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“Nunca dejes de soñar”

Por: Felipe Leno, Revista Ética, 06.08.2021

Quiero compartir con ustedes, una historia sobre la libertad y la capacidad de soñar.

En el año 2006, se inauguró el “Programa Liderazgo para la Transformación” que me permitió


volver a recorrer nuestro Perú profundo y entrañable; tal como lo hiciera a finales de la década
del 80 durante la campaña del Movimiento Libertad y del FREDEMO, acompañando a Mario
Vargas Llosa. Pues bien, en uno de los primeros módulos que desarrollé sobre liderazgo y
comunicación, en una hermosa región altoandina, una lideresa participante venía acompañada
de la mano, por un niño de aproximadamente ocho o quizás nueve años. De inmediato me di
cuenta que se trataba de una joven madre que quería participar y no había encontrado a
alguien de su confianza que pudiera encargarse del cuidado de su menor hijo. Así que sentí
que sería una buena oportunidad para todos, contar con la participación de ambos, durante las
dos jornadas del taller de liderazgo de aquel otoñal fin de semana del año 2007.

Fue así que, cuando nos acercábamos a la parte final del segundo día del intenso taller, y luego
de analizar un artículo de Mario Vargas Llosa denominado “No hay soda”, sobre la
monumental gesta de superación y fabuloso emprendimiento de la familia Añaños; así como
algunos de los notables y visionarios discursos de Gastón Acurio que significaron para nuestro
país el inicio de una revolución gastronómica, y el desarrollo de marcas y nuevos conceptos
que tanto han ayudado a posicionar al Perú como un coloso del arte culinario en el mundo;  el
niño que había estado presente durante las dos jornadas, prestando siempre mucha atención
e intercambiando puntos de vista con enorme entusiasmo dentro del grupo en el que intervino
su madre, se animó a pedir la palabra.

Por supuesto, me encantó que tuviera el atrevimiento, la audacia y la confianza para


participar, así que no tuve reparo alguno en que pudiera intervenir. Sin embargo, me remeció
con su sentida y sincera inquietud, transformada en una pregunta aguda y contundente; -la
más estremecedora y emotiva que haya recibido a lo largo de todos mis años de facilitador y
que no he podido olvidar: “profesor, me puede explicar por favor, cómo un niño como yo,
que vive con su madre, que, a la vez es también mi padre, podría tener la oportunidad de
superarse, para salir de la pobreza, y poder darle todo lo que quisiera a mi mamá. Porque
quisiera darle todo a mi mamita para que pueda ser feliz, para que no trabaje tanto; y,
dejemos de ser pobres”. Al terminar su intervención, se me hizo un nudo en la garganta, y con
los ojos humedecidos, con la convicción que nace de quien quiere compartir su más valiosa y
motivadora reflexión, le dije con toda la fuerza de la que fui capaz “¡¡¡Nunca dejes de
soñar!!!”. “¡¡¡Nunca dejes de soñar y de luchar por tus sueños!!!”. “Piensa en todo lo que
necesitas hacer. Los pasos que debes dar. Dale la mayor importancia y tu máximo esfuerzo al
estudio. Debe ser tu prioridad. Ten una visión y conviértela en tu sueño. Aprovecha los
recursos que tienes a tu alrededor. Los que se ven; y, sobre todo, los que no se ven a primera
vista. Conviértelos en oportunidades para ti. Allí tienes los ejemplos de la familia Añaños y de
Gastón Acurio, que edificaron con sus visiones, emprendimientos revolucionarios y
espectaculares. Plantéate preguntas, desesperadamente busca y encuentra las respuestas y
soluciones; en especial, para los más difíciles problemas que existen a tu alrededor. Sí se
puede. “Organízate y persevera”. “Sueña. Sueña y actúa en consecuencia. Actúa y avanza”.
Pero sobre todo “nunca dejes de soñar”. “Por favor, nunca dejes de soñar, Martín”. “Mientras
haya libertad y exista democracia, podrás soñar”.
A mediados del año 2019, escuché la voz de un joven que me llamaba por mi nombre, profesor
Felipe Leno, me di media vuelta, pero no pude reconocerlo. “Profesor Leno, está usted
igualito”, “sólo que con algo de pancita y menos cabello”, me dijo con tono jovial y amable.  “La
buena vida y la poca vergüenza” le respondí con resignación. Al darse cuenta que no lo
recordaba me dijo de inmediato “soy Martín, el niño que participó en el taller que usted
desarrolló en el año 2007, porque mi mamá no tenía con quien dejarme. Ya terminé la
universidad. Estudié ingeniería, y estoy por obtener mi título profesional”. “Sabe, desde esa
vez, no he dejado de soñar”. “Con mi mamá nos dimos cuenta que las artesanías que hacíamos
en nuestra tierra, las podíamos vender en Lima a un precio mayor. Luego nos pusimos de
acuerdo con más artesanos para vender sus artesanías en Lima, y, nos fue muy bien. Tanto que
nos mudamos a Lima”. “Con mi mamita, jamás hemos dejado de soñar y de luchar por
nuestros sueños para seguir avanzando. Cuando tenga mi título me iré a estudiar una
maestría en el extranjero”. Después de conversar por unos minutos más, nos dimos un gran y
efusivo abrazo que pareció eterno, para luego despedirnos. Al darme media vuelta, no pude
evitar continuar mi camino emocionado y una vez más, con los ojos humedecidos sentirme
feliz por los maravillosos logros de Martín.

Aunque es verdad que en el Perú existen muchísimas dificultades; también es cierto que
cuando se vive en libertad y en democracia, siempre es posible soñar, y luchar por alcanzar y
hacer realidad nuestros sueños. El espíritu que ha impulsado el progreso de la humanidad ha
estado cimentado en nuestra capacidad de crear y de imaginar, a fin de seguir avanzando,
hasta lograr que lo imposible sea posible. Sin libertad, la capacidad de soñar y de crear, tanto
como de luchar por hacer realidad nuestros sueños -por lo general- se desvanece. Como se
desvanece también la esperanza que alimenta nuestros sueños.

Sigo creyendo, que la libertad y la democracia, son las grandes fábricas que generan e
impulsan nuestros sueños más maravillosos; tanto como nuestras mayores esperanzas. Son
como las fuentes inspiradoras que nos motivan a soñar y a luchar por lo que parece
inalcanzable, hasta lograrlo. Al recordar esta experiencia que me conmueve profundamente,
tal como si la volviera a vivir; una vez más me doy cuenta que siempre existen historias llenas
de esperanza -como las de Martín- que están allí con su poderosa luz, para quienes deseemos
abrazarlas, motivarnos y emularlas; siempre que, por supuesto, exista libertad.

A estas alturas de una historia que resulta tan sensible para mí, no es necesario decir mucho
más. Me queda tan clara como ayer, la misma fervorosa convicción que compartí con Martín,
“¡¡¡Nunca dejes de soñar!!!”. “¡¡¡Por favor, nunca dejes de soñar en libertad!!!”. Lampadia

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