segundos después de eso,
cambia a una furia abrumadora.
Agobiante principalmente porque, lo juro por Dios, vi esa cara antes. Me está
desconcertando pensar que no lo hice.
Trago saliva mientras me fulmina con una mirada reprimida por el fuego, y
no del tipo sexy. Del tipo que dice que podría golpearte la cara.
—¿Qué estás haciendo aquí? —sisea, en voz baja mientras mira
rápidamente por encima del hombro.
Hago lo mismo y veo a su esposa sentada en el sofá, en su teléfono. Se ve
muy bonita y me da asco el estómago.
—Quería ver si te gustaría ir a Tacos Hermanos a almorzar. —le doy mi tono
más educado y sonrío, rezumando la distancia que estuve practicando frente al
espejo últimamente.
—¿Por qué querría hacer eso? —gruñe, todavía mirándome, la mandíbula
visiblemente tensa—. ¿Por qué vienes aquí y simplemente...
—Cariño, ¿quién es tu amigo? —una voz suave y angelical canturrea
mientras su esposa se acerca a él, apuntando una sonrisa perfectamente casual
en mi dirección.
Sigo sonriendo de vuelta, aunque escucho que el cariño se hunde en mi
pecho, y tengo que apretar mi puño a mi lado para distraerme del dolor.
Kemper continúa enfureciéndome a través de sus ojos, mientras responde:
—Este es Dash. Es sólo... de por acá.
¿Sólo de por acá? Jesucristo, eso es peor que llamarme “nadie”.
—Hola —Paso a Kemper, extendiendo mi mano hacia su esposa—. Dascha.
Un placer conocerte.
—Hola, Dascha —Se ilumina un poco mientras nos damos la mano. Las
suyas son muy suaves—. Gran nombre. Soy Nikki. —Sus ojos se mueven y
chirría: —Me encanta tu cabello.
—Gracias. —murmuro, tratando de tragarme mis problemas antes que
suceda algo malo.
Es muy amable, lo que hace que odiarla sea aún más difícil. Y puedo olerla
desde donde estoy parado. Ha pasado un tiempo desde que olí a una mujer. Casi
olvido lo delicadas que son. Ella me recuerda a una flor.
—Está bien, bueno, gracias por pasar, Dash, pero no puedo ir. —Kemper se
mueve entre nosotros, forzando el fin de nuestro apretón de manos. Todavía
está sosteniendo la puerta, y de hecho comienza a cerrarme, murmurando: —
Nos vemos.
—Cariño, puedes ir a almorzar con él. —dice Nikki, lanzando una mirada a
Kemper, ladeando la cabeza. Luego, sus ojos vuelven a mí y se ríe entre dientes:
—Literalmente no estamos haciendo nada.
Le sonrío antes de mirar a Kemper, que ahora parece más incómodo que
enojado. Parece nervioso y completamente fuera de su alcance con toda esta
situación. Quiero decirle que me siento de la misma manera... Si tan sólo viniera
a pasar el rato conmigo, tal vez podríamos hablar un poco.
—¿Ves? Ahí tienes. —Me encojo de hombros, manteniendo el aire agradable
en mí
—El mejor pastor38 en Tulum.
Traga saliva visiblemente y luego murmura: —Me gustan las carnitas.39
—Oh, Dios mío, las carnitas. — Nikki jadea y hace eso con las manos sobre
el corazón.
Mi sonrisa ante ella se ensancha. Está bien, tal vez ella me guste.

38
Tacos hechos de carne de puerco marinada en una salsa que contiene chiles, especias, vinagre, piña y otros
deliciosos ingredientes y servidos con cilantro, cebolla, limón y salsa.
39
Hechas de trozos de carne de cerdo cocidos con un poco de agua, sal, y algunos le ponen un poco de jugo
naranja. Todo esto se cocina a fuego lento en cazo o caldero grande de cobre a fuego abierto donde la carne va
soltando su propia grasa y de esta manera dora la carne.
—¿Entonces? ¿Sí? —Me muevo en el lugar.
Suspira y asiente, luego se vuelve hacia su esposa.
—Regreso en un momento. ¿Quieres que te traiga algo?
—Estoy bien —sonríe, dándole una palmada en el hombro—. Diviértete. —
Ella se enfrenta a mí una vez más y hace este lindo saludo— ¡Encantado de
conocerte, Dascha!
—Tú también. —respondo en voz baja, preguntándome sinceramente sobre
su relación.
Nikki parece una esposa genial. Quizás es por eso que Kemper se queda con
ella a pesar de su diferente sexualidad... Porque ella claramente es una persona
increíble.
¿Quizás ella lo sepa?
Sacudiendo estos pensamientos por ahora, bajo los escalones delante de
Kemper, y él me sigue mientras deambulamos en silencio en dirección a la
playa. Está a sólo cinco minutos a pie del Strip donde se estacionan todos los
camiones de comida, pero no pronunciamos una sola palabra en todo el tiempo.
Me hormiguean las extremidades por la necesidad de hacer algo, pero no sé qué.
Así que me quedo callado mientras vamos a la fila, que no es tan larga como el
otro día. Sólo unas pocas personas frente a nosotros.
No puedo evitar mirar a Kemper, tratando de ser sutil con eso, pero cada
vez que trato de apartar la mirada, mis ojos terminan deslizándose hacia él,
como si él fuera el imán más poderoso y yo sólo fuera chatarra. Me siento
gravitando hacia él y, sinceramente, no es una sensación nueva.
Recuerdo esto bien, de las últimas dos semanas en Alabaster Pen, y
efectivamente, está de vuelta con una venganza. En prisión, Kemper se había
convertido en mi propia forma personal de atracción. Tanto si era real como si
no, sentía que era lo único que me sujetaba al planeta. Y ahora tengo esas
mismas sensaciones retorcidas, que es una forma muy molesta de sentirme por
un hombre casado que ni siquiera me mira.
Sus ojos recorren todo el lugar mientras finge leer el menú, aunque sólo
tienen como seis cosas allí, mira su reloj, da golpecitos con los pies. Es como si
estuviera usando todo lo que tiene a su disposición para parecer que somos sólo
dos tipos uno al lado del otro, cuando en teoría eso es exactamente lo que
somos.
—Entonces, ¿cuántos vas a conseguir? —le pregunto porque, al menos, la
comida debería ser algo de lo que podamos hablar y que no lo haga correr.
—Uh, no sé —Se encoge de hombros, llamando mi atención sobre la forma
en que usa su camiseta como una segunda piel. Músculos en abundancia—.
¿Quizás como... tres?
—¡¿Tres?! —jadeo a través de una risa y finalmente me mira—. Aficionado.
Si no obtienes al menos cinco, no podemos ser amigos.
Una pequeña sonrisa tira de sus labios mientras se vuelve hacia mí.
—¿Y qué te hace pensar que quiero ser tu amigo?
—Vamos, Kemp. Probablemente ya soy la persona más interesante que
conoces —mi cabeza se inclina hacia él mientras me inclino—. Y soy muy
consciente de que te gusto. Me lo dijiste, ¿recuerdas?
Algo serio pasa por su rostro y susurra: —Por supuesto que lo recuerdo.
—Entonces, ¿por qué me hiciste venir a ti? —pregunto en voz baja, ya que
sé que probablemente esté nervioso. Y yo también. Honestamente, no estoy
seguro de por qué le pregunté, aparte que realmente necesito saberlo.
Pensé que nos divertimos en el baño. Y luego desapareció.
—Yo... yo soy… —tartamudea, sacudiendo la cabeza—. Lo siento, Dash. No
sé lo que estoy haciendo.
—¿Qué es lo que quieres hacer? —Me muero por alcanzarlo, por tocarlo en
algún lugar, en cualquier lugar. Pero me abstengo, porque está asustado y no
quiero presionar. Bueno, quiero, pero no lo haré.
Kemper abre los labios, pero no sale nada. Parece completamente inseguro
de qué decir, y luego es nuestro turno de ordenar, así que tenemos que poner
esta conversación en espera hasta que consigamos nuestra comida.
Me acerco al mostrador y pido para los dos, cinco al pastor y cinco carnitas.
Ya decidí que compartiremos. Pago y cuando termino, Kemper me mira como
si estuviera disgustado.
—¿Qué? —Me encojo de hombros, fingiendo inocencia.
—Deberías haberme dejado pagar. —ruge mientras nos apartamos a un
lado para esperar nuestra comida.
—¿Por qué? Pagaste el otro día, ahora yo pago.
Se mira los zapatos con petulancia, lo que tiene que ser una de las cosas más
adorables que vi en mi vida. Quería pagar... Porque cree que es el chico. Que dulce.
Tengo que pellizcarme el labio inferior entre mis dedos para evitar reírme
en voz alta de mis propios pensamientos mientras él me mira, arqueando una
ceja.
—¿Qué? —Obviamente, ahora también está tratando de no sonreír.
—Nada, sólo estás... —Suspiro y niego con la cabeza—. Qué tipo. —Dejé
escapar una risa, y él lucía indignado, aunque la diversión en su rostro es
inconfundible.
—¿Perdóname? —Él resopla—. ¿Y eso que significa?
—Eres macho —me río—. Recuerdo haber pensado lo mismo antes. —
Busco a tientas mis propias palabras, dándome cuenta que no debería haber
dicho eso. Pero él sólo parpadea mientras me aclaro la garganta—. Te gusta
estar a cargo.
Él murmura, la boca se curva en una pequeña sonrisa agradable que sólo
necesita ser besada. El deseo me obliga a tirar de mi labio entre mis dientes, lo
que llama su atención.
—Sí, bueno... creo que te gusta —murmura, de repente más cerca de mí de
lo que recuerdo que estábamos cuando llegamos aquí por primera vez. Sus ojos
permanecen en mi boca mientras habla—. ¿No es así?
Es muy agradable a nuestro alrededor, y hay una densidad en el aire que me
roba el aliento.
—¿No yo...? —Mi cerebro está confuso.
—¿No quieres ser... controlado? —respira las palabras justo en frente de mi
cara y el olor a perfume me deja aturdido.
Por ti, Casi susurro, pero el chico de la ventana grita nuestro número de
pedido y me estremezco. Kemper también lo hace, y retrocede de un salto,
poniendo distancia entre nosotros mientras yo agarro nuestra comida y ahogo
toda esa tensión.
Es físicamente imposible estar al lado de este tipo sin dejarse llevar por él;
todo sobre él que estuvo tomando el control de mí desde hace un tiempo, ya sea
en mi cabeza o en la realidad.
Y creo que está claro que, independientemente de qué Kemper sea, él quiere
ser el que me controle.
Camino hacia el banco que da a la playa donde me gusta sentarme y comer
mis tacos. Y me sigue sin decir una palabra, dejándose caer a mi lado. Le entrego
un recipiente de poliestireno y lo dejamos en el regazo mientras abro ambos, y
transfiero a dos de mis pastores al suyo, luego le cambio dos de sus carnitas.
Una vez que termina ese proceso, inmediatamente tomo uno de los tacos,
no me importa cuál, me estoy muriendo de hambre, y le doy un gran bocado.
Mis ojos casi ruedan hacia atrás en mi cabeza por lo asombrosos que son, y
cuando siento que no se está moviendo, miro hacia arriba para encontrar a
Kemper mirándome, con alguna forma de deleite en su rostro cincelado.
Trago mi comida y murmuro: —¿Qué?
Lanza una sonrisa que probablemente podría curar cualquier dolencia.
Honestamente, quiero mirarlo para siempre con la esperanza que me cure.
Luego sus ojos se posan en su plato, arquean las cejas.
—Acabas de tocar mi comida.
Parpadeando, mi cabeza se inclina.
—¿Perdón? —No puedo evitar sonreír, porque en realidad no lo siento, y no
entiendo por qué chuparnos la cara después de tragar su carga estaría bien,
pero que yo tocara su comida no lo estaría.
—No, me gustó —murmura, tomando un taco. Uno de los que le di—. Me
gusta cómo simplemente... tomas lo que quieres. Tenías razón antes, Dash. Eres
la persona más interesante que conozco. —Hace una pausa por un momento
antes de agregar: —Y apenas te conozco.
Estoy sorprendido. No estaba preparado para ese tipo de cumplidos y ahora
no sé qué decir. Pero es la dinámica que sé que quiero entre nosotros... Él,
controlador, posesivo, alfa. Y yo, relajado y enojándolo constantemente. No
estoy seguro de por qué es atractivo, pero lo es, y es esa noción la que me hace
acercarme sutilmente a él en el banco.
Los dos seguimos comiendo, pero sus palabras se quedan grabadas en mi
mente. Odio ser el loco aquí, sentir que conozco a alguien cuando en realidad
no lo conozco. Y me encantaría conocerlo mejor, el verdadero él, pero parece
sobresaltarse fácilmente; manteniéndome a distancia porque es más fácil que
ir por algo que no puede aceptar y que podría querer.
Es agotador pensar en ello, pero finalmente me doy por vencido cuando
terminamos con nuestra comida, y extiendo la mano para tocar su pierna. No es
nada impactante, sólo mis dedos en su muslo, pero por la forma en que está
mirando mi mano, pensarías que es una cabeza de una serpiente venenosa, lista
para hundir sus colmillos al menor movimiento.
—Kemper —le susurro a la cara—. Quiero conocerte mejor y creo que tú
quieres lo mismo. Así que supongo que mi pregunta tiene que ser... ¿de qué
tienes miedo?
Su rostro se vuelve hacia el mío, y aparta la mirada de mi mano,
encontrándose con mis ojos con esos iris azul medianoche, más profundos que
cualquier abismo que pudiera imaginar. Mis dedos se deslizan por su cuenta,
acariciando su muslo musculoso a través de sus jeans mientras él traga
visiblemente.
—Todavía estoy casado, Dash. —dice con pesar.
Me parece interesante que haya dicho que todavía está casado, no sólo que
está casado. Esa palabra, aun así, tiene que significar algo, ¿verdad?
—Pero no eres feliz... —Lo miro con cautela mientras lo urjo en silencio a
que se anime sólo un poco.
Sus labios se abren como si quisiera discutir, pero antes de que pueda, le
doy una mirada de complicidad, a lo que asiente.
—¿Que se supone que haga?
—No puedo responder eso —me inclino más hacia su costado—. Pero creo
que deberías encontrar una manera de ser feliz. La felicidad es necesaria.
Él se ríe.
—¿Eres feliz?
—Sería más feliz si fueras feliz. —le digo sin siquiera pensar, y se ve
jodidamente impresionado.
—¿Cómo puedes hacer esto? —pregunta después de unos momentos de
silencio—. Ni siquiera me conoces… —Mira a su alrededor, como si la gente
fuera a saltar de entre los malditos arbustos con horquillas, condenándonos al
infierno por cometer un pecado cardinal del hombre no se acuesta con el
hombre.
—¿Quieres que mueva mi mano? —pregunto con cierta irritación en mi
tono. No estoy tratando de ser breve con él, sólo creo que debe dejarme saber
qué hacer. Ya estoy exhausto de obligarme a no montarme a horcajadas sobre
él. Todo esto es difícil.
—¿Qué pasa si mi esposa nos ve? —responde a mi pregunta con otra
pregunta, molestándome más. Sin embargo, es gracioso, estar molesto por
Kemper no es como estar molesto por otras personas. Es algo sexy cuando actúa
de manera ridícula. No sé por qué...
—¿La ves por algún lado? —miro a mi alrededor en busca de espectáculo.
Sé que ella no está aquí. Incluso si lo fuera, todavía lo haría. No estoy en el
negocio de mimar a la gente.
Este es el nuevo Dash, aparentemente. Bisexual que hace lo que quiere.
Kemper aparta nuestras cosas del camino y se vuelve para mirarme de
frente.
—Estar cerca de ti es realmente confuso para mí, ¿de acuerdo? Y sí, mi
matrimonio apesta y sé que debería... tratar de resolverlo, pero no es tan fácil.
—Se detiene y su mirada cae, sus dedos trazan los míos donde estaban en su
muslo—. He pasado por cosas que... realmente me han jodido. Me gusta mucho.
Así que es difícil volver a cablear mi cerebro. Pero quiero, Dash. Quiero...
jodidamente besarte. Ahora. —Sus ojos vuelven a los míos y están tan
malditamente azules, como una falta de oxígeno que captura mi aliento—.
Quiero besarte tan fuerte que todos en esta maldita playa sepan que eres mío,
y sólo mío.
Mío. Esa palabra me envía de regreso a una celda diminuta y húmeda con
cucarachas, donde un tipo que se ve exactamente como este dijo algo similar...
Pensé que era real, pero no lo era.
¿¿Es esto real??
Mi respiración se entrecorta mientras lo miro, inclinándome más cerca. Él
retrocede.
—Pero no puedo. Aquí no. Todavía no —Toma mi mano, mirando a nuestro
alrededor una vez más—. No hasta que me dé cuenta de mi mierda.
—¿Qué quieres que haga entonces, Kemper? —observo su hermoso rostro
en busca de cualquier señal que esto sea una fantasía—. Porque no puedo dar
marcha atrás. No es una opción contigo tan cerca.
Hace una pausa, dándome una mirada que me atraviesa, antes de
murmurar: —Sólo estamos aquí en Tulum por otros tres días —el desaliento se
alinea en su tono.
Pero no es nada comparado con el dolor que siento por esta revelación.
Es como si me hubiera clavado un cuchillo entre las costillas y no pudiera
respirar. La sangre está llenando mis pulmones mientras me dejo caer contra
el banco, mirando las aguas cristalinas.
—Bueno, eso es genial —gruño—. ¿Así que, cuál es el plan? Volver a Nueva
York, hacer algunos bebés... ¿vivir felices para siempre?
Mi corazón está gritando dentro de mí.
Kemper se queda callado un rato, deliberadamente sin contestarme, y el
silencio se convierte en algo sofocante. Hasta que finalmente habla de nuevo.
—¿Puedo ir esta noche?
Este dolor no es del tipo bueno. Y sé que soy un tonto, pero no puedo evitar
sentir que verlo esta noche lo aliviará de alguna manera. Como un torniquete
para ese estúpido órgano en mi pecho.
—Depende —me quejo, mirándolo—. ¿De verdad vas a aparecer?
Me bendice con otra de esas sonrisas y la patada me pone en marcha de
nuevo.
—Tanta actitud en un paquete tan bonito. Sí, estaré allí. Nada podría
detenerme.
Una sonrisa quiere tirar de mis labios, pero me fuerzo a alejarlos,
frunciéndolos en cambio.
—Lo creeré cuando lo vea.
Resopla una pequeña risa que se mete en mi pecho, envolviendo esa herida
un poco más fuerte. Luego mira a su alrededor una vez más antes de inclinarse
cerca de mi oído.
—Déjame compensarte, ¿de acuerdo? No he dejado de pensar en esa boca
en dos días.
Jesús, este tipo. Me estoy derritiendo.
Tomando una decisión rápida, giro la cara, y aunque quiero besarlo, él está
tan cerca, no lo hago. Pero mantengo nuestras bocas flotando, viendo sus
párpados revolotear. Es un movimiento tan delicado en un hombre tan grande
y dominante. Me encanta todo esto.
—Tienes una oportunidad más —le susurro, dedos curiosos todavía
tocando su pierna a propósito, rozando más cerca de donde sé que se está
volviendo cada vez más duro—. No te desanimes esta noche. Tengo grandes
expectativas.
—Sin presión ni nada. —murmura con sarcasmo.
—Me gusta la presión. —Me río.
Su mano golpea la mía rápidamente, para detener su deambular, y gruñe.
—Quiero jodidamente devastarte. Nunca me había sentido así antes.
Un escalofrío me recorre y tengo que obligarme a parpadear para salir de
él. Porque, aunque estoy cayendo tan lejos en lo que sea esta obsesión de
Kemper, y no quiero volver nunca más, todavía estamos en público. Y está
casado, y realmente no quiero meterlo en problemas.
—Te dejaré —entro para una última broma y él gime en voz baja—. Si te
presentas esta noche.
Se echa hacia atrás para que podamos mirarnos, las llamas en sus ojos son
tan diferentes a las que vi antes. Esta vez es un fuego de pura hambre.
—Puedes apostar tu dulce trasero a que estaré allí, Dascha.

Toda la noción de estar nervioso por la posibilidad de acostarme con alguien


con quien teóricamente ya me acosté hace que mi cerebro duela.
De ahí viene toda la ansiedad en este momento. Pensé que ya había perdido
mi virginidad, es decir, mi virginidad gay, con Kemper en Alabaster Pen. Lo
acepté en ese momento, pero luego resultó que no sucedió. Creo…
Y ahora tengo que aceptarlo de nuevo. Es como pasar dos veces por toda la
experiencia que cambia la vida. Esta es una mierda seria del Día de la
Marmota40, de Black Mirror41.
Lo único que me mantiene a raya es saber que Kemper, Kellan Kemper, lo
pasará conmigo. Si tenemos sexo esta noche, también será su primera vez con
un chico.
Si.
Sin embargo, no sé a quién engaño. Estoy tan mal por este tipo, estoy
planeando saltar sobre él en el segundo que ponga un pie dentro de mi casa.
Pero por lo que sé, no querrá hacerlo...
¿Y si quiere tocar fondo? Oh Jesús… ¡Ni siquiera había pensado en eso!
Y luego lo pienso. Y mi polla se pone tan dura que intenta escapar de la
prisión mucho menos agresiva de mis pantalones. Si mi Kemper está en alguna
parte, querrá follarme. Pero aun así... Podría ser algo con lo que experimentar
en el futuro.
Me burlo de mí mismo y pongo los ojos en blanco mientras camino,
rodeando la mesa de café en el área de mi sala de estar. Escucha a mi tonto
corazón… Imaginando un futuro con alguien que ni siquiera conozco. Está casado
con una mujer y se van de Tulum en tres días.
Soy el cabrón más grande del planeta. No hay esperanza para esto, un
pensamiento que me hace temblar el labio mientras me muevo, incapaz de
detenerlo. Estoy tan jodidamente ansioso. Odio sentirme así. Sólo quiero que
aparezca y me haga sentir normal de nuevo.
Y, sin embargo, también odio depender de otra persona, ya que la última vez
que confié en él, resultó que ni siquiera era real. Estoy tan jodidamente
asustado que vuelva a suceder, y no puedo permitir que me arranquen la
alfombra otra vez… No sobreviviré.
Hay un golpe en mi puerta y prácticamente salto fuera de mi piel, corriendo
para ir a abrir. Tomando una respiración profunda más para la buena suerte,
abro la puerta, prácticamente tropezando hacia atrás cuando lo veo.

40
Película en la que el protagonista se despertaba siempre en el mismo día, el día nacional de la marmota.
41
Es una serie de televisión antológica británica de ciencia ficción dominada por el extrañamiento y la inminencia
del futuro, donde la tecnología más avanzada choca contra los instintos más oscuros.
Es tan malditamente guapo, realmente me desconcierta que sea el primer
tipo al que vi así. Ni siquiera puedo recordar cómo era el mundo cuando no
pensaba que una mandíbula afilada cubierta de una barba incipiente fuera lo
más delicioso que había existido. O cuando no anhelaba la sensación de brazos
gigantes sumergidos en tinta sujetándome...
Sacudiéndome, me hago a un lado y le indico a Kemper que entre, lo que
hace, luciendo sólo un poco menos nervioso que yo. Vaga dentro de mi casa,
mirando a su alrededor, con las manos metidas en los bolsillos.
—Bonito lugar. —Se gira hasta que está frente a mí de nuevo.
Cierro la puerta, un clic distintivo que parece dilatar sus pupilas. Luego me
inclino contra él, sin estar seguro de si será posible estar de pie en este
momento.
—Más pequeño que el tuyo.
—¿Te vas a mover? —pregunta, entablando conversación. Tratando de
hacernos normales. Historia improbable.
Asiento sutilmente.
—Probablemente conseguiré tu lugar después que te vayas.
Realmente no quise mencionarlo, pero tan pronto como las palabras salen
de mis labios, me estremezco. Kemper suspira, de forma audible, luego se
acerca pisando fuerte hacia mí, agarrándome la cara con esas manos grandes y
perfectamente masculinas.
—¿Crees que me quiero ir? —Sus ojos perforan los míos y sé que mi labio
está temblando visiblemente.
—No sé lo que quieres, Kemper —gruño, incapaz de apartar la mirada del
azul negruzco—. Eres un maldito misterio para mí.
—Bueno, déjame aclararte entonces —me empuja hasta que estamos
prácticamente fusionados, y puedo sentir la forma de él en mí; su aliento
mentolado se cuela en mis sentidos, recordándome todas esas noches que
nunca sucedieron—. Te quiero, Dash. Quiero estar aquí contigo. No entiendo
qué es ese agarre que tienes sobre mí, pero no estoy interesado en romperlo.
Quiero... —Su voz se arrastra, la mirada acalorada se centra en mi boca.
—Toma. —respiro la palabra en una súplica, y no pasa nada más antes que
sus labios asalten los míos.
Su beso es audaz, ricamente decadente, como una buena taza de café. Estoy
en un repentino frenesí de sensaciones, besando su boca mientras su lengua
acaricia la mía y él chupa mis labios con una fuerza dolorosa.
Gimo, mis manos agarrando su camisa y su cabello, mordiendo su labio
inferior hasta que susurra, un sonido tan erótico que mi polla salta contra la
suya. Nos besamos furiosamente durante minutos, Kemper agarró mis manos
y las inmovilizó a la puerta a mis costados, aplastándome con movimientos de
sus caderas que hacen llorar mi polla. Mueve su boca a mi mandíbula, luego a
mi cuello, usando vueltas pausadas para rastrear mi pulso antes de morder, lo
suficientemente suave, aunque todavía provoca un jadeo entre mis labios.
—Eres tan delicioso, bebé. —murmura.
Mi cabeza descansa en la puerta, los ojos cerrados, listo para desnudarme y
darle a este tipo cada jodida parte de mí. No puedo evitarlo... Estamos
mezclando los recuerdos con el presente de una manera que me vuelve más
loco de lo que ya estoy.
—Kemp... —Las respiraciones entran y salen rápidamente de mis pulmones
mientras chupa el mismo punto una y otra vez en mi garganta.
—Mío —gruñe—. Eres mío. ¿De acuerdo? —Su mano se desliza entre
nosotros y toca mi erección sobre mis pantalones.
—Sí. Sí. Soy tuyo. —ronroneo, empujando en su palma.
—Esto es tan nuevo para mí, bebé —dice, agarrando mi pene como si fuera
algo que siempre ha querido hacer. Me vuelve loco—. Lo he imaginado durante
mucho tiempo... Soñé con lo que se sentiría.
—¿Así es como te lo imaginaste? —pregunto, y él me mira, fijándome en mi
lugar con esos ojos cautivadores.
—Es mucho mejor. —susurra, luego se acerca a mi boca una vez más para
besarme sin aliento.
Finalmente, me saca de la puerta, haciéndonos girar hasta que nos besamos
en nuestro camino hacia el sofá. Le doy el salto y lo empujo hacia abajo,
arrastrándome sobre él mientras vuelvo a su boca, cálida y húmeda como la
seda, mezclada con menta y deseo inexplorado. Un sabor tan estupendo.
—Gracias por invitarme. —divaga en mis labios, provocando una sonrisa
mientras sus manos serpentean debajo de mi camisa para tocar mis
abdominales.
Me encanta la vacilación en sus movimientos. Nunca entendí eso en mis
fantasías y me excita enormemente por razones que no estoy seguro de
entender del todo.
—Gracias por demostrarme que estoy equivocado y aparecer. —Empujo
mis caderas hacia abajo sobre las suyas, frotando nuestras pollas hasta que él
gruñe.
—No debería estar aquí... lo sé. —Su dedo índice traza la cintura de mis
bóxers.
Dejo los besos el tiempo suficiente para hacer contacto visual.
—¿Te sientes mal... por estar aquí?
—No tan mal como debería, estoy seguro. —Me da una pequeña sonrisa
maliciosa, ese mismo dedo tirando del material de mi piel una pulgada.
—¿Quieres hablar acerca de ello? —No puedo evitar la diversión en mis
labios mientras me devuelve la sonrisa.
—No. Hablar es lo último que quiero ahora mismo...
Me cierro sobre su rostro, bromeando.
—Pensé que no te gustaban los chicos.
—Creo que estaba mintiendo. —gruñe, luego acerca mi boca a la suya para
que podamos besarnos un poco más, borrando todo rastro de humor.
Los besos son lentos, voraces y sensuales, engendrando tensión entre
nosotros como una reacción química en el aire. Colores vibrantes brillan detrás
de mis ojos mientras jadeamos juntos, sonidos de ansiosa anticipación
moviéndose de uno a otro.
Está temblando, probablemente por los nervios y la excitación. Es la cosa
más sexy que experimenté en mi vida.
—¿Puedo...? —traga saliva— ¿Quitarte la ropa? —Un suave maullido se me
escapa cuando agrega: —Quiero ver tu cuerpo, Dascha. He estado soñando
contigo...
—Me estás matando, Kemper. —Levanto la camiseta hasta el pecho,
trazando los tendones de sus abdominales con las yemas de los dedos—. Me
desnudaré si tú lo haces.
Él sonríe y tira de mi camisa sin decir una palabra más. Luego lo hace con la
suya, esas poderosas manos decoradas con tinta negra volviendo a patinar
sobre mi piel pálida. Luce perfecto.
—Me encanta cómo dices mi nombre así. —Su pulgar roza mi pezón hasta
que se endurece.
—Kemper... —respiro, besando su cuello y su oreja—. K-Kellan.
Él gime y yo también. Decir su nombre se siente como un secreto erótico
que estamos compartiendo.
Él desabrocha mis jeans, luego los baja, dejando los bóxers levantados, sus
manos descansando en mis caderas.
—Toca mi trasero. —me quejo, chupándole el lóbulo de la oreja hasta que
hace lo que le digo.
Sus manos se deslizan hacia abajo en mis bóxers, ahuecando mis nalgas con
fuerza. Deja escapar un gemido áspero.
—Tu trasero es tan jodidamente agradable. No sabía que los chicos podían
tener traseros así.
Tengo que reírme de eso. Porque supongo que tiene razón. Yo tampoco lo
sabía realmente hasta que empecé a darme cuenta.
—¿Quieres ver cómo se siente... por dentro? —Le lamo el cuello y tiembla.
—¿Eso es lo que te gusta? —Su voz está ronca por la excitación—. Quiero
complacerte. Quiero hacerte sentir bien.
—Mmm... qué dulce —una sonrisa perezosa tira de mi boca mientras lo follo
en seco, sólo un poco, porque no puedo detenerme—. Haré lo que quieras,
cariño.
Hace un ruido suave, los dedos se deslizan entre la rajadura de mi trasero.
—Dios, llámame bebé de nuevo...
—Sigue tocando, bebé. —Estoy mareado por este calor—. Si te mojas el
dedo, puedes empujarlo dentro de mí...
—Joder —se estremece—. No voy a durar, Dash. Esto es tan jodidamente
caliente.
Suelto una risa seductora, luego tomo uno de sus brazos y lo aparto,
sosteniendo su mano en la mía. Mantengo mis ojos en los suyos mientras meto
su dedo índice en mi boca y lo chupo. Sus labios se abren, los ojos entrecerrados
mientras me mira, chupándose el dedo como yo chupé su gran polla perfecta la
otra noche.
Quiero esa polla dentro de mí. No sé si me lo imaginé antes, pero no me
importa porque, aunque fuera una fantasía, fue fantástico. El dolor de ese objeto
extraño gigante desgarrándome fue exactamente todo lo que nunca supe que
me estaba perdiendo. Y todo lo que me perdí desde Alabastro.
Ni siquiera me masturbé desde que escapé, por lo que decir que estoy
agotado sería quedarse corto. Probablemente no tanto como Kemper, pero, aun
así. Entre los dos, somos una pareja hecha en el cielo presemen.
—Cariño, eres tan sexy. —me dice mientras me meto el dedo en la garganta,
haciéndolo lo más húmedo posible. Tengo cosas para usar como lubricante,
pero está en el dormitorio, y prefiero lidiar con algunos dedos en carne viva que
interrumpir este delicioso momento.
Pongo otro dedo en mi boca, dejándolos a ambos goteando saliva y luego
beso su boca, empujando su mano detrás de mí. Inmediatamente toma el
control y no pierde el tiempo abriéndome con una mano mientras la otra se
burla de mi ano con los dedos mojados.
—Dios... he estado pensando en esto durante tanto tiempo. —las palabras
huyen de mis labios como resultado de mi cerebro empañado por la lujuria.
—Yo también. —Su dedo índice rodea metódicamente mi borde por un
momento antes de presionar dentro. El impacto inicial hace que me endurezca
por instinto—. ¿Está eso bien?
—Está más que bien —me relajo un poco, moviendo mi cara hacia abajo
para lamer su pecho—. No sientas que necesitas tomártelo con calma, bebé.
Puedo manejarlo, confía en mí.
—¿Te gusta más? —gruñe, su tono se asemeja al viejo Kemper mientras
empuja su dedo más profundamente en mi culo y yo maulló.
—Dios, sí. —Mi frente cae sobre su pecho, las caderas empujan hacia atrás
para hacerlo más profundo—. Más.
—¿Cómo esto? —empuja su dedo completamente dentro de mí hasta que
me llega hasta los nudillos y estoy ronroneando.
Estoy a su merced. Aunque estoy encima de él, estoy acostado en sus brazos,
con el culo abierto mientras él me folla con los dedos como lo necesito. Duro,
profundo y posesivo. Como si fuera mi dueño.
—Kemper... joder... —Me retuerzo en su enorme y duro cuerpo mientras él
quita el dedo y luego lo vuelve a meter dentro, esta vez con el otro, sin
mostrarme amabilidad.
No es fácil entrar en él. Empuja sus dedos en mí profundamente, luego los
saca un poco y los empuja hacia adentro, trabajando algunos golpes,
construyendo una fricción que arde, por falta del lubricante adecuado y
probablemente por falta de penetración por un tiempo.
Pero estaría mintiendo si dijera que no me gustó. El dolor me excita más y
mi polla está tan dura que está erguida, medio saliendo de mis bóxers.
—Tu trasero es tan cómodo y cálido, bebé. —susurra, masajeando mi
mejilla con una mano, mientras que la otra mete esos dedos bien formados en
mi agujero una y otra vez—. Apuesto a que se sentiría divino poner mi polla
aquí.
—Hazlo —le suplico, moviendo mi boca a lo largo de sus pectorales,
chupando un pezón entre mis labios para hacerlo gemir—. Fóllame.
—¿Sí? —Él golpea mi próstata y yo gimo un ruido irregular, moliendo mi
polla en su pelvis, líquido preseminal goteando sobre él—. ¿Quieres que ponga
mi gran polla en este pequeño agujero?
—Sí. Por favor, Kemp. —Ya me estoy quemando jodidamente, retorciendo
mi cuerpo sobre él con sus dos dedos en mi culo, controlándome.
—Vas a ser mi muerte, Dascha. —Me da unos empujones más de sus dedos
antes de sacarlos y golpearme en el trasero. No es demasiado fuerte, pero es lo
suficientemente sorprendente para dar un salto, y un serio rubor trepa por mi
cuello y mejillas. Me da una sonrisa maliciosa—. Te gusta eso, ¿no?
Aprieto mis labios, tratando de actuar con dureza, pero obviamente él no se
lo cree.
Se sienta de repente, obligándome a retroceder hasta que estamos nariz con
nariz, mientras me sostiene por la cintura y gruñe: —Eres un sueño hecho
realidad, Dascha. El juguete perfecto para mí, cariño.
Mis labios se abren, pero no tengo voz. Ni siquiera sé qué decir. Estoy
atónito.
—Dime lo que quieres. —suplica con sus manos sobre mí.
Tú, dice mi cerebro sin pensarlo. Sólo tú.
—Ven a la habitación. —me pongo de pie y tomo su mano, tirando de él
conmigo—. Quiero pasar tanto tiempo como sea físicamente posible contigo
entre mis piernas.
Me quema con una mirada de soplete, aunque soy testigo de cómo la nuez
de Adán se mueve en su garganta, lo que demuestra que, a pesar de su lado
dominante, todavía está nervioso, lo que me gusta.
Me encanta que todavía tenga esta primera vez suya. No quiero que nadie
más lo toque.
¿Y su esposa?
Sacudiendo ese pensamiento, me quito los pantalones y los bóxers,
dejándolos en el piso de la sala mientras camino delante de él hacia el
dormitorio. Lo miro por encima del hombro y lo veo babeando sobre mi cuerpo.
Me hace sonreír satisfecho mientras entro en el dormitorio adjunto. Las luces
están apagadas aquí, pero hay un tenue resplandor proveniente de la otra
habitación, que funciona para un poco de ambiente.
Dejándome caer en la cama, me apoyo sobre los codos mientras lo miro,
entrando tranquilamente en la habitación con esa arrogancia confiada, algo que
una simple confusión en la sexualidad no puede borrar. Está seguro de sí mismo
y se siente cómodo en su propia piel, incluso cuando se siente incómodo con
sus sentimientos. Debo apreciar eso, porque siempre me he sentido de la misma
manera.
Tengo confianza en mi cuerpo, independientemente de lo que suceda y me
haga sentir incómodo. Todos son factores externos, pero tengo que decir que
desde que llegué aquí a Tulum, me he sentido más como el Dash real de lo que
creo que nunca antes.
Me encanta. También quiero eso para Kemper.
Si no tuviera que irse...
Tragándome esos sentimientos, miro mientras se quita los pantalones y los
bóxers, su enorme tamaño abruma la habitación. Es tan grande, aún más su
presencia dominante. Gran parte de él es excitante, y no puedo creer que tenga
una segunda oportunidad de experimentarlo.
Mordiéndome el labio, no puedo dejar de mirar mientras él camina hacia la
cama, luego gatea, sobre sus manos y rodillas, hacia mí. Me agarra por la
pantorrilla y tira de mí más cerca de él, sobresaltándome un poco, lo que creo
que puede notar por la expresión de mi rostro porque se ríe.
—¿Has hecho esto antes? —murmura, empujando mis piernas abiertas
mientras se mueve entre mis muslos separados, con los ojos clavados en
nuestras pollas. Tan duro como puede estar, venas visibles, piel estirada casi
brillante.
Su polla es tan enorme como recuerdo, aunque la tenía en la garganta la otra
noche. Pero no llegué a verlo realmente. Ahora recuerdo lo bien que se ve
frotando contra la mía. Y se siente aún mejor, especialmente cuando sus bolas
se arrastran sobre las mías mientras nos hace reír. Mi cabeza cae hacia atrás en
la cama.
—Um... yo...—Considerando lo que voy a decir, respondo de la única manera
que tiene sentido—. Sí. Lo hice.
—Sí, no sé por qué pregunté eso —su cabello dorado cuelga en su rostro
mientras baja sus labios hacia los míos—. No quiero pensar en que nadie más
te tenga. Siempre.
Fue usted, Oficial. Siempre fui suyo.
Sin embargo, mis pensamientos no pueden manifestarse en palabras.
Porque no tiene sentido. Así que me quedo callado y sostengo su rostro,
acercando su boca a la mía.
—Nadie más importa, bebé —beso su labio inferior lentamente hasta que
murmura—. Sólo tú.
—Esto es una locura —dice mientras me devuelve el beso—. Es tan…
diferente contigo. Es como si... nos hubiéramos conocido antes. —Mi corazón
patina en mi pecho, lo suficientemente fuerte como para doler. Sus ojos se
clavan en los míos—. Cuando dices mi nombre, te suena.
—Creo... que eres parte de mí, Kemper —Mi palma se desliza sobre su
corazón—. Lo siento si eso es intenso...
—Me siento de la misma manera. —Respira, atrapando mis labios en un
beso que abruma mis sentidos.
Ya no tengo ni idea de dónde estoy ni de lo que está pasando. Todo lo que
sé es que esta noche se trata de nosotros, finalmente. El verdadero nosotros. Si
sólo tenemos este secreto. Si todo lo que tengo es él en la oscuridad, entonces
me aferraré al momento con fuerza, tanto como pueda.
Nos besamos tranquilamente durante un rato, generando fricciones y
quemándonos el uno al otro hasta que ambos jadeamos, las pollas están rígidas
y nos duelen.
—Quiero explorar cada centímetro de tu hermoso cuerpo, cariño —Kemper
sostiene mi rostro en una mano, mientras con la otra toma mi muñeca y la lleva
a sus labios, besando la palabra Mi tatuada para él, sin siquiera saberlo—. Pero
tampoco puedo esperar a estar dentro de ti.
—Haz eso primero —mi voz sale ansiosa, a lo que él murmura una risa
seductora—. Tenemos toda la noche para los juegos previos.
Se ríe de nuevo, moviendo mi muñeca por encima de mi cabeza y
sujetándola allí.
—¿Quieres que te joda, Dascha?
Un pequeño gemido resuena en el fondo de mi garganta.
—Quiero que me folles.
Parpadea con pesados párpados, toma mi otra muñeca y la mueve por
encima de mi cabeza también. Luego se inclina, recorriendo sus suaves labios
por la cavidad de mi cuello, pellizcando mi clavícula antes de continuar con mis
pezones. Me sujeta y lame círculos alrededor de ellos, luego chupa, con fuerza,
doblando los dedos de mis pies, antes de morder suavemente hasta que mi polla
salta. Repite las acciones en mi pecho, derecho, izquierdo, derecho, izquierdo,
torturándome con la acción hasta que me quedo sin aliento y apenas puedo ver
bien.
—Me gusta jugar contigo. —Suelta mis muñecas, deslizando las manos por
mi torso, hasta que una alcanza mi erección. La cierra con un puño y la sacude,
sensualmente ruda. Como a mí me gusta—. Tienes un cuerpo que merece ser
adorado, Dascha.
—Kemp... estoy mareado... —No sé ni lo que estoy diciendo, pero mi cuerpo
está dando vueltas, y todo lo que quiero en el mundo es que empuje su polla
gigante dentro de mí. Me muero por ello.
—¿Tienes lubricante? —murmura, y esas palabras que salen de su boca
malvada, con esa voz profunda como sexo para tus oídos, me arruinan un poco
más.
—Mesita de noche. —Respiro, la cabeza girando mientras se acerca. Escondí
un poco de lubricante allí hoy, demasiado ansioso por esta noche.
Vuelve a mí con la botellita, la abre y aprieta un poco en sus dedos.
—No usemos condón. Espero que esté bien… —Separo mis labios, pero él
continúa antes que pueda responder—. Quiero sentirlo todo, cariño. Estoy bien,
te lo prometo. —Besa mis labios y mi cerebro se vuelve una papilla—. Siempre
que quieras esto también.
—Quiero todo de ti. —le digo, inclinando mi cabeza hacia atrás, dándole
acceso a mi garganta.
La decora con besos y mordiscos, mientras se acaricia lubricando su larga
polla, luego desliza sus dedos entre mis mejillas. Gimo ante su toque y él
suspira.
—Dios, probablemente voy a correrme tan rápido. —Agarra mi cadera con
fuerza, sosteniéndome mientras envuelvo mis piernas alrededor de él un poco.
Sonrío con los ojos caídos, tocando su pecho mientras él toma su polla en su
mano y presiona la cabeza contra mi culo. Estoy tan relajado que es casi
alarmante. Estoy jodidamente listo para que bombee el aire de mis pulmones.
—Empuja tu polla dentro de mí, Kemp —le suplico, trazando todos los
tatuajes en su pecho y hombros—. Dame esa gran polla.
Él gime y deja caer su frente sobre la mía, dándome un buen y fuerte
empujón, esa suave y gorda cabeza deslizándose dentro de mi trasero. Ambos
gemimos al mismo tiempo, antes que él empuje de nuevo, alimentándome
lentamente centímetro a centímetro, rompiendo los anillos de mi cuerpo.
Arde fuertemente, pero me encanta. Me encanta cómo me posee así,
forzando su enorme polla dentro de mí hasta que está a mitad de camino, luego
tirando hacia atrás sólo un poco, sólo para perforar más profundamente.
—Joder —ahogo la palabra de nuevo mientras Kemper entierra su rostro
en el hueco de mi cuello, sosteniendo nuestros cuerpos juntos mientras se
adentra más en mí—. Te sientes mejor de lo que recuerdo...
—¿Que bebé? —jadea, demasiado ocupado llenando mi cuerpo con el suyo
para darse cuenta de lo que dije.
—Nada. Más duro, cariño. Fóllame más fuerte.
Soy todo sensación en este momento, su piel rozando debajo de mis bolas
mientras se sumerge en mí, golpeando cada jodido nervio en el camino. Hay
salpicaduras en mi visión, un sol ardiente de placer disparándose a través de
mis entrañas mientras él toca fondo y se mete en mí hasta la empuñadura,
jadeando en mi cuello mientras lo hace.
—Jesucristo... —gruñe un torrente de palabras— Jesús, maldito Cristo,
Dash... Dios mío, Dios mío...
—¿Lo sé, verdad? —Tiro de su cabello mientras me folla más fuerte, tan
profundo que ni siquiera sé qué hacer conmigo mismo. Creo que está todo el
camino hacia arriba… hacia el interior de mi cuerpo.
—Dios, estás tan apretado. —Me acaricia el culo tan bien que ya estoy a
punto de estallar. Eso y la fricción de sus abdominales en mi polla es casi
demasiado—. Tu dulce trasero es apretado y cálido... como un coño.
Trago, gruñendo junto con sus embestidas, recordando...
—Mejor que un coño. Mucho mejor… Cariño, eres lo mejor que he tenido. —
me sigue divagando, con las manos apoyadas en mi pecho mientras me folla,
más fuerte y más fuerte. Una mano sube a mi garganta y casi me corro en el acto.
—Fóllame, Kemp. —Una capa de sudor brilla en su pecho, y en el mío,
mientras nos frotamos juntos, y él me empuja sin sentido—. Fóllame en el culo.
—¿Te gusta cómo me follo tu culito, bebé? —Bofetada, bofetada, bofetada.
Dios, esto es intenso. Tan jodidamente bueno... Me perdí en esto.
—Jesús, Dash, estás tan apretado —deja caer su cabeza en mi pecho—. Tan...
apretado... no puedo...
Su respiración se vuelve inestable, sus profundos gruñidos desiguales.
Reconozco el sonido.
Va a correrse...
—Bebé, no puedo aguantar —gime, mordiendo mi pectoral—. Estoy...
joder...
Y luego siento su polla hincharse dentro de mí y latir. Puedo sentirlo
soltando su carga dentro de mí, y es jodidamente increíble. Estoy tan cerca de
correrme, le doy una palmada en el trasero, obligándolo a seguir moviéndose
dentro de mí.
—Me corro... Me corro... ¡sísss, Dash! —Llora, lamiéndome y mordiéndome
por todos lados.
Mi corazón se expande en mi pecho, lo suficientemente ancho como para
romperme las costillas. Kemper deja caer su peso corporal sobre mí, casi
aplastándome debajo de él, aunque me gusta. Me encanta lo pesado que es. Mi
corazón se mece en él y el de él en mí, nuestros cuerpos sudorosos se deslizan
juntos mientras él baja de su éxtasis.
Él gime y se cubre la cara, y no puedo evitar reírme, pasando mis dedos por
su cabello.
—Eso fue tan vergonzoso —murmura detrás de sus manos—. Soy un
perdedor.
Me río entre dientes un poco más, encontrándome extraño que esté tan
cálido y confuso a pesar que no me corrí.
—Créeme, no es la cosa más vergonzosa de la historia.
Me vienen a la mente recuerdos de mí usando una jaula para el pene...
Él aparta sus manos y puedo asomarme a su hermosa cara sonrojada
después del orgasmo. No puedo dejar de mirar. Resulta que los colores son igual
de brillantes si no me corro. No tiene nada que ver con mis orgasmos.
Es él.
—Lo siento mucho bebé. —Se ve muy molesto y no quiero que lo esté. Fue
su primera vez. Quiero que esté feliz, no triste—. Lo compensaré hasta...
Lo detengo con mis dedos en sus labios.
—Eso fue increíble. ¿Sabes lo bien que te sientes? Incluso ahora…
Me muevo, porque él todavía está dentro de mí, y aunque no está
completamente duro, definitivamente podría correrme si sigue moviéndose.
—Te sientes como un maldito sueño, Dascha Reznikov. —Deja un beso en
mis labios y borra todos mis pensamientos, mis dedos se entrelazan en su
cabello para besarlo más profundamente.
Cuando salimos a tomar aire, Kemper mantiene los ojos cerrados por debajo
de mi cintura mientras se aleja de mí. No estoy seguro de lo que está haciendo,
pero creo que está viendo su semen gotear fuera de mí, y hace que el calor de
mi cara aumente un par de cientos de muescas. Sin embargo, parece
hipnotizado y estoy volando.
Eso era lo que necesitaba. Era la primera vez que tenía sexo gay y,
sinceramente, ya parece un hombre nuevo. Espero haber sido yo... Espero
haberle hecho esto. Lo hizo feliz.
Rodea mi cintura con sus brazos y acaricia mi cuello con sus labios.
—Me encanta tu olor. Y tu sabor...
—Ya eres bastante dulce conmigo por alguien que acaba de perder su
virginidad de amigo. —Sonrío con calma, con los ojos cerrados, disfrutando de
la sensación áspera de su barba incipiente en mi piel.
—¿Amigo de virginidad? ¿Es eso una cosa? —Pasa su nariz por mi
mandíbula y yo asiento.
—Sí. Es cuando tienes sexo con un hombre por primera vez. Es totalmente
una cosa. —Kemper está callado por un momento, simplemente trazando uno
de mis tatuajes en mi pecho. Ojalá pudiera leer su mente. Quiero saber qué está
pensando...
Y luego, de alguna manera leyendo mi mente, me dice.
—Ojalá no estuviera casado.
Sin siquiera pensar, digo: —Déjala.
Siento que sus músculos se tensan por un momento, pero luego suspira.
—Sí. Tengo que hacerlo.
—¿La amas? —Mi estómago se desliza por mi esófago por las posibles
formas en que podría responder a esto.
—Ella es una gran chica —su dedo cruza las líneas de mis abdominales—.
La amo como a una amiga. Pero nunca me he enamorado de ella. —Hace una
pausa por un momento antes de susurrar: —Nunca he estado enamorado de
ninguna chica.
Asiento con la cabeza, en relación con eso. Nunca antes me había
enamorado de nadie.
Tragar se siente difícil por un momento.
—¿Has estado enamorado de un chico? —pregunto.
Esta vez se incorpora para mirarme. Sus ojos brillan como zafiros, los labios
de un seductor tono rosado de todos los besos. Toma mi mano y lleva mis dedos
a la cicatriz de su clavícula.
—Pensé que lo era una vez —murmura—. Era muy joven… en la escuela
secundaria. Mi mejor amigo, su nombre era Jeremy. Solíamos pasar el rato
todos los días. Éramos inseparables. Todavía estaba averiguando cosas y no
entendía lo que estaba sintiendo. Hormonas furiosas, todos mis amigos
hablando de besarse con chicas, ya sabes...
Asiento con la cabeza, observando su rostro mientras me mira, alternando
entre mirarme los labios y los ojos.
—De todos modos, comencé a desarrollar sentimientos por Jeremy —
continúa—. Intenté besar a un par de chicas y nunca me sentí bien. Pero me
quedaba despierto toda la noche pensando en besar a mi mejor amigo. Supongo
que era heterosexual. Siempre saliendo con chicas, y me estaba matando. Así
que una noche volvimos a mi casa después de una fiesta y él se iba a quedar a
dormir, como lo había hecho un millón de veces. Excepto que esa noche
empezamos a hablar, y lo siguiente que supe fue que lo estaba besando.
Mi instinto se retuerce con unos extraños celos al escuchar esto. Al
imaginarme a mi Kemper besando a otro chico, aunque sé que es una estupidez.
Estaba en la escuela secundaria. Ni siquiera lo conocía...
Aun así, me siento incómodo. Odio cómo me hace sentir esto... ¿Por qué
estaría celoso de su novio de la escuela secundaria?
—Y para mi sorpresa —la voz de Kemper interrumpe al pequeño monstruo
verde dentro de mí— Él me devolvió el beso. Fue jodidamente revelador. Se
sintió increíble, y duró muchos minutos. —Él sonríe, levantando su pulgar hacia
mi labio inferior, rozando la curva y dándome escalofríos—. Hasta que mi padre
se acercó a nosotros.
Su rostro cambia rápidamente a uno mucho más solemne, y trago saliva.
—Me dio una paliza... Casi me mata. Me tiró por las escaleras. Me rompí la
clavícula y el hombro. De ahí es que tengo esta cicatriz.
Parpadeando hacia él, toco la cicatriz, sintiendo el dolor a través de su piel,
en su voz y en su corazón, a través de mis dedos. Finalmente lo veo mucho más
claro… por qué ha tenido tanto miedo.
—Realmente me jodió, Dash —dice, asentando ese azul profundo sobre
mí—. Me hizo sentir que lo que quería estaba mal. Me convenció que no podía
ser un hombre como otros hombres. Y así terminé viviendo mi vida. Hasta que…
—Se detiene abruptamente. Mi cabeza se inclina hacia un lado, suplicándole en
silencio que termine—. Hasta que te conocí.
Mi corazón galopa dentro de mí mientras me inclino hacia adelante,
presionando un beso en su cicatriz.
—Kemper, no soy un experto en nada de esto —niego con la cabeza—.
Recientemente me di cuenta que era bisexual, pero tan pronto como lo admití,
fue como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Y todo quedó tan
claro. Sin complicaciones. —Le peino el pelo hacia atrás con los dedos—. Creo
que viví durante mucho tiempo con las anteojeras puestas sobre mi sexualidad,
pero tuve que aceptarlo en mi propio tiempo. No tienes que decírselo a todo el
mundo, porque no se trata de nadie más que de ti. Dígalo a sí mismo y el resto
saldrá bien. Lo prometo.
Los ojos de Kemper me queman y me lanza una mirada tan profunda que ni
siquiera sé cómo procesarla. Creo que quiere decirme algo y está sacando todo
el aire de la habitación.
—Dash... sé que puede parecer extraño, o repentino, pero no quiero dejarte.
—murmura, luego besa mis labios, todos estos nuevos sentimientos y
revelaciones sintonizando la mierda del mundo. De mi cerebro.
Hace que todo sea tan pacífico. Y eso me encanta…
Creo que lo amo.
Nuestros besos se calientan y su mano encuentra su camino hacia mi polla,
todavía dura y palpitante por la falta de liberación.
Lame mi pecho y estómago, mirándome, luciendo como un sueño ahí abajo.
—Enséñame a complacerte, bebé. Quiero aprender.
—Esto es tan al revés. —respiro, desconcertado por la forma en que han
cambiado las tornas.
—¿Qué significa eso? —Me pregunta mientras toco sus labios.
—No importa. Abre la boca.
Él lo hace. Y usa esa boca para secarme. La boca que me acaba de confesar
cosas. La boca de un hombre que pensé conocer, pero resulta que ahora lo estoy
conociendo. Y realmente no importa en absoluto, porque él está aquí ahora.
Chupando mi polla, practicando conmigo. Aprendiendo a dar mamadas, por
mi cuenta. Es jodidamente perfecto, como él.
Cuando me hace correrme, se lo traga todo, tan embelesado en esta nueva
lujuria que está agarrando mi cintura todo el tiempo, masturbándose hasta que
se corre de nuevo.
Y nos desmayamos juntos en mi cama, felices y un poco menos confusos que
el día anterior.
Kellan Kemper

Me despierto sintiendo algo que no estoy seguro de haber sentido alguna vez
realmente...
Contento.
Estoy cálido y gloriosamente sereno, incluso en mi estado de inconsciencia.
Creo que tuve un sueño fantástico, pero a medida que despierto más, descubro
que es una realidad.
Me toma un momento recordar dónde estoy hasta que vuelve a mí. Estoy en
la cama de Dash, donde finalmente nos quedamos dormidos después de horas
de tonterías. Primero nos desmayamos juntos, luego lo desperté. Luego nos
desmayamos de nuevo y me despertó. Fue irreal... Y, sin embargo, realmente
sucedió.
Cosas con las que he pasado toda mi vida soñando… sucedieron con Dash
anoche, hasta esta mañana. Con los colores del anochecer asomando a través de
las cortinas, nos tocamos tanto que estaba seguro que se me caerían los dedos.
Besados tanto que mi boca se entumeció.
Jodidamente brillante.
Y ahora, ahora, estoy tumbado aturdido, con los ojos cerrados, recordando
la sensación de él sobre mí. Está arraigado en mi carne como la tinta que he
tenido durante tantos años.
Todavía puedo sentirlo...
De hecho, hay un calor serio a mi alrededor, un hormigueo que cubre mi
piel.
Cuando mis ojos se abren y miro hacia abajo, encuentro la fuente de mis
buenos sentimientos, debajo de las sábanas. Una sonrisa se apodera de mis
labios mientras mis párpados caen de nuevo, la cabeza cae sobre la almohada.
—¿Estas tratando de matarme? —Levanto la sábana y miro adentro para
localizar al culpable de cabello rosado.
Intenta sonreír, incluso mientras me traga profundamente la polla, que es
adorablemente sexy. Cuando susurra en mi polla, tiemblo.
—Muerte por orgasmo. —Mis dedos recorren su mandíbula, mirando con
fascinación mientras chupa de tal manera que me hace querer hacer mucho más
que simplemente quedarme aquí y mirar. Mis dedos peinan su cabello y lo uso
para obligarlo a quedarse quieto, provocando un gruñido desde la parte
posterior de su garganta.
Sé que a veces le gusta lo duro. Lo exploramos un poco anoche cuando me
dijo que le sujetara la garganta mientras se corría. Vi un mundo de
deslumbrante placer en sus ojos de bosque, y supe en ese momento que nunca
podría dejar ir a este hombre.
No hay forma. Él es exactamente todo lo que siempre he querido en otra
persona, y preferiría entregar mi vida por completo que dejar que eso se escape.
El destino me dio otra oportunidad de ser feliz, con el hombre con quien la
quiero.
Sacando su boca de mí por su cabello, lo miro mientras un grito ahogado
escapa de sus labios húmedos.
—Quiero probarte, bebé. Mientras me chupas la polla.
Sus mejillas están enrojecidas de ese dulce rosa pálido que amo tanto ver
mientras se muerde el labio, arrastrándose lentamente hacia mí, hasta que su
boca se cierne sobre la mía.
—Toma lo que quieras de mí. —dice en un tono suplicante que hace que mi
polla palpite.
Sostengo su rostro en mis manos, besándolo suavemente por un momento,
antes de empujar su pecho y moverlo hacia arriba. Le doy una mirada que él
entiende sin que yo pronuncie una palabra, dando vueltas hasta que su culo se
extiende ante mí como un festín, su boca se hunde inmediatamente en mi polla.
Soltando un gemido de placer, lo abro, sin perder tiempo rodeando su borde
con mi lengua. Mi respiración es entrecortada, incapaz de creer que tengo esto.
Tengo algo de lo que hui, por miedo.
Pero aparentemente no puedes escapar de tu corazón.
Inclinándome hacia Dash, beso y lamo, adoro y aprecio, mientras él hace lo
mismo conmigo. Aturdido, me muevo sobre sus bolas, chupando con fuerza
porque sé que le gusta un poco de dolor. Y cuando su polla palpita en mi pecho,
la tomo en mi mano, acariciándola un par de veces antes de apuntarla a mi boca.
Dash gime alrededor de mi longitud mientras sostengo sus caderas,
inclinándolo para poder chuparlo mientras él me chupa. Es abrasador; estamos
quemando la cama, jadeando y sudando juntos en un deseo tan fuerte que es
como su propia fuente de energía.
De alguna manera terminamos de nuestro lado, comiéndonos vivos hasta
que puedo sentir mi orgasmo construyéndose, envolviéndome fuerte. Dash está
prácticamente llorando sobre mi polla, sus caderas empujando contra mi cara.
Me envía directamente al límite a un clímax explosivo que me tiene agarrando
su trasero con tanta fuerza que tendrá moretones en las huellas dactilares.
No puedo esperar a verlos. El pensamiento hace que me corra aún más fuerte
en su boca mientras me bebe. Y luego viene por mí, retorciéndose con gracia
dentro de mí mientras chorros de semen fluyen en mi boca. Libera mi polla de
sus labios para cantar mi nombre...
Kemper... Kemper, Kemper, Jesús, Kellan, me estoy corriendo tan fuerte por ti,
cariño...
Es como una canción de amor que se quedará en mi cabeza para siempre.
Para cuando ambos nos hemos recuperado, Dash está boca arriba de nuevo,
su cabeza en mi pecho mientras mi corazón late bajo su mejilla y sus golpes en
mi estómago. Tomo su mano en la mía, jugando con sus dedos. Puedo sentir sus
pensamientos; una sensación tan abrumadora, algo que nunca pensé que
pudiera experimentar.
Su dedo índice pasa por mi anillo de matrimonio y trago saliva.
—¿Dónde cree tu esposa que estás? —su voz murmura, silenciosamente
curiosa y muy Dash. Hay algo inocentemente curioso en él que saca a un libro
cerrado como yo de su caparazón de soledad.
—Realmente no lo sé… —le respondo con sinceridad, y eso lo atrapa. Su
rostro gira en mi dirección—. Le dije que iba a salir a tomar algo contigo anoche.
Supongo que pensará que me estrellé aquí...
Su boca se curva en una pequeña sonrisa.
—A pesar que su condominio está a menos de diez minutos a pie de aquí.
No puedo evitar sonreír. Porque le queda muy bien.
—No tiene mucho sentido, supongo.
—No. No es así. —Estira los brazos antes de cruzar las manos sobre mi
pecho y apoyar la barbilla en ellas para mirarme—. ¿Qué le vas a decir?
Un suspiro sale de entre mis labios y me froto los ojos.
—Tengo que decirle la verdad, Dash. Pero es difícil... Llevamos cinco años
casados. Ella ha estado... esperando cosas de mí que sé que no puedo darle.
—Como bebés. —murmura, apretando visiblemente la mandíbula. No
quiero molestarlo, pero es la verdad.
—Nikki tiene veintiocho años. Todavía es joven, pero quiere tener hijos. Ya
sé que lo hace y no puedo posponerlo más. Tengo que ser honesto con ella, para
que no pierda el tiempo. Pero no tengo ni idea de cómo empezar esta
conversación.
Asiento con remordimiento, y los ojos de Dash se posan en la cicatriz de mi
clavícula.
—Bueno, buen momento, supongo. Ya que te vas en un día.
La tristeza alrededor de sus ojos duele en mi pecho, y tomo su barbilla entre
mis dedos, forzándolo a mirarme.
—Te lo dije, no quiero dejarte, Dascha.
—Pero lo harás —parpadea—. Todos se van.
Su tono me hace sentir mal. No puedo dejarlo… no puedo perderlo de nuevo.
La primera vez fue una casualidad. Tenía miedo y corrí, como hacen los
cobardes. Pero tengo otra oportunidad y no volveré a desperdiciarla.
—Déjame resolverlo, bebé —le digo con sinceridad. Sin embargo, no parece
apaciguado—. ¿Me darás una oportunidad? —Me mira en silencio por un
momento antes de asentir, vacilante—. ¿Me darás una probada? —Mis ojos se
posan en su boca, deseando esos deliciosos labios como si fueran mi bocadillo
favorito.
Los lame lentamente, para mi beneficio estoy seguro, luego se inclina y me
besa, dulce y cálido y abrigando todo el potencial que tenemos entre nosotros.
Hay tanto que podríamos ser, pero necesito armarme de valor.
Es hora de hacer lo que quiero. Dejar de permitir que el pasado impida mi
futuro.
Finalmente nos despegamos el uno del otro y tomamos una ducha que nos
lleva a tocar y besarnos aún más, luego Dash se presiona contra la pared
mientras yo lo follo con fuerza, con mi mano sobre su boca.
Cada vez que estoy con él ahora, me resulta más fácil imaginar una vida
como esta. Una vida en la que no me importa un carajo lo que piensen los
demás... Sobre mi sexualidad y mi relación, pero también sobre mi pareja.
Bueno... socio potencial. No nos precipitemos todavía.
Pero el hecho es que tendré que decirle a Dash quién soy... y de dónde lo
conozco. Y conociendo a Dash, podría asustarlo un poco. Pero necesito que sepa
que nunca me importarían sus crímenes. No me importa lo que hizo… Porque
nadie es inocente, y creo que me estoy enamorando de él, lo cual es razón más
que suficiente para aceptarlo, con defectos y todo.
Sé que Dascha no es perfecto, y no sólo por las cosas que ha hecho. Él es
diferente. No estoy seguro exactamente de lo que pasa en esa cabeza
bellamente desfigurada, pero no me importa. Ni siquiera un poco.
Me ha ayudado más en un par de días de lo que puedo contar. Y sé que no
es un concurso, pero estar ahí para él, para lo que necesite, es lo mínimo que
puedo hacer.
Cuando salimos de la ducha, decido no revisar mi teléfono. Principalmente
porque me temo que Nikki ha estado tratando de comunicarse conmigo, pero
también una parte de mí teme que ella no lo haya hecho. Nuestra relación se ha
debilitado a lo largo de los años, y este viaje fue una especie de último esfuerzo
por resolver nuestras cosas, lo que definitivamente no hemos hecho aquí en
Tulum.
Realmente no sé qué decir, pero decido dejar mi teléfono sólo por un
momento y disfrutar un poco más de tiempo con Dash. Volveré a cenar con
Nikki y arreglaré todo. Pero en este momento, hay un tipo ruso sexy
deambulando en bóxers frente a mí y está distrayendo mi mente de pensar con
claridad. Literalmente.
Dash me sorprende mirándolo y sonríe.
—Te ofrecería algo de ropa, pero dudo que seamos del mismo tamaño. Ya
sabes, ya que eres un gigante.
Me río a carcajadas y lo agarro por la cintura.
—¿De qué estás hablando? Estás cortado. Apuesto a que pesas casi noventa
kilos.
—Sí, claro —resopla, empujando su trasero contra mi entrepierna—. Más
bien ochenta y uno. ¿Y tú cuánto? ¿Ciento trece?
Beso la parte de atrás de su cuello.
—Eso es excesivo. Prueba con noventa y nueve.
—Jesucristo —se ríe, luego gira en mis brazos—. Estuve cerca.
—Mmm... no realmente.
Aprieta mi bíceps.
—¡Ni siquiera puedo envolver mi mano alrededor de esto!
Me río y continúo con más besos en el cuello con la esperanza de distraerlo.
—¿Eso te enciende?
—Bastante. —Sonríe, pasando sus manos por mi pecho.
Con los ojos fijos en su bonito rostro de líneas perfectamente simétricas,
ladeo la cabeza y le pregunto: —¿Qué te hizo venir a Tulum?
Su rostro se pone serio antes de murmurar: —Siempre he soñado con venir
aquí. Mi papá solía hablar de México. Antes de irse… —Hace una pausa y su
mirada se posa en sus manos—. De todos modos, este lugar parecía la mejor
parte. Todo el camino al final. —Se encoge de hombros—. Tengo el folleto de
este complejo desde que tenía dieciséis años.
Mi ceja se levanta hacia él.
—¿En realidad? No sabía que este lugar era tan antiguo.
Sus ojos vuelven a los míos y me mira de reojo, la diversión recorre su boca.
—Sólo tengo veinticinco años. Entonces sí. Ha existido durante más de
nueve años.
Una risa brota de mi garganta. Sé que este comentario lo cabreará, pero
tengo que hacerlo. Es muy divertido jugar con él.
—Oh, lo siento. Pareces tener más de veinticinco años.
—¿Oh, sí? —Él hierve y yo asiento con la cabeza—. ¿Es eso así? Bueno,
entonces debes ser ¿qué? ¿Cincuenta? Quiero decir, vas por la vibra de papá,
¿no?
La sonrisa se me escapa de los labios y lo atrapo contra la pared.
—Cuidado con esa maldita boca, Dascha. —Él se ríe en voz alta y no me
divierte. Qué alborotador—. Tengo en mente ponerte de rodillas en este
momento y hacerte chupar una disculpa por eso.
Sus ojos brillan mientras se muerde el labio, sonrojándose visiblemente.
—No me amenaces con pasar un buen rato, Off… —Se detiene a la mitad de
la palabra, de nuevo, y ahora necesito saberlo.
—Esa es la segunda vez que casi me llamas de otra manera —gruñí, con las
manos bajando para tomar su trasero posesivamente, sosteniéndolo cerca—.
Por favor, dime que no es el nombre de un ex...
Sus ojos están muy abiertos, la incertidumbre baila en ellos mientras me
mira boquiabierto.
—No. No es un ex. Es sólo... —Se detiene y toma aire. Ya no encuentro esto
divertido. Estoy seriamente preocupado por lo que pueda decir—. ¿Recuerdas
cuando dije que me recordabas a alguien? —asiento lentamente mientras
levanta las muñecas—. Bueno, él era um... un Oficial. Y, supongo que es una
larga historia, o algo así, pero... casi sigo llamándote Oficial, porque... sí.
Dejo escapar un suspiro, prácticamente temblando mientras tomo sus
muñecas en mis manos y observo las palabras tatuadas en ellas. Mi a la
izquierda y Oficial a la derecha. Realmente me está jodiendo.
Hay tantas preguntas que quiero hacerle y tantas cosas que quiero decirle.
Como el hecho que soy un oficial. Me gradué de la Academia de Policía en Kansas
City y me mudé a Nueva York con el deseo de ser policía en la ciudad, sólo para
arruinar mi reputación y cualquier oportunidad que hubiera tenido de festejar
como un drogadicto sin valor.
Si no fuera por Manuel Blanco, habría desperdiciado cualquier posibilidad
de volver a trabajar como Oficial. Pero el alcaide me hizo un trato y lo acepté.
Trabajé en Alabastro por un tiempo, pero una vez que conocí a Nikki y me casé,
empezó a ser un poco... agotador. Todo era más de lo que podía manejar, y
cuando trajeron al ladrón de bancos de Brooklyn con el que me había estado
obsesionando en secreto, no tuve más remedio que huir. Es en lo que soy bueno,
después de todo.
Pero no esta vez. Esta vez me niego a dejar que las cosas que me abruman
me alejen de lo que está frente a mí. Mirándome con ojos del color de las
palmeras de afuera.
No sé qué Oficial lo impulsó a hacerse estos tatuajes, pero en mi corazón
obsesivo, que ya se está enamorando tanto de este tipo que realmente no
conozco muy bien, quiero creer que soy yo.
Ni Velle, ni Rook, ni Peters… Yo.
Soy su Oficial...
Llevo su muñeca a mis labios, doy un beso en la palabra, luego hago lo
mismo con el otro, mirándolo mientras me mira boquiabierto como si no
estuviera seguro de lo que está sucediendo.
—¿Puedo ser tuyo? —susurro.
Toma mi mandíbula entre sus manos y acerca mis labios a los suyos,
besándome desesperadamente por un momento, antes de murmurar: —No
tienes idea de lo que estás diciendo. No deberías quererme...
—Pero lo hago —Mis dedos se deslizan por su cabello, chupando su labio
inferior como si fuera un caramelo—. No puedes hacer que me detenga.
—No soy bueno, Kemper —protesta, aunque los besos no disminuyen.
Tampoco las pequeñas respiraciones que jadea, ni el arrastre de sus dientes
sobre mi labio, ni las huellas de sus dedos a lo largo de las curvas de mis
músculos—. Soy muy jodidamente malo, en realidad.
—Mmm... —Mi boca deja la suya para mordisquear su mandíbula, luego su
cuello, luego su lóbulo de la oreja—. Quizás necesito castigarte.
Se estremece, pero niega con la cabeza.
—Estoy siendo serio. Estoy jodido. Deberías correr en la dirección opuesta.
He estado allí, he hecho eso, cariño. Nunca más.
—Dascha, no me importa lo que hayas hecho. Me estás enseñando que lo
que otras personas piensan no debería importar, ¿recuerdas?
—¿Incluso cuando es como... algo malo?
Dejo su cuello, decorado con mordiscos de amor púrpura de la noche
anterior, y vuelvo a poner mi cara frente a la suya para poder mirar sus
hermosos y preocupados ojos.
—Mis sentimientos por ti son demasiado fuertes para preocuparme por tu
pasado.
Deja escapar un bufido cansado, dejando caer su cabeza sobre mi hombro.
Y lo sostengo cerca de mí, meciéndolo un poco, sintiéndome puramente
horrible que esté molesto. Ojalá pudiera hacer algo para ayudarlo. Y creo que la
única opción viable sería decirle la verdad...
Para decirle que sé lo que ha hecho. Y por mucho que sé que se sentirá
herido porque le mentí o le oculté esto, tengo que esperar que le ayude a
entender que no me importa nada de eso. No me importa lo que hizo antes, y
no me importa si la sociedad piensa que es malvado.
Él no es. Él es precioso.
—¿Quieres cenar, bebé? —le pregunto, con mis dedos peinando los lados
afeitados de su cabeza, en su cabello sedoso rosa pálido despeinado.
Levanta la cara, mostrando algo de emoción que hace que mi corazón se
acelere.
—Deberíamos ir por un helado.
No puedo evitar la sonrisa que tuerce mi boca.
—¿Helado? ¿Eso es lo que quieres para cenar?
Él asiente con celo.
—Hay un camión que me muero por probar. Quiero ver si está remotamente
cerca del Sr. Softee.
Sr. Softee ¿El heladero que conduce por la ciudad?
Justo cuando pensaba que el niño no podía volverse más interesante, revela
una extraña obsesión con ciertas golosinas a base de lácteos. Estoy perdido.
Pero no tengo problemas con el helado. Me gusta, aunque no me complazco
a menudo, y cuando lo hago, me pongo simple y Nikki se burla de mí por ser
aburrido. Aun así, mi Dash quiere helado, así que lo conseguirá.
—Vamos a tomar un helado entonces. —gruñí, y él estaba visiblemente
emocionado, prácticamente rebotando en mis brazos. Mis ojos se posan en su
piel suave, salpicada de tinta ocasional, y las marcas púrpuras de mi boca y mis
dientes—. Ponte algo de ropa, cariño, antes que acabemos en esa cama durante
más horas.
—Oh, ¿quieres decir que no puedo salir así? —Él sonríe, apoyado contra la
pared en la que lo he tenido presionado todo este tiempo.
—No, a menos que quieras verme ir a una matanza. —gruñí y él se lamió el
labio.
—Eso podría ser entretenido. —Sus brazos se doblan sobre su pecho.
Sacudiendo mi cabeza, una risa brota de mi garganta y lo agarro por la
cintura, empujándolo hacia su ropa. Tengo que darle una buena palmada en el
trasero por si acaso, a lo que me mira, tratando de actuar enfadado. Pero el
rubor que sube por su cuello lo delata.
A él le gusta.
Y me gusta aún más.
A Dash le toma cinco segundos ponerse algo de ropa, y luego salimos,
caminando hacia el tramo de playa donde se estacionan los camiones de
comida. Traje mi teléfono conmigo, pero está muerto, lo que probablemente sea
lo mejor. No quiero pasar mi tiempo con Dash obsesionándome con cuántas
veces Nikki puede o no haberme llamado.
Por supuesto, está en el fondo de mi mente todo el tiempo, sabiendo que
eventualmente tendré que volver a nuestro lugar y explicarme. Especialmente
porque se supone que debemos irnos pasado mañana, y la idea de hacerlo me
revuelve el estómago.
Pero lo aparto por ahora y me concentro en Dash. Aparentemente, el camión
de helados mexicano no ofrece su especialidad favorita de Mr. Softee, la salsa
de cerezas, lo cual es una pena porque incluso a mí me gusta esa cosa, aunque
solía comprarla en Dairy Queen en KC.
No me sorprende en absoluto cuando Dash elige helado de algodón de
azúcar, ya que, ya sabes, es un ladrón de bancos ruso con cabello rosado. Opto
por lo mismo y luego me quejo de lo dulce que es. Pero sus pequeñas risitas
bien valen la posible diabetes en una taza.
Comemos nuestro helado caminando por la playa, simplemente hablando,
disfrutando de la compañía del otro. Y puede que a algunos no les parezca nada
innovador, pero para mí es sublime. Este hombre está derribando todas mis
barreras y estoy tan agradecido que quiero caer de rodillas y adorar a sus pies.
El sol se pone mientras caminamos de regreso, más allá de los remolinos de
color en el horizonte, como una obra maestra pintada que cuelga como telón de
fondo de la imagen de esta noche perfecta. Dash me ha estado sacando de mi
zona de confort cada vez más cada vez que estamos juntos, y tengo que esperar
estar compensándolo de alguna manera.
Lo haré mejor por él… lo prometo.
Después de todo esto, mi malestar es excesivo mientras suspiro.
—Debería regresar al condominio. Explicarle todo a Nikki...
Dash está callado a mi lado, y sus dedos dejan de rozar los míos
abruptamente mientras caminamos, lo que había estado haciendo básicamente
todo el tiempo. Creo que eso significa que está inquieto y no quiero que lo esté.
Pero tampoco quiero que mi esposa se preocupe sólo porque parece que he
encontrado la manera de salir del armario, por así decirlo.
No puedo ser egoísta aquí. Por mucho que haya estado jodido toda mi vida
por esta mierda, no es culpa de Nikki. Es una mujer maravillosa y no se merece
un marido que la mienta y la joda.
Mi estómago se retuerce en nudos cada vez más apretados con cada
centímetro que nos acercamos a mi lugar. Puedo verlo, tres casas a la izquierda,
y tomo una decisión rápida para agarrar la mano de Dash.
Le doy un tirón en una esquina y antes que pueda sonreír ante lo adorable
que es su cara de sorpresa, lo presiono contra el costado de una casa. Estamos
un poco ensombrecidos, pero todavía estamos bastante abiertos. Cualquiera
que pasara por allí podría vernos. Pero no puedo encontrar en mí mismo que
me importe en este momento.
Sólo necesito esto… lo necesito a él.
—¿Qué estás...? —Su voz se convierte en un jadeo cuando lo atrapo entre la
pared y mis caderas, agarrándolo de la nuca con mi mano mientras mis labios
caen sobre los suyos.
Mi beso es entusiasta, pero gradual, poderoso pero sabroso;
seductoramente, mis labios bailan con los suyos, un toma y daca42 que me llena
de escalofríos. Nos besamos como fuimos hechos para hacerlo, chupando y
mordiendo, nuestras lenguas uniéndose en perfecta armonía; una sinfonía de
sonidos en el tono de las respiraciones contenidas.
—Dascha... —ronroneo, mareado con su algodón de azúcar en mi boca.

42
Intercambio de cosas que se oponen, como respuesta unas de otras
—Kellan. —Su voz es como un orgasmo, lo juro. Nunca me cansaré de
escucharlo decir mi nombre.
—Puedes llamarme, si quieres... —murmuro, apenas consciente de lo que
estoy diciendo.
—¿Te llamo qué? —Sus manos van por mi trasero, sintiéndome erguido
mientras nos chocamos.
Algunas personas pasan y creo que nos vieron porque escucho risas. Pero
por primera vez en mi vida, no me importa. Me importa un carajo que pase nada
ni nadie fuera de este hombre hermoso y sus partes rotas y perfectas.
Vacilante, susurro.
—Oficial. Puedes llamarme... Oficial.
Dash se congela, sus labios tiemblan debajo de los míos, y no estoy seguro
si la cagué al decirlo. Todavía no comprende toda la situación...
Pero antes que pueda empezar a retroceder, me besa de nuevo, chupando
con fuerza mis labios. Mi polla ya está palpitando, y la froto contra la suya,
esperando esa palabra de su boca pecadora.
En cambio, escucho una voz femenina familiar jadear.
—Oh, Dios mío.
Alejándome de Dash, giro mi rostro justo a tiempo para captar la expresión
de sorpresa en el rostro de Nikki antes que se gire, murmurando: —Lo siento...
—Mientras se tambalea hacia nuestro lugar.
—Mierda. —Sin aliento, retrocedo un poco con el corazón alojado en la
garganta.
Miro a Dash y él se pasa la mano por el cabello, suspirando.
—Ve.
Le lanzo una mirada de sincero agradecimiento que realmente espero que
tenga antes de volverme y trotar detrás de mi esposa. Me tiemblan las manos
cuando me acerco a la puerta que acaba de cerrar de golpe, no del todo en mi
cara, pero, aun así. Y considerando todo, no estoy tan aterrorizado como pensé
que estaría si algo así sucediera.
He pasado años siendo escrupuloso al ocultar quién soy realmente de todos,
sobre todo de mi esposa. Sin embargo, todo lo que necesité para besarme con
un chico en público fue el chico adecuado, aparentemente. Es extraño, pero ni
siquiera puedo decir que me sorprenda. Dash es así de especial.
Inspiro profundamente, lo dejo salir mientras abro la puerta, deambulando
dentro de nuestro lugar, preparándome para ser golpeado por platos voladores
o algo peor. Nikki nunca ha sido ese tipo de chica, pero sólo fue testigo de cómo
su marido le chupaba la cara a otro chico, así que... quién sabe.
No la veo en la sala de estar, así que deambulo lenta y cautelosamente hacia
el dormitorio. Y, efectivamente, está sentada en la cama, con la cara enterrada
entre las manos. Tragando un nudo en mi garganta, me acerco, sintiéndome
como el montón de escoria más grande del mundo por hacerla llorar.
—Nik... lo siento mucho —me siento junto a ella en la cama—. Por favor,
déjame explicarte.
Sus hombros se mueven hacia arriba y hacia abajo un poco, lo que me
apuñala en el estómago.
—Nena, por favor no llores —le froto la espalda, y ella realmente me deja—
. No quise hacerte daño... Por favor, no me odies.
Pero cuando aparta las manos de la cara, se le sonrojan las mejillas y sonríe.
Mi frente se arruga mientras la miro con pura perplejidad. Ella se vuelve para
mirarme de lleno, agarrando mis manos entre las suyas.
—Kellan, no te odio —Resopla, su rostro iluminado con algo que nunca
había visto antes—. Fue un shock verlo, claro, pero bebé... —Coloca su mano en
mi cara—. No te lo tomes a mal, pero... estoy muy feliz.
¿Eh?
Debo estar mostrando confusión en mi cara como maquillaje de payaso,
porque ella se ríe y pasa su pulgar por mi labio inferior.
—Kel… eres gay. Quiero decir, realmente quería esperar a que me lo dijeras,
pero eres tan malditamente terco. Lo descubrí hace un tiempo...
Estoy sin palabras. Físicamente no tengo cuerdas vocales disponibles para
producir palabras.
Parpadeando a mi esposa un par de veces, finalmente grito: —¿Cómo sabes
cuándo ni siquiera yo lo sabía?
Ella pone los ojos en blanco.
—Vamos, Kel. Sabías... sólo tenías miedo. Y está bien. Yo sólo... no sé, no
quería presionarte.
Mi cabeza da vueltas. No sé qué pensar. ¿Mi esposa de cinco años me dice que
ella sabía todo este tiempo que soy gay? Estoy desconcertado por esto.
—Nikki, hemos estado juntos durante seis años —Niego con la cabeza con
incredulidad—. Quieres una familia... quiero decir, he estado perdiendo tu
tiempo. —Dejo caer mi rostro entre mis manos—. Jesucristo, lo siento mucho.
Ahora está frotando mi espalda, en un giro de los acontecimientos que se
siente bien, a pesar de lo jodidamente confundido que estoy. Los últimos dos
días han desarraigado toda mi vida. Y seguro, probablemente sea para mejor,
pero aun así... Es mucho para asimilar.
Nikki exhala lentamente.
—Está bien, entonces… no te enojes. Pero necesito decirte algo. —Levanto
mi cara de mis palmas y la miro boquiabierta, trabajando para prepararme
mentalmente para lo que sea que esté a punto de decir—. He estado saliendo
con alguien.
—¡¿Qué?! —grito y ella salta—. ¿OMS?
Ella me da una expresión puramente culpable.
—Justin, del trabajo.
—¿Te has acostado con ese tipo? ¿A mis espaldas? —La rabia celosa quiere
apoderarse, pero luego recuerdo cómo pasé las últimas veinticuatro horas. E
incluso antes de eso...
Cuánto tiempo he estado pensando en Dash; fantaseando con él. Sobre los
chicos, en general...
—Kel —ella devuelve mi atención a ella—. Estoy embarazada.
Mi pecho se agarrota y lo golpeo con la mano.
—Joder... creo que estoy teniendo un ataque al corazón.
Nikki deja escapar una pequeña risa, y supongo que no tengo más remedio
que dejar mi ira. No puedo estar enojado con ella. No tengo derecho. Claro, ella
me engañó, pero le he estado mintiendo desde el primer día.
Estamos tan jodidos... Para empezar, nunca debería haberme casado, pero
supongo que era un error que tenía que cometer.
Apesta, pero... no puedo retractarme.
—Lo siento, Kel —susurra—. Debería haber dicho algo. Debería haber
intentado ayudarte...
—No, Nik, no es tu responsabilidad —aprieto su mano—. Lo siento. No
debería haberte arrastrado a mi mierda. Lamento que me haya tomado tanto
tiempo darme cuenta de esta mierda.
Ella asiente y luego apoya la cabeza en mi hombro. Y nos sentamos juntos
en silencio por un rato, sólo pensando. Dos humanos separados que han pasado
tiempo solos, juntos. Sin embargo, no puedo decir que me arrepienta de
casarme con esta mujer. Ella es una persona maravillosa.
Extiendo la mano y toco su vientre.
—¿De cuántas semanas estás?
—Quince semanas. —dice, y puedo escuchar la emoción en su voz. Debo
decir que me hace sentir menos culpable.
—Y estás seguro que no es...
—¿Tuyo? —Ella levanta la cara—. ¿Incluso necesitas preguntar?
Resoplé y niego con la cabeza.
—Tienes un punto. —Casi nunca tenemos relaciones sexuales, y siempre he
usado condones religiosamente, por esta misma razón.
—Ocurrió mientras aún estabas en Alabastro. —murmura. Ahora todo tiene
sentido.
Por eso dejé de preocuparme por el trabajo y estar lejos de ella tres o cuatro
días a la semana. Sólo había otro Oficial de Alabaster Pen que estaba casado. No
es un trabajo que aceptes si tienes una familia. Supongo que inconscientemente
eso hablaba por sí solo.
Todo esto es un gran viaje, pero honestamente, también es un gran peso
para mis hombros.
—Estoy feliz por ti, Nik —le beso el pelo—. Felicidades.
—Tú también —chirría, y yo me río—. Ustedes se ven realmente lindos
juntos, Kel.
Ella está hablando de Dash y yo, y eso hace que mi estómago se revuelva.
—¿Te gusta él?
Mi pecho se aprieta más. Me encanta.
—Realmente sí. —le susurro, y ella chilla, moviendo mi mano. Tengo que
reír, ella es fuera de lo común. Ella es mi mejor amiga.
—Cometimos muchos errores, ¿eh? —Respiro y ella asiente.
—Sí, pero nunca es demasiado tarde para arreglarlo —se endereza a mi
lado—. Kellan, quiero que dejes de perder el tiempo, ¿de acuerdo? —Mi cabeza
se balancea en reconocimiento—. Vete con Dash. Te mereces ser feliz.
Toda esta conversación se siente como un sueño extraño. Apenas estoy
seguro que realmente esté sucediendo, pero, de cualquier manera, tomo el
rostro de Nikki entre mis manos y beso sus labios rápidamente.
—Gracias. Por ser la mejor esposa que un gay encerrado podría pedir. —Le
sonrío y ella se ríe, golpeándome en el brazo.
Ahora que sé que Nikki está embarazada, realmente no quiero dejarla sola.
Pero ella me asegura que está bien e insiste en que vuelva a pasar la noche con
Dash. Acepté a regañadientes dejarla, pero cargo mi teléfono y le digo que lo
dejaré encendido esta vez, si me necesita para algo.
Luego empaco una muda de ropa en mi bolsa de gimnasia, le doy un beso en
la frente y al vientre a mi futura ex esposa, y me voy, prácticamente corriendo
de regreso a casa de Dash.
Mi mente corre a una milla por minuto y no puedo esperar para contarle lo
que pasó. Estoy seguro que se está asustando un poco, pensando que estoy
lidiando con algo mucho más complicado. Lo admito, yo mismo estoy bastante
desconcertado.
Esperaba que hablar con mi esposa y hablar sobre el divorcio fuera
doloroso. Eso fue apenas desagradable.
Cuando llego a la casa de Dash, lo escucho hablar, o más bien gritar, a través
de la puerta. Inmediatamente me pone en alerta máxima y golpeo rápidamente,
listo para patearlo y salvarlo de un posible intruso.
Pero luego responde, sin aliento y mirándome por la rendija por un
momento, antes de abrirla por completo.
—¿Estás bien? —Entro furiosamente, mirando a mi alrededor. No hay
rastro de nadie más.
—Sí. Bien —Se echa el pelo hacia atrás con los dedos, pareciendo un poco
inquieto—. ¿Y tú? ¿Ella se asustó?
Lo miro por un momento, y algo dentro de mí se rompe. Estoy
completamente abrumado por la necesidad de este niño y todos sus problemas.
Después de todo lo que acaba de pasar con mi esposa, veo las cosas mucho más
claras.
Dando un paso adelante, dejando caer mi bolso en el suelo y pateando la
puerta para cerrarla detrás de mí, empujo a Dash contra una pared, agarrando
su mandíbula en mi mano y apuntando su rostro hacia el mío. Presiono mis
labios contra los suyos, inmediatamente chupando su labio inferior en mi boca
y mordisqueándolo un poco. Él gime y se calma, inclinándose hacia mí mientras
su lengua se encuentra con la mía y regresamos directamente a la pasión que
estábamos explorando afuera. Todavía sabe a algodón de azúcar y quiero pasar
toda la noche probando su sabor perfecto.
—Dash... —susurro, apoyando mi frente en la suya mientras trabajo para
decir dos palabras que nunca he pronunciado en voz alta—. Soy homosexual.
Dash sonríe, potente y palpable como un rayo de sol, mientras sus manos se
deslizan por mis caderas, dentro de mi camisa.
—¿Estás seguro? Eso no suena bien.
Se me escapa un gruñido y acomodo la cara en el hueco de su cuello,
mordiéndolo hasta que se estremece.
—Será mejor que tengas cuidado con el descaro, bebé, o te lo joderé.
—No me amenaces con pasar un buen rato, Kemper. —sus dedos trazan las
líneas de mis abdominales, deslizándose a lo largo de la cintura de mis bóxers
debajo de mis jeans—. Entonces... ¿gay, dices?
Me río suavemente y murmuro sobre su garganta.
—Mhm. Súper gay.
Espero que siga burlándose de mí, pero en cambio envuelve sus brazos
alrededor de mi cintura, apretado, exprimiéndome el aire.
—Estoy tan feliz por ti, bebé. —susurra en mi oído, y sé que parece juvenil
o cursi, pero la presión se acumula detrás de mis ojos.
Es asombroso que estoy a miles y miles de millas de donde crecí y donde
vivo y, sin embargo, aquí mismo, en este momento, me siento como en casa.
Y con el interés de estar donde se supone que debo estar...
—Me voy a quedar en Tulum —le murmuro y él se aparta un poco para
darme una mirada de perplejidad—. Contigo. Quiero quedarme aquí contigo,
Dash. Si está bien...
Su rostro se ilumina, pero cubre su brillante sonrisa frunciendo los labios.
—Tendré que pensar en eso. Eres un poco mandón...
Estoy seguro que puede ver en mis ojos todas las formas en que estoy
pensando en castigarlo por esa boca inteligente. Y para mi malvado apetito,
parece listo para eso.
Kellan Kemper

—Joder... —gruño, dejando caer mi frente contra su pecho—. Eso es, bebé.
Toma esta polla.
—Dios, Kemper, tu polla es tan grande —jadea Dash mientras chupo su
pezón entre mis labios—. Me encanta cómo me follas...
—Te amo cabalgando mi polla, Dascha. —Inclino mi rostro para ver cómo
se mueve, sentándose a horcajadas en mi regazo con mi polla metiéndose
profundamente en su culo.
—¿Te estoy haciendo sentir bien? —Su cabeza cae mientras agarro sus
muñecas detrás de su espalda, sosteniéndolas con fuerza y manteniéndolo en
su lugar mientras gira sus caderas para trabajar mi polla dentro de él. Es más
que bueno...
Estoy a punto de estallar.
—Cariño, eres una revelación. —le digo, mirando su cuerpo esculpido de
curvas y líneas, la definición de los músculos en una exhibición tan
proporcionada. Físicamente no puedo quitarle los ojos de encima—. ¿Te gusta
montar mi polla?
Gime un sonido ronco, mordiéndose el labio mientras sus ojos se abren para
conectarse con los míos.
—Me encanta. Te amo profundamente dentro de mí...
Mi estómago da un vuelco ante las primeras tres palabras de esa oración.
Te quiero…
Empujándolo con más fuerza hacia mí, él se queja. Luego lamo una línea en
su cuello, saboreando la dulzura de su piel y la salinidad de su sudor. Dios, está
caliente. Me muero por entrar dentro de él, pero quiero ver su polla correrse
primero sobre nosotros.
—¿Sí? —canturreo, mordiéndolo una vez más, fuerte, hasta que jadea y su
polla se estremece visiblemente—. En el fondo de tu culo apretado...
—Tan profundo. —ronronea, rebotando sobre mí, su polla pesada, la piel
estirada, las venas empujando mientras sube y baja, golpeándome en el pecho.
Es malditamente irresistible. La punta está brillante con líquido preseminal,
lo que suele ocurrir cuando golpeo su próstata. Me impulsa a empujar hacia
arriba cuando él se mueve hacia abajo hasta que estamos trabajando a un ritmo
inmaculado.
—Estás tan apretado, Dash... —murmuro en su piel, perdiéndome en la
sensación—. Culito estrecho, dulce y cálido cabalgando mi polla.
Deja escapar un gemido ahogado y, de la nada, se encorva hacia adelante
para morderme el hombro.
—Jesucristo, ya voy... Joder...
Él sigue moliendo, todos mis centímetros dentro de él mientras su polla
palpita con semen por todo mi pecho y abdominales. Sin siquiera pensar, suelto
sus manos con una de las mías y vuela a su garganta. Aprieto su pulso mientras
llora, sin aliento, a través de su orgasmo, nuestros dedos entrelazados en su
otra mano, detrás de su espalda.
Susurrando al lado de mi oído, susurra mi nombre, ronco y sin aliento, el
sonido del cual, mezclado con mi polla enterrada profundamente en él, me
enfurece. Y me corro, disparando mi carga en su culo mientras lo abrazo fuerte.
Juntos parece que no hay suficiente aire en la habitación. Dash está
recostado contra mi pecho durante tanto tiempo, creo que tal vez se ha quedado
dormido. Pero luego levanta la cabeza y me mira, los ojos parpadean, el rostro
con un rubor rosado que me recuerda lo perfecta que es su tez lechosa.
Levanto la mano para cepillarle el pelo con los dedos y él besa mi muñeca.
Un gesto tan leve, pero de él, se siente como el mejor del mundo…
Me estoy enamorando tanto de él... Da miedo.
Antes que pueda soltar algo pesado, Dash murmura: “Levántate”, y se aparta
de mí, cojeando los pocos pasos hacia el baño en mi apartamento.
Nikki se fue ayer. Voló de regreso a Nueva York para estar con Justin.
Aparentemente, estaba demasiado ansioso por empacar sus cosas de nuestra
casa y trasladarlas a su lugar. No lo culpo… La madre de su hijo ha estado
viviendo con otra persona y ahora él finalmente puede estar con ella. Es
emocionante para ambos.
Nikki y yo nos separamos en buenos términos. Acordamos solicitar el
divorcio e incluso le mencioné que vendiera la casa, ya que me quedaré en
Tulum en el futuro previsible. Como es una gran amiga que se preocupa por mí,
me instó a no apresurarme a hacer nada y a pensar en ello antes de tomar
cualquier decisión.
Sé que tiene razón. Debería darle un poco más de tiempo a Dash antes de
saltar con ambos pies. Pero estoy tan emocionado de estar con él aquí, es difícil
ver alrededor de estos lentes color de rosa.
Me levanto aturdido y me dirijo al baño, donde Dash se mete en la ducha.
Parece un poco distante, lo que me pone un poco nervioso. Por lo general,
después que llegamos, no podemos dejar de tocarnos, pero esta vez él
simplemente se levantó y se alejó.
No quiero asfixiarlo. Quiere tiempo a solas, obviamente, pero sólo estoy
preocupado. Especialmente después de lo que escuché el otro día… Él no le
gritaba a nadie.
No es la primera vez que me doy cuenta de los comportamientos extraños
ocasionales de Dash. A veces se pone inquieto, y lo he visto parpadear con
fuerza y negar con la cabeza, como si estuviera tratando de sacudir algo.
Mi primer pensamiento fue quizás algún tipo de trastorno de estrés
postraumático, desde el día en que lo arrestaron, o de Alabastro. Muy bien
podría ser, pero esa explicación no parece suficiente. Apoyado contra la puerta
del baño, lo miro a través de la ducha de vidrio. Ni siquiera parece darse cuenta
de mí, lo cual es extraño. Él simplemente está de pie debajo del agua corriente,
dejando que se acumule en sus manos ahuecadas, mirándola sin comprender.
Permanece inmóvil durante más de un minuto antes que decida hablar.
—¿Dascha? —No responde a mi voz en absoluto, congelado donde está—.
¿Dascha? Bebé... ¿estás bien? —Todavía nada. La inquietud sube por mi
columna mientras grito— ¡Dash!
Eso lo saca de ello. Se estremece y vuelve la cara para encontrarme con sus
ojos.
—¿Hm?
Mis cejas se juntan en confusión mientras me acerco a la ducha.
—¿Estás bien?
—Sí. Estoy bien. —Asiente, su tono gotea despreocupación casual.
No estoy seguro qué decir, así que me meto en la ducha con él, rodeando su
cintura con mis brazos para abrazarlo por detrás. Apoya su cabeza sobre mí,
respirando tranquilo mientras el agua nos empapa en silencio. Nos quedamos
así un rato, hasta que finalmente lo despego y voy por el jabón, lavándolo
primero, luego yo mismo.
No hablamos todo el tiempo, sólo sostenemos nuestras miradas mientras lo
toco por todas partes, y él me deja, pareciendo profundamente involucrado en
la forma en que mis manos se ven brillosas sobre su carne cremosa; la forma en
que el agua quita el jabón de mi tinta.
Somos todo ojos, manos y respiración en este momento, y es demasiado
hipnotizador. Pronto olvido mis preocupaciones de antes y sólo me ocupo de él,
porque creo que eso es lo que necesita, independientemente de lo que esté
pasando por su cabeza.
Finalmente salimos de la ducha y nos secamos, volviendo al dormitorio.
Dash bosteza y se mete en la cama completamente desnudo, tirando de las
mantas hasta la barbilla. Puedo evitar sonreír mirándolo, y lo malditamente
perfecto que es. Es sorprendente que algo con tantos problemas pueda ser tan
exquisito.
Me meto en la cama con él, acerco su cuerpo desnudo al mío y suspira, un
aire discernible de agotamiento a su alrededor.
Le beso la cabeza y le pregunto: —¿Quieres que ponga una película o algo
así?
—Probablemente me quedaré dormido en dos segundos —sonríe, los
párpados ya caídos donde su cabeza descansa sobre mi hombro—. Pero seguro.
Una sonrisa permanece en mis labios mientras tomo el control remoto,
enciendo el televisor y busco algo interesante en los canales, sosteniendo a
Dash cerca. Efectivamente, ni dos minutos después siento sus pequeñas
respiraciones calmantes, lo que indica que está dormido antes que siquiera
decida qué mirar.
Me encantaría estar con él ahora mismo, pero mi mente se está volviendo
loca. Probablemente no podré dormir un poco, de ahí el deseo de ver una
película y desconectarme. Después de toda la mierda loca que ha pasado en los
últimos días, no estoy seguro de poder apagar mi cerebro.
Mi desplazamiento sin sentido se detiene cuando aterrizo en Django
Unchained. Tarantino clásico, y Jamie Foxx está en el punto. Me encanta esta
película.
Sólo lleva unos veinte minutos, lo cual está bien, ya que lo he visto un millón
de veces antes. Y, honestamente, podría comenzar esta película desde cualquier
lugar y aun así estar completamente involucrado.
Pasa alrededor de una hora y todavía estoy mirando, no hay luz en la
habitación más que el brillo de la televisión, el volumen bajo casi por completo,
para no molestar a mi príncipe dormido. Dash está inconsciente, babeando un
poco en mi pecho, pero estoy bien con eso. Quiero decir, se me corre encima,
así que, ¿qué es un poco de baba, verdad?
Justo cuando llegamos a la parte en la que Christoph Waltz mata a la mierda
al personaje racista idiota de Leo DiCaprio, Dash comienza a moverse y a
murmurar, sus labios se mueven sobre mi piel.
Mirándolo, supongo que está teniendo algún tipo de sueño, con los párpados
revoloteando. Pero luego su frente se arruga en coacción y golpea su rostro más
fuerte contra mí, murmurando no, no, no, repetidamente.
Claramente es una pesadilla, y me siento fatal, llevo mis dedos a su cabello,
acariciando suavemente con la esperanza que lo calme. No tuve tanta suerte.
De repente, comienza a agitarse como loco, agitando los brazos y pateando
las piernas. Me patea en la espinilla y gruño, tratando de retroceder un poco,
con los ojos muy abiertos mientras lo observo en medio de cualquier mierda
horrible que esté sucediendo en su mente.
—¡No! —Grita, apretando las sábanas con los puños mientras se mueve, con
una expresión de dolor grave en su bonito rostro.
Odio esto. Y me refiero al odio... Verlo herido es más de lo que puedo
soportar. Lo agarro y lo mantengo quieto, sólo tratando de asegurarme que no
se lastime de alguna manera.
—Dascha —lo inmovilizo mientras lucha bajo mi peso—. Bebé, soy yo. Soy
Kemper. Por favor, despierta, amor. Estás bien.
—No hagas esto... ¡por favor! —Llora, los ojos se cierran de golpe, los
músculos se tensan visiblemente por todo el cuerpo.
—Dascha, bebé... —Lo abrazo con más fuerza—. Cálmate. Te tengo. Todo
está bien.
—No me olvides —gime y mi corazón se rompe por la mitad—. Por favor…
no lo olvides. No... te olvides... de mí...
Sé que no es seguro acercarme a él cuando está entrando en pánico de esta
manera. Podría darme un cabezazo. Pero no me importa. Me inclino y beso sus
labios, suavemente. De alguna manera son incluso más suaves cuando está
triste. Puedo saborear su dolor, y sólo quiero beberlo todo para mejorarlo.
—Kemper... Por favor —jadea Dash, sus ojos se abren mientras jadea—.
Kemper, no me olvides.
—Nunca te olvidaré, bebé —le digo mientras sus ojos recorren la habitación
confundidos, como si no tuviera idea de dónde está—. Estoy aquí. —Tomo una
de sus manos y la coloco sobre mi pecho, cubriendo mi corazón con su palma—
. Estoy aquí, Dascha.
—Eres Kemper —murmura, una lágrima se desliza por el rabillo del ojo
mientras me mira, la incertidumbre del pánico se mezcla con el color avellana—
. Eres tú. Mi Oficial… —Él solloza, y mi pecho se siente como si fuera una herida
abierta y expuesta.
Lo estoy lastimando. Lo estoy rompiendo... al no decirle lo que necesita
saber.
No sé si soy, de hecho, su Oficial. Pero parece pensar que lo soy. Y necesito
decirle la verdad...
—Dascha, háblame, bebé —le susurro, limpiando sus lágrimas con mi
pulgar—. Estoy aquí.
Se retuerce debajo de mí y yo me escabullo, acostado a su lado. Se vuelve
hacia mí y respira, inhala y exhala varias veces, en un claro intento de calmarse.
—Kemp, yo soy... —comienza y luego se detiene para tragar—. Estoy jodido.
Estoy tan jodidamente roto...
Mis ojos se cierran con fuerza por un momento, volviendo a abrirlos para
mirarlo mientras alcanzo su rostro.
—Bebé, no estás roto.
—Sí, lo estoy —dice con firmeza—. Kemper, no estaba mintiendo acerca de
robar bancos. Por eso estoy aquí en México. Yo era un ladrón de bancos en
Brooklyn y me arrestaron. Yo... maté a alguien. —Parpadea con fuerza, haciendo
ese pequeño movimiento de cabeza—. Dos personas. Um... En el banco. Maté al
tipo que me delató y luego maté a una chica inocente. No recordaba haberlo
hecho, pero... ella era la sobrina del gobernador. Así que me envió a esta
horrible prisión, llamada Alabaster Pen.
La culpa atrapa mi instinto al escucharlo decirme todas estas cosas que ya
sé. Hay mucho dolor en su tono y en su rostro. Ni siquiera sé qué hacer. Sigo
mirándolo en silencio mientras continúa.
—El público no lo sabe. Está en una isla de la costa de Nueva York. Y envían
gente allí cuando quieren que el mundo crea que están muertos. En serio, los
periódicos dicen que morí en el banco ese día, pero no lo hice. Estaba en
Alabaster Pen, y bueno, yo… no sé, conocí a alguien. Pensé... —Dash hace una
pausa, mirándome, angustiado—. No sé lo que pensé, pero logré escapar. Me
escapé de Alabaster Pen, con la ayuda de otro recluso. Y luego vine aquí.
Exhala con fuerza y se cubre la cara con las manos, murmurando detrás de
ellas: —Soy un asesino, Kemper. No deberías quererme. No deberías... Hay algo
mal en mí.
No puedo soportarlo más. Mi corazón se siente como fragmentos de vidrio
roto en mi pecho cuando extiendo la mano y agarro sus manos, alejándolas de
su rostro.
—No hay nada malo contigo, Dascha Reznikov —cierro mis ojos en los
suyos—. Eres perfecto tal y como eres.
Dash suspira, sus párpados revolotean por un momento mientras se inclina
más cerca de mí. Parece que quiere que lo sostenga, y estoy a punto de hacerlo
cuando sus ojos se abren y retrocede.
—¿Cómo sabes mi apellido? —Sus líneas de la frente—. Lo has dicho antes…
¿Cómo sabrías mi apellido? Yo nunca te lo dije…
—Dascha, bebé —utilizo el tono más suave que puedo—. Escúchame.
Necesito explicarte algo.
Sus ojos están muy abiertos por el terror potencial mientras se sienta.
También lo hago junto a él, manteniendo sus manos en las mías, incluso cuando
siente que podría querer alejarse.
—Yo... —Apenas sé cómo decir las palabras—. Sé de ti, bebé. Trabajé en
Alabaster Pen. Yo era un CO43.
Escucho que el aliento abandona sus pulmones rápidamente mientras me
mira fijamente, con dolorosa confusión en los ojos, como si acabara de
dispararle.
—Trabajé allí por un tiempo... Casi diez años —murmuro mi confesión—.
Había estado jodiendo mi vida, drogándome y consumiéndome. Y cuando
finalmente estuve sobrio, nadie me dio una oportunidad… Hasta Manuel
Blanco. Me recogió, me quitó el polvo y me dijo que podía trabajar para él, en
Alabaster Pen. Así que lo hice.
La nuez de Dash se balancea en su garganta mientras me mira boquiabierto
en un silencio de asombro.
—Te vi en el periódico local un día, hace casi dos años —continúo—. Hubo
un robo que no te pudieron pegar. Me fascinó tanto, que guardé el artículo. Debo
haberlo leído cien veces. Y tu foto... estabas tan impresionante. Supongo que me
enamoré un poco de tu historia y de ti. Así que comencé a… seguirte. Todo lo
que tenía que ver contigo, siempre lo leía. Era mi propia pequeña obsesión
secreta. Y luego, un día, nos dijeron que vendrías a Alabaster Pen. Te acababan
de arrestar y el gobernador estaba en conversaciones con el alcaide. Venías a
mi prisión...
Me detengo para soltar un suspiro, negando con la cabeza mientras miro
nuestras manos unidas.
—Ya había estado pensando en dejar de fumar por un tiempo. No podía
soportar ser parte de lo que pasa allí. Pero luego entraste... Y estabas allí, en la
misma habitación que yo. Este tipo en el que había estado pensando, codiciando
secretamente… Era abrumador. El alcaide me hizo afeitarte la cabeza, no estoy
seguro de si lo recuerdas... y no pude soportarlo. Mi atracción por ti era tan
fuerte que no sabía qué hacer conmigo mismo. Así que dejé la habitación
después de eso, entré en la oficina del alcaide y lo dejé en el acto. —Dash nunca
ha estado tan pálido. Parece que va a vomitar cuando su voz chirría.
—Jesucristo, maldita sea...
—Pasé los últimos meses desempleado, buscando trabajo —prosigo, la
culpa subiendo por mi garganta como bilis—. Finalmente encontré un trabajo

43
Jefe penitenciario.
de seguridad corporativa, y Nikki y yo decidimos venir aquí para celebrar. Unas
últimas vacaciones antes de empezar un nuevo trabajo y empezamos... a
intentar formar una familia. Estaba sumido en mi negación y no veía la salida.
Sólo estaba tratando de esconderme, Dash. A plena vista, como camuflaje. Así
que imagina mi sorpresa cuando te vi en el bar… Fue como un beso. Serenidad.
Se supone que debemos estar juntos, Dascha. Y lamento mucho no haberme
dado cuenta antes y no habérselo dicho. Yo sólo…
—Kemper —retumba su voz, con el rostro pálido cuando interrumpe mis
disculpas—. Necesito preguntarte algo, y debes responder con sinceridad, ¿de
acuerdo? Necesito que comprendas lo importante que es la verdad aquí...
Asiento con vehemencia.
—Entiendo. Sí, pregúntame cualquier cosa.
—El día que me afeitaste la cabeza —parece que está temblando de adentro
hacia afuera—. Mi día de admisión... ¿Fue la última vez que me viste?
La mirada de sus ojos es tan intensa, tan cruda y saturada de emociones.
Estoy tentado a mentir...
—Sí —asentí con sinceridad, solemnemente, porque creo que él quería una
respuesta diferente—. Tenía tantas ganas de verte, pero no pude… Así que me
fui, justo después de eso. Empaqué mis cosas de la Mansión Ivory y nunca miré
hacia atrás.
Dash deja escapar un largo suspiro, con la cabeza colgando hacia adelante
en lo que parece una derrota.
Mi confesión final se escapa, porque merece saberlo todo.
—Dicho eso, lo hice, um... tuve a Joy...
Su cabeza se levanta bruscamente, mirándome boquiabierto con severidad.
—¿Tuviste a Joy para qué?
—Para darte cosas... —Me trago mi culpa con fuerza, como algo podrido que
me están alimentando a la fuerza—. Aunque no podía quedarme contigo, quería
que estuvieras cómodo. Así que hice que Joy te diera... cosas. Boxers, jabón,
cepillo de dientes...
—Joder, Kemper... —suspira, un tono de dolor para igualar el dolor en su
rostro.
—Lo siento…
—¿Eso fue todo? —Su voz me azota—. ¿No le dijiste que... me hiciera algo?
Parpadeo ante él en confusión.
—¿Hacer qué? No, yo no... No. Sólo quería que ella te diera regalos. De mi
parte... Eso es todo. ¿Qué por qué…? —Mis palabras se disuelven. Incluso si
pudiera pensar en qué preguntar, algo me dice que no quiero la respuesta.
Sacude la cabeza y cierra los ojos con fuerza, apartando sus manos de las
mías.
—No lo entiendo. Por qué... ¿Por qué me está pasando esto? ¿Por qué soy
así? No puedo...
—Dash, bebé, por favor no te enojes... —Me acerco a él, tratando de
abrazarlo, pero no me deja. Se arrastra en la cama, poniendo distancia entre
nosotros.
—¡¿No te enfades?! ¡Me mentiste! —Sisea, el resentimiento y la miseria
brillan alrededor de sus ojos—. Me hiciste sentir como si estuviera jodidamente
loco. Más loco que yo, lo cual es muy jodidamente loco, en caso que no lo hayas
notado… —Se tira del pelo y murmura algo.
—Esto es una puta mierda. ¡¿Quién era entonces, Kemper?! ¿Quién fue? Si
no fuiste tú, ¿quién estaba allí? Joder ¿No había nadie?
Me duele el corazón como si lo hubieran destrozado mientras lo miro
impotente, sin la menor idea de lo que necesita que haga para mejorar esto.
—Dascha, quiero ayudarte —le susurro, acercándome poco a poco—.
Déjame intentarlo. Dime qué está pasando y podremos hablar de ello...
—¡No! ¡No podemos! ¡Porque no tiene ningún sentido! —salta de la cama y
comienza a caminar por la habitación, gimiendo para sí mismo, sacudiendo la
cabeza una y otra vez.
Está teniendo algún tipo de crisis y lo detesto. Quiero ayudarlo. Necesito
quitarle su dolor, pero no sé cómo. Estoy perdido y me siento como un pedazo
de mierda sin valor de nuevo.
—Estabas allí —se enfurece, dirigiéndome una mirada iracunda—. Estás
mintiendo. Si pudieras mentir acerca de conocerme una vez, podrías mentir
acerca de estar conmigo durante semanas. Admítelo. —Sus ojos están
quemando un agujero en mi cara y mis labios se abren, pero no puedo decir
nada. Simplemente me encojo de hombros y él ladra: —¡Admítelo! Me jodiste...
Me distes descargas, tú... tú... —Deja escapar un sonido devastado, frunciendo
el ceño.
—Me hiciste todo tipo de cosas, Kemper, pero de todos modos me enamoré
de ti. Sólo admítelo. ¡Admite que fuiste tú, por favor!
Él está llorando en toda regla ahora, y no puedo evitar dejar que mis propias
lágrimas también caigan. Tengo tantas ganas de decirle lo que quiere oír, pero
no puedo. Me pidió que no mintiera y no quiero mentirle. Incluso si le quitara
este dolor que lo está partiendo en dos.
—Dascha... por favor, bebé—, sollozo, yendo tras él.
Pero corre. Él corre, lejos de mí. Al igual que me escapé de él, cuando debería
haberme quedado.
Merezco esto.
—¡Aléjate de mí! —ruge, agarra su ropa del suelo y se la pone—. No eres
real… Nada de esto lo es. Ella me jodió y por eso se fue. Y tú también te fuiste.
No estás aquí… —Las lágrimas brotan de sus ojos, está temblando y farfullando
con tanta fuerza que estoy preocupado. Creo que se va a desmayar.
—Dascha, por favor vuelve —lo alcanzo de nuevo, persiguiéndolo por la
habitación—. Necesitas sentarte y relajarte. Necesito que te relajes por mí,
cariño...
—¡No me llames así! —jadea, sin aliento, su pecho palpitante mientras se
lanza a la sala de estar y lo sigo—. No eres real y no puedes hacerme mejor.
Debería haberme suicidado ese día, no ella...
No sé de qué está hablando, mi cabeza nublada y mi pecho apretado, la
confusión y la miseria hacen que la adrenalina me recorra las extremidades
mientras lo veo ir hacia la puerta principal.
—Dash, vuelve —le grito mientras él abre la puerta—. No puedes irte.
Tienes que sentarte un minuto. Por favor.
—Que se jodan a todos. —murmura y se va, cerrando la puerta en mi cara.
Parpadeo en estado de shock, abro la puerta de nuevo y miro hacia afuera
para ver en qué dirección va. Ya se fue, lo cual es alarmante. Creo que debe
haber deambulado entre las casas, en lugar de usar la pasarela principal.
Gruñendo de frustración, vuelvo a la habitación para ponerme algo de ropa
y zapatos. Esto es un puto desastre.
El hombre que amo está ahí afuera, solo, experimentando algo que todavía
no entiendo del todo. Necesito ir a buscarlo antes que se lastime. Especialmente
después de lo que dijo antes de irse...
Debería haberme suicidado ese día, no ella...
No estoy seguro de si está hablando de Karly Clayton, la sobrina del
gobernador o de otra persona. Pero, de cualquier manera, no me gusta que esté
pensando en hacerse daño. Necesito llegar a él y rápido.
Al salir del condominio, deambulo por el complejo, buscando alguna señal
de mi hombre. Necesito ayudarlo.
Necesito protegerlo.
No me importa lo destrozado que esté, y no me importa lo que haya hecho.
Para mí, es perfecto y nunca volveré a cometer el error de dejarlo ir.
Repetir nuestra pelea me hace pensar. Mientras camino, saco mi teléfono
celular y hago una búsqueda en Google...
Dash

—¿Por qué querrías ir a México? —le pregunto a mi padre, sentado en el


asiento del pasajero de su Cadillac mientras analizamos nuestro próximo trabajo.
Sólo estamos en el segundo día de observación, pero ya estoy ansioso por ponerme
en movimiento.
Papá me dejó ser el conductor de la escapada la última vez. Dijo que hice un
gran trabajo.
Esta vez, si estoy bien, puede que me deje entrar con él.
—Está muy lejos —dice mi padre en su tono habitual, gruñón e indiferente—
. Lejos de todo. Siempre brilla el sol y hay buena comida. Puedes esconderte.
—¿Por qué tendrías que esconderte? —le hago otra pregunta, sabiendo que
odia cuando le pregunto demasiado.
Ojos abiertos, boca cerrada, syn moy44. Enfócate.
Pero en lugar de enojarse, me responde.
—Bueno, si nos atrapan, tendremos que escondernos de la policía.
—Dijiste que nunca te atraparían. —Sonrío, dándole una mirada de reojo.
Me regaña con los ojos por un momento, aunque su boca se curva en una
pequeña sonrisa. —Pero no siempre depende de nosotros, Dascha. Alguien más
podría jodernos. Sucede.
—Dijiste que no confíe en nadie... —murmuro, y él chasquea los dientes.
—Dascha. Suficiente. ¿Qué te he dicho?
—Ojos abiertos, boca cerrada —me repito sus palabras, lo que ha estado
repitiendo desde que era un niño pequeño.
—Exactamente. —Deja su bloc de notas y bolígrafo y se vuelve hacia mí, el
familiar aroma de las mentas que siempre apesta al llenar el espacio confinado—

44
Mi hijo (en ruso).
. Dascha, experimentarás muchas dificultades en tu vida. Es un hecho lamentable.
No será tu culpa, pero no hay forma de evitarlo.
Mi estómago se aprieta y se desliza hasta mi garganta mientras lo miro.
—¿Qué significa eso?
—No deseo preocuparte. Pero tienes algo en tu cerebro, como una herida que
no se puede curar. Por eso te digo lo importante que es tu enfoque. Siempre debes
mantener tu ingenio sobre ti, moy dorogoy syn45. Y si alguna vez no estás seguro,
apóyate en alguien en quien confíes.
Sus palabras trepan por mi columna, como un escalofrío maligno que esparce
un hormigueo de miedo dentro de mí.
—¿Por qué no puedo simplemente apoyarme en ti? —pregunto, sonando más
como un niño de lo que quiero.
Toma mi barbilla entre sus dedos y la aprieta un poco, dándome una mirada
de cariño.
Pero no me responde.
El silencio se extiende durante horas, días, semanas y luego meses. Hasta que
se va, y me quedo sólo, preguntándome por qué tengo una herida en el cerebro y
si hay alguien que pueda curarla.

Creo que me desmayé en la playa.


Me despierto cubierto de arena, helado por la brisa del mar y rígido por
estar tendido en el suelo un rato. A decir verdad, no recuerdo exactamente
cómo llegué aquí. Después de mi pelea con Kemper, me desmayé. Mi mente
estaba tensa, y me hizo girar y girar, en todas direcciones hasta que perdí la
noción de dónde estaba y qué estaba haciendo.

45
Mi querido hijo (en ruso).
Esto me pasa a mí, cuando las voces se ponen fuertes y no puedo
concentrarme.
Ese recuerdo de mi padre es lo último que se me queda grabado en el
pensamiento. Nos dejó por mi madre... Porque estaba enferma y él no podía
lidiar con eso. Y siempre lo desprecié por eso. Debería haberse quedado por mí.
A menos que me dejara por la misma razón.
La herida en mi cerebro... es real. Como la de mi madre.
Me cubro la cara y suspiro, escuchando los sonidos del océano mientras
entra y sale. Cuando los vuelvo a abrir, miro a mi alrededor, sin reconocer la
parte de la playa en la que estoy. Debo haber caminado más de lo habitual. Si
estuviera en mi playa habitual, estoy seguro que Kemper me habría encontrado.
A menos que no esté mirando. Tal vez a él no le importe lo que me pase,
porque estoy jodidamente loco y es demasiado para él.
O tal vez no exista.
Resoplo y ruedo sobre mis rodillas, cubriendo mi cabeza con mis brazos.
¿Cómo es posible que conocí a Kemper una vez, durante cinco jodidos minutos,
y mi cerebro transformó esa interacción en una persona, manifestándolo en mi
mente, creando semanas de interacciones y elaboradas mentiras para que me
aferre como electricidad estática?
Tasers y jaulas para el pene, helado y esposas, mamadas y sudaderas con
capucha y follando... Tanta follada deliciosa...
¿Cómo podría inventarme todo basándome en haberlo visto una vez?
Debe ser una herida gigante en mi cerebro.
Mi mente vuelve a recordar lo que Kemper confesó anoche… Acerca que me
vio en el periódico. Dice que pensó en mí... ¿Estaba enamorado de mí? Sin
siquiera conocerme...
Me hace reír para mí mismo, con la frente presionada contra la arena. Tal
vez sea posible inventar algo... Crear una relación de fantasía, imaginar a
alguien tanto que se vuelva real. Para mí, creo que el impulso es más fuerte que
para los demás... Por lo que me pasa. Por la herida en mi cerebro.
Suspirando, decido levantarme e irme a casa. Puedo revolcarme en la
comodidad y seguridad de mi pequeña habitación. Puede que no sea tan grande
y elegante como el condominio de Kemper, pero es mi lugar y me gusta.
No necesito a nadie más. Papá estaba equivocado en eso.
No puedo apoyarme en nadie, porque la gente te defrauda. Te traicionan. Te
joden.
Mienten y se van. La gente es basura y yo estoy mejor solo.
Vagar por la playa, tratar de encontrar el camino a casa sin teléfono, lleva
más tiempo de lo que esperaba. El sol se está poniendo cuando finalmente
reconozco los puntos de referencia y veo la fila de camiones de comida más
adelante. Mi estómago gruñe al pensar en tacos, pero mientras me doy unas
palmaditas en los bolsillos, me doy cuenta que debo haber dejado mi billetera
en casa de Kemper.
Mierda…
Tendré que volver a mi casa y coger algo de dinero si quiero comer. Camino
el camino largo alrededor de la playa, por si acaso Kemper está allí. No puedo
verlo ahora mismo. Es demasiado.
Él es demasiado. Es como si todo se hubiera convertido en un solo ser
humano. Es abrumador.
Imagínese mi sorpresa cuando llego a mi casa y me detengo en seco,
parpadeando ante el enorme bulto de músculos y tatuajes que se desplomó
frente a mi puerta. Kemper está apoyado en él, acurrucado en el suelo, dormido.
Ladeando mi cabeza, lo miro, la más mínima diversión tirando de mis labios.
Se ve tan tranquilo cuando duerme. Desprovisto de toda preocupación, sin
muros para protegerlo, sin escudo Alfa para mantener a todos a raya. Es sólo
él... Kellan Kemper. El tipo que me afeitó la cabeza en Alabaster Pen, se fue
porque no sabía cómo lidiar con sus sentimientos.
Y mientras él corría, me estaba acomodando con una versión imaginaria de
él.
Al menos me envió un cepillo de dientes.
Me río y niego con la cabeza, frotándome los ojos. Estamos más que jodidos.
Perjudicialmente. Somos dos mitades del conjunto más desordenado del
mundo.
Mi estómago vuelve a gruñir, recordándome lo hambriento que estoy, y
pateo el zapato de Kemper, lo suficientemente fuerte como para que se
despierte sobresaltado, mirando alrededor frenéticamente antes de mirarme y
exhalar en voz alta.
—Oh, gracias a Dios que estás bien. —Se levanta del suelo, haciendo una
mueca de dolor por lo que supongo que son músculos rígidos mientras se para
frente a mí.
Me mira como si quisiera decir tantas cosas con las que no puedo lidiar en
este momento. Abriendo mi puerta, paso junto a él dentro.
—Estoy hambriento. Sólo vine a buscar dinero para la comida.
Me sigue a través de la puerta.
—Dash, sé que estás molesto conmigo, pero necesito que me escuches. No
quise lastimarte ni esconderte cosas. Es una situación compleja y tomé la
decisión equivocada. Pero lo siento mucho, cariño. Necesito que sepas cuánto
lo siento...
—Kemper, por favor —lo interrumpo con un suspiro exasperado—. Sólo
quiero comer algo. Tener esta conversación hambriento, no nos irá bien a
ninguno de los dos, te lo aseguro.
Hace una pausa y me mira fijamente, las piscinas sin fondo en su iris me dan
sentimientos en los que no quiero pensar en este momento.
—¿Hambriento? —murmura, la diversión trazando las líneas en su rostro.
—Sí. Estoy a dos segundos de patearte. —Cruzo los brazos sobre mi
pecho—. Si me dan unos tacos, puede que no. Podría ser la palabra clave.
Él resopla una pequeña risa y se acerca a mí, dándome su mirada de quiero
besarte a la luz del día. Retrocedo y miro mis zapatos, negando con la cabeza.
No puedo hacer esto...
—Dascha, tenemos que hablar de esto. —se queja, claramente despreciando
no tener el control, ese tono severo y dominante empujándome y doliéndome
hasta el fondo.
Es la misma persona. Sigue siendo mi Oficial Kemper... me lo dijo.
Parpadeando ante su rostro, mi boca se abre sin la menor idea de qué decir
o hacer. Y como es mi Kemper, me ayuda.
—Está bien, bien, bebé. Si te traigo unos tacos, ¿podemos hablar después?
—toma mi mano y me tira un poco. Aturdido, asentí lentamente con la cabeza.
Suspira y asiente—. Bien entonces. Hora del taco.
Kemper me lleva a Tacos Hermanos, nuestro lugar, nos trae mitad pastor y
mitad carnitas nuevamente, luego nos acomoda en nuestro banco habitual. Y
todo el tiempo me quedo mirándolo en silencio, porque me cuida mucho. No
importa si es real o mi imaginación. Este es él...
Mi Oficial Kemper. El guardia que me mantuvo firme mientras me afeitaba
la cabeza, su dedo rozó mi cuello para enviar confusos escalofríos a través de
mi cuerpo. Su toque se instaló en mi estómago ese día y luego floreció en algo
que nunca hubiera sabido que existía si no fuera por él.
Y supongo que le hice lo mismo. A pesar de lo poco que realmente nos
conocíamos hasta que llegamos aquí, siempre fuimos algo.
No éramos nada y de alguna manera todo.
Comiendo nuestros tacos tranquilamente, nos sentamos uno al lado del
otro, mirando el océano iluminado sólo por la luna; una gran bola de marfil
resplandeciente que cuelga del cielo.
Y cuando ya no tengo hambre, me acerco a Kemper y tomo su mano,
colocándola en mi regazo mientras entrelazo nuestros dedos. Lo siento
mirándome, pero no puedo mirarlo a la cara. Aún no.
Todavía estoy tan desanimado...
Se vuelve más y más silencioso a nuestro alrededor a medida que los
negocios cierran y la gente se va a casa. Pero Kemper y yo nos quedamos
quietos, simplemente existiendo uno al lado del otro, sintiendo el peso de todo
lo que no sabemos y de todo lo que hacemos, como una balanza que trata
constantemente de mantener el equilibrio.
Pero cuanto más lo pienso, más me doy cuenta que no tiene por qué ser así.
Quizás algunas cosas en la vida están destinadas a fluctuar para siempre. Como
el caos. Un desequilibrio perfecto.
Y tal vez incluso lo distorsionado puede ser hermoso, cuando realmente lo
miras.
Ante ese pensamiento, mi voz se raspa: —Maté a mi madre.
Siento a Kemper todavía a mi lado, pero no dice nada. Se sienta a mi lado y
espera.
—Mi padre nos dejó unos meses después de mi decimoquinto cumpleaños
—prosigo, mi tono recuerda en voz baja—. No podía manejar lo que ella era…
lo que ambos éramos, creo. Así que me dejó sólo con ella. Dejó a dos personas
enfermas solas, porque no era lo suficientemente hombre para curarnos, ni
siquiera para intentarlo. —Mi mandíbula se aprieta y sacudo el dolor—. No
pasó mucho tiempo antes que mi madre comenzara a sentirse... sola, supongo.
Ella siempre quiso que fuera a su cama con ella. Sólo para abrazarla, decía ella.
Y claro, al principio fue sólo eso. Pero luego dejó de estar bien... y comenzó a
estar mal.
Mi garganta se cierra un poco y toso. Kemper coloca una mano grande en mi
espalda y frota suavemente, calmándome como lo hace.
—Ella me hizo follarla —gruñí más allá del vómito que quiere subir a mi
garganta—. Durante casi dos años. Tenía la misma herida en su mente que yo,
y la usó para manipularme. Estaba enferma y quería que lo reemplazara. Y me
dijo que me gustaba… pero no me gustaba. Así que la apuñalé.
Esta vez inclino mi rostro en su dirección y nos miramos a los ojos. Los suyos
son anchos, azules como el océano ahora. Olas y todo.
—La apuñalé hasta la muerte, Kellan. Le corté el cuerpo y lo quemé todo.
Todos menos los huesos, que todavía están escondidos en nuestra casa. —Mis
dientes rechinan mientras lo miro—. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? La
borré de la existencia. Porque ella no era mi madre, era mi monstruo. La gente
que maté... no fue un accidente. Lo hice a propósito, ya sea por rabia, un
desmayo o una enfermedad. Sea lo que sea, no estoy seguro. Pero lo hice, sé que
lo hice.
Estamos en silencio por un momento, sólo mirándonos el uno al otro, sin
movernos, hasta que el pulgar de Kemper roza el mío. Al igual que me rozó el
cuello ese día, frente al Alcaide. Eso fue real.
Eso realmente sucedió, y me dan ganas de llorar lágrimas de felicidad, por
el mero hecho que sé que algo realmente sucedió. El misterio es como una bola
gigante de estrés en mi estómago. Quiero saber…
—Eres policía, Kellan Kemper —mi cabeza se balancea sutilmente—. No
puedes dejar que me salga con la mía. Soy un criminal peligroso y tienes que
entregarme.
Kemper exhala lentamente y levanta mi mano, dándola vuelta para que mi
muñeca quede hacia arriba, la palabra Oficial en tinta negra, mirándonos.
—Voy a decir algo y quiero que sepas que esto es real, ¿de acuerdo? —habla
con calma y uniformidad, sus palabras salen como una línea que puedo ver—.
Estamos en Tulum, México el diez de julio. Mi nombre es Kellan Kemper y tu
nombre es Dascha Reznikov. ¿Lo entiendes?
Parpadeando hacia él, asiento, reconfortado al saber que esto también es
real. Él está haciendo esto por mí… haciéndolo real.
—Dascha... te amo —dice, su pulgar rozando el tatuaje en mi muñeca—.
Nunca antes me había enamorado y, sin embargo, supe que te amaba en el
momento en que te vi. Quiero estar aquí para ti, y me importa un carajo lo que
hayas hecho. El mundo no es blanco y negro, especialmente contigo. Eres un
prisma de color, reflejando cada cosa hermosa, y nunca quiero dejar eso. Bebé,
creo...
Hace una pausa para aclararse la garganta.
—Creo que puedes sufrir de Esquizofrenia. Pero no quiero que tengas
miedo, ¿de acuerdo? Porque no importa, ese es el punto. No importa lo que
creas que está dañado en tu cerebro, Dash, porque quiero arreglarlo. Cariño, si
hay algún tipo de herida dentro de ti, seré tu torniquete. —Exhala con fuerza y
levanta mi muñeca para dar un beso en la tinta—. Déjame. Por favor.
Todas sus palabras revolotean por mi mente en alta definición. Dijo tanto,
me está tomando un momento procesarlo todo.
El me ama. Me amó en el segundo en que me vio...
No le importa lo que he hecho. Quiere estar conmigo.
Soy... esquizofrénico.
Mi frente se arruga y jadeo por aire, negando con la cabeza. No... Eso suena
serio.
No me gusta eso. No quiero ser eso.
Empiezo a inquietarme, incómodo con toda esta nueva información. Todas
las palabras, amontonadas en mi cráneo.
Pero Kemper toma mi cara entre sus manos y me da la vuelta con ternura
para que tenga que mirarlo.
—Bebé, quédate conmigo. Todavía estamos aquí, ¿verdad?
Me concentro en sus ojos, el color que solía pensar que era negro en mi
imaginación, antes de darme cuenta que era el azul más oscuro de todos.
Asiento lentamente.
—Te llevaré a un médico, Dash —me dice, su tono firme pero
reconfortante—. ¿Está eso bien? Podemos solucionar esto. Juntos. Tú y yo. Sólo
si te parece bien...
La presión se acumula detrás de mis ojos, densa, sin ningún lugar adonde ir.
Quiere ser mi torniquete. Quiere hacerme mejor...
Las palabras de mi padre resuenan… Apóyate en alguien en quien confíes.
Asiento y me inclino hacia adelante, metiendo la cara en el hueco de su
cuello para que no me vea llorar como un puto bebé.
—Sí. Me parece bien. Te amo, Kellan Kemper. Por favor, no... me olvides.
—Nunca te olvidaré, Dascha Reznikov. —Me rodea con sus gigantescos
brazos y me abraza.
En público. A la intemperie. El me ama. Y yo confío en él. Confío en que de
verdad está aquí... y quiere curar mis heridas.
—Me estás estrangulando. —murmuro en su piel y él se ríe a carcajadas.
—Lo siento bebe. —Tira de mi cara hacia atrás y besa las lágrimas de mis
mejillas.
Porque es real. Y me ama.

Al día siguiente, Kemper me convence que me mude a su apartamento.


Debo admitir que al principio fui cauteloso. Se sentía como si estuviera
insistiendo tanto porque tenía miedo de que yo estuviera solo. A lo que le
recordé que he estado solo desde que tenía diecisiete años, y lo hice bien por
mí mismo, dejando de lado los asesinatos y el hecho que me envíen a prisión,
por supuesto.
Pero él es Kellan, y su explicación fue que quiere estar conmigo las
veinticuatro horas del día, porque está enamorado de mí y no puede soportar
que estemos separados.
Súper loco, lo sé. Pero estoy aprendiendo a amar un poco a los locos.
Así que le di lo que quería, empaqué mi mierda, algunos pares de ropa y un
Amazon Fire Stick46, y lo puse todo en su lugar. También es lo mejor, porque su
46
Dispositivo que convierte un televisor en una Smart TV. Es básicamente un reproductor de contenido multimedia
en streaming.
lugar es más grande. Extendió el contrato de arrendamiento, ya que los dos nos
vamos a quedar en Tulum por ahora. Honestamente, me encanta estar aquí
demasiado. No me gustaría ir a ningún otro lado. No todavía, de todos modos.
Acabo de instalarme en el condominio y, debido a todo el estrés, me siento
más inestable. Es extraño, estoy tan acostumbrado a negar lo que me hace así.
Pero desde que Kellan me presentó su teoría, que hasta ahora nace
estrictamente de los síntomas de buscar en Google, el más mínimo cambio en
mi comportamiento se sobreanaliza en mi mente.
De alguna manera apesta, pero supongo que esto es lo que es la
autoconciencia. Sabremos más después que vea al médico. Si decido hacer eso…
no me apresuro a descubrir exactamente cuán jodido estoy.
Kemper salió a comprar comida. No, no me estoy imaginando cosas. Dijo que
quiere prepararme la cena para nuestra primera noche oficial viviendo juntos,
y estaba tan emocionado que no había forma posible que pudiera decir que no.
Mientras él está fuera, decido darme una ducha rápida, luego pongo un poco
de Teoría del Big Bang 47en la televisión del dormitorio y me acuesto en la cama,
distraído. Funciona lo suficientemente bien como para mantenerme relajado,
porque lo siguiente que sé es que oigo a Kemper entrar en la sala de estar.
—¡Cariño estoy en casa! —grita y me río de lo cursi que es.
Inmediatamente está parloteando sobre la comida que compró y no lo
escucho porque me acabo de dar cuenta que me olvidé de vestirme después de
la ducha. Estoy desnudo, acostado en la cama. Y, por supuesto, mi polla ya está
medio dura, sólo porque sé que está en la habitación de al lado y probablemente
a punto de entrar aquí en cualquier momento.
Mordiéndome el labio, decido que me importa un comino la comida en este
momento, y prefiero divertirme un poco. Y basado en algo que podría darme la
cantidad justa de humillación que definitivamente resultará en momentos
sexys, decido recostarme y envolver mi puño alrededor de mi erección.
Acariciándome lentamente, me obligo a no mirar la puerta en busca de
Kemper. Hará más calor de esta manera, si parece que simplemente está
entrando en mí masturbándose.
Jesús, ¿por qué hace tanto calor? A quién le importa. Mejor no pensarlo
demasiado.

47
Serie exitosa de TV americana (The Big Bang Theory)
Tiré de mi polla con más fuerza, escuchando los sonidos de Kemper pisando
fuerte por el condominio, probablemente trayendo comestibles a la cocina. Le
toma un minuto, pero supongo que se impacienta esperando que responda a
todas las cosas que me grita, ya que camina hacia la puerta y luego se detiene
por completo cuando sus ojos se posan en la cama.
Sobre mí, sacudiendo mi polla dura con una mano y frotando mis bolas con
la otra.
No puedo evitarlo más, y dejo que mi mirada se eleve hacia la suya, el rubor
de la vergüenza subiendo por mi cuello hasta mi cara. La mirada de sorpresa en
la suya dura lo suficiente para que la humillación de ser atrapado apriete mis
bolas como locas antes que se evapore en una lujuria ardiente. Da un paso más
en la habitación, los ojos clavados en mi polla y mi mano se mueve hacia arriba
y hacia abajo a un ritmo pausado.
—¿Qué estás haciendo? —Él ladra y me muerdo el labio, mirándolo con los
ojos entrecerrados—. ¿Dije que podías tocarte a ti mismo?
—Luscious... —susurro, mi estómago se retuerce mientras él levanta una
ceja ante mi comentario—. Llámame Luscious. Por favor bebé…
Sólo toma un segundo antes que la comprensión amanezca en su rostro y se
mueva hasta el borde de la cama, luego se inclina sobre mí, colocando sus
manos a ambos lados de mis caderas.
Sus ojos oscuros se deslizan desde mi polla hasta mi boca y se lame los
labios.
—Este tipo de comportamiento errático te costará... Luscious.
Un quejido huye de mis labios mientras se saca la camisa por la cabeza y
luego se baja los pantalones, se los saca a patadas, con los zapatos, hasta que
está tan desnudo como yo. No puedo evitar que mis ojos deambulen por todo
su cuerpo gigante y musculoso goteado en tinta, aterrizando en su polla, gruesa
y pesada, acercándose poco a poco a la mía mientras se arrastra sobre mí.
—¿Algo que le gustaría decirme, preso? —gruñe sobre mis labios y estoy
tan jodidamente excitado que apenas puedo moverme.
Mi respiración está fuera de control mientras murmuro: —Lo siento, Oficial.
Agarra mis muñecas rápidamente y las levanta por encima de mi cabeza,
sujetándolas allí mientras aprieta su dura polla contra la mía.
—Esa es una disculpa débil. Creo que me debes un orgasmo, Luscious.
—Lo que quieras. —ronroneo, volviéndome loco al sentir su carne firme
frotándose contra la mía, la fricción construyendo calor alrededor de nosotros.
—Mmm... me gusta eso. —ruge dentro de mí y arrastra sus labios sobre cada
superficie libre de mi carne que está temblando por él.
Se mueve hacia mi pecho para chupar mis pezones, mordiendo con fuerza
como a mí me gusta, hasta que lloro en voz alta. Luego sube por mi cuello,
chupando más marcas púrpuras por todas partes, su propia marca.
Le encanta marcarme. Que todos sepan que soy suyo, supongo. Estoy
totalmente de acuerdo.
Luego captura mis labios y me besa, lento pero feroz, susurrando sonidos
que hacen que mi polla llore sobre mis abdominales.
—Dascha... —Lleva mi propia mano a mi boca y presiona mi dedo contra
mis labios, lo que indica que quiere que chupe.
Así que lo hago. Le doy la mamada a mi dedo como si fuera su polla, mientras
él me mira con fuego azul en sus ojos.
—Quiero que hagas algo... —Él mete otro de mis dedos en mi boca, y me
pregunto por qué me está haciendo esto con mis propios dedos, aunque apenas
puedo molestarme en preocuparme, porque la forma en que me mira es lo
suficiente para hacerme poner al mando. Bueno, eso y su polla rechinando
contra la mía—. Quiero probar algo. —Retuerzo mis dedos, parpadeando con
curiosidad hacia él—. Para ver si me gusta...
Él levanta las cejas y me toma un segundo darme cuenta de lo que está
hablando.
Saca mis dedos de mi boca y respiro.
—Ohh. Sí... Cariño, estoy listo. Quieres que te joda
—Ese es el Oficial, Dascha —me interrumpe, disparándome directamente
en la basura con ese tono dominante—. Vas a poner tu gran polla en mi culo y
hacer que me corra… Pero todavía estoy a cargo. ¿Lo entiendes?
—Sí, Oficial —Asiento con la cabeza, con los ojos muy abiertos mientras
espero más instrucciones.
Y, efectivamente, me da un delicado beso en los labios y luego lleva mi mano
a su trasero.
—Sólo toca primero. —susurra, y asiento de nuevo, trazando su borde con
mi dedo mientras nos besamos.
Los besos profundos y resbaladizos continúan por un tiempo, la punta de
mi dedo apenas lo hace dentro de él. Está tan apretado que quiero decirle que
se relaje un poco por mí, pero creo que lo mejor que se puede hacer es ponerlo
de espaldas primero.
—¿Puedo usar mi boca con usted, Oficial? —suplico, agarrando sus nalgas
redondas y llenas en mis manos.
—Mmm, sí —dice con voz ronca, levantando un poco la cabeza hasta que
algunos mechones de cabello dorado caen en su rostro—. Quiero esa boca dulce
y esos labios deliciosos.
No pierdo el tiempo empujando a Kemper sobre su espalda y él se acurruca
en la cama, con la cara un poco sonrojada por lo que estamos haciendo. Dios,
espero que esté nervioso. Eso sería increíblemente caliente.
Ya me estoy volviendo loco ante la idea de meter mi polla dentro de él.
Kemper nunca había hecho nada a tope. Es un auténtico Superior, por lo que el
hecho que me deje follarlo es un momento revolucionario y un orgasmo que
altera la mente esperando a que suceda.
A horcajadas sobre sus caderas, beso sus labios un par de veces, ya que es
tan malditamente delicioso. Luego me muevo por sus músculos inmaculados y
lamiendo las curvas de sus pectorales, chupando sus pezones hasta que se
conviertan en guijarros, antes de continuar mi viaje por sus abdominales y su V
apuntando a su polla monstruosa.
Manteniendo mis ojos en los suyos, mirándonos, cierro la boca sobre la
gorda cabeza, chupando con fuerza. Sus manos vuelan a mi cabeza y me
sostiene en su lugar, empujándome un poco hacia abajo mientras gradualmente
tomo sus centímetros en mi boca. Chupo bien durante minutos y lo trago hasta
que la saliva gotea y me duele la mandíbula.
—Dios, eres tan bueno para chupar pollas. —murmura, tocándome
sensualmente en todos los lugares que puede alcanzar.
Le saco la polla y me muevo hacia sus bolas, prestándoles algo de atención
durante unos minutos antes de llegar a su trasero. Kemper abre las piernas y
utilizo mis manos para abrir sus mejillas, levantándolo tanto como necesito. No
puedo dejar de mirarlo así, todo extendido para mí...
Es algo tan diferente de ver. Nunca había tenido sus piernas tan abiertas, su
delicioso trasero disponible para que lo tomara. No puedo esperar a tener los
tobillos en el aire...
Pero quiero que esté bien y listo, así que presiono unos cuantos besos lentos
en sus muslos, luego en sus mejillas, besando mi camino en el medio, hasta su
borde. Lamo alrededor, deslizándome hacia arriba y hacia abajo, dando vueltas
y más vueltas, entrando para succionar un poco. Es muy diferente a comerse un
coño, pero es lo mismo. Creo que le gusta todo lo que hago, porque está
jadeando en voz alta y agarrando la parte de atrás de mi cuello, prácticamente
empujando mi cara más profundamente en su trasero.
Empujo mi lengua en su ano, luego la sumerjo dentro, relajándolo para que
pueda mojarlo bien. Luego puse mis dedos hacia atrás, lamiendo y toqueteando
al mismo tiempo.
Mi dedo índice presiona dentro y él gime.
—Joder... eso es diferente...
No puedo evitar sonreír.
—¿Te gusta?
Nuestras miradas se encuentran desde donde estoy enterrado en su trasero
y él asiente, mordiéndose el labio.
Eso es todo lo que necesito, y presiono más el dedo, usando mi saliva como
lubricante por ahora. Esta es sólo la introducción y claramente puede aceptarlo.
Él ya está empujando mi mano, rogando silenciosamente por más. Empujo mi
dedo dentro y fuera de él, calentándolo bien, antes de poner un segundo dedo,
haciéndolo gemir.
—Dash... Dash, por favor...
Sonrío, viendo mis dedos bombear dentro de él.
—¿Le puedo ayudar en algo?
—No te pongas lindo. —me gruñe.
—Demasiado tarde. —Sonrío y él suelta una carcajada, con el rostro todo
sonrojado, desesperado por la lujuria.
—Consigue lubricante y jodidamente fóllame —refunfuña—. Ahora.
—Sí, señor, Oficial. —murmuro, tirando de mis dedos.
Alcanzando la mesita de noche, agarro el Astroglide48 y aprieto un montón
en mi polla. Lo acaricio, amando la sensación ya, junto con lo malditamente
hermoso que es ahora. Enorme y rudo tipo Alfa tatuado con el culo frente a mí,
esperando ser follado. No puedo pensar en nada más caliente.
Empujando sus piernas para abrirlas más, sostengo su trasero con una
mano mientras la otra presiona mi polla contra su agujero.
—Necesito que te relajes por mí, bebé, ¿de acuerdo?
—Voy a correrme tan rápido. —divaga, agarrando su polla mientras mira lo
que estoy haciendo.
Golpeo su mano lejos de su erección.
—Entonces, no hagas eso todavía. —Lo miro con deseo, seguro, pero más
amor que cualquier otra cosa.
—¿Listo?
—Oh, Dios mío, hazlo —se muerde el labio—. Estoy perdiendo la cabeza.
Resoplo suavemente y empujo la cabeza de mi polla dentro de él.
Simplemente se desliza hacia adentro, probablemente debido al lubricante. Y
Kemper gruñe.
—Santo hijo de puta. —Su cabeza cae hacia atrás en la cama, exponiendo su
garganta sexy cubierta de una suave barba mientras su nuez se sumerge.
No espero más confirmación. Sé que ya lo ama, así que empujo un
centímetro más adentro, su cuerpo me agarra con fuerza. Tan apretado, de
hecho, que casi siento que no podré moverme.
—Relaje sus músculos, Oficial —paso mis dedos por su cadera—. Déjame
meterte esta gran polla.
—Oh mierda... sí, Luscious. —suspira y mis bolas palpitan—. Estoy
relajado…. Tan jodidamente... relajado.
—Entonces maldita sea, estás jodidamente apretado, bebé. —Respiro,
forzándome a entrar más profundo, rompiendo sus crestas, más con cada
pulgada que doy, hasta que estoy a la mitad y necesito moverme.

48
Lubricante
Arrastrando mis caderas hacia atrás un poco, hago una pausa, luego me
relajo en él una vez más, más profundo esta vez, mientras sus ojos ruedan hacia
atrás en su cabeza.
—¡Dash! Joder... yo... —Su voz es ronca y entrecortada como una mierda.
Perfecto.
—Sí, suena familiar. —dejo escapar una risa tortuosa, bombeando dentro
de él, construyendo un ritmo dentro de él, hasta que me hundí hasta las bolas.
Y luego me derrito sobre su cuerpo.
Mis caderas continúan empujando, mientras él yace debajo de mí, su gran
cuerpo con los brazos abiertos, dejándome hundir mi polla en su culo una y otra
vez y follando. Me esfuerzo más y él lo toma. Él lo toma, luciendo como un
maldito sueño, hecho sólo para mí.
—Te sientes tan bien, bebé. —murmuro en sus labios, besándolo mientras
él se vence por la lujuria que le estoy dando—. Dime que te sientes bien...
—Yo... yo... joder, Dascha, Jesús... —jadea, sin ningún sentido—. Esto es
intenso. Más duro, bebé.
—Eso es, amor. —Presiono mis manos sobre su pecho y lo follo con más
fuerza, asegurándome de tocar su próstata. Creo que puedo decir cuándo lo
hago porque deja escapar un ruido ahogado.
No puedo dejar de mirar su polla dura, moviéndose en sus abdominales,
esperando ser atendida. Envuelvo mi mano alrededor de él y le doy una
sacudida mientras lo follo, igualando mis golpes.
—Me voy a correr, Dash. —me dice con los ojos pegados debajo de nuestras
cinturas, donde me estrello contra él mientras le masturbo su gran polla.
—Córrete para mí... Oficial. —Conduzco con más fuerza y jodidamente más
áspero, hasta que se rompe.
Su mano vuela hasta mi garganta, y la sostiene con fuerza mientras lloriquea
todo tipo de tonterías, su polla latiendo con chorros de semen en su pecho y
abdominales. Y persigo su orgasmo, cayendo a continuación mientras me
desparramo profundamente en su culo.
—Fóllame, bebé, eres todo... —Capturo su labio inferior y lo chupo, y
muerdo, y gimo su maldito nombre, repetidamente.
—Te amo, Dash. —está sin aliento, tocando cada superficie de mi cuerpo.
Agarrándome el culo y abrazándome profundamente en él durante uno o dos
segundos más.
—Te amo, Kemper. —Parpadeo hacia su hermoso rostro—. Kellan.
Él sonríe y deja escapar una risa cansada.
—Me vuelves loco, bebé.
—¿Te gustó? —decoro toda su mandíbula y garganta con besos.
—Fue... jodidamente abrumador —sus dedos suben y bajan por mi espalda.
—¿Vas a querer ser el último ahora? —Me río en su piel pegajosa.
—Mmm... no lo creo —suspira—. Podemos turnarnos.
—Está bien para mí. —Me incorporo un poco y luego salgo de él.
Me regaña con los ojos, pero no dejo que se mueva hasta que puedo ver mi
semen gotear por su culo. Hace mucho calor. Ahora sé por qué le gusta.
Nos abrazamos y entramos en el baño para asearnos y que él pueda
prepararnos la cena como había planeado. En el baño, cuando terminamos, con
las toallas envueltas alrededor de la cintura, lo miro en el espejo mientras se
pasa los dedos por la mandíbula sin barba.
—¿Te duele el trasero? —Me río entre dientes y él me lanza una mirada de
advertencia.
—Si buscas cumplidos míos, sabes que no los necesitas. Luscious. —Sonríe
con malicia, y tengo que respirar y contener la respiración.
Porque ahora que me está llamando así... desde que le conté sobre el apodo
y cómo me recuerda a una versión de él que no conoce, lo juro por Dios, es él.
Callum era una versión de Kellan que inventé de alguna manera, pero existe.
Está jodidamente aquí, en Tulum conmigo.
Amarme, de la misma manera que yo lo amo a él.
No tengo idea de cómo sucedió, pero estoy feliz. Más allá de feliz. Estoy
extasiado.
El único problema con la felicidad real, con estar enamorado, es que siempre
existe la posibilidad que la pierdas. Y me aterroriza perder a Kemper. No
sobreviviría perdiéndolo dos veces.
—¿Qué pasa, hermoso? —Se vuelve hacia mí y me mira con simpatía—.
Estás haciendo una mueca como si algo estuviera mal, y lo odio. Dime qué está
pasando en tu hermosa mente, por favor.
Sus palabras me dan ganas de romper a llorar. Está tan jodidamente aquí
para mí, y odio la idea que esté renunciando a cosas por mí antes de que sepa
siquiera si quiere.
—No quiero retenerte, Kellan —murmuro, y él hace una mueca como si
estuviera sorprendido—. Quiero decir, ¿no quieres salir y experimentar todo lo
que puedas como hombre gay?
Sacude la cabeza y suelta un bufido.
—Dascha, por favor...
—Por lo que tengo entendido, es un gran momento para ser gay. ¡Obtienes
clubes sólo para ti, desfiles y tu propio mes! El mundo es tu ostra. ¿Por qué
querrías establecerte desde el principio? ¿Especialmente con alguien... como
yo? —Mis ojos se posan en el fregadero—. Alguien con mis... problemas. Es
como si estuvieras encadenado a un maldito choque de trenes.
Kemper se me acerca y me presiona contra el mostrador, agarrándome la
cara.
—Hay mucho de malo en lo que acabas de decir. En primer lugar, tú también
tienes el desfile, cariño. No es sólo orgullo gay. Eres la B en LGBTQ49. ¿O eres la
Q?
Me río a carcajadas y eso lo hace sonreír.
—No estoy seguro. Aún no he decidido qué letra quiero ser.
—El caso es que estamos juntos en esto, cariño. ¿Recuerdas? —Me levanta
las cejas y yo asiento con la cabeza vacilante—. Me ayudaste a descubrir quién
soy, Dascha. Si no fuera por ti, estaría en el armario para siempre. Y, en segundo
lugar, sobre tus problemas... necesito que me escuches, ¿de acuerdo? —Me mira
fijamente hasta que asentí de nuevo—. Estoy enamorado de ti, Dascha
Reznikov. Necesito estar contigo. Eras la persona más fascinante que había
conocido antes de conocerte.
Dejo que una sonrisa se asome. Porque eso me gusta.

49
Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans, Queer (Indefinido)
Me gusta que estemos tan jodidamente retorcidos, y pensamos que nos
conocíamos cuando no lo sabíamos.
—Yo también te amo, Kemper. —le susurro, parpadeando ante las piscinas
infinitas en sus ojos.
—Bien —deja caer un suave beso en mi boca—. Tú y yo, somos para
siempre, ¿de acuerdo?
Asiento, obligándome a no ahogarme.
—Para siempre.
Toca mi barbilla con sus nudillos, y suspiro las emociones, viendo cómo sale
de la habitación, se va a vestir y comienza nuestra cena.
Y, sinceramente, me importa un carajo si ahora no es real. Ni siquiera me
importaría. Porque todos los momentos con cualquier versión del Oficial
Kemper son una bendición para mí.
Real, falso, alucinación, holograma, jodido mono en traje de persona.
Realmente no importa.
Me encanta. Es el mejor síntoma de cualquier locura que viva en mi cabeza.
Kellan
101 días libre

—¡Dascha!
Sin respuesta. Imagínate.
Poniendo los ojos en blanco, recorro el condominio para localizarlo. Le dije
repetidamente que estuviera listo a las tres, y son las cinco y media. Sin
embargo, no estoy seguro de por qué me sorprende. Mi novio es alérgico a la
puntualidad.
—Dascha... en serio. Tenemos que irnos. ¡Llegaremos tarde! —grito de
nuevo con la esperanza de llamar su atención. Pero todavía no responde.
Balanceándome en el dormitorio, estoy listo para gritar un poco más, pero
me congelo cuando finalmente lo veo, en el piso junto al armario. Lleva
pantalones puestos, pero sin camisa, y un zapato, el otro pie descalzo.
Trago mi preocupación y corro hacia él, cayendo de rodillas.
—Bebé... ¿Estás bien? —Pongo mis manos en sus piernas—. ¿Qué ocurre?
—¿Puedes ir sin mí? —Me mira mientras se muerde el labio—. No me siento
bien.
—Oh, bebé —suspiro, deslizándome a su lado y deslizando mis brazos
alrededor de su cintura. No tengo que tirar mucho hasta que él está en mis
brazos, envuelto alrededor de mí como una enredadera—. ¿Qué pasó? Estabas
tan emocionado con esto ayer.
—Estoy emocionado, pero... simplemente no me siento bien ahora. —
murmura en mi cuello mientras acaricio su cabello. Ahora es unos centímetros
más largo y es morado.
Me encanta.
Desafortunadamente en este momento, el chico del cabello morado está
triste, y es mi trabajo averiguar por qué, para poder hacerlo feliz de nuevo.
—Transparencia. —digo con firmeza. Y lo siento ponerse rígido por un
momento, antes que exhale un fuerte suspiro.
Luego se acuesta de espaldas, descansando su cabeza en mi regazo, mirando
al techo en lugar de a mí. Pero estoy bien con eso. Mientras me hable.
—Ir a ver la nueva casa fue... hacerme pensar en mi casa en Brooklyn. —dice
Dash, las líneas en su frente indican que todavía se siente un poco incómodo
abriéndose.
Pero lo está haciendo y estoy muy orgulloso de él.
Han pasado tres meses desde que a Dash le diagnosticaron oficialmente
Esquizofrenia y un leve Trastorno Narcisista de la Personalidad, que los
médicos creen que contribuyó un poco a su psicosis en prisión. Después de esa
primera cita, estaba bastante deprimido. Ha tenido dificultades para lidiar con
el conocimiento que tiene una enfermedad mental de por vida que nunca
desaparecerá. Y créanme, estaba dispuesto a vivir en la negación para siempre,
pero me alegra que haya venido a ver al médico.
El Dr. López le dio a Dash un medicamento de dosis baja para controlar sus
síntomas, y parece ayudar con las alucinaciones. No ha experimentado psicosis
desde que comenzó el tratamiento, lo cual es excelente.
Pero lo más útil, creo, ha sido la terapia dos veces por semana. Dash va solo
los martes y los viernes vamos juntos. Al principio, no estaba muy seguro de ir
con él, ya que no quería entrometerme. No es que estemos casados ni nada...
Pero Dash estaba tan nervioso que prácticamente estaba llorando, rogándome
que fuera con él.
No tuve elección. Él es mi todo, y desprecio por completo verlo molesto. Por
eso le puse la tarjeta de transparencia hace un momento. Es una cosa de la
terapia.
El Dr. López dice que Dash debe tratar de ser honesto y abierto con lo que
le molesta, ya que está tan acostumbrado a internalizar todo. Aparentemente,
eso es probablemente lo que le hizo reprimir los recuerdos del pasado, o una
parte de ellos, de todos modos. El Dr. López hizo una regla, cada vez que
cualquiera de nosotros guarda algo embotellado dentro, el otro puede decir
transparencia, y tenemos que decir lo que nos tiene en esa situación.
Sé que sólo han pasado un par de meses, pero los dos seguimos cumpliendo.
Dash se toma en serio su terapia, lo cual tengo que agradecer. Mucho más en
serio de lo que toma su medicación, pero ese es un argumento para otro
momento.
Mis dedos retuercen un mechón de su cabello púrpura.
—¿Qué hay de la casa en Brooklyn?
—Los huesos, Kemper —sus ojos se encuentran con los míos desde dónde
su cabeza descansa en mi regazo—. Todavía están allí. Todavía detrás de esa
pared falsa en su armario.
Su madre. Ese es uno de esos temas intensos que tiende a excitarnos a los
dos.
—¿Cuáles son tus sentimientos al respecto? —le pregunto, pasando mis
manos por su pecho, sabiendo que mi toque lo ayuda a relajarlo. Creo que está
funcionando, al igual que hablar porque su respiración ya parece haberse
estabilizado un poco.
—Me está impidiendo seguir adelante —cierra los ojos y toma mi mano
entre las suyas—. Creo que necesito, como, un cierre o algo.
Considero sus palabras por un momento. Se supone que debemos estar en
camino a buscar una casa que estamos pensando en comprar. El condominio ha
sido bueno para nosotros, pero necesitamos más espacio. Una oficina y un
garaje, al menos. Dash ha estado hablando de hacer trabajos de pintura
personalizados durante semanas, hablando y hablando de su viejo Audi, el que
nombró, que extraña como loco.
En teoría, no había forma que un joven de veinticinco años pudiera retirarse
y estar satisfecho pasando sus días en la playa comiendo tacos y bebiendo
margaritas. Sé que suena genial en teoría, pero no hacer nada envejece muy
rápido, especialmente si eres Dash. El tipo no se queda quieto.
Decidimos que era necesario comprar nuestro propio lugar, para tener algo
que hacer. Nada enorme o sofisticado, ya que los fondos son limitados y
ninguno de nosotros trabaja. Además, es México. No es como si pudiéramos
simplemente sacar una hipoteca. Además, mi compañero es un fugitivo, así que
ahí está.
Estábamos buscando algo específico que pudiéramos comprar en efectivo y
creo que encontré el lugar perfecto. Quiero que Dash lo vea, pero no iremos a
ningún lado hasta que lo hagamos sentir mejor.
Y si cerrar la muerte de su madre lo lleva allí, entonces estoy totalmente de
acuerdo. Estoy a favor de cualquier cosa que lo mantenga sano y sonriente.
—Está bien —mi mente trabaja con posibles ideas—. Bueno, todos los que
están fuera del círculo de Alabaster Pen piensan que estás muerto, ¿verdad? —
Él asiente con la cabeza hacia mí, distraídamente pasando sus labios sobre mis
dedos—. Entonces, si hiciera una llamada anónima a la policía sobre los huesos,
no es como si intentaran rastrearte...
Está callado por un momento, mirándome. Puedo ver su mente filtrando
todos sus pensamientos. Es algo fascinante de presenciar, y me pregunto si
alguna vez llegará un momento en el que no crea que este niño sea lo más
asombroso que me haya pasado.
Dudo.
—¿Qué pasa con el Alcaide? —Él pide—. ¿Tiene suficiente influencia para
enviar a alguien a buscarme?
Niego con la cabeza con confianza.
—Si aún no lo ha hecho, no lo hará.
—¿Cómo sabemos que no lo ha hecho? —Me mira parpadeando con los ojos
muy abiertos, remolinos de color marrón dorado y verde esmeralda, como el
rocío que brilla en las hojas de los árboles en primavera—. ¿Y si todavía no me
ha encontrado?
—Manuel Blanco tiene conexiones en todas partes al sur de la frontera —le
digo, tratando de aplacar sus pensamientos, corriendo salvajemente como un
semental—. Estoy seguro que podría haberte encontrado si hubiera querido.
Pero no quiero que te preocupes por eso, cariño. Estás completamente a salvo,
siempre que respire. Y, además, sabemos con certeza que están tratando de
mantener tu escape en secreto.
Lo sabemos. Desde entonces, hablé con Joy y ella confirmó que Warden los
tiene a todos en estricto bloqueo con los detalles de la fuga de Dash. En lo que
respecta al gobierno, Dash todavía está escondido en Alabaster Pen.
—Está bien —acepta mi respuesta—. ¿Entonces podrías hacer una llamada?
—asiento con tanta sinceridad como puedo transmitir con ese movimiento—.
Sólo la quiero fuera de allí… la quiero en el suelo. O donde sea, no me importa.
—Yo entiendo bebe. Considéralo hecho. —Me inclino y presiono un beso al
revés en sus labios que nos hace susurrar a los dos.
Sonríe en mi boca, luego suspira.
—Bien entonces. Vamos a ver ese lugar que mi hombre quiere que le
compre.
Entrecierro mi mirada hacia él y él se ríe. Ha estado haciendo un montón de
bromas acerca que él es mi Baby-Sugar-Daddy últimamente, ya que es más
joven que yo, pero tiene el dinero. Piensa que es gracioso. Maldito asno.
Lo levanto y termina de vestirse. Para cuando llegamos a la casa, llegamos
más de media hora tarde. Pero no me importa. Si quieren vendernos, esperarán.
Dash agarra mi mano y no la suelta, incluso cuando le estamos dando la
mano al agente inmobiliario. Por más inconveniente que sea, tengo que reírme
para mí mismo porque es adorable. Le gusta que todos sepan que estamos
juntos. Una parte de mí piensa que quiere que alguien nos mire con
desaprobación para que no pueda ir con ellos de alguna manera. Es una cosita
tan descarada, lo juro.
Y lo amo con todo mi puto corazón.
Deambulamos por la propiedad, comprobando todas las especificaciones y
el espacio. Como esperaba, y vi en las fotos, no es enorme, pero definitivamente
más grande que el condominio. Está en el agua, así que todavía tendremos la
playa como patio trasero. Principalmente me gusta el hecho que hay una oficina
y un garaje completo con espacio para al menos dos autos.
—Dos autos y una bicicleta —agrega Dash mientras me tira—. Quizás
incluso dos bicicletas. Y una moto de agua.
—Podrías tener una moto de agua en el cobertizo. —agrega el agente
inmobiliario, pero Dash le hace una mueca como si fuera raro. Me hace reír
entre dientes.
Se toma muy en serio sus juguetes. Y sé que lo ha estado matando no tener
un vehículo en el que trabajar. Eso y quiere llevar ese Buick por un acantilado
o quemarlo o algo así.
—¡Podría conseguir una Vespa! —Él jadea, sonriéndome con entusiasmo.
—¿Supongo que esto significa que te gusta? —Le levanto la ceja.
Frunce los labios, obviamente minimizando su emoción. Pero puedo leerlo
como un libro, así que se rinde rápido y asiente.
—Sí. Me encanta. Lo hizo bien, Oficial. —Me sonríe y me da un beso en la
mejilla.
—Lo intento, Luscious. —Le guiño un ojo, luego le doy una palmada en el
trasero antes de volverme hacia el agente de bienes raíces—. Lo tomaremos.

A la mañana siguiente, Dash sale a correr después del desayuno.


Y es la oportunidad perfecta para mí para hacer esa llamada telefónica.
Debo admitir que estoy un poco nervioso por eso. Por supuesto que haré
cualquier cosa por él, sin una sola vacilación. Dice saltar y ni siquiera pregunto
qué tan alto. Simplemente salto, porque él es mi hombre; la otra mitad de mi
persona.
Dicho esto, hay algo desconcertante en llamar a la policía sobre mi novio.
Claro, todos piensan que está muerto o en Alabaster Pen, por lo que no puede
meterse en problemas. Y de todos modos no hay evidencia que lo vincule con el
asesinato de su madre, de lo contrario lo habrían puesto en su expediente.
Apareció en todos los periódicos poco después de su arresto o después de su
muerte. Es raro decir eso. Es como si estuviera saliendo con un fantasma.
Esta llamada telefónica debería ser exactamente lo que necesita para cerrar,
y eso es todo.
Tocando mi pulgar con la yema del dedo medio repetidamente, uso el
celular prepago de Dash para hacer la llamada, para poder tirarlo después.
Suena el teléfono de la comisaría sexagésima primera de la policía de
Brooklyn y contesta el despachador, a lo que murmuro: —Me gustaría informar
de un cadáver —y la mujer en la línea se detiene un momento antes de decirme
que espere. Entonces, un hombre llama por teléfono.
—Necesito reportar los restos de un cuerpo escondido dentro de una casa
en Gravesend —le digo rápidamente— Tres-setenta Ave U y East primero.
Apartamento A. Hay una pared falsa en el armario del dormitorio principal.
Detrás encontrarás los huesos de Svetlana Reznikov.
—¿Cuál es su nombre, señor? Cómo lo sabe…
Cuelgo antes que pueda hacer más preguntas y saco la batería del teléfono,
exhalando con fuerza. Parpadeando en el suelo por un momento, me pregunto
qué pasará. Sólo rezo para que esto sea útil para Dash. Fuera de eso, no me
importa nada más.
Aunque creo que lo será. El hablar de su madre en terapia lo abrió a
mencionarla en alguna ocasión. Tiene buenos recuerdos de ella, pero
naturalmente todos fueron borrados después de lo que ella le hizo. Me duele el
corazón pensar en lo que pasó...
Ser abusado sexualmente por tu propia madre es una píldora difícil de
tragar y, gracias a Dios, no puedo empatizar exactamente. Pero sé lo que es
descubrir que tus padres son unos cabrones, y parece que Dash y yo hemos
ganado el premio gordo en lo que respecta a los padres de mierda.
¿Hubiera sido bueno tener un padre que no me repudiara por ser gay?
Seguro. ¿O tener una madre que me defendiera cuando su esposo trató de matar
a su hijo…? Sí, creo que hubiera sido genial. Pero personas como Dash y yo, que
abandonamos la idea de tener padres que nos amaban a una edad temprana,
aprendimos a cuidarnos a nosotros mismos. Los muros de protección que se
supone que deben construir tus padres para ti, lo hicimos nosotros mismos.
Y así encajamos y nos mejoramos mutuamente, que es como debería ser una
relación, creo.
Estar con alguien como Dash es como estar en una montaña rusa.
Potencialmente aterrador, pero lo suficientemente emocionante como para que
valga la pena el riesgo.
Hacemos que funcione. Dash cree que he tomado demasiadas cosas con él
y, honestamente, odio cuando habla de eso. Sólo desearía que entendiera lo
devoto que soy por él...
Cómo incluso pensar en alguien que lo lastima de la forma en que lo hizo su
madre me hace querer viajar en el tiempo antes que él la matara para poder
matarla yo mismo. Cómo si alguna vez me encontrara con su padre en esta vida,
le sacaría una disculpa con la rodilla en su garganta.
Dash es mi mundo entero. El hecho que sea un criminal esquizofrénico
nunca ha sido un problema para mí porque en mi mente él es simplemente
Dash. El amor de mi vida.
Mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. Es un número privado.
No enamorarse de ese. Deslizo para ignorar, pero vuelve a llamar, lo cual es
extraño. Tal vez debería responder... ¿Y si es Dash y está en problemas?
Deslizando el dedo, me acerco el teléfono a la oreja con vacilación.
—¿Hola?
—Hola, Kellan.
Todo mi cuerpo se pone rígido.
Manuel Blanco.
El estrés y la incomodidad aprietan mis músculos mientras considero
simplemente colgar. Pero no estoy seguro que sea prudente.
—Alcaide...—gruño—. Ha pasado un tiempo. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Deja el acto cortés, Kemper —habla en su tono habitual, completamente
desprovisto de emoción y sonando como si acabara de salir de un libro de
Dickens—. Esta no es una llamada social. Creo que tienes algo que me
pertenece.
Dash. Mi corazón se me sube a la garganta con tanta fuerza que casi toso, y
de repente me tiemblan las manos. Si pudiera desear una cosa ahora mismo,
sería que Dash entrara por la puerta. Lo quiero en casa, ahora.
—No tengo idea de lo que estás hablando. —trato de transmitir indiferencia,
pero sé que no está funcionando. El Alcaide tiene poderes, después de todo.
Siempre puede saber cuándo estás mintiendo. No sé cómo lo hace, pero es
increíblemente hábil para leer a la gente.
—Escuche atentamente, Oficial Kemper. Te di un pase porque no puedo
demostrar que ayudaste a Reznikov a escapar. Pero también sé que estabas
demasiado enamorado de él para dejarlo estar. Y como no puedo permitir que
nadie descubra que está libre, le daré la cortesía de dos opciones. ¿Me sigues?
Mi mandíbula se aprieta, pero me quedo en silencio. Estoy más que harto de
los juegos de este idiota. Lidié con esta mierda durante casi diez años. Ya no
juego.
—Opción número uno, trae a mi animal de regreso a donde pertenece —
ruge en mi oído y mi puño se aprieta tan fuerte que duele, la sangre bombea
rabia por mis venas—. Opción número dos, mantienes a Dascha congelado allí,
y cuando decido que lo necesito, envío a alguien a buscar mi propiedad.
Revelación completa, esa opción podría complicarse... si llega el momento.
Hace una pausa, supongo que me dejará absorber esta información, pero
todo lo que hace el silencio es hervir mi sangre hasta el punto en que casi sale
vapor de mis oídos.
—¿Entonces? ¿Qué opinas, Kellan? Él susurra, su presunción me empuja al
límite.
—Muy bien, te toca a ti escuchar atentamente, Ivory —gruñí—. ¿Quieres a
Dash? Vas a tener que enfrentarte a mí, tú mismo. Porque es mejor que crea que
destruiré a cualquiera que intente acercarse a él. Mientras respire en esta tierra,
nadie pondrá una puta mano sobre Dascha Reznikov, y esa es una maldita
promesa. ¿Está claro?
Él suelta una carcajada en el teléfono mientras mis dientes rechinan hasta
convertirse en polvo.
—Haga lo que quiera, Oficial. La opción dos lo es. Sin embargo, recuerda lo
que dije. Si lo necesito de vuelta, lo buscaré.
—No cuentes con eso. —Cuelgo el teléfono y grito fuerte, golpeándolo
contra la pared con tanta fuerza que la pantalla se hace añicos.
Mi cara cae en mis manos y tiro de mi cabello con fuerza, tratando de
calmarme. Mi corazón está martillando dentro de mí mientras respiro
profundamente, tratando de bajar mi presión arterial.
El alcaide está fanfarroneando. No intentará recuperar a Dash. Es
demasiado arriesgado. Si alguien descubre que Dash no está actualmente en
Alabaster, Warden habrá terminado. Es mejor fingir que Dash todavía está allí,
o mejor aún, mintiendo sobre su muerte o algo así. Después de todo, no sería la
primera vez que un recluso muere en Alabaster Pen.
The Ivory se especializa en manipulación y control. Odia el hecho que lo
dejé, ya que yo era uno de sus guardias superiores, justo debajo de Velle y Joy.
Y lo que es peor, de alguna manera sabe sobre Dash y yo. No estoy exactamente
seguro de cómo, pero lo que sí sé es que ahora nos quedaremos aquí para
siempre.
No arriesgaré la seguridad de Dash. Haré literalmente todo lo que esté en
mi poder para asegurarme de que esté bien.
El sonido de la puerta principal abriéndose me asusta, pero luego el alivio
inunda mi cuerpo cuando me doy cuenta que es Dash. De alguna manera, abre
puertas de golpe. Nunca había visto a nadie hacerlo antes.
Sólo pensar en eso me hace sonreír mientras corro hacia él. Está todo
sudoroso con unos pantalones de correr blancos de Under Armour que parecen
una segunda piel y una camisa sin mangas, que cuelga abierta a los lados lo
suficiente como para que puedas ver casi todo su torso. Sólo la definición de los
músculos me tiene babeando, sin mencionar sus tatuajes visibles, el cabello
púrpura revuelto, las mejillas enrojecidas... como, Jesús. Mi hombre está
jodidamente bien.
Él levanta la vista para encontrarme mirándolo boquiabierto y sonríe,
sacando sus auriculares.
—¿Le gusta lo que ve, Oficial?
Mi lengua se desliza por mi labio inferior, ladeando la cabeza hacia un lado.
—Ven aquí.
Él sonríe más ampliamente y hace lo que le digo, aunque se asegura de
pavonearse para que cuando llegue a mí mi paciencia se haya disuelto y lo
agarre por la cintura. Mis manos caen sobre su trasero y lo agarro, lo
suficientemente fuerte como para hacerlo gruñir.
Envuelve sus brazos alrededor de mis hombros y se aprieta contra mí.
—Poniéndote todo sudado... —canta, presionando lentos besos a lo largo de
mi mandíbula.
—Me encanta. —lo abrazo con fuerza, asimilando su aroma y simplemente
deleitándome en su perfección.
No sé qué haría sin este hombre. Amo todo de él. Cómo huele y cómo sabe,
y cómo se siente estar dentro de él. Me encanta cómo se ríe de las reposiciones
de programas de televisión que ha visto un trillón de veces, y me encanta cómo
canta cuando está ansioso, generalmente la misma canción… Crimson and
Clover.
Y amo su voz. Es hermosa, como él. Es hermoso, por dentro y por fuera, y
preferiría acabar con mi propia vida antes que dejar que le pasara algo.
Porque el caso es que en realidad no es perfecto, pero para mí sus
imperfecciones lo convierten en algo más que un hombre. Es como si fuera
inmortal. Es una maravilla, un enigma.
La otra mitad de mí.
Y en este momento, con todo girando entre mi cabeza y mi corazón, está tan
claro como el día.
Quiero pasar el resto de mi vida con él.
Hemos tomado lo malo y lo hemos vuelto tan malditamente bueno. Quiero
eso para siempre.
—Te quiero para siempre... —susurra, y mi cuerpo se congela.
Las palabras exactas de la punta de mi lengua… él simplemente las
pronunció.
Está claro que estamos destinados a estar juntos. Sé que no será fácil amar
a este hombre para siempre a pesar de su daño.
Pero lo arreglaré, como él me arregló a mí.
Sonriendo, presiono un beso en sus suaves labios.
—¿Qué tienes en mente? —murmura.
—Tú ya sabes.
Dash
257 días libre

Es jueves a las seis.


Tengo una cita permanente, todos los jueves a las seis. Por eso llevo la
bicicleta a un restaurante en las afueras de la ciudad.
No uso este lugar a menudo, pero creo que como ha pasado un tiempo,
puedo venir aquí esta vez. Tal vez lleve un trozo de tres leches a casa para
Kellan.
Está bien, sobre todo para mí, pero comerá un bocado o dos.
Estando afuera, voy al viejo teléfono público en el estacionamiento y marco
el número que he memorizado. Suena un par de veces antes que la familiar voz
femenina suene por la línea.
—Feliz jueves, 101. —suspira Joy, sonando como su habitual yo duro.
Pongo los ojos en blanco.
—Probablemente puedas dejar de llamarme así. Todas las cosas
consideradas…
—Siempre serás 101 para mí —mantiene su voz en un susurro, supongo
que para que nadie la escuche—. ¿Cómo está Kel?
—Bien. Casi ha terminado con las renovaciones de la casa.
—¿Construyó una guardería para todos los bebés? —Ella bromea.
Me encantaría llegar a través de este teléfono, hasta Nueva York, y
estrangularla.
—Oh, sí, eso es lo que quiere, criar niños —murmuro—. Un esquizofrénico
fugitivo.
—Oye, al menos tendrían a Kemper. —se ríe.
—Cierto. Quiero decir, todos seríamos muy afortunados de tenerlo como
padre. Sé que lo soy. —Me río entre dientes, y ella intenta, audiblemente,
sofocar su risa.
—¡Oh, hombre, sabía que ustedes se habían metido en una mierda de
Daddy! —Ella se ríe más y luego escucho voces gritando de fondo—. Muy bien,
tus groupies se están impacientando. Hablaré contigo la semana que viene. Y
dile a Kemp que también quiero escuchar su voz la próxima vez.
—Su deseo es mi orden, Oficial Jameson. —Sonrío mientras ella pasa el
teléfono. Puedo decirlo por todo el barajar.
—¡Mi mejor amigo Dash! —Luthor llora, en voz baja, en mi oído y mi sonrisa
casi me rompe la cara por la mitad—. ¿Qué pasa, chico? ¿Cómo estuvo tu
semana?
—No está mal. Terminé ese El Camino del que les hablaba —les comparto—
. Salió tan enfermo.
—Eso es genial. ¿Estilo Cheech y Chong50? ¿O más como el capo del cartel de
la vieja escuela?
Me río a carcajadas.
—Eres un tonto. ¿Cómo están las cosas por allá? ¿Todavía estás encerrado?
—Más o menos —responde Luthor—. Ren tiene sus caminos, pero aun así
ha estado seco aquí, lo cual apesta. Este lugar es como una cámara de tortura
de aburrimiento.
Me estremezco al escuchar esto, sintiéndome más culpable. Después que me
escapé de Alabaster Pen, el alcaide puso una orden de mordaza loca a los
guardias, tomando medidas enérgicas contra cualquier confraternización con
los presos, intercambiando bienes... prácticamente todas las cosas que hacían
que el lugar fuera levemente tolerable. Por eso acordé llamar a los chicos a
través del teléfono de Joy una vez a la semana. De lo contrario, no es la idea más
inteligente, pero ahora la esperan con ansias. Es lo más destacado de sus
semanas.
Luthor me informa sobre su computadora que comenzó a construir
mientras yo estaba allí. Por supuesto que ha sido más difícil para él conseguir
partes con la prohibición del contrabando, pero se enganchó con algunas cosas

50
Dúo humorístico
y aparentemente consiguió que se encendiera. Estoy impresionado. El tipo es
un genio de la tecnología.
Y luego escucho otra voz familiar.
—¡Déjame hablar con mi amigo! Lo estás acaparando. —Sonrío cuando Ren
se pone al teléfono—. ¡Hola, Dascha! ¿Cómo te va?
—Simplemente espléndido, Warren. ¿Cómo estás?
—Aburrido. Necesito que describas lo que hiciste anoche con Kemper, con
el mayor detalle posible. Y sí, me refiero a las cosas sucias. No dejes nada fuera.
Vamos.
Tengo que reírme de eso.
—Está bien, en primer lugar, eres un pervertido masivo.
—De acuerdo. Sigue.
—En segundo lugar, ¿cómo sabes que hicimos algo anoche? ¿Y si nos
abrazamos? —Sonrío con satisfacción, pasando mi pulgar por mi labio inferior
al recordar lo que hicimos antes de abrazarnos, con ese par de esposas que
encontró en alguna parte y trajo a casa.
—Está bien, incluso ustedes dos abrazados juntos suena sexy, así que, si eso
es todo lo que hicieron, lo cual no estoy comprando ni por un segundo, entonces
seguro. Descríbemelo. Empecemos con, ¿quién es la cuchara grande y quién es
la cuchara pequeña?
Me echo a reír.
Me encanta que todavía puedo hablar con los chicos. Sobre todo, Luthor y
Ren, aunque a veces Kang viene a saludar. Y luego Joy, por supuesto, ya que es
su teléfono. Mantiene nuestras llamadas en secreto como un favor para
Kemper. Al parecer, eran amigos cuando trabajaba allí. Todavía hablan por
teléfono con regularidad, que es la forma en que Joy sabe algo sobre nuestras
vidas. Es interesante que los únicos amigos que tenemos estén en Nueva York,
en una prisión.
En lo que respecta a Tulum, sigue siendo un paraíso, especialmente ahora
que tenemos nuestra propia casa y he vuelto a pintar. Soy como una especie de
autónomo y no asumo demasiado. Lo suficiente para mantenerme ocupado.
Kemper decidió, después que compramos la casa, que se convertiría en un
carpintero caliente o algo así, caminando con un cinturón de herramientas y los
músculos reventando de su overol. Es una broma. Bueno en realidad no. Se ve
muy sexy cuando trabaja, pero no lo intenta. Sólo pasa.
Y luego vamos juntos a terapia. De hecho, me gusta, pero odio los
medicamentos que tomo para mi esquizofrenia. Bien, entonces me ayudan a no
tener alucinaciones, pero me hacen sentir como el caparazón de un humano. A
veces creo que me quitan las emociones, aunque el médico dice que no es así. Y
él dice que cuanto más los tome, mejor funcionarán. Lo intento, pero no puedo
evitarlo si lo olvido.
Es un trabajo en progreso. Nadie dijo que sería fácil, pero tengo a Kemper y
hace que todo sea increíble. Es prácticamente lo mejor que le ha pasado a la
humanidad, y mucho menos a mí como persona. Los últimos ocho meses que he
estado con él ha sido el mejor momento de mi vida.
Hablamos de todo y me encanta. Me encanta tener a alguien que sabe todo
sobre mí y a alguien de quien conozco todo. Es reconfortante no tener que
ocultar mi historia, o tener que preocuparme por eso. Kemper me ha visto en
mi punto más bajo y todavía está aquí.
Creo que está de por vida. Le traeré dos trozos de pastel hoy.
Kang y Ren están discutiendo en mi oído sobre lo que creen que estaba en
la carne misteriosa el otro día mientras Luthor se ríe de ambos. Kang dice que
era la cola de un ratón, pero Ren jura que era la pulsera BFF51 de un niño. Insiste
en que consiguió las cuentas en otra pieza unos días antes. Niego con la cabeza
como si fuera mi trabajo cuando algo me roza la pierna.
Mirando hacia abajo, veo a este chucho sarnoso en mi negocio. Le levanto la
ceja y él ladra.
—Chicos, tengo que irme. Aquí hay un perro. —le digo a mis amigos, viendo
como el perro va y viene delante de mí.
—¿Chico? —Ren murmura. —¡Pregúntale quién cayó al pozo viejo!
—Ren, cállate. ¡Adiós, D! —Kang murmura en el teléfono.
—Hablamos la semana que viene, hermano —interviene Luthor—. Te
extraño, te extraño, realmente quiero besarte.
—¡Ohh eso es muy dulce! ¿Lo escribiste tú mismo? —Me río.
—¡Lo hace para ponerme celoso, todos lo sabemos! —Ren grita.

51
Best Friend Forever (Mejores Amigos por Siempre).
Me río.
—Adiós, chicos. —Al colgar el teléfono, vuelvo con el perro que parece que
no me deja en paz.
—¿Qué quieres, sarnoso? —Le rasco las orejas por un segundo y luego me
encojo—. Eres un sucio en su más alto nivel, amigo. ¿Tienes una casa?
Me ladra. En realidad, es bastante lindo, y tiene un ojo claro y otro oscuro,
lo que lo convierte de inmediato en el perro más interesante de todos los
tiempos.
Me encojo de hombros y dejo al perro solo, entro en el restaurante a buscar
mi… quiero decir, las tres leches de Kemper. Adentro, les pregunto a las señoras
del mostrador si a alguien le falta un perro. Y me dicen que hay perros callejeros
por todas partes fuera del complejo, lo cual es un poco deprimente.
Cuando salgo, el perro está literalmente sentado junto a mi Ducati. Me subo
y la enciendo, esperando que el motor ruidoso lo asuste, pero él se queda ahí
mirándome.
—Está bien, amigo. Estoy fuera. Nos vemos la próxima vez, tal vez. —Me
pongo el casco y le hago señas al perro mientras me alejo, en dirección a nuestra
casa, que está justo en la playa desde el restaurante y el resort.
Queríamos quedarnos en la misma zona ya que es oscura y eso nos gusta.
Además, necesito estar siempre a poca distancia de Tacos Hermanos.
Estoy conduciendo, a menos de mil seiscientos metros de casa, y cuando
miro en el espejo, veo a ese maldito perro persiguiéndome. Está corriendo
detrás de mi moto. No me estoy volviendo loco rápido, ya que generalmente
sólo navego por estos caminos de tierra, a sesenta kilómetros por hora como
máximo. Pero el perro corre, tal vez a unos seis metros detrás de mí.
Estoy atónito, pero sigo conduciendo. Cuando llego a casa y me detengo en
el camino de entrada, el perro corre detrás de mí y me ladra como si fuera una
especie de juego.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunto al perro, quitándome el casco—
. No puedes simplemente...
¡Ladrar!
—No me interrumpas. —le frunzo el ceño.
La puerta del garaje se abre y Kemper baja los escalones, distrayéndome
vistiendo sólo sus pantalones cortos de baloncesto.
—¿Con quién estás hablando aquí? —pregunta, mirando a su alrededor
mientras sorbo mi lengua en mi boca. Kemper se acerca al perro y se inclina
para acariciarlo—. ¡Oye! ¿Quién es este chico?
—No tengo idea. Me siguió a casa.
Kemper me mira alzando las cejas.
—¿Te siguió? ¿Desde la cafetería?
Me encojo de hombros, sabiendo que parece una locura. Empujo el pie de
apoyo de mi moto, dejo el casco en el suelo y me acerco para unirme a Kemper
y al perro.
—Deberíamos quedarnos con él.
Los ojos de Kemp se ensanchan.
—¿Hablas en serio? ¿Quieres un perro?
—No cualquier perro —murmuro, acariciando la cabeza suave, aunque
ligeramente sucia del perro—. Este perro. Le gusto a él. Y me habla. Mira. Oye,
perro. —Me dirijo al perro y ladra. Levanto la mano—. Te lo dije.
Kemper se ríe y luego mira al perro.
—Perro, habla. —El perro se queda callado. Repite: —Habla. —Todavía
nada.
—No, no —niego con la cabeza—. No puedes hablar con él como si fuera un
perro. Tienes que hablarle como una persona. Observa. —Miro al perro de
nuevo—. Perro, ¿qué piensas de mi novio? Está bastante caliente, ¿eh?
El perro ladra.
Kemper no puede ocultar su sonrisa.
—Bueno, él es heterosexual, pero dijo objetivamente, que eres un tipo
guapo. —Le sonrío.
Kemper se muerde el labio y se abalanza sobre mí, inmovilizándome contra
el suelo de nuestro garaje mientras el perro ladra una y otra vez.
Kemper me besa y yo me río entre dientes: —El perro cree que me estás
atacando.
—Bueno, entonces tendrá que permanecer lejos cuando estemos follando
—sonríe.
Jadeo de emoción.
—¡¿Podemos quedarnos con él?!
—Cualquier cosa para hacer que tu cara se vea así. —Pasa sus labios por mi
garganta.
Mis manos viajan hasta su trasero y aprieto.
—Te amo, Oficial Kellan.
—Te amo más, Dascha Luscious —gruñe en mi cuello, moliendo su polla
endurecida contra la mía a través de nuestra ropa—. Bebé…
—Bebé. bebé. —Mis manos recorren su espalda.
—Quiero casarme contigo. —Besa las palabras a través de mi piel, dándome
escalofríos por todas partes.
La euforia me recorre, emocionante, cálida y jodidamente colorida; todo lo
que es Kemper.
—Entonces cásate conmigo. —Sonrío, tomando sus manos entre las mías
para entrelazar nuestros dedos.
—Bien. —Respira, y me río.
—¿Eso es una propuesta? Porque es bastante débil si me preguntas. —
Muerdo su clavícula, justo donde dice Dash con tinta negra fresca.
—Te estoy pidiendo... que te cases conmigo. —Empuja mis manos hacia
abajo, inmovilizándome con sus caderas mientras levanta su rostro lo suficiente
para mirarme. Luego arquea una ceja de esa manera que lo hace cuando espera
que le responda algo a lo que claramente no estaba prestando atención.
—¿Hablas en serio? —pregunto, de repente sin aliento.
El asiente.
—Completamente.
Mi estómago está saltando como una lata de Jiffy Pop52, los escalofríos se
mueven a través de mí como la electricidad con la que solía golpearme en mi
imaginación.

52
Sartén descartable llena de Pop Corn para hacer directamente sobre el fuego.
Lo miro por un momento antes de susurrar: —Pregúntame bien.
Su sonrisa se llena como un arcoíris.
—Dascha Reznikov, quiero que seas mío y sólo mío, para siempre. ¿Quieres
casarte conmigo?
Me siento como un cobarde, pero hay lágrimas ardiendo detrás de las
cuencas de mis ojos mientras resoplo.
—Sí. Me encantaría casarme contigo, Kellan Kemper.
Se inclina y me besa suavemente.
—Bien.
Estoy volando, lo juro por Dios. Nos besamos durante muchos minutos en el
suelo del garaje, hasta que el perro vuelve a ladrar y a lamernos.
—Creo que el perro fue una mala idea. —suspira Kemper.
—Muy tarde ahora. ¡Mira lo exigente que es! Él ya cree que es nuestro hijo.
—Sonrío y Kemper parece muy feliz por eso.
—Tenía muchas ganas de follarte en el suelo del garaje de nuevo. —
refunfuña, sentándose.
—Otra vez tienes toda la maldita razón. La última vez estuvo delicioso. —
Me acerco a él sutilmente—. Entonces... ¿sin anillo? —bromeo.
Él ríe.
—¿Quieres un bonito diamante, princesa?
Le pongo los ojos en blanco mientras él parece muy complacido con su
broma.
—Me refiero a un anillo para el pene. No tengo idea de lo que estás hablando.
—Se echa a reír, y yo sonrío de orgullo al hacerlo lucir así. Y suena así.
Hasta que el perro empieza a ladrar de nuevo.
—¡Bien! Jesús —gruñe Kemper, levantándose y ayudándome a ponerme de
pie mientras el perro corre en círculos a nuestro alrededor—. Dos animales
exigentes. ¿Cómo voy a sobrevivir en esta casa?
Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—Estoy seguro que lo resolverás.
—Entonces, ¿cómo quieres nombrarlo?
—Me gusta el perro. —Se ríe, pero lo digo en serio.
—No puedes nombrar a un perro, Perro… —me regaña, y me encojo de
hombros—. Bien, ¿qué es perro en ruso?
—Sobaka. —El perro ladra.
—Le gusta —sonríe Kemper—. Sobaka será. Vamos, vamos a darle un buen
baño. Y puedes contarme todo sobre este anillo de compromiso para la polla
que quieres.
Me río entre dientes y voy caminando hacia la casa, pero él me detiene,
tirándome a sus brazos para abrazarme, de la forma en que lo necesito. La
forma en que lo amo.
Lo curioso es que las voces en mi cabeza siempre son mucho más tranquilas
con Kemper alrededor. A veces, desaparecen por completo. Y sé que siempre
estaré un poco roto por dentro, pero él dijo que quería vendar mis heridas, y lo
hizo.
El Oficial Kemper cubre las voces con las suyas, y es todo lo que pude pedir.
Incluso en la Penitenciaría de Alabastro, cuando un deseo subconsciente se
convirtió en una alucinación de mi sueño hecho realidad… Él era real. Sigue
siendo real.
Y algún día será mi marido. Porque de todas las imágenes distorsionadas en
mi cabeza, lo veo claro como el cristal.

fin.
Siempre me gusta tomarme un momento, al final de mis libros, para
comprobar el estado mental del lector. ¿Cómo estás? ¿Te sientes bien? No dolió
tanto como podría haberlo hecho, ¿verdad?
Lo primero que tengo que decir es gracias. ¡Por leer este libro, por darle una
oportunidad, sin mirar spoilers! (Sí, todavía te estoy gritando al respecto, desde
el Prólogo hasta ahora LOL). Por abrir tu mente al amor verdadero engendrado
en circunstancias muy poco convencionales.
Cuando se me ocurrió la idea de Alabaster Penitentiary, Dash fue el primer
personaje que se me vino a la cabeza. Él y Kemper fueron el comienzo, y todas
las otras ideas se formaron alrededor de ellos dos (bueno, los tres, si se cuenta
el amigo imaginario de Dash). Creo que eso los hace muy especiales, ¿no crees?
No soy una autora que hace cosas sin motivo. Cada centímetro de mis libros
tiene un propósito, y este no fue la excepción. Para mí era muy importante que
sintieras todo lo que Dash está sintiendo todo el tiempo. Durante todo el abuso
y la degradación, quería que experimentaras todas esas cosas difíciles a su lado.
Lo mismo ocurre con su gran escape, todas las revelaciones impactantes e
incluso sus flashbacks de psicosis.
Dascha Reznikov es, con mucho, el personaje más complejo que he escrito.
Investigué mucho para ayudarme a mí misma a superar lo que estaba sintiendo,
y creo que por eso tengo a Dash tan cerca de mi corazón. Su quebrantamiento
me habló. Sentí su sufrimiento a pesar que, gracias a Dios, la esquizofrenia no
es algo con lo que me haya enfrentado personalmente. Aun así, mi corazón y mi
mente corrieron con los de él en una cadencia de espejo, que tiene que ser la
parte más interesante e inquietante de ser un autor. Dascha es como mi hijo, y
sólo puedo esperar haberle hecho justicia con ese final, especialmente después
de todo lo que le hice pasar durante la historia.
La otra cosa interesante que quería mencionar es la diferencia palpable
entre el Oficial Kemper y Kellan Kemper. Hay un gran contraste entre ellos, y
me encanta el cambio de poder inicial, cuando Dash se encuentra con el
verdadero Kemper en Tulum. Me encanta que después de ser la presa durante
la mayor parte del libro, Dash se convierte en el depredador, aunque sólo sea
por un momento.
Es posible que también hayas recogido las referencias ocasionales de
Nietzsche... El caos influye mucho en la historia. Dash salta la cuerda con la línea
entre la negación y la verdadera conciencia de sí mismo, al igual que Kellan.
Pero, en última instancia, ambos saben que no son normales y les gusta ese
hecho.
Personalmente, a mí me encanta. De todos modos, ¿qué tiene de divertido
lo normal?
La mayor parte del material de Nietzsche se basó en la cita de Así habló
Zaratustra, que dice: “Uno debe tener todavía el caos en uno mismo para poder
dar a luz a una estrella danzante”. Se refiere a una forma de autoconciencia y
autorrealización, siendo Nietzsche el último inconformista. Esta idea del bien y
el mal, y el desequilibrio, realmente juega en el mundo de Alabaster Pen. Estoy
divagando...
Probablemente la parte más compleja de toda esta historia es comprender
la manifestación de Dash de Callum Kemper en su estado de psicosis
alucinación. Si has leído mis libros antes (tos, Brutal Rapture, tos), entonces
sabes que no me gusta explicar demasiado las partes impactantes. Me gusta que
usted, lector, piense en las cosas que suceden y forme sus propias opiniones;
para mantenerlo crudo y, a veces, incluso confuso, hasta cierto punto. Sin
embargo, mencionaré que hay pequeñas pepitas escondidas en las
interacciones de Dash con el Oficial Kemper que definitivamente aluden al
hecho que él no es real. No son cosas que captarás mientras lees, pero te insto
a que vuelvas a leer la historia una vez que hayas terminado. Es como una
experiencia completamente nueva.
Un ejemplo es que notará que no hay desarrollo en el personaje de Callum
Kemper. Obviamente, eso se hace por una razón. El Oficial no sabía nada que
Dash no hubiera podido averiguar, de otros guardias, Luthor, etc.
Y Dash no sólo alucinó sus interacciones con el Oficial Kemper. Hay una
conversación específica con Luthor que tiene mientras usa la jaula para el pene,
que en realidad nunca sucedió. Se puede decir porque básicamente le dice a
Luthor el guardia en solitario que ha estado viendo. Y, sin embargo, en futuras
interacciones, Luthor nunca lo menciona, ni tiene idea de a quién ha estado
viendo Dash. Dash descubrió la razón de Luthor para estar en Alabaster Pen
mucho antes en la historia, pero quedó enterrado en todo el caos de su mente.
Dash siempre fue plenamente consciente durante sus ataques de psicosis.
Él estaba al tanto de lo que sucedió durante el robo, pero se desvaneció dentro
y fuera de su mente consciente, que es algo tan interesante de esta enfermedad,
hombre. Lo juro, podría hablar de esto todo el día.
De todos modos, es por eso que escribo historias como esta... Inesperadas y
poco convencionales. Me gusta cuando mis palabras, personajes y sus acciones
se quedan atascados en tu mente por un tiempo. Y disfruto cuando el concepto
de cómo debería ser la ficción romántica se distorsiona (¿Ves lo que hice allí?)
Como dijo Dash antes, desprecio los deberes del mundo, especialmente
cuando se trata de arte. Porque el arte es tan subjetivo y debe ser así. Por eso
insisto en que los lectores vayan a mis libros con la mente abierta. Si entró en
este libro esperando que funcionara como cualquier otra historia, la misma
fórmula para escribir romance que ha existido desde los días de Fabio en las
portadas e incluso antes, entonces estoy seguro que se sintió profundamente
decepcionado.
No me importa si estás decepcionado. Tienes derecho a tus sentimientos.
Sólo espero que primero hayas dado una buena oportunidad a mis palabras. Y
si no estás decepcionado, que seamos honestos, no deberías estarlo, entonces
eso significa que lo tienes. Y ganas el premio.
La historia de amor de Dash y Kemper no es ordinaria, porque la mente de
Dash no es ordinaria. Y eso me encanta de él (también lo hace Kemper). Así es
como sé que son perfectos el uno para el otro. Se enamoraron contra toda
lógica, a pesar de lo que ven los forasteros cuando los miran.
En cuanto a las preguntas abiertas del libro, como ¿qué pasa con el Alcaide?
¿Ese tipo es súper malvado o algo así?
¿Qué le pasó a O'Malley?
¿Qué está pasando con Velle y Rook?
¿Cómo consiguió un Darcey cubierto de sangre las llaves para ayudar a Dash
a escapar?
¿Luthor terminará alguna vez su computadora?
¡Te lo aseguro, habrá respuestas! ¡A todo!
Distorted es sólo el comienzo, amigos míos. Así que agárrense a la cama de
Darcey y acomódense, porque están en Alabaster Pen en el futuro previsible.
Esperamos que hayas disfrutado de este libro.
Te invitamos a seguirnos en nuestras redes
sociales

Fantasy Boy

Magela Book's

También podría gustarte