Está en la página 1de 262

CIENCIA

SIN SESO
LOCURA DOBLE
MARCELINO CEREfJIDO
s ig lo
v e in tiu n o
editores
CIENCIA SIN SESO,
LOCURA DOBLE *
¿Estás seguro de que te quieres dedicar a la
investigación científica en un país subdesarrollado?

por
M ARCELINO CEREIJID O

siglo
veintiuno
editores

* Baltasar Gracián
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310 MÉXICO. D.F

siglo veintiuno de españa editores, s.a.


CALLE PLAZA 5, 28043 MADRID. ESPAÑA

portada de germán montalvo

primera edición, 1994


tercera edición, 2000
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-1910-2

impreso y hecho en méxico/printed and made in rnexico


In d ic e

INTRODUCCIÓN 11

1. DE HOMINÍDEOS, MITÓMANOS Y CIENTÍFICOS 21

2. LOS DOGMAS RELIGIOSOS Y LOS PRINCIPIOS CIENTÍFICOS 35

3. CEREBROS SIN USAR Y COMPUTADORAS FLAMANTES 44

4. ¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER...


O CREER PARA VER? 50

5. ¿CONOCER? 58

6. CÓMO SE CREA Y SE INVESTIGA 72

7. ¿HASTA DÓNDE LLEGA EL CAMPO DEL CONOCIMIENTO?:


U N LÍMITE EN EL QUE TRABAJAN LOS CREADORES 93

8. ¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSAN COMO


LOS CONSTRUCTORES DE LA TORRE DE BABEL? 102

9. LA INVESTIGACIÓN Y LA ENSEÑANZA: TRABAJANDO


EN U N A ARENA DE COMBATES 116

10. LA FORMACIÓN: U N PRÉSTAMO QUE HACE SALAMANCA


PARA ENRIQUECER LO QUE DIO NATURA 125

11. ¿CÓMO SE EVALÚA LA LABOR CIENTÍFICA? 142

12. EL MERCADO DE TRABAJO 158

13. UNCIENDO L A CIENCIA AL YUGO 165

14. CIENCIA, IDEOLOGÍA Y TECNOCRACIA 177

15. ¡OH, EL PROGRESO! 184

[5 ]
6 ÍNDICE

16. LA CIENCIA RECHAZADA 196

17. EL APARATO CIENTÍFICO DE LAS NACIONES:


¿CÓMO HIZO EL PRIMER MUNDO? 21 8

18. EL APARATO CIENTÍFICO DE LAS NACIONES:


COSAS QUE NOS SUCEDEN A NOSOTROS 22 8

19. LA CIENCIA COMO SISTEMA COMPLEJO 247

20 . ES PREFERIBLE ENCENDER U N A VELA, QUE MALDECIR LA


OSCURIDAD 256

2 1 . Y BIEN: ¿ESTÁS SEGURO DE QUE TE QUIERES DEDICAR


A LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN T U PAÍS? 271

BIBLIOGRAFÍA CITADA Y RECOMENDADA 275


¿Y si no estudiamos nuestra propia realidad...
quién lo ha de hacer por nosotros?
RISIERI fron dizi, La universidad necesaria

Encuentro cada vez más difícil recomendarle esta


carrera en investigación básica a los jóvenes bri­
llantes que cada día me piden mi opinión.
PROFESOR DE BIOLOGÍA DE BERKELEY, Suplemento
de Science: The end o f the frontier?, Washing­
ton, DC, enero de 1991

Dedicarse a la investigación, a menudo se debe a


una crisis personal de hondas consecuencias, que
sacrifica el éxito material en aras de una vocación
incierta [...] A lo sumo, como dijo un informante,
podrá dedicarse a "barrer los rincones" recogiendo
los pocos resultados que quedaron sin cubrir en el
extranjero [...1 algunos investigadores entrevista­
dos, especialmente los más jóvenes, confiesan una
sensación de futilidad [...] Para muchos, la investi­
gación se vuelve una ocupación irreal, una forma
de escapismo y de parasitismo, en que el individuo
se pasa la vida jugando con algún tema que no deja
huella.
l a r i s s a L O M N I T Z , / .. / a n t r o p o lo g ía d e la in v e s t i­
g a c ió n c ie n t íf ic a e n la U N A M
a mis colegas mexicanos, porque con su
generosidad y sabiduría han acogido a
muchos investigadores extranjeros
que, como en mi caso, nos vimos forza­
dos a alejamos de nuestras patrias.
INTRODUCCIÓN

Cuando oigo que en nuestro vapuleado tercer mundo* un cien­


tífico maduro trata de convencer a un joven de que se dedique a
la investigación, evoco, por supuesto, los amables consejos de
los maestros que me iniciaron en la profesión de investigador:
una de las más fascinantes que el ser humano puede desem­
peñar. Pero cuando le oigo hacer las consabidas referencias a
Galileo, Darwin, Pasteur y Einstein y, sobre todo, cuando ase­
vera que su país necesita investigadores, no puedo evitar
entonces una sensación de abochornada culpa ante la involun­
taria estafa que se perpetra, pues sé muy bien que no le expli­
cará al joven en qué consiste la profesión científica en el tercer
mundo, cuál será su integración al resto del quehacer local una
vez que haya completado su formación, ni en qué condiciones
económicas deberá vivir y trabajar.
Es el momento en que llamaría aparte a ese joven, lo invi­
taría a tomar un café... y yo también trataría de convencerlo
para que se dedique a la ciencia -actividad que, de nacer de
nuevo, yo volvería a elegir-, pero sin ocultarle otros aspectos de
nuestra profesión. Lo haría con muchísimo cuidado, evitando
que mi conversación lo disuadiera, pues los científicos lati­
noamericanos somos demasiado proclives a desgarrarnos las
vestiduras; pero también con todo respeto, tomándolo como una
persona sensata que está por consagrar nada menos que su
vida a una tarea que desconoce, y no como a un futuro sabio
que comienza su carrera cometiendo la estupidez de dedicarse
a ella sin saber de qué se trata. En realidad, he tomado tantos
de esos cafés, que hoy se me ha ocurrido redactar un texto, este
texto, con mis puntos de vista sobre los temas que surgen con
más frecuencia en esas charlas.
Pero ¿no hay acaso miles de libros que narran la historia
* Aunque la situación internacional ha cambiado y, en rigor, ya no existe
un tercer mundo al desaparecer el segundo (los países socialistas), se han uti­
lizado a lo largo del libro estos términos porque han adquirido un estatuto con­
vencional propio.

[111
12 IN TRO D U C C IÓ N

de la ciencia y de cada una de' sus lumbreras? ¿No hay ya trata­


dos en teros sobre su filosofía, su estru ctu ra, su p olítica y su
econ om ía? ¿N o h ay su ficientes m an u ales detallando carreras,
becas e in stitu cion es? ¿N o h ay oficinas repletas de solicitudes,
p lieg os de co n d icion es, fech a s de p resen ta c ió n y d irecto rio s ?
¿N o h u b o y a ejércitos en teros de sabios em in en tes qu e esc ri­
bieron sus m em orias? ¿Para qué un texto más?
La re sp u esta es que, p a ra em pezar, la m a yor p a rte de los
tra ta d os m en cion ad os se refiere al p rim er m u n do; en cam bio,
uno de los puntos en los que insistiré en este texto es que nues­
tr a s itu a c ió n n o se d e s c rib e co n só lo d e s te ñ ir u n p o co eso s
esqu em as, com o si sólo difirieran cu a n tita tiva m en te en cierta
su m a de din ero. En seg u n d o lu gar, p o rq u e en m i fu n ción de
evalu ador en el S istem a N acion al de In vestigadores de M éxico
a lo largo de los últimos años, he revisado varios miles de solici­
tu d e s e in fo r m e s , y a c a b é p o r c o n v e n c e rm e de q u e só lo u n
p eq u eñ o p o rce n ta je de los in vestiga d o re s q u e fa lla n lo h acen
p o r fa lta de in te lig e n c ia y o rig in a lid a d y q u e, en c a m b io , la
enorm e m ayoría de los rechazos se debe 3. una falta de profesio­
nalism o. A b u n d a entre n osotros el in vestigador ultraespeciali-
zado, que sabe hacer las m edidas que le enseñaron, obtener da­
tos, analizarlos estadísticam ente, pero que ignora la tram a con­
ceptu al de la cien cia en la qu e su tem a está en garzado; el que
se esfuerza in dividu alm ente, o com o su bsidiario de su ex m en ­
tor en el prim er m undo; el que lu ego etern iza el estu dio de ese
tem a ocu pándose de detalles triviales, porqu e no tien e au ton o­
m ía p a ra a b rir un cam p o n uevo, ni fu n d a m en tos p a ra in ven ­
tarse un enfoque propio -com o si la ciencia y a estuviera a pu n ­
to de conocerlo todo, se h u b ieran agotado los gra n d es p ro b le­
m as y sólo qu ed a ra n p o r re so lv er detalles- y, so b re todo, p o r­
Es verdad, recuerdo una vez
q u e c a d a in v e s tig a d o r la tin o a m e ric a n o es e s e n c ia lm e n te u n
en un laboratorio, hacía falta la
colaboración de otro trabajo, el
lobo solitario: el trabajo grupal in terdisciplinario es casi desco­
estudiante de maestría lo
propuso al grupo de nocido entre n osotros y, cuando se practica, no es raro que re­
investigación y el investigador
sulte penalizado por las instituciones.
titular se nego.
Pero ¿dónde y cómo se enterará un joven de qué dem onio es
¿Porque existe esa regla de "
oro" de no colaboraciones
la p ro fe s ió n cien tífica en n u estra postergada región? ¿C on qué
externas? - que penalización
hay al respecto? Esas in fo rm a ció n p o d rá h a c er el ejercicio de s u p o n e r qu e y a se ha
colaboraciones serían
beneficiosas graduado, que ayer regresó de su beca posdoctoral en
Colum bia
o H eidelberg, que y a le destin aron un laboratorio, un cargo de
profesor, y ahora debe m antenerse informado, creativo, produ c­
IN T R O D U C C IÓ N 13

tivo , o b te n e r d in e ro para, c o s te a r s u s p ro y e c to s , s o s te n e r su
hogar, llevar sus hijos al dentista, com prarles ropa, e ir al cine?
H o y es d ifícil se r u n in v e s tig a d o r p ro fe sio n a l en el terc er
m undo, porqu e si bien y a ten em os las condiciones p ara form ar
in vestiga d o re s tan b u en os o tan m a los co m o los d el p rim ero,
debem os trabajar en el seno de culturas que no están p repara­
das para albergar un aparato cien tífico-técn ico-produ ctivo m o ­
derno, y se presentan los siguiente problemas:
a] Sum ándose a ciertos coros posm odernistas, algunos per­
sonajes de Latinoam érica se han puesto a despotricar contra la
cien cia y la tecn ología, tal y com o si algu n a v e z h ub ieran esta ­
do m o d ern iza d o s; tal co m o si, en c o n s ecu en cia con su s p o s ­
tu ra s , e s tu v ie r a n d is p u e s to s a d e ja r d e u s a r a n te o jo s y n o
vo lver a leer por el resto de sus días, ni a en cen der la luz, ni a
u sar el teléfono, ni a ir al cine, o a resign arse a que las m uelas
se les pudran en la boca y aceptar que si a sus hijos se les infla­
m a el apén dice cecal, revien ten de dolor y m u eran de peritoni­
tis. Por el contrario, yo estoy convencido de que, si h ay algu n a
solu ción a los problem as que afligen al llam ado tercer m undo,
r e q u ie r e d e c o n o c im ie n to p u e s , fr a n c a m e n te , n o a lc a n z o a
im a g in a r q u e la ig n o ra n c ia sea el m e jo r m ed io p a ra re so lv er
problem a alguno.
b] Nos resu lta m u y difícil desarrollar un aparato científico
en nuestras naciones del tercer mundo y, sobre todo, vincularlo
con el aparato productivo. Atribuim os tales dificultades a la su ­
puesta endeblez de nuestra ciencia, sin advertir que, por el con­
trario, los productos de nuestra ciencia alcanzan un nivel de ex­
cele n c ia con el q u e p o r a h o ra n u e stra in d u stria no p u ed e ni
soñar. Así, los artículos científicos que producim os se publican
en las m ejores revistas internacionales, nuestros investigadores
figuran en los plan teles de H a rva rd y Cornell, de Cam bridge y
del M a x Planck, n uestros sabios logran todo tipo de distin cio­
nes, in clu ido el fam oso Prem io Nobel; p a ra equ ipararse, n u es­
tros in du striales deberían, por lo m enos, fabricar coches, avio­
nes, fotocopiadoras y cám aras de calidad tal que pudieran com ­
p e tir e n e l m e r c a d o in te r n a c io n a l c o n lo s M e r c e d e s -B e n z ,
Boeing, X erox y Nikkon. Pocos advierten que la fam osa "fuga de
cerebros" es un claro pero ominoso índice de que, gracias a nues­
tra com unidad científica, uno de nuestros principales productos
de exportación son los excelentes investigadores que producimos.
14 IN TR O D U C C IÓ N

c] Por aceptar o bedien tem en te los diagn ósticos m on etaris-


tas, y so b re tod o la fo rm a de o rg a n iza r la ta rea c ien tífica qu e
dictan qu ienes adm in istran el dinero, no los científicos, hem os
acabado por convencern os de que la dificultad p a ra desarrollar
la ciencia y la tecnología en el tercer m undo es de índole econ ó­
m ica. El p rob lem a econ óm ico es grave, qué d u da cabe, pero la
d ificu lta d cen tra l qu e ten em os con la cien cia no se origin a en
ella, sino en n u estra visió n del m u n do. In clu so d en tro del a s­
p e c to eco n ó m ico , la gra n d ific u lta d n o es ú n ic a m e n te p o r la
p a rq u ed a d del a p o rte de din ero, sin o la in cre íb le in efic ie n c ia
burocrática con que se lo usa que, entre otras cosas, quita a los
investigadores de los laboratorios p ara abocarlos a tareas con ­
tables y adm inistrativas.
d] N u estra cu ltu ra en gen era l p a rece no in clu ir a la cien ­
c ia y a la t e c n o lo g ía m o d e r n a s en su e s q u e m a c o n s titu tiv o .
V eam os tres situ acion es que ilu stran esta afirm ación:
Prim er ejem plo. Si bien a veces sólo n os han llegad o unos
pocos ra stros de su arte, p a ra ca ra cterizar u n a cu ltu ra d eter­
m inada, digam os la del H om bre de Cro-M agnon, la cretense, o
la olm eca, tratam os de averigu ar si conocían la rueda, si u tili­
zaban el bron ce, si h ab ían d esarrollado el con cepto de cero, O
cu áles eran sus esqu em as astronóm icos. Pero cuando se trata
de n u estra p ropia cultura, la que ten em os h oy en día en el ter­
cer m u n do, su ca ra cterización su ele red u cirse a la política, la
sociología, la eco n om ía, la litera tu ra , las a rtes p lá stica s y los
b a ile s re g io n a le s . L a c ie n c ia n o fig u r a en la lis ta d e c o m p o ­
nentes.
Segundo ejem plo. En un program a de televisión, ocho in te­
lectuales discutían sobre el "honor" y "orgullo" del toro de m orir
lu ch an do en un ru edo. O bvian do aquí el aspecto m oral, opino
que el pan oram a intelectu al de esos caballeros era propio de la
Edad M edia, pues ignoraban lo que en los institutos y universi­
dades del tercer mundo cualquier estudiante sabe: que los toros
tie n e n v ía s n e rv io s a s c o m p le ta m e n te a n á lo g a s a la s d el ser
h u m an o, p o r las qu e se tra n sp o rta in form a ció n a lgésica m u y
e x q u is ita ; q u e e s a s v ía s p a r t e n d e r e c e p t o r e s c o n a fin id a d
estereo qu ím ica por tra sm isores esp ecíficos exactam en te ig u a ­
les a los nuestros; que al llegar al cerebro, las neuronas de esas
vías hacen sinapsis con n úcleos sim ilares a los del cerebro h u ­
mano. En suma: que cuando "se les deshace los músculos, ner­
15
IN T R O D U C C IÓ N

v io s y a rte r ia s d el lo m o co n u n a la n z a , se lo s sa n g ra , se le s
a rp o n ea con la ceran tes b a n d erilla s y se les clava u n a espada,
los toros por supuesto sienten dolor. De m odo que, la visión del
m undo con que se mueven algunos líderes intelectuales, parece
h a b e rs e q u ed a d o tra b a d a a llá p o r el sig lo x vii, cu a n d o R en é
Descartes enseñaba que los gritos, la desesperación, las convul­
sion es y otras m a n ifesta cio n es de su frim ien to de los anim ales
to rtu ra d o s , eran in tra s c e n d e n c ia s c o m p a ra b les al ta ñ id o del
inerte carillón de un reloj, pero que en realidad los anim ales no
sentían dolor alguno. Aquí se habla
un poco sobre
T ercer ejem plo. Ciertas casas com erciales que perm an ecen la ciencia vs el
a b ierta s h a s ta m e d ia n o ch e se h an tra n fo rm a d o en b o ca s de mito (que tanto
se ha hablado
expendio de libros de todo tipo. En el sector dedicado a la cien ­ en otros textos).
Muchos tienen
cia, in variablem en te en cu en tro libros de un tal U ri G eller, que ideas de otros
siglos dónde
afirm a poder doblar cucharas con la fuerza de su pensam iento; aún se
ignoraban
o sobre el Triángulo de las Berm udas, de un señor Phillipot que muchas
a seg u ra qu e el c á n cer se cu ra co m ien d o ajo, lim ón y cebolla, interrogantes.
Eje. cocción de
adem ás de varios otros escritos por excelentes divulgadores pri- la langosta.

m erm u n distas (Asim ov, Thom as, G ould, G am ow). En cam bio,
dichos com ercios no tien en n in g u n o de los lib ros escritos por
d ivu lg a d o res y en sa yista s cien tífico s locales; p o r ejem p lo, no
tienen los de la colección "La C iencia D esde M éxico", que reúne
libros excelen tem ente escritos por lo m ás granado de la com u ­
nidad científica mexicana.
He conversado con vendedores y encargados de dichos com er­
cio s, y m e h a n e x p lic a d o q u e e llo s e v a lú a n el co sto d e c a d a
m etro cu a d ra d o de su tien da, de ca d a cen tím etro de es c a p a ­
rate, así com o las preferencias de los com pradores y, sobre esa
base, deciden cu áles libros conviene ofrecer y con cuáles otros
perderían espacio, tiem po y dinero. Me h an convencido de que
si y o fu era g e re n te y q u is ie ra evita r la b a n c a rro ta no ten d ría
otra altern ativa que operar del m ism o m odo, pu es esta escan ­
dalosa situación no es causada por el afán de lucro de un puña­
do de em presarios rapaces, sino por la exacta com pren sión de
las preferencias y expectativas cu ltu rales de n u estra sociedad.
H acien do ga la de co m p ren siva bon h om ía, u no de ellos llegó a
e x p lic a rm e : "A u n p e r fu m e u s t e d d e b e p o n e r le u n n o m b r e
fra n cés , a u n a a c a d e m ia d e k a ra te u n o ja p o n é s , y a u n v in o
u n a m a rca qu e evo q u e vieja s a b a d ía s y ca sa s señ o ria les. De
modo que la colección 'L a Ciencia Desde México lleva un título
16 IN TR O D U C C IÓ N

por dem ás infortunado." Así nos ve nuestra propia sociedad.


e] Después de estudiar la cultura, las escuelas filosóficas, la
cien cia y la tecn olo gía del p rim er m u n do, es frecu en te qu e se
usen sin m ás las conclusion es que les son propias, p ara tratar
de m an ejar el conocim iento que ten em os en el tercero. A u n en
el ca so de qu e los esq u em a s lo gra d o s tras e s tu d ia r al p rim er
m u n do fu eran válidos, es de u n a estrid en te ca n d id ez su poner
que debemos (y es posible) transitar los m ism os pasos. Curiosa­
mente, se sigue soñando con la cultura europeo-estadunidense,
aun cuando, nomás en lo que v a del siglo, esa cultura ha provo­
cado dos gu erras m undiales, y h a generado u n a b om ba atóm i­
ca, otra de napalm, un fascismo, un nazismo, un Hitler, un Mus-
solini, un Stalin, un Franco, un Salazar y u n a pléyade de m a ­
tasietes menores, pero no menos tenebrosos; además, cincuenta
años de riesgo atóm ico, así como la explotación, sojuzgam iento,
venta, deforestación, y contam inación del resto del planeta. En
el fondo, tem o que no nos m olestaría en lo m ás m ínim o repetir
e s a h is to r ia y c o m e te r s im ila r e s a tro c id a d e s , si s e g u ir e s o s
pasos nos perm itiera alcanzar el nivel de com odidad del que g o ­
zan en el prim er mundo.
f] In c lu s o en e s _ a r o s y fe lic e s m o m e n t o s e n lo s q u e
n u estra s sociedades destin an d in eros p a ra la ta rea científica,
n o e s in s ó lito q u e lo h a g a n p a r a a c c e d e r a re c la m o s de lo s
in v e s t ig a d o r e s (c o m o s i e n r e a lid a d n a d ie n e c e s it a r a p a n ,
torn illo s n i h osp itales, pero así y tod o se los fa b rica ra y co n s­
tru ye ra p a ra ten er co n ten tos a p a n ad ero s, ferreteros y m é d i­
cos). A veces, a sig n a r su eld o s y su b s id ia r a lgu n os p royectos,
n o p a sa de ser un acto de b en evo len cia social, de ca rid ad h a ­
cia los in vestiga d ores, pero qu e en el fon d o rep resen ta un la ­
m e n ta b le m a lgasto, fo rm a lm en te sem eja n te a la in vers ió n en
h osp ita les y person al p a ra in tern ar drogad ictos, idiotas y p ri­
s io n e ro s q u e p o r su p u esto n a d ie n ecesita , y q u e con g u sto y
alivio verían desaparecer de sus presupuestos.
g] En el tercer m undo se suele creer que el m ayor aporte de
la cien cia reside en "el invento". V ista con dich a óptica, la cien ­
c ia n o s e r ía m á s q u e u n a p r o v e e d o r a d e s u p e rc o n d u c to re s ,
cohetes teledirigidos, teléfon os in alá m b rico s y su percom pu ta-
d oras que, o b ien n o se n ecesitan , o b ien será n co m p ra d os al
p rim er m u n d o cu a n d o lleg d e el m om en to. Se ign o ra qu e tod a
tarea y logro hum ano,' desde plantar un vegetal hasta encender
IN T R O D U C C IÓ N 17

fu ego, d esd e a isla r un a n tib ió tico h a s ta fa b rica r u n lápiz, ha


p a sa d o p o r p eríod os en los qu e fu e n oved a d , o b jeto de ex p lo ­
ración, error, ju ego, chiste, m oda, exageración, disputa; en su ­
ma, trabajo social. Se ign ora adem ás que el conocim iento debe
ser confiable y que, así com o se necesita que un am igo abogado
o a rq u itecto revise el co n trato qu e h em os de firm a r o la ca sa
que estam os por adquirir, sin que "invente" absolu tam ente n a ­
da, tam bién se n ecesita de esa con fian za cu ando se a u toriza a
u n a em p resa tra n sn a cio n a l a qu e ven d a fá rm a cos a n u estros
habitantes o introduzca un nuevo pesticida en nuestros campos.
h] Se da por sentado que el conocim iento es parcelable y,
por lo tanto, que es posible tener científicos por un lado, filóso­
fos por otro, docentes por un tercero; que es posible h acer u na
c ie n c ia a p lic a d a sin d e s a r ro lla r p r im e ro u n a c ie n c ia q u e se
p u ed a aplicar. P or ejem plo, a los in vestiga d o res de las ram as
biológicas se n os fu erza p a ra que n os con cen trem os en tem as
tales com o el ham bre y el alcoholism o, com o si tales flagelos se
debieran al desconocim iento del m etabolism o de las proteínas o
del etanol, o se esperara que curem os el cáncer antes de que lo
lleguem os a entender.
Por eso se m e h a o cu rrid o p r e g u n ta r a n u e s tro s jó v e n e s :
¿estás seguro de que te quieres dedicar a la in vestigación cien ­
tífica aquí en el tercer m u n do? ¿S abes en qué te m etes cuando
tom as esa d ecisión ? ¿C óm o h arás p a ra orien tarte? Por eso, el
plan de este libro consiste: 1] en describir ciertos aspectos de la
naturaleza de la ciencia, la investigación, las instituciones y los
personajes científicos que creo im prescindibles considerar para
ser científico p rofes io n a l, y 2] u sarlos para h acer algu n a sín te­
sis que, espero, te ayuden a responder esas preguntas.
Com o soy un investigador profesional, y por lo tanto m i com ­
p eten cia se red u ce a u n a m in ú scu la p a rc elita de la realid ad ,
p a r a a y u d a r te ' a c o n te s ta r m e h e v is t o e n l a n e c e s id a d d e
desarrollar algunos tópicos que caen fuera de mi cam po especí­
fico de trabajo. Pero de todos m odos m e atreví a hacerlo, con el
am ateu rism o de quien, sin ser cartógrafo, explicaría el cam ino
q u e co n v ien e to m a r p a ra lleg a r al cen tro de la ciu dad; con la
buena y cándida intención con que trataron de orientarm e mis
m aestros cuando, en su m om ento, ellos tam bién pen saron que
si uno pone el m apa de N u eva Y ork sobre las calles de Buenos
A ires, tarde o tem p ra n o en cu en tra a W all Street. Por lo tanto,
18 IN TR O D U C C IÓ N

n o m e p a rece su p erflu o a lerta r a q u ien lea estas lín ea s a qu e


tom e cu m g ra n o sa lis lo qu e h e de expon er, pu es co m o decía
M on taign e: "N a d ie está lib re de d ec ir estu p id eces, lo gra ve es
decirlas con énfasis." Recalco: éste no es un libro sobre la cien­
cia, sino sobre la in vestigación profesion al, tal com o la p ra c ti­
camos hoy en el tercer mundo.
T o d o s los pu n tos que abordo han sido tem as de largas d is­
cusiones con amigos y colegas investigadores, filósofos, artistas,
em p resarios, políticos, sacerd o tes y estu d ia n tes. A lgu n o s m e
han corregido una fecha, la sintaxis de un párrafo, o m e aclara­
ron un co n cep to ep is te m o lóg ico fu n d a m en ta l q u e y o siem p re
h ab ía u sado equ ivocadam en te; o bien, al com en tarm e pasajes
del m an u scrito, m e perm itieron a dvertir qu e deb ían estar m al
redactados, porqu e eso era ju s to lo opu esto de lo que yo h ab ía
querido decir; tam bién hubo quienes discreparon con m is pu n ­
tos de vista y h a sta los que in clu so objetaron la respetabilidad
de m is progenitores.
T u v e ta m b ié n e x p e r ie n c ia s sorp ren d en tes. P a ra d a r tres
ejem p lo s: puse tanto ardor en e x p lic a rle m is puntos de vis ta a
un ta xista h aitia n o en N u e v a Y o r k que, id e n tific a d o co n m is
argu m en tos, e l h o m b re m e re c o m e n d ó un lib ro (W . R o d n e y ,
H o w E u rop e und erd eveloped A fr ic a ) sobre la brutal, sistem áti­
ca y m ilen aria represión prem ed itada del co n o cim ien to a fric a ­
no y , en lu gar de lle v a rm e directam en te al aeropuerto, ¡p rim e­
ro m e lle v ó a com prar el libro! H u bo colegas que m e facilitaron
la com pren sión de un aspecto detestable de la p ro fe sió n cien tí­
fica... porqu e ello s m ism os lo en cam aban a las m il m aravillas.
Fin alm en te, cuando en tregué el m anuscrito de este lib ro al es­
critor y teó rico literario N o é Jitrik, im aginan do que se lim itaría
a p u lir m i red a cción , sus o b serva cio n es sobre tex to s y discur­
sos, así c o m o a cerca de las d iversa s v e rtie n te s de la cre a c ió n
in telectu a l fu ero n tan profu n das y o rig in a les, qu e q u ed é c o n ­
ven c id o de que la fo rm a c ió n de tod o c ie n tífic o deb ería incluir,
co m o parte esencial, un curso de literatura, no tanto para apre­
ciar la b e lle za en la obra de los grandes escritores, sino por algo
m ucho más fundam ental en nuestra p rofesión : para aprender a
discurrir; en m anos de N o é , el análisis de un tex to es una cien ­
cia exacta.
Por dichas razones, agradecer esos enriquecim ientos resul­
t a a u to m á tic a m e n te in ju s to co n m u ltitu d de p e rs o n a s ; con
IN T R O D U C C IÓ N 19

todo, no puedo evitar m encionar algunos de los nom bres de los


m á s sa b io s, a g u e rrid o s o p e rs e v e ra n te s a lo la rg o d e añ os, o
qu e d ed ica ro n m ás tiem p o a m is m a n u scritos: L a rissa A dler-
L o m n itz, H u go A réc h ig a , S erg io y C la r a B a gú , M a rio B u n ge,
F a n n y B la n c k -C e re ijid o , N é sto r B ra u n stein , M a rg a rita y F a ­
bián Cereijido, E lizabeth Del Oso, Refugio G arcía-V illegas, Ro­
la n d o V . G a rc ía , J u a n J o s é G ia m b ia g i, L o r e n z a G o n z á le z -
M ariscal, Noé Jitrik, M arcos K aplan , M a ría E u gen ia M oden a,
H e r m in ia P a s a n te s , F r id a S aa l, G re g o rio S elser, J e s ú s V a l-
dés... y aquí em pieza la ingratitud.
1. D E H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N T ÍF IC O S

Evolutivamente más cercanos al ser humano

En este capítu lo tra ta rem os de a verigu a r cóm o h ab rá su rgido


de pronto un organism o, el hom bre, que se esp ecializa en pen ­
sar; asim ism o, qué form a h abrán ten ido los prim eros m odelos
m en tales que, con el andar del tiem po, se h ab rían de convertir
en nuestra ciencia.
Me ha sucedido alguna vez que, estando de visita en un la­
boratorio, alguien irru m pe y exhibe ufanam ente un registro de
tra zos estram bóticos o u n a foto de b orron es m isteriosos o u n a
ta b la de va lo res arcan os. T o d o s los p resen tes los analizan, re ­
co n o cen su im p orta n cia , felicita n al colega ... y u no se sien te
com o el ú ltim o id iota del u n iverso por no en ten d er qué ven de
va lio so en esa in form a ción . D el m ism o m odo, si a los pu eblos
que aún h oy m an tienen un nivel de civilización sim ilar al de la
Edad de Piedra, les rega lá ra m o s m a n u ales con la in form ación
n e c e s a r ia p a r a s in te tiza r m e d ic a m e n to s , fa b ric a r a n te o jo s y
con stru ir tractores, no m ejoraría m os la d esgra cia d a situ ación
en la que se en cu en tran , p u es no los pod ría n procesar; no les
sig n ifica ría n n ada, y a qu e p a ra a p ro vec h a r la in form a ció n se
necesita poseer cierto tipo de conocim ientos que perm ita asim i­
la rla . P o rq u e si b ie n p o d e m o s a lm a c e n a r la in fo r m a c ió n en
directorios, m an u ales, bibliotecas o m em orias de com p u ta d o­
ras, el conocim ien to, en cambio, no pu ed e ser gu ard ad o fu era
del ser hum ano: p ara ser conocim iento requiere de alguien que
conozca.'
El h ech o de que quien conoce esté en m ejores condicion es
de increm entar su conocim iento, establece una suerte de círcu­
lo vicioso que se retroa lim en ta y p rovo ca esos im p resio n an tes

1 Dice Huaman Poma de Ayala (Carta a l R e y F elip e I I I de E spaña): " Y


preguntó el dicho Inca a Fray Vicente quien se lo había dicho. Responde Fray
Vicente que lo había dicho el Evangelio, El Libro. Y dijo Atahualpa: dámelo
a mí, para que me lo diga. Y así se lo dio y lo tomó en sus manos. Y dice el dicho
Inca que cómo no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro, hablando con gran
majestad, sentado en su trono, y le echó el dicho libro de las manos." (Tomado
de A . Tiren¡ y P. Labarca, Joaquín L uco: D o s historias de una vida).

[211
22 DE h o m i n í d e o s , m i t ó m a n o s y c i e n t í f i c o s

despegu es civilizatorios que se produ cen esp orád icam en te a lo


largo de la historia, con los cuales arranca una nueva cultura o
a veces un nuevo im perio. Por el contrario, com o dicen los ch i­
nos: "aprender es como rem ar contra la corriente: si no se avan­
za, se retrocede"; la h istoria nos h a b la de p u eb los qu e fu eron
actores en gran des civilizaciones, pero luego qu edaron atra p a ­
dos en un círculo vicioso adverso que los em botó y los llevó a la
m iseria de un m undo que les resultó in com prensible. De m odo
qu e la relación d el ser h u m a n o con el co n o cim ien to tien e qu e
ser dinám ica, viva y productora.
L o s p u e b lo s q u e h o y p e rd u ra n en rin c o n e s de A fric a , de
O cea n ía y de n u e stra A m érica , y a los qu e erró n ea m en te lla ­
mam os "prim itivos" (pues la cultura occidental no fue prim itiva­
m ente así, dado que, entre otras cosas, esos pueblos no fueron
co lon iza d os p o r la cu ltu ra occiden tal) tien en form as de creer,
conocer y referirse a las cosas, que son diferen tes de las n u es­
tras. Las cu ltu ra s m adres de la lla m a d a "occiden tal" tam bién
tuvieron creencias y m arcos conceptuales que difieren drástica­
m ente de los que ten em os h oy en día; pero ésas fu eron etapas
en la e la b o ra c ió n d el p e n s a m ie n to a ctu a l, p u e s la fo r m a de
in v e s tig a r q u e tie n e la c ie n c ia de h o y se fu e d e s a rro lla n d o a
tra vés de un co m p lejo p roceso h istórico. D e m odo qu e A rqu í-
m edes, G alileo, Freud, M en d el y Pau ling, a d em ás de a p o rta r
conocim ientos, contribuyeron a forjar el estilo de nuestro traba­
jo científico y a aum entar nuestra capacidad de conocer. La es­
tru ctu ra actu al de la cien cia tam poco es definitiva, pu es h a de
segu ir cam bian do en tanto sean otros los seres h u m an os y las
so cied a d es qu e in vestigu en y p rod u zca n . V a le la pena, pues,
p a rtir de lo s p o s ib le s o ríg e n e s d el p e n s a m ie n to sistem á tic o ,
p a ra tra ta r de co m p ren d er cóm o llegam os a acu m u lar y siste­
m atizar un cuerpo de saber que llam am os "ciencia"; de qué m a­
n era fu im os fa b rica n d o u n a h erra m ien ta tan cu rio sa com o la
"investigación científica profesional".
H ay quienes su ponen que Dios no h ace n ada en vano, que
to d o tie n e u n p ro p ó s ito , y q u e p a r a c u a lq u ie r la d o q u e u n o
m ire, en con tra rá evid en cia de su in fin ita sabidu ría; p a ra ellos,
la naturaleza es un diseño divino. Quienes sustentan ese punto
de vista consideran al h om bre com o un ser altru ista que m a r­
ch a en b u sca de "La" verdar y, en el cam ino h acia ella, v a des­
cu b rien d o le y e s de la n a tu ra le z a q u e y a está n ahí, p u e s h an
D E H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S 23

sido prom ulgadas por Dios. En ese cuadro, un científico es una


su erte de teólogo qu e tien e com o m eta La V erdad, y que estu ­
dia la obra de Dios (la n atu raleza) del m ism o m odo que podría
estu diar su pa la b ra (la B ib lia ). Cuando un cabalista encuentra
q u e d o s p a la b ra s de la B ib lia tien en la m is m a s e c u e n c ia de
co n s o n a n tes , no a ce p ta q u e se tra te de u n a c o in c id e n c ia sin
sentido ni im portancia, pues no tolera la idea de un dios chapu­
cero; m ás bien, se esfu erza p o r d es cu b rir las razon es de D ios
p a ra h ab erlas u sado de ese m odo, con la esp era n za de d escu ­
brir un secreto divino (véase G ershom Scholem , La cabala y su
sim bolism o). A n álogam en te, cu ando un bioqu ím ico en cu en tra
qu e las secu en cia s de a m in oá cid os de dos p roteín a s distin tas
tien en fragm en tos id én ticos o m u y parecidos, no se en coge de
hom bros; más bien, busca u na razón que explique la coinciden­
cia, porque está convencido de que ello le m ostrará un "secreto"
d e la n atu raleza. H em os h ered ad o de las religio n es la co n v ic­
ción de que la realidad tiene sentido.
Tan to los m odelos prim itivos del conocim iento com o los ac­
tuales m odelos teológicos aceptan que dichos dioses no sólo co­
nocen, sino que poseen esa Verdad, esa suerte de secreto univer­
sal. En la m itología judeocristiana, por ejemplo, el conocim iento
de esa verdad lo ostenta Yahveh quien, tal com o sucede actu al­
m ente con los secretos bélicos o con el "saber cómo" (knoiv how)
industrial, está dispuesto a llegar a cualquier extrem o para pro­
tegerlo:

De cualquier árbol del ja rd ín puedes


comer, mas del árbol de la ciencia del
bien y del m al no comerás, porque el
día que com ieres de él, m orirás sin
remedio (Gn 2: 16-17).

El m ism o G énesis bíblico da cu en ta de las razones de Dios


para vedar el acceso a dicho conocim iento:

Es que Dios sabe m uy bien que el día en


que com iereis de él, se os abrirán los
ojos y seréis como dioses, conocedores
del bien y del mal (Gn 3: 5).
24 DE H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S

E sa "cien cia" es un p rivilegio qu e D ios se re serv a y qu e el


hom bre usurpará: la idea de "pecado" surge de esa usurpación.
D urante m uchos siglos, se ha sostenido que cada adelanto en el
con ocim ien to n os acerca un paso m ás a esa Verdad, de modo
que m uchas veces la búsqueda de La Verdad fue tom ada como
u n a fo rm a de acercarse a Dios, com o u n a ru ta h a cia la sa n ti­
dad; com o un nuevo intento de llegar al árbol del conocim iento,
sólo q u e e s ta v e z h a c ié n d o lo sin co m e r m a n za n a s, sin o m e ­
dianteelrezo,olafilosofía, olainvestigacióncientífica. Acercarse a Dios? o ser Dioses?

N osotros partirem os aquí de un su pu esto totalm en te dife­


rente: el hom bre es un ser inseguro, al que le angustia lo desco­
nocido -porque lo desconocido lo hace vulnerable-; que en cam ­
bio se apacigu a, tanto al ordenar, sistem atizar su in form ación
y su ignorancia, como al suponer que conoce, y que lo conocido
coincide con la realidad. Para avalar n u estra opinión de que lo
qu e m u eve al h om b re a in vestiga r no es su am or a la verdad,
sino m ás bien su angu stia ante lo desconocido, es conveniente
volver sobre los hipotéticos orígenes del pensam iento humano.
El h o m b re p rim itiv o es g e n e ra lm e n te d es crito co m o u n a
esp ecie de m on o al qu e los fa cto res clim ático s le ra lea ron los
b o s q u e s a ta l p u n to q u e, n o p u d ie n d o y a sa lta r d e r a m a en
ra m a , d e b ió c a m in a r de u n á rb o l al o tro y, p o s te rio rm e n te ,
n e c e s itó a p re n d e r a v iv ir en la p r a d e r a (v éa se C e re ijid o , M .,
Orden, equilibrio y desequilibrio). Eso lo obligó a com petir con
a n im a le s q u e h a b ía n sid o e s p e c ia lm e n te s e le c c io n a d o s a lo
largo de m illones y m illones de años para sobrevivir en ese tipo
de h áb itat. E stos a n im a les eran de dos tipos: h erb ív oros con
corn a m en ta, fu erza y velo cid a d en las patas p a ra d a r coces o
h u ir a n te el p e lig ro e in te rp o n e r g r a n d e s d is ta n c ia s ; o b ie n
ca rn ív o ro s con vista , o lfa to, gra n ra p id ez, g a r ra s y co lm illo s
para detectar y cazar a los prim eros. Cabe agregar que m uchos
de estos carnívoros son cazadores sociales; es decir, anim ales a
lo s c u a le s la a c tiv id a d d e d e te c ta r, p e r s e g u ir y u ltim a r a la
presa los fue llevando a cierta organización social, en la que no
todos los com pon entes del grupo desem peñan exactam en te los
m ism o s papeles. H oy se cree qu e n u estro a n tep asad o rem oto
p rim e ro se h izo re co le cto r, sig u ie n d o de le jo s a Jos a n im ales
cazadores p ara aprovechar los restos que éstos iban dejando, y
lu ego él m ism o se a ven tu ró 'a ca za r (véa se B la n ck -C ereijid o y
Cereijido, La vida, el tiempo y la muerte). Se suele decir, irreve-
DE H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S 25

rcntcmcntc. que som os m onos m etidos a cazadores, y los v e g e ­


tarianos op in a n qu e m u ch os de nuestros p ro b le m a s d e salud
están p rovo ca d o s por au toobligam os a co m er carne; a lgo sim i­
lar a lo que les su cedería a nuestras vacas si, en lu gar de pasto,
les d iéra m o s a c o m e r bisteces. S in em b a rgo , c o n v ie n e tom a r
con cautela esta so b resim p liñ ca ció n didáctica, pues ese cuadro
del hom bre p rim itivo lle v a una buena dosis de prejuicios acerca
del "H o m b re salvaje carn icero y brutal", que generaron los eu­
ropeos (véase J. Diam ond, The third chimpanzee).
La a d a p ta ción a la p ra d era p a rece h a b er fa vo recid o g ra n ­
des cam bios en ese "hom inídeo m arginal y cazador ineficiente",
com o lo lla m a Joseph C am pbell (An open Ufe). Por ejem plo, se
fu e s e le c c io n a n d o la p o s tu ra erecta , p u e s en u n a lla n u ra , el
hom inídeo erguido sobre sus dos patas traseras puede detectar
p resas y p red a d o res con m a y o r an ticip ación . C a m b ió la p o si­
ción de sus ojos, así com o la anatom ía y función de sus manos,
y a q u e a h o r a la s t e n ía lib r e s p a r a t o m a r o b je to s . L a b ip e -
d estación tam bién ocasion ó cam b ios a n a tóm icos en la pelvis,
q u e p ro v o c a ro n u n n a c im ie n to p re m a tu ro d el feto h u m a n o .
H oy se con sid era que la in m adu rez perm ite contin u ar p rogre­
s a n d o en el d e s a rro llo y c o n fie re u n a m a y o r p la s tic id a d , es
decir, u n a m ayor capacidad de ser in flu ido por las condiciones
Epigenética
en qu e se n ace (am bientales, n utritivas, edu cativas, etcétera).
A los cinco o seis años, los m onos y a suelen ser padres o abu e­
los; en cam bio, el recién n acido h u m an o es tan in m adu ro que
n o p u e d e s o b re v iv ir per se y d e p e n d e a b s o lu ta m e n te de lo s
cuidados m aternales, adem ás de necesitar que se lo proteja, se
lo acarree y se lo nutra durante u na prolongada infancia. Pero,
p recisa m e n te, la b ip e d esta ció n h ace p o sib le qu e la m a d re lo
transporte en sus brazos; así m ism o, la organización social y la
división del trabajo perm iten que se quede a cuidarlo m ientras
q u e e l p a d r e p a r t ic ip a e n p a r t id a s d e c a z a c o n e l r e s to d e l
grupo. Esa organización tam bién requiere que los m iem bros de
e se g ru p o , e x m o n o s q u e d e c id ie ro n m a ta r p a r a s o b re v iv ir,
in h iban su agresión y respeten las reglas de esta n u eva y m ás
e fic a z fo r m a d e s u b s is te n c ia . L a a n a t o m ía d e l a p a r a t o d e
fonación fue cam biando, y la voz hum ana se fue transform ando
e n u n e la b o r a d ís im o t r a s m is o r d e s e ñ a le s q u e fa v o r e c ió el
desarrollo de lenguajes. P rimero su organización social y una manera organizada
subsistencia y después el desarrollo del lenguaje
de una eficaz fo

Tan to la aparente desventaja física ante los otros anim ales,


26 DE H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S

com o la prolongada, vu ln erable y dependiente infancia, adem ás


de los diferen tes papeles sociales qu e se fu eron gestan do, son
c o n s id e ra d o s p o r m u c h o s in v e s tig a d o r e s c o m o lo s d e te r m i­
n an tes que im pulsaron al h om bre a lo largo de un cam ino civi-
lizatorio. El hecho de que base su seguridad en el conocim iento
y se a n g u stie a n te lo d escon o cid o , lo lleva a g e n e ra r m o d elo s
d in á m ico s (es decir, en fu n ción d el tiem po) de la realid ad . El
sen tido del tiem p o p erm ite o rden ar la exp erien cia en caden as
ca u sa les -ca u sa s p rim ero y efectos despu és- y h acer m od elos
d in á m ico s de la realid ad , qu e p erm iten p red ecir cóm o h an de
su ced er las cosas. "El s e c re to d e la m ctoria es s a b e r d e a n te ­
m ano ", reza el proverbio. La anticipación basada en ese sentido
tem p ora l se tra n sfo rm a en el a rm a y la h erra m ien ta p rin cip al
de la qu e d isp o n d rá el h o m b re p a ra s o b re v iv ir co m o esp ecie.
Jerison (1973) opina que ha de haberse seleccionado, entonces,
al organ ism o capaz de hacerse esqu em as tem porales de la rea­
lid a d . L a fa c u lta d de p e n s a r o to rg a v e n ta ja s y d e s e n c a d e n a
u n a r e tro a lim e n ta c ió n p o s itiv a : el sen tid o te m p o ra l p e rm ite
p en sa r, p e n s a r a y u d a a s o b re vivir, y s o b re v iv e el o rga n ism o
que tiene m ejor sentido temporal.
Basten unos ejem plos sencillos para ilustrar la im portancia
de los m o d elo s d in ám icos. Si nos disp on em o s a d es ca n sa r en
u n a t ie n d a de lo n a ju n t o a u n a rro y o de m o n ta ñ a , p o d e m o s
im a g in a rla y som eter esa im agen a vientos, crecidas intem pes­
tiv a s d el a rroy o, d e s p re n d im ie n to de ro ca s, m e ro d e o de a n i­
m ales, cercan ía de horm igueros, proxim idad de fogatas, tom ar
las precau cion es del caso y, ah ora sí, in stalar la carp a real con
u n a m ayor capacidad de sobrevivir. Si nos persigu e un anim al
feroz, podem os evalu ar su velocidad, la nuestra, tener en cu en ­
ta si es capaz de trepar o de nadar; asim ism o, calcular n u estra
dista n cia a un arm a, su eficacia, el tiem p o que ten d ría m o s de
llegar a un albergu e y, las conclu sion es qu e saqu em os de todo
lo anterior, podrían decidir nuestro futuro. Un científico puede
ex p lica r en u n a c la se de m e d ia h o r a fe n ó m e n o s ta n rá p id o s
com o la fo sfo rila ció n de u n a p roteín a (m illo n ésim a s de m illo ­
nésimas de segundos) o tan lentos como la evolución de una ga ­
la xia (m illo n es de m illon es de años), con sólo tra n sfo rm a r las
duraciones reales en duraciones mentales. En el nivel nacional,
esa capacidad de evaluar situaciones y actuar en consecuencia
y, sobre todo, el h ab er d esarrollado un aparato cien tífico p a ra
DE H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S 27

h a c e rlo e fic ien tem en te , d e c id e el d es tin o y la fe lic id a d de s o ­


ciedades enteras.
Si b ien lo s p rim e ro s m o d e lo s e x p lic a tiv o s d eb en h a b erse
re ferid o a situ a cio n es co n c reta s de so b reviven cia , ta les com o
los desplazam ientos de presas y predadores, llega un m om ento
en el que el desarrollo del aparato psíquico perm ite que el hom ­
b re c o n s id e re la s re g u la rid a d e s n a tu ra le s (m e n s tru a c io n e s ,
n acim ien to de las crías en ciertas estaciones, llu vias/ sequ ías,
aparición de frutos), entre las qu e m ás tarde in clu irá las regu ­
laridades cósm icas (noche/ día, invierno/verano). Tratar de des­
cu brir u n a cau sa p a ra cada efecto lo en frenta, ahora, a la n e­
ces id a d de e n c o n tra r ca u s a s re a lm e n te g ra n d io s a s p a r a dar
c u e n ta d e la c re a c ió n y de la s g r a n d e s p e r io d ic id a d e s n a tu ­
rales. G ia m b a ttis ta V ic o o p in a b a q u e el tru e n o fu e q u izá s el
factor princip al que su girió al h om bre la existen cia de poderes
su periores. En este m om en to es cu an d o deben h ab er su rgido
los m o d elo s ex p lica tivo s s a g r a d o s .2 L a n a r ra c ió n de la s d e i­
Los primeros mitos
dades que participaron, de sus genealogías, así com o el detalle
de s u s tra b a jo s y p e rip e c ia s es ta n im p o rta n te qu e, en c o m ­
paración , el h om bre en cu en tra qu e su h istoria terren al (cóm o
se lla m a el rey, q u ién g a n ó ta l b a ta lla ) es d e u n a t riv ia lid a d
p erfecta m en te obviable. M ircea E liade (T ra ta d o d e historia de
las re lig io n e s ) advierte que p a ra aqu ellas sociedades, la h isto ­
ria es en rea lid a d u n a m ito-h istoria ; los h ech os im p orta n tes,
los que cuentan, son las evoluciones del Sol, la Luna, las estre­
llas, las estaciones, el día y la noche, y el papel de los dioses en
su crea ción . En ca m b io, la h isto ria c o tid ia n a n o p a re ce c o n ­
te n e r o tr a c o s a q u e d e ta lle s triv ia le s y p o r lo ta n to , re su lta ,
intrascendente y prescindible.
Q ue los m itos (palabras, fábulas, leyendas) hayan d esem ­
peñado un papel crucial en nuestra tendencia a construir m ode­
los, a h acer h ip ótesis acerca de cóm o fu n cion a la realid ad , no

2 La búsqueda de la causalidad no se reduce a encontrar una relación cán­


dida entre antecedente y consecuente, como en el caso del gallo que, habiendo
observado que él cantaba y luego salía el Sol, llegó a la conclusión de que éste
salía porque él cantaba. El análisis de la causalidad ha ocupado prácticamente
a todos los filósofos desde Platón y Aristóteles a Brentano y Bergson y, por su ­
puesto, a científicos como Laplace, M ach y Heisenberg. Si bien la discusión de
la causalidad no cae dentro del plan de este texto, Se recomienda al joven inves­
tigador que, dada la enorme importancia que tiene para la ciencia, consulte a
dichos pensadores.
¿ ° D E H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S

q u iere d e c ir q u e un m ito c o m ien ce com o u n a a v e n tu ra de la


razón. Joseph Cam pbell, a ntropólogo que h a dedicado su vid a
al estudio com parativo de los m itos en todo el planeta, dice que
e l mito com ienza por el corazón; cuando el ser hum ano de pron­
to se asom bra ante una bóveda celeste nocturna cuajada de es­
trellas, an te la m u erte re p en tin a de un ser qu erido, an te u n a
co lo s a l ca s c a d a de agu a ... y lu e g o co n v o ca a su s facu ltades
m en ta les p a ra tra ta r de com p ren d er, sin en co m en d a rle la ta ­
rea ú nicam ente a la razón.
Ilu strem os estos pu n tos de vista con un m ito griego. D ada
la ro ta ción de la T ierra , el h o m b re p rim itivo h a b ía ob serva d o
que en el curso de la noche, las estrellas parecen surcar el cielo
h a s ta d e s a p a re c e r d etrá s d el h o rizo n te . P a ra los griego s, ese
h o rizo n te co m p ren d ía el m ar; im a g in a b a n q u e tras su paseo
celestial n octu rn o, las con stelacion es descen dían a descansar
d en tro de los d om in ios del dios m arin o Poseidón , id ea qu e y a
d e p o r sí e r a u n m o d e lo e x p lic a tiv o . P ero h a b ía n o b s e rv a d o
ta m b ié n q u e h a y u n p a r de c o n s te la c io n e s , la s q u e h o y lla ­
m a m os O sa M a yo r y O sa M enor, cerca n a s a la E strella Polar,
qu e m arch an ju n ta s, y no se m eten en el m ar com o hacen las
demás. H oy se sabe que eso se debe a que, como están m uy cer­
canas al eje polar, cuando llega la m añana no se las ve "hundir­
se en la mar", tal com o sucede con las constelaciones que están
sobre el ecuador. Pero ¿cóm o lo explicaban los griegos? Por su ­
p u esto, b a sá n d ose en los elem en tos de su cu ltu ra general, en
sus experiencias personales, en sus em ociones y apetencias, en
su c o n o c im ie n to de la s v ir tu d e s y d e fe c to s de la n a tu ra le z a
humana. Lo hicieron de este modo:
En los b o sq u es v iv ía u n a h e rm o s ís im a d o n c e lla en c o m ­
p a ñ ía de su p eq u eñ o h erm an o, y tod o griego qu e se p recia ra
daba por sentado que si él fuera el dios Zeus trataría de enam o­
rarla. Pero claro ¿qu é h aría la señ ora ZeUs (H era) en cuanto se
e n t e r a r a ? P u e s a r m a r ía t r e m e n d o e s c á n d a lo . ¿ Q u é m á s ?
U sando sus poderes divinos los convertiría a ella y a su herma-
nito (en algu nas version es del m ito no se trata del herm ano si­
no del hijo; incluso, en otras, el niño tenía un sospechoso pare­
cido con Zeus) en anim al qu e los griegos con sideraban m ás
h orripilan te: el oso. Zeus, que era picaro pero bu en caballero,
se apiadó del estado de su am ante y su herm ano, así que para
com pensarlos los convirtió en constelaciones: la O sa M ayor y la
D E H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S 29

Osa Menor, las cuales se ubican en el firm am ento cercanas a la


E strella Polar.
Pero, pu esto que las O sas no se m eten en el m ar com o las
d e m á s c o n s te la c io n e s , el m o d e lo e x p lic a tiv o n e c e s ita b a ser
com plem entado a la m anera en que hoy se haría con los m ode­
los científicos, m ed ia n te el agregado de co eficien tes de co rrec­
ción, o con la inclusión de una hipotética enzim a que de ahí en
más se sale a bu scar... y se encuentra, o con el agregado de una
h ip o tética p a rtícu la s u b a tó m ica (p. ej. el m esón q u e p rop u so
Y u k a w a p a ra dar cu en ta de las fu erza s qu e u nen los proton es
con los neutrones del núcleo atóm ico). Para m ejorar sus hipóte­
sis so b re la m e c á n ic a celeste, los grieg o s re cu rrie ro n n u e v a ­
m en te al co n o cim ien to de las em ocion es, virtu d es y falen cias
h u m a n a s. Im a g in a ro n q u e la fu rio s a H era h a b ría ido a q u e ­
ja rse ante su herm ano Poseidón, señor del mar, y a pedirle que
al m enos no perm itiera que las Osas entraran en sus dom inios
como lo hacían las demás constelaciones.
Sirva este ejem plo no sólo p ara ilu strar la form a en que los
seres h u m a n o s ge n e ra m o s m o d elo s ex p lic a tiv o s y los va m o s
perfeccion ando, sino tam bién p a ra m ostrar que tanto los a n ti­
guos mitos como los actuales m odelos científicos no son produc­
to d e u n a ló g ic a fr ía y c o n fin a d a a lo s d o m in io s d e la ra zó n ;
m ás bien dependen del sustrato cultural, y en ellos se m ezclan
cerebro, corazón, testícu los... H oy los in vestigadores se a b stie­
nen de dar sem ejantes explicaciones, pero se consuelan ponien­
do n o m b res tom a d os de la m ito lo g ía g rie g a a los o b jeto s qu e
con stru yen o qu e va n d escu b rien d o: la p roteín a (p o r a n a lo gía
con el cam biante dios Proteo), los cohetes Saturno y A riadna, el
su b m a rin o T ritó n , el co m p lejo de Edipo, el elem en to qu ím ico
Tantalio...
Las d iversa s cu ltu ra s tien en p reo c u p a c io n es qu e les son
com unes: las relacion adas con el origen del u niverso, el origen
del hom bre y el destino después de la m uerte. Pero aun los m i­
tos fundam entales que se fraguan para explicar esas preocupa­
ciones com unes reflejan la idiosincrasia de las culturas que los
gen eraron . En la m ito logía griega, p or ejem plo, la creación del
h om b re y de los a n im a les se en ca rg a a los titan es E p im eteo y
Prom eteo. El prim ero, cuyo n om bre sign ifica "el que reflexion a
d espu és del su ceso", acom ete la em p resa y con fiere a los a n i­
m a les fu erza, a g ilid a d y astu cia ; les d a g a rra s, alas, ca p a ra -
30 DE H O M IN lD E O S, M ITÚ M AN O S Y C IEN TIFIC O S

zones y otros atributos físicos COn tanta prodigalidad que, cuan­


do llega el turno de dotar al hombre, el titán cae en la cuenta
de que ya ha agotado los recursos. Acude entonces a su herma­
no Prometeo ("el que piensa de antemano") quien, con la ayuda
de Minerva, sube al cielo, roba el fuego sagrado y lo entrega al
hombre. Así dotado, éste puede fabricar armas para someter a
los animales e instrumentos para cultivar la tierra, consigue
protegerse de las inclemencias ambientales, llega a acuñar
monedas y a establecer un comercio. Estos logros humanos
provocan, otra vez, las iras divinas: Prometeo es castigado por
los dioses. Hay en los modelos teológicos, aun en los actuales,
un sentimiento de pecado ante el conocimiento; característica
que aunque a primera vista parece intrascendente, tiene
-siempre tuvo- consecuencias sociopolíticas adversas. Con
todo, la mente humana trata de compensar esta situación inte­
resándose instantáneamente por aquello que acaba de ser ve ­
dado, lo que en el fondo acaso sea otra manifestación de las re­
laciones conocimiento/seguridad, ignorancia/peligro.
Aún hoy nos quejamos de que un motor no quiere encender,
o afirmamos que los hongos son traicioneros. Los hombres de
las culturas preliterarias no sólo personalizan las causas, sino
que las llegan a individualizar, y hasta suponen que las cosas
suceden como suceden porque alguien quiere que así sea Por
creer que el mundo estaba dominado por demonios y espíritus,
babilonios, asirios, egipcios, chinos, mayas, olmecas dirigen su
cultura al estudio y entendimiento de lo sobrenatural. En cam­
bio, hacia el siglo vi a. c., los griegos sospechan que cada suce­
so tiene una causa y que cada causa particular produce un efec­
to también particular (causalidad); suponen que hay una Ley
Natural que gobierna el Universo, y entonces inician un esfuer­
zo histórico por entenderla, usando preponderantemente la ra­
zón. Como nosotros sostenemos que la ciencia es un SjStema
complejo, uno de cuyos ingredientes es la democracia, nos pa­
rece pertinente hacer aquí una pequeña digresión para refe­
rimos a lo sucedido en Milesia.
Milesia era la zona de Asia Menor que hoy corresponde a la
costa turca sobre el Mar Mediterráneo. La sociedad estaba divi­
dida en clases que ocupaban escalas jerárquicas de dominación
y sumisión. Cada quien coííocía al dedillo las normas de su
nivel, que no estaban sujetas a discusión ni necesitaban justifi-
D E H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N T ÍFIC O S 31

cación. En un comienzo está dominada por un rey-dios, que


tiene a su servicio escribas, para registrar en los archivos del
palacio: tesoros, bienes en almacenes, cosechas, posesiones,
impuestos y deudas pendientes. Pero, de pronto, la invasión
dórica propicia que esa monarquía burocrática desaparezca. De
ahí en más ya no habrá un Arkhé que reina y manda porque
así lo quiso Dios, sino un funcionario elegido por la ciudadanía;
elección que supone evaluación, libertad para convencer, disen­
tir y rebatir. Gana importancia la ciudad, y los ciudadanos
tienen relaciones recíprocas, simétricas y reversibles, en las
cuales ya no cuentan las viejas posiciones jerárquicas, sino
tener razón; de modo que se promueve la palabra, el argumen­
to, la crítica y la controversia. Esto los fuerza a perfeccionar las
normas del discutir y del demostrar. "La primera sofía de los
sabios de Grecia fue una reflexión moral y política, que era
privilegio de los hombres libres (Vernant, Les origines de la
penséegrecque). Para Epicuro (341-270 a.C.) el objeto de la
filosofía era eliminar el temor a lo desconocido y a lo sobrenatu­
ral; meta que contrasta con la del "temor a Dios", que predican
nuestras religiones actuales. En el nuevo escenario, la escritu­
ra deja de tener por objeto la creación de archivos reales; pasa
a servir para publicar, divulgar, poner ante los ojos de todos
las leyes, decretos y diversos aspectos de la vida social.
La relación entre el desarrollo de la ciencia y el desarrollo
de la escritura nos puede brindar aquí otros detalles intere­
santes. L a escritura pasó del pictograma (dibujar un pájaro
para representar a un pájaro) al logograma, en el que las pala­
bras importantes pasaron a ser representadas por signos con­
vencionales (cuando el pájaro debe ser representado muy fre­
cuentemente, se facilita la tarea remplazando su dibujo por
una raya). Más adelante se usaron signos para representar
sílabas, de modo que la palabra escrita ya no guarda parecido
alguno con el objeto mencionado. Finalmente, en Grecia, alre­
dedor del siglo VIII a. C., se llega a usar un signo (letra) para ca­
da sonido.
Ahora bien, si el listado de cosas se hace con cierto criterio,
obliga a adoptar alguna organización (vegetales con vegetales,
animales con animales, lugares con lugares). Esto obliga a pen­
sar qué tienen de común los objetos así separados y cuál es la
base de dicha selección, a explicar por qué se puso a los perros
32 DE H O M IN ÍD E O S , M IT Ó M A N O S Y C IE N TÍF IC O S

con las vacas y los caballos, en un grupo distinto del que agru­
pa a los olivos y los naranjos. Si a esto le sumamos que a una
palabra se la puede aislar del contexto, o usar en varios textos
distintos, se advierte que debemos especificar cuál es la idea
central que contiene esa palabra y que permite independizarla
del contexto. ¿Por qué puedo usar "perro1para distintos perros,
sean chicos o grandes, jóvenes o viejos, blancos o negros, míos o
ajenos, muertos o vivos? ¿Qué cosa es lo esencial de "perro1?
(D.C. Lindberg, The beginnings o f Western Science). Por ejem­
plo, esta actitud llevó a Platón a destilar las características
prominentes e ignorar los detalles incidentales (peludo, vivo,
dócil) hasta quedarse con la idea portadora de lo que él conside­
raba la verdadera realidad: una vez que la había encontrado,
para él, "perro" ya no era este perro en particular, sino su "pe­
rro ideal". Por supuesto, Platón iba más lejos, llegando a elucu­
brar sobre la existencia previa, objetiva e independiente; aspec­
tos de los que no nos ocuparemos aquí. Los griegos no reduje­
ron estos tratamientos a los objetos concretos, sino que también
los aplicaron a construcciones mentales y a conceptos. Baste de­
cir que el proceso de clasificación, descontextualización y abs­
tracción, nacido con la escritura, permitió barajar mentalmente
a las ideas y no a las cosas en sí; además, fue un prerrequisito
importante para el desarrollo de la filosofa y de la ciencia.
Análogamente, los "físicos" griegos dan explicaciones pro­
fanas de los fenómenos naturales, y no se interesan tanto por
los orígenes mitológicos, sino por lo cotidiano; así como en las
asambleas de ciudadanos van encontrando leyes de las rela­
ciones entre humanos, también le van encontrando leyes a la
naturaleza. Expresan sus teorías, diseñan la forma de defen­
derlas de los críticos y de los competidores. Poco a poco, el sa­
ber se va secularizando y convirtiendo en un pensamiento ex­
traño a la religión.
Entonces, comienza un proceso que parece paradójico: al ir
perfeccionando lo que va a ser el futuro aparato científico, el
hombre trata de eliminar los mitos que, se supone, le habían
servido de punto de partida. Los presocráticos, aunque descar­
tan al mythos en nombre del logos, admiten que las narra­
ciones mitológicas encierran verdades filosóficas y, por lo tanto,
no quieren desterrarlas del todo. Platón todavía considera que
el mito es un modo de expresar ciertas verdades que escapan al
D E H O M IN ÍD E O S, M IT Ó M A N O S Y C IE N T ÍFIC O S 33

razonamiento; pero luego, los neoplatónicos tienden a ver los


mitos como meras alegorías, como cuando para referimos a que
alguien duerme, decimos: "Está en brazos de Morfeo" (dios del
sueño).
Más tarde, se desecha totalmente el valor explicativo que
pueda tener el mito, que pasa a ser mirado con recelo, como si
se tratara de un reducto de la superstición y de la ignorancia.
Mito pasa a ser sinónimo de mentira. Los racionalistas del siglo
xvii y sobre todo los del xvüi, consideran imposible llevar a cabo
un estudio objetivo de la historia humana, sin una previa depu­
ración de las narraciones míticas.
Auguste Comte sostiene que la humanidad atravesó una
etapa teológica, que fue sucedida por otra metafísica, para
desembocar en la actual que es positiva, en la que el conoci­
miento se basa solamente en los datos que brinda la experi­
mentación. Por el contrario, ciertos autores idealistas intentan
edificar una filosofía de la mitología; Friedrich Schelling llega a
afirmar que toda la historia humana se halla implicada en su
mitología y, a partir de Ernst Cassirer, todos los supuestos
epistemológicos (v. gr. que existen objetos físicos, que ocurren
fenómenos, que transcurre el tiempo) pueden ser tomados como
mitos, reconociéndoles un peso preponderante en la capacidad
humana de explicar. Los autores de tendencia empírica toman
los mitos como objeto de investigación científica, como cuando
un egiptólogo trata de entender por qué los egipcios aceptaban
que un ojo del dios Horus representa al Sol y el otro a la Luna.
Se considera además que el hombre no sólo ha plasmado en
los mitos sus modelos arcaicos, sino que ha simbolizado en ellos
sus propias aspiraciones. Así, el mito de Prometeo que acaba­
mos de mencionar, para algunos simboliza la aspiración huma­
na de conocer, aun cuando entre en conflicto con los dioses. Por
el contrario, el mito hebreo de Job, el patriarca que es sometido
por Yahveh a una serie de desventuras para probar su tem­
planza (Jb 1), simboliza la sumisión del hombre a un poder
superior, cruel e injusto (Joseph Campbell, Hero with a thou-
sancl faces).
El mito de Job resulta particularmente doloroso por tres
razones: a] porque ensalza el mandato autoritario que nos
ordena remplazar lo que vemos, sentimos y pensamos, por lo
que debemos ver, sentir y pensar; b] porque no pertenece a una
34 D E H O M IN ÍD E O S, M IT Ó M A N O S Y C IEN T ÍFIC O S

religión a rca ica ni prim itiva, sin o a la religión so b re la qu e se


co n s tru yen n u estra s cu ltu ra s a ctu ales; c] p o rq u e n os vem os
obligados a desarrollar n u estra labor cien tífica en culturas que
tienen ju stam en te esa visión del mundo.
En resumen: estas consideraciones tratan de m ostrarte que
el ser h um ano ech a m ano de cualquier cosa que le perm ita so­
b revivir (el fu ego, las plan tas, los a n im a les). En u n a p rim era
etapa tra ta de en tenderlos y controlarlos; en u n a segunda, d i­
señ a proced im ien tos e in stru m en tos p a ra m an eja rlos (la a gri­
cu ltu ra , la a lfa re ría ). E n e s te s e n tid o el c o n o c im ie n to le dio
ven tajas, y u n a de las form as qu e en co n tró p a ra en ten d erlo y
sistem atizarlo parece haber sido el m ito. El m ito, com o m odelo
explicativo, rep resen tó un escaló n fu n d a m en ta l p a ra el co n o ­
cim iento actu al y, segú n m u ch os p en sa d ores tan to del cam po
de la teología (p. ej. Paul Tillich) com o de la filosofía (p. ej. K arl
Jaspers), en tod os los tiem pos, to d a cien cia sigue ten ien d o su
dim ensión mitológica.
D e m odo que, si qu ieres h a c er cien cia con seso, deb es re­
flexionar sobre los orígenes y la su pu esta solidez epistem ológi­
ca de n u estro a p a ra to cien tífico actu al. P a ra fin alizar, tra n s­
cribirem os la hum orística definición que da A m brose B ierce (E l
d ic c io n a rio d e l d ia b lo ): "M itología: C u erpo de creen cias de los
pueblos prim itivos, que concierne a su origen, historia, héroes,
d eid ad es, etcétera, a d ife ren cia de las exp lica cio n es, qu e son
in ven tadas después."
2. LOS D O G M AS R E L IG IO S O S Y LO S P R IN C IP IO S
C IE N T ÍF IC O S

Todo se empieza desde un punto anterior definido, conocido y seguro

El capítu lo a n terior pu ed e dar la fa lsa id ea de que los griegos


clásicos, a l re ch a za r las ex p lica cio n es m ito lógica s y con stru ir
un sistem a b a sa d o en el ra zo n a m ien to , p o r fin ob tu viero n un
cuerpo de con ocim ien to verdadero, con asiento en la realidad,
libre de supuestos y exento de errores. D esgraciadam ente, es lo
que creen de su disciplina m uchos científicos que hacen ciencia
sin seso.
Para dar razones de algo, hay que partir de algún punto an­
terior ya aceptado com o seguro. Por ejem plo, si un alum no pre­
gu n ta por qué la ouabaín a in hibe la en zim a N a+-K -ATPasa, la
explicación que se le ofrezca partirá de la base de que y a conoce
qu é es u n a en zim a, qu é es la o u a b a ín a y qu é se en tien d e por
inhibición. Pero si se llega a detectar que el m uchacho tiene un
concepto in adecu ado de "enzim a", pu ede em pezarse la explica­
ción en un punto anterior, en cuyo caso ahora los supuestos se­
rán qu é es u n a p ro teín a y qu é un ca ta liza d o r. Si, p o r el co n ­
trario, ca em os en la cu en ta de qu e ta m b ién ign o ra estos co n ­
ceptos, tenem os que partir desde más atrás...
¿H asta dónde podem os ir ha cia atrás, y explicar los cono­
c im ie n to s en q u e se a p o y a lo q u e a h o ra d e s e a m o s a n a liz a r?
¿ H a y a lg ú n p u n to s o b re el q u e n o s p o d a m o s a fia n z a r, p a r a
com enzar a construir con toda seguridad nuestro edificio cientí­
fico? A n tes de responder, veam os u n a analogía: estás en com ­
p a ñ ía de dos personas: el aspecto del p rim ero te lleva a su p o ­
n er que es u n a person a digna; la tra za del otro, te lleva a sos­
p ech ar que es un m alandrín. De pron to te desap arece la b ille­
tera. Les pregu n ta s si no la tom aron, y am bos afirm an que no.
La dign idad del p rim ero te lleva a creer qu e dice la verdad, de
m odo que no lo som etes a una verificación.
De regreso a la p regu n ta de h asta d ó n d e p od ría s ir ha cia
a trá s m ostrando, dem ostrando y fu n dam en tan do cada ladrillo,
cada estam ento del edificio de la ciencia, la respu esta es: hasta

[35]
36 LOS DO G M AS R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S

lo s a x io m a s . J u s ta m e n te , e n g r ie g o a x io m a s ig n ific a " d ig ­
nidad", y se refiere a "lo que es digno de ser estim ado, creído o
valorado" (sin que le registres los bolsillos). De m an era que, en
últim o térm ino, toda la estructura de la ciencia descansa sobre
axiom as; la segu ridad/in segu ridad de éstos es sim ilar a la que
em anaría del hecho de que el "digno caballero" no fuera en rea­
lidad un taim ado ladrón, y que el "malandrín" sea en cambio un
p o b r e d ia b lo m a l e n tra z a d o ... y tú u n p r e ju ic io s o . P r e c is a ­
m ente: todos los científicos som os preju iciosos, y n uestros p re­
ju icios se llam an axiomas.
¿No podríam os dem ostrar que los axiom as dicen la verdad,
sin ten er que depender de su aspecto digno? En prim er lugar,
si lo con sigu iéram os, y a no serían axiom as; en segu ndo, p ara
h acer tal dem ostración deberíam os basarn os en otros su pu es­
tos, y entonces estos últim os serían los que pasarían a ser axio­
m as. Lo ú nico que con segu iríam os es ir un poquito m ás h acia
atrás. En tercer lugar, Kurt Güdel dem ostró en 1931 que, den­
tro de casi cualquier sistem a de axiomas, hay enunciados de los
que ja m á s se pu ede dem ostrar su veracidad o su falsedad. Por
últim o, no todas las ciencias, cuando van h acia atrás, llegan a
los m ism os axiom as. M u chas de ellas son de orden práctico, y
parten de su pu estos distintos. Por ejem plo, a los econ om istas
les sería de m uy poca utilidad partir de axiom as como: "El todo
es m ayor qu e la parte", o "dos cosas igu ales a u n a tercera son
igu ales entre sí". En cam bio a Euclides, padre de la geom etría,
le fu e im p re s c in d ib le a rra n c a r de ellos. M ás aún, n o p u d o i r
m ás hacia atrás y dem ostrar que ésos, a su vez, derivaban de
o tros m ás p rim itivo s. Pero c a d a ta n to su rg e a lgú n ge n io qu e
revisa los supuestos en los que se apoya toda una disciplina, los
ca m b ia y d es en c a d en a u n a gra n re volu ció n cien tífica. De ese
m odo, la u rd im b re del ed ificio cien tífico no se so p o rta en un
sólido basam en to, sino en lo qu e L.A. S teen llam ó "el in fiern o
de la perpetua indecisión".
Pero entonces, si tanto la ciencia com o las religiones en ú l­
tim o térm in o se b a sa n en u n a a cep ta ció n no d em ostra d a , en
una especie de p o rq u e sí, en un "infierno", ¿no hubiera sido más
cómodo que los dioses continuaran siendo los garantes de nues­
tras concepciones, tal y como sucede con las religiones? ¿Acaso
tien e m ás "dign idad" un a xio m a en co n tra d o p o r los h om b res
que el m an dato atribu ido a un dios? ¿P ara qué tom arse el tra ­
LOS D O G M A S R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S 37

bajo de edificar la ciencia?


L a palabra, re lig ió n d eriva de religatio, su stantivación de
religare, religar, vin cu la r.3 V ien en a la m em o ria la p a la b ra ita ­
lia n a ricerca re, la fra n ces a re c h e rc h e r y l a in g le s a research,
p a ra design ar a la in vestiga ción cien tífica, las cu ales resaltan
su actitud de bú squ eda iterativa, con nuevos m étodos, en n ue­
vos con textos y con diversos esqu em as conceptu ales. La siste­
m atización del saber científico resulta, precisam ente, de un re­
bu scar, re-visar, re -vin c u la r los d a tos q u e se va n o b ten ien d o
con las h ipótesis que se van u rdiendo, y con las que y a fo rm a ­
b a n p a rte d el a n d a m ia je c ien tífico ; a n d a m ia je en el cu al, en
cada m om ento, se orden a el conocim iento y a obtenido. Ese re­
bu scar y ese vin cu lar traen com o con secu en cia reorden am ien ­
tos, revisión y conflictos constantes, pues no sólo se revisan los
m o d elo s, sin o ta m b ié n lo s m is m o s s u p u e s to s so b re lo s qu e
asien ta el an d am iaje. C u an do lo qu e se o b serva en tra en con ­
flicto con una explicación teológica (por ejem plo, que el hom bre
no fu e creado com o m u ñ equ ito de barro y la m u jer a partir de
u n a costilla, sino que es produ cto de la evolu ción biológica) la
discordia está asegurada.
El a n álisis de las a ctitu d es religiosa s nos re su lta aqu í ex ­
trem adam ente com plicado y sujeto a controversia, por lo que de
buena gan a lo eludiríam os, si no tuvieran un efecto decisivo en
el desarrollo científico; en particular, un papel protagónico en el
estado actual de la cultura y la ciencia en el tercer mundo. D es­
de hace m u ch o se h a plan teado un conflicto entre el vivir reli­
gioso y ,el viv ir filosófico. S óren K irk ega a rd lo ra strea h a sta el
p a sa je del G én esis bíblico (G 22:19) en el qu e A b ra h a m se ve
atenazado por el conflicto entre la razón natu ral (y social), que
le im pide m atar a su hijo Isaac, y el sádico m andato divino, que
le ordena sacrificarlo.
Las religiones se basan en dogmas. D o g m a deriva de dogeo,
decretar, y se refiere a u n a p rop osición d ecreta d a com o in n e ­
gable: algu ien (p ’ ej. el Papa) ordena, m a n d a aceptar u n a "ex­

3 Otra acepción de la palabra relig ión se origina en un pasaje de Cicerón


(De offícüs ü, 3). R e lig io s u s o relig en s significa lo contrario de negligens; "re-
ligioso" equivale, según esta, acepción, a escrupuloso en el cumplimiento de
los deberes que se imponen al ciudadano en el culto a los dioses del estado-
ciudad. Como señala Ferrater Mora, aú n hoy seguimos diciendo que alguien
"paga religiosamente sus cuentas", cuando no deja de abonarlas.
38 LOS D O G M A S R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S

plicación" (p. ej. que la m adre de Jesú s m an tuvo su virgin idad


aun despu és de la con cepción y el parto). R esu lta in teresan te
que decretar derive a su vez de cemere, separar, distinguir, dis­
cern ir y que, en resu m id a s cu en tas, sea ese discern im ien to lo
que ved a la religión.
Peor aún: las religion es o b liga n a re p rim ir lo qu e vem os y
en ten d em o s, en b en efic io de lo q u e d eb em o s v e r y en ten d er.
T o m á s , "el M ellizo ", u n o de lo s d o ce d is c íp u lo s de C risto, n o
aceptó la versión de sus colegas de que su m aestro, torturado y
m u erto días antes, se les h u b iera aparecido m ostrán doles sus
h erid a s . "Si n o ve o en s u s m a n o s la s eñ a l de lo s c la v o s y n o
m eto un dedo en el agujero de los clavos y no m eto m i m ano en
su costado no creeré." Ocho días después, Jesús se le apareció a
todos, incluido Tom ás, y declaró: "Dichosos los que no han visto
y h an creído" (Jn. 3:20). R esu lta esp an toso ten er u n a cu ltu ra
com o la n uestra, qu e prefiere a qu ien obedece ciegam en te, en
lugar de a quien duda y exige dem ostraciones.
Pau l T a b o ri, en L a h is to ria d e la e s tu p id e z h u m a n a , in­
cluye a la du da en la lista de las ton terías que com ete la gente.
E n tre los ejem p los qu e d a de su aserto, recu erd a qu e cu an d o
W illia m H a r v e y presen tó su descu brim iento de la circu lación
de la sangre fue ridiculizado por sus colegas médicos, a tal pun­
to, que perdió a la m ayoría de sus pacientes; tam bién que el 11
de marzo de, 1878, el médico Jean Bouillaud impidió que se pre­
sen tara en la A ca d em ia F rancesa de C iencias el fonógrafo que
acababa de in ven tar Thom as A. Edison, argum en tan do que se
trataba de un ridículo truco de ventrílocuos.
Sin em bargo, la d u d a es el in gred ien te fu n d a m en tal de la
filosofía, la cien cia y el progreso h um ano. D escartes declaraba
q u e la d u d a u n iv e r s a l d e p u r a r ía s u m e n te d e t o d a o p in ió n
injustificada; a su vez, Kant im puso que la razón, en todas sus
em p resas, se so m etiera a sí m is m a a la crítica. "A u n p a ra su
m e ra existen cia, la ra zón dep en d e de la lib erta d de esta críti­
ca", afirm aba. H u xley o p in a b a qu e la h istoria de la cien cia no
es otra cosa qu e u n a la rg a lu ch a con tra el prin cip io de au tori­
dad. Por dicho principio, algo es verdad o m en tira según quien
lo diga: la Biblia, la encíclica, la ju n ta m ilitar, el censor, n u e s­
tro p a d re , el d ire c to r. M á s ,r e c ie n te m e n te , el 1 d e m a r z o de
1987, el periódico Uno Más Uno, de M éxico, pu blicó qu e el al­
calde de Ixcateopan, estarlo de Guerrero, inform ó su decisión de
LOS D O G M A S R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S 39

pedir a la C ám ara de D iputados que por decreto se otorgue au­


tenticidad oficial a los restos de Cuauhtém oc, el últim o em pera­
dor azteca; m ism os que, según inform aba el diario, habían sido
encontrados en dicho lugar. En cam bio, en ciencia la autoridad
tiende a elim inarse, pues el valor de las afirm aciones no depen­
de de quien las dice, sino de la so lid ez de los a rgu m en tos que
las respaldan. Así, la T eo ría de la R elatividad no se im p on e en
v irtu d de la a u to rid a d de E instein o de M in kow ski. Euler, en
su vejez, p o d ría h ab er ren ega d o de sus teorem as, sin qu e ello
hubiera afectado en lo más m ínim o su enorm e im portancia m a­
temática. Sus contribuciones no valen p o rq u e él las haya hecho,
sino p o rq u e se pu eden dem ostrar; Euler sólo tu vo el m érito de
h a b erlo h ech o p o r p rim era vez. T e rm in a d a su co n feren cia en
un congreso científico, u n a "autoridad" cien tífica debe resp o n ­
der h u m ildem ente a las objeciones que le plan tea u n n ovel b e­
cario que h a pedido la palabra desde el fondo de la sala. C ierta
vez, Th om a s S vedberg dio u n a co n feren cia en la A rgen tin a, en
la qu e d efin ió e rró n ea m en te el svedberg, u n id ad qu e lleva su
nom bre- en reconocim iento de sus contribuciones al desarrollo
de la u ltracen trifu gación de m acrom olécu las, las cu ales le h a ­
bían valido el Prem io Nobel de Q uím ica. Los que se percataron
gu ardaron respetuoso silencio. Pero un alum no lo interrum pió,
le h izo a d v e rtir el equ ívoco, fu e h asta el p iza rrón p a ra re c o r­
darle la definición correcta y, satisfecho, se fue a sentar. C u an ­
do d esp u és de la co n feren cia se en teró de "qu ien era el viejito
conferenciante" casi se desmaya... ante la autoridad.
Prescindir de la autoridad es difícil, porqu e deja al h om bre
im p oten te, o con la ú n ic a p o ten c ia q u e él m ism o es ca p a z de
crear. El principio de autoridad se em pieza a abandonar tal vez
d u ra n te el m u n d o griego, p ero m ás n o ta b lem en te d u ra n te el
R e n a c im ie n to y, y a de m a n e r a s is te m á tic a , d u ra n te el siglo
xvin. Se trata de un fenóm eno m uy profundo, que trasciende al
m ero m u n do científico. El ú nico derech o que se le recon oce al
acusado durante el, torm ento inquisitorial, es el de declararse
culpable; basta con que él lo diga, para aceptar que ha pactado
con el D iablo. Pero, a p a rtir d el siglo x viii, en a lgu n os países
e u ro p e o s lo s h o m b re s c o m ie n z a n a p r e g u n ta r s e p o r q u é es
pecad o h a c er esto o aqu ello, p o r q u é F u la n o es n o b le y tien e
d erech o a m an dar, y en ca m b io M en ga n o es p o b re y no tien e
m ás rem edio que obedecer; no sólo se revolu cion a la form a de
40 LOS D O G M A S R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S

hacer ciencia, sino que hasta se ponen en duda las mismísimas


explicaciones bíblicas. Se pasa a exigir demostraciones y a
cuestionar las bases de la ética.
Es también el momento en que comienzan a desarrollarse
surgen las democracias
las democracias pues, como decíamos en el capítulo anterior, en
una democracia hay derecho a argumentar, preguntar, rebatir,
juzgar, exigir que se rindan cuentas y se den razones de los pro­
cedimientos. La confesión de culpa ya no es válida en un juicio,
puesto que no se reconoce autoridad ni siquiera para declarar
en contra de sí mismo. Se tiende a renunciar al "porque sí", así
como a exigir explicaciones sobre las causas y razones; se busca
entender procesos. Por eso, el mapa de la ciencia suele coincidir
con el de la democracia; pero no con el de las regiones donde la
gente cree en el destino o en el "ser nacional", tiene una religión
estatal, rige el autoritarismo o son frecuentes las dictaduras.
El principio de autoridad, por el cual algo es cierto o no de­
pendiendo de quien lo diga, no se refiere a que el conocimiento
sea correcto. Así, si alguien cuenta los animales que hay en seis
yuntas de bueyes y equivocadamente le da 11, pero está dis­
puesto a demostrarlo, no obstante tiene una actitud "científi­
ca"; en cambio, si otro afirma (correctamente) que hay 12, por­
que así lo manda Dios, y ésa es toda su justificación, está invo­
cando el principio de autoridad, y no tiene una actitud científi­
ca. Por eso, Bertrand Russell (A h is to ry o f Western p h ilosop h y )
sostenía que lo que distingue al científico no es qué cree, sino
cómo lo cree. La ciencia es una especie de saber autojustificado,
pues además de afirmar esto o aquello, trata de explicar: por
qué lo afirma, con qué grado de certidumbre/incertidumbre tra­
baja (estadística, bibliografía, declaración del error con que mi­
den sus equipos y hasta los nombres de los proveedores de
reactivos), cuáles son las reglas de su discurso demostrador y
hasta qué punto está segura de los principios en que se basa.
Comprendemos, entonces, que Immanuel Kant llame dogma­
tismo al procedimiento de la razón pura sin una previa crítica
de su propio poder.
En el siglo pasado, el lógico y economista William Stanley
Jevons opinaba que la debilidad del pensamiento primitivo ra­
dica en que contiene grumos de superstición, información erró­
nea, falsos modelos y grumos autoritarismos; asimismo en que
no advierte que mezcla todo eso en sus cadenas de razonamien­
L O S D O G M A S R E L IG IO SO S Y LO S PR IN C IPIO S C IEN T ÍFIC O S 41

tos, y en sus análisis de la realidad. El progreso del conoci­


miento humano está, por supuesto, jalonado por la incorpora­
ción de información y de esquemas conceptuales cada vez más
refinados, versátiles y eficientes; pero también depende de un
proceso constante de depuración de las aberraciones que lo
acompañan. Es imprescindible, pues, que el esfuerzo por desa­
rrollar el conocimiento en nuestra región, implique esa depu­
ración. Pero así como es imposible curar una enfermedad si se
la desconoce o se la oculta, para llevar a cabo esa depuración
debemos sincerarnos y tratar de entender lo que hacemos; al
menos, debemos revisar la forma en que estamos operando
aquí y en este mismo momento, tratando de hallar las fallas,
las incongruencias, los usos y las costumbres que perjudican el
conocimiento. Muchas veces, los religiosos del tercer mundo
tratan de formar parte del sistema político-estatal y conver­
tirse en religión oficial, para apoderarse del aparato educativo
e impedir estos análisis depurativos.
Uno de los dogmatismos más comunes en que caemos los
investigadores es el de dar por sentado que el hombre posee un
solo instrumento para aprehender la realidad, y ese instrumen­
to es la razón. A veces es más estrecho aún: consideramos los
procedimientos de las ciencias exactas como los únicos válidos
para el estudio de la realidad. Tan grandes son los logros de la
ciencia de nuestros días, que muchos científicos han llegado a
adoptar un realismo ingenuo, que admite la posibilidad de cono­
cer las cosas en su ser verdadero, sin necesidad de supuestos,
sin mediaciones; además, cree en la eficacia de este conocimien­
to en el trato diario y directo de las cosas: juzgamos que una sin­
fonía, un cuadro, un sentimiento religioso son malos cuando no
lo s entendemos. Pero la ciencia está muy lejos de llegar a consti­
tuir una forma total, acabada y perfecta de conocimiento.
Como señala el filósofo Luis Villoro -y nos esforzamos por
ilustrar en estas páginas- la ciencia presupone una concepción
áf|djli«iíi|É

La filosofía, en cambio, ya hace siglos ha desterrado esta posi­


ción: no admite supuestos pues, como señala Risieri Frondizi
(Ensayos filo s óficos ), posee la independencia más absoluta; ella
misma se fija su contenido, sus límites, sus problemas y sus
posibilidades.
El científico auténtico se diferencia del creyente religioso
42 LOS D O G M A S R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S

en que no sólo no tem e encontrar hechos que violen sus princi­


pios, sino que una y otra vez busca la form a de destruirlos, por­
qu e parte de un su pu esto m ás fu n dam en tal, u n a firm e creen ­
cia, un dogm a al fin y al cabo: que la realidad tiene una estruc­
tu ra lógica; y que, por lo tanto, en co n tra rá otro prin cip io m ás
gen era l, m ás firm e qu e el qu e se a ca b a de dem oler, y el árbol
del conocim iento no se derrum bará sobre su cabeza. Esta posi­
ción a rran ca tal v e z de Hegel, p a ra qu ien tod o lo real es ra cio ­
nal, y lleva a una actitud condensada en la expresión de A lb e r t
Einstein: "L a prop ied a d qu e m ás m e m a ra villa del u n iverso es
su com p ren sib ilid a d ." E in stein es ta b a c o n v en c id o de q u e la
solución de todo problem a, por más oscuro que aparezca por el
m o m e n to , s e r á e v e n tu a lm e n te e x p lic a d o , y el c o n o c im ie n to
obtenido será integrado al árbol del saber. Pero esa creencia es,
en sí, un dogm a hegeliano.
La aniqu ilación de un axiom a, de un principio científico, es
p o r c ie rto u n h e c h o in fre c u e n te , p u e s re q u ie r e de u n a gra n
capacidad intelectual, y el n om bre del sabio que la lleva a cabo
qu ed a de ahí en m ás en las pá gin a s de la h istoria. U n in vesti­
gador irru m p iría en tu siasta m en te en la o ficin a del d irector de
su instituto para anunciarle que acaba de dem ostrar la m anera
de refutar un principio de la ciencia, porque su logro será va lo ­
rado, adem ás de que su su eldo y el apoyo econ óm ico p a ra sus
estu d ios será n in crem en ta d os. Por el con trario, un sa cerd o te
q u e irr u m p ie r a en el te m p lo p a r a a n u n c ia rle u fa n a m e n te al
obispo que acaba de encontrar la form a de violar un dogm a, no
correría con la m ism a suerte.
De ese m odo, el m aterial discutido en los dos ú ltim os capí­
tu los n os lleva a to m a r las cosa s con cau tela, pu es la a firm a ­
ción de qu e el m ito y el d o g m a son ajen os a la cien cia p a rece
su rgir de u n a visión su perficial y errónea. Así, el qu e m u ch os
fís ic o s c o n d e n a ra n el a z a r y la in c e rtid u m b re en la fís ic a de
p a rtícu la s elem en ta les no p a rece h ab er h ech o trep id a r a W er-
n e r H e is e n b e rg y a lo s fís ic o s c u á n tico s; sin em b a rg o , q u e a
n ad a m en os que a A lb ert E in stein le disgustaran esas teorías
("D io s n o j u e g a a lo s d a d o s ", a firm ó ) lo s lle v ó a m á s d e u n
d e b a te en q u e fu n d a m e n ta ro n con tod o cu id a d o (y con tod o
éxito) sus posturas. Entendem os entonces que A u gu ste Com te
afirm e qu e el d ogm atism o es el estado n orm al de la in teligen ­
cia humana.
LOS DO G M AS R E LIG IO S O S Y LOS PR IN C IPIO S C IEN TIFIC O S 43

H oy el co n o cim ien to está tan sistem a tiza d o, qu e un m e n ­


tiro so n ecesita ría ser re a lm en te ge n ia l p a ra p a sa r p o r sabio,
pu es se ve o b liga d o a in ven ta r tod o un sistem a de fa lsed ad es
co h eren tes qu e so p o rten su patrañ a; adem ás, qu e ésta no se
co n fro n te en n in gú n p u n to con el sistem a de "verd a d es" qu e
constru ye la ciencia. Pero a veces, las convicciones que hem os
adoptado por conveniencia ocasional (que lo biológico no es re-
du ctible a lo físico; qu e los toros y los ga llos no sien ten dolor;
que no se pu ede tran sferir in form ación del r n a al D N A ) suelen
generar todo un corpus de "conocim ientos" que, si bien no llega
a ser doloso, sí resulta culposo (salvo cuando se lo adopta provi­
soriamente y por razones prácticas, por ejemplo, que la inform a­
ción del RNA no se pu ed e tra n sferir al DNA). El sistem a basado
en las con viccion es su ele ser m ás ten a z y du ro de d esbaratar
que el basado en la burda mentira. Por eso se suele decir que el
verdadero enemigo de la verdad no es la mentira, sino la convic­
ción, la cual nos lleva a confiar ciegamente en el saber científico.
3. CEREBROS SIN USAR Y COMPUTADORAS
FLAMANTES

¿Cómo y dónde se genera el conocimiento?


El comandante de un portaviones sólo a último momento
confía a sus aviadores el código para entender sus instruc­
ciones; el mariscal de campo de un equipo de fútbol americano
se apiña maliciosamente con sus compañeros para comunicar
la próxima jugada sin que lo oigan los contrincantes; el investi­
gador suele posponer la divulgación de sus logros hasta que su
trabajo es aceptado por una revista; el tecnólogo oculta sus pro­
cedimientos hasta que están patentados. Puesto que el cono­
cimiento es poder y otorga ventajas, se comprende que quien lo
tiene lo guarde celosamente y, cuando lo comparte, lo haga con
unos pocos escogidos (sus amigos, los que firmaron el contrato
de patentes). También los antiguos sacerdotes egipcios se cui­
daban de divulgar el procedimiento que les permitía predecir el
nivel que alcanzaría el Nilo; asimismo, los cabalistas de Safed
se reservaban las claves para descifrar las Escrituras.
Justamente, la palabra griega esoténkos designa al cono­
cimiento oculto, reservado a unos pocos iniciados. Muchos mís­
ticos o profetas sienten o creen que ciertos conocimientos pue­
den serles revelados o infundidos por Dios. Así, el poder de
Moisés emana de que el pueblo hebreo acepta que, lo que les
está diciendo (en realidad se lo decía a través de su hermano
Aarón, pues él era tartamudo), acaba de serle comunicado por
Yahveh; y ese convencimiento es tan cabal, que lleva a genera­
ciones enteras de judíos a preferir la muerte antes que desobe­
decer los mandamientos. Sin llegar a tales extremos, muchos
sacerdotes confían en que determinados ritos, trances y acti­
tudes hesicásticas los ponen en situación de recibir conocimien­
tos especiales, o de tener ciertas intuiciones. A la doctrina que
acepta esta posibilidad se la, llama "esoterismo".
Pero la mayoría de los Científicos no acepta el esoterismo,
y, en cambio, toma a la,¡azón como fuente principal del conoci­
C E REBR O S S IN U SAR Y C O M PU TAD O RAS FLAM AN TES 45

miento y como herramienta para ponerlo a prueba; esta actitud


o doctrina es llamada "racionalismo". Otros sostienen que el
conocimiento no surge de la razón o del pensamiento, sino de la
experiencia que, si bien puede ser interna, más comúnmente
consiste en la experiencia derivada de la elaboración de los
datos que captan nuestros sentidos en la realidad (es duro,
huele, moja, quema, se mueve). Esta escuela se denomina "em­
pirismo. Hay varios tipos de empirismo, de entre los cuales
quizás el que goza de mayor popularidad entre los científicos es
el que separa de un modo estricto y tajante el mundo de los
"hechos" y el de las "ideas". Las revistas de las ciencias experi­
mentales reflejan esta separación en la obligación de aislar
"resultados" de "discusión"; los primeros, para señalar concre­
tamente lo que uno vio, midió, pesó; y la segunda, para elu­
cubrar acerca de ello.
Ya sea que lo haya infundido Dios, comience en la mente, o
provenga de la realidad "de-ahí-afuera", las corrientes que
acabamos de mencionar aceptan que quien maneja el conoci­
miento es únicamente la razón pura, fría y lógica. Por eso hay
quienes llaman "irracionalistas" a las posiciones que invocan
influencias biológicas, factores emocionales, fuerza de la volun­
tad o mecanismos inconscientes; asimismo, califican de "tran-
saccionales" a quienes opinan que lo que percibe un sujeto en
un momento dado está condicionado por lo que le sucedió e hizo
en el pasado ante situaciones similares. Para los transacciona-
listas, la idea de "enzima" que tiene un muchacho que acaba de
tomar su primer clase teórica de bioquímica, puede ser correc­
ta, pero no es la misma que tendrá después de un año de traba­
jos prácticos; a la vez, ésta no será igual a la que habrá de
tener cuando rinda su examen doctoral sobre el tema, o cuando
sea ya un profesor emérito que ha formado discípulos en la
materia. En cada una de estas circunstancias las ideas de "en­
zima" no se contraponen entre sí, pero responden a un cúmulo
distinto de conocimientos, experiencias y;reelaboraciones.
Jean Piaget (La c o n s tru c c ió n de l o re a l en e l n iñ o ) sostenía
que todo ser humano va atravesando edades y etapas de madu­
ración en las que adquiere una capacidad de pensar cada vez
más rica, mediante un proceso cíclico de ensayo, error y nuevos
ensayos, en los que, con el concepto que se forma en su mente,
actúa luego sobre la realidad; esta operación se repite cíclica­
46 CER EB RO S SIN U SAR Y C O M PU TAD O R AS FLAM AN TES

m ente y el objeto m ental que se gesta se va contrastando con el


real "de-ahí-afuera". Estos ciclos perfeccion an y enriqu ecen los
objetos m entales, pero el objeto m ental "enzim a", por m ás que
va ya m ejorando, ja m á s lleg ará a coincidir exactam en te con -ni
m u ch o m en os ser- u n a en zim a real. P or su pu esto, la cu rio si­
d a d , lo s é x ito s y la s fr u s tr a c io n e s a lo la rg o de e s ta s o p e ra ­
ciones introducen factores emocionales.
A u n q u e co n tin ú e la in vestiga ció n y la p o lém ic a a cerca de
qué sucede en cada estado y cuáles son los factores que im pul­
sa n el trá n sito , h o y se sa b e q u e el a p a ra to p s íq u ic o de c a d a
s u je to m a d u r a a t r a v é s d e e s ta d io s p r o g r e s iv o s (S ig m u n d
Freud, E l Y o y e l E llo ). J ea n P ia get y R o la n d o G a rc ía (Psico­
g én e sis e historia de la cien cia ) analizan la evolución de la físi­
ca entre A ristó teles y las ú ltim a s etapas de la física prenew to-
niana, y establecen u n a corresp o n d en cia en tre los o bstácu los
epistem ológicos que debió superar la física en sus fases históri­
cas y las etapas de la psicogénesis de cada sujeto; es decir, que
los m e ca n ism o s y eta p a s de re fin a m ien to de la c a p a cid a d de
pensar, experim entar y, en suma, de hacer ciencia, que recorre
el bebé, el niño, el a d o lescen te y el adu lto, son a n á lo go s a los
que fue recorriendo la física a lo largo de su historia. Esta posi­
ción es en cierto m odo sim ilar a la que sostiene que, durante la
em briogenia (huevo, em brión, feto, niño), un organism o recorre
etapas sim ilares a las recorrid a s por la filogen ia (unicelulares,
esponjas, peces, saurios, m am íferos), cuando fu e dando origen
a la s d is tin ta s e s p ecies. Ni la s e ta p a s q u e tr a n s ita el s u jeto
(m aduración, educación) ni las que atravesó la hum anidad (civi­
lización), son para dichos autores una m era acum ulación cu an­
titativa de conocim ientos; más bien, presentan cam bios cualita­
tivos, con nuevas form as y dim ensiones cognoscitivas.
A estas lín eas de p en sa m ien to d eb ería m os agregar las d e­
rivadas de los estudios de Noam Chom sky, quien sostiene que,
así como hay una dotación genética por la cual las abejas vienen
al mundo capacitadas y obligadas a hacer panales, las hormigas
a constru ir elaborados n idos y los castores a arm ar com plejas
m a d rigu era s de ram as, los seres h u m a n o s llegam os con u n a
capacidad innata de generar lenguajes. Esta posición de Chom s­
k y -cu yos in icios se pu ed en ra strea r tal v e z h a sta D escartes-,
relacion an la capacidad in n ata de generar lenguajes, con la de
captar significados, crear, conocer y desarrollar culturas.
C E R E B R O S SIN U SAR Y C O M P U T A D O R A S F LAM AN TES 47

U na com putadora nueva, aunque su hardw are sea particu­


la rm en te ca p a z de re a liza r co m p licad as operacion es, n ecesita
qu e antes de o p era r le sean ca rga d os y a ctiva d os ciertos p ro ­
gram as; de lo contrario, será u n a "com pu tadora idiota". H asta
no hace tanto había m uchos sordom udos idiotas; luego se cayó
en la cuenta de que eran m udos porque nunca habían oído h a­
blar, y que por eso no habían adquirido un lenguaje, lo que a su
v e z les im p ed ía desarrollar la capacidad de razonar. Este ta m ­
bién es el caso de los fam osos n iñ os-lobo (niños abandon ados,
criados por anim ales): si un niño no es introducido por sus pa­
dres en la cu ltu ra, no sólo no d esarro lla rá len gu ajes, sino que
adem ás será id iota (Pau l Chauchard, Sociedades animales, so­
ciedades hum anas). De modo que, aunque como afirm a Choms-
ky, un ser h u m an o vien e al m u n do con u n a capacidad in n a ta
de generar lenguajes, éstos no nacen espontáneam ente, como lo
h acen su s d ien tes o su s ca b ellos; es n ecesa ria u n a c ria n za y
u n a ed u ca ció n qu e in tro d u zca n al in fa n te en la cu ltu ra . Los
psicoan alistas, prin cip alm en te S igm u n d Freud y J a cq u es La-
can, postu lan que los padres, al am ar al niño, educarlo y tra s­
m itirle los m odos culturales que le perm itirán asum ir una serie
de papeles, tam bién restrin gen -o reprim en- sus im p u lsos n a ­
turales; así, lo integran a la cultura a la que ellos pertenecen y,
de paso, lo asocian a u n a co m p leja in trin cación de relacion es
socia les en las q u e h a y regla s y p ro h ib icio n e s (la p ro h ib ició n
más célebre y universal de la cultura hum ana es la del incesto)
convirtiéndolo en ser humano.
El, poeta ren acen tista Ludovico A riosto decía: "Lo que m ás
se proh íbe, el h om bre m ás desea" (ob servem os que, si no h u ­
b iera deseo, la p roh ib ició n no sería n ecesaria). Y a sea p o rq u e
sus padres y su sociedad no le perm iten ciertas cosas, o porque
de hecho no es om nipotente y no puede poseer todo lo que quie­
re o necesita, al sujeto siem pre le falta algo de satisfacción; fal­
ta que gen era el deseo y posibilita el desarrollo del lenguaje, de
la capacidad de sim bolizar y pensar.
Al respecto, no p odem os resistir la ten tación de h acer otra
analogía: si encontram os una com putadora de hace quince años
p erfecta m en te em balada, flam an te, que ja m á s h a sido usada,
la in stala m os y le ca rga m o s program as, fu n cio n a rá co rrecta ­
m ente; al ser hum ano, en cam bio, sólo es posible "cargarle los
program as civilizatorios" en determ in adas etapas de su m a d u ­
48 C E R E B R O S SIN U S A R Y C O M P U T A D O R A S F L A M A N T E S

ración, pues luego será demasiado tarde. Tal es el caso de los


niños-lobos que acabamos de mencionar, de los cuales quizá los
más famosos fueron Rómulo y Remo, quienes -según la leyen­
da acerca del surgimiento de Roma- fueron amamantados y
criados por una loba. Pues bien, esta loba podría haber salvado
a Rómulo y Remo biológicamente (conservarles su hardware),
pero no hubiera logrado ponerlos en condiciones de adquirir un
lenguaje ni de aprender a pensar. L o que resulta por demás
deprimente es que, al ser encontrados, estos niños-lobo ya no
están en condiciones de asimilar los programas que debieron de
haber aplicado en etapas más tempranas. Otra manera de ex­
presar lo mismo sería: los investigadores nos ponemos con­
tentos cuando nos traen una computadora flamante, pero no
cuando nos llega un aspirante con el cerebro sin usar. Aún no
está claro si esto se debe a que, mientras los circuitos de una
computadora nueva ya no cambian, el sistema nervioso de un
"niño nuevo" continúa madurando; o si a que, como sucede con
toda estructura biológica, el aparato mental debe funcionar en
todas las etapas, aun en momentos en que todavía se está en­
samblado, y en cada una de esas etapas tiene capacidades de
recepción y asimilación distintas. En cambio, adviértase que
las computadoras no tienen niñez: nacen adultas.
Y aquí se impone un par de notas precautorias sobre las
analogías entre mentes y computadoras que hemos hecho por
razones exclusivamente didácticas, así como nuestra insistente
referencia a los lenguajes. Si bien hay quienes dan por sentado
que razón, mente, conocimiento y conciencia son la misma cosa,
y llegan a afirmar que la mente no es más que "una computa­
dora hecha de carne", no creemos pertinente refutar aquí di­
chas posiciones ni seríamos nosotros los indicados para hacerlo;
sin embargo, a lo largo del libro describiremos diversos aspec­
tos de la profesión de investigador que, por sí mismos, irán di­
suadiendo al lector de suponer que una computadora, tal como
la conocemos hoy en día o nos animamos a imaginar para un
futuro cercano, pueda ser comparada con la mente. Nos resulta
oportuno aconsejar aquí la lectura de los libros The emperor's
new mind, de Roger Penrose, y La consciencia, de Augusto
Femández-Guardiola, así como del artículo "Mind and matter,
matter and mind", de José P. Segundo,
La segunda nota precautoria tiene que ver con los lengua­
CER EB R O S SIN U S A R Y C O M PU TA D O R A S FLA M A N TES 49

jes. Los avances hechos por la lingüística en los últimos tiem­


pos son tan apabullantes, que han llevado a muchos a suponer
que pensar es algo así como un sinónimo de verbalizar; con­
fusión reforzada por el uso de "lenguajes" computacionales y de
la analogía mente/computadora que acabamos de desestimar
en el párrafo anterior. A l respecto conviene señalar que la ela­
boración mental de la información antes de "encontrar la pala­
bra", es tan considerable, que hay personas capaces de arreglar
un complejo circuito electrónico aun antes de entenderlo, o an­
tes de estar en condiciones de explicar en qué consiste el des­
perfecto.
Una segunda fuente de refutación de la identidad pensar/
verbalizar deriva del probable origen de la capacidad humana
de conocer. Merlin Donald (Origins o f the modern mind) opina
que el uso de símbolos que caracteriza nuestro proceso mental
actual, es apenas la tercera etapa de un larguísimo proceso
evolutivo. La primera, que Donald llama "de habilidad miméti-
ca", hizo que el Homo erectus adquiriera la capacidad de re-pre-
sentar sucesos -algo así como la capacidad de entender y comu­
nicar que eso que está haciendo es imitación de algo sucedido
antes y en otro lugar-, y también de representar conocimientos
por medio de movimientos voluntarios pero aún no-lingüísticos.
La segunda etapa dependió de una serie de modificaciones su­
fridas por el aparato de fonación, y que hizo posible que el Ho­
mo sapiens hablara. En lugar de comunicar ciertas habilidades
y conocimientos mediante gestos motores, el Homo sapiens es­
tuvo así en condiciones de hacerlo en una tercera etapa, por
medio de una equivalencia entre esas habilidades cognoscitivas
y los sonidos que ahora estaba en condiciones de emitir.
4. ¿L A R A Z Ó N O LO S S E N T ID O S ? ¿ V E R P A R A C R E E R ... O
C REER PARA VER?

En el capítu lo 1 vim os que, u n a v e z que los griegos de M ilesia


pu dieron usar palabras escritas p ara representar "perro", ju s ­
ticia", "bárbaro", "triángulo", las pudieron sacar de contexto sin
que perdieran todo su significado, e incluirlas en nuevos discur­
sos en los que ese sign ificad o se segu ía con servan do. Esto los
forzó a d efin ir en ton ces cu áles ca ra cterística s se retien en por
ser esenciales, y cu áles otras se descartan por ser m eram en te
accidentales. En síntesis: se buscaba la esencia de los conceptos
representados por dichas palabras. De ahí en m ás, el concepto
así extraído no estaba sujeto a las ñuctuaciones accidentales de
la realidad: h ab ía perros, ju sticia , bárb aros y trián gu los "id ea ­
les". C om en za ron a en con trar las p rop ied a d es fu n d a m en tales
de estas entidades ideales, y a advertir que cada clase (la de los
trián gu los, la de los círcu los, la de los plan etas) cu m p le leyes
qu e les son propias. A d vertían que las esferas y los triá n gu los
id ea les qu e m a n eja b a n en su m en te cu m p lían p erfecta m en te
con las reglas de la geom etría; sin em bargo, las bolas de lana o
d e tierra, así com o los objetos tria n gu la res qu e veía n con sus
ojos y m an ipu laban con sus m anos, sólo se adecu aban im p er­
fectam ente a las leyes que rigen los radios, ángulos y paralelas.
Por eso, algu n os de ellos llegaron a creer m ás en lo que en ten ­
dían que en lo que veían, de modo que, cuando se trata de cono­
cer la realidad, preferían la razón a la experiencia.
A veces, las discrepan cias entre el m u n do de las ideas y el
de la ex p erien cia iban m ás a llá de las m eras irregu la rid ad es y
desajustes cuantitativos, e incluso llegaban a oposiciones fron­
tales. A sí, Z e n ó n de E le a razonaba del sig u ien te m odo: si en
u n a carrera A qu iles le diera u n a v en ta ja in icial a u n a tortuga,
no podría alcanzarla jam ás, pues cuando llegara a donde la tor­
tu ga esta b a en el m om en to de in icia r la carrera, el an im a l y a
esta ría m á s a d ela n te, y así a d in fin itu m . Pero com o la expe­
rien cia le in d ica b a a Zen ón qu e A q u iles reb a sa ría a la tortu ga

[50]
¿LA RAZÓN O LO S S E N T ID O S ? ¿VER PARA C R E E R ... O CREER PARA VER? 51

en instantes, prefirió aceptar com o dictado de su razón, que el


m o vim ien to no existe y la realid ad es estática; que, m ás bien,
sus sentidos le causaban ilusiones equívocas. En aquel m om en­
to, en el que la razón no se em pleaba p ara describir la realidad
sino un m undo ideal, no habría tenido sentido recu rrir a la ob­
servación de la n atu raleza y a la experim en tación para obtener
conocim iento. Cuando se m enciona esta actitud de los filósofos
eleáticos, m u ch o s a lu m n os m en ea n su ca b eza en d escréd ito
"¡ N e g a r lo q u e se e s tá v ie n d o con lo s p r o p io s ojos, v a y a c h i­
fladu ra!"; sin em bargo, estos jó v e n e s ven con sus p rop ios ojos
que, cada día, el sol a tra viesa el firm am en to de orien te a o cci­
d en te... y n o o b s ta n te creen -co n to d a c o rre c c ió n - q u e es la
T ie r ra la q u e gira so b re su eje, y la p re fe re n c ia d e lo q u e en ­
tienden sobre lo que ven, no les resulta extraña.
Por eso ha sido uno de los grandes logros de la hum anidad
el h ab erse lanzado, m u ch os siglos después, a en tender la rea-
lidad-de-ahí-afuera con el m ism o razonam iento que se aplicaba
a los objetos ideales. Para hacer un bosquejo de quiénes y cómo
lo lograron, debemos hacer una pequeña digresión histórica.
En p len a Edad M edia, el m u n do eu ropeo tod avía a parecía
poblado de seres fabulosos, y el conocim iento estaba en manos
de m ísticos y hechiceros; del poder de éstos p ara volar m on ta­
dos en una escoba, hablar con los pájaros, sintetizar hom úncu­
los en u n a probeta, co n v ersa r con D ios o c o n v o ca r al D iablo,
n adie dudaba. La "epistem ología" eu ropea de hace apen as seis
o siete siglos aceptaba com o criterio de verdad que, si una vieja
greñ u d a y d esden tada h ab ía copu lado con Satanás, su cuerpo
se quem aría en una pira; de lo contrario, Dios la protegería. Pe­
ro, más que su falta de conocim ientos, era su actitud, su cultu­
ra im pregnada de f e y obediencia, la que no le perm itía al hom ­
bre eu ropeo de la Edad M edia u sar su razón con sensatez. En
los capítu los su bsigu ien tes in sistirem os en ese aspecto a p ro ­
pósito de la situ ación actu al en el tercer m u n do, p u es u n a de
las tesis que sostenem os es que nuestro supuesto atraso cientí­
fico no se origin a en la cien cia m ism a, sino e n el m a rco c u ltu ­
ral, e n n u e stra vis ió n del m und o. Pero regresa n d o al h om bre
europeo, no sólo era un "subdesarrollado", sino que m iraba con
recelo la cu ltu ra pagana. H oy se a cep ta que, en ese m om ento,
E u ropa recibió u n a m a ravillosa in yección de cordu ra p rovista
por los árabes.
52 ¿ L f l RAZÓN O LOS SENTID O S? ¿V E R PflR fl C R E E R . . . O CREER PflRf l VER ?

M ahom a, fu n dador del Islam en el siglo v ii de nuestra era,


h ab ía u rgido a sus segu id ores a ed u ca rse y fo m en ta r la sa b i­
duría. En cum plim iento de dicho m andato, el Islam echó mano
del conocim iento griego, bizantino, persa, hindú, del disponible
en el C e rc a n o O rie n te y, p o r su p u e s to , lo in c re m e n tó con el
aporte de sus p rop ios sabios. Los tem p los árabes m ás im p o r­
ta n tes co n ta b a n con b ib lioteca s, en orm es p a ra la época, qu e
re sp etu os a m en te a teso ra b a n libros com o las tra d u ccio n es de
los pen sadores de la G recia Clásica; pen sadores que se habían
o cu p a d o d e la ló g ica , la físic a , la g e o m e tría , la p s ic o lo g ía , la
ética. Esos textos h ab ría n de ser tra d u cid o s g ra d u a lm en te al
latín, de m odo qu e a la a ltu ra de los siglos x ii y xiii, y a se h a ­
bían disem in ado por casi tod a Europa. El conocim iento islá m i­
co tenía, por así decir, u n a vertien te m ístico-filosófica cu ya im ­
portan cia fu e sistem ática y eficazm ente m en ospreciada por los
h is to r ia d o r e s e u ro p e o s a lo la rg o d e o ch o s ig lo s ;4 asim ism o,
otra profan a, que fu e a ceptada en tanto b rin d a b a aplicaciones
ven ta josa s. E stas vertien tes se co n virtiero n , a su vez, en dos
modos de penetración islám ica en el mundo europeo:
al El modo de penetración m ístico-filosófico presentaba m u­
chas facetas, de entre las cu ales aquí nos in teresa la derivada
del papel que ju ega Dios en el m undo actual. Para com enzar di­
rem os que A l-J a h iz (nacido y m u erto en Basra, Irak, pero que
desarrolló sus estu dios en B agdad entre 776 y 868), h ab ía in ­
sistido en la unidad de la naturaleza y reconoció la relación en­
tre d iferen tes gru p os de organ ism os. No im p orta qu e tam bién
creyera que la v id a se pu ede originar espon tán eam ente del b a ­
rro; lo que sí im porta es que esa unidad y esa relación señalada
p or él, en cierto m odo esb ozó la co lu m n a v erteb ra l del co n o ci­
m ien to sistem á tico de la n a tu ra leza qu e ca ra cteriza la cien cia

4 A pesar de que el Islam produjo filósofos mutazalitas como al-Kindi, al-


Farabi, iba Sina (Avicena) e iba Rushd (Averroes); de que conservó, valoró,
desarrolló y enseñó a una Europa ignorante el pensamiento de Platón, Aris­
tóteles y otros genios griegos, se suele repetir la tontería de que los árabes só­
lo actuaron como una suerte de carteros, que transportan textos pero ignoran
su contenido. Esta actitud, errónea en el mejor de los casos, fue favorecida
por el prejuicio de monjes cristianos como Francis Bacon (New organon, de
1620), científicos "duros" como Pierre Duhem ("N o hay ciencia árabe"), y has­
ta científicos laicos como John Bemal, que en su monumental obra sobre la
ciencia, dedica apenas diez págin s al pensamiento islámico a lo largo de
ocho siglos y, prácticamente, lo desecha.
¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER. . . O CREER PARA VER? 53

actual. Más tarde, A vicen a (nacido en Bukara, Persia, en el año


980 y muerto en 1037, en Hamadan), basado en el pensamiento
de A ristóteles, desarrolló sus propias ideas acerca del "ser", la
"esencia" y la "existencia", e in tentó p robar m etafísicam en te la
existencia de Dios. U no de sus continuadores, A verroes (nacido
en Córdoba en 1126 y m uerto en M arruecos en 1198) concluyó
que Dios no era un m anipulador; que, más bien, tras dotar a la
n atu ra leza de un ord en m ecá n ico y de leyes m a tem ática s, se
h a b ía a b sten id o de in terferirlo. T a l vez sea op ortu n o record a r
a q u í qu e es ta p o sició n ta m b ién d e riv a b a de los griego s. A sí,
Platón h a b ía concebido qu e el m u n do fu e en sam blado por un
Dem iurgo (artesano racion al y benevolente) que ahora no in te­
rrum pía el curso natural. Para A verroes, el hom bre es capaz de
entender dicho orden, sobre todo mediante la filosofía.
b] La p en etra ción profan a, de em in en te ca rácter práctico,
es fácil de entender, pu es aún h oy los pu eblos atrasados, que
no tien en u n a visió n cien tífica de la realid ad , a d op tan los a r­
tícu lo s y el know how de los pu eblos m ás adelantados. Com o
estam os acostum brados a ver indígenas con bluejeans, rifles y
radios de transistores, nos es fácil im aginar a los europeos de la
Edad M edia adoptando ácidos, álcalis, explosivos, artícu los de
metal, cerám icas, cuero, telas, papel, pólvora, adem ás de técni­
cas p ara el m an ejo del com ercio, la irrigación, la arqu itectu ra,
1a astronom ía y la navegación que les proveía el prim er m undo
de aquel entonces: el Islam.
Esa m aravillosa tran sferen cia que O ccidente recibió de los
árabes con sistió en ton ces en un u n iverso sistem atizable, que
abarcaba desde las ideas del ser y de Dios, hasta el dom inio de
asuntos m undanos y em inentem ente prácticos. De m odo que si
bien la idea de u n a cien cia u n itaria y u niversal -que en cadena
todos los conocim ientos hum anos posibles en una sabiduría sis-
tem á tica -, se a trib u y e a R en é D escartes, p o rq u e in d u d a b le ­
m en te él la ela b o ró y la p resen tó co n v in ce n tem en te com o tal,
su germ en puede rastrearse en los orígenes del" m onoteísm o de
Akenatón en Egipto; concepción unificadora de los m itos que es
h ered ad a por los ju d ío s y tra n sferid a a los cristian os y que, si
bien éstos dejan un tanto de lado al tran sform arse en religión
(le Estado y contam in arse del pagan ism o politeísta rom ano, es
recu perada y rein sertada en O ccidente por los árabes, quienes
(le paso la h ab ían en riqu ecido al exten d erla al m u n do profano
54 ¿LA RAZÓN O LOS SENTID O S? ¿V E R PARA C R E E R .. . O CREER PA R A VER ?

en el que com enzaba a reinar la ciencia.


Esa inyección, que duró varios siglos, tuvo prim ero efectos
en la cu ltu ra y sobre todo en el pen sam iento religioso (del. que
nos volverem os a ocupar en el capítulo 16), y luego en los arran­
ques de nuestra ciencia, en lo que llam am os Renacim iento. S ó­
lo en ton ces, con V esa lio , G alileo, L eon ardo, H a rve y y tan tos
otros, el h om bre eu ropeo pu ede recu rrir a la observación de la
realidad para extraer datos y construir con ellos esquem as con­
cep tu ales que los expliqu en y, y a con estos m odelos in mente,
vu elve a o b serva r la rea lid a d p a ra aju starlos. La ra zón p a sa a
servir, entonces, p ara describir la n aturaleza. Pau latinam ente,
se pasa de "escuchar" buenam ente lo que la realidad tenga que
decir (observar), a "hacerle pregu ntas" (experim entar): disecar,
arrojar, percutir, agregar o quitar cosas a los sistem as en estu ­
dio, y a sean órganos anatóm icos, palancas, líquidos que fluyen,
cen iza s, á cidos, etcétera . El p ro ce so c irc u la r (o b serva ció n -*
razonam iento sobre lo observado —> experim en tación -> n u eva
o b se rv a c ió n ) re su ltó ta n fértil, q u e A lfr e d N o r t h W h iteh ea d
data el com ienzo de lo que se suele llam ar revolución científica,
o arran qu e de la cien cia m oderna, en el m om ento cuando G a ­
lileo G alilei y sus co n tem p orá n eos com bin aron el m étodo em ­
pírico con el método lógico.
L a e x p e rim e n ta c ió n re q u ie re de u n n iv e l y tip o d e c iv ili­
zación que no todas las culturas desarrollaron. Por ejem plo, los
a zteca s no a ltern a ro n un añ o en el qu e p racticara n sus h ab i­
tuales sacrificios hum anos, con otro en el que los om itieran, pa­
ra luego, repitiendo esta secuencia diez veces, com parar los re­
sultados a fin de determ inar si las inm olaciones tenían relación
con la co n d u c ta d el Sol. El h ech o de qu e no re a liza ro n d ich a
prueba se explica por razones com plejas y variadas, tales como:
a ] n o h ab ían d esarro lla d o la ex p erim en ta ción sistem ática; b]
un experim ento com o el que m encionam os hubiera sido in com ­
p a tib le c o n s u c o s m o v is ió n ; c] e l s a c r ific io , lo s u p ie r a n lo s
aztecas o no, m ostraba a los pueblos bajo su control quién tenía
la sa rtén p o r el m an go, de m odo que, in d ep en d ien tem en te de
su cosm ovisión , les resu lta b a estratégicam en te útil. Sirva este
ejem p lo p a ra m o stra r u n a vez m ás y en otro co n texto, qu e la
form a de conocer y de h acer ciencia, depende del m arco cu ltu ­
ral, de la posición filosófica y,;del poder.
P ron to se d ejó de ex p e rim e n ta r p a ra v e r qu é su ced e, y se
¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA CREER. . . O CREER PARA VER? 55

p a só a e x p e rim e n ta r p a ra v e r si o cu rre lo q u e ca b e e s p e ra r.5


H oy no se h acen ex p erim en tos p a ra ve r qu é ocu rre, sin o p ara
poner a prueba las hipótesis, o decidir cuál de todas las posibili­
dades que se barajan es la m ás adecuada. Nadie v a a construir
un acelerador de cinco kilóm etros de diámetro, que cuesta cien­
tos de m illon es de dólares -con en jam bres de científicos, técn i­
cos y em pleados, com putadoras, laboratorios, talleres y vivien ­
das-, p a ra ver qué p a sa cu ando chocan las partícu las elem en ­
tales. M ucho antes de que se tracen los planos, se consigan los
fondos, o se ponga la piedra fundam ental del prim er edificio, se
debe ten er m u y en claro qu é se esp era observar y qué se v a a
decir en caso de obtener tal o cual resultado. Por supuesto, esto
no descarta que luego puedan surgir posibilidades im previstas,
pu es la realid ad es tanto m ás rica que n u estras m ás d esca b e­
lladas fan tasías, y el nú m ero de variables es tan grande, que a
m en u d o se h acen observa cion es in sólitas. Pero esas o b serva ­
ciones provocan inm ediatam ente la aparición de m odelos teóri­
cos que tratan de explicarlas, dan lu gar a nuevas experim en ta­
ciones... y así sucesivamente.
H u bo un m om en to en el qu e b a sta b a trep arse a las m o n ­
tañas, hacer expedicion es por países ignotos, in tern arse en las
selvas del A frica o de Borneo, o sum ergirse en el mar, p ara en ­
c o n tra r m in era les n u evos, esp ecies de a n im a les y de p la n ta s
ign orados, así com o gen te con len gu ajes, religion es y co stu m ­
bres desconocidas. Hoy, la m ayor parte de lo cándidam ente ob­
servable y a se observó. En el ám bito de la m ism ísim a astron o­
m ía, en el qu e no se p u ed e e x p e rim e n ta r (q u ita r o p o n e r u n a
constelación, percutir una estrella), y a no se construyen apara­
tos p ara observar in genu am ente; m ás bien, p ara com probar si
existen los efectos y los objetos predichos por nuestras hipótesis
(d e s v ia c io n e s g r a v ita to ria s d e la lu z, q u a s a res, a g u je ro s n e ­
gros). Esto no significa, en absolu to, qu e la ob serva ción h aya
pasado de moda, pues sigue siendo el ingrediente fu ndam ental
de n u e stra s in vestiga cio n es; b a ste re c o rd a r los estu d io s qu e
tratan de en con tra r correla cion es entre el len gu a je y el estado
m ental de un paciente, o entre la industrialización de un país y
la migración de cam pesinos a las ciudades.

5 Galileo declaró: "No hago experimentos para ver qué sucede, pues ya lo
sé y estoy convencido. Los hago para convencer a los incrédulos."
56 ¿LA RAZ ÓN O LOS SENTID O S? ¿VER PARA C R E E R . . . O CR EER PA R A V ER ?

Incluso hay un tipo de experimento que no se puede llevar


a cabo en la realidad pero sí mentalmente, como es el llamado
Gedankenexperíment: " Supongamos que llego a un planeta en
el que la velocidad de la luz es 10 Km/h", "supongamos que
viajo en un electrón a 140 000 Km/segy...". Hay algunos "ex­
perimentos mentales" muy famosos, en los que intervienen el
Demonio de Maxwell, el gato de Schródinger o los elevadores
de Einstein, que no existieron ni podrían existir. Desde mi
humilde visión cientificista, muchos cuentos de Borges me pa­
recen verdaderos Gedankenexperimenten; entre ellos, E l ja r ­
dín de los senderos que se bifurcan, Funes el memorioso, La
lotería de Babilonia.
Si bien no hemos regresado a la época de Zenón de Elea, y
en cambio afirmamos que la confrontación con la realidad es lo
que en último término confirma o refuta nuestras hipótesis, a
la realidad le cuesta un trabajo enorme "doblegar" o "derrotar"
a una idea. Cuando alguien viene con una observación insólita,
que los modelos en boga no pueden explicar, se la toma como
una curiosidad, un artefacto de la técnica experimental, un
efecto que incluso hasta puede llevar el nombre de su descubri­
dor (Peltier, Eótvós, Raman) y hacerlo famoso... pero que se
deja de lado. Más aún, algunos científicos pueden dar crédito a
dicha observación, repetir la experiencia con más cuidado, con­
firmar la rareza, propalar en el seno de la comunidad que
quien hizo la observación original no es un charlatán... y volver
a arrumbar el asunto. Cada tanto se mira de reojo para ver si
el despropósito todavía está ahí, si alguien no dio con la clave,
hasta que puede decir: "¡Pero si no era más que un efecto del
solvente!" o " ¡Y pensar que se debía a un contaminante!"; o
bien, que lo explique con un modelo adecuado y lo integre al
cuerpo del conocimiento. Repito: a la realidad le cuesta mucho
imponerse a una idea, aun entre los investigadores empiristas
de las ciencias duras. Esta actitud deriva de que muchas de las
ideas fundamentales sobre las que se asienta la ciencia, pare­
cen ser contradichas por la experiencia de nuestros sentidos e
incluso por nuestra sensatez. Tal es el ejemplo mencionado al
comienzo de este capítulo, acerca de aceptar que es la Tierra la
que gira sobre su eje y alrededor del Sol, aunque veamos con
nuestros propios ojos que el astro cruza diariamente sobre
nuestras cabezas. Justamente fue Nicolás Copémico quien ini­
¿LA RAZÓN O LOS SENTIDOS? ¿VER PARA C R E ER .. . O CREER PARA VER? 57

ció (o reinició, si consideramos a los eleáticos y a los árabes)


este gusto del hombre por los modelos abstractos, al precio de
rechazar las evidencias más directas de nuestros sentidos.
En capítulos posteriores nos volveremos a ocupar de esta
actitud de descrédito provisorio en el que caen las novedades
muy alejadas de lo que se espera. Aquí sólo queremos señalar
que el descrédito, o acaso la ignorancia total, es mucho más
grosera si la novedad viene del tercer mundo. Por regla gene­
ral, nuestros trabajos son aceptados en cuanto aportan datos
que encajan en los modelos sustentados en el primer mundo. Si
por el contrario requieren alguna modificación fundamental, se
los pone en cuarentena hasta que algún científico primermun-
dista los ponga a prueba... momento en que no es raro que se
pase a citar a este último. D e hecho, las editoriales aceptan
nuestros artículos (con datos concretos); no así, nuestros libros
de ensayo (mezcla de conocimientos aceptados e ideas plausi­
bles pero aún osadas). Nos está permitido aportar ideas que
complementen su visión del mundo, pero no alterar sus esque­
mas. En el campo de las artes la situación es más grave aún
pues, tácitamente, el primer mundo espera que nuestros litera­
tos, plásticos y danzantes sean meros folkloristas.
Hay quienes piensan que "investigar" consiste en aprender
a medir cosas con algún aparato estrambótico, "cultura" es
saber en qué ciudad nació Mozart y "visión del mundo" es lo
que se capta cuando uno abre los ojos y mira lo que tiene de­
lante de la nariz; de ese modo, para ellos investigación, cultura
y visión del mundo no tienen mucho que ver entre sí. Por el
contrario, he mencionado tres ejemplos en distintos momentos
de la historia y distintos lugares del planeta, en los cuales de­
bido a la cultura y visión del mundo, los griegos pensaban que
el razonamiento no era aplicable a lo que veían y tocaban; los
europeos preferían vivir en un mundo de fanatismo alucinado y
condenaban el conocimiento que cultivaban los musulmanes, y
los aztecas mataban millares de seres humanos sin constatar si
los sacrificios guardaban alguna relación con la realidad que se
proponían influir. Espero que, cuando oigas que nuestro pro­
blema científico no emana principalmente de la ciencia en sí,
sino que está decisivamente ligado a nuestra cultura y a nues­
tra visión del mundo, al menos te pongas a pensar en cómo se
podría mejorar la relación entre unas y otras.
5. ¿C O N O C E R ?

E n lo s c a p ítu lo s a n te r io r e s h e tr a ta d o d e m o s tr a r te q u e la
fo r m a a c tu a l d e la c ie n c ia e s p r o d u c to d e u n la rg o p r o c e s o
h is tó ric o de e s tir a y a flo ja en tre e m p iris m o s , ra c io n a lis m o s ,
p o sicio n e s teológica s, in va sion es de p u eb lo s con visio n es del
m u n d o con trap u estas, qu e de n in g u n a m a n era llegaron a un
a cu e rd o so b re q u é c o s a e s la c ie n c ia y q u é e s co n o cer. Pero
tem o que eso te dé la falsa im presión de que, entonces, en cien­
cia todo vale.
No es así; h a y u n a ra m a de la filo so fía, la ep is te m o lo g ía ,
que se ocupa específicam ente de analizar la naturaleza, la gene­
ra ció n y la v a lid a ció n del co n o cim ien to . Pero, claro, los epis-
tem ólogos no son señ ores apostad os tras un m o stra d o r de re ­
cepción, con norm as escritas en m árm ol sobre cuáles contribu­
ciones de los científicos han de aceptar y cu áles no; tam bién la
epistem ología, como el resto de las ram as del conocim iento, a lo
largo de la h istoria su frió su s p rop ia s co n vu lsion es, m odas, e
influencias de genios esporádicos.
Por ejem p lo , a p rin c ip io de sig lo, a lo s e p is te m ó lo g o s les
su cedieron dos cosas. En prim er lu gar ellos provenían de la fi­
lo sofía y qu isieron pon er coto a la in vasión de p en sadores que
an a liza b a n la econ om ía, la sociedad, la h istoria, la p erso n a li­
dad y el len gu aje con preten sion es cien tífico-filosóficas (Marx,
Darwin, Freud y otros tuvieron el mérito de escandalizar a epis­
tem ólogos y a qu ienes no lo eran); en segundo, los epistem ólo­
gos advirtieron que no estaban solos en sus propias discusiones
filosóficas, sino que su rgían p a rticip an tes entre los fisiólogos,
físicos, econ om istas, antropólogos, sociólogos, psicoan alistas.
Cual gladiadores que luchan con armas, defensas, estrategias y
religiones diversas, e incluso profiriendo frases en idiom as dife­
rentes, los particip an tes en la p o lém ica cien tífica ech aron m a ­
no de argum entos sociales, poli ticos, económ icos, psicológicos y
epistem ológicos en un debate que aún continúa y que, desde mi
punto de vista, ha tenido tres consecuencias principales: a] una

[58]
¿CONOCER? 59

m e jo r co m p ren sió n d el p roceso m e d ia n te el cu a l se g e n era el


conocim iento; b] un trem en do sacu dón a la con fian za en el co­
n ocim ien to científico; y e] u n a profu sión de lem as y consign as
anticientíficos, que m u y pronto se tran sform aron en agu a p ara
el molino burocrático/oscurantista. Veamos.
L a m a y o r ía d e lo s c ie n tífic o s se s ie n te n ta n s e g u ro s y a
gusto con el conocim iento que les brinda su ciencia que, hacien­
do ga la de u n a in cau ta om nipotencia, dan por sentado que los
epistem ólogos están inventando "peros" intrascendentes: meros
fo rm a lis m o s q u e n o co n lle va n p elig ro a lgu n o de c o n m o v e r el
edificio cien tífico. C án d id a m en te aceptan qu e pu eden con ocer
un objeto (por ejem plo, un tom ate). Pero... ¿el color es una pro­
piedad del objeto o del observador? ¿E l tom ate es rojo... o, en la
arrugada oscuridad de nuestro cerebro, los im pulsos eléctricos
y el d erra m e de tra sm isores q u ím icos nos dan u n a sen sa ción
qu e b a u tiza m os de "rojo" y se la a trib u im o s al veg eta l? Lu ego
W ittg e n s te in (G ra m á tic a filo s ó fic a ) pregu n ta ría: Si m e d eci­
d iera a u s a r u n a n u e va p a la b ra en lu g a r de "rojo", ¿c ó m o se
dem ostraría que esa palabra h a tom ado el lu gar de "rojo'? "R o­
jo " es u n a im agen -que describo con un len gu aje inventado por
la cu ltu ra a que pertenezco- p a ra represen tar algo que h ay ahí
afu era y que m e prod u ce el efecto de rojo. Lo m ism o m e su ce­
de con "tom ate", "liso", "frío', "jugoso'. Y ahora, al discu rrir so­
bre ese cuadro que no es el mundo, sino que sólo representa al
m u n do, o b ed ezco regla s gra m a tica les, no leyes de la n a tu ra ­
leza. Puedo pen sar y decir m u ch as cosas de esos cuadros pro­
d u cidos por m i con ocim ien to; pero la realid ad e n s í m is m a es
indecible, incógnita, ininteligible.
P o r o tr a p a rte , ¿ q u ié n vio a lg u n a v e z u n n eu trin o o un
quark? Que Galileo m irara o no al Sol no afectaba al Sol de m a­
nera apreciable, pero en cam bio que un físico cuántico observe
a un electrón, o que un psicoanalista escuche a un paciente ob­
sesivo, in trodu ce ciertas m odificacion es en el sistem a en estu ­
dio, que no se pueden ignorar o despreciar, ni se reducen a cier­
ta distorsión m etodológica de la im agen que uno capta del obje­
to observado; lo observado no es lo m ism o que lo no observado,
sólo que un poco perturbado, sino algo francam ente distinto. El
papel del observador h a cobrado tal im portan cia, que en estos
m o m en to s h a y qu ien es llegan a p regu n ta rse cosas qu e en s i­
glos an teriores h u b ieran p arecido lu náticas; p or ejem plo, si el
60 ¿C O N O C ER ?

u n iv e rs o tien e la s p ro p ie d a d e s q u e le a trib u im o s p o r q u e n o ­
sotros lo observam os (principio antrópico).
C om o la filosofía, la cien cia y el a rte son h ech as p or o rga ­
n ism os de carn e y hueso; n u estra cu ltu ra parece ser de pronto
un produ cto biológico. El filósofo vasco N icanor U rsú a (La bio-
log iza ción d e n u estra cu ltu ra ) lam enta:

Con la aparición de las teorías evolucionistas, el ser humano ha tom a­


do seria conciencia de su procedencia evolutiva; poseemos la m ism a o
parecida estructura biológica que el resto de los seres vivos. La biolo­
gíaseestáconvirtiendoasí enunaciencia"determinante"parainter-rpretaral serhumano, sucomportamientoy cultura[...]minusvalo-

rando otros factores y experiencias, se pretende reducir todo a factores


biológicos.

L u e g o se p re g u n ta : "¿ E s el s a b e r h u m a n o só lo b io lo g ía ?
¿ S o m o s lib res p a ra h a c er la h isto ria con c o n c ien c ia ? ¿S o m o s
m arion etas de la evolución?"
L o s e p is te m ó lo g o s d e este siglo ta m b ié n v o lv ie ro n a p r e ­
gu n tarse qué es despu és de todo u n a h ipótesis científica, y có­
m o se va lid a o se refuta. La m a y oría de los in vestiga d o res qu e
n os ga n a m o s la vid a tra ta n d o de en ten d er la m em b ra n a celu ­
la r o las p rop ied a d es del boro d iríam os qu e u n a "h ip ótesis" es
sim plem ente el m odelo teórico que podem os form ular acerca de
có m o fu n c io n a el s is te m a en es tu d io ; "v a lid a c ió n " es el c o n ­
ten ido de n u estro p a p e r, en el cual dem ostram os que todos los
e x p e r im e n to s q u e h ic im o s p a r a p r o b a r l a h ip ó t e s is a p o y a n
n u estra fo rm a de ver las cosas, y que n in gu n o de los que h ici­
m o s p a r a t ir a r la a b a jo la p u d o d e s tru ir. "R e fu ta c ió n " e s e n
cam bio el conten ido del p a p e r de un com petid or, qu ien realiza
u n ex p erim en to qu e h ab íam os om itid o y d em u estra qu e esta ­
m os equ ivocados. C on esta óptica, "irrefu tab ilid ad " es la gra­
tís im a p ro p ie d a d q u e ir ía te n ie n d o n u e stro m o d elo a m e d id a
qu e m ás y m ás co lega s p u b lica n re su lta d o s q u e la a p o ya n y
n ad ie en cu en tra n ad a qu e lo con trad iga. "C on firm a ción " sería
el e sta d o q u e a lc a n z a n u e s tra h ip ó te s is , el d ía q u e a lg ú n s e ­
ñ orón de H eidelberg o de Princeton se la adjudique y no nos ci­
te. N o o b s ta n te , e s t a m o s s e g u r o s d e q u e ta r d e o te m p r a n o
algu ien g en era rá un m odelo m ejor y que irán aparecien d o m o ­
delos cada vez mejores; asim isn Q, confiam os en que si se extra­
p o la e s te p r o c e s o a l fu tu ro , la s e r ie d e m o d e lo s m e jo r a d o s
¿CONOCER? 61

a p u n tarán con su erte a L a verdad: los cien tíficos suponem os


que ahí-afuera hay una realidad que coincide cada vez más con
nuestros m odelos explicativos, con el único lím ite im puesto por
el principio de incertidum bre.
Los cien tíficos tam poco solem os preocu p arn os por la falta
de definiciones estrictas. A nte la dificultad de definir el tiempo,
v a ria b le cen tra l d el cu rso d e d in á m ic a q u e d icta b a , R ich a rd
Feynm an cortó por lo sano y anunció: "El tiem po es: cuánto de­
b em os esperar"; lu ego ofreció u n a alternativa: "El tiem po es lo
que pasa... cuando no pasa ninguna otra cosa." La incapacidad
de definir el tiem po no lo detuvo. Un siglo y m edio despu és de
qu e D a rw in r e v o lu c io n a r a el p e n s a m ie n to cien tífico con su s
id e a s a c e r c a del o rige n de la s e s p ecies, to d a v ía n o p o d e m o s
definir qué es una especie.
A p e s a r de q u e u n a de las c a ra cterística s cen tra les de la
ciencia es su sistem atización, los investigadores sólo nos atene­
m os a la coh eren cia in tern a del conocim iento en n uestro cam ­
po p a rticu la r de trabajo. Los b iólogos in vestiga ron en a p a sio ­
nan te detalle los diversos aspectos de la v id a a lo largo de m ás
de un siglo, ignorándose m utuam ente con los term odinam istas
que, m ien tra s tanto, an alizaban los b a la n ces de en ergía en la
natu raleza. A m bos ban dos estaban al tanto de los desarrollos
del vecin o y eran co n scien tes de la p osib ilid a d de qu e la vid a
pudiera violar los principios de la term odinám ica, pero se enco­
gía n de h om b ros con un: "tiem p o al tiem po: y a se arreglará".
Sólo cu a n d o está n in tu itiva m e n te co n v en c id o s de q u e existe
una m anera de evitar el conflicto, de encontrar una explicación
aclaratoria, sólo entonces crean una interdisciplina que tom a el
toro por las astas... ¡y es cierto: todo se arregla! (Recordar aquí
la frase de E instein sobre la com prensibilidad del Universo.)
Si in yecta m o s h ip erten sin a a diez ratas y a tod as les sube
(sign ifica tiva m en te) la p resió n arterial, a cep ta m o s qu e h em os
"dem ostrad o" qu e la h ip erten sin a pu ed e su birle la presión no
sólo a esas diez, sino a todas las ratas del mundo, habidas y por
h aber... y au nqu e no lo digam os explícitam en te, n osotros (con
en tu siasm o) y h a sta n u estros com p etid ores m ás acérrim os (a
regañadientes) pasarem os a suponer que la dem ostración vale
para todos los bichos del mundo, sean ratas o no. Para los cien­
tífico s se tra ta de u n a h ip ótesis, si no "verifica b le", al m en os
"posible de poner a prueba". E sa h ipótesis divide a los colegas
¿CONOCER?

en dos ban dos: 1] los qu e pu ed en rep etir n u estro s estu d ios y


v e rific a r q Ue ten em o s razón, y 2] los q u e p u ed en h a c er otros
tipos de estu dio, con o tros p roto colo s, p a ra d em o s tra r q u e lo
qu e d ecim os es fa ls o . C o n este in te rju e g o lo s c ie n tífic o s n o s
quedam os felices y conformes.
Pero, con tod a hum ildad, debem os recon ocer que la m a y o ­
ría de los investigadores som os, por así decir, epistem ólogos de
entrecasa. Los epistem ólogos en serio, en cambio, hilan m ucho
más fino. K a rl P o p p er (Conjectures and rejutations), por ejem ­
plo, señaló que, claro está, u n a h ipótesis se v a fortalecien do a
m edida que, basán dose en las prediccion es de dich a hipótesis,
más y más investigadores encuentran hechos que la apoyan; no
obstante nunca se puede dem ostrar que es absolutam ente cier­
ta, pu esto que n ecesariam en te debe basarse en postulados, en
principios... que pu ede tirar por tierra algún genio que cam bia
la concepción del m undo y, con ellos, m odifica o destruye algu ­
no de los postulados en que se basaba la hipótesis. Popper tam ­
b ié n s eñ a ló qu e, p a r a ser c ien tífica , la h ip ó te s is en cu estió n
tiene que dar lugar a estudios que la puedan -al m enos en prin­
cipio- tirar abajo, dem ostrar que es falsa. Por ejem plo, con res­
pecto a la hipótesis de que la hipertensina es capaz de elevar la
presión arterial de cu alqu ier anim al, algu ien p o d ría dem ostrar
q u e e s fa ls a , e l c ie n t ífic o q u e h iz o l a o b s e r v a c ió n o r ig in a l
com etió un error experim en tal o se apresu ró a gen eralizar sus
observaciones, o sólo se cum ple para ratas m acho adultas de la
cepa W istar utilizadas en nuestro trabajo.
P o r el co n trario, no se p u ed e fa lsea r la a firm a ció n "todos
los p u n tos del círcu lo están a la m ism a d ista n cia d el centro",
pues si descubrim os algún punto que no lo esté... no se trata de
un círculo. Por lo tanto, según Popper, esta hipótesis no es cien­
tífica. Por eso sostuvo que la virtu d de u n a teoría no es su irre-
fu tabilidad, sino la capacidad de ser poten cialm en te falseable;
de que p erm ita con cebir un estu dio o un experim en to que p o ­
d ría d estru irla . E sta lín ea de p en sa m ie n to fu e ta m b ién d e s a ­
r r o lla d a p o r u n a p lé y a d e de filó s o fo s ilu s tre s (R e ic h e n b a c h ,
V o n M ises, C arn ap), cu yas id ea s no describ irem os, p o rq u e se
alejan del propósito de este texto.
Luego, Im re Lakatos opinó que n in gu n o de los criterios de
Popper es válido, y desarrolló de m odo profu n do el argum ento
de que u n a teoría refu tada no es necesariam en te falsa; pu es la
¿CONOCER? 63

refu tación m ism a p odría resu ltar falsa. Para ayudarte con este
co n cep to: p o n te en el lu g a r y tiem p o de C o p érn ico. A c a b a de
p o s tu la r q u e la T ie r ra n o es el cen tro d el u n iverso , sin o qu e
g ir a a lr e d e d o r d e l Sol. A lg u ie n le re fu ta : s i l a T ie r r a g ir a r a
a n u a lm e n te c o m o u s te d a firm a , s a ld r ía d is p a r a d a h a c ia el
esp acio igu al qu e cu an d o a lgu ien revolea u n a p ied ra atad a a
un cordel. Com o en la época de Copérnico no se sabía de atrac­
cio n es gra vita to ria s, le h u b iera n "d em o stra d o " q u e su teo ría
h eliocén trica era falsa. Con todo, u n a exposición breve y clara
de los argum entos de Lakatos resulta aquí un tanto superflua;
n os p a re ce m ás ú til señ a la r qu e, ta n to la tela de ju ic io en la
q u e fu e p u e s to el e sta d o c ie n tífic o de la s h ip ó te s is , co m o la
im posib ilid ad de ser objetivos, dieron lu gar a m u chos análisis.
E n tre ésto s, u n o de lo s m á s p o p u la riz a d o s es el d e Th om as
Kuhn (T h e s tru ctu re o f scien tific revolutions), al pu n to de que
así com o h asta h ace u nos años tod a con feren cia cien tífica de
cierta en vergadu ra com en zaba con algu n a frase de A lic ia e n el
p a ís de las m aravillas o de A través del espejo de Lew is Carroll,
h o y es de b u en ton o d e c o ra rla con a lg u n a c ita de la o b ra de
Kuhn.
Kuhn in siste en que, con trariam en te a lo que se ven ía su ­
poniendo, la ciencia no se ocupa de la verdad ni de la realidad,
sino de p a ra d ig m a s . U n p a ra d ig m a es m u y p a recid o a lo qu e
antes llam ábam os "una form a de ver las cosas", lo cual im plica
no sólo una h ip ótesis, sin o tod o u n en foqu e, u n a p osición , y
h a s ta u n a m a n e ra de o p e ra r (q u e la T ie r ra es plan a, q u e los
negros no tienen alma, que sí la tienen, que hay partículas sub­
a tóm icas, que no h a y p a rtícu la s sino ondas, qu e no se pu ede
trasm itir in form ación del R N A al DNA, que sí se puede). Cuando
un paradigm a se impone, la com unidad científica acepta todo lo
que encaje con dicha visión de las cosas; en cambio, no sólo re­
ch a za (no a cep ta p a ra su pu blicación ) los datos e ideas que lo
contrad igan y las pregu n tas in oportu n as, sino qu e h asta llega
a p e rs e g u ir a q u ien es o sen p re s e n ta r id ea s o h ech o s d is c re ­
pantes (no se les invita a exponer sus ideas, no se les da subsi­
dios p a ra trabajar, no se les p a ga su eld os d ecen tes, no se les
envía m uchachos para que se form en con ellos). Que a la postre
el d is id e n te v a y a a te n e r ra z ó n o n o , es a jen o a la a c tiv id a d
c ien tífica "norm al": p o r a h o ra está in terdicto, exiliado. Y a lle­
g a r á el m o m e n to de d ecir: "Lo h e m o s cre m a d o en u n a p ira,
°4 ¿CONOCER?

p ero no im porta, a h o ra lo re p a ra rem os d á n d ole su n om b re al


a u la d el terc er piso." D u ra n te u n tiem p o la c o m u n id a d b a rre
debajo de la alfom bra todas las discrepancias, las ignora, hasta
que no se pu ede cam in ar sobre ella sin pegarse la cabeza con ­
tra el techo. En ese m om ento, y siem pre que con m iradas fu r­
tivas debajo de la alfom bra nos h ayam os cerciorado de que ahí
está y a p r e p a ra d a u n a a lte rn a tiv a m ejor, se p ro d u ce u n a re ­
v o lu c ió n c ie n tífic a ; s e t ir a a b a jo e l p a r a d ig m a e n b o g a y se
adopta el nuevo, con tod a las rein terpretacion es del caso, m ás
t o d a la p a r a fe r n a lia y vendettas, red istrib u cio n es de ca rgos
in stitu cion ales, cam bios en com ités editoriales de las revistas,
reparto de subsidios y reelaboración de textos de enseñanza.
Esa tozudez del cuerpo de ideas en boga, ha sido detectada
y tra ta d a d esd e d istin tos án gu los. P u esto q u e la sis te m a tiza ­
ción del conocim iento científico obliga a que la idea o el m odelo
en cu estió n se a p o y e en u n a co h o rte de h ip ó tes is a u xilia res,
Im re Lakatos h ab la de un núcleo, de u n a id ea central (en New-
ton, las leyes d el m ovim ien to; en M arx, la lu ch a de clases; en
D arw in, la selección n atu ral) rodeado de un cin tu rón de ideas
relacionadas. A qu í tam bién, cuando cobra vigencia el núcleo de
un nuevo paradigm a, ingresa al escenario con todo el séquito de
hipótesis subsidiarias.
P ara Kuhn, h a b la r en ton ces de "verdad" n o tien e sentido,
pues una proposición es "científica" o deja de serlo cuando así lo
san cion a el "establishm ent cien tífico ". La g e n te q u e a ctú a en
política conoce esta form a de operar desde hace m ucho tiempo;
la novedad es que Kuhn insista en que el m undo científico tam ­
bién se m aneja así.
Y lleg a m o s así al esta d o a ctu al, p ero esta m o s d em a sia d o
cerca de los árboles com o p ara describir el bosque. Nos resu lta
preferible restringirnos a tres puntos:
a] H oy aparecen p en sadores que afirm an qu e la verdad no
existe, o com o Pau l K. Feyerabend, que asegu ra que c u a lq u ie r
p roposición es científica. C u an do n os en contram os con alguno
d e estos pen sa d ores, co sa qu e n os su ele o cu rrir d u ra n te u na
cena en un fa c u lty club, los investigadores solem os encogernos
de hom bros y musitar: "Bueno, pues entonces m i proposición es
que usted está equivocado."
b] El su rgim iento de pen sadores que adoptan u na posición
p a recid a a la de F eyerab en d no es nuevo en la h istoria. D esde
¿C O N O C ER? 65

el siglo v a . C., en el que G orgias de Leontini sostuvo que n ad a


existe, si existe no lo podem os saber, y aun en el remoto caso de
que exista y lo sepam os no se lo podríam os com u n icar a nadie,
han aparecido posiciones tales como: i] El escepticism o, posición
de quienes, despu és de h ab er exam in ado todo (atención: "d es­
pu és", no "en vez") p refieren su sp e n d er tod o ju icio , y en cu en ­
tran el sentido de su existen cia en la n egación y el aislam iento,
ii] E l a g n os ticism o, q u e s o s tie n e q u e l a r a z ó n h u m a n a y el
conocim iento desem bocarán en u n a total ignorancia, pu es a lo
s u m o lle g a r e m o s a fo r m a r n o s u n m a r a v illo s o c u e r p o d e
c o n o cim ien to s, en tre los cu a les, u n o de los ú ltim o s n os c o n ­
ven cerá de que todo ese cuerpo gira en el vacío y que la V erdad
n os sigue eludiendo, mi] El c in is m o , escu ela de p en sa d ores a
qu ien es las cosas del m u n do les son in diferen tes, iv] El rela­
tivismo, que rech a za la V erd a d A b so lu ta y d eclara qu e la va li­
dez de un ju icio depende de las condiciones y circunstancias en
q u e es e n u n cia d o (así lo qu e en u n a c u ltu ra es m e rito rio , en
otra pu ed e estar proh ibido). E sta posición pu ed e derivar en el
subjetivismo, lu ego en el escepticism o radical, y de ahí en v] el
nihilism o, que es la dogm atización del escepticism o, es decir, la
n egación m ás radical de la posibilidad de conocer; vi] el solip-
sism o, p o s ic ió n en la q u e d e s e m b o c a el id e a lis m o m e ta fís ic o
que, tras con ven cerse de qu e todo ese cu erpo de con ocim ien to
se alberga a lo sum o en n u estra cabeza, n iega la existen cia del
m u n d o extern o. A p a ren tem en te, un so lip sista no ten d ría qu e
escan d a liza rse si recib iera del C on sejo de In vestiga cion es u n a
carta com unicándole: "Felicitaciones. U sted nos ha convencido:
no existim os, en particular la beca que acaba de solicitarnos."
A q u í lo s fis ió lo g o s t e n d r ía m o s a lg u n a s c o s a s q u e d e c ir
pues, a sabiendas de que cuando digo "este objeto es duro, am a­
rillo y frío" estoy com binando el resultado de una increíble can ­
tidad de señ a les eléctricas, re accion es qu ím icas, p rocesos e s ­
tru ctu ra les en célu las, vib ra cion es tim pán icas, deform acion es
de receptores dérm icos; asim ism o, considerando que cada uno
de esos procesos tien e un m argen de error, y v a ría con la edad
y la hora del día, no tenem os seguridad alguna de que dicho re­
su lta d o sea ex a cta m en te el m ism o p a ra tod o otro observador.
L u ego v ie n e L u d w ig W ittg en s te in y n os co n ven ce de q u e ese
con ocim ien to no es m ás que u n a estru ctu ra gram atical, no la
realid ad -d e-a h í-a fu era e n sí... Por eso, los filósofos qu e m an­
66 ¿CO N O C ER ?

tienen estas posiciones, dicen cosas como: "La ciencia absoluta


con stitu id a en m í y por mí, vale sólo p a ra mí" (véase por ejem ­
plo Joaqu ín Xirau, L a filo s o fía de H usserl).
Sin llegar a tal extrem o, el físico qu ím ico y filósofo M ichael
P o la n y i (P e rs o n a l k n ow led g e: to w a rd s a p o s t-c r itic a l p h i l o -
sophy) señala que en todo acto de conocer hay una contribución
personal de quien conoce (en este caso el investigador) a lo que
conoce, pues en dicho acto entran la atención que pone, su pre­
p a ra ció n previa, su en tren a m ien to, su persp ica cia , las claves
qu e d etec ta in con scien tem en te, el p eso qu e d a al dato proba-
bilístico; por lo anterior concluye que todo pen sam iento es p er­
sonal y qu e es im p osib le sep arar con un corte n eto lo objetivo
de lo subjetivo. En ese sentido, en un congreso de en zim ología
en el q u e p a rtic ip a n c ie n to s d e c r is ta ló g r a fo s , b io q u ím ic o s ,
m édicos y genetistas, n ovatos y consagrados, que estu dian las
m il y u n a en zim a s con ocidas, no h ab ría dos en zim ó logos qu e
tu viera n ex a cta m en te el m ism o co n cep to de en zim a. No o b s­
tante, Polanyi acepta que m an ejen un am plio den om in ador co­
mún com o para entenderse.
c] En la p rim era m ita d de n u estro siglo R o b ert K in g M er-
ton (S o cia l th eory and social structure) realizó algunas observa­
ciones sobre la cien cia y su sociología que tuvieron, por así de­
cir, dos efectos prin cip ales. Por un lado, lla m a ro n la a ten ción
sobre ciertas prácticas y procesos que ocurren en la com unidad
científica, que directa o in directam ente desem bocaron en ideas
com o las de Kuhn. Para explicar el segundo efecto, necesitam os
introducir antes dos puntos:
11 S u p on gam os qu e el p a ra d ig m a tolem aico (que la T ierra
es el cen tro del U niverso) h u b iera triu n fado, tal com o exigía la
Iglesia. Eso no h u b iera significado de n in gu n a m an era que, en
verdad, la Tierra es el centro de nuestro sistem a planetario.
2] A pesar de su en orm e im p ortan cia, del prestigio y la re ­
veren cia que le tenem os, A lb e rt E in stein no significa nada para
el conocim iento científico. Si h ub ieran triu n fado los nazis, por
ejem plo, su n om bre h ab ría ido desaparecien do de los textos de
física, sus fotos no ilustrarían los libros de historia, y hoy pocos
conocerían su desm añ ada figu ra y su m elena, así com o ahora
pocos reconocen si cierta foto es de Langevin o de Poincaré. A lo
sum o se diría que, hacia principios de siglo, la ciencia fue adop­
ta n d o un p u n to de vista relativista. Einstein y la T e o r ía de la
¿CONOCER? 67

Relatividad están ligados por la historia y por nuestros afectos,


pero él no form a parte de ella, ni se deduce de la tram a concep­
tual que ayudó a tejer.
Con esto qu erem os decir que el segu ndo efecto de las con ­
tribuciones de M erton (por su puesto que esto no lo inculpa) es
qu e h oy m u ch os con fu n den a la cien cia com o sistem atización
del saber, con la investigación y su sociología o, peor aún, con el
fragor político/económ ico a que da lugar. Así, allá por 1970, B.
Latour y S. W oolgar (Lab oratory Ufe. The con s tru ctio n o f scien-
tific fa c t s j in trod u jeron con cep tos de extern alism o, con stru c­
tivism o, relativism o, su b jetivism o, ord in a rism o (en cu ya co n ­
sid era ció n no en trarem os) y d eclara ron cosa s tales com o qu e
"El conocim iento científico es produ cto de la n egociación entre
cien tíficos en el laboratorio" y que "la cien cia es p olítica h ech a
por otros medios"; algunos de sus seguidores llegaron a afirm ar
que la realid ad está con stitu id a e n y p o r el discurso, expresión
q u e p a re ce ex cesiva: p a ra p o n e rla en su s lím ites sería n e c e ­
sario d isc u tirla a la lu z de las m o d ern a s teo ría s lin gü ística s,
com o la T eo ría del D iscurso, pero ello nos alejaría del hilo cen ­
tral de este capítulo.
Sucede que m u ch as veces los in telectu ales en cu en tran un
cristal a través del cual pu eden m irar el m undo, se em belesan
con el n u evo ju g u e te al p u n to de ig n o ra r tod o lo dem ás, y de
ahí pasan a "explicar" el m undo con desparpajo, tal y com o ha­
cen algunos cuando aprenden dos o tres conceptos de marxismo
o a lg u n a id ea k ey n e sia n a . A h o ra bien , n a d ie n ie g a q u e en el
m undo de la ciencia profesional hay prácticas perversas, vicios
y m an iob ras in stitu cion ales, algu n as de las cu ales d escrib ire­
m os en este libro; n adie n iega que la visión del m u n do que te ­
n e m o s r e s u lt a d e u n a c o n s tr u c c ió n s o c ia l (v é a s e B e r g e r y
Luckmann, The social co n s tru ctio n o f reality), pero eso no sig­
n ifica qu e la in vestiga ció n y el s a b er sea n u n a sim p le c o n s e ­
cuencia de negociaciones y compromisos, o de paradigm azos im ­
pu estos por m afias académ icas. C om o dice M ario B u n ge (U n a
caricatura de la ciencia: la novísim a sociología de la ciencia):

Si Galileo, Newton, Darwin, Marx, Maxwell, Einstein, Heisenberg y


los demás rebeldes de la ciencia hubieran sabido esto, no habrían mal­
gastado tantas horas buscando verdades transculturales inexistentes.
En cambio habrían improvisado rápidamente algunos disparates cua-
68
¿CONOCER?

lesquieray habrían empleado su valioso tiempo en formar camarillas


para dominar sus respectivas comunidades científicas.

E s c ie r to q u e la s t e o r ía s m u e r e n d e in e fic ie n c ia y v a n
q u ed a n d o de lado a m ed id a qu e "no fu n cion an "; que, cu an d o
sus predicciones discrepan con lo que los investigadores vam os
e n c o n tra n d o en n u e s tro s e x p e rim e n to s , la s a b a n d o n a m o s y
dejan de form ar parte de nuestras creencias. Tam b ién es cierto
qu e h a y creen cias que m u ltitu d de p erson as abrazan con con ­
fia n za y co n fo rm e a las cu a les vive n (p o r ejem plo, qu e el n ú ­
m e ro 13 tra e m a la s u e rte ); y, o tra s , a c a s o u n re d u c id ís im o
n ú m e ro d e c ie n tífic o s e s tá en c o n d ic io n e s de e n te n d e r la s y
a ceptarlas (por ejem plo, la m e cá n ica cuántica). Pero ¡cuidado!
p u es com o señ a la el m ism o B u n ge, "segú n esto, la m e cá n ica
cuántica no sería conocim iento, y en cam bio la creencia de que
el 13 trae m ala suerte sí lo sería".
A esta altu ra resu lta obvio que la p a la b ra "ciencia" h a sido
u sa d a en va rios contextos, y que a lo largo de su h istoria cada
u no de sus aspectos h a sido m otivo de análisis y re in terp reta ­
ciones; de ese m odo, las expresion es "ciencia", "conocer", "pen ­
sar", "sa b er", "verd a d " n o son u n ív o c a s sin o a n á lo g a s y a m ­
biguas. El su stantivo scientia procede del verbo sciere, que sig­
n ifica saber. S in em b a rg o , co m o s e ñ a la J o s é F e rra te r M o ra
(D ic c io n a r io d e f ilo s o f ía ), no re s u lta re co m e n d a b le a ten e rse
estrictam en te a esta eq u iva len cia etim ológica, p u es h a y sa b e­
res que no pertenecen a la ciencia. Se saben muchas cosas (que
el farm acéutico tiene lum bago, que en el banco atienden de 9 a
13) que nadie osaría presentar com o si fuesen enunciados cien­
tíficos.
O tros prefieren distin gu ir "ciencia", su bjetivam en te en ten ­
dida, com o saber sistem ático, propio del sujeto hum ano indivi­
dual, de "ciencia", objetivam ente entendida, que no es un saber
sino un conjunto de proposiciones lógicas, una construcción que
re a liza la so cied a d (I.M . B o ch en sk i, L o s m étod o s a ctu a le s del
pen sa m ien to); p ero u n a co n stru cció n a la qu e en seg u id a se le
quitan los andam ios y escaparates usados durante la edificación
e incluso se despide a los m eritorios albañiles y electricistas que
esta b lec iero n las co n e x io n e s y la fu eron en sa m b la n d o . E stos
pasan a ocupar un lugar e n la ' iisto ria de la ciencia, como en el
caso de Einstein y sus dos teorías de la relatividad.
¿C O N O C ER? 69

Pero aun ese esqu em a es provisorio y lo irem os alterando a


lo largo del texto. De m odo que si bien es salu dable que un in ­
vestigador se m an ten ga inform ado de las cosas que van obser­
van do los antropólogos, psicólogos y sociólogos de la cien cia y,
en nuestro caso, lo que se va aprendiendo de la práctica cientí­
fica en el tercer m u n do (véase L. Lom n itz y J. Fortes, La e d u ­
c a c ió n d e l cie n tífico ), es im p re s c in d ib le co n s u lta r a los epis-
tem ó lo go s (p. ej. M. B u n ge, U n d e rs ta n d in g th e vuorld), tanto
com o p a ra no caer en el disp arate (p. ej. B. Latour, G ive m e a
laboratory and I urill raise th e w orld).
El físico greco -a rgen tin o-b ra sileñ o C on stan tin o T sa llis co ­
menta: "A los científicos nos gu sta hablar de lo que sabemos; en
cam bio a los filósofos les gu sta hablar de aquello que los cientí­
fic o s n o e n te n d e m o s ", o p in ió n q u e c ie rta m e n te n o re fu ta r ía
M ontaign e ("La filo so fía es duda"). Ese cu estion am ien to filo só ­
fico de las bases del conocim iento v a cam biando nuestro esce­
nario: antes, cuando alguien discrepaba con nosotros, sabíamos
q u e e s ta b a e q u ivo ca d o ; a h o ra s o s p e c h a m o s q u e se b a s a en
s u p o s ic io n e s d ife re n te s . M a rk T w a in (T o m S a w y e r a b ro a d )
asevera: "Si uno m ira las teorías cuidadosam ente, siem pre des­
cubre un agujero en alguna parte." Es im prescindible entonces
q u e tod o in v e s tig a d o r ten g a u n a id ea d el m a rco filo só fico en
que trabaja; asimismo, que sepa que sus enunciados descansan
sobre suposiciones que, de uno u otro modo, y a han sido cues­
tionadas por algún filósofo. Ju stam ente, el científico debe estar
enterado al menos de qué fue lo que dijo dicho filósofo, y por qué
nos ha privado de la reconfortante sensación de seguridad.
A p es a r de q u e si no h a y m a rco filo só fico no h a y in te g ra ­
ción can la h isto ria y la cu ltu ra, "los h om b res de la b o ra torio
s u e le n c o n s id e ra r q u e lo s p r o b le m a s de la t e o r ía d el c o n o ­
cim ien to, la fu n d a m en ta ción de los co n cep tos cien tífico s y la
h istoria de las ideas y de las teorías, constituyen preocu p acio­
n e s p r o p ia s d e filó s o fo s e h is to ria d o re s " (R o la n d o G a rcía ). Y
esto no es lo peor, sino que aun entre los científicos que de pron­
to descubren que existe la filosofía, no faltan quienes, tras ilu s­
trarse al respecto, y a filósofos se sienten: pasan a pu blicar sus
apu ntes en los que m encion an a los p en sadores m ás ilustres,
sus lu gares y fechas de nacim ien to y m uerte, así com o el título
de sus dos o tres obras fundamentales, pero sin tener nada n ue­
vo que decir. D ada la desp erd iga d a an atom ía de n u estras u n i­
70 ¿CO N O C ER ?

versidades, estos investigadores no corren riesgo de encontrarse


con filósofos de verdad que los refuten. A su vez, éstos tam poco
lo corren de top arse con cien tíficos en serio. Se llega así a las
"deplorables filosofía de los científicos y cien cia de los filósofos"
q u e la m en ta R o la n d o G a rcía . L a o b serva ció n de G a rcía d eb e
servirte de nota precautoria: este capítulo no te enseña absolu ­
ta m en te n ad a de filosofía; sólo tra ta de que h agas cien cia con
seso, y no te con viertas en un dogm ático de la in vestigación al
pretender extralim itar sus alcances.
A n tes de abandon ar este tem a conviene referirn os a lo que
p odríam os llam ar "la u nidad del proceso m ental'. Es claro que,
cuando presen tam os y defen d em os u n a tesis, tratam os de h a ­
cerlo de la m a n era m ás coheren te posible: trayendo a colación
todo lo que la apoya y dejando de lado lo que discrepa con ella,
o discu tién dolo p a ra dem ostrar su irrelevan cia. Pero esa tesis
surgió de una lucha de pros y contras, com o si dentro de n ues­
tra ca b eza tu viéra m os un verd a d ero con greso de h om ú n cu los
que debatieran entre sí, defendiendo cada uno de ellos pu n tos
de vista controvertidos; de ahí que la "conclusión" alcanzada es,
en realid ad , el p ro d u cto de un co m p ro m iso m u y lejo s de ser
u nánim e. Esos h om ún cu los no sólo basaron sus posiciones en
id e a s , ta m b ié n t u v ie r o n e n c u e n t a q u e lo q u e p r o p o n e m o s
a h ora con trad ice lo que h a b íam os propu esto h ace dos años, o
q u e se o p o n e a. la. h ip ó te s is d el e d ito r d e la r e v is ta a la cu a l
pensam os enviar nuestro m anuscrito o, por el contrario, la apo­
yan . C u an do n u estro trabajo se u b ica en el terren o de las h u ­
m anidades, algunos de esos h om ún cu los se asustan y pugnan
por h acern os ver que nos m alqu istarán con ciertos personajes
políticos y religiosos, o que se nos echarán encim a instituciones
enteras. Algunos de esos hom únculos son vagos que no quieren
hacer un nuevo experim ento control, otros son am biciosos, m o­
destos, alocados, optim istas, escépticos, supersticiosos, descu i­
dados, p u n tillo so s. "N o sotros" som os en ton ces u n a su erte de
secretarios ejecutivos de dicho cuerpo deliberante, y no porque
adoptem os u n a resolu ción final h em os convencido a cada u n a
de esas personitas que llevam os dentro... y eso es lo m ejor que
n os p u ed e su ced er; p u es lo co m ú n es q u e un d ía p restem o s
oídos a ciertos hom únculos y ptros días a unos distintos, o que
p erezca m o s de in d ecisió n , in i ioviliza d os p o r un d em ocrá tico
em pate interior. El escritgr E du ardo G aleano (Las venas abier­
¿CONOCER? ' 1

ta s d e A m é r ic a L a tin a ) declara : "T en go d en tro de m í m u ch a


gen te [...] un m an icom io llen o de locos que aparecen en lo que
escribo."
Para fin es p rácticos, p od em os adoptar la a n a logía de Pas­
cal y dar p or sen tado qu e la com u n idad cien tífica tra b a ja a lo
largo de los tiem p os com o si se tra ta ra de un solo h om bre que
aprende continua e indefinidam ente; pero cuando m iram os con
lu p a la tra m a de ese trabajo d em ocrático, h om ogén eo y co n ti­
nuo, vem os que la coherencia no existe ni siquiera dentro de la
personalidad de un solo investigador. Einstein llegab a a dudar
de q u e a u n este ú n ico in vestig a d o r ten ga cla ro qu é es lo qu e
hace, pues se cuenta que cuando un joven le preguntó qué es la
física, el sa b io con testó: "V e a un la b o ra to rio y o b serva p o r ti
m is m o q u é es lo q u e h a c e n lo s físic o s: eso es fís ic a ¡p ero n o
vayas a pregu n tarles a ellos!"
6. CÓMO SE CREA Y SE INVESTIGA

Nuestros viejos maestros en las disciplinas experimentales se­


paraban tajantemente la observación de la teoría. Para ellos, la
ciencia comenzaba con la observación desprejuiciada, con total
candidez, como si uno hubiera olvidado la razón por la que ha
diseñado y montado el experimento, o si le diera exactamente
igual que los datos apoyen o derrumben su hipótesis, como si la
mente del investigador fuera una suerte de película virgen. El
psicólogo José Blejer llamaba a esta expectativa de nuestros
maestros "el mito de la inmaculada percepción". Hoy se reco­
noce, en cambio, que la observación desprejuiciada no existe.
Tampoco se puede disecar un momento de pura observa­
ción, seguido de otro de pura teorización sobre lo observado,
pues en toda circunstancia ocurren ambas cosas. Y ni siquiera
ocurren en el nivel exclusivamente consciente. No sabemos por
qué, en un momento dado, prestamos atención a ciertos aspec­
tos y desechamos otros; por qué dejamos de tener en cuenta un
detalle del protocolo o, por el contrario, subrayamos su impor­
tancia. Es como si, de pronto, nuestro inconsciente seleccionara
de su enorme archivo el consejo que nos dio un maestro hace
quince años y lo pusiera en el foco de nuestra conciencia; como
si buscara el dato que nos confió un colega durante una charla
informal, lo desempolvara y lo destacara sobre nuestra mesa
de trabajo; como si cubriera con una bruma de olvido las obje­
ciones que suele hacer cierto competidor, o iluminara con un
poderoso reflector un hecho que, de otra manera, podría pare­
cer trivial. Cada tanto algún genio señala un hecho capital, que
por años todo el mundo había tenido delante de la nariz, pero
que su inconsciente no le había permitido ver. Todos estos
recuerdos, olvidos, desdenes y señalamientos se deben a proce­
sos inconscientes, de cuyos mecanismos sólo tenemos un
conocimiento precario.6

6 Cogito (cuín agito) del latín "pensar", significa "sacudir junto". Muchas
personas, cuando escuchan cosas discordántes o incongruentes, hacen el gesto

[721
CÓ M O SE C R E A Y SE IN V ESTIG A 73

Otto Loewi quedó admirado para siempre de que, si bien en


1903 sospechó que los nervios simpáticos y parasimpáticos
pueden liberar ciertas sustancias químicas, a lo largo de die­
cisiete años no se le ocurrió ninguna manera de demostrarlo, y
sólo en 1920 soñó con el protocolo adecuado. A Arquímedes, por
el contrario, se le ocurrió su famoso principio mientras se baña­
ba. En su A la recherche du temps perdu, Marcel Proust se ma­
ravilla ante el hecho de que un bocado de cierto pastel (made-
leine) le instala una remembranza en la mente. Pero, a pesar
de la abundancia de ejemplos ilustres, en los que la conciencia,
con su lógica formal y fría, debió esperar a que un proceso in­
consciente resolviera el problema, a muchos científicos les eno­
ja que uno le reconozca un papel a lo inconsciente.
Hoy se reconoce incluso que el inconsciente puede llegar a
ser "mejor investigador" que el consciente. Tú habrás oído por
ejemplo la palabra serendipia. En sánscrito, la isla de Ceilán
tiene el nombre de Shimhaladvipa ("Isla donde viven los leo­
nes"). Los árabes la introdujeron en Europa como "serendib".
Conscientes de que los árabes tienen dificultad para pronun­
ciar consonantes sordas y las remplazan por las sonoras corres­
pondientes (p por b), los europeos transformaron la palabra en
"serendip". En el siglo xvüi, el escritor británico Horace Wal-
pole acuñó la palabra "serendipia" inspirándose en un cuento
persa (Los tres príncipes de Serend), en el que los personajes a
veces descubrían cosas por casualidad. Hoy los científicos ha­
blan de serendipia cuando al realizar un experimento, por algu­
na razón ajena, descubren lo que en realidad estaban buscan­
do. En el contexto de lo que venimos explicando, la serendipia
es una muestra más de que a veces el inconsciente dirige las
investigaciones que llevamos a cabo con mayor eficacia que el
consciente. El científico mexicano Ruy Pérez Tamayo (Serendi­
pia) da abundantes ejemplos de este modo de descubrimiento.
Hay quienes sostienen que el descubrimiento de América

de entrecerrar los ojos y agitar la cabeza, como si trataran de que se les vuelvan
a juntar las piezas de un pensamiento desbaratado por la paradoja que acaban
de oír. Intellego (ínter lectura) del latín "seleccionar entre", significa "entender",
"advertir" o "darse cuenta". Por lo que se discutirá en el capítulo 11 sobre el pa­
pel de la restricción, podemos advertir aquí que cuando uno piensa cuál de las
posibles soluciones es la correcta, puede hacerlo mediante la selección de una de
ellas, pero también a través de la exclusión de las demás.
74 CÓ M O SE C REA Y SE IN V ESTIG A

es un colosal producto de la serendipia, pues Cristóbal Colón la


encontró cuando an d ab a b u scan do u n a ru ta h acia las Indias.
Sin em bargo, esto no parece ser "seren d ipia real", porqu e ni él
a n d a b a b u sca n d o A m érica , ni llegó a d a rs e cu en ta de qu e la
había encontrado.
A u n q u e ja m á s se h a dado el caso de que a un in vestigador
le p o n ga n el in con scien te en el "nivel 3" del S istem a N acion al
de In vestigadores y al consciente en el "nivel de candidato", es­
pero que con lo expu esto te h ayas qu itado del con scien te y del
inconsciente todo resto de fenom enología ingenua.
M uy bien, su pongam os que y a hem os obtenido los resu lta­
dos: tablas llenas de m edidas de potenciales eléctricos, de nive­
les de ozono, de valores bursátiles; o bien, geles de electroforesis
con carriles atravesados por bandas, o espectros de estrellas, o
c ifra s de la. n a ta lid a d en fu n c ió n d el tiem p o . A h o ra h a y qu e
explicarlos. H en ri P o in c a ré d ec ía q u e la cie n c ia se co n s tru y e
con hechos, com o u na casa se constru ye con piedras, pero que
así como un m ontón de piedras no es una casa, tampoco la cien­
cia es un am on tonam iento de hechos. La m a yoría de l a obser­
vación qu izá se p od rá explicar con los viejos m odelos, pero h a ­
brá algunos valores que discrepan. Es en este m om ento cuando
se n ecesita u n a id ea origin a l, un n u evo m o d elo qu e ex p liq u e
todo y, si es posible, p re d ig a otras cosas que podríam os encon­
trar en un próxim o experim en to (en el caso de las cien cias ex­
p erim en tales), o qu e esta b lezca cierta co n cord a n cia con otros
datos y a p resen tes ahí, en la realidad, en espera de que los v a ­
y a m o s a b u s c a r (p re d ic c ió n d el lu g a r d o n d e e n c o n tra r e m o s
cierta ruina, o el docu m ento en el que h allarem os cierta decla­
ra ció n re v e la d o ra de un h ech o h istórico, o la re gió n d el cielo
donde podremos encontrar estrellas del tipo que buscamos).
Pero no existe n in gu n a receta p a ra que se nos ocu rra algo
o rig in a l. Lo q u e p o d e m o s h a c e r e s te n e r p r e p a ra d o n u e s tro
a p a ra to lógico, esq u em as co n cep tu ales y eq u ip o s ex p erim en ­
tales, p a ra poner a p ru eb a la id ea que algu ien p u d iera llegar a
proponer; pero eso, por sí m ism o, no gen era id ea alguna. En la
s o lic it u d d e u n d o n a tiv o , lo s c ie n t ífic o s s e c o m p r o m e t e n a
re a liz a r d e te r m in a d o s es tu d io s , p e ro n u n c a a g e n e r a r id e a s
específicas y originales.
Por otra parte, casi nunca se nos ocurre una hipótesis; a lo
su m o sosp ech a m os algo de ella,, p ero ese m aterial y a es sufi-
CÓM O SE C REA Y SE IN VESTIG A 75

cíen te p a ra .ju g a r con él, discutirlo en el pizarrón con n uestros


co la b ora d ores, d a rle vu elta s, ex a gerarlo, a grega rle o q u ita rle
detalles, rid icu liza rlo, en oja rn o s p o rq u e qu ien lo rid icu liza es
un detestable colega, hasta que al cabo de cierto tiem po se pue­
de convertir en el germ en de u n a hipótesis. E ntonces sí, n u es­
tro en tren am ien to en el m étodo experim ental, o cu alqu ier otra
form a de validación de hipótesis, acon sejará qué experim en tos
realiza r, q u é va ria b le s estu d ia r, q u é tipo de co n tro les h acer.
Esta actividad es casi del todo consciente (aunque un buen psi­
co a n a lista p o d ría d ecir m u ch a s cosas del m eca n ism o in con s­
ciente de nuestros olvidos, entusiasm os y estilo de investigar),
pero la idea y a había nacido, el inconsciente y a había brindado
a lg u n a fa n ta sía co m b in a n d o los elem en to s q u e "él" h a s ele c­
cionado.
Más aún, parece tener horarios de trabajo diferentes de los
de la región conscien te, p u es es com ú n que un experim en to o
u n a solución se nos ocu rran m ientras estam os en treten idos en
otras cosas, o que las soñemos. Acabam os de m encionar que el
in co n scie n te de O tto Loew i tra b a ja b a de n och e y el de A rq u í-
m edes cuando se bañaba; tengo colegas que sólo pueden m edi­
ta r cu a n d o se rasu ran , o cu a n d o cam in an , o qu e sólo tien en
ideas fértiles cuando están enam orados; otros no pueden discu­
tir sin un café, o sólo pu eden concen trarse cu an d o fu m an . El
e s c rito r E d u a rd o G a le a n o n o s confía.: "A v e c e s m e a n g u s tio
m ucho porque estoy vacío de historias, pero echándom e a cam i­
nar brotan dentro de m í cosas que ign oraba que existían." Hay
creadores que se sienten m ás in teligen tes tom ando tón icos fa ­
b r ic a d o s con ce re b ro d e toro, y o tro s q u e se b u rla n d e ta le s
p rácticas porqu e, afirm an , el ú n ico m étodo eficaz es la m e d i­
tación trascendental. Así, refiriéndose a cierto consejo dado por
A g a s s iz , M a r k T w a in c o m e n tó : " A g a s s iz r e c o m ie n d a a lo s
autores que com an pescado, porque el fósforo produce cerebro,
pero no especifica la cantidad. Bueno, supongo que con un par
de ba llen a s será su ficiente" (obviem os aquí que T w a in tom a ra
a la ballena por un pez).
El elem en to esen cia l p a rece ser la perp lejid a d . E sta p a la ­
bra se com pon e de p e r (a través) y p le x u s (tejido, tram a), y en
re a lid a d no p a re ce u n a d es crip c ió n feliz, p u es el p erp lejo no
^ Véase Cereijido, M., "De arañas, escorpiones e investigadores profesio­
nales".)
76 CÓMO SE CREA Y SE INVESTIG A

atraviesa la tram a, sino que queda atrapado en ella. Esa tram a


tiene hebras de conocim iento y hebras de misterio. U no advier­
te que ha llegado a una situación conocida/desconocida, que
con tien e elem en tos explica b les/ in exp lica d os. Si la perplejidad
lo asu sta no es un in vestiga d or; si en ca m b io lo deleita, tiene
algo del científico.
En cu a n to a cóm o h a ce ese "in con scien te" p a ra a so cia r y
tran sform ar elem entos, se sabe m u y poco, y este poco es el re­
su ltado de con jetu ras y m odelos psicoan alíticos, que se m a n e­
ja n con esq u em a s, p ro ce d im ien to s , fu en tes de in fo rm a ció n y
len gu a jes m u y d istin tos a los de las lla m a d a s cien cia s du ras
(las que h asta n o hace m ucho se llam aban exactas). No es que
el ser h u m an o h a y a in ten tado resolver h asta a h ora el en igm a
de n u estro aparato psíqu ico; por el contrario, no h a y ni ja m á s
h a habido civilización ni edad h istórica que no se lo h aya p lan ­
teado. Sin em bargo, se tra ta de un a su n to qu e d esd e siem p re
h a estado envu elto en m an tos de m isticism os y su persticiones
sobre los sueños, preju icios sobre la locura, reglas, prácticas y
perversiones sexuales, así com o oscuridades conceptuales acer­
ca de la relación m en te/ cereb ro. Por eso el p sicoa n álisis se ve
obligado a u sar prim ero un tam iz p ara separar lo que es in for­
m a ció n de lo qu e es d esp ro p ó sito, lu ego a n a liz a r en qu é c o n ­
siste d ich o tam iz, d esp u és re visa r qu é q u iere d e c ir "in fo rm a ­
ción" y "desp ropósito", y adem ás crearse su s p rop ios m étodos
de in dagación . Su ta rea aparece m ás form id a b le que las re a li­
zadas por la qu ím ica y la astron om ía cu ando arran caron de la
alquim ia, la brujería y la astrología. H oy a los psicoanalistas no
se les trata de quem ar en una pira, como sucedió con los padres
de la qu ím ica y de la anatom ía, ni de poner en la picota, com o
se hizo con los astrónom os que cuestionaron el geocentrism o, ni
de ex co m u lga r, co m o se h izo con los evo lu cio n ista s q u e re fu ­
ta ro n el o rige n d ivin o d el h o m b re; p ero n o o b sta n te, cu a n d o
in te n ta n d isc u tir los m eca n ism o s in co n scie n tes cu n d e cierta
exasperación, incluso en círculos científicos.
¿Q u é dicen los p sicoa n alista s a cerca de las asocia cion es y
tra n sfo rm a cio n es in form a tiva s y em o cio n a le s q u e o cu rre n en
n uestro in con sciente? Para em pezar, Sigm und Freud partió de
la base, h oy m u y com pren sible por cierto, de que el "sin sen ti­
d o " n o ex iste. A lo su m o es al, observador a q u ie n le fa lt a el
conocim iento necesario para entender lo que tiene delante de la
CÓ M O SE C RE A Y SE IN V E STIG A 77

nariz. Para que nos quede claro este punto, bastaría con que le
m ostrá ram os un espectro de difracción de ra yos X a un p elu ­
quero, o la ecuación de Boltzm ann a un señor que fabrica para­
guas. Por eso Freud se negó a aceptar que los lapsus, los actos
fallidos (olvidos, confusiones) y los sueños carezcan de sentido,
o que sea im p osib le llegar a ten er u n a explicación racion al: no
p u ed e ser que un despropósito o un su eñ o no sean efectos de
algunas causas. La búsqueda de esas causas le dieron la opor­
tunidad de aprender sobre el inconsciente y su participación en
el pensam iento y la conducta.
U n a de las cosas qu e apren dió es qu e ejercem os u n a cen ­
su ra sobre n u estro in con sciente, y no dejam os que se exprese
lib rem en te. Pero co m o esta cen su ra ta m b ién la ejercem os de
m a n era in con sciente, ni siqu iera nos enteram os; pu es h ay co­
sas que no sólo está prohibido hacer, sino que ni siquiera es lí­
cito p en sa r o ju g a r con la idea. No ex tra ñ a p u es qu e los m ás
reprim idos sean los aspectos sexuales.
Así, a diferen cia de lo que acontece con otras especies zoo ­
lógicas, el ser hum ano no sólo tiene term inantem ente prohibido
ten er relacion es sexu ales con la m am á, sino tam bién acariciar
la idea. Esto es bien cu rioso: pu ed e acariciar a la m a m á ¡pero
no a la idea! Freud hizo luego u na observación que concierne a
nuestra discusión de cóm o hará nuestro inconsciente para que
privilegiem os o por el contrario desdeñem os algunas ideas; pa­
ra que nos entusiasm em os o deprim am os con ciertos resultados
experim entales: advirtió que el inconsciente, para expresar las
cosas censuradas, recurre a triquiñuelas propias del contraban­
dista. Veamos:
En p rim er lu gar, el in co n scie n te rea liza desplazamientos.
Así, hurgando en los m otivos que alguien pudo tener para soñar
con aplicarle una inyección a una m onja que estaba "reza que te
reza", un p sicoa n alista p o d ría llegar a descu brir que el sujeto
tiene deseos de hacer algo tan prohibido com o acostarse con su
herm ana Teresa. En los desplazam ientos, los contenidos se aso­
cian p o r con tigü id ad : la va gin a p u ed e a so cia rse con algo qu e
contiene, el continente con A m érica y ésta con el 12 de octubre;
así, hilando fino, un psicoanalista que escucha las asociaciones
libres de un paciente que soñó con celebrar el 12 de octubre con
su h erm an a, p o d ría llegar a in terp retar que... (A propósito de
desplazam ientos y contigüidades, véase la nota 6.)
7 8 CÓMO SE CREA Y S E IN V E S T IG A

En segu n d o lu gar, Freud en contró que el in con sciente re ­


curre a las condensaciones, en las que construye un objeto sin­
tetiza n d o en él cosa s d iversa s. A sí, en la fa n ta sía de u n n iñ o
que ten ía tem or a los caballos, creyó descu brir deseos conden-
s a d o s d e p e g a rle al p a d re y te n e r re la c io n e s s e x u a le s con la
m adre.
L a fu n c ió n d e c ie r ta s g lá n d u la s de s e c re c ió n in te r n a se
llegó a con ocer a p artir del estu dio de situ a cion es patológicas,
en las que las funciones están exageradas o bien suprim idas: la
d e la h ip ó fis is a p a r t ir d e l g ig a n t is m o , la a c r o m e g a lia y la
ca q u exia h ipofisaria; la de la tiroides a ra íz del bocio; la de los
testículos observando a los castrados; la del páncreas analizan­
do diabéticos. A n álogam en te, Freud descubrió muchas carac­
terísticas y m ecan ism os de la person alidad en su jetos n eu ró ti­
cos o psicóticos, porque los tienen exacerbados y entonces le fue
m en o s d ifícil p erca ta rse. P ero m ás tarde, el lin g ü is ta R om án
J a k o b s o n a d v irtió q u e lo s d e s p la z a m ie n to s y la s c o n d e n s a ­
ciones propuestos por Freud p a ra in terpretar ciertas neurosis,
tam bién aparecen en el len gu a je diario, au n qu e no n ecesa ria ­
m en te alu d a m os a cosa s p roh ibidas. P ara referirse a los co n ­
tenidos de una idea que se vuelcan en otras, Jakobson llamó: 1]
m e to n im ia a los d esp la za m ien to s (tom a r la p a rte p o r el todo)
com o cuando llam am os "el espada" a un torero que, adem ás de
esp ad a, tien e otros o b jetos y atribu tos, o cu a n d o d ecim os "se
h izo a la vela", d an do p o r sen ta d o qu e a lgu ien tom ó un barco
-que adem ás de velas tiene casco, timón, anclas, etcétera-; y 2]
llam ó metáforas a las su stitu cion es, a las cosas que tienen un
sentido parecido (pero no obstante diferente) y por eso pu eden
represen tar a otras. Así, un señor que no desea h ablar con un
am igo fren te a terceros qu e lo com prom eterían , pu ed e llegar a
u sar m etáforas: "C u idado: h a y m oros en la costa", o "desp u és
h a b la m o s , p u e s a q u í h a y p a ja rito s en lo s a la m b re s ". P re c i­
s a m e n te , J o r g e L u is B o rg e s , q u e n o s e e s t a b a r e fir ie n d o a
Freud, ni a Jakobson, ni al psicoanálisis, observó que la m etá­
fora es hija de la censura.
F reu d e n co n tró q u e estos m e ca n is m o s está n m ás c la ra ­
m en te ex p resa d os en los su eñ os, pero él no fu e el p rim ero en
tratar de entender sueños; J osé (B ib lia , Gen 40 y 41) y a h ab ía
tratado de in terpretar los de los egipcios; D ante lo h ab ía hecho
en su D iv in a com ed ia ; los brujos se vienen ganando la vida con
CÓM O SE C REA Y SE IN VESTIG A 79

ese recurso. Tam p oco fu e Freud el p rim ero qu e trató de co m ­


prender las chifladuras "sin sentido", pero fue quien se propuso
explicarlas escapando a las leyes de la lógica formal, a las leyes
del razonam iento, tal como las venían m anejando los científicos
y filósofos, o co m o las u sa m o s p a ra a rg u m en ta r en n u estros
a rtícu lo s so b re las m em b ra n a s celu la res o so b re la desertifi-
cación del Bajío.
De m odo que si, por un lado, Freud encontró ciertos m eca­
n ism os al tratar de entender las n eu rosis y los sueños, su d es­
cubrim iento se enriqueció al tom arse en cuenta la existencia de
m e to n im ia s y m e tá fo ra s q u e c a ra c te riz a n la p o e s ía ; a u n q u e
éstas tam bién se encuentran en el lenguaje cotidiano, en el que
en realidad siem pre han estado.
Pues bien, ese in co n scie n te co n tra b a n d ista , q u e asocia,
condensa, vu elca el significado de un concepto en otro, metafo-
riza, m eto n im iza y d isfra za con ten idos p a ra que p od a m os so­
ñ arlos; que tiene sus p ropios h orarios de trabajo, que se bu rla
de n u e s tr a ló g ic a fo rm a l, q u e de p ro n to le im p o r ta u n b led o
n u estro desem peñ o cotidian o y no n os b rin d a el n om b re de la
p erso n a qu e ten em o s d ela n te o n os h a ce c a er en u n a la gu n a
m en ta l en p len a con feren cia, a veces se a p ia d a de n osotros y
n o s b r in d a u n a id e a b rilla n te p a r a q u e n o s g a n e m o s la v id a
com o investigadores.
Ya con estos conceptos in m ente, podem os repasar la histo­
ria y encontrar, por ejem plo, que H enri Poincaré, al m editar so­
bre la creación en m atem ática, observó que de pronto aparece
en n u e stra c o n c ien c ia algo qu e sin tetiza; a lgo qu e co n c reta o
cristaliza varias ideas, de cuya relación nadie se había percata­
do h asta ese m om ento. Llam ó a esa n oved a d "el h ech o sele c­
cionado": de pronto, nuestro inconsciente selecciona un hecho,
qu e condensa, asocia, reúne, rela cion a dos o m ás cosas entre
las que antes no se veía vin cu lación alguna. Es el m om ento en
el q u e M e n d e le y e v a d vierte q u e h a y c ie rta re la c ió n en tre lo s
elem en tos qu ím icos, cosa que sin tetiza en su T a b la de los E le­
m entos. N otem os qu e ta m b ién deb ió d es ech a r otras: q u ién le
h a b ía traído este ácido, qu é color ten ía esta sal; qu e esta su s­
tan cia es ven en osa o que la otra es im portada. M uchos sabios,
antes que Darwin, habían advertido que los anim ales de hoy en
día son diferentes a los existentes hace m illones de años; éstos
s e e x tin g u ie ro n , y lo s q u e h a b ita n e s t a r e g ió n e s tá n m e jo r
80 CÓ M O SE C REA Y SE IN V ESTIG A

adaptados a ella que los animales de regiones remotas si los


trajéramos a vivir aquí. L o que se le ocurrió es que existe un
mecanismo (la selección natural) que podría dar cuenta de
todos esos hechos.
Este tema se enmarca en uno mucho mayor, que podría­
mos llamar "la emergencia del significado"; emergencia que
tiene un doble aspecto. Por un lado, se refiere a la emergencia
en la cabeza del investigador: el momento en el que se le en­
cuentra sentido a un galimatías hasta entonces incomprensi­
ble. Vale decir: el investigador ya tiene la capacidad de encon­
trar significado, el problema es hallar una explicación cohe­
rente a un nuevo conjunto de observaciones (sobre sueños,
niveles de ozono, trazados electrocardiográficos, migración de
golondrinas, franjas de electroforesis) que, también, ya están
atesoradas en su cabeza. De este primer aspecto nos hemos
ocupado en los párrafos anteriores. El segundo aspecto de "la
emergencia del significado" se refiere al proceso biológico
(evolución) que llevó a producir una estructura (quizá el cere­
bro) capaz de encontrarle o atribuirle significado a las cosas.
Hay ejércitos de biólogos-psicólogos-epistemólogos que se es­
fuerzan por entrenar monos y ratas o por modificar la conducta
de caracoles inyectándoles mediadores químicos; que diseñan
tests para pajaritos; que observan fenómenos eléctricos, meta-
bólicos y circulatorios en el cerebro humano; y que luego deba­
ten sobre si las conductas observadas se deben a una adquisi­
ción de conocimiento por parte de esos organismos, si esas mo­
dificaciones dependen de una simbolización, si los animales
evalúan modelos mentales de las situaciones que enfrentan, si
hay algún peldaño de la escala zoológica en el que ya se pueda
hablar de significados o si, por el contrario, todos los bichos,
salvo nosotros, son movidos por reflejos que no involucran pro­
ceso mental alguno, etcétera.
Un resumen de este punto de vista sería: las cosas que de
pronto se nos ocurren surgen de procesos metafóricos y meto-
nímicos con los que el inconsciente "nos" ofrece novedades con­
densando varios contenidos hasta entonces disociados, o desli­
zándose de un contenido a otros que ya estaban previamente.
Por supuesto que van a influir en nuestra calidad científica:
nuestra capacidad intelectual ‘para reconocer y valorar la im­
portancia de lo que se nos acaba de ocurrir, el grado de censura
C Ó M O SE C R E A Y SE IN V E S T IG A 81

que aplicamos a los contenidos que pugnan por hacerse cons­


cientes; igualmente, la aceptación que tienen para nuestros
mentores, directores de tesis y medio académico las proposicio­
nes que se nos pueden ocurrir, así como la cantidad y calidad
de cosas que fuimos proveyendo al inconsciente para que antes
almacenara y que ahora combina. Si a mí se me hubiera ocurri­
do que dos electrones con el mismo sp in no pueden estar en la
misma órbita, el asunto no habría pasado de chiste; en cambio
Wolfgang Pauli estaba preparado para sacarle jugo a esta ocu­
rrencia. Si a santa Teresa se le hubieran ocurrido las ideas de
Freud sobre la sexualidad, sus contemporáneos la habrían cen­
surado. Más aún, ella misma habría censurado a su travieso
inconsciente; de lo contrario, su confesor la hubiera censurado
a ella.
Hay otras teorías, un tanto pasadas de moda o refutadas
en parte, que no obstante han influido y ayudado a bosquejar
conjeturas actuales acerca de los funcionamientos de la psiquis,
y que pueden arrojar luz sobre la creación científica. Una de
ellas es la psicología de la Gestalt, formulada hacia 1912 en
Francfort del Main por Max Wertheimer; a los científicos esta
teoría les resultó sospechosa y hasta despreciable, pues nada
menos a ellos, "profesionales de la razón", les propuso que acep­
taran desigualdades escandalosas, subjetividades, ilusiones,
emociones, principios de autoridad y otros tabúes. Veamos al­
gunas de sus ideas centrales, porque, pasadas de moda o refu­
tadas, nos ilustran acerca del esfuerzo por llegar a entender
cómo se piensa y se crea.
Una de sus afirmaciones básicas y que de entrada nos
puede resultar repelente, es que el todo no es igual a la suma
de las partes. Las propiedades del todo, afirman, pueden no
tener nada que ver con las de sus componentes individuales.
Daremos tres ejemplos: el sodio es un metal altamente corrosi­
v o y el cloro un gas sumamente venenoso; sin embargo, el
cloruro de sodio, resultante de la combinación de ambos, tiene
propiedades completamente distintas, pues no es ni corrosivo
ni tóxico, y sólo tiene gusto a salado. Análogamente, una melo­
día tiene formas, y una sociedad tiene patrones de conducta,
que no podríamos prever analizando las notas una a una, o a
las personas de manera aislada. Por último, si nos muestran
una cantidad de fotos ligeramente diferentes, en las que una
82 CÓM O SE C RE A Y SE IN V ESTIG A

m ism a, persona, a p a re c e co n la p ie r n a u n ta n to d e s p la z a d a
respecto a las fotos anteriores, con la boca un poco más abierta,
o con un m echón de cabellos levem ente caído sobre la frente; si
en algu nas de ellas se vu elven a repetir ciertas configu raciones
(en muchas de las fotos las piernas están en una posición sem e­
ja n te, en va ria s el m ech ó n de ca b ellos a p a rece co rrecta m en te
peinado); más aún, si en otras fotos aparece una segunda o una
terc era person a , a la qu e ta m b ién le a d vertim o s ligero s c a m ­
bios de foto a foto y si, finalm ente, se ordenan las im ágenes en
cierta secuencia, siguiendo cierto patrón, proyectándolas sobre
u n a pantalla, vería m os u n a p elícu la de am or, u n a de m isterio,
o u n a de aventuras. Ju stam en te, Gesta.lt, en alem án, significa
"form a", "con figu ración ", "patrón", y se refiere a las p ro p ie d a ­
des qu e advertim os en el tod o (el cloru ro de sodio, la m elodía,
la sociedad, la p elícu la cin em atográfica), pero que no h u b iéra ­
mos podido predecir m ediante el análisis de las partes aisladas.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la creación científica?
Puede ser que nada, pero no obstante conviene revisar algunos
a spectos de la p sicolo gía de la Gestalt. P or ejem plo, la G estalt
postula un principio, el de P ra g n a n z, en virtu d del cual, cuando
los estím ulos son am bigu os, la percepción los m ejora (los sim ­
plifica, los regulariza, los hace sim étricos). Esto produce efectos
ta n o b v io s co m o im a g in a r el c u e rp o e n te ro d e u n a p e r s o n a
m etid a en u n a cam a, pero de la que sólo vem os la cabeza y los
h om b ro s; o b ien de ve r el fra g m en to de un o b jeto tirado en el
p is o , ta p a d o p a r c ia lm e n te co n u n a a lfo m b ra , y c o m p le ta r lo
m e n ta lm e n te im a g in a n d o q u e e s u n c írc u lo o u n c u a d ra d o .
T am b ién n os h ace ver trián gu los o esferas en objetos irregu la r­
m e n te tria n g u la res o esfero id es; igu a lm e n te, e n te n d e r q u e si
u n a m ig o n o s e n v ía u n te le g r a m a cu yo te x to d ice "fe iz cu m -
leañ", nos d es ea un feliz cu m p lea ñ os, p o rq u e n u estro aparato
p síq u ico sabe cóm o u sar la red u n d a n cia del m en sa je p a ra co ­
rregirlo. Es p rob a b le qu e el p rin cip io de P ra gn a n z opere en la
ca b eza de un cien tífico que, a partir de cuatro o cinco observa­
c io n e s d e s p e rd ig a d a s , d e te c ta u n m e c a n is m o co m p le to o u n
patrón de la n atu raleza. M u ch as veces, los esp ecia lista s de un
te m a sienten qu e tres o cu atro datos y a co n ocid os tien en que
estar relacionados, pero no saben cómo. De pronto, alguien ha­
ce una observación, introduce un dato más y, ahora sí, los indi­
cios encajan de golpe en un patrón, form a, configuración o mo-
C Ó M O SE C RE A Y SE IN V E STIG A 83

délo que explica todo; m odelo ante el cual cada m iem bro de la
com u n idad reconoce, "¡Pero claro... cóm o no se m e ocurrió!", y
au tom áticam en te en tiend e relacion es obvias, que h asta ahora
se le habían escapado.
El lecto r h a b rá o b serva d o que, p a ra co m p e n s a r fa len cia s
d e s c rip tiv a s , en este tex to h e m o s re c u rrid o m u c h a s v e c e s a
ejem plos y a meras analogías. En algunos círculos científicos, el
uso de la analogía es m irado con cierto desprecio, com o chaba­
ca n ería de la peor esp ecie (el aparato de G olgi p a rece u n a pila
de bolsas de gom a desinfladas; los leucocitos van por el organis­
m o e x ig ie n d o a c a d a c é lu la su d o c u m e n to de id e n tid a d ; la s
raíces de las plan tas odian la luz). En cam bio los gestaltistas le
atribu yen u n a im p ortan cia crucial, pues, según ellos, el hecho
de que uno en tien d a el m ecanism o que su byace en u n a analo­
gía, aunque sea im perfectam ente, hace que el aparato psíquico
"sim p lifiqu e" o "m ejore" la explicación, elim in e detalles super-
flu os y genere un m odelo que rige tanto p a ra la an alogía com o
p a r a e l c a s o re a l; lo a n t e r io r le p e r m ite e n te n d e r s is te m a s
diversos, más com plejos, pero a los que se aplica -aproxim ada-
m ente- el m ism o principio que en la analogía.
O tra ten d en cia del aparato psíqu ico sobre la cual han tra ­
bajado los gestaltistas, es la actitud que tiene la gente de tratar
de b u sca r cau sas com u n es, p rin cip ios m ás p rofu n d o s y m ás
abarcadores. U na vez que estudió la conservación del agua cor­
p o ra l en siete e s p e c ie s de a ves, el in v e s tig a d o r se sa le d e la
va in a por p red ecir qué en co n tra rá en un octavo; tam bién , por
com parar los m ecan ism os que halló en las aves con los de los
peces, los saurios, los m am íferos, etcétera. A p artir de en ton ­
ces, rep a ra rá en la en orm e sem eja n za qu e existe en tre las d i­
versas form as de conservar hidratado el organismo. Acto segui­
do p od rá distin gu ir entre los m ecan ism os fu n dam en tales, que
son com unes, y los detalles que los diferencian. Con el tiem po,
quizá llegue a proponer un principio de la fisiología renal.
D ich o sea de paso, en el siglo xiv, D u ran d de S ain t-Pou r-
gain (filósofo) y N icole d'O resm e (físico) com enzaron a recom en­
dar que tod a su posición su perflu a fu era exclu ida de los m o d e­
los explicativos. Su estra teg ia co n sistía en ser p a rsim o n io so s
(en la tín q u ie re d e c ir "fru g a l") y e c o n ó m ic o s , en re d u c ir la s
suposiciones a un m ínimo y las descripciones a sus característi­
cas fu n dam en tales. C u an do un cien tífico a firm a algo sobre la
84 CÓ M O SE C REA Y SE IN V ESTIG A

regulación de la presión arterial— en el perro y lo enuncia men­


cionando solamente "perro", se supone que vale para perros
negros y blancos, lanudos y de pelo corto, machos y hembras,
ovejeros y salchichas.
Por la misma época, William o f Ockham era un monje fran­
ciscano y, como tal, pensaba que un sacerdote de Cristo debe
vivir pobre y frugalmente. Enterado del boato y la lujuria con
que vivía el Papa en Avignon, donde entre otras cosas man­
tenía un ejército y recibía dinero de los prostíbulos, decidió via­
jar para convencerlo de que viviera frugal y humildemente. Así
le fue: tuvo que salvar su pellejo escapando a Munich, donde
reinaba Ludwig IV, que había sido excomulgado poco antes.
Tres papas (Juan XXII, Benedicto X II y Clemente V I) trataron
de echarle el guante y, como no lo consiguieron, lo excomulga­
ron. Hay quien dice que su posición de frugalidad y condena de
la lujuria papal dejó en esas regiones un caldo de cultivo ade­
cuado para el surgimiento de Lutero más de un siglo después.
Ockham se salvó de la pira, pero murió en 1349 durante la epi­
demia de peste negra que asoló a Europa. Pero mucho antes de
su muerte, el joven William o f Ockham, que había sido entre­
nado como lógico, incorporó las ideas de Durand de Saint-Pour-
cain y Nicole d'Oresme. Obsesionado con la frugalidad de su
orden religiosa (los franciscanos) y la eliminación de superflui­
dades, también observó que la ciencia se ocupa de las cosas sin­
gulares (mide las cosas a razón de una por vez); pero luego,
para generalizar, debe eliminar las diferencias, suprimir lo que
es meramente circunstancial de cada una de las cosas singu­
lares y quedarse con las universales, siempre y cuando éstas
tengan un anclaje en la realidad. N o sorprende entonces que
un hombre así quedara tan maravillado con la Ley de Parsimo­
nia y se haya transformado en un propalador tan fanático del
rasurado de detalles, que sus paisanos británicos llamaron a su
estrategia "Ockham's Razor" (la Navaja de 0ccam).8
Sin embargo, fue el físico y filósofo austríaco Emest Mach
quien, sólo a fines del siglo pasado, impulsó el criterio de que la
ciencia debe formular conceptualmente los hechos de la natu­
raleza de la manera más simple y económica que le sea posible.
Dicho de otro modo: de dos modelos que expliquen un mismo

^ E n tia n on su n t m ultiplica nd a p rá e te r necessitatem .


C Ó M O SE C R E A Y SE IN V ESTIG A 85

fenómeno, se debe escoger el más sencillo. Es oportuno recalcar


que la mera sencillez, por ejemplo el número de suposiciones,
no hace que un modelo sea superior a otro; un modelo con cua­
tro suposiciones sensatas no es inferior a otro basado en dos
estupideces.
Pues bien, los gestaltistas afirman que esa actitud rasura-
dora y parsimoniosa que tienen los filósofos desde el siglo xiv,
es una propiedad intrínseca de la mente. El aparato psíquico es
un podador natural de detalles, reparador de defectos, compen­
sador de faltas, redondeador de modelos. Los investigadores
suelen acabar sus conferencias citando la frase de Henry David
Thoreau: "Esta es una larga historia, que no debería ser larga,
pero que va a llevar mucho tiempo hacerla corta." Es decir, ya
tienen todo casi resuelto, pero va a requerir mucho esfuerzo y
años de trabajo "rasurar" los detalles, rellenar con información
los espacios aún vacíos, así como depurar los principios y
mecanismos fundamentales. Aquí podríamos decir lo mismo a
propósito de nuestros rodeos acerca de la creación científica:
debemos hablar tanto porque no sabemos por qué y cómo hace
nuestro aparato psíquico para generar ideas, establecer rela­
ciones entre fenómenos aparentemente disímiles, asociar con­
ceptos, hallar explicaciones más abarcadoras.
Los gestaltistas también invocan el aborrecido principio de
autoridad. No es que ellos lo estimen: han comprobado que no
deja de tener peso aun entre los científicos. Así, si a dos grupos
idénticos de estudiantes de física les presentamos una frase un
tanto difícil de creer, y a un grupo le decimos que la pronunció
Einstein y al otro que lo hizo Hitler, habrá más escépticos entre
estos últimos.
El ser humano tiene una mente ordenadora: agrupa los
triángulos con los triángulos y los distingue de los rombos;
agrupa los triángulos con los rombos y los círculos, y los distin­
gue de los cuerpos; los perros con los leones y los distingue de
las lagartijas y los tiburones; las gordas con las flacas y las
distingue de los rengos y los calvos. Pero también puede cam­
biar de principio agrupador: separar gordas y rengos japone­
ses, de las flacas y calvos yugoslavos. También asocia los días
nublados con las lluvias, las calaveras con la muerte, las copas
dibujadas sobre una' encomienda con lo frágil, y en la puerta
de cualquier baño relaciona a los abanicos con las mujeres y a
86 CÓMO SE CREA YSE INVESTIGA
las pipas con los varones. No siempre resulta obvio por qué la
mente prefiere determinados criterios para asociar elementos;
pero el inconsciente lo sabe, pues, a la postre, esas asociacio­
nes se explican por relaciones de causalidad. Un ejemplo cono­
cido entre los científicos es Linneo; sus criterios para siste
matizar plantas y animales, un siglo más tarde, resultaron
compatibles con un profundísimo mecanismo explicativo: la
evolución. Por lo general, sin embargo, despierta sospechas la
adopción de ordenamientos para objetos, procesos, resultados,
antes de tener explicaciones. De todos modos ocurre: es como
si nuestro inconsciente, más sabio que "nosotros", condescen­
diera a darnos una pequeña ayudita: "Pon esta observación
con aquella, agrupa este organismo con tal otro, sepáralos de
los de más allá, por ahora ignora a estos otros, adopta esta sis­
tematización, y algún día caerás en la cuenta del porqué." Pa­
ra referirse a este pasaje de las conjeturas y corazonadas in­
justificables a la conclusión clara y final, el escritor Antonio
Porchia confesaba: "Una cosa, hasta no ser toda, es ruido, y
toda es silencio."
Ninguna cadena es más fuerte que el más débil de sus es­
labones" reza el refrán; consecuentemente, las flaquezas del
hilo deductivo suelen aflojar la trama conceptual más elabora­
da. Ricardo Alemany, mi querido profesor de fisicoquímica,
confesaba que cuando en el curso de una conferencia escuchaba
decir al expositor "evidentemente", "indudablemente" u "obvia­
mente" entraba en pánico, pues los tomaba como verdaderos
abracadabras con los que los científicos sacan de su galera un
pegamento subjetivo para unir dos segmentos aislados de razo­
namiento. Hasta el pensador más severo y parsimonioso suele
empalmar los tramos de rigurosa deducción con trechos de res­
baladizo subjetivismo. Se cuenta que Max Planck, padre de la
mecánica cuántica, era tan preciso, cabal y disciplinado en sus
clases, que luego sus conclusiones resultaban incontrovertibles.
Pero cierta vez, al derivar una ecuación se escuchó decir a sí
mismo "...obviamente...", y se detuvo como si de pronto se
hubiera esfumado su seguridad en la "obviedad" que acababa
de aludir; frunció el ceño, meditó un momento y marchó a su
gabinete, en el que estuvo no menos de media hora analizando
fórmulas matemáticas y condiciones de contorno. Por fin re­
gresó al aula, encaró el pizarrón y ahora, con toda firmeza,
CÓMO SE CREA Y SE INVESTIGA 87
declaró "obviamente"... ¡y continuó la derivación con imper­
turbable frescura!
En realidad, no sabemos cómo hacemos para tamizar el
caos; pero, sea como fuere, es de una escandalosa exageración
suponer que el procedimiento es lineal, y negar que resulta de
múltiples caminos paralelos. Hemos perfeccionado una pode­
rosa lógica del sentido, pero no me extrañaría que alguna vez
se llegue a desarrollar una lógica de la restricción y el olvido.
Los investigadores usan caminos paralelos. Hacen de Abo­
gados del Diablo: salen de su línea de razonamiento para ob­
servarla momentáneamente desde afuera y tratar de destruir­
la. Son capaces de bromear, de fantasear, de distorsionar, de
escuchar a quienes entienden, y también a quienes dicen
estupideces sobre sus estudios.
Edward De Bono (New think. Use o f lateral thinking in the
generation o f new ideas) aconseja usar también el factor suerte,
que consiste en analizar los sucesos fortuitos que, a pesar de no
haber sido planeados, dieron un resultado positivo. Cita a
Hertz y las ondas inalámbricas, a Roentgen y los rayos X, a
Daguerre y sus impresiones con sales de plata, así como a va­
rios otros sabios que prestaron atención a las anomalías fortui­
tas, "sin sentido", que habían observado. Análogamente, mu­
chos sabios trataron de entender los así llamados "caprichos de
la naturaleza", sospechando que de ningún modo son "capri­
chos" sino que tienen un sentido y una función: las manchas
psicodélicas de las alas de la mariposa, las convoluciones de los
túbulos renales, las danzas nupciales de los peces.
Es difícil dar recetas para aprovechar el pensamiento pa­
ralelo, pero en cambio es fácil advertir que el uso del pensa­
miento lineal está reforzado por: a] la linealidad del discurso
científico con el que se justifica y sistematiza lo ya encontrado,
pero que no es de ninguna manera el camino metonímico y
metafórico con que el inconsciente selecciona lo que le va a
ofrecer a la conciencia como novedad; b] la obligación de pre­
sentar proyectos en los que debemos prometer que recorrere­
mos una línea fija, recta, incontrovertible; c] la insistencia en
hacer investigación "aplicada", o sea, unir mediante una línea
recta los conocimientos que ya se tienen con algo utilitario ubi­
cado en un futuro ilusorio. Es obvio decirlo pero estos "refuer­
zos" ignoran que la mayoría de los adelantos reales se lograron
88 CÓ M O SE C RE A Y SE IN V E STIG A

por caminos laterales, gracias a innovaciones hechas por gente


que caminó en zigzag; que momentáneamente se alejó del norte
que le señalaba la brújula de la lógica; que no trepó de manera
obcecada el palo verticalmente interpuesto en su sendero, como
dicen que lo hacen las hormigas.
Pero supongamos que tras medir una variable a diez ratas
inyectadas con cierta sustancia, el investigador se convence de
la existencia de cierto mecanismo novedoso en esas ratas, y que
ha generado una hipótesis que la explica satisfactoriamente.
¿Con qué derecho se lanzará a hacer afirmaciones sobre todas
las ratas habidas y por haber? ¿Cómo lleva el significado de lo
aprendido en unas pocas ratas al universo de todas las ratas?
Si un conjunto de gallinas ve que cada vez que se acerca
una persona con una bolsa les arroja alimento, cuando yo me
acerque con una bolsa acudirán expectantes. Las gallinas supo­
nen que el mundo es homogéneo, y que las conclusiones que
sacan de un conjunto de observaciones (las veces que les han
llevado granos en una bolsa) se pueden extrapolar a todas las
veces que alguien se acerque con un saco (aunque, a decir ver­
dad, Pavlov en este caso hubiera preferido hablar de reflejos
condicionados). A l igual que las gallinas, los científicos suponen
que la realidad tiene propiedades universales y que sus conclu­
siones sobre un átomo de hidrógeno aquí en la Tierra, también
valen para un átomo de hidrógeno cuya señal les llega hoy,
aunque existió en una estrella que en el pasado remoto estaba
situada a una distancia de mil años-luz y en la posición en que
actualmente la detectamos. Esta propiedad de la realidad
parece perogrullesca, pero si no adoptáramos el dogma de que
la realidad es homogénea, después de bajarle la glucemia a
diez ratas inyectándoles insulina, no podríamos generalizar
nuestra conclusión, y llevarla (inferencia) al seno de todas las
ratas,habidas y por haber. Esa propiedad aparentemente tan
trivial le permite a la ciencia enunciar leyes de la naturaleza.
¿Qué es entonces la inferencia?
La palabra inferencia, del grupo de transferir, diferir, con­
ferir, deriva del latín ferre, llevar, y quiere decir, literalmente,
"llevar dentro de". En el caso de la inferencia, se lleva significa­
do: en virtud de la homogeneidad de la realidad, se acepta que
el conocimiento adquirido en unás pocas ratas se transfiera, sin
perder validez, a todas las ratas del mundo.
C Ó M O SE C R E A Y SE IN V ESTIG A 89

Inferir no es la única dirección en que podemos transportar


significado ni el único modo de llevarlo. Cuando no sólo lo lle­
vamos, sino que nosotros mismos dirigimos el transporte, más
que llevarlo lo estamos conduciendo. De modo que cuando ge­
neralizamos nuestras conclusiones, y las lideramos hacia el
interior del universo de todas las ratas, decimos que estamos
in-duciendo el conocimiento ganado. Pero más tarde, cuando al­
guien vea que a una rata le inyectan insulina, podrá de-ducir
(conducir de lo general a lo particular) que la glucemia de esta
rata disminuirá.
Inducir y deducir son dos transferencias de significado que
se deben hacer con muchísimo cuidado. Los matemáticos de­
ducen con toda seguridad, pues ellos mismos ponen las condi­
ciones (premisas) antes de hacerlo; pero en otros campos no
resulta tan fácil, y hay gente muy remisa a inducir o deducir.
Así, a un viajero cuyo tren pasaba cerca de una manada de ove­
jas, alguien le señaló: "esas ovejas están recién esquiladas"; a lo
cual respondió: "bueno... de este lado". Los árbitros de los
manuscritos que enviamos para su publicación, se suelen com­
portar como dicho viajero.
Bertrand Russell (Del hombre contemporáneo) sostiene
que, justamente, el conflicto entre Galileo y la Inquisición fue
un conflicto entre el espíritu de inducción y el espíritu de de­
ducción; pues, los que creen en la deducción como método de
obtener conocimiento están obligados a encontrar sus premi­
sas en alguna parte que les resulte segura, generalmente en un
libro sagrado (el Corán, las enseñanzas de Confucio, los es­
critos del camarada Stalin). Por ejemplo, Descartes aceptaba
que el universo tiene una estructura racional garantizada por
el Creador quien, según este filósofo, "no podía traicionar" (D.
Garber, Descartes'metaphysicalphysics). Cuando alguien duda
de estas premisas quiebra la cadena de razonamientos, pues
pone en tela de juicio la autoridad de los libros sagrados... y así
le va. En cambio Galileo, al introducir la experimentación, que­
ría inducir; buscaba extrapolar lo que aprendía con unas cuan­
tas bolas que rodaban plano abajo, al universo de todos los
cuernos que caen.
El método inductivo no es tan simple ni tan cándido como
creían nuestros viejos maestros, pues consta de una miríada de
factores que ni siquiera se pueden justificar sobre bases estríe-
90
CÓMO SE CREA Y SE INVESTIGA

ta m en te lógicas. Así, el epistem ólogo M a n F. C h alm ers (W hat


is th is th in g called Science?) hace notar que si bien estamos dis­
p u estos a afirm ar con sólo dos observaciones (H iro sh im a y Na-
gasaki) qUe jas bom bas atóm icas causan destrucción y muerte,
no atribu iríam os poderes de adivinación a alguien que h u biera
h ech o dos p red iccio n es co rrecta s. Pero, ¿te a n im a ría s a d es­
deñ ar lo su cedido cu an d o cayeron las bom bas sobre esas dos
ciudades, como mera casualidad? Para sacar conclusiones acer­
ca del efecto de las bom bas atóm icas sobre las personas, ¿espe­
rarías a tener un núm ero m ayor de observacion es? No siem pre
se arreglan las cosas con un núm ero m a yor de observacion es;
p or ejem plo, p or m ás qu e h aya m os con statado qu e el Sol sale
todos los días, no podríam os asegurar que ha de seguir saliendo
p o r siem p re ja m á s (la evo lu ció n d el S istem a P la n etario S ola r
p re d ic e q u e a lgú n d ía h a de a ca b a r), n i n u e s tra o b serva ció n
sería vá lid a para la gente del casqu ete Á rtico o del Antártico.
El m étodo inductivo es, con todo, la herram ienta central de
nu estro trabajo cien tífico, del M étodo C ientífico, p o rq u e m ed i­
m os u nas pocas células, u nos cu antos átom os y sacam os con ­
clu sio n e s a cerca de tod as las célu la s y tod os los átom os. Sin
em bargo, se h a h ablado tanto de esta h erram ienta, que el lego
cree que, seriam en te, h ay un m étodo cu ya aplicación crea co­
nocim ientos. Pero p a ra crear conocim ientos no basta h acer ex­
p e r im e n to s : y o p o d r ía p a s a r m e e l d ía e n te ro r e p itie n d o lo s
exp erim en tos de B ernoulli, de Plan ck y de P a la d e sin e n c o n ­
tra r n a d a n u e vo ; o d is e ñ a r e x p e r im e n to s v á lid o s , q u e n a d ie
ja m á s h a hecho, y tam poco observar n ad a n uevo. No contam os
con ningún m étodo o sistem a de reglas para descu brir cosas ni
g e n e ra r m od elos exp lica tivo s (véase R. P érez T a m a y o, ¿Existe
el m étod o científico?). El m é to d o cien tífico só lo se re fie re a la
in stan cia de a ceptación del con ocim ien to que algu ien generó,
para incluirlo en el cuerpo del conocim iento científico: gracias a
él, nuestros colegas creen en lo que publicamos. Pero: "No sabe­
m os qu é su ced e en la m en te d el cien tífico cu a n d o en cu en tra
una pista, cuando produce una idea, una nueva representación
de la realidad" (C in n a Lom nitz, Sobre la cre a ció n científica). E l
viejo cuadro de la ciencia com o una am algam a de hechos fríos y
ló gica seca p a só de m oda. La fo rm u la ció n de leyes n atu ra les
co m ien za co m o u n a h a za ñ a de la im a g in a ció n , y el elem en to
p u ra m e n te ló g ico en el d e s c u b rim ie n to cien tífico es re la tiva -
C Ó M O SE C REA Y SE IN VESTIG A 91

m ente pequeño (P eter B ria n M ed aw a r, The art o fth e soluble).


Q u e d a cla ro e n to n c e s q u e, u n a c o s a es d es cu b rir, y o tra
m u y distin ta probarle a los dem ás lo que se h a descubierto. En
la prim era instancia, la creación actúa en buena parte el incons­
ciente; la segu n da no es in con sciente, pu es consiste en el con ­
ju n to de pru eb a s y requ isitos qu e la filo so fía n os im p on e p a ra
que nuestro aporte ingrese a un sistem a más am plio de conoci­
mientos: L a ciencia. Por eso, el filósofo H ans Reichenbach (The
ris e o f s c ie n t if ic p h ilo s o p h y ) p ro p u s o s e p a ra r el c o n te x to del
descu brim ien to del contexto de ju stifica ció n , y lu ego (1934) su
colega K arl P o p p er (T h e log ic o f d iscovery ) asignó el estudio de
las cu estio n e s re la c io n a d a s con el d es cu b rim ien to a la p s ic o ­
logía em pírica, y el estudio de las ju stificaciones a la filosofía de
la c ien cia . No fa lta rá n q u ie n e s lle v e n la s c o s a s al e x tre m o y
c re a n q u e, m ie n tra s lo s in v e s tig a d o re s tie n e n q u e se r o r ig i­
n ales, la c ie n c ia en sí p re s c in d e de la o rig in a lid a d (A n d ré M.
B enn ett, S c ie n c e : th e a n tith e s is o f cre a tiw ty ). D e h ech o, los
psicólogos, sobre todo los proven ien tes de la filosofía, tratan de
dem ostrar que sus antiguos m aestros son algo así com o ad u a ­
n e ro s de la c ien cia , o m ie m b r o s d e u n c o m ité le g is la tiv o q u e
establece los requisitos para que los hallazgos sean aceptados y
puedan ingresar al cuerpo del conocim iento, pero que la verdad
(s u p o n ie n d o q u e h a y a u n a ) n o e s tá co m o q u e ría H u m e en la
n a tu ra le z a , n i la tie n e D io s en su c a ja fu erte ; m á s b ien , e s a
verdad se trata de otra cosa, quizá de un significado que le atri­
bu im os a la naturaleza, al m u ndo en general, y que está en n o ­
sotros, tal v e z en el corazón ("concordar" sign ifica p oner en sin ­
ton ía corazones), en la cabeza, com o su gería Pascal, o en algu ­
nas otras zonas, como proponía Freud.
Con todo, ésos son m o d elo s de la cien cia qu e pu ed e h acer
un so lo in d ivid u o . Pero la c ien cia es h ech a p o r tod a la c o m u ­
nidad. Si uno propon e u n a idea dem asiado avanzada, dem asia­
do in só lita o d em a sia d o a leja d a de las fro n tera s q u e se están
exp lo ra n d o en un m om en to dado, esas ideas son ign o ra d a s y
u n o p u ed e tra b a ja r tra n qu ilo, a su paso, m ed itan d o ; a u n q u e
cla ro está, con el c o n s ig u ie n te n e rv io s is m o de p e rd e r apoyo.
Pero si se tra ta de ideas o h allazgos "calientes", en cuanto apa­
rece su a rtícu lo, y a tien e u n en ja m b re de co m p etid ores... y a
veces los tien e antes, pu es no es raro que los editores se sirvan
y c o n v id en a su s c u a te s con la s n o v e d a d e s e n v ia d a s p a ra su
92
CÓ M O SE C R E A Y SE IN V ESTIG A

publicación, y que luego el artículo enviado por un investigador


creativo o afortunado, aparezca publicado a continuación del de
un competidor en el mismo número de una revista. Claro que,
"competidor" es un aspecto que sólo le interesa y duele al com­
petido. A la humanidad le tiene sin cuidado quién descubrió tal
o cual cosa.
La comunidad científica va escogiendo entonces entre di­
versas ideas, diversas fronteras, diversos métodos, diversas
preparaciones, diversos modelos explicativos; asimismo en qué
instituciones trabajar, qué colaboradores aceptar, qué aparatos
comprar, o en qué revistas publicar. Esta actividad ha dado lu­
gar a la aparición de modelos explicativos seleccionistas, en los
cuales la actividad científica central es la toma de decisiones
(véase R.N. Giere: Explaining Science).
Tal vez no sería exagerado resumir estos aspectos diciendo
que las explicaciones acerca de cómo se hace ciencia, han pasa­
do de los antiguos modelos de frío razonamiento, a los de miste­
riosa psicología y, de ahí, a los actuales de competitiva activi­
dad profesional.
7. ¿HASTA DÓNDE LLEGA EL CAMPO DEL
CONOCIMIENTO?: UN LÍMITE EN EL QUE TRABAJAN
LOS CREADORES

En cada etapa de la evolución histórica, hay un límite entre lo


que se conoce y lo que se ignora. Hubo un momento en el que la
Antártida, las bacterias, los virus y los muones, estaban más
allá de dicho límite: no se les conocía. Luego, la frontera se
expandió y fue abarcando a la Antártida y a las bacterias, pero
los virus y los muones todavía quedaban en el caos de lo igno­
rado. Hoy, el territorio de lo conocido ya comprende a virus y
muones, pero por supuesto ignoramos muchas otras cosas. El
investigador trabaja en ese límite expansible, tomando una
porción de caos, estudiándolo y transformándolo en orden.
Los datos recogidos pueden dar lugar, básicamente, a tres
situaciones:
a] Un ejemplo de la primera situación sería el estudio del
efecto de una hormona, que ha sido investigada años antes por
Fulano en el perro, por Mengano en la rata, por Zutano en el
cobayo, y por Perengano en el mono... y ahora nosotros lo estu­
diamos en el ajolote. Los resultados muestran que el efecto en
el ajolote es esencialmente el mismo, si bien con alguna va­
riante menor, y no modifican en nada el andamiaje conceptual.
Lo observado concuerda totalmente con lo que se podía haber
predicho a partir de los modelos explicativos en boga; no fue
necesaria mucha creatividad para ello, simplemente se agregó
un detalle, quizás un dato cuantitativo. Esta forma de investi­
gar se convierte en un verdadero nicho ecológico, en el que se
gana la vida una numerosa población de investigadores que
repiten el estudio en el conejo, en la comadreja, en el gato... En
círculos científicos circula el chiste de que si Newton viviera,
estaría sometido al "publica o perece" que fuerza a los científi­
cos a repetir las observaciones hasta la náusea y, seguramente,
después de sacar sus famosas conclusiones acerca de la gra­
vedad tendido plácidamente bajo un manzano, debería repetir
[931
94 ¿ H A S TA D Ó N D E LLE G A EL C AM PO D EL C O N O C IM IE N T O ?

la experiencia bajo un peral, un naranjo, una higuera...


b] Puede suceder que lo observado resulte paradójico o dis­
crepe con lo que perm itía predecir el m odelo explicativo com ún­
m en te a cep ta d o , y lo destru ya . U n ejem p lo cla ro y fa m o so de
ello sería el ex p erim en to de M ich elson y M o rley (1881), con el
cual se llegó a la conclusión de que, si se mide la velocidad de la
lu z a cercá n d o se o a lejá n d o se de la fu en te, ésta re su lta c o n s ­
tante; hecho que contradice los m odelos de la física de aquellos
años. Es en este m om ento cuando resulta necesario crear n ue­
vas h ipótesis que expliqu en no sólo lo que y a explicaba el viejo
modelo, sino tam bién la observación reciente.
c] La situación interm edia, y más frecuente, ocurre cuando
la inform ación recién obtenida, si bien no rom pe la visión de las
cosas, la enriquece; perm ite vislu m brar nuevos alcances o exhi­
be m ás detalles, y h ace que el m odelo explicativo ten ga m ayor
eficacia: el páncreas, adem ás de segregar insulina, que descien­
de el nivel de glu cosa en la sangre, tiene por lo m enos otra h or­
mona, el glucagón, que provoca ju stam en te lo contrario. En es­
te o rd en d e ra z o n a m ie n to , fu e n e c e s a rio q u e el in v e s tig a d o r
tu viera c rea tiv id a d p a ra ge n e ra r un m e jo r m o d elo de la fis io ­
logía p an creática, qu e ex p lica ra p o r qué, cóm o y cu á n d o este
órgano segrega una u otra hormona.
El p oeta A lessa n d ro M a n zon i decía: "La ra zón y la sin ra ­
zón no pu ed en sep ara rse n u n ca con un corte tan lim pio, qu e
c a d a p a rte no co n ten ga n ad a de la otra." El lím ite en tre el or­
den y el caos jam ás es neto, sino más bien una franja de territo­
rio en la q u e tra b a ja n lo s in v e s tig a d o r e s d el m o m e n to : va n
entendiendo. Tam poco orden y caos son regiones del todo cono­
cid a s o a b so lu ta m en te d es con o cid a s. S iem p re se tien e cierta
idea, suposición, conjetura o, al m enos, una corazonada acerca
de las p o sib les solu cion es, au n qu e por el m om en to estén m u y
verdes com o p ara plasm arse en hipótesis; de lo contrario, sería
im p o s ib le h acer un proyecto p a ra b u sca r la verdad. C o rrela ti­
va m e n te, h a y to d a u n a h u e ste de p erso n a jes q u e c o n s ta n te ­
m en te "vu elven h a cia atrás" p a ra re-exp lica r lo conocido, p a ra
conocerlo mejor. Los prim eros son los investigadores del m ism o
cam po, que confirm an o reinterpretan cosas y a sabidas a la luz
de los nuevos hallazgos; otros son los epistem ólogos que tratan
de en tender las operacion es lógicas y los descu brim ien tos que
p o s ib ilit a r o n e l lo g r o a c tu a l; fin a lm e n te , lo s h is to r ia d o r e s ,
¿H A S TA D Ó N D E LLE G A EL C AM PO DEL C O N O C IM IE N T O ? 9 5

trazan el cam ino de u na idea desde sus pródrom os: "Ya a prin­
cipio de siglo, Fu lan o...", "los árabes opin aban ...", "los griegos
suponían que..."
T a m p oco el con ocim ien to es com o u n a sólida isla a ca n tila ­
da rodeada por un m ar de caos, sino com o una m arism a plaga­
da de charcos y regiones internas, en las que quedaron grum os
de caos por estudiar. De m odo que u nos in vestigadores tra b a ­
ja n en las playas costeras de la isla y otros en los bordes de los
charcos.
Pero ése es un esqu em a por dem ás sim plista. F reu d man­
te n ía q u e la h is to r ia c o n s is te en ig n o r a r c ie r to s h e c h o s d el
pasado, escoger otros y finalm ente deform arlos para que sirvan
al presente; ese servicio consiste en darle sentido a lo que h ace­
m os ahora... o a lo qu e estam os p or h acer. J a cq u es Lacan ib a
m ás allá; sosten ía que los h istoriad ores usan el anteayer p ara
ju stifica r, "predecir", el a yer (no el m añ an a). P o d ría a grega rse
que, si bien el científico usa el pasado para explicar el presente
(ca u sa s antes, efectos d esp u és), en el m o m en to de in vestiga r
usa preponderantem ente el fu tu ro para determ inar el presente;
es decir, q u é h ip ótesis q u iere lleg a r a d em ostra r, p a ra sa b e r
qué debe hacer ahora para lograrlo.
Cuando encontram os concordancia entre dos fen óm en os o
dos va ria b les sosp ech a m o s qu e h a y u n a in terrelación (qu e la
tiroid es tien e qu e ver con el m etabolism o, qu e la tem p era tu ra
en un hoyo en la tierra guarda cierta proporción con su profun­
didad, que la cantidad de carbono catorce que contiene un hue­
so es en función de su edad paleontológica), y eso es alentador
porqu e p o d ría ser que estem os por en contrar un nuevo m eca ­
n ism o de la realidad; que, tal vez, estem os a un paso de hacer
u n a sistem atización sim plificadora. A veces (la m ayoría) se sa ­
le a buscar una relación con un m odelo explicativo previo, otras
(las m enos) se en cu en tra sin bu scar; pero eso no qu iere decir
nue encontrar correlaciones sea hacer ciencia.

M ás has dich o, S an ch o, de lo qu e sa b en -dijo D on Q u i­


jo te - que h ay algunos que se cansan en saber y averiguar
cosas que, después de sabidas y averiguadas, no im portan
un ardite al entendim iento ni a la memoria.

Incluso cuando la gente no atina a ver el sentido entre dos


96 ¿H A S TA D Ó N D E LLEG A EL C AM PO D E L C O N O C IM IE N T O ?

cosas que estamos relacionando, nos pregunta irónicamente:


"Pero... ¿qué tiene que ver la velocidad con el tocino?"
Sin embargo la mayoría de los investigadores aún llevan
dentro al hominídeo que se asusta ante lo desconocido y no
puede tolerar la ambigüedad. Son muchos los científicos que
ante un dato estrafalario lo desechan con un "no puede ser". Si
medimos la concentración de hemoglobina en la sangre de un
grupo humano que hasta el momento no había sido investiga­
do, obtendremos datos que complementarán nuestra informa­
ción: algunos microgramos más o menos por centímetro cúbico,
y eso es todo. Pero, supongamos que por el contrario, la medida
da cero: esa gente no tiene hemoglobina en su sangre. Esto con­
tradice todo lo que se sabe y se supone acerca de la estructura y
función de la sangre en los seres humanos. Por lo tanto, la ma­
yoría de los investigadores desechará el resultado. Dará por
sentado que algo anduvo mal en las medidas, las repetirá y, si
vuelven a dar cero, supondrá que por alguna razón difícil de
detectar, se ha arribado a un resultado sin sentido.
El caso que acabamos de plantear es por demás remoto. Lo
importante, para el tema que nos ocupa, es que de encontrarse
un grupo étnico sin hemoglobina en su sangre, se desencade­
naría una revolución descomunal que cambiaría nuestros es­
quemas sobre la fisiología animal, sobre la antropología y sobre
la evolución. Insistimos: más que remoto, este caso es ridículo,
impensable. Pero, justamente, sólo los genios 9 se atreven a
pensar serenamente ante la ridiculez.
Resulta tan curioso que un investigador, que vive anhe­

9
A propósito de los genios de la ciencia: nunca he conocido personalmente
a ninguno que se adapte a las descripciones populares. Generalmente se consi­
dera genial a quienes han hecho un avance mucho más grande que el promedio
de los sabios, o que han combinado conceptos hasta entonces no relacionados, o
autodidactas que han llegado a un grado de profundidad inusitado. Tal es el ca­
so de Srinivasa Ramanujan, el matemático hindú nacido hace más de u n siglo,
de quien nadie se explica cómo pudo concebir sus teoremas ni su pasmosa capa­
cidad de cálculo. En las oportunidades que tuve de conversar con colegas reco­
nocidamente geniales, me encontré en cambio con personas brillantes, pero que
explicaban sus logros con la sencilla candidez con la que hablarían de su tía del
campo, o de cómo se cocina un pastel. Puede ser entonces que la genialidad sea
algo tan especial y grandioso, que hagaj falta un a perspectiva de muchos años
para apreciarlo. A su vez, los escritores franceses Edmond y Jules de Goncourt
que solían opinar a dúo, decían que el genio es el ingenio de un hombre muerto.
¿H A S T A D Ó N D E L L E G A E L C A M PO D E L C O N O C IM IE N TO ? 97

lando toparse con un "descubrimiento", se asuste e inhiba


cuando lo encuentra, que he llegado a sospechar que esta
cobardía puede tener resabios místicos. Después de todo, tene­
mos un par de siglos de científicos, pero varios milenios de reli­
giosos. El Dios de la Biblia aconseja:

Teme, hijo mío a Yaveh y al rey,


no te relaciones con innovadores (Pr 24:21).

A veces me he puesto a pensar en las escenas de terror de


las películas. Si el villano amenaza con un revólver a la heroí­
na, entendemos que ésta corre peligro, pero no cunde el pavor.
Si en cambio la cámara enfoca súbitamente una puerta cerrada
o que se abre lentamente, o una mata de pasto, o una mano, al
tiempo que se oye una estridente caída orquestal, o por el con­
trario se interrumpe el sonido bruscamente, sabemos que se
nos está señalando algo muy significativo; no obstante igno­
ramos qué es lo que significa, qué es lo que debemos entender.
No sabemos qué hay detrás de esa puerta, qué tiene de particu­
lar esa mata. ¿Es una mata?, ¿de quién es esa mano?, ¿qué tie­
ne que ver con el argumento, como para que de pronto se le
conceda tanta relevancia visual y sonora; para que se inte­
rrumpa todo lo demás? El director ha logrado espeluznarnos
con sólo interrumpir el flujo de significado. Estábamos mirando
plácidamente esa frontera entre el conocimiento y el caos cuan­
do, de pronto, dándonos un empellón, nos la hizo atravesar su­
miéndonos en el espanto.
Creo que si la ciencia no avanza muchísimo más rápida­
mente es a causa de ese terror. En cada científico que enfrenta
la ambigüedad y el caos resurge el hominídeo que continúa ate­
rrándose ante lo desconocido. El conocimiento, lo ordenado,
infunde seguridad; lo desconocido y ambiguo es siniestro. Tal
ve z el genio consista en no tener demasiadas reglas, en no
saber demasiado acerca de cómo deberían ser las cosas; en sa­
lirse del mundo de lo conocido y meterse en la jungla que lo ro­
dea, ignorando los peligros que acechan. Es posible que lo que
se llama "creación" consista en atreverse a lo siniestro.
En una escala menor, cotidiana, este tipo de situaciones en
las que alguien desecha una observación que sin embargo
puede ser válida, se presenta en todo laboratorio. M i maestro,
98 ¿H A S TA D Ó N D E LLE G A EL C AM PO D E L C O N O C IM IE N T O ?

el fisiólogo Bernardo A. H oussay, ten ía u n a p aradoja preferida:


si n os in form a n -decía- qu e 9 9 % de las p erso n a s qu e se tiran
de cabeza desde lo alto de un edificio de cien pisos se m ata, lo
im p o rta n te es in vestiga r la excepción , el dato "sin sen tido", el
1% restan te que se salvó. A lfr e d J a rry por su lado, adem ás de
se r el a u to r d e U bu Rey, in ic ia d o r d el T e a tro d el A b s u rd o y
creador de l a p a ta p h y siqu e, afirm aba que el verdadero estudio
de la re a lid a d no resid e en e s tu d ia r las leyes, sin o las e x cep ­
ciones a esas leyes. E sta es la diferen cia esencial entre ilu stra­
ción e in vestiga ción : el qu e estu d ia las leyes se ilu stra, el qu e
estudia las excepciones investiga.
Hay pen sadores que en lu gar de considerar la situación de
"te m o r" a n te lo d e s c o n o c id o , ta l co m o lo h e m o s b o s q u e ja d o
aquí, p refieren referirse a la "an siedad". A n s ied a d im p lica a s­
piración, am bición, espera, deseo, anhelo de algo que (aún) no
se posee, y cuya falta causa sufrim iento. Por supuesto, para es­
p era r y n ecesita r de ese algo, u no n ecesita visu a liza rlo, ten er
cierta id ea de qué an h ela y en qué m arco lo in serta ría si lo lle ­
ga ra a co n segu ir. P or defin ición , m ien tra s a lgo es to d a v ía un
problem a científico, ese algo no se conoce; pero tam poco resulta
to ta lm e n te ign o ra d o , p u es en este ca so no ca u s a ría n in g u n a
ansiedad. Tam poco nos engañam os: sabem os que no sabem os,
qu e esa verd a d aú n se nos escapa, qu e p erm a n ece ocu lta. La
ansiedad es en ton ces un u m bral m ás in teresan te que el terror:
en el estado de terror sufrimos, pero nada podem os hacer; en el
de ansiedad, en cam bio, podem os aspirar y trabajar por alcan ­
zar esa v erd a d que por el m om en to se n os ocu lta. Por eso h ay
quien opina que el talento de un investigador es la habilidad de
trabajar eficientem ente en un estado de ansiedad.
El m u ndo de la cien cia está plagado de investigadores obe­
dientes y tem erosos, a quienes si bien les en cantaría revolu cio­

narelpensamientoy pasaralahistoriacomoinnovadores, pre-nñerensólomedir, corroborar; alosumo, avanzarmásrápida­


mente que sus colegas a lo largo de rutas lineales y conocidas.
En la actualidad, es frecuente que el je fe de una institución
lan ce tod o un ejército de in vestiga d o res a la b ú sq u ed a de u n a
en zim a que tiene que existir, a in dividu alizar y caracterizar un
ge n qu e no p u e d e d e ja r d e e s ta r en el g e n o m a , a a n a liz a r el
fu n cion am ien to y la com posición de un canal de sodio que por
supuesto debe fu n cion ar y p oseér u n a estructu ra. En el actual
¿H A S T A D Ó N D E L L E G A E L C AM PO D E L C O N O C IM IE N T O ? 99

p an oram a de la in vestigación es tan im portan te arribar a estos


resu ltados, proporcion ar el peso m olecular, la com posición y la
configu ración espacial de los átom os, que a las ideas originales
se les va lo ra relativa m en te poco; lo a n terior se tradu ce en que
hoy ya no se cita a nadie por sus ideas, ni por haber abierto un
ca m p o nuevo. Y a n ad ie dice: "E sto h a sido p rop u esto p o r Fu ­
lano", y sólo se su ele m en cio n ar a quien lo dem ostró, o bien a
quienes, luego de leer el trabajo fundante, consiguieron más di­
n ero, m á s m e tro s c u a d ra d o s de la b o ra to rio , m ás esclavos, e
inundaron losj o u m a l s con detalles. Aunque cueste creerlo, hoy
no es raro encontrar que, en lugar de citar a quien introdujo un
concepto, únicam ente se cite al autor que hizo la últim a review:
"L a teo ría de la R elatividad (Pérez, 1991)..."
El cien tífico no es el ú nico que tra b a ja en el lím ite en tre lo
conocido y lo desconocido, ni es el único que intenta ordenar el
caos: ta m b ié n h a y o rd e n a m ie n to s n o cien tífico s. E l c rític o y
p oeta britán ico H erb ert R ea d (Im a g e n e id e a ) h izo n o ta r qu e
m u ch o a n tes de q u e los g e ó m etra s d el m u n d o griego co m e n ­
za ra n a fo rm a liza r las relacion es en tre án gu los y lados, en tre
radios y volú m en es, y a los artistas h ab ían geom etrizado las fi­
guras de flores y anim ales con las cuales decoraban sus vasijas.
Por eso se suele decir que, lo que no fue sentido por el poeta, no
pu ed e ser p en sa d o por el cien tífico. A n tes de qu e a p a reciera n
los p sic o a n a lis ta s p a ra h a b la r de los celos, W illia m S h a k es­
peare h ab ía detectado ciertas características del alm a h u m ana
y había creado a Otelo. Cuando Einstein y M inkow ski reformu-
laban la n a tu ra leza d el esp acio físico, George B ra qu e y Pablo
Picasso h acían p in tu ra cubista, con la que pu sieron de relieve
d im ension es no convencion ales de la figu ra y del volum en. Los
cineastas, los escritores, los dram aturgos nos m uestran un uni­
verso de situ acion es, rasgos y p erson alidades -com o la pareja,
los m iserables, los m oribun dos, los patriotas, los cobardes, la
m u jer, los niños, los h om osexu ales, los drogadictos, los p o d e ­
rosos y los marginados-, que los sociólogos, psicólogos y econo­
m istas aún no saben cómo encarar, pero que van pasando a ser
m a teria l de los en sa yista s y algú n día esta rá n listo s p a ra ser
tratados por los científicos. H acer ciencia con seso requiere, por
lo m enos, que estem os en terados de que existen esos trasfon-
dos, esos caminos sociales del conocer.
En la A n tig ü e d a d , el p lá s tic o y el g e ó m e tra , el p o e ta y el
lo o ¿ H A S T A D Ó N D E LLE G A E L C AM PO D E L C O N O C IM IE N T O ?

místico eran la misma persona. También hubo momentos en


que las barreras interdisciplinarias fueron muy laxas o no exis­
tieron; hubo quien intentó descubrir la fórmula matemática de
la belleza comparando la longitud de los lados de un cuadro
(regla áurea); o estableciendo la proporción ideal entre la longi­
tud de la cabeza y la estatura (como lo hicieron Luca Pacioli y
Leonardo da Vinci); inversamente, hubo quien como Schró-
dinger prefirió determinada ecuación, la de onda, porque le pa­
reció más hermosa, o como Planck y Dirac, que adoptaron de­
terminado modelo físico tras consideraciones puramente es­
téticas, o que, asociando la geometría con la teología, halló el
exótico número n (pi), lo ocultó, por temor de haberse topado
con una falla en la obra de los dioses (los pitágoricos),10 o afir­
mando, como Unamuno: "Nada que no sea verdad puede ser
realmente poético." Arte y ciencia no tienen idéntico papel
social pues, como decía el pintor Georges Braque: "L 'art est fait
p o u r troubler, la Science rassure
Se hacen intentos cada vez más frecuentes e importantes
en ese sentido. Y a no impone una división tajante entre objetos
de arte y belleza por un lado (cuadros, esculturas, melodías, jar­
dines), y talleres, máquinas, herramientas y enseres de cocina,
por el otro. Desde finales del siglo pasado, fueron apareciendo
movimientos (los Arts & Crafts, el Bauhaus) que han desembo­
cado en el diseño armónico -funcional y estéticamente hablan­
do- de muebles, cacerolas, cafeteras, taladros, máquinas de
escribir, tornos, ultracentrífugas, destilerías y plantas indus­
triales que son verdaderas obras de arte. Hoy, cuando ciertos
productos resultan más caros por el diseño estético del envase
que por el contenido -y cuando incluso se cuida que hasta los
gallineros tengan una dimensión, un color, una iluminación y

C o n base en que "el número rige el universo", los pitagóricos temieron


que demostrar por ejem plo que la diagonal del cuadrado es inconmensurable
con el lado, equivaliera a encontrar una falla en la obra del Arquitecto (D io s ) y
llam aron a esos inconm ensurables Alogon, lo inexplicable. Análogam ente, el
fam oso problem a de la cuadratura del círculo y lo que podríam os llam ar "la
m a r c h a h a c ia e l n ú m e ro p i ( l t ) " fu e r o n c o m e n z a d a s fo r m a lm e n t e p o r
A rq u ím ed es, hasta que, a través de W a llis , Lam bert, E u ler y Lind em an n SC
demostró que es un número trascendental; pero como los griegos no separaban;
lo aritmético de lo geométrico y lo teológico, se juramentaban para ocultar lo3,
hallazgos por tem or a la ven ganza divina (v éase T. D a n zig, E l núm ero, y i c
Courant y H. Robbins, Q ué es la m atem ática).
¿H A S TA D O N D E LLEG A EL C AM PO D E L C O N O C IM IE N T O ? 101

hasta una música adecuada para que las aves optimicen su pro­
ducción de huevos-, el ser humano cae en la cuenta de que to­
dos los órdenes, no solo el científico con que trata de transfor­
mar el caos en explicaciones, son de una necesidad vital para él.
Es probable que tampoco esta tendencia sea del todo nue­
va, sino que implique cierto retomo al pasado, pues casi sin ex­
cepción, cuando se encuentran objetos de antiguas civilizacio­
nes, se comprueba que aunque se trate de cacharros de uso
cotidiano, también son obras de arte. Pero, teniendo en cuenta
que los criterios de belleza con que los evaluamos, igualmente
son productos de la cultura, me asalta la duda de si la hermo­
sura que les encontramos no es en sí un efecto de la educación
que esas civilizaciones nos legaron.
Sea como fuere, la tendencia actual parece retomar la acti­
tud ancestral de amalgamar lo racional con lo útil, lo plástico,
lo poético y lo económico. Se podrá así marchar hacia el ideal
de Oscar Varsavsky (Hacia una política científica nacional):
«En una sociedad creativa, todos participan normalmente de
alguna actividad de investigación."
De manera que todos los seres humanos que se ganan la
vida como "profesionales de la originalidad" -ya sea porque
investigan la evolución de una estrella, esculpen la madera,
componen una melodía, escriben un poema, meditan sobre el
Ser, tratan de entender por qué proliferan las sectas religiosas,
o por qué una persona se enferma de su sistema inmunitario-,
comparten la voluntad de tomar una porción de caos para bus­
carle una norma, un patrón, un orden. A veces es necesario
esperar siglos para advertir los comunes denominadores de la
creación durante una época determinada (la Alta Edad Media,
el Renacimiento, la revolución industrial). ¡Pagaría por saber
Cómo nos caracterizarán dentro de mil años!
8. ¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSAN
COMO LOS CONSTRUCTORES DE LA TORRE DE BABEL?

Si se considera que la población de investigadores asciende a


varios millones, que trabajan en ramas muy diversas, con cono­
cimientos y opiniones tan dispares aun dentro de una misma
disciplina; viven esparcidos por todo el planeta de modo que es­
casos núcleos se llegan a conocer personalmente; se expresan en
una multitud de idiomas diferentes; algunos científicos son cla­
ros y comunicativos pero otros son oscuros y reservados; publi­
can resultados que a veces conflictúan entre sí; generan teorías
que solamente un puñado de especialistas está capacitado o in­
teresado en entender; cada uno apenas si logra estar al día con
la información generada en su campo; y que a veces se cae en la
cuenta de que parte de la información ya incorporada al sis­
tema científico resulta ser errónea, uno se maravilla de que el
edificio de la ciencia no se atomice como una Babel informativa.
La ciencia es tan vasta y tan compleja, que un astrónomo
no sabría interpretar un electrocardiograma, un economista no
podría explicar las razones por las cuales se hibridan dos trozos
de ácido nucleico, o un egiptólogo no puede estar al tanto de los
balances termodinámicos en un motor diésel. El bagaje concep­
tual, las técnicas y los aparatos necesarios para estudiar un
quasar son tan diferentes de los que se requieren para encon­
trarle un motivo a la esquizofrenia o para explicar la síntesis
de celulosa en una magnolia, que ese sistema colosal formado
por el conocimiento científico, no puede ser contenido en la
cabeza de una sola persona, sino en las de toda la sociedad.
Aunque pasaran las veinticuatro horas del día leyendo, un
biólogo, un perinatólogo, un solidista, un economista, un histo­
riador, no les alcanzaría el tiempo para leer los artículos y
libros que se van publicando en sus propias disciplinas, pues el
paso al cual crece la información es muy veloz; tanto que en las
bibliotecas centrales de las universidades hay empleados cuya
única función es abrir los sobres y paquetes de correo con los
[1021
¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSAN. 103

centenares de revistas y libros recibidos diariamente, para que


otro pelotón de empleados los clasifique, amén de que resul­
taría impensable que cada investigador leyera todo lo publica­
do en el pasado.
La ciencia tampoco es un simple acopio de conocimientos,
sino que una de sus características fundamentales es tener
esos conocimientos sistematizados; es decir, tiende a ordenar lo
que van aprendiendo los astrónomos, los biólogos y los ecó­
nomos, con lo que ellos mismos ya sabían, con lo que sabía toda
la ciencia, y con lo que en el ínterin fueron aprendiendo los bio­
químicos, los sociólogos, los climatólogos, los antropólogos, los
geólogos, los egiptólogos, invocando además el menor número
posible de principios generales. Por eso el cuerpo de la ciencia
no se asemeja al primoroso jarrón que reposa indemne sobre
una mesa, sino al vaso incompleto, reconstruido con las piezas
que se van logrando reunir y se mantienen juntas gracias a
diversos pegamentos; partes que los artesanos cada tanto reti­
ran y vuelven a reacomodar en una posición más probable, con
nuevas encoladuras que van inventado. Es decir: no hay una
categoría general de "ciencia", ni un único concepto indispu­
table de "verdad", ni un único "método científico".
Cabe que te preguntes entonces, ¿de qué manera se man­
tiene la cohesión del conocimiento? ¿Por qué insistimos en que
la ciencia constituye un entrevero de saberes aceptablemente
sistematizados? Veamos los siguientes factores aglutinantes:
a] Las leyes. Antiguamente, en épocas precientíficas, ante­
riores a la sistematización del saber, el conocimiento sobre la
realidad estaba contenido en refranes. 11 Como la experiencia
se iba acumulando a lo largo de la vida, los sabios solían ser los
viejos. Pero más adelante, al comparar casos análogos, res­
tringir detalles accidentales, resaltar los hechos fundamentales
11 Por ejemplo, muchos de los conocimientos sobre el clima, necesarios pa­
ra la agricultura, la producción de vinos, quesos, ropas, estaban contenidos en
aforismos como los que siguen: "No estés al sol sin sombrero, ni en agosto ni en
enero", "En febrero un rato al sol y otro al humero", "Agua en abril, granos
mil", "Guarda pan para mayo y leña para abril", "Si mientras rige agosto suena
el trueno, racimos abundantes y vinos buenos". Observemos que, en primer lu­
gar aunque se trata de correlaciones comprobables, no se asocian para desa­
rrollar un modelo de climatología; en segundo lugar, que se trata de antiguos
refranes del hemisferio norte, que no se pueden generalizar y aprovechar en el
hemisferio sur.
104 ¿C Ó M O ES Q U E L O S C IE N T ÍF IC O S N O SE D IS P E R S A N .,

que se repiten regularmente y destilar estas regularidades, seyp

científico. Las leyes, además de ordenar la ciencia, permiten


que una sola persona pueda manejar cantidades cada vez más
abundantes de información y conocimiento. Jean Rostand decía
que a medida que la ciencia progresa, los detalles se complican
pero las grandes líneas se depuran. De pronto se borran los pormenores, la
I
esencia del fenómeno, con la ley, con el modelo. Es el salto sis­
tematizador y simplificatorio con que un Clausius ordena un
enjambre de conocimientos termodinámicos y propone usar
una nueva entidad teórica que los sistematiza, la entropía;
también, es el salto que dan Hodgkin y Huxley al formular un
modelo del potencial de acción de la membrana celular, que or­
dena todo un galimatías de datos dispersos en incontables pu­
blicaciones anteriores. Esta circunstancia simplificadora hace
que hoy podamos enseñar en una hora de clase el conocimiento
que mantuvo ocupadas a generaciones de químicos, paleontólo­
gos, anatomistas y astrónomos. Muchas veces damos a nues­
tros alumnos, como ejercicio para resolver por sí solos, proble­
mas cuya solución ha tenido atareados a cientos de científicos
de varias generaciones, y ha llevado a los hombres al destierro,
a la pira o a la gloria.
La integración y sistematización del conocimiento parece
ser relativamente fácil en el terreno de las ciencias exactas, pe­
ro en cambio es difícil y produce discordias en el campo de las
humanidades, y es lisa y llanamente imposible en las artes. Si
bien pensadores como Martin Heidegger (La obra de arte) afir­
man que la belleza es un acontecer de la verdad, el arte no pue­
de, como la ciencia, alcanzar conocimientos extrapolables y ge-
neralizables, pues sólo describe lo individual y propende a lo
único; en lugar de clasificar, desclasifica (M arcel Schwob,
Vidas imaginarias).
bl Los servicios informativos. Hoy, gracias a servicios biblio­
gráficos como el de Current Contents, podemos recibir en cual­
quier punto del planeta la información aparecida en miles de
revistas internacionales durante la semana. Gracias a los sis­
temas de rastreo, podemos revisar el contenido de toda la B i­
blioteca Nacional de Washington en busca de un tema o dato
en particular, sin movernos de nuestros institutos. Por otra
¿C Ó M O E S Q U E L O S C IE N T ÍFIC O S N O SE D ISPER SA N .. 105

parte, los científicos maduros son invitados frecuentemente a


escribir trabajos de revisión de su tema, en los que sintetizan
los aspectos más importantes de su campo. Lo bueno es que, en
pocas páginas, resumen gran parte de lo aparecido en cinco o
diez años en su tema; lo malo es que, al decidir qué es valioso y
qué no lo es, "cuentan el desarrollo de ese tema a su manera".
c] Los discursos científicos. Un genetista estadunidense
pudo continuar los trabajos de un monje checoslovaco a quien
no conoció y con quien de todos modos no hubiera podido discu­
tir; años más tarde, un par de cristalógrafos en Inglaterra, que
no conocieron personalmente al monje ni al genetista, no obs­
tante lograron retomar sus ideas y construir un modelo de DNA
que explicara aquellos primeros datos; posteriormente, un mu­
chacho mexicano puede estudiar el d n a del tucán chiapaneco,
basándose en el conocimiento acumulado por los científicos an­
teriores. Cuando este muchacho presente su tesis, su discurso,
desde la introducción hasta sus conclusiones, dará la impresión
de formar parte de una secuencia de avances coherentes logra­
da por un solo investigador. Esto llevó a Blaise Pascal a consi­
derar a la ciencia como un solo hombre que aprende continua e
indefinidamente. Ese hombre sabe y está al día en toda la ge­
nética, y es matemático, ornitólogo, economista, edafólogo, lin­
güista, farmacólogo (etcétera)n. Análogamente, ese único hom­
bre se expresa mediante la lengua y la pluma de todos los sa­
bios de la Tierra, es decir, de todos aquellos que publican sus
papers; por lo tanto, tiende a hacerlo en un discurso único y ho­
mogéneo. Se expresa en una lingua franca (antes el latín, hoy
el inglés), pero sabe el griego, el arameo, el swahili, las lenguas
celtas, y se esfuerza por recuperar todos los protoidiomas de los
que puede echar mano.
¿Hasta qué punto es cierto que el universo es una colección
de "cosas" (los mamíferos, los precios, las mareas, el sexo, la
rebelión de Tupac Amaru, las flores, los viajes, la carestía)?
¿Hasta qué punto es cierto que, reflejando esas divisiones, los
científicos de las diversas ramas nos especializamos para estu­
diarlas y demarcamos los límites de nuestros territorios con
mojones inamovibles?
Susan Langer opinaba: "de pronto el mundo se divide en
cosas porque nosotros lo dividimos así". Pero la realidad no se
divide, no es un archipiélago de objetos aislados; incluso los
106 ¿C Ó M O ES QUE LOS C IE N TIF IC O S NO SE D ISPERSAN.

aspectos más importantes, los que nos resultan cruciales en la


vida, ni siquiera se pueden precisar ni definir (el tiempo, el
amor, la muerte). La realidad tampoco se queda quieta dentro
de esos casilleros en que tratamos de ordenarla, sino que cam­
bia de un momento a otro. "Todo fluye" (pantha re¡), afirmaba
Heráclito, y ese árbol que vemos ahí es una estructura pasa­
jera de lo que ayer fue semilla, agua de riego, suelo... y maña­
na será mesa, leña, cenizas... Nadie ha descubierto jamás una
cosa permanente, pues estornudos, ademanes, hígados, hojas,
ríos, montañas, continentes, planetas, estrellas y galaxias, no
son entidades estáticas, sino procesos que provisoriamente
adoptan una configuración espacial. Basta estudiarlos con una
escala temporal acelerada (por ejemplo, si filmamos durante
varias semanas la vida de una naranja desde que aparece el
esbozo de un brote hasta que cae del árbol y se pudre, o la come
un pájaro, y luego proyectamos la película en dos minutos)
para percatarse de que, como decía Heráclito, todo fluye (véase
M.Cereijido, Orden, equilibrio y desequilibrio).
Sergio Bagú (Tiempo, realidad social y conocimiento) usa el
lenguaje de las ciencias sociales como un precioso instrumento
de detección de las ideas y valores que tenían las sociedades
que lo generaron; encuentra que se ha dado preponderancia a
los valores absolutos, sin sentido temporal, inmutables, en los
que se resalta lo espacial y lo individual, pero no a lo relacional
ni a los procesos.
Hay quienes además de parcelar arbitrariamente la reali­
dad en cosas, primero se esfuerzan por encontrar la esencia de
cada una de ellas, y luego suponen que todos los fenómenos de
la naturaleza son reflejos de esas esencias. El pensamiento
esencialista es absolutamente necesario en lógica, física y ma­
temáticas; así, la esencia de un triángulo es tener tres ángulos,
y esa esencia lo hace diferente de cualquier otro polígono. Más ,
aún, todo triángulo es continua y definitivamente diferente de
cualquier otro polígono (aquí no rige el "todo fluye"). Pero en
otras disciplinas, la actitud esencialista ancla nuestro lenguaje
y nuestro pensamiento a conceptos fijos: "montaña", "hogar",
"caballo", "honestidad"; puede llegar a trabar nuestra compren­
sión de la naturaleza, y hasta puede sentar las bases de nues­
tros prejuicios: "el mexicano", "lo erótico", "la maldad", "el pro­
greso".
¿C Ó M O ES Q U E L O S C IE N T ÍF IC O S N O SE D ISP E R SA N . 107

El pensamiento eseneialista dividía al pobre del rico, del


noble, de la deidad; separaba la vida de lo no-biológico, al loco
del cuerdo, el bien del mal, la razón del error, el orden del caos,
como si fueran cosas inmutables y como si no hubiera procesos
que llevan de unos a otros. Ernst M ayr (One long argument)
sostiene que antes de Darwin, todos los filósofos eran virtual­
mente esencialistas, y consideraban las especies biológicas co­
mo "clases naturales", posición que dificultó la comprensión de
que las especies son capaces de evolucionar, fueron aparecien­
do a partir de algún antecesor, deambulan por el planeta du­
rante millones de años, y luego se esfuman más o menos gra­
dualmente, dejando uno que otro sucesor. Pero, a pesar de que
el estudio del origen y evolución de las especies revolucionó no
ya la biología, sino la sociología, la historia, la ética y otras dis­
ciplinas, ¡hoy todavía no todos están de acuerdo sobre (lll(: es
una especie!; hecho que molesta más a los esencialistas que a
los biólogos.
En varias partes de este libro me esfuerzo por mostrarte
que el aparato cien tífico técnico no puede funcionar en
cualquier contexto cultural; asimismo, que la visión del mundo
que en un momento dado tiene una sociedad, influye, condi­
ciona sus tendencias, orienta sus acciones. Advirtamos ahora
que, al señalar que la realidad no es un conjunto de cosas
estáticas, sino que cada una es producto de algún proceso que
las generó (la evolución, la lucha primitiva entre cazadores/
agricultores, el encontronazo entre imperios, la lucha de cla­
ses), el ser humano se entera de que él no es irremisiblemente
pobre, o noble, o malo, o loco, o ignorante; comprende que esos
son aspectos más o menos durables de una realidad dinámica
y, sobre todo, que él puede hacer algo por cambiarla.
Y, puesto que el interés del presente capítulo es entender
cómo forjamos la ciencia, la investigación, el discurso científico,
comencemos por ver qué interés tienen para nosotros las pala­
bras.
Mientras que en sus novelas, cuentos y poemas, el escritor
se esmera por narrar en un estilo personal y seguramente poli-
sémico, el investigador científico trata de expresarse en un esti­
lo universal, idéntico al que usaría cualquier otro investigador
que debiera describir esos mismos resultados. Sería insólito
que un congreso de novelistas acordara suprimir las palabras
108 ¿CÓMOESQUELOS CIENTÍFICOS NO SEDISPERSAN...
"hogar", "morada", "mansión", "residencia", "domicilio", para
usar de ahora en adelante solamente "casa". Pero eso es justa­
mente lo que hacen los científicos: convienen en llamar "nose-
cuantasa" a la "sustancia J" que describió Fulano, que es la
"nosecuantina" que estudió Mengano, y que no es otra que el
"factor X" de Zutano. Sin embargo, se debe considerar estas co­
sas con mucha cautela, pues así como un literato emplea a ve­
ces "casa" y otras "hogar", porque no tienen exactamente el
mismo significado, y por eso lo hace, un químico no va a llamar
indistintamente "fumárico" o "succínico" a dos moléculas que
son iguales en un 95%, pero una tiene dos hidrógenos más que
la otra.
Los investigadores fueron adoptando sistemas de medidas
bien definidos y comparables, 12 nomenclaturas universales pa­
ra designar a los animales, a las plantas y a los compuestos
químicos; convinieron formas de expresar los valores hallados
(media ± error estándar), las abreviaturas para las unidades
(m2, mg, seg, $); asimismo la manera de indicar si una molécu­
la está marcada con un elemento radiactivo (3H-metionina), si
un elemento está cargado eléctricamente (C l—, Na+), o si hay
más de un átomo del mismo elemento en la misma molécula
(HjO). Fueron elaborando también una manera de argumen­
tar, ordenar las evidencias, eliminar contradicciones, detallar
los métodos y las suposiciones sobre las que basan sus conclu­
siones, para que otros colegas sepan qué es lo que encontró y
hasta qué punto pueden confiar en las observaciones... y
puedan retomar el discurso.
El controlador de la pureza, estilo y grados de libertad del
discurso científico es el cuerpo editorial de las revistas especia­
lizadas. Las que gozan de mayor respeto científico sólo aceptan
artículos escritos con toda parsimonia, pues, de acuerdo con la
observación del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein ("Todo lo

^ Para dar una idea de cómo se comparaban las medidas en la Anti­


güedad incluimos la forma en que Hesíodo calculaba la duración de la vida de
las ninfas:
1 corneja = 9 generaciones humanas
1 reno = 4 cornejas
1 cuervo = 3 renos
1 fénix = 9 cuervos
1 ninfa = 10 fénix
¿CÓMO ES QUE LOS CIENTÍFICOS NO SE DISPERSAN.. 1 0 9

que puede ser pensado puede ser dicho con claridad"), conside­
ran que cuando un autor no puede expresar algo claramente,
es porque aún no lo ha comprendido. El novelista francés Sten­
dhal ha dicho que quien escribe oscuramente se engaña, o trata
de engañar a los demás. Peter B. Medawar (The art o f the solu­
ble) opina: "El daño que Kant causó involuntariamente a la fi­
losofía, fue hacer que la oscuridad pareciera respetable." El dis­
curso científico restringe al máximo la ambigüedad y, en lo po­
sible, se abstiene de emplear las figuras que el investigador usó
durante la etapa creativa; fue generado a lo largo de los siglos
por sabios que distinguen lo oscuro de lo profundo, que no to­
man la verborragia como raptos de originalidad, ni confunden
la jerga chabacana con la familiaridad. 13 Max Perutz, el Pre­
mio Nobel de Química confesaba (Is Science necessary?): "cuan­
do escribo acerca de la ciencia tengo un loro posado sobre el
hombro, que cada tanto me pregunta: '¿No podrías decirlo con
más sencillez?’ "
Los investigadores modernos no suelen requerir de maso-
rahs, exégesis, decodificadores e intérpretes, como sucede con
los grandes filósofos, humanistas y literatos (y ni hablar de los
místicos). Pese a ello, un investigador cuidadoso debe leer el
discurso científico por lo que dice y también por lo que omite,
que puede ser tan rico como lo explícito; prestar atención a los
lugares en que éste se toma brumoso, débil, se desvía, o llega a
un límite y se disipa en vaguedades. En esos lugares hace falta
seguir investigando para llenar el espacio entre dos tramos del
discurso, brindar una explicación mejor, disipar dudas, elimi­
nar patrañas o, simplemente, expandir su alcance. Por eso, los
científicos están muy pendientes de estos pasajes temblequean­
tes del discurso, y por eso también existen oradores que adrede
introducen estas "fallas" como señuelos. Por ejemplo, cuando
tienen demasiadas diapositivas para una presentación limitada
a diez minutos, quitan dos o tres y, al pasar por el lugar en el
que desearían mostrarlas, dicen algo deliberadamente confuso.
Comenzada la discusión, no faltará en la audiencia quien, ha­
biendo detectado la debilidad, pide aclaraciones, a lo que el

13 Hermán Melville decía: "A man of true Science uses but few hard words,
and those only when none other will answer his purpose; whereas the smatterer
in Science thinks that by mouthing hard words he proves that he understands
hardthings."
110 ¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFIC O S NO SE DISPERSAN.

orador responde m ostrando (en tiem po adicional) las diapositi­


vas que "casualm ente" ya había m ontado en el proyector.
R esu lta claro, en ton ces, qu e los cien tífico s p o seem os dos
discursos; uno es el person al o de entrecasa, que deja p asar el
le n g u a je lla n o y c o lo q u ia l, y o tr a s m a n ife s ta c io n e s in c o n s ­
cien tes, que tien en qu e ver con el caos; el otro es el de dien tes
p a ra fu era, el de las co n feren cia s y revistas, el q u e ex p lica el
orden. El prim ero se relacion a con la creación; el segundo, con
las com pon endas lógicas que bu scan legalizar y sistem atizar el
con ocim ien to. E scu ch am os la v o z de P.B. M edaw ar: "Es inútil
a p e la r a los a rtícu lo s cien tífico s, p u es ésto s n o só lo ocu lta n ,
sin o q u e d a n u n a im a g e n in fie l d el ra z o n a m ie n to q u e in te r ­
vien e en la la b o r qu e d escrib en ." D esg ra cia d a m en te, el jo v e n
qu e d esea in icia r u n a ca rrera cien tífica se en fren ta con libros
q u e le h a b la n de r e g la s d e la ló g ic a , e n s a lz a n a lo s g r a n d e s
sabios, rastrean líneas de pen sam iento que, com o los artículos
a lo s q u e a lu d e M e d a w a r, le o c u lta n q u é e s y q u é h a c e u n
in vestiga d or de carn e y h ueso; ca ren cia que tra ta m os de co m ­
pensar en este libro.
d] Las in terdisciplin as. Aun en el caso de que la cien cia se
d ivid a en d isc ip lin a s, la re a lid a d n o se d ivid e así; n o es fra g ­
m e n ta ria , n i u n a rc h ip ié la g o de "co sa s" sep a ra d a s . P or eso,
todo in vestigador debería ser in terdisciplinario y dom inar la to­
talidad del conocim iento científico; pero com o acabam os de dis­
cutir, eso es im posible, y obliga a que cada investigador recorte
un p a rch ecito de realid ad p a ra in vestigar. El in vestiga d o r in ­
terd iscip lin a rio es qu ien lu ego h ace tod as esas p regu n ta s que
quedaron cercenadas, cuando recortam os el insignificante par­
checito de realidad que estudiam os con nuestra disciplina.
Com o las interdisciplinas son las regiones más ricas y crea­
tivas del conocim iento, tam bién son las prim eras en desap are­
cer en cu anto se esta n ca o co m ien za el ocaso de u n a cultura.
M u ch o a n tes de qu e d ec a y era la cu ltu ra g rie g a clásica, y a se
h a b ía re sq u e b ra ja d o y fra g m en ta d o el cu erp o del saber, y se
h ab ía ido esbozando u n a división divergente entre sus diversas
ram as. T a m b ié n se o b serva el fen ó m en o con trario: el c o n o c i­
m iento de la quím ica dio pasos gigantes cuando se la enfocó con
criterios y procedim ien tos físicos (p. ej. los enlaces quím icos se
en tendieron en térm in os de órbitas de electron es; los balances
en ergéticos se m id ieron term o d in á m ic a m en te ). El ca sa m ien to
¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFICO S NO SE DISPERSAN. 111

tuvo un vastago: la físico-qu ím ica. A su vez, la com pren sión de


los procesos vitales progresó m uchísim o cuando se los investigó
con criterios y procedim ien tos de la quím ica, dando origen a la
bio q u ím ica (p.ej. se en ten d ió la fo rm a en la qu e los alim en tos
se co n v ierten en m ú scu lo, y p o r qu é la h o rm o n a tiro id ea a u ­
m en ta el m etabolism o); an álogam en te, la m ed icin a hizo a va n ­
ces p o rten to so s cu a n d o se la estu d ió con criterio s y p ro c e d i­
m ientos bioquím icos (se entendió que la diabetes se debe a una
falla en el m etabolism o de la glucosa, y que el bocio se produ ce
por una carencia de iodo).

P rob a b les oríg en es del discu rso científico. A n tes de aban d on ar


el tópico de los discursos que enhebran el conocim iento científi­
co, pu ed e resu lta r p rovech oso h acer algu n as con sideracion es
sobre lo que Susan H andelm an (The slayers o fM o s e s ) llam a los
m étodos patrísticos y rabínicos de interpretación de los textos.
En el re la to g rie g o (p o r ejem p lo Riada, O disea, Teogonia,
L os tra b a jos y los día s) cada cosa sucede en un tiempo absolu­
tam ente definido y en un lugar, m ientras que los m otivos y los
p rop ósitos de los p erso n a jes están acotados y derivan in cu es­
tio n a b le m e n te u n os de otros, con el rig o r fo rm a l de la ló gica
helenística; cada p alabra está definida, au nqu e sea por el con ­
texto, siem pre tiene un m ism o significado, y se b u sca que este
significado, u n a vez encontrado y definido, sea in m u table en el
tiem po y que los valores sean absolutos (S. Bagú, Tiem po, rea li­
dad social y conocim iento).
L a B ib lia em pieza, en cam bio, con estas palabras: "En el
prin cip io D ios creó el cielo y la tierra." A firm a así que la m a te­
ria no es eterna, que el m undo tiene un origen tem poral, que la
sustancia ha sido hecha por un acto de creación divina, m edian­
te la p a la b ra de Dios. El análisis rabínico de los textos atribuye
gran im p ortan cia a las palabras y a sus relaciones, incluyendo
las form as físicas de las letras y la pu n tu ación ; cada elem ento
es indeterm inado y contingente. De ese modo el tiempo, el espa­
cio, los m otivos y los p rop ó sito s no están a co ta d o s ni d erivan
in co n tro vertib lem en te u n os de o tros con el rig o r fo rm al de la
lógica helenística; sólo se exterioriza lo im prescindible para que
la n arración ten ga coherencia; el resto se deja en la oscuridad.
E l te x to y la fo r m a r a b ín ic a d e a n a liz a r lo t ie n d e n h a c ia la
polisem ia, el sentido múltiple; buscan las formas, prestan aten­
112 ¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFIC O S NO SE DISPERSAN.

ción a la distribu ción de las pala b ra s en el relato y a las co n e­


xiones variables dentro de un texto. Luego, una palabra de este
texto refiere a otro texto en el que tam bién se la utiliza, y el sig­
n ificado de lo que dice el prim ero se expande; fenóm eno que se
p u ed e rep etir ad infird tu m . En este proceso de in teracción, el
significado pu ede tornarse cada v e z m ás profundo, sin que p a ­
rezca haber un últim o y definitivo punto de vista exterior. Cada
n u eva in terpretación posterior es un descu brim iento de lo que
estaba latente en el texto y una extensión de él. Un ejem plo pa­
ra d ig m á tico de es ta c irc u n s ta n c ia es el cu en to de J o rg e Luis
Borges Fierre M enard, a u to r del Q uijote, en el que exactam ente
la m is m a frase de C erva n tes, esc rita siglos d espu és, tien e un
significado diferente, pues la época y el contexto han variado.
La C á b a la es un ejem plo elocu en te de esta p ráctica (véase
E sth er C oh én, L a p a la b r a in c o n c lu s a ). El ca b a lista de los si­
glos xii a xvi analizaba el texto bíblico de una m anera asom bro­
sam en te sim ilar a la qu e lu ego Freud u tilizó p a ra a verigu a r la
estructura del aparato psíquico, y a la que hoy usa un bioquím i­
co para desentrañar el m isterio del genom a de una célula.
Lo absoluto de los conceptos occidentales está asociado con
el hecho de que, en el pensam iento greco-europeo, el tiem po en
el que las cosas m u tan y cam bian es cíclico; por lo tanto, todo
se v o lverá a rep etir despu és de un cierto n ú m ero de años. Por
el contrario, la concepción ju d ía del tiem po es lineal y describe
u n a ñ ech a qu e, p a rtien d o del G én esis lleg a al J u ic io Final, y
qu e no co n s id era re p etició n a lgu n a (véa se B la n ck -C ereijid o y
Cereijido, La vida, el tie m p o y la m uerte). El cristianism o h ere­
da la concepción ju d a ica del tiem po y, en consecuencia, como lo
declara San Pablo en su E p ístola a los H ebreos, no acepta que
C risto vu e lv a a se r cru c ifica d o u n a y otra v e z en ciclos s u c e ­
sivos; pero aun así, contin ú a im pregnado de la visión grecorro­
m ana de un tiem po cerrado y circular.
A p es a r de esa co n c ep ció n tem p o ra l lin ea l qu e h ered a de
los ju d ío s, la Iglesia ca tólica p rim itiva a d o p ta u n a m a n era de
p e n s a r ca d a v e z m ás cerca n a a la m e ta fís ic a griega . Los p ri­
m eros segu idores de Cristo, recién escindidos del ju d a ism o or­
todoxo, tienen por supuesto un estilo rabínico; sin em bargo, pa­
ra predicar, explicar, argu m en tar, (ju stificar su n u e va religión
en el seno de la cultura helénica, los padres de la Iglesia (de ahí
el adjetivo "patrístico") se ven obligados a h acerlo siguiendo las
¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFICO S NO SE DISPERSAN. 1 1 3

líneas del pensam iento griego. De hecho, el idiom a de los docu ­


m entos patrísticos es el griego; los m ism os Evangelios se escri­
bieron originalm ente en dicho idioma. De m odo que m ientras el
A n tig u o T es ta m en to refleja el p en sa m ien to rabín ico, el N u evo
reñeja al patrístico.
El m étodo patrístico, heredero del pensam iento griego, llevó
al discurso cartesiano que luego utilizaría la ciencia y que privi­
legia la identidad basada en el pensam iento consciente, "cogito,
ergo sum". Se tra ta de dos discursos, dos sistem as de analizar,
forjados y usados a lo largo de m ilenios, que fueron las m aneras
de investigar y entender de m illones de seres hum anos en doce­
nas de gen eracion es; qu e no d esap arecieron , sino que se fu n ­
dieron, form ando nuestra cultura.
C om o h em os ex p lica d o a n teriorm en te, los teó logos ju d ío s
tom an el texto bíblico com o la palabra de Dios, pero los cabalis­
tas fueron un poco más allá: en prim er lugar, puesto que se tra­
ta de un d iscu rso em itid o p o r Dios, se n egaron a a cep ta r qu e
haya en él párrafo, palabra o letra alguna que carezca de sen ti­
do. La ciencia de nuestros días ha heredado dicha actitud: para
ella el sin sentido no existe, es una im posibilidad lógica pues, a
lo sum o, son n u estros m odelos explicativos los que fracasan y
por ahora no pueden explicarlo.
En segu ndo lugar, los cabalistas trataron de correlacion ar
el largo de cada palabra, las veces qu e aparece en un párrafo,
la distribución de dichos párrafos en el texto bíblico y cualquier
otra inform ación, para tratar de encontrar fórm ulas, "secretos".
Esta actitud estaba ciertam ente acicateada por el hecho de que
la escritura hebrea no utiliza vocales, y éstas son puestas por el
le c to r en el m o m e n to de le e r e in te rp re ta r el texto. M ás aún,
esa "fuga de vocales" hace que dos palabras de significados su­
m am ente diferentes tengan a veces la m ism a secuencia de con­
so n a n tes; h e c h o q u e d e in m e d ia to lle v a b a a lo s c a b a lis ta s a
p regu n ta rse (y p ro p o n er ex p lica cio n es) qu é rela ción ten d ría n
los objetos, los hechos o las personas así correlacionadas.
Q ue en castellan o "vela" se refiera a un cirio o a la v e la de
un barco, o que "llam a" designe a la del fu ego o a cierto anim al
andino, carece de trascendencia. No tendría sentido, podríam os
decir, esforzarse por en con trar qu é relación tien en "entonces"
los cirios con los barcos o el fuego con los anim ales de la puna.
Pero en cam bio, el h ech o de que, p o r ejem plo, "davar" s ig n ifi­
1 14 ¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFICO S NO SE D ISPERSAN...

que en h ebreo p a la b ra y tam bién cosa, lanzaba a los cabalistas


a un com plejo proceso interpretativo.
E sa a ctitu d es sem eja n te a la q u e h o y a d o p ta un b ió logo
m olecu lar, cu ando se esfu erza por averigu ar por qué dos en zi­
mas distintas, que cum plen funciones no relacionadas, no obs­
ta n te m u es tra n u n a gra n h o m o lo g ía (gra n d es seg m en to s con
u n a s e c u e n c ia m u y p a r e c id a d e a m in o á c id o s ); t a m b ié n e s
sem ejan te a la de un geólogo que tra ta de en con trarle u n a ra ­
zón al h ech o de que ciertas tectitas estén en igm áticam en te es­
pa rcid a s sobre la su perficie terrestre. En am bos ejem plos, los
e sp ecia lista s p a re cen h a b e r h ered a d o el esp íritu ca b a lístico ,
pues se niegan a aceptar que las coincidencias, que los órdenes
encontrados al estudiar la naturaleza, sean meros productos de
la casualidad.
El p en sa m ien to cabalístico form ó p a rte del h ervid ero co n ­
cep tu a l qu e d esem b o ca ría en el R en a cim ien to y g e n era ría los
pródrom os de la ciencia actual.
Los dos d iscu rso s cien tíficos re ferid os en este ca p ítu lo -el
prim ero usado p ara h ablarnos a n osotros m ism os y a n uestros
co lega s de la b o ra torio en el m o m en to crea tivo en q u e a s o c ia ­
mos, nos deslizam os de una idea a otra, de un sentido a otro, de
u n a lín ea de evid encia a otra; el segundo discurso, u sado para
argu m en tar, p a ra dem ostrar, p a ra con ven cer, p a ra sistem a ti­
z a r e l c o n o c im ie n to - r e fle ja n d e a lg ú n m o d o e s a m e z c la d e
enfoqu es rabín icos y patrísticos que h ered am os com o parte de
la cultura.
Por regla general, el discípu lo de un in vestigador que hace
cien cia sin seso, p o r p rim era vez se en cu en tra an te la n ecesi­
dad de usar el discurso científico cuando se sienta frente a tres
o cuatro carpetas atiborradas de datos p a ra com en zar a escri­
b ir su tesis. Le re s u lta u n a ta re a tan a rdu a, q u e no sa b e p o r
dónde com enzar, ni qué secuencia adoptar, ni hasta qué punto
discu tir cada su btem a. A d vierte qu e el discu rso in tern o con el
que se h ab la y se com prende a sí m ism o, ah ora debe ser em iti­
do en fo rm a ta l q u e lo p u ed a n co m p re n d e r los d em ás. T ie n e
que ocultar las corazonadas, los chistes, las dudas, los temores;
en sum a, todos los elem entos em ocion ales e in con scien tes que
le p e rm itie ro n c o n c e b ir y re a liz a r su p ro y ecto . Su a s a m b le a
p a rtic u la r de h o m ú n cu lo s se a b o ca a la d ifícil ta rea de em itir
un docum ento que contem ple la posición de cada uno de ellos.
¿C Ó M O ES QUE LOS C IEN TIFICO S NO SE DISPERSAN. 115

Debe aprender, en pocos meses, el discurso que la ciencia tardó


siglos en forjar. Es com ún que sus sinodales digan que "no sabe
escribir", cuando en realidad deberían decir: "aún no sabe dis­
currir y expresarse a la m an era u niversal de la ciencia; aún no
pu ed e in te gra r su d iscu rso in d ivid u a l al de ese ú nico h om b re
que im aginaba B laise Pascal".

14 Cuando ingresa a mi eclu ip ° u n joven tesista, le recomiendo que, no


bien haya entendido el problem a, su desarrollo previo, su estado actual, los
métodos que ha de emplear, los objetivos y cuáles son las posibles respuestas
que espera, se ponga de inm ediato a escribir su tesis. "Pero si aún no he recogi­
do dato alguno, si no tengo n ada que decir", suelen protestar. Si logro hacerle
entender que esa "nada" contiene muchísimos más conocimientos que el "todo"
que él espera agregar, considero que estoy frente a un científico en potencia.
9. L A IN V E S T IG A C IÓ N Y L A E N S E N A N Z A : T R A B A J A N D O
EN U N A A R E N A D E C O M B A T E S

E n el p rim e r m u n d o la em p re s a p riva d a , en p a rtic u la r la in ­


dustria, em plea a enorm es sectores científicos; pero en el tercer
m u n do, el lu ga r de trabajo de la m a yor parte de los in vestiga ­
dores es la u niversidad. A llí investigan, form an nuevas gen era ­
cion es de cien tíficos y h acen d ocen cia p a ra p roveer a la so cie­
d a d de los p ro fe s io n is ta s (d en tista s, a b o ga d o s, eco n om istas)
q u e la so cied a d sí re co n o ce n ecesita r. La u n iv ersid a d y la in ­
vestiga ción están pues, ín tim am en te relacion adas. A quí an a li­
zarem os aquellos aspectos de esta interrelación que conciernen
al títu lo y su btítu lo de este libro, reservan do los qu e atañ en a
la form ación de investigadores para el próxim o capítulo.
Nadie se lanzaría al agua con los conocim ientos sobre nata­
ción que le fueron im partidos en un pizarrón, o se anudaría las
agujetas de los zapatos siguiendo las instrucciones en esquemas
y figu ras qu e m u estren las p osicion es de los dedos, los giros y
los ara b escos de los cordon es. A n á loga m en te, todo tem a, tod a
subdisciplina, por lo menos tiene tres o cuatro ideas o conceptos
fundam entales que ordenan las dem ás nociones. Como en el ca­
so de la n ata ció n o de las agu jetas, es d ifícil qu e los a lu m n os
aprendan estos conceptos troncales por sí solos. N ecesitan dis­
cutirlos mano a mano con el profesor que sabe y puede hacer las
cosas.
P a r a d a r d o s e je m p lo s p e rso n a le s. C u a n d o fu i a lu m n o
aprendí la definición de entropía y hasta pude calcular sus ba­
lances en los problem as que nos daban en los trabajos p rá c ti­
cos, pero sólo capté el concepto tras largas ch arlas con verd a ­
deros term od inam istas. U n segu ndo ejem plo es el concepto de
tiempo, que siem pre había creído entender, pero que sólo a tra­
vés de discusiones con físicos, filósofos y psicólogos se me trans­
form ó en un misterio.
Cuando trabajaba en la U niversidad de H a rv a rd m e asom é
a u n curso in troductorio de fisicoqu ím ica, y m e sorprendió que

[116]
LA IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N S E Ñ A N Z A . 11 7

el m aestro fu era G eorge W ald, el Prem io Nobel de Q u ím ica. "Si


en H arva rd el curso p a ra p rincipian tes lo dicta un Prem io No­
b e l -p en sé- q u ién d ic ta rá lo s c u rs o s d e a lta esp e c ia liza c ió n ,
¿Dios?" Después m e explicaron que era ju sto a la inversa, pues
las n ocion es fu n dam en tales deben ser im p artidas por profeso ­
res que no sólo conozcan las leyes de su campo, sino las circuns­
ta n cia s h istóricas qu e llevaron a recon ocer esas y no otras a l­
tern a tiva s -que tam bién se h ab ían barajado pero que lu ego se
desecharon-; asim ism o, que conozcan personalm ente a quienes
hacen los aportes fundam entales y que ellos m ism os los hagan,
p u es adem ás de en señ a rle u n a ley de la n a tu ra leza a un m u ­
chacho, es necesario convencerlo de que ésta no es más que luna
suposición, y qu e él m ism o, si se capacita, p o d ría llegar a p ro ­
poner una mejor.
Si se in c u lc a u n a id e a e r ró n e a en la m e n te v irg e n de u n
alum no, se distorsiona un m arco conceptual en el que luego no
encajarán los desarrollos que se vayan agregando. En cam bio,
si in v o lu n ta r ia m e n te se tr a s m ite u n a n o c ió n e q u iv o c a d a a
qu ien es y a tien en u n a fo rm ación só lid a y correcta, la id ea no
encajará en los m odelos conceptuales de la audiencia, rebotará
y tarde o tem prano será olvidada sin causar daño.
El ideal es que los jó v e n e s estén expu estos, de m a n era d i­
recta, a los m ejores in vestiga d o res. D ecía A .J. Scott: "E l qu e
aprende de quien está ocupado en aprender, bebe de la corrien­
te fresca de un arroyo. Por el contrario, el que aprende de uno
que ha leído en los libros todo lo que tiene que enseñar, bebe el
manto verdoso del charco estancado."
E n señ ar a jó v e n e s in teligen tes tam bién b en eficia al in ves­
tigador, pues cuando explica sus resultados e ideas a un grupo
de colegas, éstos detectan cualquier detalle anóm alo, pero rara
vez cuestionan las bases de lo que se está diciendo; esto, debido
a que com parten los m ism os supuestos, los m ism os preconcep-
tos, las m ism as modas, los m ism os m itos (Kuhn diría que están
a tra p a d o s en el m is m o p a ra d ig m a ). En c a m b io , lo s jó v e n e s
in te lig en tes y c u rio so s qu e n o está n su jeto s a d ich a s lim ita ­
ciones, no tom an n ad a por su puesto y suelen h acer pregu n tas
fu n dam en tales.
Pero n u estras u n iversid ad es se han m asificado y han p er­
dido tod a proporción entre la capacidad de enseñar y la m atrí­
cula, adem ás no están en condicion es de pon er a sus m iles de
118 LA IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N S E Ñ A N Z A .

alumnos en contacto directo con sus mejores sabios, por dos


causas principales:
a] De acuerdo con Larissa Lomnitz (C o n fíic t and m ediation
in a La tín A m erica n university), hacia 1920 las universidades
de América Latina comenzaron a recibir contingentes que pro­
venían de la nueva clase media, que a su vez era producto del
proceso de industrialización. Este acceso numeroso, positivo en
muchos aspectos, dificulta toda relación directa con el profesor,
e imposibilita el aprendizaje en la práctica. Como nos decía un
instructor de semiología (la materia con que se enseña a los es­
tudiantes de medicina a revisar al paciente y a reconocer los di­
versos tipos de enfermedades): "El primer alumno palpa un
hígado normal, pero el quincuagésimo ya palpa una hepatitis y
el centésimo una cirrosis."
b] Elace medio siglo, al terminar sus estudios primarios, la
mayoría de los muchachitos de doce o trece años daba por aca­
bados sus estudios y buscaba un trabajo: cadete de oficina o
grandes tiendas, mandadero de hotel, aprendiz de carpintero,
mecánico o pintor; repartidores de abarrotes, carne, hielo, le­
che, fruta. Sólo una pequeña fracción continuaba estudiando y
entre éstos la deserción era excepcional. Pero hoy, como la des­
ocupación es tan terrible que hasta un gran porcentaje de adul­
tos carece de trabajo, o tiene lo que eufemísticamente se llama
"subempleos", la sociedad adapta sus instituciones de educa­
ción superior; de ese modo, la población juvenil, en lugar de en­
trar a competir en el mercado de trabajo a los trece años, lo
hace a los veinticuatro o veinticinco. El sistema de enseñanza,
si bien sigue cumpliendo su función de proveer profesionistas,
se ha convertido en una represa, en un gran capacitador de
fuerza de trabajo, en una guardería para grandulones. Por
suerte, esto concuerda con que hoy en día las labores humanas
requieren de una preparación intelectual y técnica considera­
blemente más alta, y con el hecho de que el progreso social per­
mite dar educación superior a sectores de la población para los
que antes hubiera sido impensable acceder a ella.
Los problemas que produce esta masificación son demasia­
do graves y diversos como para discutirlos en detalle aquí. Sólo
mencionaremos algunos que afectan la investigación:
al Junto con su función del maestro, los profesores ven
extinguirse sus sueldos, pierden interés, llegan tarde a clase o
L A INVESTIGACIÓN Y L A ENSEÑANZA. 119

faltan sin avisar y, cuando reaparecen, ni se molestan en dis­


culparse. Los que son investigadores en serio emigran, y son
remplazados por pasantes que para dar las clases leen los mis­
mos textos que sus alumnos, sólo que media hora antes; o bien,
por profesionales que no dependen del sueldo de profesor, y
sólo van a la universidad un par de horas a la semana a dictar
sus clases.
b] Hemos insistido en la sistematización del conocimiento
científico en general, y del que en cada momento tiene cada in­
dividuo. Ahora podríamos ver la sistematización desde otro án­
gulo diciendo: "para conocer determinadas cosas debemos saber
primero ciertas otras", pues los conceptos sólo se pueden definir
en función de otros conceptos, cuyos significados ya conocemos.
Hasta un diccionario requiere que sepamos el significado de las
palabras con que, a la vez, explica la que buscamos.
Ahora bien, en algunas disciplinas se puede -hasta cierto
punto- aprender temas aislados. Es posible, por ejemplo, en­
tender a grandes rasgos la historia de Moctezuma sin consultar
primero la de los olmecas, ni la prehistoria americana. En cam­
bio, no se puede entender cálculo tensorial si se ignora qué es
un vector, un diferencial, un logaritmo y el álgebra elemental.
M i experiencia con los alumnos que abandonan sus estudios,
muchos de ellos porque no le encuentran sentido a las asigna­
turas o se aburren navegando en las clases, me indica que sue­
len ser víctimas de la sistematización del saber científico; es
decir, en su momento no adquirieron algunos conceptos impres­
cindibles para seguir las explicaciones que ahora se les da, y
las carencias se acumulan impidiéndoles ponerse al día, hasta
que llegan a un punto de paradójica saturación; de pronto, casi
sin saber cómo ocurrió, se ven anegados en un aburrido caos
cognoscitivo y deciden abandonar, o bien pasarse a disciplinas
en las cuales la sistematización no es tan crucial.
c] A los alumnos les resulta -provisoriamente- más senci­
llo hacer un collage de información, sin asociarlo a las ideas
que lo vertebran, esas cuya comprensión depende del contacto
directo con los científicos; además, poco después de aprobar el
examen la olvidan, pues en el tercer mundo el conocimiento a
veces es usado para cumplir con requisitos institucionales, y no
en la perspectiva de una formación. Como decía el físico argen­
tino Enrique Gavióla: "N o se exige saber física ni medicina,
120 LA IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N SE Ñ A N Z A .

sino tener certificados de físico y de médico."


d] U n o de lo s re c u rs o s id e a d o s p a r a m a n e ja r a la m a s a
estu dian til, es la evalu ación a u to m á tica (m u itip ie ch oic e ) que
p e rm ite e x a m in a r a m ile s d e a lu m n o s p o r vez, o a m illo n es,
cuando se trata de exámenes nacionales. Si en cambio, el profe­
sor pu diera estar en contacto directo con el alum no, si lo fu era
observando y conociendo a lo largo de discusiones y prácticas,
los exám enes serían innecesarios. Incluso, si necesitara tom ar­
lo s, é s to s d e b e ría n ser m e ro s c o n tr o le s d e la c a lid a d d e e n ­
señanza, para constatar si el alum no que se está form ando con­
cuerda con el que se proponía formar.
e] Nadie esp era que todo el que in gresa a u n a u niversid ad
aprenda dem asiado. La deserción es enorme. Más aún: la socie­
dad cuenta con qUe deserción se produzca; basta para adver­
tirlo co n s id e ra r q u e la d is m in u c ió n d el n ú m e ro de a lu m n o s
coincide con el hecho de que quienes abandonan van encontran­
do lugar en un mercado de trabajo, el cual hasta entonces no les
había dado cabida. Los jóven es "que se caen" de la educación su­
p erior (drop ou ts) no suelen caer a la nada. La m ayoría lo hace
p a ra in g re sa r a un em p leo en el qu e vislu m b ra u n a fo rm a de
gan arse la v id a y desenten derse de u n a actividad seudouniver-
sitaria que los instruye pero no los educa; que les inform a pero
no los forma.
el El proyecto académ ico de u n a sociedad se relacion a con
su p royecto p o lítico (F. P érez C orrea, ¿ a u n iv e rs id a d : c o n tra ­
dicciones y perspectivas). pu est0 que una de las funciones de la
universidad es actuar com o dique de contención y reservorio de
fuerza de trabajo, hoy es bienvenida toda iniciativa de crear ca­
rreras nu evas, o tod a u n a "u n iversidad": de la em presa, de la
hotelería, del deporte, de la papa. U niversidades que, en la m a­
yoría de los casos, no son más que un cúm ulo de cursillos ora­
les, especialm ente diseñados para satisfacer una necesidad em ­
presa ria l. La ten d en cia a re co n o cer esc u e lita s sin u n iv ersa li­
dad ni activid a d crea tiva alguna, y a au toriza rles el uso de un
sello qu e dice "u n iversidad", se ve fo rtifica d a p o r la n ecesid ad
que tienen los gru pos de poder de controlar la id eología de los
gra d u a d o s q u e lu ego in gresa n en su s em p resas; cre a r p ro fe ­
sionales pero no científicos, les asegu ra a estos gru pos qu e no
han de ser cuestionados.
U n a d ific u lta d q u e n o d e r iv a d e la m a s ific a c ió n , sin o del
L A IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N S E Ñ A N Z A . 121

hecho de que nuestra sociedad requiere profesionales (abogados,


farm acéuticos, dentistas), pero no se interesa por la creatividad
y a p lic a c ió n de su cien cia , e s q u e la a c tiv id a d c r e a tiv a en la
m ayoría de nuestras u niversid ad es es relativam ente m u y baja.
A severaba Florencio Escardó (U to p ía y realid ad de las universi­
dades): "Las escuelas puram ente profesionales, es decir, que no
crean saber, no son p rop ia m en te u n iversita ria s y es peligroso
co n sid era rlas co m o tales; sin un m ín im o cu ltu ra l activo en el
medio no puede existir universidad propiam ente dicha."
N in gu n a u n iversid a d del tercer m u n d o se crea sobre g ru ­
pos de científicos preexistentes. Lo com ún es que com iencen, si
son públicas, por crear espacios y edificios en respuesta al cre­
ciente núm ero de alu m n os y, si son privadas, por desarrollar o
a firm a r un gru p o de p o d er qu e u rd e carreras orales, qu e sólo
requ ieren pizarron es y asientos. La n oticia de su inau guración
v a a c o m p a ñ a d a de fo to g ra fía s de a u to rid a d es p ro n u n c ia n d o
discursos o visitando salones, pero no de instalaciones e instru­
m ental científico técnico, ni se exhibe la lista de los cien tíficos
que laborarán en ella. Su im p ortan cia está reflejada en el nivel
de las au toridades in au gu radoras (el presidente... o el m inistro
de educación ...o el director general de...) y su orientación queda
m a n ifiesta cu a n d o algú n sa cerd o te b en d ice las in stalacion es.
Sucede lo que señala M ario Bunge: no se com ienza por la m ate­
ria prim a, p o r la m en te q u e co n o ce, ni p o r los in stru m en to s
cien tífico s q u e p erm iten in vestiga r, sin o p o r los ed ificio s qu e
sirven para contener. D icen que si bien la universidad m oderna
se em pezó a crear allá por el siglo xili, su verdadero germ en fue
Platón y sus discípulos, con los que discu tía en los ja rd in es de
A kadem os; desde el punto de vista de ciertos tercerm undistas,
lo im portante parece haber sido entonces el jardín , no Platón.
Un ín dice por dem ás om in oso de que no siem pre nuestras
universidades son parte m edular del aparato científico-técnico-
p rod u ctivo de n u e stra so cied a d es el h ech o de q u e "ca d a vez
que se destru ye un centro de investigación, los sectores econ ó­
micos y los órganos de difusión que los representan discuten el
h ech o -cu a n d o lo h acen - ca si e x clu siva m e n te en térm in o s de
su ju s tific a c ió n política, sin d em o s tra r m a y o r in terés p o r las
consecu en cias que esa p érd id a pu ede ten er p a ra la capacidad
c ie n tífic a d el p a ís " (A m ilc a r O. H errera , C ien cia y p o lític a e n
A m é ric a L a tin a ).
122
LA IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N SE Ñ A N Z A .

B ien: ése es n u estro lu ga r de trabajo. ¿Q u é su ced e con la


investigación científica en dicho escenario?
al C u an do la relación en tre el n ú m ero de a lu m n os y el de
profesores es razonable, éstos pueden ir orien tán dolos con lec­
tu ras y discu sion es, así com o elegir a aqu ellos qu e a su ju icio
tien en p a sta de in vestigadores. Pero, debido a la m asificación,
el profesor no llega a conocer ni a recordar siquiera las caras ni
los n om bres de sus alum nos. La selección de fu tu ros "recursos
h u m a n o s " d e p e n d e de q u e lo s m u c h a c h o s in te re s a d o s en la
in vestigación lleguen tim oratam en te a tocar la pu erta de n u es­
tros laboratorios.
b] Los in vestigadores se su elen proteger de la m asificación
aislándose en institutos separados de las escuelas en las que se
■m parte la en señ a n za ; co m p a rtim en ta ció n q u e a leja a los in ­
ves tig a d o res de la fu en te de fu tu ros cien tíficos, y a b a n d on a a
los alum nos en manos de docentes repetidores.
c] La u n iv e rs id a d su ele v ib ra r y p a rtic ip a r en frecu en te s
lu ch a s p olíticas. Si bien esto es co m p ren sib le e in soslaya b le,
pues refleja la responsabilidad social de los universitarios, a los
in vestigadores cien tíficos profesion ales les resu lta in adecu ado
ten er su lu ga r de tra b a jo en u n a a ren a de com bate. B an cos y
cultivos de células, cepas de anim ales transgénicos, com plejísi­
mas m oléculas que habían sido sintetizadas en largos m eses de
trabajo, registros que debían ser hech os en u n a fech a precisa:
tod o se p u ed e ir al reveren d o dem on io en u n a "dem ostración "
sin dical, o estu d ia n til, o política , q u e tom a com o reh en es los
laboratorios científicos.
d] H asta hace u nos vein te o trein ta años las universidades
d el p r im e r m u n d o e ra n in m u n e s a e s to s p r o b le m a s o, m á s
exactam ente, no los tenían. Pero a partir de los años sesenta se
vieron expuestas a luchas estudiantiles, raciales y políticas. En
algunos casos, los estudiantes abrieron archivos universitarios
y divu lgaron m ás de un proyecto secreto non sanctus. Com o el
prim er m undo necesita y depende crucialm ente del producto de
la in vestigación científica, protegió a sus cien tíficos en in stitu ­
tos especiales, que tom aron la form a de agencias extrauniversi-
tarias; en éstas se in ven tan y perfeccion an cohetes in terplan e­
tarios, arm am entos y equipos electrónicos, se analizan los cam ­
bios económ icos internacionales, se reciben encargos para estu ­
diar relaciones políticas con determ inados países, etcétera.
LA IN V E S T IG A C IÓ N Y LA E N SE Ñ A N Z A . 123

El investigador científico profesional no es, de ninguna m a­


nera, un sim ple espectador; pero no hay seguridad de que vaya
a m ejorar m u ch o el p a n oram a u niversitario en el fu tu ro in m e­
diato. Esta in certidu m bre em an a de los siguientes consideran ­
dos: a] El in vestigador no tien e en sus m anos las riendas de la
universidad, es apenas uno de los actores, b] Com parte con su
sociedad u n a visión, u n a cultura, que carece de un lu gar claro
p ara el conocim iento m oderno: él tam bién suele pen sar que su
p a p el so cia l es p rescin d ib le, c] H oy, en m u ch o s pa íses de La­
tin o a m é ric a , la e x tra c c ió n s o cia l de q u ie n e s tra b a ja n en la s
u niversidades pú blicas coincide m u y poco con la extracción de
las cla ses d irigen tes qu e d eten ta n el p o d er (véase M arcos Ka-
plan, Ciencia, sociedad y desarrollo), d ] Estas clases dirigentes
e stá n su rg ien d o , co m o d ijim o s a n te rio rm e n te , d e "u n iv e rs i­
dades" orales, privadas y locales, con un perfeccion am ien to en
verd a d eras u n iversid ad es, pero del p rim er m u n do. No es raro
que, de ahí en m ás, el ex alu m no recon ozca u n a p erten en cia a
u n a en tidad ex tra n jera en la qu e pasó dos años, y no a las de
su patria, a la cu a l m en o sp recia , el C on secu en tem en te, esas
clases, en posesión del Estado y sus recursos, tienden a m an e­
ja r las u n iversid ad es de su país d esd e in stitu cio n es estatales
extrau niversitarías, decidiendo sim ple y llanam ente: qué van a
investigar y quién habrá de hacerlo (por m edio de subsidios por
proyecto), quién va a recibir un sueldo com patible con la vida y
quién será forzado a aband on ar los plan teles académ icos (m e­
d ia n te C a rreras y S istem as del In vestiga d or), qu é cosas d eb e­
rán enseñar (por m edio del apoyo al posgrado), en cuánto tiem ­
po d esea n qu e se fo rm e un m a estro o un d o c to r (m ed ia n te la
d u ra ció n de las becas qu e otorgan ), y h a sta a qu é lu ga res del
exterior y con qué colegas extranjeros se podrán enviar discípu­
los a perfeccion arse (por m edio de boch ornosos listados que se
entretienen en confeccionar). En algunos casos extrem os, a la s
au torid ad es u n iversitarias sólo les qu ed a la libertad de decidir
detalles com o el largo del césped, e influir en el program a de su
ballet folklórico. En consecuencia, estas autoridades ya no sue­
len ser elegidas entre los líderes científicos, sino entre políticos
avezados en el manejo de fondos, masas docente/estudiantiles y
relacion es de poder; adem ás están garan tizados por los gob ier­
nos, y no siem pre por las com unidades científicas.
Por supuesto esta descripción sobresim plificada, resulta m_
124 L A INVESTIGACIÓN Y L A ENSEÑANZA..

ju s ta p a ra con los pa íses que detectaron estas a berracion es, y


se esfuerzan por superarlas. El tirón n ecesario p a ra arrebatar
las u n iversid ad es de m a n os oligá rq u ica s en la p rim era m ita d
de este siglo provocó un inevitable exceso populista; sin em bar­
go m u ch a s casas de estu dio la tin o a m erica n a s y a están de re ­
greso de esa aven tu ra y se esm eran por alcanzar niveles de ca ­
lidad. Se están convenciendo de que, así com o un clínico no le
repite las m edicion es de la presión a un hiperten so, h asta que
por casualidad acierte con un registro norm al, y más bien trata
d e c u r a r lo , t a m p o c o u n a lu m n o d e b e r e n d i r e x á m e n e s
repetidam ente de una m ateria que obviam ente desconoce, hasta
que acierte y sea aprobado; y a n o perm iten au sen tism os p rofe­
sorales del 40% ; y a com ien zan a requ erir un m ín im o de profe-
sionalidad de sus m aestros; ya se im plem entan cursos de vera ­
n o d ic ta d o s p o r in v e s tig a d o re s y lim ita d o s a u n n ú m e ro de
alumnos que guarde proporción con la capacidad docente; ya or­
g a n iza n ciclo s de co n feren cia s en los q u e los cien tífico s d e s ­
criben sus cam pos a jó ven es en diversos escalones form ativos;
y a crea n m u s e o s de c ie n c ia a ctivo s; y a p u b lic a n co le c c io n e s
serias de libros así como revistas de divulgación y ensayo.
10. L A F O R M A C IÓ N : U N P R É S T A M O Q U E H A C E
S A L A M A N C A P A R A E N R IQ U E C E R L O Q U E D IO N A T U R A

D ecía n lo s a n tig u o s ca stella n o s: "Lo q u e n a tu ra n on da, S a ­


la m a n c a n on p re s ta ." L a fo rm a c ió n es el re s u lta d o de lo qu e
hace Salam anca para m ejorar lo que dio natura, pero es bueno
considerar que hay una larga etapa -desde la crianza hasta los
niveles preuniversitarios-, que constituye un buen n oventa por
cien to de lo qu e se p u ed e in te n ta r p a ra h a c er de un jo v e n un
buen investigador profesional.
¿Q u é es lo qu e da n atu ra ? U n cerebro aún por m a d u rar y
por lo tanto su sceptible de ser m odelado por la crianza, así co­
m o u n a capacidad de aprender que parece du rar tod a la vida,
pu es aú n en la sen ectu d el se r h u m a n o sig u e c a m b ia n d o su
visió n del m u n d o (B la n ck -C ereijid o y C ereijido, E l tie m p o , la
vida y la m uerte). A la edad de 15-18 m eses el desarrollo m en ­
tal del chimpancé, considerado el no hum ano con m ayor capaci­
dad, está casi com pleto; el del ser hum ano apenas ha com enza­
do. C orrelativam en te, la en señ a n za in stitu cion al tien de a p ro ­
longarse cada v e z m ás, y luego la sociedad exige títulos h a b ili­
tantes e im p osib ilita la solicitu d de recu rsos a quienes "no han
com pletado su form ación ". A h o ra bien, la experien cia m u estra
que en m u ch as disciplinas, n ota b lem en te en m a tem ática y en
física, las ideas m ás revolu cio n aria s su rgen en períod os ju v e ­
niles; de ese modo, parece haberse llegado a una encrucijada en
la que entran en conflicto la libertad creadora con la restricción
institucional.
El niño respetado, querido y cuidado tien e u n a creatividad
asom brosa. Luis M aría Pescetti ( C reativid ad y fa n ta s ía ¿lujo o
n e c e s id a d ? y D e s a r r o llo d e la c re a tiv id a d e n c o n d ic io n e s d e
bajos recursos) estu d ia el h u m or, la fa n ta sía y la crea tivid a d
in fa n til, a d e m á s de o b s e rv a r q u e lo s n iñ o s n o se p re o c u p a n
m ucho por las ideas dom inantes ni por las coherencias lógicas.
P u ed en im a g in a r la s p e rip e c ia s y p a is a je s q u e v en d es d e un
avión hecho con cajas de cartón y palos de escoba; pueden vivir

[1251
128 LA FORMACIÓN...

atar a un perro por su collar, clausurar una fábrica, impedir


que el Sol ilumine a una planta. Sin embargo, el estudio de sis­
temas complejos como los biológicos muestra que muchas veces
su enorme organización se alcanza gracias a las restricciones.
Tomaremos un ejemplo de nuestro libro Orden, equilibrio y
desequilibrio: cuando un conjunto de partículas elementales
pasa a formar parte de un átomo de carbono, éstas no adquie­
ren ninguna propiedad nueva; más bien restringen ciertas pro­
piedades de las que ya tienen, pierden grados de libertad. Aho­
ra bien, cuando a su vez estos átomos pasan a formar parte de
una molécula de glucosa, no se requiere que hagan nada nuevo
sino que, por así decir, dejen de hacer todo aquello que no co­
rresponde a la conducta de una molécula de glucosa. De ese
modo, la molécula de glucosa resulta de una progresiva pérdida
de libertades (Howard Pattee, Biological hierarchies: their ori-
gin and dynamics). Otro ejemplo de esta "restricción creadora"
es el de una parra, cuyas posibilidades de alcanzar una pérgola
a dos metros del suelo es nula... a menos que la atemos a un
palo y le restrinjamos muchos grados de libertad, en cuyo caso
la llegará a cubrir.
En el cuento de Jorge Luis Borges, Funes el memorioso,
Ireneo no consigue olvidar nada y puede comparar en el recuer­
do las formas de las nubes australes del treinta de abril de mil
ochocientos ochenta y dos, con las vetas de un libro de pasta es­
pañola que sólo había mirado una vez, y con las líneas de la
espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la
acción del Quebracho. Le tomaba un día entero recordar un día
entero. "Esos recuerdos no eran simples -narra Borges- cada
imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmi­
cas, etcétera." La memoria de Ireneo no restringía la entrada
de dato alguno: recordaba todo.
En The doors o f perception, Aldous Huxley llega a opinar
que la función del cerebro y de los órganos de los sentidos es
más eliminativa que productiva; que restringir todo lo que en
un momento dado podríamos percibir y recordar, así como per­
mitir solamente el paso a un conocimiento muy seleccionado y
especial, nos protege de la masa de información trivial e inútil
que nos anegaría.
La percepción es un tamiz inteligentemente maravilloso
que sólo deja pasar contenidos ya antes analizados, o bien, es
LA FORMACIÓN.. 129

un portentoso olvido selectivo. Recordar algo con sentido impli­


ca una fabulosa restricción de todo aquello que no lo tiene.
Alguien ha dicho que para esculpir L a Pieta como lo hizo
Miguel Ángel, basta con tomar un bloque de mármol y quitarle
todo lo que no sea La Pieta. Análogamente, con "olvido selecti­
vo" queremos aludir a la eliminación de todo aquello que no
tenga sentido. El neurobiólogo francés Pierre Changeux sos­
tiene que "aprender es eliminar" (lo inútil, el sin sentido), y el
químico estadunidense George Wald afirma: "W e are products
o f editing, not autorship." Como siempre se ha destacado el es­
tudio de lo que se recuerda, posibilita y tiene sentido, pero no
de aquello que es ruido, es superfluo, quita grados de libertad y
se olvida, hoy se conoce demasiado poco respecto a la natu­
raleza del olvido y a las leyes de la restricción creadora. Pero se
sospecha que el proceso civilizatorio consiste, en buena parte,
en encauzar al niño a través de un brete educativo que, cerce­
nando posibilidades de gratificación ilimitada, lo va guiando
hacia el caudal social.
Puede ser que estas opciones no sean del todo correctas,
pero ilustran la tendencia a cuidar las dos vertientes de la for­
mación: la asimilación de normas, prácticas y conocimientos
"con sentido", así como la restricción de ideas, hábitos y proce­
dimientos que no ensamblan con ese "sentido".
Pero el apego obsesivo al "sentido" llega a estorbar la crea­
tividad. Edward Jenner inventó la vacuna al dejar de lado
momentáneamente la búsqueda lineal de la razón por la cual
las personas se mueren de viruela y, en cambio, preguntarse
por qué no se mueren las vacas. Marconi demostró que es posi­
ble enviar una señal de radio a un punto alejado de la Tierra.
Marconi "no debió" haber hecho tal experimento. Un consejo
nacional de investigaciones como los que abundan en la actua­
lidad no le hubiera financiado el proyecto, pues habría sido fácil
predecir que, puesto que las ondas se propagan en línea recta,
desde cualquier punto de la Tierra que se trasmitan se escapa­
rían derechito al espacio, sin doblar para alcanzar un receptor
ubicado en otro punto de su superficie. Pero el experimento fun­
cionó y, bastante después, se supo que hay algo llamado ionos­
fera que hace de "espejo", refleja las ondas y las redirige a pun­
tos detrás del horizonte.
Las demostraciones "a la Marconi" obligan a la lógica a
130 LA FO RM AC IÓ N .

d evan a rse los sesos por en con tra r a p o steriori el cam in o sen ­
sato que explique lo encontrado, pero en un contexto de ju s tifi­
cación, no de descu brim iento. Señalan, tam bién, la v en ta ja de
no obcecarse en la linealidad y el canon.
M eterse en esa h o rm a civiliza toria , d eja rse a co ta r tan tas
libertades, renu nciar a sus deseos más caros resulta atroz a los
jó ven es. S erá por eso que u n a de las cosas que m ás les agrad a
es "h acer lío", "arm ar relajo". A jó v e n e s y viejos les su ele a gra ­
dar la orgía carnavalesca, o ju g a r por un rato o unos días a que
tod as las n orm a s y o rd en a m ien tos de la sen sa tez y la cu ltu ra
se anularon. No sorprende entonces que casi todas las civiliza­
ciones hayan ten ido en cu en ta esta n ecesid ad catártica y su b ­
v e rs iv a , p e ro q u e, p a r a m a n te n e r la b ie n a co ta d a , r e g la d a y,
sobre todo, controlada, hayan program ado festividades anuales
en fechas preestablecidas.
P h ilip G reven (S p a re th e ch ild ) asocia el castigo físico que
nuestras sociedades infligen a los niños con un sistem a político
e sp ecífico : el a u to rita ris m o . En m i e x p e r ie n c ia p e rs o n a l, h e
o b s e rv a d o q u e lo s a lu m n o s p ro v e n ie n te s de fa m ilia s a u to ri­
ta ria s , v e r tic a lis ta s , m a c h is ta s , c a s tig a d o r a s , y p r o c liv e s a
asustarlos con un infierno para pecadores, jam ás se convierten
en in vestigadores creativos.
Si bien no tengo claridad acerca de cuál es la relación entre
el castigo y la restricción edu cativa, a co n sejaría a m is colegas
que desistan de form ar a un discípulo al que no puedan querer;
asim ism o, re co m en d a ría a los jó v e n e s a leja rse de un m aestro
tiránico y que no los quiere com o personas. M ientras los teó ri­
cos de la ed u ca ció n a cla ra n estos a su n tos, no es m a l criterio
basarse en el amor.
M uy bien: un m uchacho que ha pasado por esas peripecias
form ativas llega a Salam anca, ¿y ahora qué?
Casi todos los científicos opinan que la m ejor edu cación es
m edian te el m étodo h eu rístico, del griego heuriskein, inventar,
d e s c u b rir o a p re n d e r; m é to d o q u e c o n s is te en c o n c e b ir u n a
re s p u e s ta h ip o té tic a , u n m o d e lo m e n ta l, u n p re ju ic io ú til, y
u sa rlo de gu ía p a ra sa lir a b u sca r so lu cion es. C on el m éto d o
ed u ca tivo h eu rístico , el a lu m n o es en tren a d o p a ra e n co n tra r
cosa s p o r sí m ism o; pero, ra ra v e z se p u ed e u tiliza r, p o r dos
razones: 11 la m asividad de la en señ an za no p erm ite dispon er
d el tie m p o y el m a te r ia l n e c e s a r io (v é a s e c a p ítu lo 9), y 2] el
LA F O R M A C IÓ N . 131

dinero que se asigna a la ciencia y los plazos que ponen los con­
sejos de in vestiga ció n y otras fu en tes de in gresos p a ra la fo r­
m a c ió n de m a e s tr o s y d o c to re s n o le p e rm ite al in v e s tig a d o r
so lv e n ta r u n a fo rm a c ió n h eu rística . Lo qu e h ace S a la m a n ca
con el muchacho está, entonces, bosquejado en el capítulo 9.
M uy bien: un m uchacho que ha pasado por esas peripecias
fo rm a tiva s y se p u so a lgu n o s añ os en m a n os de S ala m an ca ,
lu ego llega a n u estro la b o ra torio p a ra fo rm a rse com o in vesti­
gador, ¿y ahora qué?
En el ca p ítu lo 8 h em os visto que, en tod o m o m en to , h ay
u n a fron tera en tre lo que se con oce y lo qu e se ign ora, y el in ­
vestig a d or tra b a ja en dich o lím ite. De ese m odo, se p o d ría su ­
poner que, antes de iniciarse en la verdadera labor explorativa,
el jo v e n decidido a dedicarse a la in vestigación debe conocer al
dedillo todo lo que y a se sabe. Pero y a hem os argum entado que
no podría ponerse al día, au nqu e ded icara todas las horas del
día, todos los días del año y todos los años de su vida a la lectu­
ra en castellano, inglés, francés, alem án -cuando no en griego y
en latín- de los artículos que conciernen a su disciplina.
Lo c o m ú n es q u e el c ie n tífic o m a d u r o y su d is c íp u lo se
dediqu en de en tra d a al trabajo de in vestigación , m ien tras éste
estudia y asim ila los cinco o diez trabajos fundam entales que el
m a estro le h a recom en d a d o. L u ego co n s u lta los tra b a jos qu e
van apareciendo y, adem ás, aprende los aspectos relacion ados
con el p u n to qu e in vestiga. L eyen d o u n a b u en a review se en­
tera de qué quedó en pie de cien tos de artículos que aportaron
u n poqu ito, se fu eron corroboran do u n os a otros, desech aron
d e ta lle s im p ro c e d e n te s , y c o n s o lid a ro n lo q u e al m e n o s p o r
ahora se considera valioso. Dicho sea de paso, la review brinda
un ejem plo de cómo opera la restricción, en este caso inform ati­
va y ejercida por el autor, quien determ ina qué se ha de extraer
y qué SS dejará de lado.
U no de los equ ívocos m ás difu n didos con respecto a la in ­
vestigación consiste en creer que lo difícil es encontrar respues­
tas. P u es no: lo q u e d is tin g u e a u n in v e s tig a d o r b rilla n te de
u n o n o e x ito s o , e s l a c a p a c id a d d e h a c e r p re g u n ta s . Jacob
B ro n o w s k i (A s c e n t o f m a n ) o p in a b a q u e la n a tu ra le z a de la
cien cia es tal, que h acien d o pregu n tas im p ertin en tes se en ca ­
m in a h a c ia r e s p u e s t a s p e r tin e n te s . U n p e r s o n a je d e G .K .
C h e s te rto n (T h e s c a n d a l o f f a t h e r B r o w n ) la m e n ta : "N o se
132 LA F O R M A C IÓ N .

trata de que no puedan captar la solución, sino de que no pue­


den ver el problema." Mario Luis Descotte (Concéntricas) señala
que quien nunca tiene nada que preguntar, tiene poco que res­
ponder. Por lo menos la mitad de las preguntas en un semi­
nario entre gente inteligente, no son "para entender", ni se de­
ben a la falta de comprensión, sino que se trata más bien de
verdaderas sugerencias.
Alguien ha dicho: "Pregunta lo que ignoras y pasarás por
tonto cinco minutos; no lo preguntes y serás tonto toda tu v i­
da. George Bemard Shaw iba aún más lejos; en Back to Me-
thuselah dicc: "Ves cosas y preguntas ¿por qué? Pero yo sueño
cosas que nunca existieron y me pregunto ¿por qué no?" Con
todo, cuesta mucho acostumbrar a los jóvenes que nos llegan de
familias y escuelas restrictivas a que se atrevan a cuestionar, a
que se arriesguen a rebuznar; pero, por más arduo que sea, si
no logramos transformarlos en preguntones, no podremos for­
marlos como científicos creativos. "Problema bien planteado es
problema medio resuelto", reza el refrán. No hay investigador
más o menos formado que no sepa apretar botones, manejar
sus aparatos, hacer experimentos, medir cosas y obtener resul­
tados; en cambio, abundan los que carecen de una pregunta
significativa que oriente sus estudios, o que puedan hacer
además la pequeña pregunta de cada día.
En cierto simposio me encontré sentado frente a un pelma­
zo que mostraba tablas atiborradas de datos, encarnizándose
con las desviaciones estándar, los "p menor que 0.001"; que se
esmeraba en explicarnos cuántas veces había agitado cada
solución, cómo había ajustado la temperatura, dónde había
comprado cada reactivo, así como en mostramos los datos que
había obtenido ensayando en su preparación el contenido de
cuanto frasco pudo encontrar en su alacena... pero sin una pre­
gunta por contestar, ni un problema por resolver, ni una idea
que enhebrara semejante mamarracho. M e pregunté en qué
acabaría su plática, qué iría a decir sobre el fárrago de datos
recogidos sin ton ni son. Entonces, mi vecino de asiento, el
cristalógrafo argentino Victorio Luzzatti, me comentó: "Los
buenos científicos tienen un problema yentances van y colectan
datos; los malos en cambio colectan datos ¡y entonces sí que
tienen un problema!"
La formación no consiste en aprender una técnica, por más
L A FORMACIÓN. 133

complej a y avanzada que sea, esperando que su aplicación au­


tomática genere resultados y con ello sapiencia; más bien, estri­
ba en percatarse de cuál porción del caos está madura y es acce­
sible a nuestra capacidad de transformarla en conocimiento.
Un amigo, director de un prestigioso departamento de Bio­
logía Celular, me confió: "Y o no quiero investigadores encerra­
dos en sus laboratorios. Los quiero en el pasillo, discutiendo en­
tre pares contra un pizarrón, charlando con una taza de café en
la mano." Lástima que cada vez que pescaba a un colaborador
en tales circunstancias, invariablemente lo defenestraba.
Larissa Lomnitz y Jaequeline Fortes (La educación del
científico, Formación de la identidad del científico y Adquisición
de la identidad del científico biomédico), analizan las distintas
etapas en las que los muchachos de la u n a m van adquiriendo
los diversos recursos profesionales. Su lectura nos muestra que
la formación no puede ser comunicada en un "manual de eti­
queta científica", similar a los que indican de qué lado del altar
debe pararse el padrino de bodas, por qué el vino blanco se de­
be servir en copa de vidrio opaco, o qué quieren decir las letras
r s v p al final de una tarjeta de invitación. Tampoco puede uno ir

dictándole normas al joven discípulo, pues se aprenden traba­


jando, tomando café, contando anécdotas, llevándolo a cenar
con visitantes extranjeros, viajando con él a congresos, resol­
viendo dificultades a medida que se presentan. Es posible tras­
mitir información, pero es imposible transferir conocimiento. A
lo sumo, el mentor puede guiar, facilitar el camino, o hacer éste
más eficiente, rápido, interesante, placentero, divertido; pero
nadie aprende en cabeza ajena (ni en manos, ni en pies, ni en
corazón), pues gran parte del saber no es formulable.
Un equívoco sobre la formación emana de suponer que el
entrenamiento termina al aprender a hacer preguntas y expe­
rimentos. No es así. Más que enseñar un tema (en qué pensar e
investigar) el verdadero maestro enseña cómo pensar y cómo
responder con los recursos conseguibles. Un investigador for­
mado, además de conocer su tema, debe saber cómo se consigue
dinero, cómo se compran reactivos, equipos, material bibliográ­
fico, o cómo se manejan las relaciones de trabajo. ¿Cuándo es
posible -y cuándo no- llamar a un colega de otro país para
solicitarle el uso de un aparato, un detalle técnico "secreto",
unos mililitros de cierto solvente que aún no está disponible co-
1 3 4 LA FO RM ACIÓ N.

m ercialm ente, o de cierto reactivo que por ah ora sólo com parte
una pandilla de cuates? ¿Se le telefonea y se le pide prestado el
equipo, o la inform ación sobre su m anejo y ya... o se le invita a
realizar las m ediciones y colaborar en el trabajo? En el caso de
un científico prestigioso, pero encerrado desde h ace años en la
oficin a directiva, ¿se le explica que, en realidad, uno no quiere
saber nada con él, sino con su ayudante que sí m aneja la técni­
ca en cuestión? Y si dicho científico es adem ás un taim ado com ­
petidor, ¿hasta qué punto se le explican los resultados que uno
y a tiene, los secretitos qu e n os llevó años resolver? ¿Les ex p li­
camos nuestros logros antes de saber si nos prestará el aparato
o si a cep ta rá colaborar? ¿S e le pid e a un am igo com ú n qu e lo
contacte, o se debe esperar a cruzarse con él en el próxim o con­
g re s o ? ¿S e lo a rrin co n a , ca rp eta en m a n o, en cu a n to u n o se
topa con él en un elevador del hotel, o se lo invita a desayunar?
En el capítu lo 6 m en cion am os qu e Robert K. M erton y sus se­
guidores asignan un valor tan im portante a la sociología y poli­
tiquería de la ciencia, que llegan a propon er que el conocim ien­
to es un artefacto de la cultura y que está en m anos del científi­
co-burócrata-em presario, operador o político. Pensam os que esa
posición es produ cto de la exageración o distorsión de ciertas
estructuras innegables; pero, de todos modos, conviene que du­
ran te la form ación , m ien tra s in serta m os al jo v e n en la red so­
cial a la cu a l d eb erá p erten e cer si q u iere ser un in vestig a d o r
profesion al, le en señ em os a v a lerse de u n a s y a defen d erse de
otras.
El jo v e n en form ación debe aprender a h acer u n a co m u n i­
c a ció n ora l de d ie z m in u to s y u n a de c in cu en ta , a d e m á s de
te n e r b ie n en cla ro q u e n o se tr a t a d e u n a m e r a d ife r e n c ia
cu a n tita tiva . D eb e s a b e r q u e a m b a s re q u ieren un en fo q u e y
u n a estra teg ia c o m p le ta m en te d iferen te a las de u n a p re s e n ­
tación en form a de cartel. Es necesario que tenga una idea p r o ­
fe s io n a l acerca de cuántas preguntas y cuántos puntos se pu e­
den, y deben, a b o rd a r en ca d a tipo de presen tación : no b a sta
con saber distinguirlas.
H ay investigadores que no saben escribir un artículo, y que
lu ego ign o ra n el know how p a ra m a n eja rse con los editores y
los á rb itro s de las revista s. E sto los lleva a no p u b lica r... y a
su frir consecu en cias cada v ez m ás am argas y deletéreas. A u n ­
qu e cu este creerlo, en d tercer m u ndo abundan los in vestiga­
LA F O RM AC IÓ N ... 1,30

dores que viajan con sus carpetas hasta el prim ero, al laborato­
rio de su antiguo m entor, con la excusa de "discutir sus datos";
en realidad, van a pedir auxilio, a que les arm en el artículo, les
escriban la discu sión ... y se los coau toreen, cosa que adem ás
fa cilita su aceptación en revistas im portan tes. Este tipo de de­
p en d en cia a veces recib e el p om p oso n om b re de "colab oración
in te rn a c io n a l". P o r cierto, h o y ca si to d os los la b o ra to rio s del
m undo m antienen fértiles líneas de colaboración internacional,
que van desde el m ero intercam bio de sustancias o de in form a­
ción o h asta el trabajo conjunto periódico; pero se caracterizan
porque am bos extrem os de cada línea gozan de reconocim iento
y re sp eto , a u n en el ca so de q u e a v e c e s u n o d e ello s se v e a
forzado a ser el pariente pobre.
En el tercer m u ndo tam bién abu ndan los científicos vo la n ­
tes, eq u iva len tes a los m on jes m en d ican tes de la Edad M edia,
qu e p a ra com pen sar sus deficien cias form ativas van de un la ­
boratorio del prim er m u ndo a otro, de u na estación de biología
m a rin a a un cuarto p a ra visitan tes o a un desván, h aciendo lo
que saben, insertándose donde los necesitan, quedándose dos o
tres m eses d o n d e los acepten . C asi sin ex cep ción son bu en os
cien tífico s, e x celen tes d isc u tid o re s y ú tilísim o s co n su lto res,
a d em ás de m a n eja r un va sto y h asta a m en o an ecd o ta rio; no
obstan te, resu lta n se r p ésim o s m a es tros p u es com o siem p re
andan viajando desatienden a sus discípulos locales.
Si el m aestro se en cierra p a ra decidir en privado qué eq u i­
pos y reactivos se han de comprar, o qué estudios se han de ha­
cer; si se a ís la p a r a e la b o ra r lo s d a to s y e s c rib ir lo s m a n u s ­
critos; si sólo com parte con sus colaboradores jóven es la autoría
d e los a rtícu lo s o rigin a les con los d a tos re co g id o s p o r éstos,
pero no la de capítulos y revisiones generales, o no elabora con
ellos los ped idos de donativos, estará tran sfiriendo el paterna-
lism o verticalista de su sociedad al seno de su grupo de trabajo.
A su vez, el discípu lo no se fo rm ará deb idam en te si con sid era
que todo term ina con m edir cosas, registrar fenóm enos y pasar­
le los d a to s e x p erim en ta le s al je fe ; si n o se sien te o b liga d o a
ayu darle a elegir m odelos de aparatos, h acer com pras, diseñar
in stalacion es, a cu idar y m an ten er equipos, recop ilar m aterial
y da tos, e in clu so p e rd e r tiem p o y e n d o a b u s c a r a su h otel y
paseando a un visitante. Fracasará si, cuando va a un congreso
en el exterior, prefiere salir a h acer tu rism o con los a m igos de
1 3 6 LA F O R M A C IÓ N .

su d ep a rta m en to o con su s p a isa n o s de otras u n iversid a d es,


h ablando en su idiom a, y com prando regalos para su novia, en
lugar de aceptar o prom over el intercam bio durante un alm u er­
zo o un paseo con un japonés o un checo, que hablan un inglés
peor que el suyo. No debem os olvidar que, en la tarea científica,
por cada cosa que uno encuentra, hay decenas de experim entos
inútiles, de su stan cias que p recipitaron D ios sabe por qué, de
m arcas de produ ctos que en el catálogo parecen idén ticas a las
de otras fu en tes com erciales, pero qu e a la postre no resu ltan
adecu adas, de secretos y triq u iñ u ela s experim en tales, de tra ­
bajos fu n d a m en ta les qu e n os h ab ían p a sa d o in ad vertid os; de
a h í q u e sea en esos en cu en tro s in fo rm a les con el co lega h u ­
m ilde o consagrado, de Francia o de U ruguay, cuando solem os
e n te ra rn o s de d e ta lle s q u e re s u lta n c r u c ia le s p a r a n u e s tr a
in vestigación . La m ejor lección sobre in terca m b io de calcio en
la m e m b ra n a celu la r m e la dio el ch ilen o M ario Lu xoro m ie n ­
tras le ayudaba a cocinar m ariscos en Buenos Aires; la clave de
la s e le c tiv id a d fó n ic a m e la e x p licó el e s ta d u n id e n s e George
E isen n a m en T ilto n , N ew H a m p sh ire, m ien tra s n os b a ñ á b a ­
mos en las duchas de un colegio.
La in vestiga ció n cien tífica, m ás qu e u n a p rofesión es u na
actitud ante la vida. A sí com o deprim e constatar que un n ota ­
b le b ió lo g o m o le c u la r c o n s id e ra p e c a m in o s o co m e r ca rn e en
V iern es Santo (no sería desagra d a b le que lo h iciera por tra d i­
ción o porqu e se le d a la gana), regocija que un alu m no ilu stre
u n m eca n ism o evo lu tivo co n ta n d o qu e la in trod u cción de los
a n tib ióticos en los años cu a ren ta casi extin gu e a los u rólogos
por m erm a rles la fu en te de p a cien tes atacad os de en ferm ed a ­
des ven érea s; o qu e re fiera el efecto de la televis ió n so b re los
cines; o qu e observe qu e los caballos se han extin gu id o de las
canciones populares m odernas y sólo sobreviven en el seudofol-
klore. No es cien tífico quien lim ita sus tareas de 9 de la m a ñ a ­
na a 2 de la tarde, o pospone para la próxim a sem ana un expe­
rim en to qu e p o d ría in ic ia r este m iércoles, p o rq u e eso le o b li­
ga ría a acu dir a tom ar u n a m u estra el sábado; tam poco quien
no elabora sus discrepan cias ideológicas im plicadas en la acti­
tu d cien tífica ante la vida, p o rq u e cree p osib le fo rm arse com o
científico m ientras retiene una visión del m undo que le perm ite
guiarse por los horóscopos y obedecer liturgias.
H a y cien tíficos qu e, p o rq u é sólo in v e stig a n de 9 de la
L A F O R M A C IÓ N . 137

m añana a 2 de la tarde, no se quedan a escuchar un sem inario


program ado de 17 a 18 horas; o que, au nqu e éste se program e
en h oras co n ven ien tes, toca un tem a qu e n o co in cid e ex a cta ­
m ente con su cam po de trabajo; m enos aún les interesa ese se­
m in a rio, si en lu g a r de d atos sólid os, vers a rá so b re d is q u is i­
ciones conceptu ales y m arcos filosóficos. De nuevo, esto no es
u na cuestión de estilos y costum bres; más bien, es el resultado
d e e n g a tu s a r a c u a lq u ie r m e n te c a to q u e n o t ie n e n i p o d r ía
ten er el m e n o r in terés o la m e n o r pasión p o r el co n o cim ien to
p a ra p onerlo a m edir cosas, prim ero llam arlo "discípulo", luego
"científico" y así perpetuar el em buste...
Para u n becario resu lta u n a enorm e diferen cia que su jefe,
ocu p a d o en su exp erim en to, n o le d irija la p a la b ra en tod a la
m a ñ a n a y ande a los portazos; o qu e en cam bio cante, o entre
p ip etead a y p ip etead a le va ya contan do u n a an écdota sin pies
ni cabeza; o que, m ientras esp era el m om ento de tom ar la p ró ­
x im a m u estra, le con fiese qu e de b u en a ga n a se iría a pescar.
La ch a rla o ciosa qu e señ a la H eidegger no va le por lo qu e con ­
tiene, sino p o rq u e m a n tien e la com u n icación . Porqu e au nqu e
n u estro in telecto no saqu e n ad a en lim pio de todo ese bla-bla,
n u estro in con scien te recib e e in terp reta m u ch ísim a s señ ales
que resu ltan ú tiles p ara desform alizar y crear el clim a propicio
para nuevas com binaciones de datos o de ocurrencias teóricas;
es decir, para crear.
El filó so fo in glés B e rtra n d Russell quedó huérfano a tem ­
p ra n a edad, fu e edu cado fo rm alm en te en su propio h ogar por
su s m a y o re s y só lo ta rd ía m e n te lleg ó a te n e r tra to c o tid ia n o
con jóven es com pañeros; en sus m em orias, cuenta que prefería
ir a usar el baño de la estación de trenes, pues le daba vergü en ­
za pregu n tar dónde qu edaba el del colegio. A nálogam ente, hay
alum nos que hacen un esfuerzo suprem o por largarse a hablar
en in glés con un visita n te... y re cib en co sco rro n es y co d a zos
p sic o ló gico s de su je fe qu e se a verg ü en za de ellos; com o si el
p rob lem a co n sistiera en que los m u ch a ch os locales no tien en
fluidez en el idiom a del visitante, y no en que el colega no habla
el idiom a del país que visita.
A propósito: las barrera s idiom áticas siem pre han re su lta ­
do u n o b stá cu lo g ra v e p a ra la h u m a n id a d . P or ejem p lo , d u ­
rante siglos y siglos los pensadores islám icos y los cristianos no
p o d ía n d iscu tir, n i s iq u ie ra e n te ra rs e de lo s d e s a rro llo s qu e
138
LA FORM ACIÓN.

h ab ían h ech o u n os y otros, pu es n o se en ten d ían . Lo qu e era


peor, generalm en te las tradu ccion es eran h echas por personas
q u e s a b ía n a m b o s id io m a s , p e ro n o e ra n e s p e c ia lis ta s en el
tem a qu e esta b a n tradu cien do. A eso se le su m a b a la ba rrera
del prejuicio. Los árabes m iraban con desdén a los bárbaros de
los p a íses n órd ico s (los de la A lem a n ia , In g la terra y E scan di-
n a v ia actu al). En la op in ió n d el h is to ria d o r S a'id a l-A n d a lu si
(sig lo x i) no se p o d ía esp era r q u e d ich o s p u eb lo s p rod u jera n
n ad a valioso, d eb id o a q u éu l clim a frío en qu e vivía n les in h i­
b ía el crecim iento del cerebro (J. M cM anners, T he O xford illu s-
tra ted h istory o f C h ristia n ity ). Podem os contrastar su punto de
v ista con el de algu n os sabios de esos países n órdicos qu ienes
h o y p ie n s a n q u e en A fric a y C e n tro a m é r ic a el c lim a p e rm ite
que las plantas y los anim ales crezcan espontáneam ente, y eso
h ace a los habitan tes de esas regiones m enos propensos al tra ­
bajo y al esfuerzo creativo.
H oy debo recon ocer con m u ch a tristeza que es m u y com ún
q u e lo s je fe s g r u ñ o n e s e s ta b le z c a n la s ig u ie n te re la c ió n : el
jo v e n en u n cia lo qu e v a a h a c er y cóm o lo h ará... h asta cierta
etapa. A hí h ace silen cio y espera. C on esto p rovo ca las du das
d el je fe (verd a d ero je fe , p ero no m a estro), q u ien p o r tem o r de
q u e se a rru in en e x p e rim e n to s , se m a lg a s te n m a te r ia le s y se
p ierd a tiem p o, se a vien e a d a r in d ica cio n es a d icio n a les p a ra
aclarar o confirm ar lo que el m uchacho necesitaba saber. C u al­
quier pregu n ta que requ iera inform ación no im prescindible p a ­
ra h acer el experim en to es reprim ida con ceño fru n cido y refe­
ren cia s a la d e fectu o sa fo rm a c ió n del jo v e n . E sa h u m illa ción
con form a un arn és in telectu al, y es el p rim er paso p a ra h acer
del ed u ca n d o m ás un fu tu ro m id e-co sa s qu e un cien tífico; es
u n a rece ta p a r a h a c e r cie n cia s in seso. por su p u esto, en ese
contexto sólo caben las preguntas de detalles, nunca acerca del
e n fo q u e total; ja m á s versa n so b re a ltern a tiv a s osa d a s, pu es
a u n en el ca so de q u e se tra ta ra de p reg u n ta s y su ge ren cia s
inteligentísim as, el alum no corre el riesgo de que su je fe no sea
capaz de reconocerlas com o tales y lo ridiculice. El verticalism o
y la m ala educación de un jefe escinde el cerebro de sus colabo­
radores: u n a p a rte p ien sa en el p ro b le m a y otra revisa cu id a ­
dosam en te las con secu en cias adversas qu e p o d ría ocasion arle
su curiosidad. A veces es m ucho peor, pues los jóven es llegan a
ocultar resultados insólitos, que serían verdaderos hallazgos en
LA FO RM ACIÓN. 1 3 9

m anos de científicos com petentes, porque tem en la reacción del


patrón ante un cuadro inesperado.
La cu rio sid a d es u n a cu a lid a d ra rísim a qu e in clu so c o m ­
partim os con los anim ales. Brota cuando la m ezcla conocim ien­
to/ign oran cia se m an eja con confianza, cuando se prevé que la
p ieza in form ativa faltante en cajará perfectam ente en el rom p e­
cabezas que está arm ando. C u an do no se lo gra despertar esta
co n fia n za en el jo v e n y, so b re todo, cu a n d o las p ieza s q u e y a
tien e aún no logran en sam blarse, sobrevien en el d escon cierto
así com o la paralización propia del pánico. Si uno tom a u n sa ­
po, le da vu elta y lo recu esta su avem ente con el dorso sobre la
mesa, la inform ación que percibe el anim al al estar apoyada-en
una zona de su piel que no acostum bra hacerlo, recibir la luz de
u n a d irecció n in s ó lita y v e r el m u n d o "p a tas p a ra a rrib a ", lo
in m o viliza por m u ch os segu ndos. C u an do el b agaje cu ltu ral y
los conocim ientos que trae un m uchacho no le perm iten proce­
s a r la in fo r m a c ió n q u e re c ib e s o b re a s p e c to s e s tric ta m e n te
científicos o m eram ente sociales, suele reaccionar com o el sapo.
Si el m en to r es in ca p a z de a yu d a rlo a ten er co n fia n za a n te lo
in esp era d o, no es un verd a d ero fo rm a d o r de cien tíficos cu rio ­
sos, sino un am aestrador de sapos.
C laro qu e p a ra ser in vestiga d o r no b a sta con se r tra b a ja ­
dor, estudioso, generoso, atento, aprovechar los congresos y te­
n er la ca rcaja d a a ñor de labios. El in gred ien te prin cip al es la
creatividad, cu alidad que si bien un bu en m en tor pu ede hacer
despertar, estim u la r y e n señ a r a usar, d ifícilm en te p od rá d e­
s a tro fia rle a u n a lu m n o q u e le lle g a con v e in tic in c o a ñ o s de
chatura, autoritarism o, padres y m aestros castran tes y d espó­
ticos, televisión con tantitos com erciales, periodism o con lu ga ­
res com unes, sacerdotes convencidos de que el m isticism o h u ­
m a n o e s t á c o n t e n id o e n lit u r g ia s e s t u p id iz a n te s , fa lt a d e
h ábito por la lectura, ten den cia a m an ejarse con frases h ech as
y qu e cree qu e d isc u tir co n siste en sa lir a p o rfia r con los p re­
juicios que se le fueron incrustando en el cerebro.
La in creíb le crea tivid a d in fan til es, tam bién , el germ en de
la libertad que ten drá cuando sea adulto. A este respecto, Luis
M aría Pescetti lam enta que la im aginación sea un lujo de tiem ­
po libre p a ra sociedades opulentas; que, en cam bio, el a n a lfa ­
beto posea un m undo im aginario em pobrecido, el cual le lleva a
aceptar sum isam ente las condiciones que el otro le im pone, y a
140 LA FO RM ACIÓ N:

no poder siqu iera desear un m odo de vid a diferente, porqu e el


m ero deseo im p lica la posib ilid a d de im a gin a r otras a ltern a ti­
vas. "N adie b u sca lo que no concibe... p u es h a sta los torn illos
prim ero se im aginan y luego se construyen", señala Pescetti.
G ia n n i Rodar; (G ram ática de la fa n ta sía ) propon e que el
estím ulo de la im aginación ocupe un lugar en la educación, "no
p ara que todos sean artistas, sino p ara que nadie sea esclavo".
Cabe recordar que Nat Tu rn er, el negro que allá por 1830 llevó
a cabo en V irg in ia u n a reb elión de esclavos al estilo de Espar-
taco, h a b ía sido in stru ido, sa b ía leer, so lía m e d ita r y p red ica r
so b re te m a s re lig io s o s y teo ló g ico s ; c o n o c im ie n to q u e le h izo
in tolerab le la condición que sus h erm an os aceptaban su m isa ­
m ente. Su lu ch a term inó com o h ab ía term inado la de Esparta-
co en R om a: con u n a h o rrib le m a sa cre, q u e p o r su p u esto no
sólo buscaba elim inar rebeldes, sino servir de escarm iento para
tod o aquel que se a treviera a pen sar. De N a t T u rn e r n os llegó
u n a fra s e q u e p u e d e le e rs e de d iv e rs a s m a n e ra s , to d a s ella s
am argas: "Q uien aum enta el conocim iento aum enta el dolor."
No por n ad a A n to n io G ram sci a firm a b a qu e decir la verd a d es
revolu cio n a rio .
En los años sesenta, conocí en B oston a estu d ia n tes y j ó ­
ven es cien tíficos que regresaban de cam pañ as en el sur de los
E s ta d o s U n id os, d o n d e h a b ía n id o de p u e r ta en p u e r ta p a ra
prom over el en rolam ien to de los n egros en el padrón electoral.
Supuse que su principal problem a habría sido protegerse de los
a ta q u e s d el K u -K lu x -K la n q u e, d e h e c h o , y a h a b ía co b ra d o
m u ch a s víctim a s en tre los vo lu n ta rio s. M e ex p lica ro n qu e en
verdad ésa era una dificultad m uy seria; pero que, no obstante,
el p rin cip a l p rob lem a co n s istía en con ven cer... ¡a los m ism os
n egros! "¿C óm o vam os a votar, si som os n egros? V o ta r es cosa
de blancos", les contestaban. En algunos casos resultaba para­
dójico que fu eran los blan cos del norte, y no los n egros del sur
que su frían en carn e p rop ia la discrim in ación, qu ienes podían
im a gin a r altern ativas.

^ "He th a t in cre a se th k n o iv le d g e in cre a se th s o rro iv ." A T u rn er también


se le a trib u ye la siguien te frase: "B ea t a nigger, s ta rv e him , le a ve h im iv a l-
loiving, a n d he iv ill be y ou rs f o r Ufe. A iv e h im b y som e u n fo reseen h in t o f p h i-
la n th ro p y , tic k le h im xvith th e id e a o fh o p e ;..a n d h e iv ill iv a n t to s lic e y o u r
th r o a t." (E l subrayado es mío.)
LA F O R M A C IÓ N . 141

En sum a: la in vestigación cien tífica es cosa de gen te libre y


crea tiva pues, com o d ecía C icerón: "Libre es aquel qu e no está
esclavizado por n in gu n a torpeza." A su vez, Freud sostenía que
los creadores son los hum anos que cuentan con la confianza de
sus padres. Yo m e atrevería a agregar: "... y de sus m aestros".
La form ación depende, en parte, de las m arcas que nos d e­
ja n las id en tifica cio n e s con n u estro s m a estros. John Buchan
(M em ory hold-the-door) o p in a b a q u e la m e jo r e d u c a c ió n d e ­
p en d e de viv ir p o r a lgú n tiem p o cerca de gra n d e s m en tes. En
n u e s t r a s u n iv e r s id a d e s e s y a u n a fo r t u n a e n c o n tr a r p o r lo
menos un m aestro, de una disciplina; pero lo ideal es que abu n­
den y los h aya de m u chas disciplinas; que el m u ch ach o no sólo
ten ga un b u en m en to r en el ca m p o de su elección ; qu e recib a
en señ a n za s cru ciales del p rofesor del piso de a rrib a con quien
c o n v ersa m ie n tra s a ca b a u n a cen trifu g a d a , o cu a n d o se v a a
tom a r un café con el filósofo qu e les fu e a dar un sem inario, o
cuando se encuentra en el m etro con el lingüista y éste le expli­
ca sus in vestigacion es sobre la estru ctu ra del discurso. Y, p ara
fin alizar, con vien e ten er claro qu e esas en señ a n za s no se lim i­
tan a los datos o a la inform ación, sino tam bién a las actitudes.
E l estu d io de F o rtes y L o m n itz q u e c ita m o s al c o m ie n z o
r e s a lta a lgo q u e se s u e le d e c ir d e lo s a lq u im is ta s : al m o le r y
d iso lver roca s a rcan as, al h e rv ir y d es tila r so sp ec h o so s líq u i­
dos, al observar estrellas y d escifra r crípticos m an u scritos, los
a lqu im istas no h allaron la Pied ra Filosofal qu e bu scaban , pero
se hicieron a sí m ism os quím icos. Para decirlo de otra m anera:
las autoras m uestran que en esas etapas, es m ucho más im por­
ta n te lo qu e la cien cia h ace con los alu m n os, qu e lo qu e éstos
h acen con la ciencia. Lo qu e la cien cia h ace con ellos no se re ­
duce a enseñarles un tem a y un pu ñado de técnicas, sino ta m ­
bién a darles lo qu e ellas llam an "u n a id eo lo gía cien tífica", sin
la cual ja m á s llegarán a pertenecer a la com u n idad científica, a
ser investigadores profesionales.
11. ¿C Ó M O SE E V A L Ú A L A L A B O R C IE N T ÍF IC A ?

Gaius M ecenas, caballero rom ano de estirpe etrusca, nacido se­


ten ta añ os a.C. en lo q u e h o y es A rezzo , Italia, a p ro vec h ó su
in flu e n c ia s o b r e e l e m p e r a d o r A u g u s t o p a r a fa v o r e c e r la s
letra s, y con su en o rm e r iq u e z a él m is m o s o s tu v o a V irg ilio ,
H oracio y Propercio. Su n om b re pasó a la h istoria p a ra d esig­
n a r a q u ien es m a n tien en de su p ecu n io a literatos, pin tores,
escultores, músicos y científicos.
D u ran te m u ch os siglos la activid a d cien tífica dep en d ió de
los m ecen as. En la m a y o ría de los ca so s era n reyes, p a p a s y
du q u es qu e d ecid ía n a su a n to jo a q u ién ap oya b a n y a qu ién
no. A veces, este apoyo consistía en albergar en su palacio a los
artistas y a los sabios; otras, en en com en darles trabajos (com ­
p o n e r u n a m is a , p in ta r u n re tra to ) o e s tu d io s (c la s ific a r la s
p la n ta s del ja rd ín real, co n s tru ir un re loj-ca m p a n a rio ). En la
m ayoría de los casos, la sobrevivencia del científico se asegura­
b a con só lo p e rte n e c e r a la corte, a u n a u n iv e rs id a d o a u n a
institución encargada de trabajos de astronom ía, de inspección,
así co m o d e c o n s tr u c c ió n d e e d ific io s , a c u e d u c to s , n a v e s y
arm am entos.
Ese sistem a tenía sus ven tajas (p. ej. estos m ecenas nunca
exigían presen tación de solicitu des con cu rrícu lu m y cotizacio­
nes de tres casas distintas, ni informes por quintuplicado, acom­
pañ ad os de separatas de artículos); pero resu ltó cada v ez m ás
in sa tisfa ctorio debido a la d ecad en cia de la n ob le za y al creci­
m iento de la actividad científica y, con ello, del núm ero de cien­
tíficos. Sin em bargo, el m ecenazgo no ha desaparecido del todo.
En los países donde la gente tiene la cultura y el dinero necesa­
rios, de pronto se crean fundaciones para luchar contra la cegue­
ra, in vestiga r las p lagas qu e d estru yen los bosqu es, o recoger
canciones y m elodías tradicionales a punto de extinguirse y que
hoy sólo cantan algunos viejos cam pesinos; asim ism o, sus u ni­
versidades más prestigiosas reciben de pronto fondos para crear
un cargo de profesor (endowed éhair), h acer u n a b ib lio teca (la

’ [142]
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIF IC A ? 143

W aidener de H arvard), instalar un telescopio, crear una beca (la


Guggenheim ), adquirir los archivos de un político del siglo pasa­
do, o com prar los m anuscritos de las novelas de un escritor fun­
dam ental. Así, h ay u niversidades y colleges donde sus alumnos
pu eden tom ar gratu itam en te en su cafetería la can tid ad de h e­
lado que deseen (Vassar College), o ciertos profesores de la H ar­
va rd M edical School que pu eden pasarle todas sus cu entas de
in vestiga ció n a u n a ca d en a de su p erm erca d o s (A & P de B o s­
ton), o m agnates de la com putación que costean el m ejor in ver­
nadero del mundo para la universidad en la cual investigan sus
hijas (la de California), o m illonarios cuya fortu na es legada pa­
ra que, con los intereses producidos, se fom ente la investigación
biom édica (H ow ard Hughes).
A u n q u e en m e n o r ca n tid ad , en el te rc e r m u n d o ta m b ién
h ay personas y entidades particu lares cu ya cultura, resp on sa ­
bilid a d social y p o sib ilid a d es econ óm icas son su ficien tem en te
só lid a s com o p a ra a p o y a r a la cien cia: en tre ellas, las fu n d a ­
cion es S au beran y C am pom ar, qu e co stea b a n los tra b a jos de
B ern ardo A. H ou ssay y Luis F. Leloir; la Fu n dación ciMAE, por
m ed io de la cu al la co lectivid a d isra e lita a rg en tin a a p o ya b a a
m i propio laboratorio en la A rgen tin a; la Fu n dación A n torch as
y la M e r c e d e s y M a r tín F e r r e ir a t a m b ié n d e A rg e n tin a ; la s
F u n d a cion es F liser y S u ra sk y qu e a p o ya n la in vestiga ció n en
M éxico, y m uchas otras. D esgraciadam ente aquí el tiem po y las
circu n s ta n c ia s ju e g a n un p a p el d eletéreo . A sí, las su ces iva s
oleadas inflacionarias han hecho que la cantidad de dinero con
que la Fu n dación C am pom ar de la A rg en tin a pagó en su tiem ­
p o lo s g a s to s de la b o ra to rio q u e lle v a r o n a L elo ir a g a n a r el
Prem io Nobel, h oy difícilm en te alcanzaría p ara com prarles u na
pipeta a sus discípulos; y los fondos de la venta de una casa (su
casa) que el fisiólogo Juan G arcía Ram os donó al C entro de In ­
vestigacion es y E stu dios A van zados de M éxico -y que esta in s­
titución depositó en un ban co p a ra u sar sus in tereses en co s­
te a r in v e s tig a c io n e s -, h oy, a p e n a s q u in ce a ñ o s d e s p u és, n o
bastaría para pagar la renta de un mes de aquella m ism a casa.
El tiem p o y las circu n sta n cia s ta m b ién p rod u cen efectos
curiosos en las in tencion es de los donan tes del prim er m undo;
así, h a y d in ero s leg a d os h a ce m u ch o s añ os p a ra in vestig a r y
luchar contra los piratas jam aiqu inos que atacan galeones m er­
cantes, y la Fundación Rockefeller fue in stitu ida origin alm en te
144 ¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIF IC A ?

p a ra in vestiga r y erradicar la m a la ria qu e a solab a a los tra b a ­


jadores que construían el C anal de Panamá.
U na de las form as que aún prevalecen en algunos países es
re co n o cer sólo al em in en te p ro fe so r al fren te de su in stitu to y
departam ento; profesor que, a su vez, determ ina quiénes han de
ser sus colaboradores, cuánto han de ganar, a cuales prom ove­
rá, p ara qu é estu dios les d ará dinero, dónde los en via rá a p er­
feccion arse, quién h a de via ja r al p róxim o congreso. C o rrecta ­
m ente usado, este sistem a resulta m uy eficiente, pero con harta
frecuencia tam bién daba lugar al nepotism o, a la prom oción de
q u erid a s y ob secu en tes, o al fa vo ritism o h acia qu ien es p erte­
n ecien do a determ in a d a clase social tienen com o ú nico m érito
com ulgar con la ideología y los puntos de vista políticos del "pa­
trón" (así se los llam ó en Francia) o del "boss" (así se los llam ó
en E sta d os U nidos) o d el "fü hrer" (así se los lla m ó en A lem a ­
nia). En ocasiones, estos patrones encuentran que sus hijos y los
sobrinos del m inistro son más prom ovibles que las m ujeres, los
pobres, los extranjeros, los judíos, los indios y los negros.
U n a v a ria n te es qu e el E sta d o, p o r m ed io -cla ro está- de
sus fu n cion a rio s y a sesores cien tíficos, sele ccio n a un in vesti­
gador m aduro, productivo, original y de con ocida capacidad de
fo rm a r d isc íp u lo s, a q u ien le e n c a rg a u n p r o g ra m a de s eis a
ocho años, con una fuerte dotación de dinero y enorm e flexibili­
dad; p ro g ra m a qu e éste p u ed e realizar, su m a n d o a su propio
gru po de trabajo a otros colegas de diversas in stitu cion es, que
pu eden elegir perm an ecer en ellas y colaborar a la distancia. A
esto se a g re g a u n fu n cio n a rio e sta ta l q u e se en c a rg a de tod o
trám ite no científico (com pra, contrato, beca, salario, constru c­
ción). Esto tien e m u ch ísim as ventajas: libertad de gu iar el pro­
gra m a por los resu ltados e ideas que se van ten iendo, libertad
d e in co rp o ra r o d es in co rp o ra r co la b ora d ores a m ed id a qu e se
los v a n ecesita n d o o qu e éstos sien ten qu e y a cu m p liero n su
m isión, o bien que sus in tereses y a divergen de los del p rog ra ­
m a. En la m a y o ría de los ca so s qu e co n o zco p erso n a lm e n te,
creo detectar que "el program a" no es m ás que u n a m a n era de
a p ro v e c h a r y fa cilita r el tra b a jo de un cien tífico b rillan te, sin
q u e éste d e b a d e d ic a r tiem p o a lgu n o a ta rea s o rga n iza tiva s-
in stitu cion ales p a ra las cu ales no está preparado y que, de to ­
dos modos, le restarían eficacia. El inform e final consiste en un
m inisim posio, en el que cada uno de los participantes en el pro­
¿C Ó M O SE EVA LÚ A LA LA B O R C IE N TIF IC A ? 145

gram a cuenta qué hizo, ante un cuerpo de árbitros nacionales e


in tern acion ales, y en el que se rin den cu en tas. No es raro que
el "inform e" tom e la form a de libro con los trabajos que se han
ido publicando. U n aspecto im portan te es que, acabado el p ro ­
gram a, no queda ninguna "institución", no hay instalaciones ni
em pleados que se eternicen en el presupuesto, no hay despojos
cu ya rep a rtija gen ere tiro n eos y d en telladas. Los in tegran tes,
sus la b ora torios y aparatajes qu edan en libertad de ser ú tiles
en otros programas.
Pero el grueso de la com unidad científica que trabaja en las
u n iversid ad es no se m an eja de ese m odo, sino que debe solici­
tar apoyo por las vías y en la form a que ha ido tornándose "típi­
ca". C o m o h a y m ás in vestiga d o re s y p roy ectos qu e n ecesita n
apoyo, qu e d in ero e sta ta l d isp on ib le, se re q u iere q u e a lgu ien
e va lú e y d e te rm in e a qu ién , cu á n to y d u ra n te q u é tiem p o se
sostendrá, así como evitar el malgasto. Se evalúan dos cosas: 1]
la capacidad del investigador de produ cir conocim iento, y 2] su
actual proyecto. Este pu n to es difícil, pu es si bien no h a y d ifi­
c u lta d en d is tin g u ir e n tre u n in v e s tig a d o r p r o d u c tiv o y b r i­
lla n te q u e s o licita u n a su m a p e q u e ñ a p a ra un p ro y ecto p ro ­
m isorio, y un b o ta ra te qu e ja m á s h izo n ad a y qu e a h o ra pide
las perla s de la V irgen p a ra estu diar a lgu n a fru slería, los p ro ­
yectos de la m ayor parte de la com u n idad cien tífica no llegan a
esos extrem os. T o d a evalu ación trae problem as, pu es el m érito
científico es m uy difícil de m edir y los resultados de los proyec­
tos son poco p red ictib les. La ven ta n a de a cep ta b ilid a d es p e ­
qu eña: si co n tien e ideas m u y osadas se lo d esech a ("este tipo
q u iere q u e le fin a n ciem o s su s fa n ta sía s"), p ero ta m b ién se lo
d esestim a si no las tien e ("el la b o ra torio de este señ o r p arece
u n a oficin a de pesas y m edidas: no h ay u n a sola id ea original;
repite lo que escucha o lee... sólo que con otra sustancia u otra
especie anim al"). Cuando el dinero es escaso, la ven tana tiende
a achicarse y hay casos en que llega a ser negativa.
P u e s to q u e p a ra ju z g a r h a y q u e en ten d er, en lo s p a íses
adelantados se acostum bra que los investigadores y sus p ro y e c ­
t o s sea n e v a lu a d o s p o r sus p r o p io s c o le g a s (e n lo s p a ís e s
anglosajones se llam a p e e r review system).
La evaluación por colegas constituye un enorm e avance con
respecto a los tiem pos de los duques graciosos o de los patrones
verticalistas, pero dista m ucho de ser perfecta, por lo que es ne­
1 4 6
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIFIC A ?

cesario ir com pensando sus fallas. Por ejem plo, para no caer en
arbitrariedades, favoritism os o antagonism os, los com ités cons­
titu id os por cien tíficos com ien zan por establecer criterios: n ú ­
m e ro d e tra b a jo s p u b lic a d o s , p rem io s, d is c íp u lo s fo rm a d o s,
n ú m e ro d e c ita s de lo s tra b a jo s , o c u a lq u ie r p a rá m e tro q u e
p u ed a re fleja r la origin a lid a d , el em p eñ o y la ca p a cid a d de un
científico dado. Pero esto trae discordias; el análisis de algunas
situ acion es nos m ostrará cóm o opera la evalu ación por colegas
y cómo se intenta superar las dificultades.
T od o artículo científico tiene u n a idea original, que el autor
d esarrolla o pon e a p ru eb a según su sagacidad, p rofu n didad y
p reparación cien tífico-técn ica, y su pu blicación debe p asar por
la eva lu a ció n de un co m ité ed ito ria l qu e se a seso ra p o r dos o
tres especialistas que em iten su dictam en anónim am ente. Esto
autoriza a su poner que, en principio, la cantid ad de publicacio­
n es y la je ra rq u ía de las revista s o libros en que aparecen, re ­
fleja la origin a lid a d , p ro d u ctivid a d y co n sta n cia del in vestiga ­
dor. Pero, en el p rim e r m u n d o se h a lleg a d o a u n a situ a ció n
m o n stru osa que h a dado en llam arse "p u b lica o m u ere" (pUb_
lis h o r p e r is h ). G.A. B o u try (T h e im p a c t o f Scien ce o n so cie ty )
m enciona que un 80% (!) de los artículos de investigación no se
deberían h ab er pu b lica d o ja m á s. El m on stru o es recon ocid o y
tem ido com o tal pero, com o se verá, resu lta difícil de extinguir,
eludir o al menos domesticar.
Cabe agregar que, si el artícu lo es de real en vergadu ra, es
p rob a b le qu e su efecto se reñ eje en las veces qu e lo citan sus
colegas en sus propias publicaciones. "Esse est p e rc ip i" (ser es
se r p erc ib id o ) a firm a b a el filó s o fo irla n d é s G eo rg e B erk eley,
a u n q u e cla ro está, en re fere n cia a su sistem a filósofico; pero
u no está ten tado a adoptar el lem a p a ra describir la situ ación
del in vestigador profesion al: si no lo perciben (sus colegas y lo
citan) no existe para las instituciones.
A p r in c ip io s d e s ig lo le c o m e n ta r o n a E d d in g to n q u e la
T e o r ía d e la R e la tiv id a d e r a ta n c o m p le ja q u e, en a q u e l m o ­
mento, sólo había tres físicos en el m undo capaces de entender­
la;’ a l o cual,’ éste respondió:
^ "Rin^tein •- es eli te
E,uii>ieiii... yo... ¿qu ien *. r­
cero?" De m a n era que si el apoyo que E instein recib ía h u b iera
dependido del núm ero de citas bibliográficas que m erecían sus
pu blicacion es, don A lb erto h u b iéra estado bien frito. A G regor
M endel, padre de la genética, le hubiera ido m ucho peor' ¿quién
¿C Ó M O SE EV A LÚ A LA LA B O R C IE N TIF IC A ? 147

le h ab ría dado siqu iera u n a m iserable beca a un señor que no


ten ía un título académ ico, un sim ple dip lom ita que presen tar,
qu e a los cin cu en ta años h a b ía p u b lica d o un solo a rticu lillo?
Para colm o, estaba excedido de edad p a ra solicitarla, tengo en ­
ten d id o qu e ni siq u iera h ab lab a in glés; in clu so se sa b e qu e a
p es a r del en orm e p eso de su con trib u ción , el tra b a jo fu e d es­
conocido por largos años. De hecho, si ser científico depende de
ser recon ocid o por la com u n idad cien tífica, M endel fue, com o
bien señ a la L a rissa L o m n itz (E l con g res o cien tífico : u n a p e r s ­
p e c tiv a a n trop o ló g ica ) un científico p o s t mortem.
C on trariam en te, si u no re visa la lista de los trabajos m ás
citados de la bibliografía cien tífica en cu en tra que los de m ayor
p op u la rid a d no son los qu e con tien en las con trib u cion es m ás
sesudas, sino los que detallan m étodos que a veces resultan de
m odificaciones triviales de algún m étodo anterior.
U no de los m áxim os aportes a la biología de todos los tiem ­
pos es el m odelo de la doble hélice de DNA, form ulado por Wat-
son y Crick: ambos investigadores son considerados biólogos de
prim er agua. ¡Ellos sí pueden apabullar a cualquier com ité eva­
lu ador con el núm ero de citas! Pero... sucede que, tras p resen ­
ta r su m odelo, J a m es W atso n prefirió d ed ica r al m en os parte
de su tiem po a la labor institucional (dirigió el prestigioso labo­
ra to rio de C o id S p rin g H a rb o r y, m ás tarde, el proyecto p a ra
estu d ia r el gen o m a h um ano) y a esc rib ir textos, pero prod u jo
re la tiva m en te pocos papers. A veces un cien tífico, sobre todo
entre los m atem áticos y los físicos, hace un aporte en su ju ven ­
tud y luego se apaga, se duerm e sobre sus laureles, se harta de
s e r in v e s tig a d o r, o p r e fie r e c a m b ia r de ru m b o . E n el te rc e r
mundo, además, hay casos de nulidades cuyas num erosas citas
corresponden a artículos que publicaron con su m entor allá en
su ju ven tud, durante su beca en el exterior o sus estancias sa­
báticas; por lo tanto, viven del pasado y de lo ajeno. Para evitar
qu e el dinero del pu eblo se m algaste pagan do a cien tíficos por
trabajo que y a no realizan, m uchas instituciones han adoptado
la co stu m b re de d a r m ás p eso a la p rod u cción de los ú ltim os
tres años. Este criterio se aplica siem pre que el in vestigador en
cu estión no h aya trepado en el ín terin a cargos in stitu cion ales
in flu yen tes; en tal caso, su s discursos, sus re cop ilacion es es­
ta d ís tic a s o s u s in fo r m e s a n u a le s p u e d e n se r c o n s id e ra d o s
com o artículos originales.
1 4 8 ¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIF IC A ?

Así, ciertos científicos tienen tem as que les perm iten traba­
ja r en la soledad de sus laboratorios o con un par de colabora­
dores, 0 pueden continuar con la elaboración de sus datos y teo­
rías h a s ta ten er a lgo sig n ific a tivo q u e decir; en cam b io, otros
tienen un enjambre de colaboradores y trabajan en un campo en
el que, con com prar u n a n u eva droga del catálogo y ensayarla,
consiguen publicar prácticam ente un trabajo a la semana.. Pero
tampoco aquí es fácil dictar normas, pues uno de los peores m a­
les que hoy aqueja a la investigación en Latinoam érica es la di­
ficu ltad de in tegrar gru pos de trabajo in terdisciplin arios, pues
en los comités evaluadores suele haber m iem bros que penalizan
a quienes se in tegran y no pu blican in dividu alm ente. Es decir,
no ponen la atención en el problem a cien tífico que se está tra ­
tando de resolver, sino en el aspecto cu rricu lar de cada investi­
gador aislado.
A d em ás, h a y cien tífico s q u e tien en un a p a ra to costoso, a
veces ú n ico en el país, o p era d o ru tin a ria m en te p o r su s a u x i­
liares técnicos. Cuando un colega tiene un problem a cuya solu ­
ción requ iere de dichos equipos, le lleva u n a m u estra que pasa
al técnico para que realice las m ediciones; cuando el técnico las
obtiene, el científico en cuestión se las com unica a su colega... y
p a sa a firm ar un trabajo m ás. A cu m u la así un fron doso cu rrí­
culum , recibe prem ios, pu ede presen tarse a n u evos concursos
en los que se cu en ta el nú m ero de trabajos, el nú m ero de p re­
m ios... y se lo vu elve a prem iar por sus m u ch os trabajos y sus
n u m erosos prem ios. Esto au m en ta las discordias en la com u ­
n id a d , p u es el h ech o de q u e su tra b a jo lo h a g a n su s c o la b o ­
radores, les deja m u ch o tiem po libre p a ra las relacion es p ú b li­
cas e in stitu cio n a le s y su elen co n v ertirs e en tipos m u y in flu ­
yentes, a quienes no resulta saludable dejar de financiar y otor­
ga r premios.
Por últim o, m ientras las citas de los trabajos aparecidos en
casi cualquier revista del Inundo son fácilm ente obtenibles m e­
dian te sistem as com pu tarizados que se ofrecen com ercia lm en ­
te, las citas que aparecen en libros no son tan rastreables; cir­
cunstancia que perjudica a sociólogos, econom istas, politólogos
y otros esp ecialistas que com u n ican sus resu ltados e ideas en
form a de libro.
Otra, c la se de p r o b le m a a p a re c e cu a n d o u n in v e s tig a d o r
fértil y crea tivo a lo largo de trein ta años, de p ron to tien e u na
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LA B O R C IE N TIFIC A ? 149

afección card íaca o artrítica, sufre un accidente, u n a desgracia


en su fam ilia, o algún otro trastorn o que red u ce su eficiencia.
R esu lta m u y cruel rebajarle el su eldo o la com p en sa ción sa la ­
rial que le dan las entidades gu bern am en tales, o el dinero p ara
qu e realice sus proyectos, m ás aún, cu a n d o m u ch a s veces lo
qu e en rea lid a d en ferm a al in vestiga d o r es la p rá c tic a m ism a
del "publica o m uere", o la consigna "deja tu laboratorio y encié­
rrate catorce horas al día en la oficina a redactar inform es y so­
licitu d es de dinero', o la a n g u stiosa esp era del resu lta d o de la
evaluación. M o lly G leiser y Richard H. Seiden, quím icos de Ca­
liforn ia, in vestiga ron el p rob lem a sistem á ticam en te y llegaron
a la conclusión de que el alto porcen taje de su icidios entre los
científicos se relaciona estrecham ente con la ansiedad que pro­
vocan las circu nstan cias en ajenan tes en que se ejerce la p rofe­
sión. Con todo, si se in stau ra u n a n orm a que p erm ita segu irle
pagando a un buen científico circunstancialm ente varado, no se
podrá evitar que esa norm a beneficie injustam ente a otro señor
de cincuenta años que de pronto reduce su dedicación a la cien­
cia, pero porqu e h a decidido dedicarse a la política, a la caza, o
al turism o; sobre todo si se trata de un científico funcionario. A
un investigador h onesta y esforzadam ente dedicado a su tarea,
pero que de pronto sufre un traspié y es separado de la carrera
de investigador, le resu lta m ortifican te e in justo que en cam bio
e l v ic e m in is t r o d e ... o e l d ir e c t o r d e ... o e l r e c t o r d e ... -d e
q u ien es tod a la c o m u n id a d c ien tífica p u ed e a se g u ra r q u e no
están h acien d o in vestigación - ocu pen los n iveles m ás altos de
esa carrera, sim p lem en te p o rq u e sus ex colaboradores siguen
incluyendo el nom bre del funcionario en los artículos que publi­
can. El m ensaje es terrible. Sin em bargo, en el tercer m undo no
s u ele h a b e r c lá u s u la s q u e re q u ie ra n q u e to d o a q u e l q u e n o
p u eda dedicar un m ínim o de 80% de su tiem po a la tarea con ­
creta y esp ecífica de in vestigar p id a licen cia tem poraria.
T a m b ién se p resen ta el caso de los "m an os d erech as". Se
trata de investigadores segundones, que ejecutan los proyectos
p resen tad os por sus patrones, m ien tras éstos atienden cargos
d ir e c tiv o s o p o lític o s . E s to s in v e s t ig a d o r e s a c tú a n c o m o la
m an o d erech a del je fe , pero no com o el lóbu lo izqu ierdo de su
cerebro; incluso, llegan a tener una producción m ayor que la de
in vestigadores m ás creativos y laboriosos que él, pero que tra ­
b a ja n in d ep en d ien tem e n te. A p rim era vis ta re su lta ría sim p le
i;3 U ¿C Ó M O SE E V A L Ú A LA LA B O R C IE N TÍF IC A

establecer norm as adicionales p a ra p rem iar la in depen den cia

pero en la práctica esto ha llevado a que los investigadores opten por transformarse en lobos solitarios, no integren equipos

no colaboren dentro de un núcleo m u ltidisciplinario; asim ism o,


a que opten por duplicar gastos para tener sus laboratorios, sus
aparatos, su personal. En un m o m en to en el que los terren os
m ás fértiles son los in terd iscip lin a rio s (en rea lid a d siem p re j0
fueron), esta práctica resulta perniciosa.
Para evitarlo y concentrar el apoyo en in vestigadores origi­
nales, se h a tom ado com o signo de in d ep en d en cia el h ech o de
que el in vestiga d o r en cu estión h a y a form ad o algún discípu lo;
criterio que, en la práctica, se redu ce a d em ostra r qu e u no h a
dirigido a lgu n a tesis, a la cu al se o to rga u n a p u n tu a ció n d ife­
rente si es de licenciatura, m aestría o doctorado. Pues bien, no
faltan los caradu ras que dirigen h asta quince "tesis" a la v ez y,
au n qu e p a rezca in creíb le, a los ju ra d o s no se les su ele ocu rrir
que un "m aestro" con sem ejante idea de lo que significa "form a­
ción de recu rsos h u m a n os" es sim p le y lla n a m en te un esta fa ­
dor. P or el c o n tra rio ¡le a s ig n a n u n p u n tito p o r c a d a u n o de
esos en driagos!, con lo cu al p erm iten qu e estos p erso n a jes si­
gan desorien tan do a jó v e n e s que in gresan en sus equipos, con
la esperanza de form arse.
En el tercer m u n do se está en gen dran do un nuevo tipo de
"m entor": el que caza jó ven es, les consigu e u n a b eca con algún
in v e s tig a d o r p r o d u c tiv o d e l e x tra n je ro , se e s c u d a en r e g la ­
m en tacion es locales p ara figu rar com o "director" de la tesis (el
conjunto de pu blicacion es del jo ven en el exterior)... y tien e así
"d is c íp u lo s " y "tesis" d irig id a s a gra n el. A su vez, co m o a lo s
científicos del prim er m undo les cuesta conseguir colaboradores
jó v e n e s (a n a liza rem os el p o rq u é en ca p ítu los posteriores) su e­
len p r e m ia r al "c a z a d o r d e c a b e z a s " (h ea d hunter, así se los
llama) incluyendo su nom bre entre los autores de los artículos.
L a e v a lu a c ió n de la la b o r ta m b ié n h a en g e n d ra d o a o tr a
figura: el cien tífico "relacion ad o", versión su n tu o sa del "m onje
m en dican te" que, becad o en un prestigioso lab ora torio de Hei-
delberg, publicó un par de artículos de cierto valor, con los cu a­
les logró ser aceptado com o in vestigador visita n te en H arvard
sobre todo porqu e era pagado por su país de origen; lu ego p u ­
blicó allí otro p a r de artícu los, regresó a su país e in vitó a sus
colegas de H eidelberg y de H arvard; en seguida fue de sabático
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LA BO R C IE N TIFIC A ? 151

a Prin ceton , a y u d ó en cie rto p ro y e c to y firm ó o tro a rtícu lo ;


cuando regresó n u evam en te a su país, organizó un sim posio al
qu e in vitó a los de H eid elb erg, H arva rd y Princeton, sin d es­
cu id a r el asp ecto tu rístico... ¡y a h o ra sí que, a p esar de qu e a
sus cu aren ta y ocho años, ja m á s fu e un in vestigador in d ep en ­
diente y pocas veces está en el país, este g lo b e tro tte r tiene ante­
cedentes de sobra, y hasta puede presentar cartas de recom en­
dación con m em bretes de Heidelberg, H arvard y Princeton!
A p esar de que la in vestiga ción en Japón y en Suecia tiene
un altísim o nivel, uno no lee los trabajos publicados en japonés
o en sueco, p u es da por sen tado qu e cu ando un ja p o n é s o un
su eco ten gan algo im p orta n te qu e decir lo dirán en inglés. No
obstante, con el fin de ten er el nú m ero de artícu los n ecesarios
p a ra ser prom ovid os, a veces los cien tífico s in ven ta n revistas
locales, que publican en idiom a vernácu lo cuanto engendro cae
en su s m an os. Las com isio n es eva lu a d o ra s tratan de n eu tra ­
lizar esta estrategia dando m ás peso a las pu blicacion es in ter­
n acion ales. Y si bien esta co n d u cta resu lta aceptable p a ra in ­
vestigadores de disciplinas tales com o física, biología, m atem á­
tica s... tra e n u e v a s d is c o rd ia s , p u e s la s re v is ta s in te rn a c io ­
n ales n o p u b lica n a rtícu lo s so b re u n a p ec u lia rid a d g e o ló g ica
p rop ia de u n a ciu dad del tercer m undo, que p o d ría p a rtirla en
cu a tro el p róx im o tem b lo r y es, p o r lo tanto, un tem a cru cial
para sus habitantes. Frente a este tipo de dificultad, hoy la m a­
y o ría de las u n iv e rs id a d e s d el te rc e r m u n d o está n fu n d a n d o
sus propias revistas, pero, al m ism o tiem po, su com ité editorial
e s tá c o m p u e s to -co m o c a b e e s p e ra r- p o r lo s in v e s tig a d o re s
locales que necesitan tener pu blicacion es p ara ser prom ovidos
y recib ir apoyo, y tam bién por las a u torid ad es in stitu cion ales
ante qu ienes los p rim eros se au tocen su ran espon tán eam ente,
garan tizan do así qu e dich a revista no criticará a au torid ad a l­
gu n a que pu eda obstacu lizar la carrera político institucional de
nadie.
El problem a creado por la necesidad de publicar en una lin -
g u a f r a n c a n o se circ u n s c rib e al te rc e r m u n d o . E n 1989, el
prestigioso In stitu to Pasteur de París decidió pu b lica r sus re ­
v is ta s en in g lés, y el CNRS (C entro N acion al Francés de In ves­
tig a c io n e s C ie n tífic a s ) d ejó de s u b s id ia r re v is ta s c ie n tífic a s
fran cesas qu e no p u b lica ran en in glés. C lau de Roux, especia­
lista en liq ú en es de M arsella qu e pese a su a lta prod u ctivid ad
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIFIC A ?

no fue prom ovido por no pu blicar en inglés, elevó sus protestas


al presid en te Fran cois M itterrand, qu ien pasó el ca so al H au t
C onseil de la Francophonia.
A d iferen cia de lo qu e su ced e con los cien tíficos de las ra ­
m as "duras" (física, qu ím ica, a stron om ía ), un in vestiga d o r en
ra m as h u m a n ística s (sociología, econ om ía, psicología) pu ed e
p u blicar artícu los p a ra el gran pú blico en revistas y diarios lo ­
cales; eso debido a que si bien pocos saben qué dem onios son la
h id ro x ia p a tita y los b oson es, cu a lq u ie r ciu d a d a n o p u ed e leer
un artículo periodístico sobre el alcoholism o, la deserción esco­
lar o la pareja. De pronto este in vestigador descu bre que in clu ­
so p u ed e ten er u n a c o lu m n a esta b le en un p eriód ico de gra n
circu lación y, con suerte, u n a au dición radial a la que in vita a
su s colega s de las cien cia s blan das, a los de las du ras y a los
funcionarios que necesitan hacer rostro. ¡M enudo bochinche se
a rm a cu a n d o las co m isio n es eva lu a d o ra s d icta m in a n qu e los
a rtícu los y co n trib u cion es de tal p erso n a je n o co n tien en dato
original alguno y los desconocen! Para colmo, m ientras los sóli­
dos tra b a jos qu e sus colegas p u b lica n en las revistas in te rn a ­
c io n a le s n o son le íd o s m á s q u e p o r u n re d u c id o n ú m e ro de
esp ecia lista s, su s a rtícu lo s y co lu m n as en p eriód icos y a u d i­
cio n es ra d ia les re su lta n fa m ilia re s al p ú b lico g e n e ra l y ta m ­
bién a los funcionarios. Los principales periódicos latin oam eri­
canos suelen tener u n a sección en la que se da n oticia de con ­
ferencias, agasajos y declaraciones de estos sabios nacionales, a
quienes la com u n idad cien tífica no conoce (no percibe, no exis­
ten para ella). Frente a un dictam en adverso, este tipo de "cien ­
tífico" p u ed e d a r rie n d a su elta a su fru stra ción y d es p o trica r
contra el "cien tificism o" , las "élites", explayarse sobre la "cien ­
cia básica vs la c ie n c ia a p lica d a "... y h a s ta se r lla m a d o p a ra
asesorar a in stitu cion es gu bern am en tales desde las que puede
ejercer su vendetta.
A p rop ó sito : cu a n d o los cien tífico s oyen d ec ir qu e co n s ti­
tu yen u n a élite, esconden las caras ru borizados. En realidad,
es cierto qu e los in vestiga d o res con stitu yen u n a élite, o deb e­
rían h acerlo cuanto antes. Pero u n a élite com o la de aquellos a
q u ien es se les con fía el m an ejo de un avión con cu a trocien ta s
personas a bordo, o la de quienes están au torizados a abrirnos
la barriga con un bisturí y extirpam os un m etro de intestino. A
q u ien no esté só lid a m e n te c a p a cita d o n o se le p u ed e co n fia r
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIF IC A ? 153

que use el dinero de la sociedad destinado a invertir en el desa­


rrollo del conocim iento y en la form ación de jóvenes: los investi­
ga d o res deben fo rm a r élites, a u n q u e la p a la b re ja s e a u s a d a
com o un dardo em pon zoñ ado, y a u n qu e en el fondo sea cierto
que existen élites científicas en el m al sentido de la palabra.
Un problem a adicional se presenta en las disciplinas en las
qu e h ay un exigu o n ú m ero de in vestiga d o res de alto n ivel. En
estos casos, las eva lu a cio n es son h ech as p o r esp ecia lista s en
disciplinas relacionadas, lo cual generalm ente viene acom paña­
do de d escon fia n za s y recu sa cion es. Para salir del conflicto se
n om bra entonces u n a n u eva com isión evaluadora, com puesta,
esta vez, p o r los in vestig a d o re s del n ivel q u e se ten ga ... que,
por supuesto, com ienzan por prom overse ellos m ism os al m áxi­
m o n ivel (local) y apela n al orgu llo n acion a l p a ra im p ed ir qu e
esas com ision es se in tegren con esp ecia lista s extranjeros. Por
c o n s id e ra r q u e se tr a ta de u n n a c io n a lis m o m a l e n te n d id o ,
Lu is F. Leloir, so stu vo siem p re q u e toda com isión evaluadora
debía incluir a sabios extranjeros, pero pocas veces se prestó oí­
dos a su opinión. A p rim era v ista la su geren cia de Leloir p a re­
c e r ía s e n s a t a , p e r o m á s d e u n a v e z h a o c u r r id o q u e u n a
com isión evalu adora se tom a la atribución de enviar el p royec­
to de un in v e s tig a d o r lo ca l p a ra q u e lo e va lú e un p restigio so
c o m p e tid o r e x tra n je ro ; c o m p e tid o r q u e, c o m o p e r te n e c e a l
m ism o cam po que el evaluado, se apropia, servidas en ban deja
de plata, de las m ejores ideas del proyecto.
Por fin, h ay otros in vestiga d o res qu e tratan de excu sar su
inoperancia invocando su carencia de medios. Es com o si, cari­
ca tu riza n d o d es p ia d a d a m en te esta posición , esp era ra q u e el
evaluador se apiadara: "Dos más dos le dio siete, pero es que no
tien e com pu tadora." H ay excelen tes in vestigadores y aun gru ­
pos en tero s de in vestiga d o re s que, de p ron to, se d eja n ten ta r
por el en tu siasm o progresista de algún m an datario de p rovin ­
cia y deciden ir a darle u na m ano a sus h erm an os del interior;
im a gin a n un bu cólico escenario m en tal con un lab ora torio en
u n a ciu dad provinciana, al borde de verdes prados, respirando
aire puro, lejos del h acin a m ien to en las gra n d es u rbes, yen d o
en bicicleta del laboratorio al hogar... y varios años después se
en cu en tra n a tra p a d o s en un verd a d e ro in fiern o cien tífico : el
gobern ador fu e su cedido por otro que no tien e la m en or in te n ­
ción de continuar su obra, y peor aún, cuida que sus programas
154 ¿ C Ó M O SE E V A L Ú A LA LA B O R C IE N T ÍF IC A ?

sean diferentes; la universidad tiene ahora un rector troglodita,


que pone a sus cuates en puestos claves desde los que éstos
desconocen planes y promesas y destruyen lo logrado; las casas
comerciales no envían un técnico a mil kilómetros de la capital,
para que repare una pieza de espectrofotómetro que cuesta
veinticinco dólares; las revistas no llegan, los donativos tam­
poco, los ex colaboradores se quedan en el exterior y no regre­
san. En medio de esta situación, el investigador es evaluado
por alguna dependencia del gobierno central, que encuentra
que su productividad es casi nula y lo degrada.
Para evitar en lo posible todos estos inconvenientes, las
comisiones evaluadoras basan sus decisiones, con frecuencia
cada vez mayor, no en ej número de trabajos, de posiciones ins­
titucionales o de premios, sino en la enumeración analítica de
las cinco publicaciones que el investigador juzgue más rele­
vantes.
Cuando los investigadores se consideran mal calificados,
insisten en que se publiquen los criterios con que se evalúan
sus solicitudes. Es un derecho, pero suena un poco como a la
exigencia de que el museo de bellas artes o el conservatorio de
música declararan sobre qué bases considerarán "bellas" a una
escultura o a una cantata. Esto se solucionaría no usando los
criterios que enumeramos como requisitos indispensables, sino
com o gulas orientadoras para los evaluadores. En manos de co­
misiones expertas y honestas estas guías son muy provechosas.
Así, el comité que le otorgó el Premio Nobel a James Watson,
no se espantó porque se tratara de un joven de apenas vein­
ticinco años, que no tenía muchos papers, nj citas a sus traba­
jos, ni había dirigido tesis alguna.
Lo más alarmante es que a veces los funcionarios bien in­
tencionados, pero pobremente asesorados, buscan hacer trans­
parentes las evaluaciones enunciando "criterios", que luego son
tomados como requerimientos necesarios y suficientes. Esto
provoca que una buena parte de los científicos del tercer mun­
do se vea prácticamente obligada a reorientar desesperada­
mente su actividad para acomodarla a los supuestos criterios
de evaluación; asimismo, que se le vaya tiempo, esfuerzo y
entusiasmo en cumplir con ellos para subir un escalón y ganar
unos indispensables centavos más: fundan revistas locales para
poder publicar artículos, raptan niños de la escuela secundaria
¿CÓMO SE E V A LÚ A L A LAB O R CIENTÍFICA? 155

para atraparlos en una licenciatura, para lanzarlos sin bases


sólidas a un doctorado.
Muchas veces son los jóvenes quienes más se quejan y cla­
man por que se integren dichas comisiones con investigadores
principiantes. Si bien estoy de acuerdo con que las comisiones
evaluadoras aveces cometen injusticias, me parece que no es
posible evitarlas sólo discutiendo la ética de las evaluaciones.
El problema es real y apabullante, pero no parece adecuado
remplazar los criterios sobre el mérito, con una lucha de tiro­
neos éticos. Si no se está de acuerdo con el nivel científico o la
catadura moral de un evaluador, o se le comprueba un desliz
en la evaluación, se lo puede llegar a despellejar, lapidar, ahor­
car; pero, no se corrige nada exigiendo que semejante sujeto se
atenga a un ridículo sistema de puntitos y "criterios", que en el
mejor de los casos refleja o sugiere, pero no mide nada.
En este preciso momento, los perjudicados más evidentes
son nuestros maestros. Se trata de personas que en sus años
briosos lograron crear laboratorios de la nada; que empezaron
a investigar en universidades que eran apenas escuelas profe­
sionales, o en el cuarto para trastos viejos de un hospital, don­
de se los miraba como a bichos raros, que no tenían dinero para
la investigación, bibliotecas, viveros, nada. Personas que, sin
embargo, fueron lo suficientemente abnegadas y pujantes como
para acabar generando cristalitos, sobre los que crecieron los
actuales centros de trabajo. L a mayoría de los países lati­
noamericanos tiene su Luco, su Rosenblueth, su Houssay, su
Estable, su Monje, su Chagas; pero, por cada uno de estos pro­
hombres que acabó por ser reconocido, hubo decenas de otros
que -tras dedicar la mitad de su magro salario a la suscripción
de revistas o compra de sustancias químicas, de sufrir la elimi­
nación repentina de su laboratorio porque al nuevo rector o
director del hospital no le interesaba la ciencia-, acabaron en el
anonimato y la pobreza; escribiendo en revistas fundadas,
escritas, corregidas, costeadas y distribuidas por ellos mismos y
que, si acaso siguen apareciendo, no son leídas por nadie; con
discípulos que hoy se siguen ganando la vida y formando gente
con lo aprendido con el viejo maestro, al que rara vez recuer­
dan. Es a estos últimos maestros a quienes me quiero referir
aquí.
Por supuesto, siempre hubo de todo en la viña del Señor,
i3 b ¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LA B O R C IE N TIFIC A ?

pero h asta hace apen as trein ta años, un in vestigador sólo p u ­


blica b a cu a n d o ten ía algo sign ificativo qu e decir; adem ás, no
contaba con una horda de colaboradores, ayudantes y técnicos,
ni in u n d a b a los j o u m a ls tal co m o se estila h oy día. Los a n ti­
gu os científicos andaban años rum iando sus ideas y resultados
hasta que "le encontraban la vuelta".
M u ch os de esos viejos m a estros solía n tra b a ja r felices en
nuestras instituciones y eran un reservorio de consejos y anéc­
d o ta s ; a s im is m o , d a b a n la s c la s e s m á s fo rm a tiv a s , p o rq u e
explicaban cómo se había ido desarrollando tal o cual tema, por
qué no habían progresado las h ipótesis alternativas. De pronto
su sociedad les cam b ia las reglas de ju e g o y les dice: "si te fa l­
tan m ed ios p a ra tra b a ja r p íd eselos al C on sejo N a cio n al de...",
"Si n ecesita s a cre cen ta r tu sa la rio en vía le reprints al Sistem a
de... p ara que te los cuente", "no m e in teresa si tú fu iste el que
re v o lu c io n ó el ca m p o d e...", "ta m p o c o m e in te r e s a q u e c a d a
cin co a ñ o s s a lg a s con u n a c o n trib u c ió n só lid a : p re fie ro qu e
pu bliqu es cinco trabajos por año, contengan lo que contengan,
pues no los leemos: los contamos". Hoy muchos de nuestros m a­
estros, los q u e ech a ro n las b a ses cien tífica s e in stitu cio n a les
p a ra que n osotros trabajem os, andan h u m illados y descon oci­
dos p o r los rin con es de los la b o ra torios qu e ellos crearon, sin
m ed ios p a ra in vestigar, sin su eld os p a ra su bsistir. No es qu e
no estén a costu m b ra d os a trabajar en la adversidad, p u es así
c o m e n z a ro n ; lo g ra v e es q u e e s ta v e z su a d v e rs id a d s e a m o s
nosotros, sus discípulos.
L a e v a lu a c ió n d eb e d e s c a n s a r, en ú ltim o té rm in o , en el
cerebro y la con cien cia del científico (véase J. Ize, A rtíc u lo s d e
in v e s tig a ció n e n m a te m á tica y evalviación). n efasto sistem a
de pu n titos ocasion a vicios y taras de la in vestigación; sin em ­
bargo, la m a y o r ca la m id a d qu e trae a p a reja d a es co n v en c er a
todos de que la can tid ad rem p la za a la calidad, la in form ación
al con o cim ien to , y el m anager al sabio. Este absurdo sistem a
tiene un evidente destino de com putación, para que de una vez
p o r tod as en un fu tu ro se p u ed a h a c e r con la co m p u ta d o ra ,
operada por un burócrata econometrista.
U no de los tantos resultados adversos de la evaluación eco­
nom etrista, es ju sta m en te el "investigador evaluable", es decir,
aquel que trabaja in dividu alm dvite, que no se in tegra a grupos
m ultidisciplinarios y que engendra p apers con escandalosa pro­
¿C Ó M O SE E V A LÚ A LA LABO R C IE N TIFIC A ? 157

fu sión ; pu es, co m o digo, y a n o h a y tiem p o p a ra a n a liz a r qué


hace, sino cuántos grados académ icos es capaz de exhibir y qué
sum a de dinero es capaz de extraer del erario público.
Pero no es bueno exagerar. Parafraseando la fam osa obser­
vación de W in ston Churchill sobre la dem ocracia, el neurobió-
logo m exican o H ugo A réc h ig a con clu ye qu e el sistem a de eva ­
lu a ción a cargo de colegas in vestiga d o res (peer review system j
"es un sistem a a bom in ab le, p ero p o r a h o ra no ten em os n ad a
mejor". Es necesario entonces profu ndizar la discusión y, sobre
todo, aceptar u n a salu dable e im p rescin dib le glasnost, pues el
p roblem a qu eda en pie: ¿cóm o se evalú a la labor cien tífica? No
podem os regresar al m ecenazgo, pero como acabam os de discu­
tir, el p e e r review system es objeto de una continua sucesión de
críticas y m edidas tendientes a m ejorarlo. Si esta evaluación se
realiza con sensatez, estarem os haciendo ciencia con seso.
C o m o te h a b rá s p erca ta d o , p o r ca d a o p in ió n en fa v o r de
cierto crite rio e v a lu a to rio , h e p re s e n ta d o al m e n o s u n a rg u ­
m ento en su contra. Es que la evalu ación de la cien cia y de los
in vestiga d o res refleja en form a p a tética qu e la cien cia co n s ti­
tu ye un sistem a com plejo; sistem a del cual, el in vestigador, el
n ú m ero y ca lid a d de su s p u b lica cio n es, las cita s q u e recib en
su s artícu los, el n ú m ero y ca lid a d de d iscíp u los qu e form a- y
otros p arám etros que discu tim os en este capítulo- no son m ás
que com ponentes que, si bien se pueden, individualizar para su
discu sión , sign ifican m u y poco cu a n d o son tom a d os a isla d a ­
mente.
12. E L M E R C A D O D E T R A B A J O

Hacia, lo s a n o s s es en ta , cu a n d o lo s ru s o s d e s lu m b ra b a n al
mundo con sus sputniks, los

tu b os flu orescen tes. No. La estrategia con sistió sobre todo en


in c re m e n ta r lo s fo n d o s p a r a la in v e s tig a c ió n c ien tífica , y en
establecer una cantidad excepcional de subsidios para entrenar
a jóven es científicos. Años más tarde, pasado el apurón (¡y con­
seguido su objetivo!), Estados U nidos quedó con una población
de investigadores que sobrepasa en m ucho la oferta de trabajo,
R e s u lta in s tru c tiv o , p o r lo ta n to , a n a liz a r c u á l es la a c tu a l
situación en su m ercado científico profesional.
A n tes debo h acer u n a digresión p ara señalar algo, rem a ta ­
dam ente obvio, pero no obstante necesario: si u n a u niversidad
estadunidense desea que le pinten sus paredes, debe conseguir
dinero para com prar la pintura y pagar al pintor. Por el contra­
rio, cuando necesita científicos sólo debe aceptarlos, pues ellos,
por sí m ism os, tendrán que conseguir: 1] dinero para pagar sus
investigaciones (aparatos, reactivos, viajes, ayudantes técnicos,
anim ales, bibliografía, etc.); 21 dinero para sus propios salarios
(soft money) así ocu pen desta ca d os cargos de je fe de d ep arta ­
m e n to , e in c lu s o p a r a c o m p le m e n ta r la s lla m a d a s c á te d ra s
dotadas (end ow ed chcdrs); 3] d in ero p a ra p a g a r el esp a cio de
la b o ra to rio q u e u tiliza n (overhead); 4] d in ero (parte del over-
head) para pagar a la bu rocracia universitaria.
R egresan do a los p in tores de paredes: por su pu esto no se
d e d ic a ría n a p in ta r si a n te s ello s m is m o s tu v ie ra n q u e c o n ­
se g u ir el d in ero p a ra su s sa la rio s, co m p ra r la pin tu ra , e s c a ­
leras, p a g a r a yu d a n tes, a lq u ila r el esp a c io qu e va n a p in tar,
cubrir gastos adm inistrativos, asi,com o presentar de antem ano
un proyecto p or qu in tu plicado, in clu yen d o cu rrícu lu m , ejem -

[1581
EL MERCADO DE TRAB AJO 159

píos de trabajos previos, etcétera.


P e o r a ú n : s u e le s u c e d e r q u e u n c ie n tífic o d e c in c u e n ta
años, tras conseguir el dinero necesario, de pronto atraviese un
período de depresión porqu e falleció su esposa, o u n a h ija con ­
trajo leucem ia, porque no obtenga los resultados en la cantidad
y calidad que esperaba, o porqu e él m ism o ten ga un p roblem a
de salu d, y eso h a g a qu e se le su sp e n d a el apoyo. No es raro
que entonces la universidad llegue a quitarle el laboratorio, con
lo q u e se a gra va la situ a ció n del in vestiga d o r, p u es no esta rá
en condicion es de consegu ir resu ltados prelim in ares p a ra v o l­
v e r a s o lic ita r a p o y o . E s e c ír c u lo v ic io s o lo c o n v ie r te e n u n
m u erto en v id a (en la je r g a se los lla m a dead wood), que decae
rá p id a m e n te en la c o n s id era ció n de su s co lega s y en la su ya
propia.
Esta circu n stan cia h ace que un in vestigador m adu ro tien ­
da a asegurarse solicitando tres o cuatro subsidios (con la con­
sigu ien te p érd id a de tiem p o en solicitu des k ilom étricas, in fo r­
m es periód icos, p u b lica cio n es reiterativas), y qu e ni en ch iste
se em b a rq u e en p royectos o sados e im a gin a tivo s qu e podrían
no resu ltar; m ás bien se lim ita a h acer d em ostra cion es m ás o
m enos previsibles, sólo adelantándose un poco a sus colegas, y
en las reu n io n es cien tífica s se restrin ge a m o stra r resu lta d os
qu e y a le h an aceptado p a ra su pu blicación , pero sin exponer
ante el resto de la com unidad científica los problem as que aho­
ra tien e en tre m a n os p a ra re cib ir con sejos, re so lv er d ific u lta ­
des, disip ar dudas, en riqu ecer h ipótesis, discu tir alternativas.
El Estado contraataca financiando apenas un diez por ciento de
los proyectos aprobados y, aun en estos casos, entregando una
c a n tid a d m u c h o m e n o r de d in e ro d e la q u e, el in v e s tig a d o r
solicita.
¿Por qué en ton ces se prestan los científicos a u n a relación
la b ora l tan despiadada, que no sería aceptable p a ra un pin tor
de paredes?
P a ra re s p o n d e r -ten ta tiva m e n te- a rra n ca ré de u n a frase
a trib u id a al es c u lto r fra n cés A u g u s te Rodin: "La h u m a n id a d
sólo será feliz cu ando todo el m u n do ten ga alm a de artista, es
d ecir, cu a n d o o b te n g a p la c e r d e su ta re a ." Se r e fe r ía a qu e,
m ientras la m ayoría de los seres h u m an os (un electricista, un
b a rren d ero , u n telefon ista, un m in ero, un ge ren te de tienda)
sólo trabajan para ganarse la vida, un escultor, un bailarín, un
1 6 0 E L MERCADO DE T R A B A J O

escritor, adem ás de viv ir de su s profesion es su elen ser felices


p or el m ero h ech o de esculpir, bailar, escribir. Por eso es que,
con el debido respeto, yo incorporaría a los científicos a la frase
de Rodin; p u es ese p la c e r es el p rim er m o tivo qu e n os lleva a
con vertirn os en in vestigadores, y lu ego a v ern o s a trapados en
u n s istem a q u e n os o b liga a p a g a r n u e stro s p rop io s "vicios",
consigu iendo dinero p ara sueldos, instalaciones, aparatos, b u ­
rocracias. Com o en su proceso de m odernización el tercer m un­
do v a copiando h a sta los defectos del prim ero, cu ando destin a
fondos p a ra la ciencia, declara que lo h a "otorgado", que h a h e­
cho u na concesión o u n a m erced; pues, se da por supuesto, se
t r a t a d e u n a d á d iv a a l in v e s t ig a d o r , p e r o q u e a l p a ís n o le
servirá de mucho.
En gen eral, tan to los in vestiga d o res del p rim ero com o los
del tercer m undo, están hartos de percibir bajos salarios, escri­
bir gruesos m am otretos/solicitudes para consegu ir apoyo y su_
fr ir m a n os eos in stitu cio n a les: si un n ovel je fe a d m in istra tivo
d esea v e r a un em in en te y sex a gen a rio p rofesor, sim p lem en te
lo cita a su despacho. Hace un par de años, un em pleado cuya
fu n ción co n sistía en v e rifica r si la co m p ra de un a m p lifica d or
o p e ra c io n a l o d e u n fra s c o de s a c a ro s a q u e q u ie re h a c e r un
in v e s tig a d o r (con el d in e ro q u e el m ism o in vestiga d or co n si­
guió) era proceden te o no, declaró p ú blicam en te que com p ren ­
día que su oficin a in trod u cía u na dem ora m ás en las in vestiga­
ciones, pero que si no fu era p o r él, los in vestigadores podrían
com prarse tocad iscos y au tom óviles con los fon d os de los su b ­
sidios. Ninguno de los científicos y funcionarios presentes reac­
cionó; todo el m undo aceptó sum isam ente la cachetada. Quizás
la c ien cia en sí no tien e ética, p ero si a ca so la tu viera , co m o
vem os, estaría en m anos de la oficina correspondiente.
De modo que cuando se presenta la oportunidad de una fu ­
ga h acia un cargo adm in istrativo, es com ú n qu e los in vestiga ­
dores no la dejen escapar. D eprim e recon ocer que, con frecu en ­
cia, u n in v e s tig a d o r q u e re c o rrió u n la rg o ca m in o fo rm a tiv o
-d e s d e el K in d e rg a rte n a la universidad, y desde la beca pos-
doctoral hasta su regreso e instalación en un laboratorio n acio­
nal-, qu e a lo largo de ese tiem p o h a ido a cu m u la n d o un in s­
tru m e n ta l v a lio so y co stosísim o , a cep ta tira r tod o eso p o r la
b o rd a p a ra con vertirse en secretario técn ico de u n a com isión,
en d irector de becas, en je fe de u n a o ficin a adm in istrativa, en
EL MERCADO DE TRABAJO 161

c o o r d in a d o r de u n a j u n t a p a r a o rg a n iz a r in te rc a m b io s , y...
adiós. Peor aún: durante un tiempo, cualquier autoridad gu ber­
n am en tal podrá in corporar g ra tu ita m e n te a su equipo a distin­
guidos profesores universitarios, pues dará por descontado que
los in stitu tos a los qu e éstos perten ecen les segu irán pagan do
el sa la rio , a u n q u e y a no h a cen in vestig a ció n ni d o cen cia . Lo
grave es que los institutos perm iten estas prácticas, quizás por­
qu e tem en la v en ga n za del p rofesor qu e se en ca ra m a en la es­
cala institucional.
U n a in v e s tig a c ió n re a liz a d a p o r E n riq u e J o s é O te iz a en
A rgentin a, a fin es de la década del sesen ta (Argentina.: el éxodo
de m ateria gris), indicó que el 50% (¡la m ita d !) de los científicos
p ro fe sio n a les esta b a n o cu p a d o s en el s e c to r a d m in istra tivo .
M u ch os in vestiga d o res tien en fu erte in clin a ción a posp on er la
ta rea cien tífica p a ra a sistir a desayu n os, com id a s y ju n ta s en
plen a jo rn a d a de trabajo, en los que se analizan presupuestos,
becas, organización de bibliotecas, construcciones, p u b lica cio­
nes, prom ociones, intercam bios, hom enajes, visitas. Los cientí­
ficos no están fu era de la realid ad , tien en la m ism a visió n del
m u n do que los dem ás m o rta les y, en con secu en cia, la in vesti­
ga ción a veces no es p riorita ria ni siq u iera p a ra ellos m ism os;
hecho com prensible si se tiene en cuenta que el m otor de la in ­
vestiga ción es el en tu siasm o, que el con texto social es a veces
descorazonante y que el dinero percibido en el tercer m undo co­
m o sa la rio y co m o ap o yo p a ra re a liza r su s in vestiga cio n es es
frecuentem ente inadecuado.
U n a situación m ucho m enos drástica, pero m ás cotidiana,
se presenta cuando un científico debe acceder a un cargo direc­
tivo dentro de su propio grupo de trabajo o de su departamento.
Sucede que ése es a veces el prim er peldaño de una escala ins­
titucional, que pu ede llevarlo in sen siblem ente a perder con tac­
to con la la b o r de in vestiga ción , así com o a en red a rse en u n a
tra m a b u ro crática ; ta m b ién , a lid ia r m ás con p resu p u esto s y
re gla m en to s qu e con in stru m en tos, d atos y teorías. A rrecia n
los telefonem as, las cartas, los visitantes, las negociaciones ins­
titucion ales, las lu ch as por la rep a rtija presu pu estal. Llega un
m o m en to en el qu e un bu en cien tífico se ve co n vertid o en un
m al adm inistrador, en im provisado econom ista y en un pésim o
político.
El p roblem a es grave y no conozco solu cion es fáciles ni pa­
162
E L MERCADO DE T R A B A J O

liativos sencillos. Pero pu edo describir tres casos de cien tíficos


desta ca d os, a qu ien es tu ve op ortu n id a d de ir vien d o de cerca
cuando com encé m i carrera de in vestigador en la A rgentina; de
pronto, se las tu vieron qu e ver con la resp o n sa b ilid ad in stitu ­
cional y respondieron así:
a] E d u a rd o B ra u n Menéndez: cuando lo conocí y me aceptó
en su gru po de trabajo ten ía poco m ás de cin cu en ta años. H a­
bía hecho im portantísim as contribuciones en el cam po de la hi­
pertensión arterial experim ental (descubrió la su stancia preso-
ra h ip erten sin a ) y, en concordancia, descollaba en la escena
in tern acion al. El gobierno se dispon ía a lanzar a la A rgen tin a a
un desarrollo de la cien cia y la técnica, a im p u lsar la u n iversi­
d ad y a crear un C on sejo N acion al de In vestiga cion es C ie n tífi­
cas y T é c n ica s (C on icet). En cierta oca sión n os exp licó que, si
b ien le en ca n ta b a el tra b a jo de la b o ra torio, c o n s id era b a m ás
útil consagrarse a dirigir a los jóven es, quienes de otro m odo no
h a b ría n a c ced id o a la fo rm a c ió n q u e él c o n s id e ra b a im p re s ­
cindible; dadas las circu nstan cias, le p a recía egoísta n egarse a
participar en el desarrollo de las instituciones científicas claves
(la F a cu lta d de M ed icin a , la U n iversid a d , el C o n icet). Si bien
n os dirigía de cerca y h oy som os m u ch os los que nos ganam os
la vida con sus enseñanzas, nunca volvió a hacer personalm en­
te un experim ento, pero tuvo la capacidad de cum plir con éxito
sus propósitos hasta el día de su muerte: su 56 cumpleaños.
b] B ernard o A. H ou ssa y : cuando lo conocí personalm ente e
in gresé a su departam ento, en el que uno de los profesores era
p recisa m e n te E d u a rd o B raun M en én d ez, te n ía p o c o m á s de
sesenta años y era Prem io Nobel de Fisiología (M. C ereijido, ¿ a
nuca de H oussay). H ou ssay era la p erso n a in d ica d a p a ra crear
y lid e ra r el C on icet, y a cep tó el ca rg o de p re s id e n te de d ich o
organismo; pero dispuso sus horarios de modo tal, que todas las
m a ñ a n a s -d e 8 a 12- p u d ie r a h a c e r e x p e r im e n t o s c o n s u s
m anos en el laboratorio y dedicar los sábados y dom ingos a leer
artículos. Ten ía m os term in an tem en te proh ibido siqu iera m e n ­
cionar algún asunto burocrático durante las mañanas, al punto
de que, si necesitábam os hacerlo, y aunque esa m ism a m añana
h u b iéram os tom ado el breve café de diez m in u tos con él (pu n ­
tu alm en te, a las d iez de la m a ñ an a, tod os debíam os hacerlo),
no ten íam os otra a ltern a tiva que p ed irle a u d ien cia en el C o n i­
cet. D on B ern ard o co n tin u ó h acien d o ex p erim en tos tod as las
CL MERCADO DE TRABAJO 1 6 3

m a ñ a n a s h a sta poco antes de su m u erte, p a sa d os los och en ta


años.
e] L u is F . L e lo ir : era, como Braun M en én dez, d iscíp u lo de
H oussay. T rab aja b a exclu sivam ente en su laboratorio, odiaba y
re h u ía las ta rea s b u ro crá tica s, las cla ses m a g istra les, to rn a r
exám enes, presen tar proyectos, solicitar fondos, redactar in for­
m es, form ar parte de com ision es; asim ism o, ocu parse de co m ­
prar reactivos y aparatos, de solu cionar desperfectos o disponer
a m p lia c io n e s e d ilic ia s , d e m a n e ja r al p e r s o n a l n o c ien tífico .
Esas tareas, in elu dibles en todo institu to, eran llevadas a cabo
por sus colaboradores. Sus m uchachos, unos jóven es y otros no
tanto, escribían , redactab an , d iseñ a b a n las ilu stra cio n es p ara
los artículos, conseguían, com praban, construían, conchababan,
su pervisaban y despedían personal. Leloir "sim plem ente" acon ­
sejaba, "ayu daba" a los dem ás en su s exp erim en tos, discutía.
Le g u sta b a in vestiga r y, en tod os los años en qu e lo conocí, j a ­
m á s v i al d ire c to r d el In s titu to C a m p o m a r (así se lla m a b a la
in s titu c ió n q u e d irig ía ) s e n ta d o d e tr á s d e u n es c rito rio . P or
otra parte, sus discípulos no lo llam aban D octor ni Señor D irec­
tor, sino que le decían cariñosam ente "D ire", autorizados por la
lla n eza del trato. En los trein ta años tran scu rridos desde aqu e­
llos días, y h ab ien d o conocido entre tanto a m iles de in vestiga ­
dores, jam ás m e he topado con uno solo que pudiera generar un
gru po con u n a relación de trabajo sim ilar. En 1971, el D ire re­
cibió el Prem io Nobel de Q uím ica. A lgu n a vez, antes de que de­
saparezcan los actores, algu ien d eb ería a n alizar la sociología y
saga de aquel gru po, pu es sospech o que a rroja ría en señ an zas
útiles sobre la organización del trabajo en equipo.
Casi todos los logros (institucionales) de la ciencia del tercer
m u n d o se d eb en a in vestiga d o res ex itosos qu e p a rcial o to ta l­
m en te se vo lca ron a la ta rea de orga n izar la labor de sus co le­
gas; se dedicaron a convencer y a aconsejar; aceptaron partici­
par en consejos y ju zg a ro n que, llegad os a cierta altu ra de sus
carreras, serían de m ayor u tilidad dirigien do cen tros e in stitu ­
tos, a y u d a n d o a cre a r s u b s e c re ta ría s y c o n s e jo s n a c io n a les.
C u an do tu vieron p resen te qu e antes que n ad a eran in vestiga ­
dores al frente de una institución científica, y no representantes
de la au toridad ante sus ex colegas; cuando no trataron de h a ­
cer de su puesto un tram polín político, pudieron desem peñar ta­
reas verdaderam ente provechosas que debem os agradecer.
1 6 4
EL MERCADO DE TRABAJO

Sin esas p erson as no ten dríam os consejos nacion ales, b e ­


cas, laboratorios, bibliotecas ni m edios p a ra trabajar. Por eso,
cu ando algu n os jó v e n e s se refieren a ellos com o "El Sistem a",
"L a P a tro n a l", "E l establishm ent", y se im a gin a n a sí m ism os
com o una especie de proletariado intelectual explotado por una
supuesta burguesía representada por sus m aestros y sus jefes,
se equ ivocan lam en tablem en te. T a m b ién en este pu n to parece
q u edar m argen p a ra el an álisis y cam po p a ra la m adu rez, con
el fin de hacer ciencia con seso.
13. U N C I E N D O L A C I E N C I A A L Y U G O

Sergio Bagú (Tiem po, rea lid ad socia l y con o cim ien to) opina que
la m en te h u m a n a p a rece ca p a z de trabajar, a la vez, con tres
h orizon tes cu alitativam ente desiguales: a] el h orizon te m ental
mágico. El pen sam ien to m ágico a cepta la posibilidad de in flu ir
en la r e a lid a d con fu e r z a s s o b re n a tu ra le s : d e s p la za r la ro c a
que obtu ra u n a caverna diciendo "Sésam o ábrete", h acer llover
o frecien d o sa crificio a cierto dios, cu ra rse de u n a ca rd iop a tía
m e d ia n te u n a p lega ria . La m a g ia sistem a tiza d a co n s titu y e el
n ú cleo cen tral de m u ch as religion es, pero h a sta los in vestiga ­
dores más laicos tenem os en nuestro interior algún "hom ú ncu ­
lo" que cree en el pen sam iento m ágico, pues preferim os que no
n os den ex p lica cio n es del tipo: "su pon te qu e tu beb é con trae
u n a leucem ia..." b] E l h orizonte m ental sistem ático, qu e tra ta
de o rden ar la en orm e com p lejid a d de la realid ad p a ra h acerla
com pren sible por m edio, fu n dam entalm ente, de la ciencia; y c]
el h o riz on te m en ta l em pírico, que tra ta de extraer algu n as en ­
señ anzas prácticas, p a ra aplicarlas a problem as concretos u r­
g e n tes y gra ves, q u e n o p u ed en esp era r los resu lta d o s de un
análisis cien tífico y sistem ático que tom a ría años. Así, cu ando
a los griegos y los rom anos les dolía la cabeza, chupaban corte­
za de sauce (sa lix en latín ), de la que m ucho más tarde se obtu­
v o el á cid o s a lic ílic o , d el q u e a su vez, en 1899, se d e riv ó el
acetilsalicílico (A spirin a); ésta se usó con idén tico propósito en
tod o el m u n do, m u ch o a n tes de qu e los cien tífico s llegara n a
entender por qué la aspirina ejerce su efecto.
De m odo que, p a ra sim plificar la siguiente explicación, po­
d ría m os a cep ta r q u e h u b o un m om en to en el q u e los griego s
usaron el razonam iento exclu sivam ente p ara entender el m u n ­
do de las ideas; otro m om en to en el que los árabes y los ren a ­
centistas lo em pezaron a u tilizar para entender la realidad-de-
a h í-afu era, y un tercer m o m en to -qu e co m en zó a h a cerse o s­
ten sible h acia el siglo x v ill- en que se lo puso de lleno al servi­
cio de las actividades industriales, para encontrar técnicas que

[165]
1 6 6 U N C IE N D O LA C IE N C IA A L YUGC

p erm itieran in crem en ta r n u estra capa cid a d de navegar, volar


cu rarnos, com u n icarn os, alim entarnos, divertirnos. D entro ¿e

eseesquema-distorsionad», comotodoesquema-hoyestamosenunaetapadeplenodesparpajotecnológico, atal punto


que se intenta invertir el proceso y hacer del conocimiento un
sirviente exclusivo de la producción.

RuyPérezTamayonosdaunprimerbosquejoútil deladiferenciaentrecienciaytecnología: "Cienciaesloquehayque


h acer p a ra saber, tecn olo gía es lo h a y qu e sa b er p a ra h acer."
M a rio B u n ge p u n tu a liza q u e el térm in o "tecn olo gía " se refiere'
al estudio de las técn icas (de techne = arte, oficio y logo = p a la ­
b ra, d isc u rso ), y q u e al h a b la r d el e m p leo de c ie n c ia p a ra la
resolución de un problem a, es más correcto hablar de "técnica".
Pero el uso ha acreditado a la palabreja: la seguirem os usando.
Bunge señ ala tam bién que m ientras la cien cia básica se ocu pa
de conocer la realidad, pero no de transform arla, la aplicada to­
m a p r o b le m a s c u y a s o lu c ió n p r o m e te te n e r a lg u n a u tilid a d
práctica. Pero, si en el cu rs o de e s to s e s tu d io s a p lica d o s, el
in vestigador no agrega algún conocim iento, en ton ces no es un
científico, sino un técnico. De modo que o la ciencia es pura... o
sim p lem e n te n o es cien cia. Q u e resu lte algo in m ed ia ta m en te
aplicable o no, es un tanto ajeno a su naturaleza.
Por supuesto, un equipo de científicos puede esforzarse por
re so lv er un p rob lem a con creto; p o r ejem plo, cu ra r u n a en fer­
m edad, extraer un m in eral, desarrollar un com bu stible que no
p ertu rbe los balan ces ecológicos, y aplicar p a ra eso los co n o ci­
m ien to s q u e y a se tien en . P ero en este p u n to, es im p o rta n te
considerar cuatro asuntos.
1] La solución no suele surgir de la sim ple com bin ación de
conocim ientos que ya se tienen, sino que requiere estudios com ­
plem entarios.
21 Es n ecesa rio qu e algu ien p o sea dich os co n ocim ien tos y
q u e sep a có m o se h acen los estu d io s co m p le m en ta rio s pues,
com o m encionam os en el capítulo 1, el conocim iento se diferen­
cia de la in form ación en que no pu ede ser alm acen ado en u na
b ib lioteca ni en la m em oria de las com putadoras: hace falta al­
gu ien que conozca, que sepa procesar la in form ación. T a n to el
científico que conoce, com o el cqnocim iento que posee y aplica,
so n p r o d u c to s de la a c tiv id a d c ie n tífic a q u e s o le m o s lla m a r
"básica".
U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O 167

N o r b e r t W ie n e r , el c r e a d o r d e la c ib e rn é tic a , d e c ía qu e
cu ando un país in trod u ce una n o v e d a d en un ca m p o, adem ás
de avanzar, dem uestra que eso es posible. P o r ejem plo, allá por
la década de los treinta se sabía que el n ú cleo atóm ico a lm a ce­
na una can tid ad in sólita d e en ergía , y qu e un g ra m o de m a te­
ria c o n tie n e m u ch ísim os n ú cleos, p e ro n o estaba d em ostra d o
que fu era p o s ib le lib era rla p ara p rod u cir una b o m b a atóm ica.
E l hecho de que un país, Estados U nidos, la fabrique, com unica
al m undo qu e es p o s ib le desarrollar la té cn ica n ecesaria. P a ra
el co n o cim ien to hum ano, eso eq u iv a le a aceptar que tal o cual
teo rem a tien e solución, aunque sólo un puñado de m atem áticos
esté en c o n d icio n es de en ten d erla y logra rla. Se puede. Pero,
m e d io s ig lo después, el saber h acer una b o m b a a tó m ica sigue
sien d o un sec reto para la m a y o ría d e los países d el orbe. L e s
falta el "saber có m o " (know how ). E l o b jetivo de la investigación
tecn oló gica es lograr ese k now how.
31 La d ivisión en tre "básica" y "aplicada" h a resu lta d o ser
u n a p a tra ñ a que in toxica el cerebro de n u estra gente, un cepo
m ental. Es com o si dijéram os: "N ecesita m os m an darin a, pero
n u estros pa íses son d em a sia d o p ob res com o p a ra d ed ica r es­
fu erzos, su elos y tiem p o p a ra desarrollar á rboles de m a n d a ri­
nas. Sólo necesitam os los frutos; en cam bio las raíces, troncos,
ram as, h ojas, n os re su lta n su p erflu o s ." La m a n d a rin a es un
producto, un resultado final de todo ese proceso que es el árbol
d e m a n d a rin a . A n á lo g a m e n te , si u n p u e b lo n o d e s a r ro lla el
"árbol del conocim iento", nunca tendrá ciencia básica ni aplica­
da, ni conocim iento. No podem os aplicar algo que no tenem os y
sin gen te qu e sep a h acerlo. C u an do le p regu n té a un p rofesor
de sem iolo gía m éd ica resp ecto a las características claves que
debía considerar al com prarm e un estetoscopio, m i prim er este­
toscopio, señaló los au riculares entre los que uno debe poner la
cabeza, al tiem po que contestaba: "La p ieza m ás im portan te es
la que se coloca entre estas dos puntas." La cabeza hum ana si­
gue siendo irrem plazable, y no fu n cion a adecu adam ente cu an ­
do se la ata a un yugo.
4] A n ta ñ o tra n s c u rría n m u ch o s añ os d es d e q u e a lgu ien
h a cía un descu b rim ien to "básico', h a sta que se le en co n tra b a
u n a u tilidad práctica. Leonardo da V ine¡ hizo ciertas o b serva ­
cion es de la tra y e cto ria qu e d escrib e un p erro al p ers e g u ir a
u n a lieb re qu e cru za co rrien d o p a ra gu a re cers e en su m adri-
168 U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O

gü era, las cu ales sólo sirvieron m u ch os siglos m ás ta rd e a los


in g e n ie r o s p a r a d is e ñ a r el e m p a lm e d e v ía s fé rre a s . P ero el
intervalo entre un hallazgo y su aplicación se ha ido acortando:
e n tre la fisió n d el u ra n io (en ero , 1939) y la d e to n a c ió n de la
prim era bom ba atóm ica en Alam ogordo (julio, 1945) sólo tran s­
cu rriero n seis añ os. H o y el in te rva lo d es a p a reció : la G en era l
Dynam ics, l a M erck, l a i b m , la S iem en s, la Philips, la G ene-
tech, y a no esperan que un sabio universitario salga de su tin a
gritan do ¡eureka!; m ás bien lo contratan, lo in stalan y costean
su s estu d io s con p rem ed ita ció n . H o y u n a s o la tra n sn a cio n a l
pu ede em plear m ás científicos en su p lan ta que los que tiene el
conjunto de países de A m érica Latina. H ace vein te años, el so-
cioeconom ista Celso Furtado escribió (Obstacles to developmerct
in L a t í n A m e r ic a ): "...la s g r a n d e s c o rp o ra c io n e s son e x tre ­
m adam en te eficientes en el USO de n uevas ideas. Sin em bargo,
no se p u ed e d ec ir lo m ism o con resp ecto a la crea ción o g e n e ­
ra ción de nuevas ideas..." La situación h a cam biado a tal p u n ­
to, qu e m u ch os de los Prem ios Nobel actu ales son conferidos a
cien tífico s qu e tra b a ja n en em p resa s privadas. Irón icam en te,
cu ando los em p resarios y fu n cion a rio s del p rim er m u n do v ie ­
nen a asesorar a los nuestros, tratan de em baucarlos p ara que
aquí nos lim item os a form ar "técn icos m edios": allá el cerebro,
aquí las m anos; en resu m en : n os quieren obligar a h acer cien ­
cia sin seso.
Se h a desencaden ado tal a videz y com peten cia por las n o ­
v e d a d e s q u e g e n e r a l a in v e s tig a c ió n , q u e a c tu a lm e n te h a y
qu ien in ten ta re m p la za r la cien cia del ¿p or q u é ? con la ciencia
del ¿para qué?, o acaso con la del ¿cuánto g a n a ría m os vendién­
dolo?; adem ás, h a aparecido u n a n u eva form a de aportar din e­
ro a la in v e s tig a c ió n , d e n o m in a d a "ca p ita l a v e n tu re ro " ^ e n ­
ture capital). Se tra ta de em presas que in vitan a los científicos
a p r e s e n t a r s u s p r o y e c to s , e s tim a r p o s ib ilid a d e s d e éx ito ,
probables aplicaciones, costos, precios, plazos, m ercados; lu e­
go, co m o si se tra ta ra de u n a v e r d a d e r a a p u esta , d e c id e n si
a rriesga n o no los fon d os n ecesa rios p a ra realiza r las in vesti­
ga cio n es, reservá n d o se, claro está, el d erech o de ex p lo ta r los
posibles frutos.
Adem ás, la n oción gen eralizada de que h ay un proceso que
va u nidireccionalm ente de la ciencia básica a la aplicada, de és­
ta a la tecnología y luego a la, producción y al m ercado, es sim ­
U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O 169

p lem en te errón ea. E xisten n u m ero so s ejem p lo s en los q u e el


esfu erzo p o r so lu cion a r u rg en tem en te un p ro b le m a concreto,
dio por resu lta d o u n a revolu ción en n iveles bá sicos (al in te re­
sarse en el aprovecham iento in du strial de las m áqu inas de v a ­
p o r, C a r n o t s e n tó la s b a s e s d e la te rm o d in á m ic a ); ta m b ié n
abundan los ejem plos de investigaciones inicialm ente académ i­
cas que ocasionaron cam bios inm ediatos en nuestra vida diaria
(los estu d ios so b re la n a tu ra leza de la m a teria lleva ron al uso
de la en ergía atóm ica). Son igu alm en te frecu en tes los casos en
los que un m ism o in vestigador pudo detectar y seguir el d esa ­
rrollo de u na idea "básica", hasta lograr una aplicación práctica
(los especialistas en estado sólido desarrollaron el transistor).
K arl P o p p e r co m p a ra b a a la cien cia y a la tecn olo gía con
las p iern a s de u n a p erso n a qu e a va n za esforza d a m en te en un
pantano: prim ero avanza apoyándose en una, luego en la otra.
Así, los conocim ientos sobre la estru ctu ra atóm ica y m olecular
perm iten diseñar esp ectróm etros y aceleradores de partícu las;
lu ego, éstos p o sib ilita n u n a m a y o r co m p ren sió n de á tom os y
m o lécu la s. H o y sería im p o sib le in vestiga r, si la "piern a" te c ­
nológica no nos brindara osciloscopios, aparatos de electrofore-
sis, com putadoras, sondas fluorescentes, cronóm etros, radioisó­
topos y telescopios, que la "pierna" científica ayudó a concebir y
desarrollar.
Jorge Sábato afirm a que, llegado el caso de la n ecesidad de
u n a aplicación cien tífica, es m ás fácil explicarle el p rob lem a a
un científico básico, que enseñarle a in vestigar a u n tecnólogo.
S ea com o fuere, es m u y im p ro b a b le qu e un solo in vestiga d o r
pueda ser básico, aplicado y tecnólogo a la vez. Es solam ente en
el n ivel n a c io n a l q u e la cie n c ia p u ed e c o n s id e ra rs e co m o un
p roceso que v a desde la in vestiga ción b á sica h a sta la p ro d u c­
ción m odern a. E se p roceso se cu m p le m e d ia n te el tra b a jo de
tod a la co m u n id a d cien tífico técn ica produ ctiva, y su s etapas
son llevadas a cabo por distintas personas.
E l p e r io d is ta P a b lo G iu s s a n i (M e n e m : s u ló g ic a s e c re ta )
comenta:

La producción va dejando de ser un quehacer manual, un proceso cuyo


desarrollo requiere "mano de obra", para convertirse gradualmente en
una actividad intelectual, en algo que se hace con el cerebro y no con la
musculatura. Hoy sería más apropiado quizás hablar de "cerebro de
obra" como referencia eufemística al trabajo [...] desde el hombre de las
170
UNCIENDO LA CIENCIA AL YUGO

cavernas hasta nuestro siglo... era posible llevar a un máximo de pro­


ductividad el trabajo esclavo... establecer un nexo entre unidades pro­
ducidas y cantidad de azotes. Y era posible además que la manualidad
productiva se ejercitara sin un background educacional, sin que se
dotara previamente de conocimientos y aptitudes intelectuales a los
encargados de ejercitarla, ni se desarrollaran en ellos formas superio­
res de racionalidad. La actividad de los obreros que repetían inacaba­
blemente una misma serie de movimientos en las cadenas de montaje,
no difería sustancialmente de la que desplegaban los bueyes uncidos al
arado... La producción exige ahora un sujeto distinto.

A escasos seis años del siglo xxi, la com petencia hum ana se
hace casi exclusivam ente en térm inos científico-técnicos. No hay
tarea hum ana im portante, que se pueda realizar independiente­
m en te de la in teligen cia, p o r m ás co m p lejos y ca ros qu e sean
sus in stalacion es y equipos. Ni siqu iera la m ism a com petencia
b élica p a sa y a por el poder m u scu lar que m a n eja la bayoneta.
T o d a em p resa qu e se ab re cam in o, o qu e in clu so crea ese ca­
m ino, se basa en innovaciones. Desde el m anejo del personal a
la producción, y desde las formas de financiam iento hasta la pu­
blicidad, todo está en manos de profesionales que directa o indi­
rectam ente dependen de los científicos de su campo.
Un robot ja p on és, que su elda o pin ta au tom óviles con ma-
y ° r eficiencia, pu ede dejar sin trabajo a m il obreros en D etroit'
u n sa télite a rtificia l p u ed e p ro p o rc io n a r a los esta d u n id en ses
m ás in form ación sobre los recu rsos h idráu licos de V en ezu ela,
que la que poseen los propios ven ezolanos; un quím ico de Gre-
n oble pu ede in troducir un polím ero que condena a la m iseria a
todo un país, cu ya econ om ía se basa en el m on ocu ltivo de u na
fib ra vegetal; un edafólogo israelí pu ede h acer brotar n aranjas
en un terren o que por dos m il años fu e un páram o de ro ca es­
téril, p a ra ven dérselas a otro país, el cual no tien e siqu iera in ­
gen ieros h id rá u licos qu e diseñen un sistem a de riego eficiente
y barato.
Hoy, dentro de la m ism ísim a econom ía, el conocim iento h a
lle g a d o a d e s p la z a r n a d a m e n o s q u e a l d in e ro e n o r d e n d e
1m portancia. En la opinión del econom ista J.K. Galbraith:

Cuando el capital era la llave del éxito económico, el conflicto social se


establecía entre el rico y el pobre. En cambio, en los tiempos actuales
la diferencia que los divide es la educación. El sistema industrial, al
U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O 171

hacer del poder humano educado el factor decisivo de la producción,


nos ha obligado a desarrollar un sistema educacional poderoso. Hoy
más que nunca "knowledge is power", como afirmaba Bacon.

El periodista Pablo G iussani vu elve a decirnos:

Ser soberano podía significar, en los años cuarenta, ser dueño del pro­
pio petróleo, hoy significa estar tecnológicamente al día, tener una po­
blación culturalmente preparada para asumir este nuevo requisito de
la independencia. En un mundo donde el "saber hacer" se ha conver­
tido en el principal factor de la producción, la sede de la soberanía está
en la Universidad.

Por eso resulta casi (casi) irónico que en m uchos países del
tercer mundo, sean precisam ente los m ilitares, supuestam ente
en cargados de la defensa n acional y la soberanía, qu ienes u na
y otra vez destruyen las universidades de su patria.
H a ce a lg u n o s a ñ o s, cu a n d o v is ité la ciu d a d de B irm in -
gham , en A la b a m a , qu e fu era u no de los gra n d es cen tros de
p rod u cción de acero de E stados U n id os, la en co n tré en plen o
colapso económico. Un colega local me explicó:

Es que cuando arreció la competencia en el mercado internacional del


acero, estas empresas suprimieron laboratorios y talleres de investi­
gación y desarrollo para reducir los costos. Por un tiempo lograron
subsistir, pero en el ínterin la competencia fue encontrando procesos
de producción más eficientes, niveles de calidad mucho más altos, va­
riedades de aceros para aplicaciones más avanzadas... y nos quebró.
El cierre de las plantas obligó a los obreros y empleados a desertar de
la ciudad; el éxodo de gente llevó a su vez a cerrar comercios, escuelas,
institutos, cines, restaurantes, consultorios, clubes deportivos.

R ec o rd é, en to n ces, a lgo q u e n o s d e c ía u n m a e s tro de la


escuela prim aria: "Cuando los pobres carecen de recursos para
enviar a sus hijos a la escuela, los están condenando a la m ise­
ria." Según nuestro colega estadunidense, las em presas de Bir-
m in gh am habían optado "por no estudiar"; y así condenaron a
los pobladores a la miseria.
M iré en derredor. O bservé a un h eladero pan zón y aburri-
dazo, apoyado en su carrito, que contem plaba a su único cliente
m u ch o m ás jo v e n que, con la v ise ra de la go rra sobre la nuca,
1 72 U N C IE N D O LA C IE N C IA A L YU G O

se con cen trab a en lam er y ch u par un helado. Me pregu n té qué


d iría si se le ex p lica ra qu e ven d ía m en os h elados por falta de
investigación en las plantas siderúrgicas. Me contesté que no lo
aceptaría, pues hubiera sido com o tratar de convencer a ciertos
go b e rn a n te s d el te rc e r m u n d o de q u e su s h a b ita n tes an d an
d es ca lzo s, h a m b rie n to s y p a ra sita d o s p o r la m is m a ra z ó n ;
aunque, claro, la fa lta de cien cia no es la ú n ica razón de la p o ­
breza. D esgra cia d a m en te, este p roceso es ign o ra d o h asta por
em presas del prim er m undo, que contratan a un "genio em pre­
s a r ia l" q u e , p a r a " r a c io n a liz a r " y " e fic ie n t a r " y "lim p ia r " la
com pañía, cierra los laboratorios de in vestigación y desarrollo,
tras lo cual pu ede m ostrar cóm o en un solo año, su sagacidad
h a logrado in crem en tar la relación ven ta s/ costos y con ello su
rem u neración personal... y a le tocará a otro m ago de las fin an ­
za s liq u id a r la em p resa cu a n d o q u ieb re en cin co o d iez años,
debido a que su atraso tecnológico la sacó del mercado.
Tom em os otro ejem plo: el cáncer. Estarem os de acuerdo en
que se trata de un problem a y que se debe "aplicar" ciencia para
re s o lv e r lo . P o r u n tie m p o s e h iz o " in v e s t ig a c ió n a p lic a d a ",
en sayando terapéu ticas con cu anta droga p u diera en contrarse
en la a la c e n a o sin te tizá n d o la de nono, o com binando dietas,
ra d ia cio n es y p roced im ien tos estram bóticos. Fue com o salir a
cazar tirando al aire, con la esperanza de que alguno le acierte a
un pájaro. J u sta m en te, en la je r g a lab ora toril lla m a m os a ese
tipo de búsqueda "tirar al aire" y, en inglés, to s hoot in the dark.
Si h oy un in vestigador solicitara dinero (en los países d esarro ­
lla d o s) p a ra in v e s tig a r el c á n c e r en e s a fo rm a "a p lica d a ", n o
co n s egu iría un cén tim o. En ca m b io la in vestiga ció n m o d ern a
del c á n c e r se en fo ca so b re a sp ec to s "b á sico s", p a ra tra ta r de
en tender los m ecan ism os de diferen ciación celular, lectu ra del
genom a, activación de oncogenes, "anidación" de células tumo-
rales en determ in ados tejidos del organism o, fu n cion am ien tos
de b o m b a s m e m b r a n a le s q u e e lim in a n m o lé c u la s de a cció n
citostática, etcétera. A u n q u e por a h ora no se lo gra la an siad a
solución, no obstante se realizan avances im portantes. En cam ­
bio, los "tiros al aire" tecnológicos, si no logran su objetivo, m al­
gastan tiem po, esfuerzos, dinero y esperanzas, adem ás de que
no en señ an n ada. De m odo qu e lloy la in vestiga ción sobre un
tem a tan "a p lica d o " y u rg en te coil 0 0S la cu ra del cáncel% es
esencialmente básica y no tecnológica.
U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O 173

¿Cóm o se defienden los científicos de esa insensata división


entre "aplicada" y "básica", que a veces se les trata de im poner?
Por un lado, son conscientes de que los gobiernos, com pu estos
por m inistros, diputados y senadores -que suelen ser personas
m a yores y, en con secu en cia, su fren de h iperten sión , in fartos,
diabetes, m al de Parkinson, cán ceres-, tien en u n a cla ra p ro ­
clividad a can alizar los fondos existentes para que los m édicos
traten de resolver los p rob lem a s qu e los afectan; pero no p a ra
que los filósofos m editen sobre la patencia de la nada o los físi­
cos desarrollen m odelos de supercuerdas. A nálogam ente, a los
in v e s tig a d o re s le s r e s u lta c o m p r e n s ib le q u e lo s m illo n a r io s
donen dinero para curar los males que afectan o pueden afectar
a s u s h ijos: e s c le ro s is en p la ca , p a rá lis is in fa n til, le u cem ia ,
m ongolism o, fibrosis quística. Por otra parte, los investigadores
saben que los m ilitares inñuyen m ucho en los gobiernos y que,
so b re tod o en a lgu n os pa íses del p rim er m u n do, h an logra d o
en sam blar u n a im presion an te colu m n a vertebral bélico-indus-
trial, qu e es la a ctivid a d in d u stria l qu e m ás din ero m u eve en
n uestro planeta; en consecuencia, eso h ace que h aya recu rsos
p a ra in vestiga r en tod os los cam p os que n u tren y sostien en a
esa in d u stria . F in a lm en te, p a ra los c ien tífico s es m e rid ia n a ­
m ente claro que se prefiera agitar banderitas dem agógicas des­
tinando algunos fondos y m u ch a saliva a la in vestigación de la
desn u trición , el alcoh olism o, la d rogad icción , las p arasitosis;
a u n q u e la s o lu ció n de éstos, co m o d ec ía m o s a n terio rm en te,
m ás bien requ iere de m edidas sanitarias, económ icas, sociales
y políticas.
Por otra parte, com o decía el prestigioso bioquím ico Efraím
R acker: "A u n q u e n os h a y a n d a d o fo n d os p a ra h a c e r cien cia
a p lic a d a , si tra b a ja m o s c o rr e c ta m e n te e s ta re m o s h a c ie n d o
ciencia pura." De m odo que los investigadores no tienen incon­
ven ien te en h a cer cien cia b á sica en los in stitu to s cu yos fron ­
tispicios y m em bretes aseguran que están dedicados al cáncer,
a la cardiología, a la aeronáutica, a la salud m ental, a los en er­
gé tic o s n o co n ta m in a n tes, a la m eta lu rgia , a sa lva g u a rd a r el
derecho de los indígenas y a la hidrología. De hecho, en las soli­
citudes de donativos, se avienen a declarar que lo que se propo­
n en in vestiga r es fu n d a m en tal p a ra re solv er tales problem as;
cosa que, por otra parte, es rigurosam ente cierta.
La in vestiga ció n se h a h ech o tan costosa, qu e a veces es­
1 7 4 U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O

capa a las posibilidades de un solo país y da lu gar a esfuerzos


m u ltin a cion a les. Los eu rop eos, p o r ejem plo, se h an a so cia d o
para construir aceleradores de partículas que les resultarían in-
costeables a cada uno de sus países por separado (por ejem plo,
el CERN de G inebra); han creado la b ora torios de b io log ía cuyo
costo, operación y usufructo com parten (por ejemplo, el e m b l de
H eidelberg) y h an a u n a d o fond os, esfu e rzos y co n o cim ien to s
p a ra p o n e r en ó rb ita s a té lite s a rtific ia le s y p ro d u c ir a v io n e s
com erciales más eficientes.
Pero, si bien la cien cia es cara, ella m ism a con stitu ye h oy
un apetitoso mercado, y ha provocado la aparición de una enor­
m e y co m p leja in du stria, la cual ven d e su stan cias (desde sol­
ventes hasta anticuerpos m onoclonales, y desde aire com prim i­
do hasta radioisótopos), produce equipos (lo m ism o pipetas que
u ltra cen trífu g a s, y re a c to re s n u c lea res h a s ta sa télites a rtifi­
ciales), presta servicios (desde secuenciación de fragm en tos de
D N A h asta ra streos b ibliográficos, y desde softw are p a ra com ­
pu tación h asta desarrollo de anim ales de constitución genética
especial) y con stru ye edificios (desde la b o ra torios h asta ra d io ­
telescopios, y desde bibliotecas hasta estaciones de biología m a­
rina). De m odo que m u ch os seres hum anos, sin ser científicos,
viven de la ciencia; eso ocurre hasta tal punto que, consideran ­
do la enorm e cantidad de personal de los hospitales especializa­
dos en cán cer, de in vestiga d o res, técn icos, en ferm ero s y em ­
plea d os a d m in istra tivo s en los in stitu to s y u n iversid ad es qu e
in vestiga n y tra ta n esa en ferm ed a d , ju n to con las in d u stria s
fa rm a céu tica s y las con stru ctoras de eq u ip o s qu e los surten,
m ás todos los fam iliares qu e dependen del su eldo de esas p er­
sonas, un fu n cion ario del N a tio n a l In stitu tes o f H ealth de los
E s ta d o s U n id o s c o m e n tó : "H o y h a y m á s g e n te q u e viv e del
cáncer, que gente m uriendo de dicho mal."
E sta in terrelación entre ciencia, m ercados, capacidad em ­
presarial y segu ridades nacionales, h a in troducido el n eologis­
m o "gran cien cia". Los an a lista s P eter G a liso n y B ru ce H evly
(B ig S c ie n c e ) c o n s id e ra n q u e u n a d is c ip lin a se h a c e g ra n d e
cuando sus fu n dam en tos se tornan cruciales p ara la econ om ía
de las grandes n aciones. La p rim era disciplin a que según ellos
hizo esa transición fue la física, ya que en plena segunda guerra
m u n dial los beligera n tes con sideraron de vid a o m u erte d esa ­
rr o lla r p o r e je m p lo el r a d a r y los conocim ientos atóm icos. No
U N C IE N D O LA C IE N C IA A L Y U G O 175

nos dilatarem os en estas consideraciones. Sólo nos lim itarem os


a dos com en tarios: en p rim er lu gar, advirtam os qu e si bien la
u rg en cia esta b a crea d a por las aplicaciones, el esfuerzo debió
hacerse sobre los fundam entos. En segundo lugar, ese esfuerzo
tam bién provocó, por ejem plo, la creación del CERN; este labora­
torio de la C o m u n id a d E u ro p ea con a sien to en S u iza tien e el
p ro p ó sito de e s c a p a r al circu ito de la in d u s tria y de los m ili­
tares para, por así decir, h acer u n a "big Science básica", que en
la p ráctica qu iere decir: pu blicable, y no gu ia d a por el afán de
generar una m ercancía o un artefacto letal.
El desarrollo de la edu cación y de la cien cia tom a tiem po,
años. En los países en los que los proyectos no son verd a d era ­
m ente n acion ales, sino los del gobierno en turno, éstos suelen
ser rem isos en asignar fondos p ara u na in vestigación científica
cuyos frutos se recogerán después de dos o tres períodos gu ber­
namentales.
A q u í se im p on e el viejo ch iste del em ir a quien sus co n se­
je r o s trataban de con ven cer p a ra que a p o ya ra la in vestigación
científica. Com o no lo consiguieron, optaron por proponerle que
a p o y a ra la in v e s tig a c ió n a p lic a d a en u n ca m p o q u e al m a n ­
d a ta rio le in te resa b a : los ca b a llo s de ca rrera . C e d ien d o a re ­
gañ adien tes, el em ir com ision ó a un veterinario, a un fisiólogo
y a un físico p a ra que le prod u jera n caballos m ás rá p id os que
los que y a ten ía en sus cu adras. Pasados vein te años los con ­
vocó para que le presentaran un progress report. Resulta que el
veterin a rio h a b ía cruzado los pa d rillos y las ye gu a s m ás v e lo ­
ces, y estaba en condiciones de probar que sus productos actua­
les corrían más rápidam ente que sus antecesores de hace vein ­
te años. El fisiólogo había estudiado la contracción m uscular en
las patas, los reñejos, el vo lu m en -m in u to resp ira torio y la fre­
cuencia cardíaca en función de la velocidad, así que podía m os­
tra r correla cion es cu ya a p lica b ilid a d era du dosa. El físico, en
cam bio, h ab ía logrado u n a ecuación que correlacion aba la fo r­
m a aerodin ám ica de los anim ales con su velocidad... pero sólo
la pudo resolver para el caso de un caballo esférico.
La m a y o ría de los cien tífico s la tin o a m erica n o s ign ora m os
los pasos n ecesa rios p a ra con ectarn os con la produ cción . C o ­
rrelativam ente, ja m á s he conocido a un em presario tercerm un-
dano que supiera cóm o hacer ese ensam ble, pues todos los que
conocí a cabaron em igran do p a ra h acerlo en el p rim er m undo.
176 UNCIENDO L A CIENCIA A L YUGO

Éste es un asunto gravísim o, pues una de las características de


lo s p a ís e s d el á re a es la to ta l se p a ra c ió n e n tre su esb o zo de
com u n idad cien tífica y ese aparato produ ctivo. Pareciera com o
si los científicos y los em presarios estuviéram os situados en los
bordes opuestos de un abism o: los científicos dando voces a los
em presarios, para anunciarles que tenem os los conocim ientos y
la volu ntad de ayudarles; los em presarios, despavoridos porque
la g lo b a liza ció n de la eco n o m ía a m en a za b a rrerlo s del m apa,
declaran su am or por la ciencia, la tecn ología, la in n ova ción y
el d esarro llo. Pero ni ellos ni n oso tro s esta m o s h o y en co n d i­
cio n e s de fra n q u e a r el a b ism o q u e n os sep ara. U n p ro b le m a
más es no reconocer esa im potencia; a eso se añade otra dificul­
ta d q u e es creer q u e a lgu ien h a p ro p u es to ja m á s u n m o d elo
sen sa to p a ra e m p a lm a r cien cia y p ro d u cc ió n en un país la ti­
noamericano.
Lo que sí queda claro es que, tratar de resolver el problem a
e x ig ié n d o le a lo s c u a tro o c in c o in v e s t ig a d o r e s lo c a le s q u e
abandon en sus tem as "cien tificistas" y escojan u no "aplicado",
es una de las tram pas más macabras de hacer ciencia sin seso.
M ientras no llega u na solución ju iciosa, por lo m enos dejen que
los cien tífico s h aga m o s de la m e jo r m a n era p o sib le las cosas
que sabem os hacer. De lo contrario, el día que alguien p rop on ­
ga la ansiada solución, no nos va a encontrar preparados.
14. C IE N C IA , ID E O L O G ÍA Y T E C N O C R A C IA

El m aterial analizado h asta aquí nos m u estra que la cien cia no


es un en te a islado. La e stru c tu ra qu e h a ido d es a rro lla n d o a
través de los tiem pos, la fo rm a de in gre sa r a ella, así com o de
v iv ir de ella, de u tiliza rla , de co m b a tirla y de apoya rla , refleja
en cada m o m en to lo que el h om bre fu e sien do y h acien d o a lo
la rg o de la h isto ria . En el c a p ítu lo 19 n o s re fe rir e m o s a e s ta
in terrelación en térm inos de sistem as complejos. A q u í revisa re­
mos, m uy som eram ente, la influencia de la ideología.

Leyes y teorías, conocimientos, invenciones, innovaciones, no son


meros resultados de actividades lógicas y empíricas intrínsecamente
consideradas. Reflejan la atmósfera intelectual no científica de una
época [...] Existe así una relación entre el desarrollo científico, por
una parte, y los valores, las normas, las sanciones y las recompensas
de una sociedad, por la otra. (M arcos Kaplan, Ciencia, sociedad y
desarrollo).

A lgu n os a u tores in ten tan com p ren d er esas relacion es b a ­


sán dose en el con cepto de ideología. Para algu n os, "ideología"
es un concepto análogo a "visión del m u n do"; p a ra otros, es el
co n ju n to d e lo s g r a n d e s p ro y e c to s o p e ra tiv o s q u e co m p a rte
u n a sociedad, al cual se agregan las ideas filosóficas en que se
a p o y a n y lo s id e a le s q u e e s p e r a n a lc a n z a r; a s í m is m o h a y
qu ien con sidera a las ideologías no com o represen tacion es ob ­
je tiv a s y científicas del m undo, sino com o representaciones lle­
n as de elem en tos im aginarios, las cu ales expresan deseos, es­
peranzas y nostalgias más que describir una realidad.
Jea n -F ra n co is R evel (L a c o n n a is s a n c e in u tile j m a n tien e
que:

la ideología otorga una triple indulgencia (intelectual, práctica y


moral) porque selecciona solamente los hechos que favorecen la tesis
que sostiene [...] o incluso los inventa; olvida otros que la cuestiona­
rían [...] o sim plem ente los niega; fabrica criterios de eficiencia y
excusa los fracasos [...] o los refuta.

[1771
1 7 8 C IE N C IA , ID E O L O G ÍA Y T E C N O C R A C IA

E s d ifíc il c o n v e n c e r a una. p e r s o n a q u e se a fe r ra a c ie rta


ideología, pues com o dice Swift: no se le pueden refutar concep­
tos que no adquirió por m edio del razonamiento.
A veces, la id eo lo gía de u n a so cied a d o de un m o vim ien to
político social es un cuerpo de doctrin a cuyos partidarios o in ­
cluso sus detractores u bican por en cim a de la realidad m ism a,
y es usado por los pensadores laicos en un sentido sospechosa­
m en te sim ilar al que o cu p a D ios en el p en sa m ien to de los au ­
tores religiosos. En este sentido, H annah A re n d t ( T h e o rig in o f
to ta lita ria n is m ) afirm a que:

El pensamiento ideológico tiende a emanciparse de la realidad que


percibimos con nuestros cinco sentidos, e insiste en otra realidad "más
verdadera", que se esconde detrás de todas las cosas perceptibles, do­
minándolas desde este escondite y exigiendo un sexto sentido que nos
capacita para detectar dicha "verdad". Precisamente, la ideología nos
provee este sexto sentido, este adoctrinamiento que se enseña en las
instituciones educacionales [...] La ideología sería algo así como una
pseudo-ciencia [...] Toda ideología contiene elementos totalitarios.

Para Louis Althusser, la ideología no es la expresión de los


valores (no explícitos) de toda la sociedad; solam ente son los de
la c la s e d o m in a n te , q u e lo s s u je to s in te rn a liz a n y de a h í en
más, pasan a vivir com o verdades. A dvirtam os que el hecho de
que no sean explícitos -es decir, no sean trasm itid os y a cep ta ­
dos m ediante una explicación-, que ni siquiera deban ser acep­
tados, sino que se internalicen y se v iv a n como verdades y que,
p a ra com pletar, éstas no sean las de los p rop ios su jetos, sino
las de la clase que los dom ina, nos habla de la peligrosidad que
entrañan los m odelos ideológicos. M auricio S choijet (T h e ideo­
ló g ica l p a r a d ig m o f te c h n o lo g y ) a firm a : "A tra v é s de lo s a p a ­
ratos ideológicos estatales, se distorsionan la p olítica real y las
relacion es económ icas que operan en la sociedad." No sorpren ­
de que el verdadero científico sien ta a la id eología com o un ar­
nés pues, com o decía A zorín: "La in teligen cia im p lica origin a li­
dad y la origin alidad rebeldía."
El com ún den om in ad or de las distin tas version es del con ­
cep to de "id eo log ía " es: u n s istem a q u e a rm o n iza ideas, sen-

16 "Y ou c a n n o t re a s o n a p e rs o n o ut o f s o m e th in g he h a s n ot been rea-


soned into".
C IE N C IA , ID E O LO G ÍA Y T E C N O C R A C IA 1 7 9

tim ien tos, d eseos, y q u e es p rop io de un co n ju n to g ra n d e de


personas (una clase social, un grupo religioso, una nación). Esa
sistem a tiza ció n la h a ce m u y p a re cid a a "cien cia", so b re todo
porque las ideologías contienen elem entos de conocim iento, co­
h eren cias internas, tien en lu gar p ara las relacion es razon adas
y las a rg u m en ta cio n es y p erm iten d ed u ccion es, ex tra p o la c io ­
nes, prediccion es, qu e dan u n a con fortable sen sación de sen ­
satez. Hem os insistido en que la cien cia requ iere de u n a visión
del m u n do y, p o d ría m os decir, qu e la cien cia m ism a se a co m ­
paña de u na ideología; después de todo, el presente libro no só­
lo d escrib e so m era m en te a lgu n os a sp ecto s de la ciencia, sino
que n arra hechos, vicisitu des, actitudes, describe personajes e
in stitu cion es qu e no son "cien cia", pero que no se pod ría n en ­
ten d er si n o fu era p o r ella. C on todo, la cien cia y la id eo lo gía
no se llevan bien.
Los capítu los qu e anteceden podrían darn os la sensación,
falsa, de qu e la cien cia y su s p ro lo n g a cio n es tecn oló gicas, su
capacidad de analizar problem as así como su abordaje de cam ­
pos que alguna vez se creyeron inalcanzables, da por resultado
u n m u ndo ordenado, sensato, eficiente y ju sto. De hecho, m ás
de u n a v e z en la h istoria de la h u m a n id a d h an aparecido m o ­
vim ientos que pugnaron por instaurar gobiernos tecnocráticos.
Hubo un m om ento en que, com o señala Raúl A. Pannunzio (La
p o lític a e n la é p o c a c ie n tífic a ): " [. . . ] n o se co n c eb ía h a b la r de
c a m b io s r e v o lu c io n a r io s si n o se r e c u r r ía a la s a n tific a c ió n
científica". Esa expectativa n u n ca se satisfizo. Los intentos fra­
casaron por diversas causas. M encionarem os algunas:
al L a co m p le jid a d social. Las afirm aciones científicas se li­
m itan a sistem as en los que la m ayoría de los parám etros están
acotados y en los que in tervien e un núm ero redu cido de va ria ­
bles. A lgo tan sen cillo com o "el agu a h ierve a 100° C", no vale
p a ra c u a lq u ie r situ a ción y d eb e h a cerse la salvedad: "sí, pero
en el nivel del m ar". La sociedad está recorrid a por un núm ero
tan gra n d e de varia b les, qu e el gra d o de a m b ig ü ed a d qu e eso
p r o d u c e fr u s tr a r ía u n a a p lic a c ió n d ir e c t a e in g e n u a d e u n
análisis científico. A su vez, cu ando la cien cia tiene que vérse-
las con un sistem a que tiene un gran núm ero de variables -por
ejem plo, un cerebro, un nicho ecológico, la atm ósfera-, va estu­
d ia n d o las va ria b les poco a poco; p ráctica qu e co m p rom ete a
m u ch as gen eracion es de científicos, antes de qu e algu ien esté
1 8 0 C IE N C IA , ID E O L O G ÍA Y T E C N O C R A C IA

en con d icion es de gen eralizar. En con secu en cia, un cien tífico


tecnócrata m etido a gobernante, se vería forzado a posponer to­
da resolu ción gu bern am en tal por algu nas generaciones, antes .
de tener algo que afirm ar.
b] L a s escalas tem porales. Las o b serva cio n es de A n d rea s
V esa liu s y W illia m H a rv e y sobre el cuerpo hum ano fueron he­
ch as h ace tres siglos, pero siguen sien do aplicables a n u estro
organ ism o de h oy día, porqu e éste no h a cam biado apreciable-
m en te desde en ton ces; por el contrario, las observa cion es que
en la m ism a época h icieron Boris G odu n ov sobre los boyard os
y H e n r i IV s o b r e lo s fr a n c e s e s , n o s ir v e n p a r a o r ie n t a r la s
m edidas que se requ iere tom ar en los aeropu ertos de R u sia ni
en lo s fe r ro c a rr ile s d e Francia., n i p a r a e n te n d e r el c o m p o r ­
tam ien to de gru pos h u m an os en uno u otro país. Esto se debe
a que, si bien am bos sistem as evolucionan, tres siglos en la es­
cala evolutiva biológica no significan nada; en cam bio, en la so­
cial im plican m odificacion es tan radicales, que las situ acion es
no re su lta n co m p a ra b les. Los o rga n ism o s ca m b ia n , pero un
r e tr a s o e n la d e n tic ió n o u n a d e la n to d e la p u b e r ta d te n ía
ex a cta m en te el m ism o sign ificad o en n u estros a b u elo s qu e el
que ten drá en n uestros nietos; de ese m odo, las observaciones
que se van haciendo sobre la dentición brindan enseñanzas que
pu eden s e r ap lica d a s d irecta m en te. Por el con trario, la so cie­
dad recorre un cam ino de situaciones que ja m á s resultan idén ­
ticas a las y a a travesadas; así, en el m ejor de los casos, antes
de dar su dictamen, un gobernante tecnócrata necesitaría dete­
n e r la h istoria, e s tu d ia r "cien tífica m en te" d u ra n te dos o tres
sig los las va ria b le s im p lica d a s y las leyes d in á m ica s q u e g o ­
biernan el proceso, p ara pronu nciarse: "Ya sabem os qué m edi­
das conviene tom ar ¡prosiga la historia!"
c] L a no linealidad de las leyes que gobierna n la realidad. El
problem a de la com plejidad y las no lin ealidades lo tratarem os
en el capítulo 19. Por el m om ento, baste señalar que en un sis­
tem a co m p lejo (el E stado es u no de ellos), en el cu a l in te rvie­
nen m uchos subsistem as y procesos, se llega a una m ultitud de
crisis qu e im p iden la predicción ; p ro b le m a que no siem pre es
tenido en cu en ta por los que plan ean p a ra el futuro. El episte-
m ólogo Rolando G arcía nos refiere que a fines del siglo pasado,
al estu diar la relación entre el crecien te núm ero de h ab itan tes
de P a rís , lo s c a rr u a je s n e c e s a r io s p a r a tra n s p o r ta r g e n te y
C IE N C IA , ID E O LO G ÍA Y T E C N O C R A C IA 181

m ercaderías, así como el núm ero de caballos para propulsarlos,


su m anutención, sus desech os y sus pesebres, un conjunto de
planeadores consideró que, para el año 2000, uno de los proble­
m as m ás graves que en fren taría dich a ciu dad estaría cau sado
por los caballos.
Por supuesto, la m atem ática y las com pu tadoras de h oy en
d ía n os proveen de herram ien tas m u y poderosas p ara m anejar
s itu a cio n es com p lejas. Pero ta m b ién n os d em u estra n q u e se
lle g a a b ifu r c a c io n e s y s it u a c io n e s d e "c a o s " e n la s q u e la
predicción naufraga en ambigüedades.
d] L a in d e te rm in a ció n . Según im aginó Pierre Simón, m ar­
q u é s de L a p la c e , a c o m ie n z o s d el sig lo x lx , u n a m e n te q u e
con ociera la posición en que se m u even las partícu las del u n i­
verso y las fuerzas que actúan sobre ellas, podría conocer cu al­
qu ier hecho pasado o futuro. Esa m an era de ver las cosas aca­
baba, por ejem plo, con la m oral, pu es en un m u n do tan d eter­
m in a d o, el lib re a lb ed río n o ten d ría lu gar, y a q u e n a d ie sería
cu lpable de sus actos. H oy sabem os que eso no es posible por
varias razones: 1] W ern er H eisenberg dem ostró que la cond u c­
ta cu á n tica de las partícu las exclu ye el con ocim ien to sim u ltá ­
neo de posición y m om ento. Un ciu dadan o h eisen bergian o p o ­
d ría aseverarle a un p resid en te tecn ócra ta que ja m á s d isp on ­
d rá de la in form ación n ecesa ria p a ra p redecir sus actos de g o ­
bierno; 21 A su vez, Kurt G ódel dem ostró que aun en sistem as
p u ra m en te abstractos, su rgen p regu n ta s p erfecta m en te ra zo ­
nables que no tienen respuesta. De modo análogo, los problemas
qu e p la n tea el E stado pu ed en carecer de re sp u esta científica.
Así, un ciu dadan o gódelian o le p o d ría dem ostrar al presiden te
tecn óc ra ta qu e su s m o d elo s p a ra go b ern a r están p la ga d o s de
in certid u m b res; 3 1 fin a lm en te, com o h a señ a la d o Léon Bril-
louin, las leyes con las que los científicos describen la realidad
no son rigurosam ente ciertas, sino que se basan en inform ación
puram ente estadística. Cuando un científico quiere predecir un
resultado, basándose para eso en la com binación de un núm ero
de variables, ca d a u n a de ellas m ed id a con un cierto error es­
tándar, debe evalu ar lo que se den om in a "propagación de erro­
res". L is a y lla n a m e n te , esto s ig n ific a q u e lo s e rro re s se va n
su m a n d o , h a s ta lleg a r un m o m en to en q u e h a cen n a u fra ga r
tod a p red icció n en un m a r de va gu ed ad es. U n ciu d a d a n o bri-
llo u in ia n o le p o d r ía d e m o s tra r a su g o b e rn a n te q u e su p a ís
182 CIENCIA, IDEOLOGÍA Y TECNOCRACIA

tien e ta n ta s varia b les, qu e su s pred iccio n es cien tífica s serían


mucho menos probables que un cálculo como éste: el 26 de ju lio
del próxim o año, va a llover tres m ilím etros entre seis y siete de
la tarde, en el suroeste de la ciudad.
e] C rite rios y valores. A u n en el re m o tís im o ca so de qu e
p u d ie ra a p lica rs e un en fo q u e cien tífico técn ico p a ra lle g a r a
ciertos resultados, cabe preguntarse si acaso dichos resultados
serían deseables desde otros pu n tos de vista (éticos, estéticos,
e tcétera ). C o m o lo d e s ta c ó J a c q u e s E llu l (T h e te ch n o lo g ica l
society): "La tecn o c ra cia requ iere qu e el in d ivid u o se a ten g a a
u n a d isc ip lin a q u e co a rta su lib erta d física e in telectu al, qu e
cercen a su creatividad en ben eficio de un poder cen tralizado y
lo disu elve en el an on im ato de la m asa." Luego H enri Lefebvre
(P o s itio n : co n tre les te ch n o cra te s ) p rotestó co n tra la id eo lo gía
e s tr u c tu r a lis ta de s u s c o m p a trio ta s , c o n tr a la s e s tr u c tu r a s
m e n ta les y so cia les q u e g e n e ra al d e s ta c a r "el S istem a " y "la
Ley"; asim ism o, contra el gobierno neocapitalista de Charles de
G aulle, por la tecn ocracia y la bu rocracia que engendraba. "In ­
ten ta n cla sificar, orden ar, p rogra m a r, co n tro la r y d eterm in a r
todos los aspectos de la vida, elim inando la posibilidad de inno­
var, de crear y de no estar conform e." Pa reciera que el m odelo
social preconizado por la tecnocracia se vu elve tan perfecto, tan
"racional' que, com o d iría H erbert M arcuse, "el m ero hecho de
discrepar equivale a estar equivocado, loco".
O tros p ropu sieron m odelos tecn ocráticos in term edios. Fue
com o si dijeran: "M uy bien, ustedes pónganse de acuerdo sobre
aquello que desean lograr, pero despu és váyan se a sus casas y
dejen el asunto en nuestras m anos, pu es los tecn ócratas sabe­
m o s h a c e r la s co s a s ." U n e jem p lo co n o c id o es el de H ow a rd
Scott que, basado en ideas del econom ista y sociólogo Thorstein
V e b le n , h a c ia 1931 p ro p u s o q u e lo s te c n ó c ra ta s elev a ra n la
producción, abatieran los precios e h iciera n n ad ar a la h u m a ­
nidad en la abundancia, con lo que seguram ente de paso se evi­
tarían las gu erra s. Los seg u id ores de Scott, que se proponían
gen erar una abu ndancia sem ejante, se encontraron con la difi­
cu lta d de p o n erse de a cu erd o a cerca de qu é p rod u ctos se g e ­
nerarían, usando qué m ateriales, quiénes producirían los insu-
m os básicos, qu ién es lo d istribu irían , a qu é precios, cóm o se
con ven cería a cada actor para' que a ceptara su papel en dicho
escenario... y el sueño tecnocrático no duró dos años.
C IE N C IA , ID E O L O G ÍA Y T E C N O C R A C IA 183

De pron to, los tecn ócra tas en con traron qu e la realid ad es


m ucho más com pleja que lo que ellos pueden considerar en sus
m o d elo s p a ra go b ern a r, y q u e estos m o d elo s son m e ra m en te
p ro b a b ilís tic o s. P a ra e m p e o ra r aú n m ás el cu a d ro, ta m p o co
esas cosas son "neutras" desde el punto de vista ideológico, edu­
ca cion a l, so cia l o político; im p lica n a sp ecto s qu e no ca en -al
m enos por ahora- dentro de los cam p os de la ciencia. Sin em ­
bargo, algu n os fu n cion a rios se esm eran por tecn ifica r la m is­
m ís im a e v a lu a c ió n de la ca lid a d c ien tífica : c ie n c ia sin seso,
locura doble.
15. ¡OH, EL PROGRESO!

La ciencia moderna tiene casi la misma edad que la idea de


progreso. Los pueblos que cultivaron su ciencia y la ensam­
blaron a su aparato productivo han progresado. Son los que eli­
gen, deciden, inventan, tienen, dominan, dictan nuestras mo­
das, viven de los intereses del dinero que les debemos; los que
nos invaden con sus propagandas comerciales y nos sojuzgan
con sus ejércitos si no les gusta cómo nos comportamos o a qué
mandatario elegimos. Nosotros trabajamos usando máquinas
que inventaron ellos, viajamos en vehículos que ellos dise­
ñaron; nos curamos, entretenemos, ahorramos y nos matamos,
con medicinas, televisores, radios, pianos, bancos y armas rea­
lizados por los pueblos que progresaron. Si esos pueblos que
progresaron nos ordenan que repudiemos, dejemos de comer­
ciar o le hagamos la guerra a un país "hermano" lo hacemos sin
chistar; si nos piden que enviemos al otro lado del globo a nues­
tros hijos como "voluntarios" a pelear por sus intereses... pues
allá los mandamos. Si nos imponen a sangre y fuego a los dio­
ses que velan por esas atrocidades, acabamos por venerarlos.
¿Qué es entonces ese progreso que confiere un poder tan apa­
bullaste? Nos gustaría progresar, pero no para someter a otros
seres humanos a la injusticia, la miseria y el embotamiento en
que hoy se nos tiene a nosotros; más bien para ver si por lo
menos podemos zafamos del progreso del primer mundo y es
posible distinguir la luz en medio de las tinieblas religiosas que
encubren su ética, en suma, para poder decidir por nosotros
mismos.
¿Qué es entonces progresar? ¿Cómo surgió la idea de pro­
greso? ¿Por qué se la asoció al desarrollo científico? ¿Qué pros y
qué contras tiene el progreso? ¿Sigue progresando el primer
mundo y aumentando su capacidad de decidir sobre nosotros?
Cuando se dicta alguna asignatura se comienza, habitual­
mente, por sus partes estáticas antes que por las dinámicas.
Así, la medicina comienza por la anatomía antes que por la fi­

(1841
j OH, EL PROGRESO! 185

siología, la biología por la taxonomía antes que por la evolu­


ción, la economía por las clases sociales antes que por el proce­
so debido al cual los seres humanos se agrumaron en clases.
Análogamente, la descripción de una máquina comienza por la
especificación de sus partes, antes de pasar a cómo funciona; la
semblanza de nuestra familia por quién es hijo de quién y her­
mano de cuál otro, antes de cómo se llevan entre sí. Eso se debe
a que una descripción estática es más sencilla que la dinámica,
pues requiere, por lo menos, una variable menos: el tiempo.
Por esa razón, hasta hace apenas dos siglos se pensaba que
el mundo siempre había sido tal como uno lo veía en ese mo­
mento. Un pintor florentino no representaba a Cristo y sus
apóstoles con las ropas y enseres propios de la Galilea de hace
dos mil años -pues carecía de dicha información-, sino de la
Florencia que él veía hace cuatrocientos. Un poeta medieval ja­
más hubiera sospechado que la montaña y el río a los cuales
cantaba en sus versos eran productos pasajeros de movimien­
tos geológicos y climáticos; que hubo un pasado en el cual no
existieron y que habría un futuro en el que desaparecerían. A
un astrónomo del siglo xv j amás se le hubiera ocurrido pensar
que al mirar el cielo estaba viendo el pasado, pues la luz tiene
una velocidad finita y, para el momento en que llegaba a sus
retinas, las estrellas ya se habrían desplazado o acaso extingui­
do. Para él, el Sol y las estrellas siempre habían estado -y
seguirían estando- ahí donde él las veía. Para referimos a esta
situación, en el capítulo 19 diremos que tenían una visión del
mundo basada en el equilibrio.
Con el desarrollo de registros históricos hechos por varias
generaciones -que da cuenta de lo sucedido a lo largo de mu­
chos períodos históricos, geológicos y astronómicos-, el ser
humano adquiere la noción de que la realidad, tal como se la
ve, no es un modelo terminado, ni es una Creación hecha por
un ser superior para permanecer imperturbable; asimismo,
desarrolla la idea de que los animales, gente, instituciones,
países, continentes, estrellas constituyen sistemas dinámicos
en continuo cambio, que no son cosas sino etapas de procesos.
Los conceptos de proceso y evolución surgirían en el siglo xvüi;
preponderantemente en el xix con Hutton, Lamarck, Hegel,
Marx, Clausius, Darwin, Freud y otros sabios que adecuaron
sus disciplinas para entender situaciones dinámicas, procesos,
186
OH, EL PROGRESO

no cosas inm utables. En los n u evos escenarios, en los que "La


Creación" no está acabada, los pueblos y las personas se ven a
S1 m ism os com o productos históricos; com o resultados de cam ­
b io s q u e e n p a r t e d e p e n d e n d e lo q u e e llo s m is m o s v a y a n
haciendo (véase B lan ck-C ereijido y C ereijido, L a el tie m _
p o y la m uerte).
T o d o s a c e p ta ro n el ca m b io , p ero h u b o d is c re p a n c ia s en
cuanto a su dirección: los pesim istas opinan que p a ra m al, los
optim istas que p ara bien, y llam aron al cam bio "progreso"; los
term od in am istas son p rogresistas en la escala h u m a n a y p es i­
m istas en la escala cósmica.
H egel (1770-1831) no sólo se o cu p ó d el p roce so dialéctico
(tesis, antítesis y luego u n a síntesis m ás rica) sino que adem ás
p u so el co n o cim ien to filo só fico en u n a p e rs p e c tiv a h istórica ,
com o si se tratara de estados de conciencia que se van superan­
do con el tiempo: autoconciencia --> razón -+ espíritu —* religión
--> conocim iento absoluto. Para él, la historia es el relato de una
aproxim ación a la realización del espíritu, en el que el p ro g re s o
se puede m edir por la m ayor o m enor cercanía a esa meta. U na
de sus consecu en cias fu e b u scar la v erd a d en el m u n do m a te­
rial, en la naturaleza, en el proceso histórico.
Para los positivistas, el p rogreso pasó a ser un "en sí": su
m e ta p a só a s e r el m is m o h ech o de p ro g resa r, y d ep o sita ro n
una fe tan ciega en la ciencia del siglo xix, que llegaron a m edir
el progreso por el progreso de la ciencia. En nom bre de ese pro­
greso se pasó a m utilar el planeta con el trazado de vías férreas
y su percarreteras, con el talado de b osqu es y la desecación de
lagos. A lgu n os críticos tem p ra n o s iron iza ron sobre "la p iq u eta
del progreso" al referirse a la actitu d de d em oler teso ro s edili-
cios para asentar una industria, cuyas em anaciones y desechos
acababan con la flo ra y la fau na, a dem ás de d isolver tan to es­
culturas como pulmones.
Se op eró un ca m b io au n en la religión. En el catolicism o,
p o r ejem p lo , se m a n ife s tó u n a te n d e n c ia h is to ric is ta , q u e el
p a p a Pió X se vio u rgido a fren a r en 1907 con un en érgico d e­
creto (S y lla b u s). g n e j con texto a rtístico a p a reciero n d ep u ra ­
dores com o M atisse, M ondrian y B rancu si, que serían su ced i­
dos por el expresionism o abstracto, el cual parecía au gu rar que
el arte iría hundiéndose con la vida hasta desaparecer. La litera­
tu ra b u sca b a la v erd a d en el sim bolism o evolu tivo y en las es­
!O H , EL PR O G R E SO !

tru ctu ra s q u e crea la m e n te (R o sa B eltrá n , P o s tm o d e m is m o


¿La m od ernida d revisitada?). Filosófica, social, cultural y cien­
tífic a m e n te , e l h o m b r e s e p r o p u s o p r o g r e s a r a c o m o d ie r a
lugar.
M arx y sus segu id ores esp eraban d esem b oca r en el so cia ­
lism o. D esgra cia d a m en te, la im p la n ta ción del so cia lism o m u ­
chas veces cayó en manos de burócratas asesinos, y aunque las
m onstruosas organizaciones engendradas por ellos nada tienen
que ver con los ideales socialistas, los resu ltados están siendo
m a n ip u la d o s p o r los in te lectu a le s, so b re tod o los del p rim er
m u n d o, co m o b a se p a ra a s e g u ra r q u e d ich o s m o d elo s fra c a ­
saron (algo así com o si la d efen sa de la teo ría de la evolu ción y
la segu n d a ley de la term od in á m ica se les h u b iera n en co m en ­
dado a Lenin y a Jru sh ov). El Paraíso H um ano no se h a lo gra ­
do, y cientos de sectas religiosas se apresuran a proponernos en
su rem plazo nuevas versiones de Paraísos Divinos.
A su vez, la ra zón c ien tífica fu e en co n tra d a cu lp a b le sólo
porque, en un m om ento dado, los in cautos su pu sieron que era
u n a va rita m ágica que resolvería todos los problem as y cu raría
todos los m ales. Eso h a pu esto de m od a qu ejarse de la m o d er­
n idad y con d en ar a la ciencia. Pero lo qu e falló no fu e la cien ­
cia, sino los pronósticos acerca de qué se iba a hacer con ella; la
m odernidad no es más que u na u topía fabricada con expectati­
vas exagerad as y patológicas. Los literatos tu vieron, al m enos,
el bu en tino de lla m a r a esas u top ía s "cien cia ficción ", y h asta
im aginaron unos cuantos infiernos tecnológicos.
La se n s ib ilid a d de esc rito res co m o A ld o u s H u x le y (Brave
new w orld) y Rachel C arson (S ile n t s p rin g ), y de actores como
C h a rlie C haplin (T iem p os m od ern o s) los llevó a ex p re s a r sus
preocupaciones referentes a que los seres hum anos fueran sin-
cron izad am en te in tegra d os a m áqu in as, con trolados p or co m ­
p u ta d ora s, in sta la d o s en p a isa jes esteriliza d o s p o r d esech os
in d u stria les. Pero n ad ie los escu ch ó, pu es eran m om en tos en
los que y a h ab ían com en zado a reinar los econ om istas, sum os
sacerdotes de las sociedades modernas.
Los g ra n d es deb ates son siem p re h ech os p o r el sí o p o r el
no en blanco y negro; en realidad, en los grandes debates no se
d eb ate n ada, sólo se puja. Por eso ten go pocas esp era n za s en
que h oy se en tienda a quienes creyeron en el progreso, e h icie­
ron esfuerzos por transform ar el planeta de la suntuosa hacien­
1 8 8
OH, EL PROGRESO

da de un noble atendida por millones de esclavos aturdidos en


el hogar de millones de habitantes, con vehículos, hospitales,
m edios de com unicación, m áquinas y leyes laborales que de
hecho llevaron la jom ada humana a 8 horas diarias, permiten

que un anciano no muera acarreando lolsas, redujeron drásticamente el número de lisiados por accidentes industriales, incorporaron a la mujer a la tarea humana, sacaron a los niños

lim piadores del interior de sofocantes chim eneas y quitaron


cepos y grilletes a los locos.

El colapsomodernistareflejaeldolorosofracasodeunsueñodegentecomonosotros, quecreyóytrabajósinceramente
por un ideal; no, el plan m acabro de crápulas que se proponían
transformar al ser humano en un tornillo, y a su hábitat en un
cajón de concreto desde el qu e en ven en a con sus desech os un

paisajecalcinado. Poreso, si el desencantofilosóficoconelmodernismoylacienciasirvepararevisaralgunascategorías'


que se tenía m al fundadas, bienvenido. Si en cam bio se usa pa­
ra e lim in a r to d a v a lid ez de sen tido, p a ra d es c a lific a r al co n o ­
cim ien to , se está en c u b rie n d o un in te n to de d o m in a ció n , un
retorn o oscu ran tista, cuyo a n álisis y com en tario cae fu era del
plan que nos propusim os para este texto.
Por a h ora n os b a sta con ten er en cu en ta que, gracias a la
investigación científica m oderna, más de dos terceras partes de
la g e n te qu e h oy co n tin ú a v ivie n d o (y a ca so q u ejá n d o se de la
cien cia) esta ría m u erta en las co n d icion es de la E d a d M edia,
para tom ar con pinzas las aseveraciones de las plañideras pos­
m odernistas y de la gente que da por supuesto que todo sucede
en el orden de lo simbólico.
En los últim os años, el libro E l f in d e Za h istoria y el ú ltim o
h o m b re del esta d u n id en se Francia
r i diicit» ir i u ya m a u
jhu k jo
h a p rovo ca d
gra n d es d iscu sion es, tan to p o r las o p in io n es qu e vierte com o
por su apología del sistem a de gobierno dem ocrático liberal, así
co m o p o r la in serc ió n d el a u to r en los cu a d ro s in telectu ales-
políticos de los Estados Unidos. Un "liberal' es alguien que res­
p eta los derech os in dividu ales, y u n a "dem ocracia" (m oderna)
es un estado en el cual el pu eblo elige a su gobiern o m edian te
el su fra g io u n iv ersa l. P ero u n a d e m o c ra c ia n o es n e c e s a r ia ­
m ente liberal: Irán, por ejem plo, tiene elecciones regulares pero
es religiosam en te in toleran te. En cu anto al "fin de la historia",
s e re fie r e a l a c r e e n c ia d e H e g e l d e q u e d e b e r ía s e r p o s ib le
OH, EL PROGRESO! 189

escribir u n a "H istoria U n iversal", u n a teo ría de todo lo qu e ha


su ced id o. A su v e z "el ú ltim o h om b re" a lu d e a u n a v isió n de
Nietzsche: la h om ogen eización de tod os los h ab itan tes del p la ­
n eta. Por estas tierra s h isp a n o a m erica n a s ca b ría tra er a co ­
lación la m asificación tem ida en el análisis de O rtega y Gasset.
Esa situación se está alcanzando a m edida que los estudiantes
guatem altecos ven por televisión que los estudiantes japoneses
visten como ellos, protestan como ellos y bailan com o ellos; que
[os obreros u ru gu ayos observan que los obreros alem an es h a ­
cen piquetes de huelgas sim ilares a los que hacen ellos; que las
m u je r e s a fric a n a s y a s iá tic a s c o n s ta ta n q u e la s m e x ic a n a s
lu cen plácidam ente sus cu erpos en las playas sin que Dios les
envíe plaga alguna, y se enteran de que no a todas las m ujeres
del pla n eta se les arran ca el clítoris ritu alm en te. E sa h om oge­
n eización se v a alcanzan do a m ed id a que los teatros p a ra u na
selectísim a m in oría se van tran sform an do en cines y videos en
]os cu a les tod o el m u n d o p u ed e en tera rs e de los d ram a s qu e
ocu rren en fam ilias esta d u n id en ses, ch ilen as, fran cesas o j a ­
ponesas... aun en el caso de que se trate de estúpidas telecom e­
dias. Esa h om ogeneización se avecin a en la m edida en que hoy
una gran m ayoría de los habitantes puede escuchar un concier­
to de M ozart en un cassette, m uchísim as veces más de lo que lo
oyó el propio M ozart. H ay gen te que sólo ve el lado n egativo de
esta masificación y, en consecuencia, estorba su proceso.
Pu es bien, seg ú n Fu k u ya m a , u n a ve z qu e se lleg u e a ese
grado de hom ogeneización, supuestam ente se evitarían las con­
tro v e r s ia s e n tre q u ie n e s tie n e n y q u ie n e s n o, e n tre q u ie n e s
pien san de u n a m an era u otra. O pin a que la m arch a h acia ese
"fin de la historia" llegará a su m eta cuando todo el m a p a polí­
tico d el glo b o terrá q u eo esté co m p u es to de d em o c ra cia s lib e ­
rales, h ab itado por "ú ltim os hom bres"; asim ism o, que la ú n ica
m anera de ser felices en sem ejante escenario, consistirá en que
esas réplicas in acabables del "últim o hom bre" encu entren ocu ­
pacion es in teresan tes. En fin, cabe opinar que, aun en el caso
de que ésa vaya a ser la m eta de la hum anidad, no parece estar
a la vu elta de la esquina.
Pero, a pesar de qu e el con cepto de p o sm od ern ism o vien e
circulando en las esferas de los artistas y hum anistas desde ha­
ce unos cuarenta años; los políticos lo adoptaron de m anera os­
ten sible hace u nos quince, y los cien tíficos tod avía se pregun-
1 9 0 OH, EL PRO G RES

tan d esp u és de q u é co sa (es d ec ir ¿p os-q u é?) se u b ica el pos­


m odernism o. De hecho, y a surgen voces que lo cuestionan. Así
Frederic Jam eson (Postm od.em .ism , o r t h e cu ltu ra l lo g ic oflate
ca p ita lis m ) opin a que se tra ta de u n a h istorización del propio;
m odernism o. A su vez, nosotros, los subdesarrollados, tratando
de colarnos en el vagón de los posm odernistas, dam os un triste
espectácu lo: no hem os podido d esarrollar un aparato científico
técnico productivo eficiente, ni tenem os un m arco cultural ade­
c u a d o p a r a co n s e g u irlo ; p ero , p o r c o p ia r e s a s p o s e s p o s m o ­
dernistas, y a estam os facilitan d o el adven im ien to de u n a in ci­
piente oleada oscurantista con sabor a Contrarreform a.
Sin em bargo, la solución no parece consistir en quem ar b i­
bliotecas, m u seos y laboratorios y arrojarse por la ventana. In- i
fiern o por in fiern o, en cu en tro que el del prim er m u n do es m u ­
cho m ás con fortable qu e el del tercero. A llá, los diablos tien en
p o d er y recu rso s m u y su p eriores a los de p o r aquí. E llos nos
a seg u ra n qu e y a n o creen en el p ro g reso ... pero n o o b sta n te
siguen perfeccionándose, estudiando, investigando, sacándonos
ventajas y recursos, tanto m ateriales com o hum anos. Sus inte­
lectu ales dicen estar con ven cidos de que, pu esto que la U nión
S oviética y la E u rop a del E ste se h an colapsado, las d em ocra ­
cias lib era les h an triu n fa d o y... ya : la h istoria h a term in a d o;
pero, irónicam ente, no han tenido el m ism o poder de convicción
con sus p ropios gobernan tes, pu es éstos siguen aferrán d ose a
tra ta d os sobre can ales, bases m ilitares, y p en etra ció n de em ­
presas transnacionales, com o si se propusieran durar. El perio­
dista Blas M atam oros (Paradojas), tras analizar las enclenques
bases de qu ienes afirm an que la h istoria h a term inado, señ ala
qu e difícilm en te p o d ría m os con ven cer de dich o fin a n u estros
pueblos, a los ham brientos, a los enferm os crónicos, a los iletra­
dos de la p eriferia m u n d ia l y, m u ch ísim o m en os, a n u estro s
herederos. Por eso, yo segu iría in sistien do por a h ora en co n o ­
cer, desarrollar y perfeccion ar el aparato científico h asta donde
sea m os ca p a ces, tra ta n d o de m o d ific a r n u e stra cu ltu ra p a ra
darle cabida y hacerlo posible.
Quienes más lam entan este colapso de las expectativas tec-
n o crá tic a s son los b u ró cra ta s. B u ro c ra c ia d eriva d el fra n cés
(bureau: oficina) y, hasta no hace mucho, se refería al gobierno
p o r m ed io de e m p lea d o s a d m in istra tivo s. H o y en ca m b io los
em pleados han dado un paso al costado (n un ca atrás) y, por lo
191
¡O H , EL PROGRESO!

qu e ob servo, a h o ra b u ro cra c ia s ig n ific a "go b iern o de las n o r­


m a s"; ta l v e z de la s m is m a s n o rm a s d e la s q u e se q u eja b a n
Ellul y Lefebvre, aunque al m enos ellos tenían la ven taja de sa­
b e r q u ié n e s la s g e n e r a b a n : lo s g a u llis ta s . V e a m o s a lg u n o s
ejem plos, m ediante ciertas rabietas personales:
R a b ieta 1 M e d isp o n ía a co m p ra r un a u to m ó vil m ita d al
contado y mitad en m ensualidades cuando, en la lista de las co­
sas que debía pagar, apareció una por concepto de averiguación
de antecedentes sobre m i persona. ustedes necesitan averi­
gu ar sobre mí, paguen por su propia curiosidad." "Son normas",
m e contestaron . "M u y bien, argum enté, yo estu ve averigu ando
sobre qué coche m e conviene com prar y sobre la seriedad de su
em presa. H agam os así: yo les cobro por mls averiguaci ° nes una
c a n tid a d e x a c ta m e n te ig u a l." "Lo s ien to señ o r, son n o rm a s"
insistió el vendedor, quien de pronto creyó descubrir que y o te­
nía tem or de que averiguaran mis antecedentes y solvencia eco­
n ó m ic a , y d e c id ió a p a c ig u a rm e : "V ea, p u e s to q u e p a g a r á la
m itad al contado, le prom eto que no averiguarem os nada sobre
u sted. Eso sí pu edo decidirlo. Pero no pu edo dejar de cobrarle
p o r la a verigu a ción : n orm a s son n orm a s." Pedí en ton ces qu e
m e tra jeran a la p erso n a qu e h a b ía im p lan ta d o tales norm as,
p a ra p o d er discu tir con ella m is p u n tos de vista. El em pleado
no me entendió. No com pré ese coche, pero sentí que mis princi­
pios pueriles quedaban a salvo.
R abieta 2. En el a eropu erto de cierto país (no va le la pen a
aclarar cuál, pues todos lo hacen en estos días) se m e requ ería
q u e m a r c a r a e n e l c a s ille r o c o r r e s p o n d ie n te s i v ia ja b a p o r
placer, estu d io s o n egocios. C om o esta b a via ja n d o a un c o n ­
greso, m e p a reció q u e la p la n illa no c o n s id era b a m i caso. No
m a r q u é n a d a ... ra z ó n p o r la cu a l se m e h izo a u n c o s ta d o y
sólo se m e atendió una hora después, cuando se hubo m archa­
d o h a s t a e l ú ltim o p a s a je r o , m o m e n t o e n e l c u a l e l o fic ia l
m arcó "negocios".
Rabieta 3. U na bu rócrata requirió que escribiera en su pla­
n illa el n om bre del je fe de m i fam ilia. "En m i fa m ilia no h ay j e ­
fes", expliqu é. "No im porta, p o n ga su n om bre... o el de su es­
posa", agregó con sorna. "V a en con tra de m is prin cip ios", m e
negué. Salvé m is principios, pero no obtuve el seguro que esta­
ba gestionando.
M is a m ig o s m e e x p lic a n q u e n o g a n o n a d a con en fu rru -
¡OH, EL PROGRESO

ñarm e, qu e m e h ago m a la san gre y no consigo otra cosa que


perjudicarm e, pues "son normas establecidas". De modo que no
parece qu edarm e otra altern ativa que entrar por los bretes b u ­
rocráticos y aceptar u na relación asim étrica, en la cual no pu e­
do argu m en tar, pu es el b u ró crata que m e en fren ta no está en
con d icion es de d ec id ir a b so lu ta m en te n ada, p
CjiI y
v y o estam
, os
atrapados por las normas.
El filósofo vasco N icanor Ursúa, analista de las consecu en­
cias éticas de la ciencia y sus actividades asociadas, encuentra
q u e h u b o u n a in s ta n c ia en la c u a l se b u s c a b a q u e la c o m ­
pu tación p u d iera facilitar a la ta rea hum ana; adem ás, u n a se­
gu n da, la actual, en qu e se in vierte el p roceso y se m o d ifica la
tarea hum ana para que cum pla con las necesidades de la com ­
pu tación . La co m p u ta d o ra y a no es vis ta com o u n a esp ecie de
cerebro de segunda categoría, sino que los hum anos hem os pa_
sado a ser com putadoras de segunda. U rsúa entiende que esas
ten den cias son partes de un proceso m ás am plio por el cual el
h om b re-m á qu in a (antes se qu ería que cu m p liera u n a función)
está siendo suplantado por el hom bre sintético (ahora se quiere
qu e ten ga u n a estru ctu ra determ in ada). U rsú a aún trep id a al
record a r u n a exposición in d u stria l efectu a d a en C hicago, que
exh ib ía u fan am en te el lem a "La C ien cia descubre, la In du stria
hace, el H o m b re se con form a "; p ero u n o tem e qu e la p a la b ra
"conform a" pronto pu eda ser rem plazada por "resigna" o "desa­
parece".
Sin em bargo, com o h em os d iscu tid o en un ca p ítu lo a n te­
rior, n osotros los in vestigadores, in clu so en n u estra profesión,
seg u im o s in sistien d o en eva lú o s y ca ta lo g a c io n es de n ú m ero
de a rtíc u lo s o rig in a le s , n ú m e ro d e a rtíc u lo s de d iv u lg a c ió n ,
nú m ero de capítulos, de cu rsos im partidos, de citas b ib lio grá ­
ficas, de graduados, etcétera, para in troducir n orm as que p u e­
d a n s e r p r o c e s a d a s p o r c o m p u ta d o r a s o p e r a d a s p o r b u r ó ­
cratas, qu e elim in en el "error h u m ano". Lo m alo es qu e con el
e rro r se e lim in a ta m b ién lo h u m a n o . Pero, co m o se su ele ex ­
plicar, son n orm as, y re su lta im p osib le d iscu tir con u n a n o r­
m a. A l tra ta r de p o n e r en p ráctica u n a tecn ocra cia los cien tí­
fic o s h e m o s fa lla d o , p ero lo s b u ró c ra ta s , p ro v is to s a h o ra de
com putadoras, lo siguen intentando; p ara ello exigen que m a r­
q u em o s las cru ces co rresp o n d ien tes, n u estra s cru ces, en las
planillas que nos dan.
OH, EL PROGRESO! 193

Que los científicos no puedan establecer un gobierno tecno-


crático no descarta que haya aspectos cruciales del Estado, cu­
yo m an ejo les conciern e de dos m an eras: a] porque no se pue­
den m an ejar sin su participación, y b] porqu e el asunto que se
in ten ta m an ejar es la m ism a in vestigación . Hay, por así decir,
una doble política científica. Veamos:
Política cien tífica 1. A su n to s del E stado qu e no se pu eden
m anejar sin la participación de los científicos.
En re a lid a d , y a ca si n o q u ed a n a s p e c to s q u e se p u ed a n
m a n e ja r sin c o n ta r co n u n a ltís im o n iv e l de c o n o c im ie n to .
Pero, en algunos asuntos, la participación directa de los cien tí­
ficos resu lta m ás crucial aún. W in ston Churchill, por ejemplo,
llegó a am enazar a los científicos britán icos con adoptar m ed i­
das represivas si no acataban dócilm ente y aplicaban sin ch is­
tar las decisiones que él tom aba en relación con la energía ató­
m ica. A lgu n os países crearon cam pos de concentración de lujo
p a ra sus in vestigadores, a qu ienes les averigu aban los a n tece­
dentes políticos y los de sus parientes, les restringían los viajes,
les filtra b a n la corresp on d en cia, las lla m a d a s telefón icas, las
visitas, etcétera.
Se trata de asu ntos de alta técnica, en los que la p articip a ­
ción de los científicos no sólo se necesita para p o n e r en p rá ctica
una solución conocida; sino tam bién porque involucra aspectos
que aún son tem a de in vestigación , tales com o el uso de en er­
gía atóm ica, el em pleo de recom b in ación genética, y el ensayo
de n u evos m e d ica m en tos. En esto s casos, la d ife ren cia en tre
p rim er y te rc e r m u n d o es n otable. Los go b iern o s del p rim ero
están m uy acostum brados a gu iarse por el consejo de sus com ­
pa trio tas cien tífico s, y la m a y o ría de su s in vestiga d o re s c o n ­
cu erd a con las p olítica s cien tífica s del go b iern o (p orq u e en el
fondo fu eron gen eradas por colegas suyos que ellos respetan).
En cam b io, el tercero no tien e esos p roblem as; si los tien e no
los reconoce, y si los reconoce consulta al primero.
Política cien tífica 2. M anejo de la investigación. Los gob ier­
nos se reservan el d erech o de d es ig n a r en tod as su s ra m as a
fu n cion arios de su confianza. En realidad, tien en la in elu dible
responsabilidad de hacerlo. Pero sucede que, salvo en honrosas
excep cion es, en el tercer m u n do, a d ife ren cia del p rim ero, los
in vestiga d o res no son personas de confianza para los gobiernos.
Sus a s o cia cio n es p ro fe sio n a les, a p es a r de a g ru p a r a lo m ás
194 OH, E L PR O G RE

granado de los especialistas locales, jam ás son consultadas pa­


ra r e s o lv e r asu n tos c ie n t ífic o s . P o c a s v e c e s un m in is tro
de Salud pide al presidente de la A ca d em ia de M ed icin a que pro
m u e v a la d is c u s ió n d e d e te r m in a d o asu nto en e l s en o d e su
m em b resía . D e h acerlo , en fren ta e l rie s g o d e d escerra jar una
gu erra de declaracion es irreco n ciliab les; o bien, con exigen cias
de co m en za r de in m ediato, in elu diblem ente, con la re vo lu ció n
s o c ia l y to d o resulta en un o c io s o boch in ch e. In clu so cuando
esos gobiern os con vocan a sus cien tífico s más notables para in­
te g ra r ju ntas con su ltivas, los in citan a d elib era r so b re tó p ico s
tan g e n era les, qu e n au fra ga n en un m ar de d e c la ra c io n e s t r i­
via les y expresiones de buenos deseos tan inoperantes co m o "se
d eb e d esa rro lla r la c ien cia , p rog resa r, fo rm a r recu rsos h u m a - '
nos..." U n a v e z qu e los sabios d eclara n dichas va cu id a d es, se
m archan sa tisfech os a sus casas m ascu llan do: " ¡A h o r a sí qu e
d ijim os las cosas co m o so n !", "h abía que dejar en claro nuestra
p o sició n ". P o r su parte los gobernantes se convencen : " N o hay
c o m o c o n v o c a r a los sabios para escuchar v e rd a d e s ." P e r o el
resto de la co m u n id a d opina: "C a ra m b a , m e p a re c e qu e esas
cosas y a las había le íd o en algún pa p elito que saqué de las ga-
lletitas de la suerte en un restaurante ch in o :"
E s c o m ú n q u e lo s g o b ie r n o s te rc e rm u n d is ta s p r e fie r a n
p a ga r costosas y ten den ciosas consultorías a em presas extran­
jeras. L a m a y oría de los gobiern os del tercer m undo ni siquiera
escucha a sus in vestig a d o re s cuando se trata de e le g ir je fe s y
d irectores de sus p rop ia s in stitu cion es cien tífica s; in clu so lle ­
g a n a v e t a r a c ie r to s c a n d id a to s p o r e l s o lo h e c h o d e h a b er
su rgido de ex p lo ra cio n es y tanteos de op in ió n en el seno de la
com u n idad cien tífica , pues no qu ieren m e lla r su tra d ició n ver-
ticalista que, antes que criterios y opinion es, requ iere sum isión
y tem or, c o m o si se tratara de Y a h v e h . E n los re g ím e n es más
a u torita rios, la m e ra s u g e re n cia de n om bres resulta o fen siva .
E l a rg u m e n to q u e u san d ic h o s g o b ie r n o s es m u y s e n c illo :
"N o s o tr o s fu im o s e le g id o s m a y o rita ria m en te en la urnas para
adm inistrar el país, ¿p or qué habríam os de d ele ga r esa respon ­
sabilidad en la com unidad cien tífica ?"
En resumen: la cien cia es un instrum ento de progreso. L o s
p a íses ca p ita lista s h o y se q u eja n a d ú o c o n las in stitu cio n es
religiosas, que lleva n siglos h aciéndolo. A n tes de decid ir si nos
su m am os a e llo s para in tegra r up trío, con ven d ría que nos ha-
195
OH, EL PROGRESO!

g a m o s nuestra p rop ia id ea de c ie n c ia y p ro g re s o ; so b re tod o,


que a n a licem o s si la ú nica m an era de h acer c ie n c ia y de p r o ­
gresar es la que diseñaron ello s y que ahora los tien e tan p re o ­
cupados.
16. LA C IE N C IA RE C H AZA D A

En los p rim eros ca p ítu los ex p u sim o s n u estra o p in ión a cerca


del papel del conocim iento en la h um anización de los prim eros
h om in íd eos y en el d esarro llo de su s cu ltu ras; asim ism o, nos
referim os a los m itos y a los m od elos teo lógicos que el ser h u ­
m ano gen era para entender su origen, el del universo, su desti­
no, lo que debe hacer en cada m om ento con las cosechas, la ca­
za, el sexo opuesto. Desde dicho punto de vista, las religiones y
la c ie n c ia t ie n e n u n p a p e l a d a p ta tiv o , p u e s a y u d a n a l s e r
h u m an o a sobrevivir en un m a yor núm ero de situ acion es; así,
prolon ga n en el pla n o de la cu ltu ra las p rop ied a d es biológicas
de ver, oír, olfatear, regu la r la tem p eratu ra, con serva r el esta ­
do de hidratación corporal, etcétera.
T a n to los m odelos religiosos com o los cien tíficos son gen e­
ra d os por el ser h u m an o, tien en esen cia lm en te el m ism o p ro ­
pósito y guardan cierto parentesco, pues com parten su gen ealo­
gía ; n o o b s ta n te p re s e n ta n d ife re n c ia s fu n d a m e n ta le s . A lo s
m odelos científicos se les exige u n a doble coherencia: u n a rígi­
da ló gica in te rn a y u n a co n c o rd a n c ia con la realid ad . Así, un
m odelo puede ser desechado aun aretes de som eterlo a prueba,
p o rq u e se le a dvierten co n trad iccion es in tern as; en cam b io el
a jed rez tien e u n a a p a b u lla n te ló gica in tern a... p ero los c a b a ­
llos de carne y hueso no se m u even dos tantos p ara adelante y
uno h acia el costado ni los obispos cam inan de perfil com o los
alfiles, de m odo qu e fallarían com o m odelos de realidad. Si al­
guien sum a con una calculadora el dinero que tiene consigo, en
casa y en el banco, y constata que el resu ltado discrepa con la
realid ad , h ace pru eb a s p a ra a verigu a r el esta d o fu n cion a l del
aparato y, de com prob ar que fa lla irrem isib lem en te, pu ede lle ­
gar a tirarlo a la basura. Basta una incoherencia para desechar
17
un teorem a; basta una violación para derrum bar un principio

Cuando Einstein decidió no regresar a la Alemania de Hitler y radicar­


se en Estados Unidos, los periódicos nazis anunciaron: "Buenas noticias de Eins­
tein: no regresará." Luego se publicó un libro, cien autores refutan a E instein. En-

[196]
L A C IE N C IA R E C H A Z A D A 1 9 7

(a u n q u e aqu í K u h n d iría qu e se lo co n s erva rá h asta ten er un


pa radigm a m ejor). Esa m ism a p ersona, tan inflexible en el ám ­
bito de la ciencia, en cam bio in sistiría en que la m ed a llita con
el sím b olo de C a p rico rn io qu e lleva co lga d a del cu ello y la es-
ta m p ita en la cabecera de su cam a le traen bu en a suerte, au n ­
que se h u b iera fractu rado u n a pierna, ch ocado su au tom óvil o
perdido su billetera. Tam poco nos resulta contradictorio que en
los d ocu m en tales sobre m u tilados de guerra, éstos agradezcan
la "infinita bondad" del Señor, de quien, al m ism o tiem po, acep­
tan que es tod opoderoso y que p o d ría evitarles esos su frim ien ­
to s con sólo d esea rlo ; n i o ír a s a c e rd o te s q u e a seg u ra n a lo s
c a n c e ro s o s , a q u ie n e s p e rd ie ro n su c a s a en u n te rre m o to , a
quienes quedaron ciegos en un incencio, a las m ujeres violadas,
a los d esterrados, que "D ios es am or", que "D ios es sabio y to ­
dopoderoso'; incluso no les choca a esos sacerdotes que este ser
amante, sabio y poderoso no tienda su mano y, por el contrario,
con tem ple im p ávido que esas p erson as su fran cánceres, in u n ­
daciones, quem aduras, violacion es y destierros, pu es a los m o ­
d e lo s s a g ra d o s n o se le s ex ig e c o h e re n c ia y p r u e b a s de v a li­
dación, como a los científicos.
H abitualm ente, cuando dos equipos de científicos advierten
que sus resultados discrepan, recurren a intercam biarse m u es­
t r a s d e s u s t a n c ia s , lo t e s d e c é lu la s , v ir u s , m in e r a le s o se
encuentran para discutir, revisar cálculos, com parar los in stru ­
m en to s de m ed id a que h an u sado. Por el contrario, cu an d o se
encuentran dos religiones, com baten, tratan de extinguirse m u ­
tu a m e n te , y p e rs ig u e n a lo s fe lig re s e s de o tra s creen cia s. No
p or n ad a el en sa yista y escritor G eorge B ern ard Shaw aconse­
jaba: "¡Cuidado con el hom bre cuyo dios está en los cielos!"
¿Q u é sucede entonces cuando los m odelos explicativos reli­
g io s o s y cie n tífic o s en tra n en co n flicto, a firm a n co s a s q u e se
c o n tra p o n e n , re q u ie r e n q u e n u e s tra s p r á c tic a s c u ltu ra le s y
nuestras vidas sigan cam inos que divergen abruptam ente?
E n p r im e r lu g a r, d e e n tr a d a c o n v ie n e a d v e r tir q u e to d o
avance científico, técn ico o estético tiene, a corto o a largo p la ­
zo, u n a p rofu n d a in flu en cia en n u estra v id a diaria. G u ten b erg
c a m b ió ir r e v e r s ib le m e n te a l a s o c ie d a d a l in tr o d u c ir l a im -

terado, el científico comentó: "¿Para qué cien? Si yo estuviera equivocado, con


uno sería suficiente."
198
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

prenta aunque, en su época, apenas el uno o dos p o r cien to de


lo s eu rop eos sabía le e r y , p o r lo tanto, casi tod os eran a n a lfa ­
b eto s; iró n ica m en te, este h ech o se usó c o m o a rgu m en to para
desestim a r la u tilid a d d e p ro d u cir te x to s en gra n d es ca n tid a ­
des. L a in ven ció n de la fo to g r a fía ha h ech o que tanto el pin tor
c o m o el o b s e r v a d o r p ierd a n in te rés en e l p a re c id o d e lo s r e ­
tratos, o en la b e lle z a del p aisaje c o m o p a isa je en sí; adem ás,
q u e lo tra n s fie r a n a ó rd e n e s e s té tic o s m á s p r o fu n d o s , m ás
ricos, que in clu so perm iten una m e jo r a p recia ción de antiguas
o b ra s fig u r a tiv a s . L o s h is to r ia d o r e s su elen e n c o n tra r abu n ­
dantes e jem p lo s de los ca m b ios que o ca sio n ó en el destino de
los p u eb los e l h ech o de qu e sus v e c in o s de p ron to se a d ela n ­
taran en la n avegación, o en la fabricación del acero, o en el uso
de la p ó lv o ra ; tam bién nos dem uestran que pu eblos enteros se
desbarataron porqu e en un país rem o to algu ien d esarrolló una
fib ra sintética, un transistor, un fertiliza n te o una fo rm a de ha­
cer cin em a togra fía hasta entonces desconocidos. A n á lo g a m e n ­
te, los estudios astronóm icos, ge o ló g ico s, b io lóg ico s, hechos por
oscu ros sabios en la so led a d de sus ga b in etes, han term in a d o
p or m inar los credos de sociedades y generaciones.
E n se g u n d o lu ga r, p a ra te n e r u na id e a d e lo q u e su ced e
cuando la cie n c ia y la r e lig ió n brindan e x p lica cio n e s dispares,
n o h a ce fa lta otra co sa qu e a n a liza r la h istoria d e la h u m an i­
dad; no harem os aquí dicho análisis, pero sí direm os que en al­
g u n a m e d id a h a v i o le n t a d o e l s e n tim ie n to m ís t ic o d e l ser
hum ano. S e ha a n a liz a d o y d e b a tid o m u ch o so b re este sen ti­
m ie n to ; teo ría s n o fa ltan , p e ro son m u y p o ca s las personas a
quienes las ex p lica cio n e s racion ales que brinda la cien cia han
d e ja d o ín tim a m e n te sa tisfech a s. F ru s tra c ió n q u e p u e d e dar
cuenta de esa d ico to m ía que tien e una buena parte de la com u ­
n id a d c ie n tífic a , c o n s isten te en a cep ta r la ra z ó n p e r o se g u ir
sujeta a atavism os supersticiosos. P a ra d ec irlo sin am bages: la
c ie n c ia es rech azada. C o n tra ria m en te a lo qu e su ced e co n la
ju s tic ia hum ana, en la qu e a lg u ien es in o ce n te m ientras n o se
d e m u e s tre lo c o n tr a r io , la c ie n c ia es c u lp a b le h asta q u e n o
d e m u e s tre lo c o n tr a r io ... y a v e c e s lo s ig u e s ie n d o au n q u e
pruebe que tien e razón.
N o re s u lta e x tra ñ o e n to n c e s q u e, a p e s a r d e las s e g u r i­
dades y co m o d id a d es qu e brinda, a pesar de la transparencia,
c o h e r e n c ia y c o n s ta ta b ilid a d d é sus m o d e lo s , a p e s a r d e su
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A 1 99

d em ocra cia interna (e n el sentido de que, si está en lo correcto,


cualquiera que pruebe o refu te pasa a "ten er ra z ó n "), la cien cia
m uchas v e c e s sea rechazada. E se repu dio es e je rc id o p o r q u ie­
nes advierten que los desarrollos cien tífico s van en vías de pu l­
v e r iz a r le s las creen cia s so b re las q u e basan su s o s ie g o e s p iri­
tual, o las le y e s y preben das en que asientan sus co m o d id a d es
y poderes políticos. V a m o s a ocupam os de estos rechazos.
al E l rechazo místico. Paradójicam en te, esa cien cia que nos
apacigu a con sus ex p lica cio n es y nos brinda seguridad, salud y
com odidad, tien de a c o n ven cem o s de que los seres humanos no
ten em os la im p orta n cia atribuida p o r las grandes religio n es: la
c ien cia n os d ice qu e n o h em os sido creados a im a g en y se m e ­
ja n z a d e un d io s, sin o c o m o c o n s e c u e n c ia d e u na e v o lu c ió n
b io ló g ic a casi fortuita; no som os el centro del U n iverso; nuestra
m u e r te n o p a r e c e se r e l u m b ra l d e la g l o r i a e te rn a , s in o la
d e s a p a r ic ió n lis a y lla n a d e un fe n o t ip o v u lg a r en tre ta n to s
otros. Justam ente, M a c F a r la n e B u rn et sostien e qu e tal v e z el
p r o b le m a h u m a n o m ás im p o rta n te es la actu al r e m o c ió n de
tod o apoyo cien tífico y filo s ó fic o a la creen cia de la persistencia
p ers o n a l d esp u és d e la m u erte. S te v e n W e in b e r g lo exp resa
más dram áticam ente: "C u an to más se com p ren d e el U n iv erso ,
m enos sentido se le v e . " 18
M ig u e l de U n a m u n o (D el sentimiento trágico de la vida)
señala la e x isten cia de una lucha entre lo qu e e l m u n do es, se­
gún nos lo muestra la razón cie n tífic a m oderna, y lo que quere­
mos que sea, según la fe de nuestra re ligió n . L e y e n d o esa frase
u n o c o rr e el r ie s g o d e p resu p o n e r qu e, m ien tra s la c ie n c ia se
asienta en descarn ados p rin cip io s y se m a n eja co n ló g ic a f l e ­
m ática, nuestras re lig io n e s son un d ech a d o de v irtu d es y b u e­
nas in tenciones. P e ro , ¿son en ve rd a d tan sacrosantos los p rin ­
c ip io s étic o s qu e su pu estam ente gu ía n a nuestras re lig io n e s ?
D e acuerdo con la Biblia, el dios que se adora de m o d o p red o ­
m in a n te ( y a v e c e s o fic ia lm e n te ) en L a tin o a m é r ic a ha dich o:
"C íñ a se cada h om bre su espada al costado; pase y v u e lv a a p a­
sar de pu erta en pu erta p o r to d o e l ca m p am en to , y m a te cada
uno a su h erm an o, a su a m ig o , a su p a rien te" (E x 32, 2 7 ); " A l
g ra n d e le au m en taréis la h e re n c ia y al p e q u e ñ o se la re d u c i-

18
T h e m o re th e u n iv e rs e s e e m s co m p reh en sib le, th e m o re it a ls o s ee m s
pointless.
2 0 0
L A C IE N C IA R E C H A Z A D A

ré is " (N m 3 3 ); "V a le m á s m a ld a d d e h o m b re q u e b o n d a d de
m ujer." (Eclesiástico 42, 14). Los m ism os sacerdotes cristianos
encuentran su m am ente difícil gu iar a sus feligreses por dichas
n orm as que, de p erten ecer a otra religión, tal v e z en contrarían
in m ora les y repu lsivas. Así, John Shelby S pong (R escuing the
B ib le f r o m fu d a m e n ta lis m ) com en ta: "No creo en un D ios que
quiso que Jesú s su friera por m is pecados. No creo en un Dios
cu ya n ecesid ad in tern a de ju s tic ia se satisface cu ando su hijo
es clavado en una cruz."
O pin a J.F. R e v e l qUe la civilización occiden tal gira alred e­
dor del conocim iento, y que todas las dem ás civilizaciones giran
a lre d e d o r de la o c c id e n ta l. L a d e s c rip c ió n p a re c e a d e c u a d a
p a r a la h is to r ia de lo s ú ltim o s tre s o c u a tro sig lo s, p e ro n o
obstante olvida un com ponente im portante de ese eje de giro: el
cristian ism o. N os p a rece p ertin en te a grega rlo, p o rq u e es esa
r e lig ió n l a q u e m á s h a in t e r a c t u a d o (p a r a d e c ir lo c o n u n
eufem ism o) con la ciencia a lo largo de la historia; asim ism o, es
la que más influencia tuvo y tiene en la educación y el desarro­
llo (o falta de desarrollo) en nuestro subcontinente.
Se tra ta de u n a in tera cció n de la rg a data, qu e a rra n ca de
u n p eríod o qu e, con un alto gra d o de ela sticid a d d escrip tiva ,
podríam os llam ar "teosófico". Com o h em os tratado de resu m ir
en los primeros capítulos, hace unos 2 600 años, allá en Milesia,
co m ien za un esfu erzo p or d a r ex p lica cio n es qu e no in voq u en
poderes sobrenaturales. Eso no quiere decir que los sabios grie­
g o s fu e ra n n e c e s a r ia m e n te la ic o s , p e ro sí q u e q u is ie ro n v e r
hasta dónde podían entender basándose en la lógica que, en ese
m o m en to , ellos m is m o s esta b a n in ven ta n d o . E llos n o sería n
laicos, pero la disciplina que fueron desarrollando sí.
Los griegos clasificaron los diversos tipos de conocim iento.
Lla m a ro n gn os is a\ co n o cim ien to (esotérico) qu e, de a cu erd o
con qu ienes así lo creen, es revelado por Dios; episteme, al co­
n ocim ien to adqu irido por ap ren d iza je u observación em pírica;
sofla, a la sabiduría, y p istis , a ja fe tal com o la concibieron por
ejem plo los cristianos ortodoxos. Cada uno de esos criterios dio
origen a p o sicio n es d iversa s (gn ósticos, filósofos, ilu m in istas,
etcétera) que tuvieron sus propios desarrollos -que aceptaron o
d es ech a ro n fu erza s su p ra s e n s ib le s y s o b re n a tu ra les-, de los
cuales no nos ocuparem os aquí:
U no de los cam pos que resultarán de ese increíble desarro-
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A 201

lio ra cio n al co m en za d o p o r los m ilesios, se v a ex p a n d ien d o y


ex p a n d ien d o h a s ta co n v ertirs e en n u e stra cien cia de h o y en
día. Y aquí se plantea un asunto difícil, puesto que si bien para
muchos pensadores, como por ejem plo para Julien Offroy de La
M ettrie (1709-1751), autor de L 'h om m e-m a ch in e, el estudio de
la n a tu ra le z a h a ce al h o m b re n o creyen te; p a ra otros, com o
RobertE>qyle (1627-1691, el de la ley de los gases), el estudio de
jos m a r a v illo s o s m e c a n is m o s d e la n a tu ra le z a lo s h a c e c r e ­
yentes, pues descubren la obra de un ser increíblem ente inteli­
gente. Así, René D escartes d eclaraba que él no h acía m ás que
descubrir las leyes con que Dios había ordenado la naturaleza,
e Isa a c N e w to n o p in a b a q u e la re g u la c ió n d el S istem a S ola r
p resu p o n e el "consejo y dom in io de un ser in teligen te y p o d e ­
roso".
A l co m en ta r en un ca p ítu lo a n te rio r el p roceso de in d u c­
ción, por el cual extrapolam os lo aprendido en diez ratas a to ­
das las ratas del U n iverso h ab id a s y por haber, decíam os que
se b a sa en la su p o sició n de qu e la n a tu ra leza es h om ogén ea;
s u p o s ic ió n p o r l a c u a l c r e e m o s q u e la s p r o p ie d a d e s d e u n
átom o de h idrógen o que h oy observam os en la Tierra, tam bién
va len p a ra otro u b ica d o en u n a estrella h ace dos m illon es de
años. C on trastem os esta situ ación cotidian a en la ciencia, con
la q u e d eb ió a fro n ta r el ge ó lo g o C h a rles Lyell, cu a n d o a rg u ­
m en tó q u e los p roce sos ge o ló gico s q u e esta b a estu d ia n d o se
habían llevado a cabo a lo largo de m illones y m illones de años,
y no en los cuatro m il que según el Génesis bíblico tiene el U ni­
verso: le objetaron que, en el pasado, las fu erzas operantes p o ­
d ría n h a b e r sid o m u c h o m á s p o d e r o s a s y v elo ces . C u r io s a ­
m en te, m il q u in ien to s añ os antes, el m is m ísim o san A gu stín
había opinado que los "días" del G énesis no deberían ser tom a­
dos litera lm en te. O tro de los co n fu n d id o s fu e el fa m oso taxo-
nom ista sueco Carolus Linnaeus (1707-1778), pues después de
clasificar tantas especies, se planteó cómo habrían podido caber
en el A rca de Noé.
Con todo, las disciplinas científicas se fu eron expandiendo
incesantem ente y fueron desplazando a los dioses, que se resig­
naron a vivir aplastados en los delgaditos intersticios de oscuri­
dad que quedan entre ellas. Pero si bien los dioses parecen re ­
signarse, sus sacerdotes no, y la relación ciencia/religión habría
de ser hostil a lo largo de toda la historia.
202 LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

Para, b o s q u e ja r lo s a s p e c to s d e e s a re la c ió n q u e p u ed a n
te n e r in te rés en este libro, ta l v e z c o n v e n g a c o m e n z a r p o r el
segundo siglo de nuestra era, cuando algunos cristianos denun­
c ia b a n la filo s o fía co m o fu e n te de h e re jía ; c u a n d o o tro s , en
cam bio, in ten ta b a n u sa rla p a ra fu n d a r su visió n del m u n do y
fortalecer su fe. Entre los prim eros destaca Tertu llian o de Car-
tago, la ciudad más im portante del Im perio rom ano después de
Rom a, que h izo su fa m o sa pregu n ta-objeción : "¡Q u é tien e que
ver A ten as con Jerusalén!"; es decir, in ten taba m an tener sepa­
rados el racionalism o nacido en Grecia, del cristianism o nacido
en Israel. E sta corriente no n os in teresa aquí. En cam bio, J u s­
tino M ártir, el filósofo n acido en Flavia N eap olis (en la zon a de
la actual Jord a n ia que ocu pa Israel) h acia el año 100 y m uerto
en el m a rtirio ca 168, tra ta de h a c e r c o m p a tib les la filo so fía
g r ie g a e n l a q u e é l e r a e s p e c ia lis ta , c o n e l n a c ie n te c r is tia ­
n ism o, qu e él aca b a b a de adoptar. Así, com ien za a gestarse el
lla m a d o cristian ism o platón ico, qu e los p en sa d ores cristian os
enriquecen con conceptos tom ados del neoplatonism o, elabora­
do entre otros por Plotino en el siglo ni. Para los neoplatónicos,
el Uno trascendente brota del espíritu o m ente (autoconsciente)
de cada individuo. A su vez, el universo em an a del Uno cual si
éste fuera una especie de faro, cuya luz se va debilitando con la
distancia. De esa m ente deriva el alma, que hace de interm edia­
r ia en tre la e s fe ra d el esp íritu y la e s fe ra de lo s sen tid o s. L a
m a teria in fo rm e es, p a ra los n eo p la tó n ic o s, el p ro d u cto m ás
bajo de esa S uprem a U nidad, el m ás alejado, el que sólo recibe
m u y déb ilm en te la lu z que em an a del jjn o y es, por lo tanto, el
dom inio potencial del Mal.
San A gu stín (354 -430), qu e llegó a ser ob isp o de su n atal
Hipona, en la A rgelia actual, se incorpora a esa corriente filosó­
fica; p ero le h ace im p orta n tes d esarrollos propios, h a sta co n ­
v e r t ir la en u n a te o lo g ía , q u e él ju z g a d is tin ta de la filo so fía .
Para com enzar, no se contenta con el concepto neoplatónico de
que Dios "emana" (un tanto involuntariam ente) y que su luz, al
alejarse, se v a debilitan do con la d istan cia h asta que, al llegar
a la m ateria, deja lu gar para una oscuridad en la que im pere el
M al. P a ra él, D io s tie n e u n a vo lu n ta d , creó to d o el U n iv e rs o
porque así lo quiso y como creó todo, sin que se le haya escapa­
do nada y su bondad es infinita, no puede haber creado el Mal.
No obstante, a u n q u e en la m a terin o im p ere el M al, en su sis­
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A 2 0 3

tem a teológico, lo m aterial sigue ocupando un lugar bajo y des­


preciable.
A c e p ta qu e ca d a in d ivid u o qu e re flex ion a no hace la V e r ­
dad, sin o q u e la encuentra. Pero no tod os la en cu en tran , sino
que en un m om ento dado Dios se la ofrece, lo inspira, le otorga
"la gracia", y es un asunto particular de cada individuo sentirla
y a c e p ta rla o no. A u n c ien tífico a ctu a l d ich o o frec im ien to le
resulta un tanto paradójico, pues san Agustín asevera que Dios
y a sa b e de a n tem a n o la fo rm a en la q u e ca d a p e rs o n a h a de
responder, de m odo que su destino p arece estar en ton ces p re­
d eterm in a d o. D e las id ea s de san A g u s tín q u erem o s re sa lta r
aqu í el sig u ie n te aspecto: p a ra él, D ios no se lim itó a crea r al
mundo, sino que sigue actuando, interviniendo, otorgando gra ­
cias, h a c ien d o revela cio n es . La im p o rta n c ia h is tó ric a de san
A g u stín co n siste en h a b er verteb ra d o la teo lo g ía eu ro p ea d u ­
rante m uchos siglos. Otro titán del pensam iento escolástico fue
B oecio, n acido en R om a h acia el año 480, tradu ctor del O rga-
non de A ristóteles y adm in istrador de la casa de Teodorico, rey
Ostrogodo; lo ejecutaron bajo la acusación de traición y ejercicio
de la m a gia, p ro b a b le m e n te en P a vía h a c ia el 524. M ien tra s
q u e p a r a sa n A g u s tín la filo s o fía d eb e se r s ir v ie n ta d e la fe,
B o ecio ex p resó tal co n v icció n en la co n ju n ció n fe/ razón , qu e
trató de a p lica r la ló gica a risto télica p a ra re s o lv e r p rob lem a s
teológicos com plejos, e in spiró directa o in directam ente a otros
pensadores; entre éstos destaca Anselm o de C anterbury (1033-
1109), autor del célebre A rgu m en to O ntológico de la existen cia
de Dios, un intento de probar la existencia de Dios sin acu dir a
la a u to rid a d de la B ib lia . El in terés de un in vestiga d o r actu al
en el p en sa m ien to de a q u ellos teó logos es doble: p o r un lado,
ver qué fu e p asan do entre cien cia y religión , que p u ed a ilu m i­
n ar ciertas actitu des actuales; por otro, ver cóm o se fu e dep u ­
rando la m an era de conocer que ten em os los científicos de hoy
en día, p u es así com o esta m o s tra ta n d o de en ten d er com o se
conoce en e l ca m p o de la cien cia, lo qu e esta b a en ju e g o en el
pen sam iento de san Agustín, Boecio, san Anselm o, P eter A be-
lard, B ern ard de C la irva u x y santo T o m á s (vide infra), es ¿có­
mo hace uno para conocer en el reino de la teología?
Llegamos así a la Europa de los siglos x i a xmmm, que se tam­
b alea en un m isticism o su persticioso y u n a cu ltu ra alucinada,
llena de m ilagros, brujerías, videntes y místicos, con sus cielos,
204
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

sus mares, sus bosques y sus cavernas poblados de sospechosos


com etas, dragon es, u nicorn ios, arpías, grifos, u roboros, z a ra ­
tan es, ca tob lep a s, gn o m o s y gig a n tes fa b u losos; u n a E u ro p a
in fecta d a de m a lean tes, tra n sita d a p o r tu rbas m u grien tas de
leprosos, flagelan tes y m endigos; u n a Eu ropa en u n a situación
m ás terrib le que la del tercer m u n do actu al (aquí te sería m u y
in stru ctivo y agrad ab le con su ltar A d is ta n t m irror, el libro de
Barbara W. Tuchm an). En dicho escenario no tenía m ucho sen ­
tido desarrollar u n a cien cia p a ra estu diar la realid ad pues, en
p r im e r lu g a r, la c o n d u c ta d el u n iv e rs o n o se rig e e x c lu s iv a ­
m en te p or leyes físicas, sin o qu e ta m b ién ob ed ece a los m ila ­
gros y a la volu n tad divina; en segu ndo lugar, si a D ios le gu s­
ta ra que alguien tu viera esos conocim ientos, y a se ocu paría de
revelárselos. De m odo que h acia el siglo xin, los eu ropeos eran
los s u b d e sa rro lla d o s; eran u n a e sp ecie de te rc e r m u n d o qu e
m enosprecia la razón, en un planeta en el que el prim er m undo
era el Islam.
T am b ién la relación entre el Islam y el m u n do cristian o de
en ton ces sem eja la que h oy tien en el p rim er y el tercer m undo
-m uchos latinoam ericanos la consideran irreversible y desah u ­
ciada-, pues los árabes, adem ás de un knoiv how superior, cuyo
■mpacto en el m u n do cristian o y a m en cion am os en el capítulo
4, d esarro lla ro n un co n o cim ien to aristo télico que, al d ec ir de
los h istoriad ores,, estaba a pu n to de descalabrar a Europa. El
a ris to te lis ta m ás p ro m in e n te fu e A verro es, un sa b io b ere b e r
nacido en Andalucía. Para el tem a que estam os discutiendo, tal
v e z e l p u n to m á s im p o r ta n t e e s q u e A v e r r o e s , c o m o a n te s
Platón, por así decir, sacó a Dios de la escena. Para este m usul­
m án, D ios creó la n a tu ra leza , le dio un o rd en a m ien to físico y
e s ta b le c ió le y e s m a te m á tic a s ... y d e a h í en m á s lo d ejó fu n ­
cionar en libertad, se abstu vo de in terferirlo con revelaciones o
m ila gros y no in tervin o m ás. P ara él, un p en sa d o r in teligen te
pu ed e en con tra r y describir esos órden es sin p reocu p arse por
in clu ir variables m ísticas, y sin tem or de in trom isiones divinas
ni diabólicas.
Y a el m ism o A ristó teles h a b ía co m en za d o a u sa r la razón
p a ra ordenar in telectu alm en te la realidad, clasificando los ani­
m ales, las piedras, los sistem as políticos. El Islam, al retom ar a
A ristó teles, al d es p o ja r a la réa lid a d de dio ses y d em on ios, al
h a c e r h in c a p ié e n l a id e a d e u n id a d d e la n a tu r a le z a (e s ta
2 05
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

unidad h ab ría de ser u n a esp ecie de p rog en ito ra de la u nidad


sistem ática del conocim iento científico), al en cargar el estudio
de esa realidad a la razón, ese Islam da un paso gigantesco ha­
cia la cien cia m odern a. C laro qu e aún se esta b a m u y lejos de
p asar a h acer pregu n tas a esa natu raleza; es decir, de llegar a
estu d ia rla e x p erim en ta lm en te . Es in te resa n te q u e A verro es,
com o antes lo había hecho su correligionario A vicena, acepta la
ex isten cia de profetas, pero no com o person a s qu e reciben un
m ensaje celestial, u n a ayu dita o u n a in terferen cia divin a en su
pen sa m ien to; m ás bien, com o sabios in teligen tes e in tu itivos
q u e p u ed en p rever el fu tu ro, de u n a m a n era sim ila r a la qu e
h oy ca racteriza a los líderes de la cien cia y a los gran des esta ­
distas.
La Ig lesia d el siglo x iii vio en esa c o rrie n te a ris to té lic a la
posibilidad de acabar con la alu cinación m edieval, así com o de
evita r de p a so q u e el a va n ce de la ra zón a p la sta ra la fe y con
ello al cristianism o. De hecho, los europeos Ha habían com enza
do a g o z a r de las ven ta jas de p en sa r y p ro d u cir "al estilo islá ­
m ico", de m an era que, o bien la Iglesia se apresu raba a a99lor~
narse y p o n e rse al fren te de q u ien es ya estaban yen d o h acia
o tro la d o y "lid e ra rlo s ", o s e r ía r e le g a d a a u n c o s ta d o co m o
mero em porio de la superstición frenadora.
E s en e se m o m e n to q u e a p a re c e T o m á s (1 2 2 4 -1 2 7 4 ) -el
m on je dom inico n acido en Roccasecca, hijo de Landolfo, conde
de A qu in o-, que a d opta el aristotelism o de A verroes casl en su
tota lid a d . P ara T o m á s, la ra zón n o está en co n flicto con la fe
(de m odo que se pueden aprovechar sus ventajas), pero no pue­
de en ten d erlo todo (de m odo qu e debe operar dentro de la fe).
Su posición lo enfrenta con los teólogos tradicionalistas y, sobre
todo, con Buenaventura (1217-1274), un monje franciscano que
difícilm en te p o d ría h ab er aceptado que, un siglo antes, el fu n ­
dador de su orden, san Francisco de Asís, no había conversado
con pájaros y lobos. El choque entre ambos pensadores culmina
en una discusión ocurrida en Nápoles; la Iglesia adopta la posi­
ción de Tom ás de A quino y, para oficializarlo, lo canoniza el 18
de ju lio de 1323; luego con desbordante jú b ilo lo declara D octor
de la Iglesia en 1567, y lo lla m a "D octo r A n g elicu s" y "Lu m en
Ecclesiae"... pero tam bién santifica a Buenaventura.
Con santo T o m á s de A qu in o, la Iglesia p on e a su doctrin a
en co n cord a n cia con el cielo y con la tierra. M ás aún: la Lu na
2 0 6
LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

gira a lred edor de la Tierra, es in flu id a por ésta... y por lo tanto


no es m u y "celestial" que digam os, de m a n era que la Iglesia le
concede a la cien cia un ám bito preciso: de la Luna p ara abajo;
d e la L u n a p a r a a rr ib a rig e e x c lu s iv a m e n te la teo lo g ía . Y a a
c a rg o d e l a fe y también d e la ra z ó n , la Ig le s ia p r o m u e v e la
creación de u niversid ad es a lo largo y a lo ancho de tod a E u ro­
p a y a sus p rofesores los n om b ra el Papa. Esas universidades,
la m ayoría de las cuales llegan gloriosam ente a la época actual,
ten ían u n a ca racterística n otable, de la que desgraciadam ente
no gozan hoy en día: sus profesores no se restringen a una u ni­
versid a d en p a rticu la r (a la de B olonia, París, Oxford, Praga)
sino qu e cada u no es p rofesor de tod as ellas, y se d esp la za de
u n a a o tr a p a r a in s t r u ir s e y d is c u t ir s u s a r g u m e n to s f{us
ubique docendi).
El uso de la razón dentro de la fe le dio a la Iglesia un enor­
m e poderío. P rovista de la d o ctrin a de sa n to T o m á s, co n fia b a
en que por fin le había puesto un arnés a la razón y podría m a ­
nejarla. Pero el caballo se le habría de desbocar, pues a la larga
el uso de la razón generó con flictos que la Iglesia no h ab ría de
su perar ja m á s. La Iglesia desobedeció la advertencia b íblica de
Y a h veh de no com er del Á rb o l del C on ocim ien to... y así le fue.
Ilu strarem os este tipo de conflictos con un ejem plo harto con o­
cido: el del heliocentrismo.
A lo largo de tod a la h istoria, la cron ología cósm ica estuvo
ín tim a m en te re la c io n a d a con las con cepcion es m itológicas, y
lo s s a c e r d o te s h a n re c u rrid o a la o b s e rv a c ió n d el cielo p a ra
determ in ar las fechas exactas en las que se deben celebrar las
fiestas. M a yo r p re c is ió n s iem p re h a re q u e rid o m e jo r c o n o c i­
m iento de la naturaleza y se interpretó com o m ejor relación con
los dioses. Com o todas las religiones, el cristianism o bu scó de­
sarrollar en ton ces el m ejor calen dario posible y, en el Concilio
de Nicea, celebrado en el año 325, determ inó la fecha en que se
d eb e c e le b ra r la p a s c u a , ta n to en el S a n to Im p e rio R o m a n o
O riental com o en el O ccidental. Pero, desde luego, los calen da­
rios hum anos tienen sus discrepancias con la m ecánica cósm i­
ca; año tras año los errores se acu m u lan y fu erzan a efectuar
nu evas observacion es y cálcu los (véase B lan ck-C ereijido y Ce-
reijido, L a vida, el tiem po y la muerte). C om o a h o ra la Iglesia
e s t a b a a ca x g o d e la fe y ó,e la vazo7X} ^ reunió as-
trón om os en su cesivas com ision es, h asta que el 24 de febrero
L A C IE N C IA R E C H A Z A D A 207

de 1582, Ugo Buoncom pagni da Bologna, quien ocupó el papado


con el n om b re de G rego rio X III, a cep tó las co n clu sion es de la
c o m is ió n re u n id a en la v illa p a p a l d e M o n d ra g o n e , c e r c a de
Frascati; entonces, in trodu jo por fin el calen dario qu e u sam os
h asta h oy y que llam am os gregoriano en su honor, para lo cual
tu vo que om itir diez días (del 5 al 14 de octu bre de 1582) e in ­
trodu cir u n a n u eva regla p a ra los años bisiestos. Sin em bargo,
la puesta en vigor de este calendario se fue retrasando, pues los
estu dios y con sideracion es astron óm icas de las com ision es de
sabios m in aban la doctrin a según la cual la T ierra es el centro
del Universo.
La e vid en c ia c ien tífica de q u e la T ie r ra g ira a lre d e d o r del
Sol con trad ijo la con cep ción bíblica, de a cu erd o con la cual la
T ie r ra o cu p a el cen tro del U n iverso, y el Sol y la L u n a gira n a
su a lred ed o r. Pero co m o se tra ta b a de c o rre la c io n e s y a rg u ­
m entos m atem áticos, la Iglesia aceptó sin m ucha preocupación
los d esarrollos de C opérnico, K epler y G alileo. Pero en cam bio
c o n s id e r ó u n a b la s fe m ia q u e e s te ú ltim o s o s t u v ie r a q u e el
estudio de toda la realid ad es p a trim on io de la cien cia, y qu e
cu a n d o la s e v id e n c ia s c ie n tífic a s d is c re p a n con la s c o n c e p ­
ciones bíblicas, éstas deben tom arse com o m eras alegorías. El
h e c h o d e q u e a d e m á s G a lile o p e r fe c c io n a r a el te le s c o p io (lo
llevó h a s ta 32 a u m en to s) y se p u s ie r a a e s tu d ia r el S ol y la s
estrellas, colm ó la m edida. El telescopio fu e tildado de "in stru ­
m ento diabólico", pues con él la razón preten d ía estu diar cien ­
tíficam en te los cielos situ ados por en cim a de la Luna. Cuando
N ew to n p ro p u s o q u e el Sol, la T ie r r a y to d o s lo s p la n e ta s se
in flu yen gra vitatoria m en te, es decir, qu e el cielo ta m b ién o b e­
d ece a leyes de la d es p rec ia d a m ateria, el co n flicto estalló en
tod a su gravedad.
L a Ig le s ia p a só a o p o n e rs e a la lib e rta d cien tífica . En un
esfuerzo por conservar sus esquem as explicativos fue in clu yen ­
do en su Index L ib ro ru m Prohibitorum , las obras de los sabios
que fundan nuestra ciencia actual. Si acaso los m odelos cien tí­
fic o s r e s u lta b a n e x it o s o s y la h is t o r ia s e g u ía s u c u r s o s in
p re s ta r o íd o s a la s p ro te s ta s e c le siá stica s, la Ig le s ia r e la ja b a
sus puntos de vista y hacía reacom odos interpretativos. Así, las
ideas qu e D arw in p la n te a en su Origen de las especies siguie­
ron desarrollán dose, y lu ego n acieron la g e n ética y la b iología
m olecu lar, com o si el Index y el m ism ísim o G én esis bíblico no
2 0 8 LA C IE N C IA R E C H A Z A D A

existieran, lo cual por supuesto no quita que siga habiendo gru ­


pos creacionistas.
Es com o si los cien tíficos, ren u n cia n d o p rovisoria m en te a
u n a totalidad sistem atizadora, concedieran: "M u y bien, el Sol y
la Lu n a pu eden ser deid ad es p a ra qu ien es así lo crean... pero
p erm itid n o s e s tu d ia r su s re g u la rid a d es ." T ra ta ro n de a p a c i­
gu ar a la Iglesia y al Estado aseverándoles que, si bien la cien ­
cia persigu e la verdad, es absolu tam ente n eu tra en todo lo que
c o n c ie r n e a v a lo r e s , a m o r a lid a d y a in te r e s e s m u n d a n o s
(R o b ert N. Proctor, Value-free science? Purity and p o w e r in m ó­
d e m knoivledge). La ciencia de aquel entonces podía hacer esta
asevera ció n con tod a com odidad, pu es a u n q u e la e x p erim en ­
tación y a había hecho su entrada al m undo de la investigación,
las ideas p la tón ica s de sep aración en tre la teo ría y la p ráctica
no habían perdido toda su vigencia.
Pero no todos los pensadores que discreparon gozaron de la
in m u n id ad que protegió a D arw in. Creo que si le pregu n ta ra a
d ie z u n iv e rs ita rio s q u ié n fu e C y ra n o de B e rg e ra c , al m e n o s
nueve responderían que fue el espadachín pendenciero, enam o­
rado, n arigón y vergo n zo so de la o b ra de E d m on d Rostand, lo
cual es rigurosam ente cierto. Pero pocos recuerdan o saben que
R o s ta n d se in s p iró en el d is c íp u lo d el filó s o fo y m a te m á tic o
P ierre G assendi, Savinien C yran o de Bergerac, que en el siglo
xvii había escrito obras de divulgación científica, algunas de las
cu ales bien podrían co n sid era rse de cien cia-ficción (por ejem ­
plo, uno de sus libros, H istoire com iqu e des états et em pires de
la Lune, versa sobre el viaje a la Luna y al Sol). A u nqu e su pro­
pósito prin cip al sea la crítica social, C yran o se atrevió con te ­
m a s ta n v is io n a r io s co m o la te o r ía a tó m ic a y lo s fo n ó g r a fo s
pero, com o el blanco central de sus ataques fueron la autoridad
y la religión , n o m en os de d iez ed icion es co n s ecu tiva s de sus
o b ra s fu e ro n s is te m á tic a m e n te d e s tru id a s y m u c h a s se h a n
perdido p a ra siem pre. La qu em a de la B ib lioteca de A leja n d ría
y la cla u s u ra de la E sc u e la N e o p la tó n ic a de A te n a s p o r JuS-
tinian o en 529, así com o la su erte corrida por A ristóteles, O vi­
dio, Dante, M aqu iavelo, T o m á s M oro y B en ven u to C ellini, son
y a ejem p lo s h arto d ivu lg a d o s' de q u e la ra zó n no s iem p re es
bienvenida.
M ientras tanto, la razón n g ha aceptado ser lim itada y con ­
fin a d a den tro de la fe, sino qu e se h a segu ido p erfeccion an do,
E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O DE LA S N AC IO N ES. 225

teros p a ra u sa r com o co m b u stib les en las m in a s o com o d u r­


m ie n te s en s u s v ía s férrea s, lo s te rc e rm u n d is ta s n o s h e m o s
pu esto a destruir selvas p ara plan tar algún vegetal com estible;
n o e n tie n d e n q u e n u e s tr a r e tic e n c ia a m o rir n o s de h a m b re
ahora im plicará que dentro de cinco generaciones no sólo noso­
tros sin o ta m b ién los p rim erm u n d istas van a fen ecer a sfix ia ­
dos.
d] El p rim er m u n do a ca b a de d escu brir qu e las in du strias
qu e en via ro n a ra d icarse en el tercero, p o rq u e a llá ta jab an el
mapa con cam inos y oleoductos, m utilaban sus paisajes, acaba­
ban con sus ríos, lagos, faunas y floras, e intoxicaban a sus ha­
b ita n tes con ozono, plom o, su lfu ros, pesticidas, d etergen tes y
radiactivos, están produ ciendo aquí un fenóm eno sim ilar. Y no
es qu e les p reocu p e n u estra su erte, sino qu e en su cia m o s los
m ares, extin gu im os especies, erosion am os m illon es de k iló m e­
tros cu adrados; adem ás, la m od ificación clim ática y ecológica
que eso acarrea no se con fin a a n u estra región, sino que co m ­
p rom ete globalm en te a tod a la biosfera. E stas con sideracion es
no logra n en m a sca ra r el h ech o de qu e el p rim er m u n d o c o n ­
tin ú a siendo, por m ucho, el m ayor contam in ador, debido a su
en orm e p lan ta autom otriz, al m ayor tam año de sus in du strias
y a la p ro life ra c ió n de p la n ta s a tó m ica s y al h a b itu a l h u n d i­
miento de sus barcos petroleros.
el Han llegad o a la -pa ra ellos- h orroriza n te con clu sión de
que la selva llu vio sa tropical apen as cu bre 6% de la su perficie
del planeta; pero tiene, por lo m enos, la m itad de todas las es­
p ecies biológicas, y esa b io d iversid a d co n stitu ye u n a riq u eza
que reside totalm en te en el tercer mundo.
f] Y a n o está n tan segu ro s de qu e la p ro g resiv a rob otiza -
ción industrial y la producción de nuevos m ateriales, que los va
in depen dizando de nuestro su m inistro de m aterias prim as, les
p erm itirá p rescin d ir de las tres cu a rta s pa rtes de la gen te del
pla n eta que vive en el tercer m u ndo. Sobre todo porqu e, com o
acabam os de m encionar, el reservorio de biodiversidad está de
nuestro lado, aquí, en el tercer mundo.
g] Cada tanto aparece en el tercer m undo un científico per­
tu rbador y m al in ten cion ad o, que pon e el grito en el cielo p o r­
q u e a lg u n a tra n sn a cio n a l fa rm a céu tica en sa ya aqu í m e d ica ­
m entos que allá tod avía no están autorizados, o pon e a pru eba
la p a to g e n ic id a d de u n v ir u s s in té tic o s o b re u n a p o b la c ió n
2 2 6 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O D E LA S N AC IO N ES.

aborigen, o experim enta una vacu na en el ganado de aquí.


h] E stán ca yen d o en la cu en ta de qu e la lib era ción de los
p u eb los so ju zga d os no es de n in g u n a m a n e ra u n p r o b le m a
exclusivo de los pu eblos soju zgados (si bien, claro, éstos llevan
la peor parte); m ás bien, es un aspecto de la re volu ció n m u n ­
dial, q u e le s a ta ñ e y q u e n i s iq u ie ra tien e p o r e s c e n a rio s lo s
leja n os co n fin es d el pla n eta, sin o q u e o cu rre en las ca lles de
sus propias ciudades, en sus propias fábricas, en sus m ism as
u niversidades.
i] P or eso el físico León M. L ed erm a n , p resid en te del c o ­
m ité d e d ir e c to r e s de la A m erica n A sso cia tion for the A dvan -
cem ent o f Science, en una evaluación publicada recientem ente
en Science (1992, 256, 119) exhorta a sus colegas y com patrio­
tas a estu d ia r la p o b re za y la ex p lo sión d em o g rá fica en el te r­
cer m u n do ¡y nos lista entre los virus, el agujero en la capa de
ozono, los tóxicos y la b asu ra ra d ia ctiva com o problem as a re­
solver! É sta es otra ra zón p a ra qu e d esarrollem os m u ch o m ás
en serio nuestra capacidad científica, pues al menos como mera
cu riosidad, sería b u en o en ten d er lo qu e p reten d a n h acer con
nosotros.
U n ju g a d o r n ova to de a jed rez se fija "a ver qué p u edo m o­
ver", uno m ás experim en tado pu ed e prever cinco ju g a d a s y un
gran m aestro vein te o m ás. El secreto de la victo ria consiste en
s a b er de an tem a n o : el gra n m a estro es ca p a z de ev a lu a r u n a
m a y o r ca n tid a d de fu tu ro q u e el n ova to . V a lg a e s ta a n a lo g ía
p a ra señ alar qu e gen era lm en te las accion es h u m a n a s tienen,
por así decir, su causa en el futuro; circunstancia que en cierto
m o d o re v ie rte la fle c h a te m p o ra l, d e a c u e rd o con la c u a l la s
causas deben preceder a los efectos.
La cien cia es la fo rm a m ás sistem á tica y eficaz de evalu ar
el fu tu ro. A lgu n a s de las in form a cio n es qu e co n sigu e no p e r­
tu rb a n n u e s tra c o n d u c ta a ctu a l (p o r ejem p lo , q u e d en tro de
cien m il m illon es de años, el Sol se co n vertirá en u n a estrella
r o ja q u e c a lc in a r á l a T ie r r a ); p e r o c u a n d o e s a in fo r m a c ió n
tie n e im p lic a c io n e s a e s c a la h u m a n a , el p rim e r m u n d o p r e ­
d o m in a so b re el terc ero . "Q u ien a d e la n te n o n ca ta , a trá s se
fa lla " d ecía n lo s a n tig u o s ca stella n o s. El p rim e r m u n d o c a ta
m á s a d ela n te q u e el n u e s tro y, p o r lo ta n to , su ele fa lla r m e- ;
nos. ",
Por últim o, conviene tom ar estos plan team ien tos con cau ­
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O DE LA S N AC IO N E S. 227

tela, porqu e de lo con trario se pu ed e caer en el p la n team ien to


p u e ril de qu e, con a p o y a r v ig o ro s a m e n te a la cien cia , o p eo r
aún, con sólo destin ar m ás fon d os a la in vestigación , el tercer
m undo podría, por arte de m agia, convertirse en primero.
18. E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E L A S N A C IO N E S :
CO SAS Q UE NOS SUCEDEN A NOSO TRO S

T o d a so cied a d tien e, p o r así decir, dos d iscu rsos: el p rim ero,


usado en las cerem onias, declara cuáles son sus valores e idea­
les (cómo querría ser); el segundo, cotidiano, refleja lo que es en
la realidad. La felicidad o frustración dependen, en buen grado,
de la con cord a n cia o d iscrep a n cia en tre am bos d iscu rsos (La-
rissa A d ler y C laudio L o m n itz).
En el caso de la cien cia, la circu n sta n cia m ás o b via en la
que la sociedad declara cuáles son sus criterios, ideales y espe­
ranzas, es durante las cerem on ias de otorgam iento de prem ios
a los científicos. El prem io es la son risa y la p a lm ada en la es­
pald a que nos da la sociedad. A los científicos n os en canta que
nos prem ien; en el par de casos que conozco de que alguien re­
chazó un premio, se trató de circunstancias políticas y no cons­
tituyen excepcion es, y cuando un científico después d e g a n a r
una presea finge m enospreciarla, sólo está cum pliendo un cursi
a s p a v ie n to de fa ls a m o d e s tia , p u e s in c lin a la ca b eza ... p a ra
que se le vea m ejor la corona. Pero aquí no m e estoy refiriendo
a esos a sp ecto s tan ob vios de los prem ios, sin o qu e d eseo to ­
m arlos com o elem en tos diagn ósticos: ¿Q u é se dice en el tercer
m u n d o de la cien cia p a ra ju s tific a r un p rem io ? ¿ Q u é d ec la ra
ver de valioso en la investigación? ¿Q ué concordancia hay entre
lo que enuncia y lo que hace?
Al com ienzo de los ochenta asistí a un congreso en una ciu­
dad de provincia, a la que había sido invitado un fam oso inves­
tig a d o r ex tra n je ro , c u y o s lo g ro s le h a b ía n v a lid o u n P rem io
N obel. El a lca ld e d ecid ió c o n ferirle el títu lo de "H u ésp ed D is­
tinguido", p ara lo cual se organizó un acto con gran despliegu e
de bandas de música, terciopelo, banderas, venias, bronces, co­
ch es lu strosos, celeb rid a d es locales y cien tíficos asisten tes al
congreso. El m aestro de cerem onias leyó un barroco pergam ino
con exuberantes lacres, cintas' m ulticolores y letras góticas, en
el que se fundam entaba la designación de huésped distinguido:

y [2281
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N A C IO N E S ... 229

"Por h ab er gan ado el Prem io Nobel."


Q u e d é a b o c h o rn a d o y, con m i so b rie d a d y re s e rv a h a b i­
tuales, m e tom é la cabeza con am bas m anos m ientras exclam a­
ba: "¡N o!" A p es a r de m i recato, el ge sto fu e a d vertid o p o r un
colega que preguntó: ¿Te parece poco haber ganado un Prem io
N o b el? F iel a m i co stu m b re de re c u rrir a p a rá b o la s expliqu é:
"S u pon te qu e un provin cia n o lleg a a la ciu dad, h ay un in cen ­
dio, se e n te ra de q u e u n a n iñ ita q u ed ó a tra p a d a en u n p iso
su perior y, arriesgan do su vida, se in tern a en el edificio en lla ­
m as, su fre lesio n es gra ves, p ero lo gra s a lva r a la criatu ra. Lo
condecoran, regresa a su provincia, y allá lo vu elven a premiar,
pero n o p o r su h ero ísm o y arrojo, sin o p o r h a b e r recib id o un
p r e m io en la c iu d a d . ¿ N o a d v ie r te s -p re g u n té - q u e a q u í la s
co n trib u cion es cien tífica s de este h om b re no tien en la m en o r
im p ortan cia, m ás aún, ni fu eron m encion adas, y en cam bio lo
que realm ente cuenta es que en Suecia le dieron un premio?"
Cuando le dieron el Prem io Nobel de Q u ím ica a m i paisano
Lu is F ed erico Leloir, p a rticip é ta n to d el a legrón co m o d el a li­
via d o "p or fin" de los qu e, co n o ced o res de su obra, h a b íam os
p red ich o sin n in g u n a d ificu lta d qu e ta rd e o tem p ra n o lo reci­
biría; pero al cabo de varios m eses, caí en la cuenta de que tras
tantos artícu los laudatorios, pan tallazos televisivos y com en ta­
r io s r e g o c ija d o s , n a d ie m e h a b ía p r e g u n ta d o p o r q u é se lo
dieron. El que no nos lo preguntáram os entre los colegas había
sido lógico; pero h asta ese m om ento m e h ab ía pasado in ad ver­
tido que, quienes no sabían una papa de bioquím ica, no habían
m o stra d o la m e n o r cu rio sid a d a cerca de las verd a d era s h a za ­
ñas científicas de Leloir.
En el tercer m u ndo el prem io es tanto m ás im portan te que
la actividad científica en sí, que yo m ism o he estado en ju rados
en los que se pu gnaba por prem iar a investigadores cuyo m éri­
to principal era h aber consegu ido prem ios. Con esta lógica, se
pu ed e su pon er que los p rem ios pu eden, com o las d esin tegra ­
ciones atóm icas, d ep en d er de u n a m a sa crítica: llegad o a u n a
cierta cantidad, los p rem ios p rovoca n n u evas distin cion es, su
núm ero crece exponen cialm ente y se descerraja u n á situación
explosiva.
O tro a s p e c to q u e r e s a lta e n d ic h a s c e r e m o n ia s e s q u e
n u estras sociedades creen que el con ocim ien to n ecesario p ara
vivir se reduce a saber cómo funciona un sem iconductor de alta
2 3 0 E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E L A S N AC IO N E S.

tem p era tu ra , o có m o se fa b rica n los b lo q u e a d o res de can ales


fó n ic o s p a r a c u r a r la h ip e r t e n s ió n a rte r ia l. P e r o n o e s así.
Cuando antes de firm ar un contrato se consu lta a un abogado,
cu a n d o a n te s de c o m p ra r u n a c a s a se la v is ita con u n a m igo
a rq u ite c to , n o se e s tá b u s c a n d o el a u x ilio de c o n o c im ie n to s
avan zados y ni siq u iera origin ales, sino confiables. Se trate de
e le g ir u n lu b r ic a n te p a r a n u e s tr o a u to m ó v il, o u n a v a c u n a
para los niños, no h ay transacción que no im plique conocim ien ­
tos, y esos conocim ientos deben ser dignos de crédito; m ás aún
si la transacción es internacional.
A s í es y así fu n cion a: u no de n u estros d ram as es n o ten er
la cien cia que n ecesitam os; pero otro, no m enos grave, consiste
en te n e r u n a id e o lo g ía y u n a e s tr u c tu r a p o co p r o p ic ia s p a ra
d esa rro lla rla , p u es u n a de las ca ra cterística s de la cien cia es
q u e e n e lla n o h a y s u b d e s a r r o lla d o s o h ip e r d e s a r r o lla d o s .
C u a tro m ás cu a tro d eb e d a r el m is m o re su lta d o en U g a n d a y
en H elsinki, en T ok io y en Sao Paulo. Por cierto, un país pu ede
c o n ta r con ba rcos o cea n o grá fico s y son d as in terp la n etaria s, y
otro no ten er ni p a ra un o sciloscop io; pero cu a n d o los in vesti­
g a d o res de u no u otro a firm en algo, ese algo d eb e se r n u evo y
ten er va lo r u n iversal. S u iza no tien e la capacidad cien tífica de
lo s E s ta d o s U n id o s , p e ro sí tie n e el n iv e l (en re a lid a d , tien e
m ás P rem ios N o b el p er capita); si p erd iera ese n ivel ca ería del
prim er mundo.
U n día de agosto de 1834, Joh n Scott Russell ca b a lga b a a
lo la rg o de u n ca n a l de E d im b u rg o , o b s e rv a n d o u n a b a rc a z a
arrastra d a desde la costa por un par de caballos. De pron to se
p rod u jo un m o n tíc u lo de a gu a b ien d efin id o -d e m ed io m etro
d e a lto y u n o s d ie z de la rg o -, q u e se p ro p a g ó sin c a m b ia r su
fo rm a ni dism in u ir su velo cid a d du ran te, por lo m enos, un k i­
lóm etro. De ahí en m ás Russell no pu do segu irlo a caballo y lo
p e r d ió d e v is ta . D e s c rib ió e l fe n ó m e n o lo m e jo r q u e p u d o , y
h oy, u n siglo y m ed io d espu és, la físic a re co n o ce q u e se trató
d e u n so litó n , s im ila r a lo s d e v a s ta d o r e s ts u n a m is
wiiwlgNlii;in;
I

desarrollar y ap rovech a r la cien cia y la tecn ología, d ep en d e de


l a v is ió n d e l m u n d o q u e tie n e u n p u e b lo . P a r a r e t o m a r
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N AC IO N E S. 2 8 1

ejem plo de los giga n tescos tsunam is: los prim itivos ja p o n es es
lo s a t r ib u y e r o n a d e s ig n io s d iv in o s y p a d e c ie r o n t e r r ib le s
d e s tru c c io n e s ; lo s d e h o y lo s e s tu d ia n c ie n tífic a m e n te y , en
consecu en cia, están aprendiendo a detectarlos tem p ra n a m en ­
te y a m in im iza r sus co n secu en cia s. C u a n d o lo qu e h o y es el
p r im e r m u n d o n o t e n ía la v is ió n a d e c u a d a , ta m p o c o p o d ía
a provech arlas. Los in ven tos de Leonardo D a V in ci du rm ieron
por siglos com o m eras curiosidades, porqu e Florencia no esta­
ba preparada para aplicarlos.
A n á lo ga m en te, h ay u n a fra c tu ra fu n d a m en tal en tre n u es­
tros esforza d os y m e ritorios in vestiga d o res y n u estro aparato
p rod u ctivo . Los cen tro s cien tífico s re a lm en te a u tó n om os, en
p a rtic u la r lo s u n iv e rs ita rio s , rá p id a m e n te se c o n v ie rte n en
peligrosos núcleos de discusión y crítica, que ponen en duda los
v a lo r e s fu n d a m e n ta le s d el o rd e n p r e p o n d e ra n te en el te rc e r
m undo; los en frentan con los in tereses de las oligarqu ías, que
frustran todo y cu alquier intento serio de rom per la estructu ra
de a tra so (A m ílca r H errera). Por eso, el fom en to a n u estra in ­
du stria se redujo fu n dam en talm en te a levan tar barreras adu a­
n eras p a ra p rotegerla de la com peten cia exterior; pero en esos
p eríod os de protección , no se h izo un esfu erzo serio p o r crea r
las condiciones necesarias para desarrollar una industria basa­
da en su propia capacidad de innovación tecnológica. "U na con­
secuencia de ese m ecanism o fue la creación de un em presaria-
do in d u stria l con m en ta lid a d m ercan til" (A m ílcar H errera). El
análisis h istórico del desarrollo social del em presariado m u es­
tra que "[...] su horizonte no excede los ám bitos de lo m ercantil
y d in era rio" (M a rcos K aplan , P a íse s en desa rrollo y em p resas
p ú b lica s).
Es com o si en el tercer m undo creyéram os en una inversión
de la cau salidad, pu es pen sam os qu e n u estra pobre situ ación
se debe al atraso tecnológico, cuando en realidad sucede ju s ta ­
m ente lo contrario. El econom ista Carlos C orrea encu entra que
la ve rd a d e ra fra c tu ra en tre la cien cia y n u estro s istem a p ro ­
du ctivo se debe a la falta de dem a n d a em presarial de d esarro ­
llos tecnológicos, y no a la fa lla de los científicos locales en brin­
darlos. El árbol, figu ra con la que siem pre tratam os de ilu strar
el proceso científico, prácticam en te no existe en el tercer m u n ­
do; n u estros laboratorios son com o raíces adven ticias qu e n u ­
tren los troncos de otros países, a los que luego les com pram os
2 3 2 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O D E LA S N AC IO N ES.

los frutos y a quienes, en el m ejor de los casos, sólo les debemos


dinero.
A lgu n as de las tram p as en que n os h ace caer esa fractu ra
se pueden ilustrar con los ejem plos siguientes:
a] C ierta v ez visité un institu to de cien cia tan bien dotado,
que hasta tenía un reactor atóm ico, cuya instalación -al m enos
en aquellos tiem pos- costaba cen ten as de m iles de dólares; es­
ta b a rod ea d o de osten tosos ja rd in e s pelu qu eados, cu stodiado
por soldados que cum plían una com pleja coreografía para cam ­
b ia r de gu a rd ia , iz a r su b a n d e ra y d eja r p a sa r al visita n te , y
tam bién h ab ía carteles en castellan o y en in glés con calaveras
para in dicar peligro, rayos p ara señalar riesgos de radiaciones,
etcétera. A l rato, y a en el la b o ra torio del co lega qu e m e h ab ía
in v ita d o , a d v e rtí q u e en s u s e x p e r im e n to s u s a b a N a y no
N a, p o rq u e lo s tie m p o s d e lo s tr á m ite s b u r o c r á tic o s p a r a
im p ortar el segu ndo isótopo radiactivo eran m u ch ísim o m a yo ­
res q u e su v id a m e d ia y el m a teria l le lleg a b a d ecaíd o. "¿Im ­
p o rta r? ... ¿A c a s o n o tien en u n estu p en d o reacto r? ", m e s o r­
prendí. Mi anfitrión recon oció tu rbado que el reactor, en garza­
do en el instituto com o una preciosa joya, hacía ju stam en te las
veces de preciosa joya: no funcionaba.
U n p a r de añ os m ás tarde, en co n tré u n a rtícu lo de J o rg e
A. S áb ato en Q uantity versus quality in scierctific research, (I),
en el q u e d ec ía litera lm en te: "[...] u n a p a ra d o ja im p re s io n a n ­
te qu e ocu rre en m ás de un país en desarrollo, es la p osesión
de un reactor nuclear experim ental (costo aproxim ado 750 000
a 1 000 000 dólares) que no opera porque carece de m il dólares
p ara rem plazar u n a v á lvu la dañada". T u ve la certeza de que se
estaba refirien do al reactor que y o h ab ía visitado. Hoy, desgra­
cia d a m en te, e s to y m ás fa m ilia riza d o con so b erb ia s u ltra cen -
trífugas, cu yos rotores n u n ca giraron; aparatos de reson a n cia
m agnética nuclear que jam ás han sido conectados a una fuente
de en erg ía , y e s p e c tro fo tó m e tro s c o m p u ta riz a d o s q u e en su
v id a v ie ro n u n ra y o de lu z, p o rq u e es h a rto h a b itu a l q u e la s
in stitu cion es del tercer m u n do no reserven un p o rc e n ta je in to ­
cable de su presupuesto para operar.
En la región, las in stitu cion es científicas se suelen generar
al revés: en lugar de com enzar por sum inistrarle laboratorios a
gru p os prod u ctivos, no es in sólito qu e se co n stru ya n cu a n d o
algún fu n cion ario es m argin ad o del cu rso p rin cip al del poder;
E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O DE LA S N AC IO N ES. 2 3 3

se com pensa, a éste d á n d o le el d in e ro s u fic ie n te p a r a sa lir a


crear algún "centro" o "instituto"; así que crea el cascarón y sólo
en ton ces sale a cazar in vestigadores p a ra poblar su engendro.
P o r eso , a v e c e s , e s a s in s titu c io n e s d u ra n lo q u e d u ra n s u s
creadores.
b] A n u a lm en te, cu ando se rea ju sta el contrato de trabajo,
m u ch a s in stitu cio n es cien tífica s la tin o a m erica n a s caen en la
cu en ta de que el presu pu esto no alca n za p a ra pagar a los tra ­
b a ja d o res sa la rios sa tisfa ctorios. P ara co m p e n sa r el desnivel,
se recu rre a d iversos expedientes: se les da m ás días de v a c a ­
ciones, m ás días econ óm icos (días p ara ir al m édico, h acer trá ­
mites) con m ayores arbitrariedades de horarios; se les dism inu ­
ye n las resp o n sa b ilid ad es laborales, se les im p ide aju star sus
ta re a s a la s n e c e s id a d e s d e u n a la b o r c a m b ia n te y c r e a tiv a
com o es la in vestiga ción m ed ia n te u n a catalogación in flexible
de funciones, etcétera.
A esto h a y q u e a g r e g a r q u e d ich o p e r s o n a l d e a p o y o es,
m uchas veces, escogido por representantes sindicales (fruto de
algu n a n egociación contractual de años anteriores); inclu so no
es raro que el investigador sea constreñido a optar entre varias
personas que están disponibles porque han sido expulsadas de
otros laboratorios. La acu m u lación de estas llam adas conqu is­
tas sociales a lo largo de tantos años de crisis, ha llevado a que,
en el tercer mundo, una joven secretaria o un auxiliar de labora­
torio, estén de vacaciones-licencia por dos o tres meses al año; o
a que ten gan h orarios in com patibles con el uso de isótopos ra ­
diactivos y otras su stan cias pereced eras, qu e cu estan m u ch o
dinero y decaen hasta esfum arse en poco tiem po; o a que se in ­
terrum pan estudios porque coinciden con festividades para cele­
brar cuanto santo, aniversario de batalla, nacim iento de héroe o
"día del..." se pueda recordar. Después de las tres de la tarde se
puede interrum pir el sum inistro de electricidad a un congelador
de seten ta y cin co gra d os bajo cero, a u n a u ltra cen trífu ga o a
una incubadora, sin que haya un electricista que repare el daño;
con eso, se pierden m illon es y m illon es de p esos en reactivos,
enzimas, células y sustancias caras y de difícil reposición. Duele
re c o n o c e rlo , p ero la situ a c ió n e c o n ó m ic a la tin o a m e r ic a n a a
v e c e s n o p e r m it e q u e n u e s t r o s in s t itu t o s d e in v e s t ig a c ió n
cuenten con gu ardias de m antenim iento de veinticu atro horas,
como las que tiene cualquier hotelito provinciano.
2 3 4 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O DE LA S N AC IO N ES.

D e s g ra c ia d a m e n te , de este tip o de c rític a s se h a sa ca d o


u n a con clu sión in sólita, eq u ivo ca d a y u ltrajante: "En el tercer
m u n d o, la ge n te es in ca p a z y h olg a za n a ." Pero la ge n te n o es
cu lp a b le de qu e, cu a n d o los p rop io s go b iern o s re con o cen un
6 0 % de in fla ción anu al, se au m en ten los su eld os en un 8% ...
m ás cinco días extra de vacacion es ni de que, al año siguiente,
cu ando se recon ozca otra pérd id a del 50% del poder a d q u isiti­
v o , s e t r a t e d e c o m p e n s a r lo p e r m it ie n d o q u e e l p e r s o n a l
dispon ga arbitrariam ente de factores estrictam ente técnicos.
c] Los estados tienen una cantidad finita de recursos, con la
cual quieren prom over a los investigadores; por eso, establecen
C a rreras del In ves tig a d o r y C o n sejos N a cion ales con el fin de
com pensarles sus su eldos y otorgarles su bsidios p ara com prar
a p a ra tos, reactivos, becas, via jes, etcétera. C u riosa m en te, de
in m ediato h ay in stitu to s y u n iversid ad es qu e in terp retan que,
la existencia de dichas instituciones superiores, los releva de su
obligación de atender a sus requerim ientos científicos internos.
Es como si dijeran: "Si los investigadores de m i institución nece­
sita n a p a ra to s q u e se lo s co m p re el D e p a rta m e n to N a cio n a l
de..., si necesitan salarios que se los pague la Carrera de..."
U n p rob lem a agregado es qu e esos C on sejos y D irecciones
c r e a d o s p a r a a p o y a r s e le c tiv a m e n te a los b u e n os in v e s tig a ­
d o re s p a s a n a a p o y a r a todo aquel qu e p u ed a dem ostrar que
hace investigación, aunque no lo haga con dedicación exclusiva.
El tiro de gracia llega cuando se relajan los criterios y se acepta
que hacer docencia, escribir instructivos de trabajos prácticos o
a d m in is tr a r u n a d e p e n d e n c ia u n iv e r s it a r ia o u n c e n tro de
salud, son en sí form as de investigar.
d] No es del tod o in sólito q u e ta m b ién los C o n sejo s y D i­
recciones de algunos países del área se vayan cargando de per­
sonal, edificios, au tom óviles, choferes, d elegacion es p rovin cia ­
les, pero se queden sin presu pu esto dispon ible p a ra com prarle
eq u ip o s y m a teria le s a los in vestiga d o re s de los in stitu to s de
in vestiga ción , y el círcu lo se cierre: tod o el in cip ien te aparato
científico corre el peligro de convertirse en un inm enso e in ope­
rante arm atoste, que sólo sirve para costearse a sí mismo.
De pronto, si se divide la p rodu cción cien tífica según el d i­
nero invertido, resu lta que a veces se llega a conclusion es des­
con certan tes: "La verd a d es qu e m u ch a s de n u estra s 'p ob res'
u n iversid ad es gastan p rop o rcion a lm en te cu atro veces m ás en
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E L A S N AC IO N E S. 2 3 5

la organ ización a dm in istrativa que H arvard, Yale, C aliforn ia o


la U n iversid ad L o m o n o so f de M oscú" (R isieri Frondizi, L a u n i­
versidad. en u n m undo de tensiones).
e] S i bien se está abandon ando el m odelo del patrón verti-
ca lista y se está a d o p tan d o el p e e r review system a la m a n era
del prim er mundo, se lo hace con tanto entusiasm o que se está
a p u n to de tra n sfo rm a rlo en u n m a ca b ro fes tiv a l del in form e
burocrático: se está creando u n a ja u la de papel que secu estra
al in vestiga d o r y lo su strae del laboratorio. H oy m ás de la m i­
tad del tiem po de un investigador form ado, se dilapida en cu m ­
plir con peren torios requ erim ien tos oficinescos, pues lo últim o
que se su pone es que p a ra trabajar n ecesita de produ ctos con ­
su m ib les, eq u ip os, libros, revista s, co m p u ta d o ra s, d e s p la za ­
m ie n to s , e tc é te ra ; al c o n tra rio , to d o p e d id o q u e r e s p o n d e a
necesidades de investigación es m irado como un antojo insólito,
q u e d e b e ju s t ific a r s e e s p e c ífic a m e n te , a tr a v é s de fr o n d o s o
papeleo. P ara em pezar, se su ele exigir itera tiva m en te el cu rrí­
culum com pleto, com o si a los burócratas les encantara que se
les rep ita u n a y otra v ez la fech a de n acim ien to, el n om bre del
colegio secundario al que asistieron, en qué años y a qué lu ga ­
res fu eron becad os, en qu é año fu eron design ad os en cargos,
cu ánto m ide d laboratorio, con qué facilidades cuenta, cuáles
son los anteceden tes del tem a de investigación; luego, cóm o se
llam an los colaboradores, qué grados académ icos tienen, cuán­
do los obtuvieron; después, u na descripción de lo que hicieron
el año pasado y otra (¡calen darizada!) de lo qu e p ien san h acer
en los p róxim os tres; por últim o, les piden a l° s investigadores
y n o a los a d m in istra d o res, las co tiza cio n es con el p recio, los
porcentajes de recargos por transporte, seguros e im puestos de
cu an ta cosa n ecesitan , sin olvidar la descripción d etallada del
em p leo q u e va n a darle, p a ra qu e q u ed e claro q u e cu a n d o se
pid e un fo tóm etro no h a de ser u tiliza d o com o p isapapeles, o
cuando se pide u n a pipeta no h a de ser p ara rascarse la esp al­
da. Todo eso debe ser presentado por quintuplicado, pues si los
a d m in is tra d o re s crea n va ria s in sta n cia s oficin esca s, son los
científicos quienes deben proveerles el com bustible burocrático.
Peor aún, si la oficin a n ecesita todo ese m aterial in form ati­
vo, no se lo p id e a otra sim ila r d e la m ism a institución, que a
su vez h ab ía requ erido lo m ism o la sem ana pasada, ni a la que
lo h a b ía exigido h ace un m es, sino que vu elve a solicitarlo; da
2 3 6 E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E L A S N AC IO N E S.

por sentado que, cualquier tarea de papeleo, tien e prioridad so­


bre la cien tífica: tod o b u ró cra ta se sien te con d erech o (y tiene
su ficie n te p o d er p a ra ejercerlo) a ex ig ir q u e se in te rru m p a un
proyecto p ara llenar papeles. En sum a, que en el tercer m undo
la adm in istración no siem pre está al servicio de la ciencia, sino
que es al revés.
P o r es o r e ite r a m o s lo d ic h o e n u n c a p ítu lo a n te rio r: lo s
m ejores cien tíficos JVo se p u ed en d ed ica r ex clu siva m e n te a su
t a r e a e s p e c ífic a d e in v e s tig a r , p u e s n a d ie h a g e n e r a d o u n a
o rg a n iza c ió n a d m in is tra tiv a q u e lo p erm ita . Ni lo s in v e s tig a ­
dores en eco n om ía y organ ización de em presas ni los ju rista s,
ja m á s eligen com o tem a de estudio o com o tarea, configu rar un
m odelo sen sato de organ ización y econ om ía cien tífica en n u es­
tros países.
A h o r a b ien , n o h a y a d m in is tra d o r en el m u n d o q u e s e p a
qu é dem on ios h acer con sem ejan te m a sa in form ativa; por eso,
tras recibir esos esforzados m am otretos, con voca a los m ejores
in v e s tig a d o re s p a r a qu e, é s to s ta m b ié n y u n a v e z m á s, in te ­
rru m p a n su s estu d ios, va ya n a d ila p id a r SU tiem p o en los s i­
llones de las com isiones evaluadoras, constaten cuándo fue que
n acim os, cóm o se lla m a b a el colegio secu n d a rio al que fu im os
en n u estra ju ven tu d ... y, por su pu esto, p a ra que tam bién ellos
h agan un inform e.
En E l discurso del método D escartes dice: "No h ay n ad a en
el m u n d o re p a rtid o m á s eq u ita tiv a m e n te q u e la ra zó n : to d o s
e s tá n c o n v e n c id o s d e te n e r s u fic ie n te ." S e g u ra m e n te , D e s ­
cartes no h ab ía reparado en la in ju sta sociología de la razón, ni
m ucho m enos en su caprichosa geopolítica. Me siento más iden­
tificado con J o sé H ern án dez quien, en su p o em a M a rtín F ie rro
expresa: "[...) que son cam panas de palo / las razones de los po­
bres", afirm ación que a su vez es afin a la de Ionesco: "La razón
es la locura del más fuerte".
¿S om os déb iles porqu e no ten em os razones, o no ten em os
r a z o n e s p o rq u e s o m o s d é b ile s ? ¿ S o m o s m e n o s in te lig e n te s ?
¿Acaso tenem os una visión del m undo incom patible con la cien­
cia, la tecnología y la producción m oderna? Son m uchos los fac­
t o r e s q u e s e h a n e v a lu a d o p a r a c o n t e s ta r e s a s p r e g u n ta s .
Veam os som eram ente algunos:
S tep h en J a y G ould (The 1 ismeasure o fm a n ) da ejem plos
a b u n d a n te s , c o n v in c e n te s y la m e n ta b le m e n te a c tu a le s , d el
E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O D E LAS N AC IO N ES. 237

esfu erzo de los p u eb los d el p rim er m u n d o p o r d em o s tra r qu e


los extranjeros son infradotados; que esa dotación defectuosa se
reñeja en las m edidas y en las form as del cráneo y del cerebro
y, lo que es peor, que eso ju stifica su explotación, cuando no su
a n iq u ila m ien to . El n e u ro fis ió lo g o A u g u s to F e rn á n d e z G u ar-
d io la s eñ a la qu e esa a ctitu d n o es p ro d u cto de la ign ora n cia,
pu esto que figuras tan im portan tes com o Broca, G ratiolet, Cu-
vier y Retzius, ded icaron gran parte de su trabajo a dem ostrar
que los cráneos de los h abitan tes de Á frica y A m érica son m ás
pequ eñ os; qu e su s cereb ros p ien sa n m en os y qu e su s ca ra c­
terís tic a s g e n era les está n m ás cerca de los go rila s qu e de los
h om bres blan cos in doeu rop eos. El siglo pasado, el h istoriador
G a b rie l R e n é -M o re n o a s e v e ró q u e lo s in d io s son a sn o s, qu e
generan m ulos cuando se cruzan con la raza blanca (citado por
E duardo G aleano, "Cinco siglos de proh ibición del arco iris en
el cie lo a m e ric a n o "). P ero n a d ie h a p o d id o d e m o s tr a r h a s ta
ahora que el aparato pen san te de algunos pu eblos sea b iológi­
c a m e n te in fe rio r (n i s u p e rio r) a o tro. L a m is m a m e n c ió n de
estas d isq u isicio n es m e re su lta ofen siva. D e m odo que, si no
ten em os u na cien cia y u n a tecn ología robustas, no lo podem os
atribuir a características antropológicas.
De hecho, en el tercer m u n do h a y u nos 120 países qu e no
s ie m p re fu e ro n "s u b d e s a r ro lla d o s ", "en v ía s d e d e s a rro llo ",
"pu eblos d om in a d os" o "have nots". E l te rc e r m u n d o in clu y e
Egipto, Persia, India, C hina, M esopotam ia (nosotros a gregare­
m os a A m é ric a ); á rea d o n d e se origin ó el uso del fu ego, la d o ­
m esticación de los anim ales, la explotación de los m etales, así
com o la in ven ción del papel, de la escritu ra, de la brújula, del
sistem a decimal, del cálculo, del uso de la pólvora...
¿A caso hem os in volu cion ado? No parece. Si es que los Pre­
m ios Nobel sirven com o ín dice de n ivel y calidad científica, A r­
gen tin a tu vo tres: B ern ardo A. H oussay, Luis F. Leloir y César
M ilstein (si bien, a este ú ltim o le deshicieron su laboratorio de
inm unología en el Instituto M albran, y logró la presea y a insta­
lado en In glaterra). Por otra parte y com o y a h em os dicho, los
trabajos de los cien tíficos latin oam erican os se pu blican en las
revistas más importantes, figuran en las nóminas de las mejores
u n iv e r s id a d e s d e l m u n d o y m u c h ís im o s o tr o s d e s a r r o lla n
actividades de prim erísim o nivel aquí, en Latinoam érica.
¿S e tra ta en ton ces de un p rob lem a de din ero? J.M . Zim an
2 3 8 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O D E LA S N AC IO N ES.

("Som e problem s o f the grow th and spread o f Science into devel-


oping countries") señala: "Cuando el dinero escasea, no resulta
obvio que se deba dar prioridad a un instituto de física teórica, o
de biología m olecular o de arqueología, antes que a una fábrica
de tractores, un h osp ital o u n a escu ela de in gen iería civil." G.
Elliot comentaba: "Nadie es sabio con el estómago vacío."
Pero, co m o a firm a R isieri F ron d izi (L a u n iv e rs id a d e n u n
m u n d o d e te n sio n es ): "L a e s c a s e z de in v e s tig a c ió n se d eb e a
m u ch a s cau sas. U n erro r h ab itu a l es red u cirla a u n a sola: la
falta de recu rsos." Es cierto qu e m u ch os cien tíficos se van por
falta de oportunidades, lu gares y m edios p a ra trabajar en serio
en Latinoam érica, es decir, por razones em an adas directam en ­
te de la falta de dinero; pero eso no descarta que en sus decisio­
nes de em igrar tam bién pese el deseo de liberarse de esa m asa
de a b ru m a n te sin ra zó n q u e s o fo c a al cien tífico la tin o a m e r i­
cano, la cual se relacion a directam en te con la defectu osa con ­
cepción y organización social e institucional de nuestra ciencia.
Y ni siq u iera se tra ta de un d efecto qu e a tañ a exclu sivam en te
a los cien tífico s: R o d o lfo H. T e rra g n o (L a A r g e n tin a d e l s ig lo
21) encuentra que uno de cada cuatro argentinos en 1985, nú­
m ero de p erso n a s con las q u e se p o d ría h a c e r un país co m o
Austria, qu ería em igrar a algún país pujante.
Frondizi tam bién se pregunta: "¿Y si no investigam os n ues­
tra p ro p ia realid ad , q u ién lo h a rá p o r n oso tro s?" No es in fre ­
cuente ni sorprendente que para estu diar aspectos decisivos de
"n u e s tra p r o p ia re a lid a d ", lo s in v e s tig a d o re s d e b a n v ia ja r al
prim er mundo; porque m uchos m anuscritos de grandes poetas,
correspondencias significativas entre nuestros proceres, m apas

originalesdenuestrasregiones, coleccionesúnicasdecerámicasrepresentativasdecivilizacionesenteraseinnumerables
docum entos, fueron a parar a universidades, museos y bibliote­
cas eu ropeas y estadu n iden ses, en algu n os casos por despojo;
en otros por ventas inescrupulosas o irresponsables.
Cuando se com unican dos regiones, el núm ero de especies

dism inuye, porque se extinguen unas a otras. Los hum anos no son excepción; hoy se sospecha que los hom bres de Neanderthal se extinguieron en m a ra s de los de

con sus h u estes a exterm inar personas. A ú n en n u estros días


los m ed ios pa cíficos no son m en os desastrosos y es m a ca b ra
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N A C IO N E S. 2 3 9

m en te h a b itu a l q u e se re cu rra lisa y lla n a m en te al ge n o cid io


(J. Diam ond, The th ird ch im p a n ze e). C u an do u n a civilización
de las lla m a d a s p rim itiva s e n tra en co n ta cto con la ta m b ién
lla m a d a cu ltu ra occidental, las n u evas técn icas y el m an ejo de
enorm es sum as de dinero alteran las form as de produ cir y coo­
perar, a celera los cam b ios en las relacion es sociales; los v a lo ­
res, cuyo uso a lo largo de milenios habían dado la sensación de
ser naturales, o acaso de haber sido establecidos por los dioses
fundadores, se disgregan en el bochorno de un día para otro. El
resu lta d o de este p roceso doloroso su ele ser la d esin tegración
s o c ia l (N. G a r c ía C a n clin i, C u ltu ra s h íb rid a s ). O tros pen sa ­
d o re s (p. ej. M a ría E u g e n ia M o d en a ) señ a la n q u e la c u ltu ra
v e n c id a n o se d is g re g a y esfu m a , sin o q u e se tra n sfo rm a ; se
reorden a de m an eras que van su rgiendo de la lu ch a p or recha-
zar-adoptar la cultura dom inante, y que no resultan óptim as ni
para una ni para la otra.
S ergio B agú (Tiem p o, rea lid a d so cia l y con ocim ien to), des­
pu és de a n alizar la elaboración del p en sa m ien to en O ccid en te
afirma: "Ninguna cultura como la occidental ha sido construida
en tod a la h istoria sobre u n a m a sa m ás n u m erosa de dom in a­
dos p o r la vio len cia ." C elso Fu rtado (O bstacles to developm ent
in L a tín A m e r ic a ) estim a que com o con secu en cia de la rápid a
p ro p a g a c ió n de los n u e vo s m é to d o s p ro d u ctivo s, se tien d e a
crear un sistem a econ óm ico m u n dial y único, pero cuyos cen ­
tros de p o d er no se globalizan , sino que qu edan en m an os de
u nas cuantas m etrópolis. Por dich a razón, Furtado cree que la
tarea más difícil es política, no técnica. Es probable que así sea,
pues hace m ucho que la hum anidad tiene todas las condiciones
científicas y técn icas p a ra p roporcion ar prosperidad a todos; si
no lo hace, es porque la estructura social lo impide.
No obstante, sería exagerado culpar al prim er m undo de to­
das las d es g ra cia s d el tercero, p u es a n tes de q u e se "e n c o n ­
traran am bos m undos", los tlaxcaltecas eran d espiadada y re­
gu larm en te sacrificados por los aztecas; a las jóven es africanas
se les arrancaba el clítoris; cuando les daba apendicitis, los te-
huelches huelches morían vomitando materias fecales entre atroces cóli-
cos-m iserere, que h oy pu ede evitar u n a apen dicetom ía vulgar.
Seguram ente, esos desdichados discreparían con muchos de los
m ás esclarecidos folkloristas, que h oy se em peñan por n arra r­
nos un idílico pasado aborigen.
2 4 0 E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O DE LA S N AC IO N E S.

D e to d o s m o d o s , c o n v ie n e c o n s id e ra r q u e n o se tr a ta de
posicion es coh eren tes y fijas; pues, cuando un país sin iestrado
n ecesita víveres y m edicam en tos recu rre a la racion alidad occi­
dental, no a su p rop ia y m ítica iden tidad. T a n to en el p rim ero
co m o en el te rc e r m u n d o tie n e n lu g a r p r o c e s o s p o lític o / s o ­
ciales, a con secu en cia de los cu ales surgen gru pos que con ex­
t r a o r d in a r ia e fic a c ia y c a lid a d e s ta b le c e n fo r m a s d e c o o p e ­
r a c ió n c i e n t í f i c o - t é c n ic a (v é a s e M a r c o s K a p la n , C iencia,
sociedad y desarrollo). P a r a e m p e z a r, h o y la m a y o r ía d e lo s
la t in o a m e r ic a n o s q u e in v e s t ig a n e n la s c ie n c ia s d u r a s h a n
recibido u na form ación o por lo m enos se han perfeccion ado en
el p rim er m u n do. Por o tra parte, así com o los distin tos países
eu rop eos por fin h an apren did o a coop era r en tre ellos en cien ­
cia, tecn ología y producción, h oy el prim er m u ndo h a estableci­
do in stru m en to s y re cu rso s in stitu cio n a le s q u e n os p erm iten
r e a liz a r p r o g r a m a s c o n ju n to s p a r a lu c h a r c o n t r a e n fe r m e ­
dades, d es a rro lla r m ateriales, re c u p e ra r su elos, e s tu d ia r v o l­
canes y entender objetos cósmicos.
C ada tanto plan tam os un retoño científico en n uestros p a í­
ses (cream os un in stitu to, un observatorio, u n a estación m a ri­
na, o to rga m o s becas, fo rm am os gru p os de trabajo) pero, o no
crece, o lo h ace sin energía. Se su ele in sistir u n a y otra vez, se
h a c en in te n to s q u e se fru s tra n en m e n o s de u n a ge n era ció n ,
hasta que de pronto brota una sospecha: ¿tendrem os un proble­
m a cien tífico o, en cam bio, será uno cu ltu ra l? R egresan do a la
m a n id a a n a logía del "árbol de la cien cia", ¿estarem o s p la n ta n ­
do perejil y esperan do que florezcan claveles?... ¿o tratan do de
h acer florecer claveles en un salitral?
A co m ien zo s de los añ os seten ta , el a n tro p ó lo go b ra sileñ o
D arcy Ribeiro sostuvo: "A n tigu am en te se p en sa b a a la h istoria
com o una escalera en cuyos peldaños había pueblos diferentes,
pero siem pre en la m ism a escalera; h oy sabem os que el subde-
sa rro llo n o es la v ís p e r a d el d es a rro llo , sin o la c o n tr a p a r tid a
necesaria."
Puede, incluso, ser incorrecto pen sar en "elegir" escaleras o
m od elos de desarrollo. W a lte r R o d n ey (How E urope underde-
veloped Africa) d a a b u n d a n tes datos e in con tro vertib les a rg u ­
m entos que dem u estran que el su bdesarrollo de Á frica no es el
re su lta d o de u n a o p ció n d esá fortu n a d a : es el p ro d u cto de un
brutal, despiadado, sosten ido y dolorosam en te actu al esfuerzo
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N AC IO N E S. 241

e u ro p eo , con o m in o s a s a n a lo g ía s y c o n tr a p a r te s en n u e s tra
p ropia A m érica. Por regla general, el núm ero de oportun idades
de "elegir" y el tiem po disp on ible p a ra h acerlo cu an d o se p re­
senta una oportunidad, suelen ser escasos y efím eros; además,
dep en d en de u n a crisis id eo ló gica en las m etróp olis, un fu gaz
desbalance de poderes, un vuelco estratégico, u na gu erra entre
potencias o una alianza fortuita.
Se d ice q u e la c u ltu ra o ccid en ta l, m e z c la de la grecorro­
mana, ju deocristian a y árabe, com enzó a gestarse com o tal allá
p o r el siglo vi, y q u e u n o de lo s a rtífic e s de la a m a lg a m a fu e
san Benito de Nursia. D iez siglos m ás tarde y con un va lio sísi­
m o a p o rte á ra b e esa cu ltu ra dio origen al R en a cim ien to. Sus
p r o ta g o n is ta s fu e r o n p e r s o n a je s c o m o F ic in o , E ra s m o , P e ­
trarca, B occaccio, B otticelli, M ich ela n gelo, G alileo, Leonardo,
Vesalio, C opérnico, H arvey. En otros dos o tres siglos, em pezó a
desarrollarse la cien cia com o la con ocem os h oy en día. En su ­
ma, a los europeos les tomó m ilenios desarrollar su ciencia.
La cu ltu ra y la cien cia estadu n iden ses no tien en m ilenios,
pero constituyen un verdadero gajo del tronco europeo, sólo que
en otro contin en te. Ese gajo no se in tegró con cu ltu ras in d íge­
n a s p re e x is te n te s . A rg e n tin o s , u ru g u a y o s y v e n e z o la n o s , si
bien ta m p o co d eb iero n in tegra rse a civiliza cio n es a b orígen es
avanzadas -que, de todos modos, fueron diezm adas-, son gajos
de u n a Pen ín su la Ib érica que no form ab a parte ella m ism a del
h ervid ero cien tífico eu ropeo, y qu e en plen o siglo xvm todavía
estaba dom inada por la Inquisición. Los m exicanos, peruanos y
bolivian os tam bién recibieron un brote ibérico que, en diversa
m edida y con distintos resultados, fue m ezclándose con civiliza­
ciones precolom binas im portantes; pese a todo, estas culturas
no poseían u n a cien cia y u n a tecn ología del tipo de la europea,
la cual desarrolló esa ciencia que nos ocupa en este texto.
L o s c a s o s d e A u s t r a lia y C a n a d á , s o n p a r e c id o s a l d e
Estados Unidos. A su vez, la evolución cultural, científica y téc­
n ic a d el J a p ó n re s u lta u n ta n to a le ja d a d e e s te e s q u e m a y,
sobre todo, de nuestro conocimiento.
En resum en: los europeos tardaron m ilenios en desarrollar
una cultura propicia para que floreciera el m entado árbol de la
cien cia. C u a n d o se p la n ta ron retoñ os en co lon ia s cu ya ú n ica
d ife ren cia con E u ro p a es qu e qu ed a n en otros territorios, los
á rboles tu vieron un desarrollo arm ón ico con el tronco m atriz.
2 4 2 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O DE LA S N AC IO N ES.

A sí com o no se le puede pedir peras al olmo, los países que reci­


b ieron ram as de vegeta les no cien tíficos no gozaron de los fru ­
tos de la ciencia, au nqu e les h ayan crecido algu n os científicos
vernáculos no integrados a la sociedad.
Tornem os el caso argentino, sobre el que tengo m enos ign o­
rancia que sobre los otros. A rgentin a tiene una religión estatal,
en lo que va del siglo tuvo no m enos de once m andatarios m ili­
tares, y su cu ltu ra generó y toleró p erso n a jes y su cesos com o
los que siguen: a] En 1943 y en 1966 apaleó a sus científicos y
les cla u su ró su s la b o ra torios, b] In tervin o u n iv ersid a d es con
a b o g a d o s co m o L u is B o tet, q u ien tra s d e s tr u ir la b o ra to r io s
e n te ro s en la U n iv e rs id a d de B u e n o s A ires, d eclaró: "N o h a y
h om bres irrem p lazables. Si los profesores se van, la in vestiga ­
ció n se d eten d rá. Pero la a u to r id a d [cu rsivas m ías] está por
encim a de la ciencia." c] Im puso decanos que, en la segunda m i­
ta d de este siglo, com en zaron su fu n ción con cerem on ias re li­
gio sa s "p a ra ex o rc iza r los d em o n io s de su s ca sa s de estu dio"
(sic). d ] N om bró presid en te del C on sejo N acion al de C ien cia y
Tecnología que, tras declarar que no daría donativos por contar
con recursos económ icos exiguos, destinó parte de ellos a com ­
p rar cu a ren ta cru cifijos p a ra las in stala cio n es del C on sejo, e]
Q u em ó libros en ritu ales pú blicos, f] Prohibió la en señ an za de
la m a tem á tica m o d ern a por en co n tra rla "n o civa p a ra la salud
esp iritu a l de la patria", g] D esign ó un S ecreta rio N a cio n a l de
C ie n c ia y T e c n o lo g ía q u e, en u n d is c u rs o d o n d e c o m e n tó el
in form e qu e se le a cababa de p resen tar sobre los d espojos que
se e sta b a n c o m e tie n d o con la c ie n c ia n a c io n a l, c o m en zó por
confesar en público: "¿Qué puede decir un Secretario de Ciencia
y T e c n o lo g ía de u n p a ís co m o la A rg e n tin a ? " A c o n tin u a c ió n
citó a sa n to T o m á s: "M ás va le u n a esp era n za q u e co n s u e le a
u n a v e r d a d q u e ilu m in e ", y a ca b ó re c h a z a n d o "la s v e r d a d e s
objetivas de la ciencia en favor de las esperanzas m ísticas de la
fe" (sic).
P or eso re su lta p a ra d ó jico que, cu a n d o no p u ed en h a b la r
p o r teléfon o, se q u ed a n sin luz, p ierd en u n a gu erra, se in u n ­
dan, se atrapan en deudas externas, o sus productos no pueden
com petir con los del exterior, se qu ejen de que algu ien no m a ­
n eja las cosas h on esta m en te -co sa qu e a veces no deja de ser
cierto-; pero, no se les ocurre, p en sa r que se tra ta de asu ntos
o p era d o s p o r p erso n a s qu e n o-sa b en ni tien en u n a visió n del
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N A C IO N E S .
2 4 3

m u n d o b a sa d a en el co n o cim ien to . Es decir, ja m á s tien en en


cuenta que están sufriendo las consecuencias obvias de su con­
cep ción a u to rita ria y teo crá tica , así co m o de h a b e r d estru id o
sistem áticam ente sus universidades.
Por su pu esto, los cien tíficos no son las ú n icas víctim a s de
e s a fa lt a d e re s p e to s o c ia l; u n a n tr o p ó lo g o fu r ib u n d a m e n te
a m e r ic a n is ta v o lv ió a re fe rirs e a la s u p u e s ta c a n d id e z de lo s
in dios que, según se cuenta, le dieron oro a C olón a cam bio de
u n o s v id r io s de c o lo res. F a s tid ia d o , le p r e g u n té si a ca so lo s
in d ios en cu estió n no p o d ría n h a b er a ctu ad o así a ra íz de sus
va lores estéticos o porqu e ten ían cu riosidad ante lo descon oci­
do, m ás allá de viles apeten cias m ateriales. ¿Q u é tal si, al fin y
al cabo, los indios estaban m uy conscientes de que estaban pa­
ga n d o p o r a lgo qu e ellos estim a b a n m ás qu e el oro ? ¿C u á n to
pagarías tú por un par de piedras lunares? ¿Cuánto pagaría un
m a gn a te h ola n d és en u n a su b a sta en Sotheby's por u n a tru sa
de Rita H ayw orth? De la discusión saqué la conclusión de que,
p a r a m u c h o s la tin o a m e r ic a n o s , c u a n d o u n a fir m a ja p o n e s a
p a ga por un V a n G ogh cin cu en ta y dos m illon es de dólares, lo
h ace p o r el p la c e r estético q u e p ro p o rc io n a u n a o b ra de arte,
com o sím bolo de estatu s o com o inversión; en cam bio, cuando
un indio adqu iere un objeto que le atrae por su m isterio, o por
su valor estético, pues procede literalm ente de otro m undo, o lo
hace de puro estúpido.
U n a de m is m ás tristes exp erien cias al visita r d iversos lu ­
gares de La tin o a m érica es co n s ta ta r esa in creíb le ten d en cia a
la au todepreciación , a declararse, de entrada, h ab itan te de se­
g u n d a o de te rc e ra d el p la n eta ; de a h í q u e en este lib ro h a y a
a cep ta d o h a b la r d el "tercer m u n do", p a ra referirm e a n u estra
re g ió n . P e ro e n la c ie n c ia n o h a y "p rim e ra s " n i "s e g u n d a s ",
pues o uno investiga un problem a original, nuevo y apegándose
estrictam en te a los cán on es cien tíficos im peran tes, o no es in ­
vestigador. U n a de las cláu su las qu e se debe cu m plir p a ra que
la cien cia p ro g rese en L a tin o a m érica es a p re n d e r a a u to rres-
petarse, adqu irir u n a dign id a d no b a sa d a en el resen tim ien to,
sino en el convencim iento de que nacem os con el m ism o n úm e­
ro de n eu ro n a s qu e los h ab ita n tes de otras tierras; de lo co n ­
trario, n os sen tirem os fu era de lu g a r en ese lím ite en tre el or­
den y el caos en el que tra b a ja la in vestigación , del que h a b lá ­
bam os en capítulos anteriores.
2 4 4 E L A P A R A T O C IE N TÍF IC O D E LA S N AC IO N ES.

P ero e s d ifíc il a u to rre s p e ta rs e en el s en o de u n a c u ltu ra


qu e m e n o sp recia a su s in telectu ales y qu e no esp era n ad a de
ellos, p o rq u e su v e rd a d e ro d ra m a , m á s q u e c a re cer de s o lu ­
ciones, es no entender los problem as. Sólo contadisim as lib re­
rías de las grandes ciudades anglosajonas tienen libros de nues­
tros escritores. Es casi im p osib le en co n tra r un libro de E len a
Poniatow ska en Detroit, uno de Juan Rulfo en D en ver o uno de
G u im a rá es R osa en Baltim ore. A u n q u e m e du ela, m e resu lta
perfectam ente com prensible: allá nuestra cultura sólo le intere­
sa a uno que otro sociólogo, antropólogo o econom ista, y por un
rato quizás a algún turista, sobre todo si se trata de un folklore
inusitado. Lo que m e resulta más bochornoso de aceptar es que
su ced a lo m ism o con las librerías n octu rnas, de ven ta m asiva,
de las ciudades latinoam ericanas. No hay autor estadunidense,
por más malo, vacuo, k itsch y ram plón que sea que, si figura en
las librerías de Phoenix, Gainesville, Arkansas, o Portland, no
es té ta m b ié n en todas la s lib re ría -c a fe te ría -fa rm a c ia -b a z a r-
cigarrerías de nuestras ciudades.
C u a lq u ie r t e o r ía m a te m á tic a de lo s ju e g o s y c o m p e te n ­
cias, sea n esta s co m ercia les, in d u stria les, b élicas o re c re a ti­
v a s , n o s d ir á q u e e n t o n c e s n o s o t r o s te n e m o s u n a v e n ta ja :
sabem os sobre ellos, pero ellos no saben sobre n osotros. Pero
e s o n o p a s a d e s e r u n c h is te d e m a l g u s to p u e s , e n p r im e r
lu ga r, lo q u e ello s n e c e s ita n s a b er so b re n o s o tro s p a r a o b li­
ga rn o s a com prar, ven der, h acer, ceder, en u n a palabra, p a ra
d o m in a rn o s , sí lo sa b en . En se g u n d o lu ga r, lo s lib ro s de lo s
m a lo s (y, p o r su p u esto , de lo s b u en o s ) a u to re s a n g lo s a jo n e s
n os dicen qu e sólo la cu ltu ra de ellos es la cu ltu ra actriz; las
otras ú nicam en te son resabios que aún duran en su form a fo l­
k ló rica o perversa. P a ra rem a rca rlo, ca d a vez qu e a p a rece un
la tin o a m e r ic a n o e n u n a n o v e la e s ta d u n id e n s e , in v a r ia b le ­
m e n te se tr a ta d e u n p e r s o n a je ex ótico : u n p o te n ta d o lic e n ­
cioso vestid o de traje blan co y fu m an do h abano, un boxeador,
un gu ita rrista qu e ven d e drogas, u n a m o ren ita gu apa, a lo c a ­
d a y su perficial; o bien, un gu a p etó n que, si lu ce a n teo jo s de
v id r io n e g ro , ta rd e o te m p ra n o a c a b a r á tra ic io n a n d o a o tro
person aje y, si no los luce, hace de am igo sim plón y tonto pero
in fa lib le del héroe, qu ien a,~u v e z ca m b ia de vo z cada v e z que
n ecesita h ab larle, co m o si se tra ta ra de u n a criatu ra en edad
p re e s c o la r. A sí, a b o c a de ja r r o , n o re c u e rd o u n a , u n a s o la
E L A P A R A T O C IE N T ÍF IC O D E LA S N A C IO N E S . 245

n o v e la p r im e r m u n d is ta en la q u e a p a r e z c a u n la tin o a m e r i­
cano in teligen te. Ése es, pues, el espejo en el qu e día a día se
m ir a nuestra gente. ¿D e dónde h abrem os de sacar entonces la
co n fia n za y va len tía p a ra m a n eja r cien tífica m en te un p ro b le­
m a, sin que n os in va d a la m o lesta sen sación de qu e n os esta ­
mos m etiendo en cosas que no nos corresponden?
Ésa es, tam bién, la im agen que tien e n u estra gen te de sus
p r o p io s in v e s tig a d o re s . Por a ñ o s h a m ira d o a la r a la c o m u ­
n id a d c ie n t ífic a la tin o a m e r ic a n a c o m o q u ie n o b s e r v a a u n
su jeto d eb ilu c h o y con d efectos irrep a ra b les, p o r el qu e ca d a
ta n to se in te n ta u n a a cció n b en e v o le n te , p ero n o m u y e s p e ­
ra n zad a. En los m ism o s a ctos p ú b lico s en q u e fu n d a m o s un
n u evo la b o ra torio, p rem ia m o s a un in vestiga d o r, o tra ta m os
de e stim u la r a los jó v e n e s , o cu a n d o in ten ta m o s p e rs u a d ir a
las au torid ad es de qu e la cien cia debe ser apoyada, resu en an
la s p a la b ra s "fu tu ro', "p ro m is o rio ", "p u ja n te"; p a la b ra s qu e,
tá c ita m e n te , le íd a s e n tre lín e a s , re c o n o c e n u n p re s e n te e n ­
clen q u e y acaso in servible. D esd e el p u n to de vista cien tífico,
consideram os que un gobierno es bu eno cuando le au m en ta el
s u e ld o y lo s d o n a tiv o s a lo s in v e s tig a d o r e s e in c r e m e n ta e l
núm ero de becas. Tam b ién m edim os la bon d ad de esos go b ier­
n os por la je ra rq u ía de los fu n cion arios que asisten a las cere­
m on ias de en trega de diplom as y prem ios; por si vin ieron p er­
so n a lm en te o en via ro n a un edecán ; p o r si p ro n u n c ia ro n a l­
gún discurso o solam ente h icieron acto de presencia. En resu ­
m id a s cu en ta s, la d ife re n c ia en tre u n go b ie rn o b u en o y u n o
m alo p a ra la cien cia se m ide por la cantidad de dinero que su ­
m in istran ... al escenario actual.
Por el contrario, en estas páginas insistim os en que los gru ­
pos científicos que tenemos, o bien hacen ciencia en serio, de la
única, y entonces son buenos sin vuelta de hoja, o son parte del
problema. Tam bién hem os opinado que el problem a que ocasio­
n a la escasez de dinero, au n qu e es grave, no obstan te resu lta
se c u n d a rio . "S e c u n d a rio ' n o s ig n ific a a q u í trivia l, n i m u ch o
m enos "ligero"; sino m ás bien, que no arran ca de la cien cia en
sí, q u e s u s d ific u lta d e s p r o v ie n e n de a fu e r a de la a c tiv id a d
científica, y su posible corrección está fu era del alcance de los
científicos.
La solución tam poco consiste en tirarles de la m an ga a los
del p rim er m u n do p a ra lograr qu e n os tra n sfieran lo qu e han
2 4 8 LA C IE N C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO

te tra n sfiera receta s in fo rm a tiva s y a decan ta d a s, sin o qu e te


lle v e a lo s s it io s d o n d e h ie r v e n la s c o n tr a d ic c io n e s ; e s a h í
d o n d e los in vestig a d o re s p ro fe sio n a les n os g a n a m o s la vida.
R e c u e rd a q u e el e s tu d io de la s r e g u la rid a d e s de la re a lid a d
p erm ite en contrar sus leyes, p e r o qu e el análisis de las ex cep ­
c io n e s es m á s fru c tífe ro , p u e s a b re n u e v a s p o s ib ilid a d e s ; el
rigor racion alista pu rifica y fortalece el discurso científico, p e r o
e n c a s illa la m e n te crea tiva; h a y q u e p rog resa r, p e r o es n ece­
s a rio e v ita r q u e e l h o m b r e s e t r a n s fo r m e e n u n a tu e r q u it a
a sfixiada en u n a m egalóp olis de cem en to e h idrocarbu ros. Del
m ism o m odo, el m a p a católico coin cide m a licio sa m en te con el
del subdesarrollo y fue la Iglesia la que creó la Inquisición, per­
siguió la alquim ia, la anatom ía, la biología, la astronom ía, p e r o
tam bién fueron los católicos quienes crearon las u niversidades
que se tran sform aron en m an antiales del conocim iento, fueron
los ju d eocristia n os quienes, en su afán por que se leyera la B i­
blia, i m p u ls a r o n la le t r a im p r e s a y c o m b a tie r o n e l a n a lfa ­
betism o; los m usulm anes quem aron libros de la ciencia foránea
en la C ó rd o b a d el siglo X, p e r o fu eron un cau dal de sap ien cia
qu e p o sib ilitó n ad a m en os qu e el R en acim ien to; las u n iv ersi­
d a d es h an sep a ra d o la in vestiga ció n de la docen cia , p e r o eso
perm itió que los investigadores pudieran trabajar en pleno pro­
ceso de m asificación. U n sabio es ju stam en te eso: una persona
capaz de evalu ar en plen a am bigüedad, y ver qué h ay a am bos
lados de esos "peros".
Me gu staría intentar entonces una reconstrucción de lo que
será tu escen ario, la C iencia, y de tu p a p el en la p rofesión de
in vestigador; sin em bargo, debo aplazarlo p a ra el p róxim o ca ­
pítulo, pues antes debo referirm e a dos aspectos (las crisis y los
sistem as com plejos), cu ya ín tim a correlación con el p an oram a
de la cien cia discutirem os al final del capítulo. Ten confian za y
paciencia.
a] L a s crisis. El m u n do occiden tal pasó, por así decir, por
tres etapas: en la prim era, que duró desde la A ntigüedad hasta
e l s ig lo XVII, im p e r a b a u n a v is ió n b a s a d a e n e l e q u ilib r io .
Predom inaba una estratificación que a veces se encu entra ilu s­
trada en frescos en los que, en cierto nivel horizontal, se ve a la
m asa del pueblo, por encim a a los nobles, que tienen más arri­
b a otro n ivel con los santos y, finalm ente, allá en lo alto, el n i­
vel m á s alto o cu p a d o por, D ios; en sen tid o d es cen d en te , por
LA C IE N C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO 2 4 9

d eb ajo del p u eb lo se re p res en ta a los an im a les, m ás a b a jo el


n ivel vegetal, en un plano inferior, se en cu en tra el m u ndo in a­
n im a d o y, en el fond o de todo, el R ein o de las T in ieb la s. C ada
n ivel se c o n s id e ra b a fijo p o r la n a tu ra le z a in a lte ra b le de sus
m iem bros. Estaba en la n atu raleza de los agricu ltores ser agri­
cu ltores y sus hijos no ten ían otra altern ativa que ser a gricu l­
tores co m o su s p a d res y abu elos. T o d o s ellos h ab ían "n a cid o
para" agricultor. Si el rey m oría era rem plazado por otro noble;
se llegab a in clu so a en tron izar a u n a perso n a de otras tierras,
un extranjero en caso de no ten er un n oble a m ano (behetría).
C o m o p a rte d e e s a c o n c e p c ió n es tá tic a , se p e n s a b a q u e la s
m o n ta ñ a s , lo s r ío s y la s e s p e c ie s b io ló g ic a s e ra n , s ie m p r e
habían sido y perm anecerían tal com o se las veía.
En u n a seg u n d a etapa, la visió n se cen tró en el ca m b io y
los procesos; de ese m odo, adem ás de saber que Fulano es rico,
se tra tó d e e n te n d e r có m o s e h izo rico y cóm o m a n tie n e su
riqueza. Y así se despertó el in terés por averigu ar cóm o se fo r­
m a ron las m on tañ as, com o se gen eró la d iversid a d biológica,
cóm o aparecen y desaparecen las naciones, cóm o enloqu ece la
gente. Las cosas dejaron de considerarse com o objetos in m u ta­
bles y pasaron a ser vistas com o estados actu ales de procesos
en continuo cam bio, com o efectos de algu n a causa. Para expli­
car esos procesos la filosofa, la h istoria, la econom ía, la socio­
logía, la b iología y la p siq u ia tría tu vieron que gen erar m odelos
dinám icos, cu ya variable fu n dam en tal es el tiem po. En el siglo
xviü y sobre todo en el xix, se desarrollaron la term odinám ica,
las teorías sobre la evolución de los estratos geológicos, la evo­
lu ción de las especies biológicas, la fisiop a tología de las en fer­
m edades. Hoy, h asta las estrellas, las constelacion es y todo el
U n iverso se co n sid era n com o etapas de un p roceso din ám ico
in iciado en u n a h ip otética "gran explosión ". Las cosas no son,
sino que están.
Pero las explicacion es qu e b rin daban esos m odelos valían
p a ra procesos cerca n o s al equ ilibrio, p u es el fu n cion a m ien to
alejado del equilibrio introduce distorsiones y se acerca peligro­
sam ente a las crisis. Para visu alizarlo, recordem os que si diez
o b re r o s c o n s tru y e n u n a c a s a en d o s a ñ o s, v e in te la p o d rá n
h a c er en u n o y c u a ren ta en seis m eses... pero n o p o d ría m os
extrapolar esa "ley" y con clu ir que cien m illon es de obreros la
h arían en pocos segu ndos, pu es sabem os que al a u m en tar el
250 LA C IE N C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO

n ú m e ro de o p e ra rio s se lle g a r á a u n a crisis. A n á lo g a m e n te ,


p o d em os im a g in a r a un o b serva d o r qu e m id e la tem p era tu ra
de u n a olla de presión co locad a sobre el fu ego, en fu n ción del
tiem po de calentam iento: llegará un m om ento en el que la tem ­
p eratu ra dejará de seguir u n a cu rva sencilla, en trará en crisis,
y reven tará, pero no h ay extrapolación de la cu rva que prediga
en cu á n to s p ed a zo s se p a rtirá la olla, q u é fo rm a ten d rá n , ni
dónde diablos irán a parar. En sum a: no h ab ía coeficientes de
co rre c c ió n q u e p e r m itie r a n a lo s m o d e lo s d in á m ic o s s e g u ir
explicando las conductas de los sistem as m ás allá de las crisis
que, por lo tanto, fu eron con sid era d a s com o los u m b ra les del
caos, de la ign ora n cia. En u n a terc era etapa, la actu al, el ser
hum ano se percató de que m ás allá de las crisis no reina el de­
sorden, sino qu e en ca d a crisis qu e se atraviesa, se h ace u na
tran sición h acia otra estru ctu ra diferente que fu n cion a de dis­
tin ta m anera. La evolución biológica, por ejem plo, no consistió
en un aum ento sim ple y lineal del tam año de las células prim i­
tivas; más bien fue dando origen a gusanos, peces, saurios, rep­
tiles, mam íferos, cuyas estructuras y capacidades no se podrían
h a b e r p red ich o ex tra p o la n d o las de las célu la s y las esp ecies
prim itiva s. C u a lq u iera qu e riega el ja rd ín con u n a m a n gu era
ad vierte qu e al a u m en tar la presión del agua, la m a gn itu d del
ch orro v a au m en tan do, p ero qu e llega un m om en to en el qu e
éste, de se r a p ro x im a d a m e n te u n arco, se tra n s fo rm a en un
co n o h u eco, en u n a b a n ico, o en dos su b ch o rro s sep a ra d os,
etcétera . A n á lo g a m e n te, q u ien h a y a sem b ra d o u n a se m illa y
o b s e r v a d o q u e e l m e r o in g r e s o d e a g u a a s u e s t r u c tu r a le
p ro v o c a u n a crisis q u e in a u g u ra un vegeta l, tien e u n a e x p e ­
riencia sim ple y directa de esas transform aciones estructurales
y fu n cio n a les de los sistem a s cu a n d o son p ertu rb a d o s en su
equilibrio más allá de cierto punto crítico.
O bservem os que, despu és de atravesar las crisis, esos sis­
tem as n o p asan a h a c er "cu a lq u ier cosa", sin o qu e a d q u ieren
estructuras y conductas que tam bién obedecen a leyes explica­
tivas, sólo que esas leyes son diferentes de las que conocían los
ob serva d ores situ ados, por así decir, en el cen tro del sistem a,
en su pu n to de equ ilibrio antes del cam bio. Se advierte en ton ­
ces que el caos m ás bien existe en la m ente de ese observador,
com o si A m en o fis IV y Luis X J V h u b ieran tratado de u sar sus
conceptos de "reino" para explicar lo que sucedería en el Egipto
LA C IE N C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO 251

y en la F ra n cia actu ales. M ás aún, se llegó a la co n clu sión de


que tod a estru ctu ra y todo m odo de fu n cion a r tien e su origen
en a lgu n a crisis. En las crisis d es a p a recen fo rtu n a s, in s titu ­
ciones, países, cu ltu ras, esp ecies biológicas, m on tañ as, ríos y
estrellas, p e r o ta m b ié n s e c re a n n u e va s . C o m o d ecíam os, el
m ism o U niverso parece haber sido produ cido en una descom u­
nal crisis: la Gran Explosión.
Si bien "crisis" y "caos" fu eron p erd ien d o así su m al n om ­
b re, y y a n o eq u iv a le n a "d e s a s tre " e "ig n o ra n c ia ", a tra v e s a r
u na crisis no asegu ra que se está h aciendo u n a transición h a ­
cia algu n a estru ctu ra y form a de fu n cion ar m ejor. "C a m b io es
una cosa, p ro g re s o es otra", com en taba B ertrand Russell. Para
que quede claro: el 98% de las especies biológicas que han exis­
tido han sufrido crisis que las extinguieron.
La h u m a n id a d sie m p re h a a tra vesa d o crisis p ro fu n d a s y
las volverá a experim entar. B asta m irar los m apas europeos de
los últim os doscientos años, para advertir que el prim er m undo
no h a tenido en absoluto u n a an atom ía estática. Londres deri­
va de "Londinium ", el nom bre dado por los rom anos a su asen­
tam iento en aquellas tierras, porqu e la voz celta "london" equ i­
v a le a p ro x im a d a m e n te a "lu g á r sa lva je"; a sim ism o , en a lgú n
ca p ítu lo a n te rio r m e n c io n a m o s q u e el sa b io m u s u lm á n Al-
A n d a lu s i o p in a b a q u e la g e n te de las co m a rc a s qu e lu ego se
tra n sfo rm a ron en S uecia, G ran B retaña, A lem a n ia , H olanda,
Suiza, ja m á s saldrían de su em brutecim iento, porque el frío no
p e r m itía q u e le s c r e c ie r a el c ereb ro . S in e m b a rg o , fu e en el
seno de aquellos "embotados" donde se produjo el Renacim iento
y la re volu ció n in d u stria l; ta m b ién es a llá d o n d e se a sien tan
los centros m ás im portan tes del saber y del poderío económ ico
a ctu al. L a s n a c io n e s d e n u e s tra A m é r ic a a ctu a l h a n n a c id o
h ace un par de siglos com o resu lta d o de algu n as crisis qu e ni
siqu iera ocurrieron aquí; su rgieron de la relación entre fran ce­
ses, españoles e ingleses.
T a m p oco la h istoria de la cien cia es un sim ple cúm ulo del
número de cosas conocidas, sino de crisis que fueron cambiando
una y otra vez su estructura y su form a de trabajar.
Como tam bién nos hemos esforzado por describir, la ciencia
"a la m a n e ra del p rim e r m u n d o " h o y e s tá en crisis, co m o lo
están su economía, sus recursos, su ecología, la población m un­
d ia l y el b a la n c e d e fu e r z a s b a s a d o en el p o d e r ío b é lic o . El
252 LA C IEN C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO

prim er m undo dista m ucho de ser un paraíso del conocim iento.


Su filosofía fue perdiendo capacidad u nificadora y catalizadora;
su cien cia se fu e a leja n d o de las a sp ira c io n es de in vestig a r y
c re a r un sa b e r c o h e ren te en b en efic io de la h u m a n id a d , y se
tra n sfo rm ó en u n a em p resa pragm ática, u tilita ria y belicista.
El filó s o fo T e o m a n D u ra li (Philosophy-Science f r o m th e b io tic
s ta n d p o in t) opina: "D espu és de la segu n d a gu erra m u n dial la
filo so fía de la cien cia fu e desap arecien d o y su lu ga r lo tom ó la
te c n o lo g ía , q u e fu e a tra p a n d o a la h u m a n id a d con u n p u ñ o
férreo y casi absoluto." Si bien la opinión de D urali sobre el es­
tado de la filosofía de la cien cia nos resu lta refutable, al m enos
pin ta el estado aním ico de los m ism os ob servadores europeos.
Los la b o ra to rio s p rim e rm u n d is ta s se fu ero n co n v irtien d o en
factorías en las cu ales m u y pocos in vestiga d o res pasan de los
treinta y cinco años de edad, pues los m ayores están atrapados
en oficinas.
Pasem os al segundo punto.
b] L o s s is te m a s co m p lejos . U n g e n e tis ta d e s a r r o lla u n a
n u eva va ried a d de cereal, qu e rin d e 3 0 0 % m ás de lo qu e p ro ­
du cía la p la n tita qu e ven ían cu ltivan d o los in d ios desde tiem ­
pos remotos. Los ensayos, hechos con todo rigor en el ám bito de
u n in v e rn a d e r o , le d a n la ra z ó n , se p r o m u e v e el c u ltiv o d el
nuevo cereal; sin em bargo, en cinco o diez años se pu ede llegar
a d es cu b rir que, si bien es cierto qu e en con d icion es óptim as
c re c e u n 3 0 0 % m á s, la p la n ta , "in te g r a d a a la re a lid a d ", es
d iezm a d a p o r o rga n ism o s con los qu e el v eg eta l de los in dios
m a n ten ía un a rm o n io s o eq u ilib rio ecológico, no to le ra las s e ­
quías, se m alogra cuando las lluvias son un tanto más copiosas.
El resu lta d o pu ed e ser el h am bre, la desertificación , la m ig ra ­
ción m asiva de cam pesinos a las urbes. A u nqu e parezca m enti­
ra, a veces un vendedor de chicles ju nto a un sem áforo citadino,
pu ede ser produ cto de un estudio genético redu ccionista, de la
n o lin ea lid a d , d el caos. ¿ D e b e m o s en to n ces a rro ja r n u estro s
con ocim ien tos de gen ética por la ven ta n a ? No: deb em os tratar
de entender qué es un "sistem a complejo".
A l intentar integrar lo aprendido por las diversas ram as pa­
ra h a c erse un es q u e m a cien tífico de la realid ad , se d es cu b re
que, en la m ayoría de los casos, esta realidad es intrínsecam en­
te compleja, y "no se deja" explicar, mucho menos "manejar" con
los modelos obtenidos mediante la sum a de conocim ientos aisla­
LA C IE N C IA CO M O S IST E M A C O M PLEJO 253

dos. Para decirlo de otra manera: cuando se trata de entender la


realidad, el todo es m uchísim o más (¡y hasta m uy distinto!) que
la sum a de las partes, que las diversas disciplinas habían recor­
tado para estudiar por separado.
¿C óm o se en caraban h asta h ace poco tiem po los sistem as
complejos? En general se los descomponía. Por ejemplo, los con­
feren cian tes p royectaban diagram as descom u nales, com p u es­
tos de rectangulitos que contenían el nom bre de los factores de
los cuales depende la ciencia, unidos por flechas que represen­
ta b a n las in te ra ccio n e s en tre éstos. R ecta n gu litos qu e solían
m ostrar consejos nacion ales, u niversidades, in stitu tos, b ib lio ­
tecas, viveros, o b serva torios, esta cio n es a rq u eológica s. O tros
rectangulitos tenían en cuenta los factores económ icos (aportes
estatales y privados; sueldos, prestaciones sociales, dinero para
equipos, consum ibles, viajes); varios más, para los auxiliares de
in v e s tig a c ió n , a d m in is tra d o re s , p e rs o n a l d e a p o yo ; a lg u n o s
otros, para la capacidad de la industria subsidiaria (para fabri­
car fotóm etros, sustancias quím icas, cohetes espaciales), y una
serie más para representar la aplicación de los conocim ientos a
un en jam bre de servicios e in du strias. La in corporación de los
fa cto res e d u ca tivo s requ ería , a su vez, n u e vo s en ja m b res de
rectan gu litos para in corporar la docencia, los tesistas, la escri­
tu ra de libros, las becas de form ación y de perfeccion am ien to.
Ten er en cu en ta el cu rrícu lu m de los investigadores exigía v e r­
daderos archipiélagos de nuevos rectángulos y, si bien era rela­
tivam en te fácil h acer constar el núm ero de in vestigadores, sus
eda d es, esp ecia lid a d es, títu lo s y lu ga re s de trabajo, era casi
im p osib le pon d era r sus bases con cep tu ales y h ab ilidades, su
prod u ctivid ad , o rigin a lid a d , ca p a cid a d de fo rm a r d iscíp u los,
conexión con los colegas del exterior, y otros factores que discu­
timos en el capítulo 11 y que tienen una im portancia crucial en
el desarrollo del trabajo.
Otros aspectos, tales como sus conceptos religiosos, su nivel
cultural, su responsabilidad política, el apego a su terruño, su
ten d en cia a d eja r el la b o ra torio p o r la o ficin a ad m in istra tiva ,
era n d e te rm in a n te s , p e ro im p o s ib le s d e m e d ir e in te g ra r al
cuadro.
H em os argu m en tado por ejem plo qu e se h an aban d on ado
los esquemas de la investigación en térm inos de una lógica cons­
cien te y fría, y qu e h o y se resa lta el p a p el d el a p a ra to m en tal
254 LA C IE N C IA C O M O SISTE M A C O M PLEJO

inconsciente, pero ¿cóm o canastos se podrían incorporar al dia­


grama.? En 1839 C h a rles G oodyear, ferretero en ban ca rrota ,
volcó accidentalm en te u na m ezcla de gom a y sulfuro en el h or­
no y descu brió la vu lcan ización ; éste procedim ien to cam bió la
in d u s tria , el tra n s p o rte y h a s ta la fa b r ic a c ió n d e c o n d o n e s ,
pero ¿cóm o se podría incorporar el elem ento accidental al orga­
n igram a de la ciencia?
Tom em os otro ejemplo. El celibato m asculino en las u niver­
sidades h a sido m ucho m ás rigu roso que el de los m ism ísim os
m onasterios pues, si bien éstos tenían su contraparte fem enina
y la re fo rm a p ro testa n te a b olió el celib a to clerical, no tocó la
ex clu sió n de las m u jeres de las u n iversid a d es. Y no esta m o s
hab lan do de u n iversid ad es de sociedades perdidas en los con ­
fin es del tercer m u n do: h asta h ace poco, los rectores de Cam ­
b rid ge y de O xford ten ían proh ibido casarse (U. Ranke-H eine-
m ann, E u n u ch s f o r th e kingdom o f H eaven). Lam entablem ente,
ta m p o c o n o s e s ta m o s re firie n d o a c u rio s id a d e s d el p a sa d o :
D avid F. Noble (A w orld w ithout w om en) aporta elem entos con­
vincentes de que la ciencia m oderna es un asunto preponderan-
tem en te m ascu lin o. D e m odo qu e no podrías ex clu ir (tú ta m ­
bién) de los rectan gu litos que configu ran el p a n oram a cien tífi­
co, este aspecto que ha elim inado lisa y llanam ente los cerebros
de la m ita d d el g é n e ro h u m a n o , d u ra n te d o s m il q u in ie n to s
años. Pero ¿ cóm o h arías p a ra ten er en cu en ta el m a ch ism o e
incorporarlo a la estructura de la ciencia?
L o s e n g o rr o s q u e g e n e ra b a n lo s in te n to s de h a c e rs e u n
m odelo de la cien cia no term in aban ahí, sino qu e cada uno de
los com pon entes m encion ad os en los rectangulitos, a su vez es
fu n ción d e va rios factores, d e d is tin ta n a tu ra lez a (grem iales,
epistem ológicos, in stitu cion ales, económ icos) e in terrelacion a-
dos de m an era com pleja. De ese m odo, al variar un factor, m u ­
ch os o tros se m o d ifica n de m a n era a vec es im p revisib le, y se
p ro vo ca n efe cto s p a ra d ó jico s y h a s ta a d verso s. P o r ejem p lo,
p a ra qu e los in vestiga d o res no se co n cen tren en la ca p ita l de
un país, se suele dar m ayor apoyo a aquellos que desean esta­
blecerse en el interior, política que, con pocas excepciones, aca­
b a con la ca rrera de m ás de un cien tífico -ro b in so n -cru s o e; el
sistem a de donativos, de becas de solicitudes, de justificaciones
y el con trol adm in istrativo de lás gastos de la in vestiga ción h a
acabado por qu itar a los investigadores m aduros de los labora­
LA C IE N C IA C O M O S IS T E M A C O M PLE JO 25 5

torios y en cerrarlos en oficinas; asim ism o, prem iar econ óm ica ­


m ente a quienes dirigen tesis con el propósito de propender a la
form ación de jó ven es científicos, h a hecho decaer n otablem ente
el nivel de las tesis.
A h o ra b ien , c a d a u n a d e e s a s fle c h ita s (in te ra ccio n e s) se
describe, con cebiblem en te, con u n a fu n ción m atem ática, y los
datos que se procesan (el núm ero de alum nos, el costo de la en­
s e ñ a n z a , e l s a la rio d e lo s m a e s tr o s , e l m e r c a d o d e tra b a jo )
fu eron recogidos con cierto error in heren te a tod a m edición. No
im porta, las com putadoras de hoy en día aceptan de todo, no te
desanim es: obtendrás un resultado, u n a "predicción científica"
h ech a con tu m odelo. Lo qu e en cam bio no deb es h acer ja m á s
es creer que ese resu ltado se relacion a m ucho con lo que su ce­
d e r á en la re a lid a d , p o r m á s a p to s y b ien in te n c io n a d o s qu e
sean los actores.
P o r su p u e s to , la o p ció n n o c o n s iste en d eja r de e s tu d ia r
cóm o in ciden los d iversos factores. De hecho, n osotros hem os
d iscu tido cada uno a lo largo de este libro. Lo qu e aquí q u ere­
m os señ alar es que la cán dida esp eran za de estu diar cada uno
de los factores que com ponen o inciden en la ciencia, para luego
poner ju n to todo lo aprendido, y así gen erar un m odelo que pre­
diga qué v a a suceder, fu e sim plem en te errónea: esos m odelos
no describen de n in gú n m odo la realidad. Son redu ccion istas.
En general, no sirven.
Entonces, ¿por qué se siguen h aciend o? Respuesta: porque
se h ace lo q u e se pu ede. Pero eso sí, en ten d er qu e el a p a ra to
cien tífico es un sistem a com plejo pu ed e abrirn os posibilidades
que no podem os desaprovechar. Pasem os al capítulo siguiente,
para ver de qué nos podría servir este nuevo enfoque.
20. E S P R E F E R IB L E E N C E N D E R U N A VELA,
Q U E M A L D E C I R LA O S C U R I D A D

T o d a cien cia es locu ra, si el


buen seso no la cura.
(Refrán español)

En los ca p ítu los q u e a n teced en h em os a n a liza d o a lgu n os en ­


granajes, resortes y pecu liaridades de las ciencias en el prim er
mundo y en el nuestro, para ver de qué están hechas, con cuán­
t a c e r te z a / c o n je tu ra se la s fu e fo rja n d o , p o r q u é se e s tr u c ­
tu raron de la m a n era que le conocem os, cóm o fu e qu e se con ­
catenaron los hechos a lo largo de la historia, quiénes y cómo la
m a n eja n , qu é a n d a n h a c ien d o con ella. No h ice esa "d eco n s­
trucción" con espíritu de epistem ólogo, h istoriador o sociólogo,
p u es no lo soy, sin o com o el o b rero qu e te lleva de vis ita a la
fábrica donde trabaja. En esa vena, ahora qu isiera sugerir una
se rie d e a s u n to s q u e p o d ría m o s c a m b ia r en p ro d e n u e s tra
ciencia, sobre todo p orq u e no dependen preponderantem ente del
a p o rte d e dinero, y p o rq u e desde m i pu n to de vis ta n os lle v a ­
rían a hacer ciencia con un poco más de seso.
1] La re a lid a d es d em a sia d o g ra n d e y d iv e rs a co m o p a ra
que la ciencia pueda estudiar todos sus aspectos a la vez, por lo
que se debe elegir tem as, m odos de estu diarla, asign ar p resu ­
puestos, in teresar a la gente, y eso fu erza a escoger; al escoger
entran en ju e g o los intereses humanos... y eso hace que la cien­
cia no sea neutra. Siento que h ab er discu tido en los capítu los
anteriores los aspectos epistem ológicos, económ icos, políticos,
sociales, estéticos, industriales, religiosos, bélicos, p rofesion a­
les y tantos otros, torna superfluo insistir aquí en por qué no es
neutra.
D ado qu e no es n eu tra, ten em os qu e d es a rro lla r n u estro
propio punto de vista y lu char por pensar independientem ente,
inclu so en el caso de que ésá, sea tod a la libertad que con siga­
m o s , y a u n q u e s ó lo s e a p a r a e n te n d e r p o r q u é y c ó m o n o s

[256)
ES PR E F E R IB LE EN C E N D E R U N A V E LA , QUE M A LD E C IR LA O SC U R ID AD 257

sojuzgan otros habitantes del Planeta.


2] La h istoria de la h u m an idad es la h istoria de u n a su ce­
sión de crisis, en las que im perios, m odas, religiones, idiom as,
m ed ios de tran sporte, teorías, gente, form as de p ro d u cir y de
re la c io n a rs e h a n ca m b ia d o d r á s tic a m e n te , y tra s la s cu a le s
p asaron a fu n cion ar de m odos que difícilm en te se podrían h a ­
ber predicho con certeza. Por ejemplo, hace m il años la m ayoría
de los europeos (incluidos sus reyes) no sabían leer ni escribir;
h ace cu atrocien tos, Felipe II de E sp añ a ten ía u n a arm ad a tan
poderosa, que la consideraba Invencible; hace ciento cincuenta,
el Im perio británico dom in aba la Tierra; hace cien, un cirujano
em in en te d eclaró qu e la cabeza, el pecho y el abdom en ja m á s
serían operables; hace sesenta, H itler echó las bases de un sis­
tem a que, segú n los n azis, d u ra ría m il años... y a p en a s d u ró
d o c e ; la s fu e r z a s a lia d a s q u e a c a b a r o n c o n é l y o c u p a r o n
A lem a n ia declararon que "n u n ca m ás" dicho país ten dría fu er­
zas arm ad as... d iez años m ás ta rd e la rearm a ron e in tegraron
a la n a t o p a ra defen d erse de los soviéticos; h ace vein te, esos
soviéticos les a n u n ciaron a los esta d u n id en ses qu e los sep u l­
ta ría n ... h o y la U n ió n S o v ié tic a n o ex iste; la s e g u n d a g u e r ra
m u n dial la gan aron -en tre otros- los estadu n iden ses y los b ri­
tánicos, y la perdieron -entre otros- los alem anes y los ja p o n e ­
ses. Hoy, los estadunidenses luchan denodadam ente porque no
los arrollen económ icam ente Alem ania y Japón, y los británicos
no han sorteado el peligro de la bancarrota.
A rn o ld T o y n b e e (U n estud io d e la h istoria) identifica unas
v e in te "g ra n d es civiliza c io n e s ", de la s cu a le s h o y s o b re viven
apenas seis. Y si bien por pura com odidad o brevedad expositi­
v a y o h e in clu id o a n u e stra A m é ric a L a tin a en la civiliza ció n
occidental, se requeriría muchos siglos de reparaciones, remode-
la jes, c a m a le o n is m o s y te rg iv e r s a c io n e s p a r a fu n d irn o s con
ella... m ien tra s ésta s o lu cio n a su s ra cism o s, im p eria lism o s,
ch a u v in ism o s y o tros d es ga rres que, fra n ca m en te, y o no veo
que esté próxim a a superar.
M oraleja: no h a y n in gu n a razón p a ra p en sar que las crisis
hayan cesado. No hay ninguna razón para suponer que la cien­
cia h a en co n tra d o , p o r fin, su e stru c tu ra d efin itiva y seg u irá
p rogresa n d o lin ealm en te. No h a y n in g u n a razón p a ra afirm ar
que en las próxim as crisis no habrán de surgir pueblos que hoy
están sumergidos.
2 5 8 ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR LA O S C U R ID A D

3] En cambio, sí hay razones para suponer que los que sur­


ja n tendrán un conocim iento suficientem ente desarrollado y es­
ta rá n b ien p rep a ra d o s p a ra u sarlo. En ese sen tido, d eb em os
m a d u rar, d eja r de re d u c ir n u e stra "co n trib u ción " al ejercicio
plañidero, o a la oportu n ista patadita política de bu scar de qué
otra cosa nos podem os quejar, sino apoyar y prom over lo mucho
-m u ch ísim o - q u e h an co n s eg u id o q u ien e s fu n d a ro n in s titu ­
ciones, in stitu yeron becas, diseñaron p rogram as de apoyo y, a
sabiendas de que hay paisanos que no siem pre com en la can ti­
dad de p roteín a que n ecesitan , destin aron fon d os a la in vesti­
gación p a ra in tentar salir de la p obreza y la ignorancia. Esto lo
deberían recon ocer los fu n cion a rios que, qu izás en un in tento
de n oto ried a d , p a ra h a c e r s o b re s a lir su ca b e c ita en el m are-
m á gn u m del revoltijo político, com ien zan su gestión borran do
de un plum azo los desarrollos forjados por los funcionarios que
les precedieron.
4] E l e le m e n to c e n tr a l d e to d o e s q u e m a c ie n tífic o e s la
m ente que conoce, el seso a que alude el título de este libro; ahí
sí tenem os m ucho por hacer y la responsabilidad de intentarlo,
p u es es in sen sa to se g u ir s u p ed itá n d o lo a p la n es q u e h o y no
n ecesariam en te se hacen en las u n iversid ad es ni en los co n se­
jo s de in vestiga ció n , sin o en los m in isterio s de eco n om ía, p o r
m ás que, con suerte, esos m in isterios de econ om ía sean los de
nuestros propios países.
5] Con todo, el sujeto de la investigación científica m oderna
n o es el s a b io a isla d o , sin o el g ru p o . En estu d ios h ech os en
F rancia y en los E stados U n id os (véase A m ílcar H errera) se h a
determ inado que el núm ero de personas que los com ponen os­
cila entre 25 y 35. Eso depende de la ra m a cien tífica de que se
trate. Pero lo que es seguro es que un solo individuo y a no pue­
de ser el teórico, experim entador, organizador, maestro, gestor,
d iplom ático, político y p u b licista qu e se requ iere p a ra la tarea
c ie n t ífic a (v é a s e la C o n v o c a to r ia a la c r e a tiv id a d h ech a en
Colombia).
El gru po es adem ás la n u eva m em oria, el reservorio de in ­
fo rm a ción , a ctitu d es, a n écd o ta s, en fo q u es c o n c ep tu a le s qu e
só lo se tra sm ite n fren te a u n a p iza rra, y de los co n s ejo s qu e
sólo se dan m ien tra s se tom a café. H ay d isp ositivos teóricos y
recu rsos in stitu cion ales que 41 jo v e n p rofesor adjunto tod avía
no conoce, y h ab ilidades experim en tales que el m adu ro p ro fe­
ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D 259

sor titu lar y a no dom ina, pero que ju n to s pu eden alcanzar. Se


debe cuidar que las com isiones evaluadoras (para otorgar su el­
dos, don ativos, becas) no estén in tegra d a s p o r "cu en tach iles"
q u e p e n a liz a n a lo s in v e s tig a d o re s (so b re tod o a lo s jó v e n e s )
integrantes de gru pos interdisciplinarios.
6] Los jó ven es necesitan u na form ación en serio. Creer que
eso se lo g r a co n el s im p le a u m e n to d el n ú m e ro d e b e c a s es
com o tratar de resolver los problem as de la infancia au m en tan ­
do la natalidad; acaba por convertir las maestrías y los doctora­
dos en salas de espera para m atrim onios, em igraciones y saltos
a a ctivid a d es m e jo r rem u n era d a s. En este sen tido, el gru p o a
qu e se refiere el pu n to 5] es de gran ayuda, pu es ca d a u no de
su s in tegra n tes re su lta se r un m aestro: siem p re h a y a lgu ien
qu e tien e tiem p o p a ra d iscu tir o qu e está d isp u esto a d em o s­
tra r có m o se m a n eja cierto a p a ra to, a e n s e ñ a r có m o se h ace
u n a gráfica, a usar cierto p rogram a de com putación, a corregir
un prim er m anuscrito, a ayudar a captar conceptos difíciles pe­
ro m edu lares, a d a r u n a m an o al m u ch a ch o en su s p rim eros
encontronazos con los aspectos profesionales.
7] A lg u n o s gru p o s cien tífico s d el te rc e r m u n d o tien en un
ex celen te n ivel in tern acion a l, d eb ería m o s in te rca la rlo s com o
pasos en la form ación de nuestros jóvenes; al menos, como para
actuar de escalones interm edios, p a ra que no se siga m an dan ­
d o m u c h a c h o s la tin o a m e r ic a n o s a a p r e n d e r a "p ip e te a r " a
Stanford.
T a m p oco se debe en viar b ecarios sin estar segu ros de que
h a b rá m ed ios y recu rsos p a ra su rein sta la ció n cu a n d o re gre­
sen. Aquí, otra vez, el grupo ofrece una reinserción segura; ésta
evitará que, a su regreso, el m u ch ach o v e a en vejecer lo ap ren ­
d id o m ien tra s esp era qu e se le o to rgu e su d on a tivo o qu e lle ­
gu en los equ ipos com prados, y que luego se vea obligado a de­
p e n d e r d e l e x m e n to r e n e l p r im e r m u n d o p a r a e v ita r u n a
desconexión fatal.
8] H a y q u e re p e n s a r u rg e n te m e n te la re la c ió n e n tre la s
distin tas ra m as del saber; con ven cer a qu ien es in vestiga n las
p ropiedades de u na m olécula, de u n a fu n ción m atem ática o de
u n a s e lv a , q u e l a c ie n c ia e s u n s is te m a com p lejo, y q u e su
insensatez es directam ente proporcional a la distancia entre su
disciplina y la filosofía, la historia, la sociología y la economía.
9] D e b e ría lle g a r el d ía en q u e ta m b ié n lo s e m p re s a r io s
260 ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D

vengan a la universidad a dar seminarios sobre los problemas


que los aquejan, y que éstos no se reduzcan a planteamientos
monetaristas. No es lícito que continúen quejándose de que no
pueden hacerle frente a la competencia extranjera, mientras si­
gan ignorando las universidades de sus patrias.
101 Tenemos que acabar con la idea de que introduciendo
computadoras, televisores y aviones más rápidos a una visión
oscurantista, autoritaria y econometrista, se producirá una so­
ciedad más eficiente y más justa.
Bertrand Russell (¿Por qué no soy católico?) analiza los in­
tentos para probar la existencia de Dios sin ayuda de la fe y,
después de refutarlos, llega a la conclusión de que la mayoría
de la gente cree en Dios porque se le ha enseñado a creer en él
desde su infancia. Parece haber entonces una contradicción en­
tre el esfuerzo por formar a los jóvenes en una ciencia que tiene
principios sujetos a la crítica, mientras son inducidos a aceptar
dogmas que tienen prohibido cuestionar. Hace poco tiempo, un
prelado afirmó que la Virgen está muy preocupada por la irreli­
giosidad de los hombres (Excélsior, 12 de diciembre de 1992;
Sección B, p. 21), y otro aseguró que el narcotráfico es producto
de una maldición ( Uno más Uno, 26 de abril de 1993, p. 20).
¿Qué esquema conceptual debe tener un muchacho para com-
patibilizar dichas afirmaciones con la formación científica que
intentamos darle?
Así como no confiaríamos a los científicos laicos la forma­
ción religiosa de nuestros jóvenes, tampoco deberíamos confiar
su formación científica a fanáticos que, al afirmar conocer las
opiniones de la Virgen y creer en el poder mágico de las mal­
diciones, demuestran ignorar los fundamentos y la estructura
de la ciencia.
Los científicos latinoamericanos deben meditar sobre la re­
lación entre ciencia y religión. Es cierto que la historia de las
instituciones religiosas así como su relación con la ciencia y la
política tienen muchas páginas crueles y vergonzantes, dema­
siado dolorosas y actuales como para analizarlas desapasiona­
damente. Pero reducir la relación entre ciencia y religión a la
polaridad razón/superstición es inadmisible (J.H. Brooke, Scien­
ce and re lig ió n ) . Por más la,co que sea un científico, no puede
ignorar que la ciencia está nruy lejos de entender el fenómeno
místico, que el laicismo es una posición enteramente nueva en
ES PREFERIBLE ENCENDER U N A VELA, QUE M ALD ECIR L A OSCURIDAD 261

las sociedades humanas, que no sabemos cuál será el impacto


emocional de quitar a Dios de la escena (A. Müller-Armack, E l
siglo sin Dios), tampoco debe desconocer que una enorme pro­
porción de sus paisanos, ya sea por fe o por ignorancia, practica
en menor o en mayor grado alguna religión. Incluso en el caso
de que llegara a la conclusión de que la institución religiosa de­
sempeña un papel distorsionador, de que trata de controlar el
aparato educativo para influir a los seres humanos durante su
inmadurez, cuando se absorben pautas sin que pasen por un
filtro racional, y de que ese tipo de educación típicamente ter-
cermundista mantiene a nuestros pueblos embotados en un es­
cenario y en un momento en que el primer mundo los domina
con ciencia y tecnología, ese científico no debe discutir el fenó­
meno místico religioso ni sus consecuencias en torneos de mo­
nólogos; más bien, debe tomarlo con la cordura con que estu­
diaría el cáncer, los terremotos y las guerras. Si, como decía
Jesús, el saber nos hará libres, no estamos preparando ciu­
dadanos similares a los de la Grecia clásica que, en su esfuerzo
por discutir entre iguales, sentaron las bases del argumentar,
demostrar y rebatir, con lo cual dieron origen a nuestra ciencia
y también a nuestra democracia.
A su vez, los adeptos de la religión predominante (y a veces
oficial) en nuestra región, deberían reflexionar sobre el hecho
de que, cada vez que un sacerdote salva su vida haciéndose
operar de apendicitis, de una hernia o de una valvulopatía, es­
tá usufructuando los conocimientos desarrollados por el mismo
tipo de gente que su institución acostumbraba quemar en una
pira. Deben reconocer que, al poner un pararrayos en la cúpula
de su templo, están confiando más en las enseñanzas de la
ciencia que en la bondad de la deidad adorada debajo de esa
misma cúpula. N o deberían repudiar las enseñanzas de su
maestro, quien pugnaba por no mezclar sus cosas con las del
César.
Este tampoco es un asunto cuya solución dependa directa y
obviamente del aporte económico.
111 El problema de la evaluación del investigador es pelia­
gudo y angustiante, pero debería ser pasajero. La comunidad
científica debería recuperar a quienes, a pesar de su esfuerzo,
hoy no logran mantenerse creativos en un nivel aceptable. Ge­
neralmente, todo investigador formado ha debido atravesar con
2 6 2 ES PR E F E R IB LE EN C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A LD EC IR LA O SC U RID AD

éxito varios filtros selectivos (ingresos a universidades, concu r­


so de becas diversas, in corporación a cen tros de trabajo y eva­
lu a cion es en S istem a s N a cion ales de In vestiga d ores) y varias
circu n sta n cia s p rob a to ria s (licen ciatu ra, m aestría, doctorado,
p o sd o cto ra d o ), y su c a rre ra h a co sta d o d em a sia d o d in ero al
erario pú blico, com o p a ra que de pron to se lo elim ine, porqu e
en lugar de tres trabajuchos por año prefiere publicar uno cada
t r e s a ñ o s d o n d e te n g a a lgo s ig n ific a tiv o q u e d ec ir. P o r o tr a
p a rte su v id a y la de su fa m ilia no p u ed en esta r ju g a d a s año
t r a s a ñ o a u n a r e g u la r id a d p r o d u c t iv a q u e n i lo s g r a n d e s
genios han exhibido.
Si lo gra m os h a c er cien cia con seso, d en tro de un p a r de
lu stros, dos in vestiga d o res de cu a ren ta años p odrán ten er un
ingreso similar, aunque uno sea más pu blicador que el otro, sea
m e jo r m aestro, no ten ga la fo rtu n a de ser m u y citado a p esar
de la im p ortan cia de lo que hace, de pronto decida em barcarse
en una aventura más osada, sea más propenso a viajar, lo haga
porqu e su disciplin a así lo requ iere, o realice aportacion es que
ten gan o no u n a a p lica b ilid a d in m ediata. En ese escen ario, el
m a l in v e s tig a d o r (p o r n a tu r a o p o r cu ltu ra ) y lo s p e rs o n a je s
seu d ofolk lóricos qu e h oy con tam in an n u estra com u n idad, re­
saltarán com o an acron ism os o com o artefactos fu era de lugar;
serán excep cion es que y a no h ab rán de ju s tific a r la existen cia
de un s istem a de c a lifica ció n b a sa d o en p u n tito s. A q u í ta m ­
b ién , la cre a c ió n d e g ru p o s in te rd is c ip lin a r io s s e r ía de gra n
ayuda.
121 M ien tra s a lca n za m o s la s itu a ció n e x p u esta en estos
pu n tos, d eb em o s cu id a rn o s p a ra no in c o rp o ra r los vicio s del
p rim er m u n do. P or ejem plo, el im p erio del "p u b lica -o -p erece"
frecu en tem en te elim ina a in vestigadores valiosos que, de p ron ­
to, tro p eza ro n con u n a id ea qu e al p rin cip io p a recía b rillan te
pero lu ego no resu ltó, o se en ferm a ron , o tu viero n problem as
fa m ilia res y perdieron sus su bsid ios. A n á loga m en te, allá su e­
len e x ig ir q u e u n in v e s tig a d o r se ju b ile a los ses e n ta y cin co
años; con eso p rovo ca n a d em ás que, a de los sesenta,
n ad ie les otorgu e apoyo p a ra com prar In stru m en ta l algu no, y
que los jóven es no quieran iniciar una -rinación con ellos. Esta
práctica p ern iciosa y a está penetran: -j en n u estra com u nidad
pues, com o h em os m en cio n ad 'q en e~ „apíiu lo 11, y a estam os
discrim inando a nuestros viejos' mae. _ros, a quienes el cambio
ES PR E F E R IB LE EN C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A LD E C IR LA O SC U R ID AD 2 6 3

d e r e g la s d el ju e g o p riv ó d e c o m p e n s a c io n e s s a la ria le s y de
d in ero p a ra trabajar. Se h a d esen cad en ad o así u n a situ a ción
com parable a la que im agin a A dolfo B ioy C asares en su n ovela
D ia rio d e la g u e rra d el cerd o, en la que los ancianos son caza­
dos a cascotazos por las calles de la ciudad.
D e b e ría m o s cre a r la s c o n d ic io n e s p a r a p r o te g e rlo s y , de
paso, b en eficiarn o s con la sa b id u ría y ex p erien c ia qu e a teso ­
ran. No h a y que olvidar qu e la du ración de la sen ectu d en los
d ive rso s p a íses es p ro p o rc io n a l a un n ivel cien tífico -té cn ic o ,
p re c is a m e n te p o rq u e h o y el co n o cim ien to tien e v a lo r p a ra la
sobreviven cia. Este parricidio im p lica u n a p érd id a aún m ayor
en la s ra m a s h u m a n ís tic a s , en la s q u e la ed a d p r o p ic ia la s
grandes síntesis y los estudios com parativos. La tarea de inves­
tig a r es ta n a p a s io n a n te , q u e c a s i n in g ú n in v e s tig a d o r la ti­
n oa m erica n o se retira de ella a u n q u e se ju b ile; de m odo que,
en tre lu m b a g o e in fa rto, en tre d u elo y o p era ció n q u irú rgica ,
ellos sigu en tra b a ja n d o en la m ed id a en qu e pu ed en h acerlo.
D e h e c h o , c o n o z c o m u c h o s c a s o s d e p r o fe s o r e s d e l p r im e r
m u n do, n ativos del tercero, que regresan a pasar sus ú ltim os
años trabajan d o aquí, pero no conozco un solo caso de m ig ra ­
ción sim ilar en el sentido opuesto.
13] M ientras la sociedad no nos adjudique un papel tan ne­
cesario com o el que tiene un em pleado adm inistrativo, un den­
tista o un chofer de óm nibus, será difícil que nos pagu e un sa ­
la rio a d ecu a d o . P ero, si se p ro p o n e lle g a r a te n e r el a p a ra to
científico-técnico-productivo que ju zgam os im prescindible para
fu n cion a r com o socied a d libre, d eb erá p agar bu en os su eldos,
aun en el período transitorio, mientras sólo lo hace como apues­
ta al futuro.
14] Es n ecesa rio d efen d er y h a cer re sp eta b le la profesión
científica. H oy cualquier fu ncionario que necesita una consulta
médica, la opinión de un abogado, la tasación hecha por un ar­
quitecto, entiende que debe pagarles los honorarios correspon­
dientes. Por el contrario, cuando n ecesita que un in vestigador
se en cierre un par de días en su gabin ete p a ra brin darle la in ­
form ación que le h a ped ido, parte de la ba se de qu e éste debe
h acerlo gratu itam en te. M ás aún, es com ú n qu e cu ando n u e s­
tros colegas profesion istas in vitan a sus congresos a algún ex­
p e rto in te rn a c io n a l p a r a q u e p r o n u n c ie u n a c o n fe re n c ia , le
paguen honorarios que sobrepasan en m ucho lo que un investí-
2 6 4 ES PR E F E R IB LE EN C E N D E R U NA V E LA , QUE M A LD E C IR LA O SC U RID AD

gador percibe en dos m eses de salario, pero ja m á s le pagan un


h on orario a los con feren cistas in vestigadores contem poráneos
in vitad os a la m ism a conferencia.
Y p a ra no co m eter a q u ello de "la p a ja en el ojo ajen o", n o ­
sotros m ism os, los in vestigadores, debem os aprender a resp e­
tarnos: hace poco se reunieron los representantes de una edito­
rial con u n a com isión de in vestigadores a fin de firm ar un con ­
trato p a ra pu blicar libros escritos por éstos. Para m i desm ayo,
en tre las clá u su la s de a q u el a cu erd o, m is colega s se c o m p ro ­
m etían a renu nciar a sus derechos de autor; adem ás a perm itir
que, si la editorial ju z g a b a qu e la reform a de los textos los h a ­
ría m ás ven dibles, ten d ría fa cu lta d es p len as p a ra en cargarlas
a un divulgador de su elección, a cuyas m odificaciones los cien­
tíficos no podrían oponerse ni siquiera en el caso de que distor­
sionaran sus planteam ientos.
151 Hay que conseguir que también nos respeten las em pre­
sas tran sn acion ales. A u n en el caso de que sus m erca d os ter-
cerm u n distas sean igu ales o m ás gran des que el del país en el
que se asien ta la casa m atriz, estas em presas sólo desarrollan
la ciencia en sus países de origen y, en el caso de que las autori­
dades del tercer m u n do les dificu lten tib ia m en te esta p ráctica
injusta, h acen figu rar com o "investigación" en n u estras tierras
las averigu acion es de m ercado con las que deciden el precio de
lo s p r o d u c to s y la fo rm a de lo s en va ses. L o s in v e s tig a d o re s ,
p a ra que nos asign en presu pu estos, debem os p resen tar n u es­
tros p royectos p a ra qu e los eva lú en com isio n es com peten tes;
las tran snacion ales, en cam bio, no cu m plen ese requ isito p ara
elegir sus "proyectos" y dejar de pagar impuestos.
16] Es im portante aclarar y volver a recalcarlo, que cuando
los investigadores nos quejam os de que, tal com o está organiza­
da la ta rea científica, perdem os la m itad de n uestro tiem p o en
asu n tos que no estam os p rep a ra d o s p a ra realizar, ja m á s cu l­
pa m o s de esta situ a ción al p erso n a l a d m in istra tivo ; eso o b e­
dece a que, en la m ayoría de los casos, la convivencia a lo largo
de ta n to s a ñ o s n o s v a tra n s fo rm a n d o en a m ig o s, a v e c e s en
parientes, lo cual nos lleva a entender que todos estam os atra­
pa d o s en la m is m a red b u ro c rá tic a y qu e, si no fu era p o r su
buena voluntad, el problem a vería mucho peor.
17] Pero el actual sistem a°de financiación y adm inistración
de la cien cia es sim plem en te descabellado. E sta afirm ación se
ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D 265

h a lla ju s tific a d a por el h ech o de qu e la ta rea de in vestigación ,


sobre todo en las ciencias experim entales, h oy suele ser h ech a
p or jó v e n e s m en ores de trein ta y cin co años, por la sim ple ra ­
zón de qu e los m a yores se d eb en re clu ir a escrib ir so licitu d es
kilom étricas, pedir cotizaciones a varias casas com erciales, ver
de dón d e sacarán din ero p a ra el tran sporte, segu ro e im p u es­
tos, redactar cartas explicando que, si bien pen saban com prar
u n ro to r p a r a su c e n trífu g a , a h o r a n e c e s ita ría n d e s tin a r el
dinero otorgado para el osciloscopio que se les acaba de fundir.
Esta práctica desatinada, provocada por el m anejo de la in ­
vestiga ción con n orm as que han sido creadas p a ra v en d er sa l­
chichas y calefactores, h oy es tan generalizada, que a pocos se
les ocurre que los especialistas en econom ía y organización de­
bieran esforza rse p o r g e n era r un sistem a m ás sen sato. Por el
con trario, se a cep ta re ligio sa m en te qu e esta fo rm a de o p era r
h a de ser perfecta, p u esto que se generó en el p rim er m undo.
Pero en m arzo de 1993 se organ izó en Sao Paulo u n a reu n ión
pa ra discu tir el apoyo a la cien cia en el B rasil, en el que V era
L. Petrucci, analista del desarrollo científico y tecnológico, atri­
b u yó el fra ca so d e cierto s p ro y ecto s al h ech o de q u e h ab ían
tenido que distorsionarlos para cu m plir con los requerim ientos
del Banco Mundial.
Estam os, entonces, frente a u n a in versión com p leta de los
térm in os: n o se h a ce u n a a d m in istra ció n p a ra q u e la cien cia
fu n cion e com o n ecesita h acerlo, sino u n a cien cia que cu m p la
con caprichos evaluatorios y requerim ientos burocráticos.
En nuestras plazas hay estatuas de personajes reconocidos
por haber creado el Código Civil, el C ódigo Penal, el C ódigo de
C om ercio, el C ódigo de M inería. ¿Por qu é no soñar con qu e la
estatu a del creador del p rim er C ódigo C ientífico quede en uno
de los países del área?
Se podría, por ejem plo, crear u n a C om isión que cada tres
a ñ o s v isite el la b o ra to rio de un in v e s tig a d o r d eterm in a d o , lo
interrogue acerca de sus planes, sus datos prelim inares; revise
s u s p u b lic a c io n e s , s u s p ro to c o lo s , s u s a p a ra to s y p id a q u e
d e m u e s tre q u e lo s sa b e m a n e ja r; q u e e x h ib a su c u rrícu lu m
para ver si es cierto que nació en algún lado; que converse con
sus becarios, sus ayudantes técnicos, su secretaria... y, en vir­
tud de sus quince o vein te años de trabajo y decenas de p u b li­
caciones en un tem a, le otorgu e un crédito cien tífico por otros
266 ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D

tres. Aceptará, al menos provisoriamente durante esos tres


años, que el investigador tiene la cordura necesaria para solici­
tar un libro o un galvanómetro. Le permitirá usar cierto monto
de dinero del que el científico dará razones a posteriori, es de­
cir, un crédito. Después de todo, no hay por qué dar por senta­
do que la catadura moral de los científicos está muy por debajo
de la de los comerciantes o de las amas de casa qUe sí gozan de
dicha confianza y pueden utilizar créditos.
Algunos dividendos adicionales de esta forma de operar
surgirían del hecho de que: a] el científico podrá huir de su ofi­
cina y regresar a su laboratorio con libertad de hacer lo que sa­
be: investigar; b] la Comisión, al evaluar a p o s te rio ri su
informe, podría hacerle críticas y sugerencias constructivas so­
bre su manera de operar, sobre defectos que podría corregir,
sobre recursos y colegas con cuya colaboración podría optimizar
sus estudios, y c] se evitaría una situación que, si bien por
ahora sólo afecta la investigación en el primer mundo, corre el
riesgo de propagarse aquí en la medida en que crezca nuestra
comunidad, pues allá los peers que evalúan los proyectos a
veces son taimados competidores que se sirven de las hipótesis,
técnicas y enfoques más atractivos descritos en los cien o
doscientos proyectos que les toca evaluar; incluso, frecuente­
mente los objetan por algún detalle intrascendente, no pro­
veen los fondos solicitados y luego corren a ejecutar los proyec­
tos ellos mismos en sus propios laboratorios. Lo alarmante es
que algunos de nuestros países están comenzando a enviar
proyectos locales para que los evalúen en el primer mundo.
18] Debemos recuperar a nuestro personal de apoyo. Hay
que encontrar la mam sa de restaurarles un salario digno a
cambio de una cantidad de trabajo idóneo y responsable. El in­
vestigador debe tener derecho a discernir quién tiene habilida­
des para asistirlo erg sus tareas especializadas y complejas y
quién no. N o podemos seguir desfigurando nuestras labores
para adecuarlas a horarios, asambleas intempestivas, días fe­
riados y vacaciones interminables. Si los mismísimos adminis­
tradores han llegado a la conclusión de que no podrían ejercer
su tarea sin empleados de confianza, ¿por qué fuerzan a un in­
vestigador a que acepte a quien el sindicato tenga a bien en­
viarle?
Ninguna cadena es más fuerte que el más débil de sus esla-
ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E L A , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D 267

bones: si no desarrollamos una cultura de la calidad y la res­


ponsabilidad, jam ás contaremos con una ciencia confiable y
que nos sirva para algo. T a l v e z una solución, por lo m enos pa­
sajera, co n sistiría en crear un S istem a N a c io n a l d el A u x ilia r ,
qu e fo m e n te e l esm ero, la d ed ica ció n , el d es a rro llo d e h a b ili­
dades, así co m o el interés por pertenecer a laboratorios activos,
cu yos h orarios, días la b o ra b les y can tidad de va c a c io n e s sean
com patibles con la tarea científica.
19] S e n ecesita n u rg en tem en te revista s qu e an a licen , c r i­
tiquen, o b jeten o a p o y e n h on esta y m adu ram en te las m edidas
g u b e rn a m en ta les y sin d ica les so b re la cie n c ia , y to d o asunto
re la c io n a d o c o n ella. P e r o las gra n d es co m p a ñ ía s extran jeras
qu e se b e n e fic ia n su rtien do nuestros la b o ra torios d e equ ipos,
reactivos, m a terial de co m p u ta ción y libros, anuncian sus p r o ­
ductos en Nature y Science, n o en las revista s d el te rc e r m u n ­
do. Estas dep end en , en ton ces, de un a p o y o e c o n ó m ic o estatal
qu e se in te rru m p iría si las crític a s se to m a ra n m olesta s. C o n
todo, algunos funcionarios latinoam ericanos honestos y co n ven ­
cid o s de la seried a d de su la b o r y a están alentando a la co m u ­
nidad, para qu e se lan ce a deb atir sin censura p r e v ia en alguna
revista de su institución.
2 0 ] E n el n iv e l latin oam erican o caben muchas esperanzas,
pues h ace apenas cin cu en ta-añ os n o ten íam os C o n sejo s de In ­
ve s tig a c ió n , ni becas, ni subsidios, ni carreras de in vestiga d o r,
ni fu n c io n a rio s q u e tu v ie ra n la m e n o r id e a d e q u é eran esas
cosas. E n tre los bu en os in vestig a d o re s d el terc er m u ndo reina
un entusiasm ante espíritu cola b ora tivo. A q u í, " c o le g a del m is­
m o ca m p o ", se trate de un ch ilen o, un argentin o, un brasileñ o,
un u ru gu ayo, un v e n e z o la n o o un m e x ic a n o , in va ria b lem en te
s ig n ific a : " a m ig o qu e tuteam os, de c u y o c ó n y u g e sabem os el
n om b re, que se h osp ed ó una sem ana en casa, del que c o n o c e ­
m os anécdotas graciosas y de las otras, que se o lv id ó de d e v o l­
v e m o s un libro que le prestam os".
E n la b r e v e h is to ria c ie n t ífic a d e L a tin o a m é r ic a , lo s qu e
h e m o s sid o c o rr id o s de nuestras patrias p o r lo s tira n u e lo s en
tu m o, nos hem os desplazado de un país a otro y encontrado in ­
v a ria b le m e n te los b ra zo s ( y las aulas, y los la b o ra to rio s y los
presupuestos) abiertos. H o y se están estableciendo fo ro s de dis­
cusión y redes latinoam ericanas que p erm iten a los cie n tífic o s
un n iv e l de in tegración y coop era ción como jamás se logró en lo
268 ES PR E F E R IB LE EN C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A LD EC IR LA O SC U RID AD

p o lític o , m ilita r, in d u s tria l ni com ercia l.


E l p róx im o paso deb ería ser, co m o opina A m ílc a r H errera,
crear un sistem a c ie n tífic o u n ificado para tod a la región , que le
p erm ita tom a r d ecision es basadas en sus p rop ia s necesidades.
P o d ría segu irse el e jem p lo de la C om u n id a d E u ropea, y reunir
esfuerzos y dinero para o fre c e r "fa cilid a d es esp eciales": obser­
v a to r io s astro n ó m icos, a celera d o res de partícu las, estacion es
biológicas, acervos inform ativos, centros de capacitación.
E l tercer m undo dista m ucho de ser un in fiern o cien tífico .
A q u í, m ientras los in vestiga d o res den muestras feh a cien tes de
estar h acien d o las cosas b ien y pu bliqu en , g o z a n de entera l i ­
bertad: y a sea porque se entiende que en el curso de las in vesti­
g a c io n e s n e c e s ita n d a r un g o lp e d e t im ó n p a ra a p r o v e c h a r
nuevos productos, nuevos lo gro s personales y n ovedades in tro­
ducidas p o r c o leg a s de otras partes del m undo; y a sea p orqu e,
n o im p ortá n d o le a n ad ie lo que están h aciendo, pu eden alterar
el proyecto y optim izarlo.
E l darw inism o nos había con ven cido de que la libre co m p e­
ten cia hace que triunfe "el más apto"; pero, en cam bio, la n ueva
b io lo g ía encuentra que la co o p era ció n y la sim biosis han dado
lu ga r a adelan tos e v o lu tiv o s m u ch ísim o m ás notables. P o d ría
ser que, así co m o el d a rw in ism o socia l acabó p o r ten er un m al
n o m b re, esta n u e v a in tro m is ió n d e lo s c o n c e p to s b io ló g ic o s
(ahora los conceptos de cooperación y sim biosis) corra la m ism a
suerte. C o n to d o , es p o s ib le qu e la d iso lu c ió n de las barreras
interdisciplinarias en el n iv e l profesion a l, adem ás de la c o o p e ­
ración y la "sim b io sis " entre c ie n tífic o s de las distintas ramas,
técnicos, ep istem ólogos, em presarios y funcionarios, nos ayude
a acabar con los feu d o s a ca d ém icos, con lo s re celo s p r o fe s io ­
nales y a propiciar m ejoras.
211 C u a n d o un m u ch ach o re p ite en trabajos p rá cticos un
experim en to clásico, n o es para que él h aga a lg o con la ciencia,
sin o p ara q u e e l e x p e r im e n to h a g a d e él un c ie n tífic o . D e la
m ism a m anera, lo que la c ien cia h ace con una so cied a d p u ede
lle g a r a ser m ás im p orta n te qu e lo qu e ésta h ace co n aquélla.
P o r más de que la ética no form e parte de la argam asa del e d ifi­
cio cien tífico, el desarrollo de un aparato cien tífico dism inuye el
autoritarism o (in tern o), e x ig e una p o lítica institucional abierta,
cla ra , c o n s ta ta b le y ju s t ific a d a ; ésta v a d e m o c r a tiz a n d o la
com unidad, y la v a h aciendo más efic ien te, m ediante la in y e c ­
ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E L A , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D 269

ción de razonam iento sistem atizado en todas sus actividades.


L a c ie n c ia ha a liv ia d o e l su frim ien to hum ano, ha d e m o s ­
trado que los enferm os m entales no están poseídos por e l d em o ­
n io, y los ha lib era d o de p a liza s, baños h ela d os y cadenas; ha
dem ostrado que las m u jeres n o son seres desp reciab les, co m o
afirm a n las E scrituras; acabó con la id e a de que los n iños son
p ro v is o ria m e n te im b é c ile s a quienes, para edu carlos, es n e c e ­
sario engañar, asustar con fantasías perversas y som eter a cas­
tig o s corporales. E n cien años, la te c n o lo g ía ha h ech o más p o r
lib r a r al o b r e r o d e pesad as y e m b ru te c e d o ra s tareas m u sc u ­
lares, qu e dos m il d e p ré d ic a p ia d osa ; adem ás le está p e r m i­
tien d o a cced er al co n o cim ien to , esp arcim ien to y al dep orte en
tod o el planeta. Justamente, el m apa de las region es en las que
aún se discrim in a a las m ujeres n o co in cid e con el de las zonas
que desarrollaron su ciencia, y sí con el de ciertas instituciones
religiosas.
E n ese sen tido, d e s a rro lla r un aparato c ie n t ífic o - té c n ic o
tam bién nos ben eficiará en aspectos cien tífico s y no cien tíficos,
y nos m ejorará com o personas.
En resumen: a ] N o es cierto que nuestro proyecto deba con ­
sistir en a lca n za r la estructura d el p rim er m u n do; la esta fa es
tanto o más evid en te ahora que ello s no tienen un p ro y ecto e x ­
plícito. b] N o es cierto que allá se propongan hacer a lgo sensato
con las relacion es co m erciales, las destrucciones de selvas, las
contam inaciones del agua y de la atm ósfera, el agotam ien to de
subsuelos y en ergéticos, o con la basura radiactiva. "E l pensar-
h acer de su p ro y e c to hum anista se qu eda en el pen sar-decir, y
en el hacer solam ente declaraciones que no se cum plen" (P a b lo
G on zá lez-C a sa n ova ). c] N o es cierto que la a ctividad c ien tífica
del prim er mundo constituya un ideal, y que nosotros debam os
c o rr e r detrás c o m o m o n ito s tra ta n d o d e im ita rla y d a rle a l­
cance. d] N o es cie rto qu e nuestra cie n c ia sea una e s p e c ie de
C e n ic ie n ta en un r e in o d e g e s tió n e m p res a ria l m o n etarista :
puede responder a m ayores dem andas en cuanto la sociedad la
in te g r e a u na v is ió n d e l m u n d o a d ecu a d a y sep a c ó m o u ti­
lizarla. e] N o es cierto que, con ser en orm e, nuestro prin cip al
p ro b le m a sea e l e c o n ó m ic o ; se p u ed e d ec u p lica r casi instan­
tá n ea m en te la c a p a cid a d c ie n t ífic a q u e y a se tiene, con sólo
en contrar una fo rm a de adm inistrar que p erm ita a los in v e s ti­
g a d o re s co n c en tra rse en e l tra b a jo. L o s c ie n t ífic o s m a d u ros
ES PR E F E R IB LE E N C E N D E R U N A V E LA , Q U E M A L D E C IR L A O S C U R ID A D

d eb en v o l v e r a lo s la b o ra to rio s , f ] N o es c ie r to q u e e l ord en
m u n d ia l h a y a a lc a n z a d o un e q u ilib r io d e fin it iv o : d e b e m o s
prepararn os para a p ro vec h a r los ca m b ios c rític o s qu e se p r o ­
ducirán inevitablem ente, g ] L a cu ltu ra d e b e ser fu e n te d e in ­
ten cion es, prop ósitos, v a lo res; si la que tien es no te brinda los
adecuados y tien de a h acerte subhumano y desdichado, tu p ro ­
y e c t o d eb e co n sistir en fo r ja r una m e jo r, n o en q u eja rte de la
q u e has h ered a d o. L o s p ro b le m a s h a y qu e d etec ta rlo s, estu ­
d ia rlo s y re s o lv e rlo s , n o a ch a cá rselo s "a l sistem a ". E s bu en o
que n o in icies tu carrera m a ld icien d o la oscuridad, sino en cen ­
dien do una vela... y co m o ves, hay muchas cu yo en cen dido no
depende directa y ex clu siva m en te del dinero. D e m o d o que no
te preocupes, pero ocúpate.
21. Y B IE N , ¿E S T Á S S E G U R O D E Q U E T E Q U IE R E S
D E D IC A R A L A IN V E S T IG A C IÓ N C IE N T ÍF IC A
E N T U P A ÍS ?

E sp ero que tu respuesta sea a firm a tiva , que en cada fa lla y en


c a d a v e n t a ja q u e h e s e ñ a la d o , v e a s u na c irc u n s ta n c ia en la
cual tu creatividad puede intervenir.
C u a n d o en m i ju v e n tu d d a b a lo s p rim e r o s p a so s d e una
carrera cien tífica, m is m aestros m e aconsejaban le e r libros que
m e hablaban de las m iserias con que habían ten id o que luchar
M a d a m e C u rie y L o u is Pasteur; asim ism o m e recom endaban
ser a b n ega d o , a d o p ta r un a s c e tis m o espartan o, re c o rd a r qu e
ten g o un co m p ro m iso sagrado con la hum anidad. E n esos te x ­
to s , lo s in v e s t ig a d o r e s a p a re c ía n c o m o u na m e z c la d e san
Francisco de A s ís y M a d re T eresa de C alcu ta descrita p or W alt
D isney. P e ro , la v e rd a d es que y o n o m e v e ía razonan do "p re ­
m is a m a y o r, p re m is a m e n o r...", n o in d u cía ni d ed u cía, y m e
im p orta b a tres p ito s e l e m p iris m o ló g ic o ; p e o r aún, ni lo c o ­
n ocía. P a ra rem atar la cosa, y o a d vertía que ante una id e a b ri­
llante n o se m e en friaba el cereb ro tal y co m o prescribían esos
libros de catecism o cien tífico , sino que se m e calentaba el co ra ­
z ó n y m e daban ganas de b a ila r en una pata; ta m p o c o m e le ­
v a n ta b a p o r la m a ñ a n a p e n s a n d o en q u e la h u m a n id a d m e
necesitaba: m e encantaban el fú tbol, lo s chistes p icarescos, la
m ú sica popu lar, las m o to c icleta s de v a rio s cilin d ro s y la ro p a
d esp a m p a n a n te. V is t o s re tr o s p e c tiv a m e n te , a q u e llo s lib r o s
llen o s de santas re com en d a cion es, m e p a recen guardar con la
tarea de in vestiga r la m ism a rela ción que la p o rn o g ra fía con el
sexo: describen poses, actitudes exóticas, ejem p lo s extrem os,
pero n o incitan, sino que asquean.
A pesar de que m e parece m a ra v illo so ser in vestigador, he
pu esto entre los acápites in icia les d e este lib ro la fra s e de un
profesor de b io lo g ía de Berkeley: "Encuentro cada v e z más d ifí­
c il r e c o m e n d a r le esta c a rr e ra en in v e s t ig a c ió n b á s ic a a lo s
jó v e n e s b rillan tes qu e cada d ía m e p id en m i o p in ió n ", porqu e

[2711
272 Y BIEN, ¿ESTÁS SE G UR O DE QUE TE Q U IERES D ED IC AR A LA

re fle ja e l c o n flicto personal que m e a flig e cada v e z que un jo v e n


m e p id e op in ión : a co n sejarle que n o se h aga in v e s tig a d o r s ig ­
n ific a ocultarle que la in vestigación cien tífica, hecha con un m í­
n im o d e a p o y o y b u en a su erte, es la ta re a m á s a tra c tiv a qu e
p u ed o im agin ar. P e r o a c o n se ja rle a un j o v e n qu e se d ed iq u e a
la in vestiga ció n en L atinoam érica, m e hace sentir co m o un v e r ­
dadero esta fa d o r de la c o n fia n z a que el m u ch ach o d ep osita en
m i respuesta. ¿ C ó m o o cu lta rle qu e esos lib ros co n retratos de
G alileo, Einstein, Plan ck, F erm i y v o n B ra u n n o tienen m ucho
q u e v e r c o n el tra b a jo qu e él d e b e rá lle v a r a c a b o en esta r e ­
gió n ? ¿ C ó m o ocu ltarle que la escasez e irregu larid ad del a p o yo
e c o n ó m ic o , la s in s titu c io n e s , la s trabas a d m in is tra tiv a s , lo s
sin dicalistas qu e d ific u lta n la p a rticip a c ió n de los a u xilia res y
té c n ic o s , y las patrañas de lo s s e u d o c ie n tífic o s en ca ra m a d o s
pu ed en c o n v e rtirlo , m u y p rob a b lem en te, en un e m ig ra d o y, si
es un cuestionador, en un ex ilia d o? ¿C óm o ocu ltarle que si lu e­
g o , ca n sa d o d e p en u ria s y p r iv a c io n e s , a cep ta tra b a ja r en el
prim er mundo, puede acabar co m o el to m illito núm ero 128 del
equipo de un operator, o presentando farragosas solicitu des que
serán evalu adas p o r un peer revíew group que n o tratará de v e r
sus m éritos, sino de en carn izarse con p eq u eñ os d e fe c to s en el
estilo de llen a r los papeles, co m o si se tratara de a b ogados lit i­
gantes? ¿ C ó m o n o p reven irle que esos m am otretos lloron es que
se pu blican sobre las penurias de la cien cia en el terc er m undo
ign ora n que hubo y hay gru pos p rod u ctivo s, p restig io so s y f e ­
lic e s , fu n c io n a rio s q u e se es m e ra n p o r o r g a n iz a r la s in stitu ­
c io n e s c ie n t ífic a s s en sa ta m en te, y c e n tro s q u e h a c e n m a la -
barism os para p o d er alb erga m os y apoyam os?
F in a lm en te, d es eo resaltar un punto que, d e tod os m od os,
n o te habrá pasado in a d vertid o : tú eres una p erson a de carne y
hueso, no una región del G lo b o Terráqu eo; de m odo que, si bien
e s p e ro q u e tu p e rte n e n c ia y s o lid a rid a d s o c ia l te im p u ls e n a
lu char p o rq u e su perem os las d ific u lta d es señaladas, m e a p re­
suro a asegurarte que, en ú ltim o térm in o, todos lo s que se p ro ­
p u sieron ser in vestig a d o re s y tu v ie ro n las dotes n ecesarias, lo
han lo gra d o . A l d ec ir todos n o ig n o ro p o r supuesto a qu ienes
han p e rd id o la v id a en la lucha p o lític a , n i a lo s qu e tu v ie ro n
q u e e x ilia rs e ; só lo m e e s to y re firie n d o al h ech o de qu e n o re ­
cu erd o casos de jó v e n e s in te ligen tes que, tras algu n os to p e ta ­
z o s co n la re a lid a d de sus terruños, n o se h ayan c o n v e rtid o en
Y B IE N , ¿ESTÁS SEG URO D E Q U E T E Q U IERES D E D IC A R A L A . 273

in v e s t ig a d o r e s tan a p to s c o m o lo s d e c u a lq u ie r r e g ió n d e l
Planeta. Si tú te em peñas, la c ien cia n o te puede detener.
P o r to d a s estas ra z o n e s m e he sen tid o lle v a d o a e s c rib ir
este te x to . P a ra p o d e r darte lu e g o la s ig u ie n te o p in ió n : Si te
atrae c o n o c e r, a n a liz a r y d isc u tir m o d e lo s d e la re a lid a d así
c o m o m e d ita r so b re la estructura y la im p o rta n c ia s o cia l d el
c o n o c im ie n to , adem ás de d iv e rtirte ex p erim en ta n d o ; si n o te
v a s a lim ita r a m e d ir cosas de 9 a 14 horas, ni te m etes a to n ­
tas y a locas, ignorando la p a toló gica inserción del co n o cim ien ­
to en n u estra cu ltu ra, n i la d e p e n d e n c ia q u e ten d rá s d e las
in stitu cion es de tus p u eblos; si te das cuenta d el e s fu e rzo que
se h ace p o r en tender y c o rr e g ir las an om alías que se va n p re ­
sentando cuando se progresa; si piensas participar sin m ohines
preadolescentes en la solución, sin que tod o term ine condenan­
do «a l sistem a"... antes de irte a ra d icar a C h ic a g o ; va m o s: si
sabes en qué consiste ser un in vestiga d o r p rofesion a l en el ter­
c e r m u n d o , e n to n c e s h a z te in v e s t ig a d o r c ie n t ífic o , p u es te
encantará y te necesitam os.
B I B L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A

>
Amor, J.A., “Paradojas, intuición y lógica”, Ciencias, p. 55, enero, 1993.
Appleyard, B., Understanding the present: Science and the soul of
modern man, Nueva York, Picador, 1992.
Arendt, H., Los orígenes del totalitarismo, 2 vols., Madrid, Alianza,
1981-1982.
Aréchiga, H., “L a evaluación del trabajo científico”, Avance y Perspec­
tiva, 8:1,1989.
Azuela, A. (coord.), Universidad nacional y cultura, México, Porrúa,
1990.
Babini, J., ¿Qué es la ciencia?, Buenos Aires, Columba, 1955.
Bagú, S., Tiempo, realidad social y conocimiento, México, Siglo XXI,
1984.
Bagú, S., “Universidad y estado en América Latina”, Revista Mexi­
cana de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 134:17, oct-dic. 1988.
Bagú, S., Economía de la sociedad colonial, México, Grijalbo, 1992.
Bagú, S., La idea de Dios en la sociedad de los hombres, México, Siglo
XXI, 1992.
B e ltrá n , R., “Postm odernism o ¿La m odernidad revisad a? ”, La
Jornada Semanal, México, 6 de enero de 1991, p. 14,
Bennett, A .M ., “Science: The antithesis creativity”, Perpectives in
Biology and Medicine, 11:233, Chicago, 1968.
Berger, P.L. y Luckmann, T., The social construction ofreálity, Nueva
York, Doubleday, 1966.
B ernal, J.D., La ciencia en nuestro tiempo, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1960.
Bickerton, D., Language & species, Chicago, The U n iversity of
Chicago Press, 1991.
Bierce, A., El diccionario del diablo, Montevideo, Banda Oriental,
1983.
Bioy-Casares, A., Diario de la guerra del cerdo, Buenos Aires, EMECE,
1969.
Blanck-Cereijido, F. y Cereijido, M., La vida, el tiempo y la muerte,
México, Fondo de Cultura Económica, 1988.
B lanck-C ereijido, F., “Moisés, Jacob and Sigm und”, Internat, J.
Psychoanalysis, 1993.
Blum, H.F., “On the origin and evolution of human culture”, American
Scientist, 1963, 51:32.
[2 7 5 ]
276 B IB L IO G R A F ÍA C IT AD A Y R E C O M E N D A D A

Bochenski, I.M., Los métodos actuales del pensamiento, Madrid, Rialp,


1965.
Bochenski, I.M., La filosofía actual, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1973.
Boldú, J.L. y de la Fuente J.R., Science policy in developing countries:
The case ofMéxico, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
Borges, J.L., Obras Completas, Buenos Aires, EMECE, 1974.
Boyd, R. y Richerson, P.J., Culture and the evolutionary process,
Chicago, Chicago University Press, 1985.
Brillouin, L. La información y la incertidumbre en la ciencia, México,
UNAM, 1969.
Bron ow sk i, J., Los orígenes del conocimiento y la imaginación,
Barcelona, Gedisa.
Bronowski, J., The common sense of science, N u eva York, Vintage
Books, 1976.
Brook, J.H., Science and religión, Cambridge University Press, 1991.
Bunge, M., Causality: The place of the causal principie in modern
science, Cambridge, Harvard University Press, 1959.
Bunge, M., The critical approach to science and philosophy, Nueva
York, Free Press, 1964.
Bunge, M., La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires, Siglo
Veinte, 1980.
Bunge, M., Ciencia y desarrollo, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1980.
Bunge, M., Understanding the worid, Boston, Reidel, 1983.
Bunge, M., “Computerism, a brainless approach to cognition: A reply
to Sloman”, New Ideas in Psychol, 8:377,1990.
Bunge, M., “U n a caricatura de la ciencia: L a novísima sociología de la
ciencia”, Interciencia, 16:69,1991.
Campbell, J., El hombre gramatical. Información, entropía, lenguaje y
vida. México, Fondo de cultura Económica, 1993.
Campbell, J., Hero with a thousand faces, Nueva York, Larson Publi-
cations, 1980.
Campbell, J., An open Ufe, N ueva York, Larson Publications, 1988.
Carroll, L., Alicia en el país de las maravillas, Madrid, Alianza, 1970.
Carroll, L., Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró al otro
lado, Madrid, Alianza, 1973.
Cassirer, E., Las ciencias de la cultura, México, Fondo de Cultura
Económica, 1951.
Cereijido, M., Orden, equilibrio y desequilibrio, México, Nueva Ima­
gen, 1978.
Cereijido, M., “Las flores de la zanahoria. Hoy: La Argentina frente al
desarrollo científico”, Democracia, México, 1983.
Cereijido, M., “Donde no hay sabiduría el pueblo perece”, Democracia,
México, 1983.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 277
Cereijido, M., “L a docencia y el nivel científico”, Democracia, México,
1983.
Cereijido, M., “Reflexiones sobre la ciencia y la autoridad”, Democra­
cia, México, 1983.
Cereijido, M., “Investigación básica vs aplicada: una antinomia subde-
sarrollada”, La Jornada, 1989.
Cereijido, M., “Comentarios sobre la ciencia en los países subdesarro-
llados”, Topodrilo, 1989.
Cereijido, M., La nuca de Houssay, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 1990.
Cereijido, M., “De arañas, escorpiones e investigadores profesionales”,
Avance y Perspectiva, 11:322-324, 1992.
Cereijido, M. y Blanck, F., “L a originalidad en la ciencia y en el arte”.
en Ciencia y Desarrollo, año 11, núm. 61, marzo-abril, 1985, p. 39.
Chalm ers, A .F ., What is this thing called science?, Queensland,
University of Queensland Press, 1982.
Chauchard, P., Sociétés animales, société humaine, París, Presses
Universitaires de France, 1956.
Chelala, C., They condone torture, Washington, World Health, 1989.
Cohén, E., La palabra inconclusa, México, UNAM, 1991.
Courant, R. y Robbins, H., ¿Qué es la matemática'?, Buenos Aires,
Alda, 1954.
Cusminsky, R., “Mito y realidad de la declinación de Estados Unidos”,
Centro de Investigaciones sobre Estados Unidos de América.
UNAM, México, 1992.
Dantzig, T., Número, lenguaje de la ciencia, Buenos Aires, Librería del
Colegio, 1947.
De Gortari, E., La ciencia en la historia de México, México, Grijalbo.
De la Peña, L., “Conocimiento científico y modernización del país”, en
Universidad Nacional y Cultura (Azuela, A., coord.), México,
Porrúa, 1990.
Diamond, J., The third chimpanzee, Nueva York, Haper Perennial,
1993.
Díaz, E., Texera, Y. y Vessuri, H., La ciencia periférica, Caracas,
Monte Ávila, 1982.
Dickson, D., The new politics of science, Nueva York, Pantheon Books,
1984.
Dolto, F., La causa de los niños, México, Paidós Mexicana, 1991.
Donaldson, M., Human minds, Nueva York, Alien Lane/The Penguin
Press, 1992.
Durali, T., “Philosophy-science from the biotic standpoint”, UROBOROS,
México,1:91, 1991.
Eddington, A.S., La filosofía de la ciencia física, Buenos Aires, Suda­
mericana, 1946.
278 B IB L IO G R A F ÍA C IT AD A Y R E C O M E N D A D A

Eliade, M., Tratado de historia de las religiones, México, Biblioteca


Era, 1981.
Escardó, F., “U to p ía y realidad de las U niversidades”, Ciencia e
Investigación, núm. 10:405,1961.
Escude, C., La declinación argentina, Buenos Aires, Editorial de
Belgrano, 1983.
Fernández, C.P., “E l conocimiento encantado”, La Jornada Semanal,
México, p. 41, 1993.
Fernández-Guardiola, A., La conciencia, México, Editorial Trillas,
1979.
Fernández-Guardiola, A., “Conocimiento científico y modernización
del país”, Ciencias, 16:16, 1989.
Fernández-Guardiola, A., “Conocimiento científico y modernización
del país”, en Universidad Nacional y Cultura (Azuela, A., coord.),
México, Porrúa, 1990.
Ferrater-M ora, J., Diccionario de filosofía, Buenos Aires, Sudame­
ricana, 1958.
Feyerabend, P.K., Tratado contra el método: esquema de una teoría
anarquista del conocimiento, Madrid, Tecnos, 1981.
Fortes, J. y Lomnitz, L., La formación del científico en México, México,
Siglo XXI, 1991.
Foster, H., Habermas, J., Baudrillard, J., La posmodernidad, México,
Kairos, 1988.
Foucault, M., Politics, Philosophy, Culture. Interviews and other writ-
ings 1977-1984, Nueva York, Routledge, 1988.
Frankfort, H., Frankfort, H.A., Wilson, J.A. y Jacobsen, T., El pensa­
miento prefilosófico I, México, Fondo de Cultura Económica, 1954.
Freud, S., The standard edition of the complete psychological works of
Sigmund Freud, Londres, The Hogarth Press, 1961 [ed. esp.
Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1978].
Frondizi, R., La universidad en un mundo de tensiones, Buenos Aires,
Paidós, 1971.
Frondizi, R., Ensayos filosóficos, México, Fondo de Cultura Econó­
mica, 1986.
Fukuyama, F., El fin de la historia y el último hombre, Barcelona,
Planeta, 1992.
Furtado, C., Obstacles to development in Latin America, N ueva York,
Anchor Books, 1970.
Galbraith, J.K., The industrial state, A Mentor Book from N ueva
American Libraiy, 1968.
Galeano, E., Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1989.
Galeano, E., “Cinco siglos de prohibición del arco iris en el cielo ameri­
cano”, La Jornada Semanal, 16 de mayo, 1992, p. 24.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 279

Galison, P. y Hevly, B., Big science. The growth of large-scale research,


Stanford, Stanford University Press, 1992.
Garber, D., Descartes’ metaphysical physics, Chicago, University of
Chicago Press, 1992.
García, R., “A propos de la contradiction dans la dialectique de la ña-
ture”, en L’explication dans les sciences (comp. J. Piaget), París,
Flamarion, 1973.
García, R., “The structure of knowledge and the knowledge of struc-
ture”, en Piaget’s Theory: prospects and possibilities (comps. H.
Beilin y P.B. Pufall), N ueva Jersey, Lorenz Erlbaum, 1992.
García, R., “Cambiamenti strutturali nei sistemi aperti: il caso della
cognizione”, en Evoluzione e conoscenza (comp. M. Ceruti), Ber-
gamo, Pierluigi Lubrina, 1992.
García-Canclini, N., Culturas híbridas, México, Grijalbo, 1990.
Gardner, M., Fads & fallacies: In the ñame of science, N ueva York,
Dover, 1957.
Garduño, J. y Viniegras, L., “Tendencias filosóficas sobre el quehacer
científico de egresados de maestría y de doctorado de la Facultad
de Medicina de la UNAM” , Ciencia, 40:119, 1989.
Geymonat, L., El pensamiento científico, Buenos Aires, EUDEBA, 1964.
Giere, R.N., Explaining science, Chicago, U. of Chicago Press, 1988.
Giussani, P., Menem, su lógica secreta, Buenos Aires, Sudamericana,
1990.
Gleick, J., Chaos, making a new science, Canadá, Viking Penguin,
1987.
Gombrich, E., Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la repre­
sentación, Barcelona, Gili, 1982.
González-Casanova, P., “Algunos prejuicios sobre la educación supe­
rior, Gaceta UNAM
González-Casanova, P., “Qué hacer en la época de los paraísos perdi­
dos”, El Ciudadano, México, julio de 1992, p. 5.
González-Casanova, P., “Ciencia y educación en México (un proyecto
posible)”, Academia, México, septiembre-octubre de 1993.
G onzález-C asanova, P., “L ’A m érique et le socialisme. (Q uelques
sources d’erreur dans les pronostics politiques)”, en Actes du Sep-
tiéme Congres Mondial de Sociologie, Sofía, La Maison D ’Edition
de L ’Académie Bulgare Des Sciences, 1970.
Goody, J., The domestication of the savage mind, Cambridge, Cam ­
bridge University Press, 1977.
Gorostiza, L.G., “Estado y evaluación de las matemáticas en México”,
Academia, México, septiembre-octubre de 1993.
Gould, S.J., La falsa medida del hombre, Barcelona, Antoni Bosch,
1984.
280 BIB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A

Greven, P., Spare the child, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1990.
Gross, A .G ., The rhetoric of science, Cam bridge, M assachusetts,
H arvard University Press, 1990.
Handelman, S.A., The slayers of Moses, Albany, State University of
N ueva York Press, 1982.
H aberm as, J., El discurso filosófico de la modernidad, España,
Taurus, 1989.
Hedley, J., Science and religión, Cambridge, Cambridge University
Press, 1991.
Heidegger, M., Basic writings, N ueva York, Harper & Row, 1977.
Hernández, J., Martín Fierro, México, Porrúa, 1981.
Herrera, A.O., Ciencia y política en America Latina, México, Siglo
XXI, 1987.
Hessen, J., Teoría del conocimiento, Buenos Aires, Austral, 1952.
Horwich, P. (comp.), World changes: Thomas Kuhn and the Nature of
Science, Cambridge, Mass., MIT Press, 1993.
Howells, W ., Getting here: The story of human evolution, Londres,
Compass, 1993.
Huxley, A., Brave new world, Nueva York, The Modem Library, 1946.
Ibarrola, M. de, “Sistemas de incentivos a la investigación: el caso
mexicano”, Avance y Perspetiva, 12:147, 1993.
Irwin, W.A., Frankfort, H. y Frankfort H.A., El pensamiento prefilosó-
fico II, México, Fondo de Cultura Económica, 1954.
Imaz, C.J., “A despropósito del SNi”, Avance y Perspectiva, 12: 165,
1993.
Ize, J., “Artículos de investigación en matemáticas y evaluación”,
Ciencia, 45:157-173, 1992.
Jameson, F., Postmodernism, or the cultural logic of late capitalism,
Durham, Duke University Press, 1992.
Johnson, P., A history of Christianity, Nueva York, Atheneum, 1976.
Jones, E.L., The European miracle: Environments, economies, and
geopolitcs in the history of Europe and Asia, Cambridge Univer­
sity Press, 1987.
Jose-Yacamán, M. y Alzati-Araiza, F., “El perfil del SNi y los posgrados
de excelencia en México”, Ciencia y Desarrollo, 1993, 21, 28,
México.
Kaplan, M., Países en desarrollo y empresas públicas, Buenos Aires,
Macci, 1965.
Kaplan, M., Política científica, Buenos Aires, Ciencia Nueva, 1972.
Kaplan, M., Ciencia, sociedad y desarrollo, México, UNAM, 1987.
Kaplan, M., Estudio sobre política y derecho del petróleo argentino
(1907-1955), México, u n a m , 1992.
Katz, J.M., Mallmann, C.A. y Becka, L., Investigación, tecnología y
desarrollo, Buenos Aires; Ciencia Nueva, 1972.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 281

Kitaigorodski, A., Lo inverosímil no es un hecho, Moscú, Editorial Mir,


1976.
Koestler, A., The Sleepwalkers, Londres, Hutchinson, 1959.
Koestler, A., The act ofcreation, Londres, Hutchinson, 1964.
Krige, J., Science, revolution and discontinuity, Brighton, Harvester,
1980.
Kuhn, T.S., The structure of scientific revolutions, Chicago, University
of Chicago Press, 1970.
L ak atos, I., The problem of inductive logic, A m sterdam , N orth
Holland, 1968.
Lakatos, I., “Falsification and the methodology of scientific research
program m es”, en Criticism and the growth of knowledge, (I.
Lakatos y Musgrave, A. eds.), Cambridge, Cambridge University
Press, 1974.
Landes, D., Unbound Prometheus: Technological change and indus­
trial development in western Europe from 1750 to the present,
Cambridge, Cambridge University Press, 1969.
Lañe Fox, R., The unauthorized versión. Truth and fiction in the Bible,
Nueva York, Knopf, 1992.
Latour, B., “Give me a laboratory and I will raise the world”, en:
Science Observed (Compiladores: Knorr-Cetina, K.D. & Mulkay,
M .) Londres, Sage Publications, 1983.
Latour, B. y Woolgar, S., Laboratory Ufe. The social construction of
scientific facts, Londres, Sage Publications, 1978.
Lederman, L.M., “Science: The end of the frontier?”, Supplement of
Science, American Association for the Advancement of Science,
Washington, D.C., 1991.
Lefebvre, H., Vers le cybernethrope (Contre les technocrates), París,
Denoél-Gonthier, 1971.
Leff, E., “Dependencia científico-tecnológica y desarrollo económico”,
en: México hoy (comps. P. González-Casanova y E. Florescano)
México, Siglo XXI, 1979.
Leites-Lopes, J., La ciencia y el dilema de América Latina: dependen­
cia o liberación, México, Siglo XXI, 1978.
Leitenberg, M., “Social responsibility (n): The classical scientific ethic
and strategic-weapons development”, Impact of Science on So-
ciety, XXI: 123, 1971.
Lévy-Bruhl, L., La mentalidad primitiva, Buenos Aires, Leviatán,
1957.
Lewin, B., La Inquisición en Hispanoamérica, Buenos Aires, Proyec­
ción, 1962.
Lindberg, D.C., The beginnings o f Western Science, Chicago, The
University of Chicago Press, 1992.
Lomnitz, C., “Sobre la creación científica”, Ciencia, 33:65, 1982.
282 B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A

Lomnitz, L., “L a antropología de la investigación científica en la


UNAM”, Deslinde, núm. 78, México, UNAM, 1975.
Lomnitz, L., “Conflict and mediation in a Latin American University”,
J. of Interamerican Studies and World Affairs, 19:315, Sage Pub-
lications, 1977.
Lomnitz, L., “E l congreso científico: una perspectiva antropológica”.
Vuelta, núm. 59, oct. 1981, p. 45.
Lomnitz, L. y Fortes, J., “Ideología y socialización: El científico ideal”,
Relaciones, 2:6, E l Colegio de Michoacán, 1981.
Lomnitz, L. y Fortes, J., “L a educación del científico”, en La enseñanza
de la Física; un enfoque interdisciplinario,
J. Barojas et al. (ed.)
México, Subsecretaría de Educación, Investigaciones Tecnológicas,
1993.
Lomnitz, L., “El congreso científico: una perspectiva antropológica”,
Vuelta, 59, 1981.
Lyotard, J.F., La condición postmodema, México, Red Editorial Ibe­
roamericana México, 1990.
McManners, J., (comp.) The Oxford illustrated history of Christianity,
Oxford, Oxford University Press, 1990.
Malinowsky, B., Magic, science and religión, Boston, The Free Press,
1971.
Malo, S., “E l Sistema Nacional de Investigadores”, Ciencia, México,
1985, 36, p. 117.
Malo, S., “Sugerencias para el futuro del Sistema Nacional de Inves­
tigadores”, Academia, 8:32,1992.
Martínez-Palomo, A., “Science for the third world: an inside view”,
Perspectives in Biology and Medicine, 30:546, 1987.
Martínez-Palomo, A., Ciencia para el desarrollo, México, El Colegio
Nacional, 1990.
Martínez-Palomo, A., “La ciencia en la sociedad: una relación inesta­
ble”, Avance y Perspectiva, 12:131, 1993.
Matamoro, B., “Paradojas”, Vuelta, núm. 185,1992.
Matthews, G.B., Philosophy & the young child, Cambridge, Harvard
University Press, 1980.
Mayr, E., One long argument, Cambridge, Harvard University Press,
1991.
M edawar, P., The art ofthe soluble, Londres, Methuen, 1967.
Medawar, P., Induction and intuition in scientific thought, Londres,
Methuen, 1969.
M edawar, P., Consejos a unjoven científico, México, Fondo de Cultura
Económica, 1982.
Merton, R.K., Social theory and social structure, Glencoe, Free Press,
1957.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 283

Mesthene, E.G., Technological change. Its impact on man and society,


Mentor Book, 1970.
Mowery, D.C. y Rosenberg, N., Technology and the pursuit of economic
growth, Cambridge, Cambridge U . Press, 1989.
Myres, J.L., El amanecer de la historia, México, Fondo de Cultura
Económica, 1950.
Milbank, D., “Scientists have to beat the bushes for money to stay in
business”, The Wall Street Journal, p. A l, 1990.
Monjarás-Ruiz, J., (coord.), Mitos cosmogónicos del México indígena,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1987.
M ü ller-A rm ack , A., El siglo sin Dios, México, Fondo de C ultura
Económica, 1959.
Mundle, C.W.K., Perception: facts and theories, Oxford, Oxford U n i­
versity Press, 1971.
Munitz, M.K., The question of reality, Nueva Jersey, Princeton Uni­
versity Press, 1990.
Nasr, S.H., Knowledge and the sacred, Nueva York, State University
of Nueva York Press, 1989.
Ñ au, H.R., The myth of America’s decline, Nueva York, Oxford U ni­
versity Press, 1990.
Nisbet, R., History of the idea of progress, Nueva York, Basic Books,
1980.
Noble, D.F., A world without women, Nueva York, Knopf, 1992.
Nye, J.S., Bound to lead. The changing nature of American power,
N ueva York, Basic Books, 1990.
Oteiza, E.J., Argentina: el éxodo de materia gris, Buenos Aires,
Cuadernos Panorama 4,1968.
Oteiza, E.J. (comp.) La política de investigación científica y tecnológica
argentina: historia y perspectivas, Buenos Aires, Centro Editor de
America Latina, 1992.
Palca, J., “Young investigators at risk”, Science, p. 351, 1990.
Pannunzio, R.A., La política en la época científica, Buenos Aires, La
Pléyade, 1980.
Pattee, H.H., “Physical theories of biological co-ordination”, Quarterly
Review ofBiophysics, 4:255,1971.
Pattee, H.H. (comp.), Biological hierarchies: their origin and dynamics,
Nueva York, Gordon & Brearch, 1971.
Penrose, R., The emperor’s new mind: concerning computers, minds,
and the laws ofphysics, Nueva York, Penguin Books, 1991.
Pérez-Tamayo, R., La segunda vuelta, México, El Colegio Nacional,
1983.
Pérez-Tamayo, R., “Injusticia en el SNi”, La Jornada, México, 13 de
marzo de 1989, p. 14.
284 B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A

Pérez-Tamayo, R., Serendipia, México, Siglo XXI, 1980.


Pérez-Tam ayo, R., Cómo acercarse a la ciencia, México, Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, 1989.
Pérez-Tamayo, R., ¿Existe el método científico?, México, El Colegio
Nacional, 1990.
Pérez-Tam ayo, R., Acerca de Minerva, México, Fondo de C ultura
Económica, 1987.
Perutz, M., Is science necessary?, Oxford, Oxford University Press,
1991.
Pescetti, L.M., Taller de animación musical y juegos, México, Ricordi,
1992.
Piaget, J., Biología y conocimiento, Buenos Aires, Siglo XXI, 1969.
Piaget, J., La construcción de lo real en el niño, Buenos Aires, Nueva
Visión, 1976.
Piaget, J. y García, R., Psicogénesis e historia de la ciencia, México,
Siglo XXI, 1989.
Piaget, J., Biologie et connaissance: Essay sur les relations entre les
régulations organiques et les processus cognitifs, París, Gallimard,
1967.
Piganiol, P., “The competitive pressures (n): The effects of publish or
perish”, Impact ofScience on Society, XXI:163, 1971.
Piñero, D., De las bacterias al hombre: La evolución, México, Fondo de
Cultura Económica, 1987.
Poincaré, H., La ciencia y la hipótesis, Buenos Aires, Espasa-Calpe.
Polanyi, M., Personal knowledge: Towards a post-critical philosophy,
Chicago, The University of Chicago Press, 1962.
Popper, K.R., Objective knowledge, Oxford, Oxford University Press,
1972.
Popper, K.R., The logic ofdiscovery, Londres, Hutchinson, 1968.
Popper, K , Conjectures and refutations, Londres, Routledge & Kegan
Paul, 1972.
Priest, S., Theories of the mind, Boston, Houghton Mifflin Company,
1991.
Prigogine, I. Stengers, I., Order out of chaos: Man’s new dialogue with
nature, Nueva York, Bantam Books, 1984.
Proctor, R.N., Valué-free science?Purity and power in modern knowl­
edge, Cambridge, Harvard University Press, 1991.
Rattray, G., The natural history ofthe mind, Canadá, Penguin Books,
1981.
Ranke-Heinemann, U., Eunuchs for the kindgom of heaven: women
sexuality, and the Catholic church, N ueva York, Double Day, 1990.
Read, H., Imagen e idea, México, Pando de Cultura Económica, 1957.
Reichenbach, H., The rise of Scieniific Philosophy, Berkeley, Univer­
sity of California Press, 1951.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 285
Revel, J.F., La connaissance inutile, París, Grasset & Frasquelle,
1988.
Ribeiro, D., El proceso civilizatorio: de la revolución agrícola a la ter­
monuclear, Buenos Aires, Centro Editor de America Latina, 1971.
Ribeiro, D., La Universidad necesaria, Buenos Aires, Galerna, 1971.
Richmond, P.G ., An introduction to Piaget, Londres, Routledge &
Kegan Paul, 1970.
Rodari, G., Gramática de la fantasía, Barcelona, Ed. Reforma de la
Escuela, 1979.
Rodney, W , How Europe underdeveloped Africa, Washington, D.C.
Howard University Press, 1982.
Rodríguez Sala, M.L., El científico en México: su imagen entre los estu­
diantes de enseñanza media, México, u n a m , 1977.
Rosenberg, N . y Birdzell, L.E., How to west grew rich: The economic
transformation ofthe industrial world, Nueva York, Basic Books,
1986.
Rosenblueth, A., Mente y cerebro, México, Siglo XXI Editores, 1970,
2a. e d , 1994.
Ruelle, D., Chance and chaos, N ueva Jersey, Princeton University
Press, 1991.
Russell, B , The scientific outlook, Londres, Alien and Unwin, 1949.
Russell, B , Diccionario del hombre contemporáneo, Buenos Aires,
Santiago Rueda, 1955.
Russell, B , A history of Western philosophy, Londres, Alien & Unwin,
1961.
Sábato, J .A , “Quantity versus quality in scientific research (I): The
special case of developing countries”, Impact of Science on Society,
x x :1 8 3 ,1970.
Salmón, W .C , The foundations of scientific inferences, Pittsburg, Pit-
tsburg University Press, 1975.
Sarukhán, J , Las musas de Darwin, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1987.
Savater, F., Éticapara Amador, Barcelona, Ariel, 1991.
Schoijet, M , “Ciencia, tecnología y capitalismo dependiente”, Nueva
Sociedad, 42, México, mayo-junio, 1979, p. 34.
Schoijet, M., La ciencia mexicana en la crisis, México, Nuestro Tiem­
po, 1991.
Schoijet, M , “Ideología y tecnología”, Ensayos, 3:34,1987.
Scholem, G., La cábalay su simbolismo, México, Siglo XXI, 1979.
Schródinger, E., Nature and the Greeks, Londres, Cambridge Univer­
sity Press, 1953.
Schwob, M ., Vidas imaginarias, Buenos Aires, Centro Editor de
America Latina, 1973.
286 B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A

Segundo, J.P., “M ind and matter, matter and mind”, J. Theoret. Neu-
robiol, 4:47, 1985.
Seiken, J., “The Awesome stress of science and how to relieve it”, The
Scientist, november 26, p. 20, 1990.
Singer, I., Meaning in Ufe: the creation of valué, Nueva York, Macmi-
llan, 1992.
Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, Convocatoria a la creativi­
dad, Santa Fe de Bogotá, Conciencias, 1992.
Sopeña, R., Inter Sopeña de refranes y frases populares, Barcelona,
Ramón Sopeña, 1984.
Spong, J.S., Rescuing the Bible frorn fundamentalism: A bishop ret-
hinks the meaning of scripture, Nueva York, Harper Collins, 1991.
Stove, D.C., Popper and after: Four modern irrationalists 16, Oxford,
Pergamon, 1982.
Strenger, C., Between hermeneutics and science, Madison, Inter­
national University Press, 1991.
Tabori, P. Historia de la estupidez humana, Buenos Aires, Siglo
Veinte, 1982.
Terragno, R.H., La Argentina del siglo 21, Buenos Aires, Sudameri­
cana/Planeta, 1985.
Theocharis, T. y Psimopoulos, M., “Where science has gone wrong”,
Nature 329.595,1987.
Tironi, A. y Labarca, P., Luco, J: Dos historias de una vida, Santiago
de Chile, Hachette, 1991.
Toynbee, A., Un estudio de la historia, 15 vols., Buenos Aires, EMECE.
Trabulse, E., Historia de la ciencia en México, México, CONACYT/FCE,
1983.
Trevor-Roper, H.R., Religión, the reformation and social change, and
other essays, Londres, Macmillan, 1967.
Tuchman, B.W ., A distant mirror, N u ev a York, Ballantine Books,
1978.
Twain, M., Tom Sawyer abroad, Gran Bretaña, Collins Clear-Type
Press, 1954.
Unamuno, M. de, Del sentimiento trágico de la vida, Buenos Aires,
Austral, 1952.
Ursúa, N., “La biologización de nuestra cultura. El reto de la biología”,
Revista Internacional de Filosofía de la Biología, 1:223, México,
1991.
Ursúa, N., Cerebro y conocimiento: un enfoque evolucionista, Barcelo­
na, Anthropos, 1993.
Vattino, G. (comp.) La secularización de la filosofía, España, Gedisa,
1992.
*
Varsavsky, O., Ciencia, política y cientificismo, Buenos Aires, Centro
Editor de América Latina, 19f0.
B IB L IO G R A F ÍA C IT A D A Y R E C O M E N D A D A 287

Varsavsky, O., Hacia una política científica nacional, Buenos Aires,


Periferia, 1972.
Vernant, J.P., Les origines de lapensée grecque, París, Presses Univer-
sitaires de France, 1962.
Verón, E., Imperialismo, lucha de clases y conocimiento, Buenos Aires,
Tiempo Contemporáneo, 1974.
Vessuri, H.M.C., “The Universities, scientific research and the nation-
al interest in Latin Am erica”, en Minerva, a review of science,
learning and policy, xxiv:l, Londres, Eastem Press, 1986.
Vessuri, H.M.C., “The social study o f Science in Latin America”, en:
Social Studies of Science, 17:.519, Londres, SAGE Publications,
1987.
Vessuri, H.M.C., “Perspectivas recientes en el estudio social de la cien­
cia”, Interciencia, 16:60, abril de 1991.
Vessuri, H.M.C., “The institutionalization process”, en The Uncertain
Quest, Science and technology for development, Salomon, J.J.,
Sachs, C. y Sagasti, F. (comps.), Nueva Delhi, UNU-SAGE, 1993.
Vessuri, H.M.C., “Bitter Harvest: The growth of a scienfic community
in A rgen tin a”, en The emergence of scientific communities in
developing countries, Krishna, V.V., Woost, R. and Gaillard, J.
(comps.), N ueva Dehli, UNU-SAGE, 1993.
Vessuri, H .M .C. “Distancias y convergencias en el desarrollo de la
ciencia y la tecnología”, en Visiones de la ciencia, Di Prisco, C.A. y
Wagner, E. (comps.), Caracas, Monte Ávila, 1993.
Villoro, L., “L a idea de la naturaleza en el Renacimiento”, Ciencia, p.
75, enero de 1993.
W ilson, E.O., On human nature, Cam bridge, H arv ard University
Press, 1978.
Wittgenstein, L., Gramática filosófica, México, UNAM, 1992.
Woodward, K.L., Making saints: How the Catholic church determines
who becomes a saint, who doesn’t, and why, Nueva York, Touchs-
tone/Simon & Schuster, 1990.
Xirau, J., La filosofía de Husserl.
Ziman, J.M., Public knowledge, Cambridge, Cam bridge University
Press, 1968.
Ziman, J.M., “Some problems of the growth and spread o f science into
developing countries”, Proceedings of the Royal Society A, 311:
349, 1969.
Ziman, J., Enseñanza y aprendizaje sobre la ciencia y la sociedad,
México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
Zuccotti, J.C., La emigración argentina contemporánea, Buenos Aires,
Plus Ultra, 1987.

También podría gustarte