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EL AYUNO EN LA DISPENSACIÓN DE LA GRACIA

Pr. MAURICIO LESTANI


¿Cuál es el verdadero ayuno, aquel que agrada a Dios? ¿Dejar de comer nos convierte en espirituales?
Una comparación del ayuno en el Antiguo y en el Nuevo Testamento que nos ayuda a entender por medio de las
Escrituras su verdadera implicancia en la vida espiritual de los hijos de Dios.
El ayuno no es una señal de piedad ni de espiritualidad. Si fuera así, los que hacen “huelga de hambre” para
forzar a que se satisfagan sus reclamos serían personas piadosas.
Lo mismo personas de distintas religiones que practican ayunos prolongados: islamismo (Ramadán); budismo;
catolicismo; judaísmo (YonKipur); etc., serían super espirituales y super piadosas.
Ayunar viene del griego nestheia (ne= no, esthio = comer), o sea, ayunar es “no comer”, “abstenerse de
alimentos”.
El ayuno agradable a Dios en la dispensación de la Ley lo encontramos en Isaías: 58: 4-12, y en la actual
Dispensación de la Gracia en Mateo: 9: 14-17; en ambos casos, es abstenernos de impiedad, de opresión,
de maltrato y de esclavizar al prójimo.
El verdadero ayuno es compartir el pan con el hambriento, no dejar de comerlo; es hospedar a los desplazados ,
cubrir al desnudo y no esconderse ni hacerse el distraído como el levita y el escriba olvidándose del prójimo
(próximo).
¡Este es el verdadero ayuno!
El ayuno de Dios no es dejar de comer sino ¡dejar de andar en la carne!
No es “aguantar el hambre” sino “aguantar los deseos engañosos” con los que está viciada la vieja naturaleza.
Dejar de comer “no santifica”, dejar de andar en la carne ¡Sí!
En el ayuno religioso las personas se abstienen de comer, pero en el ayuno del espíritu se abstienen de toda
clase de mal (1ª Tesalonicenses 5:22) y de los deseos que batallan contra el alma (1ª Pedro. 2: 11).
AYUNAR ES NO COMER
Ya Dios en Génesis 2:17 estableció el primer ayuno: que Adán no comiera del árbol de la ciencia del bien y del
mal.
¿Por qué? Porque el fruto consumido de dicho árbol le provocaría la corrupción y muerte de su naturaleza
humana, creada a imagen de Dios.
Dicha corrupción consistiría en la manifestación de intensos deseos (buenos o malos) en su constitución humana
que finalmente lo destruiría.
La naturaleza humana caída está viciada de deseos engañosos (Efesios 4:22).
Adán tenía que “ayunar”: abstenerse ¡del engaño de la serpiente!
¿Por qué Adán y Eva murieron espiritualmente? Porque no se abstuvieron de dicho engaño.
En vez de disfrutar la palabra de vida, escucharon la palabra de muerte.
¿De qué debían abstenerse (ayunar) Adán y Eva?
¡De oír y hacer caso (creer) a la voz del contradictor!
Las dos experiencias más significativas de Satanás las tuvo con los dos hombres más representativos de la
Biblia: Adán y Cristo (primer y segundo Adán).
¿Qué logró la voz de la serpiente con Eva? ¡Engañarla!
Ella cayó en su astucia (2ª Corintios 11:3) No se abstuvo del engaño y de la mentira que contradijo la voz de
Dios. Adán no fue engañado, sino que al ver que su varona (otra parte) no murió al comer el fruto, desconfió de
Dios y, desobedeciendo, tomó del fruto. Por eso, se nos dice que: “En Adán fuimos constituidos pecadores”, no
en Eva.
Y fue así que el “contradictor” derribó al primer Adán, pero la simiente de la serpiente no pudo derribar al
segundo Adán que es Cristo (1ª Corintios 15:45).
En el desierto, el segundo Adán pasó la prueba que el contradictor le puso, pero no cayó, no pudo ser derribado.
¿Por qué? porque se abstuvo (ayunó) de sus tentaciones y no cayó en sus artimañas o maquinaciones.
Jesús no venció al contradictor con el ayuno de 40 días, sino con el ayuno (abstención) de no ceder a sus
propuestas engañosas.
Aunque en su carne (cuerpo) tenía hambre, en su alma/espíritu ¡había Palabra!, y por la Palabra lo derrotó.
En Efesios: 4: 27, se nos dice: “ni deis lugar al diablo”. ¿Cómo se le da lugar al diablo? Cuando andamos
conforme a la carne que está envenenada con la naturaleza satánica y sus síntomas: amargura, ira, enojo,
gritería, maledicencia, toda clase de malicia, (Gálatas: 5: 19-21). Todas estas cosas son síntomas del veneno
qué Satanás inyectó a la primera pareja y así contaminó toda la raza humana.
Solo hay un antídoto contra este veneno: ¡Cristo crucificado! Juan: 3: 14-15.
No hay que atacar los síntomas, sino la fuente que genera todas estas cosas: la ley del pecado y de la muerte
(Romanos: 8: 2b).
¿Con qué se contrarresta esta ley? ¡Con otra ley! ¡La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús! (Romanos: 8: 2).
Una ley se contrarresta con otra ley, no con ayuno físico (Colosenses: 2: 20-23).
EL AYUNO FÍSICO REPRIME, PERO NO SUPRIME
El ayuno físico aviva y potencia aún más los deseos de la carne.
Solo la obra de Cristo en la cruz destruye los deseos engañosos de la carne (Romanos: 6: 6) y esto debemos
“saberlo” y ¡creerlo por fe!
¿Cuál o cómo debe ser el ayuno en esta presente Dispensación de la Gracia?
Para los que estamos bajo el Nuevo Pacto (hebreos: 8: 10-12) (que implica vida total, revelación total y perdón
total), el ayuno (abstenerse) es hacia el interior del alma y no hacia el interior del estómago.
Es abstenerse de lo carnal y lo terrenal y andar en lo celestial (espíritu).
El ayuno en el contexto de Isaías 58 no es hacia lo externo (carne), sino hacia lo interno (espíritu).
No es abstención física, es alimentar el espíritu.
No es abstenerse de comer, sino de criticar, herir al prójimo, de maltratar, de enojarse, etcétera.
¿Qué es más fácil? ¿Dejar de comer o dejar de enojarse, malhumorarse, quejarse, mentir…? Obviamente: ¡dejar
de comer!
EL VERDADERO AYUNO
En Isaías 58:3, los judíos se preguntaban por qué Dios no los escuchaba si ellos ayunaban. Ellos pensaban que
el ayuno físico era un trueque o una forma de negociar las bendiciones de Dios.
Ellos se jactaban de su justicia propia y de sus logros espirituales (varios días de ayuno). Esto queda reflejado
claramente en los tiempos de Jesús, pues mientras que la ley establecía un solo día anual de ayuno (Levítico:
16: 29) los fariseos ayunaban dos veces a la semana, o sea, ¡96 veces al año! (Lucas: 18: 12).
La tradición había superado el mandato divino.
Ayunaban para sentirse piadosos, entre tanto que oprimían a los trabajadores, tenían un espíritu contencioso, de
pelea y cuestionamientos permanentes…
Ayunaban, pero para buscar su propio gusto, como muchos hacen hoy.
Porque en este tiempo de la gracia, la justicia de Dios, que se revela por fe, ¡se alcanza por fe y para fe!
(Romanos: 1: 17).
Dios no acepta ayunos físicos religiosos, porque si las bendiciones se alcanzaran por obras, entonces por demás
murió Cristo (Gálatas 2:21).
El ayuno en este tiempo, es abstenerse de los deseos engañosos de la carne, que batallan contra nuestra
alma (1ª Pedro 2:11) (Gálatas 5:17).
No lo alcanzaremos con nuestras fuerzas, si por la revelación de la teología paulina, su aplicación y práctica, con
respecto al “viejo hombre”.
El ayuno no es solo abstención, sino desarrollo de la vida de Cristo que habita por la fe en nuestros corazones.
Santiago: 1: 14, dice que cada uno de nosotros vivimos según nuestra naturaleza envenenada contenida en
nuestra concupiscencia (deseos buenos y malos).
La concupiscencia, aunque estemos en Cristo, no puede enseñorearse, ni reinar, pero como un efecto residual,
puede manifestarse, activarse.
Las circunstancias externas y los sentimientos internos buscan activar los deseos de la carne (que para Dios
está muerta).
Cuando las tentaciones (externas o internas) seducen los sentidos del alma y estos la aceptan, da a luz el
pecado, y este, llevado a la práctica, conduce a la muerte (de igual modo como el árbol sedujo a Eva y la atrajo
hacia la desobediencia).
¿Cuál es el ayuno que Dios quiere?
Que ayunemos de toda especie de mal y de todos los deseos de la carne que batallan contra el alma.
La idea no es recluirse para evitar las tentaciones mundanas, como las ordenes monásticas.
EL PROBLEMA ESTÁ DENTRO NUESTRO
El problema no son las tentaciones, sino los deseos de nuestra constitución pecaminosa.
“No somos pecadores porque pecamos. Pecamos porque somos pecadores”.
¿De qué se abstuvo José al ayunar?
No de la tentación de la mujer de Potifar, pero sí del deseo de su carne de estar con ella.
No le dijo solo que no a la mujer ¡sino a su carne!
Sujetó los deseos de la carne (dentro de las limitaciones dispensacionales, ya que la obra de la cruz todavía no
se había efectuado) pero sí, al temor de Dios.
¡Cuánto más nosotros en Cristo! (Romanos: 6: 12-13).
José no dejó reinar el deseo de su carne provocado por la mujer de Potifar. No obedeció a sus propios deseos, ni
presentó su mente, ni su cuerpo a la injusticia.
¡Este es el verdadero ayuno que Dios quiere!
José ayunó (se abstuvo) de los deseos de su carne. El verdadero ayuno es abstenerse de los deseos de la carne
(buenos y malos) de la naturaleza carnal, porque se oponen a Dios (Romanos: 8: 6-8).
AYUNO PERMANENTE
Ayunar es abstenerse de ambientes, compañías, pensamientos, deseos, etc., que nos puedan conducir a la
ruina. 1ª Pedro: 2: 11, dice que debemos abstenernos (ayunar) de los deseos demandantes de la carne
(borracheras, glotonerías, avaricia, lujuria, lascivia, contiendas, envidias) (Romanos: 13: 13) que batallan
contra el alma (Gálatas 4:29).
En esta contienda carne-espíritu, contamos con la asistencia insustituible del Espíritu Santo.
No es una batalla para ser librada con nuestras fuerzas (Zacarías: 4: 6).
Dios nos da en Cristo la capacidad para ser más que vencedores (Romanos: 8: 37).
En lugar de mantenerse activo en su ministerio de Rey y guerrero, activó los deseos de su carne.
David ayunó por lo que no debía ayunar (2ª Samuel: 12: 16). Hizo un ayuno físico por la vida del niño, cuando
debía ayunar (abstenerse) de sus deseos y antojos sobre Betsabé, que provocaron una secuela desastrosa
(adulterio, mentira, asesinato).
David pensó que el ayuno salvaría al niño, pero Dios lo llevó a su presencia.
El ayuno de la gracia no es aguantar o soportar el hambre en un templo, casa, etc., de 8 a 12 horas, o de 8 a 20
horas, o 24 horas, o varios días (para luego presumir o jactarse de su sacrificio o aguante). El ayuno de la gracia
es abstenernos del mal, de ser tropiezo, de ser indiferentes ante la necesidad espiritual y física del prójimo.
Abstenerse (ayunar) 24 horas de quejarse, enojarse, estar malhumorado, murmurar, estar descontentos, ser
incrédulos, maltratar a la esposa, esposo, hijos, hermanos.
Pero claro, ¿qué es más fácil? ¿dejar de comer o dejar toda la lista mencionada anteriormente?
¡Dejar de comer!
Es interesante que en todas las cartas paulinas no haya mención o mandamiento alguno a ninguna comunidad
con algún “programa de ayuno”, pero en cambio, sí de oración.
En el libro de los Hechos se registran tres ayunos:
1. Hechos: 13: 23: Un tiempo ministrando al Señor para buscar dirección, guía.
2. Hechos: 14: 23: Constituir, confirmar ancianos y encomendarlos al Señor.
3. Hechos: 27: 21 y 33-36: Todos en el barco estaban ayunando, pensando probablemente que esto calmaría la
tormenta, pero Pablo en cierto momento consideró que era inútil y hasta perjudicial para su salud, ya que ante un
inminente naufragio no tendrían fuerzas suficientes para sobrevivir y él mismo cortó el ayuno físico.
El ayuno no debe ser por un tiempo prolongado, a lo sumo media hora, una hora o un poco más, siempre y
cuando el Espíritu lo indique, pero no una práctica ascética (días, semanas). En cierta oportunidad, escuché un
colega que desafiaba a un grupo de hombres a comenzar un ayuno; primero, de tres días, luego de siete, luego
de diez. Me pregunto: ¿qué albañil o ama de casa haciendo sus tareas normales podría alcanzar tal desafío? Y
si así fuera, ¿no sería más un perjuicio que un beneficio? O ¿qué persona con alguna afección (diabetes,
presión, diálisis, etc.) podría acceder a este “desafío”?
El ayuno debe tener como objetivo recibir dirección, revelación, quietud, serenidad, claridad, equilibrio entre
espíritu, alma y cuerpo.
Jesús mismo, aunque ayunó 40 días, no les enseñó a sus discípulos que lo imitaran, ni tampoco que ayunen. Sí
les enseñó a orar, pero no a ayunar, al contrario, fue increpado por los discípulos de Juan el Bautista porque sus
discípulos no ayunaban como ellos y los fariseos (Mateo: 9: 14). No existen registros de que Jesús lo hiciera
posteriormente.
Aun en el pasaje de Mateo: 17: 21 “Este género no sale, sino con oración y ayuno”, en versiones varias se aclara
que en los manuscritos más antiguos (siglos IV y V) no aparece. Fue agregado posteriormente y en la NVI,
directamente pasa del vs. 20 al vs. 22 (por favor, verifíquelo, no es un error de impresión, sino un acierto de
interpretación).
En la “Gran Comisión”, su orden es “En mi nombre echarán fuera demonios”, y no por ayunos o “conjuros
exorcistas hollywoodenses”.
Porque si su poder o autoridad se obtuviera o agrandara por horas o días de oración y ayuno, entonces, por
demás murió Él en la cruz (Gálatas: 5: 21).
No agradamos a Dios por lo que hacemos sino por lo que creemos, porque sin fe es imposible agradar a Dios
(hebreos: 11: 6).
El verdadero ayuno no es para mortificar la carne, porque su práctica aún la aviva y potencia los deseos que hay
en ella. Este tipo de rutinas o ejercicios religiosos, como dice Pablo en Colosenses: 2: 23: “…tienen a la verdad
cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor
alguno contra los apetitos de la carne”.
El verdadero ayuno es para disfrutar un tiempo en Su presencia (diez minutos, veinte, media hora, una hora o
más) y recibir revelación, dirección, serenidad, quietud, en todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
Es un momento, como dice en las acotaciones de varios Salmos de Selah: “deténgase, piense y medite”.
¡Pongamos en práctica el ayuno de la Gracia!
Manifestemos y desarrollemos la vida de Cristo que habita por la fe en nuestros corazones y experimentaremos
uno de los avivamientos más extraordinarios.
Un avivamiento de adentro hacia afuera, que afectará nuestras vidas y nuestro entorno.

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